Libro Un año electoral. Ensayismo periodístico, historia del presente y compromiso político

June 15, 2017 | Autor: Abdon Mateos | Categoría: Political History, Socialism, Historia Contemporánea de España
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Descripción

AÑOS ELECTORALES. ENSAYISMO PERIODÍSTICO, HISTORIA DEL PRESENTE Y COMPROMISO POLÍTICO

Abdón Mateos

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Tras el final de la era de gobierno de Rodríguez Zapatero, con el PSOE de nuevo en la oposición, y en un momento de grave crisis del régimen constitucional y del sistema de partidos, retomé mi militancia histórica en el PSOE. En efecto, tras el golpe de estado de 1981, me hice el propósito de comprometerme políticamente cuando hubiese finalizado mi licenciatura. Era representante estudiantil en la Junta de Geografía e Historia y claustral en la Universidad Autónoma de Madrid. En ese momento, tras cierta aproximación hacia la corriente renovadora de los eurocomunistas del PCE, tomé contacto con la Agrupación Socialista Universitaria, escribiendo una carta crítica a comienzos de 1982 ante un boletín de la misma donde se hacía una reprimenda a los diez representantes estudiantiles por su voto en bloque a favor de una candidatura para las elecciones de rector. Una vez licenciado en Historia, al inicio de 1984, formalicé mi militancia en la Agrupación de Fuencarral, pasando tiempo después a la Agrupación de Chamberí, dominada por la corriente crítica Izquierda Socialista. Como veinteañero pacifista, mi simpatía se dirigió hacia esta corriente, llegando a asistir a algunas de las reuniones de su coordinadora nacional en Madrid. También colaboré con las casetas de partido en las fiestas del Pilar, y fui interventor en elecciones generales y en el referéndum de la OTAN. Además, en junio de 1984, tras defender mi tesis de licenciatura, obtuve una beca en la fundación ugetista Francisco Largo Caballero. La presentación de una ponencia en unas jornadas de Historia del socialismo, organizadas por la Fundación Pablo Iglesias en 1985 me hizo ver que mi camino estaba en la colaboración con las instituciones culturales del PSOE y de UGT más que en la militancia política en un tiempo de gobierno con mayoría absoluta. La realización de la tesis doctoral, junto a la desavenencia sindical y la reanudación de las luchas internas por la sucesión de Felipe González, me fue alienando más aún de la militancia. La falta de cauces de participación juvenil también fue un factor de progresivo alejamiento. Aunque retomé el contacto con jóvenes de ASU al inicio de los años noventa, en ese momento dirigida por Rafael Simancas, la militancia se dirigió hacia la escritura de mis primeras colaboraciones en las revistas Leviatán, Sistema y, más adelante, en la naciente Temas para el Debate. Sin embargo, la necesidad de consolidar mi carrera académica, una vez doctorado en 1990, junto al cansancio por el declive de los gobiernos del PSOE y las luchas internas, 2

me fue alejando también de la militancia. No obstante, como afiliado al sindicato de trabajadores de la enseñanza (FETE-UGT) en la UNED, fui llamado en algunas ocasiones a participar en mesas sectoriales en el Ministerio de Educación para reformas educativas. Finalmente, en 1994 decidí darme de baja como afiliado al PSOE convencido de que poco podía contribuir como militante más allá del frente cultural. A pesar del cariño hacia militantes de la Agrupación de Chamberí, del requerimiento personal de su presidenta Paquita y de la invitación de Ludolfo Paramio para asistir a la Escuela de Verano Jaime Vera, no modifiqué mi decisión. A partir de 1995, ya como profesor titular, seguí colaborando con las fundaciones socialistas, participando en publicaciones y organizando cursos en 1999 y 2003-2004 en la Fundación Pablo Iglesias. Estas colaboraciones se intensificaron durante la etapa de gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, pero en la primera década del nuevo siglo mis intereses investigadores me llevaron a temas del exilio en México. En este sentido, desde 2007 representé a la UNED en la Cátedra del exilio, patrocinada por el Banco de Santander, en la que, junto a la Fundación Pablo Iglesias, colaboraban tres universidades españolas y la UNAM de México. Esta representación me permitió participar en múltiples foros académicos o no, y promover una miniserie de seis capítulos para TVE, “Los retornos del exilio a la España democrática”, gracias a la colaboración del Centro de Medios Audiovisuales de la UNED. En esta serie televisiva dimos un papel central a la reflexión no sólo sobre los refugiados de 1939 sino sobre el retorno de la segunda generación del exilio socialista a la España democrática. Fue ya con actual década, cuando dirigí mi atención investigadora hacia la historia del PSOE en la época actual y con el fin de la era Zapatero cuando decidí retornar a la condición de afiliado. En esta nueva etapa, decidí militar en la ASU. La refundada Agrupación Universitaria de la democracia era un lugar de encuentro de veteranos profesores y centro de reclutamiento de cuadros políticos más que un think tank o un movimiento universitario. La participación en asambleas, conferencias políticas o cursos con fundaciones y agrupaciones territoriales socialistas, me animaron a plantearme una postulación como parlamentario en el Senado, recibiendo el visto bueno del, por entonces, secretario de Formación de la Comisión Ejecutiva Federal del PSOE, mi amigo Rafael Simancas. En 2013 y 2014 participé en numerosos actos públicos como una forma de preparar mi precandidatura. Sin embargo, al comenzar el año electoral en 2015, la crisis del partido 3

en Madrid y la centralidad de los actos electorales, redujeron al mínimo mi posible participación en actos culturales socialistas. Por ejemplo, una conferencia en Ferraz sobre Pablo Iglesias concejal junto a Simancas y el candidato municipal, elegido en primarias, Carmona, fue suspendida en febrero y de nuevo en septiembre, tras su destitución como portavoz del Ayuntamiento de Madrid. Para colmo, al dirigente destituido le daban la posibilidad, como premio de consolación, de su inclusión preferente como candidato al Senado. Mi posible carrera parlamentaria se veía abocada a la deriva. Mi propósito había sido colaborar desde el ámbito parlamentario y las fundaciones en la continuidad de la cultura histórica socialista y en la reforma del Estado. El frente cultural se veía limitado crecientemente ante otras prioridades de la campaña electoral. Pese a ello, abrí una página en las redes sociales para movilizar a mis compañeros universitarios, organicé jornadas conmemorativas y de estudio del pasado, incorporándome al consejo del naciente Instituto de Historia Social de la Fundación Pablo Iglesias. Toda esta larga digresión sirve para explicar que en estos años mi militancia se ha dirigido hacia la escritura en los diarios digitales de inspiración socialista. Primero, en el Diario Progresista, donde publiqué una veintena de columnas y artículos, la mayoría dentro de una serie biográfica que titulé “Memoria Socialista”. Buena parte de los mismos han sido publicados en el libro digital Socialistas de otro tiempo (Punto de vista). El cierre de éste Diario en mayo de 2015 tras el relativo fracaso electoral de Antonio Carmona, me hizo acercarme al nuevo El Socialista digital. Debo aclarar que tanto las colaboraciones en el primer medio como las que siguieron en el renacido diario El Socialista (fue diario solamente entre 1913 y el final de la guerra de España) fueron no venales y por iniciativa propia. Solamente, tras una docena de columnas fui invitado a escribir su declaración de principios y a incorporarme a su consejo editorial. Estas columnas políticas, escritas a vuela pluma en la popular red social Facebook, resultan placenteras por la inmediatez de su publicación en la prensa digital y por tener el carácter de breves reflexiones políticas a partir de mis conocimientos históricos. La compilación se cierra con algunos ensayos publicados en el diario El Socialista digital, El Obrero y El Socialista de contenido plenamente histórico más que político y que no fueron incorporados al libro Socialistas de otro tiempo, en el momento posterior a las elecciones generales del 26 de Junio y la investidura final de Mariano Rajoy. La aventura 4

de una recuperación de publicaciones digitales socialistas mediante diarios termina con el XXXIX Congreso del PSOE, aunque haya otras publicaciones digitales más o menos afines. Mi implicación como apoderado en una de las candidaturas a la elección de rector de la UNED me ha permitido vivir una campaña electoral de otro tipo. Finalmente, un grupo de amigos, colegas y compañeros socialistas me han elegido Secretario General de la histórica Agrupación Socialista Universitaria (ASU) en noviembre de 2017, inaugurando una nueva etapa de la misma tras las gestiones de Rafael Simancas, Elviro Aranda y Ricardo Peña durante los últimos veinticinco años.

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EL PSOE ANTE LA MONARQUÍA: DESDE LA POSGUERRA A LA TRANSICIÓN

La oposición antifranquista, (desde 1947 el PSOE, y a partir de 1956-57, comunistas, republicanos liberales y nacionalistas del exilio) propugnó una transición guiada por un gobierno imparcial (sin signo institucional y, por tanto, sin prefigurar la forma de gobierno por una regencia o una restauración previa), que consultara al pueblo mediante un plebiscito o unas elecciones a cortes constituyentes. Solamente, a partir de la creación por el PSOE de la Plataforma de Convergencia Democrática en 1975 fue silenciada esa exigencia, que además implicaba el voto republicano. En cualquier caso, a partir de 1961 el PSOE y la Unión de Fuerzas Democráticas que reunía con ellos a republicanos liberales, democristianos y nacionalistas, aceptó como positiva frente a la dictadura franquista una salida de monarquía constitucional que restaurara las libertades, sin implicarse en ese proceso de transición, claro está. Es cierto que ya en 1947 se discutió la posibilidad de una regencia provisional y que Indalecio Prieto llegó a escribir una carta al Pretendiente. En 1962 en Múnich, Rodolfo Llopis llegó a decir en privado que le parecía bien una restauración parlamentaria y, por tanto, esto implicaba una aceptación tácita de la monarquía. El PCE de Carrillo terminó asumiendo la fórmula del PSOE en el momento de la creación de la Junta Democrática. Sin embargo, eso no se incluyó nunca como declaración pública del Partido y se siguió propugnando una república federal, incluso en Suresnes. A partir de 1970, la cuestión institucional perdió relevancia en el debate político, asumiéndose que la monarquía iba a ser la salida de la dictadura. El que fuera secretario del partido hasta 1931, Andrés Saborit, y el presidente de la república en el exilio, el socialista Luis Jiménez de Asúa, especulaban al inicio de los años setenta sobre que "Juanito" podría conducir a España a la democracia. Felipe González, primer secretario del PSOE desde el Congreso de octubre de 1974, sostuvo conversaciones en la segunda mitad de 1975 y, tras la muerte de Franco, con diplomáticos americanos, en las que aseguraba que el partido no sería un estorbo a una transición democratizadora guiada por Juan Carlos I. Sin embargo, esa postura no se defendió públicamente y, solamente, en el momento de las elecciones de junio de 1977, empezaron a abundar las declaraciones promonárquicas aunque todavía se sostuviera un voto particular republicano en la comisión constitucional. 6

Por ejemplo, días antes de las elecciones, Felipe González señalaba: “En las próximas Cortes el artículo primero tendrá que decir cuál es la forma del Estado inexorablemente. Si no es en las próximas Cortes, ese problema se va a producir. En este momento, en esta coyuntura, la Monarquía tiene la oportunidad histórica de ser ampliamente refrendada, pero además respetando que haya opciones que no sean las opciones monárquicas. No se trata de hacer un fanatismo republicano y antimonárquico, se trata de que cada uno entiende una forma de gobierno como más racional, y sea cual sea la forma de gobierno que resulte tiene que ser la que democráticamente el pueblo haya decidido, y este momento la inmensa mayoría del pueblo o una buena parte del pueblo, en todo caso mayoritaria, va a optar como opción o como exclusión por la Monarquía” (Ya, 29.5.1977)

En realidad, en agosto de 1977 se celebró una reunión de los dirigentes del partido en Sigüenza en la que Alfonso Guerra recomendó no dar prioridad política a la cuestión de la forma de gobierno. No obstante, Luis Gómez Llorente en la comisión constitucional del 11 de mayo de 1978 sostuvo que la “forma republicana del Estado es más racional y acorde bajo el prisma de los principios democráticos” aunque, también, matizó que “el Partido Socialista no se empeña como causa central y prioritaria de su hacer en cambiar la forma de Gobierno en tanto pueda albergar razonables esperanzas en que sean compatibles la Corona y la democracia”. El voto particular socialista pro-republicano fue rechazado en la comisión constitucional, por lo que se decidió no llevar la propuesta al pleno del Congreso. Ningún otro partido, ni siquiera el PCE, apoyó dicho voto particular. Finalmente, el PSOE votó sí a la Constitución que establecía que España es una monarquía parlamentaria. Sin embargo, dada la correlación de fuerzas y los condicionantes de la transición, no se pudo celebrar un plebiscito sobre la monarquía ni siquiera un pronunciamiento explícito parlamentario sobre la forma de gobierno, como había defendido la posición política del partido durante los treinta años anteriores.

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LA ESPAÑA DEL PUEBLO

El rechazo socialista hacia los nacionalismos se vio atemperado desde el advenimiento de la Segunda República por un patriotismo que consideraba respetables los sentimientos de los pueblos españoles que hubiesen desarrollado una conciencia histórica regional. La experiencia de gobierno y la derrota de la República en guerra, que condujo a buena parte de los dirigentes socialistas a la muerte o al exilio, hizo imperativo el pensamiento sobre España. En efecto, el drama de la guerra civil “nacionalizó” el pensamiento socialista, haciendo que sus militantes exiliados redescubrieran el sentimiento patriótico. La idea de España del PSOE tuvo una pionera deriva popular, años antes que el revisionismo de laboristas británicos o socialdemócratas alemanes en los años cincuenta abriera el proyecto político socialista a las clases medias. Tras la muerte del veterano líder socialista, Indalecio Prieto, en 1962, la reactualización de la cultura política federalista influyó en el discurso y proyecto del PSOE, debido a la competencia de nuevas formaciones políticas de ámbito regional, sobre todo de los socialistas catalanistas, que se reclamaban del socialismo y que terminaron creando una efímera Federación de Partidos Socialistas durante los primeros tiempos de la transición. La asunción del federalismo por el PSOE, al que se había reincorporado el apóstol del federalismo castellano e impulsor de la revista Las Españas, Anselmo Carretero Jiménez, desde su exilio mexicano, fue breve. La apelación al pueblo, tanto o más que a la clase trabajadora, fue común en la propaganda electoral socialista. En los lemas de congresos y campañas electorales, la palabra España apareció crecientemente con el transcurso de los años. Ya en 1976, con ocasión de la Escuela de verano, el joven líder Felipe González había reivindicado la voz España frente a los que decían siempre “estado español”. Tras la unidad socialista y el consenso constitucional de 1978, el PSOE viró progresivamente hacia la generalización del Estado de las Autonomías, echando al olvido la experiencia de Estado “integral” de la Segunda República o de federalismo “asimétrico”, optando por un patriotismo “constitucional” que pretendía aunar pluralidad y solidaridad. Aunque en 1981 los socialistas defendieron como Día de España, sin el acuerdo del centro y de la derecha, el aniversario de la aprobación por el pueblo español 8

de la Constitución de 1978, más adelante, en 1987, en vísperas del Quinto Centenario, el parlamento terminó aprobando el 12 de Octubre como fiesta nacional y creando la Conferencia anual Iberoamericana, presidida por el rey Juan Carlos I. Era una forma, también, de compensar el reciente ingreso de España en la Comunidad Económica Europea, reivindicando la posible mediación atlántica de España hacia las naciones americanas, que había sido también refrendada con la confirmación de la pertenencia a la OTAN. Los pactos autonómicos de 1981 y de 1992 permitieron una progresiva homologación de las comunidades autónomas, convirtiendo España en un estado cuasifederal. A lo largo de un siglo, el PSOE había evolucionado de ser un pequeño partido político internacionalista hasta convertirse en agente de la modernización de la sociedad española y vertebrador de los pueblos y tierras de España.

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INTELECTUALES E IZQUIERDA EN LA ESPAÑA DE LA DICTADURA A LA DEMOCRACIA

Al hilo del libro del historiador Juan Andrade sobre la izquierda parlamentaria (en) transición, veo como afirma que el PCE era no sólo el partido mejor organizado de la clandestinidad, cosa que nadie discute, sino el partido de los intelectuales. Quizá su noción de intelectual es amplia, equiparándola a la categoría de profesionales universitarios. Por otro lado, considera que el único intelectual marxista fue Manuel Sacristán y que el PSOE carecía de peso entre los intelectuales. La verdad es que no puedo estar de acuerdo, pues, en primer lugar, la aparición de la ASU en 1956 supuso una inyección de intelectuales de clase media universitaria en el viejo tronco del PSOE, como, entre otros, Víctor Pradera, Francisco Bustelo o Miguel Sánchez Mazas. Si a ello añadimos que personalidades como Luis Martín Santos compartieron la dirección clandestina con Antonio Amat o Ramón Rubial hasta los primeros años sesenta y que Enrique Tierno Galván y su círculo pidió el alta en 1962, a pesar de su deriva escisionista en 1968 y que desde 1967-68, como ha estudiado Muñoz Soro, el círculo de Cuadernos para el Diálogo con Gregorio Peces-Barba, Elías Díaz y muchos otros evolucionó hacia la socialdemocracia, la verdad es que la potencialidad e implantación entre los intelectuales del PSOE fue creciente. Hay que recordar, además, que en 1972 se fundó la revista Sistema en Madrid y en 1978 la revista Leviatán en Sevilla, que formaron parte del aparato cultural socialista. En Sistema estaban intelectuales como, además de los citados, Luis García San Miguel, Carlos Moya, Ignacio Sotelo o Javier Muguerza. En Leviatán, fundada en un momento de ajuste ideológico socialista, entraron Salvador Clotas, Antonio García Santesmases, Fernando Claudín (desde 1981 director de la fundación P. Iglesias), Ludolfo Paramio, Reyes Mate o José María Maravall. Muchos de ellos formaron parte también de la dirección central del PSOE desde 1976 pero sobre todo desde 1979, reformulando el proyecto socialista. Nada similar encontramos en la dirección del PCE donde los intelectuales no pudieron consolidar revistas como La Calle o Triunfo, y podríamos citar con los dedos de una mano la presencia de intelectuales en su dirección central durante la transición (Manuel Azcárate, Solé Tura, …). Otra de las ventajas del PSOE desde 1976 fue la plataforma mediática de El País, que recogía colaboraciones de intelectuales socialistas, mientras que el PCE no tuvo un 10

soporte parecido en un diario nacional. Y se podría añadir a la revista Zona Abierta, dirigida por Ludolfo Paramio y Jorge Martínez Reverte, fundada en 1974. Este grupo estuvo más claramente vinculado al pensamiento marxista, consiguiendo la colaboración de eurocomunistas como Azcárate o Pilar Brabo.

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CUARENTA AÑOS SIN FRANCO

Este año se cumplen cuarenta años sin Franco. Para la preservación de esta Historia del Presente, apenas se han esbozado algunas medidas de instituciones privadas. Por ejemplo, se puede elogiar el acuerdo entre la Academia de Ciencias Morales y Políticas y la Fundación Transición, para acoger y digitalizar los fondos depositados en ésta última, entre los que se encuentran el archivo de Alfonso Ossorio, vicepresidente de gobierno con Adolfo Suárez. Por su lado, las fundaciones reunidas en los Archivos del Movimiento Obrero en Alcalá de Henares reúnen fondos de políticos y sindicalistas de la democracia, entre los que cabría citar a Carmen García Bloise, Antón Saracíbar, Manuel Simón o Carlos Revilla. Sin embargo, toda esta meritoria labor privada debía ser impulsada por el gobierno, creando un archivo en línea a través de, por ejemplo, el Senado. A este respecto, cabe destacar la loable labor de la República italiana, que a través de la Biblioteca del Senado, ha digitalizado colecciones y fondos documentales de todo el arco político, estén o no depositados físicamente en la institución parlamentaria. Sería una forma, además, de paliar la dispersión y territorialización de instituciones culturales dedicadas a la memoria de determinadas personalidades propia de nuestro Estado de las Autonomías. Los Grupos Parlamentarios, como ha sido habitual en el socialista, debían ampliar la mera dedicación de una parte de las subvenciones estatales a estas fundaciones e instituciones parapolíticas, posibilitando la digitalización de los archivos de la democracia a través de las bibliotecas de las instituciones parlamentarias. Se hace urgente, también, elaborar una nueva ley de Patrimonio Histórico que sustituya a la de 1985, para facilitar el acceso a la documentación con más de veinticinco años de antigüedad, como es normal en otros países europeos. Resulta ridículo a estas alturas que el Ministerio de Defensa, amparándose en la ley de Secretos Oficiales, no desclasique documentos de la época de la segunda guerra mundial y, en general, del tiempo de la dictadura franquista. Es un deber para la calidad de la democracia y la preservación de su memoria pero, también, es un útil repositorio para consulta de la toda la ciudadanía, en primer lugar, de sus representantes. Esperemos que con ocasión del aniversario y de la nueva legislatura 12

que se iniciará este año se elabore un proyecto de memoria democrática que comience por la preservación de los vestigios materiales de nuestro tiempo. Una medida que serviría para reforzar la legitimidad de nuestro marco de convivencia y fomentar lo que se ha venido en denominarse un nuevo patriotismo constitucional.

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LIDERAZGOS SOCIALISTAS DURANTE EL SIGLO XX

En la historia del socialismo español quizá se puede decir que los líderes carismáticos se han alternado con otros cuyo liderazgo ha sido más racional y burocrático, según la conceptualización del sociólogo clásico Max Weber. Además del fundador, Pablo Iglesias, otras dos personalidades socialistas del siglo XX, Indalecio Prieto y Felipe González, podrían ser caracterizados como líderes con carisma. El “Abuelo” Iglesias solamente alcanzó un puesto de representación electoral, concejal por Madrid, en 1905, con 55 años cumplidos. Atrás dejaba treinta años de trabajo, prisiones y militancia en unas condiciones muy difíciles. Su liderazgo se vio consolidado por el éxito electoral, llegó finalmente a ser el primer diputado socialista en 1910 gracias a la conjunción con los republicanos, pero también por esos años de incansable entrega a la Causa. Nadie ya la disputaría el liderazgo hasta el momento de su muerte en 1925, convirtiéndose en un símbolo en vida a partir de 1918, pese a las turbulencias del trienio bolchevique y a las escisiones comunistas. La propia heroica consolidación de las organizaciones socialistas y su moralización de la vida pública hizo que Iglesias no tuviera verdaderos rivales, pese a la importancia de otras figuras como García Quejido o el doctor Jaime Vera. El liderazgo de Iglesias fue sucedido por Julián Besteiro y Francisco Largo Caballero durante los años de la Dictadura de Primo de Rivera y la Segunda República. Fue una especie de diarquía o liderazgo compartido entre dos personalidades muy diferentes pero complementarias, el catedrático intelectual y el obrero autodidacta. En realidad, como han estudiado Juliá o Aróstegui, las culturas políticas de ambas figuras no fueron tan diferentes, una especie de cultura sindicalista más que marxista revolucionaria

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democrática. Aunque terminaron enfrentados entre 1930 y 1936, sus seguidores terminaron confluyendo en la refundación de las organizaciones socialistas desde el final de la guerra civil y en el exilio, en torno al liderazgo de Prieto. El liderazgo de Indalecio Prieto fue más difícil de consolidar debido a la competencia con las personalidades de Besteiro y Largo Caballero. Desde su acceso al Parlamento en 1918, con 35 años, se fue afirmando como líder parlamentario al mismo tiempo que se producía la retirada de Iglesias, debido a la vejez y a la enfermedad. En el partido, Prieto estaría 14

en minoría hasta 1936 porque si bien logró el control de la Ejecutiva en diciembre de 1935 no logró lo mismo con el Grupo Parlamentario hasta 1937, ya con la edad de 55 años. Además, el acceso a la presidencia del gobierno de Juan Negrín complicó la afirmación de su liderazgo debido a los apoyos que el presidente encontró entre sus colaboradores del gobierno de la República en guerra y de la corriente marxista revolucionaria. A pesar de las difíciles circunstancias de represión y exilio que trajo consigo la derrota, el maduro Prieto comenzó a consolidar su liderazgo con el final de la guerra. La práctica retirada de la vida política y posterior prisión y muerte de Besteiro y Largo Caballero, supuso que antiguos lugartenientes de éstos como Andrés Saborit o Rodolfo Llopis aceptaran el liderazgo de Prieto. La entrega de este hacia la ayuda a los refugiados y, en general, las víctimas del franquismo, terminaron por consolidar el liderazgo de Prieto tras la creación del Círculo Pablo Iglesias en México en 1940. Aunque Prieto solamente ocupó la presidencia del partido entre 1948 y 1950, su liderazgo fue indiscutible hasta prácticamente su muerte en febrero de 1962. En esos casi 25 años, la militancia redescubrió el sentimiento patriótico y se afirmaron valores resueltamente democráticos para resolver el problema de España. A la muerte de Don Inda, el secretario general del PSOE y presidente de UGT, Rodolfo Llopis, pedagogo pero mediocre escritor y orador, siguió desempeñando esos puestos hasta el bienio de 1971-72, completando un ciclo de casi treinta años desde el momento de la liberación de Francia. El vacío de liderazgo en el partido fue ocupado desde sus primeras intervenciones en los Congresos de 1970 y 1972 por un joven menor de 30 años, el sevillano Felipe González. La consolidación de su liderazgo se extendió hasta Suresnes y, en menor medida, hasta el congreso del “marxismo” de 1979. Al igual que Prieto, el nuevo primer secretario del partido se reveló como un excelente orador al acceder con 35 años al Parlamento. Los éxitos electorales y la reconstrucción de las organizaciones socialistas durante la transición, creciendo la militancia en apenas cinco años desde los 3.500 hasta los 50.000, otorgaron a Felipe un creciente carisma, logrando personalmente imponer ajustes ideológicos, como el occidentalismo o el pluralismo ideológico. Aunque desde 1989 en el PSOE se empezó a hablar de sucesión, la realidad es que el liderazgo de González se extendió durante 25 años hasta la derrota electoral de 1996 y su dimisión un año después. En cualquier caso, los tres líderes carismáticos existentes en la historia del PSOE durante el siglo XX lograron consolidar al partido en difíciles circunstancias como la ilegalidad y 15

ausencia de democracia durante la Restauración; la guerra, la represión franquista y el exilio; o, incluso, la transición y consolidación de la democracia tras la muerte de Franco. Tras la consolidación de su liderazgo, pudieron dirigir indiscutidamente al partido socialista durante largos períodos de 25 años. Quizá estemos ahora en una fase de nueva consolidación de liderazgo en un momento de crisis del sistema político que, tras unos años, abra otro periodo de estabilidad y progreso.

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MUJER Y SOCIALISMO

Desde comienzos del siglo XX aparecieron las agrupaciones femeninas socialistas sobre todo en el ámbito de las Juventudes. En los años de la Segunda República fue creado un Secretariado femenino del PSOE aunque muchas de sus líderes y diputadas no participaron en el aglutinamiento y refundación socialista de posguerra, con la excepción de la escritora María Lejárraga. Este histórico Secretariado fue reconstituido en el exilio entre 1964 y 1970, desempeñando la secretaría Carmen García Bloise, apoyada por mujeres como Purificación Tomás, exiliada en México. En el interior de España hubo grupos femeninos en Madrid y Vizcaya, aunque estas militantes fueron reacias a constituir entidades independientes debido a la clandestinidad. Por ello, en 1970, cuando se empezó a imponer la militancia del interior de España y arrancó el proceso de renovación y reestructuración de las organizaciones socialistas, el Secretariado fue suprimido. No obstante, algunas mujeres participaron en la reorganización socialista regresando desde el exilio y militando activamente, como, entre otras, la propia Carmen García, Ludivina García, Libertad Fernández o Purificación Tomás. No fue hasta enero de 1977 cuando se creó la comisión Mujer y Socialismo, impulsada, entre otras, por Carlota Bustelo, que procedía de la Agrupación Socialista Universitaria, y Carmen García Bloise, dependiente de la Secretaría federal de Formación, convertida en un grupo federal entre 1979 y 1984, que pasó a depender de la Secretaría Ejecutiva federal de Asuntos Sociales. En esos años, el número de afiliadas al PSOE estaba por debajo del 10 por 100, por lo que las feministas socialistas reclamaron sin éxito una cuota de sobrerrepresentación del 15 por 100. En 1983 fue creado el Instituto de la Mujer, dependiente inicialmente del Ministerio de Cultura y dirigido por Carlota Bustelo. Sin embargo, hasta 1985 no fue constituida la secretaría de Participación de la mujer, bajo la responsabilidad de Matilde Fernández y luego de Dolores Renau, que en 1990 alcanzó la categoría de secretaría de área con Josefa Pardo. Fue también en los años del PSOE en el poder cuando se constituyó la Federación de Mujeres Progresistas (1987) y fue aprobada una cuota de discriminación positiva del 25 por 100 (Congreso de enero de 1988). Años antes, desde 1982, la cuota del 15 por 100 había sido aprobada por el IV Congreso del Partido de los Socialistas de Catalunya. Las medidas de discriminación positiva permitieron que el número de mujeres militantes se 17

doblara en la década de los ochenta, impulsándose una campaña de afiliación femenina en 1990 con el objetivo de alcanzar una tasa del 30 por 100. La Federación de Mujeres Progresistas tuvo el carácter de asociación no gubernamental y no sólo de mujeres militantes socialistas. No obstante, aunque en las elecciones de 1986 las diputadas socialistas fueron 31 frente a las 22 de la primera legislatura socialista (un 8 por 100), faltarían muchos años para que se alcanzara dicha representación debido al orden de las listas electorales. Donde sí se aplicó esa cuota del 25% fue en la dirección federal del partido socialista desde enero de 1988 aunque el número de responsables de área fue mucho menor: secretarías de internacional y de participación de la mujer. Sin embargo, la realidad de una irregular constitución de grupos femeninos socialistas durante el siglo XX debido, en buena medida, a la falta de libertades durante décadas, atraso de la sociedad española y debilidad organizativa de los partidos políticos en la España democrática, ha supuesto que no se consolidara este tipo de asociación, a diferencia de otros países europeos. Quizá la realidad social y cultural del siglo XXI hace innecesaria ese tipo de agrupación política específicamente femenina.

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“IDENTIDADES” Y CULTURAS POLÍTICAS DEL EXILIO

Desde un punto de vista historiográfico, el término “identidad” es algo confuso (y tiene poco que ver con lo que define la RAE). Las identidades, como la memoria, son individuales y múltiples, aunque utilicemos el concepto "identidad colectiva". Me parece que el término identidad hay que referirlo a marcos de referencia y pertenencia diversos aunque lo más habitual sea referirlo a la cuestión de la identidad nacional. Lo curioso de la identidad nacional desarrollada en el exilio fue el reforzamiento del patriotismo, de pensar sobre la patria pérdida. Este patriotismo, que algunos equiparan al nacionalismo español, no fue incompatible con la participación en centros regionales, algunos tan simpáticos como la peña madrileñista Los Cuatro Gatos. Tenemos una curiosa combinación, por tanto, de patriotismo español y de exaltación regionalista. Una España múltiple, plural, con deseos de unidad sin amalgama, que permitirá la coincidencia de personalidades de ideología variada en la revista, por ejemplo, Las Españas. Hasta nacionalistas vascos y catalanes como Manuel Irujo o Pedro Bosch Gimpera, que habían tenido experiencia de gobierno en la República en guerra, terminaron defendiendo desde la lejanía de España concepciones federalistas. Hoy en día podría sorprender que dirigentes del PNV o ERC en el pasado reciente compartieran la idea de una España federal. Por lo demás, las culturas políticas republicana liberal, marxista revolucionaria, sindicalista o reformista democrática tendieron todas ellas a compartir, en términos generales, esa identidad plural española. La izquierda tendió a redescubrir el sentimiento de España. El partido político o el sindicato en el exilio se convirtieron en el lugar de la patria perdida. El núcleo de la posición política de los socialistas fue pensar y repensar el “problema español”, en cómo construir un futuro democrático tras un periodo de transición imparcial. La socialización y nacionalización de los jóvenes y niños de la segunda o tercera generación del exilio, a través de las instituciones educativas o de las asociaciones culturales o políticas, resulta un tema interesante desde las Ciencias de la Educación o de la Antropología, pero difícilmente abordable desde la historiografía, salvo que se trabaje sobre todo con el testimonio oral. 19

¿Cuál es el verdadero sentimiento nacional de los españoles del exterior nacidos fuera de España? El arco de respuestas podría ser infinito, pero me parece que la mayor parte se sienten más franceses, mexicanos o argentinos. La nacionalidad española de estos nietos de emigrantes o exiliados tiene sobre todo un carácter sentimental y, en escasa medida, va acompañada de participación en la construcción de ciudadanía. Por otro lado, la implantación en 2011 del voto “rogado” no ha hecho sino alejar a muchos españoles del exterior del ejercicio del derecho al voto dada la dificultad burocrática existente por la exigencia de una previa solicitud de la voluntad de votar. En resumen, hablar de identidades nacionales es un recurso mítico de los nacionalistas, del que han abusado con frecuencia realizando una verdadera invención del pasado. En vez del uso y abuso político del pasado habría que dejar la reconstrucción de la historia a los historiadores, para que los ciudadanos puedan formarse en una verdadera cultura histórica.

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EL ÚLTIMO “CURIOSO IMPERTINENTE”

Raymond Carr ha muerto. Tuve la suerte de tenerle como tutor de mi estancia como becario postdoctoral en St. Antony´ College en Oxford entre marzo y agosto de 1991. Solamente le vi en un par de ocasiones en seminarios y para la firma de papeles. Mi trabajo sobre los socialistas de posguerra y sobre la violencia de la guerra de España desde una perspectiva microhistórica en Cantabria le parecieron "románticos"... Aunque procedía de una familia de clase media baja, su paso por él aristocrático Oxford de entreguerras le permitió habituarse al acento y los modos de la "upper class". Pasada la guerra mundial, enseguida abandonó un aburrido estudio sobre el comercio del hierro sueco en la Edad Moderna para descubrir la terrible pero todavía exótica España de los años cincuenta. Se acababa de casar con una aristócrata inglesa y su carácter extravagante le permitió frecuentar tanto los ambientes de la clase alta como de la inteligencia. Su algo movida vida oxoniense le condujo a una aventura sentimental y un incidente luctuoso que fue retratado en la película Accident de Losey. Tuvo la oportunidad de ser el último "curioso impertinente" de los viajeros ingleses de la Edad Contemporánea. Para su principal libro Spain (una historia de España entre la guerra de la independencia y 1875, luego ampliado hasta 1939) habló con generales, con escritores y políticos. Consolidado como fellow en el naciente St. Antony, logró recabar fondos de diversas administraciones y empresas bancarias. Como ha estudiado María Jesús González, debido al interés sobre el mundo hispánico provocado por la revolución castrista pudo fundar centros de estudio dedicados a España y a América Latina. Por el Iberian Center pasaron jóvenes historiadores como Joaquín Romero Maura o Juan Pablo Fusi, entre otros. La transición y consolidación de la democracia en España le otorgaron una enorme audiencia recibiendo diversos premios. En esta época incluso fue asesor de Margaret Tatcher y la administración socialista de Felipe González le agasajó y escuchó en diversas ocasiones. No pudo consolidarse, en cambio, el centro de estudios sobre España contemporánea y al final de la década de los ochenta se jubiló. A partir de entonces pudo desarrollar una de sus aficiones preferidas: la caza del zorro. 21

Raymond Carr tuvo una fina sensibilidad como historiador político sin olvidar, claro está, las dimensiones sociales y culturales del pasado. Su simpatía e ironía, su saber escuchar a todo el mundo, le dieron una dimensión muy humana pese a su conversión tory.

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EULALIO FERRER

Nacido en Santander el 26 de febrero de 1921, fue hijo del dirigente de la Federación Obrera Montañesa (FOM) de UGT y secretario del Frente Popular, Eulalio Ferrer, también exiliado en México. Estudió en la Escuela Laica y fue secretario infantil de las Juventudes Socialistas de Santander, bajo la tutela de Matilde Zapata. Colaborador en el diario La Región del periodista socialista asesinado en 1936, Luciano Malumbres. A los 16 años fue secretario de propaganda de las Juventudes Socialistas Unificadas de Santander y director de Nueva Ruta. Ejerció de secretario particular del Secretario de Guerra del Comité Interprovincial de Santander, Antonio Somarriba, y, más adelante, del comisario y dirigente de los obreros portuarios de la FOM, Jesús González Malo. Dirigió Reconquista, órgano de las JSU del Norte. Con 19 años fue el capitán más joven en la guerra civil, participando en la Batalla del Ebro. Estuvo internado en el campo de Argelès-sur-Mer, del que salió para México, llegando al puerto de Coatzacoalcos en julio 1940. Inicialmente, su familia se vio forzada a establecerse en Oaxaca. Protegido por Indalecio Prieto, fue dirigente de las Juventudes Socialistas y vicesecretario del comité de la sección de UGT en México a finales de los años cuarenta, hasta mayo de 1949 en que pidió ser relevado por su traslado temporal a Caracas. Dirigió el semanario Renovación de las Juventudes en México. En 1949 se nacionalizó mexicano. Patrocinó ediciones vinculadas al PSOE en México durante los años cincuenta y sesenta. La Agrupación Socialista Española de México le abrió un expediente a finales de los años cincuenta por recibir al director de la revista Índice y hacerse accionista de la misma. Impulsó en 1941 la creación del Centro Montañés Sotileza y formó parte, también, de la Asociación Madrileñista Los Cuatro Gatos durante los años cincuenta. Más adelante, fue presidente del Ateneo Español de México. Sus amigos y compañeros Rafael Méndez y Santiago Garcés le propusieron ser director del semanario socialista Adelante. A la muerte de su padre en 1964, y dada su prosperidad como publicista, se dio de baja del PSOE. Hombre de formación autodidacta, muy tenaz y de condición generosa, fue docente en la Universidad Iberoamericana y otras instituciones educativas. En 1940 trabajó en la revista Mercurio, donde llegó a director. En 1946 fundó la agencia Asuntos Modernos, que en 23

1960 pasó a llamarse Publicidad Ferrer y fue durante décadas la empresa publicitaria más importante de México, con oficinas en Nueva York, entre otras grandes ciudades. Desde los ámbitos radiofónico y televisivo, impulsó proyectos como “Así es mi tierra” (194860), “Charlas mexicanas”, “México lindo”, “Diálogos de la lengua”, “Encuentro” y, en el orden editorial, Cuadernos de Comunicación. Regresó por primera vez a España en 1969 con el salvoconducto de Rodrigo Royo. En 1971 recibió premios de la Academia española de la Publicidad y, en esa misma década, de la Sociedad de Estudios Montañeses. Estableció amistad con Pío Cabanillas y Manuel Fraga durante el tardofranquismo. En 1993 fue nombrado miembro de número de la Academia Mexicana de la Lengua, ejerciendo el puesto de tesorero. Fue miembro correspondiente de la Real Academia Española, y miembro correspondiente de la Academia Norteamericana de la Lengua Española. Fue miembro de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística. Promovió la Cátedra Eulalio Ferrer en la Universidad de Cantabria, patrocinando múltiples iniciativas culturales. Fundó el Museo Iconográfico del Quijote en Guanajuato, siendo inaugurado en 1987 por Rafael Méndez, Felipe González y el presidente mexicano Miguel de La Madrid. Publicó numerosos libros, entre los que cabe destacar: De la lucha de clases a la luchas de frases, Diario de un publicista, Mi Santander, Entre Alambradas, Por el ancho mundo de la propaganda, El lenguaje de la publicidad… Murió en México el 25 de marzo de 2009.

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EL RETORNO DE LOS CENTRISTAS

Tras más de veinte años de la práctica desaparición de las formaciones políticas estatales de centro, estamos en un momento de retorno del centrismo a la arena política. En efecto, coaliciones, como Unión de Centro Democrático (UCD) o Convergencia i Unió protagonizaron el centrismo político durante los años de la transición. Más adelante, la conservadora Alianza Popular enmascaró su perfil durante los años ochenta hasta el momento de su refundación, en una alianza con democristianos y liberales denominada Coalición Popular. Asimismo, durante los años ochenta el centrismo acaudillado por Adolfo Suárez revivió como Centro Democrático y Social (CDS). En cambio, en los años noventa del siglo XX la desaparición de los partidos nacionales de centro permitió a nacionalistas vascos y catalanes condicionar las políticas de los gobiernos de Felipe González y José María Aznar.

A partir de 2007, surgió Unión Progreso y Democracia, como un partido reformista socioliberal, arropado por algunos filósofos como Savater o Gorriarán, pero claramente vinculado a la personalidad de Rosa Diez. Un pequeño partido político “españolista”, laico y progresista y, sobre todo, antinacionalista. ¿Cómo se explica qué UPyD se haya eclipsado de las expectativas de éxito en el espacio de centro, mientras que en unos meses Ciudadanos esté polarizando el voto del centro-derecha? Aquí habría que referirnos al liderazgo y a la crisis del sistema de partidos de nuestra democracia. Rosa Diez fue una prominente dirigente socialista vasca que, incluso, contendió por la secretaría general del PSOE en el año 2000, encabezando la candidatura de eurodiputados socialistas. Su impulso inicial estuvo relacionado con la evolución de la cuestión vasca, es decir, del terrorismo, y, en menor medida, su desapego respecto al Estado autonómico. Me parece que en las últimas elecciones restó muchos apoyos al PSOE en las grandes ciudades, entre el electorado de clase media. El nuevo partido a pesar de los años transcurridos parece que no ha conseguido institucionalizarse lo suficiente, girando todavía demasiado en torno a su lideresa. En cualquier caso, Díez no se ha podido quitar el estigma de ser una veterana política disidente del PSOE.

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Por el contrario, Ciutadans surgió hace diez años a partir de un manifiesto de intelectuales en Cataluña. Se trataba de un pronunciamiento político realista y claramente contrario al nacionalismo identitario, que sumó a escritores y artistas como, entre otros, Boadella, Azúa o Espada. Estos intelectuales cedieron el testigo a un joven veinteañero, Albert Rivera, para la ardua tarea de organizar un partido. El espacio político “españolista” en Cataluña ha sido aglutinado crecientemente por Ciutadans debido a la crisis del PSCPSOE tras la experiencia de gobierno en el Tripartito y la dificultad del PP para absorber el voto conservador en esta nacionalidad. El salto a la política nacional de Ciudadanos desde las últimas elecciones europeas estaría vinculado al desgaste del gobierno de Rajoy. El espacio político de Ciudadanos se sitúa claramente en el centro-derecha porque es por donde existe más desapego hacia el Partido Popular mientras que el espacio de centroizquierda ya había sido representado parcialmente por UPyD y, más recientemente, por el movimiento del 15 M y Podemos. Sin embargo, dadas las características del sistema electoral español actual, resulta difícil concebir la perduración de un sistema político con seis formaciones políticas estatales por lo que es de prever la desaparición o una futura refundación de los partidos políticos que no obtengan los dos primeros puestos en las futuras elecciones generales. El centrismo político ha sido un fenómeno de la política española en tiempos de transición.

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EL PROYECTO SOCIALISTA Y LA UNIVERSIDAD

De nuevo se oyen cada vez más voces sobre el modelo universitario europeo. Está claro que la financiación pública vía impuestos es lo más justo, es decir, destinar más recursos presupuestarios a la educación para fomentar la igualdad y el aprovechamiento del "capital humano". Es cierto, también, que la semigratuidad de la enseñanza superior beneficia sobre todo a la clase media-alta, castigando a los demás sectores sociales si no se desarrolla un sistema de becas salario. La realidad es que la subida de las tasas no se ha visto acompañada de un aumento de las becas ni de un aumento de la aportación del Estado. Más bien al contrario, el gobierno del PP ha ido reduciendo la aportación del Estado. En el caso de la única universidad no autonómica, la UNED, la aportación del Estado ha sufrido un recorte de un tercio lo que no ha podido ser compensado ni con el aumento de los alumnos ni con la moderada subida de las tasas. Por ello, cada vez más se invita a desarrollar un modelo mixto de financiación pública-privada desarrollando nuevas estructuras para la investigación como los centros de estudio que se sostengan con financiación externa tanto nacional como extranjera, pública o privada. La renovación del personal docente ¿La actual congelación de plantillas se resolverá con una reducción de las necesidades de personal docente para los Grados?.¿O los Máster absorberán al profesorado existente siempre que se reduzcan las tasas para que haya más alumnado o los créditos al estudio de posgrado será lo dominante más que las becas?. En cualquier caso, en el momento actual difícilmente puede hablarse de endogamia en la Universidad, cuando están congeladas las plantillas y la única incorporación posible es a través de convocatorias nacionales o internacionales competitivas de investigadores doctores. Es cierto que no existen apenas incentivos para el quehacer investigador de los profesores, más allá de los sexenios (100 euros al mes por cada uno) y la concesión de proyectos de i+d. Los complementos autonómicos o estatales dependen en escasa medida de la investigación. Los nuevos Máster

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La posible ampliación de los posgrados oficiales supondrá una forma de compensar la menor aportación de financiación pública a la Universidad, que podrá ser compensada con un aumento de los alumnos que estudian máster oficiales. El precio quizá disminuya un tanto para que haya más alumnos que se animen a seguirlos. Hoy en día ya existe un arco muy amplio de ofertas en las universidades públicas y privadas. Por ejemplo, uno de la UNED en Derecho sale a 28 euros el crédito (total 1.680) mientras que el que ofrece la muy Pontificia de Salamanca está actualmente en los 6.000, CUATRO VECES MÁS. ¿Qué pasará cuando los máster sean de dos años, es decir, con 120 créditos? ¿Se doblará el precio por dos o se hará una módica rebaja, con préstamos bancarios incluidos, para mantener la clientela de los posgrados? Mientras tanto, el recorte de gasto en personal docente al reducirse la duración en años de los Grados hará que las jubilaciones de profesorado sean amortizadas. El sociólogo Wert sigue contribuyendo al recorte del estado del bienestar en aspectos cruciales como la Educación y la Sanidad, reduciendo la duración de los Grados y, por tanto, las necesidades de plantilla después de años de deterioro de la enseñanza debido a la congelación del personal docente.

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LA CAÍDA DE LOS CIELOS

Juan Carlos Monedero, antiguo asuísta y militante de IU, muy cercano a Gaspar Llamazares, se despide del núcleo central de Podemos. Con una tesis sobre la descomposición de la República de Weimar, este profesor titular de la Complutense, ha sido el ideólogo, más que intelectual, por excelencia de la nueva formación política radical y populista. Le he leído, apenas, la introducción a la lectura revisionista de la transición y algún artículo indigenista sobre la fiesta nacional del 12 de Octubre. Aunque se podría aludir a la distancia generacional de este profesor cincuentón respecto a otros dirigentes de Podemos y del líder carismático Pablo Iglesias II, así como a la dificultad de conciliar los roles del político y del intelectual, la verdad es que su estampida responde a la necesidad de lavar la cara de la nueva formación política. Está claro que la financiación de Venezuela a Monedero y a la fundación del Grupo compromete a Podemos en su totalidad. Sin embargo, la "nueva política" exigía que Monedero pagara por abrir su monedero sin dar cuentas de ello al fisco. Para Monedero, el intelectual tiene un compromiso moral con la verdad mientras que el político debe negociar la verdad en cada momento, para conseguir la eficacia. En una entrevista con Sebastiaan Faber, Monedero creía que los roles del intelectual y del político eran compatibles, en una lucha interna dialéctica diaria. Sin embargo, toda la retórica del ideólogo sobre los imperativos de la política, de la casta, sobre el alejamiento del partido respecto a la pureza primigenia de los movimientos sociales de base y de la ciudadanía no se sostiene y es un llamamiento a incautos. La respuesta de Iglesias Turrión ha sido un hipócrita canto a la libertad, a la necesidad del camarada de levantar vuelo hacia cielos más despejados y amplios.

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LA IZQUIERDA ANTE LA OTAN, TREINTA AÑOS DESPUÉS

Las izquierdas españolas tuvieron en la cuestión de la seguridad internacional una de las últimas batallas de la transición. La campaña del referéndum sobre la OTAN marcó un antes y un después en la trayectoria de la izquierda política y social española. La cultura política del pacifismo obrero era una de las tradiciones más antiguas de la izquierda española desde la época de la guerra de Cuba y los conflictos en el protectorado de Marruecos. Tras la fundación de la URSS, la izquierda no comunista se encontró sin un modelo de paraíso en la tierra, idealizando procesos revolucionarios como el mexicano. Con la configuración de un mundo bipolar tras la segunda guerra mundial, el proceso de la construcción europea se convirtió en una ilusión de tercera vía frente al occidente capitalista y el bloque comunista. Los pactos de Franco con Eisenhower, añadieron la pulsión antiamericanista al tradicional pacifismo internacionalista obrero. El sueño de unos Estados Unidos Socialistas Europeos, que construyeran su propia comunidad de defensa, no fue ajeno a socialistas españoles pertenecientes a diversas organizaciones como el PSOE, el Movimiento Socialista de Cataluña (MSC), el POUM e, incluso, la fracción política del Movimiento Libertario. Sin duda, el europeísmo que concebía a Europa como una comunidad democrática de ciudadanos más que de pueblos donde realizar la justicia social fue una de las esperanzas del exilio. El retorno de la democracia con la transición y el recrudecimiento de la guerra fría a partir de 1979 trajo a un primer plano de la agenda política el tema de la pertenencia de España a la OTAN. Según recientes revelaciones, las presiones norteamericanas llegaron hasta amenazar la seguridad de las Islas Canarias. Aunque, desde un principio, el moderado líder del PSOE, Felipe González, manifestó que no estaba en contra de la OTAN sino de un nuevo ingreso, el de España, en la Alianza Atlántica, el deseo de alcanzar el poder hizo que la bandera anti OTAN se convirtiera en uno de los principales arietes socialistas contra los gobiernos de UCD. La campaña socialista fue, también, una forma de aglutinar el voto disperso de extrema izquierda y de un PCE en descomposición.

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El PSOE, a través de la Internacional Socialista, se había implicado en activas campañas por el desarme y la defensa de los procesos antiimperialistas en América Latina. Incluso, en clave interna, el nuevo responsable de los asuntos internacionales del PSOE, Fernando Morán, que había sustituido como “ministro en la sombra” al crítico Luis Yáñez a partir de 1979, compartía el ideal de una política europea de defensa y seguridad que mantuviera la peculiar inserción española en Occidente a través de los pactos bilaterales con Estados Unidos. Una opción europeísta que contrastaba con la denuncia de la “gibraltarización” de España que había hecho Indalecio Prieto desde el exilio después de la firma de los pactos de 1953. En realidad, esta postura de potenciar una comunidad europea de defensa y seguridad fue protagonizada por Mitterrand sin mucho éxito, ya que Francia estaba fuera de la estructura militar del pacto atlántico desde 1966. La llegada al poder del PSOE trajo consigo una cura de realismo político, convirtiéndose las cuestiones de defensa y seguridad en uno de los últimos ajustes ideológicos de los socialistas pese a la existencia de un potente movimiento pacifista y de un terror ciudadano a un posible holocausto nuclear de una guerra entre los bloques. A partir de 1983, González se solidarizó con la postura del canciller alemán Kohl ante el despliegue de los euromisiles frente a la denuncia del SPD en la oposición y del presidente de la Internacional Socialista, su antiguo “padrino” Willy Brandt. Los socialdemócratas alemanes creían que su país no debía soportar en exclusiva el despliegue de los euromisiles, debiendo proseguir la búsqueda de una distensión con los soviéticos. Del mismo modo, los laboristas británicos, liderados por Michael Foot o Neil Kinnok, fueron partidarios del desarme unilateral hasta después de 1987. El giro fue anunciado, también, por intelectuales socialistas, como Fernando Claudín y Ludolfo Paramio, en la primavera de 1984, anticipando un nuevo decálogo socialista en el Parlamento y el giro del congreso del partido a finales de ese mismo año. Los pronunciamientos de los intelectuales sobre la cuestión atlantista causaron bastante ruido mientras que una gran parte de la opinión pública se mostraba indiferente. El ajuste provocó diferentes divergencias en el seno de la familia socialista. Mientras que los socialistas catalanes del PSC-PSOE tuvieron que cambiar de postura a última hora, otras organizaciones de la familia socialista como las Juventudes y, sobre todo, UGT desarrollaron una oposición discreta contra la OTAN, viéndose muy presionados por el Gobierno. Al mismo tiempo, la corriente Izquierda Socialista desarrolló una de la 31

principales batallas en su función de “conciencia ideológica” de su breve historia tras su creación con ocasión del congreso del “marxismo” en 1979. Por último, la cuestión del referéndum sobre la permanencia de España en la OTAN en 1986 permitió un nuevo modesto aglutinamiento de la izquierda y de los movimientos sociales en torno al PCE con la creación de la coalición Izquierda Unida, si bien sin poder absorber el voto de la mayoría de los votantes del NO.

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INTERROGANTES POLÍTICOS Y ESPERANZA DE CAMBIO

El PP es la primera minoría pero pierde la posibilidad de gobernar en la mayoría de las comunidades y ciudades. En cualquier caso, quitando el hecho de las candidaturas victoriosas de Ada Colau y Manuela Carmena en las dos capitales y a que en algunos pequeños municipios no se presentan candidaturas socialistas, el PSOE ha conseguido igualar al PP. Lo malo es la práctica desaparición de dos de sus aliados naturales: Izquierda Unida y UPyD. ¿El movimiento de Podemos se convertirá en un verdadero partido y hará política o bloqueará el sistema político como en Andalucía? ¿Se repite el impasse andaluz a nivel de la mayor parte de comunidades y ciudades? ¿Vamos en España hacia una italianización de la vida política, ahora que los italianos parecen haber apostado, al menos sobre el papel, por un modelo político mayoritario, que favorezca la estabilización? En gran medida, el futuro dependerá de lo que hagan a partir de ahora Podemos y Ciudadanos. Si Pablo Iglesias Turrión persiste en su voluntad mesiánica de ganar las elecciones generales y preservar la ambigüedad de la Marca es posible que, como pasó en Italia, el PSOE consiga encabezar un futuro gobierno al desinflarse la ola podemita. Ahora que, en ese caso, el partido socialista tendrá que contar con el apoyo de los neocentristas de Ciudadanos. Además, el PSOE deberá encabezar una nueva ilusión de cambio con una mayor apertura a la sociedad, construyendo verdadera ciudadanía mediante un mayor compromiso político a través de las transformaciones del modelo de partido.

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DE LAS AGRUPACIONES FEMENINAS A LA FEDERACIÓN DE MUJERES PROGRESISTAS

A comienzos del siglo XX fueron creados grupos femeninos en el ámbito de las Juventudes Socialistas. Posteriormente, se constituyeron Agrupaciones Socialistas femeninas que fueron suprimidas en 1927.El Secretariado Femenino del PSOE de la época republicana pervivió precariamente en el exilio a través de algunas mujeres como María Lejárraga y Claudina García, su secretaria, que se reincorporó al sector mayoritario del partido en 1956. Claudina estuvo en prisión hasta 1941 y participó en la dirección clandestina, saliendo al exilio en 1946. Más adelante, ostentó todavía una nominal secretaría del Secretariado Femenino en el exilio en conferencias internacionales en 1947 y, como dirigente de la Unión de Mujeres Españolas, en un Congreso mundial en 1953. En 1964 fue reconstituido el Secretariado Femenino del PSOE en México y Francia, liderado por Purificación Tomás, así como en la clandestinidad en el ámbito de las Juventudes Socialistas, pero algunos veteranos, sobre todo residentes en México, indujeron a que las propias militantes del interior, entre ellas, la compañera de Enrique Múgica, propusieran su supresión. Tras la disolución de los Grupos Femeninos en el Congreso de 1970, Carmen García entró en la Comisión Ejecutiva del PSOE en 1972 y el primer Congreso celebrado en España, en diciembre de 1976, decidió crear la Comisión sobre la Mujer. En enero de 1977 fue constituida en Madrid la Comisión Federal encabezada por Carlota Bustelo, que procedía de la Agrupación Socialista Universitaria, y Carmen García Bloise. En mayo de 1977 y julio de 1978 la Comisión organizó jornadas sobre Mujer y, en enero de 1978, creó el primer centro de planificación familiar. Desde diciembre de 1978 editó un boletín y publicó numerosos artículos de concienciación en El Socialista. Además de extender a diversas Agrupaciones y Federaciones provinciales la organización de estas comisiones femeninas, la Comisión Federal se incorporó a la Internacional Socialista Femenina. Por otro lado, la Comisión colaboró con el equipo jurídico parlamentario socialista para los proyectos de ley sobre divorcio, patria potestad o despenalización del aborto. 34

La Comisión Mujer y Socialismo, dependiente inicialmente de la Secretaría federal de Formación, convertida en un grupo federal entre 1979 y 1984, pasó a depender de la Secretaría Ejecutiva federal de Asuntos Sociales. En esos años, el número de afiliadas al PSOE estaba por debajo del 10 por 100, por lo que las feministas socialistas reclamaron sin éxito una cuota de sobrerrepresentación del 15 por 100. En 1983 fue creado el Instituto de la Mujer, dependiente del Ministerio de Cultura y dirigido por Carlota Bustelo. Sin embargo, hasta 1985 no fue constituida la secretaría de Participación de la Mujer, bajo la responsabilidad de Matilde Fernández y luego de Dolores Renau, que en 1990 alcanzó la categoría de secretaría de área con Josefa Pardo. Fue también en los años del PSOE en el poder cuando se constituyó la Federación de Mujeres Progresistas (1987) y fue aprobada una cuota de discriminación positiva del 25 por 100 (Congreso de enero de 1988). .

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INDAGACIONES HISTÓRICAS A PROPÓSITO DE UN VIAJE A TRANSILVANIA

Resulta sorprendente el desconocimiento español de la realidad de Rumanía, cuando residen entre nosotros una comunidad que ha llegado a tener cerca de un millón de emigrantes. Una excepción es el historiador Francisco Veiga, especializado en el periodo de entreguerras de la gran Rumanía, que había absorbido la Transilvania austro-húngara y la Besarabia rusa. En realidad, si se rastrean los vínculos históricos entre las dos naciones uno llega a la conclusión que no han pasado de lo anecdótico. Sin contar la casualidad histórica de que el príncipe Fernando, hermano de Carlos V, criado en Castilla, llegó a ser emperador y rey de una Hungría demediada, tras la derrota ante los otomanos en Mohacs en 1526, y que es el origen del retorno de la vinculación de Transilvania con el imperio de los Habsburgo a comienzos del siglo XVIII, habría que saltar al siglo XX para rastrear otros vínculos. Siempre me sorprendió la expulsión del PSOE de su antiguo secretario accidental Juan Simeón Vidarte en 1943 debido a una recepción que dio al ex rey rumano Carlos II en México. Medio siglo después, el comunista Prete Roman Vallejo encabezó el gobierno del Frente de Salvación Nacional que terminó con la autocracia comunista de Ceacescu en Rumanía. Roman, hijo de un brigadista internacional en la guerra de España y ministro comunista y de una mujer española, gobernó Rumanía hasta 1992, derivando hacia el espacio político liberal en su lucha por el poder con el líder del Partido Socialdemócrata, Ion Iliescu, hoy gobernante en el país con Víctor Ponta. Habría que recordar también los fuertes nexos del PCE con el régimen comunista rumano, sobre todo a partir de la condena por los dos partidos de la invasión soviética de Checoslovaquia. La célebre emisora “La Pirenaica” emitió durante muchos sus programas antifranquistas desde Bucarest, trabajando en ella cuadros como Félix Galán o Jordi Solé Tura, quien años después llegó a ser ministro de Cultura de los gobiernos de Felipe González. Una coalición social-liberal, liderada por Ponta, obtuvo los mejores resultados de la socialdemocracia en las últimas elecciones europeas. Otros datos curiosos del sistema político rumano son, por ejemplo, que el presidente de Rumanía, antiguo alcalde de Sibiu

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(la antigua Hermannstadt), Klaus Iohannis, procede de la minoría sajona de lengua alemana, y que un partido húngaro obtuvo el 7% de los votos en las últimas legislativas. Lo atractivo de los Cárpatos del sur es su condición histórica de frontera entre Occidente y Oriente. El emperador romano, de origen hispano Trajano, incorporó la meseta transilvana al imperio durante apenas 150 años. A pesar de la efímera presencia del Imperio, los antiguos dacios fueron romanizados hasta el punto que su lengua rumana es una lengua romance. Es un milagro la supervivencia de la lengua romance en un territorio aislado del resto de las lenguas derivadas del latín y que fue recorrido por bárbaros germanos gépidos, hunos, ávaros, búlgaros, tártaros, húngaros y otomanos. Quizá la evangelización cristiana desde Grecia en lengua latina a partir de Constantino fue decisiva, aunque los mil años que transcurren entre la retirada de las legiones romanas y la llegada de colonos sajones llamados por el rey de Hungría en torno a 1200, resultan una época casi totalmente oscura. Parece ser que hacia el año mil, tras la caída del reino búlgaro a manos del renovado imperio bizantino, misioneros cristianos fueron enviados para evangelizar territorios rumanos, como la propia Transilvania, ya influida por el reino magiar. Quizá las fuentes eclesiales greco-bizantinas puedan aclarar algo esa época tardoantigua, ya que los vestigios arqueológicos conocidos son prácticamente inexistentes. En efecto, en la montañosa, casi alpina, y boscosa Transilvania, los restos más antiguos son las numerosas iglesias fortificadas sajonas, que pasaron a ser evangelistas a partir del siglo XVI y que cumplieron su misión defensiva de frontera hasta el siglo XIX. En otras regiones rumanas, como Moldavia y Bucovina, los vestigios son ya en su mayor parte posteriores al siglo XVI, una especie de Bizancio después de Bizancio, con bellísimas iglesias y monasterios ortodoxos. Hasta 1918-20, Transilvania no se incorporó al reino de Rumanía por lo que la impronta austro-húngara es todavía bien visible en centros urbanos como Brasov, Siguisoara o, sobre todo, Sibiu. En cualquier caso, para el viajero español resulta sorprendente y, hasta emotivo, ser abordado amablemente por muchos rumanos hablantes de castellano, aprendido en nuestro país o a través de los medios de comunicación. En efecto, las emisoras de radio reproducen música española o iberoamericana con mucha frecuencia. Aunque la producción cultural rumana no es muy conocida en España más allá de la obra de algunos filósofos o literatos como Mircea Eliade o la premio Nobel Herta Müller, acaba de 37

empezar a traducirse al español la obra de un gran ensayista e historiador, Lucian Boia, autor del sugerente libro ¿El fin de Occidente?. Hacia el mundo de mañana.

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HACE SETENTA AÑOS: UN CONGRESO SOCIALISTA Y UN PARLAMENTO EN EL EXILIO

Tras la liberación de París, en la que algunos centenares de exiliados españoles tuvieron la oportunidad de entrar en vanguardia, en septiembre de 1944 se celebró en Toulouse el primer Congreso del PSOE, en el que estaban representados los socialistas españoles de la diáspora del exilio, residentes en Francia y el norte de África, sin poder asistir los de América y los de la clandestinidad en el interior de España. El cónclave constituyó una verdadera refundación del socialismo español, en el que hubo un retorno a los orígenes pablistas y una superación de las fracturas de los años treinta. Se consolidaba el aglutinamiento de los socialistas en un modelo de partido centralizado, estrechamente vinculado a UGT y a las renacidas Juventudes Socialistas. En el núcleo dirigente convivían estrechamente los antiguos lugartenientes de Julián Besteiro y Francisco Largo Caballero, además de los seguidores de Indalecio Prieto, que en 1947 se vería reconocido como líder de todos los socialistas. En agosto de 1945, los órganos directivos de diversas agrupaciones socialistas exiliadas en México acataron la directriz de la clandestinidad para disolverse creando una única Agrupación Socialista Española. Al mismo tiempo, los disidentes fueron convocados por el Grupo Parlamentario Socialista con ocasión de la reconstitución de las Cortes republicanas en México pero optaron por formar grupo aparte. Fuera de este aglutinamiento en la diáspora quedaban, por decisión propia, unos pocos centenares de seguidores del ex presidente Juan Negrín, cuya indisciplina llevaría a la expulsión de una veintena de personalidades en el siguiente Congreso del PSOE en 1946 por orden de la organización clandestina. La secretaría general de los socialistas en el exilio sería desempeñada por Rodolfo Llopis durante cerca de treinta años, acompañado en el liderazgo por Indalecio Prieto hasta su muerte en 1962. Tras la desaparición de Juan Negrín en 1956 y la renovación de los años setenta, que trajo consigo una nueva temporal división, algunos veteranos disidentes terminaron regresando a las organizaciones socialistas en vísperas del cambio político posfranquista.

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HISTORIA DEL PRESENTE, QUINCE AÑOS DESPUÉS

La revista semestral Historia del Presente cumple quince años de existencia desde sus primeros pasos a finales del año 2000. Se ha acreditado como una publicación especializada y académica, pero, al mismo tiempo, abierta a la ciudadanía ilustrada. Historia del Presente es, sin duda, una publicación de referencia para los interesados y especialistas en el siglo XX corto de la historia de España. Se trataba de reunir a buena parte de los académicos que se dedicaban al corto siglo XX de la Historia de España. La Revista estaba interesada, también, en una perspectiva internacional y comparada. En 2001 fue fundada la Asociación de Historiadores del Presente y formados su consejo de redacción y primer comité asesor, presidido por Javier Tusell. El primer número de la revista apareció en 2002 con el patrocinio del Centro Asociado de la UNED en Melilla, recibiendo después una subvención única del Vicerrectorado de Medios Impresos de la UNED y de Caja Segovia. En 2004, Historia del Presente pasó a ser una revista semestral, obteniendo el apoyo permanente del equipo de investigadores de un grupo de la UNED, el Centro de Investigaciones Históricas de la Democracia Española (CIHDE). En 2007, se alcanzó un acuerdo con la editorial Eneida para la edición de la Revista, iniciándose su segunda época con un nuevo formato. La Revista, desde entonces, ha disfrutado del apoyo del Ministerio de Cultura, así como del Departamento de Historia Contemporánea de la UNED. Del mismo modo, ha recibido el reconocimiento de la Fundación Española de Ciencia (FECYT) y de los índices de referencia de calidad de las publicaciones científicas, entre los que cabe destacar, el principal índice europeo Scopus. A lo largo de los años, los contenidos predominantes de la Revista se han ido desplazando desde la época de la dictadura franquista a los tiempos de la España democrática. Precisamente, ahora cuando se cumplen cuarenta años de la muerte de Francisco Franco, la Revista ha pretendido no tanto dedicar una atención especial a los años de la dictadura sino abrirse a nuevas aportaciones sobre el tiempo presente posterior. Creemos que cumplimos con una obligación no sólo con la construcción de la historiografía contemporaneísta sino con las preocupaciones de la ciudadanía en este tiempo de crisis del régimen de monarquía parlamentaria de 1978. 40

En este sentido, el número actual se detiene en la problemática de la construcción del sistema de partidos durante la transición desde una perspectiva territorial. En realidad, la historia política e internacional ha predominado en sus páginas, deteniéndonos en la trayectoria del socialismo y de las organizaciones del movimiento obrero en el tiempo que se abre con la segunda república española. En esta ocasión, los diferentes procesos de reconstrucción del que ha sido el principal partido político de la democracia, el PSOE, constituyen el expediente monográfico. Además, en la sección El Pasado del Presente se incluyen análisis sobre la problemática de la mujer, la interpretación de la transición o el Parlamento. La Revista, además, se ha abierto crecientemente a temáticas históricas del tiempo presente, en especial las relaciones bilaterales, referidas a países cercanos europeos y americanos, como Italia, Portugal, México o Argentina.

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DRAMA HUMANITARIO Y GEOESTRATEGIA

El gobierno de Rajoy ha adoptado una actitud renuente hacia el tema de los refugiados del Próximo Oriente, cuando en julio pasado la Comisión Europea le asignó algo más de 4.000 personas, lo que suponía el tercer puesto como país receptor de la Unión Europea (sólo por detrás de Alemania y Francia). La razón aludida es evitar un efecto "llamada" desde las costas de otros países mediterráneos. Posiblemente, la oleada migratoria de los últimos días responda a una posible próxima caída del régimen alauita de Bachar al Asad o de una mayor balcanización, al modo de Líbano. Dado el hecho del apoyo al régimen arabista sirio de potencias como Rusia, Irán o China hay voces que alertan del peligro de generalización del conflicto o incluso de una posible nueva guerra mundial. Una vez más, la Unión Europea no tiene una posición unánime hacia el conflicto del Próximo Oriente, manteniendo Gran Bretaña y Francia una postura más activa contra el régimen sirio. No obstante, cualquier consideración geoestratégica no debe hacernos relegar el drama humano que afecta a millones de personas. Es cierto que España ya recibe miles de emigrantes africanos y ciudades españolas como Melilla sufren una enorme presión migratoria. Sin embargo, hay que recordar que España ha sido un país de emigrantes y refugiados políticos durante dos tercios del siglo XX. Algo más se puede hacer hacia los millones de refugiados sirios, de los que más de medio millón son cristianos. Además de la respuesta gubernamental, creo que estaría bien promover alguna iniciativa cívica para acogerlos aunque las dificultades para integrar a estas familias de manera permanente, en su mayor parte musulmanes suníes sean considerables. En cualquier caso, la sociedad española y el gobierno tienen un deber histórico de ser más sensibles y activos ante el drama de los refugiados.

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SER DIFERENTE NO ES SER DESIGUAL: SOBRE UNA REFORMA DEL MODELO DE ESTADO

La ampliación del reconocimiento de las diferencias en una hipotética reforma constitucional federalista (inviable sin el acuerdo de dos tercios de los parlamentarios), debería asegurar la igualdad y la solidaridad. Eso implicaría discutir, también, privilegios fiscales forales e insulares. Unas elecciones autonómicas no pueden ser plebiscitarias por mucho que Mas así lo crea. Una mayoría de diputados conseguida por una macro-coalición y el abuso propagandístico de las instituciones autonómicas, en especial TV3, frente a media docena de otras opciones tampoco resulta suficiente legitimidad. La representatividad la obtendrían dos tercios de los posibles electores que no es lo mismo que de los votantes. ¿La coalición independentista va a obtener cuatro millones de votantes sobre un censo de cerca de seis millones de catalanes con derecho al voto?. Está claro que eso no va a ocurrir. Incluso es más que probable que los socios de la coalición independentista obtengan menos escaños que los que actualmente tienen Convergencia y Esquerra. Hace más de sesenta años personalidades del exilio de adscripción ideológica socialista, catalanista o republicana liberal, reunidas por la asociación de amigos de la revista Las Españas o en agrupaciones europeístas, pero también en el interior como Jover Zamora o Vicens Vives, utilizaron la metáfora federalista de España como nación de naciones, influyendo de manera decisiva en el pacto constituyente de 1978 que estableció el Estado de las Autonomías. En cualquier caso, la nación o nacionalidad catalana tiene derecho a ser escuchada y considerada de una manera diferente a la cerrazón del Partido Popular. Sea con el reconocimiento de la plurinacionalidad en una nueva Constitución, sea con la reforma de la constitución de 1978, tras las elecciones generales las formaciones políticas parlamentarias deberían sentarse a dialogar para establecer un nuevo acuerdo que concilie las plurales identidades de los españoles.

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EL LABORATORIO DE LA TRANSICIÓN EN CATALUÑA

En junio de 1977, los socialistas catalanes obtuvieron un 28,5 % de los votos, que unido al 18% del PSUC, reunía al 47% del electorado. Sin embargo, esta amplia victoria de la izquierda frente a las tres opciones centristas, dos de ellas catalanistas, y la derecha de AP, fue neutralizada por la “conspiración” de Suárez y Tarradellas, hurtando a los vencedores de las elecciones la dirección del proceso del retorno de las instituciones autonómicas. Quizá la izquierda podría haber hecho más para neutralizar dicha conspiración. Sin embargo, el relegamiento del vencedor Reventós y el simultáneo proceso de refundación del socialismo en Cataluña hasta el verano de 1978, trajo consigo el logro de la mayoría relativa de CDC en las primeras elecciones autonómicas de 1980, formando gobierno Pujol con el apoyo de ERC y de los centristas democristianos de Canellas. Esta mayoría fue fruto también de cerca de un 40% de abstencionistas y de la breve aparición del leurrouxismo del PSA en el Parlament. A partir de entonces, la izquierda solamente conseguiría triunfar en elecciones generales dejando a los nacionalistas ser la llave del gobierno de la Comunidad Autónoma de Catalunya. Esto incluso se puede afirmar para los tiempos del tripartito entre 2003 y 2010, donde la llave de la formación del Govern la tuvo de nuevo la Esquerra. Hoy en día parece que la izquierda socialista y la representada por la versión catalana de Podemos y, en un sentido diferente, por los independentistas de la CUP, parece que logrará poco más del 30% de apoyo de los votantes. Aunque el apoyo a la izquierda federalista de menos de un tercio del electorado catalán no sea directamente trasladable a las próximas generales, la situación no deja de ser preocupante para las perspectivas de la alternativa socialista para desalojar a Mariano Rajoy del gobierno de España. Esta hegemonía de la construcción de la Comunidad Autónoma por los nacionalistas ha supuesto la decadencia del apoyo social a los proyectos de la izquierda catalanista, vinculados federalmente a las formaciones políticas de la izquierda parlamentaria española, lo que dificulta el diálogo político en aras de la reforma federal del Estado. 44

VOTANTES O ELECTORES

Un 26,5 por 100 del censo electoral (39% de los votantes con un 67 % de participación) ha estado cerca de obtener la mayoría absoluta de los escaños en las elecciones al Parlament de Catalunya. Con ese resultado la coalición separatista se permite declarar que el pueblo catalán se ha pronunciado por la independencia. Tamaño dislate no se puede justificar ni legalmente ni en el derecho comparado internacional. La ley orgánica de los referéndums de 1980 exigía inicialmente al menos un 50% del censo electoral para su aprobación, computándose el resultado provincialmente. En el caso del referéndum para la autonomía andaluza del 28 de febrero de 1980 fue aprobado por el 55 por 100 de los electores, necesitándose una reforma de la ley orgánica para que el computo de aprobación se hiciera globalmente para toda la región y no provincialmente Más adelante, el 30 de octubre de 1981 cerca del 90 por 100 de los votantes, con una participación del 54 por 100, aprobaron el Estatuto andaluz aunque sin alcanzar por poco la mitad del censo electoral. Con anterioridad, la Constitución española de diciembre de 1978 había sido aprobada por el 60 por 100 del censo electoral (aunque por un 88.5 de los votantes). Un referéndum constitucional o de un estatuto autonómico no tiene la misma trascendencia que un plebiscito que decide la forma de gobierno o la pertenencia a un Estado. Por ello, la secesión mediante plebiscito de un territorio no puede ser decidida por la mitad más uno del censo: requeriría de una mayoría cualificada. A mi juicio, dos tercios del censo electoral sería el porcentaje exigible en un plebiscito para la independencia, dos a uno del total de los posibles electores, incluidos los abstencionistas. Es cierto que los plebiscitos de Quebec o de Escocia no tuvieron ese nivel de exigencia. En realidad, la única experiencia histórica reciente de consecución de independencia vía plebiscito es el de Sudán del sur en 2011 y después de años de violencia y masacres entre musulmanes y cristianos. La separación de Checoslovaquia en 1993 se realizó en cambio mediante negociaciones entre eslovacos y checos, mientras que las repúblicas bálticas lograron la independencia sin violencia mediante declaraciones parlamentarias en un momento de desintegración general de la Unión Soviética.

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En un momento de crisis de la Unión Europea el resurgimiento de las tendencias disgregadoras por parte de algunas naciones y regiones resulta inevitable debido sobre todo a egoísmos económicos. Por el contrario, me parece que la solución está en más Europa, en la construcción de una unidad fiscal y, por tanto, política más fuerte que permita el desarrollo de proyectos de transformación social sin olvidar la solidaridad con otros continentes.

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POR UNA NUEVA MAYORÍA

Hace unos días vi la interesante película británica Coalition, que retrata la semana posterior a las elecciones de 2010 que dieron el poder al conservador David Cameron en coalición con los demoliberales. De ese modo finalizaba la era más larga de gobierno laborista, trece años bajo los gobiernos de Tony Blair y Gordon Brown. El partido liberal demócrata estuvo negociando con los dos partidos mayoritarios, pero con una clara preferencia de su líder por el viraje a la derecha desde sus señas de identidad de centro-izquierda. Este giro de los demoliberales suponía una traición a sus orígenes en los años ochenta, tras la escisión socioliberal de los laboristas. Pero suponía también una renuncia a su exigencia de una reforma electoral, su política social contraria a los recortes y su opción claramente europeísta. La ambición de Nick Clegg le hizo olvidar la demanda popular de políticas que mantuvieran el estado del bienestar a cambio de obtener el puesto de viceprimer ministro. La coalición se mantuvo durante toda la legislatura, pero en 2015 los demoliberales fueron duramente castigados por el electorado perdiendo toda posibilidad de influencia política con 8 diputados frente a los 57 que habían obtenido en 2010. La España actual carece de experiencias de gobiernos de coalición. La etapa política pluralista anterior de la segunda república se caracterizó, por el contrario, por la necesidad de gobernar mediante coaliciones de centroizquierda o centroderecha, incluidos los tiempos de la República en guerra con el Frente Popular. En efecto, las sucesivas elecciones generales desde 1977 han dado lugar a gobiernos con mayoría absoluta o a legislaturas en las que la minoría vencedora de los comicios ha podido gobernar con apoyos parlamentarios puntuales sin la existencia de verdaderos pactos de legislatura. Solamente en las elecciones de 1993 y 1996, los gobiernos de Felipe González y de José María Aznar obtuvieron menos del umbral de 160 diputados. Fueron años en los que, a falta de formaciones centristas con representación parlamentaria, tanto socialistas como populares terminaron apoyándose en los nacionalismos periféricos. En el caso del PSOE hubo, no obstante, la posibilidad de gobernar en 1993 con el apoyo de Izquierda Unida, aunque las "dos orillas" de Julio Anguita hicieron prácticamente inviable esa alternativa durante la última legislatura de los gobiernos de Felipe González. 47

De este modo, de las once legislaturas de la España democrática, incluida la Constitucional, solamente cinco han contado con mayorías absolutas, aunque las restantes los partidos gobernantes obtuvieron resultados suficientes para gobernar en minoría sin necesidad de coaliciones o pactos globales de legislatura. En Europa, por el contrario, según las diversas tradiciones políticas y sistemas electorales son habituales las coaliciones en la mayor parte de los países. Quizá han sido más infrecuentes los períodos de gobierno con mayorías absolutas aplastantes y reiteradas salvo, quizá, en la Europa nórdica y Gran Bretaña. ¿Cuál sería el umbral electoral para gobernar en minoría y sin pactos de legislatura? Quizá la obtención de menos de 140 diputados sea el punto de inflexión para un pacto estable. Sin embargo, cabe la posibilidad de que ni siquiera los pactos entre dos formaciones políticas permitan gobernar con una mínima estabilidad. Los dos partidos mayoritarios no renuncian, claro está, a gobernar en solitario con apoyos puntuales, aunque parece que Ciudadanos podría pactar o incluso gobernar tanto con socialistas como populares, dependiendo de quién gane las elecciones. En cualquier caso, también parece que la emergente formación centrista está más cercana a los populares tanto en proyecto social como de organización del Estado. De momento, Ciudadanos ha pactado tanto con el PSOE como el PP en las Comunidades Autónomas sin necesidad de entrar en sus gobiernos, lo que le permite mantener un perfil de una cierta ambigüedad. ¿Puede el PSOE ofrecer una alternativa programática para formar una nueva mayoría de gobierno? Sí, creo que debería plantearse, sin renunciar a la búsqueda de un proyecto autónomo, promover la alternativa POR UNA NUEVA MAYORÍA, que permitiera, aglutinando a otras formaciones sin necesidad de coaliciones previas, pero con foros de debate y diálogo conjuntos, relanzar las políticas sociales y reformar el Estado, defendiendo el medio ambiente y practicando la solidaridad con otros pueblos.

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FIESTA NACIONAL Y SÍMBOLOS PATRIOS

El PSOE defendió el 6 de diciembre como Fiesta Nacional, aunque, ante la falta de consenso, terminó aceptando en 1982 el 12 de Octubre, desde 1958 fiesta de la Hispanidad, como el día de España por excelencia. Pocos años después, en 1987, se declaró oficialmente al 12 de Octubre Fiesta nacional, quitándole el significado de día de la Hispanidad pero recordando el hecho de la unidad de reinos bajo la monarquía hispánica, el inicio de la proyección en América y la extensión del castellano como lengua española. También en 1982, poco antes de ganar las elecciones, Felipe González reivindicó la bandera rojigualda constitucional, aunque para muchos socialistas la bandera republicana y las del resto de los nacionalidades y regiones españolas continuaron representando una seña tan fuerte o más de identidad. La política cultural del PSOE en el gobierno en la época de González tendió a exaltar una idea de España ilustrada y forjar la Comunidad Iberoamericana, con la celebración del Quinto Centenario como encuentro de pueblos. La Fiesta Nacional necesita llenarse de contenidos cívicos, más allá de los desfiles y de la recepción de personalidades por el jefe del Estado. Algunos años se han desarrollado fiestas y actos americanistas en el espacio público o en instituciones como el Museo de América. No estaría de más que las instituciones culturales vinculadas a los partidos políticos organizaran actos públicos que permitieran construir más ciudadanía y espíritu patriótico. No basta con llamarse los hispanos de Europa, recordando que cerca de un conjunto de cuatro millones de americanos residentes en España y españoles en América, con doble nacionalidad o no, forman parte de nuestra nación. Esa apelación retórica esconde la realidad del voto rogado, establecido en 2011, que dificulta el ejercicio de la ciudadanía a los españoles del exterior.

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REFORMA CONSTITUCIONAL O PROCESO CONSTITUYENTE

Desde hace tiempo muchos políticos y académicos realizan declaraciones o análisis acerca de la Constitución de 1978, debido a la crisis política y de legitimidad abierta a partir de la sentencia respecto al Estatut de Catalunya del Tribunal Constitucional de 2010. Uno de los analistas más solventes es el catedrático de Derecho Constitucional y asesor del gobierno (comisión de reforma del Estatut) en la etapa de Rodríguez Zapatero, Javier Pérez Royo, que acaba de publicar un provocativo libro La reforma constitucional inviable (Madrid, La Catarata, 2015). En el ensayo, Pérez Royo declara rotundamente que la Constitución de diciembre de 1978 es irreformable no tanto por la complejidad de los mecanismos establecidos sino por razones políticas. En el diario Público, Pérez Royo explica que las tres grandes decisiones constitucionales fueron monarquía, constitución bipartidista y antifederalismo: "Fue una Constitución monárquica, bipartidista y antifederal. Y eso se cuela en la Constitución y no se debatió en las Cortes Constituyentes. Esas tres grandes decisiones se debaten y se establecen en las Cortes de Franco que dieron paso a la Ley para la Reforma Política. Ahí la responsabilidad del PSOE es inmensa, que entra como partido republicano y acaba siendo un partido dinástico". Es cierto que no hubo un verdadero debate constituyente sobre la Monarquía, como no podía ser de otro modo dada la composición de las Cámaras y los nichos autoritarios preexistentes en la legislatura constituyente. El cambio político en España era una transición, un proceso diferente a la reforma del franquismo o la ruptura revolucionaria. No obstante, el PSOE mantuvo un voto particular republicano en la comisión constitucional, sabiendo que iba a ser rechazado y pese a la postura contraria de su ponente, Gregorio Peces Barba. La ley electoral también se había elaborado durante el primer gobierno de Suárez, optándose por un sistema proporcional corregido. Me parece que no hay leyes electorales buenas o malas. Y el señor D´Hondt ha permitido una mayoría de legislaturas con mayoría absoluta sin necesidad de gobiernos de coalición o pactos de legislatura, dando, eso sí, a 50

los electores en Cataluña un papel decisivo en la gobernabilidad de España. No obstante, aunque el sistema electoral se haya podido definir hasta ahora como bipartidista, durante la mayor parte de los años transcurridos durante el período actual de la España democrática han existido cuatro formaciones políticas estatales, si bien el PCE e Izquierda Unida no hayan sido elemento de gobernabilidad o los partidos centristas solo hayan gobernado durante el tiempo de la transición, influyendo los centristas catalanes en las legislaturas sin mayoría absoluta. En teoría, una ley electoral más proporcional daría lugar a gobiernos de coalición, conformando una cultura política más pactista entre los españoles. Se optó por un Estado Regional, pero sin definir hasta finales de la transición la división territorial. La provincia, por tanto, fue la circunscripción electoral base tanto para el Congreso como para el Senado. Sin embargo, la postura del PSOE fue decisiva para que se extendiera el Estado de las Autonomías a toda España desde 1977 mismo frente a las dudas de los gobiernos de Unión de Centro Democrático. La misma concepción federalista de España como nación de naciones fue defendida por el conjunto de las fuerzas provenientes de la oposición antifranquista y un parte de UCD, constitucionalizándose el término nacionalidades. ¿Es posible, por tanto, la reforma de la Constitución en aspectos fundamentales? Seguramente, no. Establecer un nuevo consenso constituyente que permita la integración de todos los ciudadanos, incluidos buena parte de los catalanes, requeriría una nueva Constitución, algo que no parece que esté en la voluntad de la mayoría de los partidos políticos con representación parlamentaria.

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NUEVO SISTEMA DE PARTIDOS POLÍTICOS Y PROSPECTIVA ELECTORAL

Estamos ante una coyuntura en la que por primera vez resulta no sólo improbable un resultado electoral que dé lugar a que un partido político obtenga mayoría absoluta o, al menos, una mayoría simple que permita gobernar en solitario. Incluso puede ser que la coalición o el pacto de legislatura entre dos formaciones políticas, con la excepción de las que han conformado el denominado bipartidismo del PSOE y el PP, consigan una mayoría suficiente. Una coalición de este tipo solamente estaría justificada por una crisis de Estado. En cualquier caso, resulta dramático pensar que la mayoría de centro-izquierda de la ciudadanía va a resultar perjudicada por la división del electorado entre 4 o 5 formaciones estatales, tres de ellas ocupando esos espacios políticos. Se puede aventurar, incluso, que la falta de acuerdo entre Izquierda Unida y Podemos va a traer consigo que, al ir por separado, la nueva formación política no obtenga más de un 15 por 100 de los votos y la coalición poscomunista se quede al filo del 5 por 100, siendo castigadas ambas en el reparto de los escaños. En efecto, el sistema de reparto de escaños D´ Hondt castiga a los partidos minoritarios que quedan por debajo del umbral del 15 por 100 en todas las circunscripciones provinciales con poca población. De ese modo, es posible que solamente tres partidos políticos entren en el reparto principal de los escaños, al obtener votaciones en torno al 20 por 100 y, en todo caso, por encima de ese umbral mínimo del 15 por 100. De esa manera, podría ocurrir que los votantes al PSOE, Podemos e Izquierda Unida fueran mayoría, pero el reparto de escaños beneficiara al Partido Popular y Ciudadanos. En este sentido, parece complicado, en principio, que pueda darse una situación parecida a lo ocurrido estos días en Portugal debido a lo comentado sobre el reparto de escaños salvo que la marca Podemos supere el umbral del 15 por 100 e Izquierda Unida el mínimo del 5 por 100. Aun con esta precondición resultaría novedoso en España el hecho de que, después de cuarenta años después de la muerte de Franco y ochenta desde la formación del Frente Popular a partir de 1935, una coalición de izquierdas no levantara los fantasmas de un pasado que no acaba de pasar.

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Aun así, el PSOE podría ganar las elecciones por la mínima y poder pactar la acción de gobierno con Ciudadanos, con el apoyo indirecto, sobre todo con la abstención, de Podemos y otras formaciones menores. Todo está abierto todavía en una prolongada campaña electoral. En cualquier caso, una coyuntura apasionante y grave ante la amenaza de un grupo parlamentario secesionista catalán sobredimensionado por la que parece que se va a mantener como gran coalición Junts pel sí.

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UN DÍA DE DIFUNTOS LAICO. JINÁMAR

La Sima de esta localidad grancanaria es un lugar de memoria para la izquierda desde hace más de cuarenta años. En pleno tardofranquismo, algunos antifranquistas acompañaban a los familiares de las víctimas del franquismo. No se conoce a ciencia cierta cuantos dirigentes de las organizaciones del Frente Popular fueron ajusticiados en este lugar en 1936 y después. Algunos historiadores han aventurado la cifra de cien personas, la mayor concentración de represaliados, aunque nunca ha podido verificarse. Según algunos testimonios, al finalizar la segunda guerra mundial la Sima, con 80 metros de profundidad, fue parcialmente cubierta, con piedra volcánica y explosivos. Los falangistas temían una intervención aliada que trajera consigo la exigencia de responsabilidades por las atrocidades cometidas en la guerra de España. Hacia 1955 se realizó la primera exploración de la Sima, pese a los controles de la Guardia Civil, encontrándose una docena de restos de personas en las capas más superficiales. A partir de la muerte de Franco, anualmente se realiza una marcha y concentración de homenaje hacia las víctimas de la represión, encabezada por el PCE y, más tarde, Izquierda Unida. Posiblemente, la mayor parte de las víctimas fueron militantes socialistas y ugetistas. Durante los últimos veinte años, la marcha cívica, coincidente con el Día de Difuntos, se ha convertido en una tradición, reclamando a los poderes públicos que exploren la Sima, exhumando los cuerpos de los desaparecidos. A pesar de la Ley de reparación de las víctimas de la represión de 2007, la conocida ley de la memoria histórica, la reparación no ha podido ser realizada, ya que éstos Movimientos han reivindicado que sean los poderes públicos los que realicen esta labor y no las asociaciones privadas. A excepción de unas pintadas en unas ruinas y una cruz no hay tampoco ningún monumento memorial en este lugar de memoria de lo que posiblemente es donde hay más víctimas del franquismo en la Isla. Ochenta años después, ya es tiempo para recuperar y dejar un homenaje monumental a las víctimas de la Sima de Jinámar.

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DECLARACIONES Y SUBVERSIÓN

El Parlament de Catalunya ha aprobado una declaración independentista sin un gobierno que pueda llevar las etapas de ruptura a la práctica. No se sabe todavía si la coalición independentista podrá formar gobierno con Mas o sin Mas. En cualquier caso, una declaración unilateral que no se traduzca en hechos ejecutivos no debería ser respondida con medidas punitivas. Sería hacer el juego a los provocadores en una infernal espiral de acción-reacción. Todavía hay espacio para el diálogo, aunque ya sea quizá demasiado tarde para establecer pactos fiscales o realizar consultas. Aunque quizá un referéndum consultivo inmediato en Catalunya desactivara la amenaza secesionista. La constitución de 1978 ya estableció una cierta asimetría entre nacionalidades y regiones, aunque los pactos autonómicos de 1981 y 1992 tendieron a igualar a las Comunidades Autónomas. Además, el cupo fiscal que obtuvo el País Vasco fue claramente injusto, estableciéndose una cantidad por debajo de lo que realmente correspondía. Solamente la violencia, a través de la amenaza terrorista, permitió que los partidos nacionales mayoritarios aprobaran dicho cupo. La responsable de política autonómica socialista de entonces, María Izquierdo, se abstuvo por estar en desacuerdo con un cupo tan bajo y por ser contradictorio con lo que había aprobado previamente la comisión ejecutiva del PSOE. ¿Es posible reformar la Constitución para establecer una especie de federalismo asimétrico? A mi juicio, la Constitución reconoce la idea de España como nación de naciones algo que es diferente que la plurinacionalidad. Afirmar que la nación española se compone de nacionalidades y regiones no es lo mismo que decir que el Estado español reúne diversos países, naciones o regiones. La división administrativa en provincias también resulta contradictoria con una reorganización territorial del Estado en sentido federal. ¿Hay voluntad política para reconocer expresamente en una Constitución reformada a las nacionalidades de Catalunya, Euskadi o Galiza? ¿Se puede reconocer el derecho de autodeterminación a través de la realización de plebiscitos? Me parece muy difícil la reforma de la Constitución en esos términos. Lograr y revalidar una mayoría de dos tercios de diputados, tras unas nuevas elecciones y referéndum, tal 55

como establece la Constitución para su reforma en aspectos esenciales parece un camino harto complicado. Las propuestas de los principales partidos políticos actuales son tan contradictorias que parece difícil establecer un mínimo consenso. Entre el inmovilismo del PP, al rechazo del Estado Autonómico de Ciudadanos, pasando por el reconocimiento de la plurinacionalidad del Estado y el derecho a decidir de Podemos e Izquierda Unida o el federalismo del PSOE, no parece que haya un posible mínimo común denominador. Todas las futuras formaciones políticas parlamentarias tendrían que renunciar a sus planteamientos para establecer un nuevo consenso. En cualquier caso, habrá que esperar a que la subversión pase de las declaraciones a los hechos para aplicar la Ley con todas sus consecuencias. Sin embargo, no sólo los catalanes se verían afectados, sino que todos los españoles perderíamos con ello. Suspender el Estatuto de Cataluña traería consigo el final de la primera constitución democrática española que ha superado la mayoría de edad, con cerca de cuarenta años de vigencia. La única salida sería un nuevo proceso constituyente que reorganizara el Estado.

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ERNEST LLUCH, HISTORIADOR Y MINISTRO SOCIALISTA

Ernest Lluch i Martin nació en Vilassar de Mar, el 31 de enero de 1937. Era doctor en Ciencias Económicas, ejerciendo como profesor en la Facultad de Económicas de la Universidad de Barcelona. Estudió el bachillerato en La Salle de Barcelona. Tras acabar estos estudios se puso a trabajar en el taller de su padre, entrando en la Universidad de Barcelona. A finales de los años cincuenta, colaboró con el Círculo de Economía, donde fue secretario general, conectando con algunos grupos de resistencia nacionalistas. Su primer cargo representativo fue el de delegado del Sindicato Democrático de Estudiantes de la Universidad de Barcelona. Fuera del ámbito estudiantil prosiguió sus actividades políticas, participando en la Taula Rodona, organismo unitario formado en 1966 en el que convivían la mayoría de fuerzas de la oposición clandestina, incluido por primera vez el PSUC. A principios de los años setenta se trasladó a Valencia para ejercer como profesor universitario. Allí conectó con los ambientes progresistas que se aglutinaban en el Partit Socialista del País Valenciano, entrando en su comité ejecutivo. En 1977 regresó a Barcelona para ejercer la docencia, integrándose en el Partit dels Socialistes de Catalunya (Congrés) y, tras las primeras elecciones democráticas, el 15 de junio de 1977, fue elegido diputado a Cortes por Girona. Volvió a ser elegido en 1979 por la misma demarcación electoral. Más tarde sería el número dos por Barcelona. Desde abril de 1980, Ernest Lluch fue portavoz del grupo de los socialistas catalanes en el Congreso. Sin embargo, el clima de inestabilidad que se respiraba a principios de 1981 tras la dimisión de Adolfo Suárez y el intento de golpe de Estado del 23-F marcó un punto de inflexión en la política autonómica. Así, una Comisión de expertos designados por el Gobierno y los socialistas prepararon una ley que armonizara las competencias de las Comunidades Autónomas entre sí y en relación a las competencias estatales: la Ley Orgánica para la Armonización del Proceso Autonómico (LOAPA), presentada en el otoño de 1981 para su tramitación en las Cortes con el respaldo de UCD y el PSOE. La tramitación parlamentaria de la LOAPA se prolongaba durante diez meses, hasta su aprobación por las Cortes en julio de 1982 con los votos de UCD y el PSOE. En el III Congreso del PSC-PSOE en 1982, Lluch criticaba la gestión de la comisión ejecutiva federal del PSOE, acusándola de no haber dado una respuesta clara y contundente a los problemas autonómicos, en concreto al polémico tema de la LOAPA, 57

una ley rechazada ampliamente en la comunidad autónoma catalana que generó fuertes tensiones entre los socialistas catalanes y la dirección estatal del PSOE. No obstante, Lluch acató la disciplina parlamentaria del PSOE, negándose a votar en las Cortes contra el proyecto de ley, lo que le llevó a dimitir de su puesto de portavoz del PSC-PSOE. Para Lluch era indispensable asumir las características propias de un partido de los trabajadores y apelaba a profundizar en ello en coordinación con la UGT. Lluch subrayaba la necesidad de promover un catalanismo que se proyectara sobre el conjunto de España y que se supiera integrar a todos los trabajadores: “Nosotros no podemos aceptar un catalanismo aislado del resto del Estado”. La Generalidad restaurada era la representación del Estado en Cataluña y no un órgano diferenciador, obteniendo la gobernabilidad de Cataluña dentro del marco español para consolidar la democracia. Ernest Lluch fue el portavoz del grupo Socialistes de Catalunya hasta enero de 1982 en que dimitía por discrepancias con la dirección de su partido en Barcelona con motivo de la LOAPA. En el Congreso del PSC de 1980 había promovido la plataforma “nueva mayoría”, junto a Martin Toval y Triginer entre otros, que fue frenada por Ferraz. Su paso por el Ministerio de Sanidad permitió la extensión de la Sanidad al conjunto de la ciudadanía. Como ha estudiado Mari Carmen Giménez en un reciente artículo en la revista Historia del Presente, la Ley General de Sanidad “puso en marcha la reforma y modernización de la sanidad, trascendental para asegurar el papel de pilar fundamental del Estado de Bienestar, que se quería que desempeñase el sistema sanitario para los españoles, cuyo objetivo prioritario era sustituir la caridad por derechos sociales, vinculando la protección sanitaria a la condición de ciudadano por el mero hecho de serlo”. Más adelante fue rector de la Universidad Internacional Ménendez Pelayo, contribuyendo al debate sobre el Estado de las Autonomías y a la lucha contra el terrorismo. Murió asesinado por ETA el 21 de noviembre de 2000. Hoy en día, una fundación preserva su memoria en su villa natal. El ministro combinó sus actividades cívicas y políticas con el estudio y la reflexión sobre la historia económica catalana y española, que dieron como resultado varios libros propios y colectivos. Asimismo, reflexionó sobre el papel de Cataluña en la monarquía de España establecida tras la guerra civil e internacional conocida como Guerra de Sucesión. Entre sus libros, cabe destacar: El pensament econòmic a Catalunya (1760-1840): els orígens 58

ideològics del proteccionisme i la presa de consciencia de la burgesia catalana (Barcelona, Edicions 62, 1973); La Catalunya veçuda del segle XVIII: foscors i clarors de la Illustració, (Barcelona, Edicions 62, 1996); y L´alternativa catalana (1700-17141740): Ramón de Vilana Perlas i Juan Amor de Soria: teoría i acció austracistes (Vic, Eumo Editorial, 2000).

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FRANCO Y SU DICTADURA.

CUARENTA AÑOS DE CONSTRUCCIÓN

HISTORIOGRÁFICA

La historiografía académica sobre el franquismo puede decirse que se inauguró con la pionera obra de Javier Tusell y Juan Pablo Fusi, aunque el recientemente fallecido Ricardo de la Cierva redactara también desde una perspectiva menos profesional algunas obras de síntesis. Todos ellos ocuparon puestos en la acción administrativa de los gobiernos de UCD o del PSOE. Por lo que se refiere al maestro de historiadores, desaparecido hace diez años, Javier Tusell, su obra sobre Franco y su régimen es amplísima. En víspera de las elecciones de 1977 obtuvo el premio Espejo de España con su libro La oposición democrática al franquismo, 1939-1962. Aunque no realizó nunca una biografía completa del dictador se detuvo en los orígenes del franquismo durante la guerra civil, dedicando obras a algunos de sus principales colaboradores, como Martin Artajo o Carrero. Sus primeras síntesis sobre la época se publicaron en 1989 (La España de Franco y La dictadura de Franco). Además, dedicó obras de investigación a diversas etapas de la dictadura, como Franco y los católicos (1987), Franco en la Guerra Civil. Una biografía política (1992), Carrero. La eminencia gris del régimen de Franco (1993), Franco, España y la II Guerra Mundial: entre el Eje y la neutralidad (1995); Tiempo de incertidumbre: Carlos Arias Navarro entre el franquismo y la transición (1973-1976) (2003), Fascismo y franquismo cara a cara: una perspectiva histórica (2004). Presidió diversos congresos sobre la época franquista: “La oposición al régimen franquista” (1988) o “El régimen franquista” (1991). Poco antes de su muerte publicó Dictadura y democracia, que constituía una renovada síntesis sobre la España del tiempo presente. El avance de la historiografía durante la última década ha sido impresionante. Revistas como Ayer o Historia del Presente han publicado decenas de artículos que analizan diversos aspectos del franquismo. Quizá haya sido el tema de la represión y del exilio la estrella de la dedicación de los historiadores durante los últimos años, gracias al progresivo acceso a los archivos públicos, aunque todavía hoy después de cuarenta años

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de la muerte de Franco sigan existiendo cortapisas para el acceso a los mismos, así como una escasa sensibilidad hacia los archivos de los gestores de la política cultural.

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JULIO ALVAREZ DEL VAYO: PERIODISTA SOCIALISTA, HOMBRE DE ESTADO Y REVOLUCIONARIO

En este año se han cumplido cuarenta de la muerte de Julio Álvarez del Vayo Olloqui, un periodista socialista heterodoxo, dotado de un activismo político y viajero hasta su muerte en vísperas del final del franquismo, tras 65 años de militancia en diferentes agrupaciones políticas marxistas y revolucionarias. Nacido en Villaviciosa de Odón el 2 de febrero de 189, fue hijo del general Juan Álvarez del Vayo y Navarro y de una gran propietaria ultracatólica de Lumbier, realizando sus estudios secundarios en El Escorial y la licenciatura de Derecho. En 1911 fue becado por la Junta de Ampliación de Estudios marchando a Londres para estudiar ciencias políticas y económicas en la London School of Economics. Entró en contacto con los fabianos hermanos Webb, adhiriéndose al socialismo e ingresando en el PSOE. En 1913 se trasladó a Alemania, prosiguiendo sus estudios en la Universidad de Leipzig y participando activamente en el movimiento socialista alemán, estableciendo relación con, entre otros, Rosa Luxemburgo y Willi Munzerberg. Fruto de esta vivencia alemana, escribió su primer libro reportaje, La senda Roja, en el que relató la revolución espartaquista de 1918. Participó en las campañas contra la guerra mundial y en las movilizaciones en protesta por el asesinato de Jean Jaurès. Como consecuencia fue expulsado de Alemania, pasando a residir en Nueva York donde, entre 1914 y 1916, fue corresponsal de El Liberal. En 1916 regresó a Dinamarca, con intención de ejercer de corresponsal de guerra del frente ruso. Al no lograrlo viajó a Alemania y posteriormente a Suiza, donde trabajó como corresponsal de guerra para los periódicos El Sol de Madrid, La Nación de Buenos Aires y Manchester Guardian, colaborando además con revistas españolas como Vida Socialista y España. En Berna frecuentó los grupos de exiliados antizaristas, donde conoció a Lenin pocos meses antes del regreso de su regreso a Rusia. Después de la guerra mundial trabajó como corresponsal del diario argentino La Nación para Europa, residiendo sucesivamente en Viena (1919), Praga y Berlín (1920) y viajando a Rusia por vez primera en 1922 como miembro de la Comisión Nansen para la ayuda al pueblo ruso. Viajó varias veces a la Unión Soviética escribiendo los libros, La nueva Rusia (1926) y Rusia a los doce años (1929). En 1918 se inició en la masonería con el nombre simbólico de «Luxemburg» perteneciendo a la logia «Ibérica» de Madrid. Fue candidato del PSOE en las elecciones 62

generales de 1919 y 1920 por Villena (Alicante) sin resultar elegido. En 1920, junto con Luis Araquistáin y Juan Negrín, constituyó la empresa editorial España. Partidario de la Tercera Internacional, abandonó el PSOE en 1921, reingresando en el partido en Madrid en 1925. Durante la Dictadura de Primo de Rivera compaginó su corresponsalía de La Nación con el periódico británico Manchester Guardian. En mayo de 1926 estuvo en prisión por unas palabras de apoyo a Miguel de Unamuno, pronunciadas durante un banquete celebrado en honor del Doctor Tapia. Casado con una mujer suiza de habla alemana, Luisa Graa, fue concuñado de Luis Araquistáin. Como ha estudiado su biógrafa, Cristina Rodríguez, tras la proclamación de la Segunda República en un principio se pensó en que desempeñara la embajada en Berlín, pero fue vetado por el gobierno alemán por lo que terminó nombrado Embajador de España en México, elevando de categoría la legación española. Con el reconocimiento de la Unión Soviética por parte del gobierno republicano fue designado Embajador de España en Moscú, aunque no llegó a tomar posesión de su nuevo destino debido a la caída del gobierno de Manuel Azaña en 1933 y constituirse uno nuevo de predominio radical que paralizó el reconocimiento diplomático de la Unión Soviética. En México consiguió un acuerdo para la venta de buques de guerra, condonando en la práctica la deuda de la revolución mexicana con españoles y tratando de lograr un convenio comercial hispano-mexicano. Como ha estudiado Hugo García, logró representar a un nuevo hispanoamericanismo liberal y republicano en la época posrevolucionaria del Maximato mexicano, promoviendo el mito antifascista entre los dos países, lo que favorecería el apoyo de Cárdenas a la república española en guerra y la acogida de los refugiados a su término. En 1934 fue Presidente de la Comisión creada por la Sociedad de Naciones para restablecer la paz en El Chaco, que enfrentaba a Bolivia y Paraguay. Elegido diputado por Madrid-capital en las elecciones generales de 1933 y 1936, formó parte en la legislatura 1933-1936 de la Comisión de Estado; y en la legislatura 1936-1939 de las Comisiones de Estado de Defensa Nacional y de Presidencia. Fue además miembro titular de la Diputación Permanente de las Cortes entre abril de 1936 y el 1 de octubre de 1938. Miembro del ala izquierda del PSOE fue Ministro de Estado en los dos gobiernos presididos por Largo Caballero desde septiembre de 1936 a mayo de 1937, siendo además Comisario General del Ejército de la República, siendo acusado de favorecer al PCE. 63

Partidario de la unificación entre los dos partidos marxistas, en mayo de 1937 rompió con Largo Caballero apoyando la designación de Juan Negrín como Presidente del Consejo de Ministros. Tras la crisis de abril de 1938, regresó al Ministerio de Estado hasta el final de la guerra. Partidario de la resistencia hasta el fin, con la esperanza de enlazar con el estallido de la guerra europea, propuso continuar la guerra desde un reducto de la zona sureste de España o incluso mediante la «guerra de guerrillas». Durante la segunda guerra mundial desarrolló desde Nueva York una intensa actividad como publicista y político al frente del sector del PSOE encabezado por Ramón González Peña, Ramón Lamoneda y Juan Negrín. En 1945 acudió a la Conferencia de San Francisco, que dio lugar a las Naciones Unidas. Fue expulsado del PSOE en 1946 al no cumplir el mandato de la Comisión Ejecutiva clandestina de unificación de los distintos grupos socialistas que existían en el exilio. Al inclinarse la Internacional Socialista en febrero de 1948 por el reconocimiento del sector dirigido por Indalecio Prieto y Rodolfo Llopis, participó en la creación del movimiento España Combatiente en 1947 y de la Unión Socialista Española, de la que fue presidente de 1951 a 1964. Discrepó de Negrín respecto a la posible ayuda del Plan Marshall a España, defendiendo la resistencia armada y la república. Desde una perspectiva antifascista, criticó la alianza con nuevas fuerzas democráticas desgajadas del franquismo y la política de reconciliación nacional promovida por el PCE. Se puede decir que fue el más caracterizado miembro de la cultura marxista revolucionaria en el seno del PSOE, junto a otros dirigentes socialistas como Ramón Lamoneda o Gabriel Morón. En 1964 fue promotor del Frente Español de Liberación Nacional y, a partir de 1971, se adhirió al Frente Revolucionario Antifascista y Patriota (FRAP). En 1957 viajó por primera vez a China, realizando posteriores desplazamientos en 1961, 1967 y 1973 y fruto de esos viajes fueron sus obras, Reportaje en China (1958) y China Vence (1964). Incluso en abril de 1975 llegó a enviar una carta abierta a Mao. Amigo de Nenni, mantuvo relaciones estrechas con socialistas italianos en Milán, recibiendo financiación. Acusado de prosovietismo, también se le acusó de haber sido captado por las agencias americanas de inteligencia tras su deriva prochina en los años sesenta. Al inicio de los años setenta, pidió sin éxito el reingreso en el PSOE, a pesar de su apoyo al FRAP. Falleció en Ginebra el 3 de mayo de 1975, siendo enterrado tras la 64

celebración de un acto laico al que asistieron el Presidente de la República Española en el exilio, José Maldonado y el Jefe del Gobierno republicano, Fernando Valera.

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EL MEXICANO EDUARDO VILLASEÑOR Y LA ESPAÑA REPUBLICANA, 19291945

En 1929 un joven escritor michoacano, conocido como el “gordo”, visitó diversos países europeos antes de su incorporación al puesto de agregado comercial en Londres. En Moscú pudo conocer al periodista socialista Julio Álvarez del Vayo a través del encargado de la embajada mexicana, Jesús Silva Herzog. Pocos meses antes había viajado por España, en la etapa final de la dictadura de Primo de Rivera, afirmando a su amigo Genaro Estrada que los socialistas españoles eran demasiado timoratos y puritanos. En París, Villaseñor, Araquistáin, Vayo y el que sería director del diario del partido nacional revolucionario mexicano en 1931, Juan de Dios Bojórquez, se propusieron crear una agencia de noticias iberoamericana. Araquistáin acababa de publicar el libro La revolución mejicana, fruto de su estancia en el país, mientras que Vayo, que había publicado un par de libros reportaje sobre la Rusia soviética, sería nombrado embajador de la naciente república española en México 1931. Villaseñor regresó a México en 1931, desempeñando la dirección de publicaciones de la secretaría de Hacienda y reencontrándose con su amigo Vayo. En 1935 Villaseñor conseguiría su propósito al fundar la Agencia Noticiosa (ANTA), con la colaboración de Vayo, como poco antes había creado, junto a Daniel Cosío Villegas, la revista El Trimestre Económico y la editorial Fondo de Cultura Económica. Vayo había intercedido ante Fernando de los Ríos para que invitara a dar unas conferencias en España a Cosío, común amigo con Villaseñor. Sin embargo, Cosío no consiguió el apoyo de la editorial española Espasa, pionera de la internacionalización del mundo editorial en América, para la creación de una colección de Economía. Como es conocido, Vayo llegaría a ser ministro de Estado de la República en guerra entre septiembre de 1936 y mayo de 1937, y de nuevo desde abril de 1938 hasta el final de la contienda, mientras que Eduardo Villaseñor fue nombrado subsecretario de Hacienda. Desde ese puesto coadyuvó decisivamente en la acogida de intelectuales españoles, con la creación de La Casa de España y, desde 1940, El Colegio de México, instituciones de las que presidió su patronato.

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En marzo de 1940, Villaseñor advertía a Cárdenas sobre las maniobras franquistas para hacerse cargo y entregar el material de aviación en manos de la JARE al candidato Juan Andrew Almazán, rival del oficial Ávila Camacho. Este material, valorado en más de un millón de dólares, había sido reclamado en repetidas ocasiones por el responsable del comité de ayuda negrinista, el doctor José Puche, dado que se quería reservar el tesoro del Vita para la hacienda de un futuro gobierno de Negrín de vuelta a España. En realidad, finalmente Indalecio Prieto consiguió vender los motores al gobierno canadiense, depositando inicialmente esos recursos en Estados Unidos, mientras que los aviones Bellanca, terminaron en manos del ejército mexicano. Poco después, durante el sexenio de Manuel Ávila Camacho, el michoacano desempeñó la dirección del Banco de México, adquiriendo los lingotes de oro producto de la transformación de los bienes suntuarios llegados con el Vita, que administraba la Junta de Auxilio a los Republicanos Españoles (JARE), presidida por el líder socialista Indalecio Prieto. A pesar de su nueva responsabilidad, Villaseñor mantuvo su amistad con Vayo, residente en Nueva York, ofreciéndose a trasladar fondos para la agencia de ayuda negrinista en México. En efecto, en 1941 trasladó 44 mil dólares que le había entregado Vayo para el doctor Puche, responsable del comité técnico negrinista en México. En realidad, la red negrinista incluía también al miembro de la embajada mexicana en Nueva York, Antonio Espinosa de los Monteros. Desde su puesto de director del Banco de México, quizá no sería aventurado manejar la hipótesis de que Villaseñor desempeñó un papel decisivo en la intervención de los fondos de la JARE por el gobierno mexicano en noviembre de 1942. La excusa para la intervención mexicana de la JARE fue el traslado desde Nueva York a México de los fondos allí depositados, producto de la venta de los motores de aviación. Este traslado lo había provocado el deseo yanqui al entrar en guerra de controlar los billetes de cien dólares en el extranjero, por lo que Don Inda se vio obligado a depositarlos en el Banco de México, procediendo a su cambio. El “gordo” michoacano y filonegrinista se vengaba de los “cien kilos de socialismo” de Prieto, logrando la intervención de los fondos de la JARE. Esa cercanía a los negrinistas, se confirmaría al ofrecer su casa para reunir al ex presidente Cárdenas, Negrín y Vayo el 16 de agosto de 1945, en vísperas de la reunión de Cortes republicanas y de la dimisión del presidente del gobierno republicano en el exilio. No se sabe que buscaban de Lázaro Cárdenas, aunque el influyente expresidente, en esos 67

momentos secretario de Defensa del México en guerra, había tratado de mediar entre las facciones de los republicanos españoles. En definitiva, el escritor, diplomático y banquero, Eduardo Villaseñor, fue un personaje decisivo y totalmente en la oscuridad de los nexos intelectuales y políticos establecidos entre la elite epirrevolucionaria mexicana y la izquierda republicana española, desempeñando puestos de suma relevancia en la creación de instituciones donde encontraron cobijo los intelectuales exiliados como el Fondo de Cultura Española, La Casa de España y El Colegio de México.

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GEOESTRATEGIA EN UNA PINTADA DE BARRIO

Hace unos días me encontré con una pintada de un grupo juvenil comunista radical que afirmaba "Isis y Turquía son los terroristas". Quizá sea la primera pintada en la calle que he visto en cuarenta años que descalifica a una potencia, a una organización internacional o a un movimiento terrorista extranjero, más allá de las que durante algún tiempo criticaban al imperialismo yanqui y a la OTAN. En cierto sentido, es para alegrarse que los ciudadanos españoles empiecen a tener sensibilidad por los asuntos internacionales, y dejen de mirarse el ombligo identitario territorial. El caso es que desde 1981 España es aliada de Turquía a través del Pacto Atlántico, y desde 1986, a través de la asociación de la república turca con la Comunidad Económica Europea. En efecto, la república turca, heredera del fenecido imperio otomano desde 1922, es una república laica, que adoptó el alfabeto latino, y que dominó hasta el siglo XX buena parte de los países balcánicos. A pesar del laicismo oficial, muy presente todavía en la administración civil y militar, la inmensa mayoría de la población es musulmana pues el fundador Kemal Atartuk "padre de los turcos" expulsó a varios millones de griegos cristianos, como pocos años antes había hecho el sultanato dominado por los "jóvenes turcos" con los armenios, masacrándoles. En la voluntad modernizadora de la nueva república turca, que sustituía a un imperio multiétnico y plural en lo religioso, la gran minoría kurda, de lengua irania indoeuropea, ha sido obligada a "turquizarse". Sin embargo, este pueblo montañés y rural, repartido también entre las antiguas posesiones otomanas de Siria e Irak, que nunca ha llegado a constituir un estado, aunque llegara a concebirse un nuevo país en los planes de reparto nacional de las potencias aliadas durante la primera guerra mundial, ha resistido a través de movimientos independentistas de ideología predominante comunista. Hoy en día, algunas organizaciones kurdas se presentan a las elecciones turcas y han protagonizado protestas sociales y acciones en la calle, duramente reprimidas por las fuerzas de seguridad turcas. Mi curiosidad por esa Europa frontera entre Occidente y Oriente se reavivó las últimas vacaciones al llegar a Transilvania a través de Bucarest y la Valaquia, un territorio este 69

último que estuvo sometido al imperio otomano hasta finales del siglo XIX. El siglo pasado fue la era de las naciones y los nacionalismos, por mucho que el mundo soviético, surgido de la revolución rusa y de la segunda guerra mundial, estuviera presente entre 1917 y la caída del Muro en 1989. La disolución de los estados imperiales multiétnicos fue uno de los mayores desastres asociados a la primera guerra mundial, que no ha podido ser compensado con el nacimiento de entidades supranacionales, como la Unión Europea. Hasta el momento actual ningún país europeo de mayoría musulmana, como Bosnia, Macedonia, Albania o Turquía, ha entrado en la Unión aunque muchos otros como Francia, Reino Unido, Bulgaria, Alemania, Bélgica o incluso España tengan fuertes minorías de esa religión. Sin duda, la idea europea ha estado asociada en el pasado al cristianismo y al mundo clásico grecorromano. Hoy en día, en cambio, el laicismo, el reparto social y la democracia constituyen pilares irrenunciables de Europa. Tras el drama humanitario de los refugiados sirios y, en general, del Próximo Oriente, la Unión Europea ha vuelto su mirada hacia los aliados turcos, depositarios de varios millones de desplazados sirios. El régimen de El Assad, alauita, tiene como aliados a Rusia, Irán y, en menor medida, a China. La división en el mundo musulmán entre chiitas y sunitas, esconde una lucha geoestratégica mundial por los recursos, en primer lugar, el petróleo. Parece ser que el terrorismo de ISIS se financia con el oro negro de la zona, que enriquecería también a destacados miembros del núcleo central de la clase política turca. El partido gobernante turco, islamista relativamente moderado, ha construido una red económica y comercial en todo el Próximo Oriente. Un ejemplo personal, mi viejo televisor turco Beko sigue funcionando a toda prueba sin el menor contratiempo... Es arriesgado decir en que parará todo esto, pero este fin de año pasaré mis vacaciones, tras la resaca electoral y el atracón navideño, en Estambul. Comprobaré sobre el terreno el estado de desarrollo y secularización, además de recrearme con monumentos bizantinos y otomanos.

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EL DÍA DE LA DEMOCRACIA

La Constitución de diciembre de 1978 puso fin a los reductos autoritarios procedentes del franquismo que habían pervivido durante la primera fase de la transición, como la presidencia conjunta de las Cortes, el consejo del Reino o los senadores de designación real. Con el 6 de diciembre de 1978 finalizaban tres intensos años de una transición en la que no se impusieron ni los proyectos de reforma limitada de la dictadura, que no preveían un proceso constituyente y excluían a varios partidos políticos, ni de ruptura revolucionaria. El título primero de la Constitución resulta bien representativo de la negociación entre las fuerzas parlamentarias al definir a España como una nación, compuesta de nacionalidades y regiones, y un Estado social de derecho. Como acababa de cumplir 18 años pude votar por primera vez en mi vida, aunque no fui muy consciente del proceso de cambio político anterior, por mucho que leyera la prensa, los semanarios y los diversos folletos de propaganda política desde los últimos años del tardofranquismo. En mi barrio de Prosperidad hasta 1979 pude observar los primeros síntomas de actividad política y de movilización social, con mítines en el cine Morasol o la creación de una asociación de vecinos en la calle donde se abriría la Agrupación de Chamberí. Sin embargo, mi vida política empezó con la primera legislatura abierta con las elecciones generales de 1979, observando, a partir de entonces, intensamente los debates del PSOE sobre el marxismo en el 28 Congreso y los avatares de los renovadores del eurocomunismo. Sin embargo, la manifestación en defensa de la democracia y de la Constitución tras el golpe de febrero de 1981, caminando por el scalestrix de Atocha, fue lo que me hizo tomar partido y comprometerme políticamente. Como estudiante universitario, participé en las luchas por la democratización de la universidad y contra el proyecto de ley de autonomía universitaria (LAU) del gobierno de Unión de Centro Democrático, tomando contacto con la refundada Agrupación Socialista Universitaria (ASU). Habría que concentrarse cívicamente en el espacio público cada 6 de diciembre para celebrar uno de los más importantes días de la Democracia, por mucho que se reforme o 71

elabore en el futuro una nueva carta magna. Aunque no sea la Fiesta Nacional por la oposición de la derecha de Alianza Popular y de UCD a la iniciativa parlamentaria del PSOE en 1981, el 6 de Diciembre debía movilizar a todos los que creemos en el ejercicio de la memoria democrática. Lástima que por azares del destino la fecha suela coincidir con un puente vacacional, que desmoviliza a la ciudadanía... ¡Viva la Constitución!!

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EL MIEDO A PACTOS Y COALICIONES

El debate de ayer entre las cuatro principales formaciones políticas nacionales, pero con la injusta exclusión de las formaciones parlamentarias Unión, Progreso y Democracia e Izquierda Unida, no permitió una suficiente explicación de los diferentes proyectos políticos para España y todos los líderes rehuyeron hablar de pactos y coaliciones. Las últimas declaraciones de los líderes de las formaciones políticas en campaña electoral insisten en que debe gobernar la lista más votada. Mientras el Partido Popular insiste en que la principal minoría tiene el derecho y el deber de formar gobierno, Pedro Sánchez aclara que estaría dispuesto a gobernar y dialogar con otros partidos siempre que obtuviera un voto más que otras formaciones. Por su lado, Ciudadanos parece que se inclina por dejar gobernar al partido más votado, insistiendo en el sentido de responsabilidad política e institucional de su formación. En cuanto al líder de Podemos sigue hablando de la posibilidad de ganar las elecciones para encabezar el cambio político. En cualquier caso, ningún partido ni histórico ni nuevo parece contemplar la hipótesis de pactar o realizar la acción de gobierno en coalición. Los representantes de la “nueva política” son los más remisos a compartir la gobernación precisamente por descalificar la trayectoria de los partidos nacionales mayoritarios en el pasado. En apariencia, tanto Podemos como Ciudadanos estarían más dispuestos a colaborar con el PSOE, no sólo por los contenidos de sus proyectos políticos sino porque su propia naturaleza les lleva a demandar el cambio y el final del dominio del PP. Parece que las nuevas formaciones tienen miedo a perder la “virginidad” política, abandonando la ambigüedad. Es normal que todos los partidos políticos no renuncien al éxito máximo electoral. Sin embargo, no lo es tanto que no se hable abiertamente de coincidencias y diferencias en los proyectos políticos para España. Parece que todos tienen miedo en reconocer preferencias en la política de alianzas que les haga perder electores o que les impida llamar al voto útil. Es cierto que la vida política democrática actual en España no tiene experiencias de gobierno estable mediante un pacto de legislatura o una coalición. Únicamente, en el marco de la gobernabilidad de las Comunidades Autónomas han existido dichos pactos o 73

coaliciones. El recuerdo de alguno de ellos, como el Tripartito catalán del período 20032010, no ha dejado buen sabor de boca e incluso a menudo se le responsabiliza de la deriva soberanista en Cataluña. La cuestión es que por primera vez el previsible resultado de las elecciones de 2015 impedirá los gobiernos en solitario o en minoría si se quiere que la legislatura tenga una mínima estabilidad. Todas las combinaciones políticas para una nueva mayoría me parecerían legítimas y no sólo, desde luego, aquella que facilite la gobernabilidad al partido más votado. En definitiva, las elecciones del 20 de Diciembre inauguran una nueva etapa política, con una radical transformación del sistema de partidos, que obligará a pactos para hacer más país, eliminando los lastres de la corrupción y la desigualdad. España es una gran nación que está situada en las primeras posiciones de bienestar mundial. A pesar de la crisis, nuestro país reúne condiciones para construir un futuro mejor. Los cuarenta años transcurridos desde la muerte de Franco han sido la etapa histórica más brillante de nuestra historia contemporánea. El PSOE es el único partido político que puede liderar el cambio, al disponer de un legado histórico, ofrecer un proyecto político de progreso y tener capacidad de pacto con el resto de las formaciones políticas.

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ATADO Y MAL ATADO

No había tenido hasta ahora ocasión de leer el libro Atado y mal atado. El suicido institucional del franquismo y el surgimiento de la democracia, de Ignacio SánchezCuenca, que constituye una extraordinaria contribución al estudio del cambio político desde un enfoque a caballo entre la ciencia política y la historia. Destaca su análisis de los porqués del harakiri de los procuradores en Cortes en la aprobación de la Ley para la Reforma Política. El politólogo, responsable del Instituto Juan March de Investigaciones ahora vinculado a la Universidad Carlos III, insiste en la importancia del continuismo legal, aunque creo la transición no fue una reforma ni una ruptura. La LRP no preveía inicialmente un proceso constituyente totalmente democrático y salvaguardaba reductos autoritarios. El autor destaca los parecidos del proyecto Arias-Fraga con los de la etapa Suárez, sorprendiéndose de la mayor oposición del bunker a los proyectos más continuistas de la primera etapa. Sánchez-Cuenca postula que la clave de la menor oposición del bunker a Adolfo Suárez fue su dependencia de la voluntad real. Explica el camaleonismo de Suárez y su condición de aperturista más que reformista durante la etapa Arias, desde su posición clave en la Secretaría del Movimiento. Señala que Arias Navarro era un presidente de gobierno heredado de Franco mientras que Suárez pudo ser visto como depositario de la voluntad real, contando además con el apoyo mayoritario de las Fuerzas Armadas. Pasado también el momento mayor de movilización democrática durante el primer trimestre de 1976, con el punto de mayor virulencia con los sucesos de Vitoria, los sectores inmovilistas pudieron rebajar su oposición a las reformas, aunque fueran conscientes de que el proyecto Suárez iba más allá del proyecto de liberalización hacia una democracia limitada de Arias. También, señala que los gobiernos Arias y Suárez no negociaron apenas con la oposición hasta después de las elecciones de junio de 1977. Aquí creo que minusvalora la importancia de las conversaciones para la reforma, luego liquidación, del Sindicato Vertical, y de la apertura a los contactos con el PSOE y otros grupos socialistas y democristianos desde la época de Carrero. La presión de la UGT y de otros sindicatos desde las Internaciones y desde el grupo de los trabajadores de la Organización 75

Internacional del Trabajo tuvo un papel decisivo en la liquidación de la estructura sindical oficial, que había tenido casi un tercio de las sillas de procurador en las Cortes franquistas, aparte de un Ministerio propio. Claro que la ley para la Reforma, como su nombre indica, tenía un posible horizonte constituyente dentro de la pervivencia de nichos autoritarios procedentes del franquismo y de unas importantes limitaciones (sistema electoral, forma de gobierno, responsabilidad parlamentaria del gobierno, …) pero todo dependía del resultado del 15 de Junio. El empate técnico con el antiguo antifranquismo permitió que las nuevas Cortes fueran constituyentes, aunque Suárez había terminado reconociendo esta condición de los comicios poco antes de las elecciones. El 15 de Junio de 1977 se convirtió, gracias al voto de los ciudadanos, en la fecha fundacional de la democracia mucho más que el referéndum de la Ley para la Reforma Política.

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LÍDERES MEDIÁTICOS Y PARTIDOS POLÍTICOS

Sin duda los nuevos líderes de los grupos políticos emergentes, Albert Rivera y Pablo I. Turrión, han demostrado capacidad mediática e inteligencia política. Sin embargo, resulta mucho más dudoso que las nuevas formaciones constituyan algo más que una amalgama de personas y grupúsculos. Quizá por esa falta de equipos sólidos su máxima aspiración de momento es formar un grupo parlamentario lo más nutrido posible, condicionando la acción de gobierno de lo que ellos llaman la "vieja política" aunque ambos lleven en la esfera pública más de una década militando en su momento en formaciones como IU o el PP. ¿Está dispuesto Ciudadanos a investir a un presidente de gobierno del PP, con la abstención o el voto afirmativo en caso de que los votos negativos de la izquierda superen a los escaños populares? ¿Se abstendría también en el caso de una convergencia entre el PSOE y Podemos? ¿Estaría dispuesto Rivera a formar una coalición con el PSOE, desempeñando la vicepresidencia y otras carteras? No contesta, no se sabe... Es cierto que la pregunta se podría plantear también de otra manera. ¿Invitaría el PSOE a Iglesias Turrión a entrar en un gobierno presidido por Sánchez? Con el PCE o con IU el partido socialista no se lo planteó jamás más allá del ámbito municipal y de las Comunidades Autónomas. Incluso en la última legislatura de Felipe González en 19931996 no se buscó el apoyo alternativo de Izquierda Unida al de los nacionalistas catalanes. Aunque también es cierto que era difícil abrir un diálogo con un Julio Anguita rendido a la teoría de las “dos orillas”. Solamente los seguidores del vicesecretario y ex presidente Alfonso Guerra llegaron a buscar marcos de convergencia con Izquierda Unida, en el ámbito de la formación de la mesa del Congreso y en otros foros informales. Por otro lado, la posible convergencia desde el centro a la izquierda plantea dudas programáticas dadas las radicales divergencias en cuanto al modelo de Estado o las políticas de austeridad. Sin embargo, todavía hay espacio para la esperanza en la formación de una nueva mayoría. Sin embargo, todo parece indicar que los nuevos líderes quieren votos, pero no asumir la acción de gobierno dado que sus formaciones carecen de cuadros y equipos. En esta tesitura y al margen de la valoración de los liderazgos la única alternativa a la continuidad 77

de la era de los recortes del gasto social y la corrupción es el partido socialista, debido al arrinconamiento y división de otras formaciones históricas nacionales como IU y UPyD.

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UNA CASA DE ESPAÑA EN MÉXICO

El Ateneo Español de México fue fundado en 1949, diez años después de la llegada de los refugiados republicanos, ya convertidos en exiliados permanentes y muchos de ellos nacionalizados mexicanos, una vez que el tiempo de la esperanza en la liberación de España al terminar la guerra mundial con la victoria de los aliados se fuera desvaneciendo. Su creación por intelectuales y artistas había sido precedida poco antes por la constitución de una Asociación de amigos de la revista Las Españas, pionera en reclamar la reconciliación entre los españoles y el diálogo cultural entre los españoles del exterior y los que sufrían el franquismo dentro de España. El Ateneo Español de México A.C. ha sido la verdadera casa de mi vida mexicana iniciada hace más de veinte años. Tanto en su sede histórica en la calle Isabel La Católica como desde hace unos años en el edificio de la UNED en la "zona rosa" sus sucesivos presidentes en estos veinte años Leonor Sarmiento, Carlos Vélez y Carmen Tagüeña me han recibido con los brazos abiertos, consiguiendo que me sintiera a gusto en la enorme megalópolis defeña. Con sus responsables siempre había ocasión para compartir, después del trabajo, unos tacos y otros platillos acompañados de un viño español. En su sede traté a otras personalidades ya desaparecidas como Anselmo Carretero o Carmen Parga, o contacté por su mediación con Eulalio Ferrer, Néstor de Buen, Aida Pérez o Dori Vidarte, entre otros. Me invitaron a que impartiera charlas y conferencias, organizaron presentaciones de mis libros De la guerra civil al exilio. Los republicanos españoles y México (2005) o La Batalla de México. Final de la guerra civil y ayuda a los refugiados (2009) y facilitaron mis consultas en sus fondos bibliográficos y de archivo. En 2008 celebré el acuerdo impulsado por Carlos Vélez y el vicerrector Paco Álvarez para que el Ateneo utilizara la sede de la UNED en las calles Berlín con Hamburgo, compartiendo con ellos las actividades de la Cátedra del Exilio, patrocinada por el Banco de Santander, e imaginando un futuro centro de investigaciones México-España, al que se pudiera sumar a su patronato instituciones como la UNAM, la Universidad Michoacana o El Colegio de México. Desde la Cátedra del exilio hemos organizado con

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la UNAM congresos en 2009, 2010, 2012 y 2014 en los que ha colaborado el Ateneo con actividades paralelas. Siempre que he visitado México he pasado por la sede del Ateneo para enriquecer su biblioteca con diversos libros y la revista Historia del Presente, haciéndome socio para ese año. Creo que la solución de futuro del Ateneo es potenciar su carácter de centro de estudios hispano-mexicano, convirtiéndolo en una especie de instituto Cervantes dependiente de la administración exterior española con la participación de las principales instituciones educativas mexicanas y de una asociación de amigos al modo de la Residencia de Estudiantes en Madrid.

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UNA LEGISLATURA INESTABLE

Todo parece indicar que el carácter de partido bisagra de Ciudadanos ha quedado desvirtuado tras la campaña electoral. Finalmente, Albert Rivera ha aclarado que facilitará la investidura del partido más votado, es decir el PP, sin pedir nada a cambio. Lo que no se ha atrevido a decir es que para ello no basta con la abstención, sino que tendrá que votar sí salvo que el PSOE se sumara también a la abstención en la investidura. Sí Rajoy consiguiera la investidura con mayoría siempre aguantaría todo lo que pudiera antes de convocar elecciones, sabiendo que una moción de censura necesita de una mayoría absoluta alternativa y no solo relativa. Nadie quiere una repetición de elecciones en abril y más aún con la cuestión catalana en el candelero. La legislatura seguramente no se finalizaría por mucho que el “orden, unidad y aguantar” de reminiscencias franquistas los populares lo intentaran aplicar al siglo XXI. Del mismo modo, Rivera se opone a una improbable mayoría más cualificada formada por el PSOE con Podemos y otras formaciones políticas nacionales y regionales, muchas de ellas nucleadas también por los morados. Resulta dudoso que Ciudadanos se abstuviera también ante esa mayoría de izquierda. Otra combinación improbable sería un pacto de gobierno entre PSOE y Ciudadanos con la abstención de Podemos. Ningún partido, por otro lado, parece dispuesto a comprometerse en la gobernación, en coaliciones estables con programa común y reparto de carteras. Todos los partidos barren para casa y temen el “abrazo del oso” que implica la coalición, aunque debería imponerse el sentido de Estado y el compromiso político con la ciudadanía. Hay que tener en cuenta, además, que el PP ha conseguido una mayoría aplastante en el denostado Senado al no buscar acuerdos la izquierda para las candidaturas como en el año 2000 entre el PSOE e Izquierda Unida. ¿Qué reformas y leyes se podrían aprobar con una mayoría aplastante del PP en el Senado? Uno de los casos más aberrantes ha sido el de Madrid, donde el Partido Popular ha conseguido los escaños para tres senadores mientras que el cuarto ha ido a Podemos, superando a la candidata del PSOE mejor situada por siete mil votos. El reparto del voto 81

pactado aun sin candidatura común habría sido también posible para neutralizar esa mayoría del PP en el Senado. La ausencia de intelectuales y de pesos pesados de políticos veteranos en las candidaturas al Senado en Madrid ha sido clamorosa, salvo por el más votado del PP y la testimonial candidatura de Fernando F. Savater por UPyD. Por cierto, me llamó la atención que algunos candidatos no tuvieran impreso su nombre con dos apellidos, utilizándose en algunos casos solamente el segundo cuando los demás mortales tenemos que identificarnos con el DNI...

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NO BASTA CON LA ABSTENCIÓN

A lo largo de estos meses he insistido en que los partidos políticos parlamentarios deben comprometerse en coaliciones y no solamente facilitar la investidura con el voto afirmativo o la abstención. En la anterior experiencia democrática de la segunda república el sistema electoral obligaba a la formación de coaliciones electorales o de gobierno. La memoria de la guerra de España y la correlación de fuerzas desde 1977 desalentó la formación de coaliciones de gobierno por mucho que hubo varias legislaturas sin mayoría absoluta, actuando como árbitros los nacionalistas catalanes y vascos. Ya es hora de desterrar los lastres del pasado. La huella de la guerra civil hay que echarla de una vez al olvido. En el momento actual, con una grave amenaza secesionista los nacionalistas no pueden ser árbitros de la acción de gobierno y de la reforma constitucional, para la que hay que contar en todo caso con el PP, dado que tienen el tercio de diputados de bloqueo en el Congreso y la mayoría en el Senado. Todos los que hemos criticado el inmovilismo del Partido Popular podríamos percibir que dejarles gobernar en minoría no serviría ni para la reforma del Estado ni para revertir las políticas públicas de austeridad. Tampoco se puede rehuir de las responsabilidades otorgando al PP el gobierno con la abstención, esperando que lo abandonen cuando se reúna una hipotética y difícil mayoría absoluta alternativa en una moción de censura. Todos los que creemos que España es una gran nación, que reúne a nacionalidades y regiones, no podemos consentir que se nos diga que el estado español en una mera suma de naciones o nacionalidades. ¿Están dispuestos a formar una gran coalición PSOE, Podemos y Ciudadanos, repartiéndose las responsabilidades de la acción de gobierno? Pablo Iglesias Turrión ha bloqueado esa posibilidad exigiendo la consulta plebiscitaria para Cataluña como condición sine qua non, a lo que Albert Rivera se opone radicalmente. El PSOE debería intentar formar una coalición dado que los conservadores no pueden reunirla, exigiendo la presidencia del gobierno incluso en el caso de fuera necesario integrar a un PP sin Rajoy, necesario para las grandes reformas de Estado. No se puede 83

dejar hacer el juego a Podemos, postulándose como la única oposición y como el perro del hortelano que no me come ni deja comer.

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CIUDADANÍA DEMOCRÁTICA Y EXILIO EN MÉXICO*

Los españoles de México, conocidos como “gachupines” y la “honorable colonia” nunca fueron muy abundantes en comparación con la emigración en masa hacia Argentina o Cuba desde finales del siglo XIX o, en los años cincuenta del siglo XX, hacia Venezuela. Considerando los nacidos en España y los descendientes cuyo padre era español, el número de residentes en el momento de proclamación de la segunda república española estaba situado en torno a las cincuenta mil personas. Para entonces, la república mexicana apenas salía de la etapa violenta, institucionalizándose la Revolución. Cerca de un centenar de españoles habían perdido la vida durante los años veinte, siendo expropiados por cerca de un millón de hectáreas y saqueados respecto a otros bienes. La elevación del rango de la legación hispana a la condición de embajada y la llegada del primer embajador español a México, el socialista y periodista Julio Álvarez del Vayo, en junio de 1931, establecería el mito de la hermandad republicana y antifascista entre los dos países, aliviando la situación de la comunidad de españoles residentes gracias a la condonación de la deuda de la revolución en la práctica y los nuevos intercambios, cuyo aspecto más destacado fue la concesión de un crédito a México para la construcción de unos buques de guerra en España. La llegada del nuevo embajador a México animó a los minoritarios sectores progresistas a constituir una sección de la azañista Acción Republicana, de la que se desgajó más adelante una Agrupación Socialista. El estallido de la guerra de España llevó a los sectores izquierdistas a constituir un Frente Popular Español en México, ya con presencia de jóvenes comunistas. Además, fue creada una Asociación de Amigos de la República Española, con miembros de ambas nacionalidades, y algunos españoles formaban parte de la masonería mexicana. Por otra parte, los nacionalistas periféricos catalanes y vascos, contaban con sus respectivas asociaciones, entre las que destacaba el Orfeó Catalá. Posiblemente, los militantes de estas asociaciones no superaron el medio millar de miembros frente a las decenas de miles de socios de entidades profranquistas como el Casino Español, el Club España y diversos centros regionales mayoritariamente partidarios de los sublevados como el Centro Asturiano.

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El estallido de la guerra de España trajo consigo las primeras expatriaciones de españoles hacia México, inaugurada con el arribo de algo menos de medio millar de infantes en 1937, conocidos como los niños de Morelia, así como de diversos representantes de las organizaciones antifascistas españolas y de un grupo de intelectuales que, protegidos por amigos de Vayo y de la república española, como Eduardo Villaseñor, Daniel Cosío Villegas, Alfonso Reyes o Genaro Estrada, fueron acogidos en La Casa de España en 1938, hasta su conversión en El Colegio de México en 1940. Sin embargo, esa solidaridad de las repúblicas hermanas y planes de repoblación y desarrollo de México permitió que esta nación se convirtiera en la receptora por excelencia de refugiados españoles de la guerra civil. Más de 25.000 personas, contando con los que eran niños e hijos de refugiados, se afincaron en México hasta el comienzo de la década de los cincuenta, existiendo un nuevo goteo de expatriados por razones políticas y de reagrupamiento familiar hasta los años setenta. Los refugiados, enseguida se convirtieron en exiliados permanentes sobre todo al finalizar la guerra mundial y desvanecerse el tiempo de la esperanza inaugurado con la caída de los fascismos y la victoria de los aliados. A comienzos de 1946, exiliados españoles residentes en el norte de África o Europa comenzaron a emigrar hacia América, lo que representaba la pérdida de la ilusión en un pronto retorno a una España sin Franco. Las facilidades para la naturalización ofrecidas por el presidente Lázaro Cárdenas en 1940, trajo consigo que para finales de los años cuarenta más de 8.000 hombres exiliados se hubiesen nacionalizado mexicanos. Aunque la constitución republicana española había previsto la posible doble nacionalidad con los naturales de Iberoamérica que residieran en España, el proyecto no tuvo tiempo para llevarse a la práctica. Solamente Venezuela llegó a debatir un estatuto de doble nacionalidad para los exiliados españoles a través del gobierno republicano español aunque finalmente no se llegó a regular. La naturalización de los españoles expatriados planteaba dudas de cara a la construcción de una ciudadanía democrática desde el exilio, de manera especial para los representantes del pueblo y los dirigentes de los partidos políticos. Las polémicas en torno a que los dirigentes de los partidos y los diputados españoles pudieran ser nacionales mexicanos, colombianos, chilenos o argentinos fueron frecuentes a lo largo de los años cuarenta y cincuenta. Pasados los primeros momentos, los refugiados republicanos enseguida encontraron ámbitos de encuentro con los antiguos españoles residentes, al margen de las diferentes 86

ideologías y el mayoritario profranquismo de éstos durante la guerra de España, que se vio atemperado con el estallido de la guerra mundial y de México con los aliados a partir de 1942. El exilio republicano español en México fue extraordinariamente plural en los años cuarenta, subdividiéndose en agrupaciones de todas las ideologías, a su vez recorridas por todo tipo de fraccionamientos. Los centros ideológicos más importantes fueron el Círculo Pablo Iglesias, desde 1945 Agrupación Socialista Española; el Ateneo Salmerón, que reunía a republicanos liberales; la Casa de la Juventud, con la militancia comunista de las Juventudes Socialistas Unificadas y del PCE. En cambio, los refugiados no consiguieron encabezar los tradicionales centros regionales de la emigración previa a la guerra de España, salvo en el caso de los que agrupaban a los nacionalistas, o de nuevos centros como la Casa Regional Valenciana, el centro cántabro Sotileza o la peña madrileñista Los Cuatro Gatos, entre otros. La condición generalmente privilegiada y minoritaria del español en México hacía que la mayor parte de los centros regionales fueran nichos de regionalismo conservador hispano al mismo tiempo que los gachupines iban adquiriendo la nacionalidad mexicana de derecho o mexicanizándose. No hubo en México grandes centros regionales con funcionamiento democrático al modo de lo ocurrido en Argentina, Venezuela o Uruguay. Los centros que reunían a los exiliados antifascistas en México fueron decayendo en los años sesenta, aunque, en esos momentos, se llegaron a reconstituir las Juventudes Socialistas y crearse movimientos como M-59, con los hijos de los refugiados. Sin embargo, la segunda generación del exilio político fue mucho más débil en México que en países como Francia o Bélgica. Las posibilidades de integración y de ascenso social de los españoles y de sus hijos, nacidos en México, dificultaban que el partido se convirtiera en una especie de reservorio de la patria. De hecho, el retorno desde México a la España del tardofranquismo y de la transición fue mucho más difícil que desde los países europeos. También la contribución de los exiliados en México a la renovación de la izquierda española fue mucho más limitada que la del exilio en Europa. La mayoría de la militancia del PCE o del PSOE en México tendió a alinearse con los veteranos defensores de las culturas políticas tradicionales, marcadas por la experiencia de la segunda república. Mientras que los socialistas rechazaron mayoritariamente el proceso de renovación del 87

PSOE, los comunistas eran reacios al eurocomunismo promovido por Carrillo. En muchos casos, la identidad de los españoles procedentes del exilio en México tendió a congelarse en el tiempo de la Segunda República, mostrando inicialmente mucho recelo ante el proceso de cambio político que se estaba produciendo durante la transición en España. En cualquier caso, el federalismo y europeísmo del exilio en México, como en otros países de la expatriación tanto en América como Europa, tuvo una decisiva influencia en la configuración de España como Estado de las Autonomías. *Introducción al capítulo sobre México del libro LOS ESPAÑOLES DE AMÉRICA. ASOCIACIONISMO Y CIUDADANÍA ENTRE LA GUERRA CIVIL Y LA CONSTITUCIÓN DE 1978, Madrid, Cátedra del exilio/Eneida, 2017

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EUROPA EN SUS LÍMITES

Las penínsulas ibérica y anatolia están situadas en los flancos más occidental y oriental de la Europa mediterránea. A pesar de las diferencias, desde 1982 somos aliados atlánticos en la OTAN. El Partido del Pueblo, laico y heredero del fundador de la república turca Kemal Atartuk en 1923, forma parte del partido socialista europeo, como el PSOE. Reducido al 25 por 100 de apoyo electoral en las sucesivas elecciones de junio y noviembre de este año, su implantación predominante se sitúa en las costas mediterráneas del país y en la zona europea del país transcontinental. La Constitución turca de 1982, otorgada tras la dictadura militar, establece una república unitaria parlamentaria. El líder del partido islamista, Erdogan, fue elegido en 2014 presidente de la república, tras cuatro legislaturas como presidente de gobierno. El partido islamista en el poder pretende reformar la constitución para sustituir el régimen parlamentario por otro presidencialista. No obtuvo mayoría absoluta en las elecciones generales de junio de 2015, por lo que al no poderse formar un gobierno de minoría islamista o de coalición entre socialistas con ultranacionalistas y kurdos, en noviembre se repitieron las elecciones alcanzando los islamistas la mayoría absoluta. No obstante, el propósito de Erdogan de asumir mayores poderes presidenciales con la reforma constitucional está bloqueado a falta de una mayoría suficiente de tres quintos de parlamentarios. Resulta difícil aventurar pronósticos y hacer una prospectiva política pero el horizonte con el conflicto entre comunidades musulmanas y la lucha mundial por los recursos petrolíferos, dentro del secular conflicto ruso-turco desde el siglo XVI, no es muy halagüeño. Parece que tanto islamistas como ultranacionalistas turcos no están ya muy interesados por la pertenencia a la Unión Europea, dirigiendo su mirada a los territorios que pertenecieron en Asia al antiguo imperio otomano. Ese es el mercado natural para los 75 millones de turcos y la competitividad de su industria, el subempleo y la dualidad de su estructura económica no parece que convenga tampoco demasiado a la nueva canciller de hierro. La comunidad española en Turquía es de unas dos mil personas, de la que mitad son sefarditas que recuperaron la nacionalidad y en mucho menor medida está compuesta por trabajadores casados con mujeres turcas. Un madrileño que lleva veinte años en Estambul me confesaba que hace veinte años en el Consulado le dijeron que cumplía el puesto 89

décimo de los casados con turcas a pesar de la "pasión turca" tan de moda hace unas décadas. Un hablante de ladino me explica que ella es israelita y que sus padres eran de la segunda Roma, como tantos otros que emigraron desde la enorme comunidad judía turca, después de siglos de acogida en el imperio otomano tras la expulsión de los Reyes Católicos. Hoy en día, la comunidad castellanohablante se ha incrementado por la presencia de muchos iberoamericanos, inusual no hace tanto tiempo. La vida del turista ocasional está sometida a unos precios confiscatorios en el alcohol y ciertas viandas, solamente compensada por el disfrute del kilo de anacardos a veinte euros y del caviar beluga iraní a doscientos, quIzá siete veces menos que el cultivado en el Guadalquivir. Da la sensación de que la vida cotidiana en Turquía está muy polarizada entre el mundo rural y el urbano, y, dentro de éste último, existe una sociedad dual, con muchos pobres y enormes desigualdades que alejan a esta sociedad de los estándares europeos.

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ZONA INTERMEDIA Y CAMBIO POLÍTICO

Desde una estancia de reposo cerca del Puente de los franceses ando leyendo el Memorial de transiciones. La generación de 1978 de Juan Antonio Ortega, que cubre su juventud desde los años cincuenta y hasta la aprobación de la Constitución. De hecho, nacido en 1939, subtitula el libro con la noción de generación de 1978, aplicándola a los hijos de la guerra hubieran nacido antes o inmediatamente después. Con un abuelo extremeño, paseado en Badajoz en agosto de 1936 y perteneciente a una familia relativamente acomodada, como el resto de la generación del 56, su grito de salida a la esfera pública fue reclamar que la “guerra había terminado” frente a la obsesiva conmemoración y uso público de la contienda por el franquismo. Aunque con los años sesenta ya se atisbó un rayo de luz en la transformada sociedad española a pesar del franquismo, el autor pudo airearse viajando por Europa en estancias de estudio. Toda esa elite que pasó por la minoritaria universidad del segundo franquismo compartió una serie de vivencias y valores, por mucho que evolucionaran a diferentes posiciones políticas e ideológicas. Ortega Díaz Ambrona fue profesor de filosofía, amigo de los socialistas de ASU, de la que ahora se conmemora el LX aniversario de su fundación, y del Frente de Liberación Popular, terminó de letrado en el Consejo de Estado, militando en Izquierda Democrática con Ruiz Giménez (donde coincidió con los socialistas Altares y Peces Barba), pero al mismo tiempo fue promotor del grupo intermedio Tácito y del primigenio PP, base de UCD, dimitiendo de un puesto asesor en Presidencia de Gobierno con Carro y Romay. Una zona intermedia, que Juan José Linz clasificó como semioposición desde la que no había mucha distancia respecto a la oposición moderada democristiana o liberal, con vasos comunicantes en el europeísmo pero también en la Administración. Finalmente, Ortega Díaz-Ambrona fue ministro de Educación ucedeo con Suárez y Calvo Sotelo después de la aprobación de la Constitución durante la primera legislatura de 1979-1982. Sin embargo, parece que se reserva ese tiempo de acción de gobierno para un nuevo extenso memorial. Su biografía resulta extraordinariamente reveladora de la formación de una zona intermedia entre el antifranquismo y los grupos franquistas, en la que estaba Tácito, pero 91

también el propio Fraga, que rechazó las asociaciones del Movimiento creando FEDISA. Se les conoció como los "reformistas" aunque la mayoría de ellos tuvieran un horizonte de democracia limitada, como, por ejemplo, el propio Fraga u Osorio. No me parece convincente, en cambio, la idea de que lo ocurrido en proceso de cambio político fuera una reforma del franquismo, pues lo que ocurrió fue una liquidación de sus instituciones políticas, aunque a veces fuera de forma enmascarada. Es de destacar, también, que el autor se ha tomado la molestia de consultar el estado de la cuestión de la historiografía, citando numerosas veces la obra de historiadores que coinciden con sus vivencias y juicios. En ello quizá quedé un recuerdo de su efímera vida académica al iniciarse su vida profesional. En definitiva, unas memorias muy recomendables sobre la vida política e intelectual de la generación del 78 (ya entonces adulta, claro está), complementaria a otras como las de Raúl Morodo.

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CONOCIMIENTO HISTÓRICO Y CULTURA DEMOCRÁTICA

Tras el transcurso de un mes desde las elecciones, la ciudadanía empieza a mostrar síntomas de cansancio y aburrimiento con el teatro de los partidos políticos. Según las declaraciones públicas, los líderes y las direcciones de las formaciones políticas parlamentarias no se han reunido apenas, más allá de los (des) encuentros en las Cortes para la constitución de las mesas. Todavía estamos con el "postureo" y los juegos al escondite para conocer si en el último minuto los grupos parlamentarios darán el SÍ, el NO o la abstención. Porque de eso se trata, aparentemente, de otorgar la investidura de un candidato u otro. Nada de pactos de mínimo común denominador para la acción de gobierno durante la Legislatura y menos de acuerdos para gobiernos de coalición. Todos hablan de reforma constitucional y consultas, pero sin recordar que se necesita mayoría de dos tercios en ambas Cámaras para esos propósitos. El colmo del ridículo ha sido lo ocurrido en el Parlament de Catalunya donde el desacuerdo se ha prolongado hasta el último minuto, con un esperpéntico empate a votos en una asamblea masiva y la falsa retirada del líder asambleario. Una farsa de más de tres meses para que, finalmente, los anticapitalistas presten unos votos para la investidura de un dirigente municipal de la denostada archiliberal Convergencia Democrática. La excusa es que un alcalde convertido en honorable president no es lo mismo, dado que en el poder local existe un mayor control de la idealizada base ciudadana. Claro que el desconocimiento de la Historia y el aislamiento de décadas, desde la Restauración borbónica, pero sobre todo bajo la dictadura franquista, han traído consigo una débil cultura política democrática. Si no existe un patriotismo constitucional compartido difícilmente puede existir diálogo y cultura de acuerdo político. Sin ese conocimiento del pasado y unos valores compartidos, solamente queda el cainita rechazo del adversario. Sería necesario volver a leer a Manuel Azaña o a Indalecio Prieto para entender la necesidad de la colaboración para terminar de construir España. La denostada clase política de la transición al menos compartía europeísmo y rechazo a las dictaduras, aunque fuera desde el "centrismo" tardofranquista, forjado en la universidad desde los años sesenta. Esa fue la generación del 78 (aunque yo preferiría llamarla la generación de hijos de la guerra, forjada a partir de los sucesos universitarios 93

de febrero de 1956) o, como dicen los "intelectuales" de los nuevos partidos, el régimen del 78. Un régimen que al cambiar el titular de la corona y aparecer nuevas formaciones políticas presuntamente estaría camino de finalizar. Sin embargo, me parece dudoso que se den condiciones para una reforma constitucional en profundidad y menos, claro está, una legislatura constituyente.

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LA TRANSICIÓN REVISITADA

He empezado a leer La Transición (Madrid, Silex, 2015), nuevo libro de síntesis de José Luis Ibáñez Salas escrito con viveza y con el explícito reconocimiento de préstamos, a menudo con extensísimas citas, de otros historiadores veteranos y de las aportaciones más recientes de Sánchez-Cuenca, Muñoz Bolaños, Quaggio o Molinero/Ysás, que combate el "revisionismo" de políticos politólogos, como Juan Carlos Monedero en La transición contada a nuestros padres. En efecto, la España actual no es víctima de un "diseño" de la transición desde el franquismo y los caminos posteriores al cambio de 1982 estaban abiertos. El autor y editor, que ya publicó el libro El Franquismo, presenta la interpretación que remarca el triunfo de los "reformistas" frente a los “continuistas”, que mayoritariamente tenían un proyecto de democracia limitada, señalando, como hizo Santos Juliá en su día, que el cambio político de la dictadura a la democracia no fue una reforma ni una ruptura sino, precisamente, una transición. Las metáforas de “ruptura negociada” o “reforma pactada” para describir el cambio político, no dejan de describir la dificultad de definir o encasillar la transición española. Una transición que se prolongó más allá de lo institucional hasta finales de 1982, es decir, siete largos años, un tiempo más duradero que la segunda república española antes del comienzo de la Guerra de España. Bajo la ficción legal de una reforma constitucional, y de la "ley a la ley", se llegó a un proceso constituyente determinado por el resultado fundacional de la democracia de las elecciones del 15 de junio de 1977. Una fecha fundacional para la democracia mucho más que la Ley, última de las leyes “fundamentales” del franquismo, Para la Reforma Política, que preservaba nichos autoritarios (presidente del Consejo del Reino, Presidente de las Cortes y senadores de designación real o iniciativa de la monarquía para referéndum) y dejaba fuera de la ley a diversas formaciones políticas que cuestionaban la forma de gobierno, la unidad de España o el orden social. El tiempo transcurrido entre la muerte de Franco y las primeras elecciones, y entre estas y la aprobación de la Constitución, constituyen los tres años decisivos de la transición, recibiendo los cuatro posteriores de 1979 a 1982 de construcción y consolidación de la democracia, mucha menos atención, lo que constituye uno de sus defectos. Pasa aquí lo 95

mismo que con el estudio del franquismo, ya que sus años fundacionales azules o nacional-católicos reciben casi siempre el doble de atención que los veinte años transcurridos antes de la muerte de Franco. El libro, útil para un lector joven o no tan joven, se completa con un preámbulo telegráfico sobre el último año del tardofranquismo, una cronología, una bibliografía poco ordenada por orden de cita, y escritos de Álvaro Soto y Justo Serna. Además, viene a cubrir un hueco en la alta divulgación, ya que las síntesis especializadas y pioneras de Javier Tusell o Álvaro Soto están prácticamente descatalogadas.

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SIEMPRE

DISTANTES.

LAS

RELACIONES

ENTRE

LABORISTAS

Y

SOCIALISTAS ESPAÑOLES

Las relaciones entre el laborismo británico y los socialistas españoles siempre fueron débiles y distantes. Debido al predominio obrerista, la relación más cercana se estableció a través de UGT. La gran coalición de Ramsay Mac Donald, que formó su primer gobierno laborista en 1924, con los conservadores en 1931, tampoco permitió un estrechamiento con los responsables del bienio republicano-socialista en España. La embajada de Pablo Azcarate con la república española en guerra y la misión extraordinaria de Julián Besteiro con motivo de la coronación del nuevo rey británico no acercaron posiciones entre los dos países. El gobierno conservador británico veía a Azaña como un nuevo Kerensky y, en cualquier caso, estaba comprometido con una política de apaciguamiento con las potencias fascistas. Los laboristas se solidarizaron con la república española pero poco pudieron hacer más, como han estudiado Juan Avilés y Hugo García, entre otros. El trato entre Trifón Gómez, presidente de UGT y del PSOE en el exilio (1951-55) y Ernest Bevin y Herbert Morrison, sindicalista y ministro del Transporte 1929-31, respectivamente, facilitó la famosa entrevista entre Prieto y Gil Robles de 1947 bajo la mediación de Bevin, por aquel entonces ministro de Exteriores. Se trataba de concertar un plan de transición y plebiscito, que permitiera la reconciliación de los españoles. Esta mediación de los laboristas británicos en el poder no implicaba ningún tipo de intervención sobre España. El Encuentro fue seguido del pacto entre monárquicos y socialistas de agosto de 1948, ya en plena guerra fría. A Bevin le sucedió H. Morrison como ministro de Exteriores y vicepresidente con Clement Attlee en 1951. Morrison desaconsejó el posible ingreso del franquismo en la OTAN en 1951. En esos años Luis Araquistáin fue el principal representante del socialismo español en el Reino Unido ya que Juan Negrín se había trasladado a Francia. A partir de su muerte en 1958, algunos jóvenes de la Agrupación Socialista Universitaria (ASU) se expatriaron en Londres, pero el PSOE carecía de una representación significativa, aunque tuviera una 97

sección en Londres encabezada por Clemente García. En esos "swinging years" bajo la administración laborista del antiguo profesor oxoniense Harold Wilson fue muy activo un Spain Democrats Defense Committee pero, al mismo tiempo, menudearon las visitas de diputados y dirigentes laboristas a España, y los contactos de los sindicatos de las Trades Union Congress con la sonrisa Vertical del régimen y el "reformismo" sindical de José Solis. El que fuera secretario del "Verticato", Giménez Torres, mantendría contactos posteriores con diversos observadores británicos en el tiempo del tardofranquismo. El desempeño de Rodney Balcomb de la vicesecretaría de la Internacional y su asistencia al proceso del Tribunal de Orden Público contra Ramón Rubial y otros en 1970 fue decisivo para el apoyo laborista a la facción renovadora del PSOE. En esos años Pablo Castellano y Curro López Real llevaron las relaciones con los británicos, aunque Carlos Zayas, antiguo miembro de ASU y miembro del izquierdista Frente de Liberación Popular y, por entonces, ya militante del PSOE, era informador de los laboristas. El socialdemócrata Fabiano Anthony Crosland sucedió a Callaghan como responsable de Exteriores tras formar gobierno éste en 1976 tras la dimisión de Harold Wilson, al cumplir sesenta años, y su segundo gobierno laborista del bienio 1974-76. Los laboristas como estudiaron Pilar Ortuño y Carolina Labarta mantuvieron una dura posición hacia los gobiernos de Arias Navarro entre 1974 y 1976 con Manuel Fraga de embajador y luego vicepresidente del primer gobierno de la monarquía. Esto facilitaría un trato favorable a Felipe González y el PSOE renovado. En esos años de la transición las relaciones internacionales de los dos partidos fueron llevadas por Luis Yáñez y la laborista Jeannie Little. Tanto el socialdemócrata Crosland como el radical Michael Foot apoyaron diplomáticamente al PSOE aunque no pudieron ayudar tan activamente como los alemanes, como ha remarcado Antonio Muñoz. La caída de Callaghan en 1979 (no pudo recibir a González en 1979 a pesar de estar concertado el encuentro) y el giro a la izquierda de los laboristas con Foot, secretario general entre 1980 y 1983, mientras los españoles giraban hacia la moderación y entraban en una larga etapa de gobierno, acentuaron el tradicional distanciamiento entre los dos partidos. La vinculación antifranquista del oxoniense Foot quedó como mero vínculo sentimental entre los dos socialismos. En realidad, en esa primera década del posfranquismo Hugh Thomas como hispanista y, entonces, militante laborista, fue puente entre los dos países 98

siendo sucedido, en cierta medida, por el extravagante historiador de Oxford Raymond Carr, ya con Felipe González y Margaret Tatcher en el poder. Por otro lado, en un raro desencuentro temporal los periodos de gobierno del PSOE no han coincidido en el tiempo con los del Partido Laborista británico, por lo que la renovación de los liderazgos y de los proyectos políticos no han podido beneficiarse mutuamente. En efecto, el tiempo de González en el gobierno coincidió con los laboristas de Foot o Neil Kinnock en la oposición mientras que el premier Tony Blair coincidió con José María Aznar en el poder.

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POLITICAS HACIA EL PASADO

El Foro Cultura y Sociedad, promovido por Gutmaro Gómez desde la Universidad Complutense y Rafael Simancas en la Fundación Pablo Iglesias, que están promoviendo un Instituto Universitario de Historia Social, debatirá sobre las políticas hacia el pasado y los movimientos de la "memoria histórica" a propósito de un prólogo de Javier Cercas, autor del ensayo narrativo El impostor, a la reedición del libro de nuestro compañero Benito Bermejo sobre el fotógrafo y deportado a Mauthausen Francisco Boix, El fotógrafo del horror. Me une a Benito una larga amistad desde 1988, y los tiempos en que fue becario predoctoral en la UNED. El escrito de Cercas, además de un homenaje a Bermejo, y al propio Francisco Boix, militante de la JSU, constituye una reflexión sobre las POLÍTICAS HACIA EL PASADO y, en concreto, la Ley para la reparación de las víctimas de la guerra y el franquismo, la llamada ley de la "memoria histórica" de 2007 del primer gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. Para Cercas la Ley ha fracasado relativamente no sólo por su vaciamiento de presupuesto desde 2012 por los gobiernos del PP sino porque muchos lugares de memoria y fosas de víctimas siguen sin desmontarse o exhumarse. La exaltación de la Memoria con mayúscula no ha favorecido en la mayor parte de las ocasiones el conocimiento histórico y su divulgación. El partido socialista en el gobierno central y en Comunidades Autónomas como Andalucía o Asturias dio partidas a asociaciones privadas o a grupos universitarios para establecer listados de "todas las víctimas". Algunos académicos también presentaron proyectos de investigación o de actividades académicas con ocasión de las convocatorias anuales de Presidencia, lo que me pareció poco ético. Hoy en día en Andalucía existe una dependencia administrativa de la Memoria democrática, al igual que en Cataluña o en Madrid el nuevo Consistorio ha dado encargos a la Cátedra de la Memoria Histórica, establecida entre la asociación AMESDE y la Universidad Complutense y que fundó Julio Aróstegui. Otras instituciones, como la Cátedra del Exilio, patrocinada por el Banco de Santander, que reúne a la UNED y otras universidades y a la Fundación Pablo Iglesias desde hace 100

una década, desarrollan tanto actividades de recuperación del patrimonio histórico y divulgación ante la ciudadanía como de investigación. A mi juicio, una nueva Política hacia el pasado debería emprender las exhumaciones desde la Administración central o autonómica. Se hace necesaria también una nueva Ley de Patrimonio Histórico que actualice la de 1985, y que facilite el acceso a los archivos homologando la apertura de fondos con treinta años de antigüedad con la mayoría de los países de la Unión Europea. Además de las exhumaciones y la reparación a las víctimas y sus descendientes, la administración de Cultura debería destinar más fondos a la Dirección de Archivos, ampliando los horarios, medios y plantillas de los archivos nacionales. La dispersión de los fondos contemporáneos en tres grandes archivos nacionales resulta hoy poco operativa para los investigadores y para la ciudadanía. El Centro de la Memoria de Salamanca (antiguo Archivo General de la Guerra Civil), el Archivo Histórico Nacional y el Archivo General de la Administración son esos tres depósitos de nuestro patrimonio documental. Creo que no reúnen las condiciones de un gran Archivo Nacional, capaz de estar abierto a toda la ciudadanía, de organizar exposiciones conmemorativas y de ser depositarios de esa parte sustancial de nuestro patrimonio histórico. Quizá estaría bien analizar la experiencia de grandes instituciones como The National Archives británicos. Un gran proyecto de esa naturaleza, que promueva el conocimiento histórico entre la ciudadanía y la formación de un patriotismo constitucional compartido, más que el Museo de Historia de España propuesto por el presidente de gobierno en funciones durante la campaña electoral sería conveniente para la nueva legislatura del cambio.

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LA FUNDACIÓN DE LA AGRUPACIÓN SOCIALISTA UNIVERSITARIA, SESENTA AÑOS DESPUÉS

En 1956 el laborista fabiano británico Anthony Crosland publicaba el ensayo El futuro del socialismo, que abriría la revisión ideológica socialdemócrata, como pocos años después en Bad Godesberg harían los socialdemócratas alemanes y los socialistas italianos abandonando el frentismo antifascista con el PCI tras la invasión soviética y aplastamiento de la revolución húngara. En España ese mismo año moría el socialista Juan Negrín, que había presidido los gobiernos del Frente Popular entre 1937 y 1939, y los gobiernos republicanos en el exilio hasta 1945. Era el fin de la época del antifascismo, como había anunciado la declaración política del PSOE en su Congreso de agosto de 1955, que había unificado la dirección del partido, con residencia en Toulouse. Pero era también el momento de una nueva generación, la de los hijos de la guerra, como anunciaba la declaración socialista: “Además de las fuerzas que son adversarias de Franco desde el 19 de julio de 1936 (…) aparecen otras nuevas, que engendradas por el desengaño, surgen en universidades y laboratorios (…) respetamos y respetaremos las creencias religiosas y las ideas políticas, sean cuales sean; sepan que somos tan españoles como quienes lo sean más; sepan, en fin, que nuestro deber nos empuja a colaborar en la reconciliación de España”. En efecto, el domingo 26 de febrero de 1956 en el madrileño barrio de La Guindalera, tras los sucesos universitarios de Madrid, unos cuantos jóvenes constituían la Asociación Socialista Universitaria (ASU), que enseguida modificó el nombre inicial para llamarse Agrupación. En las protestas habían colaborado jóvenes intelectuales como el filósofo Miguel Sánchez Mazas o Víctor Pradera, redactando un manifiesto que reclamaba la conciliación entre los hijos de los vencedores y de los vencidos para construir una nueva España democrática. La ASU ese mismo verano estableció contacto con el secretario general del PSOE, el pedagogo y presidente del gobierno republicano en 1947, Rodolfo Llopis. El dirigente socialista, quizá al tanto de los nuevos aires laboristas a través de Luis Araquistáin

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residente en Londres, les recomendó que constituyeran una sociedad al modo fabiano, que actualizara el proyecto socialista, de cara al esperado retorno a España. Muchos jóvenes de la ASU decidieron expatriarse, hubieran sido procesados y encarcelados o no, constituyendo una Delegación Exterior, que, con ayuda de la dirección del PSOE, publicaron el boletín universitario Unión, portavoz de la Unión Democrática de Estudiantes (UDE). Entre ellos, cabe destacar a Miguel Sánchez Mazas, Francisco Bustelo, Manuel Ortuño, Vicente Girbau, Manuel Fernández Montesinos o Juan Manuel Kindelán. La nueva plataforma estudiantil UDE sustituía a la Federación Universitaria Escolar (FUE), creada en los tiempos de la segunda república y que, con una nueva hornada de hijos de personalidades republicanas en España y en el exilio como Nicolás Sánchez Albornoz, Enrique Cruz Salido o Carlos Vélez, había promovido protestas en la inmediata posguerra. La ASU logró una fuerte presencia en la universidad madrileña, extendiéndose a las de Valencia y Salamanca, y estableciendo contacto también con los jóvenes universitarios del Moviment Socialista de Catalunya, así como intelectuales socialistas en el País Vasco, como el psiquiatra Luis Martín Santos, en esos momentos miembro de la dirección socialista clandestina, a través del coordinador Antonio Amat. Desde un punto de vista ideológico, la ASU osciló entre planteamientos revisionistas socialdemócratas y los de la “nueva izquierda”, que en España también estuvieron representados desde 1958 por el Frente de Liberación Popular (FLP), los “felipes”. Muchos de sus miembros aceptaron una salida monárquica de la dictadura, pero al mismo tiempo no tenían reparo en practicar la unidad de acción con los comunistas aunque sin plantearse ningún tipo de confusionismo o comité de enlace. Algunos de los recién agrupados en la ASU fueron captados por el PCE, actuando de mala fe como submarinos dentro de la organización, lo que provocó un gran malestar entre los jóvenes socialistas. La procedencia social y familiar de muchos asuístas, hijos de los vencedores franquistas, y la diferente cultura política y los nuevos planteamientos ideológicos, que incluso se radicalizaron tras la revolución cubana, provocaron numerosos conflictos con la dirección del PSOE. Una parte de los militantes de ASU decidieron, finalmente, afiliarse al PSOE,

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en el caso de los más veteranos, o reconstituir las Juventudes Socialistas en Madrid a lo largo de 1961. Una parte de los antiguos asuístas, enfrentados con la dirección del PSOE, aunque no tanto con el anciano referente del socialismo, Indalecio Prieto, terminaron promoviendo una UGT “escindida” y la Alianza Sindical Obrera (ASO) tras las huelgas de 1962 que, aunque consiguió financiación alemana y de la federación internacional de metalúrgicos, terminó disolviéndose en 1967. La estela de los asuístas en la universidad madrileña se extendió hasta 1963, con nuevas redadas represivas de militantes y la participación en la creación de la Federación Universitaria Democrática de España (FUDE). Sin embargo, los nuevos sucesos universitarios de 1965, que provocaron la expulsión de Enrique Tierno Galván por aquel entonces recién afiliado al PSOE, otorgaron al “viejo profesor” influencia entre los jóvenes estudiantes y licenciados madrileños pese al recelo de antiguos asuístas del partido, como eran Miguel Boyer o Luis Gómez Llorente, entre otros. Dos docenas de jóvenes de las nuevas promociones de universitarios, seguidores de Tierno Galván, participarían en la creación del disidente Partido Socialista en el Interior en enero de 1968. Los nuevos socialistas madrileños, procedentes en su mayor parte de las clases medias ilustradas, cometieron el error de intentar forzar la renovación del socialismo español desde fuera del PSOE tanto con ASU como con las nuevas operaciones posteriores. Quizá, también, era demasiado pronto en el tiempo pues a Franco le quedaban todavía quince años de vida al iniciarse los movidos años sesenta.

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CURRO, EL ABUELO SOCIALISTA

Francisco López Real fue para mí un entrañable "abuelo del partido" y simpatiquísimo socialista, un vecino más en el barrio de Prosperidad hasta 1997 que me orientó en mis años juveniles en el PSOE. En 2014 se cumplió el décimo aniversario de su muerte en Madrid. Por su mediación traté también en España y en México a la catedrática de Teoría del Estado en la UNAM y antigua dirigente de las Juventudes Socialistas, Aurora Arnaiz Amigó, reconstruyendo con Curro el recuerdo de los duros años de la República en guerra, sepultados por la nueva vida en México. Su trayectoria, como las de Antonio García Duarte, Francisco Román o Juan Iglesias, entre otros, configuró una segunda generación del exilio y de la primera clandestinidad, que desmiente parcialmente la tesis del vacío generacional en la dirección de las organizaciones socialistas durante el franquismo. En la semblanza redactada por el Diccionario biográfico del socialismo español de la Fundación Pablo Iglesias se cuenta que fue ingeniero técnico de minas. Nacido en Nerva (Huelva) en 1913, ingresó en las Juventudes Socialistas en 1928 y en la Agrupación Socialista en 1930. Fue secretario general de las Juventudes Socialistas de Nerva desde 1928 a 1934. En abril de 1929 comenzó a trabajar en la Compañía Río tinto, atendiendo la correspondencia en inglés. La misma Compañía le costeó sus estudios de Minas en Huelva. Sufrió cárcel en diversas ocasiones por sus actividades políticas y sindicales, la última por su participación en la revolución de octubre de 1934, siendo encarcelado el 15 de noviembre de ese año. En octubre de 1935 se trasladó a Madrid para incorporarse a la Comisión Ejecutiva de la Federación Nacional de Juventudes Socialistas desempeñando la secretaría internacional de la misma. Trabajó como periodista para los periódicos Realidad y Renovación y fue miembro del Comité Nacional de la Federación Universitaria Española. Al producirse el golpe de Estado del 18 de julio de 1936 se encontraba en París camino de la Unión Soviética para asistir al Congreso de la Internacional de Juventudes Comunistas. Tras un largo viaje, en barco desde Leningrado a Londres y de allí a París y a Valencia, regresó a Madrid en diciembre de 1936 incorporándose a la dirección de las Juventudes Socialistas Unificadas. En marzo de 1937 pasó al frente, ejerciendo como comisario político del VII Cuerpo de Ejército, terminando la guerra como comisario del Estado Mayor del Ejército de Extremadura. También fue 105

secretario de la Federación Socialista de dicha región. Finalizada la guerra civil fue detenido en el puerto de Alicante, pasando por los campos de concentración de Los Almendros y Albatera y la cárcel de Porta-Coeli en Valencia hasta que, en marzo de 1940, fue trasladado a Río tinto y poco después a la prisión provincial de Huelva, donde fue juzgado en Consejo de Guerra, siendo condenado a muerte, pena que le fue conmutada por la de treinta años de prisión. Estuvo detenido en el Batallón de Trabajadores de la finca de La Corchuela-Dos Hermanas (Sevilla) donde en 1943 fue visitado por Mario Fernández Rico para informarle y pedirle su conformidad con la reorganización de la Comisión Ejecutiva de las Juventudes Socialistas iniciada en Madrid. Ese mismo año se fugó, llegando clandestinamente a Lisboa, donde fue detenido y recluido en la cárcel de Aljube (Portugal) permaneciendo en la misma hasta que fue entregado a la policía española. Pasó por las prisiones de Badajoz y Sevilla, saliendo en libertad condicional en mayo de 1946. Al salir de la cárcel, participó en la reorganización de las entidades socialistas, siendo nombrado secretario regional de Andalucía del PSOE y de la UGT. En esos años trabajó como ingeniero técnico en la constructora Agromán. Escapó de la detención generalizada de los miembros del Comité Socialista de Sevilla en octubre de 1947 gracias a la celeridad con que la mujer de uno de los apresados le comunicó a «Curro» la detención de su marido. Pudo huir a Madrid y de allí a Bilbao para cruzar la frontera francesa por los Pirineos el 31 de diciembre de 1947. Tras residir un tiempo en Toulouse, Marsella y Tánger marchó a Bruselas, donde finalmente se estableció. Allí se incorporó a las Secciones de la UGT y del PSOE, representando a esta última en Congresos del PSOE en el exilio, celebrados en 1948, en 1961 y en 1972. Apoyó el proceso de renovación del PSOE, siendo secretario de Relaciones Internacionales de la Comisión Ejecutiva elegida en el XII Congreso del PSOE en el exilio, celebrado en agosto de 1972. Su actuación fue fundamental en el reconocimiento por la Internacional Socialista del sector renovado del PSOE como representante oficial en la misma del socialismo español. Desde 1972 a 1978 fue delegado del PSOE en el Buró de la Internacional Socialista, continuando más adelante la misión ante la Internacional. Este año regresó a España y en 1979, tras el Congreso Extraordinario del PSOE en septiembre, fue elegido secretario de Emigración de la Comisión Ejecutiva del PSOE, puesto que desempeñó hasta 1981 en que pasó a ser secretario ejecutivo ocupando dicho cargo hasta 1984.

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Fue elegido diputado del PSOE por Sevilla en las elecciones generales de 1986 y 1989 formando parte de la Comisión de Asuntos Exteriores y desde 1993 a 1996 fue senador por Sevilla. Como otros veteranos se manifestó discretamente escéptico con el reajuste ideológico y del modelo de partido propuesto en el Programa 2000, y preocupado por el distanciamiento de los más jóvenes respecto a la acción de gobierno de Felipe González. Los últimos años de parlamentario constituyeron una forma de completar su tiempo reconocido de trabajo a falta de una pensión de jubilación, debido a los avatares de sus largas seis décadas de lucha política y sindical.

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CANARIAS, ¿PARAÍSO?

A menudo, el turista o el viajero accidental pueden deslumbrarse durante estancia en las Islas Canarias. El clima, eternamente primaveral , que permite hacer vida en la calle todo el año, la exuberancia de una naturaleza subtropical, con numerosos microclimas y una orografía que hace de las islas mayores continentes en miniatura, la aparente cordialidad de sus gentes y la convivencia de comunidades diversas, resulta para todos la primera impresión. Tuve la suerte de realizar mi primera estancia canaria de tres meses en 1982, con motivo del servicio militar en la escala de complemento en el campamento de Hoya Fría. En esos años veinteañeros en Madrid tuve un gran amigo canario en la época del Bachillerato y una “novia” gomera y trotsquista en los tiempos de la Facultad. Desde entonces, he visitado todas sus islas salvo El Hierro, decidiendo tener una segunda residencia en Las Palmas en 2009, con motivo de otra estancia trimestral sabática en la Universidad. Durante esa estancia canariona, desarrollé seminarios de investigación, visité la fundación Negrín y escribí varias monografías en relación con la guerra de España y el exilio. Son ya treinta y cinco años de estancias y paseos en la Isla, con casa propia durante los 7 últimos, por lo que me podría considerar un canario más. La elección tardía de una residencia en la Isleta en la ciudad de Las Palmas me ha permitido conocer mejor la realidad de las Islas. Las Palmas es una ciudad mediana, con cerca de 400 mil habitantes, una quinta parte de la totalidad de los residentes en el archipiélago. Inserta en la ciudad por un istmo, la Isleta preserva su fisonomía con una arquitectura de casitas “terreras” y una población obrera, tradicionalmente vinculada con las actividades portuarias, tabaqueras y pesqueras. Fue la sede del republicanismo federal grancanario de Franchy Roca y, posteriormente, el socialismo y el sindicalismo ugetista arraigó incorporando a intelectuales y científicos como, entre otros, Juan Negrín y Marcelino Pascua. En su plaza principal estuvo la Casa del Pueblo, de la que hoy recibe el nombre. La Casa del Pueblo fue derribada por el franquismo, después de algunos luctuosos sucesos de violencia y represión en 1936 y 1938. En efecto, la sublevación fue respondida con alguna resistencia en la Isleta, siendo encausados y fusilados varios vecinos después de desarmar a algunos militares en julio 108

de 1936. Un relato novelado de la resistencia a la sublevación en las Islas, se encuentra en el libro Tiempo de espera de José Antonio Rial. El relato testimonial y novelado de los días en torno al 18 de Julio, procede de un exiliado en Caracas que estuvo siete años preso durante el franquismo, siendo publicado por el Gobierno de Canarias en 1991. Posteriormente, en 1938 se produjo la fuga de presos políticos, ayudados por los vecinos, en un campo de concentración cercano. No se conoce bien cómo afectó la represión a los vecinos de Las Palmas aunque todavía hay una concentración anual el día de muertos en la sima de Jinámar, donde eran arrojados vivos o muertos los represaliados durante los años de guerra y la inmediata posguerra. A pesar de la ley de la “memoria histórica” de 2007, los restos de las víctimas no han podido ser recuperadas debido a la dificultad que presenta la Sima. Un ejemplo más de la dificultad de dejar en manos asociativas en vez de las administraciones la localización y exhumación de los desaparecidos, como ocurre con otros casos de “paseados” en descampados en Villanueva de la Serena o Cabárceno. Regresando a la vida en Las Palmas, la realidad contradice la idea de la multiculturalidad, existiendo un cierto choque cultural entre las diversas comunidades pasado el periodo escolar. El nivel de pobreza y desigualdad es mayor que en la península, con una tasa de paro superior a la media. La sociedad está muy subsidiada, siendo frecuente ocuparse durante breves periodos de tiempo para disfrutar de otros con el subsidio. La clave de la economía canaria reside en el turismo europeo, verdadero motor del crecimiento y del bienestar, que ha permitido una rápida neutralización de los efectos de la crisis de 2009. El gobierno autonómico estuvo en manos de centristas durante los años de la transición y, pasada la década socialista, los centristas se reconvirtieron en regionalistas gobernando en coaliciones con los conservadores, hasta que viraron hacia una alianza con los socialistas desde 2010. En el caso de la ciudad de Las Palmas, dos alcaldes socialistas han dejado impronta: el histórico Juan Rodríguez Doreste (1980-87) y Jerónimo Saavedra (2007-2011) y, más brevemente, Emilio Mayoral y desde 2015, Augusto Hidalgo. La vida resulta barata, siendo fácil comer un contundente menú del día por 8 euros y tomar un café por 80 céntimos. Los impuestos al consumo son mucho más reducidos (el 3 por 100), no existiendo IVA. El precio de los productos de la tierra locales es muy bajo (un kilo de plátanos o naranjas rara vez supera un euro), encontrándose muchos de los importados, por ejemplo, el vino, por debajo de la media peninsular. La oferta cultural, sobre todo musical, es extraordinaria, siendo fácil encontrar entradas baratas para el teatro 109

o la opera incluso en fin de semana. Desde esta mirada, la vida cotidiana sería la de un paraíso, trabajando poco, disfrutando del clima, de numerosas fiestas populares y de una buena oferta de alta cultura.

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OLOF PALME Y ESPAÑA. IN MEMORIAM

Hace treinta años moría asesinado el primer ministro socialista sueco. Nacido en 1927, ingresó en el partido socialdemócrata en 1953, siendo elegido diputado en 1957 y ministro de Educación en 1967. Dirigió el gobierno durante 17 años, siendo capaz de promover el bienestar a pesar de la crisis de los setenta. Mantuvo una crítica posición con la política exterior de los Estados Unidos y de ayuda a las causas del Tercer Mundo. La foto de Palme en las calles de Estocolmo con un cartel en solidaridad con el antifranquismo y haciendo una colecta, quedará en los anales de las relaciones internacionales y en la memoria democrática de los españoles. En los años de la república en Guerra, la socialista Isabel de Palencia fue destinada como representante diplomática. En realidad, aunque las relaciones de la socialdemocracia sueca con el PSOE no fueron muy intensas, el renovado socialismo de Felipe González tuvo a Suecia como modelo mucho más que Francia, Gran Bretaña o Alemania. Los referentes de una sociedad igualitaria y con altos índices de bienestar y la independencia de los Bloques eran ideales que compartían la mayor parte de los socialistas. Muchos españoles queríamos ser como los suecos. Eso sí: con sol.

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PRIMERA FASE DEL CAMBIO DEL SISTEMA POLÍTICO

El acuerdo de gobierno entre el PSOE y Ciudadanos ha cumplido una primera etapa positiva en la nueva Legislatura, cuando el líder de la formación naranja había insistido antes y después de las elecciones en que solo prometía la mediación y la abstención. Se trata de un acuerdo centrípeto que reúne a las formaciones en el centro y que evita la polarización en dos bloques. Una promesa de regeneración y reformas que, aunque insuficiente en votos de diputados, evita el continuismo o la ruptura del sistema político. La gran cuestión es no con quien hay que pactar para sumar una mayoría suficiente, con o sin nuevas elecciones, sino el PARA QUÉ. Parece claro que la relación de fuerzas no se modificaría sustancialmente a partir de junio salvo que se realizara la hipótesis de que conservadores y centristas reunieran una mayoría absoluta, lo que supondría que hubo una oportunidad de cambio profundo desperdiciada en el primer semestre de 2016. Está claro que si pensamos en un proyecto de reforma del Estado, la coalición o acuerdo de legislatura de centro-izquierda tendría que contar con el Partido Popular, ahora o después de junio. Si, en cambio, lo que se pretende es medidas de regeneración política y lograr mejoras sociales, luchando contra la desigualdad y la injusticia, el bloque de PSOE y Ciudadanos tendría que apoyarse en Podemos y sus confluencias, e Izquierda Unida. En realidad, cabe pensar que el bloque de centro-izquierda tendrá que pactar a izquierda y derecha en diferentes momentos, según se tratara de una gran cuestión de Estado o de acción de gobierno, porque no es pensable una situación de permanente de bloqueo con la pinza entre populares y podemitas. Eso, desde luego, conduciría al final de una breve legislatura. Por ello, PSOE y Ciudadanos tendrán que diseñar una agenda de prioridades y optar por empezar con una oferta con los temas de Estado o, alternativamente, de política social y regeneración democrática para lograr la investidura de su candidato al menos con la abstención. Sin embargo, el bloque de centro-izquierda no debería olvidar que necesariamente tendría que abordar en diferentes momentos las dos grandes agendas de gobierno.

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A medio plazo, para el PSOE resulta imprescindible tener claro que una alianza de hecho con el Partido Popular sería viral para su futuro ya que la huella de la guerra civil y del franquismo todavía está viva y por tanto no existe una cultura política en la izquierda que permita la gran coalición. Esta afirmación no impide las negociaciones y la cortesía en las formas para las grandes cuestiones de la reforma de Estado. En cualquier caso, lo que también resulta cierto es que ya el PSOE o el PP no podrán diseñar en el futuro una estrategia de autonomía política, de mayoría suficiente para gobernar en solitario o con acuerdos puntuales, por lo que tendrán que estrenar acuerdos estables de legislatura o gobiernos de coalición, inéditos en la España actual. No se puede pensar en que los nacionalistas sean llave de la gobernabilidad, como lo fueron en los años de la transición y en la década de los noventa, debido a la deriva separatista de buena parte de ellos aunque alguna medida de Estado para neutralizar sus apoyos sea urgente.

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POLÍTICAS DE CENTROIZQUIERDA

La política de centro-izquierda ha tenido en España un escaso recorrido en los tiempos más recientes. Es cierto que durante la primera mitad del siglo XX el PSOE desarrolló la mayor parte de su acción política en coalición con los republicanos liberales. Hay que recordar sobre todo el primer bienio republicano, con los gobiernos de coalición entre los seguidores de los republicanos liberales de Manuel Azaña y Marcelino Domingo y el PSOE, y la reedición del pacto, ya en el exilio, entre socialistas, catalanistas y republicanos liberales en la Junta Española de Liberación de 1943-45. En cambio, a partir de 1951 la “cura de aislamiento” propugnada por el líder socialista, Indalecio Prieto, implicaba también el proyecto de que el PSOE pretendía en un futuro representar a las clases medias, moderando la tradicional dimensión obrerista. Al igual que algunos partidos socialistas y laboristas en la Europa de posguerra, se pretendía llevar a cabo el proyecto socialista de manera autónoma, sin dependencia de formaciones políticas “burguesas”. Es cierto también que en el medio siglo en países mediterráneos como Italia o Francia, con fuertes minorías comunistas, los socialistas se habían visto obligados a formar parte de coaliciones en gobiernos encabezados por políticos democristianos o liberales. Incluso en ciertos momentos de los años sesenta y setenta, los socialdemócratas alemanes de Willy Brandt y los laboristas ingleses de Harold Wilson habían tenido que apoyarse en partidos liberales. Como le decía el secretario general del PSOE a su homólogo italiano, Pietro Nenni, al felicitarle por su acceso a la vicepresidencia del gobierno en 1963, el drama de los socialistas era que eran partidos demasiado fuertes para quedarse en la oposición, pero, al mismo tiempo, demasiado débiles para formar gobiernos en solitario, por lo que su participación en gobiernos de coalición eran necesaria para estabilizar la política democrática. La competencia de los socialistas con grandes partidos comunistas, hegemónicos en Francia hasta los años setenta y en Italia hasta los noventa, llevó a la formulación de proyectos de unidad de la izquierda y de refundación. Mientras que Mitterrand refundó el socialismo francés y defendió un programa común con el PCF hasta que pudo desarrollar una política en solitario, los italianos de Craxi pudieron encabezar gobiernos 114

de centroizquierda en los años ochenta hasta que la crisis del sistema político italiano condujo a la refundación de la izquierda en el fin de siglo. En España la izquierda no fue refundada durante la transición salvo en el subcaso de Cataluña donde el PSC en los setenta e Iniciativa en los ochenta trajeron consigo la práctica desaparición de la federación catalana del PSOE o del PSUC. Es cierto que las refundaciones de la izquierda en Cataluña se remontaban a los años veinte con la Unió Socialista, en los treinta con el PSUC y en los cuarenta con el Moviment Socialista por no hablar de los casos del POUM o del FOC. En cualquier caso, en el sur de Europa se ensayaron gobiernos de mayoría socialista en los años ochenta y noventa tras el ascenso y caída de los proyectos eurocomunistas y de la nueva izquierda radical sesentayochista. Los proyectos políticos socialistas en el poder fueron autónomos no sólo respecto a los partidos “burgueses” centristas sino a los propios sindicatos obreros. Fueron proyectos políticos reformistas e interclasistas que tuvieron que competir con la ofensiva neoliberal predominante en Occidente. En la España democrática, pasado el tiempo de la transición, el PSOE pudo desarrollar su proyecto político en solitario con apoyos puntuales de los nacionalistas periféricos en dos periodos de catorce y ocho años. El centrismo de formaciones como el CDS o UPD, o de la operación fracasada del Partido Reformista Democrático, no pudo influir en la gobernación de España. Hoy en día, las elecciones del 20 de Diciembre pueden haber sido fundacionales de un nuevo tiempo político en el que sean necesarias coaliciones o pactos de gobierno y ningún partido pueda encabezar gobiernos en solitario a pesar del denostado sistema electoral del señor D´Hondt. Las coaliciones o pactos de legislatura en dos bloques antagónicos de izquierda o derecha quizá no sean lo más deseable debido a la emergencia de un nuevo nacionalismo periférico claramente independentista y de formaciones radicales y populistas antisistema.

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LA PRIMAVERA DE MÚNICH

El “Contubernio” de Múnich ha sido conmemorado como el principal antecedente de la Democracia actual a lo largo de estos últimos cuarenta años. Se ha celebrado tanto el XXV aniversario (1987), como el XL (2002) y el Cincuentenario (2012). Además, en 2015 el ensayo de Jordi Amat LA PRIMAVERA DE MÚNICH. ESPERANZA Y FRACASO DE UNA TRANSICIÓN DEMOCRÁTICA ha recibido uno de los más codiciados premios de Historia y Biografía. En realidad, el coloquio de la sección española del Movimiento Europeo celebrado en Múnich en junio de 1962, ha sido utilizado políticamente sobre todo por los grupos democristianos, incorporados al Partido Popular, y, en general, la llamada "oposición moderada", surgida desde la disidencia al franquismo a mitad de los años cincuenta, que defendía un proyecto de transición de Monarquía y democracia. Para muchos observadores el Coloquio puso fin al espíritu de la Guerra Civil, reunió por primera vez a los vencedores del interior de España y a los vencidos del exilio, fue un punto de inflexión decisivo para la reconciliación y concordia de los españoles, o, incluso, reunió a la oposición, con exclusión del PCE y la izquierda radical del Frente de Liberación Popular o la CNT, en torno a los ideales europeístas, parlamentarios y de aceptación del mercado capitalista. En realidad, la imposibilidad de un acuerdo hizo soslayar la cuestión de la forma de gobierno (Monarquía o República), sustituyéndola por la afirmación de la Democracia frente a la Dictadura. Tras el coloquio de Múnich no llegó a consolidarse la solución nacional que venía defendiendo el PSOE desde 1947 y la mayor parte del exilio una década después, en el contexto de la guerra fría (es decir, con exclusión de los comunistas). Tampoco la oposición moderada consiguió un compromiso explícito del exilio con la Monarquía como salida y menos como solución, por mucho que, por ejemplo, Rodolfo Llopis, afirmara en privado que si el futuro rey restablecía la democracia, actuarían lealmente en el nuevo régimen. Ni Gil Robles ni Ridruejo llegaron a incorporarse a la Unión de Fuerzas Democráticas o a firmar otros pactos, aunque el Movimiento Europeo se convirtió en

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lugar de encuentro. A finales de los sesenta, la construcción de una alternativa democrática con exclusiones se hizo ya extemporánea. El ensayo de Amat rescata las figuras del olvidado Julián Gorkin y del muy recordado Dionisio Ridruejo, como mediadores entre izquierda y derecha democrática a través del Congreso para la libertad de la Cultura, financiado por los americanos. Recorre prolijamente los meandros de las iniciativas políticas e intelectuales de ambos en ese contexto de la guerra fría. Dado su carácter de ensayo biográfico de grupo intelectual y parapolítico más que de historia política, Amat no incorpora a su estudio a la mayor parte de la bibliografía especializada sobre el exilio y el antifranquismo. Si sigue, en cambio, la estela de la tesis doctoral de Olga Glondys, publicada con el título La guerra fría cultural y el exilio republicano (2013). Finalmente, concluye afirmando que el cambio político que ocurrió quince años después fue protagonizado por los reformistas del régimen, destacando el proyecto de Manuel Fraga. Cabe objetar que estos reformistas siempre tuvieron un proyecto de reforma del franquismo y, por tanto, de democracia limitada sin aceptar inicialmente un proceso constituyente. Fue el resultado de las elecciones de junio de 1977 el que hizo inevitable la apertura de un proceso constituyente, como había defendido la oposición. Los reunidos en torno al Movimiento Europeo desde el coloquio de Múnich nunca llegaron a ponerse de acuerdo en torno a un proyecto de transición que reuniera democracia y consulta, mediante plebiscito o elecciones, sobre la forma de gobierno. En realidad, el soslayamiento de esta cuestión, logrado finalmente en 1975 con la Plataforma de Convergencia Democrática, implicaba que lo importante era la democracia aunque fuera el monarca el que facilitara la salida del franquismo. Algo que la oposición moderada y mediadores como Ridruejo habían venido defendiendo desde finales de los años cincuenta.

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UN AFFAIRE FALLIDO. LAS RELACIONES ENTRE LOS SOCIALISTAS ESPAÑOLES Y FRANCESES, 1939-1971

Las relaciones del PSOE con los socialistas franceses fueron respecto a otros partidos socialistas europeos mucho más estrechas. Casi se podría decir que constituyeron un verdadero affaire amoroso durante los primeros tres cuartos del siglo XX. No solo habían acogido a los refugiados de 1939 sino que las autoridades de la IV República dieron un estatuto de sociedad legal en Francia a la UGT y Solidaridad Democrática. Además, después de 1948, la SFIO abandonó a su suerte a las fracciones negrinistas del PSOE, comandadas por Ramón Lamoneda, y al propio Negrín a pesar de la amistad del antiguo presidente del gobierno de la república española en guerra con dirigentes socialistas como Jules Moch, que desempeñaba por entonces el ministerio del Interior. Las afinidades entre los dos secretarios generales del PSOE y de la Sección Francesa de la Internacional Obrera (SFIO), Rodolfo Llopis y Guy Mollet eran evidentes. Los dos se autodefinían como miembros del ala izquierda marxista de sus partidos, pero el francés, que llegó a presidir el gobierno entre 1956-57, se vio obligado a llevar una política de centro-izquierda y a intervenir en la cuestión de Suez y en la guerra de liberación de Argelia. Su marxismo de base guesdiana era bastante doctrinario, aunque a comienzos de los años cincuenta Llopis todavía incluía en su discurso el término revolución, no sólo como un proceso de acumulación de reformas. Además, Llopis había ampliado estudios en Francia, casándose con una socialista francesa. Los socialistas franceses en el tiempo de la IV república mantuvieron una nítida posición antifranquista a pesar de la inhibición de los británicos y de los americanos desde 1947, con el comienzo de la guerra fría. El gobierno francés cerró la frontera con España entre 1946 y 1947, después del fusilamiento del antiguo maquisard miembro del PCE, Cristino García. Los socialistas franceses cedieron locales a las agrupaciones y la dirección del PSOE y de la UGT en Toulouse y París, colaboraron en la edición de El Socialista, dándole cabecera francesa cuando en 1961 fue prohibido por el gobierno de De Gaulle. Los locales del sindicato socialista CGT-Force Ouvriere fueron la sede de alguno de los congresos 118

socialistas españoles en el exilio. Muchos exiliados españoles militaron también en la SFIO y en Force Ouvriere. Especialmente significativa fue la militancia de los jóvenes socialistas, hijos de los refugiados de la guerra civil, compartiendo experiencias con los franceses. Algunos hijos de refugiados socialistas se nacionalizaron franceses, militando solo en la SFIO. Este fue el caso de Antoine Blanca, hijo de socialista alicantino, nacido en 1936, que se expatrió junto con su madre hacia Argelia en 1942 para reunirse con su padre. A pesar de su afrancesamiento, Blanca aceptó realizar misiones clandestinas en España a las órdenes de la dirección encabezada por Rodolfo Llopis y Pascual Tomás, secretario de UGT. El declive del PSOE en los años sesenta fue paralelo al de la SFIO y al envejecimiento de sus líderes. En los años sesenta aparecieron nuevos grupos socialistas y, en general, una nueva izquierda tanto en España como en el país vecino. Mientras que en el caso español surgieron la Agrupación Socialista Universitaria en 1956, que enseguida tuvo una delegación exterior con los nuevos jóvenes expatriados, el Frente de Liberación Popular (1958) y la Unión Sindical Obrera (1961), los socialistas franceses se dividieron, creándose el Partido Socialista Autónomo, que se refundió en el Partido Socialista Unificado (PSU), liderado por Michel Rocard. Además, los franceses promovieron nuevas agrupaciones socialistas como los clubs y el CERES, que terminaron refundando el socialismo francés en 1969, con el nuevo Parti Socialiste Francais (PSF) que sustituía a la veterana SFIO (1905-1969). Los nuevos socialistas, aunque se definían como marxistas revolucionarios, tendieron a reivindicar a nuevos pensadores como André Gorz, que defendía el fin del trabajo industrial, criticando el productivismo y el consumismo capitalista que debía ser sustituido por una sociedad autogestionada y del ocio, atenta también al medio ambiente. La culminación de estas ideas, más libertarias y menos estatistas, vendría con los movimientos del mayo del 68 El nuevo líder del PSF era el relativamente joven Alain Savary, nacido en 1915, que había pertenecido hasta 1965 al PSU y promovido un club socialista. Durante su breve mandato hasta 1971 siguió el rumbo molletiano hasta ser sustituido por Francois Mitterrand. Pese a ello, fue ministro de Educación en los gobiernos de Pierre Mauroy entre 1981 y 1984.

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Savary fue admirado por renovadores de la segunda generación del exilio, como el joven Manuel Simón, que había accedido a la Ejecutiva del PSOE en 1967. La refundación del socialismo francés culminó en 1971 influyendo sobre la renovación y reestructuración del PSOE. Aunque los renovadores socialistas españoles nunca llegaron a plantearse una acción electoral común con el PCE, sí defendieron la unidad de acción en las luchas sociales y en las plataformas antifranquistas. El modelo de partido también era radicalmente diferente pues el PSOE durante los años setenta continuó siendo un partido muy centralizado ajeno a las corrientes de opinión. Sin embargo, como ha remarcado Alan Granadino, la influencia ideológica francesa sobre el PSOE hasta 1977 fue muy notable, adoptándose los planteamientos autogestionarios, lemas como “cambiar la vida” y hasta el símbolo del puño y la rosa.

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LA HISTORIOGRAFÍA DEL SOCIALISMO ESPAÑOL ACTUAL

En 1982, con poco más de cuarenta años, Santos Juliá reclamaba la urgencia de una renovada historiografía del socialismo español durante el siglo XX. Era su salida a la esfera pública después de una tardía culminación de su formación como historiador y al inicio de su vinculación con la academia universitaria. Su reciente tesis doctoral enseguida se había consagrado con un estudio canónico de la izquierda socialista de Largo Caballero. Quince años después, finalizada la era de gobierno de Felipe González se había cumplido ese reclamo. El mismo Juliá había coordinado varios encuentros de historia del socialismo español en la Fundación Pablo Iglesias dirigida por Fernando Claudín, editado los escritos de Largo Caballero y realizado una síntesis de los socialistas en la política española hasta 1982. Al mismo tiempo, había desempeñado algún puesto de gestión administrativa en colaboración con el ministro Jorge Semprún y valorado crítica y coetáneamente la evolución del PSOE en el poder en El País y otras publicaciones periódicas. La historiografía de las organizaciones socialistas durante la Restauración, los años republicanos y el franquismo había dado un fuerte avance, gracias, en buena medida, a la labor de recuperación de archivos emprendida por las fundaciones del PSOE y de UGT. No sería, no obstante, hasta hace unos diez años cuando algunos archivos personales decisivos de protagonistas, como Indalecio Prieto, Juan Negrín o Rodolfo Llopis fueron puestos a disposición de los investigadores. Esto ha supuesto una reciente revisión de los años republicanos y de aspectos espinosos del franquismo, como la financiación del exilio. Desde 2015, cumplidos cuarenta años desde la muerte de Franco, los archivos del movimiento obrero en Alcalá de Henares han empezado a ordenar los fondos referidos a la transición y la consolidación de la democracia hasta 1990. Al mismo tiempo, hemos recopilado el testimonio de los protagonistas como resulta obligado en la Historia del Tiempo Presente. Desde la Asociación de Historiadores del Presente y el Centro de Investigaciones Históricas de la Democracia Española de la UNED (proyecto Ministerio har 2012/34.132, periodo 2012-2016) hemos emprendido en la década actual la tarea de promover la 121

historización de la trayectoria de las organizaciones socialistas en la España democrática. Para ello, hemos organizado seminarios de investigación, Congresos internacionales y Jornadas en colaboración con las Fundaciones Pablo Iglesias y Friedrich Ebert. Se han leído varias tesis doctorales, algunas en colaboración con la vigorosa historiografía del socialismo italiano que ha reflotado, por ejemplo, la Rivista Storica del Socialismo. Del mismo modo, hemos promovido publicaciones colectivas, como Historia de la época socialista. España, 1982-96 (Silex 2013), Transición y democracia. Los socialistas en España y Portugal (Ed. P. Iglesias 2015) o El PSOE en transición (Historia del Presente, 26, 2015). El nuevo encuentro La reconstrucción de las organizaciones socialistas durante la transición, inaugura el convenio de colaboración entre la UNED y la Fundación Pablo Iglesias, y presenta avances de las tesis de varios doctorandos y reúne a lo mejor de la mejor de la historiografía sobre el socialismo español en democracia realizado en otras universidades españolas y extranjeras. Pretendemos abordar la transformación del modelo de partido centralizado hasta 1990, ajeno a las corrientes, comparándolo con otros partidos europeos, el papel de los apoyos y referentes ideológicos internacionales en esa reconstrucción, así como la acción de los socialistas en la articulación del nuevo Estado de las autonomías. Un estudio complejo, debido a la construcción de la democracia, la integración en Europa y a la creciente separación entre partido, sindicato y gobierno desde la llegada al poder en 1982.

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ARGENTINA Y ESPAÑA. ANIVERSARIOS LUCTUOSOS

Esta semana se ha conmemorado y revisado historiográficamente el XL Aniversario del golpe militar en Argentina. Mi amigo de los tiempos de estudiante y expatriado argentino en España durante una década, el profesor César Tcach, ha explicado en conferencias en la Universidad Autónoma de Madrid la represión militar y paramilitar de la dictadura argentina sobre todo del bienio 1976-1977. Una parte de los detenidos (quizá unos 15.000) fueron asesinados y depositados sin datos identificatorios en la morgue y luego trasladados a los cementerios. Algunas víctimas, sobre todo jóvenes estudiantes y profesionales, fueron arrojados al mar por lo que nunca podrán ser recuperados. El desarrollo reciente de las pruebas de ADN mitocondrial ha permitido que equipos multidisciplinares con apoyo administrativo hayan emprendido la identificación de muchos de los desaparecidos para los que solo había registro de la edad aproximada, de la fecha del depósito y de la causa de la muerte. La comparación con lo ocurrido en España durante la guerra de 1936 y el franquismo no admite demasiados paralelismos salvo para los primeros momentos de la sublevación militar. Además de la diferencia de las dimensiones de la violencia y represión, quizá unas 130.000 víctimas republicanas y unas 40.000 franquistas, hay que remarcar que solamente unos 20 mil de los primeros sean verdaderos "desaparecidos". En efecto, el terror y la violencia "arbitraria" supuso que la ocupación del territorio en la España meridional o incluso en la cornisa cantábrica durante 1937 trajera consigo la liquidación de las personas que ocupaban alguna responsabilidad política o sindical, así como algún puesto relevante, incluidos los maestros de la República. En los primeros tiempos de la ocupación del territorio los represaliados eran asesinados sin ningún tipo de encausamiento y a menudo enterrados en descampados. Sin embargo, la mayoría de los represaliados fueron encausados sumariamente y anotados sus nombres en registros civiles y libros de cementerios. Desde el restablecimiento de la democracia han sido erigidos lugares de memoria que recuerdan sus nombres en las fosas comunes de los cementerios y otros lugares. La ley de reparación de las víctimas de la guerra y el franquismo de 2007 delegó en asociaciones la localización de los restos con resultados desiguales. En algunos lugares, como Villanueva de la Serena, Cabárceno o Jinámar, la localización de los restos de las 123

víctimas ha sido imposible. En otros, como los medios han divulgado recientemente, por ejemplo, en Guadalajara, los familiares de las víctimas están recibiendo apoyo administrativo para identificar los restos en los cementerios, aunque las fosas estuvieran perfectamente localizadas, registradas y conmemoradas y, por tanto, no fueran personas desaparecidas. Ochenta años después del comienzo de la guerra de España y cuarenta del golpe militar en Argentina ya es hora de difundir la verdad y que ese pasado acabe de pasar y quede situado en la memoria cívica y en los libros de historia.

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EL ÚLTIMO REPUBLICANO LIBERAL

José Giral fue presidente del gobierno de la República en julio de 1936 y, brevemente ya en el exilio, en el llamado “gobierno de la esperanza” entre septiembre de 1945 y enero de 1947. Nacido en Cuba en 1879, su biografía política recorre la primera mitad del siglo XX, entre 1910 y su muerte en diciembre de 1962. Profesor universitario, masón y científico, Don José siempre se definió con gran modestia como un burgués liberal que ejercía la profesión de boticario. Giral fue, sin duda, el principal lugarteniente de Manuel Azaña, al que animó en el inicio de su compromiso político, siguiéndole hasta su muerte en 1940. Fue, además, rector de la Universidad de Madrid, ministro de Marina en 1931 y 1936, ministro de Estado en 1937 y ministro sin Cartera tanto con Largo Caballero como con Juan Negrín. Sin embargo, se retiró de la vida política, regresando al mundo universitario siempre que pudo, por ejemplo, entre 1933 y 1936 en la Universidad de Madrid, y tras la muerte de Azaña, entre 1941 y 1944.en El Colegio de México. Acusado por la propaganda franquista de crueldad, y caracterizado desde una mirada exterior como el Kerensky español, Giral perteneció a una cultura política que podíamos definir como demócrata radical o populista democrática, que realizó su acción política en alianza con el PSOE hasta, al menos, 1947. En efecto, la colaboración entre republicanos y socialistas no terminó con la guerra civil sino que se extendió durante los años cuarenta en el seno de la Diputación Permanente de las Cortes, la Junta de Auxilio a los Republicanos, la Junta de Liberación y en plataformas antifranquistas posteriores, como la Unión de Fuerzas Democráticas de 1961. A partir de los años cincuenta, el PSOE entendió que podría desarrollar en un futuro democrático su proyecto con autonomía política sin depender de formaciones centristas. En realidad, podríamos definir a Giral como una de las últimas personalidades vivas del republicanismo liberal. A pesar de su cercanía a Azaña, discrepó en ocasiones respecto a la mutua dependencia política del republicanismo con el obrerismo socialista. Defensor de la legalidad y legitimidad republicana no aceptó nunca los planes de transición y consulta popular sobre la forma de gobierno de su amigo Indalecio Prieto. Desengañado de la No Intervención de las potencias occidentales, su antifranquismo y pacifismo le condujo a colaborar con los comunistas en el Movimiento Internacional por la Paz. 125

Solamente la entrada de España en la ONU en diciembre de 1955, sin la oposición de la URSS, le llevó a desligarse de ese movimiento internacional. Quizá sea esta tardía colaboración con los soviéticos durante los años cincuenta, en plena guerra fría, lo más singular de la trayectoria de Giral, a diferencia del claro alineamiento occidental de sus correligionarios republicanos liberales, de nacionalistas y de la mayor parte de los socialistas. Giral era una de las últimas personalidades relevantes de la Segunda República española carente de una biografía profesional, si bien su hijo Francisco publicó una en el año 2004. El depósito de sus documentos en el Archivo Histórico Nacional en 2009 ha permitido al catedrático de Historia de la Farmacia de la Universidad Complutense, Francisco J. Puerto Sarmiento, publicar CIENCIA Y POLÍTICA. JOSÉ GIRAL. Es de esperar que se solucione la dispersión de los fondos contemporáneos con la digitalización de los mismos a través de algún nuevo centro de documentación nacional o de una institución parlamentaria, como el Senado, que permita promover la memoria y una cultura política democrática. Se trata de una voluminosa biografía personal, profesional y política con más de 900 páginas, publicada con apoyo de la administración central a través de la editorial del BOE. El autor ha realizado un esfuerzo por conocer el estado de la cuestión historiográfico para los dos primeros tercios del siglo XX. glosando muchos documentos del archivo del personaje. Además, discute los temas más polémicos de la gestión de Giral, como su responsabilidad en la violencia frentepopulista durante el verano de 1936 o la financiación del exilio. La biografía resulta útil por la glosa de numerosos documentos personales, que permiten, además, conocer más de sus años en el México del poscardenismo.

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LA SEGUNDA GENERACIÓN DEL EXILIO: NÉSTOR DE BUEN

Néstor de Buen ha muerto. Nieto del oceanógrafo Odón de Buen, llegó a México en 1942 después de un accidentado viaje desde Francia con parada en la República Dominicana donde el barco de refugiados fue rechazado por el dictador Trujillo. La delegación de la Junta de Auxilio a los Republicanos (JARE), presidida por el líder socialista Indalecio Prieto, consiguió que la última expedición del negrinista Servicio de Evacuación de Refugiados (SERE) fuera aceptada en México por el presidente Manuel Ávila Camacho, financiando su traslado a la costa de Coatzacoalcos. A su llegada era un joven militante de 16 años de la JSU. Durante unos años continuó militando en el comunismo español, pero progresivamente se integró en la sociedad mexicana. En realidad, la segunda generación del exilio político tuvo sus últimas nuevas iniciativas en México con la reconstitución de las Juventudes Socialistas en 1958 y la creación del Movimiento M59, en el momento de la revolución cubana. Desde los años cincuenta fue profesor de derecho del trabajo en la UNAM y en la Universidad Iberoamericana, a la que donó su biblioteca, y activo crítico de la política mexicana. Al mismo tiempo asesoró al gobierno del PRI y a la delegación de la Organización Internacional del Trabajo. En 1982 ofreció su colaboración al gobierno del PSOE, pero, finalmente, con cierta frustración, continuó su actividad docente e intelectual en México, publicando habitualmente en la revista Siempre y en el diario izquierdista La Jornada. Exageradamente, escribió decepcionado que la llegada de Felipe González al gobierno de España fue la tercera derrota de los republicanos españoles, como antes habían sido el final de la guerra de España y la victoria de los aliados en la segunda guerra mundial. En 1988, con ocasión de las reñidas elecciones presidenciales en las que se postuló el hijo de Lázaro Cárdenas y la posterior refundación de la izquierda mexicana en el Partido de la Revolución Democrática (PRD), se nacionalizó mexicano. Miembro del Ateneo español le entrevisté en el año 2000, reflexionando sobre la condición del exilio de la segunda generación.

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LA SOCIALDEMOCRACIA EUROPEA Y LAS TRANSICIONES IBÉRICAS

En los últimos años la llamada historia transnacional ha recibido un notable impulso. Uno de los temas de interés para la historia del presente ha sido, sin duda, la salida de las dictaduras de la península ibérica. Se ha examinado, sobre todo, la diferente estrategia de Estados Unidos y de la República Federal Alemana hacia esos procesos de cambio político en el sur de Europa. La formulación de un proyecto de “eurosocialismo” mediterráneo, alternativo al comunismo y a la socialdemocracia, impulsado por el refundado socialismo francés bajo el liderazgo de Francois Mitterrand, ha recibido una reciente atención de los historiadores pasado el tiempo de las aproximaciones más coetáneas de los politólogos. En efecto, el pleno acceso a la documentación partidaria y gubernamental de los años setenta y primeros ochenta, ha animado a examinar esos procesos desde una perspectiva historiográfica. Así, después de los pioneros estudios de, por ejemplo, Pilar Ortuño o Josep Sánchez Cervelló, historiadores españoles, portugueses e italianos están emprendiendo el estudio de la influencia de la socialdemocracia alemana, los socialistas franceses o laboristas franceses en los proyectos y cultura política de los partidos socialistas liderados por Felipe González, Bettino Craxi o Mario Soares. Las recientes tesis doctorales de Antonio Muñoz, Luca Costantini o Alan Granadino examinan la influencia ideológica, las relaciones bilaterales y el apoyo material de partidos en el gobierno como los laboristas británicos, los socialdemócratas alemanes o los socialistas italianos sobre esos procesos de cambio político. Sin embargo, las aproximaciones suelen ser sobre todo estudios bilaterales más que transnacionales dentro de una renovada Historia de Europa. Está claro que la socialdemocracia germana en el poder tuvo una implicación más que notable en los procesos de cambio político en España, Italia y Portugal. El socialismo del sur de Europa, promovido por los socialistas franceses dentro de su estrategia de llegar al poder, perdió progresivamente influencia a partir de 1977, una vez superados los difíciles momentos de la revolución portuguesa entre 1974 y 1976, la transición española entre la muerte de Franco y la aprobación de la Constitución de 1978, o el ascenso del eurocomunismo berlingueriano hasta el asesinato de Aldo Moro. Aunque los socialdemócratas alemanes en el gobierno compartieron objetivos y preocupaciones con los americanos ante la fuerza de los comunistas en el sur de Europa, su estrategia fue 128

diferente apoyando masivamente los proyectos de autonomía socialista y moderación política. Al salir del poder, los socialdemócratas germanos tuvieron diferencias con el PSOE por el apoyo de González al despliegue de los euromisiles, aunque los democristianos de Kohl terminaron siendo los principales padrinos del ingreso de España en la Comunidad Económica Europea después de la aprobación del paquete Stuggart en 1983. Los socialistas portugueses e italianos tuvieron que apoyarse en coaliciones de centroizquierda, sin lograr la preponderancia en el mundo sindical frente a los comunistas. Por el contrario, los socialistas españoles lograron unificarse en torno a las siglas históricas PSOE y UGT, logrando la preponderancia política desde 1977 y sindical en 1982, al mismo tiempo que lograban gobernar con mayoría absoluta entre 1982 y 1993. Los laboristas británicos en el poder entre 1974 y 1979 influyeron decisivamente en el proceso de cambio político en Portugal, país aliado desde la edad moderna, mientras que su implicación en la transición española y su apoyo a los socialistas españoles fue mucho más distante. La cuestión de Gibraltar y el protagonismo británico en la No Intervención en la guerra de España o durante el franquismo, así como las alejadas culturas políticas, limitaron la influencia laborista en España. El apoyo diplomático del gobierno laborista a la democratización en España jugó, no obstante, un notable papel sobre los gobiernos de Arias Navarro y de Adolfo Suárez hasta 1977. Por otro lado, tanto laboristas británicos como socialdemócratas alemanes estuvieron especialmente interesados en que España asumiera un compromiso atlantista al mismo tiempo que negociaba su vinculación con la Comunidad Europea. Las relaciones del PSOE con Mitterrand en la oposición y en el poder no hicieron sino empeorar desde que se celebraron las primeras elecciones europeas en 1979. La cuestión agrícola y pesquera, así como el terrorismo etarra, alejaron a ambos socialismos hasta entrado 1984. El PSF mantuvo en esos años casi mejores relaciones con el partido eurocomunista de Santiago Carrillo, Euskadiko Ezquerra o el socialismo catalán. Un ejemplo de las malas relaciones entre el PSOE y el PSF fue la inasistencia de los españoles a muchos de sus congresos de esos años o incluso la retirada de la delegación en uno de ellos en los tiempos de los gobiernos de Pierre Maurois. Atrás quedaban los años de relaciones fraternales entre el PSOE en el exilio y la SFIO, así como las ilusiones de un socialismo diferente de la socialdemocracia que rompiera con el capitalismo y “cambiara 129

la vida”. Únicamente, pervivió el deseo común de franceses y españoles de tener una relación más equilibrada con el “amigo americano”, construyendo las comunidades europeas. Finalmente, el PSOE tuvo su Bad Godesberg en su congreso de finales de 1981, en vísperas de su llegada al poder, abandonando el socialismo radical por un reformismo democrático, que permitió la construcción del estado del bienestar y la consolidación de la democracia. Claro que el deseo de parecernos a los nórdicos en el modelo de partido de masas y en el nivel de bienestar no llegó a ser posible con el gobierno largo de González. No en vano en España habíamos sufrido una cruenta guerra y una larga dictadura mientras que los socialdemócratas suecos de Olof Palme habían podido construir el socialismo durante medio siglo de neutralidad.

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LA

“GUERRA”

DE

LA

IZQUIERDA.

DEL

ANTIFASCISMO

AL

ANTIFRANQUISMO

La guerra de España terminó no sólo con la derrota del Frente Popular sino como una guerra de la izquierda. En efecto, en marzo de 1939 el pronunciamiento del coronel Casado, con apoyo de un sector del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), de los sindicatos Unión General de Trabajadores (UGT) y de la anarcosindicalista Confederación Nacional del Trabajo (CNT) y republicanos de izquierda, pero con exclusión de los comunistas, supuso la ruptura del Frente Popular. Así pues, la ruptura de la coalición izquierdista en España se anticipaba en unos meses al terremoto que supondría para las fuerzas antifascistas la firma del pacto germanosoviético en agosto de 1939, que dio lugar al comienzo de la guerra en Europa tras la invasión de Polonia. Por ello, esta fractura europea no tuvo grandes consecuencias en el seno de las formaciones izquierdistas españolas. Solamente algunas personalidades y militantes de base rompieron con el Partido Comunista de España (PCE), constituido en 1921, las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU) o el Partido Socialista Unificado de Cataluña, que habían sido creado en la primavera de 1936. En realidad, el pacto entre Hitler y Stalin solo tuvo como consecuencia orgánica la refundación del socialismo catalán, que rechazo la bolchevización del PSUC. La ruptura de la unidad de acción de la izquierda española se prolongaría sin solución de continuidad durante los largos años de la dictadura de Francisco Franco, esbozándose solamente tras su muerte una coordinadora antifranquista unitaria, la Platajunta. A diferencia de otros países europeos, no hubo tampoco en el tiempo posterior de transición y democracia, pactos electorales de la izquierda o gobiernos de coalición nacionales. La colaboración quedaría circunscrita a ámbitos más reducidos, como candidaturas al Senado, gobiernos autonómicos o corporaciones municipales. Únicamente, en el ámbito territorial de Cataluña desde finales de los años cincuenta se fue superando la ruptura entre socialistas y comunistas, tras la aparición de una nueva izquierda universitaria, que daría lugar a la creación de una coordinadora antifranquista unitaria en 1969. Esta mera unidad de acción antifranquista trajo consigo, no obstante, la división del partido Movimiento Socialista de Cataluña (MSC) en 1966 y del PSOE en 1972.

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La derrota de las izquierdas españolas en la guerra civil de 1936-1939 no fue completa debido a la propia diáspora de cientos de miles de refugiados y la pervivencia de las instituciones políticas de la segunda república española en el exilio. Además del reagrupamiento de las direcciones de los partidos políticos y sindicatos en el exterior de España, los representantes parlamentarios del pueblo español siguieron reuniéndose en Francia o en México, creando instituciones de ayuda a los refugiados. Mas discutida fue la pervivencia del gobierno y de la presidencia de la república y de las instituciones autonómicas en el exilio. En primer lugar, porque tras la dimisión del jefe del estado español en febrero de 1939, Manuel Azaña, tras el reconocimiento francés y británico hacia el general Franco, el presidente de las Cortes no asumió transitoriamente la presidencia de la república hasta que en 1945 pudieron reunirse éstas en México. En segundo término, debido a que el pronunciamiento de Casado había discutido la legalidad del gobierno de Juan Negrín, obligándolo a abandonar España. Una mayoría parlamentaria de los partidos de la izquierda, representada en la Diputación Permanente de las Cortes, no reconocería la posibilidad de ejercicio de un gobierno en el exilio en julio de 1939. Esta nueva fractura provocó el agravamiento de la división de partidos como el PSOE o Izquierda Republicana, si bien las fracciones mayoritarias repudiaron a Juan Negrín, solidarizándose con la gestión del líder socialista Indalecio Prieto en el salvamento de bienes españoles y la ayuda a los refugiados. En realidad, esta mayoría parlamentaria reeditaba la coalición republicano-socialista, que se había establecido en 1909 y reformulado durante los años treinta, prolongándose durante los años de la segunda guerra mundial hasta el comienzo de la guerra fría en 1947. Era, no obstante, una superación de la política del Frente Popular, que solamente volvería a relanzarse brevemente, sin los seguidores del ex presidente Negrín, entre marzo de 1946 y julio de 1947. Fue el tiempo del gobierno republicano en el exilio, encabezado por el republicano José Giral y el socialista Rodolfo Llopis. A partir de entonces, se iría imponiendo la política de superar el frente antifascista republicano por una nueva política antifranquista, que no equiparara república y democracia, aglutinando a los disidentes de la coalición reaccionaria franquista de significación monárquica liberal o democristiana. Aparentemente, el final de la guerra de España supuso no sólo la ruptura del Frente Popular de las Izquierdas sino la división de la principal formación de la izquierda española, el PSOE. Algunos historiadores y politólogos han considerado que los socialistas españoles padecieron la etapa de la dictadura franquista como un tiempo de 132

eclipse o decadencia. Muchos analistas han identificado al PCE como el verdadero “partido del antifranquismo” mientras que, a su juicio, los socialistas cayeron en la pasividad, división y envejecimiento de sus cuadros militantes. Resulta evidente que los partidos comunistas están mejor adaptados a la vida clandestina mientras que el carácter de organización de masas de los socialistas no los facilitó la adaptación a la ilegalidad. Además, el apoyo internacional que disfrutaba el PCE a través de la URSS y del bloque comunista no era equiparable en el tiempo del franquismo al que disfrutaban los socialistas, que solamente se pudieron beneficiar de una ayuda significativa en el momento del final de la dictadura y la transición a la democracia. En realidad, los socialistas españoles solamente recibieron en tiempos del franquismo un apoyo relevante por parte del sindicalismo occidental, a través de la Confederación Internacional de Organizaciones Sindicales Libres (CIOSL), fundada en 1949. Al finalizar la guerra de España, los partidos de la Internacional Socialista o los sindicatos afines la Federación Sindical Internacional en poco pudieron sostener a los militantes socialistas del PSOE y la UGT. La dirección del PSOE se mantuvo relativamente unida en el exilio hasta el pleito entre Indalecio Prieto y Juan Negrín en el verano de 1939. Una delegación de Ejecutiva socialista se estableció en el México de Lázaro Cárdenas, que enseguida fue liderada por Indalecio Prieto. Lo que restaba en Francia, dirigido por el secretario general Ramón Lamoneda, apoyó a Juan Negrín y al esfuerzo bélico aliado contra Hitler. A pesar del pacto germano-soviético, los socialistas “negrinistas” no rompieron todos los puentes con los comunistas, aunque no mantuvieran, claro está, los comités de enlace y de unificación entre ambos partidos que habían existido durante la guerra civil. La invasión germana de la URSS en 1941 animó a negrinistas y comunistas a restablecer la unidad de acción antifascista, constituyendo junto a un sector de los partidos republicanos de izquierda, una Unión Democrática Española (UDE) en México. La que iba a ser la primera tentativa de restablecer un pacto de unidad de acción de la izquierda española tuvo una vida efímera porque enseguida, en 1942, el PCE formuló la nueva política de unidad nacional, desligándose de la suerte de Negrín y sus aislados seguidores. La fracción mayoritaria de los socialistas en México, que reunía a los antiguos seguidores de Julián Besteiro, muerto en prisión, Francisco Largo Caballero, que iba a ser confinado en Alemania, y el líder “centrista” Indalecio Prieto, constituyó en 1940 el Círculo Pablo 133

Iglesias y, poco después, nuevos órganos directivos del partido, del sindicato ugetista y de las reconstituidas Juventudes Socialistas. Era el comienzo de un nuevo aglutinamiento de los socialistas, que trataba de superar las divisiones de los años treinta, volviendo a los principios del fundador Pablo Iglesias, mediante un estrecho trabazón entre partido, sindicato y juventudes. Esta especie de refundación socialista, que culminó con la liberación de Francia en 1944, se hizo rechazando cualquier relación bilateral con el PCE. Aunque, en un principio, los reagrupados socialistas apoyaban la restauración de la república, desde el mismo final de la guerra mundial en 1945 su líder parlamentario Indalecio Prieto manifestó que no se cerraban a otras salidas provisionales que acabaran con el franquismo. En realidad, la Junta Española de Liberación que reunía a republicanos, socialistas y catalanistas desde noviembre de 1943 se pronunciaba en favor de los aliados y de la forma de gobierno republicana, lo que no significaba el mero retorno a la segunda república de 1939. Este posibilismo socialista rompía, también, con la experiencia establecida tras la Semana trágica de 1909 de unidad de acción con los republicanos de la izquierda “burguesa”. No era todavía plenamente un accidentalismo democrático ante la forma de gobierno porque, después del periodo transitorio que siguiera al franquismo, los socialistas anunciaron su vocación republicana y su sentido del voto tras un plebiscito o unas elecciones a cortes constituyentes. Solamente, muchos años después, en 1961 y, poco después, con ocasión del coloquio europeísta de Múnich de junio de 1962, los socialistas manifestaron que acatarían una monarquía parlamentaria si así lo decidía el pueblo español. Por de pronto, en el verano de 1947 se impuso en el PSOE el proyecto del líder socialista de transición y plebiscito, lo que trajo consigo la caída del gobierno unitario republicano en el exilio, encabezado por el secretario general del partido socialista, Rodolfo Llopis. Era el final de la época de unidad y esperanza antifascista y republicana que había seguido al final de la segunda guerra mundial. Las potencias aliadas occidentales, lideradas todavía por Gran Bretaña en los temas de Europa, habían reeditado la política de No Intervención en la “cuestión española”, manifestándose únicamente favorables a una solución pacífica que permitiera la superación de la división de los españoles y restableciera la democracia. Siguiendo este posicionamiento de los aliados occidentales, Indalecio Prieto inició conversaciones con católicos y monárquicos antifranquistas, representados inicialmente 134

por el antiguo líder de la Confederación de Derechas Autónomas (CEDA), José María Gil Robles. Estas conversaciones fueron auspiciadas por el responsable laborista de Asuntos Exteriores, Ernest Bevin, del gobierno de Clement Attlee. Las conversaciones permitieron la firma de una declaración común entre el PSOE y la denominada Confederación de Fuerzas Monárquicas en agosto de 1948. El llamado pacto de San Juan de Luz era una primera tentativa de superación de las heridas de la guerra civil, mediante la reconciliación democrática de los españoles. Socialistas y monárquicos se pronunciaron, además, favorables al Pacto Atlántico participando en el movimiento europeísta. A este pacto antifranquista, que cerraba la etapa republicana antifascista, se sumó un sector del anarcosindicalismo y de los marxistas revolucionarios del pequeño Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM). La nueva política antifranquista recibió la comprensión de los nacionalistas vascos y de los republicanos catalanistas. Sin embargo, esta coalición antifranquista y democrática no resolvía la cuestión de la forma de gobierno y no tuvo consecuencias prácticas, comprometiendo en cierto modo a este sector de las izquierdas no comunistas con la causa monárquica del pretendiente Don Juan de Borbón. El pacto fue cancelado definitivamente por los socialistas en 1952, emprendiendo una “cura de aislamiento”, que significaba el rechazo a los pactos permanentes con otras fuerzas hasta que no surgieran nuevos partidos democráticos antifranquistas. Este aislamiento antifranquista era también consecuencia del fracaso de la esperanza en una intervención aliada y/o golpe militar monárquico que obligara a Franco a abandonar el poder. La “cura de aislamiento” tenía otra significación, puesto que los socialistas empezaron a considerar que el republicanismo de izquierda carecía ya de futuro en España. El PSOE podría realizar su acción política en un futuro sin depender de otras formaciones centristas burguesas, representando no sólo al obrerismo sino a las clases medias. En cierto modo, y sin apenas elaboración teórica, se podría afirmar que los socialistas españoles anticipaban el revisionismo de laboristas británicos o socialdemócratas alemanes de finales de la década de los cincuenta. Sin embargo, poco después, tras las protestas universitarias de febrero de 1956 en Madrid, iba a emerger a la esfera pública una generación antifranquista, la de los hijos de la guerra, que daría lugar a la aparición de una nueva izquierda, que reclamaba la unidad de acción 135

con los comunistas, al mismo tiempo que repudiaba tanto al comunismo soviético como a la socialdemocracia europea. Una nueva izquierda, representada por la Agrupación Socialista Universitaria (ASU) o el Frente de Liberación Popular (FLP), que admiraba la revolución cubana, criticando la intervención soviética en Hungría, pero también la acción de gobierno de los socialistas franceses de Guy Mollet en el canal de Suez y en la guerra de liberación de Argelia.

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LUCIANO MALUMBRES Y MATILDE ZAPATA. HACE OCHENTA AÑOS

El periodista radical Luciano Malumbres (1890-1936), asesinado en junio de 1936, encabezó la agitación desde la dirección del diario La Región dentro de la lucha de la Federación Obrera Montañesa ugetista y las Casas Campesinas socialistas por la movilización del mundo rural frente a los católico agrarios, impulsores de la gran cooperativa lechera SAM, y la reacción falangista. La campaña de Malumbres contra la SAM, pionera en la distribución de productos lácteos transformados a Madrid, determinó su asesinato por un grupo de falangistas encabezados por nada menos que Manuel Hedilla, quien habría de liderar Falange antes de la unificación franquista. La campaña periodística fue de gran violencia. El entierro de Malumbres, acompañado de una huelga general ugetista convocada por Bruno Alonso y con el apoyo del presidente de la Dìputación, el socialista prietista Juan Ruiz Olazarán, y otras autoridades municipales, fue la movilización de masas de mayor volumen en la historia de Santander, facilitando el fracaso de la sublevación del 18 de Julio. Su viuda, la joven socialista Matilde Zapata (1906-1938), sucedió a Malumbres en la dirección del periódico, afiliándose al PCE en junio de 1937. Fue fusilada en 1938, tras ser apresado el barco en el que huía desde Asturias a Francia, en el cementerio de Ciriego. El escritor José Ramón Saiz Viadero recopiló sus artículos periodísticos sobre la condición de la mujer. Las Casas del Pueblo Campesinas, fundadas por Matilde de la Torre en 1931, lograron extender la implantación socialista al mundo rural hasta la ocupación de la provincia de Santander en agosto de 1937. Representando al campesino con tierra, inicialmente chocaron con la dirección de la Federación de Trabajadores de la Tierra, liderada por el besteirista Lucio Martínez Gil, que movilizaba sobre todo a los jornaleros o campesinos sin tierra de la España meridional. Tras la elección como diputada por Asturias de Matilde de la Torre en 1933, las Casas del Pueblo Campesinas de UGT fueron lideradas por Celestino Bedia de Pontejos y el barbero de Liérganes Nicéforo Caramazana, exiliándose ambos en Francia y Argelia, respectivamente. Mi abuelo Luis, que había regresado de Estados Unidos, participó en la fundación de las mismas en el valle de Penagos en 1932. 137

Estos sindicatos y cooperativas agrarias constituyeron el aspecto más evidente de politización del disperso mundo rural cántabro durante los años treinta. De los apenas 3.000 ganaderos mixtos que agruparon antes de la huelga lechera de 1933, convocada contra las tasas de las fábricas en la recogida de la leche, tras su reconstitución en 1936 consiguieron encuadrar la más de veinte mil campesinos con tierra mixtos o pasiegos en la provincia de Santander, extendiendo su implantación desde las comarcas costeras hacia el interior del territorio. Su destrucción por el franco-falangismo cortó de raíz la breve esperanza de la población rural en el cooperativismo y sindicalismo socialistas por mucho que se crearan las paraestatales Hermandades y las Uniones de Cooperativas del sindicalismo vertical.

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ANTOINE BLANCA, EL EMBAJADOR SOCIALISTA

Nacido en Alicante en vísperas del inicio de la guerra de España, Blanca se reunió con su padre en Argelia en 1942, con poco más de seis años en el momento de la caída del régimen de Vichy en el norte de África tras el desembarco angloamericano. El joven Antoine Blanca se hizo miembro de las juventudes del partido socialista francés (SFIO) en Argel. Siguiendo el llamamiento de Albert Camus en enero de 1956, Blanca presidió un comité laico y progresista de estudiantes en la facultad de derecho, que buscaba una "tercera vía" que reconciliara a la plural y multicultural sociedad argelina. Finalmente, llegada la independencia de Argelia, Blanca se trasladó a Francia. Colaboró con los jóvenes socialistas españoles en Francia en misiones clandestinas en España, supervisadas por el secretario general Rodolfo Llopis. Miembro del Partido Socialista Autónomo, escindido de la SFIO tras la crisis argelina y el inicio de la V República con De Gaulle, Blanca se sumó a la renovación del socialismo francés, sucediendo a Pierre Mauroy en la federación de intercambio juvenil educativo Leo Lagrange. Encabezó una misión socialista en Chile al mes del derrocamiento de Salvador Allende, que intentó suavizar con presiones diplomáticas del socialismo europeo la escalada represiva de Pinochet. A partir de entonces, Antoine Blanca se convertirá en el mediador y embajador oficioso del socialismo francés en los procesos de cambio político en la península, entrevistándose con los líderes del PSOE renovado y del PS portugués, liderado por Mario Soares, durante los difíciles años de la revolución portuguesa entre 1974 y 1975. Asistió a todos los congresos de los socialistas ibéricos y al primero del PCE en España tras la muerte de Franco. Todas estas relaciones internacionales del socialismo francés, como ha remarcado Alan Granadino González trataban de reforzar la estrategia de unidad de la izquierda de Mitterrand para llegar el poder. Con la llegada de Mitterrand a la presidencia de la República francesa, fue consejero del gobierno de Mauroy. En 1983 fue nombrado embajador itinerante en América Latina, buscando la colaboración con los gobiernos de Felipe González. Poco después, fue nombrado embajador en Argentina tras el regreso de la democracia con el presidente Raúl Alfonsín. Colaboró estrechamente con el secretario general de la ONU, Pérez de Cuellar,

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desde una dirección general del organismo supranacional, para terminar su carrera diplomática como embajador en Perú. Autor de una biografía de Allende, de un libro en recuerdo de su padre republicano socialista y de un ensayo sobre la evolución de la izquierda en América latina durante el siglo XX, Blanca a sus ochenta años sigue escribiendo, reflexionando sobre el socialismo francés, el mundo árabe o la evolución de Latinoamérica.

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LOS INTELECTUALES Y EL PSOE: EN MEMORIA DE JORGE SEMPRÚN

El intelectual Jorge Semprún tuvo una relación complicada con el PSOE, aunque fuera brevemente ministro de Cultura en los gobiernos de Felipe González, promoviendo una recuperación discreta de la memoria del exilio y del antifranquismo. Claro está que su paso por el Ministerio entre 1988 y 1991, coincidió con el transcurso de quince años desde la muerte de Franco y la ya plena consolidación de la democracia, que permitía echar al olvido la política de la reconciliación. Una política que desde la dimensión de lo cultural había supuesto la superación de la dialéctica franquismo/antifranquismo, así como el cincuentenario de las muertes de personalidades republicanas y socialistas como Manuel Azaña, Lluis Companys, Julián Besteiro y Julián Zugazagoitia. Joven hijo de la Guerra exiliado, internado en un campo nazi y militante stalinista, en su etapa de dirigente clandestino se relacionó con la primera Agrupación Socialista Universitaria (ASU), fundada hace sesenta años, captando algunos de sus miembros que mantuvieron el engaño de una doble militancia. Por ello, los jóvenes socialistas sacaron una foto comprometedora al clandestino camarada Federico Sánchez durante una cita en Madrid. A pesar de ello, la ASU, como agrupación de la nueva izquierda vinculada al PSOE, mantuvo cauces abiertos para la unidad de acción antifranquista con un PCE que empezaba a desestalinizarse desde 1956 al defender la reconciliación nacional. Años después, Semprún realizó críticas demoledoras sobre los dirigentes y la democracia interna de los partidos de la izquierda parlamentaria en los libros Autobiografía de Federico Sánchez (1977) y Federico Sánchez se despide de ustedes (1994). Su experiencia militante en el PCE durante más de veinte años, hasta su expulsión del PCE en 1965, le permitió criticar el “centralismo democrático”, que impedía el verdadero debate y la existencia de discrepancias y corrientes. La camarada Dolores Ibárruri, “Pasionaria” sentenció sobre Fernando Claudín y Jorge Semprún: “son unas cabezas de chorlito”. A pesar de la expulsión, Santiago Carrillo terminó asumiendo buena parte de sus planteamientos políticos. La crítica a líderes del PCE y del PSOE por su falta de preparación y autodidactismo resultaba bastante injusta y desde una cierta soberbia intelectual.

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Desde la UNED promovemos un acto de homenaje el próximo martes 14, continuación de otro realizado por la Cátedra del exilio y el Cihde hace dos años, con la participación de filósofos de la memoria como Manuel Reyes Mate, colaboradores suyos como el historiador Santos Juliá y el antiguo militante e historiador del PCE, Antonio Elorza. Será una buena ocasión para reflexionar sobre los intelectuales y el compromiso político durante el siglo XX, en vísperas de unas elecciones generales decisivas.

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LA DESFACHATED INTELECTUAL

El reputado politólogo Ignacio Sánchez Cuenca, investigador del Centro de Investigaciones Avanzadas Juan March y de la Universidad Complutense, ha publicado un libro nuevo subtitulado, un tanto pretenciosamente, Escritores e intelectuales ante la política. La obra tiene más el carácter de análisis politológico que de un ensayo sobre las opiniones políticas de escritores y su desproporcionada influencia en la opinión pública. Se centra sobre todo en la falta de seriedad de las opiniones de narradores y ensayistas sobre temas como la cuestión etarra y el nacionalismo periférico. Acusa de incoherencia y frivolidad a las columnas periodísticas de Savater, Muñoz Molina, Marías, Vargas Llosa o Cercas. Además de la falta de profundidad cronológica, ya que los debates se refieren sobre todo las etapas de gobierno de Rodríguez Zapatero y Rajoy, llama la atención la práctica ausencia de estudio del papel de historiadores y politólogos como Santos Juliá, Javier Tusell, Fernando García de Cortázar y Antonio Elorza, entre otros. La indudable profesionalidad de estos intelectuales más influyentes los excluye de su estudio que solamente aparecen de refilón en La desfachatez intelectual. En cualquier caso, no le falta razón en sus críticas a los primeros, destacando su ensayismo poco documentado, incoherente y casticista. Quizá en algún momento carga demasiado las tintas sobre alguno de ellos, entresacando algunos artículos sin mayor contextualización y valoración de su obra más densa y menos coyuntural. El prestigioso politólogo se muestra optimista sobre la mayor especialización y pluralidad de los intelectuales actuales, que disfrutan también de la oportunidad de salir a la esfera pública que ofrecen los nuevos medios digitales. La obra ha generado un notable debate con opiniones muy encontradas. En cualquier caso, saluda el nuevo compromiso político de una legión de opinadores, que ha roto el monopolio de algunos colaboradores habituales de la prensa escrita.

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Su razonamiento sobre el nacionalismo pacífico y la democracia resulta valiente y acertado. Un libro útil que, no obstante, sabe a poco, dada su brevedad y falta de recorrido histórico.

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INCERTIDUMBRES Y EMOCIONES

Se acerca la fecha de las nuevas elecciones generales y parece que todas las alternativas están abiertas. Es posible que la suma del Partido Popular y Ciudadanos se acerque a la mayoría absoluta y que el precio de tal acuerdo podría ser la cabeza de Rajoy. Es posible también que el voto del cambio sume también una mayoría alternativa y lo que no fue posible en diciembre pasado ahora sea viable con un poco más de diálogo y sin líneas rojas para afrontar una nueva etapa con contrapartidas sociales. Incluso podía ocurrir que la ausencia de cultura del pacto y de coaliciones poselectorales permita una breve legislatura de gobierno en minoría conservador. Sin embargo, lo deseable es que la bandera del cambio decida a los indecisos y a los desmovilizados a acercarse a las urnas. Para ello, no es suficiente apelar a los programas electorales (todas las formaciones defienden en diferente medida la preservación del estado del bienestar y la lucha contra la corrupción). Es necesario, en cambio, una cierta emoción y sentimiento. Hay que recordar que durante las dos épocas socialistas 1982-96 y 2004-2011 se logró la salida del aislamiento, la construcción autonómica, el fin del terrorismo, la profesionalización de las fuerzas armadas, la generalización de las pensiones y de la sanidad, la igualdad de la mujer, la extensión de la educación y tantos otros logros políticos y sociales. A pesar de los errores y de las limitaciones de todos estos avances, hay que reconocer y recordar la lucha de muchos hombres y mujeres, de personalidades y de hombres sin nombre, anónimos. Hoy en día hay muchos retos socialistas porque allí donde perviva la injusticia siempre estará la verdadera izquierda. Esa tarea no puede ser llevada hoy en día en solitario por el PSOE, pero sin duda tendrá que encabezarla o no será posible. Por tanto, dejemos los cantos de sirenas, los experimentos utópicos, las apelaciones a sorpassos y otros "postureos" televisivos, recordando para poder mirar al futuro. Desde la universidad hemos salido al espacio público, recordando críticamente a estas personas y procesos durante los últimos trece años porque además de ejercer nuestra profesión, creemos que existía un deber de memoria, un compromiso con la memoria democrática.

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La ASU celebra ahora los sesenta años desde su fundación, que coincidió con la salida al espacio público de la generación de hijos de la guerra. En este nuevo tiempo, cuando una nueva generación sale también al espacio público debemos acercarnos y entablar un diálogo con ella, recordando las luchas por la democracia y la construcción del socialismo que no empezaron ahora.

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LA GRAN ILUSIÓN DEL CAMBIO

Decía Marx que la historia se repite pero la segunda vez como farsa, a propósito del emperador Napoleón y su reencarnación simbólica en Napoleón III La gran coalición de populistas, ecosocialistas, nacionalistas de izquierda y comunistas ha provocado la polarización de la campaña electoral. Su líder carismático, de igual nombre que el fundador del PSOE, dice haber madurado en socialista, imita al primer Felipe González, se apropia del legado de Salvador Allende o incluso reivindica a José Luis Rodríguez Zapatero. No se sabe si se trata de un enmascaramiento ideológico o de un simple latrocinio de la historia del socialismo. Esta movilización está provocando el crecimiento de las expectativas electorales del PP, y la reducción de las de la coalición poselectoral mayoritaria en las pasadas elecciones. Claro que en una democracia parlamentaria, que no presidencialista, la jefatura del gobierno no es para las listas más votadas, sean primera o segunda, sino para aquella que pueda reunir más apoyos parlamentarios. Sí, la presidencia de gobierno podría recaer en Pedro Sánchez o incluso Albert Rivera, dependiendo de las negociaciones poselectorales. Recordemos que Azaña, con un pequeño grupo parlamentario, encabezó el gobierno de la segunda república tanto en 1931-33 como en 1936, con gobiernos de coalición republicano-socialista o solamente de republicanos. El proyecto político del cambio solo puede ser de ajuste y de austeridad con contrapartidas sociales porque para reformas constitucionales se necesita el consenso de la mayor parte del arco parlamentario. Por ello, la gran pregunta y la gran incertidumbre es: ¿Aceptaría el nuevo líder de la coalición Unidos Podemos sostener un gobierno del cambio incluso sin participar en el? O prefiere que gobierne el PP, si el gobierno no es encabezado por el LíDER?

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UNIVERSITARIOS SOCIALISTAS

La Agrupación Socialista Universitaria surgió tras los sucesos estudiantiles de Madrid en febrero de 1956, en los que fueron detenidos algunos de sus impulsores, como Miguel Sánchez-Mazas, Vicente Girbau o Manuel Ortuño, que terminaron expatriándose. El 23 de febrero de 1956 unos cuantos jóvenes crearon en el campo de fútbol del barrio de la Guindalera en Madrid la Asociación Socialista Universitaria, que enseguida pasó a denominarse Agrupación. Para el 1 de Abril de 1956 Víctor Pradera Gortázar, fundador de ASU, y Jorge Semprún, dirigente comunista, habían redactado el manifiesto con la célebre frase "hijos de los vencedores y de los vencidos", llamando a la reconciliación de los españoles. En la distribución del manifiesto participó Francisco Bustelo, dirigente de ASU, entre otros. En el verano de 1956, Víctor Pradera estableció contacto con el secretario general del PSOE, Rodolfo Llopis, estableciéndose los primeros vínculos orgánicos. Sin embargo, la vinculación con el PSOE del exilio no terminó de resolverse pese a la presión del Congreso del partido de 1958. La ASU promovió la Unión Democrática de Estudiantes y practicó la unidad de acción con el PCE, tanto en la agitación universitaria como en la convocatoria por los comunistas de la fracasada Huelga Nacional Pacífica de junio de 1959. También hubo secciones de ASU en Valencia y algún afiliado en Salamanca. Debido a sucesivas detenciones y juicios, parte de sus miembros se exiliaron y crearon la delegación exterior de ASU, afiliándose algunos al PSOE. Tras arduos debates una nueva cohorte de militantes, encabezados por Luis Gómez Llorente, Miguel Ángel Martínez o Miguel Boyer, entre otros, decidieron aceptar convertir la ASU en las Juventudes Socialistas en enero de 1961, presentando una ponencia radical, alentada por Antonio Amat, al Congreso del partido En el tardofranquismo fue creado un Frente Universitario o de la Enseñanza en el participaron Enrique Moral y Alonso Puerta, entre otros. Una vez muerto Franco, el crecimiento de militantes de la Agrupación Socialista Madrileña, hasta entonces tenía poco más de 300 afiliados, hizo que se desdoblaran las agrupaciones territoriales, reconstituyéndose también la Universitaria con estudiantes. En una asamblea de

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universitarios se eligió una dirección colegiada con Fernando Morán Calvo-Sotelo, futuro diplomático, de secretario político y Valeriano Gómez, ministro de Trabajo con Zapatero, como secretario de organización. La absorción de la Convergencia Socialista de Madrid en marzo de 1977 trajo consigo la reestructuración de la dirección de ASU, pasando a dirigir la Agrupación Juan Lobato y Mariano del Mazo. En suma, la ASU fue refundada en el marco del primer congreso de la Federación Socialista Madrileña, aunque la decisión creo tensiones con las Juventudes Socialistas, creándose más adelante secciones en Cataluña o Galicia. La ASU presentó una ponencia política radical en el 28 Congreso del PSOE en mayo de 1979. Tras las elecciones municipales de abril de 1979, la ASU fue perdiendo relevancia política debido al creciente peso de los “capitanes” municipales en el comité regional de la FSM. No obstante, participó activamente en las primeras elecciones democráticas de rectores en las universidades madrileñas, siendo elegidos militantes históricos de la ASU, como Francisco Bustelo rector de la Complutense, y Josefina Gómez Mendoza, rectora de la Autónoma de Madrid en 1984, tras la dimisión del electo Julio González Campos. La elección de González Campos a comienzos de 1982 fue contestada por ASU ya que los diez claustrales estudiantiles, de los que formaba parte, le habían votado por unanimidad. Cristina Granados fue una de las primeras mujeres en la dirección de la ASU, en calidad de secretaria de organización, en el tiempo del golpe de estado del 23F. A partir de mediados de los años ochenta, con el PSOE en el poder, fueron admitidos profesores en la ASU y la permanencia en la Agrupación de antiguos militantes ya licenciados, adquiriendo éstos un creciente protagonismo en su marcha interna, por lo que la Agrupación perdió empuje como movimiento estudiantil, para desempeñar un cierto papel en el reclutamiento político de cuadros. En realidad, esto había sido ya así en los tiempos fundacionales de la Agrupación en los años cincuenta y sesenta. Por su dirección en los años ochenta pasaron, entre otros, Belén Lara, Galo Gutiérrez o Antonio Romero. Entre 1989 y el año 2000, Rafael Simancas fue su secretario general, pasando entonces a dirigir el Partido Socialista de Madrid-PSOE y lográndose una mayoría de izquierda en las elecciones de mayo de 2003 en la Comunidad madrileña. La nueva militancia de clase media universitaria, hijos de la guerra, representaba el origen de la renovación del PSOE, aunque ésta solamente culminara en la década de los setenta, debido a la propia perduración del franquismo. Permitía elaborar un proyecto político 149

autónomo, sin necesidad de depender de formaciones centristas burguesas. Se caracterizó también por una temprana incorporación de la mujer a la militancia, en lo que todavía era casi un grupo de amigos. Alguna de ellas, como Carlota Bustelo, promovieron la agrupación Mujer y Socialismo más adelante. Defensores del socialismo revolucionario, con tintes neutralistas, viajaron y descubrieron Europa, en su edad de oro socialdemócrata. Accidentalistas ante la forma de gobierno, alguno de sus miembros, como Miguel Sánchez Mazas o Juan Manuel Kindelán, no dudaron en dirigirse a Juan de Borbón, demandándole un compromiso antifranquista.

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JUVENTUD Y EUROPEÍSMO

Manuel Ortuño Martínez ha publicado un retazo de memoria de los años cincuenta, Juventud y Europeísmo. Desde su Valencia natal, llegó a Madrid en 1951 actuando en el SEU, mientras estudiaba y trabajaba. Pudo salir a Europa, encontrándose con asociaciones estudiantiles en Francia e Inglaterra. En el país vecino, contactó en 1954 con dirigentes socialistas exiliados como Luis Araquistáin o el director del semanario El Socialista, el arquitecto almeriense Gabriel Pradal. Aunque era de la misma generación que los jóvenes universitarios socialistas de posguerra que habían revitalizado la FUE al filo de la victoria de los aliados, como, por ejemplo, Carlos Vélez o Enrique Cruz Salido, hijo del periodista fusilado junto a Zugazagoitia en 1940 al ser detenidos por la Gestapo, nuestro protagonista habría de tomar conciencia democrática saliendo de nuestras fronteras y participando en la agitación de los estudiantes, hijos de la guerra, que dieron lugar a los sucesos universitarios de febrero de 1956 y que trajeron consigo la destitución del ministro de Educación, Ruiz Giménez, y el del Movimiento, el falangista Fernández Cuesta. Mientras que los hijos de los exiliados que promovieron la FUE en los cuarenta o el M59 y las JJ.SS en los cincuenta, Ortuño, Reventós, Girbau o Sánchez-Mazas, ya treintañeros, desde ASU facilitaron el diálogo intergeneracional con los más estudiantes más jóvenes, nacidos ya durante los años treinta, compartiendo militancia. Ortuño fue detenido brevemente, y junto a otros jóvenes estudiantes o licenciados fundaron la Agrupación Socialista Universitaria. Más adelante, se expatrió junto a Modesto Seara en México, integrándose en el sector renovador de las organizaciones socialistas. Fue profesor, empleado en el turismo cultural y editor. Finalmente, a su regreso a España en 1977, fue concejal con Tierno Galván y directivo de la Fundación Españoles en el Mundo. Más adelante, pudo desarrollar su vocación de historiador, doctorándose y publicando libros sobre la insurgencia liberal del siglo XIX, en especial, sobre Javier Mina. Ayer nos habló en el acto conmemorativo del LX aniversario de ASU. Como otros tantos jóvenes de entonces Europa fue para ellos un ideal democrático, destacando su interés no sólo por Francia, como era habitual entre nuestros políticos e intelectuales, sino

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acercándose a la cultura anglosajona. Pudieron ser influidos no sólo por filósofos franceses como André Gorz sino leer al intelectual y político laborista, Anthony Crosland. Hoy, para todos, es un día de luto, que debe dar lugar una reevaluación social del proyecto europeo.

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GENERACIONES Y POLÍTICA

Nos pasamos los días y los años ayudando a los jóvenes en la familia, en la Universidad, en la investigación,… Y, sin embargo, el agradecimiento y la confianza se ve defraudado estructuralmente por la crisis, por la sensación que ellos tienen de que sus vidas no podrá ni siquiera igualarse a la que disfrutamos y por la que luchamos, quizá desde puntos de partida más precarios. El grito generacional es dar una oportunidad a lo nuevo porque lo conocido ya no les sirve. Un ejemplo académico es la proliferación de publicaciones digitales y asociaciones de jóvenes historiadores, que no es simplemente un síntoma de renovación historiográfica sino de apelación a la juventud. Hace poco tiempo asistí a un encuentro de un grupo de historiadores italianos, cuya edad era de 30 a 40 años. Únicamente habían invitado a un par de seniors y los más jóvenes también eran excluidos. El encuentro se dedicaba a la historia de las generaciones y lo político. Lo ridículo del planteamiento y de la convocatoria es que las nuevas aportaciones al conocimiento no están necesariamente asociadas a la veteranía o juventud profesional. El conocimiento solo puede avanzar a través del diálogo intergeneracional. A la mayoría de los más jóvenes no les basta haber disfrutado desde su más tierna infancia de ventajas antes siquiera soñadas: viajes, tecnología, recursos educativos, cultura popular y alta cultura al alcance de cualquiera. La lucha de clases o, simplemente, por la igualdad, aunque solo sea de oportunidades, parece haber sido sustituida por la lucha generacional. Lo nuevo contra lo viejo. La "juventud" hasta los 40 años frente a lo caduco. No quieren saber del pasado porque creen que todo es presente y futuro, cuando todo el tiempo es pasado. No se dan cuenta de que los ideales del socialismo no son jóvenes ni viejos, sino justos.

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¿UNIÓN EUROPEA VERSUS COMMONWEALTH?

De nuevo una consulta plebiscitaria, de una trascendencia que establece fronteras, ha sido convocada y resuelta con el rechazo de un tercio del censo electoral. Además, la consulta ha excluido a varios millones de residentes de otros países de la Unión Europea y de otros continentes. La calidad democrática de tal consulta resulta bien discutible y plantea el debate sobre la democracia directa o la representativa. El colmo de las reglas de tal referéndum es que los ciudadanos de la Unión Europea, residentes en Gran Bretaña, procedentes de estados que al mismo tiempo forman parte de la Commonwealth, como los malteses o los chipriotas sí podían votar. Del mismo modo, los australianos o canadienses podían votar, pero no los residentes franceses o españoles. El responsable de la acción de gobierno dimite, pero no se va, ni convoca elecciones. Los laboristas, que tradicionalmente han sido mayoritariamente euroescépticos desde los tiempos de Clement Attlee hasta los de Harold Wilson, y que ahora han realizado una tibia campaña europeísta, deberían exigir tal convocatoria electoral. En realidad, el ala izquierda laborista, en el poder interno todavía a comienzos de los años ochenta con Michael Foot, siempre se mostró escéptica con la Comunidad Económica Europea. Creía que las conquistas sociales del socialismo británico en el poder entre 1945 y 1951, 1964-70 y 1974-79 podían verse amenazados por las políticas de Bruselas. Sin embargo, el ingreso del Reino Unido en la CEE en 1973, una vez superado el veto de De Gaulle en los años sesenta, permitió al país recibir cuantiosos fondos comunitarios para salir de su crisis industrial y lograr el desarrollo de territorios como Escocia o Irlanda del Norte. Sin embargo, el nacionalismo imperial británico, siempre clasista y xenófobo, ha revivido pese a la voluntad de la juventud. Los residuos institucionales del imperio británico, como la Corona y la Commonwealth establecida formalmente en 1949, resultaban anacrónicos dentro de la Unión Europea. Una Unión que será de ciudadanos o no será. Las apelaciones nacionalistas a la Europa de los pueblos impiden la construcción de los ideales de igualdad, justicia y libertad.

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CANSANCIO, INDEFINICIÓN Y TEMOR

Después de más de un año de sucesivas movilizaciones electorales, la ciudadanía ha llegado agotada al 26J, con un crecimiento del 4 por 100 de la abstención. Los populares consiguen un crecimiento de sus votantes en un 5 por 100 con 700 mil votos más y los socialistas ganan en medio punto de porcentaje, pero pierden cien mil votos y cinco escaños. Las bajadas más dramáticas en votos las han tenido UP con pérdida de 1,1 millones (casi una quinta parte de sus votantes por separado y una fracción mayor de los antiguos votantes de IU) y Cs con 0,4 millones (algo más de un 10 por 100 de sus votantes). La conclusión es que ha habido cansancio y temor. Lo que no deja de ser un fenómeno interesante es lo que ha ocurrido de nuevo en Cataluña y sobre todo en el País Vasco, donde UP y sus variantes ganan las elecciones frente a los socialistas que ganaban las elecciones generales (sobre todo en Cataluña) y los nacionalistas las autonómicas. En otras comunidades como Valencia, Baleares o Navarra quedan segundos. ¿Los de las Confluencias son federalistas de izquierda y/o nacionalistas? La indefinición de estas coaliciones, solamente con el programa de la consulta plebiscitaria, hace difícil entender el comportamiento electoral. Quizá muchos electores que votan a diversas opciones nacionalistas vascas en las autonómicas, por ejemplo, han decidido votar en las generales a las coaliciones de UP cuando antes votaban socialista. ¿Se trataría de optar por una formación que pudiera influir directamente en la gobernación de España, dejando la opción nacionalista para las autonómicas o se trata de cansancio también con el separatismo? Por otro lado, sigue existiendo una posibilidad de gobierno del cambio alternativo al PP, aunque de forma más debilitada que tras diciembre. En realidad, teniendo en cuenta que Unidos Podemos sin Izquierda Unida y sin las Confluencias no tiene más de cuarenta diputados, el posible bloque del cambio tiene una mayoría escasa, si se aparcara la línea roja de las consultas y la reforma del Estado para la que parece imposible el consenso parlamentario. ¿Se podrá poner de acuerdo a toda esta gama variopinta de partidos y coaliciones en un proyecto de mínimos en torno a la política social? ¿Lo debería encabezar una personalidad política e intelectual, veterana y prestigiosa? ¿Es acaso mejor la prórroga del gobierno del PP en minoría, dando mayores vuelos a la oposición

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parlamentaria? Ajuste y austeridad con contrapartidas se decía en tiempos de la transición. Todavía estamos a tiempo.

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SINDICATO AGRÍCOLA MONTAÑÉS

En estos últimos días, además de impartir una conferencia y un seminario para alumnos del máster interuniversitario de Historia Contemporánea en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, me ha venido el recuerdo de la historia del Sindicato Agrícola Montañés (SAM) en El Arenal del valle de Penagos (Cantabria), gracias al encuentro con una camioneta de distribución de productos lácteos. La SAM fue, en realidad, una pionera fábrica de pasteurización de la leche, creada hacia 1927 a partir de la Federación Montañesa Católico-Agraria, que consiguió distribuir productos lácteos a Madrid desde los años republicanos haciendo la competencia a multinacionales como la Nestlé desde el cooperativismo. El sindicalismo cooperativo agrario tuvo otras expresiones en Cantabria en el tiempo de la República, como las Casas Campesinas de UGT, fundadas en 1931 por la que sería en 1933 diputada socialista Matilde de la Torre, y la Asociación de Ganaderos. Las Casas Campesinas compuestas por campesinos mixtos con tierra en su mayor parte no fueron bien vistas inicialmente por la Federación de Trabajadores de la Tierra, liderada hasta 1934 por Lucio Martínez Gil, ya que la FTT agrupaba sobre todo a jornaleros. La politización del mundo rural y el impacto de la crisis del 29 trajo consigo la primera huelga de proveedores en 1933 y una fuerte agitación socialista contra los intereses de grandes potentados en la SAM, que incluían a pistoleros falangistas entre sus empleados y al propio sucesor de José Antonio Primo de Rivera, Manuel Hedilla. Las cooperativas católicas fueron intervenidas por el gobierno del Frente Popular en Guerra, pero continuaron existiendo, dentro de la sindicación obligatoria que permitió el crecimiento de las Casas Campesinas y la creación de nuevas cooperativas de transformación, como la Pablo Iglesias de la cuenca del Miera. Esta alianza entre el campesinado con tierra y los obreros, al igual que se produjo en Asturias o Valencia, permitió hacer frente a la sublevación franquista. Los líderes de la Federación de Casas del Pueblo Campesino supervivientes terminaron en el exilio, como Celestino Bedía en Francia o Nicéforo Caramazana en Argelia, mientras que algunos de sus miembros estuvieron escondidos o en el maquis. En la posguerra, los proveedores ugetistas supervivientes de la represión franquista fueron admitidos en la SAM sin llegar a ser verdaderos socios cooperativistas, aunque podían

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adquirir acciones. Aun así, hacia los años cincuenta, la SAM llegó a agrupar a más de trece mil proveedores. La SAM fue intervenida por los gobernadores de Falange, sustituyendo gerentes y consejos de administración a la par que eran integrados los sindicatos en la Unión de Cooperativas paraestatal del franquismo. En los años finales de la dictadura, convertida la Sam en una empresa más que una cooperativa, sufrió una crisis, sobreviviendo a duras penas al crecimiento de la competencia y la mala gestión, siendo adquirida temporalmente por el Instituto Nacional de Industria (INI). Pude conocer sus camiones y ollas de recogida de leche en mi niñez, trabajando en su archivo en un proyecto posdoctoral en 1991, en un momento en el que solo contaba con poco más de mil socios cooperativistas. En la actualidad, parece que ha mejorado su distribución en la Cantabria rural, después de cien años de su fundación desde el cooperativismo agrario. Pese al esfuerzo cooperativo, y dada la cercanía, hoy en día la Nestlé sigue siendo la fábrica principal y los proveedores son ya ganaderos profesionales en su totalidad, desapareciendo los mixtos que antes predominaban en las comarcas costeras. Una familia con un hijo puede tener unas ochenta vacas que se ven obligados a producir a una tasa de 30 céntimos de euro y diez litros diarios por animal, con más de la mitad de gastos en pienso, maquinaría y seguros.

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VISCA CATALUNYA, VISCA ESPANYA

Desde las primeras elecciones de 1977 los partidos estatales han dependido para la gobernabilidad de España de los resultados en Cataluña, donde se deciden 47 escaños, lo que supone casi un 15 por 100 del total. En 1977 la coalición Psc-Psoe obtuvo 11 diputados en la circunscripción provincial de Barcelona a pesar de la fuerte competencia del Psuc, subiendo a los 12 en las siguientes y obteniendo 18 con la victoria electoral socialista de 1982. Por ello, el gobierno centrista tuvo que apoyarse en los nacionalistas. Del mismo modo, en los años noventa tanto González como Aznar dependieron de los convergentes. En las elecciones de la pasada década, el Psoe obtuvo excelentes resultados en Barcelona con 16 diputados en 2008. Ahora, el Psc se ha quedado con solamente 7 mientras que la coalición En común ha ganado las elecciones tanto en Barcelona como en el conjunto de Catalunya. Los dos partidos estatales en 2011 obtuvieron 25 diputados que ahora se han quedado en la mitad. Me parece que la gobernabilidad tiene que apoyarse en la participación de alguna fuerza catalana en los destinos compartidos. Ningún gobierno de España puede sostenerse sin un apoyo significativo de los ciudadanos catalanes bien a través de agrupaciones federadas bien con el apoyo de partidos exclusivamente catalanes. De este modo, el futuro gobierno debería contar con el apoyo de la confederación y coaliciones agrupadas por Unidos Podemos ya que no parece sensato apoyarse en los de independentistas y las secciones o agrupaciones federadas catalanas de partidos estatales han quedado disminuidas por el voto ciudadano. Esta crisis política implica que el diálogo para una reforma constitucional es inaplazable.

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HACIA UN FEDERALISMO CÁLIDO EN UNA ESPAÑA PLURAL

La reforma de la Constitución en lo que se refiere a la organización territorial del Estado debería reforzar el Estado de las autonomías asimétrico que ya fue establecido con mucha dificultad durante el consenso constituyente. Sí, España es una nación compuesta por nacionalidades y regiones, que no son identificadas explícitamente más que de manera algo tímida e indirecta. Si bien, en 1978, los constituyentes y, en general, los expertos consideraron que las nacionalidades históricas eran aquellas que habían plebiscitado un estatuto de autonomía durante la segunda república, hubo y hay otras regiones donde una parte de la opinión pública ha seguido reivindicado un reconocimiento simbólico de la diferencia, en especial, el País Valenciano y Canarias. A estas últimas regiones se las excluyó del acceso a la autonomía por la vía del artículo 151 en aras de la armonización autonómica, negociada desde 1980 por UCD y el PSOE, y no sólo como consecuencia del golpe de estado fracasado del 23F de 1981. Es decir, creo que la reforma de la Constitución de 1978 debería incluir el reconocimiento explícito de las nacionalidades no sólo de la llamada Galeuzka sino la valenciana y canaria. Si bien la Constitución tiene artículos que reconocen las especifidades de Navarra y Canarias apelando a la historia o a la geografía, éstas han dado lugar a pervivencias forales o insulares otorgadas sin una consulta nacional. Este reconocimiento simbólico de una España plural no supone, a mi juicio, un agravio para otras regiones españolas sino esa aspiración a un "federalismo cálido" que fue defendido por el llorado Ernest Lluch, tan ligado a Cataluña y el País Valenciano, y estudioso del reino de España y de los expatriados de los antiguos reinos de las Españas a partir de la victoria de la casa de los Borbones en la guerra de Sucesión del siglo XVIII. Tras la reforma constitucional, los referéndums que se podrían organizar en las llamadas nacionalidades, que no son otra cosa que naciones dentro de la nación española, deberían incluir abiertamente la cuestión de ese reconocimiento de esas naciones dentro del Estado español. Este camino solamente puede ser abordado por un nuevo gobierno de izquierda, ya en coalición con nacionalistas y regionalistas en la administración local y autonómica, que 160

aborde el diálogo no sólo con las fuerzas de centro y derecha sino con formaciones políticas independentistas, porque a nadie hay que excluir a priori del gran acuerdo de la reforma o constituyente.

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LA MALETA MEXICANA

La Maleta mexicana contiene los negativos de los fotógrafos húngaros Robert Capa y Gerda Taro, muerta ésta en la Batalla de Brunete, que fueron pioneros de la fotografía de guerra. El técnico que los acompañaba y se ocupaba del revelado, David Seymur "Chim", preservó los negativos clasificados y consiguió salir de Burdeos en el primer gran embarque colectivo del Sinaia hacia el México de Lázaro Cárdenas. Una maleta con documentos escritos del gobierno Negrín y fotografías de Capa terminó en manos de la Legación Sueca en Vichy y devuelta a España en 1979. Sin embargo, la colección de más de 4.000 negativos clasificados, que constituye un valioso testimonio gráfico de la vida en los frentes, la retaguardia republicana y los refugiados llegó a manos del embajador mexicano en Vichy en 1941, el general Francisco Aguilar. Su gestión tuvo claros y oscuros, pero se puede decir que el diplomático protegió a los refugiados frente a las autoridades de Vichy, los nazis y los agentes franquistas. Aguilar, junto al cónsul Gilberto Bosques, y en cooperación con la Junta de Auxilio a los Republicanos Españoles, dirigida por Indalecio Prieto, protegió a decenas de miles de refugiados en la Francia de Vichy hasta noviembre de 1942, consiguiendo la evacuación de unos millares a México. Posiblemente, la maleta de Seymur fue entregada al embajador por algún exiliado español, pero terminó arrumbada durante décadas en la vivienda en México de Aguilar. Con los fondos depositados hoy en el Centro documental de la Memoria Histórica en Salamanca se hizo una exposición en 1999 en el Museo Reina Sofía, a los 60 años del final de la Guerra de España. En España la fundación Pablo Iglesias realizó una exposición en el Círculo de Bellas Artes de Madrid en 2012 con los fondos de la Maleta Mexicana sobre la vida de Capa, editando un voluminoso libro. Poco después, en México se organizó una exposición con los fondos de la maleta mexicana en 2013. Los más de 4.000 fotos de la Guerra de España, junto a otros fondos de Capa, están depositados en el International Center of Photography de Nueva York. Uno se pregunta, finalmente, cómo es posible qué a los ochenta años del comienzo de la contienda, la política cultural de diferentes gobiernos no haya erigido todavía un gran

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museo de Historia de la Guerra de España y sus consecuencias. Únicamente se puede citar la pionera labor del Museo Memorial del Exilio en Figueras.

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El FEDERALISMO EN EL PSOE HASTA 1979

De manera mayoritaria, el PSOE tenía una tradición histórica centralista, para muchos hasta jacobina, si bien había reconocido la existencia diferenciada de pueblos con identidad diferenciada que podían conseguir la autonomía, dentro de una única soberanía nacional. En 1918 el catedrático y sucesor de hecho en el liderazgo del partido, Julián Besteiro, había apoyado la propuesta de la agrupación catalana de Reus que concebía España como una Confederación Republicana de Nacionalidades Ibéricas. Esta resolución no había tenido consecuencias prácticas, produciéndose pocos años después la escisión de los socialistas catalanistas. Algunas otras agrupaciones del PSOE, sobre todo de la España periférica, se habían impregnado de una cultura federalista, claramente en decadencia durante los años de la segunda república. En todo caso, dentro del llamado Estado integral republicano la autonomía era una concesión descentralizadora y se concebía como excepción más que como algo generalizado para todas las regiones españolas. La corriente política y parlamentaria del PSOE, liderada por Indalecio Prieto, apoyó la concesión de estatutos de autonomía para Cataluña en 1932 y el País Vasco y Galicia en 1936. La derrota republicana trajo consigo un redescubrimiento del sentimiento patriótico entre los exiliados socialistas, que contemplaba los estatutos de autonomía republicanos como el máximo que se podía conceder a los nacionalismos. Aunque tras la muerte de Prieto fue recuperado en un congreso del PSOE en 1964 la fórmula de España como confederación republicana, la cultura federalista fue mucho más algo externo al PSOE que impregnó a las nuevas organizaciones socialistas. Solamente, diez años después, con ocasión del Congreso de Suresnes el PSOE retocó su idea de España como “república federal de nacionalidades”, que podrían ejercer el derecho de autodeterminación, sin olvidar la autonomía de las regiones. Además de tratar de integrar al neosocialismo representado en la Conferencia Socialista Ibérica, hay que tener en cuenta que las federaciones vascas constituían el núcleo principal del PSOE clandestino, colaborando estrechamente con el nacionalismo vasco, que, para entonces, competía con una militante izquierda “abertzale”. Los planteamientos republicanos federales fueron refrendados por la Plataforma de Convergencia Democrática en 1975 y por el Congreso del PSOE en diciembre de 1976.

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La lucha por la “liberación” de las nacionalidades se concebía como un elemento más del combate por la democracia frente al centralismo franquista e, incluso, como la forma de organización territorial de Estado dentro de la lucha del “pueblo trabajador” por la construcción de una sociedad socialista autogestionaria. Sin embargo, da la sensación que para los principales dirigentes del PSOE renovado la cuestión territorial era un elemento central de la estrategia para alcanzar la hegemonía en la izquierda y, después de 1977 y hasta 1981, para llegar al poder. Hay que tener en cuenta que el PSOE ganó las elecciones de 1977 en territorios como el País Vasco, Cataluña, País Valenciano y Andalucía con crecientes sentimientos identitarios. No se puede decir, no obstante, que la postura de la dirección socialista era meramente oportunista, sino que sufrió una evolución en función de los avatares de la política de la transición. Un momento clave fue la reunión de Sigüenza de agosto de 1977, que reveló las divergencias del núcleo dirigente y de los intelectuales afines antes de la absorción de los nuevos grupos federalistas y/o nacionalistas. Alfonso Guerra tuvo dudas sobre si la política del partido debía impulsar a fondo la dinámica autonómica inclinándose inicialmente por mantener el principio federal dentro de una idea de autonomía para todos los territorios sin distinguir entre nacionalidades y “regionalidades”. El sector crítico, representado por Pablo Castellano y Luis Gómez Llorente, insistió en mantener el proyecto federal no sólo como principio, algo que Felipe González no consideró viable dentro de la “vieja dama” de la correlación de fuerzas en unas Cortes salidas de la ley para la Reforma Política. Los catedráticos de derecho político explicaron la contradicción entre el proyecto federal y la descentralización autonómica, y sus dudas sobre la distinción entre territorios. Al final, se impuso la sensibilidad de Peces Barba, apoyada por González, para apoyar la distinción entre nacionalidades y regiones, abandonando el federalismo salvo como aspiración. El ponente constitucional incluso terminaría apelando retóricamente a la idea de España como nación de naciones, que defendía el dirigente de los miembros del PSOE en México, Anselmo Carretero, un federalismo historicista, que tenía ciertas concomitancias con el pensamiento regionalista conservador. Sin embargo, como ha estudiado Andrea Geniola, la idea plurinacional de Carretero, que no distinguía entre nacionalidades y regiones, no fue aprobada en los congresos del PSOE en 1976 y 1979, sustituyéndose el derecho de autodeterminación por el apoyo al autogobierno de todos los territorios. El consenso constitucional aceptado por los socialistas terminó definiendo un modelo unitario 165

descentralizado en el existía la unidad de una nación soberana, aunque plural al distinguir entre nacionalidades y regiones. Pocos meses antes de la aprobación del texto constitucional se había producido la unidad socialista, absorbiendo al PSP y una fracción de USO ligada a Reconstrucción Socialista, y a sectores de los socialistas valencianistas, aragonesistas y galleguistas. La única refundación propiamente dicha fue la del socialismo en Cataluña, que reunió a la federación catalana del PSOE, el PSC Congrés y el PSC Reagrupament, con predominio de los seguidores de los catalanistas Joan Reventós y Raimon Obiols. En apariencia, la entrada de estos millares de nuevos afiliados reforzó la cultura federalista en el seno del PSOE y tuvo influencia en la crisis del partido en 1979, que veremos más adelante. En cualquier caso, el federalismo que incluyese el principio de la autodeterminación terminó siendo expulsado de las resoluciones de los partidos territoriales del PSOE como partido federal, con la notable excepción del Partit dels Socialistes Catalans (PSC-PSOE). Hasta 1980, en gran medida como imitación de lo que ocurría en las nacionalidades históricas que habían disfrutado en el pasado de un estatuto de autonomía, las federaciones del PSOE en Aragón, Baleares, Canarias, Andalucía, Valencia e incluso Extremadura reivindicaron el acceso pleno a la autonomía, como establecía el artículo 151 de la Constitución. La nueva dirección salida del congreso de septiembre de 1979, en el que Felipe González regresó a la secretaria general, pronto puso coto a buena parte de estas aspiraciones, dentro de la lógica de la escasa convicción federalista mantenida por el partido en el debate constitucional y la necesidad de armonizar el desarrollo autonómico.

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OTRA DIADA: ESPAÑA CON CATALUNYA

El nudo gordiano de la gobernabilidad reside en la cuestión catalana. Hay dos alternativas: un gobierno de gran coalición solamente justificable con un proyecto de reforma del Estado o un gobierno de la izquierda con el apoyo de los nacionalistas. Otras opciones de gobierno en minoría darían gran protagonismo al Parlamento, pero harían poco viable la legislatura a medio plazo. La cuestión es que los socios posibles de una gran coalición no comparten el proyecto federalista, mientras que la conjunción de la izquierda con los nacionalistas tampoco tendría suficientes escaños para la reforma del Estado y sin esto los nacionalistas no sostendrían una acción de gobierno socialdemócrata. De este modo, el bloqueo político beneficia una salida que parece que solamente resolvería una nueva convocatoria electoral que permitiera una mayoría de centroderecha, dejando sin resolver, agravándola la cuestión nacional. La historia de la democracia española, confirma que cualquier proyecto político debería tener un fuerte pilar en Cataluña, bien como partido federado como fue con el PSC y, hoy en menor medida, Ciudadanos, bien como aliado, algo que ahora solamente cumple la confluencia entre populistas e izquierdistas. Los gestos simbólicos hacia la ciudadanía catalana no deben hacer olvidar que nunca existió una lucha de España contra Cataluña, sino que hubo guerras civiles en el siglo XVIII, XIX y XX en las que hubo una pluralidad de identidades y de divididas posiciones entre los catalanes.

La solución aparente sería la coalición de la izquierda con el apoyo pasivo de los nacionalistas, porque Ciudadanos parece que excluye su abstención ante un acuerdo de gobierno de este tipo pese a sus reiterativas apelaciones a la gobernabilidad de España. No me convencen, en cambio, los que creen en el mero control parlamentario y el consenso con la derecha, con o sin Rajoy, de las leyes futuras, defendiendo la abstención del PSOE ante un gobierno del PP o de centroderecha en minoría. Incluso, en último extremo, los partidos del "cambio" podrían proponer un candidato independiente para presidir el nuevo gobierno.

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¿LA ÚLTIMA OPORTUNIDAD DEL CAMBIO?

Las elecciones autonómicas de ayer en dos de las nacionalidades históricas han supuesto la victoria del PP y del PNV, aunque, en este último caso, tendrá que pactar con los socialistas vascos, ya aliados en ayuntamientos y diputaciones, a pesar de que han perdido buena parte de sus apoyos tras la emergencia de Podemos. Los partidos de la "nueva política", no obstante, han tenido un retroceso respecto a las últimas convocatorias de elecciones generales, desapareciendo los centristas de UPD y de Ciudadanos, que se quedan sin ninguna representación. Sin duda, los resultados no se pueden interpretar en clave nacional, debido a la desaparición del voto útil hacia opciones que influyeran en la gobernabilidad de España y el ascenso de los particularismos nacionalistas de Bildu o del Bloque gallego. A pesar de no resultar trasladable a España, todos los comentaristas y, seguramente, los líderes políticos están analizando los resultados porque casi siempre todo y, sobre manera, unas elecciones, tienen consecuencias en política. La interpretación de los resultados oscila entre la de El País que considera injustificadamente el voto un castigo a Pedro Sánchez a las de El Diario digital en el que Escolar cree que benefician al secretario general del PSOE. A mi juicio, creo que el descenso del voto a Podemos y la desaparición de Ciudadanos podría beneficiar a Pedro Sánchez. Además, la necesidad de pacto que tiene el PNV con su socio socialista también va en igual dirección, aunque siempre cabe que haya un cambio de aliado y que la contrapartida sea un apoyo a la investidura de Rajoy. Una primera consecuencia de las elecciones autonómicas ha sido el anuncio de la ruptura del pacto de legislatura de Podemos con el PSOE de Castilla La Mancha liderado por García-Page. Este último, a pesar de depender de los populistas para la gobernación castellano manchega se ha erigido en líder de los que abominan en el seno del PSOE respecto a la alternativa de un pacto de la izquierda de socialistas con populistas, izquierdistas y nacionalistas. El PSOE debe recuperar sus señas de identidad, diferenciándose nítidamente de la derecha y aceptando la pluralidad de la izquierda. No está claro si el líder del PSOE aguantará las presiones y cómo reaccionaran los líderes nacionales de Podemos y Ciudadanos si es que sacan alguna consecuencia de los comicios 168

para la gobernación de España. Estamos en el momento de la última oportunidad del cambio.

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UN POCO DE SENSATEZ

Cuándo no se respetan las decisiones del Comité Federal y la autoridad del legítimo y legal secretario general, se debería abrir un expediente disciplinario. Si esto no se hace porque hay crisis de autoridad, la consulta a los órganos correspondientes de dirección política y a la militancia es lo razonable. La decisión del voto contra una investidura al PP es lo aprobado y el secretario ha seguido esa línea. Abrir una crisis de dirección, inhabilita para cualquier acción política. En cambio, 17 vocales de 38 o 35 (con las vacantes) de la Ejecutiva del PSOE dimiten, entre ellos 7 de Andalucía con 5 secretarías de Área. Está claro que el núcleo central era sobre todo un racimo de uvas más que los gajos de una naranja y poco operativo, aunque con algunas uvas muy grandes o casi una por provincia andaluza, con un equipo del secretario general débil. ¿Cómo se puede entender que el reparto de puestos de la Ejecutiva sea como en 1970, cuando los dirigentes sevillanos propusieron una dirección clandestina en función del peso territorial, otorgando 3 puestos a los vascos, dos a los asturianos, uno madrileño y otro por Castilla, uno catalán y otro andaluz? Situaciones parecidas a las de hoy se vivieron en 1919, 1936 y 1971, dando lugar a escisiones, que fueron acompañadas, no obstante, de refundaciones y renovaciones del partido. La interpretación de los estatutos se convirtió en elemento de la lucha de poder. Sin embargo, buena parte de los escindidos, terminaron regresando al partido. Creo también que la mayoría de los militantes y de los votantes está con Pedro Sánchez, mientras no se demuestre lo contrario, consiguiendo como reacción a las descalificaciones mediáticas una creciente simpatía. La cuestión del liderazgo es importante, pero más importante son las señas de identidad de izquierda y la renovación del proyecto político. La dimisión colectiva es una especie de labor faccional conspirativa, que puede o no ser estatutaria, pero no es ética y hurta la consulta a la militancia y, en general, el funcionamiento de la democracia interna. Creo que los dimisionarios deben reconsiderar su actitud y dejar que se resuelva el conflicto en órganos superiores de decisión.

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1982: ANATOMÍA DEL GOBIERNO DEL CAMBIO

Después de un correcto traspaso del poder ejecutivo, Felipe González formó gobierno el 2 de diciembre de 1982. Pese a ciertas dudas, Alfonso Guerra ocupó la Vicepresidencia lo que permitía una mejor coordinación de gobierno con el partido y el grupo parlamentario, en el que cedió la portavocía al socialista riojano Javier Sáenz de Cosculluela. El poderoso Vicepresidente constituyó un gabinete en Presidencia de Gobierno, que con ayuda del catedrático Virgilio Zapatero, secretario de Estado para las Relaciones con las Cortes, y de técnicos como Roberto Dorado, Paco Fernández Marugán y el periodista Eduardo Sotillos, que era responsable de la portavocía del Gobierno hacia los medios de comunicación, controlaba las relaciones entre los diversos ámbitos del poder legislativo y ejecutivo. Julio Feo, que había coordinado las campañas electorales, fue nombrado secretario del Presidente, con rango de subsecretario. Alfonso Guerra, además, a partir de 1985 presidiría las reuniones semanales de la comisión de Subsecretarios, que preparaban los Consejos de Ministros. Guerra también controlaba un gabinete técnico, conocido como los “fontaneros”, que preparaba diversos estudios y proyectos, así como el comité electoral. En el seno de la Comisión de Subsecretarios que se reunía todos los miércoles se produjeron frecuentes enfrentamientos políticos entre las diversas áreas ministeriales, lo que trajo consigo frecuentes dimisiones durante la primera legislatura socialista. En el primer gobierno González formaron parte políticos socialistas de diversas procedencias. Para el importante Ministerio de Economía fue nombrado el socialdemócrata confeso madrileño Miguel Boyer. Formado en el liceo francés, formaba parte de una familia con antepasados que habían sido estadistas como el republicano azañista Amos Salvador. Aunque en diciembre de 1976 había sido elegido miembro de la comisión ejecutiva del PSOE, renunció al poco tiempo, abandonando brevemente el partido en 1977 debido a su convicción socialdemócrata. Miembro prominente del grupo federal de Economistas, fue elegido diputado en 1979, considerándosele responsable futuro del área gubernamental económica, que durante la Transición tenía la categoría de vicepresidencia del gobierno, lo que trajo consigo futuros enfrentamientos con Alfonso Guerra. Para el Ministerio de Industria fue elegido el socialdemócrata navarro del PSOE, Carlos Solchaga, que asumiría en 1985 Economía y Hacienda. 171

Los Ministerios de Transportes e Interior los desempeñaron Enrique Barón y José Barrionuevo, que provenían de USO y de la Federación de Partidos Socialistas, mientras que Obras Públicas recayó en Julián Campos, proveniente del izquierdista grupo de origen cristiano de los años sesenta, el Frente de Liberación Popular. Otros tres antiguos “felipes” desempeñaron carteras ministeriales: Agricultura fue para Carlos Romero mientras que el sociólogo José María Maravall gestionó Educación y Narcís Serra Defensa. Hay que tener en cuenta que González había trabado amistad en sus años estudiantiles católicos con diversos miembros del FLP, como Ignacio Quintana, que sería promovido más adelante a la subsecretaría de Cultura. Las relaciones tanto de Guerra como de Boyer con estos ministros de procedencia ajena al PSOE no sería precisamente buena a lo largo de la primera legislatura socialista. El Vicepresidente consiguió colocar en las subsecretarías o secretarías de Estado de diversos Ministerios a cuadros históricamente más vinculados al PSOE. Por ejemplo, Francisco Ramos en Administración Pública, encabezado por Javier Moscoso, proveniente de los socialdemócratas de Fernández Ordóñez; la subsecretaría de Interior la desempeñó el jurídico militar malagueño Carlos Sanjuán; y María Izquierdo, en Administración Territorial con el catedrático Tomás de la Quadra Salcedo. La catedrática y primera directora de la fundación Pablo Iglesias, Carmina Virgili, desempeñó la secretaría de Estado de Universidades. Para Asuntos Exteriores fue promovido Fernando Morán, diplomático de carrera y antiguo militante del PSP de Tierno Galván, senador por Asturias desde 1978, mientras que el antiguo responsable de las relaciones internacionales del partido, Luis Yáñez, pasaba al Instituto de Cooperación Iberoamericana y su hermano Juan Antonio, se ocupaba de los temas internacionales en Presidencia. El relativamente joven socialista manchego Manuel Marín desempeñó la decisiva secretaría de Estado para las relaciones con la Comunidad Europea. El veterano diplomático e intelectual, Gonzalo Puente Ojea, autor de ensayos que analizaban al catolicismo como ideología, fue nombrado subsecretario antes de pasar a ser embajador ante el Vaticano en 1985. Otros dos miembros del núcleo central socialista fueron ministros de Trabajo y Cultura. Para Trabajo, una vez que los dirigentes de UGT descartaron formar parte del gobierno, fue nombrado Joaquín Almunia, que había desempeñado sucesivamente las responsabilidades de área en la dirección de asuntos sindicales y estudios y programas. 172

El físico y profesor Javier Solana eligió el Ministerio de Cultura, rodeándose de gestores provenientes del PCE, del FLP o de la Federación de Partidos Socialistas. El editor y escritor proveniente del exilio, Jaime Salinas, desempeñó inicialmente la dirección del Libro y la cineasta Pilar Miró ocupó otra dirección general. Dada la importancia que se daba a la Cultura en la construcción del proyecto socialista, el Ministerio tuvo un fuerte crecimiento presupuestario. El Ministerio de Justicia fue gestionado por el magistrado Fernando Ledesma, con un segundo en la subsecretaría, el profesor de filosofía del derecho Liborio Hierro, discípulo de Elías Díaz. Finalmente, el Ministerio de Sanidad, clave para la construcción de un incipiente estado del bienestar, fue desempeñado por el socialista catalán e historiador económico Ernest Lluch, acompañado en la subsecretaría por el médico Pedro Sabando, proveniente también de la Federación de Partidos Socialistas. El desempeño de dirigentes socialistas en la acción de gobierno bien como ministros, secretarios de Estado y subsecretarios dejó disminuido el núcleo central de poder socialista. Eran al mismo tiempo miembros del Gobierno y de la Comisión Ejecutiva no sólo su secretario general y vicesecretario sino otros cinco dirigentes: José María Maravall, Joaquín Almunia, Javier Solana, María Izquierdo y Carmen Mestre, con áreas de gestión a su cargo en la mayor parte de los casos. Esto traería consigo que en el XXX Congreso en diciembre de 1984 se aprobara la incompatibilidad entre el desempeño de áreas de gestión ejecutiva en el partido y la acción de gobierno, con la excepción de la presidencia y vicepresidencia. En otros casos, algunos responsables de área de la dirección socialista o del grupo parlamentario pudieron sentirse relegados en la formación de gobierno. Sin duda, el veterano socialista Enrique Múgica tenía aspiraciones respecto a los Ministerios de Defensa o de Justicia. Muchos también esperaban que Ciriaco de Vicente hubiese sido ministro de Trabajo o que Salvador Clotas tuviera responsabilidades en Cultura. Aunque en algunos casos hubiera desencanto, parece verosímil la afirmación de éste último cuando señala que prefirió permanecer en la dirección socialista o en la actividad parlamentaria más que formar parte de la acción administrativa de gobierno.

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EL FALSO DILEMA Ayer se celebró una asamblea de la Agrupación Socialista Universitaria. El sentir mayoritario fue que la única opción ética y, seguramente, política debería ser el NO a Rajoy desde el grupo parlamentario socialista. Seguramente, los militantes socialistas todavía conmocionados por los tristes sucesos de las últimas semanas, dudan sobre la disyuntiva de facilitar la gobernabilidad, mientras que buena parte de los líderes territoriales parece que se inclinan por la abstención. El partido socialista debe modificar sus estatutos, rompiendo con la regla del peso territorial de los partidos federados al PSOE, eligiendo sus órganos de dirección según el peso de corrientes de opinión y exigiendo dedicación profesional previa a sus dirigentes, preferentemente entre los servidores públicos. Sin embargo, de lo que no cabe duda es que la mayoría de los votantes no entenderían el giro hacia la abstención. Para facilitar la investidura de Rajoy, podrían abstenerse algunas formaciones nacionalistas, especialmente el PNV ahora que han pasado las elecciones autonómicas o, incluso, algún tránsfuga, como ya apoyaron al PP en la elección de la presidencia del Congreso. Lo que hay que pensar es en el día después de la nueva fecha de la investidura, haya o no elecciones. Aunque se constituyera un gobierno en minoría conservador se podría construir una alternativa y pactar reformas, preparando el programa del cambio y la sucesión en un plazo breve. Creo que Josep Borrell podría aglutinar a distintas fuerzas en un programa común para esa nueva etapa, aunque siempre podemos recordar el 18 de Brumario de Luis Bonaparte de Carlos Marx. No hay que excluir a nadie de ese foro de encuentro, incluidas las formaciones catalanas. Resulta urgente la celebración de un Congreso del PSOE, preferiblemente ordinario, que acabe con la interinidad directiva y proceda a la refundación del partido. Estamos en el siglo XXI y hay que adaptar el proyecto socialista al mundo actual globalizado, pensando en respuestas en el marco de la Unión Europea. Atrás quedaron los tiempos de la guerra fría de la segunda mitad del siglo XX. Del mismo modo, ahora que se celebra el LXXX aniversario del Frente Popular que terminó no sólo con su derrota en la guerra de España sino como una guerra de la izquierda española durante décadas,

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cabe preguntarse si no es hora de dejar de utilizar políticamente el pasado y refundar la cultura de la izquierda española.

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¿EL PARTIDO DEL ANTIFRANQUISMO?

A menudo leo que el PCE fue el “partido del antifranquismo”, mientras que el PSOE sería irrelevante en la oposición al franquismo hasta su resurrección en 1976, para convertirse en el “partido de la transición” mediante el aglutinamiento de grupos diversos y un férreo núcleo dirigente andaluz. Estas afirmaciones son inexactas, pues si bien el comunismo español encabezó la resistencia guerrillera hasta 1952 y la protesta obrera desde finales de los cincuenta, aglutinando la disidencia intelectual, el PSOE protagonizó una política de presencia internacional en el mundo occidental al que pertenecía España tan o más importante que el activismo clandestino. No obstante, tampoco es cierta la afirmación de que los socialistas resultaran inexistentes fuera de Asturias y el País Vasco. Lo que hubo es una gran vitalidad de distintas opciones socialistas fuera de la disciplina del PSOE, empezando por Cataluña y siguiendo por lugares como Madrid y Valencia. Especialmente plural fue la oferta socialista en Cataluña durante la clandestinidad, pues además de la refundación del socialismo catalán a través del Moviment Socialista en 1945, en los años sesenta convivieron con la débil federación catalana del PSOE nuevas formaciones como el MSC, el Frente Obrero ligado a los “felipes” y Fuerza Socialista Federal. El caso más grave fue el madrileño, pues existían numerosos veteranos represaliados y, por tanto, inactivos, que no podían aglutinar a las nuevas generaciones que optaron por promover agrupaciones nuevas como ASU, la Alianza Sindical Obrera y el PS en el interior durante los años sesenta. Del mismo modo, se formó una segunda generación de socialistas en el exterior, compuesta por hijos de exiliados, expatriados de posguerra y emigrantes, que fue la que facilitó la renovación, retornando parcialmente a España durante el tardofranquismo y la transición y apoyando al núcleo central de andaluces y vascos. En efecto, el PSOE liderado por Indalecio Prieto y luego por Rodolfo Llopis gestionó la ayuda a los refugiados republicanos, creando plataformas unitarias, como la Junta de Liberación, la Unión de Fuerzas Democráticas o la Plataforma de Convergencia, o encabezando instituciones republicanas como el gobierno en el exilio en 1947 o la presidencia de la república en los años sesenta. El proyecto del PSOE de transición y 176

consulta sobre la forma de gobierno terminó siendo asumido por el conjunto del antifranquismo. Asimismo, los socialistas utilizaron plataformas de denuncia del franquismo como Naciones Unidas a través de su agencia la OIT o el Movimiento Europeo, para neutralizar los planes de reforma del franquismo. Del mismo modo, los socialistas participaron en la refundación de la Internacional Socialista o de la Confederación Europea de Sindicatos en 1973, que resultaría un activo fundamental en el momento del cambio político. Por tanto, la revalida del reconocimiento del PSOE renovado en enero de 1974 no fue una casualidad y el apoyo al PSOE de los gobiernos de Alemania, Inglaterra y Suecia, entre otros, resultó decisivo en el momento del cambio político para el auge socialista. La presencia internacional de los socialistas compensó divisiones como la del PSI en 1968 o el PSOE h en 1972 y la presencia limitada en la protesta universitaria después de 1965, una vez agotada la ASU o las Juventudes en Madrid, o en el movimiento obrero fuera de los núcleos industriales del norte de España.

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LAS REFUNDACIONES DE LA IZQUIERDA CATALANA

La historia del socialismo en Cataluña constituye un submodelo de sistema de partidos políticos diferente al del resto de España. En este ensayo excluyo a la llamada en otros tiempos izquierda “burguesa", que ha sido representada desde la segunda república por ERC. Así mismo hay que recordar el hecho de que hasta la posguerra el anarcosindicalismo fue mayoritario frente al obrerismo marxista. Hay que recordar, en primer lugar, a los aglutinamientos acaecidos en los años treinta en torno al POUM y al PSUC, una vez fracasadas las tentativas previas de reunificación entre la Unión Socialista de Cataluña y la federación catalana del PSOE. En cualquier caso, la izquierda obrera catalana siempre ha padecido fragmentaciones, seguidos de procesos de aglutinamiento. En la posguerra, la bolchevización del PSUC y el fracaso unificador del POUM trajeron consigo la refundación del socialismo catalán a través del Moviment Socialista de Cataluña en 1945, que no consiguió atraer a la federación catalana del PSOE, si bien se estableció la colaboración entre ambos a través de UGT. En los años sesenta, la vitalidad de la izquierda catalana quedó demostrada con la fundación del Frente Obrero de Cataluña (vinculado federalmente al Frente de Liberación Popular) y Forza Socialista Federal. Además, el MSC sufrió una escisión en 1966 y el PSUC también padeció las crisis que dieron lugar en 1964 al PCE (M-L), en 1969 al PCE internacional (futuro Partido del Trabajo de España) y Bandera Roja (1970). En el tiempo del tardofranquismo, se inició un nuevo ciclo de aglutinamiento con la creación en 1974 del Reagrupament Socialista y Democrático y Convergencia Socialista, que solamente se unificaron con la federación catalana del PSOE en julio de 1978, dando lugar a la creación del Partido dels Socialistes de Catalunya (PSC-PSOE). Previamente, la coalición de los convergentes con el PSOE en junio de 1977 había obtenido una histórica victoria ganando al hegemónico PSUC. El PSC tuvo grupo parlamentario propio durante las legislatura constituyente y primera, reivindicándolo con posterioridad. La dirección central del PSOE había forzado la unificación, haciendo concesiones que no se permitieron en otros procesos territoriales de unidad socialista y desalentando 178

operaciones como la encabezada por Ernest Lluch a través de la corriente "nueva mayoría" en 1982. Por su lado, en 1981 el PSUC se escindió entre leninistas y prosoviéticos, dando lugar con el transcurso de los años a la creación de los ecosocialistas de Iniciativa que desde 2004 se ha presentado en coalición con Izquierda Unida. No hace falta recordar aquí la cultura de coalición del tripartito hasta 2010. Resulta obvio que las legislaturas de gobierno del PSOE dependieron de los resultados de Andalucía y Cataluña por encima de treinta y cinco y veinte diputados, respectivamente. La caída del PSC resulta viral para el conjunto del PSOE. Facilitar la investidura a un gobierno inmovilista respecto a Catalunya no facilita precisamente cortar la hemorragia de apoyos al socialismo catalán. En efecto, la emergencia de la nueva coalición "Si que se puede" y Ciudadanos ha recortado los apoyos del PSC, que ha optado por gobernar con Ada Colau en Barcelona. El Congreso del PSC ha propuesto ahora formar una coalición de progreso, que podría ser la primera vez que, a un siglo de la revolución rusa y la guerra fría de la posguerra mundial, la izquierda parlamentaria, con la excepción de la CUP, se presentara de nuevo unida, en torno a un proyecto de cambio federalista. Creo que si el proyecto cuaja para las elecciones autonómicas, el PSOE debería aceptar de nuevo que el partido federado hermano recupere grupo parlamentario propio en Madrid.

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LIDERAZGOS Y PRIMARIAS

Entre 1996 y 2000 se produjo un periodo de transición en el liderazgo del PSOE, que ahora parece que se repite desde la designación de Rubalcaba como candidato electoral en 2011, si bien se han sucedido dos secretarios generales en sendos bienios, y parece que hasta al menos la primavera de 2017 no se resolverá la elección de un nuevo líder. La segunda mitad de los años noventa del siglo XX es ya historia más que política, a diferencia de la etapa en la que nos encontramos desde el año 2010. No hay apenas trabajos de historia actual del socialismo español para los años noventa, más allá de testimonios como el de Luis Yáñez-Barnuevo García, La soledad del ganador; las memorias de Alfonso Guerra, Joaquín Almunia, entre otros; las notas de José Bono; y el colectivo de La memoria recuperada, así como valiosos libros periodísticos como El relevo; y un relato general de Eusebio Lucía Olmos. De hecho, la política de accesibilidad a los archivos de la fundación Pablo Iglesias admite el acceso a las fuentes internas no impresas hasta 1990. Las primarias han supuesto una innovación en la práctica de los partidos políticos españoles, en las que fue pionero el PSOE hace veinte años, aunque muchos las consideraran una “americanada”. Hoy en día resulta difícil manifestar dudas sobre la bondad de las consultas directas, sobre todo en la era de la comunicación virtual, y una vez que se han puesto en práctica. Inicialmente, la dirección socialista las concibió para la elección de candidatos municipales en localidades con más de 5.000 habitantes. La primera experiencia estatal de 1998 se implementó para consolidar el liderazgo de Joaquín Almunia, elegido secretario general un año antes después de la precipitada retirada de Felipe González y Alfonso Guerra. El efecto Borrell arruinó, entonces, las expectativas de Ferraz, implantando una diarquía que se reveló insostenible en un breve plazo. Las más recientes primarias de 2014 también pretendieron, en un principio, legitimar la candidatura de Eduardo Madina tras la dimisión de Alfredo Pérez Rubalcaba. Como es conocido, la salida al escenario de la candidatura del poco conocido Pedro Sánchez contó con el apoyo de las federaciones andaluzas y de buena parte de la militancia, obteniendo la principal minoría, si bien sin alcanzar la mayoría absoluta del voto de los afiliados. Sin 180

embargo, pese a que el candidato de la corriente minoritaria Izquierda Socialista, José Antonio Pérez Tapias, obtuvo un meritorio porcentaje del 15 por 100, no se pensó en una segunda vuelta entre los dos candidatos más votados, ni tampoco en distribuir esos apoyos en el seno de los órganos directivos. Claro que eso podría haber supuesto que el apoyo de Izquierda Socialista hubiese resultado decisivo en la victoria de uno de los dos candidatos mayoritarios. A pesar de que muchos piensen que la democracia directa a través de las primarias resulta lo más democrático, también se puede pensar que lo normal es que el aparato partidario controle esas consultas. La cultura política socialista, en cambio, está más cercana a la elección democrática de sus dirigentes de abajo a arriba, empezando por los congresos locales y regionales, para terminar en el nacional. Quizá las primarias deberían reservarse más que para la elección del futuro secretario general entre los afiliados para la movilización del electorado, abriendo la participación a los simpatizantes. A modo de conclusión, se puede destacar que en ambos periodos de transición interna se ha utilizado el novedoso recurso de las primarias en vez de que el pluralismo interno se exprese a través de corrientes de opinión, a su vez institucionalizadas en 1983 y que ahora parece que se cuestionan de nuevo sin que hayan llegado a consolidarse nunca fuera de la minoritaria Izquierda Socialista. Sin embargo, las primarias centradas en la bondad de los futuros líderes no permiten conocer muy bien las diferencias políticas de los posibles candidatos, cuyo centro deberían ser no sólo la política de alianzas sino un programa de reformas del Estado y de lucha contra la desigualdad.

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LA BANALIDAD DEL "NACIONALISMO ESPAÑOL" Y ESPAÑA COMO "NACIÓN DE NACIONES"

El historiador valenciano Ferrán Archilés ha explicado en el Congreso de la UNED “Nación y nacionalismo en la España de las Autonomías”, las que son, a su juicio, las características del nacionalismo español y su reinvención desde 1978. El "nacionalismo español" solamente reconoce una soberanía nacional y no admite el término nación para otros territorios. En cualquier caso, el “nacionalismo español” ha tenido sobre todo un carácter banal cuya visibilidad se ha realizado, por ejemplo, a través de las actividades deportivas, que han tenido una enorme capacidad nacionalizadora. A su juicio, la pluralidad teóricamente reconocida está poco institucionalizada, con poca presencia en la esfera pública y mal asumida culturalmente. Pone el ejemplo del desconocimiento de autores en otras lenguas españolas no castellana y de las traducciones de otros autores a estas lenguas. El debate sobre "España como problema" no es algo que ocurra solo en nuestra patria, pues otros países europeos, como Reino Unido, Francia e Italia también tienen tensiones y redefiniciones de su identidad nacional y de la estructura territorial del estado. Para Archilés, la cuestión territorial no estuvo atada y bien atada en los años de la transición. Lo símbolos nacionales han tenido dificultad para consolidarse, pero el marco territorial autonómico estuvo bien asentado hasta la crisis del nuevo Estatut de Cataluña y la crisis económica a partir de 2010. Por su lado, el catedrático de Derecho Constitucional, Juan José Solozábal, cree necesaria la reforma constitucional frente a actitudes como la sacralización de la misma, al modo americano, o la más práctica, como la alemana, que desde la Constitución de 1949 ha tenido medio centenar de reformas. Defiende una posición intermedia, que refuerce el pluralismo y la protección de las singularidades identitarias, que son una muestra de riqueza. España o, en otros términos, el Estado español es ya una entidad federativa en el Estado de las Autonomías. Cree que hay que asumir el pluralismo nacional y que la reforma tendría un efecto integrador. La noción de Anselmo Carretero de España como nación de naciones tiene antecedentes en la diversidad de las Españas de Gracián. Solozábal considera que no hay problema en reconocer las diversas naciones españolas, 182

que no tienen un componente solamente cultural. El propio Tribunal Constitucional ha reconocido el carácter nacional de muchos símbolos de algunas comunidades autónomas, siempre que se preserve una única soberanía nacional. La autonomía de las nacionalidades y regiones es diferente a la única soberanía española. Las Autonomías no tienen un poder constituyente, por lo que no es posible el reconocimiento del derecho de autodeterminación. A mi juicio, es cierto que la pluralidad nacional no tiene suficiente visibilidad fuera de sus territorios, mientras que, por su lado, la afirmación de la nación española ha sido débil o banal. No creo, en cambio, que sea necesaria una reforma profunda de la Constitución de 1978, dado que la idea de España como nación de naciones ya está reconocida en la misma. Coincido con Solózabal que tampoco hay que sacralizar el articulado constitucional, negociando algunos cambios para los que son ineludibles una mayoría del arco parlamentario.

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EL ESTABLECIMIENTO DE RELACIONES ENTRE LOS SOCIALISMOS IBÉRICOS BAJO LAS DICTADURAS DE FRANCO Y SALAZAR

En 1964 Mario Soares, Francisco Ramos da Costa y Tito de Morais, entre otros, constituyeron la Acción Socialista Portuguesa, que entabló rápidamente contacto con el secretario adjunto de la Internacional de Juventudes Socialistas (IUSY), el joven socialista Miguel Ángel Martínez, publicando el boletín "Portugal Socialista". Martínez, hijo de un dirigente de la clandestinidad de los años cuarenta, había militado en la ASU y en las JJ.SS españolas asistiendo al Congreso del PSOE en 1961, junto a la que sería su mujer Miriam Soliman y Luis Gómez Llorente. Fue secretario general del PSOE en Castilla-La Mancha hasta 1988 y vicepresidente del Parlamento Europeo entre 2007 y 2014. Martínez desde Viena y Ramos desde París mantuvieron el contacto entre ambas organizaciones ibéricas. el veterano, Ramos da Costa, nacido en 1913, había sido dirigente de los comunistas portugueses hasta el comienzo de los años cincuenta, en los que exilió en Francia, desempeñando después de su regreso a Lisboa tras la revolución de los claveles la embajada en Dinamarca y muriendo en 1982. El nuevo grupo socialista portugués enseguida entabló contacto con Enrique Tierno y sus discípulos Raúl Morodo y Fernando Morán, recibiendo financiación de la fundación Ebert de la socialdemocracia alemana, como ha analizado Antonio Muñoz Sánchez. Después de su deportación en Sao Tomé, Mario Soares había sido abogado en el proceso tras el asesinato en España del general Humberto Delgado, entrando en contacto con el “viejo profesor” en 1965 a través del corresponsal de Le Monde, José Antonio Novais. En 1967, poco antes de la detención de Mario Soares, Ramos da Costa que residía en París y asistió al Congreso del PSOE de ese verano, trató de que se celebrara un encuentro entre el líder portugués y el secretario general del PSOE en el exilio, Rodolfo Llopis. Poco tiempo después, ASP y PSOE firmaron alguna declaración común contra Salazar y Franco, así como una especie de pacto de unidad de acción contra ambas dictaduras en 1969. Por su lado, Manuel Simón, secretario internacional de las Juventudes y miembro de la ejecutiva del PSOE sustituyó a Miguel Ángel Martínez en el acercamiento a los jóvenes 184

socialistas portugueses, desplazándose a Portugal tras la revolución de los claveles para reorganizar el movimiento sindical. Ramos y Mario Soares asistieron al Congreso del PSOE de 1970, que conmemoró el centenario de los nacimientos de Francisco Largo Caballero y Julián Besteiro, compartiendo con los delegados españoles, el grito de ¡Viva España y Portugal libres! Sin embargo, las relaciones entre el PSOE renovado en 1972 y el refundado PS de Portugal en 1973 tardarían en estrecharse, ya que Tierno Galván y Soares establecieron una estrecha relación en el marco del socialismo europeo, apoyándose mutuamente. Todavía en Lisboa en 1975, en un congreso de los socialistas portugueses en el poder tras la Revolución, la delegación española encabezada por Felipe González tuvo que compartir las tribunas de invitados extranjeros con Enrique Tierno Galván y Santiago Carrillo. Las excelentes memorias políticas de Raúl Morodo permiten acercarnos a detalles de las estrechas relaciones de amistad con el histórico líder socialista portugués. En los tiempos del socialismo del “sur de Europa” o mediterráneo, el PSOE y el PS portugués tuvieron como referente ideológico legitimador al PSF de Mitterrand, como ha estudiado Alan Granadino, si bien no compartieron su proyecto de programa común de la izquierda, defendiendo un proyecto autónomo, aunque los portugueses solo pudieron llevarlo a la práctica a partir de los años noventa, pues durante el tiempo de la revolución y la consolidación democrática tuvieron que gobernar en coalición en los gobiernos provisionales o con el centro-derecha. Una década después, la estrecha amistad de Mario Soares con el “viejo profesor” le hizo participar en el homenaje que se le rindió en la Universidad de Salamanca poco después de su muerte. Hoy en día, toda la documentación acerca de los meandros de la prehistoria de las relaciones entre los socialistas ibéricos durante los años sesenta y setenta se pueden consultar en línea en la página de la Fundación del antiguo presidente portugués.

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EL PSOE Y ESPAÑA COMO NACIÓN: ¿ENTRE EL DEBATE INTERMINABLE Y EL ACUERDO INALCANZABLE?

En estos días, la UNED promueve el Congreso internacional Nación y nacionalismo en la España de las Autonomías. Quizá sea este uno de los temas más transitados en los últimos años por la historiografía contemporaneísta, llegando a claras conclusiones que no tienen suficiente resonancia en el debate público. El subtítulo de este artículo me lo han sugerido estudios del prestigioso historiador Xosé Manuel Núñez Seixas y de la joven socióloga Elena Ferri. Mi aproximación al tema sobre la idea de nación del PSOE es reciente. Aunque en 2007 publiqué el ensayo “PSOE y nación”, fruto de un encuentro en Novi Ligure, y, más recientemente, en colaboración el ensayo introductorio “Nación y Estado en el socialismo español hasta 1992” en el libro póstumo del doctorando Daniel Molina, La España del pueblo, reconozco que es un tema de pensamiento que no ha sido central en mis estudios sobre el socialismo español. Esto se debe a que las guadianescas definiciones federales del PSOE no han sido desarrolladas ni en el pasado siglo XX ni tras recientes declaraciones como la de Granada. En realidad, la idea de España del PSOE ha ido evolucionando no sólo en el tiempo sino adaptándose a las peculiaridades de los diversos territorios autonómicos. En cualquier caso, la construcción del Estado de las Autonomías fue un aspecto central de la actividad política socialista durante los años de oposición a los gobiernos centristas de UCD hasta 1982 y después en la etapa de gobierno de Felipe González. Siempre me ha costado identificarme como un nacionalista español, creyendo que el sentimiento patriótico es otra cosa, como podía sentir la emoción de España un Indalecio Prieto. Es cierto que la mayor parte de los dirigentes socialistas han tenido dificultad para incluir la idea de España como nación en su discurso, sobre todo en las etapas de gobierno, como consecuencia de la apropiación del españolismo por la dictadura franquista y por la necesidad de competir con formaciones nacionalistas subestatales. Hoy en día, el filósofo y político José Antonio Pérez Tapias e Izquierda Socialista defienden la idea del federalismo plurinacional, que no es lo mismo que la definición de España como nación de naciones, contenida en cierta manera en la Constitución de 1978 186

y que es invocada a veces por el PSC al mismo tiempo que defienden el carácter nacional de Cataluña. Sin embargo, el desarrollo autonómico fue más una descentralización, que fue homogeneizada con el transcurso de los años y los pactos autonómicos entre las fuerzas parlamentarias mayoritarias en 1982 y 1992. En realidad, el ensayista socialista exiliado en México, Anselmo Carretero, creía que España era una supernación que comprendía otras nacionalidades o naciones. Como ha destacado Andrea Geniola, el pensamiento federal de Carretero tenía muchos puntos en común con el regionalismo. El PSOE de la transición evolucionó desde el neofederalismo a un autonomismo federalizante, como han estudiado Daniel Guerra y Vega Rodríguez. En realidad, el federalismo plurinacional defendería que España es un Estado más que una nación y que comprende varias naciones o nacionalidades, lo que viene a ser lo mismo, por mucho que a menudo se reserve el término nacionalidad para las llamadas naciones culturales. Creo entender que los defensores de la plurinacionalidad coinciden con los federalistas de izquierda catalanes, que defienden un federalismo asimétrico. El reconocimiento constitucional y estatutario de algunas naciones dentro de España no debería ser motivo de disputa, porque ya está ambiguamente reconocido en la Constitución de 1978, al señalar que España es una nación compuesta por nacionalidades y regiones. El problema, claro está, llega cuando los nacionalistas pretenden construir nuevos estaditos, rompiendo la única soberanía nacional española. Quizá la vía política para resolver este debate inacabable sería un acuerdo de abajo a arriba, entre las Comunidades Autónomas y el gobierno central, y la reforma de leyes como la de los referéndums, como ha destacado Santos Juliá. Creo que sería mejor no tocar la definición de España en la Constitución, que fue fruto de un complicado consenso. En la posible reforma del Senado, todo el mundo está más o menos de acuerdo. Otra cosa sería la negociación de acuerdos en temas como la financiación y la reforma de los referéndums para lo que no se necesita necesariamente una reforma constitucional, de difícil consenso cualificado entre las formaciones políticas.

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LA REINA DE ESPAÑA

Quince años después de la gira por la Alemania nazi, los actores se reencuentran con el retorno de la diva para filmar una película americana patrocinada por el gobierno franquista sobre la conquista de Granada por los Reyes Católicos y la mitificada Isabel la Católica, dentro del instrumentalizado españolismo de la dictadura franquista. El director ha sido objeto de polémica por un pleito por el guión y por descalificaciones y tentativas de boicot por su afirmación, sacada de contexto, sobre que nunca se había sentido español, que, en realidad, contenía una crítica a todo nacionalismo. La película de Trueba, cine dentro del cine en la España de los años cincuenta, que apenas comienza a salir del hambre y del aislamiento, rinde homenaje al antifranquismo, con alusiones a la represión de posguerra, Mauthausen, el retorno del exilio, Cuelgamuros, las brigadas internacionales o la clandestinidad. En un tono de comedia, a veces esperpéntica, contiene numerosos guiños cinematográficos, por ejemplo, a John Ford y su apego a Mussolini. Algunas escenas no resultan demasiado creíbles, como el desplante de la actriz a un bien caracterizado Franco, el apuñalamiento de un policía secreto, la presencia de un dirigente minero conectado con el PCE en Cuelgamuros en vez de prisiones como la de Burgos y, en general, la ambientación histórica de 1956 resulta demasiado siniestra. En cualquier caso, como ocurría con la película de Fernando Colomo, “Los años bárbaros”, el tono de comedia resulta un valor añadido para el recuerdo y conocimiento de la época franquista a través de las narrativas audiovisuales de ficción. Aunque la cinta resulta demasiado larga, y el guión es un tanto facilón, su visionado resulta agradable, con excelentes actuaciones, entre las que cabe destacar una soberbia Penélope Cruz que demuestra su maduración como actriz. Quizá sea una secuela no tan lograda de" La niña de tus ojos" (1998), aunque con el mismo tono de agria comedia muestra la España terrible y, al mismo tiempo, grotesca de finales de la posguerra.

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EL POSCARDENISMO Y LA ESPAÑA FRANQUISTA. RELACIONES OFICIOSAS

Esta semana se presenta un nuevo libro de Carlos Sola, Falangista e informante del franquismo, en el Instituto cultural de la embajada de México en Madrid sobre las relaciones oficiosas entre el México poscardenista y el franquismo a través de la iglesia católica. Carlos Sola Ayape se ha convertido en el principal estudioso de las relaciones hispanomexicanas durante el siglo XX, como Agustín Sánchez Andrés lo es para el siglo XIX. A ambos los conocí en 2001, con motivo de una estancia de un curso en el Colegio de México. Sola ha abordado tanto la ruptura de las relaciones oficiales, como también las relaciones oficiosas a través de, por ejemplo, la iglesia, los artistas, intelectuales o los empresarios. Un programa de investigación, propuesto en 2001 en un libro coordinado por Clara Lida, que empieza a dar sus frutos. Al mismo tiempo, el conocimiento acerca de la España republicana en México ha tenido un gran desarrollo en la última década gracias a la Cátedra del Exilio y un grupo de investigadores de la UNED. Si bien lo mejor conocido son las relaciones culturales a través de la industria del cine, los músicos o los toros, así como los intercambios entre intelectuales de la derecha mexicana con los escritores nacional-católicos españoles, recientemente empiezan a explorarse las relaciones comerciales en sectores punteros como el del libro, a cargo de María Fernández Moya, o la presencia de españoles en diversos sectores económicos del desarrollismo mexicano, en los que jugó un relevante papel el republicano Antonio Sacristán, antiguo responsable del Banco de España y colaborador de la JARE de Indalecio Prieto, a través de la financiera SOMEX. En el caso de la Iglesia católica hubo una creciente presencia de esas relaciones "blandas" u oficiosas a partir de la presidencia de Miguel Alemán, desde diciembre de 1946. Para los españoles recién llegados a México una década después del éxodo masivo de los refugiados de 1939, el culto guadalupano era el mejor antídoto para que no arraigara la exótica planta del marxismo.

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Además del cura Mateo, que terminó convirtiéndose en disidente del catolicismo y del franquismo, el murciano Pedro Casciaro fue el sacerdote cuyo afincamiento en México tuvo mayor relevancia, extendiendo el Opus y fundando la Universidad Panamericana, a la par del desarrollo de la Universidad Iberoamericana de los jesuitas, en la que también impartieron docencia muchos españoles, entre ellos, los expatriados socialistas Eulalio Ferrer o Manuel Ortuño. Aparte de las semblanzas poco críticas aparecidas sobre Casciaro con motivo del centenario de su nacimiento, han aparecido aproximaciones desde los estudios de género, que destacan la colaboración de obispos mexicanos como el de Michoacán en el reclutamiento de niñas tarascas que arreglaban en su vida doméstica a los miembros de la Obra por "amor a Dios" y un sitio en el cielo. En suma, todas estas nuevas investigaciones históricas permitirán paliar el secular desconocimiento español sobre el México contemporáneo y las poliédricas relaciones hispano-mexicanas.

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LA TRANSICIÓN EN EL DEBATE PÚBLICO A TRAVÉS DE LOS LIBROS

La Historia de la transición española a la democracia, en un sentido amplio desde la muerte de Franco hasta las elecciones del cambio en octubre de 1982, es objeto de debate político hoy en día. Se siguen produciendo libros periodísticos, memorias y ensayos críticos del denominado "régimen del 78", como La transición contada a nuestros padres o Por qué fracasó la democracia en España. Después de las pioneras síntesis académicas de Javier Tusell o Álvaro Soto, aparecidas hace muchos años y ya agotadas en sus múltiples ediciones, contamos con el meritorio ensayo de José Luis Ibáñez Salas, La transición (2015). Una vez que se aleje el debate mediático, se hace necesaria una nueva síntesis que actualice el avance de la historiografía en los últimos años. En cuanto a las monografías aparecidas en 2016, sin contar las obras colectivas, habría que destacar los libros de Xavier Casals, El voto ignorado de las armas; de Gonzalo Wilhemi, Romper el consenso. La izquierda radical en la transición; y sobre los orígenes de ETA, la nueva obra de Gaizka Fernández Soldevilla, La voluntad del gudari. Todos ellos inciden en el papel de la violencia política y el radicalismo en el proceso de cambio político en la España del tardofranquismo y de la transición a la democracia. La militancia radical fue minoritaria, aunque en su conjunto hacia la primavera de 1977 contaba con unos treinta mil afiliados, cifra quizá similar a la de los militantes socialistas del PSOE y UGT, sin contar a los de otras alternativas de organizaciones socialistas, como el PSP, USO o la Federación de Partidos Socialistas. Sin embargo, la implantación de esta izquierda radical y su incidencia en la protesta en las calles fue mucho mayor debido al activismo de sus militantes. Curiosamente, buena parte de esta izquierda radical tejió buenas relaciones con los socialistas, en su etapa de discurso reformista revolucionario, como fueron los casos de los maoístas de la Organización Revolucionaria de Trabajadores o el Movimiento Comunista, o los trotsquistas históricos del POUM o de la Liga Comunista. En cualquier caso, no cabe duda que la violencia y el terrorismo durante los años setenta condicionaron la política de la transición, que no fue, desde luego, totalmente pacífica.

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También, habría que citar el libro de Francisco Arriero sobre el Movimiento Democrático de Mujeres y de Juan Francisco Fuentes, Con el rey y contra el rey. El PSOE y la monarquía, aunque tienen un recorrido cronológico más amplio, así como los monográficos de las revistas Ayer, La izquierda ante la OTAN; y de Historia del Presente, Portugal y España. De la dictadura a la democracia. Para 2017 se anuncian nuevos libros sobre la historia de los partidos políticos de la izquierda parlamentaria, como Historia del PSOE en transición. Renovación y crisis, 1970-1988 y De la hegemonía a la autodestrucción. El Partido Comunista de España (1956-1982), así como un estudio sobre el papel de los demócrata cristianos alemanes en la construcción de UCD. De igual forma, el nuevo año promete ser fecundo en nuevas aportaciones en congresos de las asociaciones de historiadores sobre la España actual en Madrid y Cádiz. A pesar de los progresos de la historiografía, quedan muchos temas por estudiar, aunque las dificultades existentes para la investigación debido a las restricciones de acceso a los archivos oficiales españoles dificulten el avance del conocimiento. Es urgente que las Cortes de la nueva legislatura aprueben una normativa de acceso a los documentos a partir de los 25 años de antigüedad y la dotación de fondos para los centros de documentación, especialmente los archivos, como es común en diversos países de la Unión Europea.

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MARIO SOARES Y ESPAÑA

No es fácil datar el comienzo de las relaciones de Soares con los españoles, pero el asesinato del general portugués y candidato presidencial opositor en 1964, Humberto Delgado, le hizo entrar en contacto con Enrique Tierno Galván y Raúl Morodo. Ese año fue el momento de la fundación de la Accao Socialista Portuguesa, que entró en contacto con las Juventudes Socialistas y el PSOE en el exilio, que firmaron declaraciones comunes contra las dictaduras ibéricas en 1969 y 1970. Sin embargo, Soares no tuvo cercanía generacional con los jóvenes socialistas españoles, mejorando las relaciones bilaterales solamente después de 1975. El líder portugués asistió al congreso de unidad entre el PSOE y el PSP en abril de 1978 y, con la muerte de Tierno Galván, participó en un homenaje al viejo profesor en la Universidad de Salamanca. De manera breve, podría decirse que Soares intentó reconducir el periodo provisional revolucionario hacia los estándares de las democracias occidentales, gracias al sorprendente triunfo en las urnas en 1975 y 1976, apoyándose en los sectores moderados de las FF.AA. La revolución portuguesa influyó en el cambio político en España, tanto entre el antifranquismo como entre la clase política del tardofranquismo y, sobre todo, las diplomacias occidentales, que apoyaron al PSOE y a UGT, debido al miedo a una posible hegemonía comunista o un contagio de la inestabilidad portuguesa. Ambos partidos socialistas recibieron ayuda de la socialdemocracia alemana y fueron encabezados por líderes moderados, aunque compartieran durante un tiempo los postulados del socialismo del sur de Europa, patrocinados por Mitterrand, que pretendían diferenciarse de la socialdemocracia y del comunismo soviético. Soares encabezó gobiernos de coalición en los bienios 1976 -1978 y 1983-1985, pasando a ser presidente de la república portuguesa entre 1986 y 1996. Su alta representación institucional le hizo mantener relaciones con el rey Juan Carlos y Felipe González, pero los socialistas portugueses no pudieron formar gobiernos en solitario hasta muchos años después. En cualquier caso, el acceso paralelo de las dos naciones al Mercado Común Europeo en 1986 las acercó mucho más que décadas de retórica iberista. 193

NEGRÍN, A LOS SESENTA AÑOS DE SU MUERTE

Juan Negrín, nacido en Las Palmas en 1892 en el seno de una familia de la alta burguesía local, se definió a sí mismo como un "burgués" cosmopolita. Su biografía política recorre solamente los años treinta, pues no fue nunca un hombre de partido, sino un catedrático médico que, por imperativo moral, se afilió al PSOE como podía haberlo hecho al partido de Azaña en vísperas de proclamación de la república. Fue constructor de la Ciudad Universitaria y diputado, aunque no era buen orador. Prieto le promocionó al Ministerio de Hacienda, donde se rodeó de una clientela de amigos, recuperando para la acción de gobierno a varios antiguos socialistas seguidores de Besteiro, marginados en los años treinta, pero con décadas de compromiso socialista, como fueron los casos de Andrés Saborit o Trifón Gómez. En 1936 era un hombre relativamente joven para la época dentro de la clase política. Tenía una vitalidad desbordante, aficionado a los placeres hedonistas de la clase alta, y poseía un temperamento apasionado. Tenía talento por origen, formación y naturaleza, aunque, como decía Prieto, carecía de un gran espíritu sin tener un verdadero proyecto político más allá de lo común de la clase política e intelectual de la época: patriotismo y reformismo regeneracionista. Hay un epílogo de su biografía política que se extendió a los años de la guerra mundial desde Inglaterra, aunque estuvo maniatado por la administración de coalición conservadora-laborista bajo el liderazgo de un verdadero animal político, Winston Churchill. Hizo una defensa cerrada de la legalidad y no sólo la legitimidad de su condición de presidente del gobierno republicano en el exilio, aunque no hubiera presidente de la república y los partidos políticos repudiaran su liderazgo y alta representación institucional. Su mentor político y líder socialista, Indalecio Prieto, le terminó retirando el saludo en 1939 después de silenciar durante la guerra una serie de desacuerdos políticos, que iban desde la promoción de los cuadros del PCE, el relegamiento de su partido, la cesión de la dirección política de la guerra a los militares profesionales o la prolongación del sufrimiento de la población. A diferencia de Negrín, aferrado a su alta representación institucional, aunque no tuviera respaldo partidario y parlamentario, Prieto

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creía que la única política en 1939 era la ayuda a los refugiados y represaliados del franquismo, considerando que no tenía sentido reservar los fondos salvados de Franco en la espera de un cambio de tornas que, siguiendo la corriente de la victoria aliada, permitiera la restauración del esqueleto institucional de la segunda república, con una engrasada hacienda. Negrín fue un patriota y un republicano convencido. Sus seguidores en el PSOE e Izquierda Republicana configuraron una corriente política, el “negrinismo” desde su expulsión del PSOE en 1946 después de no acatar la orden de la dirección clandestina de disolución de sus plataformas. Sin embargo, se distanciaron del ex presidente cuando éste defendió la entrada de España en el Plan Marshall en 1948. El principal impulsor del negrinismo fue Julio Álvarez del Vayo, creando las plataformas España Combatiente, Unión Socialista Española y, ya en los sesenta, el Frente Español de Liberación Nacional. Constituyeron una especie de ala izquierda del socialismo inequívocamente republicano, defensor de cualquier instrumento de lucha contra el franquismo. Muchos de ellos se reincorporaron al PSOE tras la muerte de Negrín o la renovación del partido en 1972. En 1956 moría en París, poco después de haber devuelto a Franco los papeles de la venta del oro a Moscú. La biografía de Enrique Moradiellos resulta imprescindible para el conocimiento de su trayectoria política. Hoy en día, una fundación dedicada a su memoria y que custodia su archivo personal se encuentra en Las Palmas de Gran Canaria.

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UN HOMBRE DE PARTIDO Francisco Javier "Patxi" López Álvarez, es el primer destapado en la campaña de elección de un nuevo secretario general del PSOE. Miembro de la generación de 1982, aunque empezó su militancia en las juventudes socialistas al comienzo de la transición, desde 1987 fue diputado, sustituyendo al obrero de La Naval y dirigente ugetista José Antonio Saracíbar, amigo y colaborador de su padre Eduardo "Lalo" López Albizu, dirigente de las JJ.SS durante los años sesenta y de la dirección clandestina renovada desde 1970, y de Nicolás Redondo. En realidad, desde la niñez había mamado la militancia socialista en la margen izquierda de la ría de Bilbao con su padre y su madre, Begoña Álvarez, también militante. Durante 25 años, a partir de 1991, ha estado en la dirección de los socialistas vascos, y en el último quinquenio, en la comisión ejecutiva de Ferraz. Aunque en 2002 sucedió a su amigo Nicolás Redondo Terreros en la dirección de los socialistas vascos, desde posiciones más comprensivas hacia el nacionalismo vasco, en 2009 terminó formando gobierno en minoría con el apoyo del PP, gracias a la exclusión de los abertzales, coincidiendo su mandato con el final de la actividad armada de ETA, y concluyendo su mandato en diciembre de 2012. Visité Bilbao al final de su mandato en ocasión de unas jornadas de homenaje a Indalecio Prieto con motivo del cincuentenario de su muerte. Tuve ocasión de conocerle personalmente en la Escuela de la Memoria en 2014 y me parece una buena opción para liderar el PSOE, representando la continuidad de la cultura socialista, la veteranía y un cierto proyecto de pluralidad para el partido y España.

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LAS RELACIONES CON EL SOCIALISMO ITALIANO. DEL “LARGO SILENCIO” AL POSTMARXISMO

A pesar de los vínculos históricos y culturales entre las dos penínsulas mediterráneas, el PSOE y el partido socialista italiano no entrelazaron relaciones estrechas hasta mediados de los años setenta del siglo XX. Hay que tener en cuenta que los tiempos de represión, clandestinidad y exilio sufridos por ambos partidos solamente coincidieron en los años de la segunda guerra mundial, afirmándose la república italiana en pleno apogeo del franquismo. Por otro lado, la refundación del PSOE de posguerra, que rechazaba todo vínculo con el PCE, coincidió con la unidad antifascista de socialistas y comunistas italianos. A partir de 1948 el PSOE trenzó estrechas relaciones, en cambio, con los socialdemócratas de Saragat. No fue sino hasta que el partido liderado por Nenni se desvinculó de la unidad de acción con el PCI tras la revolución húngara de 1956, cuando el PSOE se volvió a interesar en la política italiana. El “largo silencio” se acabó con la entrada en el gobierno de los socialistas italianos, y la política de centro izquierda desde 1963. El acceso de Saragat a la presidencia de la República y el uso público del Antifascismo con mayúsculas a partir de los años sesenta, ayudó a la política de denuncia internacional de la dictadura franquista por el PSOE dirigido por Rodolfo Llopis en el exilio en foros europeos y occidentales, como el Movimiento Europeo, las Internacionales, la OCDE y la OIT, tribuna tripartita mundial. De forma más marginal, los disidentes de la izquierda del PSOE encabezados por Ramón Lamoneda y Julio Álvarez del Vayo mantuvieron algunos nexos con los socialistas de Pietro Nenni hasta los años sesenta. En el ámbito de las nuevas formaciones socialistas y los intelectuales se fueron también trenzando nuevas relaciones. Además de la presencia en Italia de antiguos miembros de la ASU como Miguel Sánchez Mazas, el profesor Elías Díaz y, más tarde, Gregorio Peces Barba, se acercaron a Renato Treves o Norberto Bobbio desde revistas como Cuadernos para el Diálogo. Por su lado, Enrique Tierno Galván impartió conferencias en Italia, que le permitieron recibir una creciente atención de los socialistas y socialdemócratas italianos. Además, los jóvenes del PSOE o del Frente de Liberación Popular, entre ellos Alfonso Guerra, siguieron con simpatía el pensamiento de la izquierda socialista de Lelio Basso. 197

La renovación del PSOE fue apoyada activamente por el PS italiano. Aunque la ayuda económica fue reducida y vehiculada por Nerio Nesi, en comparación con la recibida de la socialdemocracia alemana a través de la fundación Ebert, ambos partidos tenían como objetivo neutralizar la preponderancia de sus respectivos partidos comunistas en el ámbito político y sindical. Para ello, el pensamiento de Bobbio y Luciano Pellicani fue crucial, al criticar la identificación entre socialismo y marxismo. Los debates de la revista Mondoperaio fueron trasladados a las revistas intelectuales del socialismo español, Sistema y Leviatán durante los años de la transición. Más adelante el llamado socialismo liberal italiano de posguerra también sería recibido en el ámbito del debate intelectual del PSOE desde la fundación Pablo Iglesias con Ludolfo Paramio. Aunque Bettino Craxi y Felipe González llegaron a coincidir brevemente en la presidencia de los gobiernos de Italia y España a comienzos de los años ochenta, lo hicieron en unas condiciones muy diferentes: gobierno de coalición de centro-izquierda y gobierno en solitario. Además, la UGT consiguió alcanzar el equilibrio con CC.OO, mientras que los socialistas italianos nunca consiguieron una presencia en el movimiento obrero parecida, ya que repartían su militancia en diversos sindicatos. La refundación de la izquierda italiana tras la caída del Muro fue seguida con interés por el PSOE a través de plataformas intelectuales como la revista El Socialismo del Futuro, asociada al programa 2000. Sin duda, la italofilia de Alfonso Guerra fue decisiva en el estrechamiento de relaciones entre los socialistas de ambos países mediterráneos. Aunque muchas veces se ha resaltado casi en exclusiva las relaciones e influencia del socialismo francés y de la socialdemocracia alemana en el PSOE en democracia, me parece que el estrechamiento de los vínculos políticos e intelectuales con el socialismo italiano a partir de los años setenta no son de modo alguno despreciables. La próxima aparición del libro Patria, pan…amore e fantasia. La España franquista y sus relaciones con Italia (1945-1975), supone una poliédrica aproximación a los nexos políticos y culturales hispano-italianos.

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LOS RETORNOS DE RAFAEL MÉNDEZ

Rafael Méndez Martínez fue un investigador médico, amigo del director de El Socialista Julián Zugazagoitia, con el que fue Subsecretario de Gobernación y Director del Cuerpo de Carabineros y, aunque también fue discípulo y secretario de Negrín en la Guerra de España, se reincorporó a la mayoritaria Agrupación de México, siendo delegado en congresos del PSOE de los años cincuenta. Desde Toulouse se criticaron sus regresos a España y la amistad con Fraga desde 1961. Recientemente, se ha difundido la apertura de su archivo personal en México, 25 años después de su muerte. Hace tiempo realicé una semblanza en el marco de la Cátedra del Exilio, que ha sido reeditada en mi libro Socialistas de otro tiempo. Nacido en Lorca el 19 de agosto de 1906, fue el menor de siete hermanos. Hijo de pequeño propietario agrícola y comerciante, realizó los estudios primarios con los Hermanos de las Escuelas Cristianas, mientras que el Bachillerato lo cursó por libre presentándose solo a los exámenes. Dos de sus hermanos, uno médico y otro farmacéutico, influyeron en la opción de Rafael Méndez por la medicina. En 1921 inició sus estudios en la Facultad de Medicina de Madrid, optando por la investigación farmacológica, obteniendo el doctorado en 1928. Se alojó en la Residencia de Estudiantes y en el curso 1923-1924 comenzó a trabajar como becario de investigación con Teófilo Hernando en la Facultad de Medicina y con Juan Negrín en el laboratorio de fisiología de la Junta de Ampliación de Estudios en el Extranjero. Pensionado por ésta, estuvo desde 1928 a 1930 en Edimburgo (Escocia), y posteriormente en Berlín y en Londres. A su regreso, ingresó de la mano de Juan Negrín en la Agrupación Socialista de Madrid. Fue profesor auxiliar de Farmacología en la Universidad de Madrid y jefe del Instituto Farmacológico y de Control de Medicamentos. Durante la revolución de octubre de 1934 actuó como enlace del Comité Revolucionario. Ese mismo año obtuvo la cátedra de Farmacología en Cádiz y en 1935 en la Universidad de Sevilla, renunciando a la cátedra para volver a Madrid a su trabajo docente e investigador. Durante la guerra civil fue secretario particular de Juan Negrín en el Ministerio de Hacienda y al constituirse el Cuerpo de Carabineros fue nombrado Director General del mismo y posteriormente Subsecretario del Ministerio de la Gobernación con Julián Zugazagoitia. Además, realizó importantes misiones secretas, encaminadas a la compra de material bélico, encargadas directamente por el Presidente 199

del Gobierno. Fue miembro de una comisión de ayuda a los refugiados, bajo la jefatura de Zugazagoitia, creada por Negrín al producirse el hundimiento del frente en Cataluña. Al finalizar la guerra se exilió a Francia y de allí marchó a Estados Unidos. Trabajó como investigador en la Universidad de Harvard (Boston) con O. Krayer, con quien ya había colaborado en Berlín. Fruto de sus investigaciones fue la modificación de la técnica del preparado cardiopulmonar de Starling, técnica conocida internacionalmente como el método de Krayer y Méndez. Posteriormente se trasladó a la Universidad de Loyola (Chicago), donde fue profesor y jefe del Departamento de Farmacología en la Escuela de Medicina. En 1947 aceptó la invitación de Ignacio Chávez para trasladarse a México, donde fue profesor de farmacología de la división de Estudios Superiores de la Universidad Nacional Autónoma de México (1947 a 1969) y jefe del departamento de Farmacología del Instituto Nacional de Cardiología (1947 a 1990). Contribuyó con importantes trabajos al conocimiento de la farmacología cardiovascular, especialmente de los glucósidos digitálicos y los derivados de la veratrina y a la formación de investigadores mexicanos en las ciencias experimentales. En 1945 murió su mujer, Angelita, y ya en México se volvió a casar con una refugiada española, Marga. Al llegar a México reingresó en el PSOE, siendo delegado a los congresos del partido en los años cincuenta. Obtuvo la nacionalidad mexicana en 1949. Regresó a España en 1963, entrevistándose con Manuel Fraga, lo que fue criticado duramente por el exilio político debido a las responsabilidades políticas que había desempeñado en la Guerra de España y en el exilio. Visitó de nuevo España en 1965, incorporándose años después a la Sociedad Española de Cardiología y siendo miembro del Consejo de Honor del Patronato Miguel Servet para la Investigación Cardiovascular de Madrid en 1973. En 1978 recibió el Premio Nacional de Ciencias de México. En el año 1981 el rey Juan Carlos I le entregó la Gran Cruz del Mérito Civil y en 1982 la Universidad de Murcia le otorgó el doctorado Honoris Causa. En 1983 fue nombrado Hijo Predilecto de Lorca y Murcia. En 1985, de nuevo en México, fue designado coordinador de los Institutos Nacionales de Salud, puesto que ocupó hasta su fallecimiento en México el 24 de marzo de 1991. Escribió el libro de memorias, Caminos inversos.

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LOS ESTADOS UNIDOS DE ROOSEVELT Y EL PSOE

Algunas de las principales figuras del socialismo español de la primera mitad del siglo XX realizaron largas estancias en los Estados Unidos de América. Ya en 1917 Indalecio Prieto visitó Estados Unidos con ocasión de una misión en la empresa de comunicaciones en la que era empleado, encontrándose allí con el que sería director del Banco de Bilbao. Prieto vivió, casi interrumpidamente en México entre 1939 y su muerte en 1962, realizando varias estancias en Estados Unidos a lo largo de esos años, la más larga de cinco meses con ocasión de la Conferencia de San Francisco en 1945 y una operación de la vista en Nueva York. Saludó el nacimiento del pacto atlántico efusivamente, argumentando sobre una futura unión occidental de las Dos Orillas, aunque más tarde sintiera la decepción por la “gibraltarización” de España debido a los pactos de Eisenhower con Franco. Todavía, al final de su vida, en 1961, realizó una nueva estancia en los Estados Unidos de la administración Kennedy intentando que cambiara su política hacia España. Por su lado, Fernando de los Ríos realizó una estancia de intercambio universitario en Estados Unidos durante un año en 1929, siendo nombrado embajador de la República en octubre de 1936, ministro de Estado del gobierno republicano en el exilio durante un semestre entre 1945 y 1946, y muriendo en Nueva York en mayo de 1949. Don Fernando vivió, pues, los últimos trece años de su vida en Estados Unidos. A veces, en un ejercicio de historia contrafactual algunos historiadores se han preguntado sí el depósito del oro y la plata del Banco de España se hubiera hecho en Estados Unidos en vez de la Unión Soviética en el otoño de 1936 esto hubiera roto con la política aislacionista de neutralidad y No intervención, incluidas las guerras civiles, de la Administración Roosevelt. La tercera gran personalidad socialista que vivió muchos años en Nueva York fue Julio Álvarez del Vayo, trabajando para el diario The Nation durante los años cuarenta y cincuenta de su largo exilio. Además, fue embajador en México entre 1931 y 1933. En suma, las dos Repúblicas tuvieron ocasión de estrechar relaciones durante los años de las administraciones demócratas de Roosevelt y Truman en los que la presencia de embajadores oficiales u oficiosos socialistas fue muy relevante y el hispanoamericanismo 201

liberal concebía a los países de América fraternalmente olvidándose de las ideas imperialistas de "madre patria". Aunque el exilio republicano en Estados Unidos fue minoritario, existía una antigua emigración de españoles que constituyeron diversas sociedades progresistas, así como se crearon asociaciones de amistad entre las dos naciones, que trataron de ayudar a la causa de la España republicana. Sin duda, pese a la simpatía y relaciones de los demócratas y progresistas americanos con políticos e intelectuales españoles, entre ellos, de manera muy destacada, Eleanor Roosevelt, las administraciones de estos presidentes fueron influidas hacia una política de No Intervención por la búsqueda del voto hispano y católico, así como por la política aislacionista que predominó hasta la entrada en la segunda guerra mundial y luego la guerra fría. Claro que, además, el Partido Socialista Americano de Norman Thomas no logró despegar mientras que los sindicatos AFL y CIO, aunque pertenecieron a la misma internacional que UGT entre 1951 y 1969 dependieron, finalmente, de la política anticomunista de los Estados Unidos. Posteriormente, los pactos de Estados Unidos con Franco en 1953 fueron vistos como una humillación para la causa de la democracia por los socialistas reanimando las pulsiones antiamericanistas, que se unirían sin solución de continuidad al rechazo hacia el imperialismo americano de la nueva izquierda.

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EL FRENTE POPULAR

Con ocasión del ochenta aniversario de las elecciones de febrero de 1936, el catedrático de la Universidad Autónoma de Barcelona, José Luis Martín Ramos, ha publicado el libro de síntesis El Frente Popular, subtitulado “Victoria y derrota de la democracia en España”. Martín Ramos es uno de los principales estudiosos del socialismo y del comunismo español, así como de la guerra civil en Cataluña. Formó parte de la dirección del primigenio PSC Congrés, ha dirigido la revista L´ Avenc y es responsable del archivo de organizaciones socialistas de la Fundación Rafael Campalans. En febrero de 1936 se celebraron las dos vueltas de las elecciones que dieron el triunfo al Frente Popular de las Izquierdas. Lo que en un principio Prieto y Azaña habían concebido como una reedición de la alianza republicano-socialista, se convirtió por presión de Largo Caballero en una coalición electoral ampliada a otros pequeños partidos marxistas, como el PCE y el POUM, así como el Partido Sindicalista del antiguo anarcosindicalista, Ángel Pestaña. Sin embargo, nunca se aplicó el programa del Frente Popular establecido en enero de 1936, ni hubo verdaderamente gobiernos de coalición propiamente frentepopulistas. En efecto, entre febrero y septiembre de 1936, ya iniciada la Guerra de España, los gobiernos estuvieron compuestos únicamente por republicanos de izquierda, ya que Largo Caballero vetó la entrada en el ejecutivo del PSOE o el encabezamiento del mismo por un socialista. Los gobiernos de Largo Caballero tampoco fueron, propiamente dichos, de Frente Popular, pues entraron en ellos los sindicatos UGT y, al poco, la CNT, así como el PNV, quedándose fuera el POUM y el Partido Sindicalista. Fueron gobiernos de amplia base antifascista, con predominio sindical. La unidad de acción de estas fuerzas antifascistas no fue nunca una de sus cualidades, aunque, como destaca el libro del catedrático José Luis Martín Ramos, esta no fuera la razón principal de su derrota. Sin duda, la causa de la derrota de la República en guerra estuvo en una contienda desigualmente internacionalizada en favor de Franco debido a la política de No Intervención de las potencias democráticas impuesta por los británicos. Sin embargo, Martín Ramos afirma que la falta de unidad de los antifranquistas fue una de las causas principales de la perduración del franquismo hasta 1975. Como es sabido, 203

la experiencia del Frente Popular provocó la división de las fuerzas mayoritarias del mismo, republicanos de izquierda y socialistas, alimentando, en cambio, un enorme crecimiento y preponderancia del PCE. La formación del primer gobierno de Juan Negrín fue lo más parecido a un gobierno del Frente Popular, con exclusión de los sindicatos y los partidos minoritarios, pero con inclusión de los nacionalistas vascos y catalanes. El programa de ese gobierno iba más allá de la Constitución de 1931, avanzándose más que al establecimiento del socialismo hacia una especie de democracia popular, que incluía a la pequeña burguesía urbana y al campesinado con tierra, antes de que los soviéticos crearan su propia versión de este régimen después de la segunda guerra mundial. Las derrotas militares de los gobiernos de la República en guerra acentuaron las diferencias internas de las fuerzas frente-populistas. Los nuevos gobiernos de Negrín formados en 1938 perdieron el apoyo de sectores no sólo del PSOE sino del PNV y ERC, pudiéndose dar por finalizada la experiencia del Frente Popular antes del pronunciamiento de Casado en marzo de 1939. Con la victoria aliada, algo parecido al gobierno de amplia base antifascista de Largo Caballero se dio con el gobierno republicano en el exilio de José Giral de 1946 y Rodolfo Llopis en 1947, no volviéndose a replantearse en España nunca más. Sin embargo, a partir de entonces, el PSOE liderado por Indalecio Prieto entendió que la unidad no podía ser meramente antifascista, sino que debía ampliarse al conjunto de los antifranquistas para lograr la concordia entre los españoles, aunque alguna de estas fuerzas fueran disidentes de la coalición reaccionaria de la Guerra de España.

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EL PCE Y LA TRANSICIÓN: NUEVAS APORTACIONES

Con la aparición en estos dos últimos años de los libros de Fernando Hernández, Los años de plomo. La reconstrucción del PCE durante el primer franquismo, 1939-53 y de Carme Molinero y Pere Ysás, De la hegemonía a la autodestrucción. El PCE, 1956-1982, la historiografía sobre el comunismo español ha dado un salto de gigante. Desde el pionero y periodístico, aunque útil, libro de Gregorio Morán, Miseria y grandeza del PCE, 19391985 (1986), muy centrado en explicar quiénes eran y qué discutían los comunistas españoles, han aparecido obras relevantes, por ejemplo, de Martín Ramos, Treglia, Andrade o Pala, que se ocupaban de casos regionales, de la guerrilla de posguerra o de la implantación en el movimiento obrero, además de muchas biografías. En esta ocasión, Molinero-Ysás, autores también de una historia del PSUC hasta 1982, evitan centrarse en el análisis del discurso político y la historia interna, para desarrollar un estudio del papel del PCE en la política española, en explicar qué hacían, desmontando propagandas revisionistas que señalan, por ejemplo, que Carrillo desmovilizó al PCE en la transición tras los Pactos de la Moncloa. Para ello, las fuentes impresas de partido, parlamentarias o de prensa resultan decisivas, por lo que no hacen un uso a fondo de otros materiales de archivo ni una recogida muy abundante de testimonios orales. No obstante, también abordan el desarrollo de los congresos del PCE, incorporando referencias a divergencias en la acción política. Sin embargo, se echa en falta algo más de detalle para el conocimiento de la vida interna de los comunistas, sus dirigentes y organización de la base, sus valores e incluso coexistencia de varias subculturas políticas. También, a veces, puede parecer algo exagerada la valoración de la implantación del PCE, con una reiterada caracterización como el partido del antifranquismo, para recordar que fue la formación más activa de la clandestinidad, algo que nadie discute, a pesar de su relativo aislamiento entre el resto de la oposición, con la excepción catalana a partir de 1968, y falta de presencia en los foros de Europa occidental. En cualquier caso, el núcleo central del libro se ocupa de los años setenta, constituyendo una gran aportación para el conocimiento no sólo del PCE/PSUC sino de la política española de los años de la transición.

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Además, ha aparecido un nuevo libro del profesor de la Universidad de Extremadura, Alfonso Pinilla, La legalización del PCE, que se detiene en la "intrahistoria" de las negociaciones para la salida de la ilegalidad comunista a través del archivo personal de José Mario Armero, abogado monárquico, periodista y hombre de confianza de Adolfo Suárez. El joven profesor Pinilla ya publicó un libro La transición de papel (2008) en el que había examinado la legalización del PCE, el atentado contra Carrero o el golpe del 23 F a través de la prensa. La nueva obra se basa, sobre todo, en las notas de Armero sobre sus contactos desde 1974 y, especialmente, agosto de 1976, con Carrillo. Pinilla utiliza a menudo los relatos periodísticos de Pilar Urbano, depositaria de un fondo de archivo de Armero, así como de otros periodistas, entre ellos, Victoria Prego o Joaquín Bardavio, dándoles a veces demasiada credibilidad. Sin embargo, llama la atención que no se acerque apenas a fuentes diplomáticas o del propio PCE, aunque esto pueda justificarse por el objeto de la investigación: la mediación de Armero en la legalización. El libro comienza con acercamiento de Armero a Carrillo, que se inició en el verano de 1974 por orden del príncipe Juan Carlos de Borbón. Esto realza el papel del futuro Rey en el proceso de cambio político, cuyos objetivos serían interpretados por el falangista Adolfo Suárez. Las exigencias del Príncipe hacia el PCE a cambio de la legalización serían la desmovilización relativa de sus bases, la paciencia en la espera de la legalidad y la aceptación de la salida monárquica. Sin embargo, teniendo en cuenta que el Rey siempre estuvo atento a las orientaciones de la diplomacia occidental y que hasta el comienzo de la presidencia de Carter en enero de 1977 los americanos no darían su visto bueno a la legalización de los eurocomunistas, no parece tan claro que la legalización entrará en sus planes hasta después de la muerte de Franco. Tal legalización situaba la frontera en aquellas formaciones que no respetaran la forma de gobierno (republicanos o carlistas), atentaran contra la forma de estado (separatistas) o pretendieran subvertir violentamente o no el orden social (extrema izquierda trotskista y maoísta). A mi juicio, no está tan claro el proyecto democrático de Juan Carlos más allá de la retórica de la evolución desde la legalidad franquista, invocada desde el Contubernio de Múnich en 1962 por políticos como José María Gil Robles. Es cierto que el príncipe Juan Carlos había realizado unas declaraciones a la prensa americana a comienzos de los años setenta en las que contemplaba una especie de monarquía constitucional, pero no hay 206

muchas más evidencias en este sentido. En pocas palabras, se trataría de la transformación reformista de un capullo en algo nuevo como una mariposa, que constituyera una democracia plena. El Rey, como destacó hace muchos años Charles Powell, sería una especie de piloto del cambio de la dictadura a la democracia y Suárez su ayudante. La legalización del PCE sería la verdadera piedra de toque de esa “evolución” de la reforma de desde dentro de las instituciones franquistas, pese a la existencia de múltiples resistencias. Así, Pinilla destaca la importancia del primer encuentro personal entre Carrillo y Suárez a finales de febrero de 1977 para la legalización del partido comunista, después de la movilización de homenaje tras el asesinato de los abogados de Atocha. Sin embargo, el carácter constituyente de las Cortes salidas de la ley para la Reforma Política fue producto de la movilización opositora y del resultado de las elecciones de junio de 1977, liquidando los reductos autoritarios restantes con la aprobación de la Constitución de diciembre de 1978. En suma, se trató de una transición que no fue ni reforma o evolución del franquismo ni ruptura, pero en la que resulta poco creíble que su resultado de democracia plena estuviera en la cabeza del Príncipe desde 1974 o antes. En todo caso, se puede aceptar que el proyecto de monarquía y democracia era compartido por gentes de la oposición moderada, fueran o no antiguos disidentes del franquismo, como Joaquín Ruiz Giménez o Dionisio Ridruejo, que no fueron interlocutores claves del Príncipe. Por otro lado, el autor revela a través de las notas de Armero el miedo de Carrillo a quedarse aislado y sus máximas expectativas de un apoyo de un 10% del electorado y 40 diputados ante las elecciones de Junio de 1977. Tanto Carrillo como Suárez reconocían el ascenso del PSOE, por lo que la legalización del PCE, del PSOE histórico y de la candidatura del PSP/Unidad Socialista era una forma de neutralizarlo mediante la división de la izquierda y la imagen centrista de Suárez, que incluía la marca socialdemócrata. Aun así, cabe recordar que en las elecciones fundacionales de la democracia, el 15 de junio de 1977, la izquierda en su conjunto superó en votos a centristas y la extrema derecha de Alianza Popular, resultado que fue desvirtuado por las características del sistema electoral y la propia división en numerosas candidaturas. Así, Pinilla remarca la interpretación de que la legalidad del PCE y de varios partidos y candidaturas socialistas beneficiaba también a la coalición UCD, otorgando mayor credibilidad a Suárez y restando posibles apoyos como mal menor al PSOE.

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En cualquier caso, revela detalles de la percepción sobre el PCE de las élites postfranquistas y la relación entre ambos líderes políticos, aunque no cambie demasiado la interpretación del papel de los comunistas en la primera y más decisiva fase de la transición. En conclusión, estas monografías históricas añaden algo de seriedad al debate mediático de varios políticos sobre el papel del PCE en la transición, pues mientras el líder de Izquierda Abierta, Gaspar Llamazares, ha defendido la aportación comunista dada la correlación de fuerzas, Alberto Garzón, dentro de la coalición de Unidos Podemos, cuestiona el liderazgo de Santiago Carrillo acusándole de haber practicado renuncias ideológicas y desmovilizado a la militancia.

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EL FINAL DE LOS SUEÑOS DE REVOLUCIÓN EN ESPAÑA

La llegada de Fidel Castro a La Habana tuvo un notable impacto entre las izquierdas y, en general, el antifranquismo. Así, mientras que la segunda generación del exilio creó el Movimiento Español 59 y las Juventudes Libertarias impulsaron Defensa Interior, en el interior de España la ASU entró en contacto con el Frente de Liberación Popular, provocando su ruptura entre los que se incorporaron al Frente y los que refundaron las Juventudes Socialistas en Madrid. Como ha relatado Julio García Alcalá, los “felipes” llegaron a confesar a la periodista comunista italiana de gira por España a comienzos de 1962, Rossana Rossanda, que querían realizar un desembarco en el Levante mientras que la central de liberados clandestinos del FLP estudió crear un foco insurreccional en Sierra Maestra, adquiriendo algún viejo armamento en Francia. Además, entre los veteranos del exilio tanto el presidente republicano, Diego Martínez Barrio, como socialistas como Indalecio Prieto o comunistas como el general soviético, Enrique Lister, creyeron que no había que descartar el atentado o la violencia después de que Franco se hubiese consolidado tras el Plan de Estabilización y el espaldarazo de Eisenhower. Antes de su desaparición en el interior a comienzos de 1961, la ASU pactó con la Nueva Izquierda Universitaria del FLP, planteándose la creación de un Movimiento de Resistencia. En las nacionalidades históricas, el grupo Crist Catalunya se transformó en la denominada Forza Socialista Federal y se constituyó el Frente Obrero de Cataluña, con el que el MSC creó el Moviment Febrer 62, y en el País Vasco fue fundado ESBA (Unidad de Socialistas Vascos), que se confederaron con el Frente de Liberación Popular. Los jóvenes socialistas llegarían a presentar con otros cuadros, como el recién excarcelado Antonio Amat, una ponencia socialista revolucionaria en el Congreso del PSOE del verano de 1961, que, desde posturas antimperialistas, no descartaba tácticas como el uso de los cargos oficiales o la "violencia contra las cosas". Poco después, en 1963 en Galicia se fundaría el Partido Socialista Galego y en Valencia la Acció Socialista Valenciá. Esta singular eclosión de la cultura socialista y federalista tendría consecuencias una década después en la recomposición del PSOE.

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Así mismo, el secuestro del buque portugués Santa María por el denominado Directorio Revolucionario Ibérico de Liberación tuvo un enorme impacto en las ensoñaciones del antifranquismo. El DRIL puso alguna bomba, siendo detenidos varios militantes y ejecutado uno de ellos. Posteriormente, según relató Fernando Hernández, algunos disidentes comunistas y republicanos crearon un nuevo grupo en Argel autodenominado Movimiento Tercera República, en relación con el MPAIAC del canario Cubillo. A comienzos de 1962, el M 59 llegó a celebrar un congreso en Francia en el que asistieron representantes de la delegación exterior de ASU, de las Juventudes Socialistas, del FLP, del Moviment Socialista de Cataluña y de las refundadas Juventudes Comunistas. Sin embargo, no llegó a crearse un organismo conjunto de resistencia. Como ha estudiado Aurelio Velázquez, los dirigentes del M 59 en México, entre los que se encontraban Julián Zugazagotia, hijo del antiguo director de El Socialista del mismo nombre fusilado por Franco, habían obtenido fondos del régimen castrista y acariciado la idea del entrenamiento militar, aunque solamente el libertario, Octavio Alberola, llegaría a trasladarse a España para la acción clandestina y parece que extorsionado a ricos exiliados, aunque fueran socialistas como Jerónimo Bugeda o Juan Simeón Vidarte. La segunda generación del exilio mexicano en pleno ascenso social tendría más dificultades para el retorno a España. Aunque los libertarios de Defensa Interior llegaron a poner explosivos y tener tentativas de atentar contra Franco, pagando con sus vidas los jóvenes Delgado y Granados en 1963; el socialista Andrés Ruíz Márquez "coronel Montenegro" del Frente Español de Liberación Nacional impulsado por el incansable Julio Álvarez del Vayo fue condenado a muerte; y dentro del comunismo se escindió un nuevo partido maoísta que formaría más adelante el Frente Republicano Antifascista y Patriótico, responsable de asesinatos de miembros de las fuerzas del orden, la estrategia insurreccional fue definitivamente abandonada por la mayor parte de la oposición al franquismo después del movimiento huelguístico de la primavera de 1962 y la ampliación de la protesta estudiantil universitaria. Llegaba el momento del sindicalismo con la creación de nuevos grupos que se autodefinían como sindicatos, como Alianza Sindical Obrera (impulsada por expatriados de ASU como Francisco Bustelo o Manuel Fernández Montesinos), Unión Sindical Obrera, Federación Sindical de Trabajadores o Acción Sindical de Trabajadores, que sufrirían el impacto del 68 radicalizándose o desapareciendo.

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España empezaba a moverse de nuevo y el tiempo de esperanza en una próxima democracia trajo consigo que se abandonaran las ensoñaciones y la retórica de la revolución.

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LA ESPAÑA DE FELIPE GONZÁLEZ Y LA GUERRA DEL GOLFO, 1990-1991

La guerra del Golfo se desarrolló entre agosto de 1990 y el final de febrero de 1991. Fue una invasión librada por una fuerza de coalición autorizada por Naciones Unidas, compuesta por 34 países y liderada por Estados Unidos, contra la República de Irak en respuesta a la invasión y anexión iraquí del Estado de Kuwait. Esta guerra fue llamada por el líder iraquí Sadam Husein «la Madre de todas las batallas», y también fue conocida como Operación Tormenta del Desierto. La implicación del PSOE en el gobierno en el conflicto del Golfo Pérsico coincidió con la salida de Alfonso Guerra de la Vicepresidencia y una posterior reestructuración más amplia del Gobierno. Trajo consigo algunas dimisiones de responsables de la acción de gobierno socialista. Entre los antiguos cuadros del PSOE, Pablo Castellano y Juan Francisco Martín Seco fueron claramente contrarios a la Guerra y a la participación española. Fue la primera guerra de alcance internacional en la que se vio implicada España, tras un siglo de aislamiento, aunque el compromiso fuera de baja intensidad. Se produjo poco después de la confirmación de la pertenencia española a la Alianza Atlántica y la renovación de los pactos con Estados Unidos. LA OTAN no llegó a implicarse directamente, aunque se temió que Sadam Hussein atacara Turquía lo que habría supuesto una participación más directa española en nuestra condición de aliados. Reactivó el antiamericanismo y pacifismo de la izquierda española, aunque también supuso un realineamiento occidental de la opinión pública. Hace unos días conversaba con mi amigo y compañero Álvaro Frutos sobre la trascendencia política e ideológica de la Crisis. Frutos era, por aquel entonces, director general de Infraestructuras y Seguimiento para las Situaciones de Crisis (DISSC) dentro de Presidencia del Gobierno. El seguimiento del Conflicto fue realizado durante meses por la Comisión Delegada del Gobierno para situaciones de Crisis, encabezada por Roberto Dorado e Inocencio Arias. Los aviones americanos habían utilizado las bases españolas para repostar en su camino al Golfo. Algunos grupos vinculados a la extrema izquierda española habían tenido contactos con grupos terroristas árabes, que habían realizado numerosos atentados en 212

Europa y Turquía. Las manifestaciones y actos contra la guerra habían reunido también a los sindicatos y asociaciones más moderadas. Una minoría de intelectuales como Tusell, Mesa, Ayala, Cotarelo o Savater habían apoyado a la coalición internacional, mientras una mayoría, entre los que se encontraban, Gala, Muñoz Molina, Altares, Tamames o Umbral se había opuesto. La opinión pública al comienzo de la intervención aliada era ligeramente favorable, mientras que los votantes socialistas apoyaban en algo más de dos tercios la posición del gobierno de Felipe González. Las Fuerzas Armadas españolas, además del despliegue de tres buques de guerra, prestaron algunos materiales a Estados Unidos (perturbadores electrónicos) y a Turquía (equipos lucha NBQ). Desde agosto de 1990, una agrupación naval y aérea española había realizado misiones de embargo contra Irak. En marzo de 1991, ya finalizada la Guerra, la contribución española se concretó en ayuda logística para el transporte de hombres y material, así como el envío de ayuda humanitaria a Kuwait. Esta contribución en los gastos no militares supuso un gasto de 85 millones de dólares, dentro de los 2.000 millones de la Comunidad Europea. La implicación indirecta de España afectó a las relaciones con el Mundo Árabe, aunque en menor medida que a Gran Bretaña, Italia o Francia. La Guerra no impulsó demasiado, en cambio, la Política Exterior y de Seguridad Común (PESC) europea.

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REINO, ESTADO, NACIÓN (EN LA HISTORIA DE ESPAÑA)

Mariano Rajoy ha afirmado en diversas ocasiones que España es la nación más antigua de Europa. Está claro que se refiere a la unidad territorial de diversos reinos bajo una misma corona, porque el reino de España solo existe con los Borbones tras los decretos de Nueva Planta al final de la Guerra de Sucesión. El reino unido de Gran Bretaña es de la misma época, con la absorción del reino de Escocia, y el reino de Francia había conseguido a finales del siglo XVII incorporar al Franco Condado y otros territorios en el Rhin y Flandes, si bien el reino de la Navarra francesa fue subsumido en la corona francesa con la boda de su titular con la reina Margot un siglo antes. En cuanto a la configuración de la nación española solo se puede hablar con las Cortes de Cádiz, que definen una suerte de nación imperial, extendida a ambos hemisferios. La non nata constitución de la república federal de 1873 hablaba de estados peninsulares e insulares (Baleares, Canarias, Cuba y Puerto Rico), mientras de la constitución canovista de 1876 definía a las islas antillanas, como PROVINCIAS de ultramar con representación especial en las Cortes. Tal nación imperial española se ve amputada no sólo por la pérdida de los territorios americanos a lo largo del siglo XIX sino por la aparición de los nacionalismos periféricos a finales del mismo siglo. Por ello, muchos intelectuales españoles y americanos, entre ellos Luis Araquistáin, señalaron que, con la caída de la monarquía y la proclamación de la segunda república en 1931, España era el último territorio iberoamericano en liberarse del orden imperial. Claro que la Gran Bretaña tuvo que perder la mayor parte de Irlanda tras la primera guerra mundial y Francia los departamentos del ultramar tras la segunda guerra mundial. Todavía Franco definió a las colonias africanas como provincias a finales de los años cincuenta del siglo XX, por lo que, llevando el tema al absurdo, el estado nación español (de las autonomías) solo surge a partir de la constitución de 1978. En efecto, la Constitución define a España como una nación compuesta de nacionalidades y regiones, que viene a ser parecido a la metáfora de “nación de naciones” del socialista federalista Anselmo Carretero y la revista Las Españas de México. Esta definición como nación (de nacionalidades o naciones y regiones) es incompatible con la idea de España como un mero estado plurinacional.

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En cualquier caso, los reinos de las Españas consiguieron una vinculación territorial a partir de los Reyes Católicos, al absorber Castilla también al reino de Granada y a Navarra y crear la monarquía de los Austrias un consejo de Aragón (que se extendía hasta Cerdeña hasta el siglo XVIII). La nación francesa, tal como la conocemos hoy en día con sus principales símbolos, es producto de la revolución francesa de 1789, aunque el reino de Francia se hubiese configurado mucho antes que el reino de España o el de Gran Bretaña.

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ARTURO BAREA VUELVE A MADRID

Mañana se inaugura una plaza en memoria del escritor y militante socialista en la trasera del centro de la UNED en Escuelas Pías de Lavapies. Allí estudió en su niñez tras trasladarse desde su originario Badajoz. Huérfano de padre, como muchos socialistas significados (Iglesias, Largo Caballero o Prieto), empezó a trabajar a los 13 años en 1910, afiliándose al sindicato de empleados de UGT poco después. Estuvo destinado en la guerra de Marruecos, experiencia que recogió en su trilogía La forja de un rebelde. En los años republicanos se afilió al PSOE, siendo seguidor de Indalecio Prieto. Ejerció el servicio de censura de prensa extranjera en el Madrid sitiado en guerra, donde conoció a la socialista judía austriaca Ilse Kulcsar. Se expatrió a finales de 1938, residiendo en Inglaterra y colaborando durante muchos años en las emisiones en español de la BBC. Su obra fue publicada en inglés durante los años cincuenta, mientras que en España solamente pudo publicarse su trilogía en 1978, gracias a Pepe Esteban. Quizá sea La forja, junto a los Campos del también socialista Max Aub, uno de las mejores narrativas sobre la guerra de España. Al inicio de los años cincuenta, se posicionó contra la guerra de Corea, colaborando hasta su muerte en 1957 con los Cuadernos del Congreso para la Libertad de la Cultura, impulsados por Luis Araquistáin. Los hermanos Tusell realizaron una serie para TVE a partir de su importante trilogía autobiográfica. Más adelante, en el año 2000, Nigel Towson editó en castellano buena parte de sus ensayos. Ha sido un nuevo hispanista británico, periodista y colaborador de El Instituto Elcano, William Chislett, el que ha localizado la tumba de Barea y su mujer en Faringdon, cerca de Oxford, donde ha ido a parar su archivo personal en la Bodlian Library, la biblioteca central universitaria. Chislett ha promovido, además, la petición de colocación de una placa en las Escuelas Pías y la dedicación de una plaza a su memoria.

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LOS ARCHIVOS PARA LA HISTORIA Y MEMORIA DEMOCRÁTICA

Hace cinco años se constituyó la fundación Felipe González, con el objeto de recopilar los vestigios documentales de su actividad pública. Es la primera fundación dedicada a la memoria de un ex presidente de gobierno de la democracia, ya que ni siquiera en los casos de los ya fallecidos Adolfo Suárez y Leopoldo Calvo Sotelo se han creado instituciones culturales del mismo tipo. No hay una legislación sobre accesibilidad a la documentación de ex presidentes de gobierno y no creo que sea necesaria. Más bien, debería aplicarse normas de acceso similares a de países de nuestro entorno, como Francia o Gran Bretaña, que permiten la consulta con 25 o 30 años de antigüedad de la documentación, es decir, hasta 1992 o 1987. Mi experiencia reciente en la fundación parisina Jean Jaurès, con documentación referida a España de Lionel Jospin, presidente de gobierno entre 1997 y 2002, es que pude consultar y reproducir sin ningún problema documentos de los años setenta y ochenta, en su calidad de secretario internacional y primer secretario del PSF. En el caso británico, muchos de los antiguos líderes de los partidos políticos han depositado sus archivos personales en instituciones públicas, a menudo las universidades donde estudiaron. Por lo que se refiere a Italia, las grandes figuras del socialismo y, en general, de la política democrática, se han beneficiado de la pervivencia de su memoria a través de la creación de instituciones culturales, cuyos fondos han sido digitalizados y puestos a disposición de los investigadores en red gracias a la Biblioteca del Senado en Roma. El caso del recientemente fallecido Mario Soares también resulta admirable, dada la creación hace muchos años de una fundación que ha puesto a disposición de los investigadores de manera digital el archivo del estadista y de otras personalidades socialistas. Por suerte, en el caso español los Archivos del Movimiento Obrero, ligados a la Universidad de Alcalá de Henares, poseen una buena infraestructura y su personal ha ido reuniendo fondos de archivo personales de diversas personalidades socialistas. Uno de los más completos es el archivo de Indalecio Prieto en la fundación del mismo nombre. Es cierto que, debido a las circunstancias de la Guerra de España y la contienda mundial hubo una destrucción y dispersión de los fondos. De esta manera, no se han conservado 217

como tales los archivos de personalidades que fueron presidentes de gobierno, como Manuel Azaña o Francisco Largo Caballero, muertos en el exilio en los años de la guerra mundial. Solo de manera muy reciente, la fundación Juan Negrín en Las Palmas de Gran Canaria ha recuperado la totalidad del archivo personal del ex presidente, existiendo copia en el Centro Documental de la Memoria en Salamanca. En general, las fundaciones culturales no tienen suficientes recursos para dar servicio a los investigadores y la ciudadanía en general por lo que la tarea de digitalizar y permitir la consulta de esos fondos para la memoria democrática debería acometerla alguna institución del Estado o del sistema político, por ejemplo, la biblioteca del Senado, como se hace en Italia. Así mismo sería una forma de evitar la dispersión y territorialización de los archivos en el Estado de las Autonomías.

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EMIGRACIÓN, NACIONALIDAD Y CIUDADANÍA

Entre el último cuarto del siglo XIX y la crisis del 29 varios millones de españoles emigraron a América, especialmente a países como Argentina y Cuba. Aunque muchos retornaron tras la aprobación de leyes de trabajo restrictivas con los extranjeros, otros muchos echaron sus raíces en los países iberoamericanos, naturalizándose y creando familias con la nueva nacionalidad americana. Los convenios de doble nacionalidad a partir de los años cincuenta del pasado siglo y el estatuto de la ciudadanía de los españoles del exterior de la etapa de gobierno de Rodríguez Zapatero ha permitido la recuperación de la nacionalidad española a muchos de los descendientes de españoles en primera o segunda generación, es decir, a los nietos de españoles y españolas, en el último caso tras la Constitución de 1978. Como han destacado Ángel Duarte y Xosé M. Núñez, el ejercicio de ciudadanía democrática, pese a la inexistencia del derecho al voto hasta el tiempo de la España posfranquista, fue reivindicado por sociedades y agrupaciones de emigrantes desde comienzos del siglo XX , y, especialmente, en los años de la segunda república. Actualmente, unos 400.000 argentinos tienen derecho al voto en España. Aproximadamente 100.000 residen en nuestro país. Muchos más, de difícil cuantificación, poseen la doble nacionalidad, establecida mediante convenio desde 1970. Hay que tener en cuenta que unos 280.000 españoles, con doble nacionalidad o sin ella, residen en la República Argentina. Estos últimos tienen que solicitar anticipadamente el ejercicio del voto, en el llamado "voto rogado" desde 2011 (con mayor dificultad que el voto por correo). Todas estas categorías de españoles y argentinos residentes en España nos dan un censo aproximado de medio millón de personas con derecho al voto en las elecciones municipales, autonómicas o generales. Quizá sería conveniente estudiar un modelo de voto para los residentes en el exterior, similar a los de Francia o Italia, que les da una serie de representantes en el Senado. En cualquier caso, las situaciones de emigración, expatriación o exilio durante el siglo XX configuraron una enorme comunidad española en Argentina, conocida como los "gallegos". Solamente en la ciudad de Buenos Aires existieron centros, como el Gallego, 219

con un centenar de mil de asociados hacia 1950, en el que construían ciudadanía democrática en torno a 15.000 afiliados, participando en la renovación de sus juntas directivas. Según la doctora Bárbara Ortuño, colaboradora de la Cátedra del Exilio, en el capítulo del libro, que aparecerá en breve, Los españoles de América. Exiliados y emigrantes entre la guerra civil y la transición (Madrid, Eneida, 2017), salvo en la elección de 1947 desde los años de la guerra de España y hasta bien avanzados los años cincuenta, en pleno peronismo, sus directivas tuvieron filiación republicana y democrática. Quizá era, por aquel entonces, la mayor entidad fuera de España con un funcionamiento democrático, porque en los años cincuenta los afiliados a UGT, PSOE, CNT o PCE en el exilio estaban por debajo de los diez mil. En conclusión, la construcción de ciudadanía democrática siguió activa gracias a la expatriación de emigrantes o exiliados durante los años de la dictadura franquista, pese a la inexistencia de libertades en España.

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INDALECIO PRIETO Y MARÍA LEJÁRRAGA

Indalecio Prieto publicó su último artículo antes de morir en Le Socialiste, dedicado a María de la O Lejárraga. Además de evocar la obra teatral de Gregorio Martínez, en un 80 por 100 escrita por María, Prieto recuerda la afiliación de ambos a la Agrupación Socialista Madrileña en 1931, su participación en la campaña electoral de 1933 en Granada junto a De los Ríos, así como su estancia en la casa cerca de Niza de María, tras la insurrección revolucionaria de 1934, en compañía de su hija e Ignacio Hidalgo de Cisneros y Constancia de la Mora, que le visitaron desde su residencia en Roma. El grupo tuvo que abandonar la casa de Lejárraga debido a que la prensa extendió el bulo de que un exministro republicano se encontraba reunido con el ex rey Alfonso XIII, dado el parecido con el monarca del aviador y agregado militar en Roma. La amistad entre ellos se enturbió durante los años de la guerra, debido a la adscripción comunista del matrimonio Cisneros, destituyendo Prieto a Constancia de su labor de censura de la prensa extranjera en el Ministerio de Estado, debido a su parcialidad. María Lejárraga impulsó agrupaciones feministas durante los años republicanos, siendo designada por la directora general socialista, Matilde de la Torre, agregada comercial en Berna, y asistiendo a conferencias de la internacional sindical socialista, junto a Alejandro Otero. Continuó residiendo en Niza durante los años de la guerra mundial, en precarias condiciones debido al régimen de Vichy y la ocupación alemana desde noviembre de 1942. Con la Liberación, encabezó una pequeña agrupación del PSOE, recibiendo ayuda de Ramón Lamoneda, gracias a que fue localizada por la Cruz Roja debido a una demanda de su amiga Matilde de la Torre, que moriría poco después. En 1950 viajó a América, colaborando con la industria de Holliwood, que le copió alguno de sus guiones. Residió brevemente en México, retomando el contacto directo con Indalecio Prieto. Allí escribió sus memorias Gregorio y yo, que serían publicadas en esta capital en 1953. En 1961 desde el diario falangista Arriba, un libelo atacaba a María de la O por su presunto revolucionarismo y por la reclamación por los derechos de autor de su obra que 221

seguía representándose en España y el mundo, saliendo al paso Prieto en defensa de la compañera. No obstante, aunque María de la O fue la única antigua diputada socialista que mantuvo su militancia en el exilio en el PSOE, después de la refundación y el reconocimiento internacional en 1948, también siguió cultivando su amistad con el antiguo secretario general Ramón Lamoneda, de la Unión Socialista Española, durante los años sesenta. Los últimos veintitrés años de su vida los pasó en Buenos Aires, donde siguió escribiendo hasta su muerte que coincidió con el retorno de Perón a la presidencia argentina. Su vida centenaria ha sido evocada, entre otros, por Antonina Rodrigo, Patricia O´Connor, María Luz González Peña, Leandro Álvarez y Eusebio Lucía en diversos artículos y libros.

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MICHAEL FOOT, UN LABORISTA CERCANO

Nacido en 1913 en Plymouth, su padre fue parlamentario del partido liberal. Este "socialista libertario", según se autodefinió, fue el líder laborista entre 1980 y 1983. Se casó con la historiadora feminista, Jill Craigie. En sus años de estudiante en Oxford se comprometió con el laborismo y la causa antifascista de la guerra de España, llegando a presidir la asociación estudiantil. Se vinculó en los años sesenta con el Spanish Democrats Defence Comittee. También trató al marxista revolucionario y antiguo miembro del PSOE, Julio Álvarez del Vayo, viajando a España en el tardofranquismo y con ocasión del primer congreso del PSOE en la alegalidad en diciembre de 1976. Su condición de ministro planteó resistencias a su asistencia al Congreso del PSOE en la diplomacia y el primer gobierno de Adolfo Suárez, así como su afirmación pública de que las relaciones de España con Europa dependerían de que la democratización emprendida por Suárez recibiera el aval del PSOE. En 1945 entró en el Parlamento, vinculándose con Bevan y el ala izquierda del laborismo. En el folleto Keep Left de 1947, defendía una tercera vía europea para el socialismo democrático entre las dos superpotencias. Sin embargo, la sovietización de Hungría y Checoslovaquia le hizo aceptar la vinculación atlántica de la OTAN, aunque continuó defendiendo el desarme nuclear. Fue editor de la revista Tribuna entre 1948 y 1960, criticando tanto la intervención franco-británica en Suez y el rearme alemán como el aplastamiento soviético de la revolución húngara de 1956. Se alejó del Parlamento en desacuerdo con el programa de defensa laborista, regresando solamente con el acceso de Harold Wilson al poder en 1964. En estos años rechazó formar parte del gobierno, criticando la guerra de Vietnam, las restricciones británicas a la inmigración o la intervención soviética en Checoslovaquia en 1968. En los años setenta, aceptó, en cambio, ser ministro de Empleo con Wilson, tratando de mantener una buena relación con los sindicatos y haciendo aprobar la ley de salud y seguridad en el trabajo. En la era de Callaghan en el gobierno fue “deputy leader” (el número dos) entre 1976 y 1980. Tuvo que hacer frente a la "revolución conservadora" de Margaret Thatcher, proponiendo sin éxito un programa reformista revolucionario que provocó la escisión de los socialdemócratas. El proyecto socialista de Foot proponía la salida del Mercado 223

Común, el desarme nuclear unilateral y masivas nacionalizaciones. En 1983 se entrevistó con Felipe González, inquiriéndole por su programa de reformas sociales más que por la agenda bilateral hispano-británica. A partir de 1983 cedió el liderazgo laborista a Neil Kinnock, retirándose progresivamente de la política activa, abandonando el Parlamento en 1992, tras casi cincuenta años desde su primera victoria electoral. Durante sus últimos años, trabajó en una biografía de su mentor político Aneurin Bevan, cediendo finalmente su colección documental al Museo de Historia del Pueblo en Manchester. En 1995 hubo una polémica después de que un refugiado ruso, antiguo directivo de la KGB, le acusara de haber sido durante un tiempo agente soviético, aunque no pudo demostrase más que el hecho de haber tenido contacto con los agentes soviéticos, al igual que su amigo Álvarez del Vayo. Otra de las revelaciones de sus últimos años fue la noticia de una relación extramarital con una mujer 35 años más joven. De sentimientos republicanos, siempre rechazó las distinciones ofrecidas por la corona británica. Murió en 2010 a falta de poco tiempo para cumplir los cien años.

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MÉXICO Y ESPAÑA. CUARENTA AÑOS DE RELACIONES OFICIALES

Hace cuarenta años se establecieron relaciones oficiales entre México y España. La reanudación de relaciones oficiales clausuró el reconocimiento mexicano del gobierno de la república española en el exilio establecido en agosto de 1945, porque en marzo de 1939 el presidente Lázaro Cárdenas había establecido contacto con el Consejo de Defensa debido a la dimisión del presidente Manuel Azaña. El embajador en funciones, Félix Gordón Ordás, cerró la legación española en México, mientras que el nuevo embajador, Julián Zugazagoitia, ante el hundimiento de la República española en Guerra, no llegó a presentar sus credenciales, aunque ya había recibido el plácet de México. Unas semanas antes había llegado a México el líder socialista Indalecio Prieto, en misión del PSOE para asentar a refugiados socialistas y tras su misión oficial para la toma de posesión del presidente de Chile, Pedro Aguirre Cerdá, promovido por el Frente Popular chileno. La llegada de Prieto, así como las gestiones que realizó para el traslado de bienes del Estado republicano en Estados Unidos y la recepción del yate Vita, le convirtieron en una especie de embajador oficioso de los republicanos españoles. Esta actividad de Prieto despertó los recelos del presidente de gobierno Juan Negrín, que decidió enviar al doctor José Puche para hacerse cargo de los bienes suntuarios depositados en el Vita, con el objeto de preservarlos para un futuro restablecimiento del gobierno republicano en España. La misión de Puche, cuando Prieto ya había recepcionado el tesoro del yate y otros bienes, iba a desatar la ira del líder socialista, porque suponía una especie de desautorización. Prieto creía que tenía suficientes títulos por su pasado y por su calidad de diputado miembro de la Diputación Permanente de las Cortes para recepcionar y salvar los bienes republicanos españoles. Además, creía que el único uso justificado de esos bienes era la ayuda a los refugiados, trasladando a los más significados y sus familiares a México. El nuevo gobierno mexicano del presidente Manuel Ávila Camacho desde diciembre de 1940 decidió intervenir los bienes de las instituciones republicanas españolas en noviembre de 1942, devolviéndolos al reconstituido gobierno español exiliado de José Giral en 1945. La inexistencia de relaciones con el gobierno de Franco permitió enterrar las reclamaciones de españoles y sus descendientes por daños de la revolución, a 225

diferencia de lo ocurrido con los nacionales de Estados Unidos y otros países europeos, así como no atender las reclamaciones franquistas por los objetos del patrimonio y de particulares que contenía el tesoro del Vita. A partir de entonces, la ausencia de relaciones oficiales con el gobierno de Franco se convirtió en algo intocable, pese a las gestiones de agentes franquistas y las peticiones de diversos agentes tanto mexicanos como españoles. Esto no significaba que las relaciones oficiosas de tipo comercial y cultural desaparecieran, destacando las actividades de la Iglesia católica, de mundo editorial y de los artistas. Todavía hasta el inicio de los años sesenta, el gobierno republicano en el exilio recibía una compensación de las autoridades mexicanas por los bienes españoles que habían quedado en manos de México. Por su lado, Indalecio Prieto había decidido dedicar los remanentes que no habían sido entregados ni a México ni al gobierno en el exilio a una comisión de ayuda a los mutilados de la guerra de España, mientras que el doctor Puche administraba paralelamente lo restante de la sección en México del Servicio de Emigración de los Refugiados Españoles (SERE). En los años setenta, el numerario restante quedaría en manos del PSOE histórico, contra la opinión de uno de sus administradores, el antiguo diputado socialista oscense Julián Borderas. Por su lado, el patrimonio documental del gobierno de la república española en el exilio fue depositado en la Fundación Universitaria Española en Madrid. Finalmente, ante la convocatoria de elecciones por el gobierno de Adolfo Suárez se establecieron relaciones oficiales entre la república mexicana y el reino de España. Así terminaba un capítulo de relaciones oficiales y oficiosas entre México y España.

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MANUEL ORTUÑO MARTÍNEZ

Estuvo en los actos conmemorativos del LX aniversario de ASU en junio pasado. Nacido en Valencia en 1927, en sus años estudiante fue dirigente internacional del SEU, haciéndose socialista tras sus contactos europeístas y con motivo de los sucesos universitarios de 1956. Se expatrió a México a finales de los años cincuenta, junto a Modesto Seara, gracias a la ayuda del diplomático Isidro Fabela, militando en la Agrupación Socialista e impartiendo docencia en la Universidad Iberoamericana. Estableció contacto con Tierno Galván, publicando la revista Nuevos Horizontes. Fue vocal del Comité Nacional del PSOE, asistiendo al primer congreso en España en 1976. A su regreso a España, colaboró con la fundación Pablo Iglesias, desempeñando una concejalía en el Ayuntamiento de Madrid. Más adelante, colaboró con la fundación Españoles en el Mundo y se doctoró en Historia por la Complutense. Sus estudios sobre el insurgente español Javier Mina fueron exhaustivos. A lo largo de los años tuve ocasión de cultivar su amistad y aprender de su magisterio. Poseía una enorme vitalidad, impulsando hasta el final de sus días diversas iniciativas en el mundo de la cultura, entre las que recuerdo un homenaje a Cárdenas y actividades editoriales. Su último libro de carácter memorialístico lo tituló Juventud y Europeísmo, rememorando sus actividades durante los años cincuenta.

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ANTONIO RAMOS OLIVEIRA, HISTORIADOR Y PERIODISTA SOCIALISTA

Nacido en Zalamea la Real (Huelva) en 1907 y muerto en México en 1973. Afiliado al PSOE, fue redactor de El Socialista desde 1930, siendo destinado a la república de Weimar alemana. Se dio a conocer en 1932 con el ensayo Nosotros los marxistas: Lenin contra Marx (reeditado en Madrid por Júcar en 1979). Miembro del grupo de redactores del diario socialista con Julián Zugazagoitia y Francisco Cruz Salido. Fue agregado de prensa en la embajada de Londres durante la guerra de España, polemizando con los sectores conservadores británicos. Residente en Inglaterra durante los años cuarenta, estuvo vinculado con el sector del partido socialista seguidor de Juan Negrín. Al comienzo de los años cincuenta se trasladó a México, formando parte de la disidente Unión Socialista Española liderada por Ramón Lamoneda y Julio Álvarez del Vayo. En 1951 dirigió brevemente la Revista de Historia de América publicada por el Instituto Panamericano en México. En 1952 publicó en castellano su Historia de España en tres tomos. Ramos había recibido sugerentes críticas del embajador Pablo de Azcárate, siendo alabada la versión primigenia inglesa de 1946, Politics, Economics and Men of Modern Spain por el teórico laborista Harold Laski. En la introducción de la obra Ramos Oliveira se preguntaba por qué no habían podido culminar los procesos revolucionarios en España, respondiéndose que la causa principal había sido las intervenciones extranjeras. A su juicio, el siglo XIX en España no había terminado ni con la guerra de 1936, ya que los españoles seguían luchando contra la intolerancia y el absolutismo. A partir de entonces, fue contratado por Naciones Unidas viviendo en Nueva York, pasando a residir en Yugoslavia con su esposa Virginia y su hija Aurora, debido a su trabajo dentro de un centro de información de la ONU para ese país y Albania. En 1964, realizó otra misión para la ONU en Chipre y posteriormente en la República Dominicana. Ya jubilado se instaló en México retomando su labor de ensayista e historiador. Escribió ensayos sobre la figura de Juárez, pero su obra más significativa fue La unidad nacional y los nacionalismos españoles en el que hacía un análisis crítico del surgimiento de los nacionalismos vasco y catalán, datando su surgimiento en el sexenio democrático de 1868-1874. Para Ramos el nacionalismo vasco surgía del resentimiento de la población 228

rural vasca por la derrota del carlismo que se expresaba en un racismo contra los emigrantes del mundo urbano e industrial. La prematura concesión de los estatutos de autonomía durante la segunda república habría sido la causa fundamental de la falta de consolidación del nuevo régimen democrático, al añadir un problema más a la lucha contra los poderes fácticos ligados a la monarquía. Ya en el exilio, esta valoración la compartió con otros líderes socialistas que creían que en una futura transición no había que restablecerse inmediatamente las comunidades autónomas, aunque se reconociera la personalidad de los pueblos y nacionalidades españolas. Ramos Oliveira creía que España no estaba preparada por su falta de desarrollo para una organización federal del Estado. Recientemente, se ha reeditado su Historia de España con el título Un drama histórico incomparable. España, 1808-1936, con un estudio introductorio del hisporiador Walter Bernecker. También, se han recuperado tres ensayos en forma de carta al editor reaccionario del Morning Post H. A. Gwynne, sobre la guerra de España escritos durante su misión en Londres con el título Controversias sobre España, con prólogo de Ángel Viñas y edición de la profesora sevillana Manuela Escobar. Entre sus obras destacan, también, El capitalismo español al desnudo (publicada como folletín, 1935), A People's History of Germany (resultado de sus estudios sociales en Berlín, publicada en Londres, 1942; Hernán Cortés y sus parientes los Juárez, México, CGE, 1972; La formación de Juárez: El paisaje y el hombre en Oaxaca, México, Cia. General de Editores, [1972] 302 p.; Los orígenes del Cristianismo y de la Iglesia: los fundamentos éticos de la civilización de Occidente, México, Oasis, [1972] 328 p.

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CRAXI Y GONZÁLEZ, ¿BIOGRAFÍAS PARALELAS?

Nacidos con una diferencia de edad de ocho años, en 1934 y 1942, ambos líderes han sido caracterizados como carismáticos, si bien el PSI desapareció con el craxismo, después de liderar el partido entre 1976 y 1993, mientras que el PSOE sobrevivió a su retirada en 1997, tras veintitrés años de liderazgo. Ambos líderes se iniciaron políticamente en la etapa universitaria como estudiantes de derecho, si bien Craxi accedió a los órganos dirigentes del socialismo italiano en 1957, casi veinte años antes de su ascenso a la Secretaría general. Craxi, hijo de un político antifascista, tuvo como mentor político a Pietro Nenni, mientras que Felipe González, careció de mentor político más allá de una inicial relación con el democristiano de izquierda, Manuel Giménez Fernández, surgiendo su liderazgo tras la ruptura del partido con el sector encabezado durante treinta años por Rodolfo Llopis. Incluso González no tuvo una relación simbólica cercana con figuras históricas como Largo Caballero, resultando descontextualizado el recuerdo de Iglesias o Besteiro. A su coetáneo, muerto cuando González apenas cumplía veinte años, el líder socialista y hombre de Estado Indalecio Prieto, lo consideró como un liderazgo antiguo, fuera de época. El personalismo de sus liderazgos, conocidos como craxismo y felipismo, supuso el distanciamiento de sus partidos de la cultura obrerista y la tradición marxista, teniendo como mentor intelectual a Norberto Bobbio y padrino político a Willy Brandt. Ambos líderes se ayudaron mutuamente, intentando equilibrar el peso del Sur dentro de Europa, en lo que coincidieron brevemente con Mitterrand, aunque siempre evitaron la unidad de acción con los partidos eurocomunistas, debido a las diferencias de los sistemas políticos y electorales. En cualquier caso, a partir de 1977 el PSOE logró la preponderancia electoral en la izquierda, equilibrando su presencia sindical a través de UGT en 1982, mientras que el PSI nunca logró desplazar al PCI ni consiguió una fuerte implantación sindical, aunque Craxi encabezara gobiernos de coalición. Ambos partidos se vieron salpicados por escándalos de corrupción, convirtiéndose en maquinarias electorales atrapalo-todo, ahogando el pluralismo interno, más allá del poder territorial. A pesar de ciertos desencuentros con los americanos en los temas de seguridad y defensa, ambos líderes terminaron reconduciendo las relaciones con Estados Unidos, culminando 230

la mejora de relaciones con la Guerra del Golfo en 1991, mientras que la Internacional Socialista se dividía. Finalmente, González ha seguido siendo mentor político de sus sucesores Almunia, Rodríguez Zapatero y Pérez Rubalcaba, manteniéndose relativamente activo e influyente en el seno del PSOE en la actualidad, como es conocido. El legado de Craxi, muerto expatriado en el 2000, lo mantiene una fundación, a la par que el de González, pero el nuevo partido unitario de la izquierda italiano surgido en los noventa, vinculado a la Internacional Socialista, no mantuvo ninguna relación con el legado craxiano, dividiéndose los antiguos socialistas italianos, vinculándose algunos de sus miembros al liderazgo de Berlusconi. En cualquier caso, la comparación de estos liderazgos partidarios en los años setenta y ochenta del siglo pasado resulta relevante, como realizó en su tesis doctoral Luca Costantini, comparando la relación de ambos partidos con los sindicatos.

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LA EVANESCENTE MEMORIA EN SICILIA

Mi relación con Sicilia se ha ido alimentando de lecturas de historia, de ensayos y libros de viaje, y de narrativas de ficción. La última un libro de historia de Manuel Rivero sobre una cofradía palermitana de la aristocracia y el culto a los ajusticiados que pervivió más allá del final del Antiguo Régimen. Al visitante actual le llama la atención tanto la preservación de las momias como los pasquines pegados en las paredes de las calles con el recordatorio de los difuntos. En el libro Medianoche en Sicilia se traza la trama de la Mafia, como herencia de la aristocracia, cuyo recuerdo se evoca en el aeropuerto dedicado a la memoria de los jueces Giovanni Falcone y Paolo Borsellino, asesinados hace veinticinco años. La relación directa con las Españas arranca con las vísperas sicilianas en 1282, terminando con las casas de los Borbones en 1861 (recordemos también al rey consorte de Isabel II). Aunque sus pobladores han visto pasar por sus tierras a diversas potencias desde los fenicios hasta los americanos durante más de 2.500 años, en nuestro caso seiscientos años de intercambios han dejado una huella que está presente de diversas formas tanto en manifestaciones de la alta cultura como en la cultura popular. La cultura popular de Palermo está muy vinculada a la contrarreforma católica del barroco de la época hispánica. Sin embargo, lo peculiar desde la alta cultura es la huella del reino normando, como acaba de certificar la UNESCO. La antropología humana del centro histórico, muy degradado, tiene una visibilidad predominantemente de nacionalidades africanas. El uso público del pasado en Sicilia tiene como curiosidad la apelación a la conquista normanda para saltar a la "independencia" con Garibaldi y de ahí a la "liberación" con la llegada de los angloamericanos. No se apela a la unificación en 1861 debido a los estados papales y al Véneto en manos austriacas, pero la caída del reino de las Dos Sicilias difícilmente puede llamarse guerra de independencia. El regionalismo siciliano parece débil. La lengua dialectal siciliana se habla, pero no se enseña porque sigue viéndose como propia de sectores sociales atrasados. Una joven doctoranda de Agrigento me dice que la aprendió de adolescente con amigos porque sus padres, aunque hablantes no se la enseñaban. 232

Para mi amigo y colega, Andrea Micciché, “el sicilianismo es una identidad caduca, fracasada como la idea de la autonomía siciliana. Los monumentos no cuentan una historia, están allí para contarnos intentos de relatos del pasado que no han dejado huellas permanentes. Hay muchos relatos del pasado siciliano, pero ninguno se ha hecho política o sentido común”. En cualquier caso, el relato del pasado predominante es similar al del resto de Italia. El nacionalismo ha tendido a reivindicar el Risorgimento, como la lucha por la libertad y la unidad del pueblo italiano formando un recorrido lineal que va desde las luchas en la era napoleónica hasta la resistencia antifascista. Todas las ciudades tienen un monumento a Garibaldi o una vía principal dedicada a su memoria. Da la sensación de que la identidad siciliana es muy pragmática. Por sus tierras han pasado diversas potencias colonizadoras desde la antigüedad, pero su huella ha sido mínima. No en vano, en la brillante y única novela del aristócrata Giuseppe Tomasi de Lampedusa, El gatopardo, se usa la máxima “lampedusiana” de que todo cambie para que todo siga igual.

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CONTINUIDAD

Y

RENOVACIÓN

SOCIALISTA

DURANTE

EL

TARDOFRANQUISMO Y LA TRANSICIÓN. EL CASO DE ARAGÓN

Uno de los ejemplos menos conocidos para la tesis de la continuidad de las organizaciones socialistas durante el franquismo y la transición es el de Aragón. Además del papel jugado por activistas clandestinos como Pascual Marco Mateo, desde los años cincuenta hasta la transición, habría que analizar el papel del exilio. Al final de los años ochenta pude todavía tratar a Pascual Marco, Arsenio Jimeno y, el recientemente fallecido, Paulino Barrabés. Los socialistas aragoneses estuvieron representados en el exilio, a través de lo que Enrique Sarasa ha definido como generación de 1917. Se podría citar, entre otros, a Manuel Albar, Julián Borderas, Eduardo Castillo y los más jóvenes Arsenio Jimeno y José Ramón Arana. Estos militantes crearon una Comisión de Aragón del PSOE, que pervivió hasta comienzos de los años cincuenta. El caso del escritor Borau fue algo diferente, pues estuvo vinculado al sector de Lamoneda, colaborando con el grupo de la revista cultural y federalista de Las Españas, dirigida por Manuel Andújar y Anselmo Carretero. Albar fue vicesecretario del partido y director de El Socialista, mientras que el antiguo diputado, el sastre Julián Borderas, desempeñó la secretaría del Grupo Parlamentario y fue miembro de la comisión de ayuda a los mutilados creada con los remanentes del famoso Vita. El caballerista Arsenio Jimeno participó activamente tanto en la reorganización del partido en Francia como en la renovación de los años setenta. De hecho, fue prácticamente el único dirigente que regresó a Zaragoza en los años de la transición, desempeñando hasta 1980 la presidencia de la Federación Socialista aragonesa, como ha estudiado Alberto Sabio. Sin embargo, Borderas, que vivió hasta 1980, se mostró distanciado del proceso de renovación de las organizaciones socialistas, aunque se opuso al traspaso de los fondos de la comisión de ayuda al PSOE histórico, escindido en 1972. Otros casos de retorno fueron los de Paulino Barrabés, padre e hijo. El primero había sido alcalde de Monzón en Guerra, mientras que el hijo, nacido en 1928 accidentalmente en

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Valencia, fue miembro de la Ejecutiva de UGT desde 1965, ocupándose de la gerencia de las organizaciones durante los años de la transición. En cualquier caso, el PSOE de Aragón fue uno de los ejemplos menos conocidos de relativa continuidad y renovación de la organización regional socialista tras los más activos del País Vasco, Asturias, Andalucía o Madrid (éstos dos últimos sin organización regional exiliada). Próximamente, en la línea de investigación promovida por el CIHDE, la UNED y la Fundación Pablo Iglesias coeditarán el producto de las primeras jornadas de estudio de Historia del socialismo, fruto del convenio entre las dos instituciones, el libro La reconstrucción del PSOE en la transición. Una perspectiva territorial.

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EMIGRACIÓN,

POPULISMO,

CIUDADANÍA.

A

PROPÓSITO

DE

LAS

ELECCIONES FRANCESAS Las elecciones presidenciales francesas han tenido a cinco candidatos, de los que tres procedían del Partido Socialista Francés. Dos de los candidatos representaban a opciones que se han escindido desde el centrismo liberal o desde el populismo izquierdista, dejando al candidato vencedor en las primarias del partido socialista con una exigua representación. Para una historiadora española afincada en Francia desde hace muchos años, Mercedes Yusta, “la izquierda ha (hemos) minimizado el peso de las ansiedades relacionadas con una identidad nacional amenazada, que tiene muchísimo menos que ver con un supuesto relato nacional en crisis, como pretende François Fillon, que con el miedo a ver desaparecer los jalones sociales y culturales de un modo de vida, de una cultura cotidiana que parece diluirse en el tsunami de la mundialización. Mélenchon (y podemos pensar lo que queramos de su estilo tribunicio y de sus execrables relaciones con la prensa) es el único que lo ha entendido y que ha tratado de recomponer un discurso nacional desde la izquierda. Podemos llamarlo populismo, pero si leemos su programa, no tan diferente del candidato socialista Benoït Hamon, veremos que de lo que se trata es de construir una alternativa de izquierdas al verdadero maremoto populista que se está preparando, y que lleva el nombre y la imagen de Marine Le Pen. Tal vez, y ojalá me equivoque, desde la izquierda francesa nunca se lamentará lo suficiente no haber sabido, querido o podido oponerle un proyecto unitario capaz de reunir a todas las fuerzas progresistas de este país”. Claro que el ex socialista Mélenchon, un nieto de emigrantes levantinos, ha mantenido posiciones demagógicas y tercermundistas, por lo que triunfó por la mínima el voto hacia otro disidente socialista que desde posiciones social-liberales buscaba el centro sociológico, pero la cuestión planteada por Mercedes Yusta Rodrigo va más allá de las opciones electorales fragmentadas. El fenómeno de las clases bajas proletarias que odian tanto a los emigrantes extranjeros como a los izquierdistas ilustrados de clase media también se vive en España, pero en mucho menor medida que en países como Francia o Gran Bretaña. La socialdemocracia de la segunda mitad del siglo XX ha tenido éxito en la medida en que se ha producido una alianza de clases trabajadoras sean manuales o no. La crisis ha golpeado tanto los 236

trabajadores manuales más desfavorecidos como a los jóvenes asalariados de clase media, los mileuristas “proletarizados”, que no pueden aspirar al bienestar de sus mayores. En Francia, además, el nacionalismo francés se ha unido al enfrentamiento entre clases trabajadoras, dando lugar al auge de una extrema derecha xenófoba. La gran cuestión para el socialismo europeo es restablecer esa alianza de clases trabajadoras, en su calidad de ciudadanos europeos más que de pueblos nacionales, sin distinción de ninguna clase.

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RECORDANDO A ANDRÉS SABORIT

El alcalaíno Francisco, nacido en 1889, quedó huérfano de padre a los diez años, como otros líderes socialistas (Iglesias, Largo Caballero, Prieto). Miembro de Juventudes Socialistas muy joven, dirigió el semanario Renovación desde 1911, y estando en la cárcel tras tres consejos de guerra fue elegido presidente de las JJ.SS en 1913, puesto que seguía ejerciendo en el momento de la huelga general contra la monarquía alfonsina en 1917. Durante los años de la Guerra Mundial, formó un grupo que editó el boletín Acción Socialista, de ideología pacifista e internacionalista y contrario a la conjunción con los republicanos. De nuevo en prisión fue elegido diputado y desempeñó la dirección del diario El Socialista durante diez años a la par que la secretaría del PSOE en los últimos años de Pablo Iglesias Posse. Dimitió de la Secretaría al mismo tiempo que Besteiro en 1931, manteniéndose en la dirección de UGT hasta 1934. Concejal de Madrid, cedió la alcaldía al republicano Pedro Rico. Editor de los semanarios Democracia y Tiempos Nuevos fue sancionado por la Agrupación Madrileña, siendo afiliado directo durante los años de la Guerra a la par que ejercía la Dirección General de Aduanas tanto con Largo Caballero como con Negrín, al que había avalado como afiliado en 1929. Defendió que un congreso en el exilio restableciera la unidad del partido con Prieto como líder. Residente en Tarbes, gestionó la ayuda de la Internacional de Mineros a los refugiados. Fue nombrado miembro de la dirección de UGT en 1944 y posteriormente, con el acceso de Prieto a la presidencia del PSOE en 1948, de nuevo director de El Socialista. Polemizó con Llopis por la conmemoración de Octubre de 1934, defendiendo que la única alternativa al restablecimiento de la monarquía era la celebración de un plebiscito. Tras la retirada de Prieto, abandonó París para trasladarse con su familia a Ginebra. A partir de 1953, retornaron sus colaboraciones con El Socialista con sus "Recuerdos de un tiempo joven", pero se esforzó en asegurar la continuidad de la cultura socialista con escritos sobre Besteiro y Pablo Iglesias, así como otros proyectos de biografías sobre Prieto o Trifón Gómez. Impartió conferencias a los jóvenes socialistas en las escuelas de verano, presidiendo el Congreso de 1970 del PSOE que abriría la renovación socialista.

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Miembro del PSOE histórico, regresó a España y se afincó sus últimos años en Valencia junto a su hija Aurora. El ayuntamiento de Madrid le rindió un homenaje en el momento de su muerte en 1980. En 2009 edité su escrito Apuntes históricos, con el título Pablo Iglesias y su tiempo, cuyo original se puede descargar en la web de la fundación Pablo Iglesias. La próxima semana empiezan unas jornadas dedicadas a su dilatada trayectoria militante de cerca de ochenta años.

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LIDERAZGO Y PLURALISMO

La historia del socialismo español durante los últimos cien años ha sufrido varios ciclos de renovación y luchas internas. El primer ciclo podría asociarse al momento de la primera guerra mundial, la revolución rusa y la huelga general contra la monarquía de 1917, dando lugar a la escisión comunista y la sucesión de Pablo Iglesias. El segundo ciclo se abre, especialmente, en torno a los orígenes y consecuencias de la insurrección revolucionaria de Octubre de 1934, provocando un faccionalismo asociado a las principales personalidades socialistas Besteiro, Largo Caballero, Prieto y, finalmente, Negrín. La superación de este faccionalismo, con votaciones y listas alternativas para cubrir las vacantes de la dirección en 1936, así como duplicidad de órganos dirigentes, se produjo en los años de la segunda guerra mundial, con el ascenso al liderazgo de Indalecio Prieto y con la escisión temporal minoritaria de la Unión Socialista Española. La renovación se hizo rechazando toda colaboración bilateral con el PCE. El tercer ciclo de la renovación arranca al final de los años sesenta con las Juventudes Socialistas, provocando la escisión del llamado PSOE histórico de Rodolfo Llopis, que será reabsorbida entre 1976 y 1978, a la par que se consiguió la unidad con otros grupos socialistas y se consolidó el liderazgo de Felipe González. La cuarta etapa de luchas internas y sucesión en el liderazgo se abrió tras la desavenencia con UGT y la huelga general de 1988, desarrollándose con especial virulencia entre "guerristas" y "renovadores" durante los años noventa hasta la elección de José Luis Rodríguez Zapatero en el 2000. Por primera vez, no hubo escisión y la primera experiencia de primarias en 1998 se saldó con un fracaso de la diarquía en el liderazgo. El "guerrismo" no quiso convertirse en corriente de opinión minoritaria, inclinando la balanza finalmente en la sucesión de Joaquín Almunia. Por último, a partir de 2011, con la salida del gobierno, se ha abierto una nueva fase inestable de sucesión en el liderazgo, con la reintroducción de las primarias en 2014 y 2017, y que, previsiblemente, todavía durará unos años al margen de lo que ocurra el día 21 de mayo. En ninguna de las ocasiones a lo largo de cien años, el PSOE ha podido introducir el pluralismo en sus órganos dirigentes mediante corrientes de opinión, derivando el modelo de partido hacia el presidencialismo y el poder territorial. 240

La cuestión de las alianzas con otras fuerzas como los republicanos fue clave en las desavenencias en los años diez o treinta, mientras que la unidad de acción con los comunistas lo fue en los años setenta si bien latía sobre todo el problema de la reestructuración clandestina y la presencia en España frente al envejecimiento del grupo dirigente en el exilio. En los años noventa no se puede decir que la cuestión de las alianzas fuera decisiva, aunque la colaboración con los nacionalistas fuera discutida. Hoy en día, no me parece que exista una verdadera divergencia en la cuestión de las alianzas, si bien la competencia con Unidos Podemos provoca diferencias de opinión en cuanto al alcance de una posible colaboración. Se puede decir que existe, también, una línea divisoria entre la España interior y meridional y la más plural atlántica y mediterránea en cuanto a la relación de fuerzas y la idea de España. Hay, en efecto, una cuestión de liderazgo y de luchas por un poder cada vez más menguante sin suficiente basamento en ideología y política más allá de lo circunstancial y estatutario. Creo que no existe voluntad ni proyecto político consistente para configurar una verdadera ala izquierda ni tampoco otra socialliberal.

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JUAN GOYTISOLO Y EL ANTIFRANQUISMO SOCIALISTA

Mi encuentro con los hermanos Goytisolo comenzó al final de los años ochenta con los libros Señas de identidad, Recuento y las memorias Coto Vedado. Años después también leí Los Goytisolo de Dalmau. Los avatares de la izquierda española desde 1956 con la generación de hijos de la Guerra se veían extraordinariamente reflejados en estas narrativas, aunque las relaciones de los hermanos con los socialistas fueran episódicas a través de contactos con expatriados de la Agrupación Socialista Universitaria. Juan Goytisolo colaboró con Vicente Girbau en el grupo de Ruedo Ibérico, por ejemplo. Como catalán, tuvo algún contacto con los dirigentes del Moviment Socialista de Catalunya, Josep Pallach y Joan Reventós. En sus viajes semiclandestinos a España, siguió con interés la convocatoria del PCE de una Huelga General Pacífica en 1959 a la que rechazó sumarse la dirección del PSOE y de UGT en el exilio. Colaborador de la revista del PCE, Realidad, se solidarizó en 1964 con sus amigos Fernando Claudín y Jorge Semprún, que fueron excluidos del partido. Para entonces, Juan Goytisolo creía que España vivía un proceso de evolución, que convertiría al franquismo en algo anacrónico, proceso que la oposición debía acelerar. A comienzos de los años sesenta, Juan Goytisolo mantuvo una polémica interesante respecto a la integración europea de España con el filósofo marxista Francisco Fernández Santos. Este último, colaborador también de la revista Cuadernos de Ruedo Ibérico, defendió la vocación europeísta española desde la revista Tribuna Socialista frente a las propuestas tercermundista de Goytisolo. Como cuenta en su libro de memorias, En los reinos de taifa, se vio influido por el novelista, psiquiatra y dirigente socialista, Luis Martín Santos, defendiendo sin éxito la traducción de Tiempo de Silencio al ruso con los representantes de una editorial soviética en París. La sustitución de la generación de 1956 por los jóvenes del tardofranquismo alejó definitivamente de la política a los hermanos Goytisolo, aunque siguieron comprometidos con los problemas de nuestros días.

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EL SINDICALISMO SOCIALISTA: UNIDAD Y AUTONOMÍA, 1960-1988

La Fundación F. Largo Caballero lleva más de una década promoviendo la investigación del movimiento obrero gracias a un equipo coordinado por la profesora doctora Manuela Aroca. Además de recuperar y organizar archivos y colecciones documentales, emprendió un ambicioso programa de creación de un archivo oral a través de la recogida de más de un centenar de testimonios orales. Se presenta ahora el libro de Aroca, El papel del sindicalismo en la Transición: la confluencia del sindicalismo socialista (Madrid, Cinca, 2017), que repasa el surgimiento, radicalización y confluencia de la Unión Sindical Obrera (USO), formada en su mayor parte con miembros de movimientos apostólicos como Juventud Obrera Cristiana (JOC) y Hermandades Obreras (HOAC), con UGT en 1977, aunque un sector autogestionario del sindicato se dirigió durante un tiempo hacia Comisiones Obreras en 1980. Después de participar en el primigenio movimiento de las comisiones obreras, USO había participado en la Alianza Sindical Obrera en 1966, que dirigían socialistas disidentes con la dirección de Toulouse, para acercarse a UGT durante la década posterior hasta la legalidad en 1977 debido a la presión del sindicalismo europeo y la unidad de acción en las protestas obreras. En 1971, después de una escisión, USO asumió el socialismo autogestionario, promoviendo algunos de sus dirigentes, como Eugenio Royo y Enrique Barón, la operación Reconstrucción Socialista que terminó convergiendo en la Federación de Partidos Socialistas. El libro reúne una síntesis sobre los orígenes de la primera USO con fragmentos de testimonios orales. La autora ha consultado los fondos de archivo disponibles en la fundación Largo Caballero, procedentes de José María Zufiaur y Dativo Escobar, con los preservados por USO hoy en día. Esta obra viene a completar las monografías de historia de UGT durante el franquismo y la democracia de Abdón Mateos y Rubén Vega, publicadas hace algunos años por la editorial Siglo XXI. El sindicalismo político e ideológico de UGT tuvo que hacer frente a la generalización de la idea de autonomía sindical entre el movimiento obrero a la par que el PSOE perdía la mayoritaria cultura obrerista, con el ingreso de militantes de las nuevas clases medias. El desencuentro llevaría a la separación completa de las direcciones de partido y sindicato, 243

al fin de la doble afiliación obligatoria socialista y a la protesta contra medidas de la acción de gobierno de las legislaturas socialistas en 1988 y 1992.

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HISTORIA DEL PSOE EN TRANSICIÓN. DE LA RENOVACIÓN A LA CRISIS, 1970-1988

En el pasado reciente del PSOE hubo cinco grandes crisis, asociadas con el retorno a España de la dirección en 1972, la definición ideológica en 1979, la inserción en Occidente y el obrerismo a mitad de los años ochenta, y la sucesión en el liderazgo en los años noventa del siglo XX. Hoy en día, la división vivida en la cúspide del equipo dirigente y entre la militancia tiene que ver sobre todo con lo ocurrido a comienzos de los años setenta y a inicios de los noventa, pues, entonces, existía sobre todo una lucha por el poder, un cierto agotamiento del proyecto político y una renovación generacional del equipo dirigente. De todo ello, se da cuenta en mi libro, Historia del PSOE en transición. De la renovación a la crisis (Madrid, Silex, 2017). El proceso de la renovación con el que inicia el relato trajo consigo una situación de escisión y división de la oferta socialista que solamente fue superada al final de los años setenta. En realidad, una situación más cercana al momento presente, salvando las distancias, se vivió a partir de 1935, hace ahora nada menos que ochenta años, siendo superada a partir del final de la Guerra, pese a la separación de los seguidores del Doctor Juan Negrín. La división, entonces, se expresó a través del control diverso del partido y del sindicato, siguiendo con una duplicidad de órganos de dirección, separación del grupo parlamentario y, finalmente, escisión minoritaria del grupo Unión Socialista Española durante los años cincuenta. En 1979, en cambio, se dilucidaba si el partido debía dirigirse hacia el centro sociológico o mantener un enfoque clasista abierto a la colaboración de la izquierda. La revisión del modelo de partido fue una cuestión central de las desavenencias durante los años setenta. En un primer momento, se pedía el predominio de la clandestinidad en el modelo de dirección compartida de las organizaciones socialistas establecido en 1958. A partir de 1970, además, se estableció un reparto territorial de los puestos en la Comisión Ejecutiva en función de la implantación. Esta distribución fue contestada por Madrid, permitiendo un predominio inicial del País Vasco. Sin embargo, desde el Congreso de Suresnes el acceso de Felipe González al puesto de primer secretario, trajo consigo un 245

equilibrio de vascos y andaluces en el núcleo central. Más adelante, tras la absorción de las nuevas formaciones socialistas y el Congreso del marxismo en 1979, se formó un sólido equipo dirigente con una presencia muy cualificada de andaluces, pero con un núcleo de cuadros intelectuales y profesionales. Sin embargo, enseguida, se creyó necesaria la admisión del pluralismo mediante la formalización de corrientes de opinión. Una Conferencia de Organización celebrada en 1983 discutió la admisión de corrientes, la doble militancia y la admisión colectiva de asociaciones como simpatizantes. Finalmente, la Conferencia legalizó la corriente minoritaria Izquierda Socialista. El PSOE renovado mantuvo inicialmente un modelo de partido muy centralizado, un partido “bloque” como lo definió José Martínez Cobo, a pesar de la federalización decidida en el Congreso de diciembre de 1976. La federalización era necesaria para integrar a los nuevos grupos que habían pertenecido a la Federación de Partidos Socialistas o al Partido Socialista Popular hasta 1978. Sin embargo, la construcción del Estado de las Autonomías dio, progresivamente, más poder a los partidos regionales, hasta llegar en los años noventa a predominar la representación territorial, un “racimo de uvas más que los gajos de una naranja”. Este modelo de organización dificultaba extraordinariamente la consolidación de corrientes de opinión de carácter ideológico. La sucesión de Felipe González en el liderazgo, planteada desde 1989, se prolongó a lo largo de una década, pues, pese a la promoción de Joaquín Almunia en 1997, la búsqueda de legitimidad entre los afiliados abrió el primer proceso de primarias, que dio lugar a una efímera diarquía con Josep Borrell, que finalmente se resolvió en el año 2000 con la elección de José Luis Rodríguez Zapatero. http://www.elsocialista.es/component/k2/item/3415-historia-del-psoe-en-transicion-dela-renovacion-a-la-crisis-1970-1988.html

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EL DÍA DE LA DEMOCRACIA: CUARENTA AÑOS DESPUÉS

El 15 de Junio de 1977 se celebraron las primeras elecciones generales en España, después de un decreto ley en abril que convocaba la elección de unas nuevas Cortes, compuestas de Congreso y Senado, pero que no especificaba el carácter constituyente de dichos comicios. A esas elecciones fundacionales de la democracia no pudieron concurrir los partidos políticos ilegales que cuestionaban la forma de gobierno monárquica, es decir, partidos republicanos y carlistas; así como aquellas formaciones rupturistas del orden social (marxistas-leninistas) o de la unidad del Estado. Obtuvieron representación significativa cinco partidos o coaliciones estatales: Unión de Centro Democrático, PSOE, PCE, Alianza Popular y la candidatura Partido Socialista Popular-Unidad Socialista, así como el PNV y el Pacte Democrátic de Catalunya, que reunía al grupo de Pujol con un partido democristiano y los socialistas catalanes del Reagrupament. La coalición de Unión de Centro Democrático no obtuvo mayoría absoluta al quedarse con 165 escaños, mientras que el PSOE se convertía en principal fuerza de la oposición con 118 diputados, pese que tuvo que competir con otras dos candidaturas socialistas del PSP-Unidad Socialista, con 6 diputados, y Alianza Socialista Democrática (PSOE histórico y PSDE), que reunieron cerca de un millón de votos. Las tres candidaturas socialistas sumaron 6.290.364 votos frente a los 6.310.391 de la coalición de UCD, una diferencia de veinte mil votos, sin contar a los socialistas que fueron en la coalición catalanista (4 diputados) y que se integrarían después mayoritariamente en el grupo parlamentario del PSC-PSOE. Fue este resultado electoral sin mayoría absoluta el que permitió que se abriera una legislatura constituyente y, por tanto, que la transición diera como resultado la ruptura con el franquismo y no una mera reforma constitucional como había establecido la Ley sometida a referéndum en diciembre de 1976. En efecto, la Ley para la Reforma Política, con carácter de ley fundamental del franquismo, establecía una presidencia de las Cortes y del Consejo del Reino de designación real, señalando el número máximo de diputados y de senadores, incluidos los de designación real, en una cámara ya sin representación corporativa, como había pretendido el proyecto original de Torcuato Fernández Miranda. Además, aludía a una futura reforma constitucional que podía ser iniciativa del Rey, del gobierno o de las 247

Cortes. Sin embargo, de dicha Ley se había suprimido el preámbulo y carecía de disposición derogatoria, por temor a que provocara el rechazo de los defensores de la continuidad del franquismo. La ambigüedad de la Ley para la Reforma Política y la retórica del paso “de la ley a la ley”, de la preservación de la legalidad del franquismo, ha hecho que muchos analistas presenten el proceso político de la transición como una reforma, mientras que otros desde lecturas revisionistas han señalado las presuntas limitaciones democráticas de lo que denominan el “régimen del 78”. Sin embargo, los grupos reformistas no pretendían otra cosa que establecer una democracia limitada manteniendo vestigios institucionales autoritarios, por lo que el proceso de cambio político de la dictadura a la democracia no puede decirse que respondiera a su proyecto. El sistema electoral proporcional establecido tenía limitaciones al contemplar un número global bajo de diputados o una representación mínima para las provincias menos pobladas, que perjudicaba a las formaciones políticas minoritarias que no obtuvieran un quince por ciento de los votos, pero, en sí mismo, no hay leyes electorales buenas o malas. El procedimiento legislativo del proceso de cambio tuvo sin duda una apariencia de reforma de las instituciones políticas, aunque el resultado de la transición fue una liquidación de las mismas. Se trató, por tanto, de una transición que no fue ni reforma ni ruptura del franquismo. El cambio político posfranquista no fue una EVOLUCIÓN ni una REFORMA del régimen de Franco, que en los años sesenta tantos políticos y analistas creían observar o pronosticar, ni una revolución o una RUPTURA que derribara al gobierno, sino una TRANSICIÓN a la democracia, en la que el proceso estaba por construir. En cualquier caso, las Cortes salidas del 15 de Junio, que habían dado una mayoría de votos, aunque no de diputados, a las formaciones del antifranquismo, decidieron convertir la legislatura en período constituyente, rechazando que una comisión designada por el gobierno Suárez elaborara la Constitución. En suma, fue la Constitución, refrendada en diciembre de 1978, que no era una mera reforma constitucional como establecía la Ley de enero de 1977, la que derogaba las leyes fundamentales del régimen franquista en su disposición adicional primera. La Constitución eliminaba muchos de los poderes de la monarquía que había establecido la Ley para la Reforma Política, una especie de nichos 248

autoritarios del antiguo régimen, como la iniciativa legislativa y constitucional real o la designación de presidente de las Cortes y del Consejo del Reino. El 15 de Junio, junto al 6 de Diciembre, constituye uno de los Días de la Democracia que debían rememorarse por la ciudadanía y no sólo por la clase política, por mucho que ahora se deba plantear una reforma constitucional.

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NACIÓN Y PLURINACIONALIDAD

Las declaraciones del candidato a dirigir el PSOE en Madrid con aparentes vínculos con Ferraz, José Manuel Franco, sobre que Madrid sería una nación en el estado plurinacional son un ejemplo de la confusión y del diferente uso político de los conceptos políticos. Está claro que la comunidad madrileña tendría que tener un encaje en un estado federal, una vez que se descartó la creación de un distrito federal para la capital. A lo largo del tiempo se han utilizado diversos términos para señalar los territorios de una federación española. En los tiempos de la Primera República se hablaba de estados peninsulares y cuatro insulares (incluyendo Cuba y Puerto Rico), al igual que hacen otros estados federales europeos o americanos. En cambio, el ponente constitucional y presidente de la segunda república en el exilio, Luis Jiménez de Asúa, reacio al federalismo, prefería el término de países en vez de estados hispánicos. En los años de la transición el término país fue el más utilizado, tanto para la región valenciana, vasca u otras. En cualquier caso, el federalismo implica la existencia de una única nación, llamándose los territorios estados, regiones, nacionalidades o países. La Constitución española, después de un difícil consenso, ya reconoció una única nación española, denominando a los territorios nacionalidades y regiones. El término nacionalidad ha querido interpretarse como una denominación para las naciones culturales o las naciones sin estado. En cualquier caso, el nominalismo de nación, nacionalidad, país, estado o región para denominar a los componentes territoriales debería resultar indiferente. Lo que quiere decir el candidato con el estrambote de denominar a la comunidad autónoma madrileña como una nación o nacionalidad es que todos las Autonomías serían elevadas a ese rango en un estado federal plurinacional. Sin embargo, para los nacionalistas periféricos esa nueva nivelación estaría lejos de satisfacer la búsqueda de una identidad diferenciada. El artículo 2 de la Constitución es incompatible, a mi juicio, con la idea plurinacional, ya que establece la existencia de la nación española. Aunque el preámbulo del Estatuto de Cataluña de 2006 habla de la nación catalana, la denominación fue suprimida del articulado del mismo. 250

La idea de nación de naciones, que Anselmo Carretero afirmó a partir de los años setenta, no implicaba la plurinacionalidad, sino una especie de regionalismo federalista en el que diversos territorios, atendiendo a la historia, serían nacionalidades, aunque la división del Estado de las Autonomías no coincidía con su proyecto de reordenación territorial. Carretero creía, sin duda, en la existencia de una supernación, la nación española. Solamente se podría hablar de plurinacionalidad afirmando que España es un Estado y no una nación, algo que una mayoría de españoles no estarán lógicamente de acuerdo. El guiño de la resolución del último congreso del PSOE a los nacionalistas con la defensa de la plurinacionalidad pretende ser compatible con la idea de la nación española, apelando también los discursos de Pedro Sánchez a la idea de España como nación de naciones, pero resulta una nueva redefinición de la metáfora carretiana, al igual que el uso que en su día realizaron, entre otros, Gregorio Peces Barba, Felipe González o Pascual Maragall.

https://elobrero.es/opinion/item/2462-nacion-y-plurinacionalidad.html

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COSAS VEREDES. LOS SOCIALISTAS Y LA HUELGA GENERAL DE 1917

Este título anunciaba la consigna para la huelga general revolucionaria del 13 de agosto de 1917. La Huelga fue, sin duda, un punto de inflexión para la contemporaneidad española, poniendo en crisis al régimen de la Restauración canovista y, poco después, trajo consigo el final de la España liberal del siglo XIX. El golpe militar de Miguel Primo de Rivera en 1923 abortó la incipiente democratización del sistema político en los medios urbanos, que habían llevado al triunfo de la candidatura del PSOE en las elecciones de 1923 en Madrid y al reformista Melquiades Álvarez a presidir las Cortes de la monarquía desde 1922. Se cumplen cien años de la huelga general revolucionaria en España, que convocaron en solitario UGT y el PSOE. Francisco Largo Caballero, en sus escritos, redactados al comienzo de la segunda guerra mundial, Notas históricas de la guerra de España, 19171940, donados a la Fundación Pablo Iglesias por sus hijos en 1978 y anotados por Santos Juliá en un libro en 1985, señalaba que la huelga general estaba relativamente olvidada, aunque había formado parte del debate tras el fracaso de la insurrección revolucionaria de 1934. El escrito de Largo Caballero, en realidad, poco aportaba al conocimiento de la Huelga General, ya que, tras unas breves páginas, saltaba a la preparación de la proclamación de la República a partir de 1930. Sin embargo, en sus primeras líneas afirmaba que la Guerra de España se había incubado a partir de la aparición de las Juntas militares de Defensa de junio de 1917, que adelantaba la división del Ejército entre oficiales africanistas y los de guarnición en España. Esta tesis ha sido actualizada por la historiografía reciente. Por ejemplo, el catedrático de Bristol, Francisco Romero Salvadó, en su libro España 1914-1918: entre la guerra y la revolución (2002) considera que la crisis de la Restauración y la guerra civil española forman parte de la crisis europea de entreguerras, que algunos, incluso, han denominado guerra civil europea. La conmemoración del cincuentenario de la crisis del 17 trajo consigo la publicación tanto de libros testimoniales como de las primeras aportaciones académicas. Sin embargo, el libro de Andrés Saborit, La huelga de agosto de 1917 (apuntes históricos) vio la luz a 252

través de la editorial Pablo Iglesias en México, no llegándose a distribuir en España. La dictadura franquista también postergó la autorización para la publicación de la tesis doctoral de Juan Antonio Lacomba, La crisis española de 1917 hasta 1970. El catedrático Lacomba, fallecido hace unos meses, se convirtió, después, en historiador económico y estudioso del andalucismo. No fue hasta el momento de la transición, cuando fueron publicados otras obras testimoniales, como la Historia de la UGT de Amaro del Rosal, o las tesis de Gerald Meaker, La izquierda revolucionaria en España, 1914-1923 (1978) o de Carlos Forcadell, Parlamentarismo y bolchevización(1978). Desde entonces, no ha habido grandes avances en el conocimiento de la historia del movimiento obrero de esos años, afectada por el auge de una historia social que buscaba la ampliación del objeto de estudio hacia otros campos más allá de la trayectoria de las organizaciones obreras y sus dirigentes. El movimiento revolucionario que duró una semana, salvo en Asturias que se alargó durante un mes, fue convocado por Julián Besteiro y Andrés Saborit por el PSOE, y Francisco Largo Caballero y Daniel Anguiano por UGT en un manifiesto el 12 de Agosto. La convocatoria de una huelga general indefinida y pacífica que pretendía una revolución política, mediante el plebiscito de las masas en la calle que trajera consigo la formación un gobierno provisional y la convocatoria de Cortes constituyentes, tenía la insalvable contradicción del miedo de las clases medias al proletariado y la oposición de los poderes fácticos de la Monarquía. Como señaló Indalecio Prieto más adelante, una huelga general que pretendiera ser un movimiento revolucionario no podía excluir la violencia y presuponía la división de las fuerzas armadas. La fecha de la convocatoria fue provocada por el gobierno de Eduardo Dato, obligando a la UGT a solidarizarse con una huelga de los ferroviarios adelantando la huelga general revolucionaria. Pablo Iglesias aceptó formar parte de un futuro gobierno provisional, aunque desaconsejó la convocatoria de la huelga revolucionaria, quedando, a partir de entonces, relegado a símbolo de las organizaciones socialistas. La confluencia de los socialistas con la CNT y con todas las oposiciones al turno de la Restauración, es decir, con republicanos, reformistas y catalanistas no se logró, a pesar de las conversaciones de los líderes socialistas con Cambó, Álvarez o Lerroux y la 253

asistencia de Pablo Iglesias a la Asamblea de Parlamentarios residente en Barcelona. El Ejército terminó cerrando filas con la Monarquía, reprimiendo a los huelguistas, pese a los llamamientos socialistas que apelaban a la salvación del pueblo español, terminando con un viva a España. Los componentes del comité de huelga fueron condenados a cadena perpetua, pero su elección como diputados en 1918, permitió que cinco nuevos diputados acompañaran a Pablo Iglesias en las Cortes. Indalecio Prieto, que había organizado el movimiento en Bilbao a petición de Iglesias, regresó de su primera expatriación, llegando a ser el principal tribuno socialista en el Parlamento. Tras la huelga general, la izquierda obrera se dividió definitivamente, entre anarcosindicalistas y socialistas, fracasando el pacto de unidad de acción sindical, mientras que el PSOE, a su vez, a partir de 1920, se escindió con la fundación del Partido Comunista. En cualquier caso, la huelga general de 1917, perduró en la concepción del cambio político por los líderes de la nueva generación socialista que llevó los destinos del PSOE hasta el tardofranquismo tras los avatares de república, guerra y exilio. El cambio político, bien mediante una revolución bien mediante una transición, sería una acción obrera que, con la solidaridad de las clases medias y la neutralidad o la división de las fuerzas del orden, permitiera la creación de un gobierno provisional que consultara a la nación sobre la forma de gobierno y de estado mediante plebiscito o elecciones constituyentes. https://elobrero.es/cultura/item/2157-cosas-veredes-la-huelga-general-de-1917.html

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DÍAS DEL EXILIO

El 24 septiembre de 1944, a los pocos días de la liberación de París por las tropas aliadas, encabezadas por una compañía de tanquistas republicanos españoles, comenzó el congreso de refundación del PSOE en el exilio, primero de una serie ininterrumpida de XIII congresos que se prolongó durante treinta años hasta el celebrado en Suresnes en 1974. El I Congreso del PSOE en el exilio, representando a las secciones socialistas en los territorios de Francia e Inglaterra, pretendía un retorno a las fuentes pablistas del partido, con una estrecha unión entre el PSOE y UGT. Suponía una superación de las corrientes enfrentadas en los años treinta de los seguidores de Julián Besteiro, Francisco Largo Caballero e Indalecio Prieto, como se había apuntado en los meses finales de la guerra de España. Para los principales puestos directivos, incluido presidente y secretario general fueron elegidos los caballeristas Enrique de Francisco y Rodolfo Llopis, mientras que el besteirista Trifón Gómez fue designado vicepresidente. El también besteirista Andrés Saborit, que había propugnado la celebración de un congreso refundacional desde 1939, no vio aprobada su propuesta de no reorganizar las Juventudes Socialistas, teniendo que esperar a 1948 para ocupar brevemente la vicesecretaria del partido y la dirección del semanario El Socialista. Solamente una pequeña minoría no aceptó en ese momento participar en la unificación, manteniendo su apoyo a Juan Negrín. El partido rechazaba la unidad de acción con el PCE, aunque seguía defendiendo la colaboración con los republicanos de izquierda, como lo hacían sus compañeros en América a través de la Junta Española de Liberación, encabezada por Diego Martínez Barrio e Indalecio Prieto. Un año después, la reunión de las Cortes republicanas el 20 de agosto de 1945, con el apoyo del gobierno mexicano, se le podría considerar, a mi juicio, el principal Día del Exilio. Las Cortes en pleno solamente se volvieron a reunir en noviembre de 1945, resultando inviables nuevas convocatorias en México y Francia, para aprobar la formación de los nuevos gobiernos de José Rodolfo Llopis o Álvaro Albornoz en el bienio 1946-1948.

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Es cierto que el restablecimiento de las instituciones con el nombramiento del presidente de la república en funciones o de un presidente del gobierno no contaba con el compromiso de su reconocimiento por las potencias vencedoras de la segunda guerra mundial por lo que la acción podía quedar en el vacío, aunque añadía una legalidad alternativa al franquismo a la legitimidad republicana. El gobierno en el exilio mantuvo una continuidad simbólica hasta su disolución en mayo de 1977, en vísperas de las elecciones del 15 de Junio. En cualquier caso, estas dos fechas deberían ser rememoradas dentro de la reclamada memoria democrática a la que se apela en tantas ocasiones para crear ciudadanía. La democracia española necesita de nuevas fechas que, unidas a otras como el día de la Constitución, el de las primeras elecciones de 1977 o el Primero de Mayo, se conviertan en parte de la cultura política a través de celebraciones cívicas.

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PLAZA DEL PUEBLO

La Exposición “Metrópolis Atlántica” de la Casa de Colón me ha hecho ver imágenes de los orígenes de la Plaza del Pueblo de la Isleta donde resido. La Isleta, a 6 kilómetros del centro de Las Palmas, fue unida a la ciudad con una carretera a mitad del siglo XIX. La construcción del Puerto de la Luz, supuso el crecimiento de su población de pescadores de 100 habitantes en 1890 a más de 20 mil en 1910. En noviembre de 1911, murieron 6 obreros portuarios. En 1913, los sindicatos de obreros portuarios, con el apoyo del diputado republicano federal Franchy Roca (ministro en 1933 y exiliado en México), que se entrevistó con Pablo Iglesias, comenzaron la construcción de la Casa del Pueblo, que terminó siendo volada en 1936. Dos años después, en el solar de 3 mil metros fue inaugurada la Plaza de España, obligando los falangistas a que las viudas de la represión asistieran al acto. Según relata Juan Peña, "En Gran Canaria se producen pequeños núcleos de resistencia al golpe de estado. El viernes 17 por la noche se reunían las federaciones obreras en sus locales de Las Palmas de Gran Canaria, al tener conocimiento fidedigno del alzamiento de las plazas africanas. En la madrugada del sábado 18 se constituye en la Casa del Pueblo un comité de lucha para convocar una huelga general y coordinar las acciones para frenar el golpe. En horas de la mañana, en la redacción del periódico socialista Avance se confecciona un manifiesto que se distribuye por la ciudad. La Federación Obrera declara la huelga general y solicita armamento para luchar, pero el Gobernador Civil no lo autoriza; tampoco hubo la decisión suficiente para tomar las armas u obligar a las timoratas autoridades republicanas a distribuirlas entre aquellos que estaban dispuestos a empuñarlas. Cientos de personas se manifiestan frente a la Comandancia Militar, siendo dispersados a tiros. Por la Casa del Pueblo de La Isleta aparecen esa mañana del sábado vehículos con falangistas en actitud provocadora y se producen tiroteos. Un desafortunado incidente se produjo el lunes día 20 en La Isleta. Al mediodía suben tres militares por la calle Faro. El cabo de infantería Manuel Cabrera Araya (residente en la calle Inés Chemida) y los soldados de infantería Francisco Andrade Gómez (malagueño) y Juan Jiménez Mariano (moganero). La patrulla prestaba servicio en la oficina de Telégrafos sita en la calle Albareda. El cabo tenía a su madre enferma y decide ir a verla.

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En la esquina con la calle Bentayga son interceptados por un grupo de 8 o 10 personas que le requieren sus armas. Se produce un forcejeo y un tiroteo, y los asaltantes se apoderan de las armas. Luis Cabrera Hernández es herido en la pierna. Los asaltantes huyen y son detenidos al día siguiente, siendo conducidos al Castillo de San Francisco. Los soldados caen muertos en la calle Tufia y el cabo malherido llega hasta la calle Juan Rejón y es evacuado al Hospital Militar. El martes siguiente son enterrados los ‘primeros gloriosos caídos’, según consideración de los alzados. Como represalia se despliega un fuerte contingente de tropa y falangistas en la zona. En los alrededores de la Casa del Pueblo son tiroteados desde las azoteas. Los militares dan orden de evacuación al vecindario de las inmediaciones, que se refugian en otras casas del barrio. Con la finalidad de minar cualquier brote levantisco, sobre las cinco horas de la tarde se hizo dinamitar la casa obrera. Por ironía del destino, el oficial militar que dirigió la maniobra era, según algunas versiones, un simpatizante comunista. Se elimina así un símbolo de un barrio obrero y popular. El Consejo de Guerra se celebra en el Cuartel de San Francisco el 2 de septiembre de 1936 y declara penas de muerte para cinco de los encausados y cadenas perpetuas para cuatro. En rebeldía es encausado el conejero Pedro Nolasco Perdomo Pérez. Permaneció 33 años (hasta el año 1969) encerrado en distintas casas de sus familiares en el barrio, siendo uno de los topos que permaneció más tiempo oculto. Los fusilamientos se producirán al amanecer del lunes 7 de septiembre en el campo de tiro del Cuartel de Artillería de La Isleta, siendo el segundo que se produce: el primero tiene lugar el 6 de agosto, siendo fusilados el comunista y diputado Eduardo Suárez Morales y el socialista y delegado gubernativo de la zona norte Fernando Egea Ramírez. Los tres condenados a cadena perpetua son conducidos en enero de 1937 al penal del Puerto de Santa María en Cádiz y regresan (con prisión atenuada) en julio de 1941. El cabo Manuel Cabrera, al que se le descubrió un tatuaje en el pecho con la hoz y el martillo en el Hospital Militar, fue enviado al Castillo de San Francisco por el delito de abandono del servicio de armas y condenado a la pena de 20 años, siendo liberado en el verano de 1940. Desde mediados de agosto cesa cualquier intento de resistencia organizada en Gran Canaria, produciéndose hechos aislados de retaguardia como el fracasado intento de 258

asalto del Cuartel del Regimiento de Infantería de La Isleta (Cuartel de Los Barracones) en diciembre de 1936." En la finca de la Casa del Pueblo fue inaugurada la plaza de España en 1938, siendo rebautizada como Plaza del Pueblo en 1978 y remodelada en 2001 con un local para actividades asociativas. Los restos de Franchy Roca retornaron a Las Palmas, siendo erigida una estatua y renombrada una calle principal en su memoria. https://www.elobrero.es/cultura/item/2988-plaza-del-pueblo.html

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PRIETO Y MADARIAGA

Salidos de España antes del final de la Guerra, Prieto y Madariaga estuvieron entre las personalidades que desde el exilio combatieron más acremente al franquismo. Solamente coincidieron en torno a las iniciativas del Movimiento Europeo en el momento de su fundación en La Haya en 1948 y con ocasión de los preparativos del Coloquio europeísta de Múnich en 1962. Indalecio Prieto nunca quiso comprometerse con el Congreso para la Libertad de la Cultura a diferencia de correligionarios como Rodolfo Llopis o Luis Araquistáin ni tampoco representó al PSOE en el Consejo Federal

Español del

Movimiento Europeo. No hubo acuerdo, no obstante, para que la conferencia sobre España y Europa se hiciera bajo el auspicio de las internacionales socialista, democristiana y liberal, como hubiese deseado Prieto. Las convergencias y divergencias de los proyectos de ambos para la conferencia europeísta fue aprovechado por el franquismo para publicar folletos panfletarios de propaganda antisocialista, como ¿Qué pasa en España?. El problema del socialismo español y el folleto Reflexiones políticas, que extractaba publicaciones políticas de Madariaga con lo que se pretendía justificar la sublevación franquista. Aunque la selección era panfletaria, el mismo Prieto tuvo que reconocer que las frases eran verdaderas. A pesar de que Prieto concebía el socialismo como una profundización de la democracia liberal alejada del estatismo mientras que Madariaga, desde un liberalismo conservador y corporativista, aborrecía la democracia, el estado del bienestar y el parlamentarismo, hubo elementos de convergencia política entre ambos. Ambos consideraron que la solución del problema de España pasaba por una reconciliación superadora de los dos bandos de la Guerra. Mientras que Madariaga creía que la monarquía podía ser una solución para la salida del franquismo mediante una evolución, el líder socialista defendió una solución intermedia como podía ser la constitución de un gobierno provisional que consultara al pueblo sobre la forma de gobierno mediante un plebiscito o elecciones constituyentes. El acuerdo entre católicos y socialistas bajo la expectativa de una monarquía con limitaciones a la “demagogia” y controles anti-totalitarios fue saludado por Madariaga en 1948. El pacto de San Juan de 260

Luz entre el PSOE y la Confederación de Fuerzas Monárquicas despertó muchas expectativas, aunque se quedara en una serie de declaraciones comunes democráticas y occidentalistas y la existencia de comités de enlace hasta 1951. Hubo en ambos líderes rechazo visceral al comunismo y occidentalismo atlantista, aunque más importante fue todavía la expectativa de la construcción europea. En cuanto a la forma de Estado ambos fueron defensores de posturas de patriotismo españolista, que concebían las autonomías regionales como una descentralización según los diversos pueblos o comunidades naturales fueran consolidando sus identidades diferenciadas. Aunque Madariaga escribió un libro titulado Confesiones de un federalista, su pensamiento era regionalista y autonomista más que federal. En cualquier caso, ambos creyeron en la pluralidad de los pueblos de España, rechazando el centralismo franquista. Prieto en el exilio se acercó al municipalismo y al gremialismo, tan caro al pensamiento organicista de Madariaga, creyendo que la gestión de los bienes nacionales del suelo y subsuelo debería estar en manos de sindicatos y cooperativas mientras que la gestión de los servicios sociales debía ser misión de los Ayuntamientos. A modo de conclusión, se podría decir que el antifranquismo de ambos se diferenció en la concepción del proceso del cambio político a la democracia. Mientras que Madariaga creyó en un proceso de evolución desde el franquismo a la monarquía constitucional, Prieto defendió un proceso de cambio político que más que una transición fuera una ruptura clara con la dictadura mediante un gobierno provisional e imparcial que consultara a la nación. Sin embargo, finalmente no hubo ni evolución reformista del franquismo ni ruptura sino un proceso de transición encabezado por la monarquía, lo que predeterminaba la forma de gobierno definitiva. En cualquier caso, ambos fueron una especie de antecesores de la democracia actual, siendo celebrados Madariaga todavía en vida por UCD y Prieto en las dos etapas de gobierno socialista. https://elobrero.es/cultura/item/3137-prieto-y-madariaga.html

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NUEVA CONDENA SIMBÓLICA DEL FRANQUISMO

La propuesta de nulidad de las sentencias políticas del franquismo, que debería hacer el Gobierno según la Proposición No de Ley aprobada por el Congreso de los Diputados a iniciativa del Grupo Socialista, tiene un carácter simbólico de condena de la dictadura. El problema es que el PP ha votado en contra (y por otras razones ERC y Bildu) y Ciudadanos se ha abstenido, con lo que no se consigue consenso parlamentario. Tras cuarenta años de democracia, no se ha logrado un acuerdo del conjunto del arco parlamentario para la condena del franquismo, pues la declaración del Congreso en el año 2000 fue solamente una condena de la violencia en política y de las dictaduras, lo que suponía una condena implícita, pero poco más. Es cierto que la reparación integral de las víctimas del franquismo no se consiguió con la declaración de ilegitimidad de la dictadura que contenía la Ley de 2007. En otros momentos, tampoco hubo consenso para declarar ilegales las sentencias de los tribunales del franquismo, así como las diversas leyes represivas. No soy jurista, pero creo que la declaración de ilegitimidad de los tribunales es un reconocimiento suficiente de la honorabilidad de las víctimas. En Cataluña, en cambio, recientemente se ha aprobado la nulidad de las condenas, lo que va a suponer el envío de certificados de anulación de las sentencias a los condenados o sus descendientes. Las consecuencias jurídicas de la declaración de nulidad de las sentencias e ilegalidad de la legislación se me escapan, aunque supongo que una reparación completa tendría consecuencias económicas. Desde 1990 hubo medidas compensatorias para los presos políticos antifranquistas, que fueron ampliadas por las Comunidades Autónomas. También, fueron compensados con pensiones los militares profesionales y miembros de las fuerzas de seguridad republicanos, pero se descartó extender esa medida hacia todos los combatientes. Respecto a las condenas del Tribunal de Responsabilidades Políticas, sobre el que preparamos un dossier en la revista Historia del Presente, aparte de la declaración de ilegitimidad contenida en la Ley de Reparación de las Víctimas de la Guerra Civil, solamente hubo devolución parcial de bienes o compensaciones económicas para los 262

descendientes de algunas personalidades republicanas, como Salvador de Madariaga (indultado y compensado en vida en pleno tardofranquismo) o Juan Negrín, pero no se extendió al conjunto de los condenados, lo que supondría un considerable desembolso hoy en día. Me parece que un logro más importante para la cultura democrática sería lograr un acuerdo parlamentario unánime sobre la ilegitimidad del franquismo.

https://elobrero.es/opinion/item/3497-nueva-condena-simbolica-del-franquismo.html

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PRAT DE LA RIBA Y LA NACIONALIDAD CATALANA

En 1917, hace un siglo, moría Enric Prat de la Riba y se publicaba por primera vez en castellano su libro de 1906 La nacionalidad catalana. El libro fue reeditado en múltiples ocasiones y en castellano en 1982, con prólogo del historiador y político catalanista, Josep María Ainaud. Nacido en 1870, Prat fue presidente de la Diputación de Barcelona, miembro de la Lliga regionalista, y presidente de la Mancomunitat desde 1914, primera institución administrativa descentralizadora del Estado que adelantaba el autogobierno de Cataluña. En efecto, la Mancomunitat suponía una primera descentralización regional frente a la división territorial en provincias de Javier de Burgos en 1833. Antes de morir, se reunió la Asamblea de Parlamentarios en Barcelona impulsada por Cambó, y como resultado de la crisis, en el otoño entrarían dos ministros catalanistas en el gobierno de España. Prat fue heredero de teorías organicistas, creyendo que las naciones tenían orígenes medievales y eran anteriores a los Estados. Así la nación catalana sería anterior a la nación española y, por tanto, como nacionalidad tendría derecho a constituir un estado propio. Como el resto de los federalistas, aunque Prat evolucionó hacia el nacionalismo, definía a los territorios como estados en vez de países. Defensor de la idea de un estado catalán dentro de una futura federación española, o incluso ibérica o pan-ibérica como nación-imperio, España no sería una nación sino un "Estado compuesto" con varias nacionalidades. Prat concluía reivindicando "un Estado catalán en unión federativa con los Estados de otras nacionalidades de España". El prologuista de 1982, el diputado nacionalista Ainaud, que había militado en la Federación de Estudiantes durante la posguerra y participado en la redacción del Estatut de 1979, se lamentaba de la uniformizadora LOAPA y defendía la idea de España como estado plurinacional más que como una nación o una nación de naciones. Finalizaba, no obstante, llamando a la convivencia más que a la “conllevancia” orteguiana. Una convivencia que aclarara el problema de España como nación, Estado plurinacional o nación de naciones, que, a su juicio, la LOAPA desvirtuaba en contradicción con la Constitución.

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En el momento del centenario de su muerte, Puigdemont ha afirmado, desvirtuando la memoria de Prat de la Riba, que el procés separatista es el mejor homenaje al político y autor de La nacionalidad catalana, y apropiándose de su pensamiento, que lo que Prat “exponía entonces responde exactamente al deseo mayoritario del pueblo catalán”. https://elobrero.es/cultura/item/4653-prat-de-la-riba-y-la-nacionalidad-catalana.html

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LA VÍA CANADIENSE En el año 2000 fue aprobada en Canadá la Ley de Claridad, que ponía límites a los plebiscitos de independencia de la francófona Quebec. El Tribunal Constitucional y dicha Ley aclaraban que una declaración unilateral de independencia no sería compatible con el derecho internacional. Además, establecía los siguientes principios y precondiciones: Una mayoría del "50% más uno" no sería un umbral suficiente para la secesión El derecho internacional no protegería la integridad territorial de la Comunidad secesionista. El gobierno central tiene un papel en la selección de la pregunta y el nivel de apoyo necesario para que se considere aprobada. La secesión sólo puede lograrse a través de la negociación en lugar de una declaración "unilateral de independencia". Los términos de la negociación no pueden ser decididos exclusivamente por el Gobierno autónomo. Todos los entes territoriales, es decir, nuestras Comunidades Autónomas, deben tomar parte en las negociaciones. El Congreso de los Diputados tiene el poder de anular una decisión alcanzada en referéndum si estima que se ha violado alguno de los principios de la Ley de Claridad. La secesión de un ente territorial requeriría una reforma de la Constitución. Ahora que hay voces que dicen "Parlem" hay que tener claros esos límites a una deseable negociación entre el gobierno central y el autónomo. Los principios de la Ley de Claridad canadiense podrían ser un interesante punto de partida para la negociación de un plebiscito de independencia de Cataluña, siempre que previamente se hubiese aprobado una nueva ley de referéndum y reformado la Constitución. Lo que no se puede permitir es que el nacionalismo, utilizando las instituciones del autogobierno a través de la educación y los medios de comunicación, siga manipulando a la ciudadanía y presionando a los gobiernos de España con sucesivas concesiones a cambio de apoyos puntuales o de legislatura en la gobernabilidad. Está claro que ni el federalismo ni el reconocimiento de la plurinacionalidad, por otra parte, esto último ya implícitamente reconocido en el 266

artículo 2 de la Constitución de 1978, aplacará las ansias nacionalistas. La Ley electoral debería poner límites a la presentación de candidaturas locales o regionales de carácter nacionalista o no en las elecciones generales, relegando su representación estatal al marco de los comicios locales y autonómicos y al Senado. Finalmente, lo que tampoco se debe permitir es que el gobierno de España siga negándose en rotundo a cualquier posible reforma de la Constitución, e incluso a las vías dentro de esta, para permitir un acuerdo que resulte adecuado a las demandas de convivencia de la mayoría de españoles y de catalanes, y que responda a las reiteradas demandas catalanas de poder votar democráticamente un nuevo marco de relaciones. https://elobrero.es/opinion/item/4207-la-via-canadiense.html

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EL ORIGEN ANTIFRANQUISTA DEL ESTADO DE LAS AUTONOMÍAS

El líder del PSOE y del exilio, Indalecio Prieto, defendió que el restablecimiento de los estatutos autonómicos de la república era un objetivo máximo de llegada y no un punto de partida de desarrollo y reforma de la organización territorial del Estado. En realidad, ERC y PNV fueron los principales aliados del PSOE entre el final de la Guerra de España y la transición. Con un sector de la Esquerra se alió en la Diputación Permanente de las Cortes y la Junta de Auxilio a los Republicanos (JARE) mientras que con el PNV se firmó el pacto de Bayona en 1945 y se compartió presencia en el gobierno y la junta de resistencia vasca durante todo el franquismo. Esta conjunción de la izquierda parlamentaria y el nacionalismo subestatal en la lucha antifranquista fue, pues, uno de los elementos centrales de la política del antifranquismo. Es cierto que los nacionalistas periféricos renovaron GALEUZCA, que demandaba el establecimiento de órganos autonómicos a la caída de Franco y una suerte de Estado español confederal. Inicialmente, el PSOE bajo el liderazgo de Indalecio Prieto, rechazó que se restablecieran órganos autonómicos en el periodo de transición ya que consideraba que podrían desalentar la disgregación del bloque franquista, pues, a su juicio, el separatismo había sido uno de las causas principales de la sublevación militar franquista. Sin embargo, en vísperas de la muerte de Prieto, el PSOE había salido de la cura de aislamiento autoimpuesta tras el fracaso del pacto con la Confederación de Fuerzas Monárquicas en 1952. La aparición de nuevas fuerzas democráticas antifranquistas, y no sólo el acuerdo con los derrotados del antifascismo en la Guerra, se había explicitado en 1961 en la Unión de Fuerzas Democráticas con Izquierda Demócrata Cristiana, a la que se habían sumado los republicanos liberales y los nacionalistas vascos. Esta Unión ya recogía una alusión directa a las demandas autonómicas, que sería suavizada en el Coloquio europeísta de Múnich con el reconocimiento de las demandas de las “comunidades naturales” regionales. En 1957, el socialista negrinista del círculo de la revista de Las Españas de México, Anselmo Carretero, publicaba el folleto La integración nacional de las Españas en el que recogía por primera vez una alusión a España como nación de naciones. Carretero era un federalista castellano, pero creía que España era una super-nación, no meramente un 268

Estado. Se debería unir federalmente al conjunto de nacionalidades españolas, conjunto en el que reorganizaba todo el territorio, distinguiendo, por ejemplo, entre las nacionalidades de Castilla, León y La Mancha. Tras la muerte de Indalecio Prieto en 1962, el PSOE fue más sensible al reconocimiento de una provisionalidad autonómica desde el comienzo de la transición. En efecto, en 1964 su congreso en Toulouse recuperó la antigua resolución de 1918 que había propuesto la Agrupación catalana de Reus de España como una Confederación Republicana de Nacionalidades Ibéricas. Hay que tener en cuenta que, para entonces, se habían roto los puentes con el Moviment Socialista de Catalunya, mientras que la cultura federalista había reverdecido con la creación de una Acció Socialista Valenciá en 1963 y el Partido Socialista Galego. Incluso entre los nacionalistas vascos había escisiones de izquierda abertzale en el sindicato ELA-STV y, desde luego, la naciente ETA. De este modo, la izquierda histórica antifranquista reverdeció la idea federal. Así el PSOE, a cambio de reconocer instituciones autonómicas en el mismo momento de la transición

como

demandaban

los

nacionalistas,

respondía

extendiendo

la

descentralización al conjunto de España. Las Comunidades Autónomas no serían simplemente la recuperación de unas libertades de la época de la república ni el reconocimiento de la maduración de la conciencia de los pueblos sino una nueva reorganización territorial del Estado. Por su lado, el PCE no tenía problema en aplicar la idea staliniana de la autodeterminación de los pueblos con lengua propia, aunque eso no supusiera transferencia real del poder del Estado a las nuevas repúblicas unidas. Mientras la dirección del PSOE en el exilio no profundizó mucho más allá de la declaración del Congreso de 1964, los jóvenes renovadores sí reconocieron la implantación de los nacionalistas de Cataluña y Euskadi. Así, autorizaron a la débil y obrerista Federación Catalana a que participara en la unitaria Asamblea de Catalunya promovida por el PSUC en 1972. De este modo, en 1974 alentaron la confluencia con los nuevos grupos socialistas periféricos en una Conferencia Socialista Ibérica. El Congreso de Suresnes en octubre de 1974 cambió la declaración de hacía una década por la apelación a una República federal de nacionalidades y regiones, al mismo tiempo que reconocía el derecho de autodeterminación de los pueblos. El clima del antifranquismo era tal que democristianos del exfranquista Ruiz Jiménez y los social-liberales del exfalangista Ridruejo, así como regionalistas valencianos y 269

gallegos, aceptaron que la Plataforma de Convergencia Democrática, gestada durante la primera mitad de 1975, recogiera también la autodeterminación de los pueblos en su declaración fundacional. Por su lado, la Junta Democrática que el PCE había promovido en el verano de 1974 no llegaba a tanto, ya que no conseguía aglutinar a grupos regionalistas o nacionalistas con la excepción de los andalucistas de Rojas Marcos, aunque más adelante se vincularon los socialistas valencianistas y aragonesistas. La nueva dirección socialista, encabezada por los andaluces Felipe González y Alfonso Guerra, no dudó de sumarse a la reivindicación andalucista en Carmona con ocasión de la conmemoración de la muerte de Julián Besteiro en septiembre de 1976. De este modo, al reunirse la dirección socialista con un grupo de expertos en Sigüenza poco después de las elecciones fundacionales de la democracia de junio de 1977, el objetivo de la república federal fue abandonado. Aunque las Cortes fueran constituyentes dado el resultado del 15 de Junio, también habían salido de la ley para la reforma política de la monarquía, por lo que la idea era más bien generalizar los asambleas regionales preautonómicas de parlamentarios a todo el territorio de España sin distinguir entre nacionalidades y “regionalidades”. Es decir, la reorganización de España en Comunidades Autónomas arrancaba desde el comienzo de la transición y no tras su final con la aprobación de la Constitución en diciembre de 1978. A ello se añadió el espectacular restablecimiento de la Generalitat catalana en la persona de su presidente en el exilio, Josep Tarradellas, por el gobierno de Adolfo Suárez. Sin lugar a dudas, se puede concluir que la reorganización territorial del Estado fue uno de los legados más importantes del exilio y del antifranquismo.

https://elobrero.es/cultura/item/6075-el-origen-antifranquista-del-estado-de-lasautonomias.html

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UNA NUEVA ETAPA PARA LA AGRUPACIÓN SOCIALISTA UNIVERSITARIA

La ASU ha cumplido ya más de sesenta años, tras sus orígenes en las protestas estudiantiles de febrero de 1956 y su vínculo con Juventudes Socialistas, el tiempo de su refundación en 1977 y la etapa reciente. Aunque ha sido sobre todo una organización de los universitarios madrileños, en diferentes momentos hubo agrupaciones o secciones en Valencia, Cataluña y Canarias. Hoy en día es principalmente una agrupación de profesores y personal investigador universitario, todavía impulsada por la generación de jóvenes salidos al espacio público en los años ochenta del pasado siglo. La precarización del personal docente e investigador no permanente ha dificultado enormemente el crecimiento de su implantación en esta última década. Un grupo de compañeros me ha animado para que asuma el compromiso y elegido Secretario General de esta nueva etapa de dirección colectiva de la ASU. Creemos que resulta necesario afrontar una reestructuración de la Agrupación superando inercias que han ido reduciendo la presencia de la misma en la vida del Partido. Ahora tenemos una oportunidad excelente de extender nuestra presencia en el PSOE, gracias a la presencia de afiliados de la Agrupación Universitaria en la renovada dirección de Madrid encabezada por José Manuel Franco Pardo. El reto principal de la nueva comisión ejecutiva de ASU es lograr una implantación significativa en una Comunidad como la madrileña con cerca de 300.000 estudiantes, 10.000 profesores universitarios y otros muchos miles de administrativos. Para ello, creemos que algunas vocalías de la dirección deben estar especializadas en la relación con estos colectivos. Uno de sus miembros debe ocuparse de la relación con las asociaciones estudiantiles (de forma especial, con las de posgrado y doctorado) y los grupos del personal docente e investigador no permanente. Otra de las vocalías debe relacionarse con las asociaciones profesionales de las principales áreas de conocimiento en colaboración con sindicatos como FETE-UGT. Resulta también necesario presionar a la Consejería de la Comunidad de Madrid para que homologue el gasto en investigación (becas, contratos, grupos y proyectos) con los de otras Comunidades Autónomas, al ser éste la base de la carrera académica y de la

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renovación de su personal. No se puede entender que el gasto en investigación en Madrid sea una décima parte de lo que se presupuesta en el resto de Comunidades Autónomas. Creemos, por tanto, que la ASU sin ser un centro de pensamiento sí debe tener un carácter de colectivo crítico. Por ello, creemos que uno de los atractivos de la Agrupación es que sea un lugar de encuentro y debate intelectual abierto, que pueda aglutinar a la ciudadanía universitaria, convirtiéndose en un lugar de referencia obligado. El profesorado debe ser elemento central de reformulación del proyecto socialista, dentro de la permanencia de nuestros ideales de igualdad y justicia de siempre. Por otro lado, hay que recordar que los avances de la investigación realizados en la Universidad revierten en la mejora de nuestra economía y en el cambio de nuestra sociedad. Todo ello, nos permite afirmar que ASU contribuirá a que la Universidad sea un elemento central de la estrategia para el cambio en la Comunidad de Madrid. Como dijo uno de nuestros secretarios generales del tiempo actual, la ASU tiene como objetivo principal llevar la universidad a la política mucho más que trasladar la política a la universidad. https://elobrero.es/opinion/item/6800-una-nueva-etapa-para-la-agrupacion-socialistauniversitaria.html

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“EUROSOCIALISMO”

Ayer llegó casualmente a mis manos el libro del responsable de la agencia EFE en París, entre 1978 y 1983, Ramón Luis Acuña, Como los dientes de una sierra. Francia-España, de 1975 a 1985, una década, (1986), muerto hace poco tiempo. El libro, aunque periodístico, constituye una fuente de primera importancia para el estudio de las relaciones bilaterales entre el tardofranquismo y la entrada en la Comunidad Europea. Contiene información de primera mano de conversaciones del corresponsal con François Mitterrand, más cercano biológica y estratégicamente a Santiago Carrillo y Enrique Tierno Galván que al “sesentayochista” Felipe González hasta su llegada a la presidencia de la República. A pesar de ser el refundado PSF padrino de la renovación del PSOE desde 1970, las relaciones entre los dos países atravesaron un verdadero bache entre 1979 y 1983, mejorando a partir de 1984 con el semestre de presidencia francesa de la CEE. Otras aproximaciones testimoniales son las memorias del francófilo Fernando Morán, España en su sitio, y el testimonio del socialista catalán Joan Reventós, en su difícil gestión como embajador en París durante los primeros años ochenta. En el ámbito de las relaciones interpartidarias de los socialistas a ambos lados de los Pirineos hasta 1977 destaca la reciente tesis doctoral de Alan Granadino. Por mi lado, he tenido ocasión de acercarme al archivo del PSF, en la etapa de Lionel Jospin como secretario internacional general, y al archivo diplomático francés, en especial, en la etapa de Pierre Guidoni como embajador. Solo he tratado personalmente a algunos responsables de las relaciones internacionales de entonces, como Antoine Blanca, Manuel Simón o Luis Yáñez. El gran reto hoy para el estudio de esas conflictivas y, al mismo tiempo, privilegiadas relaciones bilaterales entre partidos y gobiernos socialistas, está en la mísera política de archivos de la administración española. Hoy en día que estamos en vísperas del medio siglo de mayo de 1968, que supuso el auge de discurso “eurosocialista", que pretendía cambiar la vida y descubría la idea autogestionaria, distante tanto del comunismo como de la socialdemocracia, los historiadores ven como se paraliza la reforma de la Ley de

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secretos oficiales de entonces, y la Ley de Patrimonio de 1985 dificulta el trabajo sobre la etapa de la transición y consolidación democráticas. La conmemoración de los cuarenta años de la Constitución debería ser el punto de partida de la dotación de fondos para la reunión y digitalización de fondos de archivo de instituciones y responsables políticos. Este y no otro es el mayor homenaje que se puede hacer al pasado: preservar el patrimonio documental. https://elobrero.es/cultura/item/7341-eurosocialismo.html

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LIBELOS Y POSVERDADES

Escuchar las posverdades de los candidatos nacionalistas en la Sexta resulta estomagante, pero, además, en un día que tenemos desde la Agrupación Universitaria un debate sereno con el profesor Gabriel Colomé sobre la historia y política catalana desde 1999 y las perspectivas de reforma constitucional en clave federal, me encuentro con un libelo y una descalificación en las redes sociales y la prensa diaria contra dos candidatos y líderes de la izquierda no nacionalista en Barcelona. Por un lado, el injustificable mensaje en las redes de un profesor de la Universidad y director de un instituto de investigación contra Miquel Iceta por su orientación sexual. Por el otro, un sucio libelo en El Mundo contra Xavier Domenech. La tercera vía reformista entre el secesionismo y el inmovilismo es para el columnista heredera de la gauche divine y de la falta de compromiso. El columnista no para ahí, valorando como autoplagio la obra del historiador. Domenech ha sido un asiduo colaborador de la revista Historia del Presente desde su fundación, autor de una tesis doctoral encomiable sobre la clase y el movimiento obrero en Barcelona durante el tardofranquismo. Desde los ecosocialistas de Iniciativa se ha visto catapultado en poco tiempo desde la dirección del memorial democrático de Barcelona al liderazgo electoral de los Comunes. Aunque, como ya señaló Max Weber, la compatibilidad de la actividad académica y científica con la vida política resulta harto complicada, hay tiempos en los que el compromiso resulta inenudible. Afortunadamente, el infamante profesor se ha visto obligado a dimitir de la dirección del instituto universitario, aunque no creo que sea objeto de otras sanciones. La prensa tiene una misión que cumplir, tanto informando como creando opinión, pero la descalificación gratuita y la difamación amarillista deberían ser sometidas a un código ético. https://elobrero.es/opinion/item/7375-libelos-y-posverdades.html

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¿EL RETORNO DEL TRIPARTITO?

El pasado lunes Gabriel Colomé explico la historia y política catalana desde 1999 hasta el momento actual, a propósito de su libro La Cataluña Insurgente. Además, divulgó algunas características del comportamiento político catalán, como el voto y la abstención diferencial en las elecciones autonómicas y generales, así como la prima de más del doble del voto rural sobre el urbano y la inexistencia de una ley electoral propia. En un plano más confidencial, contó que hubo un encuentro secreto promovido por el productor y antiguo trotsquista Roures entre ERC, Podemos y los Comunes. Colomé enfatiza la existencia de dos “almas” en el socialismo o, en general, la izquierda catalana: una cultura política más societal, autogestionaria o libertaria frente a otra más obrerista y estatista. La tendencia a la refundación y reagruoamiento periódico de las diversas formaciones ha sido una constante a lo largo de la edad contemporánea. Por su lado, es sabido que el PSC en su último Congreso reflexionaba sobre su alianza con los Comunes. En los últimos tiempos, la ruptura de esa alianza en la ciudad de Barcelona parecía alejar esa prospectiva. Sin embargo, la necesidad de superar la línea divisoria identitaria sigue empujando en ese sentido. El interrogante principal podría ser la actitud de Esquerra. Miquel Iceta acaba de hacer una declaración que sugiere una amnistía de los separatistas lo que supone, sin duda, un gesto hacia ellos. Las posibles condenas dejarían inhabilitados a algunos candidatos electos, posibilitando nuevas mayorías. Sin embargo, resulta dudoso que ERC admitiera un nuevo tripartito encabezado por el PSC. Podría ser el candidato minoritario de la izquierda, Xavier Domenech, el que encabezara la Generalitat?. Los cuperos se sumarían a esa mayoría circunstancial?. Un giro social de un nuevo gobierno autónomo desactivaría parcialmente la agitación independentista? Aunque Cataluña no sea Dinamarca, es cierto que existe una subcultura política pactista que ha permitido las coaliciones de gobierno. Se puede pensar que una fracción de los neoindepentistas abandonaría el Procés, lo que unido a la reforma constitucional desactivaría parcialmente la crisis de Estado. Seguramente, como afirma Gabriel Colomé, la horquilla del indepentismo radical se sitúa entre un quinto y un cuarto del electorado. En cualquier caso, el politólogo pone en su boca las palabras del responsable canadiense 276

de la ley de Claridad: evitar las concesiones en una negociación bilateral dado el carácter insaciable de los nacionalistas y no someter nunca la integridad territorial a consulta plebiscitaria. Nunca se contentaría a la minoría independentista y España estaría sometida a un desgaste político permanente. https://elobrero.es/opinion/item/7551-el-retorno-del-tripartito.html

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NACIONALISMOS Y BLOQUEO POLÍTICO

La cita electoral del 21 de diciembre en Cataluña ha tenido como resultado la victoria relativa de Ciudadanos, aglutinando el voto nacionalista español al margen de su nivel de renta, frente al voto de Juntos por Cataluña, encabezado por el mesiánico Puigdemont. Ambas formaciones políticas se sitúan en el centro-derecha liberal, desde trincheras opuestas, si bien los antiguos convergentes representan hoy un voto emocional separatista alejado de la moderación. Las formaciones políticas de centro-izquierda, representadas por ERC y el PSC, han mejorado algo sus resultados, mientras que la izquierda de los Comunes/Podemos y la CUP ha perdido buena parte de sus apoyos, en especial, en el caso de los antisistema. El crecimiento de la participación electoral ha supuesto una reducción en dos escaños del bloque independentista, estancado en un 47 por 100 de los votantes, si bien les permite conservar una hipotética mayoría absoluta. En cualquier caso, la victoria en votos y escaños de Ciudadanos es un golpe definitivo a la dinámica del Procés. Desde otra perspectiva, tanto socialistas como comunes, defensores de una tercera vía reformista frente al inmovilismo y el separatismo, se han visto perjudicados por la polarización emocional de los nacionalismos enfrentados. El PSC-PSOE ha aglutinado algún votante de los federalistas de izquierda y de los democristianos de la antigua UDC, pero muy alejado de las expectativas despertadas por el hábil y sensato Miquel Iceta. La formación de gobierno con estos resultados electorales parece harto complicada. Teóricamente, existe una mayoría de diputados independentistas, aunque algunos se pueden ver excluidos en la investidura de gobierno. Sin embargo, excluidos Puigdemont y Junqueras de la acción de gobierno, solamente otro político podría desatascar el poder ejecutivo como conseller en cap. La alternativa de un gobierno en minoría de ERC-Comunes tendría que contar con el apoyo de la CUP, y la abstención de socialistas y convergentes, frente al voto negativo de Ciudadanos y el PP. Resulta una hipótesis factible numéricamente, pero, sin duda, muy inestable, que no podría agotar la legislatura. Sin embargo, podría volver a centrar

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la acción de gobierno en políticas que no estuvieran únicamente obsesionadas con el encaje de Cataluña en España. Si ninguna de estas alternativas es posible cabe pensar en la repetición de las elecciones autonómicas transcurrido el año que establece la normativa del Estatuto de Autonomía. El bloqueo parlamentario catalán sería un desgaste paralizante para todos, con consecuencias negativas de todo orden para Cataluña y España. https://elobrero.es/opinion/item/7798-nacionalismos-y-bloqueo-politico.html

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¿SOCIALISTAS ESPAÑOLISTAS VERSUS CATALANISTAS?

Algunas desafortunadas voces aisladas del PSOE cuestionan en público la relación de cuarenta años del Partit dels Socialistes de Catalunya (PSC-PSOE), como partido federado al Partido Socialista Obrero Español.

Incluso han surgido plataformas y

embriones de partidos políticos que defienden la idea de una socialdemocracia o un centro-izquierda defensores de España como nación. Resulta conocida la dificultad histórica de arraigo de la Federación Catalana del PSOE hasta los años setenta del siglo XX. Entre 1977 y 2011 la coalición electoral para las primeras elecciones entre la Federación Catalana del PSOE y el PSC (Congrés) y luego la unión en el refundado PSC-PSOE fue un granero de votos para los socialistas, al igual que Andalucía. Es cierto que la unión de los dos partidos socialistas catalanistas y la federación catalana del PSOE no terminó de soldarse hasta 1982, y que muchos de los antiguos miembros de las tres formaciones no se integraron en el refundado PSC en julio 1978. El comportamiento diferencial del electorado en las elecciones autonómicas fue una realidad sorpresiva desde las primeras autonómicas de 1980. Posteriormente, los socialistas catalanes urdieron diversas plataformas de cara a las elecciones autonómicas, además de candidaturas unitarias con IU o incluso ERC para el Senado. Aunque Maragall logró una pírrica mayoría de de poco más de 5.000 votos en los comicios de 1999 y 2003, el sistema electoral permitió que Pujol obtuviera más escaños. Solamente las coaliciones poselectorales en 2003 y 2006 permitieron al PSC arrebatar el Govern a CIU. En 2010, CIU pudo volver a gobernar gracias a la abstención del PSC. La sentencia del Tribunal Constitucional en 2010 trajo consigo escisiones en el PSC hacia formaciones nacionalistas y federalistas. El problema de la caída de los resultados electorales del PSOE no está en Cataluña ni en el liderazgo de Iceta. La colaboración entre el PSC y los Comunes resulta necesaria, pues el pactismo, pluralismo y sucesión de aglutinamientos de la izquierda forma parte de la subcultura política en Cataluña. Dividir en dos a las formaciones socialistas no creo que beneficiara al cambio político y el bienestar social. Aunque salvando las distancias de un

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siglo, cabe recordar que el lerrouxismo fue “fruto de un día” (una década, en realidad) en Cataluña. El planteamiento de la reivindicación de una socialdemocracia defensora de la Nación española me parece falso, ya que el PSOE no ha sido nunca sumiso al nacionalismo, por mucho que haya tejido alianzas de gobierno, sobre todo en las Comunidades Autónomas. Defender la idea de España como nación de naciones implica que se reconoce la existencia de una común y superior nación española y no un mero estado español plurinacional. La lucha contra la injusticia, las desigualdades y los privilegios, no debe ser obstáculo para reconocer las diferencias. El deseo de unión entre los españoles sin impuestas amalgamas o unicidades ha sido siempre algo compartido entre los socialistas. https://elobrero.es/opinion/item/7851-socialistas-espanyolistas-versus-catalanistas.html

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