Literatura de propaganda amplificada en la Segunda Guerra Mundial: Animalización vs sátira en el caso del cine de animación

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Revista liLETRAd , 1 (2015). p. 369-374. ISSN ????

Literatura de propaganda amplificada en la Segunda Guerra Mundial: Animalización vs sátira en el caso del cine de animación Raquel Crisóstomo Gálvez Universidad Internacional de Catalunya Resumen Durante la Segunda Guerra Mundial la literatura de propaganda no se ciñó únicamente a la literatura habitual en revistas o diarios, como el Der Stürmer, famoso por sus difamatorios cartoons antisemitas. Conscientes del éxito que generaban las películas Disney, desde el frente nazi se intentó copiar el formato animado, produciendo cortos nazis de gran carga ideológico-moral. Mientras tanto varias productoras de animación produjeron, por encargo del gobierno americano, manuales ilustrados y sobre todo cortometrajes de propaganda de guerra, con un claro contenido anti- nazi. Entre estos estudios, uno de los más involucrados fue la Disney Company, que llevó a cabo películas educativas y de formación militar, así como otras encaminadas a levantar la moral en retaguardia. Entre los diferentes contratos que se firmaron, destaca uno de especial interés, para la realización de varias producciones animadas con un mensaje anti-nazi, teniendo como máximo exponente el corto Der Fuehrer’s Face (1943). En estas narrativas, tanto en la del Ministerio de propaganda nazi, como en la del frente aliado, encontramos una marcada utilización de un formato animado con los propósitos de una literatura de propaganda. Partiendo de un concepto de literatura amplificada, en esta comunicación se pretende analizar la clara lectura ideológica de estos productos y sobre todo el papel de estos cortos animados en la configuración de criterios, valores y actitudes sociales en el contexto de la Segunda Guerra Mundial.

Durante la Segunda Guerra Mundial varias productoras de animación produjeron, por encargo del gobierno americano, insignias, manuales ilustrados, y sobre todo cortometrajes de propaganda de guerra, con un claro contenido anti-nazi. Entre estos estudios, uno de los más involucrados fue la Disney Company, que llevó a cabo películas educativas y de formación militar, así como otras encaminadas a levantar la moral en retaguardia. Entre los diferentes contratos que se firmaron, destaca uno de especial interés, para la realización de varias producciones animadas con un mensaje absolutamente anti-nazi, teniendo como máximo exponente el corto Der Fuehrer’s Face (1943). Conscientes del éxito que generaban las películas Disney, desde el frente nazi se intentó copiar el planteamiento animado, produciendo cortos de gran carga ideológico-moral. De hecho, incluso intentaron hacer una versión de la Blancanieves de Disney (Schneeweisschen, 1939) con escaso éxito de taquilla. En ambas narrativas visuales, tanto en la del Ministerio de propaganda nazi, como en la del frente aliado, encontramos una marcada utilización de la animación con propósitos de propagan369

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da bélica. En esta comunicación se pretende analizar la clara lectura ideológica de estos productos; su planteamiento gráfico; y sobre todo el papel de estos cortos animados en la configuración de criterios, valores y actitudes sociales durante la Segunda Guerra Mundial. Este tipo de propaganda bélica se explica por sí misma si observamos que los dibujos animados disfrutaban de gran fama desde mucho antes del inicio de la guerra en Europa, concretamente los de Walt Disney. Sus animaciones y las de otras productoras similares habían llegado a toda la población, como por ejemplo el mundialmente conocido Felix the Cat, la serie Out of the Inkwell, las Silly Symphonies, y sobre todo los cortos protagonizados por Mickey Mouse. En este contexto era lógico que ante la situación bélica que se propiciaba se utilizara la popularidad de este material para fines logísticos, desde ambas partes. En 1939, un año después de la anexión de Austria al Tercer Reich (Anschluss), se produce un punto de inflexión que cambiará el curso de la animación nazi: ante la llegada a Alemania de Blancanieves, un film que había generado unos altísimos costes, Goebbels se niega a pagar los derechos de reproducción de la película. Esta negativa será la primera piedra del camino hacia la creación de la comisión para la creación de dibujos animados nazi, con sede en la Alexanderplatz de Berlín y con más de un centenar de trabajadores bajo las órdenes del dibujante Karl Newmann (Vidal González 2006: 33th.). Conscientes del éxito que generaban las películas Disney, desde este organismo se intentó alcanzar la misma popularidad copiando el formato de sus historias, pero a través de argumentos maniqueístas como el de la Armer Hans (1944), animación que cuenta la historia de un canario ario que es perseguido por águilas judías. Estos cortometrajes nazis donde los ciudadanos alemanes eran acosados por los judíos, estaban sobre todo pensados para ser difundidos en los territorios ocupados del este y así fomentar el antisemitismo en estas zonas. Mientras tanto, desde 1931 en Alemania ya se intenta prohibir una de las imágenes más representativas de la animación estadounidense, la de Mickey Mouse, por ser un personaje político representante de la decadencia judía, pero no se consigue debido a su gran popularidad. Cabe decir que al ratón también se le intentará vetar en Yugoslavia de manera infructuosa por considerarlo una figura revolucionaria demasiado atractiva. De hecho, se le intenta prohibir en diferentes contextos históricos relacionados con regímenes autoritarios o dictatoriales en el poder. Por ejemplo, durante el golpe fascista de Chile en septiembre de 1973 Mickey también fue censurado: “To the amazement of his listeners he announced that Walt Disney is to be banned in Chile. The government propaganda experts have come to the conclusion that Chilean children should not think, feel, love or suffer through animals.” (Dorfman 1975: 28th) Como una muestra más de la campaña de demonización del personaje Disney, no hay más que recordar la siguiente editorial nazi de 1931: Blond, free-minded youths of Germany on the leading strings of Jewish finance! [...] Youth, where is thy pride? Mickey Mouse is a Youn g plan medicine to promote weakness. Healthy emotions tell ever independent young man and every honorable youth that the dirty and filth-covered vermin, the greatest bacteria carrier in the animal kingdom, cannot be the ideal type of animal. Have we nothing better to do than foul our clothes with filthy cow droppings because American business Jews want to make money? Away with Jewish brutalization of the people! Down with Mickey Mouse! Wear the swastika cross!.1 1. Esta editorial nazi se reimprimió en el número de octubre de 1931 de The Living Age (Boston), 183. La fuente que cita es “uno de los diarios Nazis de Pomerania” (Shale, R 1982: 141th).

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Vemos en este texto el sintomático campo semántico utilizado, que opone directamente la figura de Mickey Mouse a la cruz esvástica. Hay una clara asociación del ratón con palabras como plaga o bacteria, pero sobre todo con la idea de una conspiración judía-americana. Es en esta idea de brutalidad, suciedad, plaga y conspiración que la imagen del ratón queda inevitablemente asociada desde entonces a los judíos en la época nazi, tal como demuestran numerosos documentos propagandísticos de la época. Este símil se reforzará con el contraataque ideológico que llevarán a cabo los Estados Unidos a través de sus cortos animados, asumiendo esta carga judía como propia y asociando un Mickey Mouse sobredimensionado al americanismo, de tal modo que todavía en la actualidad la efigie del ratón es un símbolo americano en el imaginario colectivo. La figura del ratón era tan omnipresente que se comercializó una máscara de gas Mickey Mouse, destinada a los niños, producida por primera vez en 1942 como parte del programa de producción bélica. La Sun Rubber Company produjo aproximadamente mil máscaras de este tipo durante el año 1944. Se trataba de un producto muy exitoso y se produjeron en gran cantidad; se suponía que en caso de ataque, los niños estarían menos asustados y se tomarían el hecho deponerse la máscara como si fuera un juego. Mientras, la propaganda animada destinada a combatir el nazismo fue numerosa desde Estados Unidos. En total se produjeron durante la Segunda Guerra Mundial más de mil cortometrajes de dibujos animados a través de los siete estudios más importantes de la industria: la Corporación de Walt Disney, Warner Bros, la Metro-Goldwyn-Mayer, la Merrie Melodies, la Looney Tunes y la RKO Radio Pictures. Estos cortometrajes parodiaban y criticaban de forma sangrienta el nazismo y otros fascismos, así como sus líderes directos. Igualmente, estaban destinados a hacer propaganda de guerra entre los civiles. Destacan entre otros The Ducktators de Looney Tunes (1942) o Blitz Wolf de la Metro Goldwyn Mayer (1942). Hay que recordar que durante aquellos años, antes del largometraje anunciado, se proyectaba un cortometraje de animación que servía como entretenimiento y para promulgar diversas ideas y actitudes sociales, destinado por tanto, a todos los públicos y no únicamente a un público infantil. Pero concretamente, entre los diferentes contratos que se firmaron entre las industrias Disney y el gobierno destaca uno de especial interés, para la realización de varias producciones animadas que no tendrían una orientación educativa, sino de un mensaje principalmente y absolutamente anti-nazi. En el contrato se llegaba al acuerdo de que Disney crearía una serie de cuatro películas, todas ellas en 1943: Der Fuehrer’s Face; Reason and Emotion, Chicken Little y Education for Death. Las más representativas por su fuerte y directo ataque contra el nazismo son Education for Death y Der Fuehrer’s Face o Donald Duck in Nutzi Land. El cortometraje Education for Death narra la historia de Hans, un niño nacido y criado en la Alemania nazi, educado para convertirse en un despiadado soldado. El narrador explica que los nazis controlan a los niños alemanes desde el momento en que nacen. Se muestra como una pareja va a registrar el nacimiento de su hijo Hans, y como sólo después de mostrar los papeles que acreditan su raza aria, el registro es finalizado exitosamente, acompañado de inmediato por la entrega de un ejemplar del Mein Kamp. El corto prosigue ejemplificando la educación de los niños alemanes a través de la versión que se les enseña del cuento de la bella durmiente: en el que en este caso, la malvada bruja es llamada Democracia; la doncella que espera dormida es Alemania; y el príncipe azul es Hitler. La idea que plantea el corto no es casual, ya que esta imagen de Hitler como caballero medieval proviene de su autoidentificación con Lohengrin, el protagonista de la exitosa ópera romántica de Wagner (1850). Esta historia narra un pasaje de la vida de Lohengrin, caballero 371

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del Grial e hijo de Parsifal, que viaja al reino de Brabante para defender la princesa Elsa, acusada de un crimen que no cometió por la bruja Ortrud y su marido, el usurpador Telramund. Recordemos por ejemplo como se hacía ya esta identificación en la célebre pintura que muestra a Hitler como caballero andante encontrada por el ejército norteamericano en su intervención en las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial; y como la música de Lohengrin acompañaba el baile con la bola del mundo en El gran dictador de Charles Chaplin (1940). El cortometraje termina con Hans marchando vestido como un soldado nazi, a lo que el narrador sentencia: “Ahora, es un buen nazi. Ve sólo lo que el partido quiere que vea, dice sólo lo que el partido quiere que diga, y hace sólo lo que el partido quiere que haga”. En el caso de Der Fuehrer’s Face se trata de un cortometraje de animación protagonizado por el Pato Donald, de carácter propagandístico antinazi y dirigido a alentar a la población civil durante la Segunda Guerra Mundial. El corto ganó un Oscar a mejor corto de animación (short subjects) en 1942. Se trata de una parodia crítica contra el nazismo y sus preceptos, que originariamente se llamaba Donald Duck in Nutzi Land, en un juego de palabras humorístico basado en la semejanza sonora entre nazi y nutzi (que en inglés significa tonto). En el film podemos ver como una banda musical alemana, compuesta por los líderes del Eje, Hiro hito al saxofón, Göring al flautín, Goebbels al trombón y Mussolini de bombo, marchan a través de un pequeño pueblo alemán, donde todo, incluso las nubes y los árboles, tienen forma o están decorados con la cruz gamada, mientras van cantando las virtudes de la doctrina nazi. Al pasar por la casa del Pato Donald, unas bayonetas lo despiertan para ir a trabajar. Debido a la guerra y el racionamiento, su desayuno se compone de sucedáneo de pan, café colado de un solo grano, y un spray con perfume de bacon y huevos. A continuación, la banda le pone obliga a leer el Mein Kampf rápidamente y, a continuación, le escoltan hacia el trabajo en una fábrica. Al llegar a la fábrica (a punta de bayoneta), Donald comienza su jornada laboral de veinticuatro horas diarias enroscando tapas de obús en una cinta de montaje. Mezclado con los proyectiles pasan retratos del Führer, teniendo que hacer, para su disgusto, el saludo nazi cada vez que aparece un retrato, a la vez que no puede dejar de atornillar las tapas en los proyectiles. Cada nuevo lote de proyectiles es de un tamaño diferente, que van desde munición diminuta hasta los enormes proyectiles, tanto o más grandes que Donald. El ritmo de la cadena de montaje se intensifica (como en la comedia clásica Tiempos Modernos de Chaplin) y Donald encuentra cada vez más dificultades para completar todas las tareas. Al mismo tiempo, es bombardeado con mensajes de propaganda que hablan de la superioridad de la raza aria y de la gloria de trabajar para el Führer. Después de unas “vacaciones pagadas”, que consisten en hacer gimnasia imitando la forma de la esvástica con su cuerpo durante unos segundos ante un paisaje alpino, a Donald se le obliga a trabajar horas extraordinarias. El Pato termina teniendo un colapso nervioso que deriva en alucinaciones de proyectiles de artillería por todas partes, algunos de los cuales cantan y tienen la misma forma de la banda de música del principio, con música y todo. Cuando las alucinaciones terminan, el Pato se encuentra en su cama -en Estados Unidos- y se da cuenta de que toda la experiencia ha sido una pesadilla. Al levantarse, Donald abraza emocionado una miniatura de la Estatua de la Libertad, dando gracias por su ciudadanía estadounidense. La última escena es una caricatura de Hitler a la que se le lanza un tomate. La salsa de tomate escribe las palabras ‘The End’. La película en todo momento envía claramente un mensaje contra el dictador alemán y se hizo muy popular en Estados Unidos. Sobre todo su canción protagonista, que se convirtió en otra gran arma por propagandistas además del propio corto, traduciéndose en numerosos 372

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idiomas, y que llegó a ser incluso más poderosa que el propio film: de hecho, incluso se lanzaron copias detrás de las líneas alemanas para que las usaran los grupos de resistencia. Éste y otros cortometrajes contribuyeron mucho a extender una imagen paródica del nazismo. Como se comentaba en la prensa de la época: “No other weapon of propaganda can ridicule the Axis, expose its absurdities, as deftly as Disney animation” (Brode 2005: 105th). Debido a la naturaleza propagandística del corto, y la representación del Pato Donald como un nazi, Disney mantuvo la cinta fuera de la circulación general después de su lanzamiento original. Hasta el 2004 Der Führers Face no volvió a ser revisado, incluida ahora en el DVD de edición limitada Walt Disney Treasures y en un segundo volumen posterior, en 2005. Cabe decir que la propaganda que el gobierno encargó a Disney estaba dirigida sobre todo a combatir el nazismo en Europa, pero también en su propia casa y en la de los vecinos. En este contexto de guerra, el Coordinador de Asuntos Interamericano, Nelson Rockefeller, en el marco de la llamada política de buena vecindad y temiendo por posibles influencias nazis en países de América del Sur como Bolivia, Argentina o Chile, contrató a Disney para que elaborara una serie de producciones donde se reflejaran las buenas relaciones y usos y costumbres americanos, intentando prevenir así una posible expansión de las ideas nazis. En ese momento Walt Disney se encontraba en medio de una importante huelga en sus estudios, que le tocó muy de cerca a nivel personal, dado el tono paternal que siempre había mostrado hacia su productora. Esta oportunidad, pues, representa de alguna forma un cierto escape de las presiones sindicales y Walt decide aceptar el contrato, que lo lleva a él ya varios de sus mejores hombres en diferentes viajes por América Latina, en una iniciativa conocida como Walt & el Grupo. El objetivo principal era empaparse de las costumbres locales y tomar apuntes que luego les permitan elaborar lo que serían varios cortometrajes mostrando las fiestas, bailes e idiosincrasias propias de los vecinos latinoamericanos, aunque en algunas ocasiones, se trataban de cortos casi documentales de tipo didáctico, y a veces de un marcado tono paternalista, destinados a la ‘buena enseñanza’ de los autóctonos. Finalmente, destacarían dos filmes animados: Saludos Amigos (1943) y The Three Caballeros (1944) (Vidal González 2006: 350th). Como vemos, la Segunda Guerra Mundial no se ganó tan sólo en el frente, sinó a través de un instrumento tan importante como la propaganda, pilar básico del nazismo, pero que en el caso del cine de animación, tan popular en su esencia, representaba una clara desventaja para las recién nacidas productoras nazis. En cuanto a la Disney, su participación de este proyecto durante la guerra se tradujo en ganancias económicas y obviamente en una consolidación empresarial, pero sobre todo en algo del todo impagable: en la asociación de la marca Disney (y de Mickey Mouse por extensión) al espíritu americano de libertad dentro del imaginario colectivo de la población de la época, pero que de hecho, llega hasta nuestros días.

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