Los caminos de las noticias en la sociabilidad cordobesa. Libros, bibliotecas y saberes entre la colonia y la independencia

June 30, 2017 | Autor: Valentina Ayrolo | Categoría: Libros, Lectura y lecturas, Sociabilidad
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Descripción

en: Rosalía Baltar- Carlos Hudson (comp.) Figuraciones del Siglo XIX. Libros, Escenarios y Miradas. Mar del Plata, Finisterre-UNMDP, 2007, pp. 17-38. ISBN: 978-987-544-237-5

Los caminos de las noticias en la sociabilidad cordobesa. Libros, bibliotecas y saberes entre la colonia y la independencia

Valentina Ayrolo (CONICET/ UNMdP)

“no dejes de mandarme noticias de esa” Cayetano Lozano

“ ... no dexes de darme noticia aunque me ago cargo que no tendras lugar para nada con las bullas de guerras...” Theresa Antonia de Jesús (1805)

El gusto de los cordobeses por los libros, los periódicos y las novedades del siglo XIX es una cuestión sobre la todavía es más lo que se desconoce que lo que se sabe. La existencia de libros importantes en las bibliotecas de algunos hombres de la élite local es sabida1 pero, no hay estudios que nos hablen de como llegaron los textos hasta los anaqueles, quienes los leían y como eran leídos. También sabemos de la existencia de espacios de reunión “creados” en ámbitos familiares, que se convertirán en lugares de confluencia, dónde se intercambiaba información, novedades, obras de estudio y ciencia. A partir de toda la información disponible, el trabajo que presentamos es una primera reflexión sobre el manejo y la circulación de la información en la ciudad de Córdoba, entre la colonia y la autonomía. Partimos del siguiente supuesto: aunque menos dinámica que las ciudades capitales virreinales,2 o que los más importantes centros de estudio de América hispánica,3 la ciudad de Córdoba conformó y desarrolló -a partir de un “espacio publico” propio- un 1

Luque Colombres, Carlos A. Libros de derecho en bibliotecas particulares cordobesas: 1573-1810. Córdoba, Universidad Nac. de Córdoba. Instituto de Estudios Americanistas, 1945. Colección jesuítica en la Biblioteca Mayor de la Universidad Nacional de Córdoba: base de datos e información sobre la colección. Edición a cargo de Rosa Bestani. Córdoba, Universidad Nacional de Córdoba-Biblioteca Mayor, 1999. 2 Cf. con los trabajos aparecidos en la compilación de Guerra F-X. y Lempérière. A. Los espacios públicos en Iberoamérica. Ambigüedades y problemas. Siglos XVIII-XIX. México, FCE, 1998. 3 Ver especialmente el trabajo Clément Thibaud, “La Academia Carolina de Charcas: una “escuela de dirigentes” para la independencia”, en El siglo XXI, Bolivia y América Latina, La Paz- Muela del Diablo, IFEA, 1997, pp. 39- 60. Tibaulth

lugar de intercambio cultural y social “invisible” y subterráneo, marcado por una red de contactos plasmados en la correspondencia, intercambio de libros, recepción de periódicos, en el boca a boca de los sectores acomodados de la sociedad. Esta situación hizo posible que los cordobeses se mantuvieran al tanto de las novedades del mundo, participaran de ellas y se constituyeran en actores tácitos del proceso de modernización política y social que se vivía de forma abierta en otras provincias, como la de Buenos Aires.4 Para observar este fenómeno, comenzaremos por presentar la circulación de información y bibliografía mostrando como las relaciones, los vínculos personales, eran los “vehículos” principales de dicho intercambio. Seguiremos con una aproximación a los espacios de sociabilidad en los que se presentaban y circulaban textos, noticias e información fruto de los contactos, para finalmente presentar algunas conclusiones tentativas acerca de la circulación, lectura y apropiación de la información y el conocimiento por parte de los cordobeses (hombres y mujeres) de principios del siglo XIX. 1. Bibliotecas institucionales y personales, el “viaje” de los libros La Universidad de Córdoba cuyo antecedente es el Colegio Máximo o Mayor de la Compañía de Jesús (instituido en 1609) constituyó desde el inicio el lugar por excelencia del conocimiento y por ende el mayor reservorio bibliográfico de la ciudad. La base de esa biblioteca fue la de Fray Fernando Trejo y Sanabria fundador de la Universidad. Luego de la expulsión de los jesuitas, la librería universitaria se desarmó y parte de sus libros se esparcieron, vendieron o simplemente se perdieron.5 Cuando en 1767 los franciscanos se hicieron cargo de la Casa de Altos Estudios, gran parte de los libros que habían sido de los jesuitas “desaparecieron” de la vista de los estudiantes. La idea era borrar la impronta jesuita -sobre todo las tendencias vinculadas a la ideas del P. F. Suárez y al probabilismo- de las mentes que allí se forjaban.

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Sobre este supuesto hemos trabajado en: “Noticias sobre la opinión y la prensa periódica en la Provincia autónoma de Córdoba: 1820-1852” Quinto Sol, Revista de Historia Regional, Instituto de Estudios Socio-Históricos, Facultad De Ciencias Humanas, Universidad Nacional de La Pampa, nº 9/10, año 2005/2006, pp. 13-46. 5 Según un acta del 5 de agosto de 1772, la Junta de Temporalidades hizo entrega de la biblioteca de los jesuitas a la Universidad, previa separación de los libros de doctrina “relajada”, en la que se suspende además toda averiguación acerca de los libros faltantes y se ordena la venta de los mismos. Un año después en carta a la Junta de Temporalidades de Buenos Aires -dirigida entre el 13 de febrero de 1773 y el 23 de agosto de 1773- se ordena expurgar por eruditos la librería de los jesuitas. Bien tardíamente, en 1810 se seguían subastando los libros como lo permite el Decreto del 2 de octubre de 1810 en el que se autoriza al Administrador de Temporalidades de Córdoba la venta al menudeo de los restos de la librería jesuítica.

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La colección de textos jesuíticos se reemplazó por libros de San Agustín y Santo Tomás, fuentes teóricas de los nuevos administradores del saber. Así, durante la gestión franciscana (1767 y 1807) la enseñanza estuvo inspirada en una escolástica “moderada”, que incluía las obras de Fray Manuel de Cenáculo, Fray Fortunato Brixia, Fray Duns Escoto, Fray Cayetano de San Buenaventura, Fray Francisco Jacquier y Fray Sebastián Dupasquier entre los más destacados.6 Pero ¿quiénes frecuentaban esa biblioteca? La respuesta, obviamente, debe buscarse entre los varones miembros de la élite de Córdoba. La novedad importante que se produjo durante la gestión franciscana fue que por primera vez, los legos pudieron acceder al grado de Doctor antes reservado a los clérigos. De esta manera un grupo muy importante de hombres de condiciones sociales equivalentes pero de estados civiles diferentes, compartieron maestros, lecciones, compañeros, anécdotas, saberes e información construyendo recuerdos en común y una cierta complicidad que será de significativa para el intercambio de información, para la constitución de los perfiles intelectuales del grupo y por ende a la hora de definiciones políticas que el futuro les tendría reservado. En 1807, la orden seráfica, forzada por el Virrey Liniers -quien hizo cumplir la real cédula del 1º de diciembre de 1800-, dejó la Universidad en manos del clero secular. La institución tomó el nombre común de Real de San Carlos al que se agregó Nuestra Señora de Monserrat. El primer rector perteneciente al clero secular fue el deán Gregorio Funes quien tenía una vasta red de vínculos personales, que agregados a su carrera y preparación le permitieron estar siempre al tanto de las “novedades del siglo” pese a los usuales impedimentos. Una muestra de ello es el hecho de haber obtenido en 1779, del Inquisidor General Bertrand, un permiso especial para tener y leer libros prohibidos por el Oficio de la inquisición.7 Seguramente estas condiciones expliquen su condición de intelectual prolífico.8

6 Cfr Alfredo Pueyrredón Algunos aspectos de la enseñanza en la Universidad de Córdoba durante la Regencia Franciscana UNC, Córdoba, 1953, p. 13-22. 7 IEA, nº 5805 (21-12-1779) 8 Nos ocupamos del tema en: "Funes y su discurso de 1821" Estudios. Revista del Centro de Estudios Avanzados, 1112, ene-dic, 1999, pp. 199-212. Funes no solo escribió la primera historia de las Provincias Unidas del Río de la Plata en 1816 (3 tomos) sino que además fue traductor de varias obras entre las más importantes por su tradujo del francés, la obra de Pierre Claude François Daunou, Essai sur les garanties individuelles que reclame l’etat actuel de la société de 1819.

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Considerar la biblioteca del propio Funes es un elemento interesante no sólo por su carácter de conductor de la Universidad sino porque será bajo su regencia que se aplicará un nuevo plan de estudios, que el propio Funes redacta en 1813. Este plan, con algunas pocas modificaciones realizadas en 1823, seguirá vigente durante toda la primera mitad del siglo XIX y será bajo su influencia que se educó gran parte de los hombres que actuaron durante el siglo XIX. En un trabajo realizado, en 1939, el Guillermo Furlong citaba la lista de obras que tenía el deán en su biblioteca. A modo de ejemplo podemos nombrar algunas: el Examen du prince de Machiavel, Politique Ouvres de Rousseau, Riqueza de las Naciones, obras de Condillac, The constitution of USA , Essai historique sur les libertes de l’Eglise , la Republique de, las Lettres inedites de Mirabeau, la Defensa del clero de Bossue, Cartas inéditas de Voltaire, Du pouvoir executif dans les grands etats par M. Necker , Obras de Sepúlveda y Rivadeneira entre muchos otros.9 Desde el año 1812 una parte de la ex Librería Grande, como se denominaba a la biblioteca jesuítica, vuelve a Córdoba y un año después abre sus puertas, aunque sólo a los estudiosos.10 En 1818, quizá tratando de imitar los pasos seguidos por la Junta de Buenos Aires, el gobernador Intendente de Córdoba Manuel Antonio de Castro decide la apertura de la primera biblioteca publica para la ciudad. En realidad, la biblioteca de la Universidad cambiaría de carácter convirtiéndose en pública como reza el decreto “Abrase la Biblioteca para la Universidad y para el publico bajo reglamento que por separado se comunica al director ...”.11 Con todo la situación general, en cuanto al acceso a libros, era complicada: pocos, en mal estado de conservación, dispersos o inaccesibles. Esta constatación se ve reflejada en la escasa cantidad de libros que aparecen inventariados en las bibliotecas de los personajes más importantes de la ciudad, imagen que se opone a la clásica de Córdoba como la “docta”.12 9

Furlong, Guillermo Bio-Biografía del deán Funes. UNC, Estudios Americanistas nº IV, 1939. Señala el dato Zinny, Antonio Córdoba, Tucumán, Santiago del Estero, San Luis. Historia de los Gobernadores de las Provincias Argentina. Buenos Aires, Vaccaro, 1920, (Vol. III), p.35. 11 Cita tomada de: Rosa Bestani “Una biblioteca trascendente” Biblioteca Mayor (1818-1898) UNC, Córdoba, 1998, p. 8. La comunicación del Gobernador Intendente al Cabildo Eclesiástico sobre la creación de una biblioteca publica en la ciudad, puede consultarse en IEA nº 1540 (22/08/1818). 12 Ana Inés Punta dice para el final del siglo XVIII: “No sólo no había profesionales sino que en general los miembros de estos sectores acomodados debían ser bastante incultos... hablamos de la falta de libros en las largas listas de inventarios registrados... Nunca hemos encontrado libros mencionados en las dotes, ni siquiera misales o 10

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En 1842, una importante remesa de libros -embargados a los “unitarios”- llegó a la Biblioteca Publica,13 no obstante lo cual la situación parece no haber mejorado sustancialmente como lo informaba el propio el rector en 1847. El escenario era el siguiente “... por la escasez de fondos necesarios para su sostén [se refiere a la Universidad] ya por la falta de libros adaptables a su enseñanza y ya, si podemos decirlo, por falta de una constitución orgánica que corresponda a los métodos adoptados en los estudios modernos...” la Universidad parecía francamente en crisis.14 En referencia al estado de los textos específicamente agregaba: “La Biblioteca del establecimiento demaciado útil en la Universidad, pero que atestada de obras truncas y de otras inútiles apenas presenta un menguado provecho”.15 Por lo dicho hasta aquí podemos aventurar, como primera conclusión, que la universidad y su biblioteca pública, en tanto centro de formación académica y reservorio científico cultural de la ciudad y porque no de la región, habían decaído considerablemente desde la partida de los jesuitas. Y pese al hecho de contar con algunas figuras importantes dentro del elenco de profesores la aguda crisis institucional ponía en riesgo el acceso a la información, la cultura y el arte a los vecinos de Córdoba. El informe del rector, no sólo revela la escasez de libros, sino también el envejecimiento de los existentes situación que persistió por lo menos hasta 1869. Ese año Nicolás Avellaneda, Ministro de Justicia e Instrucción Pública, sorprendido por el estado de abandono de la biblioteca de la Universidad de Córdoba destina una dotación de 3000 $ para libros16 tratando de paliar una situación que tenía un siglo de historia. ≈ Las rutas de la información Si la Biblioteca existente en Córdoba estaba obsoleta y vedaba las posibilidades de acceso a la información a un grupo importante de gente, ¿porque sostenemos que los cordobeses estaban informados y conocían las novedades del siglo? ¿Cómo llegaban los libros hasta aquellos ávidos lectores? Comencemos señalando que, como era usual, los canales para la circulación de información eran básicamente privados siendo los amigos y la familia los más usuales. El tráfico de información estuvo fundamentalmente en manos de algunos miembros de devocionarios” en Córdoba Borbónica. UNC, Córdoba, 1997, p. 115. Ver también: Luque Colombres, Carlos Libros de derecho... op. cit. 13 Citado por Rosa Bestani “Una biblioteca trascendente ...” op. cit. p. 9 14 Archivo Histórico de la Provincia de Córdoba (en adelante AHPC) , gobierno, tomo 197. 15 Ibidem. 16 Dato citado por Rosa Bestani “Una biblioteca trascendente ...” op. cit. p. 9.

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la sociedad local que por lo general tenían fluido contacto con el mundo exterior. Estos no sólo gustaban viajar sino que podían hacerlo, y a veces se veían obligados como fue el caso de los comerciantes de la rutas virreinales y de expatriados por motivos políticos. En la copiosa correspondencia guardada en los archivos podemos notar que son numerosas las cartas en las que se señala el envío de tal o cual libro o de colecciones completas de obras, la reimpresión de escritos para su distribución, etc..17 Este tráfico de textos acompaña a la correspondencia personal, en la abundan las noticias sobre casamientos, enfermedades, muertes, ventas y compras de bienes, etc. Al grupo de nativos “itinerantes” se agregó un restringido numero de extranjeros que recorrió las Provincias y en la ocasión, llevó y trajo gran cantidad de libros y de noticias en periódicos, gacetillas, libelos y también oralmente. La existencia de este intercambio preocupó a los diversos gobiernos no sólo porque significaba la posibilidad que circulasen ideas o propaganda en contra de sus propias administraciones sino además porque se sumaba a ello la posibilidad de arribo de papeles y libros protestantes como se denunciaba en 1844: “... han sido desparramados por un extranjero que ha pasado por esta capital”.18 Pese a todo lo dicho respecto a la Biblioteca de la Universidad y la exigua existencia de libros en las bibliotecas privadas creemos que esto no implicaba necesariamente poca lectura. En algunos casos los libros llegaban a manos de un potencial lector, y una vez concluida su lectura era devuelto o redireccionado a otros. El aporte de un extranjero servirá para ilustrar lo que decimos. En 1816 de paso por Córdoba el agente sueco Jean A. Graaner comentaba: En la universidad de Córdoba, tanto los profesores como los estudiantes, se han consagrado, llenos de curiosidad, a casi todos las ramas científicas que les estaban prohibido cultivar antes de la revolución. Pero faltos de buenos maestros y de libros, y teniendo que luchar de continuo contra la ortodoxia de los jefes de la Iglesia no pueden realizarse progresos. Yo obsequié a uno de los profesores que me pareció ávido de conocimiento, un ejemplar de la Historia filosófica de las Indias y lo recibió muy agradecido, pero dos días después me lo devolvió, diciéndome que no podía tener en su poder un libro que no se salvaría de la quema si era descubierto por los superiores del Colegio19 17

Por ejemplo, en 1832 José de Reyna le escribe a Francisco de Letamendi avisando que le remite “las quatro docenas de la obrita del Duque de Bronswiche (suponemos que es Bronswik) titulada “las 50 razones” que me ha pedido usted por encargo de Cayetano Lozano”. IEA nº 8023 18 AAC, Leg. 39, t III, 1844. 19 Graaner, Jean Adam (1949) Las Provincias del Río de la Plata en 1816. Buenos Aires, El Ateneo, p. 35.

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Así podríamos pensar a la lectura como una actividad independiente de la posesión o no de libros, y a los cordobeses ávidos lectores de bibliotecas itinerantes. Las bibliotecas parecen constituirse, entonces, en el marco de las “rutas” emprendidas por amigos y conocidos. El viaje de algún miembro de la élite podía ser aprovechado por más de una persona. Los vínculos personales entre ciertos personajes de la élite local y supra-local sirvieron a más de una individuo. Veamos a través de un ejemplo, como se articulaba una de las posibles rutas de circulación de información entre miembros de la élite colonial. Tomemos el caso del viaje que en 1804 programaba, José Miguel de Tagle.20 Ese año Miguel se preparaba para marchar a Potosí donde atendía los negocios de varios comerciantes de la región –especialmente los de Francisco Martínez de Hoz- y en la ocasión le llegaron algunos pedidos a los que consintió atender.21 Estaban aquellos como el del Sr. Ortiz, quien le solicitó que llevase al Alto Perú “dos cajones” de libros para vender en la plaza de Potosí ya que consideraba que allí tendría mejor suerte que la que corría en Córdoba.22 Pero también sus familiares pidieron favores. Para ver como era esta ruta de información y cuales sus integrantes pensemos en un esquema en el que están representadas las ramas de una familia, los Zamalloa, y sus vinculaciones. Cada uno de los personajes identificados estaban afincados en alguna “ciudad” del corredor Potosí- Buenos Aires. A este núcleo familiar podemos agregar contactos y ciudades que se integran al mapa a partir de personajes pertenecientes a la región y que actuaban como puntos de enlace de las múltiples rutas que pueden trazarse entre esos puntos. En nuestro esquema podemos ver cada personaje en una ciudad. Elegimos un año 1804, el de la preparación del viaje de Tagle a Potosí, porque los largos meses pasados en Buenos Aires a la espera de una mejoría en los anegados caminos norteños nos permitirá observar los hilos colectores de esa ruta que seguían los libros y la información.23

20 Sobre este personaje y sus actividades puede verse el estudio preliminar y correspondencia edita de Lilians B. Romero Cabrera José Miguel de Tagle . Un comerciante americano de los siglos XVIII y XIX. Córdoba, Dir. Gral de publicaciones, 1968. 21 La nómina de personas a las que representaba puede verse en: Lilians B. Romero Cabrera José Miguel de Tagle... op. cit. pp. 8-9. 22 Instituto de Estudios Americanistas (IEA) nº 644. 23 Esta “ruta” fue armada a partir de la correspondencia de Miguel de Zamalloa de allí que las indicaciones entre paréntesis hagan referencia a los vínculos con éste.

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Potosí Presbítero Francisco Borja de Saracibar (primo) Jujuy Presbítero Juan Prudencio de Zamalloa (hermano) Presbítero Teodoro de Zamalloa (integrante de su familia) Córdoba

José Miguel de [Ruiz ]Tagle (cuñado)24 Teresa Antonia de Jesús, carmelita (hermana) Montevideo

Miguel Gregorio de Zamalloa, en 1804 asesor letrado en Montevideo25 Buenos Aires Francisco de Letameni (comerciante de Buenos Aires, amigo de los hermanos Funes)

Veamos que nos dice la correspondencia. En el mes de junio de 1804, Tagle escribe desde Buenos Aires a su cuñado en Montevideo: Quedo en buscar la obra teológica de Gonet, la que en la Librería no la hai, y resta ver si algun fraile quiere darla si la tiene; bien sabe Vm. Que los encargos del Dr. Zarasibar los miro como propios. Ya que se abla de libros diré que aquí he comprado una Biblia en castellano, 19 tomos pasta fina, en 4ºu 8º mayor, sin laminas, en 60 ps. el que me la bendio, ...26 Regresando de viaje, Tagle escribe a Don Miguel de Zamalloa y le comunica que ha conseguido para Francisco Borja de Saracibar los “librotes de Gonet”, que le había encargado y agrega: “los encontré a fuerza de diligencias en una casa donde venden varios libros del finado Sr. Muriel”.27 El viaje de Miguel de Tagle no sólo fue aprovechado por el primo de Zamalloa, Saracibar, y por el Señor Ortiz, hubieron otros beneficiados. Un año después, de su viaje encontramos una lista de libros confeccionada por José Miguel de Tagle para Miguel de Zamalloa en la que figuran las personas a las que les ha

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Casado en segundas nupcias con Ma. Josefa de Usandivaras Había nacido en Jujuy en 1753. Se graduó como abogado en Chuquisaca. En 1778 había sido Corregidor de la Provincia de Tarija para el distrito de la Audiencia de Charcas, en 1785 fue subdelegado de la Real Renta de Correos en Jujuy y su jurisdicción hasta el año 1786 en que se lo destina a Asunción del Paraguay como Asesor del gobierno al año siguiente aparece como Teniente y asesor letrado del gobierno. En 1797 se lo destina a Montevideo destino dónde permanece hasta su jubilación alrededor de los años 1806. De allí pasa a Buenos Aires como Oidor de la real audiencia de Buenos Aires. Muere en 1819. Estaba casado con Juliana Ruiz de Tagle hermana de Miguel de Tagle. Emparentado con los de Saracibar, residentes algunos en Jujuy otros en Potosí. Datos tomados de la correspondencia de Zamalloa en IEA y de los señalados por Efrain Bischoff El Dr. Miguel Gregorio de Zamalloa. primer Rector Revolucionario de la Universidad de Córdoba .Córdoba, IEA -UNC, 1952. 26 IEA, nº 10.987 27 Suponemos que se refiere Juan Bautista Gonet teólogo dominico. En su pedido de Saracibar hablaba de una obra de la teología de Gonet. IEA nº 10847 y nº 10988. 25

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vendido obras en su nombre.28 Tal parece entonces, por la correspondencia que hemos podido analizar, que Miguel de Zamalloa era un punto central de la cadena. Seguramente su cargo en Montevideo lo colocaba en un punto estratégico desde el cuál estaba al tanto del ingreso de mercadería con destino a las Provincias del Interior y las zonas vecinas del todavía, virreinato del Río de la Plata. Esto explicaría que también haya actuado de nexo con otros espacios, a los que en algún momento perteneció, como ocurrió en 1804 cuando Pedro García Jovellanos le solicitó que le haga llegar a su hermano Bernardo, residente en Asunción del Paraguay, “un cajoncito con varios libros y papeles de importancia” que le envía desde Gijón, España.29 Pero este es solo un ejemplo. Otros, como el mencionado, podemos encontrarlo en la correspondencia de los hermanos Funes o de los Lozano. Una cosa que es interesante destacar es que las familias mencionadas están contactadas entre ellas y comparten conocidos como por ejemplo a Francisco de Letamendi. Podemos entonces considerar con interés la importancia de las relaciones personales para el acceso a la información, la cultura y la literatura, así como también la existencia de regiones o tal vez podríamos decir para este caso, de rutas, que constituirían carrefours adonde las hebras se entrecruzaban permitiendo -gracias a su unión- mantener reunida e informada una porción de la sociedad. ≈ Las mujeres: información y compromiso Las mujeres antes que nada eran vistas como madres y hermanas. Casaderas, casadas o dedicadas a la vida contemplativa las mujeres participaban del mundo social cordobés desde un lugar que les estaba destinado pero que, por cierto -como se viene estudiando desde hace varias décadas con una visión renovada-, no recortaba totalmente sus posibilidades. Para ver a las mujeres interactuando con el mundo, tomaremos dos casos interesantes por ser los de mujeres que, en teoría, deberían haber estado más apartadas que el resto de sus pares del mundo social. Primero, el de las monjas carmelitas de Córdoba y segundo, el caso de una mujer soltera. Ambos ejemplos muestran que desinformación e ignorancia no son palabras adecuadas para definirlas.

28 Estos son: José Ríos, Presbítero Fernández, Dr. Centeno, Sr. Márquez, Dr. Zapiola, Luis Achaval, Dr. González, José Díaz de Mendoza etc. IEA, nº 647. 29 IEA nº 10730.

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Desde épocas coloniales, los conventos femeninos eran, -en mayor o menor medida, un espacio que gozaba de amplios márgenes de independencia. Al interior de la clausura cada persona tenía un lugar análogo a su calidad o condición social.30 Aquellas mujeres que entraban a un convento no estaban necesariamente convencidas de querer separarse totalmente de la sociedad de la que venían, muchas veces la decisión de tomar los hábitos (como en el caso de los hombres) podía estar determinada por la frecuentación de alguna pariente monja o bien -como fue el caso de dos de la hijas de José Miguel de Tagle- por haber pertenecido al Colegio de Huérfanas administrado por las carmelitas de Córdoba. En una carta escrita en 1804, la superiora de las carmelitas de Córdoba se quejaba amargamente al arcediano de la catedral, Bernardino Millán, diciéndole que las postulantes “no pueden estar sin saber cuanto pasa afuera”.31 Estas mujeres seguían sintiéndose parte de sus familias de origen y autorizadas a aconsejar y guiar a sus miembros, e incluso a otras personas allegadas por lazos de afinidad o amistad, en las decisiones que “convenía” adoptar32 y en la aceptación y resignación de lo que les tocaba en suerte.33

Evidentemente la forma más usual utilizada para continuar vinculadas al mundo, fue la correspondencia -cuyo rastro es abundante en los archivos- como ya ha sido destacado por numerosos estudios para otros espacios34 y para el nuestro también.35 En las cartas

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Sobre el particular puede verse el estudio de un conflicto ocurrido en Bs As hacia finales del siglo XVIII, en Alicia Fraschina "La clausura monacal: Hierofanía y espejo de la realidad", Andes. Antropología e Historia, CEPIHA, Universidad de Salta, n. 11, 2000, pp. 209-236. 31 IEA, nº 1673 (1804) 32 Así lo muestra la correspondencia de Teresa Antonia de Jesús (Zamalloa) a su hermano Miguel Gregorio. Cf. Victoria Cohen Imach “Escribir desde el claustro. Cartas personales de monjas” Telar, Revista del Instituto Interdisciplinario de Estudios Latinoamericanos (IIELA) UNT, Tucumán, nº1, 2004. http://www.filo.unt.edu.ar/centinti/iiela/revista_telar/index.htm 33 En 1804 Theresa A. de Jesús priora de las carmelitas de Córdoba y hermana de M. G. de Zamalloa escribe a su hermano refiriéndose a la pretensión de Narciso Lozano (yerno de Zamalloa) de ocupar el cargo de su finado padre como Ministro Contador de la real hacienda de Córdoba, “...lo veo bien dificultoso por que hace mucho ínforme del Virrey, y este supongo lo tiene a satisfacción Dn. Joseph Paz que hemos de hacer de todos modos nos atribula Díos pero no te desconsueles que el corazon de los Reyes esta en manos de Dios y su Dív.a Mag.d proporcionara los medios para conseguir lo que fuere de su agardo, y lo que conbenga para la salvación de nra alma...”. Cf. Victoria Cohen Imach Redes de papel. Epístolas conventuales. Tucumán, IIEL, Facultad de Filosofía y Letras (UNT), 2004, p. 120. Cabe decir que pese al pronóstico de la bien informada Theresa Lozano consigue en 1805 el puesto de su padre. Cf. Efrain Bischoff Dr. Miguel Gregorio de Zamalloa. Primer rector revolucionario de la Universidad de Córdoba. Córdoba, Imprenta de la UNC, 1952, p. 111-113. 34 Los más clásicos para la correspondencia de los claustros son los de Asunción Lavrin, por ejemplo: Asunción Lavrin- Rosalva Loreto (edit.) La escritura femenina en la espiritualidad barroca novohispana siglos XVII y XVIII. Puebla, Universidad de Américas-Archivo General de la Nación, 2002, o Asunción Lavrin “De su puño y letra: epístolas conventuales” en Manuel Ramos Medina (coord..) El monacato femenino en el Imperio Español. Monasterios, beaterios, recogimientos y colegios. México, Conudux, 1995. Sobre la correspondencia en general se puede consultar: Pilar Gonzalbo Aizpuru “La intimidad divulgada. La comunicación escrita en la vida privada de la Nueva España” EHN, 27, julio-diciembre 2002, pp. 17-49.

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que escriben a parientes o conocidos pueden verificarse el alto grado de información que poseen sobre lo que pasa en el mundo exterior. Así, en 1805, Teresa Antonia le decía a su hermano Miguel Gregorio que temía por la vida de Narciso Lozano que se encontraba en Europa ya que “corren” noticias acerca de “las guerras con el ingles”. Pero también estas mujeres actuaban como puntos de comunicación, de información para hermanos o parientes viajeros o alejados de la ciudad. A ellos les notificaban sobre el estado de la familia, sobre negocios, sobre la vida social o sobre la política local, realizándoles encargos, “... te estimaré mucho me agas la diligencia y te pongo la minuta de los libros que quiero, que satisfare su costo” -le escribía Theresa de Jesús a su hermano Miguel Gregorio de Zammalloa-36, para no permanecer ajenas a cuanto pasaba afuera. Otra prueba de que las monjas no estaban al margen y sino más bien implicadas en las cosas del mundo, es el caso de una fluida correspondencia que mantuvieron las carmelitas de Córdoba con su obispo, Rodrigo de Orellana, confinado e “incomunicado” en San Lorenzo, provincia de Santa Fe entre 1815 y 1817.37 A través de las cartas escritas al prelado, podemos observar como las carmelitas estaban al tanto de lo que pasa en la ciudad y en las respuestas de Orellana se nota su total conocimiento de lo que ocurría en Córdoba. La correspondencia además nos permite ver como los grupos organizados por afinidades se reproducían al interior del claustro. El obispo de Córdoba, hace continúa mención de personajes que para nosotros ya son conocidos: Narciso Lozano, quien habría viajado según Tonda en el mismo barco que trajo a Orellana al Río de la Plata,38 Zamalloa, hermano de Teresa Antonia superiora de la comunidad de carmelitas de Córdoba a quién dirige la correspondencia, Teodoro Lozano hermano de Narciso y guardián del convento de Santa Teresa pero también menciona con insistencia a la hermana escritora, que era quien redactaba las cartas que se enviaba al obispo.39 35

Ver sobre todo los trabajos de Victoria Cohen Imach: “Escribir desde el claustro. Cartas personales de monjas” op. cit y Redes de papel. Epístolas conventuales... op. cit. 36 Encargo de Teresa Antonia a Narciso Lozano de unos libros en IEA nº 10728 (18-03-1806) 37 Las cartas que el obispo escribió a las carmelitas, un total de 29, han quedado registradas y fueron publicadas por el padre Américo Tonda en El obispo Orellana. Sus cartas a las Carmelitas de Córdoba. Rosario, Pontifica Universidad de Rosario, s/f, 38 Aparentemente habría existido comunicación epistolar entre ambos según lo señala Bischof y se infiere de una carta guardada en el fondo del IEA nº 7897. Cf. E. Bischoff Dr. Miguel Gregorio de Zamalloa.... op. cit. p. 117. 39 La falta de un secretario es mencionada con insistencia por el obispo quien compara su suerte con la de la madre superiora: “Tiene Vuestra Reverencia como sus Predecesoras para escribir con la Hermana Manuela, al paso que este pobre viejo no tiene ni quien le lleve la pluma, siendo lo que es preciso escribir...” Américo Tonda El obispo Orellana. Sus cartas ... op. cit. p. 72.

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Por aquellos años la hermana escritora era Marcelina Rodríguez, perteneciente a una de las familias más preeminentes de Córdoba y que se cuenta entre aquellas que sostuvieron al obispo español. Si la correspondencia es analizada con cierta distancia puede observarse que todo el núcleo de gente que comunica con Orellana cambia de postura, o se llama a silencia durante los años de la revolución o posrevolución, pero todos de alguna forma siguen vinculados a la política local.40 Pero además de la correspondencia de orden “oficial” entre la superiora que representaba la convento y el obispo, algunas monjas se comunicaban con el prelado de manera individual buscando en él consejo espiritual.41 En 1816 decía Orellana “... pueden enviarme bien cerrado lo que hubiere escrito la hermana Lucía, a quien dirá la Madre ”

Priora que no escriba más, mientras no se le comunique... .42 De forma tal que la

correspondencia parece una forma corriente de comunicación, y las mujeres de la élite cordobesa manifiestan haberlo utilizado como medio de comunicación por excelencia. El juicio por unitaria y “por repartir noticias que traía un chasque” que se inicia a Cesárea Rosa Carrera en 1832 nos permite asomarnos a otro caso, esta vez, el de una mujer soltera que parece implicada en una supuesta revolución debida a causas políticas. Lo poco que sabemos de Carrera es que era hermana del ex gobernador Santiago Carrera (1811-1813), y había sido miembro de la Sociedad de Beneficencia Espiritual fundada en 1825 para contrarrestar las acciones del gobierno de Buenos Aires en cuanto a la religión. Las causas por las cuales será juzgada se vinculan a su supuesto papel de mediadora y propagandista de las ideas unitarias. El juicio en sí es muy interesante porque en él se relata la forma en la que Carrera reproduce y retransmite la información que recibe de José Ignacio Echegoyen, de origen tucumano –único dato del que disponemos-, asociado al unitarismo. Según dijo una testigo llamada a declarar en el caso: 40

Es interesante anotar que los miembros de la red de Zamalloa son sindicados de realistas una vez sobrevenida la revolución. Esa filiación explica que Tagle caiga preso en 1815, y en este sentido es útil observar también que Lozano obtiene el cargo de su padre (ver nota 33) en parte –según E. Bischoff- gracias a la intervención que en su favor realiza el marqués de Sobremonte. No obstante el propio Zamalloa llega en 1810 al rectorado de la Universidad, secularizada desde 1808, lo que es raro dado que esta institución estaba bajo la influencia de los Funes. Tal vez F. de Letamendi haya influido en la concesión del cargo “El 26 de febrero de aquel año de 1808, Letamendi decíale a Funes: “ ... Trate Ud. El particular con el doctor Zamalloa y no separe de su dictamen, pues a más de estar impuesto del estado de Buenos Aires, es un hombre íntegro, y muy amigo de V.M. ... “ citado por E. Bischoff Dr. Miguel Gregorio de Zamalloa.... op. cit. p. 137. 41 Para un espacio vecino puede consultarse: Lucía Invernizzi Santa Cruz “El discurso confesional en el epistolario” HISTORIA, Instituto de Historia, Pontificia Universidad Católica de Chile, Vol. 36, 2003: 179-190. 42 Américo Tonda El obispo Orellana.... Carta XXI op. cit p. 68.

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... sabe que en casa de doña Cesárea llego un hombre quien se supone fue chasque conduciendo comunicaciones que estuvo escondido algunos dias en el altillo que tiene la casa : que d. Cesárea entraba a hablar con el y salia a la calle y volvia tarde de la noche : que en el dia se ocupaba escribiendo la Señora y el mencionado Chasque (...), añadiendo que muchas veces en el tiempo en que estuvo el chasque le vio salir por la noche con papeles o cartas ...43

Césarea aparece entonces como copista y mensajera de una información, de unas ideas, que trae Echegoyen. Por otro lado la testigo dice que durante el día escribía y por las tardes “entraba a hablar con el y salia a la calle y volvia tarde de la noche”. Es una pena no conocer los contenidos de charlas y cartas ya que nos permitiría tener una mejor comprensión del papel de esta mujer. No hemos podido saber mucho más sobre Cesárea porque muere antes de ser interrogada. Su final es digno de una novela de suspenso. Según relata el guardia que la custodiaba: ... como a las quatro de la tarde de este dia le fue introducido un poco de yerba, azúcar y agua caliente, y después de haberle introducido a las doce del dia una empanada, como también en la hora mencionada de la tarde dos paneles, embueltos en una servilleta, entre la que venían igualmente cinco píldoras del tamaño de un poroto regular, y de color azulado, embueltas en una octava de papel blanco ; las que fueron introducidas y entregadas a Dna Cesarea Carrera por el mismo Comandante de la guardia que informa, quien las recibió de un niño como de edad de doce años ... agregando que como a la hora fue llamado el informante por dna Cesárea Carrera y la encuentro tomando las píldoras y con el semblante bastante desemejado... 44

La condena cae sobre la difunta el 17 de noviembre de 1834, por motivo de “ser ella uno de los motores de la revolución, que se sospecho por el gobierno” y su albacea se ve obligado a pagar las costas del juicio que la encontró culpable.45 Lo que nos queda de ella, además del escueto proceso, es la “Razón individual de los muebles y demás existencias que se han encontrado en la casa mortuoria de Da Cesárea Carrera...” en la que figuran 56 libros de su propiedad. El dato presentado de esta forma no nos permite conocer de que libros se trata, sin embargo nos habilita a suponer que es una cantidad nada desdeñable de libros considerando que su dueña era una mujer. Retomando las preguntas iniciales y frente a la evidencia de un mundo social en el que las personas –hombres y mujeres- interactúan con fluidez, en el que los canales de 43

AHPC, Crimen, Leg. 192 (traspapelado) N° 5.- Contra Dña. Cesárea Carrera, año 1832 (Leg. 121) - Se sigue un proceso a Cesárea Carrera por repartir noticias que le traía un chasque. La cursiva es mía. 44 Ibidem. 45 “ ... por cuyo motivo la ley la condena a solución de las costas de la causa, y comprendiéndose en ellas el honorario de los médicos que hicieron la inspección anatómica del cadáver, por haber ordenado esta como un medio que podria facilitar el descubrimiento de los cómplices ; en caso de resultar envenenada la dicha Da Cesarea.... ” Ibidem.

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comunicación e información parecen muy visitados y en los que la circulación tanto de noticias como de libros de contenido diverso es frecuente volvemos a preguntarnos acerca de los espacios concretos de lectura y de intercambio de información y sobre el público consumidor de novedades y de textos científicos en la Córdoba que se asoma a la vida independiente. Traeremos de esbozar una respuesta a partir del análisis de los espacios de encuentro en la ciudad y de las prácticas que en ellos se desarrollaban. 2. Espacios de intercambio E la ciudad mediterránea, los espacios de sociabilidad específica, en tanto lugares de encuentro del público estaban muy acotados. Los hombres se encontraban para compartir juegos de azar en pulperías o en el Café del Peral o en la llamada Casa Café donde “hay continuos juegos de azar,” comúnmente hasta altas horas de la noche en los que el fraude forma parte del encuentro, como lo denuncia Don Rosa Andrade “en la noche del día seis del presente mes ha perdido doscientos veinte y cuatro pesos con un dado pintado de dos esquinas...”.46 Este tipo de prácticas seguramente originaría descontento y más de un enfrentamiento entre los presentes. Según hemos podido observar, el juego de cartas era una costumbre muya arraigada, decía Cristóbal de Aguilar en sus versos: ... arrojar en una noche sobre un naipe, la sustancia con que deben subsistir hijos, mujer y criadas47 Además de estos lugares de sociabilidad espontánea del hombre del común, hubieron otros vinculados a la pertenencia social que generaron -siguiendo la idea de Pilar González Bernaldo- “grupos de referencia” esto es espacios de reunión (físico, simbólico e imaginario) específicos donde se encontraban individuos con determinadas características o preocupaciones comunes.48 En general este tipo de lugar, en Córdoba, estuvo representado por las tertulias en casas de familia ya que no hay referencias a Cafés literarios, por ejemplo.

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AHPC, Crimen, Leg. 190, N° 1.- Causa por trampa en juego de dados en la llamada « Casa Café » 11 de junio de 1839. Cita el Café del Peral en Serrano Redonnet, A – Rípodas Ardanaz, D. (coord..) Biblioteca de autores españoles... op. cit tomo I, p. L XXX. 47 Tomado de Serrano Redonnet, A – Rípodas Ardanaz, D. (coord..) Biblioteca de autores españoles Cristóbal de Aguilar teatro, diálogos, poesías. Madrid, Real Academia Española ed. Atlas, 1989, tomo I, p. XC. 48 Pilar González Bernaldo de Quiroz Civilité et politique aux origines de la nation argentine. Paris, Publications de la Sorbonne, 1999, pp. 37.

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Curiosamente encontramos una denuncia que llama nuestra atención sobre lo que podríamos describir como un grupo de pertenencia -tal vez nacido de la convivencia en las aulas de la Universidad- que se reunía para compartir “entre pares” juegos de azar en sus ratos de ocio. Se trata de la reunión de “seculares y hasta hijos de familia” con jóvenes clérigos de vida disoluta en los claustros de un convento. Estos espacios considerados como faltos “... del debido recogimiento” podían haber oficiado como puntos de encuentro de jóvenes legos y clérigos, constituyendo así un “grupo de referencia”. La elección del lugar puede haber obedecido al hecho de estar menos vigilados y expuestos, que en las casas de juego pero creemos que también puede responder a una cuestión de pertenencia grupal. La denuncia de este tipo de reuniones es utilizada como argumento de la necesidad de reformar al clero regular por considerar sus costumbres demasiado próximas a la de los legos.49 El informe que encontramos acusa a los jóvenes religiosos de pasar el día fuera de los claustros y las noches cuando: ... les es forzoso conservarse en sus claustros, invirtiéndolas, con escándalo, en partidas de juego ruinoso a que son admitidos seculares y hasta hijos de familia, que por varias veces han pernoctado dentro del claustro, amaneciéndose todos con la varaja en la mano...50 Así, aparece a nuestros ojos una división en los espacios de sociabilidad que podría reflejar las divisiones sociales, diferencias que -en la ciudad por lo menos- se conservarían inclusive en los espacios destinados al ocio y al juego. La practica de reunirse en lugares pertenecientes al foro privado seguía siendo lo más corriente para los individuos de la élite y en épocas coloniales y de la pos-independencia los encuentros en casas de familia para entablar tertulia eran la oportunidad para discutir temas de interés cultural, social y político.51 En aquel lugar convergían, no sólo los locales sino los viajeros y era allí también a donde se leían periódicos, se comentaba la

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En una carta que escribe el Obispo de Córdoba Rodrigo de Orellana a la superiora de las carmelitas, la madre Teresa Antonia de Jesús (Zamalloa), le pide que le diga al capellán del convento Teodoro Lozano (hermano de Narciso cuñado de la priora) : “ ... que todavía le resta arbitrar el medio de impedir que los seglares entren en el presbiterio contra lo que tanto prohíben y reclaman las reglas de la Iglesia” La carta muestra la preocupan del obispo, que era la de la Iglesia, por delimitar claramente los espacios de uno y otro estado. Américo Tonda El obispo Orellana.... op. cit. Carta nº XXII, p. 72 50 AAC, Leg. 39, t. III, 7 de septiembre de 1839. La cursiva es mía. 51 “En las tertulias nocturnas que efectuaban con el Deán Funes, su hermano Ambrosio, don Martín de Sarratea, Letamend y otros, en casa de los Funes –esquina actual sudeste de Rivera Indarte y 9 de julio- o e la de Sarratea, ubicada en esta última calle, entre General Paz y Riera Indarte- las discuaiones pusieron su tono sobresaltado. Aquello de esperar a la distancia lo ocurriera era peor que estar sobre la fritanga” Se refiere a los actontencimientos desatados por causa de las invasiones inglesas de 1806. Cf. Efrain Bischoff El Dr. Miguel Gregorio de Zamalloa... op. cit. p. 127.

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correspondencia, se difundía la información y se discutían las novedades de lo que acontecía afuera en el mundo.52 Las tertulias se desarrollaban en el ámbito de los hogares de la élite y gracias a testimonios como los de don Cristóbal de Aguilar, sabemos que “... sin día previamente fijado -informales y más o menos agradables- se agregaban a los dueños de casa amigos que matizaban las pláticas con temas que preocupan en el momento. (...) Las visitas entre amigos y parientes permiten tratar en franco diálogo los temas de actualidad”.53 Otro testigo y asistente a este tipo de reunión, declaraba que las “... tertulias continuaban fomentando la acostumbrada cantidad de adulación y de intriga”.54 Alguna variante de la tertulia podría encontrarse en el tipo de reunión que se realizó en 1812, en casa del presbítero Benito Lascano, futuro obispo de Córdoba. Según se comentó: ... en el tiempo en que se instaló el actual superior gobierno se oyó con bastante publicidad que en la casa del Lic. Lascano se hacían unas juntas en que se trataba de que debía sostenerse el gobierno de los diputados de los Pueblos (...) que así mismo tiene entendido que en el concepto público el dicho Lascano está reputado por un hombre que se mezcla demasiado en los negocios... 55 La característica central de estos espacios de reunión, las juntas, a los que se sumaron circunstancialmente otros, es su carácter coyuntural y efímero. Así la forma tradicional de tertulia se vio acompañada por otras formas de organizacionales como las juntas pero también por reuniones con un nuevo perfil que, adecuándose a lo que se suponía una moda, nos hablan de verdaderas novedades desde el punto de vista de la organización. En 1825 se constituye la Sociedad de Beneficencia Espiritual con el objetivo de defender la no-tolerancia religiosa. A la cabeza de la Sociedad estaba el presbítero José Saturnino de Allende quién además utilizó las páginas de periódico El Intolerante, para convocar a la formación de dicha asociación. La nómina de integrantes estaba dividida en Señores eclesiásticos (12) religiosos (4) Caballeros (13) y Señoras matronas, viudas y doncellas (8) todos pertenecían a la élite local. 52

La información contenida en cartas privadas era muchas veces socializada al resto de la comunidad de pares o grupo de pertenencia. Esta práctica era común dentro de la clausura pero también fuera de ella. De tal suerte habría que considerar que el autor de correspondencia debía escribir a sabiendas que el contenido de sus epístolas podían ser divulgadas. 53 Rípodaz Ardanaz D.– Serrano Redonnet A., Biblioteca de autores españoles ... op. cit. 1989. La cursiva es nuestra. 54 El testimonio es del norteamericano Antonio King quien vivió en Córdoba entre 1829 y 1841. Cf. J. Antonio King Veinticuatro años en la República Argentina. Vaccario, Buenos Aires, 1921, p. 106. 55 Archivo del Arzobispado de Córdoba (AAC), Archivo del Cabildo Eclesiástico de Córdoba (ACEC), Actas, nº 3, f. 292 v. Año 1812.

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La Sociedad se organizó por medio de una suscripción y se reunió por lo menos una vez, el 17 de agosto entre las 10 y las 12 hs de la mañana, en el Seminario de Loreto. El objetivo del encuentro era llevar a cabo una sesión donde debían discutirse las ocupaciones que cada uno tendría en su lucha común contra la tolerancia sancionada ese año para la ciudad de Buenos Aires. Las únicas que quedaron al margen fueron las mujeres a las que “se les comunicaran por aviso oportuno, las funciones á que se les destine”.56 No sabemos cuanto tiempo duró la Sociedad y parece claramente producto del momento. Por ultimo vale la pena mencionar que completaban los espacios de encuentro un solo teatro, cuya ubicación es incierta y que parece más vale haberse montado -a veces en la plaza, otras en los patios del Colegio Monserrat- para las fiestas patrias o cuando alguna compañía forastera presentaba una obra en la ciudad y las asociaciones de tipo religioso -como las cofradías, terceras ordenes o hermandades- en la que se reunían los seglares, de todos los ordenes y jerarquías sociales, a fin de realizar obras relacionadas con la “salvación de sus almas”. No encontramos registro de cafés literarios, ni de prácticas asociativas que nos permitan pensar en el desarrollo tímido de una esfera pública a principios del siglo XIX. En cambio, sí podemos afirmar que la vitalidad y eficacia de los lazos personales no excluyó a los individuos por género. El elemento clave que explica la aparición de diversas formas de vida asociativa en la segunda mitad del siglo XIX debe buscarse entonces en las tertulias y en las reuniones circunstanciales pese a no haber contado con periodicidad. 3. A modo de balance Según hemos podido observar la desaparición de los jesuitas de tierras cordobesas produjo un gran impacto en la sociedad en su conjunto. A los daños que sufrió una parte de la economía local íntimamente ligada con la jesuítica -esto es básicamente con la producción y comercio de las estancias-, se agregó un impacto en lo cultural que, nos animamos a decir, modificó el perfil de centro del saber que tubo Córdoba hasta ese momento.57 Este hecho se vio agravado por la pérdida del equipamiento básico que permitía considerar a la alta casa de estudios como un centro de conocimiento científico. 56

El Intolerante nº 4, Córdoba 6 de agosto de 1825. Biblioteca del Colegio Nacional Buenos Aires (BCNBA) B-40. Por un decreto del 4 de noviembre de 1810, se destinó a la Biblioteca Pública de Buenos Aires los libros del ramo de temporalidades existentes en Córdoba.

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Como hemos señalado el desguace de las colecciones y la dispersión de los libros nos imposibilita conocer con mayor precisión la totalidad de las obras con las que se contaba y analizar la concepción del saber, las formas y contenidos para transmitirlo que cada orden consideró importante en el ámbito local. Ahora bien, la ausencia de un saber institucionalmente organizado -ya sea por su curricula, ya por la posibilidad de acceso a las novedades, ya por la existencia de librosfue denunciado en 1847. No obstante, esta situación se vio contrarrestada por la existencia de un espacio subterráneo en el que la lectura libre de textos58 y el conocimiento de su existencia fue posible. Esto ocurrió, como vimos, gracias a la circulación de la información y de las novedades de origen diverso por medio de canales informales constituidos básicamente por las relaciones personales –que actuaron como “rutas de información”- y por la reunión de tertulias, juntas y la conformación de algunas sociedades aunque hayan sido de corte circunstancial. La inexistencia de verdaderos espacios públicos de intercambio de novedades e ideas nos ha impulsado a proponer la existencia en Córdoba de “espacios públicos”, esto es lugares concretos, plazas, cafés, calles y mercados como las formas más difundidas de la sociabilidad local.59 Era allí donde efectivamente coincidía el público, o sea el pueblo, pero la existencia de otros lugares ya no públicos sino privados, incluso para reunirse con fines lúdicos o de divertimento, nos invita a pensar que ciertas pautas de organización social basadas en una visión estamental persistieron pese a lo cual, entrado el siglo XIX algunas formas como las asociaciones harán fugaces actos de presencia, principiando lo que será, mucho más tarde, la esfera publica local. Lectores circunstanciales de bibliotecas itinerantes, los cordobeses parecen haber disfrutado de la lectura, del conocimiento y de las novedades. La correspondencia de estos hombres y mujeres los muestra interesados, ávidos de noticias pero recortados al mundo que veían los ojos de sus contactos, un mundo que tenía en su prisma - las más de las veces- la urgencia de conservar el orden de cosas según la religión católica.

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Así define Graciela Batticuore a la lectura no institucional. Cf. “La lectura, los escritores y el público. 1830-1850” en Batticoure, G.-Gallo, K y Myers, J. (Comp.) Resonancias románticas. Ensayos sobre historia de la cultura argentina (1820-1890). Buenos Aires, EUDEBA, 2005, p. 105 59 Guerra F-X. y Lempérière. A. Los espacios públicos en Iberoamérica... Op. cit.

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