Lo ilógico de ser voluntario en el Tercer Mundo

July 5, 2017 | Autor: Fernando Irineo | Categoría: Volunteers, volunteering, & voluntarism, Voluntariado, Trabajo Social Comunitario
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Descripción

Lo ilógico de ser voluntario en el Tercer Mundo La lógica en uso es más propia para conservar y perpetuar los errores que se dan en las nociones vulgares que para descubrir la verdad: de modo que es más perjudicial que útil. Francis Bacon

La danza de la posmodernidad nos dice que todos los tiempos son este tiempo, después se corrige y declara que no existe el tiempo. El mercado seduce con sus espejismos, con sus pirámides neoliberales, con sus melodías con sabor a café de Starbucks. Nada parece ser real y en realidad no importa que no lo sea; somos y estamos en tanto otros nos observan. Ser vistos ya no solamente es capricho, es condición indispensable para la existencia. La moda y sus tentáculos cada vez más y más incomprensibles. La economía mundial parece ir en declive, hacia el precipicio de la miseria. Los precios de la vida van en aumento. Llegará el momento en que respirar será un lujo y morir dignamente una exquisitez para unos cuantos. Las Universidades, otrora templos de diálogo intelectual, parecen refugios temporales o centros de capacitación para otorgar títulos; camino pero no destino, medio pero no fin. Las instituciones académicas se han convertido en agencias de colocación. La pasión vocacional fue sustituida por necesidades estériles. Entre tanto, una vez ejerciendo cualquier profesión, se tiene que pensar en competencia, éxito y “visión

empresarial”. Bolsillos llenos, cabezas vacías, corazones sordomudos. Los hijos del Sur quieren viajar al Norte para vivir los sueños americanos y europeos. El slogan es pegajoso: Ir siempre hacia arriba. Arriba de las personas al usarlas como escaleras. Arriba de los escrúpulos porque la conciencia es una voz distractora que nos aleja de la eficiencia. Arriba del mundo porque el Tercer Mundo es el infierno y el primer mundo es el paraíso terrenal. De repente, unos cuantos dicen que no. Un grupo de seres extraños con delirio de pequeñez decide ir hacia el Sur del mundo. Se lanzan, en dantesca búsqueda, a conocer el infierno de primera mano. Descubren que el Norte les ha estado contando mentiras sobre el Sur. Mientras unos quieren ser promovidos en sus grises oficinas para usar corbatas más costosas, un sujeto que viajó al Sur quiere ser más sencillo, vivir entre los pobres y ayudarles. Algunos curan, otros enseñan, otros cantan, otros hacen reír, otros hacen sonreír. Cada día el asombro les invade y ven que los cielos del infierno son hermosos y que sus habitantes en realidad son seres de carne y hueso, llenos de sueños e inquietudes. Los voluntarios están absolutamente trastornados. No entendieron el llamado del mercado a ser exitosos.

No comprenden que el dinero sea más importante que el amor. No creen en la fama o el éxito sino en la recompensa de una mirada agradecida. Allí van, con sus zapatos desgastados, ignorando que su simple presencia es una revolución. Y sus vidas también giran porque descubren la riqueza de los empobrecidos. Algunos regresan al Norte pero ya no son los mismos. Se volvieron hijos del Sur. Ya no ven con los mismos colores que antes. Se convierten en seres escindidos porque aunque sus cuerpos viven en el Norte, su mente está en el Sur. En este Sur donde el servicio es todavía un valor y no un retraso del progreso. En este Sur donde se tiene todo, incluso con las manos vacías.

Nadie le creyó a Pitágoras cuando dijo que la Tierra era redonda. Nadie le creyó a Copérnico cuando afirmó que nuestro planeta no era el centro del universo. Nadie le creerá a los voluntarios cuando proclamen que el mundo está al revés y que aquellos marginados, en realidad son los protagonistas de la raza humana. Nadie creerá que hemos entendido todo de la forma incorrecta y que, en efecto, la pobreza de los ricos es mayor que la miseria de los pobres.

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