Los canarios en la Cuba contemporánea. Semblanzas de identidad y cultura

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Descripción

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Los canarios en la Cuba contemporánea

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Los canarios en la Cuba contemporánea Semblanzas de identidad y cultura Manuel Hernández González

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Colección dirigida por: Manuel Hernández González Maquetación: Vanessa Rodríguez Breijo Directora de arte: Rosa Cigala García Control de edición: Vanessa Rodríguez Breijo Los canarios en la Cuba contemporánea. Semblanzas de identidad y cultura Manuel Hernández González Primera edición en Ediciones Idea: 2009 © De la edición: Ediciones Idea, 2009 © Del texto: Manuel Hernández González, 2009 Ediciones Idea San Clemente, 24, Edificio El Pilar 38002 Santa Cruz de Tenerife. Tel.: 922 532150 Fax: 922 286062 León y Castillo, 39 - 4º B 35003 Las Palmas de Gran Canaria. Tel.: 928 373637 - 928 381827 Fax: 928 382196 [email protected] www.edicionesidea.com Fotomecánica e impresión: Publidisa Impreso en España - Printed in Spain ISBN: Depósito legal: Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño, puede ser reproducida, almacenada o transmitida en manera alguna ni por medio alguno, ya sea eléctrico, mecánico, óptico, de grabación o de fotocopia, sin permiso previo y expreso del editor.

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Índice

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Introducción .................................................................................. 13 La emigración canaria a Cuba en la primera mitad del siglo XIX ..................................................................................18 La emigración entre 1808 y 1830 ...............................................24 La emigración ante la consolidación de las repúblicas hispanoamericanas ........................................................................42 Los canarios y el mestizaje cultural antillano ............................ 49 Rasgos socioculturales de la cultura popular isleña. La hechicería canaria.................................................................... 55 La penetración de los hábitos socioculturales del campesinado isleño en la población negra de Cuba ...............61 Algunas plasmaciones de la influencia cultural isleña en la población negra....................................................................67 La influencia de la cultura popular isleña en el medio rural cubano. La leyenda de Antoñica Izquierdo ....................77 Trujillo Monagas y los ñáñigos, su historia, su práctica, su lenguaje.......................................................................................83 Matar la culebra, un ejemplo de mestizaje cultural .................87 San Antonio María Claret y los matrimonios entre canarios y personas de color en el oriente de Cuba................. 89 Una sociedad en un momento trascendental de su historia cambios cualitativos en la emigracion canaria al oriente de Cuba..........................................................................90 9

La política matrimonial española en Cuba y los planteamientos claretianos...........................................................96 Las misiones claretianas y los conflictos con las autoridades...................................................................................... 105 El atentado de Holguín ..............................................................113 Martí y Canarias: relaciones entre los nacionalismos canario y cubano en la segunda mitad del siglo XIX.............. 119 Los canarios y la independencia de Cuba ...............................121 La perspectiva de nicolás estévanez sobre el problema cubano .......................................................................................... 126 Dos independentistas canario-cubanos en el Archipiélago: Tomás Acosta y Ramón González del socorro.....................129 Joaquín Montesino y la emancipación cubana.......................131 Cárcel y exilio en Santo Domingo. Sus relaciones con Martí y el Movimiento Independentista Cubano ..................135 La identidad canaria recreada por Martí..................................140 La influencia de Martí y el nacionalismo cubano en Secundino Delgado ...............................................................144 La vertiente anarquista: el esclavo de Tampa.........................149 La proyección del nacionalismo popular martiano en Secundino Delgado ...............................................................152 La emigración canaria entre la guerra hispano-cubana y la ocupación norteamericana. Cuba y Venezuela como destinos ............................................................................... 155 La hegemonía de la emigración a Venezuela en los noventa ..............................................................................157 La colonia canaria en Venezuela y su actitud ambivalente ante la nacionalidad .....................................................................168 Actividades y espíritu asociativo de los canarios en Venezuela ................................................................................177 Decadencia y cambio de rumbo de la emigración canaria a Venezuela tras el fin de la guerra...........................................181

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La emigración a Cuba durante la ocupación norteamericana.............................................................................185 La política norteamericana hacia la inmigración canaria......189 La emigración canaria a Cuba durante ese periodo ..............196 La deserción del servicio militar, una realidad presente en la emigración a Cuba .............................................................207 Bibliografía ................................................................................... 213

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Introducción

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Este libro no tiene pretensiones de exclusividad. Solo aspira a recoger algunos aspectos de la identidad y los rasgos culturales de los canarios en la Cuba contemporánea. Una parte de ellos han sido esbozados en diferentes artículos y ponencias, pero han sido modificados y ampliados para esta publicación, otros son completamente inéditos y forman parte de nuevas reflexiones sobre el problema migratorio canario y la creación de su identidad cultural y política a lo largo de una centuria tan fundamental para el desarrollo de la sociedad cubana, como el siglo XIX, una etapa que finaliza con la eclosión de la guerra del 98, la ocupación norteamericana de la isla y la proclamación de la República. La primera parte de este libro se centra en la evolución de la migración canaria en la Cuba de la primera mitad del siglo XIX, una época que viene definida por el apogeo de la trata esclavista y la economía de plantación azucarera, que obliga a drásticos cambios en la migración canaria. Se originan en ella procesos de expulsión de los campesinos arraigados en las localidades de las provincias de La Habana y Matanzas, donde se imponen las haciendas azucareras. Estas medidas les llevan a adoptar nuevos cultivos de subsistencia para el abasto de la población habanera o para la alimentación de su cabaña ganadera productora de leche, las célebres lecherías en áreas próximas a La 15

Habana o dedicarse a otros empleos o a asentarse en otras regiones como Pinar del Río, las Villas o el Oriente de la isla. Es precisamente sobre los cambios operados en esa última región sobre los que gira el segundo apartado de la obra. En él nos referimos a los efectos en la diócesis de Santiago de la prohibición, desde 1803, de los matrimonios interraciales, decidida por la política gubernamental española con la Pragmática Sanción formulada ese año. Esa decisión regia trajo consigo la multiplicación de amancebamientos forzados entre canarios pobres y mulatas no solo en su jurisdicción, sino en toda la isla. Sin embargo, las contradicciones fueron más notables en Oriente, donde la economía de plantación no se había asentado de forma significativa en esta época. En él predominaban los campesinos blancos pobres y la población mestiza, lo que favoreció la convivencia y relaciones entre ambos sectores. San Antonio María Claret como arzobispo de Santiago quería favorecer la cristianización de la población rural conforme a su convicción religiosa a través de las misiones en los campos. Al tener como uno de sus puntales para intensificarla el sacramento del matrimonio y la legitimación y educación de sus descendientes en el seno de la familia, tropezó de lleno con las autoridades, que impedían estas intenciones, obsesionadas por frenar la expansión de la población libre. El tercer gran apartado de la obra se centra en el mestizaje y la identidad cultural. Se analizan en él el carácter híbrido de las prácticas mágicas canarias en su tierra de procedencia, el papel desempeñado por una emigración familiar de carácter rural como la isleña en la configuración de la sociedad cubana y la fusión de elementos culturales mediterráneos sincréticos como los transportados por los canarios a lo largo de los siglos en sucesivas oleadas migratorias, con los de la población esclava de origen subsahariano. Al ser los canarios una comunidad 16

esencialmente campesina, fue significativa su influencia entre los esclavos y la población libre de color, sectores entre las que se encontraban también inmigrantes canarios. En ese sincretismo cultural jugó un papel fundamental la mujer canaria en su doble vertiente simbólica de bruja y hechicera, dado la posición primordial desempeñada por ella en las prácticas mágicas en ambos lados del Atlántico. Con todo ello se convirtió en un factor crucial en el proceso de conformación de la cultura campesina cubana. En la constitución de la identidad de los canarios en la Cuba contemporánea jugaron un renglón crucial no solo su identidad cultural mestiza, sino también su posición sociopolítica ante los profundos conflictos que atravesaba la sociedad colonial cubana en el siglo XIX. Desde esa perspectiva, la tercera parte de este volumen se centra en la identidad política de los canarios en tal coyuntura. En ella se consolida una visión diferenciada frente a las restantes regiones españolas que los propios cubanos, como el mismo José Martí, trataron de estimular para incorporarlos como aliados al proceso político emancipador. El apoyo mayoritario de los canarios a la causa independentista y el surgimiento del nacionalismo canario en tierras americanas se aborda en este apartado. Finalmente, enmarcada en esa etapa de estallido de los conflictos bélicos en Cuba entre la guerra de los Diez Años y la contienda del 95, se aborda la actitud de la migración canaria ante la contienda, la deserción masiva del servicio militar, la migración de los prófugos a Venezuela y la formación en ella del primer periódico nacionalista canario El Guanche. Unas corrientes humanas que se trasladaran desde entonces de forma abrumadoramente mayoritaria a la Perla de las Antillas una vez que se puso fin a la guerra. De esa forma se dio paso a la última gran etapa de la migración canaria a Cuba, que es analizada finalmente en el último capítulo de esta obra. 17

La emigración canaria a Cuba en la primera mitad del siglo XIX La Perla de las Antillas sufre en el último tercio del siglo XVIII profundos cambios en todos los terrenos que modifican radicalmente las expectativas de futuro de los canarios. La población de Cuba estaba desigualmente distribuida, concentrada en el occidente de la isla, y en particular en la región próxima a La Habana. En 1774 el 56,49% residía en el occidente, el 22,95% en el centro y el 20,56% en Oriente. El tabaco todavía era el motor de la economía insular. Localidades como Güines, Jaruco o Santiago de las Vegas habían crecido en consonancia con esa expansión. Los blancos eran la mayoría de la población, el 56,4%, mientras que los mulatos y los negros constituían el 25%. El latifundio ganadero seguía siendo la principal propiedad. Los ingenios ni eran tan extensos ni tan ricos. La pequeña propiedad de vegueros, estancieros y agricultores era mayoritaria, y en ella el número de esclavos era reducido. Las tierras eran trabajadas en su mayoría por labradores blancos ayudados por algún esclavo. En menos de 20 años se había intensificado el peso de la caña dentro de la estructura productiva cubana. La población había crecido de forma espectacular, un 57% en tan solo 17 años. La composición étnica no había variado sustancialmente. Los blancos suponían el 56,40% de la población, los negros y mulatos libres el 19,8% y el 25,78% eran esclavos. La libre introducción de esclavos a partir de 1789, estrechamente unida al desarrollo de las industrias azucarera y cafetalera, comenzaría a cambiar radicalmente la situación con el objetivo de convertir a Cuba en una economía de plantación. La insurrección de 1791 en Haití fue una de las puntas de lanza que impulsó a límites insospechados al azúcar cubano y con él la trata de esclavos. 18

La elevada cotización internacional del café y del azúcar cubano y las progresivas ventajas fiscales y aduaneras que gozaban consolidaron en Cuba a una poderosa clase de propietarios agrícolas. Pero, como contrapartida, depauperó a los pequeños propietarios y arrendatarios dedicados al cultivo del tabaco. Este no gozó de ninguna de las ventajas del café y del azúcar y por contra tuvo que soportar el obstáculo de la continuidad del monopolio de la Factoría. Aunque entre 1783 y 1791 creció sin cesar el número de vegueros, la situación cambió radicalmente. Los que cultivaban las tierras por arrendamiento se vieron obligados a dejarlas y dirigirse hacia áreas más alejadas. Una parte de los antiguos vegueros se vieron obligados a trabajar como mayorales o administradores en los ingenios y los cafetales. Los pequeños propietarios vieron disminuir sus ingresos. Los vegueros se redujeron a una tercera parte. El hambre de tierras que motivaba la caña devengó en graves perjuicios para los pequeños agricultores blancos. Los hatos ganaderos, especialmente en la provincia de La Habana, se transformaron en plantaciones. En las áreas azucareras y cafetaleras las tierras quintuplicaron su valor. En un proceso, cuyas dimensiones todavía no conocemos en profundidad, se originó en estas zonas una expulsión pacífica o con contradicciones de una gran masa de trabajadores libres, obligados a desplazarse hacia el extremo occidental de la isla o hacia la región central. Unas tensiones a las que no son ajenas brotes de bandolerismo social en el Occidente de la isla. Las zonas más factibles para el cultivo, por su cercanía y menores costos de transporte se transformaron radicalmente. Un ejemplo de ello es San Julián de los Güines. En 1774 un total de 266 vegas ocupaban el 20% del territorio. Su población de 2030 personas estaba formada en un 73,7% de blancos, un 23,4% de esclavos y un 2,9% de libertos. A partir de 19

una modesta iglesia erigida en 1735, en 1775 los vegueros, que constituían mayoritariamente el poblado, solicitaron a la Corona la fundación de una villa en su centro. A cambio de tal merced se comprometían a edificarla según una nueva planta y ofrecían al Rey 20000 libras de tabaco que entregarían en cuatro años. El proyecto recibió el respaldo del capitán general Marqués de la Torre. El partido estaba compuesto por un total de 2340 personas con 266 vegas, 30 haciendas de ganado y tres ingenios azucareros. Una Real Cédula de 30 de septiembre de 1779 sentó las bases de su proceso de erección. En 1784 los planos trazado por el ingeniero venezolano José Pozo y Sucre bajo la dirección de Huet avalaban con generosidad las reivindicaciones territoriales. Se señalaron cinco caballerías para la villa, 10 para dehesa, 40 para propios y cinco para ejido. La erección fue obstaculizada por «los designios particulares de una familia numerosa y poderosa, interesada en que no tenga efecto». Miguel y Simón de Ayala, que eran los propietarios de cinco haciendas, se oponían abiertamente. Sin embargo, el Consejo dio la razón a los vecinos por estimar que «el interés particular debe ceder al bien común», si bien autorizó su trueque por otras. Mas la sacarocracia habanera puso sus ojos sobre las tierras públicas y dilató cuanto pudo la erección. El gobernador de las Casas en 1791 encomendó su culminación a Nicolás Calvo, miembro de esa clase social. Tales obstáculos se pusieron que el proceso se dilató hasta 1814, a pesar de que una Real Orden de 1798 ordenaba la constitución de un cabildo secular y el reparto de solares. San Julián de Los Güines fue un ejemplo certero del giro hacia la esclavitud y el azúcar de la provincia habanera y mostró a las claras el fracaso de la alternativa de los pequeños cultivadores tabaqueros que sucumbieron, pese a los proyectos ilustrados trazados por Pozo y Sucre, en la pérdida de sus tierras y 20

su trasvase hacia la economía de plantación, que convirtió a la localidad en 1838 en la terminal del primer ferrocarril construido en la Isla1. En efecto, la oligarquía habanera había puesto sus ojos en ese rico valle. La construcción de un canal había favorecido el transporte hacia el puerto de La Habana. La presión sobre los empobrecidos vegueros se hizo ostensible. Los labradores eran expulsados de las haciendas que tenían arrendadas, mientras que eran compradas por los dueños de los ingenios. Los montes eran talados para ser sembrados de caña2. La generalización del libre comercio en 1765 trajo como consecuencia un cambio cualitativo en las relaciones mercantiles con Cuba. Se sustituyen géneros extranjeros por personas ante la competencia de otras regiones españolas. El espectacular aumento de la emigración canaria en la década de los 80 llegó a su punto culminante en 1790. Era un síntoma bien palpable de la crisis económica canaria con la poca salida de sus vinos. Lentamente se asistió a un proceso por el cual la emigración de predominancia masculina, hegemónica desde mediados del XVIII, se transforma en familiar, como consecuencia de las menores expectativas en Canarias, y las posibilidades de futuro en las Antillas. Se asiste a un proceso de reconstrucción familiar, en la que juegan un papel crucial las cadenas migratorias3. Lo contribuyen a afianzar los más de mil quinientos canarios que, emigrados en familias hacia Luisiana, deciden quedarse en Cuba a partir de la entrada de España en 1779 en la Guerra de las MARRERO, L.: Cuba. Economía y sociedad, tomo 9, Madrid, 1978-1987, pp. 217-221. Ibídem, tomo 11, pp. 9 y 25-27. Un estudio de este proceso en el que se analiza la posición de la elite cubana y la política colonial española es el de TORNERO TINAJERO, P.: Crecimiento económico y transformaciones sociales. Esclavos, comerciantes y hacendados en la Cuba colonial (1760-1840), Madrid, 1996. 3 Un estudio más detenido de este fenómeno en HERNÁNDEZ GONZÁLEZ, M.: La emigración canaria a América: entre el libre comercio y la emancipación (1765-1824), Tenerife, 1997a. 1 2

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Trece Colonias, al desertar ante la imposibilidad de desplazarse desde La Habana y lo incierto del panorama, o los cuatrocientos emigrados a Florida que son destinados en 1763 al occidente de Cuba, una vez que esa península pasó a manos británicas. Una migración hacia La Habana que se vio estimulada por la casi permanente recluta para las milicias de ese puerto. Se calcula que solo en 1777 fueron enrolados con esa finalidad 300 jóvenes canarios. La máxima autoridad insular denunció en 1780 que «para el regimiento de La Habana han salido 521 personas jóvenes de bella talla y disposición», reiterando la necesidad de su cese. Pero el Conde de Ricla en Aranjuez dictaminó en 1780 que se continuase «por no poderse remitir de España y convenir al servicio que esté completo aquel regimiento». Suspendida por Real Orden de 8 de agosto de 1781, volvió a reanudarse en 1784, pasando Francisco Varela con otros miembros del regimiento habanero a reclutarla en Tenerife. Nuevas quejas no fueron óbice para que en 1787 se ordenase de nuevo su continuidad, porque la gaditana «no produce el competente número de reclutas que entonces se creyó suficiente para tan importantes y urgentes atenciones». El comandante general vuelve a reiterar su carácter dañino por la falta de operarios y subida de sus jornales. Recoge que solo en el bergantín Sacra Familia, fletado en septiembre de 1786, se habían embarcado 22 milicianos4. La escasez de soldados en el regimiento habanero llevó a su reanudación en 1787. Como afirma su coronel, Matías Armona, despachó bandera allí, «paraje de donde se ha completado y mantenía siempre de su creación acá, que le produjo en siete meses más de 300 reclutas por

4 B.M.T., Fondo manuscrito, caja. 67. Véase sobre el tema, KUETHUE, A. J.: Cuba. Crown, Military and Society, Knoxville, 1986.

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ser los gallegos de la América». Solicita incluso su ampliación a las islas menores, como efectivamente se le concedió5. Sin embargo, la emigración canaria a Cuba estará condicionada por factores internos y externos, en los que jugaron un papel decisivo tanto las circunstancias bélicas, como las expectativas de futuro en las Antillas y Venezuela. Mayores posibilidades de futuro en Tierra Firme depararían una reducción de la migración a Cuba y a la inversa. Existía, en definitiva, una conjunción paralela entre ambos territorios desde mediados del XVII, que continuará hasta nuestros días. En 1793 se abría una etapa de alta conflictividad bélica en el Atlántico que, solo salpicada por cortos periodos de paz, llegó hasta la década de los 30. Significativamente viene a caracterizarse desde 1796 hasta 1814 como una etapa de relanzamiento espectacular de las exportaciones vinícolas y de barrilla canaria, y de su papel de intermediación, que no se traduce, sin embargo, en mejora de las condiciones de vida de sus clases trabajadoras, por el encarecimiento de los productos alimentarios. En esta etapa se frenó la migración, tanto por el alza económica, como por la paralización de la navegación durante las disensiones. Dentro de esa concatenación entre Cuba y Venezuela que caracteriza la migración canaria, la mayor bonanza de la situación venezolana en la primera década del XIX, con la expansión cafetalera y la roturación de nuevas tierras en el Oriente, que relanzó el cacao y el tabaco en esa área, Tierra Firme volvió a concentrar el grueso de la migración. Ahora bien Cuba siguió siendo el segundo de los destinos. Incluso en el mismo 1809, en vísperas de la conflagración, se asiste a una etapa de gran intensidad hacia Venezuela.

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A.G.I., Indiferente General, Leg. 3109B. 23

En esos años se asiste a una una eclosión migratoria paralela a la firma de la paz. La paralización de las remesas en esas largas crisis bélicas la estimula, por la estrecha dependencia que se tiene en las islas de tales aportes, lo que favorece la reconstrucción ante la imposibilidad de ayudar los maridos a sus mujeres e hijos. Una carta de un emigrante en 1812 en la que pide a su esposa y sus dos hijas que se trasladen precisa que «aquí las podré mantener con otra decencia y darles otro más feliz estado que estas islas por lo infelices que son». Les estimula también las ventajas que ellas les reportaban, como mostraba la carta del lanzaroteño Francisco Quesada en 1817, «pues no tengo quién me dé un punto en una media sin que deje de costarme un medio, de manera que todos los meses gasto entre lavandera y costurera más de diez duros»6.

La emigración entre 1808 y 1830 Según un informe de 1818 entre 1808 y ese año emigraron a América en torno a los 8000 isleños. De ellos, con la excepción de un pequeño porcentaje de lanzaroteños y majoreros que se trasladó al Uruguay y Brasil y los emigrados a Venezuela en los dos primeros años, el grueso de ellos lo hizo a Puerto Rico y muy especialmente a Cuba. Esa fuente señala que llevaron «consigo muchos de ellos, además de su natural aplicación y constancia en las fatigas de las labores campestres, capitales con que comprar fincas en aquellos países, en donde valen poco y con qué cultivarlas y beneficiarlas, que cuesta mucho»7.

6 Archivo Histórico Provincial de Tenerife (A.H.P.T.), Leg. 1291, 31 de julio de 1773 y Leg. 1313, 14 de octubre de 1817. 7 MORENO ALONSO, M.: «La renta del excusado en las Islas Canarias a finales del Antiguo Régimen», en V Coloquios de Historia canario-americana, tomo II, Las Palmas, 1985, p. 612.

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La política migratoria de las clases dominantes canarias carece de homogeneidad en sus puntos de vista. En La Palma, la isla más estrechamente vinculada a Cuba, se trata de impulsarla. Se considera que originaría ventajas para la economía local. La rentabilidad de su comercio la cifran en el embarque de personas, ya que su ramo más rentable «es el que hacemos con nuestros braceros o pasajeros de alforja a nuestras Américas»8. Su liberalización era la única alternativa que veían para paliar la grave situación por la que atravesaban las Islas. Pero tropezó con el obstruccionismo gubernamental. La Regencia aprobó en 1813 un dictamen por el que obligaba a los comandantes generales al preceptivo informe favorable del ayuntamiento del pueblo de su residencia. Esta disposición, que se siguió aplicando hasta 1815, originaría un largo pleito de intereses. Sin embargo, el monarca mantuvo su vigencia el 23 de diciembre de 18159. Había que estimular la emigración de las islas menores, no ponerle trabas a la de Gran Canaria, pero restringir la de Tenerife. Esa es la política que pareció seguir en 1809 el Comandante general cuanto trató de obstaculizar el embarque de 50 tinerfeños en la embarcación de Antonio Alastruey y Antonio Díaz en las playas retiradas de Candelaria. Pero sus resultados fueron escasos. Ese mismo año se embarcó en el bergantín de Febles «un largo número de pasajeros, de los cuales he visto a bordo cerca de cien en sola una vuelta de la lancha»10. En efecto, una gran mayoría de campesinos, entre los que van tanto familias como pasajeros individuales se embarcan en esos años para la Perla de las Antillas. Hasta 1816 se sigue asistiendo a la misma 8 BONNET Y REVERÓN, B.: La Junta Suprema de Canarias, tomo II, La Laguna, 1980, pp. 620-621. 9 Archivo General de Indias (A.G.I.), Indiferente General, Leg.3109B. 10 GUERRA, J. P.: Diario (1800-1810), tomo II, introducción de Leopoldo de la Rosa, Tenerife, 1976, p. 238.

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tónica con el constante incremento de la emigración familiar. Contamos con el registro y la documentación en 1815 de un barco, Los Tres Amigos, del comerciante santacrucero José Monteverde Molina, bajo la consignación del irlandés José Cullen y del influyente mercader herreño afincado en La Habana, Antonio Frías, padre del Conde de Pozos Dulces. Demuestra la intensidad de la migración y las pugnas entre los navieros por acaparar los inmigrantes, aprovechándose de sus influencias para obtener licencias. Así, palmeros como Antonio Morales o los aludidos tratan de atraer a sus buques a los gomeros. Solamente en el de Monteverde, que tuvo que fletar otro mayor por el elevado número de pasajeros se embarcaron en ese año 44 varones adultos, 23 mujeres y 81 hijos. De las obligaciones contraídas, 31 se efectuaron sobre fincas, 13 sobre parientes en Cuba y solo tres al contado11. A partir del año siguiente comienza la acción del corso insurgente, con el objetivo de obstaculizar los intercambios mercantiles entre España y sus colonias. Su intensificación tendrá consecuencias inmediatas en el comercio y la emigración. Será a partir de entonces, y durante la década de los 20 cada vez más un movimiento tan solo de ida, porque pocos se atreven a retornar por el riesgo de perder todos sus ahorros en el viaje, como acaeció en 1817 con el San Rafael o el Amable Antonia, capturados a los pocos días de salir de La Habana12. Sus consecuencias fueron gravísimas para unas islas que sufrieron más que ningún otro lugar de España las consecuencias de la emancipación de las Américas. Limitaron de forma radical los envíos de los indianos y condujeron a agudizar los efectos de la crisis en una región depauperada por el hundimiento del comercio 11 12

Archivo Diocesano de Tenerife, Papeles sin catalogar. A.H.P.T., Leg. 3867, 17 de junio de 1817 y Leg. 1790, 19 de julio de 1817. 26

exportador tras la paz continental de 1814. Una memoria calcula las pérdidas del corso en más 1200000 pesos en 14 buques empleados en el comercio con La Habana, 14 de cabotaje y 16 de la pesca de África13. El precio de los pasajes no se incrementa con los riesgos de la mar. Los isleños siguen emigrando porque poco tienen que perder con lo que llevan a las Antillas. Su penosa situación les lleva a embarcarse. Saben que no les pasará nada, porque lo que los corsarios persiguen son objetos de valor, y eso es precisamente lo que no tienen. El objetivo de estos se cifra en los retornos. Buques como el Cuatro hermanos de Antonio Alaustrey de 1818 elevan aún más la cifra de transportados, que sigue la tónica habitual, un numeroso grupo de varones, mujeres solicitadas por sus maridos y varios matrimonios. Con la apertura comercial de Cuba de 1817 aparece otra posibilidad legal, la emigración en buque extranjeros, como el Volante, de nacionalidad americana, del cargo de Chris Nicholas, o el bergantín inglés Retterich, de William Eduard Fiott, en el que se embarcan en 1822 para Santiago de Cuba siete mujeres unidas por vínculos familiares para dar con el marido de una de ellas14. Pero es especialmente en el Constancia, propiedad del francés Juan Truillet, donde el tráfico es más intenso. En estos buques se tiene la ventaja que se podía retornar moneda con cierta garantía, como en la vuelta de este último en 1824, que registró 73000 pesos fuertes15. En la década de los 20 el proceso migratorio hacia Cuba alcanza una alta intensidad. A través del estudio de las obligaciones 13 Memoria relativa al comercio interior y exterior de las Islas Canarias, 1831, en El Museo Canario, Nº 35, Las Palmas, 1974, pp.182-183. 14 A.H.P.T., Leg. 1318, 29 de abril de 1822. 15 AGUILAR, F.: Ocios y desahogos míos, manuscrito, Archivo de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Tenerife (A.R.S.E.A.P.T.), Fondo Aguilar.

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se puede apreciar como se generaliza una política de reconstrucción familiar con una cifra muy alta de mujeres y un porcentaje cada vez mayor de familias. Esta fuente solo nos permite constatar una parte de los embarques porque solo aparecen en los protocolos analizados las efectuadas en Santa Cruz de Tenerife y lógicamente no se reflejan los sufragados por compras, que son una parte esencial, pero como dato indicativo demuestra que no ha dejado de aumentar. Pese a las graves amenazas de invasión acaecidas en Canarias en el bienio 18261827, la emigración llevó a tal calibre que solo en el buque El Relámpago de José Rodríguez Colorado se embarcaron en marzo de 1826 500 pasajeros. En enero del 27 en el Buen Americano, abanderado como español, lo hicieron 28016. Un informe del comandante de Marina de Canarias de abril de 1827 contabiliza la salida anual de 1500 personas para América, auxiliada de los buques extranjeros, cuyo destino abrumadoramente mayoritario es la Perla de las Antillas. El Consejo reiteró la prohibición de salida a los canarios «para los países sublevados y extranjeros del continente americano», pero es bien conocida su escasa efectividad en la década de los 3017. Un análisis comparativo mínimo contrasta con las peninsulares, en las que el total de emigrantes registrados para el periodo 1800-1835 da un total de 4249, en los que un 58,2% son catalanes integrados dentro de la órbita mercantil, mientras que los gallegos solo eran un 2,7%. Si bien esas cifras son incompletas muestran los perfiles de esa emigración en una época en la que el número de peninsulares es escaso18.

Ibídem. A.H.N., Estado, Leg. 219. 18 MALUQUER DE MOTES, J.: Nación e inmigración: los españoles en Cuba (ss. XIX y XX), Colombres, 1992, p. 63. 16 17

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Junto con la emigración voluntaria, se experimentó en 1824, coincidiendo con la victoria de Ayacucho, una leva para Cuba promovida por el tinerfeño Isidro Barradas «por el poco riesgo del vómito, por lo que se aclimatarán más fácilmente y por ser más barato su transporte». Reclutados a la fuerza en medio de una gran tensión, 1036 canarios fueron conducidos a La Habana. A su arribo fue disuelto por Vives y sus componentes dispersos por áreas rurales de la isla19. La frenética carrera de los hacendados cubanos en el fomento del comercio esclavista se trató de contrarrestar por las presiones británicas, que obligaron a firmar a España en 1817 un Tratado por el que se suprimía la trata. En los acuerdos preliminares se pide a Gran Bretaña una compensación de un millón y medio de libras esterlinas, de las que quinientas mil serían indemnizaciones a los propietarios y un millón para trasladar a las Antillas a campesinos libres de Canarias. En el preámbulo del tratado se indicaba que la única alternativa a la esclavitud era el campesinado isleño20. En este periodo histórico el agricultor isleño fue visto como la alternativa más fácil y económica para poblar territorios vacíos y evitar su ocupación por otras potencias. Aunque en Puerto Rico se vislumbró desde la segunda década del XIX y en Venezuela desde los 30, en Cuba se retardó la incorporación del isleño hacia la economía de plantación hasta la década de los 40 por la fiebre de la trata ilegal, el obstruccionismo del Estado y la creencia de que los trabajadores blancos no eran rentables en el cañaveral. Pese al miedo a la sublevación de los esclavos, la Real Cédula de 1817 en el que se abría el camino hacia la colonización blanca contrastaba en su ineficacia con el estímulo proporcionado por el 19 20

Archivo Municipal de La Laguna. (A.M.L.L.), 2ª sección M-V.-1. MARRERO, L., op. cit., tomo 9, p. 35. 29

Gobierno español a la trata. Esta obstaculización obedecía a la creencia de la que la independencia de Cuba se reafirmaría cuando el miedo a las rebeliones de los esclavos se extinguiera. El interés de la burguesía comercial canaria se orientó ya desde los 20 hacia la intensificación de las contratas con emigrantes isleños. La abundancia de grandes espacios prácticamente vacíos era un poderoso aliciente. Pedro Gordillo en 1819 en la Económica habanera ya había apostado por la atracción de familias canarias como agricultoras frente «al ominoso sistema de haberlas depositado en manos de los esclavos», por lo que «afianzadas con el poderoso aliciente de la propiedad, formando vecindario y dueños de los terrenos que puedan cultivar, producirán las admirables ventajas que son consiguientes a una perpetua estabilidad»21. Tres contrastes en los extremos oriental y occidental de la isla nos demuestran el interés por poblar con isleños aquellas regiones que quedasen al margen de la economía de plantación. En 1820 Sebastián Ortega y Dámaso Baudet las suscribieron con la Comisión de Población Blanca de Cuba para colonizar dos regiones escasamente pobladas. El primero para trasladar 300 o más personas a Bahía Honda y la segunda para Guantánamo. Esta última respondía a una petición efectuada en 1813 por la Diputación Provincial de Santiago de Cuba de establecer una colonia de isleños en la bahía de Guantánamo. Su conveniencia se encaminaba a dar respuesta a propósitos de carácter estratégico y de seguridad por la mayoría negra de esta última región y la emigración francesa «pues el número de extranjeros es superior al de los nacionales». La tercera es la propuesta por el irlandés José Cullen efectuada en colaboración con comerciantes norteamericanos de 21 Reproducido en PAZ SÁNCHEZ, M. y HERNÁNDEZ GONZÁLEZ, M.: La esclavitud blanca, Tenerife, 1992, p. 125.

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constituir una colonia en Moa con tierras adquiridas con esas finalidades por estos últimos. Se vio retardada por los temores del Gobierno español desde 1823 hasta 1832. Solo se embarcarían 30 familias con un total de 58 adultos. Fracasó por su coincidencia con el decreto de Páez que estimulaba la emigración de familias canarias a Venezuela. En 1841 contaba con un total de 94 personas dedicadas esencialmente al cultivo del tabaco22. Esta política estimuladora de la colonización blanca en las áreas marginales y despobladas en última instancia estaba reformulando en Cuba un profundo movimiento de personas desplazadas por el ritmo expansivo de la economía de plantación. Desde la perspectiva migratoria isleña abría el camino hacia nuevas áreas de colonización que con el tiempo permanecerán ligadas a ella por vínculos y cadenas. Algunas eran ya escenario de una lenta traslación como Pinar del Río. Otras como Sagua la Grande, Cárdenas, Caibarién y Nuevitas conocerán su eclosión y auge espectacular, en unos casos por su conversión en zonas tabaqueras y en otros por su papel en los pequeños cultivos y el abastecimiento interno en un proceso sumamente complejo que traspasa los límites de este corto trabajo. En algunas como Baracoa, que recibiría el aporte de los canarios huidos de Montecristi por las rebeliones haitianas, tendrá poca efectividad, pero en otras como las de Sancti Spiritus, Remedios, Camagüey y Holguín, serán punta de lanza de una expansión poblacional y étnica estrechamente ligada a los canarios. Un ejemplo certero de ello es San Fernando de Nuevitas, fundado en 1818 con canarios procedentes de Luisiana, evacuados tras su incorporación a los Estados Unidos. Su principal 22 Archivo Nacional de Cuba (A.N.C.), Real Consulado y Junta de Fomento, Leg. Nº 189, Nº 8508, Archivo de Taller de Historia, Libro de copias de la correspondencia de José Cullen. PAZ SÁNCHEZ, M. y HERNÁNDEZ GONZÁLEZ, M., op. cit., pp. 31-33.

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problema, que será el denominador común de todos estos establecimientos es la escasez de tierra disponible por el latifundismo ganadero. La eclosión de la economía de plantación primero en la provincia de La Habana y más tarde en la de Matanzas origina cambios cualitativos en la migración canaria desde el último tercio del XVIII. Pese a ello, en las áreas rurales habaneras la presencia canaria sigue siendo abrumadoramente mayoritaria dentro de la población emigrante. En Jesús del Monte lo era entre 1701-1750 con un 87,60%, pero lo siguió siendo entre 1751-1800 y 1801-1850 con un 82,47% y un 79,78% respectivamente. E igual podemos decir de Nuestra Señora de La Paz con un 76,86%23. No obstante, las consecuencias del alza del azúcar se tradujeron en un alejamiento de los vegueros de sus áreas tradicionales hacia sectores más periféricos. La vega dejó de ser paulatinamente en la provincia de La Habana una alternativa rentable. El emigrante isleño desarrolló sus expectativas en los trabajos que le ofrecía la plantación, como mayorales o técnicos, pero sobre todo en el pequeño cultivo de abastecimiento y la distribución interna, en un mercado en expansión que había aumentado la demanda de productos de primera necesidad. Las fuertes transformaciones de la propiedad agrícola tendían a consolidar la economía de plantación. Los sitios de labor, estancias o vegas ascendieron desde el 71% del total de las propiedades en 1792 hasta el 54% en 1827. La confirmación de la propiedad absoluta de la tierra en 1816 y 1819 fue el espaldarazo definitivo a la consolidación de la gran propiedad agraria. Mientras que los vegueros se veían 23 GUANCHE, J.: Significación canaria en el poblamiento hispánico de Cuba: los archivos parroquiales (1690-1898), Tenerife, 1992.

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obligados a desplazarse hacia otras áreas, los recién emigrados se canalizan hacia el mercado interno. Las proximidades de La Habana se convirtieron en el área de expansión de los pequeños cultivos. Eran consideradas estériles para el monocultivo azucarero por su excesiva explotación por ser las primeras sobre las que se desarrolló. Antonio del Valle reflejó esas transformaciones en el paisaje agrario: En las cercanías más inmediatas a la capital ya no existe ninguno (ingenio), aunque hubo muchos trapiches... La tierra que ocupaba está toda repartida en potreros, sitios y estancias de pequeñas labranzas para el cultivo de los bastimentos que proveen el mercado de La Habana. Los partidos más pingües son los que distan de 12 a 16 leguas y las inmediaciones de Matanzas. Mas también van tomando un poderoso incremento los más remotos, tanto por la fertilidad de las tierras nuevas como por su baratura24. Una actividad que destacó Basadre para el primer cuarto del XIX: En la isla de Cuba, y particularmente en las inmediaciones de La Habana, las hortalizas, frutos y forrajes se cultivan por canarios y la plaza de esta es una de las más abundantes de América, con circunstancia de que todo cuanto se presenta en venta se verifica a precios muy equitativos25.

Cit. En MARRERO, L., op. cit., tomo 10, p. 160. LUCENA SALMORAL, M.: La economía americana del primer cuarto del siglo XIX a través de las memorias escritas por Vicente Basadre, último intendente de Venezuela, Caracas, 1983, pp. 102-103. 24 25

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Como muestra de esa trascendencia en la región, en el censo de 1786 de vecinos de 40 partidos de La Habana, de 4801, 809, el 17%, eran canarios, siendo los peninsulares solo 190, un 4%26. En la muestra no se recogen las mujeres ni los hijos, sino solo de los cabezas de familia. Las proximidades de La Habana se convirtieron, pues, en el área preferente del sector de subsistencia por su esterilidad para la plantación. El trabajo en las huertas próximas a La Habana era efectuado en pequeñas propiedades o en arrendamientos de tierras ajenas. Estos campesinos dedicados a la siembra de verduras y de maíz tenían uno de sus principales ingresos en la venta de maloja para mulos y caballos. Los isleños acudían personalmente o con sus esclavos para venderla en la calle hasta el punto de que malojero era sinónimo peyorativo de isleño. Ya el capitán general Luis de las Casas se había percatado en 1792 de los cambios acaecidos que hacían poco atractivo el trabajo en las vegas27. El cultivo de huertas, la venta de malojas, su labor como vendedor ambulante, pulpero, tabernero o lechero era ni más ni menos que el desarrollo de un medio de vida alternativo en un mundo en el que la plantación lo controlaba todo. En 1842 el capitán general de Cuba Jerónimo Valdés describía cargado de perjuicios su forma de ganarse la vida en las proximidades de La Habana. Apuntaba un fenómeno que tendrá auge en los años venideros: el bandolerismo como respuesta a la expulsión de sus tierras por la plantación: No bien pisan el terreno cuando se dedican a revendedores y buhoneros por las poblaciones y por los campos, y cuando más al cultivo de alguna estancia inmediata a las 26 27

AMORES, J. B.: Cuba en la época de Ezpeleta (1785-1790), Pamplona, 2000, p. 29. Biblioteca Nacional de Cuba José Martí, Morales, T79 nº 12. 34

primeras donde crían aves y ganados y siembran maíz, que cortan antes de producir fruto y se destina para la alimentación de sus bestias con el nombre de maloja; expenden este, la leche y las aves en los pueblos vecinos, y a ello es reducida toda la industria y todo el trabajo de aquellos isleños, sin que sea posible inclinarlos a otro género de ocupación [...] Excitan la concurrencia de sus paisanos, sin necesidad de que el Gobierno les presente nuevos estímulos, y aun en más número del necesario, porque a falta de ocupación lucrativa se entregan no pocos al pillaje por los campos28. Es precisamente en estos campesinos desplazados dedicados a cultivos de consumo local donde surgirá, con un elevado componente isleño, el bandolerismo social29. Los barrios periféricos de La Habana son testimonio, en definitiva, del proceso de urbanización creciente de la urbe en la segunda mitad del siglo XVIII y de su conversión en áreas agrícolas de suministro de la capital por su geografía empinada o por el agotamiento de sus tierras por su dedicación antaño a la plantación azucarera. Por ella son cedidas en pequeños lotes a arrendatarios, que cuando obtienen algunos capitales con sus producciones compran esclavos, cuyo precio y facilidad de adquisiciones es cada vez mayor a medida que avanza la centuria, y en el mejor de los casos acceden a la propiedad de una caballería de tierra, siendo muy pocos los que superan ese número. Las áreas circunvecinas habaneras, que conocieron la migración familiar canaria desde la segunda mitad del siglo

Archivo Histórico Nacional (A.H.N.), Estado, Leg. 8052. PAZ SÁNCHEZ, M. y otros: El bandolerismo en Cuba (1808-1933), tomo I, Tenerife, 1994. 28 29

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XVII, son un clarificador testimonio de la continuidad de la influencia de esta en la época que estudiamos30. Esta pugna no solo se desarrolló en las áreas colindantes a La Habana, o en el ya citado caso de San Julián de Los Güines, sino también en todas las de la provincia de La Habana susceptibles de ser utilizadas para el cultivo de la caña de azúcar, como evidencian los casos de San Antonio de los Baños o Guanabacoa. En el primero de estos, sobre sus tierras habían comenzado paulatinamente a establecerse modestos bohíos. Denominado en 1772 San Antonio Abad31, dependía eclesiásticamente de la parroquia de Cano y de Santiago de las Vegas. Sus pobladores eran canarios o sus hijos procedentes en su mayoría de Santiago de las Vegas y otras villas próximas32. En 1788, según la matrícula del presbítero Luis Peñalver y Cárdenas, contaba con 3275 almas. En 1785 se había desligado de la parroquia de Cano. Sus datos contrastan con los del censo de 1801, en los años de la fiebre esclavista. En 1788 albergaba 792 caballerías y un tercio, 33 potreros, 242 sitios, 144 posesiones, 105 solares fabricados y 1068 hombres de trabajo. Solo albergaba 425 esclavos, la gran mayoría de ellos establecidos en pequeños fundos y sitios en número de uno o a lo sumo dos cada uno. 116 eran sus dueños. De ellos, solo tres superaban el número de 10, dos de 16 y uno de 12. Había dos con 10 y cinco entre seis y 10. Había 36 con solo uno y 51 con dos o tres. Absentistas habaneros, como la Marquesa de Cárdenas de Montehermoso, con un potrero de 21 caballerías y uno de labor con 16 esclavos y un mayordomo, eran los que poseían 30 Un estudio detallado de esas transformaciones en el entorno próximo habanero en HERNÁNDEZ GONZÁLEZ, M.: Comercio y emigración en el siglo XVIII, Tenerife, 2006b. 31 MARRERO, L., op. cit., tomo I, p. 221. 32 A.H.N., Consejos, Leg. 21042.

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mayor cantidad. No existía ninguna plantación, ni tampoco cafetales33. Arrendatarios humildes procedentes de las áreas tabaqueras circunvecinas fueron atraídos por su fertilidad, su carácter virgen y sus reducidos cánones. Sus precarias rentas y capitales no les permitían adquirir esclavos o a lo sumo uno. Los Cárdenas eran una significativa familia de la sacarocracia. Agustín de Cárdenas Vélez de Guevara, regidor fue nombrado el 3 de octubre de 1766 Marqués de Cárdenas de Montehermoso. Enlazado con Bárbara Beltrán de Santa Cruz, hija de otro regidor y alcalde, su descendencia ejemplifica su endogamia. Su hijo Gabriel culminaría el proceso señorial promovido por su madre desde 1784, con la concesión en 1794 del cargo de justicia mayor y la facultad de nombrar un alcalde y ocho regidores34. Ante la aprobación del señorío por De Las Casas en 1794, Santiago de las Vegas decide convocar cabildo abierto el 28 de mazo de 1795. En él se opone al proceso al establecer jueces pedáneos que con el título de capitanes de parte contravienen la justicia de la villa. Gracias a ellos el Marqués de Cárdenas, «a espaldas de esta villa y sin la más remota noticia», formó un expediente en el que insinuó a su Majestad sus méritos en la fundación. Estos son «absolutamente ningunos, pues no tiene en él hacienda ni posesión que sea bastante para la erección y fundación nada menos que de una villa». El teldense José Cabrera declaró el 10 de abril de 1795 que el Marqués solo había dado a censo de ocho pesos anuales en un solar sin escritura y sin satisfacer la alcabala. Sus tierras se limitaban a 37 o 38 caballerías a tributo reducidas en su mayoría a un potrerito para

Ídem. SANTA CRUZ Y MALLEN, F. X.: Historia de familias cubanas, tomo I, La Habana, 1940, pp.62-64. 33 34

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cebar ganado. Las restantes las tiene arrendadas, por lo que sus poseedores son dueños de sus mejoras. No tenía «tierras suficientes para ejidos y pastos comunes como se requiere» y no ha dejado las 24 varas de los márgenes del río para el público. El 15 de junio de 1795 el cabildo de Santiago de las Vegas dirige al Rey un contundente informe. Hace constar que de esa villa marcharon sus pobladores para avecindarse: «nadie había estimado la ribera del río San Antonio antes que ellos». Por el contrario el Marqués se la atribuye «con el motivo de considerar lejos el soberano y que sus fuerzas pecuniarias son más pujantes». Pese a ello, levantaremos el grito y desde esta sala capitular así juntos en ayuntamiento, representando la misma persona real, tendremos el alivio de decirle a nuestro soberano señor: Nosotros somos labradores que con el sudor de nuestra frente adquirimos el sustento necesario, pero si unos hombres vasallos acreedores a tus mercedes y por nuestro amor y lealtad de su Real Servicio, merecedores de tu protección y amparo, nosotros legalmente descubrimos este terreno de Santiago para formar esta población, la que, hecha, pensamos en otra donde dicen el territorio del Wajay. Esta jurisdicción ya la vemos hoy con una exquisita iglesia, teniente de cura, tabernáculo y buen vecindario. El Marqués alquiló a censo como solares sus caballerías a precios excesivos «con tanta tiranía que los confinantes con el río tocan su medida con la propia agua». Alegan que su carácter realengo por formar parte del hato de Ariguanabo, licenciado por el cabildo de esta capital con solo el objeto de criar ganado, porque en el caso de haber inutilizado 38

para este efecto. Debía de volver a nuestro Real Patrimonio o obtenido Real Confirmación y no repartir el todo del hato sin este requisito y quedar poderosos los dueños de este. Es bien preciso: «el cuantioso número de tierras que en estos contornos se tienen usurpados a vuestro Real Patrimonio, cuyo valor asciende a muchos millones». Su lealtad le ha hecho adquirir «tantos enemigos que son sus envidiosos declarados». Mientras que con sus esfuerzos ha arrebatado del suelo el fruto de sus fatigas, «la fortuna de un poderoso que sin más título que el de serlo, trató de apropiarse lo que no es suyo». Denuncian la complicidad del capitán general. Acuden al Rey «para oponerse a los bastos proyectos de un poderoso» que no tiene las cualidades de poblador. Quiere arrogarse el servicio de una población que ha nacido y se formó a costa de los sudores y fatigas de aquellos leales vasallos y de que tal vez no se había acordado sino por la cualidad de haber pasado algunos años aquel lugar a tomar baños en compañía del Gobernador y otros sujetos que le habían auxiliado para su intento. El Consejo de Indias el 14 de marzo de 1796 acepta su recurso. El 13 de marzo de 1804 prorroga el término de prueba por nueve meses. Pero se alargará hasta la invasión francesa, con lo que el Marqués se pudo considerar victorioso, a pesar de no evacuarse una sentencia definitiva. A resultas de los requerimientos del Consejo de 16 de marzo de 1804, el hacendado abrió un interrogatorio. En él se atribuyó a sí mismo la culminación de su iglesia. En 1797 ya tenía finalizada la carnicería e iniciada la cárcel pública y la casa capitular. Había señalado una 39

caballería, un cuarto y 10 cordeles para ejidos y dehesas, pagando anualmente 72 duros a un maestro de primeras letras. El crecimiento de San Antonio gracias al café fue vertiginoso. Nuevos inmigrantes, entre ellos franceses huidos de Haití, y, sobre todo, un elevado porcentaje de esclavos, demuestran ese radical cambio. En la matrícula de 1801 alcanzó los 6130 habitantes. De ellos 2652 (el 43%) eran blancos, 257 morenos libres (el 4%), 328 negros libres (el 5%) y 2903 esclavos (el 47%), de los cuales solo nueve eran morenos35. Similar pugna se dio en Guanabacoa. En su extensa jurisdicción parroquial la constitución de plantaciones y de ingenios azucareros desarrollada por la oligarquía habanera se remonta al siglo XVII, pero se multiplica de forma significativa en el XVIII. La visita pastoral del obispo Morell de Santa Cruz en 1753 es un testimonio fehaciente de la convivencia de tales haciendas frente a los cultivos de tabaco y de autoconsumo y los hatos ganaderos. De ella se desprende la existencia de 24 ingenios, una hacienda de ganado menor y 355 estancias y vegas36. Sus vecinos, con un cabildo erigido desde 1558, batallaron por contar con jurisdicción propia, porque dependían por entero de La Habana. Pero fue una batalla baldía. En la Real Cédula de 5 de diciembre de 1752, por la que la alcanzaron la jurisdicción sobre su territorio, increíblemente quedaron exceptuadas las haciendas de los vecinos de La Habana, que seguirían dependiendo de la capitalina. De esa forma quedaba «la villa como más pobre y objeto de ninguna recomendación 35 A.H.N., Consejos, Leg. 21.042. Un estudio detallado del proceso en HERNÁNDEZ GONZÁLEZ, M. «La plantación frente al pequeño cultivo en Cuba: la contienda por la jurisdicción de San Antonio de los Baños entre el Marqués de Cárdenas y los inmigrantes canarios (1779-1809)», en XIII Coloquio de historia canario americana, vol I, Las Palmas, 2000a, pp. 2683-2693. 36 MORELL DE SANTA CRUZ, P.A.: La visita eclesiástica, selección e introducción de César García del Pino, La Habana, 1985, p.40.

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para los poderosos de La Habana y justicias de ellas», por lo que se ve obligada a consumir sus fondos en los recursos, de los que sale «sin ningún fruto y más acobardada para defender lo que hoy tiene». La opresión a los arrendatarios, todos ellos vecinos de la villa, era tal que «consiguen un fuero tan rigurosos como si fueran gente de guerra». Con otra clase de vecinos o con forasteros, «gentes de mal vivir», sucedía que, al estar enterados de las exenciones de jurisdicción en tales haciendas, se refugian en ellas, como si fuera en sagrado. El objetivo de los hacendados no era otro que «la de poder vejar y atropellar con su superioridad y poderío». El fiscal del Consejo de Indias estimaba que eran «tan verosímiles lo perjuicios e inconvenientes que se representan que no necesitan de más prueba que su alegación» por refugiarse los malhechores en tales haciendas por su interpolación en todo su término. Por ello expone su punto de vista favorable a concederle la jurisdicción sin limitación. Pero todo fue en vano, el Consejo, sin embargo, el 17 de junio de 1758, solicitó informe al capitán general en el que se oyese al cabildo habanero, lo que alargó sine die el conflicto. La invasión de la Habana en 1763, en la que una vez más fue capital en su defensa y expulsión de los británicos la actitud de sus hijos, contribuyó a convertirlo en indefinido. De ella saldría reforzado el poder omnímodo de los capitanes generales. Las largas manos de la oligarquía habanera se vieron reforzadas. Su total identificación con tales baluartes y el refrendo de su política por la Corona llegarían a su cenit en ese periodo. El estímulo decidido de la Monarquía de la trata y la economía de plantación dio la victoria a los intereses de la oligarquía habanera, abocando de hecho a la derrota a los capitulares de Guanabacoa. Pero la resistencia en este largo pleito nos muestra, una vez más que la opción por la plantación azucarera y la hegemonía de la sacarocracia fue contestada por otros sectores 41

sociales, como ejemplifica la posición defendida por los munícipes de la Villa de la Asunción37. Los canarios son puestos en cuestión en el entorno capitalino por parte de sus elites. Se originó de esa forma una polémica sobre sus actividades como vendedores ambulantes y malojeros en 1811. Unas críticas que los convierten en sinónimos de todo aquello que la opulenta sacarocracia y la burguesía comercial enriquecidas con el tráfico negrero quieren alejar hacia áreas marginales. Un anónimo refiere en ese año que en la capital «apenas no hay más de mil canarios a lo sumo, incluyendo los empleados, tropa, milicianos, urbanos, ancianos, valetudinarios, casados y solteros. Los demás que aquí llegan moran en los campos». Reafirma que la «mitad de la población blanca de esta ciudad y toda la de los campos es de origen canario»38.

La emigración ante la consolidación de las repúblicas hispanoamericanas Las Canarias conocen desde 1814 una etapa de profunda depresión económica que originará una emigración masiva a tierras americanas. La situación llega a tal gravedad que un comerciante diría en 1831 en una carta remitida a La Habana: Los negocios de estas islas han ido de mal en peor por muchos años, de manera que no hay paraje en donde uno pueda mandar sus frutos para sacar su principal y costos y nos hallamos en un estado de miseria que jamás se ha visto. El metálico ha marchado para España y en el 37 HERNÁNDEZ GONZÁLEZ, M.: «La pugna por la jurisdicción de Guanabacoa entre su cabildo y el de La Habana en el siglo XVIII», en Tiempos de América, Nº 7, pp. 3-9, Castellón, 2000b. 38 El Canario. Canto 2º, La Habana, 1811, p. 15.

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día para conseguir cambio de una onza de oro piden un tostón y la entrada es tan poca que luego nos veremos reducidos a negocios de cambalachar géneros por frutos y vamos pasando como Dios quiera39. Las repúblicas de Venezuela y Uruguay tratan de estimular la emigración canaria con una finalidad agrícola a pesar de la prohibición de La Corona. El grueso de los que marchan en esta época se corresponde con la década de los 4040. Los traslados a Cuba y Puerto Rico en relación con los venezolanos estuvieron ligados a las leyes de la oferta y la demanda de la fuerza de trabajo, a la situación sociopolítica en las nuevas repúblicas y a los intereses de importadores y beneficiarios mercantiles de ambos lados del Atlántico. Se generaliza la contrata como forma de enganche de las familias jornaleras, que debían de pagar el pasaje en Cuba, extrayéndolo de su salario. En 1835 el segundo tratado para la supresión del tráfico africano devolvió al primer plano, entre las clases dominantes criollas, la adormilada cuestión de la colonización blanca. Esta se enfocará hacia las áreas marginales de la economía de plantación como Vuelta Abajo y Vuelta Arriba que se convertirán en prioritarias para la migración canaria especialmente por su dedicación al cultivo del tabaco, que se expandirá en esos años a partir de un hecho trascendental, la abolición de su Factoría en 1817. El censo de 1846 refleja no solo el aumento de la producción tabacalera, que triplicó con exceso el total de 1847, A.T.H. Carta de José Cullen a Agustín Gutiérrez en La Habana. 22 de enero de 1831. Véase al respecto, RODRÍGUEZ CAMPOS, M.: La libranza del sudor. El drama de la inmigración canaria en Venezuela entre 1830 y 1859, Caracas, 1989. Para una visión general, PAZ SÁNCHEZ, M. y HERNÁNDEZ GONZÁLEZ, M., op. cit. y MACÍAS HERNÁNDEZ, M.: La migración canaria, 1500-1980, Colombres, 1992. HERNÁNDEZ GARCÍA, J.: La emigración canario-americana en la segunda mitad del Siglo XIX, Las Palmas, 1981. 39 40

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sino las cuantiosas cifras de producción originadas en los pequeños fundos al margen de las vegas. Áreas como Camagüey, donde se llevó a cabo una colonia canaria en Ciego de Ávila con 50 familias o se impulsó la emigración de un amplio número como Nuevitas, o Holguín-Gibara, que se convertirá en una de las mayores regiones tabaqueras de la isla, llevarán el sello de la migración canaria como un definidor de su elevada proporción de campesinos blancos y del escaso peso en ellas de la esclavitud. El giro económico hacia el azúcar como producción dominante rechazaba al colono independiente y demandaba jornaleros al nivel de los esclavos. El poder colonial obstaculizó ese vuelco ansiado por los sectores más avanzados de las clases dominantes cubanas. Los informes reservados de los capitanes generales coincidían en su rechazo a la colonización blanca. Veían en el predominio numérico de la esclavitud un freno a las tendencias independentistas. Como refleja Valdés, la norma correcta sería, pues, «guardar el equilibrio en la población negra y de color respecto a la blanca, procurando el aumento y conservación de la negra por todos los medios que estén al alcance del gobierno». Leopoldo O’Donnell, tras la conspiración de la Escalera en 1844, formuló la teoría del equilibrio racial. Prefería braceros y proletarios capaces de insertarse en la economía azucarera, pero reducidos a la mínima expresión. Una política que continuó su sucesor, el Conde de Alcoy, que impulsó la de chinos y yucatecos como «remedios» frente al «problema» de los trabajadores blancos en la agricultura41. La región de Camagüey ejemplifica palpablemente en esos años los cambios experimentados en la migración canaria. Por una parte, en Nuevitas se establece una amplia colonia de 41

PAZ SÁNCHEZ, M. y HERNÁNDEZ GONZÁLEZ, M., op. cit., p. 58. 44

canarios en la década de los 40. Participa activamente en este negocio la burguesía comercial isleña. Un ejemplo de todo ello es el Judío Errante, propiedad del comerciante catalán afincado en Santa Cruz de Tenerife Agustín Guimerá, que se embarca para ese puerto en 1848. Un proceso judicial demuestra fehacientemente sus vías de captación. Los navieros dan carta abierta a su piloto y enganchador para que falsifique las comendaticias a través de un carbonero majorero afincado en el barrio rural lagunero de las Carboneras que, a cambio de unos pocos pesos, las firma como alcalde de Taganana, una pequeña localidad próxima. En estas falsas comendaticias se incluyen no solo los vecinos, sino los prófugos de otras áreas e islas. Todo se descubre cuando el padre de uno de ellos se presenta en el buque en el momento del embarque al enterarse de que se hijo se evadía sin su permiso. Descubierto y encarcelado el piloto, muestra la carta de los Guimerá en que le autoriza a incluir en las falsas comendaticias a los prófugos. Sin embargo, pese a esos avales, reafirmados por la autoridad judicial, el único que paga el plato es el carbonero con varios meses de cárcel. Los navieros, autores intelectuales, solo son multados con 20 duros. Demuestra la impunidad con que se actúa en la falsificación de las licencias42. Tales consecuencias tuvo que el capitán general de Cuba prohibió el arribo de colonos a otros puertos que no fueran los de La Habana a consecuencia de haberse introducido un crecido número de colonos en el puerto de Nuevitas, donde explotándose la poca experiencia e ignorancia de la mayor parte de aquellos infelices eran castigados inhumanamente, traspasadas sus contratas a cambio de efectos o 42

A.H.P.T., DJLL, Leg. 2350. 45

animales y por último abandonados a sus propios recursos por lo reducido de aquella población43. La propiedad latifundista ganadera se constituyó en un obstáculo para los planes colonizadores. Otro ejemplo en la región de Camagüey lo constituyen las iniciativas de Gaspar Bethencourt Cisneros y las de otros miembros de sus clases dominantes de introducir jornaleros canarios en sus haciendas. El Lugareño la estimó exitosa como sustitutos de los esclavos, pues trabajan más y mejor que mis excelentes negros, y cuenta que mis negros trabajan voluntariosamente. No doy otra prueba que el trato que tienen, el cual es el mismo que los guanches, mismas horas, mismos trabajos, mismos alimentos, etc. etc.44 . Bien expresivo de ese cambio cualitativo a mediados del siglo XIX es la distribución espacial de la migración canaria en Cuba, como evidencia el censo de 1859. Llama la atención en primer lugar la elevada concentración de mujeres canarias en algunas ciudades de la isla, como La Habana o Cárdenas, que en algunos distritos llegan a doblar a los hombres, lo que se explica por su ocupación en el servicio doméstico. Será este uno de los rasgos definitorios de los canarios frente a los peninsulares. Mientras que en estos últimos prácticamente no emigran mujeres, en los canarios su proporción es considerable. En los censos de 1846,1859 y 1862 la relación de masculinidad varía en los canarios entre los 250 y 160 hombres por cada cien mujeres, que contrasta con los 43 44

A.H.N., Ultramar, Leg. 4642. Ibídem, p. 64. 46

1405,5 por cada cien de la media peninsular. En segundo lugar su índice de urbanización de solo el 44,2 entre los canarios varones, que es incluso mayor si tenemos en cuenta que una parte de los que viven en los centros urbanos lo hacen en áreas suburbanas marginales. Otro rasgo característico de esta época es el lento pero significativo crecimiento de la migración peninsular, con la aparición por primera vez en el censo de 1859 de un porcentaje significativo de gallegos que llega al 10,2%, similar al de catalanes y asturianos. En este censo los canarios representan el 46,6% del total45. Dentro de las áreas rurales resulta significativo su establecimiento en las áreas marginales de la economía de plantación azucarera, lo que nos habla de constantes trasvases de los sitieros por la presión de la gran plantación, como se puede apreciar en Matanzas, Jaruco, Guanabacoa y Güines. Como testimonio fehaciente de ello es su concentración en Matanzas en Cabezas, Corral Nuevo de Macuríes (actual Pedro Bethencourt), Guacamaro y Sabanilla. Otro rasgo de este proceso es que todavía, a diferencia de lo que será su colonización en el último tercio del XIX y en el XX su papel es todavía reducido en las áreas tabaqueras de Vuelta Arriba en las Villas, pero se están dando las primeras roturaciones. En Oriente, su impacto y hegemonía es abrumador en las áreas rurales de Camagüey, Holguín y Nuevitas, donde superan el 80% de los españoles, llegando en numerosas ocasiones a superar el 95%, lo que expresa su estrecha vinculación con el llamado «Oriente blanco»46. En definitiva un proceso de readaptación y continuidad de las cadenas migratorias canarias en la Cuba de la primera mitad del siglo XIX. MALUQUER DE MOTES, J. Op. Ci t. pp. 68, 70-71 y 84. Un estudio detallado del censo de 1859 véase en ALVARGONZÁLEZ, R. y MORALES, G.: «Los canarios en la Cuba de 1860», en X Coloquio de Historia canarioamericana, Las Palmas, 1994, pp. 715-758. 45 46

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Los canarios y el mestizaje cultural antillano

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Rasgos socioculturales de la cultura popular isleña. La hechicería canaria Francisco Fajardo Spínola en su estudio sobre la hechicería canaria en la Edad Moderna reconoce el aporte mayoritario de las influencias castellana y portuguesa en su génesis. Sin embargo, destaca también el aporte de los moriscos, decisivos en Lanzarote y Fuerteventura. Tales aportes se irían mezclando con las de origen europeo, contribuyendo a la formación del pensamiento mágico canario. Lo mismo cabe indicar de los negros y mulatos, procesados por la Inquisición en un número relativamente elevado. Sin embargo, piensa que no realizaron una aportación duradera a la hechicería insular. No obstante, reconoce referencias subsaharianas y la posibilidad de realizaran actos que no trascendieron. Había constancia de ritos funerarios negros, como de los convites en los que tañían y bailaban cuando alguno de ellos moría, incluso al año de su fallecimiento47. La disminución de la importación de esclavos contribuyó a su mestizaje. Estos grupos se integraron dentro de la sociedad canaria y aportaron algunas singularidades a sus creencias y hábitos 47 FAJARDO SPÍNOLA, F.: Hechicería y brujería en Canarias en la Edad Moderna, Las Palmas, 1991, pp. 189-210..

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festivos. Sin embargo, es compleja, pero de considerable interés, su contribución a la cultura popular canaria. En las festividades isleñas la incorporación de bailadores y tocadores negros es una constante incluso en las procesiones de más boato, inclusive las del Corpus, en las que sus danzarines eran mulatos. Se pueden encontrar influencias de diferente signo como la música aborigen del tajaraste, la raíz inequívocamente castellana de la danza o la influencia negra indiscutible porque sus tocadores y bailadores eran de ese origen. Lo que no cabe duda es que las diferentes culturas de la llamada África subsahariana reforzaran el profundo mestizaje que ha conformado históricamente la cultura popular isleña. Tal arraigo tuvieron dentro de los bailes que incluso en pleno siglo XVIII comerciantes irlandeses llegaron a importar bailarines o tocadores esclavos con esa finalidad. En 1713 Bernardo Valois solicita al tratante portugués Luis de Vasconcelos «en nombre de un caballero de mi cariño si le podrá conseguir en esta isla dos negros esclavos que sepan tocar trompeta de edad de 20 a 25 años [...]. si no los hay allí si en breve tiempo pueden venir de las islas de Cabo Verde»48. Todo el conjunto de esas influencias explica las diferentes expresiones de bailes que aparecen desde el siglo XVI. La investigación de Rodríguez Mesa y Alloza Moreno sobre las fiestas de la Cofradía de la Misericordia orotavense recoge que desde 1574 los negros son los que tañen y efectúan danzas de esparteros, de ángeles, de espadas y de arcos. Entre sus instrumentos castañuelas o castañetas, panderos, tambores, tamboriles y cascabeles, en general tocados por ellos. Tenían fama de ser buenos ejecutores, por lo que eran llamados insistentemente año 48 A.H.P.T., Archivo Zárate Cólogan, Leg. 109. Libro borrrador de cartas de Bernardo Valois Geraldín, Carta desde el Puerto de la Cruz de 7 de noviembre de 1713.

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tras año. Incluso aparecen en 1596 como llamativas las de gitanos con el volteador. Sus vestuarios eran ocho bonetes coloreados de los danzadores o las martingalas coloradas de frisa del espartero49. Las descripciones de las danzas del Corpus lagunero del siglo XVIII siguen mostrando su presencia. En enero de 1775 se solemnizan con una «de muchachos que llaman machines, con ropajes de damasco azul y encarnado, aunque antes había danza era diversa y por estar los vestidos indecentes y los que se los ponían eran otros variaron de sujetos y de vestidos»50. Lope de la Guerra expone que «ya hacía algunos años que no los había porque las personas que se vestían eran gentes indignas y ha costado trabajo hallar muchachos decentes para una danza que se dedica a tan alto objeto como el obsequio de S.M. sacramentado»51. Al ser realizada generalmente por mulatos, originaba prejuicios socioraciales. El Cabildo lagunero, como portavoz de la elite insular, resume como nadie las contradicciones de ese grupo rector. El 22 de abril de 1729 asiente de forma unánime que se celebren con la mayor solemnidad y ordena a los diputados específicos que «no permitan se use de los vestidos que se hiciesen destinados para esta función». Acabada esta «se pongan en un cajón y se recoja la llave por el escribano de cabildo»52. Sin embargo en 1765, como muestra de la penetración de las ideas ilustradas, la disidencia comienza a 49 ALLOZA MORENO, M. y RODRÍGUEZ MESA, M.: Misericordia de la Veracruz en el beneficio de Taoro desde el siglo XVI, La Orotava, 1984, pp.237-238. HERNÁNDEZ GONZÁLEZ, M.: El Corpus Christi de La Laguna a través de la historia, Tenerife, 2006c, pp.13-66. 50 PÉREZ SÁNCHEZ, J.: Cuaderno de diversos apuntes curiosos, manuscrito, Fondo Rodríguez Moure, A.R.S.E.A.P.T. 51 GUERRA Y PEÑA, L. A.: Memorias. Tenerife en la segunda mitad del siglo XVIII, tomo III, Las Palmas, 1951-1959, p. 87. 52 A.M.L.L., libro 22, Oficio 2ª.

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penetrar. Pero su sentir no es mayoritario, porque es rechazado por el voto contrario de cuatro regidores que desean que «se ejecute la danza según y como hasta aquí se ha practicado». En la sesión de 4 de junio de 1765 propone el síndico personero la prohibición «de la danza de bailarines, haciendo aplicación de su costo a que se ponga de manifiesto la Majestad Sacramentada desde vísperas hasta acabadas los laudes y el día desde las 7 de la mañana hasta ponerse el sol». Lope de la Guerra le parece bien por cuanto «las personas que se dedican a la danza son comúnmente carniceros y otros semejantes y que siempre que haya personas decentes para ella le parece muy decente que la haya». Su hermano, el Marqués de la Villa de San Andrés, considera no concebir como culto la danza «delante del Santísimo de un racimo de baladrones que bailan mal»53 . En la hechicería canaria, el papel de la mujer es abrumadoramente mayoritario, muy superior al de otras regiones. Es una función y un medio de subsistencia reservado a las féminas de las clases populares54. Al ser la canaria una emigración familiar, su influencia será decisiva en el medio campesino cubano y explica el papel relevante que las mujeres como transmisoras de la cultura popular han desempeñado en ese medio. Su influencia e interrelación dentro de las comunidades rurales ha sido decisiva. De esa forma, ha favorecido el mestizaje cultural en ese medio por su preponderancia dentro de sus prácticas mágicas, a diferencia de otros grupos étnicos en los que el varón desempeña esa labor.

53 54

A.M.L.L., libro 25, Oficio 2º. FAJARDO SPÍNOLA, F., op. cit., pp. 333-335. 54

La penetración de los hábitos socioculturales del campesinado isleño en la población negra de Cuba La importancia demográfica revestida por la emigración canaria en Cuba es algo que hoy está por encima de toda duda. En un proceso histórico que arranca desde el siglo XVI y que adquiere su momento culminante en los siglos XVII y XVIII, la continua emigración isleña marca de manera decisiva la conformación del campesinado blanco cubano. Como señala el historiador cubano Levi Marrero, «Cuba está alimentada –en este periodo histórico– en casi la totalidad con pobladores canarios, llamados autonomásicamente isleños en Cuba desde el siglo XVII». Refrenda el citado investigador que es tan palpable la influencia de la mentalidad del campesino isleño en la formación del mítico guajiro que se puede decir que «la vocación del inmigrante canario por el cultivo de la tierra llevó desde temprano a identificar al isleño con el campesino criollo», al punto de que «las costumbres, el habla y los hábitos del guajiro cubano evidencian un denso sedimento canario»55. Esa conformación se consolida en el siglo XVIII, centuria en la que se puede decir que aparece caracterizado por sus rasgos generales este campesinado blanco, que adquirió su auge económico con el desarrollo del cultivo del tabaco. Ese predominio del campesinado blanco, en especial en las regiones de Vuelta Abajo, proximidades de La Habana, Matanzas, Pinar del Río, Camagüey, Holguín y las Villas, y en menor medida en otras regiones del país, posibilitó la consecución, personificada en el isleño, de una unidad cultural que caracterizó a la clase campesina de 55

MARRERO, L., op. cit., t. VI, p. 1; t. IX, p. 166. 55

Cuba e integró para sí los demás elementos culturales no canarios, debido al grado de concentración poblacional, la condición de hombre libre y la conservación de una base económica estable, debida a la cohesión familiar y comunitaria. De esta forma, la integración interétnica estuvo acompañada en las áreas rurales de Cuba de una específica integración por parte de componentes étnicos europeos y africanos que junto con los canarios participaron en el poblamiento rural. En razón de estos factores es indudable que tanto desde el punto de vista cuantitativo como cualitativo la cultura antecedente de la formación del campesinado cubano es esencialmente de origen canario56. Mas, si en el siglo XVIII asistimos a un proceso de consolidación de la cultura campesina cubana, con el principal soporte la inmigración isleña, que se puede apreciar tanto en la estrecha identificación entre los vegueros y los isleños, como en otros factores de índole cultural como la lengua o el folklore, ese proceso reviste las mismas características en el siglo XIX aunque ciertamente en menor medida desde el punto de vista demográfico. Sin embargo, podemos constatar que, según los datos censuales de Cuba de los años 1846 y 1862, el aporte proporcional de la población isleña es ampliamente superior al peninsular. Los canarios se mantienen por encima de los 2/5 del total de los emigrantes españoles hacia Cuba57 La distribución de la población isleña no es similar en todas las regiones de Cuba, por lo que su influencia sociocultural no es igual en todas ellas. Se puede apreciar con claridad que durante el siglo XIX las áreas rurales de La Habana y Matanzas

56 GUANCHE, J: «Aportes canarios a la cultura campesina cubana», en Revista de la Biblioteca Nacional José Martí, 3ª serie, Nº 26, La Habana, 1985, p. 51. 57 MARRERO, L., op. cit., t. IX, p. 165.

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recibieron el grueso del contingente isleño. Las Villas y la tradicional zona de migración isleña, Vuelta Abajo, tienen una importancia menor, para ser más reducida en Puerto Príncipe y Oriente. Uno de los rasgos cualitativamente importantes de esta emigración que puede ser una de las claves que contribuye a explicar su mayor arraigo y asimilación, como señala el profesor Julio Hernández58, es el alto porcentaje de emigración femenina isleña (27,44% del total frente a solo un 10,2% en la peninsular). La notable abundancia de mujeres canarias puede explicar esa considerable influencia e integración sociocultural sobre la población negra, como tendremos ocasión de ver más adelante. Dos factores intervienen de forma relevante para explicar la influencia del isleño en el proceso de formación del campesinado blanco cubano. Por una parte, su independencia económica, su búsqueda permanente de un cierto bienestar a través del cultivo de pequeñas parcelas residuales –el veguero tiene su desarrollo en las zonas del país que cuentan con predominio isleño con estas características–, o mediante su trabajo como pequeño comerciante en una labor desestimada socialmente y con no poca carga peyorativa (pulpero, tabernero, billetero, baratijero, lechero...), trabajos en cierto sentido marginales que en el caso femenino cuentan también con la prostitución de numerosas isleñas. Ese espíritu de libre iniciativa, que tanto molestó a las elites dominantes insulares y que explica determinados condicionantes socioétnicos de los que se reviste la consideración del canario en la Cuba de los siglos XVIII y XIX, se convierte en un poderoso transmisor de sus rasgos culturales y de comunicación interétnica, de particular influencia en sus habituales 58

HERNÁNDEZ GARCÍA, J., op. cit., p. 166. 57

compradores, los esclavos y jornaleros negros que trabajan en los ingenios azucareros59. La mayoría de los baratilleros y los billeteros eran originarios de Canarias, tal y como señala Miguel Barnet. Calcagno en su Romualdo de forma paternalista comenta que «eran muy favorecidos por los negros: esos corazones de niños son muy felices con la posesión de una chuchería cualquiera, sobre todo si es de metal reluciente»60. Las relaciones interétnicas sirven de nexo de comunicación sociocultural en estas profesiones. Los billeteros, en opinión del citado investigador cubano, convirtieron a La Habana del siglo XIX en un garito. La afición reinante en Cuba hacia los juegos de azar y la lotería, que difundieron con profusión los emigrantes isleños en Canarias motivados por la posibilidad de riqueza fácil, que se convierte en un mito que caracteriza a Cuba como una tierra prometida, es tan notoria que se proyecta sobre la influencia social de los billeteros. De ellos diría el costumbrista C. G. Valdés que «bien mirados parecen una horda de gitanos en el seno de un pueblo culto»61. El billetero nunca falta en los barracones de los esclavos negros. Estos compraban billetes con el dinero que recaudaban del producto de sus conucos o pequeños cultivos en los que sembraban yuca y criaban cerdos. No solo tenía acceso al barracón, sino que «era la única persona que podía abrir las puertas de cualquier casa y entrar hasta el patio sin ser requerido». Con esa forma tan directa de contacto y esa familiaridad, el billetero 59 HERNÁNDEZ GONZÁLEZ, M.: «El mito del indiano y su influencia sobre la sociedad canaria del siglo XVIII», en Tebeto, Nº 4, Puerto del Rosario, 1992a. 60 BARNET, M.: «El baratillero ambulante», en Revista de la Biblioteca Nacional José Martí, 3ª serie, Nº 5, La Habana, 1963, pp. 29-30. 61 BARNET, M.: «El billetero en el siglo XIX», en Revista de la Biblioteca Nacional José Martí 3ª serie, Nº 6, La Habana, 1964, p. 19.

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se convierte en un centro difusor de ideas y concepciones de la vida, un agente eficaz del chisme y la alcahuetería62. Otro típico personaje de procedencia mayoritariamente isleña era el lechero. Cecilia, la protagonista de la pieza más importante de la novelística cubana del siglo XIX, Cecilia Valdés o la loma del Ángel de Cirilo Villaverde, se encontró con el lechero, «isleño de Canarias, que en el traje usual de los campesinos, con una botija debajo del brazo y un jarrito de lata en la mano, la saludó en el tono peculiar de su país». Como recoge Villaverde, «el hombre de la leche iba a publicar su falta por todas partes aquella misma mañana»63. El arquetipo del isleño como difusor y nexo común de noticias a través de su divulgación chismosa es una caracterización sociológica que se difunde entre los cubanos explicitando el papel desarrollado dentro de la sociedad por los canarios y su estereotipo. El segundo rasgo que se forja en la imagen y en la realidad cotidiana de Cuba acerca del canario es su carácter mayoritariamente rural. El emigrante isleño es de procedencia rural, vive de las labores del campo en su tierra natal y en un alto porcentaje en Cuba continúa siendo un labrador. En un 90% analfabeto y de baja procedencia social, el peso de su cultura será oral. Primero como campesino independiente, que trabaja en pequeñas parcelas, se convierte en el guajiro que describe Esteban Montejo a través de diferentes generaciones que ininterrumpidamente se suceden desde el siglo XVII: «iban a negociar tasajo por la leche. Vendían a 4 cuartos la botella. Los negros la compraban porque el amo no daba leche. La leche cura las infecciones y limpia. Por eso había que tomarla»64. Sin

Ibídem, pp. 20-21. VILLAVERDE, C.: Cecilia Valdés o la loma del Ángel, Caracas, 1981, p. 186. 64 BARNET, M.: Biografía de un cimarrón, México, 1968, p. 22. 62 63

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embargo, a partir de la segunda década del siglo XIX, y a tono con el miedo a las sublevaciones de los esclavos, sangrante el impacto de la revolución haitiana y sus secuelas, la colonización blanca se intensifica y los individuos de este color comienzan progresivamente a sustituir a los negros en las labores agrícolas derivadas del cultivo de la caña. Una parte considerable de estos trabajadores blancos serán de procedencia canaria. Como subraya Julio Hernández, en apenas 20 años, del 43,5% que suponían los negros en 1841 pasan en 1861 a ser el 26,5% de la población. Represión del tráfico negrero e interés por introducir un trabajador blanco que a la larga se suponía ya más barato que el esclavo. En condiciones inhumanas, mediante contratas, numerosos canarios comenzaron a trabajar en la caña, bien de forma permanente o estacional, en la zafra, entrando en contacto en las duras faenas del campo con esclavos y jornaleros negros, amén de con peones chinos65. Esteban Montejo describía con gran carga expresiva su punto de vista acerca de los canarios. Nos proporciona una visión significativa de lo que para el negro, o por lo menos para una cierta parte de la población de color, representaba su contacto diario con los mismos: «Los isleños no hablaban. Para ellos nada más que existía el trabajo. Eran zoquetes todavía. Como yo no me emparentaba con ellos me cogieron rabia. De los isleños hay que cuidarse porque saben mucho de brujería. A cualquiera le van un planazo»66. Es una interpretación que sintetiza por un lado el carácter de trabajador impertérrito y sufrido del isleño que marcha a Cuba para ganar dinero con rapidez y con idea de regresar a su tierra; y por otro el respeto y temor que los mismos imponen 65 66

HERNÁNDEZ GARCÍA, J., op. cit., p. 397. BARNET, M., 1968, op. cit., p. 64. 60

sobre la comunidad negra por el supuesto poder brujeril que parecen tener. Esa convivencia cultural con sus conflictos y conexiones en todos los umbrales del trabajo campesino y de la vida contribuye a forjar un intercambio cultural y sociológico en el que ambas comunidades se influyen y trasmiten ideas y concepciones culturales y psicológicas mutuamente.

Algunas plasmaciones de la influencia cultural isleña en la población negra Dentro de las expresiones en las que se puede apreciar esa influencia sociocultural, uno de sus aspectos más relevantes es la brujería, como una de las preocupaciones esenciales del hombre en su lucha por la supervivencia física en este mundo y en el más allá. Como manifiesta la etnógrafa cubana Lydia Cabrera, «muy temible es también la brujería de los isleños, quienes nos han transmitido gran número de supersticiones y que brujan las isleñas como los brujos de Angola, aunque no chupan sangre»67. Es bastante expresivo de esa transmisión el papel que desempeña la mujer isleña, en un doble aspecto del mito popular que sobre ella circula. Por una parte, la bruja es siempre de procedencia canaria, en la tradición popular cubana, tanto negra como blanca. Samuel Feijoo, estudiando estas creencias, nos explicita que se sostiene que son de la raza de las isleñas y que vuelan. Citando un testimonio, relata que «salían volando de Baracoa y visitaban a sus familiares en las Islas Canarias, y cuando regresaban traían plantas existentes en esas islas»68. Por otra, la añoranza de la tierra siempre está presente 67 CABRERA, L.: El Monte (Igbo-Finda; Ewe Orisha. Vititi Nfinda). Notas sobre las religiones, la magia, las supersticiones y el folklore de los negros criollos y el pueblo de Cuba, Miami, 7º ed., 1992, p. 23. 68 FEIJOO, S.: Mitología cubana, La Habana, 1986, p. 295.

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en el mito tanto en el ánimo de los isleños, como en el resto de la población cubana. Un isleño de 80 años vio a su hermana que iba en una escoba volando. Le dijo que venía de su tierra y le abrazó, se puso a conversar con él y a contarle sobre los avatares de su familia. Más tarde «se escarranchó en su escoba y desde lejos me iba diciendo adiós»69. La familiarización de los cubanos con la procedencia segura de las brujas de las Islas Canarias les lleva a dar por seguro ese origen en toda aquella curandera cuyas prácticas hagan sospechar que fuera bruja, como acontenció con una célebre en Cienfuegos, conocida como Ña Belen o la Vieja de las calabazas70. Esteban Montejo relata como yo vide cómo cogían a una, la atraparon con ajonjoli y mostaza y ella se quedó plantada. Mientras hubiera un granito suyo en el suelo, ellas no se pueden mover. Las brujas para salir dejaban el pellejo. Lo colgaban detrás de la puerta y salían en carne viva. Aquí de acabaron porque la guardia civil las exterminó. No dejó ni rastro de ellas. Todas eran isleñas, cubanas no vide ninguna. Volaban aquí todas las noches de Canarias a La Habana en pocos segundos. Todavía hoy que la gente no es tan miedosa, dejan una luz encendida en las casas donde hay niños chiquititos para que las brujas no se metan. Si no eso será el acabose porque ellas son muy dadas a los niños71. Sorprende esa asociación de las isleñas con las brujas. Dentro de la brujería cubana la figura voladora son los brujos de Angola:

Ibídem, p. 316. Ibídem, pp. 302-304. 71 BARNET, M., 1968, op. cit., p. 126. 69 70

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«Los negros se iban volando, volaban por el cielo y corrían por la tierra. Los congo murundi eran los más que volaban. Desaparecían por medio de la brujería. Hacían lo mismo que las brujas isleñas pero sin ruido»72. Una doble motivación sociocultural aparece en esa identificación de la bruja y la canaria. Por un lado está identificada con el tradicional abandono de la mujer isleña por parte de sus maridos, que la dejan en Canarias y se olvidan por completo de ella. Eso crea un complejo de culpa y una frustración y mala conciencia entre los isleños residentes en Cuba que entablan relaciones con negras o bien se casan por segunda vez, cometiendo el pecado y el delito de la bigamia. El isleño es consciente de su delito por haber abandonado a su mujer y por ello teme por su aparición en la isla como bruja. Vuelan las isleñas –sostenía un cubano– yo se lo puedo jurar. Vuelan montando en escobas y vuelan sobre el mar. Mi abuelo era de Canarias. Vino a Cuba a trabajar la tierra y compró 2 o 3 esclavos y una negra. Y pasó lo de siempre. Que la negra amaneció en el catre del amo y empezó a darle hijos. Esa negra que era conga de Luanda fue mi abuela. El abuelo mío había dejado mujer legítima en Canarias y no se acordó más de ella. Una mañana mi hermanita que tenía 7 años se despertó contando que una mujer que no conocía había entrado en el cuarto y le había dicho que no se olvidara de decirle a su padre que ella había venido. Dice mi madre que aquel hombre se enfermó de miedo. Sobre todo cuando recibió carta de Canarias en que la mujer le contaba que tal noche había estado en casa, que había visto con sus 72

Ibídem, p. 41. 63

propios ojos lo que pasaba y que no había querido hacerle daño a su hija porque era una negrita muy bonita que no tenía culpa de nada. No volvió más. Por supuesto que mi abuela la conga sabía muy bien lo que tendría que hacer por su parte73. Otro relato incidía en un caso similar con la particularidad de que la mujer isleña recurrió a una bruja que le refirió que el isleño estaba enredado con una mulata en Cuba y seguidamente se montó con ella «con ungüento de mágica en el sobaco» y la llevó a la casa de su marido arrojando a la mulata en la cama y acostándose con ella. Al cabo de unos meses el isleño regresó a Canarias y se encontró a su mujer embarazada, y al recelar le hizo la bruja el cuento del viaje «y el isleño bajó la cabeza y cargó otra vez con su mujer»74. La lucha entre pueblos «supersticiosos» se entabla y adquiere significado en este mito. La bruja simboliza el orden legal del exterior violado por el marido en Cuba. Presenta ese doble cariz que sería el segundo rasgo de la bruja isleña en Cuba, positivo, porque la bruja demuestra la mala conciencia del isleño al desentenderse de su mujer, y negativo porque arremete con el resultado de esa unión «nefanda», los niños, que es el objetivo de la acción de las brujas. De ahí que la negra se defienda con su magia contra los ataques de la bruja sobre sus criaturas. Esa simbiosis de elementos culturales está siempre presente en la singularidad de la bruja cubana, que es la resultante directa de esa interacción de elementos criollos y canarios en esa convivencia entre isleños y negras que crea uno de los mitos presentes tanto en América como en Canarias, el de la mulata rica 73 74

CABRERA, L., op. cit., p. 23. FEIJOO, S., op. cit., pp. 319-320. 64

que se casa o mantiene relaciones extramatrimoniales con el isleño, que se enriquece a través de ese supuesto pacto demoníaco que solo puede ser la motivación de esa alianza diabólica. Los negros se valen de la ceniza para atrapar a las brujas. Consideran que la de tabaco es la más eficaz. La oración de la Santa Cruzada, sin embargo, no tiene eficacia y no parece acabar con las brujas. Por eso, en esa doble vertiente de maldad y bondad que parecen personificar las brujas isleñas, increíblemente traban la escoba con ajo, que es siempre un obstáculo tradicional con el que se le hace frente a las brujas. «Trabajada» con ajo, será en Cuba la escoba en que las brujas isleñas cabalgan por los aires75. En Trinidad se ponían ajo debajo del brazo para volar. Iban a las montañas donde se reunían y tenían sus bembes. Volaban por el aire tocando un tamborcito76. El empleo del ajo no se puede entender sin esa dicotomía valorativa del papel de la bruja isleña. De ahí que sea significativo el papel desempeñado por los canarios como introductores del ajo en Cuba, como refleja Lydia Cabrera. Se emplea en la santería negra contra un sinnúmero de enfermedades como un curalotodo: «los canarios nos enseñaron que la ristra de ajo tiene virtud para acabar con todo lo malo». Por eso se purifica mejor el interior de las casas, añadiendo un diente de ajo al sahumerio de incienso, mirra, benjuí, laurel y azúcar prieta. Para que no falte el dinero, se echa la cáscara de ajo en el fuego de las cocinas, siendo el antídoto contra el mal de ojo, llevándolo en la cabeza entre el pelo atravesado por un gancho. E igual se aplica contra las picadas de alacranes, arañas y avispas; deshace las piedras de la vejiga, mejora el reumatismo, la gota, la sífilis y el tratamiento del mal de madre «que es una 75 76

CABRERA, L., op. cit., p. 274. Ibídem, p. 296. 65

pelota que se forma y corre por el estómago y que su tratamiento solo incumbe a las santeras», no pudiendo quedar al margen el empacho77. Otra influencia de interés la vemos en el cardón, que se considera la quinina del pobre cuando padece el paludismo. Su leche ciega y su ceguera se cura lavando los ojos con la pelusa de la raíz de la parte inferior de la tuna hervida78. El ndoki es otro elemento expresivo de este proceso de asimilación interétnica. Existen dos clases: el oriundo de las Islas Canarias que no se mantiene con sangre humana y el africano, como los de la Loma del Cuzco, como la difunta Tona Jorrín que era ndoki, no quiere más que sangre. Ella chupó la sangre de todos los hijos de su vecina, quien al fin tuvo que mudarse para no perder a su última hija. Esta acción brujeril demuestra esos dos parámetros de interpretación del mal, derivados de dos concepciones culturales diferenciadas. Es interesante al respecto la virtud de la ruda frente a los brujos. En la casa donde crece esta planta los ndoki no penetran. Es siempre una precaución tener una mata de ruda en el patio, porque nunca se sabe quien vive a la otra puerta. La ndokería causa muchas desgracias, siendo los niños los más expuestos79. Similares sincretismos los podemos apreciar en la yerba bruja, que sirve tanto para llamar al espíritu de una persona que se halla lejos como para amarrar a las mujeres que son infieles a sus maridos80. En definitiva, la convivencia y el intercambio interétnico entre isleños y negros es un aspecto fundamental para el estudio del proceso de simbiosis que se va conformando en la sociedad cubana del siglo XIX y que contribuye a explicar los rasgos socioculturales de un importante sector de la población cubana. Ibídem, p. 295. Ibídem, p. 370. 79 Ibídem, p. 539. 80 Ibídem, p. 557. 77 78

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La influencia de la cultura popular isleña en el medio rural cubano. La leyenda de Antoñica Izquierdo La influencia de la mujer dentro de la sociedad isleña se traslada a las prácticas mágicas de la sociedad criolla, como se puede apreciar en comunidades como las suroccidentales dominicanas en las que la presencia de haitianos81 es considerable. Sin embargo, en ellas, en la población de cultura hispanodominicana, el liderazgo de la hechicera o curandera en numerosos rituales mágicos es notable82. Como reflejan Guillermo Sierra Torres y Juan Carlos Rosario Molina, llama poderosamente la atención que en la sociedad rural cubana las mujeres isleñas con un dominio de prácticas etnomedicinales y que actuaban como sobadoras, santiguadoras o curanderas, no fueran estimagtizadas como brujas, a diferencia de lo que acontecía con los haitianos. Estimaban que ello quizás residía en la ideología de la maternidad como símbolo de la unidad canaria que dotaba a sus practicantes de un reconocimiento social apreciable dentro del grupo. Por otra parte, la mayor condensación de elementos mágicos en las prácticas del vudú y la santería. Históricamente estas prácticas fueron sancionadas como tribalismo por la Iglesia y por los grupos dominantes. Con frecuencia la función mágica de las santiguadoras canarias para curar el mal de ojo no pasaba de la oración de San Luis Beltrán, la señal

81 Sobre Trujillo Monagas véase TRUJILLO MONAGAS, J.: Los criminales de Cuba, estudio biográfico y crítico de Manuel Hernández González, Tenerife, 2006. 82 VÁSQUEZ, R. E. y FERMIN, M. F.: «Creencias y prácticas religiosas populares y vigentes en El Granado», en Eme Eme, Nº 46, Santo Domingo, 1980, pp. 19-104.

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de la cruz y algunos artefactos mágicos como los azabaches o los ojitos de Santa Lucía83. No obstante, debemos de tener en cuenta el profundo arraigo de tales prácticas mágicas y etnomedicinales dentro de la sociedad cubana, al irse conformándose e integrándose dentro de ella a lo largo de la historia. No eran un hecho nuevo, sino profundamente arraigado en el campo cubano, que en todo caso los nuevos inmigrantes tienden a reforzar84. Aunque es un fenómeno complejo, en el que coexisten elementos de diferentes procedencias, en la sociedad rural cubana su integración y coexistencia en el conjunto de la población blanca y mulata era ya un hecho profundamente arraigado, lo que explica su asimilación por los diversos grupos étnicos y sociales, como veremos en el caso de Antoñica Izquierdo. No era algo exclusivo de «blancos». Estudios como el de Fidelzait y de Pérez de la Riva sobre San José del Sumidero85, con su plasmación de una sociedad mestiza como la dominicana, como antes señalamos, tienden a darnos una imagen más aproximada a la realidad frente a imágenes demasiado estereotipadas de una frontal división entre prácticas mágicas africanas y exclusivas de blancos. Bien diferente sería el impacto del vudú trasladado por migraciones recientes como las haitianas en las primeras décadas del siglo XX, similar a lo acontecido en los bateyes dominicanos de esa centuria con el gagá. La presencia de personas con poderes mágicos, en ocasiones pertenecientes a sociedades espiritistas, fue una realidad 83 SIERRA TORRES, G. y ROSARIO MOLINA, J. C.: Los canarios en Cuba. Juntos, pero no revueltos, Tenerife, 2001, p. 183. 84 RODRÍGUEZ LÓPEZ, P. E. y GARCÍA MOLINA, H. M.: Curanderismo y medicina natural. Rezos, conocimientos, consejos y remedios curiosos de los canarios emigrantes a Cuba, Tenerife, 2003. 85 FIDELZAIT, S. y PÉREZ DE LA RIVA, J.: San José de Sumidero. Demografía social en el campo cubano, La Habana, 1987.

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cotidiana en la sociedad cubana, jugando los canarios un papel fundamental en su difusión en la isla de Cuba. Fue precisamente un canario, José Antonio Pérez Carrión, el director del primer órgano de ese cariz en la Perla de las Antillas. Este periodista originario de Santa Cruz de Tenerife, antes de marchar a la Perla de las Antillas tuvo un activo protagonismo en la prensa santacrucera y en numerosas iniciativas culturales. Este personaje dirigió también el periódico santacrucero La Fe. En él, desde su primer número de 4 de enero de 1857 dio cumplida cuenta de su decidido abolicionismo con la publicación en él de la célebre obra La cabaña del tío Tom, de la novelista norteamericana Enriqueta Beecher Stowe, sin duda la mayor propulsora del movimiento antiesclavista, en la que se denunciaba contundentemente la bajeza moral de la esclavitud. En su prólogo Pérez Carrión afirma que «es el golpe más profundo que se ha dado a esta institución impía, la esclavitud, y este golpe lo ha desarrollado la mano de una mujer [...] Ha descargado el golpe de muerte sobre la cabeza de los tiranos, sobre ese tráfico impío»86. En él ya dedicó varias páginas a la que será su afición esotérica posterior, las sociedades iniciáticas. Introduce textos de algunas de ellas envueltas en la leyenda como los templarios. En la década de los 60 emigró a Cuba, que será ya su residencia definitiva hasta su muerte. Pérez Carrión fue un significado periodista en la escena habanera. En ella irrumpió con vehemencia por su actitud abolicionista, un tema tabú en aquellos años, su militancia abolicionista y su participación en periódicos de ese corte. Pero también fue uno de los impulsores del espiritismo, hasta el punto de dirigir su primer órgano de prensa en la isla, La Ilustración87.

La Fe, Nº 1, Santa Cruz de Tenerife, 4 de enero de 1857. HERNÁNDEZ GONZÁLEZ, M.: «Introducción», en PÉREZ CARRIÓN, J. A., Los canarios en América I, Tenerife, 2006d. 86 87

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Aunque Óscar García Rodríguez subraya que no se puede considerar estrictamente espiritistas a tales prácticas como médiums, su coexistencia e integración dentro de círculos de esa procedencia fue una realidad cotidiana, en la que tales individuos se integraban. En el medio elitista urbano podría darse esa radical división, pero no en el mundo rural88. En la trayectoria vital de Manuel Marrero Flores, conocido como Manuel Roña, esa conjunción se da plenamente. Originario de Arafo, donde nació el 28 de febrero de 1862, emigró, como era usual en esa época, en familia, a comienzos de la década de 1880 cuando el crac de la cochinilla deparó una migración considerable a tierras americanas. Se estableció en Remedios, donde un paisano suyo, Ramiro Manso, les dio trabajo en la finca El Pato en Vueltas, labores que compartió como partidario con otros inmigrantes isleños, los naturales de Breña Alta Vicente y Wenceslao. En 1889 contrajo nupcias con Ana, con la que tuvo nueve hijos. A principios del siglo XX se trasladaron a Los Guayos, donde tuvieron tres vástagos más en la finca Las Damas. Fue iniciado en las prácticas del espiritismo por José Sajornse, quien le dijo que las voces extrañas que oía se debían a que era médium espiritual. Participó en reuniones de ese cariz en la Unión fraternal de Los Guayos. Eran seguidores de la doctrina de Allan Kardec. En 1924 fue elegido su presidente. En Trece Palmas comenzó a destacarse como curandero. Acudían a él para recibir tratamiento de catarros, mal de ojo, enfermedades infecciosas, mentales o venéreas, cáncer, etc. era considerado como una especie de psicólogo analfabeto, al que traían personas enajenadas amarradas, a las que miraba fijamente. Les decía que las soltasen porque se iban a ir tranquilos. Bastaba eso para que quedaran como sedados y se sentasen. Cuando 88

GARCÍA RODRÍGUEZ, O.: Historia del espiritismo en las Islas Canarias, Garafía, 1997. 70

les daban las gracias los sanados, les decía que se las diesen a Dios y no a él. Se hizo célebre por sus predicciones. Falleció el 3 de febrero de 1946 a los 83 años de edad89. Sin embargo, la hechicería y las prácticas mágicas fueron actividades ejercidas en Cuba esencialmente por las mujeres isleñas y sus descendientes, en las que en ocasiones se entremezcla su cariz y consideración como brujas, como acaeció en el relato proporcionado por dos féminas originarias de Mazo, Dolores y Rita Pérez Sánchez y emigradas a Cuba. Fueron a escondidas por la noche a casa de una joven que se decía que era bruja y que tenía un novio en Tenerife y que estaba confeccionando el ajuar de su boda. Al estar probándose el traje de la boda cuando entró su pretendiente, quedó perpleja, como si hubiera visto al diablo por creer a pies juntillas que si la veía vestida con él antes de casarse, era signo de malos presagios. La razón de esa presencia se debía a que partía para Cuba huyendo del servicio militar. Cuando le dio la noticia, ella empezó a llorar afirmando que con ello acababa de saber que nunca contraerían nupcias. Él, sin embargo, se comprometió a llevarla en un plazo de tiempo prudencial y a marchar con un primo de ella. A los tres meses recibió una carta de su primo, en la que le comunicaba que trabajaba como estibador y que se encontraba reuniendo dinero para traerla a ella y a otros familiares. Mas, pasados unos meses, este les manifestó que el novio había cambiado de idea y que en breve se desposaría con una cubana. Las jóvenes relataron que la hechicera se las ingenió para saber cuándo y dónde sería la boda y se apareció en Cuba volando con una escoba y le sustrajo una manga del traje del contrayente. Al poco tiempo, este se presentó en Tenerife con su esposa, apareciéndosele 89 BARROSO REYES, F. A. y MARTÍNEZ GÓMEZ, J. A.: Creencias canarias en Cuba, La Laguna, 2005, pp. 75-84.

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la antigua novia con esa manga, recordándole la promesa efectuada. Al mismo tiempo le amenazó con robarle muchas cosas muy queridas de su propiedad90. Más, sin duda, el fenómeno que de prácticas mágicas originado por mujeres de origen isleño que alcanzó resonancia en toda la Perla de las Antillas y que más conmovió a la sociedad cubana fue la llamada leyenda de Antoñica Izquierdo91. En una región de honda raigambre canaria, en Pinar del Río, subsisten hasta la actualidad personas que se curan por medio de la fe en el agua. Reciben el nombre de acuáticos. Tales prácticas derivaron de la actuación de Antoñica Izquierdo, una campesina de Viñales, hija de inmigrantes canarios, en torno a la que se tejió una nutrida telaraña de leyendas. Fue la sexta de una familia de trece hijos que tuvo el matrimonio formado por Matías Izquierdo y Rosalía González, emigrados a Cuba a mediados del siglo XIX y establecidos en una hacienda del barrio de Cayos de San Felipe. Esa ascendencia y cosmos vital reforzó ese mundo de creencias familiares arraigado entre los grupos de esa procedencia. En ellos respiraba un catolicismo popular con notables influencias mágicas y «espiritistas» como las descritas92. En 1916 Antonia Izquierdo se casó con un campesino tabacalero arraigado en la misma finca, con el que tuvo siete hijos, de los que solo los dos mayores recibieron una mínima instrucción. Era respetada por su actividad como santiguadora y por su laboriosidad. A su esposo se le respetaba por ser su cónyuge. En enero de 1936 su hijo menor enfermó gravemente. En Ibídem, pp. 70-72. TOLEZANO G. T. y CHÁVEZ, A. E.: La leyenda de Antoñica Izquierdo, La Habana, 1987. 92 BARREAL, I.: «Tendencias sincréticas de los cultos populares de Cuba», en Etnografía y folklore, Nº 1, La Habana, 1966. 90 91

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la madrugada del día 8 realizó un milagro al acudir a un río cercano y al curar con su agua al niño. Al día siguiente el vecindario se vio sobrecogido por la noticia que se difundió hasta el casco de Viñales. Una multitud de personas, formada inicialmente por campesinos, comenzó a acudir en busca de protección. Alcanzó una considerable magnitud en abril de ese año, cuando se desbordó la asistencia de gente de Pinar del Río, La Habana y otras partes de la isla. Había nacido la leyenda de Antoñica Izquierdo93. En abril de 1936, la situación de desorden aconsejó a las autoridades gubernativas su envío al hospital psiquiátrico de Mazorra. Tal fue la movilización de personas que había acudido a Las Ayudas que, para poderla sacar de allí, la guardia rural tuvo que forzar a sus seguidores a abandonar el lugar en un plazo de veinticuatro horas. A partir de tal reclusión, los hijos fueron repartidos entre parientes y vecinos. El 8 de mayo salió Antoñica del centro hospitalario, pero ya nadie le esperaba. Se trasladó a Isabel María a vivir con sus hermanos. En ese predio siguió tratando a pacientes que acudían hacia ella desde zonas lejanas, pero nunca se alcanzaría la movilización de los primeros meses del año 1936. Dos años después, en 1938, adquirió protagonismo en las elecciones al predicar la abstención, por lo que fue detenida al enfrentarse a las autoridades y fue recluida definitivamente en el psiquiátrico, donde falleció en 1945 por causa directa de ascitis e indirecta de sicosis paranoide94. Antoñica tenía una instrucción muy escasa. Leía con dificultad. Había adquirido fama de curandera en una comunidad en la que las prácticas mágicas, los rituales campesinos de aberruntos y cabañuela y los santiguados frente al mal de ojos formaban parte 93 94

TOLEZANO G. T. y CHÁVEZ, A., E., op. cit., pp. 2-4. Ibídem, pp. 4-5. 73

de la cultura campesina. Un informante subrayó cómo su abuela le había enseñado a cortar la seca con el planeta Venus. El día que enfermó su hijo más pequeño, de casi dos años de edad, relató que se le apareció la Virgen y le dijo que su hijo no moriría. Le recomendó que lo metiera debajo de un chorro de agua que caía de una de las canales del bohío. Lo efectuó, empapó totalmente al niño y repentinamente se le quitó la fiebre y se curó. Posteriormente, a los nueve días se le volvió a aparecer y le expresó que le iba a proporcionar una facultad para poder curar, pero sin cobrar a nadie, ni hacerlo por interés. Acaeció en la madrugada del 8 de enero de 193695. En la hechicería canaria el agua ha jugado un papel fundamental. Presenta especiales virtudes mágicas. El poder que se le atribuye es en general el de limpiar y quitar el mal. Por ello hay que arrojar la que haya quedado. La corriente, de acequias, ríos y barrancos se lleva el mal hacia el mar. Su presencia en tales prácticas es grande, de forma que en algunos de los procedimientos, si bien no es exclusiva del Archipiélago, sí presenta rasgos particulares. Por sus poderes purificadores y de regeneración, enfermos y maleficiados son llevados a su orilla para que sobre ellos pasen las olas. Estas, al franquearlas, especialmente tres y múltiplos de tres, sanaban. Fajardo Spínola recoge una oración que se decía al saltarla: «adórote, mar sagrado, y de la Iglesia maciladros, por donde pasó San Pedro y San Pablo y el apóstol Santiago». Este autor recogió la existencia de un conjuro y de una oración del mar. Tales prácticas, que aparecen documentadas en Canarias desde 1574, no se conocen para ninguna región de la Península Ibérica. Al mar se arrojaban los hechizos desenterrados, para que no tuviesen efecto. Se expulsaban a él también los que se quería que no fueran hallados. El 95

Ibídem, pp. 37-38. 74

mar es lo infinito, lo eterno, se pasaba a él para librarse de los hechizos, de las enfermedades, puesto que los poderes mágicos no pueden cruzar las aguas. Para hacer bien o mal, lo que a él va, en él se queda. Personificado, es objeto de conjuros y oraciones96. La gente creía que Antoñica tenía poderes sobrenaturales. Un testigo sostuvo que ella dijo que en una vega no habría ni una sola yerba y se podría caminar como si fuera un piso de cemento. Veinte días después no se observaba en él ni una planta. La mujer afirmó que era una santa, una mensajera de Dios. Muchas personas al sentir que con agua sanaba a sus seres queridos, depositaron su fe en ella y expandieron sus virtudes curativas por todo el país. Un católico, que decía que hasta entonces decía no creer en espiritismo ni en brujería, subrayó que una prima le contó sus milagros. Al llegar a ella, el gentío que acudía le indicó que ella sería mi nueva fe, mi nueva religión. No la pudo ver, pero expuso que su fe en ella había nacido97. Un testigo aseveró que Antoñica le había explicado cómo debía usar el agua para curarse. Los baños se hacen echándola sobre la cara y que cayese sobre el cuerpo. Debía hacerse de pie y sin poderse secar en los días nonos del mes, aunque si se estaba sano no era necesario bañarse. Al enfermar, se tenían que poner un paño mojado en el lado malo, siempre en nombre de Dios y de la Virgen María. Los cubos nones de agua debían tirarse y tomar tres buches en su nombre. Tenía que estar fría y nunca destilada ni salada. Decía que si los animales se curaban solos con agua, porque Dios lo había ordenado, excepto el perro y el gato, que eran del diablo, también las personas podían curarse con ella98.

FAJARDO SPÍNOLA, F., op. cit., pp. 113-115. TOLEZANO G. T. y CHÁVEZ, A. E., op. cit., pp. 41-42. 98 Ibídem, p. 47. 96 97

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Decía que lo que curaba era la fe en Dios, quien no la tenía no podía hacerlo. Se consideraba con poderes para curar a la humanidad. Sostenía que todo el mundo debía bautizarse. Tenía la convicción plena de los iluminados, poseía que estaba de su misión salvadora. Una voz misteriosa que escuchó junto al lecho de su hijo le había aconsejado que hiciera todo lo humanamente posible para evitar que las mujeres votaran. «La mujer en política [le dijo la voz] es la perdición de la humanidad»99. En una entrevista, la guajira sostuvo que Dios marcaba todos sus pasos y acciones. Obedecía sua órdenes, que le decían que el censo y la política eran obra del diablo. Sobre sus curas, aseveró que hacía ver al ciego y caminar al ciego. «¿Qué cosa más grande?», expresó abriendo sus brazos como una innovación al cielo. El agua que usaba especial, era del río, de pozo, de arroyo, de cualquier lado. La gente no podía curarse sola, pues ella con tres gotas lo conseguía, solo tenían que hacer lo que ella les dijera. Cuando le preguntaron que debían creer en ella, manifestó que solo «en Dios, en él, que todo es grande. Yo no hago nada»100. Numerosas décimas fueron impresas en esos años que relataban sus milagros. Dios le decía que Curarás a tus iguales Con baños de madrugada Y vendrán a tu morada Los enfermos a millares Destacaban su carecer campesino, pero Dotada de gran poder, Mujer rústica y sencilla, 99

Ibídem, p. 147. Ibídem, pp. 154-155.

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La pobreza no la humilla, Despreciando el vil dinero. Narraban los milagros de «la guajira maravillosa de Cayos de San Felipe», tal como la denominó uno de estos decimistas, que la denominó Antonia la milagrosa101. Era la dignificación de la mujer campesina, pobre y analfabeta, pero con poderes sobrenaturales, que atrajo a miles de personas por su capacidad de sanación y contra la que actuaron las autoridades, considerándola como demente y perturbada por el riesgo que su acción de masas representaba para el orden público, conduciéndola al hospital psiquiátrico.

Trujillo Monagas y los ñáñigos, su historia, su práctica, su lenguaje Los ñañigos, su historia, sus prácticas, su lenguaje, del canario José Trujillo Monagas, fue el primer documento en el que se revelan «los secretos» de esta organización. Un texto que ya mereció el interés del etnógrafo cubano Fernando Ortiz102. Los ñañigos o abakúas fueron una sociedad secreta de hombres solos fundada en Cuba hacia 1830 por unos negros esclavos procedentes de los Calabares y del sur de Nigeria en una época en la que la trata esclavista alcanzó unos niveles considerables en la Perla de las Antillas. Esas sociedades secretas existían en el sur del Sáhara y fueron un fenómeno social compartido por tribus sudanesas y bantú de esa región, pero alcanzaron en Nigeria del sur una singular importancia. Los propósitos de las sociedades de

Ibídem, pp. 159-180. ORTIZ, F.: Estudios etnosociológicos. Compilación, prólogo y notas de Isaac Barreal Fernández. La Habana, 1991. 101 102

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adultos eran tanto económicos, como políticos, religiosos y de ayuda mutua para la guerra y el pillaje de bienes y esclavos, el culto de fuerzas y fenómenos sobrenaturales, el logro de buenos resultados en las cosechas, la caza y la pesca, todo ello con sus liturgias y fetiches, misterios, jerarcas, bailes e instrumentos musicales, entre los que destacaba el tambor, morada de espíritus, reverenciado y acatado poder parlante y conminador103. El subjefe de policía de La Habana José Trujillo Monagas es precisamente en su estudio el que recoge la creación en territorio cubano de una sociedad secreta derivada de las existentes en Nigeria del Sur, cuyos miembros, esclavos de nación, recibieron el nombre de ñáñigos o «arrastrados» y sus misteriosas creencias y prácticas litúrgicas los de ñañigismo o ñangitua, actualmente más conocidas por abakuá. Sin embargo, como señala Enrique Sosa por los testimonios documentales aportados por José L. Franco, precisa ser comprobada con más precisión. Este, al estudiar la conspiración anti-esclavista del negro libre José Antonio Aponte, localizó documentos con contraseñas de origen abakuá, usadas por los conspiradores en sus documentos secretos. Esto significa no solo la existencia de abakuá muchos años antes de 1836 sino también de una vasta organización con el conocimiento de su grafía fuera de Cuba y su composición interna no limitada a esclavos, sino ampliada a libres «de color» y hasta blancos apenas iniciado el siglo XIX. Sin embargo, el tema es complejo por ser este juramento y grafía no solo exclusivo de los ñáñigos, por existir en la propia Cuba evidencias de signos bantús muy parecidos104. Los datos hasta ahora disponibles son los recogidos por el isleño. Estos aseguran que fue la primera sociedad secreta, 103 104

SOSA RODRÍGUEZ, E.: Los ñáñigos, La Habana, 1982, pp. 81-82. Ibídem, pp. 117-118. 78

constituida al amparo del cabildo negro Appapa Efor, cuyos miembros, de origen ekoi la autorizaron. Sobre esto existen divergencias, al recoger lo señalado por Trujillo, que afirmó que el cabildo era bricamo appapa epi, de nación carabalí, que tenía ya fijada su residencia con licencia gubernamental, previo pago de la correspondiente contribución. Estos cabildos eran como el capítulo, consejo o cámara que ostentaba la representación de todos los negros de un mismo origen. Los términos ñáñigo, appapa, abakúa y ekwe, básicos en esas sociedades secretas, resultan muy oscuros y difíciles de determinar. Las sociedades secretas ñáñigas son declaradas indistintamente como tierras, potencias, juegos, naciones, partidos, tierra, seguramente por evocación filiativa africana, por el esencial fundamento mágico del conjunto de sus tambores, cetros, trajes litúrgicos, así como por su organización interna, sustentada por el criterio de autosuficiencia, al margen del Estado y de las instituciones de gobierno. Se remite al tiempo antiguo, cuando era una sociedad dogmática, conservadora, nación por su índole cerrada, singular. Es abakuá porque remite a sus creadores negros de nación. Pero, tras no pocos conflictos se abrió a negros y mulatos criollos, a españoles, a cubanos blancos y a chinos. Se abrió a todos los que, cumpliendo los requisitos de entrada, aceptaron sus creencias y leyes y pagaron sus cuotas. Sin embargo, se conservó como entidad hermética, como en sus inicios. El término ñáñigo significa diablo, propiamente llamado ñañas, ñáñigos, que son los personajes que figuran la transitoria personificación ritual de un espíritu de ultratumba. De esa forma pasaron vulgarmente a ser los miembros indiscriminados de la sociedad secreta y, por antonomasia, a esta misma105.

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Ibídem, pp. 120-124. 79

Trujillo describe en su exposición la historia de los ñáñigos desde sus orígenes en Regla en 1836 y su significativo crecimiento a los diez años de su implantación, con un aumento considerable, hasta el punto que la mayoría eran de criollos de los barrios intramuros y exteriores de La Habana. Muestra también su represión con la detención y condena en 1897 de catorce individuos a cuatro años de encierro por haber matado a un sereno en el momento de pasar su juego de blancos y negros por la esquina de las calles de San Nicolás y Lagunas. Esa acusación de criminales desde su prohibición en 1876 y hasta muy entrado el siglo XX estuvo envuelta en una atmósfera sensacionalista que se fundamentó en el temor, originado por la ignorancia respecto a la naturaleza de sus creencias y ritos e intereses clasistas106. Su informe describe los rituales de fallecimiento, las venganzas, el personal de cada uno de los juegos y el nombre de sus componentes, e incluso la formación desde 1863 del primer juego de blancos con el nombre de Ocobio. Su juramento se verificó en la Calzada de San Lázaro Nº 115. Su padrino fue el juego de color llamado Bacocó, que fue suspendido de sus funciones por vender el secreto a los blancos, cosa que esta terminantemente prohibido hacer, no solo a ellos, sino a los mulatos por tener sangre mezclada. Aportó la cantidad de onzas de oro con que fue vendido. La nochebuena de 1863 quedó de esa forma constituido el juramento de los 25 hombres blancos. Fueron en su opinión constantes las luchas entabladas derivadas de su entrada, resultando de ello algunos muertos. Finalmente tales reyertas derivaron en el acuerdo con los cuatro jefes del juego de blancos para que ningún blanco se introdujese en las funciones de color y viceversa, pero permaneciendo en 106

Ibídem, p. 125. 80

la calle respetados como tales jurados con el saludo de armonía. Describió Trujillo todas las corporaciones existentes en esas fechas, con sus sellos particulares y su lenguaje con un diccionario de palabras sueltas del carabalí, cánticos en ñáñigo y los dichos al diablito en la calle. En la obra se recoge la detención por Trujillo el 10 de julio de 1881 de 35 miembros de una reunión de ñáñigos, por cuyo nombre, oficio y orígenes geográficos se puede apreciar el origen social obrero de la mayor parte de ellos, destacando los tabaqueros y los carpinteros, aunque había algunos estudiantes, empleados y comerciantes. Había entre ellos oficiales de milicias y bomberos municipales. Todos ellos eran cubanos, excepto un asturiano y un mexicano. Los grabados de dos de ellos, José Rodríguez Ramos y José López Fernández, fueron impresos en Los Criminales de Cuba. Reseñó los avatares de la detención y su encarcelamiento. Estimó que algunos de ellos tenían antecedentes desfavorables por hurto, amenazas, lesiones graves y homicidio. Sin embargo, entendió que, a pesar del mucho trabajo represivo de la policía, su supresión había sido ineficaz. Estaban presentes en todas las fiestas públicas, pero guardaban gran sigilo, por lo que hasta esas fechas no había llegado a efectuarse una detención de tales características. Para conocer en profundidad sus ideas y prácticas y llevarlas a conocimiento de las autoridades, perseveró el isleño sin descanso hasta «conseguir la historia verdadera de esta clase ignorante», lo que le permitió elaborar esta memoria que elevó al ministro de Ultramar su paisano Fernando de León y Castillo, al que está dedicado el libro, y que dio a la luz en diferentes números de La Correspondencia de Cuba. Reprodujo además una fotografía de un pasaje en el que se representaban el Diablito y su inseparable Morua. Trujillo Monagas, en su introducción, afirma que el sigilo que les rodeaba «les daba cierta importancia que real y verdaderamente 81

no tienen». El examen de sus ceremonias, según la visión positivista y evolucionista, típica de su tiempo, venía a demostrar que «todo es una mezcla de superstición grosera y comprueba un estado muy rudimentario y muy atrasado en la escala de la civilización». De ahí que es el primer estudio que desvela la realidad de los ñáñigos y sus prácticas, lo que lo convierte tanto en un testimonio etnográfico de valor incalculable, como en un serio desmentido a toda una mitología de terror y crueldad que aparentaba desprenderse en su imagen externa. Por ello afirmó que «por ese mismo misterio que el secreto concede a todo lo que está encubierto, se les atribuye costumbres punibles que realmente no tienen y las fábulas que sobre esta asociación chirrían eran casi tan absurdas como la asociación misma». Lo que no cabe duda es que Trujillo Monagas fue un policía de gran habilidad en sus pesquisas y dotado de un profundo cocimiento de la psicología de tales sociedades e individuos, como se puede apreciar en sus pesquisas y detenciones. Llegó, para desvelar sus rituales, a introducirse en las sociedades abakuás y a ser miembro de ellas. No destacó, por tanto, solo por su afán de convertirse en un policía con gran proyección social y afán de notoriedad, sino que se dotó de unas virtudes y una fama considerable entre los estamentos populares de La Habana. Baste señalar al respecto el testimonio recogido por la etnógrafa Lydia Cabrera, nieta de canarios, en su célebre El Monte: los secretos de la orden habían sido ya desvelados desde «las investigaciones e informes del celoso Trujillo Monagas, segundo jefe de policía de La Habana, publicados en la prensa habanera en 1882. Tanta maña se daba el aún entre los negros célebre funcionario que Calazán Herrera hablándome de sus tiempos de obonekue decía:

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Trujillo era mayombero y jurado abanekue. Era brujo, miraba con vititi y por eso no se le escapaban los pájaros... pero era justo ¡un gran policía! Tenía en jaque a todos los chénenes, a los Mocongos, Embókos y Ekueñones más tonantes del barrio de Jesús María. Como contraste, Calazán tenía malos recuerdos del célebre perseguidor de ñáñigos de la República Rafael Roche Monteagudo, que gozó de idéntica repercusión pública con sus múltiples ediciones de su La policía y sus secretos en Cuba107. Una proyección exterior que se puede apreciar sin duda en Los criminales de Cuba.

Matar la culebra, un ejemplo de mestizaje cultural Como producto de la intensa migración canaria a Cuba se originó en numerosas localidades del archipiélago canario dentro del ambiente carnavalesco la muerte de la culebra o dragón. Su matanza tenía como finalidad de erradicar los diferentes males que atenazaban a la comunidad. Presentaba el carácter de un rito de purificación colectiva. En la Perla de las Antillas formaba parte de las actividades de los cabildos de negros. En la época de apogeo de la trata esclavista dispusieron de fondos cuantiosos incluso para la adquisición de casas. Sus ingresos derivaban de las cuotas mensuales de sus miembros, de la recaudación de los bailes y de las colectas. Conjuntamente con el socorro mutuo, se dedicaban al esparcimiento de sus adheridos. El domingo era el día de reunión, en el que realizaban sus bailes. Sus comparsas desfilaban por las calles de La Habana. En sus danzas introdujeron sus instrumentos de percusión y sus melodías. Su 107

CABRERA, L., op. cit., 1992, p. 210. 83

festividad más popular era el Día de Reyes. Se podía explicar su trascendencia ese día por el reparto de los aguinaldos ese día a las tropas y los llamados esclavos del Rey. Durante tales fiestas los esclavos gozaban de amplia libertad, sin más autoridad que la de los propios reyes de los cabildos. Se gozaba en tales días de una sensación de libertad, en una catarsis colectiva. Su apogeo se divisaba al mediodía cuando cada uno de los cabildos de las diferentes etnias subsaharianas se conducía portando sus estandartes hasta el patio del palacio de los capitanes generales. Entre sus rituales estaba el de matar la culebra. Una comparsa de negros saltaba, bailaba y cantaba. Llevaba a cuestas un enorme culebrón artificial similar de varios metros de largo similar a la Tarasca o Bicha que danzaba en la fiesta del Corpus ante los matachines, solo que aquí se celebraba en el Día de Reyes. Después de ha ver deambulado por toda La Habana, la pantomima formaba un círculo en torno al animal delante de la máxima autoridad de la isla. Los cantos aludían a su carácter maligno. Tras ser tendida en el suelo, se solía terminar con el pareado «la culebra se murió, sángala maluque», unas palabras que en lengua conga se podían traducir por aguardiente, muchacho. Con la abolición de la esclavitud, en 1880, tales festejos se trasladaron al carnaval, aunque paulatinamente fueron decayendo. En 1949 salía en La Habana la del alacrán, aunque sin su tradicional pantomima. No obstante en otras localidades cubanas, como en Trinidad, pervivieron sus comparsas con mayor intensidad108. Como ha estudiado Manuel Lorenzo Perera, las expresiones y palabras empleadas en el Archipiélago para representar tal ritual son fieles a los empleados en Cuba, inclusive los de origen congo

108 ORTIZ, F.: Los cabildos y la fiesta afro-cubana del Día de Reyes, La Habana, 1992. LORENZO PERERA, M.: Matar la culebra, una tradición canaria de origen afro-cubano, Tenerife, 1997.

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o bantú. Los emigrantes canarios lo representaban en numerosas localices de Canarias, tales como el Puerto de la Cruz, Santa Cruz de Tenerife, La Laguna, La Orotava o Barlovento en La Palma, entre otros. Además de por los arraigados vínculos culturales existentes entre las Islas y Cuba, suponía un ritual catarsis similar a los de los esclavos cubanos, pero aplicado en un contexto de explotación de la mano de obra jornalera y aparcera en Canarias, que parecía sufrir un régimen de trabajo que se asemejaba al de los negros, tal y como reflejó el periodista tinerfeño Manuel Linares: Los tiempos de la esclavitud tenía uno que quitarse el sombrero ante el caballero, si no, no tenía trabajo […] bien sabe V. que los negros de Cuba están menos humillados que los pobres labradores y sirvientes en estas Islas. Casi todos los colonos de este país [Canarias] son unos verdaderos esclavos109 . Dos eran los personajes más importantes en el ritual de matar la culebra: el mayoral y el negro matador. El primero es blanco, con una barba postiza, con su capa encarnada, larga, atada al cuello, con una estrella dorada y su látigo elaborado con «un pene grande del toro y zumbaba contra el suelo». Era símbolo del poder. Frente a él los negritos pintados de tal color con algo de aceite para que brillara su cara. Entre ellos destacaba el matador y el tamborero. El primero llevaba una capa similar a la del mayoral y portaba en un costado la espada con la que mataría al animal. La bandera era izada por un negro que daba comienzo al cortejo. Los restantes llevaban una espada, 109 LINARES DELGADO, M.: Un libro más (Fragmentos de 1881-1906), La Habana, 1906, p. 173.

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una sonaja y una pandereta. El mayoral ordenaba al negro que pusiese fin a la vida de la culebra. Este se resistía, por lo que se originaba un diálogo en el que el primero amenazaba al segundo. Le insistía constantemente, lo que acrecentaba su furor y valor hasta que, en medio de estruendosos latigazos y tristes recuerdos, procedía a clavarle la espada. Los textos aludían a la dualidad amo-esclavo. Servía para satirizar el sistema esclavista. Un testimonio oral recogido por Lorenzo Perera refleja que sus difusores en las Islas lo habían practicado en Cuba. Manuel Catalina, el que lo expendió en el Puerto de la Cruz, era llamado en esa isla para ejecutarlo y «la mataba allá, en Cuba. Todo eso lo trajo él de allá». Sus actores en Canarias pertenecían a las clases populares110. Tales intercambios culturales pueden ayudarnos a comprender la convivencia y el mestizaje cultural en la Perla de las Antillas, no sin contradicciones, especialmente en su medio rural.

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LORENZO PERERA, M., op. cit., pp.156-158. 86

San Antonio María Claret y los matrimonios entre canarios y personas de color en el oriente de Cuba

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Una sociedad en un momento trascendental de su historia En el arzobispado de Santiago de Cuba estaba integrada mediados del siglo XIX la región oriental de la isla. Incluía tres regiones étnicamente diferenciadas con diverso grado de expansión socioeconómica, pero que tenían en común la reducida penetración de la plantación azucarera y la trata esclavista, que había alcanzado unas proporciones inusitadas en la occidental. Como se puede apreciar en el censo de 1841, las diferencias entre Occidente y Oriente eran bastante nítidas. El Oeste tenía una población de 321274 esclavos, que representaba un 58,85% del total, de 244023 blancos, en torno a un 38,6%, y de 66463 libres de color, tan solo un 10,52%, resultado de la profunda transformación social que supuso la trata masiva y el auge de la plantación. Por el contrario, en Oriente la proporción es bien diferente: 60395 blancos, un 33,51%, cifras que demostraban la menor intensidad de la expansión azucarera y su amplio nivel de mestizaje, con un porcentaje de mulatos muy elevado. Sin embargo, esas cifras se muestran todavía más relevantes en Oriente. Existen tres áreas claramente delimitadas, con diferencias étnico-sociales sustanciales. En primer lugar, la sur-oriental, con 89

capital en Santiago, la más poblada y con más esclavos solo 43841, un 67,2%. La occidental, con capital en Camagüey, tenía una población de 56259 habitantes, de los que un 79,4% eran libres (44688) y un 20,6% eran esclavos (11571). Los blancos eran un 57,6% (32402) y los de color un 42,4% (33857). La nororiental era la menos poblada, solo 24830 habitantes, pero con 21977 libres, un 88,5%, 2853 esclavos, un 11,5%, 18689 blancos, un 75,3% y 6141 de color, un 24,7%. El simple cotejo de estas cifras nos habla de realidades bien plurales en la configuración del Arzobispado que pesarán en el ejercicio de su apostolado. Un primer dato llamativo es la proporción de libres de color, considerada un peligro por las autoridades coloniales; en segundo lugar, su predominio en Santiago y la alta proporción de blancos en las otras dos, mucho menos pobladas. Una diversidad que condicionaría su evolución, incluso después de que se registrara en ellas en las décadas venideras el auge de la plantación azucarera.

Cambios cualitativos en la emigración canaria al oriente de Cuba Con la precaria excepción de Camagüey, en una proporción muy limitada con respecto a la provincia de La Habana, el Oriente nunca había sido un área que conociera con intensidad la migración canaria. Las posibilidades de futuro eran allí más limitadas. Además, el auge de la vega tabaquera que atrajo a muchos inmigrantes, se centró en los siglos XVII y XVIII en las zonas próximas a la capital de la isla y, en menor medida, en las centrales. Sin embargo, tras los años frenéticos de la trata, primero en la provincia de La Habana y más tarde, a mediados del siglo XIX en Matanzas, con la extensión del ferrocarril, los vegueros 90

se verían despojados de sus tierras, originándose una obligada migración interna en la población guajira y una redistribución de las migraciones canarias hacia otras áreas que, a partir de entonces, se convertirían en los nuevos centros tabaqueros como serían Pinar del Río en Occidente y las Villas en el Centro. En 1835, el segundo tratado para la supresión del tráfico africano devolvió al primer plano, entre las clases dominantes cubanas, la adormilada cuestión de la colonización blanca. Para ellas, los planes gubernamentales para introducir colonos ya no eran prioritarios, a pesar de su promoción por algunos notables como el Conde de Villamar, que erigió una colonia en Ciego de Ávila con 50 familias canarias. En sus sectores más conscientes se percibía un vuelco de ciento ochenta grados. Lo que demandaban eran braceros libres. El giro económico hacia el azúcar exigía jornaleros al nivel de los esclavos. Sin embargo, el poder colonial español lo obstaculizó. Veía en el predominio de la esclavitud un freno a las tendencias separatistas. Jerónimo Valdés, y con él los subsiguientes capitanes generales que gobernaron la isla, veían en el freno de la de la inmigración blanca la más eficaz política de sujeción colonial. Fue muy claro al respecto, los cubanos eran partidarios de la emancipación, y si no lo hacían era por miedo a la raza negra y de color, «y es bien seguro que sin ese gran obstáculo la isla de Cuba no pertenecería ya a la metrópoli». Leopoldo O’Donnell, tras la conspiración de la Escalera en 1844, formuló la teoría del equilibrio racial. Si bien reconocía la necesidad de importar colonos blancos, insistió en que debería de ser lenta y paulatina. Su sucesor, el Conde de Alcoy, enérgico enemigo de la colonización blanca, afirmó que la raza negra era la única que podía sostener la agricultura, debiendo procurarse la atracción de la china y la yucateca, remedios eficaces frente al «problema» de los trabajadores blancos en la agricultura. 91

Mientras que se prohibía hablar de la eficacia de la combinación del empleo de mano de obra jornalera y esclava en la caña de azúcar en Puerto Rico, las experiencias de destacados ideólogos y empresarios de los sectores progresistas de la oligarquía cubana, como el camagüeyano Gaspar Betancourt Cisneros, El Lugareño, se cifraban en introducir braceros canarios en la economía de plantación. Se dibujaba con nitidez por las autoridades coloniales una política que vinculaba la etnia con la mayor o menor sujeción colonial. El por dos veces capitán general de la isla, José Gutiérrez de la Concha, que cubriría buena parte del episcopado de San Antonio María Claret, elaboró con certeza las claves de esa política de la sujeción a la metrópoli. De la Concha reconoce que en 1850 había en Cuba 33962 peninsulares y 25955 canarios. Era conveniente esta distinción, bien nítida en los mismos censos oficiales «porque no es en estos últimos tan ardiente como en los peninsulares el espíritu de la nacionalidad». Ello es así bien por «su general miseria y falta de instrucción, o que no se consideraban tan interesados, por decirlo así, en el poder y la gloria de España; ello es que no todos se mantendrían fieles el día de un conflicto serio a la bandera nacional». Por el contrario, los peninsulares sí lo hubieran sido, sean cualesquiera sus regiones de procedencia y sus ideas políticas, porque el sentimiento de nacionalidad «es en ellos más intenso si cabe en la Madre Patria», por lo que serían sin duda «el ejército de reserva que lucharía no solo con valor, sino con heroicidad porque no perdiera su Reina el más rico florón de su diadema». Este autor aboga por su potenciación, aunque reconoce que a casi ninguno de ellos practica la agricultura, por lo que había que buscar un medio para atraerlos hacia ella. Unas directrices que son también rotundas en la amenaza de la población de color libre, «más numerosa de lo que convendría 92

por la facilidad de manumisión de nuestras leyes» y en la no recomendación de la migración canaria, porque «los españoles ultramarinos, a excepción de los naturales de las Islas Canarias, son el más firme apoyo del Gobierno y convendría aumentar su número en lo posible»111. Ideas estas que ratificarán los ideólogos españolistas contemporáneos como Bertrán y Soler, que sostiene en 1846 que el abandono de las Islas por el poder central es el germen de cierto espíritu de independencia a que propenden aquellos naturales, y la predilección con que miran al inglés que les adula y mima, y que este mismo abandono que quizá procede de causas que no sería difícil adivinar, favorece altamente los esfuerzos del Águila Negra y prepara la emancipación de La Habana. Considera que los 3000 canarios que anualmente emigran a La Habana, seducidos por emisarios y pagados con fondos que la sociedad angloamericana titulada de la Águila Negra tiene destinados para preparar la emancipación de aquella rica colonia, la que tendrá lugar tan pronto como la clase jornalera compuesta de esclavos negros de la Guinea pueda ser reemplazada por esclavos blancos traídos de Canarias. Justo Zaragoza, años más tarde, lo reafirma: no deben considerarse como peninsulares, «por ser condiciones distintas y su espíritu de nacionalidad menos marcado». Unas contradicciones que mostrará bien pronto la Guerra de los Diez Años y 111

SEDAÑO y CRUZAT, C.: Cuba desde 1850 a 1873, Madrid, 1873, pp. 139-140. 93

que tratarán de aprovechar los separatistas cubanos. Antonio Franchi Alfaro con pseudónimo distinguirá desde Nueva York en 1856 a los canarios de los peninsulares y diría de los primeros que son «los más útiles e importantes colonos de Cuba», pues trabajan en la agricultura, son «industriosos y resistentes trabajadores», «simpatizan y encuentran amistad entre los criollos», quienes los prefieren, y «son sospechosos de ser políticamente apegados a los criollos»112. Los segundos, a los que cree que el Gobierno les da una decidida protección, son considerados el germen de todos los males para el pueblo cubano. Estas opiniones, que fingían ser vertidas en inglés por un viajero norteamericano, las había expresado con total nitidez años atrás en 1848 desde su exilio neoyorquino en castellano al invocar a los canarios domiciliados en Cuba a la insurrección por ser indignamente tratados en el Archipiélago, donde «su voz es sofocada» y «aún del lado acá del Atlántico arde un justo resentimiento en vuestras almas, porque además sufrís con nosotros las extorsiones, la insolencia y la suspicacia de los gobernantes». Les refiere que no temáis canarios los gritos rabiosos y las amenazas que para atemorizar exhalan algunos insensatos peninsulares. La parte ilustrada de ellos conoce que su suerte está unida a la nuestra, como nosotros son saqueados para sostener el lujo y los vicios de los altos empleados de La Habana y de Madrid; como nosotros no gozan de derechos ningunos desde que pisan esa isla. Les anima a integrarse en el bando criollo en la guerra que se avecina porque serían los grandes perdedores tanto si España triunfase, 112

FRANCHI ALFARO, A.: Manifiesto, Nueva York, 25 de octubre de 1852. 94

como si perdiera, porque serían arruinados con contribuciones en el primero de los casos y no serían indemnizados en el segundo». Los canarios, al ser una población esencialmente rural, coincidían con los guajiros en su rechazo a la política colonial española en la isla, que tendía abiertamente a favorecer el latifundismo azucarero y la trata. Marginados social y étnicamente despojados de las tierras que arrendaban como vegueros, desplazados hacia el centro y el oriente del país, muchos de ellos se vieron abocados, como forma de protesta, a simpatizar o integrarse dentro de las filas del bandolerismo social en aquellos momentos en auge en la isla. El embajador norteamericano atribuye la rebeldía del campesino cubano a la migración canaria y sostiene que «la influencia política de los isleños, es considerable en algunas partes de Cuba, donde también han propagado las imperfecciones y oscuridades de su pronunciación y consecuente confusión de habla característica de los isleños de Canarias»113. Por todas esas circunstancias, el área menos expansiva y esclavista de la isla, el oriente de Cuba, era la más subversiva y peligrosa, como demostrará la rebelión en la segunda mitad de la centuria. Para la sacarocracia cubana, toda aventura insurreccional en la época frenética de la trata era substancialmente peligrosa porque abocaba a la sublevación de sus esclavos y a la destrucción de sus plantaciones. De ellos era bien consciente el gobierno español. Sin embargo, un Oriente con una elevada proporción de emigrantes canarios, guajiros desplazados, mulatos y negros libres, era un auténtico polvorín. De ahí lo delicado y trascendente de cualquier medida a adoptar en la región. Es precisamente en esas delicadas circunstancias y para esa región explosiva de la isla para la que es designado San Antonio María Claret como prelado de la diócesis en 1850. 113

PAZ SÁNCHEZ, M. y HERNÁNDEZ GONZÁLEZ, M., op. cit. 95

La política matrimonial española en Cuba y los planteamientos claretianos En 1776 la Pragmática Sanción fue un viraje de ciento ochenta grados en la política matrimonial española. Supuso la consolidación de la autocracia paterna como freno a los matrimonios desiguales, en abierta oposición a la consuetudinaria permisividad eclesiástica hacia las nupcias invocadas por mujeres que argüían palabra de casamiento de los varones. A partir de esa fecha, corresponde a los padres la decisión final a través de su consentimiento para su celebración. Las consecuencias fueron dramáticas en la generalización de los amancebamientos y en el auge de la legitimidad, como se puede apreciar en Canarias114. Hasta 1805 el control sobre los casamientos recayó en los padres. Trajo consigo por su propia consideración un serio obstáculo a la profundización del mestizaje, al considerar el matrimonio mixto denigrante socialmente. El viajero francés Depons describió su evolución en el ámbito venezolano: La diferencia de color sería suficiente causa para impedir el matrimonio, conforme la pragmática de 1776, la cual prohíbe el matrimonio entre blancos y pardos. El prejuicio recuperó, gracias a esta disposición, todo el dominio perdido con el tiempo. Los criollos de Canarias eran quienes, hasta entonces, mostraban menos dificultades en casarse con pardas. Pero luego se han puesto no menos delicados que los blancos, y puede decirse, en verdad, que tales reuniones no abundan actualmente115. 114 HERNÁNDEZ GONZÁLEZ, M.: Mujer y vida cotidiana en Canarias en el siglo XVIII, Tenerife, 1997b. 115 DEPONS, F.: Viaje a la parte oriental de Tierra Firme, Caracas, 1930, p. 101.

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El 15 de octubre de 1805 el Consejo de Indias promulgó la Real Cédula que prohibía a los españoles de conocida nobleza y limpieza de sangre casarse con personas de otras razas. Los matrimonios interraciales pasaron a ser competencia directa de las autoridades civiles. Su autorización dejó de depender de factores personales de los cónyuges y se convirtió en política de Estado. Como freno al proceso de mestizaje y a los libres de color, la Real Cédula se aplicó en Cuba a todo blanco «por el hecho de serlo, independientemente de su origen social»116. El Oriente de Cuba era una región verdaderamente conflictiva desde la perspectiva eclesiástica. Las profundas transformaciones que la diócesis experimenta tras la desamortización y las reformas liberales originan una considerable reducción del clero local, que siempre había sido escaso. El mismo diría con crudeza: me lleno de indignación al presenciar el criminal abandono que el Gobierno español tiene al culto y clero de este Arzobispado [...] A veces el pobre cura se ve presado a ir a la choza del negro para que le convide a comer su ñame y su plátano y no perecer de hambre […] Aunque la nación española tuviese otro pecado que la grande injusticia que está cometiendo en las parroquias de este arzobispado, ¡Dios ha de castigarla terriblemente!117. La diócesis solo contaba con 85 clérigos de los que 46 residían en el distrito capitalino y 20 en el de Bayamo en la misma región sur-oriental. La escasez era preocupante en Camagüey, donde el separatismo estaba muy arraigado entre la elite local y la pertenencia al clero era sinónimo de españolismo, por la 116 117

STOLCKE, V.: Racismo y sexualidad en la Cuba colonial, Madrid, 1992. Cit. en MARRERO, L., op. cit., vol. 13, p. 27. 97

estrecha unión entre el Trono y el Altar. Las vocaciones eran ínfimas en esa estratégica región. O’Donnell sostenía en 1845 que «es el que merece mayor cuidado, pues es innegable que las ideas de independencia es allí donde fomentan algunas cabezas y a donde en diferentes ocasiones ha habido intentos más o menos marcados de realizarlos»118. Téngase en cuenta además de que en el distrito central había 101 sacerdotes y en el occidental 171. Conflictividad sociopolítica y graves problemas diocesanos son dos ejes esenciales con lo que el nuevo Arzobispo se enfrenta desde el mismo momento que arriba a Santiago. El santo catalán es consciente de ello y ante tales circunstancias tratará de convertirlo en un auténtico territorio de misión. El lustro de su mandato será una permanente y contumaz etapa de visitas y predicaciones misionales, de una intensidad hasta entonces desconocida. Se propone una nueva evangelización. En una carta a la Reina fechada en Guiza en 22 de octubre de 1852 expone que el motivo de la elección que V.M. se sirvió hacer de mi humilde persona para Arzobispo de Cuba fue mi carácter de misionero [...] No esperé a aclimatarme sino que empecé desde luego a trabajar abriendo inmediatamente la Santa Misión en la Capital y la Visita pastoral. Año y medio hace que estoy en Cuba y he visitado y misionado ya en la mayor parte de mi vasta diócesis, atravesando páramos y extensas sabanas pantanosas por donde nadie transita, unas veces no teniendo que comer y otras cobijándonos bajo los árboles para procurarnos algún ligero 118 LEBROC MARTÍNEZ, R.: San Antonio María Claret, arzobispo misionero de Cuba, Madrid, 1992. p. 105.

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descanso, sin dejar rincón ni partido alguno donde no dar a conocer y adorar a Jesucristo. Son a millares los concubinatos que he reducido a matrimonio, a más de las restituciones cuantiosas, reconciliaciones de personas entre quienes fomentaban el rencor y la división. Vicios inveterados, sin pararme e enumerar los otros muchos beneficios de todas clases que consigo lleva la misión Santa hecha en nombre de Jesucristo. Así desde que permanezco en Cuba voy sosteniendo con los hechos el carácter de misionero que movió a V.M. a designarme para este caso pesadísimo. La misma vida que yo han traído y siguen observando los pocos pero muy celosos sacerdotes que me acompañan119. Una dimensión de apostolado conforme a los parámetros de la nueva evangelización que trataba de recuperar la fe popular tras su abierta erosión con la consolidación de las reformas liberales. Una misión viva, que agrietaba en el terreno de los amancebamientos, la política colonial de prohibición de los matrimonios interraciales. El prelado no defendía la igualdad de razas ni el mestizaje. Ni eran sus planteamientos, ni se lo hubiera aconsejado su delicada posición sociopolítica, teniendo en cuenta que en última instancia su nombramiento era una decisión del Estado español en virtud de la aplicación del Real Patronato. Podía entender que los matrimonios entre personas desiguales eran perjudiciales, pero no en todos los casos: Paso porque la mezcla sea un mal social y político y que debe evitarse si es posible, cuando no haya prole de por 119 CLARET, San Antonio María: Epistolario, preparado y anotado por José María Gil, vol. 3, Madrid, 1987, pp. 110-111.

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medio; o pueda cortarse, sin proceder al matrimonio, la relación ilícita. Pero si este exceso no puede corregirse de otra manera, ¿qué bienes resultarán de impedirlo? ¿Qué no se mezcle la raza? No, porque ese es un hecho consumado. Estaba poniendo los puntos sobre las íes en su disidencia frente al status quo. Para él el primer bien es «dejar satisfecha la moralidad y acatar la religión». No puede consentir que «el contubernio sea un estado normal en esta parte de la isla». Cree que «la religión es el primer elemento social y el más eficaz de todos; es preciso robustecerlo, aunque hayan de unirse algunos blancos y morenos». Cuando hay hijos de por medio, se da unión de hecho y si los dos cónyuges son solteros es un atentado contra el sacramento tal oposición. Era la piedra angular de su disparidad. La autoridad civil se niega a legalizar todo matrimonio interracial como política de sujeción colonial, Claret sostiene que más dañinas son las uniones de hecho con la educación filial desatendida. Razón de Estado frente a moral católica. No cree que sea hoy de trascendencia que se casen unos pocos blancos con pardas, de quienes públicamente tienen hijos, lo que sí cree es de suma importancia es vigilar con el mayor esmero para que ni las creencias se pierdan ni las costumbres se corrompan si son buenas, y si son malas se corrigen120. En esa dicotomía radicaba la raíz de las disputas, ¿quién decide la autorización de los matrimonios mixtos? Para las autoridades 120 Carta al gobernador de la provincia, Santiago, 15 de julio de 1851, en ibídem, vol. 1, pp.571-576.

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coloniales no hay duda, es potestad suya y en ningún caso debe autorizarse. Para Claret debe oírse la voz del prelado, pues es ante todo un sacramento y no aplicarse esa visión restrictiva de la ley a los blancos pobres, siempre que tengan descendencia. En una sociedad con una elevada proporción de blancos criollos y mulatos libres, la migración canaria presentaba unas áreas de influencia en las que su número era mayor que la peninsular. Su divergencia esencial era la proporción de mujeres. Mientras que en los primeros era muy alta, y en algunas localidades incluso superior, en los segundos era prácticamente nula. Este hecho condicionará sus peculiaridades y explicará la profunda endogamia en los canarios. Si a ello unimos el hecho de que en la peninsular no destacaba ninguna comunidad, pues todavía el grueso de la gallega y asturiana no se había hecho presente y era fundamentalmente urbana y mercantil, se puede llegar a entender las diferencias. Los isleños, en su inmensa mayoría campesinos, presentaban una identidad diferenciada frente al conjunto de los peninsulares. Rasgos negroides estaban presentes en algunos de ellos y en general la tez de la piel era más oscura. Su ruralidad les llevaba necesariamente a mezclarse más intensamente con la población mestiza. A diferencia de los peninsulares, que no aspiraban en general a casarse con los pardos, sino a mantener el concubinato, había un sector de ellos de origen humilde que ansiaba legalizar sus relaciones extramatrimoniales. Es precisamente por estimular estas nupcias, por lo que chocará abiertamente Claret con las autoridades gubernativas. El santo es bien preciso: Gentes pobres como son las de los campos, muchos de ellos isleños, y todos, aunque blancos, de clase llana, no encuentran mujeres blancas con quien casarse porque 101

su orgullo les impide ocuparse en las faenas domésticas. Por pobres que sean, ninguna o muy raras son las que se sujetan a vivir sin alguna negra por lo menos que las sirva; y tal vez no hay blanca que se acomode jamás a los oficios humildes de las negras. Pues ¿qué infeliz veguero o montuno puede convenir con tales exigencias? Y como, por otra parte, la gente de color no repugna el trabajo, de aquí el preferirlos los blancos pobres y el amancebarse con ellas, si se les dificulta o prohíbe el matrimonio121. El mundo rural, una parte de los canarios pobres, bien varones o féminas, trata de legalizar su relación extramatrimonial interracial. Al pertenecer al mismo grupo social, aunque el racismo sigue siendo una realidad indiscutible, las aseveraciones del santo catalán son ciertas, ya que no pueden aspirar ni permitirse el lujo de mantener mancebas, ni de contraer nupcias con criollas acomodadas. En el peninsular, y especialmente en el catalán, siempre varón y que vive en una urbe o en una pequeña localidad, y por tanto en un entorno con mayores prejuicios socio-raciales, generalmente con mayores recursos económicos y sin interés en legitimar tales relaciones, se da la posición contraria. Sus paisanos serán precisamente sus mayores oponentes en su cruzada contra los concubinatos, porque no solo se niegan a contraer matrimonio, sino que harán público con prepotencia su situación, como le aconteció con el alcaide de Bayamo que se le presentó con desfachatez e insolencia con tres mujeres encintas y le preguntó con irreverencia con cuál de ellas se casaba». Diría al respecto que

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STOLCKE, V., op. cit. 102

los más malos son los que han venido de España, y singularmente los catalanes, son malísimos, son pésimos; nunca confiesan ni comulgan, no van a oír misa; todos, o viven amancebados, o tienen ilícitas relaciones con mulatas y negras, y no aprecian a otro Dios que el interés122. La elevada proporción de canarios en el mundo rural y su considerable porcentaje de mujeres explica que se den una amplia gama de peculiaridades locales y regionales en el Oriente de Cuba. Aunque en ellos predomina de forma abrumadora la endogamia étnica, en un porcentaje menor se dan esas uniones obligatoriamente extramatrimoniales. En un número nada desdeñable también, el de emigrantes casados con sus mujeres en el Archipiélago, que viven amancebados en Cuba; o isleños e isleñas que viven separados de sus mujeres y mantienen relaciones ilegítimas. En la segunda mitad del siglo XVIII, en la que la emigración masculina fue mucho más elevada que la femenina, fue muy común el primero de los casos, hasta tal punto que canario fue sinónimo o sospechoso de bígamo cuando aspiraba a contraer nupcias con una blanca criolla o una parda, porque podía haber estado casado en las Islas, como de hecho ocurría. A principios del siglo XIX, la aplicación más estricta de la legislación racista en materia matrimonial abocó a una mayor generalización, si cabe, de las relaciones ilegítimas. Mitos como el de las brujas isleñas que vuelan a Cuba para vengar en las mulatas o sus hijos el abandono de sus maridos están arraigados dentro de la cultura popular de ambos lados del Atlántico. Lo mismo cabe decir de otros, como el de la mulata rica que enriquece al humilde e inculto campesino canario soliviantado por sus encantos, que contribuyen a reforzar el 122

Ibídem, vol. 1, p. 705. 103

sincretismo cultural en el mundo rural cubano, bien visible en el Oriente de Cuba. El cambio cualitativo en la composición de la migración canaria desde los años veinte del siglo XIX, con el aumento espectacular de la participación de la mujer y su conversión en familiar, incide en esa nueva orientación, como explica Claret: Hemos hallado algunos ultramarinos que vivían amancebados y para no dejar sus mancebas intentaban matrimonio, siendo ellos casados en sus tierras. Esa mala fe es bastante común en canarios casados y en canarias casadas, pero separados y amancebados aquí, y si alguno resulta casado, yo siempre quedo excusado con el cumplimiento de la ley, y la autoridad civil les prende y les forma la sumaria con la pena de diez años de presidio123. Una fuente tan valiosa como el Diccionario geográfico de Pezuela, que recoge abundante información valiosa de composición étnica por localidades en la década de los 50, puede ayudarnos a comprender las especificaciones locales y comarcales. En las regiones occidental y nor-oriental del Arzobispado, es donde la migración isleña es significativa. En la sur-oriental, sin embargo, hay localidades donde es prácticamente nula. En la jurisdicción de Camagüey, de un total de 1613 peninsulares, 1541 son varones y 72 mujeres. Los canarios, por su parte, son 2081, de los 1344 son hombres y 737 mujeres. Dentro de la misma región occidental, en una localidad de más reciente fundación, pero de gran expansión como Nuevitas, los canarios eran 193, de los que 94 eran varones y 99 mujeres y los peninsulares 73, de los que solo ocho son mujeres. De estos 123

LEBROC MARTÍNEZ, R., op. cit., p. 199. 104

últimos solo son representativos los catalanes con 19 varones y cuatro mujeres. Si descendemos al mundo rural propiamente dicho dos distritos de Nuevitas como Mayatabo o Montalbán son más elocuentes aún. En el primero, los canarios son 148, 78 hombres y 70 mujeres, los peninsulares son 28 y todos varones, sin ninguna región significativa; y 19 peninsulares con solo una mujer. En la región nor-oriental, en la de Holguín, los canarios son un total de 2289, de los que 1825 eran varones y 464 mujeres. Los peninsulares por su parte, eran 1292, de los que 1251 eran varones y 41 mujeres. En Gibara, los canarios eran 690, de los que 450 eran hombres y 240 mujeres. Los peninsulares 291, de los que 273 eran varones y 18 mujeres. Incluso en la de Santiago, en la que la proporción de mulatos libres es muy elevada, aunque el número de peninsulares varones es mayor que el de los canarios, su porcentaje sigue siendo alto. Los canarios son 254,156 varones y 107 mujeres y los peninsulares 216, muy repartidos por regiones, de los que 17 son mujeres y 199 varones. En el mundo rural se dan contrastes sorprendentes como el de Baoya, donde hay 96 canarios, de los que 30 son varones y 66 mujeres. Los peninsulares son 43, de los que ocho son mujeres y 35 hombres124 .

Las misiones claretianas y los conflictos con las autoridades El episcopado de Claret fue un permanente apostolado a través de sus visitas misionales. No habían pasado cuatro meses cuando en la localidad de El Cobre, en el área capitalina, se

124 PEZUELA, J.: Diccionario geográfico, estadístico, histórico de la Isla de Cuba, Madrid, 1868-1878, tomo IV, pp. 296-298; tomo IV, pp. 65-67, 68-70 y 141-142; tomo III, pp. 405-406; tomo I, pp. 150-151 y 279-281.

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presentan los primeros problemas. Al ser un centro minero presentaba una notable colonia extranjera, con 97 ingleses, 61 franceses y 22 norteamericanos. Los peninsulares eran escasos, excepto 94 catalanes, 82 hombres y 12 mujeres. Había 77 canarios, 53 hombres y 24 mujeres. Era preocupante en un doble sentido, por ser mayoritariamente mulata y por residir en ella una considerable colonia protestante. Claret escribió una carta al gobernador de Santiago en la que refirió que se estaban intentando varios matrimonios entre hombres blancos y mujeres de color, por lo que le pregunta si estaba vigente la legislación restrictiva. Se le recuerda su vigencia. Respondió que había legalizado los matrimonios de un canario y un andaluz con mujeres de color. El comandante Francisco Moreno se sentía preocupado por los efectos de «enlaces desiguales que antes eran muy raros y que hoy van a resultar tan comunes», que supondrán que los blancos miren con sentimiento una mezcla que va a introducirse y que los de color reflexionen considerándose iguales a los blancos, fundándose para ello en la facilidad con que el tribunal eclesiástico sanciona la unión entre personas de diferentes clases. Esta es por supuesto, en mi concepto la peor de las consecuencias125. José Rafael Meloño, de 44 años, sin parientes, con libertad plena de casamiento, había tenido ocho hijos con la parda libre Juana Almenaba. Por su parte, un isleño de Canarias, también mayor de edad y sin parientes, y sin que hayan resultado contradicciones en las amonestaciones, lo hizo con una parda libre, con quien vivía amancebado». En su carta al capitán general de 125

LEBROC MARTÍNEZ, R., op. cit., p. 194. 106

la isla, Claret manifestó que él es «el primero en procurar que se guarde la distinción de razas», pero en los casos de algunos blancos que vivían amancebados con mulatas de las que ya tenían una porción de hijos y deseando los infelices salir de tan mal estado por medio del Matrimonio, la autoridad no se los ha permitido; y al paso que permite o tolera el que vivan amancebados porque casarse no pueden, separarse tampoco. Puso los puntos sobre las íes sobre las contradicciones de la ley. Aseveró que preferían a las mulatas por ser «activas y diligentes y no tienen empacho de ocuparse en cualquier cosa». Entendía que los que son de distinta clase y no hay de por medio ninguna obligación, ni razón poderosísima, que no se casen, pásese, pero cuando han vivido muchos años con paz y teniendo ocho o más hijos, amenazándose de suicidarse, sino se podían casar, y, no obstante, impedirles el matrimonio, esto si que es cosa intolerable por un prelado126. Mientras explícitaba esas consideraciones, se conoció el cese de De la Concha y su sustitución por Valentín Cañedo, que tomó posesión el 11 de marzo de 1852. En su visita por la región sur-oriental, donde el racismo y los contrastes étnicos y sociales eran más agudos y donde la colonia isleña era muy escasa, el 10 de agosto exhortó a la excomunión mayor a todos los refractarios a contraer matrimonio. El conflicto más grave estalló el 23 cuando excomulgó a un tendero español de la 126

CLARET, San Antonio María, 1987, op. cit., vol. 1, pp. 549-550 y pp. 633-634. 107

parroquia de Yara, en la jurisdicción de Manzanillo, Agustín Villarrodona, que vivía adúlteramente con la mulata Joaquina Arriba, pero que se resistía a casarse con ella. El Zarzal, pueblecito donde residía, tenía 601 habitantes, de los que 352 eran blancos, 240 pardos libres y 9 morenos esclavos»127. Al exhortar a delatar a los que vivían públicamente amancebados, se enfrentaba radicalmente con las directrices gubernamentales. La Audiencia de Puerto Príncipe emana un auto que especificaba que tales casos no podían considerarse ni graves ni irremediables, y debían quedarse excluidos de la excomunión. El Regente le expresó que «son hoy día despreciadas con notable perjuicio del principio religioso por los pueblos que se llaman cultos, y objeto de terror y de espantosa conturbación por las conciencias de la gente sencilla». En la isla, en el comercio y entre la gente rica, abundan los despreocupados, a lo enciclopedista, fruto forzoso de la superficial instrucción que aquí se da y en los campos y lugares y en las ciudades entre las beatas y la gente libre de color, un fuerte sentimiento religioso, acompañado de casi absoluta ignorancia, los conduce fácilmente a los entusiasmos perniciosos del fanatismo128. El Regente estaba estableciendo el auténtico quid de la cuestión, el miedo a los factores de perturbación en los comerciantes españoles que vivían amancebados y en la gente libre de color que se creería emulada con tales excomuniones. Tal decisión colocaba al prelado en una difícil posición. Al no considerarse como graves los amancebamientos, 127 128

PEZUELA, J., op. cit., p. 689. LEBROC MARTÍNEZ, R., op. cit., pp. 208-209. 108

los hombres malos se han vuelto tan insolentes y atrevidos contra mi persona, ministerios y doctrina, y contra mis familiares los misioneros, que ya no es posible resistir, sufrir, ni disimular por más tiempo, de modo que ya peligra no solo nuestro ministerio, sino también nuestras vidas129. Por ello denunció a las autoridades e incluso a los clérigos que vivían amancebados. El gobernador del departamento oriental Martínez de Medinilla fue taxativo: aunque eran intachables el Arzobispo y sus misioneros en su conducta, «son imprudentes en querer cortar los amancebamientos y en desentenderse de la diversidad de razas»1130. La ofensiva gubernamental se centrará contra el eslabón más débil, el misionero navarro Estaban de Adoáin, acusado de carlista. Se ordenó una investigación sobre él en el pueblecito de Cauto Embarcadero. Los acusadores fueron todos ellos mercaderes catalanes. En esa localidad los foráneos eran 25 catalanes, de ellos solo una mujer, ocho varones mallorquines y ocho canarios, cuatro varones y cuatro mujeres131. Fue acusado de perturbar el orden establecido en cuanto a la diversidad de razas y por ello de hacer peligrar la subordinación de la clase de color a las leyes y a las autoridades en una población en la que de los 2489 habitantes 2266 eran libres y de estos 1078 eran pardos, 966 blancos y 212 morenos. Claret acusó directamente a los catalanes de formar un expediente contra los misioneros que «causa horror el leerlo»132. El santo se sentía desamparado por el gobierno colonial. El fiscal de la Audiencia recomendó la expulsión de Adoáin, pero CLARET, San Antonio María, 1987, op. cit., vol. 1, pp. 697-699 LEBROC MARTÍNEZ, R., op. cit., p. 211. 131 PEZUELA, J., op. cit., vol. 1, pp. 367-372. 132 CLARET, San Antonio María, 1987, op. cit., vol. 1, p. 705. 129 130

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él no la aceptó. La respuesta del capitán general de 24 de enero de 1854 fue muy dura y le impelía en su «carácter de vice real patrono» que no persistiesen sus misioneros en «un celo extraviado», de «consecuencias trascendentales para el orden público». Era ni más ni menos que la invocación de la obediencia debida a su Patrono. Ante ello le contesta que los conflictos entre ambos poderes convenía resolverlos reservadamente. Defendió al misionero, pues «no hace más que recordar un deber, y la coacción no es suya, sino de la ley divina y de la propia conciencia». Era consciente de que las críticas hacia el navarro apuntaban directamente contra él: «el golpe es certero: desacreditar primero a los obreros y luego al jefe; Y a este siempre, si no en su persona, en lo que aprecia tanto como a las niñas de sus ojos, que son sus incansables compañeros, llenos de caridad y celo evangélico»133. Un escritor colonialista, Mariano de la Torrente, defendía la condescendencia del prelado. Debía ser «no solo un defensor y propagador de la doctrina de Cristo, sino un auxiliar poderoso de la autoridad temporal». Una política vulnerada por «un misticismo demasiado severo, que será muy laudable en sus fines, pero que no se halla en completa armonía con las necesidades de la presente época»134. El 30 de abril de 1853 se casaron personas «desiguales» en El Cobre. El comandante general Martínez de Medinilla se queja contra su párroco, Francisco Mirosa, y le exigió el cumplimiento de la Real Cédula restrictiva. El santo amenaza con la renuncia ante el capitán general y explicitó que los que viven escandalosamente piensan encubrir su delito con la multitud de criminales, y de aquí es que

133 134

Ibídem, vol. 1°, pp. 224-227 y 750-751. TORRENTE, M.: Bosquejo económico-político de la Isla de Cuba, vol. 1, Madrid, 1852, p. 201. 110

apenas saben que alguno trata de casarse, aunque sea un mulato pordiosero, ya acuden a la autoridad diciendo que un blanco se casa con una mujer de color y la autoridad manda paralizar el matrimonio135. Los blancos pobres que deseaban casarse o eran exhortados a ello por los sacerdotes por los muchos años de cohabitación y la notable descendencia ilegítima, eran la espoleta de la contravención de la restrictiva legislación colonial. Otro nuevo lance acontece en la región nor-oriental, de composición étnica bien diferenciada a la sur-oriental. En el partido de Auras (Holguín) se les presentaron al padre Adoáin dos amancebados, el criollo Marcelino Carranza y la isleña Rafaela Díaz. Tras aconsejarles el abandono de su desarreglada vida bien casándose, o separándose, contestaron que no pensaban casarse ni separarse, sino «estarse como estaban». La voz cantante la llevaba la isleña. Al ordenarle que se callase, respondió: «¿Soy acaso alguna negra para que me manden callar?» La tomó del brazo y ella, como respuesta, le descargó una bofetada en su mejilla. Inmediatamente después la autoridad militar la detuvo y la llevaron presa a Holguín136. Era un vivo ejemplo de la tensión social reinante. No obstante, la cruzada contra los amancebamientos parecía alcanzar sus frutos. En la misión de Nuevitas, en julio de 1853 «se hacen 60 matrimonios de amancebados, los 50 son ultramarinos de pobrísimos isleños»137. En esas mismas fechas pudo comprobar Claret cómo el Gobierno español respaldaba plenamente la posición de la Audiencia. El Consejo de Ultramar consideró que el Arzobispo CLARET, San Antonio María, 1987, op. cit., vol. 1, pp. 803-806. ESTELLA, G.: Vida del siervo de Dios Padre Fray Esteban de Adoáin, Barcelona, 1913, p. 207. 137 CLARET, San Antonio María, 1987, op. cit., vol. 1., p. 868. 135 136

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actuó con un celo exagerado capaz de producir resultados perjudiciales. Dictaminó el 17 de febrero de 1853 que «interesa mucho a la paz de las familias y del Estado que las excomuniones se eviten en lo posible y no se fulminen sin causa y sin trámites». Ante tan grave pulso, Cañedo trató de evitar su renuncia. Claret transigió y comunicó a los párrocos que cuando los contrayentes fueran desiguales se lo participasen con la debida anticipación a los padres o parientes, y en su defecto a las autoridades, ateniéndose a la Real Cédula de 1805, y en los casos de amancebamientos comunicárselo a estas últimas. Era su claudicación ante el gobierno, al cederle las plenas competencias en la materia. El conflicto se agravará con la detención del párroco de El Cobre, que fue llevado preso a Santiago. Sin embargo, el 2 de diciembre de 1853 llegó a La Habana el nuevo capitán general Juan Manuel González de la Pezuela, que parecía respaldar la actitud del Prelado. Se le pidió que informase a la Audiencia. Contestó que la Real Cédula solo debía restringir los matrimonios entre nobles y gentes de color y que «se deje en libertad a la clase llana, aunque blanca, para contraer matrimonio a su voluntad». La resolución de la Audiencia se adaptó a tales precisiones al acordar que no existieran más restricciones que las de suspender un matrimonio solo cuando quiera contraerlo una persona noble. Es precisamente ante tal conjunción de intereses cuando la campaña contra Pezuela y Claret arreció. Se envían anónimos que acusaban al primero de ser un títere del segundo, imbuido de fanáticas ideas que pretendían realzar al negro al nivel del blanco, e «hibridarlos heréticamente con sus esclavos y libertos»138. Miguel Estorch estimó que fueron los negreros los que «supusieron que el negrófilo gobernador, deseoso de halagar a sus 138

LEBROC MARTÍNEZ, R., op. cit., pp. 240-243 y 253-261. 112

ahijados, había pasado una circular autorizando los casamientos de negros con blancas»139 . Verena Stolcke piensa que su actitud fue temporal y su finalidad era congraciar a España con Gran Bretaña, con cuya intervención se podría contar entonces para evitar la anexión de Cuba a los Estados Unidos140. Lo cierto que fue tan coyuntural como su propio gobierno, porque los levantamientos en la Península en 1854, que proclamaron a Espartero como presidente del Gobierno, acabaron con su mandato y repusieron a Gutiérrez de la Concha. El Gobierno, considerando gravemente perturbadora tal decisión de la Audiencia, ordenó su suspensión inmediata y devuelve las cosas a su estado anterior. Fue un grave mazazo contra Claret, que debilitaba seriamente su posición.

El atentado de Holguín En ese ambiente derrotista inició San Antonio María Claret su tercera visita pastoral. El 1 de febrero de 1856 arribó a Holguín. Tras un sermón de hora y media, salió de la iglesia en dirección a su casa. Era saludado por una multitud en la calle mayor. Se le acercó un hombre, como si le quisiera besar su anillo. Al instante alargó el brazo armado con una navaja de afeitar y descargó el golpe con toda su fuerza. No pudo cortarle el pescuezo, pero le rajó la cara y le hirió el brazo derecho. Tuvo un pequeño desmayo, pero el golpe no fue mortal y pudo rehabilitarse en poco tiempo141. El agresor del arzobispo, Antonio Abad Torres, había nacido en Santa Cruz de Tenerife.

139 ESTORCH, M.: Apuntes para la historia sobre la administración del Marqués de la Pezuela en la isla de Cuba desde el 3 de diciembre de 1853 hasta el 21 de septiembre de 1854, Madrid, 1856, pp. 29-33. 140 STOLCKE, V., op. cit., p. 62. 141 CLARET, San Antonio María: Escritos autobiográficos, Madrid, 1981, pp. 315-318.

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Tenía 35 años y era zapatero de profesión. Había sido implicado en un asesinato perpetrado en Gibara en la persona de un infeliz conocido por «el cristalero» del que fue absuelto. No residía en Holguín, sino que deambulaba por Auras y Gibara. Era bien pobre y no había podido acceder a alcanzar un trabajo fijo. Su defensor diría al respecto que «todas sus idas y venidas solo tenían un objeto: buscar trabajo»142. En esta última estaba cuando llegó el Padre Claret y debió seguirle durante el trayecto, no ejecutando sus planes por la continua presencia de la Guardia rural. Es significativo que este acto lo realizase un isleño, y en una región de nítida presencia canaria. Parecía ser el criminal oportuno en el medio adecuado. Aunque ultramarino, pertenecía a una región no considerada como firmemente patriótica en la isla. Muchas versiones se han apuntado como explicación a sus móviles. La hipótesis de una conjura organizada puede ser la más aceptable Hay que desestimar por absurda la de la trama masónica. Otra causa esgrimida fue la cuestión racial. Se afirmaba que había permitido el matrimonio de una canaria, probablemente hermana de Torres, con un negro143. Dentro del terreno de la leyenda, «era fama común que el agresor intentó vengarse del siervo de Dios por haber convertido a su concubina»144. Otra teoría, que ya había tenido en cuenta el gobernador de Santiago, «puede ser consecuencia de las correcciones canónicas que S.E. Ilma. Tiene impuestas a algunos sacerdotes que vivían amancebados»145. Sean cuales fuera los móviles reales del atentado, no cabe duda que se convirtió en un instrumento para las intrigas. La Revista de Jurisprudencia, tomo I, La Habana, 1856, p. 64. GUTIÉRREZ, F.: El Padre Claret en el periódico El Católico (1840-1857), Roma, 1989, pp. 232-233. 144 LEBROC MARTÍNEZ, R., op. cit., p. 288. 145 A.H.N., Ultramar, Leg. 1701, Nº 44. 142 143

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autoridad gubernamental no estaba muy interesada en aclararlas, como puede apreciarse por el análisis de la documentación. En un principio ordenó la averiguación de las causas, «para que no quede impune, ni sirva de pretexto a los enemigos del Gobierno, para que lo presenten tan solo como un suceso político, o si tiene ese carácter debe ser castigada». El alcalde mayor de Holguín condenó con celeridad a Antonio Abad a la pena capital el 15 de marzo. Este interpuso recurso a la Audiencia Pretorial de La Habana, donde le defendió el joven abogado José Manuel Mestre por turno de oficio. Este habló de arrebato, de inconciencia, de inexistencia de pruebas, de que la sentencia de muerte fue fruto del «celo» de ese juez para saciar la vindicta pública. El fiscal reconoció que el origen del delito seguía siendo un enigma. La Audiencia reconoció que estaba plenamente probada su culpabilidad y alevosía. Sin embargo, en atención a que las heridas no fueron de gravedad, le condenó a la pena de diez años en uno de los presidios de África, con prohibición absoluta de retornar a la isla»146. Pensamos que no hubo interés en averiguar los móviles reales del delito y se optó por lo más sencillo y menos comprometido, el destierro a un presidio africano. El mismo capitán general no dejó lugar a dudas al señalar en su escrito al gobierno de 5 de agosto de 1856 que, «sustanciada y fallada esta causa con arreglo a la ley, y no habiendo incidencia alguna que haga necesaria la intervención gubernamental en este asunto, el que suscribe entiende que puede resolver dándose por enterado»147. Ante la ausencia de conflictividad, mejor era dejar las cosas así, aun a sabiendas de que no parece ser más que un mero instrumento. 146 147

Ibídem. Ibídem. 115

El santo creyó ver al mismo diablo dando fuerzas y ayudando a Torres en el momento del atentado. En una carta diría con candorosa ingenuidad que «el demonio me tiene una rabia muy grande, yo mismo vi venir el asesino y el demonio en forma de un negro etíope que le rempujaba y que tenía la mano con que me hirió». Creyó que fue un designio providencial. «No puede tener conmigo resentimiento de ningún género, no salió de su corazón la maldad, sino que le fue sugerida». Solicitó su indulto. Pensaba que su acometida había sido «un favor grande que hizo el cielo, de lo que estoy sumamente complacido». Fue consciente de que en su diócesis hay muchos Herodes y Herodías que viven mal, y haciendo yo el oficio de Juan pedirán mi cabeza. Hay también algunos sacerdotes que son sepulcros blanqueados, como los de los hebreos, y así como aquellos maquinaron la muerte de Jesús, también estos maquinarán la mía. A raíz del atentado comenzó a crearse un ambiente de pesimismo entre sus íntimos colaboradores y una atmósfera de psicosis persecutoria, las calumnias continúan, los sectores españolistas le siguen acusando de ultraje al paisanaje catalán y español. Aunque el Papa le ruega que no renuncie, el Gobierno está decidido a destituirlo. Se recibe un despacho de Su Majestad el 10 de marzo de 1857 para que se presente en la Corte lo más pronto posible148. Finalizó de esa forma el episcopado de San Antonio María Claret, que demostró con su ejemplo y actitud las llagas flagrantes de una política colonial racista que se oponía a toda 148

LEBROC MARTÍNEZ, R., op. cit., pp. 279-296. 116

costa al mestizaje y que vio en los mulatos y los isleños, en su identificación con el medio rural y sus contradicciones, en su endogamia, elevada tasa de natalidad, conflictividad y relaciones, el germen de la futura emancipación de la isla. Una actuación comprometida y misionera, algo absolutamente excepcional dentro del alto clero de la isla.

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Martí y Canarias: relaciones entre los nacionalismos canario y cubano en la segunda mitad del siglo XIX

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Los canarios y la independencia de Cuba La posición diferencial de los canarios ante la situación cubana frente al conjunto de los españoles es un hecho incontestable en la realidad de la isla a medida que avanza el siglo XIX. No cabe duda que la raíz de esa posición nace de su papel socioeconómico. Su dedicación al mundo rural como campesinos les llevó a poseer una visión de la política colonial diferente a la de los peninsulares, vinculados a la burocracia y al tráfico mercantil con la metrópoli. La desconfianza hacia ellos es latente en la política gubernamental. Un texto de Varona clarifica el porqué de su posición social en el contexto cubano: Donde se estrecha la isla y la población atraída por las aglomeraciones urbanas se ha hecho más densa, las razas y las clases han pasado sin contraste unas sobre otras, confundiendo en igual servidumbre a cuántos están debajo. El guajiro y el isleño han sido tan esclavos como el negro. El veguero es un siervo adscrito a la gleba. Trabaja sin remisión ni esperanza para el bodeguero que lo estafa y para el marquista que lo explota149. 149

MARRERO, L., op. cit., XIII, p. 127. 121

La propia diplomacia norteamericana lo enjuició. El embajador Cushing definió en 1875 esa identificación al comparar las inmigraciones de Cuba y Puerto Rico: de los muchos habitantes de las Islas Canarias que emigran casi todos van a Cuba. La influencia política de los isleños, como son conocidos, es considerable en algunas partes de Cuba, donde también han propagado las imperfecciones y oscuridades de pronunciación y consecuente confusión de habla característica de los isleños de Canarias. Como consecuencia de todo esto, ha estado siempre exento del espíritu insano de crónica rebelión, que ha sido tan predominante en Cuba, y el cual, cualesquiera pretextos e incluso plausibles razones que puedan alegarse en los deseos de buen criterio del Gobierno superior, tienen su causa real en el carácter, conducta y modo de vida de los cubanos mismos, como demuestra el opuesto estado de cosas existente en Puerto Rico y las consecuentes paz, satisfacción y prosperidad de la Antilla menor150. La voluntad de involucrar a los canarios en la insurrección fue sentida y estimulada por los dirigentes independentistas desde mediados del XIX. Con ironía Antonio Franchi Alfaro publicó en 1856 una supuesta visión del viajero norteamericano Demoticus Philalethes de la realidad cubana. En ella los contrapone frente a los peninsulares:

150 Papers relating to the Foreign relations of the United States transmitted to Congress, Washington, 1875, II, p. 1138.

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Los españoles en Cuba tienen muchas ventajas sobre los criollos para llegar a alcanzar riquezas. El Gobierno les da una decidida protección, aunque finja una gran imparcialidad. La burocracia, que es completamente monopolizada por ellos, les proporciona contratos muy ventajosos con la Hacienda Pública. Se les recompensa generalmente con los grandes trabajos en los más ventajosos términos [...]. Los más útiles e importantes colonos de Cuba son los nativos de las Islas Canarias, no solo porque comúnmente traen consigo algún dinero, sino porque cultivan la tierra y resisten el calor y la lluvia de forma tan efectiva como los negros. Ellos tienen, sin embargo, esa ventaja sobre los españoles, a quienes solo les gusta transar con negocios que requieran muy poca labor. Ellos también simpatizan y encuentran amistad entre los criollos. Ellos lo prefieren en las ocupaciones como mayorales, pastores de ganado, etc., pues son industriosos y resistentes trabajadores [...]. Son sospechosos de ser políticamente apegados a los criollos151. Franchi, líder independentista cubano de origen isleño, publicó un manifiesto en Nueva York en 1852 en el que exhortaba a los canarios domiciliados en Cuba a luchar por su independencia: Simpatizáis con nosotros porque también habéis sido indignamente tratados en algunos de vuestros compatriotas [...], sufrís con nosotros las extorsiones, la insolencia y la suspicacia de los gobernantes. No temáis, canarios, los gritos rabiosos y las amenazas que para 151

PAZ SÁNCHEZ, M. y HERNÁNDEZ GONZÁLEZ, M., op. cit., pp. 153-154. 123

atemorizar exhalan algunos insensatos peninsulares. La parte ilustrada de ellos conoce que su suerte está unida a la nuestra, como nosotros son saqueados para sostener el lujo y los vicios de los altos empleados de La Habana y Madrid, como nosotros no gozan de derechos ningunos desde que pisan esa isla. [...] ellos no pueden desconocer que si sucumbiesen y perdiesen sus haciendas no hallarían en España ni indemnización ni aun compasión [...] los deberes de la gratitud, los vínculos del parentesco, el justo amor a la causa de la libertad y de la humanidad no les permite ser enemigos de la patria de sus mujeres e hijos del suelo hospitalario que les ha dado riquezas y bienestar. Ellos deberán ser cuanto menos neutrales152. La misma Junta libertadora de Puerto Príncipe en 1851 hizo constar su inclusión entre los insurrectos «a los fuertes isleños de las Canarias que aman a Cuba como su patria y que han tenido a un Hernández y a un Montes de Oca que han sellado con la prueba del martirio de la heroica decisión de los suyos por nuestra causa»153. En 1869, en plena Guerra de los Diez Años, el escritor francés Eugène Pegot-Ogier publicó en Bruselas un texto, Les iles fortunées ou en Archipel des Canaries, que será traducido más tarde al inglés y que será utilizado por los autonomistas Secundino Delgado y Ricardo Ruiz de Aguilar154. En él155 manifiesta que FRANCHI ALFARO, A., op. cit., p. 2. MARRERO, L., op. cit., tomo XV, p. 182. Bernardino Hernández, dueño de una fonda murió condenado a garrote vil por haber entregado a un ayudante de Narciso López el mejor caballo de la cuadra. Graciliano Montes de Oca fue detenido cuando buscaba un práctico para la expedición, siendo ejecutado igualmente. 154 HERNÁNDEZ GONZÁLEZ, M.: «Biografía y estudio crítico», en DELGADO, S., Canarias libre, Tenerife, 2006a. 155 PEGOT OGIER, E.: Les iles fortunées ou en Archipel des Canaries, tomo II, París, 1869, pp.268-270; edición inglesa de Frances Locock, Londres, 1871, 2 vols. 152 153

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los sucesos de Cuba constituyen motivo grave de preocupación para el actual Gobierno, pues acabarán por determinar, en plazo más o menos lejano, la emancipación de las colonias españolas que a ello aspiran como todas las posesiones ultramarinas. Los Estados Unidos, el Canadá, las islas Jónicas, la Australia, han demostrado o demostrarán con el tiempo, lo ineficaz que resulta para el interés de las metrópolis, el sistema de las asimilaciones lejanas. Sin embargo, en casos particulares podrá seguirse ese sistema, pero es fácil prever, en un porvenir próximo, la separación consentida de Filipinas, Cuba y Canarias, que quedarán administrándose por si mismas bajo la soberanía de España. Parece que, a pesar del bien espíritu de las clases inteligentes, el liberalismo y el patriotismo de todos, las aspiraciones republicanas de algunos corazones, algunos años son aún indispensables antes de alcanzarse este desiderátum, una sola cosa lo haría posible en breve plazo, alguna queja sería originada por la metrópoli. Hasta entonces conviene esperar el desarrollo progresivo de los bienes materiales, la propaganda y popularización de las ideas del libre comercio, la elevación del nivel de la enseñanza pública. Separadas de la metrópoli [se refiere a Canarias], pero quedando españolas de corazón y de alma, administrándose ellas mismas bajo el protectorado de la madre patria, verían abrirse ante sus ojos una era de prosperidad que, traspasando el límite de las aspiraciones legítimas que hoy sienten sus moradores, llegaría hasta donde estos no pueden soñar. Entonces, cuando nada esperasen de España, harían ellos mismos sus puertos, sus caminos, sus escuelas, tendrían marina mercante y estos sacrificios producirían resultados inmediatos. Mientras España está 125

entregada a los generales; a los partidos monárquicos y clericales, mientras la madre patria oscila aún entre el pasado oscuro y el porvenir resplandeciente, entregaos al trabajo agrícola, al comercio, y permaneced unidas ¡bellas Islas Afortunadas! Los extranjeros sonríen en presencia de los celos que turban la calma en Tenerife y Gran Canaria. Rivalidad de civilización, de comercio, está bien; esa es la guerra pacífica, la sola fecunda, la que constituye signo de vitalidad. [...] Dejad a la metrópoli su soberanía mientras no tengáis que sufrir por ella más que contribuciones e impuestos, pero si pretenden invadiros por soldados y gobernaros despóticamente; si vuestros esfuerzos en pro de la instrucción, de la justicia, de la administración honrada y popular resultan estériles; si os arrebatan vuestras franquicias de puerto; si vuestras milicias se suprimen arrebatándoos el privilegio de atender por vosotros mismos a la defensa del Archipiélago, entonces emancipaos valientemente. Cualquiera que sea el Gobierno que las Cortes, actualmente reunidas, den a España, hacemos fervientes votos para que esta nación atrasada que nos es tan simpática, recorra un camino de progreso y ocupe entre las naciones europeas el lugar que tuvo siempre y cual le es dado aspirar todavía.

La perspectiva de Nicolás Estévanez sobre el problema cubano Nicolás Estévanez y Murphy (1838-1914), republicano federal, ejemplifica al militar isleño crítico con la política colonial, contundente en sus afirmaciones. Indignado por el fusilamiento de ocho estudiantes de Medicina el 27 de noviembre de 1871, abandonó la milicia, renunció a su carrera y se negó a 126

reingresar en la milicia156. En una carta a su amigo Ramón Gil Roldán el 26 de mayo de 1870 le diría que «también me dices que para ser partidario de la integridad del territorio, solo te acuerdas de España. Pues yo, por amor a España, quisiera evitar que nos echaran de Cuba ignominiosamente, como al fin nos echaran». Irónicamente le rebatiría: «Los voluntarios españoles que luchan por la integridad de sus tiendas fusilan y degüellan hombres, mujeres y niños solo por ser cubanos». Cinco años después le relata que el general o cabecillas Suárez, que ha invadido las villas al frente de mil caballos es el mismo que iba a la escuela con nosotros ¿te acuerdas? Yo lo volví a ver en La Habana, cuando ya no estaba en el ejército y ha estado en la Manigua los siete años que va durando la guerra. Aquello está perdido157. Se refiere al tinerfeño Manuel Suárez Delgado (1837-1917). Militar de carrera, fue uno de tantos isleños que lucharon por la emancipación cubana. Incorporado a la contienda de los Diez Años desde el principio, ascendió a general, siendo el jefe de la caballería de Camagüey. Fue uno de los firmantes del pacto de Zanjón. En la del 95 alcanzó la máxima categoría militar, la de mayor general158. En sus Memorias dejó certera constancia de su punto de vista crítico. Sobre la anexión dominicana diría que «los disparates políticos y militares que nos hicieron perder la isla de Santo 156 Sobre Estévanez véase GUIMERÁ PERAZA, M.: Nicolás Estévanez o la rebeldía, Tenerife, 1979. 157 ESTÉVANEZ MURPHY, N.: Cartas, Tenerife, 1975, pp. 36, 38 y 69. 158 FERNÁNDEZ FERNÁNDEZ, J. y CASTELLANOS GIL, J.: Mambises isleños. Canarios en el ejército libertador de Cuba, Tenerife, 1999, pp. 159-169.

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Domingo se repitieron en Cuba; y si todavía tuviéramos colonias las perderíamos por las mismas causas y por iguales o parecidos yerros». Los dominicanos querían unirse a España conservando su libertad interior y el bienestar relativo que disfrutaban. ¿Y qué sucedió? Que el año de la anexión se les habían triplicado o cuadruplicado los tributos, se les negaba representación a Cortes y se sometía la isla a un régimen despótico, inundándola de generales, intendentes, obispos, canónigos, magistrados y covachuelistas, casi todos inútiles, cuando no venales159. Pensaba que Cuba se hubiera perdido para España de no ser por la revolución de septiembre. El movimiento separatista hubiera sido secundado «por todos los cubanos sin distinción de sexos, edades ni colores». Pero una parte «creyeron que España rectificaría su política ultramarina, modificaría su régimen colonial». Desgraciadamente, no fue así, todo siguió en el mismo estado; la revolución de España, tímida ante los elementos perniciosos que explotaban a Cuba sin conciencia, no hizo nada en sentido progresivo, ni siquiera abolió la esclavitud». Para él la revolución española «donde fracasó vergonzosamente desde el primer día fue en las colonias». Los cubanos que creyeron en los liberales españoles en el 68 «han sido los insurrectos del 95»160.

159 160

ESTÉVANEZ, N.: Mis memorias, Madrid, 1975, pp. 97-98. Ibídem, pp. 125-126. 128

Dos independentistas canario-cubanos en el Archipiélago: Tomás Acosta y Ramón González del Socorro En plena Guerra de los Diez Años, en 1875 y 1878 la logia masónica tinerfeña Taoro Nº 90 de La Orotava decidió acoger en su seno a dos nacionalistas cubanos de ascendencia canaria, el propietario habanero Tomás Acosta y el tabaquero matancero Ramón González del Socorro, cuyas raíces familiares procedían respectivamente de La Palma y Tenerife. Este hecho constituye un ejemplo clarividente de tolerancia y solidaridad entre ambos pueblos no solo por la personalidad política de los dos sino por manifestar abiertamente en sus discursos y opiniones con entera libertad sus ideas independentistas. El primero hacía cosa de seis años residía en los Estados Unidos, desde donde marchó a La Habana, para luego hacerlo en la villa. Los informes preceptivos de tres de sus miembros dicen de él que era de conducta afable y carácter intachable: ama a su patria, la que tuvo que abandonar a causa de los abusos cometidos por los tiranos que la gobiernan y explotan, contra los que aspiran a su libertad en virtud de un derecho natural y legítimo que todo ciudadano libre y honrado debe ejercitar como lo ha hecho Acosta. Eligió el nombre simbólico de Hatuey en honor del cacique cubano que resistió la conquista española. Por su parte Ramón González del Socorro era un significado líder en el exilio cubano en Florida, al que Patria en 1892 calificaba de «universalista con ideas redentoras». Había sido dirigente sindical de la huelga tabaquera de ese año en Cayo 129

Hueso, que buscaba «aún más allá de la república política, la realización del estado perfecto, de la sociedad ilustrada, libérrima, feliz del porvenir». En esos años fue secretario del Cuerpo del Consejo de Tampa durante los primeros meses de funcionamiento del Partido Revolucionario Cubano y presidió el club revolucionario Unión y Libertad, de Cayo Hueso. Era un ejemplo vivo de integración de ideas de emancipación obrera y nacional, un pensamiento que influiría, como veremos, en el nacionalista canario Secundino Delgado. Le avaló para introducirse en la logia, cuando contaba 25 años de edad, una carta del 20 de abril de 1878 dirigida por José Poyo y Estenoz, estrecho colaborador de José Martí, director de El Yara, y destacado dirigente del exilio revolucionario, en su calidad de fundador y tres veces maestro de la logia Dr. Félix Varela Nº 64 de Key West. González del Socorro solo permaneció unos meses en el seno del taller tinerfeño. Se despidió de él el 2 de diciembre de 1878 con un discurso a favor de la independencia de Cuba. Glosó en primer lugar los dos lustros que hacía que «comenzó para mi patria esa historia de páginas heroicas y sublimes», en los que luchó «por la más generosa de las aspiraciones que puede abrigar el corazón humano, la libertad innata en la conciencia de todos los seres racionales». Estimó horrorosa la guerra, pero la consideró en ese caso admisible por combatir contra el despotismo y el afrentoso servilismo. Rogó que no sufrieran las pruebas tremendas sufridas por su país estas islas acariciadas por el cierzo bendito de la paz y arrulladas por el canto feliz que entonan los soldados del trabajo, conserven estos halagos y escuchen estas canciones placenteras mientras las frescas rachas del Océano se dejen deslizar entre las plantas y las flores de sus feraces campos. 130

Consideraba que la suerte le llevó después de una penosa emigración a «la tierra dichosa de mis padres en donde tuve el honor de conoceros y de unirme a vosotros por los estrechos lazos de la fraternidad masónica». Fueron precisamente sus últimas palabras de agradecimiento y adhesión a los que le dieron muestras de solidaridad y de propagación en él de tales ideales. Les deseó que aumentasen «su prestigio entre ese pueblo esclavo todavía de las reocupaciones del error y el fanatismo»161.

Joaquín Montesino y la emancipación cubana En ese marco, en el que la desconfianza hacia la posición sociopolítica de los canarios en la emancipación cubana era más que evidente, es detenido en 1869, en plena Guerra de los Diez Años, en Consolación del Norte (Vuelta Abajo) el gomero Joaquín Montesinos Trujillo. Su proceso ilustra la suspicacia hacia nativos y canarios. Las autoridades solo se fían para la recolección de pruebas de los peninsulares162. Joaquín Montesino Trujillo formaba parte de la numerosa colonia gomera en la Cuba del siglo XIX. Criado en el seno de una familia de clase media formada por Felipe Montesino y Guadalupe Trujillo, había nacido en Agulo (La Gomera) el 16 de agosto de 1836163. Emigró a Cuba desde muy joven, dedicándose desde sus inicios al comercio de víveres164. Allí permaneció soltero. Contaba con 32 años en 1869, año en el que 161 PAZ SÁNCHEZ, M.: «Masonería e independencia de Cuba en 1878: el caso de la logia Taoro de La Orotava», en Revista de Historia Canaria, Nº 186, La Laguna, 2004, pp. 266-275. 162 Archivo General Militar de Segovia (A.G.M.S.), 9ª, Causas, pp. 35-189. 163 Archivo Parroquial de San Marcos de Agulo, libro 3º de bautismos. Sus abuelos paternos eran Antonio Montesino y Sebastiana Hernández y maternos Marcos Trujillo y Teresa Fragoso. Fue bautizado el 20, siendo su padrino su abuelo paterno. 164 PÉREZ CARRIÓN, J.: Los canarios en América o influencia de los mismos en el descubrimiento de América, La Habana, 1897, p. 453.

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fue detenido. Es bien significativa la proyección de sus paisanos en el mundo político e intelectual. Dos de ellos, médicos, naturales de su localidad natal, eran parientes suyos. Son Eliseo Bento Montesino, profesor de Medicina de la Universidad de La Habana, y Pablo Joaquín Trujillo Fragoso, también facultativo. Natural de su mismo pueblo fue Inocencio Casanova Fagundo, comerciante y hacendado, padre de Emilia Casanova, implicada en el movimiento independentista y suegro de Cirilo Villaverde. Nacionalizado norteamericano vio secuestrada su cuantiosa fortuna por su posición independentista. Otros notables insulanos fueron Domingo Casanova Casanova, Domingo León y Fernández, decano de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad habanera; el también galeno Gabriel Cubas Fernández; y Domingo Fernández Cubas, dirigente del Partido Autonomista Cubano, catedrático de la Universidad de La Habana, célebre por su defensa de los estudiantes de su especialidad fusilados en 1871 y presidente de la Asociación Canaria165. Joaquín Montesino se había establecido en La Palma (Consolación del Norte), donde había abierto un comercio al por menor de víveres y géneros. Había arrendado también una vega, para la que trabajaban diversos partidarios. Sus procedimientos en las ventas le granjearon la enemistad de otros comerciantes. El arrendatario Eusebio Quintana señaló que se surtía de ropa y de artículos de primera de necesidad del primero, viéndose obligado a que le prestase dinero para comprar ropa. Al abrir la tienda el isleño «para no molestar más con préstamos de dinero a Barriundo pasó desde entonces a surtirse de Montesino». El arrendatario José María del Pino hizo lo 165 REYES FERNÁNDEZ, E.: «Canarios en la Universidad de La Habana, 17281899», en Tebeto, 5, 1992, pp. 249-300. BEERMAN, E.: «Un canario en Cuba y Nueva York (1804-90)», en XII Coloquio de Historia Canario-americana (1996), tomo II, Las Palmas, 2000, pp. 361-376.

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mismo. El campesino Fulgencio Sánchez Perdomo dejó a León por el canario, mientras que el labrador Ignacio Rodríguez se reafirmó en la sustitución del asturiano Antonio Collado «porque le vendía más barato todo lo que necesitaba»166. Fue acusado por numerosos testigos, en su gran mayoría peninsulares, de ser el principal instigador de la rebelión en la zona, agrupando en torno a sí a los desafectos al régimen colonial y tratando de crear un grupo insurreccional. Es bien significativa su instrumentalización como testigos y funcionarios de todos los procesos contra la insurrección, una demostración de la abierta contraposición reinante entre estos y los criollos. El cura párroco Simón Fernández de Castro dijo al respecto algo clarividente: para él los hermanos Bonifacio y José Inocencio Azcui eran muy trabajadores y muy honrados, pero que por tiene por muy ignorantes, por lo que no le extraña que fueran fáciles de dejarse alucinar en cualquier asunto. Hablando dijeron eran dos buenos españoles, pero no los creyó por el solo motivo de ser hijos del país167. El comerciante Sebastián Borrundo, juez de paz, considera a Montesino bueno en condición moral, «pero en política es reputado en el partido como infidente muy decidido por la insurrección». Juan Cándido López Meiros, del comercio y capitán de la compañía de voluntarios, afirma que «se halla reputado como socialista muy afecto a la actual insurrección que se combate». El comerciante Jacinto de León y García refirió que este sostuvo que «de ninguna manera podía permitir 166 167

A.G.M.S. Ibídem. Ibídem. 133

que en su presencia se censurase la conducta de Céspedes y que defendía una causa justa». El párroco habla sobre él que «solo le ha visto en la iglesia una vez en 14 meses. Le había oído decir que sus ideas políticas eran muy avanzadas, que el testigo tenía por exageradas a consecuencia de los libros y periódicos que el acusado había alarde de haber leído»168. Los cubanos, agrupados en torno a Montesino, eran pequeños propietarios y arrendatarios. Entre los primeros, Manuel Palme y Manuel Jesús Azcui. De los segundos Joaquín Pérez Guijarro, José Bonifacio y José Bonifacio Azcui. Fue detenido por el secretario del Gobierno Militar de Pinar del Río a las ocho de la noche del 20 de marzo de 1869. En su confesión declaró que «sus convicciones políticas son la libre acción del individuo bajo un sistema de orden y de ley». Justificó su marcha a La Habana por ocho a 10 días por haber ido al grado de licenciado en Medicina en su Universidad de su pariente Pablo Trujillo, que vivía en la calzada del Monte 31. Reconoció que había sido suscriptor y agente de ventas de El Occidente, dirigido por Armas y Céspedes, «en tiempo en que la isla iba a disfrutar de los mismos derechos que la Madre Patria». Recibió también 10 números de La Verdad para venderlos a 15 céntimos cada uno169. El informe de Silvestre Valenzuela y Valenzuela, comandante y juez fiscal militar, dictaminó que las pruebas eran claras contra Montesino, «contra quien recae una prueba plana de antinacional y amigo acérrimo de la insurrección [...]. Por el resultar unánime de muchos de ser un hombre perjudicial a la sociedad». La sentencia del Consejo de Guerra de Pinar del Río de 3 de noviembre de 1869 condenó por unanimidad de votos a tres años de presidio a Joaquín y uno a José Bonifacio Azcui, 168 169

Ibídem. Ibídem. 134

Teófilo Azcui y José Acevedo de la Torre. A Blas Méndez Rodríguez, Manuel Palme Reyes y José Inocencio Azcui se les extrañó de la isla «durante las actuales circunstancias» y a Joaquín Pérez Guijarro y Manuel de Jesús Azcui se les dejó libres, condenándosele por los meses de prisión sufridos hasta entonces170.

Cárcel y exilio en Santo Domingo. Sus relaciones con Martí y el movimiento independentista cubano Montesino sufrió la condena en las canteras de San Lázaro de La Habana, donde coincidió con José Martí. Años después, en 1892, este publicaría en Patria un artículo, Los isleños en Cuba, dedicado precisamente a sus vivencias con él en el presidio, un texto que es, por otro lado, clarividente sobre las ideas del gomero y sobre la actitud de los canarios ante la emancipación cubana y su valoración por los independentistas. Sobre él diría el Apóstol: no había en el presidio de La Habana penado más rebelde ni más criollo que un bravo canario, Ignacio [error de Martí, que más tarde rectificaría] Montesino. Toda la ira del país le chispeaba en aquellos ojos verdes. Echaba a rodar las piedras, como si echase a rodar la dominación española. Se asomaba al borde de la cantera a verla caer. Servía mucho, hablaba poco, dio opio a los guardianes y huyó libre. Veinte años más tarde vuelve a comunicarse con Martí desde Santo Domingo, república en la que se exilio tras su huida de la

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Ibídem. 135

cárcel. Comenta Martí que la escribió desde allí. Le dijo que era el mismo de antes «en el corazón, que no se ha cansado de amar al país, que el padecimiento y la ruina que le cayeron por él se lo hacen amar más, que allá está suspirando por prestar a Cuba algún servicio». Ante esa adhesión diría «¿Quién mejor que este isleño podría llamarse cubano?. [...] Pronto va a tener Montesino la ocasión suspirada de servir a Cuba»171. Montesino residía en Montecristi (Santo Domingo) desde 1880. Casado allí tuvo varios hijos: Adolfo, Eudaldo, José Joaquín y una hija, de la que no conocemos su nombre. Se dedicó a actividades mercantiles como agente de empresas alemanas y como comerciante de campeche y café. El 4 de agosto de ese año le escribió a Maceo, que se hallaba en Puerto Plata, diciéndole que «yo estoy pobre y bastante arruinado, pero para Cuba y para hombres de las cualidades de usted estaré siempre dispuesto»172. El 9 de septiembre de 1892 Martí arriba a Govaines. Parte hacia Dajabon, donde visita a Montesino. En Patria el 1 de noviembre recoge sus impresiones: «El delegado, con nuestras almas detrás, nos llevó, callando solo lo que debía, por los mares dudosos por las inquietas ciudades haitianas y su vapor hospitalario, por las casas campestres del bravo isleño Montesino». La Secretaría de Estado de Interior y Policía de la República reflejó que el gobernador de Montecristi le informó que había pasado por aquel distrito, procedente de Haití, el señor José Martí, que se decía jefe revolucionario cubano, que dicho señor reunió en aquella ciudad los conspiradores

MARTÍ, J.: Obras completas, tomo IV, La Habana, 1963-1973, pp. 423-424. RODRÍGUEZ DEMORIZI, E.: Martí en Santo Domingo, La Habana, 1953, pp. 432-433. 171 172

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más connotados, entre los que figuraban el señor Montesino, don Francisco Coll y don Máximo Gómez; que allí se habló de la revolución que debía estallar en Cuba no muy dilatado y de formar la expedición cubana con destino al Mol San Nicolás173 . Sus casas de Montecristi y Dajabón, donde fue designado alcalde, fueron durante esos años residencia y auxilio de multitud de dirigentes independentistas cubanos. El mayor general Serafín Sánchez, que vivió por algún tiempo en Santo Domingo, refirió que conoció a Joaquín Montesino, viejo amigo de Martí y su compañero en el presidio político de Cuba por razones de la independencia cubana. A pesar de que era canario, Montesinos residía en Montecristi, Santo Domingo, desde 1880 y a la casa de este va a vivir Serafín y su esposa, como si fuera su propio hogar174. El hijo de Joaquín, José Joaquín Montesino Lemoine, reseña que una hermana que tenía 70 años en 1945 le relató que «ella trató mucho a Martí, como igualmente a otros patriotas que estuvieron en la casa de mis padres, tales como el general Serafín Sánchez, el general Francisco Carrillo, el general Enrique Collazo, la familia de Salas (de esta familia es César Salas, que acompañó a Martí hasta la Playita de Baracoa), los Aloma, etc. Mi familia allí en Montecristi fue muy visitada por Martí y también las visitas de este se hicieron a Dajabón, donde estaba

Ibídem, pp. 85 y 335. AA.VV.: Apuntes biográficos del mayor general Serafín Sánchez, La Habana, 1986, p. 49. Cit. en PAZ SÁNCHEZ, M. y otros, op. cit., tomo II, 1994, p. 113. 173 174

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establecido mi padre»175. El general Enrique Loynaz del Castillo fue asistido por él: «mi padre lo cargó en Santo Domingo, pues usted sabe que nació allí. Sus padres que llegaron en gran miseria allí, fueron protegidos por mi padre». Y lo mismo de dominicanos que después de la independencia pasaron a residir a la Perla: «los Poloney de Puerto Plata, los Thomen y Julio de Peña, de Santiago de los Caballeros, Julio Grillón, los Billini, los Henríquez Ureña, etc. Don Pancho Henríquez fue médico allí de mus padres y luego médico aquí en Cuba»176. El 24 de febrero de 1895 arribó Martí de nuevo a Montecristi, donde permaneció hasta el 1 abril, que se embarcó para Cuba. Allí redactará con Máximo Gómez el documento que pasará a la historia como el Manifiesto de esa ciudad. José Joaquín relata que cuando llegó a esa ciudad a la primera casa que se dirigió fue a la de mi padre. Esto lo hizo aproximadamente sobre las 9 de la noche, pero mi padre se encontraba en Dajabón. Vea las condiciones de actividad de Martí marchó hacia Dajabón para iniciar contacto con su compañero que fuera de cadenas en la cárcel de La Habana [...]. Tanto este como él, pues Martí llegó muy cerca de medianoche, permanecieron en vela toda la noche acostados cada uno en su catre, rememorando la estancia de ambos en el Presidio de Cuba177. El 1 de marzo salió hacia Cabo Haitiano con el hijo de Máximo Gómez. A este le escribe que fue posible «la generosidad de Montesino», que le proporcionó buen caballo y compañero»178. RODRÍGUEZ DEMORIZI, E., op. cit., p. 509. Ibídem, p.510. 177 Ibídem, p.510. 178 Ibídem, p. 118. 175 176

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Panchito relata a su padre que Martí y Enrique Collazo planearon establecer un negocio en Inagua con el canario, socio del alemán J. Stapelfeldt &Co. «con el objeto de comprar provisiones y sal para hacer el comercio con Montecristi». Sus referencias son constantes en el diario de Martí de Montecristi a Cabo Haitiano. El 1 de marzo salieron de Dajabón, donde «tengo a Montesinos, el canario volcánico, guanche aún por la armazón y la rebeldía, que, desde que lo pusieron en presidio, cuando estaba yo, ni favor ni calor acepta de mano española». Marcha con Adolfo, «el hijo leal de Montesinos, que acompaña a su padre en el trabajo humilde». Monta en su silla con un potro por él alquilado. En Fort Liberté bebe «el vino piamontés que me puso Montesinos en la cañonera». Hospedado en casa de Nephtalí, sale de nuevo en su plática179. El activismo independentista desarrollado por el canario es notable tanto en Montecristi como en Dajabón. Participa activamente en el club Capotillo, creado por el abogado Emilio Reyes en la primera y dirige El general Cabrera. Cede su casa para sus reuniones «para discutir programas y artículos»180 del periódico Las Albricias, cuyos redactores eran fervientes partidarios de la causa cubana. Las actas de los dos centros insurgentes fueron publicadas en Patria en su edición del 30 de marzo de 1895 por las indicaciones del Apóstol. Este en su carta a Gonzalo de Quesada y Benjamín J. Cabrera relató que El General Cabrera fue creado «por un isleño que cargó nuestro grillo presidario». Pide que publiquen su acta sin nombres, excepto el del «presidente Montesino, hombre ferviente y generoso y terco amigo de Cuba, que con su independencia solo tiene paces»181.

MARTÍ, J., op. cit., tomo XIX, pp. 183-212. RODRÍGUEZ DEMORIZI, E., op. cit., p.381. 181 MARTÍ, J., op. cit., tomo IV, p.109. 179 180

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Por propuesta del isleño llevaba el nombre «de uno de los más esforzados campeones de la gloriosa Restauración dominicana» y tenía su sede en su propia casa en Dajabón. En su acta fundacional se reseña que debía de ser una agrupación de simpatía a Cuba, bastante activa para que ayude eficazmente a la revolución, y bastante moderada para que ninguno de sus actos ni manifestaciones de pretexto o razón para que se diga que pone al Gobierno del país en dificultades oficiales. Por medio de recaudaciones, a través de bailes, veladas o representaciones, debe recaudar fondos para la libertad de Cuba. Se justifica por la hermandad entre los pueblos de América Latina, y en particular «los que forman la hermosa Trinidad de las Antillas Mayores», que se deben mutuamente la ofrenda de su amor y sacrificio. En esa coyuntura la independencia es una causa pendiente en el sagrado tribunal de la conciencia humana». Denunciado por el cónsul de España, el gobierno dictaminó su suspensión en abril de 1895. Pero fue un mero acto oficial destinado a complacer sus exigencias, pues siguió actuando con mayor cautela182.

La identidad canaria recreada por Martí Hijo de la isleña Leonor Pérez, Martí tiene desde su infancia una idea clara de la identidad isleña, que refleja incluso en obras emblemáticas como La Edad de oro. En ella dice que los isleños de Canarias, que son gente de mucha fuerza, creen que el palo no es invención del inglés, sino 182

RODRÍGUEZ DEMORIZI, E., op. cit., pp. 389-395. 140

de las Islas: y si que es cosa de verse un isleño jugando al palo y haciendo el molinete. Lo mismo que el luchar que en las Canarias les enseñan a los niños en las escuelas. Y la danza del palo encintado; que es un baile muy difícil en que cada hombre tiene una cita de color y la va trenzando y destrenzando alrededor del palo, haciendo lazos y figuras graciosas, sin equivocarse nunca183. Perfecto conocimiento del juego del palo, la lucha canaria y la danza de las cintas al son del ancestral tajaraste de resonancia aborigen, bailado al son del tambor, la castañuela y la flauta que delatan su perfecto conocimiento de esa canariedad con la que convivió desde su más tierna niñez en los brazos de su madre. Muchos años más tarde, en la Isla de Mujeres, en la costa del Yucatán, relata que debe ese nombre a «los pescadores canarios que van a las Antillas por aquel mar a hacer su pesca». Apunta que fuera acaso por las timoratas familias yucatecas que emigraron en tiempos de las revueltas indígenas, «entre cuyas sencillas doncellas no tardan en hallar los pescadores leales y fáciles esposas»184. Esta referencia le retrae a una de las actividades con las que fueron conocidos. Desde las aguas de Florida o del Yucatán abastecían a La Habana de pescado fresco185. Para Martí, como para el conjunto del pensamiento emancipador cubano y para el concepto de la identidad isleña en Cuba que subyace en la visión criolla, los canarios son un pueblo criollo ultramarino conquistado por los españoles. Una idea que también se expresó en la América colonial y la independencia venezolana. Por eso Bolívar en la Guerra a Muerte diferenció MARTÍ, J., op. cit., tomo XVIII, p. 342. Ibídem, p. 191. 185 HERNÁNDEZ GONZÁLEZ, M.: «Los pescadores canarios en La Florida y el abastecimiento de pescado fresco a La Habana en el siglo XIX», en El Pajar, 15, 2003a. 183 184

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entre españoles y canarios y la Gran Colombia planteó en el Congreso de Panamá de 1826 la emancipación de las Islas186. El Apóstol en su Discurso del Liceo Cubano de Tampa de 26 de noviembre de 1891, cuando habla sobre los españoles no incluye para nada a los canarios por esa concepción diferencial. Pormenoriza las diversas regiones, incluso la de su padre, pero no incluye la materna: ¿Temer al español liberal y bueno, a mi padre valenciano, a mi fiador montañés, el gaditano que me velaba el sueño febril, al catalán que juraba y votaba porque no quería el criollo huir con sus vestidos, el malagueño que sacaba en sus espaldas del hospital al cubano impotente, al gallego que muere en la nieve extranjera, al volver de dejar el pan del mes en la casa del general en jefe de la guerra cubana?187 Un año más tarde en el artículo de Patria ya citado que dedica a Montesino y al conjunto de los isleños precisa ese concepto diferencial de la identidad isleña. Para él, como para el conjunto de los cubanos partidarios de la emancipación, el canario es un criollo y las Islas una colonia. De ahí que proyecte en América su idea de la libertad que no se atreve a proyectar en su tierra: «No es raro que el hijo de las Canarias, mal gobernado por el español, ame y procure en las colonias de España la independencia que por razón de cercanía, variedad de orígenes y falta de fin bastante, no intenta en sus islas propias». Es notable su paralelismo con el enarbolado cinco años después por El Guanche de Secundino Delgado desde Caracas en su retrato del campesino canario: 186 187

HERNÁNDEZ GONZÁLEZ, M., 1997a, op. cit. MARTÍ, J., op. cit., tomo IV, p.277. 142

Míseras viven, sin el regalo y alegría con que pudieran, las poéticas Canarias; y no cría bajo el español aquella volcánica naturaleza más que campesinos que no tienen donde emplear su fuerza y honradez y un melancólico señorío, que prefieren las mansas costumbres de su terruño a la mendicidad y zozobras de la ingrata corte. ¿Qué ha de hacer, cuando ve mundo libre, un isleño que padece del dolor de hombre, que no tiene en su tierra nativa donde alzar la cabeza, ni donde tender los brazos?188 Sin embargo se da un avance cualitativo que tiene que ver con su percepción en Venezuela. En el país del Orinoco diría sobre ellos: «hay isleños, nativos de las Islas Canarias, una posesión española, hombres rutinarios, de poco alcance mental, de mano pesada, preocupados y mezquinos. Crían cabras y venden su leche. Cultivan el maíz»189. Esa opinión distaba bien poco de la que hemos visto del capitán general Valdés en Cuba, pero está marcada por su impresión de su papel en las contiendas venezolanas, como la Guerra Federal, en la que apoyaron a los conservadores, o en la Emancipadora, en la que fueron mayoritariamente partidarios de la contrarrevolución. De ahí que reflexione algo bien perspicaz: Del bien raíz suele enamorarse el hombre que ha nacido en la angustia del pan y cultivó desde niño con sus manos la mazorca que le había de entretener el hambre robusta; por lo que ha salido el isleño común, mientras no se le despierta su propia idea confusa de libertad, atacar más que auxiliar a los hijos de América, en quienes el gobernante astuto les pintaba el enemigo de su bien raíz. 188 189

Ibídem, tomo IV, p. 423. Ibídem, tomo XIX, p. 159. 143

Su cambio de posición se trasmite precisamente cuando se siente vejado por el poder establecido en la tierra que cultiva o en sus seres amados. Esa misma rebeldía que en Venezuela proyectaba contra la oligarquía mantuana se transformaba en los campos de Cuba contra el yugo colonial. Identidad y amor son bases sobre las que proyecta el hijo de una isleña su discurso sobre su adhesión a la causa emancipadora: Pero no hay valla al valor del isleño, ni a su fidelidad, ni a su constancia, cuando siente en su misma persona, o en los que ama, maltratada la justicia o que ama sordamente, o cuando le llena de cólera noble la quietud de sus paisanos. ¿Quién que peleó en Cuba, dondequiera que pelease, no recuerda a un héroe isleño? ¿Quién, de paso por las Islas, no ha oído con tristeza la confesión de aquella juventud melancólica? Oprimidos como nosotros, los isleños nos aman. Nosotros, agradecidos, los amamos190 .

La influencia de Martí y el nacionalismo cubano en Secundino Delgado Secundino Delgado, considerado el padre del nacionalismo canario191, director de sus dos primeros órganos de prensa, El Guanche, impreso en Caracas en 1897-98 y Vacaguaré, dado a la luz en su tierra en 1902 y fundador del Partido Popular Canario, se formó ideológicamente en Key West y Tampa, donde trabajó como herrero y tabaquero. En sus declaraciones ante el tribunal militar que le procesó en 1902 afirma que MARTÍ, J., op. cit., tomo IV, pp. 423-424. SUÁREZ ROSALES, M.: Secundino Delgado. Vida y obra del Padre del Nacionalismo Canario, Tenerife, 1986. HERNÁNDEZ GONZÁLEZ, M.: Secundino Delgado en Venezuela, Tenerife, 2003b. 190 191

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ha renegado a la soberanía española porque desde muy joven se ha criado y educado en los Estados Unidos y ser su esposa y sus hijos de Norteamérica; que el que declara fue a la isla de Cuba por primera vez en octubre de 1895 como revolucionario cubano procedente de Cayo Hueso, en cuyo punto, a la par que escribía algunos periódicos tenía establecida una herreduría; que su amor a la libertad y la independencia le arrastró a ser revolucionario por la independencia de Cuba; que, aunque el declarante no había ido nunca a Cuba, su amor a la isla está basado en haberse criado y educado con la colonia cubana de Cayo Hueso, de cuyas ideas de emancipación llegó a asimilarlas por completo192. En su autografía se reafirmaría sobre 1906. Allí en Florida «los cubanos emigrados me inocularon la idea separatista que acogí con amor»193. Participó en esos años activamente en el movimiento obrero y nacionalista de la Península de Florida. Sabemos, por su propio testimonio, que sus comienzos se sitúan en Key West. Fijó más tarde su residencia en Tampa, donde se empleó como tabaquero194. Esa migración la protagonizaron otros significados Reproducido en PAZ SÁNCHEZ, M.: «Nuevos documentos sobre Secundino Delgado», en ROA, Nº 9, 1990, p. 55. 193 DELGADO, S.: ¡Vacaguaré! (vía crucis), introducción de Oswaldo Brito y Julio Hernández, Tenerife, 1980, p. 95. 194 La bibliografía sobre la vinculación entre el mundo obrero de Florida y la emancipación cubana es considerable. Véase entre ella, CARBONELL RIVERO, N.: Tampa, cuna del Partido Revolucionario Cubano, La Habana, 1957. CASANOVAS CODINA, J.: ¡O pan o plomo! Los trabajadores urbanos y el colonialismo español en Cuba, 1850-1898, Madrid, 2000. CASTELLANOS, GARCÍA, G.: Motivos de Cayo Hueso, La Habana, 1935. DELOFEU, M.: Héroes del destierro. La emigración. Notas históricas, Cienfuegos, 1904. INGALLAS, R. P.: Urban vigilants in the New South: Tampa, 1882-1936, Gainesville, 1993. INGALLS, R.P. y PÉREZ, L.A. Tampa cigars workers, Gainsville, 2003. MORMINO, G. 145

anarquistas cubanos como Enrique Creci, que participarían en el círculo de trabajadores y en la redacción de El Esclavo. Este junto con Messonier habían sido detenidos y expulsados de Key West por su activismo en las reivindicaciones tabaqueras. Creci, como Secundino, defendería la independencia cubana, falleciendo en 1896 en un hospital en Matanzas como consecuencia de las heridas de guerra. Delgado trabaja a comienzos de 1895 en la fábrica de tabacos de Monné y participa activamente en el Círculo de Trabajadores de aquella localidad. El 14 de febrero de 1895, llama a la huelga el órgano anarcocomunista El Esclavo, con el que colaboró activamente desde su fundación, aunque es difícil reconocer sus artículos porque, como es característico de él, muchos de estos no se firman o se efectúan con pseudónimo. El taller en el que trabajaba la secunda, apoyando las reivindicaciones de los de La Rosa española, en la que su encargado Arango ejercía su autoridad despótica, impidiendo la comunicación durante el trabajo y la lectura de determinados periódicos. Acordaron también la lucha por la igualación de los salarios con Nueva York. Secundino sería uno de los más destacados líderes de las comisiones sindicales de Monne. La lucha de los dos talleres antes citados se mantuvo hasta principios de marzo, pero fue vencida. En torno al 7 de marzo fue conducido a prisión junto con otros cabecillas como Marcelino Cueto, José Díaz, Luis Barcia y Manuel M. Abello. Desde ella enviaron un mensaje de resistencia para que continuase la huelga a una asamblea obrera reunida el día 10 en el local del juego de pelota. Se les mantuvo R. y PONZARRA, G. E.: The Inmigrants World of Ibor City: Italians and Their Latin Neighbors in Tampa, 1885-1985, Urbana, 1987. POYO, G. E.: Poyo With all and for the good of All. The emergence of Popular Nationalism in the Cuban Communities of the United States, Durham, 1989. RIVERO MUÑIZ, J.: Los cubanos en Tampa, La Habana, 1958. SERRANO, C.: Anarchisme et independance nationale a Cuba a la fin du XIX siecle, París, 1986. 146

en arresto durante 12 sin intervención de la justicia en clara contradicción con la legalidad vigente195. En Secundino se cristalizan dos influencias sin las cuales no puede entenderse su trayectoria ideológica: el anarcocomunismo y el nacionalismo popular martiano. Ambos son claves para explicar su interpretación de la realidad y su posición vertebrada en lo que sería su Partido Popular Canario, engendrado a partir del movimiento obrero «antipolítico» del que debía emanar todo proyecto nacionalista entendido como paso previo a la liberación social. Ambas influencias se forjaron en sus años de residencia en Florida. Una conexión ideológica que tendría sus fisuras en cuanto chocaban los intereses de clase entre los empresarios y los trabajadores, pero que subyace en el pensamiento tanto de Martí como en el de Secundino. Para explicar esta conexión debemos partir de la concepción dominante en el movimiento obrero anarquista en el que se integra Delgado en Tampa: el anarcomunismo, corriente liderada por Kropotkin, Malatesta y Reclus que veía en la independencia de los pueblos oprimidos el primer umbral para su liberación social. Esa concepción la expresa constantemente en su obra. Piensa, como Martí, en clave criolla. Entiende que Canarias es una nacionalidad oprimida, un Archipiélago conquistado por los españoles que casi aniquiló a sus primitivos pobladores. Pero la nueva identidad es un nuevo pueblo surgido de la fusión de colonizadores y colonizados. Pero liga la libertad de los pueblos a la de los hombres. Sigue siendo un anarquista:

195 PAZ SÁNCHEZ, M.: «Secundino Delgado y la emancipación cubana», en El 98 canario-americano. Estudios y documentos, La Laguna, 1999, pp. 149-159.

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Habrá quien me calumnie llamándome español y mentiría. Yo tengo a orgullo mis dos apellidos y mi pura sangre española; pero el germen de la libertad incubó en mi organismo, y antes que nacionalista soy libertario. Mientras aliente, bregaré por la autonomía de los pueblos y de los individuos cueste lo que cueste. A la tiranía de España debo mi iniciación en las cárceles y el martirio. Ya nada temo. Todo por la libertad de los pueblos y de los hombres. Como Backunine, que al mismo tiempo que predicaba la gran revolución política, económica social, no abandonaba las regiones conquistadas y sometidas a potencias extrañas. Polonia, por ejemplo, fue su Virgen prisionera196. El nacionalismo criollista está presente en su obra y praxis: Con aviesa intención llamáronme filibustero, separatista, revolucionario. Tales epítetos merecen que dé las gracias. Washington, Bolívar, Páez, Martí, Calixto García, etc., fueron oprobiados por los mismos denuestos [...] Sí; soy independiente. En mi temperamento no cabe la lógica de dominación. Que un hombre imponga su voluntad a otro hombre; que un pueblo más o menos grande obligue y someta a otro que reside a larga distancia, a acatar leyes y costumbres que le son extrañas; que se impongan jefes desconocidos, como si los seres de aquí o acullá radican fueran imbéciles, incapaces de entenderse o un simple rebaño que necesita de pastores ¡Eso no lo entiendo ni lo entenderé nunca!197 196 197

DELGADO, S., 1980, op. cit., p. 142. Ibídem, pp.138-139. 148

La vertiente anarquista: El Esclavo de Tampa El periódico anarquista El Esclavo, del que fue redactor, nació en los ambientes obreros de Tampa. Integrado por trabajadores de procedencia cubana, pero también por españoles e italianos, su primer número fue impreso el 28 de junio de 1894. En su editorial no deja lugar a dudas sobre sus convicciones: frente a las acusaciones de españolismo de sus detractores se declara «su redacción tan cubana como el señor Rivero», significado líder nacionalista de la Perla de las Antillas. Repugnaba que «haya en el mundo un pedazo de tierra donde los obreros se entreguen en luchas intestinas por el fácil prurito de haber nacido aquí y allá», sirviendo de esa forma a los intereses de la burguesía. Para los anarquistas la lucha es por la libertad de los hombres. Por eso combaten «no solo a la tiranía y sus defensores en Cuba, sino también a todo aquel que solapadamente se llama nuestro amigo y nos damnifica». El combate es contra todo gobierno: Los separatistas cubanos que apelan a la fuerza de la revolución para conseguir sus fines tienen por lo tanto todas nuestras simpatías, pero nuestros ideales son más grandes, más sublimes, más generosos y no nos cansaremos de decir a los separatistas cubanos no derruir a un tirano para entronizar otro. La lucha revolucionaria es para dar la propiedad y toda la riqueza social al pueblo, por lo que «un pueblo como un individuo no es libre si no goza de completa libertad»198 . 198 El Esclavo, Nº 1, Tampa, 28 de junio de 1894. La colección consultada procede del Instituut Social Geschiedenis de Ámsterdam. Nuestro agradecimiento a Manuel de Paz por las facilidades dadas.

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Los anarquistas frente a los nacionalistas burgueses muestran una activa posición crítica. Numerosos artículos cuestionan el conservadurismo de algunos sectores del nacionalismo cubano. Sin embargo, elogian la actuación, el impulso popular del Partido Revolucionario Cubano199. Señalan que «en Nueva York, quizás más que en ninguna otra ciudad de los Estados Unidos haya alguno de esos individuos» que contribuyen al sostenimiento de la dominación española en Cuba y otros que sin ser vividores son conservadores y retrógrados por más que pretendan ser liberales y que alguno de ellos hayan sido considerados como prominentes patriotas en la revolución. Aplauden los atropellos y justifican la explotación. Elogian a los millonarios y justifican los medios que estos emplean para acumular las riquezas. Aseguran que estas han sido conseguidas por medio de la inteligencia y de la economía. Desgraciadamente en Cuba abundan estos tipos y si al hacerse la independencia no caen como la dominación española «habrán quedado los cubanos en igual condición que antes»200. En un artículo dedicado a los tabaqueros separatistas cubanos de los Estados Unidos profundiza en la contradicción de clase reinante en el partido revolucionario. En él conviven con «los que a fuerza de acaparar tu trabajo hoy poseen capital y fábricas de tabaco, en cuyos talleres vas a dejar tu salud en 199 Las agrupaciones filantrópicas y de beneficencia del exilio cubano, como los Caballeros de la Luz, son buena prueba de la complejidad de las relaciones sociales. Véase HERNÁNDEZ GONZÁLEZ, M.: «La Orden Cubana de los Caballeros de La Luz en el exilio norteamericano», en FERRER BENIMELI, J. A. (ed.), La masonería española en América, II, Cáceres, Centro de Estudios Históricos de la Masonería Española, 1992b, pp. 401-414. 200 El Esclavo, Nº 14. Tampa, 5 de septiembre de 1894.

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cambio de un mezquino pan». Pero esos que dicen que fabricantes y operarios son de un mismo origen y luchan por la misma independencia no comparten contigo la riqueza «o cuando menos fueran ‘generosos’ en la retribución de tu trabajo, pero lejos de ser así tratan por todos los medios de reducir tu salario». A quienes se rebelan contra esta explotación les acusan de traidores españoles. Resaltan lo contradictorio de la idea de querer conducirles a Cuba para «hacerte libre» cuando te hacen esclavo «en la misma emigración y encadenado de pies y manos entregarte humillación y miseria a los pies de los fabricantes tus paisanos, miembros del partido y prohombres seguramente de la futura independencia política del país». Para ellos la revolución no la puede monopolizar ningún partido, sino nacer del esfuerzo del pueblo. Por tales motivos los trabajadores deben desconfiar y echar de su lado a los que les esclavizan en sus talleres201. Su insistencia por despojarlo de los agentes de la burguesía fue una constante. Por ello insisten en que si pone al frente de su órgano Cuba a «un hombre digno», mucho ganaría, porque «podría considerarle como un compañero no tan radical que velaría en algo por la injusta miseria del pueblo»202. Con la guerra El Esclavo toma partido por la independencia y llama a los obreros a las filas rebeldes «que tremolan la bandera de la revolución, la bandera de la libertad». Esa lucha no es la de un partido «sino la protesta viril de todo un pueblo» contra la tiranía y la explotación203. Los anarquistas deben aprovechar,

El Esclavo, Nº 23, 7 de noviembre de 1894. El Esclavo, Nº 25, 21 de noviembre de 1894. 203 El Esclavo, Nº 39, 7 de marzo de 1895. 201 202

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como sostenía Malatesta esa oportunidad «para dar a la revolución la mayor amplitud posible hasta convertirla en social si fuera posible». Si no lo fuera cooperando con la emancipación para abrir «un nuevo horizonte al pueblo de la colonia» con la predicación de sus ideas204. Tales ideas de ligar el nacionalismo a un partido revolucionario de inspiración obrera y anarquista prendieron indudablemente en Secundino y explican el carácter eminentemente clasista de su proyecto político, de su concepción de la liberación de los pueblos oprimidos.

La proyección del nacionalismo popular martiano en Secundino Delgado La ideología del nacionalismo canario proyectado por Secundino y el Partido Popular Canario, cuya continuación sería en la década de los 20 del siglo XX la creación en Cuba del Partido Nacionalista Canario, bebe de ese origen ligado al movimiento obrero de inspiración anarquista, pero también del criollismo. No en vano surgieron sus concepciones del mundo hispanoamericano en el marco de la emancipación de la Perla de las Antillas. En su proceso declara que visitó Cuba por primera vez en octubre de 1895, «como revolucionario cubano procedente de Cayo Hueso»205. En su autobiografía reflejó su activismo y compromiso con «la necesidad de que Cuba sacudiese el yugo que le imponía la nación española y fui conspirador. En el periodo revolucionario escribía propagando mis ideas a las que prestaba aliento mi íntimo amigo Adolfo Castillo, más tarde general». Durante nueve meses permaneció en la isla que un telegrama de Weyler interesado en su prisión le llevó a Venezuela. En ese 204 205

El Esclavo, año II, Nº 11, 28 de agosto de 1895. PAZ SÁNCHEZ, M., 1990, op. cit., p. 55. 152

tiempo permaneció en La Habana «para conspirar y enviar hombres al campo, escribir proclamas y establecer comunicación con las Juntas del extranjero»206. Exiliado en Caracas durante los años 1897-1898 publica allí el órgano nacionalista canario El Guanche, que sale a la luz en mayo de 1898, a pesar de que hacía meses que por presión española había sido expulsado del país y se había refugiado en Curaçao. Con la paz vuelve a Cuba, se nacionaliza cubano y regresa en 1900 a Canarias donde edita Vacaguaré y funda el Partido Popular, actividades estas que le conducirán en poco tiempo, solo se editaron cuatro números, a su prisión en la Cárcel Modelo de Madrid. En su nacionalismo popular, que le lleva aunar en su proyecto a las clases medias, sin desdeñar su carácter obrerista, se puede apreciar la influencia martiana207. Su propuesta trata de resaltar los aspectos más negativos de la política del Estado de la Restauración en Canarias: el servicio militar y su cruda materialización en la Guerra de Cuba, las lesivas y onerosas contribuciones, el caciquismo y sus derivados, el pleito insular y el cunerismo, la nula inversión estatal en la educación del pueblo y su más sangrante consecuencia, las altas tasas de analfabetismo, y la existencia en plano de superioridad de una burocracia peninsular que humillaba al habitante de las Islas. Para él, «el único elemento sano de Canarias es el pueblo, a él he de ocurrir»208. Su compromiso activo con la causa cubana es uno de los ejes de El Guanche. El soldado canario no debe ir pues «le envilece y lo humilla ante el mundo». Señala el compromiso de su pueblo con la deserción: «En vano es ocultar que ningún canario

DELGADO, S., 1980, op. cit., pp .96-97. Véase, sobre este concepto, POYO, G. E., op. cit. 208 HERNÁNDEZ GONZÁLEZ, M., 2003b, op. cit., p. 51. 206 207

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acepta la participación en la guerra de Cuba; sin examen de conciencia, instintivamente, conoce la razón que le asiste al colono, como la analogía que existe entre ambos». Su segunda trinchera es la gravosa explotación del campesinado isleño por las contribuciones que aumentó considerablemente el Estado español como compensación a su pérdida de ingresos en los aranceles aduaneros con la concesión del régimen de puertos francos en 1852. Su tercera motivación es la condena de la burocracia peninsular y el caciquismo. Llama a levantarse contra «el caciquismo irritante que se enseñorea estúpidamente, imponiendo su voluntad imbécil, violando nuestros derechos de hombre y engordando a expensas del pobre pueblo cada vez más diezmado». Denuncia la irrupción de «peninsulares aristócratas, algunos que jamás tocaron con sus blancas manos un instrumento de trabajo, algunos dignos vástagos de esa corrompida, gangrenada aristocracia española». Igual énfasis hace en el desprecio de los peninsulares hacia los canarios. Siguen manifestando «el orgullo y el hábito de dominación de sus abuelos, la arrogancia funesta del amo. El canario es para ellos un tipo inferior, un isleño canario». Prototipo del rústico, del bárbaro: «para el peninsular el canario es un español sometido, y esta opinión es íntima en casi todos ellos, raro es el compatriota nuestro que no lo haya observado si ha tenido ocasión de tratarlos»209. Las concomitancias con el nacionalismo cubano son bien nítidas. En Secundino y en el Partido Popular vemos, pues, la influencia del obrerismo anarquista en su concepción de partido que emana de la clase obrero y de lucha social y económica y el nacionalismo popular de José Martí y el Partido Revolucionario Cubano.

209

Ibídem, pp. 53-57. 154

La emigración canaria entre la guerra hispano-cubana y la ocupación norteamericana Cuba y Venezuela como destinos

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La hegemonía de la emigración a Venezuela en los noventa La crítica situación por la que atraviesa la isla de Cuba en la última década del siglo XIX y la movilización general de los canarios en el reclutamiento militar después de la creación del ejército regular en las Islas en 1886 supone una seria restricción de las corrientes migratorias hacia la Perla de las Antillas210. Por el contrario, reavivan el traslado de los emigrantes hacia Venezuela, a pesar de que las circunstancias socioeconómicas del país en esos años no son propicias. La existencia de lazos de parentesco y afinidad con la numerosa colonia allí establecida, el gran impulso que se dio a esta en la época de gobierno de Guzmán Blanco son factores que llevan a los inmigrantes a decidirse por ese país. No obstante, junto con esos factores, pesan indudablemente las notables facilidades que las autoridades venezolanas dan a los jóvenes inmigrantes prófugos para evadir el servicio militar y la facilidad para obtener la nacionalidad del país receptor. 210 CASTELLANO GIL, J. M.: Quintas, prófugos y emigración. La Laguna (1886-1935), Tenerife, 1990.

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En esa coyuntura de paralización de la migración a Cuba se explica la aparición de propuestas de hacendados de Guatemala interesados en el traslado de familias agricultoras cuyas condiciones de vida y alojamiento se ciñen «a las leyes de Guatemala y a los usos y costumbres de la finca». Los contratos especifican la obligación de trabajar en la finca del propietario por espacio de cinco años en una jornada de seis de la mañana a seis de la tarde, excepto dos horas para realizar el almuerzo y la comida, durante todos los días con excepción de los domingos y tres días festivos anuales. El incumplimiento del contrato da derecho al despido, en cuyo caso deberá abonar el peón el costo del pasaje211. Pero la migración isleña tendrá en la década de los noventa del siglo XIX como destino preferente a Venezuela. Con la llegada al poder de Andueza Palacios en 1890 se promueve en ese país una nueva ley de inmigración explícitamente racista, que prohíbe la entrada de asiáticos y de naturales de las Antillas británicas y holandesas. Sin embargo las dificultades para embarcarlos desde Europa son claras. J. A. Revel reconoce que, pese a la crisis económica que atraviesan Chile y Argentina, que recorta en esa década las corrientes migratorias, las condiciones de las contratas son tan poco atractivas y onerosas que «todos mis esfuerzos por satisfacer al Gobierno y a mis amigos agricultores se han estrellado aquí con la imposibilidad hasta ahora de embarcar inmigrados verdaderamente útiles para la agricultura a los precios que fija el gobierno y con la condición de pago en Venezuela. Evidentemente no existe confianza entre los inmigrantes europeos en las posibilidades de futuro que ofrece la tierra de Bolívar. El fracaso de otros intentos en épocas incluso más atractivas como la etapa de gobierno de Guzmán Blanco lo demuestran. La inestabilidad política reinante refuerza 211

Diario de Tenerife, 1 de junio de 1896. 158

más esa tesis. Por ello «tendré que ir a las Islas Canarias, donde parece fácil cumplirlas».212 En efecto, a pesar de los años de bonanza cafetalera del régimen de Guzmán Blanco y los primeros balbuceos de su sucesor, seguía sin atraer a los europeos, incluso a los peninsulares. Todos los proyectos al respecto fracasaron. Varios quiméricos planes promovidos por empresarios extranjeros, como el de Bocardo, que proponía el ingreso de 200.000 procedentes de Francia, norte de Italia, España, Canarias y Azores, como amplios privilegios de tierras a cambio de fundar ciudades y dotarles de infraestructura urbana, no llegaron ni tan siquiera a ponerse en práctica. Entre 1889 y 1894 entraron en el país 5260 personas, en su gran mayoría procedentes de Canarias. La crisis cafetalera de la década es bien visible a partir de 1893. Sin embargo la emigración no se restringe. En 1893 el representante español en Caracas denuncia su traslado en los barcos Fomento y Escole. Este último, procedente de Las Palmas, transportó él solo a 520 isleños. Sin embargo no se encuentra este país en situación de recibir emigraciones. No hay trabajo: el comercio sufre ahora más que nunca a causa del contrabando oficial. Los desgraciados que vienen, vienen engañados. La emigración ha sido, es y seguirá siendo una trata indigna, un comercio en el cual se enriquecen unos cuantos. Llegan los españoles, no encuentran trabajo, piden limosna. Los arribados «ignoran que están aquí secuestrados por 18 meses». Llegan «engañados y la mayor parte sin la necesaria 212 Cit. en PELLEGRINO, A.: Historia de la inmigración en Venezuela. Siglos XIX y XX, Caracas, 1989, p.132.

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documentación». Con la complicidad de las autoridades, los capitanes y los armadores, salen «menores de edad y jóvenes que o no han entrado en quintas o no tienen permiso militar para salir, siendo reclutas disponibles». El remedio para el diplomático es prohibir terminantemente toda emigración española a Venezuela, como ya han ejecutado Italia y otras naciones213. La Memoria del Ministerio de Fomento de 1896 plantea que el país necesita braceros. Para estas labores «conviene el individuo de no muy lejano paralelo». Es bien rotundo: «De nada serviría –ni ha servido– para nuestras labores el habitante del Norte, ni tan siquiera el de medio de Europa». Los isleños y los italianos han sido los que con mayor facilidad se han adaptado al medio. Era la constatación del fracaso de los intentos de atracción de los europeos de Norte y Centroeuropa, que deberán haber contribuido a la inyección de sangre nórdica para mejorar la raza. Se propone como alternativa «una inmigración de chinos e indostaníes, capaces de resistir todas las penalidades, con pequeños salarios, a que bien puede someterse su sobriedad proverbial».214 Entre irrealizables planes fantasmagóricos y la simple demanda de mano de obra jornalera barata, la inmigración se proyectaría únicamente desde esta última perspectiva, solo que la crisis, visible desde esas fechas y que se arrastrará con toda crudeza en los primeros años de la nueva centuria, reducirá al mínimo las corrientes migratorias en las tres primeras décadas del XX. Cuba una vez finalizada la guerra, canalizará, junto con Estados Unidos Argentina, y Uruguay, todas las demandas. En lo que respecta a la migración canaria, las nuevas centrales azucareras de Oriente de Cuba y las vegas tabaqueras de Vuelta Arriba en la región central de la 213 214

Archivo del Ministerio de Asuntos Exteriores (A.M.A.E.), Leg. H-2717. Cit. en ibídem. 160

isla concentrarán el grueso de las corrientes migratorias isleñas en esos años. Sin embargo, en la década de los noventa la inmigración a Venezuela proseguirá, alentada por la deserción del servicio militar, que obligaba a su reclutamiento forzoso a Cuba. El ambiente prebélico y la contienda propiamente dicha será el aliciente fundamental de las contratas efectuadas en suelo canario. Incluso la situación por la que atraviesa la Gran Antilla llega a una migración de canarios desde ella hacia Venezuela, bien por deserciones militares o por encontrar un ambiente más tranquilo y propicio en el continente. El tipógrafo canario afincado en Venezuela Manuel M. Marrero reseña en octubre de 1896 que con motivo de la guerra de Cuba han llegado procedentes de aquella Antilla algunos paisanos que, teniendo deudos en esta República han podido salvarse de las calamidades que la guerra engendra, y en la cual han perdido muchos de ellos los frutos que con la laboriosidad y el trabajo lograron alcanzar215. En los noventa en el archipiélago las posibilidades de trabajo de amplios sectores de la población eran todavía muy precarias. Las alternativas a la cochinilla habían tenido escaso éxito o estaban todavía en sus primeros balbuceos, como era el caso del plátano o del tomate, que tendrán su eclosión solo a partir de la primera década del XX, con la excepción de Gran Canaria, donde se anticipó notoriamente en los noventa. La situación socioeconómica de la colonia canaria en Venezuela era ya en 1894 bastante crítica. En ese año cerca de 800 215

Diario de Tenerife, 6 de noviembre de 1896. 161

individuos residentes en Caracas solicitan embarcarse en La Guaira para el exterior. La raíz de esta petición es que «el país está atravesando por una gran crisis económica y el hombre trabajador no puede ganarse el sustento por no encontrar quién le pague, y ni aun por la comida encuentran colocación», por lo que piden su traslado a Cuba216. Sin embargo, a pesar de la gravedad de la situación, el flujo migratorio no cesa en la década de los noventa. En 1896 el embajador español en Venezuela se queja de la deserción masiva del servicio militar que reina en las Canarias, que les lleva no solo a huir hacia Venezuela, sino lo que considera más grave, a nacionalizarse venezolano. Esta conducta «revela el propósito culpable de eludir los deberes del servicio militar, burlando la ley por medio de una nacionalización extranjera». El diplomático español destaca las perniciosas consecuencias de su generalización «por los habitantes de las Islas Canarias, tan refractarios ya al cumplimiento de sus deberes militares que emigran en masa con solo ese objeto». Le preocupa también que «el número siempre creciente de extranjeros que llegan a aquellas islas, aumentado por los regnícolas naturalizados en países extraños pudiera crear en su día allí embarazos al Gobierno de España». Se reconoce el hecho de que la numerosa colonia española residente en esta república, que no baja seguramente de treinta y dos mil personas, en su mayoría oriundas de las Canarias, y casi todos braceros a quienes poco o nada ha aprovechado, sino es librarse de quintas, es bastante despegada en el afecto de España, como lo revela el hecho de que, residiendo en esta capital más de tres mil, solo unos quinientos están 216

A.M.A.E., Leg. 2717. 162

inscritos en la Legación de S.M., recluyendo casi en su totalidad la renovación anual de sus cartas de nacionalidad, y por consiguiente, por estas condiciones, el ejemplo de naturalizaciones para volver en seguida a su país de origen puede ser por demás perjudicial217. Frente a la nacionalización propone el embajador español la condena de todos aquellos que retornasen a su patria, «si esta naturalización se ha obtenido violando alguna ley del país de origen». En ese caso los lazos que ligaban al naturalizado a este no quedan completamente rotos, y si volviese a su antigua patria caería bajo la jurisdicción territorial de la misma, que podría pedirle cuenta de las obligaciones o cargas a que se ha querido substraer indebidamente. Se apoya para tal argumentación en la doctrina adoptada por Alemania en casos semejantes con sus nacionales en los Estados Unidos. En Prusia su retorno en edad militar como ciudadanos norteamericanos se considera objeto de inmediata expulsión, por incomodar a todos aquellos que habían cumplido con tal obligación218. La guerra hispano-cubana acelera esa migración para evadir las quintas, a pesar de que las circunstancias por las que atraviesa Venezuela, distaban de ser óptimas. El propio El Guanche lo reconoce: Apena el alma ver el núcleo de jóvenes que vagan por esta capital en busca de trabajo, recién llegados de 217 218

Archivo General de la Administración (A.G.A.), Asuntos exteriores, Leg. 5484. A.G.A., Ibídem. 163

nuestros lares, sin encontrar dónde ganarse el sustento. Y más nos entristece el conocer la causa por la que han querido abandonar su querida patria, sus madres y sus familias, dejando tras de sí la amarga soledad en sus hogares y lágrimas de dolor que queman la mejilla de quien las vierte. La recluta forzosa es la causa que les lleva a desertar. No es solo su incorporación al servicio militar «es la fratricida guerra», de un patriotismo que no entienden, de una guerra que les causa horror, un conflicto para las clases bajas que excita aún más la redención del servicio militar activo por 1500 pesetas al mes219. El embajador español alerta en agosto de 1897 sobre las consecuencias del engaño que envuelve a «la creciente emigración de las Islas Canarias», impulsada por los agentes de emigración y sobre «la inercia que acusan esas emigraciones casi todas clandestinas, añade más gravedad al hecho». Narra la entrada del vapor Rosario de la compañía genovesa «La Veloce», que había zarpado de Santa Cruz de Tenerife el 5 de agosto. Una vez salido de la bahía admitió a bordo 53 pasajeros prófugos e indocumentados de una barca, previo pago de su pasaje. Estima este hecho escandaloso ante la vista de las autoridades, como lo denunciaron algunos testigos presenciales que «han oído los comentarios poco halagüeños para nuestra administración que se hacían entre los pasajeros». Mayor gravedad reviste para él el que «el agente de emigración se jactaba a bordo de que si el vapor La Veloce hubiera rehusado hacer este embarque, contaba ya con otro vapor de la Compañía Pinillos»220

219 220

El Guanche, Nº 1, pp.4-5; Nº 2, p. 11. A.G.A., Asuntos Exteriores, Leg. 5484. 164

La resistencia de los canarios a inscribirse en el registro de nacionalidad de la embajada es bien notoria. Uno de sus empleados, Saturnino García Bajo Flores, reconoce el 7 de febrero de 1898 el hecho de que solo lo hacen «7 o 9 siendo el número de españoles que residen en esta ciudad capital de más de 11000»221. Debemos de tener en cuenta de que la gran mayoría de ellos eran jornaleros pobres emigrados clandestinamente y en elevada proporción prófugos, por lo que difícilmente podían pagar las multas exigidas por la legación para inscribirse. Tal evidencia trajo consigo una activa campaña en su contra del isleño Diocleciano Ramos García en La Bandera española, un órgano de la colonia subvencionado por el Gobierno español. En sus artículos abogaba por la inscripción gratuita y la supresión de tales penas, lo que se tradujo en la supresión de esa ayuda gubernamental. El diplomático español se queja de que, a pesar de que la legislación venezolana prohíbe taxativamente la intromisión de los extranjeros en los asuntos internos, castigando severamente su activismo, los isleños distaban mucho de quedar al margen. Deben guardar «absoluta neutralidad en las contiendas políticas interiores». Sin embargo, «nuestra dilatada colonia en este país, compuesta en su mayoría de naturales de las Islas Canarias, no brilla, por desgracia, ni a causa de su patriotismo, ni mucho menos por su reserva en las cuestiones del país». Asume una tradición por otro lado constante de sentirse y comportarse como venezolanos, que les llevó a participar activamente en todas las contiendas políticas y bélicas del país durante el siglo XIX. No estaban distantes las opiniones de Páez sobre su papel en la Guerra Federal:

221

A.M.A.E., Leg. 2717. 165

Van a nuestro país y se identifican con los venezolanos en tal manera y en tal grado que parece natural verlos tomando parte en todos nuestros asuntos, prósperos o adversos, y nadie se sorprende de que se inmiscuyan en nuestras desafortunadas disputas. La constante comunicación en la que viven con la gente común les expone a ellos más que a cualesquiera otros extranjeros a luchas y rivalidades [...] Los canarios eran súbditos de su Católica Majestad de derecho, pero ciudadanos de Venezuela de hecho222 . El embajador teme que «no pocos de ellos tomarán parte activa en las elecciones, pues me consta que muchos se han comprometido a votar por determinados candidatos». Pero es más preocupante para él es el bando que han apoyado mayoritariamente, el del doctor Rojas Paúl, que «es precisamente el más anti-español de todos estos candidatos, y en extremo afecto a los rebeldes cubanos y a los conspiradores puertorriqueños»223. Rojas, fundador de la Academia Nacional de la Historia, había sucedido a Guzmán Blanco en 1888 en la presidencia de la República. Su año y medio de mandato marcó la reacción definitiva contra el poder ejercido por El Ilustre Americano desde 1870. En las elecciones de 1897, sin embargo, contó con escaso apoyo224. Debemos de tener en cuenta que la gran mayoría de ellos poseían la nacionalidad venezolana. Un ejemplo muy ilustrativo de este activismo es el protagonizado por tres hermanos comerciantes originarios de Guía de Isora, propietarios 222 Cfr. MANNING, W.: Diplomatic Correspondence of The United States. Interamerican Affairs, 1831-1860, vol. XII (Texas y Venezuela), Washington, 1939, pp. 835-837. 223 A.G.A., Asuntos Exteriores, Leg. 5484. 224 Sobre Rojas véase VELÁSQUEZ, R. J.: La caída del liberalismo amarillo, Caracas, 1972.

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de la firma Cartaya hermanos, Antonio, José María y Juan Cartaya, que habían sido denunciados por su participación en la revolución de 1892. Juan en un periódico canario pide el voto en las elecciones de 1897 a la amplia colonia del NO de Tenerife bien a Rojas Paúl o al general José Manuel Hernández, «hijo este último de un paisano nuestro de Tenerife, sobrino del cura Hernández de Santa Cruz». Afirma que, aunque se crea que la comunidad de origen nos ciega, no puedo menos de manifestar a nuestros lectores que el general Hernández es hombre de ideas sanas y amante del progreso, a la vez que una de las espadas más limpias que tiene el país. Ojalá recaiga la elección de presidente en cualquiera de estos dos candidatos, tan buenos servidores de la Patria, pero mucho nos tememos que, siguiendo la costumbre, salga triunfante el candidato del Gobierno225. Otro tanto podemos decir de Juan Quevedo, general del ejército venezolano, que llegó a ser presidente del estado Bolívar (Distrito Federal) en 1877, 1879-1880 y 1886-1888 y ministro de Guerra y Marina. Opuesto al presidente Crespo, contaba con la simpatía de Rojas. Murió trágicamente en 1891, cargándose su muerte a cuenta de Raimundo Andueza Palacios, que poco después, en 1892, sería presidente de la República; o del comerciante e industrial Francisco Marrero, propietario de la Panadería de La Candelaria de Caracas. En 1900 se le acusó de ser el autor intelectual del atentado frustrado del general Cipriano Castro, por entonces presidente, en la esquina de Socarrán, intentado por un obrero de su negocio226. La Voz de Icod, 26 de junio de 1897. FERNÁNDEZ, D. W.: Diccionario biográfico canario-americano, Tenerife, 1989, pp. 170 y 239. 225 226

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La colonia canaria en Venezuela y su actitud ambivalente ante la nacionalidad La actitud ambivalente de la colonia ante la cuestión nacional se puede apreciar en esos conflictos. En 1899 en la rebelión del Mocho Hernández se vieron implicados varios canarios, como recoge Manuel M. Marrero, por lo que las autoridades decretan su expulsión del país. Pero al mismo tiempo es significativo que uno de los militares gubernamentales fuera el canario Ángel Morales fallecido en el combate librado en el pueblo del Tocuyito en las cercanías de Valencia, «que militaba las órdenes del Gobierno hacía algunos años», siendo «muy apreciado de sus jefes y querido de los soldados»227. El sentimiento ambivalente de la colonia canaria será captado como diferencial por los mismos venezolanos. Se verá claramente con todas sus contradicciones en esta época de conflagración en las Antillas. Esa identificación con el medio, que tiene causas y motivaciones socioeconómicas, pero también patrones culturales arraigados generación tras generación les llevan a participar con gran protagonismo en los problemas diarios de la sociedad venezolana. En la misma medida les impulsa a no sentirse ardientemente patrióticos en la defensa de su españolidad por entender que su mayor cercanía e identificación se da en esa noción de hispanidad con los americanos. De ahí su actitud contraria a la guerra y favorable a los derechos reivindicados por los cubanos. En tierra venezolana se sienten en una posición contradictoria, son españoles y a la vez venezolanos, tienen mayores lazos en común en sus costumbres, idiosincrasia y formas de vida con estos últimos, con los que les ligan cadenas y vínculos que se remontan a siglos 227

Diario de Tenerife, 23 de enero de 1900. 168

atrás y en los que se han tejido sólidos nexos culturales, pero en su gran mayoría no reniegan abiertamente de su nacionalidad española. Saben que son canarios, algo diferenciados, pero españoles al fin y al cabo, y en la misma medida que los contrapone, los identifica como tales. Por ello en la contienda cubana su posición será «antipatriótica» hasta la intervención norteamericana. Solo a partir de ese momento reavivará su identidad hispánica, algo que significativamente se verá en la actitud del propio vocero nacionalista El Guanche. La prensa venezolana, siguiendo con ello una actitud que se remonta a la colonia diferenciará abiertamente entre canarios y españoles, como se puede apreciar en un artículo de Lucifer reproducido en El Guanche Nº 8. Mientras que «la colonia española en nuestra República –salvo honrosas excepciones– y en toda la América es mala y perniciosa», afirma el tabloide, la canaria es «en sentido inverso, por ser ella elemento de orden, progreso y equidad». Se le llama «la única inmigración útil a todos los países y en nuestra patria se comporta como el mejor venezolano». Ello incide en su estimación, por lo que «vive sin egoísmos y trata a los hijos del país como de su propia familia». No dejan de tener interés sus apreciaciones sobre su resignación ante la decadencia del país. Sufren «en familia, es decir en sociedad común con nosotros, y nunca nos están sacando defectos ni errores, sino, antes bien, nos estimulan y nos honran». Una emigración que se comporta como «una venerable familia, jamás está de paso ni anda errante» y que expresivamente considera raza frente a la española: «vea la colonia española si ella pueda siquiera asimilarse con esa otra raza desgraciada porque sufre su orgullo y languidece bajo su tutela». A pesar del papel siempre activo de los canarios en las contiendas venezolanas, esa valoración como miembros de una misma familia, desavenida, pero inserta y en sociedad 169

común, estará siempre inserto en el estereotipo reinante sobre los canarios. En la misma medida, en los isleños en Venezuela se contrapone una idea de nacionalidad notoriamente contradictoria, que expresa consecutivamente su canariedad, su españolidad y su venezolanidad. Un artículo de El Guanche Nº 8 ahonda en esa ambivalencia. No más fidelidad afirma: «¿Por qué gritamos viva España estando nuestra tierra en África viéndola perecer bajo el yugo de aquella?». Contrapone la identificación del isleño con el hispanoamericano y su aversión del peninsular: Este «nos desprecia creyéndonos inferiores y nos echa en cara nuestra condición y nuestra falta de cultura, de la cual no somos responsables», mientras que «la América que nos trata como de su casa, donde tenemos derecho a tomar parte de sus desdichas y alegrías; el isleño tiende su mano amiga al chino, al indio, al africano, al ruso, es respetuoso, cariñoso y afable con todos porque esa es su condición». El peninsular, desde esa perspectiva, «es asimilable solo con el peninsular; trata con superioridad a todos los demás, créese mejor nacido que el resto de la especie; de ahí la diferencia de aprecio que siente el americano entre estos dos tipos completamente opuestos. Esta compenetración con el hispanoamericano, según esta interpretación, se contrapone a la del peninsular, con el que jamás se ha ligado, pues «si se tratan es afectadamente; en el fondo se repelen por ley de lógica». Un artículo sobre la colonia canaria en Venezuela en ese mismo número profundiza en la visión contradictoria reinante en ella. Se critica que sigan hablando con suma candidez: somos españoles. A pesar de considerar a los peninsulares como hermanos, «estos canarios no han sido considerados como tales por ellos». Por más que «hipócritamente lo dicen es el africano isleño, algo así como el gusano a la planta, algo así como cosa extraña a la planta». El canario ha sufrido según tal 170

análisis «por ser considerados como la representación genuina de la colonia española». Ello es así en Venezuela por ser los peninsulares muy pocos, dedicados al comercio a pequeña escala, todos laboriosos, salvo algún sablista o vividor. Sin embargo, al usurpar varios isleños esa nacionalidad, es que «sobre todos venía a descargarse las burlas y chacotas de los naturales de estas tierras». Al llamarse españoles, por tales circunstancias, recaen sobre ellos las ojerizas «de los que sufrieron el despótico yugo ibero». Ellos deben «soportar la revancha de los que supieron hacerse libres e independientes» y los canarios ser estimados por «nuestra laboriosidad y honradez ingénita». El Guanche, al ahondar en ese sentimiento contrapuesto, trata de resaltar la hispanoamericanidad del isleño. Le une con él «analogías de historia, de raza, de costumbres, de porvenir», como proclama en su artículo del Nº 5 «A los hispanoamericanos». En esta etapa en la que arrecia la guerra de Cuba, en la que los canarios son reclutados para ella y en la que gran número desertan refugiándose en Venezuela, esa ambivalencia necesariamente tiene que estallar con toda su crudeza, sin medias tintas. De ahí esa exaltación constante de tal oposición en las páginas de la revista nacionalista de lo que más duele al canario: el drama de la guerra. En plena intensidad del conflicto bélico, el diplomático español en una carta al ministro de Estado fechada el 27 de diciembre de 1897 refiere que «repetidas veces he tenido ocasión, por desgracia, de llamar la superior atención del Gobierno de S.M. acerca del despegue y tibio patriotismo de la colonia canaria residente en esta República». Le llama la atención del hecho de que siendo el número de españoles residentes en esta capital de más de 5000, en su mayoría canarios, solo se han inscrito en esta legación unos 600 y la recaudación de la Junta 171

Patriótica española para reunir fondos dedicados al fomento de nuestra marina de guerra solo subsiste por los esfuerzos hechos por los señores Denatar y Bandelas, de origen marroquí, negándose casi todos a dar su óbolo por modesto que se le pida para tan meritoria obra. El ministro había concentrado todos sus esfuerzos económicos en tratar de exaltar el nacionalismo español entre los canarios, tanto con la contratación de periodistas afines con dinero procedente de la legación española en los Estados Unidos, como organizando yo mismo y contribuyendo con sumas de mi bolsillo para celebrar unas fiestas conmemorando la derrota de Nelson en Santa Cruz de Tenerife, imprimiendo a mi costa la relación de las veladas que han tenido lugar durante mi estancia aquí. Sin embargo, se lamenta que «nada he conseguido de tan díscolos elementos»228. Es bien significativa dentro de ese entorno la marcada instrumentalización política de la conmemoración de la llamada «Gesta del 25 de julio de 1797». Desde las páginas de El Guanche se reproduce en su Nº 3 un artículo de Imeldo Serís, el Marqués de Villasegura, en el que exalta la victoria sobre el almirante en términos de valentía y arrojo de la raza canaria. En ese número se vitupera al Gobierno español al declararla como fiesta «puramente local», por lo que era solamente «gloria canaria»: «¡El presuntuoso pueblo que nos tiraniza hubiera creído rebajado su orgullo aceptando comunidad de glorias con nosotros!». Por el contrario los españolistas como José Henis Pérez 228

A.G.A., Asuntos Exteriores, Leg. 5484. 172

desde las páginas de El Tiempo de 31 de julio de 1897 elogian al Orfeón y ensalzan el patriotismo de los hijos de Castilla que derrotaron a Nelson con el espíritu sublime que lleva «todo español, todo patriota, dignos émulos de Numancia y de Sagunto», que acá en la Sultana del Ávila, en la gentil Caracas, que dicen los venezolanos, ha tenido resonancia nuestra fiesta; y es porque los hijos de la Cuna de Bolívar se sienten orgullosos de que por sus venas corra sangre española y de que por su camino de triunfos sea una consecuencia de la hidalguía y nobleza de Iberia. Si la intervención directa de la embajada española en los actos del Centenario del ataque de Nelson no contribuyó a avivar los sentimientos nacionales, su contrapunto lo constituirá la intervención norteamericana en la Guerra de Cuba, que sirvió para unificar los sentimientos isleños en la preservación de la Hispanidad, una unanimidad que se aprecia también en el cambio de actitud de la propia prensa venezolana y significativamente en el mismo vocero nacionalista El Guanche, como muestra su último número. Hasta la irrupción yanqui en el conflicto, la actitud de la colonia canaria hacia el Gigante del Norte es bien cándida. En el Nº 8 de la revista nacionalista se equipara la dependencia económica de Cuba con Estados Unidos a la de Canarias con Inglaterra, pero en un plano de beneficios mutuos. En el Nº 5 el comerciante canario afincado en La Guaira Cayetano Rodríguez afirma que los Estados Unidos, nación que personifica el progreso del siglo y no le mueven bastardas ideas para con Cuba, le ha dado la mano al niño naciente de la libertad a fuerza 173

de valor y sangre, y merecidas palmas que le han tributado en la prensa y en la tribuna. Es la admiración por la civilización anglosajona bien visible en el periódico que opone los valores de expansión y progreso de esa cultura a la decadencia de lo español. Ese cambio en la valoración del conflicto por parte de la comunidad canaria es percibido por el embajador español. En una carta fechada el 25 de abril de 1898, cuando la entrada de Estados Unidos en la guerra es bien patente, y se ha declarado la ruptura de relaciones trata de movilizar a la Junta Patriótica para que, aprovechando «estos momentos de entusiasmo de la colonia, promoviese una suscripción extraordinaria». En esa coyuntura acordaron en una reunión tratar de integrar el mayor número de paisanos en ella. Se amplió el número de vocales y se comenzó con la suma de 240 pesetas aportada por la legación «para dar ejemplo». Era su objetivo «conseguir que la colonia observe una actitud digna y reservada». Pero su prevención ante los isleños es bien notoria: no confío mucho de nuestra colonia, ni como suscripción, ni como contingente de hombres, pues, a pesar del gran número de prófugos, canarios en su mayoría, que hay aquí, hasta la fecha solo se han presentado ofreciéndose voluntarios para ir a la guerra 50 españoles y un mexicano, y de estos, cuando se les llame para embarcar, si llega el caso, quién sabe cuantos se presentarían229. El embajador se sorprende del cambio de actitud de la colonia en el natalicio de Alfonso XIII, celebrado «con un entusiasmo indescriptible y nunca visto hasta ahora». Afirma que aquella 229

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más bien retraída y como separada de cuanto se relaciona con la vida oficial, tuvo empeño en solemnizar ese día, acudiendo en número considerable, puede decirse que extraordinario, a tributarle al representante de España toda clase de adhesión y simpatía ante la incalificable y odiosa agresión de que es objeto nuestra Amada Patria. Acudieron más de 150 personas, entre ellas dirigentes de la Junta Patriótica y de las sociedades Unión española y Orfeón Canario. Por la tarde la sociedad entera de esta capital acudió a la legación incluidas familias de la elite local como los generales Valentini, Pietri, y Monagas y los Uslar, Braasbli, Manrique, La Madrid y Rodríguez, don Bernardo Planas, los banqueros Blohm, Krown, Lesseur y «cuanto clan distinguido encierra la sociedad caraqueña, todos se esforzaron en prodigar pruebas de simpatías a España»230 Marrero recoge ese cambio en sus crónicas del Diario de Tenerife con bastante objetividad e imparcialidad. En su carta de 5 de mayo de 1898 reconoce que suma impresión ha causado aquí entre la colonia española la ruptura de relaciones entre España y los Estados Unidos, y no poco ha preocupado a los hijos de Canarias la probabilidad de que nuestras islas sean atacadas por la escuadra enemiga. El 6 de julio sostiene que «el conflicto hispano-americano ha venido a despertar en parte el espíritu patriótico de nuestros paisanos». Muchos de ellos han hecho su aporte a la causa española por medio de la Junta Patriótica, que ahora ya preside 230

Ibídem. 175

el poeta lagunero Domingo Garbán. Esa canalización de los sentimientos isleños hacia la preservación de lo hispano frente a la agresión yanqui, se puede apreciar en la fundación en esa misma fecha de dos nuevas sociedades nacionales, el Centro español y el Centro de obreros españoles. La primera tiene como objetivo ofrecer a la colonia un club que agrupe a todos los hijos de España, la segunda el establecimiento de un montepío para los españoles residentes en la capital. El fundador de la primera era el isleño Francisco González Jordán, que había presidido años antes el fenecido Casino Español de Caracas. Las sociedades de esa nacionalidad existentes por aquel entonces en la capital venezolana por orden de antigüedad eran la Sociedad Benéfica Española, la Estudiantina Española de aficionados, la Junta Patriótica Española, la Sociedad Española y las dos últimas apuntadas, constituida todas ellas en su gran mayoría por oriundos de las Canarias. El último número de El Guanche, fechado el 14 de abril de 1898, firmado por sus tres redactores, expresa que los acontecimientos colocaron a los canarios nacionalistas en una situación excepcional, con un conflicto que amenaza también a Canarias, por lo que prefieren «la muerte antes que un cambio de extraño dueño», a pesar de la obcecación culpable de España con las Antillas y Canarias. Ese nuevo horizonte les lleva a suspender su órgano de prensa, mientras que la Monarquía española estuviera libre toda amenaza externa, ya que no desean la libertad, sino es «garantizada por nosotros y no por ninguna otra nación, aunque sea la más libre y próspera de la tierra». El número 1 de El Guanche cubano reconoció las consecuencias negativas del estallido de la guerra hispano-norteamericana que incidieron en que «el espíritu de muchos de nuestros compatriotas se hallaba envenenado por los fuegos de artificio de una patriotería banal». 176

Actividades y espíritu asociativo de los canarios en Venezuela La colonia canaria en Venezuela estaba formada en su gran mayoría por braceros. Esa era la finalidad preferente por la que fueron contratados en Venezuela. Dada la situación crítica por la que atravesaba el país, sus condiciones de vida se agravaron en estos años ante la inestabilidad política y la fuerte bajada en la cotización del café. Junto con ellos destacaba en número un significativo núcleo de arrieros, pulperos y artesanos. Estos últimos destacaron por su impulso de la actividad asociativa. Entre ellos podemos mencionar al grancanario José Bolaños, emigrado directamente desde las Islas con su familia, que presidió uno de los intentos integradores de la colonia canaria, la extinta ya en 1899 Unión Canaria y que había sido vicepresidente de la Sociedad Benéfica española. Carpintero fue premiado por la realización de un billar en un concurso agrícola celebrado en Caracas en 1896. Teodoro Zeruto, cuyo entierro multitudinario reunió a gran número de paisanos e hijos del país, el zapatero Francisco Rodríguez Cabrera, que contaba con una de las mejores instalaciones en su género y cuyo trabajo fue premiado en la Exposición de Chicago y en un concurso agrícola caraqueño, Juan Martínez G., premiado en Caracas por un coche victoria fabricado en sus talleres y Gregorio Martínez por una carreta y carretilla de los mismos, Ceferino Díaz Espinosa y Francisco González Pérez, entre otros, siendo este último muy estimado entre la colectividad isleña por haber sido directivo de muchas de las entidades grupales españolas y por ser «uno de los paisanos más entusiastas por todo aquello que aspirara a dignificar el buen nombre canario en esta República y uno de

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los primeros en el amor al suelo patrio y en la defensa de sus intereses»231. Entre la colonia destacaba una reducida elite de comerciantes e industriales, que se significaba por su proyección en el mundo asociativo y asistencial de la comunidad. Entre ellos podemos señalar a los hermanos Luis y Francisco Jordán, este último presidente de la Sociedad Benéfica española y del Casino español; los ya referidos hermanos Cartaya y Francisco Marrero, el portuense Manuel Hernández Palenzuela, que había residido con anterioridad en Cuba, y que había presidido la primera de las entidades citadas, Benigno Gil Hernández, los hermanos laguneros Domingo y José María Garbán, que fueron premiados en un concurso agrícola de Caracas en 1896 por su introducción de frutos menores y plantas ornamentales en los cultivos y por su cría de gallinas japonesas o Francisco Brito Lorenzo, promotor del órgano nacionalista El Guanche. Entre ellos, por su posición económica destacaban muy especialmente los señores Pérez y Morales, comerciantes agrupados en la firma que lleva su nombre, perteneciente al comercio de altura de Caracas y La Guaira. Eran dueños de varias industrias, como la fábrica de cigarrillos Fama de Cuba, en la que trabajaban muchas hijas de Canarias232. Por último deben reseñarse los tipógrafos y periodistas. Entre ellos pueden mencionarse al palmero José Guerra Zerpa, que había fundado en su ciudad natal El Artesano, que modificó su nombre por el de Diario de Avisos, y que vendió antes de emigrar a Caracas, donde destacó por ser uno de los redactores 231 Elaborado a partir de crónicas de Manuel M. Marrero en el Diario de Tenerife de 12 de octubre de 1896, 7 de agosto de 1896, 29 de septiembre de 1899, 9 de mayo de 1900 y 4 de febrero de 1901. 232 Elaborado a partir de los artículos de M. M. Marrero en el Diario de Tenerife de 24 de noviembre de 1896, 29 de septiembre de 1899, 9 de mayo de 1900, 2 de marzo de 1901.

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de El Guanche y el isorense Luis Pío Herrera, que llevaba en 1895 diez años residiendo en Caracas. Tras estudiar en el Instituto de La Laguna, estudió en la Universidad Central de Venezuela, donde obtuvo el grado de doctor en Ciencias Políticas. En ella destacó por su espíritu conspirador, su facilidad para realizar a la vez varios cursos y por su rapidez en graduarse como doctor en cuatro años. Fue el fundador y director desde 1892 del periódico anticlerical La Razón233. Fue secretario de la Sociedad de Librepensadores de Venezuela, presidida por el doctor Villavicencio entre 1893 y 1894. A título de curiosidad podemos reseñar también el éxito alcanzado por el barítono grancanario Néstor de la Torre en la nueva compañía de ópera de Caracas234. La comunidad canaria no pudo nuclearse por su debilidad organizativa en un proyecto asociativo de entidad. Aunque ya se intentaron clubs canarios desde la época de la Guerra Federal, en los que se trató de romper con las entidades de cariz nacional, entre los que destacó la Unión Canaria, su duración fue siempre muy limitada. La grave situación socioeconómica por la que atravesaba Venezuela en esa década, el carácter rural de la mayoría de los inmigrantes, su escaso poder adquisitivo, y como contrapartida la expansión de la guerra de Cuba al finalizar la guerra decantaría notoriamente la migración hacia la Perla de las Antillas. El elevado contingente de tinerfeños explica la proyección de algunas entidades asociativas de carácter local, como Luz de Guía, constituida el 21 de septiembre de 1896 por naturales de Guía de Isora. Un ejemplo de las estrechas redes de parentesco y afinidad reinantes en la colonia lo

233 Semblanza biográfica de El pregonero de Caracas reproducida en el Diario de Tenerife de 3 de diciembre de 1895. 234 Diario de Tenerife, 15 de febrero de 1896.

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expresa un manifiesto de hijos, nietos y parientes de Pablo Padrón residentes en Caracas, fallecido el 19 de abril de 1895. Lo firman 28, todos ellos varones235. En 1899 se decide relanzar una sociedad recreativa y de instrucción específicamente canaria. Marrero se muestra pesimista: «dudo que pueda realizarse en las actuales circunstancias que se atraviesan». En octubre de 1901 habla de nuevo de la fundación de un centro canario, «que tenga por base el estrechar los vínculos fraternales entre todos los hijos del Archipiélago, como también la fundación de un periódico encaminado a dar a conocer nuestros hombres eminentes y lo privilegiado de nuestro clima y de nuestra posición topográfica, como también nuestras producciones y todo aquello que sea para beneficio de nuestras islas». Manifestó que ya se habían dado los primeros pasos. Sabemos que ese órgano de expresión salió a la luz, pero su vida y la de la sociedad serían efímeras. La grave crisis venezolana, la partida de un sector significativo de nuestros emigrantes hacia Cuba y la paralización en varias décadas de las corrientes migratorias lo haría inviable236. Aunque se fundaron sociedades de pretensiones nacionales también tuvieron una vida lánguida. La de vida más duradera fue la Sociedad Benéfica española, que, como recoge Manuel Marrero, estaba formada en su gran mayoría por hijos de Canarias. Su estrechez económica, sin embargo, no pudo ver fructificar su más ansiada meta, la consecución de un asilo-hospital para sus miembros más pobres237. La manifestación más numerosa de su espíritu asociativo y su sociabilidad será la fundación de comparsas y parrandas

Diario de Tenerife, 7 de junio de 1895. Diario de Tenerife, 22 de diciembre de 1899 y 30 de octubre de 1901. 237 Diario de Tenerife 16 de septiembre de 1896. 235 236

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carnavalescas, de donde surgirán sus más significativas y duraderas entidades, la Estudiantina española y el Orfeón Canario. Esta última había nacido como tal sociedad en 1895, «compuesta de jóvenes entusiastas aficionados, que, prendados del divino arte, aprovechan sus ratos de ocio en consagrarlos a algo útil»238. La Estudiantina, «formada únicamente por hijos de estas islas», por su parte, en los carnavales caraqueños, alcanzaría el primer premio de su Junta organizadora por lo menos en cinco ocasiones, como acaeció en los de 1896 y 1899, destinando sus premios a obras benéficas. Su indumentaria era la de tipos campesinos de las islas de ambos sexos. Tenían un amplio repertorio musical, en que pueden reseñarse jotas, mazurcas, pasodobles y vals. Entre sus miembros destacó como participante y compositor Manuel M. Marrero, que entre otras obras como Orotava, Nivaria, Güímar, o Auras del Teide, compuso para los carnavales de 1900 Amor de Patria. Su instrumental estaba compuesto por guitarras, hueseras, sonajillas, castañuelas y panderetas239.

Decadencia y cambio de rumbo de la emigración canaria a Venezuela tras el fin de la guerra Un artículo fechado en Canarias redactado por un antiguo emigrante y reproducido en El Guanche es bien significativo de que, a pesar de la grave crisis que atraviesa la región, se siguen obstinando en Venezuela en impulsar la migración. Sus miras utópicas son de gran interés para comprender esa «empecinada» actitud del isleño hacia esa nación. Es este país acreedor «al reconocimiento de almas bien agradecidas, puede llegar en estos Diario de Tenerife 15 de enero de 1896. Diario de Tenerife, 15 de enero de 1896, 14 de marzo de 1896, 10 de abril de 1896, 10 de septiembre de 1896, 23 de marzo de 1899, 17 de abril de 1900, 4 de octubre de 1900 y 2 de marzo de 1901. 238 239

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momentos la dulce esperanza de los desdichados canarios». Su territorio vasto y fértil puede propiciar la formación de colonias protegidas por el Gobierno. Se reitera la doctrina que cobró plena vigencia en los tiempos de Guzmán Blanco y se insiste en que es un territorio despoblado que puede contener más de doble de habitantes «con gente honrada y laboriosa». Exhorta a las autoridades a constituirlas especialmente en el Orituco. Su exhorto es bien expresivo: «ese es, pues, el país por excelencia, el territorio de clima delicioso, de feraces cosechas, de gentes de sobrias costumbres y de un venturoso porvenir». No escatima elogios al labrador venezolano que desmonta «selvas impenetrables para procurarse ricos conucos» y proporciona capitales para haciendas de caña, cafetales y cacao, al que no le falta dinero, sino «la cooperación de brazos vigorosos que extiendan y propaguen tanta riqueza como brinda el suelo». Es en esa necesidad mutua de una tierra pobre, gravada «de exorbitantes impuestos que ya no es posible satisfacer» y de una rica, sedienta de pobladores, donde se dan la mano ambos pueblos: «El trabajador canario simpatiza con el venezolano. El concurso de los esfuerzos de ambos puede proporcionar a la República pingües utilidades con solo los productos de la tierra». Un artículo que significativamente recibe los elogios del vocero nacionalista canario. En 1896 el hacendado del estado Carabobo Diego Gil obtuvo del Gobierno la autorización para introducir treinta familias de inmigrantes canarios destinados al cultivo de sus tierras denominadas El Bucaral, La Crimea, Carrizal, La Aguada, Canoabo y El Naranjo. Se compromete a pagar a las autoridades su pasaje desde su embarque hasta Puerto Cabello. Las reflexiones de Marrero sobre estas contratas reiteran a sus paisanos que lean detenidamente sus condiciones240. En el mismo 240

Diario de Tenerife, 10 de septiembre de 1896. 182

año el Ejecutivo acababa de firmar dos contratas, una con Manuel María Galavis, por la que se obligaba transportar 60000 inmigrantes europeos para establecerlos en colonias sobre terrenos baldíos, y otra con Ludovico Dotti para traer familias de agricultores. De esta última se desprende la apertura de otra nueva línea de vapores en Canarias y de agencias de inmigración. Manuel M. Marrero reflexiona al respecto que, frente a tales contratas, debe cumplirse la legalidad de la República, «a fin de que no resulten más adelante errores en la apreciación de sus deberes y derechos al celebrar contratos para ausentarse del país». Con ello expresaba una realidad constante, el incumplimiento de la ley en tan quiméricas concesiones241. Pero difícil justificación y eficacia pueden tener tales convenios antes la penosa situación que atravesaba el país, envuelto en una guerra civil y sometido a un grave deterioro de las condiciones sociales debido a la brusca bajada de los precios del café. El 5 de mayo de 1899 manifiesta Marrero desde Caracas que «la crisis económica inherente al estado de cosas por la que ha atravesado el país, se deja de sentir hoy grandemente sobre las clases trabajadoras, sobre el comercio y sobre todas las industrias en general»242. En octubre expone que atraviesa el país una situación sumamente anormal a causa del estado de guerra en que se encuentra desde hace meses. El malestar se hace sentir en todos los gremios sociales: las industrias, el comercio y la agricultura se hallan paralizados, aguardando la solución al actual conflicto que no ha tenido solución posible.

241 242

Diario de Tenerife, 4 de febrero de 1898. Diario de Tenerife, 23 de mayo de 1899. 183

Se lamenta que «la sangre que se derrama en estas luchas intestinas, en las que, sea el que fuere el vencedor, recae sobre el país las consecuencias, tardando en reponerse de sus heridas y quebrantos y normalizar su crédito y hacienda»243. La finalización de la guerra en Cuba se convierte en un detonante que impulsa a los isleños a trasladarse a la Perla de las Antillas ante la gravedad de la crisis en Venezuela y la persistencia de la inestabilidad política y militar. Mientras que los ejércitos de Cipriano Castro derrotaban a los del general Andrade en el sangriento combate del Tocuyito el 20 de octubre de 1899, «gran número de nuestros paisanos han tomado pasaje en estos días para La Habana y se preparan a hacerlos otros más en vista de la falta de trabajo, que cada día se acentúa más»244. A partir de esas fechas el número de canarios trasladados a Cuba y en menor medida a Puerto Rico no deja de cesar. En febrero de 1900 partió para La Habana el bergantín Pedro con cien de ellos «y en los vapores sucesivos se han ausentado muchos». Como manifiesta Marrero, «obedece esto quizás al malestar económico que atravesamos, en el cual las clases trabajadoras llevamos la mayor parte»245. En abril y junio nuevos vapores siguen llevando crecida cantidad de paisanos. La falta de trabajadores para la gran transformación que se opera en la isla tras la ocupación norteamericana lleva en 1901, como recoge El Heraldo Español, que dirige en Caracas el isleño Manuel León, lleva a un agente estadounidense a trasladarse a Venezuela, para contratar isleños para la construcción del nuevo ferrocarril. Se les garantiza para animar su marcha sueldo por seis meses, el viaje de ida y vuelta y «otras ventajas halagadoras»246. La Diario de Tenerife, 26 de octubre de 1899. Diario de Tenerife, 22 de diciembre de 1899. 245 Diario de Tenerife, 24 de marzo de 1900. 246 Diario de Tenerife, 17 de abril y 26 de junio de 1900 y 6 de agosto de 1901. 243 244

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emigración a Venezuela en cantidades significativas se pondrá fin de esa forma hasta la década de los treinta. En esa complementariedad que Cuba y Venezuela representan, la Perla de las Antillas asumirá en las tres primeras décadas del siglo XX con su gran expansión económica todo el protagonismo. Con el crac del 29 los canario-cubanos se desplazarán de nuevo a Tierra Firme y otra nueva diáspora tendrá como destino la Venezuela del auge petrolero.

La emigración a Cuba durante la ocupación norteamericana Entre 1898 y mayo de 1902 un gobierno militar norteamericano dirigió los destinos de la isla de Cuba. En ese periodo una importante extensión de tierra pasó a manos norteamericanas. Comenzó a construirse con capitales de esa procedencia una línea de ferrocarriles que atravesaba toda la isla. Se estimaba en 1905 que 13000 norteamericanos establecidos en ella habían adquirido con planes de inversión y colonización por valor de más de 50 millones de dólares. Un solo empresario acaparó 27000 hectáreas en la región nororiental247. Como consecuencia directa de esa política global, la ocupación norteamericana desarrolló una estrategia hacia la inmigración. Las pérdidas demográficas de la guerra, su rápido desarrollo se tradujo en una gran demanda de trabajo que se pensaba iba a paliarse con un flujo migratorio que la administración estaba dispuesto a potenciar. Esos planteamientos tuvieron su expresión más nítida en la ley de Emigración de 11 de julio de 1906, redactada una vez retiradas las tropas norteamericanas. Por ella se autorizaba al ejecutivo a gastar un millón 247

PINO SANTOS, O.: Cuba. Historia y economía, La Habana, 1983, pp. 244 y 243. 185

de dólares para promover el traslado de familias de Europa y de Canarias248. Estrada Palma afirmaba al respecto en 1902 que «los cubanos aceptaríamos una inmigración blanca, especialmente de España, y muy particularmente de Canarias, pero estamos decididamente opuestos a la inmigración china»249. Pero esa política migratoria con tintes racistas tuvo una orientación notoria: estimular la introducción de una mano de obra barata en Cuba bajo el control y la contratación de los hacendados agrícolas. Era, por tanto, restringida a las necesidades de trabajadores y claramente encaminada a prohibir severamente la integración de individuos estimados como indeseables. La nueva política estaba encaminada a favorecerla por la imperiosa necesidad de mano de obra para hacer frente a una zafra cada vez más corta y más intensa en trabajo por la creciente modernización del proceso productivo en las nuevas centrales y para evitar la presión salarial del proletariado cubano en los momentos de mayor demanda de fuerza de trabajo250. La presencia de una abundante mano de obra isleña para la realización de estas labores se justifica con esta doble finalidad. De esa forma se dispone de un número contingente de trabajadores dispuestos a ofrecerse sin protestas en los cuatro meses que dura la zafra, y que complementan sus ingresos con el trabajo en el resto de los meses bien en la cosecha de tabaco, los frutales o la venta ambulante. Esa era la gran ventaja que ofrecían los isleños, que podían permanecer en la isla todo el año, a diferencia de haitianos o jamaicanos, que en su mayoría 248 CORBIT, D.: «Inmigration in Cuba», en Hispanic-American Historical Review, Nº 22, 1942, p. 304. 249 IGLESIAS GARCÍA, F.: «Características de la inmigración española en Cuba, 1904-1930», en SÁNCHEZ ALBORNOZ, N.: Españoles hacia América. La emigración en masa, 1880-1930, Madrid, 1988, p.282. 250 MACÍAS HERNÁNDEZ, A. M.: «Un siglo de emigración canaria, 1830-1930», en SÁNCHEZ ALBORNOZ, N., op. cit., p. 196.

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eran temporeros y retornaban a su isla de origen una vez finalizada la zafra. El decreto del gobernador militar de Cuba Leonard Wood de 15 de mayo de 1902, referido a las líneas maestras de la política cubana hacia la inmigración y colonización de las nuevas áreas territoriales en las que se centran las nuevas centrales y plantaciones es un excelente testimonio de esa orientación. Sus directrices reafirman las leyes de inmigración vigentes en Cuba desde el 14 de abril de 1899, que estaban en estrecha relación con las estadounidenses. Se encaminaban a prohibir toda aquella inmigración que no tuviese una finalidad eminentemente productiva. Se cierra la entrada a todos aquellos que pudieran constituir una carga para el Estado, tales como dementes, mendigos o enfermos de gravedad o contagiosos, o que sean condenados por delitos o crímenes infames, incluida la poligamia y lo que se consideran torpezas morales. Desde esta última perspectiva, la prostitución es severamente prohibida, encarcelándose por un término no superior a cinco años y con una multa que no sobrepase los 5000 pesos a todos aquellos que se vieran involucrados. Como veremos más adelante, esta restricción moralizante puesta en vigor durante la ocupación norteamericana tendrá cierta influencia en la migración femenina canaria. Se quiere también prohibir la incentivación de la emigración mediante el pago anticipado del billete con el objeto de fomentar la introducción de foráneos. Lo que, en definitiva, se quiere, es controlar la inmigración en función de las necesidades de las empresas y prohibir la libre entrada de braceros. Por eso especifica que cualquier compañía tiene derecho a introducir trabajadores extranjeros «siempre que los brazos especiales con este fin no puedan obtenerse de otro modo»,

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dejando bien claro finalmente que la inmigración china quedaba totalmente prohibida»251 . Las necesidades empresariales eran, pues, las prioritarias. El trabajo contratado foráneo, siempre que las compañías agrícolas lo requirieran, estaba permitido en Cuba. El 3 de diciembre de 1900 el cónsul norteamericano en Tenerife, Solomon Belimer, en un informe a la Secretaria de Estado especifica haber recibido un cable del cónsul general en Barcelona en que se precisa: «Trabajo contratado admitido en Cuba». Se da respuesta con ello a las numerosas personas que dice ha recibido requiriendo información acerca de la financiación del transporte por parte del Gobierno norteamericano o por los trabajadores contratados. Remite un artículo publicado en el Diario de Avisos de Santa Cruz de La Palma del 6 de noviembre de 1900 en el que se expone el proyecto del secretario de agricultura del general Wood. En él se refiere que se pretendía sufragar por parte del Tesoro cubano los gastos de traslado de braceros y familias de España, Baleares y Canarias. El sistema trataba de garantizar los intereses de los hacendados, al mismo tiempo que controlar la introducción de inmigrantes. Estos deberían ser personas habituadas a las faenas del campo, que serían puestas a disposición de las empresas a cuya petición se hubiera verificado la emigración, por lo que quedarían en un depósito hasta que se les proporcionase trabajo. Las solicitudes habrían de ser efectuadas por dueños o administradores de fincas de reconocida responsabilidad, abonando seis pesos por cada bracero demandado, que les serían devueltos al certificar haberles dado ocupación. Se tenía muy en cuenta que en caso de enfermedad deberían de ser repatriados a su país de origen para evitar su 251 Reproducido en PICHARDO, H.: Documentos para la historia de Cuba, tomo I, La Habana, 1976, pp.199-201.

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conversión en una carga para el Estado. El Gobierno autoriza, en definitiva, cualquier empresa de este tipo sin contraer ninguna obligación hacia los braceros o familias inmigrantes252.

La política norteamericana hacia la inmigración canaria Una vez finalizada la guerra, el Gobierno de ocupación norteamericana asume todas las competencias en política exterior de Cuba. El Consulado de los Estados Unidos en Santa Cruz de Tenerife pasa a gestionar todos los asuntos migratorios y comerciales de Cuba en relación con el archipiélago canario. En un principio la confusión parece ser la nota característica del proceder diplomático. Se ponen en vigor las leyes de inmigración norteamericanas, pero se tienen dudas hacia las formas de control de una emigración que hasta entonces se habían desarrollado entre dos territorios pertenecientes al mismo Estado. El cónsul remite un informe a la Secretaría de Estado el 12 de septiembre de 1899 en el que hace constar que «la emigración de las islas es muy grande, esta yendo a Cuba y Puerto Rico, y yo creo son contratados, y alguna de esta es indeseable. El vapor Martín Sáenz arribó a este puerto el 8 de septiembre y solo cogió 91 emigrantes». Notifica a los agentes marítimos que a partir de entonces las autoridades consulares asumen el examen y control de todos y cada uno de los emigrantes que vayan a Cuba y Puerto Rico253. El propio consulado tenía que hacer frente a esta nueva situación que supone asumir todas las competencias referentes a Cuba y Puerto Rico. Por una parte el viceconsulado en Las 252 253

Archivos Nacionales de Washington (A.N.W.), T690, Nº 9. A.N.W., T690, Nº 8. 189

Palmas crece en importancia, puesto que, además de ser ya «un centro portuario más importante que Tenerife», su peso específico era todavía mayor «desde un punto de vista consular en consecuencia del largo número de barcos que hacen escala con rumbo a Cuba y Puerto Rico». Por otra el de Santa Cruz de La Palma, que había contado con una agencia consular formalmente establecida, pero discontinua desde hace quince años, en consecuencia de la reciente guerra entre los Estados Unidos y España el restablecimiento de la agencia ha llegado a ser muy necesario. Un grande y creciente comercio es hecho con Cuba y Puerto Rico, y la emigración a esas islas es tan grande, como considerable verdaderamente es el comercio, que una de las líneas españolas tienen su barco de vapor haciendo escala antes de marchar para Cuba y Puerto Rico por carga y pasajeros. Fue designado cónsul Manuel Yanes, de 42 años de edad, «representante en La Palma de la firma Hijos de Juan Yanes, la más grande y la más importante de Canarias»254. No es casual la designación de este miembro de la familia Yanes, pues ya con anterioridad había desarrollado esa labor. Sus amplios intereses comerciales y migratorios en las relaciones entre Cuba y Canarias de esta forma contrarrestarían, si se quiere parcialmente, como tendremos ocasión de ver, la política de las navieras españolas. Se convierte de esta forma en un cualificado representante de la política migratoria norteamericana por su severo control de la migración no deseable en las líneas de vapores que con rumbo a Cuba hacen escala en La Palma. 254

Ibídem. 190

En estos primeros momentos los objetivos de la política migratoria norteamericana referentes a Canarias se cifran en estudiar el interés que sus emigrantes ofrecen para el desarrollo de sus importantes inversiones agrícolas. Por ello no se prohíbe el traslado de mano de obra contratada, sino que más bien se trata de potenciarlo. Desde esa perspectiva el cónsul elabora un informe en noviembre de 1899. En él manifiesta que estos emigrantes son en su mayor parte trabajadores agrícolas sin educación, pero yo comprendo que son sin iguales para las labores conectadas con el cultivo de tabaco. La mayoría de ellos emigran con el solo objeto de hacer suficiente dinero para permitirles retornar y vivir aquí con una pequeña renta, muy pocos marchan con la idea de colonizar y eventualmente llegar a ser ciudadanos. Yo no he sido capaz de descubrir si cualquiera de las labores era contratada para aquí, pero en una ocasión he visto a un hombre solicitando pasajes para un grupo entero. Yo le acusé de trabajo de contrata, pero él replicó que estaba actuando como banquero para ellos, y yo puedo mencionar aquí que no hay facilidades de bancos de ahorro255. La actuación de las autoridades consulares, a la espera de una definitiva contestación de su Gobierno, se encamina hacia la potenciación de una emigración dirigida a las áreas que los intereses de Estados Unidos consideran prioritarias, restringiendo severamente aquélla considerada indeseable. Para ello se obliga a contestar bajo juramento a cada uno de los pasajeros en conexión con la Gobernación de La Habana una lista de 255

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preguntas sobre el pago del pasaje, la posesión de dinero autoridades, la reunión o no con algún pariente. En caso afirmativo su nombre y dirección, si vive de la caridad pública o si ha estado en la cárcel, si emigra con contrato, si tiene algún defecto físico o es polígamo. Conjuntamente debe de proporcionarle sus datos de nacimiento, instrucción o identidad. Esta normativa presenta serios problemas en su cumplimiento, dado el analfabetismo de la inmensa mayoría de los emigrantes, «ya que todos ellos firman lo mismo y la mayoría lo hacen con una marca». Otro inconveniente lo es también el hecho de que el barco solo permanece en el puerto unas pocas horas, y encima lo hace en domingo o por la noche, después de su cierre, por lo que exige un cobro extra a las líneas marítimas. El cónsul estima que la solución más viable era la realización de una declaración jurada personal de cada emigrante ante el diplomático que «sería capaz de juzgar si él verdaderamente es y si es deseable»256. Una orden de la Secretaría de Estado de 15 de enero de 1900 dictamina que el método más eficaz era el visado y la firma del encargado de la oficina consular con la tasa de un dólar. El problema que se presenta en Canarias es que la mayoría de los emigrantes solo tienen cédula personal. La solución final sería la de estampar la firma y el sello en la cédula, que se considera «el camino para que todos los objetables pudieran ser parados»257. Esta última medida, gravada además con la tasa de un dólar, se convierte en un obstáculo para los intereses de la Compañía Transatlántica española. La estricta y meticulosa política de Manuel Yanes en La Palma, en la que no son ajenos sus intereses comerciales particulares, lleva a una ofensiva por parte de la 256 257

Ibídem. A.N.W., T690, Nº 10. 192

empresa española en abierta oposición con su gestión. Sus presiones ante el Departamento de Guerra norteamericano y el colector de Aduanas de La Habana tuvieron éxito. En una carta del cónsul en Tenerife de 21 de noviembre de 1901 en réplica a esas acusaciones se ha constar que esas supuestas tasas particulares que cobró no son otras que las legalmente establecidas. Afirma que gracias a esas medidas de «mi agente en La Palma ha parado un gran negocio de indeseable emigración que se ha venido abajo por medio del sistema mentado». La tasa en cuestión es abonada «por particulares para quienes los servicios son realizados y no por la Transatlántica o cualquier otra compañía, como había manifestado el colector de aduanas». Tal y como señala, su dictamen está evidentemente mal informado por los agentes de la Compañía Transatlántica en La Palma y su malos informes no cabe duda son dictados por el mal sentimiento que existe entre ellos y el agente consular a través de ladina competición de negocios258. Es indudable la pugna de intereses en este caso. El conflicto entre su labor como representante estatal y como comerciante particular ya le había obligado con anterioridad a ser asesorado por un escribano en su empleo, puesto que se había dado la circunstancia de «hacer un gran negocio con Cuba y Puerto Rico y haber firmado varias facturas para su firma, de la cual es miembro, siendo al tiempo el propietario y embarcador de la mercancía»259. Esa contradicción fue asumida como tal por las autoridades norteamericanas al solicitar sus servicios. 258 259

A.N.W., T690, Nº 8. A.N.W., T690, Nº 9, Tenerife, 10 de julio de 1900. 193

La puesta en vigor de todas estas medidas encaminadas a favorecer una emigración contratada de mano de obra barata con destino al campo cubano obtiene su refrendo en mayo de 1900 cuando el informe de la Secretaría de Guerra estadounidense afirma que «los trabajadores de las Islas Canarias son vistos con mucho favor por los plantadores de Cuba». El cónsul ante tal dictamen señala al respecto que de aquí en adelante haré todo lo que esté en mi poder para alentar la emigración tanto como sea posible, continuando haciendo lo posible para prevenir el embarque de personas indeseables, un objeto que yo creo pudo cumplir mejor examinando personalmente cada emigrante260. Como tendremos ocasión de analizar más detenidamente en el apartado siguiente, la política migratoria norteamericana en Canarias tiene un doble objetivo. De una parte la severa vigilancia hacia la emigración considerada como improductiva y perjudicial, en la que pone especial énfasis en la trata de blancas. Se puede apreciar en la denuncia al colector de aduanas de La Habana del embarque a bordo del barco J. Jover Serra de forma clandestina de las siguientes personas que yo he examinado y descubierto que su objeto de emigrar es solo prostitución: María Hernández, María Almenaras, Dolores Rodríguez, Juana Cruz, Concepción Morales y Georgia Cruz, acompañándoles Filomena Díaz en la segunda cabina, bajo cuya dirección estaban261. 260 261

Ibídem. Ibídem. 194

La explotación, bajo redes organizadas de las prostitución de las isleñas, es una de las vertientes de la emigración que no puede ser ignorada. De otra, la activa potenciación de una emigración temporal con destino preferente a la zafra azucarera como mano de obra barata sin cualificar. En este sentido debe destacarse la preocupación suscitada a las autoridades consulares norteamericanas por el transporte gratuito que a partir del 16 de noviembre de 1900 proporcionó la compañía francesa de vapores Sociedad General de Transportes para viajar a Brasil para los emigrantes canarios y sus familias, por el efecto que tendría «sobre la emigración de trabajadores deseables hacia Cuba, la cual es siempre mucho más grande en los meses de noviembre a abril que el resto del año»262. La emigración a Brasil en esos momentos debió de tener escasa efectividad, puesto que ese país en esos momentos sufría una grave crisis económica por la bajísima cotización del café, que restringió seriamente la abundante inmigración existente hasta ese entonces, todo lo contrario que Cuba, que se hallaba en una etapa de fuerte expansión263. Además la inexistencia de cadenas y vínculos de parentesco y afinidad era un argumento de peso para hacer poco viables esas corrientes, que no habían acontecido en las décadas pasadas de mayor bonanza, cuando Cuba se hallaba sumergida en la guerra. Sin embargo esos temores nos delatan las preocupaciones de los representantes norteamericanos por estimular la emigración de una mano de obra abundante y barata en esos meses de gran demanda para la zafra.

Ibídem. SOUZA MARTINS, J.: «La inmigración española en Brasil y la formación de la fuerza de trabajo en la economía cafetalera, 1880-1930», en SÁNCHEZ ALBORNOZ, N., op. cit. 262 263

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La emigración canaria a Cuba durante ese periodo Como señala el cónsul norteamericano en el Archipiélago, la emigración isleña a Cuba «consiste en la mayor parte de trabajadores agrícolas adaptados para trabajar fuera de casa en los campos, especialmente conectados con el cultivo del tabaco en rama, la caña de azúcar y la recogida de las cosechas de los frutos y trabajo general». Presenta, por tanto, una gran capacidad de adaptación a las distintas vertientes de las labores agrícolas del mundo rural cubano. Uno de sus objetivos más característicos en la época que nos ocupa es que su punto de mira es trabajar duramente durante un corto periodo de años para acumular un pequeño capital que luego invertiría en tierra para alcanzar una cierta estabilidad económica en su archipiélago natal. Su duro activismo tiene su punto de vista en ahorrar el máximo de dinero posible para retornar con él e invertirlo en las pujantes transformaciones agrícolas isleñas. A diferencia de otros periodos históricos, las dos primeras décadas del siglo XX, excepto la Gran Guerra son años en las Islas de expansión económica, por lo que la perspectiva más usual del emigrante es el retorno rápido con un capital para labrarse un mediano porvenir con él. Esa mentalidad la observa el cónsul al reafirmar que su idea es dejar su tierra nativa para Cuba es la sola de hacer dinero y su cumplimiento. Ellos invariablemente retornan a sus casas en estas islas habiendo durante su temporada de permanencia en Cuba gastado tan poca moneda como fuera posible, en vista de su rápida partida para las Canarias. Una ausencia de más que unos pocos años hoy es de inusual ocurrencia. En su retorno aquí ellos generalmente destinan su dinero y energía al 196

cultivo de la fruta en un grande negocio en expansión con los mercados ingleses264. Este es un rasgo característico de la emigración isleña a Cuba que se convierte en mayoritario en las tres primeras décadas del siglo XX. Su punto de vista es ganar el máximo dinero posible en una ardua y continua labor agrícola. Vivía en las peores condiciones posibles y ahorraba lo suficiente para almacenar una pequeña cantidad de dinero que posteriormente invertiría en su tierra natal en la compra de tierra, con la que supondría tendría garantizado un cierto porvenir. Es la imagen del isleño en Cuba que nos proporciona Esteban Montejo. Recrea el arquetipo que de ellos tenían los negros: «Los isleños no hablaban. Para ellos nada más existía el trabajo. Eran zoquetes todavía»265 . Ante tales objetivos, como exponen Solomon Berlimer, «normalmente marchan sin compañía de sus esposas o familia. De hecho, el número de esos quienes van con esa compañía no es más que el 8 por ciento. Ellos buscan en su mayor parte una industriosa colocación suficientemente intensa para una dura labor manual en un clima caluroso. El trabajo, el cual yo clasificaría como «chino» es muy barato y avena (drains) el país. Los hombres, cuando trabajan aquí, reciben cerca de una peseta y media por día (equivalente a cerca de 22 centavos a la presente estimación de cambio en nuestra equivalencia) y la mujer, quien hace una parte muy considerable del trabajo, una insignificancia menos. Fuera de este sueldo ellos se dirigen a criar y sostener sus familias en una decencia comparativa. Su alimento es de los más simples, consistiendo mayormente de gofio, un compuesto de millo cocido, trigo y sal hecho en su harina y cocido en 264 265

A.N.W., T690, Nº 9. BARNET, M., 1968, op. cit., p. 64. 197

un bollo. Esto es acompañado con bacalao, un tipo de pescado salado, como un lujo, constituye su dieta. La carne no es conocida como alimento»266. Estos últimos párrafos del informe consular, expresivos de las condiciones de vida de los canarios en su tierra natal, son de capital interés en el momento en el que fueron realizados. Belimer envía un informe titulado Emigración a Cuba. Figuras, modo de vida y clase general a la Secretaría de Guerra norteamericana el 28 de mayo de 1900 en unas circunstancias trascendentales en las que está en estudio la permisión definitiva o no de la mano de obra contratada, como hemos visto anteriormente. Las motivaciones son obvias. Este informe ratifica la conveniencia de ese envío por la rentabilidad que presenta para las explotaciones agrarias cubanas. La mano de obra canaria era interesante para los hacendados cubanos por su bajo coste salarial, su capacidad de adaptaciones a condiciones de extrema dureza y su mentalidad que cifraba sus esperanzas de futuro en residir en Cuba el menor tiempo posible. Una parte de ella servía como fuerza de trabajo temporera para la zafra cañera, que podía combinar sin problema con la del tabaco u otras actividades agrícolas o de venta ambulante, lo que la convertía en un ejército de reserva de mano de obra de particular utilidad en las épocas de intenso empleo de trabajadores. Su abundancia frenaría las exigencias salariales y evitaría huelgas y conflictos en tales trascendentales momentos. Por otra, una parte de ella en un menor porcentaje se orientaría al trabajo más permanente, bien como colonos en las nuevas plantaciones azucareras de Oriente, bien en las nuevas roturaciones tabaqueras de Vuelta Abajo y muy especialmente de Vuelta Arriba. La roturación de nuevas tierras 266

A.N.W., T690, Nº 8. 198

para las crecientes exigencias del monocultivo azucarero y las potentes centrales instaladas en Camagüey y la provincia de Santiago exigían que una parte de los trabajadores se asentaran de forma fija en ellas dándoles junto con el salario una porción de terreno para su subsistencia. No es casual que esos colonos se agrupen por criterios étnicos y de parentesco en Ciego de Ávila, Palma Soriano o Contramaestre por citar tres ejemplos de activa y endogámica presencia isleña267. Frente a las 1,50 pesetas que era el jornal en Canarias por esas fechas, la United Fruit Company pagaba a los inmigrantes en el tiempo de zafra, según contrata de 1905, el mínimo de un peso de oro español al día, que equivaldría a 25-27 pesetas de aquel entonces según la prensa local268. El mayor coste de la vida en Cuba explica esa austeridad e insistencia en el ahorro y las privaciones del emigrante, por la rentabilidad que ofrece cada peso ahorrado al ser cambiado por pesetas. De ello se desprende que la emigración isleña hacia cuba es sumamente útil para los grupos sociales dominantes canarios y cubanos, porque, de una parte facilita una mano de obra barata y sin problemas laborales que sirve de contención a los afanes reivindicativos del proletariado cubano por su alto rendimiento y escasa movilización, y por otra parte, por reducir de forma considerable la conflictividad social en el Archipiélago al expulsar una población que de otra forma podría provocar problemas. Al regresar se incorpora al sistema productivo en algunos casos como pequeño propietario e invirtiendo en la mejora de 267 ROSARIO MOLINA, J. C. y SIERRA TORRES, G.: «Estudio económico y sociocultural de la inmigración canaria en Contramaestre (1913-1950)», en Guize, Nº 2, Tenerife, 1995, pp. 125-136. OLIVA SIRGO, M. y GONZÁLEZ GROSS, D.: «La inmigración canaria en Palma Soriano. Un ingenio azucarero: Hatillo», en Guize, Nº 2, Tenerife, 1995, pp. 137-148. 268 AA.VV.: United Fruit Company: un caso de dominio imperialista en Cuba, La Habana, 1976, p. 39. MACÍAS HERNÁNDEZ, A. M., op. cit., p. 197.

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la tierra, en la desmembración de la gran propiedad, especialmente en las áreas de medianías y en la potenciación de los nuevos cultivos. Un factor que indudablemente influye en esa emigración temporal, que puede abarcar subsiguientes periodos de regreso y retorno en función de las circunstancias y estrategias de los emigrantes, es la reducción del precio del pasaje, ciertamente elevado para el nivel medio del pasaje en Canarias, pero no para el alcanzado en Cuba. En la etapa que estudiamos su valor medio era de cerca de 100 pesetas. Teniendo en cuenta que el jornal medio en Canarias estaría situado en torno a las 45-50 pesetas mensuales, era quizás costoso para el viajante isleño. No obstante, para contrarrestarlo, surgen esos prestamistas que se lo pagan por adelantado y lo cobran con posterioridad con los consiguientes intereses con el dinero que obtienen en Cuba269. Según un testimonio algo más tardío, en torno a 1910, el pasaje costaba unos 17 duros, lo que suponía poco más de un mes y medio de salario270. En todo caso parecía claro que, a pesar de su importe, la diferencia salarial y el afán de búsqueda de un futuro mejor justificaba esta emigración. El citado informe consular nos ilustra sobre la atmósfera que se respiraba entre los emigrantes isleños con la nueva situación tras la ocupación norteamericana. Parecen considerar al diplomático como una persona dedicada a contratarles en nombre de las nuevas autoridades establecidas en la Perla de las Antillas. Una fiebre migratoria les catapultaba: Yo tengo una pequeña duda que muchos de los trabajadores son enviados a Cuba bajo contratos, pues estoy 269 270

HERNÁNDEZ GARCÍA, J., op. cit., p. 309. GALVÁN TUDELA, A.: Taganana, un estudio antropológico-social, Tenerife, 1980, p. 76. 200

continuamente recibiendo solicitantes que son evidentemente impresionados por la noción de que soy enviado aquí para contratarles y que ellos tienen solamente que comunicar conmigo para asegurarles que son enviados a Cuba. Yo he estado en el mismo problema para averiguar de dónde surgen esas ideas. Yo he hecho llamar ante mí a varias de quien sospechaba contrataban trabajo. No he sido capaz hasta el presente tiempo de sonsacar algo de importancia de ellos271. Los emigrantes ven en Cuba la forma más viable de alcanzar una vida con cierta decencia, la más factible de hacer una familia o de consolidar un patrimonio. Ese hecho es bien visible si estudiamos las zonas en las que se tiende hacia el minifundismo y la parcelación de terrenos, que la emigración contribuye a reforzar. Ese es el caso de Tegueste o de La Guancha en la isla de Tenerife. El primero, área tradicionalmente controlada por propietarios absentistas, ve desgajar de ese dominio una parte de esos terrenos que son adquiridos por emigrantes retornados de origen local. Por su parte, La Guancha es un municipio en el que predomina la pequeña propiedad. Esa localidad proporcionaba a los hacendados cubanos una mano de obra especialmente dócil, analfabeta, escasamente cualificada, destinada fundamentalmente a la caña de azúcar. Como señalan Cristóbal y Ruperto Barrios, el mayor porcentaje de estos fueron destinados a ese último renglón de la agricultura en Oriente: Al casado que llevó su familia, el encargado o colono le proporcionaba una vivienda hecha de madera de palma 271

A.N.W., T690, Nº 9. 201

de guano cano. En sus alrededores podía disponer de un trozo de tierra laborable para el consumo particular de su casa y cosechaba maíz, boniatos, yuca, malanga, plátanos, mangos, papayas, etc.; y criaba cerdos, gallinas, de una a dos vacas para la lecha de la familia y una bestia caballar para los viajes del cabeza de familia272. La estrecha relación que en la comunidad local se establece entre la emigración y la estabilidad y el futuro matrimonial se constituye como un nexo que amortigua la presión sobre la tierra y permite la cristalización del futuro matrimonio: Era una norma muy generalizada para la pareja el no casarse pelado, el adolescente que ya había elegido novia con palabra de casamiento, marchaba a Cuba para hacer allí fortuna y al regreso, formar su hogar con una casa propia, unas tierras, una mujer y unos hijos. La propia construcción de una vivienda nueva para que la pareja se independice de los padres era una tarea poco menos que imposible sin el consiguiente viaje a Cuba273. Si a ello unimos el hecho de que un importante número de esos emigrantes era prófugo del servicio militar con la tolerancia social que existía hacia los mismos, como veremos más adelante, Cuba se convertía en un perfecto reequilibrador de la sociedad isleña. Un fenómeno desde esa perspectiva similar es el acontecido en Taganana. Como señala Galván Tudela, el proceso migratorio incide sobre la estructura de la propiedad. Según los campesinos,

272 BARRIOS RODRÍGUEZ, C. y BARRIOS DOMÍNGUEZ, R.: Crónicas de La Guancha a través del refranero, Tenerife, 1988, p. 149. 273 Ibídem, pp. 50 y 102.

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«la propiedad vino de Cuba». El carácter minifundista originado por la ecología y el sistema de herencia a partes iguales, conjuntamente con las relaciones sociales dominantes, obligó a viajar no solo a los peones, sino a los hijos de los propietarios medios. Un emigrante refería al respecto que algunos teniendo tierras iban para allá. En el campo lo que pasaba es que se tenía para comer, pero no se ganaba nada [...] Todos allá en Cuba éramos iguales, peones. Y si alguno se las echaba de lo que tenía, le decían, ¡ah coño!, entonces, ¿por qué has venido?274 En La Palma, la isla donde la emigración alcanza mayores proporciones, el fenómeno es similar. En algunos municipios como Barlovento, Puntallana, Los Sauces, Mazo, Los Llanos o Tijarafe el minifundismo aparece muy vinculado a los emigrantes retornados275. El interés de los hacendados cubanos por el empleo de una mano de obra isleña escasamente cualificada procedente de estos pueblos del interior de las islas es bien característico. En 1905 la United Fruit Company solicita a sus asociados de Canarias Elders, Fiffes and Company braceros para sus fincas de Banes y Nipe debido a la escasez de braceros con que se contaba en Cuba por aquellos momentos. Sus puntos de vista no tienen desperdicio. Señala su colocación en dos pequeñas aldeas para colocarlos fuera del contacto de «la mala gentuza de los alrededores». Especifica que «es mejor obtener esta gente del interior, ya que la de la costa no es tan buena como la del campo»276.

GALVÁN TUDELA, J. A., 1980, op. cit., pp.76-77. RODRÍGUEZ BRITO, W.: La agricultura en la isla de La Palma. Tenerife, 1982, p. 55. 276 VV.AA., 1976, op. cit., pp. 209-211. 274 275

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Consideraba este envío como cuestión de vida o muerte para sus ingenios en esa región. La Compañía norteamericana estaba poniendo los puntos sobre las íes en sus intereses en relación con la población agrícola canaria. Su alta rentabilidad, en especial la que procedía del interior, y que era por tanto menos conflictiva y más manejable, puesto que su único interés era adquirir un cierto capital en el menor tiempo posible, debía dejarla fuera de la convivencia con la población cubana, que podía traer funestas consecuencias. El censo norteamericano de 1900 había señalado que en 1899 se habían empleado en la caña de azúcar 350000 personas. De ellas el 10% eran «canarios o españoles». Manifiesta al respecto que era la mano de obra preferible «para la colocación de la caña en los campos, el asado, zanjeo, reparaciones de carreteras y trabajo de ferrocarril». Tienen solo un defecto, que «son fumadores de cigarrillos y son peligrosos en los campos de caña»277. Trabajo duro y oferta permanente de mano de obra. Como refería un emigrante de Taganana, «en Cuba los negros venían a la zafra y se iban los sábados hasta el lunes. Nosotros éramos permanentes»278. Sobre la emigración canaria a Cuba de forma directa solo contamos para su evolución estadística pormenorizada durante 1899 y los dos primeros meses de 1900. Hemos podido constatar que la tendencia en líneas generales se corresponde. Es fuertemente expansiva en los años posteriores. Estas cifras deben ser entendidas al alza, puesto que existe un porcentaje de emigración clandestina que evadió el registro de la cédula personal ante el cónsul, pero en cualquier caso superiores a los datos globales de salida de pasajeros apuntados por el profesor Macías, obtenidos de las estadísticas de pasajeros por mar. Estos últimos nos dan 277 278

Cit en HERNÁNDEZ GARCÍA, J., op. cit., p. 76. GALVÁN TUDELA, J. A., 1980, op. cit., p.76. 204

un total de 4595 personas embarcadas en 1899, mientras que el registro consular contabiliza solo para Cuba 5263279. Tras el análisis de estas cifras se puede apreciar el carácter mayoritario de la emigración palmera con un 37,6%. El segundo lugar, con un 35,7% lo ocupan los embarcados por el puerto de Santa Cruz de Tenerife y el tercero con un 26,7% los que lo hicieron por el de Las Palmas. Estos porcentajes en la realidad pueden ser mayores a favor de La Palma, porque los de las restantes islas se trasladaron desde los puertos de las islas centrales. Un segundo rasgo de esta emigración es su carácter estacional. El número de emigrados aumenta espectacularmente en las épocas de zafra azucarera, aunque debe de tenerse en cuenta que un porcentaje nada desdeñable debió de dedicarse también al cultivo de tabaco. Ese carácter coyuntural o de duración limitada 279 MACÍAS HERNÁNDEZ, A. M., op. cit., p. 192. El cuadro de la emigración canaria proporcionado por el cónsul de los Estados Unidos en Canarias el el siguiente: Año 1899 Tenerife Gran Canaria La Palma Enero 39 75 – Febrero 62 49 23 Marzo 68 73 76 Abril 210 87 205 Mayo 117 82 144 Junio 59 38 123 Julio 147 38 267 Agosto 318 101 361 Septiembre 98 106 – Octubre 222 195 158 Noviembre 472 440 500 Diciembre 65 128 127 Total anual 1867 1412 1984 Total anual general 5263

Año 1900 Enero Febrero Total del periodo Fuente: A.N.W. T690 Nº 9.

40 254

74 173

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63 49 5916

de un alto porcentaje de la emigración explicaría la elevada cifra de retornos que las estadísticas obtenidas por Antonio Macías sitúan para 1899 en 4595 frente a los 4309 que supuestamente saldrían. Pero más significativo es el hecho de que, tras el cambio radical que supuso la ocupación norteamericana, se asiste a un proceso de constante espiral de ascenso de esa emigración motivado por la necesidad de mano de obra que se experimenta en las explotaciones agrarias cubanas. Los datos de los primeros meses de 1900 ya apuntan esa tendencia al alza que se puede apreciar en las cifras meramente orientativas del movimiento de pasajeros. La salida en 1900 es de 4573, que asciende ligeramente en 1901 a 4665, para luego descender en 1902 a 3320 y luego subir a 4182 en 1903. En 1904 se alcanzan los 4226 viajeros. Sin embargo, esas cifras deben ser sometidas a un minucioso análisis crítico. Según el informe consular norteamericano sobre el año 1904, la emigración a Cuba, lejos de ser similar a la de 1902 y 1903 «se incrementó grandemente sobre los dos años precedentes y enteramente marcharon 4000 personas de esas islas a Cuba». Indica que por su personal conocimiento, la clase de gentes que emigra de aquí para Cuba entre un 50 y un 90% retorna otra vez después de unos pocos años de ausencia con la moneda que ellos han ahorrado y compran un pequeño trozo de tierra, y en caso de que ellos no prosperen, retornan otra vez más hasta que acumulen algún dinero más. Puntualiza que «mujeres y familia muy rara vez marchan a hacer su casa en Cuba y los hombres que no retornan son generalmente aquellos que marchan de aquí para evitar el servicio militar que es obligatorio aquí». Remarca que «tanto para trabajadores de caña de azúcar, plantadores y tabaco como equivalentes 206

son difíciles de reemplazar. Son una dura y constante clase trabajadora»280. El informe consular de 1905 registra un considerable aumento de la migración, que se sitúa en cerca de 10000 personas. El análisis efectuado por Belimer no tiene desperdicio: Mujeres y niños no figuran grandemente entre los emigrantes, la mayoría de los que son hombres jóvenes. Muchos de ellos marchan para evitar el servicio militar. Como trabajadores de tabaco, de plantaciones de azúcar o en cualquier actividad agrícola sus equivalentes son difíciles de encontrar. Pero para colonizar el país hacen muy pobres emigrantes. Sobre el 90% de ellos retornan a esas islas tan pronto como han acumulado dinero para ser capaces de comprar un pequeño terreno. La mayoría de la gente que deja las Islas Canarias para Cuba en 1905 fue bajo contrato el dinero para el pasaje, siendo adelantado aquí para ser deducido de su salario después281. No estima que sean útiles para colonizar Cuba por su enorme pobreza, mas esa no fue la finalidad para la que fueron contratados, sino para servir eficazmente a una creciente expansión del sector agrícola cubano.

La deserción del servicio militar, una realidad presente en la emigración a Cuba Deserción y emigración están estrechamente relacionadas. Las zonas de emigración intensa se corresponden con las de 280 281

A.N.W., T690, Nº 10. Ibídem. 207

mayor número de prófugos. Este es un hecho fuera de toda duda. La deserción es un aliciente más y como tal debe atenderse. El rechazo al servicio militar es más grande cuando mayores son los riesgos que conlleva, especialmente si el país atraviesa un estado de guerra o se le obliga a participar en una empresa bélica colonial, como es el caso de la Guerra de Marruecos. Pero también no cabe duda que si las oportunidades de trabajo en el exterior son mayores, el número de prófugos es más elevado. A la inversa, cuando la nación a la que se dirigen se encuentra en una crisis económica, el número de prófugos necesariamente desciende. Decimos esto porque una Cuba en expansión económica, que demanda mano de obra para su agricultura, tiene que convertirse en un poderoso aliciente para la deserción del servicio militar. El 9 de octubre de 1902 el cónsul de Estados Unidos en Tenerife remite un informe a la Secretaría de Estado en el que especifica que está continuamente recibiendo súplicas de naturales de estas islas que han retornado de Cuba después de pasar un año o algo así provistos de pasaporte cubano o certificado del Gobierno cubano manifestando que no están registrados en ninguno de los consulados españoles como ciudadanos españoles de acuerdo con el Tratado de París de 1898. Los suplicantes, sin embargo, solo vienen a mí ciando ellos mismos se encuentran en problemas y la naturaleza de este asunto normalmente es que han sido arrestados por orden del capitán general por evadir el servicio militar, el cual es obligatorio antes de emigrar282.

282

Ibídem. 208

El Tratado de París recogía el derecho a la nacionalidad cubana de los peninsulares residentes en Cuba en el momento de la finalización de la guerra, pero curiosamente no hace mención de los habitantes de Canarias ni de Baleares. Pero el problema que se le presenta al diplomático es el de los isleños que obtuvieron la nacionalidad cubana con posterioridad a esa fecha. Es consciente de que «en ciertos casos los pasaportes y certificados desde mi propio conocimiento han sido obtenidos ilegalmente y de estos he refutado coger cualquier noticia»283. Lo significativo del caso, que demuestra la mentalidad de los canarios ante esta cuestión es que el registro consular de los supuestos cubanos es auténticamente ridículo. No llegan a la decena. Solo se inscriben cuando creen que van a ser detenidos o después de su detención. Precisamente es sintomático el hecho de que cuando las detenciones parecen tener mayor efectividad es cuando es mayor el número de cubanos inscritos, siendo 43 en el primer cuatrimestre de 1902. El cónsul reconoce ser incapaz de defender a un número significativo de esos supuestos cubanos, porque «soy impotente para actuar, ya que generalmente la orden de su arresto está fechada con anterioridad a la de su pasaporte cubano o certificado. Expresa que sugeriría que el Gobierno cubano fuera informado que una gran proporción de los hombres jóvenes que emigran de aquí a Cuba lo hacen tan solo meramente para evadir el servicio militar. Marchan con la intención de permanecer un año o algo así en Cuba y entonces proveerse ellos mismo de papeles y retornar aquí.

283

Ibídem. 209

Sostiene que estos certificarían deberían ser solo para cubanos de buena fe y no para los nativos de Canarias retornados284. Entre los supuestos cubanos retornados que tuvieron problemas con la jurisdicción militar nos encontramos con el líder nacionalista Secundino Delgado. El 6 de abril de 1900 se inscribe como súbdito cubano en el registro consular norteamericano. Bajo juramento dice poseer pasaporte cubano, haber nacido en La Habana, tener la profesión de oficial y contar con 30 años de edad. Delgado, tras abandonar Venezuela y Curaçao había constancia de que residía en la Perla de las Antillas en 1899285. Marcha a su tierra amparado ante posibles represalias por su condición de ciudadano cubano y por el Tratado de París. Delgado había sido detenido por las autoridades militares en Arafo el 2 de marzo de 1902 «acusado de manejos revolucionarios» en La Habana en 1896. Parecían también estar en el origen de su detención sus actividades autonomistas desplegadas desde su llegada a Tenerife, entre las que destacaba la publicación del periódico Vacaguaré. Varios amigos suyos le aconsejan pedir auxilio al cónsul norteamericano dada su nacionalidad cubana. Según la documentación norteamericana, el cónsul requirió una contestación al arresto al capitán general y este le respondió que «estaba actuando por órdenes recibidas de las autoridades judiciales de Castilla la Nueva». Además de remitir este asunto a la Secretaría de Estado, lo tramitó también al Consulado General de Barcelona. En un informe de 9 de octubre de ese año refiere que «después de investigaciones se había encontrado que el pasaporte fue obtenido a través de un camino u otro y

Ibídem. Véase al respecto SUÁREZ ROSALES, M.: Secundino Delgado. Vida y obra del padre del nacionalismo canario, Tenerife, 1986; y muy especialmente PAZ SÁNCHEZ, M.: «Nuevos documentos sobre Secundino Delgado», en Roa, Nº 9, 1990. 284 285

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que el particular era un español» y no nacido en Cuba, como había declarado286. Este caso nos ilustra sobre la delicada posición de los cónsules norteamericanos. De todas formas, la generalización de la emigración de jóvenes obligados a prestar el servicio militar no se explica sin una abierta tolerancia de la sociedad insular, puesto que una severa vigilancia en las líneas trasatlánticas hubiera obstaculizado seriamente la fuga. No cabe duda de que convergieron en ese hecho los intereses de amplios sectores de ella, y no solo los de los agentes de las compañías. Era un éxodo ventajoso por su carácter amortiguador de las tensiones sociales, potenciador de un grupo de pequeños propietarios que invirtieron en la mejora de las explotaciones agrícolas, y, en definitiva, porque suponía la entrada en el Archipiélago de cuantiosas remesas de capital indiano. En la migración canaria a Cuba durante la ocupación norteamericana, pues, se dibujaban las tendencias generales de las acaecidas en la etapa de expansión de la economía cubana anterior a la Gran Depresión.

286

Ibídem. 211

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