Los Chalchihuites de Tepoztécatl, centro del mundo y gracia del Dios

August 24, 2017 | Autor: Jaime Reséndiz | Categoría: Archaeology, Iconography, Uto-Aztecan (Tepoztlan (Morelos) Nahuatl), Morelos
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Descripción

CENTRO INAH MORELOS

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Noviembre 28, 2010

S U P L E M E N T O

C U L T U R A L

Los Chalchihuites de Tepoztécatl, centro del mundo y gracia del Dios Jaime Francisco Reséndiz Machón.

C

omo se mencionó en el artículo “La banqueta del Dios Tepoztecatl” (La Jornada de Morelos, Suplemento cultural El Tlacuache, 21 de Febrero del 2010) durante la temporada del 2004 se descubrieron, en uno de los cuartos que se encuentran al sur del santuario de Tepoztecatl, fragmentos labrados provenientes de los pilares y muros del templo, que fueron arrancados y arrojados durante el acto de fe realizado por Fray Domingo de la Anunciación durante la segunda mitad del siglo XVI. Dentro de las piedras labradas que se encontraron, además de las descritas en el primer artículo, se detectó un fragmento que muestra una con tres líneas de motivos. La serie de círculos concéntricos a línea más alta está formada por los cuales se ha definido como una hilada de círculos, probauna cuenta de concha, y debe blemente representando cuentas corresponder a los relieves que de piedra, bajo esta, se encuense encontraban en las jambas de tran motivos en forma de U, tal la puerta de acceso al recinto vez denotando plumones y, por del templo (figura 1). último, una serie de rectángulos La evidencia con que se verticales, quizás representando cuenta actualmente, es que am- tela. Por encima de estos motibas jambas presentan una de- vos se encuentra toda una serie coración simétrica, la cual está de piedras rectangulares y baformada por cuatro grandes jas, de tezontle rojo, unidas en franjas, cada una de éstas de- una franja en la que se ve, en limitada, no solo por los moti- bajo relieve, un motivo de doble vos que contiene, sino por las greca escalonada o xicalcoliuhpropias piedras que forman las qui. Por encima de esta greca se jambas (figura 2). encuentra un bloque de tezontle El primer nivel, de abajo negro que formó parte, junto hacia arriba, no presenta de- con otros bloques, de un signo coración, las rocas de tezontle del cual tan sólo se conserva la fueron perfectamente trabaja- parte inferior, donde se aprecia das, pulidas y cubiertas por un la parte más baja de un gran enlucido de cal. El siguiente ni- círculo, el cual estaba delimivel está formado por otra piedra tado por una serie de motivos también de tezontle negro, pero en forma de U y hacia los exque está profusamente decorada tremos del círculo, otros igual-

Figura 1. Fragmento de las jambas encontrado en el cuarto Sur

Figura 2. Acceso a la cámara del templo de Tepoztécatl

mente redondos decorados con una serie de círculos concéntricos. Dentro de los fragmentos recientemente encontrados, el motivo de círculos concéntricos perteneció a este gran signo y es el más importante de todo el discurso en las jambas del templo (figura 3). Este fragmento de signo, formaba parte del gran círculo principal que estaba rodeado por un anillo de plumones y con cuatro grandes cuentas de concha en sus esquinas. En el sistema de representación del Posclásico mesoamericano se encuentra este círculo en dos signos que muestran este mismo elemento: el disco solar o el chalchihuite (figura 4). La diferencia en la representación de estos dos signos en las fuentes prehispánicas es la presencia o ausencia de los rayos solares que son representados como un motivo con forma de V y son colocados generalmente en el zenit, nadir, izquierda y derecha del círculo que forma el disco solar, ubicándose las cuentas de concha en los extremos libres, sigue... 

Figura 3. Detalle de la jamba Sur, se observa los fragmentos del signo

el tlacuache 444  generalmente por una especie de bastones más largos que sobresalen del motivo circular. Por el contrario, el símbolo de chalchihuite no presenta los motivos de rayos solares y simplemente muestra las conchas, las conchas con los bastones y, en los casos más elaborados, un quinto bastón surgiendo del centro que pende para caer en el borde por la parte central (figura 5). En los fragmentos que se conservan de este signo no se aprecian los rayos solares, por lo cual lo más probable es que los motivos estén representando al signo del chalchíhuitl (figura 3). No es fácil resumir toda la serie de conceptos que se encuentran asociados al chalchíhuitl que, traducido literalmente, significa “lo que es precioso” pero también en un primer momento su connotación corresponde a las piedras de color verde o verdoso, especialmente el jade y la jadeíta. Sin embargo, dentro de lo que podemos considerar la esfera connotativa, las piedras verdes eran en realidad la lluvia convertida en piedra. Así los chalchihuites eran los dones de Tláloc, Dios de la lluvia, convertidos en piedra. Otra connotación, para el signo de chalchíhuitl, es desde el punto de vista cosmogónico. Para el mundo mesoamericano, el universo estaba compuesto por tres grandes planos. El plano celeste, el plano humano y el inframundo. El plano celeste estaba compuesto por trece cielos, mientras que el inframundo se encontraba dividido por nueve niveles. El plano humano, es decir el mundo habitado por los hombres, era plano y estaba dividido por cuatro grandes cuadrantes o rumbos. En cada una de las esquinas de este mundo, existía un árbol sagrado que tenía varias funciones, sostener al plano celeste, y comunicar los tres planos, ya que las raíces de estos árboles míticos se hundían en el inframundo y sus ramas se encontraban en el plano celeste. A cada uno de estos rumbos les correspondía un color, un portador de año y un Dios, pero al centro de este plano terrestre, se encontraba el color verde, el del chalchíhuitl. Ahí, en ese centro del universo, se encontraba otro elemento mítico del cual afloraba todos lo mantenimientos: el cerro-árbol-templo. Cada una de las estructuras piramidales principales de las ciudades de Mesoamérica era un centro del mundo, era el Tepeyólotl corazón del cerro y era el árbol de Tamoanchán por donde los dioses bajaban y subían dando origen al tiempo de los hombres, es decir, al calendario. Por lo tanto, el chalchíuitl, esa piedra verde, también simboliza el corazón del mundo, desde donde salen todas las riquezas, el alma de las plantas y los mantenimientos. De tal manera, el santuario de Tepoztécatl era, para los pobladores del antiguo Tepoztlán, un

Domingo 28 de noviembre de 2010

Domingo 28 de noviembre de 2010

el tlacuache 444

Dinámica ceremonial en los días de Muertos al sur del estado de Morelos Bertha Martínez Rivera, Leonardo A. Beltrán-Rodríguez y Alfredo Paulo Maya

E Figura 4. Códice Borgia, fragmento, se observa un templo con la representación del sol en la parte central del mismo, en el basamento y en el árbol que se encuentra abajo, se puede observar el signo de chalcíhuitl en los extremos de las ramas

signo con enorme cantidad de connotaciones. Era el habitáculo donde se encontraba el HombreDios, un ser humano elegido por sus características, en el cual el Dios patrono Tepoztécatl dejaba parte de su divinidad. Era el lugar en el cual residía el propio

Dios Tepoztécatl, en su escultura o en su bulto sagrado, pero también, era una casa preciosa, una casa rica y era el pilar del cielo, el centro del mundo, de donde surgían todas las riquezas, la lluvia y los mantenimientos de los habitantes de Tepoztlán.

Figura 5. Representaciones de chalchíhuitl en piedra. Esquina superior izquierda, Museo de sitio de Tenayuca, Estado de México. Esquina superior derecha, base o capitel de columna, en la parte inferior se observa un fragmento del signo. Abajo, Chac Mool con el signo en la pierna

l Jardín Etnobotánico del Centro INAH-Morelos dentro de sus actividades de investigación y conservación de la diversidad biocultural, particularmente en lo que refiere al uso social de los recursos vegetales, ha realizado trabajo de campo desde inicios del 2009 en la porción sur del Estado de Morelos, esto para aportar en trabajo comunitario bases socio-ecológicas para el manejo de un recurso altamente extraído del medio por factores múltiples; tal cual se había documentado en números anteriores de este mismo suplemento cultural (ver Etnoecología de la Flor de Calavera, Publicado el domingo 26 de julio del 2009). El presente escrito representa la fase final de dicha investigación, personas que integran las unidades a la vez que será de utilidad para familiares, el género, la organiconcluir la tesis intitulada “Impli- zación y división de labores para caciones ecológicas, económicas este evento así como los ingresos y socioculturales de la extracción económicos que perciben, establede Laelia autumnalis (La Llave cen una dinámica ceremonial, la & Lex.) Lindl. en una comunidad cual determina la calidad y belleza campesina en la Reserva de la de la ofrenda que se pondrá en las Biósfera Sierra de Huautla, More- fechas establecidas. los, México”. Cabe mencionar que la informa- Contexto local ción que aquí documentamos alude a una pequeña expresión de la tota- La comunidad mestiza El Salto es lidad del Kosmos de la comunidad relativamente de reciente formacampesina El Salto, en concreto a ción (± 100 años) y pertenece al lo relacionado con el ciclo ceremo- Mpio. de Puente de Ixtla, Morelos; nial de día de Muertos. su entorno se caracteriza por ser El trabajo se delimitó a nueve una zona de transición entre eleunidades familiares, en donde se mentos propios de climas cálidos efectuaron 12 entrevistas semie- y templados a una altitud que va structuradas a padres de familia de los 1,785 a los ± 3,000 m. Está con rangos de edades de 42 a conformada por 108 habitantes dis80 años (ocho mujeres vs. cua- tribuidos en 18 unidades familiares. tro hombres). De estas vivien- Son gente originaria –nacidos o das, elegimos cuatro al azar para descendientes- del Estado de Gueprofundizar en la comprensión, a rrero (Buenavista de Cuellar y Tetravés de técnicas etnográficas, de loloapan) y/o de familias que prola dinámica de las ofrendas en la vienen de algunos poblados rurales fiesta de día de Muertos. cercanos en el Estado de Morelos (El Zapote y Tilzapotla). Su econoLa fiesta de muertos y mía está basada en actividades del su contexto nacional campo (agricultura y ganadería) y en la recolección de recursos Como bien lo han expresado algu- naturales que se comercializan en nos otros autores1, principalmente el mercado regional de Tilzapotla, para comunidades indígenas en además de obtención de ingresos México, las ceremonias de días por remesas y apoyo de programas de muertos son unas más de las gubernamentales. Los ciclos festitradiciones con arraigo histórico vos son de carácter familiar, cívico y social, independientemente de y religioso, entre los que destacan la región geográfica y cultural; la fiesta de Todos Santos. de éstas, las ofrendas simbolizan Las ofrendas de días de muertos una parte fundamental en la cele- en la comunidad El Salto son un bración. Sin embargo es preciso tradición que aunque sus pobladores aclarar que a pesar de existir con- no conocen a detalle, la finalidad de sistencia en cuanto a fechas de ésta ha sido heredada de sus padres celebración a nivel nacional (31 y abuelos y se sigue realizando; sede octubre ofrenda a niños, 01 de gún ellos los difuntos o animas vienoviembre ofrenda de adultos y 02 nen a la ofrenda a llevarse el aroma de noviembre día de las ánimas), de las cosas que se ofrecen. la percepción y expresión cultural La mujer juega un papel funde este evento tiene variaciones damental en este aspecto de la a distintas escalas, que están de- reproducción cultural, pues casi terminadas a su vez por facto- siempre ella es la encargada de cores socioculturales, económicos locar la ofrenda, ocasionalmente y ecológicos complejos, o bien, sus hijos o nietos ayudan en esta influyendo elementos religiosos actividad. No obstante, para oby políticos2. Un ejemplo de ello tener las cosas que se colocan en es la comunidad mestiza El Salto, el altar existe un trabajo familiar, en donde pudimos observar que pues los esposos o hijos son los aspectos como el origen de las encargados de ir al cerro a cortar

las flores silvestres, los hijos apoyan económicamente comprando las cosas en caso de que los papás no puedan hacerlo; además de que toda la familia se reúne para la elaboración del pan. Las ofrendas se elaboran por unidad familiar, únicamente en la vivienda de las personas de mayor edad (abuelos), esto podría deberse a que la mayoría de las familias jóvenes tienen su casa en el mismo terreno que el de los padres del novio o viven con ellos, otra explicación es que al compartir los mismos muertos optan por colocar una sola ofrenda apoyando física o económicamente para ella, fortaleciendo así los lazos familiares y disminuyendo con ello el gasto monetario invertido. La ofrenda se coloca en cualquier lugar de la casa donde haya espacio o se vea bien, en una disposición vertical de uno o dos pisos en su mayoría, el 31 de noviembre para “los chiquitos” (Fig. 1) y el 1 de noviembre para los difuntos adultos (Fig. 2), usualmente en horarios de 3:00 a 7:00 pm en ambos días; posteriormente el 2 de noviembre se retira antes del medio día y es llevada a la tumba del familiar para compartirla colectivamente. Las ofrendas ofrecidas a “los chiquitos” y a los difuntos adultos están conformadas por elementos muy similares, pero las podemos diferenciar por el tamaño de éstos, así como por el número de muertos a quienes se las dedican, esto es, a los difuntos chiquitos les ponen cosas pequeñas y a los grandes les ofrecen objetos de mayor tamaño y generalmente sus ofrendas son dedicadas a una mayor cantidad de generaciones familiares. Otro aspecto importante

en la ofrenda de los adultos es que comparte espacio con una ofrenda para “las Animas solas”, la cual se dedica a aquellas personas que no tienen familiares que les coloquen algo. Como denominador común, las velas o veladoras son el único componente que textualmente nos platicaron en la comunidad: “nunca puede faltar en una ofrenda, sea de niños o adultos, podrá faltar lo demás, pero la lucecita es la que los guía”. De manera que una expresión de esta dinámica ceremonial se aprecia físicamente al poner la ofrenda, la cual se constituye por elementos como el pan que las familias hornean especialmente para estas fechas, algunas frutas de la temporada (mandarina, naranja, manzana, plátano, guayaba y ciruelas), velas o veladoras, agua, sal y flores que pueden comprar en el mercado regional de Tilzapotla como “el cempasúchil” (Tagetes erecta L.) y “el terciopelo” (Celosia cristata L.), o que colectan en su entorno como “la flor de muerto” (Tapetes lunulata Ortega) y “la flor de Catarina” (Laelia autumnalis (La Llave & Lex.) Lindl.) (Fig. 1 y 2). También se colocan algunas imágenes religiosas que se llegan a tener en las casas (La Virgen de Guadalupe, Santa Elena de la Cruz, El Señor de Chalma, Crucifijos, entre otras). Un elemento típico de las ofrendas de El Salto parecen ser las servilletas (sonetos) que se bordan cuando un familiar fallece, y que se guardan para emplearse en la ceremonias de Todos Santos, éstas poseen imágenes religiosas así como el nombre y la fecha en el que la persona perdió la vida. Generalmente se ofrece la

Fig. 1. Ofrenda dedicada a los difuntos “chiquitos” por Doña Susana Nava Salgado, comunidad El Salto, Pte. De Ixtla, Mor. Foto de Bertha Martínez Rivera

ofrenda a los familiares más cercanos, tanto del lado del hombre como de la mujer, y en no muchos casos se dedican a aquellos lejanos como tíos, primos o amigos, pues consideran que estas personas ya tienen a otros quien les ofrende. Se llega a invocar hasta 14 familiares difuntos que vienen desde tres generaciones atrás (a partir de los bisabuelos), y familiares de descendencia directa o cercana (hijos, hermanos y nietos). La mayoría de los muertos a los que se les ofrenda en El Salto nacieron y murieron ahí y fueron enterrados en El Zapote o en Tilzapotla, aunque existen casos de personas que nacieron en la comunidad pero murieron en otros lugares como Cuernavaca y E.U.A, y su familia intenta enterrarlos en los panteones ya mencionados. Precisamente el 2 de noviembre o “día de las Animas” la gente suele acudir a estos panteones a visitar a sus muertos, llevando tanto las flores que se colocaron en la ofrenda, si es que aún se encuentran en buen estado o bien se compran nuevas, así como las veladoras o velas. Cabe mencionar que este momento también sirve de convivencia familiar ya que se suele llevar comida para degustarla mientras visitan a sus difuntos; algunos contratan a grupos musicales que se encuentran en el panteón para dedicarle alguna canción que era del agrado de la persona finada. Analizando lo explicado

Fig. 2. Ofrenda dedicada a los difuntos “adultos” por Doña Dominga Adan Armenta, comunidad El Salto, Pte. De Ixtla, Mor. Foto de Bertha Martínez Rivera

A diferencia de las ofrendas que se colocan en otros lugares del Estado de Morelos, las de la comunidad mestiza El Salto no tienen elementos como comida

Fig. 3. Sirva la imagen para una comparativa entre la ofrenda típica del poblado de Tilzapotla, Morelos y las de comunidad rural El Salto, Pte. De Ixtla, Mor. Foto de Leonardo Beltrán-Rodríguez

elaborada, bebidas alcohólicas o algunas otras cosas que eran del agrado de la persona fallecida. Esto puede deberse a la falta de dinero para adquirir dichos elementos, a un patrón social heredado de los poblados de los cuáles provienen las familias fundadoras de esta comunidad, o a una combinación de ambas. Sin embargo, una sencilla comparativa -por pláticas y observación- entre las ofrendas de El Salto y de Tilzapotla, (poblado cercano con habitantes del mismo origen geográfico) permitió apreciar que en las segundas si se coloca comida, bebida y cigarros dispuestos en una estructura vertical de dos o tres pisos y también se pide “dulce o truco”; lo que sugiere que un factor determinante en esta diferencia tan marcada podrían ser los aspectos socioeconómicos, pues la gente de Tilzapotla tiene una elevada solvencia por remesas (así como también mucha influencia del Norte), posesión de ganado vacuno y tierras agrícolas así como por su trabajo en fábricas yeseras y de cal (Fig. 3). Curiosamente, en la comunidad El Salto, a pesar de la migración hacia los E.U.A. o el contacto continuo con zonas más urbanizadas (Tilzapotla, Cuernavaca, Jojutla, Puente de Ixtla, etc.), las ceremonias de días de muertos aún no se han visto influenciadas por el Halloween. Concluyendo, sin importar belleza, cantidades o formas de las ofrendas, lo relevante es la continuidad de esta tradición en la memoria y praxis colectiva, lo cual, según comenta la maestra de la primaria unitaria de la comunidad El Salto, actualmente también está en riesgo, pues los niños saben muy poco de ella y

parecen no tener el menor interés en conservarla, lo que se corroboró platicando con Gerardito, un niño de seis años que nos dijo: ¡no me gustan las ofrendas!, aunque no explico el porqué de esta situación. Según la maestra esto se debe a que el ciclo ceremonial se realiza solo una vez al año, por lo que los niños no lo tienen muy presente, o en su defecto, por la falta de transmisión de conocimientos entre la persona que coloca la ofrenda y los que le ayudan u observan, dado que no dan una explicación de la importancia de cada elemento que la conforma y del valor de continuar con esta tradición. Por otro lado, hay argumentos de los pobladores más adultos que refieren a que las ofrendas siempre han sido igual, solo se han perdido algunas practicas como elaborar sus propias velas a partir de la cera de los panales, los rosarios que eran rezados nueve días antes de la ofrenda (novenarios) y “hechar cuetes” en esos días. Consideramos que seria de suma importancia difundir esta tradición en los niños y jóvenes para que se preserve su identidad comunitaria en futuras generaciones, siendo este un trabajo de los familiares, maestros de escuelas rurales y observadores externos. Bertha Martínez Rivera es tesista del Jardín Etnobotánico y pasante de licenciatura en Biología en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Leonardo Alejandro Beltrán Rodríguez es Curador del Herbario Etnobotánico “INAH” adscrito al Jardín Etnobotánico del Centro INAH-Morelos.Alfredo Paulo Maya colabora para el Área sigue... 

Subyacentes Emociones para El Diario de Campo Las últimas manadas del desierto Fanny Campillo

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uince, dieciocho burros posan erguidos, flanco contra flanco, allá arriba, a la orilla del cantil rojizo. Observan atentos cómo nos acercamos cautelosas, con paso lento y sin balancear los brazos para no espantarlos, como si fuésemos tres cardones más de los pocos que sobreviven en este desierto. Una rara llovizna de dos horas que terminó antes del amanecer permitió a nuestro rastreador seguir con facilidad las huellas frescas de la manada. Por el flanco derecho va elevándose el sol para recortar en negro el perfil de la sierra de San Francisco y pintar de amarillo la enorme planicie de El Vizcaíno que se extiende hasta el azul Pacífico, desde donde siguen llegándonos con la brisa, algodo- la innegable condición cimarrona nosos manchones de neblina. de quienes la portan y sacuden, Tras varios días de búsqueda briosos. Mi imaginación desboy espera interminable junto a las cada me hace pensar que estos tinajas y aguajes a los que los bu- animales se sienten orgullosos de rros llegan a beber, estamos al fin su estirpe cimarrona, ganada al frente a una manada. En la parte galope a estos otros animales de alta del cerro brillan, húmedos dos patas que hoy los observan todavía, sus pelajes variopintos en asombrados. Algo en su memoria los que domina el gris con negras genética dirá a los burros que rayas en la cruz y en la caña de sean cautelosos con esos seres de las patas. Hay también retintos pausados movimientos. Algo en oscuros junto a fantasmales tor- su atavismo les habrá indicado dillos y hasta un bayo café con que los bípedos lentos podrían ser leche, todos con la emblemática portadores de antídotos contra la crin alborotada y rebelde que re- libertad: lazos, cercas de alambre, corre el pescuezo desde atrás de trabajo esclavo o, en el peor de los las grandes orejas, para anunciar casos: balas, muerte.  de Antropología Social del Centro INAH-Morelos en el Proyecto Etnografía de los Pueblos Indígenas del México al inicio del Milenio. Para consulta: 1. Good, Catherine, “Trabajando juntos:, los vivos, los muertos, la tierra y el maíz”, en Johanna Broda y Catherine Good (coords.), Historia y vida ceremonial en las comunidades mesoamericanas: los ritos agrícolas, INAH, UNAM México, 2004.; Saldaña, Adriana, “La participación de los parientes muertos en los matrimonios del Alto Balsa” en Suplemento Cultural “El Tlacuache”, La Jornada Morelos, México, 20 de Mayo de 2007; Sal-

daña, Adriana, “Presencias e ideas sobre los muertos en la región del Alto Balsas, Guerrero” en Suplemento Cultural “El Tlacuache”, La Jornada Morelos, México, 02 de Diciembre de 2007; Barbosa, Alma, “ La muerte nahua en la visión del otro” en revista Inventio 3(6): 5-12, UAEMor, 2007; Ayala, Inés et al., “Ofrenda Tradicional en el pueblo nahua de Santa Catarina, Tepoztlán, en Suplemento Cultural “El Tlacuache”, La Jornada Morelos, México, 31 de Octubre de 2010. 2. Ramírez, Alejandra, “Breve etnografía del día de muertos en Santiago Tapexla, Oaxaca”, en Suplemento Cultural “El Tlacuache”, La Jornada Morelos, México, 07 de Noviembre de 2010.

EL MUSEO Y CENTRO DE DOCUMENTACIÓN HISTÓRICA,

EXCONVENTO DE TEPOZTLÁN LE INVITA AL CICLO DE CONFERENCIAS CON MOTIVO DEL X ANIVERSARIO DE SU INAUGURCACIÓN

“AVANCES EN EL CONOCIMIENTO DE LA HISTORIA Y LA CULTURA DE TEPOZTLÁN” SABADO 4 DE DICIEMBRE, 12HRS.

TEPOZTLÁN HOY, PERSPECTIVAS SOC. LUCIANO CONCHEIRO Y PSIC. SOC. CARLOS PÉREZ

Llegaron a estos territorios a partir de 1700, cuando alcanzaron la libertad huyendo uno a uno, a la chiticallando, de los establecimientos misionales jesuíticos, negándose a poner sus lomos al servicio de fatigosos experimentos sociales tendentes a fundar “ciudades de Dios” en estos páramos. Fueron prolíficos los ancestros abisinios de estos asalvajados asnos (Equus asinus) que hoy nos miran entre desconfiados y curiosos desde su observatorio elevado. Aquellas manadas iniciales compitieron ventajosas con venados, borregos y berrendos por el magro alimento que el desierto ofrece en forma de breves pastos de verano y retoños de algunos arbustos para el ramoneo. Pero su número disminuyó sensiblemente durante la segunda mitad del siglo anterior, conforme crecían los pueblos pesqueros de la zona Pacífico Norte, a orillas de la Reserva de la Biosfera de El Vizcaíno en cuyo centro estamos, flanqueadas al oeste por los cuarteles de invierno lagunarios donde se reproducen las ballenas grises, y al este por la sierra de San Francisco con sus milenarias, misteriosas pinturas murales plasmadas en los cantiles por gigantes del arte. Esta manada ha estado paciendo y ramoneando en las estribaciones del picacho de Santa Clara, una espigada elevación de color rojizo que brota de la planicie como una grande y solitaria atalaya de 800 metros. El manadero jefe, macho alfa del grupo, es sin duda el retinto de gran alzada que con tranco nervioso recorre ahora su manada, se detiene, cabecea, piafa y muerde repentinamente los flancos y corvas de las hembras y machos jóvenes que custodia, empujándoles con violencia fuera de nuestra vista. Hemos de ascender con dificultades hasta el sitio donde estaban para ver la blanca polvareda caliginosa que su estampida va dejando tras ellos allá abajo, en la planicie previa al salitral que anuncia una laguna salada. Quien ha visto alguna vez la maravilla del galope de una manada de burros cimarrones jamás olvidará la rítmica elegancia de su tranco y la agilidad y gracia con las que estos animales sortean los obstáculos de un terreno quebrado, difícil: las orejas enhiestas y la cola que bate el aire para equilibrar al vuelo los elegantes pataleos y los giros abruptos de la panzuda bestia. Emplaza rápido su tripié el fotógrafo tratando de capturar con el telefoto el movimiento en la lejana escena. El motor de su

cámara habrá zumbado afanoso, atrapando en sus cliqueos cada pose, actitud, mancha, pelambre, corcoveo y gesto individual de los animales antes de la estampida y ahora ya, con estas tomas a la carrera (literalmente), por fin tenemos algún material para ilustrar este recorrido que, hasta la noche de ayer, sólo expectativas y frustración había producido en sus integrantes: fotógrafo-aguador, guía-cocinero, leñador-chofer y dos mujeres “coladas”. Pero lo fundamental era, es, que los cimarrones existen… todavía. En San Ignacio, en Abreojos, en Guerrero Negro habíamos estado persiguiendo una quimera. “¿Burros mesteños? No, amiga, ya no. Hubo, sí, y bastantes, pero se los acabaron los cazadores… Es que a mucha gente de antes le gustaba comer su carne en machaca y asar sus costillares como si fueran venados”. Nos negábamos a aceptar su desaparición, fundando esta negativa en absurdos argumentos éticos (“Es un crimen ecológico; los mesteños son símbolo de vida en libertad e independencia absolutas”) y hasta estéticos (“Son unas bestias hermosas, elegantes, orgullosas… en todo diferentes al burro doméstico”). Por ello quisimos seguir buscando sus rastros en el difícil territorio de El Vizcaíno: ninguna sombra y sí blancos salitrales extendidos junto a la costa en los que nada vegetal crece; marcianos cerros de malpaís con piedras volcánicas de un rojo quemado, amontonadas, amotinadas en cúmulos desde la última erupción del volcán de las Tres Vírgenes, o dispersas y filosas en las laderas; cañadas de arroyos secos con pálidas arenas sedientas durante años, como el resto de lo que está o vive en esta región natural que de aquí arranca, pasa por Sonora y llega hasta Arizona. En el aguaje de El Coyote nos habíamos encontrado con ellos. Acampados en la cercanía de esta poza pestilente escondida en el ijar de un montecito chaparro --sus aguas escasas y salobres casi cubiertas por el zacatón- la madrugada del que habíamos decidido sería “el último día de búsqueda” escuchamos el rumor apagado de muchos cascos acercándose cautelosos. El viento nos traía el picante olor de sus sudores acumulados. En el casi sólido silencio aquél en el que nada vuela o repta, pudimos escuchar incluso el rumor de las amargosas aguas que sus belfos jalaban del manantial y bombeaban ruidosos garganta arriba para descender hasta sus poderosas, abombadas barrigas. Terminaron

de beber y luego de un relincho que habrá sido la corneta de órdenes del manadero jefe, salieron en estampida en medio de una tropelada diríase que alegre y juguetona: satisfecha ya la necesidad. No había salido el sol aún y sólo sombras pudimos intuir enrumbando escandalosas hacia el norte, hacia el picacho en cuya cercanía habríamos de encontrarles más tarde, fácilmente ya, tras la llovizna. Regresamos al vehículo de doble tracción y los seguimos a distancia. Son bastante veloces, llegando hasta los 50 kilómetros por hora en tramos cortos, y también muy resistentes: capaces de moverse por el desierto a galope sosegado durante dos horas, mientras buscan las distantes pozas de agua donde abrevan y los sitios en que encuentran mejores pastos. Nos llevarían en esta correría hasta la sierra de Castro, en cuyas elevaciones visitaron una tinaja que guardaba agua a la sombra de un cantil, tal vez desde el invierno anterior. Hicieron rumbo luego hacia el noroeste, donde la bahía de Sebastián Vizcaíno, y los seguimos en el jeep, con el motor a media marcha ascendiendo y descendiendo por el médano apenas oreado tras la lluvia, hasta que un resbalón desde una duna alta hizo que nos deslizáramos de costado hasta un escondido lodazal barrealoso, donde el vehículo clavó sus llantas traseras. Treintaiséis horas pasarán antes de que podamos salir del atascadero. No volveremos a verlos ya. Las opiniones entre los ecologistas se dividen respecto de la conveniencia de permitir que estos burros sigan compitiendo por el alimento con venados y, sobre todo, con los doscientos berrendos peninsulares que sobreviven en el corazón de El Vizcaíno. Si el primero en tiempo es primero en derecho, venados y berrendos llevan mano. Pero, ¿qué hacer entonces con los burros cimarrones? Además, ¿por qué no mejor controlar el sobrepastoreo que representan las vacas y chivos que en la zona han sido introducidos más recientemente por pescadores-rancheros? Por sus más de trescientos años de vagar en el territorio peninsular, estos asnos cimarrones son parte importante del ambiente desértico sudcaliforniano, y debieran ser también protegidos por las autoridades de Ecología. El derecho a galopar con la melenuda, libertaria crin al viento, parecen habérselo ganado. Constituyen, con alguna otra, las últimas manadas cimarronas de El Vizcaíno.

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