Lexicografía bilingüe del siglo XVII en América del Sur: fuentes e influencias

May 22, 2017 | Autor: Ana Segovia | Categoría: Missionary Linguistics, Lexicografía hispanoamericana, Lingüística Misionera
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Descripción

Esther Hernández & Ana Segovia Gordillo

Lexicografía bilingüe del siglo XVII en América del Sur: fuentes e influencias RESUMEN

 

   

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El trabajo describe y analiza los vocabularios bilingües del español con las lenguas indígenas compuestos por los misioneros en América del Sur durante el siglo XVII. La influencia del Vocabulario español-latino (h. 1495) de Nebrija en los vocabularios bilingües coloniales ha sido señalada desde hace tiempo; en el área mesoamericana, la influencia de Nebrija se establece también de manera indirecta a través del diccionario de Alonso de Molina (1555 y 1571). En América del Sur, las conexiones entre los vocabularios han sido menos estudiadas. Por ello, en este trabajo se realiza un análisis léxico comparativo entre los diccionarios a través del cual se descubre que, además de la influencia nebrisense, el léxico contenido en el vocabulario quechua Anónimo (1586), del impresor Antonio Ricardo, sirvió como modelo y, por tanto, facilitó la labor lexicográfica de los frailes que recopilaron el léxico del quechua (González Holguín), del aimara (Bertonio) y del guaraní (Ruiz de Montoya). El estudio del léxico evidencia, asimismo, las interrelaciones existentes entre ellos que conforman una tradición lexicográfica propia.

ABSTRACT

The paper describes and analyzes the Spanish bilingual vocabulary with indigenous languages made by the missionaries in South America during the seventeenth century. The influence of Nebrija’s Spanish-Latin Vocabulary (c.1495) in bilingual vocabularies in the Americas has long been noted. Moreover, in the Mesoamerican area, the influence of Nebrija set also indirectly through the dictionary of Alonso de Molina (1555 and 1571). In South America, the connections between the vocabularies have been less studied. Therefore, this paper makes a comparative lexical analysis between dictionaries through which leads us to a number of findings. In addition to the influence of Nebrija’s vocabulary, the Anonymous (1586) Antonio Ricardo served as a model and facilitated the lexicographical work of the friars who compiled the lexicon of Quechua (González Holguín), Aymara (Bertoni) and Guarani (Ruiz de Montoya). Furthermore, the study of the lexicon shows the interrelationships among them, which shape them own a lexicographic tradition.

1. Introducción

Esta comunicación analiza los vocabularios bilingües del español con las lenguas indígenas que se hicieron o publicaron en América del Sur durante el siglo XVII1. 1

La investigación se enmarca en el proyecto Corpus de vocabularios iberoamericanos. Siglos XVI-XVIII (Segunda etapa. MICINN, FFI08-03457) que aspira a describir y analizar la lexicografía bilingüe española producida en la América colonial.

___________________________________________________________________________ E. Battaner, V. Calvo, P. Peña (eds): Historiografía lingüística: líneas actuales de investigación, 475–484 © Copyright 2012 by Nodus Publikationen, Münster. ISBN 978–3–89323–014–3

 

   

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El trabajo presenta dos partes, en primer lugar una historiográfica, en la que se describen los vocabularios que hemos localizado a través de las distintas fuentes y a partir de la visita virtual o presencial a las bibliotecas. El estudio de los vocabularios está restringido a los que tienen entradas en castellano y siguen un orden alfabético, lo que permite el análisis y cotejo de sus nomenclaturas2. En la segunda parte del trabajo acometemos este análisis léxico con el fin de contextualizarlos en la tradición lexicográfica a la que pertenecen. El propósito específico que persigue este trabajo es determinar cuáles fueron las fuentes en las que se basaron y las influencias que se establecieron entre dichos diccionarios. De esta manera, estamos en disposición de valorar su grado de originalidad léxica y de determinar cuáles son los diccionarios más influyentes en el siglo XVII. La influencia del Vocabulario español-latino (ca. 1495) de Nebrija en los vocabularios bilingües coloniales fue señalada por Menéndez Pidal (1944), Gili Gaya (1947) y Lope Blanch (1999), y ha sido analizada en estudios más recientes, como en Hernández (2008) y Smith-Stark (2009). En el área mesoamericana, se ha confirmado que la influencia de Nebrija se establece también de manera indirecta a través del diccionario de Alonso de Molina (1555 y 1571). En América del Sur, las conexiones entre los vocabularios han sido menos estudiadas, de ahí que nos hayamos planteado tratar este asunto. Así pues, sin obviar la influencia nebrisense en esta zona, pretendemos averiguar si hubo un vocabulario que sirvió de modelo y que, por tanto, como el vocabulario náhuatl de Molina, facilitó la labor lexicográfica de los misioneros que recopilaron el léxico del quechua, del aimara o del guaraní, entre otras lenguas. Nuestra hipótesis es que esa función la desempeñó el vocabulario quechua Anónimo (1586) de Antonio Ricardo, que ha sido editado facsimilarmente en 2009 por Julio Calvo Pérez. El hecho de que el vocabulario de 1586 fuera sucesivamente editado en el siglo XVII (1603, 1604 y 1614) puede indicar, además, esa posible influencia en la lexicografía suramericana, dado el número inusual de ediciones —dentro de los parámetros de la Lingüística misionera— en la misma década. Conviene destacar que hemos localizado en diversos paraderos la segunda edición de la obra de 1586, la de Sevilla 1603, que se creía perdida (cf. Calvo Pérez 2009: 15). Tras consultar el ejemplar de la Bayerische Staatsbibliothek, hemos comprobado que la Gramática y Vocabolario de 1603 es una reimpresión de la obra anónima de 1586, tal y como apuntó Calvo Pérez (2009: 51) basándose en Tschudi (1835); además, se comprueba que esta obra fue ordenada por “Diego de Torres de la Compañia de Jesus, Procurador de la Provincia del Perú” (Anónimo [Antonio Ricardo] 1603: Dedicatoria). Se trata de Diego de Torres Bollo, procurador del Perú que viajó a Roma y a Sevilla (cf. Torres Saldamando 1882) y mandó reimprimir la obra anónima en Sevilla, para que los jesuitas que se llevó a América fueran aprendiendo las lenguas indígenas durante la travesía: “ni en la nauegacion podremos tener mejor ocupacion yo y mis compañeros, que aprender las dichas lenguas [quechua y aimara], que es el medio mas proximo y delos mas necessarios para nuestro intento” (Anónimo [Antonio Ricardo] 1603: Dedicatoria). También 2

Por este motivo, no hemos considerado los vocabularios de Valdivia (1606), Ruiz de Montoya (1639) y [Ruiz] Blanco y Yangues (1683-1690), que tienen entradas en la lengua indígena, y hemos excluido el diccionario de Tauste (1680), que no guarda el orden alfabético.

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hemos examinado la edición de Lima de 1614, que no introduce cambios significativos en la nomenclatura originaria; por ello, a pesar de no haber podido consultar el ejemplar de Lima 1604 consideramos muy probable que en esta tercera edición tampoco hubiera modificaciones sustanciales3. En esta ocasión, hemos ampliado el estudio a otros autores (Torres Rubio, Valdivia, Marbán, etc.), realizando una comparación entre todos los vocabularios que tienen el español como lengua de partida, con la intención de averiguar si pudo ser Antonio Ricardo el vocabulario en el que se basaron de manera preferente los autores del siglo XVII. Veremos en qué medida se copiaron unos a otros y, en definitiva, daremos cuenta de cómo tuvo lugar el desarrollo de la lexicografía en esa área americana.

2. La producción lexicográfica hispano-amerindia en América del Sur durante el siglo XVII

Muchas eran las lenguas vernáculas habladas en la región andina a la llegada de los españoles; algunas de ellas, como el quechua, el aimara, el guaraní o el mapudungun (mapuche) actuaban como lenguas generales4. Sobre ellas trabajaron con ahínco los frailes, recopilando su léxico y describiendo su gramática, para poder realizar con éxito su empresa evangélica. Pero los misioneros lexicógrafos del siglo XVII también prestaron atención a aquellas lenguas que contaban con menos hablantes como el allentiac, lengua de la familia lingüística huarpe hablada en la región central de Argentina (Adelaar 2004: 501, 544-549); o el mojo, una lengua de la familia arahuaca hablada en Bolivia (Adelaar 2004: 422). A continuación, presentaremos las obras lexicográficas del siglo XVII en las que se enfrenta el español con estas lenguas amerindias. Todas ellas, en última instancia, están implicadas en la función de la enseñanza de las lenguas indígenas y en la transmisión de conocimiento sobre su lengua y su cultura. Por lo que respecta a la lengua quechua, el jesuita Diego González Holguín (15521618) continúa la labor lexicográfica iniciada por Domingo de Santo Tomás en 1560 y el vocabulario anónimo de 1586: en 1608 sale a la luz su Vocabvlario dela lengva general de todo el Perv llamada lengua Qquichua o del Inca en la imprenta limeña de Francisco del Canto. Se trata de un vocabulario en formato cuarto, bilingüe y bidireccional que enfrenta en primer lugar el quechua y el castellano en un total de 372 páginas; y en segundo lugar, el castellano y el quechua en 332 páginas. El texto aparece a dos columnas y no hay diferencia en la presentación gráfica entre el lema y el equivalente, que están sencillamente separados por un punto. Al comienzo de este libro, el misionero enumera una serie de características por las cuales su repertorio sobresale 3

4

Con respecto a la autoría de este texto, tras haber comparado el anónimo Arte y vocabulario de 1586 con el Arte de la lengua quichua (1619) de Diego de Torres Rubio, podemos afirmar que no se trata de obras idénticas; por lo tanto, es poco sostenible la atribución a este autor de la obra de 1586 (tesis que defiende Medina 1965: 33), así como de las sucesivas reediciones de la obra anónima. A idéntica conclusión había llegado Calvo Pérez (2009: 46-47). Es decir, eran “línguas indígenas que, por razões culturais, econômicas ou políticas, eram faladas por um grande número de nativos, em vastas porções de território e que serviam de meio de comunicação supra-tribal e supra-regional, antes mesmo da chegada dos europeos” (Altman 1999: 153).

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con respecto al vocabulario anterior; entre ellas, cabe destacar los “Avisos necessarios para entender las letras nueuas y añadidas al Vocabulario, y por ellas sacar la pronunciacion diferente” (González Holguín 1608: 1-2), en los que el Holguín da algunas claves sobre la fonología y la ortografía del quechua cuzqueño (cf. Calvo Pérez 2005). También a principios del siglo XVII, otro jesuita, Diego de Torres Rubio (15471638), compuso el Arte de la lengva quichua, libro en octavo, impreso en 1619, en Lima, esta vez, por Francisco Lasso. A la escueta gramática (44 fol.), le sigue un Vocabvlario breve en la lengva quichva, que contiene los “vocablos de que mas or–dinariamente vsamos” (Torres Rubio 1619: Prólogo al Vocabulario) y en el que el español es la lengua de partida (45 p.); a continuación, hallamos un Breve bocabvlario que comiença por los uocablos Quichua al trocado del passado (30 p.). La nomenclatura se reparte en dos columnas y mientras que el lema está en letra redonda, su equivalencia destaca por estar en cursiva. Las prensas de Francisco del Canto fueron las encargadas de difundir durante los primeros años del siglo XVII las grandes aportaciones a la lexicografía bilingüe del español con el aimara. En 1612, Ludovico Bertonio (1557-1625) publicó en Juli el primer Vocabvlario dela lengva aymara. Es una obra en formato cuarto en la que el jesuita italiano enfrenta el léxico español y el aimara a dos columnas sin distinguir gráficamente el lema de la equivalencia. La primera parte del Vocabvlario, en la que la lengua de partida es el español, abarca 474 páginas; en la segunda, de 399 páginas, la lengua base es la aimara. Tal y como explica Bertonio antes de iniciar la segunda parte, empieza por el vocabulario español-aimara debido a motivos pedagógicos: “la razon de llamar aquella primera es, porque ordinariamente los que comiençan a estudiar la lengua en primer lugar acuden al estudio della, como cosa mas facil por empeçar en romance, o en la lengua que saben: aunque va poco en llamarla segunda, o primera parte” (Bertonio 1612: II, 3). Por otro lado, merece destacar que Bertonio incluye al comienzo de su obra “Algvnas anotaciones para saberse aprouechar deste vocabulario, y hablar con mas propriedad esta lengua Aymara”. Se trata de cinco comentarios escritos a doble columna y repartidos en doce páginas, en los que se detiene en explicar la pronunciación y la ortografía de esta lengua, hace hincapié en la riqueza del vocabulario aimara, avisa al lector del valor de los símbolos usados en el diccionario, propone una serie de consejos para estudiar esta lengua y, finalmente, se ocupa de los “verbos de llevar y movimiento”, cuyo significado varía dependiendo de las partículas con que se componen. El aimara volvió pronto a ser descrito por el jesuita Diego de Torres Rubio, que además del quechua, dominaba el aimara y el guaraní (Porras Barrenechea 1952: xiiixiv). El Arte de la lengva aymara fue publicado en 1616 en Lima y, como en el caso del Arte de la lengva quichua del mismo autor, tras el tratado gramatical se puede consultar el Vocabvlario breve aymara de los vocablos mas comunes de que ordinariamente vsamos de 19 folios (46r-64v) y el Breve vocabvlario que comienza por la Aymara, al contrario del passado de 17 folios (81r-97r). Es una obra en cuarto en la que, como es habitual la nomenclatura se divide en dos columnas, y el equivalente se marca en cursiva5. 5

Hasta nosotros han llegado dos versiones de este libro, ambas impresas en 1616 en Lima. Las

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Algunas de las fuentes bibliográficas consultadas (Niederehe 1999: 19 y 70; Rivet y Crequi Montfort 1956: I, 35; y Viñaza 1977: 57 y 86-87), atribuyen a Diego de Torres Rubio la obra trilingüe Gramática y Vocabulario en lengua Quichua, Aymara y Española, impresa en Roma en 1603 y que, al parecer, Clemente Hidalgo reimprimió en 1619 en Sevilla. Sin embargo, en opinión de Medina (1930: 26), la existencia de la obra impresa en Roma es dudosa; por otra parte, Domínguez Guzmán (1992: 142-150) no registra la segunda edición en el catálogo de los impresos sevillanos fechados en 1619, tampoco en la lista de “impresos dudosos” ni en la de “citas erróneas”, y solo reconoce a Diego de Torres Rubio como posible autor dos catecismos bilingües españolaimara impresos en Sevilla, uno 1604 y otro hacia 1619 (Domínguez Guzmán 1992: 48, 88 y 09, 288). De manera que este trabajo que conjuga el español, el quechua y el aimara y su reedición permanecen sin localizar. Antonio Ruiz de Montoya (1585-1652) fue quien inauguró la lexicografía hispano-guaraní en 1640 con su Arte, y bocabvlario de la lengva gvarani, impreso en Madrid por Juan Sánchez. Es un libro en cuarto, en el que tras los preliminares y la gramática, Ruiz de Montoya incluye el Vocabvlario de la lengva gvarani, que ocupa 131 páginas (103-234); en él, la nomenclatura se reparte en dos columnas y el lema en español se separa con una coma (o con un punto) de la equivalencia indígena. Además, el autor escribe unas “Advertencias para la inteligencia desta primera parte del Vocabulario Guarani” (101-102), en las que traza las conexiones entre esta y la segunda parte de su vocabulario guaraní, es decir, su Tesoro de la lengva gvarani, impreso un año antes. Por lo que respecta a las lenguas minoritarias de América del Sur, Luis de Valdivia (1531-1642) escribe la Doctrina christiana y cathecismo enla lengua Allentiac, que corre en la cuidad de S. Iuan dela Frontera, con vn Confessonario, Arte, y Bocabulario breues (Lima, Francisco del Canto, 1607). El Vocabvalario breve en lengua Allentiac, que ocupa 9 páginas de un libro en octavo, toma como lengua de partida el español, reparte la nomenclatura en dos columnas y en esta ocasión, el lema está en cursiva para diferenciarlo del equivalente en la lengua indígena. Antes de finalizar el siglo XVII, la lengua mojo o moxo fue descrita en el Arte, y Vocabulario de la lengua morocosi compuesto por vn padre de la Compañia de Jesvs missionero de las provincias de los moxos (Madrid, 1699); obra en cuarto que, de acuerdo con Niederehe (Niederehe 1999: 259-260), el P. Uriarte atribuyó a Pedro Marbán. En ella, tras la gramática se incluye el Vocabulario de la lengva morocosi, bilingüe, bidireccional, a dos columnas y con el lema en cursiva. La primera parte, en que el autor enfrenta el español con el mojo, ocupa 151 páginas (89-240); y la segunda, 138 páginas (241-379). En los primeros años del siglo XVIII, salió de las prensas de Joseph de Contreras el Arte de la lengva moxa, con su vocabulario, y cathecismo de Pedro Marbán (1647únicas diferencias entre ambos textos tienen que ver con la foliación y con el hecho de que uno de ellos — el ejemplar B616.T689a1 de la John Carter Brown Library [en adelante JCBL] — incluya una reimpresión del Catecismo en la lengva española y aymara del Pirú (publicado en Sevilla por Bartolomé Gómez en 1604) y un escueto prólogo precediendo al vocabulario que comienza por la lengua indígena.

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1713), cuyo contenido es igual al vocabulario anterior, el editado en Madrid en 16996. La primera parte del Vocabvlario de la lengua Moxa toma como lengua de partida el español, abarca un total de 243 páginas (118-361) y en ella, como es habitual la nomenclatura está dividida en dos columnas y el lema se separa de la equivalencia con un punto. La Segunda parte del vocabvlario de la lengua moxa ocupa 236 páginas (365-658) y la nomenclatura ya no aparece a dos columnas. Antes de comenzarla, el autor incluye unas “Advertencias necessarias para su inteligencia” (362-365), en las que explica las particularidades de su vocabulario. Además, tras los vocabularios, Marbán añade un Suplemento de algvnos Vocablos pertenecientes al Primer Bocabulario (659-660), donde añade 24 nuevas palabras españolas con su traducción.

3. Análisis léxico

Las entradas de los vocabularios bilingües con las lenguas indígenas constituyen registros fiables del español colonial y sus variedades: podemos hallar en ellas interesantes datos léxicos históricos, como por ejemplo la palabra balsero, introducida como entrada por González Holguín en 1608; es esta una palabra criolla, creada en América por españoles, que tiene su primera documentación americana y el primer registro lexicográfico en el vocabulario de Holguín. Pero el objetivo de los autores de estos diccionarios no era el de reunir el vocabulario usual del español, sino mostrar la estructura morfológica o el significado de las palabras indígenas para usuarios cultos como eran, sin duda, los religiosos. Sabido es que Nebrija fue la fuente primordial de los vocabularios bilingües americanos. A la hora de construir su lista de palabras clave para dar las equivalencias de las palabras o frases de la lengua indígena, sus autores se sirvieron de la nomenclatura del vocabulario nebrisense. En el caso del área suramericana, como ya hemos señalado antes, empezó a hacerlo Santo Tomás en su vocabulario quechua, quien apenas se separó de su modelo, y a él le siguió el autor anónimo del Antonio Ricardo, que contiene muchas innovaciones léxicas. En cuanto a la inclusión de léxico nuevo respecto del nebrisense, algunos vocabularios presentan una postura más conservadora y otros más innovadora. A continuación mostramos algunas pruebas léxicas que dan cuenta de esa tensión entre el vocabulario que el lexicógrafo introduce y el que viene dado por la tradición. Partimos de los datos de nuestro proyecto de tesoro o diccionario con los vocabularios amerindios, en donde se recogen y relacionan los lemas de todos los diccionarios. El método que seguimos para realizar el análisis de las influencias consiste en la introducción de artículos de los vocabularios en una base de datos. En ella, se han lematizado palabras clave, que son las que establecen la relación entre los distintos vocabularios y, de esta manera, resulta evidente cómo se copian unos a otros. Hay que advertir que gran parte de la nomenclatura castellana la comparten los vocabularios, siendo las anomalías o las discontinuidades las que precisamente dan la clave o permiten confirmar los supuestos “plagios” 6

Agradecemos a Rita Eloranta (Universidad de Helsinki) la información, que generosamente nos proporcionó acerca de las ediciones del vocabulario de los moxos, en el debate que se originó tanto después de nuestra intervención, como de la suya titulada “El tratamiento de la categoría gramatical ‛clasificador’ en algunas gramáticas coloniales de tradición española”.

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evidenciados en la microestructura de los distintos diccionarios. Concretamente, para este trabajo, hemos analizado los vocabularios hispano-amerindios que acabamos de mencionar, si bien, en la comparación, no consideramos el de Valdivia de la lengua allentiac, los dos de Torres Rubio del aimara y del quechua, así como el de la lengua moxo, por contener escaso léxico. Los más innovadores (González Holguín, Bertonio y Ruiz de Montoya) combinan tres prácticas lexicográficas: primero, la imitación de la base léxica de Nebrija como fuente; segundo, la interrelación o influencia de unos con otros; y tercero, la introducción de vocabulario propio de su área con la introducción de entradas con términos locales o palabras normalmente exigidas por la traducción al español de la lengua nativa. La imitación de la base léxica de Nebrija, se puede observar en un alto porcentaje de entradas copiadas directamente. Lo habitual es que los suramericamos muestren alguna preferencia por alguna variante fonética, como es el caso de: Nebrija 1495 Badeha especie de melón. Nebrija 1516 Badeha especie de melón. Antonio Ricardo 1586 Badea González Holguín 1608 Badea Bertonio 1612 Badea Ruyz de Montoya 1640 Badea

O puede que los americanos amplíen el lema base con especificaciones semánticas mediante modificación o complementación.

Nebrija 1495 blando al sentido del tocar Nebrija 1516 blando al sentido del tocar Antonio Ricardo 1586 blando hazer // blando de coraçon [la cursiva es nuestra, y así en adelante] González Holguín 1608 blando hazer ablandar // blando de coraçon tierno y amoroso Bertonio 1612 blando dizese de la ropa y cosas molidas // blando si hablamos de la tierra o piedras faciles // blando que pisandolo se hunden los pies // blando liquido, dizese de maçamorras // blando de condicion, vease apacible Ruyz de Montoya 1640 blando de condicion // blando de coraçon tierno

El artículo siguiente induce a pensar que fue el vocabulario de Nebrija de Sevilla 1516 el que pudieron consultar. Por otro lado, llama la atención en este ejemplo la copia literal que hace Holguín de Ricardo, que muestra de manera irrefutable que lo siguió:

Nebrija 1495 Nebrija 1516 Baylar o dançar Antonio Ricardo 1586 Baylar // Baylar trauadas las manos en corro // Baylar hombre y muger assi González Holguín 1608 Baylar // Baylar trauadas las manos en corro // Baylar hombre y muger asidos […] Bayle assi Bertonio 1612 Baylar. Muchas maneras tienen los indios de baylar aqui ponemos algunas dellas cuyas propriedades se veran por sus letras en la 2 parte por no repetir en dos partes cosa que tan poco importa // Baylar al modo antiguo de los indios. Ruyz de Montoya 1640 ___________________________________________________________________________ – 481 –

 

   

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El hecho de que la lexicografía bilingüe del periodo renacentista, ya sea la europea ya la desarrollada por los misioneros en América con las lenguas amerindias, tenga entradas pluriverbales permite un mejor rastreo de las influencias, como acabamos de ver. En cuanto a la segunda práctica lexicográfica, se confirma la influencia de Ricardo: se aprecia cómo Holguín, Bertonio y Montoya copian artículos de Ricardo que no estaban en Nebrija (balbuciente, balsa, batea de la calabaça, entre otros.). A veces, es solo Holguín el que sigue a Ricardo, como en barjoleta, bojordo, boquiseco andar y, en otros artículos, vemos que Montoya copia también a Ricardo (borla, borrachera, brindar, bullicioso). Además, a partir del léxico que no introduce Ricardo, se atisba asimismo la influencia de Holguín sobre Montoya (borujones). Sucede que, en un porcentaje muy elevado, las entradas están copiadas del modelo nebrisense, pero cabría pensar que Holguín, Bertonio y Montoya solo hubieran consultado el vocabulario de Ricardo; sin embargo, hay entradas, que éste no incluye, pero sí lo hacen los suramericanos, que confirman que directamente emplearon el vocabulario de Nebrija. Por ejemplo, Holguín y Bertonio registran batihoja siguiendo a Nebrija (batihoja, batidor de oro // batihoja este arte). Por último, la tercera práctica lexicográfica consiste en introducir palabras que no figuraban en los diccionarios anteriores. Sin duda, los indigenismos constituyen un material léxico innovador, con el registro lexicográfico de barbacoa, batata y batea. Solo en la letra b, Holguín registra tres lemas nuevos: barreño, borrajo, borreguero. Bertonio introduce las innovaciones de bolillas, batacaço, bateria, beatificar, becoquin, boato, bodoquillos, boga y boquerones; y, finalmente, Ruiz de Montoya introduce bascas, barbote, barloar, barranquera, barreta, bastear, birrete, blanquecina, bombarda, breada y bufido. En este sentido, teniendo en cuenta que, por ejemplo, el lema barranquera no aparece en los diccionarios españoles hasta que la introduce la Academia en 1770, se constata pues que estos vocabularios contienen información léxica nueva y no son solo meras copias del nebrisense.

4. Recapitulación

Una vez presentados los vocabularios hispano-amerindios del siglo XVII producidos en América del Sur (cinco de ellos sobre lenguas generales como el quechua, el aimara y el guaraní; y el resto sobre lenguas menos habladas como el allentiac o el mojo) y tras analizar el léxico contenido en los más innovadores, hemos confirmado que Nebrija es su fuente primordial y que, además, se establecen interrelaciones entre ellos, constituyendo, pues, una práctica lexicográfica específica de América del Sur durante el siglo XVII. En este aspecto, sobresale el vocabulario de Antonio Ricardo como el más influyente de dicha práctica o tradición. Por otro lado, también hemos descubierto que Montoya se pudo valer del vocabulario de Holguín al elaborar el listado de sus palabras clave. Finalmente, queremos subrayar que cada uno de los vocabularios analizados contiene un rico material léxico cuyo análisis enriquecerá el estudio de la historia del léxico español americano. ___________________________________________________________________________ – 482 –

 

   

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Referencias bibliográficas Fuentes primarias

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Fuentes secundarias

Adelaar, Willem F. H., con la colaboración de Pieter C. Muysken. 2004. The languages of the Andes. Cambridge: Cambridge University Press.

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