Los antifaces de la política - mayo 2015. N. 262

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LOS ANTIFACES DE LA POLÍTICA Desde que hace 55 años un exceso de sudoración ante las cámaras durante el primer debate televisado de la historia arruinara la campaña de Richard Nixon, la imagen ha ido ganando terreno a la palabra hasta vampirizar por completo la comunicación política. Hoy, una educación estética es clave para calibrar adecuadamente las propuestas electorales la búsqueda en los libros de referencias teóricas y circunstanciales para comprender y desenvolverse en este nuevo contexto. ALBERTO S ÁNCHEZ M EDINA

n una viñeta de 2008, publicada durante la campaña para elegir al ca ndidato demócrata, la ca ricaturista Lisa Benson dibujaba a los dos contendientes, Barack Obama y Hillary Clinton. El actual presidente estadounidense aparecía sonriente, muy seguro de sí mismo con el micrófono en la mano, pero el gran bocadillo que salía de su cabeza eclipsaba al de la exsecretaria de Estado, en el que se adivinaba tan solo el nombre de George Bush. El de Obama estaba vacío. Un año después, ya como presidente, a Obama le dieron el premio Nobel de la Paz en una especie de gesto preventivo que le agasajaba más por lo que podía hacer que por lo que había hecho. como si el envoltorio de la promesa fuese garantía suficiente de su cumplimiento. El retrato pop que realizó el artista callejero Shepard Fairey se convirtió en el último gran símbolo de la estetización de la política. La distancia entre las promesas y los hechos, entre retórica y realidad. ha hecho que muchos de los que depositaron su confianza en Obama se hayan sentido traicionados al comprobar lo que se escondía tras esa mirada al infinito de Barack al más puro estilo Che com-

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binada con la leyenda "Hope" (esperanza) de la imagen de Fairey: la misma realpolitik con la que ahora ha de lidiar el nuevo gobierno griego de Syriza. "Uno de los puntos fuertes de Obama es su capacidad de distanciarse de las situaciones para decidir, pero eso puede llevar a la insensibilidad. El lenguaje que usó en su declaración sobre Foley fue flagrantemente diferente de la acción que le siguió'; explicaba el experto en gestión política en la Universidad George Washington Christopher Arterton después de que el presidente se marchara a jugar al golf nada más anunciar la ejecución de James Foley, en lo que ha supuesto la últi ma decepción del mandatario. No es de extrañar que este divorcio entre ética y estética de la que hace gala el presidente de los Estados Unidos desde su primera legislatura quede patente en la serie que el propio Obama reconoce como su favorita. Homeland. José Luis Molinuevo, catedrático de Estética y Teoría de las Artes de la Universidad de Salamanca, analiza en Posfascismo posmoderno (Archipiélagos, 2013) la relación cada vez más estrecha entre política y estética al socaire de esta serie. La

La estetización de nuestras pseudodemocracias es el parche que oculta una política herida por la vacuidad y des legitimidad

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estetización de nuestras pseudodemocracias es el parche que oculta una política herida por la vacuidad. la deslegitim idad y la subordinación a la econom ía neoliberal. La estética es tentadora y la carne de nuestra democracia es débil: "La democracia es la más incansable consumidora ciudadana de imágenes totalitarias en forma de fragmentos, de aquellas destinadas a provocar directa o indirectamente una respuesta de identificación, de asentimiento, de adhesión. ¿La razón? El fascismo gusta estéticamente en sus formas, aunque se rechacen conceptualmente sus contenidos·.·

Gota malaya Para Molinuevo, Homeland, que narra la historia de un marine que regresa a casa ocho años después de su desaparición en lrak y al que una agente de la CIA considera sospechoso de haberse pasado al enemigo, ejemplifica la deriva totalitaria, el peligro de que el fin justifique los medios al que nos puede abocar la falsificación del contenido por la forma: "El posfascismo posmoderno trabaja con un espectador cultura lmente conservador, que polít icamente no quiere que le saquen de sus dudas. sino que le confirmen en ellas. La Gran Conspi ración es paranoia. pero una conspiración dentro de otra, una mentira dentro de otra, una manipulación dentro de otra, tienen el atractivo de lo siniestro en lo cot idiano. y consiguen el mismo

efecto de (de)formación ci udadana a través de una serie de cu lto. No hay una lluvia conceptual sino una gota malaya emocional': La política de las estéticas consumadas (y consumidas) fue objeto de crítica en La civilización del espectáculo (Alfaguara, 2012) de Mano Vargas Llosa. Allí. el Nobel sostiene que " la política ha experimentado una banalización acaso más pronunciada que la literatura, el cine y las artes plásticas. lo que significa que en ella la publicidad y sus eslóganes. lugares comunes, frivolidades y tics. ocupan casi enteramente el quehacer que antes estaba dedicado a razones, programas. ideas y doctrinas. El político de nuestros días, si quiere conservar su popularidad, está obligado a dar una atención primordial al gesto y a la forma de sus presentaciones, que importan más que sus valores, convicciones y principios': En la misma línea del escritor peruano, Gilles Lipovetsky y Jean Serroy diagnostican en La estetización del mundo (Anagrama, 201 5) un nuevo ciclo en que la economía y la estética tienden a hibridarse. En esta "era transestética·; las vanguardias artísticas tienden a integrarse en el orden económico y a ser aceptadas por la política: "Al haberse agotado la lógica antisistema de la cultura moderna. las instituciones oficiales y el capitalismo artístico apoyan el nuevo giro estético que busca integrarse en sus modos de producción y de distribución_ El arte actual ya no es para la religión, ni para los príncipes, ni para la acción política, es para el mercado': Para el crítico Terry Eagleton, "la respuesta que ofrece la vanguardia a lo cognitivo, lo ético y lo estético es bastante inequívoca. La verdad es una mentira; la moralidad apesta; la belleza es una mierda. Y. por supuesto, tiene toda la razón. La verdad es un comunicado de la Casa Blanca; la moralidad es la mayoría moral; la belleza es una mujer anunciando un perfume. Sin embargo, mira por dónde, están también equivocados. La verdad, la moralidad y la belleza son demasiado importantes como para entregárselas con ese desdén al enemigo político': Ramón del Castillo y Germán Cano destacan en

su introducción a La estética com o ideología (Trotta, 2006), un colosal estudio donde se t raza toda una genealogía de lo estético a lo largo de la Historia. que para Eagleton "la progresiva relevancia de la estética como tema de nuestro tiempo es en rea lidad mero síntoma del debilitamiento de la verdadera gramática de la lucha política·:

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La fotografía jugando al golf de Barack Obama en agosto de 2014, poco después de su comparecencia sobre la ejecución del periodista James Foley a manos oel Estado Islámico. constituyó una llamativa mancha en el inmaculado currículum iconográfico del presidente norteamericano.

Una ética de la estética En el corazón mismo del " hiperespectáculo" (Lipovetsky, Serroy) los nuevos actores de la política se disputarán cada palmo de terreno. Y es en el "rompimiento con lo político, la saturación de los grandes ideales lejanos y la fragilidad de una moral universal " donde encuentra Michel M affesoli una oportunidad para instaurar una " ética de la estética ·: Desde su ensayo El crisol de las apariencias (Siglo XXI. 2007). el sociólogo francés defiende que es en "lo frívolo, la emoción, la apariencia ... todas las cosas que han modificado profu ndamente la polít ica. la vida de las empresas, la comunicación, la publicidad, el consumo y que fina lmente podrían resumirse en la palabra estética, donde el lazo social se teie en las fibras de lo emocional, y ante nuestros ojos se esboza el modelo de una nueva manera de ser'.' La película chilena No de Pedro Larraín, sobre la campaña que precedió al referéndum que en otoño de 1988 acabó con la dictadura de Augusto Pinochet. da una idea exacta del decisivo papel que desempeña la parafernalia en la política, de las contradicciones que entraña el renunciar a lo éticamente exigible para sustituirlo por el efectivo recurso de la emotividad propio del sistema al que se quiere derribar. El "no" ganó la batalla con las herramientas mediáticas del enemigo, pero fue una victoria parcial que alteró los cimientos de la estructura de poder. Esta misma cuestión es la que lanzaba Eduardo Subirats en su lntransiciones. Crítica de la cultura

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española (Biblioteca Nueva, 2002): ¿En qué medida se ha modificado el casticismo cultural español bajo las fachadas de su modernización estética? El archimillonario Warren Buffett está en lo cierto: "Hay una lucha de clases, de acuerdo, pero es mi clase, la clase rica, la que hace la guerra. y estamos ganando'.' El desafío para ganar esa guerra que está llevándonos a la catástrofe también pasa. y mucho, por la estética. Invirtiendo la frase de Paul Klee respecto al arte. podría decirse de la política que no reproduce lo visible, hace invisible. El filósofo de moda Slavoj Zifok, en su documental Guía ideológica para pervertidos, explica cómo en la película Están vivos, las gafas del protagonista permiten ver la ideología que se oculta tras los mensajes publicitarios ("obedece"), en el dinero ("este es tu Dios") y en

Terry Eagleton: "La progresiva relevancia de la estética es síntoma del debilitamiento de la verdadera gramática de la lucha política" los medios de comunicación ("no cuestiones la autoridad"). A falta de unas gafas como esas, no nos queda otra opción que tener los ojos muy abiertos para que las apariencias no nos engañen. Permanezcan atentos a sus pantallas. @

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