Los hombres mesolíticos de La Braña-Arintero (Valdelugueros, León): un hallazgo funerario excepcional en la vertiente meridional de la Cordillera Cantábrica

July 10, 2017 | Autor: J. Vidal Encinas | Categoría: Mesolithic Archaeology, Funerary Practices
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Descripción

Férvedes, 5

2008

Pp.: 153-164

Vilalba, Lugo (ESP)

ISSN: 1134-6787

LOS HOMBRES MESOLÍTICOS DE LA BRAÑA-ARINTERO (VALDELUGUEROS, LEÓN): UN HALLAZGO FUNERARIO EXCEPCIONAL EN LA VERTIENTE MERIDIONAL DE LA CORDILLERA CANTÁBRICA Vidal Encinas, Julio M. Junta de Castilla y León, Servicio de Cultura León; [email protected]

Fernández Rodríguez, Carlos Univ. de León, Área de Prehistoria; [email protected]

Prada Marcos, María Encina [email protected]

Fuertes Prieto, Mª Natividad Univ. de León, Área de Prehistoria; [email protected]

RESUMEN En este trabajo se presentan las valoraciones preliminares del estudio arqueo-antropológico de un hallazgo casual producido en una cavidad kárstica situada en la vertiente meridional de la Cordillera Cantábrica, se trata de los restos esqueléticos de dos cuerpos humanos cuya datación 14C convencional (AMS) ha proporcionado sendas fechas coetáneas que los sitúa a principios del VII milenio BP, dentro del Mesolítico por tanto. Los esqueletos, en muy buen estado de conservación y casi completos, pertenecen a dos hombres adultos, de mediana estatura, gráciles y de hábitos diestros. El primero de ellos (Braña-1) se hallaba en conexión anatómica, en posición de decúbito lateral izquierdo flexionado, depositado, sin ningún género de cubrimiento, sobre la superficie de una repisa al final de una galería. El segundo individuo (Braña-2) se colocó en el fondo de un pozo y, a diferencia del anterior, sus restos no estaban en conexión anatómica, debido probablemente a circunstancias post-deposicionales. En ambos casos había restos de ocre, así como fragmentos de madera carbonizada, pero tan sólo el segundo individuo apareció asociado a un conjunto homogéneo de objetos de adorno: 24 caninos atróficos de ciervo perforados. ABSTRACT In this paper we report an archeo-anthropological preliminary report on a casual finding located on a cave on the southern slope of the Cordillera Cantabrica: the skeletal rests of two human bodies whose 14C (AMS) conventional dating has provided two coeval dates of VII millennium, which falls within the Mesolithic times. The two skeletons belong to male adults of middle height. The skeleton Braña-1 was a primary burial found lying without any coverage in a flexed left lateral decubitus position. The second individual (Braña-2) was placed in a sub-circular hole and, unlike the previous one, his remains were not in anatomical connection, as an ossuary, probably due to post-depositional processes. In both individuals there were fragments of charred wood, as well as traces of ochre, but only the second one appeared associated with 24 perforated red deer canines, the most important Mesolithic collection found in Iberian Peninsula associated to funerary practices. Palabras Clave: Keywords:

1.-

Mesolítico, caninos atróficos de ciervo perforados, Cervus elaphus, cueva sepulcral, ocre, adorno personal. Mesolithic, perforated red deer atrophic canines, Cervus elaphus, sepulchral cave, ochre, body ornament.

Introducción.

A finales del mes de noviembre de 2006 un periódico de la ciudad de León (La Crónica-El Mundo de León de 20 de noviembre) publicaba en su primera página la noticia del hallazgo de un esqueleto humano en una cueva próxima al río Curueño, en la Montaña Oriental de la provincia, en plena vertiente meridional de la Cordillera Cantábrica. El descubrimiento, en realidad, había tenido lugar probablemente un mes antes, obra de un grupo de excursionistas, montañeros y aficionados a la espeleología. El hallazgo fue objeto de la instrucción de un procedimiento informativo en un Juzga-

do de Instrucción de León, en el cual se interesó, desde el mismo momento de la publicación de la noticia, el Servicio Territorial de Cultura de la Junta de Castilla y León, ante la eventualidad de que pudiera tratarse de un descubrimiento de naturaleza arqueológica. Esta posibilidad vendría a ser reforzada por varias características que presentaba el hallazgo; en primer lugar, el emplazamiento recóndito que, dentro de la cavidad, tenía no sólo el primero sino un segundo esqueleto situado en la proximidad del anterior, aunque a diferente nivel, ambos alejados de la entrada actual que tiene la cueva y en lugares de acceso complicado. Por otro lado, el primer esqueleto presentaba una serie de

E. Ramil Rego (Ed.): 1 Congreso Internacional de Arqueoloxía de Vilalba. 11-14 junio 2008.

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Fig.1. Situación de la cueva de La Braña-Arintero y los sitios de La Uña (Aziliense) y El Espertín (Mesolítico) en la provincia de León y yacimientos del Epipaleolítico-Mesolítico con enterramientos primarios en la Cornisa Cantábrica y extremo occidental de los Pirineos.

precipitaciones calcáreas que llegaban a atrapar alguna costilla en una formación estalagmítica, lo que parecía acreditar al menos cierta antigüedad. Además, mostraba una disposición que evocaba prácticas funerarias bien conocidas en la antigüedad, puesto que se encontraba recostado sobre su lado izquierdo y flexionado en la denominada posición ‘fetal’. Otro aspecto que no pasó desapercibido fue la existencia de una acumulación de fragmentos de formaciones calcáreas en uno de sus lados, recogidas y aportadas allí de forma intencional con la aparente voluntad de delimitar o proteger el lugar en el que se había colocado el cuerpo. Tales fragmentos no podían haber sido transportados por corrientes de agua producto de la actividad kárstica, puesto que su tamaño habría exigido una notable energía para ello, lo que habría entrañado también la dispersión y transporte de los restos humanos, hallados, sin embargo, en conexión anatómica. En consecuencia, el primer objetivo consistió en recuperarlos con metodología arqueológica para su estudio arqueo-antropológico. Dicho proceso consistió en el levantamiento controlado de los restos óseos y en una recogida de los escasos sedimentos sobre los que reposaba el segundo individuo (Braña-2), totalmente inexistentes en el caso del primero (Braña-1), que se situaba directamente sobre el suelo calizo de la propia cueva. Además, el individuo Braña-2, hallado también sin ningún género de enterramiento, en un pozo a unos 4 m. por debajo del primero, presentaba, a diferencia de éste una to-

tal desconexión anatómica, formando un pequeño osario cuyo origen comentaremos más adelante. 2.-

La cueva de La Braña-Arintero

La cueva de La Braña-Arintero se encuentra en las proximidades de las localidades del mismo nombre, pertenecientes al Ayuntamiento de Valdelugueros. El acceso más fácil se realiza desde la primera de ellas, si bien se encuentra más próxima a Arintero; y su boca, a 1.489 m. de altura, se orienta hacia el Este. Nos encontramos en plena vertiente meridional de la Cordillera Cantábrica central, entre los abruptos relieves de macizos calizos en los que la erosión y el modelado kárstico han abierto valles, por lo general, estrechos y profundos. La cavidad se encuentra en uno de estos macizos, denominado ‘Pico de las Vallinas’, entallado por el arroyo de Villarías, un afluente del río Curueño. En concreto, su emplazamiento se localiza en la rama suroccidental del Collado de Valdemaría, un gran crestón de orientación norte/sur cuya litología predominante son las calizas masivas de la ‘Formación Valdeteja’, del Carbonífero (IGME, 1984). En dicha rama destacan tres roquedos de forma triangular que culminan a alturas comprendidas entre 1.500 y 1.570 m, dejando entre ellos, hacia el oeste, una empinada ladera a modo de anfiteatro. Esta pendiente hacia occidente hace que el acceso más fácil a la cueva se realice desde

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La Braña, tal y como hemos indicado, si bien desde esta dirección es imposible ver su entrada ya que se encuentra al otro lado del crestón calizo que culmina esta pendiente de ascenso. El arroyo de Villarías nace al norte de Arintero y, a la altura de La Braña, su recorrido sigue en buena parte a través de una falla de orientación este/oeste, hasta alcanzar, después de recorrer unos 3 km, el río Curueño. Éste nace en el Puerto de Vegarada, un paso natural en la divisoria de aguas de la Cordillera a 1.567 m. de altitud, por cuya vertiente septentrional tiene curso el río Aller, un afluente del asturiano Caudal. Este paso natural en la Cordillera es en la actualidad el más próximo a la cueva de La Braña-Arintero.

de los individuos, Braña-2. Todos los movimientos dentro de la cavidad, a través de la única entrada actualmente conocida, son difíciles, y requieren de instalaciones técnicas propias de la espeleología para hacerlos con una mínima seguridad. Ello plantea uno de los primeros interrogantes en cuanto al acceso a la cueva, en concreto, si su entrada fue siempre la misma, la actual, algo que fue categóricamente puesto en duda gracias al hallazgo del esqueleto de un oso en una zona más profunda. En efecto, es imposible que dicho animal entrara por el acceso hoy existente para llegar al lugar en el que murió, puesto que habría tenido que superar paredes y estrechas zonas de paso, muy difíciles de salvar para un animal de tal envergadura. Algo que, incluso, podría también aplicarse a los mismos humanos, por lo que la hipótesis de la existencia de otra entrada, hoy seguramente desaparecida fruto del colapso de alguna bóveda o de la erosión, cobra, creemos, toda credibilidad. 3.-

Fig. 2. Situación de los dos cuerpos humanos en el interior de la cavidad (Dibujo: E. Algorri García).

El acceso actual a la cueva de La BrañaArintero está ligeramente dificultado por los abundantes bloques calizos que jalonan esta zona cercana a la cumbre del crestón. La entrada actual, de forma triangular y poco más de 2 m. de altura, se desarrolla a lo largo de una galería curva en fuerte pendiente que, después de unos 20 m., termina en una colada casi vertical. Ésta, después de una subida de unos 4 m. de altura, acaba en una pequeña superficie que da paso a otra cavidad a través de un estrecho pasadizo y salvando un pozo. Es preciso, por tanto, descolgarse otros 4 m. y desplazarse por la pared para llegar a una repisa, en realidad el final de otra galería del sistema kárstico que desemboca en una sala más amplia. En tal repisa se encontraba el individuo Braña-1 y, bajando por el pozo anterior, a unos 10 m. de profundidad desde la parte inicial del descenso, al final de dicho pozo o ‘marmita’ de forma sub-circular, y detrás de una gran laja de caliza desprendida, se encontró el segundo

El individuo Braña-1. Disposición y caracteres antropológicos1.

El primero de los cuerpos, como se ha indicado, se encontraba al final de una estrecha galería y prácticamente al borde de una repisa que limitaba con el pozo ya comentado, colocado directamente sobre la superficie del suelo, sin ningún tipo de inhumación o protección (Fig. 2, 3 y 5). El espacio en el que se depositó estaba delimitado por el borde de la repisa, que tenía una gran estalagmita en proceso de formación -a cuyo pie se colocó el cuerpo humano-, una columna estalagmítica y alguna estalagmita más, las propias paredes de la galería y una acumulación intencionada de bloques calcáreos y estalagmíticos, que lo delimitaban, pero que, en ningún caso, cubrían o tapaban el esqueleto. Entre los restos humanos y en su entorno se observaron abundantes fragmentos de madera carbonizada y también una arcilla de color rojizo de la que se tomaron muestras. El esqueleto, tal y como nosotros lo registramos y levantamos, estaba en muy buen estado de conservación y no presentaba asociada ninguna otra evidencia arqueológica de otra naturaleza que, eventualmente, hubiera podido cubrir o sujetar partes del cuerpo. Sin embargo, entre los huesos del esqueleto post-craneal no se hallaban sus tibias y peronés, así como tampoco los huesos del tarso, los cuales aparecieron mezclados con el segundo de los individuos, Braña-2, que se encontraba, tal y como hemos descrito, en el fondo del pozo, prácticamente en la vertical, a unos 4 m. por debajo. Las causas de tal hecho creemos que pueden deberse, más que a una manipulación intencionada post-mortem del cuerpo, a las propias circunstancias surgidas de una

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descomposición cadavérica que H. Duday ha denominado ‘en espacio vacío’, es decir, desprovisto del amparo que el enterramiento proporciona al cuerpo. Cuando falta la tierra u otros elementos de protección y los tendones de las articulaciones interóseas desaparecen, provocan que los huesos salten como resortes, ocasionando desplazamientos que, en este caso, por encontrarse al borde de una repisa, les ha hecho caer al vacío e ir a parar al pozo en el que se encontraba el segundo individuo, mezclándose los huesos (Duday, 1978; Duday et alii, 1990; Duday, 1995).

Fig.: 3. Disposición del individuo Braña-1 (Dibujo: E. Algorri García).

El resto del esqueleto se presentaba prácticamente en conexión anatómica a no ser el cráneo, que fue manipulado por los excursionistas que lo descubrieron, pero que presentaba, al igual que muchos otros huesos, una película carbonatada procedente de las salpicaduras de una pequeña estalagmita inmediata en proceso de formación. Varias vértebras lumbares articuladas, por su parte, estaban cementadas, fruto de la precipitación de calcita, y el extremo esternal de una costilla se encontraba totalmente atrapado en el interior de una estalagmita en formación, lo que obligó a desprenderla por medio de un cincel. En general la mayoría de los huesos también sufrieron las precipitaciones carbonatadas del propio ambiente del interior de la cavidad, el cual, por lo demás, parece haber sido muy homogéneo, tanto desde el punto de vista de la temperatura como de la humedad, a lo largo del tiempo transcurrido desde la colocación del cuerpo, puesto que aquellas tenían un escaso volumen, consistente en una especie de ‘cáscara’ de aproximadamente 1 ó 2 mm. de espesor, que en la mayoría de los casos se desprendería de forma espontánea al

resecarse dicha película una vez que los restos pasaron a estar en un ambiente más seco. En nuestra opinión, no existe la más mínima duda acerca del carácter funerario que tiene la colocación de este individuo en el interior de la cavidad: el lugar elegido, la disposición del cuerpo y la delimitación intencional del espacio funerario así lo vendrían a avalar. El esqueleto prácticamente completo (incluidos huesos tales como los hioides y parte del cartílago tiroides) y en conexión anatómica, está acreditando que se trata de una sepultura primaria, que no ha sufrido manipulación humana post-mortem. Los restos corresponden a un varón adulto, grácil, relativamente joven (30-35 años), recostado en posición de decúbito lateral izquierdo con las piernas flexionadas hacia la parte frontal del cuerpo, reposando sobre su miembro superior izquierdo, doblado a la altura de la cintura pelviana, y, el derecho, flexionado hacia el mentón. En esta postura, estaba colocado mirando en dirección al borde de la repisa, es decir, hacia el pozo. Las piernas, al estar replegadas sobre el abdomen, producían una notable flexión en las rodillas. El escaso movimiento que han sufrido los huesos, a pesar de haberse descompuesto en espacio vacío, en lo que al tronco y comienzo de las extremidades inferiores (fémures) se refiere, parece estar sugiriendo la posibilidad de que estuvieran sujetos o ligados de alguna forma, quizás atados o envueltos con pieles o fibras vegetales, prácticas que se conocen, por ejemplo, en los enterramientos mesolíticos tardíos de Vedbaek-Bøgebakken (Nilsson Stutz, 2003:295). El estudio antropométrico del neurocráneo lo clasifica como mesocráneo, hipsicráneo y metriocráneo, de mediana capacidad craneal, contorno ovoide y glabela prominente, mientras que la cara es mesena, con una nariz leptorrina y unas órbitas rectangulares cameconcas, lo que junto a una estatura hipsisoma -170,5 cm- nos permite adscribirlo al tipo mediterráneo grácil, con algunos rasgos faciales que recuerdan al tipo cromañoide, pero que se podrían interpretar dentro de la variabilidad normal del grupo. En cuanto a la cavidad oral, señalar la ausencia de caries y la presencia de un marcado desarrollo del torus mandibular, así como un fuerte desgaste de los dientes anteriores superiores, lo que algunos autores relacionan con la utilización de los dientes como herramienta. Con respecto a las huellas de enfermedad en el esqueleto, se ha detectado la presencia de un politraumatismo facial que interesa al maxilar derecho y al arco zigomático izquierdo, que identificamos con una fractura parcial de tipo Le Fort II, lo que ha provocado el hundimiento de la fosa canina derecha, siguiendo las líneas de menor resistencia al recibir el impacto de un objeto punzante o de superficie angulosa. Las lesiones muestran indicios de regeneración ósea, lo

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que es indicativo de supervivencia, sin que podamos discernir la intencionalidad o el carácter fortuito del suceso. Así mismo, encontramos signos de actividad lítica en el borde antero-superior de la 5 vértebra lumbar, permaneciendo el resto de las vértebras indemnes, lo que nos hace sospechar de un proceso infeccioso compatible con una epifisitis brucelar por la localización de la lesión. Los índices morfológicos de las diáfisis de los huesos largos denuncian aplastamiento, y fuerte desarrollo de la línea áspera, y la existencia de marcadores de postura arrodillada o en cuclillas. 4.-

color rojo intenso). También aparecía alguna concentración puntual de microfauna (entre la que se distinguían anfibios y paseriformes) y restos de una gran variedad de insectos (O. Trichoptera). Tras un paso muy angosto existente en la parte final del pozo, se puede observar que la cavidad continúa, sin que conozcamos el desarrollo total de la misma.

El individuo Braña-2. Disposición y caracteres antropológicos.

Ya hemos indicado cómo la repisa sobre la que se depositó el primero de los individuos desembocaba, a lo largo de una pared casi vertical, en una marmita o pozo de forma sub-circular situada unos 4 m. por debajo. Aunque la bajada al mismo se puede realizar sin la instalación de cuerdas, es, no obstante, difícil. En el centro de dicho pozo hay una enorme formación calcárea tableada, alargada, caída de forma vertical e inclinada ocupando una parte considerable de la marmita. Detrás de ella y cerca de la pared se encontraban, en completa incoherencia anatómica pero agrupados, los restos del segundo de los individuos, Braña-2, también reposando sobre el suelo, sin ningún signo de inhumación o cubrimiento. Éste, a diferencia del anterior, tenía un sedimento de carácter arcilloso y con abundares fragmentos de bloques calcáreos de diferente tamaño y de espeleotemas, propios del interior de las cuevas , todo lo cual colmataba con potencia variable el fondo de la marmita. Sobre el osario, en el que apenas se podía atisbar alguna asociación de tibia y peroné, descansaba el cráneo, al que le faltaban los huesos de la cara. Este conjunto óseo, a diferencia de Braña-1, no presentaba concreciones carbonatadas, pues mostraban su superficie en general limpia. El inventario óseo muestra que se trata, en origen, de una sepultura primaria, como en el caso de Braña-1, puesto que se registran prácticamente todos los elementos del esqueleto -incluidos huesos tan pequeños y frágiles como los del cartílago tiroides-, lo que quiere decir que no sufrió selección post-mortem alguna. Para recobrar todos estos restos se procedió a levantar los distintos elementos óseos así como el sedimento existente que, una vez procesado (tamizado y triado), permitió recuperar algunos de los restos óseos más pequeños, así como parte del conjunto de elementos de adorno que estaban asociados a este individuo. Como en La Braña-1, hay también restos de madera carbonizada, que son más abundantes en este caso, así como de posible ocre (una arcilla de

Fig. 4. Disposición del individuo Braña-2 (Dibujo: E. Algorri García)

El hallazgo de los restos humanos Braña-2 en completa desconexión anatómica plantea ciertos interrogantes para explicar tales condiciones: ¿fueron desarticulados de forma intencional como consecuencia de un comportamiento funerario? ¿O debe atribuirse tal hecho a procesos tafonómicos de origen natural?. Contamos con varios indicios que nos pueden ayudar a explicar esta circunstancia. En primer lugar, las visitas incontroladas realizadas a la cavidad han debido modificar la posición original de los huesos, algo que sabemos por documentos fotográficos tomados por los excursionistas. Hay que tener en cuenta que el pozo no es demasiado amplio, de manera que apenas una persona puede moverse con facilidad en su interior, algo que, unido a las nulas condiciones de luz, ha podido hacer que los huesos pasaran inadvertidos a los visitantes y que fueran pisoteados y desplazados. De hecho, al cráneo le faltan todos los huesos de la cara y presenta unas fracturas de aspecto reciente, por lo que no se descarta esta posibilidad. Por otro lado, tenemos huellas que testimoniarían una inundación del fondo del pozo ya que el cráneo presenta un ribete carbonatado y también en la parte baja de la pared hay unos rebordes que marcarían quizás el nivel al que llegó el agua. Podemos plantear como hipótesis que el agua actuara como agente post-

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deposicional activo, de forma que esta inundación del fondo del pozo provocara la flotación de los huesos y, con ella, su desconexión.

Fig.: 5. Individuo Braña-1, colocado en posición de decúbito lateral izquierdo flexionado (Foto: J. Vidal).

No es fácil, de todos modos, hacer una valoración definitiva sobre los agentes que pueden haber alterado la posición original del individuo, ya que es complicado asimismo conocer las circunstancias de su disposición original. Hay que decir además que los huesos no presentan huellas relacionadas con la acción de animales (por ejemplo roedores o carroñeros) ni con algún tipo de manipulación cultural (descarnado, por ejemplo), aunque tampoco lo excluye por completo.

Sea como fuere, nos pronunciamos por el carácter intencional que tuvo la colocación de este cuerpo humano en la cavidad, consecuencia de un acto de naturaleza funeraria. El propio lugar elegido -un pozo sub-circular que puede evocar los cavados en tierra- en un sitio recóndito de la cavidad y sobre todo la presencia del otro individuo tan cerca de él, estarían avalando el uso sepulcral de la cueva por estas poblaciones mesolíticas que frecuentaban los altos valles de la vertiente meridional de la Cordillera Cantábrica. Aunque el esqueleto está casi completo, determinadas partes como la cara y algunas vértebras se encuentran en mal estado de conservación debido probablemente a las condiciones de humedad del lugar. Los huesos pertenecen a un varón adulto de unos 40 años, un poco más robusto y más bajo que la Braña-1. El neurocráneo se define como mesocráneo incipiente, hipsicráneo y metriocráneo, de capacidad craneal mediana tendiendo a grande, de contorno ovoide y prominente glabela. Se observa una marcada carena o quilla sagital que confiere al cráneo un contorno tectiforme en norma posterior, lo que unido al resto de las características craneales y a una estatura de tipo medio o mesosoma 166,5cm- lo hacen compatible con una tipología mediterránea robusta. En la mandíbula tampoco encontramos signos de caries, y de nuevo se repite el modelo de un fuerte desarrollo del torus mandibular. Las cuestiones de índole patológica se reducen a signos de artrosis en forma de pequeños osteofitos en la 2ª y 3ª vértebra lumbar, y al desgaste del cóndilo del húmero izquierdo con ligera labiación del margen epicondileo. Se comprueba el aplastamiento de las diáfisis de los huesos largos y la presencia de facetas de acuclillamiento en rodilla y tobillo -faceta de Charles, escotadura vasta y facetas de acuclillamiento de la tibia-, así como también se observa una carilla articular supernumeraria en el primer metatarsiano derecho debida a la hiperflexión de los dedos del pie. 5.-

Fig.: 6. Individuo Braña-2, hallado en completa incoherencia anatómica (Foto: J. Vidal).

Por otro lado, podría plantearse también que el esqueleto estuviera en el fondo de este pozo debido a un factor casual, como consecuencia de un accidente. A este respecto, no encontramos demasiados indicios que avalen tal posibilidad, ya que no existe huella de traumatismo alguno ni en los restos del cráneo, ni en cualquier otro hueso del esqueleto post-craneal. Es cierto que nos faltan los huesos de la cara, pero ya hemos comentado que puede deberse a factores post-deposicionales.

El material arqueológico asociado al Individuo Braña-2: los caninos atróficos de ciervo perforados.

Uno de los aspectos más relevantes de este hallazgo ha sido el conjunto de 24 caninos atróficos perforados de ciervo asociados al individuo Braña2. La aparición de un conjunto semejante en un contexto arqueológico determinado es un hecho único dentro del ámbito geográfico regional más cercano.

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tanto de las estrategias de caza de estas poblaciones paleo-mesolíticas, como en aspectos relacionados con su conducta simbólica (d'Errico y Vanhaeren, 2000; 2002; Broglio et alii, 2004; Vanhaeren y d'Errico, 2003; 2005). Aparte de estos colgantes y de los propios restos antropológicos, apenas hay otros restos arqueológicos asociados a los esqueletos, con la excepción de los fragmentos de madera carbonizada y de una arcilla rojiza que podría ser una materia colorante y que, en ambos casos, se encontraban en los dos individuos. Los fragmentos antracológicos eran más abundantes en Braña-2 y están en proceso de estudio actualmente. Para la arcilla rojiza disponemos ya de un análisis geoquímico y mineralógico que ha confirmado que se trata de una arcilla muy rica en óxido de hierro (hematita), por lo que su interpretación como restos de ocre está justificada (Lantes, 2007). 6.Fig.: 7. Conjunto de 24 caninos atróficos de ciervo perforados asociados al individuo Braña-2 (Foto: A. Tapia).

Los adornos-colgantes no son raros en el Paleolítico Superior en la Región Cantábrica y predominan en ellos precisamente los caninos de ciervo atróficos perforados, siendo el Magdaleniense el período con mayor número de hallazgos de este tipo (208 de los 373 caninos que se conocen en el Paleolítico Superior de esta región; cf. Álvarez Fernández, 2006). También encontramos este tipo de evidencias en el sur de la Cuenca del Duero, ya que hay cuatro ejemplares en La Peña de Estebanvela (Segovia) pertenecientes al Magdaleniense Final (Cacho Quesada et alii, 2003; Ripoll et alii, 2006: 160). Respecto al Mesolítico de la Región Cantábrica, eran escasos los ejemplares que se conocían previamente, ya que contábamos únicamente con cuatro caninos de la cueva de Los Canes (Cabrales, Asturias), por lo que el hallazgo de La BrañaArintero incrementa considerablemente esta cifra. Es importante subrayar además el contexto funerario en el que aparecieron en la citada cueva asturiana, uno en la denominada Estructura II y tres en la I, si bien su escaso número y la posición que ocupaban en el cuerpo, puede levantar dudas acerca de su real asociación con los enterramientos (Arias y Garralda, 1995; 1996). En los últimos años, sugerentes estudios arqueozoológicos y tecnológicos sobre estos ornamentos, han permitido avanzar en el conocimiento,

Cronología absoluta.

De cada individuo se tomaron sendas muestras óseas que fueron objeto de una datación 14C AMS en Beta Analytic Radiocarbon Dating Laboratory, proporcionando los resultados que se muestran en la Tabla 1. La calibración se ha realizado mediante el programa INTCAL 04 (Reimer et alii, 2004).

Procedencia

Muestra (AMS)

Fecha BP

Cal BC 2 Sigma (95 % prob.)

Braña-1

Beta226472

6980±50

5990-5740

Braña -2

Beta226473

7030±50

6010-5800

Tabla 1: Dataciones radiocarbónicas obtenidas de muestras de los esqueletos de La Braña-Arintero.

Las fechas son prácticamente idénticas entre sí, por lo que se puede afirmar que el uso sepulcral de la cueva tuvo lugar en un tiempo seguramente coetáneo para ambos individuos, en torno al 7000 BP, que corresponde al primer tercio del 6º milenio cal. BC. Esta cronología se emplaza en el Holoceno, en la fase climática Atlántica según la secuencia polínica clásica o en la denominada fase anatérmica o inicial (10.000-6.000 BP) (Muñoz Sobrino et alii, 2006). Desde un punto de vista cultural, esta datación nos enmarca en un momento de desarrollo pleno del Mesolítico. No es lugar para éste para entrar en la discusión sobre la denominación de este período, sobre todo teniendo en cuenta que en los últimos años parece haberse llegado a un consenso respecto

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al uso del término Mesolítico a partir del IX milenio BP en el ámbito de la Región Cantábrica (Fano, 2004), tendencia que sigue en gran medida los planteamientos establecidos para la vecina área del Valle del Ebro (Cava, 2004a) y en general el marco peninsular más amplio (García Puchol y Aura Tortosa, 2006). Desde esta perspectiva más amplia, siguiendo las síntesis realizadas en los últimos diez años (Utrilla et alii, 1998; Juan-Cabanilles y Martí Oliver, 2002; Alday, 2002; Cava, 2004a; García Puchol y Aura Tortosa, 2006), se ha llegado a configurar una secuencia interna de este periodo que, aunque se basa fundamentalmente en las características de las industrias líticas de los niveles arqueológicos -y las discontinuidades existentes a lo largo del territorio son muy acusadas-, proporciona un marco cronológico sumamente ilustrativo. Para el período que nos interesa, a partir del VIII milenio BP se desarrolla el que ha sido durante mucho tiempo el período del mesolítico más representativo de la Península Ibérica, el caracterizado por el geometrismo de las industrias líticas y que se ha tildado de Mesolítico reciente. Este período se ha secuenciado fundamentalmente hacia el litoral mediterráneo, identificándose una fase B dentro de este mesolítico geométrico reciente que comienza en torno al 7000 BP y se desarrolla a lo largo de la primera mitad del VII milenio BP. Hacia el final de esta fase empiezan a constatarse los primeros indicios de neolitización. En lo que respecta a la Región Cantábrica es complicado trasladar directamente esta secuenciación, si bien el marco global que nos ofrece es muy útil. En esta zona, el Asturiense ha sido una facies litoral mesolítica muy significativa durante muchos años, pero muy localizada a lo largo de la costa centro-occidental cantábrica. A este respecto, son cada vez más los yacimientos no asturienses con niveles datados entre el IX y el VII milenio BP adscritos al Mesolítico (véase una revisión reciente muy completa en Fano, 2004). Se trataría quizás de un Mesolítico propio de la Región Cantábrica que se desarrolla a lo largo de esa fase plena o reciente (desde un punto de vista cronológico) identificada en otras zonas de la Península. En todo caso, no sería extraño que esta Región presente un Mesolítico con rasgos propios, derivados de su propia estructura geográfica y variabilidad medioambiental, aspecto del que no se puede inferir directamente un aislamiento de las poblaciones que lo habitan (Cava, 2004b). Sí parece claro que para el momento en que se datan los individuos de La Braña-Arintero nos encontramos en un Mesolítico en pleno desarrollo,. En el ámbito de la Región Cantábrica hay que destacar otras dos dataciones contemporáneas, procedentes de sendos yacimientos de gran relevancia

para la interpretación de este hallazgo. La primera del también leonés de El Espertín (Burón), pequeña cueva que no está demasiado alejada de la BrañaArintero, localizada en un valle más oriental a las puertas de los Picos de Europa y también en la vertiente sur de la Cordillera (Neira Campos et alii, 2004, 2006). En esta cavidad se ha documentado una ocupación mesolítica de interés manifiesto, puesto que se trata del único hábitat excavado en la vertiente sur en la zona occidental cantábrica. Del mismo se han obtenido dos dataciones radiocarbónicas: una de 7080±40 BP (Beta-193760), sobre un resto óseo de la parte superior del nivel fértil (Bernaldo de Quirós y Neira, 2007), y otra ligeramente más antigua de 7790±120 BP (Gif-10053) también sobre un resto óseo de la base del nivel. Otro yacimiento que consideramos de interés en relación con los hallazgos de La Braña-Arintero es la cueva de Los Canes (Asturias), localizada en la vertiente septentrional, próxima a estaciones asturienses, pero no situado en la costa sino en el interior de uno de los cordales montañosos paralelos a ella. Esta pequeña cueva tiene tres estructuras funerarias de edad mesolítica que han proporcionado unas dataciones del VI milenio cal BC (Arias Cabal y Garralda, 1995, 1996; Arias Cabal y Álvarez Fernández, 2004a, 2004b). 7.-

Los hombres de La Braña-Arintero en el contexto de las prácticas funerarias en el Mesolítico del norte de la Península Ibérica.

Tomando como referencia el contexto más cercano en que se enmarca este hallazgo, en el ámbito de la Región Cantábrica se conocen 11 sitios que han proporcionado restos humanos de cronología epipaleolítica-mesolítica (Arias Cabal y Álvarez Fernández, 2004a, 2004b; Arias Cabal, 2005/2006; Arias Cabal et alii, 2005) pero no todos ellos pueden considerarse de igual manera, puesto que son siete los que están relacionados con estructuras funerarias de naturaleza primaria, mientras que los cinco restantes corresponden a hallazgos aislados. En ambos casos estos restos humanos están indefectiblemente asociados a lugares de hábitat, utilizados, o no, de forma coetánea para las prácticas funerarias. Los restos aislados proceden de contextos vinculados a cuevas con concheros asturienses en varios lugares de Asturias: Poza l’Egua (Lledías), Colomba (Cardosu) (Arias Cabal et alii., 2007a), Balmori (Llanes) y Mazaculos II (La Franca, Ribadedeva) (Garralda, 1981). Podemos citar también el cráneo de Cuartamentero (Llanes) (Garralda, 1982), si bien no se ha podido verificar su cronología mesolítica (Arias Cabal, 2005/2006) y según algunos autores podría adscribirse al Magdalenien-

161 LOS HOMBRES MESOLÍTICOS DE LA BRAÑA/ARINTERO (VALDELUGUEROS, LEÓN)...

se final (Balbín Behrmann y Alcolea González, 2005; Pérez-Iglesias, 2007). Estos restos humanos aislados encontrados en concheros se han interpretado como posibles evidencias de antiguas inhumaciones desmanteladas por la actividad habitacional, o bien responder a alguna otra práctica realizada sobre los cuerpos cuyo significado se nos escaparía. Sea como fuere, lo cierto es que tales fragmentos antropológicos, de forma intencional o casual aparecen integrados muchas veces en las actividades de lo cotidiano, como su aparición en cualquier conchero parece atestiguar (Cauwe, 2001a, 2001b). Los enterramientos de carácter primario que aparecen en la Región Cantábrica de época epipaleolítica/mesolítica ascienden a siete, incluyendo ejemplos que se encuentran en el límite tanto cronológico como geográfico de dicha selección, ya que sumamos en este recuento el individuo de Los Azules, adscrito al aziliense (FernándezTresguerres, 1976, 1980 y 1997; Garralda, 1986) y el de Aizpea (Aribe, Navarra), en el extremo occidental de los Pirineos (Barandiarán y Cava, 2002; De la Rúa, 2002; Barandiarán, 2002). Respecto a los otros, tres son yacimientos asturianos: Tito Bustillo (Ribadesella, Asturias) (Arias Cabal et alii, 2005; Balbín Behrmann y Alcolea González, com. pers3.), Los Canes (Cabrales, Asturias) (Arias Cabal y Garralda, 1995, 1996; Arias Cabal y Álvarez Fernández, 2004a; 2004b) y Molino de Gasparín (Carballo, 1926; Arias Cabal y Fano, 2005); uno de Cantabria: El Truchiro (Zona Arqueológica de La Garma, Santander) (Arias Cabal, 2005/2006; Arias Cabal et alii, 2005; Armendáriz, com. pers2.) y el último de Guipúzcoa, J3 Jaizkibel (Iriarte et alii, 2003). La mayoría de ellos son inhumaciones en fosa, con la excepción de Tito Bustillo que se encontraba sobre la superficie del suelo de la cueva cerca de la entrada original, y Aizpea, que estaba igualmente en la superficie del suelo pero protegido por una cubierta de bloques de caliza. Casi todos también se encuentran en decúbito lateral flexionado, excepto el problemático individuo de Molino de Gasparín (del que sólo contamos con referencias documentales un tanto esquemáticas) y el aziliense de Los Azules, que yacían en decúbito supino. En este último había restos de ocre, y también se señala colorante rojizo en el de Tito Bustillo, sin que conozcamos, de momento, más referencias sobre la presencia de algún colorante sobre el resto de los individuos mesolíticos. Tan solo se señala ocre en el individuo II de Los Canes pero no asociado al esqueleto propiamente dicho, sino sobre un canino atrófico de ciervo. Respecto a la aparición de colgantes o adornos acompañando a esos enterramientos, hay conchas marinas perforadas en El Truchiro y en uno de los individuos de Los Canes y cuatro caninos atróficos de ciervo perforados en dos indi-

viduos de este último yacimiento. En los ejemplos en que se ha podido concretar la edad, se trata casi siempre de individuos adultos, menos el caso de El Truchiro que podría ser un individuo joven o una mujer. En cuanto al sexo, se han identificado tres hombres (Los Azules, J3 y Los Canes-III) y dos mujeres (Los Canes I y Aizpea). Los individuos de La Braña-Arintero coinciden con la mayoría de estos ejemplos mesolíticos en la posición decúbito lateral flexionado, mientras que la ausencia de una inhumación como tal es el rasgo más destacado de los ejemplares de León, así como la presencia de ocre. Estos dos rasgos, tan poco frecuentes en los enterramientos mencionados, sí se encuentran en cambio en el individuo de Tito Bustillo, que es el ejemplar con el que los de La Braña-Arintero tendrían mayores similitudes. Pero el aspecto más destacado de los individuos de La Braña-Arintero es el conjunto de 24 caninos perforados asociados a La Braña-2, caso realmente excepcional en este contexto geográfico, ya que tan sólo en Los Canes teníamos constancia de este tipo de adornos, con tres caninos asociados al individuo femenino I y uno más al individuo II (al que acompañaban 70 conchas marinas perforadas). 8.-

Conclusiones.

En el contexto Mesolítico de la Región Cantabrica, el sitio de la Braña-Arintero constituye la primera evidencia funeraria en la vertiente meridional de la Cordillera, la que mira hacia la Cuenca del Duero, lo que cambia la perspectiva acerca del supuesto vacío de restos humanos entre el Paleolítico superior y la aparición de los primeros grupos sedentarios en el Neolítico (Estremera Portela, 2003). El dispositivo funerario empleado en la Braña-Arintero no implica la inhumación de los restos humanos, sino la simple colocación sobre la superficie de la cavidad kárstica, situación que lo hace parangonable con la cueva de Tito Bustillo, en Asturias. Por otro lado, la mayor parte de los restos humanos mesolíticos que pueden considerarse enterramientos primarios, y aún los hallazgos aislados, están indefectiblemente asociados a lugares de hábitat, algo que en el caso de La Braña-Arintero no ha podido, por el momento, verificarse. Si ello fuera así, se trataría de una cueva de uso exclusivo sepulcral. Desde el punto de vista antropológico destaca el buen estado de conservación de los dos esqueletos, atribuibles a sendos varones adultos de mediana estatura, cuyos signos de enfermedad se circunscriben a patologías de naturaleza traumática, infecciosa y artrósica. Además, se han observado indi-

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cios de las denominadas ‘marcas ocupacionales’, producto de la realización de actividades que exigían posturas en cuclillas, y que han dejado facetas en los huesos de la rodilla y tobillo. Asimismo, el severo desgaste de los dientes anteriores puede ser compatible con su posible utilización como herramientas. La presencia de 24 caninos atróficos de ciervo perforados asociados al individuo de La Braña-2, se debe interpretar dentro de los elementos de adorno personal cuya significación, desde el punto de vista simbólico, está perfectamente atestiguada en contextos de naturaleza funeraria. Incluso se han establecido hipótesis que relacionan estos elementos de adorno personal con un estatus privilegiado de sus portadores en el seno de la comunidad. Se ha comprobado empíricamente la presencia de ocre entre los sedimentos que acompañaban a los dos individuos. Aparte de los caninos de ciervo, no contamos con otro tipo de artefactos asociados a los esqueletos que nos ayuden a integrar este hallazgo en un contexto cultural más específico, si bien las dataciones 14C son concluyentes. La ubicación del hallazgo en un ambiente intramontañoso se puede poner en relación, quizás, con la caza especializada de especies como el rebeco y la cabra montés, avalando, también en estas latitudes, la denominada “conquista de los macizos montañosos”, provocada por la mejora climática y la diversificación de las estrategias de subsistencia (Demars, 2002). La ocupación de la alta montaña ya se conocía en esta zona, con ejemplos del Aziliense en la cueva de La Uña, del mesolítico en la comentada de El Espertín (Bernaldo de Quirós y Neira Campos, 1992; Neira Campos et alii, 2004, 2006) (Fig. 1) y otros en la Región Cantábrica más en general (Arias Cabal, 1999), pero también en Pirineos, en la zona de los Alpes italianos y suizos, y

en la región francesa del Rodano-Alpes, interpretándose en ocasiones incluso como un “Modelo de Nomadismo Vertical”. Podemos resumir que el contexto geográfico de esta cueva es de plena montaña y que dicho entorno denota un buen conocimiento de esta zona de la Cordillera, ya que, si bien está cerca de alguno de los pasos naturales con la vertiente septentrional, nos encontramos en un contexto de valles secundarios a gran altura. Esta ubicación de la cueva de La Braña-Arintero en la vertiente meridional de la Cordillera Cantábrica conlleva una serie de implicaciones sobre el dominio territorial de estas gentes, con una posible movilidad hacia el norte, y hacia la Cuenca del Duero. 9.-

Agradecimientos.

Queremos agradecer al Grupo de Rescate Es-pecialista en Intervención de Montaña (GREIM) de la Guardia Civil basado en Sabero (León) su decisiva ayuda para la recuperación de los restos óseos, tareas en las que también colaboró el Grupo Espeleológico Matallana (León). Al Museo de León por facilitar sus instalaciones y ayuda en las labores de limpieza de la costra calcárea adherida a los huesos. Al personal del Servicio de Radiología del Centro de Salud de José Aguado (Sacyl), donde se realizaron las radiografías, y al Dr. José María Salgado, catedrático de Entomología de la Universidad de León, por su aportación en la identificación taxonómica de los artrópodos. Al arquitecto Eloy Algorri García, autor, con gran esfuerzo y dedicación, por las dificultades que entrañaba la tarea, de los dibujos que acompañan los trabajos realizados. En el Laboratorio del Área de Prehistoria de la Universidad de León se llevaron a cabo las primeras tareas de tratamiento de los restos óseos y el material arqueológico recuperado.

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11.- Notas. 1.2.-

Un avance del estudio antropológico se encuentra actualmente en prensa: Prada et alii (e.p.) El Prof. Ángel Armendáriz, de la Universidad de Cantabria, ha tenido la amabilidad de facilitarnos el informe preliminar de los trabajos arqueológicos, lo que agrade-

3.-

cemos muy sinceramente. Agradecemos muy sinceramente al Prof. Balbín los datos inéditos que tan amablemente nos ha proporcionado de este hallazgo.

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