Lillian von der Walde Moheno, \"El amor cortés. Marginalidad y norma\", en Edad Media: marginalidad y oficialidad, ed. de A. González y L. von der Walde, Universidad Nacional Autónoma de México, México, 1998, pp. 11-32.

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Walde Moheno, Lillian von der, “El amor cortés. Marginalidad y norma”, en Edad Media: marginalidad y oficialidad, ed. de A. González y L. von der Walde, Universidad Nacional Autónoma de México, México, 1998, pp. 11-32.

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El sintagma "amor cortés", acuñado por Gaston París ("Lancelot", 459534), es "the name of a scholar's hypothesis, not of a medieval institution" (F. X. Newman, "Preface", x). La consideraci6n es importante puesto que, a raíz de la determinaci6n por varios críticos de elementos constitutivos del amor cortés, el acercamiento a los escritores medievales insertos dentro de esta corriente rio pocas veces se ha hecho a partir de una suerte de ortodoxia, como si se· tratara de un c6digo estático: que surgi6 bien definido y permaneci6 por siglos sin cambio alguno. Y no, el amor cortés es un sistema dinámico (de ahí sus vertientes), que probablemente apareci6 titubeante, se fortaleci6 -sin dejar de discutirse sus postulados y de hacerse propuestas individuales- y finalmente desapareci6 como tal -dejando huellas que se perciben aún en nuestra época. El amor cortés forzosamente naci6 como una propuesta marginal y atentatoria, pues enaltecer mediante un c6digo ético el erotismo humano, se oponía a la valoraci6n negativa de la libido proveniente de la cultura oficial. La difusi6n tan amplia que alcanz6 pudo haber hecho del amor cortés una verdadera ideología alternativa; sin embargo, ello no sucedi6 completamente: se convirti6 en un juego de corte, en una moda literaria y nobiliaria, pero continu6 privando, aunque no sin problemas, la ideología hegem6nica No sería del todo descabellado comparar lo que ocurri6 con el amor cortés en la baja Edad Media, con la forma en que se manifest6 el movimiento hippie en la sociedad de nuestro siglo -si bien el primero dur6 centurias y, el otro, s6lo años-. Al igual que el amor cortés, el movimiento hippie se enfrent6 a lo establecido. Hubo j6veries que, efectivamente, ejercían el llamado "amor libre", habitaban en comunas, se drogaban, se vestían de modo

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que resultaba estrafalario, vivían sin horarios fijos, comían merced al producto de un trabajo no oficializado, escuchaban rock "pesado", se oponían a la guerra y a la importancia concedida al capital, etc. Sin embargo, la mayoría de la gente prosigui6 estudiando de manera formal o enviando a sus hijos a hacerlo, trabajando institucionalmente, contrayendo matrimonio por vías oficiales, adquiriendo bienes privados, en fin. Algo del mundo hippie, no obstante, entr6 en la norma, en el mundo que diríamos "convencional": el colorido "psicodélico", el vestuario de pantalones acampanados y minifaldas, el cabello largo masculino, la permanencia en el gusto popular del rock y la flexibilidad en las relaciones íntimas entre hombres y mujeres -por señalar algunos cuantos ejemplos-. Quizá la aceptaci6n parcial de estos elementos relativamente inocuos, mediatiz6 el carácter subversivo del movimiento hippie. Al volver a unos aparentemente parecidos a los otros, perdi6 fuerza y poder una propuesta de vida que pudo haber sido alternativa; qued6, pues, como naci6: marginal -lo que a la larga conllev6 su casi total desaparici6n-. El mundo oficial, como he dicho, no permaneci6 siendo el mismo. En virtud de la incidencia de ciertas características hippies, sufri6 algunas modificaciones que no afectaron sus postulados básicos. Herencia de aquella variaci6n es, en las sociedades occidentales, la actual admisi6n de las relaciones sexuales premaritales; muchas de las otras características, simplemente, se perdieron: fueron, pues, una moda temporal, sin mayores y trascendentales alcances. En el caso del amor cortés fue bastante más significativa su afectaci6n al mundo ofiqal, aunque no por ello en la Edad Media se dej6 a un lado la alabanza a la virginidad, ni cesaron los matrimonios por conveniencia y comúnmente arreglados por los padres, ni los hombres se sometieron a la voluntad femenina. Incluso hubo fuertes sanciones Vegales y sociales) para aquellos que violaron la norma, y se hicieron varios esfuerzos para reincorporar a los transgresores (por ejemplo, a través del reconocimiento del "matrimonio secreto"). 1 No obstante, la cultura oficial tuvo que ampliarse, 1 Tal tipo de uni6n surge a raíz del postulado -de la Escuela Jurídica de París (s. xn)- consistente en que el séptimo sacramento se basa en el solo consentimiento de las partes contrayentes Q. Ruiz del Conde, El amor; H. Th. Oostendorp, El conflicto, 30-34). A mi juicio, esta uni6n adquiere validez legal porque, entre otras cosas, resultaba un medio útil para mediatizar las consecuencias del influjo de ciertos pensamientos corteses; por ejemplo, al reconocerse el vínculo, se incorporaba al orden establecido el contacto sexual. Dicho sea de paso, el matrimonio secreto fue prohibido en el Concilio de T rento, pero ªya antes[ ...], en las Cortes de 1542, [los padres de familia] habían conseguido[ ... ] [su] rigurosa prohibici6n" (R. García Cárcel, ªEl fracaso", 125).

El amor cortés. M

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Los postulados referentes a la condición femenina conllevarón una positiva revaluación de la mujer, como nunca antes se había dado, y ello constituye una de las revoluciones culturales más notorias de la historia humana. Sin embargo, la proposición del amor cortés no implicó un verdadero atentado para el cambio del estado de cosas en lo que respecta a la preeminencia masculina en el mundo. Y es que, en las realizaciones concretas, en la literatura propiamente, el hombre sigue estando en el centro. En efecto, si a alguien se ensalza es al amador; no en balde, comúnmente los protagonistas son del género masculino. Los escritores subliman el sentimiento del varón, y enfocan su atención a la magnificencia del amor de éste: sus pensamientos su respeto, su sumisión, su valor, etc.7 La dama ocupa un lugar secundario, además de que puede ser arbitraria, susceptible de error y "sin merced" -esta última característica, dicho sea de paso, me parece que tiene que ver con la incidencia de valoraciones sociales muy reales en los textos ficticios (importancia de la virginidad, de la "honra"). 8 Con anterioridad mencioné la aplicación a la dama de concepciones que tienen que ver con la religión.. Cabe ahora puntualizar que tanto la ideología como la práctica religiosas oficiales proporcionan al amor cortés innumerables elementos, sean palabras, conceptos, fórmulas, ritos, etc. 9 que, al emplearse en función de la amada, logran su divinización. Esto es lo que se conoce como "religión de amor" y que tanto escandalizó a moralistas no sólo de esa época Oosé Amador de los Ríos y Pierre Le Gentil, por ejemplo, también se alarman). Como lo han señalado algunos críticos, la adopción de términos y ritos cristianos coadyuvaron a la codificación del amor, lo dotaron de una estructura conocida y que resultó sumamente atractiva en el ámbito secular:

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7 N6tese la ironía contenida en lo que be venido expresando: la conducta y los pensamientos del protagonista revelan que para él la mujer es superior en todo sentido; el hecho de que el escritor se aboque a la presentaci6n de un personaje hombre, indica que éste es el verdaderamente importante. 8 G. Duby va más allá: habla de misoginia. Lo cito: "Era un juego de hombres, y de todos los escritos que invitaban a dedicarse a él hay muy pocos que no estén marcados en profundidad por rasgos perfectamente mis6ginos" (El amor, 68). 9 Había la "orden" de enamorados, término que puede provenir de la organizaci6n eclesiástica, pero también de la caballeresca.

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La interpretaci6n de lo profano en términos de lo sagrado demuestra el deseo de crear orden y prestar la coherencia de algo familiar, el cristianismo, al confuso laberinto de los sentimientos er6ticos ... (E.M. Gerli, "La «religi6n»", 70). The concepts, and with them the words, were transferred to what had been considered the lower experiemce in order to raise and dignify it... (A. Parker, The Philosophy, 36). La dignificaci6n del sentimiento amoroso en un sistema 16gico es lo que explica la religi.6n de amor, y no hay en ésta conscientes prop6sitos irreverentes o blasfemos ni la suplantaci6n de un credo por otro (eros por agape), aunque en ocasiones así parezca. Y es que los escritores inscritos en la corriente cortés llegaron a tales extremos de exaltaci6n que hacen a Dios c6mplice en el amor, o identifican sus características con las de la amada, o de plano la llaman su "dios": Oh dueña, mi solo dios (Diego Saldaña) pues que sois mi solo dios (Femando de la Torre) vos, mi dios, por mi tristura (Comendador Román) (ApudO. H. Green,Españaylatradición, 96).

A todo esto hay que agregar la larguísima lista de aspectos teol6gicos trasladados a contextos er6ticos, según ya dije. Y más ejemplos peninsulares: misas de amor de Dueñas y Suero de Ribera), sermones de amor (Diego de San Pedro), romerías de amor Quan Rodríguez del Padr6n), decálogos de amor y siete gozos Rodríguez del Padr6n), martirios y penitencias (Madas, Martín el Tañedor), concilios generales (Torres Naharro}, escatología amorosa a la manera cristiana con infierno, purgatorio y cielo de enamorados (Marqués de Santillana, Diego Sánchez de Badajoz, Bachiller Ximénez}, etc., etc. Estas aplicaciones de elementos cristianos al amor, han conducido a aseveraciones como la siguiente, que no es extensiva a la "mayoría" de los investigadores del tema:

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para la mayoría de, los estudiosos del amor cortés éste es un sentimiento no cristiano, lo cual supone la an6mala existencia de una corriente amorosa herética en una sociedad profundamente cristiana. 0. M. Aguirre, Calisto y Melibea, 12-13).

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No hay tal corriente herética y menos "un sentimiento no cristiano", sino sólo el enaltecimiento del amor y del objeto amado, el empleo diferente de un material conocido, y "picantes juegos de palabras sin mayor alcance" (K.. Whinnom, La poesía, 23). Si ocurre algún sacrilegio (y hay muchos), éste no resulta de una decisión voluntaria, mas del exceso. El mejor ejemplo lo constituye, quizá, el inquisitorialmente censurado Diego de San Pedro: el amor hacia la mujer conduce a cumplir los deseos de Dios (virtudes teologales y cardinales, entre otras), o con diferentes palabras, se es mejor cristiano por amor (Obras completas, JI, 160-166). Otra de las características que hay que destacar, y que tal vez fue uno de los cimientos para fortalecer la idea del individualismo (idea que, a la larga, se asienta en el mundo oficial hasta nuestros días), es la conceptualización del amor como un fenómeno volitivo y libre. Así, el servicio se otorga porque se desea hacerlo, sin que haya una carga de obligatoriedad en ello. La dama, asimismo, es libre de corresponder o no al amante, o dicho en otros términos, de conceder el "galardón" -que el hombre con frecuencia solicita, aunque no debiera hacerlo. Ahora bien, ¿qué implica tal galardón? A. J. Denomy señala que, en su forma pura, significa simplemente que la mujer acepta el amor del caballero ("Fin' amors", 167); que le brinda un bons semblans o, en palabras de San Pedro, lo trata "sin aspereza" y le muestra "buen rostro" (Obras completas, /[Sermón], 181). Pero la amplitud del vocablo es ciertamente mayor, y con mucha frecuencia encierra un sentido de recompensa sexual. Y es que el amor cortés lleva implícito el goce erótico concreto (sensorial y físico) como retribución, por más que un sector de la crítica haya creído que en él sólo hay deseo de alcanzar la unión de dos almas, por ser un "amor platónico", exclusivamente ideal (lo que quizá valga para algunos escritores dentro del dolce stil nuovo}. Entre los investigadores que repiten -incluso en nuestros días- que la consumación sexual no se pretende en el amor cortés, sobresale Denis de Rougemont con su tesis del supuesto influjo cátaro, en virtud del cual -según él- el sentimiento amoroso posee un carácter verdaderamente antisexual, puro y ascético. Sin embargo, son muchos los ejemplos literarios que muestran lo contrario, de allí que otros críticos idealistas hayan sido más prudentes: reconocen la fortísima carga sensual del amor cortés, pero la disocian del acto carnal. Los estudiosos que llamo idealistas, en último análisis, revelan que han introyectado las valoraciones oficiales (desde que el mundo es "civili-

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zado") con respecto a la sexualidad: ésta debe ser normada por la sociedad, o más precisamente, por quienes en ésta ejercen el poder. Así, pues, lo que hay detrás de su pensamiento es una suerte de resquemor, el cual tiene que ver con que se percibe la libertad sexual, la que es diferente a las normas imperantes, como un factor desestructurante del estado de cosas. En este sentido, el amor cortés continúa siendo atentatorio. A mi juicio, es innegable la búsqueda del goce erótico en el amor cortés, sea con consumación o $in ella. 10 Y a hablé de que veo al amor cortés como una corriente dinámica bastante compleja, y en cuanto tal, posee diversas vertientes. U na de ellas sería (al menos teórica y literariamente) la exacerbación del deseo, al extremo de la contención o abstinencia; otra -también exitosa literariamete y creo que más en la práctica- conlleva la realización del acto carnal. Ambas son absolutamente sensuales, y la primera quizá hasta tenga un dejo de perversión. Estas dos vertientes corteses, tal vez en involuntaria síntesis, las presenta Andreas Capellanus en los conceptos de "amor purus" y "amor mixtus":

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El amor "puro" es el que une los corazones de dos amantes con toda la fuerza de la pasi6n; consiste en la contemplaci6n del espíritu y de los sentimientos del coraz6n; incluye el beso en la boca, el abrazo y el contacto físico[ ... ] con la amante desnuda, con exclusi6n del placer último, pues éste está prohibido a los que quieren amar puramente. Se llama "amor mixto" al que incluye todos los placeres de la carne y llega al último acto de Venus. [ ... ] éste también es un amor verdadero y digno de elogio; incluso se dice que es causa de todo tipo de bienes aunque por él amenacen muy graves peligros [... ] (Deamore, 229 y 231).11 Pienso que, para el ámbito hispánico del siglo xv (y no sólo de éste), si algo privó en teoría y práctica fue la conceptualización del amor como to Georges Duby -quien firmemente se opone a la idea del platonismo del fine amour- señala en lo que toca al aspecto sexual: "[...] las reglas del amor cortés obligan

a la elegida, como precio de un servicio leal, a entregarse finalmente por entero" ("El modelo cortés", 302). Pero hace hincapié en las dificultades para la consumaci6n, por lo que el placer masculino radicaba en la espera, antes que en la satisfacci6n. 11 Dice la mujer de alta nobleza: "Me extraña que alguien pueda ser tan casto como para conseguir controlar los deseos carnales. Todo el mundo consideraría milagroso que alguien situado en medio del fuego no se quemara. [ ...] no pretendo condenar el amor mixto que es al que casi todo el mundo se entrega" {231). 1

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"mixto". No es en balde el rechazo femenino al enamorado en ciertas ficciones sentimentales; además hay, en este mismo género, claros ejemplos de relaciones sexuales, también presentes en la literatura caballeresca; la poesía cancioneril está llena de alusiones a la unión sexual, sean explícitas o eufemísticas. Otis Green y J. M. Aguirre lo han notado, y ya no se diga Keith Whinnom: [... ] another word, codiciar, which indicates that the reward or galardón sought was at times more than the 'unity of wills' and the 'desire to please mutually' of the 'pure' love of the troubadours {O. Green, "Courtly Love", 263). 12

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[... ] es un absurdo manifiesto decir que es un amor platónico el que se celebra en la poesía cancioneril {K.. Whinnom, La poesía, 38; misma idea en 86). Los poetas cortesanos, aunque hagan hincapié en que el amor es algo más que la concupiscencia -y está claro que tenían plenamente raz6n- aceptan, sin embargo, que el amor estriba en el apetito sexual (K.. Whinnom, La poesía, 28). No hay mejor prueba de lo que se pretende al amar cortésmente en el siglo xv español, que el testimonio de los moralistas -que se afanan en quitar todo principio ético al amor intersexual. Y a ellos también apela Whinnom: [ ... ] los moralistas, como fray Íñigo de Mendoza, fray Ambrosio de Montesino o fray Antonio de Medina, o bien los misóginos como Pedro T orrellas, Luis de Lucena o Rodrigo de Reinosa, no tuvieron la menor duda. Para ellos, los caballeros así como las damas de la corte estaban obsesionados por el apetito carnal y entregados al vicio y al pecado. El

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Es muy riesgoso generalizar el "amor puro" a todos los trovadores, baste recordar la locución provenzal "cor e cors", que implica la posesión de corazón y cuerpo, la unión completa. 13 Cita a un nada eufemístico Jorge Manrique: "En lugar de c.:.stidad I prometo ser constante" {25).

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galanteo terminaba, según ellos, con escaleras contra la pared, entrevistas nocturnas clandestinas y la fornicaci6n, igual que en La Celestina (La poesía, 26-27) .14 No me atrevería a disentir de críticos como, entre otros, A. J. Denomy,

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el deseo se encuentra en la base del amor. Pero los dos primeros tienden a asociarlo con el amor "puro" -según terminología de Capellanusy a relativizarlo en el "mixto" (Denomy, "Fin' amors", 142-143; Green, España y la tradición, 97 y 103), hecho que ni es justo ni verdadero. En lo que respecta a Parker, éste hace afirmaciones como la siguiente: It is important [... ] to see an essential difference between a poetry that sings of sexual pleasure and a poetry that sings of desire. Love as dcsire, in the Courtly Love tradition, is generally presented as continence [n6tese como sigue en el punto a Denomy-entre los críticos citados], but it does not on that account cease to be carnal, since carnal union is what is desired; nevertheless it remains an aspiration and does not become achievement. This distinction is fundamental[ ... ] (The Philosoplry, 18).

Estas precisiones un tanto "barrocas", con las que intenta dar congruencia a sus postulados ante la evidencia de la cantidad de poesía sexual cancioneril, surgen a raíz de las críticas que le hizo Keith Whinnom -quien ley6 el manuscrito antes de su publicaci6n. En él, como en su libro, manifiesta que en los cancioneros el amor humano "is based not on the physical and the sensuous, but on love as the faithful service of a lady" (The Philosopby, 16); que el amor es ansia del más allá, una suerte de instinto religioso pervertido, en el que el hombre desea fundirse en otro ser -sin lograrlo (de ahí el sufrimiento). A esta posici6n, en la que se idealiza en extremo a los j6venes cortesanos, Whinnom responde con agudeza y, en alguna ocasi6n, con el buen humor que acostumbraba:. "[... ] desde esta perspectiva, el autor de Cárcel de Amor llega a ser una especie de místico descaminado" (La poesía, 22). 15 14 Por otra parte, cabe señalar que se han documentado escándalos sexuales que muestran que se combinaba "el cambio de pareja, la violaci6n, y hasta la sodomía con las palabras clásicas del amor cortés" (A. Mackay, "Courtly love", 83-94). IS Véase lo que Parker dice sobre Cárcel y sobre la asociaci6n del amor con la uni6n alma-Dios -además del martirio (The Philosoplry, 23).

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El amor cortés. Marg

Asociada con los juegos er6ticos concretos que se dan en el amor cortés correspondido, el cual frecuentemente posee un carácter extramarital, se halla la prescripci6n del secreto. En efecto, desde la poesía provenzal se exige la discreci6n del amador; a la dama, ni siquiera se le solicita, como si su silencio al respecto se sobrentendiera. 16 Según Peter Dronke, la insistencia en guardar en secreto las relaciones amorosas se debe a la consideraci6n de que el amor no debe ser profanado por el mundo exterior, y no tiene que ver con ninguna naturaleza ilícita (Medieval Latin, I, 48). Nuevamente nos encontramos ante una posici6n exageradamente idealista que se viene abajo por los innumerables ejemplos que indican que el amante debe callar para no "escurecer la fama de la que sirviere" (D. San Pedro, Obras completas, J[Sennón], 174), para cuidar la honra femenina. Se trata, pues, de un instrumento para eludir, en la marginalidad, el castigo oficial. Si el amor no implicara juego er6tico y/ o relaci6n carnal, no habría lugar a la deshonra ni a la necesidad del secreto; más bien, sería un honor causar tan inocente pasi6n. Pero no, se oculta porque hay que proteger a la amada; y no s6lo de la pérdida de su "fama", sino también en varios casos hasta la de sus bienes y, en el límite, la de su vida y la de la propia. Este último comentario encuentra sostén en el carácter adulterino que adquiere el amor en la pluma de muchos pensadores y literatos. Sin embargo, no puede decirse, con C. S. Lewis, que es "rasgo fundamental en el amor cortés [... ] el adulterio." (La alegoría, 31). Éste es uno de los elementos que se discuten en el interior de ese sistema dinámico que es el cortés. Tuvo éxito en las creaciones provenzales, en varios romans caballerescos, Boccaccio lo emplea para su Fiammetta, etc.; pero en la Península Ibérica, por ejemplo, no es del todo

común. Cabe desta . esta-en ' ' muJer tem que está casada. Q amor cortés fue inV por los canales ofi forma de lograrlo. i si la mujer es quien al amante también

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16 No obstante -y con un cometido práctico que pienso es de procedencia ovidiana, "se permitía a las partes un intermediario [ ... ]. Esa persona no había de entrar forzosamente en los secretos de los amantes. Aparte de éste, s6lo se le permitía a cada uno de los amantes un confidente, por asegurar el secreto[... ]". (O. Green, España y la tradición, 144, n. 121). De nueva cuenta, debe precisarse que ésta es una generalizaci6n. Si bien en cierto que varios, como Guillaume de Lorris, muestran lo benéfico que puede ser confiar en un amigo, hay escritores que presentan una discreci6n absoluta en sus amantes. Hay otros que evidencian los peligros de tener un confidente: los traicionan, dan lugar al escándalo, etc. Diego de San Pedro, en su Sermón, aconseja una máxima discreci6n "porque quien a otro su secreto descubre, házele seíior de sí" (Obras completas, /, 176); sin embargo, él mismo lleva a Leriano, su personaje, a confiar en el Auctor en Cárcel de Amor.

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Lillian von der Walde

El amor cortés. Marginalidad y norma

se dan en el amor un carácter extrama!Sde la poesía provenii.quiera se le solicita,

común. Cabe destacar que, en varias obras donde el amor es adúltero, la mujer está-en términos económicos- por encima del hombre y es la única que está casada. Quizá esto sea la base para que Lewis piense que el amor cortés fue invención de los caballeros pobres que no podían acceder, por los canales oficiales, a las damas ricas, y que por ello buscaron la forma de lograrlo. Ahora bien, cómo no guardar en secreto las relaciones si la mujer es quien engaña, y ya sabemos cómo le iba legalmente (aunque al amante también se le sancionaba}. En el ámbito hispánico:

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secreto las relaciones o debe ser profanado ma naturaleza ilícita .os ante una pos1c1on r los innumerables no "escurecer la fama [Smnón], 174), para umento para eludir, tpliéara juego erótico ni a la necesidad del 11te pasión. Pero no, sólo de la pérdida de e sus bienes y, en el ,mentario encuentra nor en la pluma de :rede decirse, con C. tés[... ] el adulterio." liscuten en el interior ito en las creaciones io lo emplea para su nplo, no es del todo •

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~ procedencia ovidiana>na no había de entrar 610 se le permitía a cada ', (O. Green, España y la ta es una generalización. m lo benéfico que puede screción absoluta en sus afidente: los traicionan, 11, aconseja una máxima r de sí• (Obras completas, confiar en el Auctor en

Adultery, that is adultery commited by a wife, was a serious transgression punishable by law. All relevant laws were clearly prejudicial to married women[ ... ] (M. Ratcliffe, "Adulteresses", 346). Si el amor no siempre es adúltero en todas las representaciones literarias, muy frecuentemente sí es extramarital. La más contundente exposición de la imposibilidad de que se dé el amor entre esposos se encuentra en el libro de Andreas Capellanus, donde se asienta que la libertad amorosa se halla contrapuesta a la obligatoriedad que conlleva el matrimonio: decimos y afirmamos [indica la condesa María de Champaña], [... ] que el amor no puede extender sus fuerzas entre dos esposos. En efecto, los amantes se dan todo gratuitamente el uno al otro y sin que una razón lo obligue; en cambio, los esposos están obligados, por el deber, a satisfacer sus mutuos deseos y a no negarse nada.[ ... ] [... ] una regla de amor dice que ninguna mujer casada podría obtener el premio del rey del amor, a menos que esté enrolada al margen del matrimonio. En cambio, otra regla del amor enseña que nadie puede amar a dos personas a la vez. Con razón, pues, el amor no podrá extender sus derechos entre los casados. Todavía otra razón parece oponerse a éstos: [... ]. Así que nuestro juicio, que ha sido emitido con extrema moderación [... ], sea considerado por vosotros como una verdad indudable y eterna (De amare, 201-203. Vid. asimismo 191, 193, 219, 301, 333 y 343). La disociación amor/matrimonio es perfectamente comprensible si se considera que, en el uso oficial, el casamiento entre miembros de las capas superiores es sólo "un contrato más, un acto político-económico en que el interés del clan familiar es el factor decisivo, y en el que el 'amor'

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no tiene papel alguno" (C. Blanco Aguinaga, J. Rodríguez Puértolas e l. Ma. Zavala, Historia social, 167); además, para la realizaci6n de este contrato, poco tienen que ver los contrayentes. 17 Así las cosas, el amor cortés viene a implicar, según ya he dicho, una afirmaci6n de la individualidad: la elecci6n y la entrega son libres y voluntarias. Como indica Martín de Riquer, en la literatura castellana (y en la peninsular en general) hubo un "constante e insospechado influjo de Capellanus" ("Pr6logo", 17. Misma idea en C. J. Whitbourn, The "'Arcipreste», 12 y en los siguientes libros de A. Deyermond: La Edad Media, 42, y Edad Media, 297), y de él quizá fundamentalmente provenga la conceptualizaci6n del amor cortés como extramarital -que no forzosamente adúltero, aunque también lo hay (implícito, a veces, en la poesía cancioneril). Un ejemplo de Juan Álvarez Gato:

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