Lo que los superhombres en pijama nos enseñaron de lo que significa ser humano

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Descripción

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Lo que los superhombres en pijama nos enseñaron de lo que significa ser humano
Jaime Infante Ramírez (UCIIIM-UNED)



I saw the wonder and delight in her face and knew the mistake I'd made. So some of us belittled the marvels. So we didn't appreciate them. That wasn't important. They weren't here to win the approval of the petty and small-minded. They were here to save the innocent. To save people like Gwen.

Phil Sheldon, sobre Gwen Stacy, en Marvels. Guión de Kurt Busiek.


Abstract: En este paper pretendo explorar la relevancia de algunos cómics norteamericanos de superhéroes como literatura utópica en relación con el concepto de posthumanismo.

Una de las propuestas del posthumanismo es una visión utópica sobre cómo el ser humano puede ser mejorado a través de su interacción y su integración con tecnologías que él mismo ha creado. Estos argumentos no suenan en absoluto nuevos a los que se nutren de cultura popular. Quizá el posthumanismo ha calado tanto, precisamente, porque: ¿quién no es actualmente, consciente o inconscientemente, activa o hipócritamente, consumidor de cultura popular? Por eso considero que un lugar interesante para reflexionar sobre este tema es observar los precursores populares de estas ideas, que no creo que estén en las universidades, sino en las novelas de ciencia ficción y en los cómics de superhéroes. En esta ocasión voy a centrarme sólo en los últimos. Vamos a tomar a los superhéroes como un posible límite posthumano a lo humano, precisamente, porque poseen ya algunas de las habilidades que podríamos considerar relacionadas con el posthumanismo.
¿Qué es un superhéroe si no un posthumano? Voy a darle la vuelta esta pregunta: ¿qué es un posthumano si no un superhéroe? El superhéroe está en algún lugar entre lo monstruoso y lo divino, entre lo humano y lo inhumano. Muchos de ellos, al adquirir capacidades fantásticas, en cierto modo, han dejado atrás su humanidad para convertirse en otra cosa. Quizá la estética de los pijamas y las capas nunca haya calado realmente en nuestra realidad, mucho más aburrida que la que presentan las viñetas, y es posible que los superpoderes (¡telepatía!, ¡superinteligencia!, ¡enorme resistencia física!) lleguen de la tecnología de una abyecta multinacional como Apple o de alguna oscura empresa japonesa de robótica en lugar de ser causados por el contacto con extraterrestres o por la picadura de una araña radioactiva (de nuevo, asumamos que nuestro mundo es más aburrido y malo), pero creo que es un buen ejercicio ver que ya existe toda una rica mitología que debemos repasar ante la perspectiva de que algún día un anuncio de Nike lleve el slogan "creerás que un hombre puede volar".
Estudiando los cómics de superhéroes podemos agarrarnos a un vector utópico, frente a contrapartidas distópicas que presentan a personajes con habilidades similares, como la novela Ubik, de Philip K. Dick. Digo esto precisamente por la facilidad con que las utopías tienden a convertirse en distopías. En un mundo en el que, ante la posibilidad de que el injerto de un mecanismo en la cabeza nos permita introducirnos en realidades generadas virtualmente, seguramente no pensaremos, precisamente, en utilizar esta capacidad para ayudar a alguien. Seguramente la emplearemos en pequeños hedonismos como el turismo, la masturbación y acariciar gatitos. Desde luego no pretendo convertir este texto en un ingenuo canto a las bondades de la compasión sin límites, en una ciega crítica al hedonismo, ni en una apología del sacrificio, sino en una pequeña toma de conciencia de la existencia de otros seres (humanos y no humanos).
Porque el matiz que define al superhéroe es de carácter no tanto morfológico como ético. Sea cual sea su narración de origen: pueden ser no- humanos, sino extraterrestres asimilados, como Superman; o haber obtenido sus poderes en accidentes relacionados con la tecnología, como Spider-Man; o incluso contar, como Batman, con el mayor superpoder de todos: una absurdamente ilimitada cantidad de dinero, el superhéroe es alguien capaz de proezas que utiliza sus habilidades para hacer el bien. Esto es algo que podemos criticar fácilmente diciendo que el concepto de "bien" está aquí sesgado y esencializado, y que lo que defienden realmente es el viejo cliché de "la verdad, la justicia y el modo de vida norteamericano". Y, en parte, estaríamos en lo cierto. Y, desde luego, en la raíz de estas creaciones, en los años treinta del siglo XX podemos entrever ciertos tintes fascistas (quizá "el hombre del mañana", el apodo de Superman, hubiese quedado bien en algún cartel de propaganda Nazi). Pero tratemos de ver un poco más allá y de reducir a estos personajes a su esqueleto: bajo las capas de ideología, lo que vemos es un radical reconocimiento del otro al acudir sin duda al llamado de ayuda. Estos personajes nos hablan de compasión, que es un término de cierta categoría en el panorama intelectual postmoderno.
A lo que vamos a prestar atención es a la misma historia del género, a lo largo de la cual se han dado muchas tendencias. Pero me interesa ver dos corrientes que nos pueden servir para hablar de posthumanismo y de compasión: los partidarios de humanizar a los superhéroes, y los partidarios de establecer una distancia positiva respecto de ellos, situándolos como figuras posthumanas utópicas. Ambas corrientes resultan fructíferas en el terreno que nos ocupa porque, primero, podemos aprender sobre la humanidad al ver algo que no es humano intentando serlo: la representación de algo marcadamente extraño que se va, poco a poco, encarnando; y, segundo, porque al convertirse en algo más que humanos, pero partiendo de esa base, nos marcan el vector utópico. Podemos ver la primera corriente como un espejo, y la segunda como un camino.
El ejemplo más claro en el que puedo pensar cuando recuerdo cómics en los que los superhéroes se han convertido en humanos es la obra de Alan Moore. Normalmente en este género la realidad está presentada de manera muy estilizada, y sometida a una fuerte auto-censura (el Comics-Code que dominó el medio durante décadas), así que existen pocas posibilidades de mostrar personajes plenamente desarrollados: generalmente son criaturas asexuadas y cuyo ejercicio de la violencia carece de consecuencias reales en el mundo. Es precisamente en estas dos dimensiones en las que Alan Moore ha ahondado a través de sus constantes exploraciones del mito del superhombre, en cómics como Miracle Man (o Marvel Man), Swamp Thing o Watchmen, por mencionar unas cuantas. En sus obras culmina un proceso que yo he llamado la "encarnación" de los superhéroes, y que, creo, había comenzado en los años sesenta con los cómics de Marvel.
Como contrapartida encontramos la postura de Grant Morrison, que es, en el sentido de Harold Bloom, uno de los hijos literarios de Moore (un dato curioso: ninguno de los dos son norteamericanos, sino británicos, y fueron absorbidos por el mercado norteamericano a través de la editora de DC, Karen Berger). La generación de autores a la que pertenece Grant Morrison revitalizó el carácter utópico de los cómics de superhéroes, al tener que reaccionar al giro deshumanizador que dominó la década que va desde mediados de los ochenta hasta mediados de los noventa (la denominada a menudo etapa del grim and gritty), como consecuencia de una pobre y pueril interpretación de las obras de Alan Moore. Morrison tomó, tras un tiempo, el camino contrario al de su maestro: pensó que resultaba una mezquindad el hacer bajar a estos dioses a nuestro terreno, ensuciarlos con nuestras miserias reales y convertirlos en monstruos e inadaptados. En su lugar, propuso ver a los superhéroes como una suerte de dioses de otra realidad que se manifiestan en la nuestra a través de las viñetas.
Quiero aclarar que estoy haciendo una rápida e imprecisa imposición de cronología y de periodización, y que las obras de ambos autores han pasado por varias etapas que aquí, por falta de espacio, no analizaré pormenorizadamente. Más allá de la cierta mística que acompaña a los dos (ambos son auto-proclamados magos del caos y han fomentado una cierta imagen chamánica) este flujo de posiciones podemos relacionarlo con otras narraciones, aparentemente tan alejadas del tebeo de superhéroes como la literatura avant garde del escritor norteamericano David Foster Wallace (a quien, no dudo, el auditorio conoce, dada la preeminencia de su figura en la conciencia académica actual, por lo que he podido observar en el trabajo de otra gente, compañeros y extraños). Una de las preocupaciones del arte de Foster Wallace era quitar a la literatura el barniz cínico que, él juzgaba, había pintado sobre ella los autores postmodernos (apuntando con el dedo, quizá, a escritores como Thomas Pynchon, algo que yo considero bastante discutible). El ojo académico, generalizador y totalizador, ha venido a incluir la obra de Foster Wallace en la llamada "post-postmodernidad", es decir, un intento de superación de la postmodernidad. De este modo, si los cómics de la Marvel de los sesenta son modernos, la obra de Moore es postmoderna y la de Morrison, post-postmoderna (apuntando esta cronología como mera ilustración, dado lo difícil y dudoso de poner fronteras marcadas). Este giro es relevante en el contexto de este workshop porque lo que hacen estos autores es aportar una visión de los superhéroes, precisamente, desde el posthumanismo utópico, lo que es interesante porque dudo mucho que ninguno de ellos estuviera familiarizado con esta postura filosófica: como tantos y tantos productos de la llamada baja cultura, alejados de los circuitos académicos (e incluso de los círculos editoriales relacionados con el mundo universitario), sirven como lugar idóneo para tomarle la temperatura al Zeitgeist, a menudo por encima de los productos de la denominada alta cultura.
Lo que yo digo aquí es que, ya que voy a tomar estas dos posturas estéticas como posturas éticas (y toda estética no es sino una vieja ética) para ver cómo han afectado a personajes posthumanos, para así extraer alguna lección de estas ricas mitologías.

1. Superhéroes humanos: Hoc Est Enim Corpus Meum

Primero vamos a ver, con ejemplos breves, cómo los superhéroes se humanizaron. He dicho que en los años 60 se había producido un primer momento de autorreflexión en el mundo del cómic: la llamada Era Marvel (también llamada Edad de Plata). Como gustaba de decir a Stan Lee, en sus historias los superhéroes tenían "superproblemas". El cliché resulta ser cierto: leyendo un tebeo de Spider-Man uno se siente tan expectante porque Peter Parker disguste a su tía May llegando tarde a casa, como por que frustre otro de los malvados planes del Doctor Octopus. Las relaciones entre personajes se hicieron más complejas: del triángulo amoroso entre el héroe, su identidad civil y la amada, y sus escasas variaciones (siempre, claro está, siendo hombre el héroe y mujer la amada, salvo alguna excepción), se dio paso a unas historias en que el personaje se veía afectado por los demás y por sus propios pensamientos. Las relaciones sentimentales de Peter Parker afectan de verdad al Peter/persona: responde con su personalidad (neurótica, repleta de tensiones entre el deber y el deseo) a la existencia de ellas. Suelo tomar como ejemplo el siguiente monólogo interno de Peter, aparecido en la última viñeta del número 46 de The Amazing Spider-Man, como paradigma de la expresión de su interioridad:

¡Debería estar dando volteretas! Por fin conseguí lo que quería (…) ¿Entonces, por qué esta sensación de desánimo? ¿Esta depresión que no puedo quitarme? ¿Es la añoranza natural? ¿O es algo más, Peter? Puede que el funesto día en que me convertí en Spider-Man hubiera algo más que cambios físicos… ¡puede que, misteriosamente, al obtener otra identidad, perdiera la capacidad de ser feliz!

Este monólogo se produce tras una aventura más, pero en esa última viñeta encontramos bien manifiesta esa insatisfacción, ese peso enorme del que Peter nunca parece poder librarse (y que él llega a relacionar directamente con su condición de superhéroe). Frente al triunfo sobre el villano de turno, que es donde hubiera parado cualquier historieta de la Edad de Oro, a Peter se le concede un espacio para observar y expresar su interior, y es precisamente la sucesión de estos momentos desperdigados a lo largo de las diferentes aventuras del personaje, lo que le dota de un mundo interior humano, complejo y angustiado. Es importante este punto: Peter Parker está angustiado. Los personajes de la Edad de Oro carecían de esta dimensión: sus aventuras se basaban en el cumplimiento de la anagnórisis, y ahí terminaba toda su función. Desde luego, Peter Parker es capaz de sentir y expresar más emociones, pero es esta angustia lo que le individualiza más: por sus venas corren Hamlet y Kierkegaard. Y uno de los principales motivos de su angustia, y de su profundidad como personaje es, precisamente, que se enfrenta a uno de los dilemas morales del posthumanismo: ¿cómo emplear sus nuevas habilidades conforme a una cierta ética y responsabilidad? En la última viñeta de la primera historieta del personaje (aparecida en el Amazing Fantasy #15) aparece el famoso lema: "todo gran poder conlleva una gran responsabilidad"; y durante esta aventura y la siguiente, en The Amazing Spider-Man #1, el personaje se debate entre emplear sus habilidades con fines egoístas o con fines altruistas: un camino lo llevaría a ser un villano, el otro a ser un héroe. Muy pronto, no obstante, el personaje consigue sublimar esta disyuntiva cuando decide ejercer como héroe por motivos éticos pero, a la vez, rentabilizar sus habilidades trabajando como fotógrafo de sus propias aventuras. Así es cómo un posthumano encarnado resuelve esta tensión.


2. Dioses con pies humanos:

Marvel comenzó a encarnar a los personajes, pero este proceso encontrará su culminación en la Distinguida Competencia (apodo que daban en Marvel a DC). ¿Qué sucede con estos personajes cuando, siendo representaciones más o menos convincentes de seres humanos, tienen que reaccionar ante sus capacidades?, ¿y qué sucede con el mundo que les rodea? Alan Moore creó obras que llevaron la interioridad de los personajes un paso más allá: sus historias eran, precisamente, crepusculares, el final de los superhéroes, el enfrentamiento de los personajes con su propia mortalidad.
De la obra de Moore quiero destacar tres posiciones diferentes que muestran lo que varias recreaciones del mito del superhombre posthumano concluyen sobre la existencia del ser humano. Hablo del final de la larga etapa del autor en Swamp Thing (S. T.), de Whatever Happened to the Man of Tomorrow?, y de Watchmen. Por una parte, al final de su larga etapa en Swamp Thing el protagonista llega a la conclusión de que sus poderes podrían solucionar gran parte de los problemas de la humanidad. Sin embargo, tras recapacitar, hace una de las reflexiones y renuncias más pasmosas que se han dado en un cómic de superhéroes:

Entonces, ¿ser un Dios es esto? ¿Saber sin hacer? ¿Ver cómo transcurre el mundo… y quedarme satisfecho con su curso? Si doy de comer al mundo… y curo las heridas que las humeantes industrias humanas han creado… ¿qué haría el hombre? ¿Renunciaría… a la riqueza de los aserradores? ¿Pisaría las flores con cuidado? ¿Arrancaría manzanas con respeto… hacia este abundante mundo… y lo que le ofrece? No. Bombearía más veneno… y construiría más minas… sabiendo que yo estoy a mano… para arreglar la biosfera… y curar sin cesar las cicatrices… que no dejaría de infligir.

Y así decide quedar, en un estado de ataraxia.
Por otra parte, quiero hablar brevemente de Whatever Happened to the Man of Tomorrow?, dividida en dos partes destinada a acabar con el Superman de la Edad de Plata y de Bronce, antes del reinicio del Universo DC en Crisis on Infinite Earths. Esta historieta parece haber trascendido poco fuera del medio de los cómics, pero en ella está oculto gran parte del significado de la obra de Moore. En ella encontramos una Lois Lane que relata a un periodista la última aventura de Superman antes de morir. Sin embargo, para pasmo del lector, cuando el periodista se ha ido y el lector ha recibido toda la historia el autor deja ver que el marido actual de Lane, Jordan Elliot, es, en realidad, Superman convertido, definitivamente, en civil, tras haber roto su imperativo moral de nunca matar, al verse obligado a asesinar a un villano. Mucho antes de que el lector conozca la verdadera identidad de este Jordan Elliot, él ha llegado a afirmar que: "[Superman] no tenía nada de especial. Los verdaderos héroes somos los currantes, hijo". Al final, cuando el lector ya ha recibido la sorpresa, se produce la siguiente conversación:

Lois: Te encanta, ¿verdad? Ir a trabajar todos los días, sacar la basura, cambiar los pañales de Jonathan… Cosas normales.
Superman: No lo puedo evitar (…).
Lois: Antes has sido muy duro con Superman.
Superman: (…) Estaba sobrevalorado. Y se lo tenía muy creído. Creía que el mundo no podía pasar sin él.

El posthumano definitivo, Superman, se encarna de manera absoluta en nosotros, en nuestra rutina. Su vida ya no consistirá en proezas imposibles, sino en la lucha diaria de las pequeñas frustraciones de la vida adulta. La opción que toma por la humanidad no es demasiado diferente de la de S. T.
Finalmente, en Watchmen, tras una profunda crisis que lleva al Dr Manhattan a aceptar definitivamente su condición posthumana, muestra cómo ha alcanzado a dotar de significado a la existencia humana:

No creo que tu vida no tenga sentido. (…) en cada apareamiento humano, mil millones de espermatozoides compiten para llegar a un solo óvulo. Multiplica esas posibilidades por las innumerables generaciones que ha habido de seres humanos, por las posibilidades de que tus antepasados vivieran, se conocieran, engendraran a ese hijo en concreto, a esa hija exactamente… hasta llegar a tu madre, que se enamorará de un hombre al que tiene todas las razones del mundo para odiar y de esa unión, de los miles de millones de niños que compiten para lograr fecundar el óvulo, fuiste tú, sólo tú, la que surgió. Destilar una forma tan específica a partir de tal caos de improbabilidades resulta tan difícil como que el aire se transforme en oro… El cénit de lo imposible. Un milagro termodinámico.

Esta reflexión no concluye con el aislamiento que buscaba S. T., sino con un abrazo a la idea de lo humano:

Vamos, seca tus ojos, porque tú eres vida, tan rara como un quark y mucho más impredecible que los que los sueños de Heisenberg; la arcilla en la que las fuerzas que le dan forma a todas las cosas dejan sus huellas de forma más clara. Seca tus ojos y vamos a casa.

S. T. nos rechaza por nuestra inconstancia y egoísmo; Superman encuentra la felicidad al rebajarse a nuestra condición; y el Dr. Manhattan nos abraza por nuestra contingencia e impone sobre el caos de nuestra existencia toda la violencia de su significado. Lo que todos comparten es la distancia desde la que nos observan, y la necesidad del paso por el trauma para concluir cada uno a su manera.

3.- Superhéroes transhumanos: Ascensionem

Desde aquí parte la obra de Grant Morrison. Para Morrison los superhéroes están por encima de todo este proceso traumático de separación de la humanidad. Son superhéroes, precisamente, porque son personajes ficticios que no necesitan plantearse esto, sino ser ejemplos utópicos. Esto no quiere decir que el proceso de encarnación que hemos ido viendo esté ausente en él: la humanización no se alcanza, en su caso, mediante el trauma, sino mediante la manera de superarlo.
Hay dos obras de Morrison que quiero poner como ejemplo de esto, para ilustrar su particular forma de entender a los superhéroes, y lo fructífera que resulta en el contexto del posthumanismo: Flex Mentallo, y All-Star Superman. Es importante entender lo siguiente en la biografía de Morrison, ya que tiñe toda su obra: la primera parte de su vida se desarrolló durante la Guerra Fría, con la constante presencia de la bomba como amenaza. Por esto, ha dicho en alguna ocasión que si la bomba fue una idea antes de ser un hecho, y Superman también es una idea, ¿por qué realizar la bomba, y no a Superman?
En Flex Mentallo la barrera entre lo real y lo imaginario, lo interior y lo exterior son borradas, y los superhéroes se convierten en agentes del mundo psíquico. El personaje de Flex Mentallo, un hortera forzudo basado en el personaje real Charles Atlas, se ha materializado en el mundo a partir de las historietas que dibujaba un niño llamado Wally. Ese niño ha crecido y está profundamente deprimido y cercano al suicidio. La obra se divide en cuatro números que corresponden con las edades del cómic de superhéroes (la de Oro, la de Plata –de la que hablamos al referirnos a los cómics Marvel–, la representada por obras como las de Alan Moore, y una cuarta Edad, que sería la que las obras del propio Morrison representan) y con diferentes etapas de la vida humana. Aquí, tanto Flex Mentallo como el resto de personajes, villanos incluidos, habitan la ambigua línea de lo real y de lo que está dentro de Wally, como encarnaciones de la voluntad, la fe, la depresión, etc. El camino que sigue Wally tiene su final en un momento de iluminación, en que se puede entender que se convierte en un superhéroe, que todos podemos ser superhéroes.
En All-Star Superman Morrison ofrece un final a la historia de Superman diferente del que proponía Moore en Whatever Happened to the Man of Tomorrow? Aquí el personaje del título se enfrenta a su final tras haber sido envenenado por un exceso de energía solar, la fuente de su poder. A modo de preparación para la muerte, lleva a cabo una serie de pruebas que reflejan los trabajos de Hércules, antes de abandonar el mundo. Es interesante la visión que tiene Morrison de Superman: ¿cuál sería la actitud, el estar en el mundo de alguien invulnerable? Una calma absoluta. Y su Superman afronta su posible final con esa misma calma, con una aceptación y una serenidad asombrosas.
Uno de los momentos más extraordinarios y atrevidos de la obra lo encontramos en el número 10, donde Superman decide hacer un experimento: crear un universo en miniatura en el que poder observar cómo habría sido un mundo sin él. De este mundo la obra nos muestra varios momentos aislados, como la aparición de Pico della Mirandola proclamando las bases del humanismo, de un Friedrich Niestzsche que anuncia en su Zaratustra la venida del superhombre, o, finalmente, de dos jóvenes neoyorkinos que fraguan juntos una idea "que va a cambiarlo todo": Siegel y Shuster creando a Superman. Así, Superman se convertiría en un Dios que ha creado nuestro mundo, y, en éste, Morrison pondría al personaje como la culminación y la superación de las ideas humanistas. A pesar de ser una figura posthumana, en Superman vemos ideas que aún entroncan con el antropocentrismo, como cuando reconforta a Zibarro diciéndole:

Ya sé que te tienes por un error, una imperfección, pero eres algo más, Zibarro. Eres la prueba de que el planeta Bizarro se vuelve más inteligente. ¿Por qué si no este mundo, este organismo increíble, iba a hacer ojos como los tuyos para ver la belleza y el sentido donde otros ven el caos?

El consuelo de Superman a Zibarro no está demasiado lejos de la imposición de significado que hacía el Dr Manhattan sobre el caos de la vida humana en Watchmen. Sin embargo, antes que dejarnos llevar por la crítica a esta postura aparentemente tan ingenua, quiero recalcar que lo que crea Morrison es un relato en el que Superman es el vector utópico, una fuente de esperanza en un futuro mejor. Cerca del final de la obra, su padre kryptoniano, Jor-El, resume la función de Superman como posthumano utópico, o como Dios laico:

Tu trabajo ha terminado. Les has mostrado el rostro del hombre del mañana. Les has dado un ideal al que aspirar, has personificado sus más altas aspiraciones. Correrán, tropezarán, caerán y se arrastrarán… Y maldecirán… Y al final […] se reunirán contigo en el Sol, Kal-El.


Bibliografía:

Braidotti, Rosi. Lo posthumano. Editorial Gedisa, Barcelona, 2015.
Busiek, Kurt; y Ross, Alex. Marvels. Marvel Comics, Nueva York, 1994.
Dick, Philip K., Ubik, Booket, Barcelona, 2012.
Lee, Stan; y Romita, John. The Amazing Spider-Man #46, en: Marvel Gold El Asombroso Spider-Man: Días de Gloria. Panini Cómics, Barcelona 2014.
McCaffery, Larry. A Conversation with David Foster Wallace. En: Review of Contemporary Fiction, vol. 13.2. Champaign: W. W. Norton & Company, verano de 1993. Disponible en: http://www.dalkeyarchive.com/a-conversation-with-david-foster-wallace-by-larry-mccaffery/
Moore, Alan; Gibbons, Dave. Watchmen. Planeta DeAgostini, Barcelona, 2009.
Moore, Alan; Swan, Curt. ¿Qué fue del hombre del mañana?, en: El Universo DC de Alan Moore, ECC Ediciones, Barcelona, 2012.
Moore, Alan; Totleben, John. Swamp Thing #64, en: La Cosa del Pantano. ECC, Barcelona, 2012.
Morrison, Grant. Supergods. Random HouseSpiegel & Grau, Nueva York, 2011.
Morrison, Grant; y Quitely, Frank. All-Star Superman. Planeta DeAgostini, Barcelona, 2009.
Morrison, Grant; y Quitely, Frank. Flex Mentallo. ECC Ediciones, Barcelona, 2012.
Sánchez Ferlosio, Rafael. Carácter y destino, en: God & Gun. Apuntes sobre polemología. Ediciones Destino, Barcelona, 2008, pág. 313.
Wolfman, Marv; y Pérez, George. Crisis en Tierras Infinitas. Planeta DeAgostini, 2007.




"The next real literary 'rebels' [...] might well […] dare somehow to back away from ironic watching, who have the childish gall actually to endorse and instantiate single-entendre principles […]. These anti-rebels would be outdated, of course, before they even started. […]. The old postmodern insurgents risked the gasp and squeal […]. Today's risks are different. The new rebels might be artists willing to risk the yawn, the rolled eyes, the cool smile, the nudged ribs, the parody of gifted ironists, the 'Oh how banal.' To risk accusations of sentimentality, melodrama. Of overcredulity. Of softness […]". (McCaffery, Larry. A Conversation with David Foster Wallace. En: Review of Contemporary Fiction, vol. 13.2. Champaign: W. W. Norton & Company, verano de 1993).
Cfr. Sánchez Ferlosio, Rafael. Carácter y destino, en: God & Gun. Apuntes sobre polemología. Ediciones Destino, Barcelona, 2008, pág. 313.

Peter Parker es un personaje revolucionario, aparte de por lo que expondré a continuación, porque es el paradigma de la juventud. Antes de su aparición, los creadores de historietas habían inventado el concepto del sidekick, el niño compañero del héroe (Robin de Batman, Bucky Barnes del Capitán América…), con la idea en mente de que el niño lector se identificaría con estos personajes, ignorando, sin embargo, con quien se quería identificar era con el héroe, no con el compañero. Spider-Man fue el primer superhéroe realmente joven.
Considero que la aparición de Peter Parker es sintomática: durante los años 50, con la creación del estado de bienestar post-Segunda Guerra Mundial, se inventó lo que ahora entendemos como la "juventud", es decir, como una etapa de la vida con identidad propia, más que como una especie de amorfo estadio entre el niño (fuerza de trabajo pequeña) y el adulto (fuerza de trabajo en plenitud de su potencial).

No voy a entrar en esta ocasión a valorar que fuera siempre el varón el centro del foco de la narración, y que las mujeres fueran objetos a los que reaccionar; no obstante, considero que, en este momento, ya se comenzaba a dotar de agencia a los personajes femeninos.

Lee, Stan; y Romita, John. The Amazing Spider-Man #46, en: Marvel Gold El Asombroso Spider-Man: Días de Gloria. Panini Cómics, Barcelona 2014, pág. 196.
Moore, Alan; Totleben, John. Swamp Thing #64, en: La Cosa del Pantano. ECC, Barcelona, 2012, pág. 355.
Moore, Alan; Swan, Curt. ¿Qué fue del hombre del mañana?, en: El Universo DC de Alan Moore, ECC Ediciones, Barcelona, 2012, pág. 255.

Moore, Alan; Gibbons, Dave. Watchmen. Planeta DeAgostini, Barcelona, 2009, págs. 307 y 308.

Ibídem, pág. 308.
Cfr. Morrison, Grant. Supergods. Random HouseSpiegel & Grau, Nueva York, 2011.

Morrison, Grant; y Quitely, Frank. Flex Mentallo. ECC Ediciones, Barcelona, 2012.

Morrison, G., y Quitely, F., All-Star Superman. Planeta DeAgostini, Barcelona, 2009, pág. 249.

Morrison, G., y Quitely, F., All-Star Superman. Planeta DeAgostini, Barcelona, 2009, pág. 194.

Morrison, G., y Quitely, F., All-Star Superman. Planeta DeAgostini, Barcelona, 2009, pág. 282.

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