Los Habiru

July 4, 2017 | Autor: Sonia Harim | Categoría: Ancient Near Eastern History, Historia Antigua del Cercano Oriente
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Descripción



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INTRODUCCIÓN


Los habirū son probablemente, una de las incógnitas relevantes pendientes de descifrar en la historia del Próximo Oriente antiguo. Diversas fuentes aseguran que su aparición en el panorama social y estatal fue alrededor del II milenio antes de nuestra era, entrando en la civilización mesopotámica como tribus seminómadas desarraigadas quienes se dedicaban normalmente al pastoreo, y ocasionalmente al pillaje.
Fueron primeramente definidos como gentes que no eran ni sumerios, ni acadios, solamente clanes semitas provenientes de otras tierras, junto con los amurrū (amorreos) originarios de la estepa occidental siria.
El impacto provocado en la sociedades mesopotámica y babilónica fue definitivo y supuso el ocaso de la hasta el momento pacífica simbiosis sumero-semita (que acontece con el fin del III milenio antes de nuestra era y abre la época paleosemítica).
Los habirū, estas tribus semitas con inicio en la antigua Mesopotamia, dieron lugar posteriormente a los llamados 'ivri, los antiguos hebreos, que mucho después originarían su nación y encontrarían cobijo en las tierras de Canaán.



Mi objetivo para este trabajo es analizar con profundidad el origen de dichas tribus y su evolución social, religiosa y cultural desde su inicio hasta lo que hoy llamamos antiguo Israel, considerando el impacto en otras naciones que se cruzaron en su camino y asimismo, la influencia que tomaron ellos de otras sociedades circundantes. Los antiguos reinos israelitas (Judá e Israel) no entran dentro del marco de mi trabajo, como tampoco la época de los Reyes ni de los Jueces.
Para adentrarme en esta historia, he tenido en cuenta también el Antiguo Testamento, desde el Éxodo en Egipto hasta la conquista de Canaán que empieza en manos de Josué.
Arqueólogos e historiadores han coincidido en infinitas ocasiones acerca de la historia que concierne a este pueblo, que no dejó casi material arqueológico en Mesopotamia, pero sí mucho y muy variado en Canaán. Que lo encontrado concuerde con los escritos del Antiguo Testamento da mucho que pensar, y ayuda considerablemente a fusionar una visión física de los hechos históricos con una visión más personal y más elaborada de cómo eran dichas tribus.


Es posible que a lo largo y ancho del trabajo use la datación temporal usada por el Doctor Joaquín Sanmartín en su libro Historia antigua del Próximo Oriente. Mesopotamia y Egipto, pues me ha sido de gran utilidad en el momento de organizar y esquematizar mi trabajo.



ÍNDICE GENERAL

Origen de los habirū
Análisis cultural
Rasgos culturales
Religión
Modo de vida
Las cartas de Tall Al-Amarna
Habirū y hebreos. Abraham
Israelitas
Conclusiones















1. ORIGEN DE LOS HABIRŪ

Los habirū (del verbo semita 'abāru ) fueron tribus seminómadas semitas provenientes de la estepa siria que hicieron su súbita aparición y concentraron su actividad durante el II y hasta el fin del III milenio antes de nuestra era (s. -XIV), y que aumentaron su actividad durante el periodo de Ur III. Estos habirū fueron el factor determinante del tránsito de la fase cultural mesopotámica I a la II y el motor de lo que hemos llamado Época Paleosemítica.
Siendo Ur una ciudad sumeria, las primeras referencias a ellos, durante el reinado del rey Šulgi de Ur, están en lengua sumeria, en la que se referían a ellos bajo el logograma SA.GAZ, étimo indescifrable por no tener equivalente en dicha lengua. La mayoría de sus nombres, registrados en estelas y tablillas en los dos idiomas mesopotámicos, son de origen acadio, semita occidental o hurrita (como en las tablillas de Ebla y Mari, descubiertas en 1933 por A. Parrot).
Las tribus habirū entraron en territorio mesopotámico junto con otras tales como los amorreos, los benjaminitas y los haneos, siendo los primeros los que más impactaron en la sociedad social, lingüística y políticamente. Normalmente estas tribus hablaban los mismos dialectos semíticos que las poblaciones urbanas mesopotámicas, y no desarrollaron características culturales propias hasta mucho después.
Los habirū -y seminómadas en general- se encontraban ya por todo el Creciente Fértil, aunque predominantemente en Mesopotamia y Asiria, extendiéndose paulatinamente a mientras avanzaba el poder semita en el este, en Súmer y Akkad.


El Creciente Fértil durante el Imperio Nuevo.


El modo de vida de los seminómadas, con sus tiendas, sus macrofamilias y clanes, su idioma y su tradición, chocaba terriblemente con el modo de vida instaurado en la sociedad mesopotámica, centrada en la ciudad-templo, en un panteón estable de dioses sumerios y en el sedentarismo; por lo que el primer problema para los sumerios era el registro censal de dichas gentes que habían aparecido de golpe en su mundo. A pesar del choque cultural, la ciudad siempre atrajo a esos pastores que podían parecer tan inofensivos en un principio. Esta atracción llevó posteriormente a la toma de poder de ciudades enteras a manos de las tribus ya mencionadas.

Mediante una inserción lenta pero paulatina en la sociedad mesopotámica de la época, las tribus semitas acabaron por crear sus propias dinastías en ciudades tan significativas como Mari y Akkad, entre otras. Su modo de gobierno, un tanto agresivo ocasionalmente, acabó por destruir la dinastía III de Ur y su centralismo, que hasta el momento apoyaba una simbiosis sumero-semita considerada por ambos lados, perfecta. ¿Qué sucedió entonces, para que los clanes desarraigados y menospreciados por los ciudadanos urbanos llegaran al poder y dejaran tal impacto en la sociedad mesopotámica para el resto de su historia? Los pastores miraban con desagrado la vida urbana, aunque, como los amorreos hicieron, acabaron por tomar el poder de modo brutal y constante hasta instaurar su estirpe en tierras extrañas, como por ejemplo Asiria y Babilonia. La influencia que los amorreos y demás tuvieron sobre las sociedades mesopotámicas cambió para siempre el rumbo del país.
Más tarde, se produjo el mismo fenómeno con los arameos y uno de sus clanes, los caldeos, que se apropiaron de la ciudad de Ur (donde originariamente provenía el patriarca Abraham, del que más tarde hablaremos) y que en general, fueron creando varios estados en toda la zona de influencia mesopotámica, que, recordemos, se extendía incluso hasta el sur de Anatolia. Con la invasión semita de distintas tribus ya nombradas, el ámbito lingüístico hizo un cambio radical y definitivo, hasta el punto de perderse el sumerio como lengua hablada (aunque manteniéndose un tiempo prudencial como lengua de cultura) para ser substituido por el acadio y el arameo.

2. ANÁLISIS CULTURAL

2.1. Rasgos culturales
Las bandas de habirū no desarrollaron lengua ni cultura propia durante su estancia en Mesopotamia, sino mucho después de haber asimilado nuevos individuos provenientes de otras culturas circundantes (recordemos que estas bandas agrupaban gentes de distintos países y culturas).
A pesar de ser tribus itinerantes que no mantenían una conexión estable con ningún centro urbano (al menos hasta que se "instalaron" en Mesopotamia de forma definitiva), los habirū eran las gentes más cultas del desierto; recordemos que el patriarca Abraham provenía de una ciudad, aún y mantener una relación eterna con el desierto y la estepa.
El término habirū, originariamente, denota un modo de vida más que un grupo étnico determinado, por lo que se entiende que había varios grupos a lo largo y ancho del Creciente Fértil que pertenecían a dichas tribus. Cada una de ellas era dirigida por un jefe, como en el caso de Abraham y su tribu en partir de Mesopotamia. Las tribus amorreas y los habirū estaban caracterizados por una fuerte estructura clánica, cosa que posteriormente podría llevar a las distintas tribus hebreas asentadas en Canaán, que darían a luz a los futuros israelitas.
Una frase para enfatizar el sino de los habirū en este contexto es "Un habirū no nace: se hace" (Sanmartín, 1998:69), por donde puede interpretarse que la distinción cultural no era tan obvia como podía verse con los otros grupos pastoriles (a pesar de haber llevado consigo el que sería el calendario judío). Ser habirū es ser pastor de la estepa, de las montañas, e ir vagando: un modo de vida, no necesariamente una cultura (a pesar de que posteriormente, su evolución será tan marcada que ya adquirirán características culturales diferenciables de las de otras tribus).
Una vez en tierra cananea, los habirū, quienes parecen haber sido siempre monoteístas, llevan sobre sus hombros la autoridad del dios a quien ellos llamaron El. A pesar de todo, la influencia siria en la cultura y vida cananea del momento también tiene alcance religioso, por lo que la figura del dios Baal también se instaura en según qué momentos en gentes de origen habirū establecidas en Canáan.

2.2. Religión
Considerando que los habirū son identificados por vez primera en Mesopotamia, es más que posible que, siendo seminómadas, veneraran divinidades solares y lunares. Otro aspecto que apoya la teoría de las divinidades celestes, es el calendario acadio, que da origen al actual calendario judío, que es lunar. No debería descartarse esta posibilidad.
Abraham, el patriarca de varias tribus en las que se incluían los habirū, es considerado el primer proto-monoteísta, proveniente de una cultura donde el culto a la luna se estaba convirtiendo en una forma rudimentaria de monoteísmo. La huida de un país politeísta con un panteón como el mesopotámico debería entenderse como un gesto de madurez por parte de las tribus habirū.
A pesar de todo, y debido a que la cultura de los antiguos hebreos era cananea y, globalizando, semítica, veneraban en ocasiones a dioses de panteones semíticos, tales como Baal, Asherah y El (que más tarde sería el Allah musulmán y el Elohim judío). Muchas ciudades cananeas tenían su versión patronal del dios, como por ejemplo El Shaddai (de la ciudad amorita de Shaddai), El Elyon…y así sucesivamente. Las cartas de Tall Al-Amarna también mencionan la veneración en Jerusalén de una diosa llamada Kheba, la posiblemente llamada Eva.
El Di-s judío (YHWH) era originariamente considerado el dios de la guerra en Edom y Midián, y fue asimilado paulatinamente en el panteón cananeo, pasando así también a los habirū, quienes tenían una fuerte tendencia al culto a los antepasados y al dios tribal de su clan (eran proto-monoteístas).
Los dioses antes citados fueron fusionándose gradualmente hasta llegar a ser todos únicamente YHWH.
Durante la estancia de los habirū en Egipto, la cuestión religiosa gana importancia: los habirū eran las gentes más cultas del desierto, ahora habitando en Goshen, donde se poseía un panteón provisto de dioses que eran animales y a la vez, hombres. El significado que tenía el dios para los hebreos y para los egipcios era radicalmente distinto, por lo que es de suponer, que la huída de Egipto también suponía una liberación espiritual para los habirū (tal como lo supuso para Abraham abandonar Ur y los múltiples dioses que reverenciaban sus padres).
Es posible que la ley mosaica tenga trazos de la ley cananea, de origen sumerio, babilonio, asirio e hitita. La antigua teoría de que la mayor parte del material mosaico deriva de los tiempos que siguieron al Éxodo puede desecharse, pues los israelitas ya tenían la idea de ley muy presente desde tiempos bastante anteriores. El libro técnico del Levítico, muy ritualista y fuente de la base legal de la vida religiosa y cívica organizada de los israelitas, armoniza muy bien con lo que se sabe de la historia política de éstos durante los siglos XIII y XII antes de nuestra era. Lo mismo sucede con el libro del Deuteronomio, que también aborda cuestiones como la dieta, la medicina, la ciencia rudimentaria y la práctica profesional, además de la ley. El contenido de dichos libros concuerda también con material no bíblico, que abarca temas análogos, y que fue compuesto en el Oriente Próximo durante la Edad del Bronce Tardío o que ya había estado circulando durante siglos.
Tradicionalmente se ha considerado que los habirū, en su mayoría, pasaron a ser judíos en recibir Moisés los Diez Mandamientos.
2.3. Modo de vida
Los habirū están descritos en las fuentes mesopotámicas y egipcias como meras bandas de salteadores, vagabundos y pastores, pero que a pesar de ello, tuvieron una gran influencia en la zona hasta el fin de la misma era mesopotámica. Inicialmente, eran inmigrantes que se agruparon con otros inmigrantes, creando bandas que más tarde serían tribus, ni completamente urbanas, ni completamente nómadas.
La característica cultural más significativa de estas tribus seminómadas es una que sobrevivió por largo tiempo, y que incluso tiene su huella en las gentes post-cananitas actuales: las macrofamilias y la intensa estructura clánica. Su hábitat de origen era la zona esteparia siria y árabe septentrional, donde se dedicaban a la ganadería transhumante, normalmente de ganado menor y de asnos.
También en el ámbito alimenticio tenían sus particularidades: aparentemente, estas tribus rechazaban el consumo de cerdo incluso antes de llegar a Canaán, y es posible que por su expansión geográfica, esta costumbre fuera adoptada también por otros pueblos de la zona. La prueba arqueológica que apoya esta teoría es que en los restos de ciudades o asentamientos no se han encontrado huesos de este animal.



3. LAS CARTAS DE TALL AL-AMARNA
El documento que más informa sobre los habirū son las cartas de Tall Al-Amarna (ciudad del Alto Egipto), escritas en acadio cuneiforme, de la época de los faraones Amenofis III y Amenofis IV (primera mitad del s.XIV antes de nuestra era), donde se expone algunas características de su modo de vida y el entorno en el que se mueven, así como su papel en el marco político del momento (intervenciones casuales en la política levantina, siria, mittánica, hitita, alasita [de Chipre] o mesopotámica y también casuales momentos en que actuaban como legiones mercenarias de las ciudades-estado sirias).







Una de las tablillas de Tall Al-Amarna.

Las cartas de Tall Al-Amarna contienen cartas de reyes cananitas y babilonios – Rey de Shechem, Rey de Ahshaf, Rey de Jerusalén y Rey de Hazor entre otros- quejándose de las tribus habirū que estaban invadiendo el país y atacando caravanas y ciudades. Estos hechos sucedieron en el siglo XIV antes de nuestra era.
Cuando Egipto tenía el dominio nominal sobre el territorio siro-palestino, los faraones Amenofis III y Amenofis IV mantuvieron activa correspondencia con dicho territorio, comentando la situación sociopolítica en la zona, donde los habirū amenazaban constantemente el poder. Estas cartas cuentan 382 en total, y pueden ser situadas con precisión entre los años 1389-1358 antes de nuestra era.
No solamente eran los habirū quienes controlaban y luchaban por el poder en la zona: también los llamados "Pueblos del Mar", provenientes de Egipto y asentados en la costa, luchaban violentamente por el poder, intentando tomar el poder en Libia, Egipto, el Egeo, Siria y Anatolia, entre otros. Como consecuencia, ciudades como Ugarit, Qatna, Qadeš, Meggido, Ašdod y Gaza quedaron destruidas y controladas por estos "Pueblos del Mar", los filisteos (llamados pulesti en los textos egipcios), los que darían nombre al territorio que tiempo después llevaría su nombre: Palestina.




4. HABIRŪ Y HEBREOS. ABRAHAM.
Abraham, el habirū, "el padre de todas las naciones", partió de la ciudad sumeria de Ur de los Caldeos (recordemos que los caldeos eran un clan amorreo especialmente violento) tras ser llamado por Di-s a seguir el camino divino correcto, según cuenta la tradición. La religión mesopotámica le era demasiado incómoda, y como él creía en una divinidad y no en varias, como hacían sus padres, decidió emigrar, muy posiblemente con más personas, hacia Canaán. Es de suponer que durante su travesía por Siria – donde nacieron y crecieron incluso los 12 hijos de Israel excepto Benjamín- y Harán también absorbió algunas ideas culturales y religiosas de la gente autóctona, quienes eran semitas y hurritas. Toda esta migración está relatada en los capítulos 11-25 del Génesis.

Abraham, por Efraim Moses Lilien.
Los habirū, que fueron extendiéndose paulatinamente por todo el Creciente Fértil, debían haber contenido entre ellos a Abraham, durante su travesía por las ciudades de Ur, Sippar, Mari, Haran, Karkemiš, Alepo, Damasco, Shechem, Hebrón, Beersheva y, si tenemos en cuenta la teoría de la identificación habirū-hykso, llegaron también a la ciudad egipcia de Avaris, donde comenzó la expansión por la zona.
A comienzos del I milenio antes de nuestra era, los habirū y otras tribus hebreas poseen el control de los reinos antiguos de Israel y Judá, compartiendo territorio con los fenicios en la costa palestina y con los arameos al norte, en la zona de Damasco. Este marco cronológico ya le pertenece a Salomón, quien, gracias a la debilidad del imperio asirio, expande su territorio, así como expande la cultura de los habirū en todos los puntos cardinales.
Si comprobamos la concordancia del Antiguo Testamento con las listas de reyes mesopotámicos y sus correspondientes reinados con las genealogías de los patriarcas hebreos, llegamos a la conclusión de que los patriarcas del Génesis pertenecen al periodo entre Ur-Nammu y Hammurabi –entre 2100 y 1550 antes de nuestra era-, en la Edad del Bronce Tardío. Es posible que Abraham llevara las leyendas del zigurat (la Torre de Babel) y el Diluvio consigo en partir hacia Canaán, para que, tras generaciones y miles de años, pasaran a formar parte de la tradición y la historia común de su pueblo.

El étimo hykso, usado en fuentes egipcias, significa extranjero, por lo que es de suponer que la gran comunidad habirū de Goshen era considerada y conocida oficialmente como comunidad hykso. Hubo otra referencia a los habirū en Egipto, en textos tales como el papiro de Brooklyn nº35, 1446 y en las Inscripciones del Sikor nº123 y 112 respectivamente, así como en la tumba nº3 de Beni Hassan; donde se llama amu a los esclavos del faraón, provenientes de Canaán y con nombres semitas. Las características de estas gentes hacen que los historiadores los identifiquen con los antiguos hebreos pre-Éxodo.

Las leyendas como las del Éxodo (hyksos), el paso por el Sinaí (shasu) o la conquista de Canaán (a manos de Abdi-Ashirta y sus descendientes) y otras muchas quedarían impregnadas en la conciencia de los errantes/hebreos y pasarían a formar parte de la historia del pueblo hebreo.

La primera ola migratoria de Canaán a Egipto parece haber sido en época de Abraham, y la segunda siendo en tiempos de Jacob. Todos ellos, en llegar a Canaán, seguían siendo llamados extranjeros: esta palabra se repite en el Antiguo Testamento varias veces, para remarcar el origen no-cananita de los hebreos, en concreto, de Abraham, que vino directamente de Ur, en Mesopotamia.

Según el libro de Números y el Deuteronomio, los israelitas/habirū capturaron territorios al este del Jordán, donde posteriormente se asentaron las tribus de Rubén, Gad y la mitad de Manasés.
Fue entonces, cuando se asentaron en Canaán, que adoptaron el hebreo como idioma propio.

La evolución étnica y lingüística de los habirū y de las distintas tribus semitas de Canaán se corresponden con la genealogía de Abraham y sus descendientes: Hagar, la egipcia, iba a ser madre de los futuros árabes, quienes compartían en parte esta cultura seminómada con los habirū. Además, tras cuatro generaciones en Canaán, los habirū dieron lugar, debido a su expansión por el territorio, a los amonitas, los madianitas, ismaelitas, moabitas, lihyanitas y edomitas. Ellos mismos avanzaron y pasaron a ser los israelitas, que mucho más adelante pertenecerían a los reinos de Judá e Israel, para ser la nación judía mucho más tarde.





A partir de la evolución de estas tribus, se conoce a los habirū como 'ivri, quienes mantuvieron el linaje sanguíneo y la tradición cultural (hebreos).
Para dejar clara la idea, podría decirse que las tribus hebreas eran habirū pero no todos los habirū eran hebreos/israelitas. Ser habirū es tener unas características culturales y un modo de vida determinados, y los hebreos/israelitas son ya un grupo étnico/lingüístico/cultural determinado.


ISRAELITAS

Las antiguas tribus habirū, a quien ya llamaremos israelitas, se asentaron en Canaán en el siglo XIII antes de nuestra era, durante la época semítica media (-1000-609).
Tenían un origen común y antepasados y tradiciones comunes, por lo que además de tener rasgos culturales casi idénticos (exceptuando quizás a Efraím y las tribus del norte), hablaban también dialectos de un mismo idioma. Este nexo étnico-cultural era la base más sólida de la ideología de dichas tribus (entre los que también contamos los arameos).
La extensión de estos pueblos fue notable, pasando a ambos lados del río Jordán, y, por así decirlo, casi de punta a punta de lo que hoy conocemos como Israel/Palestina.
Como ya hemos visto muy superficialmente en mencionar las cartas de Tall Al-Amarna, la zona siro-palestina estaba dominada por jeques sin gran poder, en su momento bajo el dominio de Egipto, esta vez por débiles sometidos a las oligarquías locales, es decir, a las macrofamilias (que ya se vieron por primera vez en la aparición de los habirū en Mesopotamia).

A partir de este momento, encontramos ya la mención de estas tribus bajo el nombre común de Israel en la Estela de Merenptah, donde aparecen bajo el nombre de . La estela, que proviene de Egipto, es el primer documento donde aparece explícitamente Israel y no tribus dispersas en territorio cananeo.
Aunque la estela per se habla de otros conflictos, menciona Israel como nación constituida por grupos seminómadas y no como país; aparte de mencionar el sitio de las ciudades cananeas de Gezer, Ashkelón y Yanoam.
La estela (y los egipcios en general) llamaban a los antiguos hebreos/habirū Shasu (como ya he mencionado anteriormente), entendidos como grupos semi-beduinos cananitas identificados con la nación de Israel.



CONCLUSIONES


Los habirū tuvieron para el futuro un peso más importante que el que tuvieron al inicio de su historia como pastores de la estepa. Simples pastores se extendieron y acabaron con un imperio cultural potentísimo, que se despedazó y desapareció entre las arenas del desierto. Simples pastores dieron origen a un fuerte país que acabó por desaparecer, pero que creó a un grupo etnocultural todavía muy vivo: los hebreos. llegaron mucho más lejos de lo que llegaron los sumerios, y su idioma fructificó en el arameo, el hebreo y el árabe.
La hormiga acaba con el reino de la cigarra y establece su mandato eterno, ya no como pastor, sino como guía y luz de una gran nación.


BIBLIOGRAFÍA

JOHNSON, Paul, 1987, A history of the Jews, London, Ediciones B para Zeta de Bolsillo
SANMARTÍN, Joaquín, 1998, "El Próximo Oriente asiático. Mesopotamia y sus áreas de influencia", en: Joaquín Sanmartín / José M. Serrano, Historia Antigua del Próximo Oriente: Mesopotamia y Egipto (Akal textos 22), Madrid: Akal Ediciones.
BARNAVI, Eli, 2002, A historical atlas of the Jewish People: from the Time of the Patriarchs to the Present, New York, Paris: Hachette Littératures.




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