Lillian von der Walde, “El parricidio en La crueldad por el honor, de Juan Ruiz de Alarcón”. eHumanista, 32 (2016), 191-200.

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Lillian von der Walde

191 El parricidio en La crueldad por el honor, de Juan Ruiz de Alarcón

Lillian von der Walde Moheno (Universidad Autónoma Metropolitana, Iztapalapa) En La crueldad por el honor hay dos extendidas secuencias que enfrentan al protagonista con Nuño Aulaga (ff. 235r-237v y 244v-243v; II, vv. 1345-1710 y III, 25792706);1 ambas cumplen cometidos principales en función de la trama, además de que tienen como rasgo sobresaliente su incidencia en el pathos de la recepción. La primera incorpora una muy fuerte agnición (Aristóteles 1974, 1452a, l30-33),2 pero que no da lugar a peripecia (1452a, 22-29), hecho que descubre un elemento positivo de carácter en lo que respecta a Sancho Aulaga; la segunda, sumamente grave, da lugar al lance patético (1452b, 11-13): el parricidio. La anagnórisis final implica, para el lector o espectador, un movimiento inesperado con base en lo planteado en la trama, pues se evita la katastrophé;3 esta fuerte torsión barroca4 es una muestra más de la originalidad alarconiana que notó Pérez de Montalbán: [...] diſpone [sus obras] co[n] tal novedad, ingenio y eſtrañeza, que no [h]ay comedia ſuya q[ue] no tenga mucho que admirar y nada que reprehender, que deſpués de [h]averſe eſcrito tanto, es gran mueſtra de ſu caudal fertilíſsimo. (f. 358v; modernizaciones mías). En lo que respecta al primero de los diálogos mencionados, el protagonista descubre que no sólo Nuño usurpa el trono, sino que es su padre. Esta doble anagnórisis es el disparador que utiliza el dramaturgo para dar tratamiento al pasado ficcional y, también, para revelar del carácter de ambos personajes. El viejo grave ha cometido traición a la monarquía, un yerro ético que es “la más vil cosa que puede caer en el corazón del hombre” (Novísima recopilación, lib. XII, tít. VII, 322). Defiende cínicamente lo realizado mediante alusión a “la antigua é impía máxima «si se ha de delinquir, ha de ser por reinar»” (Lista, 208) y con base en el arrojo personal: ſi es lícito por reynar ser traydor, ¿quién lo empre[n]diera ſino el que un hijo pudiera de tal valor engendrar? (f. 235v; II, vv. 1381-1384)5

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Cito con base en la princeps de 1634 (ff. 225r-246v); anoto, también, la numeración de versos que atañen conforme con la edición de A. Millares Carlo (831-914). 2 Para abreviar, en siguientes referencias a la Poética de Aristóteles sólo apuntaré información de localización. 3 Que entiendo como el suceso infausto que produce una definitiva alteración. 4 Que incide en la determinación genérica; se han aducido diferentes posiciones críticas, que resumen González (2009, 325-326) y Campbell (2010, 305 n. 2). Sin querer profundizar en este asunto, expreso sólo que a mi juicio es innegable que los dos personajes principales se trazan con elementos trágicos. 5 Soy responsable de las modernizaciones de las citas.

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Lillian von der Walde Estamos, pues, ante una suerte de hýbris6 que implica desmesura irracional, y que es uno de los aspectos morales que en parte sustentan que Nuño finalmente obtenga el que se descodifica como merecido castigo. Pero no se trata de un personaje plano, pues el dramaturgo le otorga profundidad que obliga tanto a la compasión como al denuesto; es, entonces, figura muy compleja. La compasión proviene del relato del pasado ficcional: las graves ofensas, en términos de las valoraciones del siglo XVII, sufridas por un individuo medio (hidalgo, pero escudero). Son varias las manchas al honor íntimo que pone en juego Alarcón. Una, la no virginidad de la muy noble Teodora, su mujer, que es falta descubierta en la noche de bodas (f. 235v; II, vv. 1405-1420); otra, la aparente confirmación de posterior adulterio de ésta con Bermudo, el privado del rey Alfonso el Fuerte (f. 236r; II, vv. 1437-1448); finalmente, ser vencido por su oponente, contra el sentido fundamento de honor, en virtud de la asimetría social: [...] deſnudé la eſpada celoſo; pero no pudo la razón contra el poder, contra muchos braços uno. (f. 236r; II, vv. 1449-1452)7 Además, pierde honra, entendida como reconocimiento público, al saberse el escándalo matrimonial y la derrota de Nuño frente a su ofensor. En fin, el hecho es que en pocos y muy intensos versos, el dramaturgo despliega el resquebrajamiento moral de su personaje, que lo lleva a huir a la guerra, en la que ciertamente demuestra heroicidad. Hay que notar el planteamiento extremo del dramaturgo: el impedimento de alcanzar desagravio inmediato,8 que es asunto que implica cobardía,9 de un ser que es valiente u osado. En contraposición, el denuesto sucede en virtud de la índole de la venganza, que conlleva usurpación del trono, traición –como es obvio– a la familia real y ventaja social.10 Pero, asociados al envilecimiento señalado, Alarcón incorpora dos temas más, que son la transmisión o herencia de la deshonra y el amor parental: Hijo, lo más eſtá hecho; el provecho, Sancho, es tuyo. A honrarte y vengarme aſpiro; poderoſo es don Bermudo, menos que por eſte medio mi vengança no aſſeguro. 6

Como dice Quintín Racionero, “[...] en el círculo de consideraciones sobre la responsabilidad individual, propio de la tragedia, [se] arrastró el término hacia una significación ética, delimitada por el vicio [...] que es atribuible a aquel «comportamiento desmesurado» y que equivale entonces a lo que podemos designar como «insolencia» o «soberbia»” (Aristóteles 1990, Lib. II, 1378b, n. 20). 7 Esta situación de alguna manera recuerda otro planteamiento alarconiano de asimetría social: entre el conde don Juan y Pedro Alonso, en el acto I de El texedor de Segovia. 8 Hecho que revela, como expresa Ysla Campbell, que “la razón, fundamento de la ley y la justicia, desaparecen frente al poder” (307). 9 Serafín González recuerda, con base en Ramón Menéndez Pidal, que para que la venganza lave la afrenta debe llevarse a cabo prontamente (331, n. 10). 10 A esto hay que agregar el tipo de venganza privada, que es asunto que el receptor conocerá en el tercer acto (f. 241r; vv. 2121-2131): asesinato alevoso.

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Lillian von der Walde Tu amor y mi agravio han ſido de mi lealtad los verdugos; mas mira ſi te es forçoſo ayudarlos, pues el uno me obliga a juſta vengança, y ſoy tu padre, y te cupo tanta parte de mi afrenta, y por el otro procuro acrecentarte haſta verte rey de Aragón y del mundo. (f. 236v; II, vv. 1521-1536) Se nos presenta, en síntesis, un hombre complejo, obligado a reparar las afrentas recibidas e impedido para llevarla a efecto por los medios socialmente avalados; que elige una forma ilegal para lograr sus fines de ascenso socioeconómico y de desagravio íntimo (que no de restitución de honra),11 pero que también lo mueve el amor al hijo. La elección, no obstante, carga negativamente al personaje, pues las acciones –que conllevan engaño y manipulación– son las que mayormente condicionan el sentido en el que se descodifica el carácter (Aristóteles 1974, 1450b, 9-11). Menos problemático es el dibujo de Sancho Aulaga en la secuencia, si bien en monólogo reflexivo12 en aparte, Alarcón lo hace que por un momento se vea tentado a seguir el engaño de quien cree su padre: mas el amor paternal, la vengança y reyno juntos dizen que mucho no alcança el que no aventura mucho. (f. 236v; II, vv. 1563-1566) Pero a esta tacha el dramaturgo superpone una decisión ética que hace derivar del ejercicio racional con base en los principios y creencias al uso: la elección de la razón de Estado. Cito sólo los versos más significativos construidos mediante desdoblamiento o dialogismus: Mas no, Sancho, no diſculpo por la inclinación el yerro; la ſangre inclinar os pudo, mas ſobre ella al alvedrío dio el cielo imperio abſoluto. Ceda a la ley la ambición, lo provechoſo a lo juſto. Sed leal [...] (f. 236v; II, vv. 1578-1585) 11

Pues su identidad es otra: la del rey Alfonso. Tipo de monólogo, y éste se define, a diferencia del soliloquio, en que se enuncia en presencia de otro u otros personajes (Grillo Torres, 41-44).

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¿cómo por reynar podrá dezir que es lícito alguno ſer traydor, ſino quien tenga, lexos del criſtiano culto, mucha ambición, poca ley, ſangre vil y pecho bruto? (f. 237r; II, vv. 1617-1622) Es evidente que Alarcón dispuso una situación extrema, pero evitó que diera origen a peripecia. Al no variar Sancho su apoyo a la reina Petronilla, se comprueba la existencia de cierto valor positivo en el carácter; también, esta determinación cumple otras funciones en razón de la trama; por ejemplo, será sustento argumental en la propia defensa que ulteriormente, ya en el acto tercero (ff. 245v-246r; vv.2750-2822), llevará a cabo el personaje, y dará curiosa verosimilitud al imprevisto desenlace: Sancho no será el hijo del traidor escudero Nuño, sino del muy alto noble Bermudo, quien de manera alguna se halla exento de faltas,13 lo que quizá en alguna parte explique –en función del tema de la herencia sanguínea– hechos posteriores al segmento que analizo. Y es que en la continuación de la trama el protagonista se distancia del ‘deber ser’ superior: no sólo acepta a sabiendas el engaño de quien cree ‘su padre’, sino la venganza que éste piensa ejecutar, mediante asesinato alevoso, contra Bermudo. Esta actitud censurable, como lo ha visto Campbell (309), y que implica la “caída moral” de Sancho, conforme con el análisis de González (333), puede entenderse como una suerte de hamartía (Aristóteles 1974, 1453a, 8-16) o error trágico, derivado de un juicio equivocado en el que mucho influyen, además de la mencionada herencia de sangre de quien es su verdadero padre, aspectos y circunstancias concretas: la obligación filial, la deshonra compartida y el propio interés de ascenso social, que la condición de baja nobleza le niega. Pienso que esta hamartía dota de interés al personaje, pues lejos de ser plano, lo convierte en un ser imperfecto14 en un mundo igual; por ende, se encuentra más cercano al individuo medio: con sombras o menoscabos, pero capaz de decidirse, cuando hay clara exigencia, por salvaguardar la honra como mecanismo de supervivencia,15 aunque vaya un parricidio de por medio... Pero vuelvo a la primera secuencia que he venido comentando, que prosigue con indudable patetismo para, según juzgo, reforzar en esta parte, con situaciones enormemente tensas, las diferencias de carácter entre Nuño y Sancho.16 Si bien se afirma en la percepción de los receptores el vicio de uno y la virtud de otro, también se anticipa algo del que será

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Como los demás miembros de la alta nobleza, a quienes se dibuja movidos por los propios intereses y se les hace apoyar, sin mayores bases, al que resulta ser un impostor. Dice Campbell: “priva el mundo de las apariencias ante la degradación del ethos aristocrático, donde sólo los grandes tienen impunidad para deshonrar a los de abajo y traicionar a la Corona” (311). No obstante, habría que matizar la generalización, pues Pedro Ruiz de Azagra se ve obligado a huir y planear su venganza (f. 244r: vv. 2508-2520). 14 Como lo es el personaje trágico que “ni sobresale por su virtud y justicia ni cae en la desdicha por su bajeza y maldad, sino por algún yerro” (Aristóteles 1974, 1453a, 8-10). 15 En el siglo XVII, vivir sin honra un noble es una suerte de muerte social; algo, en síntesis, muy grave. 16 No obstante, e irónicamente, al final de la obra podrá decirse que ambos personajes de alguna manera se equiparan: son los únicos que realizan actos extremos. Los que son reconocidos como miembros de la alta nobleza (intrigantes y tramposos todos), tienen más fácil camino para lograr sus fines.

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Lillian von der Walde yerro trágico, ya que Sancho proclama, con base en el preciado concepto de la honra u honor externo, el ocultamiento de la verdad: Pues ſi en entrambos es uno el daño de publicallo, callemos entrambos, Nuño. (f. 237v; II, 1698-1700) No puedo dejar de mencionar una doble ironía en función de la secuencia en la que ocurre el lance patético del asesinato, así como del desenlace. Y es que el dramaturgo pone en boca del usurpador estas palabras: “¡Toca al arma, y muera Nuño / que engendró ſu patricida!” (f. 237v; II, vv. 1706-1707). Efectivamente morirá Nuño por ‘parricidio’, pero él no es quien verdaderamente engendró a su homicida.17 El otro segmento en el que dialogan Nuño y Sancho se caracteriza por descomunal patetismo. Y es que el dramaturgo ha hecho creer a los receptores o espectadores de la obra que los personajes son padre e hijo, lo que da lugar a la explosión pasional del horror y de la compasión –en términos aristotélicos–, y en este sentido, a la catarsis (Aristóteles 1974,1449b, 27-28). El hombre que cometió las muy graves faltas éticas –que son acciones propias que lo deshonran, como descodifica la recepción–, es descubierto sin lograr el fin de la venganza alevosa contra Bermudo; ésta, dicho sea al paso, irónicamente tampoco hubiese restituido su honor a juicio de los espectadores, pues así lo determina el dramaturgo al incorporar tan sombrías decisiones para lograrla. Se trata, en síntesis, de justicia poética: se abate al individuo trasgresor al eliminar la posibilidad de dar cumplimiento a su añejo deseo, a la vez que se da pie al castigo que, al exterior, se juzga merecido. Sin embargo, según queda dicho, Alarcón elige la vía patética para dar cumplimiento a la justicia poética con respecto al personaje de Nuño. Y lo hace de una manera asombrosa, pues se desprende de la acción de quien la recepción cree su hijo y con un propósito tendiente a salvaguardar la propia honra y no manchar la paterna. Justicia poética al fin, pero extraña en cuanto que se dignifica el castigo, a más de irónica y extrema, según se verá en los comentarios que siguen. Es sabido que la traición es una de las peores tachas morales; desde el punto de vista legal, si se realiza por venganza personal o –ni se diga– contra la monarquía, se pune definitivamente con la muerte. Y se aplica la forma más deshonrosa de ésta, que es la vergüenza pública y el ahorcamiento:18 Todo hombre que matare á otro á taicion ó aleve, arrástrenlo por ello, y enfórquenlo (Novísima recopilación, libro XII, tít. VII, 396)

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Para mayor ironía, el personaje morirá sin saber que no procreó a Sancho, a quien tanto quiso ayudar, pues éste es hijo “de su ofensor Bermudo” (Campbell 307). 18 Este último era la forma común de dar muerte a los malhechores plebeyos desde el Medioevo; a los nobles se les cortaba la cabeza, a menos de que hubiesen cometido un acto horrible como la traición. Véanse las Partidas: “maguer el fidalgo ni otro onbre que fuesse onrrado por su çiençia o por otra bondad que oviese en él fiziese cosa porque oviese a morir, no lo deven matar tan abiltadamente como a los otros, assí como arrastrándolo o enforcándolo o quemándolo o echándolo a las bestias bravas” (Partida VII, tít. 31, ley 8, f. 408v).

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Lillian von der Walde La pena del traydor por derecho del Reyno, es que muera ahorcado. Y ſea primero arraſtrado a la cola de algú[n] animal públicame[n]te (Pradilla f 25r; modernizaciones mías). En congruencia, pues, con la legalidad al uso, Alarcón establece que se otorgue una muerte muy infamante al impostor, que es deshonra que se extiende a Sancho por vía de consanguineidad.19 De ahí que, en la trama, éste pretenda negar que exista relación familiar alguna y que conociese la verdad de los hechos, lo que da lugar a discusiones interpretativas en función del empleo de la mentira: tacha moral o irónico recurso de defensa de un valor superior (la honra personal). Me inclino por la segunda opción, como más adelante abundaré; apunto sólo ahora que la negación de la consanguineidad, además de que se usa para resguardar la honra propia, implica también no mancillar la paterna, con lo que se guarda el deber filial. Por otra parte, mediante la deshonra sentida por Sancho y los mecanismos con los que intenta salvarse, Alarcón da lugar a una suerte de justicia poética en relación con el personaje; constituyen, así, el castigo por el error perpetrado: su silencio.20 Ahora bien, todo esto a la vez sirve al dramaturgo para convertir al protagonista, en la segunda secuencia, en el operador de los asuntos de honra. El planteamiento resulta muy complejo. Y es que la muerte de Nuño es generosa concesión de éste al hijo, lo que otra vez demuestra que no se está ante un personaje plano. Por el contrario, se le otorga plena conciencia de la índole de su actuar, mediante la inmejorable imagen del “corazón”, sitio del alma a la que le corresponde tanto el entendimiento, que es una de sus potencias, como las pasiones:21 Eſto es hecho, coraçón; éſte es, al fin, el trofeo de un vengativo deſſeo y una alevoſa ambición. (f. 244v; III, vv. 2583-2586) Además, no varía el manifestado amor parental, como se verifica en las redondillas que siguen a la citada, y en la secuencia que da lugar al asesinato: ¡Ay, hijo del alma mía! ¿Es poſsible que ha de hazerte infame mi infame muerte, ſin honra mi alevosía? ¿No tuviera yo con qué darme la muerte [...] (f. 244v; III, vv. 2587-2592)22

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La deshonra también sería en virtud del encubrimiento (Novísima recopilación, libro XII, tít. VII, 323), en caso de descubrirse. 20 Además, al final de la obra, el sufrimiento vivido del protagonista puede descodificarse como realización irónica de los afanes vengativos de Nuño; no se causó daño a Bermudo, pero sí al hijo de éste. 21 Explicaciones del corazón como sitio del alma en Bieñko (237-247). 22 Nótese la ironía que depositó Alarcón, que es parte de la justicia poética: un padre que quiso beneficiar al hijo, y que logra lo contrario.

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Lillian von der Walde Alarcón no construye un personaje del todo envilecido, sino uno consciente que encuentra en su ineludible fallecimiento el único recurso posible para intentar no rebajar más su honra, así como no sólo evitar mayores agravios al hijo, sino convertirlo en héroe con reconocimiento social. De allí que en diálogo con Sancho, haga expresar a Nuño el siguiente razonamiento: que la afrenta que en mi muerte amenaçaba a los dos, en fama eterna yo y vos trocaremos deſta ſuerte: yo, con quitarme la vida la mano más valeroſa, pues haze la muerte honroſa el valor del homicida; y vos con moſtrar tan fuerte pecho y heroyco valor, que le deys por vueſtro honor a vueſtro padre la muerte. (f. 245r; III, vv. 2667-2678) Desde luego, esta solicitud –inesperada al ser tan extrema, y que no deriva de la cobardía (véase f. 245r; III, vv. 2651-2658 y 2683-2686)– es mecanismo artístico para incidir fuertemente en el pathos de la recepción; seguramente, mueve al horror. No puede haber algo peor que asesinar al propio padre para ganar en honra, pues el parricidio es, desde siempre, acto deleznable; además, podría acarrear otras consecuencias, quizá infaustas.23 La caracterización de Sancho en la secuencia lo muestra como a un ser en estado límite; presa del dolor, pero sin caer en la desesperatio. Y es que hay ejercicio racional para defender su honra, inevitablemente infamada por el propio error de complicidad. Su racionalización, para mayores dificultades, incluye la mentira;24 pero ésta, de acuerdo con las circunstancias planteadas, parece ser el único recurso posible para librarse de la muerte social y evitar que se mancille el nombre de su padre. Véase, para corroborar lo dicho, esta parte de uno de sus parlamentos: Ya, padre, ya; ya llegó al más miſerable eſtado que ha podido nueſtra ſuerte, pues cómplice me publican vueſtro, y a vos os dedican a la más infame muerte; Y aſsí, aunque ſer he negado 23

Habría un planteamiento legal, pues las leyes perdonan a quien mata a un traidor a la vez que sancionan el parricidio (éste se castigaba, primero, con ahorcamiento o garrote para evitar la desesperación y, después, con introducción del cuerpo en un tonel o cuba con animales: mona, gallo víbora y gato. Véanse Pradilla Barnuevo, f. 22 y Solórzano Pereira, lib. 1, cap. XXIII, 81-85). 24 Vicio de muchos, según se observa en la obra; de los verdaderos padres, Teresa y Bermudo, si se quiere incluir el asunto de la herencia sanguínea.

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Lillian von der Walde vos Nuño [...] [...] y a ſuſtentallo en el campo he de ofrecerme, es forçoſo reſolverme antes, padre, a remediallo que tan vil pena ſe llegue a executar, pues ſi os llama Nuño y mi padre la fama, me infama, aunque yo lo niegue. (ff. 244v y 245r; III, vv. 2605-2622) Destaco algunos recursos estilísticos que aplica el dramaturgo, como la triple repetición “Ya, padre, ya; ya llegó” que evidencia la desesperación, así como una suerte de conciencia del personaje de que en algún momento se habría de alcanzar “el más miserable estado”. No es gratuita, tampoco, la repetición de la voz “padre” y el empleo del plural: “nuestra suerte”. Mediante estos mecanismos, Alarcón destaca aún más la profunda imbricación que hay entre ambos seres, lo que incide en la enorme tensión de la situación para la afectación del pathos de los receptores. Posteriormente, éstos sabrán en el desenlace de la comedia que, irónicamente, la suerte de uno estuvo en función de un hombre ajeno a su sangre, que es punto que distiende las catárticas pasiones provocadas en virtud de un parricidio. Pienso que la secuencia que da lugar al asesinato tiene como cometido la demostración del complejo carácter del protagonista, así como la incorporación de mayores tintes trágicos a la comedia, pues se alcanza total patetismo mediante la efectiva ejecución de una acción consciente, producto de agnición previa. Y el carácter de Sancho es la salvaguardia del principio de honra, por más difícil o mentirosa o trasgresora que resulte la elección. De ahí que el dramaturgo lo haga tomar esta decisión: yo te obedezco; y ſi aquí también no me mato a mí, ſólo es por verte vengado (f. 245r; III, vv. 2688-2690) En los versos que siguen se vuelve del todo explícito el aducido tema de la herencia de la deshonra y, por ende, el requerimiento de la venganza; asunto éste que se proyecta a un futuro ficcional que será inexistente por motivo de la posterior y definitiva anagnórisis;25 pero en el segmento el tema cobra funcionalidad también en razón de la afectación patética. Es en medio de esta tensión, que el dramaturgo incorpora la acción definitiva que se desarrolla mediante actio patética: el abrazo entre padre e hijo que, asimismo, representa simbólicamente el profundo involucramiento entre ambos personajes que se desarrolló a lo largo de la secuencia, y el homicidio, que se detalla en acotación que reza “Abráçanſe, y Sancho levanta el braço como para dalle, y ſe entran” (f. 245v), más las palabras en voz de Sancho que expresan 25

Ahora bien, en otro nivel semántico, Sancho resarce la falta de su verdadero padre, Bermudo, pues evita que Nuño muera del todo infamado.

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Un tan honroſo rigor alma tiene de piedad; que es generoſa crueldad la crueldad por el honor. (f. 245v; III, vv. 2703-2706) Si bien para Alberto Lista “el parricidio, aunque solicitado por el mismo padre, no admite disculpa alguna” (208), pienso que en lo que concierne a la determinación del carácter de Sancho, estos versos subrayan que pretende un fin positivo, lo que seguramente mueve a intensa emoción a los receptores o espectadores de la obra. Debo indicar que, aquí, Alarcón no recurrió a hamartía alguna en el dibujo de su protagonista; por el contrario, prefirió que éste realizara una acción consciente de la que se deriva su condición trágica. Esto, a mi juicio, constituye un logro artístico y un elemento novedoso en el marco de convenciones genéricas de la comedia nueva.

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Lillian von der Walde Obras citadas Alfonso X. Siete partidas [Sevilla: Meinardo Ungut y Estanislao Polono, 25 de octubre de 1491 (BNM I-766)]. Admyte II (Archivo digital de manuscritos y textos españoles. Trans. Cynthia Wasick. Corr. Rolando Cossio y Vicens Colomer. Madrid: Micronet-Ministerio de Educación y Cultura, 1999. Aristóteles. Poética. Ed. trilingüe Valentín García Yebra. BRH, Textos 8. Madrid: Gredos, 1974. ---. Retórica. Quintín Racionero trad. y notas. Biblioteca Clásica 142. Madrid: Gredos, 1990. Bieñko de Peralta, Doris. “El corazón desentrañado: la experiencia mística de Gertrudis de Helfta”. En Aurelio González, Lillian von der Walde y Concepción Company eds. Temas, motivos y contextos medievales. Publicaciones de Medievalia 33. México: Universidad Nacional Autónoma de México-Universidad Autónoma MetropolitanaEl Colegio de México, 2008. 237-247. Campbell, Ysla. “«Es la comedia un espejo»: El ethos nobiliario en La crueldad por el honor, de Juan Ruiz de Alarcón”. En Germán Vega García Luengos y Héctor Urzáiz Tortajada eds. Cuatrocientos años del “Arte nuevo de hacer comedias” de Lope de Vega. Serie Literatura, Olmedo Clásico 4. Valladolid-Olmedo: Universidad de Valladolid-Ayuntamiento de Olmedo, 2010. 305-311. González, Serafín. “El tema de la nobleza en La crueldad por el honor de Ruiz de Alarcón”. En Judith Farré ed. Dramaturgia y espectáculo teatral en la época de los Austrias. Biblioteca Áurea Hispánica 59. Frankfurt: Universidad de NavarraIberoamericana Vervuert, 2009. 325-338. Grillo Torres, María Paz. Compendio de teoría teatral. Madrid: Biblioteca Nueva, 2004. Lista y Aragón, Alberto. Ensayos literarios y críticos. Pról. José Joaquín de Mora. T. I. Sevilla: Calvo-Rubio y Compañía, 1844. Novísima recopilación de las leyes de España. T. V (libros X, XI y XII). Madrid: Imprenta de Sancha, 1805. Pérez de Montalván, Iuan. Para todos. Exemplos morales, humanos y divinos. Madrid: Imprenta del Reyno, 1632. Pradilla Barnuevo, Franciſco de la. Tratado y summa de todas las leyes penales, canónicas, civiles y deſtos Reynos. Primera y ſegunda parte. Pamplona: Nicolás de Aſsiayn, 1622. Ruiz de Alarcón, Juan. La crueldad por el honor. Obras completas de Juan Ruiz de Alarcón. Ed. Agustín Millares Carlo. 2ª. ed. Biblioteca Americana 36. México: Fondo de Cultura Económica, 1979, vol. 2. 831-914. Ruyz de Alarcón, Iuan. La crueldad por el honor. Parte segunda de las comedias del licenciado don Iuan Ruyz de Alarcón y Mendoça. Barcelona: Sebaſtián de Cormellas, 1634, ff. 225r-246v. Solorzano Pereira, Joannis. De parricidii crimine disputatio (1606). Ioan de Solórzan Pereyra. Obras pósthumas. Zaragoça: Herederos de Diego Dormer, 1677.

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