Los Aguacates / Antología Litoral del Relámpago, 2003.

June 12, 2017 | Autor: R. Ferrera-Balanq... | Categoría: Narración Cuentos, Cuban-American Literature, Gay Latino Studies, Centro Yucateco de Escritores-Mérida
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Descripción

Los Aguacates Raúl Moarquech Ferrera-Balanquet

Estamos pasando unos días terribles. Anoche recorrí las calles de Palmar buscando quién me prestara una carretilla y, pese a que aún no habíamos vendido toda la carga de aguacates, Julio insistió en dejar el mercado municipal a las tres y veinte cinco. Hace siete días que la venta está floja. No sé que le sucede a Julio. Siempre ha sido muy responsable, pero desde que anda detrás del hocico de Juanica no quiere ayudar en el trabajo. ¡Cómo hay hombres que cuando están enamorados se embobecen por la mujer y lo pierden todo! Así le pasó al compadre Miguel. Tres años, tres pinches años enamorando a Elisa y cuando menos lo pensaba, la muy rebencúa se fue con un hombre que la engañó para llevársela a la ciudad. Ahí estuvo el compadre sin comer quién sabe por cuánto tiempo y, al final, cambió el hambre por el aguardiente cuando vineron con el cuento de que Elisa andaba por las calles de la Zona Rosa envuelta en un vestido negro que le apretaba las tetas, con unos tacones prestados y fumando cigarros. ¡La Elisa fumando! Ahora el dichoso hombre, cada vez que se emborracha, le da por decir que va a ir a buscar a Elisa y la va a traer de vuelta al pueblo. Todo el mundo sabe que es cosa de borrachera y nada más. Vamos a ver si a Julio no le pasa lo mismo. Al menos, Juanica es una mujer sencilla, siempre está sonriente y no se pone esos polvos rojos que venden en la quincalla de El Árabe. Estos hombres no sé dan cuenta de lo que sucede en sus cabezas y se dejan dominar por el amorío. A mí me parece que las mujeres los dejan porque se vuelven tontos y ¿para qué uno quiere un hombre bobo? ¡Yo digo! Porque yo si algún día, algún día me encuentro un hombre así, mejor huyo. ¡Uh! Un hombre... un hombre enamorado de mí. Eso me huele a cosas de pendejos. ¿Será que los hombres se enamoren de otros hombres? Yo no sé si yo me puedo enamorar de otro hombre. ¡Qué va!, yo de pendejo comiendo mierda como Julio. ¿Y después… Si me dejan, voy a estar sin comer y emborrachándome? ¡No. Qué va! Ní porque la Juanga canta eso de que: “me voy a

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enamorar de un ser divino que me va ayudar a olvidar el pasado”. Y esta carretilla casi llena. Mañana van a estar a punto de madurar. Julio no se da cuenta que con lo que el viejo trae a la casa no es suficente, y nosotros no vamos a comer todos estos aguacates. Aunque, a decir verdad, yo me comería una buena parte con arroz blanco y unos huevos fritos, haría un puré de aguacate, le pondría unas gotas de limón, mezclaría el aguacate con el arroz blanco y después estrellaría los huevos fritos sobre la mezcla. Esta carretilla da para diez y ocho comidas de éstas. Los aguacates se pudren rápido. Y Julio va a mil y de contra me deja a mí la carga y la carretilla. Hace cuarenta minutos que dejamos el mercado y no habla nada. ¿Me prestarán la carretilla mañana? Estoy harto de esta vida. Siempre es lo mismo, caminando todo el día, tratando de negociar la venta, ganando muy poco. Un día de estos me voy para la ciudad y sanseacabó. En Palmar las cosas nunca cambiarán. Papá lleva años ordeñando las vacas en la finca de Don Rosendo. Mamá se levanta a la cuatro de la mañana a hacerle el desayuno. Depués de tomar el buchito de café y comer lo que quedó del pan de ayer, el viejo desaparece por la guaradaraya y no lo vemos hasta las siete de la noche. Llegando a la finca de Don Rosendo comienza a ordeñar la vacas, limpia los corrales, les da de comer, las baña y hasta les habla. Y ellas, que lo conocen tan bien, reconocen su voz. Cuando regresa se da un baño antes de cenar y después se sienta en el taburete que está a la entrada y con la mirada fija en las estrellas, solitario, se envuelve en su propio mundo. Hace tiempo que no acompaño a papá a la finca; desde que nos encontró a los hijos de Estaban y a mí templándonos a la marrana Susurro en el establo que da a los platanales. Mamá sí tiene una vida jodida. ¡Nunca he visto a una mujer que trabaje más que ella! Tan pronto que el viejo se va, comienza a cocinar, lava las pocas ropas que tenemos, las sábanas y el mantel que Julio le compró hace dos años, limpia el bohío, da de comer a los animales y a eso de las cuatro de la tarde está lista cocinando la cena. Porque todos vamos a comer a la casa por la noche, incluyendo a mi hermano Antonio, su mujer y sus dos hijos. Después de la comida, friega el montón de platos, las cazuelas y da las sobras a los perros. Papá se acuesta a la diez de la noche, pero la vieja, todavía, aún, sigue trabajando.

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Bueno, menos mal que ya nos falta menos de un kilómetro. Julio está acelerando la marcha. Cuando llegue a casa, debo descargar los aguacates y devolver la carretilla a Jacinto el carbonero. Lo tendré que hacer solo, este no llegará a la casa hasta la hora de la cena. —Oye Julio. ¿Me vas a ayudar con la carga? —Ahora tengo muchas cosas en la cabeza y no puedo ordenarlas. Bueno, sí seguimos así va a quedarse como Ismael el pasmado... Un día, Ismael empezó a decir que quería inventar cómo recoger mangos sin subirse a la mata y se sentó debajo de un cocotero. Allí pasaba horas y horas. Cada vez que alguien le preguntaba ¿qué haces?, respondía: “No, ahora no puedo atenderte, estoy pensando.” Así se quedó el pobre: sentado bajo la mata de coco y todavía está allí. Pensándolo bien, desde que yo tengo uso de razón, Ismael está sentado bajo el cocotero y ya tengo diecisiete. Bueno, vamos a ver cuántos años Julio se va a quedar pensando en Juanica. Pobre de él sí empieza a darle vueltas a la casa de Juanica y se vuelve un trompoloco, sólo servirá como payaso de un circo. Menos mal que ya estamos llegando. No debería pensar así de mi hermano. Sería bueno si él y Juanica se casan. Se perdió ese cabrón. Iré a casa a descargar los aguacates. Me siento como un trompoloco de tanto pensar en todo esto. Seguro que mamá está preparando un buen guisado. Ayer el viejo nos llevó unos filetes de lomo de primera. Desde la semana pasada comemos sólo sopa y la leche fresca que trae de la finca de Don Rosendo. ¡Uh, allí está Rolando; y mira hacia acá! Me parece que ese quiere algo. Y sé está tocando la portañuela. ¿Me sabrá algo ese cabrón? Después de devolver la carretilla voy a bañarme al río y me tiraré debajo de la mata de tamarindo a descansar. Sí, ese cabrón quiere algo. Ójala que lo encuentre en el río algún día. ¿Y Julio? Se me perdió. Bueno, menos mal que ya estoy en el pueblo. ¿Qué haremos mañana para vender la carga?

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