Los franciscanos en los viejos reinos de Castilla y León: de la pobreza espontánea a la promoción nobiliaria, \"Biblioteca. Estudio e Investigación\", nº 31 (2016), pp. 159-195

May 24, 2017 | Autor: J. Hernando Garrido | Categoría: Franciscans, Medieval Franciscans, Franciscan Art, Spanish Gothic Sculpture, Spanish Gothic Architecture
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Descripción

Los Franciscanos en los viejos reinos de Castilla y León: de la pobreza espontánea a la promoción nobiliaria José Luis Hernando Garrido UNED-Centro Asociado de Zamora

No quedaban espacios para los cansancios inútiles cuando estallaban las bengalas de artificio

Los Franciscanos en los viejos reinos de Castilla y León: de la pobreza espontánea a la promoción nobiliaria

Los franciscanos, lejos de retirarse del mundo, optaron por vivir el siglo, transformándolo con la obra y la palabra y habitando las urbes. En sus orígenes, las órdenes mendicantes rechazaron la riqueza mercantil y el docto saber de las universidades, apostando por la importancia de la predicación –apelando a los sentimientos y la afectividad– y el uso de las lenguas vernáculas para redimir herejes.

En un célebre retablo pintado por Bonaventura Berlinghieri para Pescia, san Francisco ocupa la tabla central, representado frontalmente y con nimbo, porta un libro y muestra los estigmas a la manera bizantina, reservando otras seis escenas para relatar algunos pasajes de su vida: la expulsión de los demonios de la ciudad de Arezzo, el sermón a las aves o la estigmatización. Se trata de la más antigua representación conocida de la vida del santo de Asís (en 1235), que había fallecido en 1226. Presenta claro aire de icono oriental, aunque incorporando enormes novedades iconográficas (el arte bizantino nunca hubiera reflejado la vida de un santo tan próximo en el espacio y el tiempo). Según escribiera Tomás de Celano en su Primera Vida: “De mediana estatura, más bien pequeño que alto; cabeza redonda y bien proporcionada, cara un tanto alargada en óvalo, frente llana y pequeña; ojos ni grandes ni pequeños, negros y de sencilla mirada; cabellos de color oscuro, cejas rectas, nariz bien perfilada, enjuta y recta…; labios pequeños y delgados, barba negra, algo rala…, vestido áspero, sueño brevísimo y trabajo continuo”3. En la Porciúncula recibió san Francisco la revelación definitiva de su misión en 1208, cuando escuchó estas palabras: “No lleven monedero, ni bolsón, ni sandalias, ni se detengan a visitar a conocidos...” (Lc, 10), siguiendo las máximas evangélicas: “Andad a predicar diciendo: Cerca está el reino de los cielos. Curad enfermos. Resucitad muertos, limpiad leprosos, lanzad demonios; de balde lo recibisteis, dadlo de balde. No llevéis oro, ni plata, ni cobre en vuestras fajas, ni alforja

La espiritualidad franciscana, peregrina y advenediza1, menos racional que la dominicana consideró siempre a san Francisco como alter Christus, y Francisco –pobre por convicción– no quería conventos, al menos en propiedad, lo normal en una orden asamblearia de frailes itinerantes; tampoco quiso alzar construcciones de piedra, sólo de madera. Acoger comunidad amplias, atender a los ancianos y enfermos y articular una estructura formativa y educativa de cara a la predicación, supuso hacer frente a nuevos retos que les fueron alejando de la pobreza primitiva. Mediante la bula Si Ordinis Fratrum Minorum (1230), Gregorio IX autorizará la libre fundación de iglesias franciscanas sin la intromisión de obispos y abades. La bula Nimis iniqua (1231) permitía fundar en centros urbanos y la Quoniam abundavit (1237), autorizaba a los frailes la libre predicación, lo cual conllevaba percibir emolumentos. Desde 1252 Inocencio IV invitaba a transformar los habitacula en conventos y la bula de Alejandro IV Non sine multa (1257) permitía a los franciscanos predicar y confesar en todas las diócesis sin expreso permiso episcopal2. 1

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Agustín BOADAS LLAVAT, “De chozas a mansiones: notas a los asentamientos franciscanos españoles”, en Actas del Congreso Internacional sobre el Franciscanismo en la Península Ibérica. Identidad y poder. Libro homenaje al P. Enrique Chacón Cabello, Baeza-Priego de Córdoba, 2015, coord. de Manuel Peláez del Rosal, Sevilla, 2016, p. 21. BOADAS, op. cit., pp. 24-25. Joaquín YARZA LUACES, “La imagen del fraile franciscano”, en VI Semana de Estudios Medievales, Nájera, 1995, coord. de José Ignacio de la Iglesia Duarte, Javier García Turza y José Ángel García de Cortázar y Ruiz de Aguirre, Logroño, 1996, p. 190.

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para el camino, ni dos túnicas, ni zapatos, ni bastón, porque el obrero es acreedor a su mantenimiento. Y en la ciudad o aldea en que entréis, averiguad quién hay en ella digno, y quedaos allí hasta que partáis. Y al entrar en la casa, saludad; y si la casa fuere digna, venga vuestra paz sobre ella, y si no lo fuere, tórnese a vosotros vuestra paz” (Mt. 10, 7-13).

La fraternidad franciscana, frente a la separación existente en los monasterios cistercienses entre padres y conversos, simplificará los conventos de los menores, pues carecen de separación alguna en la iglesia, capítulo, comedor o refectorio, que en los monasterios tradicionales obligaba a duplicar las dependencias en función de la calidad espiritual de sus moradores. Entre los franciscanos hubo diferencias entre clérigos y legos sin que ello implicara una neta separación física.

Bajo la pobreza que Francisco predicaba, los frailes se emplearon en faenas humildes para los monasterios y casas particulares y trabajaron para los granjeros. Pero las necesidades cotidianas convirtieron la limosna en actividad inevitable, labor que Francisco alentó con la expansión del mensaje evangélico, estimulando a los frailes a viajar por pedigüeñas parejas. El hermano León fue uno de los que acompañaron a Francisco hasta el monte Alvernia en 1224 donde, según los escritos de Buenaventura de Fidanza, el poverello recibió los estigmas. Al final de su vida Francisco, confió el cuidado de su persona a cuatro de los suyos, entre ellos el hermano León, permitiéndole que le tocara sus llagas cuando le cambiaba las vendas manchadas de sangre. La Primera Vida recoge varias exhortaciones evangélicas en sus veintitrés capítulos sin hacer alusión a lo arquitectónico

Marta Poza aludía a la sospechosa similitud entre los milagros del fuego que afectaron tanto a san Francisco como a santo Domingo de Guzmán5. Durante un frustrado viaje a Tierra Santa del de Asís en 1219, consiguió llegar a Egipto donde intentó convertir al sultán al cristianismo. Propuso prender una gran hoguera y meterse, tanto él mismo como los imanes islámicos; quienes no resultasen chamuscados serían los seguidores de la verdadera fe. Asustados los egipcios, eludieron acercarse al fuego; san Francisco, en cambio, superó la prueba con éxito. Pedro Berruguete se hará eco del momento en el que santo Domingo aceptó el reto que le lanzó un grupo de herejes albigenses en la ciudad de Fanjeaux: arrojar a una hoguera sus escritos para que fuera el fuego quien decidiera cuáles eran los que proclamaban el credo auténtico. Accediendo el santo, todos los presentes contemplaron cómo, mientras los volúmenes heréticos se consumían por efecto de las llamas, los redactados por el monje se salvaban milagrosamente al salir volando. Natural entre una orden tan afecta a lo intelectual que contó con Tomás de Aquino.

Resulta difícil conciliar el humildísimo espíritu ermitaño de san Francisco (coincidente con san Bernardo en su célebre Apología a Guillermo de Saint-Thierry y la búsqueda de la pobreza evangélica) con edificaciones suntuosas y de tan altos vuelos góticos como la Santa Croce de Florencia, San Francisco de Bolonia o San Juan de los Reyes de Toledo4. Pero cuando san Francisco opta por predicar y pedir limosna en el seno de comunidades urbanas, eremitismo y servicio resultaron actividades poco conciliables, siendo necesaria la construcción de conventos –que no chozas o humildes eremitorios– con edificaciones propias (desde 1230-40) para evitar la peligrosa tendencia al vagabundeo. 4

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Una fantasiosa leyenda franciscana basada en tardíos cronicones alude a la peregrinación emprendida por san Francisco –junto a Bernardo de Quintanavalle– a Santiago de Compostela hacia fines de 1213 o inicios de 12146. Junto a la tumba del apóstol, Francisco concibió la idea de fundar su orden. Los primeros oratorios

Javier MARTÍNEZ DE AGUIRRE, “Espiritualidad franciscana y arquitectura gótica: del recelo a la revitalización”, en VI Semana de Estudios Medievales…, p. 111. Marta POZA YAGÜE, “Pero, ¿de quién es este milagro?”, ed. electrónica en http://cvc.cervantes.es/el_rinconete/anteriores/ junio_05/28062005_02.htm, consultada en julio de 2016. Lucía LAHOZ GUTIÉRREZ, “El arte franciscano en la España medieval”, en Actas del III Congreso Internacional sobre el Franciscanismo en la Península Ibérica. El viaje de San Francisco por la Península Ibérica y su legado (1214-2014). Ciudad Rodrigo (Salamanca), 2009, ed. de Manuel Peláez del Rosal, Córdoba, 2012, vol. I, pp. 44-45.

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franciscanos hispanos aparecieron en Santiago, Burgos, Logroño, Palencia, Valladolid, León, Zamora y Toledo. En 1233 la provincia franciscana de España (fundada en 1217) se dividió en tres: la de Santiago (Galicia, Portugal y viejo reino de León), Castilla y Aragón (incluyendo Navarra). Los franciscanos se instalaron en el interior de las ciudades y abrieron escuelas y studia. Hacia 1265 Castilla tenía 44 conventos repartidos en 8 custodias y Santiago 42 conventos repartidos en 7 custodias (en 1272 se dividió en las tres naciones de Campos, Portugal y Galicia)7.

1228 y consagrada en 1253, fue ornada a lo largo de los siglos XIII y XIV con una esplendorosa serie de frescos que contravenían a conciencia el espíritu de las constituciones narbonenses8. En la práctica, entre 1230 y 1260 se había iniciado una cierta efervescencia edilicia y muchos conventos provisionales hispanos pasaron a convertirse en establecimientos de notables vuelos cuyas grandes iglesias resultaban óptimas para la predicación y especialmente, para perpetuar la memoria de los finados. El grueso de los templos presenta capillas entre los contrafuertes y cabecera poligonal (San Francisco y Santa Catalina de Barcelona)9, con pequeño coro en el centro y espacio para enterramientos privilegiados hacia el presbiterio. A grandes rasgos, los templos conventuales poseían una única nave para optimizar la acústica de la predicación, además de alzar claustro con capítulo, refectorio, biblioteca, enfermería y paso a celdas individuales.

Las Constituciones de Narbona de 1260 ordenan “evitar de la manera más rigurosa la afectación (curiosidad) de los edificios en la pintura, bordados o cortinaje, esculturas, ventanas y columnas; de la misma manera, que se evite la excesiva dimensión en longitud, anchura y altura, según las condiciones del lugar. Aquellos que transgredieren esta constitución sean castigados rigurosamente y los principales de entre ellos sean irrevocablemente destituidos de sus cargos, a no ser que sean restablecidos por el ministro general. Y en esto sean obligados firmemente los visitadores, si los ministros no han sido en ello negligentes. Que las iglesias no sean de ninguna manera cubiertas con bóvedas, exceptuada la capilla mayor. Que el campanario de la iglesia no sea hecho nunca en forma de torre. Asimismo, que no sean nunca las ventanas compuestas de vitrales historiados o pintados, a excepción del vitral del coro principal situado detrás del altar mayor, donde se pueden colocar las imágenes del Crucifijo, de la Virgen y de los santos Juan, Francisco y Antonio”, pero la propia basílica de San Francisco de Asís, iniciada en 7 8

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José Antonio Nieves Conde rodó en 1966 Cotolay (El niño y el lobo). A principios del siglo XIII tres frailes que han peregrinado hasta Compostela y oran ante la tumba del Apóstol, reciben una revelación de Dios: la orden franciscana, pequeña y humilde, ha de fundar el primer convento en estas tierras. Para llevar a cabo la difícil misión contarán con la ayuda de un muchacho llamado Cotolay. En el patio exterior del monasterio de Melón, se ambientó un decorado con la fachada occidental de la catedral de Santiago en construcción para rodar Cotolay, una producción francoespañola con actores como Vicente Parra o José Bódalo10. En la película san

Adeline RUCQUOI, “Los franciscanos en el reino de Castilla”, en VI Semana de Estudios Medievales…, p. 68. Pedro NAVASCUÉS PALACIO, Monasterios de España. Arquitectura y vida monástica, Madrid, 2000, pp. 186-187; BOADAS, op. cit., p. 26, envía al clásico trabajo de conjunto de Marta CUADRADO SÁNCHEZ, “Arquitectura franciscana en España (siglos XIII y XIV)”, Archivo Ibero-Americano, LI (1991), pp. 59-60. Anna Mª GINÉ I TORRES, “El convent de Sant Francesc de Barcelona: Reconstrucció hipotètica”, Acta Historica et Archaeologica Mediaevalia, 9 (1988), pp. 221-241; Ernest ORTOLL I MARTÍN, “Algunas consideraciones sobre la iglesia de Santa Caterina de Barcelona”, Locus Amoenus, 2 (1996), pp. 47-63; Martina FRAUER, “Die dominikanerkirche Santa Catalina in Barcelona. Aspekte zur Entstehungsgeschichte”, en Gotische Architektur in Spanien / La arquitectura gótica en España, ed. de Christian Freigang, Frankfurt, 1999, pp. 119-142. José Mª FOLGAR DE LA CALLE, “Cotolay: historia cinematográfica do paso de Francisco de Asís por Compostela”, en Homenaje a José García Oro, coord. de Miguel Romaní Martínez y Mª Ángeles Novoa Gómez, Santiago de Compostela, 2000, pp. 425-436; Carmen MANSO PORTO, “El convento de San Francisco de Valdediós, santuario de la tradición de la peregrinación de Francisco de Asís a Santiago de Compostela en 1214”, Ad Limina, 5 (2014), pp. 17-42; Ramón YZQUIERDO PERRÍN, “Iconografías de san Francisco de Asís en Santiago: tradiciones leyendas y textos”, Sémata. Ciencias Sociais e Humanidades, 26 (2014), pp. 547-582.

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como Alameda de Cervantes, se paró e hizo cinco montoncitos de piedras. Al preguntarle el religioso por el significado de su acción el santo le respondió: “comienzo como puedo la casa del Señor; otros vendrán después y la continuarán”. En ese mismo lugar se encuentra el templo del que fue convento de San Francisco, cuyo origen se remonta al siglo XIII11.

Francisco convence a maestro Mateo para que regale la piedra necesaria para alzar los muros del convento franciscano (historia que carece de todo rigor histórico). Una gran lápida sita en la portería del convento de San Francisco de Santiago reza: “Viniendo nuestro padre San Francisco a visitar al Apóstol Santiago, hospedole un pobre carbonero llamado Cotolay, cuya casa estaba junto a la ermita de San Paio [de Antealtares] en la falda del monte Pedroso. De allí salía el Santo al monte a pasar las noches en oración. Allí le reveló Dios era su voluntad la edificación de un convento en el sitio donde está, llamado Val de Dios y Val del Infierno, y sabiendo el Santo era del monasterio de San Martín, pidióselo al padre abad por amor de Dios y ofreció ser su forero y pagar en cada año un cestito de peces. Aceptó el padre abad y de ello se hizo foro firmando el Santo, del cual dan fe los ancianos de San Martín han visto y leído. Habido el sitio dijo el Santo a Cotolay: “Dios quiere que me edifiques un convento de mi orden”. Respondió Cotolay que cómo podía un pobre carbonero – “Vete a aquella fuente”– dijo el Santo– que allí te dará Dios con qué –. Obedeció Cotolay y halló un gran tesoro con el que edificó este monasterio. Bendijo Dios a la casa de Cotolay; casó notablemente. Fue regidor de esta ciudad y edificó los muros de ella que ahora van junto a San Francisco y antes iban por la Azabachería. Su mujer está enterrada en la Quintana y Cotolay, fundador de esta casa, en este lucilo que para sí escogió. Falleció santamente el año del Señor de 1238”. En referencia a la peregrinación de san Francisco de Asís a Santiago de Compostela, hay una leyenda que cuenta que, a su paso por Soria, se hospedó en el monasterio de Nuestra Señora de la Blanca, y que una mañana muy de madrugada salió a pasear por la ciudad con un monje, al llegar a las cercanías de lo que hoy conocemos 11

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Tendremos presencia seráfica en la galería superior que corona la puerta de las Cadenas (junto a otros personajes veterotestamentarios) y en un par de capiteles del Pórtico del Perdón de la catedral de Ciudad Rodrigo. En ésta última, obra del segundo tercio del siglo XIII que presenta claras influencias del Pórtico de la Gloria, aparece una representación del santo de Asís imberbe predicando en pie ante los pájaros y arrodillado adorando a Cristo-serafín coronado en la cruz del que recibe los estigmas, por detrás surge el hermano León. Lucía Lahoz apreciaba en el Pórtico del Perdón un programa sacramental de cuño franciscano –más allá de las estatuas-nervadura– con especial atención hacia la resurrección: “la predicación también se realizaba en los pórticos, usando la imaginería allí fijada. La iconografía proporciona los “exempla” plásticos, que combinados con la palabra componían la predicación y ayudaban a que la sermonaria fuese más comprensible al público iletrado. Que esto sucediera en el Pórtico Civitatense es más que probable”, lo más curioso es que semejante alarde icónico se desplegara sobre una portada catedralicia en lugar de exhibirse en el interior de los muros de un convento12. En la polémica sobre la posesión de bienes y la pobreza apostólica que se planteó en el siglo XIV entre los franciscanos espirituales y

Pelayo ARTIGAS, “Los conventos franciscanos de Soria”, Boletín de la Sociedad Española de Excursiones, XXXVI (1928), pp. 73-84. YARZA, op. cit., pp. 207-208; LAHOZ, op. cit., pp. 65-73, en esp. 69; id., “Sobre galerías, portadas e imágenes. La escultura monumental de la catedral de Ciudad Rodrigo”, en La catedral de Ciudad Rodrigo. Visiones y revisiones, ed. de Eduardo Azofra Agustín, Salamanca, 2006, pp. 211-224; id., “Sobre la recepción de la galería de los reyes en el gótico hispano. El caso de la catedral de Ciudad Rodrigo”, en El intercambio artístico entre los reinos hispanos y las cortes europeas en la Baja Edad Media, coord. de Concepción Cosmén Alonso, Mª Victoria Herráez Ortega y María Pellón Gómez-Calcerrada, León, 2009, pp. 47-65. La escena de la predicación a los pájaros y otros animales aparece en un capitel de la sala capitular del convento franciscano de Santiago, Santa Catalina de Montefaro (Coruña) y San Francisco de Betanzos (cuya portada occidental presenta también una estigmatización). Vid. además Dolores FRAGA SAMPEDRO, “El poder de la palabra: imágenes de predicación en la edad media hispana”, e-Spania, 3 (2007), ed. electrónica en http://e-spania.revues.org/15133; DOI: 10.4000/e-spania.15133, consultada en agosto de 2016.

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el pontífice Juan XII destacó el polémico pensador franciscano Guillermo de Ockham13, su filosofía racional y científica ayudó a Umberto Eco a construir el personaje de Guillermo de Baskerville. En 1327 el franciscano y su discípulo, el novicio benedictino Adso de Melk, llegan a una abadía benedictina ubicada en los Apeninos septentrionales italianos famosa por su impresionante biblioteca con estrictas normas de acceso14. Adso se da de morros con una fanciulla bella e terribile como un esercito schierato a battaglia (“nigra sed formosa”) y Guillermo debe organizar una reunión entre los delegados del papa y los líderes de la orden franciscana, en la que se discutirá sobre la supuesta herejía de la doctrina de la pobreza apostólica promovida por los espirituales. La celebración y el éxito de dicha reunión se ven amenazados por una serie de muertes que los supersticiosos monjes, a instancias del ciego ex-bibliotecario Jorge de Burgos, consideran que siguen la pauta de un pasaje del Apocalipsis. Guillermo y Adso intentan resolver el misterio descubriendo que, en realidad, las muertes giran alrededor de la existencia de un libro envenenado que se creía perdido: el segundo libro de la Poética de Aristóteles.

infinidad de pleitos). En realidad solventaron de un plumazo el problema moral que suponían las grandes fortunas en los ricos entornos urbanos de cara a la salvación del alma. Paralelamente se acercaron a las necesidades de los laicos mediante la predicación, la confesión, el control de las conciencias de los vivos y los cuerpos de los finados, la redacción de manuales, el fomento del asociacionismo caritativo y de las prácticas paralitúrgicas15. El valor apotropaico del hábito franciscano deriva de una creencia –difundida en las Florecillas– según la cual Dios prometió al santo de Asís descender al purgatorio una vez al año –en el aniversario de su muerte– y rescatar el alma de todos sus devotos. Frailes franciscanos aparecen en el cortejo fúnebre del sepulcro de doña Urraca Díaz de Haro (Cañas), los sepulcros de los obispos don Rodrigo Díaz (†1339) en la capilla de San Martín de la catedral de Salamanca, don Hernando (†1292) en la capilla de San Nicolás de la catedral de Ávila y don Lope de Fontecha (†1351) en la capilla de San Gregorio de la catedral de Burgos. Franciscanos portando un hisopo y un acetre –atributos fúnebres por excelencia para aspergar los túmulos– apreciamos en un sepulcro de San Francisco de Betanzos y un fragmento de otra pieza funeraria en San Francisco de Santiago16. Muchas criptas de templos franciscanos conservan osarios de lo más aparatoso. Desde fines del siglo XV e inicios del XVI comenzaron a surgir cofradías penitenciales de la Vera Cruz, de la Sangre o de Disciplinantes: el cordón franciscano adquiere entonces pleno valor penitencial. Hombres y mujeres que aspiraban a vivir con el compromiso comunitario de perfección evangélica se acogieron bajo la tutela y el amparo de un convento franciscano, constituyendo así una orden tercera de seglares casados o célibes, comprometiéndose a una vida de penitencia, proliferando la fundación de cofradías piadosas

Los franciscanos se comprometieron en la lucha contra la herejía y se especializaron en el sacramento de la penitencia y la asistencia en el tránsito hacia el más allá. El hombre debe tener en cuenta su muerte, haciendo el bien con sus bienes materiales y ¿qué mejor que confiarse en brazos de los frailes menores para promover la expansión de la orden con su limosna? Las últimas voluntades perseguían el enterramiento cerca de los altares y de los santos, los banqueros florentinos se reservaron capillas funerarias en el interior de la Santa Croce, proceder que fue seguido por gran parte de las élites urbanas (mercaderes, comerciantes, cambistas y nuevos profesionales) en la Europa meridional (y que generaron 13

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Ivan COLIN, “Les Spirituels franciscains: Bilan historiographique et nouvelles pistes de recherches”, Clío & Crímen, 1 (2004), pp. 189-216. Joan BASTARDAS, “Adso de Melk i el “Cançoner eròtic de Ripoll” (Un breu assaig de filologia-ficció)”, Cuadernos de Filología Clásica, XX (1986-87), pp. 73-75. F. Javier PEÑA PÉREZ, “Expansión de las órdenes conventuales en León y Castilla: franciscanos y dominicos en el siglo XIII”, en III Semana de Estudios Medievales, Nájera, 1992, coord. de José Ignacio de la Iglesia Duarte, Logroño, 1993, p. 193. MANSO PORTO, op. cit., pp. 40-41.

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dedicadas a la caridad y la asistencia social17. En 1547, el papa Paulo III reconocería la validez de las tres reglas: religiosos, religiosas y terciarios seculares, todos ellos sometidos a la jurisdicción del ministro general de los terciarios regulares18.

el Árbol de la Vida y la Danza de la Muerte (la sala capitular era también conocida como la Sala Profundis pues cuando moría un monje su cadáver quedaba expuesto aquí para ser velado y se cantaba el salmo De profundis)19. Aledañamente aparecen dos pautas con notación musical cuadrada gregoriana: el primer verso del refrán en catalán Morir frares nos covè, mas no sabem la hora…, presente en versión latina en la pieza

Excepcionales son los frescos de fines del siglo XV en la sala capitular del convento franciscano de Morella (Castellón) que representan 17

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Sobre la evolución de las fraternidades terciarias vid. Alfredo MARTÍN GARCÍA, “Los franciscanos seglares en la Corona de Castilla durante el Antiguo Régimen”, Hispania Sacra, 57 (2005), pp. 442-465, aunque la participación de campesinos, artesanos, criados y mujeres en la toma de decisiones entre los seglares franciscanos fue más que limitada; influyendo directamente la mediana y pequeña nobleza local, el clero secular y la burguesía. Magdalena DE PAZZIS PI CORRALES, “El proceso de elecciones en un convento franciscano terciario: Santa Paula de Zamora”, Cuadernos de Historia Moderna, 15 (1994), pp. 100-101. Sobre iconografía macabra hispana vid. José ROMEU FIGUERAS, “La “Representació de la Mort”, obra dramática del siglo XVI, y la Danza de la Muerte”, Boletín de la Real Academia de Buenas Letras de Barcelona, 27 (1957-1958), pp. 181-225; Alan David DEYERMOND, “El ambiente social e intelectual de la danza de la muerte”, en Actas del III Congreso Internacional de Hispanistas, México, 1968, coord. de Carlos H. Magis, 1970, pp. 267-276; Mario GENNERO, “Elementos franciscanos en las Danzas de la Muerte”, Boletín del Instituto Caro y Cuervo, XXIX (1974), pp. 181-185; Jean WIRTH, La jeune fille et la mort. Recherches sur les thèmes macabres dans l’art germanique de la Renaissance, París, 1979; Luis RUBIO GARCÍA, “Supervivencia de las Danzas de la Muerte”, Estudios Románicos, 2 (1979-80), pp. 102-134; Carmen GARCÍA MATOS ALONSO, “La danza de la muerte y su supervivencia en la tradición folklórica hispana”, Revista de Musicología, 8 (1985), pp. 257-272; Salvador CLARAMUNT, “La danza macabra como exponente de la iconografía de la muerte”, en La idea y el sentimiento de la muerte en la historia y en el arte de la Edad Media, coord. de Manuel Núñez Rodríguez y Mª José Portela Silva, Santiago de Compostela, 1988, pp. 93-98; Ana Mª ÁLVAREZ PELLITERO, “La Danza de la muerte entre el sermón y el teatro”, Bulletin Hispanique, 93 (1991), pp. 13-29; Francesca ESPAÑOL BERTRÁN, Lo macabro en el gótico hispano, Madrid, 1992; Francesc MASSIP, “Orígenes y desarrollo del teatro medieval catalán”, Revista de Filología Española, LXXIV (1994), p. 33; id., “Huellas de oriente en las representaciones macabras de la Europa medieval: el caso catalán”, Cuadernos del CEMYR, 19 (2011), pp. 137-161; Fernando MARTÍNEZ GIL, La muerte vivida. 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Ad mortem festinamus del Llibre Vermell de Montserrat. Dijo Josemi Lorenzo Arribas que “Se podía cantar mirándola. Viene a ser un trasunto de los grandes cantorales de coro”20. Quizás la presencia en Morella del célebre predicador dominico Fray Vicente Ferrer entre 1410 y 1414 pueda explicar este escabroso ciclo.

campesino, un judío, una prostituta, un niño, una pareja noble y un burgués que danzan agarrados de sus manos (más que una danza de la muerte parece una radiografía social, una vanitas que para Francesca Español describe un verdadero epitafio colectivo recordando la incertidumbre de la hora de la muerte y la equidad de todas las edades y estados ante la misma).

En la parte superior del ciclo aparece la imagen de la muerte cazadora, representada por la figura de un esqueleto armado con un arco, disparando flechas contra el Árbol de la Vida. De su boca sale una filacteria en el que leemos: “Nemini parco” (no perdono a nadie)21, como en la Dansa de la mort que aún representan la noche del Jueves Santo en Verges (Girona). La base del árbol está siendo roída por dos ratas. Debajo de la escena de la Danza de la Muerte hay otras dos filacterias: “No és pas savi, mes és ffoll qui memoria de lal mort si vit se toll. Morir frares nos convé: mas no sabets la hora; al menys un hora al dia: aquest mon no pot durar” (No es sabio sino necio quien de la muerte se olvida, morir hermanos debemos, pero no sabemos ni la hora, ni el día). Por debajo aparece un personaje que con la mano izquierda tañe una trompa ornada con un banderín y la inscripción: “Hon es la meu tresor / la es lo teu cor” (Donde está mi tesoro está tu corazón). En boca del transi (un cadáver en proceso de descomposición depositado en el interior de su sepulcro) aparece la cartela “Fuit quod etis…” (se corresponde con los primeros versos del texto que figura en la tumba del Príncipe Negro en Canterbury: “Así como sois, así fui yo. / Tal como yo soy, así seréis. / Poco pensé en la hora de la muerte / Mientras disfruté el don del respirar / Mas ahora soy un pobre cautivo. / En el fondo de la tierra, aquí estoy / Mi gran belleza, toda, se perdió / Mi carne se pudrió hasta los huesos”). El transi está rodeado por las figuras de una pareja real, un papa, un cardenal, un obispo, un monje cisterciense, un monje benedictino, un dominico, un franciscano, un clérigo secular, una mujer de blanco, una monja, un 20 21

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Para algunos autores, fueron precisamente las órdenes mendicantes las principales detractoras de las danzas de la muerte: durante el siglo XIV algunos párrocos danzantes se quejaban de que los frailes les humillaban, rebajándoles al nivel de los seglares. Saugnieux relacionó las danzas de la muerte con el espíritu carnavalesco, atribuyendo a los frailes mendicantes la invención de las danzas macabras, aunque en realidad fueron siempre enemigos declarados de semejantes regocijos juzgados como sacrílegos. El carácter demoniaco fue más evidente en las danzas macabras francesas y germánicas, especialmente por los instrumentos musicales que tañían los cadáveres acompañantes de los vivos y que coinciden con los instrumentos asignados a los diablos en la iconografía músical medieval. En algunos casos, la figura del fraile franciscano se convierte en adoctrinador adoctrinado: la inhumanidad del reino de la muerte tiene la virtud de aniquilar, junto con lo bueno, también todo lo malo del mundo terrenal22. Pero en la Dança General de la Muerte de El Escorial (inicios de siglo XV) el primer vivo que responde a la muerte es un fraile predicador: “Sennores honrados, la sancta escriptura /demuestra e dize que todo omne nasçido / gestara la muerte maguer sea dura, / ca traxo al mundo un solo bocado,/ ca Papa o rey o obispo sagrado, / cardenal o duque o conde exçelente,/ el emperador con toda su gente / que son en el mundo, de morir han forçado Sennores punad en fazer buenas obras, / non vos fieles en altos estados, / que non vos valdran, tesoros nin doblas / a la muerte que tiene sus lazos parados; / gemid

Vid. http://cvc.cervantes.es/el_rinconete/anteriores/noviembre_12/14112012_01.htm, consultada en junio de 2015. Vid. Benito RODRÍGUEZ ARBETETA, “Nemini Parco: el catafalco y la Cofradía de Ánimas de Atienza”, en El mundo de los difuntos, culto, cofradías y tradiciones, coord. de Francisco Javier Campos y Fernández de Sevilla, San Lorenzo de El Escorial, vol. 1, 2014, pp. 303-326. Carlos VAÍLLO, “La Muerte de la Danza en “La Danza General de la Muerte””, en Actas do IV Congresso da Associação Hispânica de Literatura Medieval, Lisboa, 1991, ed. de Aires A. Nascimento y Cristina Almeida Ribeiro, Lisboa, 1993, pp. 221-225.

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vuestras culpas, dezid los pecados / en cuanto podades con satisfacción, / sy queredes aver complido perdón / de aquel que perdona los yerros pasados” anticipando el ars moriendi.

En el dintel de la portada del Juicio Final de la catedral de León –antesala del paraíso– quiso ver Sánchez Cantón imágenes de santo Domingo, san Francisco, santa Clara y Fernando III el Santo (los elegidos frente a los condenados), aparición que hizo extensiva a la portada de la Coronería de la catedral burgalesa. Pero no podemos considerar identificación tan feliz como producto de tradiciones apócrifas posteriores (la legendaria peregrinación de Domingo, Francisco y Clara a Compostela). Sánchez Ameijeiras consideraba que el cortejo leonés pudo haberse inspirado no tanto en Coronería como en las portadas de Amiens y Bourges, donde aparece además un fraile franciscano. Y los cabildos y canónigos galos habían autorizado la predicación a los mendicantes y hasta la erección de conventos franciscanos en un ambiente generalmente hostil, común al declarado en Valladolid, Toledo, Orense y Burgos, cuyo clero no estaba dispuesto a aceptar la estigmatización del poverello y hasta se produjeron episodios iconoclastas contra la representación del milagroso pasaje25.

Cuando los franciscanos decidieron instalarse en el interior de las ciudades provocaron importantes conflictos con la iglesia secular (y las antiguas órdenes), que temían perder sus fuentes de ingresos y ser ninguneadas por unos frailes piojosos que actuaban como agentes de la Santa Sede ante una iglesia decadente, indisciplinada, corrupta e intelectualmente ineficaz. A partir de 1227 también se abrieron casas femeninas en Burgos, Carrión de los Condes, Valladolid, Salamanca, Zamora, Ciudad Rodrigo y Medina del Campo. Los menores que alzaron convento en Santo Domingo de Silos mantuvieron violentas trifulcas con los monjes prietos benedictinos, donde llegó a correr la sangre23. En el dintel de la puerta de la Coronería de la catedral de Burgos aparecen un dominico y un franciscano. Según Rocío Sánchez Ameijeiras, el fraile franciscano parece enseñar a la reina (Berenguela) y a su hijo (Fernando III el Santo) una bula de Inocencio IV (1240) concediendo indulgencias a cuantos colaboraran en la erección del convento franciscano burgalés. Por la data de la puerta de la Coronería (ca. 1245), se trataría de un exemplum sobre la generosidad con las nuevas órdenes en el marco de un discurso moralizante del ciclo escatológico de la portada, un testimonio sobre el consenso ideal entre monarquía, episcopado y órdenes mendicantes flanqueado por imágenes de los castigos infernales infligidos contra los avarientos (hacia la derecha del dintel y las primeras escenas de las arquivoltas del mismo lado). Escena diplomática perfectamente legible en un discurso tan escatológico como el burgalés24. 23 24

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El obispo leonés Martín Fernández –decidido defensor de los mendicantes en su diócesis– mantuvo gran amistad con fray Juan Gil de Zamora, discípulo de san Buenaventura, y acreditó a los franciscanos para confesar y predicar en la misma catedral leonesa (incluso frente a la misma portada occidental, ofreciendo sermones en lengua vulgar). Como sospechó Sánchez Ameijeiras, el carácter narrativo y emocional de la portada –en algunas de las arquivoltas se aprecian franciscanos resucitando de sus yacijas– pudo ser deliberado, característico de la nueva espiritualidad, que apostó por un nuevo uso persuasivo y emocional –decididamente docente y hasta vernáculo– de las imágenes sacras26. Los mendicantes se volcaron sobre la labor evangelizadora y en su haber habría que

RUCQUOI, op. cit., p. 70. Rocío SÁNCHEZ AMEIJEIRAS, “Discursos y poéticas en la escultura gótica leonesa del siglo XIII”, en Congreso Internacional La Catedral de León en la Edad Media, coord. de Joaquín Yarza Luaces, Mª Victoria Herráez Ortega y Gerardo Boto Varela, León, 2004, pp. 224-227; LAHOZ, op. cit., pp. 56-57 (analiza la portada de Santa María la Real de Olite, de hacia 1270, uno de cuyos capiteles del lado diestro está ornado con tres mendicantes, uno porta un libro y hace gesto de prédica acompañado de la cartela “FRANCISCUS PRE” y trasunto vegetal mientras que otro fraile parece adorar una imagen mariana; el asunto no es baladí pues el evangelista Mateo del apostolado de la galería superior ciñe cordón franciscano (como en Laguardia) y en la villa navarra el monarca Teodobaldo II –yerno de San Luis de Francia– favoreció la erección de un convento de menores en 1243). SÁNCHEZ AMEIJEIRAS, op. cit., pp. 229-230. SÁNCHEZ AMEIJEIRAS, op. cit., p. 231.

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Martín en Segovia (1259-65), Domingo Suárez en Ávila (1263-71), Fernando de Covarrubias en Burgos (1280-99) y Pedro Fechor –confesor de Sancho IV, que muerto de camino de regreso de una campaña en el reino de Granada, se enterró con el hábito franciscano aunque con sus armas reales– en Salamanca (1285-1305)28. Los franciscanos castellanos se volcaron sobre los estudios. Importantes intelectuales fueron fray Pedro Gallego (filósofo, traductor de árabe en la escuela de Toledo, provincial de Castilla y obispo de Cartagena), Juan Gil de Zamora (que estudió en París hacia 1274-1278, fue lector de teología en Toulouse y Zamora, gran polígrafo redactor de Egidios, frecuentó la corte de Alfonso X y fue instructor de Sancho IV) o Gonzalo de Balboa (maestro de Juan Duns Escoto)29. No nos consta

poner el florecimiento de los estudios de retórica y la puesta al día de los repertorios de exempla (milagros marianos, pasajes hagiográficos y fábulas moralizantes protagonizadas por lobos, gatos, cabras, cochinos y asnos que encierran satíricos pasajes de hondo calado religioso) con los que ilustrar y amenizar sus multitudinarios sermones en iglesias, plazas y mercados27. Franciscanos y clarisas castellanos supieron beneficiarse de la protección regia y papal, aunque sostuvieron graves conflictos con el clero secular a cuenta de predicar, tañer campanas, poseer cementerios propios, estar exentos del pago de diezmos y procesionar con sus propias cruces en alto. Y hasta algunos frailes franciscanos alcanzaron cargos episcopales: 27

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Rocío SÁNCHEZ AMEIJEIRAS, “Espiritualidad mendicante y arte gótico”, en Las religiones en la historia de Galicia, coord. de Marco Virgilio García Quintela, Coruña, 1996, p. 334. También Sancho IV (†1295) y Enrique III quisieron ser amortajados con el sayal franciscano. Enrique II y su esposa Catalina de Lancaster –como Elisenda de Montcada y Beatriz de Portugal, en lit de parade dúplice, de Pedralbes (Barcelona) y el Sancti Spiritus de Toro– optarían por el hábito dominico, sin olvidar los sepulcros nobles femeninos de una dama del linaje Villalobos Girón Cisneros procedente del monasterio burgalés de Bujedo (Museo Arqueológico Nacional) y masculinos de Pedro Suárez de Toledo (fallecido en la batalla del Troncoso en 1385) del Museu Marés de Barcelona o de Fernán Pérez de Andrade o Boo en San Francisco de Betanzos, cuyas armaduras van ceñidas por el cordón de la orden (cf. Ángela FRANCO MATA, “Imagen del yacente en la Corona de Castilla (ss. XIII-XIV)”, Boletín del Museo Arqueológico Nacional, 20 (2002), p. 137; id., “Iconografía funeraria gótica en Castilla y León (siglos XIII y XIV)”, De Arte, 2 (2003), pp. 56-57). Vid. además Fernando GUTIÉRREZ BAÑOS, “Una nota sobre escultura castellana del siglo XIII: Juan González, el pintor de las imágenes de Burgos, y el sepulcro de doña Mayor Guillén de Guzmán en el convento de Santa Clara de Alcocer (Guadalajara)”, AEA, LXXXVIII (2015), p. 44. María Manuel (†1465), madre de Luis de Acuña, arzobispo de Burgos, fue sepultada en una preciosa tumba monumental (labrada unas dos décadas después de su fallecimiento) instalada en el centro del crucero del convento observante de San Esteban de los Olmos (hoy en el Museo de Burgos). La casa fue renovada a partir de 1500 por Pedro Girón, hijo del segundo matrimonio de María Manuel y que también fue enterrado allí. Los lados mayores de la caja pétrea presentan blasones de los Manuel, Girón, Sarmiento y Acuña e imágenes de san Esteban (titular del convento), Antonio de Padua, Bernardino de Siena y la estigmatización de san Francisco. El yacente en alabastro de María Manuel viste rico atuendo noble, aunque lleva el cordón franciscano, y presenta dos doncellas a sus pies, tal vez simbolizado los dos aspectos de la mujer cristiana: la vida activa y la contemplativa (cf. Joaquín YARZA LUACES, La nobleza ante el rey. Los grandes linajes castellanos y el arte en el siglo XV, Madrid, 2003, pp. 165-166). Los franciscanos hispanos solían “transpirinear” a la busca de títulos, decantándose mayormente por el estudio de París, por encima de Toulouse, Montpellier, Avignon, Tours, Padua, Roma, Oxford, Cambridge o Colonia. En Santiago se organizó un studium conventuale cuyo primer lector fue el trasalpino Pietro Odoarni, en 1246 enseñó en Pamplona fray Miguel de Tudela, en 1267 en Burgos fray Tello, en 1272 en Palencia fray Diego Ruiz y en 1278 en Zamora fray Juan Gil, que en París conoció a Raimundo Geoffroi (del sector espiritualista) y Felipe de Perusa (Isaac VÁZQUEZ JANEIRO, “Los estudios medievales franciscanos en España”, en VI Semana de Estudios Medievales…, p. 50). La familia de Sancho IV profesó gran devoción hacia los franciscanos. Fernando III tuvo como consejeros a fray Lope Hernández y fray Pedro Gallego y quiso ser amortajado con el hábito franciscano. A doña Berenguela, madre del rey santo, se le atribuye la fundación del convento vallisoletano (cf. Mª del Mar GRAÑA CID, “Berenguela I y Fernando III, promotores de las órdenes mendicantes en Castilla”, Actas del Congreso Internacional sobre el Franciscanismo en la Península Ibérica. Identidad y poder pp. 119-141). Su hermana, doña Blanca de Castilla, madre de san Luis de Francia, también protegió a los menores y encomendó a éstos la educación de su hijo. Los franciscanos fueron los únicos que se mantuvieron al lado de Alfonso X durante el conflicto sucesorio mantenido con el infante don Sancho. Un hermano del rey Sabio, don Fadrique, debió fundar el convento franciscano de Salamanca, donde recibió postrera sepultura tras pasar por los trinitarios de Burgos. También Ramón Bonifaz, almirante de Castilla y uno de los responsables de la conquista de Sevilla, se hizo sepultar en San Francisco de Burgos (cf. Arsenio DACOSTA, “El rey virtuoso: un ideal político del siglo XIII de la mano de fray Juan Gil de Zamora”, Historia, Instituciones, Documentos, 33 (2006), pp. 99-121; Cándida FERRERO HERNÁNDEZ, “Nuevas perspectivas sobre Juan Gil de Zamora”, 3TUDIA:AMORENSIA, IX (2010), pp. 19-33; Olga Soledad BOHDZIEWICZ, “El Liber Mariae

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que las provincias de Castilla y Santiago intervinieran en el cisma entre franciscanos conventuales y espirituales (fraticelli) y en 1285 obtuvieron de Sancho IV permiso para predicar, confesar y enterrar a los difuntos en cualquier parte del reino y abundantes exenciones fiscales. Los menores seguirían viviendo en estrecha relación con las oligarquías locales, a quienes auxiliaban en su muerte, recibiendo numerosas dádivas para alzar nuevos monasterios góticos (Palencia, Cuéllar o Valladolid)30. En Salamanca se alzó el studium generale, donde se formaban los lectores que luego marchaban al resto de conventos31.

los confesores regios fueron menores. La reina Constanza, esposa de Pedro III, profesó y murió en un convento de clarisas. Sus hijas Isabel, terciaria franciscana, fue reina de Portugal; y Violante se desposó con Roberto de Nápoles, otro terciario franciscano. Su hijo Alfonso III fue amortajado como terciario en 1291, al igual que su hermano Jaime II el Justo. Sus sucesivas esposas, especialmente Blanca de Anjou y Elisenda de Montcada, promovieron igualmente la devoción seráfica. El primogénito y heredero, el infante Jaime, renunció a sus derechos dinásticos e ingresó en la orden de San Juan de Jerusalén. El cuarto hijo del rey Jaime, el infante Pedro, tras llevar una azarosa vida caballeresca, tomó el hábito franciscano en 1358. Otro de sus hijos, el infante Juan, arzobispo de Toledo, Tarragona y patriarca de Alejandría, se enfundó el hábito de los terciarios. La infanta María fue monja sanjuanista de la orden del Hospital e ingresó en el monasterio de Santa María de Sijena donde su hermana Blanca era priora. El mismo ambiente heredó Alfonso el Benigno hermano de los anteriores, así como Pedro el Ceremonioso. Durante la segunda mitad del siglo XIV el franciscanismo asumió las profecías de Joan de Rocatallada y una visión más social y política. En 1398 Martín

La portada de la Majestad de Toro fue construida durante el reinado de Sancho IV (12841295). Representa un Juicio Final y las vidas de la Virgen y de Cristo al estilo del gótico francés (sus motivos pudieron ser dictados por el docto fraile franciscano Juan Gil de Zamora)32. Es una de las pocas portadas del gótico hispano que ha conservado su policromía original, atribuida al pintor Domingo Pérez. La familia de Pedro III de Aragón el Grande se volcó en favor de la causa franciscana y, hasta el reinado de Martín el Humano, todos

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de Juan Gil de Zamora y el discurso compilatorio”, 3TUDIA:AMORENSIA, XIII (2014), pp. 95-107; Estrella PÉREZ RODRÍGUEZ, “Las Meditationes poéticas sobre la Virgen de Juan Gil de Zamora: edición crítica”, en Estudios de filología e historia en honor del profesor Vitalino Valcárcel, coord. de Íñigo Ruiz Arzalluz et alii., Vitoria, 2014, vol. 2, pp. 813-825). Rafael MARTÍNEZ, “Testamento, muerte y sepultura de don Tello, señor de Vizcaya y de Aguilar”, en Actas del I Congreso de Historia de Palencia. Tomo I: Arte, Arqueología y Edad Antigua, Palencia, 1987, pp. 123-137; Nicolás VILLA CALVO, “La capilla de los Sarmiento en San Francisco de Palencia”, PITTM, 82-83 (2011-2012), pp. 269-287; Francisco Javier ROJO ALIQUE, “Los franciscanos conventuales en Valladolid y Palencia (siglos XIII-XV)”, en Actas del Congreso Internacional sobre el Franciscanismo en la Península Ibérica. Los franciscanos conventuales en España. II, ed. de Gonzalo Fernández-Gallardo, Barcelona, 2005, pp. 125-148; id., “Reforma religiosa, sociedad y política en la Baja Edad Media: el ejemplo de San Francisco de Palencia en el siglo XV”, Hispania Sacra, 120 (2007), pp. 469-491; id., “Arquitectura franciscana y urbanismo medieval: el ejemplo de San Francisco de Palencia”, en Actas del Congreso Internacional sobre el Franciscanismo en la Península Ibérica. Identidad y poder..., pp. 913-928. San Francisco de Palencia (y San Pablo) se alzó extramuros (en el arrabal de la Puebla), cerca de una de las puertas de la cerca, del área comercial –frente al campo del Azafranal– y de los centros de poder políticos y religiosos, un área de expansión urbana a fines del siglo XIII e inicios del XIV (quedó englobado dentro del último recinto amurallado, hacia donde en 1481 fue desplazada la judería y la morería) que perduró hasta el siglo XX. RUCQUOI, op. cit., p. 74. José NAVARRO TALEGÓN, “Restauración de la portada de la Majestad. Memoria histórica”, en Restauración de la portada de la Majestad de la Colegiata de Santa María la Mayor de Toro, Madrid, 1996, pp. 45-56; Margarita RUIZ MALDONADO, “Reflexiones en torno a la portada de la Majestad. Colegiata de Toro (Zamora)”, Goya, 263 (1998), pp. 75-87; Lucía SÁNCHEZ DOMÍNGUEZ, “La Gloria de María entre el Cielo y el Infierno. Revisión de la iconografía de la Puerta de la Majestad de la Colegiata de Toro. Fray Juan Gil de Zamora ¿posible autor del programa?”, en La catedral de León en la Edad Media, pp. 637-648; Lucía LAHOZ, “La imagen del marginado en el arte medieval”, Clío & Crímen, 9 (2012), pp. 62-84. Sobre el intelectual zamorano vid. Ángeles GARCÍA DE LA BORBOLLA, “Algunas consideraciones sobre la predicación medieval a partir de la hagiografía mendicante”, Erebea. Revista de Humanidades y Ciencias Sociales, 1 (2011), pp. 64-65; Francisco Javier ROJO ALIQUE, “Intelectuales franciscanos y monarquía en la Castilla medieval”, Sémata. Ciencias Sociais e Humanidades, 26 (2014), pp. 307-311.

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el Humano concedió a los franciscanos el cargo de confesor real a perpetuidad, un hecho que se trastocó con el ascenso de los Trastámara, más adeptos a los dominicos33.

significativas como el sepulcro del infante don Juan de Aragón (†1334), en el presbiterio de la seo tarraconense (bajo la reliquia del brazo de santa Tecla); y la silla prioral pintada de Sijena, encargo de Blanca de Aragón (†1348), hermana del infante don Juan de Aragón y que en 1335 había robado los despojos de su hermano –de taumatúrgica fama– con la intención de darles sepultura en la casa hospitalaria oscense34.

Francesca Español estudió el desarrollo alcanzado por la Beata Stirps en el ámbito de la Corona de Aragón, cuya casa real apostó por los santos familiares vinculados a la orden franciscana: santa Isabel de Hungría (hermana de la reina Violante, mujer de Jaime I el Conquistador) y san Luis de Tolosa o de Anjou (hermano de la reina Blanca de Anjou, esposa de Jaime II y con la que tuvo diez hijos). A Isabel de Hungría fueron advocadas varias fundaciones monásticas femeninas en Zaragoza, Valencia, Lérida y una capilla en la misma catedral de Tarragona. Ambos santos aparecen además en obras tan 33

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María de Molina, que se enterró con hábito dominico, había contraído matrimonio con Sancho IV en Toledo en 1282. El hijo de Alfonso X era sobrino segundo de su esposa y bígamo, pues en 1270 se había casado con la rica, “fea y brava” Guillerma de Montcada. El papa Nicolás IV, ex-general de los franciscanos y que conocía a Sancho IV cuando viajó hasta Castilla en 1278

Nikolas JASPERT, “El perfil trascendental de los reyes aragoneses, siglos XIII al XV: santidad, franciscanismo y profecías”, en La Corona de Aragón en el centro de su historia, 1208-1458. La monarquía aragonesa y los reinos de la corona, coord. de José Ángel Sesma Muñoz, Zaragoza, 2010, pp. 183-218; Rafael RAMIS BARCELÓ, “El pensamiento político franciscano de la Corona de Aragón (siglos XIII-XV): Modelos, paradigmas e ideas”, Mirabilia, 18/1 (2014), pp. 116-118. La corte de Mallorca, apostó por el franciscanismo radical cercano al beguinismo. Jaime II (1262-1311) protegió los proyectos misioneros lulianos, al igual que su esposa, Esclaramunda de Foix (1255-1315) y sus hijos. Jaime, el primogénito, renunció al trono para ingresar en los menores. Su hermana Sancha, casada con Roberto II de Nápoles, convirtió la corte napolitana en refugio del franciscanismo más rigorista (acogiendo al depuesto general Miguel de Cesena). El infante Felipe (1288-1340), tras profesar en la orden dominica, ingresó en la orden franciscana tercera. Regente del reino de Mallorca en 1324, se rodeó de beguinos. Federico III de Sicilia (1341-1377), hermano de Jaime II, protegió también a los franciscanos y beguinos perseguidos, y murió como terciario franciscano. Al enviudar su esposa Leonor profesó como clarisa, como hicieron más tarde sus hijas Catalina y Margarita. El mismo espíritu franciscano puede apreciarse en el infante Fernando (1278-1316), otro de los hijos de Jaime II y padre de Jaime III de Mallorca, gran amigo de Bernard Delicieux, Arnau de Vilanova y Federico de Sicilia. Esclarmonda, hija ilegítima de Fernando, fue clarisa en Perpignan. Para Rafael Ramis el franciscanismo en la corona catalano-aragonesa resultó “un equilibrio difícil y sutil entre la monarquía autoritaria y una forma compleja de constitucionalismo asambleario, que finalmente se quebró a partir del XV. […] un pactismo reforzado por alianzas políticas, sociales y económicas, pero cuya raíz rayaba en ocasiones lo utópico y en un sentido trascendente mucho más acentuado que en muchos otros lugares”. Sobre un pequeño ciclo tarraconense dedicado a la leyenda de la Vera Cruz (coincidiendo con la instauración de la fiesta del Corpus Christi), tal vez realizado durante el obispado de Arnau Sescomes (1334-1346) vid. Licia BUTTÀ, “Un maestro para el ciclo de la Vera Cruz: nuevas observaciones sobre las pinturas murales del trascoro de la catedral de Tarragona”, Medievalia, 17 (2014), pp. 9-38. Vid. además José Manuel NIETO SORIA, “Franciscanos y franciscanismo en la política y en la corte de la Castilla Trastámara”, Anuario de Estudios Medievales, 20 (1990), pp. 109-131. Francesca ESPAÑOL BERTRAN, “La Beata Stirps en la Corona de Aragón. Santa Isabel de Hungría y San Luis de Tolosa, culto e iconografía”, en Hagiografia medieval en els segles medievals, ed. de Francesca Español Bertran y Francesc Fité, Lérida, 2008, pp. 135-168. San Luis de Tolosa aparece tempranamente representado en el frontal trecentista de Santa Clara de Tordesillas (cf. Salvador ANDRÉS ORDAX, “Santa Clara “Altera Maria” y la Sancta Facies. Iconografía del retablo antiguo de Tordesillas”, Boletín de la Real Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción, 44 (2009), pp. 12-14) además del arrocabe –junto a Bernardino de Siena– de la techumbre de su capilla mayor y en una placa en alabastro del desmembrado sepulcro de san Pedro Regalado en La Aguilera. Un bello relicario cilíndrico en cristal de roca montado en marco arquitectónico de plata y factura sienesa –aunque obrado en Nápoles, quizás por Pietro di Simone y Lando di Pietro– con el brazo diestro de san Luis de Tolosa (hoy desaparecido) y los emblemas heráldicos de Sancha de Mallorca y Roberto de Anjou depositado en el convento dominico de Medina del Campo (en la peana octogonal aparecen las señas esmaltadas de doña Leonor, viuda de Fernando IV de Castilla y fundadora de la casa medinense en 1418), fue vendido en 1890 a la colección Spitzer, terminando en el Museo del Louvre al año siguiente (hacía pendant con otro relicario conteniendo un brazo de san Lucas sujetando una pluma). Vid. Pierluigi LEONE DE CASTRIS, “Une attribution à Lando di Pietro: le bras-reliquaire de saint-Louis de Toulouse”, Revue du Louvre, 30 (1980), pp. 71-76; Francis SALET, “Le bras-reliquaire de Saint-Louis de Toulouse”, Bulletin Monumental, 139 (1981), pp. 105-106.

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en calidad de embajador de Nicolás III, se negó a emitir la correspondiente dispensa. La bula Proposito Nostra de 1292, calificada como falsificación en la Dudum tempore de Bonifacio VII de 1297, fue elaborada tras el fallecimiento de Nicolás IV por un dominico hispano que vivía en el convento de Santa María sopra Minerva, autotitulado procurador del rey castellano ante la curia romana. Pero Sancho IV había muerto en 1295 con sólo 37 años sin haber visto legitimado su matrimonio, aunque el nuevo papa respaldó a sus hijos en 1301. Amortajado con hábito franciscano, fue enterrado en la capilla de la Cruz de la catedral de Toledo (hasta 1285 quiso enterrarse en la casa toledana de los menores). Su sepulcro fue abierto en 1947, descubriéndose su lujosa corona y otras preseas35. María de Molina sobrevivió a su esposo veintiséis años, pues falleció en 1321 en San Francisco de Valladolid, optando por enterrarse en el monasterio cisterciense femenino de la ciudad (los restos de su padre Alfonso de Molina reposaban en Calatrava, los de su madre Mayor Alfonso de Meneses en Palazuelos y los de sus hijos, el rey don Fernando, en Córdoba, el infante don Pedro en Burgos, el infante don Enrique en Toro y el infante don Alfonso en Valladolid).

con imágenes de la vida de la santa. La capilla del palacio que habilitó en Valladolid (la iglesia de la Magdalena dio nombre al barrio) pudo estado decorada con la estoria de santa Catalina (como en las pinturas murales de Santa Clara de Toro), cuya efigie –portando un libro entre las manos en vez de la rueda de suplicio– aparece en el pórtico del templo zamorano de La Hiniesta). En el mismo pórtico de la Majestad de la colegiata de Toro despuntan las imágenes de santa Catalina, santa Ágata, santa Marta y la Magdalena (las vidas de Marta, Catalina y María Magdalena figuran, junto a la Egipcíaca, en el códice Escorial h-I-13). Indicaba Elvira Fidalgo que María de Molina fue muy permeable a la piedad franciscana, marcada por un ideal de pobreza, humildad y penitencia que ella misma puso en práctica y afectó a otras mujeres nobles36. Otra de las imágenes preferidas de la reina fue la Virgen preñada (quizás porque doña María intervino, en avanzado estado de gestación, en favor de su cuñado don Juan, para evitar el fratricidio en Alfaro). Sánchez Ameijeiras relacionó esta tipología mariana con el renovado impulso al culto a san Ildefonso y la fiesta de la Expectación del 18 de diciembre (la Anunciación siguió celebrándose en marzo). Gil de Zamora, aludirá al relato de la milagrosa invención del cuerpo de san Ildefonso en la iglesia de San Pedro de Zamora en tiempos del obispo don Suero (1255-1286) y los milagros obrados por su sepulcro durante los cuatro años siguientes37,

Rocío Sánchez Ameijeiras valoró el posible mecenazgo que María de Molina pudo ejercer en la construcción de sus capillas privadas del palacio de las Huelgas en Burgos, advocadas a Santa Bárbara. Debieron haber estado decoradas 35

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Salustiano MORETA VELAYOS, “Notas sobre el franciscanismo y dominicanismo de Sancho IV y María de Molina”, en VI Semana de Estudios Medievales…, pp. 173-180. Vid. además Hugo O. BIZZARRI, “Reflexiones sobre la empresa cultural del rey don Sancho de Castilla”, Anuario de Estudios Medievales, 31/1 (2001), pp. 429-449; Fernando GÓMEZ REDONDO, “Doña María de Molina y el primer modelo cultural castellano”, en El intercambio artístico entre los reinos hispanos y las cortes europeas en la Baja Edad Media, pp. 29-45; Diana ARAUZ MERCADO, “Imagen y palabra a través de las mujeres medievales. Segunda parte: mujeres medievales en los reinos hispánicos”, Escritura e imagen, 2 (2006), pp. 156-159. Rocío SÁNCHEZ AMEIJEIRAS, “Cultura visual en tiempos de María de Molina: poder, devoción y doctrina”, en El conocimiento del pasado: el poder de la imagen femenina desde una perspectiva de género, ed. Mª del Carmen Rodríguez Sevillano, Juana Rodríguez Cortés, Matilde Olarte Martínez y Lucía Lahoz, Salamanca, 2005, pp. 295-328; id., “De la cabeza al corazón: cuerpos femeninos, arte contemporáneo e historia de la cultura medieval”, Sémata. Ciencias Sociais e Humanidades, 20 (2008), p. 321; id., “Domina mea, atque dominatrix mea: San Ildefonso, las Vírgenes Preñadas y María de Molina”, en Actes du Colloque Internationale. La sculpture monumentale gothique du nord de l’Espagne, ed. de Yves Christe y Christine Hediger, Ginebra 2003 [en prensa]; Patricia ROCHWERT-ZUILI, “El mecenazgo y patronazgo de María de Molina: pruebas e indicios de unos recursos propagandísticos y didácticos”, e-Spania, Mécénats et patronages féminins au moyen âge / La monarchie espagnole aux carrefours de l’Europe, (2016), ed. electrónica en http://e-spania.revues. org/25549; DOI: 10.4000/e-spania.25549, consultada en septiembre de 2016. Charles GARCÍA, “Feindre, leurrer et fausser pour ne pas mourir: histoires, vérité et fiction dans la Zamora médiévale”, #AHIERS D³TUDES (ISPANIQUES -ÏDIÏVALES, 29 (2006), pp. 241-264; id., “De Tolède à Zamora, l’errance des reliques de saint Ildephonse au Moyen Âge”, #AHIERSD³TUDES(ISPANIQUES-ÏDIÏVALES, 30 (2007), pp. 231-260; id., “Territorialidad y

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una devoción pensada para una audiencia local que pretendía crear un circuito devocional en torno a la ciudad de Zamora (además del santuario de Nuestra Señora del Viso en Bamba), pues tras la conquista de Sevilla, la repoblación cristiana del sur había provocado una importante caída demográfica en las Tierras de Campos, del Pan y del Vino. Semejante mecanismo ya había sido utilizado por Alfonso X en Villasirga, Castrojeriz y el mismo cerro del Viso.

de Valladolid de 1295, donde se prohibió que los judíos arrendaran los pechos reales y el mismo año de la muerte de Sancho IV comenzó un agudo conflicto entre los credos judíos y cristianos. El Sínodo de Zamora de 1313 promocionó nuevos canales visuales para la catequesis, de forma que tanto el culto a san Ildefonso como a las imágenes de María con abultado vientre, llamaron la atención sobre una maternidad que engendró al Hijo de Dios, dogma contrario a la fe mosaica40.

Los textos de san Ildefonso en defensa de la maternidad virginal de María fueron escritos adversus herejes y judíos que, a raíz de la invasión almohade, habían huido hacia al norte. El interés por el santo obispo toledano podría estar relacionado con la decidida pastoral de frontera acometida en tiempos de Sancho IV y María de Molina. Pero no olvidemos que ciudades como León, Toro, Zamora y Benavente –donde se localizan imágenes de la Anunciación a la Virgen gestante38– contaban con importantes comunidades hebreas39. La clase cortesana y financiera judía siguió desempeñando un importante papel en las cortes de Sancho IV, doña María y Fernando IV, pero de la desconfianza que los concejos mostraban ante el poder judío dan cuenta las Cortes

El sepulcro de Elisenda de Montcada (†1364), fundadora del monasterio barcelonés de Pedralbes, tiene la particularidad de ser doble. En la estatua yacente de la iglesia aparece representada como reina y en el frente que da hacia el claustro como clarisa41, una cubierta con precedentes en el de Sancha de Mallorca del convento de Santa Clara de Nápoles y quizás en el de santa Isabel de Portugal en Coimbra. La tumba de la reina Elisenda y las claves de bóveda que cierran el templo parecen coetáneas con la decoración italianizante de la capilla de san Miguel que la abadesa Francesca Saportella encargó al pintor Ferrer Bassa en 1343-46 y cuyos referentes iconográficos podrían situarse en la corte angevina de Nápoles.

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construcción política de la identidad concejil en la Zamora medieval”, en Construir la identidad en la Edad Media. Poder y memoria en la Castilla de los siglos VII a XV, coord. de José Antonio Jara Fuente, Georges Martin e Isabel Alfonso, Cuenca, 2010, pp. 83-104; id., “La invención de la identidad de la ciudad de Zamora por el franciscano Juan Gil (siglo XIII)”, en Ante su identidad. La ciudad hispánica en la Baja Edad Media, coord. de José Antonio Jara Fuente, Cuenca, 2013, pp. 243-262. Sergio PÉREZ MARTÍN y Rubén FERNÁNDEZ MATEOS, “El “Maestro de la Virgen de la Calva”: un escultor/taller al servicio de la monarquía castellano-leonesa y del alto clero de Zamora”, 3TUDIA:AMORENSIA, XIV (2015), pp. 97-104. Sobre las Virgenes grávidas y el antisemitismo vid. Rocío SÁNCHEZ AMEIJEIRAS, “Crisis ¿qué crisis? Sobre la escultura castellana de la primera mitad del siglo XVI”, en El trecento en obres. Art de Catalunya i art d'Europa al segle XIV, ed. de Rosa Alcoy, Barcelona, 2009, pp. 247-256. Manuel Fernando LADERO QUESADA, “Apuntes para la historia de los judíos y los conversos de Zamora en la Edad Media (siglos) XIII-XV”, Sefarad. Revista de Estudios Hebraicos y Sefardíes, 48 (1988), pp. 29-57; Mª Fuencisla GARCÍA CASAR, %LPASADOJUDÓODE:AMORA, Valladolid, 1992; Rafael RAMOS, “´Que si a Távara passáis vós serés apedreado por hebreo`: Una nota a la poesía del Comendador Román”, Hispanic Research Journal, 10/3 (2009), pp. 193-205. Elena FIDALGO, “Cruces culturales en el Norte. La Edad Media: distintas miradas, distintas perspectivas”, en Literatura medieval y renacentista en España. Líneas y pautas, coord. de Natalia Fernández Rodríguez y Mª Fernández Ferreiro, Salamanca, 2012, pp. 50-57. Francesca ESPAÑOL, “Un cert perfil d’Elisenda de Montcada”, en Elisenda de Montcada. Una reina lleidatana i la fundació del reial monestir de Pedralbes, ed. de Esther Balasch y Francesca Español, Lérida, 1997, pp. 11-37; Eileen McKIERNANGONZÁLEZ, “Reception, Gender and Memory: Elisenda de Montcada and her Duel-Effigy Tomb at Santa Maria de Pedralbes”, en Reassessing the Roles of Women and `Makers´ of Medieval Art and Architecture, ed. de Therese Martin, Leiden, 2012, vol. 1, pp. 309-354; Ana Maria S. A. RODRIGUEZ, “The Treasures and Foundations of Isabel, Beatriz, Elisenda and Leonor: The Art Patronage of Four Iberian Queens in the Fourteenth Century”, en Reassessing the Roles of Women…, pp. 903-935; Anna CASTELLANO I TRESSERRA, “La reina Elisenda de Montcada i el monestir de Pedralbes: un model de promoció espiritual femenina al segle XIV”, en Redes femeninas de promoción espiritual en los Reinos Peninsulares, s. XIII-XVI, coord. de Blanca Garí, Roma, 2013, pp. 109-130; id., “El projecte fundacional del monestir de Santa Maria de Pedralbes i el palau de la reina Elisenda de Montcada a través de dos inventaris del 1364”, Anuario de Estudios Medievales, 44/1 (2014), pp. 103-139.

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El yacente del sepulcro de la reina santa Isabel de Portugal (†1336) en Santa Clara–a-Nova de Coimbra viste como clarisa y peregrina (con bordón y escarcela), sosteniendo un libro de horas: “Vai romera a Sant-Iago / doña Isabel de Aragón / raiña de Portugal. / en vez de vestos reaes, / traia un habito de freira/ os ollos cheos e humilde / pedindo smolla na estrada”. Hija de Pedro el Grande de Aragón y Constanza de Hohenstaufen, contrajo matrimonio con Dinis I de Portugal en 1282. El objetivo de la alianza era mediar en los conflictos políticos y dinásticos que enfrentaron a sus parientes. La reina se dedicó personalmente a ejercer la caridad, cuidando a las hijas pobres de familias nobles, pero también a prostitutas, ancianos, huérfanos y mendigos, fundando un convento de clarisas en Coimbra e ingresando en el mismo como soror tras la muerte de su marido en 1325. Su vida y los milagros obrados después de su muerte en 1336 fueron la base de su tardía canonización en 162542.

Pedro Suárez de Toledo, alcalde y notario mayor de Toledo, señor de Casarrubios del Monte y Arroyomolinos, fue tatarabuelo de Fernando el Católico. Otorgó testamento en 1382 mandando que, si muriese en batalla, le enterrasen en el altar mayor del monasterio de San Agustín de Casarrubios. Falleció en 1385 luchando en la batalla del Troncoso contra los portugueses. Su sepulcro, procedente del convento de Santa Isabel de los Reyes en Toledo, se conserva en el Museu Marès de Barcelona. Viste hábito franciscano (símbolo de renuncia del mundo y entrega al servicio divino, como un miembro más de la comunidad mendicante) sobre su armadura de combate. Dijo Julia Ara que “el hábito hace monje al laico para la vida eterna”44. Alfonso Enríquez, I almirante de Castilla (†1429); y Pedro Vázquez de Acuña, I conde Buendía (†1482)45; también se enterraron con hábitos franciscanos en Santa Clara de Palencia y en Ntra. Sra. de la Asunción de Dueñas respectivamente.

Del sepulcro toledano de Sancho IV se rescataron su corona, su espada, sus espuelas, el manto mortuorio y la almohada. El yacente huye de toda pompa y va vestido con el hábito franciscano43, consciente del sentido trágico de su vida (su difícil legitimación al trono, la maldición recibida de su padre Alfonso X, el matrimonio con su prima, no reconocido por la iglesia y la amenaza de excomunión por parte del papa Martín IV). Sancho IV el Bravo realizó una última profesión de fe mediante la vía ascética de la purificación y la renuncia a los bienes terrenales, siguiendo el modelo del perfecto cristiano.

Enrique III de Castilla (1379-1406) recibió sepultura en la capilla de los Reyes Nuevos de la catedral de Toledo, sobre la sillería del coro en un sepulcro plateresco. “AQUI IACE EL MUI TEMIDO Y JUSTICIERO REI DON ENRIQUE DE DULCE MEMORIA QUE DIOS DE SANTO PARAISO HIJO DEL CATHOLICO REI DON JUAN NIETO DEL NOBLE CAVALLERO DON ENRIQUE EN 16 AÑOS QUE REINO FUE CASTILLA TEMIDA Y HONRRADA NACIO EN BURGOS DIA DE SAN FRANCISCO Y MURIO DIA DE NABIDAD EN TOLEDO IENDO A LA GUERRA DE LOS MOROS CON LOS NOBLES DEL REINO FINO AÑO DEL

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Eliseo SERRANO MARTÍN, “Entre devoción y política. La canonización de Isabel de Aragón, reina de Portugal”, en Discurso religioso y Contrarreforma, coord. de Eliseo Serrano Martín, Antonio Luis Cortés Peña y José Luis Betrán Moya, Zaragoza, 2005, pp. 79-100; JASPERT, op. cit., pp. 198-200; Iona M. McCLEERY, “Isabel of Aragon (d. 1336): Model Queen or Model Saint?”, Journal of Ecclesiastical History, 57/4 (2006). pp. 668-692; Giulia ROSSI VAIRO, “La storiografia d’Isabella d’Aragona: De santa a Regina (secoli XIV-XXI)”, en La participación de las mujeres en lo político. Mediación, representación y toma de decisiones, coord. de Mª Isabel del Val Valdivieso y Cristina Segura Graiño, Madrid, 2011, pp. 49-64. Manuel GONZÁLEZ JIMÉNEZ, “La muerte de los reyes de Castilla y León. Siglo XIII”, Boletín de la Real Academia Sevillana de Buenas Letras. Minervae Baeticae, 34 (2006), pp. 143-160; Manuel NÚÑEZ RODRÍGUEZ, “La indumentaria como símbolo en la iconografía funeraria”, Fragmentos, 10 (1987), pp. 72-84 y en La idea y el sentimiento de la muerte en la historia y en el arte de la Edad Media, pp. 9-19; Isidro G. BANGO TORVISO, “La llamada corona de Sancho IV y los emblemas de poder real”, Alcanate. Revista de Estudios Alfonsíes, 9 (2014-2015), pp. 261-286. Clementina Julia ARA GIL, “Monjes y frailes en la iconografía de los sepulcros románicos y góticos”, en Vida y muerte en el monasterio románico, Aguilar de Campoo, 2004, pp. 191-195. Sobre los condes de Buendía vid. José Ignacio ORTEGA CERVIGÓN, “Apuntes sobre los señoríos palentinos de los Acuña, condes de Buendía, a finales de la Edad Media”, PITTM, 78 (2007), pp. 93-113; Álvaro PAJARES GONZÁLEZ, “El patrocinio de la nobleza: los condes de Buendía y su villa de Dueñas”, en El legado hispánico. Manifestaciones culturales y sus protagonistas, ed. de Abel Lobato Fernández et alii., León, 2016, pp. 369-392.

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SEÑOR DE 1407”. El yacente fue tallado en alabastro policromado, aparece vestido con hábito franciscano, aunque sujeta una espada entre sus manos –símbolo de su condición real– cuyo talabarte discurre paralelo al cordón.

El convento de Santa Clara de Medina de Pomar fue fundado por Sancho Sánchez de Velasco (adelantado mayor de Castilla y merino mayor de Fernando IV) y Sancha García Carrillo (muy cercana a doña Constanza, esposa de Fernando IV) en 1313. Alberga el panteón de los Fernández de Velasco. La reina Constanza, muy adepta al filofranciscanismo, tuvo como confesor a fray Sancho de Juvera, custodio de la catedral de Sevilla. Pero fue Pedro I Fernández de Velasco (†1384), nieto de los fundadores, el máximo promotor de la ascensión del linaje, que en 1360 se había pasado al bando de Enrique II, obteniendo el cargo de camarero mayor y las mercedes de las villas de Briviesca y Medina de Pomar (donde alzó también su alcázar), enterrándose en el centro de la capilla mayor del convento de Medina de Pomar bajo una tumba de alabastro inglés que pudo adquirir personalmente en 1375 mientras representaba al rey Enrique II en las negociaciones para obtener una tregua entre Francia e Inglaterra en la ciudad de Brujas48. Su hijo Pedro II Fernández de Velasco (†1470), el Buen Conde de Haro, establecería el entierro en el monasterio de Medina de Pomar para todos los miembros del linaje (junto con su esposa Beatriz de Manrique, apoyaron la reforma observante de fray Pedro de Villacreces a través de fray Lope Salazar y Salinas)49. La madre de Beatriz, Leonor de Castilla, había cedido terrenos a Pedro de Santoyo para fundar el convento de Calahorra de Ribas y dotó el de Nuestra Señora de la Consolación en Calabazanos (Palencia). Santoyo se había formado en el convento de La Aguilera (Burgos) y mantuvo contacto con san Bernardino de Siena tras su peregrinaje hasta Tierra Santa. Fundaría además el convento de Nuestra Señora de la Esperanza en Valdescopezo gracias a la munificencia del almirante Fadrique II Enríquez50.

Más allá de la realeza, llama la atención la privilegiada promoción que algunos grandes linajes castellanos ejercieron respecto a las comunidades de clarisas donde alzaron panteón funerario: los Velasco en Santa Clara de Medina de Pomar, los Manrique en Santa María de la Consolación de Calabazanos y los Enríquez en Santa Clara de Palencia46. Si los primeros Trastámara promovieron a franciscanos y clarisas, la reina Catalina de Lancaster y el infante Fernando prefirieron a los jerónimos, haciendo resurgir la orden de Predicadores (sobre todo con Juan II). Enrique IV volvería a confiar en los menores, desplazando a los dominicos. Sin embargo, la nobleza acometió un proceso inverso, desmarcándose de la monarquía y trazando un proyecto devocional propio: “Si durante los primeros momentos de la nueva dinastía, ésta tuvo gran relación con el franciscanismo, la nobleza llevó a cabo algunas fundaciones dominicas como las de Piedrahíta y Quejana. Una vez que Juan II cambió el rumbo de la política monástica regia a favor de la Orden de los Predicadores, la nobleza hizo lo propio procediendo a fundar un sinfín de conventos franciscanos y de clarisas en las principales villas y lugares de sus dominios. Esta situación se invirtió de nuevo con Enrique IV, quien fundó conventos franciscanos observantes y jerónimos, mientras que la nobleza volvió a confiar en los dominicos a la hora de llevar a cabo dichas fundaciones”47. 46

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Isabel BECEIRO PITA, “Los conventos de clarisas y sus patronas. Medina de Pomar, Palencia y Calabazanos”, Sémata. Ciencias Sociais e Humanidades, 26 (2014), pp. 319-341. Juan A. PRIETO SAYAGUÉS, “La relegación de la orden franciscana por parte de la monarquía y su repunte en los ambientes nobiliarios durante el reinado de Juan II de Castilla”, Actas del Congreso Internacional sobre el Franciscanismo en la Península Ibérica. Identidad y poder…, pp. 830-831. Aurelio A. BARRÓN GARCÍA, “El retablo de Torres de Medina y las empresas artísticas de Juan Fernández de Velasco, camarero mayor de Castilla”, Goya, nº 322 (2008), pp. 23-46. Pasó los últimos años de su vida retirado como un pobre más en el hospital de la Vera Cruz. Francisco Calderón le atribuye la reforma del convento de Valladolid y la creación de la custodia de la Purísima Concepción de Nuestra Señora, que agrupó 23 conventos. Pero la mayor parte de intelectuales franciscanos (si exceptuamos a Fernando de Ontiveros o Rodrigo Jiménez de Cisneros) pertenecieron a los conventuales: Fernando de San Martín, Pedro de Castrovol y hasta fray Íñigo de Mendoza (autor de la Vita Christi y que se retiró en el convento franciscano de Valladolid). Cf. RUCQUOI, op. cit., pp. 78-79 y 81.

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que, en España, alcanzó tintes ascéticos. Así se creó la regla de la orden observante que fue aprobada en el concilio de Constanza de 1414 por el papa Juan XXIII. Papel destacado desempeñaron los franciscanos italianos llamados “las cuatro columnas de la observancia”, san Bernardino de Siena (†1444), san Juan de Capistrano (†1456), san Jacobo de la Marca (†1476) y Alberto de Sarteano (†1450). La penetración de la observancia en España estuvo ligada a fray Pedro de Villacreces, formado en Salamanca, Toulouse y París, obteniendo permiso de Benedicto XIII en 1395 para hacer vida eremítica en una cueva cercana a San Pedro de Arlanza. Después se trasladó a La Salceda y, finalmente, en 1403, a La Aguilera, donde –junto al joven Pedro Regalado– fundó un primer convento que estuvo en el punto de mira de los frailes de Santo Domingo de Silos52.

Pedro Fernández de Velasco III culminó el engrandecimiento de su linaje gracias a su matrimonio con Mencía de Mendoza, alcanzando el título de condestable de Castilla en 147351. Heredó las devociones paternas y añadió las de su esposa (hija del marqués de Santillana, en cuyos dominios de Guadalajara Pedro de Villacreces fundó el convento de La Salceda). El marqués de Santillana fue además muy devoto de san Bernardino de Siena, devoción que heredaron los condes de Haro, fundando conventos advocados al santo sienés en Herrera de Pisuerga y Cuenca de Campos. Una leyenda narra que uno de los milagros del santo aconteció en el palacio de Herrera de Pisuerga, cuando siendo huésped de los condes-condestables, Mencía dio a luz un varón al que pusieron por nombre Bernardino. Los Velasco fundarían más de media docena de conventos franciscanos y a fines del siglo XV eran patronos de unos 28, además dotar la erección de los hospitales de la Cuarta y la Vera Cruz en Medina de Pomar y el de Nuestra Señora del Rosario en Briviesca.

Durante once años Pedro Regalado ejerció como ayudante de cocina, sacristán y limosnero por los pueblos cercanos. En 1405 Villacreces fundará el convento de San Antonio de la Cabrera53 y en 1415 el de la Scala Coeli en El Abrojo, próximo a Laguna de Duero, designando a Pedro Regalado como maestro de novicios. Cuando en 1422 falleció fray Pedro de Villacreces en el convento de Peñafiel [fig. 1]54, las comunidades de

Frente a los llamados conventuales o claustrales, que dieron muestras de relajación y ociosidad, desde la segunda mitad del siglo XIV surgió un deseo de retornar a la pureza franciscana original

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Manuel DE CASTRO, “Monasterios hispánicos de clarisas desde el siglo XIII al XVI”, Archivo Ibero-Americano, XLIX (1989), pp. 79-122; Salvador ANDRÉS ORDAX, “El cristocentrismo franciscano a fines de la Edad Media y su reflejo en la iconografía de los Condestables de Castilla”, en Homenaje al profesor Hernández Perera, Madrid, 1992, pp. 772-782; Begoña ALONSO, “El monasterio de Santa Clara y el hospital de Nuestra Señora del Rosario en Briviesca (Burgos)”, Archivo Ibero-Americano, LXIV (1994), pp. 421-446; id., “Arquitectura y arte al servicio del poder: una visión sobre la casa de Velasco durante el siglo XVI”, en Patronos y coleccionistas. Los condestables de Castilla y el arte (siglos XV-XVIII), ed. de Begoña Alonso, Mª Cruz de Carlos y Felipe Pereda, Valladolid, 2005, pp. 123-206; Marta CUADRADO SÁNCHEZ, “Arquitectura de la orden franciscana en Burgos y su provincia: fundaciones de los siglos XIII y XIV”, en Burgos en la Plena Edad Media. III Jornadas Burgalesas de Historia, Burgos, 1994, pp. 461-482; Felipe PEREDA ESPESO, “Mencía de Mendoza (†1500), mujer del I Condestable de Castilla: el significado del patronazgo femenino en la Castilla del siglo XV”, en Patronos y coleccionistas..., pp. 11-119; YARZA, op. cit., pp. 53-56 y 77 y ss.; Isabel COFIÑO FERNÁNDEZ y Mª Eugenia ESCUDERO SÁNCHEZ, “Nuevas aportaciones al coleccionismo español de la Edad Moderna la galería de retratos de la familia Velasco”, BSAA arte, LXXIV (2008), pp. 151-184; O. Víctor PEREYRA, “Soli Deo Honor et Gloria. Patronazgo religioso señorial de la casa de los Velasco”, en La arquitectura tardogótica castellana entre Europa y América, ed. de Begoña Alonso, Madrid, 2011, pp. 175-184; Elena PAULINO MONTERO, “Islamic Elements in the Velasco Palaces: Constructing a Castilian Court Architecture”, The Medieval History Journal, 15 (2012), pp. 355-383; id., “Patrocinio religioso, patrocinio artístico e identidad familiar a finales de la Edad Media. El caso de los Fernández de Velasco”, eHumanista, 24 (2013), pp. 411-432. Sobre San Francisco de Guadalajara vid. Adolfo CARRASCO MARTÍNEZ, “Los Mendoza y lo sagrado. Piedad y símbolo religioso en la cultura nobiliaria”, Cuadernos de Historia Moderna, 25 (2000), pp. 233-269. Melquíades ANDRÉS MARTÍN, “La espiritualidad franciscana en España en tiempos de las observancias (1380-1517)”, Studia Historica. Historia Moderna, 6 (1988), pp. 465-479. Concepción ABAD CASTRO y Marta CUADRADO SÁNCHEZ, “La supervivencia de una vieja estructura románica en la Baja Edad Media: La iglesia conventual de La Cabrera (Madrid)”, Anuario del Departamento de Historia y Teoría del Arte, I (1989), pp. 9-32, en esp. 20-22.

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Fig. 1.-Iglesia del convento de San Francisco de Peñafiel (Valladolid)

La Aguilera y El Abrojo eligieron prelado a Pedro Regalado, su fiel colaborador en la reforma, que entre 1445 y 1456 (cuando murió en La Aguilera) centró sus esfuerzos en tres ideas: la Eucaristía, la devoción a la Virgen y el recuerdo de la Pasión de Cristo a través de las mortificaciones corporales. En el verano de 1492, durante una visita de 54

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Isabel la Católica a La Aguilera, acompañada por doña Mencía de Mendoza, que iba a solicitar reliquias del fraile vallisoletano, dijo a las damas de su séquito “Pisad despacio, que debajo de estas losas descansan los huesos de un santo”. Pedro Regalado fue beatificado en 1683 y canonizado por Benedicto XIV en 174655.

La casa franciscana de Peñafiel se alzó extramuros, hacia la calle del Mercado Viejo, supuestamente protegida por Sancho el Bravo en 1286. Allí asistió a misa el infante don Juan Manuel en 1334 y algunos aseguraron que recibió sepultura en su cabecera. En la casa celebró capítulo la provincia castellana reformada de Pedro de Villacreces en 1422, donde encontró la muerte, siendo sepultado en un lucillo del altar mayor, cuya efigie estuvo tallada en alabastro “con honorífico epitafio”. A cambio de sufragios, los conde de Urueña, señores de Peñafiel, ofrecieron diversas donaciones al convento, al igual que Juan Téllez Girón el Santo (IV conde de Urueña), que lo colocó bajo el patronato de la casa de Osuna, y el capitán de artillería Francisco de Rojas Iradier, que dejó testamento en 1567. Añadía Jesús Urrea que su iglesia, alzada en el siglo XIV, dispuso de tres naves, rematada la central en un ábside semipoligonal cubierto con bóveda de crucería y las laterales de testero plano con bóveda de crucería. Hoy sólo siguen en pie sus muros maestros, el cerramiento del ábside, los testeros planos de las naves laterales y parte del muro de cierre de la nave del evangelio (hasta la década de 1950 se conservó la bóveda que cubría su capilla mayor). La cabecera fue muy reformada en el siglo XVIII al añadir un camarín dedicado a la Inmaculada Concepción. Tuvo claustro cuyas crujías estuvieron constituidas por media docena de columnas de orden toscano y arquerías de medio punto de la segunda mitad del siglo XVI. Tras su exclaustración, el convento fue convertido en fábrica de alcohol, sus dependencias segregadas y adquiridas por diferentes particulares (el templo acabó en manos de Benjamín Moro y el claustro fue comprado por el alcalde Faustino García Monedero). Media docena de columnas claustrales fueron reutilizadas en un inmueble de la Plaza de España, un pilar fue a parar a los soportales de la Plaza Mayor y otros tantos a los de la calle del Empecinado. A partir de 2005, el solar ocupado por la iglesia fue víctima de la especulación y en 2008 cedió la cubierta de la vieja capilla-camarín, afectando al resto del sentenciado conjunto, que fue consolidado tras la instalación de una bodega (Jesús URREA, “Informe sobre los restos del convento de San Francisco de Peñafiel”, Boletín de la Real Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción, 43 (2008), pp. 119-124). Salvador ANDRÉS ORDAX, Iconografía de San Pedro Regalado, Valladolid, 1991; José Miguel MUÑOZ JIMÉNEZ, “Barroco y peregrinación. El santuario de San Pedro Regalado en La Aguilera (Burgos)”, Goya, nº 228 (1992), pp. 330-336; Mª José ZAPARAÍN YÁÑEZ, “Lo real maravilloso. San Pedro Regalado y los testimonios artísticos”, en La ciudad del Regalado,

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Las obras del convento de San Francisco de Aranda de Duero debieron comenzar hacia 1499 bajo el amparo de la cercana comunidad de La Aguilera y el patrocinio de Martín Vázquez de Acuña (†1505) y su esposa Constanza de Avellaneda, que utilizaron la capilla mayor como panteón familiar y se comprometieron a elevar un hospital aledaño. Los trabajos de la capilla mayor del templo fueron encargados al cantero montañés Juan de Aras, mientras que la capilla de la epístola fue promovida por Pedro de Santa Cruz. El edificio ostentó cabecera trebolada similar a la de Santa María de Coca y nave única con capillas laterales entre los contrafuertes, al estilo de San Francisco en Medina de Rioseco. Sufrió un importante derrumbe hacia la década de 1540 y sólo hemos conservado parte del lienzo de la capilla del evangelio, que mantiene un blasón con las armas de Martín Vázquez de Acuña, principal promotor de la casa. Cuando su hijo Juan Vázquez de Acuña interrumpió el patronazgo, la comunidad inició un largo proceso judicial no solventado hasta 1516, cuando el noble demandado se comprometió a construir la capilla del evangelio y rematar la mayor

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con su altar y gradas, aunque en la empresa colaboró –además de los arandinos que optaron por el convento de San Francisco como lugar de enterramiento– Isabel la Católica, pagando los servicios prestados por fray Juan de Maldonado como tutor del príncipe Juan, que se abonaron de las rentas de las alcabalas de la villa56. Los observantes ofrecían a sus seguidores y acólitos una atractiva visión del mundo gracias a la formulación de efectistas metáforas e hipérboles exaltando el terreno emocional, además de transmitir visiones apocalípticas, profecías milenaristas y signos maravillosos y practicar una dura crítica hacia los poderosos que llegó a rozar la heterodoxia (en tierras castellanas alcanzaron cierto predicamento los textos milenaristas de Arnau de Vilanova, fray Joan de Rocatallada y Francesc Eiximenis). Los herejes de Durango de 1442 entendieron al pie de la letra algunas críticas formuladas por los franciscanos observantes –Alfonso de Mella a la cabeza, que salió huyendo hacia Granada– contra el matrimonio, recordándonos a los herejes husitas y fraticelli57. En 1450 el papa Nicolás V condenaba a algunos

coord. de Jesús Burrieza Sánchez, Valladolid, 2004, pp. 95-117; Lourdes AMIGO VÁZQUEZ, “Los toros y San Pedro Regalado”, Revista de Estudios Taurinos, 33 (2013), pp. 133-173. Jesús G. PERIBÁÑEZ OTERO, “La familia Acuña y la fundación del convento de San Francisco de Aranda”, Biblioteca. Estudio e Investigación, 26 (2011), pp. 238-240. Nuevos insultos y enfrentamientos estallaron en 1500 entre frailes de Aranda y de Silos cuando se vieron las caras en Gumiel de Hizán mientras pedían limosna, generando una airada protesta por parte del provincial de Santoyo. En 1502 el convento arandino terminó agregándose a la custodia de Domus Dei de La Aguilera, dejando la casa silense para la provincia de Santoyo. En la misma villa de Aranda, la aparición de los franciscanos, provocó que muchos vecinos dejaran de asistir a las ceremonias en las parroquias de San Juan y Santa María, decantándose por el convento de San Francisco, hasta el punto que Juan Martínez, capellán de San Juan y Mateo Sánchez de Sacramenia (uno de sus clérigos), denunciaron al provincial franciscano fray Antonio de Marchena ante el tribunal del Santo Oficio por haber pronunciado “palabras escandalosas e feas” predicando desde el púlpito de San Juan en julio de 1501. El movimiento franciscano penitencial –nacido en el seno de las balbuceantes clases burguesas– afectó a toda la cristiandad, abogando por la lectura literal del Evangelio y la práctica de la caridad sin usurpar el papel de los clérigos seculares, pero pronto alcanzó unas dimensiones que desorbitaron el ideal de simplicidad del fundador. La radicalidad del proyecto franciscano estriba en la defensa abierta de la fragilidad moral del ser humano (frente a la omnipotencia divina) que, siempre sumiso y siervo, debe abrirse hacia los demás. No todo es comprensible desde la razón, y la apostasía quedará muy cerca (vid. Marcos FRANCISCO GONZÁLEZ, “El franciscanismo de Guillermo de Ockham: una aproximación biográfico-contextual a su filosofía”, Revista Española de Filosofía Medieval, 2 (1995), pp. 127-144). En la Corona de Aragón alcanzaron cierto desarrollo los beguinos, espirituales y fraticelli (constituidos básicamente por franciscanos radicales, encabezados por Angelo Clareno y Pierre de Jean Olivi, además de Arnau de Vilanova). Los espirituales, con gran implantación en el Languedoc e Italia, se caracterizaron por un sentido muy acusado de la pobreza y su renuncia a la ciencia. Los fraticelli, aceptaron la ciencia, pero se identificaron con la pobreza en el vestido y el desprecio del lujo. Muchos de estos grupos se integraron en la tercera orden franciscana, aunque otros se mostraron rebeldes con la ortodoxia eclesial (cf. RAMIS BARCELÓ, op. cit., pp. 115-116). Entre 1431 y 1437 fueron perseguidos los franciscanos observantes liderados por fray Felipe de Berbegal y se emprendieron acciones judiciales contra fray Alfonso de Mella a cuenta de sus proposiciones heterodoxas. Entre 1441 y 1444 se emitieron excomuniones y se ordenaron quemas en Valladolid, Santo Domingo de La Calzada y Durango. Los franciscanos que sembraron la disidencia en la merindad de Durango se dieron a la fuga hacia Granada cuando se inició la represión en 1441. En 1466 Enrique IV autorizaba a los alcaldes de hermandad de la provincia de Guipúzcoa perseguir los casos de

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observantes hispanos a cuenta de sus prédicas polémicas y en 1461 fray Fernando de la Plaza, sermoneando contra los conversos, llegó a airear que obraban en su poder más de cien prepucios de críos cristianos circuncidados por sus padres, levantado más que ampollas. Otros franciscanos, sin llegar a franquean las lindes del mesianismo, calaron en las conciencias de terciarios devotos de la Vera Cruz y hasta de intrépidos navegantes cómo Cristóbal Colón, tan apegado a san Francisco, Juan Bautista, Cristóbal, la Trinidad y la Inmaculada, el mito de la inocencia primitiva y su afección por las visiones escatológicas. Fueron los franciscanos, junto a los dominicos, grandes evangelizadores del nuevo continente, imprimiendo en los aborígenes su peculiar doctrina de la salvación58.

más la cruz potenzada de doña Mencía, la cruz de san Andrés del Condestable y el sol bernardino). El padre Rodríguez G. de Ceballos, Felipe Pereda, Elena Paulino y Ruiz Tejerina han señalado las connotaciones jerosolimitanas de la capilla del Condestable (y su relación simbólica con el Santo Sepulcro y el ideario de cruzada), su advocación a la Purificación (de hilación funeraria, relacionada con la “profesión de las candelas”, la asociación Cristo-luz) y su ornamentación con el Sol bernardino en el testero oriental (de evidente sentido solar) [fig. 2]. La clave de la bóveda de la capilla del Condestable está decorada con la escena de la purificación (el Niño en el Templo). Alrededor de la misma surgen una serie de rayos solares de cariz bernardino, aunque, en este caso, el anagrama de Cristo fue sustituido por la imagen del Niño en el templo. Dos de las trompas de la bóveda aparecen igualmente decoradas con soles. Mencía quiso enterrarse con el hábito franciscano, la misma mortaja que usó su padre, el marqués de Santillana; y sus suegros el Buen Conde de Haro y Beatriz Manrique, y como harían más tarde sus hijos, Bernardino y Mencía.

Las capillas funerarias centralizadas –con pequeño crucero y cubiertas con bóveda estrellada– de los Velasco (capilla de los Condestables de la catedral de Burgos, capilla de la Concepción de Bernardino Fernández de Velasco en Medina de Pomar y capilla de Mencía de Velasco en Santa Clara de Briviesca) mostraban de forma permanente la relación familiar con los franciscanos mediante la integración de los símbolos de la orden en la iconografía familiar (con gran profusión heráldica

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El palacio del Cordón fue realizado gracias a la magnífica dote de Mencía de Mendoza, ideóloga e impulsora definitiva de este nuevo centro

brujería y a los seguidores de fray Alfonso de Mella. A partir de esa década de 1460 la herejía de fray Alfonso de Mella y sus compañeros franciscanos observantes y disidentes fue sustituida por la herejía de las adoradoras de Satán o sorguinak, cuya represión correspondió a la Inquisición. Sobre los herejes de Durango vid. Iñaki BAZÁN DÍAZ, “Los herejes de Durango: Un interrogante historiográfico por responder”, Clío & Crímen, 1 (2004), pp. 261-299; id., “Formas de disidencia frente a la iglesia medieval: los herejes de Durango”, Norba. Revista de Historia, 20 (2007), pp. 31-51. Un documento emitido por Enrique II en Toro en 1371 y del que conserva copia el archivo de la catedral de Sevilla aludía a la necesidad de que las autoridades del arzobispado entregaran a los “malos christianos biguinos” (varones) que predicaban mentiras, tal vez relacionados con las compañías de mercenarios franceses residentes en aquellos pagos (Manuel GONZÁLEZ JIMÉNEZ, “Beguinos en Castilla. Nota sobre un documento sevillano”, Historia. Instituciones. Documentos, 4 (1977), pp. 109-114). Un documento mucho más tardío alude a una visita realizada en 1567 al paupérrimo convento de Santa María de Soto (que había sido fundado en 1390), de la tercera orden regular de San Francisco o de la Penitencia (más activa en Andalucía: Sevilla, Córdoba, Lebrija, Alcalá la Real, Antequera, Osuna o Jerez), en Villanueva de Campeán (diócesis de Zamora), para su reducción a la observancia franciscana (José SÁNCHEZ HERRERO, “Beguinos y tercera orden regular de San Francisco en Castilla”, Historia. Instituciones. Documentos, 19 (1992), pp. 433-448). A inicios del siglo XVI hubo proliferación de beatas y monjas visionarias. La beata de Piedrahita se dedicó con fruición a la oración y la mortificación, decía ver a Jesús y a María, vestía hábito de la orden tercera de Santo Domingo; se titulaba esposa de Jesucristo, y se consideraba acompañada siempre por la Virgen, si bien los delegados que juzgaron su causa no apreciaron desviaciones heréticas. La Inquisición le formó proceso por sospechas de alumbrada, pero como tuvo importantes protectores, su causa quedó indecisa. Sobre las beatas o beguinas de Cataluña, Aragón y el mediodía galo (poco que ver con las de la Europa septentrional, sobre todo las de Flandes) embozadas en estameñas de clarisa y ciñendo cordones franciscanos que buscaron asilo en peculiares eremitorios, cuchitriles, beaterios o fuera de los recintos monásticos vid. Pedro SANTONJA, “Mujeres religiosas: beatas y beguinas en la Edad Media. Textos satíricos y misóginos”, Revista de Historia Medieval, 14 (2003-2006), pp. 209-227. RUCQUOI, op. cit., pp. 83-86.

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Fig. 2.-Capilla del Condestable. Catedral de Burgos

Fig. 4.-Portada del palacio del Cordón (de los Puñonrostro) en Zamora

Fig. 3.-Portada de la Casa del Cordón. Burgos

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de representación familiar en Burgos, incluyendo la soberbia capilla funeraria catedralicia59. Toda la carga iconográfica del palacio se sitúa en la portada, derivada de modelos andalusíes, el cordón franciscano enmarca el sol de san Bernardino –santo oficial de la observancia villacrenciana– que campea sobre los escudos de los condestables Velasco-Mendoza/Figueroa. San Bernardino (†1444) centró su predicación en el Santo Nombre de Jesús, acompañado de tablillas a modo de apoyo visual de sus sermones (con el “IHS” dentro de un sol llameante). En la Casa del Cordón, el Sol bernardino ilumina y ampara las armas de los Condestables (en la capilla de Santa Ana, en el templo de Santa María del Castillo de Cervera de Pisuerga –como en Burgos [fig. 3]– aparecen escudos de los Mendoza-Velasco, cruces potenzadas y el sol Bernardino; en el relieve con la Misa de San Gregorio de Pisón de Castrejón y el crucero de Traspeña –atribuidos a Alonso de Portillo– también aparecen los blasones de los Velasco). Los tres nudos del cordón –vivir atados a la pobreza y la penitencia– que ciñe el basto sayal aluden a los votos (obediencia, pobreza y castidad), muy significativamente, en Francia los franciscanos fueron conocidos como los cordeliers. Torres Ballesteros ha trabajado el tema del cordón, que aparece en el palacio de los Puñonrostro de Zamora [fig. 4], las Casas del Cordón de Vitoria (junto a la estigmatización de san Francisco y el sol bernardino, edificio propiedad del mercader y galeno converso Juan Sánchez de Bilbao), Valladolid (en la calle Santuario y ya desaparecida, que fue del marqués de Aguilafuente y sufrió un incendio en 1898, cuando hacía las veces de manicomio municipal), Palencia (palacio de los Rodríguez de Monroy) [fig. 5], Santa María del Campo 59

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Fig. 5.-Portada de la Casa del Cordón (de los Rodríguez de Monroy) en Palencia

[fig. 6], Valdecañas de Cerrato, Atienza, Ayllón (palacio de los Contreras), el convento de Santa Isabel en Medinaceli, la puerta de San Andrés en la muralla de Villalpando (junto al escudo de los Velasco), el hospital de La Latina de Madrid, la sala del Cordón del Alcázar de Segovia (gabinete de Enrique IV, sufrió un incendio en 1862) y hasta la Casa del Cordón en Santo Domingo, primer palacio pétreo –alzado por Francisco de Garay (1503)– en tierras americanas [fig. 7]60.

La Casa del Cordón es ya un palacio completamente especializado con espacios diferenciados: una parte noble con unidades de cámara, sala y antecámara, una capilla y una zona de servicios con cocinas y letrinas, dos zonas diferenciadas para los aposentos masculinos y femeninos y la particularidad de que las habitaciones principales se situaban sobre la fachada, con la apertura de una galería lateral hacia el jardín. Un modelo palaciego que recordaría al de Cogolludo, aunque su vocabulario arquitectónico fuera bien distinto. Vid. Elena PAULINO MONTERO, “El Alcázar de Medina de Pomar y la Casa del Cordón. La creación de un palacio especializado nobiliario”, Anales de Historia del Arte, 23, nº especial II (2013), pp. 527-536. Vid. Nuria TORRES BALLESTEROS, “El cordón franciscano en el arte gótico peninsular: significado y ejemplos plásticos”, en Actas del I Congreso Internacional. El franciscanismo en la Península Ibérica. Balance y perspectivas, Madrid, 2003, coord. de Mª del Mar Graña Cid y Agustín Boadas Llamat, Barcelona, 2005, pp. 859-900; LAHOZ, op. cit., pp. 62-65. Sobre las VOT y sus procesiones –de Semana Santa y Corpus– con atuendos seglares portando largo cordón franciscano amarrado a la cintura (que perduraron hasta la década de 1930) vid. Francisco GUTIÉRREZ DÍAZ, “Mazos, carracas, figurantes y cordones franciscanos para la Semana Santa, tradiciones santanderinas perdidas”, Publicaciones del Instituto de Etnografía y Folklore “Hoyos Sáinz”,

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Fig. 6.-Casa del Cordón en Santa María del Campo (Burgos)

Fig. 7.-Casa del Cordón en Santo Domingo (República Dominicana)

El retablo de la Flagelación, encargado por la abadesa doña Leonor de Velasco (1480-95), hija del I conde de Haro Pedro Fernández de Velasco y su esposa Beatriz Manrique y hermana del I condestable de Castilla, para el convento de Santa Clara en Medina de Pomar, pieza de culto conventual, pudo ser trasladado hasta la capilla del cementerio en el siglo XVII, se encuentra hoy en la colección privada madrileña de Plácido Arango. En una de las tablas vemos el retrato de la abadesa, vestida de clarisa y en actitud orante, está situada frente a una lacerada imagen de Cristo atado a la columna y la negación de San Pedro en un segundo plano (reconociendo probablemente el peligro que corrían los orgullosos y cobardes y en perfecta consonancia con el valor que la devotio moderna intimista, penitencial y ascética, concedía al

arrepentimiento y la compunción). Es obra de un maestro burgalés próximo al entorno del “maestro de la Visitación”, aunque debió ser rematada por el “maestro de Oña” (tal vez fray Alonso de Zamora, monje en San Salvador de Oña), quizás inspirada por el espíritu reformador de fray Lope de Salazar y Salinas, que estuvo muy estrechamente relacionado con Beatriz Manrique, precisamente la madre de Leonor61.

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El monasterio de Santa Clara de Tordesillas se fundó en 1363 (conmemorando la batalla del Salado, donde Alfonso XI de Castilla y su suegro Alfonso IV de Portugal, derrotaron a los benimerines), aunque no se concluyó hasta la primera mitad del XV sobre un palacio preexistente de Pedro I (1354-61). A partir de 1410 fue cabeza de la denominada “Congregación de Tordesillas”,

XVI (2002-2003), pp. 203-210. El madrileño hospital de la Latina fue fundado por Francisco Ramírez (el Artillero) y su mujer Beatriz Galindo de Vera (la Latina) en 1499, con traza del maestro mudéjar Hazan, se encontraba situado cerca de la plaza de la Cebada, contiguo al convento de las Monjas de la Concepción Francisca. La propia Beatriz redactó unas Constituciones para el gobierno de la institución sanitaria, que estuvo en activo hasta mediados del siglo XVIII (aunque volvió a funcionar entre 1810 y 1899). En su portada exhibe el abrazo entre san Joaquín y santa Ana, flanqueado por las imágenes de san Francisco y san Onofre. Vid. Mª Mercedes BARRERA GALINDE y Rosa BASANTE POL, “Bosquejo histórico del Hospital de la Concepción de Nuestra Señora, vulgo La Latina, de Madrid”, Anuario de Instituto de Estudios Madrileños, 42 (2002), pp. 61-86; Cristina SEGURA GRAIÑO, “Beatriz Galindo ejemplo de humanista laica”, Miscelánea Comillas, 69 (2011), pp. 293-304. Joaquín YARZA LUACES, El retablo de la Flagelación de Leonor de Velasco, Madrid, 1999, pp. 91-109 y 142-144.

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movimiento reformista que agrupó las casas de Astudillo, Santa María de Ribas (cerca de Medina de Pomar), Santa Clara de Burgos o Santa Clara de Santander. Es fábrica de ladrillo, mampostería y sillería, de una sola nave y cinco tramos, cubiertos con bóvedas de crucería y terceletes. En el lado del evangelio se abren capillas entre sus contrafuertes; en el de la epístola destaca la del contador, canciller y camarero de Juan II, Fernando López de Saldaña (1400-1456). En el lado oriental del patio del palacio de Tordesillas –donde residieron Leonor de Guzmán, María de Portugal, Blanca de Borbón o María de Padilla– se encuentra el llamado salón del Aljibe que conserva su arco de ingreso ricamente decorado. El palacio de Tordesillas presenta un patio con pórticos en todo su perímetro, dos arcos de paso hacia las alhanías (alcobas) ubicadas en los dos extremos del salón y dos ventanas geminadas abiertas hacia el patio, semejantes a las existentes en el Alcázar de Sevilla, y que ya estaban presentes en el Alcázar de Segovia. Una planta más ordenada y simétrica que el de Astudillo, de mayor tamaño y más rica decoración, demostrando ser sin duda empresa de promoción real. Pudo contar con un salón del trono en forma de qubba que pudo estar cerrado, sin huecos exteriores, como los de Guadalajara y Sevilla, o con aperturas hacia el paisaje, como presentan algunos modelos nazaríes, especialmente el salón de Comares de la Alhambra62.

Fig. 8.-Armadura en la cabecera de la iglesia de Santa Clara de Tordesillas (Valladolid)

Por debajo corre un friso de pintura sobre tabla con medias figuras de santos sobre fondos dorados, y dos riquísimos frisos de cardina gótica con figuras humanas y animales monstruosos: dragones, arpías, raposas, cochinos, golondrinas y jilgueros. También aparecen figurillas antropomorfas que representan ángeles portadores de escudos y libros abiertos, e incluso san Miguel venciendo al demonio. Algunos autores sospechan que la techumbre perteneció al salón principal del palacio del rey Pedro I y que el friso de santos y mocárabes fue agregado en el siglo XV. Tradicionalmente atribuidas a Nicolás Francés, las pinturas de la armadura de la cabecera de Santa Clara de Tordesillas representan a san Bernardino de Siena [fig. 9], que no fue canonizado hasta 1449 (además de otros

La cabecera de la iglesia, de planta rectangular, se encuentra cubierta por una armadura ataujerada de paños quebrados, motivos de lacería dodecagonal y grandes piñas de mocárabes; adoptando planta octogonal sobre limas. Su grandioso efecto decorativo se complementa con la policromía y la profusión de dorados en peinazos, y gran arrocabe de mocárabes decorado con arquería de estalactitas doradas [fig. 8]. 62

ANDRÉS ORDAX, “Santa Clara “Altera Maria”…”, pp. 9-13; id., “El monasterio de Santa Clara de Tordesillas”, en Juana I en Tordesillas: su mundo, su entorno, dir. de Miguel Ángel Zalama Rodríguez, Valladolid, 2010, pp. 113-121; Cynthia ROBINSON, “Mudéjar Revisited: A Prolegomena to the Reconstruction of Perception, Devotion, and Experience at the Mudéjar Convent of Clarisas, Tordesillas, Spain (Fourteenth Century A.D.)”, Res Anthropology and Aesthetics, 43 (2003) pp. 51-77; Juan Carlos RUIZ SOUZA, “Al-Andalus y cultura visual: Santa María la Real de Las Huelgas y Santa Clara de Tordesillas. Dos hitos en la asimilación de Al-Andalus en la reinteriorización de la Corona de Castilla”, en Simposio Internacional “El legado de Al-Andalus. El arte andalusí en los reinos de León y Castilla durante la Edad Media”, dir. de Manuel Valdés Fernández, Valladolid, 2007, pp. 205-242; Antonio ALMAGRO, “Los palacios de Pedro I. La arquitectura al servicio del poder”, Anales de Historia del Arte, 23 (2013), pp. 31-35.

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santos franciscanos como el poverello de Asís, santa Clara, san Antonio de Padua y San Luis de Anjou). Ello establece una fecha post quem perfectamente acorde con sus rasgos estilísticos (la fecha ante quem tradicionalmente asignada en 1454, año del fallecimiento del rey Juan II, podría hacerse extensiva a los reinados de sus hijos Enrique IV o la reina Isabel I)63, y también con algún dato deducible por las características de la moda (por ejemplo, el tabardo de hombros altos con brahones que viste santa Úrsula). Entre 1430 y 1435 Fernán López de Saldaña, contador mayor, canciller y camarero de Juan II, alzó en la iglesia de Santa Clara de Tordesillas una capilla de planta rectangular advocada a la Anunciación cubierta con bóvedas góticas de crucería y terceletes en cuya traza intervino el arquitecto normando Guillén de Rohan (antes activo en el cuerpo bajo de la Torre Nueva o del Reloj de la catedral de León)64, fallecido en 1431, desconocemos el nombre del maestro que continuó las obras, tal vez Ysambart o Pedro Jalopa. Cuenta con una cripta donde estuvo depositado el cadáver de la reina Juana, antes de su traslado a la Capilla Real de Granada. En dos de sus muros se abren sendos arcosolios que contienen notables enterramientos tallados en alabastro, donde recibieron sepultura el propio contador, junto a su esposa Elvira de Acevedo (†1483), además de Pedro Vélez de Guevara y tal vez Elvira de Portocarrero (†1431, esposa de don

Fig. 9.-San Bernardino. Pintura en la armadura de la cabecera de la iglesia de Santa Clara de Tordesillas (Valladolid) 63

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“El arrocabe tiene seis frisos superpuestos con progresivo vuelo hacia los superiores. El inferior es un friso de solera, con cardina gótica de hojas carnosas. Encima corre un friso figurado, con edículos independientes cobijados por arco mixtilíneo y lobulado. Sobresale una cornisa de mocárabes, con relieves de estuco que destacan el dorado. Sigue más arriba un gran friso de follaje con hojas góticas lobuladas y fasciculadas, parecidas a las del friso de solera, pero aquí fundidas con motivos monstruosos, humanos y animales. Además hay otro pequeño friso de mocárabes. Salvo para los expertos, a veces pasan desapercibidas las pechinas con cubos de mocárabes dorados. Pero destacan los cuadrantes o cuadrales, de frente liso, con tres escuditos apuntados, el central correspondiente al cuartelado de Castilla y León, otro con una roseta, y un tercero que ya interpretara Lampérez como un ristre que fue característico de los motivos emblemáticos del rey Juan II (1406-1454), que vemos en Miraflores. A nosotros nos interesa la serie de representaciones hagiográficas, formada por un conjunto de cuarenta y tres figuras, de semejante disposición […] Las tres centrales son Cristo, la Virgen María y san Juan; más otros veinte santos a cada lado. En el costado septentrional: san Pedro apóstol, Santiago el Menor, san Matías, san Bartolomé, santo Tomás apóstol, san Bernabé, san Lucas, san Marcos, san Francisco de Asís, santa María Magdalena, san Luis de Toulouse, santa Catalina de Alejandría, san Bernardino de Siena, san Gregorio, san Pedro Mártir, san Blas, san Jerónimo, santa Marina, san Valentino y santa Tecla. En el costado meridional: san Pablo, Santiago el Mayor, san Felipe, san Andrés, san Simón, san Judas Tadeo, san Juan Evangelista, san Mateo, santa Clara, san Miguel Arcángel, san Antonio de Padua, santa Ana, san Esteban, san Sebastián, san Agustín, santa Bárbara, san Ambrosio, santa Inés, san Jorge y santa Úrsula” (cf. ANDRÉS ORDAX, “El monasterio de Santa Clara…”, pp. 122-123). Juan Luis BLANCO MOZO, “La torre sur de la catedral de León: del maestro Jusquín a Hans de Colonia”, Anuario del Departamento de Historia y Teoría del Arte, XI (1999), pp. 29-57.

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Álvaro de Luna). Una capilla que parece relacionada con la de Santiago en la catedral de Toledo, donde fueron sepultados don Álvaro de Luna y su segunda esposa Juana Pimentel (y en cuyo retablo aparecen imágenes de san Francisco y san Antonio de Padua, santos tutelares de los esposos, además del cordón franciscano)65. Preside la capilla del contador Saldaña un retablo realizado en algún taller bruselense del segundo cuarto del siglo XV (las pinturas se atribuyen a Nicolás Francés). El retablo mayor, que sustituyó al original obrado hacia 1500, es pieza romanista del segundo tercio de siglo XVI y porta relieves en alabastro con imágenes de san Francisco, santa Clara, san Bernardino, san Antonio, san Buenaventura, san Roque, san Agustín y san Nicolás. En el museo conventual se conservan los restos de otro retablo advocado a san Francisco y santa Clara –altera Maria– atribuido al maestro de Portillo, en tanto que una Santa Faz se custodia en la sacristía66.

Fig. 10.-Iglesia del convento de Santa Clara de Astudillo (Palencia)

palacio e iglesia y parte de la decoración de yeserías [fig. 10]. El conjunto se alzó junto a una primitiva residencia conocida como patio Castellano, un edificio de tres crujías en torno a un patio adosado al lado occidental del convento que tuvo crujías en sus cuatro lados y una presumible galería elevada. A fines del siglo XV se añadieron nuevas yeserías realizadas por un artesano mudéjar llamado Braymi67.

El convento de Santa Clara de Astudillo fue fundado por María de Padilla en 1356, favorita de Pedro I, a su vera se construyó un palacio. De época fundacional destacan el zaguán y la fachada principal (con vano geminado en la planta alta, repite el esquema empleado en Santa Clara de Tordesillas), las armaduras pintadas de la crujía septentrional –el salón principal– del 65

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Ángel GONZÁLEZ HERNÁNDEZ, “Un enterramiento en la capilla de Saldaña, en el monasterio de Santa Clara de Tordesillas (Valladolid)”, BSAA, LVIII (1992), pp. 301-312; Mª Teresa GONZÁLEZ ALARCÓN, “Capilla del contador Fernán López de Saldaña”, Los Reales Sitios, 6 (2005), pp. 115-138; Juan Carlos RUIZ SOUZA y Antonio GARCÍA FLORES, “Ysambart y la renovación del gótico final en Castilla: Palencia, la capilla del contador Saldaña en Tordesillas y Sevilla. Hipótesis para un debate”, Anales de Historia del Arte, 19 (2009), pp. 43-76; Begoña ALONSO RUIZ y Javier MARTÍNEZ DE AGUIRRE, “Arquitectura en la Corona de Castilla en torno a 1412”, Artigrama, 26 (2011), pp. 137-139; Alfonso DE CEBALLOSESCALERA Y GILA, “Generación y semblanza de Fernán Gómez de Saldaña, Contador Mayor de Juan II de Castilla”, Medievalismo, 21 (2011), pp. 161-206. Vid. además YARZA, La nobleza ante el rey…, p. 163. ANDRÉS ORDAX, “Santa Clara “Altera Maria”…”, pp. 14-19; ANDRÉS ORDAX, “El monasterio de Santa Clara…”, pp. 125128. La tabla con santa Clara recibiendo la palma de manos del obispo Guido se encuentra en el actual retablo renacentista. Pedro LAVADO PARADINAS, “Braymi. Un yesero mudéjar en los monasterios de clarisas de Astudillo y Calabazanos”, PITTM, 39 (1977), pp. 29-33; id., “El palacio mudéjar de Astudillo”, en Actas del II Congreso de Historia de Palencia, Palencia, 1989, Palencia, 1990, vol. 1, pp. 579-604; Clementina Ramón YZQUIERDO PERRÍN, “Sillerías de coro gótico-mudéjares: De Santa Clara de Toro a Santa Clara de Palencia”, Abrente, 40-41 (2008-2009), pp. 113-148; Julia ARA GIL, “El llamado “panteón de doña María de Padilla” en el monasterio de Santa Clara de Astudillo (Palencia). Reflexiones acerca de su función”, en Estudios de Historia del Arte. Homenaje al profesor de la Plaza Santiago, coord. de Jesús Mª Parrado del Olmo y Fernando Gutiérrez Baños, Valladolid, 2009, pp. 33-38; ALMAGRO, op. cit., pp. 29-31; Mª del Mar GRAÑA CID. “¿Favoritas de la corona? Los amores del rey y la promoción de la orden de Santa Clara en Castilla (ss.XIII-XIV)” Anuario de Estudios Medievales, 44/1 (2014), pp. 184-188.

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El convento de Santa Clara de Palencia, fundado en 1378 por doña Juana Manuel de Villena, esposa de Enrique II de Trastámara, fue enriquecido por numerosas donaciones de los almirantes (Alfonso Enríquez, sobrino de Enrique II, y su mujer Juana de Mendoza), herederos del patronato y responsables de alzar nueva fábrica hacia 1426 donde construir sus sepulcros. Dijo José Mª de Quadrado que el desaparecido sepulcro en alabastro del almirante –situado en el centro de la iglesia– tenía forma de nave, con su mástil y popa (Yarza lo cree posterior a 1431 y anterior a 1474). Pidió ser enterrado con el hábito de san Francisco. En su portada pudo haber participado Ysambart, antes activo en la portada de los Novios de la catedral palentina68.

consideran que al yacente le crecían el pelo y las uñas, y como escribió Unamuno: “La piedad popular ve que las uñas / y el cabello le medran, / de la vida lo córneo, lo duro, supersticiones secas, / lo que araña / y aquello de que se ase la segada cabeza”. Dolorosa imagen vivida y coriácea sin duda milagrera, pasional y parateatral que, como a los Cristos de Fisterra y Orense, les seguían brotando cabellos y uñas, sudaban y lloraban. El convento de San Francisco en Medina de Rioseco fue fundado en tiempos del almirante de Castilla Fadrique IV Enríquez de Cabrera y Velasco (1460-1538), tras el de Valdescopezo, donde Fadrique II Enríquez de Mendoza (1390-1473) recibió sepultura en un desaparecido sepulcro de alabastro70. La potente iglesia de San Francisco de Rioseco (coetánea al desaparecido palacio, y cuya primera piedra colocó el obispo de Termópilas fray Alonso de Espina en 1492) [fig. 11], donde se ha rastreado la huella de Juan Gil de Hontañón y Bartolomé de Solórzano, presenta nave única (con capillas entre los contrafuertes) y cabecera trilobulada (como los templos de El Parral y Coca) donde instalar el sepulcro de los almirantes (como hizo más tarde la reina Católica en San Juan de los Reyes de Toledo), separados de la nave por una célebre reja de Cristóbal de Andino (hoy en la parroquial de Santa María de Mediavilla)71.

Una leyenda popular indicaba que el Cristo de las Claras fue hallado por la flota del almirante Alfonso Enríquez en aguas mediterráneas en torno a 1407-1410, cuando guerreaba contra la morisma. El almirante decidió que fuera llevado hasta su villa de Palenzuela69, pero al llegar a Reinoso de Cerrato, donde inicialmente moraban las clarisas, la cabalgadura se detuvo, continuando su terca marcha hasta Palencia. Otra leyenda refiere que en 1666 la talla articulada –y llena de postizos– dejó de tener las manos cruzadas sobre el pecho para extenderlas sobre el lecho sepulcral. Otros relatos

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RUIZ SOUZA y GARCÍA FLORES, op. cit., pp. 133-137. En Santa Clara de Palencia destacan aspectos como el despiece concéntrico en torno a la clave en la plementería de la bóveda del crucero o el dibujo de un octógono en torno a su clave central, caracteres propios de un maestro ajeno a la tradición gótica castellana, quizás Ysambart (aunque en la documentación sólo aparezca el nombre del cantero Diego García). Hacia el interior destacan los arcos de las capillas laterales ornados con chambranas rematada por macoyas. El pretil del ándito del coro monacal “está formado por un repertorio variado de plementería calada por la vesica piscis, al igual que el arco de ingreso de la Capilla del Sagrario catedralicia, subrayando la relación estrecha entre ambas fundaciones” (p. 137). El coro (conservado en el Museo Arqueológico Nacional), relacionado con el catedralicio, fue igualmente encargado por el obispo Rojas y labrado por el maestro Centellas a partir de 1422. El convento de San Francisco de Palenzuela, fundado a fines de siglo XIV gracias al patrocinio de la familia Orense, sólo conserva algunas ruinas donde debió pernoctar Juan II camino de Aguilar de Campoo (1421) y Valladolid (1425 y 1451), acogiendo cortes en 1425 y siendo además campamento real durante el sitio de la villa (1451-1452) por parte de Álvaro de Luna contra Alonso Enríquez, hijo del almirante Fadrique. Entre fines del siglo XV e inicios del XVI fue panteón de los Herrera (cf. Rafael MARTÍNEZ, “Aproximación al estudio de los conventos franciscanos en la provincia de Palencia”, en Jornadas sobre el arte de las órdenes religiosas en Palencia, Palencia, 1989, Palencia, 1990, pp. 113-142; Francisco de Paula CAÑAS GÁLVEZ, El itinerario de la corte de Juan II de Castilla (1418-1454), Madrid, 2007, pp. 157-158). Se estudian algunas cuestiones sobre arquitectura y conventos franciscanos en Concepción ABAD CASTRO, “Juan Guas y la capilla de “La Piedad” en el convento de San Francisco de Ávila”, Anuario del Departamento de Historia y Teoría del Arte, XV (2003), pp. 29-44; Concepción ABAD CASTRO y Mª Luisa MARTÍN ANSÓN, Estudio histórico-artístico del convento de San Francisco El Real de Salamanca, panteón de la Nobleza salmantina, Madrid, 2014; id., Los panteones de los Herrera en Palenzuela: La capilla mayor del convento de San Francisco y la capilla de San Bartolomé en la iglesia de San Juan, Palencia, 2015. Esteban GARCÍA CHICO, La orden franciscana en Medina de Rioseco, Valladolid, 1950 (1936 y 1944-45). Begoña ALONSO RUIZ, “Un modelo funerario del tardogótico castellano: Las capillas treboladas”, AEA, 311 (2005), pp. 285-288. Fadrique Enríquez fue hijo de María de Velasco (hija de Pedro Fernández de Velasco y Beatriz Pimentel) y del III

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Fig. 11.-Convento de San Francisco en Medina de Rioseco (Valladolid)

El monasterio de Nuestra Señora de la Consolación en Calabazanos (Palencia), que antes fue casa masculina y benedictina (en 1458 fue reubicada en San Miguel del Burgo de Zamora), fue fundado en 1458 por Leonor de Castilla y Alburquerque (viuda del adelantado Pedro Manrique), nieta del rey Enrique II de Castilla,

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hija de Fadrique Enríquez (duque de Benavente) y madre del poeta Gómez Manrique (tío de Jorge Manrique), que a instancias de su hermana María, vicaria del convento, escribió una obrita para ser representada por las monjas72. Alejo de Vahía u otro colaborador de su círculo talló el sepulcro de la fundadora que, malamente compuesto, se

almirante don Alonso, además de sobrino del condestable don Pedro y primo de Mencía (la fundadora del convento de Briviesca, trazado por Juan Gil en 1512). Nicasio SALVADOR MIGUEL, “Gómez Manrique y la Representación del nacimiento de Nuestro Señor”, Revista de Filología Española, XCII (2012), pp. 135-180. Desde su fundación, el monasterio de Calabazanos se convirtió en lugar de profesión religiosa para las mujeres del linaje de los Manrique, que durante el resto del siglo XV monopolizaron el cargo de abadesa y eligieron el convento como lugar de enterramiento (la propia Leonor, su marido y varios de sus hijos, entre ellos las profesas Aldonza y María, el obispo don Íñigo y Gómez Manrique). El literato, reconocido benefactor, dispuso en su testamento recibir allí sepultura, junto a su esposa Juana de Mendoza, mujer de exquisita educación que formó parte del círculo íntimo de Isabel la Católica. María había pasado de Astudillo a Amusco y de Amusco a Calabazanos, donde ejerció como vicaria conventual. La Representación del nacimiento de nuestro Señor, redactada entre 1458 y 1468, se ha conservado en un cancionero que, hacia 1488-1492, hizo copiar don Gómez para Rodrigo Alfonso Pimentel, IV conde de Benavente. Es probable que el pasaje del planto de María anticipando los sufrimientos de la Pasión (que no aparece en los Evangelios), dependa de alguna tradición iconográfica (pinturas, tapices, relieves o miniaturas). En el terreno literario los ejemplos más destacados de la fusión entre Natividad y Pasión se han atribuido a escritores franciscanos (p. ejem. John de Grimestone, predicador inglés, que en 1372 recogió dos canciones de cuna dirigidas al Niño Jesús). Destinada a su representación durante la fiesta navideña, la obra se insertaba en una larga tradición que arrancaba de mediados del siglo IX de acuerdo con la cual, la conmemoración de los sucesos más relevantes de la religión cristiana, había propiciado la inclusión de tropos que pasaron a formar parte de la liturgia de la fiesta que no llegaron a desaparecer (la escenificación en 1497 de un Officium pastorum en la catedral de Santiago de Compostela o la Visitatio sepulchri y el Peregrinus en 1413 en la catedral de Vic). Antes de ingresar en convento, María Manrique debió moverse en un entorno cortesano donde, además de la poesía cancioneril, los momos y el teatro profano, el teatro religioso resultó una devoción muy atractiva. El grueso de las representaciones y paraliturgias vernáculas se han conservado en monasterios de clarisas, aunque no sólo la orden francisana gustó del teatro religioso (sobre todo articulado en torno al ciclo navideño y cuyo origen podría estar en el belén de Greccio). Ciertas composiciones poéticas

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conserva aledaño en el espacio claustral. En 1501 la reina Isabel escribió a la comunidad recomendando a María de Portocarrero para que entrara como profesa, por las mismas fechas que ingresó un esplendoroso políptico73.

pobres y siendo recibida por san Francisco en el convento donde le corta los cabellos. La elegante imagen de la santa pudo ser tallada en la zona de Brabante hacia 1500 (calidad que no se da en las tablas pintadas que la acompañan)74.

El políptico de santa Clara (conjunto flamenco formado por seis pinturas sobre tabla y talla datado hacia 1500) y la Virgen del Pimiento (talla gótica de inicios del siglo XV entregada por Álvaro de Luna a Juana Pimentel como regalo nupcial) se custodian en el Museu Marès de Barcelona. En la parte interior de las puertas del políptico – auténtico expositor de las nuevas prácticas devocionales, pues según indicaba Sonia Caballero, santa Clara resultaba la personificación ideal para las mujeres nobles que entraban en religión– se relata la vida de la santa en la época previa a su ingreso en el convento. De izquierda a derecha, y de arriba abajo vemos a Ortolana –su madre, embarazada y rezando ante un crucifijo –momento en el que un ángel le anuncia que de ella nacerá una luz extraordinaria-; el bautismo de la santa, donde se le impone el nombre de Clara; el ayuno de los manjares propios de su condición aristocrática que reparte a los pobres a través de su sirvienta; el encuentro con Francisco de Asís y Clara recogiendo una rama de olivo para el Domingo de Ramos de las manos del obispo. Las escenas de la parte baja muestran a la santa en oración, ofreciendo limosna a los

El desaparecido convento de San Francisco de Benavente, elevado junto al hospital de la Piedad (fundado en 1544 por los condes Antonio Alonso Pimentel y su esposa Ana de Velasco para atender a enfermos y peregrinos y del que conservamos su fachada renacentista), ocupa el lugar de los actuales juzgados y centro de salud. El convento, fundado hacia 1270 a instancias de doña Violante, esposa de Alfonso X, conoció sus mejores días a partir de 1500, cuando los condes de Benavente escogieron su capilla mayor como panteón familiar. Los Pimentel realizarán allí varias reformas y reedificaciones, aunque fue incendiado por las tropas napoleónicas a comienzos del siglo XIX y, tras ser exclaustrado, se usó como cárcel, cuartel, salón de baile y almacén municipal de obras públicas. Sus últimos restos fueron demolidos durante la década de 1980 a cuenta de la especulación inmobiliaria (incluyendo su bodega conventual).

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El linaje Pimentel procedía de Portugal y se asentó en Castilla a raíz de la derrota castellana en Aljubarrota. Juan Alfonso Pimentel, señor de Bragança y Vinhaes, obtuvo la villa de Benavente y en 1396 consiguió hacerse conde y, con el paso

supervivientes en libros de uso comunitario (el Codex Matritensis de Santo Domingo el Real de Madrid) o privado (el Libro de Devociones y Oficios de Constanza de Castilla), la liturgia, las evidencias arquitectónicas y ornamentales o la “recontextualización” de ciertos objetos (el frontal de San Juan Bautista de Quejana o la cuna gótica de sor Juana Enríquez de Herrera –ca. 1472-1480– procedente del convento toledano de Santo Domingo el Real, asociada a su sacristía vieja y al Romance del Nascimiento de nuestro Salvador que compuso fray Ambrosio de Montesino en 1485), sugieren que el papel de las monjas dominicas fue también importante (cf. Mercedes PÉREZ VIDAL, “Descendit de caelis. Liturgia, arquitectura y teatro en los monasterios de las dominicas castellanas en la Baja Edad Media”, Anales de Historia del Arte, 24, nº especial (2014), p. 85). YARZA, op. cit., pp. 168-169; Sonia CABALLERO ESCAMILLA, “La imagen femenina y la devotio moderna”, en Feminismo ecológico. Estudios multidisciplinares de género, ed. de Carmen Velayos, Olga Barrios, Ángela Figueruelo y Teresa López, Salamanca, 2007, pp. 153-154. La Virgen con el Niño (de la Consolación), que presidió el retablo mayor conventual hasta el siglo XVIII, es obra de un destacado autor anónimo que podríamos datar hacia 1500 (se le atribuye otra imagen mariana y una Piedad –además de un retablo bruselense dedicado a la Virgen e infancia de Jesús expatriado en el The Michele & Donald d’Amour Museum of Fine Arts de Springfield (Massachussets)– en el templo vallisoletano de Fuentes de Duero, el crucificado del Amparo o de las Aguas en el templo de Santa María de Mediavilla en Medina de Rioseco y una Lamentación sobre Cristo Muerto en la sección de los Claustros del Metropolitan de Nueva York), un escultor de gran calidad “cuya producción se orienta esencialmente a la escultura devocional –imágenes exentas y retablos de oratorio– y que trabaja para la alta nobleza castellana que se mueve en el entorno de la Reina Isabel –los Manrique en Calabazanos y los Villandrando en Fuentes de Duero–, vinculación nobiliaria que sería aún más acentuada si se demostrara la pretendida relación del relieve de la Lamentación con el patrocinio de los Mendoza” (vid. Miguel Ángel MARCOS VILLÁN, “El Maestro de Calabazanos: Un escultor tardogótico entre Palencia y Valladolid”, Boletín de la Real Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción, 46 (2011), pp. 9-18).

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del tiempo duque. En la villa leonesa construyó un castillo que, sin perder su carácter fuerte, se convirtió en un palacio suntuoso en el que no faltaron los jardines y los animales exóticos. Juan Alfonso de Pimentel, mantuvo fuertes conflictos con sus vasallos de Benavente y Castrogonzalo, en 1422 sostuvo pleitos con este último lugar pues arrancó los pilares del puente y apretó las tuercas de sus vecinos para hacer más suntuoso su panteón en San Francisco de Benavente. Por desgracia, sólo hemos conservado el sepulcro de Luis Pimentel y Pacheco, hijo de Rodrigo Alfonso Pimentel, nombrado I marqués de Villafranca del Bierzo en 1486, muerto en 1497 al caer desde una terraza (seis años antes había desaparecido su esposa Juana Osorio). Dejó una hija de corta edad, María Osorio Pimentel, y aunque su padre nombró como tutor al conde de Benavente (cuando pudo encargar el sepulcro de su hijo), ya de moza casó con Pedro de Toledo, hijo del duque de Alba, aunque la villa de Benavente siguió perteneciendo a los condes. El convento de San Francisco, fundación que Rodrigo Alfonso dejó sin terminar a la hora de su muerte, fue el lugar elegido para instalar el yacente en madera policromada de su hijo Luis. Muy magullado, fue trasladado al Museo Nacional de Escultura de Valladolid en 1862. Viste armadura de aspecto alabastrino y es obra de notable calidad seguramente realizada por un escultor hispano muy influido por el estilo nórdico75.

extramuros de Villalón de Campos (Valladolid) el convento de franciscanos recoletos de Santa María de Jesús en 1469. San Francisco de Villalón pudo ser el símbolo en la villa del señorío de los Pimentel, para contrarrestar a Santo Domingo, titular del otro convento mendicante fundado a inicios del siglo XV por Fernando de Antequera y Leonor de Alburquerque, y ¿qué mejor forma de potenciarlo que sepultando allí al I marqués de Villafanca (1497), primogénito del IV conde de Benavente “muerto en plenta flor de la vida” (vid. Carlos DUQUE HERRERO, “La escultura yacente del I marqués de Villafranca (m. 1497)”, Boletín del Museo Nacional de Escultura, 3 (1998-99), pp. 11-114). Los franciscanos alzaron en Alcañices un convento dotado por Francisco Enríquez de Almansa, I marqués en 1542 (su hijo, Diego Enríquez de Almansa, llegó a ser obispo de Coria (1550-1566)), prestigiando la casa con numerosas reliquias e indulgencias. Desde 1515 existió además allí una cofradía de la Vera Cruz, cuyas ordenanzas hablan de cofrades de luz y de disciplina –incluyendo mujeres– que participaban en la procesión del Jueves Santo (los cofrades enfermos podían disciplinarse alrededor del claustro si así lo deseaban)76. En Bercianos de Aliste (Zamora) aún se celebra la ceremonia del Descendimiento durante la tarde del Viernes Santo77. Al son del Miserere, los cofrades de la Cruz, recorren el empinado tramo que separa la localidad de las cruces

Otros autores han indicado que Rodrigo Alonso de Pimentel, IV conde de Benavente, fundó 75

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Fernando REGUERAS GRANDE, Pimentel. Fragmentos de una iconografía, Benavente, 1998, pp. 33-44; YARZA, op. cit., pp. 113-114 y 148. Para los franciscanos en Alcañices vid. Ana VIÑÉ ESCARTÍN et alii., “Documentación de los restos arquitectónicos del antiguo convento de San Francisco de Alcañices (Zamora)”, !NUARIODEL)NSTITUTODE%STUDIOS:AMORANOSh&LORIÉNDE/CAMPOv, (1995), pp. 71-85; Juan Antonio RUIZ DOMÍNGUEZ, “El convento de San Francisco de Alcañices (Zamora) en el momento de su desaparición (1835)”, en El Tratado de Alcañices. Ponencias y comunicaciones de las Jornadas conmemorativas del 6))#ENTENARIODEL4RATADODE!LCA×ICES  :AMORAY!LCA×ICES , coord. de José Sánchez Herrero, Zamora, 1999, pp. 99-108; Silvia Mª PÉREZ GONZÁLEZ, “La cofradía de la Vera Cruz de Alcañices en el siglo XVI”, en id., pp. 65-97. Al respecto José Mª DOMÍNGUEZ MORENO, “La función del descendimiento en la diócesis de Coria (Cáceres)”, Revista de Folklore, nº 77 (1987), pp. 147-153; Antonio SÁNCHEZ DEL BARRIO, “El rito del Descendimiento en la villa de Olmedo (Valladolid)”, Revista de Folklore, nº 127 (1991), pp. 23-26; id., “La función del Desenclavo en un cuadro de 1722. Objetos mágicos y simbólicos en algunos de sus personajes”, Revista de Folklore, nº 187 (1996), pp. 21-25; Manuel ARIAS MARTÍNEZ, José Ignacio HERNÁNDEZ REDONDO y Antonio SÁNCHEZ DEL BARRIO, Semana Santa en Medina del Campo. Historia y obras artísticas, Valladolid, 1996, pp. 75-77; Francesca ESPAÑOL BERTRAN, “Los Descendimientos y los Santos Sepulcros en la España medieval: el drama litúrgico escenificado”, en Actas del VI Congreso Internacional de Hermandades y Cofradías de la Santa Vera Cruz, coord. de José-Andrés Casquero Fernández, Zamora, 2009, pp. 61-91; José SÁNCHEZ HERRERO, “El Desenclavo o Descendimiento de Cristo de la Cruz en las Cofradías de la Santa Vera Cruz”, en Actas del VI Congreso Internacional de Hermandades y Cofradías de la Santa Vera Cruz, pp. 13-57).

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del Calvario sitas junto al camposanto. El cortejo está encabezado por la cruz procesional y el pendón de la cofradía, la urna escoltada por cuatro mozos con pañuelos de colores y armados con picas (remedo de los “judíos”, que aún cumplen su papel en el desenclavo vallisoletano de Villavicencio de los Caballeros), siguen los hermanos amortajados de lino blanco (como en Villarrín de Campos)78, los que portan la capa de chiva, las mujeres y las mozas. En el Calvario, los cofrades dan una vuelta alrededor de las tres cruces para ganarse la indulgencia y se arrodillan para rezar los cinco Padresnuestros a las Cinco Llagas del Señor79. Este tipo de liturgias parateatrales han sobrevivido en Villavicencio de los Caballeros y Valdenebro de los Valles. En Olmedo desaparecieron hacia la década de 1940, igual que en Alcañices, cuya ceremonia se iniciaba en la plaza del antiguo convento de San Francisco, donde un fraile predicador pronunciaba el sermón, mandaba después desclavar y descender la imagen del Cristo articulado para ser presentado ante la Virgen Dolorosa, antes de ser depositado en una urna para dar comienzo la procesión del Santo Entierro. Consta documentalmente la celebración de ceremonias de desenclavo en otras localidades: León, Valladolid, Salamanca, Palencia, Zamora, Astorga, Ponferrada, Sahagún, Toro, Tordesillas, Medina del Campo, Villada, Cervatos de la Cueza, Cuenca de Campos, Herrín de Campos, Mayorga de Campos, Melgar de Abajo, Valverde de Campos, Villabrágima, Melgar de Abajo, Moral de la Reina, Villafrechós, Villagarcía de Campos, Villalón de Campos, Becilla de Valderaduey, Villardefrades, Bolaños o Ceinos de Campos.

proyectos de Juan Guas (ligado a la familia Egas), que a partir de 1476 trazará el convento de San Juan de los Reyes en Toledo, un esplendoroso ámbito para la orden franciscana promovido por Isabel la Católica y que convirtió en mausoleo real en conmemoración de la batalla de Toro y el nacimiento del príncipe Juan. Aquí colaboró el escultor Egas Cueman. Más tarde los Reyes Católicos ordenaron la erección de la Capilla Real de Granada, donde finalmente fueron sepultados. Hacia mediados del siglo XV llegaron a Toledo los primeros franciscanos observantes que se instalaron en la Bastida, donde residieron hasta poco después de 1477, fecha en que se viene situando su traslado definitivo al monasterio de San Juan de los Reyes. Tres razones se esgrimen para justificar el decidido empeño de los monarcas en la fundación de San Juan de los Reyes: dar gracias a Dios por la victoria de Toro en 1476 (donde las tropas castellanas derrotaron a las portuguesas que apoyaron a Juana la Beltraneja), convertir el nuevo convento franciscano en lugar de su enterramiento y apoyar incondicionalmente la observancia, con la consiguiente supresión de los franciscanos claustrales o conventuales del monasterio toledano de San Francisco. La advocación del monasterio revela la devoción de la reina hacia san Juan Evangelista, perceptible en la presencia del águila como tenante en los escudos parlantes de los Reyes Católicos muy poco antes de la toma de Granada. La arquitectura hispanoflamenca, cuya obra culminante es el monasterio de San Juan de los Reyes, rematado en 1504, puede considerarse como el último eslabón de las formas híbridas netamente hispanas o mudéjares entremezcladas con el gótico final (Simón de Colonia, Alonso de Covarrubias, el bretón Juan Guas, Hanequin de Bruselas, Egas Cueman o Antón Martínez de Bruselas). Isabel la Católica le espetó a Juan Guas durante su primera visita a las obras: “¿Esta nonada me haveys fecho aquí?”80.

El gótico hispano en época de los Reyes Católicos se caracteriza por el uso de bóvedas de nervaduras extremadamente complejas, arcos carpaneles, conopiales, escarzanos y mixtilíneos y gran exuberancia ornamental. Arranca con los 78

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De la lectura de los testamentos –verdaderas pólizas de seguro entre el testador y la iglesia– se deduce que la mortaja elaborada con una humilde sábana de lino –prefigura del sudario de Cristo y símbolo de purificación ritual, casi siempre vieja, al estilo de los flagelantes italianos– debió ser frecuente entre los más humildes a lo largo de los siglos XV y XVI. Con el paso del tiempo, la estameña franciscana triunfaría sobre otros atuendos a la hora de elegir mortaja en los ámbitos urbanos. Sobre las cofradías hispanas y la religiosidad popular vid. Gregoria CAVERO DOMÍNGUEZ, “Las cofradías impulsoras de la piedad popular”, en Memoria Ecclesiae, Actas del XVI Congreso de la Asociación de Archiveros de la Iglesia de España, :ARAGOZA , XXI (2002), pp. 9-29. NAVASCUÉS, op. cit., pp. 189-200; Rafael DOMÍNGUEZ CASAS, “San Juan de los Reyes: espacio funerario y aposento regio”, BSAA, LVI (1990), pp. 364-383; Nuria TORRES BALLESTEROS, “El convento de San Juan de los Reyes de Toledo

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En su cabecera centralizada estaba planteado el gran sepulcro regio, quizás intentando emular la capilla mayor de los Pacheco en el monasterio jerónimo del Parral de Segovia o la capilla de Santiago (para don Álvaro de Luna) en la catedral de Toledo81. Alonso de Covarrubias hizo la bóveda de la escalera principal y un segundo claustro, que fue destruido durante la ocupación francesa de 1810. En 1857 Gustavo Adolfo Bécquer llamaba la atención hacia su arruinada fábrica: “Silenciosas ruinas de un prodigio del arte, restos imponentes de una generación olvidada, sombríos muros del santuario del Señor, heme aquí entre vosotros. Salud compañeros de la meditación y la melancolía, salud. Yo soy el poeta. El poeta, que no trae ni los pergaminos del historiador, ni el compás del arquitecto; que ignora aun el tecnicismo del uno, y apenas sí, merced a las tradiciones que guarda en sus cantares, puede seguir al otro por entre las enmarañadas sendas de su abrumadora sabiduría […], prestadme una rama de vuestros sauces para colgar mi laúd, haced que la melancolía que sueña en vuestro seno me envuelva entre sus alas transparentes, que yo al partir os pagaré esta hospitalidad con una lágrima y un canto”. La iglesia de San Juan de los Reyes tiene una sola nave, capillas entre contrafuertes, crucero poco saliente y coro en alto a los pies. Hacia el

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costado meridional se encuentra el claustro con dos alturas y en la planta baja se abrían librería, sala capitular y sacristía (entre ambas aparece una monumental escalera que da acceso al claustro alto). En los testeros del crucero, Guas planteó una abigarrada decoración con blasones de los Reyes Católicos, más propia de una capilla real que de una casa franciscana. La iglesia gótica de San Francisco de Valladolid tenía una sola nave (en el siglo XVI se cubrió con bóvedas de crucería). Allí fueron sepultados el infante Pedro de Castilla (hijo de Alfonso X el Sabio y doña Violante de Aragón), el conde Pedro Álvarez de Asturias (mayordomo de Sancho IV), Enrique de Castilla el Senador (hijo de Fernando III el Santo y hermano de Alfonso X el Sabio, que falleció en Roa), Álvaro de Luna (decapitado en la plaza Mayor, sus restos fueron trasladados más tarde a la catedral de Toledo), Cristóbal Colón, María de Mendoza (condesa de Rivadavia), fray Alonso de Burgos (obispo de Palencia y promotor del colegio de San Gregorio) o Juan Hurtado de Mendoza (tutor de Enrique III)82. La cofradía de la Vera Cruz nació dentro del convento de San Francisco de Valladolid y, aún después de tener su propia sede a finales del siglo XVI, los franciscanos siguieron cuidando de ella,

como ejemplo de iconografía franciscana medieval”, en Actas del Simposium Monjes y monasterios españoles, San Lorenzo de El Escorial, 1995, coord. de Francisco Javier Campos y Fernández de Sevilla, Madrid, 1995, vol. 1, pp. 993-1026; Mª Teresa PÉREZ HIGUERA, “En torno al proceso constructivo de San Juan de los Reyes en Toledo”, Anales de Historia del Arte, 7 (1997), pp. 11-24; Balbina MARTÍNEZ CAVIRÓ, “El Monasterio de San Juan de los Reyes”, en El Monasterio de San Juan de los Reyes de Toledo, Madrid, 2002, p. 24; José GARCÍA ORO, “San Juan de los Reyes de Toledo: la Capilla Real soñada por Isabel la Católica”, Estudios Franciscanos, nº 450 (2011), pp. 41-64. José Antonio RUIZ HERNANDO, Amelia LÓPEZ-YARTO ELIZALDE e Isabel MATEO GÓMEZ, “El monasterio de Santa María del Parral (Segovia)”, Academia. Boletín de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, 84 (1997), pp. 153-182; Rosa Mª RODRÍGUEZ PORTO, “Fartan sus iras en forma semblante. La tumba de Álvaro de Luna y el status de la imagen en la Castilla tardomedieval”, Espacio, Tiempo y Forma, Serie VII, Historia del Arte, 16 (2003), pp. 11-28; Fernando VILLASEÑOR SEBASTIÁN, ““Nuevamente fazer una capilla para su enterramiento”: Juan II, Álvaro de Luna y Juan de Cerezuela en la capilla de Santiago en la catedral de Toledo”, en Reyes y prelados. La creación artística en los reinos de León y Castilla (1050-1500), ed. de Mª Dolores Teijeira, Mª Victoria Herráez y Mª Concepción Cosmén, Madrid, 2014, pp. 389-402. Mª Antonia FERNÁNDEZ DEL HOYO, Conventos desaparecidos de Valladolid. Patrimonio perdido, Valladolid, 1998, pp. 53-104; Francisco Javier ROJO ALIQUE, “El proceso de fundación de San Francisco de Valladolid (h. 1220-1275)”, Hispania Sacra, 54 (2002), pp. 555-604; id., “Para el estudio de los conventos franciscanos en Castilla y León San Francisco de Valladolid en la Edad Media”, en Actas del I Congreso Internacional. El franciscanismo en la Península Ibérica. Balance y perspectivas, pp. 419-428; id., “El convento de San Francisco en Valladolid en la Edad Media (h. 1220-1518). I: Fundación y reforma”, Archivo Ibero-Americano, 250-251 (2005), pp. 135-302; id., “El convento de San Francisco en Valladolid en la Edad Media (h. 1220-1518). II: Los aspectos materiales”, Archivo Ibero-Americano, 252 (2005), pp. 421-586; id., “El convento de San Francisco en Valladolid en la Edad Media (h. 1220-1518). III: Vida en el convento y proyección social”, Archivo Ibero-Americano, 255 (2006), pp. 415-594; id., “Conventos mendicantes y espacio urbano medieval: el caso de San Francisco de Valladolid”, en El espacio urbano en la Europa medieval. Encuentros Internacionales del Medievo, Nájera, 2005, coord. de Jesús Ángel Solórzano Telechea y Beatriz Arizaga Bolumburu, Logroño, 2006, pp. 449-464.

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manteniendo siempre buenas relaciones. La cofradía de la Pasión era la encargada de buscar por los caminos los restos mortales de los ajusticiados y descuartizados (por delitos de sangre) y acompañarlos el Domingo de Lázaro (quinto domingo de Cuaresma) hasta el convento de San Francisco, donde tenían dispuesto para su enterramiento una capilla especial que servía como osario. Era la llamada capilla de los Ajusticiados.

pues magia negra y rituales sacrílegos estaban destinados a destruir el cristianismo83. El convento de San Francisco de Cuéllar estuvo vinculado a la casa ducal de Alburquerque desde 1476. Beltrán de la Cueva (1435-1492), destacado miembro de la nobleza enriqueña involucrado en la paternidad de Juana (la supuesta hija de Enrique IV y Juana de Portugal), conservó buena parte de su hacienda y el título de duque de Alburquerque al apoyar tímidamente a los Reyes Católicos durante la guerra de sucesión. Retirado en su señorío cuellarano, donde poseía un lujoso castillo, alzó el gran convento de San Francisco, en cuya monumental cabecera fijó su última morada.

Alonso de Espina alcanzó gran fama como predicador desde el convento de Valladolid, dirigió los estudios teológicos franciscanos en Salamanca en 1452, llegando a ser rector de su universidad. Confesor de Álvaro de Luna y de Enrique IV, en 1457 predicó itinerantemente sobre la obligación de dedicar los fondos de la bula de cruzada a la guerra contra los moros, so pena de excomunión. Ante una epidemia de peste que afectó a la ciudad de Valladolid en 1457 redactó unos sermones de carácter antisemita que constituyeron la base sobre la que fundamentó su célebre tratado Fortalitium fidei (1458-1461) contra herejes, judíos, moros y demonios. Un tratado trufado de fábulas profanatorias antijudías sobre los argumentos que debían utilizar los predicadores para oponerse a la heterodoxia, conversos incluidos (los iudei occulti que incurrieron en constantes herejías), tiempos antes de la creación de los tribunales de la Inquisición. En el Fortalitium fidei, además de lanzar sus dardos contra herejes, judíos y sarracenos (la serpiente que tentó a Eva se unió carnalmente con ella, dando origen a la estirpe hebrea), disertaba sobre el inédito tema de la brujería, 83

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En las obras del convento de San Francisco de Cuéllar participaron Hanequin de Cuéllar (hijo de Hanequin de Bruselas) y Rodrigo Gil de Hontañón. Los sucesivos duques de Alburquerque fueron dotando el monasterio con enseres y ornamentos para el culto divino, hasta crear el denominado tesoro de San Francisco, compuesto por piezas de oro, plata, coral y otros materiales nobles84. Hacia 1500 se talló un gran retablo mayor en madera policromada presidido por una Virgen con el Niño de grandes dimensiones que fue reinstalado en otra máquina posterior, la talla se conserva en el Museu Marès de Barcelona. La decadencia del convento comenzó durante la ocupación francesa y su práctica ruina sobrevino a fines del siglo XIX, sufriendo luego una sistemática desmembración entre 1906 y 1927, de la cual fue principal responsable José Isidro

José Mª MONSALVO ANTÓN, “Algunas consideraciones sobre el ideario antijudío contenido en el Liber III del Fortalitium fidei de Alonso de Espina”, Aragón en la Edad Media. Homenaje a la profesora Carmen Orcástegui Gros, 14-15 (1999), pp. 10611088; id., “Ideología y anfibiología antijudías en la obra Fortalitium fidei, de Alonso de Espina. Un apunte metodológico”, en El historiador y la sociedad. Homenaje al profesor José Mª Mínguez, coord. de Pablo de la Cruz Díaz Martínez, Fernando Luis Corral e Iñaki Martín Viso, Salamanca, 2013, pp. 163-188; Paulino RODRÍGUEZ BARRAL, “Contra caecitatem iudeorum: el tópico de la ceguera de los judíos en la plástica medieval”, ’Ilu. Revista de Ciencias de las Religiones, 12 (2007), pp. 181-209; Constanza CAVALLERO, “A facie inimici: la dimensión política de la demonología cristiana en el Fortalitium fidei de Alonso de Espina (Castilla, siglo XV)”, Edad Media. Revista de Historia, 13 (2012), pp. 209-239; id., “La temporalidad del lenguaje de la herejía. El caso de la construcción de la herejía judaizante en el ocaso de la Edad Media”, Medievalismo, 22 (2012), pp. 11-35; id., “Judíos, conversos y malos cristianos en el Fortalitium fidei de Alonso de Espina (Castilla, siglo XV)”, en Poder y religión en el mundo moderno. La cultura como escenario del conflicto de la Europa de los siglos XV al XVIII, ed. de Fabián Alejandro Campagne, Buenos Aires, 2014, pp. 117-162; id., “Demonios ibéricos. Los rasgos ideosincráticos de la demonología hispana en la decimoquinta centuria”, Studia Historica. Historia Medieval, 33 (2015), pp. 289-323. Jesús Carlos MISIEGO TEJADA, Francisco Javier SANZ GARCIA, Miguel Ángel MARTÍN CARBAJO y Gregorio José MARCOS CONTRERAS, “El monasterio de San Francisco de Cuéllar (Segovia). Aproximación a su evolución histórica a partir de los resultados de las últimas intervenciones arqueológicas”, Segovia Histórica, 1 (2014), pp. 171-186.

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Fig. 12.-Sepulcro de doña Mencía Enríquez de Toledo procedente del convento de San Francisco de Cuéllar (Segovia). Hispanic Society of America de Nueva York

Fig. 13.-Sepulcro de doña Mencía Enríquez de Toledo procedente del convento de San Francisco de Cuéllar (Segovia). Hispanic Society of America de Nueva York

Osorio y Silva-Bazán (Pepe Osorio, gran duque de Sesto), XVI duque de Alburquerque, en colaboración con Arthur Byne, agente de William Randolph Hearst en España. Siguiendo la idea marcada por los duques, las familias nobles más representativas de la villa de Cuéllar adquirieron las capillas laterales para sus propios enterramientos, así lo hicieron Gómez de Rojas, capitán de Enrique IV de Castilla, los Velázquez de Cuéllar o el deán Agustín Daza. El suntuoso túmulo funerario del duque fundador (Beltrán de la Cueva), con su primera y tercera esposas (Mencía de Mendoza y María de Velasco (†1492)), que se encontraba en el centro del crucero de la iglesia (junto a las gradas del altar mayor), desapareció casi en su totalidad con el hundimiento de las bóvedas, hoy sólo quedan restos en el convento de Santa Clara de Cuéllar, el Museo de Valladolid, la Hispanic Society of America de Nueva York, el Museum of Art de la Rhode Island School of Desing de Providence (Rhode Island) y el Museo Marés de Barcelona. Los arcosolios sepulcrales de la segunda esposa de don Beltrán de la Cueva, Mencía Enríquez de Toledo [figs. 12-13], y de su hermano don Gutierre de la Cueva [fig. 14], obispo de Palencia (ca. 1500-1510, atribuido por Gómez-Moreno a Vasco de la Zarza), que estaban instalados en los brazos del crucero,

Fig. 14.-Sepulcro del obispo Gutierre de la Cueva procedente del convento de San Francisco de Cuéllar (Segovia). Hispanic Society of America de Nueva York

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fueron a parar a la Hispanic Society a través de Lionel Harris & Co. de Londres (otros fragmentos se han conservado en el Museo Nacional de Escultura de Valladolid y el Museo de Segovia). Marcos Villán apreciaba en algunos elementos inferiores del sepulcro del obispo Gutierre elementos muy planos de clara raigambre italianizante, en contraste con la estructura general de la tumba, tradicionalmente vinculada con esquemas tardogóticos burgaleses (el sepulcro del arcediano Fernando Díez de Fuentepelayo de la catedral de Burgos, atribuido al taller de Simón de Colonia) [fig. 15]. Los sepulcros de Cuéllar debieron tallarse entre 1492 y 1525. María de Velasco (la tercera esposa del duque e hija del condestable Pedro González de Velasco, responsable de la capilla del Condestable de la catedral de Burgos, obra de los Colonia) debió encargarse de la ejecución del sepulcro de don Gutierre hacia 1500, pues se relaciona con las preciosistas cajas de Juan II de Castilla e Isabel de Portugal en la Cartuja de Miraflores (Gil Siloé). Parece plausible que tras la muerte de María de Velasco en 1508 y la sucesión del ducado de Cuéllar a manos de Francisco Fernández de la Cueva (hijo de Mencía de Mendoza y renovador del monasterio de La Armedilla) se completara el sepulcro de don Gutierre según pautas renacentistas afines a escultores toledanos (tal vez Vasco de la Zarza entre ellos). Los trabajos continuaron con el sepulcro exento de don Beltrán hacia 151718. Terminadas ya las tumbas, el II duque amplió el panteón construyendo el crucero (y las sepulturas pudieron permanecer desmontadas hasta 1525). El sepulcro de don Beltrán de la Cueva poseía ocho grandes paneles heráldicos centrales y hornacinas con figuras de las siete virtudes (fe, esperanza, caridad, fortaleza, justicia, prudencia y templanza) más la representación de la aparición de Dios a san Antonio Abad tras superar las tentaciones. En la base, los ornamentos psicopompos recuerdan algunas orlas del Libro de Horas de Rouan (Simón de Vostre, 1508)85.

Fig. 15.-Sepulcro del arcediano Fernando Díez de Fuentepelayo. Catedral de Burgos

(Madrid), tras haber sido subastado durante la primera república (1873-74)86. A Joaquín de Arteaga y Echagüe, que contó con la colaboración de los

En el siglo XIX el marqués de Santillana y XVII duque del Infantado adquirió el castillo de Viñuelas 85

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Miguel Ángel MARCOS VILLÁN, “Acerca de los sepulcros de alabastro de la iglesia del convento de San Francisco de Cuéllar (Segovia), panteón de don Beltrán de la Cueva, I duque de Alburquerque”, Boletín del Museo Arqueológico Nacional, XVI, nº 1 y 2 (1998), pp. 199-220. Vid. además YARZA, op. cit., pp. 173-177. Antonio RODRÍGUEZ FERNÁNDEZ y Elena ROSADO TEJERIZO, “Intervención arqueológica en el Castillo de Viñuelas (Madrid)”, Cuadernos de Arquitectura y Fortificación, 2 (2015), pp. 159-166. La iglesia de San Francisco de Cuéllar,

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Fig. 16.-Cubierta gótica en el castillo de Viñuelas (Madrid)

arquitectos Eladio Laredo y Vicente Lampérez y Romea, se debe la incorporación en 1919 de un “salón gótico” [fig. 16], compuesto por restos de la capilla mayor de la iglesia del monasterio de San Francisco de Cuéllar, consiguió además las ventanas con un Apostolado y la crestería que remata las cimeras, los escudos con las armas de la Cueva, Mendoza y Toledo y la gran cruz de piedra que decoran el exterior (más la galería que une las dos torres, procedentes del castillo de Manzanares el Real). En 1939 el arquitecto Diego Méndez se encargó de la reconstrucción y adaptación del castillo como residencia del general Franco. En la actualidad acoge unas instalaciones hosteleras.

la Mejorada de Olmedo para fundar allí un monasterio jerónimo. A inicios del siglo XVI Francisco Fernández de la Cueva, II duque de Alburquerque, emprendió las obras más significativas: el templo (se conserva una interesante portada plateresca en la Casa de Cervantes de Valladolid), un claustro de tres alturas y otras dependencias monacales, completándose con la reforma de un palacio como residencia temporal para los señores de Cuéllar, los duques de Alburquerque, que gozaron del patronato monástico. A partir de la desamortización, su deterioro fue imparable, pasando a manos particulares y utilizándose como feraz cantera87.

A inicios del siglo XV el infante Fernando de Antequera (señor de Cuéllar) propuso la donación de la Armedilla a los monjes de

La capilla del deán Diego Vázquez de Cepeda en el monasterio de San Francisco de Zamora fue contratada por el maestro de obras

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adquirida por Bienvenido Álvarez en 1915, fue sometida a un expolio sistemático. En los ángulos del crucero hubo esculturas con los cuatro evangelistas y doce heraldos (mentados por José Mª Quadrado en 1865), diez de los mismos se conservan hoy en Miami, incorporados a la reconstrucción del claustro cisterciense segoviano de Sacramenia (cf. José Miguel MERINO DE CÁCERES y Mª José MARTÍNEZ RUIZ, La destrucción del patrimonio artístico español. W.R. Hearts: “el gran acaparador”, Madrid, 2012, pp. 61-68). Antonio GARCÍA FLORES, “La iglesia del monasterio jerónimo de Santa María de la Armedilla (Cogeces del Monte, Valladolid). Documentos para la historia de su construcción y de otros objetos artísticos”, Memoria Ecclesiae, 17 (2000), pp. 195-218; id., “El monasterio jerónimo de la Armedilla (Cogeces del Monte, Valladolid): Dispersión y pérdida de su patrimonio artístico, bibliográfico y documental”, en Actas de las V Jornadas de Castilla-La Mancha sobre investigación en archivos. Iglesia y religiosidad en España. Historia y Archivos, Guadalajara, 2001, Guadalajara, 2002, vol. 2, pp. 10411060; Sergio ALONSO DEL CAMPO, Miguel Ángel RUANO HERNANSANZ y Consuelo ESCRIBANO VELASCO, “Estudio, caracterización y reconstrucción virtual del monasterio de Ntra. Sra. de la Armedilla, Cogeces del Monte (Valladolid)”, en Actas del IV Congreso Internacional “Restaurar la Memoria”. Arqueología, Arte y Restauración, Valladolid, 2004, coord. de Javier Rivera Blanco, Valladolid, 2006, pp. 515-532; Roberto LOSA HERNÁNDEZ, “En torno a los orígenes del monasterio de Sta. María de la Armedilla, Cogeces de Monte (Valladolid)”, Estudios del Patrimonio Cultural, 0 (2008), pp. 20-31; Consuelo ESCRIBANO VELASCO, “Historia y evocación en la Armedilla”, Revista Atticus, 31 (2016), pp. 17-26.

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Fig. 17.-Exterior de la capilla del deán Diego Vázquez de Cepeda en el monasterio de San Francisco de Zamora

Fig. 18.-Jean Fouquet (ca. 1452-1460). Martirio de Santa Apolonia. ,IBRODEHORASDE³TIENNE#HEVALIER (Musée Condé de Chantilly)

francés Ardoín de Avineo y el imaginero Gil de Ronça (o de Ronse) el 21 de noviembre de 1521 [fig. 17]. Se trataba de una capilla con una disposición absolutamente original al verse rodeada en sus muros por once nichos con importantes grupos escultóricos. El convento zamorano fue visitado por el fraile irlandés Lucas Waddington en 1615-16 para consultar los códices de fray Juan Gil de Zamora, que describió la capilla del deán, algunas de cuyas esculturas se han conservado: un Ecce Homo en el convento del Tránsito de Zamora, un Cristo yacente en el convento de Santa Clara de la misma capital y una escultura de la Muerte en el Museo Nacional de Escultura de Valladolid.

fallecer Ardoín de Avineo, se suscribió un nuevo contrato con Juan Gil de Hontañón en 1523, aunque por aquel entonces algunas de las esculturas en madera policromada y tamaño natural obradas por Gil de Ronça ya estaban acabadas. Hoy sólo apreciamos diez de las cabañas (debió suprimirse la dedicada al entierro de Cristo). Sobre la capillas irían dispuestos unos letreros epigrafiados sacados del Credo latino (hemos conservado cuatro: “Qui conceptui est de Spiritu Sancti” (Anunciación), “Natus est, Maria Virgine” (Natividad), “Passus” (Negación de san Pedro) y “Sub Poncio Pilato” (Ecce Homo)), las otras estarían dedicadas a la Crucifixión, el Descendimiento, la Resurrección, la Ascensión-Juicio Final, san Cristóbal y san Miguel y la Muerte.

La lujosa y excéntrica capilla estaba rodeada por “once cabañas” (en el sentido de los monumentos de Semana Santa) con escenas de la vida de Cristo y una profundidad de cuatro pies (excepto la situada junto al altar, que poseía dieciocho, y acogía un Descendimiento). Al

Para explicar el derroche figurativo de la capilla zamorana, Felipe Pereda sacaba a colación la representación del Misterio de Mons en 1501 (una localidad muy cercana a Ronse 194

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(Flandes Oriental) a cuya escenificación –con 98 mansions verticales– celebrada en la plaza quiso asistir infructuosamente Felipe el Hermoso). Y entre las escenas que tuvo, alcanzó gran desarrollo la dedicada al Infierno del Juicio Final, representado como la boca de Leviatán, tal vez recordando la escenográfica Capilla Dorada de la Catedral de Salamanca o la aparatosa maquinaria teatral visible en la célebre miniatura del martirio de santa Apolonia de Jean Fouquet88 [fig. 18] (sin olvidar un “Auto del Juicio” como el representado en la catedral de Toledo durante la Semana Santa de 1510, donde participaron cuarenta actores en varios escenarios y una gran boca monstruosa). Es probable que la capilla zamorana participara del teatro litúrgico que afectó a conjuntos como Calabazanos (o el popular santuario piamontés el Sacro Monte de Varallo, donde asistimos a una gran representación de la Pasión de Cristo)89.

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Como indicó Martínez de Aguirre, la arquitectura franciscana fue una singular aportación al gótico urbano, aunque casi nunca se respetaron las pautas de pobreza propugnadas por san Francisco en la medida en que aceptaron la promoción de las elites (que ambicionaban acercarse a la pobreza de los otros –de los frailes menores– para procurarse su propia salvación personal). El conflicto no pudo resolverse sino “dejando a las elites edificar capillas de suficiente dignidad como para que fueran acordes con lo que su categoría social exigía”90.

Vid. Elisa BORSARI y Héctor H. GASSÓ, “El martirio de Santa Apolonia. Entre la literatura y la iconografía”, en De lo humano a lo divino en la literatura medieval: Santos, ángeles y demonios, coord. de Juan Salvador Paredes Núñez, Granada, 2012, pp. 81-108. Felipe PEREDA ESPESO, “Escultura y teatro a comienzos del siglo XVI: La capilla del Deán Diego Velázquez de Cepeda”, Anuario del Departamento de Historia y Teoría del Arte, VI (1994), pp. 179-195. La Pasión de Bolzano (1514) se celebró en torno a un templo de Salomón, con escenas pertrechadas de andamios con un solo piso (excepto el de la AscensiónInfierno), en la misma línea escénica estaría la Pasión de Donaueschingen. Algunos autores hasta defendieron un carácter dramático para las coplas de Vita Christi de fray Íñigo de Mendoza. Para la Capilla Dorada salmantina cf. Ana CASTRO SANTAMARÍA, “Un recinto funerario en los comienzos de la modernidad: la Capilla Dorada de la catedral de Salamanca”, en 1490. En el umbral de la modernidad. El Mediterráneo europeo y las ciudades en el tránsito de los siglos XV-XVI, coord. de Jesús Pradells Nadal y José Ramón Hinojosa Montalvo, Valencia, 1994, vol. 2, pp. 281-294; Mª José RODRÍGUEZ ASTUDILLO, “Lenguaje de las postrimerías: el espacio salmantino, Capilla Dorada de la Catedral Nueva y Juicio Final de la Catedral Vieja”, Salamanca, Revista de Estudios, 57 (2009), pp. 143-167. Sobre el Sacro Monte de Varallo vid. Fernando MARÍAS, “El verdadero Sacro Monte, de Granada a La Salceda: Don Pedro González de Mendoza, Obispo de Sigüenza, y el Monte Celia”, Anuario del Departamento de Historia y Teoría del Arte, IV (1992), pp. 133-144 (considerando que el único Sacro Monte hispano comparable con los trasalpinos y completamente desaparecido se alzó en el Monte Celia del monasterio de Ntra. Sra. de la Salceda, fundado por el prior del mismo, fray Pedro González de Mendoza, futuro arzobispo de Granada y sexto hijo de Ruy Gómez de Silva y Ana de Mendoza y de la Cerda, príncipes de Éboli y duques de Pastrana); José Miguel TRAVIESO, “Sacro Monte de Varallo. La escultura como teatro”, Revista Atticus, 10 (2010), pp. 9-20; Francisco SINGUL, “Franciscanos en Tierra Santa: espacios y peregrinaciones en la Baja Edad Media”, Sémata. Ciencias Sociais e Humanidades, 26 (2014), pp. 422-423. Sobre el conjunto monumental de San Francisco de Zamora vid. Fernando MIGUEL HERNÁNDEZ, “La arquitectura franciscana en la provincia de Santiago: el convento de San Francisco Extrapontem de Zamora”, en Actas del V Congreso de Arqueología Medieval Española, Valladolid, 1999, Valladolid, 2001, vol. 1, pp. 103-114. MARTÍNEZ DE AGUIRRE, op.cit., p. 131.

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