Los auténticos representantes del campo español. Hermandades sindicales de labradores y generación de adhesión y consentimiento hacia el franquismo

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DEL ARCO BLANCO, Miguel Ángel, “Los auténticos representantes del campo español: Hermandades de Labradores y generación de adhesión y consentimiento hacia el franquismo”, Historia Social, 84, 2016, pp. 93-112.

‘LOS AUTÉNTICOS REPRESENTANTES DEL CAMPO ESPAÑOL’: HERMANDADES DE LABRADORES Y GENERACIÓN DE ADHESIÓN Y CONSENTIMIENTO HACIA EL FRANQUISMO *

Miguel Ángel del Arco Blanco Universidad de Granada

El 21 de febrero de 1953, en el Teatro Madrid, el Secretario General del Movimiento, el falangista Raimundo Fernández Cuesta clausuraba la V Asamblea Nacional de Labradores y Ganaderos en la capital: “Sois los auténticos representantes del agro español y merecéis con ello el afecto y la consideración debidas a quienes constituyen uno de los pilares fundamentales de la vida de España y en quienes las mejores cualidades específicas de lo español –hidalguía, austeridad, elegancia espiritual y amor a la Patria- se encuentran tan enraizadas como los valores de vuestros campos y las semillas de vuestras cosechas”.1

Fernández Cuesta se dirigía así al campesinado, identificándolo con una comunidad nacional idílica, donde los valores patrios y católicos estaban representados. Como sabemos, el mundo rural fue clave en el devenir de la II República: la heterogénea sociedad del agro español optó en unos casos, concretamente en el caso de los jornaleros y clases más bajas, por apoyar a la República por su impulso de la reforma agraria y de políticas laborales y sociales; no obstante, los grandes propietarios, pero también las clases medias agrícolas (medianos y pequeños propietarios y arrendatarios), acabaron apoyando tanto en las urnas como en el momento del golpe de estado opciones derechistas y autoritarias.2 Por ello, tras el concepto de “campesino”,

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Este trabajo se enmarca en el proyecto I+D+I “Movilización colectiva, conflictividad y difusión de actitudes democráticas entre la población rural andaluza durante el tardofranquismo y la transición política, 1962-1982”, financiado por el Ministerio de Ciencia e Innovación. Queremos agradecer a Claudio Hernández Burgos y a Gloria Román Ruiz los comentarios que en su día vertieron sobre el texto; del mismo modo, queremos reconocer las valiosas sugerencias de los evaluadores anónimos de la revista. 1 Raimundo Fernández Cuesta, Afirmación falangista. Viejas y nuevas consignas, Ediciones del Movimiento, Madrid, p. 93. 2 Por citar algunos estudios relevantes: Francisco Cobo Romero, De campesinos a electores. Modernización agraria en Andalucía, politización campesina y derechización de los pequeños propietarios y arrendatarios. El caso de la provincia de Jaén, 1931-1936, Biblioteca Nueva, Madrid,

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“labrador” o “agricultor” que emplearía el franquismo se escondía una visión del agro español indiferenciado, en el cual los campesinos sin tierra o las clases bajas eran sencillamente invisibilizadas o excluidas.3 El ministro enarbolaba el típico discurso ruralista del franquismo, haciendo gala de ese mito rural que pudo jugar funciones instrumentales para cohesionar a la población, pero que no tuvo por qué oponerse a la voluntad de algunos grupos sociales rurales por apoyar al régimen de Franco.4 A nuestro juicio, en este discurso subyacen dos conceptos que nos dicen mucho de lo que fue el “Nuevo Estado”: la sociedad que lo apoyó y las instituciones que ésta construyó o, en el medio rural, el campesinado y las Hermandades Sindicales de Labradores y Ganaderos. Ambas cuestiones se insertan en dos temas abordados por la historiografía interesada en desentrañar la naturaleza del régimen franquista: el estudio de sus apoyos sociales y las actitudes políticas de la población.5 El presente texto aspira a ser una contribución a estos debates. No se centra directamente ni en análisis del personal político ni en el de las actitudes de la población. Estudia el funcionamiento de las políticas del franquismo a través de una parte esencial de su entramado institucional en el mundo rural: las Hermandades Sindicales de Labradores y Ganaderos (HSLG). Pese a ser instituciones del régimen, estuvieron ocupadas y en ellas se encuadraron los apoyos sociales leales a la dictadura; pero además, a través de ellas se desarrollaron una serie de políticas que afectaron a las actitudes sociales de buena parte de la población rural. Por tanto, del funcionamiento de las mismas pueden extraerse conclusiones sobre el carácter de las bases sociales, las actitudes de la población y la naturaleza del ejercicio del poder de la dictadura, contribuyendo a explicar el régimen franquista. 2003; Fernando Del Rey, Paisanos en lucha: exclusión política y violencia en la Segunda República española, Biblioteca Nueva, Madrid, 2008. 3 Jesús Izquierdo Martín, “Modernizar con la palabra antigua. Usos modernos de viejos conceptos en el cambio agrario de España (ss. XIX - XXI)”, I Seminario Anual de la SEHA, Madrid, 2010. 4 Gustavo Alares López, “Ruralismo, fascismo y regeneración. Italia y España en perspectiva comparada”, Ayer, 83 (2011), p. 146. Como señalamos más arriba, nos referimos especialmente a grandes, medianos y pequeños propietarios y arrendatarios rurales. No obstante, no podemos descartar completamente en esta adhesión a algunos integrantes de las clases bajas, como algunos estudios locales demostraron al estudiar el caso de Falange. Ver: Alfonso Lazo y José Antonio Parejo, “La militancia falangista en el suroeste español. Sevilla”, Ayer, 52 (2003), pp. 237-253. 5 Una revisión sobre el personal político: Julián Sanz Hoya, “Los hombres de Franco: sobre los cuadros locales de la dictadura”, en Miguel Ángel Del Arco, Carlos Fuertes, Claudio Hernández y Jorge Marco (Eds.), No solo miedo. Actitudes políticas y opinión popular bajo la dictadura franquista (1936-1977), Comares, Granada, 2013. Sobre las actitudes políticas, ver el dossier de Historia Social “Los apoyos sociales en perspectiva comparada”, 71 (2011). A escala local: Ana Cabana, La derrota de lo épico, Publicaciones Universitarias de Valencia, Valencia, 2013; y Claudio Hernández Burgos, Franquismo a ras de suelo. Zonas grises, apoyos sociales y actitudes durante la dictadura (1936-1976), Universidad, Granada, 2013.

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El estudio del medio rural se presenta cada vez más como imprescindible para comprender el franquismo. En la esfera de lo local se jugaron muchas de las lealtades hacia la dictadura pero, también, resistencias y oposiciones. Son numerosos los estudios que han reflexionado sobre el funcionamiento del poder local.6 No obstante, la mayoría de los trabajos se han centrado en la relación entre los gobiernos civiles y los ayuntamientos. Así, un elemento tan importante para comprender el funcionamiento de las políticas como las HSLG han sido “frecuentemente omitidas a la hora de explicar el mundo rural bajo el franquismo”;7 sin embargo, algunos estudios meritorios comienzan a insertar a las Hermandades en su análisis.8 Las Hermandades de Labradores se convirtieron en el brazo sindical del franquismo en el mundo rural, siendo en ocasiones la única entidad sindical existente en muchas localidades; en teoría reunían a todos los agricultores del municipio, ya fuesen propietarios, arrendatarios o jornaleros. Tenían asignadas funciones sociales, económicas, asistenciales, comunales y asesoras-colaboradoras. No obstante, el sindicalismo agrario franquista, frente modelos sindicales fascistas de la Europa de entreguerras como el del régimen nazi, tuvo poca capacidad de influencia en la política económica y careció de autonomía política.9 6

Algunos estudios: Antonio Cazorla Sánchez, Desarrollo sin reformistas. Dictadura y campesinado en el nacimiento de una nueva sociedad en Almería, 1939-1975, IEA, Almería, 1999; Martí Marín i Corbera, Els ajuntaments franquistes a Catalunya: política i administració municipal, 1938-1979, Pagés Editors, Lérida, 2000; Miguel Ángel Del Arco Blanco, 'Hambre de siglos'. Mundo rural y apoyos sociales del franquismo en Andalucía Oriental (1936-1951), Comares, Granada, 2007; Julián Sanz Hoya, La construcción de la dictadura franquista en Cantabria. Instituciones, personal político y apoyos sociales (1937-1951), Publican, Santander, 2008; Javier Tébar Hurtado, Barcelona, Anys Blaus. El governador Correa Veglison: poder i política franquistas (1940-1945), Flor del Vent, Barcelona, 2011; Óscar Rodríguez Barreira, Miserias del poder. Los poderes locales y el nuevo Estado franquistas, 1936-1951, Publicaciones de la Universidad de Valencia, Valencia, 2013; recientemente se ha publicado un dossier sobre “el franquismo local” y el desarrollo de la dictadura en las provincias: Claudio Hernández Burgos (Ed.), Historia Actual Online, 36 (2015). 7 José María Gómez Herráez, “Las Hermandades Sindicales de Labradores y Ganaderos (1942-1977). Del análisis franquista a la historiografía actual", Historia Agraria, 44 (2008), pp. 123-126. 8 Manuel Ortiz Heras, Las hermandades de labradores en el Franquismo. Albacete 1943-1977, Instituto de Estudios Albacetenses, Albacete, 1992; José María Gómez Herráez, Instituciones, perspectivas económicas y problemas sociales durante el franquismo. Albacete, entre el silencio y el éxodo rural (1939-1952), Diputación, Albacete, 1993; Antoni Gavaldà, Les Hermandades de Labradores y Ganaderos a l'inici de la postguerra: el cas del Baix Penedès, Institut d'Estudis Penedesencs, Villafranca del Penedès, 1996; especialmente, Daniel Lanero, Historia dun ermo asociativo. Labregos, sindicatos verticais e políticas agrarias en Galicia baixo o Franquismo, tresCtres, A Coruña, 2011. Recientemente: Óscar Rodríguez Barreira y Daniel Lanero Táboas, “Juventud y campesinado en las falanges rurales: España, 1939-1950", Historia Agraria, 62 (2014), pp. 177-216. 9 Francisco Bernal García, El sindicalismo vertical. Burocracia, control laboral y representación de intereses en la España franquista (1936-1951), Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 2010, pp. 229-230; Daniel Lanero Táboas, “Sobre el encuadramiento de los campesinos y la agricultura en el tiempo de los fascismos: una comparación entre nazismo y franquismo". Ayer, 83 (2011), pp. 71-72 y 75; la definición más precisa de las funciones de las Hermandades: Daniel Lanero Táboas, Historia dun ermo asociativo, pp. 179-197.

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El proceso de institucionalización de la Hermandades fue lento y largo, encontrando no pocas dificultades.10 Durante los primeros años cuarenta, el sindicalismo en el mundo agrario siguió una vía un poco peculiar. Al contrario que en otros países como la Alemania nazi, la Italia fascista o la Portugal salazarista, el franquismo permitió un cierto “vacío de poder” en el mundo rural.11 Después de la brutal represión ejercida durante la guerra civil sobre los líderes, militantes y sindicatos de izquierda, la dictadura adoptó una aptitud laxa a la hora de construir el andamiaje del sindicalismo agrario, permitiendo la existencia de sindicatos católicos o de carácter derechista.12 Al poco de concluir la guerra, muchas de estas agrupaciones se convertirán en cooperativas para preservar su independencia. Hasta el verano de 1944 no se decretará el “encuadramiento de cuantos productores dedican sus actividades a las manifestaciones económicas del agro”, forzando la integración de todos los sindicatos agrarios en las HSLG.13 Hasta mediados de los cuarenta el sindicalismo agrario fue campo de batalla de luchas entre católicos sociales y falangistas. Tras la destitución de Gerardo Salvador Merino como Delegado Nacional de Sindicatos en 1941 y la aprobación de la Ley de Cooperación de enero de 1942, las cooperativas agrarias escaparon al control de Falange Española Tradicionalista y de las JONS (FET-JONS), conservando parte de sus competencias y bienes.14 Así, hasta la mitad de la década el asociacionismo católico conservó su vigencia donde había tenido presencia antes de 1936 y, una vez liquidados los sindicatos socialistas o anarquistas tras el golpe de estado, habían quedado sin competencia. Un buen ejemplo puede ser el caso de Galicia donde en las provincias de Coruña y Lugo la mayoría de las cooperativas eran de origen católico, mientras que en

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El entramado sindical agrario quedó completado en 1962 con la constitución de la Hermandad Nacional de Labradores y Ganaderos. Carlos Criado, “La Hermandad Nacional de Labradores y Ganaderos: el fracaso de un proyecto falangista autónomo de sindicalismo agrario, 1944-1951”, Historia del Presente, 3 (2004), pp. 87-104. 11 Ana Cabana y Miguel Cabo, “Cuando lo viejo muere y lo nuevo no acaba de nacer. El asociacionismo agrario en Galicia entre el golpe de estado y la creación de las Hermandades Sindicales de Labradores y Ganaderos", en Jesús De Juana y Julio Prada, Lo que han hecho en Galicia: violencia, represión y exilio (1936-1939), Crítica, Barcelona, 2006, pp. 165-185. 12 Lourenzo Fernández Prieto, “Represión franquista y desarticulación social en Galicia. La destrucción de la organización societaria campesina. 1936-1942”, Historia Social, 15 (1993), pp. 49-65. 13 D. 17 de julio de 1944 (BOE 8/8/1944), Art. 1. 14 Emilio Majuelo, “Falangistas y católico-sociales en liza por el control de las cooperativas”. Historia del Presente, 3 (2004), pp. 29-44.

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Pontevedra la debilidad del catolicismo social coincidió con una mayor importancia de las Hermandades.15 En la mayoría de los casos, las HLSG tardaron en constituirse. Buena parte de ellas lo hicieron a mediados de los cuarenta, aunque muchas no llegarían a establecerse hasta finales de la década y, en muchos casos, su existencia fue más nominal que real.16 Muchas tuvieron una escasísima actividad debido a la excesiva burocratización y la incapacidad de sus mandos y de las Falanges locales.17 Además, multitud de ellas llevaron una vida lánguida, teniendo incluso dificultades para que los campesinos encuadrados o afiliados abonasen las cuotas.18 Todo parece evidenciar la debilidad del sindicalismo agrario franquista durante la posguerra. Tras la brutal represión sobre el tejido sindical de izquierdas, la dictadura no apostó por un proyecto unitario y decidido de sindicalismo en el campo. Además, parece que el falangismo nunca logró movilizar a campesinos y labradores a través de su aparato sindical. Pero como pretendemos demostrar, las implicaciones de esta situación para la estabilidad del régimen franquista fueron prácticamente nulas. Que el proyecto sindical agrario franquista careciese de viveza o arraigo, no tuvo por qué ser un fracaso para el régimen. Pudo serlo para Falange, pero no para la dictadura ni para sus apoyos sociales. Mediante las Hermandades y el desarrollo de sus políticas, a pesar de todas las dificultades, la dictadura contó con un elemento de control social sobre el campesinado, pero también con un instrumento nada despreciable generador de adhesiones y lealtades.19 Nuestro artículo pretende estudiar el funcionamiento de las HSLG y sus implicaciones para las bases sociales y actitudes políticas del franquismo a través de un estudio de caso: el mundo rural en el sureste peninsular, en concreto en las provincias de Almería, Granada, Málaga y Jaén. Se trata de una región caracterizada por el 15

Para Orense, no hay datos. Ver: Daniel Lanero Táboas, Historia dun ermo asociativo, pp. 116-118. El caso barcelonés marca una diferencia: Javier Tébar Hurtado, Barcelona, Anys Blaus, pp. 214 y ss. 16 En el Bajo Penedés (Tarragona) lo hicieron en 1944. Antoni Gavaldà, Les Hermandades de Labradores y Ganaderos a l’inici de la postguerra: el cas del Baix Penedès, Institut d'Estudis Penedesencs, Villafranca del Penedès, 1996, pp. 12-13. También: Óscar Rodríguez Barreira y Daniel Lanero Táboas, “Juventud y campesinado…”, pp. 197-198; Josep Gelonch i Solé, El poder franquista a Lleida, 19381951, Diputació, Lérida, 2010, p. 92. 17 Juan Ignacio González Orta, La falange y sus hombres en la provincia de Huelva. Valverde del Camino, 1936-1946, Universidad, Huelva, 2012, pp. 149-155. 18 Pedro Víctor Fernández, El franquismo en la provincia de León: sus sindicatos verticales (1938-1977), Instituto Leonés de Cultura, León, 2003, pp. 115 y ss. 19 Nos alejamos de visiones en las que se concebía a las HSLG como meros instrumentos de coerción y represión. Eduardo Sevilla Guzmán, La evolución del campesinado en España, Península, Barcelona, 1979, p. 173.

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multifundio, donde la pequeña y mediana propiedad y explotación sustentaba heterogéneos grupos sociales campesinos.20 Utilizamos para ello fuentes primarias de archivos municipales, provinciales y nacionales. Nos ocuparemos primero de los conflictos que existieron entre los ayuntamientos y las Hermandades por el desempeño de unas funciones no siempre claras, evidenciando la relevancia de las atribuciones en disputa. Después nos detendremos en el papel que las HSLG jugaron en la época autárquica y las implicaciones sociales de las mismas. Más adelante reflexionaremos sobre el funcionamiento interesado que pudieron tener para las élites que las controlaron, así como en qué pudieron beneficiar, si bien de forma limitada, a los obreros agrícolas afines al régimen. Terminaremos con unas conclusiones.

1. CONFLICTOS

EN EL

PODER LOCAL:

FRICCIONES

ENTRE

AYUNDAMIENTOS Y HERMANDADES DE LABRADORES

Algunos trabajos han puesto de manifiesto la importancia de los poderes locales en la implantación del franquismo en el mundo rural durante la posguerra.21 Pese a la indudable relevancia de los gobernadores civiles, en ámbitos como la gestión de la política agraria autárquica, los poderes locales desempeñaron un papel destacado, defendiendo los intereses de los apoyos sociales de la dictadura.22 Esta importancia se vio acrecentada por la carestía y la penuria de posguerra en la que, en el marco de una economía intervencionista como la autárquica, el control de los resortes del poder local podía condicionar que muchos aliviasen las durísimas condiciones de posguerra, las sorteasen con más desahogo o, incluso, se enriqueciesen como consecuencia del mercado negro. Hasta bien entrados los años cuarenta, fueron principalmente los ayuntamientos franquistas los que controlaron los resortes del poder local. Estaban a cargo del orden público y de la gestión de diversas políticas dentro de la localidad, pero sobre todo controlaban dos aspectos fundamentales en el intervencionismo autárquico: primero, la política de abastecimientos, disponiendo de la llave para el funcionamiento económico 20

Joaquín Bosque Maurel y Amparo Ferrer Rodríguez, Granada, la tierra y sus hombres, Universidad de Granada-Caja General de Ahorros de Granada, Granada, 1999. 21 Francisco Cobo Romero, Miguel Ángel Del Arco Blanco y Teresa Ortega López, “The Stability and Consolidation of the Francoist Regime. The Case of Eastern Andalusia, 1936–1950", Contemporary European History, 20, 1 (2011), pp. 37-59. 22 Miguel Ángel Del Arco Blanco, "Producción de aceite, poder local y apoyos sociales del franquismo. Andalucía Oriental durante la Autarquía (1939-1951)", Historia Agraria, 64 (2014), pp. 71-101.

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de empresas y negocios del municipio, pero también del propio aprovisionamiento de la población en unos años azotados por el hambre; y segundo, en los ayuntamientos radicaba la Junta Agrícola Local (JAL), encargada de regular la cosecha y la entrega de cupos en cada año agrícola.23 Cuando las HSLG comiencen a constituirse y se regulen sus competencias en marzo de 1945, el poder de los ayuntamientos estaba ya consolidado.24 No obstante, entre las funciones atribuidas a los sindicatos agrícolas se encontraban algunas que venían desempeñando las comisiones gestoras. Este solapamiento de las atribuciones generará en ocasiones una convivencia difícil.25 A nuestro juicio, estas disputas por el control de los resortes de la política agraria y sindical son reflejo de la importancia de algunas políticas impulsadas a nivel local, y de cómo unos y otros grupos sociales –siempre leales al franquismo-, trataron de hacerse con ellos. En algunos casos, pese a las resistencias de los ayuntamientos, las HSLG lograron desempeñar algunas de esas atribuciones. Por ello, pese a la inoperancia de muchas de las Hermandades en sus aspiraciones de encuadrar o movilizar a vastos sectores campesinos,26 las amplias funciones que estaban en juego (en el ámbito social, económico, asistencial y comunal) no eran algo vano o vacías de contenido. Como se ha afirmado, eran muy relevantes para asegurar el control social sobre la población; pero el control social no debe ser algo asociado sólo con la represión o la obediencia ciega. Los límites con la adhesión a veces se pueden hacer borrosos porque, al recibir unos servicios o un trato especial por parte de las Hermandades, muchos labradores pudieron obtener réditos positivos que, aunque no asegurasen su movilización activa, sí motivasen amplias actitudes de consenso pasivo o de consentimiento hacia un régimen personificado en el poder local.27 A continuación, analizamos algunos motivos de conflicto entre los ayuntamientos y las HSLG. Uno de los más comunes fue la cuestión de la guardería rural. Este servicio era clave por varias razones: en primer lugar, porque era uno de los

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Sus funciones: Miguel Ángel Del Arco Blanco, Las alas del ave fénix. La política agraria del primer franquismo (1936-1959), Comares, Granada, 2005, pp. 93-98. 24 OM de 23 de marzo de 1945. Reglamento de aplicación de la Ley de 17 de julio de 1944. Hermandades Sindicales del Campo (BOE 27-3-1945), Arts. 19-27. 25 Daniel Lanero Táboas, Historia dun ermo asociativo, pp. 376 y ss. 26 Óscar Rodríguez Barreira y Daniel Lanero Táboas, “Juventud y campesinado…”, pp. 197-198; Josep Gelonch i Solé, El poder franquista a Lleida, p. 93. 27 Sobre ambos conceptos: Ismael Saz, Fascismo y franquismo, Universidad de Valencia, Valencia, 2004, pp. 174-180; Ana Cabana, Xente de Orde. O consentimiento cara ao franquismo en Galicia, TresCtres, Santiago, 2009, pp. 47-49.

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mejores elementos de control social en años de dificultad económica, desempeñando una estrecha vigilancia sobre los campos y cultivos, evitando los robos en tiempos de carestía absoluta; segundo porque su dirección, en un momento en que robos y hurtos ante la impresionante carestía eran generalizados, podía beneficiar a unos agricultores sobre otros; y tercero, porque el servicio ofrecía una oportunidad nada desdeñable para colocar de forma estable a un personal afín al régimen, pero también a una fracción política dentro del poder local. Es ejemplificador el caso de Santa Fe (Granada). En esta localidad de la Vega granadina, donde la pequeña propiedad y explotación de regadío era mayoritaria, la Hermandad se constituyó con cierta presteza.28 En 1941, solicitó al ayuntamiento el traspaso del servicio de guardería rural. En una acalorada e inaudita discusión en el pleno del consistorio, el Delegado Local Sindical y también gestor defendió el traspaso a la HSLG dado que a ella “pertenecen de derecho todos los agricultores”, y “estos son los llamados a regirse por sí mismos”. Otros concejales se opusieron, defendiendo que la guardería era “un servicio encajado dentro de la esfera municipal y ser por tanto el ayuntamiento el órgano adecuado para llevar a cabo esa función”. En la votación el Delegado Sindical se quedó completamente solo: casualmente, casi ninguno de los concejales asistentes, salvo el propio Delegado, se dedicaban al sector agrícola.29 Un año después, intervino una jerarquía superior para forzar el traspaso a favor de la HSLG: en 1942 el Delegado Provincial Sindical envió una misiva al ayuntamiento en la que afirmaba que “vería con agrado” el traspaso. La comisión gestora respondió entonces que no era posible en el año actual, por “haber pagado los haberes del personal”, aplazando el traspaso a fecha futura.30 Finalmente, el Delegado Provincial Sindical tuvo que recurrir al gobernador civil, informándole que los gestores trataban de “evitar” que los servicios de guardería fuesen “regidos por la CNS, debido a la falta de espíritu falangista que tienen los componentes de dicha Corporación”. El gobernador

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En 1938 ya se había constituido el “Sindicato de Productores Agrícolas y Ganaderos”, integrado por los hombres de Falange de la localidad. En 1940 sería transformado en la “Hermandad de Labradores”, controlada con hombres del mismo perfil político. Archivo Histórico Provincial de Granada (AHPG), AISS caja 7219, 26-2-1938 y 7-5-1940. 29 La única excepción eran Antonio Álvarez Cuellar, “Del campo”, y que en 1943 sería empleado como regidor jurídico. Archivo Histórico Municipal de Santa Fe (AHMSF), 278 Libro de actas de la Comisión Gestora, CG 30-11-1941. Por otro lado, el ambiente político tampoco parecía demasiado nacionalsindicalista: en un informe el Delegado Sindical afirmaba que la política del consistorio se desarrollaba “en un ambiente de aislamiento y falta de dinamismo por la poca actividad de sus dirigentes, que no prestan el calor que la misma merece en los momentos actuales”. Ver: AHPG, AISS caja 7111, Informe de la comarca que comprende la Hermandad Comarcal Santa Fe, 8-1-1944. 30 AHMSF, 278 Libro de actas de la Comisión Gestora, CG 22-5-1942.

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forzó entonces el traspaso de forma inmediata, no sin antes mediar la protesta “enérgica” del ayuntamiento y exigir poder contar con los guardas para reprimir “cualquier intento de alteración del orden público” y de reservarse el derecho de reclamar la devolución del servicio si no cumplía eficazmente con su cometido.31 Otro elemento de conflicto entre ayuntamientos y Hermandades fue el control de las Juntas Agrícolas Locales (JAL).32 Desde su constitución estuvieron vinculadas al ayuntamiento, al ser el alcalde su presidente. Con origen en los años finales de la Dictadura de Primo de Rivera,33 fueron fundamentales en la aplicación de la política autárquica, regulando la producción agraria en el municipio, organizando la sementera y el cultivo de fincas. Distribuían entre los agricultores las superficies a sembrar y los cupos a entregar de los productos agrarios intervenidos. No obstante, desde la promulgación del Reglamento de las Hermandades en 1945, se disponía que las JAL debían integrarse en las HSLG, en obediencia al proyecto sindical del régimen que pretendía atribuir una función económica y productiva al Sindicato Vertical.34 Debido a las amplias atribuciones –y beneficios- en juego, multitud de gestoras se negaron o lo hicieron de forma muy tardía. Ante esta situación, y recogiendo las quejas, lamentos y peticiones de los representantes sindicales en la II Asamblea Nacional de HSLG, fue necesaria la publicación en 1948 de una Orden Ministerial que dispusiese el traspaso efectivo de las funciones de las JAL al Cabildo de las Hermandades.35 A partir de entonces, y otra vez gracias a la intervención de una jerarquía superior, comenzaron los traspasos a nivel local, aunque no fueron raras las fricciones y demoras. En el verano de 1948 la Cámara Sindical Agraria de Almería recogía una y otra vez en sus informes la necesidad que las Juntas fuesen “definitivamente incorporadas al Cabildo de las Hermandades”, para que sean “nuestros Cabildos los únicos que se relacionen e intervengan en la vida agrícola de nuestros pueblos”.36 Fueron muchas las formas en las que los ayuntamientos esquivaron una y otra vez las peticiones de las HSLG para traspasar las funciones de las JAL. En Santa Fe las 31

AHMSF, 278 Libro de actas de la Comisión Gestora, CG 20-6-1942. Estaban integradas por el Alcalde, el Jefe de FET-JONS y tres vocales designados por el primero a propuesta del segundo. Ley 5-11-1940 (BOE 15-11-1940). 33 Juan Pan-Montojo, “Asociacionismo agrario, administración y corporativismo en la dictadura de Primo de Rivera, 1923-1930”, Historia Social, 43, (2002), pp. 26-27. 34 OM 23 de marzo de 1945 (BOE 27-3-1945), Capítulo IV. 35 Esta medida se tomó haciéndose eco de las quejas y lamentos vertidos en la II Asamblea Nacional de HSLG, en las que se solicitaba el efectivo traspaso de las atribuciones de las Juntas. OM 30 de marzo de 1948 (BOE 21/4/1948). 36 AGA, Sindicatos. DNS. Hermandad Nacional de Labradores y Ganaderos. Caja 11504, Memoria de la COSA de Almería. Julio, agosto y septiembre de 1948. 32

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declaraciones de cosechas gestionadas por el ayuntamiento evidencian, en diversos años agrícolas, el favoritismo de la comisión gestora hacia los afines políticamente al régimen.37 En mayo de 1949 el consistorio todavía no había traspasado la Junta Agrícola, quejándose amargamente de ello el Jefe de la Hermandad, quien rogaba al Jefe Provincial del Servicio Nacional del Trigo (SNT) y al presidente de la Cámara Oficial Sindical Agrícola (COSA) de Granada que ordenasen “el traspaso de la mencionada Junta Agropecuaria al Cabildo”.38 Casualmente, los falangistas de primera hora de Santa Fe habían sido apartados del ayuntamiento en la renovación de 1947, y habían encontrado refugio en la HSLG de la que ahora hacían valer sus derechos; hasta estar desplazados del poder local, no habían considerado necesario la transmisión de competencias.39 La demora en el traspaso de las Juntas Agrícolas evidenciaba tanto las jugosas atribuciones en disputa como las fricciones entre diversos grupos sociales afines al régimen en la esfera local. En Montefrío (Granada), el traspaso se efectuó en septiembre de 1948, pero en Santa Fe incluso más tarde: en octubre de 1951, cuando la intervención autárquica comenzaba a relajarse.40 A finales de 1948, en la provincia de Jaén, sólo se habían transferido las Juntas a 78 Hermandades, restando aún 23 ayuntamientos por hacerlo.41 En Almería las resistencias también fueron comunes y, a finales de 1950, todavía 7 Hermandades de la provincia no controlaban la Junta Agrícola.42 También tuvieron lugar pugnas por el control de la distribución de insumos básicos para la producción agrícola. En una posguerra donde la escasez de semillas, pesticidas o maquinaria fueron moneda común y lastraron los rendimientos, la llegada de cualquiera de estos inputs marcaba la diferencia entre la rentabilidad de unas explotaciones y otras. Los mandos de las HSLG eran conscientes de la importancia de este factor para controlar a los agricultores, pero también para lograr su adhesión al régimen. Por eso serán comunes las luchas por el control de su distribución, insistiendo las Hermandades en que las semillas, los abonos, los pesticidas y la maquinaria fuesen 37

Ver, por ejemplo: AHMSF, 266 SNT, Declaraciones juradas de trigo para la cosecha 1940-1941. AHMSF, 2967 Correspondencia Alcaldía, 11-5-1949. 39 Por ejemplo: Fausto Rodríguez Rodríguez, Jefe de la HSLG y gestor entre 1944-1947, afiliado a Falange en 1935, voluntario en milicias durante la guerra; Enrique Fernández Alguacil, Secretario de la HSLG, afiliado a Falange en 1933 y excombatiente. AHPG, AISS caja 7202. 40 AHPG, AISS caja 7012, Fichas de entidades sindicales: sindicatos locales, Santa Fe (Exp. 554) y Montefrío (Exp. 583). 41 Archivo General de la Administración (AGA), Sindicatos. Delegación Nacional de Sindicatos (DNS). Caja 3988, Memoria-exposición de la COSA de Jaén (1948). 42 Archivo Histórico Provincial de Almería (AHPA), AISS. Delegaciones Comarcales. Legajo G-1860, 24-10-1950. 38

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canalizados a través del Sindicato Vertical.43 La Hermandad de Gádor (Almería) expresaba claramente esta idea al reclamar al gobernador civil “abonos nitrogenados” para el cultivo de cítricos y pidiéndole que “no permita la distribución por la Jefatura Agronómica y sí por el Sindicato Provincial de Frutos y Productos Hortícolas, que éste a la vez entregará a las Hermandades Sindicales, puesto que este organismo es de confianza de los labradores”.44 Las HSLG insistieron una y otra vez en ser el único canal distribuidor de semillas y fertilizantes: en 1942 la de Estepona (Málaga) elevaba un escrito en el que pedía que no se suministraran “semillas y fertilizantes” a “particulares”, sino que se entregasen “en primer lugar a los pueblos en que funcione la Hermandad de Labradores”.45

2. LAS

HERMANDADES

Y

SUS

FUNCIONES:

ELEMENTO

DE

CONTROL SOCIAL Y DE ADHESIÓN AL “NUEVO ESTADO”

Tradicionalmente se ha puesto sobre todo el acento en el poco vigor que tuvieron las Hermandades de Labradores, señalando que el sindicalismo agrario franquista fracasó en sus aspiraciones de encuadrar a la población dedicada al sector primario.46 Sin cuestionar esta afirmación, aspiramos a demostrar que mediante el desempeño de diversas funciones,47 las HSLG pudieron influir en la generación de actitudes de consentimiento y adhesión en parte de la población rural hacia el régimen.48 Cimentarían y fortalecerían así el apoyo al franquismo de las heterogéneas clases 43

Y no a través de la Junta Agraria Provincial, dependiente del Ministerio de Agricultura. AHPA, Gobierno Civil. Caja 1289, 2-8-1946. 45 Archivo Municipal de Estepona, Fondo HSLG, 1944-64, caja C-00495-00-00, Para el consejo sindical agropecuario, 22-2-1942. 46 Aspiración de la Ley de 6 de diciembre de 1940 (BOE 7/12/1940). 47 En este trabajo no abordamos otras actuaciones que las Hermandades pudieron llevar a cabo, pero que no dejaron de ser importantes. Por ejemplo: defensa de los intereses de los agricultores frente a los ayuntamientos por la distribución del impuesto de contribución rústica; gestión de los subsidios sociales – vejez, invalidez, pensiones, etc-; o dar cabida a la representación sindical de las mujeres rurales, entre otras. Respectivamente: Daniel Lanero Táboas y Ana Cabana Iglesia, “Equilibrios precarios: una microhistoria del poder local en acción bajo el franquismo”, en Lourenzo Fernández Prieto y Aurora Artiaga Rego (Eds.), Otras miradas sobre el golpe, guerra y dictadura. Historia para un pasado incómodo, Catarata, Madrid, 2014, p. 235; Daniel Lanero Táboas, Historia dun ermo asociativo, pp. 225 y ss; Sescún Marías Cadenas, ‘Por España y por el campo’. La Sección Femenina en el medio rural oscense (1939-1977), IEA, Huesca, 2011, p. 182 y ss. 48 Algo que apuntó en un trabajo Daniel Lanero, Sindicalismo agrario franquista na provincia de Pontevedra (1936-1975), Tesis Doctoral, Universidad de Santiago de Compostela, 2005, pp. 550 y 558. También: Daniel Lanero Táboas, “Más allá del encuadramiento y del control social: la Organización Sindical y el consentimiento de los trabajadores hacia el franquismo”, en Julio Prada Rodríguez (Dir.), No solo represión. La construcción del franquismo en Galicia, Biblioteca Nueva, Madrid, 2014, pp. 145-163. 44

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medias y medias bajas rurales, identificadas con pequeños y medianos propietarios y arrendatarios, además de las clases acomodadas rurales.49 Pero además, no hay que descartar totalmente que algunos integrantes de clases bajas rurales pudiesen reaccionar favorablemente hacia el régimen como consecuencia de las políticas desarrolladas por el sindicalismo franquista.50 En suma, las Hermandades serían por tanto instrumento fundamental en la aplicación (que no diseño) de las políticas agrarias franquistas hacia los campesinos que habitaban el campo, ese “vivero permanente de España” del que hablaba el programa de Falange.51 Con todos los límites que una dictadura como la franquista pudiera establecer, las HSLG nacieron como una institución donde debían encuadrarse los agricultores. En momentos donde la represión y el silencio parecían inundarlo todo, se convirtieron en el único medio, con todas las limitaciones como las impuestas por un Estado como el franquista, en el que los agricultores pudieron asociarse y defender sus intereses hasta la muerte del dictador.52 Esto fue posible porque las Hermandades servían a la ideología y objetivos de la dictadura y porque estaban integradas por los hombres que la hicieron nacer durante la guerra civil. Por ello fueron también espacios de sociabilidad donde la comunidad nacional de los vencedores se encontró y participó políticamente, por supuesto excluyendo a los vencidos en la contienda. Sobre todo en los primeros años de dictadura, bajo unas enseñas, unos símbolos, y unos discursos, revivieron con sus vecinos las esencias de la “Cruzada” en la que se sustentaba el “Nuevo Estado”. Es difícil calibrar el impacto de estas vivencias y del adoctrinamiento consustancial a ellas, pero fueron lugares donde una experiencia determinada de nación, la surgida de la

49

Algo común entre el caso hispano y otros países en la Europa de entreguerras. Francisco Cobo Romero, ¿Fascismo o democracia? Campesinado y política en la crisis del liberalismo europeo, 1870-1939, Universidad, Granada, 2012. 50 Las Hermandades quizá podrían contribuir a explicar la militancia en Falange de clases bajas rurales, como en la sierra norte de Sevilla. Ver José Antonio Parejo, La Falange en la Sierra Norte de Sevilla (1934-1956), Universidad de Sevilla, Sevilla, 2004. 51 Los 26 puntos de la Revolución Nacional, Barcelona, Editora Nacional, 1939, punto 17. 52 Al igual que sucedió en las ciudades, fueron objeto del “entrismo” de opositores a partir de los años sesenta. Antonio Herrera González de Molina, La construcción de la democracia en el campo (19751988), Ministerio de Agricultura, Madrid, 2007; Cristian Ferrer González, Lluitadors quotidians. L’antifranquisme, el canvi polític i la construcción de la democracia al Montsià (1972-1979), Diputació, Lleida, 2014, pp. 112-115. En Castilla-La Mancha se ha demostrado que fueron canal de participación en las tractoradas y movilizaciones sociales de los años sesenta, jugando un papel en la conquista de las libertades democráticas. Ver: Manuel Ortiz Heras, “De los productores de la dictadura a los trabajadores conscientes de la democracia en Castilla-La Macha (1939-1997)”, en Manuel Ortiz Heras, David Ruiz González e Isidoro Sánchez Sánchez (Coords.), Movimientos sociales y estado en la España contemporánea, Universidad de Castilla-La Mancha, 2001, pp. 587 y ss.

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guerra civil, se revivía una y otra vez.53 Aunque Falange pudiese fracasar en su tarea de movilizar a la población, no por ello dejaron de celebrarse actos con un contenido político, a veces incluso fuera de los locales sindicales. En 1942, en Almería se ordenó a todas las delegaciones sindicales de la provincia que, con motivo del día 18 de julio de 1942, “Fiesta de Exaltación del Trabajo”, se celebrase una “concentración EXCLUSIVAMENTE sindical ante la Cruz de los Caídos”, dando lectura a un discurso del Delegado Nacional de Sindicatos.54 Algunos importantes estudios regionales evidencian cada vez más que las Hermandades no vivieron completamente de espaldas a la comunidad rural. En su interior se discutió sobre cuestiones de interés para los intereses de los apoyos sociales del régimen, si bien su poder de influencia en hacer virar la política del régimen fue muy poca.55 En los Cabildos, pero especialmente en las Secciones Sociales de las Hermandades, se abordaban temas que podían preocupar a los agricultores, relacionados con las políticas agrarias del régimen, pero también con algunos problemas de índole económico o social (colonización, infraestructuras, precios de productos, distribución de semillas, regadíos, paro agrícola, asentamientos de colonos). En estos espacios ofrecieron unas posibilidades de participación y representación que no se dieron con igual fuerza en los ayuntamientos. Si bien los Cabildos pudieron responder más a los intereses de los grandes y medianos cultivadores, en Albacete se ha puesto de manifiesto (especialmente a partir de los años cincuenta) cómo las Secciones Sociales de las HSLG tuvieron capacidad para coordinar determinadas iniciativas de los pequeños agricultores e incluso trabajadores agrarios y participar en las posibilidades que daba el programa social del franquismo.56 Las Hermandades contribuían, junto con ayuntamientos, guardia civil y otras instituciones del régimen, a hacer respetar la propiedad agrícola. Este concepto y su utilidad fueron, como sabemos, especialmente conflictivos en los tiempos de la II República Española, siendo uno de los aspectos fundamentales que harían virar al campesinado familiar de posturas de centro izquierda a soluciones corporativistas,

53

Sobre la “experiencia de nación” y esta nacionalización “desde abajo”: Ferran Archilés, “Vivir la comunidad imaginada. Nacionalismo español e identidades en la España de la Restauración”, Historia de la Educación, 27 (2008), pp. 57-85. 54 AHPA, AISS. Delegaciones Comarcales. Legajo G-2043, 13-7-1942. Capitales en el original. 55 José María Gómez Herráez, Instituciones…, p. 256. 56 José María Gómez Herráez, Ideologías e intereses sociales bajo el franquismo (1939-1975). El recurso al pasado, Universitat Jaume I, Castellón, 2010, pp. 267 y 261.

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antidemocráticas y fascistizadas identificadas con los golpistas de julio de 1936.57 Tras la guerra, desarticulados los sindicatos de clase donde se proponían medidas sociales de urgencia que cuestionaban la propiedad para aliviar la desesperada situación de los jornaleros, las Hermandades se ocuparon de mantener el status quo y el respeto más escrupuloso de los derechos de propiedad y explotación en sus diferentes facetas. Así por ejemplo, en la provincia de Granada en 1951 las HSLG fueron las responsables de perseguir las explotaciones ilegales de esparto, por las que los campesinos sin tierra obtenían unos

mínimos

ingresos,

denunciando

“la

instalación de

romanas

clandestinas”.58 En tiempos de hambre extrema tales como en 1941, la Hermandad de Málaga denunciaba al gobernador civil las “continuas sustracciones” que tenían lugar sobre las fincas agrícolas, exigiendo que se tomasen medidas para paliar los “perjuicios que esto ocasiona a modestos labradores”.59 Y tras la constitución de la Cámara Oficial Sindical Agraria de Málaga, las Hermandades de la provincia lograron que aquella remitiese un informe al gobernador civil para que se evitasen “los abusos del pastoreo furtivo que esquilmaba los pastos y perjudicaba los sembrados”.60 Las organizaciones sindicales agrarias velaron, como vemos, siempre por los intereses de los propietarios o arrendatarios agrícolas, persiguiendo los desesperados intentos de las clases más humildes por sobrevivir. La guardería rural también era un instrumento de adhesión importante en manos de las Hermandades. El nombramiento de los guardias tenía un carácter eminentemente político, debiendo ser militantes de FET-JONS o incluso haber desempeñado cargo de cabo o sargento en el Ejército rebelde.61 Para probarlo debían emitirse informes sobre su conducta y eran designados por los dirigentes de las Hermandades, de probada fidelidad al régimen. En 1944, por ejemplo, el Jefe de la HSLG de Santa Fe, un falangista con presencia también en el ayuntamiento, nombró a los cinco guardias rurales que velarían por la defensa de la propiedad en el municipio; sus antecedentes eran “intachables” y su

57

Recientemente, Eduardo González Calleja, Francisco Cobo Romero, Ana Martínez Rus y Francisco Sánchez Pérez, La Segunda República Española, Barcelona, Pasado y Presente, 2015, pp. 667-668, 689690. 58 Circular núm. 1800 del Gobierno Civil de Granada, 5-5-1951 (BOE 10/5/1951). 59 Archivo Histórico Provincial de Málaga (AHPM), Gobierno Civil. Orden público. Caja 12510, 21-31941. 60 AGA, Sindicatos. DNS. Caja 4060, 24-7-1948. 61 José A. Pérez Rubio, Yunteros, braceros y colonos. La política agraria en Extremadura (1940-1975), MAPA, Madrid, 1995, pp. 71-72.

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comportamiento durante la guerra de una adhesión absoluta al “Glorioso Alzamiento Nacional”.62 La capacidad de designar para un empleo fijo en el penoso mundo rural de posguerra era un instrumento útil para generar fidelidades hacia los hombres del régimen, hacia las Hermandades y hacia el “Nuevo Estado”. La guardería rural pudo ser la vía por la que, incluso las clases bajas, fueron cooptadas por el régimen, respondiendo a cambio con su fidelidad y adhesión.63 En aquellos años de penuria extrema, no era tema baladí. Además, algunos de los servicios de policía rural eran más numerosos de lo que pudiera pensarse, asegurando el sustento de buen número de familias: en Alcalá la Real (Jaén), término municipal repleto de pequeñas y medianas explotaciones, en 1948 existían veinte personas dedicadas a velar por el respeto de la propiedad y cosechas de los agricultores.64 En esa misma fecha, se fijaban en unos 500 guardias rural empleados en las Hermandades de la provincia de Granada.65 Las HSLG fueron el instrumento empleado por muchos campesinos leales al régimen para canalizar sus quejas y hacer defender sus intereses ante el Estado franquista.66 Algunos investigadores han señalado, incluso, que algunos integrantes de las clases bajas rurales pudieron sentirse representados por ellas.67 Así, los cabildos dirigían oficios, telegramas o enviaban representaciones a exponer los problemas de los agricultores ante las autoridades provinciales o nacionales. En la mayoría de los casos, emplearon al ayuntamiento para dar resonancia a sus peticiones y quejas. Por ejemplo, en 1941, la HSLG de Alcalá la Real remitió al consistorio un escrito en el que solicitaba la “construcción de un camino vecinal” de más de 4 kilómetros de longitud para conectar una zona del municipio “eminentemente agrícola, muy especialmente en lo que afecta al cultivo de remolacha”. Los gestores de la comisión, labradores e industriales

62

AHMSF, 161 azul. Expedientes, 1944. Se trataba de: Juan de Dios Olmedo Corral, José Pérez Rodríguez, Fernando Álvarez Callejas, Manuel B. Pérez García y José Fernández Martín. 63 Manuel Ortiz Heras, Las hermandades…, p. 143 y ss. 64 En concreto, un jefe, un guarda primero y 18 guardas segundos. AGA, Ministerio del Interior. Memorias de Ayuntamientos. Caja 2928, Alcalá la Real, 1948. 65 AGA, Sindicatos. DNS. Correspondencia. Caja 11506, Memoria de actividades Hermandad de Labradores Provincial de Granada, 1948. 66 Las primeras “protestas ambientales” durante el franquismo en los cuarenta se llevaron a cabo amparándose en las Hermandades, ayuntamientos u otras instituciones. Pablo Corral Broto, “Sobreviviendo al desarrollismo. Las desigualdades ambientales y la protesta social durante el franquismo (Aragón, 1950-1979)”, Ager, 10 (2011), pp. 111-155. 67 José María Gómez Herráez, “Las Hermandades Sindicales…”, p. 133.

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interesados en ello, defendieron la propuesta y enviaron una petición formal al presidente de la Diputación para llevarla a cabo.68 En otras ocasiones, la toma de decisiones dependía directamente del ayuntamiento. Entonces, los labradores empleaban a la Hermandad para hacer sentir sus pareceres en el salón de plenos y obtener lo esperado. Sucedió en multitud de ocasiones. Especialmente con temas relacionados con los cereales, claves para la subsistencia de muchos, muchos consiguieron aliviar las dificultades e incluso otros se enriquecieron. En Alcalá la Real el número de propietarios y arrendatarios era destacado.69 Por ello no es extraño que canalizasen sus intereses una y otra vez a través de la Hermandad, presionando e influyendo en la gestión del poder local. Un caso paradigmático fue cuando lograron que el ayuntamiento de la localidad acordase “por unanimidad” ceder gratuitamente un solar para la construcción de un almacén del SNT.70 En Villanueva de Algaidas (Málaga) en 1950, una “nutrida comisión de labradores” se presentó en la Hermandad; enterados que en el pueblo vecino de Archidona se había abierto un almacén para la recepción de la cosecha de trigo, solicitaron la mediación del sindicato para que se abriese un subalmacén en su localidad.71 En otras ocasiones, las Hermandades no sólo canalizaron y defendieron los intereses de los campesinos franquistas: también llegaron a influir en la política agraria. Como sabemos, uno de los caballos de batalla de los cultivadores de posguerra fue obtener unos precios más remuneradores para sus productos.72 Muchos forcejearon durante esos años con los precios pagados por el SNT, exigiendo la compra de cereales a un precio más alto que el fijado. A veces, los agricultores hicieron llegar estas peticiones a través de las Hermandades Locales que, a su vez, dieron traslado a las Hermandades Provinciales, quienes se dirigirían de forma directa a instancias superiores. Pudo ser el caso, por ejemplo, de la memoria que el Jefe de la Hermandad Provincial de Zaragoza dirigió al director del SNT, pidiendo un aumento en el precio pagado por el trigo, así como una serie de medidas para asegurar la llegada de inputs para los agricultores.73 Lo mismo hizo la de Almería en 1946, pero solicitando un

68

Archivo Municipal de Alcalá la Real (AMAR), Libro de Actas de Pleno (1940-1944), Pleno 23-5-1941. En 1944 existían 4.631 propietarios, 1.516 arrendatarios, 279 colonos y 1.244 aparceros. AGA, Sindicatos. DNS. Caja 3988. Memoria de la HSLG de Alcalá la Real (Jaén), 1944. 70 AMAR, Libro de Actas de Pleno (1948-1950), Pleno 20-5-1949. 71 AHPM, Gobierno Civil. Agricultura y ganadería. Caja 12393, Junio 1950. 72 Carlos Barciela, “Intervencionismo y crecimiento agrario”, en Pablo Martín Aceña y Leandro Prados de la Escosura (Eds.), La nueva historia económica de España, Tecnos, Madrid, 1985, p. 302. 73 AGA, Agricultura. Secretaría General Técnica. Caja 7536, 24-4-1946. 69

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aumento de precio en la patata;74 volvió a hacerlo en 1947, defendiendo los intereses de los labradores de la provincia, aludiendo a que por el menor rendimiento de las tierras almerienses, el precio debía ser mayor respecto al de otras provincias cercanas para no arruinar al agricultor.75 Evidentemente, todas estas medidas protegían los intereses, no sólo de las oligarquías agrarias, sino también de las heterogéneas capas de pequeños y medianos propietarios y arrendatarios, característicos de muchas regiones españolas, como pudo ser el caso de Andalucía Oriental. El poder de influencia de las Hermandades en el desarrollo de la política agraria quedaba patente, por encima de todo, en la entrega de cupos. Cada año, sistemáticamente, los intereses de los agricultores se enfrentaban a los de las instituciones autárquicas del régimen. Cuando las Juntas Agrícolas Provinciales repartían entre las localidades el cupo de cereales y leguminosas a entregar en cada año agrícola, comenzaba la puja para conseguir rebajas. Primero a nivel local: cada agricultor, sin duda en función de su sintonía política y personal con las Juntas Agrícolas de su localidad (en manos de los ayuntamientos y, después, de las HSLG), realizaba alegaciones para conseguir el cupo que le había sido repartido por los mandos locales. El volumen de las mismas era a veces casi inaudito: en Montefrío, para los años 1944, 1945 y 1946 se llegaron a elaborar prolijos listados con las reclamaciones de cada agricultor, especificando las causas y el montante final a entregar. Por supuesto, las rebajas fueron proporcionales al grado de adhesión de los peticionarios.76 Después se producía una negociación a nivel provincial: las Juntas Agrícolas de cada localidad solicitaban a su vez a las autoridades provinciales una rebaja a las cantidades a entregar, formulando escritos repletos de excusas, pretextos y frases de adhesión al régimen para conseguir sus objetivos. En la campaña 1950-51 en la provincia de Granada, de los 198 municipios que tenían asignados cupos, nada más y nada menos que 175 de ellos presentaron reclamación por el cupo impuesto.77 Este fenómeno llegó a ser algo tan normal que no es exagerado pensar que las instituciones superiores fijaban los cupos contando con el “regateo” que después se produciría, y no enervar demasiado a los

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AHPA, Gobierno Civil. Caja 1289, 1946. AHPA, Gobierno Civil. Caja 1289, 4-3-1947. 76 Archivo Histórico Municipal de Montefrío (AHMM), 9. 2. Miscelánea del sector agrario. Causa de la revisión de declaraciones de cosechas. Años 1944, 1945 y 1946. 77 AGA, Agricultura. SENPA. Caja 13696, Junta Provincial de Distribución de Cupos de Granada, 17-71951. 75

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apoyos sociales rurales del régimen.78 Como ejemplo, podemos citar las incesantes gestiones de la HSLG de Castril en la cosecha de 1947-1948. Como muestra la Tabla 1, las rebajas respecto al cupo a entregar fijado originalmente no eran nada despreciables. Es de suponer que estos “logros” serían dados a conocer por el Cabildo entre los integrantes de la Hermandad, mostrando, por un lado, la utilidad de la institución que les representaba y, por otro, la “tolerancia” del régimen para con sus intereses.

Tabla 1.- Reclamaciones de cupo. HSLG de Castril (Granada). Cosecha 1947-48. En kilos. Diferencia

Fijado

Reclamación

Definitivo

Trigo

290.000

80.000

184.000

106.000

Centeno

200.000

113.000

87.000

Cebada

70.000

70.000

30.000

Oposición sin cifra 40.000

fijado/definitivo

Fuente: AGA, Agricultura. SENPA. Caja 13695. Elaboración propia.

Pero una vez que el cupo estaba asignado, la batalla de las entregas continuaba. Muchos pequeños agricultores, en muchos casos médula espinal del régimen, se resistían por todos los medios a entregar su cosecha al Estado. Las excusas para no hacerlo eran variadas: desastres meteorológicos, plagas, malas cosechas, negligencia administrativa... En todos esos momentos, las Hermandades se apresuraron a defender los intereses de los agricultores. En un año tan difícil como 1946, el Jefe de la Hermandad de Villanueva de la Reina (Jaén) dirigió un telegrama urgente al Ministro de Agricultura solicitando la anulación del embargo de los bienes de los agricultores que, por no entregar gran parte del cupo forzoso de cereales y leguminosas, la Fiscalía de Tasas había ordenado.79 En Castril, la Hermandad dirigió escrito al Ministerio de Agricultura pidiendo que los “labradores del pueblo” quedasen “exentos de toda obligación referente a la entrega de cupos”, debido a “los daños que causó la tormenta desencadenada el 31 de agosto de 1947”; adjuntaban incluso un minucioso informe sobre los daños ocasionados, firmado por un ingeniero agrónomo, algo que era impensable que humildes agricultores hiciesen a título individual, pero sí en el marco de

78

Tras conceder diversas rebajas del cupo del trigo, las autoridades de Málaga admitían que todavía había un margen de “3.337,43 Qms. Para poder atender las restantes reclamaciones”. AGA, Agricultura. SENPA. Caja 13696, 6-11-1951. 79 AGA, Agricultura. Secretaría General Técnica. Caja 7536, 26-3-1946.

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la Hermandad. Podían haber salido venturosos del trance, si no hubiese sido por la intervención de la Jefatura del SNT de Granada, quien informó que la cosecha de la localidad no se perdió “por dicha tormenta” ya que en aquella época “estaba ya recogida”.80 Las HSLG también cumplieron otro cometido: fueron empleadas por muchos agricultores para esconder su desobediencia a la política agraria del franquismo. Los sindicatos agrarios actuaron así de paraguas ante las posibles sanciones de las instituciones autárquicas, defendiendo los intereses de los campesinos y haciéndoles adoptar posturas que, de forma individual y aislada, nunca hubiesen podido tomar. Desde el punto de vista de las actitudes políticas hacia la dictadura estas acciones podrían ser vistas como una resistencia al régimen, entrando en contradicción con las adhesiones o consentimientos que muchos agricultores pudiesen mostrar hacia él. Pero la realidad es quizá más compleja: estas desobediencias provenían de sus propias instituciones, de unos cabildos que como sabemos eran controlados por personas de probado compromiso político con el régimen. Pero además, para muchos campesinos no existiría contradicción alguna entre su apoyo a la dictadura y la desobediencia de estas políticas, como forma legítima de proteger sus propios intereses. Máxime porque para ellos el régimen no estaría representado tanto por la figura del Ministro de Agricultura, sino más bien las instituciones locales de las que ellos podían formar parte y defendían sus intereses… ocultando sus irregularidades o desobedeciendo los dictados de la superioridad. Los ejemplos son numerosos. En Málaga, eran muchas las Hermandades que, entre junio y agosto de 1950, se negaban a distribuir los cupos forzosos a entregar entre los agricultores de la provincia.81 Y en Granada, todavía en 1951, sin demasiada sorpresa se informaba que “los pueblos de Gor, Cúllar-Baza, Zújar, Galera, Orce, Capileira, La Peza y La Calahorra, se han negado a distribuir el cupo forzoso”. Para conseguirlo se solicitaba la colaboración del gobierno civil, mediando en el asunto y vigilando las carreteras y caminos para evitar la comercialización de la cosecha. Como medida preventiva, también se resolvía indicar al Delegado Sindical Provincial que “no admita dimisión ni conceda permiso” a ningún Presidente de Hermandad en los pueblos donde no se hubiese distribuido el cupo; al parecer, era una medida que

80 81

AGA, Agricultura. SENPA. Caja 13695, 28-11-1947 y 23-12-1947. AGA, Agricultura. SENPA. Caja 13574. Inspecciones comarcales. Zona Sur. Junio-Agosto 1950.

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sistemáticamente adoptaban las Hermandades para rehuir responsabilidades.82 Pero además, cuando llegaba el momento de la entrega de los cupos asignados y los agricultores no lo hacían, en no pocas ocasiones las Hermandades los protegieron: algunos agricultores de Casarabonela (Málaga) actuaron de este modo y, cuando el Ingeniero Jefe de la Junta Agraria Provincial reclamó información sobre los mismos a la Hermandad de la localidad, por tres veces no recibió más que el silencio. Tuvo que ser el propio gobernador civil quien se dirigiese al presidente de la Hermandad, quien en esta ocasión no guardó silencio: pero afirmó que “los expedientes en cuestión han sido extraviados”.83 Quizá en ocasiones se ha malinterpretado la dejadez y la supuesta apatía de las Hermandades de Labradores, señalando que muchos de sus mandos ni cumplimentaban oficios ni desarrollaban sus obligaciones más elementales.84 Sin dejar de ser cierto, cabe pensar que a veces esa actitud pudiese esconder una desobediencia oculta: no atender a los requisitos intervencionistas de la política autárquica agraria era escapar a ella y al control del Estado. Como reconocía en un alarmado informe el Delegado Provincial Sindical de Almería, “en la mayoría de los casos” los incumplimientos de las Hermandades “más que apatía y abandono encierra[n] en la mayoría de los casos irregularidades”.85 Las Hermandades también se convertían en indispensables para los agricultores porque eran las encargadas de solicitar, gestionar y distribuir inputs agrícolas para el cultivo o la ganadería.86 En un contexto de escasez, acceder a estos productos era esencial para desarrollar las labores agrícolas, lo que contribuyó a controlar socialmente a agricultores y ganaderos, dado que debían pertenecer a la Hermandad y adoptar una postura dócil ante la misma para recibir estos productos y un trato favorable por parte del Cabildo de la institución. Un buen ejemplo puede ser el caso de la ganadería, que durante los años cuarenta vivió un periodo lleno de dificultades, en gran parte debido a las dificultades para alimentar a la cabaña ganadera.87 En esta situación se encontraba la

82

AGA, Agricultura. SENPA. Caja 13696, Junta Provincial de Distribución de Cupos de Granada, 1-81951. 83 AHPM, Gobierno Civil. Agricultura y ganadería. Caja 12392, 22-12-1949. 84 Juan Andrés Blanco Rodríguez, “Sociedad y régimen en Castilla y León bajo el primer franquismo”, Historia Contemporánea, 17 (1998), p. 382. 85 AHPA, AISS. Delegaciones Comarcales. Caja G-1841, 7-7-1951. 86 Ramón García Piñeiro, “Boina, bonete y tricornio. Instrumentos de control campesino en la Asturias franquista (1937-1977)”, Historia del Presente, 3 (2004), pp. 48-50. 87 Rafael Domínguez Martín, “La ganadería española: del franquismo a la CEE. Balance de un sector olvidado”, Historia Agraria, 23 (2001), pp. 42-43.

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HSLG de Vélez-Rubio (Almería), cuyo Cabildo acordó pedir a las jerarquías superiores “piensos y salvado”, haciéndose eco de “las constantes peticiones de los ganaderos”, “por las malas condiciones en que se encuentran los ganados dado la carestía de pastos”.88 Esta tendencia también afectó a la agricultura y, en concreto, al caso del suministro de semillas para el cultivo.89 En 1948 en la provincia de Málaga, diversas Hermandades dirigieron numerosos escritos al gobernador civil reclamando semillas de forma urgente “por estar en plena sementera y estarle causando un perjuicio a los labradores y a la economía nacional”.90 Otras Hermandades de Almería también hicieron la misma reclamación y, en concreto, la de Abla pedía 12.000 kilos de semillas de patatas puesto que los agricultores del término tenían “sus tierras hace tiempo preparadas con sus abonos enterrados”.91 Por supuesto, la distribución posterior de estos insumos se hacía atendiendo a intereses personales: para Albacete se ha demostrado como las cooperativas de agricultores, bajo el control político de las Hermandades, sirvieron a muchos campesinos medios de producción, si bien privilegiando a las jerarquías sindicales y a sus afectos.92 La prevención y lucha contra las plagas era otro de los cometidos de las Hermandades. La carencia de productos fitosanitarios durante la posguerra expuso a muchos agricultores a perder su cosecha ante la llegada de cualquier plaga. Fueron ellas las que dieron la voz de alarma y trasladaban su preocupación a las autoridades provinciales cuando cualquier amenaza era detectada. En 1948, todas las hermandades de las comarcas de Almería dieron parte de la existencia o no del “escarabajo de la patata” a la capital.93 Cuando las plagas hicieron su aparición, los agricultores recurrieron a las HSLG para afrontar el peligro. La de Dalías (Almería), en conjunción con el ayuntamiento, no cesó de remitir informes y oficios al gobernador civil en la campaña de 1948, pidiendo auxilio al gobernador civil para luchar contra la “plaga de langosta” que azotaba la zona. En uno de aquellos escritos, dejaba ver que los “agricultores no dejan de venir por la Hermandad a quejarse de las proporciones que 88

AHPA, AISS. Delegaciones Comarcales. Legajo G-2050, 7-2-1946. Un ejemplo de la relevancia de este aspecto: Lourenzo Fernández Prieto, Daniel Lanero Táboas y Miguel Cabo Villaverde, “La lucha por el poder en el primer franquismo: la integración forzosa del Sindicato de Productores de Semillas en la Organización Sindical. Pontevedra (1944-46)”, en Lourenzo Fernández Prieto y Aurora Artiaga Rego (Eds.), Otras miradas, pp. 204-209 y 216. 90 Caso de la HSLG de Alameda: AHPM, Gobierno Civil. Agricultura y ganadería. Caja 12392, 28-111948. 91 AHPA, Gobierno Civil. Caja 1289, 8-2-1946. 92 José María Gómez Herráez, “Las cooperativas en el marco de las hermandades sindicales (Albacete, 1939-1959)”, Historia Agraria, 30 (2003), pp. 171-173. 93 AHPA, Gobierno Civil. Legajo GC 1291, Informe, 24-7-1948. 89

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está tomando, y manifiesta que (…) convendría acelerar más los trabajos de extinción con más brigadas (…) o emplear otro medio de extinción más rápido, pues de lo contrario, cuando [las langostas] sean mayores y vuelen, sus efectos serían desastrosos, es decir VERDADERA RUINA”.94

3. DISPARIDADES

EN

EL

FUNCIONAMIENTO

DE

LAS

HERMANDADES: JERARCAS SINDICALES Y JORNALEROS

Hasta ahora hemos intentado poner de manifiesto la relevancia de las HSLG para los intereses de los agricultores. Hemos tratado de evidenciar también cómo, en su funcionamiento cotidiano, pudieron defender los intereses de campesinos y ganaderos a cambio de la adhesión y consentimiento con el régimen. No queremos ofrecer una imagen demasiado equitativa de la gestión del poder que desempeñaron. Como han puesto de manifiesto algunos estudios, jerarcas y miembros del Cabildo emplearon la organización sindical para sus propios beneficios, impulsando entonces su propio ascenso social.95 Pero políticamente, este aspecto también era un valor para el futuro político del régimen, puesto que apuntalaba las instituciones sobre las que se sostenía. Controlar los resortes de la Hermandad y, por tanto, participar en ellos, traía amplios réditos para quien lo hiciesen y para el propio “Nuevo Estado”. La distribución de cupos a entregar entre los agricultores del municipio ofrece múltiples ejemplos. En una visita de inspección a la HSLG de Moclín (Granada) efectuada por el SNT y el secretario de la COSA se comprobaron “graves anomalías”, observando que el Jefe de la Hermandad, el Secretario y los Vocales del Cabildo se habían “impuesto un cupo muy inferior al que les correspondía con arreglo a la superficie ordenada sembrar en su día”.96 En tiempos de escasez generalizada, la posesión de abonos o pesticidas marcaba la diferencia, no sólo en cuanto al incremento de la producción agrícola, sino también porque su venta en el mercado negro aseguraría jugosos beneficios a los hombres que integraban las instituciones del régimen o eran fieles a ellas. La corrupción fue tan generalizada que no es difícil encontrar denuncias al respecto. En Almáchar (Málaga), el Delegado Sindical Local y Secretario de la Hermandad había vendido 94

Mayúscula en el original. AHPA, Gobierno Civil. Caja 1290, 6-4-1948. Daniel Lanero Táboas, Historia dun ermo asociativo, pp. 345-353. 96 AGA, Agricultura. SENPA. Caja 13696, Junta Provincial de Distribución de Cupos de Granada, 12-91951. 95

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“clandestinamente 4.000 kilos de Sulfato Amónico” del cupo correspondiente a los agricultores de dicho término municipal; debía confiar plenamente en sus resortes e influencias para no ser castigado, pues durante la investigación demostró “con su cínica actitud, la indiferencia con que aceptaba su comprometida situación”.97 Igual sucedió en otras regiones: en Canarias las Hermandades eran pieza fundamental de la corrupción que rodeaba a la distribución de abonos, insecticidas y fertilizantes importados, que ellas eran responsables de canalizar.98 También fue común el trato desigual entre unos y otros miembros de la Hermandad por parte del Cabildo. Estos hechos podían esconder desde la propia voluntad de lucro de la directiva, a un reflejo de las disputas internas entre diversas tendencias o grupos dentro de la institución, o a incluso un castigo hacia aquellos labradores no demasiado afines al régimen. En Almogía (Málaga), nada más y nada menos que 50 agricultores reclamaron contra los cupos de cereales impuestos por la JAL integrada en la Hermandad Local.99 La distribución de semillas de patata entre los campesinos de Huércal de Almería en 1947 puso en evidencia las fuertes luchas internas dentro del poder local. El prohombre de la Hermandad había distribuido el cupo de forma desigual, “dándole a amigos más que a adversarios”: lo que se escondía tras su gestión era una división entre los adeptos al régimen en la localidad, pues unos se agrupaban en torno al alcalde y jefe local del Movimiento “por motivos familiares o políticos”, mientras que otras lo hacían en torno al Jefe de la Hermandad Local.100 El control y la cercanía al poder local y, por tanto, el apoyo al régimen y la participación en sus instituciones, siempre garantizaban un mejor trato. Desde un pueblo de Málaga se denunciaba que “los que manejan los papeles de la Hermandad de Labradores (…) hacen el reparto de lo que hay que sembrar a capricho, quitándole a uno y recargándoselo a otro, (…) perjudicándonos siempre a los más desgraciados que no contamos con compromisos dentro de estos organismos de mando”.101 La adhesión tenía su premio. La otra cara de la sociedad de posguerra fueron las clases bajas, tradicionalmente identificadas con los vencidos. Así, los jornaleros agrícolas obtendrían pocos beneficios 97

AHPM, Gobierno Civil. Agricultura y ganadería. Caja 12389, 6-6-1944. Ricardo Guerra Palmero, Sobrevivir en Canarias (1939-1959). Racionamiento, miseria y estraperlo, Idea, Tenerife, 2006, pp. 234-235. 99 AHPM, Gobierno Civil. Agricultura y ganadería. Caja 12393, diciembre de 1949. 100 AHPA, Gobierno Civil. Caja 1289, Informe del Delegado Provincial Sindical. 4-3-1947. 101 La cursiva es nuestra. AHPM, Gobierno Civil. Trabajo. Caja 12416, Escrito de José Ortuño Vega, sin lugar y sin fecha. 98

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de las HSLG. Como vimos, prácticamente no estaban representados en sus mandos pero, además, la retórica agrarista del “Nuevo Estado” los excluía, identificándolos con los “campesinos” y echando al olvido los gravísimos problemas que tenían.102 Pese a que los obreros y las clases más bajas no fueron parte común de los apoyos sociales del régimen, no debemos descartar que obtuviesen réditos de su encuadramiento sindical y de su mayor o menor adhesión al “Nuevo Estado”. En una situación de penuria económica extrema, sabemos que las clases más humildes dejaron a un lado la política y se centraron en sobrevivir. Tuvieron lugar entonces posturas acomodaticias, guiadas en muchos casos por la necesidad o el pragmatismo que el hambre produce.103 Pertenecer a una Hermandad, ser empleado por ella o mostrar la adhesión al régimen podía aliviar su situación y la de sus familias. Porque, a pesar de que las Hermandades dirigieron sus políticas al bien de los labradores, también tenían algo que ofrecer a jornaleros y braceros. Parece que algunos las contemplaron como un recurso, con todas las limitaciones que se quiera, para hacer valer sus derechos y reclamar contra las infracciones de algunos propietarios.104 Además, las Hermandades actuaron como oficinas de colocación obrera, teniendo entonces en su mano un instrumento de control social más que destacado. Ello sucedió en lugares como Conil de la Frontera (Cádiz), donde muchos trabajadores se inscribieron en el sindicato como medio imprescindible para empezar trabajar,105 si bien siempre tuvieron preferencia las familias de los caídos en la “Cruzada”.106 Las Hermandades también designaban a los guardias rurales, encargados de mantener el orden y de asegurar el respeto a la propiedad: se encargaban de su selección, siendo condición imprescindible ser militante de FET-JONS y requiriéndose incluso informes de diversas autoridades de la localidad. También las HSLG seleccionaban a los obreros encargados de realizar obras de mejora en los caminos vecinales, acequias, canales y lindes, eligiendo también para ello a los obreros más afines al régimen.107

102

El nivel de los salarios y la reglamentación laboral de aquellos años es sólo una muestra de todo ello. Teresa Ortega López, “Las miserias del fascismo rural. Las relaciones laborales en la agricultura española, 1936-1948”, Historia Agraria, 43 (2007), pp. 531-553 103 Miguel Ángel Del Arco Blanco, “Hunger and the consolidation of the Francoist Regime (1939-1951)”, European History Quarterly, 40, 3, (2010), pp. 458-483. 104 José María Gómez Herráez, “Las Hermandades Sindicales…”, p. 133. 105 Magdalena González, De lo vivo lejano. Conil de la Frontera, 1931-1945, Aconcagua, Sevilla, 2014, pp. 193-194. Igual sucedió en Montijo (Badajoz): Juan Carlos Molano Fraguera, “La Falange en Montijo (1939-45)”, en José Ramón González Cortés y Raúl Aguado Benítez (Coords.), Extremadura durante el primer franquismo (1939-59), Diputación, Badajoz, 2010, p. 85. 106 Manuel Ortiz Heras, Las hermandades…, pp. 114-116. 107 Íbidem, p. 87.

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Pero además, hemos documentado algún caso en el que jornaleros en paro fueron “alojados” en las explotaciones de propietarios agrícolas de la localidad. Esto sucedió en Alfarnate (Málaga) en 1951 cuando, ante la situación de paro forzoso de más de tres meses, la Hermandad consiguieron emplear a varios cabezas de familia en las explotaciones de propietarios o cultivadores directos del término; pero había límites, claro está: al comenzar a perjudicar la economía de los labradores, esta medida fue suprimida al poco tiempo.108 En otras ocasiones, las Hermandades crearon un fondo entre los cultivadores para socorrer el paro obrero: fue el caso de la HSLG de Teba (Málaga), que creó uno ante “la persistencia de temporales, que impiden toda clase de trabajo agrícola”… aunque algunos propietarios se negasen a abonarlo.109

4. CONCLUSIONES

El análisis de las políticas impulsadas por las HSLG en el mundo rural es fundamental para el estudio de los apoyos sociales, de las actitudes políticas y de la naturaleza del desempeño del poder de la dictadura franquista durante la posguerra. En el presente texto, siempre para el caso del sureste español, hemos intentado poner de relieve que, pese al supuesto fracaso del sindicalismo agrario franquista a la hora de encuadrar a los campesinos, a movilizarlos o a ser parte activa de la vida rural, su importancia para la implantación, consolidación y supervivencia del régimen no tuvo por qué ser poca. En primer lugar hemos tratado de demostrar que fueron instrumento relevante a la hora de desarrollar diversas políticas en el agro español, lo que dio origen a conflictos con los ayuntamientos por el control de esas atribuciones en el poder local. También hemos evidenciado algunas de las funciones y servicios que las Hermandades desarrollaron, resaltando las implicaciones que pudieron suponer para los intereses del pequeño y mediano campesinado familiar, pero también para la generación de actitudes favorables al mantenimiento y continuidad de la dictadura. Finalmente hemos reflexionado sobre la actuación desigual e interesada de las HSLG, beneficiando en muchos casos a los mandos o elites que las controlaban y prácticamente renunciando a actuar en favor de los jornaleros. 108 109

AHPM, Gobierno Civil. Agricultura y ganadería. Caja 12393, 14-3-1951. AHPM, Gobierno Civil. Agricultura y ganadería. Caja 12393, 14-3-1951.

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Todo ello arroja, bajo nuestro punto de vista, una visión un poco más compleja de lo sucedido en el mundo rural español. Las Hermandades no fueron instituciones vacías de contenido y, aunque las esperanzas movilizadoras de Falange y de sus jerarcas sindicales más prominentes no se cumplieron, ello no quiere decir que el sindicalismo agrario fuese un completo fracaso para el régimen franquista y sus partidarios. Tampoco las Hermandades tuvieron por qué estar siempre al servicio único y exclusivo de las clases dominantes: en un contexto de miseria, represión y autarquía, fueron en muchos casos mediadoras y representantes de los intereses del campesinado intermedio, promoviendo la adhesión o posturas favorables al “Nuevo Estado” para obtener beneficios o políticas favorables de ellas; incluso puede apuntarse, si bien necesitando ahondar más en ello en futuras investigaciones, la capacidad del franquismo para cooptar a clases bajas a cambio de su fidelidad al régimen.110 A pesar de los favoritismos y corruptelas que se produjeron en la gestión de la política agraria local de aquellos años, estas prácticas no tuvieron por qué entrar en constante y frontal contradicción con la defensa de los intereses de muchos pequeños y medianos propietarios y arrendatarios. La ruptura producida con la guerra civil a nivel cultural, económico y político, la aparición del “Nuevo Estado” y el inédito contexto de las políticas autárquicas generó unas nuevas relaciones de poder y, también, unos nuevos resultados. Las corruptelas, privilegios y favoritismos de los jerarcas sindicales (ya respondiesen a los intereses de las viejas “clases dominantes” o a hombres con un nuevo perfil social y político), pudieron generar opiniones de descrédito entre algunos agricultores hacia el régimen, pero en ningún caso les llevarían a adoptar actitudes de oposición directa a la dictadura, sino más bien una aceptación de unas reglas del juego que tampoco les perjudicaban tanto: al fin y al cabo, los salarios reales cayeron por los suelos, los sindicatos izquierdistas habían sido destruidos y los precios de los productos agrícolas hicieron que ésta, incluso en algunos sectores, viviese una nueva “edad de oro”.111 La agricultura española de posguerra llegó entonces a ser rentable, financiando

110

Un punto a destacar pudo ser la política de colonización de la dictadura que, a especialmente a partir de los años cincuenta, comenzaría a asentar a familias de campesinos sin tierra leales al régimen. Por ejemplo: Gustavo Alares López, Colonos, peritos y mayorales. Intervención estatal y transformación agraria en Valmuel y Puigmoreno (Teruel, 1951-1971), Instituto Estudios Turolenses, Teruel, 2008, pp. 40-41; José María Gómez Herráez, “Patrimonios y huertos familiares. El programa distribuidor en tierras de La Mancha, 1939-1959”, Historia Agraria, 17, (1999), pp. 153-173. 111 José Manuel Naredo “La crisis del olivar como cultivo «biológico» tradicional”, Agricultura y Sociedad, 26 (1983), p. 193. Para Andalucía Oriental: Francisco Cobo Romero y Teresa Ortega López, Franquismo y posguerra en Andalucía Oriental. Represión, castigo a los vencidos y apoyos sociales al régimen franquista, 1936-1950, Universidad de Granada, Granada, 2005.

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incluso la posterior industrialización española, algo que vino explicado por la caída de los salarios reales a niveles de preguerra y la multiplicación de los precios de los artículos, que revirtieron en forma de beneficio en los agricultores.112 La participación de buena parte del pequeño y mediano campesinado –y no sólo de las clases tradicionales más acomodadas- en las instituciones del régimen o su apoyo al mismo no hizo más que mejorar sus expectativas de futuro.

112

Carlos Abad y José Manuel Naredo, “Sobre la «modernización» de la agricultura española (19401995): de la agricultura tradicional a la capitalización agraria y la dependencia asistencial”, en Cristóbal Gómez Benito y Juan Jesús González Rodríguez (Eds.), Agricultura y sociedad en la España contemporánea, CIS-MAPA, Madrid, 1997, pp. 151-153.

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