\"Los ángeles nos han visto llorar\"

June 13, 2017 | Autor: Maynor Antonio Mora | Categoría: Queer Theory, Poetry, Misticism
Share Embed


Descripción

Los ángeles nos han visto llorar

Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 1

Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 2

Los ángeles nos han visto llorar Mayor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License

2016

Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 3

I Caracolas que se incrustan en nuestros tobillos: carentes de propósito, más allá del afecto. Algas. Sargazos sangrantes. Mejillones. Miran estupefactos: cómo nacimos del mar, polvo de soles, ojeras descarnadas de la luna. Te recuerdo tal y como te dejé:

Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 4

abandonado, rodeado por mares inmensos; azotado por dioses enemigos, con sólo la compañía de la nostalgia. Remamos con premura detrás del aroma de la mañana; llenamos de vino tierno los odres… …en el atardecer lejano de los ojos: vuelvo sobre tus pupilas encalladas como si de grandes mares se tratase. No me ves como antes: a través de lejanas gaviotas del ayer. Así está escrito en los mapas: el choque de las corrientes marinas,

Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 5

el ascenso de los arrecifes de frío metal. Somos hormigas: en espera de la marea que ahogará los recuerdos; aquella que contará millones de días perdidos tras el horizonte grumoso del amanecer.

Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 6

II Vivir es predecir el lugar del eclipse: la herida en el costado que no para de sangrar…. Gemido remoto de lobo de fuego. Rostro de ángel olvidado. Dragón que nos mira con ternura de ratón furioso. Pasamos de un lugar a otro: no nos quejamos del largo viaje, sonreímos a los atajos donde volaron los últimos cóndores llevándose incluso la cresta de las montañas. No somos la reliquia de los ancestros.

Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 7

No recordamos cantos ni sones de guerra. Seguimos varados bajo la somnolencia del ayer, dispuestos a todo e incluso a una insípida nada. Mientras los peces azules nos miran con la pena graciosa de la impotencia. Vivir estaba a un paso, a una pestaña, a un aleteo de mariposa.

Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 8

III Catorce leguas separan lo que nunca se ha unido: la tez sombría, los yelmos de piedra entre lianas de acero. Nadie medita ni esconde el horizonte. El camino sigue como las nubes. Sin nunca encallar en los agrietados troncos. Tienes la mano desnuda: no existen guantes que te protejan y tu corazón está demasiado cubierto. Me encuentras en esta marisma donde los lirios apenas dan semilla.

Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 9

IV Tantas aldeas nos esperan. Tantos caminos por trazar en callejones oscuros, donde puede surgir el hambre voraz de lo ignoto. Puede que haya una puerta que no lleve a lugar alguno. Puede que esa pared sea un muro bendito por el toque de los gatos de fina y antigua porcelana china.

Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 10

V Nadie merece la espera con la que las estrellas yerran. Hay algo demasiado siniestro donde el tiempo no termina, algo demasiado sublime en la ausencia de escalones. Pedimos limosna en las afueras de la ciudadela amurallada. Ya sólo resta la piedad de los cachorros los abetos los peces en flor.

Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 11

VI Me has descubierto por completo apenas nombrándome; Entre suaves hiedras, duros troncos revivo la promesa. No habrá más nubes ni niebla en esta orilla de abrupta calma: me he encontrado con el silencio petrificado de tus vastas pupilas enhiestas.

Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 12

VII Abandono toda misión que no me lleve a tus ojos. Así quiero ser: espíritu del aire; así te encontré: vagando entre caminos que nunca existieron. No dije amor, ni siquiera deseo: calma rota, abrazos fugaces, lágrimas de alabastro.

Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 13

VIII Pídeme lo que no sueño darte: las estepas de oriente, los ríos inversos. Creo en la palabra: con ella te desnudo. Creo que has reencarnado: delirio de otra vida…. Asumo la responsabilidad por convocarte tantas veces, bajo el calor de la lluvia invernal sobre las dunas del henchido cielo.

Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 14

Dejaré que te lleve el viento suavemente, como has venido, de algún lugar que tampoco me pertenece.

Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 15

IX Las manos son cosas efímeras, gigantes desvanecidos de roca. Las manos son sobrevivientes de ya tantas mutilaciones, del odio iracundo de la guerra. Las manos no cuestan nada: por ello son perseguidas. Las manos se alejan mar adentro donde reposan los dioses del subsuelo.

Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 16

X ¿Será este susurro un aviso del día que se acaben los días? ¿Serán los días quienes anuncien la caída imparable de las hojas? ¿Qué cosa puede decirse de las hojas que no esté amarrada a sus frutos? ¿Cómo retornar el limbo cargando una semilla proclive? ¿Cómo regresar a casa sin frutos maduros?

Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 17

XI Siempre amaste la distancia con la claridad fugaz de las luciérnagas. Siempre fuiste un paso adelante sin emitir el más leve murmullo. Siempre miraste las nubes esperando que alguna te cargara. Siempre estuviste al otro lado, donde no pudiésemos retenerte. Siempre supimos que eras del aire, del mar, de lo incierto.

Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 18

XII Has echado raíces prolíficas en las rocas más duras… …sobre la arena muerta del desierto. Has renacido lleno de musgo. Han pasado las tormentas: el cielo ha sido roto por el púrpura del granizo. Persistes en las más leves grietas: estás pleno de retoños como suave humus oscuro.

Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 19

XIII Careces del recelo por las bestias sobre las cuales cuentan los abuelos historias ya demasiado desteñidas. Delante de las huestes de roca, edificaste tus almenas: una torre sencilla carente de alguna puerta; sólo aquella que se regala al viento. Este es tu reino carente de arcos, espadas, escudos, puentes levadizos.

Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 20

Mañana quizás no estés ahí porque has sido llamado a destruir el frío de otras fronteras.

Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 21

XIV Confiamos en los riachuelos. Encendimos las hogueras. Partimos el pan noventa veces noventa. Construimos una tribu en medio de oasis indistintos, cerca de la Aldea Santa que una vez nos vio crecer siendo Semillas de Loto… -…inevitablemente proclives-.

Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 22

XV ¿De cuántas formas puedes sonreír evitando que los montes se partan ni caigan las nubes sobre los lagos? ¿Podrás acaso tomar el mazo, derruir los acantilados que no dejan encallar los navíos? Estaré a este lado, esperando: no más tregua, no más resistencia.

Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 23

XVI Por cada moneda falsa has pagado un segundo de plata. Te cubres de harapos en el reino de efímeras riquezas. Cargas mi alma compartiendo la culpa de las hormigas gigantes de Katmandú. Despiertas solitario, cómplice, guía invicto de las mareas. Envejeces petrificado, lejos de mi lecho, señor de los múltiplos del futuro y de la espera.

Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 24

XVII Desertar cuando el sol carmesí avanza con furia. Planeamos todo a su tiempo: las pisadas que debíamos dejar a la deriva; las montañas que era necesario cruzar, paso a paso, sobre un cementerio de guirnaldas, de carabelas y cascabeles disecados bajo el tórrido invierno. Desertar fue una delicia de verdes brotes de olivo: caminos abiertos por pies descalzos, amanecer bajo la luna, Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 25

una estrellada noche de mediodía.

Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 26

XVIII Marcaste mi frente con yeso, barro y piedra caliza; mis pies con semen de anémonas célibes. No dejaste intacta mi espalda sobre la que ahora cargo siglos y siglos de pesada nostalgia. Fuiste por un día dios entre dioses antes de escapar a hurtadillas una noche de pícaro deshielo, llamado por las tortugas antiguas de Las Galápagos.

Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 27

XIX Nada en este mar profundo se parece a tu silencio. Estas islas apenas llegan a tus pies cansados de navegar, ocultos entre nubes del atardecer. Parecemos sombras de viejos amantes: en el Oriente dejaste un amor; en el Sur conquisté algún que otro cuerpo -que ya no recuerdo-. El horizonte promete una lejana tormenta: tal vez nos lleve lejos…. No me guardas rencor ni te guardo dolor alguno.

Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 28

Somos este punto entre las olas donde nos dejamos secuestrar por viejos corsarios desharrapados.

Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 29

XX ¿Cómo ser amigo de los sargazos, del monstruo pretérito, del flaco trilobites? ¿Cómo desnudar las ninfas que cubren de lágrimas el hielo de los polos? ¿Cómo retroceder hasta el atardecer, ausente la risa de los gusanos? ¿Será inevitable hacer más preguntas al oráculo mudo del verano? ¿Cómo volver la espalda a la sonrisa triste, a la efigie quebrada de Ícaro?

Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 30

XXI Despedirse: dar la palabra al viento de Medio Oriente, allá está tu sombra intrépida entre bosques. Careces de la certeza con la que una vez te llamé. Todo eso ya no importa: tampoco mis gritos huérfanos; ni el viento entre los glaciares; has partido acompañado por tu nuevo Dios libre de imágenes.

Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 31

XXII Marejadas de golondrinas anuncian el lúgubre bostezo con el que los nidos retornan al hogar, mansos como el cordero que abrazamos durante el solsticio, creyendo que había lugar dónde retozar; No tienen sentido los reclamos, las orejas detrás de los puentes, los fuegos de agosto que incendiaron las lluvias más frías. No podemos despedirnos. Nuestras manos han encallecido, nuestros labios se han disecado sin pena ni suplicio. No podemos abrazarnos porque las llagas cubren nuestra cansada espalda. Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 32

Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 33

XXIII ¿Para qué sirve un verso si no es para negar todo lo hecho? ¿Para decir adiós antes de la despedida? ¿Acaso para frustrar todo intento por volver sobre el viejo camino empolvado? Un verso es un ermitaño triste, ajeno a las pupilas y a los abrazos. Un verso es un ser egoísta que mancha los papiros con la hiel de las mariposas tristes que no pueden dar a luz.

Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 34

XXIV Derribamos cordilleras hasta palpar el frío magma del olvido. Derribamos islas que una vez fueron habitadas por gnomos y elfos. Asustamos rebaños de nubes por mero despecho, sin más razón que la lluvia de verano. Ninguno de los dos miró el periplo de Marte, iluminado por remotas estrellas cadavéricas; -ese era nuestro planeta-; la cornisa donde se desangran los días, uno a uno -gotas de rocío que lamen los gatos grises terminada la juerga-.

Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 35

XXV

No tengo razón para olvidarte. Mis cicatrices son ahora dulces arrugas. Mis vísceras han quedado vacías. Todo lo dicho fluye en mis venas; incluso aquellos crueles silencios me han cubierto las pupilas. Nunca miro hacia el olvido. No le reclamo más que su egoísmo: estoy hecho de recuerdos como el alma del Peregrino.

Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 36

XXVI Te pienso traslúcido, igual que los hielos azules, recogiendo conchas en islas donde la lluvia persiste detrás del sol. Agotado sobre un mar de sargazos, coronando algas, ballenas inertes; adherido a las pupilas de los osos polares; frío en las hogueras que no reúnen las palabras; desertor de la brisa. Con sólo pensarte enmudezco de pena, mientras espero el espíritu de los cisnes muertos en la reyerta.

Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 37

XXVII Creías, contra toda prueba, en la bondad de los peces. Siendo dueño de los mares sólo amabas la lluvia, [la frágil lluvia del atardecer, derruida por el brutal sol turquesa de mañana]…. Abrazabas los cachorros de los calamares y las sirenas. Sobre el arrecife más inhóspito, te cubriste de calcio y ópalo. Por eso los marineros te confundieron con las rocas:

Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 38

yaces con los sentidos abiertos, escuchando la voz de los nautilos; durante el primer milenio sueñas que duermes sobre un lecho de sepias, de dulces algas encalladas y tristemente moribundas.

Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 39

XXVIII Sólo los versos que huyen dan cuenta de nuestros callos. Al lado queda lo no dicho: palabras sueltas y solitarias: pedazos de roca ígnea a los pies de la efigie; condenados por el tiempo en razón del paraíso, detenido lo cierto, cremado el cénit.

Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 40

XXIX Ignoro por dónde empezar a decirte: si por tus palmas o los bordes de la espalda, ahí donde se define el límite del deseo. No sé cómo contar la historia de tus pasos, enterrados bajo la arena del silencio detenido ante mí -oscuro sol brillante-. Las palabras no dicen lo que las hojas cuentan, ni el vocabulario de los cuervos o las frases de los columpios. Ignoro cómo llegar a tus pupilas agilizando los pasos, la fuerza de las potentes velas:

Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 41

el viento apenas comienza.

Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 42

XXX He sido subyugado por un laberinto de ratones. Los islotes me han besado las manos: no he tenido tiempo de rogar al cielo un poco de silencio en el camino. Dunas: capullos de fiero león, quien te mira detrás del sol, quien sucumbe en los lagos bajo la luna menguante de otra Tierra.

Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 43

XXXI Soy enemigo de los pasos invulnerables, de los pies cubiertos de frío metal. Deploro la partida que ya imaginó su destino, la mirada que no hiere el horizonte; el viaje que no cree en las noches, en los espejismos alrededor de las dunas. No creo que haya viaje sin cansancio, como no hay aliento sin uno final. No creo que uno sea el mismo después de pisar los guijarros maduros. Soy absurdo admirador de la libertad que nos han heredado las águilas que pastan en las más altas cumbres, donde todo es, Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 44

donde todo se confunde.

Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 45

XXXII Me gusta la brisa de lo ambiguo cuando choca contra los islotes imberbes, donde las ninfas han puesto sus huevos, donde los pelícanos encuentran lugar para morir. Carezco de razones para tener razón: Únicamente soy animado por la espuma de Calipso, las mareas vespertinas, los monstruos ciegos con los que converso todas las madrugadas. No tengo por cierto sino aquello que fluye en lo profundo: Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 46

el averno, los ríos del Mare Nostrum. A veces creo que el último refugio son las estrellas, cuando el sol hiere todo lo oscuro. Estoy convencido de que te amaré, aún en los más cercanos ecos del silencio.

Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 47

XXXIII Alrededor del obelisco se han reunido orugas de viejos linajes. No vienen de ningún país ni han cruzado frontera alguna. Nacieron al calor polar de las ruinas pretéritas: una a una dejan al lado sus pies pues no es necesario caminar más allá del último destino.

Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 48

XXXIV No existe límite para recorrer nuestro deseo. Para cubrir las nubes agrestes de amapolas. Ni siquiera el vuelo de las aves desterradas que llenan la agonía del desierto que miro. Aun los salmones moribundos en la cúspide del triunfo no igualan la corteza de nuestra piel: dejamos tantos cuerpos derruidos como civilizaciones perdidas. Si decimos lo que el camino calla, quizás no debamos dejar rastro alguno, quizás debamos pedir permiso a cada estrella para guarecernos en permanente vela:

Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 49

reír como el viento de las cordilleras donde renacen nuestros dedos cual raíces migrantes.

Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 50

XXXV Te ocultas en la mañana, tímido y exánime; ¿cómo llegar al centro sin herir tu cáliz?: frío recuerdo de las arenas que me llevan al Este. Tu cuerpo inhóspito lo era todo, incluso la mañana, las palabras tejidas, la sonrisa del viento.

Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 51

XXXVI Piensa el halcón que su futuro está en el cielo incierto. Así domina la luz que se cuela tras las nubes de la tristeza. Piensa el halcón que ya no existe horizonte porque ha conquistado todos los círculos del cielo: el halcón es leyenda escrita sobre ciudades y cuerpos de hombres, mujeres y púberes.

Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 52

XXXVII No soporto tu sombra tan plena de claridad: Hay demasiado bullicio bajo tu silencio de marmota. Has hecho de mi calma la más abyecta tormenta. No dejas resquicio sin horadar. Eres cruel como las estrellas.

Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 53

XXXVIII Ciegos han quedado los dioses, cubierta de arena su garganta: viajeros de tantos mundos en exceso fulminados por el Caos; No heredaron del mar, sino la pena: la violencia de Neptuno.

Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 54

XXXIX La noche cabalga sobre la aurora. Los dioses se han fundido con la luna: atrás las olas horadan los pies descalzos; delante te abrazas con el viento indomable. no hay forma de escapar de este círculo, de los avestruces de mármol que levitan sobre los mares de obsidiana. Miro tu cuerpo desgastado, tu mirada escueta tu empeño de aurora, tu piel que captura los sueños: Amarte es la eternidad de un errante segundo.

Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 55

XL Existe un árbol frondoso construido con ramas, cuernos y nidos de golondrina. Un nido que rumia en silencio sus recuerdos de coral y madreperla: en este nido reposa el alba, desde su tierna infancia cuando era madre, de las diosas, de la tierra y las cavernas. El alba se ha abierto en flor dejando libres los estambres con el ruido salvaje de sus pistilos. No eres nido de este árbol, de este bosque entre todos los bosques. Tus estambres han restablecido: la dureza del blanco,

Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 56

la figura del ogro de la madrugada que chilla porque ya no tiene nido. Existe un ogro que persigue a las golondrinas en vuelo: quiere desposar alguna detrás de las lunas de Saturno. Las golondrinas han huido excepto aquella que cae en la trampa cuando mira el suelo húmedo que crece bajo las ramas, los cuernos, los nidos…. Existe un árbol como todos los otros que se parece al paraíso; Existe un ogro que reina feliz al mundo que llama paraíso.

Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 57

XLI Te ensayo a intervalos conmovido por el iris de tus ojos agrestes, por la certeza de tus pupilas y la claridad de tu aura -atardecer esquivo-: No soy quién para decirte el nombre de las trincheras donde yace exánime mi tristeza. Sólo deseo tocar el aire que ensimismado te rodea lejos de todo fantasma; estás ahí como si nada, como quien espera la arena, muy cerca, demasiado lejos; como manojo de tulipanes disgregado por la brisa primera de tantos lúcidos eneros, Provengo de tus manos, de tu abrazo oloroso a trigo, a miel y a rojo limón. Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 58

Provengo del destierro, de tu cuerpo ausente, de lechos carentes de tibieza donde no encuentro destino; donde perezco a diario presa de bestias de grafito. Provengo de noches eternas cubiertas por ambiguos amaneceres: abandonado hace eones, no tengo la certeza de poder retornar -al menos un parpadeo- al cálido refugio de tus besos.

Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 59

XLII Quizás un día me exilie de esta isla extraña donde he encallado con todas mis palabras. Quizás ese día escape descalzo sobre la suave grava que levita bajo mis pies: uno es hombre por lo dicho, por el silencio, -mucho más que por los astros lejanos que añora-. Uno está incompleto si es de sólido granito sin esas grietas por donde se cuela triste el viento bajo el sol, bajo las estrellas. Me niego a los moldes con los que están tallados los días de fría roca invernal,

Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 60

no quiero que se me vea como se mira al desierto; ni que me cubra siempre la sombra de las mismas cordilleras. Tal vez una noche me atreva a atrapar cientos de cigarras y huya sin maletas donde no me alcancen mis pasos.

Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 61

XLIII Quiero escribir un poema que no se parezca a un poema, un canto que carezca de palabras -recuerdo del suelo de otras tierras-. Quiero escribir sin lápiz ni pluma sobre el rostro virgen del papel, hasta que quede vacío y no pueda recordar su pálido rostro. Quiero decir tantas cosas y recurrir a las palabras con las que hemos trazado los puentes; derribarlos todos para que nadie deje escapar ninguna lágrima. Quiero invadir otros reinos, con el arma del silencio hasta que no quede nada en pie, Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 62

salvo los rostros que miran la blancura de la luna. Quiero callar como callan los girasoles cuando buscan el sol, al que aman sin tregua, hasta dejar caer el último pétalo con el que besan los pies de las canteras.

Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 63

XLIV Estoy hecho de líquenes, cubierto de azafrán, rodeado por la luz de los duendes de mayo. Me encuentro aquí -sin ser de ningún lado-; porque este lugar es como los otros, lleno de tibieza. La sangre recorre mis venas de naranja en vísperas -o node la luna creciente. Soy hombre lobo que desertó de sus garras para yacer siempre al lado de los caminos.

Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 64

Soy figura triste, raíz de abeto; que sonríe al sol que cubre su pelaje. Me cubre el hollín: duermo en silencio, enamorado de la luna soñando que aúllo, desde hace tantos siglos que mi memoria confunde el mar con su bruma.

Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 65

XLV Días que caen. Lluvia de otoño. Al ser las cinco de la mañana: profanos, lentos, sin penurias, riquezas, plenos de savia, tinta de calamar. Estas nervaduras Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 66

ceñidas al eje que rodea las flores de menta. Aquellos días que lloran: sonámbulos, cerrados los ojos, apenas lejos de su tierra.

Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 67

XLVI ¿Cuál será el límite de la inocencia, la curvatura del deseo, el tiempo que duran las lágrimas? ¿Será la inocencia el recuerdo de otras vidas? ¿Por qué el deseo nos transforma en lágrimas sin límite, cuando la piedad descubre nuestros dedos cansados? ¿Dónde arderá el deseo de lo que ya no es posible? ¿Será ese lugar Nirvana o una cabaña en las afueras del camino? El tiempo comienza con las preguntas del pecho: Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 68

el latido ingrávido que recorre los narvales; las lágrimas no cesan: Ellas son la eternidad, el alma de los más tristes naufragios.

Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 69

XLVII Un día te dije que no te amaría menos que la luz a los astros; que estaría siempre a tu lado pese a todos los accidentes del camino; que sería testigo de todas y cada una de tus palabras; que guardaría con celo tu sueño desnudo y frágil. Hoy cuando nuestros caminos se han distanciado, aún sostengo mi promesa. Corro detrás de tus pasos sobre las nubes Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 70

que has convertido en hogar; vierto tu recuerdo inocente sobre los pétalos y las nervaduras de los árboles. ¡Descansa bajo el cuido de los nidos!: miro tus ojos igual que décadas atrás; espero que regreses al antiguo lugar que nos vio nacer, sin más razón que las caricias sencillas dispersas por el mediodía.

Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 71

XLVIII Haces que enmudezca, hasta que el dolor me atraviese el pecho, las vértebras, como cobre candente. No das tiempo para explicar mi pena de árbol solitario, para señalar el mundo que para ti he encontrado detrás de los reinos invisibles que pueblan los cuentos de niños y ancianos. Cada palabra tuya es alimento pero sigo famélico, vencido por la pendiente del Oeste. Haces que calle, Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 72

que llore sobre todos los desiertos, que cuente cada grano de arena en las arenas del tiempo. Me dejas exánime, desesperado; sin más fuerza que el recuerdo de tus labios dormidos. Persisto sin que ningún dios logre derribarme de este lugar donde he morado por siglos: sin agua, sin aliento, sin posibilidad de nombrar tu linaje.

Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 73

XLIX Tuyo es el nombre del ocaso, tuyas son las marejadas que acarician los continentes. tuya es la arrogancia de la mariposa extática; tuyos son los volcanes que diluyen el invencible granito. Todas estas cosas te pertenecen como te pertenecen mis palabras, como te pertenece mi silencio.

Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 74

L Sigo la senda del sonámbulo, libre de equipaje; sin atavío ni mecenas he encallado en este reino onírico, de aves que navegan en las corrientes vespertinas. Los cardúmenes me acompañan: uno a uno miro sus rostros de ceniza. He decidido lo imposible: la noche que no espera detrás del horizonte de yerbabuena.

Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 75

LI ¿Para qué roer los pies de los dioses cuyos pedestales no son de barro o agrietado mármol? Mejor verlos descender a la condición de frutos, de semillas dispersas por el calor del verano. Mejor quitarles las ropas: dejarles en su bendita ausencia de pudor -como graciosos delfines australes-. Mejor liberarlos de la maldición de retornar al cielo que es un mar inverso, aún más distante.

Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 76

¿Para qué ser cómplices de tan ajados ancestros; del lúgubre mito que llora nuestra pretérita ausencia? Quizás sea posible liberar sus alas de roedores infértiles para que busquen refugio en otras jaulas, para que dejen sus plumas en el piso de las catedrales, para que caminen entre sus hermanos y hermanas, en la ilusa tierra prometida libres de la torpe eternidad que habita sus cuerpos estériles.

Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 77

LII Contra el mar no tenemos arma, rito o estrategia. Tal vez una canción y nos sigan las olas. ¿Acaso podrás oficiar de Hamelin? ¿Acaso tocaré un caracol, flauta o guitarra?: para este dilema no tengo respuesta.

Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 78

LIII Tu piel es mi cuerpo: milímetro a milímetro me constituyes: con la inocencia pura de tu sexo despierto. En tu piel encuentro la última oportunidad de hallar algún rastro de mi alma. Perdida, descarnada como viejo esqueleto. Déjame cubrirte: que tu piel me llene de caminos y senderos Deja que te bese hasta la saciedad de las eras: que muera en tu templo Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 79

de puro cansancio a través de oraciones que nombren célula a célula tu infinita desnudez de inocente fauno. No quiero ser lo que soy si no es a través de tus poros, tus labios sagrados, tus lúcidos ojos, tus místicos dedos: aquellos que me han desgarrado como las tormentas desgarran las cosas que se erigen con la estupidez de la violencia.

Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 80

LIV Soy amo de las hojas marchitas, señor de las bestias de papel, soberano de todo lo que no existe. He levantado un poderoso imperio de guijarros olvidados por otros tantos mirlos. En mi mundo forjaré doce mundos más; cada más antiguo que el anterior para heredarlos a los dedos de mis pies. Dejaré que pasen las eras, los milenios: no me rendiré ante ningún asedio, ni ante la treta de la dulce esfinge de ojos verdes. Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 81

Bajo este palacio de cartón deshecho araré los campos y llamaré a un ejército de fieros ratones, armados de ternura. Nada ni nadie me quitará la capa hecha de harapos ni el yelmo de plástico: reclamo estos tesoros hasta que los tiempos sucumban, hasta que la eternidad se desgaste, me cubran las arrugas y los epitafios queden en blanco. Que desaparezcan todas las lápidas de todos los cementerios de todos los pueblos, de todos los mundos.

Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 82

Soy amo de las hojas marchitas, de las poderosas polvaredas que cubren los tejados: tras este poder me resguardo… -…sea pues-.

Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 83

LV Caminas como quien calla: dejando pasos mudos sordos por las cumbres luminosas de la ciudad La ciudad. es silenciosa como el bullicio que invade el corazón desolado.

Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 84

LVI Corremos bajo las lluvias de los meses más secos, arrastrando sombrillas que vueltas al revés, son reclamadas por el señor de los vientos. En los días oscuros miramos sin pereza al cielo hasta que éste se digne y nos regale una brizna de sol. Nos acompañamos uno al otro en la locura de nuestra gesta marcados por la epifanía de una lejana trompeta. Escuchamos en los rieles la voz de los viajeros, sin escatimar segundos Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 85

ni rendirnos ante las horas del tórrido tiempo metálico: Solo consumimos su sustancia, el efluvio que destila mientras se devora a sí mismo; para regalarnos instantes que pertenecen solamente a los ángeles que nos han visto llorar a escondidas, detrás de puertas recónditas.

Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 86

LVII Eres la razón de mi sinrazón, el camino que llevo a cuestas. Eres el preludio de candelabros que iluminan la claridad, la ínfima promesa de las más grandes gestas. Por ello te amo metáfora a metáfora, como todo lo humano; por ello te reclamo: lejano aullido de lobo solitario.

Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 87

LVIII Una vez quise decirte todas las palabras que intentan desbordarse por mis labios, hasta alcanzar tu esencia de estrella de la mañana. No es digno contarte que no pude articular más que una mirada: Con ella atravesé los mundos marchitos que nos separan. En ese entonces hubo un vaticinio del oráculo de las fuentes aún limpias de la montaña que me dejó sin aliento: Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 88

profetizó nuestro encuentro sin el peso del aire ni la tiranía de la garganta. El oráculo dijo nuestros verdaderos nombres como la sombra de la verdad y la mentira: Lo dijo al viajero del Este, dijo que estábamos amarrados por las agujetas de nuestras sandalias; que no teníamos razón alguna para luchar contra el destino que une los cuerpos en el abrazo ingénito de lo andrógino: Bajo esta profecía espero con las alas marchitas de terciopelo que un día -el menos esperado, el menos posible Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 89

el más lluvioso-, llegues y podamos correr tras las nubes gélidas de la Antártida.

Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 90

LIX El pez nunca muere por la boca: su naturaleza es callar, su única trampa es la mirada, ya que no cree en el agua que habita. El pecado del pez es la soberbia, que nace del prejuicio de la transparencia.

Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 91

LX Distante estás: apenas conmovido por los hechos, mientras invado tus ojos con torreones y balanzas. No das paso hacia ningún lugar parecido al pasado o distinto del futuro. Te atas al presente con garfios y anclas como si no hubiese puntos cardinales en tu preciso meridiano. Me llamas tanto como te alejas. Tus pies apenas tocan el suelo. Tienes la vista clavada: Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 92

no sé en cuál de todos los mundos que habitas. No sonrío; sé que la respuesta nunca vendrá de tu boca. Me arrastras a la quietud con la promesa de ninguna respuesta. Hablas desde habitaciones clausuradas, donde hace tiempo huyeron los fantasmas.

Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 93

LXI Soy el que fui porque soñé con mi cuerpo antes de ayer. Después del parto fui convencido por las cosas que apenas son: por el día, la noche los otros, con quien llegué, de quien apenas me despido. Vine nada más. Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 94

Sin anuncio vino mi cuerpo: apenas el tuyo. Caminamos: somos eso, somos todo.

Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 95

LXII Luego de nuestra despedida pareció que se acabasen los glaciares humeantes. Ninguno de los dos dijo nada ni miró atrás. Tuvimos la certeza de que todas las palabras, todas las miradas, estaban dichas. Al menos eso creímos: creímos en un final efímero sin rostro ni raíces, en una partida carente de origen. Como si el amor fuese un mal presagio cuyas semillas dispersa el viento. Creímos en la profecía de que todo está vacío, Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 96

sin lágrimas ni huella. Así nos encontró el tiempo, con las pupilas distantes.

Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 97

LXIII He cumplido todos los ritos necesarios para llegar a tus pies; he cantado las oraciones que convocan tu nombre; he viajado a los sitios donde se te venera. Venero tu nombre desde los dedos hasta los ojos que callan mi soledad. En este viaje encuentro casi todas las respuestas: tus ojos me recrean, me disuelven como la cera; tus ojos son el camino a todas las almas en espera.

Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 98

Sin alma me has dejado -estatua de sal-. Al borde del Mar Muerto la sal cubre mis heridas. Recuerdo tu nombre, limpio el dolor del pasado: quizás algún día serás sólo el pasado -la nostalgia de un nombre-, un cuerpo recorrido por la caricia de pupilas incandescentes que no cesan de arder. Incandescentes como el color del desierto: sombra de sombras, lucidez de manos que chocan, respuesta a todas las preguntas sin respuesta, Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 99

ni siquiera hechas.

Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 100

LXIV Digo amor como se dice presagio: fisura que rompe todos los ganglios. Digo amor como quien no recuerda el costo de la guerra, el fin de los océanos creados por el roce de la piel. Digo amor que es palabra que todo lo descubre: la soledad del pelícano, el viaje del ermitaño, el cincel y la roca. Digo amor: lo digo con tu nombre pleno de palpitaciones, rebosante de augurios, Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 101

lago de promesas inquietas en el Jardín de las Delicias.

Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 102

LXV Mis palabras nunca pasan por las ciudades, por las aceras de las calles sin fin; ni siquiera por el sol que cae sobre las ventanas de las ciudades que me invaden el estómago. Las ciudades me reducen a la impotencia del silencio: son el olvido de nuestra tragedia, abandono de los orígenes más remotos cuando se crearon todos los mundos, cuando las divinidades poblaban la Tierra y retozaban en los prados bajo las sequoias enanas. Las ciudades nos engullen y regurgitan: sombras abandonadas de todo lazo Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 103

de todo cuerpo, de todo esfuerzo por mirar las estrellas.

Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 104

LXVI EXISTES: lo cual es decirlo todo. Con esa palabra llenas el vacío entre los mundos, las fosas abisales, las tormentas de Júpiter. EXISTES -sólo eso-, como si no hubiese más espacio en mi pecho. Ahí palpitas: me llenas, me vacías con una palabra Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 105

bajo la cual cabe el mayor de los cometas; el más ínfimo grano de polen. ¿Para qué recurrir a los diccionarios, a las demás vocales y consonantes, si entre la E y la S todo aparece, todo se engendra?

Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 106

LXVII Amo tus palabras, el azul de tus verbos, inclusive la caricia del silencio que te rodea cuando miras las estrellas. Amo tu cuerpo porque sé que no eres la carne o el hueso desnudo, sino el espíritu de los tejidos que abrazan al tiempo con ternura. Amo tu sexo disperso sobre mi piel porque agrede mis poros hasta el límite de lo soportable. Amo tu calma; la ira de tu compasión. Amo tus manos Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 107

cuando señalan al sol. En cada cosa que de ti amo encuentro la razón del viaje, del exilio.

Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 108

LXVIII Supuse que habías partido hacia el lugar donde todos huyen en la mañana. Pensé que se trataba de un adiós más sin la promesa de retorno o el comienzo de un nuevo periplo por mares remotos. No miento si digo que me embargó la tristeza: sombra que golpea la flor; no exagero si digo que me llenaste de risa cuando vi tu figura lejana en la vereda.

Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 109

LXIX No existe razón para detener el paso, aunque haya ríos gigantescos en los caminos, aunque las montañas lleguen a tocar la silueta de la luna. No existe argumento si los desiertos se extienden por centurias. Si los mares de arena incumplen con la finitud; aun así, caminaremos: te llevo me llevas paso a paso,

Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 110

por los abruptos abismos por los cielos fríos y púrpuras contra todo pronóstico de huracán, el futuro nos espera.

Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 111

LXX Estás marcado por las bestias de antaño y los sueños de mil generaciones. Eres animal enhiesto del futuro: henchido de corazas de liviano lino. El mundo no soporta el paso de los dragones por las avenidas furiosas de la ciudad: ahí sólo hay frío, desolación que no desea ver tu fuego de volcán iracundo.

Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 112

Desde hace décadas las corazas desaparecieron y no hay nada que proteja la roja materia de tu corazón; hace tan sólo un año se escuchó el último rugido cuando migraste lleno de tristeza al Sur con las bestias polares del Norte.

Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 113

LXXI La vida se parece a los mangos; a ramas de verdes olmos. La vida no espera porque la llaman desde remotos parajes. La vida es como los ríos: rebota contra sus márgenes, como si quisiese invadir el mundo que queda y que se va. La vida es el camino: ruta de especias migrantes, aullido de lobo desterrado de la cálida manada. La vida no tiene palabras: ella misma dio a luz; verbos y adjetivos en complicidad con el dios de las praderas. Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 114

La vida es premura sobre la calma de los lagos: la vorágine de las cascadas la eternidad del orgasmo. Tiempo doloroso e infinito de los partos; se parece demasiado a sí misma cuando nos sonríe desde lejos, apenas estando cerca, cuando nos lleva de las manos entre ortigas y espinos.

Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 115

LXXII Nos amamos en solitario entre restos de antiguos festivales, no quisimos que nuestro amor se conociese en las urbes. Únicamente lo compartimos con los árboles cargados de orquídeas y pétalos aplastados por las lágrimas de los tucanes. Tuyo fue mi cuerpo de pez escurridizo, mías fueron tus miradas de estrella vespertina. El amor era todos los tiempos, era el ruido de las monarcas que regresan al rígido Norte. No hubo conjuro -hechizoMaynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 116

salvo la luz, los faroles de los grillos. Detrás de la fría mañana nos descubrimos, siendo caminantes, cómplices del tercer canto místico del gallo; del repicar las campanas sobre los pastizales de las ostras.

Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 117

LXXIII Las páginas que hemos llenado a través de los siglos son el linaje turqués que arrastra el viento del Oeste. Sostienes mi mano agrietada desde hace ya demasiados pedruscos; te cubro con la mirada para que no te atrapen los planetas olvidados; Siendo dos, también somos multitud que se aglomera en las esquinas, bajo las alfombras tejidas de la lejana Persia. Somos jauría de furiosos gatos en celo que se ha dispersado porque las garras les duelen Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 118

más que el sexo. Nuestro libro es un largo canto, recuerdo venido de otras naciones, de otros linajes, habitante de un país diminuto en una isla olvidada por los hombres y por los dioses. Hemos grabado en el aire el árbol de la historia con la tristeza del topo y las cavernas, sin dejar que ninguna rama quedase escondida: Ahora esperamos que el libro florezca, que el árbol dé los consabidos frutos que comerán nuestros hijos.

Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 119

LXXIV El viento sopla entre los juncos de mayo invicto; detrás, el sol es confidente de lo ínfimo, lo agreste; las hojas decaen: una a una todas, esperando la brisa que aquí se engendra; una gota cae, gigante, terrible como el cielo en días desesperados;

Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 120

las nubes suben hasta la luna graciosas y ligeras; mayo no espera, ni dice cuando partirá de prisa hacia otras islas; mayo es caminante de lluvias, orgasmos -de flores en ruidoso celo-.

Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 121

LXXV Los versos podrían construir murallas que nos resguarden de las marejadas; pero, han decidido no hacerlo. Los versos no pretenden ser la materia de ninguna cosa que pese más que el aire. Los versos son los pasos migrantes que no pueden caer bajo ninguna frontera, bajo ningún reino resguardado por la violencia. Los versos existen y a veces no, cuando han decido encallar en los labios olorosos a canela.

Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 122

Los versos son lo único que nos queda cuando el amor vuela hacia otras tierras: el amor se los lleva colgados sin apenas saberlo.

Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 123

LXXXVI Caminas sobre continentes, viajero incansable de los océanos; buscas la paz en otras tierras por no encontrarla en la tuya. Caminos se abren a tu paso. Viejas ciudades se han hecho polvo, los muros se han deshecho todos -incluso los de dura roca cámbrica-. En ningún país ha habido amor, tan solo las voces de la guerra, uno que otro cuerpo sin rostro que nos ha permitido olvidar. La paz es una flor extraña: Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 124

abre sus pétalos bajo la luna en secretos manantiales -carentes de mapas-: podría ser otros ojos que despierten a tu lado en el lecho, una voz cercanamente distante que diga tu nombre un millón de dulces oscuridades.

Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 125

LXXVII ¿En qué lugar podemos dejar las corazas, las lanzas, para que no se hieran los dedos propios ni el corazón ajeno; para que la muerte emigre hacia lugares deshabitados de los que no pueda retornar; para que las puertas puedan ser abiertas y la luz de la primavera invada nuestros muebles de oloroso cedro? ¿En qué lugar podremos desnudarnos sin el escarnio de la vergüenza; esperar ahí el retorno de los cometas, el lila de las flores arbóreas, Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 126

las canas de ancianas y viejos, la fiesta de los niños mientras crecen? ¿Qué lugar será ese donde llueve al amanecer cuando regresamos del mar con las canastas repletas de pescado? ¿Habrá un lugar así: parecido al que ven los osos, las aves cuando terminan el nido; un lugar que carezca de asfalto, de infinitas torres de metal dónde podamos oler la paz soleada del mar?

Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 127

LXXVIII ¿Acaso rejuveneces revestido de ALDABAS conjurando el poder inseguro de los mitos? ¿Acaso tu paso se hace más rápido si te pones de puntillas, si subes los promontorios que encuentras descuidados por el ángel de la mañana? ¿Acaso el tiempo ha sido benévolo sin cobrarte su precio en oro líquido -por cada consejo que te ofrece-? ¿Acaso una hermosa palabra -palabra para diez mil preguntasinocente -cruel como ningunaMaynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 128

ha llenado de víctimas los siglos, con un filo aún más profundo que el de los sables de acero.

Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 129

LXXIX Detrás de la cascada: Luz, musgo, lluvia fina, arco iris diminutos naciendo por doquier, viento que arrastra la bruma. Olvida los goterones cristalinos, redondos; cargan el mundo de hadas, sílfides, Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 130

duendes. Aquí reposan las piedrecillas atrevidas. Bajo el lago diminuto nadan peces de colores. Sólo aquí todo está lejos: la mañana, la luna, los astros más atrevidos que arrastra consigo el lento atardecer.

Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 131

LXXX Nazco todos los días, lo mismo que las estrellas, abandonado en este desierto de fértiles ovejas. No soy el mismo que ayer o que el siglo pasado: sólo me quedan restos fósiles. No pienso en la eternidad del día de mañana -sería intuir cumbres como praderas-. Aborrezco la rapidez con que pasa la luz delante de mis ojos acostumbrados a los segundos. Hace millones de años dejé de pensar en ríos Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 132

-los veo como bloques de lento cristal-. El aroma de las flores me llega duro e hiriente mientras acomodo almohadas. En el viento lo lejano cada día se me hace más lejano. De cerca me dedico a los colibríes. Nazco todos los días igual que el denso rocío que te cubre de espejos como océanos de un primitivo mundo sin risueños dinosaurios.

Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 133

LXXXI Gaviotas asolan viejos faros donde el fuego griego ya no crece ni se encienden las bombillas gigantes del siglo XIX. Provienen de antiguas orgías donde perdieron las plumas y un poco quizás la inocencia. Algunas han realizado el viaje con el fin de morir sobre las rocas más escabrosas, sin que el horizonte les mire las manos. Algunas vienen a saludar a viejos hermanos que desde hace mucho no han podido abrazar. Algunas han olvidado su propósito y miran el sol de la tarde como si este tuviese una respuesta de fácil transparencia.

Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 134

Algunas están aquí porque un antiguo líder o una desconocida profecía lo anunció. Algunas están por el sólo hecho de estarlo. Algunas no saben que son gaviotas.

Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 135

LXXXII Tres veces has anunciado tu huida mientras permaneces firme sobre el barro hirviente. No puede haber huida donde no hay destino. -Tus ojos relatan la angustia que tus labios se niegan a pronunciar-. Serán otros mapas los que esperen el turno; los tuyos han sido callados por la voz del viento otoñal.

Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 136

LXXXIII Estoy cubierto de pies a cabeza por derrelictos, mausoleos dejados al libre albedrío de las hierbas y los abedules. Si no fuera por la guerra interminable entre hormigas y orugas, ya habría huido hacia el país de los hombres de cuarzo. El cielo al cual imploro la destrucción del destino no escucha las plegarias de los animales bípedos. Exánime cual dios de paja en la noche oscura de los mártires, siguiendo tus pasos incansables, interpongo todos mis bríos de saltimbanqui. Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 137

Un día no muy lejano me abrazaré a tus pies: al fin podré cubrirme de polvo. Convertirme en piedra bajo el cielo rojo de la mañana.

Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 138

LXXXIV Tras la tormenta de meteoritos vino una ventisca de milagros: vimos tu sombra penetrando las semillas, posada sobre el lecho tibio de los amantes fugaces. Hoy nos queda el recuerdo, los más diversos retoños, la primavera, el sol de invierno. Quizás mañana los asteroides cambien de nuevo su errático periplo. Quizás mañana haya floración. Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 139

LXXXV Has domado fieras, antiguas castas de ratones; en un intento por redimirte de tu propio silencio enraizado en el cielo; navegando en riachuelos sedientos. Te has declarado poseedor de lechos de piedra donde descansan tus amantes. Las palabras no son ahora amigas, ni siquiera los grandes sustantivos de roca volcánica, que una vez te domeñaron con su obvia templanza agónica. Cabalgas las sombras, las nubes eternas, Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 140

las praderas gigantes de Atacama; nombrado señor del Este y del Oeste por la furia de las tormentas del Golfo de México. Caminas sobre las aguas del Titicaca sin la presunción del santo; -sí con la sonrisa graciosa de esquivo fauno-.

Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 141

LXXXVI He dado de beber a las mariposas para que su imberbe vuelo no se agote jamás. He llamado al pastor de las flores para que agite con tibieza nuestro rebaño. Creo que hemos llegado a la centuria sin hacer cálculos de cuántos han sido nuestros pasos. Te miro ahí como rebelde círculo de humo: entre más lejos, más cerca. Sonríes con la astucia de los zorros azules. mientras crece el árbol de los proverbios. Leemos las historias de fuego y arena:

Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 142

la vida apenas comienza a despuntar entre las ramas de eucaliptus salvajes.

Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 143

LXXXVII Raramente nos miramos más allá de las manos. Nuestra alegría no es la risa de los elefantes, aunque se le parece de lejos. No son necesarias palabras para tejer con estrellas las noches del cielo boreal. No nos buscamos debajo de las alfombras ni detrás de los retratos roídos de mansiones fantasmales. Al colorear la mañana somos árboles de ceniza, trozos de pergamino sobre los que nada ha sido escrito, a los que ya nadie recuerda.

Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 144

LXXXVIII Has encanecido como el Himalaya: testigo de siglos y siglos, de la mano dadivosa de Buda. Tu piel se ha arrugado sin que tus ojos se marchiten: dos soles que me abrazan como truchas clandestinas de Gibraltar. Tu paso es lento. Mendigas trozos de pan. Las palomas de los templos te cuidan con ternura de viejas matronas. Has olvidado tu lugar de nacimiento.

Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 145

Llevas una raíz de baobab como bastón: con ella señalas el origen donde puede ser que reposen tus muertos, tus ancestros, tus retoños de madreselva. Descansas bajo un árbol pleno de magnolias y espíritus. Respiras con tranquilidad saboreando los recuerdos que esparce la brisa sobre las dunas de la Luna Poniente

Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 146

LXXXIX Un ángel ciego reposa sobre la aldaba: sus alas son las llaves de fértiles campos -de maíz, cebada y trigo-: sus manos no pueden abrir ni cerrar las puertas de la lluvia. Sobre la aldaba parece que llora un ángel al que le han arrancado de golpe los ojos: la lluvia fría apenas consuela y el día ni siquiera amanece.

Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 147

Los ángeles nos han visto llorar

Mayor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercialCompartirIgual 4.0 Internacional License Heredia-Costa Rica-Enero-2016

Maynor Antonio Mora Esta obra está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License 148

Lihat lebih banyak...

Comentarios

Copyright © 2017 DATOSPDF Inc.