Lillian von der Walde Moheno, “De la apariencia horrible en El burlador de Sevilla”. Judith Farré, ed., Dramaturgia y espectáculo teatral en la época de los Austrias. Biblioteca Áurea Hispánica, 59. Frankfurt: Universidad de Navarra-Iberoamericana Vervuert: 2009, pp. 381-391.

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Lillian von der Walde Moheno, “De la apariencia horrible en El burlador de Sevilla”. Judith Farré, ed., Dramaturgia y espectáculo teatral en la época de los Austrias. Biblioteca Áurea Hispánica, 59. Frankfurt: Universidad de Navarra-Iberoamericana Vervuert: 2009, pp. 381-391.

DE LA APARIENCIA HORRIBLE EN EL BURLADOR DE SEVILLA

Lillian von der Walde Moheno Universidad Autónoma Metropolitana - Iztapalapa

A inicios del siglo XVII, la populosa, activa y opulenta Sevilla es, también, la ciudad del delito y el libertinaje; de las «malas artes», como dice Deleito y Piñuela, a la que acuden «aves rapaces ansiosas de lucro o explotación: gitanas embaucadoras [...], rameras, truhanes, aventureros y ladrones»1. Es allí donde posiblemente Tirso, según la más fiable atribución de la autoría de la obra que estudio, no gratuitamente ubica a «uno de los más fascinantes canallas que ha dado la historia literaria»2: don Juan Tenorio. Parte del interés que despierta este personaje se debe a que no se mide con los estereotipos que en la época privan sobre la gente indigna que pulula en el lugar, hecho que lo hace sobresalir. A diferencia de los infames comunes y conocidos, el autor hace pertenecer a don Juan a los más altos estratos de la nobleza, pero trasgrede criterios particulares de honor que se dictan para su estamento3. Es, en síntesis, «el gran burlador de España» (vv. 1279 y 1487)4, como en dos ocasiones se pone en voz del criado Catalinón, pues tal es su especial gozo:

1

Deleito y Piñuela, 1948, p. 190. Walde Moheno, 2007b. 3 Hay otros personajes nobles que tampoco quedan bien parados, pues son disolutos o corruptos. 4 Cito con base en mi propia edición. Las referencias a los versos siempre aparecerán entre paréntesis y en el cuerpo del texto. 2

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Sevilla a voces me llama «el Burlador», y el mayor gusto que en mí puede haber es burlar una mujer y dejalla sin honor. (vv. 1312-1316)

Se trata, por tanto, de una perversión que lo envilece, que lo hace un ser deforme pero de compostura hermosa, en contraste con las prostitutas que se indica ha frecuentado, cuyos cuerpos monstruosos expresan ya su pecaminosa vida. Hay, pues, un desarrollo particular del tópico del engaño de los ojos5 en relación con el protagonista, que asimismo lo aleja de otros estereotipos populares: el ser de don Juan no se lee mediante los signos del cuerpo, contra lo que enseña la ciencia y varias representaciones tradicionales. Esto, desde luego, ciertamente colabora a la creación de tensiones dramáticas; sin embargo, la fealdad del alma de quienes hacen mal uso de su sexualidad, así como el castigo que tal ignominia conlleva, se subrayan en las mentes de los receptores mediante los contenidos que se desprenden de los retratos de las prostitutas, que son significados que se revierten en nuestra percepción o descodificación de las acciones de don Juan, más pecador que ellas en cuanto hombre perteneciente al estamento privilegiado y por la intencionalidad de daño que hay en su proceder, puesto que se mueve para alcanzar una aberrante satisfacción: deshonrar a las mujeres. En la descriptio superficialis de las rameras (vv. 1211-1248)6 se precisa el decaimiento físico de varias de ellas, como en la siguiente cita en la que, dicho sea de paso, se aprecia un ingenioso juego con el doble sentido que se deriva de la voz Vejel (el pueblo Vejer de la Frontera de Cádiz, y «vejez»): DON JUAN MOTA DON JUAN

5

¿Inés? A Vejel se va. Buen lugar para vivir la que tan dama nació.

Conocido como «ludibrium oculorum». Para la definición de este tipo de retrato, ver Vendôme, Ars versificatoria, p. 135, §74. 6

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El tiempo la desterró a Vejel. Irá a morir. (vv. 1212-1216)

Los versos puestos en boca de don Juan («Buen lugar para vivir / la que tan dama nació») revelan, por vía irónica, no sólo cierto desprecio a la población de la morisca localidad gaditana, sino que la vejez es el destino de una prostituta (seguramente de sangre ‘impura’), que los receptores sobrentienden no es tan mayor en años, aunque sí en cuerpo.Y es que desde el Medioevo se hizo lugar común aseverar que el desordenado ejercicio sexual acarrea, a manera de castigo, el propio detrimento «en cuerpo & en ánima»; conduce claramente «a grad pobreza» y a «fedionda vegez»7, que son aspectos que se explotan en las descripciones de estas mujeres. Cabe destacar, por otra parte, lo irónico de la ironía de don Juan, pues no se ve reflejado en la imagen de una que peca sexualmente; esto, a mi juicio, es una expresión más de esa suerte de inconsciencia con la que se le caracteriza, y que se condensa en el repetido enunciado «tan largo me lo fiáis» (vv. 904, 944, 960, 1448, 2267, y, en canto, 2379, 2395 y 2734)8. En la descripción que sigue, la de Constanza, igualmente se emplea un juego fonético con el que se redunda en la idea de la vejez; hay, también un retrato fisonómico que al receptor no le debe resultar intencionalmente grotesco, puesto que «es sabido [que] la pérdida del cabello venía a simbolizar la mujer adúltera, lujuriosa, que quedaba marcada ante la sociedad»9; asunto éste que tiene sustento científico: la abundante cabellera y/o la espesa vellosidad son producto de una complexión caliente que provee potencia sexual; pero si hay abuso, la consecuencia es el debilitamiento físico que produce su pérdida, de allí que, por ejemplo, Bartolomé el Inglés diga que «los cabellos

7

Eiximenis, Libro de las donas, f. 57r. Soy responsable de los acentos, la puntuación y demás modernizaciones de las citas contenidas en este artículo. 8 Desde luego, la frase no sólo muestra tal inconsciencia del personaje, sino que sirve a los receptores como irónico recordatorio del exemplum ex contrario que será la obra, misma que se constituye como un interesantísimo tratamiento del tópico de lo fugaz e inasible de la propia vida y del locus cristiano referente a la justicia divina. 9 Sanz Hermida, 1994, p. 22, n. 13.

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caen por mucho ussar de luxuria»10 o que en un tratado fisiognómico se asiente que «el que en la moçedad es calvo, significa ser el hombre muy movido a luxuria, vano, osado, variable & parlero» 11. Transcribo, a continuación, la descriptio del decaimiento físico de esta mujer, que como vimos es trasunto moral: DON JUAN MOTA

DON JUAN

[...] ¿Co[n]stanza? Es lástima vella lampiña de frente y ceja. Llámale el portugués «vieja», y ella imagina que «bella». Sí, que «vel[h]a» en portugués suena «vieja» en castellano. (vv. 1217-1222)

Pero hay más sobre la alopecia. En la España de la época moderna, endeudada, con limosneros y pícaros, con políticos corruptos, con libertinajes y liviandades, con ‘dinerismos’, desprecios y ambiciones ilimitadas, y en la que se nos presenta a don Juan como quien pretende ser el mayor burlador del reino, hay una muy extendida enfermedad que bien podría simbolizar la descomposición moral de la sociedad y el castigo consecuente. Me refiero al «mal de bubas», que hoy conocemos como «sífilis», tan contagioso que obligó a que en 1553 se dictaran en Sevilla estrictas ordenanzas sobre la mancebía pública que pronto se aplicaron en todas las ciudades españolas12. Justamente este mal, llamado también —entre otros varios nombres— «morbo gálico», tiene entre sus síntomas la caída del cabello debido a «un vapor sutil y delgado, el qual va saliendo al cuero hazia la raýz de los mismos pelos»13; ahora bien, no siempre la pérdida de cabello se debe a la sífilis, pues Dize Matiolo que, quado es de bubas, universalmente se caen los pelos por todo el cuerpo, y el cuero se desnuda dellos por todas partes porq el humor vicioso, que tiene su assiento en el hígado, acude no 10 Bartholomaeus Anglicus, Libro de proprietatibus rerum..., lib. V, cap. foliación. 11 Tratado de Phisonomia, f. 58r. 12 Ramos Vázquez, 2006, p. 103. 13 Torres, Libro que trata de la enfermedad de las bubas, f. 15v.

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solamente a la boca, pero a todo el cuerpo [...]; mas quando no es de la enfermedad dicha, sólo faltan de la barba y cabeça, de tal manera que unos se caen y otros tornan a nacer. Notan aquí algunos doctores que esta enfermedad suele librar de otras más graves, saliendo por el cuero el humor vicioso y maligno del cuerpo14.

Con lo visto, no es posible a ciencia cierta aseverar que la cabeza monstruosa de Constanza se asocie directamente al mal de bubas, aunque sí revela su horrible vida disoluta; pero en la siguiente descripción no hay lugar a dudas de que esta peste, realidad del mundo prostibulario del siglo XVII, se ve reflejada en la obra: DON JUAN MOTA

[...] ¿Y Teodora? Este verano se escapó del mal francés [por un río de sudores;] y está tan tierna y rec[i]ente, que anteayer me arrojó un diente envuelto entre muchas flores. (vv. 1223-1228)

El verso 1225 de Tan largo me lo fiáis15 (y ausente en la deturpada princeps) precisa la más conocida cura para el morbo gálico. Al paciente se le sometía a unciones, preferentemente en verano16 como sucede con Teodora (v. 1223), de acuerdo con este procedimiento: [...] El lugar más convenible para las unciones es debaxo de un pavelló, en un aposento abrigado co brasero de lubre [...]. Hecha la untura, se ha de cubrir desde el cuello hasta la planta del pie con una sávana grande, y estése sudando una hora poco más o menos; si las fuerças no dieren más lugar, y en acabando de sudar, se limpiará todo el cuerpo, sin ayrearse, con unos paños calientes de lienço y blandos, y después se vista una camisa caliente, usando de los mismos paños y lienços todo el tiempo que durare la cura [...]. Para que no desmaye el enfermo que se ha de untar [etc. etc.]17. 14

Torres, Libro que trata de la enfermedad..., ff. 26r-26v. Consulté la edición facsímil de la princeps (Fernández, 1988, v. 1301). 16 Torres, Libro que trata de la enfermedad..., f. 41v. 17 Torres, Libro que trata de la enfermedad..., ff. 38r-38v. 15

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El deterioro físico de la mujer que se expresa mediante la imagen ridícula del diente entre flores (vv. 1227-1228), puede asimismo remitir —al menos en la mente de algunos receptores— al terrible mal. Y es que se utilizaba el muy agresivo azogue como uno de los remedios, y éste causaba, entre muchas otras cosas, la pérdida de dentadura18. Como se ha podido observar, el autor aprovecha un mal existente para evidenciar la interrelación entre el alma y el cuerpo; ahora bien, incluso si la secuencia que analizamos fuese la primera en escena y nada supiésemos de don Juan y el marqués de la Mota, cabe la sugerencia del contagio, pues tal es la fama de la enfermedad19. Esto nos habla de inconsciencia, torpeza e irresponsabilidad de estos jóvenes, pero también de la continuación de la propagación del mal; que si no es en el cuerpo, sí —a nivel simbólico— en el alma. Además, siempre en el plano simbólico-interpretativo, puede entenderse que los torpes contaminados igualmente infectarán a quienes entren en contacto con ellos.Y don Juan, como todos sabemos, causa indudable daño, a la vez de que es víctima de su propia inconsciencia. La asociación entre el uso de cosméticos y la prostitución que explica Tertuliano20, y que en los Siglos de Oro es trillado tópico, se encuentra en la descripción de Julia, quien es «la del Candilejo» (v. 1229); esta precisión incide asimismo, y de manera bastante contundente, en asuntos de verosimilitud, pues se trata de una conocida calle sevillana hasta el día de hoy, principalmente porque en una de sus esquinas se localiza la escultura en piedra del rey Pedro I de Castilla. La breve relación del deterioro de la mujer, que es lo que se espera de cualquier prostituta, se sustenta en dos ejes: por un lado, la indicación de una fealdad que no logran ocultar los afeites, si bien éstos también la producen —sobre todo, cuando se trata de metales cáusticos, como el solimán—21; por otro lado, mediante el empleo de una metáfora alimenticia entre dos pescados similares

18

Torres, Libro que trata de la enfermedad..., f. 46r. Torres, Libro que trata de la enfermedad..., ff. 11r-11v. 20 Martínez Crespo, 1993, p. 212. 21 Los cosméticos mismos provocan asco en la pluma de muchos moralistas, pues se trata de materiales que en su mayoría son muy pestilentes (Colón, 1995, p. 69). Como es obvio, al atacar los afeites se agrede, por vía metonímica, a quien los usa, de tal suerte que asimismo se pretende causar repulsión hacia la mujer afeitada. 19

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pero de diferente calidad, que da a entender que Julia ya no se puede vender como o por algo sabroso: DON JUAN MOTA DON JUAN MOTA

¿Julia, la del Candilejo? Ya con sus afeites lucha. ¿Véndese siempre por trucha? Ya se da por abadejo. (vv. 1229-1232)

La antes vista verosimilitud lograda por concreción espacial se refuerza inmediatamente con otra conocida referencia sevillana, cuyo nombre sirve para hacer un juego lingüístico-semántico más: «barrio de Cantarranas» (v. 1233) con «ranas» (v. 1235). Con este polyptoton el barrio se adecua a las prostitutas y viceversa, y todo adquiere un carácter negativo. Y es que, por lo general, las ranas se consideran animales repugnantes; son, como diría Quevedo, «perniabiertas», «húmedas y en cieno», «hablando sin ton y sin son»22, y en verdad feas; como bien sabemos, incluso en la misma Biblia se hallan relacionadas con el mal (Exodus VIII, §§2-13, Apocalypsis XVI, §13)23. La yuxtaposición animal-persona, que es usual técnica de deformación significante, se aplica también para calificar como «mona de Tolú» (v. 1237) a Celestina, madama («madre», v. 1238) y maestra prostibularia («les enseña dotrina», v. 1239) de «las dos hermanas» (v. 1236). Convertir a la mujer en simio es tópico misógino que utilizan varios autores de los Siglos de Oro, y que frecuentemente se halla asociado al uso de cosméticos; ya en el en Medioevo expresa Martínez de Toledo «que quando la vieja está bien arreada e bien pelada e llepada paresçe mona desosada»24. Por tanto, lo que encontramos en El burlador es el aprovechamiento de un referente real (monos de la localidad colombiana de Tolú) para aplicar con absoluta economía el tópico a este personaje previamente conocido por el receptor, pues es metónimo del de la evidenciada fuente: la obra maestra de Fernando Rojas.Ahora bien, el tópico significa algo más que la fealdad grotesca de una mujer pintarrajeada, pues las características simiescas se relacionan con la maldad. Éstas, de alguna manera, están implícitas en la alcahueta de 22 23 24

Los sueños («Sueño del Infierno»), p. 62. Vulgata, 1997. Martínez de Toledo, Arcipreste de Talavera o Corbacho, pp. 181-182.

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Rojas, ya que se trata de una mujer barbuda, que quiere decir lujuriosa; muy afeitada, puesto que es «alcoholada», y representante del mal, dado que se sirve del diablo25.Y este último, según dictan los bestiarios, se parece mucho al mono por la falta de cola26; es más, dice El Fisiólogo que el simio simboliza al demonio: «asumió el papel del diablo: tuvo principio, pero carece de fin (es decir, cola)»27. Por estos motivos, la expresión «¡Oh, vieja de Bercebú!» (v. 1240) quizá exceda el mero desprecio a esta maestra del oficio y regenta abusiva. Pero como lo malo no es provechoso sino al contrario, las pupilas de la endemoniada vieja horrorosa están en banca rota. «Blanca, sin blanca ninguna» (v. 1242), en ingenioso juego de repetición de lexema con significado diferente; y la otra muchacha acepta ya a cualquier cliente miserable o repulsivo con tal de que lo sea, según se desprende de esta metáfora de la construcción: MOTA DON JUAN

[...] no desecha ripio. Buen albañir quiere ser. (vv. 1247-1248)

Para concluir conviene reiterar que las descripciones sobre el estado de las prostitutas provocan en los receptores ideas y sensaciones que tienen que ver con lo deforme, lo monstruoso y repelente. El pasaje efectivamente cumple, como hemos visto, funciones particulares; otra más puede ser, en lo que respecta a la trama, proveer las bases para que se intuya la exacerbación del deseo de don Juan por una mujer diferente a las descritas, así como acentuar la maldad que hay en la próxima burla que planeará el protagonista, pues se trata de una mujer en muchos sentidos opuesta a las anteriores. La lectio de la secuencia toda bien sirve para descodificar las acciones de don Juan y el resultado final que obtiene, pues se aprecia que las corrupciones sexuales no son simples calaveradas, sino síntomas de maldad y, más aún, expresiones del alma que finalmente se hacen merecedoras de castigo. Un alma horrible, irónicamente, puede hallarse en un cuerpo hermoso, y según dije, éste es el tópico del engaño de los ojos que se aplica al protagonista28; pero el interior no es muy di25

Walde Moheno, 2007a. Malaxecheverría, 1987, p. 40. 27 El Fisiólogo, pp. 65-66. 28 Tópico, por cierto, muy frecuentado en la literatura de los siglos áureos. 26

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ferente al que exteriorizan en su cuerpo las prostitutas, quienes ya pagan lo que han sido como lo hará don Juan con su vida misma y con el seguro —aunque no explicitado— infierno como condena.

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