Lgtb-fobia y suicidio homosexual. Influencia en los pioneros del movimiento lgtb

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Descripción



Lgtb-fobia y suicidio homosexual.
Su influencia en los pioneros del movimiento lgtb.
Autor: Víctor M. Ramírez
Febrero de 2016

El reciente suicido del joven adolescente transexual Alan ha causado una notable impresión en la sociedad y un impacto en los medios de comunicación como pocas veces se había visto. Es indudable que el trabajo de sensibilización realizado por el activismo de lesbianas, gais, transexuales, transgénero y bisexuales (lgtb) en los últimos años ha sido esencial para despertar la consciencia de una sociedad en la que las raíces de la lgtb-fobia son aún profundas y alimentan una violencia inusitada incluso en un país como el nuestro. En apenas los dos primeros meses de este año ya hemos tenido noticia de varias agresiones a personas lgtb en distintos puntos del país. Y las estadísticas siguen diciendo que el suicidio entre jóvenes adolescentes lgtb es mayor que en el resto de la población joven. Si esta es la situación en un estado con un Código penal que nos protege de manera expresa, con una ley de matrimonio igualitario ampliamente apoyada por la opinión pública y con leyes de igualdad para las personas trans aprobadas en algunas comunidades autónomas, no es difícil imaginar qué ocurrirá en entornos profundamente lgtb-fóbicos, en los que cualquier disidencia sexual y de género es castigada social y penalmente.
En el libro Pioneros de lo homosexual, Ibon Zubiaur ha traducido al castellano algunos textos escritos por los principales pioneros del movimiento homosexual, que desarrollaron su activismo durante las últimas décadas del siglo XIX y primeras del XX.
Esta imprescindible publicación nos permite acercarnos a esta situaciones de lgtb-fobia y sufrimiento en un tiempo en el que, en relación con la realidad lgtb, todo estaba aún por hacer y quienes se aventuraban a alzar la voz en favor de la diversidad sexual y de género iniciaban un viaje en un entorno profundamente hostil que aún hoy en día recorremos.
Nos referimos a personas como Karl H. Ulrichs (1825-1895) y Magnus Hirschfeld (1868-1935), dos de los primeros activistas que lucharon de manera visible contra la penalización, en el párrafo 175 del código penal, de la homosexualidad en Alemania. Ellos son los iniciadores de un movimiento que aún perdura y, como veremos, a ellos el suicidio de algunos de sus iguales les causó profunda impresión y sirvió de acicate para su lucha contra la lgtb-fobia.
Karl H. Ulrichs es recordado por protagonizar lo que podríamos denominar la primera salida del armario de la historia moderna. Tanto en unas cartas a sus familiares, en las hizo una encendida defensa de su carácter uranista, como a través de sus publicaciones y su exposición ante un congreso de juristas en 1867, en la que intentó defender la necesidad de eliminar el párrafo 175, Ulrichs se destacó en la defensa de los derechos de los homosexuales como nadie había hecho hasta entonces, exponiéndose al rechazo familiar y al escarnio público.
En sus motivaciones para tales actos de valentía no se excluía la muerte de algunos uranistas que previamente se había puesto en contacto con él a raíz de una serie de publicaciones en las que, con el apodo de Numa Numantius primero y con su nombre auténtico después, realizaba una apología del carácter natural de la homosexualidad y denunciaba la injusticia de su penalización legal y social.
En su escrito El enigma del amor entre hombres ante el foro del Congreso de Juristas alemán, (1867), Ulrichs explica que ante el temor que le infundía subir a la tribuna del Congreso de Juristas alemán fue la conciencia de que en ese momento, desde lejos, mis compañeros de naturaleza me miraban. Y añade, fue además el recuerdo de un suicidio, el más reciente, casi humeante aún, que ha causado el sistema dominante, el de Bremen en septiembre de 1866.
En esa alocución ante el Congreso de Juristas Ulrichs abogaba por revisar el derecho penal material vigente y derogar una disposición penal especial, injusta (…), suprimir la persecución de una clase humana libre de culpa que está en la base de esta disposición penal. (…) Se trata, justifica Ulrichs, de cerrar una fuente de suicidios que hasta ahora ya ha manado en abundancia, y de suicidios del tipo más espantoso.
Ulrichs era plenamente consciente, por tanto, de que el entorno social y legal era el culpable del sufrimiento y, en ocasiones, suicidio de sus compañeros de naturaleza. El concepto de lgtb-fobia, creado más de un siglo después de su muerte, se lee de manera indudable entre las líneas de sus encendidos escritos.
En una carta a sus familiares de 1862 reprocha a su tío Wilhelm su opinión de que los uranios son una amenaza para el orden de Dios en la sociedad y que dé a entender que, por ese motivo, habría que meterlos en prisiones o manicomios.
Ante eso Ulrichs denuncia lo que hoy en día denominaríamos el heterosexismo imperante, al manifestar que la mayoría dionia no tiene ningún derecho a construir la sociedad en forma exclusivamente dionia. Tal construcción constituye más bien un abuso indignante: porque nosotros tenemos tanto derecho a la existencia en sociedad como vosotros.
Igualmente, en su texto Vindex (1864), incluido en una serie de publicaciones tituladas Investigaciones sobre el enigma del amor entre hombres, reprochaba a los dionitas que vuestra empatía no está de nuestro lado. Al contrario una antipatía desenfrenada arde en vosotros contra nosotros y contra un amor cuya violencia mágica y cuya magnificencia celestial no sois capaces de atisbar siquiera levemente.
Y en ese mismo texto se preguntaba: ¿Puedes soportarse por más tiempo que, en base únicamente a un error científico queráis pisotear y destruir intencionada y sistemáticamente el honor y la felicidad vital de miles de semejantes (…)?
Ulrichs expresó de manera magistral en la introducción de El enigma… la idea de la necesidad de lucha, de hartazgo ante la lgtb-fobia, y yo diría que por primera vez en la historia la del orgullo activista, en el siguiente párrafo:
Me atribuiré hasta mi muerte como gloria que el 29 de agosto de 1867, en Munich, hallé el ánimo para enfrentarme cara a cara a una hidra de mil años, de muchos miles de víctimas, de mirada furiosa, que en verdad demasiado tiempo nos ha salpicado a mí y a mis compañeros de naturaleza con ponzoña y babas, impulsó a muchos al suicidio, y emponzoñó a todos el gozo de la vida. Sí, estoy orgulloso de haber hallado la energía para asestar un primer golpe de lanza en el costado de la hidra del desprecio público.
Si Ulrichs intuyó de manera clarividente el concepto de lgtb-fobia, expresando de manera incuestionable cómo el odio a las disidencias sexuales afectaba a la vida – y en ocasiones a la muerte – de los uranistas, Magnus Hirschfeld la describió, a la manera de la época y de forma detallada, en un texto titulado Safo y Sócrates (1896):
Que además la continua y temerosa ocultación de un defecto innato cuya existencia se interpreta al principio como pecado y extravío, luego como vicio, crimen sexual o enfermedad mental, que los abrumadores remordimientos de conciencia, la lucha perpetua del espíritu obediente contra la carne débil, que el constante temor a ser descubierto, a los chantajistas, a la detención, condena judicial, pérdida de la posición social y de la estima por parte de la familia y de los semejantes, tienen que afectar severamente al ánimo, minar los nervios, y pueden producir neurastenia, melancolía, histeria, y pensamientos de suicidio, es evidente. Al contrario, es asombroso que frente a esto no haya aún más personas que pierdan el juicio.
Hirschfeld fue un sexólogo alemán que, al igual que Ulrichs, luchó denodadamente contra la penalización de la homosexualidad y a favor de los derechos de los homosexuales en una sociedad que consideraba la homosexualidad como un fenómeno raro, misterioso y los actos homosexuales eran calificados por la jerga jurídica de "lujuria antinatural". Desarrolló su labor de manera incansable, hasta que la llegada del nazismo destruyó su inmenso trabajo.
Autor de numerosos textos sobre la homosexualidad, fue uno de los fundadores, en 1897, del Comité científico-humanitario, que podría considerarse la primera organización en defensa de los derechos de las personas lgtb. Asimismo, en 1919 inaugura en Berlín el Instituto de Ciencia Sexual, centro de estudios, investigación y documentación, en el que se ofrecía terapias sexuales y que se convirtió en una especie de universidad para todo lo relacionado con la ciencia sexual, impartiéndose regularmente clases sobre gran cantidad de temas de interés.
En Safo y Sócrates, el primero sus numerosos textos sobre homosexualidad, denunciaba a la legislación alemana que sigue amenazando con castigos a los lastimosos portadores de esta malformación, que se extiende por todas las capas sociales, y arrojando a los infieles al insulto y la vergüenza y a la muerte sin lograr con ello el menor beneficio. Más allá de la aparente visión patologizante de la homosexualidad – como luego veremos, no era ese su pensamiento –, Hirschfel alza su grito contra una legislación que castigaba la homosexualidad y fustigaba psicológicamente los homosexuales.
De hecho, en su memoria retrospectiva titulada De antaño hasta ahora (1923), en la que se incluye su texto La fundación del Comité científico-humanitario y sus primeros miembros, reconoce que Safo y Sócrates surgió como consecuencia de la carta de un suicida que recibió poco después de su muerte, acaecida inmediatamente después de su boda. ¡Cuántas cartas de despedida similares me han llegado desde entonces!, se lamenta Hirschfeld quien, a continuación reproduce un párrafo de los papeles póstumos del joven suicida:
"No tenía fuerza para confesarles la verdad a mis padres, que desde hacía años me urgían a mí, su único hijo, a casarme con una amiga de juventud (…). Nunca me habrían comprendido. (…) acepte Ud. este grito de un desdichado, la justificación de mi acto, y a la vez la salvación de la honra de innumerables personas que, como yo, arrastran su vida bajo una doble maldición, la de la naturaleza y la de la ley (…)."
Fue, por tanto, este espeluznante testimonio el acicate para que Hirschfeld se lanzara a escribir y denunciar públicamente el inasumible hecho de que el Párrafo 175 del Código penal alemán señalara a los homosexuales como delincuentes. Consecuencia de esta toma de consciencia, el primigenio texto Safo y Sócrates fue, en sus palabras, el impulso inicial de la avalancha que crece año a año, y que esperamos que derribe pronto los muros del templo de ídolos en el que los homosexuales son sacrificados a un error demente.
Y si en Ulrichs ya atisbábamos ideas como las del orgullo, en Hirschfel ya se adivina el concepto opresor del armario cuando se refiere a la continua y temerosa ocultación de un estado innato o al constante temor a ser descubierto, y que se ejemplifica de manera clara en el texto del joven suicida cuando expone su falta de fuerza para confesarle la verdad a sus padres.
Pero esta agonía de los homosexuales no es debida a su naturaleza: bien claro lo tiene Hirschfeld cuando expresa que la homosexualidad no es una enfermedad. (…) Los homosexuales no sufren de la homosexualidad, sino de su incorrecto juicio por su parte y por la de otros, aunando así los conceptos de homofobia interiorizada y homofobia social en la actualidad bien conocidos.
Hirschfeld encontró en Max Spohr un editor que se atrevió a publicar sus textos, después de ser rechazados por varias editoriales con indignación ante un atrevimiento semejante. Tras la muerte de Spohr, víctima de un cáncer, cuenta Hirschfeld que un uranita de Leipzig, el trabajador Franz S., que también se suicidó después (…) escribió entonces: "cuántas veces, al no poder soportar más el lóbrego laberinto de mi alma atribulada, al sentir flaquear mis fuerzas físicas en esta lucha contra las burlas de los "normales", al estar a punto de volverme loco yo mismo, en esta confusión indescriptible, acudí a este hombre; allí, yo lo sabía, podía uno, aunque sólo fuese por una hora, volver a ser hombre. Con sus palabras sencillas y reconfortantes, con sus consejos amistosos, con su enérgico apoyo en todo lo que fuera necesario hacer, y no menos con su insistente y decidida apelación a la necesidad de mantener nuestra autoestima en la lucha por nuestra humanidad (…).
Se expresan en este texto muchos de los sentimientos a los que aboca la lgtb-fobia: la sensación de estar perdido, en un laberinto; la necesidad de comprensión, orientación y ayuda; la importancia del soporte ajeno que le permita, en su escalofriante expresión, "volver a ser hombre" y la recuperación de una autoestima arrasada por la burla de los "normales... Y terminaba este agradecimiento a Spohr reconociéndole que con todo su esfuerzo conseguía siempre enderezar al débil y al desfalleciente, devolver la alegría y la disposición a luchar por nuestros derechos.
Sus publicaciones ocasionaron algunos problemas judiciales a Hirschfeld. En 1913 inició lo que sería la primera investigación sobre el comportamiento homosexual a gran escala. La edición de los resultados provocó una denuncia contra él por parte de un pastor protestante por "difusión de escritos obscenos". En su alocución ante el tribunal, el investigador pronunció el siguiente parlamento en su defensa:
Me sentiría tremendamente avergonzado si, poseyendo como poseo los conocimientos que he ido acumulando sobre la homosexualidad, no hiciese cuanto está en mis manos por acabar con una idea errónea, cuyas consecuencias no puede describir ni la lengua más rica. A principios de esta misma semana, un conocido estudiante homosexual de la Escuela Técnica se envenenó debido a su homosexualismo. En mi consulta médica tengo actualmente a un estudiante de la misma escuela que se disparó un tiro al corazón. Y hace pocas semanas, en esta misma sala, presencié un juicio contra dos chantajistas que habían llevado al suicidio a un conocido caballero homosexual – uno de los hombres más honorables que hayamos conocido en mi vida –, algo que otro individuo, a quien acosaron los mismos chantajistas, sólo logró evitar tras largas disuasiones (…).
Ante ese entorno profundamente homófobo, era lógico que uno de los principales objetivos del Comité científico-humanitario fuera el de "poner al fin en claro (…) que el amor por personas del mismo sexo (la denominada homosexualidad) no constituye un vicio ni un delito, sino una orientación afectiva profundamente arraigada por la naturaleza en determinados seres humanos"; su objetivo era liberar a un colectivo numeroso de un oprobio inmerecido.
Los activistas se propusieron conseguir la derogación del párrafo 175 del código penal alemán para lo cual iniciaron en 1897 una intensa campaña pública. En uno de los puntos que el Comité puso de relevancia para exigir el cambio legal se destacaba el hecho de que la penalización de los homosexuales, en lugar de liberarlos de su inofensiva y placentera inclinación a relaciones con el propio sexo, les acorrala en brazos de la desesperación y, frecuentemente, les llevaba al suicidio.
Durante la campaña buscaron el apoyo de una parte importante de la sociedad civil y la élite intelectual del momento. Como bien explica Zubiaur, sus peticiones al Parlamento, siempre rechazadas, llegaron a sumar miles de firmas de juristas, médicos, profesores y artistas, llegando a transformar la percepción de amplios sectores de la opinión pública. Asimismo, miles de personalidades firmaron las peticiones, entre las que se encontraron figuras prominentes como Herman Hesse, Krafft-Ebing, Max Brod, Heinrich Mann, Stefan Zweig, Albert Einstein o Rainer Maria Rilke.
Hirschfeld narra en ¿Qué hay que saber del sexo intermedio?, un panfleto didáctico que se distribuía desde 1897, que entre los firmantes de la petición para la derogación de la ley se encontraban unos 750 directores y profesores de centros de enseñanza. Uno de ellos, explica Hirschfeld, que había perdido a su hijo, acompañó su firma de las siguientes palabras:
"Todavía durante la discusión del caso Krupp me contaba, ignorante del todo de la materia aquí en cuestión, entre los que creían en la necesidad del [párrafo] 175. Tan sólo con la muerte de un adolescente noble, entusiasmado por lo bello, verdadero y bueno, al que el descubrimiento de tendencias contrasexuales le puso el revólver en la mano, se me transformaron y abrieron los ojos. ¡Un padre abatido da las gracias al Comité científico-humanitario por su actividad filantrópica!
El carácter didáctico del panfleto y su necesidad lo explica el autor de la siguiente manera: cuántas madres no pueden comprender por qué su hijo, pese a sus admirables cualidades, pese a una auténtica bondad de corazón, está continuamente absorto, no disfruta de la vida, y un día se suicida; porqué su hija rechaza a un pretendiente tras otro. Lo entenderían a menudo si supieran algo del tema de este folleto (…).
Esta desazón, consecuencia del injusto trato que reciben los uranitas y que continuamente describe Hirschfeld, la reitera en su texto ¿Qué hay que saber…, cuando expone que casi todos los homosexuales son profundamente infelices, no tanto por su pasión, sin la que difícilmente pueden concebirse, como por las persecuciones, la aniquilación social, la pérdida del honor que les amenaza por algo que el normal se puede permitir a diario sin ser molestado por el Código Penal.
Tanto Ulrichs como Hirschfeld, en sus numerosos escritos, no cesaron de llamar a la lucha y a la reivindicación a los homosexuales contemporáneos. ¡Nos hemos hecho fuertes!, clamaba el primero en El enigma del amor entre hombres. Desde ahora, decía, nos enfrentaremos cara a cara a nuestros perseguidores. Nos mantendremos firmes. ¡No queremos ser perseguidos por más tiempo! ¡No queremos seguir dejándonos perseguir! ¡No lo queremos!
Por su parte, Hirscheld declaraba solemnemente que todo homosexual debería considerar como su obligación ineludible luchar por su honor y libertad, lo más alto que posee un hombre.
No cabe la menor duda de que la propia experiencia y la de sus cercanos al enfrentarse a un entorno fuertemente hostil, fue el detonante para que ambos se decidieran a abordar el ingente trabajo de cambiar la legislación y la sociedad de su época. Y desde luego, en esa llamada a luchar por sus derechos, la muerte por suicidio de muchos semejantes inducida por la agresiva lgtb-fobia de la época, tuvo un protagonismo crucial en sus decisiones. Las referencias estos episodios en sus escritos e intervenciones públicas así lo atestiguan.
A pesar de esa lucha, que no ha cesado durante más de ciento cincuenta años y se ha intensificado desde que en 1969, un grupo de personas lgtb alzaron su voz en Nueva York, en los incidentes de Stonewall, aún cientos de personas mueren anualmente en todo el mundo víctimas de la lgtb-fobia.
Cuenta Hirschfeld que el 1 de octubre de 1917, a la edad de 59 años, tras 21 años de colaboración con el Comité, puso fin a su vida [Eduard Oberg de Hamm] ante los horrores de la guerra. (…) Incapaz de procurar paz a sus compañeros de infortunio uranitas (…). Oberg había sido el primer homosexual que dio su testimonio al científico tras su publicación de Safo y Sócrates
En su discurso de homenaje a Oberg, el secretario del Comité científico-humanitario, Georg Plock, pronunció las siguientes palabras, que aún hoy guardan triste vigencia y que podrían ser dedicadas a Alan y a todas las víctimas mortales de la lgtb-fobia que aún se producen:
"La paz y la tranquilidad que ahora ha encontrado queremos reconocérsela de todo corazón. Y esperamos que llegará el día en el que naturalezas con una disposición como la suya encuentren desde la juventud compresión en su entorno y puedan desplegarse libres y felices, sin ser oprimidas por tales opiniones y leyes insensatas."







BIBLIOGRAFÍA
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Lauritsen, John y Thorstad, David, Los primeros movimientos en favor de los derechos de los homosexuales – 1864-1935, Tusquets editor, colecc. Cuadernos ínfimos, Barcelona, 1974.
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Zubiaur, Ibon (Ed.), Pioneros de lo homosexual/ K.H. Ulrichs, K.M. Kertbeny, M. Hirschfeld, Anthropos Editorial, Barcelona, 2007.


Zubiaur, Ibon (Ed.), Pioneros de lo homosexual/ K.H. Ulrichs, K.M. Kertbeny, M. Hirschfeld, Anthropos Editorial, Barcelona, 2007.
Término acuñado por él en 1862 para definir a los homosexuales, según el mito del Simposio de Platón.
Zubiaur, Ibon (2007), pg. 76.
Zubiaur, Ibon (2007), pg. 78.
Dionitas fue el término que creó designar a las personas heterosexuales.
Zubiaur, Ibon (2007), pg. 51.
Zubiaur, Ibon (2007), pg. 58.
Zubiaur, Ibon (2007), pg. 61.
Zubiaur, Ibon (2007), pg. 76.
Zubiaur, Ibon (2007), pgs. 126 – 127.
Lauritsen, John y Thorstad, David, Los primeros movimientos en favor de los derechos de los homosexuales – 1864-1935, Tusquets editor, colecc. Cuadernos ínfimos, Barcelona, 1974. ), pgs. 32 y 33.
Lauritsen, John y Thorstad, David (1974), pg. 57. Véase también Koskovich, Gegard, De "Eldorado" al Tercer Reichs. Vida y muerte de una cultura homosexual, Revista Orientaciones, núm. 5, 2003.
Zubiaur, Ibon (2007), pg. 133.
Zubiaur, Ibon (2007), pg. 140.
Zubiaur, Ibon (2007), pg. 141.
Zubiaur, Ibon (2007), pg. 140.
Zubiaur, Ibon (2007), pg. 142.
Zubiaur, Ibon (2007), pg. 145.
Zubiaur, Ibon (2007), pg. 147.
Laurisiten, John y Thorstad, David (1974), pg. 47 y48.
Laurisiten, John y Thorstad, David (1974), pg. 48 y 49.
Zubiaur, Ibon (2007), pg. 139.
El artículo no fue derogado hasta 1967 en la RDA y 1969 en la RFA, más de cien años después del inicio de la lucha a favor de su abolición.
Laurisiten, John y Thorstad, David (1974), pg.29
Zubiaur, Ibon (2007), pg. 109.
Laurisiten, John y Thorstad, David (1974), pg. 34.
Zubiaur, Ibon (2007), pg. 111.
Zubiaur, Ibon (2007), pg. 152.
Zubiaur, Ibon (2007), pg. 153.
Zubiaur, Ibon (2007), pg. 155.
Zubiaur, Ibon (2007), pg. 88.
Zubiaur, Ibon (2007), pg. 158
Zubiaur, Ibon (2007), pg. 144.

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