LOS ESPAÑOLES-AS DEL SIGLO XIX VISTOS POR LOS VIAJEROS FRANCESES.

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LOS ESPAÑOLES-AS DEL SIGLO XIX VISTOS POR LOS VIAJEROS FRANCESES.

1-INTRODUCCION
Desde que el hombre existe el viaje ha sido y es una necesidad pero
también la satisfacción de un deseo innato al ser humano: el atractivo de
lo desconocido, la búsqueda del otro, el descubrimiento de nuevos mundos y
culturas, el posible dominio de esos otros y de sus desconocidas tierras…,
en definitiva, la curiosidad pero también el ansia de poder y dominio han
impulsado a lo largo de toda la historia del hombre desplazamientos de todo
tipo y en las más diversas condiciones. Y, como han investigado numerosos
estudiosos y críticos literarios, el universal tema del viaje ha sido una
constante en la historia de la literatura. Pero viajar no es solamente ver,
observar, actuar y contar sino también conocer y el viaje responde a esa
tendencia innata que caracteriza a los hombres por querer conocerlo todo y
sobretodo lo que está lejos. Tal como afirma Baudelot el viaje es una
aventura del individuo a través de todas las formas de conocimiento del
mundo y, además, de sí mismo, pues es la base de todo saber. Así el
viajero, además del conocimiento, la emoción o incluso el poder, busca su
propia autorrealización[1].
Gracias a esta necesidad tanto material como personal de viajar los
diferentes pueblos entran en contacto y empiezan esta fascinante,
desconocida y, en cierto sentido, peligrosa fase del conocimiento del otro
y de la aceptación o no de este otro como alguien distinto al propio yo:
motivo de establecimiento de lazos pero también de múltiples
enfrentamientos.
El difícilmente definible género de la literatura de viajes[2]
comprende géneros muy heterogéneos, compuestos, como ha analizado con
detalle Cañizo Rueda[3], no solo de descripciones de lugares y gentes sino
también de narraciones, cuentos, leyendas y relatos de sustrato mítico que
lo puntúan de una manera atrayente.
Todos los relatos de viajes son interesantes de analizar como intento
de conocimiento del otro pero nos fijaremos en los numerosísimos viajeros
por España durante el siglo XIX, época influenciada por el romanticismo y
el descubrimiento del exotismo. Mucho se ha estudiado sobre este exotismo
romántico desmesurado: citaremos entre otros los estudios de Aymes,
Farinelli, Gabaudan, Hoffmann, Jourda, Martinenche, Moureau, Morel, Richard
o Saïd. Como han estudiado los autores citados y muchos otros que no
detallaremos aquí, romanticismo y exotismo son todo uno y, en el caso
concreto de los escritores franceses, esta realidad es más que evidente.
Las causas de esta obsesión por el exotismo son variadas: por un lado
debemos hablar de un estado de ánimo general, lo que se ha llamado el "mal
de siècle", un desacuerdo entre el yo y el mundo, que predispone los
ánimos; por otro lado se trata de una moda que se extiende a todos los
aspectos; pero no debemos olvidar tampoco que los acontecimientos
históricos del momento ayudan a esta búsqueda obsesiva del pintoresquismo.
Debemos citar, pues, la campaña de Bonaparte en Egipto, la guerra de la
Independencia en España contra la invasión napoleónica en 1808, la guerra
de independencia griega en 1827-1829 contra los turcos, la ocupación de
Alger por los franceses en 1830 y otros hechos históricos que crean un
clima de desplazamientos, guerras y conquistas que favorecerá el citado
amor por el viaje y por la búsqueda del exotismo; concebido éste en dos
vertientes: viaje en el tiempo (la historia) y viaje en el espacio (el
color local y el exotismo).
En consecuencia, los escritores románticos, hastiados por el mundo que
les rodea y cansados de la civilización que conocen y que consideran
demasiado moderna, homogénea, repetitiva, simple, vacía y viciada, se
lanzan a la aventura, a la búsqueda de lo insólito, de lo diferente, lo
inusitado, lo nuevo. Y sus miradas se dirigen principalmente hacia Oriente:
un Oriente que es en realidad un vasto espacio indeterminado que iría desde
China y otros países orientales, Oriente Próximo, pasando por Europa del
Este, todo el Norte de Africa y los países europeos Mediterráneos bañados
por el mediterráneo, culminando finalmente en España: el punto de unión
entre la Europa civilizada y este amplio e impreciso mundo oriental que
tanto atrae las miradas.
No solo los escritores, sino también los pintores y otros artistas
dirigen sus miradas hacia ese oriente tan prometedor que satisface esa
necesidad de evasión, y ciudades como París se sumergen en un baño de
exotismo casi completo. Citaremos algunos ejemplos: se reconstituye el
templo de Edfou y se le provee de antigüedades egipcias, se coloca al lado
un plano en relieve del valle del Nilo y la reproducción del los trabajos
del istmo de Suez, se quitan los vendajes de algunas momias, se inaugura el
pabellón de China, llegan a la capital malabaristas y saltimbanquis
japoneses, se exponen objetos exóticos acumulados durante los viajes… Y
como dice Gautier:

C'est l'orient à Paris pendant tout l'été. Une mosquée, un
kiosque, un bain, c'est la Turquie toute entière (Le Moniteur
Universel, 25 Abril 1867)

Como comenta la geógrafa Mª del Mar Serrano, hasta el siglo XVIII se
había viajado por motivaciones diversas pero durante el siglo XIX los
viajeros "más que comerciantes atrevidos, más que meros aventureros, eran
literatos". Numerosísimos viajeros de toda índole visitaron España[4], un
país privilegiado que, tal como comenta la citada doctora Serrano, pese a
su cercanía geográfica, "se percibía lejana, remota, exótica y acabó
subyugando al viajero romántico"[5]. Y muchos de ellos eran, como se ha
comentado, conocidos escritores, entre los que se encuentran tres
conocidísimos autores que vieron España condicionados, como todos los
viajeros, por prejuicios personales, sociales y literarios: Gautier, Dumas
y Mérimée. Mucho se ha estudiado sobre los relatos de Viaje por España de
los dos primeros y aún más se ha dicho sobre la universal figura de Carmen;
nuestro estudio no pretende más que observar las interferencias,
correlaciones e influencias entre estos escritores en su visión de los
españoles-as del siglo XIX. Pretendemos así observar la aportación que
estos escritores han realizado en la conformación y perduración de ciertos
mitos o estereotipos y cómo éstos han sido determinantes y pueden aún
influir en el imaginario colectivo para propiciar la gran aventura del
conocimiento del otro. También esperamos ayudar, aunque sea mínimamente, a
profundizar en este conocimiento del otro para favorecer las buenas
relaciones entre los diferentes pueblos Mediterráneos a través de la
comunicación y el diálogo.


2-ESPAÑA Y LOS VIAJEROS FRANCESES

Entre todos los países exóticos al alcance de los viajeros del siglo
XIX, el lugar más próximo y sugerente está nada más pasar la frontera de
los Pirineos. De este modo, tal como comentan muchos críticos de los que
hemos citado a algunos anteriormente, España se convierte en todo un
símbolo de lo oriental y atrae a numerosísimos viajeros, no solo por su
privilegiada y estratégica situación geográfica, diversas causas políticas,
sociales y económicas fundamentales, su gran riqueza histórica, cultural,
artística y literaria, sino también por un factor fundamental: su gran
retraso frente al auge industrial vivido en Europa en aquellos momentos.
Ciertos acontecimientos concretos atrajeron a un mayor número de
viajeros franceses, entre los que se citan: la afluencia de inmigrados
franceses en España, la presencia de Napoleón, la expedición del duque de
Angoulême, la Peste Negra en Cataluña, el cólera en Francia, el expolio de
obras de arte españolas, las consecuentes exposiciones de pintura española
en París (Galería Española del Louvre) o las bodas reales. Los escritores
sabían que el viaje a España era garantía de pintoresquismo y de aventura:
y este último aspecto, el riesgo y peligro intrínseco, aportaba el último
ingrediente necesario para la consecución del cocktail deseado; solo había
que agitarlo y servir…
Así lo explica Paulette Gabaudan en su libro titulado Romanticismo en
Francia:

El viaje a España, para los franceses del siglo XIX, era la gran
aventura por caminos desconocidos, con bandidos acechando en cada
desfiladero, en contraste con la monotonía de la vida burguesa de
París. (Gabaudan, 1800-1850)

Pero a estos aventureros el viaje a España les servía también como
medio para descubrirse y conocerse mejor a sí mismos frente a esos otros
tan distintos y tan exóticos; así lo afirma Martín González:

No hay duda de que fue Francia la nación más interesada en conocer
España por dentro. La curiosidad francesa se cifraba en dos
circunstancias: hallar ciertamente lo que España tuviera de original;
más por contraste deducir la propia originalidad francesa[6].


Los viajeros franceses vienen pues a España cargados con un abultado
equipaje: toda una acumulación de prejuicios influenciados por el
romanticismo y por la literatura en general, estas ideas preconcebidas les
hace verlo todo a través de un lupa deformadora que no les permite a muchos
de ellos profundizar en los españoles y conocerlos de verdad; solo algunos
llegan a sobrepasar los límites entre el viajero en busca de exotismo que
se mantiene expectante y se queda en la corteza de lo que observa o el
verdadero viajero curioso que desea conocer de verdad y relacionarse y se
despoja de sus prejuicios para intentar no solo ver, sino también mirar y
observar.
Como hemos comentado anteriormente, el romanticismo predispone la
mirada y condiciona al viajero, quién busca únicamente lo que quiere ver y
no mira lo que tiene en realidad frente a sí: "la España que ellos ven o
creen conocer es la de una nación exótica y romántica" (Soler, Pascual; El
trabuco romántico). Así la mayoría de viajeros visitan el país buscando
solo las clases más populares y pintorescas, los habitantes más auténticos
según sus premisas, los lugares más salvajes, las costumbres más arcaicas
y, principalmente todo lo que sea oriental, entendido como oriental todo lo
que recuerde el mundo árabe.
Evidentemente, tal como se ha estudiado desde diferentes puntos de
vista, España tenía y tiene muchos rasgos y reminiscencias árabes en
multitud de aspectos: los monumentos, algunas costumbres, el sistema de
regadío, muchas palabras y objetos, rasgos físicos de algunos de sus
habitantes… y estos eran los únicos aspectos que buscaban obsesiva y
repetidamente los viajeros y trascribían en sus relatos de viajes para dar
a conocer a sus lectores. Este baño de exotismo colmaba a todos y ayudó a
fijar definitivamente unos tópicos que aún hoy en día perduran y
condicionan las miradas de extranjeros que la visitan.

3- LOS ESPAÑOLES-AS VISTOS POR LOS VIAJEROS FRANCESES
Como hemos comentado, numerosísimos escritores visitaron la España
del siglo XIX, entablaron relaciones con sus habitantes y nos han dejado
por herencia sus relatos de viaje. Hallamos entre ellos viajeros con
intereses muy diversos: desde estudiosos del arte, arqueólogos, botánicos,
expoliadores, interesados en las ciencias políticas, admiradores del
sistema de regadío, pasando por militares, cónsules, profesores, esposas de
viajeros o mujeres aventureras, pintores, hispanistas, economistas,
políticos hasta llegar, por supuesto, a los escritores. Los relatos de
estos últimos son los que más nos interesan por su riqueza literaria, su
profundización en el conocimiento de los españoles y los estrechos lazos
que algunos de ellos llegaron a establecer con sus pintorescos vecinos tras
meses de contacto. Todo ello, a pesar de los prejuicios con los que los
viajeros franceses se acercaban a ese conocimiento de sus vecinos,
estereotipos que, como hemos comentado, condicionaban sus miradas y sus
acciones.
Nos centraremos pues en tres conocidos escritores franceses que
visitaron España y produjeron cada uno de ellos una obra literaria
diferente pero que nos ayudarán a observar como veían los franceses del
siglo XIX a los españoles, como transmitían esta percepción a sus
contemporáneos a través de la literatura y cómo asentaron unos tópicos que
aún hoy en día, queramos o no, sirven de referente para simbolizar a España
y a los españoles.
Así nos fijaremos en el relato de viajes en lengua francesa más
conocido del siglo, es decir, el Voyage en Espagne de Theóphile Gautier; un
libro que se convertirá en un símbolo de la exótica España y que será -como
comenta Jesús Majada Neila- uno de los más leídos e imitados del
romanticismo. De todas maneras, aunque nos veía a través de sus ojos de
romántico, Gautier traspasó los límites del mero y superfluo pintoresquismo
y ayudó a despejar algunas dudas y a reemplazar, en parte, la imagen
excesivamente estereotipada de nuestro país por otra un poco más real y
profunda. Como explica Marta Giné:

Gautier, al lado de Dumas o Mérimée, entre otros, fue un
enamorado de España y contribuyó con su Voyage en Espagne a
despertar en el público francés el interés por las distintas
manifestaciones de la cultura peninsular (y no los tópicos de
siempre) (Giné, M.; 199: p. 17)


Otro relato que enlaza con el de Gautier es el De Paris à Cadix de
Alexandre Dumas; y se conecta directamente con el anterior porque en parte,
y así lo reconoce y dice abiertamente el propio Dumas –y se le ha criticado
por ello-, es una reescritura del Voyage en Espagne del poeta[7]. Pero solo
en parte, porque, siguiendo con su práctica habitual de escritura
universalmente conocida, Dumas reutiliza una gran cantidad de la
información del relato de su antecesor para crear con ella otra obra
totalmente nueva y original, enriquecida por su toque personal[8]. Así el
relato se convierte en una especie de viaje novelado, medio relato de
viajes, medio novela de aventuras con marcados rasgos teatrales en la que
el propio escritor y sus compañeros de viaje se convierten en
protagonistas. El relato de Dumas fue muy controvertido cuando se publicó
por sus duras afirmaciones de los españoles, pues trata de conocer poco a
estos otros que tiene ante sí, simplemente los utiliza como pretexto,
escenario, pintoresco fondo o decorado al que añade la acción y el diálogo
de los propios viajeros: el resultado es una nueva ramificación dentro del
ya heterogéneo género de la literatura de viajes: el llamado relato de
viajes aventurero o "a lo Dumas"[9]. Sin embargo, a pesar de tratar de
conocer menos profundamente a los españoles nos ofrece interesantes
descripciones y/o visiones de ellos que nos sirven en nuestro estudio.
Para finalizar citaremos a dos personajes literarios universalmente
conocidos y repetidamente estudiados: José y Carmen de la famosa novela
corta de Mérimée que nos servirán para analizar cómo esa observación de la
realidad de los escritores-viajeros se convierte en tópico y deriva en
ficción; pues la creación de estos dos personajes tan reales tiene su
origen tanto en la observación directa de los españoles por parte de
Mérimée como un reflejo de los tópicos fijados por la literatura y por
algunos relatos de viajes de la época como los de Gautier y Dumas.

3.1- Los españoles
Gautier, como buen romántico, busca obsesivamente el exotismo y el
orientalismo y ve a los españoles con una lente deformadora y selectiva,
observando en ellos únicamente los aspectos que le interesan. La búsqueda
de pintoresquismo es tan exagerada que cuando el poeta describe a los
españoles se fija únicamente en su aspecto externo, obviando las
particularidades y los nombres propios. En esta búsqueda de la exótica
impersonalidad, Gautier llega hasta extremos insospechados y hallamos
descripciones de españoles en su Voyage en Espagne en las que se omiten
totalmente los rostros: son como una especie de modelos estáticos y
exóticos que colorean el relato y colman todas las expectativas de
pintoresquismo. Pongamos como ejemplos las descripciones del zagal o de los
vendedores de agua:

Le zagal est une espère e coureur(…)le costume est charmant
d'une élégance et d'une légèreté extrêmes ; il porte un
chapeau(….), des culottes, constellées de boutons de filigrane,
et pour chaussures(..)ajoutez à cela une ceinture rouge et une
cravate bariolée, et vous aurez une tournure tout à fait
caractéristique (Gautier : 1981, p. 45)


Ces marchands d'eau sont ordinairement de jeunes muchachos
galiciens en veste couleur de tabac, avec des culottes courtes,
des guêtres noires et un chapeau pointu ; il y aussi quelques
valencianos avec leurs grègues de toile blanche, leur pièce
d'étoffe posée sur l'épaule, leurs jambes bronzées et leurs
alpargatas brodées de bleu (Gautier: 1981 : p. 247)

Como se observa en las citas anteriores, lo que interesa al viajero
son las vestiduras y los ornamentos; es como visitar un museo figuras de
cera sin rostro, descritas, en su mayoría, a partir de modelos presentados
de frente.
Solo hallaremos en el relato de Gautier precisiones sobre el físico en
casos concretos, como por ejemplo, los adorados toreros, que despiertan la
fascinación de todos los viajeros por su valentía y coraje; sin embargo,
también en estas descripciones hace hincapié el escritor en los detalles de
las vestimentas:


Les picadores(…)une veste courte(…)chargée de broderies d'or ou
d'argent, de paillettes, de passequilles, de franges, de boutons
de filigrane et d'agréments de toues sortes, où l'étoffe
disparaît complètement sous un fourmillis lumineux de
phosphorescent d'arabesques entrelacées(…)des chulos(…)avec des
culottes courtes de satin, vertes, bleues et roses, brodées
d'argent (Gautier : 1981, p. 111)


Destacaremos igualmente la curiosa e hiperbólica descripción de un
cura español del cual Gautier destaca hiperbólicamente el sombrero como
símbolo de superioridad:

(…)et pour couronner le tout un immense, un prodigieux, un
phénoménal, un hyperbolique et titanique chapeau dont aucune
épithète, pour boursouflée et gigantesque qu'elle soit, ne peut
donne même une légère idée approximative. Ce chapeau a pour le
moins trois pieds de long ; les bords sont roulés en dessus et
font devant et derrière la tête une espèce de toit horizontal.
Il est difficile d'inventer une forme plus baroque et plus
fantastique (Gautier : 1981, p. 52)

En general, Gautier siente preferencia por la descripción de
españoles de las clases sociales bajas, debido a que considera que los
grupos menos privilegiados están más cerca de las raíces de los pueblos
porque se alejan mayormente de la civilización occidental y conectan con un
estado más primitivo del ser humano, más natural y auténtico, cercanos a
civilizaciones menos europeizadas como la africana:

(…)mais le peuple ne suit heureusement pas les modes de Paris
(Gautier : 1981, p. 260)

(…)leur bouche, fortement colorée, rappelle l'épanouissement des
bouches africaines (Gautier : 1981, p. 295)

Estas preferencias favorecidas por el romanticismo serán retomadas
posteriormente por Mérimée para la creación de sus protagonistas de Carmen.
En cuanto a Dumas, nos hallamos frente a una percepción del español
totalmente opuesta: al escritor le interesan los individuos concretos, con
nombres y apellidos, aquellos que ha conocido personalmente, de los cuales
el escritor destaca el pintoresquismo pero también sus particularidades
individuales, sus gestos, su mirada y sus acciones. El escritor es mucho
más negativo en sus críticas a los españoles en general, que tacha de
perezosos, poco trabajadores y festeros pero también admira en algunos de
ellos su valentía, su orgullo, su gracia natural y la gran importancia que
dan al amor.
Dumas describe más hombres que mujeres españoles, pero con nombres y
apellidos y características particulares. El escritor describe en su relato
igualmente los pintorescos atuendos de los españoles pero dando menos
importancia que Gautier u otros viajeros a los detalles. Le interesan
porque adornan su relato y le sirven de decorado exótico para enmarcar su
representación teatral. Y, en efecto, el relato está inundado de referentes
teatrales, de manera que en ocasiones adopta más la forma de una pieza
teatral que la de un relato de viajes. Esta particularidad de la escritura
del autor influye en la presentación de los españoles que aparecen,
normalmente, descritos en movimiento, como actuando en la escena
ofreciendo, así: un tipo de descripciones totalmente opuestas a las de
Gautier, en las que se da más importancia al rostro y a la gestualidad que
a la vestimenta:

(…)un jeune garçon de quatorze ou quinze ans, debout et appuyé
contre la muraille, sifflotait un air avec des modulations
étranges qui appartenait bien plus au serpent qu'à
l'homme(…)Figurez-vous un être maladif, aux joues creuses, aux
yeux cerclés de bistre, aux pommettes saillantes : joignez à
cela un regard presque éteint, sur lequel un chapeau andalou
jetait l'ombre de ses larges bords(…)il était adossé, comme je
vous l'ai dit, à la muraille, les deux mains enfoncées dans les
poches de son pantalon, une de ses deux mains enfoncées dans les
poches de son pantalon, une de ses deux jambes croissant
l'autre(…)son visage, terne et mat comme le vieil ivoire(...)
(Dumas, 1989 : p. 210-211)

Como se observa en la cita anterior, Dumas ofrece numerosísimos
detalles sobre las posición de los "actores" en la escena y sus gestos,
intercambios de miradas o movimientos.
Sin embargo, en ocasiones el escritor se deja influenciar igualmente
por el romanticismo y nos ofrece descripciones de españoles totalmente
subjetivas y deformadas, como él mismo afirma, al estilo de a los cuentos
de Hofmann:

(…)le mosso apparut. Il était vêtu d'un petit habit tabac
d'Espagne et d'une culotte jaune ; il portait sur sa tête des
cheveux d'un blanc verdoyant(…)en outre, ridé comme une orange
d'un an, et tremblant sur ses jambes comme s'il marchait sur
deux roseaux. D'âge, il était impossible d'en appliquer Aucun à
cette figure dont Hoffmann eût certes fait, si elle lui était
apparue, un des ses personnages les plus fantastiques (Dumas,
1989, p. 171) 

Dumas, a pesar de ser bastante crítico con sus vecinos y tacharlos de
perezosos[10], poco trabajadores[11] y festeros[12], se siente fascinado
por su valentía[13], su orgullo[14], su gracia natural[15] y la importancia
que dan al amor[16]. Si observamos los rasgos citados podremos observar que
la mayoría de ellos los hallaremos en las particularidades que definen el
carácter del personaje de José en Carmen.
En efecto, Mérimée nos presenta a su principal personaje masculino,
fruto de su imaginación pero basado en su observación de los españoles y
que tiene, como hemos comentado, características físicas y psicológicas
comunes a las descripciones de los relatos de Gautier y Dumas. José, al
principio de la historia, es presentado como un auténtico bandolero[17]: un
hombre peligroso, misterioso, valiente, desafiante y orgulloso; todas las
cualidades que los viajeros elogiaban de los españoles. Representa pues el
prototipo de español romántico, un tipo que atrae por el misterio y el
peligro que lo envuelve:


C'était un jeune gaillard de taille moyenne, mais d'apparence
robuste, au regard sombre et fier. Son teint(…)plus foncés que
ses cheveux(…)sans me répondre il me toisa de la tête aux
pieds;puis comme satisfait de son examen, il considéra de la
même attention mon guide (Mérimée, 1965, p. 93-94)
(..)Il se mit à contempler le feu qui s'éteignait, avec une
singulière expression de tristesse(…)sa figure , a la fois noble
et farouche, me rappelait le Satan de Milton (Mérimée, 1965, p.
96)


Al principio del relato diríamos que José es peligroso, inmutable y
difícilmente influenciable; sin embargo, a medida que avanza la acción,
Mérimée pone en escena el único elemento que podía perturbar e incluso
enloquecer al frío y calculador bandido: la astuta, malvada y seductora
Carmen. Como veremos en el capítulo siguiente, la mujer española presentada
por Mérimée en Carmen aparece como una ráfaga de aire que mueve y destruye
todo lo que encuentra por su camino y es presentada por Mérimée como muy
superior al del mejor de los hombres, ya que consigue dominar y convertir
en esclavo incluso al más fiero y temido de los bandoleros. Carmen hereda
todos los tópicos de la mujer fatal que Dumas recupera en parte en su De
Paris à Cadix y también todo el exotismo y pintoresquismo externos de las
españolas descritas por Gautier en su Voyage en Espagne.

3.2- Las españolas
Pasemos a observar las descripciones estrella de los relatos
analizados: las mujeres españolas.
Gautier, en su busca constante de exotismo y pintoresquismo halla en
la mujer española el colmo de todas sus expectativas. Sin embargo, igual
que con los hombres, no describe prácticamente a ninguna mujer concreta,
sino que busca hallar entre los rasgos de unas y otras el modelo buscado.
Así pues las descripciones del relato aparecen incompletas si se observan
individualmente.
Hallamos pues descripciones parciales y fragmentadas en las que solo
aparecen descritos algunos rasgos aislados del rostro femenino
(principalmente los ojos y la boca), o se privilegian otros aspectos como
los cabellos negros o los diminutos pies. Si unimos y encajamos todas estas
descripciones conseguiremos reconstruir el modelo de la mujer española que
Gautier y muchos viajeros buscaban. Algunas descripciones del autor se
completan lo suficientemente para darnos ese ideal de belleza que el autor
admira, incluso mucho antes de observar con sus propios ojos, y que encarna
en realidad la mujer andaluza:

La Malagueña se distingue par la pâleur dorée de son teint uni,
où la joue n'est pas plus colorée que le front, l'ovale allongée
de son visage, le vif incarnat de sa bouche, la finesse de son
nez et l'éclat de ses yeux arabes, qu'on pourrait croire teints
de henné, tant les paupières en sont déliées et prolongées vers
les tempes(…)elles ont un ait sérieux et passionné qui sent tout
à fait son Orient(…)(Gautier : 1981 ; p. 336)

El orientalismo es el aspecto que prima en las descripciones del
poeta, quién descubre en España a un tipo de mujeres que le fascinan, no
por su belleza, sino porque ofrecen ese orientalismo, esas reminiscencias
árabes en sus rasgos y ese alejamiento de la detestada civilización
occidental que tanto ansía hallar; se trata de las gitanas:

Les gitanes(…)j'en ai vu peu de jolies, bien que leurs figures
fussent remarquables de type et de caractère. Leur teint basané
fait ressortir la limpidité de leurs yeux orientaux dont
l'ardeur est tempérée par je ne sais quelle tristesse
mystérieuse comme le souvenir d'une patrie absente et d'une
grandeur déchue. Leur bouche, un peu épaisse, fortement colorée,
rappelle l'épanouissement des bouches africaines ; la petitesse
du front, la forme busquée du nez, accusent leur origine commune
avec les tziganes de Valachie et de Bohême(..)presque toutes ont
dans leur port une telle franchise d'allure(…)que malgré leur
misère, elles semblent avoir la conscience de l'antiquité de
leur race vierge de tout mélange, car les bohémiens ne se
marient qu'entre eux (Gautier : 1981 ; p. 295)

Esta autenticidad que tanto admira Gautier en las gitanas es sin
embargo percibida peyorativamente por Dumas, quien ve en estas mujeres la
pobreza, la suciedad, el indecoro e, incluso, el mal gusto:

Les deux filles(…)elles avaient l'air misérable(…)ces yeux
étaient beaux, mais si voisins de cheveux mal peignés, qu'on
oubliait la beauté des uns pour ne voir que la sale et
attristante coquetterie des autres(…) de grandes
marguerites(…)se mouraient au milieu de ces oripeaux
fanés(…)nous avions demandé des Bohémiens, nous en
avions(…)(Dumas, 1989 : p. 211) 

Dumas es, en este aspecto, menos romántico y no aprecia como Gautier
la sencillez, la autenticidad, el alejamiento de la civilización y, en
definitiva, al pueblo gitano. El escritor busca el exotismo pero con
condiciones, solo acompañado de limpieza, belleza y, según sus premisas,
decoro y buen gusto occidental. En realidad lo que busca es una especie de
modelo de exotismo pero civilizado y occidentalizado.
Otro aspecto que disgusta a Dumas es esa tradición de la mujer fatal
que observa en todas las mujeres, pues el escritor considera a las mujeres
como enemigas del hombre, que lo seducen y le impiden actuar con libertad:
de hecho, como es bien sabido, en todas sus novelas de aventuras la mujer
es excluida de los privilegiados momentos de amistad y buena mesa. Como
veremos esta tradicional idea de la maldad innata femenina será retomada
por Mérimée en su creación de Carmen.
Sin embargo, cuando ve a las españolas bailando, Dumas olvida todos
estos prejuicios y se deja embelesar por las bellas y sensuales mujeres
andaluzas, cae así en las redes del encantamiento femenino que tanto había
criticado y evitado:

(…)trois créatures(…)des anges(…)des démons(…)on les nomme
Anita, Pietra et Carmen(…)ce sont des yeux et des pieds comme je
n'ai vu nulle part(…)Quant aux yeux il faut les voir(…)les
étoiles sont pâles, les escarboucles sont ternes auprès de ces
yeux-là .( Dumas, 1989 , p. 382)

Al final del relato, el aventurero se deja seducir por estas
españolas actuando, bailando, a las que da en su relato, como a los
hombres, una identidad y un nombre.
Y Carmen es una fusión entre todas estas percepciones de la española
y muchas otras, este emblemático personaje tan hábilmente creado por
Mérimée, reagrupa en sí todos los tópicos e imágenes que muestran los
viajeros en sus relatos. Así Camen es andaluza y gitana, pero también muy
bella, exótica y pintoresca.
Mérimée aporta una identidad a esos exóticos rostros sin nombre
descritos por Gautier (ojos y pelo negros, labios rojos, piel cobriza,
mantilla, abanico, castañuelas, vestimenta pobre y simple…) añadiéndoles,
además, los rasgos seductores y peligrosos de las españolas destacados y
criticados por Dumas. Pero es un personaje que destaca principalmente por
su mirada, una mirada penetrante que además de arma de seducción le sirve
para dar órdenes y dominar:

Carmen me reconnut et nous échangeâmes un regard. Je ne sais
pas, en ce moment, j'aurais voulu être à cent pieds sous terre
[…] Carmen en passant me regarda encore avec les yeux que vous
savez (Mérimée, 1965 ; p. 212).


La mirada del diabólico personaje es el aspecto más destacado de su
persona e, incluso tras su muerte, la gitana continua dominando a José con
su penetrante ojo negro abierto: "Je crois voir encore son grand oeil noir
me regarder fixement" (Mérimée, 1965 ; p. 165).
Pero Carmen es esto y mucho más, es un personaje psicológicamente muy
complejo y ejerce un poder extraordinario sobre los que la rodean,
utilizándolo según su propia conveniencia. La mujer domina a los que la
rodean y es peligrosamente encantadora, contradictoria y antinómica: de
naturaleza salvaje, instintiva, casi animal, pero al mismo tiempo dulce,
alegre, aparentemente inocente e inofensiva.
Carmen representa pues la imagen que Mérimée se hace de la mujer
española del siglo XIX y responde a la observación del escritor, a la
propia biblioteca del viajero en la que los relatos de Gautier y Dumas
ocupan un puesto privilegiado, y a una percepción, a un modo de
representación personal de los gitanos; pero esta percepción ha sido
enriquecida, modificada, deformada y admirablemente transformada por el
escritor bajo el pretexto de la ficción. Su gran creación, el complejo
personaje de Carmen, es en la actualidad, queramos o no, un referente
obligatorio para todo extranjero que piense en la mujer española; pues es
un personaje universal, que encarna la mujer fatal, estereotipo
omnipresente en la historia de la literatura, que se remonta a la Biblia
(María Magdalena) y que sigue de rabiosa actualidad en nuestros días tanto
literaria, como musical y cinematográfica.

4- CONCLUSIONES

Los relatos de viajes, fruto del instinto viajero inherente a ser
humano, son de gran valor documental y personal para el conocimiento entre
pueblos. Y un espacio de estudio interesante es el de la gran afluencia de
viajeros franceses –muchos de ellos conocidos escritores- que visitaron
España y hablaron de ella y de sus habitantes en sus relatos de viajes.
Dichos relatos no son, como se ha comentado, excesivamente objetivos, pues
prima en ellos la subjetividad del viajero, influenciado por la realidad
social del momento y por el movimiento romántico que impulsaba el exotismo
y la negación de la civilización.

La imagen del español y de la española del siglo XIX que nos ofrecen
los viajes por España de Gautier y Dumas y Carmen de Mérimée, como comentan
numerosos críticos -algunos citados en nuestro análisis-, es fruto de unos
prejuicios y estereotipos que, influenciados por el romanticismo, adquieren
más valor y que los propios escritores-viajeros contribuyen a modificar,
ampliar y fijar. Sin embargo no todo son tópicos, en las descripciones
analizadas podemos hallar caracteres y tipos, aspectos y detalles que son
verídicos y comprobables y que incluso hoy en día podemos observar.
Evidentemente cada autor, según sus premisas o influencias, preferencias y
particularidades, propone su propia versión, su propia imagen conceptual
del otro. Nuestra labor ha consistido pues en ir observando las diferentes
percepciones del español y de la española para tratar de comprender así, a
los hombres y mujeres que nos precedieron y, en última instancia
comprendernos a nosotros mismos, que somos el resultado de todas estas
culturas, historias, tradiciones, ideas, modos de vida y de pensamiento
anteriores a nosotros.

No hemos aportado pues más que una pieza más del complicado puzzle que
serviría para comprender las complejidades de la Europa del Mediterráneo y,
más concretamente, de la España de ayer y hoy; pero sí hemos podido
comprobar que ciertos tópicos de los españoles, que ciertos modos de ser
observados desde Europa tienen buena parte de sus orígenes en el siglo XIX
y en el romanticismo, y que los relatos de ciertos viajeros que nos
visitaron, como por ejemplo Gautier, Mérimée y Dumas, tuvieron mucho que
ver en la manera como éramos y somos percibidos por esos otros porque
afianzan algunos estereotipos. Con el tiempo, el conocimiento entre los
pueblos se incrementa, algunos de estos tópicos se transforman o
desaparecen, pero muchos otros permanecen y ayudan, en parte, a mantener la
diversidad dentro de la unificación.



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[1] Baudelot de Dairrval, Charles César: Mémoire de quelques observations
générales qu'on peut faire pour ne pas voyager inutilement. Bruxelles: Jean
Léonard, 1988, PP. 41-50.
[2] Ha habido muchos intentos de definición, como la de Farinelli pero
todos los estudiosos coïnciden que es un género de límites inestables, que
contiene relatos con características comunes pero muy variados e
interdisciplinares. De ahí su riqueza y su complejidad.
[3] Cañizo Rueda
[4] Cf. , García Romeral Pérez, Carlos: Bio-bibliografía de viajeros por
España y Portugal (siglo XIX) o Majada Neila, Jesús: Viajeros extranjeros
por España. Siglo XIX. (ver Bibliografía)
[5] Serrano, Mª del Mar: Viajes y viajeros por la España del siglo XIX in
Cuadernos críticos de geografía humana; 1993: Univ. De Barcelona: Año XVII,
Número: 98. http: //www.ub.es/geocrit/geo98.htm

[6] Martín González, J.J.: "Presentación" de Pardo, A.: La visión del arte
español en los viajeros fraceses del siglo XIX ; Valladolid: pub. De la
Univ. De Valladolid, 1989. pp.9-12
[7] Cf. Cantera Ortiz de Urbina, Jesús : Del Vpyage en ESpagne de Teófilo
Gautier al De París a cádiz de Alejandro Dumas padre in revista de
filología francesa 3; Madrid: Universidad Complutense, 1993 (pp. 75-85)
[8] Cf. Schopp, Claude: Alexandre Dumas, le génie de la vie; Paris :
Mazarine, 1985.
[9] Cf. Schopp, Claude: Alexandre Dumas, le génie de la vie; Paris :
Mazarine, 1985.
[10] Dumas, 1989, p. 237
[11] Dumas, 1989, p. 201, 144
[12] Dumas, 1989, p. 147
[13] Dumas, 1989, p. 416
[14] Dumas, 1989, p. 360
[15] Dumas, 1989, p. 250
[16] Dumas, 1989, p. 376
[17] Cf. El trabuco español
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