Los demócratas y Kerry, ¿nos hubieran salvado?

June 13, 2017 | Autor: Andrés Monares | Categoría: Columnas de Opinión
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Descripción

http://www.elmostrador.cl/opinion/2004/11/12/los-democratas-y-kerry-%C2%BFnoshubieran-salvado/ 12.11.04 Andrés Monares

Los demócratas y Kerry, ¿nos hubieran salvado? En la pantalla se muestra a unos hombres junto a un automóvil. Estaban siendo grabados desde un helicóptero con equipo de visión nocturna. Un de las voces de los tripulantes de la nave dice que vio armas y otra ordena disparar. Cual videojuego, cada una de las personas allá abajo, y allá lejos en Iraq, cayó bajo ráfagas de metralleta del helicóptero estadounidense. No hubo orden de alto ni advertencia, no hubo intención de llamar a la infantería para fiscalizarlos, no hubo una identificación certera de esos hombres, no hubo seguridad de si estaban armados o si eran enemigos... Simplemente los mataron. Esos y otros asesinatos de civiles grabados por las propias fuerzas estadounidenses de ocupación o con su consentimiento que uno puede ver en Chile, nos imaginamos que también fueron vistas en Estados Unidos. ¿Qué les habrán parecido a los electores de su país?, ¿habrán pensado al menos que el oficial a cargo y el artillero deberían ser enjuiciados por crímenes de guerra? A estas alturas, a quién le importa que se bombardeen barriadas o que se usen bombas de racimo en ataques “quirúrgicos” en Afganistán e Iraq. ¿Le importará realmente a Kerry, a los demócratas o a cualquier estadounidense que no vote por Bush? Para las recientes elecciones estadounidenses, no pocos vieron en Kerry la oportunidad de reemplazar a un presidente con pocas luces, fanático religioso, nacionalista prepotente, violador de las leyes internacionales y de los derechos humanos, con turbias relaciones con el complejo militarindustrial y otras empresas privadas. Como Kerry es inteligente sería un presidente sensato, multilateralista, no belicista, honesto. Sin embargo, creemos aquí que se olvida un asunto no menor: ambos candidatos eran estadounidenses. Por así decirlo, eran la misma persona tal como el Doctor Jekyll y el Sr. Hyde. Por ejemplo, como buen estadounidense y como la casi totalidad de sus colegas demócratas, el senador Kerry sucumbió al terror de ser acusado de antipatriota y votó por la represiva Patriot Act y la guerra ilegal contra Iraq. Por tanto, esa separación entre la bondad de los demócratas versus la maldad de los republicanos me parece demasiado optimista. Permítaseme recordar que a fines de la Segunda Guerra Mundial bajo una presidencia demócrata se bombardeó, en una Alemania casi derrotada, a ciudades indefensas que no tenían importancia militar, repletas de civiles que fueron quemados vivos con bombas de fósforo: sólo en Dresde se tienen unos 100 mil civiles asesinados. Lo mismo el lanzamiento de las bombas

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atómicas a ciudades japonesas también indefensas, en un país que en la práctica estaba ya vencido: Hiroshima con 84 mil civiles asesinados y Nagasaki con 40 mil civiles asesinados. Y, si aún estuviera Ud. incrédulo o amnésico, fueron los demócratas quienes empezaron con Vietnam... Como ya hemos expuesto en este mismo espacio (“Nacido el 4 de julio, nacido para matar”, 3 de julio de 2004), el pueblo estadounidense ha mantenido históricamente la convicción de su superioridad moral, racial, económica, política, jurídica, religiosa, nacional, cultural. El expansionismo primero y luego el intervencionismo, en cualquiera de sus expresiones, ha sido justificado hasta —como actualmente somos testigos— por razones democráticas y humanitarias. Guerras, anexiones, protectorados, ocupaciones, derrocamientos de gobiernos democráticos, apoyos a dictaduras sanguinarias, escuelas de tortura, agresiones militares o terrorismo, han sido legitimados de una u otra forma. Aunque pudiéramos limitar la culpa a las esferas del poder gubernamental, desde la segunda mitad del siglo XX (para tomar un período en que los derechos humanos son un principio aceptado en Occidente), la historia ha mostrado que parte importante del pueblo estadounidense ha apoyado esos actos. Sea en la opinión pública, con sus impuestos, como soldados, con su voto o con su abulia. Bush no es una excepción, sino la expresión algo más brutal de una cultura. Ese pueblo que lo apoyó en gran número en las urnas y a los republicanos en la Cámara y en el Senado, ya había apoyado su doctrina de “Guerra preventiva”, su “Guerra al terrorismo” y hasta las leyes “patrióticas” que atentaban contra sus propios derechos civiles. Ese mismo pueblo, en porcentajes altísimos, creyó que Iraq estaba asociada con Al-Quaeda o que ese país era una amenaza para su seguridad (¡cuándo basta ver el mapa para constatar la distancia que lo separa de Estados Unidos!). Por las consecuencias en vidas humanas, incluso sólo desde mediados del siglo XX a la fecha, ya no es posible absolver al pueblo estadounidense por su ignorancia. Más todavía si se toma en cuenta su especial entusiasmo por la guerra. No es mi intención realizar una generalización de todo ese pueblo en base a un estereotipo antojadizo o prejuiciado. Pero, al estudiar la historia de dicho país es imposible abstraerse de su nacionalismo belicista. El cual es tan explícito que parece increíble que muchos no lo identifiquen o que no saquen las conclusiones de hechos que se repiten una y otra vez.

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Nadie afirmaría que es políticamente extremista o tendencioso señalar que el pillaje —con la consecuente valoración positiva de la violencia, el robo o el asesinato— era parte importante del sistema económico de las antiguas tribus tártaras. ¿Por qué entonces fruncir el ceño ante conclusiones sobre Estados Unidos basadas en los acontecimientos a que ha dado lugar su ideología nacionalista explícitamente sostenida? Los nazis fueron malvados por ocupar países y reprimir a los heroicos combatientes de la resistencia, lo propio en el caso de los soviéticos y lo mismo se puede decir de los iraquíes en Kuwait. ¿Por qué entonces cuando los estadounidenses cometen, e históricamente han cometido, idénticas acciones son demócratas y liberadores benéficos que se enfrentan a “terroristas”, “antipatriotas”, “enemigos de la democracia” o “bandidos”? Los valores que sostienen la superioridad de un pueblo y que lo facultan para hacer lo que sea en nombre de lo que ellos han definido como el “Bien” —y que casualmente termina siendo el bien para sí mismos— son valores peligrosos. Y convierten a ese pueblo en peligroso. Si no tenemos conciencia de ello nos acostumbraremos a ver por televisión asesinatos de civiles y seguirá siendo normal que el presentador no exprese el menor rechazo. Nos acostumbraremos a que un ejército extranjero ocupe una nación y seguirá siendo normal que sea llamado “libertador”. Nos acostumbraremos a que ese país agreda en nombre de su dios y seguirá siendo normal que a los que lo resisten se les llame “fundamentalistas religiosos”. Parafraseando a Bertold Bretch, puede que nuestra indiferente complacencia despierte cuando nos toque a nosotros y ya sea tarde. Entonces, frente a un pueblo autoconvencido de su rol autodefinido en el mundo, a la larga, ¿de qué nos hubiera salvado Kerry? Simplemente, hubiera adoptado otra estrategia. Lo que sí se acepta es que su elección hubiera permitido que millones de habitantes del mundo no vieran una esperanza en tipos como Osama Ben Laden. La mayoría absoluta de estadounidenses que sí confiaron en alguien de la calaña de Bush lo impidieron.

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