LEY, GOCE Y PERVERSIÓN: LECTURAS DEL “KANT CON SADE” DE LACAN

July 6, 2017 | Autor: Santiago Peppino | Categoría: Psychoanalysis, Ethics, Jacques Lacan, Marquis De Sade
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Descripción

LEY, GOCE Y PERVERSIÓN: LECTURAS DEL “KANT CON SADE” DE LACAN1 Santiago E. Peppino El presente trabajo intenta desarrollar algunas tesis de Lacan en referencia a la ley en el origen de una ética del deseo. Se intentará mostrar en el recorrido como Lacan subvierte el sentido de la ley moral tal como Kant la formula -bajo la forma de un imperativo categórico-, en un contrapunto con Sade e introduciendo el concepto de goce. Para esto también se hará referencia a los trabajos y comentarios de los filósofos Slavoj Zizek2 y Daniel Omar Pérez3 en referencia a la temática. De la ley moral en Kant En la Crítica de la razón práctica, Kant se pregunta por las condiciones de posibilidad de la moralidad, trazando una división fundamental entre razón pura (especulativa, o teórica) y razón práctica. La primera hace referencia a las facultades del conocimiento a priori, con independencia de la experiencia, trazando la distinción fundamental entre lo trascendental (las condiciones de posibilidad de la experiencia) y lo empírico (la experiencia misma). Kant en este punto, mediante el método de la reflexión trascendental, expone el aparato cognitivo formado por los principios necesarios a priori para la constitución de cualquier experiencia con sentido. La razón práctica, por otra parte, se refiere a las condiciones de posibilidad de la moralidad, de la acción del sujeto en tanto libre de los determinismos provenientes del exterior. En este ámbito se deben tener en cuenta, a diferencia del caso de la razón pura, sentimientos, deseos e inclinaciones. No hay teoría que pueda mostrar el acceso a un objeto proveedor de felicidad o placer, sino que es una ley práctica la que muestra el camino de la libertad del sujeto (ya siempre presupuesta a priori), formulada no como un mandato directo a la acción, sino como un principio formal imperativo que determina la voluntad de manera categórica, incondicional, en referencia a la mencionada libertad del sujeto ante las coacciones de sus impulsos e inclinaciones, o ante el placer que le pueda proveer un objeto. El sujeto puede desligarse del determinismo causal de los objetos mediante su voluntad, por lo tanto es libre: “…ahora tenemos que ver con una voluntad y tenemos que ponderar la razón, no en relación con objetos, sino con esta voluntad y su causalidad…”4. Hay un principio formal que funciona como idea regulativa sin contenido y con validez universal, objetiva: “Obra de tal modo que la máxima de tu voluntad pueda valer siempre al mismo tiempo como principio de una legislación universal”5. Ahora bien, desde el psicoanálisis se puede preguntar cómo esta ley, que refiere al deber-ser, se articula con el deseo inconsciente. El Kant con Sade de Lacan La introducción de esta confrontación y complemento por parte de Lacan, Kant con Sade, ilustra cómo el carácter de la ley es redefinido a partir de la consideración del deseo inconsciente. Primero en el seminario de 1959-1960, “La ética del psicoanálisis”6 y luego en su escrito de 1962 “Kant con Sade”7, Lacan expone cómo es posible, desde la óptica del psicoanálisis, encontrar en Sade el reverso de Kant y viceversa. 1

Publicado en: Barra Ruatta, Ricca y Cedriani (Comps.) Actas III Coloquio Nacional de Filosofía. America Latina: Subjetividades emergentes/Nuevos derechos/Otras historias. Río Cuarto: Editorial Universidad Nacional de Río Cuarto. 2011, pags. 232, ISBN: 978-950-665-688-1, pags. del trabajo: 226-232. 2 Zizek, Slavoj. “Kant y Sade: La pareja ideal”. Lacanian Ink, 1998, n.13. Zizek, Slavoj. El sublime objeto de la ideología. Siglo veintiuno, Buenos Aires, 2009. 3 Pérez, Daniel Omar. “O sexo e a lei em Kant e a ética do desejo em Lacan.” Revista AdVerbum, 4, 2009, Nº2. Pérez, Daniel Omar. “El cuerpo y la ley: de la idea kantiana a la ética del deseo en Lacan.” Revista Filos, 21, 2009, Nº29. 4 Kant, Immanuel. Crítica de la razón práctica. Losada, Buenos Aires, 1993, p.19. 5 Idem, p.36. 6 Lacan, Jacques. El seminario, libro 7: la ética del psicoanálisis. Paidós, Buenos Aires, 2005. 7 Lacan, Jacques. Kant con Sade, en Escritos 2. Siglo veintiuno, Buenos Aires, 1993.

La ley de Kant, en el acto de elevar la máxima subjetiva a la categoría de universalidad obliga a excluir todo impulso o inclinación que atente contra dicho acto, al decir del autor, toda facultad apetitiva patológicamente determinable, que llevaría a la ley a fundarse en lo empírico8. La posibilidad que otorga la libertad como idea trascendental es la de permitir al sujeto salir de la serie causal de la naturaleza y acceder, mediante la ley moral, a facultades apetitivas superiores en el fundamento de una proposición sintética a priori: el imperativo categórico. Para Lacan9, se puede hacer en Kant una distinción entre un bien (wohl) que mantiene una relación constante con el placer y que se rige bajo los principios del mismo, y un bien (das gute) objeto de la ley moral, que permitiría determinar la voluntad por fuera de la serie causal de los objetos. Ahora bien, Lacan destaca que la forma de la ley moral kantiana tiene una fuerza imperativa de condición absoluta, al igual que el deseo en relación a su objeto-causa10, mandando al sujeto a gozar por medio de la misma. “En eso es en lo que es tan inasible como lo es según Kant el objeto de la Ley. Pero aquí asoma la sospecha que impone ese paralelismo. La Ley moral, ¿no representa el deseo en el caso en que no es ya el sujeto, sino el objeto el que falta?”11. La voz que impulsa a la ley kantiana, el mandamiento interno, está ocupado por el sujeto tachado (), “bastardo de significante”. La Ley y el deseo reprimido son la misma cosa y la voz es la de un sujeto tachado. En Sade, la voz reprimida en la ley kantiana se exterioriza en un imperativo cuya premisa es el goce: “Tengo derecho a gozar de tu cuerpo, puede decirme quien quiera, y ese derecho lo ejerceré sin que ningún límite me detenga en el capricho de las exacciones que me venga en gana saciar en él”12. Para Lacan, Sade es el instrumento exteriorizado de la voluntad de goce, introduciendo su máxima en las exigencias formales de la ley moral y revelando el potencial de la moral kantiana. Lo que Lacan intenta fundamentar en la exposición de esta pareja es su ética del deseo: ningún bien-objeto proveedor de placer (das wohl, lo patológico) puede colmar las exigencias absolutas del deseo, cuya causa es un objeto que aporta un plus-de-goce, no simplemente un placer. No hay Soberano Bien, postula el autor, ese soporte de la demanda de felicidad en el sujeto. Aquello que subsiste en el imperativo de Sade y de Kant es el dolor de una ley moral que empuja al goce, más allá del principio del placer. “En suma, Kant es de la opinión de Sade. Pues para alcanzar absolutamente das Ding, para abrir todas las compuertas del deseo, ¿qué nos muestra Sade en el horizonte? Esencialmente, el dolor”13. La ley se instala firmemente en un borde entre el placer y el dolor, o como se verá a continuación con Zizek, la ley es la ley porque ella se instala en el sujeto de manera traumática, conservando un núcleo “sin-sentido”14. Se puede exponer bajo estos elementos la tesis inicial de la ética del psicoanálisis en Lacan: “...mi tesis es que la ley moral, el mandamiento moral, la presencia de la instancia moral, es aquello por lo cual, en nuestra actividad en tanto que estructurada por lo simbólico, se presentifica lo real – lo real como tal, el peso de lo real.”15. En este sentido, tanto en Kant como en Sade, lo que importa es la presencia del goce como coqueteo con lo real, manifestado a través de la ley. Los límites del sujeto se ponen en juego en toda instancia moral, cuando éste se ve enfrentado a la libertad de desear, la única libertad posible para Lacan. Cualquier anclaje de una ética en el objeto proveedor de placer, semblante imaginario del petit “a”, promesa de felicidad, remite a la dualidad imaginaria y al círculo de debatirnos (por ejemplo) en el infinito juego de ver si tal o cual bien aporta más o menos placer.

Kant, Immanuel. Crítica…, op. cit. Lacan, Jacques. Kant …, op. cit. 10 No el objeto parcial proveedor de placer (wohl), sino el objeto que es condición absoluta en lo real, el plus-de-goce: objeto petit “a”. 11 Idem, p.760. 12 Idem, p.748. 13 Lacan, Jacques. El seminario…, op. cit. 14 Zizek, Slavoj. El sublime…, op. cit. 15 Lacan, Jacques. El seminario…, op. cit. 8 9

Ley y goce según Zizek: su lectura del “Kant con Sade” El filósofo Slavoj Zizek16 destaca que la fuerza de la ley y sus efectos residen en el carácter traumático y exterior de la misma. Hay en ese sentido obediencia en tanto la ley es la ley, es decir, en la medida en que se conserva un núcleo sin sentido de la misma que se erige como condición positiva. No es la internalización moral de la misma en el sentido de la convicción interna la que le confiere fuerza, en un carácter psicológico se podría decir, sino el hecho de que esta conserva el rasgo significante-estructural de ser exterior al sujeto y conservar un núcleo no simbolizable. En este sentido, respecto de sus desarrollos sobre la noción de realidad social en base a la ideología, Zizek postula que en dicha construcción de la realidad impera una ley que opera como sostén de la fantasía ideológica inconsciente, aquella que hace que el sujeto se sostenga en el desconocimiento mismo de aquello que estructura su realidad circundante: éste entonces cree en sus abstracciones y en los universales que la configuran, porque ya está inmerso en ese mundo de sentido: “Podemos contrastar esta Ley moral y las leyes sociales „patológicas‟, dadas empíricamente, mediante todo un conjunto de rasgos distintivos: las leyes sociales estructuran un campo de realidad social, la Ley moral es el Real de un imperativo incondicional que no tiene en consideración los límites que nos impone la realidad…”17 En el esquema del complejo de castración, es la palabra del padre la que introduce la efectividad de la ley en los primeros años del niño, identificación mediante. Pero si prevalece este esquema en una lectura lineal, ambientalista, no hay nada que remita a una moral, sino más bien a una especie de acuerdo legal entre generaciones. Lo fundamental de esta ley es que emerge de una situación angustiosa que es la del complejo de castración, proferida por la palabra del padre que tiene un efecto traumático sobre el despliegue narcisista de deseo del niño ante su madre (incesto)18. Violencia ante el cuerpo del niño que comienza a conocer sus límites, en el hecho de que el mismo es insuficiente para colmar el deseo materno19. Es alrededor de este núcleo traumático que angustia al sujeto, que la ley cobra alguna fuerza. Es lo real de la ley que profiere su efectividad. Por eso es tan difícil escapar de la ley moral interna, siempre transferida sobre una ley material-efectiva y enunciada discursivamente. “No matarás” no es un enunciado discursivo con fuerza en-sí, sino que se articula con una ley inconsciente que alguna vez angustió al sujeto: hay una evocación. Es justamente este carácter de la ley el destacado por Lacan en su “Kant con Sade” y el reivindicado por Zizek20 en su lectura del escrito. Sade es la verdad de Kant, no porque Kant sea un sádico, en las vías de la tesis que dicta que la ley moral hace gozar al sujeto, sino porque Sade es un kantiano. El potencial de la revolución kantiana descubierto por Lacan reside en que, además de que el imperativo empuje al sujeto hacia el goce, la estructura de la ley moral conserva un más allá del objetosemblante proveedor de bien (gute). El deber que involucra a la ley de Kant está según el autor más allá de todo bien, en tanto obliga por su carácter formal a elevar el estatuto del objeto a la dignidad de la Cosa (así Lacan define a la sublimación), condición de posibilidad de todo bien, y tomando desde allí su fuerza. El objeto de la ley ya no es más un objeto parcial proveedor de placer, sino que es el objetocausa de deseo, el plus-de-goce que solo admite, tanto en Kant como en Sade, al dolor como único sentimiento posible. Según Zizek, esta característica evita que se pueda hacer una utilización perversa de la ley moral, a la manera de la excusa por el deber: “La referencia al deber como una excusa para hacer nuestro deber debe rechazarse como hipócrita; baste recordar el proverbial ejemplo de un maestro sádico severo que sujeta a sus alumnos a la disciplina implacable y tortura. Claro, su excusa para sí mismo (y para otros) es: ”21. En este sentido, el carácter de la ley se pervierte en tanto se pretende tomar el lugar del objeto-causa de deseo, voluntad del goce del Otro. Aquí el autor aclara que la ley de Kant no es perversa, tal como pueden indicar algunas lecturas, sino que por el Zizek, Slavoj. El sublime…, op. cit. Idem, p.118. 18 Freud, Sigmund. La disolución del complejo de Edipo, en Obras Completas, 3 tomos. Nueva Visión, Buenos Aires, 1996. 19 Nasio, Juan David. Enseñanza de 7 conceptos cruciales del psicoanálisis. Gedisa, Barcelona, 1996. 20 Zizek, Slavoj. “Kant y Sade…”, op. cit. 21 Idem, p.7-8. 16 17

contrario evita asumir dicha posición (la del verdugo sádico) en la remisión a la formalidad objetiva “¿Cómo puede el sujeto ser culpable cuando él meramente realiza una necesidad externamente impuesta? Por asumir subjetivamente esta , es decir, encontrando goce en lo que se le impone”22. Esto responde también a la pregunta de si acaso la ley kantiana puede tener un potencial totalitario y a aquellas tesis que postulan que los campos de concentración son producto del formalismo neutral de la ley ilustrada de Kant23. La paradoja del matrimonio en Kant y la orgía sadeana según Pérez El filósofo Daniel Omar Pérez24 destaca el caso del contrato matrimonial desde la concepción de la moralidad kantiana como un lugar donde se pone en juego la reflexión sobre la relación sujeto-goce-ley. El matrimonio en Kant es definido como “…o uso recíproco que um ser humano faz dos órgãos e das capacidades sexuais de outro”25. Es decir, el contrato no se define bajo la égida de la procreación ni del amor, sino en la legislación del usufructo duradero de los órganos sexuales, en donde inevitablemente un sujeto se convierte en objeto de goce del otro. En tal caso, sólo tengo derecho a usufructuar el cuerpo del otro en la medida en que yo soy objeto de goce también. Pérez26 destaca que esta puntuación kantiana no es meramente una consecuencia de la legislación, sino el eje del contrato; en esto reside el hecho de que en un contrato matrimonial se pueda acordar legalmente, por ejemplo, sobre el destino de los bienes materiales y que incluso pueda haber matrimonio entre personas del mismo sexo, pero sería inconcebible poner en juego el usufructo recíproco de la genitalia. Duración en el tiempo y reciprocidad son las características que distinguen a este contrato del pactum fornicatonis, o prostitución27. Cómo el autor destaca28, fuerza y forma son elementos fundamentales de funcionamiento de la razón práctica en Kant. En tanto la humanidad está contenida en la forma de la ley, nadie puede ser tratado como medio (objeto), sino sólo como fín (sujeto de derecho). La ley ni siquiera permite el usufructo del propio cuerpo, ya que en él está contenida la idea de humanidad. Esto obliga a repensar el matrimonio, en donde la premisa es el uso recíproco de la genitalia a lo largo del tiempo, que lleva inevitablemente a hacer del otro objeto de goce sexual: en Kant hay una paradoja. En este sentido, Pérez destaca que, en la introducción de Sade por parte de Lacan como reverso y verdad de Kant, el marqués goza la ley en un sentido inverso: “O Marqués promulga a lei do Gozo e sua realização da ação do carrasco no interior do universo fechado da orgía. Kant procura legislar sobre o gozo nos límites do matrimonio. Um (Sade) cria un sistema entrópico […], o outro (Kant) um paradoxo, ambos revelam a posição de objeto na situação apresentada.”29. En el contrato matrimonial se encuentra la paradoja de la posición del objeto, denunciada (o enunciada) por Sade en su máxima, en donde el sujeto se vuelve medio-objeto de goce del otro. En este sentido, la ética del psicoanálisis, en tanto ética del deseo que considera la relación del sujeto con la ley y el goce, permite pensar más allá de los límites de la razón práctica: “Con Kant podemos avanzar sobre la relación entre la ley y el cuerpo hasta donde se reconoce el propio límite de la razón humana. Quiere decir, hasta donde lo permite la idea de humanidad. Una idea de la razón que en la misma medida que permite reconocer un fin final en el hombre también nos coloca delante de un problema cuando se trata de legislar sobre las relaciones sexuales de ese mismo hombre. Con Lacan avanzamos sobre el límite que Kant propone.”30.

Idem, p.8. Pérez, Daniel Omar. “El cuerpo…”, op. cit. 24 Idem. Pérez, Daniel Omar. “O sexo…”, op. cit. 25 Idem, p.106. 26 Idem. 27 Idem. 28 Idem. 29 Idem, p.108. 30 Pérez, Daniel Omar. “El cuerpo…” op. cit. 22 23

Que Sade sea la verdad de Kant, obliga a pensar la posición del sujeto respecto de la ley y el goce, dentro del marco de una ética del deseo. La ley hace gozar al sujeto, proferida desde el Otro: en el caso de Kant la ley es reprimida y la voz de la misma permanece oculta, traumática, sin-sentido31; en el caso de Sade la voz se exterioriza bajo la forma del verdugo, la ley es renegada, pervertida. Tal como destaca el autor, el sistema entrópico de la orgía sádica tiende al punto cero en el consumo de todas las energías liberadas en la misma: no hay allí placer, ni determinación “patológica”, solo goce y dolor, atributos compartidos con ley kantiana, tal como Lacan supo destacar32. Últimas consideraciones: la perversión y su relación con la ley en el sujeto En el fantasma del perverso, el goce es solo soportable en la medida en que el sujeto asume la posición del objeto como actor que instrumenta la ley de manera perversa. El perverso en el final es víctima del significante, de lo simbólico exterior que tiene que transgredir para no gozar hasta la muerte, pero que en algún momento se vio obligado a aceptar (bejahung). Esto es lo que no sabe, por eso se hace instrumentador/voluntad de la ley: para no gozarla. Es lo que le sucede a Alex, el protagonista de La naranja mecánica, cuando el Otro se le impone bajo la forma del aparato corrector del estado y lo obliga a correrse del lugar de objeto, es decir, lo fuerza a adoptar un fantasma neurótico que es insoportable para él (), porque le muestra la verdad de su deseo (lo real del mismo) sin el velo del único fantasma posible para él (). Ni si quiera Beethoven es soportable. Esto también es demostrado en la clínica por la angustia masiva que emerge en el momento en que el perverso es consciente de que detrás de su juego de goce hábilmente montado, es simplemente un niño que aún no admite que su objeto de amor, su madre, está castrada, para exponerlo en términos de Freud33. Los efectos de la castración son, en este sentido, insoportables, no articulables. Sade muestra bajo la forma del goce el reverso de la ley kantiana; en suma, que esta puede ser pervertida aun respetando elegantemente su forma. Nuevamente el perverso se hace voz de la ley para no gozarla él mismo. Esto demuestra que la incompatibilidad de los fantasmas neurótico y perverso no se fundamenta ni en el contenido ni en la forma de la ley, sino en la estructuración significante de la misma: así el neurótico intente bajo todas las formas posibles crear una ley perfecta e incorruptible, esta siempre será producto de un fantasma producido por la castración () del que no puede tomar distancia; y aún mas, mientras más perfecta se presente la ley moral, más gozara el perverso en transgredirla. Por eso Sade, el modelo ideal de perversión, puede pervertir la ley más perfecta: la de Kant. Finalmente, un abordaje de la ley bajo los fundamentos de la ética del deseo implica tener en cuenta el reverso de la misma y la posición del sujeto ante el goce, dentro del universo del significante. En este sentido, la introducción del imperativo de Sade permite pensar los alcances y límites de la ley en relación al sujeto, al goce y a lo real.

Zizek, Slavoj. El sublime…, op. cit. Pérez, Daniel Omar. “O sexo…”, op. cit. 32 Idem. Lacan, Jacques. El seminario…, op. cit. Lacan, Jacques. Kant…, op. cit. 33 Freud, Sigmund. Fetichismo, en Obras Completas, 3 tomos. Biblioteca Nueva, Buenos Aires, 1996. 31

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