Los foros de Valentia y Ercavica. Dos modelos de crisis urbana a finales del Alto imperio

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Descripción

LOS FOROS DE VALENTIA Y ERCAVICA Dos modelos de crisis urbana a finales del Alto Imperio

Jorge Morín de Pablos — Albert Ribera i Lacomba AUDEMA — SIAM

El presente estudio aborda la crisis del Alto Imperio desde dos realidades urbanas diferenciadas: la costera de Valencia y la de Ercávica, en el interior. La primera sufrió un evidente deterioro, pero la actividad edilicia continuó, mientras que la segunda ciudad desapareció desde el siglo  iii. En el siglo  vi, con Leovigildo, Ercávica experimentó la reorganización de su territorio, con la fundación de una ciudad ex novo, Recopolis, y la implantación del monasterio servitano. El segundo de sus abades, el famoso Eutropio, fue obispo de Valentia al final de su vida. VALENTIA Valentia, por su abundante evidencia arqueológica, con edificios públicos de raigambre itálica, en un territorio cercano aún ibérico1, es un paradigma de ciudad republicana, no solo en Hispania sino también en Italia2. Del primer foro hay algunos vestigios, el lado sudoriental de la plaza con un horreum y tabernae rectangulares3. A la destrucción de Valentia (75 a. C.), narrada por las fuentes y confirmada por la arqueología4, siguió una fase de abandono de más de medio siglo. A finales de Augusto se reiniciaría una modesta actividad urbana5. A partir de Claudio y Nerón comenzó una cierta actividad constructiva, acelerada en 1

 Bonet Rosado, Mata Parreño, 2002, pp. 233-244.  Ribera i Lacomba, 1998a, pp. 77-89 ; Ribera i Lacomba, Jiménez Salvador, 2012, pp. 77-120. 3  Ribera i Lacomba, 1998a, pp. 469-477 ; Ribera i Lacomba 2006, pp. 82-84. 4  Ribera i Lacomba, Calvo Gálvez, 1995, pp.  19-40  ; Alapont Martín, Calvo Gálvez, Ribera i Lacomba, 2010. 5  Ribera i Lacomba, 2010, pp. 262-293. 2

Études réunies par Laurent Brassous et Alejandro Quevedo (éds.), Urbanisme civique en temps de crise. Les espaces publics d’Hispanie et de l’Occident romain entre les iie et ive s. Collection de la Casa de Velázquez (149), Madrid, 2015, pp. 105-125.

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época Flavia, cuando duplicó la extensión de la ciudad republicana6. Esta fase coincide con la Naturalis Historia de Plinio el Viejo, el único texto que menciona Valentia como colonia. Había un ordo decurionum formado por dos grupos, fenómeno extraño pero conocido en otras ciudades hispánicas e itálicas7. Esta doble composición del Senado en Valentia la señalan una decena de dedicatorias oficiales de los siglos ii y iii d. C. con la mención a los Valentini veterani et veteres8. Los veteres o antiguos corresponderían a los descendientes de los fundadores9, mientras los veterani vendrían en un segundo asentamiento colonial, hipótesis que no es aceptada por todos los investigadores10. El foro de la ciudad imperial El foro de época imperial conservó el mismo emplazamiento anterior, ahora más monumental (fig. 1). Se ha excavado su parte suroriental, en el solar de la antigua Almoina (fig. 2).

Fig. 1. — Reconstrucción del foro de Valentia. Montaje de Isabel Escrivá. Archivo SIAM 6

 Ribera i Lacomba, Jiménez Salvador, 2012, pp. 77-120.  Stylow, 2000, pp. 775-806. 8  Arasa i Gil, 2012, pp. 281-304. 9  Pena Gimeno, 2002, pp. 267-278. 10  Abascal Palazón, 1996, p. 267. 7

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Fig. 2. — Las excavaciones de l’Almoina, en el foro. Montaje de Isabel Escrivá. Archivo SIAM

La superficie rectangular de la plaza estaba delimitada por un pórtico, del que se conservan ocho grandes basamentos de su lado oriental, sobre los que se levantaban las columnas de orden corintio, de 5,80 m. de altura y capiteles estucados11. La identificación de la basílica en el lado corto meridional confirmaría el emplazamiento del templo en el lado septentrional, perpetuando el emplazamiento del templo republicano12. Sus vestigios se reducen al ángulo noreste del edificio, con los muros perimetrales y las bases de tres de las columnas, que han permitido conocer los dos intercolumnios, información suficiente para aventurar una interpretación dentro del modelo canónico de planta rectangular y tres naves separadas por columnas. En el ángulo noreste de la basílica se sitúa una estancia separada de 5 x 5,25 m, asociada a una puerta con un epígrafe monumental. Esta sala anexa a la basílica se ha interpretado como un aedes augusti13, elemento presente en un buen número de basílicas14. Al norte del probable aedes augusti, siguiendo el porticado oriental del foro, se localizan dos construcciones conti11

 Escrivà Chóver, 2006.  Escrivà Chóver, Jiménez Salvador, Ribera i Lacomba, 2013. 13  Escrivà Chóver, 2006 ; Escrivà Chóver, Ribera i Lacomba, Vioque Hellín, 2010, pp. 60-61. 14  Mar Medina, Ruiz de Arbulo Bayona, 1988, p. 281. 12

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guas semejantes, que se han identificado con la curia y sus anexos (tabularium, aerarium, etc.). La existencia de los Valentini veterani et veteres no descartaría que hubiera dos sedes: una para cada grupo. Por el momento, esta cuestión permanece abierta15. A espaldas de la curia había un edificio cuadrado que se abría al cardo Maximus, de 17 x 17 m, con diez estancias de planta rectangular alineadas en torno a un patio central con un pozo. Contiguo a este, por el sur, se disponía otro edificio interpretado como una sede de un collegium. Era de planta cuadrada, con su fachada principal abierta al cardo maximus y su interior se organizaba en torno a un atrio tetrástilo con dependencias abiertas a este. Recientemente, en las excavaciones en torno al foro de Cartagena han aparecido dos edificios similares que debieron cumplir funciones semejantes16. Al otro lado del cardo maximo, el Asklepieion fue objeto de una importante reforma y amplió considerablemente su perímetro por el lado sur, donde se construyó una piscina porticada. Con esta fase se relacionarían dos inscripciones cercanas alusivas a Asklepios17. Los testimonios epigráficos del foro incluyen una placa marmórea dedicada a Antonino Pío; otra a Heliogábalo, tres inscripciones a Severo Alejandro y a su familia, dos a los hijos del emperador Decio y una a los emperadores Claudio ii y Aureliano, normalmente homenajeados por la doble comunidad de los Valentini Veterani et Veteres. La mayor parte de esta actividad epigráfica oficial se centró en el siglo iii d. C., con solo una del final del siglo i y otra del ii d. C.18. VALENTIA EN EL SIGLO III La mayor parte, pues, de la documentación epigráfica indicaría que en el siglo iii d. C. el foro tuvo bastante actividad de adhesión a la casa imperial, más concentrada en las décadas centrales de la centuria (230-270 d. C.). Esto, por otra parte, mostraría que esta parte del territorio no pertenecería al Imperio galo o, si lo fue, sería por poco tiempo, hasta la muerte de Postumus, que coincidiría con la dedicatoria a Claudio ii19. Los hallazgos numismáticos indicarían la escasa presencia de monedas de los emperadores galos en las tierras valencianas, lo mismo que en el resto de la costa de la Tarraconensis20. A inicios del siglo iii  d. C. se han registrado indicios de posibles inundaciones en la periferia de la ciudad romana. Los datos más evidentes se han localizado en la parte meridional de la urbs, en las excavaciones de la calle del 15

 Escrivà Chóver, Jiménez Salvador, Ribera i Lacomba, 2013.  Noguera et alii, 2009, pp. 217-302. 17  Albiach Descals, Espí Pérez, Ribera i Lacomba, 2009, pp. 417-446. 18  Arasa i Gil, 2012, pp. 281-304. 19  Bonneville, inédito, p. 383. 20  Arroyo Ilera, 1980, pp. 31-40. 16

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Mar y en la plaza de la Reina, una zona más baja y muy cercana a un canal fluvial. En ambos lugares apareció una potente capa de arena que cubría un fino nivel de tierra y arena que descansaba sobre un pavimento21. Los materiales arqueológicos eran propios de inicios del siglo iii d. C.: terra sigillata africana A tardía (en adelante TSA) de las formas Hayes 17 y 27 y africana de cocina. En otras excavaciones, siempre situadas más hacia el norte y a mayor altitud, no se ha identificado esta clase de sedimentación. Con una catástrofe de esta clase se ha llegado a asociar una inscripción monumental aparecida en el extremo meridional de la ciudad y que formaba parte de un friso, probablemente de una puerta o de un arco22. El texto conservado era mínimo, tres palabras, aunque solo una de ellas estaba completa, CLADEM, que hay que traducir por calamidad o desastre. Por el tipo de letra sería de finales del siglo i d. C.23. Algunos de los mosaicos encontrados en la ciudad y en sus alrededores podrían ser de inicios del siglo iii  d. C., como el de las musas de la villa del Pouaig de Montcada, que se ha fechado en el primer tercio del siglo, en época severiana24. Unas fechas similares podría tener uno muy fragmentado, pero con motivos similares, de las excavaciones de la calle Cabillers, al sur de la ciudad. En general, entre la segunda mitad del siglo ii y la primera del iii d. C. habría que situar la mayoría de los mosaicos de Valentia y su entorno. Una situación parecida se daría en Barcino y sus alrededores, con un aumento de la actividad constructiva de estos pavimentos, especialmente en las villas del entorno25. Los hallazgos arqueológicos indicarían poca actividad constructiva pública, algo en parte lógico ya que las grandes obras de los dos siglos anteriores habrían completado los equipamientos básicos de la ciudad, que, además de la zona forense, incluían desde infraestructuras utilitarias, como el acueducto y el puerto26, a otras más lúdicas, como el circo27. Pero bajo tierra se observan ya algunos signos de deterioro. En general, los sistemas hídricos, tanto de distribución como de saneamiento, a partir de mediados del siglo ii d. C. empezaron a ser deficientes. La colmatación del tramo occidental de la cloaca central del decumanus maximus es de mediados del siglo ii d. C., ligeramente anterior al tramo norte del cardo, del siglo iii. En este período no solo se abandonaron los canales de desagüe de las vías principales, sino que también entraron en desuso algunas de las tuberías de alimentación del subsuelo del cardo que discurrían en paralelo a su cloaca central28. 21

 Carmona González, Ribera i Lacomba, Lerma Alegría, 1985, pp. 859-873.  CIL II2 14, 56. 23  Pereira Menaut, 1979, p. 31. 24  Balil Illana, Mañanes Pérez, 1980. 25  Barral i Altet, 1978. 26  Burriel Alberich, Ribera i Lacomba, Serrano Marcos, 2003, pp. 127-142. 27  Ribera i Lacomba, 1998b, pp. 318-337. 28  Ribera i Lacomba, Romaní i Sala, 2011, pp. 313-344. 22

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Todos estos fenómenos de colmatación y falta de mantenimiento del sistema de alcantarillado no implican el abandono de las calles del centro de la ciudad, que siguieron en uso y en continuo mantenimiento, como demuestran las sucesivas repavimentaciones del período tardoantiguo, con zahorras superpuestas a las grandes losas que cubrían el alcantarillado del cardo29. Los espacios periféricos, donde en la fase flavio-antonina también se había extendido la red de saneamiento, sufrieron asimismo un fenómeno masivo de colmatación y abandono, con ciertas excepciones. En la calle del Mar, en el extremo sur de la urbs, apareció una cloaca que probablemente vertía a un canal fluvial. Se encontró rellenada con escombros y desechos de mediados del siglo iii d. C., entre los que había TSA africana C (formas Hayes 48, 50 y 53), A (formas Hayes 6C, 8, 9, 27, 31 y Lamboglia 3) y A/D (Hayes 32), Lucente, bastante cerámica africana de cocina y común local de cocción oxidante, además de fragmentos de ánforas Keay i, iB y ix. En Ilici se conoce otra cloaca amortizada por materiales arqueológicos de la misma época30. El interior de la cloaca apareció totalmente colmatado por cinco capas sucesivas que se distinguían fácilmente por sus diferentes texturas y coloraciones: •  En la parte superior, inmediatamente por debajo de las losas, se extendía una fina capa de arcilla de color beis. Se debió formar por la decantación en un ambiente líquido. Fue casi estéril, ya que solo dio dos pequeños fragmentos de cerámica común. •  Por debajo se extendía una capa de arcilla rojiza bastante compacta y con abundantes restos de filamentos oscuros (¿raíces descompuestas?). Su espesor era bastante más considerable que la capa superior, 30 cm en su parte más ancha, que es la central. Este nivel, así como los inferiores, presentaba un perfil claramente abombado en su parte media, seguramente motivado por el paso más o menos continuo del agua. A pesar de su espesor, apenas proporcionó unos pocos materiales arqueológicos bastante fragmentados: un fragmento de TSA C (Hayes 50) y otros pocos de cerámica común y ánforas de formas indeterminadas. •  A continuación seguía un nivel de arcilla gris oscuro con restos orgánicos, especialmente fragmentos bastante grandes de carbones, así como restos de fauna y malacología (sobre todo caracoles). Las muestras inorgánicas, más escasas, se componían de fragmentos de tégulas y mortero. Según se iba descendiendo, se iba haciendo menos compacta que la capa superior. Su espesor medio era similar al de la capa anterior, 30  cm. Dio algunos materiales arqueológicos, como 29

 Ribera i Lacomba, Rosselló Mesquida, 2000, pp. 151-164.  Ramos Fernández, 1975.

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TSA C (Hayes 48 y 50) y cerámica africana de cocina (Hayes 23B y 196) que permiten aventurar una fecha del siglo iii para la formación de esta capa. •  Siguiendo con la colmatación de la cloaca, encontramos que la capa inferior mostraba una clara diferenciación, ya que se componía de gravilla diminuta (1 a 3 mm), fragmentos cerámicos muy triturados y algunos puntos de cal con los que se intercalaban finos lentejones de tierra suelta verdosa. Esta sucesión de finas capas de gravilla y tierra suelta ocupan casi la mitad de la potencia del relleno de la cloaca, al superar los 50 cm de espesor. Como norma general, en el interior de la cloaca, según se iba profundizando, aumentaba la cantidad de materiales arqueológicos depositados. •  En esta capa se contabilizaron numerosos fragmentos cerámicos que darían una datación algo más exacta, como la TSA C (Hayes 50) y la TSA A de su última época (Hayes 27, 31, Lamboglia 3). Este nivel se formaría a mediados del siglo iii d. C. Las lucernas africanas, las ánforas (Keay i-B y xxv) y las africanas de cocina (Hayes 23B, 181, 196, 197, Atlante CVIII, 7) no desdicen esta datación. •  Y por último, la base del relleno era una pequeña capa de tierra arenosa marrón de 10 cm. de espesor. En relación con su escasa potencia, proporcionó abundantes restos cerámicos semejantes a los del nivel superior: TSA C (Hayes 50), TSA A (Hayes 31, Lamboglia 3), ánforas (Keay ib) y cerámicas africanas de cocina. Parece probable, pues, que la colmatación de esta estructura se hizo a través de un proceso de acumulación natural ligado a fenómenos de decantación y arrastre de las aguas que circulaban por ella. El ritmo de este rellenado parece ser que no fue muy rápido, como lo demuestran las cinco capas sucesivas bien diferenciadas, aunque debió de tratarse de un proceso continuo a lo largo del siglo iii d. C., según nos muestra la evidencia arqueológica, que en ningún caso se habría  extendido más allá del tercer cuarto del siglo iii y más bien nos inclinamos a dar unas fechas de mediados de siglo para el colmatado de la cloaca, al menos de su parte media e inferior que es de las que disponemos de más datos cronológicos, ya que los niveles superiores no han proporcionado datos en este sentido. A inicios del siglo iv la zona volvió a reconstruirse con pavimentaciones, pero el olvidado alcantarillado no se reparó31. En Valentia, uno de los aspectos representativos del siglo iii d. C. es el abandono general de buena parte del alcantarillado. Se ha registrado la colmatación con sedimentos de algunos tramos de los canales de desagüe, tanto del cardo como del decumanus, tanto del centro como de la periferia, que acabaron inutilizando parte del sistema. 31

 Ribera i Lacomba, Romaní i Sala, 2011, pp. 313-344.

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La destrucción de Valentia A partir de mediados del siglo iii el mundo romano entró en un largo período de inestabilidad. Una vez superado, en la zona valenciana todas las ciudades se vieron afectadas. Saguntum, Edeta (Lliria) y Lucentum (Alicante) no volvieron a ser centros urbanos. Dianium y Saetabis no se conocen bien, pero su conversión en centros episcopales sería una prueba de su perduración. Valentia no escapó a estos desastres, como han dejado claro los hallazgos arqueológicos (fig. 3), algunos tan significativos como el grupo de 89  monedas en un nivel de destrucción de la excavación de la calle Roc Chabás, que se formó entre el 270-280, y varias casas arrasadas, y nunca reconstruidas, como la de las Corts Valencianes32. En la zona portuaria, en las excavaciones de la calle Sabaters, también se han localizado construcciones cubiertas de escombros en la segunda mitad del siglo iii d. C.

Fig. 3. — Nivel de destrucción del edificio de las excavaciones en las Cortes Valencianas, con la pintura sobre el mosaico. Archivo SIAM

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 Ribera i Lacomba, Salavert León, 2005, pp. 141-154.

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La mayor parte de la zona norte de la ciudad, donde se encuentran las excavaciones mencionadas de las calles Sabaters, Roc Chabàs y de las Corts Valencianes, alrededor del barrio portuario, se abandonó como área urbana y solo se registran algunos restos de actividad artesanal, como una pequeña factoría de vasos de vidrio33. En la zona sudeste, en las excavaciones de los Baños del Almirante, una pequeña calle y dos unidades domésticas que la bordeaban, se encontraron cubiertas por escombros y destrozadas en la segunda mitad del siglo iii d. C. Poco después, en el siglo iv d. C., por encima de estas construcciones se levantaron toscos muros de pequeño aparejo34. En las excavaciones de la calle del Mar, junto a la cloaca mencionada, aparecieron los restos de una habitación, en cuyo nivel de destrucción se localizó un escondrijo monetario de mediados del siglo iii (Gordiano iii y Decio). El área pública de Valentia tampoco se libró, visto el incendio que acabó con la basílica del foro. Entre sus escombros de material de construcción, carbón y adobes endurecidos, todo quemado, se recuperaron algunas monedas sueltas de Galieno y unas pocas cerámicas bien conservadas propias de este momento, como la TSA A tardía (Hayes 27), TSA C (Hayes 50), abundante cerámica africana de cocina y ánforas africanas (Africana i y ii) y orientales de Éfeso (Ágora F65-66)35 (fig. 4).

Fig. 4. — Materiales del nivel de destrucción de la basílica del foro. Archivo SIAM 33

 Albiach Descals, Soriano Sánchez, 1989, pp. 725-734.  Ribera i Lacomba et alii, 1991, pp. 173-192. 35  Ribera i Lacomba, 2000, pp. 19-32. 34

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El rápido repaso de la evidencia arqueológica de Valentia permite trazar algunas de las líneas generales de su evolución urbana a lo largo del siglo iii. En un primer momento, entre finales del siglo ii y las primeras décadas del iii, aún hay señales evidentes de actividad urbana, plasmada en la probable construcción de algunos mosaicos, la abundancia de materiales arqueológicos importados y la indudable continuidad de las dedicaciones epigráficas oficiales. Otro hecho innegable es el repentino colapso que aconteció entre el año 270 y el 280. Las abundantes pruebas de una destrucción general y de un abandono parcial del antiguo recinto son otro elemento claro. Esta ruptura debió ir en paralelo con un lento declive de la normalidad urbana, atestiguado en el lento abandono del mantenimiento del sistema de alcantarillado. Cabría pensar, pues, en que un hecho repentino y traumático, pero de corta duración, terminaría con una ciudad en lento declive. Las ciudades del entorno inmediato, los municipios de Edeta y Saguntum, sufrirían un proceso similar, con la salvedad de que tras este episodio catastrófico ya no recuperarían la entidad urbana, al contrario que Valentia36. En Ilici hay una larga tradición, entre otras, de atribuir a los «franco-alamanes» la destrucción de la ciudad37. Los hallazgos evidenciarían amortizaciones de algún pozo a mediados del siglo iii38, pero, al margen de que hubiera o no un proceso destructivo, la ciudad perduró en los siglos siguientes. Pero un poco más al sur, en Cartagena, se han registrado señales incontestables de varios incendios, tanto en las casas, especialmente en la de la calle Cuatro Santos, como en el foro, siempre en un momento algo posterior a mediados del siglo iii39. La única ciudad cuya destrucción, en el 264, fue atestiguada por las fuentes es Tarraco, donde se han encontrado probables evidencias de ello40, lo mismo que en Emporiae y en alguna de las villas de los alrededores41. Es también el caso de Pollentia, que registra un gran incendio entre el 270-280 en la zona del foro42. Otro dato que debemos considerar son las numerosas ocultaciones monetarias de la segunda mitad del siglo iii43, como la mencionada de la calle Roc Chabàs de Valencia y que tampoco faltan en su entorno, principalmente jalonando la vía litoral entre Saguntum y el Ebro44. En este tema no se puede obviar el ya largo debate historiográfico de las invasiones o más bien largas correrías de saqueo terrestre y también marítimo, que 36

 Aranegui Gascó, 2000, pp. 119-126 ; Escrivà Torres, Martínez Camps, Vidal Ferrús, 2005, pp. 267-278. 37  Ramos Fernández, 1975, p. 236. 38  Ramos Folqués, 1963, pp. 234-249. 39  Quevedo, Bermejo Tirado, 2012, p. 128. 40  López i Vilar, 2006. 41  Tremoleda i Trilla, Castanyer i Masoliver, 2008, pp. 35-78. 42  Cerdà i Juan, 1994, pp. 289-310. 43  Martínez Mira, 2004-2005, pp. 207-236. 44  Ripollès i Alegre, Gozalbes Fernández de Palencia, 1998, pp. 63-77, entre otros más. Una visión más general del área, véase en Járrega Domínguez, 2008, pp. 105-140.

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asolarían Hispania a partir del 260 y durante una quincena de años. Uno de sus puntos recurrentes siempre fue Ilici. En un principio, se habría pasado de suponer una invasión, o más bien dos, la de los francos de Galieno y otra algo posterior de alamanes entre Aureliano y Probo, a relegar enormemente su importancia45. Incluso parecería que el siglo iii no afectó prácticamente a varias ciudades del área valenciana46. La más reciente y más abundante documentación arqueológica sugeriría con claridad que en algunas ciudades, donde las excavaciones han tenido cierta continuidad y se encuentran inmersas en ininterrumpidos procesos de estudio, se ha detectado esta ruptura repentina, que se hace más evidente en las zonas que fueron abandonadas y menos en las que perduraron y se rehicieron inmediatamente. La rápida reconstrucción en otras áreas borraría las señales de la destrucción, como se ha constatado en Valencia. En el litoral de la Tarraconense, pues, habría que considerar la incidencia urbana negativa de uno o varios sucesos destructivos generales que, en bastantes lugares, no haría más que rematar bruscamente un cierto declive que se habría iniciado algunas décadas antes. La fijación en Valentia y Pollentia de este episodio negativo en la década del 270-280 focalizaría una parte de la cuestión. Se trataría de incidir ya en aspectos de detalle que habría que matizar a medida que se disponga de los nuevos datos de las numerosas excavaciones de la última y desenfrenada década, realizadas a la sombra de una actividad urbanística desbocada que ha dado origen a la crisis actual. En el caso de Valentia sería de gran interés disponer de información de las villae excavadas casi totalmente en su entorno (Paterna, Ribarroja, Silla, Catarroja…)47. La reconstrucción de la ciudad Al contrario que las otras ciudades cercanas, Valentia resurgió inmediatamente de sus cenizas, frase que se debe tomar en su sentido literal. En el foro, a partir de finales del siglo iii, tras este episodio general de destrucción de la ciudad, fechado con bastante exactitud por una ocultación monetaria, entre los reinados de Aureliano y Probo48, se encuentran, al mismo tiempo, fenómenos de ruptura y perduración con respecto a la época romana imperial, que, en todo caso, manifiestan la subsistencia del antiguo centro cívico y entraría en la normal dinámica de este período49. Un elemento de ruptura sería el abandono de la antigua basílica forense, en el lado sur del foro, destruida por un incendio a finales del siglo iii y no reconstruida, por lo que este espacio quedó cubierto de ruinas y escombros durante toda la etapa bajoimperial. De la recuperación de Valentia dan fe las construcciones en su centro monumental a finales del siglo iii y alguna inscripción. Queda la duda de si esta rehabilitación 45

 Arce, 1978 ; Cepas Palanca, 1997.  Pérez Centeno, 1998-1999, pp. 211-218. 47  Aranegui Gascó, Jiménez Salvador, 2008, pp. 243-258. 48  Ribera i Lacomba, Salavert León, 2005, pp. 141-154. 49  Cepas Palanca, 1997. 46

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urbana la promovió la ciudad, cuyo órgano de gobierno entre 270-275 aún le dedicó una estatua al emperador Aureliano50, o sí, por el contrario, esta revitalización fue consecuencia de una decisión estatal, acorde con la centralización propia de esta época. No sería casual la presencia en Valentia de un alto funcionario de la provincia, que en el año 281 le dedicó una inscripción51 al emperador Probo52. La ciudad fue rápidamente reconstruida. Pero esta nueva urbe ya no fue igual que la anterior, del mismo modo que el Imperio reconstruido no era, a su pesar, el mismo de los esplendorosos siglos i y ii. Ni los recursos, ni la demografía, ni las necesidades eran las mismas. Ahora apenas se levantaron nuevos edificios, sino que se repararon o reconstruyeron los antiguos del foro, donde la curia, el porticado y el conjunto público al este de la curia siguieron funcionando, al contrario que la basílica. El Asklepieion fue reformado con el añadido de un nuevo pavimento de losetas romboidales de cerámica, semejante al que ya existía allí desde el siglo  i. El circo permaneció en funcionamiento, algo normal en un momento en que las carreras de carros de caballos alcanzaron sus más altas cotas de aceptación. El, hasta ahora, único nuevo edificio público que se erigió en este período se encuentra al sur de la curia, que aún permanecía en uso y al este de la antigua y no reconstruida basílica, de la que reutilizó su muro oriental. Es un edificio de planta rectangular, del que se conoce la mitad de su extensión, construido sobre algunos muros y pavimentos de otro anterior, una supuesta sede de un collegium. Se organizó alrededor de un patio con una cisterna central, en la que alternan rítmicamente fustes de columna de algún edificio desaparecido (fig. 5). A este espacio central, por estrechas puertas de las que se han conservado sus umbrales, se abrían una serie de estancias rectangulares. En su ángulo noroeste, dos departamentos se encuentran más aislados y solo son accesibles a través de un vestíbulo que comunica directamente con el patio por medio del consabido umbral. El acceso lo tenía por su lado oriental, desde el cardo máximo, al que también se abrían los departamentos de esta fachada. Este nuevo edificio se construyó a finales del siglo iii y le denominamos «edificio administrativo». Por su especial configuración sería un lugar público. Su muro occidental coincide con el de la abandonada basílica y se encontraba muy cerca de la curia, con la que se comunicaba por un nuevo callejón que iba del cardo máximo al foro. Este nuevo edificio asumiría las funciones judiciales de la fenecida basílica y mantuvo la proximidad de esta con la curia, por lo que también pudo ejercer alguna actividad más, relacionada con el gobierno de la ciudad53. En buena parte del siglo iv aún se mantendrían las instituciones cívicas y la religión pagana, con sus correspondientes espacios. La curia aún pudo continuar en su función original o con otra relacionada con el gobierno de la ciudad, tal vez hasta finales del siglo iv o inicios del v54. A partir de este momento, el edificio se 50

 CIL, II2, 14, 19.  CIL, II2, 14, 20. 52  Ribera i Lacomba, 2000, pp. 19-32. 53  Marín Jordá, Ribera i Lacomba, 1999, pp. 277-290. 54  Ribera i Lacomba, 2000, p. 21 ; Ibid., p. 382. 51

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iría integrando en el grupo episcopal que fue surgiendo a su alrededor. Primero, entre los siglos v y vi, mantendría su aspecto, aunque cambiaría su función, que es imposible precisar pero que estaría vinculada a las actividades del culto cristiano55. El viario de la época anterior se mantuvo inalterado. Incluso se efectuaron reformas en el decumanus maximus, como una nueva calzada paralela a la central, con su canal de desagüe, que iba desde el foro a la intersección del cardo con el decumanus máximo, donde ya conectaba con la cloaca principal56. La evolución de la red de alcantarillado de la ciudad durante esta fase es un claro reflejo de esta dicotomía continuidad-ruptura: muchas de las cloacas antiguas dejaron de funcionar durante el siglo iii, en muchos casos por su mantenimiento negligente, aunque en otros, el sistema de saneamiento se mantuvo y siguió en uso hasta bien entrado el siglo iv, v o vi.

Fig. 5. — La fase del siglo iv en las excavaciones de l’Almoina

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 Ribera i Lacomba, 2012, pp. 149-162.  Ribera i Lacomba, Romaní i Sala, 2011, pp. 313-344.

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La restitución del sistema de alcantarillado sigue dos tendencias: la continuidad de canales anteriores o la construcción de nuevos canales que suplan a los abandonados. Una vez más, los datos vienen de l’Almoina. Allí se combinan tanto el mantenimiento continuado de ciertos canales, caso del tramo sur del cardo o el tramo este del decumanus, con la construcción de nuevas alcantarillas, que sustituyen las inutilizadas en la fase anterior. No se recuperaron algunos canales colmatados, como un tramo del decumanus maximus que procedía del foro. En su lugar se construyó un nuevo canal que discurría en paralelo pero más al norte que el antiguo, por debajo de la acera. Está realizado en opus caementicium y cubierto de losas de piedra caliza, en buena parte recuperadas del antiguo colector y reaprovechadas, y se han reutilizado también elementos arquitectónicos diversos. Justo cuando alcanzaba el cruce con el cardo, giraba 45° hacia el sur, cortando su alcantarilla, ya en desuso desde finales del siglo iii y no recuperada posteriormente. La nueva cloaca buscaba el tramo oriental de la alcantarilla del decumanus, aún en funcionamiento, donde acometía. De la fase del Bajo Imperio, del alcantarillado se conocen algunas acometidas secundarias: dos en el cardo y otra en el decumanus. La primera procede de un posible thermopolium construido a finales del siglo iii en las dependencias del edificio anexo a la sede colegial. El canal, que discurría en dirección sudoeste noreste, cruzaba la tienda y se adentraba en la vía urbana a través del umbral de la estancia57. La segunda procede del oeste, del edificio administrativo de finales del siglo iii. Este canal, realizado íntegramente en opus caementicium, discurría en sentido oesteeste hasta encontrar el tramo del colector central del cardo, construido en época flavia y aún en uso58. La tercera, al noreste del cruce entre cardo y decumanus, acometía al nuevo tramo del colector del decumanus, al cual ya nos hemos referido. En conclusión, el alcantarillado de la Valentia del siglo iv presentaba tanto una continuidad de uso de determinados canales del siglo i y ii como la construcción de otros nuevos para llenar los vacíos dejados por los antiguos tramos abandonados durante el siglo iii. Esta reconstrucción se ha localizado exclusivamente en l’Almoina, lo que contrasta con el resto de la ciudad, que a pesar de recuperarse como zonas habitadas o frecuentadas ya no se dotaron de una nueva red de evacuación de las aguas residuales. La continuidad de uso, en cambio, es más dispersa y no exclusiva del centro de la ciudad. En ciertos puntos como la plaza de Cisneros, el colector se mantuvo en uso y su abandono acaecerá entre finales del siglo iv y el v. Los «debes» más evidentes de esta etapa estarían en la edilicia privada, que sufrió un deterioro innegable, lo que significaría que tras la recuperación urbana estaría más implicado el poder central que las fuerzas vivas de la ciudad, que no parece que reconstruyeran sus esplendorosas casas. La parte norte de la ciudad no se reurbanizó y la nueva ciudad tuvo unas dimensiones más reducidas que la anterior. Esta nueva Valentia se extendería al oeste del circo, abandonando su 57

 Ibid., pp. 313-344.  Marín Jordá, Ribera i Lacomba, 1999, p. 278.

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parte norte, donde tan solo subsistió un pequeño enclave artesanal, dedicado a la producción de vidrio, en la zona del puerto fluvial. En un único lugar, en la calle del Embajador Vich, al extremo sur, fuera del recinto urbano, se ha constatado cierta continuidad en una residencia privada, entre una casa con mosaicos del siglo ii y otra del siglo iv, que se colocó por encima, y pavimentó una de sus habitaciones con un piso de mortero de cal en el que se habían colocado como elemento decorativo varias monedas del siglo iv59. En la plaza de Cisneros, en el entorno del antiguo barrio portuario, se vivió más una transformación que un abandono. A partir de finales del siglo  iii la zona combinaba el hábitat, la estabulación de animales y las tareas productivas en espacios muy subdivididos y de condición modesta. La calle adyacente se mantendría en uso hasta la segunda mitad del siglo iv, tanto su superficie de circulación como el sistema de saneamiento, tal y como indicaría la construcción de dos nuevas acometidas conectadas al canal central, procedentes de las estancias reformadas en este momento60. En los cementerios se asiste también a procesos de continuidad y de ruptura con la etapa anterior. En el de la Boatella, que es el más denso, prácticamente no se registran cambios significativos. El occidental, situado al norte de la calle Quart, por el contrario, ya no se usa después del siglo iii. Al norte, en el barrio de Orriols, junto a la Vía Augusta, al lado de un cementerio del siglo ii, se halló un mausoleo del siglo iv, del que se recuperaron algunos sarcófagos de plomo que contenían esqueletos con algún elemento de ajuar y que parecen responder aún a tradiciones paganas61. La ruptura más clara con el período anterior la representa una nueva necrópolis, algo alejada de la ciudad, en la Roqueta, también junto a la Vía Augusta y, más o menos, de la misma época que la de Orriols, también con un sarcófago de plomo62. En este caso, el carácter cristiano de este nuevo cementerio se hace evidente y corrobora la tradición que situaba en este lugar la tumba de san Vicente, lo que, según las prácticas funerarias del momento, automáticamente convertiría este lugar en preferente como destino de los cuerpos de los primeros cristianos. Del período crítico de la segunda mitad del siglo iii Valencia emergió como el principal núcleo urbano de una amplia región, incluso antes de la importancia que asumió como centro cristiano y de peregrinación martirial entorno a la figura de san Vicente, quien sufrió la pasión en la ciudad en el año 30463. Sin embargo, esta recuperación de finales del siglo iii estuvo a tono con su época y no se alcanzó ni la extensión urbana ni la calidad constructiva de la fase anterior. Determinados barrios fueron abandonados como espacio de hábitat, especialmente los septentrionales, cercanos al río, ocupados de una forma dispersa como centros de actividad artesanal y productiva64. 59

 Ribera i Lacomba, 2000, pp. 19-32.  Serrano Marcos, 2000, p. 15. 61  Ribera i Lacomba, 1996, pp. 85-100. 62  Alapont Martín, Ribera i Lacomba, 2006, pp. 161-194. 63  Ribera i Lacomba, 2008, p. 303. 64  Ribera i Lacomba, 2000, pp. 19-32. 60

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ERCAVICA Ercávica (Cañaveruelas, Cuenca) se encuentra en el Castro de Santaver, al norte de la Alcarria conquense, cerca del límite con Guadalajara. Se alza en un promontorio modelado por el río Guadiela y en las inmediaciones de la calzada que unía el Levante —y uno de sus principales centros, Carthago Nova— con el interior de la submeseta sur. Desde Segobriga la vía se bifurcaría para alcanzar Complutum y Segontia, enlazando con otras importantes vías de largo recorrido65. En este último tramo se sitúa Ercávica, dominando el paso de las sierras de San Sebastián y Altamira, zona fronteriza a lo largo de la historia. Las fuentes romanas son parcas con Ercávica. La primera mención es de Tito Livio, en las campañas de L. Postumio y T. Sempronio Graco hacia el 179 a. C.66, donde se destaca la actitud poco belicosa de los ercavicenses frente a Roma, lo que favorecerá la pronta incorporación a la órbita romana, con algunos privilegios desde época temprana. En tiempos de Plinio disfrutaba del ius latii veteris, dentro del convento jurídico cesaraugustano67, lo que les permitía ejercer las magistraturas, hecho documentado epigráficamente en Tarragona68. Ptolomeo habla de dos ercávicas69, una entre los celtíberos y otra vascona, aunque esta última sería un error del copista. Las citas referentes a la ciudad desaparecen hasta época hispanovisigoda. Las excavaciones han definido las fases de la ciudad romana. El apogeo se dio entre los Julio-Claudios y los Flavios, cuando se construyeron la mayor parte de los edificios públicos: el foro y las termas. Este desarrollo urbano no duró mucho tiempo, ya que en el siglo iii se dejan notar los primeros síntomas de regresión urbana, constatados sobre todo en las transformaciones de los dos espacios públicos mejor conocidos70. La crisis del siglo iii d. C. marcó el declive y supuso el abandono total de la ciudad. Ercávica parte de un modelo de romanización similar al de otras ciudades cercanas y con una topografía parecida, como Toledo o Segóbriga, aunque las tres evolucionarán de manera diferente. Toledo se configurará como el gran referente urbano del centro peninsular hasta convertirse en sedes regia visigoda ya en el siglo vi. En época tardoantigua se creará un potente suburbio en la Vega Baja, que se irá cristianizando con diferentes necrópolis y la construcción de la memoria martirial de santa Leocadia, base de la posterior basílica martirial visigoda71. Segóbriga disminuirá su recinto urbano y perderá en el camino gran parte de los centros productores de su territorio. Sin embargo, la vida urbana se mantuvo y 65

 Abascal Palazón, 1982, p. 89 ; Palomero Plaza, 1987, pp. 53 y 243.  Livio, XL, 50. 67  NH III, 24. 68  Flórez, 1982, par. CIL, II, 19, 67. 69  Geographiae, II, 6. 70  Lorrio Alvarado, 2001, p. 106. 71  Barroso Cabrera, Morín de Pablos, 2007a, pp. 97-161 ; Barroso Cabrera, Carrobles Santos, Morín de Pablos, 2011, pp. 1-69. 66

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se convirtió en sede de un obispado en época visigoda. El suburbium segobricense fue objeto también de una gran remodelación con la construcción de un monumental circo, que no llegó a concluirse. Con el tiempo, el área suburbial quedó para funciones funerarias. La construcción de un importante conjunto funerario destinado a panteón episcopal convirtió a este espacio suburbano en un importante foco de atracción de sepulturas, y se dispuso a su alrededor una importante necrópolis cristiana que perdurará hasta más allá de la época visigoda72. En Ercávica el abandono del centro urbano se vio compensado en época visigoda con la fundación de Recópolis dentro de su territorium y la construcción de un importante conjunto monástico, el monasterio Servitano, muy vinculado a la corte visigoda de Toledo. Territorio y ciudad en época altoimperial El territorio de Ercávica en época romana quedaba delimitado por las zonas de influencia de las ciudades vecinas de Segóbriga (Saelices, provincia de Cuenca) al sur, Valeria (Valeria, provincia de Cuenca) al sureste, Segontia (Sigüenza, provincia de Guadalajara) al norte, Titulcia (cerca de Móstoles, provincia de Madrid) al suroeste y Complutum (Alcalá de Henares) al oeste. A grandes rasgos, el territorio ercavicense venía a extenderse por las tierras de la Alcarria conquense y buena parte de la comarca del Alto Tajo pertenecientes actualmente a las provincias de Cuenca y Guadalajara73. La ciudad romana se asentaba sobre un promontorio y se extendía sobre unas 20 ha. Se conocen diversos conjuntos edilicios insertos en un típico urbanismo romano de trazado ortogonal dispuesto por una red de cardines y decumani. El conjunto urbano se encontraba delimitado por una muralla con torres cuadrangulares que aprovecha el escarpe del cerro. El foro (fig. 6) constituía el punto central de la ciudad y contaba con diversos edificios anexos propios de este tipo de conjuntos: plaza rectangular con pórtico y criptopórtico asociados a ella, basílica, tabernae y otras edificaciones destinadas a funciones administrativas —curia—. Además del conjunto forense hay alguna domus y un «primitivo» complejo de baños con natatio, cisternas, horno y sauna, construido en época augustea y amortizado en el siglo iii d. C.74. Su territorio, bien conocido en sus límites, pero no en su funcionamiento, parece haber contado con una organización del poblamiento relativamente compleja, al documentarse asentamientos con un importante desarrollo 72  Barroso Cabrera, Carrobles Santos, Morín de Pablos, 2013a  ; Barroso Cabrera, Carrobles Santos, Morín de Pablos, en prensa. 73  Flórez, 1782, pp. 59-62 ; Solias i Arís, 1997, pp. 209-238 ; Almonacid Clavería, 1988, pp. 5-20 ; Barroso Cabrera, Morín de Pablos, 2007b, pp. 233-258. 74  Osuna Ruiz, 1976a  ; Barroso Cabrera, Morín de Pablos, 1977, pp.  239-288  ; Lorrio Alvarado, 2001  ;  Osuna Ruiz, 1976b, pp.  151-154  ; Osuna Ruiz, 1977, pp.  25-28  ; Moncó García, 1986a, pp. 241-257 ; Moncó García, 1986b ; Álvarez Delgado, 1987, pp. 400-412 ; Álvarez Delgado, 1989, pp. 109-121 ; Barroso Cabrera, Morín de Pablos, 1995, pp. 233-258.

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identificados como uici. Su papel debió de ser fundamental en la explotación de los recursos que ofrecía el medio y fueron, en buena medida, los responsables del auge que llega alcanzar el municipio de Ercávica en los primeros siglos de nuestra era75. Durante 2010 y 2011 hemos dirigido más de una decena de intervenciones en el territorio segobricense que podría marcar las pautas de la evolución del ercavicense, ya que el eje de comunicación del curso del río Cigüela parece haber formado parte de los mismos impulsos de incorporación y explotación por el mundo romano. En Segóbriga se llevó a cabo una importante actuación en el territorio, con diferentes enclaves productivos dedicados a la elaboración de vino y aceite (La Peña II, Llanos de Pinilla, Los Vallejos y Casas de Luján), así como a la fabricación de productos cerámicos (Vallejos, Casas de Luján y Rasero de Luján). Estos nuevos enclaves, que nacen en época flavia desaparecerán a finales del siglo  ii y comienzos del iii d. C. Por el contrario, enclaves como Las Madrigueras, que tenían una cronología antigua, desde la Segunda Edad del Hierro perduraron en época tardoantigua76.

Fig. 6. — Vista aérea del foro de Ercavica

75

 Macias Solé, 2008, p. 617-632.  Almeida, Morín de Pablos, 2012a, pp.  279-290  ; Almeida, Morín de Pablos, 2012b, pp. 63-81 ; Almeida, Morín de Pablos, 2013 ; Almeida, López Fraile, Morín de Pablos, 20112012, pp. 231-239 ; Almeida et alii, 2013, pp. 337-357 ; Barroso Cabrera, Carrobles Santos, Morín de Pablos, 2013b ; Barroso Cabrera, Carrobles Santos, Morín de Pablos, 2013c ; Morín de Pablos, 2013; Morín de Pablos, 2012 ; Urbina Martínez, Morín de Pablos, 2013a ; Urbina Martínez, Morín de Pablos, 2013 b. 76

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Entre los siglos iv y v debió de producirse la decadencia de la ciudad de Ercávica, coincidiendo con un fenómeno relativamente frecuente en ciudades de pequeño y mediano tamaño del interior peninsular que, sin embargo, habían adquirido rango municipal en época romana. Tradicionalmente, se ha considerado que la población ercavicense se habría trasladado al paraje donde siglos más tarde se levantarían los Baños de la Isabela, ya en la vega del Guadiela. A este núcleo de población parece corresponder la necrópolis de La Rinconada, excavada por C. Moncó a comienzos de la década de los ochenta. La falta de estudios con una mínima amplitud sobre la evolución del poblamiento del territorio más cercano a la ciudad impide que se pueda dar por segura esta hipótesis y, por ahora, tan solo es posible afirmar que en el entorno de la antigua ciuitas se produjo una cierta continuidad de hábitat. Ercávica en época tardoantigua Si son pocas las noticias de la Ercavica altoimperial, menos son las de la tardoantigua. Tras las fuentes altoimperiales, la ciudad se sume en el más absoluto silencio hasta que reaparecen los obispos ercavicenses en los concilios toledanos a finales del siglo vi 77. El urbanismo ercavicense vivió una inflexión en la tercera centuria, ya que la funcionalidad de los espacios públicos se vio alterada. En el foro este proceso se fecha después de mediados del siglo iii, ya que a la plaza llegó una dedicatoria a Galieno78, lo que indica continuidad de la actividad forense. Sin embargo, no mucho más tarde comenzaría el abandono progresivo del uso del foro. El espacio se fue compartimentando con muros de mampostería, creando espacios más pequeños de funcionalidad doméstica (fig. 7). En la basílica y la curia se construyeron estos nuevos espacios, con nuevos muros adosados a los basamentos originales (fig. 8), al igual que en el edificio de baños79. Poco tiempo después aparecieron en el foro siete sepulturas orientadas esteoeste (excepto un cenotafio norte-sur) sin ningún tipo de ajuar. Estas tumbas se colocaron entre la zona meridional de la plaza y la curia80. El uso funerario y quizás religioso, de culto cristiano (la necrópolis probablemente se levanta sobre las subestructuras de un templo capitolino), marcó el final de la ocupación del centro de la vida municipal ercavicense. En un momento difícil de precisar, en la llamada Insula de las termas, se hicieron apuntalamientos por los problemas estructurales del edificio. Dicha obra se aprecia con nitidez por las huellas de poste y machones, tanto en el exterior como en el interior del edificio, incluso en el interior de la piscina y de 77  Al menos desde el iii Concilio de Toledo (589 d. C.). Flórez, 1782 ; García Moreno, 1974, pp. 131-133. 78  Fuentes Domínguez, 2006, p. 182. 79  Osuna Ruiz, 1977, fig. vd ; Lorrio Alvarado, 2001, p. 110. 80  Barroso Cabrera, Morín de Pablos, 1995; Barroso Cabrera, Morín de Pablos, 1996, p. 177.

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la cisterna, que hacen impracticable a la primera para su función original de natatio. Entonces debió taponarse el desagüe de la piscina, que además se repavimentó con un suelo de losanges y un nuevo recubrimiento hidráulico de opus signinum. A esta fase correspondería también el tapiado de los vanos de las habitaciones del sector sureste. A partir de entonces, el edificio sirvió como lugar de aprovisionamiento de agua para una ciudad siempre escasa de este elemento. Este gran depósito de agua contaría con dos pozos de captación, dos cisternas y un depósito de grandes dimensiones (la antigua natatio)81. Además, las calles norte, sur y este que rodean al edificio presentan un estrato de derrumbe,

Fig. 7. — Ercavica. Excavaciones en el foro, con los niveles domésticos adosados y una sepultura

similar al interior del edificio, que en la calle sur se completa, en un período posterior, con el uso como basurero de la zona porticada de la calle. Dicho basurero estaría en relación con el definitivo abandono del complejo, como también lo estaría la inutilización de los pozos82. Es difícil precisar el momento del completo abandono del conjunto, aunque es presumible que se iniciara ya en pleno siglo iii. Cabe destacar que no hay terra sigillata hispánica tardía, cerámica que no encontramos tampoco en el resto del yacimiento. El único elemento clara81  Barroso Cabrera, Morín de Pablos, 1993-1994, p. 250 ; Barroso Cabrera, Morín de Pablos, 1997, pp. 257-258. 82  Barroso Cabrera, Morín de Pablos, 1993-1994, p. 252.

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Fig. 8. — Ercavica. Plano de las excavaciones en el foro

mente tardío es un pasarriendas decorado con delfines, de finales del siglo iii o comienzos del iv d. C., del basurero de la calle sur. En resumen, el abandono paulatino de Ercávica comenzaría a partir de mediados del siglo  iii. Paulatinamente habría un trasvase de población hacia el curso del río Guadiela, donde se produciría la génesis de varios pequeños núcleos poblacionales que mantendrían el nombre de la ciudad. El proceso no fue abrupto, sino que debió ser escalonado. Ya en el siglo v apenas debía quedar vestigio alguno de vida en el cerro donde se asentó la ciudad romana. A finales del siglo  vi los restos de esta ciudad servirían de cantera para la que sería la última gran construcción ercavicense: el monasterio Servitano. Este proceso de decadencia, lento pero continuo, se enmarca dentro de la crisis del Imperio a partir del siglo iii d. C. y que afectó de forma sensible al comercio a larga distancia. Las últimas intervenciones arqueológicas en la cercana Segóbriga muestran un panorama muy similar al ercavicense: en los siglos vi-vii, parte de la antigua plaza del foro sería ocupada por construcciones de mampostería ordinaria y se perdió totalmente su sentido público. Hacia el siglo iii d. C. se produjo el final abrupto de la construcción del circo, que quedó inacabado. Este hecho marcaría el fin del proceso de monumentalización de la urbe y el inicio de un período de progresiva decadencia que afectaría de modo significativo al urbanismo de la ciudad83. La exposición de estos dos ejemplos, coetáneos pero tan dispares entre sí, muestra los diferentes modelos urbanos romanos de Hispania y su también diversa evolución ante un período tan crítico como fue la parte final del siglo iii d. C. 83

 Abascal Palazón, Cebrián Fernández, 2012, pp. 289-308.

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