Linajes de mujeres y linajes nobiliarios: Rodrigo Calderón, Bernardo de Sandoval y Rojas, el duque de Lerma y su entorno femenino en los textos de Luisa de Carvajal

June 8, 2017 | Autor: Isabel Colon | Categoría: Women and Culture, Literatura española del Siglo de Oro, Luisa De Carvajal Y Mendoza
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Una mujer noble y emparentada orría el año de 1605. Una mujer frisando en los cuarenta estaba en Saint-Omer, al norte de Francia, en la zona del paso de Calais, que entonces pertenecía a Flandes; venía de España y estaba deseosa de cruzar a Inglaterra en misión religiosa, pero los jesuitas del colegio de Saint-Omer se resistían a prestarle ayuda para que continuase su viaje: les parecía que estaba enferma, tenía poca fortaleza física, no sabía inglés, y, además, era una dama «tan noble y tan emparentada»1. Desde luego. Era nieta de un obispo2, sobrina de un marqués (Francisco Hurtado de Mendoza, marqués de Almazán), prima de los virreyes de Valencia (marqueses de Caracena), y mantenía, entre otros aristócratas, lazos familiares con Rodrigo Calderón, el arzobispo primado de Toledo y el duque de Lerma. A lo largo de estas páginas analizaré las relaciones entre Rodrigo Calderón, Bernardo de Sandoval y Rojas, Francisco Gómez de Sandoval y Luisa de Carvajal, a través de los escritos autobiográficos de la misionera, especialmente sus cartas, así como la visión que ella presenta del sexo femenino y de la ayuda que diversas mujeres le ofrecieron en su jornada de Inglaterra.

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Nobleza y honor para Luisa de Carvajal A lo largo de los escritos de Luisa de Carvajal encontramos diversas referencias al honor. En una carta del 22 de septiembre de 1612 a su hermano Alonso, que la presiona para que deje Inglaterra, le pregunta: ¿Parécele a vuestra merced que me cansaré yo de lo que Dios quiere, pues no me canso de haber dejado mi honra humana desamparada y sujeta a los pies de todos, sin prevención ni remedio de cuantos pudiera y supiera haber puesto, siendo la cosa más preciosa que en las criadas habrá para mí?3

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Se podría suponer que Carvajal habla aquí de forma positiva de la «honra mundana», «la cosa más preciosa». Sin embargo, era para ella algo desdeñable, un enemigo contra el que se debía combatir, según se deduce de otras afirmaciones, como cuando le dice a Leonor de Quirós en una carta del 28 de diciembre de 1608: «Haga guerra sin treguas a cuanto toca a altivez y honra mundana; hasta que la llegue a tener despaturrada debajo de los pies […]»; de ahí que al referirse a la muerte de Henry Garnet, superior de los jesuitas en Inglaterra, comente que los ingleses «pretendieron derrocar su honra y opinión cuanto pudieron […]»4; la única honra verdadera para ella es la de Dios y la Iglesia, y en relación con éstas las de España y su rey5, frente a las anteriores la suya en su opinión no representa nada: «Todos estos tocan tanto al rey nuestro señor y a la santa Iglesia, que vienen a ser para mí más propios, millares de veces, que mi misma honra y vida»6. Ello no significa, sin embargo, que no valorara el linaje nobiliario, y así habla en alguna ocasión de «cuanto es mayor la honra y grandeza de España y la alta sangre de nuestros amos de allá y de ahí, que son una mesma cosa […]»7; buscaba apoyos entre la nobleza, como veremos, y, en la misma línea, mostraba un gran cuidado, al igual que santa Teresa8, en los tratamientos que daba a aquellos con los que mantenía correspondencia. No quiso adoptar para sí misma, empero, los signos exteriores de la aristocracia; su atuendo y peinado a partir de cierto momento no fueron en modo alguno los de una mujer noble de la época, lo cual hizo que recibiese toda clase de críticas, incluso algún familiar fingió no verla por la calle, dado el aspecto poco adecuado que a sus ojos mostraba Luisa9. La misma Luisa le cuenta a su prima Isabel de Velasco, hija del marqués de Almazán, cómo en Madrid las aristócratas no le prestan mucha atención en la iglesia, y ella, por su parte, vive retirada en su casa porque «mi profesión y traje y compañía no es para visitas y andar atravesando por pajes y corredores y gente seglar [...]»10.

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ANÓNIMO, Luisa de Carvajal y Mendoza. Hacia 1603. Óleo sobre lienzo, 121 x 90,5 cm. Madrid, Real Monasterio de la Encarnación. Patrimonio Nacional.

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Recurrió a los miembros de la nobleza que estuvieron dispuestos a ayudarla, alejándose de aquellos que entorpecían lo que ella consideraba su misión, pero no quiso integrarse completamente en el grupo familiar, social y de género que le hubiese correspondido por linaje, sino que creó el suyo propio, como veremos después.

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Luisa de Carvajal (1566-1614) estaba vinculada por lazos familiares más o menos remotos con la familia Sandoval, y por tanto con el duque de Lerma, así como con Rodrigo Calderón. Buscó su apoyo, y, a través de ellos, el del monarca, de acuerdo con el nuevo sistema de patronazgo que se instaura con la llegada al poder de Felipe III11. Rodrigo Calderón (¿1576?-1621) se casó en 160112 con Inés de Vargas, pariente de Luisa de Carvajal por la rama paterna. El padre de Luisa, Francisco de Carvajal y Vargas, era hijo natural de Gutierre de Vargas y Carvajal, obispo de Plasencia desde 1524. Inés de Vargas era hija de un primo del padre de Luisa, Miguel de Vargas Camargo13, hijo a su vez de Juan de Vargas, hermano del obispo de Plasencia. Se ignoran las circunstancias exactas en que Rodrigo Calderón trabó conocimiento con Luisa, aunque pudieron influir diversos factores. Cabe la posibilidad de que fuese en Valladolid, habiendo vivido un tiempo allí Luisa de Carvajal, y cerca de la casa de las Aldabas, que sería del marqués de Siete Iglesias «antes de enero de 1605»14; Carvajal conoció, además, en 1602 en Valladolid a Mariana de la Paz Cortés, viuda de Juan Bautista Gallo, dueños de la casa de las Aldabas15 y de la propiedad en donde se edificó el convento de Porta Coeli, del que fue patrono Calderón16; parece que el conde de la Oliva ya la ayudó en España17, y hay que recordar que su hermano Alonso trabajaba para el marqués de Siete Iglesias18. Por otro lado, se conoce la inclinación de Calderón por mujeres de acendrada religiosidad, como sor Luisa de la Asunción19 o Marina de Escobar, que acabaría contando en su Vida cómo se le apareció Rodrigo Calderón después de ajusticiado20. Tal vez uno de los cauces para el acercamiento de Luisa a Siete Iglesias fuese el jesuita Joseph Creswell (José Cresvelo, o Cresuelo), que ocupó, entre otros cargos, los de comendador mayor de Montesa, rector del Colegio Inglés de Roma (1589-1592), procurador de los Colegios de Valladolid, Sevilla y SaintOmer, y estuvo muy vinculado con la monarquía21; con el jesuita se cartea Luisa al menos desde 1606 y a él le pide repetidas veces que salude al marqués de Siete Iglesias, y por fin, en noviembre de 1608, le anuncia que escribirá a Calderón, lo que tardará unos meses en hacerse efectivo22. Se conservan 31 cartas de Luisa de Carvajal a don Rodrigo; aunque la primera está fechada en Londres el 4 de julio de 1609, el tono de la misiva hace suponer ese co-

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nocimiento previo mencionado antes, así le dice: «El padre Cresvelo me ha escrito que tiene vuestra merced un hijo más, tan lindo como el que yo vi». Por otro lado, para su mujer Inés sólo se conserva una carta, también redactada en Londres, del 16 de febrero de 1612, lo que puede hacer pensar que no debía tener demasiado contacto con ella, o, como más bien creo, que Rodrigo Calderón no le hablaba de ciertos temas con el detenimiento que ella deseaba23, puesto que le pregunta: «De los niños deseo saber y cuántos tiene vuestra señoría», hipótesis esta última que se ve apoyada por el hecho de que más de un año después se queja ante Rodrigo Calderón de que no le hable de sus hijos, información que solicitará a Inés24. Hay referencias a Inés en cartas a otras personas, por ejemplo en las que dirige al marido25; así sabemos que la prima de Luisa no está de acuerdo en salir de España, en carta del 30 de agosto de 161226, pero, además, de alguna se deduce que le envió más epístolas de forma individual, a veces por intermediación de otros27, así le comunica –y hasta 3 veces con diferentes formulaciones– a su hermano Alonso el 19 de octubre de 1612: Pensaba enviar la carta de mi prima la condesa de Oliva con el marqués, pero, como llegará con tanta ocupación a Madrid, temo no se pierda. Vuestra merced me haga merced de llevarla y darla en su mano.28

Inés de Vargas también le escribía, según se desprende de una carta enviada al marqués de Siete Iglesias, donde el recuerdo de su voz apoya el conocimiento previo de las dos: Mi prima me debía su carta, ¡y cuánto favor viene en ella!; la amo y deseo su salvación. Holgué en extremo leerla, y hízoseme tan presente que, cierto, me pareció que la estaba oyendo hablar. Ya sé que no tengo que pedir más cartas en largo tiempo.29

Hubo entre don Rodrigo y Luisa una situación en la que cada uno aportaba algo al otro. Gaspar Garrote ha señalado bajo una especie de fórmula el vínculo entre escritores y mecenas: «Palabras por patrocinio»30; en el caso que nos atañe cabría reformularla como «Oraciones por patrocinio». De 1609 al 20 de noviembre de 1613 Luisa de Carvajal escribe al privado de Lerma proporcionándole avisos espirituales, hablando de política, e incluso aconsejándole en su vida (por ejemplo, sobre las dificultades de aceptar un puesto en las Indias o la posibilidad de un virreinato), o en su trato con Lerma, así como contándole su situación en Londres31. Parece ser algo reticente Luisa en lo concerniente a una vuelta de Calderón a palacio, y el 16 de febrero de 1612 se muestra feliz porque da la impresión de que el marqués se quiere alejar de intrigas: «La grandeza y majestad, cuanto más grande, tanto más sujeta está a despeñaderos»32, y vuelve sobre ello en julio del mismo año, tal vez porque Rodrigo Calderón seguía teniendo

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dudas sobre cuáles debían ser sus movimientos; Luisa lo deja todo en las manos de Dios, aunque apoya su retirada: El quedarse vuestra señoría en su casa, quieto y libre de las emulaciones y zancadillas de sus enemigos y contrarios, parece la cosa mejor que puede ser para vuestra señoría, en caso que no se atraviese más gloria de Dios en volver a palacio [...]33

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A partir del 5 de agosto de 1612 intenta estrechar la relación, diciéndole que, según la costumbre inglesa, le llamará «primo», ya que está casado con su prima, aunque lo cierto es que había usado ese apelativo el 3 de agosto de 1612, y, bastante antes, el 20 de octubre de 161034. Dos son los aspectos que quiero destacar en el epistolario de Carvajal dirigido a Rodrigo Calderón, el de las reliquias y el posible apoyo monetario a la labor de la misionera. Luisa emprendió en Londres una campaña personal para obtener lo que consideraba reliquias de los católicos ajusticiados en Londres; mandaba diversos objetos y partes de cuerpos a España, como se indica en sus cartas; de entre sus corresponsales sobresalen los envíos a don Rodrigo y su prima, y parece que esa búsqueda había sido incitada por el marqués de Siete Iglesias, al menos según dice Carvajal35; hay que recordar, en ese sentido, la inclinación del marqués por las reliquias. Así, en 1610, en la memoria que Calderón presentó al rey, señaló que le han dado algunas, pero sin precisar su procedencia, y entre los objetos que había en un escritorio que se le requisó al detenerle aparecieron otras36. Ciertas reliquias fueron llevadas por el hermano de Luisa37. Por otro lado, cabe deducir que don Rodrigo ayudaba con dinero a Luisa de Carvajal38. Se habla indirectamente de ello en las cartas; la misionera utiliza expresiones como «mercedes», «limosnas» o «gran beneficio de nuestro total sustento»39, y en la misma línea cabría incluir los diferentes objetos que Calderón envió a la sobrina del marqués de Almazán40. También hay referencias directas, de modo que las alusiones a cantidades concretas no faltan, como cuando le agradece el envío de 500 ducados, contándole incluso en qué se los ha gastado41. Se elogia, por lo demás, a Rodrigo Calderón y su forma de hacer limosnas, según Carvajal muchas veces sin que ella las pida, y en España sin que nadie se entere, mientras que otros lo hacen «forzando el honor gusto y caridad, a vista de todos»42. El conde de la Oliva servía asimismo de canal con el duque de Lerma y con el monarca. Luisa le pide a Calderón en julio de 1612 que «Si el rey nuestro señor se sirve de acrecentar algo a lo que nos hace cada mes»43, y cuando en marzo de 1613 escribe al marqués, le ruega que en su nombre le dé las gracias al rey por la ayuda que éste

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le ha prestado, en probable alusión a la pensión que el monarca pasaba a Luisa de Carvajal por intermedio de los embajadores españoles en Londres44. Bernardo de Sandoval y Rojas (1546-1618), cardenal arzobispo de Toledo desde 159945, era hijo de María Chacón, tía abuela materna de Luisa de Carvajal; con ella había vivido Luisa en la corte al fallecer sus padres, pero al morir María Chacón en 1576, cuando Luisa tenía unos diez años y Bernardo de Sandoval trinta, y a pesar de las indicaciones del testamento de su padre, fue llevada al palacio que Francisco Hurtado de Mendoza, hermano de su madre, tenía en Almazán. El permiso de traslado lo concedió Bernardo de Sandoval, según explica Carvajal en sus escritos autobiográficos46. El marqués de Almazán fue a Pamplona como virrey, y junto con su familia iba Luisa, y allí llegó como obispo Bernardo de Sandoval en 1588, permaneciendo hasta 159547, aunque no hay referencias a que viera en esa ciudad a la misionera. Precisamente a Bernardo de Sandoval le dedicó en 1616 Francisco Salón Osa su Oración panegírica por la muerte de una de las hijas del marqués de Almazán, que viene acompañada de una breve biografía de Luisa48. No se conservan cartas al cardenal, pero parece que le mandó alguna misiva, y le dio dinero, según consta en una epístola al padre Cresvelo: «Rivas se ha ido deteniendo, y así he podido escribir al cardenal, mi tío, de quien me trujo carta muy favorable y cien ducados el marqués49»; hay además una alusión indirecta anterior: «Ahora escribo a mi tía doña Magdalena de Rojas, que está en Santo Domingo el Real, monja, hermana del cardenal de Toledo50». A los Sandovales, como es bien sabido, pertenecía asimismo el duque de Lerma, Francisco Gómez de Sandoval y Rojas (¿1550?-1625), al que frecuentemente se le llama sobrino del arzobispo de Toledo, aunque en realidad era nieto de un primo de Bernardo de Sandoval y Rojas, según se deduce de los datos presentados por Láinez Alcalá51. Lerma, en la política que mantuvo de favorecer a sus familiares y de acuerdo con las prácticas matrimoniales de la nobleza, fue quien gestionó el enlace de Rodrigo Calderón con la prima de Luisa52. Hay menciones a Lerma en las cartas a Calderón. Así, le sugiere que a lo mejor el privado también quiere reliquias53, y le dice al conde de la Oliva que se muestre agradecido con Lerma o le aconseja en su trato con él54. En algún momento incluso le pide que le transmita sus ideas sobre política a Lerma: «Atrévome a suplicar a vuestra señoría represente, de mi humilde parte, estas cosas al duque»55. Señala que va a rezar por él, e indica que se alegra de su salud56. Carvajal era muy consciente de la línea de poder, de modo que le pregunta al padre Cresvelo, antes de la primera carta conservada a Calderón: «Dígame vuestra merced si podríamos alcanzar del piadosísimo pecho del rey nuestro señor, por medio del duque, y del duque por el señor don Rodrigo, que su Majestad se hiciese patrón del noviciado de Lovaina»57. Pero la misma Luisa podía servir de cauce para otros, de mane-

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ra que Mariana de Paz Cortés le habría pedido a Luisa que instara a Magdalena de San Jerónimo a que acelerara con los reyes y con Lerma una fundación religiosa58. Sólo el 20 de noviembre de 1613 se atreve Carvajal a escribir directamente a Lerma, pero la carta, según se indica en una a Calderón de la misma fecha, debía llegar preferentemente por medio de éste, y en mano si podía ser59, aunque no hay constancia de que la recibiera. La estancia de la misionera en Inglaterra se estaba convirtiendo en un asunto político de envergadura; ella quería quedarse, incluso ser martirizada60, y ante la posibilidad de que la expulsaran después de su segunda prisión pidió ayuda a Lerma, es decir, buscó acceder al máximo poder nobiliario y político al que tenía acceso, y del mismo modo que Calderón era el camino para acceder directamente a Lerma, quería que éste le sirviese para llegar a Felipe III. En todo caso eran unos años difíciles para Calderón y Lerma, habida cuenta de la debilidad política del marqués de Siete Iglesias en esa época61. En la carta a Lerma no hace ninguna alusión a su relación familiar, ni a sus orígenes aristocráticos, y firma, como venía haciendo tiempo atrás como «Luisa de Carvajal»62, cuando sus cartas desde Inglaterra iban, sin nada, o en todo caso con una «L», o como «Luisa». La estructura de la epístola revela el cuidado que en ella puso, lo mismo que en la forma en que se dirige a él: si Rodrigo Calderón era «vuestra señoría», el privado es «vuestra excelencia». En un primer momento pone de relieve la persecución que ha sufrido en las cárceles inglesas («cuan vana me hallo, con haber llegado ya a haber confesado dos veces el santísimo nombre de Cristo en las prisiones de sus enemigos»), buscando a través de la religión el lazo con Lerma («sin suplicar a vuestra excelencia se alegre en ella [piedad] conmigo, glorificando a Dios muchísimo»), lo mismo que por su condición de española («las particulares excelencias de ser española»), insistiendo en el apoyo incondicional al privado («una sierva de vuestra excelencia que mucho le ama y estima»). Presenta entonces a Lerma como un gobernante perfecto, precisamente por su piedad («cuanto fío de su piedad»), virtud en la que le interesa insistir. Pasa luego al asunto de su búsqueda del martirio en Inglaterra; primero elogia a Diego Sarmiento, conde de Gondomar, embajador de España en Inglaterra, aunque señala que por él no ha sido martirizada y explica sus deseos, supuestamente desde que era muy joven, y es entonces cuando entra en el asunto principal de la misiva: que Lerma le permita quedarse donde está. Niega las acusaciones que le hacen de haber querido fundar un convento de monjas63, aunque deja entrever que podrían acusarla de asuntos mucho más graves que no han descubierto («ni llegado a descubrir sus ciegos discursos las [cosas] que mucho más los alterarían y sacarían de tino»), alaba el poder de la providencia, habla de las conversiones y vuelve a ponderar el papel jugado por el conde de Gondomar.

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Cabe entender los elogios a Gondomar como una alabanza indirecta a Lerma, puesto que el embajador se consideraba a sí mismo «hechura» del valido64. Se disculpa después por la longitud, pero aprovecha la ocasión para rogar que el rey se sirva de prestarle atención. Concluye en la misma línea que había empezado, y que ha procurado no dejar de lado, engarzando la religión y la actividad del privado, de modo que afirma, como si se tratara de una pequeña oración: Guárdenos Dios a vuestra excelencia, como su majestad [Dios] ve es menester y yo le suplico: amén. Y Él bendiga a vuestra excelencia en todo y le enriquezca con grandes augmentos de su santísimo amor.65

Es de destacar que Carvajal manifiesta la superioridad de Lerma y recalca su posición inferior en todos los aspectos, pero no deja de presentarse ante el duque como un cauce para llegar a Dios: es ella la que directamente ruega a Dios por el privado: «y yo le suplico». Es la última carta que escribió Luisa de Carvajal.

Las mujeres y Luisa de Carvajal Luisa de Carvajal no dejó de hacerse eco de las ideas de la época sobre la debilidad del sexo femenino, aunque ella misma no las ponga en práctica; así se admira del valor que muestra, siendo mujer, «harto falta de salud, y tan delicada como cualquier otra»66. Con todo, en alguna ocasión aflora una consideración muy diferente, la del valor femenino, mayor que el de soldados muy curtidos, como ciertas carmelitas descalzas que se habían ido a Bruselas: «esos seis soldados valdrán más que un tercio viejo de españoles»67. Los que la apoyaban veían en ella una fuerza ajena a su sexo, y por ello la elogiaban, masculinizándola. Ya en el mismo año de su muerte, en 1614, Juan Pineda la llamó «doctor» y «apóstol», en masculino, y consideraba que era «en el ánimo más que varonil» y de «corazón de varón»68. En la Breve relación de la vida y muerte de 1616 se prosigue en el mismo tipo de argumentación, pues es considerada «predicador» y se advierte que «El celo de la salvación de las almas fue más de apóstol que de mujer santa»69. Su biógrafo Luis Muñoz en 1632, al hablar de una de las duras penitencias a las que se vio sometida en el tiempo que estuvo en Pamplona mientras su tío, el marqués de Almazán, fue virrey, opinaba que era una «prueba más para un padre del yermo, que para una doncella delicada de los catorce a quince años»70, y sobre su estancia en Inglaterra dice que «mostraba en todo una paciencia heroica y una grandeza de ánimo varonil»71. Hay, además, cierta relación en este aspecto con las beatas, puesto que se han apreciado actitudes varoniles en algunas de ellas, como en María de Ajofrín, que murió en 148972.

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Los que querían que se fuese de Inglaterra, en cambio, insistían en su sexo como un inconveniente; y ella era muy consciente de ello. Después de ser liberada en 1608 de la cárcel londinense, el embajador español la amonestó: «por haber hablado en religión con cuatro mercaderes, con poca autoridad y menos fruto», de modo que «apriétame terriblemente […] y permanezco, contra el resto de todas las opiniones de hombres doctos, sabios y espirituales que me conocen en Roma y en España y en Inglaterra»73. Su hermano Alonso, por otro lado, le dijo que la echarían, y según cuenta Luisa, «me hallaré sola y sin abrigo»74. Era una actitud que compartían españoles e ingleses. Cuando la detuvieron en Londres la acusaron de ser un sacerdote con faldas; antes de que la prendiesen por primera vez, cuando estaba discutiendo de religión en una tienda, la dueña afirmó que «no era posible fuese mujer, sino sacerdote romano en hábito de mujer, para ir en aquel modo persuadiendo su religión [...]»75, y poco después los que estaban en las calles, según opinión de Muñoz, «llenas de tiendas y oficios, decían era un sacerdote romano, que en hábito de mujer iba por las calles, persuadiendo la fe, en aquella extraordinaria manera»76; por su parte, los que estaban cerca de la audiencia creían que ella y sus criadas «eran todas sacerdotes, y otros que sin duda eran frailes»77. Muchas son las mujeres que surgen en sus escritos, tanto en los autobiográficos como en las cartas y en las poesías. Les escribió numerosas misivas, en las que a su vez mencionaba a otras, a las que se debía saludar en su nombre (como le dice a Magdalena de San Jerónimo con respecto a unas monjas inglesas que iban a Bruselas)78; pide noticias de muchas mujeres, como de Marina Escobar, a quien conoció en Valladolid79; ANÓNIMO, Luisa de Carvajal y Mendoza. afirma que entabla fácilmente conversaGrabado en Vida y virtudes de la venerable ción con ellas, y se aprecia, en efecto, que Virgen Doña Luisa de Carvajal le gustaba hablar con mujeres; se fijaba (Madrid, Imprenta Real, 1632, in-4º), en la ropa que llevan y en su forma de de Luis Muñoz. 17 x 11 cm. Madrid, hablar80, etc. Biblioteca Nacional de España.

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Muestra sus sentimientos a las destinatarias de las misivas, su dolor por la ausencia y el placer por recibir noticias81, especialmente cuando estaba en Londres, como le dice a Mariana de San José con lenguaje petrarquista: «Hínchanse con las nuevas y frescas memorias de mi amadísima señora de unos afectos que no puede fácilmente despedir, y parecen inútiles, estando el fruto tan lejos de la esperanza», y en otro momento llama a una carta de la misma Mariana «entreabierta ventana y resquicios del cielo de su corazón»82. Parece que era algo recíproco, según se desprende de su correspondencia, pues Inés de la Asunción le habría dicho que quisiera ser ella misma carta para poder ir a Londres a verla, y la marquesa de Caracena, su prima Isabel Velasco, hija del marqués de Almazán, le habría hablado de que en el cielo «nos gozaremos con estrecho e inseparable ñudo de amistad»83. Con todo, no dejaba de haber ciertos malentendidos, según se aprecia en alguna de las cartas a Magdalena de San Jerónimo, la cual debía de regañarla por ciertas afirmaciones que debió de hacer y por el hecho de que se quedara en Londres y no fuera a Bruselas, donde estaba Magdalena84. Puede que pasara algo más, puesto que se lamenta Luisa de que su amiga no le escribe, y parece que ella misma dejó de hacerlo, ya que la última está fechada el 20 de agosto de 160785. Luisa de Carvajal se integró en lo que parece una intricada red de relaciones femeninas, en las que hay que tener en cuenta tanto a las damas laicas de las clases más altas como a las monjas, las criadas de unas y otras, las españolas, las inglesas y las de Flandes.

Las damas de la nobleza y Carvajal Carvajal mantuvo relaciones de diverso tipo con las aristócratas, criticándolas en algunas ocasiones, apoyándose en ellas en otras. En la correspondencia de Luisa de Carvajal se reflejan diversas caras de las aristócratas, y ella no las trata de la misma forma, pues a unas les escribe directamente, mientras que para lo concerniente a otras utiliza diversos corresponsales. Al igual que Rodrigo Calderón y Lerma podían servirle de intermediarios con la figura más innaccesible del rey, las mujeres ejercieron un papel similar. Su amiga Magdalena de San Jerónimo, por ejemplo, era el camino para hacerle llegar noticias y opiniones políticas a Isabel Clara Eugenia, hija de Felipe II y gobernadora de Flandes; la camarera de Isabel en Madrid fue María Chacón, que se ocupó de Luisa, y con Isabel había jugado de pequeña la escritora, pero no se conserva ninguna carta dirigida a ella86. También las carmelitas de Bruselas pudieron permitirle enviar saludos a la archiduquesa87.

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En sus textos se vierten, por otro lado, algunas críticas a las damas de la corte; dice que reza por ellas, aunque no parece respetarlas mucho cuando las llama «esas señoras»88. Consideraba, con cierta ironía, que era difícil que tuvieran tiempo para dedicarse a asuntos divinos: Entre estas señoras de la Corte hay personas muy cristianas, y la de Miranda, como vuestra merced dice, lo es en grande manera, pero las continuas ocupaciones y la multitud de cosas que ocupan el corazón de los señores de la tierra, con título y color de negocios importantísimos y forzosos, suele dejar poquísimo lugar a obras de gran importancia en el servicio de Nuestro Señor [...]89

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A pesar de ello a través de su correspondencia se aprecia cómo a lo largo de toda su vida buscó mantener lazos con algunas mujeres de la nobleza, aunque no siempre se han conservado las epístolas que se intercambiaron. En las cartas surgen nombres como la duquesa de Frías, la de Cea, la de Medina de Río Seco, la condesa de Cuéllar, la de Miranda, la marquesa de Camarasa, etc.90, amén de su prima Isabel de Velasco, marquesa de Caracena. Estas damas la ayudaron de diferentes maneras: comprándole cabalgaduras para su viaje a Inglaterra (duquesas de Frías y de Cea91), o sirviendo de intermediarias para enviar y recibir cartas de Luisa (marquesa de Camarasa), y dando dinero (Isabel de Velasco, la condesa de Castellar, la duquesa de Miranda, la duquesa de Medina de Río Seco92). Se advierte, por tanto, que las damas de la nobleza practicaban el patrocinio a través de la caridad hacia una mujer que, si bien se veía en una situación de pobreza, no dejaba de pertenecer a su misma clase social. Según ha puesto de relieve M. Dolores Salgado las limosnas eran prestigiosas93. Con este dinero no sólo ayudaban a la subsistencia de Carvajal y las mujeres inglesas que residían con ella en Londres, sino que contribuían a las obras que éstas efectuaban: visitas a presos, ayudas a los católicos perseguidos que iban a su casa, compras de estampas para los católicos94, etc. Las nobles le mandaron dinero, y se hace eco de ello en las cartas Carvajal (así cien reales la condesa de Castellar95). Podían venir por diversos caminos, de modo que Luisa quiere confirmar que el dinero ha sido entregado, comunicándole al padre Cresvelo: «Y a la condesa de Miranda agradecí los suyos, que dijo haber dado a vuestra merced», y, por lo menos en esta ocasión, parece que las aristócratas pedían algún tipo de recibo: «y enviaré a vuestra merced el recibo»96. Francis Cerdan ha recordado que Hortensio Paravicino habló en uno de sus sermones de la caridad ejercida como «antojo, aunque sea virtuoso»97, y ésa parece ser en muchos casos la actitud de las damas, puesto que las aristócratas no siempre daban lo que decían, aunque les gustara lucirse por ello, como veremos en el caso de la duquesa de Medina de Río Seco.

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Al igual que ocurría con Calderón, Luisa daba consejos espirituales a ciertas mujeres, por ejemplo a la condesa de Miranda, a la que le escribe desde Londres el 7 de mayo de 160698, y sobre la que sigue recibiendo noticias por medio de una de sus servidoras, Leonor de Quirós, con la que se cartea Luisa99. Se relacionó asimismo con damas vinculadas con las clases gobernantes. Una de ellas fue Ana de Vergara, mujer de Pedro López de Aldaya, oídor del Consejo de Hacienda, que le enviaba dinero100. Estableció cierta amistad con Constanza de Acuña, la segunda mujer de Diego Sarmiento de Acuña, conde de Gondomar, embajador en Inglaterra101, dama con la que salió al campo varias veces102. En su segunda prisión, del 28 al 31 de octubre de 1613103, estuvo acompañada durante el día, para hacer mayor presión, por dos mujeres vinculadas por matrimonio con la diplomacia extranjera; una era Constanza, la otra Ana María de Zamudio, mujer del embajador de Flandes, sobrina de Magdalena de San Jerónimo, doncella de Luisa mientras vivió con sus tíos en Madrid y luego doncella de Isabel Clara Eugenia, según le dijo Carvajal a su hermano104. Dentro del círculo de Lerma quiero destacar a dos mujeres: la esposa de su nieto y la madre de ésta. Hay una duquesa de Cea que surge en la correspondencia de Luisa. Para Camilo María Abad sería «Feliche», según el investigador mujer del primogénito de Lerma105. Sin embargo, Cristóbal Gómez de Sandoval y Rojas, el hijo mayor de Lerma, se casó con Mariana Manrique de Padilla106; fue el hijo de éste, Francisco Gómez de Sandoval y Rojas, el que contrajo matrimonio con Feliche Enríquez de Cabrera107. Feliche era hija de Luis Enríquez de Cabrera, duque de Medina de Río Seco, Almirante de Castilla, y de Vittoria Colonna, y habría nacido en 1594, y su marido en 1598108, con lo que me parece que se trata de un error de Abad en cuanto al nombre de la mujer del primogénito del valido. Colonna109 se había casado en 1587, y su nombre surge alguna vez en la literatura de la época; así, César, uno de los personajes de La Dorotea, dice que había escrito un epigrama para sus bodas110. La aristócrata realizaba obras de caridad, y, por ejemplo, costeó cierta remodelación del Hospital de San Cosme y San Damián de Valladolid111, y tal vez por esa inclinación a las obras pías decidió apoyar a Luisa de Carvajal. Carvajal, por su parte, la menciona por primera vez cuando narra la muerte de su marido, el 17 de agosto de 1600112. La misionera, por alusiones en sus misivas, debió de escribirle varias cartas, pero no se conserva ninguna; algunas de ellas le llegarían por medio de Cresvelo113 o «vía Flandes»114. Ofreció ciertas cantidades a Luisa, aunque es difícil saber si de algún modo la misionera las recibió; hay que recordar que desde el fallecimiento de su marido Vittoria tuvo problemas monetarios115. En todo caso no deja de tener algún interés seguir en las cartas las alusiones al dinero ofrecido por la viuda del Almirante. El 31 de agosto de 1607 dice Carvajal a

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Cresvelo que la duquesa de Medina le había mandado una carta donde le prometía 100 reales, y supuestamente se los había entregado al jesuita, pero no se muestra Luisa muy segura de ello; con todo, dice que le escribirá116. El 6 de marzo de 1609 le informa a Cresvelo de otro ofrecimiento de Vittoria Colonna, esta vez de un real por día y por cada una de las mujeres que vivían con Luisa, pero no han recibido nada117. Por fin, le ruega al padre Cresvelo el 3 de setiembre de 1611: Si vuestra merced nos hace caridad de acordar a la duquesa, de la merced que ofreció hacernos dos o tres años ha, será grandísima; y los cien ducados de doña María, no con publicidad [...]118

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Tal vez algunas otras alusiones tengan que ver con Colonna, pero no hay seguridad, puesto que sólo dice la «duquesa», que puede ser tanto la de Cea como la de Medina de Río Seco119. Una vez muerta Luisa, cuando se abre en 1625 un proceso informativo sobre su posible santidad, declara, entre otras mujeres (como Leonor de Quirós, Inés de la Asunción y Mariana de San José), la duquesa de Medina de Río Seco120. Con todo, a partir de las ayudas del rey, de los embajadores españoles en Londres y las de Rodrigo Calderón disminuyen los apremios de Carvajal a las nobles; tal vez por ese acrecentamiento, tal vez por cierto reparo a resultar molesta: «Escribo a la duquesa con el amor que la debo: no me he atrevido a tratar de su limosna»121.

Mujeres nobles de la familia Carvajal o la familia por imposición Dejando a un lado a Inés de Vargas, la mujer de Rodrigo Calderón, quiero recordar a sus primas, hijas del marqués de Almazán, y a la mujer de éste. No deja de estar al tanto de algunas de sus primas del lado materno, así de Francisca, carmelita descalza122. No parece apreciar mucho, en cambio, a la que lleva su mismo nombre; la recuerda, desde luego, aunque da a entender que no quiso encontrarse con la viajera cuando iba camino de Inglaterra: «Dice le escribió mi prima doña Luisa, y no la vi en Burgos; pero pudo toparme […]»123, y luego le habría enviado unas tijeras inútiles a Londres124. Destaca que en las cartas no mencione para nada a María de Cárdenas, otra de las hijas del marqués125. Sin embargo, en Almazán pasarían mucho tiempo juntas y hay algunas poesías dedicadas a «Amari», que parece ser el nombre poético de su prima María126, y recuerda de forma lírica los paseos dados con ella por las orillas del Duero, cuando vivía en el castillo de Almazán, mostrando el paisaje y paseos reales en el interior de un sueño, mientras cuenta a «Nise» el nacimiento de su vocación religiosa:

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Bien conoces, dijo, a Amari, Amari, mi prima hermana, iguales en la amistad, en los años y crianza; no en las suertes, porque han sido de todo en todo contrarias. Soñaba, pues, que yo y ella, de nuestra antigua morada salíamos una tarde del gran calor apremiadas, –al tiempo que el claro Febo apriesa se desviaba del horizonte [...] a las riberas umbrosas de fresca hierba adornadas; [...] los ojos consideraban a veces el prado ameno de anchura y belleza extraña; a veces, las cristalinas del Duero profundas aguas [...]127

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Sabemos que Luisa tal vez recibe noticias de ella; así a través de una de las cartas conservadas de la marquesa de Caracena, del 1 de noviembre de 1610, le informa Isabel de Velasco sobre varios familiares, entre ellos dos hermanas cuyo nombre no da; una es «nuestra monja», esto es Francisca, carmelita, y, una segunda, de la que dice: «La otra hermana está con más trabajo que nunca: no se quiere casar su hija con quien ella quiere, y creo que por este camino la lleva Dios con gran sentimiento»128. Carvajal, empero, en la contestación del 16 de abril de 1611 («He recibido su carta de vuestra excelencia del uno de noviembre») sólo alude a una hermana de la marquesa de Caracena: «y a su hermana, padres y tías»129. Parece que la relación fue más duradera con Isabel de Velasco, la hija mayor del marqués de Almazán. Fue marquesa de Caracena, señora de Pinto y mujer del virrey de Valencia, Luis Carrillo de Toledo130. La primera carta que se conserva de Luisa está dirigida precisamente a su prima, el 15 de septiembre de 1598, cuando la misionera estaba en Madrid, y la correspondencia continuó cuando pasó a Londres. Se conservan cuatro cartas de Carvajal (6 de marzo de 1609, 16 de abril de 1611, 10 de mayo de 1611, 19 de octubre de 1612). La consuela por la muerte de dos hijos jóvenes, le agradece el dinero que le envía, le pide algún favor (poner una vela a la Virgen

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de Montserrat), le envía reliquias y libros, y le habla de su vida en Londres, amén de recordar la figura del marqués de Almazán131. En general mezcla las noticias privadas, los consejos espirituales y las noticias políticas sobre lo que ocurre en Londres. Entre los asuntos que trataron las dos destacan los relativos a la expulsión de los moriscos132. Por medio de Isabel de Velasco, además, hacía llegar cartas dirigidas a otros destinatarios de Valencia133. Mantuvo asimismo correspondencia con el virrey de Valencia (28 de agosto de 1608 y 16 de abril de 1611), al que le cuenta su llegada a Inglaterra y su prisión, y habla de él en las de su mujer134, y a la inversa135. En el testamento que redactó Luisa el 22 de diciembre de 1604, antes de marcharse a Inglaterra, nombró al virrey entre sus testamentarios, pero no a su mujer136. Hay que destacar que la primera carta que le escribió a Caracena (28 de agosto de 1608) habla de la muerte de dos hijos, aunque a su mujer sólo se lo menciona el 6 de marzo de 1609; en esa epístola, al mencionar el fallecimiento de sus sobrinos le comenta al destinatario: «He sabido la muerte de sus hijos de vuestra excelencia no sin dolor, aunque pensaba tener ya vencidos estos afectos»137; es una afirmación que nos informa de los esfuerzos de Luisa por establecer relaciones con los miembros de su familia, pero sin que los sentimientos se desborden, lo que aquí se ve ampliamente rebasado. Quiero detenerme, por último, en la figura de la mujer del marqués de Almazán, María de Cárdenas. Se ha señalado que no le daba demasiado afecto, puesto que habría sido una mujer fría138, tal vez apoyándose en lo que dijo la propia Luisa, pero cabría otra interpretación. Me parece que trató de llevarla por el camino de una vida diferente que su tío, el cual, según lo que dice Carvajal, no se preocupó realmente de enseñarle nada, salvo una insistencia obsesiva en las penitencias; es cierto que afirmó la misionera que aprendió latín escuchando al marqués139, pero parece olvidar que, según ella misma afirma en otro lugar, fue la marquesa quien la inició en el estudio de la lengua clásica: según Luisa en Almazán aprendió a leer y escribir, junto con su prima menor y su tía, además, quiso que estudiase latín, cuentas y gramática140. Era mujer religiosa, devota, hacía limosnas y ayunaba, pero no parece que practicase la espiritualidad del marido, y en cuanto a la enseñanza religiosa para sus hijas y Luisa, según su sobrina «[...] no se aplicaba a exhortar a estas cosas, ni a más que a lo que tocaba ser mujeres honradas y cuerdas»141. La marquesa se ocupaba de los asuntos de la casa, amén de los vinculados con sus propias posesiones, pues, según Luisa: Pasaba su tiempo escribiendo y negociando; porque además de los negocios de su estado y vasallos y cosas de la casa, que el Marqués dejaba totalmente a su cargo y disposición, era tan procuradora de pobres y de que tuviesen, los años secos, el pan barato [...] que [...] trataba y escribía a todos los concernientes, corregidores, veinticuatros, mercaderes, patronos de los hospitales y cofradías, y obispos y otras dignidades eclesiásticas.142

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Estas actuaciones de María de Cárdenas no eran demasiado bien vistas por el marqués, ya que ella no iba a «campos y fiestas», a pesar de la «importunación de su marido»143. Con todo, Luisa insinúa ciertas críticas contra su tía. Sin indicar a que época de su vida está aludiendo, describe a la marquesa como de «desabrida y áspera condición», en lo que en su opinión se parecería a su padre, Bernardino de Cárdenas; cuenta algunas peleas en la mesa que muestran un cierto enfrentamiento entre Francisco Hurtado de Mendoza y su mujer, puesto que el marqués le habría espetado de forma desagradable: «Señora, dejadnos comer en paz», al criticar ella los ayunos de Luisa; de lo que dice se desprende que había rivalidades entre Luisa y una de sus primas por el cariño de la marquesa, de ahí que ella la criticase si su sobrina estaba delante pero la elogiase en su ausencia, al mismo tiempo que ésta no aceptaba demasiado a Isabel de Ayllón, una criada que según el padre de Luisa debía de estar siempre con ella, precisamente porque una de sus hijas la apreciaba144. Da la impresión de que, con respecto a María de Cárdenas, se mueve Luisa entre contradicciones, y presenta, no sé si conscientemente, una vida familiar muy lejana de la que llevó con sus compañeras cuando vivió fuera del entorno familiar. 333

La familia por elección de Carvajal Luisa aceptó la ayuda de las mujeres nobles que se mostraron dispuestas a apoyarla. Pero no se sentía integrada con ellas. Después de muchos esfuerzos, fallecidos los parientes que podían impedírselo, Luisa de Carvajal vivió en Madrid, aproximadamente desde 1592, en una casa de la calle de Toledo con algunas mujeres, aunque parece que no había roto del todo con la familia de su tío. Llevaban una existencia modesta, tanto en lo concerniente al mobiliario como en su propio atuendo, cortándose el pelo, que una dama de la época debía llevar largo; entre Carvajal y las demás mujeres no se evidenciaban distinciones de rango, no eran Inés de la Asunción, su criada un tiempo, y una mujer noble, sino «compañeras», todas trabajando lo mismo, pidiendo limosnas, efectuando diversas labores asistenciales y repartiéndose las tareas de la casa145. Según Rhodes este tipo de vida era una imitación de la de Catalina de Siena146, aunque, en mi opinión, habría que tener en cuenta otros modelos femeninos. Luisa de Carvajal pretendió una espiritualidad laica en la línea de las agrupaciones religiosas de mujeres que se habían desarrollado en los siglos XII y XIII en Europa, las llamadas beguinas o beatas147; tales grupos se encontraban todavía en España a comienzos del XVI, y aunque hacia 1530 «dejan de existir los beaterios para proliferar las beatas individua-

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les», a pesar de que las jerarquías eclesiásticas quisieron enclaustrarlas, entre 1530 y 1570 se produjo un aumento de este tipo de religiosidad148, de modo que a finales del XVI seguía habiendo beaterios149. Las beatas podían llevar un hábito, a veces pardo, se esforzaban por tener casa propia, que remodelaban, y vivir cerca de las iglesias; se llamaban a sí mismas «beatas» o «hermanas», querían mantenerse fuera de las estructuras de parentesco, y fueron en ocasiones rechazadas por sus parientes. Así, a María de Toledo, en el último cuarto del siglo XV, sus familiares la llamaron «loca, desperdiciadora, gastadora y afrentadora de linaje». Se podían dedicar a labores asistenciales y educativas, practicaban una gran austeridad de vida, incluyendo penitencias y escasez de comida, así como una religiosidad recogida, incluyendo la oración mental150. Luisa, entonces, se aproximó en su actuar a las beatas. Por otro lado, algunas mujeres del XVI del linaje Mendoza buscaron un tipo de aislamiento similar. Así, Catalina de Mendoza, que desde 1588 vivía, sin ningún lujo, en una casa de Alcalá de Henares que había donado a los jesuitas151, orden con la que Luisa de Carvajal mantuvo estrechas relaciones, lo mismo que su familia152. Este tipo de espiritualidad no siempre fue considerada con buenos ojos por parte de la Inquisición en los Siglos de Oro. De ahí los procesos que sufrieron algunas mujeres, las acusaciones de vida inmoral o de fingir visiones, llagas, etc.153 Ello podría explicar el cuidado que pone Luisa cuando explica sus experiencias religiosas, por un lado, y la precaución de su biógrafo Muñoz en aducir numerosos ejemplos de mujeres castas, antiguas, que vivían en su casa, para insistir así en el hecho de que la misionera no hacía más que seguir una larga tradición154. En todo caso, Carvajal se refirió varias veces en Londres a su «familia»; así, le dice al padre Hernando de Espinosa: «Estoy yo y toda mi familia necesitadísimas»155; y cuando Carvajal dio las gracias a Felipe III por la pensión que le había concedido, a través de Rodrigo Calderón, alude a que el rey tuvo «gran liberalidad [...] conmigo y mi familia, sirviéndose de sustentarnos, estando, sin esa merced, en precisa necesidad de pedir un pedazo de pan de puerta en puerta»156. Su familia no son los nobles y sus mujeres, sino los que pasan necesidad con ella. Hay linajes nobles, bien lo sabe ella, pero hay otro linaje, el de ciertas mujeres que no quieren ni ser monjas ni casarse.

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1 ANÓNIMO, Admirable y breve relación [...] que escribió el Padre Rector de los Ingleses de Sevilla [...] al Padre Provincial de la Compañía de Jesús de México [....], Sevilla, Diego Pérez [s.a. ¿1618?], pp. 2-3. 2 Sobre este asunto, M.N. PINILLOS IGLESIA, Hilando oro. Vida de Luisa de Carvajal, Madrid, 2000, pp. 13-19. Puede verse asimismo E. RHODES, This Tight Embrace: Luisa de Carvajal y Mendoza (15661614), Milwaukee, 2000, p. 50. 3 L. CARVAJAL, Epistolario y poesía, ed. J. González de Marañón y C.M. Abad, Madrid, 1965, p. 363 a (Londres, 22 de septiembre de 1612). 4 CARVAJAL 1965, p. 196 a (Londres, 28 de diciembre de 1606); CARVAJAL 1965, p. 172 b (Londres, 26 de mayo de 1606). 5 CARVAJAL 1965, p. 225 b (Londres, 12 de agosto de 1607); CARVAJAL 1965, p. 204 a (Londres, 18 de enero de 1607). 6 CARVAJAL 1965, p. 350 b (Londres, 29 de junio de 1612). 7 CARVAJAL 1965, p. 204 a (Londres, 18 de enero de 1607). Se refiere a los reyes españoles y a los archiduques. 8 P. CONCEJO, «Fórmulas sociales y estrategias retóricas en el Epistolario de Santa Teresa», en M. CRIADO DE VAL (ed.), Santa Teresa y la literatura mística hispánica, Madrid, 1984, pp. 275-290. 9 Ése parece que fue el caso de una de las hijas del marqués de Almazán, cuando Luisa pasó por Burgos camino de Londres, CARVAJAL 1965, p. 153 b (Londres, 19 de enero de 1606). 10 CARVAJAL 1965, p. 98 a (carta del 15 de septiembre de 1598). 11 H. SIEBER, «The Magnificent Fountain: Literary Patronage in the Court of Philip III», Cervantes. Bulletin of the Cervantes Society of America, 18, 2 (1998), pp. 85-116. 12 S. MARTÍNEZ HERNÁNDEZ, La sombra del valido, Madrid, 2009, p. 82. 13 MARTÍNEZ HERNÁNDEZ 2009, p. 81; la madre de Inés de Vargas podría ser pariente de su marido, y por lo tanto de Luisa, puesto que se llamaba Elvira de Trejo Carvajal, p. 81. A Elvira se refiere varias veces Carvajal en sus cartas, CARVAJAL 1965, p. 352 b (Londres, julio de 1612), etc. 14 MARTÍNEZ HERNÁNDEZ 2009, pp. 122-123. 15 MARTÍNEZ HERNÁNDEZ 2009, p. 122. 16 CARVAJAL 1965, p. 137 a y nota (Valladolid, 16 de noviembre de 1603). 17 CARVAJAL 1965, p. 185 b y nota (Londres, 26 de julio de 1606); les envía recuerdos a través de Cresvelo, CARVAJAL 1965, p. 197 a (Londres, 28 de di-

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ciembre de 1606), y CARVAJAL 1965, p. 283 a (Londres, 6 de marzo de 1609). Sobre las cartas de Luisa, B. SÁNCHEZ DUEÑAS, «El género epistolar: Luisa de Carvajal y Mendoza y Sor María de Jesús Ágreda», en De la invisibilidad a la creación. Oralidad, concepción teórica y material preceptivo en la producción literaria femenina hasta el siglo XVIII, Sevilla, 2008, pp. 434-456. MARTÍNEZ HERNÁNDEZ 2009, pp. 92 y 117-119. Sobre Marina Escobar, I. POUTRIN, Le voile et la plume. Autobiographie et sainteté féminine dans l’Espagne moderne, Madrid, 1995, pp. 303-304. A. PINTO RAMÍREZ, Vida maravillosa de la venerable Virgen Doña Marina de Escobar, Madrid, Viuda de Francisco Nieto, 1665, capítulos 1 y 2. J.R. FERNÁNDEZ SUÁREZ, «Joseph Creswell: al servicio de Dios y de su Majestad Católica (1598-1613)», Revista de Filología Inglesa, 8 (1978), pp. 45-84; F.J. BOUZA ÁLVAREZ, «Contrarreforma y tipografía: ¿Nada más que rosarios en sus manos?», Cuadernos de Historia Moderna, 16 (1995), pp. 73-85; E. GARCÍA HERRÁN, «El Colegio de San Patricio de los irlandeses de Madrid, 1621-1937», Revista de Arte, Geografía e Historia, 8 (2006), pp. 219-246. J.J. LOZANO NAVARRO, La Compañía de Jesús y el poder en la España de los Austrias, Madrid, 2005, pp. 130-131 y 152-154. Abad señala que el padre Cresvelo le envía recuerdos de Calderón, CARVAJAL 1965, p. 75 b, pero no precisa las cartas. Los envía, y a veces a Inés de Vargas, CARVAJAL 1965, p. 197 a (Londres, 28 de diciembre de 1606), CARVAJAL 1965, p. 245 a (Londres, 23 de abril de 1608), CARVAJAL 1965, p. 283 a (Londres, 6 de marzo de 1609). Le dice a Cresvelo que escribirá a Rodrigo Calderón, CARVAJAL 1965, p. 277 a (Londres, 5 de noviembre de 1608). En la que parece hasta ahora la única carta conservada de Rodrigo Calderón a Luisa de Carvajal (Segovia, 4 de septiembre de 1609), probablemente en contestación a la del 4 de julio, hay, en efecto, escasas informaciones sobre sus hijos, aunque habla en general de ellos; además, le dice que Inés y él mismo se alegran de la misiva de Luisa, le cuenta la situación de Alonso, el hermano de Luisa, y se queja de las dificultades de la corte, Cartas originales y papeles varios, Mss. 12.859 de la BNE, f. 115 r. Se halla la referencia a esta carta manuscrita en P. HERNÁNDEZ APARICIO y M.V. SALINAS CANO DE SANTAYANA, Inventario general de manuscritos de la Biblioteca Nacional, vol. XVIII, s.l., s.a., p. 162. MARTÍNEZ HERNÁNDEZ 2009, p. 134 alude a esta epístola.

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24 CARVAJAL 1965, p. 404 b (Londres, 7 de septiembre de 1613). 25 CARVAJAL 1965, p. 389 b (Londres, 31 de diciembre de 1612). 26 CARVAJAL 1965, p. 358 a. 27 Así en la que envía por medio del marqués de Flores, según le dice a Calderón, CARVAJAL 1965, p. 376 a y nota (Londres, 1 de noviembre de 1612). 28 CARVAJAL 1965, p. 373 a (Londres, 19 de octubre de 1612), pero la puntuación es mía. 29 CARVAJAL 1965, p. 391 a, (Londres, 29 de marzo de 1613). La puntuación es mía. 30 G. GARROTE BERNAL, «Palabras por patrocinio. Cristóbal de Mesa ante el Duque de Béjar (Rimas, 1611)», en J.I. DÍEZ FERNÁNDEZ (ed.), El mecenazgo literario en la casa ducal de Béjar durante la época de Cervantes, Burgos, 2005, pp. 131-171. 31 CARVAJAL 1965, pp. 351 b-352 a (Londres, julio de 1612). Sobre su trato con Lerma, CARVAJAL 1965, p. 358 a (Londres, 30 de agosto de 1612). Sobre las Indias, CARVAJAL 1965, p. 366 a (Londres, 22 de septiembre de 1612), sobre el virreinato, CARVAJAL 1965, p. 365 b (Londres, 22 de setiempre de 1612). 32 CARVAJAL 1965, p. 343 a (Londres, 16 de febrero de 1612). 33 CARVAJAL 1965, p. 351 b (Londres, julio de 1612). 34 CARVAJAL 1965, p. 356 b (Londres, 5 de agosto de 1612), CARVAJAL 1965, p. 355 a (Londres, 3 de agosto de 1612), CARVAJAL 1965, p. 309 b (Londres, 20 de octubre de 1610). 35 CARVAJAL 1965, p. 352 b (Londres, julio de 1612). 36 J.J. MARTÍN GONZÁLEZ, «Bienes artísticos de D. Rodrigo Calderón», Boletín del Seminario de Estudios de Arte y Arqueología, 54 (1988), p. 274 nota; MARTÍNEZ HERNÁNDEZ 2009, p. 249. 37 CARVAJAL 1965, p. 352 a (Londres, julio de 1612). 38 Insiste en el carácter interesado y meramente crematístico de Luisa con respecto a Calderón G. MORCILLO EXPÓSITO, «Correspondencia de Dª Luisa de Carvajal y Mendoza con D. Alonso Carvajal y D. Rodrigo Calderón», en C. CHAPARRO GÓMEZ, M. MAÑAS NÚÑEZ y D. ORTEGA SÁNCHEZ (eds.), Nulla dies sine linea. Humanistas extremeños: de la fama al olvido, Cáceres, 2009, pp. 257-263. 39 «mercedes», en CARVAJAL 1965, 379 a (Londres, 17 de noviembre de 1612), de «limosnas», CARVAJAL 1965, p. 352 b (Londres, julio de 1612), del «gran beneficio de nuestro total sustento, en CARVAJAL 1965, p. 399 b (Londres, 5 de septiembre de 1613).

40 CARVAJAL 1965, p. 404 a (Londres, 7 de septiembre de 1613). 41 CARVAJAL 1965, p. 344 b (Londres, 16 de febrero de 1612), y CARVAJAL 1965, p. 346 b sobre el uso que ha dado al dinero (Londres, 21 de junio de 1612). 42 CARVAJAL 1965, p. 344 b (Londres, 16 de febrero de 1612). 43 CARVAJAL 1965, p. 352 b (Londres, julio de 1612). 44 CARVAJAL 1965, 393 a (Londres, 29 de marzo de 1613), y nuevas gracias al rey por medio de Calderón, CARVAJAL 1965, pp. 415 b-416 a (Londres, 20 de noviembre de 1613). 45 Se puede ver sobre este asunto CARVAJAL 1965, p. 18 a, y para la mención a Sandoval, CARVAJAL, Barcelona, 1966, p. 24. 46 Se puede ver sobre este asunto CARVAJAL 1965, p. 17 a, y para la mención a Sandoval, L. CARVAJAL, Escritos autobiográficos, ed. C.M. Abad, Barcelona, 1966, p. 24. 47 GOÑI GAZTAMBIDE 1980, pp. 6 y 35 (sólo se dice que era su pariente; podría ser el de Luisa, puesto que no se sabe muy bien cuándo salió el marqués de Almazán de Pamplona); LÁINEZ ALCALÁ 1958, p. 50. 48 F. SALÓN OSA, Oración panegírica [...] de la muerte de Isabel de Velasco y Mendoza [con una] Breve relación de la vida y muerte y píos ejercicios de doña Luisa de Carvajal, Valencia, Pedro Patricio Mey, 1616. 49 CARVAJAL 1965, p. 354 a y nota (Londres, 3 de agosto de 1612). 50 CARVAJAL 1965, pp. 184 b-185 a (Londres, 26 de julio de 1606). 51 LÁINEZ ALCALÁ 1958, pp. 16 y ss. 52 MARTÍNEZ HERNÁNDEZ 2009, p. 81. 53 CARVAJAL 1965, p. 352 b (Londres, julio de 1612). 54 CARVAJAL 1965, p. 352 a (Londres, julio de 1612), CARVAJAL 1965, pp. 365 b-366 a (Londres, 22 de septiembre de 1612). 55 CARVAJAL 1965, p. 376 a, p. 400 b, 5 de septiembre de 1613 (sobre iniciar una guerra en Irlanda). 56 CARVAJAL 1965, p. 399 a (Londres, 5 de septiembre de 1613), CARVAJAL 1965, p. 411 a (Londres, 5 de octubre de 1613). 57 CARVAJAL 1965, p. 250 a (Londres, 29 de junio de 1608); sobre el asunto había hablado en CARVAJAL 1965, p. 237 b (Londres, 22 de agosto de 1607). 58 CARVAJAL 1965, pp. 131 a y b (Valladolid, 4 de mayo de 1603); se habla de Mariana, CARVAJAL 1965, p. 127 b y nota (Valladolid, 25 de enero de 1603), y CARVAJAL 1965, pp. 125 b-126 a y nota

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(Valladolid, 7 de septiembre de 1602); CARVAJAL 1965, p. 136 b (Valladolid, 16 de noviembre de 1603). Sobre Magdalena, I. BARBEITO (ed.), Cárceles y mujeres en el siglo XVII, Madrid, 1991, p. 38. CARVAJAL 1965, p. 416 a. Sobre este complicado asunto puede verse, además de las biografías sobre Carvajal, A.J. CRUZ, «Willing Desire: Luisa de Carvajal y Mendoza and Female Subjectivity», en H. NADER (ed.), Power and Gender in Renaissance Spain, Urbana, 2003, pp. 177-194. MARTÍNEZ HERNÁNDEZ 2009, p. 187. Y según Feros desde 1616 se anunciaba la caída de Lerma (A. FEROS, El duque de Lerma. Realeza y privanza en la España de Felipe III, Madrid, 2002, p. 427). En su testamento el marqués de Almazán la llamó «Luisa de Fajardo y Carvajal» (PINILLOS IGLESIA 2001, p. 47), tal vez para no confundirla con su propia hija, Luisa de Mendoza; ella se llamó a sí misma en algún momento «Luisa de Mendoza y Carvajal» (PINILLOS IGLESIA 2001, pp. 44-45 y 52-53; L. DE CARVAJAL, Poesías completas, ed. M.L. García-Nieto Onrubia, Badajoz, 1990, p. 10), para pasar a ser luego «Luisa de Carvajal», como indica cuando la detienen en Londres (por ejemplo en CARVAJAL 1965, p. 247 a, carta al padre Cresvelo del 29 de junio de 1608). Aunque en carta a Cresvelo había dicho que tenía «comunidad y monesterito digamos», en CARVAJAL 1965, p. 330 b (Londres, 3 de septiembre de 1611). FEROS 2001, p. 243. CARVAJAL 1965, p. 417 a (Londres, 20 de noviembre de 1613). Carta a su hermano Alonso, CARVAJAL 1965, p. 364 a (Londres, 22 de septiembre de 1612); afirmaciones parecidas en CARVAJAL 1965, p. 110 b (Madrid, 29 de enero de 1601). Para expresiones de humildad por parte de escritoras, A. ALONSO, «Isabel de Vega», en D. ROMERO LÓPEZ, I. LÓPEZ GUIL, R.C. IMBODEN y C. ALBIZU YEREGUI (eds.), Siete siglos de poesía española escrita por mujeres. Pautas poéticas y revisiones críticas, Berna, 2007, pp. 75-84. CARVAJAL 1965, p. 203 a, carta a Magdalena de San Jerónimo (Londres, 18 de enero de 1607). Sobre esa identificación (mujeres-soldados), E. LEVY-NAVARRO, «The religious warrior: Luisa de Carvajal y Mendoza’s correspondence with Rodrigo de Calderón», en J. COUCHMAN y A. CRABB (eds.), Women’s Letters Across Europe, 1400-1700: form and persuasion, Hampshire-Burlington, 2004, pp. 263-274. J. DE PINEDA, En las honras de D. Luisa de Carvajal, defunta en Londres por enero de 1614. Sermón fúnebre, [¿Sevilla?], s.e., [¿1614?], fols. 3 r y 7 v.

69 ANÓNIMO ¿1618?, p. 52. 70 L. MUÑOZ, Vida y virtudes de la Venerable Virgen Doña Luisa de Carvajal y Mendoza. Su Jornada a Inglaterra y sucesos de aquel Reino. Van al fin algunas poesías espirituales suyas, parto de su devoción e ingenio, Madrid, Imprenta Real, 1632, fol. 25 r. 71 MUÑOZ 1632, fol. 140 r. 72 Á. MUÑOZ, Beatas y santas neocastellanas: ambivalencias de la religión y políticas correctivas del poder (ss. XIV-XVI), Madrid, 1994, p. 122. Sobre este proceso de masculinización, C. PAPA, «Tra il dire e il fare: búsqueda de identidad y vida cotidiana», en Á. MUÑOZ y M.M. GRAÑA (eds.), Religiosidad femenina: expectativas y realidades (ss. VIII-XVIII), Madrid, 1991, pp. 85-86. 73 En carta al padre Lorenzo da Ponte le habla de los mercaderes y los hombres doctos, CARVAJAL 1965, p. 261 a (Londres, 29 de junio de 1608). Recoge el texto de los mercaderes MUÑOZ 1632, fol. 132 r. 74 CARVAJAL 1965, p. 363 b (Londres, 22 de septiembre de 1612) 75 MUÑOZ 1632, fol. 128 r. 76 MUÑOZ 1632, fol. 130 r. PINILLOS IGLESIA 2001, pp. 141 y 143. 77 MUÑOZ 1632, fol. 130 r. Se refiere a ello Luisa en varias cartas, CARVAJAL 1965, por ejemplo en p. 246 a y p. 247 a (carta al padre Cresvelo del 29 de junio de 1608) y p. 265 b (carta a Inés de la Asunción del 29 de junio de 1608). 78 CARVAJAL 1965, p. 115 b (Valladolid, 10 de septiembre de 1601). 79 Carta a Mariana de San José, CARVAJAL 1965, p. 202 b y nota (Londres, diciembre de 1606). Carta a Leonor de Quirós, en CARVAJAL 1965, p. 195 b (Londres, 28 de diciembre de 1606), etc. 80 Como le ocurrió con unas monjas que conocían a Magdalena, CARVAJAL 1965, pp. 113 b-114 a (Valladolid, 10 de septiembre de 1601). Para su afición a hablar con mujeres y los aspectos en que se fijaba, CARVAJAL 1965, p. 139 b (Valladolid, 31 de agosto de 1604), y p. 114 a (Valladolid, 10 de septiembre de 1601). 81 En diversos lugares de sus cartas lo afirma, como en una epístola a Magdalena de San Jerónimo, CARVAJAL 1965, p. 109 a (Madrid, 29 de enero de 1601). 82 CARVAJAL 1965, p. 373 a (Londres, 19 de octubre de 1612). CARVAJAL 1965, p. 288 a (Londres, 5 de julio de 1609). 83 CARVAJAL 1965, p. 286 b (Londres, 4 de julio de 1609), y CARVAJAL 1965, p. 323 a (Londres, 16 de abril de 1611).

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84 CARVAJAL 1965, pp. 206 b y ss. (Londres, 3 de marzo de 1607). 85 CARVAJAL 1965, pp. 225 a y ss. (Londres, 20 de agosto de 1607). Hay una epístola dirigida a una mujer, pero sin nombre, lugar, ni fecha, pp. 250 y ss. 86 CARVAJAL 1965, p. 123 b (Valladolid, 24 de agosto de 1602). 87 CARVAJAL 1965, p. 414 b (Londres, 14 de noviembre de 1613). 88 CARVAJAL 1965, p. 98 a (Madrid, 15 de septiembre de 1598). Y en otros lugares. 89 CARVAJAL 1965, p. 121 a (Valladolid, 24 de agosto de 1602). 90 CARVAJAL 1965, p. 145 a (Londres, 21 de enero de 1605) y p. 197 a (Londres, 28 de diciembre de 1608); CARVAJAL 1965, pp. 169 a-170 b (Londres, 7 de mayo de 1606); CARVAJAL 1965, p. 105 a (Madrid, 1 de septiembre de 1600) y p. 108 a (Madrid, 16 de octubre de 1600). 91 Alusiones a las cabalgaduras en carta a Inés de la Asunción, CARVAJAL 1965, p. 145 a (Valladolid, 21 de enero de 1605). 92 Referencias a Castellar, Miranda y Río Seco en carta a Cresvelo, CARVAJAL 1965, p. 227 a (Londres, 31 de agosto de 1607). La condesa de Miranda es una de las personas incluidas por Luisa entre sus testamentarios y albaceas, C.M. ABAD, Una misionera española en la Inglaterra del siglo XVII: Doña Luisa de Carvajal y Mendoza, Santander, 1966, p. 382. 93 M.D. DELGADO PAVÓN, Reyes nobles y burgueses en auxilio de la pobreza (La Venerable Orden tercera Seglar de San Francisco de Madrid en el siglo XVII), Alcalá, 2009, p. 264. 94 CARVAJAL 1965, p. 330 b (Londres, 3 de septiembre de 1611). 95 CARVAJAL 1965, p. 226 b (Londres, 31 de agosto de 1607). 96 CARVAJAL 1965, p. 226 b (Londres, 31 de agosto de 1607). 97 F. CERDAN, «El predicador y el poder. Un sermón de Fray Hortensio de Paravicino en Lerma (1617)», Áreas, 3-4(1983), p. 228. 98 CARVAJAL 1965, pp. 168 a-170 b (Londres, 7 de mayo de 1608). 99 CARVAJAL 1965, p. 140 b (Valladolid, 6 de noviembre de 1604), donde ya indaga sobre la condesa, y CARVAJAL 1965, p. 287 a (Londres, 4 de julio de 1609). 100 CARVAJAL 1965, p. 333 a (Londres, 15 de octubre de 1611) y p. 370 a (Londres, 19 de octubre de 1612). Para el nombre del marido, su cargo

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exacto y su enterramiento, A. ROJO VEGA, «Pedro López de Aldaya», en C. ALVAR y F. SEVILLA, Gran Enciclopedia cervantina, I, Madrid, 2005, pp. 249-250. Sobre Constanza de Acuña, L. TOBÍO, Gondomar y los católicos ingleses, A Coruña, 1987, pp. 91 y 92. CARVAJAL 1965, p. 412 a (Londres, 5 de octubre de 1613), aunque no son elogios absolutos. PINILLOS IGLESIA 2001, pp. 206-208. TOBÍO 1987, p. 94 (para Constanza en la cárcel con Luisa). Carta a su hermano Alonso sobre la mujer del embajador de Flandes, CARVAJAL 1965, p. 335 b (Londres, 15 de octubre de 1611). Para el nombre de la sobrina de Magdalena, ABAD 1966, p. 339. CARVAJAL 1965, p. 144 a, nota. A. LÓPEZ DE HARO, Nobiliario genealógico de los Reyes y títulos de España, Madrid, Luis Sánchez, 1622, p. 166. Para los padres de Mariana, http://es.fundacion medinaceli.org/casaducal/fichaindividuo.aspx? id=1831 LÓPEZ DE HARO 1622, p. 167. L. FERNÁNDEZ MARTÍN, «La colonia italiana de Valladolid, corte de Felipe III», Investigaciones Históricas: Época Moderna y Contemporánea, 9 (1989), p. 171. Tomo la fecha de http://es.fundacionmedinaceli.org/ casaducal/fichaindividuo.aspx?id=1831 Sobre esta figura véase FERNÁNDEZ MARTÍN 1989, pp. 166 y ss. F. LOPE DE VEGA, La Dorotea, ed. E.S. Morby, Madrid, 1980, p. 541 y nota (Acto V, escena III). FERNÁNDEZ MARTÍN 1989, p. 170. CARVAJAL 1965, p. 104 b (Madrid, 1 de septiembre de 1600). CARVAJAL 1965, pp. 275 b-276 a (Londres, 5 de noviembre de 1608), donde dice haberle mandado una epístola para la aristócrata, de la que no ha recibido respuesta. A Cresvelo, CARVAJAL 1965, p. 231 b (Londres, 4 de octubre de 1607), y de nuevo en CARVAJAL 1965, p. 227 a, (Londres, 31 de agosto de 1607). Lo empleaba para ciertos asuntos, puesto que le dice a Calderón que le contará más cosas de la misma manera, CARVAJAL 1965, p. 415 b (Londres, 20 de noviembre de 1613). Puede que fuese a través de Magdalena de San Jerónimo, a la que le escribe sobre unos mercaderes, así como sobre los problemas que tiene por enviar cartas por medio del embajador Pedro de Zúñiga, CARVAJAL 1965, p. 192 a y b (Londres, 3 de noviembre de 1606). FERNÁNDEZ MARTÍN 1989, p. 166. Sobre esos problemas da cuenta un texto publicado por

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esos años, Justificación del medio que la Señora Duquesa de Medina de Río Seco propone para el desempeño de la casa del Almirante de Castilla, su hijo, y paga de sus acreedores, Madrid, Luis Sánchez, 1607. CARVAJAL 1965, pp. 226 a-227 a (Londres, 31 de agosto de 1607). CARVAJAL 1965, p. 283 a (Londres, 6 de marzo de 1609). CARVAJAL 1965, p. 330 a (Londres, 3 de septiembre de 1611). Así, por ejemplo, en CARVAJAL 1965, p. 197 a (Londres, 28 de diciembre de 1606), CARVAJAL 1965, p. 303 a (Londres, 4 de julio de 1610), etc. ABAD 1966, p. 365. CARVAJAL 1965, p. 333 a (Londres, 15 de octubre de 1611). Carta a su hermano Alonso, el cual estaba en estrecha relación con Francisca, CARVAJAL 1965, p. 293 b (Londres, 22 de noviembre de 1611). Carta a Inés, CARVAJAL 1965, p. 153 b (Londres, 19 de enero de 1606). CARVAJAL 1965, p. 299 b (Londres, 4 de junio de 1610). Se casaría con Gonzalo de Mesía, marqués de la Guardia, ABAD 1966, p. 49; sobre esta dama, SALÓN DE OSA 1616, p. 43. No he encontrado la fecha de su fallecimiento. La identificación Amari-María se señala, por ejemplo, en J. OLIVARES y E.S. BOYCE (eds.), Tras el espejo la musa escribe, Madrid, 1993, p. 489, así como en R.E. MONTES DONCEL, «Convenciones del hablante lírico en Luisa de Carvajal: tres personas para un solo sujeto», en CHAPARRO GÓMEZ, MAÑAS NÚÑEZ y ORTEGA SÁNCHEZ (eds.) 2009, p. 244 nota. Se aprecia en «¿Cómo, di, bella Amari, tu cuidado?», y en el poema al que me refiero. CARVAJAL 1965, pp. 450 a-451 a («Silva a Nise, entre otras cosas»). CARVAJAL 1965, p. 460 b (Valencia, 1 de noviembre de 1610). CARVAJAL 1965, p. 323 a (Londres, 16 de abril de 1611). De ella habla Osa en su panegírico, OSA 1616, p. 25 (títulos), p. 192 (nacimiento de su último hijo en 1598), p. 192 (mandaba dinero a su prima). Su nieto, Luis de Benavides y Carrillo de Toledo, ocupó diversos cargos y fue un mecenas amante de los libros, P. VINDEL, El marqués de Caracena. Gobernador y Capitán General de los Países Bajos y Borgoña (1608-1668), Madrid, 1923.

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En http://www.flg.es/archivos_a_descargar/escritores_conde_duque.pdf puede verse la exposición Escritores, mecenas y bibliófilos en la época del Conde Duque, de la Fundación Lázaro Galdiano (24 de septiembre de 2009 al 24 de noviembre de 2009). CARVAJAL 1965, p. 283 b (Londres, 6 de marzo de 1609), CARVAJAL 1965, p. 368 a (Londres, 19 de octubre de 1612), CARVAJAL 1965, p. 370 a (Londres, 19 de octubre de 1612), CARVAJAL 1965, p. 283 a (Londres, 6 de marzo de 1609), CARVAJAL 1965, p. 98 a y b (Valladolid, 15 de septiembre de 1598). Sobre el papel del virrey en la expulsión puede verse A. DOMÍNGUEZ ORTIZ y B. VINCENT, Historia de los moriscos, Madrid, 2003, pp. 172, 180 y 185. CARVAJAL 1965, pp. 370 b-371 a (Londres, 14 de octubre de 1612), y CARVAJAL 1965, pp. 371 b-372 a (Londres, 19 de octubre de 1612). CARVAJAL 1965, p. 370 a (Londres, 19 de octubre de 1612). Así en la dirigida a Luis Carrillo, CARVAJAL 1965, p. 274 b (Londres, 28 de agosto de 1608). ABAD 1966, p. 382. CARVAJAL 1965, p. 269 a (Londres, 28 de agosto de 1608). PINILLOS IGLESIA 2001, p. 32. ABAD 1966, p. 48. Debió de fallecer hacia 1592, según indica Abad, CARVAJAL 1965, p. 26 b. CARVAJAL 1966, pp. 156-157. PINILLOS IGLESIA 2001, p. 31; CARVAJAL 1966, pp. 148-149; aunque según Carvajal su prima y ella sólo llegaron a los nominativos. Sobre cuentas y gramática, CARVAJAL 1966, p. 179. CARVAJAL 1966, pp. 165-167. CARVAJAL 1966, p. 165. CARVAJAL 1966, p. 165. CARVAJAL 1966, pp. 147, 148, 166, 167. PINILLOS IGLESIA 2001, pp. 60 y ss. Abad recoge las palabras que, según Inés de la Asunción, les habría dicho Carvajal. CARVAJAL 1965, p. 26 (que eran «compañeras»), pp. 26-27 (sobre el menaje y traje), p. 27 (sobre pedir limosnas), pp. 28 b-29 a (sobre trabajos asistenciales). CARVAJAL 1965, p. 26. E. RHODES, «Luisa de Carvajal’s Counter-Reformation Journey to Selfhood (1566-1614)», Renaissance Quarterly, 51 (1998), p. 894.

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147 RHODES 1998, p. 908, rechaza que fuese una beata. Para las diferencias, G. REDWORTH, The SheApostle: the extraordinary life and death of Luisa de Carvajal, Oxford, 2008, p. 43 (sólo las diferencia por la inexistencia de visiones). 148 J.M. MIURA ANDRADES, «Formas de vida religiosa femenina en la Andalucía medieval. Emparedadas y beatas», en MUÑOZ y GRAÑA 1991, pp. 139-164, especialmente pp. 146, 158 y 159-160. 149 MUÑOZ 1994, p. 85. 150 MUÑOZ 1994, pp. 6, 36, 37, 40, 43, 46, 48, 65 y 130. Sobre las disciplinas, A. MOREL-FATIO, «Une mondaine contemplative au XVIe siècle. Doña Catalina de Mendoza. 1542-1602», Bulletin Hispanique, IX (1907), pp. 5, 26-28 y 29-30 sobre la oración mental. Sobre la idea de oración mental de fray Luis de Granada y su influencia en la época, especialmente entre mujeres, C.M. BORGES, «Las hijas de Teresa de Ávila: espiritualidad mística entre mujeres de la Península Ibérica y del Brasil colonial», en VV.AA., Historias compartidas, Lima, 2007,

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pp. 182-186 (pp. 177-193). Fray Luis de Granada sería uno de los autores leídos por Luisa, ABAD 1966, p. 348. MOREL-FATIO 1907, pp. 24-25. Pero tuvo que administrar los estados de su padre, Íñigo López de Mendoza, III marqués de Mondéjar, siendo hija ilegítima, de 1575 a 1580, pp. 15-23, y no renunció a participar en litigios familiares, pp. 38-39. A.J. CRUZ, «Luisa de Carvajal y Mendoza y su conexión jesuita», en J. VILLEGAS (ed.), La mujer y su representación en las literaturas hispánicas. Actas del XI Congreso de la Asociación Internacional de Hispanistas, Irvine (California), 1994, pp. 97-104. A. MÁRQUEZ, Los alumbrados. Orígenes y filosofía, Madrid, 1980. MUÑOZ 1632, fols. 38 r y v. CARVAJAL 1965, p. 336 a (Londres, 19 de diciembre de 1611). CARVAJAL 1965, p. 394 a, (Londres, 7 de mayo de 1613), en carta a Calderón.

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