“Les roban la infancia”: Discursos de adoptantes sobre los niños/as en instituciones asistenciales y sus familias\"

July 23, 2017 | Autor: Mariela Pena | Categoría: Familia, Infancia y Famillia, Parentesco, Adopción
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Descripción

VII Jornadas de Sociología de la UNLP Mesa 25: “Pricing the Priceless Child”: cartografías estatales y construcción social de la “infancia” y “juventud”. Coordinadoras: Alicia Inés Villa (Departamento de Ciencias de la Educación UNLP); María Florencia Gentile (Instituto de Ciencias, UNGS); Valeria Llobet (CONICET, Escuela de Humanidades, UNSAM); Marina Medan (IdIHCS, FaHCE, UNLP); Laura Peiró (UNLP); Eliana Gubilei (UNLP).

Título: “Les roban la infancia”: Discursos de adoptantes sobre los niños/as en instituciones asistenciales y sus familias. Autora: Mariela Pena1 RESUMEN Palabras clave: Infancia, adopción, modelo occidental de familia, discursos. En una conocida etnografía sobre adopción, Modell ha propuesto que la adopción moderna es practicada de manera que se intenta “imitar” al modelo occidental de familia y a su principio de “filiación exclusiva” (una sola madre y un solo padre), basado en la procreación biológica y por lo tanto considerado “natural”. (Modell; 1994). Aquí proponemos que en el “saber compartido” actual sobre adopción en nuestro país, se emplean distintos discursos para adecuar a dicho modelo de familia la realidad (no deseada) de que muchos niños/as dados en adopción tienen o han tenido lazos con otras personas o grupos. Partiendo del trabajo de campo realizado con adoptantes en entrevistas y en un taller grupal, exploraremos los sentidos sobre infancia y familia articulados en las referencias a los lazos familiares previos de los niños/as que pueden convertirse en “adoptables”, la mayoría de los cuales provienen de sectores empobrecidos y han transitado por instituciones asistenciales. Sugerimos la presencia de distintas operaciones: 1) La construcción de la “ruptura” de los 1

Es Lic. en Ciencias Antropológicas por la Universidad de Buenos Aires (UBA) y Becaria Doctoral de CONICET. Ha trabajado temáticas relacionadas con género, parentesco y religión. Actualmente desarrolla su investigación denominada “La adopción de niños y niñas en Buenos Aires desde un enfoque etnográfico. Valores y sentidos asignados al parentesco” en el Instituto Interdisciplinario de Estudios de Género (IIEGE), Facultad de Filosofía y Letras, UBA. Es feminista e integrante de la CAF (Colectiva de antropólogas feministas). Forma parte del equipo de investigación (UBACyT) ““Politizando la vida cotidiana: género, sexualidad y parentesco en la Argentina contemporánea”, dirigido por la Dra. Mónica Tarducci. IIEGE, Facultad de Filosofía y Letras, UBA. Contacto: [email protected].

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lazos de parentesco anteriores como necesaria, 2) La cosificación de las familias de origen, y 3) La producción de las anteriores relaciones afectivas del niño/a como inexistentes, terminadas o “patologizadas”. INTRODUCCIÓN El principio según el cual las familias adoptivas deben conformarse asemejándose e imitando tanto como sea posible a la familia nuclear occidental, creando un tipo de filiación denominada en la bibliografía sobre el tema como “as-if-begotten”2, ha dominado las leyes y prácticas de adopción durante el Siglo XX no sólo en nuestro país sino en prácticamente todos los contextos occidentales, tales como Europa y ambos continentes americanos. Este modelo propone la introducción de un niño/a en el parentesco extendido de una familia, proveyéndolo de nuevas “raíces” que replican las conexiones que normalmente se establecen genealógicamente y al mismo tiempo rompiendo con los vínculos anteriores, en una notoria reafirmación de las ideas occidentales sobre la familia. En otras palabras, la adopción plena, al establecer un tipo de filiación que sustituye entera e irrevocablemente a la biológica, no propone un nuevo tipo de familia sino que intenta crear una imitación de la familia occidental formada a partir de la reproducción sexual y la pareja heterosexual. Con esto, refuerza la idea de que la familia es un hecho de la naturaleza y a través de un contrato legal reproduce este modelo de filiación. (Modell, 1994; Ouellette, 1998; Tarducci, 2011). Para el caso de nuestro país, Villalta ha estudiado cómo particularmente desde la década de 1960, cuando comienzan los proyectos de reformas legales para crear esta figura de “adopción plena”3 se reforzó la idea del carácter definitivo e irrevocable de la adopción, consagrándola como un tipo de “filiación sustitutiva” que para ser adecuada y efectiva debía borrar todo vínculo con la familia de sangre e intentar imitar al modelo conyugal y nuclear. La adopción intenta eliminar cualquier vestigio de la filiación anterior para imponer otra en su lugar. En palabras de la autora: “Esta forma de organización familiar era connotada como el marco natural para el adecuado desarrollo y maduración de los niños, y para su futura integración en el medio social”. (Villalta; 2010: 117)

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En español, “como si fuera engendrado”. Anteriormente, si bien la adopción ya estaba legislada ésta tenía la forma que se denominó “simple”. De acuerdo con esta figura, que actualmente existe pero se practica a modo de excepción, el niño adoptado no creaba lazos legales con la familia completa del adoptante sino sólo entre él y sus padres adoptivos, que debían estar casados. Así, si bien los adoptantes detentaban la patria potestad sobre el niño, éste no perdía su filiación anterior ya que subsistían los deberes y derechos que resultaban del vínculo de sangre. (Villalta; 2010). 3

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Siguiendo estas elaboraciones y nuestro trabajo de campo, partimos de la idea de que dicho marco normativo sobre el parentesco actúa hoy en nuestro ámbito de estudio como prisma cultural (Bestard; 2004), es decir como una forma o modelo específico para establecer relaciones, a través del cual se evalúan e intentan adecuar las prácticas de colocación de niños/as en nuevas familias y la construcción de familias mediante la adopción. Tomamos además el concepto de negociaciones estratégicas, elaborado por Thompson en un estudio en clínicas de fertilización asistida. El antropólogo utiliza esta noción para dar cuenta de cómo en un contexto occidental moderno donde está presente el modelo parentesco fundado en las relaciones de sangre, las personas a su vez negocian estratégicamente la importancia otorgada a un cierto tipo de conexiones o a otras (genes, embarazos, afectos, etc.) a la hora de definir sus relaciones familiares. (Thompson; 2001). Sugerimos entonces que a partir de un modelo que establece normas y significados compartidos acerca de la infancia, crianza, filiación y familia en general, desde el “sentido común” sobre el proceso de adopción legal se despliegan negociaciones estratégicas que normalizan la separación de los niños/as de sus vínculos de parentesco anteriores, necesaria para que sea posible fundar una nueva familia de “filiación exclusiva” como la normatividad prescribe. Nos proponemos aquí explorar más profundamente los recorridos argumentativos concretos a través de los cuales este modelo se impone e intenta ser recreado. En síntesis, el argumento central del trabajo es que el ideal de parentesco occidental, basado en la procreación biológica (Modell; 1994), requiere de diversas estrategias (en el sentido propuesto por Thompson) para compensar o adecuar la realidad de que los niños que son declarados “en estado de adoptabilidad” tienen o han tenido lazos -llámese genéticos, biológicos y/o sociales- con otras personas o grupos. Las personas que desean adoptar no han creado estos sentidos otorgados a la adopción sino que están inmersos en un contexto cultural que legitima y prescribe esta forma específica de circulación de niños. A diferencia del amplio espectro de ejemplos etnográficos en donde se ha documentado que prevalecen las “colocaciones” de niños sin romper con el parentesco anterior y creando relaciones entre las familias (Grau Rebollo; 2011), en la adopción llamada “moderna” ocurre lo contrario. Estos vínculos previos son condiciones no deseables para la conformación de la nueva “familia nuclear”, y el ideal suele ser que dichas relaciones no existieran o que sean legalmente terminadas4.

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Esto sucede cuando se decreta la “adopción plena” que de acuerdo con la ley de adopciones actual determina que “se extinguen” las relaciones familiares anteriores. Esta figura es la más frecuente y solicitada por

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Si bien cuestiones puntuales de la normativa actual -como “el interés superior del niño”-, y de la historia local5, han creado un marco de legalidad ya aceptado, poblado de referencias al “derecho a la identidad”, a la importancia de “conocer los orígenes”, y a evitar los secretos en torno a la “realidad biológica”, estas prescripciones difícilmente llevan a que la adopción sea concebida en tanto “filiación aditiva”6. (Villalta; 2011). Sugerimos que una forma frecuente de resolución al conflicto entre las realidades de los niños/as y el modelo de adopción como “ruptura limpia” 7, consiste en naturalizar la separación definitiva de sus familias, mediante tres operaciones a veces interrelacionadas: 1) La construcción de la “ruptura” de los lazos de parentesco anteriores como deseable y/o necesaria, 2) La cosificación de las madres y familias “biológicas”, y 3) La producción de las anteriores relaciones afectivas del niño/a como inexistentes, terminadas, “patologizadas” o perniciosas. EL CONTEXTO ETNOGRÁFICO: Los procesos actuales de adopción en Buenos Aires y el taller para adoptantes o personas que desean adoptar. De nuestro trabajo de campo en el marco de una investigación más amplia sobre adopción en Buenos Aires, hemos recogido una heterogeneidad de sentidos asignados a la historia del niño/a previa a su adopción o a que sea convertido legalmente en un niño/a “adoptable”, y a los motivos o causales de tal condición. Frecuentemente, las personas que deciden adoptar lo hacen debido a la imposibilidad de engendrar hijos a partir de la procreación biológica, siendo que en primer lugar suelen recurrir a tratamientos de fertilización asistida con NTR, y una vez agotadas dichas posibilidades comienzan con los trámites para adoptar. Generalmente en esas instancias, sino antes, toman conocimiento a través de contactos con otras parejas en situaciones similares -o con instituciones u operadores dedicados a la adopción-, de que el tiempo que transcurre entre que se inscriben en el Registro Único de Aspirantes a Guardas

los adoptantes, muchos de los cuales se niegan a adoptar niños bajo la “adopción simple”, que permite la continuidad de los vínculos de origen del niño/a. 5 En la Argentina las prácticas anteriormente frecuentes de adopción de niños/as a través de procedimientos discrecionales y el ocultamiento de la calidad de adoptado han sido duramente cuestionadas a partir de los hechos ocurridos durante la última dictadura militar, en los cuales el aparato estatal se apoyó sobre estas prácticas legitimadas para operar un plan de “apropiación ilegal” de hijos e hijas de familias secuestradas y desaparecidas. Para conocer más sobre esto ver: Villalta (2011). 6 Fonseca (1998). 7 El principio del “clean break” (ruptura limpia) supone la ruptura total con el pasado (y con la familia de nacimiento). Se supone que de este modo se garantiza una total inclusión de los niños y niñas adoptadas en su nueva familia y en su nueva nación. (Yngvesson; 2000)

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con Fines de Adopción (RUAGA)8 y que la adopción se concreta puede ser de varios años, sin garantías de que llegue a realizarse. De acuerdo con el trabajo de campo realizado hasta el momento en Ciudad de Buenos Aires y Conurbano Bonaerense, esto se debe a que en este contexto, los casos en los que los niños han sido entregados voluntariamente por sus madres o familias son una minoría prácticamente inexistente. La circulación de manera más informal de niños/as a partir de la voluntad de mujeres de dar a sus hijos en adopción, documentada en otros casos (Fonseca; 2004; 2006; 2009; 2010, Tarducci; 2011), también es muy frecuente y ocurre por otros caminos conocidos como “guardas de hecho” o “adopciones directas” que dejaremos de lado en esta oportunidad. En la mayoría de los casos con los que tomamos contacto, las etapas previas han tenido una fuerte intervención estatal, a través de sus organismos administrativos (Defensorías Zonales y Servicios Locales) y judiciales (Juzgados de Familia). Éstos, luego de intentar otras medidas tales como la institucionalización temporaria en aras de “fortalecer el vínculo” con sus familias - al menos desde lo que la legislación obliga-, han considerado estos intentos como fallidos y decidido la separación definitiva de los niños o niñas de estas familias por considerar que “vulneraban sus derechos”, de acuerdo con la jerga legitimada. Para los objetivos que nos ocupan ahora, de las múltiples líneas de análisis que abre este aspecto, solamente destacaremos que dadas estas circunstancias los niños/as dados en adopción no circulan entre las familias de origen y las adoptantes mediante una relación interpersonal, sino que los actores involucrados difícilmente lleguen a conocerse. El poder estatal a través de sus diferentes dispositivos, etapas, prácticas, etc.; actúa como intermediador entre ambas, dotando al vínculo entre los adoptantes y las familias de las cuales provienen los niños (y a las familias mismas), de un carácter abstracto y despersonalizado. Además, justamente por el hecho de permanecer en instituciones asistenciales, el pasaje de los niños de una familia a otra no ocurre en forma de ruptura brusca y directa (por más que quiera pensárselo así), sino que entre una instancia y otra suele transcurrir un período (a veces de varios años) en los que los niños/as generalmente ya no tienen un contacto cotidiano con sus familiares y estas relaciones comienzan a estar intervenidas estatalmente.

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Esta inscripción en el Registro de CABA es el primer paso obligatorio en el proceso de adopción legal, desde la creación en 2005 del DNRUA, una nómina de alcance nacional conformada por los registros provinciales, con los fines de unificar, reglamentar y controlar las adopciones. Sin embargo, el proceso está incompleto porque varias provincias no han adherido, lo cual genera un doble proceso en el que muchos de quienes quieren adoptar se inscriben y a su vez envían sus solicitudes a los diferentes juzgados de las provincias no adheridas.

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En este contexto, por otro lado, son varios los espacios abiertos bajo la forma de “talleres grupales” -de iniciativas públicas o privadas- destinados a personas con hijos adoptivos o anotados en “lista de espera”9, con el fin de “acompañar” en lo que se percibe como un proceso burocrático largo y engorroso. Los talleres, según tomamos conocimiento durante nuestro trabajo, son organizados por diferentes grupos o asociaciones y con objetivos heterogéneos. Existen algunos organizados por instituciones públicas, como los que funcionan en el Hospital Tobar García o en el RUAGA, otros organizados en asociaciones que realizan en forma privada los trámites requeridos legalmente para adoptar (informes, “carpetas”, etc.) y otros más informales formados a partir de matrimonios con hijos adoptivos que desean “acompañar” a otros que “pasan por la misma situación”. En este caso nos ocuparemos de algunos de los discursos y argumentos que han tenido lugar en el marco de un taller de seis encuentros mensuales del cual participamos, organizado por una asociación civil cuyos datos omitiremos debido a su interés en preservar el anonimato. El taller tiene lugar en la Ciudad de Buenos Aires y consiste en encuentros muy informales orientados por un coordinador a cargo de todas las tareas, que según su propia presentación ha decidido asumir esa función hace años a partir de su propia experiencia como “padre adoptivo”, y su mujer que también forma parte del equipo pero nunca se ha presentado en persona. Los encuentros tienen como fin explícito, según el coordinador: “acompañar (a los que quieren adoptar) para que no estén solos y no tiren la toalla”, y las charlas, en una mesa redonda con café y dulces, son improvisadas y siguen el curso de lo que los participantes preguntan o comentan en sus intervenciones. Quienes asistieron durante el lapso observado han sido seis matrimonios heterosexuales y una mujer soltera. A partir de las entrevistas e intercambios presenciados, nos encontramos con interpretaciones recurrentes en torno a estas relaciones y etapas previas a la adopción, que desde la perspectiva de muchos de quienes desean adoptar son percibidas como una “demora innecesaria” en el proceso de adopción. Si bien existen otras explicaciones o miradas, nos detendremos aquí en una de ellas, que observamos como la más generalizada y legitimada (con esto nos referimos a aquella que puede compartirse abiertamente y genera consenso y sensación de “experiencia compartida”). Nuestra intención es tomar los aportes que brinda este espacio como instancia de observación y participación en conversaciones grupales y como escenario que

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complementa con el trabajo de campo previo de entrevistas individuales y con agrupaciones 9

Así suelen referirse a la inscripción en el RUAGA y a los tiempos que transcurren mientras se espera “el llamado” desde el organismo para ofrecer un niño/a en adopción.

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de madres y padres adoptivos. Si bien aquí no haremos referencia directa a ello, la construcción de estos datos no hubiera sido posible sin ese trabajo anterior que nos permite sugerir que los discursos que analizamos aquí sobrepasan el contexto del taller observado, los tomamos como parte de un “saber compartido” sobre la adopción que en la situación del taller se visualiza y recrea. Retomando el relato prevaleciente sobre los niños/as institucionalizados, la explicación suele tener como elementos principales a “los males de la burocracia”, atribuyendo la responsabilidad a los jueces y operadores del sistema judicial, o al mismo sistema que no funciona debidamente; y por otro lado a las “arbitrariedades de la ley” respecto a la separación de los niños de sus familiares de origen, lo cual supone que “con una visita o llamado telefónico (al hogar donde están institucionalizados) alcanza” para no declararles el estado de adoptabilidad. Las acusaciones de negligencia y hasta de crueldad, tanto hacia sus familiares de origen que llamarían cuando está por vencerse el plazo que estipula la ley con el fin de retenerlos, o hacia los operadores judiciales que legalizan esa situación, son moneda corriente. Las personas y relaciones prexistentes generalmente son omitidas, invisibilizadas (no se habla de ellas sino del “tiempo burocrático”), caracterizadas como “nocivas” o como simples medios/vehículos/objetos a través de los cuales el niño/a “llega”. Asimismo, es común escuchar expresiones de ternura y compasión hacia esos “pobres niños que no pueden tener una familia” o a quienes “se les roba la infancia” por los mezquinos motivos mencionados. En los desarrollos que siguen intentaremos desarrollar los tres recorridos discursivos mencionadas, que hemos reconstruido a fines analíticos, a través de las cuales sugerimos que se recrea una idea en torno a los vínculos familiares de origen que faculta a la adopción y a las colocaciones niños en nuevas familias, sin cuestionar completamente los ideales de familia tradicionales. Estas formas interpretativas hacia el camino previo en las historias de vida de los niños/as que pueden llegar a ser adoptados permiten pensar y practicar la adopción de manera que la exclusión de los vínculos previos en las vidas de los niños/as sea considerada como la única alternativa deseable o como “necesidad”. Se plantea la adopción como un “comienzo”, un nuevo “nacimiento” (con cambio de apellido) no sólo de una nueva familia que se conforma a partir de la inexistencia (“extinción”, como dice la ley vigente) de otra, sino como un momento de quiebre radical en las biografías de los niños que pasan de “no tener familia” a tener una. A partir de estas estrategias discursivas el modelo de familia occidental (una sola

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familia) permanece no cuestionado, respetando el ideal de la familia tradicional y de que los lazos familiares de los niños no existieran. Debemos aclarar, no obstante, que éstas son construcciones teóricas que creemos pueden facilitar la comprensión del problema, y no discursos que se presentan siempre de forma homogénea, algunas veces los hemos presenciado de manera contradictoria, entremezclados, con presencia de otras argumentaciones e incluso cuestionados por los mismos actores en otras instancias o por otros adoptantes que construyen narrativas alternativas o diferentes. De hecho, en algunos debates en el ámbito legislativo la forma hegemónica de pensar la adopción está comenzando a ser -muy tímidamente- puesta en discusión (Pena; en prensa), y Villalta (2011) sugiere algo similar para el caso de los profesionales que brindan talleres en el RUAGA. Como mencionamos en la introducción, no es nuestra intención mostrar que es la única interpretación disponible o que no existan otras también frecuentes, sino alertar contra el uso recurrente de ésta manera de aproximación al tema. LOS RECORRIDOS DISCURSIVOS 1) La construcción de la “ruptura” de los lazos de parentesco anteriores como deseable y/o necesaria: “Esos niños necesitan una familia”. Durante el tercer encuentro mensual del taller para adoptantes del cual participamos, tuvo lugar una discusión grupal en torno a los motivos de la institucionalización de niños y la figura de la “adopción simple”. A continuación presentamos una breve extracción de la desgrabación a partir la cual pretendemos visibilizar y analizar la forma estereotipada de discurso en el que se articulan las principales formas de interpretación de las relaciones de los niños institucionalizados con sus familias de origen y la necesidad de la adopción: G10: (al grupo) ¿Por qué hay tantos niños institucionalizados? S: Con una vez que los visiten, el período se renueva por un año más, porque el juez piensa que mientras haya un tío, un abuelo que lo visite no puede ser dado en adopción. V: Depende del juez, la que me dio los míos no estaba de acuerdo y los dio enseguida pero me contó que otros, ni siquiera que los visiten, con que llamen ya es suficiente. (Expresiones de indignación general y murmullos)

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Nos referimos a los participantes mediante iniciales que no corresponden a las de sus nombres reales con el fin de respetar su anonimato.

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G: Pobres chicos, así les arruinan la vida, en lugar de que estén con una familia, deberían exigirles a los familiares que se hagan cargo o los dejen…

Este es un recorrido bastante típico de intercambios -entre adoptantes o personas con intenciones de hacerlo- en el que se crea y reifica una explicación simplificada desde la cual se perciben estos procesos. En este caso el intercambio tiene lugar sin la participación del coordinador, quien sin embargo escucha y asiente mientras que en otras oportunidades él mismo repite argumentos similares haciendo uso de su posición privilegiada para legitimar y recrear esta mirada. En estas interacciones se construye un conjunto de significados relacionados que a medida que son transmitidos y compartidos van construyendo un “sentido común” acerca de la institucionalización de niños. Desde esta perspectiva que se reitera se plantea la “necesidad” no satisfecha de que los niños institucionalizados tengan “una familia”, el sinsentido de la institucionalización prolongada y la adopción como solución o respuesta. Una idea generalmente relacionada a estos argumentos consiste en que los niños institucionalizados, por no estar en un hogar familiar, son niños “sin infancia” o a quienes se les está “arruinando la vida”. Sin embargo, como dijimos, la presencia de este discurso excede el marco de los encuentros que describimos en este caso. En un trabajo reciente mencionamos este tipo de argumentos en “agrupaciones de padres adoptivos” que se unen para presionar en cambios legislativos en contra de lo que consideran una “mala institucionalización” de los niños/as basada en el “biologicismo”, es decir en lo que creen una defensa de las familias por el sólo hecho de tener lazos “biológicos”. (Pena y Tarducci; en prensa). Sin detenernos en ello aquí, es importante hacer referencia al hecho de que los motivos de separación de los niños/as de sus familias es una cuestión que ha comenzado a ser públicamente politizada en los debates legislativos en torno a una posible reforma de la ley de adopción, y de la cual muchos de los que intentan adoptar están al tanto. Los datos estadísticos de que la amplia mayoría de los niños dados en adopción provienen de familias en situaciones de pobreza, y las luchas políticas en torno a las apropiaciones ilegales durante la dictadura, han creado un contexto de mayor cautela frente a la decisión de quitar la patria potestad. La permanencia de niños/as en instituciones sin que se los declare “en estado de adoptabilidad” -que claramente también pude ser muy cuestionable- responde en muchos casos a la existencia en paralelo de medidas asistenciales hacia las familias, durante un tiempo que se supone transitorio, con el fin de que los niños puedan regresar a sus hogares o comunidades de origen. (Pena; en prensa). Los 9

cuestionamientos tales como el de “con un llamado alcanza” no toman en cuenta estas dimensiones ni hacen referencia a la existencia de procedimientos administrativos y judiciales que regulan e intervienen en dichas relaciones familiares (sean adecuados/eficientes o no); y generalmente van acompañados de juicios valorativos como el de que las familias especulan con los plazos para prolongar la institucionalización con fines “egoístas”. Entonces, quisiera hacer énfasis en que es precisamente en este contexto histórico y político en el que tienen lugar estos discursos críticos hacia las decisiones de intentar hacer prevalecer los vínculos con las familias de origen. Villalta también ha documentado que el tópico del egoísmo y “aprovechamiento” de los padres de origen ha sido utilizado siempre que se intentaron reformas legales para limitar su participación en la vida de sus hijos. (Villalta; 2010) Sin pretender evaluar el grado de “veracidad” o correspondencia de estas interpretaciones con los “hechos reales”, consideramos relevante hacer esta breve reflexión en torno al contexto y relaciones dentro de las cuales se producen. Tomando el marco teórico que propone Fraser en relación a lo que denomina “política de interpretación de necesidades” me interesa justamente hacer foco en las lógicas en las que se desarrollan esas interpretaciones, en nuestro caso la creación de la necesidad de los niños/as institucionalizados de “tener una familia”. (Fraser; 1991). La autora propone que las políticas de las necesidades comprenden tres momentos interrelacionados: a) la lucha por establecer o negar el estatuto político de una necesidad dada; b) la lucha sobre la interpretación de la necesidad; c) y la lucha por poder definirla y así determinar con qué satisfacerla. Sin hacer un análisis exhaustivo de esto, podemos sugerir como una aproximación posible al problema, que estos argumentos interpretativos en torno a los niños institucionalizados comprenden una dimensión con intereses/consecuencias políticas (lo que no quiere decir que todos los actores que lo reproducen sean conscientes o tengan intenciones de eso), en la medida en que están presentes las tres dimensiones planteadas por Fraser: a) Se proponen establecer el estatuto político de la necesidad (se reclama a jueces/autoridades/estado que velen por el interés de los niños/as). b) Se intenta interpretar la necesidad (una familia), invisibilizando el hecho de que sí tienen lazos (que podrán o no ser inadecuados, conflictivos, perniciosos, etc.) con sus familias de origen que no tienen la voluntad de darlos en adopción. Además se omite la dimensión socio-económica (familias o personas empobrecidas que no cuentan con las condiciones para criar a sus hijos, o cuya condición humilde agrava otras situaciones dramáticas) y lo que podrían ser otras “necesidades” posibles (asistencia a las familias de origen).

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c) Se lucha por imponer la adopción como única alternativa (satisfactor) invisibilizando la posibilidad de otras soluciones o arreglos de crianza posibles: “que se hagan cargo o los dejen”. La responsabilización a las familias individuales y la producción del problema en términos de falta/culpa/patología familiar descontextualizan a “la familia” de las condiciones socioeconómicas en las cuales se desarrolla, omitiendo el análisis de estas variables y facilitando las colocaciones de niños/as en adopción, que es de carácter irrevocable. Uniendo estas reflexiones con nuestra hipótesis inicial, creemos que una forma posible de abordar esta situación y las condiciones de su existencia (si bien obviamente su comprensión no se agota con esta perspectiva y requiere de otros múltiples análisis) tienen que ver con las necesidades de tener que adecuar la práctica de la adopción al modelo de familia dominante. O más bien, la pregunta es si esta exigencia a familiares y autoridades de “que se hagan cargo o los dejen”, y su reverso que son las acusaciones de “maltrato” o de que “les arruinan la vida” cuando no los dan en adopción, serían necesarias si la adopción de niños/as existiera sin tener que terminar (obligatoriamente en todos los casos) con los vínculos previos. La adopción en este contexto aún no puede ser concebida como el cuidado o crianza de un niño/a que tiene otras conexiones afectivas/familiares, y que a veces preserva lazos con otra comunidad o grupo de referencia. Éste no es el caso de todos los niños/as institucionalizados pero puede serlo, ya que sus realidades son mucho más heterogéneas que lo que la categoría de “abandonados” o “sin familia” supone. Como la adopción fue en nuestro país y en muchos otros fue concebida de esta forma, es comprensible el hecho de que muchos de los que pretenden adoptar tengan dificultades para incluir a un niño/a en su familia respetando sus vínculos prexistentes. Sin embargo, cuando una familia adopta, en muchos casos lo que está ocurriendo es el cuidado de niños/as que provienen de grupos/familias/personas muchas veces en condiciones desventajosas para afrontar su crianza de forma completa. 2) La cosificación de las madres y familias “biológicas”: “Si conseguís una panza por tu cuenta, corrés el riesgo de que se arrepienta y no te salga”. J: Si conseguís una panza por tu cuenta, corrés el riesgo de que se arrepienta y no te salga. I: ¿Cómo es eso? J: Lo que pasa es que vos podés ir a una provincia, como Misiones, y conseguir una panza, pero por ahí le pagás los medicamentos, el médico durante el embarazo, cubrís todo, te entusiasmás, y a último

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momento aparece otro matrimonio que le gustó más o le dio más plata, o se hecha para atrás porque sí, y te quedás sin nada, esto de lo legal es más largo pero es más seguro y no te metés en líos…

Este intercambio tenía lugar en el taller entre un matrimonio “nuevo” y un hombre de una pareja que ya había adoptado y había participado años anteriores del taller, convirtiéndose ahora en “asistente” del coordinador. Durante las charlas, se ubicaba al lado de éste y espontáneamente daba sus “recomendaciones”, o brindaba información, siempre desde el lugar de quien “ya ha pasado por esto”. Su mujer, que es abogada, cumplía con el rol de asistir legalmente en preguntas que surgían espontáneamente. Si bien el coordinador, luego de este intercambio, se apresuró en aclarar que un mal mayor de “conseguir una panza” era luego “tener que explicarles a nuestro hijos qué clases de personas somos” y enseñar que cuando sean mayores y pregunten, frente a una respuesta de ese tipo “no nos van a querer mucho”, nadie en la reunión problematizó esta forma de referirse a las madres y familias de origen. Como desarrollamos en el apartado anterior, el ideal de la adopción, como opción que muchas veces procede a partir de la imposibilidad de engendrar biológicamente, sigue siendo imitar el modelo de familia biológica “tanto como sea posible”, adoptando a un bebé o a un niño/a pequeño/a. Por eso, en los primeros formularios que llenan quienes desean adoptar cuando se inscriben en el RUAGA, se inscribe un límite de edad bajo (0 a 6 meses ó 0 a 3 años si conocen sobre las dificultades para adoptar), que progresivamente suele aumentarse a medida que transcurre el tiempo y el niño/a “no llega”. Sin embargo, en la realidad de la adopción a través del Registro Único de Aspirantes, el inicio de la historia de vida del niño y la historia de los padres como tales no coincide. Lo que sugerimos aquí es que en muchas ocasiones este ideal no es completamente dejado de lado sino que por el contrario, se ponen en juego distintas operaciones para adecuar la realidad al modelo, haciendo “como si”, el niño/a naciera a partir del momento del encuentro con sus padres adoptivos y “lo previo” fueran sólo canales/medios para recibirlo. Por eso, una idea que surge de aquí pero también recorre todas las argumentaciones desarrolladas en este artículo, podría resumirse en que no importa qué haya sucedido o esté sucediendo en la vida del niño/a y de su familia, no importa cómo o por qué, lo importante es que “llegue” a la nueva familia a través de la adopción. Como han elaborado varios antropólogos que han estudiado el parentesco en sociedades occidentales modernas, en el saber compartido de nuestra sociedad el parentesco es un híbrido de dos dominios diferentes: el natural y el social, y se considera que las relaciones de 12

familia humanas son códigos sociales elaborados a partir de “hechos de la naturaleza” (Schneider; 1984, Carsten; 2000, Edwards y Strathern; 2000). Es decir, la sociedad está después de la naturaleza y las relaciones de parentesco son consideradas como anteriores a los vínculos contractuales de la sociedad. (Bestard; 2004) Sin embargo, como se desprende de elaboraciones otros contextos modernos, tales como clínicas de fertilización asistida, muchas veces se utiliza o bien la biología o bien la sociedad para definir o desestimar ciertos lazos sociales. Por ejemplo, en casos de donación de óvulos la maternidad queda definida a partir del significado social del embarazo, lactancia y crianza, mientras que el material genético no crea lazos de familia. Lo contrario ocurre con la maternidad subrogada o “alquiler de vientre”, donde se le resta importancia al embarazo y se privilegian las conexiones a partir de quienes aportan el material genético del embrión. (Thompson; 2001, Bestard; 2004). En este caso sugerimos que estratégicamente se desestiman las conexiones biológicas (la gestación y parto) como creadoras de lazos de parentesco, y se privilegian las conductas sociales: el deseo de formar una familia, la voluntad de ocuparse del cuidado o crianza. Sean “panzas conseguidas” o madres/familias de niños institucionalizados, son tan sólo parte de “lo biológico” y por lo tanto carentes de derechos, consideración social. Pero debemos agregar que para hacer posible esta separación de un dominio solamente “biológico” (algo imposible desde que todas las relaciones, como por ejemplo los embarazos no deseados, están insertas en contextos culturales/sociales) en esta operación las madres/familias llamadas “biológicas” no son referenciadas en su calidad de sujetos sino de objetos/vehículos (“panzas/vientres”) a través de los que el niño “llega”. 3) La producción de las anteriores relaciones afectivas del niño/a como inexistentes, acabadas, “patologizadas” o perniciosas: “Eso es egoísmo”. De otro de los encuentros del taller, introducimos a continuación una selección más extensa, en la que se entrelazan y articulan diferentes categorías y discursos en torno a la infancia, parentesco y la adopción. Pretendemos colaborar nuevamente con la idea de que un cierto “deber ser” de la adopción es continua y dinámicamente moldeado mediante distintos aspectos de nuestro modelo cultural normativo que prescribe que la infancia debe transcurrir en el seno de una familia nuclear: La noción de “una sola familia”, ideas prefijadas de “niveles de afecto” ligados a la distancia del vínculo familiar, la responsabilización hacia la

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familia nuclear individual por la crianza de los niños/as, son algunas de las prescripciones culturales que permean la adopción. Esta vez intentaremos reconstruir una última operación para reforzar el principio de “filiación exclusiva”, que sugerimos consiste en “patologizar” o caracterizar como “perniciosas” a las anteriores relaciones afectivas de los niños/as institucionalizados. Creemos que la culpabilización y hasta demonización de las familias de origen, y la imposibilidad de politizar y contextualizar socio-culturalmente a la familia, nuevamente contribuyen a preservar el “sentido común” y el interés de construir una familia imitando a “la natural”. Sin intenciones de romantizar a las familias de origen o negar la existencia de situaciones de maltrato infantil, pretendemos sugerir la funcionalidad de tales categorizaciones a las formas hegemónicas de pensar la familia y la adopción. Coordinador: ¡Lo peor de todo (es cuando) te dan lo que ellos llaman “adopción simple”! ( Se ríe expresando que la medida le parece ridícula). M: ¿Qué es la adopción simple? Coordinador: Cuando vos adoptás, Fernández pasa de ser Fernández para convertirse en Pérez, con todos los derechos de ser Pérez, en cambio con la adopción simple sigue siendo Fernández en la casa de Pérez y Pérez puede aparecer cuando quiera! (Se ríe nuevamente con el mismo gesto). Investigadora: ¿Todos ustedes tendrían inconvenienes en que lo visite algún familiar? ¿Preferirían no adoptar antes que atravesar esta situación? (El grupo se entusiasmó hablando en forma superpuesta, y luego se ordenó la conversación) F: Yo digo que no, porque una vez lo visita y la segunda te pide plata, ¡es así! E y M (un matrimonio): “Claro”, “Eso es para lucrar”. F: Yo pienso, si lo quería hubiera hecho algo antes, yo pienso eso. Investigadora: ¿Y si no son sus padres, tal vez un abuelo/a o tío/a? I: A ver, quiero darte una opinión más reflexiva, veamos, si es una abuelo, yo puedo pensar que siente algo, ¿pero un tío? ¿¡Un tío?!¡Un tío es para tener un beneficio económico! (Varios se ríen asintiendo) I: (continúa su idea) ¿Y si es el abuelo, por qué no se hace cargo? Investigadora: Supongamos que están en una situación crítica personal o económica que les impide vivir con ellos o alimentarlos. I: Donde comen tres comen cuatro, pienso yo, pero ponele que realmente no puedo, si yo soy el abuelo o tío y lo quiero, voy a visitarlo una vez, me aseguro de que esté bien y le deseo lo mejor con su nueva familia, para qué le voy a estar jodiendo la vida? Eso es egoísmo. G: (Su mujer). Si realmente lo querés lo tenés que dejar ser feliz si lo tenés lo tenés y sino podés déjalo que lo cuiden sus padres postizos. (Resaltado mío). 14

Coordinador: (en tono de “reto”): ¿Cómo es eso de postizos? No, no, son los padres y punto, nada de postizos. M: Yo jamás dejaría que a un sobrino mío lo adopte otro, pero entiendo que no todo el mundo piensa como yo, si veo que lo quiere yo digo que sí, pero si veo que es algo nocivo lo corto, creo que depende de la situación. F: Bueno, creo que estamos generalizando y hay que ver cada situación pero en general es algo muy complicado creo yo. Coordinador: Para cerrar el tema, una vez mi hija me dijo: “Quiero ir a Misiones a conocer a la mujer que me tuvo en la panza”. No nos vamos a poner así (haciendo un gesto de aterrorizado). Yo le respondí: “Sí, cuando tengas 18 tenés derecho a ir y yo te acompaño, antes no”. Estas cosas nos van a pasar, hay que estar preparados.

Retomando la idea del parentesco como prisma cultural, las personas que transitan el proceso de la adopción legal le otorgan sentido a la misma de acuerdo con su propia experiencia de parentesco, es a través de las ideas y modelos culturales que comprenden y explican sus diferentes aspectos y moldean sus propias prácticas. Por un lado, los valores asociados a la “crianza adecuada” requieren que se cumplan determinadas condiciones culturales, sociales y económicas; por eso, cuando estas situaciones no se presentan, como es el caso de quienes por diversas razones tienen a sus hijos o familiares en hogares asistenciales, aparecen como “culpables”, o representando conexiones deficientes, nocivas e incluso malintencionadas. Por otro lado, como venimos viendo, para quienes están intentando crear nuevas familias mediante la adopción, ésta es (debe ser) concebida a partir del modelo de procreación biológica, donde un solo padre y una sola madre (y una sola familia) coinciden con quienes se responsabilizan por la crianza. Por lo tanto, y ante la ausencia de otras posibilidades de familia o crianza, se torna necesario naturalizar la imposibilidad de unos de seguir existiendo como tales para dar lugar a los que sí pueden. En este caso, varios elementos son traídos a colación para reforzar estratégicamente el ideal de familia occidental, presentando cualquier disrupción a este modelo como “manipulaciones”, “negligencias”, o manifestaciones de situaciones familiares “nocivas”, perniciosas, inadecuadas. Una de las formas mediante las cuales la demonización de las familias de origen aparece reflejada en la discusión, se presenta mediante los recursos discursivos que posicionan a los “familiares biológicos”, (casi en la forma de categoría o “tipo” específico de familia) como seres -podríamos aventurar- “desnaturalizados”, deshumanizados debido a su falta de amor, 15

afecto, cuidados hacia los niños, por querer “lucrar” con las infancias de sus propias familias, conductas totalmente contrarias e incomprensibles desde la moral dominante. También reaparece aquí la separación estratégica entre parentesco biológico/social, en este caso relegando la importancia del primer aspecto, como en la expresión: “la mujer que me tuvo en la panza”; y por otro lado el acento puesto en los códigos de conducta y afectos (lo que generalmente se concibe como parentesco social) en la corrección que hace el coordinador, haciendo uso de su autoridad: “¿Cómo es eso de postizos? No, no, son los padres y punto, nada de postizos”. Estos mecanismos se unen nuevamente con la naturalización -presente también en muchos planteamientos de legisladores, jueces y otros profesionales dedicados a la adopción- del modelo genealógico que prescribe que sólo se puede tener una familia (replicando así el modelo genético), y por ende la obligatoriedad de “cortar” con una familia para tener otra. Esto es claro -por mencionar un ejemplo- en la expresión de una de las mujeres: “Si realmente lo querés lo tenés que dejar ser feliz, si lo tenés lo tenés y sino podés déjalo que lo cuiden sus padres postizos”, que de acuerdo con nuestro argumento central, probablemente no sea una interpretación aislada individual sino una forma muy frecuente de pensar las opciones de crianza posibles. REFLEXIONES FINALES A lo largo del trabajo hemos intentado explorar categorías y discursos en torno a la niñez institucionalizada y la familia que tienen lugar durante procesos de negociaciones de niños como son las adopciones. Tomamos específicamente las perspectivas de un grupo de adoptantes y personas que desean hacerlo, a través de las cuales sugerimos que es posible reconstruir un conjunto de significados presentes en el “sentido común” en torno a la adopción. Partimos de la hipótesis de que la presencia de un modelo de familia que toma como ideal a la familia nuclear a partir de la procreación biológica, está en las bases de las representaciones hegemónicas que moldean la adopción. Sugerimos que desde estas ideas normativas, o prisma cultural, se construye como “necesidad” para un niño/a en situación de adoptabilidad su desarrollo en el contexto de una nueva familia nuclear, replicando el “principio de filiación exclusiva”, con el precio de cortar con los lazos de parentesco prexistentes. A partir de esto pretendimos diferenciamos en tres argumentaciones

plantear la existencia de discursos que

interrelacionadas, las cuales estratégicamente 16

naturalizan la ruptura con las familias de origen e intentan adecuar las realidades heterogéneas de los vínculos de origen a los requerimientos del modelo. A partir de los avances de la antropología del parentesco se nos hace posible pensar la adopción como una forma posible de circulación y transferencias de niños/as que no necesariamente es la mejor alternativa posible en todos los casos. Como práctica posible y tal vez deseable, sería interesante de ser resignificada de manera que dejara de existir en tanto forma de parentesco legal que intenta replicar el modelo de familia nuclear occidental y reaprehendida como otra forma -alternativa- de conformar familias. Las clases medias, que son quienes están en condiciones de recibir a los niños/as en sus familias y de donde proceden quienes han diagramado las prácticas y escrito las normativas de adopción, son los únicos que cuentan con la ventaja de otorgarle sus propios sentidos e interpretaciones a los caminos que recorren los niños/as que son convertidos en “adoptables”. Si bien actualmente en debates legislativos y otros se están abriendo lugar perspectivas y propuestas alternativas y más inclusivas, aún están ausentes las voces de las familias de origen, que por pertenecer a sectores vulnerables quedan legal y socialmente excluidos, y que podrían aportar sus propias reconstrucciones de las vivencias de los niños/as dados en adopción. En cuanto a las dificultades para pensar la posibilidad de “sumar” en lugar de remplazar familias, y de establecer otras pautas de crianza más flexibles, transitorias o compartidas, queremos dejar abierta una breve reflexión. Algunas investigaciones han comenzado a abordar el tema, sugiriendo que las diferencias socio-económicas dentro del grupo familiar son unos de los temas más difíciles de admitir. Además de estas desigualdades entre las familias adoptantes que son de clase media, y las familias de origen que suelen ser más humildes, esto se conjuga en el contexto trabajado con la proximidad geográfica entre ambas. Esta es una diferencia notoria con respecto a las adopciones internacionales donde las formas de adopción “abiertas” pueden regularse más fácilmente con visitas esporádicas, pero el grupo de origen no constituye una presencia “amenazante”. (Fonseca; 2011, Seligmann; 2009, Villalta; 2011). Nuestro trabajo también sugiere esta problemática como un punto que sería necesario profundizar. BIBLIOGRAFÍA BESTARD, J (2004). Tras la Biología: La moralidad del parentesco y las nuevas tecnologías de reproducción. Barcelona: Ediciones de la Universidad de Barcelona 17

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