Literatura y entendimiento por disenso

July 18, 2017 | Autor: P. Hernández Hern... | Categoría: Filosofía y Literatura, Literatura Costarricense
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Descripción

Coloquio “Dialogando a partir de Cocorí y más allá” Jueves 21 de mayo del 2015, Facultad de Letras, UCR Dr. Pablo Hernández Hernández

Literatura y entendimiento por disenso Quisiera iniciar mencionando que mi punto de partida para esta presentación se encuentra en las relaciones entre filosofía y literatura, en mi comprensión de ellas, que se resume de la siguiente manera: las relaciones entre filosofía y literatura se dan gracias a dos cosas que ambas tienen en común, un medio que es el lenguaje y una técnica que es la escritura. Desde este punto de partida todos los intentos de comprensión del lenguaje y de la escritura, que atraviesan la historia de la filosofía, han puesto en contacto estos dos universos a partir de un problema: la relación entre significación y entendimiento. Si nos concentramos en el medio, es decir, en el lenguaje, y en cómo tiene lugar en él la significación, el contacto con la literatura ha permitido a la filosofía comprender que junto con el problema del significado, es decir, la codificación de signos a partir de sistemas más o menos complejos de referencia, tiene lugar el problema del sentido, es decir, la intencionalidad y el uso del lenguaje más allá del código en un contexto de intereses y necesidades intersubjetivas. Acá la primera conclusión, creo yo fundamental para poder discutir en la polémica sobre el libro Cocorí: el lenguaje, en tanto medio, visto desde la literatura, no es una mera herramienta de descripción del mundo o un intento de transmisión de mensajes, sino también producción de mundos y de sujetos individuales y colectivos, a través de su puesta en escena o representación. Así también, desde el punto de vista del entendimiento, el medio del lenguaje, considerado desde la literatura, nos enseña que el entendimiento no sólo se refiere a una facultad cuya utilidad cognitiva se concentra exclusivamente en la argumentación lógica y la demostración

inferencial entre sujetos que conocen el mundo con él (o creen hacerlo); sino que también hay un valor cognitivo vital y fundamentalmente humano en la búsqueda de entendimiento entre los diversos mundos y los diversos sujetos que habitan el lenguaje y que se expresan en él. Acá una segunda conclusión al respecto: habría que valorar lo repugnante, como la violencia, la discriminación o el racismo, por ejemplo, dentro de las representaciones literarias para desde ellas discutir su papel en la producción de entendimientos mutuos, convivencia y comunidad. No es conveniente ni suficiente ocultarlos, evadirlos o negarlos. Una literatura sin esos elementos, una literatura políticamente correcta, es una literatura cuya desconexión con su contexto de producción y recepción fomenta el mito de que hay una sociedad homogénea, armónica y sin presencia de lo repugnante. Es así que no podemos acá reproducir el prejuicio que discrimina entre ambos universos, el de la significación y el del sentido, el del entendimiento lógico y el de la búsqueda de modos de entendernos. Ni tampoco deberíamos reproducir un esquema de jerarquía entre ellos. Ese prejuicio y esa jerarquía tienen un arma letal que yo voy a llamar acá literalidad: una eficaz herramienta de dicho prejuicio de discriminación en el lenguaje. Nuestras habilidades de lectura, en este sentido, se miden por la literalidad. Si nos encontramos instalados en el prejuicio discriminatorio y la jerarquía, en lo políticamente correcto, la literalidad, leer y escribir literalmente, sirve como valor de objetividad y razón, como criterio positivo y discriminador. Si nos encontramos fuera de dicho prejuicio y jerarquía nuestra capacidad para evadir la literalidad es aquello que nos permite ubicarnos, más bien, en le proceso crítico de interpretación, discusión y diálogo que el mismo lenguaje implica. No se trata de optar por alguna de las dos posiciones sino de circular por ellas, conscientemente, en la búsqueda de entendimiento y entendimientos.

Me refería al lenguaje como un medio que, visto desde la filosofía y la literatura, nos lanza hacia una visión crítica del significado y del entendimiento; y ahora quisiera referirme rápidamente a la escritura como una técnica que nos enseña la pluralidad de recursos que implícita y necesariamente sirven, en el lenguaje, para el entendimiento. Yo no creo en el modelo electrónico de la comunicación, ni tampoco en el entendimiento reducido al conocimiento positivo y descriptivo de cómo son las cosas. Si consideramos el significado siempre abierto al sentido, a su no-fijación, y el entendimiento como un proceso también de comprensión intersubjetiva, la técnica de la escritura aparece entonces como una constante experimentación con la interioridad y la exterioridad del lenguaje. Este punto es el que me sirve de base para plantear la siguiente pregunta: si los diferentes usos y tipos de lenguaje, así como los diferentes registros, modos y géneros de escritura, todos, buscan alimentar las posibilidades de entendimiento del mundo y mutuo ¿cuál sería el particular aporte de algo como la literatura, siendo que con ella parece que es más difícil ponerse de acuerdo, entenderse, sobre su significado y sentido? Dicho de otro modo ¿por qué y para qué discutimos sobre Cocorí y no sobre un artículo o norma, en una ley o código, que condena la discriminación por racismo? Dicho todavía de otro modo: casi todos estamos de acuerdo contra la discriminación por racismo, pero no logramos acuerdo sobre un texto literario como Cocorí, ¿qué pasa entonces con la literatura, con la escritura literaria y el entendimiento mutuo? La escritura literaria no reconoce separación entre la forma y el contenido, esa es su postura que concentra la mayor fuerza. Cuando parafraseamos una obra literaria creemos, como en las preguntas de comprensión de lectura de la secundaria, que separándonos de la forma específica en que se han dicho las cosas nos acercamos a lo que se dice en cualquiera de las formas, y decimos que eso es el sentido o el significado de la obra literaria. También

suponemos que cuando nos ponemos de acuerdo sobre eso que es independiente de las formas en que se dice, entonces alcanzamos el entendimiento. Estas son posiciones no sólo obsoletas y profundamente idealistas de comprensión del fenómeno literario, sino que son parciales en el modo convencional y limitado de concebir el significado y el entendimiento, como vimos arriba. Cuando logramos elaborar nuestras interpretaciones y valoraciones de un texto literario y procedemos a emitir públicamente nuestro juicio al respecto el contexto intersubjetivo que se produce es crítico, lo cual quiere decir que es un contexto en el que se hace imposible el acuerdo total y último por el sentido. Ese espacio de disenso es el que abre la literatura como entendimiento: al no reconocer separación entre forma y contenido, los desplazamientos, sustituciones y condensaciones del sentido que la literatura produce gracias a sus técnicas y figuras, nos llevan a una forma inédita de entendimiento: el entendimiento por disenso. Lo que interesa de este disenso es la pluralidad y diversidad de lecturas e interpretaciones que incorpora en lo social, y el reto colectivo que lanza de entendernos a pesar de no estar de acuerdo o de no tener todos la misma interpretación, la misma imaginación, la misma ensoñación, los mismos horizontes de ideales o valores con respecto a la representación. Es gracias al principio del disenso, expresado en el lenguaje gracias a su potencial literariopoético, y siempre abierto en la escritura literaria hacia innumerables movimientos y figuras del sentido, que lo colectivo puede tener lugar no como homogeneidad sino como heterogeneidad, no como universal e intemporal identidad sino como diferencia constante, no como consenso totalitario sino como disenso polémico. Esto tiene un valor vital para la vida humana: con la literatura recuperamos el principio básico de toda comunidad y convivencia: entendernos en el disenso.

Cocorí nos ofrece una oportunidad para reflexionar y trabajar sobre las operaciones que ejecutamos cuando nos encontramos con el otro, con el extraño y, más allá, con lo otro o lo extraño, desde una niña rubia y blanca hasta la imagen de sí mismo reflejada en el agua. Y, creo yo, principalmente, sobre cómo enfrentar esta crucial experiencia con la imaginación, la fantasía, la ensoñación y la inocencia infantil. Incluidos claro los prejuicios y hasta lo repugnante. Los recursos poéticos que nos presenta Cocorí no se agotan en la narración de la historia sino que sirven a los mismos personajes dentro de la historia para enfrentar sus experiencias con lo otro. Las metáforas, símiles, metonimias y demás figuras poéticas sirven a los personajes, más o menos bien, más o menos mal, para enfrentar su experiencia de encuentro con lo extraño. Este camino inicia con la imagen de Cocorí dando una palmada en el agua provocando que su propio retrato se quiebre en multitud de fragmentos. Esta imagen fragmentada se combina con la curiosidad que lleva a Cocorí a ligar constantemente elementos aislados de su mundo para producir sentido en él. Hay allí, creo yo, una ética literaria del encuentro, bajo el entendido, como lo menciona el epígrafe de Quevedo, que toda identidad goza de la brevedad del encanto particular, como breve es la vida de una rosa. Cuando un grupo de diputadas convencen a sus colegas y a las ministras de cultura y educación de no dar a leer un texto literario porque disienten de lo que ellas creen es su sentido, y afirman que este sentido es evidente, constatamos que se encuentran del lado del prejuicio discriminador que expliqué más atrás; al mismo tiempo que conciben su posición como un acto legítimo contra otro tipo de discriminación, por racismo. Cuando esta posición está respaldada por la más superficial concepción del political correctness, terminamos por ver de manera evidente el hecho de que no comprenden, no sólo qué es y como funciona la literatura y su importancia social, sino tampoco qué es lo político, qué es lo común.

Ese no ha sido, creo yo, un acto simple de censura, no ha sido una prohibición, ni el intento de destrucción de Cocorí. Lo que estas diputadas han hecho es solicitar a los maestros de nuestro país, a través del Ministerio de Educación, que NO DEN A LEER Cocorí. No dar a leer literatura, bajo mi punto de vista, es más grave que leer un texto con potenciales contenidos racistas. No dar a leer en las escuelas un texto con el que no se podría estar de acuerdo conduce a educar en la homogeniedad, en la universalización de un particular, en el totalitarismo. No dar a leer literatura en las escuelas, es renunciar a educar en el entendimiento por disenso.

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