Lo bueno se hace esperar: algunos gestos del proceder socrático en el Banquete
Descripción
Pensar, desear y actuar en el pensamiento grecolatino Actas del Primer Simposio de la Asociación Argentina de Filosofía Antigua
MARÍA ANGÉLICA FIERRO – ESTEBAN BIEDA EDITORES ÁLVARO MADRAZO – MARIANA NOÉ COLABORADORES
Pensar, desear y actuar en el pensamiento grecolatino Actas del primer simposio de la Asociación Argentina de Filosofía Antigua Editores: María Angélica Fierro, Esteban Bieda Colaboradores: Álvaro Madrazo, Mariana Beatriz Noé Primera edición: 2014. Asociación Argentina de Filosofía Antigua Buenos Aires, Argentina. ISBN: 978‐987‐45619‐0‐9 Ilustración de tapa: “Heracles y Atenea”. Imagen en cerámica del s. V a.C. (no. 2648 Museo Kunstareal, Munich, Alemania).
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Lo bueno se hace esperar: algunos gestos del proceder socrático en el Banquete. Álvaro Madrazo Universidad de Buenos Aires ‐ CONICET Partiendo desde la premisa de que el proceder socrático es un conjunto de gestos y actitudes que tienen un fin erótico, este trabajo tiene el fin de analizar algunas de estas maniobras por parte de Sócrates. Voy a centrarme en el Banquete, y más precisamente en sus primeros pasajes, en los cuales se organiza la escena desde el punto de vista dramático: mediante los gestos de no elogiar a Agatón, embellecerse y llegar tarde, Sócrates encarna comportamientos que ponen en práctica su concepción de éros. Palabras clave: Banquete. Éros. Sócrates. Élenchos. Acción dramática.
Introducción Si bien es uno de los temas más estudiados por la bibliografía en el siglo XX y XXI, el élenchos socrático en la obra de Platón es una cuestión que está lejos de ser cerrada. Hay muchas maneras de abordar esta noción, entre las cuales se destacan la lectura lógica de Robinson y Vlastos (1996), la existencial de Brickhouse y Smith (1991, 2002; 1994), y la refutativa de Carpenter y Polansky (2002). Por mi parte, en mi tesis de grado y en trabajos anteriores, he dado mi propia perspectiva del élenchos, que es el resultado de un diálogo entre las tres perspectivas mencionadas, junto con el reconocimiento de que el fin del proceder socrático es erótico. Para entender qué está buscando Sócrates, desde mi perspectiva, hay que indagar en la noción de éros que expone en el discurso que pronuncia en el banquete de Agatón. Una vez que clarificamos qué quiere lograr, debemos explicitar cómo lo logra: para esto hay que indagar en la acción dramática del diálogo, para ver cómo pone en práctica su erotismo.
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En consecuencia, defino el proceder erótico‐socrático como una multiplicidad de estrategias, entre las cuales se destaca la de refutar a sus interlocutores (aunque no es la única), que tienen el fin de poner en práctica su erotismo. Podemos entender a éros como un deseo de exteriorización, en el cual el amante busca reconocerse en su amante, en la medida de sus posibilidades, en un proceso metaforizado como procreación. Este proceso se produce en el marco de una relación interpersonal, en el cual se busca causar un giro erótico en el otro: se busca que el amado se vuelva un amante. En otras palabras, se busca hacer que el otro sea consciente de su carencia, lo que implica reconocerse como un amante. A su vez, la actividad de amar implica un camino de autoconocimiento y una empresa filosófica, que empuja al filósofo a aprehender formas de belleza cada vez más abstractas hasta llegar a la Belleza en sí. El objetivo de este trabajo es poner de manifiesto algunas maneras en las cuales Sócrates pone en práctica su erotismo de manera concreta en el Banquete de Platón. Voy a analizar la primera parte del Banquete (174a‐175d), centrándome en la acción dramática, y distinguiré tres pequeños gestos que comparten la característica de frustrar las expectativas del poeta trágico: no elogiarlo por su victoria, embellecerse y llegar tarde al convite. Estos gestos constituyen ejemplos concretos de cómo se lleva a la práctica la teoría sobre éros.
Primer gesto: no elogiar. A lo largo del Banquete encontramos una notoria tensión erótica entre Sócrates, Agatón y Alcibíades, que conforman una suerte de triángulo amoroso. Si bien Agatón ya es miembro de una relación homoerótica, precisamente con Pausanias (Protágoras 315d; Jenofonte, Banquete 8.32), quien se encuentra presente en el convite, esto no impide que haya un juego de seducción con Sócrates. A su vez, Alcibíades también va en busca de Agatón para coronarlo, aunque era el erómenos de Sócrates, y en su discurso da
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testimonio de una relación intensa, cuyas heridas todavía están abiertas. Al analizar el comportamiento de Sócrates frente a estos dos personajes, podremos ver cómo pone en práctica la concepción de éros que expone en su discurso. Este juego de seducción ya se hace evidente en las primeras líneas del texto, cuando Aristodemo casualmente se encuentra con Sócrates, y es invitado a concurrir a la fiesta en casa de Agatón. Dice Apolodoro que dijo Aristodemo: Pues dijo que se encontró por ventura con Sócrates, no sólo bañado sino también calzado con sandalias, cosas que él rara vez hacía. Y le preguntó a dónde iba así, tan embellecido. “Al banquete de Agatón –dijo él–. Pues ayer me escapé de él en las celebraciones por el triunfo, por miedo a la multitud; pero acepté estar presente el día de hoy. Entonces me embellecí, para que el bello vaya junto al bello.” (Banquete, 174a)
Este pasaje sirve para reponer el contexto de lo que sucede antes de que Sócrates llegue al banquete. Agatón es el flamante vencedor del concurso de tragedias: su obra obtiene el primer premio. El día anterior hubo celebraciones, pero Sócrates no participó en ellas por temor a la multitud. El uso de óchlon (multitud) es sugestivo, dado que el término siempre tiene una connotación negativa (Chantraine, s.v. ὄχλος). La actitud de Sócrates se contrapone a la de las masas: mientras que ellas celebran y elogian a Agatón, él prefiere evitarlo. Esta resistencia a elogiar al amado también es característica de Sócrates en otros diálogos. En Lisis 206b Sócrates sostiene que no hay que ensalzar al amado, porque se vuelve más orgulloso y difícil de atrapar. La manera correcta de seducir al paidiká, al contrario, es rebajándolo y menospreciándolo (210e). En este mismo diálogo, para ilustrar este método de seducción, Sócrates da una suerte de clase práctica, que consiste en refutar a Lisis mediante un élenchos en sentido estricto (207d5–211a). La conclusión a la que se llega es que el joven es un áphron, un tonto.
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Lo mismo sucede con Alcibíades al comienzo del Protágoras: si bien Sócrates mantenía una relación erótica con él, fue a casa de Calias, donde estaba presente su amado, y no le prestó atención, sino que lo ignoró completamente (Protágoras, 309b) Este mismo rebajamiento, respecto de Agatón, comienza ya con el comportamiento de Sócrates del día anterior. A diferencia de la multitud y del resto de los comensales del banquete, quienes festejaron tomando grandes cantidades de vino (Banquete, 176a‐c), Sócrates no fue a elogiarlo en los epinicios, sino que lo esquivó. Esta actitud es como un baldazo de agua fría para Agatón, dado que él le da una gran importancia a Sócrates (se desespera por su llegada tarde, vide infra). En este sentido, Sócrates rompe con las expectativas de Agatón. El poeta esperaba ser el centro de atención y recibir elogios de todos, menos de parte de quien más desea obtenerlos. En este sentido, Sócrates está poniendo en práctica su noción de éros, porque busca que Agatón se corra del lugar de puro erómenos que consigue todo lo que quiere por su belleza y siente (erradamente) que no carece de nada. Al contrario, quiere que tome una actitud activa, que no sea un mero objeto. En otras palabras, no debe interiorizar elogios desde afuera, sino que debe exteriorizar, debe buscar a Sócrates entre la multitud y tomar una actitud activa frente al objeto de su deseo. Este cambio se logra mediante la frustración de las expectativas de Agatón. Éste es el primer gesto para llevar a cabo el giro erótico, que consiste en volverlo consciente de su carencia y hacer que abrace su condición de amante.
Segundo gesto: embellecerse En este pasaje también hay indicios de que Sócrates pone en práctica su noción de éros con un segundo gesto, que consiste en embellecerse y arreglarse para ir al convite. En contra de su costumbre, Sócrates se baña y se calza, porque quiere estar bello. Si bien
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él es el erastés por antonomasia, que siempre anda merodeando alrededor de jóvenes bellos (Bq. 216d), el miembro de la pareja que tradicionalmente es bello es el erómenos. Con el refrán el bello va junto al bello, al contrario de la práctica homoerótica, Sócrates modifica la repartición clásica de los atributos de belleza y virtud: el primero le corresponde al amado, y el segundo al amante. Al contrario, Sócrates se considera él mismo bello, por lo que le quita este privilegio a Agatón.1 Ésta es, entonces, la segunda expectativa de parte de Agatón que rompe Sócrates. Este pasaje también remite a otra idea. Al contrario de Agatón o de Alcibíades, que son bellos por sus dotes naturales, Sócrates se embellece. Su belleza, entonces, no es algo dado y que se da por sentado, sino que constituye la meta de un proceso, e implica un trabajo. Dada la importancia que se le da a la belleza espiritual y a la de los conocimientos en el ascenso erótico, se puede concluir que, para Sócrates, la belleza realmente importante es la belleza del alma. Este tipo particular de belleza se alcanza mediante un trabajo intelectual y filosófico, no es algo dado. Este embellecimiento corporal por parte del filósofo es una anticipación del embellecimiento del alma, que puede verse como una consecuencia de la puesta en práctica de éros, dado que involucra el desarrollo filosófico y vital del amante. Por otra parte, Sócrates sabe que para obtener la belleza hace falta un trabajo, y se ocupa de realizarlo. Esto implica que es consciente de que no es completamente bello, y por lo tanto acepta que carece de belleza. Además de reconocerla, toma una actitud activa frente a esta privación, y se embellece para intentar superarla. El intento de suplirla, como vimos, produce al mismo tiempo la carencia en Agatón. Este comportamiento encarna la noción de carencia del discurso de Sócrates, donde es metaforizada en como el deseo de procreación, tanto masculino como
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femenino: su embellecimiento puede ser entendido, por un lado, como un deseo de dar a luz, en tanto quiere satisfacer su propia privación, y por otro, como un anhelo de fecundar a otro, en tanto quiere movilizar eróticamente a Agatón. Vemos, entonces, que la acción dramática muestra la manera concreta en la que se pone en práctica la teoría erótica.
Tercer gesto: hacerse esperar. Hay otro gesto de parte de Sócrates que apunta en la misma dirección. Cuando es acompañado por Aristodemo, va envuelto en sus propios pensamientos, se queda atrás, y le ordena que siga adelante sin él. Esto genera la situación cómica de que Aristodemo, invitado al banquete por Sócrates, llega sin quien lo invitó. Al verlo, Agatón le pregunta inmediatamente por Sócrates. Aristodemo contesta que fue Sócrates quien lo invitó, pero que no sabe dónde está. Agatón recibe a Aristodemo, y le ordena sentarse junto a Erixímaco, pero luego pregunta una segunda vez por el paradero de Sócrates. Acto seguido, envía un esclavo a buscarlo. El esclavo viene con la noticia de que Sócrates está inmóvil en el pórtico de un vecino, sin prestarle atención a sus llamados. Agatón le ordena al esclavo que insista, pero Aristodemo lo detiene, indicando que es una costumbre de Sócrates. Sirven la comida, Sócrates no aparece, Agatón sigue llamado por él y Aristodemo sigue impidiéndolo. Esta situación se repite hasta que, entrada ya la comida, Sócrates se presenta en el banquete (Banquete, 174d5‐175d). La estrategia de Sócrates dio resultado. Al ignorarlo el día anterior y al llegar tarde, Agatón está ansioso de encontrarse con él, pero el encuentro es diferido. Con este gesto, entonces, Sócrates frustra las expectativas de Agatón una tercera vez. La vehemencia del poeta para que traigan a su compañero muestra que está experimentando la carencia en carne propia. Aunque a esta altura del texto Agatón no ha tenido la oportunidad de escuchar los desarrollos posteriores sobre esta noción, sin embargo, el accionar de
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Sócrates hace que la experimente. Lo que hace Sócrates es más un no‐accionar que un accionar: al no elogiarlo y llegar tarde, Sócrates no hace nada, sino que omite acciones que se esperan de él. En este sentido, el proceder socrático es tanto una manera de actuar como una manera de no actuar. La llegada de Aristodemo sin Sócrates es un gesto notorio, dado que tiene la misma estructura del deseo, que se explicita en la refutación de Agatón y en los misterios menores. Es decir, éros es un deseo de algo de lo que se carece, o que está ausente. Sin embargo, por el carácter intensional de éros, el objeto de deseo se encuentra presente para el amante, pero en la forma de ausencia. Esta presencia/ausencia repercute en una tensión desplegada desde el amante hacia el amado, en la búsqueda de un objeto a la vez dentro de su horizonte vital pero fuera de su esfera de propiedad. En este sentido, Aristodemo anuncia la no‐presencia de Sócrates: Sócrates debería estar presente, pero está ausente. La llegada de Aristodemo es una anticipación de la presencia de Sócrates, que es intencionalmente diferida. La ambivalencia entre la presencia en la forma de ausencia también sucede en la dinámica dialéctica de la carencia: la falta consiste en un deseo de exteriorizar algo que ya se tiene (estar preñado), cuya posesión constituye la insatisfacción. Ante la tardanza de Sócrates, Agatón desarrolla a una tensión hacia ese objeto presente en la forma de ausencia, que se traduce en los repetidos pedidos de buscar a Sócrates. Este gesto logra un corrimiento en el comportamiento del tragediógrafo, en tanto deja de ocupar el rol del objeto amado. En este pasaje, entonces, se pone de manifiesto el giro erótico, que es uno de los puntos centrales de los misterios menores.
Conclusión Se puede concluir, entonces, que el propio texto pone de manifiesto maneras
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concretas de poner en práctica el erotismo. Estos tres gestos, no elogiar a Agatón, embellecerse y llegar tarde, encarnan dramáticamente estos desarrollos teóricos sobre éros. Vimos que Sócrates causa un giro erótico en Agatón, vimos que el embellecimiento de Sócrates involucra el progreso filosófico‐espiritual del amante en el ascenso erótico, y vimos que la llegada tarde ilustra dramáticamente la estructura intensional‐carente de éros. A partir de esto se puede afirmar que la teoría sobre éros que encontramos en el Banquete no es sólo eso, una teoría. El camino correcto de interpretar el discurso de Sócrates implica una iluminación recíproca de los aspectos teóricos y dramáticos del diálogo, los cuales, en última instancia, son los mismos. Referencias Brickhouse, T. C., & Smith, N. D. (1991). “Socrates elenctic mission.” Oxford Studies in Ancient Philosophy 9, pp. 131–159. Brickhouse, Thomas C., & Smith, N. D. (1994). Plato’s Socrates. Oxford: Oxford University Press. Brickhouse, T. C., & Smith, N. D. (2002). “The Socratic Elenchos?” G. A. Scott (Ed.), Does Socrates have a method? Rethinking the elenchus in Plato’s dialogues and beyond. Pennsylvania: Pennsylvania State University Press, pp. 145‐160. Carpenter, M., & Polansky, R. M. (2002). “Variety of socratic elenchi.” G. A. Scott (Ed.), Does Socrates have a method? Rethinking the elenchus in Plato’s dialogues and beyond. Pennsylvania: Pennsylvania State University Press, pp. 89‐100. Chantraine, P. (1976). Dictionnaire étymologique de la langue grecque : histoire des mots. Paris: Klincksieck. Vlastos, G. (1996). “The socratic elenchus.” W. J. Prior (Ed.), Socrates. Critical Assessments. London: Routledge, pp. 25‐55. Notas Podemos considerar que este gesto es profundamente irónico. Si bien Agatón era considerado un bello
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joven, el aspecto de Sócrates es más bien feo: tiene nariz chata y ojos prominentes (Teeteto 143e; Jenofonte, Banquete V), y Alcibíades lo compara con sátiros y silenos (Banquete, 215b y ss.).
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