Los Democristianos protagonistas de la Transición

August 28, 2017 | Autor: Jose Luis Orella | Categoría: Contemporary History of Spain, Democratic Transitions
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La DC en España siempre ha sido un capítulo incompleto de la historia de nuestro país, desde sus amargos comienzos con el nacimiento del catolicismo social, hasta nuestros días. La principal causa de que no surgiese con fuerza en un país católico como España, un partido de estas características, era el argumento de la unidad de los católicos. Esta idea producía verdadera escisión en el cuerpo político de los creyentes, porque, por una parte, se situaban los carlistas, fieles a su rey desterrado y contrarios a toda convivencia con el liberalismo, y por otro lado, los conversos al sistema restauracionista, que pretendían cristianizar el liberalismo imperante, haciendo posible la cohabitación entre el catolicismo y un individualismo conservador. No obstante, hasta 1919 no surgió la oportunidad de materializar un proyecto político novedoso, semejante a los que estaban haciendo aparición en centroeuropa. En España, fueron los miembros de la AC de P, quienes junto a los tradicionalistas escindidos y los mauristas concibieron la idea de levantar un partido católico semejante al zentrum alemán o al PPI italiano. Este experimento político fue el PSP, que quedó inconcluso, pero abortó una nueva vitalidad en forma de cuadros jóvenes a la caduca derecha española1. Una parte importante de los cuales colaboraron, formando parte de la Unión Patriótica, en la dictadura de Primo de Rivera. La II República proporcionaría el marco jurídico para una nueva experiencia política, aunque no estrictamente democristiana. La CEDA liderada por José María Gil Robles, aglutinaba en su seno a democristianos, conservadores y corporativistas. Sin embargo, fue la organización de masas más grande de la derecha, marcada por el signo católico, y no superada en volumen de afiliación2. La labor de estos movimientos quedaría incompleta si no se agregase los partidos de índole nacionalista, como el PNV y la UDC, que en sus respectivas regiones habían abarcado a parte del catolicismo social existente. En Europa, desde el final de la II Guerra Mundial, los democristianos eran los grandes beneficiados de la depuración de los elementos derechistas que habían colaborado con las potencias del Eje. Los católicos liberales, que habían formado en la resistencia, se encontraron como los únicos habilitados por las potencias occi* Profesor titular de Historia Contemporánea de la Universidad de San Pablo CEU. 1. Para mayor información sobre el PSP, consultar la tesis doctoral de Oscar Alzaga, La primera democracia cristiana. Barcelona, 1973. 2. Todo lo referente a la CEDA en José Ramón Montero, La CEDA, el catolicismo social y político en la II República. Madrid, 1977. 171

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dentales para representar el espacio sociológico conservador. Los democristianos, apoyándose en su anticomunismo y fidelidad a los principios de la democracia liberal obtuvieron el monopolio de la articulación del centroderecha de la Europa occidental. Incluso en Francia, donde De Gaulle aglutinaba el poderoso nacionalismo galo, los democristianos tuvieron la representación de un cuarto de los franceses del MRP. En la actualidad, los democristianos galos forman un pequeño vástago de la coalición liberal UDF. En cuanto a Alemania, Italia, Bélgica, Holanda y Luxemburgo, los democristianos han copado el espectro del centroderecha de sus respectivos países y en Escandinavia mantienen representaciones parlamentarias. Con este panorama europeo, no resultaba raro imaginar que en cuanto España ingresase en el club de las democracias liberales, se intentaría la formación de un movimiento democristiano hermano de sus potentes congéneres del continente.

LA OPOSICIÓN TOLERADA En la España de los años cincuenta, la apertura comercial iniciada por el ministro Manuel Arburua significó también una mayor permisividad política, al haber desaparecido la referencia de las potencias fascistas con su derrota militar en 1945. La Iglesia española que gozaba de una plena autonomía con respecto a sus organizaciones, brindó la oportunidad para que algunos de sus miembros seglares pudiesen adquirir unas orientaciones similares a las de sus equivalentes europeos, que habían optado por la democracia cristiana. Por aquel entonces, ya existían grupos democristianos en la España de Franco, que se habían iniciado en tres focos principalmente. En los años cuarenta, en Madrid, liderado por José Rodríguez Soler con sus célebres cafés tertulias; a partir de los años cincuenta, en Sevilla, con Manuel Giménez Fernández, exministro de agricultura de la CEDA en la II República; y, en Valencia, por la presencia de Luis Lucia, expresidente de la Derecha Regional Valenciana integrante de la CEDA. No obstante, el grupo valenciano perdió su fuerza con la muerte en 1943 de Luis Lucia.3 En 1954, Francisco de Luis y Ricardo Fernández con un grupo de miembros liberales de la ACN de P formaron el AECE (Asociación Española de Cooperación Europea). Aunque su núcleo fue democristiano, pero pronto empezó aglutinar simpatizantes de otras formaciones moderadas como los monárquicos. En 1960, la presidió José Yanguas Messia y al año siguiente José María Gil Robles. Sería el antiguo líder cedista, quien desde la presidencia de este grupo organizaría junto a Dionisio Ridruejo la Conferencia de Munich de 1962.4 Gil Robles fundaría en 1963, un grupo expresamente democristiano, después de una militancia monárquica desde 1942. El grupo se llamó Democracia Social Cristiana y siguió la influencia accidentalista de la antigua CEDA. En el grupo estuvieron Juan Luis Simón Tobalina, Fernando Alvarez Miranda, Iñigo Cavero y José María Montas.5 En 1975, cambio el nombre por Federación Popular Democrática.6

3. Guy Hermet, Los católicos en la España franquista. Tomo I, Madrid, 1985, pág. 340 4. Ibidem, pág. 342 5. Ibidem, Tomo II, pág. 398 6. Ibidem, Tomo I, pág. 344

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En cuanto al grupo formado por Giménez Fernández, en 1956 se constituiría como Izquierda Democrática Cristiana, pero no consiguió el reconocimiento de la Internacional democristiana. En enero de 1965 se fusiona con la Unión de Juventudes Demócrata Cristianas formando ambos la Unión Democrática Cristiana, que contó con la oposición del PNV y de la UDC catalana para su reconocimiento internacional. En 1968 fue languideciendo el grupo por muerte de Manuel Giménez Fernández. Sin embargo, esta agrupación gozó de la presencia de un líder cultural, más que político, el exministro de Educación, Joaquín Ruíz Giménez. Aunque, entre los dos hombres había habido sus diferencias, porque el excedista sevillano no quiso aceptar a Ruíz Giménez en el grupo por haber sido ministro de Franco. No obstante, después de la muerte de Giménez Fernández, Izquierda Democrática se reforzaba con el grupo sevillano y parte de los gilroblistas que no habían acudido al congreso de Los Molinos en enero de 1965, con el fin de unificar a los diferentes grupos democristianos de la oposición al régimen. Las diferencias entre ellos resultaban notables, empezando por la fractura existente entre el posicionamiento nacionalista del PNV y de UDC con respecto al planteamiento español de DSC e ID. Problemas que fueron sonados cuando en los congresos internacionales de Estrasburgo en 1963 o de Lima en 1966, el PNV se negó a la presencia de la bandera española7. Por otro lado, Gil Robles en su retorno al accidentalismo abrió las discrepancias con los monárquicos y con los jóvenes opuestos al excesivo caudillismo del antiguo ¡Jefe, jefe, jefe! De las masas cedistas de 1933. Por el contrario, Ruiz Giménez desarrollaba un liderazgo profesoral y paternal sobre los universitarios que se unieron a ID, procedente de las filas de la ACN de P, había servido como ministro de educación entre 1951-1956 realizando una apertura intelectual en el mundo universitario, con el nombramiento de Pedro Laín Entralgo como rector de la Universidad de Madrid y de Antonio Tovar de la de Salamanca, subvencionando a las revistas Alcalá y Revista, ésta última dirigida por Dionisio Ridruejo. Además apoyaba la divulgación de la filosofía liberal de Ortega y Gasset, así como la de las ideas del catolicismo liberal francés procedente de Maritain, Mauriac y Mounier. Sin embargo, su compromiso con los grupos opositores al régimen se materializaría en la publicación de Cuadernos para el diálogo.

EL DIÁLOGO DE CUADERNOS Cuadernos para el diálogo fue una revista mensual que luego pasó a ser semanal, de orientación cristianodemócrata, aunque abierta a sectores que propugnaban abiertamente el socialismo. Se fundó en el embrión de seguidores de Joaquín Ruiz Giménez, quien con la nueva orientación que la Iglesia estaba tomando bajo el pontificado de Juan XXIII, especialmente después de la encíclica Pacem in terris de abril de 1963, produjo en el espíritu del exministro la espoleta que le llevó en octubre a sacar esta revista buscando el diálogo con los sectores intelectuales opositores al gobierno de entonces. Durante su trayecto de 1963 a 1977, fueron sus directores Joaquín Ruiz 7. Francisco Álvarez de Miranda, Del contubernio al consenso. Barcelona, 1985, págs. 49-51.

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Giménez, desde 1963 a 1966, con la nueva Ley de Prensa de Fraga debió dejar a un periodista de carrera, conforme obligaba la nueva medida gubernamental, Francisco José Ruiz Gisbert, que estuvo de 1966 hasta 1968. En la siguiente etapa fue sustituido por Félix Santos, que estuvo desde 1968 hasta 1976, durante esta trayectoria Pedro Altares fue el director gerente de la revista. Cuadernos para el diálogo se fundó para abrir horizontes y servir de estímulo para una profunda renovación cristiana inspirada en el espíritu del Concilio Vaticano II y del Papa emblemático Juan XXIII. También se estimó con urgencia la necesidad de una apertura social, intelectual y cultural que llevase a una esperanza en un cambio político. Siendo esta revista la precursora de las que surgieron en 1966 con la nueva Ley de Prensa, como Triunfo, Destino, Serra d’Or, Mundo Social, El Ciervo, Vida Nueva... Hasta entonces, Cuadernos para el diálogo fue la única oficial y legal que se opuso abiertamente al régimen. Ruiz Giménez tomó esa actitud opositora contra el régimen, porque creyó que la nueva orientación del Concilio Vaticano II chocaba con la concepción autoritaria del franquismo. Cuadernos para el diálogo fue la primera publicación nacida con vocación de oposición. Fraga, entonces ministro de Información y turismo, prefirió tolerar una oposición moderada y canalizada en sectores restringidos a publicaciones clandestinas y radicales. Los estudiantes que colaboraron con Ruiz Giménez fueron: Pedro Altares, José Féliz Tezanos, Eugenio Nasarre, Elías Díaz, Gregorio Péces Barba, Javier Rupérez, Antonio Largo Carballo, Juan Luis Cebrían, Julio Rodríguez Aramberri. En una segunda etapa participaron Rafael Arias Salgado, Leopoldo Torres, Oscar Alzaga, Juan Antonio Ortega y Armando López Salinas, un comunista que acercó la revista al PCE, colaborando Julián Ariza y Marcelino Camacho8. El mensual que a partir de 1976 se convertiría en semanario fue una revista católica de calidad orientada hacia un público más restringido y politizado. Con un equipo democristiano que fue haciendo hueco a socialistas y social demócratas. Cuadernos para el diálogo alcanzó desde 1966 a 1967 una tirada media de 20 mil ejemplares y llegó a partir de 1970-71 a los 33 mil con puntos culminantes episódicos de 39 mil. Estas elevadas cifras para una publicación intelectualmente ambiciosa la colocaban a la cabeza de la prensa política no diaria, junto al semanario progresista laico Triunfo (42 mil ejemplares en 1972) y por delante del falangista de izquierdas Índice (17 mil en 1972). Además, el aumento de tirada coincidió con su creciente radicalización ideológica, que en 1971-72 le hizo asumir una posición aparentemente socialista. Precisamente esta socialización de la revista significó la causa de la salida de uno de los colaboradores, Manuel Jiménez de Parga. El granadino había sido uno de los principales en la preparación del manifiesto de Palamós en 1967, donde se clarificaban sus ideas. Jiménez de Parga las describió al año siguiente en su libro Atisbos desde esta España. La revista bajo la dirección de Félix Santos, que duró desde 1968 a 1976 tuvo que sufrir por sus artículos políticos 16 expedientes a cargo del ministerio de información y turismo, y 7 procesamientos por el Tribunal de Orden Público. Su cota máxima fue de cien mil ejemplares y cuando cerró su cota era de sesenta mil.

8. Fernando Jauregui y Pedro Vega, Crónica del antifranquismo, Tomo II, Barcelona, 1987, pág. 57.

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Cuadernos para el diálogo fue la única que promocionó el NO en el referéndum de 1968. Para Ruiz Giménez, la revista nació por exigencia de conciencia, después de un camino de reflexión colectiva sobre los problemas más acuciantes de España. Así se llegó a la conclusión de que las corrientes discrepantes con el poder eran las dialogantes, ya que las internas del gobierno no lo podían ser por su defensa del régimen. Pedro Altares definió el objetivo de la revista con la idea de detectar las corrientes que se movían por debajo de la España oficial. José Luis Aranguren después de dejar claro que no era su revista, a la que calificó de vaticanista, rechazó el diálogo con el poder y a considerarse heredero de un bando de la guerra civil. Dionisio Ridruejo criticó la revista en el sentido de que la revista había profundizado la línea de servir de plataforma del diálogo cristiano-marxista, pero había dejado aparcadas otras líneas como eran las posibles con la democracia liberal y la democracia social. Sin embargo, la relación con el socialismo había sido la única desarrollada. Aunque la respuesta que se le dio fue que las otras alternativas no eran lo suficientemente atractivas para atraer a la juventud. En la mesa redonda del número 100 resumía su acción con estas palabras: «Bajo una perspectiva conscientemente democrática nos hemos enfrentado con la realidad circundante, oficial o no oficial, siendo objeto de análisis: la estructura constitucional del Estado, monarquía, movimiento sindical, regionalismo, elecciones, cortes y problemas socioeconómicos, culturales y religiosos. Se lucha por la dignidad y los derechos de la persona humana, la defensa de la libertad y del pluralismo ideológico. Aunque se esté en un desarrollo económico, se quieren medidas políticas que favorezcan la igualdad y la apertura social, porque el signo de la época y el verdadero progreso histórico caminan por la senda de la socialización o el socialismo, en contra de la dictadura y de los sistemas económicos que explotan al hombre por el hombre». Los hombres de Cuadernos para el diálogo buscaron ser una alternativa a la actual crisis de valores. El cambio social latente en todo el mundo tuvo su lugar en la revista: Vietnam, el Chile de Allende, el Portugal del postsalazarismo, la izquierda francesa de Mitterrand contra el gaullismo, la alternativa de los pobres en los curas progresistas... De esta forma, el nº 100 tuvo una tirada de 40 mil ejemplares en 1972, y el 113 de 1973 lo fue de 42.300 ejemplares. En resumen, Cuadernos para el diálogo agrupó a un grupo de jóvenes cristianos que abrieron el diálogo con los marxistas para eliminar las barreras que puso la guerra civil y luchar por un marco político y social donde la convivencia, la tolerancia y la justicia social fuesen patrimonio de la sociedad. Este espacio de diálogo cristiano-marxista se desarrolló en un período en el cual se veía al marxismo, como la alternativa romántica de una nueva izquierda surgida en los sesenta, que encandiló a muchos cristianos progresistas y les empujó contra sus afines, defensores de un régimen que no podía escapar de su pasado para seguir ocupando un puesto en el presente. Su influencia se pudo comprobar en la transición, cuando 150 de los parlamentarios habían tenido algún tipo de relación con la revista.

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LOS DEMOCRISTIANOS EN LA TRANSICIÓN Los democristianos habían tenido una publicación desde 1967 llamada Discusión y Convivencia, jugando el nombre con las letras D y C. Sus líneas vertebradoras principales habían sido la instauración de la democracia pluralista y la integración europea. Sin embargo, la revista dirigida por Fernando Fernández Sanz y Luis Apostua fracasó en su captación de lectores. Por otro lado, Cuadernos para el diálogo se había escorado abiertamente hacia el socialismo. Con la llegada de la democracia, la publicación se fue haciendo inviable económicamente, frente a la fuerte competencia de Interviu. Con este panorama, los diferentes grupos democristianos aparecieron en la palestra política, sin el apoyo inicial de una publicación intelectual afín. Además, la disparidad de grupos propiciaba que rivalizasen entre sí, por su homologación internacional para la futura actividad política. No obstante, en noviembre de 1974 presentaron una declaración conjunta PNV, UDC, DSD e ID en la que pedían: – Amnistía para los presos. – Reconocimiento de los derechos de la persona humana. – Iniciación de un proceso constituyente. – Gobierno elegido por sufragio popular en un Estado democrático. – Reestructuración económica con protagonismo de los obreros en la gestión. – Derecho de huelga, reforma agraria y proceso de socialización. – Implantación del federalismo. – Control democrático del poder.9

Uno de los principales grupos opositores del interior, era el formado por ID, encabezado por Ruiz Giménez. Se caracterizaba por una gran preocupación social y un vago humanismo cristiano que situaba al movimiento junto al socialismo democrático. La disposición al diálogo con otras fuerzas políticas de diferente ideología venía anunciada en Cuadernos para el diálogo y se había materializado en 1974 con su integración en la Plataforma de Convergencia Democrática en la que estaban el PSOE, USDE, ORT, MC, PCE y UGT. Sin embargo, la progresiva izquierdización del grupo provocó la formación de un grupo disidente que se reafirmó en la pureza doctrinal democristiana. Francisco Álvarez de Miranda y Oscar Alzaga encabezaron la disidencia que en el congreso de El Escorial de 1976 materializaron con la escisión de Izquierda Democrática Cristiana, recuperando el apelativo último que Ruiz Giménez había censurado. Poco después, el grupo se llamaría Partido Popular Demócrata Cristiano. Los dos grupos van a tomar iniciativas políticas diferentes, el grupo original,

9. Francisco Álvarez de Miranda, Del Contubernio al... pág. 80.

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liderado por Ruiz Giménez entablará relaciones con su histórico rival, Gil Robles, que a su vez, lideraba la Federación Popular Democrática, la cuál defendía la ideología democristiana desde una estricta oposición a los hombres provenientes del régimen. Ambos grupos formarán para las elecciones de 1977 la Federación Demócrata Cristiana, intentando ser la alternativa política de esta ideología desde una óptica rupturista y no reformista de la democracia. El régimen había ido evolucionando a posiciones aperturistas, y aunque en su complejidad y pluralidad había grupos que guardaban fielmente la ortodoxia a los principios fundacionales del Movimiento, entre las nuevas generaciones de dirigentes había defensores del aperturismo y entre ellos, predominaban los afines a la democracia cristiana. El grupo Tácito fue el más destacado y estaba formado por los últimos miembros de la AC de P, presidida por Abelardo Algora, que ocupaban en aquel tiempo puestos técnicos en la administración del Estado. Surgido en 1974, lo formaban: Alfonso Osorio, Landelino Lavilla, Eduardo Carriles, Marcelino Oreja, Iñigo Cavero, José Luis Álvarez, José María Belloch, Serafín Ríos, José Manuel Otero Novas, Andrés Reguera, Juan Carlos Guerra, José Luis Ruiz Navarro, Luis Jaudenes, Ignacio Gómez Acebo, Rafael Alcalá, Ricardo Calle... El grupo escribía guardando el anonimato bajo el nombre de Tácito en un sentido reformista y aperturista hacia un régimen democrático liberal. Los tácitos propugnaban el nacimiento de una alternativa moderada y a la vez progresista, que sirviese como uno de los puntales de la futura democracia. Razón por la cual, los democristianos opositores al franquismo les criticaban por su moderación y afinidad con el régimen. No obstante, el grupo Tácito no fue el único de índole democristiana que procedía del régimen. Entre las asociaciones políticas permitidas como herederas del espíritu del 18 de julio estaba la UDE (Unión Demócrata Española), formada en torno a la figura del ministro Federico Silva Muñoz que aunaba los puntos del movimiento con la democracia cristiana, aunque en un sentido más conservador y en el cual formaban algunos tácitos. Aunque, legalizada en 1974, su asamblea nacional se celebró dos años después con asistencia de personalidades extranjeras y del movimiento nacional que arroparon el nacimiento del partido. Los democristianos que formaron en sus filas eran: Virgilio Oñate, Alberto Monreal, Alfonso Osorio, Fernando Bau, Juan Luis Osorio, Ramón Hermosilla, Enrique Mata, Eduardo Carriles, Andrés Reguera, Víctor Mendoza, Vicente Casanova, Joaquín Galán, Luis Grande, Adolfo Pajares, Alvaro Lapuerta, Santiago Udina, Luis Apostua, Juan Marrero, José María Pernas, Eduardo Peña, Fernando Redondo, José Antonio Trillo, Justo Bolaños...10. Sin embargo, la suerte del partido democristiano que presentaba un futuro político prometedor al unir la herencia del movimiento con la democristiana, se truncó por las diferencias y ambiciones personales. Entre las asociaciones herederas del movimiento, la UDE únicamente tenía como rival la UDPE (Unión Democrática del Pueblo), formación liderada por Adolfo Suárez y Cruz Martínez Esteruelas, que contaban con una gran parte del movimiento. En cuanto a las formaciones democristianas procedentes de la oposición, su importancia era escasa, reduciéndose a la legitimidad que podía darle el

10. Emilio Palacio Attard, Vida y muerte de la UCD, Barcelona, 1983, pág. 31.

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prestigio de nombres como Gil Robles o Ruiz Giménez, quienes comandaban grupos rivales sin contar el escindido de Álvarez de Miranda. Por el contrario, la UDE contaba con una base social de veinte mil miembros. Pero precisamente la UDE no se iba a librar del mal de las divisiones y en su seno se iba a producir una cruenta lucha por el poder entre su parte conservadora, liderada por Silva Muñoz y la más pragmática encabezada por Alfonso Osorio. Finalmente, Alfonso Osorio conseguiría adueñarse de la estructura del partido, expulsando a su antiguo líder, Silva Muñoz, que se verá obligado con escasos acólitos a formar ADE (Asociación Democrática Española). Entretanto, la dinámica situación política provocaba movimientos centrípetos entre los grupos democristianos, según se iban creando expectativas de formar una alternativa de poder. Todos estaban de acuerdo en la necesidad de unirse para formar una alternativa política confederal, de carácter popular, de inspiración cristiana, que recogiese la tradición liberal y contuviese los aportes del humanismo moderno. De esta forma, algunos prohombres del régimen, como el aperturista Pío Cabanillas, el reciclado liberal José María de Areilza y tácitos que no se habían unido a los otros grupos, como José Luis Álvarez, Juan Antonio Ortega y José Pedro Pérez Llorca, crearon el Partido Popular como formación moderada, democrática y desvinculada de las ideologías. Pero por la negativa a adscribir al Partido Popular bajo la férula democristiana, grupos como el de Álvarez de Miranda negaron su contribución al proyecto. Además debió contar con la feroz oposición de Gil Robles, que se negó a colaborar con cualquier agrupación procedente del poder o que no presentase una definición democristiana evidente. Sin embargo, la UDE de Alfonso Osorio había iniciado un viraje hacia el centro abriendo relaciones con el PP, con el cual formará una alianza electoral que tomará el nombre de Centro Democrático. Pero la CD no tenía muchas expectativas de triunfo electoral en el contexto de las clases medias y conservadoras del país con la presencia de Alianza Popular, una formación liderada por siete de los antiguos y más prestigiosos exministros de Franco que aglutinaba a la mayor parte de hombres del aparato del régimen y que esperaba contar con los medios del movimiento. No obstante, el hombre que el monarca había elegido para protagonizar el desmonte del régimen, Adolfo Suárez, era un desconocido falangista dirigente de provincias crecido bajo la protección del fallecido Herrero Tejedor, que únicamente tenía bajo su dirección la UDPE de su progenitor político. Pero que, como presidente del gobierno gozaba de todas las atribuciones de mando, se puso en contacto con Osorio y Cabanillas, con quienes negoció su aval democrático y el futuro liderazgo político de un centro inexistente en el abanico social español, a cambio de la defenestración del líder natural de CD, José María de Areilza, quien hubo de abandonar el partido.

LOS DEMOCRISTIANOS EN LA FORMACIÓN DE UCD CD convertida bajo la dirección de Suárez en UCD, se vería pronto invadida al son de los medios del gobierno por toda una serie de antiguos servidores del régimen anterior sin coloración política, pero con grandes deseos de seguir mante-

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niendo su fidelidad al poder, fuese el que fuese. De este modo, Suárez se veía arropado por los democristianos que le proporcionaban una etiqueta política y el personal técnico para formar un equipo de gobierno en 1976. En el cual, Alfonso Osorio se reservaría la vicepresidencia para dirigir la política interna del gobierno. No obstante, la UDE se resintió de la discriminación de sus mandos a favor de los del PP, por el origen franquista de los primeros. Para remediarlo buscará la absorción de un grupo opositor que legitime su política. El Partido Popular Demócrata Cristiano de Álvarez de Miranda procedente de la oposición al régimen, culminará en abril de 1977 con su fusión en la UDE, formando el Partido Demócrata Cristiano. De modo que el primero ponía las bases y el poder, y el segundo la legitimación democrática que le daba su trayectoria en la oposición. La fusión se inspiró en los tradicionales principios del humanismo cristiano, la libertad, la democracia, la justicia social, la búsqueda de una sociedad libre, plural, solidaria y justa. El programa fue de lo más utópico en su petición de una democracia solidaria, una cultura generalizada, un saneamiento económico, una mayor calidad de vida y una intensificación de la personalidad política de las regiones. Los cargos directivos fueron ocupados por gente de trayectoria antifranquista, desplazando a los mayoritarios de la UDE.11 Entretanto, la Federación Popular Democrática de Gil Robles se aliaba con la ID de su antiguo rival Ruiz Giménez, formando la coalición electoral Federación Demócrata Cristiana, con el fin de presentarse a las elecciones de 1977. Ambos partidos eran federalistas, contrarios al referéndum, favorables al rupturismo con el régimen anterior y a la colaboración con la izquierda socialista o comunista. Sintiéndose más próximos al marxismo que a las agrupaciones de inspiración cristiana. Por otro lado, Adolfo Suárez en su necesidad de ir eliminando rivales en el campo moderado e ir asumiendo mayores grados de legitimidad democrática, intentó unir a la Federación democristiana a la UCD. El comité político de la Federación estudió y decidió la integración por una mayoría escasa en la UCD. No obstante, Gil Robles impidió la operación, provocando la salida de un grupo de tránsfugas, encabezada por Javier Tussell, que prefirieron el pragmatismo del poder al idealismo de sus correligionarios.12 A pesar de todo, en UCD no todos tenían los mismos proyectos, mientras Suárez y los hombres procedentes del régimen, como Calvo Sotelo y Martín Villa, eran favorables a la integración de la decena de grupos en un partido unificado. Álvarez de Miranda, como muchos de los democristianos, miraban a la UCD como una plataforma electoral que posibilitase ante la falta de medios, una representación parlamentaria autónoma y con su propia personalidad. Sin embargo, para colmo de males, los democristianos no pudieron contar con el apoyo de los dos pilares fundamentales para su consolidación política. La Iglesia que había abandonado hacía tiempo al régimen del general Franco a su destino, estaba escaldada de su alianza con una opción política, prefiriendo la independen-

11. Francisco Alvarez de Miranda, Del contubernio al... pág. 121. 12. Michael Buse, La nueva democracia española, Madrid, 1984, pág 50.

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cia más absoluta. Aunque ello no significase a nivel personal que los dirigentes de la Iglesia no tuviesen un trato estrecho con los dirigentes democristianos y de la izquierda. Pero la Iglesia como institución fue enemiga de apoyar la existencia de un partido confesional. Por esta razón, en mayo de 1977 antes de las elecciones, la Iglesia publicó que ningún partido podía arrogarse con la representatividad exclusiva de la comunidad católica. Con ello la Iglesia mantenía su independencia, pero a los democristianos les hacía perder el principal aval argumental ante los católicos. Por otro lado, la democracia cristiana española necesitaba el apoyo de su Internacional. Sin embargo, la pluralidad de opciones democristianas impedían el reconocimiento y el apoyo de los democristianos internacionales. La federación italiana, la más poderosa de Europa, arropaba a Gil Robles y Ruiz Giménez, y a los nacionalistas del PNV y UDC. Sin embargo, el resto de los grupos con posibilidades de alcanzar el poder por su conexión con el gobierno no contaron con su reconocimiento, excepto la CSU que apoyó a la UDE de Silva Muñoz. Por el contrario, la internacional socialista teledirigía a un PSOE con dirigentes jóvenes, Felipe González, Alfonso Guerra, Pablo Castellano y José Luis Gómez Llorente, en detrimento del PSOE histórico de los exiliados y obligaba al PSP y a la federación de partidos socialistas a fusionarse al primero al cortarles la financiación. De este modo, un partido sin cuadros pudo convertirse en el referente de la izquierda. Las elecciones de 1977 causaron sorpresa, pero ayudaron a clarificar el panorama político del espacio del centroderecha. Si los partidos vinculados a criterios nacionalistas obtuvieron unos resultados aceptables en sus respectivas regiones, los grupos opositores de ámbito nacional cosecharon tremendos fracasos. El PNV con un sistema electoral que favorecía la concentración de voto en una región y el asesinato de ETA de algunos líderes significativos de la derecha vasca, que impidió la articulación de una organización rival al nacionalismo en el campo conservador vasco, ayudó a la obtención de 8 diputados con 286.540 votos al PNV. En Cataluña el nacionalismo liberal del Pacte Democratic de Catalunya, antecesor de la CDC, quebró las esperanzas de la coalición electoral Unió del Centre y la Democracia Cristiana de Catalunya, que obtuvo un magro resultado con dos representantes y 167.654 votos. Esta coalición estaba integrada en el Equipo Demócrata Cristiano del Estado Español. No obstante, el resultado le obligó finalmente a integrarse en la UCD. Con respecto a los grupos de ámbito nacional, la Federación Demócrata Cristiana de Gil Robles y Ruiz Giménez fue la peor parada. El resultado de los puristas fue de 200.613 votos, pero que al no contar con los beneficios de la ley electoral no tuvieron representación parlamentaria. Esta derrota les apartaba definitivamente de la posibilidad de formar una democracia cristiana orientada a la izquierda y rupturista con el régimen. Las razones de la clamorosa derrota fueron: – La incapacidad organizativa de la FDC, con respecto a la UCD y al PSOE. – La falta de apoyo de la Iglesia. – El divorcio entre la FDC prosocialista y un electorado católico coherente.

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En cuanto a los que estaban integrados en las listas gubernamentales de UCD, el éxito estaba garantizado por la utilización masiva de los medios del Estado. Aunque UCD fuese una agrupación de personalidades vinculadas al poder, sin organización nacional, ni representatividad local, ni ideología concreta, contaban con la red de influencias del antiguo aparato del movimiento y la presencia de algunos antiguos opositores moderados como garantía democrática del partido. No obstante, los democristianos consiguieron una representatitividad secundaria con respecto al resto de los grupos conformantes de UCD. En el grupo parlamentario consiguieron 21 escaños (17 del PDC), que se disolvió en la UCD. No obstante, si a éstos se les sumaba los 32 escaños de los militantes del PP, que no eran exclusivamente democristianos, la representación parlamentaria pasaba de un 12’7% a un 29’8%. Aunque insuficiente para alcanzar al grupo personal de Adolfo Suárez formado por 54 de sus seguidores cercanos. En la derecha la catástrofe había sido general por la falta de unidad, el excesivo personalismo de sus líderes y la ausencia de organización, cuando Suárez se adueñó de la red de influencias del movimiento. La Alianza Popular que había forjado Manuel Fraga con otros seis ministros del antiguo régimen quedó vaciada de su posible masa social con la aparición de la UCD suarista, apoyada en los ingentes medios públicos. Excepto Renovación Democrática de Fraga y la UNE de Fernández de la Mora. El resto de los elementos integrantes de AP no aportaban nada más que el nombre de sus líderes. En cuanto a la representación democristiana de AP, mantenida por el ADE de Silva Muñoz, había quedado inoperante. Sin embargo, Silva Muñoz era uno de los posibles líderes de una futura derecha española unida. En 1973 Fraga se había puesto a sus órdenes, pero el zamorano había preferido la presidencia de CAMPSA. No obstante, al año siguiente Silva Muñoz cambió de opinión, pero no fue aceptado por el exministro gallego.13 A pesar de todo, cuando fue defenestrado de la UDE, Silva con los supervivientes pudo integrar bajo el amparo de la federación de partidos de Fraga, aportando la etiqueta democristiana y siendo su primer presidente. No obstante, las elecciones de 1977 fueron un mazazo para la credibilidad de la derecha. La desaparición de los medios del movimiento, ahora en beneficio de la UCD y la rivalidad existente entre los diferentes líderes de AP, propiciaron que obtuviesen 16 escaños, cuando las expectativas anteriores a la formación de UCD les daba 180. A pesar de todo, Manuel Fraga como representante de AP participó en el equipo de elaboración de la constitución de 1978. Aunque, ello provocó discrepancias entre sus integrantes, cuando Fraga cedió en los artículos referentes a la política autonómica. La UCD defendió la ambigua fórmula del termino nacionalidades del artículo 2º de la constitución, para obtener apoyo de los nacionalistas, en un momento en que estos carecían de fuerza y el gobierno estaba en mayoría relativa. Pero, para Silva Muñoz y Fernández de la Mora aquello no podía permitirse y se escindieron del partido después de votar contra el art. 2º y el título VIII de la constitución.14 Ambos formaron la coalición Derecha Democrática en 1979, con la 13. Fernando Jauregui, La derecha después de Fraga, Madrid, 1987, pág 37. 14. Federico Silva Muñoz, Memorias Políticas, Barcelona, 1993, pág. 397.

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intención de unirse con AP y la UN de Blas Piñar. Sin embargo, la operación no salió y Silva Muñoz desapareció de la política activa, muriendo en 1998. Entretanto, Alfonso Osorio abandonaba UCD y pasaba a integrar en AP con un fantasmal partido conservador Coalición Democrática. Esta nueva formación levantada por Fraga junto a Areilza, Senillosa y Osorio pretendía moderar su imagen e iniciar su camino hacia el centro, abandonando los aditamentos de la derecha.

LA CARCOMA DE UCD Y DE CP En el primer gobierno de UCD, presentaban a tres de sus principales alfiles en cargos de importancia. Marcelino Oreja en AAEE, Landelino Lavilla en Justicia e Iñigo Cavero en Educación. Estos antiguos tácitos, eran indispensables; el primero para mostrar el rostro de una España semejante a sus afines europeos; el segundo, por la necesidad de reconvertir un poder indispensable; y el tercero, para salvaguardar la presencia del humanismo cristiano en la difícil reforma educativa. Sin embargo, el equilibrio de fuerzas liderado por Suárez llegaba a su fin. El progresismo social que había intentado difundir chocaba con su base electoral asentada en el conservadurismo agrario de la meseta. Además, los consecutivos atentados de ETA alteraban a un ejército disciplinado bajo el liderato del rey, pero que pedía una reafirmación del poder civil ante el terrorismo que segaba sus vidas impunemente. La vacuna del 23-F servirá para eliminar al ejército como alternativa política y asegurar un virage a la derecha del gobierno con la jefatura de Leopoldo Calvo Sotelo, un hombre vinculado a círculos financieros y empresariales. Con Leopoldo Calvo Sotelo como presidente del gobierno y del partido e Iñigo Cavero como secretario general del mismo, democristianos y liberales intentaron dar un andamiaje de centroderecha a la UCD para su consolidación. Pero esta derechización del partido gubernamental, que podía beneficiar a los democristianos como familia política en ascenso, se vio traicionada por el elemento socialdemócrata teledirigido hábilmente desde la oposición socialista. En la ley del divorcio, los democristianos intentaban conciliar la ley civil con la creencia de la mayoría de la población, algo que resultaba imposible de aceptar para la Iglesia, pero que intentaban los democristianos introducir bajo una forma moderada. Sin embargo, los socialdemócratas de Fernández Ordoñez votaron junto a la izquierda por una ley que respondiese a criterios más laicos. En opinión del propio Fernández Ordoñez, la familia era una institución que estaba hundida.15 Esta acción en contra de su propio partido abrió la polarización del mismo. Los democristianos encabezados por Oscar Alzaga firmaron un documento como Plataforma moderada, que llegó a reunir a 39 diputados en defensa de la familia y libertad de enseñanza. El clima de crisis se acrecentó cuando AP ganó a UCD las elecciones gallegas de 1981, iniciándose el desmoronamiento del partido gubernamental. La derechización de UCD provocó la salida de 17 diputados con Fernández Ordoñez, que formaron el PAD (Partido de Acción Democrática), que acabó integrándose en el PSOE. Entretanto, los democristianos consiguieron la presidencia de

15. Emilio Palacio Attard, Vida y muerte... pág. 227.

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UCD en julio de 1982 colocando al antiguo propagandista Landelino Lavilla en ella. Sin embargo, ante la imposibilidad de salvar un barco que se hundía, los primeros diputados derechistas empezaron su fuga hacia las filas de AP, entre ellos Miguel Herrero Rodríguez de Miñón. Por otro lado, Oscar Alzaga, con parte de las huestes democristianas abandonaba el buque ucedista y formaba el PDP (Partido Demócrata Popular), con 16 diputados y 8 senadores, con la intención de coaligarse con AP en julio de 1982. Ante la cercanía de las elecciones, UCD decidía presentarse en solitario siendo Lavilla arropado por Cavero y Cabanillas. La UCD en un último momento de definición mandó delegaciones a la CDU alemana y la internacional democristiana, en un intento de homologarse con los grandes partidos democristianos. Sin embargo, hasta su fundador Adolfo Suárez, abandonaba el partido y formaba el CDS (Centro Democrático y Social) bajo una orientación socialdemócrata y personalista. Las elecciones de 1982 serán las del triunfo de la mayoría absoluta del PSOE, el hundimiento de UCD y la consolidación de AP como elemento organizador del electorado conservador. El PDP sin experiencia electoral gozaba de una estimable representación parlamentaria, porque su presencia junto a AP ayudaba, según palabras de Fraga, a moderar la imagen de la Coalición Popular. No obstante, el partido no crecía, se encontraba limitado a cuatro mil militantes16 y el techo electoral de Fraga estaba estabilizado en los cinco millones de votos, sin oportunidad de recuperar el espacio de centro al PSOE. La única excepción la presentaba Navarra, donde Jaime Ignacio del Burgo era la cabeza de Unión Demócrata Foral, una formación constituida en torno al PDP del viejo reino. En esta comunidad, el espacio de la derecha estaba ocupado por UPN, AP y UDF, y la formación democristiana tenía más peso que la conservadora de Fraga. En otras provincias como La Rioja, la formación democristiana contaba con el liderazgo de Pilar Salarrullana, antigua senadora en 1979 y diputada en 1986, procedente de UCD, que se había convertido en la principal dirigente del PDP de la región del Ebro. A pesar de la escasa presencia de la formación, Pilar Salarrullana consiguió ser una de las diputadas más conocidas por sus intervenciones parlamentarias en contra de la actividad desarrollada por las sectas en España y sus libros dedicados a la actividad destructiva de las sectas en la juventud. De esta manera compensaba con su acción personal la ausencia de una organización fuerte. La incapacidad del partido democristiano por hacerse con un electorado propio, diferente al votante de AP, empezó a causar las primeras críticas a la orientación política que vivía el partido. Por un lado, José Manuel Otero Novas y Julen Guimón, mantenían la necesidad de sostener la alianza con los conservadores por la carencia de recursos propios. Por otro lado, Ruperez y Tussell, defendían la aventura de ir en solitario para presentarse como genuinos representantes del centro en rivalidad con el CDS de Suárez. Habría que esperar a 1986, cuando después de unas elecciones locales y autonómicas los resultados confirmaron la incapacidad de CP por acrecentar su electorado. Los círculos empresariales propugnaron la necesidad de buscar un recambio al liderazgo de Fraga, como Antonio Ferrer Salat, antiguo presidente de la CEOE, o Antonio Segurado, expresidente de los empresarios madrileños y presidente del minúsculo Partido Liberal, integrante de CP.

16. Ricardo de la Cierva.

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No obstante, la operación que se materializó fue la iniciada por Miguel Roca, número dos de la nacionalista CiU, quien con antiguos militantes de UCD y del grupo liberal de Antonio Garrigues Walker (Partido Demócrata Liberal), intentó levantar un partido reformista que sirviese de bisagra y complemento del movimiento nacionalista fuera de Cataluña. Esta operación propició en el PDP una necesidad centrífuga de alejarse del derechismo de AP. Sin embargo, en las elecciones generales de ese año, el PSOE convalidó su hegemonía y Fraga su techo, pero en cuanto a la operación reformista resultó un fracaso total, excepto en Cataluña donde CiU se adueñó del electorado moderado de la extinta UCD. Sin embargo, Oscar Alzaga inició en junio una ruptura con su antiguo aliado, jugando la carta de formar su partido la bisagra parlamentaria, que había pretendido el reformismo de Roca. Para ello fue tiñendo a la democracia cristiana de un carácter diferenciador con respecto a los conservadores de AP, y en julio de 1986 acabó con el abandono de los diputados del PDP del grupo popular. Este movimiento se vio contestado por alguno jerarcas del partido que no veían posibilidades de triunfo fuera de la alianza electoral de AP. La proximidad de las elecciones municipales provocaron dentro de AP, que Alfonso Osorio y Jorge Verstrynge, vicepresidente y secretario general respectivamente, apostasen porque Fraga encabezase la lista municipal de Madrid jugándose el liderato en las elecciones a la alcaldía. Fraga no sólo no consintió, sino que expulsó a los conspiradores. En diciembre presentaría la dimisión como presidente de la formación popular, favoreciendo unas primarias entre Miguel Herrero Rodríguez de Miñón y Antonio Hernández Mancha, saliendo elegido este último, quien después fracasaría en su intento de renovar al partido hacia posturas reformistas. En cuanto a los democristianos, el transfuguismo apareció de nuevo en el PDP, Julen Guimón, líder histórico de los democristianos vascos, se convirtió en el candidato a Lehendakari por la lista de AP, aunque obteniendo un sonoro fracaso, en Madrid Alvarez del Manzano será el candidato a la alcaldía por AP. Al mismo tiempo, tres vicepresidentes dimitían de sus cargos provocando una crisis en el PDP que obligó a Oscar Alzaga a presentar la suya. La imagen del partido estaba dañada y con ella la de su líder, quien finalmente decidió retirarse a sus negocios privados. En un congreso extraordinario los democristianos remozaron el partido redenominándolo Democracia Cristina. En el congreso inaugural los delegados propusieron como presidente al histórico dirigente, Javier Rupérez, quien había seguido a Oscar Alzaga en su aventura del PDP. Rupérez era un experto en relaciones internacionales, dato importante, si tenemos en cuenta que el nuevo DC únicamente tenía oportunidad de subsistir con la ayuda de sus correligionarios extranjeros. Para el nuevo líder democristiano una democracia cristiana debía tener los siguientes caracteres: – En primer lugar, una afirmación humanista a ultranza, que en los términos más precisos de la realidad política cotidiana ponga al hombre, a su dignidad y a sus derechos como medida de la estructura social. – En segundo lugar, la DC debe promover sistemáticamente un funcionamiento social basado en el principio de la subsidiariedad. Cuando tanto se habla de devolver el protagonismo a la sociedad civil en el fondo se pretende una reformulación de cosas que están muy íntimamente ligadas a la raíz misma del pensamiento

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democristiano, que lo que pueda hacer el individuo, no lo haga la administración y que lo que puedan hacer las administraciones inferiores no lo hagan las superiores o estatales. – En tercer lugar, la economía social del mercado, que es tanto como predicar para el Estado un papel importante en la corrección de las malformaciones sociales y estructurales, pero en cualquier caso, no primordial. – En cuarto lugar, unas visiones equilibradas de lo que en los espacios nacionales o internacionales supongan libertad y justicia17. Sin embargo, cuando fracasó el liderato de Hernández Mancha, se siguió buscando una cabeza de lista para el centroderecha y se pensó en Marcelino Oreja, antiguo tácito y exministro de AAEE con UCD. Su prueba política fue la candidatura de las elecciones europeas, consiguiendo un magro resultado por la aparición de Ruiz Mateos. Pero la oportunidad de que un democristiano encabezase al mayor partido de la oposición se había malogrado.

EL PP COMO CASA COMÚN DEL CENTRODERECHA El miedo al fracaso hizo que Fraga volviese a la presidencia de su antiguo partido, el tiempo justo para instalar a un joven desconocido que presidía la autonomía de Castilla-León, llamado José María Aznar, en la jefatura del partido. Bajo el nuevo liderato, AP se remozó en PP, vendiendo una imagen de centro reformismo. El PP quería convertirse en el heredero de UCD, de este modo antiguos dirigentes del extinto partido empezaron a unirse a la renovada formación y la DC de Javier Ruperez decidió ante la falta de ayudas y la presión de la internacional democristiana su integración en el PP. De este modo, el PP aglutinó la mayor parte de las formaciones existentes de centro derecha, excepto las formaciones nacionalista del PNV y UDC. En cuanto a los históricos dirigentes democristianos retirados de la vida política por el voto de los electores, los gobiernos de turno les han concedido el privilegio de ocupar el cargo de Defensor del Pueblo. Con el socialismo, Ruiz Giménez, quien se confesaba socialista, fue el primero, siendo auxiliado por Alvaro Gil Robles, hijo pequeño del antiguo líder cedista, quien a su vez ocupó el cargo como segundo defensor. Con el gobierno popular, fue Fernando Alvarez de Miranda, expresidente de las Cortes con UCD, quien ocupó la presidencia de la institución. En cuanto al peso democristiano dentro del PP, su influencia se ha hecho notar con la integración en el PPE del parlamento europeo, grupo que reúne a los democristianos y conservadores europeos, no sin haber experimentado la oposición del PNV y UDC. Otro hijo del líder cedista, José María Gil Robles, fue presidente del parlamento europeo. No obstante, los democristianos del PP únicamente se encuentran activos en la vinculación del PP con los democristianos iberoamericanos, a quienes ayudan con la Fundación Popular Iberoamericana y la ong Humanismo y Democracia en su abandono de tendencias derechistas, y esencialmente con el protagonismo llevado por Jaime Mayor Oreja. El antiguo delegado del 17. Veintiuno nº 29, págs. 17-27.

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gobierno en el País Vasco, exministro del interior y cabeza del PP vasco es el último político democristiano en activo con capacidad de liderazgo. Pero la necesidad de mantener un liderato fuerte en el País Vasco y la elección de Mariano Rajoy como sucesor de Aznar han imposibilitado su protagonismo a nivel nacional. En cuanto a los partidos nacionalistas, únicamente UDC mantiene coherencia a la ora de votar, mientras el PNV deja libertad de voto y ha salido de la internacional democristiana. En definitiva la DC en España perdió su oportunidad de estructurar el voto católico en la transición. Desde su aparición como oposición tolerada, su posición privilegiada le permitió mantener contactos con el sector aperturista del movimiento, pudiendo representar la alternativa ideológica que algunos moderados buscaban. Sin embargo, las luchas intestinas por el poder y las exclusiones de los hombres del régimen hicieron que la DC perdiese fuerza con su fragmentación. Por otro lado, su posicionamiento con la izquierda le divorció de un electorado católico, y finalmente la oposición de los grupos nacionalistas impidieron una política de unificación de fuerzas y reconocimiento por la internacional democristiana.

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