Los grupos populares en las ciudades de la Europa Medieval: reflexiones en torno a un concepto de historia social

July 4, 2017 | Autor: J. Solórzano Tele... | Categoría: European History, Medieval History, Urban History, Social History
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Descripción

Jesús Ángel Solórzano Telechea Beatriz Arízaga Bolumburu Jelle Haemers Editores

Los grupos populares en la ciudad medieval europea

Logroño, 2014

Los grupos populares en la ciudad medieval europea / Jesús Ángel Solórzano Telechea, Beatriz Arízaga Bolumburu y Jelle Haemers (editores). – Logroño: Instituto de Estudios Riojanos, 2014. 572 p.: il.col.; 24 cm. – (Ciencias Históricas; 30).- D.L. LR 881-2014. – ISBN 978-84-9960-073-4

Índice

1. Población -- Europa -- Historia social -- S.V-XV. 2. Situación social—Europa -- S.V-XV. I. Solórzano Telechea, Jesús Ángel. II . Arízaga Bolumburu, Beatriz. Haemers, Jelle. III. Instituto de Estudios Riojanos. IV. Título. V. Serie. 308-054(4)”04/14” 314-054(4)”04/14”

Reservados todos los derechos. Ni la totalidad ni parte de esta publicación pueden reproducirse, registrarse o transmitirse, por un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio, sea electrónico, mecánico, fotoquímico, magnético o electroóptico, por fotocopia, grabación o cualquier

PRESENTACIÓN 11

José Abel Bayo Martínez, Consejero de Educación, Cultura y Turismo de La Rioja

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Marta Martínez García, Alcaldesa de Nájera

otro, sin permiso previo por escrito de los titulares del copyright.

Los trabajos de la presente publicación han sido sometidos a una doble revisión anónima por parte del siguiente Comité Científico Internacional: Beatriz Arízaga Bolumburu (Universidad de Cantabria). Amélia

INTRODUCCIÓN

Aguiar Andrade (Universidade Nova de Lisboa). Raphaela Averkorn (Universität Siegen). Michel Bochaca

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(Université de La Rochelle). Ariel Guiance (CONICET-Universidad de Córdoba de Argentina). Ricardo Izquierdo Benito (Universidad de Castilla-La Mancha). Christian Liddy (University of Durham). Denis Menjot (Université de Lyon II). Esther Peña Bocos (Universidad de Cantabria). Giuliano Pinto (Universitá

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degli studi di Firenze). Sarah Rees Jones (University of York). Vicente Salvatierra Cuenca (Universidad de Jaén). Louis Sicking (Universiteit Leiden). Urszula Sowina (Instituto Arqueológico de Varsovia). Isabel del Val Valdivieso (Universidad de Valladolid).

PRIMERA PARTE: CARACTERIZACIÓN DE LOS GRUPOS POPULARES: DENOMINACIONES, ACTIVIDADES URBANAS Y MOVILIDAD 53

El trabajo de los grupos populares en las ciudades de la Corona de Castilla a fines de la Edad Media: los oficios del sector productivo Ricardo Córdoba de la Llave

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Il lavoro salariato nell’italia medievale (secoli XIII-XV) Maria Paola Zanoboni

Primera edición: noviembre, 2014 © Jesús Ángel Solórzano Telechea, Beatriz Arízaga Bolumburu y Jelle Haemers (editores)

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Os grupos populares nas cidades medievais portuguesas: problematização e inserção no espaço urbano Arnaldo Sousa Melo y Maria do Carmo Ribeiro

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The common good and common profit in the trade regulations of medieval English towns James Davis

151

Del taller al consell. El rol político de los artesanos. Las pequeñas ciudades pañeras del sur valenciano (Segunda mitad del siglo XV) Antoni Llibrer Escrig

© Instituto de Estudios Riojanos, 2014 C/ Portales, 2 - 26001, Logroño, La Rioja www.larioja.org/ier © Imagen de cubierta: Los efectos del buen gobierno. Lorenzetti. Palacio comunal de Siena. Depósito Legal: LR 881-2014 ISBN: 978-84-9960-073-4 Diseño gráfico de la colección: Ice comunicación Producción gráfica: La Mirada comunicación (Logroño) Impreso en España. Printed in Spain.

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7

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Grupos de poder, construcción de la realidad y formación de la opinión pública: el villazgo de Brozas (1537) Luis Vicente Clemente Quijada

441

Hildesheim y Palencia en la Baja Edad Media, luchas de poder y movimientos sociales Jesús A. de Inés Serrano

199

La movilidad social por motivos culturales en Barcelona en el siglo XIV Oriol Murall Debasa

469

Mujeres y concejos en Castilla en la Baja Edad Media Beatriz Majo Tomé

499 221

Movilidad geográfica de los grupos populares (Perpiñán, siglos XIV-XV) Elodie Capet

Las mujeres del común y la sociedad política en el País Vasco bajomedieval Janire Castrillo Casado Construir la identidad pechera: la lucha contra la exención fiscal en Astorga, León y Oviedo durante el siglo XV Raúl González González

523 SEGUNDA PARTE: EL COMÚN Y LOS PODERES URBANOS: PARTICIPACIÓN POLÍTICA, IDEOLOGÍA Y REIVINDICACIONES 241

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¿Qué tiene de común el ‘común’? La construcción de una identidad política en Castilla a fines de la Edad Media Hipólito Rafael Oliva Herrer El común de pecheros en la vida política de las ciudades castellanas en las vísperas de la revuelta comunera (1504-1520) Máximo Diago Hernando

301

Las voces del común en el mundo urbano de la España atlántica en la Baja Edad Media Jesús Ángel Solórzano Telechea

345

Común y protesta social en San Vicente de la Barquera a finales de la Edad Media Fernando Martín Pérez

371

Ad petitionem burgensium. Petitions and peaceful resistance of craftsmen in Flanders and Mechelen (13th-16th centuries) Jelle Haemers

395

Des populaires de Montpellier et d’ailleurs: réflexions sur une dénomination politique Vincent Challet

413

Commun et communes, révoltes ou révolutions: participation politique et luttes de pouvoir dans les villes allemandes à la fin du Moyen Âge Gisela Naegle

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CONCLUSIÓN 545

Are ‘popular groups’ powerless? Towards a research agenda Jelle Haemers y Jesús A. Solórzano Telechea

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Resúmenes / Abstracts

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Los grupos populares en las ciudades de la Europa medieval: reflexiones en torno a un concepto de historia social 1

Jesús Ángel Solórzano Telechea Universidad de Cantabria Jelle Haemers Universidad de Lovaina “Nuestras vidas son los ríos / que van a dar en la mar, / qu’es el morir; / allí van los señoríos/ derechos a se acabar/ e consumir; / allí los ríos caudales, / e más chicos, / allegados, son iguales / los que viven por sus manos / e los ricos.” Jorge Manrique, Coplas por la muerte de su padre.

1. Del concepto de status hominum al de GRUPOS POPULARES Las interacciones entre la sociedad y el individuo del pasado es una de las tareas centrales que han de afrontar los historiadores sociales. La solución del dilema es compleja y aúna el análisis minucioso de las fuentes históricas, así como el

1.  Esta monografía recoge los trabajos presentados en el congreso internacional sobre Los grupos populares en la ciudad medieval europea. X Encuentros Internacionales del Medievo de Nájera, que se inscribe en el proyecto de investigación financiado por el gobierno de España Las sociedades urbanas de las ciudades y villas portuarias de la Europa Atlántica en la Baja Edad Media (HAR2012-31801).

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prisma que nos brindan las teorías y los modelos sociales. Sobre este particular, en 1992, Peter Burke realizó una sugerente reflexión, dirigida a los historiadores, sobre el uso de los conceptos sociales para referirnos a las sociedades a lo largo de la historia, concluyendo que era imposible obviar los modelos, ya que son los que nos proporcionan una visión global, si bien la cuestión de fondo radicaba, según él, sobre la elección de los paradigmas. La propuesta de Peter Burke consistía en que, en primer lugar, sin la combinación de historia y teoría, es probable que no comprendamos ni el pasado, ni el presente y, por otra parte, defendía la necesidad de evitar en la medida de lo posible cualquier anacronismo2. En efecto, es de sobra conocido que los análisis sociales basados en fuentes documentales están vinculados a discursos historiográficos y teorías, aunque hay muchas maneras de combinarlos; tal como dijo Lucien Fèbvre a mediados del siglo XX, al afirmar que no hay historia sin hipótesis que ilumine lo que queremos conocer3. En la actualidad, nos seguimos enfrentando al punto muerto al que llegaron los grandes paradigmas historiográficos del siglo pasado a causa del postmodernismo4.

hermenéutica de Paul de Ricoeur y Hans Georg Gadamer7, el análisis conceptual de John Pocock y Quentin Skinner, así como, muy especialmente, la “historia de los conceptos” o Begriffsgeschichte de Koselleck, Brunner y Conze8, que han estudiado los grupos sociales más como un fenómeno lingüístico que como un hecho social. Para estos últimos, el cambio histórico se puede conocer gracias al surgimiento y evolución de los conceptos, si bien el análisis se complica porque los conceptos del mundo en el que vive el historiador se mezclan con los de los actores sociales que estudia. Por este motivo, en los últimos años se ha asistido a una creciente historización y se ha tratado de hacer una historia que utilice tanto los conceptos de los sujetos histórico-sociales analizados, como los usados por los historiadores9. Así, muchos han sido los historiadores que se han preguntado por el carácter de “grupo social” de los populares. Por ejemplo, Pierre Racine cuestionaba que el popolo fuera un grupo social y prefería denominarlo grupo de presión10. Peter Burke sostenía que los populares formaban un “grupo de estatus”, es decir, un conjunto de subgrupos, ya que el término “grupo social” sería más pertinente para las sociedades industriales11. Sin embargo, Robert Fossier defendió la existencia del concepto de clase social, aplicado a la Edad Media, así como la lucha de clases y la conflictividad social12. En consecuencia, esto nos lleva a considerar las nociones creadas por los sociólogos y los historiadores sociales.

Por lo general, como veremos más adelante, los historiadores sociales han trabajado con dos modelos, el consensual y el conflictivo, si bien ambos son complementarios y entienden el grupo social como un hecho social. El primero, vinculado a la escuela de Émile Durkheim5, ha hecho hincapié en los vínculos de solidaridad y cohesión social; el segundo, ligado a la escuela marxista, ha venido descansando en el conflicto social6. Sin embargo, en los últimos treinta años, ha tenido una gran influencia el denominado “giro lingüístico”, la

2.  Burke, P. “The language of orders in early modern Europe”, Bush, M.L. (Ed.) Social orders and social classes in Europe since 1500: studies in social stratification. Longman, Nueva York, 1992: 1-12. Burke, P. Historia y teoría social. Amorrortu, Buenos Aires, 2007. 3.  Fèbvre, L. Combates por la historia. Altaya, Madrid, 1999 (primera edición de 1952). 4.  Jansen, H. The construction of an urban past. Narrative and system in urban history. Berg, Oxford, 2001. Sobre la teoría social, véase Giddens, A. La constitución de la sociedad. Amorrortu, Buenos Aires, 1995. 5.  Durkheim, E. Escritos selectos. Nueva Visión, Buenos Aires, 1992. 6.  Giddens, A. La constitución de la sociedad. Bases para la teoría de la estructuración. Amorrortu, Buenos Aires, 1995. Freund, J. Sociología del conflicto. Editorial del Ministerio de Defensa, Madrid, 1995. Coser, L. Las funciones del conflicto social. Editorial Fondo de Cultura Económica, México, 1961.

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1.1. El ‘grupo’ como concepto social En la presente monografía hemos optado por escoger un concepto social compuesto –grupos populares-, en el que se combina de una parte un término

7.  Gadamer, H.G. Hermenéutica, estética e historia. Antología. Sígueme, Salamanca, 2013. Ricoeur, P. Historia y narratividad. Paidós, Barcelona, 1999. 8.  Pocock, J.G.A. The Machiavellian Moment: Florentine Political Thought and the Atlantic Republican Tradition. University of Princeton, Princeton, 1975. Pocock, J.G.A. Pensamiento político e historia. Ensayo sobre teoría y método. Akal, Madrid, 2011. Koselleck, R. Futuro pasado. Para una semántica de los tiempos históricos. Paidós, Barcelona, 1993. Fernández Sebastián, J. (Ed.) Political concepts and time. New approaches to conceptual history. Universidad de Cantabria, Santander, 2011. 9.  Benigno, F. Las palabras del tiempo. Un ideario para pensar históricamente. Cátedra, Madrid, 2013: 40. 10.  Racine, P. “Le ‘popolo’, groupe sociale ou groupe de pression?”, Nuova Rivista Storica, 73, 1989: 133-150. 11.  Véase Burke, P. Historia y teoría social..., op. cit.: 96-97. 12.  Fossier, R. La sociedad medieval. Crítica, Barcelona, 1996: 455 y ss.

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clásico de los estudios sociológicos, como es el de grupo, con otro que era propiamente medieval, populares. Por lo tanto, lo primero que hay que aclarar es lo que se entiende por el término grupo y populares. El concepto de grupo se usa como una herramienta analítica, que resulta útil para conceptualizar las relaciones en el seno de las sociedades medievales. Con la utilización de este término en plural –grupos- queremos señalar la riqueza y variedad que acogía este gran sector social en su interior.

esquemas interpretativos que llevaban a los historiadores a crear agrupamientos ficticios, que funcionaban, pero que podían agrupar a individuos que jamás se habrían reconocido juntos en un mismo grupo de interés. Si bien se partía de la situación económica para establecer los grupos sociales, Norbert Elías y Pierre Bourdieu introdujeron las diferencias culturales para poder reconocerlos, aunque mientras Bourdieu rehuía de la historicidad de los procesos, Elías partía del supuesto de que toda realidad social únicamente puede entenderse de manera procesual, por lo que la sociología ha de ser histórica16.

La teoría de los grupos comenzó a principios del siglo pasado, de la mano de Arthur Bentley13, quien expuso que, en primer lugar, toda actividad política de un grupo tenía por objeto alcanzar sus propios intereses en detrimento de los de otro grupo y, asimismo, los miembros de un grupo se unían por situaciones compartidas, lo que les impulsaba a dar una respuesta14. La teoría de los grupos fue revisada ampliamente por David Truman, para quien los grupos sociales y económicos no tenían unos objetivos políticos estables, sino que distinguía entre los “grupos sociales” y los “grupos de interés específicos”. Los primeros eran el resultado de las interacciones individuales que provocaban actitudes comunes a partir de la clase social, la etnia, la religión o la ocupación, mientras que los segundos estaban integrados por individuos que compartían actitudes semejantes sobre lo que se deseaba hacer en una situación dada y eran reconocibles gracias a sus peticiones a las instituciones15. Los estudios sociológicos, comprendidos entre el final de la Primera Guerra Mundial y los años setenta, nos transmitieron una imagen ordenada del mundo social, en el que existían modelos de clasificación de los grupos sociales con base en la actividad económica. La ‘claridad’ con la que se entendía la división social en el siglo XX, por supuesto, se extendía a los tiempos pretéritos. Obviamente, esto significó un fuerte reduccionismo, debido a la prevalencia de

La teoría clásica de los grupos fue criticada por Olson, Moe, Wilson, Lowi y ha tenido un gran desarrollo en la conceptualización de la teoría de la Acción Colectiva17. De este modo, como remedio a la crisis de las categorías sociales clásicas, se ofreció el concepto de identidad, que se reveló como una dimensión muy útil, pues ponía el acento en la construcción de los discursos, así como los valores y su representación. De esta manera, Antoine Prost vino a defender que los grupos sociales fueron construidos por las representaciones colectivas de la época -término este último ya utilizado por E. Durkheim-, lo que provocó el alejamiento de la historia social18. Una tendencia historiográfica a caballo entre lo social y la política es la denominada “historia social de la política”, que se presentó como una renovación de la historia social clásica y de las mentalidades. El objetivo de esta tendencia ha consistido, primeramente, en señalar que la progresiva institucionalización de la vida social influyó en gran medida sobre las identidades individuales y colectivas, así como en rehabilitar el papel de los actores sociales19.

16.  Álvarez Sousa, A. “El constructivismo estructuralista: La teoría de las clases sociales de Pierre Bourdieu”, Reis, 75, 1996: 145-172. Bourdieu, P. Razones prácticas. Sobre la teoría de la acción. Anagrama, Barcelona, 1997.

13.  Bentley, A. The Process of government. Harvard University Press, Cambridge, 1967 (Primera edición de 1908). 14.  Según el sociólogo E.O.Wright, se pueden establecer tres teorías sociales sobre los grupos: las centradas en los intereses materiales, en las experiencias vividas y en las capacidades colectivas. Wright, E.O. “Reflexionando, una vez más, sobre el concepto de estructura de clases”, Carabaña, J.; Francisco A. de (Comps.) Teorías contemporáneas de las clases sociales. Pablo Iglesias, Madrid, 1993: 32. 15.  Truman, D.B. The Governmental Process: political interests and Public opinion. Knopf, Nueva York, 1951.

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17.  Lowi, T. The politics of disorder. Basic Books, New York, 1971. Moe, T. The organization of interests. The University of Chicago Press, Chicago, 1980. Olson, M. Auge y decadencia de las naciones. Ariel, Barcelona, 1986. Smith, D. The rise of historical sociology. Temple University Press, Philadelphia, 1991. Murphy, R. “The structure of closure: a critique and development of the theories of Weber, Collins, and Parkin”, British Journal of Sociology, 35/4, 1984: 547-567. Tarrow, S. G. El poder en movimiento. Los movimientos sociales, la acción colectiva y la política. Alianza Editorial, Madrid, 2012 (primera edición de 1994). 18.  Prost, A. Doce lecciones sobre la historia. Cátedra, Madrid, 2001 (primera edición en francés del año 1996). 19.  Burke, P. “The language of orders in early..., op. cit.: 11.

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Las relaciones participan en la definición de otro concepto de suma importancia para los estudios sociales, la red social. Desde que el sociólogo John Arundel Barnes teorizara sobre la existencia de redes sociales en los años cincuenta, los análisis sociales han tenido en cuenta los vínculos de los individuos entre sí, que podemos definirlos como la distancia y el número de intermediarios que los separan. Las teorías sobre las redes sociales tuvieron muy buena acogida entre los historiadores sociales hace ya treinta años20. Desde el supuesto de que las redes sociales nunca se completan, ya que no se cierran sobre sí mismas, se afirmaba que los grupos sociales eran capaces de acoger en su interior innumerables redes sociales, cuya pertenencia era el resultado de actos institucionalizados, como podían ser las nominaciones para las elecciones municipales, la entrada en una cofradía religiosa o profesional, las procesiones y celebraciones del santo patrón del barrio o la ciudad21. Las redes sociales generaban unos vínculos de solidaridad que podían ser horizontales, como los lazos familiares, religiosos, profesionales y de alianza; o bien verticales, como los individuos que están ligados por lazos de fidelidad y clientelismo, o bien mixtos, como sucede en el caso de las consorterías o banderías. Estrechamente vinculado con el concepto de red social se hallaba, por lo tanto, el de “capital social”, que se generalizó en los estudios de historia social gracias a la obra de Robert Putnam. En uno de los trabajos de este politólogo, dedicado a las ciudades italianas, llegó a la conclusión de que las instituciones del norte funcionaban mejor que las del sur, porque había un mayor grado de confianza, que se había originado en función de las tradiciones cívicas y las redes informales. El capital social estaba conformado por los vínculos sociales informales que podían movilizarse para alcanzar un objetivo, un concepto, que como veremos mas adelante, participó del debate historiográfico sobre el papel del común en la Edad Media.

dominados, y que fueron retomadas por un grupo de sociólogos británicos en los años setenta, liderado por Frank Parkin22. Este definió el cierre del grupo social como el “proceso por medio del cual un grupo buscaba maximizar su posición y privilegios monopolizando los recursos y las oportunidades para su propio grupo, mientras que negaba el acceso a los que estaban fuera del círculo limitado de los elegibles”23. Parkin ligaba el cierre social a la exclusión social, poniendo como ejemplo el sistema aristocrático, en el que el grupo dominante controlaba el poder político y también institucionalizaba su derecho a traspasar el poder y los privilegios directamente a su descendencia. De este manera, el grupo dominante definía su identidad como superior a la de otros grupos y las estructuras de poder perpetuaban las desigualdades y socavaban los intentos de acceso al poder de los grupos inferiores. No obstante, Steve Rigby en su estudio sobre la sociedad medieval inglesa rechazó el cierre de los individuos en categorías sociales binarias, tales como grupos dominantes y dominados, u oligarquías y grupos populares. Por el contrario, la perspectiva de análisis partía del conocimiento de las actitudes de los individuos en su contexto familiar, vecinal, laboral, es decir, relacional. La elección de las solidaridades puede servir para ayudarnos a conocer la configuración de las relaciones en las cuales se movían los individuos, que conformaba los grupos de interés24. Desde esta perspectiva, el objetivo del grupo dominado ya no era la lucha de clases o de facciones, sino el establecimiento de la identidad del grupo y el monopolio de los recursos. Se recogían así algunos de los postulados de las teorías sociales de Norbert Elías y Pierre Bourdieu25, quienes rechazaron la dicotomía esencialista, que había dominado las ciencias sociales (individuo/grupo), para ofrecer una visión relacional de lo social, en la

Otra vía de interpretación sobre los grupos sociales ha consistido en analizar su actividad en el marco teórico del social closure, cuyas bases teóricas seguían el concepto formulado por Max Weber en 1946 sobre los grupos dominantes y 22.  Murphy, R. Social closure. The theory of monopolization and Exclusion. Oxford University Press, Oxford, 1988: 15-39.

20.  Wasserman, S.; Faust, K. Análisis de redes sociales. Métodos y aplicaciones. Centro de Investigaciones sociológicas, Madrid, 2013. Imízcoz Beunza, J.M. “Actores y redes sociales en Historia”, Carvajal de la Vega, D.; Añibarro Rodríguez, J.; Vítores Casado, I. (Eds.) Redes sociales y económicas en el mundo bajomedieval. Castilla ediciones, Valladolid, 2011: 19-33. 21.  Barnes, J.A. “Class and commitees in a Norwegian island parish”, Human relations, 7/1, 1954: 39-58.

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23.  Parkin, F. Marxism and class Theory: a bourgeois Critique. Columbia University Press, Nueva York, 1979: 44. 24.  “Any individual is positioned not just in one social dimension (of property ownership, esteem and so on) but rather at the meeting point of a number of axes of social inequality”. Rigby, S.H. English Society in the Later Middle Ages: Class, Status and Gender. Palgrave Macmillan, Nueva York, 1995: 283. 25.  Szakolczai, A. Reflexive historical society. Taylor & Francis, Londres, 2005.

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que lo individual y lo social son sólo dimensiones de un mismo proceso26. Pierre Bourdieu afirmaba que cuanto más cerca estuvieran las personas en el espacio social, mayor probabilidad existía de que llevaran a cabo una acción conjunta y formaran grupos sociales27. Sobre el espacio social, la teoría de Kurt Lewin vino a arrojar nueva luz al establecer que la percepción y el comportamiento de los individuos en un grupo, así como la estructura del mismo, se inscribían en un espacio social formado por dicho grupo y su entorno, lo cual creaba un espacio social28. Por último, queremos llamar la atención sobre la influencia de la teoría de los juegos ha tenido, asimismo, en la evolución de los planteamientos de la historia social, especialmente en lo referente al análisis de la conflictividad social, dada lo complejo que es estudiar las políticas de alianzas en los grupos sociales29.

urbano, ya que, en primer lugar, los medievales carecían de un único concepto y, en segundo lugar, a que si utilizásemos alguna de las expresiones del vocabulario medieval, tales como –orden, estado, pueblo, común, universidad, comunidad, etc.- correríamos el riesgo de emplear términos medievales con significados actuales provenientes de la sociología, la antropología y la politología.

Así pues, los problemas teóricos que se nos plantean con relación al concepto de ‘grupo’ son complejos y variados, pues es necesario tener en cuenta todas sus dimensiones. Esto nos ayuda a entender la constante reescritura a la que está sometido el análisis histórico, ya que cada cierto tiempo, desde cada perspectiva, los historiadores vuelven a plantear el conocimiento del pasado y se vuelve a interrogar a las fuentes.

1.2. El concepto de ‘populares’ La elección del término populares ha respondido a que nos ha parecido el más apropiado para denominar al conjunto de las personas no nobles en el medio

26.  Bourdieu, P. “De la casa del rey a la razón de Estado. Un modelo de la génesis del campo burocrático”, Wacquant, L. (coord.) El misterio del ministerio. Pierre Bourdieu y la política democrática. Gedisa, Barcelona, 2005: 43-70. Elias, N. El proceso de civilización. Investigaciones sociogenéticas y psicogenéticas. Fondo de Cultura Económica, México, 1988.

Lo primero que nos hemos preguntado ha sido sobre si el vocablo populares podría aludir a un verdadero grupo social, reconocido por la sociedad medieval, o bien nos hallamos ante una categoría conceptual sin coincidencia con el pasado medieval que intentamos analizar30. La sociedad medieval estaba estructurada en estados, definidos legalmente, en los que la riqueza y el poder, o su ausencia, venían dados por la estima social, el estilo de vida y el honor inherente a cada uno de ellos. Se trata de una sociedad que según la visión de Abbón de Fleury y Adalberón de Laón estaba dividida en tres órdenes (ordines) –los oratores, los bellatores y los laboratores-, sobre los cuales se erigía el rey, cuya función consistía en mantener el funcionamiento armónico del sistema31. Los populares aparecían formando parte no de un orden, sino de un estado dado, cuyo significado si bien era similar, pues remitía a una jerarquía, difería en que el primero era un concepto divino y estable, mientras que el segundo formaba parte de las contingencias de este mundo. En efecto, una sociedad de los órdenes no es lo mismo que una sociedad de los estados, pues esta última surgió en Europa hacia el 1200 para designar a los nacientes grupos sociales, ya que el concepto de orden era inadecuado para reflejar la nueva realidad sociológica, sobre todo la popular y urbana32. En castellano medieval, el concepto de orden fue poco utilizado, pues la condición social de una persona se recogía en el término estado al igual que ocurría en otras lenguas europeas, como état en francés, stato en italiano o stand en alemán, que derivaban de la palabra latina status (hominum). El código de las Partidas lo definía de la siguiente manera: “Status hominum tanto quiere dezir en romance como el

27.  “El conocimiento del mundo social y, más precisamente, las categorías que lo hacen posible, son el lugar por excelencia de la lucha política, lucha inseparablemente teórica y práctica por el poder de conservar o de transformar el mundo social mediante la conservación o la transformación de las categorías de percepción de este mundo.” Bourdieu, P. “Espace social et genèse des ‘clases’”, Actes de la Recherche en Sciences Sociales, 52-53, 1984: 4-6. 28.  Lewin, K. Pield Theory in the social science. Larper, Nueva York, 1951. Scott, J. Social Network analysis. Sage, Londres, 1991. 29.  Morton D. D. Introducción a la teoría de los juegos. Alianza Editorial, Madrid, 1998. Touati, F.O. “Révolte et sociétè: l’exemple du Moyen Age”, Violence et contestation au Moyen Age. Actes du congrès National des Sociètés Savantes, París, 1989: 7-17.

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30.  Savelli, A. “Sul concetto di popolo: percorsi semantici e note storiografiche”, Laboratoire italien,1, 2001: 9-24. 31.  Duby, G. Los tres órdenes o lo imaginario del feudalismo. Taurus, Madrid, 1980. 32.  Le Goff, Jc. Pour un autre Moyen Âge. Gallimard, París, 1977.

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estado o la condición o la manera en que los homes viven o están”33. Este concepto sirvió para ordenar la sociedad medieval y designar los “grupos de estatus”, caracterizados por unos mismos privilegios o por su ausencia. Cada estado estaba caracterizado por la unidad entre condición social y el status jurídico de la persona, es decir, se establecía la desigualdad jurídica de las personas según su condición social34.

una emancipación de las capas populares37. En un amplio marco cronológico, dependiendo de la diversidad regional europea, entre los siglos XII y XIV, cuando los grupos populares se desarrollaron plenamente en los centros urbanos y pasaron a tener un peso social, económico y político relevante, el concepto de populus se transformó en sentido negativo para designar al grupo inferior de la población en un centro urbano, que se oponía a una élite (nobiles, milites, egregius, divites, potentes, optimates, meliores, maiores, prinçipales, Geschlechter), ya fuera por su nivel de riqueza, por la situación jurídica o por el grado de exclusión/inclusión de las instituciones urbanas. El vocabulario utilizado los designa en un sentido negativo y de inferioridad social de muy diferentes maneras, tales como populus, plebs, vulgus, cives, populares, vulgares, simplices, pauperes, illiteratti, regnicoles, mediocres, minores, laici, laborantes en latín, pueblo en español, o povo en portugués, popolo en italiano. En segundo lugar, es preciso decir que estos términos no eran equiparables entre sí, pues, por poner un ejemplo, las fuentes milanesas utilizaban la palabra plebs para designar al popolo contestario38. En algunos contextos es imposible traducir el concepto latino de populus por pueblo o popolo, pues podía aludir tanto a los elementos cívicos del gobierno urbano, como al conjunto de la comunidad política, incluyendo todos los sectores sociales, que también recibía la denominación de universitas39.

El concepto de populares ha sido ampliamente debatido, lo mismo que el significado de los términos que sirvieron para denominarlos en la Edad Media, que tuvo su propia evolución. El término populares es, en primer lugar, un concepto social medieval, que en el lenguaje común era sinónimo del conjunto de los vecinos carentes de privilegios, no privilegiados o de condición inferior. Este sentido negativo de la inferioridad también tuvo su propio desarrollo en la Edad Media. El vocabulario que sirvió para distinguir a las capas populares de la sociedad fue diverso. Hasta el siglo XII, populus se usaba para designar al conjunto de la comunidad política en general, mientras que para hablar de los populares se utilizaban los términos de vulgus y plebs35. La noción de populus era rehén de la proyección de la experiencia política de Roma en los siglos medievales y, en este sentido, se trataba de un concepto que se refería a la unidad colectiva en la cual reposaba la legitimidad política, pero tenía el problema de ser ambivalente -y poco social-, puesto que también se podía referir a la colectividad de los ciudadanos o a la comunidad de habitantes de un territorio36. Sin embargo, la exclusión dio forma a la identidad de este grupo y el sentimiento de pertenencia impuso otra distinción, como era la de grupo propio y ajeno. De este modo, a partir de finales del siglo XII, el concepto de populus ya no designaba una estructura unitaria, sino que se aprecia un proceso de diferenciación social en el que el dinero y el oficio jugaban un papel creciente e, igualmente, se produjo

Igualmente, en los siglos centrales de la Edad Media, se recogió un antiguo término, el común, que en época romana había significado el conjunto de los habitantes de un municipio. En las ciudades italianas del siglo XII, el comune retomó aquel sentido ligado a la asamblea, por lo que evolucionó hasta indicar, con posterioridad, su organización política40. Entre los siglos XII y XIV, el vocablo fue apareciendo en otras regiones europeas; así, en Castilla se trataba

33.  Partidas, IV, Título XXIII, ley I.

37.  Vauchez, A. “Le peuple au Moyen Âge: du populus aux classes dangereuses”, Riis, Th. (Ed.) Aspects of poverty in Early Modern Europe II. Les reactions des pauvres à la pauvreté. Odense University Press, Odense, 1986: 9-17.

34.  Severat, V. “Sobre algunas tríadas sociales en la Hispania medieval: de San Isidoro de Sevilla a Rodrigo Sánchez de Arévalo”, Revista de literatura medieval, 19, 2007: 207-247.

38.  Fasoli, G. “Ricerche sulla legislazione antimagnatizia nei comuni dell’alta e media Italia”, Rivista di storia del diritto italiano, XII, 1939: 86-133 y 240-309.

35.  Menant, F. L’Italia del comuni (1100-1350). Viella, Roma, 2005: 60.

39.  Michaud-Quantin, P. Universitas. Expressions du mouvement communautaire dans le Moyen-Àge latin. J. Vrin, Paris, 1970.

36.  Ascheri, M. “Giuramento e storia del potere”, Annali dell’Istituto storico italo-germanico in Trento, 19, 1993: 431-435.

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40.  Fasoli, G.; Bocchi, F. La città medievale italiana. Sansoni, Florencia, 1973: 42-43.

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del común, en Inglaterra, commons y en Francia, le commun, o variantes similares para designar un nuevo grupo social urbano.

como una extensión del cuerpo de Cristo, la ciudad se pensaba como una comunidad cerrada, a modo de una gran familia, más que una asociación civil o política. Pero contra esta doctrina, que ha seducido mucho a los teóricos sociales y a los historiadores del pensamiento político medieval, se oponía la doctrina legal y algunas características de la vida comunitaria. En primer lugar, la división que aparece en el código alfonsino de Las Partidas estaba influida por la concepción organicista de la sociedad como un todo único en el que cada miembro - los mayores, los medianos y los menores- tenía su propia función. El buen funcionamiento del pueblo se sustentaba en la división y la armonía de los grupos que lo constituían. No obstante, junto a esto el texto de las Partidas presenta una interpretación de la sociedad de manera corporativa, lo cual propicia una alternativa interpretativa a la descripción de las relaciones sociales en términos estrictamente feudales43. La consideración de la sociedad medieval como feudo-señorial y violenta ha de ser reconsiderada, puesto que, en primer lugar, los componentes señorial y vasallático fueron sólo dos elementos más de la dinámica socio-política y, de otra, la violencia y el desorden convivieron con formas de orden y regulación de la violencia. Los habitantes de las ciudades participaron en todo tipo de organizaciones formales (cofradías de oficios, religiosas y piadosas), como informales (grupos de interés y de amistad); además, hubo movilidad social en el interior del grupo de estatus, como lo señalan los distintos estudios sobre movilidad entre los intelectuales, los eclesiásticos e, incluso, los artesanos44. Así pues, se percibe, de manera especial, en las fuentes legales medievales la emergencia de una sociedad civil en la que el individuo se fue haciendo consciente de las posibilidades que ofrecía la acción colectiva para mejorar su posición y su bienestar material.

Este gran sector de los populares/común se caracterizó por su heterogeneidad, integrado por individuos con unos niveles económicos diversos y unas expectativas vitales muy distintas. Esta diversidad interna se recogía en la variedad de denominaciones, tales como popolo grasso, popolo minuto; maiores, mediocres y minores, gente menuda y omes baxos; maiores, meiaos y miúdos. Igualmente, algunas importantes obras jurídicas, los tratados medievales y varios de los pensadores bajomedievales emplearon modelos sociales que se fueron alejando de la tradicional división de los tres órdenes al usar el término ‘estado’ para referirse a diferentes papeles sociales, que incluían los oficios y el nivel de riqueza41. Así se recoge en el código de Las Partidas, que define “pueblo” no como la “gente menuda”, sino como “el ayuntamiento de todos los omes”: “Cuidan algunos homes que pueblo es llamado la gente menuda, asi como menestrales et labradores, mas esto non es así, ca antiguamente en Babilonia, et en Troya et en Roma, que fueron logares muy señalados, et ordenaron todas las cosas con razón, et posieron nombre a cada una segunt que convenía, pueblo llaman el ayuntamiento de todos los omes comunalmente, de los mayores, e de los medianos, e de los menores. Ca todos son menester, e non se pueden escusar, porque se han de ayudar unos a otros, porque puedan bien biuir, e ser guardados, e mantenidos [...] E para esto, ha menester que los tenga en justicia e en derecho, e non consienta a los mayores, que sean sobervios, ni tomen, ni roben, ni fuercen, ni fagan daño en lo suyo a los menores. E estonce sera tal, como dixeron los Sabios que deue ser [el rey], apremiador de los sobervios, e esforçador de los omildes, e guardándolos desta guisa, biuiran seguramente, e avra cada vno sabor de lo oviere”42. Los pensadores medievales emplearon, con frecuencia, categorías orgánicas para explicar la sociedad y las instituciones. Por ejemplo, la Iglesia era concebida

41.  Meier, U. Mensch und Bürger. Die Stadt im Denken spätmittelalterlicher Theologen, Philosophen und Juristen. Oldenbourg, Múnich, 1994. 42.  Las Partidas, II, 10, 1. Edición de José Sánchez Arcilla, Madrid 2004.

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Esta partición de la sociedad corporativa nos ha llegado también en otra obra jurídica, de mediados del siglo XIII, In excelsis Dei thesauris de Vidal de Canellas, obispo de Huesca. Este dividía a los hombres en dos estados, los nobles o infançones y los de servitio¸ que eran los cipdadanos o burgeses. Este último grupo estaba integrado por los habitantes de las ciudades que no vivían del

43.  Vid. Nieto Soria, J.M. “Sobre los orígenes de la idea de ‘comunidad política’ en la Corona castellano-leonesa”, Memoria y civilización, 6, 2003: 5-41. 44.  Black, A. Guilds and Civil Society in European Thought from the Twelfth Century to the Present. Cornell University Press, Nueva York, 1984.

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trabajo manual directo, tales como mercaderes, cambistas, abogados, médicos y propietarios de talleres:

del buen gobierno en el Palacio Público de Siena hacia 1338 y que ilustra esta monografía. A principios del siglo XIV, el escritor don Juan Manuel dividía la sociedad en cuatro estados: los defensores, los oradores, los labradores y los menestrales. Los ruanos y mercadores los ubicaba en el estado de los labradores, ya que también se aprovechaban de la tierra:

“Cipdadanos son todos aquellos que moran en las cipdades o en las villas que son como cipdades, de los quoales aqueillos son ditos burgeses los quoales, maguer ayan cabdaleros et servientes por los quoales trayen los sus offitios, empero no usan eillos por sus manos aqueillos offitios, empero son unos offitios que, maguer por sus manos usen, non son itados de la orden de los burgeses, assi como son aquellos qui venden los paynnos de pretio et camiadores ea sobre todo esto vozería o física o cirugia et otras cosas igoales d’estas ho mayores”45. Hasta el siglo XIV, se concebía una sociedad estructurada en estados desiguales: “Los cibdadanos non deven ser iguales nin en las posesiones ni en los oficios, ca esto sería destruimiento de la cibdad e fazer que la cibdad non fuese cibdad”46. Sin embargo, esta visión negativa, que venía de antiguo, estaba llamada a cambiar gracias al discurso de los populares, que se dirigió también a ganar adeptos para su causa y a crear un modelo identitario y una narrativa positiva. Sirvan como ejemplo, las cartas de peticiones y de protesta en las que subyace la idea de igualitarismo, ligada al de la utilidad pública y el interés común como discurso de legitimación política -frente a la idea de honra y antigüedad de la oligarquía de linajes, elementos identitarios de la oligarquía urbana-, que será utilizada por la elite del común, llamada a velar por el “bien público de la república” para justificar sus acciones47. A partir del siglo XIV, cada vez se va a hablar más de una sociedad estratificada en razón del trabajo y la riqueza que de una sociedad orgánicamente estructurada, como reflejó Ambrogio Lorenzetti en el fresco sobre los efectos

“porque los mercadores compran et venden, et los ruanos fazen labrar la tierra et criar ganados e bestias et aves así como labradores, por esta razón el estado de los ruanos et de los mercadores enciérranse en el estado de los labradores”. Este escritor era consciente de que había otra mucha gente que era de difícil clasificación, pues pertenecía a “muchos estados, así como tenderos et alfayates et orebzes et carpenteros et ferreros, et amestos de fazer torres et casas e muros, et çapateros et freneros et selleros et albéytares et pellegeros et texedores, et de otros menestrales”48. En 1468, el pensador español Rodrigo Sánchez de Arévalo, a pesar de concebir la sociedad dividida en dos grandes estados, el estado temporal y el religioso, luego pasaba a descomponerlos en oficios, desde el de monarca hasta los oficios manuales49. Otra influyente pensador, Fernando de Roa, representante de la tradición republicana aristotélica en la Corona de Castilla, percibía una comunidad política dividida en dos grupos, los divites et pauperes, lo que era una fuente de conflictos, pues los primeros despreciaban a los segundos y éstos se sentían agraviados por aquellos. Por este motivo, era partidario de que el gobierno recayera en los cives mediocres y rechazaba tanto el gobierno de los ricos que denomina paucorum potentia, como el de los pobres, popularis potentia50. En suma, con todo lo dicho hasta aquí, aun siendo conscientes de los problemas que puede suscitar el uso del concepto de “grupos populares”, éste nos ha parecido lo suficientemente flexible para poder escapar de los rígidos esquemas

45.  Vidal Mayor, traducción de la obra’ In excelsis Dei Thesauris’ de Vidal de Canellas. Gunnar Tilander, editor. Vol. II, Lund, 1956: 453 y 460. 46.  García de Castrojeriz, J. Glosa castellana al Regimiento de príncipes de Egidio Romano. Instituto de Estudios políticos, Madrid, 1947: 80. 47.  Diago Hernando, M. “Transformaciones en las instituciones de gobierno local de las ciudades castellanas durante la revuelta comunera (1520-1521)”, Hispania, 214, 2003: 623-656. Solórzano Telechea, J.A. “Linaje, comunidad y poder: desarrollo y consolidación de identidades urbanas contrapuestas en la Castilla bajomedieval”, Familia y sociedad en la Edad Media (siglos XII-XV), Universidad de Zaragoza, Zaragoza, 2007: 71-93.

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48.  Don Juan Manuel, Libro infinido. Cátedra, Madrid, 2003: 216 y 224. 49.  Sánchez de Arévalo, R. Espejo de la vida humana. Introducción, edición crítica y traducción de José Manuel Ruiz Vila. Escolar y Mayo editores, Madrid, 2012. 50.  Labajos Alonso, J. Pedro de Osma y Fernando de Roa. Comentarios a la Política de Aristóteles. 2 vols. Universidad Pontificia de Salamanca, Salamanca, 2006.

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de los teóricos medievales sobre la sociedad de su tiempo, pues es un término que sigue siendo válido para agrupar a los individuos con base en criterios de diversa índole, ya sean económicos, profesionales, espaciales, culturales, mentales, etc., el cual además recoge parte del propio vocabulario medieval.

el tercer estado en Francia y el origen de la burguesía; François T. Perrens, quien atribuía un sentido democrático, así como de búsqueda de la libertad y de independencia a las luchas contra el poder de los non nobiles52; Paul Viollet afirmaba que el movimiento comunal de las villas estuvo en el origen de la constitución democrática y, en 1915, Julien Luchaire publicaba Les democracies italiennes, que venía a subrayar la importancia del popolo en los siglos XIII y XIV. En Italia, en 1899, Gaetano Salvemini veía al popolo florentino como una nueva clase emergente que había combatido a la aristocracia feudal e intentado levantar una sociedad basada en la justicia y la paz, lo que contrastaba con los regímenes sucesivos de señores de la ciudad53. Pocos años después, Niccolò Rodolico siguió la estela de Salvemini y publicó sendas obras dedicadas al popolo minuto y a la “democracia florentina”54. En España, la corriente progresista de Fernando Garrido y Francesc Pi i Margall inscribieron las revueltas de finales de la Edad Media en las luchas interclasistas y calificaron la rebelión de las comunidades de 1520/21 de símbolo de las libertades populares, si bien este argumento fue rebatido por Danvila, quien las consideró como un movimiento reaccionario55.

2. EL DEBATE HISTORIOGRÁFICO SOBRE LOS GRUPOS POPULARES “Le peuple existe, nous l’avons recontré” afirmaba Philippe Guignet, editor científico de la obra coral Le peuple des villes dans l’Europe du Nord-Ouest (fin du Moyen Àge-1945), en el año 2003, ya que, durante muchos años, la historia de los grupos populares no había recibido investigaciones significativas y de envergadura, mientras que los estudios sobre los linajes y la nobleza urbana se habían multiplicado desde finales de los años setenta del pasado siglo51. La importancia que se le ha dado al papel que jugaron los grupos populares en las sociedades urbanas medievales ha dependido, en primer lugar, de las preferencias – en ocasiones, ideológicas- de los medievalistas, a lo que se ha sumado que tampoco los propios tratadistas y pensadores medievales dedicaron a este sector social los mismos esfuerzos intelectuales que a la nobleza. Desde el liberalismo hasta el comunismo, pasando por el socialismo, quisieron hallar testimonios de lucha contra la nobleza y el feudalismo en las ciudades medievales y, en particular, en sus grupos populares, a los que no dudaron en calificar, avant la lettre, de fuerzas democráticas. El papel de los grupos populares en la sociedad medieval ha venido siendo objeto de una fuerte controversia casi desde los primeros estudios en el siglo XIX hasta la actualidad. Por una parte, se hallaban aquellos que defendían que los conflictos generados por estos grupos se inscribían en la lucha de clases y, de otra, aquellos que los subordinaban a las fuerzas feudales y les restaban una voz propia. Así, el siglo XIX vio en el común de las ciudades medievales el nacimiento de la democracia moderna o de la burguesía y, por lo tanto, alabaron los logros alcanzados. El primero que indicó esta relación fue Sismondi a principios de siglo XIX, al que siguieron Agustin Thierry, con su estudio sobre

51.  Guignet, Ph. (Dir.) Le peuple des villes dans l’Europe du Nord-Ouest (fin du Moyen Àge-1945). Centre de Recherche sur l’histoire de l’Europe du Nord-Ouest, Lille, 2002 (vol. 1) y 2003 (vol. 2).

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Como colofón a todos estos estudios, en 1910, Henri Pirenne tildaba de “democráticos” los regímenes municipales de Flandes, aunque era plenamente consciente de lo que entendía el “vulgo” flamenco por democracia en la Baja Edad Media56. Henri Pirenne sostuvo que los grupos populares, representados por las cofradías de oficios, en el siglo XIII, habían protagonizado la renovación

52.  Sismondi de Sismondi, J.C.L. Histoire des républiques italiennes du Moyen Age. Treuttel et Würtz, París, 1826 (primera edición 1808-1818). Thierry, A. La formation et des progrès du tiers état. Furne et compagnie, París, 1853. Perrens, F.T. La démocratie en France au Moyen Age. Librairie académique Didier et Cie., París, 1875: 14-16. Monnet, P. “L’imaginaire moderne de la société médiévale (XIXe-XXe siècles)”, Die Deutung der mitteralterlichen Gesellschaft in der Moderne. Vandenhoeck and Ruprecht, Göttingen, 2006: 10-11. 53.  Salvemini, G. Magnati e popolani in Firenze dal 1280 al 1295. Istituto di studi superiori pratici e di perfezionamiento di Firenze, Florencia, 1899. Viollet, P. Les communes françaises au Moyen Âge. Klincksieck, París, 1900. Luchaire, J. Les démocraties italiennes. Paris, 1915. Rubin Blanshei, S. Politics and justice in Late Medieval Bologna. Brill, Leiden, 2010. 54.  Rodolico, N. Il popolo minuto. Note di storia fiorentina. Erudist, Florencia, 1968. (Primera edición de 1899). La democrazia fiorentina nel suo tramonto (1378-1382). Zanichelki, Bolonia, 1905 55.  Danvila, M. Historia crítica y documentada de las Comunidades de Castilla. Viuda e hijos de M. Tello, Madrid, 1897. 56.  Pirenne, H. La democracia urbana: una vieja historia. Capitán Swing, Madrid, 2009: 225.

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del sistema político, aunque después pasaron a encarnar todo lo contrario, la decadencia económica y el nepotismo. De este modo, Pirenne valoraba positivamente el papel de las cofradías de oficios del 1300, pero tenía una visión muy negativa del periodo de finales del siglo XV y consideraba las revueltas populares como un desperdicio de hombres, dinero y esfuerzos, que acabaron en una batalla perdida57. Estas posturas de Pirenne fueron continuadas por sus discípulos (Hans van Werveke, Guillaume Des Marez) y tuvieron una gran influencia en la obra de Johan Huizinga58. Además, los trabajos de Pirenne, que ponían el acento en la burguesía flamenca, incidieron en las obras posteriores, según las cuales a la Edad Feudal le sucedía la Edad Comunal como un anuncio de lo que sería la Modernidad. Max Weber, formado en las técnicas mercantiles medievales, también sostuvo que el establecimiento de la democracia distinguió a la ciudad medieval de la antigua y, al igual que Pirenne, lo ligó a la participación de las cofradías de oficios artesanales y mercantiles en el gobierno urbano desde el tercer cuarto del siglo XIV, si bien mantuvo que los antiguos linajes nunca fueron excluidos, totalmente, del poder y las nuevas familias trataron de imitarlos59.

dirigidos por la nobleza60. Se abogaba por abandonar el análisis histórico desde una perspectiva dialéctica de lucha de clases entre el común y la oligarquía. Se trataba de un debate historiográfico surgido como reacción a las escuelas marxista y económico-jurídica. En Italia, el cuestionamiento del conflicto social entre los popolani y los magnati promovió, además, un debate en torno a cómo explicar la legislación ‘antimagnaticia’ de las ciudades italianas, que había publicado Gina Fasoli, en ese contexto61. En estos años, en España, el estudio del papel de los grupos populares estuvo vinculado a las revueltas de las comunidades de 1520/21. Manuel Azaña subrayó el carácter urbano de la revuelta de las comunidades, que interpretaba en clave de revolución burguesa, así como el papel que desempeñaron las clases medias en la defensa de los ideales republicanos y las ideas democráticas en la Baja Edad Media62. Sin embargo, la Guerra Civil española y la dictadura franquista mediatizaron los estudios históricos y acabaron con una larga tradición académica.

Tras la Primera Guerra Mundial, en el periodo de entreguerras, la valoración positiva que se había realizado con anterioridad sobre los logros alcanzados por los grupos populares en las ciudades medievales fue puesta en tela de juicio. Los historiadores quedaron imbuidos por un gran escepticismo sobre la idea de progreso y el interés por los estudios sobre las sociedades urbanas fueron sustituidos por los del mundo rural. Un par de buenos ejemplos de esta perspectiva lo constituyeron los trabajos de Nikola Ottokar, quien calificó de “estúpidas y sinsentido” las luchas del popolo, y de Giovanni Vergottini al afirmar, en una obra sobre Vicenza, que los movimientos del popolo estaban

57.  Haemers, J. “A victorious State and Defeated Rebels? Historians’ views of violence and Urban revolts in Medieval Flanders”, Nicholas, D.; Bachrach, B.S.; Murray, J.M. (Eds.) Comparative Perspectives on History and Historians. Western Michigan University, Kalamazoo, 2012: 98.

Tras la Segunda Guerra Mundial, se retomó la línea de valoración de las comunidades urbanas. En Italia, la famosa tesis de Hans Baron sostuvo que el humanismo cívico italiano del siglo XV perseguía un ideal republicano, que era la base de la democracia63. De este modo, en Francia, el trabajo de Charles Petit-Dutaillis sobre las comunas volvió a valorar positivamente la modernidad de la ciudadanía política, pues ésta evocaba sobre todo la idea, no de un gobierno libre, sino de un grupo que se constituía para gestionar los intereses colectivos64. Esta línea historiográfica continuó durante las décadas siguientes,

60.  Ottokar, N. Il comune di Firenze alla fine del Dugento. Giulio Einaudi, Florencia, 1974 (Reed. de 1926). De Vergottini, G. Scritti di storia del diritto italiano. 3 vols. Edición de Guido Rossi. A. Giuffrè, Milán, 1977 (Reed. de 1934). 61.  Fasoli, G. “Ricerche sulla legislazione antimagnatizia nei comuni dell’alta e media Italia”, Rivista di storia del diritto italiano, 12, 1939: 86-133. Sobre la legislación antimagnaticia, véase Magnati e popolani nell’Italia comunale. Centro italiano di studi di storia e d’arte, Pistoia, 1997. Klapisch Zuber, C. Ritorno alla politica, I magnati fiorentini, 1340-1440. Viella, Roma, 2009. 62.  Azaña, M. Plumas y palabras. Crítica, Madrid, 2002: 40.

58.  Werveke, H. Gand. Esquisse d’histoire sociale. Renaissance du livre, Bruselas, 1946. Sobre este tema, vid. Boone, M. A la recherche d’une modernité civique. La société urbain des anciencs Pays-Bas au bas Moyen Age. Université de Bruxelles, Bruxelles, 2010: 32.

63.  Baron, H. The crisis of the early Italian Renaissance: civic humanism and republican liberty in an age of classicism and tyranny. Princeton University Press, Princeton, 1955. Sobre la tesis de Baron, véase Hankins, J. “The Baron’s Thesis after Forty Years, and Some Recent Studies of Leonardo Bruni”, Journal of the History of Ideas, 56 ,1995: 309-338.

59.  Nicholas, D. “The urban typologies of Henri Pirenne and Max Weber: was there a ‘Medieval’ city? Nicholas, D.; Bachrach, B.S.; Murray, J.M. (Eds.) Comparative Perspectives on History..., op. cit.: 75-96.

64.  Petit-Dutaillis, Ch. Les Communes françaises, caractères et évolution des origines au XVIIIe  siècle. A. Michel, París, 1947.

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como es el caso de Lane, Mundy, aunque se generalizó la afirmación de que el común se vio muy debilitado tras su punto álgido durante el siglo XIII65.

como oligarcas 68. Igualmente, los movimientos populares, las revueltas y los conflictos protagonizados y liderados por el común fueron minusvalorados. A finales de los años setenta, Charles Tilly desdeñó las revueltas populares medievales, a las que calificó de locales, descoordinadas y comunitarias, frente a las contemporáneas que consideraba asociativas69.

En el ámbito historiográfico español, hasta mediados de los años sesenta, la historiografía obvió el papel del común en el medio urbano medieval, excepto en aquellos trabajos centrados en la revuelta de las comunidades de 1520-2166. En estos años se publicaron importantes trabajos como los de José Antonio Maravall, que definió las demandas del común como una corriente democrática de la Edad Media, o Joseph Pérez, para quien la guerra de las comunidades había sido un conflicto entre el común y las oligarquías urbanas. También hay que llamar la atención sobre los pioneros trabajos que Luis García Valdeavellano dedicó a los burgueses de la España medieval, grupo al que definía como ciudadanos que se encuadraban en el conjunto del estado no privilegiado67. Los años ochenta y parte de los noventa estuvieron dominados por los estudios sobre la nobleza urbana y, aunque algunos incluían al común, éste siempre aparecía de una manera subsidiaria. A partir de los años setenta, varios historiadores rompieron con la tesis de Hans Baron y se recuperó la visión negativa y oligárquica del popolo de Ottokar de la mano de Sergio Bertelli y Jacques Heers, para quienes el fenómeno del común fue temporal y su legado perecedero, enfoque que se transmitió a la historiografía anglosajona, encabezada por Philip Jones, para quien los logros del común fueron muy limitados y no superaron el estadio de las facciones, de hecho sostuvo que tanto el común como los déspotas gobernaron las ciudades

65.  Lane, F.C. “At the roots of Republicanism”, The American Historical Review, 71, 1966: 403-420. Lane, F. C. ; Hine Mundy, J. “In Praise of Italy: The Italian Republics”, Speculum, 64, 1989: 815 –834. 66.  Carlé, Mª.C. “Tensiones y revueltas urbanas en León y Castilla. Siglos XIII-XIV”, Anuario del Instituto de Investigaciones Históricas, 8, 1965: 325-356. Valdeón Baruque, J. Los conflictos sociales en el reino de Castilla en los siglo XIV y XV. Siglo XXI, Madrid, 1983. Gutiérrez Nieto, J.I. “Semántica del termino ‘comunidad’ antes de 1520: las asociaciones juramentadas de defensa” , Hispania, 136, 1977: 320-367. Maravall, J.A. Las comunidades de Castila. Una primera revolución moderna. Revista de Occidente, Madrid, 1963. Gutiérrez Nieto, J.I. Las comunidades como movimiento antiseñorial. Planeta, Barcelona, 1973. Pérez, J. La revolución de las Comunidades de Castilla (1520–1521). Siglo XXI, Madrid, 1977. 67.  García Valdeavellano, L. Orígenes de la burguesía en la España Medieval. Espasa Calpe, Madrid, 1991 (primera edición de 1969.

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Esta postura negativa fue contestada o matizada por parte de varios historiadores como H.G. Richardson, Daniel Waley, Lauro Martines, John Koenig, Georgio Gracco, John Hyde, Agustine Thompson, John Najemy y Robert Putnam, para quienes el común había sido un grupo o una coalición de grupos, situado entre las masas de indigentes y las oligarquías, con unos objetivos y un discurso concretos, que habían alcanzado notables logros políticos, uno de los más importantes consistía en la propia percepción de la elite y en la contestación de su poder70. Agustine Thompson, por ejemplo, criticó que la tesis de Philip Jones no tuviera en cuenta la vertiente religiosa del común italiano, a pesar de haber desarrollado una fuerte identidad religiosa para justificar las políticas de independencia tanto respecto al Papado durante los primeros tiempos de la Liga Lombarda, como tras las propias guerras con los emperadores, que se materializó en la sacralización de las formas de gobierno comunales, del tiempo, del espacio urbano y en el uso de diferentes formas religiosas de organización, como el culto a los santos patronos71. Igualmente, John Koenig prestó atención

68.  Bertelli, S. Il potere oligarchico nello stato-città medievale. La Nuova Italia, Florencia, 1978. Heers, Jc. Los partidos y la vida política en el Occidente medieval. Tekné, Buenos Aires, 1986. Jones, Ph. “Communes and despots: the City State in Late Medieval Italy”, Transactions of the Royal Historical Society, 5th series, 15, 1965: 71-96. Jones, Ph. J. Italian city-state from commune to signoria. Clarendon Press, Oxford, 1997. La tesis de Philip Jones ha sido recientemente revalidada por un grupo de sus discípulos, véase Law, J.E.; Paton, B. (Eds.) Communes and despots in Medieval and Renaissance Italy. Ashgate, Farnham, 2010. 69.  Tilly, C. From Mobilization to Revolution. Reading, Mass., 1978. 70.  Richardson, H.G. “The commons and Medieval politics”, Transactions of the Royal Historical Society, 28, 1946: 21–45. Martines, L. The social world of the Florentine humanists, 1390-1460. Princeton University Press, Princeton, 1963. Waley, D. Siena and the Sienese in the 13th century. Cambridge University Press, Cambridge, 1969. Martines, L. Power and Imagination. City-States in Renaissance Italy. Alfred Knopf, New York, 1979. Hyde, J.K. Società e politica nell’Italia medievale. Lo sviluppo del ‘vita civile’ 1000-1350. Il Mulino, Bolonia, 1979. Koenig, J. Il ‘popolo’ dell’Italia del Nord nel XIII secolo. Il Mulino, Bolonia, 1986. Molho, A.; Raaflaub, K.; Emlen, J. (Eds.) City States in Classical Antiquity and Modern Italy. The University of Michigan Press, Michigan, 1991. Najemy, J.M. “Stato, comune e ‘universitas’”, Chittolini, G.; Molho, A.; Pierangelo Schiera, P. (Eds.) Origini dello Stato. Processi di formazione statale in Italia fra Medioevo ed età moderna. Il Mulino, Bolonia, 1994: 647–669. 71.  Thompson, A. Cities of God. The religion of the Italian communes (1125-1325). The Pennsylvania State University, Pennsylvania, 2005.

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a la diferente concepción que los popolari tenían de la comuna respecto de los milites. Mientras los primeros defendían la idea de la participación ciudadana y el sentido público, los segundos sólo actuaban para defender sus intereses y los de sus familias72. La defensa de los logros del común coincidía con la postura del destacado historiador del pensamiento político Quentin Skinner que localizaba el origen del republicanismo en las comunas medievales73.

sociales75. No obstante, resulta muy difícil discernir en las acciones particulares, entre actos políticos y vendettas personales76.

Sin embargo, la tesis que sostenía la importancia de los valores republicanos que encarnaba el común fue atacada por Brucker, quien acusó de idealizarlos y obviar la dimensión coercitiva y autoritaria, el patronazgo, la participación en las facciones y la violencia generada por el común74. El hecho de que las comunas italianas hubieran evolucionado hacia las ciudades-estado, controladas por una oligarquía, o incluso hacia la forma de signoria, echaban por tierra el optimismo. El concepto de facción, de bandería, es decir de un grupo integrado por un patrón y unos clientes, unidos por la relación compartida, insistía en la existencia de un orden subyacente y, por lo tanto, en una disminución de la importancia y la independencia del común respecto de la oligarquía. En este debate Andrea Zorzi ha sostenido que el común contestó el poder de las oligarquías, a las que se acusaba del mal gobierno y de todo tipo de injusticias, pero lo hizo con el objetivo de negociar su admisión en el juego político de unos pocos y excluir al resto de la población urbana. Asimismo, frente a los que han hecho hincapié en el predominio de los ideales de paz entre los grupos populares y, por el contrario, la violencia entre las oligarquías, Andrea Zorzi ha señalado que la cultura de la venganza impregnaba a todos los sectores

Siguiendo esta larga línea de reflexiones sobre los grupos populares italianos se hallan los trabajos de Hagen Keller, quien presentó al común no como una invención repentina del siglo XII, sino como parte del desarrollo del ideal de la ‘concordia’. La Edad Comunal no se conquistó por medio de las acciones violentas, sino que fue el resultado de un desarrollo institucional progresivo del común. Keller negaba que la expansión comunal pudiera interpretarse como un anticipo del Estado moderno y, asimismo, sugirió la idea de la existencia de un único común, integrado por la nobleza y el popolo, si bien no quiso situarse entre los historiadores revisionistas de los logros del común77. En los últimos años, varios investigadores han introducido nuevas perspectivas del complejo papel de las facciones, la violencia, el conflicto social y el popolo en las ciudades italianas de la época comunal, como puede seguirse en los trabajos de Elisabeth Crouzet-Pavan, Jean-Claude Maire-Vigueur, François Menant, Patrick Boucheron, Patrick Gilli, Fabrizio Ricciardelli, Alma Poloni, entre otros78.

75.  Zorzi, A. “La cultura della vendetta nel conflitto politico in età comunale”, Donne, R.; Zorzi, A. (Eds.) Le storie e la memoria. In onore di Arnold Esch. Reti Medievale. Florencia, 2002: 135-170. Zorzi, A. “The popolo”, Najemy, J.M. (Ed.) Italy in the Age of the Renaissance, 1300-1550. Oxford University Press, Oxford, 2004: 145-164. Zorzi, A. (Ed.) Conflitti, paci e vendette nell’Italia comunale. Firenze University Press, Florencia, 2009. Zorzi, A. “Legitimation and legal sanction of vendetta in Italian cities from the twelfth to the fourteenth centuries”, Cohn, S.; Ricciardelli, F. (Eds.) The culture of violence in Renaissance Italy. Lettere, Florencia, 2012: 27-55. 76.  Haemers, J., Braekevelt, J., Buylaert, F., Dumolyn, J. “The politics of factional conflict in late medieval Flanders”, Historical Research, 85, 2012: 13-31.

72.  Koenig, J. Il popolo dell’ Italia del nord nel XIII secolo. Il mulino, Bolonia, 1986. 73.  Skinner, Q. Los fundamentos del pensamiento político moderno. I El Renacimiento. Fondo de Cultura Económica, México, 1985. Skinner, Q. “The Italian City Republics”, Dunn, J. (Ed.) Democracy: The Unfinished Journey 508 DC to AD 1993. Oxford University Press, Oxford, 1992: 57-69. 74.  Brucker, G. A. Florentine Politics and Society, 1343-1378. Princeton University Press, Princeton, 1962. Brucker, G. A. The Civic World of Early Renaissance Florence. Princeton University Press, Princeton, 1977. Brucker, G. A. “Civic traditions in premodern Italy”, Journal of Interdisciplinary History, 29, 1999: 357-377. Muir, E. “The sources of civil society in Italy”, Journal of Interdisciplinary History, 29, 1999: 379-406. Gellner, E.; Waterbury, J. (Eds.) Patronos y clientes en las sociedades mediterráneas. Júcar, Madrid, 1986. Blythe, J. “Civic humanism and medieval political thought”, Hankins, J. (Ed.) Renaissance Civic Humanism. Cambridge University Press, Cambridge, 2000: 30-74. Connell, W. J. “The republican idea”, Hankins, J. (Ed.) Renaissance Civic Humanism ..., op. cit.: 14-29.

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77.  Keller, H. “Wahlformen und Gemeinschaftsverständnis in den italienischen Stadtkommunen (12./14. Jahrhundert)”, Schneider, R.; Zimmermann, H. (dirs.) Wahlen und Wählen im Mittelalter. Thorbecke, Sigmaringen, 1990: 345-374. Keller, H. Il laboratorio politico del comune medievale. Liguori editore, Nápoles, 2014. 78.  Maire Vigueur, J.C. “Il comune populare”, Società e istituzioni dell’Italia comunale: l’esempio di Perugia (secoli XII-XIV). Vol.1. Deputazione di storia patria, Perugia, 1988: 41-56. Maire Vigueur, J.C. Cavalieri e cittadini. Guerra, conflitti e sociè nell’Italia comunale. Il Mulino, Bolonia, 2004. Menant, F. Les villes italiennes, XIIe-XIVe siècle. Enjeux historiographiques, méthodologie, bibliographie commentée. Armand Colin, París, 2004. Boucheron, P. Les villes d’Italie (vers 1150-vers 1340). Belin, París, 2004. Crouzet-Pavan, L’Italie des communes (1100- 1350). Belin, París, 2005. Crouzet-Pavan, E. Renacimientos italianos. Universidad de Valencia, Valencia, 2014 (primera edición en francés de 2007). Ricciardelli, F. The Politics of Exclusion in Early Renaissance Florence. Brepols, Turnhout, 2007. Poloni, A. Conflitti sociali e lotte politiche nell’Italia comunale del Duecento. Bruno Mondadori, Milán, 2010. Polini, A. “Il comune di popolo e le sue istituzioni tra Due e Trecento. Alcune riflessioni a partire dalla storiografia”, Reti Medievali Rivista, 13/1, 2012: 3-27.

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Igualmente, algunos medievalistas españoles inscriben al común dentro de los parámetros feudales y oligárquicos, por lo que han criticado aquellos enfoques del común en lo que califican de parámetros acordes a las revoluciones burguesas79. Sus propuestas enfatizan el papel de las facciones y el patronazgo, al mismo tiempo que minimizan las luchas sociales entre dos grupos sociales, así como los resultados del común. Por ejemplo, José I. Jara ha señalado que la construcción de la identidad de la comunidad estaba basada en los vínculos de interés que mantenía con los “dominantes” y, por lo tanto, estaba edificada desde arriba, lo que hubo de limitar los logros y la independencia del común80. María Asenjo González, por su parte, ha reconocido la aportación propia del común a la vida política de las ciudades medievales castellanas, consistente en una política urbana de los acuerdos y los pactos, como recursos de pacificación urbana y equilibrio del poder, si bien, como ya hemos expuesto más arriba, el modelo consensual desmedra el conflicto y matiza el enfrentamiento entre los dos grandes sectores sociales, la oligarquía y el común. Así, por ejemplo, se ha sostenido que las denuncias de mal gobierno de los regidores y las demandas de participación política del común a finales del siglo XV no respondían a los enfrentamientos entre común y regidores, sino que perseguían la corrección de la mala gestión de lo público y la corrupción, que provenía del faccionalismo y la burocratización del sistema81.

nobleza en los siglos XIV y XV82. Precisamente, Joel Serrâo llamó la atención sobre el carácter social de las revueltas en las ciudades portuguesas de los años 1383 y 1385, siendo la primera protagonizada por las “massas trabalhadoras” y la segunda por la “burguesía”83. Sin embargo, unos años después, Ana Maria Rodrigues afirmó que los grupos populares sólo habían tenido un papel mínimo en la vida política urbana, aunque reconoció que los artesanos, tras las revueltas de los años 1383 a 1385, pudieron entrar a supervisar las decisiones de los gobiernos locales, un siglo más tarde ya habían sido eliminados y el único medio de participación se basaba en el clientelismo84.

En Portugal se ha desarrollado el debate, aunque en menor medida, sobre la importancia histórica del povo. José Mattoso y Armindo Sousa defendieron que en la gran categoría del povo se produjeron las más profundas transformaciones sociales, un grupo que desarrolló una fuerte identidad frente al clero y la

79.  Asenjo González, Mª. “Ambición política y discurso. El ‘común’ en Segovia y Valladolid (1480-1520)”, Oliva Herrer, H.R. ; Challet, V. ; Dumolyn, J. ; Carmona Ruiz, A. (Eds.) La comunidad medieval como esfera pública. Universidad de Sevilla, Sevilla, 2014: 73. 80.  Jara Fuente, J.A. “Sobre el concejo cerrado. Asamblearismo y participación política en las ciudades castellanas de la Baja Edad Media”, Studia histórica. Historia Medieval, 17,1999: 113-136. Jara Fuente, J.A. “Identidad política urbana: una reflexión sobre las políticas comunitarias y las identidades comunitarias en la Castilla urbana del siglo XV”, Id. (coord.) Ante su identidad. La ciudad hispánica en la Baja Edad Media. Ediciones de la Universidad de Castilla-La Mancha, Cuenca, 2013: 93-115. 81.  Asenjo González, Mª. “El pueblo urbano: El Común”, Medievalismo, 13-14, 2004: 181-194. Asenjo González, Mª. “La concordia y el ‘bien común’ en los pactos y acuerdos de la vida política de las ciudades castellanas en la Baja Edad Media”, Nieto Soria, J.M.; Villarroel González, O. (Coord.) Pacto y consenso en la cultura política peninsular. Siglo XI al XV. Dykinson, Madrid, 2013: 387-410.

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La Caída del Muro de Berlín tuvo sus consecuencias para los estudios sobre la sociedad urbana medieval. Por una parte, en los años noventa, la historia social se renovó gracias a las influencias de la historia cultural y la antropología del ‘otro’, lo que hizo que la atención se desplazara del estudio de las élites al de los marginados, de los estados hacia los grupos y del cierre de clases a la movilidad85. Es lo que se llamó la “historia desde abajo”, en lo que también se denomina formalmente “historia cultural de lo social”, que concibe el término cultura en el sentido más amplio, incorporando las mentalidades86. Así, se viene afirmando que los fundamentos de las relaciones sociales medievales fueron tanto comunitarias como feudales, y cada vez se enfatiza más en la importancia de los discursos, las identidades colectivas, así como las estructuras de acción colectiva, como cofradías de oficios y religiosas, hermandades, organizaciones económicas de mercaderes, artesanos, etc.87 En la revalorización historiográfica de los grupos populares tuvo un gran papel el congreso que se organizó en

82.  Mattoso, J.; Sousa, A. História de Portugal. A monarquia feudal (1096-1480). Estampa, Lisboa, 1993: 391-481. 83.  Serrâo, J. O caracter social da revoluçâo de 1383. Livros horizonte, Lisboa, 1981. 84.  Rodrigues, A.M. “La lutte pour la prise et la conservation du pouvoir dans les villes portugaises à la fin du Moyen Age”, Menjot, D.; Pinol, J.C. (coord.) Enjeux et expressions de la politique municipal (XIIe-XXe siècles). L’Harmattan, Paris, 1997: 21-40. 85.  Brand, H.; Monnet, P.; Staub, M. (Eds.) Memoria, communitas, civitas. Mémoire et conscience urbaines en Occident à la fin du Moyen Age. Thorbecke, Ostfildern, 2003. 86.  Chartier, R. “De la historia social de la cultura a la historia cultural de lo social”, Historia Social, 17, 1993: 97-103. Burke, P. Varietis of Cultural History. Cornell University Press, Ithaca, 1997. 87.  Boone, M. “Cities in Late Medieval Europe: the promise and the curse of Modernity”, Urban history, 39/2, 2012: 329-349.

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1999 en la Universidad de Montréal de la mano de P. Boglioni, R. Delort y C. Gauvard, que iba ciertamente contra corriente en aquellos años, cuando estaba de moda el estudio de las oligarquías y los linajes urbanos, temas muy influidos por la antropología88. En la publicación resultante, se analizó la manera en que eran percibidos los grupos populares, la terminología, las jerarquías internas, los oficios, así como los comportamientos y los valores, si bien se dejaba a un lado el tema de las revueltas populares.

En efecto, el común medieval desarrolló una intensa actividad social y política, apoyada en programas de acción de gobierno, en la mayor parte de los casos de carácter no violento, para elevar su voz hasta los órganos de decisión de los centros urbanos medievales de Europa, tal como han sostenido en los últimos años, con diversos matices, historiadores europeos -John Watts, Mario Ascheri, Gudrun Gleba, Samuel K. Cohn, W.M. Ormrod, Marc Boone, Jan Dumolyn, Christoph Dartmann, Jelle Haemers, Christian Liddy, Vincent Challet o Patrick Lantschner, entre otros muchos91- y españoles -Mª Isabel del Val Valdivieso, José Mª Monsalvo Antón, Máximo Diago Hernando, Ernesto García Fernández, Rafael H. Oliva Herrer; Juan A. Barrio Barrio o Jesús A. Solórzano Telechea,

Por otra parte, los diversos estudios sociales de los últimos años han venido a cuestionar el modelo interpretativo de Jürgen Habermas sobre el surgimiento de la esfera pública burguesa en el siglo XVIII, la relación entre sociedad civil y Estado y el nacimiento de la democracia, en la línea de la crítica de los historiadores sociales que han demostrado su incoherencia89. En el esquema de Habermas el pueblo era una entidad muda y manipulable, pero los diversos estudios sobre la Baja Edad Media han demostrado la preocupación de los gobernantes por conocer la opinión de los grupos populares y su capacidad para hacer oír su voz. Precisamente, estos temas fueron resaltados por el equipo de historiadores que dirigió Peter Blickle bajo los auspicios de la European Science Foundation. La resistencia popular, las protestas, la conflictividad social contra los dirigentes urbanos tuvieron su propia lógica, ya que a esos movimientos le siguieron normas específicas y conceptos moderadores que tuvieron consecuencias en el proceso de construcción de los Estados. Los resultados de aquellas investigaciones proveyeron de una gran variedad de evidencias de la participación de los grupos populares, en diferentes grados y formas, en la construcción de las políticas de Estado desde abajo o como decía Blickle, en la modernización del Estado90.

88.  Boglioni, P.; Delort, R.; Gauvard, C. Le petit peuple dans l’Occident médiéval. Terminologies, perceptions, réalités.Publications de La Sorbonne, París, 2002. 89.  Habermas, J. Historia y crítica de la opinión pública. Gustavo Gili, Barcelona, 1981. Habermas, J. The Structural Transformation of the Public Sphere. MIT Press, Cambridge, 1989. El debate sobre el modelo de Habermas, vid. Crossley, N.; Roberts, J.M. (Eds.) After Habermas: new perspectives on the Public Sphere. Blackwell, Oxford, 2004. Boucheron P.; Offenstadt, N. (Eds.) L’espace public au Moyen Âge. Débats autour de J. Habermas. Presses Universitaires de France, Paris, 2011. 90.  Blickle, P. (Ed.) Resistance, Representation, and Community (Origins of the Modern State in Europe). Oxford University Press, Oxford, 1997. Blickle, P. Gemeinde und staat im Alten Europa. Múnich, 1989. Blickle, P. Kommunalismus. Skizzen einer gesellschaftlichen Ordnungsform. Múnich, 2000. Blickle, P. (Ed.) Resistance, Representation and Community. Oxford 1997. Blickle, P. Unruhen in der ständischen Gesellschaft 1300-1800. Múnich, 2012. Gleba, G.

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Die Gemeinde als alternatives Ordnungsmodell. Zur sozialen und politischen Differenzierung des Gemeindebegriffs in den innerstädtischen Auseinandersetzungen des 14. und 15. Jahrhunderts. Böhlau, Colonia / Viena, 1989. 91.  La bibliografía es muy amplia, por lo que señalamos sólo algunos títulos: Vauchez, A. “Le peuple au Moyen Âge: du populus Christianus aux classes dangereuses”, Odense University Studies in History and Social Sciences, 100, 1986: 9-18. Rosenthal, J.; Richmond, C. (eds.) People, Politics and Community in the later Middle Ages. Sutton Publishing, Gloucester, 1987. Gleba, G. Die Gemeinde als alternatives Ordnungsmodell. Zur sozialen und politischen Differenzierung des Gemeindebegriffs in den innerstädtischen Auseinandersetzungen des 14. und 15. Jahrhunderts. Mainz, Magdeburg, München, Lübeck, Koln/Wien 1989. Ormrod, M. Political life in Late Medieval England, 1300-1450. Macmillan, Basingstoke, 1995. Watts, J. “Public or Plebs: the Changing Meaning of ‘the Commons’, 1381-1549”, Power and Identity in the Middle Ages. Oxford, 2007: 242-60. Watts, J. The making of politics : Europe, 1300-1500. Cambridge University Press, Cambridge, 2009. Cohn, S.K. Lust for Liberty: the Politics of Social Revolt in Medieval Europe, 1200-1425: Italy, France, and Flanders Cambridge, Mass., 2006. Howard, J.; Strohm, P. “The imaginary ‘commons’”, Journal of medieval and Early Modern Studies, 37/3, 2007: 549-577. Ascheri, M. Istituzioni medievali, Il Mulino, Bolonia, 1999. Ascheri, M. “Beyond the Comune: The Italian city-State and its inheritance”, Linehan, P.; Nelson, J.L. (Eds.) The medieval World. Routledge, Nueva York, 2001: 451-467. Ascheri, M. Le città-stato. Le radici del municipalismo e del repubblicanesimo. Il Mulino, Bolonia, 2006. Mairey, A. “Qu’est-ce que le peuple? Quelques réflexions sur la littérature politique anglaise de la fin du Moyen Âge”, Médiévales, 57, 2009: 53-74. Boone, M. “Armes, coursses, assemblees et commocions: les gens de métiers et l”usage de la violence dans la société urbaine flamande à la fin du Moyen Age”, Revue du Nord, 87, 2005: 1-33. Dumolyn, J. “Urban ideologies in Later Medieval Flanders. Towards an analytical framework», Gamberini, A.; Genet, J.Ph.; Zorzi, A. (Eds.) The Languages of Political society. Viella, Roma, 2011: 69-96. Dartmann, C. Politische Interaktion in der italienischen Stadtkommune (11.-14. Jahrhundert). Thorbecke Jan Verlag, Ostfildern, 2012. Haemers, J. “A bad chicken was brooding. Subversive speech in late medieval Flanders”, Past and Present, 214, 2012: 45-86. Haemers, J.; Liddy, C. “Popular politics in the Late Medieval City: York and Bruges”, English Historical Review, CXXVIII, 533, 2013: 771-805. Dumolyn, J.; Haemers, J.; Oliva Herrer, R.H.; Challet, V. (Eds.) The voices of the People in Late Medieval Europe. Brepols, Turnhout, 2014. Lantschner, P. “The Negotiation of Coalitions and the Pluralistic Order of Politics: The Culture of Conflict in Late Medieval Bologna and Beyond”, Cohn, S.; Ricciardelli, F. (Eds.) The Culture of Violence in Renaissance Italy. Le Lettere, Florencia, 2012: 167-90. Challet, V. “Montpellier 1379: une communauté au miroir de sa révolte”, Challet, V.; Dumolyn, J.; Oliva Herrer, H. R.; Carmona Ruiz, M. A. (Eds.) Espacio público, opinión y comunicación política a fines de la Edad Media. Servicio de Publicaciones de la Universidad de Sevilla, Sevilla, 2014: 377-397. Dumolyn, J. “The vengeance of the Commune: sign systems of popular politics in medieval Bruges”, Espacio público..., op. cit.: 251-290.

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entre otros92-, quienes han analizado en sus estudios la fuerte politización del común en los siglos bajomedievales, gracias a lo cual tuvieron éxito sus esfuerzos para levantar los cimientos del edificio social y legal sobre el que se sostuvo el equilibrio entre los intereses privados y el bien común.

se nombraba a los emperadores, papas, obispos y abades en muchas partes de Europa. Las elecciones eran la expresión de un consenso de la colectividad urbana para que uno de sus miembros los representara durante un tiempo dado y esto implicaba que las personas de origen no noble pudieran tener acceso a las más altas magistraturas urbanas93.

Con relación a esto, en varios estudios, se ha demostrado que el amplio sector social de los grupos populares no fue una mera construcción de los medievalistas, sino que constituyó un grupo social real, un “estado social” o un “grupo de estatus” erigido sobre la base de su identidad de pecheros, que enarboló un discurso político propio y alcanzó importantes logros sociales y políticos en el periodo bajomedieval. Desde esta perspectiva, una de las características que convierten al común en un elemento importante de la historia social en la Edad Media es que fue una formación social que se dotó de un enorme peso político y económico, al mismo tiempo que cuestionó el orden social y político de su época. Un común cuya capacidad de actuación autónoma ha sido durante mucho tiempo obviada y ha aparecido, en los diversos estudios, como sumisa y dependiente de la voluntad del grupo dominante y las estructuras feudales. Sin embargo, la voz reivindicativa de los grupos populares se escuchó en todos los centros urbanos de la Europa medieval, aunque con diversas cronologías. Por ejemplo, en muchas ciudades y villas el caballo de batalla giró en torno a las elecciones de los representantes concejiles. Sin duda, la elección de los magistrados no era un método desconocido por la sociedad medieval, pues así

Con todo lo expresado hasta aquí, aún huelga decir que no podemos reducir a los grupos populares a una dialéctica entre privilegiados y no privilegiados, entre común y oligarquía. Pensamos que, al mismo tiempo que hay que prestar atención al debate historiográfico, también es necesario realizar un análisis integrado de la sociedad medieval en todos sus aspectos (demográficos, económicos, políticos y culturales...), al objeto de poder elaborar una imagen significativa de la misma. En este sentido, esta obra pretende ofrecer una nueva perspectiva integradora de los estudios sociales. En suma, el papel de los grupos populares en las ciudades medievales europeas sigue siendo un debate historiográfico vivo, debido a su enorme complejidad, sus contradicciones y a la diversidad de análisis especializados que ha generado.

3. UNA PERSPECTIVA INTEGRADORA SOBRE LOS GRUPOS POPULARES MEDIEVALES Sobre estas bases, los trabajos que aquí se editan han abordado de una manera consciente en todo o en parte las reflexiones que acabamos de exponer. La

92.  La bibliografía es muy extensa y, como en la nota anterior, sólo señalamos algunos títulos significativos. Val Valdivieso, M. I. “Oligarquía versus común (Consecuencias sociopolíticas del triunfo del regimiento en las ciudades castellanas)”, Medievalismo nº 4, 1994: 41-49. Val Valdivieso, Mª.I. “Aspiraciones y actitudes socio–políticas. Una aproximación a la sociedad urbana de la Castilla bajomedieval”, Bonachía Hernando J.A. (Ed.) La ciudad medieval. Universidad de Valladolid, Valladolid, 1996: 213–254. Monsalvo Antón, J.Mª. “La participación política de los pecheros en los municipios castellanos de la Baja Edad Media. Aspectos organizativos”, Studia histórica. Historia Medieval, 7. 1998: 37-94. Val Valdivieso, Mª.I. “Elites urbanas en la Castilla del siglo XV (Oligarquía y Común)”, Themudo Barata, Fh. (Ed.) Elites e redes clientelares na Idade Media. Ediciones Colibrí, Lisboa, 2001: 71-89. Diago Hernando, M.“La participación de los pecheros en la vida política de las ciudades castellanas: El Común de pecheros de Soria entre los siglos XIV y XVII”, Celtiberia, 98, 2004: 63-118. García Fernández, E. Gobernar la ciudad en la Edad Media: oligarquías y élites urbanas en el País Vasco. Diputación foral de Álava, Vitoria, 2004. Monsalvo Antón, J. Mª. “Ideario sociopolítico y valores estamentales de los pecheros abulenses y salmantinos (ss. XIII-XV)”, Hispania. Revista Española de Historia. LXXI, 238, 2011: 325-362. Barrio Barrio, J.A. “Las comunidades subalternas en el Reino de Valencia en la Edad Media. De la integración a la segregación. Discurso, organización y mecanismos de representación”, Oliva Herrer, H.R. ; Challet, V. ; Dumolyn, J. ; Carmona Ruiz, A. (Eds.) La comunidad medieval..., op. cit.,: 107-135. Solórzano Telechea, J.A. “The politics of the urban commons in Northern Atlantic Spain in the Later Middle Ages”, Urban History, 41/2, 2014: 83 - 204.

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93.  Sobre los sistemas electorales, véase: Najemy, J.M. Corporatism and Consensus in Florentine Electoral Politics, 1280-1400. University of North Carolina Press, Chapel Hill, 1982. Schneider, R.; Zimmermann, H. (dirs.) Wahlen und Wählen im Mittelalter. Thorbecke, Sigmaringen, 1990. Polo Martín, R. El régimen municipal de la Corona de Castilla durante el reinado de los Reyes Católicos (Organización, funcionamiento y ámbito de actuación). Colex, Madrid, 1999. Rigaudière, A. “Voter dans les villes de France au Moyen Age (XIIIe-XVe s.)”, Comptesrendus des séances de l’Académie des inscriptions et Beles-Lettres, 144, 4, 2000: 1439-1471. Solórzano Telechea, J.A. “Elites urbanas y construcción el poder concejil en las Cuatro Villas de la Costa de la Mar (siglos XIII-XV)”, Ciudades y villas portuarias del Atlántico en la Edad Media. Najera. I Encuentros Internacionales del Medievo (2004). IER, Logroño, 2005: 187-230. Péneau, C. (Ed.) Élections et pouvoirs politiques du VIIe au XVIIe siècle. Bière, Burdeos, 2008. Péneau, C. (Dir.) “Elections et pouvoirs politiques II”. Dossier de la revista Cahiers de Recherches médiévales et humanistes, 20, 2010: 125-219. Péneau, C. (Ed.) Èlections et pouvoirs politiques du VIIe au XVIIe siècle. Editions Bière, París, 2008. Gilli, P. “Aux sources de l’espace politique: techniques électorales et pratiques délibératives dans les cités italiennes (XIIe-XIVe siècles)”, Boucheron P.; Offenstadt, N. (Eds.) L’espace public au Moyen Âge..., op. cit. 229-247.

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presente monografía quiere aportar algunas respuestas a los interrogantes que se han venido haciendo los medievalistas sobre los grupos populares, pero también es necesario prestar atención a su definición, la terminología medieval, cómo se veían y eran vistos, su composición, sus actividades económicas, cómo organizaban el espacio urbano, cuáles fueron los grupos sociales que contribuyeron a formar su identidad, cuáles eran sus aspiraciones, cuáles fueron los logros y las contribuciones del común a los regímenes político medievales, qué normas de comportamiento tenían, cuáles eran sus valores, cómo estaban representados en las instituciones, cómo influían en las decisiones políticas, cuáles eran sus reivindicaciones políticas, entre otras muchas cuestiones.

pública en un espacio urbano (Alcántara) y su entorno rural a finales de la Edad Media y sostiene que las élites urbanas manipulaban en su beneficio la opinión del común mediante el uso del rumor.

La primera parte de esta monografía, caracterización de los grupos populares: denominaciones, actividades urbanas y movilidad, tiene por objetivo responder a varios de los temas que acabamos de mencionar. El primer elemento que mejor caracterizaba a los integrantes de los grupos populares se refería a sus actividades urbanas. Ricardo Córdoba de la Llave se encarga de estudiar las actividades del sector productivo, realizadas por los grupos populares en el ámbito de las ciudades castellanas, y aborda las cuestiones relacionadas con la organización topográfica e institucional del trabajo, así como la cualificación técnica de los artesanos. El segundo de los trabajos, a cargo de María Paola Zanaboni, tiene también por objeto el análisis del mundo laboral en las ciudades italianas y, en especial, las características de un sector poco conocido, como era el del “trabajo en negro”, que escapaba al control de las cofradías de oficios. El tercero de los trabajos nos acerca a los grupos populares de las ciudades medievales portuguesas y su impacto en la organización de espacio urbano de la mano de Arnaldo Sousa Melo y María do Carmo Ribero. Tras ellos, James Davis examina la ideología del bien común, que aparece en la normativa sobre actividades mercantiles, y hasta dónde es posible entender la manera en que tales referencias fueron percibidas e interpretadas por los vecinos de las ciudades medievales de Inglaterra. José Antonio Llibrer Escrig analiza la importancia de los emprendedores del sector textil de un grupo de pequeñas ciudades al sur de Valencia y cómo se hicieron con los cargos de responsabilidad concejil al objeto de consolidar sus negocios y afirmar su influencia en la comunidad. Un segundo elemento en la caracterización de los grupos populares eran la manera en que se creaba el estado de opinión en los grupos populares. Luis Vicente Quijada estudia un proceso de construcción y modelado de la opinión

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El tercer elemento que definía a los grupos populares era la existencia de una movilidad social y geográfica. Oriol Murall Debasa expone que en el territorio de la diócesis de Barcelona en el siglo XIV había una gran movilidad social al amparo de la catedral y de las posibilidades de promoción personal que abría su oferta educativa. Junto con la movilidad social, los grupos populares se movían en busca de mejores trabajos. Así lo constata Elodie Capet para la ciudad de Perpiñán en la Baja Edad Media al calor de la expansión mercantil de Barcelona y al desarrollo de la industria textil, que atrajo a inmigrantes provenientes de toda Europa, desde simples peones hasta mercaderes, pasando por artesanos que querían participar del desarrollo económico de la ciudad. La segunda parte del libro, que lleva por título El común y los poderes urbanos: participación política, ideología y reivindicaciones, está dedicada al análisis de las relaciones entre los grupos populares y el poder político. El común como mejor se definía era en sus reivindicaciones frente a la nobleza urbana, estructurada en bandos y linajes que ostentaban los cargos concejiles. Esto no quería decir que el común no participara en algunas facciones nobiliarias, pero ello no era óbice para valorar al común como algo distinto e, incluso, como una alternativa política. En primer lugar, Hipólito Rafael Oliva afirma que los conceptos de común o comunidad no eran categorías socio-económicas, sino políticas y analiza su grado de consolidación como sujeto político en torno a 1520. En segundo lugar, Máximo Diago Hernando estudia el papel que la institución del Común de pecheros tuvo en los conflictos políticos planteados en las ciudades castellanas en las dos primeras décadas del siglo XVI, que se relaciona con la revuelta comunera de 1520. Le sigue el estudio de Jesús A. Solórzano Telechea sobre la evolución de la participación del común en los gobiernos urbanos del norte peninsular, así como el desarrollo de su ideología política y sus reclamaciones de carácter político contra las oligarquías urbanas, que acabó en una aceptación de buena parte de sus reivindicaciones con la colaboración de la Corona, su principal baluarte, lo que puede explicarnos que ninguna de las villas del norte de España se levantara contra la monarquía durante la revuelta de las comunidades de 1520/21. Fernando Martín Pérez, por su parte, realiza un estudio de caso, centrado en el puerto de San Vicente

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de la Barquera, en el que analiza lo que se entiende por común, así como las reivindicaciones políticas de este amplio sector social en esta villa del Cantábrico. Jelle Haemers se centra en el estudio de las acciones colectivas en Flandes y el señorío de Malinas, que adoptaron formas de protesta no violentas como las cartas de peticiones para impulsar el cambio de las leyes. De esta manera, se nos muestra que la resistencia no violenta fue tan parte integral de la cultura política medieval, como también la violencia y el desorden. Vincent Challet reflexiona sobre la manera en que podemos definir los contornos de los populares, para lo cual propone que nos encontramos ante un grupo informal cuyas realidades sólo pueden ser aprehendidas gracias a sus objetivos políticos. Gisela Naegle observa la oposición existente entre las nociones de común y linaje en las ciudades alemanas, así como los problemas de la progresiva aristocratización de los municipios alemanes, que conllevó un alejamiento del común y las cofradías de oficios de la vida política, que puso en peligro la cohesión interna de los centros urbanos. Jesús de Inés Serrano analiza la conflictividad social urbana por causas políticas en las ciudades de Hildesheim y Palencia en perspectiva comparada y transnacional, y apunta que las estrategias y actuaciones para pacificar el conflicto lograron sofocar los levantamientos, pero fracasaron al no proponer una solución final satisfactoria. Los trabajos de Beatriz Majo e Irene Castrillo arrojan luz sobre un tema muy debatido, como es el del papel de la mujer del común en la política urbana bajomedieval y aportan datos y reflexiones que matizan el tópico de la exclusión femenina del mundo político. Por último, Raúl González estudia la construcción de la identidad pechera del común en tres ciudades episcopales asturleonesas (Astorga, León y Oviedo) y presta atención a la manera en que la lucha contra la exención vertebró la intervención pública del “común” y ayudó a construir una identidad específica.

Por último, queremos agradecer a cuantas personas e instituciones han colaborado en la consecución de los X Encuentros Internacionales del Medievo de Nájera y de esta monografía que es la plasmación de sus resultados sobre papel: el Ayuntamiento de Nájera, alma mater de los encuentros; la Consejería de Educación, Cultura y Turismo del Gobierno de La Rioja, la Secretaría de Estado de Investigación, desarrollo e innovación del Ministerio de Economía y Competitividad, la Universidad de Cantabria, la Sociedad Española de Estudios Medievales y, muy especialmente, el Instituto de Estudios Riojanos.

Para terminar, queremos dejar constancia de que ha sido nuestro propósito el estudio de los grupos populares como un producto social inacabado, que es capaz de revelarnos las claves del funcionamiento de la sociedad medieval. Esta monografía ha tratado de dar respuesta a varios interrogantes sobre el papel de los grupos populares, muchas veces tanto despreciados por los cronistas medievales, como infravalorados por los medievalistas contemporáneos, desde una perspectiva comparada y transnacional entre el mundo Atlántico y el mundo Mediterráneo en la Europa bajomedieval.

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