Los espacios físicos de representatividad de las comunidades extranjeras en España: un estado de la cuestión / \'Making the Community Visible\': Physical Spaces of Representation of Foreign Communities in Spain

September 12, 2017 | Autor: Óscar Recio Morales | Categoría: European History, Modern History, Immigration Studies, Foreigners Modern Period
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Descripción

Cubierta Corporación:Cubierta Corporación 24/11/14 16:47 Página 1

2. La Capilla Real de los Austrias. Música y ritual de Corte en la Europa Moderna Ed. de J. J. Carreras y B. J. García García Madrid, 2001. 517 págs. ISBN 84-87369-17-0 3. Familia, religión y negocio. El sefardismo en las relaciones entre el mundo hispánico y los Países Bajos en la Edad Moderna Ed. de J. Contreras, B. J. García García e I. Pulido Madrid, 2002. 461 págs. ISBN 84-87369-25-1 4. La Monarquía de las Naciones. Patria, nación y naturaleza en la Monarquía de España Ed. de A. Álvarez-Ossorio y B. J. García García Madrid, 2004. 831 págs. ISBN 84-87-369-31-6 5. El arte en la corte de los Reyes Católicos. Rutas artísticas a principios de la Edad Moderna Ed. de F. Checa y B. J. García García Madrid, 2005. 480 págs. ISBN: 84-87369-35-9 6. Banca, crédito y capital. La Monarquía Hispánica y los antiguos Países Bajos (1505-1700) Ed. de C. Sanz Ayán y B. J. García García Madrid, 2006. 535 págs. ISBN: 84-87369-40-5 7. La Pérdida de Europa. La guerra de Sucesión por la Monarquía de España Ed. de A. Álvarez-Ossorio, B. J. García García y V. León Madrid, 2007. 929 págs. ISBN: 84-87369-47-6 8. El Legado de Borgoña. Fiesta y ceremonia cortesana en la Europa de los Austrias (1454-1648) Ed. de K. De Jonge, B. J. García García y A. Esteban Estríngana Madrid, 2010. 712 págs. ISBN: 84-92820-24-5 9. Los Triunfos de Aracne. Tapices flamencos de los Austrias en el Renacimiento Ed. de F. Checa Cremades y B. J. García García Madrid, 2011. 480 págs. ISBN: 978-84-87369-68-1 10. Felix Austria. Lazos familiares, cultura política y mecenazgo artístico entre las cortes de los Habsburgo Ed. de B. J. García García Madrid, 2014 ISBN: 978-84-87369-74-2

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as corporaciones de nación (hospitales, capillas, iglesias, cofradías, colegios y otras fundaciones) desempeñaron diversas formas de sociabilidad y beneficencia, prácticas devocionales, y rituales festivos entre los miembros de una determinada comunidad de naturales, reforzando los vínculos de paisanaje con sus lugares y tradiciones de origen y proyectando la representación de su propia identidad nacional. Esto se aprecia sobre todo en espacios de poder como la corte de la Monarquía Hispánica, asentada de manera definitiva en Madrid en tiempos de Felipe III, quien apoyando bajo su patronazgo a muchas de estas corporaciones quería mostrar el carácter cosmopolita y plurinacional de sus dominios.

Este volumen está dedicado al estudio de esos procesos dinámicos y sus fundamentos identitarios en el ámbito de la Monarquía Hispánica entre 1580 (tras la incorporación de la Corona portuguesa) y 1750, teniendo en cuenta la evolución de este tipo de instituciones con el cambio dinástico. Sobre la corte madrileña, se ofrece un panorama general de su evolución y se analiza el caso de algunas iglesias y hospitales amparados bajo el patronato regio que fueron creados por iniciativa de los Consejos y por miembros de las propias comunidades de nación (portugueses, flamencos, franceses, navarros y vascos…). A continuación, se aborda la presencia de las naciones vinculadas a la Monarquía en un excepcional espacio confesional y de representación como era Roma, el impacto de los colegios irlandeses e ingleses, o la presencia de naturales indianos en la Universidad de Alcalá. El libro se completa con un apartado dedicado a las corporaciones nacionales en grandes capitales mercantiles como Sevilla, Cádiz, Lisboa o Nápoles. Como sucede con la propia Fundación Carlos de Amberes (desde 1594), se trata de instituciones que aún perviven en muchas ciudades y que conservan un interesante patrimonio histórico-artístico. Los trabajos aquí reunidos dan muestra del interés y las posibilidades que ofrece su estudio.

FUNDACIÓN CARLOS DE AMBERES

1. El Imperio de Carlos V. Procesos de agregación y conflictos Dir. por B. J. García García Madrid, 2000. 368 págs. ISBN 84-87369-14-6

LAS CORPORACIONES DE NACIÓN EN LA MONARQUÍA HISPÁNICA (1580-1750)

Serie FLANDRIA

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Serie LEO BELGICUS

LAS CORPORACIONES DE NACIÓN EN LA MONARQUÍA HISPÁNICA (1580-1750) Identidad, patronazgo y redes de sociabilidad

1. El arte de la prudencia La Tregua de los Doce Años en la Europa de los pacificadores Dir. por B. J. García García Madrid, 2012. 509 págs. ISBN 84-87369-73-5 2. Las corporaciones de nación en la Monarquía Hispánica (1580-1750). Identidad, patronazgo y redes de sociabilidad Ed. de B. J. García García y O. Recio Morales Madrid, 2014. 490 págs. ISBN 978-84-87369-77-3

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Serie LEO BELGICUS, 2

LAS CORPORACIONES DE NACIÓN EN LA MONARQUÍA HISPÁNICA (1580-1750) Identidad, patronazgo y redes de sociabilidad

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LAS CORPORACIONES DE NACIÓN EN LA MONARQUÍA HISPÁNICA (1580-1750) Identidad, patronazgo y redes de sociabilidad

Edición a cargo de Bernardo J. García García Óscar Recio Morales

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La Fundación Carlos de Amberes es una institución privada sin ánimo de lucro, inscrita en el Ministerio de Cultura con el número 109, que promueve programas y actividades en las áreas humanísticas y científicas, además de exposiciones, conciertos, conferencias y seminarios. Recibe aportaciones de sus amigos y benefactores y de la Fundación Ramón Areces. Este volumen es resultado de la colaboración de los siguientes proyectos de investigación: Proyecto coordinado UCM-UAH-FCA: «Gestión del poder, patronazgo cortesano y capital financiero en la Monarquía Hispánica (1580-1715)». Ministerio de Ciencia e Innovación, HAR2009-12963-C03 Proyecto adscrito al CSIC: «Proyección política y social de la comunidad irlandesa en la Monarquía Hispánica y en la América colonial de la Edad Moderna (siglos xvi-xviii)». Ministerio de Ciencia e Innovación, HARD200911339-HIST

Proyecto coordinado UCM-UAH-FCA: «Élites y agentes en la Monarquía Hispánica. Formas de articulación política, negociación y patronazgo (1506-1725)». Ministerio de Economía y Competitividad, HAR2012-39016-C04 Proyecto coordinado adscrito a la UCM: «Los extranjeros y las reformas en la España borbónica. Actitudes y respuestas de las naciones a las reformas carolinas desde una perspectiva comparada (1759-1793)». Ministerio de Economía y Competitividad, HAR2012-36884-C02-02 Proyecto adscrito a la National University of Ireland Maynooth: «The Irish in Europe Project». The Ireland Fund de France-Irish Higher Education Council. http://www.irishineurope.com/ Ha sido financiado con aportaciones de estos proyectos y de una ayuda del: Programa de Acciones Complementarias. Ministerio de Economía y Competitividad, HAR2011-14279-E (HIST)

Cubierta: Francisco Rizi, estudio para la decoración de la cúpula de la Iglesia de San Antonio de los Portugueses, dibujo a la aguada, h. 1662. Museo Nacional del Prado, Inv. D06384. © de los textos: sus autores, 2014 © de las traducciones: sus autores, 2014 © de la edición: Fundación Carlos de Amberes, 2014 www.fcamberes.org ISBN: 978-84-87369-77-3 Depósito legal: M-32819-2014 Preimpresión y edición: Ediciones Doce Calles S.L.

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ÍNDICE PRESENTACIÓN . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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B. J. García García

Los espacios físicos de representatividad de las comunidades extranjeras en España. Un estado de la cuestión . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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Óscar Recio Morales

I. CORPORACIONES DE NACIÓN EN LA CORTE. PATRONAZGO REAL, ADMINISTRACIÓN PÚBLICA Y REDES DE PAISANAJE

El Consejo de Portugal y las élites financieras portuguesas en la corte de la Monarquía Hispánica. Finanzas y tesoreros de la hermandad, hospital e iglesia de San Antonio de los Portugueses . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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Juan Ignacio Pulido Serrano

La Real Diputación de San Andrés de los Flamencos. Formas de patronazgo e identidad en el siglo XVII . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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B. J. García García

El Real Hospital de San Luis de los Franceses (1613-1700). Inmigración, beneficencia y redes sociales francesas en el Madrid de los Austrias . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

109

Carlos Infantes Buil

Los navarros en la corte. La Real Congregación de San Fermín (1683-1763) . . . . .

141

José María Imízcoz Beunza

Vizcaínos, guipuzcoanos y alaveses en la Congregación de San Ignacio. Dinámicas, redes y carreras de los vascos en la corte de Felipe V. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

213

Rafael Guerrero Elecalde

II. IDENTIDADES CONFESIONALES Y COLEGIOS NACIONALES El mecenazgo artístico en las iglesias de las naciones de la Monarquía española en Roma en los siglos XVI-XVII. Estado actual de los estudios . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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Alessandra Anselmi

Identidad y patronazgo de la nación napolitana en Roma. La Archicofradía del Espíritu Santo entre los siglos XVI y XVIII . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Piero Ventura

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(1580-1750)

Entre castigo y asimilación. Los irlandeses y la Inquisición española (1580-1750) . .

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Thomas O’Connor

La «artillería que ha dado una andanada de gran efecto». Los colegios ingleses en España y su impacto en las Islas Británicas en las primeras décadas del siglo XVII . . .

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Adam Marks

Colegiales de origen americano en la Universidad de Alcalá (siglos XVI-XIX). Un viaje «corporativo» en busca de saber, grado y oficio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

323

Manuel Casado Arboniés

III. CORPORACIONES NACIONALES EN LAS CAPITALES MERCANTILES: FORMAS DE REPRESENTACIÓN, IDENTIDADES DEVOCIONALES Y FIESTAS PÚBLICAS Las corporaciones de nación en la Sevilla moderna: fundaciones, redes asistenciales y formas de sociabilidad. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

347

Jaime García Bernal y Mercedes Gamero

El concepto de ciudadanía y la idea de nación según la comunidad flamenca de la Monarquía Hispánica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

389

Ana Crespo Solana

Representación de las naciones en las Entradas reales de Lisboa (1581 y 1619) . . . . .

413

Laura Fernández-González

Espacios y ceremonias de representación de las corporaciones nacionales en la Nápoles española. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

451

Ida Mauro

Lista de mapas, gráficos, tablas e ilustraciones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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LOS ESPACIOS FÍSICOS DE REPRESENTATIVIDAD DE LAS COMUNIDADES EXTRANJERAS EN ESPAÑA Un estado de la cuestión Óscar Recio Morales1

INTRODUCCIÓN A pesar de la importancia de los individuos y comunidades de origen extranjero para la operatividad de una monarquía tan extensa y dispersa como la española, los estudios en torno a la «Monarquía de las naciones» son relativamente recientes2. Estos estudios están llamando la atención sobre aspectos muy distintos en esta relación. Sus líneas de investigación principales tienen que ver con la integración y adaptación de las élites extrapeninsulares al ideal typus nobiliario hispano, con su masiva entrada en las órdenes militares y la obtención de títulos en España3; con la importancia de los extranjeros como «agentes del rey», quien se convirtió en su principal valedor y permitió su presencia en ámbitos profesionales tan relevantes como las finanzas4, la alta 1 Esta contribución ha sido posible gracias al proyecto MEC-Fondo Social Europeo «Ramón y Cajal 2008-2013» adscrito al Departamento de Historia Moderna de la Universidad Complutense y al proyecto MICINN «Proyección política y social de la comunidad irlandesa en la Monarquía hispánica y en la América colonial de la Edad Moderna (siglos XVI-XVIII)», ref. HAR2009-11339 (subprograma HIST). 2 El término «Monarquía de las naciones» dio título a una obra colectiva de gran importancia sobre el tema, fruto del IV Seminario Internacional de Historia celebrado en la Fundación Carlos de Amberes y la Universidad Autónoma de Madrid: A. ÁLVAREZ-OSSORIO y B. J. GARCÍA GARCÍA (eds.), La Monarquía de las naciones. Patria, nación y naturaleza en la Monarquía de España, Madrid, Fundación Carlos de Amberes, 2004. Sobre las posibles causas de este retraso en su estudio, ver Ó. RECIO MORALES, «Los extranjeros y la historiografía modernista», en RECIO MORALES y T. GLESENER (eds.), Los Extranjeros y la Nación en España y la América española, en Cuadernos de Historia Moderna, Anejos, X (2011), pp. 33-51. 3 B. YUN CASALILLA (dir.), Las Redes del Imperio. Élites sociales en la articulación de la Monarquía hispánica, 1492-1714, Madrid, Marcial Pons, 2009. 4 Para los siglos XVI y XVII las redes genovesas, las portuguesas de origen judío y las holandesas son las que cuentan con mejores estudios. Sobre las primeras me remito a los estudios y a la bibliografía recogidos recientemente en M. HERRERO SÁNCHEZ y otros (eds.), Génova y la Monarquía Hispánica (15281713), Génova, Atti della Società Ligure di Storia Patria, 2011, 2 vols. Sobre las redes portuguesas a los

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(1580-1750)

administración5 y el ejército6; también se han empezado a estudiar aspectos menos conocidos de las importantes colonias de comerciantes extranjeros en España, más allá de su estricta actividad profesional, relacionados con temas de identidad, mecanismos de integración y ascenso social en las comunidades locales, así como su papel como productores y consumidores de libros y de cultura en general7; finalmente, la larga tradición de estudios jurídicos relacionados con la posición legal de los extranjeros en España y el peculiar fuero de «extranjería» hispano —uno de los temas mejor conocidos, dadas sus implicaciones teórico-prácticas y su peso en el ámbito del derecho— ha sido objeto de revisión. En una monografía de gran influencia, T. Herzog ha destacado la capacidad integradora hacia los extranjeros por parte de las comunidades locales, a través de su reconocimiento como vecinos y no sólo en función de los requerimientos formales administrativos, foco principal de atención de la rica producción legalista8. Todos estos estudios están sirviendo para poner de relevancia la capacidad de atracción y de servicio de miles de extranjeros en España y sus colonias y están ayudando a reequilibrar la imagen tradicional de una monarquía permanentemente hostil a los flujos migratorios intraeuropeos y radicalmente excluyente de las minorías

clásicos estudios de J.C. BOYAJIAN, Portuguese bankers at the Court of Spain, 1626-1650, New Brunswick, Rutgers University Press, 1983; N. BROENS, Monarquía y capital mercantil. Felipe IV y las redes comerciales portuguesas (1627-1635), Madrid, Universidad Autónoma, 1989; y M. SCHREIBER, Marranen in Madrid, 1600-1700, Stuttgart, Franz Steiner, 1994. Sobre las redes holandesas, véanse los trabajos de C.SANZ AYÁN, «Asentistas holandeses en las finanzas de la Monarquía hispánica (1680-1715)», Diálogos hispánicos de Ámsterdam, 16 (1995), pp. 139-156, y C. SANZ AYÁN, «Negociadores y capitales holandeses en los sistemas de abastecimiento de pertrechos navales de la Monarquía Hispánica durante el siglo XVII», Hispania, 52, 182 (1992), pp. 915-945. Para el siglo XVIII la comunidad francesa es la que acapara un mayor número de estudios. Sobre sus redes financieras véanse los estudios de G. PÉREZ SARRIÓN, «Intereses financieros y nacionalismo. La pugna entre mercaderes banqueros españoles y franceses en Madrid, 1766-1796», Cuadernos de Historia Moderna, Anejos, VII (2008), pp. 31-72, y G. PÉREZ SARRIÓN, «Los franceses y la crisis financiera de la Ilustración en España», Spagna Contemporanea, XIV, 27 (2005), pp. 3-26. 5 D. OZANAM, «Les étrangers dans la haute administration espagnole au XVIIIe siècle», en J.P. AMALRIC (ed.), Pouvoirs et société dans l’Espagne moderne, Toulouse, Presses Universitaries du Mirail, 1993, pp. 215-229. 6 Sobre esta presencia en el ejército de los Habsburgo véase L. RIBOT, «Las naciones en el Ejército de los Austrias», en ÁLVAREZ-OSSORIO Y GARCÍA GARCÍA, op. cit. (nota 2), pp. 653-677, y Ó. RECIO MORALES, «La gente de naciones en los ejércitos de los Austrias hispanos: servicio, confianza y correspondencia», en E. GARCÍA HERNÁN y D. MAFFI (eds.), Guerra y Sociedad en la Monarquía Hispánica. Política, Estrategia y Cultura en la Europa Moderna (1500-1700), Madrid, Ediciones del Laberinto, Fundación MAPFRE y CSIC, 2006, vol. 1, pp. 651-679. Para el siglo XVIII, la mejor aproximación puede encontrarse en F. ANDÚJAR CASTILLO, «Las naciones en el ejército de los Borbones», en D. GONZÁLEZ CRUZ (ed.), Extranjeros y enemigos en Iberoamérica: la visión del otro. Del Imperio español a la Guerra de la Independencia, Madrid, Sílex, 2010, pp. 137-154. 7 A. CRESPO SOLANA (coord.), Comunidades transnacionales: colonias de mercaderes extranjeros en el Mundo Atlántico (1500-1800), Madrid, Ediciones Doce Calles, 2010; M. BOLUFER PERUGA, La vida y la escritura en el siglo XVIII: Inés Joyes: Apología de las mujeres, Valencia, Universidad de Valencia, 2008. 8 T. HERZOG, Vecinos y extranjeros: hacerse español en la Edad moderna, Madrid, Alianza, 2006.

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étnico-religiosas existentes en su entramado interior9. En todo caso, no estamos hablando de una monarquía abierta a todos los individuos y comunidades «de nación». Incluso por encima de las «naturalezas»10, la religión católica siguió siendo el primer elemento discriminatorio11. Cumplida esta premisa, la relación del monarca con cada una de las comunidades era específica. Podía estar en función del grado de vinculación territorial, pensemos, por ejemplo, en flamencos e italianos hasta 1713; o en función de la posición ocupada por cada individuo en la sociedad estamental del Antiguo Régimen, precisamente la relación con flamencos e italianos después de 1713 y la «pérdida de Europa» ofrece un buen ejemplo, ya que muchas familias nobiliarias de los antiguos territorios vinculados a la Monarquía pasaron a ocupar en España importantes posiciones que mantendrían a lo largo del siglo XVIII. O pensemos también en la integración de las familias nobles genovesas entre la nobleza española durante los siglos XVI y XVII, sin ser Génova un territorio formalmente vinculado a Madrid. Finalmente, esta relación podía estar simplemente en función de las necesidades prácticas de la Monarquía en un momento determinado, como fue el caso de los asentistas portugueses de origen judío en la corte de Felipe IV. De todos modos, lo que sí parece claro es que esta relación era proporcional a la distancia física con el rey: los extranjeros fueron potencialmente más vulnerables en Indias que en España y, con carácter general, eran más débiles en la periferia que en la proximidad del monarca. En consecuencia, una de las aspiraciones fundamentales de las naciones fue conseguir su representación física en la corte. Y es aquí donde entran en juego las instituciones formalizadas de nación.

Sobre esta imagen de una monarquía cerrada sobre sí misma no es necesario insistir, habida cuenta del triunfo propagandístico de la Leyenda Negra en los países del norte de Europa, cuyos tópicos siguen estando muy vivos en el imaginario colectivo anglosajón. Sobre la exclusión de judíos, moriscos y gitanos contamos, probablemente, con la bibliografía más extensa en su género del ámbito occidental, gracias a las aportaciones de los propios historiadores españoles y de un amplio número de hispanistas. Al referirme a «flujos migratorios intra europeos» no quisiera pasar por alto el papel de la comunidad china en Filipinas, sin cuyo concurso hubiera sido imposible la dimensión asiática y, por tanto, verdaderamente global de la Monarquía hispánica, véase al respecto A. GARCÍA-ABÁSOLO, «Los chinos y el modelo colonial español en Filipinas», en RECIO MORALES, op. cit. (nota 2), pp. 223-242. 10 Hasta principios del XVIII en España hubo seis naturalidades distintas: castellana, navarra, aragonesa, catalana, mallorquina y valenciana; tras la Guerra de Sucesión (1702-1714) se fusionaron en torno a la castellana, que serviría para distinguir, sobre todo a partir de la segunda mitad del XVIII, entre «españoles» y «extranjeros». Aunque Portugal estuvo vinculado a Madrid entre 1580 y 1668, y su numerosa comunidad presente en Castilla no era evidentemente extra peninsular, incluimos a esta nación en el presente estudio. 9

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«HACER VISIBLE LA NACIÓN» La fundación de colegios y hospitales, fundaciones, patronatos, capillas, iglesias, cofradías, hermandades y otras formas de asociación y centros de devoción o enterramiento vinculados a una determinada comunidad extranjera se enmarcaba en el contexto de «representación de las naciones» en la corte y en otras ciudades de la Monarquía. Mientras en otros ámbitos las redes sociales de nación podían mantener un carácter «informal» y hacer difícil así su identificación (al mantener sus objetivos e instrumentos de acción más o menos ocultos)12, en el caso de las instituciones arriba señaladas se trataba, por encima de todo, de «hacer visible la nación». Resulta, por tanto, uno de los casos más fáciles de identificación de una red, de un grupo, de una comunidad. Por un lado, presentaban en su articulación interior una relación jerárquica, donde a priori el paisanaje (al contrario que en otras redes operativas en la propia corte) sí que era un elemento definitorio, aunque no en todos los casos excluyente; por otro lado, al estar la institución formalizada en espacios físicos claramente identificables en la corte, en importantes ciudades universitarias y en grandes emporios comerciales, su visibilidad quedaba garantizada. Esta visibilidad se proyectaba hacia una doble dirección. Por una parte, hacia el propio grupo, ya que estas instituciones se conformaron como verdaderos mecanismos de protección corporativa, de solidaridad interna y de sociabilidad entre sus miembros. Eran espacios físicos donde expresar un patriotismo corporativo: de hecho, algunos conceptos como el de patria (como comunidad política o «nación»), que ni siquiera estaban tan claros en sus propios territorios de origen, adquirieron una gran importancia en estos centros. La advocación a un santo patrón «nacional» en el nombre y en las representaciones artísticas ayudó a esta singularización13. 11 A pesar de la importancia de los estudios sobre la Inquisición, no son muchos los trabajos de carácter general sobre la participación de extranjeros en sus estructuras (ministros y familiares) y el impacto de la institución sobre este colectivo. Uno de los mejores sigue siendo el de W. THOMAS, Los protestantes y la Inquisición en España en tiempos de Reforma y Contrarreforma, Lovaina, Leuven University Press, 2001. Para el caso portugués contamos con I. MENDES DRUMOND, Os Estrangeiros e a Inquisiçao Portuguesa (Séculos XVI-XVIII), Lisboa, Hugin, 2002. Para darnos cuenta del potencial de los estudios inquisitoriales y los extranjeros basta señalar que solo en Madrid, entre 1650 y 1820, la Inquisición juzgó a 219 alemanes, 214 portugueses, 119 franceses, 104 ingleses, 78 suizos, 61 irlandeses, 54 italianos y el resto de otras naciones, datos tomados de M. J. BLÁZQUEZ MIGUEL, Madrid: judíos, herejes y brujas. El tribunal de la Corte (1650-1820), Toledo, Arcano, 1990, pp. 70-77. 12 Sobre las redes «informales» de nación y sus dificultades de identificación me remito a Ó. RECIO MORALES, «Redes sociales y espacios de poder de las naciones en la Monarquía hispánica: un estado de la cuestión», en Ó. RECIO MORALES (ed.), Redes de nación y espacios de poder: La comunidad irlandesa en España y la América española, 1600-1825, Valencia, Ministerio de Defensa y Editorial Albatros, 2012. 13 Los ejemplos son numerosos. En la Capilla de los Genoveses de la catedral de Santa Cruz de Cádiz, inaugurada por esta comunidad en 1671, aparecen esculpidos en mármol los santos protectores

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Por otra parte, estas instituciones cumplían con el objetivo de servir de vínculo con la Monarquía y con la sociedad circunstante. Sobre ambas proyectaban una imagen construida con el fin de facilitar su recepción. Desde este punto de vista, estos centros no sólo eran espacios depositarios de la memoria de cada nación en forma de manuscritos y libros conservados en sus bibliotecas, sino que a partir de ellos reelaboraron y construyeron una nueva historia para proyectarla adecuadamente hacia el exterior. Herederos en cierta medida de la tradición monástica medieval, las instituciones de nación —especialmente en su versión colegial—, funcionaron como lugares de creación de ideología y de proyección exterior de ideas y de valores. Las constituciones de la hermandad de San Antonio de los Portugueses de Madrid especificaban que una de sus misiones principales era la salvaguarda de la «reputaçao da Naçao»14; los colegios irlandeses en España «limpiaron» la imagen colonial construida desde la Edad Media por los autores ingleses sobre Irlanda y sus habitantes de origen gaélico, y presentaron en cambio a los españoles una «isla de los Santos» completamente idealizada, además de reforzar las cualidades guerreras de sus naturales15; por su parte, los católicos ingleses explotaron el martirio en sus múltiples manifestaciones, desde la idea a la práctica, pasando por la narración y finalmente su representación artística16. El desagravio de la mutilación de una famosa Virgen por parte de sus compatriotas que tomaron Cádiz en 1596, sirvió para convertir a «Nuestra Señora de la Vulnerata» en una imagen de devoción y símbolo del colegio inglés en Valladolid, adonde llegó esta imagen en 1600. Los efectos visuales de la que había sido una Virgen mutilada por los herejes implicaron al propio Felipe III, quien ordenó hacer la procesión de la misma con la mayor solemnidad. A partir de entonces, ya desagraviada, «Nuestra Señora de los Ingleses» adquirió una gran devoción en Valladolid y su comarca, hasta el punto de ser necesaria la construcción de un nuevo santuario de la República ligur, véase R. SANTAMARIA, «Rotte artistiche fra Genova e la Spagna nei documenti d’archivio (secoli XVI-XVIII)», en HERRERO SÁNCHEZ y otros, op. cit. (nota 4), vol. 2, pp. 695-704. En la hornacina de la fachada de la iglesia de los portugueses de Madrid se colocó la estatua de San Antonio de Padua, véase J.L. ARRANZ OTERO e I. GUTIÉRREZ PASTOR, «La decoración de San Antonio de los Portugueses de Madrid (1660-1702)», Anuario del Departamento de Historia y Teoría del Arte, 11 (1999), pp. 211-250, p. 213. Las estatutas del santo madrileño San Isidro y de San Patricio ocupaban un lugar destacado en la fachada de Sant’Isidoro degli Irlandesi en Roma, véase B. HAZARD, «Saint Isidore’s Franciscan College, Rome: from centre of influence to site of memory», en RECIO MORALES, op. cit. (nota 12). 14 J.I. PULIDO SERRANO, «La Hermandad y Hospital de San Antonio de los Portugueses de Madrid», Anales del Instituto de Estudios Madrileños, XLIV (2004), pp. 299-330, en concreto p. 300. 15 Ó. RECIO MORALES, Ireland and the Spanish Empire 1600-1825, Dublín, Four Courts Press, 2012, pp. 29-47. 16 I. PÉREZ TOSTADO, «“Mártires que los han de hacer muy célebres a la posteridad”: el martirio en la formación de la minoría católica inglesa en la Monarquía hispánica», en A. ROULLET, O. SPINA y N. SZCZECH (eds.), Trouver sa place: Individus et communautés dans l’Europe Moderne, Madrid, Casa de Velázquez, 2011, pp. 69-83.

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para albergarla, que abrió sus puertas en 167917. A pesar de tratarse de una minoría, el apoyo de la Monarquía y la posibilidad de sustentar a los jóvenes en España —procedentes en su mayoría, durante el siglo XVI, de la pequeña nobleza católica de Inglaterra, y de un 50% aproximadamente de ésta durante el XVII— hicieron posible establecer una red colegial que llegó a contar con cuatro instituciones repartidas por la península Ibérica desde la fundación de su primer colegio en Valladolid, seguido de Sevilla, Lisboa (1622) y Madrid18. Además, si estas instituciones estaban situadas en la corte, expresaban un discurso también cortesano, dando a conocer la relación específica de cada comunidad con el monarca, además de facilitar el trabajo a las autoridades de «dialogar» con cada grupo y en concreto con su representante, dado su carácter jerárquico antes señalado. La estatua de San Antonio, que se veneraba en la iglesia portuguesa de Madrid, servía para dejar copia de los memoriales solicitados en la corte, lo que da una idea del vínculo político que se pretendía establecer a través de una imagen tan venerada por su comunidad19. Cada grupo debía de competir en la carrera por la gracia real y el patronazgo privado con otras comunidades bien organizadas. Cada «modelo» de nación presentaba así unas características definidas, cuyos miembros intentaron valorizar con el objetivo de presentarse ante la Monarquía y la sociedad de acogida con las mayores garantías de éxito. Estas corporaciones de nación han sido estudiadas, sobre todo, desde un punto de vista orgánico. A menudo han aparecido aisladas de otras fundaciones similares integradas en la misma red peninsular y en otros territorios europeos. También han sido abordadas al margen de su propia nación, de la administración y de la sociedad de acogida, destacándose por encima de todo su dimensión religiosa. El potencial de las redes formalizadas es, sin embargo, extraordinario, como podemos comprobar en las distintas contribuciones a este volumen. Aunque los fines de muchas de ellas pudieran ser piadosos y asistenciales, tenían también una clara dimensión social, política —máxime si lograban su espacio en la corte— y económica, ya que los libros de administración detallan censos, tributos, propiedades y rentas sobre inmuebles, terrenos agrícolas, etc. vinculados a estas instituciones y que constituían un auténtico negocio. J. BURRIEZA SÁNCHEZ, «Reparando las heridas: el nacimiento de una devoción de “Contrarreforma”», Brocar, 26 (2002), pp. 107-150; y J. BURRIEZA SÁNCHEZ, Virgen de los ingleses, entre Cádiz y Valladolid. Una devoción desde las guerras de religión, Valladolid, Real Colegio de Ingleses, Ayuntamiento de Valladolid y Ayuntamiento de Cádiz, 2008. 18 PÉREZ TOSTADO, op. cit. (nota 16), pp. 69-83. 19 «…con la qual, y la fe, y sencillez de algunos, que desean buen sucesso en algun negocio, le lleuan memoriales, para que se le alcance de nuestro Señor en lo que piden, dexandosele en la manga del habito, hasta que aviendole alcançado, buelven a darle gracias, y entonces se le quitan», en J. DE QUINTANA, Historia de la antiguedad, nobleza y grandeza de la mui antigua y coronada villa de Madrid, Madrid, Imprenta Real, 1629, Libro Tercero, p. 451. 17

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Paradójicamente, a pesar de esta visibilidad, las instituciones de nación han compartido con otras instituciones locales el problema de su elevado número y dispersión, especialmente en el caso de las cofradías, la expresión asociativa de carácter popular más generalizada de la España moderna20. Sólo en Sevilla, a fines del XVI, había unas 90 cofradías con casas-hospitales, y el Expediente General elaborado por el Consejo de Castilla a partir de 1769 arrojó la impresionante cifra de 25.581 en Castilla y Aragón21. A diferencia de la enorme popularidad de este fenómeno, tanto en la España rural como en las ciudades, las instituciones de nación extranjeras tuvieron un marcado carácter urbano, formaban parte de un fenómeno típicamente europeo y de fuerte impronta cortesana.

UNA DIMENSIÓN EUROPEA Las instituciones de nación no se desarrollaron en Indias, donde los extranjeros eran potencialmente más vulnerables. Esta mayor precariedad se debió a varias razones. En primer lugar, a la restrictiva política inmigratoria de la Corona española relacionada con el comercio ultramarino de extranjeros22; en segundo lugar, la propia extensión del territorio americano pudo limitar tanto el establecimiento de núcleos estables como el efecto 20 Véase I. ARIAS DE SAAVEDRA ALÍAS y M. L. LÓPEZ-GUADALUPE MUÑOZ, «Las cofradías y su dimensión social en la España del Antiguo Régimen», Cuadernos de Historia Moderna, 25 (2000), pp. 189-232, en concreto p. 201. Aquí se puede encontrar una tipología de las cofradías, especialmente durante el XVIII. Véase también, I. ARIAS DE SAAVEDRA ALÍAS y M. L. LÓPEZ-GUADALUPE MUÑOZ, «Cofradías y ciudad en la España del siglo XVIII», Studia historica. Historia moderna, 19 (1998), pp. 197228. Sobre las cofradías de nación extranjeras, el tema está aún por investigar y disponemos en gran medida de estudios locales. Véase, por ejemplo, M. L. LÓPEZ-GUADALUPE MUÑOZ, «La Hermandad de los franceses de Granada en el siglo XVIII», en M. B. VILLAR GARCÍA y P. PEZZI CRISTÓBAL (dirs.), Los extranjeros en la España Moderna, Málaga, Universidad de Málaga y Ministerio de Ciencia y Tecnología, 2003, t. II, pp. 495-509. Esta cofradía se ubicó en el convento franciscano de San Antón, junto a la cofradía de los portugueses. Sobre ellas, véase J. I. PULIDO SERRANO, «Hermandades portuguesas fuera de Portugal (siglos XVI-XVIII)», en M. G. MATEUS VENTURA (coord.), O Associativismo. Das cofrarias e irmandades aos movimentos sociais contemporáneos, Lisboa, 2006, pp. 29-49. 21 M. M. HERMOSO MELLADO-DAMAS, «La cofradía de los Caballeros de la calle Castro de Sevilla: una estrategia de mercaderes en el siglo XVI», en HERRERO SÁNCHEZ y otros, op. cit. (nota 4), vol. 1, pp. 47-71. Sobre el Expediente General de Cofradías, véase más adelante. 22 Sobre el tema existe una amplia bibliografía, sobre todo de carácter jurídico. Citaremos tan sólo a L. MORENO, «Los extranjeros y el ejercicio del comercio en Indias», en Colección de estudios históricos, jurídicos, pedagógicos y literarios, Madrid, C. Bermejo, Madrid, 1936, pp. 364-385; R. KONETZKE, «Legislación sobre inmigración de extranjeros en América durante la época colonial», Revista Internacional de Sociología, III-11 y 12 (1945), pp. 269-299; y la más reciente A. GARCÍA-BAQUERO, «Los extranjeros en el tráfico con Indias: entre el rechazo legal y la tolerancia funcional», en VILLAR GARCÍA y PEZZI CRISTÓBAL (dirs.), op. cit. (nota 20), pp. 73-99. Estas restricciones siguieron afectando a los hijos de extranjeros: M. GARCÍAMAURIÑO MUNDI, La pugna entre el Consulado de Cádiz y los jenízaros por las exportaciones a Indias (17201765), Sevilla, Universidad de Sevilla, 1999.

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llamada sobre el grupo23; tercero, a la imposición de algunos instrumentos específicos para «regularizar» (comprar) la legalidad de la estancia de los extranjeros, desarrollados ya desde Felipe II, como fueron las composiciones24; y, por último, a la discrecionalidad de los ataques sobre la identidad cuando el extranjero entraba en conflicto con intereses ya establecidos25. Todas estas razones hacían que, aunque los extranjeros pudieran eludir los sucesivos bandos de expulsión decretados durante los siglos XVII y XVIII, su posición estuviese siempre bajo sospecha. En consecuencia, todas las iniciativas para institucionalizar corporaciones mercantiles por parte de los extranjeros (europeos) fueron rechazadas, bien porque ya existían y eran muy fuertes en las capitales virreinales de México o Lima, bien porque en las zonas de frontera se impidió recrear situaciones monopolísticas similares a las ya existentes en estas grandes ciudades o en la propia península26. Esta limitación en el nacimiento de instituciones propias de cada nación en la América española impulsó la integración transversal de los individuos europeos de origen extranjero en instituciones mixtas de caridad, cofradías y hermandades. Tales instituciones tenían un marcado carácter transnacional, en función de los intereses individuales, profesionales y estamentales (basados en el prestigio social), pero no en relación con una determinada nación como ocurría en España. Este fue el caso del Río de la Plata, con la presencia de comerciantes extranjeros en los dos hospitales bonaerenses de la Casa de Niños Expósitos y del Hospital de Mujeres, o en las hermandades en torno a las órdenes terciarias de Santo Domingo, San Francisco, Mercedarios y Betlemitas27. Tampoco encontramos manifestaciones específicas de nación en las cofradías. Así, a pesar de la importancia de la emigración portuguesa, tampoco se ha constatado su concentración en torno a un santo patrón o una manifestación característica que fuera diversa a los restantes integrantes de una misma cofradía28. Esta ausencia contrasta con la extensa red de cofradías portuguesas de San Antonio repartidas por toda la geografía española entre los siglos XVI y XVIII29. A. ALMORZA HIDALGO, «El fracaso de la emigración genovesa en el virreinato del Perú, 15801640», en HERRERO SÁNCHEZ y otros, op. cit. (nota 4), vol. 2, pp. 889-914. 24 E. POGGIO GHILARDUCCI, «Las composiciones de extranjeros en la Nueva España, 1595-1700», en RECIO MORALES, op. cit. (nota 2), pp. 177-193. En esta contribución se aporta la bibliografía necesaria para el virreinato peruano, donde las composiciones han recibido una mayor atención. 25 Un tema ampliamente desarrollado en los trabajos de T. Herzog. 26 Este fue el caso del intento de creación en Buenos Aires de un gremio de zapateros en 1788 propuesto por inmigrantes de origen catalán, portugués, genovés y otros italianos, véase C. BRILLI, «Il Rio de la Plata, nuova frontiera del commercio ligure (1750-1810)», en HERRERO SÁNCHEZ y otros, op. cit. (nota 4), vol. 2, pp. 933-964. 27 Ibidem. 28 E. REINATO, Los portugueses del Buenos Aires tardocolonial: Inmigración, sociedad, familia, vida cotidiana y religión, tesis doctoral, Universidad Nacional de La Plata, 2003, p. 181 [en línea: http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/tesis/te.237/te.237.pdf. Consulta: 18 de junio de 2012]. 29 PULIDO SERRANO, op. cit. (nota 20), pp. 29-49. 23

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De forma parecida al ámbito mercantil y al religioso-congregacional, a pesar del extraordinario desarrollo de la educación superior en la América española —con una treintena de universidades creadas entre 1538 y 1812, como puede seguirse en la contribución a este volumen de Casado Arboniés—, tampoco se constata la fundación de colegios de nación tan característicos en las universidades castellanas de la metrópoli30. Dado que los colegios de nación extrapeninsulares tenían como función principal la formación de sacerdotes para la misión de sus países de origen (caso de los colegios ingleses, escoceses e irlandeses), una primera explicación obvia podría ser que no tenía sentido alguno ampliar aún más la distancia física del viaje de regreso tras su formación en España. Con todo, este punto de la característica división por naciones en las universidades castellanas y sus límites en la América colonial necesita de una mayor profundización. La singularidad y especificidad de cada nación era, por el contrario, un elemento fundamental en España. Muchas de las fundaciones —especialmente los hospitales— hundían sus raíces en instituciones similares creadas ya desde la Edad Media en las rutas medievales de peregrinación hacia Santiago. A partir del Renacimiento, la intensificación de la peregrinatio academica hacia los centros universitarios europeos más prestigiosos hizo que pequeños grupos de estudiantes de nación se agruparan en torno a una figura de prestigio, primero de manera informal, y más tarde institucionalizada, dando lugar al conocido fenómeno de los colegios de nación31. Fuera de España, estas instituciones tuvieron su reflejo en otras instituciones españolas similares, desde el famoso colegio de San Clemente de los españoles de Bolonia, hasta las iglesias de Santiago y Santa María de Montserrat de los Españoles en Roma, estas dos últimas analizadas por Alessandra Anselmi en este volumen. De hecho, como podemos seguir en otras contribuciones a este libro, en todas las grandes ciudades se dio un fenómeno similar (Lisboa, Roma, Nápoles), pero con una presencia muy marcada en entornos cortesanos y que con el tiempo se hicieron fácilmente identificables gracias a su presencia física, a la toponimia de las ciudades y a la geografía mental de cada capital. La importancia de muchas de estas naciones en el comercio peninsular de la Edad Moderna, en ciudades como Sevilla y Cádiz, hizo de estas instituciones también algo conocido fuera de las universidades y de la corte32. Como es sabido, además de las instituciones de origen extranjero, otras regiones peninsulares también se agruparon en colegios de nación en las tres grandes universidades de Salamanca, Valladolid y Alcalá. Una aproximación a la red peninsular mejor estudiada durante el Antiguo Régimen, es la del norte de España, en general, y la vasco-navarra, en particular (también en sus aspectos culturales y educativos), en L. E. RODRÍGUEZ SAN PEDRO, «La “nación de Vizcaya” en las Universidades de Castilla, ss. XVI-XVIII», Revista de Historia Moderna. Anales de la Universidad de Alicante, 20 (2002), pp. 11-46. 31 Ó. RECIO MORALES, Irlanda en Alcalá. La comunidad irlandesa en la Universidad de Alcalá y su proyección europea, 1579-1785, Alcalá de Henares, Fundación Colegio del Rey, 2004, pp. 21-25. 32 Sevilla contó con un asilo u hospital de San Andrés de los Flamencos y Cádiz con una capilla, hospital y cofradía de mercaderes de la misma nación desde 1565. Esta fundación se institucionalizó como patronato de la nación flamenca de Cádiz desde la década de 1630; véase A. CRESPO SOLANA, «El 30

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UNA FUERTE IMPRONTA CORTESANA Además de su carácter típicamente urbano y europeo, desde principios del XVII puede observarse una acentuación de la dimensión cortesana de las instituciones de nación. Todos los grupos y redes de nación peninsulares y extrapeninsulares aspiraron a tener un espacio físico propio en la corte. Por esta razón, estas instituciones se multiplicaron en Madrid durante los siglos XVII y XVIII33. Como puede apreciarse en la Tabla 1, la mayoría de las instituciones de nación fundadas en la capital lo hicieron entre fines del siglo XVI (coincidiendo con la última etapa del reinado de Felipe II) y primeras décadas del XVII. Durante el reinado de Felipe III (1598-1621) se dio un impulso definitivo a muchas de ellas, que se colocaron bajo patronazgo real34 o bien tuvieron su origen en algunos consejos, como fue el caso del hospital de San Antonio de los Portugueses, que nació como un apéndice del Consejo de Portugal. Varias razones de política interna y externa pudieron favorecer el impulso de estas instituciones durante las tres primeras décadas del XVII. En política exterior, los acuerdos de paz con Francia (desde 1598 hasta 1635), con Inglaterra (1604-1625) y la tregua con Holanda (1609-1621) abrieron un periodo de distensión Tabla 1. Instituciones de nación en Madrid. Nombre

Nación

Año

Fundador

Gobierno

San Pedro y San Pablo (hospital)35

italianos

1579

Consejo de Italia

Consejo de Italia/Nunciatura Apostólica

San Andrés (hospital)36

flamencos

1594

Carlos de Amberes

Real Capilla de Palacio

patronato de la nación flamenca gaditana en los siglos XVII y XVIII: trasfondo social y económico de una institución piadosa», Studia Histórica. Historia Moderna, 24 (2002), pp. 297-329. 33 Véase E. SÁNCHEZ DE MADARIAGA, Cofradías y sociabilidad en el Madrid del Antiguo Régimen, tesis doctoral, Universidad Autónoma de Madrid, 1996; y G. PÉREZ SARRIÓN, «Las redes sociales en Madrid y la congregación de San Fermín de los navarros, siglos XVII y XVIII», Hispania, LXVII, 225 (2007), pp. 209-254. 34 Felipe III aceptó el patronazgo del hospital de San Andrés de los Flamencos (Madrid) en 1606, ratificado en 1609, véase B. J. GARCÍA GARCÍA, «La nación flamenca en la corte española y el Real Hospital de San Andrés ante la crisis sucesoria (1606-1706)», en A. ÁLVAREZ-OSSORIO, B. GARCÍA GARCÍA y V. LEÓN (eds.), La pérdida de Europa. La Guerra de Sucesión por la Monarquía de España, Madrid, 2007, pp. 379-442. Un mes más tarde aceptó el de la cofradía de San Jorge de la Guarda Alemana, en Ibidem. 35 «Hospital Real y Pontificio de San Pedro y San Pablo de los Italianos», véase M. RIVERO RODRÍGUEZ, «La preeminencia del Consejo de Italia y el sentimiento de la nación italiana», en ÁLVAREZ-OSSORIO Y GARCÍA GARCÍA, op. cit. (nota 2), pp. 505-527. Con edificio propio desde 1598, fundado en presencia de Camilo Gaetano, nuncio, patriarca de Alejandría y colector general de España, según DE QUINTANA, op. cit. (nota 19), Libro Tercero, pp. 450-451. 36 «Real Hospital de San Andrés de los Flamencos y Cofradía y Hermandad de San Andrés», véase GARCÍA GARCÍA, op. cit. (nota 34); y también F. VIDAL GALACHE y B. VIDAL GALACHE, Historia del Hospital de San Andrés de los Flamencos, 1594-1994, Madrid, Fundación Carlos de Amberes, 1996.

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Tabla 1 (cont.). Instituciones de nación en Madrid. Nombre

Nación

San Antonio (hermandad, hospi- portugueses tal e iglesia)37

Año [1604] 1607

Fundador

Gobierno

Consejo de Portugal (hasta 1668)

Cámara de Castilla desde 1668 (independencia Portugal) Enrique Cock, Michel du Guardia Real de Frêne y Jean Hardi archeros de corps

San Andrés (cofradía)38

flamencos

1598

San Andrés (capilla / iglesia)39

flamencos

1607

Carlos de Amberes (m. 1604)

Real Capilla de Palacio

San Jorge (cofradía)40

alemanes

1609

Francisco Calderón (gobernador y capitán)

Guardia Alemana

San Jorge (colegio)41

ingleses

1610

Robert Persons

jesuitas

San Luis (hospital, cofradía e iglesia)42

franceses

1613

Henri de Savreulx (capellán real)

Real Capilla de Palacio (desde 1618)

Real Colegio de Escoceses43

escoceses

1627

William Semple (coronel) jesuitas

San Patricio (hospital, iglesia, colegio)44 Santa Escuela de Cristo (congregación)45

irlandeses

1629

Theobald Stapleton

San Antonio (iglesia)

alemanes

italianos (hospital de San Pedro)

jesuitas

Jerónimo Battista Ferruzzo, futuro obispo de Trivento (Nápoles) 1689

Real Patronato

Hermandad del Refugio (1702)

37 Los estatutos del «Real Hospital de San Antonio de los Portugueses» fueron presentados a Felipe III en 1604, pero su fundación efectiva no tuvo lugar hasta el regreso de la Corte a Madrid en 1607. Entre 1624 y 1633 se construyó anejo al hospital la iglesia de San Antonio de los Portugueses (también conocida como San Antonio de los Alemanes desde 1689), véase ARRANZ OTERO y GUTIÉRREZ PASTOR, op. cit. (nota 13), pp. 211-250. 38 «Cofradía de San Andrés de la Noble Guarda de Archeros», véase GARCÍA GARCÍA, op. cit. (nota 34). 39 Ibidem. 40 «Cofradía de San Jorge de la Guarda Alemana», véase GARCÍA GARCÍA, op. cit. (nota 34). 41 E. HENSON, The English College at Madrid, 1611-1767, Leeds, Whitehead and Son, 1929. 42 Sobre el «Real Hospital de San Luis de los Franceses en Madrid» contamos con dos obras clásicas: Documens relatifs à l’hôpital de St. Louis des Français fondé à Madrid le 10 aôut 1613, par l’abbé Henri de Sayreulx, Madrid, 1849, y F. HUMPHRY, Histoire de Saint-Louis des Français à Madrid, Bordeaux, 1854 (reed. Madrid, 1998). Más recientemente destacan las aportaciones de R. DUROUX, «Le voyageur et l’Hôpital. Du Massif Central à l’Hôpital Saint-Louis-des-Français de Madrid, 1617-1935», Annales de Démographie Historique, 84 (1994), pp. 261-276; R. DUROUX, «Un hôpital pour étrangers à Madrid. Saint-Louisdes-Français», en A. MONTANDON (dir.), Lieux d’hospitalité: hospices, hôpital, hostellerie, Clermont-Ferrand, PUBP, 2001, pp. 87-111; R. DUROUX, «L’hôspital Saint-Louis-des-Français de Madrid: le dernier havre du migrant», en P. MEUNIER (coord.), Mélanges en hommage à Jacques Soubeyroux, Saint-Etienne, Université de Mons-Hainaut, Centre Interdisciplinaire d’Etudes Philosophiques, 2008, pp. 273-294; y la contribución de Carlos Infantes al presente volumen. 43 M. TAYLOR, The Scots College in Spain, Valladolid, Gráficas Andrés Martín, 1971. 44 E. GARCÍA HERNÁN, «El colegio de San Patricio de los irlandeses de Madrid (1621-1937)», Madrid: revista de arte, geografía e historia, 8 (2006), pp. 219-246. 45 Bajo la advocación de San Felipe Neri, véase J.L. BARRIO MOYA, «Los libros jurídicos de Don Baltasar Porro, un italiano en el Madrid de Carlos II», Anuario Jurídico y Económico Escurialense, XLIII (2010), pp. 511-534.

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general que permitió desviar hacia otros fines los recursos destinados a cubrir estos frentes. Sin embargo, el reinicio de las hostilidades bajo Felipe IV (1621-1665) no frenó a estas instituciones, sino que en algunos casos fueron concebidas como instrumentos paralelos de la ofensiva militar, así, por ejemplo, entre 1625 y 1630, el nuevo conflicto angloespañol coincidente con el fracaso del matrimonio propuesto entre el príncipe de Gales y una infanta española, fue la ocasión para el establecimiento en Madrid del colegio de escoceses (1627) y, dos años más tarde, del de irlandeses (1629). En política interior, tras el paréntesis vallisoletano, la corte regresó a Madrid a fines de 1606 y con ella el característico componente inmigratorio peninsular, que en su función de corte también se convirtió en un lugar de atracción para los extranjeros46. «Hacerse visible» en la corte tenía, sobre todo, un claro componente político. A diferencia de otras cortes con salida al mar (Londres, Lisboa), donde al significado político también iba ligado un fuerte vínculo económico producto de la expansión comercial, Madrid también era un punto de referencia para las actividades económicas, pero su primera función era política: los consulados comerciales de las naciones estaban en los dos grandes puertos de Sevilla y Cádiz. En Madrid las instituciones de nación se situaban próximas al poder y a la distribución de la gracia real, en una época donde la proximidad física al monarca tenía una gran importancia47. La emulación entre las distintas naciones hizo el resto48. Como podemos observar en la Tabla 1, las instituciones formalizadas de nación presentaban una variada tipología, que podemos resumir como sigue: 1. Instituciones de nación típicamente «cortesanas»: fuertemente vinculadas a los

consejos territoriales de la Monarquía; dieron lugar a hospitales, iglesias y congregaciones con un fuerte sentido de representación pública del grupo de notables de una determinada nación en la corte. Fueron los casos de los hospitales de italianos y de portugueses de Madrid. Teniendo en cuenta la dificultad de las fuentes conservadas, bajo la procedencia «Países extranjeros», el porcentaje estimado en la capital es el siguiente: 4,9% en 1650; 4,9% en 1678; 3,2% en 1694; 3,9% en 1704-1713; 20,5% en 1714; 6,9% en 1734; 3,3% en 1750; 1,3% en 1780-1789; 2,1% en 1827-1836, véase M. F. CARBAJO ISLA, «La inmigración a Madrid (1600-1850)», Reis. Revista española de investigaciones sociológicas, 32 (1985), pp. 67-100. 47 Un caso típico sobre estas posibilidades en la corte fueron las gestiones llevadas a cabo por el burócrata Juan Francisco de Lastiri y su red de influencia baztanesa en Madrid para conseguir en 1784 la financiación para el hospicio de Elizondo (norte de Navarra), véase J. M. IMÍZCOZ BEUNZA, «Élites administrativas, redes cortesanas y captación de recursos en la construcción social del estado moderno», Trocadero, 19 (2007), pp. 11-30. 48 Así lo hizo notar el capellán de origen francés, Henri de Savreulx, a la hora de solicitar apoyos para fundar el hospital de San Luis, porque «los tienen los italianos, flamencos y portugueses», véase F. ARROYO MARTÍN, «Apuntes sobre la emigración francesa en el Madrid del siglo XVII», Torre de los Lujanes, 34 (1997), pp. 173-198 y la contribución de Carlos Infantes al presente volumen. 46

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2. Cofradías asociadas a los militares de naciones en la corte: la cofradía de San

Andrés de los Flamencos de la Guardia Real de Archeros y la cofradía de San Jorge de la Guarda Alemana. 3. Colegios-seminarios de nación: destinados a la formación de sacerdotes, eran instituciones que traspasaban el ámbito cortesano para actuar en red con otros colegios de la península y sus homónimos de la Europa católica. A pesar de esta función eminentemente religiosa podían tener una fundación y patronato nobiliario, siguiendo la emulación de la gracia real hacia determinados fines piadosos. Un barón de origen portugués y tesorero de la hermandad de San Antonio de los Portugueses en Madrid, Jorge de Paz y Silveira, hizo posible a través de su testamento la fundación del colegio de San Jorge de los Irlandeses en la vecina Alcalá de Henares49. Los colegios aparecían generalmente vinculados a prestigiosas universidades. Éste era el caso de la red de colegios irlandeses en Europa —una treintena en total—, y cuya alma mater en España no era precisamente San Patricio en Madrid, sino Salamanca (1592), fundado mucho antes que la institución madrileña. Estas instituciones, junto a los colegios ingleses y escoceses, formaban parte a su vez de una red en forma de «misión» de la que vamos conociendo cada vez mejor su entramado institucional, instrumentos y operatividad50. 5. Fundaciones destinadas a acoger a exiliados católicos: sin vocación de «misión», podían estar vinculadas a las representaciones diplomáticas de su nación. Éste fue el caso de San Luis de los Franceses.

49 Silveira, natural de Lisboa, rico comerciante y asentista de Felipe IV en la corte, caballero de Santiago desde 1638 y de Calatrava desde 1645, ocupó este cargo de tesorero de San Antonio entre 1646 y 1647, véase PULIDO SERRANO, op. cit. (nota 14), pp. 327-328. En 1645 Silveira otorgó testamento a favor de la fundación del colegio en Alcalá, a condición de que sus estudiantes fuesen católicos. Esto puede interpretarse, sin dudar de su sincera devoción religiosa, como un instrumento de defensa frente a los orígenes judíos de este asentista. Tras su muerte en 1649, su viuda Beatriz de Silveira fue la única patrona del colegio, cuyo establecimiento definitivo se vio favorecido por su entrada en un convento de la ciudad complutense en 1651, desde donde pudo seguir las obras del edificio destinado a dicho colegio, situado en la calle Escritorios y todavía no concluidas en 1657, véase RECIO MORALES, op. cit. (nota 31), pp. 153-155. 50 La «Misión de Inglaterra» fue creada en 1589 por los jesuitas Robert Persons y Edmund Campion tomando como base el colegio de San Albano de Valladolid; la «Misión de Irlanda» fue institucionalizada en 1611 por la Corona bajo el amparo del Patronato Regio y gestionada por la Real Capilla; y finalmente, en 1627 se creó la «Misión de Escocia» a semejanza de la irlandesa. A mediados del XVII las tres misiones convergieron en la «Misión de Irlanda», también denominada desde 1670 como «Misión del Norte», véase C. BRAVO LOZANO, «“...que pretende viático para yr a la missión de Irlanda”: Los peticionarios en la España de fines del siglo XVII», en RECIO MORALES, op. cit. (nota 12).

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Tabla 2. Localización en Madrid. Nombre

Calle

Estado actual

San Pedro de los Italianos (hospital)

Carrera de San Jerónimo, esquina actual C/ Zorrilla51

Derribado a mediados del siglo XIX

San Luis de los Franceses (hospital)

Calle Jacometrezo, esquina Tres Cruces Calle Fuencarral (desde 3 de febrero de 1689)52 Calle Lagasca, esquina Padilla (desde 1881)

Parroquia en uso y residencia de ancianos (Calle Lagasca, 89)

San Andrés de los Flamencos (iglesia y hospital)

Calle San Marcos (desde 1606 hasta 1848) Calle Claudio Coello, 99 (desde 1876 hasta la actualidad)53

Centro cultural y científico (en uso)

Iglesia de San Antonio de los Portugueses / Alemanes

Corredera Baja de San Pablo, esquina De la Puebla54

Parroquia y centro benéficoasistencial (en uso)

San Jorge de los Ingleses

Calle del Príncipe, 31

Real Colegio de Escoceses55

Calle Jacometrezo

Pasó a Valladolid

San Patricio de los Irlandeses

Calle de los Irlandeses

Iglesia destruida en la Guerra Civil (1936-1939)

Iglesia destruida en 1895 (hoy iglesia de S. Ignacio de Loyola)

Para la Monarquía, esta representación de las naciones cercanas a la persona real también era importante. Como ocurría con su característico ejército multinacional y con la protección personal del propio monarca —rodeado por unidades de diferente extracción extrapeninsular— también en el caso de las instituciones de nación esta constelación de naciones en torno a la persona real y a una monarquía global era no sólo una materia de prestigio, sino también un claro mensaje político. En primer lugar, como soberano de una monarquía compuesta, debía de mantener una relación con todos y con cada uno de sus reinos agregados. Pero las instituciones de nación también podían funcionar como los instrumentos que permitían fortalecer los vínculos y la comunicación del rey con los súbditos de otros reinos y territorios no vinculados directamente a Madrid. En segundo lugar, estas instituciones de nación y sus hombres tan cercanos a la persona real podían actuar como un elemento de patrocinio para las Ibidem; y P. TEXEIRA, Topographia de la Villa de Madrid, Amberes, 1656, lámina LXVI (facsímil: Madrid, Dirección General del Instituto Geográfico y Estadístico, 1881). 52 Ibidem, lámina XX. 53 Ibidem, lámina XXI. 54 Ibidem, lámina LXVII. 55 Ibidem, lámina XXIII. 51

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élites peninsulares. Muchas de estas instituciones —incluso las que no nacieron como «apéndices» de sus respectivos Consejos— encontraron en el seno de los Consejos de Estado y de Guerra a importantes interlocutores. El veterano militar Francisco Arias Dávila y Bobadilla, IV conde de Puñonrostro, fue nombrado en 1604 «protector de la nación irlandesa» en la corte, al mismo tiempo que era patrón del colegio inglés de Valladolid56. Finalmente, conviene no olvidar que el carácter católico del soberano convirtió a algunas de estas instituciones en el instrumento de apoyo más visible a la religión donde ésta pudiese estar amenazada. De ahí la nutrida nómina de colegios vinculados a las islas Británicas. Sin embargo, en determinadas coyunturas, la cercanía de estas instituciones al aparato administrativo y a la persona real también podía resultar problemática. Primero porque la crónica escasez de fondos de la Monarquía hizo irregulares las dotaciones, lo que se traducía en una inundación de peticiones de la gracia real; segundo, porque en determinados periodos no siempre convenía su visibilidad. El retraso en la fundación del colegio irlandés en Madrid (1629) pudo deberse a los temores a que esta institución aumentara la presión de esta nación en la corte y, en consecuencia, que su rector y sus estudiantes pudieran ejercer, además de la asistencia espiritual a su comunidad, de «representantes legales» de la población flotante de su nación en la capital. Esta función efectivamente se cumplió desde el mismo momento de la fundación del colegio de San Patricio en Madrid. Los colegiales sirvieron de intérpretes y prestaron su ayuda en la traducción de documentos, en la emisión de certificados de nobleza y de servicios en el ejército, además de testificar regularmente a favor de sus paisanos en las pruebas de acceso a las órdenes militares. Henri de Savreulx también justificó la fundación del hospital de San Luis por el gran número de franceses que fallecían en la corte sin recibir los sacramentos, «como gente pobre desamparada e ignorante de la lengua castellana»57. Estas corporaciones también ayudaron en la producción (y seguimiento) de los numerosos memoriales y peticiones de ayuda económica elevados a los Consejos por miembros de su comunidad58. En definitiva, la institución amortiguaba el primer choque burocrático y guiaba al compatriota por el laberinto administrativo, indicando la dirección justa al interesado o la persona más adecuada para hacer llegar la petición. Teniendo en cuenta que muchos compatriotas no sabían leer ni escribir, o expresarse en castellano, este papel resultaba imprescindible. Cumpliendo este servicio —que se vería recompensado gracias a las donaciones y patrimonio dejados en los testamentos—, las posibilidades de lograr una ayuda en 56 En el cargo de protector de los irlandeses (1604-1610) le sucedió otro miembro del Consejo de Guerra, Diego Brochero de Anaya entre 1610 y 1625. 57 ARROYO MARTÍN, op. cit. (nota 37), pp. 173-198. 58 Un ejemplo en el seguimiento del caso de Elena Vade, viuda, por el colegio irlandés de Madrid figura en Archivo Histórico Nacional (AHN), Estado, leg. 1268, exp. 154.

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la corte aumentaban, a la par que lo hacían las expectativas entre otros miembros de la comunidad; y, con ello, el volumen de papel examinado por la administración. El caso de San Patricio no se parece al de San Antonio de los Portugueses. Esta hermandad también se convirtió en el centro de los interrogatorios de las pruebas de limpieza de sangre para la comunidad portuguesa59. Pero en términos generales esta institución no consiguió con plenitud convertirse en un referente para su nación en la capital, a pesar de la numerosa comunidad de esta nación residente en ella (o precisamente por ello). La vinculación con el Consejo de Portugal hizo que dicha fundación intentase asegurarse un espacio propio de presión cortesana, más que de «asistencia» a la comunidad lusa, aunque así se indicara en sus constituciones. Un «marcado carácter elitista» —en palabras de Pulido Serrano— era también un rasgo común a otras cofradías andaluzas de San Antonio vinculadas al comercio atlántico, como la hermandad de San Antonio de Padua en la Sevilla del siglo XVII, también extensible a los casos de Granada y Huelva. En ellos, la cofradía sirvió sobre todo como un instrumento de los hombres de negocio portugueses instalados en la ciudad y no tanto para la numerosa comunidad lusa en su conjunto, centrada en otros espacios de sociabilidad local. Esto no quiere decir, sin embargo, que faltaran a su dimensión asistencial, y para ello dirigían recursos a los más necesitados de su comunidad60. La adscripción de un grupo a una nación concreta podía facilitar la comunicación entre el monarca y sus instituciones con un determinado grupo, pero lo cierto es que durante la Edad Moderna esta identificación era mucho más compleja de lo que aparece hoy día. Desde 1598 los italianos contaban con un hospital de su nación, modelo para otras instituciones de naciones en la corte. Pero a pesar de la diversidad política interna de Italia y de los diferentes vínculos establecidos con la Monarquía, las distintas naciones italianas no fundaron instituciones fuertes y separadas de genoveses, milaneses, napolitanos o sicilianos. Una primera hipótesis podría ser que, naciones como la genovesa, cuya penetración en la sociedad española a los más altos niveles era una de las características de su modelo, no necesitaban diferenciarse. Pablo Spínola Doria (1659-1699), III marqués de Los Balbases, actuaba como patrón y administrador en Madrid del colegio de Leganés destinado a las niñas huérfanas de la capital (calle de la Reina), fundado por su padre, Felipe Spínola, II marqués de Los Balbases61. Octavio Centurión (1578-1653), I marqués de Monesterio, fundó en 1636 el convento e iglesia de Nuestra Señora de la Concepción del Rosario (calle de San Bernardo) y desde 1649 actuó como patrono del colegio y convento de los Trinitarios PULIDO SERRANO, op. cit. (nota 14), p. 321. PULIDO SERRANO, op. cit. (nota 20), pp. 31, y 47-48. 61 M. HERRERO SÁNCHEZ y A. ÁLVAREZ-OSSORIO ALVARIÑO, «La aristocracia genovesa al servicio de la Monarquía Católica: el caso del III marqués de Los Balbases (1630-1699)», en HERRERO SÁNCHEZ y otros, op. cit. (nota 4), vol. 1, pp. 331-365. 59 60

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Descalzos de Alcalá de Henares62. La actividad del Consejo de Italia también pudo limitar las distintas expresiones autónomas y canalizar a los territorios vinculados con la Monarquía en torno a una idea de «nación italiana», en una expresión utilizada no tanto desde un punto de vista geográfico (impreciso) o político (dada la multiplicidad de sistemas y cortes), sino más bien como de un territorio de una extraordinaria riqueza cultural y una «república literaria»63. El hospital de los italianos reflejaba esta diversidad al estar dirigido, en un principio, por seis gobernadores representantes de Nápoles, Milán, Sicilia, Roma, Florencia y Génova, a los que se añadió posteriormente la asistencia de un representante del nuncio papal y de un regente del Consejo de Italia64. Sin embargo, y aquí puede estar una particularidad importante de esta institución, la pugna por su control no se dio tanto entre las naciones italianas, sino entre el Consejo de Italia y la nunciatura, debido a la extensión de las prerrogativas del nuncio apostólico en Madrid sobre el hospital desde 1653, convertido en «Hospital Real y Pontificio de San Pedro y San Pablo»65. Esta presencia en la corte y sus potenciales beneficios tenían también su precio en recursos humanos y materiales para las propias naciones y sus instituciones. En determinados momentos se vieron seriamente en peligro o con un funcionamiento por debajo de lo esperado, a causa de las divergencias surgidas en su seno, determinadas coyunturas políticas, el alto grado de competitividad por la gracia real entre las propias naciones y las casi permanentes dificultades económicas. De ello nos ocupamos en la última parte de esta contribución.

UN LENTO, INEXORABLE DECLIVE Si la apertura de un nuevo centro presumía la existencia de un grupo lo suficientemente importante y organizado como para lograr el patronazgo inicial —incluso la involucración de la propia persona real—, lo más difícil era la prolongación de las ayudas en el tiempo. Para ello resultaba fundamental la figura de un interlocutor válido del grupo, que superara las divisiones internas, que actuase como principal representante de su nación ante las instituciones y, por supuesto, que fuera reconocido como tal. Esta dependencia personal podía variar en función de la unidad del grupo, del reconocimiento del trabajo llevado a cabo por su representante ante las instituciones y de los intereses de la Monarquía en un momento dado. Así, los coleC. SANZ AYÁN, «Octavio Centurión, I marqués de Monesterio. Un “híbrido” necesario en la monarquía hispánica de Felipe III y Felipe IV», en HERRERO SÁNCHEZ y otros, op. cit. (nota 4), vol. 2, pp. 847-872. 63 RIVERO RODRÍGUEZ, op. cit. (nota 40), pp. 505-527. 64 Ibidem. 65 Ibidem. 62

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gios de nación ingleses e irlandeses siguieron una línea política marcadamente contrarreformista, anti-anglicana y belicista, muy acorde a los tiempos de confrontación entre Felipe II e Isabel de Inglaterra, pero contrarios a la estrategia exterior seguida por Felipe III y Lerma66; la iglesia del hospital de San Luis en Madrid se consagró en 1615, año de los acuerdos matrimoniales entre Madrid y París, en esos momentos en paz67; el momento adecuado para el establecimiento de una institución escocesa y otra irlandesa en Madrid llegó en 1627 y 1629, respectivamente, en un renovado contexto de fervor religioso vivido en la guerra contra Inglaterra (1625-1630). Por el contrario, las instituciones podían ser víctimas de estas coyunturas políticas. Durante la crisis portuguesa de 1640-1665, el presidente de Castilla intervino directamente en San Antonio de Madrid, ante las sospechas de colaboración de alguno de sus miembros con el rey rebelde portugués68; las instituciones francesas vivieron un momento similar de sospecha generalizada a partir de 1789, como lo demuestra el caso granadino de la cofradía de San Luis estudiado por López-Guadalupe69. Durante la segunda mitad del XVIII, las segundas reformas borbónicas pusieron a dura prueba los privilegios corporativos heredados por las «naciones» desde tiempos de los Habsburgo. Aunque desde determinados sectores de la nobleza se criticase el poder de los extranjeros y se diera lugar a expresiones xenófobas, la ofensiva gubernamental no puso tanto su acento en términos identitarios (contra los extranjeros per se), sino que abogaba por una necesaria regularización y uniformización de muchos de los espacios y ámbitos profesionales donde los extranjeros estaban muy presentes en la sociedad española, como el comercio y el ejército70. Éste fue también el caso de muchas de estas instituciones de nación, que pasaron a ser vistas por los reformadores ilustrados como rémoras del pasado y últimos baluartes de una sociedad estamental eminentemente corporativa y basada en el privilegio. A nivel popular, un primer paso importante fue el Expediente General de Cofradías71; a nivel universitario, la ordenación general de los colegios72. En 1773 Aranda remitió al Consejo de Castilla Sus personajes más destacados, como el franciscano Florence Conry en el caso irlandés o Robert Persons en el caso inglés, inundaron los Consejos con planes de ataque militar sobre las islas Británicas, véase Ó. RECIO MORALES, «Florence Conry’s memorandum for a military assault on Ulster, 1627», Archivium Hibernicum, LVI (2002), pp 65-72. Sobre los planes de Persons, véase BURRIEZA SÁNCHEZ, op. cit., (nota 17), pp. 107-150. 67 GARCÍA GARCÍA, op. cit. (nota 34), pp. 379-442. 68 F. BOUZA ÁLVAREZ, «Entre dos reinos, una patria rebelde. Fidalgos portugeses en la Monarquía Hispánica después de 1640», Estudis: Revista de Historia Moderna, 20 (1994), pp. 83-103. 69 LÓPEZ-GUADALUPE MUÑOZ, op. cit. (nota 20, 2003), pp. 495-509. 70 Ó. RECIO MORALES, «Las reformas carolinas y los comerciantes extranjeros en España: actitudes y respuestas de las “naciones” a la ofensiva regalista, 1759-1793», Hispania, LXXII, 240 (enero-abril 2012), pp. 67-94. 71 El Expediente fue el resultado de la actuación iniciada por el Consejo de Castilla, que en 1769 ordenó un censo de hermandades en Castilla y Aragón para determinar cuántas cofradías tenían la aprobación real, véase I. ARIAS DE SAAVEDRA y M.L. LÓPEZ-GUADALUPE MUÑOZ, «La política ilustrada ante 66

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su famoso memorial en el que invitaba a la supresión de las cofradías nacionales73. La salida de Aranda hacia la embajada de París en 1773 retrasó cualquier norma a este respecto, y sólo una década más tarde una real resolución impulsada por Campomanes volvió a reiterar la necesidad de control de estas instituciones por el Consejo de Castilla, sin que tuviera en todo caso una aplicación efectiva74. La expulsión de los jesuitas en 1767, la desamortización de Godoy de 1798 y los acontecimientos bélicos posteriores dieron un duro golpe a estas instituciones y a las cofradías de todo el país, que entrado el siglo XIX vieron disminuir su número. Por su parte, la reforma universitaria iniciada bajo Carlos III supuso la intervención directa del rey en los colegios de nación. En 1778 el monarca impuso un comisario-visitador encargado de la reforma de los colegios irlandeses de Salamanca y Alcalá, aduciendo la necesidad de «restaurar en ellos la buena disciplina, y estudios». Hasta completar la reforma, se prohibió la matriculación de nuevos alumnos y finalmente se decidió anexionar el colegio de Alcalá al de Salamanca, alma mater de la red en España75. Al contrario de lo que ocurrió en la «edad de oro» de la fundación de estas instituciones en la corte —última etapa del reinado de Felipe II y primeras décadas del XVII—, el proceso de fusiones, traslados o cierres llevados a cabo desde la segunda mitad del siglo XVIII aparece más complejo y obedece a una multiplicidad de factores en cada institución, que permanece, en gran medida, todavía por estudiar. En esta contribución hemos visto cómo las instituciones de representatividad de las comunidades extranjeras en España se organizaron siguiendo el esquema típico de otras instituciones de naturales de los reinos peninsulares, esto es, aglutinadas en torno al paisanaje (un concepto de crucial importancia en la Monarquía hispánica) y a un santo patrón de común devoción en la región de origen. Estas instituciones, tanto de naturales como de extranjeros, tenían como marco más general el rico panorama de la religiosidad popular. Intendentes y cofradías en el reinado de Carlos III», en P. FERNÁNDEZ ALBADALEJO y otros (coords.), Política, religión e Inquisición en la España moderna. Homenaje a Joaquín Pérez Villanueva, Madrid, 1996, pp. 85-105. Y también I. ARIAS DE SAAVEDRA y M. L. LÓPEZ-GUADALUPE MUÑOZ, «El conde de Aranda ante la religiosidad popular. Releyendo el informe sobre cofradías de 1773», en J. A. FERRER BENIMELI (dir.), El conde de Aranda y su tiempo, Zaragoza, 2000, vol. 2, pp. 631645, e I. ARIAS DE SAAVEDRA y M. L. LÓPEZ-GUADALUPE MUÑOZ, «Debate político y control estatal de las cofradías españolas en el siglo XVIII», Bulletin Hispanique, 99, 2 (1997), pp. 423-435. 72 A. ÁLVAREZ DE MORALES, La Ilustración y la Reforma de la Universidad en la España del siglo XVIII, Madrid, INAP, 1988. 73 «Las Congregaciones de Naturales y las Provinciales que se llaman Nacionales, sostienen un espíritu de Partido y conservan una memoria que no conviene, donde solo ha de haber un Rey, una Ley, y una Grey, y son fanaticas en dispendios, ostentacion y parcialidad», en el memorial recogido por A. RUMEU DE ARMAS, Historia de la previsión social en España: Cofradías, Gremios, Hermandades, Montepíos, Madrid, Editorial Revista de Derecho Privado, 1944, apéndice IX, pp. 559-668, en concreto p. 667. 74 ARIAS DE SAAVEDRA Y LÓPEZ-GUADALUPE MUÑOZ, op. cit. (nota 20, 2000), pp. 212-213. 75 RECIO MORALES, op. cit. (nota 31), pp. 175-183.

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instituciones congregacionales repartidas por toda España. Las instituciones de nación tenían, sin embargo, algunas características singulares. Reflejaban el interés de la Monarquía por diferenciar, clasificar y potenciar la diversidad de naciones en torno a la figura real, otorgando a cada una de ellas lo que le correspondía en función de su vínculo con el soberano. El rey se erigió como su máximo protector, en la línea de protección que extendió a las comunidades extranjeras en su conjunto y al individuo de origen extranjero en particular. Como hemos visto, el extranjero era más vulnerable en Indias, donde no se desarrollaron las instituciones de nación tan características en la metrópoli, un problema que requeriría de una mayor profundización. El potencial de estudio de estos centros es importantísimo, en un panorama que se presenta historiográficamente muy fragmentado. A través de estas instituciones pueden seguirse las reacciones de sus integrantes en momentos de crucial importancia para sus territorios de origen, como hemos visto en el caso de San Antonio de los Portugueses ante la crisis portuguesa abierta en 1640, o como fue el caso de los franceses desde 1789. Estos centros también pueden servir para conocer mucho mejor la presencia de extranjeros en la Monarquía, al articular la participación de naturales en las comunidades locales. Pero también podrían seguirse los mecanismos de protección, patronazgo y clientelismo desarrollados en la corte dada su vinculación a los consejos territoriales y a la administración de la Monarquía en general.

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2. La Capilla Real de los Austrias. Música y ritual de Corte en la Europa Moderna Ed. de J. J. Carreras y B. J. García García Madrid, 2001. 517 págs. ISBN 84-87369-17-0 3. Familia, religión y negocio. El sefardismo en las relaciones entre el mundo hispánico y los Países Bajos en la Edad Moderna Ed. de J. Contreras, B. J. García García e I. Pulido Madrid, 2002. 461 págs. ISBN 84-87369-25-1 4. La Monarquía de las Naciones. Patria, nación y naturaleza en la Monarquía de España Ed. de A. Álvarez-Ossorio y B. J. García García Madrid, 2004. 831 págs. ISBN 84-87-369-31-6 5. El arte en la corte de los Reyes Católicos. Rutas artísticas a principios de la Edad Moderna Ed. de F. Checa y B. J. García García Madrid, 2005. 480 págs. ISBN: 84-87369-35-9 6. Banca, crédito y capital. La Monarquía Hispánica y los antiguos Países Bajos (1505-1700) Ed. de C. Sanz Ayán y B. J. García García Madrid, 2006. 535 págs. ISBN: 84-87369-40-5 7. La Pérdida de Europa. La guerra de Sucesión por la Monarquía de España Ed. de A. Álvarez-Ossorio, B. J. García García y V. León Madrid, 2007. 929 págs. ISBN: 84-87369-47-6 8. El Legado de Borgoña. Fiesta y ceremonia cortesana en la Europa de los Austrias (1454-1648) Ed. de K. De Jonge, B. J. García García y A. Esteban Estríngana Madrid, 2010. 712 págs. ISBN: 84-92820-24-5 9. Los Triunfos de Aracne. Tapices flamencos de los Austrias en el Renacimiento Ed. de F. Checa Cremades y B. J. García García Madrid, 2011. 480 págs. ISBN: 978-84-87369-68-1 10. Felix Austria. Lazos familiares, cultura política y mecenazgo artístico entre las cortes de los Habsburgo Ed. de B. J. García García Madrid, 2014 ISBN: 978-84-87369-74-2

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as corporaciones de nación (hospitales, capillas, iglesias, cofradías, colegios y otras fundaciones) desempeñaron diversas formas de sociabilidad y beneficencia, prácticas devocionales, y rituales festivos entre los miembros de una determinada comunidad de naturales, reforzando los vínculos de paisanaje con sus lugares y tradiciones de origen y proyectando la representación de su propia identidad nacional. Esto se aprecia sobre todo en espacios de poder como la corte de la Monarquía Hispánica, asentada de manera definitiva en Madrid en tiempos de Felipe III, quien apoyando bajo su patronazgo a muchas de estas corporaciones quería mostrar el carácter cosmopolita y plurinacional de sus dominios.

Este volumen está dedicado al estudio de esos procesos dinámicos y sus fundamentos identitarios en el ámbito de la Monarquía Hispánica entre 1580 (tras la incorporación de la Corona portuguesa) y 1750, teniendo en cuenta la evolución de este tipo de instituciones con el cambio dinástico. Sobre la corte madrileña, se ofrece un panorama general de su evolución y se analiza el caso de algunas iglesias y hospitales amparados bajo el patronato regio que fueron creados por iniciativa de los Consejos y por miembros de las propias comunidades de nación (portugueses, flamencos, franceses, navarros y vascos…). A continuación, se aborda la presencia de las naciones vinculadas a la Monarquía en un excepcional espacio confesional y de representación como era Roma, el impacto de los colegios irlandeses e ingleses, o la presencia de naturales indianos en la Universidad de Alcalá. El libro se completa con un apartado dedicado a las corporaciones nacionales en grandes capitales mercantiles como Sevilla, Cádiz, Lisboa o Nápoles. Como sucede con la propia Fundación Carlos de Amberes (desde 1594), se trata de instituciones que aún perviven en muchas ciudades y que conservan un interesante patrimonio histórico-artístico. Los trabajos aquí reunidos dan muestra del interés y las posibilidades que ofrece su estudio.

FUNDACIÓN CARLOS DE AMBERES

1. El Imperio de Carlos V. Procesos de agregación y conflictos Dir. por B. J. García García Madrid, 2000. 368 págs. ISBN 84-87369-14-6

LAS CORPORACIONES DE NACIÓN EN LA MONARQUÍA HISPÁNICA (1580-1750)

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LAS CORPORACIONES DE NACIÓN EN LA MONARQUÍA HISPÁNICA (1580-1750) Identidad, patronazgo y redes de sociabilidad

1. El arte de la prudencia La Tregua de los Doce Años en la Europa de los pacificadores Dir. por B. J. García García Madrid, 2012. 509 págs. ISBN 84-87369-73-5 2. Las corporaciones de nación en la Monarquía Hispánica (1580-1750). Identidad, patronazgo y redes de sociabilidad Ed. de B. J. García García y O. Recio Morales Madrid, 2014. 490 págs. ISBN 978-84-87369-77-3

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