Lo fantástico en los cuentos de Horacio Quiroga

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Descripción

UNIVERSITÉ PARIS-SORBONNE INSTITUT D’ETUDES IBÉRIQUES ET LATINO-AMÉRICAINES

El elemento de lo fantástico en los cuentos de Quiroga

Séminaire de Littérature Latino-américaine Étudiant Erasmus 22.147 caractères

Miguel ESPAÑOL CELIMÉNDIZ

Séminaire de M. Eduardo Ramos-Izquierdo

Janvier 2015

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Índice

Introducción

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Breve panorama del cuento fantástico

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Los cuentos de Quiroga y sus formas de lo fantástico

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Conclusiones

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Bibliografía

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Introducción

Las mismas cosas presentes no las poseemos sino con la fantasía. Michel E. de Montaigne, Essais, III, IX.

El cuento es una de las formas tradicionales de la literatura que ha servido a todas las generaciones de la historia para narrar distintos temas, uno de ellos y el cual nos va a preocupar en esta pequeña investigación será el cuento fantástico que orientaremos hacia el escritor uruguayo, Horacio Quiroga, no antes de habernos introducido tímidamente hacia las cuestiones más importantes en torno a lo fantástico, su intento de definición, difícil en la precisión de los términos, así como los temas en los que se inserta, de manera más o menos efectiva en la tradición gótica. Quiroga es el dandy, el aristocrático-salvaje también, que enamorado de la selva sufrió numerosas pérdidas en su vida que lo hicieron retraerse y distanciarse de la realidad imaginándola o recreándola con toques fantásticos que a veces, muchas de ellas, denotan aspectos biográficos que sirven a la trama en alguno de sus aspectos. El accidente de su mejor amigo, la pérdida de su primera mujer, que se suicidó y luego la muerte de sus dos hermanas. Sin duda hechos estos que trastocaron al poeta y que le marcaron gravemente para el resto de sus días. Veremos cómo, cuándo y porqué se desarrolla lo fantástico en cuatro relatos que forman parte de distintos libros, estos serán: «El almohadón de plumas», «Los destiladores de naranjas», «Anaconda» y «El hijo»; aunque se nombran más y muchos otros que se quedan fuera debido al carácter breve de dicho trabajo en el que sin mayores pretensiones simplemente se pretende presentar los elementos fantásticos más relevantes en la obra de Quiroga.

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Breve panorama del cuento fantástico

Las estéticas de la tradición dieron lugar en la Antigüedad a los primeros géneros literarios, desde la epopeya, la tragedia o el mismo cuento cuyo retraso en su transcripción (mitos o fábulas) respecto a la épica fue grande. Comenzó siendo un género oral sirviéndose de la necesidad que tiene cada generación de transmitir una serie de valores morales, temáticos o intelectuales al futuro; es decir, comienza su andadura erigiéndose como un género pretendidamente didáctico. En sus orígenes se puede hablar de cuento folclórico y cuento histórico pero como podemos observar en la actualidad, su bagaje temporal ha hecho que fuera incorporado a la literatura y se añadan a él otra serie de temas y formas como lo quimérico y lo fantástico. No es fácil encontrar una definición actual del cuento fantástico pero intentaremos poco a poco ir enmarcando una serie de mecanismos que se repiten de manera más o menos sucesiva a lo largo de la historia y que pueden ayudar a caracterizarlo. En primer lugar, los cuentos son narraciones breves, menos de la decena de páginas, con un alto canon expositivo. Son relatos claros en los que el escritor ha tenido tiempo de pulir muy bien el texto y darle una forma más perfecta en la que cada párrafo tiene algo nuevo que aportar. Por ello en su conjunto son obras muy completas y de gran significación que se alejan de las grandes tramas narrativas y exponen concisamente la historia. Frente a ese prejuicio natural que hace que aceptemos como verdadero todo aquello que está escrito nos encontramos con ejemplos tan históricos como la Biblia, las Mil y una noches y relatos de la cultura asiática en los que se inserta lo ficcional como temas propiamente literarios. La noción de la verosimilitud da cabida en el cuento a lo fantástico, al menos a experiencias fuera de lo normal, que pueden venir de las fuerzas de la madre naturaleza, de lo divino o de lo apocalíptico y también desde entes paranormales como fantasmas, bichos o monstruos, esta será la principal clave para que podamos hablar de fantasía. Por lo general, se presentan unidos a la cotidianidad de la vida y ahí radica una de sus funciones primordiales, establecer una dialéctica entre la realidad y la ficción que se establece gracias a la imaginación. Podemos citar a Poe, Wells, Kafka o Joyce como precursores modernos del cuento fantástico que asentaron las bases para muchos autores posteriores que se servirán de ellos para continuar la labor fantástica. Aun así, si ya nos es complicado definir en términos un

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género como el cuento lo es más si tratamos de hacerlo con la literatura fantástica. Distintos autores y críticos se han lanzado a la tarea de intentar descifrar ciertos mecanismos intrínsecos a las obras que permitan catalogarlas pero dependiendo de unos y otros el concepto cambiará ya que el punto de partida nunca es el mismo. Quizás esto se deba al carácter mismo de lo fantástico que al ser un producto de la imaginación y del intelecto se particulariza de tantas maneras distintas como lecturas posibles que tiene por cada una de esas personas que decide empezar a leer este tipo de historias. Para Jesús Rodero1, investigador del cuento fantástico latinoamericano, la definición de este tipo de literatura pasa por el salto de los conceptos lógicos y racionales que heredamos culturalmente: Lo fantástico en literatura se presenta como lo indefinible, lo inasible, aquello que cuestiona y transgrede nuestra concepción occidental, lógica y racional del universo, aquello que subvierte y resquebraja las normas de funcionamiento tanto de la realidad como de lo sobrenatural.

Entonces, ¿es acertado decir que la literatura fantástica implica una huida de la realidad? En términos generales podríamos decir que sí en el sentido de que cualquier acto de lectura implica una salida de la realidad cotidiana para trasladarse a otro mundo (literario) distinto. No creemos que lo fantástico implique una fuga de la realidad motivada por la desazón del momento histórico sino que más bien se piensa en una literatura fantástica que pone trabas a la lógica racional de nuestra zona de confort habitual y que nos obliga por ello a pensar en otro tipo de racionalismo diferente al aristotélico que busca una transgresión, y no escapismo, contra los moldes científicos del espacio, el tiempo o lo sobrenatural que no se llega a poder explicar. En el prólogo a la Antología de la literatura fantástica de Borges, Silvina Ocampo y Bioy Casares, este último intenta hacer una pequeña introducción hacia lo fantástico; marca el origen del cuento fantástico en el XIX, en la literatura inglesa para más inri de Poe, aunque con ciertos precursores anteriores. Para Bioy2 el simple ejercicio de la literatura exige por sí mismo el avance continuo hacia nuevos temas fantásticos pero aclara que no es fácil establecerlos a todos con una corriente etiqueta:

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Jesús Rodero, La edad de la incertidumbre: Un estudio del cuento fantástico del siglo XX en Latinoamérica, New York, Currents in comparative Romance languages and literatures, 2006, pp. 2. 2 J. L. Borges, S. Ocampo y A. Bioy, Antología de la literatura fantástica, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1977, pp. 8.

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La literatura va transformando a los lectores y en consecuencia, cómo éstos exigen una continua transformación de la literatura. Pedimos leyes para el cuento fantástico; pero ya veremos que no hay un tipo, sino muchos, de cuentos fantásticos. […] El escritor deberá, pues, considerar su trabajo como un problema que puede resolverse, en parte, por las leyes generales y preestablecidas, y, en parte, por leyes especiales que él debe descubrir y acatar.

Avanza también algunas observaciones muy generales para lo fantástico como son el crear un ambiente propicio que prepare al lector para el acto de fantasía y el denominado factor sorpresa así como enumera una serie de argumentos en los que surge la quimera. Y un criterio que no debe pasar por alto y que anota muy bien Bioy es que los cuentos fantásticos pueden ser clasificados también por la explicación del fenómeno en cuestión: los que se explican per se a su condición fantástica; los que presentan un hecho o un ser sobrenatural azaroso y aleatorio; y los que se muestran como paranormales pero encuentran una solución lógica o natural. La citación de estos tres autores no es casual en el terreno de la literatura fantástica. Sin duda son los países latinoamericanos los que más han trabajado, desde finales del XIX y el XX, en consagrar el cuento, sobre todo el fantástico, en un género al alza, cuando el relato breve gana terreno a la novela y las grandes tramas argumentales; la sociedad de hoy en día vive en el mundo de la instantaneidad, el tiempo cada vez corre más deprisa y los lectores exigen textos menos densos y más concisos. Hay auténticas joyas de la literatura hechas cuentos, son tan eficaces todavía en su carácter oral que es posible sintetizarlos muy fácilmente y reproducirlos a continuación. Siempre suelen invitar a la reflexión, hacen aflorar la duda y la utopía mientras que sigues una historia básica que te guía hasta el culmen del relato; bien sea al final, al principio o en forma de pistas. El caso es que muy rara vez se presentará el elemento fantástico sin que el lector haya percibido antes algunas huellas que pronostiquen el futuro suceso irreal.

Creemos que el trabajo de recopilar una bibliografía completa y unas pautas de comportamiento de este tipo de literatura es, a la vez que muy interesante desde una visión comparativista, una tarea muchísimo más amplia y desproporcionada al pequeño análisis de algunos de los cuentos fantásticos que Horacio Quiroga ha dejado para la historia de la literatura fantástica.

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Los cuentos de Quiroga y sus formas de lo fantástico En la manera en que hemos expuesto primariamente las bases de la literatura fantástica nos hemos propuesto la tarea de observar, poner a prueba y analizar diversos cuentos de dicho autor en los que surge lo fantástico. Elaborando un corpus deliberado de su obra, se recogen cuatro títulos para ilustrar en un enfoque fantástico las maneras en las que cobra cuerpo lo imaginario pero antes pasaremos a dar unas breves notas biográficas para poder comprender un poco mejor la situación de escritura que rodeaba a un escritor de su talla que escribió prácticamente de todo pero destacó sobre manera como cuentista. Nacido en Salto (1878), Uruguay, en una buena familia vivirá plenamente en el Modernismo de la época traído de París con Rubén Darío, Lugones y demás poetas que dejarán un poso romántico en un Quiroga adolescente que enseguida empezará a escribir. Leerá a extranjeros, Poe, sobre todo, que le dotarán de una cierta hipersensibilidad que estallará con el pequeño mundo en el que vivía lo que le hará, con 22 años, viajar a la ciudad de las luces cuatro meses ampliando sus horizontes pero volverá pronto, achuchado por el mal de tierra y las penurias y hostilidades en las que tenía que vivir retornó a Montevideo, eso sí, con aquella barba de petit arabe con la que sale en todas las fotos. Fundará el Consistorio del Gay Saber pero accidentalmente mata a su mejor amigo y después de pasar por la cárcel y un juicio que lo declarará inocente decide refugiarse en Buenos Aires con su hermana mayor. Mientras seguía en su coletazo modernista parisien, con mucho de decadente, se daba cuenta de que lo que verdaderamente amaba era esa naturaleza salvaje de América a la que tan arraigado se sentía. Conoce el Chaco y luego su joya de la corona, Misiones, donde empezará a fraguar la que será la mejor de su literatura con un carácter cada vez más naturalista. Se casa y se instala allí, se encuentra con su figura de artista y configura los cuentos que en 1917 se publicarán como Cuentos de amor, de locura y de muerte. Su mujer se suicida sin soportar San Ignacio y quedará a cargo de dos hijos, el componente trágico de la muerte unida a las condiciones de trabajo y vida que se observa en «Un peón» o «Los Mensú» ahondará fuertemente en su personalidad. La mayoría de cuentos fantásticos viene de etapa desordenada de su vida como «Anaconda» por ejemplo. Decide volver a Buenos Aires y hará de cónsul. Era una figura reconocida en los ambientes literarios y empezará a chocar con las generaciones de Martín Fierro, La Nación o el Sur. En el 26 publica Los Desterrados y supondría su culmen como creador con varios 7

homenajes y algunas ediciones en España. Se separa de su segunda mujer que no aguanta la selva y queda nuevamente solo y con un cáncer que por no querer tratar le sumirá en la más absoluta soledad. Con la imagen constante de Misiones en la cabeza comienza a teñir sus obras con ciertos trazos autobiográficos que se consideran como lo mejor de su obra con «El hijo» o «El desierto». En el 35 publica Más allá en el que no deja de traslucir toda la carga vital que arrastraba el autor que moriría dos años después en Buenos Aires, cuando estaba hospitalizado para que le trataran su cáncer terminal. Conoció allí un caso parecido al del « hombre elefante» con el que fraternizaría y el cual le ayudaría a quitarse la vida con cianuro el 18 de febrero del 37, a los 58 años. De entre todos los cuentos de Quiroga se ha seleccionado para su estudio fantástico «El almohadón de plumas», «Los destiladores de naranjas», «Anaconda» y «El hijo» (aunque se citan más) como relatos en los que es posible discernir unas cuantas claves de lo gótico que pasamos a estudiar. «El almohadón de plumas» se publica en 1907 en la revista Caras y caretas y será recogido posteriormente en el volumen Cuentos de amor de locura y de muerte. Narra la historia de unos recién casados donde la mujer, Alicia, queda en cama debido a una enfermedad que le hace perder sangre sin explicación lógica. Esto provoca que la mujer se sienta desfallecer mientras ni el médico ni su marido, Jordán, pueda hacer nada, y así pasa sus últimos días en cama hasta que muere. La sirvienta que pasa a recoger la habitación encuentra entonces un hecho paranormal: observa pequeñas gotitas de sangre en almohadón. Con Jordán delante abren el almohadón y descubren «sobre el fondo, entre las plumas, moviéndose lentamente las patas velludas, había un animal monstruoso, una bola viviente y viscosa»3 que había estado engordándose con la sangre de Alicia mientras ella estaba postrada en cama. Lo fantástico aquí aparece al final del relato dando una vuelta al truculento argumento que desemboca en una explicación cuasi-natural del hecho. De esta manera lo fantástico es favorable a su comprensión aunque sea imposible explicar el hecho de que un monstruo al estilo de una gran garrapata es capaz de succionar litros y litros de sangre hasta acabar con la vida de la débil recién casada. Se nos dan varias pistas lógicas que hacen del hecho algo menos extraño, por ejemplo, se nos dice que el bicho es un parásito de las aves y que la sangre les es particularmente favorable, por ello no es difícil encontrarlos en los 3

Todas las notas relativas a los textos de Quiroga está sacadas de la octava edición de cuentos de Leonor Fleming para Cátedra. Op. Cit. Bibliografía final. 8

almohadones. Con este final Quiroga logra fundir los límites entre lo posible y lo narrado en una disolución en la que se nos da una salida verídica a lo fantástico. La descripción ayuda a formas un ambiente en el que destacan la fría casa con sus columnas y paredes de mármol y la debilidad de «la rubia, angelical y tímida»4 Alicia que ve pasar los días sin que su situación mejore y no quiere, una vez ya en cama, que la toquen siquiera el almohadón; negándose al mundo y refugiada en su enfermedad, lo que prepara de manera final el efecto que produce la sorpresa del insecto fantástico. Por otro lado, la actitud distante del marido hace que la mujer padezca sola todos los traumas que la acechan lo que propicia, sin lugar a dudas, el sentimiento de desvanecimiento de Alicia. Otro relato parecido, en el sentido en el que también aparecen monstruos o bichos, es «Los destiladores de naranjas». En este cuento se narra la historia de la fabricación destilada artesanalmente y con medio muy precarios de un licor de naranja por parte del manco. Ambientada en Misiones, se nos inserta aquí la historia de un médico sueco, Else, que viajó hasta allí para modernizar las instalaciones clínicas pero que al terminar su tarea se entrega vivamente al alcoholismo. En esta tesitura nos enmarca la vida del médico que viviendo en la destilería pasa los días en una continua borrachera salvo cuando su única hija vuelve a casa a visitarlo. Entonces, Else, deja de beber ya sea por gentileza o por el respeto hacia la hija y se serena hasta que la visita acaba. Aquí es donde se inserta lo fantástico; durante la última visita de la hija, Else entra en un delirium tremens que le hace tener visiones de bichos de la selva de todo tipo que le intentan atacar. En estas aparece la hija, que siguiendo el momento alucinatorio es entonces una enorme rata que asusta y atemoriza al padre. Else que ya llevaba rato acuchillando y destrozando bestias coge un fuerte madero con el que atiza a la gran rata pero entonces se da cuenta que aquella bestia no era sino su hija que ahora yace muerta. La historia aparece por primera vez en la revista Atlántida en noviembre de 1923 que se recogerá en el libro Los desterrados y en él se nombran a algunos personajes de otros cuentos anteriores que ayudan a crear un mundo literario más completo y rico que van apareciendo según la conveniencia de Quiroga. Este argumento nos puede recordar un tanto a la Metamorfosis kafkiana, cuando Gregor Samsa se convierte en una asquerosa cucaracha del cual nadie de su familia quiere hacerse cargo aun cuando no puede ni moverse. En el relato de Quiroga, la hija, que es la que cuida temporalmente al padre es la víctima de la

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Ibídem. 9

transformación y por consiguiente la que acaba muriendo. Guarda relación con el otro relato citado anteriormente, «El almohadón de plumas», en cuanto a que lo fantástico aparece en forma de monstruos pero ya no como algo aleatorio y casual que se encuentra sino como reflejo deliberado de la ausencia de alcohol en Else y las alucinaciones que en él se generan. De esta manera, Quiroga, vuelve a encontrar una salida lógica al elemento fantástico por medio de la alucinación que produce la abstinencia, un recurso que también hemos querido señalar en otro de sus mejores cuentos, «El hijo»; una de sus últimas historias que se publicó primero en La Nación en el 28 y luego en el libro Más allá. En él encontramos la historia de un padre soltero y su hijo de trece años el cual se dispone a salir de caza con una escopeta. El niño promete volver al medio día, mientras el padre pasa la jornada en el taller pero al llegar la hora y ver que su hijo no ha vuelto comienza a preocuparse, tanto que sale a buscarlo y consigue encontrarlo pero el efecto fantástico viene al final, cuando descubrimos que el hijo está muerto y que aquel ente con el que vuelve a casa no es más que una alucinación del cadáver que deja en el camino. Conmovedora historia, muy trabajada y soberbia en su final, en la que lo fantástico es otra vez lo producido por la mente humana que cobra forma en alucinaciones. Se nos pone en aviso antes: se nombra por ejemplo el tiro que el padre escucha y relaciona cotidianamente con la actividad de la caza y sobre todo, nos avisa el narrador un poco antes del desenlace trágico que el padre luchaba ya desde hace tiempo con la enfermedad que lo producía dichas alucinaciones. Si en el relato de «Los destiladores de naranjas» la alucinación era de tipo hostil y agresivo a su persona física en «El hijo» la alucinación juega un papel emocional. No produce miedo sino lástima que aquel pobre padre siga creyendo que su hijo sigue vivo cuando no lo está. Y así es como acaba también el cuento, es un final feliz para el padre, pero Quiroga añade un párrafo explicatorio dejando al lector en una completa sensación de desazón traumática. La selva es un tema capital en la obra de Quiroga, en este cuento se nos narra la terquedad del padre para que el hijo sea capaz de no tener miedo a lo que pueda venir de la naturaleza y así mismo consiga por sí mismo desembarazarse de los problemas que pueda acarrearle. Esta manera de ver la selva como agresiva y hostil es la misma visión que hace amarla a Quiroga, en una especie de relación amor-odio donde la naturaleza es una gran prueba con la que medirse. Sin duda esta era la actitud del autor con sus hijos y las huellas

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autobiográficas son evidentes aunque al final reinvente o imagine ficcionalmente los términos de su conclusión. Y el último cuento en el que queremos detenernos es «Anaconda» publicado en 1921 directamente en el libro homónimo, que narra la historia de una guerra entre un laboratorio de serpientes y el reino de estas mismas. Hemos querido destacar este relato ya que se encuentra entre las predilecciones del uruguayo el escribir narraciones en los que los protagonistas son los animales que adquieren no solamente una capacidad del lenguaje y por tanto de pensamiento sino también una personalidad, lo que hace al relato tan completo como los otros. Un buen ejemplo y muy trabajado por la crítica es sin duda «Anaconda», pero también encontramos el mismo leitmotiv en «La insolación» o «Yaguaí» donde los protagonistas son perros capaces de pronosticar el fantasma de la muerte y otros entes y situaciones . Destaca la originalidad de dar voz a los animales de forma que durante la lectura del cuento el lector se transforma también en animal y sigue, claro, por instintos salvajes todo lo que adolece a sus protagonistas. Quizás en este tipo de relatos no sea tan importante la trama y sí lo sea en cambio el hecho fundamental fantástico desde el principio que hace que el lector haya aceptado a priori que: 1) los protagonistas no van a ser personas sino animales y 2) que además van a tener a su alcance el poder de la palabra. Son dos claves sencillas pero mediante las cuales lo irreal consigue manifestarse y dar pie así a la narración. Es al fin y al cabo una personalización de los animales que piensan y actúan de una forma tan inteligente o más que los propios humanos aunque también representen vicios y debilidades del hombre. Se le añaden a las propias ventajas físicas de los animales el don de la inteligencia lo que convierte a las serpientes o a los perros en unos personajes perfectos para desarrollar cualquier tipo de trama, tanto es así que el tema de «Anaconda» volverá a repetirse en una segunda narración que titulará «El regreso de Anaconda».

Basten estos cuatro cuentos como decálogo de las posibles conclusiones que de ellos pueden sacarse de acuerdo a la poética cuentística de Quiroga en relación a sus mecanismos fantásticos así como su presentación, inserción y resolución en el texto.

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Conclusiones

Como hemos podido ver lo fantástico, desde fuera de la realidad, abre un infinito de posibilidades narratológicas y temáticas de las que los escritores latinoamericanos han sabido sacar provecho. En estos cuentos hemos visto distintas formas de lo fantástico y si bien decíamos al principio de nuestro trabajo que no sencilla la tarea de la definición de este género, lo es menos si lo hacemos desde el estudio particular de sus autores. De acuerdo a ello podemos enumerar una serie de elementos que vaticinan o son proclives a lo gótico. La naturaleza y la selva serán la mayor parte de las veces el espacio elegido por Quiroga. En ella el hombre se enfrenta cara a cara y sin armas contra un enemigo desconocido y hostil pero que en fondo se propone como una prueba ante el hombre y su capacidad de resistencia. Sin duda, Quiroga, enamorado de las Misiones no es capaz de ubicar los relatos fantásticos en otro ambiente mejor. La selva le proporciona al autor todo un abanico de elementos que fantasear: los animales, lo desconocido, el clima o

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enfrentamiento con uno mismo ante la inmensidad de la jungla… Encuentran sin duda base estos temas en la infancia del autor lo que supone una vuelta a los orígenes por salvaguardar el pasado a la vez que se desdramatiza el evento, siempre con un carácter primitivo y natural. Aún con todo no vemos en Quiroga ningún tipo de juego con el tiempo, que quizás caracteriza más a otros autores. La inserción en el texto de lo fantástico es un elemento clave que los autores deben saber bien cómo utilizarlo para jugar con la tensión y la intriga. Puede ser desde el comienzo, como en «Anaconda»; a modo de pequeñas pistas, «El almohadón de plumas», o al final como en «El hijo». De ello dependerá en gran medida la narración y sus posibles tramas y acciones sorpresa que tan en vilo mantienen al lector. En Quiroga concretamente, lo fantástico aparece muchas veces explicado por sí mismo (como apuntaba Bioy5 en su prólogo), es decir que el acontecimiento gótico es en sí mismo ilógico y se enmarca dentro de la misma imaginación para su comprensión («El almohadón…») pero en otros, la mayor parte, como los que acabamos de ver tienen una salida racional ya sea por los vicios, la abstinencia o los problemas mentales que suelen acabar en la muerte.

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J. L. Borges, S. Ocampo y A. Bioy, Antología de la literatura fantástica, Op. Cit. Pp. 12 12

Y es que en la mayor parte de estos relatos, la resolución de estos elementos fantásticos suele acabar en Quiroga con la muerte. Es un tema recurrente en su literatura que se acentúa conforme va agotando su vida y que tiene cada vez más sus sesgos autobiográficos. Quizás por la andadura vital del poeta que lo inclina a que la resolución de acontecimientos negativos desemboque en la tragedia de la muerte, bien porque la solución a lo fantástico no pueda pasar más que por su finitud, en el sentido de que lo ilógico y fantástico es perecedero y transitorio. Tampoco creemos que alargar el trastorno fantástico sea tan sencillo como parece puesto que el cuento exige un final más o menos cerrado y eso implica que debe haber un final, más sencillo si pensamos que lo fantástico ayuda a esto, pero que de igual forma ayuda a la configuración del suspense y la intriga, por la que estos cuentos se caracterizan mediante la conducción hacia la sorpresa.

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Bibliografía

Ángel Flores, Aproximaciones a Horacio Quiroga, Caracas, Monte Ávila Editores, 1976. César Aira, Diccionario de autores latinoamericanos, Buenos Aires, Emecé, 2001. Horacio Quiroga, Cuentos, ed. Leonor Fleming, Madrid, Cátedra, 2004. Jesús Rodero, La edad de la incetidumbre: Un estudio del cuento fantástico del siglo XX en Latinoamerica, New York, Currents in comparative Romance languages and literatures, 2006. J. L. Borges, S. Ocampo y A. Bioy, Antología de la literatura fantástica, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1977. Luis Beltrán, La imaginación literaria, España, Monstesinos, 2002. Nicolás A. S. Bratosevich, El estilo de Horacio Quiroga en sus cuentos, Madrid, Gredos, 1973. VV. AA., Le récit et le monde: H. Quiroga, J. Rulfo, R. Bareiro-Saguier, Paris, L’Harmattan, 1987. VV. AA., «Techniques narratives et representations du monde dans le conte latinoaméricain», América: Cahiers du CRICCAL, nº 2, 2ème semester 1986.

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