“Liquidando cuentas: la última poesía de Teresa Porzecanski”, in Tina Escaja (ed.) in Poesía hispánica contemporánea escrita por mujeres, La nueva literatura hispánica (Valladolid), No. 11, 2007, 195-223. (Invited chapter).

October 16, 2017 | Autor: Estela Valverde | Categoría: Desire
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Descripción

“‘Liquidando' cuentas: la última poesía de Teresa Porzecanski” Estela Valverde – Macquarie University Teresa Porzecanski no es una escritora conocida por su poesía, aunque es un género en cual se aventuró desde su infancia literaria. Escritora multifacética, su obra se consolida en lo narrativo, que le ha brindado numerosos premios literarios.1 Sus novelas se alimentan de lecturas de ensayos filosóficos que se traslucen claramente en su obra y que paralelan muchos axiomas de las más destacadas pensadoras feministas francesas – especialmente Cixous e Irigaray- en cuanto a su búsqueda de un espacio narrativo donde la mujer reivindique y recupere su historia, su genealogía, su conocimiento y su expresión. Este ensayo se centrará en su último libro de poesía -Palabra líquida-2 publicado recientemente. Una de las características en la obra de Teresa Porzecanski es su notoria persistencia en crear vasos comunicantes con obras anteriores, de distintos géneros e inclusive disciplinas, que abordan temas recurrentes y obsesivos dentro de su imaginario. Me refiero a su interés en el poder transformativo del amor y la muerte, al cuerpo como esa “piel del alma” que limita su vuelo, al agobiante peso espiritual de su “tótem de antepasados”, poderosas raíces étnico-religiosas que le hablan a través del tiempo y del espacio, y que se mezclan con sus intereses y obra antropológica.3 Es que esta escritora es -además de poeta, prolífica novelista y ensayista- profesora universitaria de antropología. Su última poemario -Palabra líquida- confirma esos temas recurrentes a través de toda su obra y representa simbólica y físicamente esos vasos comunicantes, al estar compuesto por una colección de poemas seleccionados de sus dos poemarios anteriores - Esta manzana roja (cuentos y poesía) (1972) e Intacto el corazón (1976) por el que obtuviera el Premio Remuneraciones Literarias: Mejor Obra en Poesía del Ministerio de Educación y Cultura - y tres poemas nuevos que complementan y profundizan esta nueva colección. La contratapa del libro anuncia claramente este proyecto:

1 Teresa Porzecanski ha obtenido los siguientes premios por su narrativa: 1967: Premio Remuneraciones Literarias: Mejor Obra Narrativa, Ministerio de Instrucción Pública por El acertijo y otros cuentos. (Cuentos); 1986: Mención de Honor, Narrativa, Intendencia Municipal de Montevideo por Ciudad impune. (Cuentos);1988: Fulbright Senior Grant. Fulbright Committee, Centre for International Exchange, Washington; 1989: Segundo Premio en Narrativa, Intendencia Municipal de Montevideo por Mesías en Montevideo. (Novela); 1992-93: Beca Guggenheim. John Simon Guggenheim Memorial Foundation, New York. (Fiction); 1995: Premio Bartolomé Hidalgo por mejor novela del bienio; 1993-94: Cámara del Libro de Uruguay y Tercer Premio de Novela, Ministerio de Educación y Cultura de Uruguay por Perfumes de Cartago. (Novela); (2004) Premio a la Cultura Uruguaya “Morosoli de Plata en Literatura” por toda la obra publicada. Fundación Lolita Rubial, Uruguay; (2005) Beca de la Fundación Rockefeller para una estadía en el Bellagio Study Center, Bellagio, Italia. 2 Porzecanski, Teresa Palabra líquida. Montevideo: Atico Ediciones, 2006. De aquí en adelante citado como PL. El número de las páginas citadas aparecerán en el texto. 3 Por un detallado análisis de su obra narrativa y una completa bibliografía de su obra ver Estela Valverde, Perfumes letales y banquetes eróticos: los mundos de Teresa Porzecanski. Montevideo: Linardi y Risso, 2005.

PALABRA LIQUIDA congrega algunos poemas seleccionados de Intacto el corazón (1976), otros de Esta manzana roja (1972), ya sea en versión original o transformándolos parcialmente por el continuo reacomodamiento de sonidos, imágenes y significados. Sumado a ello, Pequeñas conversaciones con Dios, Esa muerte y las otras, y Adam, dan a conocer poemas inéditos, escritos intermitentemente a lo largo de las últimas tres décadas. No hay textos definitivos, terminados; todo está en proceso continuo de regeneración y sujeto a los vaivenes de la expresividad imprevista que rotulan los momentos vitales (PL, Contratapa). Y esta última frase nos aproxima definitivamente al ideario de Porzecanski, perfeccionista al máximo de sus palabras, tal como lo confiesa personalmente: Para mí escribir es como esculpir, una tarea ardua. Yo vuelvo sobre lo escrito, cincelo el texto hasta que logro la perfección… …yo pienso que mi escritura es la escritura de una pintora, o sea, es una escritura que describe como (sic) un pintor dibujaría eso, ¿no? Siempre me imagino al Bosco, o a otros pintores del Renacimiento, con una gran carga de simbolismo, pero además con un cuidado del detalle de la cosa terminada, terminada hasta la obsesión última.4 Esta “obsesión última” que lleva a la autora a reeditar selectivamente sus poemas 30 años después, escogiendo los memorables, “cincelando” algunos de ellos –quizá porque Una manzana roja era uno de esos “hijos” de los cuales ella se sentía separada-5 y agregando sus nuevas incursiones en el género, esas tres últimas adiciones que consuman a Porzecanki como una lograda poeta de la angustia existencial: Pequeñas conversaciones con Dios, Esa muerte y las otras y Adam. El título de la colección nos habla precisamente de ese ajuste de cuentas que hace consigo misma, a través del cual al mismo tiempo ‘liquida’ simbólicamente aún más su palabra, haciéndola fluir a través del tiempo y del espacio. Es que Teresa Porzecanski usa la escritura como un instrumento de búsqueda, porque confiesa que su “verdadera vocación” es la filosofía.6 No en vano ella se ha identificado con Clarice Lispector,7 pues ambas escritoras esculpen narrativas de descubrimiento similares y desmadejan un profundo componente pasional. Podríamos decir que la exploración de Porzecanski, que comienza con una atención y crítica a la palabra misma y una exploración a través de esa palabra -compartiendo los intereses de Kristeva y Cixous-; pasa luego -a lo Irigaray- a ocuparse en crear un espacio y una genealogía para la mujer.

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Valverde, Estela “Buceando a ciegas: primer encuentro con Porzecanski” entrevista con Teresa Porzecanski otorgada en Montevideo el 17 de febrero de 1995 y editada en Perfumes letales, op. cit. p. 142. 5 Ver op. cit., p. 150. 6 Op. cit, p. 152. 7 Op. cit. p. 155.

"Todo está relacionado con todo…y todo puede ser leído, interpretado... No queremos que nos obliguen a una vida separada del cosmos… porque estamos ligados inevitablemente a las estrellas,"8 dice uno de sus personajes femeninos. Esa preocupación ontológica es precisamente la que la guía en su búsqueda genealógica, mitológica, espiritual y lingüística. Porzecanski sostiene que la escritura que hacemos como mujeres tiende a una triple marca que ella denomina “desborde, ruptura e intersticio”. “Desborde” en cuanto a su búsqueda de libertad de expresión; “ruptura” entendida como un intento de “desdibujar los consensos establecidos por los discursos ya legitimados” y “des-estereotipar algunos de los cánones de esa ‘femineidad social’” e “intersticio” por el afán de hablar de lo “no importante… no relevantes para la mirada del discurso patriarcal”: Escritura que revisa, que redefine los desfasajes [sic] entre biología y cultura, entre autonomía y dependencia, entre cuerpo y pensamiento, entre sensibilidad y raciocinio, la escritura de las mujeres hace notar y problematiza las categorías más ocultas de los prejuicios de género.9 A través de su obra Porzecanski se alinea definitivamente con esta propuesta literaria, denunciando el destino asignado al cuerpo de la mujer, quejándose de esa obligación al despliegue de belleza y buenos modales, al sufrir y callar a que nos han condenado desde el comienzo bíblico de nuestros días: Si la lengua y la escritura posibilitan una forma de conocimiento, una exploración de mundo y del sentido de las cosas, no sorprende entonces el hecho de que las mujeres sientan de pronto y con intensidad, la necesidad de desbordarse en el empuje expresivo con que combaten su tradicional simulacro de silencio. La escritura femenina intenta atravesar ese cuerpo constreñido por los maniquíes, la cirugía, la gimnasia, la obligación de no envejecer, las dietas para adelgazar, ese cuerpo deserotizado por las licuadoras, las lavadoras, los anticonceptivos, los detergentes, y apunta a liberar las mentes abrumadas por las presiones de la publicidad y la industria. Buscando aquello que se le ha decretado prohibido, que es nada menos que sí misma, la escritura de la mujer separa uno a uno los emblemas que encubren su pretérito silencio decretado por otros.10 El “simulacro de silencio” es roto finalmente por Porzecanski al denunciar cómo las categorías sociales son literalmente inscriptas en el cuerpo femenino, con sus prescripciones específicas acerca de los colores con qué pintarlos (cosméticos), las cubiertas con qué taparlos (moda), las maneras de lidiar con esos marcadores masculinos que debemos femeneizar (el pelo y el bello corporal). Nuestro silencio debe ser ocupado por letras y palabras que nombren, demanden y establezcan nuestro espacio como 8

Porzecanski, Teresa “Carol Morgan, astróloga” bajada el 10 de nov de 2004 de http://www.henciclopedia.org.uy/autores/Porzecanski/curriculum.htm 9 Porzecanski, Teresa (1996) “El silencio, la palabra y la construcción de lo femenino”, ponencia inédita presentada en la 22a Feria del Libro de Buenos Aires. 10 Porzecanki, 1996.

individuos con plenos derechos humanos. Porzecanski se pone su sombrero de antropóloga para recordarnos la manera en que nuestro cuerpo ha sido utilizado, separándonos de los hombres y su ámbito de poder y relegándonas al entorno doméstico como segundonas cósmicas de este mundo: El análisis de variadas mitologías relativas al peligro y a la contaminación de la preñez, la sangre menstrual, o meramente de las mujeres, en múltiples culturas de las llamadas "primitivas", lleva a M. Douglas a concluir que "nos encontramos entonces con ideas de contaminación que se usan para mantener a mujeres y hombres (separados) en las funciones que les toca desempeñar" a través de rituales que mantienen en su lugar los roles de género y la distribución (asimétrica) del poder.11 En ese ensayo Porzecanki hace explícita la denuncia de esos rituales a los que se enfrenta categórica y valientemente a través de su obra, donde el cuerpo de la mujer se vuelve la imagen central de sus obras según lo confirma la propia autora: Cuando empecé a escribir poesía había un movimiento feminista pero las mujeres poetas no tocaban temas como la menstruación o el embarazo. En Intacto el corazón, mi único libro de poemas, escribí un poema que tenía que ver con los hijos que no nacieron. Después de eso empecé en una manera solitaria a escribir sobre estos temas---sangre, menstruación, embarazo-- y hubo mujeres que señalaron que eso a nadie le importaba. A medida que inventaba más personajes, yo sentía que tenían que estar esos elementos y no podría explicar por qué empecé a desarrollarlos. Nadie escribía entonces sobre la corporalidad de la mujer, cómo tenía sus hijos, si la madre disfrutaba o no teniendo un hijo y había todos esos estereotipos que afirmaban que la maternidad era algo que enriquecía a la mujer, lo más importante de su vida. No sólo destruía todo lo que había sido lugar común sino que describía su antítesis y una manera de ser que era diferente a la manera de ser masculina. No era una posición a tener para una escritora que recién empezaba a escribir en el Uruguay.12 Una escritora que precisamente estaba nombrando lo que hasta ahora había sido innombrable: los aspectos que conectan a la mujer con la creación y el mantenimiento de la especie. La literatura de Porzecanski representa precisamente ese “desborde, ruptura e intersticio” que ella misma describe. La poesía de Porzecanski complementa dialógicamente13 su ensayo y su narrativa y se centra alrededor de la ruptura textual, entendiendo texto como escritura –contenedor de 11

Douglas, Mary Pureza y peligro. Un análisis de los conceptos de contaminación y tabú. Madrid: Siglo XXI Editores, 1973. 12 Flori, Mónica “La narrativa de Teresa Porzecanski. Una conversación con la escritora uruguaya”, Inti: Revista de Literatura Hispánica (Cranston), Autumn; 54, 2001, 207-218. También publicado en Espéculo (Madrid), 2001 nov-2002 feb; 19, Web site: http://www.ucm.es/info/especulo/numero19/porzecan.html. 13 Usamos el término “dialógico” en oposición a “dialéctico” en cuanto a “resistencia a una reconciliación de los opuestos y la insitencia de la reciprocidad de dos o más voces antagónicas.” Anne Hermann, The

ideas- y texto como piel –contenedor de fluídos, de tótems anidados en nuestros genes, de pasados, de futuros-. Las “rupturas” de Porzecanski son multifacéticas y dialógicas, en cuanto se relacionan unas con otras como vasos comunicantes que se complementan mutuamente. Del mismo modo que sus poesías se entrelazan en Palabra líquida, porque para Porzecanski la mujer es eso: líquido puro que se desliza entre los vericuetos de la vida, entre la solidez del hombre, entre la vida y la muerte. El cuerpo de las mujeres de Porzecanski no se eleva en un pedestal poético ideal como el de Agustini, se expone a ese mundo cotidiano, secreto y pacato en el que convive, con desafío y confianza en la palabra: la menstruación un fenómeno orgánico tabú con el cual las mujeres tenemos que lidiar mes a mes, año a año, es escrito sin reservas ni misticismos: Todos los meses un hijo de que no tuve se me deshace en sangres y me disuelve entrañas En un parto pequeño, una muerte modesta, la sangre, la semilla, los tejidos, la sangre ………………….. Una lucha siniestra, una muerte modesta, no podrás ver el rostro de cuatrocientos niños (PL,14) . Esta es la magia innata de la mujer: ser capaz de concebir cuatrocientos vidas, imagen persistente en toda su obra. La sangre de las mujeres de Porzecanski explota desde sus entrañas y ocupa un lugar preponderante en su creación literaria. La autora nos dice que ella concibe a la mujer “líquida, desde su sangre menstrual hasta todo lo que segrega su cuerpo” y “ese líquido de la mujer se esparce por todos lados” y derrite a los hombres, seres “sólido” per se en su imaginario.14 Esta percepción paralela la visión de muchas pensadoras feministas, especialmente de Luce Irigaray en Amante Marine quien opina que el elemento marino representa tanto el líquido amniótico como la jouissance femenina, con el constante vaivén de las olas, totalmente contraria a la representación masculina de erección y flacidez,15 roca y espuma. Explorar elementos vicerales puede ser perturbador porque, tal como nos señala Elaine Scarry, las entrañas representan “la esencia cultural”.16 Exponer además no sólo lo interno, sino lo secreto del cuerpo femenino es aún más controversial e insubordinado, Dialogic and Difference: “An/other woman” in Virginia Woolf and Christa Wolf. New York: Columbia University Press, 1989, p. 15. 14 Valverde (2005), p.167. 15 Irigaray, Luce Amante Marine: De Friedrich Nietzsche, Paris: Editions de Minuit, 1980, pp. 48-49. 16 Scarry, Elaine The body in pain. Oxford: Oxford UP, 1985, pp. 189-190.

sobre todo teniendo en cuenta las raíces ancestrales de la autora. En el momento en que Porzecanski quiere comunicar lo sacro, la encontramos siendo tironeada por dos tradiciones diferentes: sus propios parámetros judíos que aceptan que hay ámbitos “indecibles” e inaccesibles para la mujer y la tradición occidental cristiana que cree que todo puede ser expresado en forma lógica e inteligible. Ante esa disyuntiva Porzecanski opta por decir “lo indecible” a lo Wittgeinstein,17 a través de un discurso que la libera del rígido orden ancestral hegemónico y logocéntrico, guiada por las emociones que anidan en su seno: “¿Qué es esta oscura premeditación adentro mío? ¿Qué, esta trampa que no tiene huída [sic]? ¿Qué, finalmente, esta horrenda prisión de engendrar carne, forma y carne, desde la nada?” 18 La poderosa imagen del paraíso sella igualmente su último libro de poesías. Palabra líquida está contenida dentro de tapas verdes, escrito también en verde como el paraíso mismo, sellando el simbolismo con la propia imagen de Adán y Eva en el Jardín del Edén, momento atávico en que la mujer se convirtió en segundona cósmica. Es interesante notar que a pesar de la posición metafísica que le asigna a la mujer, Porzecanski denuncia ese aspecto negativo de la maternidad. En este sentido se acerca a Kristeva quien se pregunta hasta qué punto las madres no están en el preciso polo opuesto de la disidencia, pues al mantener la especie están perpetuando y garantizando el orden social existente.19 El cuerpo femenino es la garantía de perpetuación de lo bueno y de lo malo y su atadura mayor al poder falocéntrico imperante. Esa maternidad es precisamente lo que los hombres han querido controlar desde el mismo comienzo de la creación y lo que la hace vulnerable y dependiente. Consciente de que el cuerpo de la mujer es portador de los misterios de la vida y la muerte, -“Yo busco lo femenino en su faz ambigua a la vez creativa y productiva pero también gestora de la muerte.”-20 explora los contactos corporales entre ellas y lo mítico, convirtiéndolas en sacerdotisas de todo lo sagrado, en “ejecutoras de hechos mágicos, milagrosos” (Perfumes, 8), porque desde su punto de vista antropológico, considera que es ésta una característica humana y hasta nacional: Estoy convencida de que los seres humanos, y la sociedad uruguaya especialmente, no rigen sus acciones por caminos racionales, sino que buscan un sentido mágico. Ese sentido lo buscan dónde sea y a partir de lo que sea.21 En la obra literaria de Porzecanski la mujer pare, sangra y gime y esa trasgresión del orden privado que es catapultado hacia el orden público sin tapujos ni “gestos

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Por una síntesis del pensamiento de Ludwig Wittgenstein en su Tractatus Logico-Philosophicus, ver Langer, Susanne K., “Discursive and Presentational Forms” en Robert E. Innis Semiotics, London, Hutchinson Group, 1985. 18 Porzecanski, Teresa Una novela erótica. Montevideo: Editorial Margen, 1986; 2ª edición: Montevideo, Editorial Planeta, 2000, p. 27. 19 Ver Julia Kristeva, “Un Nouveau Type d’intellectuel: Le dissident,” Tel Quel , 74 (1977) , pp. 3-8. 20 Valverde, Estela “Buceando a ciegas”, p. 145. 21 Valverde, (2005), p. 160.

protectores” 22 es de por sí un acto político, es el discurso feminista que proclama que ya no existen barreras entre lo público y lo privado porque los límites dentro de la posmodernidad se han tornado permeables. Así, el cuerpo femenino hace un doble movimiento involutivo: Por un lado es abierto, desacralizado, los ciclos vitales encerrados en él expuestos de un forma imprecedente en la literatura uruguaya, cuestionados y vituperados, la maternidad vista como una maldición más que un regalo divino. Pero irónicamente, lo que comúnmente pensamos como “desacralización” ie. nombrar los jugos internos, el útero maternal, los partos, resulta desde el punto de vista religioso lo sacralizable. Scarry nos recuerda que es el útero, el aljibe, últimamente la sangre de Cristo, es lo que se eleva en el imaginario religioso y se convierten en el altar divino.23 La mujer al exponer su sangre, se sacraliza y se reposiciona en ese altar divino. Fiel a su habitual actitud transgresora, Porzecanski personifica a Dios en el cuerpo de una mujer, desafiando el concepto de que la imagen divina es invisible e irrepresentable para el judío y la premisa esencial de la religión occidental de que Dios es hombre. De pronto la sexualidad, la maternidad, las construcciones genéricas, las tradiciones religiosas, todo se ha vuelto un tema polémico. Su poesía esclarece y confirma sin tapujos esta característica de su obra, floreciendo dentro del ámbito doméstico, desde esos espacios que están “fuera del discurso patriarcal” y donde el cuerpo de la mujer puede expresarse libremente y con confianza: …facsimil de odalisca, llego hasta mi cocina esta pobre mañana con flores y canastos de verduras y frutas. Entro al almuerzo humilde increpando a las ollas, el aceite chispea sobre las zanahorias, el canario aburrido, sin alas, ya doméstico, mastica impenitente una nube de ruido. Pasan ómnibus, pasan, pasan autos, vecinas, las gallinas cloquean en los patios cercanos, 22

Irigaray, Luce “Questions” en Margaret Whitford (ed.) The Irigaray Reader. Oxford: Blackwell Publishers, 1991, pp. 135-136. 23 Scarry analiza el altar como “un artefacto en el cual se proyecta el interior del cuerpo humano hacia el mundo”. Para ella creer en las escrituras es “literalmente dar vuelta como una media nuestro cuerpo – imaginar, crear la capacidad de pensamiendo simbólico y religioso comienza con la capacidad de dotar a los eventos físicos interiores con un referente externo, no físico”, p.190. (La traducción es mía.)

y solos, desatados, añorantes, deshechos, los cepillos se arriman a viejas azoteas. Esta mañana es triste, las lentejas se quejan en gritos lastimeros sobre el mantel profano. ……………….. Sábado alucinada refriego los zaguanes a ver si está el muchacho de los ojos verdes, para robarme de toda esta semana el sabor de otro domingo triste (PL, 11-13). Porzecanski va integrando a través de su obra todos los secretos femeninos, exponiendo la política de la subjetividad al ámbito público. La casa y dentro de ella la cocina, que constituye la guarida femenina por excelencia, ocupa un lugar preponderante. Es precisamente a través de la comida, donde gran parte de la sensualidad femenina de la mujer es expresada. Dentro de ese ámbito interior sellado al público, es el amor el que rompe la monotonía mortuoria, la domesticidad aburrida, el que le da el incentivo de vivir otra semana hogareña y repetitiva. La vida cotidiana es rutinaria y monótona, pero unos ojos verdes pueden ejercer un poder transformador y edificante: “Un acostumbramiento/al igual que una muerte,/digamos necesaria,/ para no enloquecer (PL, 15).” Su poesía refleja la relación dialógica que ella siempre percibe entre la vida y la muerte y el defasaje inquietante que trae el desconocimiento de su propio cuerpo: Yo no soy esta sangre, yo no soy este cuerpo, yo no siento dolor por estas penas. Yo no soy estos huesos, yo no soy estas lágrimas; más allá del ahora me contemplo vivir. Y al pasar de los giros de las órbitas áureas, de equinoccios y cambios de color y estación, con los ojos abiertos, inocentes y mudos, yo contemplo esta muerte porque voy a vivir (PL, 25). Aínsa nos explica que la autora invierte el método cartesiano “Pienso, luego existo”: Porzecanski piensa su cuerpo y éste le confirma su existencia. Los cuentos de Teresa Porzecanski representan para él “una dolorosa comprobación de la fragilidad del cuerpo

humano y lo difícil que es mantener el equilibrio de la mente que debe regir funciones fisiológicas y ritmos circulatorios bajo la constante amenaza de su desarticulación”. 24 Es ese desconocimiento de su propio cuerpo que incita a la autora a jugar muchas veces con la idea del suicidio, no sólo en la poesía sino también en su narrativa. Pensamiento alarmante que ella camufla de distintas maneras, burlándose de sí misma y proponiendo matar la culpa para “soportar la delicia de un epitafio limpio/ y el goce de morir simplemente olvidados (PL, 26)”. Amor y muerte siempre andan de la mano en el imaginario de la autora. Ya en la primera poesía de esta colección, nos dice: Cruzar las puertas de sí mismo Hacia destierro de todas las penurias. ………………. y descubrir , después de todo, que el corazón se ha mantenido intacto. ………………. Pero cuando, de pronto, con un gran estampido, ese amor aparezca y tengas que parirte, allí donde conservas intacto el corazón…(PL, 7-8). El amor nos obliga a salir de nosotros mismos, a estrecharnos fuera de nuestra caparazón, como un caracol que cambia de piel, a romper nuestra “piel del alma”, ese contenedor de religiosidades y mitologías que, abierto, sacraliza definitivamente el cuerpo femenino y lo lanza en una explosión cósmica hacia el infinito. Esa caparazón que ante el sufrimiento ella solidifica y usa como escudo protector de la intrusión externa: …Por propia decisión dejé de lado, ternuras y piedades sensibleras, para construir este robot que bien funciona, para armar esta caparazón de carne de mis huesos, este armazón de hierro de mi carne, y el mecanismo estándar de mis pasos. Para poder decirte “no me importa”, he vomitado todos/mis temblores varios, extirpado de mis heridas los vendajes, y soy un gangster por un sueldo impago, 24

Aínsa, Fernando “Del canon a la periferia: Encuentros y transgresiones en la literatura uruguaya”, Website: http://www.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/02427218656920720976613/p0000004.htm También en Aínsa, Fernando “Los refugios del cuerpo desarticulado”, Website: http://letrasuruguay.espaciolatino.com/ainsa/los_refugios.htma

un cero a la izquierda, un árbol de la calle, que te dice y repite “no te quiero”...(PL, 38). Porzecanki protege su “yo” endureciendo su cuerpo, convirtiéndolo en un tronco insensible que se mantiene erguido a pesar de sus guerras internas. La expresión del deseo femenino va in crescendo en Porzecanski. Ya la palabra es capaz de nombrarlo todo, transgrediendo las limitaciones genéricas, las pautas logocéntricas: Soy hija primogénita de tu paternidad invisible, de tus deseos caros de redimir el mundo. ………………. Pero al fin, hija tuya, de angustias ancestrales, tú sabrás si el Profeta concedió nuestro incesto (PL, 31). Así en su “Príncipe Azul” Porzecanski invade el tabú del incesto, trayendo su padre a su imaginario. Es que su padre jugó un papel muy importante en su vida como nos confiesa personalmente: “Con mi padre aprendí sobre el valor de las pequeñas cosas que constituyen nuestra vida y nuestra felicidad cotidiana… un sentido del goce de la vida… El no vivía en el pasado sino en el presente, disfrutándolo al máximo...25 Nuestros antecesores dejan huellas indelebles en nuestro imaginario, marcándonos para siempre, muy a pesar nuestro. Tanto que la autora, como tantas mujeres con un alto sentido adiposo, compara a su padre con sus otros amores: Parecido a vos, menos litúrgico, de vuelo propio y raudo hacia su centro; ignoto como vos pero más mágico, oblicuo como vos y menos trágico. …………….... el hombre que amé a trasluz de las imágenes fue parecido a vos y sólo, parecido. ……………… Esta ecuación absurda también como otras cosas significa: tú existes aún sobre la Tierra y llegarán tus hijos a mi matriz abierta (PL, 32-33). 25

Valverde, Estela “Cerrando el tríptico en aras de Iemanjá”, entrevista con Teresa Porzecanski otorgada en Montevideo el 2 de febrero de 2005 y editada en Perfumes letales, op. cit. pp 162-165.

Esa matriz de la cual tanto ha hablado Porzecanski, poseedora del germen de los tótems de sus antepasados, trasmisora de vida sin controles ni brújulas. La autora no idealiza la maternidad como tal, sino que expresa esa eterna queja femenina: la angustia de que su cuerpo esté predestinado a concebir con dolor, hecho que desconcierta y subleva a sus personajes femeninos, como lo dice claramente en Una novela erótica, aclarando el significado de la imagen de la tapa de su último poemario: “. . . Vade retro, hombre vade retro, Domini Dominus, no te acerques. . . Mi propia muerte convive aquí adentro mío. Se está gestando al tiempo que mi vida. . . vuelve a la llama eterna vomita la manzana Adám [sic], vomita todas las vísceras calientes, excreta la manzana Adám [sic], reintegra la costilla… Y que se pueda parir sin dolor y que yo sin dolor tenga mis hijos.”26 Pero volvamos al poema en cuestión -“Príncipe Azul”- y a su iluminador final: …Ellos han dicho sin embargo que no he sabido amarlos Deseaban tanto verse en mis entrañas sin sospechar que esa visión los mataría, porque el espejo que construí para mirarlos me rescató también a mí de mi ignorancia. Yo, hija mía, no he intentado salvar mis fueros afectivos a costa de meras ilusiones, ni construir un edén artificioso, para lograr tiempos mejores. Y aunque ellos hubieran preferido ese trivial amor apenas humorístico, bien sé que los he amado a pesar de sí mismos (PL, 44-45). Esa queja de su familia “de no saber amarlos” resuena en mis oídos de varias de mis colegas dedicadas al servicio social. Sus familias resienten que esa madre se dedique a otros más que a ellos mismos, reclamo que Porzecanski confiesa muy certero. Así esta poesía que cierra “Príncipe Azul” pone los puntos sobre las íes en cuanto a sentimientos familiares. Dirigido especialmente a su hija, es un recordatorio de las tensiones madre/hija que ella sufrió personalmente durante muchos años.27

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Porzecanski, Una novela erótica, op. cit., pp. 76-77. Ver Valverde, “Cerrando el tríptico en aras de Iemanjá”, Op.Cit.

A la colección de “Príncipe Azul” la sigue “Orfandades” marcando claramente el estado de ánimo de la autora y posicionándose como autora máxima de sus obras, única responsable y actora de su propia vida: Nadie puede darnos/la gloria verdadera. ………………. Hojas de parra edénicas no bastan; …………….… Somos los padres, los hermanos, de nuestro propio yo, somos los hijos iconoclastas, desahuciados, meras muestras de Dios libradas a su suerte. Huérfanos de lo rotundo, ……………..… la orfandad nos regresa al punto de partida: más que tú mismo, ningún otro decide la gloria verdadera (PL, 51-52). Aquí tenemos una Porzecanski desilusionada y racional, expresando sus pesares en un tono plenamente existencial dentro de una soledad iluminadora, enfatizando simbólicamente esa mujer que toma decisiones por su cuenta. Ya su fe no le alcanza para justificar su vida: somos nuestra propia creación y es bueno recordarlo antes de caer en pesimismos trágicos. Es el mismo sentido de soledad que expresa también en su colección “Lugares”: “En el aeropuerto/había una mujer llorando;/llegaba o partía hacia algún lado/y lloraba y lloraba en el recinto…(PL, 55).” El tema del viaje es persistente en su obra y se liga al pasado inmigratorio de ambos padres. Pero la alegría del viaje de otras obra contrasta con la tristeza de esta mujer que deja sin duda seres queridos en pos de otros horizontes. Quizá sea su expresión inconsciente de la angustia de ver emigrar a sus propios hijos a otras tierras, expresada en su “yo solo quiero que me dejen quieta,/simplemente que me dejen quieta” (PL, 56), rechazando unirse a su familia en el viaje y planeando bajar las persianas del cuarto de su hotel y empezar “el viaje verdadero” (PL, 56), borgiano por demás y un tanto trágico. “Lugares” habla precisamente de la relatividad del tiempo y del espacio, simbolizada en las fotos emblemáticas de los viajes bajo marcos desgastados (PL, 59) y el camisón de Otilia, hecho ya jirones, dejado en un hotel de Lima, recuerdo de una indiscreción que sólo ella recordará de por vida. La próxima colección del libro “Esta manzana roja” habla del proceso de represión sufrido en Uruguay durante la dictadura que cubrió al país “de tortura, de sangre,/ y

ateridos cadáveres” (PL, 65). Dentro del horror y el caos sólo el amor ha permanecido intocable: Pero nunca podrán deshacer tu pequeña pelea, tu gesto digno, la ternura escondida y resguardada, el humilde afán de tus entrañas. Recibí el oscuro mensaje de tu incendio y, por haber ardido sé que nadie podrá quitarnos el puro acto primigenio (PL,66) . Ese acto primigenio que es para Porzecanski transformador y único, “pequeña muerte”, síncope que rompe el fluir de la conciencia según Cléments28 y que nos abre en otras dimensiones: “‘El momento en el que estás debajo de un hombre, y él te cubre y todo se transforma en hirviente caverna, guarida, nicho, piel’” hace decir la autora a uno de sus personajes.29 Porzecanski, demuestra que en el cuerpo de la mujer no sólo anidan múltiple deseos y zonas erógenas –como revela Irigaray – sino que, siguiendo de cerca los pasos de esta pensadora, su obra incita a “un retorno a lo cósmico, pero al mismo tiempo preguntándonos a nosotras mismas por qué fuimos interrumpidas en nuestro proceso de convertirnos en divinas.”30 Ese cuerpo debe ser revalorado, para desentrañar esa diosa que ha quedado enquistada en sus entrañas. Pero esta “pequeña muerte” de ahora, en medio de este tiempo de violencia y desapariciones, es mundana y sórdida: …A la seis yo me tomé el café y me queda hambre para comer galletas. A las siete expulsé sin sudor mi mala dieta. ……………..… tiritamos juntos a las nueve 28

Clément, Catherine (1994) Syncope: The Philosophy of Rapture. Minneapolis and London: University of Minnesota Press, 1994, pp. 7-12. 29 Porzecanski, Teresa La piel del alma. Montevideo: Seix Barral, 1996, p 15. 30 Irigaray, Luce Divine Women, S. Muecke (transl.), Sydney: Local Consumption Occasional Papers, 1986, p. 8.

se oxida en mis entrañas tu profusión fecunda interminable. Ya a las diez yo huelo a desperdicio y a las once se me cierran los ojos (PL, 69-70)… Es la rutina del amor, esa rutina que termina matándolo. Aquí el cuerpo de la mujer se muestra tal cual es, sin tapujos: expulsa sus residuos, se convierte luego en receptáculo de profusiones malolientes, para morir simbólicamente en el encuentro con el Otro. Son tiempos de guerra y Porzecanski los canta así.. “Lo que tú eras/ y yo pude haber sido/ya no existe” (PL, 71) declara al final, cerrando esta relación dolorosa y el pasado sangriento para abrirse en un diálogo sin Dios y con la muerte: “Comenzamos a hundirnos, no rezamos/y hemos muerto/dulcemente/a medianoche (PL, 70)”. Tanatos es precisamente el que marca sus próximas dos nuevas colecciones que cierran el libro, inspiradas por la muerte de su padre y de su esposo: “…perder a alguien querido te transforma”31, nos confiesa la escritora. Así “Pequeñas conversaciones con Dios” subtitulada “Judía”- está dedicada a la muerte de su padre: Escribo y un anciano de barba refulgente ……………… y de huesos pienso tan traslúcidos, que parece sin cuerpo y sin embargo, se arrastra y atraviesa el burdel acuoso de la Historia… (PL, 77). En el imaginario de Porzecanski los muertos conviven con los vivos, marcando su presente y su futuro y haciéndose oír como un tótem de antepasados que arraigan y guían a los vivos: Porque son muertos y más muertos que me miran, a su pesar, espectros desacatados, tercos. Porque están muertos y me miran, y porque yo, también los miro (PL,79). Se resisten a ser relegados al olvido, tercamente retornan a intervenir en los seres ligados a sus genes. Son esencia y presencia de la muerte y la vida y viven en su imaginario de forma real y muchas veces perturbadora. 31

Valverde, “Cerrando el tríptico en aras de Iemanjá”, op.cit.

Recordamos aquí un axioma de su obra que Porzecanski exploró a fondo en su novela Felicidades fugaces: los muertos guardan el secreto de la felicidad de los vivos. Es más, la autora declara abiertamente su ideario: [El tótem]es vivido también como condena, como cadena, como algo que no es fácil de romper y la idea de la modernidad de que un sujeto es un sujeto y no le debe nada a nadie, para mí es totalmente falsa…Yo como estudié antropología, conozco todas esos sistemas de creencias que sostienen que al morirse los antepasados el sujeto lleva un pedazo de sus almas, o sea que los sujetos tienen varias almas, como en las creencias africanas. Algunas de esas almas son las mismas que las de sus antepasados, a través de los diferentes cuerpos de una genealogía.32 A la muerte de su progenitor Porzecanski “su alma” judía toma conciencia del legado étnico/religioso que le dejó este antepasado. Esa salmodia a su abuelo se convierte de pronto en una hacia Israel, su tierra ancestral: …estás en mí Israel como una entraña, con esa confabulación tan tuya de mostrarme el ejemplo más tenaz de la desgracia; ……………..… Y asciendo a ti, hipnótica, tatuada, con mi circuncisión del alma. …………….… Qué más decirte -abuelo Isaac, Cusiel, Abram mi padrequé decir más que no sea esta incapacidad de redimir con escritura la herida universal de Job, la única herida. ……………... Siento que no hablaré, Israel, me has silenciado, que me callo, Israel, que me he callado (PL, 80-83). La realidad de Israel la sobrepasa y siente al unísono que a la muerte de su abuelo sus raíces se extienden hacia ella pero su lengua se enrosca ante las penosas circunstancias que vive este país. Así, Porzecanski transforma este poema en uno de duelo doble: por su 32

Ibid.

abuelo y por Israel, convirtiendo un epitafio en un desafío político, confirmando una vez más el hábil poder transformador de su escritura. Las últimas tres “conversaciones con Dios” se refieren a su proyecto de “comer otra manzana, Eva”, “antes de fallecer”(PL, 84-85) -promesa que veremos cumple cuando analicemos su última colección de poesías-; a su frustración por ser incapaz de inscribir o escribir el Libro de Daniel (PL, 86-87) y a un “rey” “que heredó un templo” y que no cumple con sus funciones monárquicas: “quien es rey en verdad sabe su oficio/ y quien no lo sabe no lo haga.” (PL, 88), otro comentario político irónico en el contexto de este conjunto poético. “Esa muerte y las otras” se abre con un poema en que se queja del vaciamiento que ha sufrido su vida después de la muerte de su esposo, donde “lo que importa/ya no importa/ si importaba”. Todo es relativo, vacío y cercano a la muerte: …se me ha ido la fuerza de mi propia ternura y no puedo quererme ni siquiera a escondidas. Esto es morir, quién se anima a negarlo: …………….... en mi completo vaciamiento nada queda: hueca como estoy todo retumba en ecos distorsionados y perplejos… (PL, 91-92). El desamor la ha alcanzado en pleno y arrojado al abismo. De pronto cambia el tono, y tenemos un soneto cuyo ritmo chispeante no hace juego con el contenido lúgubre que le ha asignado la autora, lo que nos hace comprender que sólo coquetea con la idea de su propia muerte: Una virgen de luciérnagas desciende junto a mi cama. Es frío, tarde y de noche, es tarde, frío y me llama. ……………… la muerte es una luciérnaga gigantesca que te invade… (PL, 91-94). A esa autoflagelación le sigue uno de los mejores poemas de la colección. Meditando sobre los últimos recuerdos de su marido ya en su lecho de muerte Porzecanski se eleva como poeta ontológica:

Agotadas las aguas de mi pozo por dar mis luces a raudales, por el placer de dar enormemente, piadosa dar apasionadamente, por descubrir que me brota la ternura de mis úteros múltiples y humanos, en un acto sexual así infinito, como en un surtidor se eleva el agua y cae otra vez para inundarme, socavando mis cauces ya vacíos. ……………..… he llegado al final, difícilmente, agotando mis recursos infructuosos, sin alimento o ganas de comer más que morirme hoy mismo en este pozo (PL, 95). Ante la inminente muerte de sus esposo su alma da un sinfín de ternura como en un “acto sexual infinito” que la deja exhausta y hundida en la más profunda depresión existencial. Los últimos momentos de contacto con esa vida que se está apagando son por demás hermosos y tangibles: Esa noche soñaste con un jardín inmenso arbolado en azul por donde discurrían invitados hermosos, “Pero tú te ibas”, dijiste, “ regresabas a casa”, insististe, “nos despedíamos”, volviste a decir, “tenías otras cosas que hacer”. Y jamás aclaraste que te quedarías allí, en el prado infinito de tu muerte ………………. Nunca lo dijiste en fin: eso, que ibas a quedarte (PL, 96-97). La muerte era entonces eso: quedarse. Fin del viaje. El viaje es novelado siempre en Porzecanski como una metáfora de aprendizaje, el arraigamiento como una posible asfixia, una muerte. La poeta ahora se queja por la ausencia de una despedida formal y

quizá por el solapado reproche de su esposo, que sueña que ella tiene “mejores cosas que hacer” que acompañarlo. Quedarse o navegar, quizá en el barco de Caronte, hacia rumbos inciertos: “Me llevaba una nave”, dijiste sorprendido ……………….… Tu sueño era tan claro que yo también lo vi. ………………..… Un barco te llevaba, sin capitán la nave, movida por un timón secreto, mano ciega, y una boca muda te tragaba infalible, marchando hacia tu sino. A ti, que amabas el mar y te morías (PL, 99). El impacto de esta última línea surge de la contradicción de ese estar flotando en un medio vital, pero conducido por la entre los conceptos viaje/muerte, movimiento/quietud, descrubrimieto/la nada. Este poema complementa sin duda su última novela -Felicidades fugaces-33 dedicada también a su fallecido esposo, “una novela de aprendizaje, aprendizaje de las cosas fundamentales de la vida”,34 según la autora. Allí Porzecanski aprende a revalorar las pequeñas felicidades cotidianas –aquellas que su padre compartía con ella- que despreciamos a menudo en pos del bullicio de apetencias más glamorosas. La última colección cierra el poemario con un tono positivo y optimista. Es el amor que ha retornado: …Ahora es Adam el hombre y está consigo mismo, en plena resurrección de la carne; entrando en mí me regenera cambia mi piel lamiéndola a otra anterior aún intocada, 33

34

Porzecanki, Teresa Felicidades fugaces. Montevideo: Planeta, 2002. Valverde, “Cerrando el tríptico en aras de Iemanjá”, Op.Cit.

de prístino reptil, antiguo. Sus manos no cesan de inventarme a partir de un elixir prehistórico (“estás haciéndome nacer de tu costilla Adam, dándome a luz”, le digo) y perfilan ya mi nuevo cuerpo alcoholizado, y este esqueleto diáfano, traslúcido en verdad, iluminado. Soy sin pasado ahora, ni putrefacción, le digo, he olvidado todas mis muertes, mis andares; vengo/de tu fragua terrestre, voy hacia la entraña derretida del planeta. Primer Hombre, eres hecho por Aquel para mi Gracia, lavo tus pies, divina unción, la cópula sagrada se recorta contra el horizonte plomizo del invierno. Es junio cuando te conocí (PL, 103-105). Vemos aquí a Porzecanski esculpiendo sus letras hasta hacerlas tintinear en los oídos, entre sus emociones y su raciocinio, entre lo antropológico y lo divino. Es que Dios representa para Porzecanski ese “trascendental sensible” del que habla Irigaray. Lo divino está en contacto directo con las pasiones, que resultan esenciales para construir una “ética de la alteridad”35 porque exponen las entrañas del mundo falocéntrico. Ambas pensadoras coinciden en que es precisamente la pasión lo que nos humaniza y nos abre a la posibilidad de un genuino intercambio entre los géneros: En fragua estoy, derretimiento pleno, transfiguración, magma opulento, si el hombre extiende 35

Irigaray, Divine Women, Op.Cit.

su brazo férreo hacia mi hondura. Su toque me paraliza, por algo mineral, de tierra apisonada, de condensada roca. Es una daga suya la que abre mi vientre de pronto extraordinario, daga que entibia la lenta respiración de mis entrañas y enciende el fuego señero de la tripa y la incendia por fin hasta quemarla, piernas y brazos imbricados: un nuevo cuerpo monstruoso va emergiendo, cuando me toca Es por el hombre, dije, por este hombre, digo, que en fragua estoy (PL, 106-107). La escritora se transforma ahora en una “pérfida hechicera” que: …permanece rendida ante tu falo inmenso. Como las gatas, lame todo vestigio intenso de sudor o de sangre. Pretende disolver tu piel marcada por cicatrices viejas y por viejas escamas, desollarte hasta el fin, regenerando así, por fin y sin estigmas, la nueva telaraña. Ha largamente orado a su ancestral alquimia, ha cumplido los ritos a los dioses sagrados;

se arrodilla a tus pies ya condenada, -profetisa de muerte, hereje, iconoclastalimpiando con su lengua el ardor de tus lágrimas (PL, 108)”. La hechicera y la diosa se conjugan para cumplir los rituales amorosos. “Embriagada y sedienta/bebo desde tu fondo,/de los tiempos antiguos/esa procacidad ampulosa/del líquido vital (PL, 109)”. Adam ha vuelto a crear otra mujer de su mágica costilla, pero en un acto simbólico de toma de poder, la mujer incorpora en ella las cualidades masculinas que, haciéndola auto suficiente, la liberen finalmente del yugo de los hombres. Es la mujer en plena revolución, como una entidad sexual y espiritual autónoma, objeto pero también sujeto de deseo, punto fundamental de partida de un movimiento radical feminista. Porzecanski busca el infinito en un ámbito poético multidimensional donde tiempo y espacio se unen en comunión dialógica y la mujer se proyecta al ámbito cósmico: …flota en el cielo denso una sombra de niño. Dos ojos y un latido, un torso desvalido, “déjanos ser, permítenos, danos la forma, vívenos.” Allá lejos, sonámbulos, nuestros ancestros miran, se regocijan, ríen, en su complicidad (PL, 109)”. Una vez más la sombra de ese tótem se hace presente y la muerte tiñe el momento vital. Palabra líquida, la última colección de poemas de Teresa Porzecanski es, tal como lo planteó la autora en su proyecto de escritura, “una forma de investigación, de exploración”36 que la lleva a replantearse constantes de su obra, cuestionando desde ella la relación vida/muerte, el peso de su genealogía y la posición social y sexual de la mujer. Eros y Tanatos, que exponen desafiantes la finitud humana, son pivotes alrededor de los cuales mueve su poética apuntando a un sondeo ontológico/religioso en que edifica su propia identidad. Ecos de una experiencia ancestral místico-religiosa reverberan en toda su obra y se hacen presentes claramente en este último poemario. Porzecanski siempre intenta articular aquello que se ha postulado como innombrable no sólo desde el ámbito femenino, sino dentro de la esfera religiosa. Su búsqueda lingüística se transforma entonces en ontológica y divina, las palabras se convierten en arma de denuncia contra las que lucha 36

Ver Valverde, “Otra taza de café con Porzecanski” en Perfumes letales, op.cit.

para expresar su rebelión contra el orden social imperante, en el cual la mujer ha sido relegada a segundona cósmica. Su poesía no es un escape hacia lo imaginario, sino un discurso político que derrumba las barreras entre lo privado y lo público, entre realidad y espíritu, fiel a los parámetros del mundo permeable de la posmodernidad. Menstruación, y maternidad pasan a ser temas medulares. Porzecanski toma la palabra desde el centro mismo de su mundo de mujer para erotizarse, concebir y parir sin reparos ni limitaciones. La “economía libidinal femenina”37 ya es un mero recuerdo.

37

Ver H. Cixous, “Le Sexe ou la tête?” Les Cahiers du GRIF, 13, pp. 5-15.

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