Los castros arriscados en la provincia de León: un grupo castreño singular

July 14, 2017 | Autor: J. Vidal Encinas | Categoría: Prehistoric Archaeology, Protohistoric Iberian Peninsula, Roman Archaeology
Share Embed


Descripción

Los castros arriscados en la provincia de León: un grupo castreño singular Julio M. Vidal Encinas Junta de Castilla y León Servicio Territorial de Cultura de León

“En tal sentido es curioso cómo alude al estancamiento de la investigación en la Meseta y recurre a modelos elaborados por investigadores de otras regiones. En realidad no hace ni un solo comentario a las causas del estancamiento, cuando en buena medida parecen claras. Los investigadores que trabajaban hace 25 años son los mismos que hoy dirigen los estudios y no se ha producido apenas la llegada de savia nueva que proporcione nuevos enfoques. Las nuevas promociones universitarias tienen pocas expectativas de dedicarse a la investigación y, tras licenciarse, sólo unos pocos licenciados culminan sus estudios con la realización de una Tesis Doctoral, tras cuya lectura se alejan por completo de la investigación para tratar de buscar un trabajo estable” (Reseña de: Fernández Posse, M. D, La investigación prehistórica en la Meseta y Galicia. Ed. Síntesis. Madrid, 1998, por A. Bellido Blanco, en Boletín del Seminario de Estudios de Arte





y Arqueología: BSAA, Tomo 67, 2001: 291-292). Abstract Recent archaeological research have uncovered evidence on the archaeological setting of some hilly sites, most of them of Iron Age times because archaeological finds associated. They have always steep slopes, sometimes placed in isolated summits away from watercourses or arable land. The most striking evidence is their walls, linear dry stone structures 2-3 meters width, raised in very high places, both in absolute and relative altitude. The article provides the mapping of these sites, most of the time never known so far in order to complete the archaeological map resource of León and stimulate research.

Julio M. Vidal Encinas

339

Evolución de los espacios urbanos y sus territorios en el Noroeste de la Península Ibérica

Figura 1. El relieve de la provincia de León y la situación de los castros estudiado.





1. Introducción La provincia de León presenta, desde el punto de vista geomorfológico, tres dominios o rasgos morfoestructurales que caracterizan el relieve que está presente en la misma. El primero de ellos pertenece a la Cordillera Cantábrica y engloba a buena parte de su borde septentrional, desde Babia y Laciana hasta los Picos de Europa. Está constituido por litologías predominantemente calcáreas, con importantes macizos kársticos, así como también silíceas, en las que predominan las cuarcitas, areniscas y pizarras. Dentro del mismo tienen su nacimiento los más importantes cursos de agua que configuran su red hidrográfica principal, los cuales discurren por valles, en general, estrechos y profundos. El segundo ocupa casi toda su mitad occidental, con la depresión del Bierzo como centro, y, como el anterior, tiene como protagonistas a materiales también muy antiguos, paleozoicos, pero, en este caso, pertenecientes a la denominada Zona Astur-Occidental Leonesa y Zona Centro Ibérica, en la que son raras las formaciones calcáreas, siendo más comunes las cuarcitas, areniscas y pizarras con cierto grado de metamorfismo. Destacan, entre estos relieves, los de las sierras del Teleno, Cabrera, Ancares y los Montes de León, con orientaciones predominantemente sureste-noroeste. En fin, el último de los relieves presentes en la provincia lo configuran los Páramos y Riberas de la Cuenca del Duero, en cuyos materiales terciarios se ha encajado la red fluvial, con

340

Julio M. Vidal Encinas

Los castros arriscados en la provincia de León: un grupo castreño singular

su característico paisaje de campiñas en las que las diferencias de altitud son mucho menores que en los dominios anteriores. El marco geográfico de nuestra exposición será el que representan los dos primeros, un dominio, por lo tanto, netamente montañoso y, por ello mismo, difícil desde el punto de vista del esfuerzo que supone su prospección arqueológica; no en vano, ha sido tradicionalmente soslayado y no solo por esta causa, sino también quizás por un cierto escepticismo hacia ocupaciones castreñas en altitudes elevadas. Así, por ejemplo, dentro de los escasos estudios de conjunto que se han realizado sobre los rasgos que tienen que ver con la situación y emplazamiento del poblamiento castreño en la provincia, realizados en el Valle del Cabrera y la Cuenca Noroccidental del Duero, se considera la altitud un “…factor condicionante de carácter esencialmente climático; es decir, determina la mayor o menor habitabilidad de los asentamientos”, obteniendo, en el primero de los casos, una media de dicho valor que no alcanza los mil metros, concretamente 952,77 m (Fernández-Posse y Sánchez-Palencia, 1988: 190). De hecho, estos mismos autores consideran el límite de los 1.300 m la ‘altura mínima tolerable’, que tendría en La Corona de Corporales1, con 1.332/1.338 m, el ejemplo a mayor altitud entre los veintisiete castros estudiados, si bien hoy sabemos que en la zona hay sitios a 1.460 m, como “Las Degolladas”; a 1.416 m, como “Peña Rayada”, e, incluso, a bastante mayor altitud, caso del “Portillo de Xandequín”, que se encuentra a casi 1.700 m, en la Sierra del Teleno, todos ellos



próximos a las localidades de Pozos y Cunas (Truchas). En otro estudio sobre el poblamiento castreño en la Cuenca Noroccidental del Duero correspondiente a la provincia de León el sitio que se encuentra a mayor altitud entre los estudiados por A. Orejas es “La Corona” de San Mamé-Lucillo, a 1.436 m, un caso realmente único en el conjunto de los 9 castros que forman el inventario de sus sitios prerromanos , puesto que el que le sigue, “La Corona de Pedredo”, se encuentra a 993 m, que, al igual que todos los demás, siempre se encuentran por debajo de los 1.000 m (Orejas, 1996: 83, Fig. 25). Ambos estudios han tenido como marco geográfico la parte más occidental de la provincia de León, un territorio montañoso, ciertamente, pero no homogéneo en la expresión de tal cualidad; no en vano, contrasta claramente el carácter abrupto y escarpado que tiene el Valle del Cabrera, por ejemplo, con el relieve más tendido que se produce en las estribaciones de los Montes de León y la Sierra del Teleno, lo que sería propiamente la Cuenca Noroccidental del Duero. De la misma forma, la depresión intramontañosa que es El Bierzo, recorrida por el Sil, marco de las investigaciones relacionadas con la Zona Arqueológica de Las Médulas, tiene, por su parte, alturas castreñas generalmente mucho más modestas en la orla montañosa que la bordea. Entre los sitios fuertemente amurallados el “Castrelín” de San Juan de Paluezas, por ejemplo, apenas supera los 550 m de altitud y “La Corona del Cerco de Borrenes” 663 m, al igual prácticamente que “A Devesa da Carballal”, en Portela de Aguiar, que alcanza 691 m de altitud absoluta sobre el imponente crestón de calizas grises del Ordovícico en el que 1

“La Corona” y el “Castro de Corporales” fueron descubiertos y dados a conocer por C. Sáenz Ridruejo y J. Vélez González (1974): Contribución al estudio de la Minería Primitiva del oro en el Noroeste de España. Ed. Atlas, Madrid: 68 y 97.

Julio M. Vidal Encinas

341



Evolución de los espacios urbanos y sus territorios en el Noroeste de la Península Ibérica

se emplaza al pie de la Sierra de la Encina de La Lastra, en cuyo extremo más oriental, mucho tiempo después, se levantaría el castillo medieval de Aguilar (Quintana, 1956). Por el valle que se abre en el flanco norte discurría la Vía XVIII, de Astorga a Braga, por el valle del Sil. Para tratar de establecer una visión de conjunto sobre los problemas ligados a las manifestaciones de la Edad del Hierro en la provincia de León es imprescindible referirse a los trabajos realizados por J. Celis Sánchez, quien, desde planteamientos muy ligados a lo que él mismo denomina “Arqueología objetual”, ha intentado reconstruir el origen y desarrollo de este período en la provincia, así como sus filiaciones o no con otros ámbitos geográficos y sus correspondientes identidades culturales. Sus trabajos de conjunto (Celis, 1996, 2002b) han tenido, en un primer momento, un marco geográfico muy constreñido a la cuenca sedimentaria, a las campiñas y valles fluviales ocupados por las gentes del Bronce Final (Cogotas) y Edad del Hierro (Soto). La cartografía que acompaña las citadas publicaciones es, en este sentido, muy significativa, ya que los sitios arqueológicos se distribuyen, como jalones, a lo largo de los fondos de valle y llanuras fluviales de los principales cursos de la provincia en sus tramos medio-bajos, Órbigo, Esla y Cea y sus afluentes, hasta el punto de que las únicas excepciones las constituyen, para la presencia del ámbito montañoso, los hallazgos metálicos, como es sabido, muy numerosos y ricos en la provincia de León (Delibes de Castro y Fernández Manzano, 1983; Fernández Manzano, 1986). La excepción la constituyen sus excavaciones en el castro de



Chano y, por ende, las reflexiones sobre el mundo castreño en El Bierzo (Celis, 2002a, 2003), así como un reciente trabajo sobre la Montaña leonesa, en el que resume puntos de vista e informaciones en buena parte anteriores (Celis, 2007). El propósito que nos anima en las líneas que siguen se enmarca dentro de las tareas de registro y documentación arqueológica de evidencias prácticamente desconocidas desde el punto de vista de su implantación y características funcionales, con el objetivo de intentar contribuir al conocimiento y estudio de unos sitios ciertamente excepcionales por motivos patrimoniales y científicos, no en vano en sus entrañas seguro que se encuentra la respuesta a muchos de los interrogantes que plantea la Protohistoria en las tierras de la provincia de León. Ello en el marco de una revisión de la Carta Arqueológica, con la finalidad de convertirla en un instrumento más eficaz, tanto para la protección y conservación del Patrimonio Arqueológico, como para favorecer la investigación de estos lugares por parte de las nuevas generaciones de investigadores.

342

Julio M. Vidal Encinas



Los castros arriscados en la provincia de León: un grupo castreño singular



→ Figura 2. Gráfico con la representación de las altitudes absolutas y relativas de los castros correspondientes a la Zona Astur-Occidental Leonesa y zona Centro Ibérica.

2. Zona Astur-Occidental Leonesa y Zona Centro Ibérica2 2.1. “Portillo de Xandequín” (Pozos, Truchas) Este singular sitio, tanto por la gran altura a la que se sitúa, 1.698 m, como por la importancia del conjunto de sus amurallamientos, se encuentra próximo a la localidad de Pozos (Truchas).

2

Los sitios acompañados de un asterisco (*) son inéditos.

Julio M. Vidal Encinas

343

Evolución de los espacios urbanos y sus territorios en el Noroeste de la Península Ibérica



→ Figura 3. “El Portillo de Xandequín” de Pozos.

Fue dado a conocer en el año 2006 por el investigador de minería romana R. Matías Rodríguez (Matías, 2006: 219). Emplazado en plena Sierra del Teleno presenta unas características que le emparentan netamente con un conjunto de fortificaciones castreñas incluidas por A. Esparza en su importante trabajo sobre los castros del Noroeste de Zamora, en concreto con aquellas que se ubican, sobre todo, en la Sierra de la Culebra (Esparza, 1987). Su similitud con el sistema defensivo que está presente en la Sierra de Carpurias, en el conocido sitio de “Arrabalde-Marrón”, es, también, muy notable, no en vano está muy adaptado a las propias condiciones de índole geomorfológico que se dan en estos parajes: imponentes crestones tabulares de la era paleozoica pertenecientes al período Cámbrico-Ordovícico, constituidos por cuarcitas blancas armoricanas, areniscas y pizarras. Estos afloramientos de la Sierra del Teleno, que culminan a 2.188 m, están flanqueados, tanto al norte como al sur por importantes depósitos detríticos pleistocenos, constituidos por cantos, arcillas y limos –en algunos casos fruto del modelado glaciar–, que tienen la particularidad de ser auríferos. En efecto, alrededor y

344

Julio M. Vidal Encinas

Los castros arriscados en la provincia de León: un grupo castreño singular

en la más inmediata proximidad a este castro, se conoce el conjunto minero de “Teleno EsteLos Mayadones-Las Mayaditas”, registrado en la Carta Arqueológica de la provincia de León desde 1987 (Pérez García, 1977; Sánchez-Palencia, 1980, 1983). El Portillo tiene, a 2,3 km al suroeste, otro sitio castreño conocido, el “Castrillón de Pozos”, y otros dos más también próximos, pero inéditos en este caso y que relataremos más adelante: “Las Degolladas”, a 2,1 km al suroeste, y “Peña Rayada”, a unos 4 km al sur. El conjunto defensivo del “Portillo” está compuesto por casi 800 m de muralla que, por un lado, defienden el costado norte del roquedo, y, por otro, compartimentan, al sur, un espacio entre crestones, por medio de cordones de piedra que, trazados de forma perpendicular a éstos, parecen definir un espacio de aproximadamente 2 Ha. Su anchura no siempre es la misma, pero, de forma genérica, está comprendida entre 2 y 3 m. El Arroyo de Xandella –la denominación que tiene en estos parajes el río Llamas–, que discurre al norte, dista algo menos de 1 km en línea recta y tiene un desnivel de 190 m con el sitio, con una pendiente de más del 21%. Por su parte, el río Pequeño, un afluente del Eria, que pasa al sur, dista unos 2,5 km, y tiene un desnivel de más de 600 m con relación al “Portillo”, con una pendiente de casi el 25%. 2.2. “El Castillo de los Moros” en Sosas del Cumbral (Riello)



Este castro se encuentra a una distancia de aproximadamente 1 km al norte de la localidad de Sosas del Cumbral, en la comarca de Omaña, en un espigón que mira al oeste, a más de 1.500 m de altitud, dominando un pequeño arroyo, el del Cumbral. El paraje se conoce con el nombre de “Praos del Queijo”.

Julio M. Vidal Encinas

345



Evolución de los espacios urbanos y sus territorios en el Noroeste de la Península Ibérica





Figura 4. “El Castillo de los Moros” de Sosas del Cumbral (Riello).

El sustrato geológico pertenece al Paleozoico y está formado por areniscas, areniscas feldespáticas y cuarcitas precámbricas, que afloran en el mismo en forma de crestones. Aprovechando los afloramientos se trazó un recinto ovalar de piedra, de más de 250 m de longitud y 2/3 m de anchura, precedido, por el norte, por un foso que lo aísla en la pendiente y da paso a una estructura circular, tumular, en forma de cráter, en la parte más elevada del sitio. Probablemente se trate de una torre o atalaya, similar a la que presentan otros sitios aquí tratados, como el “Castro de Murias de Paredes”, “la Peña del Hombre”, “el Torrexón de Trabazos”, “el Peñón de Conchanada”, “el Balear-Los Cabildos” y otros. El recinto tiene una superficie de 0,5 Ha. La Carta Arqueológica de la provincia de León, en su última revisión del año 2002, realizada por la empresa Terra Arqueos, le atribuye una cronología “indeterminada”. Este sitio, por sus características, presenta una gran analogía 346

Julio M. Vidal Encinas

Los castros arriscados en la provincia de León: un grupo castreño singular

con otros que también veremos aquí, caso de otro “Castillo de los Moros”, del Acebo, o el de “Colmenales”, en Rozuelo, prácticamente idéntico así como la “Peña del Hombre”, en Paradela de Muces. Por ende, en nuestra opinión, debe emparentarse también con “A Devesa da Carballal”, en “Portela de Aguiar”, y, por supuesto, con “La Corona del Cerco”, en Borrenes. Dista unos 450 m del Arroyo del Cumbral, un tributario del Omañas, que discurre, muy encajado, al oeste, con una diferencia de altitud relativa de unos 200 m, por lo que existe una pendiente de 42,3% (22,9º). 2.3. “Cueto Cazarnoso” El hallazgo de este sitio fue fruto de la prospección arqueológica realizada con motivo de la instalación de un parque eólico en sus inmediaciones, la cual, a la postre, lo ahorraría de una más que probable destrucción (García Fernández, 2009; González Fernández y Vidal Encinas, 2011). El pequeño recinto amurallado se encuentra cercano a la localidad de Ponjos (Valdesamario), que dista 1,3 km al suroeste. Ocupa un cerro a casi 1.475 m de altura, a relativa proximidad del extremo oriental de la Sierra de Gistredo, en la Comarca de Omaña. Tiene unos 1.000 m2 de superficie y, sus muros, apenas 100 m de longitud.





Julio M. Vidal Encinas

347

Evolución de los espacios urbanos y sus territorios en el Noroeste de la Península Ibérica





Figura 5. “El Cueto Cazarnoso” en Ponjos (Valdesamario).

El sustrato geológico del cerro en el que se asienta está formado por cuarcitas, areniscas y pizarras de la era paleozoica, en concreto, del período cámbrico-ordovícico, cuyos afloramientos son aprovechados para trazar el recinto. Se localiza inmediato a dos más, que también incluimos, los Cuetos Candanedo y Cubiello, que lo flanquean, a occidente y oriente, respectivamente. Domina el curso del Arroyo de Valdesamario, que discurre al sur, del que dista 1,3 km, con una diferencia de altura de casi 375 m, por lo que debe superarse una pendiente de 28,6% (15,9º). 2.4. “El Castro de Murias de Paredes” Ya es mencionado por C. Morán, del que señala que habría continuado, como poblamiento, en la actual localidad de Murias (Morán, 1949: 6-7). Imponente por su ubicación, se encuentra en un espigón de la Sierra de la Vidulina, que cae sobre la localidad de Murias.

348

Julio M. Vidal Encinas

Los castros arriscados en la provincia de León: un grupo castreño singular



→ Figura 6. “El Castro de Murias de Paredes”.

Se emplaza a 1.449 m de altitud, a mayor altura, por lo tanto, que el paso próximo por la rama nororiental de la Sierra de Gistredo, el Puerto de la Magdalena (1.436 m), en la Comarca de Omaña. Dicho paso atraviesa, hacia el norte, Babia y, más al oeste, el valle del Alto Sil a la altura de Villablino, desde donde se dirige a franquear la Cordillera Cantábrica. Al pie del espigón, por el sur, a menos de 500 m, fluye el Río Omañas, con el que tiene una diferencia de altitud de 195 m, lo que obliga a superar un desnivel del 46,3% (24,8º). Destaca este sitio por los profundos y anchos fosos –“vallados” o “vallinas”, como son conocidos localmente–, que delimitan el emplazamiento en el espigón. Uno, en sentido norte-sur, por el costado occidental, y un segundo, por el oriental, cuya rama sigue una ligera dirección noroeste-sudeste. Pero tiene otro elemento de distinción: en la parte más elevada del emplazamiento, allí donde se encuentra el foso más inmediato al castro, un gran derrumbe de piedras de forma tumular parece estar denunciando la presencia de una torre, atalaya o similar, cuya forma en cráter debe explicarse, quizás, por su paulatino proceso de derrumbe hacia el interior de la construcción y, también, las actividades de los curiosos, que suelen abrir agujeros

Julio M. Vidal Encinas

349

Evolución de los espacios urbanos y sus territorios en el Noroeste de la Península Ibérica

en prácticamente todos los sitios que conocemos que presentan esta característica. El citado C. Morán ya se hace eco de este derrumbe que tilda de “…ruinas de un gran edificio, como castillo, para reforzar las defensas por ese lado” (Morán Brandón, 1949: 7). La empresa Terra Arqueos, autora de la revisión de la Carta Arqueológica de la provincia de León en los años 2001-2002, atribuye a este sitio castreño una cronología romana, tanto por considerar ‘técnicas mineras’ las utilizadas en la apertura del foso –aunque no se describe nada relacionado con la infraestructura hidráulica, depósitos y canales, necesaria para ello–, como por su relación con lo que consideran una explotación minera romana, la “Poza del Castro”, contigua por el oeste, algo, creemos, difícil de aseverar, pues los terrenos en los que se enclavan, tanto el castro como la supuesta mina, son pizarras, microconglomerados, areniscas y calizas-dolomías intercaladas, pertenecientes al Cámbrico (Paleozoico), que no son auríferos. 2.5. “Las Degolladas” (Pozos, Truchas)* Este sitio se encuentra en un paraje al sur de la Sierra del Teleno, colgado a 1.460 m de altitud sobre un suave espigón que domina el curso del Río Pequeño, afluente del Eria, que discurre, en su punto más próximo, a unos 700 m al suroeste. La localidad más próxima es Pozos (Truchas), que se encuentra a escasos 2 km al sureste.





Figura 7. “Las Degolladas” en Pozos (Truchas).

350

Julio M. Vidal Encinas

Los castros arriscados en la provincia de León: un grupo castreño singular

El sustrato geológico son pizarras grises y negras con intercalaciones de cuarcita y limolitas del Paleozoico, período Ordovícico. Además de la relativa proximidad del “Portillo de Xandequín”, al que ya nos hemos referido, “Las Degolladas” tienen todavía más próximo al “Castillón de Pozos”, un recinto castreño que se encuentra a unos 800 m al sureste. El desnivel existente con relación al curso de agua a lo largo de la distancia mencionada es del 41,5% (22,5º), en concreto, 291 m. En las crestas que apuntan en dirección noroeste-sureste se levantó, de forma perpendicular a ellas, un poderoso muro de más de 100 m de longitud, que tiene, en algunos sitios, por encima de 3 m de anchura, finamente aparejado con las pizarras y cuarcitas locales. 2. 6. “Peña Rayada” (Pozos-Manzaneda, Truchas)* El profesor Esparza en su conocido ensayo sobre los castros del noroeste zamorano, dentro de los resultados que ofrece de las prospecciones en las zonas limítrofes al territorio estudiado alude a la Cabrera Alta, en concreto, al sitio denominado “Peña Truena”, próximo al “Castrillo” o “Castriello de Cunas”, pero del que no acompaña un plano de situación (Esparza, 1986: 140). Es probable que pueda tratarse del mismo lugar, cuyo nombre aquí tomamos por el topónimo que figura en la cartografía 1:25.000 del Instituto Geográfico Nacional, pues, en efecto,



el nuestro se halla a 1,2 km al noroeste del notable Castriello, un recinto multivallado, con fosos tallados en la roca en algunos sitios, considerado “castro minero” por algunos autores (FernándezPosse y Sánchez-Palencia, 1988: 134). “Peña Rayada” se encuentra prácticamente equidistante –2,4 km–, de las localidades de Manzaneda y Pozos, al este y noreste, respectivamente. El emplazamiento se buscó en un roquedo a 1.416 m, en el que afloran pizarras grises y negras con intercalaciones de cuarcita y limolitas del Paleozoico (Ordovícico), en el que se levantó, en su costado oriental, una muralla de unos 2,5/3 m de anchura, de unos 150 m de longitud y describiendo un recorrido tendente a semicircular, la cual encierra un exiguo espacio de poco más de 0,3 Ha “Peña Rayada” tiene el Río Pequeño al norte, a un kilómetro aproximadamente, con el que tiene que superar un desnivel de más de 280 m, luego una pendiente de 29,1% (16,2%).

Julio M. Vidal Encinas

351



Evolución de los espacios urbanos y sus territorios en el Noroeste de la Península Ibérica



→ Figura 8. “Peña Rayada” en Pozos-Manzaneda (Truchas).

2. 7. “Cueto Candanedo” (Ponjos, Valdesamario) Se sitúa al norte de la localidad de Ponjos, de la que dista apenas un kilómetro e inmediato a otros dos aquí tratados, los “Cuetos Cazarnoso” y “Cubiello”, que distan 700 y 1,5 km, respectivamente, al este. El lugar es un roquedo a 1.398 m en el que afloran largos crestones de dirección noroeste-suroeste formados por cuarcitas, areniscas y pizarras del Paleozoico (Ordovícico), los cuales fueron aprovechados para trazar una serie de muros entre los que destaca su cierre oriental, el mejor visible, de más de 120 m de longitud. Tiene forma poligonal y aprovecha las cuarcitas tableadas para trazarse. Este sitio tiene el arroyo de Valdesamario como corriente de agua más próxima, que discurre a un kilómetro al sur, con una diferencia de altitud de unos 280 m, esto es, una pendiente de 22,8% (12,8º) (González Fernández y Vidal Encinas, 2011).

352

Julio M. Vidal Encinas

Los castros arriscados en la provincia de León: un grupo castreño singular





Figura 9. “El Cueto Candanedo” en Ponjos (Valdesamario).

2. 8. “Peñón de Conchanada”* (Baillo, Truchas) Este nuevo sitio castreño se encuentra a menos de un kilómetro al este de la localidad de Baillo, en un cerro a 1.359 m de altura que cae sobre ella, a unos 800 m, por la que discurre el río Eria. La diferencia de altitud es de casi 190 m lo que produce un desnivel del 22,7% (12,7º). El substrato geológico está constituido por pizarras grises y negras con intercalaciones de cuarcita y limolitas, de edad paleozoica y del período Ordovícico. Es aquí donde se talló, especialmente al sur del emplazamiento castreño, un foso de unos 4 m de anchura y más de 200 de longitud, coronado, en su parte más alta, por un derrumbe tumular que debe estar denunciando la presencia de una torre, atalaya o similar. Sobre el borde interior del foso se aprecian indicios –hiladas de piedra entre el profuso matorral–, que denuncian la presencia de un amurallamiento. Es posible que el sistema defensivo de este sitio –foso y muralla–, tenga una implantación semicircular, a partir de la línea de cresta del cerro, que tiene una pendiente considerablemente mayor hacia el norte. En esta dirección, a una distancia de entre 3/4 km, se encuentran los conocidos de “Corporales”, pero, aún más próximo, se encuentra el de Truchas, a 1,5 km al sureste.

Julio M. Vidal Encinas

353

Evolución de los espacios urbanos y sus territorios en el Noroeste de la Península Ibérica

Figura 10. “El Peñón de Conchanada” en Baillo (Truchas).





2. 9. “El Torrexón de Trabazos” (Encinedo) Al oeste de la localidad de Trabazos, en el Valle de Losada de la Cabrera Alta, en un círculo de un kilómetro de radio, existen tres yacimientos arqueológicos de naturaleza castreña. El primero de ellos, el situado al noroeste, es consignado con el nombre de “Trillocastro” por Fernández-Posse y Sánchez-Palencia en un escarpe de la margen izquierda del arroyo de Valdelallana, en un paraje también conocido por “Los Sacedillos” (Fernández-Posse y SánchezPalencia, 1988: 128, fig. 106). Sin embargo, Mañanes, en la Carta Arqueológica de la provincia de León, en su primera edición de 1987, registra el sitio de “Trillocastro” también al noroeste de Trabazos, “…entre los arroyos de Valdellama y Trabazos. Está rodeado por dos fuertes tajos o fosos”, lo que da lugar a confusión, puesto que ambos arroyos son el mismo curso de agua, cuyo nombre cambia según corran aguas arriba o abajo de la localidad. Para mayor dificultad, la escala del MTN (1ª edición) utilizada por Mañanes no ayuda a precisar la exacta situación del sitio, en concreto, para saber si se trata del mismo que refieren Fernández-Posse y SánchezPalencia. Sea como fuere, un segundo sitio, “El Torrexón” o “Torrejón”, es consignado por Mañanes “…en la cima de un montículo desde donde se domina el pueblo, [en el que] se aprecia un amontonamiento de piedras, lajas de pizarra, y a su izquierda un foso” (Mañanes, 1988: 134). Una vez más, aquí tampoco, la escala utilizada en la cartografía impide por completo situarlo adecuadamente (Mañanes, 1988: 133, plano sin pie alguno). A este sitio nos vamos

354

Julio M. Vidal Encinas

Los castros arriscados en la provincia de León: un grupo castreño singular

a referir aquí, pues el tercero, inédito (¿?), “La Torre de Trabazos”, lo hemos dado a conocer recientemente, en el Congreso Internacional de Fortificaciones de la Edad del Hierro (Zamora, 14, 15 y 16 de mayo de 2014), junto con varios más del Valle del Cabrera.





Figura 11. “El Torrexón de Trabazos” (Encinedo).

El Torrejón o Torrexón está situado a 850 m al noroeste de la localidad, en el escarpe correspondiente a la margen derecha del arroyo de Valdelallana y fue catalogado por M. Luz González Fernández con motivo de la redacción del Catálogo de Bienes Arqueológicos del municipio de Encinedo (2010). El sitio se encuentra a 1.360 m de altura en un paraje que mira hacia el valle por el que discurre el arroyo mencionado, colgado justo al borde del escarpe. Tiene una superficie de 0,6 Ha y está presidido por sendos fosos tallados en el sustrato rocoso –pizarras grises y negras con intercalaciones de cuarcita y limolitas del Paleozoico (Ordovícico)–, en especial el meridional, por cuyo borde interior discurre, además, un cordón de piedra que denota la presencia de una muralla por este flanco, el más vulnerable. Ambos fosos se unen en ángulo recto y aquí, justo dónde se produce la mayor altura en el interior del recinto, existe un

Julio M. Vidal Encinas

355

Evolución de los espacios urbanos y sus territorios en el Noroeste de la Península Ibérica

gran derrumbe de piedras, de forma tumular que, sin duda, encierra la existencia de una torre, atalaya o similar. En fin, “El Torrexón” dista 2,2 km del río Cabrera, que discurre al sur, por el Valle de Losada, de tal manera que existe una diferencia de casi 440 m de altitud entre ambos, lo que produce un desnivel del 20,2% (11,4º). 2. 10. “Yera de los Piornos”* (Torneros de la Valdería, Castrocontrigo) Sobre el valle del Eria se encuentra este sitio, también llamado “El Castillo” por los lugareños, un roquedo fortificado a 1.344 m de altitud, con unas características que le emparentan claramente con otros sitios similares de, por ejemplo, la Sierra de la Culebra. En efecto, una vez más, se aprovecharon los afloramientos de cuarcitas, areniscas y pizarras del paleozoico (Cámbrico-Ordovícico) para construir sendos contornos provistos, como siempre es el caso, de cordones de murallas en piedra en seco, de unos 2/3 m de espesor. En este caso se configuraron dos, de los cuales el más elevado parece una verdadera acrópolis que aprovecha los farallones situados al este para trazar un muro de más de 120 m de longitud que configura un espacio de una hectárea aproximadamente. El derrumbe de este muro supera en algunos sitios los 20 m de anchura, lo que parece estar dando una idea de la considerable altura que debió tener. Por debajo de él hay otro de 0,5 Ha con una longitud de amurallamientos que supera los 200 m, si bien la



repoblación forestal acaecida en los años setenta en él le afectó considerablemente, impidiendo discernir su exacta implantación con seguridad. Más abajo todavía, en el extremo del farallón, sendos muros lo fortificaban, totalizando apenas 50 m entre ambos. “La Yera de los Piornos”, además del Eria, al este, tiene otro curso de agua a relativa proximidad, el arroyo Serranos, que discurre al sur. En el primer caso, existe una diferencia de altitud de más de 338 m, a lo largo de unos 2,2 km de distancia, lo que hace que el desnivel a franquear sea de 15,7% (8,9º). En el segundo, la diferencia de altitud es de 300 m a lo largo de 2,7 km, con una pendiente de 10,7% (6,1º).

356

Julio M. Vidal Encinas



Los castros arriscados en la provincia de León: un grupo castreño singular



→ Figura 12. “Yera de los Piornos” en Torneros de la Valdería (Castrocontrigo).

2. 11. “Castillo de los Moros”* (El Acebo, Molinaseca) Aunque está más próximo a Carracedo de Compludo (1,5 km) por pertenecer al territorio del municipio de Molinaseca lo hemos incluido en El Acebo, localidad situada al noroeste de la que dista 2,8 km. Con este nuevo castro este municipio enriquece su patrimonio arqueológico, ya representado en sitios como el mismo “castro de Molinaseca” o los de “La Collada-El Castillo” y el de “Revichano-Castillo Jano”, este último dotado también de un notable perímetro defensivo amurallado, con el que, por sus características y disposición, debe estar claramente emparentado. A 1.170 m de altitud “Revichano” bien hubiera merecido formar parte de este inventario, al igual que otros que, para no ser excesivamente prolijos, hemos tenido que descartar. Destaca el “Castillo de los Moros” por su carácter ciertamente arriscado debido a su localización, a 1.336 m de altitud, en un cerro aislado absolutamente alejado de valle alguno, susceptible de su aprovechamiento agrícola. Lo prueba el hecho de que el curso de agua más próximo, el arroyo de Carracedo-Prada, situado a un escaso kilómetro, que fluye muy encajado

Julio M. Vidal Encinas

357

Evolución de los espacios urbanos y sus territorios en el Noroeste de la Península Ibérica

al sur, para desaguar al Meruelo unos 3 km aguas abajo, lo hace con una diferencia de altitud que supera los 400 m, lo que señala una pendiente del 43,8% (23,7º). El castro se levantó, como hemos indicado, en un cerro cuyo sustrato está formado por cuarcitas, areniscas y pizarras del paleozoico (Cámbrico-Ordovícico), que, de hecho, afloran en el mismo y que, como es norma habitual en estos sitios, fueron aprovechadas para trazar su sistema defensivo, aquí presidido por una espléndida muralla por su más que buen estado de conservación; no en vano mantiene intactos, en algunos tramos, más de 2 m de su alzado y unos 2,5/3 m de anchura, como suele ser canónico. El encintado tiene más de 200 m de longitud y, al norte, está suplido por un roquedo de cuarcita, del que parte describiendo una forma circular.





Figura 13. “El Castillo de los Moros” en El Acebo (Molinaseca).

358

Julio M. Vidal Encinas

Los castros arriscados en la provincia de León: un grupo castreño singular

2. 12. “Cueto Cubiello” (Ponjos, Valdesamario) Este castro, como ya hemos indicado, se encuentra en la proximidad de otros dos ya tratados aquí, los “Cuetos Candanedo” y “Cazarnoso” y se conocen desde hace poco tiempo (González Fernández y Vidal Encinas, 2011). Fue emplazado a 1,5 km al noreste de Ponjos, en un aislado cerro que culmina a 1.321 m de altitud. Es probable que este mismo sitio sea aquel que C. Morán nombre “El Castillo” y que sitúa en la proximidad de Andarraso, localidad que se encuentra a 1,3 km al norte-noreste, pero perteneciente al municipio de Riello (Morán, 1949: 24-25; 1956-61: 122). Dice el agustino que se encuentra en “…los altos de Bigaña”, un paraje que tanto la cartografía antigua (MTN, 1:50.000, 1ª edición), como la actual sitúan a medio kilómetro al sur de Andarraso, si bien, como se dice más arriba, en realidad, está 800 m más alejado. La Carta Arqueológica de la provincia de León, en su edición de 1987, lo recoge, situándolo en el paraje que señala C. Morán, pero sin visitarlo, ya que no existe una descripción del mismo, en la que destacaría, sin duda, el importante recinto amurallado que posee, algo en lo que, por las mismas razones, no reparó tampoco el agustino. Por su parte, la revisión de la citada Carta, realizada por la empresa Terra Arqueos en el año 2002, no lo recoge. Sea como fuere, es éste “Cueto Cubiello” un espléndido recinto amurallado de tendencia ovalar que aprovecha también los afloramientos de cuarcitas, areniscas y pizarras



del Paleozoico (Cámbrico-Ordovícico). En particular, las dos ramas de su muralla cierran por el sur en un roquedo cuarcítico, hasta completar más de 150 m de trazado, desgraciadamente atravesado por un cortafuegos que lo destruye allí dónde se abrió paso, al norte y sur del recinto. La superficie que cierra el encintado es de 0,3 Ha. El arroyo de Valdesamario, que corre al sur, a una distancia de unos 800 m, tiene un desnivel de 238 m con relación al sitio, es decir, una pendiente de 26,7% (14,9º).

Julio M. Vidal Encinas

359



Evolución de los espacios urbanos y sus territorios en el Noroeste de la Península Ibérica





Figura 14. “El Cueto Cubiello” en Ponjos (Valdesamario).

2. 13. “El Balear”-“Los Cabildos”* (La Baña) Este sitio se encuentra a 1,3 km al norte de la localidad de La Baña, al borde mismo de la carretera LE-229-1 que conduce a Silván. De hecho las obras de su construcción, a finales del siglo XX, y las de mejora y ensanche, hacia 2004, invadieron parte del propio sitio arqueológico, en concreto, el extremo más occidental del espléndido foso que posee, en algunos tramos tallado en la roca, con una forma en V, cuyas ramas divergen hacia el este. El substrato litológico del

360

Julio M. Vidal Encinas

Los castros arriscados en la provincia de León: un grupo castreño singular

sitio está constituido por pizarras grises y negras con intercalaciones de cuarcita y limolitas, del Paleozoico (Ordovícico). Este castro –que hay que añadir al que ya poseía la propia localidad de La Baña, “Los Castros”, encima mismo del pueblo, dotado de un sistema de foso doble y torre–, se emplaza a una altitud de 1.300 m, lo que quiere decir que tiene un desnivel con relación al río Cabrera, que corre a 1,5 km al sur, de 256 m, es decir, del 17,6% (10º). Al igual que el “castro de La Baña”, éste tiene también en la parte más elevada del mismo, allí donde comienzan a divergir los fosos, un característico derrumbe de piedra de forma tumular, algo muy común, no sólo a los castros de “La Cabrera”, sino también presente en otros fuera de estas tierras. Precisamente, por excavaciones furtivas acaecidas en el de “La Baña”, sabemos que la sección interior de tal construcción, torre, atalaya o similar, es circular. La superficie aproximada que debió tener este sitio fue de aproximadamente 0,4 Ha, sin contar los fosos.





Figura 15. “El Balear”-“Los Cabildos” en La Baña (Encinedo).

Julio M. Vidal Encinas

361

Evolución de los espacios urbanos y sus territorios en el Noroeste de la Península Ibérica

2. 14. “La Peña del Hombre” (Paradela de Muces, Priaranza del Bierzo) Este castro, aunque más próximo (1 km) a Villavieja, lo asociamos a Paradela porque la primera es una localidad prácticamente abandonada. El sitio, que dimos a conocer en el año 2000, se encuentra a 4,2 km de “La Corona del Cerco de Borrenes”, en la Zona Arqueológica de Las Médulas, con el que tiene, creemos, similitudes, en especial las características de su muralla (Vidal y Rodríguez, 2000-2001). Les distingue, sin embargo, la diferencia de altitud, pues mientras el de Borrenes se encuentra a 663 m el de la “Peña del Hombre” despunta a 1.141 m en las estribaciones septentrionales de los Montes Aquilianos, la prolongación más noroccidental de la Sierra del Teleno, justo antes de llegar a la fosa del Bierzo. Una diferencia, por lo tanto, entre ambos de 478 m, lo que le da la gran vitola serrana que tiene este pequeño contorno amurallado, presidido por una implantación que veremos repetirse: una muralla semicircular cuyas dos ramas parten de la divisoria o cresta en la que se trazaron, para conformar un recinto semicircular. En este caso, además, se aumentaron las condiciones defensivas mediante el cavado de un foso por el este, cuyo franqueo da paso a un derrumbe de forma circular, deprimido en su interior, es decir, en forma de cráter, que probablemente está, una vez más, denunciando la presencia de una torre, atalaya o similar, en el punto, precisamente, de mayor altitud del sitio castreño. Su muralla tiene más de 200 m de longitud, contando el perímetro de la posible torre, y encierra



un espacio de unas 0,4 Ha. Como en otros casos, se encuentra muy alejado de corrientes de agua importantes, que abran valles aprovechables desde el punto de vista agrícola; no en vano, no son más que arroyos muy encajados, en gargantas estrechas y enormemente empinadas, los que jalonan sus inmediaciones: el de Ferradillo, al norte, discurre a poco más de 400 m, pero la diferencia entre ambos es de más de 245 m de altura, lo que indica una pendiente del 74,1% (36,5º), mientras que el regato de Los Álamos al sur, que nace precisamente a la altura de este castro, en el vallejo inmediato, al pie de la Peña de Ferradillo, tiene un desnivel de 110 m, luego una pendiente del 26,7% (14,9º). “La Peña del Hombre”, situado en las inmediaciones de los canales que transportaron agua a Las Médulas por la vertiente septentrional de los Montes Aquilianos, ha merecido la atención de uno de los miembros del equipo habitual de la Zona Arqueológica –bajo cuya dirección se prospectó, en 1989, dicha vertiente, entre la explotación aurífera de “Las Médulas” y “Santiago de Peñalba”–, a causa del hallazgo de una espada de lengua de carpa que, en manos de un coleccionista, hubiera podido proceder de este castro, lo que se descarta para corroborar la hipótesis cronológica inicial que apuntamos –romana, por su proximidad a dichos canales–, cuando lo dimos a conocer (Vidal Encinas y Rodríguez González, 2000-2001). Sostiene J. Fernández Manzano: “…el castro de la Peña del Hombre y la espada, nada tendrían que ver”, (Fernández Manzano y Herrán Martínez, 2007: 79).

362

Julio M. Vidal Encinas



Los castros arriscados en la provincia de León: un grupo castreño singular





Figura 16. “Peña del Hombre” (Paradela de Muces, Priaranza del Bierzo.

2. 15. “Peña Piñera”-“Peña Alta” (Vega de Espinareda) A 1,6 km al noroeste de Vega de Espinareda, sobre un enorme bloque tableado de cuarcitas se eleva, a 1.072 m de altura, este sitio excepcional, sin parangón, por muchas razones. La primera, que se trata del recinto castreño más grande la provincia, pues supera las 12 Ha de superficie. La segunda, por su conjunto amurallado, que alcanza 2 km de longitud, concebido para defender, en la parte más elevada, una acrópolis de 0,4 Ha de superficie, perfectamente defendida por una alta y poderosa muralla. Todas sus características le emparentan, en nuestra opinión, con los castros de la Sierra de la Culebra que describió Á. Esparza y que, en la provincia, empezamos a conocer en las Sierras de La Cabrera y Teleno. El sitio, en el que no ha fijado su atención ninguno de los estudios de conjunto sobre el mundo castreño de la provincia, tampoco es incluido en la Carta Arqueológica de la provincia de 1987 y únicamente es mencionado de manera muy somera por T. Mañanes, quien en 1988 se refiere a “…las paredes, a hueso, de las murallas del primitivo Castro”, con lo que, creemos, se está refiriendo al recinto de la acrópolis pero no al importantísimo sistema de fortificaciones que la preceden por el norte a lo largo de los 350 m que existen desde la más septentrional (Mañanes, 1988: 112). Habrá que esperar a la revisión de la Carta Arqueológica de la provincia, realizada en 1999 por la empresa Terra

Julio M. Vidal Encinas

363

Evolución de los espacios urbanos y sus territorios en el Noroeste de la Península Ibérica

Arqueos, para que el lugar merezca su catalogación como castro, acompañado de un plano muy acertado, pues expresa de una forma bastante completa la realidad de esta fortificación, al que se le concede una atribución cultural ‘indeterminada’. En el sitio confluyen dos litologías de la Era Paleozoica (Silúrico). Por un lado, en los farallones que lo rodean en tres de sus lados, verdaderos acantilados que ya en si mismos le dotan de extraordinarias condiciones defensivas naturales, dominan las cuarcitas, pizarras y limolitas, mientras que, por otro, en la parte superior, amesetada, pero con caída hacia el noreste, abundan las ampelitas silúricas, así como pizarras negras con niveles arenosos y cuarcíticos. En una parte de tales farallones, los más próximos a la localidad de Sésamo, se descubrió, en los años 80, el primer conjunto de pintura rupestre esquemática de la provincia de León (Gutiérrez González y Avello Álvarez, 1985). Hasta 5 líneas de muralla protegen la acrópolis por el norte mientras que por el sur otra línea, trazada al pie del cerro, la protege fuera de él. El “castro de Peña-Piñera” tiene una diferencia de altura con respecto al valle del Cúa, que corre al este y sur a una distancia de 1,8 km, de 476 m, lo que da lugar a una pendiente de 26,7% (14,9º).





364

Julio M. Vidal Encinas

Los castros arriscados en la provincia de León: un grupo castreño singular





Figura 17. “Castro de Peña”-“Piñera-Peña Alta”, en Vega de Espinareda.

2. 16. “Colmenales”* (Rozuelo, Folgoso de la Ribera) Este sitio castreño amurallado se conoce desde el año 2013. Se encuentra a poco más de un kilómetro al norte de Rozuelo, en un espigón orientado noroeste-sureste que cae sobre el angosto vallejo por el que circula el arroyo de Las Vegas. En un crestón formado por ampelitas silúricas, pizarras negras con niveles arenosos y cuarcíticos, del paleozoico (Silúrico), se levantó un recinto de planta ovalar que aprovecha tales afloramientos. En su parte más elevada, para

Julio M. Vidal Encinas

365

Evolución de los espacios urbanos y sus territorios en el Noroeste de la Península Ibérica

defenderlo en el plano de caída del escarpe, se cavó un foso, tajando en buena parte la roca. Franquearlo da paso, a su vez, en el punto más alto del castro, a un derrumbe de forma tumular que debe estar ocultando la presencia de una torre o similar. La muralla de “Colmenales” –de una anchura comprendida entre 2,5/3 m, como es habitual en estos sitios–, tiene una longitud de unos 280 m. El arroyo de Las Vegas que fluye al oeste tiene una diferencia de altitud de 90 m, a lo largo de los algo más de 200 m que los separan, con una pendiente, por lo tanto, de 41,2% (22,4º).





Figura 18. “Colmenales” en Rozuelo (Folgoso de la Ribera).

2. 17. “Monte Vizcaíno-El Home de Piedra” (Quilós, Cacabelos) El castro se encuentra en el borde de la orla montañosa que rodea al Bierzo por el norte y aunque la mayor parte del yacimiento se desarrolla hacia el sur, es decir, hacia terrenos del municipio de Cacabelos, una parte mínima, al este, está en contacto en la divisoria territorial

366

Julio M. Vidal Encinas

Los castros arriscados en la provincia de León: un grupo castreño singular

con Arganza. El Monte Vizcaíno se conoce desde 1994 y cuatro años después fue publicado por I. Díaz y A. Garín (1998).





Figura 19. “Monte Vizcaíno”-“El Home de Piedra” en Quilós (Cacabelos).

El emplazamiento se buscó en un cerro a 806 m de altitud que culmina una sierra al norte de la localidad de Quilós, donde el Cúa sale de su tramo montañoso para discurrir por la llanura de Cacabelos, en pleno Bajo Bierzo, antes de afluir al Sil aguas debajo de Toral de los Vados. Su situación, por lo tanto, no puede haber sido más estratégica desde el punto de vista de la visibilidad. En contraposición, a su pié, se encuentra otro sitio castreño, multivallado, el “Picón de Quilós”, pero a 630 m de altitud. La muralla de “Monte Vizcaíno” tiene una longitud de más de 270 m y su implantación se produce en la misma cresta de la sierra, desarrollándose hacia el sur en forma semicircular, habilitando un espacio de unas 0,8 Ha, no necesitando construirse al norte porque se utiliza el mismo cortado natural existente, que tiene aquí una pendiente de 60,1% (31º). El río Cúa, que discurre a un kilómetro al oeste, lo hace con una diferencia de altitud de algo más de 290 m, lo que produce una pendiente de 28,5% (15,9º). 2. 18. “A Devesa da Carballal” (Portela de Aguiar, Sobrado) La primera referencia a este castro se la debemos a T. Mañanes, quien lo describe someramente (Mañanes, 1988: 97), en el que dice que “…abunda la escoria de hierro de tipo romano”. Se levanta al pie de la Sierra de la Encina de la Lastra, que culmina a 1.112 m en A

Julio M. Vidal Encinas

367

Evolución de los espacios urbanos y sus territorios en el Noroeste de la Península Ibérica

Tara, e inmediato a la localidad de Portela de Aguiar, en el extremo de un roquedo, alargado en sentido noroeste-sureste, formado por calizas grises y dolomías (Calizas de la Aquiana) del Ordovícico. El sitio tiene un circuito amurallado de casi 500 m que encierra un espacio de 1,6 Ha en el punto más alto de la formación geológica, a 691 m de altura, en su extremo más occidental, que es ligeramente amesetado.





Figura 20. “El castro de A Devesa da Carballal” en Portela de Aguiar (Oencia).

El curso de agua próximo más importante es el Sil, que corre al este, a una distancia de 2,8 km y por el sur, el escarpe más acusado, lo hace un encajado arroyo, el de EnxertosCallejeira, con una diferencia de 96 m en los escasos 100 m que los separan, lo que se traduce en una pendiente del 49,5% (26,3º).

368

Julio M. Vidal Encinas

Los castros arriscados en la provincia de León: un grupo castreño singular

3. Cordillera Cantábrica





Figura 21. Gráfico con la representación de las altitudes absolutas y relativas de los castros correspondientes a la Cordillera Cantábrica.

3.1. “Robadorio” o “Alto del Naranco” (Boca de Huérgano, Vega de Liébana) Este sitio castreño no solamente es el más oriental de la provincia sino también el que se encuentra a mayor altitud: en nuestro conocimiento, en el ámbito cultural castreño, no se conoce sitio alguno situado a tal desmesurada altitud, 2.219 m, en un paraje que ha llegado a conservar nieve hasta en los meses de verano. En efecto, el fotograma correspondiente al denominado “Vuelo Americano”, realizado en los años 1956-1957, en los meses de julio-agosto, apenas deja ver su recinto amurallado por la presencia de nieve.

Julio M. Vidal Encinas

369

Evolución de los espacios urbanos y sus territorios en el Noroeste de la Península Ibérica





Figura 22. “Castro del Robadorio”-“Alto del Naranco” (Boca de Huérgano-Vega de Liébana).

Se conoce desde el año 2005, cuando lo dio a conocer M. L. Serna Gancedo, junto con el único objeto arqueológico que, hasta el momento, ha deparado: una tachuela de hierro de forma cónica, similar a las utilizadas en el calzado romano y especialmente características de los asentamientos militares de este período, por lo tanto, identificada como una clavis caligae (Serna Gancedo, 2005). Más tarde, en 2010, en una monografía sobre castros y campamentos romanos en Cantabria se proporciona un descripción más amplia de sus características, apuntando, además de la evidente función militar que tal construcción tuvo que tener, una cronología prerromana o romana para la misma, quizás explicable en el contexto de las Guerras de Conquista, cronología que, en cualquier caso, sería un asunto a discernir fehacientemente por medio de estudios complementarios (Serna Gancedo, Martínez Velasco y Fernández Acebo,

370

Julio M. Vidal Encinas

Los castros arriscados en la provincia de León: un grupo castreño singular

2010). El sitio se encuentra en Tierra de la Reina, muy cerca de la Sierra de Orpinas, dentro de los límites del Parque Nacional de los Picos de Europa en Castilla y León. A 3 km al noroeste se encuentra un paso natural a través de la Cordillera, el Puerto de San Glorio, a 1.599 m de altitud y, en lo se refiere a la naturaleza geológica del substrato, está constituido por pizarras, areniscas, olistolitos y niveles calcáreos del Carbonífero (Paleozoico). La implantación tuvo lugar en la cresta divisoria de la Liébana con la citada Tierra de la Reina, para lo cual se trazó una muralla de 120 m de longitud cuyas ramas parten de aquella encerrando un espacio de tendencia semicircular de 0,18 Ha de superficie. Huelga casi hablar de desniveles o de aprovechamientos agrícolas en este castro tan marcadamente alpino: entre la Vega del Naranco, al oeste, y el sitio existe un desnivel de 670 m, es decir, una pendiente de 37,4% (20,5º) a lo largo de los 1,8 km que los separan en línea recta. 3. 2. “Campo Ciudad” (Quintana de la Peña, Cebanico) El paraje en el que se encuentra este sito, a 1.479 m de altitud, es compartido territorialmente por los municipios de Cistierna, Cebanico –en dónde se encuentran las principales evidencias del mismo– y Prado de la Guzpeña, pues, precisamente, donde se sitúa el topónimo converge el vértice de los tres. A 1,6 km al noreste de la localidad más próxima, la despoblada “Quintana



de la Peña” (Cistierna), aprovechando los afloramientos de calizas masivas, tableadas grises, nodulosas rojas y pizarras negras del Carbonífero (Paleozoico), se levantaron sendos muros; el primero, al norte, de forma perpendicular a los roquedos, alcanza menos de 50 m de longitud, mientras que, el segundo, más al sur, trazado en sentido norte-sur al borde de un escarpe, alcanza unos 130 m de longitud. “Campo Ciudad” sería el mismo que es citado en un documento medieval, de 1182, como ‘civitatem’ (Martínez Ortega, 1998: 67-68).

Julio M. Vidal Encinas

371



Evolución de los espacios urbanos y sus territorios en el Noroeste de la Península Ibérica





Figura 23. “Campo Ciudad” en Quintana de la Peña (Cistierna y Cebanico).

Este sitio, emplazado en el balcón que, sobre la Cuenca del Duero, suponen las primeras estribaciones de la Cordillera, goza, por lo tanto, de una enorme visibilidad y está totalmente alejado de una corriente o valle fluviales, caso, por ejemplo, del Esla, que se encuentra a casi 4,5 km al oeste. El arroyo más próximo, el del Molino, que fluye encajado al oeste, a unos 400 m, tiene un gran desnivel con relación a Campo Ciudad, de 533 m, luego una pendiente del 37,8% (20,7º). 3. 3. “Montecillo” (Llombera de Gordón, La Pola de Gordón) Lo conocemos gracias a los trabajos de J. Miranda Pérez-Seoane y J. M. González García a quienes la Carta Arqueológica de la provincia de León debe grandes contribuciones.

372

Julio M. Vidal Encinas

Los castros arriscados en la provincia de León: un grupo castreño singular



→ Figura 24. “Montecillo”-“Tamba” en Llombera (La Pola de Gordón).

El sitio se encuentra a unos 300 m al sur de la localidad de Llombera, a más de 1.400 m de altitud –en un contexto geológico del Devónico, con calizas con lutitas intercaladas–, pero no donde por error lo sitúa J. A. Gutiérrez González, como le corrigen los autores citados, sino en el “Alto de la Peña”, en el Valle de Tamba (Gutiérrez González, 1985: 118). J. Celis también alude a este sitio, “Castro de Tamba y de Montecillo”, citando a los autores mencionados, aunque señala que parece no tener defensas (Celis, 2007: 96). Sin embargo, en nuestra opinión, corroborando sobre el terreno parte de la descripción realizada por González García y Miranda Pérez-Seoane, este sitio posee una defensa artificial de algo menos de 70 m de longitud en su borde oriental, un caballón de tierra y piedras que cierra por este lado el espacio castreño, cuya sección creemos se puede ver en el camino abierto con maquinaria para las instalaciones de radio y telefónicas que hay en la parte más elevada del cerro (o.c, p. 91). El sitio está muy alejado de corrientes de agua importantes, pues el Bernesga corre a 3,5 km al suroeste y el arroyo que corre más próximo es el del Tablizo, al este, muy encajado, con el que tiene un desnivel de más de 230 m, para una distancia de algo más de 700, lo que supone una pendiente del 35,1% (19,3º). Por lo demás, se han recogido en este castro molinos de mano barquiformes

Julio M. Vidal Encinas

373

Evolución de los espacios urbanos y sus territorios en el Noroeste de la Península Ibérica

y también circulares, así como fusayolas con dibujos geométricos (González García y Miranda Pérez-Seoane, o.c.: 92). 3. 4. “Pico Castillo” (Correcillas, Valdepiélago) A la misma altitud que el anterior, 1.429 m, se encuentra éste, emplazado en un alto roquedo a cuyo pie se encuentra la localidad de Correcillas, en la cabecera del arroyo del mismo nombre que vierte al Torío, río que corre muy alejado, a 6 km al oeste. Más cerca lo hace el Curueño, a 3,7 al este, todo lo cual le confiere a este sitio un carácter muy montano, alejado totalmente de valle fluvial alguno, ni de paso natural.





Figura 25. “Pico Castillo” en Correcillas (Valdepiélago).

La Carta Arqueológica de la provincia de León, revisada en este municipio por la empresa Terra Arqueos en 2005, es, creemos, la primera fuente informativa del singular

374

Julio M. Vidal Encinas

Los castros arriscados en la provincia de León: un grupo castreño singular

yacimiento amurallado, al que le confiere una atribución cultural de tiempos medievales, algo que, en nuestra opinión, por la presencia de tan característico derrumbe lineal, en la cresta del roquedo, y en un emplazamiento tan enriscado, sin traza alguna del empleo de la argamasa en su construcción, debe ser discutido. Pero ya otros antes apuntaron el carácter castreño del sitio, una vez más, J. M. González García y J. Miranda Pérez-Seoane, quienes como tal lo anotaron y describieron en 1991-1992 como hábitat antiguo (González García y Miranda PérezSeoane, 1991-1992: 99) La disposición de la fortificación tuvo lugar en un macizo formado de conglomerados, areniscas y lutitas, del Carbonífero (Wesfaliense-Estefaniense), para lo cual se trazo una muralla de unos 100 m de longitud que sigue la cresta, con un desnivel de 107 m con relación al arroyo que circula a su pie, a una distancia de 235 m, es decir, una pendiente de 50,6% (26,8º). 3. 5. “Peña Morquera” (Valdepiélago) A poco más de un kilómetro del núcleo de Valdepiélago se encuentra este importante castro, justo en la puerta de entrada a la Cordillera a través del extraordinario cañón que talla el Curueño en las calizas masivas grises del Carbonífero, modelando uno de los paisajes naturales más singulares de la provincia de León.





Figura 26. “Peña Morquera” en Valdepiélago.

Julio M. Vidal Encinas

375

Evolución de los espacios urbanos y sus territorios en el Noroeste de la Península Ibérica

El sitio lo conocemos –de ahí el agradecimiento continuo–, por los trabajos de J. M. González García y J. Miranda Pérez-Seoane, quienes lo describieron en 1997, lo suficiente para ahora corroborar a pies juntillas el carácter castreño del asentamiento, presidido por un importante conjunto fortificado que suma más de 475 m de lienzos, sin duda uno de los más grandes de este territorio y con una tipología claramente emparentada con los castros zamoranos de la Sierra de la Culebra o los del Teleno y Cabrera. Aquellos autores, no en vano, califican los restos castreños de “Peña Morquera” como “…impresionante hábitat castreño’ y en nada se equivocan con la calificación, como tampoco lo hacen en la cuidada descripción de sus amurallamientos. En su descripción apuntan a la existencia de molinos barquiformes y circulares en su recinto. Pues bien, en un imponente macizo formado por cuarcitas, areniscas y pizarras del CámbricoOrdovícico, a 1.400 m de altitud, se aprovecharon los crestones naturales para trazar, de forma perpendicular a ellos, varios muros de piedra en seco cuyos derrumbes llegan a alcanzar más de 10 m de anchura en algunos casos, más habitual en torno a 6, lo que acaba configurando un espacio de una superficie aproximada de 3,7 Ha, que mira al sur, en el extremo de la formación geológica, casi en espigón. El castro tiene al Curueño a sus pies, a 850 m, pero a una diferencia de nivel que alcanza los 370 m, esto es, una pendiente de 48,5% (25,9º). Un aspecto de interés complementario de este sitio es que posee una fortificación de la Guerra Civil, con trincheras excavadas en los propios derrumbes de la muralla, parapetos y también un búnker y casamata





(González Prieto, Palomares y Argüelles, 2007: 151 y ss.) 3.6. “La Majúa” (La Majúa, San Emiliano) A unos 800 m al suroeste de la localidad homónima, en una muela de la Baja Babia formada por calizas masivas, tableadas grises, nodulosas rojas y pizarras negras del Carbonífero se encuentra el castro de “La Majúa”.

376

Julio M. Vidal Encinas

Los castros arriscados en la provincia de León: un grupo castreño singular

Figura 27. “La Majúa” (San Emiliano).



En la actual cartografía del IGN, 1:25.000 este lugar tiene el topónimo de la ‘Peña Sucastro’ Se trata de un singular farallón que mira al sur, como si de un balcón se tratara: el dominio visual que tiene es verdaderamente amplio. No en vano, a sus pies se encuentra el Valle de San Emiliano, que destaca por su anchura, 1,4 km a la altura de “La Majúa”, pero casi el doble apenas 2,5 km al oeste, entre las localidades de Robledo y Riolago de Babia. El río de “La Majúa” corre al noreste, a una distancia de unos 800 m, con una diferencia de altitud de 162 m, lo que quiere decir que existe un desnivel del 19,9% (11,3º). El yacimiento cobra buena parte de su fama por el hallazgo casual que realizó un vecino de un lote de objetos metálicos, cinco en total, tres brazaletes y dos broches de cinturón –o ‘prendedores asimétricos’, como los denomina J. Celis–, al parecer, en la base del acantilado, según la única descripción que existe sobre el descubrimiento (Gutiérrez González, 1985: 48), lo que quiere decir que no está asociado directamente al lugar en el que, creemos, se pueden identificar los restos de este sitio castreño. Tales materiales se adscriben a la II Edad de Hierro, aunque algunos presentarían cronologías algo más antiguas (Celis, 1996: 61; Celis, 2007: 94). La ladera, orientada al sur, que se encuentra a los pies del farallón se cultivó, como así lo indica el fotograma correspondiente del “Vuelo Americano” del año 1957. Sin embargo, nos parece conveniente llamar la atención sobre el hecho de que, en este caso, como en otros, existen serias dificultades para identificar adecuadamente el lugar exacto en el que se sitúan las evidencias del sitio del que se trata. Así, por ejemplo, las descripciones de Gutiérrez González, que parecen reseñar, en efecto, al farallón

Julio M. Vidal Encinas

377



Evolución de los espacios urbanos y sus territorios en el Noroeste de la Península Ibérica

al que nos hemos referido más arriba, contrastan, sin embargo, con las coordenadas geográficas aportadas, que lo sitúan 700 m al norte, fuera de aquél, por lo tanto. En ello coincide también la revisión de la Carta Arqueológica de la provincia, realizada por la empresa Terra Arqueos, cuya ficha lo ubica en unas coordenadas similares, fuera también del acantilado. Sea como fuere, en la parte más elevada del farallón, en la que existe, según Gutiérrez González, “…una pequeña meseta con cascajo en su parte superior…”, creemos que tal derrumbe podría corresponder a los únicos restos identificables con el castro, que reflejarían la existencia de un muro que arranca del crestón septentrional y que se sigue a lo largo de apenas 20 m, en dirección al cortado sobre el que cae dicha meseta, hacia el sur. Tal cordón de piedra creemos que no plantea dudas acerca de su origen artificial, ajeno por completo a los procesos erosivos que se producen en el farallón, que, en efecto, existen, pero en la vertiente norte del mismo y se depositan a su pie. Por lo demás, aprovechando la mampostería del derrumbe se levantó, adosado a su costado oriental, un cercado de piedra, seguramente para ganado, que es el aprovechamiento que este paraje ha tenido y tiene, como nosotros hemos podido comprobar. Dicho redil tiene unos muros propios para su función, de poco más de 50 cm de anchura. En fin, efímeros restos, en cualquier caso, los que tomamos como candidatos para este castro. 3.7. “Castiltejón” (Puebla De Lillo-Cofiñal)



El cerro de “Castiltejón” se encuentra a 3,4 km al noroeste de Puebla de Lillo, al borde la carretera que, ascendiendo por el valle del río Silván, conduce al Puerto de San Isidro, un paso natural en la Cordillera. Su máxima altura, 1.341 m, se produce en el picacho más occidental de un afloramiento rocoso, formado de calizas masivas, tableadas grises, nodulosas rojas y pizarras negras del Carbonífero, de forma ligeramente amesetada en su parte superior.

378

Julio M. Vidal Encinas



Los castros arriscados en la provincia de León: un grupo castreño singular



→ Figura 28. “Cerro de Caltiltejón” en Puebla de Lillo-Cofiñal.

El valle fluvial se encuentra a unos 190 m en línea recta, al oeste, pero desde aquí llegar a la parte superior del cerro supone salvar un desnivel de unos 140 m, es decir, una pendiente del 72,2% (35,8º), lo que da una buena idea del dominio que ejerce este emplazamiento sobre el valle. Este sitio, con el nombre de “Castillejón”, se incluyó en la primera edición (1987) de la Carta Arqueológica de la provincia de León, otorgándole una cronología medieval, al igual que lo hizo J. A. Gutiérrez, redactor de dicha Carta, en 1985, en concreto, para realizar funciones de “…vigilancia sobre la vía en época medieval, quizá asociado a la torre medieval de Lillo” (Gutiérrez González, 1985: 190). Sin embargo, una excavación arqueológica llevada a cabo en 2011 en el sitio, en el marco de investigaciones que tenían que ver con restos de la Guerra Civil en la zona, deparó hallazgos de la Edad del Hierro, en concreto una fíbula de torrecilla, habitual en los ambientes de la Edad del Hierro meseteña, al igual que una punta de lanza y un anclaje para la abrazadera de un escudo. A los autores de esta excavación no les pasaron desapercibidas las espléndidas terrazas o taludes, escalonados, que depara el sitio en todo su borde septentrional, el de más fácil acceso, que lo rodean en más de la mitad de su perímetro.

Julio M. Vidal Encinas

379

Evolución de los espacios urbanos y sus territorios en el Noroeste de la Península Ibérica

Hasta 4 líneas concéntricas identifican en la ladera noreste y que ponen en relación con sistemas similares de época protohistórica, aunque, con prudencia, consideran que sería necesario llevar a cabo más trabajos en el sitio para tener mayores datos sobre la existencia o no de un poblado en el cerro. En nuestra opinión, existen pocas dudas sobre el origen artificial que tienen tales taludes o terrazas, y, en concreto, sobre su origen defensivo, como sus características y posición señalan, pues su orientación y estrechez entre ellos, les hace inviables como aterrazamientos para el cultivo. Por lo demás, existen paralelos protohistóricos relativamente próximos para tal disposición defensiva, entre otros, el castro de “Sebrango” (Mogrovejo), en la “Liébana”, pues el cerro en él se emplaza es vallado por tres taludes aterraplenados sucesivos con una planta semicircular concéntrica muy similar a “Castiltejón” (Serna Gancedo, Martínez Velasco y Fernández Acebo, 2010: 143-148). 3.8. “La Peña Cantabria” (La Valcueva, Matallana de Torío) Este sitio se encuentra en la Sierra de los Carros, a 1.333 m de altitud, a 1,6 km al noreste de la localidad de La Valcueva, en una muela amesetada, pero estrecha, formada por calizas, dolomías y pizarras del Devónico (Paleozoico).





Figura 29. “La Peña Cantabria” en La Valcueva (Matallana de Torío).

380

Julio M. Vidal Encinas

Los castros arriscados en la provincia de León: un grupo castreño singular

Es conocido en la historiografía arqueológica desde hace bastante tiempo, en especial por sus hallazgos metálicos, algunos claramente de la edad del Hierro, caso de una fíbula de pie vuelto rematada en meseta cuadrada, y también ha deparado molinos barquiformes. Ya J. M. Luengo en los años 40 recoge la descripción de un hallazgo –que se había producido en los años veinte–, de unos hornos en una cueva del macizo de La Cantabria, cuyo descubridor los describe incluso con restos de bronce adheridos, de incierta significación, creemos (Luengo, 1941: 126-127). Al parecer, de aquí provendrían fragmentos de cerámica de raigambre vaccea o celtibérica, así como una arracada áurea de media luna rematada en tres discos en racimo (Celis, 2007: 101). En la parte superior del cerro amesetado, alargado en dirección este-oeste, de la Peña Cantabria, se aprecia un muro de piedra en seco que se trazó de forma perpendicular a los cortados naturales existentes. Este muro tiene poco más de 30 m de longitud –la anchura de la meseta–, pero se prolonga por el borde septentrional del cerro a lo largo de aproximadamente otros 25, configurando un espacio de poco más de 1.000 m2. Por el este y sur del macizo discurre el Arroyo de Los Molinos o de Robles. Desde el último punto cardinal existe una distancia del arroyo a la Cantabria de un escaso kilómetro, pero existe una diferencia de altitud relativa de 259 m, lo que hace que la pendiente a superar sea del 28,2% (15,7º). 3.9. “Peña del Castro” (Sobrepeña, La Ercina)



Este sitio se encuentra a 1,5 km al norte-noroeste de La Ercina, en pleno reborde de la Cordillera, en el límite mismo con los terrenos de la Cuenca sedimentaria, emplazado en una muela que culmina a 1.328 m de altitud, formada por lutitas, areniscas y conglomerados del Carbonífero (Westfaliense-Estefaniense).

Julio M. Vidal Encinas

381



Evolución de los espacios urbanos y sus territorios en el Noroeste de la Península Ibérica





Figura 30. “La Peña del Castro” en Sobrepeña (La Ercina).

El asentamiento castreño está considerablemente alejado de un curso de agua importante, sea el Esla, que corre a oriente, a casi 8 km de distancia, sea el Porma, en el punto contrario, que lo hace a una distancia aún mayor, 8,5 km. Aparte diversos arroyos que corren por los vallejos inmediatos al sitio, de poca entidad, el curso de agua próximo quizás más notable es el río Valdellorma, que cobra tal calificación a una distancia de más de 2 km al sureste, en las inmediaciones de la localidad de Oceja de Valdellorma, con una diferencia de altitud de más de 220 m (10,7% o 6,1º). Emplazamiento, por lo tanto, muy serrano el de este sitio, en el que caben interrogantes acerca de los aprovechamientos agrícolas que estas gentes podrían emprender. En este sitio, de acuerdo con una de sus descripciones, existiría un “antecastro” adosado lateralmente

382

Julio M. Vidal Encinas

Los castros arriscados en la provincia de León: un grupo castreño singular

al recinto superior, cuya funcionalidad podría haber sido la de encerradero de ganado (Gutiérrez González, 1986-1987: 331). En el año 2013 se han iniciado excavaciones arqueológicas en el mismo, bajo la dirección de V. Bejega, E. González y Talactor, S.L. Los resultados preliminares apuntan a la existencia de materiales que se adscriben a la I Edad del Hierro, pero, sobre todo, la excavación –enmarcada en un proyecto promovido por una asociación destinada a la promoción económica de los municipios de Sabero, Cistierna y La Ercina–, ha interesado especialmente a la muralla existente en la parte más baja del emplazamiento, denunciada por un gran derrumbe de piedra, excavada por furtivos en algunos sitios. El sondeo realizado ha descubierto 12 m de la misma, la cual conserva un alzado de 2,5 m al exterior y un metro menos dentro del recinto que protege, por su parte más fácil de acceso. La anchura está comprendida entre 1,5 y 2 m. Además, en el interior se ha puesto al descubierto, en particular, una vivienda de planta circular que tiene un diámetro de 5 m. La “Peña del Castro” deparó también un conjunto de cuchillos afalcatados, relacionables con el mundo vacceo o de Miraveche-Monte Bernorio, todo lo cual contribuye a situar en un momento avanzado de la II Edad del Hierro este sitio (Gutiérrez González, 1986-1987: 333; Celis, 1996: 61-62; Celis, 2007: 101) por lo demás claramente emparentado con otros similares de un ámbito geográfico próximo –el “Castro de Verdiago”, por ejemplo, que veremos más adelante–, o, un poco más alejado, sitios castreños del área cántabra.





3.10. “Morgovejo”-“La Canalina” (Morgovejo, Valderrueda) El “castro de Morgovejo” es conocido de antiguo en la literatura arqueológica, pues ya en los años cuarenta J. Luengo lo menciona, por tratarse de uno de los pocos sitios castreños que ha deparado materiales arqueológicos, en concreto, una colección en manos de un particular, que es lo que da a conocer (Luengo, 1940), unos objetos cuya atribución a la Edad del Hierro, a su momento más avanzado, no plantea dudas, entre los que se encuentran una punta de lanza y dos de flecha, en hierro, que T. Mañanes considera prerromanas, así como denarios ibéricos (Mañanes, 1977: 324, fig. 5, 353 y 356; 1983-1984:159 y 161). Sin embargo, como es casi siempre norma general –entonces y ahora–, no existe una descripción ni del concreto lugar en el que se produjeron los hallazgos, ni, mucho menos, del propio yacimiento en sus manifestaciones defensivas más evidentes, por ejemplo, tratándose, como es el caso, de un sitio castreño.

Julio M. Vidal Encinas

383

Evolución de los espacios urbanos y sus territorios en el Noroeste de la Península Ibérica





Figura 31. “El castro de Morgovejo”-“La Canalina” (Valderrueda).

En la ficha de la Carta Arqueológica de la provincia de León correspondiente a la revisión realizada por la empresa Terra Arqueos en 2005, que se limita en buena parte a transcribir la descripción que de este sitio realizan otros autores (Mañanes y Bohigas, 1979: 75), se alude a ‘…posibles restos de murallas hacia el sur’. O que “…en el sector suroeste se encuentra la muralla derruida, de piedra suelta”, pero no se precisa, ni con fotografías, ni con cartografía, tales evidencias, que, por nuestra parte, no hemos podido identificar. El castro se encuentra a 2,2 km al noroeste de Morgovejo, en un roquedo que culmina a 1.294 m de altitud, si bien la zona que fue ocupada y la que depara, en nuestra opinión, los escasos indicios de su fortificación, se encuentra ligeramente más abajo, aproximadamente en la cota de 1.260 m, entre las crestas que parecen dibujar un ‘canal’, de ahí quizás la existencia del topónimo ‘La Canalina’ en el paraje, que a veces se utiliza como denominación del yacimiento arqueológico. La litología de los materiales existentes en él son conglomerados, areniscas y lutitas del Carbonífero (Westfaliense-Estefaniense). El castro está próximo al río Cea, que corre a unos 750 m al este,

384

Julio M. Vidal Encinas

Los castros arriscados en la provincia de León: un grupo castreño singular

con el que tiene un desnivel, no obstante, considerable, de 202 m, lo que produce una pendiente del 26,7% (14º). Los escasos indicios que tenemos de la probable disposición defensiva los hemos registrado en la zona más occidental del canal o vaguada flanqueada por los crestones. Aquí, al borde de un camino que asciende a la campa donde se encuentra una majada con ganado, hemos podido registrar una alineación de piedra de algo más de 10 m de longitud, que, creemos, debe corresponder a un amurallamiento que se produciría por este lado, el de más fácil acceso al sitio. El oriental lo apuntamos de forma hipotética, por una reconstrucción digital del relieve, pero no contrastado sobre el terreno a causa de la profusa vegetación. Por la clase de aprovechamiento que se produce en el sitio, ganadero, tal indicio no nos parece atribuible ni a obras de deslinde de propiedades, abancalamientos, o cualquier otra, pues, además, del muro apenas se percibe en el suelo una hilada parcialmente enterrada. Las tierras cultivadas en época reciente, que se perciben en la fotografía aérea histórica (“Vuelo Americano” de 1956-1957) lo fueron al sur del crestón inferior que cerraría el sitio. Se ha apuntado la posibilidad de que este castro hubiera sido la capital de los vadinienses, al igual que el siguiente, la ”Corona de Acebedo”, cerca de “La Uña” (Peralta Labrador, 2003: 129). 3.11. “La Corona” (Acebedo)



Este castro se encuentra en la cabecera del Esla, justo donde se produce su nacimiento, en el territorio que acotan las sierras de Carcedo, Mangayo y Mampodre. La parte más alta del mismo, al sur, culmina a 1.282 m de altitud, sobre un cerro que tiene forma de media luna, al que se adapta con idéntico trazado su espléndida fortificación, constituida por foso y muralla, que cubre todo el borde occidental del emplazamiento.

Julio M. Vidal Encinas

385



Evolución de los espacios urbanos y sus territorios en el Noroeste de la Península Ibérica



→ Figura 32. “La Corona de Acebedo”-“La Uña” (Acebedo).

La primera noticia de este sitio, su descubrimiento, es de finales de los años 70, anotando entonces los autores que se trataba de uno de los pocos castros existentes en la “zona vadiniense leonesa” y reparando en la anchura del foso, 7 m, así como la de su muralla, 3 m (Mañanes y Bohigas, 1979: 73 y 81). El contexto litológico del cerro en el que se encuentra son conglomerados silíceos y areniscas del Carbonífero (Namuriense-Wesfaliense) en cuyo lado occidental se trazó una muralla de casi 350 m de longitud con su correspondiente foso. Se trata, ésta, de la vertiente menos abrupta de la montaña, que, no obstante, tiene un desnivel con relación al Esla –que fluye a unos 340 m de distancia–, de más de 110 m, lo que da lugar a una pendiente de más del 32% (17,9º). El escarpe oriental, por su parte, es mucho más acusado, pues alcanza una inclinación del 41,1% (22,3º). Procedente de este sitio de alude a un molino barquiforme. 3. 12. “Aguilar” (Truébano, San Emiliano) Allí donde el río Torrestío –un afluente por la margen izquierda–, vierte sus aguas al río Luna, en un roquedo de forma piramidal que se eleva a 1.267 m, se encuentra este sitio de

386

Julio M. Vidal Encinas

Los castros arriscados en la provincia de León: un grupo castreño singular

pequeño tamaño. Su emplazamiento está próximo al valle del Luna, que aquí se ensancha hasta casi 350 m, de ahí el nombre de ‘La Vega’ con el que se conoce el interfluvio.





Figura 33. “El pequeño recinto fortificado de Aguilar” en Truébano (San Emiliano).

Su escarpe occidental, el más próximo al primer río, es el más acusado, pues, en una distancia de menos de 200 m, es necesario salvar un desnivel de 115 m, de más del 60% (31,1º), por lo tanto. El substrato rocoso son calizas, dolomías y pizarras del Devónico y, la cresta que baja, tanto por la vertiente occidental, como oriental, se aprovechó para construir un muro de trazado semicircular en la misma cumbre, cuyo paramento externo es bien perceptible en buena parte de su recorrido, entre el gran derrumbe existente. La muralla debe tener más de 2 m de anchura, en virtud del tamaño de la dispersión horizontal de los mampuestos, pues su paramento interno no se aprecia en ninguna parte de su recorrido. Además, también se dotaron de muro dos zonas, en la cresta, una, a oriente y, la otra, en el lado más norteño. En total, por lo tanto, hemos podido medir, al menos, unos 55 m de este ‘castrín’ babiano, pues su superficie apenas superaría 500 m2. La Carta Arqueológica de la provincia, revisada por Terra Arqueos en el Julio M. Vidal Encinas

387

Evolución de los espacios urbanos y sus territorios en el Noroeste de la Península Ibérica

año 2005, recoge este sitio –hasta entonces creemos que inédito–, y le atribuye una cronología medieval. No vamos a descartar de forma rotunda tal filiación, falto como está el lugar de hallazgos arqueológicos –algo, por lo demás, habitual en estos sitios–, pero creemos que tal emplazamiento, el modo de proceder aprovechando el crestón rocoso y la edilicia de muros en piedra en seco le emparentan preferiblemente con tiempos más pretéritos. 3. 13. “Castillo del Griego” (San Emiliano) El sitio se encuentra 1,2 km aguas arriba de Aguilar, en un tramo que el río de Torrestío corre ligeramente encañonado, y, a diferencia de éste, se emplazó sobre su margen derecha. Uno y otro están, por lo tanto, a la entrada y a la salida de tal desfiladero, mirando aguas arriba, dando, el que tratamos ahora, plenamente vista al anchuroso, espléndido, Valle de San Emiliano. El roquedo en el que se emplaza esta fortificación se eleva a 1.264 m y está constituido por calizas masivas, tableadas grises, nodulosas rojas y pizarras negras del Carbonífero. La diferencia de altitud con relación al río Torrestío, que corre a algo más de 200 m al oeste, es de 98 m lo que da una pendiente de 46% (24,7º). A este sitio se refirió C. Morán como uno de los castros situados en las inmediaciones de San Emiliano, al sur, concretamente (Morán, 1948: 28).





388

Julio M. Vidal Encinas

Los castros arriscados en la provincia de León: un grupo castreño singular



→ Figura 34. “El Castillo del Griego” en San Emiliano.

Las evidencias que presenta, reflejadas en un monumental derrumbe que se aprecia desde el mismo valle en la cumbre del roquedo, son dos cordones que dibujan una planta irregular con tendencia a ovalar en la parte más elevada, que se adapta a la cresta existente. Los muros corren, paralelos a ésta, tanto por el norte como por el sur, encerrando un espacio de aproximadamente 1.800 m2. Además, del muro más meridional parte otro en dirección noroestesureste que tiene una longitud de algo más de 35 m J. A. Gutiérrez González considera que la cronología de este sitio es medieval, relacionado con el control de las vías de La Mesa y de Babia, y la de Puerto Ventana que están próximas, y, aunque la primera vez que lo describe no hace referencia a construcciones aparejadas con argamasa (Gutiérrez González, 1985: 47), sí lo hace en la segunda ocasión, en concreto, se refiere a una torre en el punto más alto de planta circular con mortero (Gutiérrez González, 1995: 289), que nosotros, en nuestra visita al lugar, no pudimos reconocer, pero cuya existencia no negamos. De existir, no cabe duda de que, en el cerro, podría haberse construido algún edificio de tal cronología, la cual, en nuestra opinión, es difícil de extender a todo lo que allí arriba se observa, cordones de piedra que, de forma casi invariable, albergan anchos muros de piedra en seco. En cualquier caso, por las mismas razones Julio M. Vidal Encinas

389

Evolución de los espacios urbanos y sus territorios en el Noroeste de la Península Ibérica

que apuntamos al tratar la fortificación de Aguilar, creemos que este sitio sugiere más bien los tiempos, al menos, protohistóricos, que no son incompatibles con el hecho de que el sitio haya deparado, como únicos materiales arqueológicos, monedas de época romana, según noticias que se remontan al siglo XVIII (Jovellanos y Casado y Carreira). 3.14. “Peña del Castro” (Robledo de la Guzpeña, Prado de la Guzpeña) Este sitio se encuentra a una altura de 1.260 m, a poco más de 600 al noroeste de la localidad de Robledo, en un espigón alargado en sentido norte-sur que domina un vallejo inmediato. El topónimo se conoce como “Los Serrones”.





Figura 35. “La Peña del Castro” en Robledo de la Guzpeña (Prado de la Guzpeña).

390

Julio M. Vidal Encinas

Los castros arriscados en la provincia de León: un grupo castreño singular

El substrato rocoso está compuesto de calizas con lutitas intercaladas y la corriente de agua –de relativa importancia–, más próxima, es el río Tuéjar, un afluente del Cea, que corre a 2 km al noreste. Este último lo ha a casi 4,5 km, al sureste. Más cerca, al pie del alargado cerro, al oeste, a 375 m, corre el arroyo de la Hervencia, con el que tiene un desnivel considerable, de 133 m, del 35,3% (19,3º). La ubicación del sitio no puede ser más beneficiosa de sus condiciones de visibilidad puesto que en un radio de 10 km se contemplarían casi el 75% de los terrenos y, si tomamos un radio de 5 km, el porcentaje aumentaría hasta casi el 90%. El sitio de “Campo Ciudad” (Vid. supra, nº 20), que se encuentra a 3 km al oeste, está conectado visualmente con la “Peña del Castro”. De aquí proceden materiales arqueológicos de la Edad del Hierro y de época romana (Celis, 1996; Gutiérrez González, 1986-1987). El sistema defensivo que hemos observado en este castro consiste en una muralla de unos 110 m de longitud que, en sentido oeste-este cierra por el norte el espigón, entre el cortado existente y el crestón en el que termina. Este lienzo, además, se puede seguir, hacia el sur, a lo largo de más de 40 m al borde del escarpe occidental. 3. 15. “Sierro el Fraile” (Vegacervera) Al norte de Vegacervera, antes de llegar a sus conocidas Hoces, el río Torío se abre



paso a través de un gran macizo de calizas y dolomías del Cámbrico, así como conglomerados, areniscas y lutitas del Carbonífero (Wesfaliense-Estefaniense) que conforman los Sierros Negros, cuya rama más occidental culmina a 1.344 m de altura. La Oriental lo hace a una altura inferior, 1.273 m, en la zona que aquí nos interesa, la denominada “Sierro el Fraile”, la cual, felizmente, ha sido ahorrada por las labores de extracción de carbón por parte de las minas “El 6” y “La Escondida”, situadas más al este. Es aquí donde se encuentran las evidencias de este sitio, un espigón que cae hacia occidente, el valle del Torío, en el que se trazó un poderoso muro de más de 110 m de longitud que lo cierra por el este, allí dónde termina una pendiente que da paso a una meseta, habilitando un espacio de, al menos, 1,6 Ha, seguramente más contando hasta el final del espigón.

Julio M. Vidal Encinas

391



Evolución de los espacios urbanos y sus territorios en el Noroeste de la Península Ibérica



→ Figura 36. “Sierro el Fraile” en Vegacervera.

Además, en el costado norte del cerro, entre los afloramientos, para cerrar los huecos dejados por la erosión en la línea del crestón, se perfilaron tres tramos de muro que completan, entre todos ellos, otros 100 m. La sierra tiene pendientes de más del 40%, tanto por el norte, como por el sur, y tampoco por el valle del Torío es franqueable, pues el farallón es prácticamente vertical. Por ello, el muro que hemos descrito más arriba se trazó por el este, que es por donde el acceso es más fácil. El desnivel con respecto a la zona más próxima, en línea recta, del río (414 m), es de 214 m, luego una pendiente de 51,7% (27,3º), lo que da buena idea del carácter enriscado que tiene el sitio, dado a conocer en 1993 por J. M. González García y J. Miranda Pérez-Seoane, en el que recogieron, además de algún fragmento de cerámica, molinos barquiformes (González García y Miranda Pérez-Seoane, 1993: 29).

392

Julio M. Vidal Encinas

Los castros arriscados en la provincia de León: un grupo castreño singular

3.16. “Peña Salona” o “de la Solana ”(Boñar) Al noreste de Boñar existe un gran farallón rocoso que llega hasta la vega del Porma, a cuyo pie se encuentra la ermita de “Las Caldas”, junto a un balneario, al norte de la localidad. También llamado “Serrón Picudo”, alcanza, en este su último tramo, 1.246 m de altura.





Figura 37. “La Peña Salona” en Boñar.

Se trata de cuarcitas, areniscas y pizarras del Cámbrico-Ordovícico. Por el norte tiene un marcado desnivel con respecto al Porma, que, en su distancia más corta, se encuentra a 360 m, pero con una diferencia de altitud relativa de más de 250 m, es decir, una pendiente de 69,8% (34,9º). El lado meridional, aunque menos empinado, no le va a la zaga en altitud relativa, 230 m, aunque la distancia es mayor, 845 m, lo que hace que la pendiente sea del 27,2% (15,2º). Este sitio ya es mencionado por M. Gómez Moreno en su conocido Catálogo Monumental, debido al hallazgo, en el sitio o en sus inmediaciones, “…sobre la Calda…”, de un hacha plana de cobre, que se encuentra en la actualidad en el Museo de Ávila (Gómez Moreno, 1925: 1-77). En 1979, T. Mañanes y R. Bohigas describen por primera vez el sitio, en el que no reconocen construcciones de habitación o defensivas, aunque en la parte baja oeste reparan en la existencia de “…paredes hechas a hueso derruidas”, de las que aportan una

Julio M. Vidal Encinas

393

Evolución de los espacios urbanos y sus territorios en el Noroeste de la Península Ibérica

imagen en la figura 3 (p. 80), concluyendo que debe tratarse de un castillete o fortificación de tiempos medievales, pues los escasos restos cerámicos recogidos son de tales tiempos (Mañanes y Bohigas, 1979: 81). Tiempo después, J. A. Gutiérrez describe un emplazamiento castreño aquí, dotado de un terraplén de tierra por el oeste y suroeste, en la pendiente hacia el río, de una altura de 2-2,5 m, del que, infortunadamente, no aporta plano de situación que permita identificarlo fehacientemente sobre el terreno (Gutiérrez González, 1985: 199). Este mismo autor, en 1986, aunque registra este sitio dentro de los castros de la Montaña de León, señala que “…solo se conservan construcciones medievales…” (Gutiérrez González, 1986-1987: 333), que corresponderían a un castillo, como él mismo indica, “…no documentado en las crónicas” (Gutiérrez González, 1986: 156). Finalmente, en 1995, indica que las estructuras existentes en la “Peña Salona” responden a las características de las fortificaciones altomedievales levantadas en tiempos de Alfonso III en el s. IX, representadas por muros de mampostería en seco y muros ciclópeos similares a los del Castillo de Alba, “…para crear un sistema defensivo en el avance feudal hacia el valle del Duero” (Gutiérrez González 1995: 200). En otro lugar hemos puesto en duda que los restos que describe como pertenecientes al “Castillo de Alba” –al que adopta como modelo de tal sistema defensivo–, correspondan realmente a un castillo, sino más bien a parapetos y construcciones de la Guerra Civil, pues tal castillo, perfectamente identificado por excavaciones arqueológicas, está en otro lugar, 700 m al oeste de aquellos (González y



Vidal, 2001, 2005). Los restos que depara la “Peña Salona”, de acuerdo con nuestras propias observaciones –en las que el único material arqueológico que pudimos observar fue un molino de mano circular– son, por un lado, un muro de más de 300 m de longitud que ciñe por el sur y por el este el roquedo que está a mayor altura, a saber, 1.246 m Delante de él es muy posible que una depresión longitudinal y paralela a él, de unos 200 m de longitud se trate de los restos de un foso que, de confirmarse, acentuaría la protección por el flanco de más fácil acceso. Además de ello, en el roquedo propiamente dicho, hemos podido registrar y cartografiar diferentes tramos de muros, que totalizan más de 250 m, que cierran espacios entre los afloramientos. Alguno de estos muros, en concreto, el representado en la citada fig. 3 del trabajo de Mañanes y Bohigas (Vid. supra) es uno de los dos que representamos más al oeste y al sur, en la planta del sitio que acompañamos. Nos parece oportuno también anotar la existencia, al pie del roquedo situado en la cota de 1.252 m, continuando por el farallón hacia arriba, en dirección al Collado de Santa María, de una construcción también en piedra en seco adosada a él. Tiene unos 2 m de anchura y nos parece difícil, sin descartarlo, que pueda tratarse de algo de índole etnográfica por su anchura. Siempre, aquí en Peña Salona, se trata, por lo tanto, de muros de mampostería en seco, que por sus características e implantación en el roquedo reúnen, en nuestra opinión, todas las características de los sitios castreños protohistóricos que venimos tratando.

394

Julio M. Vidal Encinas



Los castros arriscados en la provincia de León: un grupo castreño singular

3.17. “Mallo de Luna” (Mallo de Luna, Los Barrios de Luna) También llamado “Castro de Arriba” se sitúa a 1 km al noreste de la localidad, en un cerro en forma de cono truncado e inclinado hacia el sur, a 1.185 m de altitud, justo al borde del embalse de Los Barrios de Luna, cuyo nivel de agua le llega a la cota de 1.110 m, empañando notablemente el aspecto original que tendría el sitio, puesto que antes de su construcción la cota del fondo de valle del río Luna estaría en torno a 1.040 m.





Figura 38. “El Castro de Arriba” en Mallo de Luna (Los Barrios de Luna).

El otero está constituido por calizas, dolomías y pizarras del Devónico, que afloran bajo la forma de crestones, debido a la erosión de los materiales más blandos interestratificados con las calizas, lo que ha producido que la mitad septentrional del cerro tenga un marcado escarpe, que lo hace totalmente inexpugnable por tal borde, con una pendiente de 67,8% (34,1º), y una altitud relativa de 106 m. Por el sur, con una diferencia de altura similar la pendiente es de 45,3% (24,4º). Aquella erosión diferencial hizo que las evidencias de la fortificación se organicen a partir de tal depresión, en el oeste y sur, mediante una muralla de piedra en seco que aprovecha los afloramientos y los propios escarpes del cerro para configurar un espacio de aproximadamente

Julio M. Vidal Encinas

395

Evolución de los espacios urbanos y sus territorios en el Noroeste de la Península Ibérica

0,7 Ha. La longitud total que alcanza es próxima a 180 m, y, en algunos sitios se aprecia perfectamente su paramento externo, obra de excavaciones furtivas, que indica una anchura que, en algunos sitios, supera 2 m. El carácter enriscado del sitio, la adaptación de la fortificación a los afloramientos rocosos y accidentes naturales, su construcción en mampostería en seco, constituyen elementos muy característicos, canónicos, de las fortificaciones protohistóricas que aquí estamos tratando. “Mallo” es un castro mencionado de antiguo en la historiografía arqueológica. C. Morán refiere la existencia de sendos castros en Mallo, el de “Arriba” y el de “Abajo”, uno de ellos ya una isla en el embalse. A ambos se refiere diciendo que no presentan obra humana, lo que en el caso del que describimos es completamente incierto: Morán, en sus excursiones por tierras leonesas, no visitó la mayor parte de los sitios que menciona, y lo hace, en muchos casos, más por indicios toponímicos y referencias orales que por comprobaciones sobre el terreno (Morán, 1949: 27). J. A. Gutiérrez González, más tarde, lo incluye dentro de la cultura castreña en su inventario, identificando la muralla y, lo que es sin duda más llamativo, doce viviendas castreñas, once de planta ovalar y una rectangular, agrupadas en “barrios”. Una de ellas, la número 8, indica que “Quizá se trate de un edificio con un sentido jerárquico, social y religioso, como ocurre en otras construcciones castreñas… (…)”. Entre los materiales arqueológicos recogidos, cerámicos, habría algún fragmento de “apariencia prerromana” y otros de tiempos medievales (Gutiérrez González, 1985: 66-67). Sin embargo, este mismo autor, en



1995, considera que “Mallo” se puede poner en relación con el grupo de los ‘Castillos de la montaña cantábrica’ más antiguos, del siglo IX, si bien lo incluye entre los “castros medievales” o “poblado castreño amurallado” de la Cordillera Cantábrica, aunque “con provisionalidad”, aplicable, en particular, a las viviendas citadas más arriba, indicio de “…la presencia de una pequeña comunidad tradicional”, si bien, “…la prospección no permite profundizar más en su conocimiento y adscripción socioeconómica, cronología, etc.”, lo que parece estar sembrando dudas sobre la inicial adscripción prerromana que había otorgado a las citadas viviendas. En cualquier caso, la muralla de “Mallo” sería un buen ejemplo de las de ‘mampostería ordinaria’ en los castros y castillos altomedievales cantábricos (Gutiérrez González, 1995: 23, 48, 79 y 256). J. Celis, sin embargo, incluye este sitio dentro de los castros de la II Edad del Hierro en la Cantábrica (Celis, 1996: 56, Plano 2; Celis, 2007: 96). 3.18. “La Cildad” (Sabero) Este enjundioso sitio, tanto por el valor y diversidad de los hallazgos casuales –y no tanto– que ha proporcionado, como por su espléndida ubicación y entorno arqueológico, se encuentra a poco más de 500 m al sureste de Sabero, en un enorme farallón amesetado compuesto por calizas, dolomías y pizarras del Devónico. Hacia el norte cae prácticamente en vertical sobre el valle del Esla, que corre a su pie, justo donde el río Horcado le alcanza por su margen derecha.

396

Julio M. Vidal Encinas



Los castros arriscados en la provincia de León: un grupo castreño singular

El Esla, uno de los más importantes cursos de agua de la provincia, describe aquí, para rodear la enorme muela de caliza en la que se encuentra “La Cildad”, un gran meandro, poco antes de llegar a Cistierna, a menos de 2 km aguas abajo, que es dónde abandona los macizos de la Cordillera para adentrarse en los terrenos detríticos (Mioceno) de la Cuenca Sedimentaria. Su marcado desnivel con relación al Esla, en su lado norte-noreste, lo señala la diferencia de altitud relativa, 166 m, en un recorrido de unos 275 m, lo que indica una pendiente de 59,7% (30,8º). La meseta en la que se encuentra tiene una forma tendente a rectangular, con su eje mayor orientado en sentido noroeste-sureste y, en su interior, existe una depresión o vaguada, todo ello rodeado por afloramientos o crestones rocosos que configuran buena parte del valor defensivo natural del recinto. Precisamente donde tales afloramientos faltan se van a completar las cualidades defensivas trazando, al noroeste, un tramo de muralla de unos 115 m, y, al sureste –el costado más fácilmente accesible–, otro de unos 150 m de longitud en origen, pero del que actualmente se conservan unos 110, lo que da un perímetro de aproximadamente 1,4 km que encerraría una superficie de más de 10 Ha, uno de los recintos más grandes en su género. “La Cildad”. Cerca de la parte más elevada del sitio, un pequeño otero en su esquina más occidental, que da su mayor altura, 1.140 m, que se ha identificado con un torreón seguramente medieval, apareció, en una fecha no determinada, un puñal largo o espada corta que se remonta al Bronce Antiguo (Delibes, Avello y Rojo, 1982: 154). La naturaleza castreña del sitio está fuera de toda



duda, incluso se le ha relacionado, en concreto, con la II Edad del Hierro (Celis, 1993: 30) y las características de su muralla se han asemejado a las de Mallo de Luna (Gutiérrez González, 1986-1987: 331). Las características del “castro de Sabero” han sido muy bien resumidas por J. Celis, con motivo de la publicación de otro hallazgo casual, una fíbula de codo, incluyendo una fotografía del tramo amurallado noroccidental. Dicho hallazgo vendría también a avalar una posible ocupación del sitio en tiempos del Bronce Final, aunque los materiales más abundantes que depara –la mayor parte inéditos–, pertenecerían a la Edad del Hierro, incluyendo fragmentos cerámicos de raigambre o tecnología celtibérica o vaccea, y, como en “Mallo de Luna”, se intuyen, de acuerdo con algunas opiniones, viviendas (Celis, 1998-1999: 288; Celis, 2007: 98). 3.19. “Verdiago” (Verdiago) A unos 500 m al noroeste de la localidad se encuentra este castro, en una muela a .1082 m de altura, formada por calizas con lutitas intercaladas, del Devónico. De todos los que aquí hemos considerado, en la Cantábrica, es el que se encuentra a menor altitud, pero, como es norma habitual, sus condiciones defensivas naturales son muy notables. El Esla, que corre al sur, a 600 m, dejando un fondo de valle bastante ancho, tiene un desnivel con relación a la plataforma del cerro de 124 m, luego una pendiente de 18,4% (10,4º).

Julio M. Vidal Encinas

397



Evolución de los espacios urbanos y sus territorios en el Noroeste de la Península Ibérica





Figura 39. “El Castro de Verdiago”.

El farallón en que se buscó su emplazamiento tiene forma circular y está muy bien defendido por todos sus costados, salvo por el este, donde una vaguada poco profunda constituye la zona de más fácil acceso. Fue precisamente en este lado del mogote donde se levantaron las diferentes líneas de muralla que presenta este sitio, cuya edilicia presenta unas enormes analogías con, por ejemplo, la de la “Peña del Castro” de La Ercina, entre otras, pues se diría que la regular mampostería de uno y otro fueron labradas por la misma mano. Se reconocen tres tramos entre los visibles, por causa de excavaciones furtivas, que totalizan casi 100 m. Uno de ellos, ciclópeo, se dispuso en una parte más baja que los otros dos, para cerrar el acceso aprovechando sendos roquedos. Aquí se ha reconocido “…una puerta de muralla con

398

Julio M. Vidal Encinas

Los castros arriscados en la provincia de León: un grupo castreño singular

posibles bastiones circulares…”, de la que, desafortunadamente, no se aporta plano, ni tampoco se indica en qué lugar del recinto se encuentra (Gutiérrez González, 1986-1987: 333). De este castro proceden cerámicas pintadas de raigambre celtibérica (Celis, 1996: 61). Bibliografía NOTA: El origen y propietario de la información geográfica suministrada © Instituto Geográfico Nacional de España. Celis Sánchez, J. (1996): “Origen, desarrollo y cambio en la Edad del Hierro de las tierras leonesas”, Arqueoleón. Historia de León a través de la Arqueología. Junta de Castilla y León-Diputación de León: 41-67. Celis Sánchez, J. (1998-1999): “Una fíbula de codo en las estribaciones de la Cordillera Cantábrica “La Ciudad”, Sabero, León”, Lancia, 3: 287-296. Celis Sánchez, J. (2002a): “La ocupación castreña en el Alto Valle del río Cúa: “El Castro” de Chano. León”, M. Á. de Blas Cortina y Á. Villa Valdés (coords.), Los poblados fortificados del noroeste de la Península Ibérica: formación y desarrollo de la cultura castreña: Coloquios de Arqueología en la cuenca del Navia: homenaje al Prof. Dr. José Manuel González y Fernández-Valles.): 189-210.



Celis Sánchez, J. (2002b): “El Bronce Final y la primera Edad del Hierro en el noroeste de la Meseta”. M. Á. de Blas Cortina y Á. Villa Valdés (coords.), Los poblados fortificados del noroeste de la Península Ibérica: formación y desarrollo de la cultura castreña: Coloquios de Arqueología en la cuenca del Navia: homenaje al Prof. Dr. José Manuel González y FernándezValles: 97-126. Celis Sánchez, J. (2003): “Notas sobre las etapas de la Cultura Castreña en El Bierzo”. Actas de las Jornadas sobre Castro Ventosa (Cacabelos-León, 4-6 Octubre de 2002): 13-33. Celis Sánchez, J. (2007): “Gordón y la Montaña Leonesa. De la Prehistoria reciente a los inicios de la Edad Antigua”, Cimadevilla Sánchez, (coord.), Gordoneses: suma historiográfica para el Concejo de Gordón. Ayuntamiento de La Pola de Gordón: 75-110. Delibes de Castro, G. y Fernández Manzano, J. (1983): “Calcolítico y bronce en tierras de León”, Lancia, 1: 19-52. Delibes de Castro, G., Avello, J. L. y Rojo Guerra, M. A. (1982): “Espadas del Bronce Antiguo y Medio halladas en la provincia de León”, Zephyrus, XXXIV-XXXV: 153-163. Díaz, I. y Garín, A. (1998): “El yacimiento de Castro Vizcaíno (Cacabelos). Aportaciones a la Carta Arqueológica de León”, Tierras de León, 105: 82-88. Esparza Arroyo, A. (1986): Los Castros de la Edad del Hierro del Noroeste de Zamora. Instituto de Estudios Zamoranos “Florián de Ocampo”. Zamora. Fernández Manzano, J. y Herrán Martínez, J. I. (2004-2005): “Una espada de lengua de carpa hallada en Paradela de Muces (El Bierzo, León)”, Lancia, 6: 77-85.

Julio M. Vidal Encinas

399



Evolución de los espacios urbanos y sus territorios en el Noroeste de la Península Ibérica

Fernández Manzano, J. (1986): Bronce final en la meseta norte española: el utillaje metálico. Junta de Castilla y León.



Fernández Posse, M. D. y Sánchez Palencia, F. J. (1988): La Corona y el Castro de Corporales II: campaña de 1983 y prospecciones en La Valdería y La cabrera (León). Ministerio de Cultura, Dirección General de Bellas Artes y Archivos. Madrid. García Fernández, A. (2009): Intervención Arqueológica vinculada al seguimiento arqueológico del Proyecto “Parque Eólico Valdesamario”. Términos municipales de Riello, Valdesamario y Villagatón (León). Informe inédito. Servicio Territorial de Cultura. Junta de Castilla y León. González Fernández, M. L. y Vidal Encinas, J. M. (2011): “Tres nuevos yacimientos arqueológicos de tipo castreño en la comarca de Omaña (Ponjos, Valdesamario)”, De Omaña, 6: 20-21. González García, J. M. y Miranda Pérez-Seoane, J. (1993): El Municipio de Vegacervera: Arqueología e Historia. González Prieto, L. A., Palomares, L. y Argüelles, J. L. (2007): La Maginot Cantábrica. Ed. Desnivel. González Ruibal, A, Bejega García, V. y González Gómez de Agüero, E. (2011): Intervención arqueológica en los restos de la Guerra Civil del Término Municipal de Puebla de Lillo, León. Informe de las actuaciones arqueológicas. Informe inédito. CSIC, INCIPIT, Universidad de León. Gutiérrez González, J. A. (1986-1987): “Tipologías defensivas en la cultura castreña de la Montaña leonesa”, Zephyrus, 39-40: 329-335. Gutiérrez González, J. A. (1986): “Un sistema de fortificaciones de Alfonso III en la montaña leonesa”, I Congreso de Arqueología Medieval Española, Zaragoza, tomo V: 143162. Gutiérrez González, J. A. y Avello Álvarez, J. L. (1985): “Las pinturas rupestres esquemáticas de Sésamo, Vega de Espinareda (León)”, Centro de Investigación y Museo de Altamira. Monografías nº. 12. Dirección General de Bellas Artes y Archivos, Subdirección General de Arqueología y Etnografía. Ministerio de Cultura. Gutiérrez González, J. A. (1985): Poblamiento Antiguo y Medieval en la Montaña Central leonesa. Institución ‘Fray Bernardino de Sahagún’, León. Gutiérrez González, J. A. (1995): Fortificaciones y Feudalismo en el origen y formación del reino de León (siglos IX-XIII), Universidad de Valladolid, Valladolid. Jovellanos y Casado&Carreira. Luengo Martínez, J. M. (1940): “El Castro de Morgovejo (León)”, Atlantis. Actas y Memorias de la Sociedad Española de Antropologia, Etnografia y Prehistoria y Museo Etnológico Nacional, T. XV (1936-1940):170-177. Mañanes Pérez, T. (1977): “Contribución a la Carta Arqueológica de la provincia de León”, León y su Historia IV, Col. Fuentes y Estudios de Historia Leonesa, vol. 18, León: 319364.

400

Julio M. Vidal Encinas



Los castros arriscados en la provincia de León: un grupo castreño singular



Mañanes Pérez, T. (1983-1984), “Protohistoria y romanización en la provincia de León: hábitat y cronologías”, Portugalia, IV-V: 151-173. Mañanes Pérez, T. y Bohigas Roldán, R. (1979): “Hallazgos arqueológicos en la zona vadiniense leonesa”, Tierras de León, 36-37: 71-82. Martínez Ortega, R. (1998): “La documentación del Tumbo A de la Catedral de Santiago de Compostela. Acerca de su toponimia”, Iacobus, 5-6: 31-81. Matías Rodríguez, R. (2006): “La Minería Aurífera Romana del Noroeste de Hispania: Ingeniería minera y gestión de las explotaciones auríferas romanas en la Sierra del Teleno (León-España)”, Nuevos Elementos de Ingeniería Romana: 213-263. Miranda Pérez-Seoane, J. y González García, J. M. (1991-1992): “El Valle de Villalfeide y Correcillas: carta arqueológica y estudio histórico”, Tierras de León, Vol. 31, 85-86: 93-130. Miranda Pérez-Seoane, J. y González García, J. M. (1997): “Mesmino y Peña Morquera: dos castillos del Alto Curueño”, Tierras de León, Vol. 36,103: 1-20. Morán Bardón, C. (1949): “Excursiones arqueológicas por tierra de León”, Archivos Leoneses, 6: 5-95 Orejas, A. (1996): Estructura social y territorio. El impacto romano en la Cuenca Noroccidental del Duero, Anejos de Archivo Español de Arqueología, CSIC, Madrid. Peralta Labrador, E. (2003): Los Cántabros antes de Roma. Real Academia de la Historia, Madrid. Pérez García, L. C. (1977): Los sedimentos auríferos del NO de la Cuenca del Duero (Provincia de León), y su prospección. Tesis Doctoral inédita. Universidad de Oviedo, Oviedo. Quintana Prieto, A. (1956): Monografía histórica del Bierzo (desde la Prehistoria hasta finales de la Edad Media). Madrid. Sánchez-Palencia, F. J. (1983): La explotación del oro de Asturia y Gallaecia en la Antigüedad. Tesis Doctoral inédita. Universidad Complutense, Madrid. Serna Gancedo, M. L., Martínez Velasco, A. y Fernández Acebo, V. (2010): Castros y Castra en Cantabria. Fortificaciones desde los orígenes de la Edad del Hierro a las guerras con Roma. Catálogo, revisión y puesta al día. Acanto (Federación ACANTO de Asociaciones en Defensa del Patrimonio Cultural y Natural de Cantabria). Vidal Encinas J. M. y Rodríguez González, P. (2000-2001): “Dos nuevos yacimientos castreños relacionados con la red hidráulica de Las Médulas”, Lancia, 4: 205-210. Vidal Encinas, J. M. y González Fernández, M. L. (2001): “El castillo de Alba no fue un castillo de naipes”, Estudios humanísticos, 22: 139-156. Vidal Encinas, J. M. y González Fernández, M. L. (2005): “El castillo de Alba (La Robla, León), recientes trabajos arqueológicos en una fortificación de Alfonso III (866-910), II Congreso de Castellología Ibérica Alcalá de la Selva (Teruel), 8-11 noviembre 2001: 585604. Vidal Encinas, J. M. (2014): “Los roquedos fortificados en las sierras de Teleno y Cabrera”, Argutorio: 31: 34-41.

[Índice]

Julio M. Vidal Encinas

401



Lihat lebih banyak...

Comentarios

Copyright © 2017 DATOSPDF Inc.