Límites de la teoría del \"decorum\" en Cicerón

September 23, 2017 | Autor: J. Conde Calvo | Categoría: Rhetoric, Cicero, H.P. Grice, Retórica, Cicerón
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Descripción

LÍMnf,s DE LA TEoRIA

DF,L DEjqRVM

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crcERóN

JUAN LUIS CONDE Unive6idad Cónplnie¡se de Md.l¡id

En Oralor, en el marco d€ rma discusión sobre el correcto s€ntido v álcance ¿lel 'aticismo", fomula Cicerón su teo¡la d€l decomm. A través de lás vaivenes expositivos del texto pued€ hilvanarse una línea de reflexión: si algo ha de rcivindicarse como "aticismo'r no es precisamente el seguimiento ríg¡do e incondicional de mo solo de los oradorcs del Ática (por mucho que se trate de Lisias). Cicerón protesta contra el uso a su jücio reduccionista de üna palabra que transforma e¡ apelativo de üna "escuela" Ia riqueza de toda una tradición vinculada a €ste área geográ{ica- Por la misma lógica, tampoco uno de los Íes estilos debe primar sobre los ot¡os dos; si algo nos han dejado los escritores áticos (con Demóstenes, "más ático que Atenas', a la cabeza) es un determinado compo¡tami€nto como medida de excelencia: la flexibilidad, la capacidad pa¡a elegir y coñbinar adecuadamente los fr€s estilos e¡ I¡nción de las circunstancias. Y sólo aquél que posea ese talento, merecerá el entorchado del orador idealr. Para esa flexibilidad, dice Cicerón, los griegos poseían un térmiro: Cofio ha¡á en otr¿s muchas ocasiones a lo largo de su obra con numerosos té¡rni|los hele¡os, él mismo propone rmatrad]uccií¡latinat deconon2. Entr€ los parágrafos 70 y 74 de la obra a la que vengo refiriéndome encontrareTp¿Tov.

mos el desanollo teó¡ico de esta dochina retórica: dice Cicerón que el fundamento de la elocuencia, como el de cualquier otro aspecto de la vida es la

sapientia,la s bid.uJía. Y al igual que en la vida (un slmil que mantendrá hasta el final), ése se¡á el criterio que habrá de guiar al orador pala tomar la decisión mfu delicada y diffcil en lo que a su discurso respecta: decidt qué es convenienfÉ, adecüado - quid deceaf . Las circunstancias que deben ponde¡arse a la hora de tomar la dec¡sión son numerosas. Cito un largo párrafo en el que nuestro auto¡ repasa los niveles

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Y. orut.1oo. lbid. 10 ,péto, dppellaa¡ hoc Gt@ci, tos .!ican6 s¿he d¿conñ. 1 lbíd.t Sed ¿st eloqtenti@ sicut relíqtútn rctun fundaMntuú sapientid. Ut enin in 2

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ho!. Actuattú¡¿ñlpetspectiw A W Atdam , nfF detBúio, M.Conde,A EspiCNs, de Ayala (ed! ). Soci€dad d€ Esrudiós Lári¡os. Mádrid 1999 vo1 I

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JUAN LUIS CONDE

y terenos de aplicación de la que en adelante denominaremos, en castellano, "adecuac¡ón"a:

Est autem quid deceat oratori videndum non in sententiis solum sed etiam in verbis, Non enim omnis fortuna non omnis honos non omnis auctoritás non omnis aetas nec vero locus aut tempr¡s au1 auditor omnis eod€m aut verbo¡um genere ¡mctandL¡s esl aul senlentiarum. semperque ¡n omni pafe orationis ut vitae quid deceat est considemndum; quod et in re de qua agitur positum est et in personis et eorum qui dicunt et eorum qui audiunt.

Cua¡do hablo d€ "niv€l€s de adecuació¡r" me refiero a su distinción, reiterada, entte sentenliae y ve¡ód, qu€ son los elemerlos que pe¡mitirlan caracterizarel d¡scr¡rso como pelenecientea uno u oÍo de los "tres estilos", En cua¡to a los "teflenos de adecuación" (elementos condiciona¡tes de la decisión) podrían sihrars€, de forma sumarial, €n los tres mencionados al final, esto es, el fema (in le de q a agitut), el auditorio (¡r p¿rsoris... eorum qui aüdiuttt) y e1 papel del omdor mismo (in petsonis... eolurn q í dicúnf). A continuación, en el capitulo de ejemplos, ur te¡reno de adecuación recibe atención prefe¡ente: la coüelación entre tema y tono. A juicio de CicerórL tan i¡adecuado resulta emplear añplíssimis wrbis el locís.,, commuíis para habla¡ de goteras como hacerlo sobre la majestad del pueblo romano sÍmmiss¿ et sublililef. y es precisam€nte a pafi¡ de ese momento cuando detectamos la

limitación de una teoria cuyo pdncipio btuico ha sido la flexibilidad, la ad¿ptabilidad. Cicerón parece no concebir circunstancia o excepción alguna q¡re permita hablar summísse et subtililer de algo para él tan sagrado como la maj€stad del pueblo rcmano (cosa tan inadecuada como recurir a palabras excelsas para hablar de las goleras), negándose así, apárentemente, a teorizar (i,e., a reconocer) nada mfu y nada menos que u¡o de los fe¡ómenos bisicos de nuestra modema comunicación lileraria: la iaonlaEn su espléndida tesis doctoral sobre la cuestión?, Pere Ballart sitúa el

"conhaste" como principio estilístico d€ la ironía literaria y, bajo el eplgrafe

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Este último dp.cto, el d€ l¿ impostació¡ de un¿ voz, recibe en Quirti¡ido el ¡omb.e Lr¿nliLerado Ua ro Lraducido) d. pt6opopo¿ Ía|¡dista de éDoca imDerial Io consideraba

como ls más diflcil de I5s tsréas

ptosopop@iae (1.O. LtI. 49r.

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'a-El Id?oqu¿ lo s; d¡l ohdor:

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Aú'c'lliñae v'deatut

6 Otot.72. Qlan enin iadecütn ee de stillicidiis,ctñ apud untñ iudicea clicas, plíssihis rerbis et locittti co lris, de naiestatepopuli Ronaai sañoiste et subtilitet. ' P. Bsllú. ürcap ia La jEurar ión ión,.a ?n e! di.cu^o lit¿ rd¡ió hod.tho- Ba.celona

LiMnEs

DE LA

r€oRia DE Dr.¿ÁvMsN crcERóN

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"Contrastes en la forma de la expresión", identifica uno de los mecanismos más

conocidos del fenómeno: "La yu\taposició¡ de lo más abstracto y lo más cotidia¡o, seguro detonador de la ris4 es uno de los recr¡rsos más utilizados €n los tefos del gran ironista contemporiineo que es Woody Allen, que siempr€ socava cualquier meditación metañsica con la alusión más pedestre3." Pues bien, en O¡afor, Cicerón se muesÍa incapaz de apreciar ningún valor intelectual a la incoügruencia de est€ tipo. Y no €s que se niegue a tomar en serio el asunto, sino que ni siquiera pa¡ece concebir su mera posibilidad. Eso sor?rend€ esp€cialmente en un autor que s€ marifiesta, en ofos textos, perfectamente al ta¡to de la mismae y cuyo planteamiento teórico al respecto es valo¡ado muy positivame¡te por el propio Ballaltro. Lo llamativo, pues, de la cuestión es la atomización de las observaciones, la falta de armonización, de nexo orgánico entre dos elementos de la teoría:

en último extremo, la no in¡egración en la preceptiva retórica más amplia (el decotum) de Dna debrminada actitud discursiva (la dissinulatío). Se trdta aquí, según creo advertir, más de una limitación genenl de la óptica antigüa que del propio Cice.ón quien, en este caso, achia tan sólo como po¡tavoz privilegiado del clasicismo: lo que observamos es la distinta, muy distinta actitud que la antigüedad clásica mantenía con respecto a las "reglas", en comparación con la que cabda esperar de cualquier hatadlstica no clásica o, mrás concretamente, post-romántica. Por poner m ejemplo que, espero, sepa comprenderse al servicio de lo que pretendo decir: conforme a la actitud de la retórica clásic4 si yo quiero ganarte al baloncesto, debe¡ía jugar con respeto de las reglas oficiales de ese deporte; desde una perspectiva post-romántic4 podría darse el caso de que te ganase.,. jugando a las canicas, pu€sto que en último exhemo se trata de

introduci¡ esferas en un agujero. La tratadlstica clfuica concibe, pues, una sola actitud, una v€z que han sido prescritas ciertas reglas retó¡icas: su aplicación. En caso de que algura de estas reglas no se encuenhe aplicada, o se vea contrariad4 sólo cabe una explicación: el autor há fallado¡'.

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/á¡d pp. 339-340e Asl Ac.l1,l': Cuh [Socrutes] aliud.licerct atqxe sertirct, tibentetxti solitus dissi ulatiúe.quah Grue.i eíp@reí-, |@dkt. ¡0

est ea

"visia la aproximación br¡llante que Cice¡ón hizo al temA establec¡endo por fin uos

tó lidos p' olegónenos al desarrollo de (eorias m ás ra¡de ex(endid¡s y proturd

izdas.

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c. '. ¡ ü¡d .

11 Orat.74: qüi p¿c.dt etidñ, cüñ probi údt¡oh¿h ¿dfhgit iñptobo stultde sapiektis. "r"¡/¿elqueponeerbocadeDnma[adopalsbrasprobas,]enl&deunneiopal¿brarde S Llot \E! OrddoL Madtid legl , p 66: el sub@) ado es m ro). Srn conside.ación , conlextos o inrencrones par¡culdes, loda rmprcp¡edad es (ondemd¡ rajelemcnre como eror: por las mismas @ones po' las que no nuede. en esre pDnlo.

sabio". rraduce E. Sánchez

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En cambio, Paul Grice, en su ya clásicadescripción de los mecanismos

lógicos que subyacen a la conversació¡, nos ofrece un buen ejemplo del fimcionamiento de una teoría ¡etórica poslrománticar2: Ia tarea no consiste tanto en aplicar unas reglas prescdtas de antemano; se trata más bien de que nuestra experiencia comunicativa nos permite descubÍir reglas ticitas (sobre todo alll donde detectamos su infracción). Si aplicamos sin más esas convenciones, la conversación avanza cómodamente dentro de lo previsible, Sin embargo, la teoría de crice incluye también la posibilidad de infringirlas, y no descalificacualquier infracción necesariamente como "eüor". Una de las formas de infracción más interesantes desde el punto de vista literario y retórico es la "bu¡la" ('flout'). "Br¡rlar" reglas significa inftingirlas con la connivencia del otro: es decir, el autor (u orador) presume que nosotros (lectores u oyentes) sabemos que él esüi inñingiendo a propósito las reglas. De esa manera, el ironista no es un ignorante o un loco o un incapaz, sino que (como advi€rte precisanente Cicerón en el uso socrático de la i¡oní4 y resalta en su t¡aducción latina, dissimulatio) lo sinula, y conña en que su interlocutor se dé cuenta de tal simulación. De ese mismo

orden es también la diferencia entre la Iicció¡ y la mentira: el embustero pretende qu€ no nos demos cu€nta de que estiá quebrantando una regla básica de la comunicación cuya formulaciórl en breve, podria ser: "No digas aquello que no creas cierto"; el autor de ficción, en cambio, da por hecho que ninguno de sus lectores creeriá, como le sucedió a Don Quijote con las novelas de caballerías, que lo que cuenta son hechos ciertos,., A diferencia de este análisis, los antiguos (con la misma constancia con que Cicerón se apega al sl¡nil de la vida) muestran una propensión a convertir las reglas retóricas en morales, Carente del factor co¡rector que introduce la "burla" de las reglas, el d¿coran rctótico (i.e.,la rcgla que dice: "Adecua el tono al tema") se desliza imperceptible pero firm€me¡te hacia el "decoro" moralrl (lo adecuado se convierte en obligatorio, la r€gla d¿óe ¡espetarse), impidiendo así que su teoria alcanc€ a int€grar lo que Ia ¡ealidad de cada día ponia por fuerza delante de sus narices: el efecto irónico que provoca la ruptura delib€rada y manifiesta de la regla. La ironía queda relegad4 po¡ esa ví4 a los márgenes

de la teoria general en calidad de "figura"; no tanto, pues, como parte del funcionamiento del sistema, sino más bien como licencia o anomalía.

r€conocer ol fenónono globa,l do la ironia, t¡mpoco puede cicerón ¡eorizar el más r€stringido t2

H.P-C:li.e, Locic an¿ Cúv¿ru¿no¿,Willim lam€sLe.lures, Ha¡va¡d Unive.sity 1967. A propós'to de las posibilidades de infracción de las "máximd" de Gric€, v. M.L. PRATT, Towa¿ a Spee.h Act lheory of L erury DB.oua?. tnd'a¡a Uni\ebiry Press. Bloomineron

l9?7,

pp

152-200

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En un s€ntido concomirdte ¿1 que se d¿ ¿l concepto d€ ¿ecqdn en De OÍÍ.iisl, 96 ¿t qe¡erale quoddañ decorun iatelleE¡nwquo.l ia oñai honerdte tetsdfüt) y 126 (qtanidn

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LÍMnTs

DE LA TEoajA DB-

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Resuha sorprcndente que un teórico como Ciceón, tan dispuesto a d€fender la flexibilidad como mérito frente a l¿ rigidez, que se entretiene incluso

en distinguir con tanto escrúpulo entre lo conveniente y to obligalorio¡n, se detenga en un momento y se mueshe incapaz de dar Io que hoy nos parece un pequeño salto ter5rico. Pero a¡tes que decepcionamos, el hecho sólo debe eriseflarnos: sobre todo, que €l p€nsamiento a¡tiguo tiene sus limitaciones, y que de ellas podemos aprender tanto o mfu que de sus log¡os. Ld lección anhopológics, en es¡e caso, podri¿ s€r: los humanos no vemos la realidad, sino tari sólo aquello que nos d€jan ver nuestros prejuicios; para poder llega¡ a vislumbra¡la hay que abrirse paso enfx€ ellos de forma semejante a quien limpia con la mano lm cristal empañádo.

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