Los hidalgos norteños en el centro de un Imperio: Madrid (1638-1850). Negocios, política e identidad

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Descripción

Ocio, diversión y espectáculo en la escultura gótica. Las iglesias navarras como espejo de una realidad artística medieval XXV años de historiografía hispana (1980-2004). Historia Medieval, Moderna y de América El discurso legal ante la muerte durante la Edad Media en el nordeste peninsular Bilbao, Vitoria y San Sebastián: espacios para mercaderes, clérigos y gobernantes en el Medievo y la Modernidad Honra de hidalgos, yugo de labradores: Nuevos textos para el estudio de la sociedad rural alavesa (1332-1521) Investigaciones sobre historia medieval del País Vasco (1965-2005) del profesor José Ángel García de Cortázar Nuevas perspectivas sobre el castigo de la heterodoxia indígena en la Nueva España: siglos XVI-XVIII Casa, familia y sociedad (País Vasco, España y América, siglos XV-XIX) Conflicto, violencia y criminalidad en Europa y América Sazón de manjares y desazón de contribuyentes. La sal en la Corona de Castilla en tiempos de los Austrias El poder en Europa y América: mitos, tópicos y realidades Las migraciones vascas en perspectiva histórica (siglos XVI-XX) Entre el fervor y la violencia. Estudios sobre los vascos y la Iglesia (siglos XVI-XVIII) Iglesia y poder en La Habana. Juan José Díaz de Espada, un obispo ilustrado (1800-1832) Itinerario y regesta de Fernando IV de Castilla (1295-1312) Libro de las buenas andanças e fortunas que fizo Lope García de Salazar Patronazgo y clientelismo en la monarquía hispánica (siglos XVI-XIX)

El mayor interés de los investigadores por las movilidades humanas y, sobre todo, de los recursos económicos ha tejido un campo de análisis sobre el impacto en la construcción de realidades históricas a diversa escala (local, regional, nacional e imperial). El análisis conjunto y comparado de los proyectos, individuos y comunidades que en un largo viaje cronológico —de la segunda mitad del Seiscientos a inicios del XIX— se dedicaron a la actividad mercantil, al mundo de los asientos o al desarrollo de actividades financieras en un marco geográfico preciso se convierte en eje conductor de los trabajos reunidos en este volumen. El marco espacial sería el corredor o eje económico proyectado desde el centro peninsular, Madrid —en su calidad de mercado financiero, corazón del Imperio y residencia de las grandes empresas y empresarios del Setecientos—, hacia el mundo atlántico europeo y americano llegando incluso al espacio asiático. Un espacio atlántico que aúna recursos, agentes, modelos y experiencias en la economía imperial hispánica del Setecientos, antesala de la explosión del norte peninsular en la primera mitad del siglo XIX. En esta área y cronología se conforman grupos de interés originarios del norte peninsular integrados en el Setecientos en dispares sectores mercantiles, productivos y especulativos. Su estrategia grupal les erigió en relevantes y activos protagonistas del proceso de construcción del mercado interior peninsular como de su relación y proyección en los mercados del Atlántico. En definitiva, este trabajo busca una puesta en común de conocimientos recogidos por las más recientes investigaciones junto a una valoración del dinamismo y problemática afrontada por individuos, familias, comunidades mercantiles y/o redes nacionales en sus procesos de asentamiento e integración en la economía imperial hispánica del Setecientos.

Información y pedidos: Informazioa eta eskariak: Servicio Editorial Universidad del País Vasco Euskal Herriko Unibertsitateko Argitalpen Zerbitzua www.ehu.eus/argitalpenak [email protected] Apartado 1397 P.K.- 48080 Bilbao Tf. 946 012 227 Fax / Faxa 946 012 333

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ISBN: 978-84--9082-

RECUPERANDO EL NORTE Empresas, capitales y proyectos atlánticos en la economía imperial hispánica

Dentro del Archivo Secreto Vaticano. Guía para la investigación a partir de documentos sobre el País Vasco. Época medieval (1198-1458) Dentro del Archivo Secreto Vaticano. Guía para la investigación a partir de documentos sobre el País Vasco. Época moderna (1458-1830) Devoción, paisanaje e identidad. Las cofradías y congregaciones de naturales en España y en América (siglos XVI-XIX) Gobierno y reforma del obispado de Oaxaca. Un libro de cordilleras del obispo Ortigosa. Ayoquezco, 1776-1792 La muerte en el nordeste de la Corona de Castilla a finales de la Edad Media. Estudios y documentos Los tiempos de Espada. Vitoria y La Habana en la era de las revoluciones atlánticas Causando gran escandalo e murmuraçión. Sexualidad transgresora y su castigo en Gipuzkoa durante los siglos XVI, XVII y XVIII La escritura de la memoria. Libros para la administración Los mantuanos en la Corte española. Una relación cisatlántica (1783-1825) La apertura de Europa al mundo atlántico. Espacios de poder, economía marítima y circulación cultural Las elites vascas y navarras en el gobierno de la monarquía borbónica. Redes sociales, carreras y hegemonía en el siglo XVIII (17001746) Mitificadores del pasado, falsarios de la historia. Historia Medieval, Moderna y de América

RECUPERANDO EL NORTE

Las Reales Salinas de Añana (siglos X-XIX)

Serie de Historia Medieval y Moderna

Alberto Angulo Morales Álvaro Aragón Ruano (eds.)

Serie de Historia Medieval y Moderna

Poder real y poder nobiliar en la Corona de Castilla (1252-1369) Organización, identidad e imagen de las colectividades vascas de la emigración (siglos XVI-XXI) La ganadería guipuzcoana durante el Antiguo Régimen

Alberto Angulo Morales Álvaro Aragón Ruano (editores)

La historia desde fuera La parroquia en el País Vasco-cantábrico durante la Baja Edad Media (c. 1350-1530) La proyección de la monarquía hispánica en Europa. Política, guerra y diplomacia entre los siglos XVI y XVIII Las independencias iberoamericanas ¿un proceso imaginado? Los Sarmiento, Condes de Salinas: orígenes y elevación de una nueva clase señorial. Siglos XII-XVI Religión, herejías y revueltas sociales en Europa y América De Cameros a Bilbao. Negocios, familia y nobleza en tiempos de crisis (1770-1834)

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Índice

Glosario de abreviaturas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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Instituciones Gremios, gremios mayores, Cinco Gremios Mayores: Madrid, 1680-1790. Una interpretación y algunas preguntas Guillermo Pérez Sarrión . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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Más allá de las instituciones: cooperación y tráfico de influencias en las ciudades portuarias españolas en el siglo XVIII Ana Crespo Solana. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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¿Qué tipo de capital social generaron los gremios de comerciantes? Reflexiones a partir del ejemplo del Consulado de Bilbao, 1511-1829 Xabier Lamikiz . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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Comercio entre el Báltico y el País Vasco (siglos XVIII y XIX) Pierrick Pourchasse . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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El agente del Reino de Navarra en la Corte y la Real Congregación de San Fermín: dos formas de una misma representación Rubén Martínez Aznal . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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Familias La oportunidad vasca para los grupos extrapeninsulares: las estrategias atlánticas de la familia O’Reilly-Las Casas y Aragorri Óscar Recio Morales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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El lobby cisatlántico del cacao. La Real Compañía Guipuzcoana de Caracas y el poder vasco en la provincia de Venezuela Alejandro Cardozo Uzcátegui . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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ÍNDICE

Opio, familia y paisanaje: vascos, criollos filipinos y escoceses en el comercio de Asia oriental (1815-1830) Ander Permanyer Ugartemendia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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Los del Norte: mentalidad y sociabilidad de los comerciantes peninsulares en Jalapa (siglos XVIII-XIX) Jesús Turiso Sebastián . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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Empresarios Los hidalgos norteños en el centro de un Imperio: Madrid (1638-1850). Negocios, política e identidad Alberto Angulo Morales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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De La Montaña a las Indias: empresarios cántabros en la España del siglo XVIII Ramón Lanza García . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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Los suministros militares y los empresarios navarros del siglo XVIII en la Hora Navarra Rafael Torres Sánchez y Manuel Díaz-Ordóñez . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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Horizontes no muy lejanos. Comerciantes vascofranceses y bearneses asentados en el País Vasco peninsular durante el siglo XVIII Álvaro Aragón Ruano. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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Glosario de abreviaturas

ADLA ADPA ADSS AFB AGG-GAO AGI AGMS AGS AHMPS AHN AHPC AHPG AHPM AMAE ANX ARCHV ARCM ARGN ATHA AVM BCSCT BL BN CS FT MST MZ NA NR NAH RCGC RCSFN

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Archives Départamentales de Loire-Atlantique Archives Départamentales des Pyrénées-Atlantiques Archivo Diocesano de San Sebastián Archivo Foral de Bizkaia Archivo General de Gipuzkoa Archivo General de Indias Archivo General Militar de Segovia Archivo General de Simancas Archivo Histórico Municipal del Puerto de Santa María (Cádiz) Archivo Histórico Nacional (Madrid) Archivo Histórico Provincial de Cádiz Archivo Histórico de Protocolos de Gipuzkoa Archivo Histórico Provincial de Madrid Archives du Ministère des Affaires Etrangères Archivo Notarial de Xalapa Archivo de la Real Chancillería de Valladolid Archivo Regional de la Comunidad de Madrid Archivo Real y General de Navarra Archivo del Territorio Histórico de Álava Archivo de la Villa de Madrid Biblioteca Central de Santa Cruz de Tenerife British Library Biblioteca Nacional (Madrid) Consejos Suprimidos Fondo Tastet Museo de San Telmo Museo Zumalacárregui The National Archives (Kew) Novísima Recopilación Nationaal Archief (Holanda) Real Compañía Guipuzcoana de Caracas Real Congregación de San Fermín de los Navarros

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Los hidalgos norteños en el centro de un Imperio: Madrid (1638-1850). Negocios, política e identidad1 Alberto Angulo Morales Universidad del País Vasco/Euskal Herriko Unibertsitatea

«Preguntemos en las Montañas, Vizcaya, Navarra, y otras Provincias, ¿quién ha reedificado las casas solares de los mas ilustres defensores de la Religión, Rey, y Patria: establecido obras pías: casado parientas huérfanas, sino los hijos de aquellos Pueblos, que desprendidos en tierna edad, han hecho su fortuna por el Comercio entrando por las puertas de factores, escritorales, o mancebos de tienda? No niego haya habido muchos que por otras carreras hayan hecho lo mismo; pero son mas los de aquella clase» (Heros, 2008: 162). «¡Nobles infortunados! Corred, corred, llevad, conducid a vuestros hijos por las sendas del Comercio. Madrid, Sevilla, Cádiz, y otras Plazas, os ofrecen seguro asilo; si, sí, nobles descendientes de aquellos ilustres progenitores, que a costa de su sangre sirvieron al Rey y Patria, ya que ni las armas, ni las letras, ni la carrera política os proporciona destino; aplicad a vuestros hijos al comercio» (Heros, 2008: 167-168).

La permeabilidad de acciones en el seno de las comunidades migratorias es un elemento histórico significativo (Moya, 1998, 2004 y 2014). Hospitales, bancos, empresas, escuelas, centros recreativos, deportivos y otros espacios conformaban el universo del emigrante español en la América de fines del siglo XIX y primeras décadas del XX. Los fundadores, directores o rectores de las casas o centros regionales y nacionales surgidos en América encabezaron igualmente los más renombrados planes económicos, educativos y 1 Este trabajo ha sido desarrollado dentro del Grupo de Investigación Consolidado del Sistema Universitario Vasco «País Vasco, Europa y América: Vínculos y Relaciones Atlánticas», así como se enmarca en dos Proyectos I+D del Ministerio de Economía y Competitividad —«De Reinos a Naciones. La transformación del sistema cortesano, siglos XVIII-XIX» (HAR2015-68946-C3-P) y «Los nervios de la guerra. Movilización de recursos militares y construcción de la monarquía imperial hispánica en los siglos XVII y XVIII» (HAR2015-64165C2-1-P).

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asistenciales. Algunos incluso soñaron con megaproyectos como la colonia «Eskal-Berri» ideada por el bilbaíno Florencio de Basaldúa (1853-1932) en la Patagonia. El plan de 1897 incluía una compañía (Eskal-Berri) y un banco (Eskal-Berri-Argentino) para dar el pulso financiero a tal quimera patagónica (Reggino, 2008: 54-64). Los fines asistenciales dejaron paso a proyectos económicos de envergadura. Entre los fundadores en 1877 de la Euskal Echea o Casa Vasca de Buenos Aires (Álvarez Gila e Iriani, 2005: 11-44), de altos sectores sociales argentinos, estaban los directivos del Banco Basko-Asturiano del Plata (1899-1911). El 5 de abril de 1899, Martín Errecaborde era su presidente; Jorge Echayde, vicepresidente; Martín de Iraizos, tesorero, y Pedro Bercetche, secretario (Iriani, 2010: 987). Estos vascos —de entre los sesenta u ochenta mil asentados en Argentina a fines del XIX—, de alto progreso material y reputación potenciaron algunas fuerzas económicas bien visibles en la sociedad argentina. Del otro lado de los Pirineos se advertía un pulso similar. Treinta individuos nacidos en Laburdi, Baja Navarra y Zuberoa fundaron en 1895 el Centre Basque Français en Buenos Aires. Los estatutos de esta entidad social y recreativa se redactaron en francés y fueron traducidos al euskera (en dialecto labortano). Su primer presidente y mentor por más de tres décadas fue Jean Pierre Passicot, nacido en San Juan de Luz y emigrado en 1879 a Argentina donde se convirtió en un sólido empresario, consejero del diario Le Courrier de la Plate y sonado director (1886) del Banco Francés del Río de la Plata (Lamarque, 1927:12-13). El Banco Basko-Asturiano y el Francés del Río de la Plata convivieron con otros proyectos como el Banco Vascongado del Río de la Plata (fundado en 1906) y el Banco Basko Argentino creado en 1908 por Martín de Errecaborde (Lhande, 1910: 97-98), sin olvidar la presencia de financieros de origen vasco en proyectos como el del Banco Español del Río de la Plata, cofundado por Francisco Ayerza. Gallegos, italianos y otros miembros de comunidades migratorias se insertaron en el tejido financiero de gran parte de América alrededor del cambio de centuria (Tedde y Marichal, 1994b: 4345). El periódico La Vanguardia (sábado 14 de octubre de 1911) noticiaba el predominio de empresas de apellido español en 1900 en Cuba, Argentina, México o Uruguay. Al hablar de Buenos Aires, cita la presencia del Banco del Río de la Plata, el Banco de Galicia y Buenos Aires, el Banco VascoAsturiano del Plata, el Banco del Comercio Hispano-Argentino, el Banco de Córdoba, el Banco del Azul, la Compañía de Seguros Bahía Blanca o la de navegación Lloyd de Bahía Blanca. En las islas Filipinas, el gobernador Antonio de Urbiztondo en 1852 creó el primer banco, el Español-Filipino de Isabel II, y, significativamente, las principales empresas navieras fueron las de José de Inchausti y Olano o la de Larrinaga y Compañía desde 1870 (Borja, 2014: 30 y Valdaliso, 2003: 455-471). En México surge la llamativa imagen del vizcaíno Antonio de Basagoiti Arteta (1848-1933). Hijo de marino y educado en la Escuela de Co-

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mercio de Cádiz, emigró antes de 1870 e hizo fortuna en varios sectores económicos (textil, agrario, ferroviario, siderúrgico y financiero). Entre sus proyectos reluce en 1900 la fundación del Banco Hispanoamericano en Madrid, del que fue presidente hasta 1933 (Herrero, 2004: 119-163 y Ruiz de Gordejuela, 2013). Basagoiti encabezó un influyente grupo económico en el México de la dictadura de Porfirio Díaz (Muñoz, Hierro y Martín, 2002: 7779) y en el Madrid a caballo entre siglos. Al otro lado del Atlántico, en la Villa y Corte de Madrid, el diputado republicano por Vitoria y luego senador por Álava, Ricardo Becerro de Bengoa (Ortiz de Orruño, 2002: 373-400) citaba en 1901 la presencia de 258 socios en la Real Congregación de San Ignacio capaces de ayudar a sus pobres con tres o cuatro mil pesetas anuales. Bengoa, residente en la Villa y Corte desde 1886, rememoraba los donativos de Indias y esperanzaba su vuelta por la presencia del Comisario General de la Congregación en América, el vizcaíno Antonio de Basagoiti, «generoso protector de sus paisanos» (Becerro de Bengoa, 1901: 68-69). Con él volverían los buenos tiempos para la legión de jóvenes emigrantes vascos que, desde el siglo XVI, poblaron el Imperio español hasta fines del siglo XIX. Ricardo fue prefecto en 1893 y diputado en 1894 de la junta de gobierno de la congregación (Origen, 1894: 27-40). Vascos de ambos lados de la frontera pirenaica junto a riojanos y cameranos, asturianos, gallegos, montañeses y navarros integraron una legión de exitosos inmigrantes que supieron protegerse a través de mecanismos asociativos de raigambre medieval que ayudaban asistiendo —material, cultural y espiritualmente— a los inmigrantes menos afortunados, así como, en paralelo, pretendían potenciar las carreras políticas, financieras y culturales de quienes integraban la flor y la nata de estas comunidades migratorias regionales desde el último cuarto del siglo XIX. 1. La expansión mercantil vasca en el Atlántico La etapa de la fundación de bancos españoles de emisión (1844-1874) muestra la presencia de los correspondientes a las capitales del Norte peninsular. Los bancos de Bilbao, La Coruña, Santander (1857), San Sebastián (1862), Burgos (1863), Oviedo, Pamplona y Vitoria (1864) contaron en su accionariado con inversores locales y foráneos (Tedde y Marichal, 1994a: 91). De los últimos, algunos integraban el elenco de banqueros y hombres de negocios que se habían ido asentando desde fines del Setecientos tanto en los centros económicos de Indias como en los grandes centros financieros europeos (en especial, París y Londres). Las independencias americanas alteraron las estrategias mercantiles. El ascenso de la economía azucarera intensificó las relaciones comerciales con las plazas británicas (Londres o Liverpool) atrayendo también a hacendados y comerciantes hispano-cubanos que abrieron casas de comercio desde las

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que liquidaron o trasvasaron sus patrimonios antillanos. Por Francia e Inglaterra surgieron firmas mercantiles y bancarias radicadas en Londres (Aguirre-Solarte, Murrieta y Goyeneche), Burdeos (Maíz, Ibarrondo, Balmaseda, Aguirrebengoa y Uribarren) y París (Abaroa y Uribarren). Estos empresarios establecieron pactos y forjaron alianzas con comerciantes e industriales de varias regiones españolas, pero lo hicieron especialmente con otros vascos por lazos de cercanía que incrementaron las oportunidades de establecer contactos y asentar la confianza mutua (Díaz Morlán, 2007: 50; Alonso, 2012, 91-111; Gárate y Odriozola, 1996: 477-485). Las localidades de Santurce y Lequeitio se beneficiaron de la inversión de estas familias (Duo, 1995: 137162). Sus inicios en la carrera mercantil se concretaron en empresas marítimas que les permitieron afincarse en Cádiz o México, encontrando comunidades migratorias bien organizadas (Martínez del Cerro, 2006 y Luque, 1996: 67-86). Las alianzas económicas y matrimoniales unirán a estos comerciantes vascos asentados en París, Londres o Burdeos desde la década de los años cuarenta del siglo XIX. Pero, ¿cuándo y cómo se conformó la presencia vasca en tales mercados del atlántico europeo? La prensa francesa y holandesa criticaba, en 1785, la disposición de la fortuna del bilbaíno Pedro de Errecarte. Dos millones de escudos invertidos en caridad y espiritualidad mientras los ingleses dejaban sus fortunas a «des Ministres patriotes, à des defendeurs de la liberté publique, à des manufactures, à des hôpitaux, à des établissements publics»2. Errecarte fue también un buen conocedor de los mercados atlánticos y relevante transmisor de información en la cadena que unía a los fabricantes ingleses con los negociantes de Bilbao, Cádiz y América, Su hermano José Tomás tramitó en 1796 su vizcainía mientras ejercía de Juez de la Casa de Contratación de Cádiz. Es decir, naturales de Bilbao y afincados en Cádiz y Londres. El religioso y caritativo Pedro se unió a su hermano quien, entre 1775 y 1778, se ganaba la vida como maestre de navío. Pedro encabezó desde los años cincuenta la firma londinense «Errecarte Del Río y Compañía» (Angulo, 2001: 183-210). La red de negocios la cerraba el tercer hermano, Domingo, afincado en tierras mexicanas e integrando una organizada y distribuida estructura mercantil capaz de transmitir y manejar bienes, capitales e información entre mercados (Bilbao, Londres, Cádiz y México). El mercado tabaquero ofrecía oportunidades en Holanda. La firma «Courtiau, Echenique, Sánchez y Compañía» (Ámsterdam), era liderada por un francés y dos hombres de negocios vascos. La estima del tabaco puertorriqueño en Centroeuropa y Escandinavia daba grandes ganancias (la demanda en 1780 llegó al millón y medio de libras). Madrid pretendió evitar este tráfico por temor al contrabando firmando un asiento con «Courtiau, Echeni-

2 Mercure de France dédié au Roi para une société des gens des lettres, Paris, Chez Panckoucke, 1785, p. 114.

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que, Sánchez y Compañía» entre 1786 y 1790. Esta firma negociaba en el mercado del préstamo financiero a la Corona adquiriendo en 1783 acciones del Banco de San Carlos. Algunos proyectos de obras públicas españolas llamaron la atención de algunas de estas firmas. El pago de los réditos del préstamo para las obras del Canal de Murcia se gestionó desde diversas ciudades. En Ámsterdam los encargados fueron, en 1785, los socios de esa firma y, en Hamburgo, el cónsul español de origen vasco, Manuel de Urcullu (Aragón y Angulo, 2013: 149-172). No solo coloniales sino que tabaco, textiles, cacao u otras mercancías entraban en las casas mercantiles ligadas a los mercados atlánticos. El cuerpo de bienes de Josefa de la Torre documenta tratos de ventas de lana con firmas como las de John Lesly, Errecarte del Río y Compañía o Nicolás de Echenique (Zylberberg, 1993: 136-137). Si en Londres, Francisco de Eguino actuaba como miembro de la Bascongada, Echenique y otros amigos y socios de negocios vascos en Madrid —Baltasar de Iruegas, Antonio de Ibarrola, Juan Antonio de los Heros, José Melchor de Urquijo, Tomás de Jáuregui y Matías de Sobrevilla— lo hacían en la Matritense (Mozos Santamaría, 1993). Hamburgo muestra el papel jugado por la expansión consular del Setecientos y la influencia de los Cinco Gremios Mayores en la ubicación de muchos vascos en los puertos atlánticos europeos. Estos lograron un alto dominio del consulado de Hamburgo entre 1768 y 1793 gracias a Sampelayo, Aréchaga, Azuela y Urcullu. Presencia ligada a la ascendente exportación lanera en Hamburgo hacia fines del Setecientos. En 1790 se fijó una factoría de los Cinco Gremios confiada a Joaquín de Romana. Cerca del consulado y la factoría hay tres grandes firmas o empresas: Chapeau Rouge & Urcullu, Urbieta Rosoles y Cramer y Brentano Bovara Urbieta (Pradells, 1992: 463-469). Los Urcullu y Urbieta se erigieron en los empresarios vascos más relevantes de la colonia española asentada en el Hamburgo de finales del Setecientos. Junto a las carreras de los empresarios ligados a los Cinco Gremios o los consulados no podemos olvidar a otras exitosas firmas en los mercados atlánticos que ascendieron merced a su quehacer individual. Buen ejemplo son tres hermanos orduñeses de apellido Garay. Pedro y Bartolomé de Garay y Murguía, residentes en Cádiz y Veracruz, mientras Manuel vivía en Londres. La fortuna les llevó en 1785 a tramitar su declaración oficial de vizcainía3. Fermín Tastet o Pedro de Atristáin son otros buenos ejemplos. Atristáin, estante en 1784 en Bilbao, fue demandado por falta de residencia fija. Él recordó que su esposa, Joaquina de Retuerto, residía en Londres. Este deustoarra se movió en los mercados de la exportación lanera e importación de «géneros del Norte» junto a su hermano Pablo Antonio. Una hermana, María de Estefanía, desposó en 1790 con Tomás Manuel Power Morgan (familia ir-

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ARCHV. Juzgado Mayor de Vizcaya. Caja 4.520, n.º 3.

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landesa llegada de Burdeos a Bilbao). Cuando la firma Heras Hermanos de Santander, fiscalizada desde Madrid, buscaba en 1785 negociar con Ramón Javier de Vial la compra de una fragata en Londres, entre los posibles proveedores vemos a José de Otaola y Norzagaray, Bentauill y Landaluce (Burdeos) o los Esquinos, Atristáin y Garay, de Londres (Maruri, 1990: 68). El Directory of London, Westminster & Borough of Southwark de 1794 muestra la presencia de tales casas de comercio. Las firmas registradas fueron las de Aransolo & Larrazabal (Old Broad Street, 75), Francis Eguino (Finsbury Square, 22) y Garay, Bergareche & Co (Old Broad Street, 54). El banquero Francisco Gorbea y Sobrinos, dedicado a la lana junto a los Thomé burgaleses (entre 1772 y 1808), apodera a la firma londinense Larrazabal y Menoyo en un pleito contra la casa de giro madrileña de Romero, Hermanos y Sobrinos4. Las firmas norteñas afincadas en Londres diversifican sus inversiones equilibrando los riesgos del mercado, jugando con las noticias y absorbiendo las técnicas mercantiles británicas. Importación de géneros del Norte, negociación de coloniales o exportación de lana y/o hierro a Londres fueron sectores de negocio donde un escaso número de firmas se hizo un pequeño hueco en la segunda mitad del Setecientos. Entre las casas españolas sabemos de la presencia de Alejandro Vicente de Mondragón (Londres, 1766), J. Martínez de la Cuadra y Compañía (Londres, 1767), Juan Herrezuelo y Compañía (Londres, 1768-1769), Luis de Collantes y Compañía (Londres, 1774), Juan Gregorio Rosignol y Compañía (Manchester, 1774), Matías de Gandasegui (Londres, 1775) y Errezuelo & Murphy (1778). Junto a estas firmas, el aparato diplomático ofrecía posibilidades. Así, Gardoqui nombró a su paisano Matías de Gandasegui, vicecónsul en Londres en 1785. Matías auxiliaba al cónsul ofreciendo socorros a tripulaciones de correos entre 1780 y 1783. El viceconsulado londinense estuvo en sus manos hasta 1790. El empleo de cónsul lo ocupó el comerciante Antonio de la Rosa entre 1705 y 1716 y tenemos noticia de la elección en 1729 de Blas de Urritigoiti. En la segunda mitad del siglo un hombre del vizcaíno marqués de Villarías, Miguel de Ventades, monopolizará este empleo tres décadas (1756-1783). Y, después, la corta y fructífera estancia de Diego de Gardoqui que llegó en el momento de la derrota inglesa en sus colonias actuando en su calidad de consejero del ministro Bernardo del Campo sobre cuestiones de comercio. Para 1753, Pedro Ignacio Jarabeitia y Pedro Errecarte se hallaban en Londres. Andrés Cedrón, cónsul español, declaraba a José de Carvajal que Jarabeitia y Errecarte servirían con mayor «amor» que los ingleses (Lamikiz, 2010: 47). La segunda mitad de la centuria verá la llegada de los negociantes. Un total de veintitrés comerciantes (vascos, el 69,56% y, más en concreto,

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AHN. CS., Legajo n.º 27498,Exp.26. 1807.

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un 39% procedente de Bilbao)5. La guerra hispano-británica de 1796 permitió al Corregidor de Vizcaya elaborar un informe sobre los corresponsales londinenses de los comerciantes bilbaínos. El listado muestra firmas vascas y navarras en Londres. Señores Echalaz, Bacelly y Jabes; Señores Garay Eguino y Compañía; Señores Bergareche; Señor Aransolo y Larrazabal y Fermín Tastet (Basurto, 1983: 152-153). Pocos pero activos, como bien refleja la carta de los negociantes de lanas afincados en Londres dirigida a Floridablanca, previa consulta a los Cinco Gremios. La lana remitida a diversas casas (españolas e inglesas) se vendía por medio de dos corredores quienes, en el puerto, tomaban muestras y eran los «árbitros absolutos» al fijar los precios. Los empresarios vascos propugnaban el apoyo ministerial al fomento de la navegación y la exportación lanera estimando que, en 1786, en Bilbao unos doscientos marineros vivían de la derrota de Inglaterra. La propuesta se centraba en que los hacendados y propietarios españoles enviasen su lana a una sola casa encargada de su venta en Londres (Angulo, 2011a: 183-210). Las firmas vascas en Ámsterdam, Londres, Hamburgo o París exploraron nuevos mercados. La confianza del Banco de San Carlos en Francisco Eguino y Compañía (junto a la firma Cologan, Pollard & Cooper y la casa Thelluson) les convirtió en la década de los ochenta en sus corresponsales londinenses. Lo mismo ocurrió con Gómez de la Torre, Pérez Mazarredo o Tastet hacia 1800 (Zylberberg, 1993: 455). Sin ir más lejos, Fermín de Tastet mantuvo la representación de la Compañía de Filipinas en Londres. Las lanas de la primera mitad del siglo abrieron huecos en el mercado de Ámsterdam donde llegaron casas españolas como Terreros y Sierra (1768) o Tomás de Marien Arróspide. Pero la más conocida desde 1760 fue la casa de Nicolás de Echenique. Financiero encargado de colocar en el mercado holandés la deuda pública para el Canal Imperial de Aragón. Echenique y Sánchez tomaron también la dirección de una Compañía Española de Seguros establecida en Ámsterdam en 1785. Parte del éxito empresarial de estos hombres de negocios vascos asentados en plazas francesas, holandesas e inglesas se debió a su presencia en la representación institucional y empresarial del Imperio (cónsules o vicecónsules, delegados de los Cinco Gremios, gestores y comisionados del Banco Nacional de San Carlos o de la Real Compañía de Filipinas). Tarde o temprano se ganaron la estima y confianza de las plantillas directivas de tales compañías mejorando ágilmente su posición y crédito en los mercados internacionales. Lana, plata, coloniales, manufacturas, materias primas, seguros y un extenso y dispar número de productos pasaban por sus libros copiadores. La conexión con los deseos e intereses de Madrid y la Corona es aplastante. Ahora bien, en 5

Antonio Aransolo; Pedro Atristáin; Manuel Basarrate; Manuel Bergareche; Luis Collantes (Santander); Andrés Dendaretegui; Fermín y José Echalaz (Navarra); Alfonso y Francisco Eguino; José Francisco Elorriaga; Matías Gandasegui; Bartolomé y Manuel Garay; Juan García; Langara (Santander); José Domingo Larrazabal; Juan Manuel Martínez; Juan Miguel Pérez (Soria); Manuel Antonio del Río; Fermín Tastet; Joaquín Uribarri y Antonio Vallejo.

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ninguna de estas capitales establecieron una asociación de naturales sino que siempre aparecieron ligados a las instituciones diplomáticas españolas. Listado n.º 1 Lista de suscriptores en Londres (1837) Don Manuel María Aguilar (ministro de España en Londres) Don Antonio Muñoz Sotomayor Don J. Sandoval (agregado a la misma) Don Tomas Abell Don Joaquín Ruiz de Alcedo El coronel Alexander Don Un amigo de la humanidad Don Pompeyo Anichini Don Anselmo de Arroyave Don José Álvarez Don J. T. A. Don N. A. Señores Carlos Barry y C.ª Don Gregorio Bayo Don J. W. Beaumont Señores Burra y Compañía Caridad Señores Don James Campbell y C.ª Compañía General de Vapores (General Steam Navegation Company) Don Nicolás Corces Don J. Estevan Ezcurra D. Santiago Moore French Señores Gower, sobrinos y compañía Señores A. W. Grant Señores Gunnis y Crihgton Don H. G. Don Kirkman Hodgson Don Juan Hodgson Señores Don Federico Huth y compañía Don G. J. Don Tomas Kilby Señores D. F. De Lizardi y compañía Don Manuel de Lizarzaburu Don José Agustín de Lizaur

15/0 5/0 2/10 5/0 2/0 1/1 10/0 1/0 50/0 5/5 3/0 3/0 10/0 5/0 20/0 5/0 5/0 10/10

Señores Lonergan y Compañía Don Ramón Bertodano López Don E. J. de L. Señores Mason Hermanos Don Guillermo Matthiesen Don Abahan Mocatta Don Cristóbal Murrieta Don J. M. Don Domingo Orueta Señores D. J. y E. Ourry Don Esteban Pareja Don H. Pazos Don A. D. Peña Don A. de Perera D. W. Pitman Señores Price y Gifford Don Antonio de Ramón y Carbonell Don George Crawford Row

25/0 25/0 5/0 5/10 10/0 10/0 50/0 10/0 5/0 5/0 5/0 2/0 1/0 1/0 1/1 10/10 10/10 1/1

50/0 10/0 5/0 30/0 10/10 3/0 10/10 5/0 10/0 5/0 10/10 10/10 5/5 50/0 5/0 10/0

Señores J. y S. Ricardo Señores Richards y Compañía Don José María de Roca Señores Sadler y compañía D. Emilio Sancho Señores R. S. y J. S. Scrimgeour Señores J. G. Y G. A. Sharp Don Antonio de la Torre Señores Wilcox y Anderson Don R. C. Willie Don S. W. Don J. R. Iglesias Don Miguel Iglesias Don Miguel de Irazoqui Don Vicente de Zavala Don Pedro Juan de Zulueta

50/0 20/0 2/0 10/10 2/2 5/5 5/0 10/0 15/15 1/0 1/0 15/0 5/0 1/0 20/0 50/0

Varios Total Libras Adiciones posteriores Libras

0/10 788/5 21/6 803/11

Fuente: Eco del Comercio, n.º 1059, Martes, 24 de marzo de 1837.

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En la Spanish Place residió el embajador Bernardo del Campo quien promovió la erección de la Capilla española o Spanish Chapel (1787-1796), aunque las funciones religiosas pueden retraerse al Londres de 1766 —como también aconteció con las capillas de Baviera, Portugal, Francia, Cerdeña o de Nápoles6— en medio de un mar protestante. El diario La Época (viernes 27 de febrero de 1832) noticiaba el fastuoso Te Deum celebrado en la capilla londinense por la reina María Cristina. Entre los asistentes, el periodista anota «al señor marqués del Bayamo y al conde de Torre Díaz, a los señores Scheidnajel, Malaquera, Quesada, Murrieta, Arroyerbe, Balleras, Zuletas, Pérez, Iglesias, Isary y muchos otros cuyos nombres no recordamos en este momento». Murrietas, Arroyabes, Zuluetas y Lizardis eran firmas que, provenientes de las repúblicas independizadas del sur y centro de América, se habían asentado en Londres. Otros provenían de la disidencia política enfrentada a Fernando VII. Aunque no intentaron concretar la existencia de una comunidad o club exclusivamente vasco, sí que las relaciones matrimoniales, de negocios y con el terruño pervivieron. El periódico Eco del Comercio cifraba que los defensores de Isabel II en Londres ofrecieron su ayuda —por lealtad a la causa liberal— a Bilbao. Anselmo de Arroyabe, Cristóbal de Murrieta y Pedro Juan de Zulueta promovieron una suscripción (20 de febrero de 1837) solo «entre las casas españolas y las extrangeras que hacen el comercio de España, destinando el producto al socorro de las personas, que con motivo de la defensa de esa población, han perdido los medios de subsistencia, ya por el sacrificio de los que las sustentaban, o ya por la ruina de su propiedad o de su industria, dejando enteramente la distribución» al ayuntamiento bilbaíno7. A los Zulueta, Arroyave y Murrieta acompañaban José Agustín de Lizaur, los Señores de Lizardi y Compañía, Miguel de Irazoqui, Vicente de Zabala, Esteban Ezcurra o Domingo de Orueta. La sección de crónica exterior del periódico El Español relataba que: «En la City se ha abierto una suscripción para el socorro de las familias arruinadas por el sitio de Bilbao. Este llamamiento a la simpatía de los hombres generosos en el que figuran las firmas respetables de los Señores Arroyave, Murrieta, Zulueta, &c. solo se dirige a las casas de comercio españolas e inglesas que hacen negocios en Bilbao; pero no hay la menor duda de que el deseo de contribuir a una obra tan meritoria de beneficencia se extenderá mas allá de lo que se había determinado al principio»8.

Integrados en el cuerpo de españoles asentados en Londres y vinculados a la capilla española, los hombres de negocios de ascendencia vasca —mu-

6 London Magazine: Or, Gentleman’s Monthly Intelligencer. July of 1766. London, R. Baldwin, 1766. 7 Eco del Comercio, n.º 1059, Martes, 24 de marzo de 1837. 8 El Español (edición del sábado 11 de febrero de 1837).

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chos de ellos llegados desde los territorios americanos tras su independencia—, no consignarán la necesidad de fundar asociación regional alguna sino que se adscribirán a las enseñas, espacios y protección que ofrecía el cuerpo consular español en la capital londinense y la Corona. Los lazos de negocios, de familia y matrimoniales serán suficientes para mantener profundos contactos entre ellos sin necesidad de emplear los viejos marcadores identitarios —hidalguía y catolicismo romano ortodoxo—, por su inadecuación en el mundo anglicano de finales del Setecientos. 2. Madrid: lana, textiles y banca (siglos XVIII y XIX) Ciertas estimaciones (Cruz, 2000: 36-40) cifran que los hombres de negocios norteños sumaron cerca del 80% de los grandes comerciantes de Madrid entre 1750 y 1850. Muchos de ellos llegados de diversos valles cántabros y vascos (en especial, carranzanos y ayaleses). En el sector financiero, entre los principales banqueros madrileños de la misma etapa, el 56,5% (13 de 23) provenían del Norte, especialmente de las provincias vascas, Navarra y la Rioja (Cruz, 2000: 70-71 y Otazu, 1987: 300-301, 307 y 336-340). Ahora bien, décadas atrás, la presencia se hacía efectiva en ciertos sectores de mercado. En especial, la lana merina y su exportación. Entre 1720 y 1740, el alavés Juan Sáenz de Buruaga comenzó la mejora de su cabaña merina como otros vascos en Corte (Otazu, 1995: 24-25). Buruaga era miembro de la Real Congregación de San Ignacio, cuando otro grupo financiero navarro articulado alrededor de la Real Congregación de San Fermín, irrumpió en este mercado como lo atestigua Miguel de Arizcun (prefecto de San Fermín en 1733) quien tras convertirse en marqués de Iturbieta en 1736 compró varias cabañas nobiliares (Aquerreta, 2001: 127132). La salida del esquileo del campo de Madrid en 1756 certificaba que la cabaña del marqués de Iturbieta, rayaba las treinta mil cabezas9. La heredera del alavés Juan Fernández de Luco poseía de catorce a dieciséis mil y los herederos de Pedro Iturrería otras veintiún mil. El burgalés Juan Manuel Thomé firmaba dos mil quinientas, el riojano Pedro Salvador de Muro (luego marqués de Someruelos) dieciséis mil y el vizcaíno Ambrosio José de Negrete agregaba otras cuarenta mil cabezas. Muestra fehaciente de que el capital de los hombres de negocios enriquecidos y titulados buscaba una renta estable sería la tendencia a adquirir cabañas merinas. Un claro activo para los empresarios norteños del Setecientos que los navarros habían iniciado en la segunda mitad del Seiscientos (Diago Hernando, 2003: 239-290). Unas adquisiciones que alteraban y ampliaban el horizonte de negocios y estrategias sociales de estos empresarios

9

AHN. Ministerio Hacienda. CE. Legajo 7.463Bis.

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de éxito. Ganaderos como los Fernández de Luco (emparentados con casas mercantiles vitorianas, Larrea y Bozo) ingresaron a su hijo Leoncio en 1772 en el Real Seminario de Nobles de Madrid. Le desposaron en Logroño con Sinforosa Martínez y un vástago, Vicente (1784-1840), casó en segundas nupcias con Anacleta Ana Santa Cruz Orive (1786-1816), hija del banquero riojano Domingo Santa Cruz (1751-1816). Singularmente destaca la presencia de un grupo de vascos en Madrid proveniente de los territorios rayanos a la antigua frontera aduanera occidental del Distrito de Cantabria (un espacio comprendido entre Orduña y la costa cantábrica). La presencia en los Cinco Gremios Mayores de Madrid de naturales de este espacio es abrumadora. Heros sería tan buen ejemplo como Bringas, Mollinedo, Sobrevilla, Ibarrola, Iruegas, Llaguno y otros apellidos ayaleses, vizcaínos, burgaleses y montañeses próximos a la frontera occidental del Señorío de Vizcaya. Muchos presentes en la quiebra del gaditano Juan Esteban Lizardi como socios del Gremio de Paños de Madrid en 178810. El cambio del peso de la lana, en 1763, desde Vitoria a Burgos y el apoyo de la Corona al camino de Reinosa y al desarrollo del puerto de Santander son otros elementos relevantes. En 1764 la Compañía General de Comercio de los Cinco Gremios se formó con un capital de quince millones de reales y sucursales en Cádiz, Valencia, Veracruz, Lima, Londres o Hamburgo. Entre los accionistas, caras conocidas: Manuel Francisco de Aguirre, Manuel de Zulueta, Juan Ángel de Olabarrieta, José Antonio de Miquelatorre, Juan Bautista de Arebillaga, José Bringas de la Peña, Juan Bautista Dutari, José María Gutiérrez, Bartolomé Elisalde, Juan de Inarrea, Julián de Ustague, Francisco Antonio de Angulo, Juan Gómez de Llerena y Lorenzo de Hoz y Rivas (Zylberberg, 1993: 7071). El predominio de montañeses, vascos y navarros se certificaba en Cádiz, Sevilla o México a mediados del Setecientos. Los Cinco Gremios y sus proyectos fueron un adecuado laboratorio para muchos emigrantes norteños. De algunos conocemos su presencia en el comercio madrileño solo por denuncias como la realizada al carranzano Antonio de la Paliza, comerciante de lencería (1774, calle Postas de Madrid). Las acciones de la Real Compañía Guipuzcoana de Caracas, La Habana o del Banco de San Carlos cubrieron las nuevas necesidades de los inversores provinciales que, como antes con las cabañas de ganado merino, absorbieron una gran parte de las ganancias obtenidas en los mercados de la exportación de lana o hierro e importación de pescado, textiles y coloniales a Castilla. La relación entre los importadores de textiles y manufacturas europeas de Bilbao con firmas de Madrid —oriundas o naturales de las provincias— se incrementó gracias al vellón. En el sector lanero invertían compañías como las de Bringas, Negrete y Francisco de Iruegas11. Banqueros o cambis10 11

AHN. Consejos, 20.228, Expediente n.º 4, fols. 7r.-7v. Diario noticioso, curioso, erudito y comercial público y económico. 3 de mayo de 1768,

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tas de los primeros catálogos o almanaques españoles (Francisco de Gorbea y Sobrinos, el Marqués de la Colonilla, los Hermoso de Ordorica, Manuel Francisco de Aguirre, etcétera) mantuvieron una intensa actividad en los mercados atlánticos de exportación lanera. Los banqueros de origen vasco afincados en la Corte, propietarios de cabañas, arrendadores de rentas reales y la pléyade de jóvenes mancebos y comerciantes de las montañas de Burgos y Santander o La Rioja integraban un mercado bien imbricado en los Cinco Gremios Mayores y en el pujante sector financiero madrileño (Barrenechea, 1995: LXIX-LXXXV). Todos participaron del floreciente negocio de la exportación del vellón y reforzaron el papel centralizador del sector financiero que Madrid adquirió en el Setecientos. La salud de los banqueros madrileños de finales del Setecientos, según Jesús Cruz, derivaba de la estabilidad en sus negocios por una política de diversificación y control de la información en los mercados. Madrid se convirtió en la plaza principal de contratación de las mejores pilas. Cruz afirma que, con tiendas abiertas, muchos banqueros y/o propietarios de casas de cambio basaron el éxito de sus negocios en el vellón (Cruz, 2000: 75). Sin ir más lejos, Manuel Francisco de Aguirre, inicialmente propietario de una tienda de mercería en la Puerta de Guadalajara, convirtió su casa mercantil en una de las principales de Madrid gracias al vellón (Torres, 2001: 235267). Miembros de los Cinco Gremios, compradores de lana y vendedores de manufacturas, algunos norteños se adentraron en el mercado financiero madrileño sin olvidar otros horizontes de negocios. Los Aguirre mantuvieron negocios bajo la firma de Aguirre, Mendieta y Compañía en el mercado valenciano (Manuel Francisco de la Torre) y holandés (libranzas con los Señores Casas, Wernier y Pereira para el pago de lana) en los años setenta. También se dedicaban a la compra de cacao de Caracas. En 1769 Aguirre realizó fuertes compraventas con los Señores Collantes, Guerra y Compañía de Londres asegurando navíos por millón y medio de reales, «a crédito, y no sobre caudales propios». La búsqueda de capital seguía siendo punto vital en estos negocios como lo subraya nuestro viejo amigo, José Antonio Gonzalo del Río, quien en calidad de promotor, accionista y director de la Real Compañía de San Carlos de Burgos (con capital cercano al millón y medio de reales) pretendía levantar más que una compañía, un banco de comercio para financiar negocios de envergadura. Inversores en este proyecto fueron el marqués de Gastañaga o Francisco Javier de Urreta, Miguel Garnica, Baltasara de Arceniega o Pedro Pedrorena (apoderado de Francisco Mendieta, Bernardo de la Cámara y Manuel de Aguirre). Algunos empresarios vascos apoyaron el plan basándose en la fama, crédito, experiencia y conocimiento que ofrecía la firma Gonzalo del Río. Sin embargo, el sueño duró solo tres años y ocho meses. La oposición o apatía de los mercados tradicionales hacia nuevas entidades financieras destinadas al sector mercantil pueden ser argumentos de peso para comprender su corta vida. Los investigadores de los libros de la Real Compañía, en su época, ci-

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fraron el descrédito en los mercados al haber asegurado un incierto futuro quebranto de las lanas en Londres. La propagación de esta noticia fue el descalabro de la compañía. Estos fracasos eran la rutina del camino empresarial. Este fiasco no frenó el ascenso social de la casa y negocios de Manuel Francisco de Aguirre de quien sabemos formó parte de una selecta minoría al acceder al Honrado Concejo de la Mesta (Cruz, 2000: 75). Banqueros como Aguirre o Mendieta contrataban la lana en Madrid para, a través de sus factores, corresponsales y comisionistas, dirigirlas a Londres o Ámsterdam. Estas firmas unificaron un alto control informativo sobre el mercado a lo que añadían un regular crédito financiero y la estima de paisanos, amigos, socios y familiares en las instancias de poder de la administración o de los mercados. Un pequeño lobby empresarial en el corazón del Imperio. El nudo de informantes, compañeros, socios, amigos, familiares, y paisanos explicaría el éxito tanto como el olfato para los negocios o la rectitud de Manuel Francisco de Aguirre. Todo ello, en quince años (1787-1801), supuso a la firma Aguirre e Hijos un incremento relativo de su fortuna de un 253,99%, tras superar la suspensión de pagos de 1794. La política de inversiones de esta compañía (1780-1804) arroja que el arriendo y la adquisición de cabañas y dehesas supuso un 83,4% del total de sus negocios (Cruz, 2000: 85-91). El secuestro de bienes de vasallos españoles por el gobierno republicano francés se resolvió con el décimo capítulo del Tratado de Paz de Basilea. Domingo de Dutari y José Martínez de Hervás (director del Banco de San Carlos) lo promovieron. Las alegaciones a Hervás las realizaron Manuel Francisco de Aguirre e hijos y Dutari Hermanos, del comercio de Madrid12. La séptima junta de accionistas del Banco de San Carlos, celebrada en 1798, presenta a Manuel Francisco de Aguirre, por sí y su casa de Aguirre e Hijos como propietarios de 25 títulos. Los Aguirre y Mendieta emparentaron con los Iruegas ayaleses, ancestros del grupo de Llanteno en el Madrid de la primera mitad del Ochocientos (Otazu, 1987 y Angulo, 2001: 131-141). El listado de cambistas madrileños de 1797 a 1808 incluye franceses, italianos, vascos (Aguirre e Hijos, Barrueta, Gorbea, Nafarrondo, Urquijo y el marqués de la Colonilla, el marqués de Iranda), navarros (la casa Dutari), cameranos o riojanos (los Romero de Tejada, Hermoso de Ordorica13 o Gonzalo del Río). En definitiva, el País Vasco, Navarra y La Rioja aportaban un 56,5% del grupo de banqueros madrileños entre 1750 y 1850. Para mediados del siglo XIX, «los banqueros abandonaron los fríos espa12

Mercurio Histórico y político. Mayo de 1798, Tomo II, Madrid, Imprenta Real, 1798,

p. 283. 13 En 1779 Miguel (Torrecilla de Cameros) y Juan Manuel Hermoso de Ordorica (Madrid), oriundos de Ugarte de Mujica, piden el reconocimiento de sus orígenes en Vizcaya. ARCHV. Juzgado Mayor de Vizcaya. Caja n.º 4.531, n.º 6.

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cios de la vieja aduana por los acogedores salones de la recién creada bolsa de Madrid» porque «la industria textil británica ya no demandaba lanas españolas […] el dinero se había desplazado a otros sectores de la economía» (Cruz, 2000: 92). Los banqueros encontraron negocios más rentables —tanto o más arriesgados— que la especulación del vellón. Para entonces muchas firmas vascas de Madrid llevaban posicionando sus capitales en acciones de compañías privilegiadas y del Banco de San Carlos. Muchos fueron jóvenes emigrantes que, ya por la mediación de la familia, gracias a una buena formación en una casa madrileña o en una tienda de los Cinco Gremios, y apoyados o recomendados por los socios de la Real Congregación de San Ignacio de Madrid, dejaban atrás bajos orígenes sociales amparados en el manto protector de la hidalguía (Cruz, 2000: 40-46). Un 26,5% de los padres de los hombres de negocios de Madrid provenían del mundo de los labradores (Cruz, 2000: 220). Menos de la mitad de los 221.707 habitantes que cifra el padrón madrileño de 1850 había nacido en la ciudad o provincia de Madrid. Mientras Oviedo y Toledo encabezaban la lista de provincias emisoras, las vascas solo sumaban el 4,41% de la población inmigrante y el 2,65% del total poblacional (Ruiz de Azúa, 1995: 7). A pesar de ello, los tres territorios se situaban entre las catorce provincias más afectadas por los procesos migratorios a mediados de la centuria (Ringrose, 1985: 51, 66-73 y 411-412). La condición de capital de un Estado liberal en 1850 convirtió a Madrid en la residencia natural de la vieja y nueva aristocracia, la alta burocracia y los nuevos políticos. Un arsenal de senadores, diputados, comerciantes, banqueros, abogados, escritores, periodistas, artesanos y servidores domésticos llegados de provincias integraban la masa poblacional de la capital de un viejo Imperio (Gómez Porro, 2000). Los vascos inscritos en el padrón madrileño de 1850 ascienden a 5.261 individuos. En comparación con la emigración a Ultramar, a Madrid llegaron muchas más mujeres (64,2%) que hombres (35,8%). Un cuarto del contingente lo integraban las sirvientas. La emigración vasca a Madrid en la primera mitad del XIX fue, sobre todo, de extracción femenina (Ruiz de Azúa, 1995: 14-16). La edad es más temprana en los varones que en las féminas. Un 70% de los varones no superaba los treinta años de edad (41% entre 11 y 20 y un 28% entre 21 y 30). La franja entre 16 y 25 años integraba al 45% de todos los varones del padrón de 1850. La geografía migratoria vasca en Madrid de mediados de esta centuria muestra que un 30% provenía de las tres capitales vascas (con predominio de Vitoria). Salvatierra junto a los valles de Aramayona y Ayala fueron los principales graneros migratorios alaveses del XIX. En Guipúzcoa destacaban los núcleos urbanos de Tolosa, Oñate, Vergara, Eibar, Mondragón, Irún, Azcoitia y Plasencia de las Armas. En Vizcaya el predominio se centraba en los valles de Carranza y Trucíos (Encartaciones) seguidos a distancia por Valmaseda, Orduña, Durango, Marquina y Lequeitio.

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Tabla n.º 1 Los vascos en la población activa madrileña (1850) Profesión

% vascos en 1850

Propietarios Comerciantes Abogados Médicos Artesanos Jornaleros Sirvientes

2,66 15,56 1,64 3,76 1,73 1,53 2,64

Fuente: Ruiz de Azúa, 1995: 9.

La pirámide vasca en Madrid refleja un abultamiento en la franja de mayores de 50 años (981 individuos). Solo un 15% emigró a tal edad mientras que el 85% eran descendientes de inmigrantes llegados entre 1778 y 1849. Destacan ayaleses —los hermanos Acebal y Arratia, llegados hacia 1805, Estanislao de Urquijo, que viajó a Madrid en 1829, o Domingo de Norzagaray— y carranzanos como el comerciante Francisco de las Bárcenas —arribado en 1809—. Desde un prisma social y profesional cabe indicar el reducido número de nobles titulados y religiosos nacidos en el País Vasco y censados en el Madrid de 1850 (Ruiz de Azúa, 1995: 34-42). El porcentaje de vascos relacionados con el mundo de la compraventa, comercio (de géneros y/o dinero), actividades financieras y bursátiles en Madrid representa un 8,4% de la comunidad migratoria vascongada. A ellos se unían las 93 consortes de 78 comerciantes, 3 dependientes de comercio y otros 12 banqueros y agentes de negocios no nacidos en las provincias vascas. Algunas carreras, según indica el padrón, no fueron tan exitosas como la historiografía subraya tradicionalmente para el emigrante vasco. Con 51 años, Francisco Antonio de Arrázola (nacido en Oñate, 1798, y llegado a Madrid en 1839) seguía catalogado como dependiente mercantil en el negocio de hierro de Manuel de Arrázola (Oñate, 1780) junto a otros tres servidores y muy cerca de la tienda del comerciante Domingo de Arrázola (Oñate, 1794) que llevaba 44 años en Madrid. Este clan contaba con su rama en Vitoria centrada en el negocio lanar (Angulo, 2000). El bilbaíno de origen ayalés, Félix María de Zulueta y Careaga, casó en 1806 con la hija del comerciante José de Irunciaga que trasladó su empresa a Madrid en la década de los años treinta, siendo Félix su apoderado primero en Bilbao y luego en Madrid. Frente a estas sombras, la cúspide de la pirámide sectorial la integraban quince comerciantes, seis agentes de negocios y un banquero. El tipo medio era el de un comerciante-negociante de origen vizcaíno (seguido por los alaveses, sobre todo del valle de Ayala):

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«de edad de 31 a 50 años, con más de veinte años de residencia en Madrid, casado, preferentemente con una vasca, o madrileña de apellido vasco, con uno o dos hijos que vivían en el hogar paterno y eran naturales de Madrid, tenía dos o tres sirvientes domésticos y […] cuatro dependientes de comercio, encabezaba una unidad familiar compuesta por siete u ocho personas» (Ruiz de Azúa, 1995: 47). Listado n.º 2 Comerciantes de origen vasco asentados en Madrid (1776-1823) A

Lugar

B

C

Comerciante

1776 1785 1787 1790 1792 1795 1799 1800 1801 1802 1802 1803 1803 1803 1804 1808 1810 1811 1812 1815 1817 1819 1822 1822 1823

Llodio (A) Arrázola (V) Llanteno (A) Arcentales (V) Madrid Vitoria Carranza (V) Respaldiza (A) Bilbao Lanestosa (V) Beasain (G) Bilbao (V) Logroño Toranzo (Santander) Hernialde (G) Santander Bilbao Guipúzcoa Amurrio (A) Carranza (V) Murga (A) Lanestosa (V) Barambio (A) Bilbao Ahedo (V)

1793 1799 1826 1846 — 1838 1810 1828 1848 1816 1824 1829 — — 1818 1819 1847 1824 1826 1830 1830 1832 1833 1849 1838

57 51 24 4 — 12 40 22 2 34 26 21 — — 32 29 3 26 24 20 20 18 17 1 12

Vicente de Alday Gregorio Aguirre Domingo de Norzagaray Pedro Quintana Joaquín Mencia Miguel Ugarte Francisco Bárcenas Dámaso Cerrajería Nicolás Villavaso Felipe Chaves Francisco Manuel Umaín Alejandro Bengoechea Ignacio de Jugo Francisco Javier Rueda José Manuel Arana José de Mollinedo Pedro Pascual Uhagón Manuel Ugarte y Bárcenas Pedro Yarritu Juan J. Bárcenas Estanislao Urquijo Teodoro Latorre Celestino Ansorena Luciano Urízar Francisco Mtez. de la Torre

Fuente: Ruiz de Azúa, 1995: 52-53.

Entre los hombres de negocios destacan por los patrimonios logrados: José Ventura Aguirre Solarte (París, 1842), Domingo de Norzagaray (Aranjuez, 1857) y Estanislao de Urquijo (1816-1889). El primero, en 1848, contaba con unos 11 millones de reales mientras Norzagaray poseía 26 y medio y Estanislao, en 1889, contabilizaba cerca de 50 millones de reales (Ruiz de

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Azúa, 1995: 49 y 51). De modo similar, los propietarios vascos eran sobre todo vizcaínos y alaveses, mayores de cuarenta años, con más de veinte de residencia en Madrid, casados con una madrileña de ascendencia vasca, cabezas de familias integradas por ocho o nueve miembros (tres o cuatro sirvientes) y vivían mayoritariamente en el distrito del Hospicio, cerca de los lugares de habitación de los comerciantes (distritos del Hospicio y Audiencia). Muchos propietarios provenían del mundo de los negocios o habían tenido una relación próxima, como lo refleja el guipuzcoano Fermín Lasala (Rilova, 2006) o el alavés Mateo de Murga (Ruiz de Azúa, 1995: 58) en el apoyo financiero a algunas aventuras del marqués de Salamanca. Estos propietarios participaron e invirtieron en las principales sociedades mercantiles fundadas en la década de los cuarenta del siglo XIX. Mateo de Murga formó parte de los consejos de administración: «de la Compañía General de Comercio, La Publicidad, La Previsora, La Victoria, El Áncora, Banco de Fomento, Compañía Mercantil de Pósitos, La Luisiana y la titulada Collantes, Murga y Compañía. Por su parte, Francisco de las Rivas era miembro del Banco de la Unión, Depósito General de Comercio y de la Industria, Compañía General de Comercio, Banco Español de Ultramar, S. A. de Diligencia y Postas, La Alianza y Seguros Generales, Banco de Fomento, Banco de Isabel II y Compañía Española de Filtración» (Ruiz de Azúa, 1995: 59-60).

La presencia de los hombres de negocios de origen vasco y norteño, en general, en el Madrid de 1850 resulta significativa no solo en sus empresas sino en la adquisición de acciones y participaciones de otros proyectos económicos de la Revolución Industrial (Gutiérrez, 1994). Las oportunidades financieras y mercantiles del Madrid de mediados del Ochocientos ocultan las dificultades sufridas por muchos inmigrantes vascos al asentarse y ejercer oficios y servicios. Entre 1693 y 1701, el vecino de Madrid, Cosme de las Muñecas y Alcedo (nacido en 1664 en Sopuerta, Encartaciones, Vizcaya), sufrió un proceso judicial acusado de usura o de tener: «trato y Granjería de mucho tiempo a esta parte el prestar dinero a daño a diferentes personas así en esta Corte como en los lugares de su Contorno y Jurisdicción llevando a unos y otros a excesivos y Grandes intereses excediendo en Sumas grandes a lo dispuesto por dichas leyes haciendo y otorgando a su favor escrituras y papeles Prohibidos incluyendo en ellos Para disimular el debito los Intereses conforme el tiempo porque hace y ha hecho los dichos empréstitos y asegurándolo con prendas, y dando los Recibos de los dichos Intereses con cautela para que no se le pueda probar semejante exceso y ejecutando y fatigando por dichos intereses a las personas»14. 14

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ARCHV. Juzgado Mayor de Vizcaya. C. 4975, n.º 11.

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Los empréstitos llevaban un interés anual de un ocho a diez y más, aunque obtenía mayor beneficio en préstamos por meses, habiendo arruinado a varios vecinos de Vicálvaro y Coslada. Un hidalgo dedicado al mundo del préstamo a interés; un usurero que, el 6 de junio de 1708, ocupó la alcaldía mayor de Pozuelo de Alarcón15. Un hombre que, en 1691, ya fue regidor de la república de Sopuerta —como antes padres y abuelos— y preocupado por mostrar su hidalguía a través del agente del Señorío y del Síndico de las Encartaciones. Algunos testigos ofrecen una pintura más precisa. Todos atestiguan que había sido primero criado y luego administrador de la condesa del Puerto. Como administrador de sus rentas en Vicálvaro y ante la falta de obligado para las carnicerías en 1696 le pidieron un préstamo de trescientos o cuatrocientos doblones para ir a la feria de Trujillo a comprar carne. Cosme de las Muñecas prestaba o buscaba prestamistas u hombres de negocios que esperaban sus intereses. El impago de estos generó este pleito que se limitó a su formulación al trasladarse a la Sala de Vizcaya en Valladolid. Muchos de los negocios de algunos encartados desde finales del Seiscientos estuvieron relacionados con el abasto urbano (carne, vid, pescado) como lo muestra el ejemplo de Juan de Prieto Ahedo (Andújar Castillo, 2015). Entre fines del Seiscientos y primera década del XVIII, encontramos mercaderes carranzanos afincados en Madrid: Luis Francisco de Negrete (1689), Francisco de Bárcena y Malcuarto (1693), Felipe de Ocharan (1701), Pedro de Pando y Mier (1703), Francisco de Llano Lotina y Orcasitas (1704), Martín y Bernabé de la Matanza (1704), José de Negrete Sumiano Santisteban (1712) o Simón de Guardamino y Bringas (1732). Todos reclamaron su vizcainía, acusados por delitos ligados con frecuencia a procesos por impago de deudas e incumplimiento de plazos o condiciones en los negocios. 3. Los hidalgos norteños Desde mediados del Seiscientos, los grandes centros urbanos del mundo hispánico (Cádiz, Sevilla, Madrid, México) sintieron el impacto de la llegada de jóvenes emigrantes sin apoyo de las viejas cadenas migratorias. Su expansión lleva una percepción novedosa sobre los altos riesgos de la movilidad y una mayor preocupación por definir y/o conservar sus rasgos identitarios (Lanza, 2002: 17-54; González Lopo, 2003: 167-182, Fernández y Sola, 2004: 358-385 y Moya, 2014: 25-34). Incertidumbre e identidad alimentaron a muchas comunidades migratorias organizadas a ambos lados del Atlántico. Londres para irlandeses y escoceses, como Madrid, Cádiz o México para vascos, riojanos, asturianos, cántabros o gallegos fueron puntos neurálgicos de los procesos migratorios peninsulares y atlánticos (Clark, 2000 y Catterall, 2004: 319-357). Las nuevas tipologías documentales analizadas por los historiadores les dirigen hacia las viejas sociabilidades y los más novedosos ca15

AHPM. T 30764, fols. 101r.-101v.

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pitales relacionales y asociativos (Núñez, 2014: 40-44). El concepto de redes auto-organizadas (self-organizing networks) ofrece un preciso acercamiento a la realidad social y societaria de tales entidades (Angulo, 2011: 253-270; Álvarez y Angulo, 2014: 1-14) que agrupaban a centenares de laureados inmigrantes en una estructura imperial y policéntrica (Cardim, 2014). Unas comunidades formadas por gentes del mundo del transporte y comercio (mercaderes, navieros, banqueros, etcétera), hidalgos (militares y servidores de la Corona, poseedores de hábitos de Órdenes, títulos de Castilla) y eclesiásticos (regulares y seculares). Este universo biográfico nos acerca a una imagen del macrocosmo cultural que generaban tales comunidades trasatlánticas. Un universo de varones exitosos y honorables con empleos y títulos que exponían su privilegiada condición jurídica. La potencialidad del capital familiar, social y relacional (estamental, racial, étnico, religioso, político, cultural e ideológico) de estas comunidades, grupos de presión o cabildeo, o lobbies (Angulo, 2014) proyectó la directa intervención de las autoridades de sus lugares de origen en las movilidades de aquellos hidalgos norteños. Al efecto benéfico de la cadena migratoria se unía este asociacionismo medieval que, desde el Seiscientos, comenzó a preocuparse por su papel de intermediario entre los inmigrantes y las autoridades de sus lugares de origen. El marqués de la Villa de San Andrés, en su Madrid por Dentro, mostraba una conversación entre dos camaristas de Castilla sobre la elección del obispo de Astorga hacia 1740. A la afirmación del marqués de que en las Islas encontrarían buenos pretendientes, le replicaron que ellos eran su ruina: «Que un Vizcayno en una Covachuela, procuraba acomodar, y acomodaba toda la Vizcayna; Que un Navarro en una Tienda, un Gallego en un Consejo, un Andaluz, un Granadino & todos parciales de los de su Nacion, tapaban las faltas, si las havia, en alguno, y los ayudaban a todos, de que se seguía, pasar plaza de Nobles los mas de ellos, y no saberse de los demas, nada malo» (Carta, 1744: 143).

Los camaristas sostenían que tal afecto al paisano era consustancial al género humano. Vascos, navarros, gallegos, andaluces y otros grupos buscaban su espacio en el Madrid de los Borbones (Carbajo, 1987; Bravo, 1991: 131-158 y Bravo, 2002: 261-280). Desde el Seiscientos, las autoridades de las provincias vascas y sus inmigrantes en Madrid contaron con medios e instituciones favorecedoras de su parcialidad (Angulo y Merino, 2012: 17811791). El papel de estas comunidades en la articulación de las relaciones políticas entre los territorios de origen y las autoridades centrales sigue siendo un área de investigación poco transitada (Douglass, 1986 y Cardozo, 2013). Un grupo de navarros afincados, residentes o estantes en Madrid creó, en 1684, la Real Congregación de San Fermín. En Perú experimentaron un proyecto a escala imperial. Los indianos navarros llevaban décadas remitiendo remesas de dinero y erigiendo nuevas fundaciones en las «patrias chicas»

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(Angulo, 2010b: 231-271) que impactaron de manera espectacular en las economías del Norte peninsular. Ora las autoridades ora los particulares, todos aspiraban a regularizar esa vía de financiación. Los navarros financiaron desde Indias sus proyectos como luego harán los vascos de la Real Congregación de las tres Provincias de Cantabria o de San Ignacio (Angulo, 2010a: 33-72). Un quid pro quo a escala imperial y transatlántica. Hijos, primos o sobrinos siempre atentos al arribo de las misivas transatlánticas. Los epistolarios dejan noticias sobre la formación, educación y acomodo de parientes, amigos y paisanos. Cajeros, contables, mancebos de escritorio, tenedores de libros y corresponsales de firmas en México, Buenos Aires, Santiago de Chile, Lima o Cádiz provenían de las patrias de sus amos (Siegrist y Álvarez, 1998). Muchachos de diez a catorce años llegados desde Navarra, La Rioja, provincias vascas o montañas de Santander como sus homólogos británicos (Games, 1999: 13-14). El viejo sistema migratorio en cadena y el reclamo de la parentela siempre fue un recurso vigente, aunque nunca estuvo al alcance de todos los jóvenes inmigrantes. Una «buena correspondencia» conformó un modelo de conducta para los aspirantes creando una relación trasatlántica regular, estable y exitosa. El indiano alimentaba su retorno con el trato con interlocutores en su patria al manejar su matrimonio, litigar pleitos, representar intereses o defender sus herencias (Pescador, 1996: 503-518). Las misivas enviadas a las autoridades de origen llevaban ofrecimientos de su posición, influencia y amor patrio. Esta postura reclamaba una cadena de ayuda pública y privada. El Setecientos verá además nacer un patrón de conducta atlántico basado en la amistad y buena correspondencia, sobre todo en los negocios. Ciertos elementos inmateriales (amistad, confianza, conocimiento, correspondencia) pervivirán e interactuarán junto a las redes familiares, los lazos de paisanaje y las aspiraciones políticas de las autoridades de los lugares de salida de los inmigrantes norteños. Del contexto de dificultades hacendísticas en la Vizcaya de 1638 nació un proyecto que pedía (en Indias, Flandes e Italia) ayuda pecuniaria a la red de naturales inmigrantes en el Imperio. El impreso rezaba que «la obligación natural que cualquiera hijo, y los más notables tienen a su patria, que después de Dios, y el Rey es la primera, y a lo menos la segunda, tras los padres naturales» (García, 2005: 166). El Señorío señalaba tres fines para la recolecta: uno poblacional y político (obras pías para doncellas y repoblar la frontera); otro educativo (un colegio en Salamanca para vizcaínos) y el tercero, económico (mejora viaria para facilitar el comercio hacia Bilbao). La conciencia del papel filantrópico de la legión de emigrantes, ricos o pudientes, se proyectará desde mediados del Seiscientos en el caso del Señorío de Vizcaya. Si las remesas de Indias financiaban la reconstrucción y edificación de dispares espacios religiosos, el Señorío buscaba un instrumento formativo que mejorase el futuro de los jóvenes inmigrantes. Los navarros se encaminaron hacia la fuente de la riqueza. En 1695 y 1726, la Real Congregación de

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San Fermín ideó sendas campañas de recogida de limosnas en Perú para financiar el templo del patrón del viejo Reino en Madrid. El modelo navarro muestra una organización étnica que abarca el Imperio español generando «redes globales» sostenidas en la suma de intereses privados junto a rasgos jurídicos y culturales que conferían a su membresía una honorable posición social. Nacida en el Madrid de 1684, esta comunidad muestra el protagonismo de los emigrantes norteños en Madrid (Angulo, 2010a). Una asociación que, junto a la defensa de sus asociados, asumía la preservación del honor e imagen pública del Reino de Navarra (Caro Baroja, 1969 y Pérez Sarrión, 2007: 209-254). Estas cofradías mantuvieron una política de comunicación con las corporaciones de sus lugares de origen16. Años antes del ejemplo navarro sabemos del proyecto de Francisco de Zabala (agente del Señorío en Madrid) para las tres provincias (Álava, Guipúzcoa y Vizcaya), iniciado en 1677 y que no se realizó. Este plan (1677-1683) buscaba fijar en Madrid un hospital para sus naturales residentes o presentes en la Corte. Zabala —agente del Señorío en Madrid (1668-1680)— subrayaba la protección al inmigrante que, sin oficio ni beneficio, acababa en la indigencia o delincuencia. El hospital y la congregación les ayudarían a retomar el camino hacia provechosas carreras. El factor educativo de las Proposiciones de Vizcaya pasa de Salamanca a Madrid. Más que en universitarios, Zabala pensaba en los jóvenes que poblarían y nutrirían, como bien reflejó Isasti, los ejércitos y armadas de Carlos II. La fuerte presencia norteña se advierte en el último cuarto del Seiscientos (Lanza, 2011: 467-490). Tabla n.º 2 Cofradías nacionales establecidas en Madrid por áreas geográficas y jurisdiccionales Espacio

Zona

Congregaciones

Fechas

N.º

Castilla

Zona cantábrica

Navarros, vascos, montañeses, ga1683-1743 llegos, riojanos y asturianos

5

Aragón

Corona de Aragón

Aragoneses, catalanes y valen1728-1745 cianos

3

América

Perú y México

Santo Toribio y Nuestra Señora 1727-1743 de Guadalupe

2

Castilla

Castilla la Vieja

Castellanos y leoneses, riojanos, 1727-1752 burgaleses, de Sigüenza y Madrid

5

Castilla

Castilla la Nueva

Conquenses, manchegos, toleda1748-1793 nos y andaluces

4

16

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ARGN, RCSFN, Legajo 2, carpeta 14. Madrid, 18/08/1683.

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A semejanza del proyecto navarro (1684) y de las tres provincias de Cantabria (1713-1718), en tres décadas (1723-1752) surgieron quince congregaciones más entre las que destacamos las naciones de la Corona de Castilla (cornisa cantábrica y meseta Norte castellana). Ellas jalonan el camino de la hora norteña (Angulo, 2014). Más tarde llegarán las naciones de la Corona de Aragón, Indias o Castilla. Una imagen de la representación de los viejos Reinos y unas renovadas realidades periféricas del Imperio en la Corte borbónica. Más del 80% se crea en los dos primeros reinados de la dinastía borbónica. Siendo más precisos, un 72% surgió entre el segundo reinado de Felipe V y el de Fernando VI, siendo la etapa más fecunda la comprendida entre 1740 a 1752 (con diez congregaciones). Los proyectos vasco (1713) y riojano (1723) se circunscriben al primer reinado de Felipe V. Evidencia de que las unidades jurisdiccionales, políticas, económicas y culturales de la época Habsburgo buscaban su hueco en el corazón del Imperio. Entre 1745 y 1776, vascos y navarros ubicaron su propio espacio jurisdiccional creando sendas iglesias, propias y de nueva factura (Blanco, 2011: 83-122). El impreso de 1677 de Zabala, el memorial de 1683 y las constituciones (1718 y 1746) de la congregación vasca de Madrid insisten en elementos comunes sobre sus inmigrantes. El primero fomentaba la unión entre las provincias al levantar una comunidad, colonia, hospital o congregación en Madrid. El segundo, la defensa de los intereses políticos, jurídicos y fiscales de los inmigrantes. El tercer elemento direccionaba el torrente migratorio a refugios seguros (de las armadas a los escritorios mercantiles) en sus carreras profesionales. En cuarto lugar, estos proyectos enarbolaban la defensa del discurso sobre su hidalguía y contenían rasgos culturales, espirituales e identitarios. Los jóvenes devolverían el favor en línea al Do ut des del Seiscientos. En quinto lugar, la protección al inmigrante se hacía extensiva a sus riquezas. La remisión de remesas y el arreglo de litigios o mercedes en la Corte convierten a la congregación de San Ignacio en una agencia para los inmigrantes vascos en el Imperio. Sin duda, fines menos benéficos y piadosos de los expuestos en sus constituciones. La decimoquinta regla de San Ignacio ofrecía la congregación a los paisanos para cualquier negocio o diligencia en Madrid (Angulo, 2010c: 93-94). La formalidad e integridad de la «congregación en los varios asuntos, que se le han encargado, aun desde los remotos parajes de la América, con remisión de caudales de bastante tamaño» buscaba centralizar y ordenar los esfuerzos de los miembros de las cofradías de Aránzazu en Indias. A cambio, cualquier limosna «porque todo se executa por el adelantamiento de la Congregación, alivio de los Paysanos pobres, y mayor culto del Patriarca San Ignacio» (Constituciones, 1746: 94-98). La congregación se propone como una agencia a escala imperial para gestionar las dependencias, negocios y peticiones de inmigrantes y naturales de las provincias dispersos en el Imperio. Igual propuesta la ofrecen la Real Con-

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gregación de Nuestra Señora de Guadalupe para los mexicanos en Madrid (Mariluz, 1983: 11-44) o la de Nuestra Señora de Covadonga (1744) para los asturianos novohispanos llegados a la Villa. Los riojanos fijaron una relación estable, no reflejada en sus constituciones, entre la matriz madrileña y las sucursales de México, Cádiz o Lima (Labarga, 2006). Junto a las remesas, otro problema central era la educación y acomodo de los jóvenes menos afortunados. Los frutos del diálogo entre las autoridades provinciales y la comunidad migratoria en Madrid son nítidos en los años cuarenta. En 1741 cada provincia recibió una petición de ayuda para fundar en Madrid un templo y otros edificios para capellanes, hospicio, colegio o seminario. El coste del plan era de medio millón de reales. Las provincias aportaron ciento veinte mil reales de vellón para la compra del sitio de Buenavista. A ello se unió la suscripción entre los socios madrileños (cien mil reales) y legados de particulares. En 1772 la congregación se instaló en la antigua sede del Colegio de San Jorge de los Ingleses. Un año más tarde destinaron cincuenta mil reales a habilitar el edificio y entre los donantes aparecen apellidos (Goossens, Iruegas o Guardamino) de familias o firmas mercantiles asentadas en Madrid e integradas en el grupo de financieros, accionistas y directores del Banco de San Carlos o de los Cinco Gremios Mayores (Angulo, 2011a: 183-210). El templo se abrió el 26 de diciembre de 1776. A semejanza de San Fermín, los vascos fijaron su espacio propio (devocional, asistencial y espiritual) con dimensión pública que protegía la imagen de los naturales en la Corte, tanto de los residentes como de los venideros. Estas congregaciones actuaron como agencias de colocación para sus naturales en el servicio doméstico de la Corte (Sarasúa, 1994: 54-61). La preocupación por los jóvenes que buscaban fortuna en el mundo de los negocios se advierte en la obra de José Antonio de los Heros (1715-1780). Las tiendas de vascos, riojanos o navarros serían refugios para «nobles pobres en los escritorios» (Heros, 2008: 161). Estos aprendices, con tiempo, afincarían su casa y giro. El capitalismo financiero y mercantil madrileño absorbió a esa prole de jóvenes norteños hasta que su habilidad, juicio, fortuna, estrategias, contactos o matrimonios les permitiesen independizarse. Los hidalgos poblarían tiendas y casas de comercio. Los Cinco Gremios fueron otra estimable y poco estudiada fuente de posibilidades. Algo semejante a lo visto en Cádiz (Martínez del Cerro, 2006) o el México del Setecientos. El escrito de Heros, editado en 1771, era obra de un descendiente de emigrantes convertido en afamado mercader de sedas en el Portal de Santa Cruz, y originario de las Encartaciones (Barrenechea, 1995 y Domínguez, 2002: 151-152). La presencia vasca se multiplicó durante esta centuria por la confluencia en Madrid de los representantes oficiales de otras entidades. En 1751 se trasladó la dirección de la Real Compañía Guipuzcoana de Caracas a Madrid y poco después de la Real Compañía de La Habana (Gárate, 1992:

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28). El grupo de empresarios navarros y guipuzcoanos ejerció su influencia en pro de los intereses de accionistas y negociantes hasta que, en 1785, la Real Compañía de Filipinas ocupó el lugar de la vieja caraqueña (Permanyer, 2012: 523-546), donde la presencia vasca siguió siendo relevante. En aquel Madrid también residía la denominada delegación en Corte de la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País (Blanco, 2011) —hermanada desde 1775 con la Real Congregación de San Ignacio— y era notoria la presencia de descendientes de vascos en la Sociedad Matritense. Un animado conjunto de centros de influencia y cohabitación donde la presencia de negociantes, asentistas y financieros de origen vasco es más que palpable (Mozos, 1995). En 1775, Guipúzcoa, Vizcaya y Álava iniciaron las «conferencias vascongadas» que pretendían unificar el discurso fuerista de estos territorios (Agirreazkuenaga, 1995). Sin olvidar que valles, ciudades, villas y provincias contaban con sus propios sistemas de representación y vigilancia en la Corte desde finales de la Edad Media (Angulo, 2010c: 23-98), cabe reseñar la relevancia de los representantes del Consulado de Bilbao en el Madrid del Setecientos. No contamos con ningún estudio sobre tales agentes ni su correspondencia. Por ahora tenemos escasos datos sobre estos individuos. Agustín de Zabala y Mendoza fue en 1678 agente del Señorío —a la par que de la villa y Consulado de Bilbao— pero es, a partir de la llegada de los Borbones, cuando la imagen se hace más precisa. José de Laura Maia (1720), Pedro José de Mendieta Berganza (1743-1757), Domingo de Oleaga (17531758), Manuel de Elexpuru (1758-1776) y Juan de Herrezuelo (1781-1820) fueron los ojos y oídos del Consulado de Bilbao en Madrid. Los intereses del Consulado y de sus hombres de negocios fueron la máxima seguida por estos individuos durante su actividad profesional en Madrid. La relevancia del oficio lo muestran las doce peticiones en 1781 por la agencia general del Señorío tras fallecer Manuel de los Heros (1723-1781), agente desde 1762. La Casa de los Heros (Alcalá 34 de Madrid) la edificó en 1779 su hermano Juan Antonio de los Heros (1725-1780), veterano comerciante en Perú que, en Madrid, manejó el cargo de diputado director de los Cinco Gremios, socio fundador tanto de la Bascongada como de la Matritense y autor del Discursos sobre el Comercio (1771). Un sobrino de ambos, Juan Francisco de los Heros, nacido en 1749, asumió el honorable cargo de Prefecto de la Real Congregación de San Ignacio en 1789 —siendo Caballero de Carlos III, del Consejo de Hacienda, fiscal de la Junta de Comercio y de la junta de la Compañía de Filipinas— y, en 1801 —titulado conde de Montarco de la Peña de Vadija y Consejero de Estado— (Rújula, 1790: 30-31). En 1742 la familia ganó una ejecutoria en Valladolid probando su hidalguía y origen en Molinar (Carranza, Vizcaya). Es un buen ejemplo de la ubicación preferencial de estos hombres de negocios y defensores de los intereses de sus territorios de origen y de las asociaciones de inmigrantes.

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Los pretendientes a la agencia vizcaína fueron: Manuel Fernández Onsoño (agente de negocios orduñés avecindado en la Corte), Juan García y Santa Coloma (Sanabria, León; agente de los Reales Consejos), Valentín de Sarabia, José Rementería Ruiz del Burgo (oficial Contaduría Principal de Rentas Generales), Juan Martínez de Baños (Laguardia), Mateo de Irigoyen (Ermua), José Gómez de Helguera (Sopuerta, Encartaciones), Manuel de Terán (oficial de la Superintendencia General de Juros y mercedes del Reino, y oficial mayor archivero del marqués de Cogolludo, duque de Santiesteban), Félix de Gil (agente de negocios de los Reales Consejos), Nicolás Leorza y Greno (agente de negocios), Juan Antonio de Andecobeitia (Frúniz, Vizcaya) y Alejandro José de Amírola. Algunos datos sobre los aspirantes. Andecobeitia se presentaba como apoderado general del conde de Lacy (ministro plenipotenciario en la Corte de Rusia, inspector y comandante general del Real Cuerpo de Artillería). Juan Martínez de Baños se ofrecía por ser «instruido en el manejo de papeles y dependencias, con conocimiento práctico de la Corte, Ministerio y Tribunales […] y por la ley de buen Paysano, y las demás obligaciones que le impone su nacimiento». El empleo de Baños le entretenía cinco días al año, acompañando a Carlos III a la capilla en calidad de gentilhombre de la Real Casa17. Irigoyen se presenta como oficial de la secretaría de despacho de la Reina Madre y archivero de la casa y estados del marqués de Montealegre, conde de Oñate y mayordomo mayor del Príncipe, ofreciéndose «con el esmero y fidelidad propia de un verdadero hijo suyo»18. Los méritos de los candidatos son llamativos, mostrando su lealtad por nacimiento, su capacidad negociadora y los contactos e influencia que guardaban en sus escritorios. Quizás el más llamativo es el presentado por el encartado José Gómez de Helguera el 28 de junio de 1782. Nacido en Sopuerta, decía ser agente de los Cinco Gremios Mayores de Madrid en Ávila (universidad, tierra y siete sexmos), del arzobispo de Zaragoza, de la villa de Laredo y administrador de las Rentas y efectos de la Real Congregación de San Ignacio de Loyola, apoderado de Diego López Perella (caballero de la orden de Carlos III, tercer director general de rentas y secretario de la superintendencia de la Real Hacienda) «y de otros diferentes Cuerpos respetables, y Casas de esta Corte». Helguera era el yerno de Heros y desde 1768 sirvió la agencia en las ausencias del suegro. Al final, el empleo cayó en manos de un ayalés, Alejandro Amírola a quien Helguera acusaba «de haber sido contrario en el recurso por los pueblos del camino sobre reparos en el valle de Ayala como natural del lugar de Amurrio que está en Álava»19. Este Alejandro de Amírola (agente de Vizcaya entre 1781-1815) fue prefecto de la Real Congregación de San Ignacio en 1810 y encargado de adquirir doscientos ejem17 18 19

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plares de la obra contra Llorente para ser remitidos al gobierno de Madrid en 1807. Cabe destacar la carta (8/4/1742) remitida por el Consulado de Bilbao a uno de los fundadores de la Real Congregación de San Ignacio en Madrid, al padre Ignacio de Ellacuriaga, agradeciéndole las finezas y cariño en el logro de que la Junta de Sanidad cesase las visitas por la peste20. Once miembros y fundadores de esta Real Congregación fueron quienes recibieron los parabienes de la Provincia de Guipúzcoa tras el logro de los acuerdos aduaneros de 1727. El mismo Miguel Antonio de Zuaznabar —garzón mayor de la Compañía Española de Guardas de Corps y del Consejo de Hacienda—, director y delegado en Corte de la Real Compañía de Caracas, ostentó en 1747 el título de prefecto de la Real Congregación de San Ignacio. Un superficial análisis prosopográfico indica una gran relación entre los inmigrantes residentes o asentados en Madrid y las direcciones y accionariado de las Reales Compañías, financieros y tenderos de los Cinco Gremios, servidores de la Casa Real o influyentes casas nobiliares, arrendadores y asentistas, religiosos y los representantes de las instituciones públicas de Vizcaya, Guipúzcoa y Álava —destacando sobremanera el Consulado de Bilbao—. Poco podemos aventurar del consulado guipuzcoano, creado en 1684, ya que su documentación fue pasto de las llamas. De todos modos no olvidemos que gran parte de los consulados del Setecientos siguieron las Ordenanzas de Bilbao de 1737. El punto 37 del segundo capítulo de las ordenanzas del Consulado de San Sebastián proponían nombrar un: «Agente en Corte, para que siga los Pleitos, Casos y Dependencias que se le pueden ofrecer al Consulado bien entendido que el que se hallare Apoderado de la M. N. y M. L. Provincia de Guipúzcoa, de esta Ciudad de San Sebastián, de la Casa de Contratación, y Comercio de Bilbao, o de cualquiera otra Comunidad, no podrá ser Agente de esta Contratación, y Comercio; atendiendo a que pudieran ofrecerse casos, y cosas de Competencia de Jurisdicción, en que debiese entender y distraerse por ambas partes» (Ordenanzas, 1766: 28).

Eso sí, también encontramos a otros vascos en calidad de representantes opuestos y antagónicos de los intereses de sus lugares de origen. No todos los naturales u oriundos de estas provincias, por su naturaleza, debían ser miembros de estas asociaciones ni empleos. La identidad no es buscada por todos y, por otro lado, en general hablamos de los exitosos inmigrantes vascos. Fuera de ellos, una pléyade desconocida de artesanos, sirvientes y pobres. Muchos 20

AFB. Consulado. Instituciones. 350/002.

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de ellos fueron los objetivos de estas Reales Congregaciones. Volviendo a los agentes cabe reseñar que todavía el estudio histórico del papel jugado por este grupo de mediadores o negociadores afincados en la Corte está muy lejos de ser un tema resuelto, principalmente en el Setecientos. La hidalguía y la catolicidad profunda siguen siendo rasgos predominantes de estos norteños que se fueron asentando en Madrid desde mediados del siglo XVII y que tomaron un gran protagonismo político, económico y cultural merced a los novedosos experimentos asociativos del Setecientos madrileño. Diecinueve de estas corporaciones de nacionales o de naturales se asentaron en Madrid, pero tampoco podemos olvidar la profunda relación con las corporaciones, cofradías o comunidades de inmigrantes formadas en tierras americanas, especialmente en Perú y México, antesala de los espacios surgidos tras las migraciones masivas del XIX. Hidalgos norteños que aprovecharon las oportunidades que ofrecía su condición jurídica —hidalguía universal— y el mutuo e interesado apoyo con las autoridades de su tierra de origen y de la Corona para lograr una exitosa carrera. Juan de la Plaza, vizcaíno asentado en Lima en los años veinte del Seiscientos, fue uno de los siete postuladores por una licencia para fundar un banco. El permiso de 1621 llevaba aparejada una fianza de ochenta mil pesos ensayados que asumió una nutrida legión de paisanos. A Plaza se opuso el Consulado. Las reticencias nacían de la legislación que demandaba que el banquero fuese persona «llana y abonada en su persona y sus bienes». Al ser vizcaíno y gozar de hidalguía universal, su falta de llaneza era palpable. Su condición nobiliar le eximía de ser preso por deudas, y esta ventaja era un gran escollo en el mundo de negocios limeño (Suárez, 2001: 69-70). La defensa de Plaza produjo un interesante discurso donde juega con reflexiones como la predisposición de los nobles para ser tanto o más llanos (puntuales, honrados, fieles y profesionales) que los plebeyos. Luego fortalece este razonamiento aludiendo a sus compatriotas sevillanos que fueron banqueros públicos o compradores de metales y la falta de oposición a la designación de los caballeros vizcaínos. En su alegato sostiene que los Reyes españoles eligieron para esos negocios siempre a los «de la dicha nación vizcaína por averse hallado […] en ellos puntualidad, verdad y fidelidad» (Suárez, 2001: 71). Tres virtudes que tejían un idealizado corolario atlántico que proporcionaba la suficiente pátina de confianza con la que estos mercaderes construyeron sus pequeños imperios. Los últimos reconocimientos de hidalguía vizcaína se concretan en la década de los años treinta y cuarenta del siglo XIX. En su mayoría son inmigrantes que iban a Cuba o residían allí. Entre otros, Ambrosio de Urrutia La Torre (Galdames, Vizcaya) llamado en 1830 por su hermano Pedro —residente en Santa Clara—21; ese año también aparece Valentín Francisco de

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AFB. Alcalde de Galdames. JCR0669/024.

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Listado n.º 3 Vizcaínos que, entre 1742 y 1830, reclaman su naturaleza privilegiada Año

Persona

Naturaleza

Lugar

1742 1755-1760 1762 1771 1773-1774 1773-1775 1774-1775 1777 1777-1778 1781 1783-1785 1784-1785 1784-1786 1784-1786 1785 1785-1786 1785-1787 1785-1787 1787-1789 1787-1789 1787-1789 1788-1789 1789 1789-1790 1791 1791-1792 1791-1793 1791-1793 1792 1793 1794-1795 1794-1795 1794-1795 1794-1795 1794-1795 1795-1797

Sebastián Lequerica Martín de Inurria Francisco Javier de Llano Urresti Juan de Ahedo Andrés de Mendigutia Tomás de Urizar Nicolás de Aldama Francisco Antonio de Goitia y Bulucua José Bringas de Manzaneda Joaquín Ventura de Romaña Manuel de Guerra y Llano Pedro de Palacio y Alcedo Manuel de Garay y Jano Pedro de Garay y Jano Francisco V. de Ibarguen y Donestebe Lorenzo Manuel de Asunsolo y La Azuela Francisco Zorrilla del Candano Gregorio de Zorrilla y Galarza Manuel Antonio del Valle José Antonio del Valle Francisco Antonio del Valle José Cayetano de Bernales y Piedra Agustín Antonio Lequerica Iturbe Bartolomé García Rubio Juan de Gardoqui y Basteguieta Antonio de Uria Ramón de Angulo Guardamino Lorenzo de Angulo Guardamino Antonio de Uría Fanarraga José de Zuloaga Juan Manuel de la Lama Miguel Antonio de la Lama Fernando González de Hormaza Domingo González de Hormaza Rogelio González de Hormaza Cosme Joaquín de Labarrieta y Terreros

Ceánuri Aramayona Bilbao Bollain Ermua Larrabezúa Abando Busturia Valle Carranza Villaverde Trucíos Sopuerta Sopuerta Galdames Galdames Bilbao Valmaseda Sangrices Sangrices Valle Somorrostro Valle Somorrostro Valle Somorrostro Limpias Elorrio Sangrices Luno Guecho Valle Carranza Valle Carranza Guecho Vizcaya Bernales Bernales Vizcaya Vizcaya Vizcaya Zalla

1797-1798 1799 1802-1805 1802-1805 1803 1805-1806 1806 1807-1816 1815-1817 1816 1830

Ramón Javier de Vial Francisco de Ortuzar y Mendia Fernando González Gumucio y Hormaza Manuel González Segura Manuel Francisco Gutiérrez Esteban de la Torre y su hijo Joaquín Antonio de Echebarría Vicente Ambrosio de Aguirre José Antonio de Lendeta Pío Pablo de Vitorica Valentín Francisco de Goicuria

Bilbao Vizcaya Vizcaya Vizcaya Lanestosa Valle Carranza Axpe de Busturia Sopuerta Zollo Begoña Abando

Cádiz Sevilla México Madrid Valladolid México Astorga (León) Oaxaca (México) Puebla Ángeles (México) Madrid Cádiz Cádiz Madrid Veracruz (México) Palencia Cádiz Madrid Madrid Veracruz Madrid Madrid Cádiz Cádiz Cádiz Sevilla Lima Madrid México Lima Santander Madrid Lima Madrid Madrid Madrid Valladolid Michoacán (México) Santander Medina del Campo Madrid Madrid México Madrid Arequipa (Perú) Madrid Oviedo Santander La Habana

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Goicuria (comerciante de La Habana, natural de Abando)22; Pedro José y Manuel de Lezama Goicuría (naturales de Abando y residentes en La Habana) en 183423; Raimundo Ángel y Francisco de Eguillor Echebarría (naturales de Bilbao y residentes en La Habana)24; o Luis de Salazar Barbachano (natural de Santiago de Cuba y residente en Madrid) en razón de la concesión de la cruz de la Orden de los Caballeros de Alcántara25. Otros acuden a este mismo mecanismo para examinarse de escribano en Manila (Filipinas) como Manuel de Urioste Butrón en 184326. Y otros desde más cerca del terruño. Ramón Serapio de Egusquiza, en 1844, inicia al proceso de nobleza y limpieza de sangre con el dinero ganado honestamente en su comercio en Santander27. Madrileños como Ramón Lorenzo Calvo y Pedro de Otaola (contador de propios y arbitrios) reclamaron en 1831 y 1833 su condición de vizcaínos28. Bibliografía Agirreazkuenaga, Joseba (1995), La articulación político-institucional de Vasconia: Actas de las Conferencias firmadas por los representantes de Álava, Bizkaia, Gipuzkoa y eventualmente de Navarra (1775-1936), Bilbao, Diputación de Bizkaia. Alonso Olea, Eduardo J. (2012), «Las fundaciones Murrieta de Santurce siglos XIX y XX», Memoria y Civilización, 15, 91-111. Álvarez Gila, Óscar y Angulo Morales, Alberto (2014) «Between Trade, Religion and Ethnicity: The Catholic Church’s Ethnic Institutions in the Spanish Empire, 16th-19th Centuries», BOGA: Basque Studies Consortium Journal, 2, 1-14. Álvarez Gila, Óscar e Iriani, Marcelino (2005), «Euskal Echea. Un intento étnico para preservar lo distinto», Sancho el Sabio, 22, 11-44. Andújar Castillo, Francisco (2015), «Negocios privados, cargos públicos: el recurso a testaferros en la etapa del cambio dinástico», Tiempos Modernos, 30, s. p. Angulo Morales, Alberto (2000), Del éxito en los negocios al fracaso del Consulado: la formación de la burguesía mercantil de Vitoria (1670-1840). Bilbao, Universidad del País Vasco. — (2002), «Los comisionados del Banco Nacional de San Carlos en las capitales vascongadas (1782-1808)», Vasconia, 32, 305-320. — (2010a), «Otro imposible vencido. Hombres, provincias y reinos en la Corte en tiempos de Carlos II», en Rafael Torres (ed.), Volver a la «hora Navarra», Pamplona, Eunsa, 33-72.

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