López Castro, J.L. y Martínez Hahnmüller, V., “Baria en la Segunda Guerra Romano-Cartaginesa: su papel histórico a través de la documentación literaria y arqueológica”, en S. Remedios, F. Prados y J. Bermejo (eds.), Aníbal de Cartago. Mito y realidad, Madrid, Ediciones Polifemo, 2012, pp. 329-344.

June 29, 2017 | Autor: J. López Castro | Categoría: Phoenicians, Carthage (Archaeology), Phoenician Punic Archaeology, Carthage (History)
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Descripción

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S. Remedios, F. Prados y J. Bermejo (eds.)

Aníbal de Cartago Historia y Mito

Madrid 2012

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Esta obra ha sido publicada con una subvención del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, para su préstamo público en Bibliotecas Públicas, de acuerdo con lo previsto en el artículo 37.2 de la Ley de Propiedad Intelectual

© De los textos, sus autores © Ediciones Polifemo Avda. de Bruselas, 47 5º 28028 Madrid (España) www.polifemo.com [email protected] Depósito Legal: M-18.090-2012 ISBN: 978-84-96813-71-7 Imprime: Elecé Industria Gráfica c/ Río Tiétar, 24 28110 Algete (Madrid)

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ÍNDICE

PRÓLOGO, Dirce Marzoli . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . INTRODUCCIÓN . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Aníbal desde el siglo XXI, Sergio Remedios, Fernando Prados, Jesús Bermejo . . . . . . . . . I. EL MUNDO DE ANÍBAL . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . La herencia de Amílcar Barca (290-229 a.C.) y de Asdrúbal (245-221 a.C.) a Aníbal (247/246-183 a.C.): La Segunda Guerra Púnica, José Mª Blázquez Martínez . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Mar y Guerra en el Mediterráneo Antiguo: Las Marinas Romana y Cartaginesa en el siglo III a.C., Arturo Rey da Silva . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . La ciudad en época de Aníbal. Urbanismo y arquitectura en la Cartago helenística, Verónica García Coca . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . La religión fenicia en la Península Ibérica durante la Segunda Guerra Púnica, Raquel Rodríguez Muñoz . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . La muerte y los ritos funerarios en tiempos de Aníbal Fernando Prados Martínez . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . II. ANÍBAL, STRATEGOS . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Aníbal y la helenización de la guerra en Occidente, Pedro Barceló . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Los otros Barca: los familiares de Aníbal, Adolfo J. Domínguez Monedero . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7

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Índice

La campaña contra los vacceos, Sergio Remedios Sánchez . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Mercenarios de la Península Ibérica en las tropas de Aníbal, Pascual Jiménez . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . El Sufetato de Aníbal, Carlos González Wagner . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Las cuentas de Aníbal Juan José Ferrer Maestro . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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III. ANÍBAL A TRAVÉS DE LA ARQUEOLOGÍA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . La recuperación arqueológica de la acción de los Barca: Logros y expectativas, Manuel Bendala Galán . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Baria en la segunda guerra romano-cartaginesa: Su papel histórico a través de la documentación literaria y arqueológica, José Luis López Castro y Víctor Martínez Hahnmüller . . . . . . Un escenario bélico de la Segunda Guerra Púnica: Baecula, J. P. Bellón Ruiz, F. Gómez Cabeza, A. Ruiz Rodríguez, I. Cárdenas Anguita, M. Molinos Molinos y C. Rueda Galán . . Cartago a las puertas: Turdetania en los albores de la Segunda Guerra Púnica Francisco José García Fernández . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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IV. ANÍBAL, LA LEYENDA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Los retratos de la dinastía bárquida en las monedas de Iberia, María Paz García-Bellido . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Aníbal vándalo y la “cuarta guerra púnica”: El uso del recuerdo púnico en el contexto del conflicto vándalorromano, David Álvarez Jiménez . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Aníbal en la cultura europea. De Dante a Flaubert (ss. XIV-XIX), Helena Jiménez Vialás . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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Índice

Quelques témoignages sur la survivance de la mémoire d’Hannibal au pays de Carthage, Sami Ben Tahar . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . AUTORES . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

Hannibal triumphant de Sébastien Slodtz, 1722

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BARIA EN LA SEGUNDA GUERRA ROMANO-CARTAGINESA: SU PAPEL HISTÓRICO A TRAVÉS DE LA DOCUMENTACIÓN LITERARIA Y ARQUEOLÓGICA

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1. LA CIUDAD FENICIA DE BARIA La antigua ciudad de Baria (Villaricos, Almería) se asentaba en una excelente posición, en una península más o menos avanzada de una ensenada formada en la desembocadura del río Almanzora (SCHUBART 199: 1247). Esta posición facilitaba las relaciones comerciales hacia el interior, ya que el río Almanzora era una de las grandes vías de comunicación del Sureste de la Península Ibérica hacia las altiplanicies granadinas y la Alta Andalucía. Su posición litoral, inmejorable respecto a las rutas de navegación del área oriental de la Península Ibérica que entroncaban con la ruta hacia las islas del Mediterráneo Occidental y la costa norteafricana favorecía el comercio marítimo. Entre los recursos de la zona destacan sus posibilidades agrícolas derivadas de las fértiles vegas y los amplios recursos mineros de plomo, hierro y plata procedentes de las minas de Herrerías, Sierra Almagrera y Sierra de Bédar (DOMERGUE 1990: 64). A pesar de la dilatada actividad arqueológica que se ha desarrollado en la zona, con más de un siglo de investigación, sólo en las últimas décadas se ha investigado en cierta profundidad el núcleo urbano de la ciudad fenicia gracias a las intervenciones arqueológicas de urgencia efectuadas por nosotros (LÓPEZ CASTRO 2000: 27-31). Los hallazgos materiales permiten situar el establecimiento de la ciudad fenicia a finales del siglo VII si bien algunos materiales cerámicos del entorno demuestran que su fundación sería anterior (OSUNA y 329

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FIG. 1 Evolución urbana de Baria

REMESAL 1981: 384 y 398; GOÑI et alii 2003: 76), hacia el siglo VIII a.C., coincidiendo con la mayoría de asentamientos coloniales fenicios. Las diferentes intervenciones arqueológicas han permitido constatar la continuidad estratigráfica ininterrumpida del asentamiento hasta época romana (LÓPEZ CASTRO y MARTÍNEZ HAHNMÜLLER, e.p. a). 330

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2. EL TEMPLO DE ASTARTÉ DE BARIA Y SUS RELACIONES CON EL MUNDO IBERO

Uno de los aspectos menos desarrollados en la investigación sobre Baria, pero que comienza a cobrar relieve (LÓPEZ CASTRO y ADROHER 2008) es el papel de puerto de comercio que ejerció la ciudad desde época temprana. Al igual que en otras áreas del Mediterráneo fenicio, donde la fundación de templos como lugares neutrales y protectores del comercio constituyeron el modus operandi de los colonizadores, en esta ciudad fenicia occidental del Sureste de la Península Ibérica podemos reconocer la existencia de una divinidad con estos atributos. El análisis de los datos literarios sobre la conquista de Baria por Escipión a finales del siglo III a.C. sobre los que luego nos detendremos, así como de los datos arqueológicos ofrecidos por las antiguas excavaciones de Luis Siret en la denominada “acrópolis” han permitido situar el templo de una divinidad que podemos identificar con Astarté. En un reciente estudio (LÓPEZ CASTRO 2005) hemos interpretado como indicios de la existencia de un templo el hallazgo por Siret en la “acrópolis” (SIRET 1906: 48; ASTRUC 1951: 178) de edificaciones que contenían objetos votivos, así como una serie de materiales, algunos relacionados con el culto, y depositados en una cisterna, posiblemente para amortizarlos cuando se abandonó el santuario en la segunda mitad del siglo I a.C. La iconografía monetal de las emisiones barienses vendría a aportar más argumentos a favor de esta identificación: en el anverso de las monedas se representa una cabeza femenina tocada con un disco solar dispuesto entre dos cuernos, con un turbante o klaft, pendientes y tirabuzones. Estos atributos de la iconografía isíaca y hathórica (ALFARO ASINS 2003: 8-9 y 18) se complementan con un reverso en el que figura una palmera con frutos, quizás una alegoría del Árbol de la vida. Los divisores de las acuñaciones de Baria presentan en el reverso la palmera con frutos y en el anverso el disco solar flanqueado por el uraeus, otro atributo iconográfico relacionado con Isis. Amonedaciones norteafricanas (ALFARO ASINS 2003: 12-13) como las de Iol-Cesarea, Hippo Regius o Icosium presentan una iconografía que permite identificar estos anversos como pertenecientes a Astarté-Isis-Hathor, coincidiendo en muchos rasgos de los que observamos en las monedas barienses. 331

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FIG. 2. Situación de Baria con respecto a los oppida ibéricos

La divinidad así representada sería la más importante de la ciudad y, aunque los datos arqueológicos del santuario no remontan más allá del siglo III a.C., continuaría un culto mucho más antiguo, que podría remontarse a la fundación de un asentamiento colonial fenicio en la desembocadura del Almanzora (LÓPEZ CASTRO 2007a: 37; 2007b: 467; 2007c: 172). Es en este contexto de puerto de comercio colonial desde donde se desarrollaban actividades comerciales, mineras y metalúrgicas, ampliamente documentadas en las excavaciones arqueológicas, en el que podemos comprender el papel de un santuario consagrado a una divinidad identificable genéricamente como Astarté, pero que presenta unos rasgos particulares que la relacionan con Isis a través de la tradición de la Baalat Gubal. Algunos estudios modernos como los de Paloma Cabrera y Carmen Sánchez (2000) han atribuido a Baria un papel determinante como difusora de las importaciones de cerámicas griegas en la Bastetania y en el Sureste ibérico. Igualmente poco a poco vamos constatando la difusión en el interior ibero de las ánforas tipo Villaricos sobre todo en asentamientos iberos del Alto Almanzora, en contraste con la, por el momento, escasa distribución litoral. En reciprocidad, cada vez 332

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identificamos más ánforas iberas en Baria, lo que nos da una idea de las intensas relaciones entre los iberos de la Bastetania y la ciudad fenicia occidental. Por su situación geográfica la ciudad fenicia occidental parece ir definiéndose como el principal puerto marítimo de la Bastetania ibera, en el que el templo de Astarté debió jugar un papel importante como referente religioso de la región. En este sentido podríamos ver la localización en Baria de una necrópolis ibera no lejana del área de donde proceden las esculturas asociadas a la iconografía de la diosa, o la difusión en territorio ibero de la iconografía de la Astarté alada o acompañada de esfinges aladas, como la Astarté de Tútugi o la Astarté de Pozo Moro. Podríamos proponer como hipótesis que el santuario de Astarté de Baria constituiría un lugar prestigioso, legitimador de las relaciones entre esta ciudad-estado fenicia occidental y las ciudades iberas del interior.

3. BARIA EN LA ÉPOCA BÁRQUIDA Y EN LA GUERRA Esta condición de la ciudad fenicia y de su templo como vertebradores de las relaciones entre iberos y fenicios sería una de las causas de su importancia en la política cartaginesa y, consecuentemente, de su conquista romana por lo que la relación de Baria con Cartago, documentada a nivel comercial desde antiguo, se volvió más estrecha con la llegada de los bárquidas a la Península Ibérica. El valor de la ciudad fenicia occidental del sudeste peninsular en los planes bárquidas también se debe relacionar con la excepcional riqueza en plata y plomo de las minas cercanas a Villaricos como Sierra de Bédar, Sierra Almagrera y Herrerías ya que, según nuestra opinión, gran parte del metal extraído en este territorio, si no todo, sería empleado por la administración cartaginesa para la financiación de su política y quizás también de la guerra. La categoría de Baria y de su territorio de influencia en la política bárquida en la Península Ibérica se manifiesta no sólo en la riqueza minera de la zona, sino también, como hemos apuntado, en ser una de las vías más importantes de penetración al interior de la Bastetania. Este fundamental rol económico queda atestiguado por la aparición de ánforas tipo Villaricos en el Alto Almanzora en gran parte de los oppida iberos de la zona, especialmente en la Muela del Ajo. 333

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Otro aspecto destacable de la importancia de la zona para la geo-política cartaginesa en Iberia es el establecimiento en la zona de la ciudad de Tagilit, conocida gracias a las acuñaciones monetales estudiadas por Alfaro (1993 y 2000), que emplean el alfabeto neopúnico y cuya iconografía sigue de cerca la de las monedas de Baria. Tagilit continuaría en época romana como municipio de Tagilis, cerca de la actual Tíjola y su monedas podrían atribuirse a una posible colonia de veteranos cartagineses asentados en el Valle del Almanzora, en la ruta que une la ciudad fenicia occidental con la Bastetania. Sin embargo, el episodio que mejor nos habla de la importancia de Baria en el programa político bárquida de la Península Ibérica es su vano intento de resistencia contra el ejército romano mostrándose como la ciudad fenicia occidental más fiel al bando cartaginés. Este acontecimiento histórico nos ha llegado a través de tres autores altoimperiales y ha sido confirmado arqueológicamente gracias a distintas intervenciones en la ciudad. Cronológicamente, el primer autor que hace mención a la toma de la ciudad fenicia de Baria por los romanos pertenece a la obra Hechos y Dichos memorables (III, 7, 1a) de Valerio Máximo, compuesta hacia el 33 d.C. y donde recoge una colección de exempla. Gracias a la noticia que nos proporciona el moralista romano sabemos que la ciudad en cuestión se hallaba en la Península Ibérica, con un topónimo muy parecido al de Baria. Otro de los datos que se pueden extraer del pasaje es que la ciudad contaba con un templo intramuros, por lo que presumiblemente la ciudad estaría amurallada. Finalmente, sabemos gracias a este fragmento que el asedio de la ciudad concluyó con un asalto victorioso por parte del ejército romano. El segundo texto que recuerda este episodio forma parte de las Apophthégmata (196B, 8-12) de Plutarco de Queronea y ofrece datos complementarios a los de Valerio Máximo, sin entrar en ningún momento en contradicción con éste. La ciudad que menciona el autor beocio no específica su origen en Iberia, pero el topónimo de Bacia es muy relevante en este sentido, para poder identificarla. El dato de mayor interés que aporta Plutarco es que la ciudad contaba con un templo dedicado a Afrodita que dominaba la ciudad. Finalmente, menciona que ésta fue conquistada dos días después de anunciar Escipión su toma, lo que prolonga el asedio a, por lo menos, más de tres días. 334

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El último autor que menciona el asedio y toma de la ciudad fenicia de Baria es Aulo Gelio en sus Noches Áticas (VI, 1, 8-11). Aunque no menciona el topónimo de la ciudad, tanto por las características de la ciudad, su ubicación en la Península Ibérica y por el desarrollo del episodio nos permite identificarla con la ciudad fenicia de Baria. El escritor africano es el que más información nos aporta sobre el asedio y toma de la ciudad por Escipión: hace referencia a la excelente situación estratégica de la ciudad que, fuertemente defendida por murallas y defensores y bien abastecida, sería una plaza difícil de expugnar. Sabemos también gracias a Aulo Gelio que desde el campamento romano se divisaba la ciudad fenicia. Sin embargo, no hace referencia a ningún templo sino que establece que el tribunal se levantaría en el oppidum, sin especificar más. Finalmente, concuerda con Plutarco al hacer referencia a que el episodio comprende tres días antes de la toma de la ciudad por lo que, de nuevo, se reafirma la idea que el asedio se prolongó más de tres días. De lo dicho por las fuentes literarias podemos afirmar que Publio Cornelio Escipión (el futuro africano) asedió y logró tomar por la fuerza, una ciudad en la Península Ibérica cuyo nombre los autores transmiten como Badia o Bacia. Esta ciudad contaba con murallas y una guarnición y, además, estaba bien abastecida de alimentos. Con un templo dedicado a Afrodita dominando la ciudad que podía verse desde el propio campamento romano, ésta se presentaba como un lugar de difícil conquista. Tras al menos tres días de sitio, el enclave sería tomado al asalto con lo cual se confirmaban las expectativas del general romano. La diferencia entre el topónimo de Baria y Badia/Bacia se debería a un error de transmisión (LÓPEZ CASTRO 2005: 8), mas tanto por su situación en Hispania como por su clara filiación al bando cartaginés, es la candidata idónea para ser la ciudad de la que hablan las fuentes. Situado espacialmente este suceso, faltaría ubicarlo cronológicamente, para lo cual nos fundamentamos en el propio desarrollo de los acontecimientos finales de la segunda guerra romano-cartaginesa lo que nos permite situar este episodio militar entre el año 209 a.C., inmediatamente después de la conquista de Qart Hadasht, y principios de 208 a.C., antes de la célebre batalla de Baecula. La mención por parte de Plutarco de un templo dedicado a Afrodita que dominaba la ciudad, también mencionado por Valerio Máximo, nos lleva a identificarlo 335

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con el templo tutelar de la ciudad dedicado a Astarté (LÓPEZ CASTRO 2005: 11-23) que, como hemos visto, se situaría en la zona de la ciudad denominada “acrópolis” por Siret. La única información que, hasta el momento, carece de confirmación es la presencia de un recinto amurallado. Sin embargo, la documentación obtenida primero por Siret (1906: 8) y posteriormente por nosotros (LÓPEZ CASTRO 2005: 37-38) de una trinchera en la cara noreste de la colina de la acrópolis y al sureste de la expansión del asentamiento en el período fenicio tardío lo interpretamos como un foso defensivo, de una anchura de cinco metros y una profundidad de entre dos metros y medio y tres, destinado a añadir una defensa extra a la ciudad en las zonas más vulnerables. El ingeniero belga (SIRET 1906: 9, 27 y 35) puso en relación algunos hallazgos arqueológicos con la conquista de la ciudad por los romanos. Así, da cuenta de restos de incendio en las casas del área de la “acrópolis”, así como de la localización de una fosa común en la necrópolis donde se hallaron restos óseos humanos de unos 35 individuos, entre los cuales había cráneos con heridas producidas por el filo de una espada junto con varios animales grandes y otros elementos materiales. Las intervenciones arqueológicas de urgencia realizadas en 1987, 1997, 2003 dirigidas por José Luis López Castro (LÓPEZ CASTRO et alii 1987; 1997; 2004) y en 2006 por Elisa Valero nos han permitido documentar una unidad estratigráfica que pensamos corresponde al asedio y toma por parte de Publio Cornelio Escipión de la ciudad fenicia occidental de Baria. Los rasgos más destacables de esta unidad estratigráfica denominada Unidad Estratigráfica 40, son que aparece sellada tras un nivel de escorias producido por la actividad minera desarrollada entre los siglos XIX y XX, la existencia de cenizas que se pueden asociar con restos de incendios y, sobre todo, la impresionante abundancia de material cerámico que aparecía en ella, que hemos analizado distinguiendo conjuntos que responden a criterios funcionales (GUERRERO 1999: 1-2). Sin pretender ser exhaustivos debido a que ya hemos tratado con mayor profundidad los aspectos relacionados con el comercio (MARTÍNEZ HAHNMÜLLER e.p.; LÓPEZ CASTRO y MARTÍNEZ HAHNMÜLLER e.p. b), a continuación haremos un repaso a los materiales más significativos tanto a nivel cronológico, al corroborar la datación a finales del siglo III a.C., como por sus implicaciones comerciales. Dentro 336

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FIG. 3. Fotografía del foso

del primer grupo de almacenamiento y transporte destacan las ánforas, entre las que el grupo más numeroso lo constituyen las ánforas de tipo Villaricos, pertenecientes a los tipos T-1.2.1.3 y T-1.3.2.4 de Ramon (1995: 75, 165 y 172-173) que podemos asociar de manera hipotética con las grandes producciones atestiguadas en la ciudad fenicia como el vino, el aceite o las salazones (LÓPEZ CASTRO 2003: 98; 2007: 31). Entre las importaciones, las ánforas del grupo 12 de Ramon (1995: 237-238) ocupan una posición preeminente. Se trata de un tipo de recipiente anfórico que fue producido por las distintas ciudades-estado fenicias occidentales de las actuales costas andaluza y marroquí y, como han demostrado los análisis de contenido y los estudios de distribución, estaban destinadas al transporte y comercialización de los productos derivados de la actividad pesquera y de salazón de pescado. Han 337

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FIG. 4. Material cerámico de la Unidad 40

sido datadas entre mediados o el segundo cuarto del siglo IV hasta la primera mitad del siglo I a.C., aunque su momento álgido de producción se sitúa en el siglo III a.C. Las importaciones ebusitanas, pertenecientes a los grupos 6 y 8 de Ramon (1995: 202 y 222-223), también cuentan con una representación significativa en el registro material de la unidad de conquista romana de Baria. Ante la ausencia de contenidos específicos, sólo podemos aventurar que estas ánforas transportarían vino y/o aceite, producciones de las cuales contamos con evidencias arqueológicas y literarias que las avalan. 338

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Finalmente, las ánforas gaditanas, correspondientes a los grupos 8 y 9 de Ramon (1995: 225-227), también cuentan con una representación significativa. Sólo contamos con análisis de contenido para el tipo 8.1.1.2, que prueban que este envase estaba exclusivamente destinado a la contención de aceite (CARRETERO 2009: 48, 53-55 y 66-67), por lo que sólo podemos afirmar que el resto de ánforas contendrían los productos alimenticios derivados de las principales explotaciones de Gadir de ese momento, es decir, la industria de la salazón de pescado y la explotación comercial de la vid y el olivo. Este repaso a las principales importaciones que recibió Baria a finales del siglo III a.C. debe concluir con las exportaciones transmediterráneas en las que Cartago, con individuos de los grupos 3, 5 y 7 de Ramon (1995: 183, 196-197 y 205-206), y las importaciones ibéricas ocupan los primeros puestos, seguidos en importancia cuantitativa por algunas ánforas originarias, por una parte, de los centros fenicios de Cerdeña y Sicilia Occidental y, por otra parte, de las poleis griegas de la Magna Grecia, Sicilia Oriental e incluso de Grecia Oriental. Junto a las ánforas, las urnas de tradición fenicia y los kalathoi de origen ibérico completarían el elenco de material cerámico destinado a la contención y el transporte de los distintos productos producidos en la ciudad y su territorio. Como cerámica de mesa tenemos un amplio y variado conjunto de vasos, copas, jarras, cuencos, platos y tapadera en el que junto a las formas típicas de la época y del ámbito fenicio, aparecen en este momento una serie de tipos que desde este momento se van a consolidar dando una gran homogeneidad al material cerámico de épocas posteriores. Destacamos de entre la cerámica común de mesa una tapadera recortada en la que se incidió el símbolo de la diosa Tanit con una intención que se nos escapa. Dentro de la cerámica de mesa, aunque considerada a parte debido a su importancia cronológica, contamos con la cerámica fina que en el caso de la U.E. 40 de Villaricos está compuesta por fragmentos de cerámica campaniense A cuyo período de producción abarca los últimos años del siglo III a.C. (MOREL 1981: 108, 121, 129, 139, 153 y 200) momento en el que ubicamos el asedio de la ciudad. Junto a la cerámica campaniense, hemos documentado algunos fragmentos de imitación de dicha producción alfarera (MOREL 1981: 131, 149, 236, 242, 339

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252 y 363) así como cerámica gaditana helenística de barniz rojo (NIVEAU 2005: 148-150 y 181-185) todas ellas con formas atestiguadas de finales del siglo III a.C. Concluimos con este repaso del material asociado con la conquista de Baria en el contexto de la segunda guerra romano-cartaginesa (LÓPEZ CASTRO et alii 2011: 81-97), presentando las diversas vasijas de la cerámica de cocina para dar fe, de nuevo, de la inusitada abundancia de material que apareció en este estrato. Entre ella cabe resalta la convivencia de morteros de tradición fenicia con ejemplares cuyas forma y pasta aluden a su origen norteafricano. En este momento de finales del siglo III a.C., tal como pasaba con la cerámica común de mesa, se consolidarán unos tipos de ollas y cazuelas que tendrán una gran perduración bajo el dominio romano. Las limitaciones editoriales no nos permiten profundizar en los paralelos que hemos documentado para estas piezas en otros contextos asociados con la segunda guerra romano-cartaginesa o, de manera menos estricta, con el último cuarto del siglo III a.C. por lo que sólo mencionaremos que el material de la U.E. 40 cuenta con material equiparable en niveles de finales del siglo III a.C. de importantes ciudades fenicias occidentales como Iboshim (RODERO 1991; FERNÁNDEZ y COSTA 1995), Gadir (RUIZ MATA y NIVEAU 1999; MONTERO FERNÁNDEZ et alii 2004; SÁEZ 2005) y Carteia (ROLDÁN et alii 2006) así como en niveles de destrucción asociados con la segunda guerra romano-cartaginesa como el Castellet de Bernabé (GUÉRIN 2003). A modo de conclusión, volvemos a incidir en la importancia de Baria como puerta de la Bastetania ibera, su papel como controladora de un importante distrito minero y su localización geográfica que favorece sus relaciones comerciales con otros puntos del Mediterráneo. Tal situación es legitimada en lo religioso a través de Astarté que recibe en esta ciudad fenicia occidental un culto poliado y que se constituye como protectora de las relaciones entre el mundo fenicio y el autóctono, en el papel histórico de puerto abierto de la antigua fundación fenicia. Todo ello conlleva que Baria desempeñase un rol fundamental en la estrategia cartaginesa, algo que se manifiesta en la presencia de una guarnición en 340

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la ciudad y a través de los indicios de una mayor intensificación de las relaciones con el área cartaginesa en particular y el Mediterráneo Central en general que se potenciarían en época bárquida. Esto justifica que fuera importante para Publio Cornelio Escipión su control ya que la ciudad fenicia occidental de Baria se constituía como la vía lógica de sometimiento y dominio de la Bastetania y, por lo tanto, el único modo de asegurar la conquista de Qart Hadasht al tiempo que privaba al enemigo norteafricano de un rico distrito minero.

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