Los actos de habla

June 28, 2017 | Autor: Y. Garcia Fernandez | Categoría: Filosofia Del Lenguaje, Lingüística, Pragmática, Actos de habla
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Descripción

Semántica y Pragmática del Español.

Yolanda García Fernández.

LOS ACTOS DE HABLA

En el principio era el verbo. San Juan. En el principio era la acción. Goethe

01. Introducción……………………………………………………………………. 2 02. La teoría de Austin ..………………………………………………………….... 3 03. La hipótesis de Searle………………………………………………………….. 6 04. Clasificación de los actos de habla ………………………………………….… 7 05. El estudio de Ariza ………………………………………….…………………..8 06. Algunos casos y ejemplos interesantes ………………………………………... 9 07. El significado de los términos ………………………………………………... 11 08. Conclusión ……………………………………………..………………………15 09. Bibliografía …………………………………………………………………… 17

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1. Introducción.

El lenguaje, pieza clave en nuestra evolución, se revela como un elemento que participa en la realidad de los seres humanos interactuando con factores que no pertenecen al ámbito estrictamente lingüístico. De este modo hemos comprendido que el lenguaje deja de ser una mera herramienta de descripción de la realidad para formar parte de ella, modificarla, transformarla y crearla. Con el presente trabajo nos proponemos explicar brevemente, en primer lugar, qué son los actos de habla, y exponer algunas de las teorías sobre ellos, propuestas por los principales filósofos del lenguaje, John L. Austin en su obra póstuma, Como hacer cosas con palabras: Palabras y acciones, y John Searle que desarrollaría el análisis de Austin sobre los enunciados de acción o los enunciados performativos.

Dentro de la clasificación de los distintos actos de habla, nos ha llamado más la atención los denominados “expresivos” por el filósofo J. Searle y dentro de este amplio grupo concretamente los insultos. Vamos a hablar pues, sobre insultos y palabras malsonantes. Nos llenaba de curiosidad la evolución de estos signos lingüísticos que habitualmente empleamos en tantos contextos. Para ello hemos consultado el libro del profesor Manuel Ariza, catedrático de la Universidad de Sevilla, Insulte usted sabiendo lo que dice y otros estudios sobre el léxico. En esta obra de Manuel Ariza, se recopilan diecinueve estudios publicados en distintos libros y revistas. En él se tratan trabajos sobre determinados campos léxicos: La mentira, el sexo, la religión, el insulto, la belleza, etc., tanto desde una perspectiva histórica como sincrónica. Nosotros hemos elegido el insulto para nuestro trabajo como excusa para ejemplificar la Teoría de los Actos de Habla de John L. Austin y hemos decidido seleccionar los ejemplos que nos han resultado más interesantes y curiosos propuestos en el trabajo de Ariza, siempre en relación con los actos de habla. El estudio comparativo entre los regulares diccionarios del español y el contenido de las diferentes palabras que hemos sometido a estudio, nos habla también del tipo de sociedad al que pertenecen, el régimen político sincrónico o la moral dominante. Así como su exposición o su censura según la época de edición de estos diccionarios. Como bien explica Ariza en su introducción a la exposición de las fuentes consultadas, no hay que pecar de ingenuidad. No podemos pensar que por el hecho de no encontrar determinados vocablos en las fuentes correspondientes a determinadas épocas, no signifique que éstos no existían. La fuente oral, incide el autor, ha pasado a formar parte del corpus de referencia desde 1975. No nos atrevemos a pensar que no se dijeran, pero sí, desde luego, a que no se podían decir. En definitiva, el estudio de estos singulares actos de habla desde las estructuras de poder, es decir, desde lo que se permitía escribir, expresar o finalmente editar en según qué épocas, constituye un reflejo en paralelo de la historia de nuestro propio lenguaje, o lo que es lo mismo, de nuestra propia historia.

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2. La teoría de Austin. El filósofo inglés John Langshaw Austin, filósofo británico nacido en 1911, es una de las figuras más relevantes en lo que se ha llamado la filosofía del lenguaje. Con un libro póstumo se convirtió en el creador de la Pragmática al constatar que hablar es realizar actos. Observó que existen enunciados que al ser formulados, si se dan determinadas condiciones impuestas socialmente, realizan la acción que expresan y que sin estas, el acto sería nulo. Asi, en los años sesenta elaboró una teoría que se conoce como Teoría de los actos de habla. Un acto de habla en Pragmática constituye un fragmento de habla con una determinada intención comunicativa dentro de un contexto. Austin quería diferenciar entre oración (lingüística, significado) y enunciado (pragmática, acciones en emisiones concretas). J.L. Austin distinguiría entre tres tipos de actos diferentes, el locutivo, el ilocutivo y el perlocutivo, sobre los que ahora veremos algunos ejemplos. ►El acto locutivo consiste en combinar determinadas unidades para designar la realidad. ►El acto ilocutivo sería la intención con la que se emite el enunciado (como informar, preguntar, insultar, etc.). ►El acto perlocutivo constituiría el efecto que produce la intención comunicativa del emisor en el destinatario. De acuerdo con Austin, el acto ilocutivo se produce en la medida en que la enunciación constituye, por sí misma, cierto acto, entendido como transformación de las relaciones entre los interlocutores. Este filósofo se centró en el estudio de los verbos que denominó performativos o realizativos como prometer, demandar, jurar, acusar, insultar entre otros. Y llegó a la conclusión de que los insultos no eran de interés para un estudio de la teoría de los actos de habla. Sin considerar que si no se estudiaban, se negaba un aspecto importante de la comunicación en las relaciones humanas. El insulto viola el principio de cooperación, que presupone la buena voluntad de los hablantes para llegar a un intercambio comunicativo fructífero. Como acto de habla, el insulto provoca una ruptura, la no comunicación. Viola las normas de la Pragmática y de la sociedad en general. El insulto como agresión es una amenaza directa. La fuerza ilocutiva del insulto no proporciona en si misma, ningún beneficio para el oyente. Implica además, la necesidad de una disculpa por parte de quien ofende para restablecer de nuevo la comunicación entre oyente y hablante. Es por tanto, un acto de habla negativo. Veremos un ejemplo de los actos de habla en la teoría de Austin, tomando para ello el término gilipollas, cuya evolución en el significado y variabilidad se detalla más adelante, en el apartado de análisis sobre el estudio de Manuel Ariza. Dentro del apartado de los actos ilocutivos encontraríamos lo que para Austin son los enunciados performativos, aquellos que no presentan un hecho sino una acción. En este caso el insulto pasa de ser un mero recipiente de contenido para ser una acción que

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puede resultar adecuada o no, a la situación comunicativa. Mención especial necesitan los actos de habla indirectos ya que suponen un serio contratiempo en la teoría de Austin. Actos de habla indirectos Cuando el hablante quiere decir algo ligeramente distinto de lo que realmente expresa, estamos ante los actos de habla indirectos, que como acabamos de referir representan un revés en la teoría de los actos de habla. En los actos de habla directos se realiza una interpretación literal del enunciado emitido, de la estructura gramatical y del léxico empleado. Para los actos de habla indirectos sin embargo, se realizan dos actos al mismo tiempo. Uno, la interpretación literal y otro que no es la literal. Esta segunda interpretación depende del contexto y de la capacidad del destinatario para inferir la verdadera intención comunicativa del hablante. ¿Por qué?, porque: • • • •

No siempre que se pregunta se espera respuesta. Ni siempre que se afirma, se quiere afirmar. Ni cuando se pregunta se quiere preguntar. Ni cuando se manda se quiere mandar.

Así que nos encontramos con un acto ilocutivo diferente del que su forma lingüística haría prever y desaparece por tanto, la relación constante entre forma gramatical (significado) y acto ilocutivo (acción comunicativa). A partir de lo citado observemos los siguientes ejemplos: Acto locutivo:  Es un gilipollas. Constatamos un hecho, es explicito. Informativo. Observamos que se utiliza la 3ª persona. Es un enunciado constatativo: puede ser cierto o no, dependiendo de la realidad a la que hace referencia. Designaría una realidad. Acto ilocutivo:  ¿eres gilipollas? En esta enunciación aunque se formula como pregunta, no se espera respuesta. Es una pregunta retórica.  ¡! Gilipollas ¡!, puede utilizarse para insultar o para que alguien deje de hacer algo (si llamamos gilipollas a una persona mientras conduce y vamos en el mismo vehículo, el efecto que se busca normalmente es señalarle que se ha equivocado, no insultarle).  Porque eres gilipollas….Aquí, el enunciado es una táctica argumentativa. Es un enunciado performativo, no representa un hecho sino una acción, la del insulto

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en este caso. Y puede ser adecuado o no a la situación comunicativa. De cualquier modo, la intención misma del insulto, es insultar.  Ej. Si no fuera porque soy educado, te diría que eres un gilipollas. Este acto ilocutivo presenta una forma condicional y de negación, cuando la fuerza ilocutiva que presenta es otra. Se trata de insultar también al interlocutor, y al emplear una forma subordinada se consigue un efecto diferente al empleado en el ejemplo anterior. Se pretende que sea el destinatario quien asuma la afirmación pudiendo el emisor negar su autoría gracias a la forma condicional.

Acto perlocutivo El insulto se refiere al acto perlocutivo. A la intención del emisor y al efecto que adquiere para el destinatario. Dependiendo de la reacción del interlocutor, estos mismos actos ilocutivos pueden transformarse en perlocutivos o no. El destinatario de la intención comunicativa puede:  sentirse afectado por la agresión verbal.  efectuar una acción violenta al recibir el insulto.  permanecer impasible, sin prestar atención a la provocación. Cualquiera de estas acciones transformaría el enunciado en perlocutivo porque modificaría la actitud inicial del destinatario al realizarlas. Por otro lado no hay que olvidar que, es señal de inteligencia y de autocontrol no responder con violencia al insulto. Desde luego es incuestionable que la intención del hablante puede modificar la palabra más tierna en un insulto y el insulto más duro en una alabanza. Aunque sabemos que el insulto es verbal, hay una parte significativa en el lenguaje no verbal. De manera que el tono exaltado al pronunciar un ¡hijo de puta¡ o un ¡cabrón¡ si se acompaña de algún gesto no verbal, refuerza el insulto. Un corte de mangas, unos cuernos, un dedo. En el insulto como en la música, casi todo depende del tono. Todo puede ser un insulto si se encuentra el tono y el marco adecuado, menos su definición. La definición semántica del término es invariable. Veamos un ejemplo de lo citado en el siguiente acto de habla en el que informamos a un interlocutor acerca de otra persona: -

Es un ladrillo de tío, ¡no hay quien le aguante!

El término ladrillo vendría a significar para el destinatario que la persona de quien recibe la información es un pesado o un aburrido; pero si acudiese al diccionario a buscar la definición se encontraría con:

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Masa de barro, en forma de paralelepípedo rectangular, que, después de cocida, sirve para construir muros, solar habitaciones.

No obstante, esta teoría de Austin tenía sus deficiencias ya que un acto constatativo incluso sin verbo realizativo explicito, puede realizar una acción. Ej. Es posible que le diga mañana que es un gilipollas. Puede ser cierto o no, podrá decírselo o no pero indica una determinada acción. Por tanto la primera premisa pierde fuerza. Los adverbios de tiempo, restarían fuerza a la verdad o falsedad del término, pero desde luego indicarían la posibilidad de la acción.

3. La hipótesis de Searle.

John Rogers Searle, nacido en 1932 en Denver, Colorado, es especialmente célebre por sus contribuciones a la filosofía del lenguaje en relación al funcionamiento del pensamiento humano. Searle constataría la dificultad en la teoría de Austin. Para Searle existían deficiencias en ella, porque entendía que a cada estructura lingüística le correspondía un acto de habla concreto. Searle añade a la teoría de Austin que, toda actividad lingüística es convencional y está controlada por reglas, asumidas por todos los participantes en la comunicación lingüística. Y propone un modelo que recoge: • Tanto las características formales de la oración emitida,

• Como las circunstancias que deben darse en la emisión para realizar con éxito un determinado tipo de acto.

Por ello, para este filósofo la relación entre fuerza ilocutiva y lingüística es regular y constante. El lenguaje, por lo tanto, no es solamente una herramienta para describir el mundo, sino que se concibe como un tipo particular de acción, donde entra la intención comunicativa en juego. ¿Cómo es posible decir una cosa y además decir otra y algo más? ¿Y cómo es posible que el destinatario lo interprete correctamente? Lo cierto es que los niños deberían poder explicarlo, ya que tienen una capacidad de inferencia fantástica.

Estas preguntas llevan al filósofo del lenguaje a comprender que debe haber algún factor capaz de modificar la interpretación literal sin que se produzca un acto fallido de comprensión. Cuando las condiciones no se cumplen en alguno de los aspectos, las consecuencias del infortunio varían en función de cuál sea la regla infringida. En 1969, Searle argumentará que las oraciones empleadas en los actos ilocutivos indirectos satisfacen algunas condiciones secundarias necesarias para el acto indirecto realizado. Un ejemplo de ello serían las llamadas condiciones de sinceridad, de manera que es a 6

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través de estas condiciones tangenciales como se conoce la satisfacción de la condición esencial del acto de habla. Hay diferentes propuestas al respecto. Así los defensores de la hipótesis realizativa dan validez a la realización del predicado, ya sea tratándose de una petición de información o de una petición de acción dentro por ejemplo, de una oración ambigua. Sin embargo esta hipótesis no se sostiene ya que nos encontraríamos con múltiples estructuras sin fin y por tanto múltiples interpretaciones hasta el infinito, en potencia por lo menos.

Otros teóricos introducen dentro de la condición de sinceridad, diferentes condiciones de sinceridad, de este modo al formular la pregunta o la afirmación, el enunciado en definitiva cualquiera que este sea, se establece ya el acto de habla. Contraviniendo así la teoría de Searle que negaba a la oración la posibilidad de ser la unidad mínima de comunicación humana por que no se había producido. Searle saldría al paso de estas afirmaciones con nuevas teorías para desmontar las anteriores que vienen a dar buena cuenta de que este campo está todavía en vías de conocimiento y estudio, sin certezas al respecto. No podemos olvidar así mismo, la teoría sostenida desde 1978 por Morgan. Este autor argumentaba que los actos indirectos son actos convencionales propios del uso de naturaleza cultural, situando a medio camino estos actos entre la Pragmática y la Gramática. De poco sirve afirmar que la oración y el acto de habla están unidos firmemente si en último término dependen del contexto de la emisión y no de su forma lingüística. Interesante es también la postura de Franck que, en 1981 indicó, que la comunicación es dinámica y por tanto, está en construcción constante. De manera que no es que sean imperfectos en su indeterminación los actos de habla sino que es condición sine qua non, para una conversación fluida y en elaboración constante. Cada intervención se convierte en la base de la reacción siguiente.

4. Clasificación de los actos de habla.

En Searle encontramos una clasificación de los Actos de Habla en función de su intención comunicativa. Aunque nos vamos a centrar en uno de ellos, vamos a verlos brevemente según su codificación: -

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Actos Representativos. Aquellos que reflejan una realidad. Son explicaciones, afirmaciones, etc. Actos Directivos. Aquellos en los que el emisor pretende que el receptor realice una acción; como son los ruegos, las peticiones, etc. Actos Compromisivos. En los que el que se compromete a realizar la acción determinada es el propio emisor, como en las promesas, los juramentos, etc. Actos Declarativos. En los que el emisor adecuado, es decir, con el poder necesario para cada caso, modifica la realidad, produce un cambio (“yo os declaro marido y mujer”, etc.).

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Finalmente queremos detenernos en los actos de habla expresivos. Los actos de habla expresivos son aquellos en los que el emisor muestra y comunica una emoción, sentimiento o actitud. Encontramos dentro de esta clasificación los agradecimientos, las disculpas y, aquello sobre lo cual hemos profundizado nuestra investigación: los insultos. Los insultos, la acción de insultar, pertenecen a un tipo de acto de habla expresivo. Sin embargo, como explica Manuel Ariza, los insultos, como adjetivos valorativos, interjecciones o exclamaciones, van asociados a un significado cuyo contenido se mitiga tanto que puede llegar a desaparecer. Así pues, como veremos, el mismo signo lingüístico que utilizamos para insultar puede cambiar de contenido significativo, como veremos, junto con el paso del tiempo. ¿Sabemos lo que estamos diciendo cuando insultamos o cuando utilizamos una “palabra malsonante” en una exclamación?

5. El estudio de Ariza.

El estudio de Manuel Ariza se centra en exponer la variabilidad de significado de los insultos, así como su estudio etimológico, para lo cual se sirve del CORDE y el CREA. El CRODE es un corpus textual de todas las épocas y lugares en que se habló español. Recoge textos de género muy diverso y es una fuente obligada para cualquier estudio diacrónico relacionado con la lengua española. Su amplio corpus recorre el español desde sus inicios hasta el año 1975, que limita con el inicio del CREA. El CREA es el corpus de referencia del español actual, que se sirve de fuentes escritas y orales. El de Ariza es un estudio muy amplio e interesante. Como explica el autor, las fuentes citadas son objeto de manipulación por parte de las estructuras de poder de cada momento en el que la sociedad se encuentra y es reflejo sólo de una parte de ésta. Con esto Ariza quiere decir que el hecho de que no consten fuentes escritas de determinados signos lingüísticos no quiere decir que no existieran en algunos circuitos sociales, en el ámbito oral por ejemplo. Sin embargo para que este campo entrara en vigor como parte de un estudio riguroso del lenguaje, hubo que esperar, como hemos visto, hasta 1975 (en el caso español), es decir, hasta la muerte del dictador, para que la censura se hiciera a un lado y permitiera registrar lo que la realidad reflejaba. Dado que el análisis de su trabajo es sólo una parte del nuestro, no hemos podido más que seleccionar algunos ejemplos, aquellos que nos han parecido más curiosos y cuyo significado, además de participar en toda suerte de actos de habla, es reflejo, como vimos más arriba, de un tipo de momento histórico y social determinado.

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6. Algunos casos y ejemplos interesantes.

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El órgano sexual femenino.

Hay elementos que manejamos actualmente que Ariza clasifica como cultismos. Entre ellos vulva y vagina. Éstos términos han entrado en nuestro lenguaje habitual desde una época más o menos reciente. Sin embargo, como explica el autor, ocurre lo contrario con los términos más populares o coloquiales que, al contrario que sus compañeros cultos, datan de mucha más antigüedad. Así encontramos que una de nuestras más frecuentes exclamaciones, la forma coño, se registra desde el siglo XIII. Es curioso resaltar que esta terminación, hasta que aparecieron los términos cultos, se empleaba incluso en los libros de medicina. A través del tiempo se ha transformado en una de nuestras exclamaciones más utilizadas. La empleamos en cualquier contexto de sorpresa o agravio. Tanto es así que a los españoles, en Chile, nos llaman “los coños”. Su empleo interjectivo dispone de eufemismos que todos conocemos como córcholis o contra. En un principio también lo era coña, que en los últimos años, como registra el CREA, ya ha adquirido otros significados. Un término de etimología desconocida, quizá expresiva, que se registra desde el siglo XVII es chocho, que alterna en Andalucía y en otras zonas con chichi y en algunas zonas de América con chucha. Otros sinónimos de lo mismo, entre coloquiales y vulgares son almeja, conejo y en América concha. Tanto almeja como concha proceden de la imagen de las dos valvas, así como de la imagen literario-asociativa de la concha de Venus. Sin embargo el término conejo no presenta una asociación tan clara y las explicaciones comparativas con el animal no parecen convincentes. Ariza propone otra explicación que deriva de cuniculum, un hispanismo derivado del latín que significó “madriguera” o “galería subterránea”, así que más que una referencia animalística, conejo hace referencia metafórica a un “agujero”. Para terminar con el órgano sexual femenino, cabe destacar que en Andalucía es muy general la expresión higo, con pronunciación aspirada, que ha dado lugar a otras formas. Como podemos adivinar chumino es un derivado de chumbo, habida cuenta del significado de higo. 9

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Dentro de las frases o valores expresivos encontramos con gran protagonismo el vocablo coñazo, que tantos ríos de tinta, como explica Ariza, ha hecho correr como recurso en la bibliografía sexista. Lo cierto es que coñazo figura en el DRAE desde 1983 y hoy por hoy el significado que recoge es el de persona o cosa latosa, insoportable. En el próximo aparatado expondremos un breve estudio sobre el órgano sexual masculino y algunos derivados, pero me parece interesante detenerme ahora en la definición que hoy da el DRAE del vocablo cojonudo, un derivado de cojones sobre el que, como digo, volveremos más adelante. Cojonudo es sinónimo de estupendo, magnífico, excelente. No vamos a entrar en defender una u otra postura en el creciente debate actual sobre lingüística y género, sobretodo porque no es el tema del trabajo; sin embargo nos parece interesante dejar en el aire este matiz de los derivados más contemporáneos de las formas vulgares de los órganos sexuales y su distinción genérica.

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El órgano sexual masculino.

En cuanto al órgano sexual masculino hay cultismos recientes como falo, del siglo XIX o pene, algo más antiguo.

Explica Ariza que es curioso que un término tan coloquial y utilizado como polla no entre en el DRAE hasta 1985. El primer testimonio de este término en el CORDE y en el CREA es de 1970, lo cual, nos dice el autor, no significa que necesariamente sea una palabra de creación expresiva tan tardía. Es síntoma de las cosas que no se podían decir o escribir, que estaban controladas o censuradas por la dictadura. minga no aparece en el DRAE, sin embargo parece que procede de un cultismo latino, de mingere (mear)

carajo es la voz común en todos los romances hispánicos. Hay varios testimonios de su antigüedad y parece que data del siglo X. Es muy frecuente en México utilizarlo como elemento expresivo, pero no como elemento perteneciente al léxico erótico. Lo mismo ocurre en gallego en el empleo de carallo. Muy vulgar es el término verga, sin embargo aparece en los tratados de medicina del siglo XVI, lo que indica que no era una palabra grosera u obscena. Asimismo es muy frecuente el uso de metáforas con las que el órgano sexual masculino es sustituido por animales y plantas. Entre ellas las más utilizadas son, pájaro, más perteneciente al uso infantil del término, y nabo.

Los órganos genitales masculinos, los testículos (es decir, los testiguillos, el cultismo entró a finales del siglo XVI), son denominados popularmente cojones, aumentativo del latín tardío del grecismo clásico coleus. Ariza observa que este 10

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vocablo se da en todas las lenguas romances, por lo que podemos deducir que la palabra en cuestión se ha venido utilizando de los orígenes del español.

Junto a éste se utilizan muchos términos vulgares como pelotas, huevos, bolas, y un largo etcétera. Sin embargo es muy frecuente utilizar la primera (y más antigua) acepción, para enfatizar una situación o contexto.

Es curioso que sea algo tanto positivo como negativo, lo que una vez más refuerza la teoría de que el mayor porcentaje de la situación comunicativa dependa del tono y del contexto. Veamos algunos ejemplos: -

¡Me parece cojonudo!

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No me toques los cojones.

Este derivado de la palabra cojones integra un significado en su acepción contextual y tonal, que evidentemente poco tiene que ver con el significado original de la palabra. El equivalente no vulgar de este ejemplo sería un sencillo no me molestes ahora. El término cojones ha perdido en esta ocasión toda acepción erótica imaginable. Nadie que emplee esta oración (tan a menudo empleada) está pensando en lo que realmente significa tocar los órganos genitales masculinos. Es un significado adherido a través del tiempo que, en expresiones como esta, utilizan tanto aquellas personas que tienen realmente cojones físicos como aquellas que no. Una última acepción del órgano genital masculino es criadilla. De aparición, explica Ariza, bastante tardía en comparación con sus compañeros coloquiales vistos más arriba.

Criadilla viene a las fuentes a partir de finales del siglo XVI y se continúa empleando para referirse a los genitales de los animales macho, cuando ya están sacrificados y listos para su comercialización. Explica el autor que quizá este vocablo se ha referido al hombre solamente como eufemismo del anterior. 7. El significado de los términos. Las palabras como hemos visto, cambian su significado, e incluso pueden llegar a perder el significado original como en los insultos. Normalmente al insultar nos quedamos en la superficie de la significación del término sin entrar en el significado lexicográfico. Los diccionarios generales proporcionan información, entre otras, de índole social (Pragmática), mediante las marcas de uso. El insulto tiene en el diccionario la marca de uso:  Ofensivo, grosero. Inferior a la lengua oficialmente reconocida. 11

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Se agrupan en el argot. Se pueden clasificar en:  insolencia, que sería un insulto no verbal.  Improperio, referido a una injuria de palabra.  Inmerecido. Estos vocablos siguen un proceso de fijación, sustitución o desaparición/renovación como una constante en la vida social. Las variables en estos vocablos se extienden a su familia léxica. Llegados a este punto del trabajo, nos hemos planteado la función social de los diccionarios, si es que acaso debieran tenerla. Se plantean cuestiones relativas a la ideología, al partidismo; a la conciencia de pudor, etc. ¿Deben tener ideología religiosa? ¿Pudor? ¿Tomar partido? Lo cierto es que el diccionario tiene un papel clave como referencia lingüística y social y ha variado, lógicamente, de acuerdo al tiempo y a la ideología imperante. Las ediciones consultadas para nuestro trabajo corresponden a los años 1970, 1984, 1992 y 2001. En 1970 el DRAE solo recogía términos cultos. Con la democracia se liberan en parte estos encorsetamientos y se incorporan nuevas definiciones. Insulto en el siglo XV era un cultismo definido por el diccionario como: • Acometimiento violento para hacer daño.

Con esta definición el diccionario ya establecía el carácter ilocutivo de los términos utilizados como insultos al otorgarles la intención de hace daño, porque el emisor intentaría modificar el estado anímico del destinatario.

En 1803, la definición se cambió por:

• Ofensa a alguno provocándole o irritándole con palabras o acciones.

Actualmente la definición recogida en el DRAE es: • Acción y efecto de insultar.

Se comprende pues en esta última definición, el acto ilocutivo y el perlocutivo, puesto que en este acto de habla expresivo se acomete la acción al ejecutarlo, se modifica la realidad de las relaciones entre emisor e interlocutor y se produce un efecto en el destinatario. La socialización conlleva el aprendizaje de insultos y de su significado, socialmente convenido como negativo pero, comúnmente aceptado por los hablantes de una comunidad. Cualquier adjetivo valorativo con connotaciones negativas serviría para insultar. Existen diccionarios de insultos en todas las lenguas. En España hay incluso un inventario general de insultos. Si bien es cierto que, como afirma Ariza en el sugerente título de su estudio, muchas veces no sabemos ni qué decimos al insultar. Hemos recogido en un cuadro comparativo algunas definiciones de palabras 12

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que han variado su significado en función de las ediciones de los diccionarios. Bien se puede comprender lo relativo al cambio de gobierno.

Adulterio Coito Magrear Marica Ramera Regla

1970 Ayuntamiento carnal ilegítimo

1984 Ayuntamiento carnal voluntario.

entre hombre y mujer Sobar a una mujer… Hombre afeminado y de poco ánimo y esfuerzo Mujer que hace ganancia de su cuerpo, entregada al vicio. Menstruación de las hembras…

Cópula sexual …a una persona Homosexual. Mujer, que por su oficio, tiene relación carnal con hombres …de la mujer

Un ejemplo curioso es el sintagma hijo de puta. En la Edad Media no era un vocablo muy frecuente, pero sí aparece el término en La Celestina de Fernando de Rojas. En el siglo de oro este sintagma poseía valores positivos. Cervantes lo utiliza con Sancho para alabar un vino. Melchor de santa cruz, en 1574, lo utiliza también para reconocer una acción bien hecha. -

¡Oh, hideputa!, que bien lo hizo.

En el siglo XVIII desaparece de la lengua escrita y no será hasta 1975, con la muerte del dictador, que vuelva a aparecer. Para el femenino del insulto debemos esperar hasta 1916 con Blasco Ibáñez para encontrarlo e igualmente no aparecerá en el CREA hasta 1975 con 101 ejemplos. En Andalucía, se conserva este valor positivo utilizando esta expresión para alabar a la virgen. También como expresión de alegría o envidia sana (si es que la hay). -

¡Hijoputa, cuanto tiempo sin verte! ¡Hijo de puta, que suerte ha tenido.

-

Tu madre será una santa, pero tú eres un hijoputa.

En un inicio el insulto era una ofensa a la madre del destinatario, pero con la pérdida del valor semántico del sintagma conseguimos librar a la madre del acometimiento del daño, para dejar el honor del insulto solo al destinatario, siendo la madre del mismo, liberada del insulto.

Dentro de los insultos, hay algunos términos que son únicamente eso, términos creados para denigrar; no acepciones que semánticamente tengan su significado concreto y que

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según el tono o el contexto puedan ser utilizados para insultar. Son términos creados expresamente para el acto del insulto en sí. Sirvan como ejemplo los términos gilipollas y cabrón. Gili es un gitanismo del XIX, cuyo significado se refiere a inocente y cándido. Fue aceptado por el DRAE en 1925. El término compuesto gilipollas no llegará hasta 1984 al DRAE. Definido como tonto, el que hace tonterías. Se dan también diferentes variaciones geográficas. En Canarias tendrá la acepción polla boba. Polla lisa en Jaén y polla floja en el resto de Andalucía. Otro ejemplo interesante es el del vocablo cabrón. Con este término entraríamos en los insultos con connotaciones sexuales. En el XIX debido al tema de la importancia social del honor, llamar a alguien cabrón era un insulto muy grave y era entendido como: • macho que consiente incluso solicita que otro macho cubra a su pareja. Sin embargo el diccionario de autoridades dice en 1970 que un cabrón se refiere a aquel hombre que: • está casado con una mujer adultera. Solo en su quinta acepción refleja a quien hace faenas o malas pasadas a otro, que por otro lado es la acepción más común. Como hemos visto en el caso de hijoputa, cabrón también lo solemos utilizar como expresión de reconocimiento ante un sucedido afortunado para alguien conocido. -

¡Qué suerte tiene el cabrón!

Como variaciones de los términos hijo de puta y cabrón nos encontramos puto y cabrona. Puto en el siglo XIII se comprende como persona que comete pecado nefando, es decir homosexual. Tendríamos que esperar hasta 1984 para que esta acepción sea la más utilizada. En varias zonas de Latinoamérica y concretamente en México, el término puto continúa siendo un vocablo que hace referencia al hombre homosexual, pero en tono insultante y despreciativo. El equivalente español sería maricón. Cabrona no aparece hasta el XIX y se comenzó usando como valorativo de situación. Como vemos en este ejemplo de Zorrilla: -

¡Cabrona suerte!

En Cuba sin embargo adquiere un significado más parecido a nuestro equivalente zorro, al referirse al hombre astuto y de buena suerte. Muy diferente es el contenido de significado de las mismas formas con terminaciones femeninas. Para que cabrona designara el mismo significado que para el hombre hubo que esperar a la emancipación de la mujer y a la revolución industrial, quizá de otro modo, imaginamos que no tenía razón de ser que hiciera faenas o malas pasadas a los demás, circunscrita en el entorno familiar.

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Sin embargo, hoy por hoy, se sigue haciendo distinción en cuanto al género. A este respecto sirva como ejemplo la sentencia de la Audiencia Provincial de Murcia que ha revocado una condena por amenazas a un hombre que, entre otros insultos, llamó "zorra" a su mujer. El acusado, que había sido condenado a un año de cárcel, sólo tendrá que cumplir una pena de ocho días de localización permanente por una falta de amenazas leves. La pena del hombre ha sido revocada porque, según la sentencia, "llamar zorra a la esposa no constituye menosprecio o insulto si quien utiliza este término lo hace para describir a un animal que debe actuar con especial precaución". El diccionario de la RAE contempla varios significados para la palabra "zorra". El primero hace alusión a la hembra del zorro; el segundo, a un "carro bajo y fuerte para transportar pesos grandes”; el cuarto es "prostituta". Tenemos que esperar hasta la quinta acepción para encontrar la esgrimida por la audiencia, que aparece en el diccionario reflejada como coloquial y reza así: "Persona astuta y solapada." La sentencia usa este último significado en su razonamiento final y añade que el acusado no emitió ninguna "palabra o expresión que proyectase desprecio o menosprecio a la dignidad de la mujer o que fuera expresiva de una posición de dominio o exigente de sumisión". Tras este razonamiento, "no aprecia en los hechos probados que en el comportamiento del denunciado hubiera una situación de dominación sobre su mujer." Claramente puede observarse la distinción de genero y como amparándose en el contexto, se dicta una sentencia absolutoria. Nótese también que sigue sin contemplarse en el DRAE en igualdad de condiciones con la acepción cabrón, que una cabrona sea una mujer casada con un hombre adúltero. Los insultos en su variedad pueden ser escatológicos, religiosos o sexuales. Queremos destacar uno que aúna las tres posibilidades como el súmmum: Me cago en la puta virgen. Por último queremos llamar la atención sobre los criterios tan imprecisos que el DRAE utiliza para clasificar algunas voces como: Cojón, coño, chingar, magrear, cipote, chocho, putear, polvo, paja, polla. Malsonantes, vulgares, figuradas, coloquiales, familiares, sin estar muy claro los criterios que siguen para clasificarlas en una opción u otra.

8. Conclusión. Hemos comenzado este trabajo con dos citas de dos autores muy diferentes entre sí, que afirman también dos argumentos muy distintos. San Juan dijo que en el principio era el verbo mientras que Goethe sostenía que en el principio era la acción. Como hemos podido comprobar durante el curso de semántica y pragmática del español lo que sucede entre lenguaje y acción no es sino una coexistencia indisoluble. No podemos saber qué fue primero porque los orígenes del lenguaje están demasiado lejos en el tiempo y las hipótesis todavía se estudian. Desde el inicio del lenguaje humano las acciones que lo acompañaban han ido formando una pieza sólida que ya es imposible separar. La intención humana de

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comunicar se ha creado a partir de acciones, y las acciones se han tratado de transmitir a través del lenguaje. Hemos comprendido, tras estudiar las hipótesis de estos dos filósofos, Austin y Searle que una hipótesis no es corrección de la otra, sino una ampliación o una suerte de continuidad. Los actos de habla modifican el contenido de los signos lingüísticos y estos, a su vez, modifican las intenciones comunicativas. Se puede concluir como apuntábamos antes, que sin dudar de la importancia de los actos de habla en sí mismos y de la pragmática en la comunicación humana, siendo por esto mismo, humana, está inmersa en un proceso de cambio constante y el cambio es lo único perdurable. Estudios como el de Ariza, además de ser extremadamente interesantes, nos revelan que estamos siempre en medio de un proceso constructivo de la pragmática. No podemos imaginar qué significará lo que hoy expresa una definición, dicho en otro campo contextual, con nuevas intenciones en el futuro.

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9. Bibliografía.

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Ariza, M., Insulte usted sabiendo lo que dice y otros estudios sobre el léxico.. Ed. Arco Libros. 2008. Madrid.

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Presentación de la Pragmática. Lectura tema 5. Gutierrez Ordoñez.

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Tesis doctoral, titulada "El insulto: estudio pragmático textual y representación lexicográfica”. Consultada en red, TDR. Tesis Doctorales en Red, 28/04/2012 http://tdx.cat/handle/10803/7493

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Consultado en red http://www.wordreference.com/es/en/frames.asp?es=ladrillo

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Searle y la Teoría de los Actos de Habla, Introducción a la Pragmática. Lectura del tema 6.

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Escandell Vidal, M. V., Introducción a la Pragmática. Editorial Ariel, 2003.

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19/04/2012

John L. Austin, Como hacer cosas con palabras: Palabras y acciones. España: ediciones Paidós ibérica. S.A. 1998. Pág. 47. 33 http://sociedad.elpais.com/sociedad/2011/10/03/actualidad/1317592812_850 215.html Consultado en red 29/04/2012

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