Lillian Cespedes Gonzalez, \'La Paz y la Tregua de Dios\', Revista Medieval, Vol. 45, (Diciembre 2012-Febrero2013), pp. 84-95.

July 17, 2017 | Autor: L. Céspedes González | Categoría: Medieval Ecclesiastical History, Historia Medieval, Peace and Truce of God
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Descripción

Lillian Céspedes González, ‘La Paz y la Tregua de Dios’, publicado en Revista Medieval, Vol. 45, (Diciembre 2012-Febrero 2013), pp. 84-95. La imagen que solemos tener acerca del periodo medieval suele estar relacionada con la guerra y el caos en general. La Francia del año mil es un buen ejemplo de tales circunstancias. Desde la caída de la dinastía Carolingia, el poder había sido adquirido por los señores feudales y magnates regionales del reino. Debido a la carencia de una figura autoritaria común y lo suficientemente poderosa para crear un vínculo entre las distintas partes, estos magnates tomaron medidas drásticas y violentas para adquirir una mayor influencia. El resultado de tal reacción fue la casi constante guerra privada entre estos nobles, que derivó en disputas familiares bastante violentas (lo que en inglés se conoce como feud). Ciertamente este tipo de conflictos habían sido habituales en el territorio antes del año mil, especialmente en el norte. No obstante, en este momento en concreto empezaron a

tener un efecto mayor y dañino sobre el resto de la

población. La mayoría de los implicados en estos feuds eran varones, normalmente en plena adolescencia o recién alcanzada la edad adulta, de clase social alta, y bien armados. Debido a su abuso de poder y la situación de guerra constante, se intensificó la estratificación social, dejando a las clases no combatientes más vulnerables ante la explotación de sus lores, hasta el punto en que tanto campesinos como miembros del clero eran agresivamente atacados y sus pertenencias arrebatadas.

Hay que considerar que, en general, el ambiente a la vuelta de siglo no hacía más que crear conflictos. Para los cristianos el año 1000 simbolizaba el aniversario de la muerte de Cristo, pero también significaba que el fin del mundo estaba cerca y que el Día del Juicio Final era inminente. Como si fuera poco, durante el mismo periodo muchas otras señales fueron entendidas como el principio del Apocalipsis. En el firmamento de 989 se pudo observar el paso del cometa Halley, que siempre se había considerado un mal augurio. La caída del Imperio Carolingio, y por tanto, la disolución de uno de los estados cristianos más importantes del periodo, fue entendido como un castigo divino. En añadido, es importante considerar que

determinadas partes de la jerarquía eclesiástica, instituciones como Cluny, practicaban de una forma u otra el mismo tipo de feudalismo que los nobles. El clero controlaba castillos, ciudades, iglesias, y por supuesto, campesinos. Por tanto, sus miembros se vieron sumergidos no solo en una crisis moral y religiosa, sino también en un conflicto social, y especialmente económico, ya que entre enfermedades, hambre, y guerras la sociedad de la que se mantenían simplemente no podía funcionar. Por tanto, era necesario restaurar el orden social, y la Iglesia tenía la motivación y poder suficiente para realizar tal acción. El pueblo necesitaba un respiro, y el clero tenía la solución perfecta: pax, no como la de los romanos, sino divina.

PAX DEI: LOS ORIGINES Y EVOLUCIÓN DE LA PAZ DE DIOS

La paz siempre se ha entendido como propaganda de la renovación del mensaje de Cristo, pero para las personas de la época paz también era sinónimo de justicia, salud y, en general, acción divina. En las asambleas de paz se solían reunir todos los miembros de la sociedad de un determinado lugar y se hacían juramentos para el bien de la comunidad usando las reliquias de sus santos como parte del ritual. En los últimos veinte años se ha sugerido que realmente la paz tuvo origen en la región de Auvergne, en Francia. Según esto las asambleas de Aurillac (972) y Laprade (975) organizadas por los obispos Esteban II de Clermont y Guy de Le Puy respectivamente, fueron las precursoras del movimiento. En ambos casos se convocó a las gentes de la comunidad, sin hacer diferencias sociales, para discutir y poner fin al abuso de los nobles. Lo más importante e interesante es que tanto en Aurrillac como en Laprade los magnates locales estuvieron presentes y apoyaron estas mociones. No obstante, se suele considerar que el primer concilio oficial del movimiento de paz fue el de Charroux, en 989. En el acta de la asamblea se establece que está prohibido atacar o robar a miembros del clero o campesinos ('paupers et agricolaes'), y quien desafié tal ley quedaría excomunicado de la fe cristiana. Esta fórmula se adoptó como norma en los demás concilios del siglo X: Narbonne (990), Limoges y Anse (994).

Por algún extraño motivo que los historiadores de este periodo aun no comprenden, parece que el movimiento perdió énfasis e incluso quedó inactivo durante unas décadas. Sin embargo, la Paz de Dios volvió con más energía y revitalizada en el año 1022 tras el concilio de

Verdun-sur-le-Doubs en Borgoña, seguido por muchos otros, de los cuales el más importante es el de Hery (1024) en el cual se encontraba presente el rey Roberto Capeto, quien había organizado el mitin en persona. Con la nueva oleada de asambleas se introdujeron cambios en la formula redactada en las actas: se extendió la inmunidad del clero y el estado llano a sus propiedades, especialmente a las iglesias y demás tierras gobernadas por los monjes y obispos implicados en las reformas de la paz. También se decretó que no se debían tomar armas durante Pascua, al mismo tiempo que se prohibía la protección de ladrones y de todos aquellos que rompiesen los términos de la paz. Sin embargo los mismos documentos incorporan excepciones a esta regla, siendo las más comunes aquellas ligadas con el bien de la comunidad durante tiempos de guerra, y especialmente en caso de asedio, lo cual sugiere que tal vez los nobles no estaban demasiado contentos con estas normas y seguían con su actitud bélica. A pesar de esto, debemos considerar como un avance el hecho de que el movimiento comenzase a expandirse a otros territorios fuera de los bordes franceses, especialmente a la zona de Flandes. Parece ser que el concepto se introdujo gracias a la determinación del conde Baldwin IV, en algún momento de la década del 1020 en el área de Douai, seguido por la asamblea de Tournai en 1030. La Paz finalmente se consolidó en el condado alrededor del 1042 el en concilio de Thérouanne que contaba con la presencia del conde Baldwin V (hijo del anterior). Finalmente, es interesante saber que la Paz de Dios terminó por alcanzar las tierras del norte en el siglo XII; en Islandia el movimiento proliferó en 1150 tras la fundación del arzobispado.

LA TREGUA DE DIOS Y LOS CAMBIOS DE LA PAZ

La principal diferencia entre la Paz y la Tregua de Dios es que la segunda estaba principalmente orientada hacia la aristocracia, con el fin de limitar el uso de los caballeros medievales y de proteger y mejorar la calidad de vida de sus víctimas. Según los expertos en la materia la primera asamblea en la que se promueve la Tregua fue la de Toulouges en 1027, a la que siguieron las de Arles (1041), Narbonne de nuevo, que se suele considerar como la cúspide del movimiento en 1054, y Gerona (1068). No obstante la aparición de esta nueva idea ha sido el objeto de debate entre historiadores de distintas escuelas de pensamiento durante ya un tiempo. Tradicionalmente la Tregua se ha considerado como el epitome de los movimientos de paz, sin embargo nuevas investigaciones sugieren que quizás el motivo por el que este concepto

evolucionó a un estado superior no es por la prosperidad de la Paz, si no porque esta estaba en decadencia y por tanto medidas más extremas eran entonces necesarias. Como añadido, hay que considerar que junto con los cambios en el carácter de la idea, vinieron también cambios en las formulas y decretos de los actas. De este modo la nueva fórmula, que fue incorporada hacia el año 1040, hacía hincapié en detener cualquier tipo de acto belicoso y no tomar armas durante los siguientes periodos del año: Navidad, Pascua, Pentecostes, días de los santos, domingos, y otros cuatro días semanales. Más ideas fueron añadidas del mismo modo, de las cuales la más importante fue la defendida por Ivo de Chartres y que tuvo gran repercusión en las cruzadas: ningún cristiano debe derramar la sangre de aquellos de su misma fe.

Con estos nuevos cambios, la Tregua comenzó a propagarse por distintas partes de Europa, empezando por Normandía, en donde la Paz realmente nunca llegó a establecerse. Gracias a la adopción personal del movimiento por parte del duque Guillermo el Conquistador, estas ideas se consolidaron y fueron revisadas durante los concilios de Caen (1047) y Rouen (1096). Así pues apareció una de las nuevas características del concepto: la “Paz del Rey”, o en este caso del duque, que sirvió como lanzadera del poder del soberano y, al mismo tiempo, como base para la creación de la legislación del ducado. Lo mismo se puede aplicar a los condes de Barcelona a partir de la asamblea de Gerona anteriormente mencionada.

Más tarde, a mitad del siglo XI, el concepto llegó a las tierras del Sacro Imperio Romano-Germánico. Hay varias razones por las que ninguno de los movimientos de paz se había consolidado en esta área. Desde la década de 1020 el Obispo de Cambrai, cuya diócesis servía como puente de comunicación entre el territorio francés y el germano, se negó a promover la idea ya que, según él, no era la función de la Iglesia el imponer paz y re-establecer el orden, si no la del soberano. No obstante, entre 1056 y 1065 el imperio se vio sumergido en una larga serie de conflictos relacionados con la sucesión de la corona y rivalidades internas, lo que hizo necesario tomar nuevas medidas por el bien del estado, y por tanto las nuevas ideas desarrolladas al otro lado del borde empezaron a resultar atractivas. De este modo se convocaron distintos concilios siendo el primero en Lieja (1082) y seguido por el de Colonia (1083) y Mainz (1085). Este último es especialmente relevante pues, al igual que en el caso del Rey Roberto, fue el Emperador Enrique IV quien organizó dicha asamblea con la intención de que la fórmula

establecida durante la reunión fuese aplicada en todo su territorio. Por consiguiente, no mucho más tarde en el imperio se estableció el sistema conocido como Lanfriede: un conjunto de comités locales encargados de detener rivalidades familiares, robos y ofensas contra la seguridad pública.

La Tregua siguió su paso hacia el sur, alcanzando a la comunidad normanda de los reinos de Apulia, Calabria y Silicia. De este modo, Roger II consiguió prohibir cualquier tipo de guerra privada entre sus magnates y que estos juraran atenerse a los principios de paz en el concilio de Melfi (1124). Finalmente, y como dato curioso, no tenemos ningún tipo de evidencia histórica que sugiera que los movimientos de paz tuvieran algún impacto en la sociedad anglo-sajona, ni realmente en la anglo-normanda posteriormente. El historiador H.E.J. Cowdry sugiere que esto se debe a que al sistema sajón de administración local (´shires and hundreds´, condados y sub-condados, por así decirlo) y el poder centralizado de la monarquía era tan eficaz ejerciendo su autoridad, que no hubo necesidad de implantar otro sistema.

EL MOVIMIENTO Y SUS CONSECUENCIAS

La primera y tal vez más evidente de todas las reacciones que los movimientos de paz produjeron fue la Primera Cruzada. Aunque es cierto que cuando el Papa Urbano II llamó a sus seguidores en 1095 para combatir en Tierra Santa tenía en mente sus propios intereses y haciendas, eso no significa que los ideales de no violencia entre cristianos y de caballerosidad entre los señores feudales no tuvieron un impacto en el éxito de la empresa. De hecho, fue de las zonas del sur y la parte central de Francia, cuna del movimiento, de donde el Papa consiguió una gran mayoría de su ejército, financiación y ayuda en general. Al mismo tiempo, la Guerra Santa se llevó la tensión social y violencia de los caballeros lejos de Europa, al menos durante un tiempo. Así pues, la Paz y Tregua de Dios trajeron buenas nuevas para los señores feudales y la Iglesia. La aristocracia, y especialmente las nuevas dinastías reales se beneficiaron de la desintegración del sistema de administración conocido como pagus, (o provincias), del cual los magnates locales se habían estado aprovechando, y así consiguieron instaurar una monarquía sólida y eficiente.

Además, las ideas propuestas en las asambleas sirvieron como base para establecer nuevos sistemas legislativos e instituciones judiciales. Los códigos penales y derechos de defensa personal tanto como los de prevención de daños desarrollados durante este periodo son el resultado directo de estos avances, como también lo fue la creación de feuds legales; la resolución de las disputas de los nobles ante la autoridad del estado y no a base de hierro y sangre. También son los Usatjes de Cataluña un gran ejemplo de las reformas legales de los siglo XI y XII, ya que reflejan claramente las ideas que la Tregua de Dios promovía acerca de las relaciones de vasallaje, y que fueron usadas y renovadas durante los reinos de Alfonso II (1162-96) y Pedro II (1196-1213).

Para la sociedad eclesiástica la Paz y Tregua de Dios fueron relativamente claves. Para empezar hay que considerar que gracias a estos movimientos, el clero pudo recuperarse de los agravios cometidos en las décadas, anteriores y usar estas nuevas ideas como parte de su agenda de reformas religiosas. Además, y debido al uso de reliquias en las reuniones de paz el culto de los santos se disparó de una forma escandalosa, dando lugar a una gran exacerbación religiosa. Como resultado, la Iglesia obtuvo nuevas riquezas, tierras y seguidores más devotos, lo que permitió aumentar la autoridad del Papa y establecer una jerarquía episcopal definida, al menos en Francia.

Sorprendentemente, los movimientos también tuvieron importantes consecuencias para el resto de la población. Gracias a las asambleas de paz, el estado llano fue capaz de expresar públicamente y sin oposición sus opiniones acerca del estado de la sociedad, lo que añadido al fervor religioso provocó un aumento en la actividad político-social del pueblo. De esta forma, se crearon numerosas comunas populares como la comuna diocesana de Bourges en 1108, o la 'amicitia' de Aire-sur-la-Lys a finales del siglo XI y principios del siglo XII, la cual funcionaba como una hermandad en la que todos debían ayudarse mutuamente, y vivir en armonía. Y así fue como poco a poco las ideas fueron deteriorando y radicalizándose y con ellas las clases populares. Como consecuencia, lo que el clero denomino como herejía empezó a infestar a la gente humilde, siendo la vita apostolica el nombre de este terrible sacrilegio. El concepto base de la vita era que la gente adoptase un modelo de vida próximo al de los apóstoles, volviéndose extremadamente religiosos y ascéticos. Esto creó tensiones entre el clero, y especialmente

monjes, puesto que estas comunidades abogaban por una vida más pura que la suya misma, solo que sin las ataduras ni responsabilidades que un verdadero monje tenía. La situación era delicada, si la Iglesia decidía purgar a los herejes estaría a la vez perjudicando su imagen: al fin y al cabo estas personas no hacían más que imitar a los discípulos de Cristo por lo que erradicarles podría ser visto como una blasfemia.

También en el ámbito herético se han encontrado evidencias de actividad maniqueista alrededor del año 1000, como sugieren los documentos de los juicios de 1022 en Orleans. Sin embargo, algunos expertos en el campo sugieren que no existieron maniqueistas per se, si no personas opuestas a la voluntad de la paz, y que tales juicios y su documentación no son más que propaganda religiosa. Además, es importante considerar que hubo gente que se sublevó en contra de la paz. Parece ser que en determinadas zonas de Francia, especialmente en Rousillon y Languedoc, estas ideas no fueron bien recibidas, hasta el punto en que en 1059 el vizconde Berenguer de Narbonne se alzó en contra de lo que su propio arzobispo iba promulgando. En Cataluña muchos se mostraron inconformes ante la subida de impuestos como medio de financiación de la paz de los condes. La situación debió de ponerse al rojo vivo ya que en determinados lugares se crearon milicias con el propósito de implantar la paz por la fuerza si fuese necesario. Tal es el caso de ciertas localidades del sur de Francia como Béziers, y otras más al norte como Bourges, donde el arzobispo en persona, Aimon de Bourbon, fue el precursor de tal grupo armado.

A pesar de que los movimientos de paz se desarrollaron de distintas formas en lugares diversos y a destiempo, hay varias lecciones que se pueden aprender acerca del asunto. La primera es que la Paz y Tregua de Dios tienen varias características comunes: se consolidaron gracias a distintos concilios y el esfuerzo de muchos miembros del clero, especialmente de ciertos obispos, quienes también presidian estas reuniones las cuales estaban dirigidas al resto de la población, particularmente hacia los señores feudales. En ellas se usaban las reliquias de los santos para enfatizar que aquello acordado en las asambleas era voluntad de Dios, y por tanto, rebelarse en su contra suponía el castigo de la excomunión. También se podría decir que los movimientos de paz funcionaron como catalizadores del resto de asuntos presentes en el ambiente desde antes del cambio de milenio. Ergo la paz se benefició del entusiasmo positivo y/o

negativo relacionado con el año 1000, el alzamiento de la nobleza y los deseos de la eclesiásticos por promover centros de culto y proteger a sus fieles y peregrinos, lo cual estaba directamente relacionado con sus ingresos económicos.

Sin embargo, y a pesar de todos sus esfuerzos, el estado llano no terminó en mejores circunstancias, como las del clero o la aristocracia. De hecho, incluso podría decirse que, a la larga, su situación empeoró, pues la restauración de la autoridad señorial y eclesiástica supuso una mayor opresión de sus subordinados. No obstante, es importante recordar que fue gracias a pequeños esfuerzos locales en los que el pueblo era un factor definitivo que los ideales de la paz se desarrollaron y tomaron las formas que posteriormente sirvieron de guía para los concilios y la evolución del movimiento.

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