Los Embera del Centro de Bogotá. “Cantos de padres, Cantos de niños: una mirada al problema de la familia indígena en las calles de Bogotá”.

July 5, 2017 | Autor: Amilkar Leguizamo | Categoría: Antropología, Pueblos indígenas, Bogotá
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Descripción

Universidad Nacional de Colombia.
Facultad de Ciencias Humanas.
Departamento de Antropología.
Curso Etnología en Colombia.
Profesor Roberto Pineda.
Daniel Lamprea Código: 04473961
Oscar Ramírez Código: 80193184
Felipe Reina Código: 25231082
Amilkar Pérez Código: 25231083





Los Embera del Centro de Bogotá.
"Cantos de padres, Cantos de niños: una mirada al problema de la familia indígena en las calles de Bogotá".
Trabajo Final del Curso de Etnología en Colombia.




La comunidad embera en la ciudad de Bogotá en los últimos años se ha fijado de forma sistemática a razón del desplazamiento forzado de sus territorios, esto reconfigura todo un modelo cultural al estar en contacto con las realidades de la ciudad; sin embargo, lo importante aquí, es el concepto de familia, puesto que gracias a ello se trazan redes de apoyo en su cohesión con la sociedad urbana, aquí entra en juego toda una especie de parentesco y linaje, que a la larga determina como es esa familia, despojada inicialmente, pero concretada en el cemento; añadiéndole además como la perspectiva de género, en el caso de la mujer, fija en todo sentido la familia como una totalidad, la mujer es quien trabaja, es quien obtiene el dinero, es quien comparte con los hijos, en fin.





La ciudad de Bogotá se convierte desde el 2002 en uno de los grandes centros receptores de indígenas Embera. A partir de este momento, con el paso de los años, va incrementando paulatinamente la llegada de indígenas Embera a la ciudad, principalmente por causa del enardecimiento del conflicto armado. De este modo, cada vez es mayor el número de Embera que se configuraran como nuevos habitantes urbanos.
El primer encuentro con la ciudad, dada su trascendencia, es mediante el cual los Embera determinan su reacción casi permanente frente al contexto urbano en el que a partir de ese momento se desenvolverán. Es decir que la primera percepción que tienen de Bogotá, las primeras personas con las que se relacionan, y sus primeras experiencias dentro de la ciudad, determinarán sus relaciones dentro de esta y su proyecto dentro de la urbe.
A partir del momento de migración, las familias inician un proceso de transformación que abarca diferentes aspectos. Esta transformación está motivada principalmente por el choque radical entre espacio rural y urbano, lo que ocasiona un cambio sustancial en el modo de vida de los indígenas tras su llegada a la ciudad. Sin duda, uno de los cambios trascendentales para la vida de las familias Embera tras su llegada a Bogotá es la manera de sostenerse económicamente. Alejados de sus tierras, e inmersos ahora en los sistemas comerciales capitalistas de la ciudad, los indígenas deben empezar a rebuscar el sustento que les permita satisfacer las necesidades básicas de su familia.
A pesar del difícil escenario al que se enfrentan los Embera en la ciudad, y de los cambios radicales en las condiciones de vida de sus familias, con el paso de los días se van adaptando a la urbanidad y empiezan a visualizar la ciudad como un espacio de oportunidades. Para ellos el contraste entre el total olvido estatal que vivían en sus resguardos y las "oportunidades" que ofrecen las entidades dentro del distrito, sin tomar en cuenta los largos procesos burocráticos que deben sobrellevar para lograr obtenerlas, representa una motivación para permanecer en los centros urbanos.
La vivienda de los indígenas en Bogotá, es proporcional a los escasos recursos económicos con los que cuentan, está orientada siempre a la búsqueda de mayor capacidad de personas y economía. Por esta razón los sitios que frecuentan están ubicados en zonas con problemáticas determinantes para las realidades socioeconómicas de sus habitantes, prostitución, tráfico y consumo de drogas, indigencia, entre otros.
Los indígenas conviven con una población heterogénea que aunque en ocasiones les sirve de apoyo, en la mayoría de casos propician el desarrollo de conflictos entre distintos actores, ya sea por disputas entre mafias o individuos habitantes de calle, incluso discriminación hacía la población desplazada e indígena.
El centro de la ciudad, a pesar de su contaminación y su deteriorada estructura, ha sido durante mucho tiempo la zona que ha acogido a los "inmigrantes" de todas partes del país, en este marco, el tipo de ocupación de este sector referencia los "pagadiarios" o inquilinatos, como el recurrente medio de habitación de los "extranjeros", entre ellos la población indígena.
Estos sitios de alojamiento están estructurados en antiguas casonas que facilitan su modificación y adecuación para el hospedaje de grandes cantidades de gente. Las familias indígenas se alojan en piezas que a pesar de contar con servicios como agua y electricidad, tienen altos grados de hacinamiento y suciedad, lo que impide que sean considerados como lugares apropiados para la habitabilidad humana. Además dentro de estos alojamientos cada persona comparte las fuentes de agua y el baño con aproximadamente otras 35, lo que hace que las condiciones higiénicas de estos sitios sean deplorables.
En estas condiciones en las que se desenvuelven los Embera dentro de la ciudad de Bogotá es casi imposible que puedan mantener viva su riqueza cultural, sus prácticas y tradiciones tienen que ser transformadas y su cosmovisión tiene que reducirse al plano urbano; según manifiestan ellos el peligro de perder su tradicionalidad y la de sus generaciones descendientes es inminente en este contexto.
Estos nuevos colonizadores urbanos además de sortear las condiciones en las que viven, deben establecer un modo de subsistencia económica y generalmente lo hacen por medio del rebusque o el trabajo informal cómo observamos en los casos que conocimos.
Los ingresos que obtienen las familias Embera son ínfimos en comparación con el gran número de personas que dependen del trabajo de unos pocos, además de la larga lista de gastos que deben sobrellevar a diario. Dentro de las actividades más comunes que desarrollan los indígenas para generar sus ingresos la más eminente es la mendicidad, y esta recae principalmente en las mujeres. En menor proporción realizan actividades cómo venta de artesanías, venta de ropa, canto en las calles y reciclaje. En algunos casos las familias Embera se dedican exclusivamente a una de estas labores, pero también es común que obtengan recursos mediante el conjunto de varias de estas.
La vida en la ciudad es un reto inmenso al que se enfrentan los Embera, deben acarrear múltiples adversidades que les oponen el contexto y las instituciones encargadas de soportar el desplazamiento. A pesar de esto la vida de las familias Embera en Bogotá persiste bajo la ilusión de recuperar el auge de su cultura y volverse a establecer como grupo autosostenible para ofrecer a sus futuras generaciones un conocimiento pleno de su cosmovisión.
En ese sentido, es claro que al estudiar y analizar el caso de estudio, es posible construir una pequeña y simple antropología de la familia centrada obviamente hacia los Embera, sin embargo, el hecho de estudiar una familia como una totalidad nos denota nuevos planteamientos, como lo es la importancia de la mujer Embera dentro de la obtención de recursos económicos para subsistir, sin llevarlos a términos feminista se define pues que la mujer es relevante dentro de su núcleo familiar tanto fuera como dentro de su espacio social y cultural.
El conflicto armado en Colombia lleva más de medio siglo afectando el campo y los territorios de las diferentes comunidades indígenas del país, dejando a estas poblaciones muy afectadas y obligándolas incluso a abandonar sus tierras huyendo de la violencia, buscando un mejor mañana, llegando en la mayoría de las veces a las grandes ciudades, en donde se enfrentan a una realidad distinta pero que de igual manera los trata con violencia y desprecio. A pesar de lo viejo que ya es el conflicto en el país, legalmente sólo se habla de una 'política pública' sobre desplazamiento hasta el año de 1997, cuando se expidió la ley 307.
Con esta ley se creó el Sistema Nacional de Atención Integral a la Población Desplazada (SNAIDP) que tenía como su principal objetivo el garantizar a las personas víctimas de esta calamidad recuperaran su territorio perdido, ya fuera volviendo al mismo lugar del que salieron o por medio de la reubicación por medio del estado. Sin mencionar si quiera la pérdida de toda una red social y cultural que estaba establecida en el antiguo territorio, cómo si el único sufrimiento fuera el de la pérdida de un pedazo de tierra.
Este sistema está conformado por un conjunto de entidades Públicas, Privadas y Comunitarias que realizan planes, programas, proyectos y acciones específicas con el objeto de atender integralmente a estas poblaciones, dentro de éstos servicios contemplados en la ley 307 están el de la educación, la vivienda, ayuda humanitaria de emergencia y el apoyo socioeconómico.
Luego de la expedición de la Ley 307 y debido a la percepción de ciertas falencias que tenía dentro de sí se han realizado varios intentos por fortalecer la normatividad respecto de la acción del estado frente al fenómeno del desplazamiento. Dentro de éstos intentos se encuentran la Ley 1190 del 2008, que complementa la de 1997; los decretos 290/1999, 2569/2000, 951/2001, entre otros.
A pesar de estos esfuerzos desde la institucionalidad, la implementación de las normas contenidas en las leyes y los diferentes decretos ha sido poco eficaz, pues la población desplazada, en este caso los Embera llegados a la ciudad de Bogotá, se ven en la obligación en muchos casos de recurrir a la tutela para hacer valer sus derechos y pedir un apoyo gubernamental ante sus calamidades. Pero otros, que no conocen muy bien los procesos burocráticos que hay que realizar simplemente se resignan a su desgracia y buscan la manera de rebuscarse la existencia a través de la mendicidad, la venta de sus saberes, la prostitución y otras actividades que no realizarían en sus realidades culturales habituales.
En 2009, mediante el auto 004 se reguló la atención que se debía brindar a la población indígena desplazada, quienes a parte de sufrir éste tormento se enfrentan también con la pérdida de su identidad cultural, pues éste fenómeno aniquila los lazos culturales de las comunidades con su territorio dada la dispersión de sus miembros, ya que quienes no son exterminados son obligados a morir en vida. En éste auto se plasma la situación 'alarmante' que viven las comunidades indígenas en el conflicto armado, pues son víctimas de los tres principales actores de él: Las guerrillas, los Grupos Paramilitares y las Fuerzas Militares del Estado.
Según el auto 004 de 2009 se describen las causas concretas del desplazamiento para las comunidades indígenas: Impacto de Megaproyectos, por ejemplo el de "Urrá" para el caso de los Embera; profanación de lugares sagrados, reclutamiento forzado tanto de adultos como de menores, combates dentro de sus territorios, restricción de la movilidad dentro de sus territorios por parte de los 3 principales actores del conflicto, violencia sexual contra mujeres y niños, control social y el asesinato de sus miembros y de sus líderes.
En nuestra opinión la principal falencia de éstas normas es que se queda en un ámbito meramente descriptivo y poco propositivo, pues a pesar de detallar muy bien la situación de los que sufren el tormento del desplazamiento forzado los mecanismos que plantea se alejan mucho de las realidades de estas comunidades e incluyen muchos procedimientos burocráticos que entorpecen en muchos casos la intervención del mismo Estado. Uno de los factores que entorpece los trámites es la falta de personas capacitadas en los idiomas nativos en las oficinas encargadas de recibir las declaraciones de las poblaciones indígenas, pues no todos los miembros de estas comunidades dominan el español.
En el proceso de consolidación de un listado de los derechos que son vulnerados en estas situaciones se ha presentado un gran inconveniente, ya que son muchos y muy complejos dada su interrelación, ya que la violación de derechos no se limita a las circunstancias propiciadoras del desplazamiento sino que luego de llegar a otra región se siguen violentando derechos por medio de las situaciones de desnutrición, falta de acceso a la educación, problemas de salud y entornos de alta marginalidad a los que se deben enfrentar las personas desplazadas.
Según la normatividad vigente lo que debe hacer una persona que es expulsado de su tierra en circunstancias violentas es denunciar lo sucedido ante la Procuraduría General de la Nación, la Defensoría del Pueblo, las Personerías Municipales o Distritales o cualquier despacho judicial. Luego de esto, si es aceptada su declaración tiene que llenar un formulario que lo acredita como miembro del plan. Por medio del RUPD o Registro Único de Población Desplazada también se obtiene información sobre las personas víctimas de esta situación, lo que en teoría brindaría herramientas para mejorar la estrategia para enfrentar este problema social por parte de la institucionalidad estatal.
Hay dos posibilidades para negarle el acceso a una persona a la base de datos de la población desplazada por medio del RUPD: "i) cuando su declaración sea contraria a la verdad; o ii) cuando existan razones objetivas y fundadas para concluir que de la misma ni se deduce la existencia de las circunstancias de hecho previstas en la ley 387 de 1997, que define la condición de desplazado"
Luego de revisar el apartado sobre la legislación con respecto a la población desplazada creemos que es deber del estado no sólo prestar atención en cuanto a las cuestiones meramente formales de las normas sino que también se debe poner bastante atención y analizar a profundidad el impacto y la percepción de los mecanismos usados por la institucionalidad para enfrentar este fenómeno.
A continuación los 2 procesos realizados por nuestro grupo de investigación durante el semestre, presentados como dos acercamientos, en el primero se observa pues un poco de aislamiento en cuanto a los objetivos propios de nuestra investigación, sin embargo ciertos avances en el hecho de realizar trabajo de campo; en el segundo acercamiento, se percibe un poco mas de profesionalismo obteniendo en efecto datos sustanciales para nuestro fin.

1er. Acercamiento.

En un comienzo cuando el profesor Roberto Pineda nos pidió que hiciéramos una etnografía con algún grupo indígena asentado en la capital pensamos en diferentes alternativas: para comenzar recordamos la maloca que se encuentra en el jardín Botánico de Bogotá, donde se reúnen indígenas de diferentes grupos, desde los muiscas del altiplano cundí – boyacense hasta los Kogi y los Wiwa de la Sierra Nevada de Santa Marta en el mar Caribe. También pensamos en los diferentes compañeros indígenas que estudian antropología con nosotros en la Universidad Nacional y hasta en el inquilino de la novia de Oscar, quien sería un Wiwa, también pensamos en ir a algún resguardo a ver cómo era la vida de un indígena en la ciudad […] pero los descartamos a todos y decidimos buscar a aquellos que se enfrentan más duramente (de una forma más directa) a la ciudad y a sus exigencias.
Sin extendernos más, decidimos que la mejor etnografía tal vez fuera esta que surge del modo más natural, debería consistir en el encuentro casual y en la interacción directa con un indígena recién llegado, o por lo menos que aun no haya sido absorbido por las mecánicas y las costumbres de la ciudad […] así pues, comenzamos a caminar con calma las calles de la ciudad y a acercarnos a las diversas personas que tienen lo que uno considera características indígenas, la mayoría de personas con quien tuvimos contacto tenían una de estas tres actividades para ganarse la vida y moverse en la cuidad: La primera es comprar artefactos indígenas hechos a partir de tejidos, como lo son mochilas, bufandas, gorros, manillas y demás, todos con la característica de que no los fabrican sino que por el contrario los compran en centros comerciales de artesanos (como metrocentro, en el centro de la ciudad) para luego venderlos con ayuda de la imagen que las personas del común tienen de que los indígenas tejen gorros y mochilas. Este primer grupo lo descartamos porque ellos están ya inmersos en la mercantilización y en el comercio y por tanto no son muy diferentes de cualquiera de nosotros.
La segunda está en la mendicidad, y es que es muy común encontrar en las calles niños y ancianos pidiendo dinero, o cantando con un tarro de limosnas en los pies… Pero la tercera consiste en aquellos que viven en la ciudad alrededor de, o con algún arte o artesanía creada con sus manos y en ocasiones con un significado real para sus creadores, esta fue a nuestro parecer la más interesante y fue con este tipo de indígenas con el que decidimos trabajar.
Como en Colombia son tantos los pueblos indígenas y sería muy complicado estudiarlos con generalidades (ya que algunos son muy diferentes) decidimos optar por los Embera Katios que se desenvuelven a diario en el centro de la ciudad, más concretamente en los alrededores del Museo del Oro en la carrera Séptima.
Tan solo el sitio es en particular interesante ya que el Museo del Oro atrae el interés por las creaciones y pensamientos indígenas, esto hace que se acerquen y circulen por ahí muchos amantes o por lo menos personas que valoran las diferentes creaciones como en el caso de los Embera sus tejidos con chaquiras. Otro factor interesante es que enfrentamos está la carrera séptima que es peatonal y algo considerado turístico por los bogotanos y visitantes; esto hace que fluya multitud de posibles clientes […] Esto demuestra como los Embera han aprendido a moverse bien en estos ambientes tan caóticos como lo es el centro de Bogotá.
Debemos admitir que ya bastante resignados por nuestros anteriores intentos fallidos y por las lluvias fuertes y constantes de los últimos días que alejaban a nuestros interlocutores en este tema, decidimos hacer un intento más un miércoles de Noviembre en la mañana: salimos a caminar en la mañana por la carrera séptima cuando llovió terriblemente, aun así al parar la últimas gotas salimos en la dirección planeada (ya después del medio día) esperando encontrar a aquella mujer mayor Embera quien nos había pedido chaquiras o alimento a cambio de algunos cuentos o historias (era la única que había sido medio accesible a una conversación), pero como nosotros lo sospechábamos la lluvia la había alejado y todos los demás parecían haber desaparecido, nunca vimos el centro sin un solo Embera.
Entonces de camino a la casa de Oscar la vimos a ella: una mujer Embera, pero no cualquiera, ella se veía tan anciana como nunca, una mujer anciana en las calles de la ciudad… tenía el pelo muy largo y se notaba que poco le importaba la apariencia de este o de su ropa. Estaba ahí sentada en el piso, en un andén contra algún tipo de local, y las personas se alejaban de ella o la ignoraban, no pude evitar fijarme también en el niño que estaba sobre sus piernas (muy pequeño para ser su hijo), quien tenía de juguete una botella llena de agua amarrada con una cabuya y vestía una pantaloneta o pantalón corto y una camiseta a pesar del frio que hacía. Ella tenía un vestido viejo y nada más, ambos estaban descalzos […] el niño con pies delicados, pero la anciana tenía unos pies muy recorridos, eran anchos, fuertes, tenían callos, y estaban muy sucios en la planta.
Nos sentimos aburridos de no tener una cámara o al menos una grabadora de voz, sin embargo y rompiendo con esa pena que producen tantos intentos fallidos nos acercamos y la saludamos: Oscar se acurruco al lado de ella y comenzó preguntando cosas sencillas, aquellas que sirven para iniciar una conversación, le conto así que venía del Choco de los lados del Pacifico, y él le conté que había estado allá hace poco subiendo al golfo de Urabá y que había conocido algunos Embera, entonces se puso más abierta y le conto que ella era de hecho una Embera, que venía a Bogotá a visitar a su hija. Su hija tejía con chaquira y las vendía por ahí cerca, mientras ella se sentaba por ahí tranquila a cuidar al nieto […] al hablar un rato Oscar se fijó que no se sentía en la indigencia o algo similar… ella simplemente estaba ahí tranquila, cualquier dinero o comida que le dieran igual también estaba bien, la recibía para en la tarde o noche juntarla con las ganancias de la hija. La señora se llamaba Ana, y la verdad no entendí bien su apellido y no quiso preguntar varias veces lo mismo, ella le describió algo de cómo vivía allá en el Choco, de que sembraban y comían mucho plátano así como maíz, también pescado y algo tras cosas como muy de la región y característicos de zonas más verdes. Ella le dijo también que solo estaría acá unos días mientras se llevaban a cabo algunos encuentros entre los Embera de la ciudad, y que una vez eso terminara se devolvía. Es curioso que cuando le pregunte si tejía o hacia algo parecido con chaquiras, hizo una cara de desinterés y respondió que acá no, que para vender no, que en la noche hacia con su hija, que le enseñaba y cambiaban sus conocimientos al respecto y que lo mismo en ocasiones especiales con otras señoras por allá en su hogar. Fue una respuesta y un modo de ver su artesanía completamente distinta al de los demás sujetos con quienes había hablado.
Ana en cuanto a Oscar era la más noble y tranquila, le hablaba como lo haría una abuela con su nieto, sin tapujos ni intereses y aunque no pudo conseguir una forma de contactarla de nuevo este fue el primer acercamiento exitoso en esta etnografía.

2do. Acercamiento: el éxito de la interacción.

Después de todas las fallas y problemas hubo un día en que todo fue diferente y pudimos al fin sentarnos horas enteras a hablar con algunas mujeres embera respecto a su manera de vida, tanto en su pueblo como en la ciudad, hablamos sobre la historia que las había hecho migrar a Bogotá y sobre las formas como se movían en la urbe […] este día lo cambio todo, realmente sentimos que abrieron su mundo y su pensamiento y que nos contaron cosas que eran muy de ellas […] en los párrafos que siguen recitaremos dos historias diferentes, dos caras de una misma situación: hablaremos así de la historias de Rosa y de la de Liliana que fueron para nosotros las más amables y abiertas para nuestros deseos y curiosidades.

El caso de Rosa.
Eran aproximadamente las 9 de la mañana en el centro de Bogotá y mis compañeríos y yo decidimos hacer un último acercamiento a los Embera que se mueven en su trascurrir diario por el centro de Bogotá. Así pues como habíamos tenido tan malas experiencias al presentarnos como estudiantes o antropólogos decidimos hacerlo esta vez de una manera más sencilla y camuflando nuestras identidades; así entonces nos acercamos a los diferentes grupos mostrando interés en comprar algunas artesanías para regalar, y presentándonos como artesanos que querían aprender de los tejidos, técnicas y matrices.
Creo q esta fue la clave del éxito, ya que uno como comprador es mucho más interesante para ellas que como antropólogo o sociólogo… así fue que a diferencia de los otros acercamientos esta vez nos mostraron su trabajo, y nos enseñaron algo respecto a los símbolos y a los colores que usaban y lo que representaban para ellos en su cosmología. Pero hablemos de Rosa, ella es una mujer Embera de unos 40 años aproximadamente (no me atreví a preguntar), tiene 2 hijos un niño y una niña: el tiene 12 años y ella 8, me cuenta que a ambos los tiene estudiando en colegios comunes y que reciben una educación occidental, pero que el tiempo libre los enseña de música, cuentos y a trabajar con chaquiras…
Rosa es una Embera Chami y viene de Risaralda, según me cuenta los paramilitares que azotan todo el país llegaron allá también y los sacaron corriendo, con muchas amenazas fuertes y con algunos conocidos asesinados de manera violenta, me conto que el miedo le gano, que las atrocidades eran muchas, y que ella como Embera no tenia problema con viajar en alguna dirección. Para ella el país es de todos y en todo lado se acomoda, nos conto como al llegar acá fue duro pero q duro es en todas partes, así que como siempre se acomodo al mundo al que llego y aprendió caminar descalza por el pavimento como lo hacía por la tierra.
Ella habla de que los hombres no hacen mucho, que solo cultivan la tierra pero q como acá no es posible se dedican a dormir, beber y ver tv, mientras ellas tejen y trabajan con chaquiras día y noche, no solo mientras las venden sino también en cada momento del día y la noche en que no tienen más que hacer. Nos explico que hay en su mundo emberas de 2 tipos: los de las montañas y los de los valles, los catios y los chami, nos contaba que se parecen pero que no son los mismos, que los del choco y los del Casanare hablan incluso lenguas distintas, pero realmente no supo explicarme otras diferencias que permitan a personas como nosotros diferenciarlos.
De Rosa hay que apuntar un par de cosas: la primera es que a diferencia de los primeros embera con quienes interactuamos y que están inmersos en el capital y la civilización occidental, debido a que ya llevan acá entre 4 y 8 años Rosa lleva apenas unos 5 o 6 meses y este tiempo no ha bastado para corromper sus valores y sus pensamientos de un modo tan drástico. Ella me hablo muchos cuentos de cómo era donde vivía y de que si pudiera volvería, porque aunque ya se acostumbro a la ciudad hay cosas del mundo del campo que acá no se ven y que aunque no lo dijera estoy convencido de que las extraña.
Rosa es una mujer dura y con actitud hacia lo que venga, mas sin embargo en su mirada y en sus palabras se siente la nostalgia por su lugar de origen…
El caso de Liliana.
Liliana es completamente diferente. Mientras Rosa tiene un tapete de más de 2 metros lleno de collares, manillas y demás, así como un par de tableros llenos de aretes (todo con chaquiras), Liliana solo tiene un trapo de menos de 70 cm bastante harapiento y degenerado, con no más de 20 manillas y sin un solo arete o collar (que son los más caros y los que más ganancia les dejan), ella tiene otra particularidad y es un raspador, como los usados en el vallenato, sus hijas, una de unos 4 años y la otra de casi 2, tocan el raspador y bailan de maneras extremadamente tiernas, parecen muy felices con la música y los bailes que salen de sus mentes…
La menor de las niñas era todo un espectáculo, allí en el piso, en medio de la ciudad toda sucia de la cabeza a los pies, basto con q un compañero le regalara una agenda y unos colores para que se pusiera tan feliz como cualquier niño lleno de juguetes. Se revolcaba y miraba el cielo con emoción, pareciera estar muy habituada al cambio.
Liliana era muy linda, tenía unos 20 años apenas y ya había vivido la violencia, el desplazamiento, el trabajo, la mendicidad, etc. Ella veía por su hermano de 14 por q como dije los hombres embera en la ciudad no hacen nada, y por sus 2 niñas… a diferencia de Rosa, Liliana no está con los del resguardo y no le gusta que nadie le ayude, se siente satisfecha con lo que ella sola puede lograr.
Nunca vi una mujer más guerrera, con una actitud tan fuerte ante el mundo y su destino… su esposo la dejo y ella veía por todos, pagaba una pequeña pieza en el centro y tenía apenas lo básico. Con ella fue con quien más hablamos, fue la más abierta y amable nunca nos pidió nada y contesto cada inquietud nuestra por extraña que le pareciera; no creo que pueda olvidarla fácilmente ni a ella ni a Paula Andrea (la niña menor), ese día le invitamos un almuerzo y le compramos algunas manillas, mas sin embargo tengo la sensación de que ella nos aporto mucho mas a nosotros como personas y antropólogos.

Conclusiones.
Nuestra investigación plantea un eje importante y transversal: la mujer embera; cabe decir que los Embera en el contexto de género, presentan un equilibrio y existe una participación de la mujer, de hecho un jaibana como líder espiritual de la comunidad puede ser hombre y mujer, incluso los gobernadores de los resguardos no tiene un genero fijo.
A partir de ello, es claro que la mujer denota cierta inclusión dentro de los procesos de construcción cultural, sin embargo, y aclarando pues, de que este no es entendido desde el feminismo si no desde su naturaleza como comunidad sostenible en cuando a la función de género; por eso al analizar nuestros casos de estudio, es claro que allí sigue apareciendo la figura femenina, la familia urbana Embera depende en especial la fuerza de trabajo femenina y esto permite plantear y teorizar que la Mujer como escenario de cultura material e inmaterial dentro de los Embera es el eje, es la que permite que la familia se alimente porque es la que obtiene el dinero de la venta de artesanías.
Esto está basado en sus mismos testimonios, puesto que el hombre se relaciona un poco con el campo, y ambas mujeres entrevistadas nos contaron que ellos no pueden estar en la ciudad porque en la ciudad no se puede cultivar, es mas sus sistema económico como un modo de vida, como un modo operandis, como un modo de subsistencia, funciona gracias a la mujer Embera, es decir, Liliana y Rosa.
Por eso al hablar de familia Embera en la ciudad de Bogotá, es posible en todo sentido que sus dinámicas giren en torno a la Mujer, como eje de decisiones y como eje económico y cultural; puesto que las artesanías son producto de ellas acá en la ciudad y esto permite que ciertos elementos y saberes de cultura no se extirpen de sus comunidades móviles; ahora bien, si esto se traduce, es simple acotar que la mujer en la ciudad es la que permite que la memoria no quede en el olvido.
La conclusión final podrá resumirse en que para lograr un buen acercamiento con una persona que ve el mundo de otro modo y que proviene de un lugar muy distinto esta en mostrarse como su semejante, ni más ni menos, yo no era nadie, ni un antropólogo, ni un universitario, ni nada, solo otra persona en la calle que quería hablar un rato, el ser abierto y desinteresado permite que surjan diálogos muy interesantes en cualquier momento y permite también lograr establecer una relación a manera desinteresada, a manera de amistad.
Otro punto que nos deja el presente trabajo es que la mejor manera de hacer un acercamiento es ir al sitio mismo donde la persona que nos interesa se la pasa, sea este el trabajo, o su hogar, pero es en el trabajo, y en la lucha diaria que todos llevamos por sobrevivir y sostenernos donde nos encontramos, donde percibimos que todos somos personas con las mismas necesidades básicas.

















Anexos.


Anexo #1; Rosa y su puesto de trabajo en la carrera séptima.



Anexo #2; Muestra de Cultura Material – Caso de Rosa.



Anexo #3; Rosa y su puesto de trabajo en la carrera séptima.


Anexo #4; Alojamiento Comunidad Embera en el barrio Santafé en el centro de la Ciudad de Bogotá,



Anexo #5; Liliana y su puesto de trabajo en la carrera séptima.


Anexo #6; Liliana nos aproxima como la mujer es importante dentro de la familia.





Bibliografía

Ardila, Gerardo y Cortes, Oriana. "Reflexiones para el desarrollo de una política publica intercultural para el pueblo Embera residente en Bogotá". En artículo para la cartilla digital voces. Los embera en Bogotá. Bogotá. 2011.
Diagnóstico de la situación del pueblo indígena Embera Katío.
Fecha de consulta: 24 de Noviembre de 2013
Disponible en http://www.derechoshumanos.gov.co/Observatorio/Documents/2010/DiagnosticoIndigenas/Diagnostico_EMBERA%20KAT%C3%8DO.pdf
Documento Legal sobre: "Auto 051/13, Referencia: solicitud de información sobre las medidas adoptadas para atender a las comunidades indígenas Embera Katío (Chocó) y Embera Chamí (Risaralda) que se encuentran desplazadas en la ciudad de Bogotá, en el marco de lo dispuesto por la sentencia T-025 de 2004 y en especial en el auto 004 de 2009".
Fecha de Consulta: 2 Diciembre de 2013
Disponible en http://www.corteconstitucional.gov.co/relatoria/autos/2013/a051-13.htm
Informe Final: Identificación y Caracterización Socioeconómica, Cultural y Nutricional del Observatorio de la Situación de los Niños, Niñas y de las Familias Embera en Bogotá.
ICBF y Viaplural, Bogotá, 2009
Fecha de consulta: 14 de Octubre de 2013
Disponible en http://observatorioetnicocecoin.org.co/cecoin/files/Informe%20Final%20-%20Observatorio%20Embera%20-%20VP.pdf
Vasco, Luis Guillermo. "Embera". En artículo para la cartilla digital voces: Los embera en Bogotá. Bogotá. 2011.


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