Los hijos terribles de la Edad Moderna de P. Sloterdijk (book review)

May 23, 2017 | Autor: J. Guzón Nestar | Categoría: History Of Modern Philosophy, Historia de la Filosofía Moderna, Modernidad
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Descripción

BIBLIOGRAFÍA

Estudios Filosóficos LXV (2016) 589 ~ 614

FILOSOFÍA

SLOTERDIJK, P., Los hijos terribles de la Edad Moderna. Sobre el experimento antigenealógico de la modernidad, Madrid, Siruela, 2015. 323 pp. ISBN 978-84-16465-28-6. Esta obra reciente de uno de los últimos representantes de la Escuela de Frankfurt es un auténtico galimatías, una obra poliédrica que tiene como posibles (no exclusivos) destinatarios los conocedores del pensamiento de la escuela y de este representante en particular. Considerado uno de los enfants terribles (o el enfant) de la filosofía alemana, Peter Sloterdijk (Karlsruhe, 1947) es un crítico de la modernidad. Esta temática se puede seguir en toda la escuela. Con sus posibles diferencias, los autores de la Escuela de Frankfurt aman la modernidad. Pueden criticar la cultura occidental, la modernidad, la razón y la noción de progreso, etc., pero en el fondo están expresando un proyecto, se hacen portavoces del proyecto para “salvar la modernidad”. Apoyándose en la vida y el mensaje de diversos personajes históricos, hombres de la cultura, de la filosofía y de la política como Rienzi, De Maistre, Nietzsche, Freud, Marx, Stirner y hasta Deleuze y Guattari, sin olvidar a Jesucristo, y a san Francisco de Asís entre otros muchos, Peter Sloterdijk elabora una teoría para demostrar la constante “caída hacia delante” y la degeneración de la humanidad desde la Edad Media hasta nuestros días. Desde los siglos XII y XIII la humanidad se ha ido articulando en torno a unas categorías que ha entrado en colisión con lo que venía siendo el hilo de Ariadna de la historia de las ideas, la natural diacronía, para situarse en una bastarda sincronía de la que han sido responsables un ramillete de autores que se han movido alrededor del cristianismo y la mística: “En este contexto puede describirse con mayor exactitud el papel de la mística medieval en la aparición de las subjetividades bastardizadas y antigenealógicamente excitadas de la Edad Moderna incipiente. En los resurgimientos místicos del siglo XIII se funda la revolución de las ideas de ascendencia que influiría un día en la hiperrelevación moderna del sujeto autónomo, cuasi libre de ascendencia. Un sujeto que solo permite ya conexiones sincrónicas y rechaza líneas históricas de ascendencia: quiere, típicamente, asociarse con existencias vecinas en relaciones ‘rizomáticas’ y realizar su potencial en ‘estructuras’ sin jerarquía” (p. 240). La obra es muy brillante, como toda la producción de este autor, pero no obstante, hay críticas en las que insisten algunos de los autores: Sloterdijk se demora hasta tal punto en la recreación de anécdotas, personajes y momentos emblemáticos de la historia universal, que apenas si desarrolla con la debida consistencia teórica la

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idea-fuerza que lo inspira. A veces no es fácil detectar el “hilo de Ariadna” que nos permite movernos por este laberinto de palabras. En segundo lugar, precisamente por la insistencia en los personajes singulares, Peter Sloterdijk desatiende demasiado el valor emancipatorio de las luchas y reivindicaciones sociales que han atravesado la modernidad. En tercer lugar, los argumentos teológicos que esgrime Sloterdijk no son tratados en sede teológica, sino “more philosophico” con lo cual sufren y en ocasiones son desarrollados de modo algo burdo. La obra consta de una introducción (advertencia preliminar), seis capítulos y un epílogo denominado “Panorama. En el delta”. Es una obra erudita en la que aparecen numerosos detalles, perspectivas, obras, autores… Es difícil de abarcar. Si algo me llama la atención de este autor, y en ocasiones me cautiva, el carácter desenfadado e irónico con el aborda todas las cuestiones que hacen de él un referente de la literatura filosófica actual. José Luis Guzón Nestar ROSÁS TOSAS, Mar, Mesianismo en la filosofía contemporánea. De Benjamín a Derrida, Barcelona, Herder, 2016, 257 pp., ISBN 978-84-254-3804-2. Este libro surgió, dice la autora, “de la curiosidad ante la ingente presencia de nociones y categorías en la filosofía continental contemporánea que son propias de la tradición mesiánica judía”. Pero tomémoslo con cautela. “Hoy en día la lógica mesiánica aparece con insistencia en contextos abismalmente distintos de los que la vieron nacer”. En efecto, en el último siglo el término y sentido de mesianismo ha pasado de un extremo (que es articular la visión de una comunidad [la judía] fastidiada, que anhela la llegada de un salvador que liquide un estado de cosas opresor) a otros extremos, “como alinearse con un cierto marxismo (para configurar las propuestas de la izquierda política más radical), y/o a hallarse en el corazón de la filosofía del lenguaje (que celebra el fenómeno de la muerte de Dios, y/o a contribuir a la reformulación de determinados postulados del psicoanálisis” (pág. 13). Dado ese giro previsto y reconocido sobre las cosas y el modo de hablar de ellas, un libro que se ocupa del “Mesianismo en la filosofía contemporánea” es de gran interés en el pensamiento occidental, aunque no sea absoluta novedad y una primicia. En efecto, esta obra de Mar Rosás Tosas, que se apoya en su propia Tesis doctoral, presentada en la Universidad Pompeu Fabra, Barcelona, en 2012, amplía, actualiza y completa trabajos de historiadores precedentes, como los de M. Loy en Redención y utopía y en El judaísmo libertario en Europa Central, de 1988; los de Reyes Mate y J. A. Zamora en Pablo de Tarso y la construcción de Occidente, 2006, y los de Pedro Bouretz, en Testigos del futuro. Filosofía y mesianismo de 2003. En ese contexto, es fácil percibir que la intencionalidad de la autora en esta obra es acumular, disponer y manejar la información más amplia posible sobre escuelas y pensadores contemporáneos que han sido afectados, tentados o agraciados por la llamada lógica mesiánica, y, además, ofrecer una visión panorámica del papel de esa “lógica” en la filosofía de nuestro tiempo (pp. 15-16). Para cumplir esos objetivos, el libro viene estructurado, pensando en la historia y en los lectores, en cuatro partes: Nota histórica: Cuestiones del mesianismo judío-cristiano (pp.13-35); Teorizaciones filosóficas del mesianismo en los siglos XX-XXI (pp. 41-128); De la Differance a la mesianicidad sin mesianismo (pp. 129-206); Diálogo entre las teorizaciones filosóficas contemporáneas del mesianismo y de la mesianicidad sin mesia-

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nismo (pp. 207-226). De cada una de esas partes en esta reseña apenas se puede ofrecer más que titulares de sección que sean flechas de dirección para el lector. La primera parte se desarrolla como introducción y explicitación de algunos puntos o cuestiones previas e ineludibles del mesianismo judío y judeocristiano, por ejemplo, dos: el “Mesías, su “misión,”, y el tiempo y lugar de “Redención”. En términos generales, puede decirse que el mesianismo clásico distinguía dos mundos: el aquí, corrupto (que para evitar el caos necesita estar regulado por una serie de leyes adecuadas), y el otro mundo, un mundo por venir, que se caracterizaba por la paz y la justicia, de modo que ya no se requirieran leyes reguladoras (pp. 13-35). Inmersos en ese contexto mesiánico, se entiende bien que los hombres que viven aquí y ahora deseen y esperen un mesías que traiga consigo el otro mundo cuyo acceso significa el fin de la historia. “El tiempo histórico y el tiempo mesiánico se oponen” (p. 233). La segunda parte, que con la siguiente forma un núcleo de “teorizaciones” de gran valor, consiste en un análisis detallado de las muy variadas reflexiones y propuestas teóricas de autores de los siglos XX-XXI que han recurrido y utilizado, a su modo, al menos nominalmente, la terminología de la tradición mesiánica, pero otorgando a ésta un sentido notablemente diverso, lo cual aconteció, sobre todo, a partir de la teoría de “la muerte de Dios”. Ese análisis de las múltiples novedades que los nuevos planteamientos requieren se ha organizado en el libro en seis variaciones o teorizaciones mesíanicas, a cada una de las cuales en la reseña sólo se hace una mínima referencia para percibir qué se dice y cómo se dice cuando se utiliza el lenguaje del “mesianismo”. 1) Enfrentamiento entre utopías libertarias mesiánicas de Walter Benjamín y Ernst Bloch y conservadurismo antimesiánico de Carl Schmitt (pp. 25-40 y 234). 2) Mesianismo antinómico de Jacob Taubes y Alain Badiou , según se refleja en sus libros “Teología política de Pablo” y “San Pablo. La fundación del universalismo” (pp. 41-64). 3) Mesianismo antinómico: Karl Barth y la radical trascendencia de Dios. El juicio de Dios no puede darse en la historia. 4) Estrategias mesiánicas antinómicas a favor del “nomos”, diseñadas por los judíos Rosenzweig, y E. Lévinas (pp. 83-88). 5). Divergencias entre mesianismo antinómico y mesianismo del nomos (pp. 95-97). 6) Examen y reflexión acerca del funcionamiento de una ley de excepción negativa a otra positiva, que expone Giorgio Agamben y es discutible (pp. 98-119). La tercera parte se dedica a la mesianicidad sin mesianismo, una fórmula con suerte, propuesta y mantenida por Derrida, autor cuyo pensamiento, presencia y aportación es altamente apreciado por la autora, que le dedica un estudio de más de 70 páginas del libro, distribuyéndolas en cuatro secciones, conforme a los tiempos transcurridos en su producción filosófica: 1) el de la epistemología y fenomenología, analizando dos elementos experiencia y tiempo, 2) el de los signos, lingüística y ontología, analizando dos elementos estructura y horizonte; 3) el de la política y ética, con análisis de los elementos justicia y espera; 4) el de lo político y lo religioso, analizando la preposición “sin”, la hospitalidad, el perdón, etc. (Cf. pp. 129-206). La precedente sección se cierra con un balance de cuanto antecede. Muy valioso. Y el libro concluye con una docena de páginas luminosas en forma de “Consideraciones conclusivas” (pp. 233-244). El lector las repasará con fruto varias veces en sintonía con cada una de las partes ya señaladas. Vale la pena. Cándido Aniz Iriarte

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NEIMAN, Susan, Evil in Modern Thought. An Alternative History of Philosophy. With a new afterword by the author, Princeton and Oxford, Princeton University Press, 2015, XX+ 382 pp., ISBN 978-0-691-16850-0. Esta obra apareció en 2002 y ahora Princeton la reedita en tapa blanda, con un epílogo de la autora en el que revisa sus ideas a la luz de los numerosos comentarios que su texto suscitó. Porque, obviamente, “Una historia alternativa de la filosofía”, si se hace bien, como es el caso, no puede dejar indiferente al pensador que se la tome en serio. ¿Por qué alternativa? Porque Neiman defiende que precisamente el tema del libro, a saber, el problema del mal, actualmente considerado una cuestión menor o marginal por buena parte de los académicos que han convertido la filosofía en lo que no era, ha sido, en realidad, la que hizo que los grandes filósofos desplegasen sus mejores armas y capacidades. Para demostrar su tesis, Neiman se centra en dos hechos históricos: el terremoto de Lisboa y Auschwitz, considerados como hitos que marcan el principio y el fin del mundo moderno: la intensidad con la que se experimentó el terremoto de 1755 sería la que marcó la experiencia del genocidio en el siglo XX. Ahora bien, mientras que la reacción al terremoto del XVIII por parte de los filósofos fue apasionada y general, la reacción a Auschwitz fue, dicho en una palabra, de “pasmo”. Estamos en dos constelaciones intelectuales diferentes que consideran de manera diferente qué es un problema filosófico, qué es significativo o qué es digno de memoria. Los problemas que plantean los dos hechos son hoy, para nosotros, completamente distintos, y esto es lo que, según la autora, marca el nacimiento de la conciencia moderna. La distinción entre mal natural y mal moral que hoy manejamos no es anterior a Lisboa y esta separación radical forma parte del nacimiento de la modernidad. La tesis clave de Neiman es que la filosofía de los siglos XVIII y XIX está guiada fundamentalmente por el problema del mal: este es un principio organizador mejor que cualquier otro para comprender la mayoría de las reflexiones de los autores, de los textos y para volverlos mucho más interesantes que desde otras claves. Para Neiman, el problema del mal tiene que ver también con la inteligibilidad del mundo, por eso es más que solo un problema ético o solo un problema metafísico. En su desarrollo, Neiman muestra cómo la mentada distinción entre males naturales y morales es algo que se desarrolla en el curso del debate, en el que hay dos grandes líneas: una, que va de Rousseau a Arendt, subraya que la moralidad exige que hagamos inteligible el mal; y la otra, de Voltaire a Jean Améry, insiste que la moral exige que no lo hagamos. Neiman muestra sus simpatías más bien por la primera, de ahí que trate de mostrar cómo los cambios en nuestra manera de comprender el mal dicen mucho acerca de nuestra comprensión de nosotros mismos y de nuestro lugar en el mundo. Su análisis comienza por un acontecimiento clave de la Ilustración, a saber, la publicación del Diccionario de Bayle. Y a partir de ahí presta atención a los filósofos que, además de la miseria que la experiencia nos muestra, tratan de encontrar orden, tales como Leibniz, Pope, Rousseau, Kant, Hegel y Marx. Frente a ellos están aquellos que niegan que haya nada más allá de las apariencias brutas: el citado Bayle, Voltaire, Hume, Sade y Schopenhauer. El siglo XX presentará sus propios problemas filosóficos, como muestran Camus, Arendt, Adorno, Horkheimer y Rawls. En un primer capítulo, Neiman toma como elemento inspiador la cita de Alfonso X el Sabio: “si Dios me hubiese pedido consejo en la Creación, muchas cosas habrían sido mejor ordenadas”. A partir de ahí expone las tesis de lo que llama los “abogados de Dios”, a saber, Leibniz y Pope, el autor de la Teodicea y el autor del Ensayo sobre el

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hombre. En este contexto está Rousseau (del que se dice que sus Confesiones inventaron un género…, p. 37, pero eso podría decirse ya de Agustín de Hipona) cuyo Credo del Vicario saboyano ofendió a casi todo el mundo, pero que cambia nuestra idea sobre el mal al tratarlo, según Neiman, por vez primera como un problema filosófico (p. 41). Según Rousseau, la naturaleza humana tiene una historia en la que tienen peso nuestras decisiones. Sufrimos por nuestras acciones, que tienen en sí mismas su castigo, que no deriva de un edicto divino. El comienzo del Emilio es un buen resumen de esta tesis: “Todo es bueno cuando sale de las manos del autor de la naturaleza; todo degenera en manos de los hombres”. Tras referirse a la Panteismusstreit, Neiman desarrolla el pensamiento de Kant al respecto, de modo especial su defensa de la conexión entre felicidad y virtud como condición de lo moral, que solo puede ser dada por un ser que no sea como nosotros. Lo mismo hace con Hegel y su idea de que la historia del mundo es el plan de la providencia, que se manifiesta de modo especial en la historia. La filosofía, así, se vuelve teodicea, y el hombre se vuelve Dios. Marx solo llevará esto un paso más adelante. El capítulo 2, titulado “Condenando al autor”, se centra en los autores que no quieren reemplazar a Dios, sino que reconocen que el mundo es tan desastroso que nadie querría cargar con el demérito de ser considerado hacedor del mismo. Trata, así, de los filósofos que renuncian a la trascendencia y se quedan en el espacio de las apariencias. Son Bayle, Hume y Voltaire. El Diccionario de Bayle fue la principal fuente de argumentos para los ilustrados, con su defensa de una posición maniquea y su escepticismo respecto a las posibilidades de la razón. También Voltaire mantiene esa idea de que la razón no nos puede ayudar a navegar por el mundo, tesis que continuará Hume con su crítica a los argumentos para la existencia de Dios y a las propiedades divinas, basado en su convicción de que la razón es fundamentalmente incapaz. El capítulo se cierra con la pretensión del Marqués de Sade de ilustrar el ser de Dios, un Dios malo que muestra cuál es su esencia en actos perversos constantes. A estos les sigue Schopenhauer, para el que el mundo se vuelve tribunal de sí mismo. El capítulo tercero (“Finales de una ilusión”) comienza por Nietzsche, para quien la única justificación de la vida del hombre es que los dioses (griegos) la vivan, lo que hace redundante toda justificación teórica. Para no tener que afrontar el mal realmente problemático, el carente de sentido, creamos una causa y un objeto para él: el pecado y la redención, puesto que la humanidad prefiere el masoquismo a la falta de sentido. La solución nietzscheana pasa por tomar conciencia de que somos responsables del concepto del mal mismo y por divinizar al hombre, escogiendo al dios adecuado, pues no podemos librarnos de la religión hasta que nos hayamos librado de las necesidades que la crearon. En una línea semejante está la consideración freudiana de la religión como neurosis originada en nuestra proyección de estructuras infantiles en el universo real. Pero Neiman advierte que esta naturalización del mal no es más que un intento de domarlo, de dominarlo que, en último término, lo trivializa como un suceso ordinario. El capítulo 4 lleva por título “Sin casa”. En él, la autora examina las respuestas dadas al terremoto de Lisboa y las compara con el carácter peculiar de Auschwitz, que, para Levinas, destroza toda teodicea secular que, ya sin acudir a Dios, pretenda reconciliarnos con el mal. Neiman sostiene que Auschwitz acabó con el moderno rechazo del mal que ubica el mal en la intención. Desde Lisboa el mal natural ya no tiene significado alguno. Solo queda el mal antaño llamado moral. Pero, frente a la idea ilustrada que presuponía que el progreso y el avance en la consecución de la

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libertad iban de la mano, Auschwitz demuestra que un paso adelante en una cosa no supone un paso adelante en la otra, y descalifica por completo la propuesta nietzscheana del eterno retorno, según apunta Agamben: algunos mundos son, sin más inaceptables. El carácter especial de Auschwitz queda preservado también tras los sucesos, básicamente intencionales, del 11-S. Este último capítulo se cierra con algunas reflexiones relativas a Camus, Arendt, los teóricos del la Escuela de Frankfurt y su anhelo de trascendencia, y a Rawls. Esta nueva edición se cierra con una epílogo redactado especialmente para ella, en el que la autora reflexiona, entre otras cosas, en cómo la claridad de Auschwitz ha podido ensombrecer otras formas de mal menos palmarias que han sido puestas en práctica en el último medio siglo. Es la conclusión de esta magnífica obra, que subraya que el problema del mal es el problema que late tras las polémicas relativas a escepticismos, historicismos, constructivismos y demás debates filosóficos del XVIII en adelante. “Porque el problema del mal no es un problema religioso; la religión, más bien, es un tipo de respuesta al problema del mal” (p. 349). Imprescindible para intentar comprender –que no justificar– ese enorme misterio. Sixto J. Castro PARACELSO, Teophrastus Bombast von Hohenheim, Obras completas, Madrid, Manakel, 2015, 334 pp., ISBN 978-84-9827-347-2. Las obras completas de Teophrastus Bombast von Hohenheim han sido sólo traducidas una vez al español, por Estanislao Lluesma Uranga, médico exiliado español en Argentina y académico correspondiente de la Academia Nacional de Medicina de Madrid. El libro fue publicado en Buenos Aires, en 1945, por la Editorial Schapire, que puede encontrarse íntegramente en internet en el siguiente enlace: . En 2015 ha sido editada de nuevo por la Editorial Manakel de Madrid, después de que fuera publicada en 1992 por la editorial Renacimiento. ¿Por qué tanta insistencia en Paracelso y en esta traducción? En primer lugar, porque Paracelso es uno de los hombres más curiosos del Renacimiento, que interesa notablemente a médicos, historiadores, filósofos y teólogos, y sobre el cual se han escrito muchos libros en los últimos treinta años. Tal vez el interés filosófico, más allá de otros tratados, se haya visto incrementado desde la publicación de Walter Pagel, Paracelsus: An Introduction to Philosophical Medicine in the Era of the Renaissance (Basel, Switzerland: S. Karger, 1958), en la que acuñó este afortunado concepto de la “medicina filosófica”, que entendía el hombre como microcosmos. Como hombre de su época, mezcló un naturalismo panteísta y de la mística especulativa y alquimista, Paracelso entendía que el auténtico médico era también verdadero filósofo, astrónomo y teólogo. Se trata, así pues, de una obra cuya lectura resultará enormemente grata a quien cultive la filosofía, que podrá entender mejor con ella algunos puntos clave del Renacimiento, que con cualquier otra obra o manual. En segundo lugar, porque el estudio preliminar de Lluesma Uranga, estructurado en cinco apartados es tan literario y grato, que merece una lectura placentera. Recuerda, a trechos, a Los sonámbulos, la no menos grata obra de Arthur Koestler. La traducción, sobre el original de 1603 y la edición francesa de Grillot de Givry, ya supone un clásico. Se trata de una versión personalísima, en la que Lluesma dialoga

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y traduce a la vez, con arbitrariedades y algunos deslices, cuya frescura no repararía una traducción moderna, que algún día tendrá que llegar, para hacer frente y justicia a este clásico incombustible. Asimismo, las ciento veintiuna notas a pie de página amplían la información de manera muy didáctica y a menudo anecdótica. En definitiva, una nueva ocasión para leer un clásico imperecedero, que resultará muy atractivo para cualquier persona interesada no sólo por los saberes herméticos, sino también por el Renacimiento y su manifestación filosófico-científica. Rafael Ramis Barceló WILLIAMS, Bernard, La ética y los límites de la filosofía., prólogo de Jonathan Laer, Colección Teorema, comentario al texto por A. W. Moore, traducción de Sergi Rosel, Madrid, Cátedra, 2016, 267 pp., ISBN 978-84-376-3561-3. Bernard Arthur Williams vivió en los años 1929-2003. Fue científico y pensador profundo, amigo del saber con principios arquimédicos y, al mismo tiempo, espíritu muy sensible y cercano a la realidad en que nos movemos y al complejo humano que nunca acaba de ser objeto de conocimiento pleno, riguroso, absoluto. Ejerció como escritor fecundo, como filósofo insatisfecho, como pensador ateo, como catedrático de Universidad en las aulas de Cambridge, California, Berkeley, Roma. Su renombre en la historia de la ética o filosofía moral se debe principalmente al trabajo realizado para suscitar en alumnos, profesores y lectores actitudes de cambio en la concepción y fundamentación filosófica-religiosa de la moral, operando un cambio muy notable en la manera en que habitualmente se venía exponiendo la ética (llamada por él “el sistema de la moral”) como “una estructura punitiva fundada en categorías de obligación, censura y culpa” (manejando de continuo teorías y sistemas cada vez más complejos de obligación, castigo, deber, premio justo, etc.). Su proyecto era recalar en otros ámbitos más culturales, históricos, circunstanciales, políticos, psicológicos, circunscritos a la condición de hombre autosuficiente, a través de procesos experimentales de vidas éticas desde la confianza en el hombre y sus circunstancias. Según su peculiar mentalidad moderna, todo ello debería acontecer conjugando, por una parte, rasgos que tuvieran un aspecto filosófico-analítico radical, pero, por otra, sin renunciar al realismo humanista de necesidades y dones; actitud ciertamente novedosa que contribuyó a que algunos autores calificaran su actitud integral del maestro como la de un “filósofo analítico con alma de humanista”, o como la de un pensador que detesta nebulosas de superficialidades y busca con intensidad la claridad de lo real, cosa que no siempre se alcanza cuando se quiere fundamentar filosóficamente la moral. De ahí que el título del libro que nos pone claramente en guardia a la hora de emitir juicios morales. Ética, sí; filosofía, sí; pero desde la debilidad, desde las limitaciones de apoyo a la moral que se pueden dar en la filosofía. En relación con detalles de ética casi nominalista, de los que se abusaba en algunas escuelas a mediados del siglo XX, y que el autor repudiaba, procede recordar que por los años sesenta, cuando el presente libro estaba en gestación, ciertas escuelas de moral se habían enzarzado en debates lingüísticos, de segundo orden, concernientes más bien al lenguaje que a la sustancia de las cosas y de la verdad, hasta discutir, por ejemplo, si expresiones como esta,”es reprobable que usted actúe así”, referida a una persona, constituían una “aseveración genuina” o no. Ante esa vaciedad contextual,

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Williams optó por el realismo de cada día y por restablecer el contacto con los “intereses reales que alientan nuestras experiencias éticas cotidianas” (p. 247). Para que a algún posible lector de estas páginas se le haga comprensible el cambio de rumbo que postulaba Williams en la relectura de la moral, se le recomienda que comience asimilando en este libro el Prólogo que Jonathan Lear introdujo en la edición de Routledge (y que se reproduce en esta edición, en las páginas 9-12). En ese Prólogo, Lear pone en cuestión tanto la “moral” rutinaria de no pocas escuelas que acaban en nominalismos morales como el alcance que podían tener las novedades suscitadas por Williams. El contraste de pareceres puede iluminar el campo de la verdad. Williams estaba decidido a restablecer el contacto con los intereses reales que alientan nuestras experiencias éticas cotidianas y puede decirse que este libro, La ética y los límites de la filosofía, es la culminación de un trabajo dirigido a lograr exactamente que se entienda que la ciencia moral debe ser humana y no más que humana y que cuenta con limitaciones no superables por la filosofía. Hay que limitarse a lo que realmente se da y a como se da (p. 247). A los diez capítulos de esta obra se añade en esta edición un Comentario al texto que es versión abreviada y ligeramente adaptada, capítulo a capítulo, del redactado en 2006 por A. W. Moore (pp. 247-268) ante la dificultad de comprensión de numerosos párrafos del texto general. Su valor pedagógico y crítico es muy grande. Y procede anotar, finalmente, que desde el Prefacio al Epílogo, los planteamientos del autor en este libro son dignos de consideración, densos en su exposición y orientados a buscar y ofrecer claridad doctrinal con realismo. Otra cosa es que, en la versión de la moral o ética sugerida en el libro haya que contentarse con mostrar tanto “lo que la filosofía moral puede o debiera poder conseguir”, como “lo poco que de hecho la filosofía moral es capaz de conseguir” (p.248). Dicho en otros términos: para el autor, una filosofía moral no puede darnos con rigor algo que justamente se esperaría de ella, por ejemplo, una teoría que guíe el razonamiento ético, pero sí puede contribuir a que la persona adquiera cierta comprensión de su vivir humano mediante una visión crítica de sus experiencias éticas cotidianas. Cándido Aniz Iriarte RODRÍGUEZ VALLS, Francisco, El sujeto emocional. La función de las emociones en la vida humana. Sevilla, Thémata, 2015, 185 pp., ISBN 978-84-943454-0-1. El título alude a dos temas complementarios: “El sujeto emocional” y “La función de las emociones” en los seres vivos, con vida humana. En el primero, Sujeto emocional, se enuncia, se pregunta y se demanda un alguien o algo que asuma razón de sustancia, base, fundamento, campo de sentimientos y afectos, identidad; y para corresponder a ese interrogante, en la primera parte del libro el autor distingue y defiende la existencia de tres tipos, clases y grados de emociones, cada una de las cuales requiere, como grupo, sujetos adecuados, a saber: “emociones” vinculadas al grupo de vivientes con sensibilidad meramente animal, “emociones” relacionadas y compartidas por el grado de vivientes con sensibilidad animal y humana; y “emociones” que únicamente se pueden dar en seres que gozan de un psiquismo superior racional y afectivo. A partir de ese triple nivel y tipo de emoción, puede decirse que contamos con dos calidades de sujeto propiamente dicho emocional: el de los animales y el del animal humano; y que de ellos se ocupa el libro. En el segundo tema, Función de las emociones en la vida humana, se hace declaración manifiesta de que, aun admirando y respetando

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las emociones animales, el libro se concentra en la búsqueda y clarificación del amplísimo papel que la afectividad, los sentimientos, las emociones tienen y cumplen en la vida de los hombres, desde su nascencia a su ancianidad. El libro no se presenta en formato y estilo de investigación ya consumada, aunque tiene mucho de ella, ni en forma de promoción de autoayuda sino, lo que es muy importante, como “una fundamentación filosófica de la vida emocional que pretende recoger de forma interdisciplinar lo que sobre esta materia se insinúa desde la psicología experimental, la neurobiología, la antropología y la historia cultural”, como consta explícitamente en la presentación elaborada por la propia editorial. En perspectiva de autor, el lenguaje preferido por Rodríguez Valls es el de introducción al tema psicológico y filosófico de las emociones que bordean, envuelven y embellecen al ser humano en su sensibilidad espontánea y cultivada, contribuyendo a crear, mantener y configurar la unidad integral del ser humano con toda su riqueza, sin reduccionismos. Es opinión muy justificada del autor que, si se busca, como es de rigor, expresar el sentido de unidad en la diversidad riquísima del ser humano personal, una forma de hacerlo podría ser contemplar la vida humana desde la perspectiva o dimensión emocional (p. 22). Tan razonable parece esa propuesta, y tan sensata, que incluso “podríamos establecer una interpretación según la cual la historia de las concepciones del hombre tiene que ver con la idea que el ser humano ha tenido de sus emociones” (p. 23). ¡Veta hermosa de estudio y de vivencias! En cuanto a la actualidad de un libro como este no cabe duda alguna de su interés, bien por la naturaleza misma de las cosas, bien porque en los últimos tiempos la actitud de los pensadores y observadores de la realidad humana ha dado un giro de muchos grados hacia la afectividad. En efecto, en la reciente etapa cultural se ha pasado desde una actitud filosófica, psicológica, moral y social en la que cundía el desinterés por la dimensión emotiva de la persona (favoreciendo con ello un intelectualismo y legalismo excesivo) a otra actitud en la que tal vez incluso se haya sobrecargado el recurso a la emotividad como ingrediente de primer orden en cualquier sector de la vida humana. Ciertamente, el autor de este libro, inmerso como está en la actualidad cultural, asume, desde la primera página a la última, el acercamiento, sincronía, conexión vital de los polos “intelectualismo-racionalismo”, por una parte, y “sentimentalismo-emociones”, por otra, y se atiene con ello a la complejidad y equilibrio que exige la misma realidad humana integral. El autor es un pensador de nuestro tiempo que reconoce, discierne y aprecia lo bueno que adviene desde el próximo pasado, y al mismo tiempo ofrece perspectivas nuevas que sirvan de programa a investigaciones futuras (p. 13). Con ese espíritu latente o explícito, el libro ha sido organizado en cuatro apartados o capítulos cuyos titulares es ineludible mencionar. En el capítulo primero, “Las emociones y el problema de la unidad de la persona”, se estudia la naturaleza y hábitos de las emociones y la función de la emoción en la construcción de la unidad humana (pp. 21-57). En conjunto, el capítulo es de gran valor científico-histórico, y sus apartados sobre “la racionalidad humana”, “el ser humano como animal de lenguaje”, “la pluralidad de la subjetividad humana”, “la naturaleza y hábito en las emociones”, “la unidad y la diferencia emocional en el género humano”, y “la función de las emociones en la construcción de la unidad humana” cautivan al lector y le exigen agudeza de ingenio para apreciarlo. En el capítulo segundo, “¿Qué es una emoción?”, se discierne y matiza la diferencia y proximidad entre emoción, apetito, afecto, sentimiento, pasión y estado de ánimo, y para ello se dialoga ampliamente (con autores

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como William James, Lange, Marañón y otros) acerca de la teoría de la emoción y de los niveles que alcanza esa cualidad humana (pp. 59-93). Un trabajo de precisión y apreciaciones personales que honran al autor. En el capítulo tercero, “Clasificación de las emociones”, se prodiga el recurso a la historia de las cuestiones. Al respecto, baste señalar que su centro está en aducir y ponderar dos clasificaciones célebres en la historia de la psicología: la clasificación moderna que el autor llama “descriptiva”, propia de Paul Ekman, que enumera seis tipos de emociones: sorpresa, asco, miedo, alegría, tristeza, ira; y la “explicativa” o por sus causas, de Tomás de Aquino, que enumera once tipos de emoción en dos bloques: emociones del apetito concupiscible: amor, odio, deseo, aversión, gozo, tristeza; y emociones del apetito irascible: esperanzadesesperación, audacia-temor, ira (pp. 95-132). En el capítulo cuarto tenemos: intencionalidad de las emociones, el sí mismo, los demás, la realidad, y entre sus valores se destacan elementos como estos: referencia a la angustia, como expresión emocional de la libertad; referencia a la risa, como expresión emocional del intelecto (vista ella cual fenómeno fisiológico y como fenómeno intelectivo); y referencia a las emociones de la integridad del sujeto que busca y goza alternativamente de ellas: emoción de beatitud o felicidad , de desesperación vital, de aburrimiento, pudor, llanto, humor (risa del absurdo), a las que podrían agregarse emociones de intercambio político, incluidas las de simulación, mentira, ficción, etc.(pp. 133-159). Después de haber considerado tan interesante y notable contenido, el libro finaliza con un epílogo conclusivo muy atinado. Pero es de advertir al lector que ese conjunto de la obra, si bien es introductorio a otros estudios más detallados por la ciencia y la filosofía, es exigente para todo lector y requiere buen nivel cultural, aunque sin demasía, pues lo demanda el manejo obligado de recursos científicos, filosóficos, pedagógicos e históricos. Cándido Aniz Iriarte BURGOS, J.-M. (ed.). España vista por sus intelectuales, Madrid, Palabra, 2015, 268 pp., ISBN 978-84-9061-236-1. “Ya hay un español que quiere / vivir y a vivir empieza,/ entre una España que muere/ y otra España que bosteza./ Españolito que vienes/ al mundo te guarde Dios./ una de las dos Españas/ ha de helarte el corazón” (A. Machado, Proverbios y cantares en Campos de Castilla). En el momento actual España vuelve a ser propuesta como problema. Igual que en el XIX, con la generación del 98, se aprecia una cierta “disidencia” frente a lo español que aparece en forma de crítica: crítica de la vida española en lo que esta tenía y tiene de «civilizada» y «moderna», crítica de la historia de España y de las formas de vida que se llevaban y llevan; finalmente, crítica de la peculiaridad psicológica del hombre español, así la dependiente de su índole nativa o racial (casticismo de casta, temperamento) como la derivada de la singularidad de la historia de España (casticismo histórico). Ortega había formulado la pregunta por España de un modo muy original: “Dios mío, ¿qué es España? En la anchura del orbe, en medio de las razas innumerables, perdida entre el ayer ilimitado y el mañana sin fin, bajo la frialdad inmensa y cósmica del parpadeo astral, ¿qué es esta España, este promontorio espiritual de Europa, esta como proa del alma continental?” (J. Ortega y Gasset, Meditaciones del Quijote, 1914). En cada época esa pregunta se plantea y resuena de un modo diferente, especialmente

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en ese periodo que abarca la obra: desde Jaume Balmes (mediados del siglo XIX) hasta Jiménez Lozano, Julián Marías y Eugenio Trías (fines del XIX y comienzos del XX). El libro que comentamos es fruto del Congreso “España en la filosofía española contemporánea”, organizado por la Asociación Española de Personalismo en 2014. Presenta las reflexiones de una docena de intelectuales que son presentados en orden cronológico, salvo la excepción de Ortega que hace de pórtico del libro. Está prologado por y tiene a cargo su edición Juan Manuel Burgos, profesor de la Universidad CEU-San Pablo, filósofo personalista español, doctor en física (1988, Barcelona) y doctor en filosofía (1992, Roma), fundador y presidente de la Asociación Española de Personalismo (AEP) y de la Asociación Iberoamericana de Personalismo quien señala. Como señala Juan Manuel Burgos en la presentación: “son reflexiones ricas, sugerentes, comprometidas, que abordan numerosos aspectos de la identidad de España y de los españoles y que, en ocasiones, presentan diálogos o debates, explícitos e implícitos, entre algunos de sus pensadores, cómo el último texto que entrelaza a Maragall, Trías y Xènius sobre la cuestión de Calaluña” (pp. 7-8). Los profesores que abordan la temática son bien conocidos. Generalmente son profesores de universidades españolas que están especializados en filosofía española, entre los que destacan fundamentalmente Ciriaco Morón Arroyo, profesor de la Universidad de Cornell, USA, y Juana Sánchez-Gey, profesora de la Universidad Autónoma de Madrid. Una de las cosas más destacables de este tema, que también viene suficientemente señalado por Juan Manuel Burgos en la presentación es la relevancia de estos temas para la intelectualidad española: “casi todos los intelectuales españoles contemporáneos han sentido la necesidad de pensar sobre España y lo han hecho con responsabilidad, amor y profundidad” (p. 6). Una iniciativa parecida tiene en marcha la Universidad Pontificia de Salamanca, a través de su Instituto de Pensamiento Iberoamericano, para septiembre próximo. Se trata de ver qué idea de España sostienen algunos de estos intelectuales, tanto de la derecha como de la izquierda. El objetivo es estudiar y clarificar los paralelismos entre la España de los años 30 y la de la actualidad. Felicito a la Asociación Española de Personalismo por la iniciativa del Congreso y por la publicación de sus conferencias, así como por haber extendido el estudio de la problemática sobre España hasta fines del siglo XX y comienzos del XXI. José Luis Guzón Nestar GUARDINI, Romano, La muerte de Sócrates. Una interpretación de los escritos platónicos Eutifrón, Apología, Critón, Fedón, introducción de A. López Quintás, traducción de Nieves Gómez, Madrid, Palabra, 2016, 366 pp., ISBN 978-84-9061-379-5. Comenzamos por un elogio de la “Biblioteca Palabra”. Se trata de un proyecto y una realidad editorial selectiva que ofrece a los lectores libros de pensamiento heterogéneo y profundo, pero relativamente accesible, que suele versar sobre las principales cuestiones que afectan al hombre y a la sociedad, contribuyendo de ese modo a fomentar lecturas que mantienen la rica interioridad humana con clara luz, verdad y

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esperanza, y que hacen a las personas serenamente fuertes ante la vida, la convivencia, las leyes, el dolor, la muerte. De esa “Biblioteca” se ha recibido últimamente en la Revista un volumen cuya reseña puede convertirse en obligado elogio de tres figuras muy diferentes en la historia del “pensamiento”, pero de gran relieve histórico: Sócrates y Platón, en el mundo griego antiguo, y Romano Guardini en el Occidente contemporáneo. Aunque son en realidad vidas que discurrieron por caminos diversos, el lector curioso y profundo puede jugar a verlas relacionadas en los mismos afanes de reconocimiento y servicio a la verdad y al hombre. Hágalo teniendo en cuenta estos tres detalles: primero, la actitud impresionante de Sócrates ante su condena a una muerte extremadamente injusta que es considerada por todos como “uno de los grandes hitos de la historia intelectual de Occidente”; segundo, Platón, como creador de una filosofía ideal que no fenece y de un método dialogal de comunicación del pensamiento humano que él nos dio en 31 composiciones, unas de corte dramático y otras de género narrativo; tercero, Romano Guardini, que es en nuestro tiempo (1885-1968) una especie de buceador que, junto a otros pensadores, se sumerge en las entrañas de la historia y vida de comunidades precristianas o cristianas de occidente y trata de redescubrir y perfilar rasgos dominantes de la verdad, del bien y de la belleza, de la ciudadanía, de la convivencia, etc. Los directivos de la colección “Biblioteca Palabra, Serie pensamiento”, de Rialp, comenzaron ofreciendo a sus lectores información sobre la personalidad de Romano Guardini incluyendo en su catálogo editorial tres de los libros por él elaborados: Las etapas de la vida, Cartas sobre la formación de sí mismo, Escritos políticos, y ha sido últimamente, año 2016, cuando han agregado al conjunto la obra Der Tod des Socrates, “La muerte de Sócrates”, mediante la traducción de Nieves Gómez del texto de la 5ª edición alemana, realizada en 1927. Pero ¿cuál es el contenido de la misma? Se trata de un libro en el que básicamente se da la versión castellana del texto de cuatro de los treinta y un Diálogos de Platón, a saber, Eutrifón (o de la piedad), Apología (o de la justicia), Critón (o de la virtud) y Fedón (o de la inmortalidad), ordenados a voluntad e intención de Romano Guardini, en una visión sapiencial del significado de la muerte de Sócrates, en páginas cargadas, en un cincuenta por cien de su espacio, de glosas y reflexiones profundas (o de sutilezas admirables) que son historia, filosofía, psicología, sociología y religión, de gran valor, es decir, una maravilla de agudeza. El eje de todo el discurso, comentario y tejido de ideas y emociones elaborado o reelaborado por Romano Guardini constituye un enfrentamiento cultural, ético, religioso, social y personal de la conciencia humana recta y noble con los actos de injusticia radical que supone una actitud de denuncia, juicio, condena y ejecución que acaba con la preciosa vida de un maestro, Sócrates, y de una vida en la verdad, en la iluminación de la juventud, en la defensa del bien personal y social, etc. El éxito de esta obra de Guardini ha sido patente. En alemán se inició con la primera edición, de 1947, y llegó a la cuarta en 1952. En castellano se dispuso de traducción desde 1960, por obra de Conrado Eggers Lan (p. 27). Esta nueva edición, prologada brillantemente por el catedrático Alfonso López Quintás es como un obsequio a los estudiosos lectores. Acaso no falten lectores que prefieran acceder directa y más personalmente a una traducción de los Diálogos sin glosas intercaladas, pero quien pausadamente se interne en la lectura con glosas de la mano de Romano Guardini saldrá ganando y acabará agradeciendo su notable carga de novedades. Cándido Aniz Iriarte

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ZUBIRI, Xavier, En torno al problema de Dios, prólogo de Juan Carlos Infante, Madrid, Encuentro, Madrid, 2016, 90 pp., ISBN 978-84-9055-342-8. Este breve y sustancioso texto, “En torno al problema de Dios”, se publicó por primera vez en la Revista de Occidente, en 1935, distribuido en seis epígrafes: introducción sobre “el sentido del problema de Dios”, “existencia y religación”, “equívocos”, “Dios y el problema del ser”, “religación y libertad” “el problema del ateísmo: la soberbia de la vida”. Posteriormente fue incluido en la selección de temas básicos de la filosofía de Zubiri, recogidos en el famoso libro Naturaleza, Historia, Dios, que es capital en la evolución doctrinal del autor, y que en vida ya alcanzó hasta una novena edición, y, por tanto, popularidad. La edición de En torno al problema de Dios, que ahora se publica como pieza suelta en formato independiente, casi de bolsillo, consta de dos partes esenciales: “Prólogo” sobre la obra y su autor (pp. 5-27), redactado por Juan Carlos Infante Gómez, y la reflexión filosófica del gran maestro en las páginas 32-87. El conjunto, ofrecido en presentación sencilla y nítida, es un nuevo detalle de divulgación de la doctrina filosófica-teológica de Zubiri y una ayuda al lector para que asimile fácilmente el itinerario recorrido por al gran pensador español que nunca perdió de vista en su sistema de exposición de la verdad integral humana tanto la perspectiva de la realidad verificable como la de la realidad de lo divino y trascendente en la cual culmina la búsqueda infatigable de la plenitud de sentido en la profundidad del ser consciente e inquieto que sólo descansa cuando alcanza a la raíz última del ser y de los seres. En cuanto al carácter del contenido doctrinal, no cabe esperar de este libro un aporte de novedades filosóficas, sino más bien un diálogo íntimo haciendo camino hacia la unidad de algunas grandes ideas en materia de filosofía y teología de lo físico, de lo humano y de lo divino, bajo cuatro enunciados encadenados: Existencia y religación o el problema de Dios; Haber y ser o Dios y el problema del ser; Religación y libertad o finitud y consciencia religiosa; El problema del ateísmo o la soberbia de la vida. Cándido Aniz Iriarte

ÉTICA Y FILOSOFÍA POLÍTICA

PONCELA GONZÁLEZ Ángel (ed.), La escuela de Salamanca. Filosofía y humanismo ante el mundo moderno, Madrid, Verbum, 2015, 400 pp., ISBN 978-8490741818. La “Escuela de Salamanca” representa uno de los momentos más interesantes y desconocidos de la filosofía moderna. Por la dificultad de lectura de las fuentes, a menudo los estudiantes de letras, filosofía y teología se quedan a las puertas, con una idea de conjunto muy general. Hacía falta un précis sobre dicha escuela, que permitiera guiar al lector, aunque sin obligarle a tener unos amplísimos conocimientos previos.

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Era necesario encontrar una vía intermedia entre los artículos de gran nivel de especialización, y los libros de síntesis, entre los que destaca la obra magna de Juan Belda, La Escuela de Salamanca y la renovación de la teología en el siglo XVI, BAC, Madrid 2000, de mil páginas, que ha sido el trabajo más ambicioso y actualizado llevado a cabo hasta ahora. El libro que aquí se presenta quiere ser una presentación equilibrada de los principales temas y autores de la “Escuela de Salamanca”. Al ser una obra colectiva, aparecen visiones complementarias y, a veces, contrapuestas sobre el concepto de “Escuela de Salamanca”, en una discusión rica en matices, acompañada siempre de una bibliografía actualizada. Abre el libro el profesor José Luis Fuertes, con un concepto muy personal de “Escuela de Salamanca”, que abarca desde las reformas de Martín V y la asunción del tomismo en la Visión deleytable de Alfonso de la Torre hasta la proyección de las ideas de Vitoria y demás dominicos sobre el nuevo mundo: “una filosofía para el viejo y nuevo mundo”, al decir del autor. Miguel Anxo Pena, de la Universidad Pontificia de Salamanca, intenta delimitar el concepto de “Escuela de Salamanca” exponiendo las diferentes visiones hasta nuestros días, explicando la restauración del interés por la Escuela de Salamanca del siglo XX hasta los autores contemporáneos, pasando por las visiones del P. Beltrán de Heredia, o las de José Barrientos o Juan Belda, que insisten en el carácter teológico (y dominicano) de dicha escuela. Paula Oliveira e Silva, Investigadora en el Centro de Filosofía de la Universidade de Lisboa, ofrece su lectura de Francisco de Vitoria, que pretende ceñirse a la hermenéutica de los textos del maestro dominico: muestra su biografía y sus ideas principales en una exposición clara y concisa. Sergio Jiménez Castaño, de la Universidad de Salamanca, especialista en Hobbes y en filosofía moderna, hace una buena síntesis bibliográfica de Soto: presenta al autor a partir de una selecta y equilibrada elección de fuentes bibliográficas secundarias, que permiten al lector novel hacerse una idea muy rica y precisa del pensamiento de Soto. María Martín Gómez, de la Universidad de Salamanca, experta en la obra de Fray Luis, da su visión sobre el profesor y poeta agustino, destacando los avatares biográficos del autor y defendiendo su carácter “humanista”. En esta lectura de Fray Luis como filósofo y teólogo se destacan sus aproximaciones al pensamiento de Santo Tomás y a la Biblia, en el marco de las controversias del momento. Ángel Poncela, profesor también en la Universidad de Salamanca y especialista en Suárez, realiza una semblanza del jesuita y luego se centra en dos cuestiones concretas de las Disputaciones metafísicas y de la Defensa de la fe católica contra el juramento de fidelidad de Jacobo I, que le permite exponer algunas cuestiones clave de la ontología y de la filosofía política del Doctor Eximio. Todos estos escritos sobre autores (Vitoria, Soto, Fray Luis, Suárez) están elaborados a partir de un mismo esquema: presentación de la vida y obra, líneas de su pensamiento y significación para la historia de la filosofía. Se trata de una lectura eminentemente filosófica, que, en cierta forma, complementa las visiones teológicas de Alonso Getino, Beltrán de Heredia, Melquíades Andrés, Belda, e incluso Barrientos, quien, pese a la orientación filosófica de muchos de sus escritos, vincula la Escuela salmantina con la Facultad de Teología y los dominicos.

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Algunos de estos historiadores de la teología no aceptaban la inclusión de la economía como un problema de la Escuela. En cambio, en la obra hay un tratamiento sistemático de “Moral y teoría económica en la Escuela de Salamanca”, a cargo de Antonio Roldán Ponce, profesor en la Universidad de Dresden, quien hace un resumen de las ideas y teoría principales (valor y precio, teoría monetaria, teoría cuantitativa del dinero…) El libro concluye con una bibliografía muy selecta y útil sobre la Escuela de Salamanca, a cargo de Miguel-Anxo Pena. No hay duda de que se trata de una obra de carácter abierto, en la que conviven varias tendencias y en la que prima, sobre todo, el énfasis filosófico y el concepto “amplio” de “Escuela de Salamanca” propuesto, entre otros, por José Luis Fuertes. Como obra de lectura propedéutica, especialmente para los estudiantes de Filosofía y Letras, es muy útil y muy instructiva. Los coautores merecen la enhorabuena por un texto tan rico como necesario en las aulas hispanas. Por su formato y extensión, sería muy deseable que una obra semejante fuese publicada en inglés para atraer el interés de un público internacional, en forma de companion. Sería también una forma de dar a conocer mejor los avances en el estudio de una época que merece mayor difusión, investigación y presencia en las aulas de todo el mundo. Rafael Ramis Barceló

ESTÉTICA

PERNIOLA, Mario, El arte expandido, traducción de Alfredo Taberna, Madrid, Casimiro Libros, 2015, 108 pp., ISBN 978-84-15715-76-4. Esta obra, compuesta casi como una performance ella misma, toma como tema el arte mismo, su autocomprensión sus mecanismos autodestructivos en ocasiones, el “mundo del arte” que entronizó a las vanguardias, de Duchamp en adelante, y provocó la conversión de las obras de arte en fetiches artísticos, de los artistas en seres “divinos”. Todo ello alcanza su plenitud, según Perniola, en el fenómeno de la Saatchi Gallery, para acabar mostrando que, en realidad, es un proceso tan contradictorio en sí mismo que se está derrumbando definitivamente. Perniola, que ha sido muy crítico en muchas de sus obras con la maquinaria financiera en la que ha devenido este “mundo del arte”, vuelve sobre el tema tomando como excusa la Bienal de Venecia de 2013, titulada “El Palacio Enciclopédico” en la que se produce una desestabilización aún mayor del concepto de “arte” y de “artista”, en tanto que se aplican unas categorías “enciclopédicas” en las que se desvanece la diferencia entre artista y no artista, entre original y no original, entre artista reconocido y artista anónimo, entre colección y acumulación, entre arte y ritual,. etc. Lo que habría logrado esta Bienal es mostrar que “la obra de arte no se basta a sí misma” (p. 36), por lo que necesita una estrategia teórica ya que, en la medida en que todo lo que está fuera de la institución puede volverse institucional, es necesario plantear el problema de la legitimación.

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Sin embargo, aun cuando todo pueda considerarse arte, sea lo que sea, afirmar que algo es estético o artístico supone atribuirle, según Perniola, la esencia de la esteticidad o la artisticidad (p. 39). Y eso ya nos mete en una cierta metafísica. Perniola reflexiona sobre la “artificación” (la transformación de una experiencia cotidiana en una actividad institucional reconocida como arte), la “artisticidad” (el reconocimiento de un valor artístico previo) y la “artistización” que implica la conversión de lo marginal (fringe), mediante un desplazamiento del foco, en arte. Y aquí es donde entra el arte expandido, que posibilita el acceso al mundo del arte de los que están fuera de él, pero que al mismo tiempo supone un “crecimiento bulímico de nuestras bienales, exposiciones…” que acaban integrando incluso aquello que las combate (p. 53). Se rompe, de ente modo, la frontera entre el Outsider art y el Insider Art, como una suerte de democratización del arte que, necesariamente acaba con él. Pero este giro fringe también ha encontrado su respuesta en la Bienal de Venecia de 2015, “All the World’s Future”, que da un vuelco académico al asunto y establece claramente las condiciones de aquel que haya de ser llamado artista. Perniola utiliza los ejemplos de las Bienales para, mediante el recurso a un gran número de autores y obras, mostrar los avatares que el concepto de arte ha sufrido en la práctica en las últimas décadas, no siempre para bien, y lo hace, precisamente, para poner sobre el tapete el problema tan actual de la definición de eso que llamamos “arte”. Sixto J. Castro %$5'=,ķ6.$ -RDQQD FRRUG  /D GREOH YLGD GH .U\V]WRI .LHŋORZVNL San Sebastián, Donostia Kultura-Filmoteca Vasca, 2015, 237 pp. ISBN 978-84-944404-0-3. (VWDREUDFRRUGLQDGDSRU-RDQQD%DUG]LĸVND\SURORJDGDSRU$JQLHV]ND+ROODQG nos introduce, mediante una serie de cuidados estudios, en el impresionante universo GH.LHŋORZVNLFRQPRWLYRGHORVDxRVGHODPXHUWHGHOFLQHDVWDSRODFR6HWUDWDGH una obra dividida en 5 capítulos que comprenden diez artículos, cinco originales en español y cinco traducidos del polaco, estructura doble que se refleja en el título de la obra y en la misma cinematografía del autor: una, la de su época polaca, más realista y gris, masculina; la otra, la francesa, más metafísica, estética y femenina. La obra se FRPSOHWDFRQXQDVHULHGHWH[WRVGH.LHŋORZVNLXQIUDJPHQWRGHVXWHVLQDGHOLFHQciatura (1968), un manifiesto (1981) y una carta (1991) que suponen el cierre de este merecido homenaje. (OOLEURVHDEUHFRQXQDEUHYHELRJUDItDFLQHPDWRJUiILFDGH.LHŋORZVNLHODERUDGD por S. Zawislinski. Los dos primeros artículos muestran la faceta de documentalista del cineasta polaco (sobre la cual el mismo director reflexionó largamente, ya desde su tesina de licenciatura) y los intereses profundamente humanistas que le movían, encarnados en parte en su crítica al régimen y a la ideología comunista que le daba sustento. La segunda parte, “Del realismo a la metafísica”, se centra en sus obras cinematográficas posteriores (El azar, La calma, El aficionado, La doble vida de Verónica, etc.) y los temas de las mismas: el fortalecimiento del individuo frente al Estado, la defensa de la libertad, la desconfianza de los dogmas, el papel del azar… La tercera parte, “De la prosa a la poesía”, se centra en ese monumento cinematográfico que es “El decálogo” y dedica especial espacio a esos dos “mandamientos” que se convirtieron en obras independientes: “No amarás” y “No matarás”. La cuarta parte VH HVWXGLD HO WUiQVLWR NLHŋORZVNLDQR GH 3RORQLD D )UDQFLD GHVGH ´/D GREOH 9LGD GH

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Verónica” a la trilogía de los tres colores. La última parte del libro hace referencia al OHJDGRGH.LHŋORZVNLTXHHODXWRUTXHDQDOL]DHVWHDVXQWRFRQVLGHUDTXHVHGHEHIXQdamentalmente a “El azar”. El libro se cierra con la traducción de un par de artículos publicados en otra parte. Es de reseñar, como señalábamos, la publicación de un fragPHQWRGHODWHVLQDGHOLFHQFLDWXUDGH.LHŋORZVNL/DREUDVHFLHUUDFRQODILOPRJUDItD del autor, unos apuntes bibliográficos a cargo de la coordinadora y unos índices muy completos. En todos estos ensayos se trasluce el aspecto humanista y filosófico de este director, de pensamiento sin duda profundo, que utilizó la cámara para hacer cine, pero WDPELpQSDUDKDFHUILORVRItD.LHŋORZVNLKDVLGRFRQVLGHUDGRXQFLQHDVWDPHWDItVLFR y no hay duda de que las grandes cuestiones filosóficas están presentes en la mayor parte de sus grandes películas. Pero también es filosófica su forma de hacer cine, por eso es un autor tan interesante para cualquiera que se dedique a la filosofía. En varios de los textos contenidos en este libro se refleja claramente esa perspectiva. Es de agradecer este estudio, tan bien editado y tan bien coordinado, que nos recuerda que, para los grandes, “veinte años no es nada”. Sixto J. Castro

VARIA

HERNÁNDEZ MARTÍN, Ramón, Capítulos Provinciales de la Provincia dominicana de España. Desde 1241 hasta 1595. Tomo I. Salamanca, San Esteban, 2015, 645 pp., ISBN 978-8482603209. Fr. Ramón Hernández Martín ha ido publicando desde 1980 hasta 2015 en Anuario Dominicano las actas de la Provincia dominicana de España desde 1242 hasta 1595. Hasta 1299 la provincia de España comprendía toda la Península Ibérica y luego se creó la Provincia de Aragón. Más tarde, con la expansión de la orden, se creó la Provincia Bética (p. 584). En la actualidad, la provincia de Hispania ha vuelto a cubrir el territorio peninsular, en lo que puede interpretarse como un retorno a los orígenes. En el libro se ofrece una transcripción esmerada de las actas de los capítulos provinciales, una fuente directa para conocer la vida y la organización de la orden dominicana. La investigación de Fr. Ramón Hernández ha dado con manuscritos fiables, publicados con su aparato correspondiente, y con una profusión de detalles que el lector agradece. ¿Qué puede destacarse, ante todo, para un público filosófico? Sin duda, la esmerada atención al estudio que los dominicos prestaron desde sus orígenes, estableciendo estudios generales y conventuales. Una formación basada en la filosofía (lógica, física, metafísica) y en la teología, con mayor énfasis en la escolástica que en la Sagrada Escritura. Asimismo, hay que destacar los grados y los nombramientos como presentado y maestro en Sagrada Teología.

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El autor subraya en sus introducciones la importancia de los estudios, pero también la vida apostólica y el espíritu de misión, sobre todo tras la Conquista de América, en la que los dominicos expandieron su espiritualidad. Quienes hemos seguido la publicación de estas Actas capitulares nos alegramos de verlas reunidas, especialmente en el ochocientos aniversario de la creación de la Orden de Predicadores. Rafael Ramis Barceló PINAR GARCÍA, Susana, De Dios y Ciencia. La evolución de Francisco J. Ayala, Madrid, Alianza, 2016, 407 pp., ISBN 978-84-9104-235-8. Susana Pinar es doctora en ciencias biológicas y divulgadora científica. Ha trabajado como historiadora de la ciencia en el Centro Superior de Investigaciones Científicas y en la Universidad de California en Irvine con una Fulbright Fellowship. es autora de varios libros científicos. Francisco J. Ayala es bien conocido en el panorama español, no solo por sus investigaciones en genética de poblaciones, sino por sus publicaciones y las numerosas entrevistas que ha realizado cada vez que se acerca a España. Doctor en Genética y Evolución por la Universidad de Columbia; Doctor Honoris Causa por numerosas universidades españolas y extranjeras, profesor actual en la Universidad de California en Irvine, premio Templeton. Medalla Nacional de Ciencias de Estados Unidos, otorgada en 2002; asesor de Bill Clinton en las dos legislaturas y presidente de la American Association for the Advancement of Science (AAAS). Ha puesto en marcha un programa denominado “Diálogo entre Ciencia y Religión” y participó en el comienzo del Proyecto Genoma Humano. Como defensor de la evolución se ha opuesto activamente a la enseñanza basada en la interpretación literal de la Biblia para explicar la creación, de tal manera que en el año 1981 actuó como experto en un juicio que sentó precedentes en el Estado de Arkansas sobre la legalidad de la enseñanza del creacionismo. Se ha dedicado a investigar la evolución de los microorganismos que causan el paludismo, la enfermedad del sueño, el mal de Changas y otras enfermedades… Es considerado actualmente como uno de los mayores expertos en biología evolutiva y genética de poblaciones. Francisco J. Ayala es heredero intelectual de Theodosius Dobzhansky (1900-1975). Ha contribuido a remozar la Teoría Sintética de la Evolución, incorporando en ella los más recientes avances de la bioquímica y la biología molecular a su campo de estudio. Sus reflexiones filosóficas y epistemológicas sobre los tópicos más candentes de la biología le han convertido en uno de los autores más citados en este campo. Es autor de muchos libros publicados en inglés y en castellano en diversas editoriales españolas. Ha pasado media vida escribiendo artículos científicos especializados; ha sido consejero y/o editor de numerosas revistas profesionales y ha dado conferencias y entrevistas, con una gran capacidad y claridad en sus exposiciones. Tenemos el honor de su participación y colaboración en esta revista Estudios Filosóficos, en cuatro artículos de investigación: “Evolución biológica” n. 42 (1967); “La naturaleza humana a la luz de la evolución”, n. 88 (1982); “Teleología y adaptación en la evolución biológica”, n. 125 (1995); “Ensayo sobre las bases biológicas del comportamiento moral,” n. 165 (2008). En la contraportada del libro se señala que lo escrito es una amena y humana narración de la biografía de Francisco J. Ayala. Me cabe la duda todavía que pudiera

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ser más bien una autobiografía, por el relato minucioso de su vida, las cuarenta y cuatro fotografías de su vida y actividad, etc., por mucho que la autora quiera probar en la Introducción que pasó dos años estudiando el material conservado en el archivo personal de Francisco J. Ayala y unas treinta y cinco horas hablando con él a través de Skype y que los datos que aporta se consignen a pie de página. Tal archivo, nos dice, ha sido donado a la American Philosophical Society, sita en Filadelfia. Sea una cosa u otra, lo cierto es que el libro me parece muy interesante porque, en primer lugar, narra sin ambages los esfuerzos de una vida dedicada a la investigación del evolucionismo y a su divulgación. En segundo lugar, porque nos habla de la evolución desde la ciencia, la filosofía y la religión, de manera llana y sencilla, al relatarnos que el proceso de la evolución se puede comprender sin tener muchos conocimiento científicos; de ahí el título y subtítulo del libro. En tercer lugar, porque nos indica cómo la ciencia moderna ha ido casi siempre delante, llevando a rastras a otros saberes, filosofías y religiones que pudieran haber distorsionado el pensamiento a través de mitos e ignorancias. El empeño que pone la doctora Susana Pinar es semejante a la claridad de exposición que Francisco J. Ayala muestra en todos los libros escritos por él. El libro se compone de 35 apartados, más la bibliografía y el Índice Onomástico. Cada uno de los treinta y cinco apartados del libro lleva un título con los puntos tratados en ese apartado: así, el nº 1 es “Nacer y morir”. En él la autora relata el nacimiento de Francisco J. Ayala (1934) y la situación de la genética española antes de la Guerra Civil, en las figuras de José Fernández Nonídez, Antonio de Zulueta y Fernando Galán, con el que Ayala trabajó en Salamanca, y lo introdujo en el trabajo experimental del laboratorio con las moscas Drosophila con las que experimentaba en la Universidad de Salamanca. Y ambos, A. de Zulueta y F. Galán, le sugirieron que viajara a Estados Unidos y se especializara en genética y evolución. El inicio de la Guerra Civil española, forzó el desplazamiento de la familia a Quintanilla del Rebollar. En el nº 2, “Vuelta a Madrid”, Susana Pinar nos cuenta el regreso de la familia Ayala a Madrid, la posición de la Iglesia respecto a la Guerra Civil y los primeros años de formación de Francisco J. Ayala en el colegio regentado por la Orden de los Escolapios, así como la juventud de Francisco J. Ayala y la posguerra. La autora reproduce los recuerdos de la España de posguerra: vida intelectual, religiosa, social y política en la que se educó Francisco J. Ayala. Nos narra cómo entró en el noviciado de los PP. Dominicos en Palencia con el propósito de llegar a sacerdote. Para ello estudió tres años de Filosofía y cinco de Teología, que era lo preceptivo. Fueron en estos años de teología donde comenzó a leer a Pierre Teilhard de Chardin en la obra que se tradujo al español en 1955: El fenómeno humano. Después de unos cuantos años, ese entusiasmo por Teilhard de Chardin se desvaneció, si bien al estudiante de entonces le resultó sugestivo y sugerente y le abrió una vía para el estudio de la evolución. En los años de estudio de Teología compaginó los estudios de esta asignatura con los estudios de Biología. Se puso en contacto con el profesor-investigador Fernando Galán, tal como he apuntado arriba. Participó en la investigación su laboratorio donde encontró, al año siguiente, un mutante de drosophila que ni Morgan, Dobzhansky o Müller se hubieran topado. Francisco J. Ayala lo llamó “aeroplano jet”. Sigue relatando la autora las vicisitudes de su vida religiosa: la tesis en teología, la ordenación sacerdotal, el papeleo para partir a Estados Unidos en el año 1960 –la Universidad de Columbia estaba dispuesta a admitirlo en calidad de “inclasificado”–, su estancia en Nueva York, su acogida con el que sería su protector después, Theodosius Dobzhansky. Completó el Master y la tesis doctoral en 1964 con la intención de volver a España. Fue el mismo Dobzhansky quien le convenció de quedarse en Estados Unidos con un puesto en Research Associate

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en la Universidad de Rockefeller de Nueva York en la que permaneció hasta 1971. Antes había sido profesor en el Providence College de Rhode Island. En este periodo comienza lo que en años anteriores se había manifestó: el conflicto entre la fe y la ciencia. Había perdido la fe, pero no fue un desagradecido. Los dominicos, dice la autora, habían puesto todo para él, le habían brindado la oportunidad de estudiar, de formarse en un momento histórico en que en España era casi imposible lograrlo de otro modo. En el año 1968 se casa con María Henderson. Dobzhansky actúa de padrino de boda. Con Dobzhansky escribiría en el año 1974 Studies in the Philosophy of Biology. Comienzan entonces los estudios sobre la “teleología”. Algunos evolucionistas han rechazado las explicaciones teleológicas; la razón de ello es porque no han reconocido los diversos significados que puede tener el término “teleología”. Es el caso de Pittendrigh, Mayr Ghiselin… Estos autores utilizan en realidad explicaciones teleológicas en sus trabajos, pero no quieren reconocerlas como tales y prefieren llamarlas “teleonómicas”. Muchos autores excluyen las explicaciones de la biología evolutiva porque creen que la teleología solo existe cuando se busca un fin específico. El proceso de evolución por medio de la selección natural no es teleológico en sentido intencionado. Santo Tomás de Aquino y los teólogos naturalistas del siglo XIX sostenían que la organización direccional de los seres vivos evidencia la existencia de un Diseñador. Pero esto es erróneo. Las adaptaciones de los organismos pueden ser explicadas como el resultado de procesos naturales sin necesidad de recurrir al Diseñador. Las explicaciones teleológicas son compatibles con las explicaciones causales. Ayala trata de elucidar el concepto de teleología y de distinguir tipos distintos de explicaciones teleológicas, con el fin de dar cuenta de la revolución epistemológica que supone la teoría de la evolución por selección natural formulada por Darwin. La teleología religiosa fue desmontada por el evolucionismo. “Desvelar los distintos mecanismos de la teoría de la evolución ha sido el eje sobre el que ha girado la vida de F. J. Ayala. Desde que descubriera el mundo de la ciencia, sus años han pasado aclarando conceptos como el de la fitness, el de la teleología, el del ámbito mismo de la biología”, etc. (386). Importante fue la fecha de la jubilación de Dobzhansky en 1970. El científico ruso era una persona a la que le producía tedio la administración y la burocracia. Encargó a Francisco J. Ayala esa tarea de la administración del grupo, por las cualidades que había manifestado ya de estudiante. Esto hizo que sus relaciones con Dobzhansky fueran muy estrechas desde 1961 hasta su fallecimiento en 1975. Ayala se nacionaliza estadounidense y como ciudadano americano se traslada con su familia a la Universidad de Davis (California). Davis ha significado para F. Ayala su expansión como científico y hombre de negocios. Allí funda el laboratorio de electroforesis de proteínas, acompañado por su amigo y protector T. Dobzhansky, visitado por numerosos doctorandos, investigadores posdoctorales y profesores visitantes que deseaban formarse en genética de poblaciones. En el año 1975 Dobzhansky fallecía cuando F. J. Ayala le trasladaba al hospital en el coche. “La confianza que Dobzhansky depositó en Ayala desde el principio le había abierto las puertas de un futuro en América que ahora era presente exitoso. Francisco lo sabía y se lo agradecía profundamente (…). Había escrito en su testamento que si moría sin terminar la revisión de la cuarta edición de La genética y el origen de las especies, Francisco lo acabara” (210-11). En el apartado nº 21, titulado “Dolor,” nos relata la autora uno de los episodios tristes y dolorosos de Francisco J. Ayala, la acusación de su actual esposa de maltrato; acusación fácilmente sobreseída que causó una profunda herida entre ellos y, como

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consecuencia, la separación y el divorcio. Cinco meses más tarde se casaba de nuevo con la joven ecóloga checa Hana Lostakova (269). Es en el apartado nº 31 donde trata el problema del creacionismo y las añagazas del “diseño inteligente”. En el siglo XIII S. Tomás de Aquino había usado el argumento del diseño o finalismo del Universo en su “quinta vía” para demostrar la existencia de Dios. En el mundo anglosajón del siglo XIX William Paley, en su obra Natural Theology, decía que es absurdo suponer que la organización compleja del ojo humano es un resultado del azar. La presentación moderna del “diseño inteligente” nació a finales de los años ochenta del siglo pasado. Dejando aparte los puntos principales de los argumentos del “diseño inteligente”, la contraposición más clara se la debemos a Ayala, a quien le gusta señalar “el hecho de que el canal del parto en las mujeres es mucho más estrecho de lo que sería necesario para que la cabeza del bebé pasase con facilidad. El defectuoso diseño había provocado la muerte de miles de millares de niños a la hora de nacer a lo largo de la historia de la humanidad (…) Si Dios hubiera diseñado el sistema reproductivo, sería –como decía– un auténtico chapucero y el mayor abortista del universo”. El mundo de la vida está lleno de imperfecciones, de defectos, sufrimiento, crueldad, dice (359). No parece apropiado atribuir los defectos y miserias que predominan en el mundo vivo al “diseño inteligente” del Creador. Darwin acepta que todos los fenómenos naturales tienen causas naturales, pero introduce, como decía arriba, las explicaciones teleológicas como un modo nuevo de hipótesis científica. En el capítulo 32 la autora aborda el papel desempeñado por Francisco J. Ayala en la polémica entre religión y ciencia: “la ciencia y la religión no necesitan estar en contradicción, ni pueden estarlo, puesto que tratan de asuntos diferentes que no se superponen” (369). Ciencia y religión se mueven en planos distintos y estudian diferentes aspectos de la realidad, de manera que la teoría de la evolución es compatible con la fe cristiana, mientras que el “diseño inteligente” no lo es. Ciencia y religión no necesitan estar en contraposición. Ayala pertenece al grupo de científicos y filósofos no beligerantes de línea moderada. Fue por esta postura y sus años de diálogo con la Iglesia por lo que la Fundación Templeton le otorgó su máximo galardón en 2010, premio que donó a la Universidad de Irvine. El libro termina con el apartado nº 35 –“Últimas reflexiones”– sobre la grandiosidad y fragilidad de la vida que ha promovido el espíritu religioso y artístico en todas sus formas, el deseo de capturar algunas de las emociones de estar vivo, algunos de sus colores, algunos de sus sonidos. Arte, religión, moral y belleza son valores que dependen de las tradiciones culturales de cada sociedad. Los seres humanos construimos nuestras identidades usando múltiples relatos: entretejemos relatos religiosos, políticos, sociales y culturales en un intento de dar sentido a nuestro mundo, como analógicamente sucede de las distintas lecturas que se pueden hacer del cuadro Guernica. Es de agradecer la claridad de la posición de Ayala y la lucidez de exposición que realiza S. Pinar sobre él. La luz que aporta la autora a los temas tratados, especialmente aquellos más polémicos y debatidos, muestra un sentido crítico como quizá ninguno otro científico ha tenido sobre las relaciones entre ciencia, filosofía y religión. S. Pinar ha coincidido en detallar muchos aspectos coincidentes que él ha tratado de dilucidar en debates y entrevistas mucho antes de la publicación de este libro. Justino López Santamaría

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MARCO TULIO CICERÓN, Acerca de la vejez, selección Doce Uvas, traducción de Alberto del Campo Echeverría Madrid, Rialp, Madrid, 2016, 107 pp., ISBN 978-843221-4597-1. Complace presentar en unas líneas de reseña esta edición castellana de un famoso diálogo del gran orador, agudo político, escritor y filósofo romano (106-43 a. C.) que creó para la historia un auténtico vocabulario filosófico latino para transmitir la filosofía griega y enriqueció la cultura occidental humanista con numerosos diálogos, de los que De senectute es bello ejemplar. Aparte otras consideraciones dignas de mención, ligadas a su momento político, cultural, histórico, quiero recoger en esta nota su elogio realista y defensa meditada de la ancianidad frente a quienes, considerándola casi como una enfermedad en sí misma, le achacan cuatro motivaciones de desestima como vida humana: la falta de actividad (párrafos 15-26), la carencia de fuerza corporal (27-38), la privación de placeres (39-66) y la memoria anticipada de una muerte que se aproxima ineludible (67-84). En cada uno de los cuestionamientos, el diálogo contempla historias biográficas reales que ennoblecen la vida en plena madurez como de maestros, como experimentados en el honrado quehacer que se premia, como continuidad de un proceso vital que no haya sido degradable y que culmina con la misma. Bello diálogo para saber obrar, recordar, ennoblecer los pasos de nuestra vida humana y sus afanes. Cándido Aniz Iriarte SÁNCHEZ CUESTA Manuel, Calidoscopio de la memoria y la escritura, Madrid, Ediciones del Orto 2015, 142 pp., ISBN 84-7923-530-6. Cuando éramos niños, todos los que nos ayudaban a crecer estaban muy empeñados en que aprendiéramos a escribir. Pronto y bien. Y este dominio de una herramienta (en realidad el manejo habilidoso de una plumilla y un palillero) tapaba con su tecnicidad un efecto mayor: escribir no es un medio, es un mundo . La escritura iba abriendo un escenario definitivo que no parecía tener reverso. Era la manera de ordenar lo que nos rodeaba. Porque, a la postre, lo escrito configuraba nuestra vida. No era la mera copia de lo hablado. Escribir, dijo maravillosamente Barthes, es un verbo intransitivo. Es un recorrido que no describe sino que inventa el camino y la meta. Pero, con ser esto mucho, hay algo más: La escritura no es sólo efecto y condición de la mano: la escritura, en su historia monacal y luego laica, tenía no solo que trasmitir, que ser clara, limpia : tenía que ser además hermosa. Caligrafía. Manuel Sánchez Cuesta nos desvela algo que a mi entender no estaba previsto en el plan del libro: lo llamativo de la mano que es memoria es que al moverse de una manera disciplinada engendra a un sujeto. La caligrafía es nuestra alma irreflexiva. Lo mismo ocurre con la vida de la memoria. Memoria no es solo recuerdo sino, como decía Italo Calvino, es la herida más la huella que ha quedado en ti y te ha hecho diferente… Estos son la apuesta y el juego de Manuel Sánchez Cuesta: el valor profundamente moral y no meramente epistémico de la memoria cuando se arrima a la escritura. Por eso celebramos la buena metáfora del calidoscopio: las huellas de la memoria, los circuitos de la crianza, la escuela, el amor, la enfermedad, la vida y la muerte, son granitos de colores que nada dicen aislados sino que valen y son cuando se combinan.

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Forman frases nuevas, dibujan viñetas nunca vistas antes: los pasajes de la memoria son caminos y zonas (Walter Benjamin) que inauguran la vida. Escritura y memoria se sueldan como en una misma macla de metal y greda. Se unen pero no se confunden. Y sin embargo el libro de Manuel arranca de un impulso que reza: el mundo de la memoria no se transcribe sólo sino que se crea en virtud de la escritura. No es sólo “escribo para no olvidar” sino que “hago memoria escribiendo”. Hacer memoria es el primer mandamiento moral que brota de las manos calígrafas de nuestro autor. La memoria no está escrita (ni siempre ni del todo) sino que forma –y aquí están las mejores sentencias de nuestro libro– las palabras originales que se integran y se disuelven en la caligrafía del habla. No hay pasos perdidos sino la postulación de un hilo conductor, de un sendero que se abre (me gusta pensar que sendero y sentido son la misma palabra). Con la contundencia de seleccionar o de toparse (más bien) con palabras fundantes que constituyen el vocabulario propio del alma. Esas cuanta palabras que un elige para llevárselas a una isla desierta, es decir a la isla de memoria fugaz, perecedera, abocada a la desmemoria, pero apasionadamente afirmada en un momento. “Quién soy” se responde con un “mira lo que digo”. Y así lo que conmueve es el testimonio de quien se enfrenta con la blanca pared del huerto que va a roturar y lo hace jugándose por entero. “Estas son mis palabras” dicho con la misma gravedad de Cisneros (estos son mis poderes). Con solemnidad y con un punto de ironía, de humor silencioso, propio de quien sabe que esas son sus palabras porque la vida las ha ido poniendo en la orilla de uno. A la espera de las mareas, al aire de la brisa de la tarde, al amor de los ojos que te miran. Este libro, que es enormemente cuidadoso, aparece mostrando un mapa. Como si no tuviera propósito, como al azar, pero como la imagen de un territorio que se dibuja por sí solo. Precisamente porque en su despojamiento no hay cacharros, cornucopias, itinerarios turísticos, duelos en la alta sierra, currículos salvajes. Son escasas prendas pero, como decía Borges en La búsqueda de Averroes: en Castilla hay muy pocas cosas pero cada una parece estar como en su ser. Veámoslas un poco. “La vida únicamente se vive en el presente” es el arranque poderoso y resuelto. Se acota el de qué estamos hablando, que es lo que está en juego. La radicalidad de quien despeja citas y envaramientos de férulas académicas: ¿a qué estamos jugando? Reconozcamos de una vez que vivimos en ese tiempo que niega todo otro tiempo que es el presente. Yo iría un poco más a la letra: el tiempo que vivimos es el instante y luego vienen memoria y olvido a armar estaribeles de períodos, fases, eras, eones. Ganas de enredar dice Manuel. Y a ese borde se asoman dioses, palabras originarias, que sirven al silencio derrotado, que ven cómo se erige una tarea mayor: pensar el yo entre las palabras. Sí: ese es uno de los grandes hilos del libro: el yo como tarea inevitablemente presente, inaplazable. Pero la biografía no es sólo relato de lo consciente. Si volvemos a Freud (en el caso de habernos ido) vemos que esta construcción yoica es un recorrido de lo aparente: la tapadera de lo inaccesible que nos habla y escribe. Inconsciente, azar, autoengaño, sueño son islas quede tan vecinas parecen tierra continua. Memoria es de la misma urdimbre que olvido: descanso nietzscheano de tanta acumulación en la cabeza. El cuerpo aguarda.

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Como se puede ver, se trata de compartir un itinerario, con pasos aparentemente no prefigurados, realmente recién creados. Dice Manuel: “esta es la vida, háganme el favor de acercarse a su mapa. Si les parecen pasos perdidos, contémplenlos despacio. Y verán cómo se inventan el peso y la densidad de la vida”. Lo mejor es que este relato es sendero y sentido: el de una vida ejemplar, recordando el ejemplo de una vida, de Uriel de Acosta nuestro sefardita primordial en su Exemplar humanae vitae. Porque nuestras vidas son propiamente películas sin guiones previos. No aplican criterios prefigurados para toda ocasión sino que deliberan ante lo singular. Es lo más sabroso del libro: el juego de la modestia en la resolución y la valentía en el contar los pasos dados. Su entraña son las “figuras variadas de fragmentos de vida”. No más. No menos. Este es el combate silencioso y el gran rumor de todo el tejido, es decir el texto: me gusta especialmente esa atención a una vida que se quiebra o que se despieza porque, si no es en discontinuidad, no se ve como asirse puede la gran exuberancia de las escenas de nuestra vida. Y me gusta especialmente cómo pellizca las cimas de este espacio enorme: pellizcar las cimas quiere decir reconocer los que Deleuze llama pliegues. Manuel desbroza, reparte, distribuye fragmentos de esa amalgama llamada la vida vivida. Pero lo hace a sabiendas de que tales figuras son pliegues, oteros no disjuntos sino conectores de sus vaguadas, los valles que suturan la distancia entre las peñas. “Que se van haciendo y deshaciendo sin sujeción a regla alguna”. Aquí está una de las claves más sutiles de este libro. La convocatoria a la libertad como estilo de pensamiento, de memoria y de escritura. Es decir: la importancia de una mirada que no piensa desde la causalidad y sus efectos, sino desde lo que emerge, lo que Hannah Arendt signa con el verbo agustiniano: lo que importa es lo que traemos de nuevo, no el entramado de las posibles causas de lo que hay. Initium ut esse creatus est homo. Manuel sabe muy bien que la vida narrada no es la transcripción de lo que vive en los libros –por más que tengamos entre manos una obra llena de lecturas meditadas, asimiladas con esfuerzo y placer– sino el trazo de lo nuevo que sorprende al mismo protagonista que escribe haciendo memoria . Rotan las manos y los cristales de colores adoptan otras posiciones, componen otras figuras. La perplejidad compaña el bivio: repetir o inaugurar. El calidoscopio puede componer escenas no idílicas, cuadros terribles. Como la vida misma: aquella en la que la mediación del lenguaje haga de puente y nos posibilite contemplar, desde la clave de su arco, el río de nuestra vida fluyendo entre sus dos orillas. Esto es, que las palabras que espontáneamente emergen del almacén de la memoria, vayan articulando significados e hilvanando secuencias vitales hasta hacernos recomponer el relato completo que nos conforma, al aunar las visiones exterior e interior de ese yo nuestro jánico. Por eso doy testimonio de este libro que se nos entrega como regalo: ve y haz tú lo mismo. Miguel Marinas LÓPEZ CASANOVA, Iván, El sillón de pensar. (Problemas culturales, soluciones culturales), Madrid, Rialp, 2016, 120 pp., ISBN 978-84-321-4642-8. Chocante, pero sugeridor título. “El sillón de pensar”, imagen profesional utilizada por la pluma de un científico, médico, ensayista, conferenciante, preanuncia

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la necesidad y el estímulo de un proceso integral humanista que, iniciándose en la bulliciosa exterioridad cultural actual, se programa como serie de reflexiones o meditaciones encaminadas al cultivo de los valores integrales del ser humano que, recurriendo a etapas de profundización, se deleita y recrea rondando los linderos de una espiritualidad multiforme que se construye cultivando la búsqueda de la bondad y del amor natural desde un nivel de “naturaleza” que no se satisface sino remontándose a niveles de trascendencia. En este libro, ubicado en el escenario o campo de la vida real, histórica, variada, concreta, se abre a la verdad y realidad con el eslogan “Problemas culturales, soluciones culturales”, y de esa forma el autor selecciona pensamientos, emociones, apetencias de sincronía entre verdad y vida, propone situar a sus personajes (a los que pide su palabra y emoción) y a sus lectores (hambrientos de verdad, armonía, belleza) en el contexto histórico y vital del siglo XXI con intención de que todos tomen conciencia del momento que viven y de la aspiración innegociable a la felicidad. Página a página, el autor, que es un profesional de la medicina, muy cercano a sus clientes, pide a cada uno de ellos, y a todos sus lectores, que sepan situarse con nobleza ante la vida, la verdad, los compromisos, es decir, asentándose en la silla donde se puede meditar y luego prever el futuro sin desatender a las exigencias físicas, psicológicas, educativas, políticas, sociales y religiosas del momento que nos ha correspondido vivir. Cándido Aniz Iriarte RAMOS CENTENO, Vicente, Pensando con Ratzinger. Reflexiones filosóficas a partir del “Jesús de Nazaret”, Madrid, BAC, 2016, 137 pp., ISBN 978-84-220-1896-4. Vicente Ramos Centeno, autor de este libro, nació en 1947; se doctoró en Filosofía por la Universidad Complutense de Madrid; ejerció de profesor de su especialidad en Centros de Enseñanza Media durante 30 años; ha sido y es colaborador asiduo en revistas y conferencias filosófico-religiosas, y se dio a conocer al menos por tres obras: Razón, Historia y verdad (Ediciones Encuentro, 2000), Europa y el cristianismo (BAC, 2007), y El esplendor del mundo (Biblioteca Nueva, 2012). Últimamente, en 2016 ha ampliado su campo y esquema de reflexiones cultivando a cara descubierta el seguimiento de un grande y clásico maestro en filosofía y teología, sorprendiendo probablemente a más de un nuevo volumen, Pensando con Ratzinger, Reflexiones filosóficas a partir de “Jesús de Nazaret”. Como el título lo enuncia, tres son los condicionantes o aspectos del libro a los que el lector debe adaptarse para sintonizar con el autor: hallarse en sintonía y discipulado con respecto a la doctrina teológica expuesta por Ratzinger; hacer sus reflexiones filosóficas al estilo y forma, por ejemplo, del tomismo clásico; tener en las manos el texto de Jesús de Nazaret, libro de inspiración concreta en cuanto a la distinción, armonización y complementariedad de lo natural e histórico con lo sobrenatural de la religión bíblica cristiana. No cabe, pues, el recurso a textos o pensamientos que difieran del “Jesús de Nazaret”. Pero ¿cuál es el contenido sustancial del libro de reseña? Veamos. Se trata de una obra polifacética, con vertiente filosófica, teológica, educativa, sociológica, y de análisis de la sociedad actual observando a esta con ojos críticos y con mirada trascendente. En efecto, tratando de situarse en la “realidad inmediata” en que vive, Ramos Centeno se encuentra, por un lado, con un mundo colmado de bondades físicas, sociales, económicas, técnicas, culturales, de libertad y esperanza, que son exponente del inmenso poder adquirido por el hombre creador; pero, por

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otro lado, se encuentra como en estado de depresión, debido principalmente al deterioro y reduccionismo que ha sufrido y está sufriendo esa misma criatura racional al irse apagando, depreciando o perdiendo en ella ciertas dimensiones de trascendencia múltiple que estimábamos propias e ineludibles en la condición humana creadora y creada, inmanente al mundo y trascendente, libre y responsable. Habida cuenta de ese doble rostro de las cosas y del pensamiento en la actualidad (acopio de dones, pero con eclipse de verdad y trascendencia), acaso haga bien el lector ponderando si las apreciaciones críticas denunciadas por Ramos Centeno no mantienen cierto sabor demasiado clásico, al modo como lo pudo tener la comúnmente llamada filosofía cristiana integral, con clara influencia de lo teológico sobre la visión filosófica de los problemas. Pero, hecha esa salvedad, hay un detalle, que resulta obligado y grato subrayar en este libro, dentro del círculo doctrinal en que audazmente se mantiene el autor en su defensa de la verdad integral (verdad de la creación, del hombre y de Dios); es el gesto luminoso que eleva la temperatura y la emoción al leer estos cinco trabajos: La racionalidad del cristianismo, Historia y Reino de Dios, La unidad de la historia de salvación, El cinismo de un hombre sin Dios, Verdad liberadora. Mentira y dictadura. Me refiero a la voluntaria y lúcida dependencia doctrinal y vital que establece respecto de un gran maestro, el catedrático Ratzinger, hoy Papa en retiro, sobre todo, al haber hecho de su libro “Jesús de Nazaret” un manantial de pensamientos nobles, realistas, humanitarios, religiosos, en los que se entrelazan de buen grado verdad, ciencia, religión y cristianismo como única actitud mental, cordial, social, que puede salvar de su enorme crisis a la actual generación de forjadores de un mañana que a todos se nos muestra difícil y confuso por no cultivar adecuadamente la verdad del mundo, del hombre y de Dios. Cándido Aniz Iriarte

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