Livov Alonso tesis RELACIONES ENTRE METAFISICA Y POLITICA EN LA FILOSOFIA ARISTOTELICA 2015 prefacio

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Descripción

UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS

Tesis de Doctorado: RELACIONES ENTRE METAFÍSICA Y POLÍTICA EN LA FILOSOFÍA ARISTOTÉLICA LA ARQUITECTURA CIENTÍFICA DE LA POLÍTICA

Postulante: PROF. GABRIEL RODRIGO LIVOV ALONSO

Director de Tesis: DR. FRANCISCO BERTELLONI

Buenos Aires Diciembre de 2015

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AGRADECIMIENTOS

Este trabajo se ha beneficiado del apoyo de diversas instituciones y personas que merecen mi agradecimiento. La Universidad de Buenos Aires, por intermedio de la Facultad de Filosofía y Letras, el CONICET y la Embajada de México me otorgaron becas que hicieron posible que me encaminara en esta investigación. Las doctoras María Isabel Santa Cruz y Graciela Marcos y el doctor Ricardo Salles (UNAM) fueron mis directores en instancias previas al doctorado, mientras que el doctor Francisco Bertelloni fue quien se encargó de dirigir mi doctorado. A todos ellos mi más caluroso agradecimiento. Agradezco también a mis jefes, mis colegas, mis compañeros de proyectos de investigación y mis alumnos de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, con quienes tuve oportunidad de discutir muchas de las ideas que aquí se presentan. Finalmente, agradezco a mis padres (mi madre presente en cuerpo y mi padre en la memoria) y agradezco infinitamente a las personas que iluminan mis días: mi mujer Paola y nuestra hija Vera.

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PREFACIO LA ARQUITECTURA CIENTÍFICA DE LA POLÍTICA ARISTOTÉLICA

Sin duda los antiquísimos sabios consideraron que este género de doctrina, como si fuera cierto misterio bellísimo y sacrosanto del poder, no había que transmitirlo a la posteridad si no era decorado con versos o adumbrado con alegorías, para que no se contaminara con las disputas de los hombres privados. […] Pero se dice que en los tiempos que siguieron, Sócrates se enamoró el primero de esta ciencia civil que, sin ser conocida profundamente, se vislumbraba en cierto modo en el gobierno de la república como a través de una nube; y tanto la cultivó que, habiendo sido desdeñada y abandonada por él toda otra parte de la filosofía, juzgó a esta sola digna de su intelecto. Después de él, Platón, Aristóteles, Cicerón y los demás filósofos griegos y romanos, finalmente no sólo los filósofos de todas las naciones, sino también los ociosos, han tratado de apoderarse o tratan de apoderarse de ella como si fuera fácil, como si se hubiera de cortejar sin esfuerzo alguno, expuesta al ingenio natural de cualquiera y prostituida por él. Hobbes, De Cive, “Prefacio a los lectores”1

Los griegos inventaron la política, la filosofía, y también la filosofía política, aunque no todas al mismo tiempo. Mientras que el nacimiento conjunto de filosofía y política se halla íntimamente relacionado con la consolidación de la ciudad-Estado (pólis), la aparición de la filosofía política se produce en el curso del siglo IV a. C., una vez que la pólis griega ha entrado en un proceso de irreversible pérdida de centralidad. A pesar de que existe una tradición de reflexión política griega anterior al siglo IV íy en ese sentido podemos encontrar consideraciones políticas en los diversos géneros discursivos del saber griego desde Ilíada y Odisea en adelanteí, esa reflexión no se constituyó en sentido estricto como filosofía política sino en paralelo con la progresiva pérdida de centralidad de la forma pólis. Aristóteles se asoma al pensamiento en tiempos en que la pólis empezaba a dejar de ser el supuesto de la vida política de Grecia. Aristóteles modeliza filosóficamente su pólis mientras se preparaba el tránsito hacia formas de poder imperiales que excedían los contornos de la ciudad-Estado. Pensar sin pólis parece nombrar la condición de época de un momento en que la pólis iba dejando de ser una condición dada para convertirse en un artefacto que no bastaba suponer sino antes recrear o reinventar. Si es en estas condiciones de incipiente 1

trad. A. Rosler.

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desfondamiento institucional que Aristóteles reinventa la filosofía política, en la época de actual pérdida de centralidad del Estado puede resultar teóricamente revitalizante volver sobre el anacronismo del texto con el que Aristóteles procesó la irremediable pérdida de centralidad de la pólis de su época y otorgó un comienzo y un principio para el desarrollo posterior de la filosofía política, una tradición de pensamiento que no puede dejar de mantener con la Política una relación originaria. El hilo conductor del presente abordaje de la philosophía politiké de Aristóteles se tensa a partir de la constatación de una presencia extraña que sobrevuela los libros que Aristóteles dedica al análisis de los asuntos políticos. La presencia extraña en cuestión se relaciona con la puesta en juego, en el análisis político, de todo un conjunto de léxicos y conceptos procedentes de la psicología, de la biología, de la ética y de la metafísica, entre otras áreas del sistema aristotélico del saber. Estos componentes conceptuales, doctrinarios y problemáticos de carácter “extra-político”, incrustados en el cuerpo de un texto que pretende un acercamiento científico autónomo a los fenómenos políticos, generan una inquietante impresión de lectura en el intérprete, en la medida en que la Política de Aristóteles parece mostrarse de dos modos a primera vista difíciles de armonizar entre sí: como el primer intento sistemático por pensar la ciencia política en su inmanencia y, a la vez, como un tapiz entretejido de diversos vocabularios, categorías y recursos argumentativos que remiten a las más variadas procedencias disciplinares. Poniendo en tensión el principio de independencia de las diferentes disciplinas (pragmateíai) en que la filosofía aristotélica aparece dividida y clasificada, en la Política coexisten conceptos, frases, distinciones y hasta argumentos enteros que parecen extrapolados desde regiones que, en rigor, se consideran externas respecto del campo de lo político. M. Riedel ha propuesto el nombre de “metapolítica” para englobar las extrapolaciones terminológico-conceptuales aristotélicas a las que nos estamos refiriendo. La metapolítica coincide para él con “la clase de aquellos conceptos y proposiciones que no procede de la política en tanto ciencia práctica, que pertenecen a otros círculos problemas, o que ‘trascienden’ el ámbito del argumentar político, [constituyendo] el entrelazamiento de política y metafísica que ya se ha vuelto algo tradicional y que queda documentado, por primera vez, en Aristóteles”.2 Aristóteles, para Riedel, parece ser el iniciador de esta práctica de intromisión ilegítima de otros

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Ibid., pp. 56-57.

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ámbitos del saber en las regiones autónomas del saber político y de este uso no tematizado e injustificado de principios extrapolíticos en el campo de la argumentación y de la conceptualización política. La Política “trabaja, en tanto teoría, con conceptos y principios que, en sí mismos, no son ‘políticos’”3. Ahora bien, ¿cómo explicar que el estagirita, el renombrado fundador de la ética y de la política como disciplinas autónomas, recurra en momentos decisivos de su argumentación a nociones, distinciones y doctrinas extrañas al campo específico de la filosofía de los asuntos humanos? ¿Cómo entender tales extrapolaciones? ¿Debe decirse que a raíz de su presencia los temas y problemas centrales de la filosofía política no le pertenecen completamente? ¿Cuál es el sentido y el alcance de las deudas conceptuales que mantiene la filosofía política aristotélica con las disciplinas extrapolíticas? ¿Debemos afirmar que resulta inexorablemente heterónoma o que aun así puede tener una fundamentación autónoma? ¿Es la filosofía política aristotélica reconducible a un sistema excéntrico, que tiene su base en la metafísica, la psicología o la biología? ¿O hay un centro de principios y doctrinas propio en torno al cual gravita la disciplina? ¿Cómo concebir “autonomía”, “independencia”, “propiedad” y “cientificidad” al hablar del proyecto filosófico-político aristotélico? El problema de la fundamentación del discurso político recorre a su vez toda la historia del pensamiento político griego hasta Aristóteles. Y también desde el punto de vista de la historia de la recepción occidental del texto ídesde las divisiones philosophiae de la baja Edad Media hasta el neoAristóteles comunitarista y distributivista de nuestros díasí, el problema de la autonomía de la ciencia política se vuelve central y determinante. De modo que la cuestión metapolítica lejos está de ser un mero problema de filología del detalle, sino que compromete la comprensión del núcleo del proyecto filosófico-político aristotélico. Debajo de estos cruces disciplinares aparentemente anecdóticos subyace toda una serie de interrogantes de cuyo tratamiento y resolución depende una correcta comprensión de la concepción y práctica de la investigación científica que el filósofo griego despliega sobre el mundo de los fenómenos políticos. Precisamente con relación al estatuto científico de la política nos interesa destacar una significativa ausencia en la literatura especializada sobre Aristóteles. Esta ausencia se refiere a un abordaje de las condiciones epistemológicas del discurso

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Ibid., p. 74.

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científico aristotélico sobre los asuntos políticos llegado a nosotros en forma de ocho rollos de papiro bajo el rótulo “Política”. ¿Por qué esta falta? Probablemente porque el texto de Hobbes reproducido en el epígrafe todavía sigue presente, en la medida en que se cree que los escritos de Aristóteles dedicados a los asuntos públicos son una mera expresión de “ingenio natural” y que se redactaron “sin esfuerzo alguno” de orden teórico. Así las cosas, no parecía necesario emprender una tarea de análisis de la cientificidad del discurso aristotélico sobre los fenómenos de la pólis por causa de una doxa común compartida por una abrumadora mayoría de comentadores aristotélicos (que siguen siendo hobbesianos en esto) que sostiene que la Política es un texto eminentemente empírico, con un bajo grado de formalización y un alto contenido de material recopilado de la observación del mundo de los acontecimientos políticos. Su argumentación hace constante referencia a constituciones existentes efectivamente en uso, registra noticias sobre costumbres en pueblos diversos, apela una y otra vez a evidencias observables. Frente al idealismo utópico-político de su maestro, el Estagirita se habría conformado con inscribir su análisis en la superficie realístico-empírica del dominio político, sin alcanzar el vuelo metafisico trascendente del ateniense. Ya el célebre cuadro de Rafael nos habría anticipado esta perspectiva: ante el gesto trascendental de Platón, según el cual estudiar la política requeriría elevarse hacia sus condiciones trascendentes de posibilidad, la mano extendida de Aristóteles señala como ámbito de interés la plenitud de una inmanencia que no exige deducciones trascendentales sino una prolija indagación empírica acerca de las cosas humanas en sus cristalizaciones concretas y efectivas. Aristóteles explora una enorme cantidad de los más diversos ordenamientos, poniendo en juego una proteica recolección de datos, criterios, instituciones, grupos, dirigentes, acontecimientos, etc. Consecuentemente, la Política de Aristóteles se nos presenta como una enciclopedia que atesora los conceptos y las experiencias de cuatro siglos de reflexión y acción políticas griegas, al modo de un compendio de historia de las ideas y de las instituciones políticas de Grecia.4 Si bien estas notas de la Política son innegablemente ciertas, debe destacarse que en general esta concepción armó sistema con una consecuencia con respecto a su cientificidad: antes que plantearse la necesidad de hacer ciencia de la política, en este dominio de objetos teóricos parecería alcanzar con un enfoque prudencial arraigado en

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Kamp (1993): 29-30.

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la eticidad efectiva de cada una de las póleis fácticamente existentes. En la medida en que constituye un enfoque prudencial, jamás podría suponerse que las ciencias prácticas ejecutaran el programa de investigación científica de los Analíticos Posteriores. En palabras de Kullmann, la “ciencia política” se caracteriza por una orientación a la praxis por la cual no aspira a desarrollar ninguna investigación teórica, sino que pretende ofrecer al legislador o al politico el punto de vista acerca de cómo debe ordenar el estado.5 Si toda ciencia aristotélica rigurosa es de carácter teorético, y si de la preminencia epistemológica de las ciencias teoréticas no debe deducirse ninguna subordinación ni dependencia con respecto a la epistemología de los abordajes prácticos, las acciones humanas, tanto individuales como colectivas, implican sus propios principios, irreductibles a la física, independientes de la metafísica e inconmensurables con relación a la metodología de las ciencias más rigurosas y exactas. Frente a las condiciones de estabilidad y permanencia de los objetos de las ciencias teoréticas, la “ciencia” política no tendría “ni siquiera esa constante regularidad, esa repetición ‘en la mayoría de los casos’ de eventos no necesarios pero aun así relativamente estables como aquellos sobre los que versa la Física o teoría de la naturaleza”.6 Vegetti prosigue del siguiente modo: Aquí la inestabilidad se revela como auténtica indeterminación (aóriston), y de un modo igual de indeterminado y flexible deberá ser el canon a emplear en su tratamiento, tal como la regla de Lesbos que gracias a su falta de rigidez puede adaptarse a las piedras irregulares que deben medirse (EN. V 14, 1137b 29 ss.). Y en efecto, dado que írepite Aristótelesí el grado de rigor a perseguir no puede más que ser proporcionado por la materia tratada, el método del saber práctico se aproximará más a la determinación del ángulo recto a manos del albañil constructor antes que a la definición del experto en geometría (EN. I 7, 1098a 20 ss.). Debe constatarse así en este ámbito la renuncia al rigor propio de la teoría, la aceptación de un estilo intelectual hecho de aproximaciones, orientaciones generales a adaptar caso por caso a la indefinida variabilidad de las situaciones, y la inmediatez de juicio debida a una profunda experiencia de las cosas, próxima a la de competencias racionales como la medicina y la náutica (EN. II 2, 1104a l ss.).7

Así las cosas, no parecería tener sentido preguntarse en serio por las condiciones de cientificidad de un discurso constitutivamente blando, empírico, recopilatorio, phronético-prudencial, propio de una materia exenta de cualquier regularidad y estabilidad, si es cierto que para Aristóteles sólo hay ciencia de lo universal y de lo necesario. La prueba de que esta apariencia fue en general considerada como esencial 5

Kullmann (1992): 12. Vegetti (1990): 160. 7 Ibid. 6

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por parte de los intérpretes reside en el hecho de que, si bien ha habido muchos avances de diversos estudiosos que han trabajado diversos aspectos de la epistemología aristotélica de la Política, no logró conformarse un estudio de conjunto que abordara la problemática epistemológica de la philosophia politiké a la luz de la propia teoría de la ciencia que Aristóteles desarrolla en los Analíticos Posteriores. Ahora bien, una serie de textos extraídos de la Política parecen contradecir la hipótesis de que Aristóteles no tiene pretensiones de cientificidad para su discurso político y que, a lo sumo, se conforma con un lógos blando, deflacionado, con un perímetro de validez que no pretende ir más allá de un devaluado umbral de justificación dialéctico-retórico. El primer texto constituye el final de la Ética Nicomaquea y la transición al abordaje que encontraremos en la Política: Mas si uno desea llegar a ser un técnico [tekhnikós] o un teórico [theoretikós], parece que no menos ha de ir a lo universal [tò kathólou] y conocerlo en la medida de lo posible, pues, como se ha dicho, las ciencias [epistémai] se refieren a lo universal. […] Ahora bien, ¿hemos de investigar ahora dónde y cómo puede uno llegar a ser legislador, o, como en los otros casos, se ha de acudir a los políticos? ¿O no parece haber semejanza entre la política y las demás ciencias y disciplinas? [è ouk hómoion phaínetai epì tês politikês kaì tôn loipôn epistemôn te kaì dunámeon] Pues, en las otras, las mismas personas parecen impartir estas facultades y practicarlas, como los médicos y pintores, mientras que en los asuntos políticos los sofistas profesan enseñarlos, pero ninguno los practica, sino los gobernantes, los cuales parecen hacerlo en virtud de cierta capacidad y experiencia, más que por reflexión […]. Sin embargo, sería razonable hacerlo si pudieran, pues no podrían legar nada mejor a sus ciudades, ni habrían deliberadamente escogido para sí mismos o para sus seres más queridos otra cosa mejor que esta facultad. En todo caso, la experiencia parece contribuir no poco a ello; pues, de otra manera, los hombres no llegarían a ser políticos con la familiaridad política, y por esta razón parece que los que aspiran a saber de política necesitan también experiencia. Así, los sofistas que profesan conocer la política, están, evidentemente, muy lejos de enseñarla. En efecto, en general no saben de qué índole es ni de qué materia trata; si lo supieran, no la colocarían como siendo lo mismo que la retórica, ni inferior a ella, ni creerían que es fácil legislar reuniendo las leyes más reputadas. Así dicen que es posible seleccionar las mejores leyes, como si la selección no requisiera inteligencia y el juzgar bien no fuera una gran cosa, como en el caso de la música. […] Así también, sin duda, las colecciones de leyes y de constituciones políticas serán de gran utilidad para los que pueden teorizar y juzgar lo que esté bien o mal dispuesto y qué género de leyes o constituciones sean apropiadas a una situación dada; pero aquellos que acuden a tales colecciones, sin hábito alguno, no pueden formar un buen juicio, a no ser casualmente, si bien pueden adquirir más comprensión de estas materias. Pues bien, como nuestros antecesores dejaron sin investigar lo relativo a la legislación, quizá será mejor que lo examinemos nosotros, y lo concerniente en general a las constituciones [hólos perì politeías], a fin de que podamos completar, en la medida de lo posible, la filosofía de las cosas humanas [he perì tà anthrópeia philosophía]. Ante todo, pues, intentemos recorrer aquellas partes que han sido bien tratadas por nuestros predecesores; luego, partiendo de las constituciones que hemos coleccionado, intentemos ver qué cosas salvan o destruyen las ciudades, y cuáles a cada uno de los regímenes, y por qué causas unas ciudades son bien gobernadas y otras al contrario. Después de haber

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investigado estas cosas, tal vez estemos en mejores condiciones para percibir qué forma de gobierno es mejor, y cómo ha de ser ordenada cada una, y qué leyes y costumbres ha de usar. Empecemos, pues, a hablar de esto (EN. X 10, 1180b 20-1181b 23).

La impugnación de la sofística en este pasaje apunta contra la desvalorización que en esta corriente se expresa en contra de una ciencia de los asuntos humanos, cuya necesidad Aristóteles reivindica frente al excesivo pragmatismo y coleccionismo del enfoque sofístico. No se puede dejar de lado una cierta pretensión universalista propia de todo tipo de ciencia si uno quiere llegar a un enfoque técnico o teorético acerca de cualquier asunto, y por lo tanto tampoco puede reducirse la ciencia política a la retórica ni la legislación a la recopilación de leyes. Ningún enfoque auténticamente técnico que logre resultar eficaz y útil para guiarse en los asuntos humanos puede hallarse exento de un esfuerzo teórico que aspire a la universalidad. La crítica del coleccionismo sofístico en la EN. realiza una impugnación análoga a la de las Refutaciones Sofísticas con relación al déficit técnico de la forma de enseñanza de Gorgias. El pasaje se refiere a la invención aristotélica de la técnica dialéctica, y realiza una crucial analogía entre toda técnica y el arte de hacer zapatos: En cuanto a este estudio [i.e., la dialéctica], en cambio, no es que una parte estuviera previamente elaborada y otra no, sino que no había nada en absoluto. En efecto, la educación impartida por los profesores pagos que enseñaban argumentos erísticos sería más o menos semejante al estudio (pragmateía) de Gorgias: pues daban a aprender de memoria, los unos, argumentos retóricos (rhetorikoí lógoi) y, los otros, argumentos interrogativos (erotetikoí), en los que creían respectivamente, unos y otros, que acostumbran a caer la mayoría de los argumentos que se dan entre dos interlocutores. Por ello, la enseñanza (didaskalía), para los que aprendían de ellos, era rápida pero sin técnica (átekhnos): pues enseñando no la técnica sino lo que se deriva de la técnica, creían estar educando, como si uno, declarando que va a transmitir la ciencia (epistéme) de cómo no hacerse daño en los pies no enseñara ni la técnica de hacer zapatos (skutotomiké), ni de dónde procurárselos, sino que diera muchos tipos de calzados de todas las clases: pues éste contribuiría a una utilidad práctica (pròs tèn khreían), pero no transmitiría una técnica (tékhne). Sobre las cuestiones de retórica existían ya muchos y antiguos escritos, mientras que sobre el razonar no teníamos absolutamente nada anterior que citar, sino que hemos debido emplear mucho tiempo en investigar con gran esfuerzo (SE 34, 183b 26184b 3).8

Se marca aquí a propósito del sofista de Leontinos una deficiencia técnica que exige una adecuada reformulación (que otorgue a su pragmateía el status de técnica). Tanto Gorgias como ciertos “profesores pagos” hacían aprender de memoria argumentos retóricos, logrando una enseñanza que resultaba “rápida” pero sin técnica (átekhnos). El coleccionismo metodológico sin un principio de estructuración racional

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trad. BCG (Candel San Martín) levemente modificada.

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de la disciplina atenta contra la adecuada fundamentación técnica tanto de la retórica como de la dialéctica. En el libro I cap. 1 de la Política Aristóteles inaugura el tratado marcando la exigencia de investigar técnicamente el problema del dominio a través de una búsqueda científica de las diversas partes de la pólis, con el objetivo de poder corregir muchos errores no sólo de los sabios sino de la opinión común: Lo dicho resultará claro para los que investigan según el método que nos sirve de guía. Porque aquí, como en los demás casos, es necesario dividir lo compuesto hasta sus elementos simples (pues éstas son las partes mínimas del todo), y así también, examinando de qué partes se halla constituida la ciudad-Estado, comprenderemos mejor en qué difieren unas partes de otras y si es posible alcanzar algún conocimiento técnico [ti tekhnikós] sobre cada una de las cuestiones referidas (I 1, 1252a 17-23).

La situación de la ciencia política no es idéntica a la de la técnica dialéctica, en este punto, dado que Aristóteles no tiene que empezar de cero. Según lo que se vislumbra en pasajes de un gran optimismo epistemológico como II 5 y VII 10, lo que falta respecto de la politikè epistéme es sistematización y puesta en práctica de lo que ya se sabe. Nos hallamos así ante una problemática epistemológica típica del siglo IV a.C. y especialmente pertinente a la escuela de fundada por Aristóteles, el Liceo: el problema más acuciante reside en cómo interconectar los diversos saberes en un sistema. Se han descubierto, en efecto, casi todas las cosas, aunque algunas no se hallan sistematizadas y otras, a pesar de conocerse, no se ponen en práctica (II 5, 1264a 2-3). Asimismo, debe considerarse que también las otras instituciones fueron descubiertas muchas veces a lo largo de mucho tiempo, más aún, innumerables veces: en efecto, es probable que el uso mismo enseñara lo necesario, por un lado, y luego, una vez que tuvieron esto asegurado, es razonable que se inclinaran hacia el refinamiento y el lucro. En consecuencia, también debe creerse que en los asuntos relativos al régimen político sucede lo mismo (VII 10, 1329b 25-30).

En VIII 6 Aristóteles procede en la misma línea en una reflexión que parte del uso de la flauta y desemboca en una crítica de corte epistemológico concerniente a la explosión de las tékhnai durante el siglo V. La abundancia y la proliferación han generado una inmensa acumulación de saber no acompañada por las distinciones oportunas: Por ello, los ancestros correctamente rechazan como indigno el uso de la flauta entre los jóvenes y los hombres libres, aun cuando se hayan servido de ella al principio. En efecto, en el momento en que, debido a la abundancia de recursos, los griegos llegaron a disfrutar de mayor tiempo libre y se volvieron más magnánimos en relación con la virtud, y además, enorgullecidos por sus logros antes y después de las Guerras Médicas, adoptaron para sí toda clase de aprendizajes sin realizar distinciones entre ellos, en su afán de acumulación (VIII 6, 1341a 27-31).

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En cualquier caso, no se halla puesto en duda por parte del propio Aristóteles el carácter científico de la política, tal como se vislumbra en las siguientes declaraciones. En efecto, tal como dijimos, subsiste una aporía, y se podría opinar que es mejor el cambio. En las demás ciencias, por cierto, esto es lo conveniente; la medicina, por ejemplo, ha cambiado sus reglas ancestrales, como también la gimnasia y, por lo general, todas las técnicas y facultades. De modo que, como hay que considerar también la política como una de ellas, resulta claro que lo mismo se aplica necesariamente a ella (II 8, 1268b 31-38).

En el libro VII se propone como pregunta científica “¿cuál es el mejor régimen político y cuál es la mejor disposición para una ciudad-Estado?”, bajo la aclaración de que es este “el objeto propio del pensamiento y de la teoría política” (VII 2). Contra la renuncia a todo rigor y toda exactitud en filosofía política, en III 9 se menciona a ciertos investigadores que se oponen a diversas afirmaciones de sofistas en términos de “quienes investigan con exactitud”. Contra la idea de que todo discurso sobre la política debe ser empírico y singular, en IV 14 abre del siguiente modo su abordaje de las instituciones fundamentales de la ciudad-Estado: “a continuación hablemos de las siguientes cuestiones, tanto en general como acerca de cada régimen por separado, adoptando un principio adecuado a tal efecto” (IV 14, 1297b 35-36). Con referencia al problema de la definición de los regímenes políticos se sostiene que: Hay que tratar un poco más extensamente en qué consiste cada uno de estos regímenes políticos; pues también subsisten algunas dificultades, y para quien filosofa con método en torno a cada uno de estos regímenes (y no los considera solamente desde el punto de vista de la práctica) resulta apropiado no descuidar ni dejar de lado nada, sino hacer visible la verdad referente a cada asunto (III 8, 1279b 10-15).

Finalmente, la necesidad de contar con un abordaje científico de la política se refrenda explícitamente en III 12: Puesto que en todas las ciencias y las técnicas el fin es un bien, en el más alto grado y principalmente lo será el de la suprema entre todas ellas: la disciplina política. El bien político es la justicia, la cual coincide con el interés común, y parece que para todos la justicia radica en cierto tipo de igualdad, y al menos hasta cierto punto están de acuerdo en ello los escritos de filosofía que tratan de cuestiones éticas. Afirman, pues, que lo justo se determina con relación a un asunto y entre ciertas personas y que debe ser igual para los iguales. En qué hay igualdad y en qué hay desigualdad es una cuestión que no debe dejarse de lado: pues esto encierra una dificultad y reclama una filosofía política [philosophía politiké] (III 12, 1282b 14-23).

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Tomándonos en serio este conjunto de textos en los que se indica explícitamente que a la política debe correponderle un estatuto técnico-científico, la presente contribución pretende reponer las condiciones de cientificidad del discurso político de una manera que se preserve una coherencia de fondo entre el proyecto científico general de Aristóteles en los Analíticos Segundos y lo que hace el mismo autor en la Política. A partir de este cruce trataremos de enmarcar el hilo conductor del presente estudio, centrado en un análisis de los vocabularios teoréticos empleados en el texto político. En paralelo a la subestimación del rol estructurante que la teoría ejerce sobre el material empírico en las así llamadas ciencias prácticas, los intérpretes en general no han comprendido la dimensión epistemológica del vocabulario teórico empleado por Aristóteles en la Política. Nos interesa destacar especialmente que el abundante material empírico que contiene nuestra obra se halla ordenado a través de una arquitectura filosófica, y que las categorías metafísicas son fundamentales en el armado de esa estructura teórica destinada a encuadrar la empiria. El propósito general de la tesis es reconstruir el perfil científico del abordaje aristotélico de los asuntos públicos haciendo foco en la dimensión terminológicoconceptual e integrando a ella las perspectivas metodológicas (analíticas y tópicodialécticas), problemáticas (referentes a los problemas) e ideológicas que componen la ciencia política aristotélica. La convicción de fondo que orienta el estudio reside en que la Política de Aristóteles constituye una novedad en el marco de los cuatro siglos de pensamiento político griego que se remontan a Homero y llegan hasta los días de Aristóteles. Intentaremos mostrar que a diferencia del Poeta y del Sofista, los dos perfiles de pensador político que hegemonizaron, correspondientemente, los siglos VIIIVI y el siglo V a.C., Aristóteles demarca una nueva aproximación a la reflexión política en la figura del Filósofo Político, que su maestro (y el maestro de su maestro) habían inaugurado aunque no hubieran logrado concretar efectivamente en sus abordajes. Comprender la novedad en cuestión implica no sólo considerar las ideas enunciadas por Aristóteles en su tratado político (muchas de las cuales no son en absoluto novedosas) sino ante todo ubicarlas en el contexto epistemológico y metodológico de su tratamiento. Tenemos la intención de poner de manifiesto que es en función de esta segunda perspectiva que la obra de Aristóteles sobre la política adquiere un espesor incomparablemente novedoso con respecto a sus antecesores: antes de él, ningún texto de política de ningún otro intelectual de la historia, ni de Oriente ni de Occidente, logró desarrollar un abordaje de dicha área doctrinal en su especificidad frente a la religión, la 12

física, la metafísica, la retórica, la historia o la poesía. Aristóteles es el primero en abordar la política con un enfoque científico, técnico y autónomo, el primero que recorta este saber con plena conciencia metodológica de sus principios propios, situándola en ciertas relaciones con otros registros científicos dentro de un determinado sector del árbol del conocimiento. A pesar de que el nexo entre política y metafísica ha sido reconocido como un tema central dentro del estado de la cuestión, la adecuada ponderación de la presencia de los vocabularios teóricos en la Política ha sido una cuenta pendiente que creemos que no ha sido adecuadamente saldada y que nos proponemos enfrentar en la medida de nuestras posibilidades.9 Nuestra propuesta al respecto reside en esclarecer el sentido y la función de las nociones teóricas que vertebran el texto político de Aristóteles considerando dicha operación en el marco de la epistemología aristotélica, es decir, dentro del conjunto de condiciones que hacen del discurso político un discurso científico, bajo una hipótesis general que parte de la afirmación de un plano de coherencia entre la teoría de la ciencia de los Analíticos Posteriores, los lineamientos generales del uso científico de la dialéctica y las indagaciones aristotélicas que llegaron a nosotros bajo el nombre de Política. En este contexto, intentaremos poner de manifiesto que, entre las funciones que pueden adscribirse a los vocabularios “metafísicos” puestos en juego por Aristóteles, se destaca principalmente la de contribuir con el soporte teórico para el establecimiento de los primeros principios de la ciencia política, las definiciones de los conceptos fundamentales de la disciplina. Es para ello que nos abocaremos especialmente en nuestro escrito a analizar los procesos definicionales que llevan al establecimiento de los principios propios de la politikè epistéme y su rendimiento en el curso de demostraciones científicas y de pruebas dialécticas. 9

Así lo reconocen, entre otros, E. Schütrumpf (“no puede dudarse de que Aristóteles en la Política utiliza elementos de una argumentación que no es exclusivamente propia de la Política, sino que representan formas de pensamiento generales [allgemeine Denkformen] de la filosofía aristotélica, como por ejemplo la jerarquía teleológicamente determinada. Pero debe probarse exactamente qué sentido y qué consecuencias traen consigo estos elementos argumentativos extrapolíticos para el conjunto de la Política, y para la teoría constitucional” (I: 114).) y F. Volpi (“en sí misma, la constatación de la presuposición y el empleo de términos o de teoremas de un determinado ámbito epistémico en otro es índice de la existencia de una relación entre ellos, pero no es todavía suficiente para determinar de qué tipo de relación se trata. Por una serie de razones […] podemos decir que seguramente la relación entre metafísica y política no es en Aristóteles ni una relación de fundación o de derivación ni de subordinación o dependencia, sino de respectiva autonomía. La dificultad, en este punto, reside precisamente en lograr determinar por la positiva, en su respectiva autonomía, el tipo de relación que existe entre metafísica y política, entre filosofía teorética y filosofía práctica. No me parece haber visto hasta hoy una solución satisfactoria del problema” (1990: 25)).

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Nos interesa sostener que la alta presencia de términos y conceptos teoréticos en ciertos momentos centrales de la Política se debe principalmente a que se están estableciendo los primeros principios de la disciplina. Con el objetivo de dotar de peso a esta reconstrucción terminológica de la politikè epistéme, nos interesa anclar la voluntad de establecer definiciones claras a la constatación del carácter homonímico que los conceptos fundamentales de la Política asumieron desde los orígenes de la reflexión política helénica hasta los días de Aristóteles. Si, a diferencia de sus antecesores, resulta una preocupación acuciante para nuestro pensador delimitar el lugar de la política dentro de su sistema del saber, queremos mostrar que resulta fundamental un trabajo detallado en el nivel terminológico-conceptual. Los operadores y las nociones técnicas que se encuentran en otros escritos del corpus revelan una alta productividad si se considera el proyecto científico-político aristotélico desde la perspectiva lexical: la hipótesis de trabajo que pretendemos probar es que su principal utilidad radica en que proporcionan medios expresivos para definiciones estrictas de los conceptos clave de la philosophía politiké, y principalmente del concepto de politeía. Es nuestra intención dar cuenta de cómo todo el proyecto aristotélico apunta en última instancia a desarrollar una philosophía de la politeía, una teoría constitucional científica. Con el objetivo de comprender el sentido y la función de los conceptos teóricos íno menos que ser capaces de delimitar adecuadamente cuáles son esos conceptos teóricos y ponderar su grado de productividad para el discurso político por fuera de retrolecturas, falsificaciones o malentendidos contemporáneosí pretendemos enmarcar el problema dentro de ciertos rasgos centrales del pensamiento de Aristóteles. Especial interés para nuestra tesis recibe el problema de qué debemos considerar como “vocabulario metafísico” y de qué manera analizarlo. Al respecto nos interesa especialmente negar que la conceptualidad “metafísica”, cuya presencia nos interesa rastrear en el texto político, forme parte de un área epistémica determinada, cerrada en sí misma y pasible de ser reconstruida de manera unívoca. Creemos que una justificación adecuada de la relación entre metafísica y política debe analizarse en términos de estrategia discursiva, y a su vez esta estrategia debe ser puesta en relación con sus condiciones teóricas de posibilidad, vale decir, encontrando la justificación teórica por dentro del mismo sistema de la ciencia aristotélica, a través de una remisión a las determinaciones específicas que dicha relación asume en el campo de la teoría

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aristotélica de la pólis, y no enunciando generalidades exteriores, anacronismos, retrolecturas y buscando luego ejemplos en el texto. A partir de estos lineamientos metodológicos, la tesis a defender en el cuerpo de nuestro escrito reside en que los conceptos y principios teoréticos están en función de definir científicamente los conceptos centrales de cada uno de los programas de investigación dentro de los cuales operan. Las nociones analítico-categoriales constituyen el soporte teórico de las definiciones, que son los primeros principios de la ciencia política, enmarcan conceptualmente la empiria y la discusión dialéctica de las diversas preguntas científicas y le permiten al investigador contar con un set de herramientas discursivas de testeada operatividad, semánticamente controladas, para poder a su vez obtener distinciones claras sobre cada uno de los conceptos centrales de la disciplina política, aquejados por una homonimia extrema que parecía poner en riesgo (desde la perspectiva aristotélica) la misión de alcanzar un abordaje filosófico técnico de los asuntos humanos. En la segunda sección de la tesis nos proponemos relevar la arquitectura teórica del léxico de la politikè epistéme en la definición de sus conceptos clave. La reconstrucción de los procedimientos semánticos a través de los cuales Aristóteles llega al establecimiento de las definiciones y el rendimiento de tales definiciones en el marco de demostraciones científicas llevadas a cabo en el curso de la obra pretende habilitarse epistemológicamente en consonancia con los lineamientos de los Analíticos Segundos y en integración con lo que puede considerarse como el uso científico de la dialéctica. Nos detenemos en la tarea de depuración semántica de los términos-conceptos pólis, polítes/políteuma y politeía, y específicamente en ciertas herramientas lexicales teóricas de alto nivel de generalidad a las que apela Aristóteles en ciertos momentos centrales de la Política para establecer primeros principios de su ciencia, es decir, principalmente, definiciones. La productividad de estas herramientas para la ciencia política se pondrá de manifiesto en el análisis de algunos capítulos y pasajes centrales de la obra, en las que se busca alcanzar definiciones técnicas de los objetos teóricos de la Política, una tarea de fundamental importancia en la medida en que las definiciones forman la base de los principios de una ciencia, de acuerdo con los Analíticos Segundos. No articularemos el desarrollo en función de los diversos conceptos aislados (como hemos ya aclarado), sino antes por estratos textuales a partir de la secuencia I-III, II-VII, y IV-VI, especificando al comienzo cada uno de los apartados los diversos programas de investigacion, dado que es en definitiva en función de esos programas de 15

investigacion que se definen preminentemente unos conceptos de la red teorética y no otros, y de una manera antes que de otra. La tesis se organiza en cinco partes: prefacio, introducción, sección I, sección II y conclusiones. En el prefacio, la introducción y la sección I nos dedicamos a puntualizar el problema general que pretendemos abordar a través de una exploración contextual dispuesta a partir de diversas capas que nos ayudarán a hacer foco en las preguntas y desafíos que Aristóteles pretendía responder a la hora de emplear el vocabulario teorético en la filosofía política, no menos que en los recursos y formas de pensamiento generales presentes en su filosofía para lograr tal empresa. En la sección II nos disponemos a presentar y elaborar la evidencia textual. En las conclusiones hacemos un balance en torno a la articulación entre los lineamientos generales de la primera sección y la elaboración de las respuestas en la segunda sección, sobre la base de los lineamientos metodológicos y las hipótesis de trabajo puestas en juego.

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