Lectores y noticias sobre bellas artes en los papeles periódicos españoles de la Ilustración

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Descripción

José María Maestre Maestre Manuel Antonio Díaz Gito Alberto Romero Ferrer (eds.)

Francisco Mariano Nipho El nacimiento de la prensa y de la crítica literaria periodística en la España del siglo XVIII

ALCAÑIZ – MADRID 2015

Francisco Mariano Nipho. El nacimiento de la prensa y de la crítica literaria periodística en la España del siglo XVIII; prólogo de José Mª Maestre Maestre, Manuel Antonio Díaz Gito, Alberto Romero Ferrer.Alcañiz: Instituto de Estudios Humanísticos; Madrid: Consejo Superior de Investigaciones Científicas; Cádiz: Universidad de Cádiz, Editorial UCA; Cáceres: Universidad de Extremadura, Servicio de Publicaciones; Zaragoza: Universidad, Servicio de Publicaciones; Teruel: Instituto de Estudios Turolenses; 2015. XX, 493 p.; 24 cms. ISBN 978-84-00-09898-8 eISBN 978-84-00-09899-5 1. Nipho, Francisco Mariano 2. Prensa 3. Crítica literaria - Crítica literaria periodística 4. Ilustración I. Maestre Maestre, José Mª, ed. II. Díaz Gito, Manuel Antonio, ed. III. Romero Ferrer, Alberto ed. IV. Instituto de Estudios Humanísticos, ed. V. Consejo Superior de Investigaciones Científicas, ed. VI. Universidad de Cádiz, Editorial UCA, ed. VII Universidad de Extremadura, Servicio de Publicaciones, ed. VIII. Universidad de Zaragoza, Servicio de Publicaciones, ed. IX. Instituto de Estudios Turolenses, ed. X. Título. OTRAS ENTIDADES COEDITORAS Y PATROCINADORAS

© INSTITUTO DE ESTUDIOS HUMANÍSTICOS y CSIC Coordinación editorial y premaquetación: Manuel A. Díaz Gito Portada y diseño: Olga Ramos Maldonado Ilustración de cubierta: Portada del “Plan del Diario” del primer periódico fundado por Francisco Mariano Nipho (reproducida a partir de la edición facsimilar publicada por el Ayuntamiento de Alcañiz en 1992 con la gentil cooperación de la Hemeroteca Municipal de Madrid). Maquetación: Jesús Serrano Cueto ISBN: 978-84-00-09898-8 eISBN: 978-84-00-09899-5 NIPO: 723-14-173-6 eNIPO: 723-14-174-1 D.L.: M-35457-2014 Imprime: Imprenta Kadmos (Salamanca)

Daniel Crespo Delgado

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Interesado, curioso o indiferente. Sea cual fuese su posible estado de ánimo, el lector del número 293 del Diario de Madrid –aparecido el 19 de octubre de 1805– pudo leer una carta en la que se lamentaba que ese año no hubiese aparecido ningún escrito que analizase las obras recientemente expuestas en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid. El anónimo articulista se presentó como un forastero que aprovechó su última estancia en la capital no sólo para visitar la exposición pública de pintura, escultura y arquitectura organizada por la Academia de San Fernando, sino para informarse de los juicios que había provocado.1 Esperaba hallar críticas como las que en otros años se habían publicado en el mismo Diario de Madrid. Afirmó que “no puedo explicar el sentimiento que tuve” al descubrir que “no se había escrito sobre ello”, exclamando acto seguido: “¡es posible que en el centro de España... se miren con tanto abandono las bellas artes, y que no haya uno que científicamente haga una explicación de todo!”. Precisamente, en algunas de las críticas aparecidas en números anteriores del Diario de Madrid a las que se refirió y deseó se hubiesen repetido ese año, se expresaron inquietudes similares.2 Tanto unas como otras, pretendieron 1

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Sobre las exposiciones de la Academia de San Fernando, véase: Andrés Úbeda de los Cobos. “El pintor ilustrado ante la crítica académica”, El siglo que llaman que llaman ilustrado. Homenaje a Francisco Aguilar Piñal, Madrid, 1986, pp. 851–856; Esperanza Navarrete Martínez, La Academia de Bellas Artes de San Fernando y la pintura en la primera mitad del siglo XIX. Madrid, 1999; Andrés Úbeda de los Cobos. Pensamiento artístico español del siglo XVIII. De Antonio Palomino a Francisco de Goya, Madrid, 2001. Una de las críticas artísticas más polémicas de las aparecidas en la prensa española y que ocupó varias páginas del Diario de Madrid entre setiembre del 1802 y febrero del 1803, se abrió con la siguiente afirmación: “He estado esperando hasta ahora que los ingenios matritenses dijesen algo de bueno sobre las bellas artes, y principalmente sobre las obras que nos han presentado a todo el público la Real Academia de S. Fernando... Esperaba que como en mi tierra, se hiciese también en Madrid una mención honorífica en los Periódicos de lo que tantos sudores y desvelos cuesta a los profesores de las bellas artes; y que dejando intacto las obras premiadas por la Academia se hablase de las demás con una crítica juiciosa que demostrase su mérito...” (Diario de Madrid, nº 255, 12 de setiembre, 1802). Años antes, en agosto del 1798, otro anónimo ya había manifestado a

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generar un debate público sobre las bellas artes a partir del evento artístico más importante del momento, advirtiendo que su inexistencia debía considerarse una triste carencia. Los periódicos parecían ser el escenario adecuado para todo ello. Podríamos partir de estos lamentos contemporáneos para nuestro análisis de los periódicos dieciochescos. En España no hubo ninguna publicación periódica dedicada exclusiva o preferentemente a las bellas artes en el periodo anterior a 1808. Dichas publicaciones aparecieron a lo largo del siglo XIX, en un momento ya dominado por el Romanticismo y por una situación política y social muy distinta, aunque no menos conflictiva.3 No obstante, sobre todo en la prensa miscelánea, en la cultural y en la informativa de carácter general y local, hallamos noticias y artículos dedicados a las bellas artes, si bien no alcanzasen el protagonismo de otras materias.4 Los contenidos así como su calidad fueron diversos. En otro lugar, si bien centrándonos en las referentes a la arquitectura, ya analizamos la naturaleza de estas aportaciones, que fueron desde la noticia y crítica de libros y obras actuales, a textos de carácter historiográfico o estético.5 En su conjunto este heterogéneo través de la prensa su estéril espera de escritos sobre la exposición anual de la Academia. Como harían los corresponsales posteriores, justificó sus críticas, subrayemos que muy duras para con los profesores de San Fernando, desde este vacío (Diario de Madrid, nº 229, 17 de agosto, 1798). 3 Esperanza Navarrete Martínez, La pintura en la prensa madrileña de la época isabelina, Madrid, 1986; Ángel Isaac, Eclecticismo y pensamiento arquitectónico en España. Discursos Revistas, Congresos 1846–1919, Granada, 1987; Isabel Tajahuerce, El arte en las revistas ilustradas madrileñas (135–1840), Madrid, Tesis Doctoral inédita, 1996; Isabel Tajahuerce, “Las primeras revistas artísticas”, Prensa y periodismo especializado, Edición de Juan José Fernández Sanz, José Carlos Rueda Laffond y Carlos Sanz Establés, Guadalajara, 2002, pp. 137–146. 4 Véase la tipología que establece Inmaculada Urzainqui en su artículo “Un nuevo instrumento cultural: la prensa periódica”, Joaquín Álvarez Barrientos, François Lopez e Inmaculada Urzainqui, La República de las Letras en la España del siglo XVIII, Madrid, 1995, pp. 125–217. 5 Daniel Crespo Delgado, “De arquitectura y arquitectos en los papeles periódicos españoles anteriores al 1808”, Boletín de Arte, Málaga, nº 25, 2004, pp. 335–371. Desgraciadamente han sido muy escasos los estudios sobre la contribución de los papeles periódicos del siglo XVIII a las bellas artes. Cf. Javier Aragüés, “Pintura, poesía, razón e imaginación en los orígenes de la prensa zaragozana”, Lecturas de Historia del Arte, nº II, 1990, pp. 455–465; Isabel Tajahuerce, “El arte en la prensa española de 1778 a 1791: difusión de los valores neoclásicos”, Estudios de Historia Social, n52–53, 1990, pp. 491–499; Dietrich Briesemeister, “Zur Entwicklung der Kunstkritik in den spanischen Zeitschriften des 18.Jahrhunderts”, Hispanoamericana, nº 9, 2000, pp. 123–131. También Andrés Úbeda de los Cobos en su ejemplar estudio Pensamiento artístico..., op. cit., ha dedicado unas agudas observaciones a este aspecto.

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grupo de escritos ofreció al lector dieciochesco un análisis e información sobre el estado de las artes en España, de sus carencias y consecuciones, en plena concordancia con lo que planteaba la literatura artística contemporánea. Mientras que algunos de estos artículos cumplieron un papel meramente difusor, otros aportaron noticias y puntos de vista novedosos que enriquecieron los debates. De todos modos, la prensa dieciochesca, en cuanto a las bellas artes se refiere, no jugó el papel desempeñado en países vecinos como Francia o Inglaterra,6 ni tampoco el que adquirió en los siglos siguientes en la propia España, deviniendo un escenario privilegiado en el que el romanticismo y otros movimientos definieron y defendieron sus concepciones estéticas.7 A pesar de tales carencias, las bellas artes se hicieron un lugar en este nuevo género que poco tenía que ver con los tradicionales de la literatura artística del barroco.8 Que un medio como la prensa periódica, de sus objetivos y difusión, no permaneciese ajeno a la situación de las bellas artes creemos es revelador de cambios. De hecho, uno de los fenómenos más interesantes que reflejan tales noticias es la renovada consideración de lo artístico durante el periodo ilustrado, algo que afectó de manera decisiva a la definición de las artes respecto del individuo y a su papel en lo colectivo, iniciando un camino todavía recorrido y abierto.

Entre las cosas buenas que inserta Vm. en su Periódico... Al acercarnos a las razones que motivaron la presencia de las bellas artes en los papeles periódicos españoles anteriores a 1808, comprobamos que el encuentro no fue casual ni tampoco azaroso. Respondió a la consideración que las bellas artes gozaron durante el siglo XVIII y a la naturaleza de la prensa de la Ilustración. 6

Entre la amplísima bibliografía existente, destacar por su actualidad y por contener ricas referencias bibliográficas: Thomas E. Crow, Pintura y sociedad en el París del siglo XVIII, Madrid, 1989; David H. Solkin (ed.), Art on the Line: The Royal Academy Exhibitions at Somerset House 1780–1836, New Haven and London, 2001; René Démoris y Florence Ferran, Le peinture en procès. L´invention de la critique d´art au siècle des Lumières, Paris, 2001. 7 Jesús Gutiérrez Burón, Exposiciones nacionales de pintura en España en el siglo XIX, Madrid, 1987; Mercedes Replinger González, El pensamiento artístico en las revistas románticas españolas (1835–1855). El programa de restauración de las artes, Madrid, 1991; Javier Hernando, El pensamiento romántico y el arte en España, Madrid, 1995; José Enrique García Melero, Literatura española sobre las artes plásticas, vol.II, Siglo XIX, Madrid, 2002. 8 Sobre la profunda renovación de la literatura artística durante el siglo XVIII, cf. Andrés Úbeda de los Cobos, “La prehistoria de la Historia del Arte”, Historiografía del arte español en los siglos XIX y XX, Madrid, 1995, pp. 123–137.

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En el “Prospecto” de las Variedades de ciencias, literatura, y artes, periódico de título ya bastante significativo aparecido en 1803 de la mano de Manuel José Quintana, se marcaron los ambiciosos objetivos de la recién inaugurada publicación. No eran otros que dar a conocer los adelantos del saber acaecidos tanto en Europa como en España. Se señalaron cinco temas de interés que se pretendían fuesen otras tantas secciones de cada número: física y matemáticas, ciencias naturales y su aplicación a la agricultura, industria, medicina, y por último temas literarios y bellas artes.9 Si bien fue un periódico de distinto talante, el Memorial literario, instructivo y curioso de la Corte de Madrid, fundado en 1784 por Joaquín Ezquerra y Pedro Pablo Tullenc y que recibió decisivos apoyos por parte del conde de Floridablanca,10 también señaló a las bellas artes como una de las materias que se pretendían protagonistas de sus páginas. En palabras de sus responsables, sus intenciones eran “dar razón de todo lo que pudiese contribuir a manifestar los progresos de las ciencias en España”, publicando escritos sobre los avances en la agricultura, en la industria, en el comercio, en la literatura y también en las bellas artes, ofreciendo “noticias de los premios de la Real Academia de San Fernando y de la descripción de algún nuevo edificio o monumento si lo requería”, manifestando “el bello gusto de la Arquitectura, y los progresos que van haciendo los Profesores de las tres Nobles Artes en España”.11 9 Las Variedades fueron uno de los pocos periódicos que, en palabras de Inmaculada Urzainqui, dieron “a conocer el nombre de los integrantes del equipo redaccional” (Inmaculada Urzainqui, “Un nuevo instrumento..., op. cit., p. 198). Lo formaron, a parte del propio Quintana, José Rebollo, Eugenio de la Peña, Juan Álvarez Guerra, Juan Blasco Negrillo, José Miguel Alea y José Folch. Éste último, escultor nombrado académico por la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, firmó los artículos que sobre bellas artes aparecieron en las Variedades. Son artículos de contenido diverso pero de gran interés, a algunos de los cuales haremos referencia más adelante. Sobre Quintana, véanse, entre otros: Albert Dérozier, Manuel Josef Quintana et la naissance du libéralisme en Espagne, Paris, 1968; Diego Martínez Torrón, Manuel José Quintana y el espíritu de la España liberal, Sevilla, 1995. 10 Elisabel Larriba ha destacado que el conde de Floridablanca fue, de entre los principales personajes y altos cargos del Estado, el que mayor interés mostró por los papeles periódicos. Que tal interés –que no dejaba de ser el del propio gobierno– estaba condicionado por su control lo revelaría que fue Floridablanca quien firmó el famoso decreto de febrero del 1791 por el que se prohibió la prensa, exceptuando únicamente las publicaciones oficiales. Cf. Elisabel Larriba, Le Public de la presse en Espagne à la fin du XVIIIe siècle (1781–1808), Paris, 1998. 11 Respectivamente en Memorial literario, instructivo y curioso de la Corte de Madrid, nº 125, enero, 1791 y nº 71, noviembre, 1787. Para las noticias que sobre arquitectura y sobre la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando aparecieron en el Memorial, cf. Daniel Crespo Delgado, “De arquitectura...”, op. cit., Destaquemos que, como el propio Memorial se encargó de subrayar en su número correspondiente a enero del 1787, el conde de Floridablanca envió una nota a la Academia de San Fernando, como

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En el “Plan” publicado en el primer número del Diario Pinciano, Historico, Literario, Legal, Politico, y Economico, aparecido en febrero de 1787, el redactor de este interesante diario local, el mejicano José Mariano Beristain, afirmó que para estimular el incipiente fomento al que se había abalanzado el país desde la llegada de los Borbones, informaría de la actividad ilustrada desarrollada en la propia Valladolid, insertando, como efectivamente hizo, noticias sobre la recién fundada Academia de Nobles y Bellas Artes de la Purísima Concepción entre otras referentes a medidas adoptadas para el progreso de la industria o la agricultura local, sobre las actividades de la Universidad o Sociedades Literarias de la ciudad, sobre los libros publicados, etc.12 Los anteriores ejemplos revelan que en algunas de las publicaciones periódicas del momento, a pesar de su diverso origen, carácter, tipología o proyección, las bellas artes se perfilaron como disciplinas incluidas en su programa. De igual modo, en algunos de los artículos que sobre las bellas artes aparecieron en la prensa, sus autores también subrayaron que éstas debían considerarse disciplinas apropiadas a los objetivos perseguidos o que, cuanto menos, debía perseguir un papel periódico. Muchos periódicos publicaron cartas que colaboradores o simples lectores les enviaban de manera regular o bien espontánea y puntualmente.13 De hecho, algunos se alimentaron lo había hecho a otras Academias e instituciones de la Corte, para que facilitasen al Memorial noticias de sus actividades. 12 José Mariano Beristain, Diario Pinciano. Primer periódico de Valladolid (1787–1788), Edición a cargo de Celso Almuiña Fernández, Valladolid, 1978. Sobre el controvertido Beristain, cf. Agustín Millares, Don José Mariano Beristain de Souza (1756–1817). Noticia biográfica Biblioteca Hispanoamericana. Madrid, 1973; Ibid. Cuatro estudios biobibliográficos mexicanos: Francisco Cervantes de Salazar, Fray Agustín Dávila Padilla, Juan José de Eguiara y Eguren, José Mariano Beristáin de Souza. México, 1986. Recordemos que Beristain fue consiliario y participó activamente de las actividades de la Escuela de Dibujo de Valladolid, de muchas de las cuales informó el Diario en su, lamentablemente, corta trayectoria. Cf. Amalia Prieto Cantero, Historia de la Real Academia de Nobles y Bellas Artes de la Purísima Concepción de Valladolid. Valladolid, 1983; Jesús Urrea “Los primeros pasos de la Real Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción”, Academia, nº 77, 1993, pp. 295–317. 13 La prensa del XVIII la desempeñaron básicamente aficionados, hombres de letras de distinta procedencia y ocupación que de modo circunstancial dirigieron un periódico. La redacción de un periódico, como recuerda Inmaculada Urzainqui, se ejerció “en solitario, que fue bastante común, o en el seno de un pequeño grupo de personas... Del trabajo en colaboración es muy poco lo que sabemos. En principio, hay dos tipos diferentes de colaboradores: los que asocian de un modo más estrecho a la empresa, corresponsabilizándose de ella, y los que cooperan sólo episódicamente enviando sus aportaciones de forma espontánea... El recurso a la colaboración espontánea de los lectores, estimulada con frecuencia vivamente por los redactores, fue uno de los más comunes y el que a la larga se mostró más eficaz para nutrir las páginas de muchos periódicos” (“Un nuevo instrumento...”, op. cit., p. 193 y ss.).

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preferentemente de este tipo de fuentes, caso por ejemplo del Diario de Madrid, uno de los más relevantes en cuanto a las artes se refiere.14 José Luis Munárriz, que llegó a ser secretario de la Academia de San Fernando, publicó entre 1794 y 1796 una serie de escritos referentes a las bellas artes en el Semanario erudito y curioso de Salamanca.15 En el primero de ellos dijo estar “persuadido, que son útiles los Periódicos para la instrucción y recreo del Público”. Y fue amparándose en tal finalidad desde la que justificó sus cartas, en las que analizó entre otros el estado del grabado en España, el de algunas obras de la catedral de Salamanca o el de las esculturas y decoraciones que durante la Semana Santa se exponían en la misma ciudad.16 De un anónimo J. B., el Diario de Madrid publicó en su número correspondiente al 21 de enero de 1791 una carta en la que se defendía la utilización del estuco como material barato para los retablos, sustitutivo de una madera dorada usada prolíficamente durante el barroco tardío y que, recordémoslo, fue el principal blanco de las críticas académicas.17 Dicha carta comenzó con la siguiente aclaración: 14 Ante la investigación gubernamental que se inició por la publicación en el Diario de Madrid de un artículo referente al pósito de la capital, Pedro Pablo Ussón, uno de sus editores, declaró que únicamente recogía las cartas y papeles que les enviaban, separando las “noticias particulares de Madrid” de las que trataban de “materias literarias”, remitiendo éstas últimas al censor. Las que aprobaba se las pasaba a Pedro Antonio Saloba, otro de los editores, que era quién decidía su inclusión. Cf. Luis Miguel Enciso Recio, Nipho y el periodismo español del siglo XVIII, Valladolid, 1956. 15 En concreto los números 33 (aparecido el 21 de enero de 1794), 58 (19 de abril de 1794), 71 (3 de junio de 1794), 99 (2 de setiembre de 1794), 166 (11 de abril de 1795), 238 (26 de setiembre de 1795), 311 (15 de marzo de 1796) y 348 (12 de julio de 1796). En el 1796 Munárriz presentó estos textos conjuntamente y en forma manuscrita a la Academia de San Fernando, en un opúsculo que tituló Observaciones varias sobre las Artes en Salamanca. En el prólogo afirmó que los publicó para señalar bellezas y defectos a la vista de todos pero que no se advertían (José Luis Munárriz, Observaciones varias sobre las Artes en Salamanca, Madrid, 1796, Archivo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Sign.327/3). Munárriz fue un corresponsal asiduo del Semanario, publicando textos referentes no sólo a bellas artes sino a otras disciplinas, en especial sobre literatura y teatro. Los números del Semanario que posee la Hemeroteca Municipal de Madrid suponemos pertenecieron al mismo Munárriz (que firmó con diversos seudónimos, en especial con el de Pablo Zamalloa) ya que sólo sus artículos aparecen con rectificaciones y notas manuscritas. José Luis Munárriz fue secretario de la Academia de San Fernando entre 1807 y 1815. 16 Algunas de estas cartas las analizamos en: Daniel Crespo Delgado, “De arquitectura...”, op. cit. 17 Sobre las críticas al barroco tardío y muy especialmente a sus ostentosos retablos de madera, cf. Yves Bottineau, “La fortune critique de l´architecture baroque espagnole”, Revue de l´Art, nº 11, 1971, pp. 87–96; J.J. Martín González, “La problemática del retablo bajo Carlos III”, Fragmentos, nº 12–13–14, 1998, pp. 33–43. Sobre las aparecidas en los papeles periódicos del siglo XVIII, cf. Daniel Crespo Delgado, “De arquitectura…”, op. cit.

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Señor Diarista: entre las cosas buenas que inserta Vm. en su Periódico, he visto estos días algunas concernientes a las bellas artes que creo de mucha utilidad e instrucción. No puede haber persona bien intencionada que no se tome interés y confiese su importancia.

Otro anónimo corresponsal –que se hizo llamar muy elocuentemente El celoso del bien público– defendió en el mismo Diario de Madrid que una obra de este tipo, un diario, por su formato y difusión debía tener como objetivo “la instrucción fácil y provechosa de todas las personas de un estado”, si bien preferentemente de quienes por su dedicación no podían adquirir “los conocimientos de las Ciencias” a través de fuentes más voluminosas.18 Años después, un asiduo colaborador del Diario, uno que firmó sus cartas como León de Parma, recordó que el gobierno permitía la existencia de éste y otros periódicos “para ilustrar á la Nación”. Por ello aplaudía los artículos publicados durante el último año, en los que podían hallarse útiles reflexiones sobre la educación, las costumbres, las artes mecánicas y, también, “críticas de buen gusto sobre la Arquitectura”.19 Las bellas artes, por lo tanto, ya fuesen noticias sobre su actualidad o análisis críticos sobre su situación, devinieron contenidos adecuados a las intenciones pretendidas por varios y diferentes periódicos contemporáneos.

Derramar las Luces... El florecimiento de la prensa periódica en España durante el siglo XVIII se dio por el encuentro, no exento de problemas, entre los intereses de los redactores y los de los lectores. Tanto unos como otros fueron heterogéneos, de distinto signo y no siempre coincidentes. Los papeles periódicos tuvieron que adaptarse de igual modo al espacio, cambiante pero siempre demasiado angosto, que el poder les concedió.20 Paralelamente a lo ocurrido en Europa, 18 Diario de Madrid, nº 262, 19 de setiembre, 1791. 19 Diario de Madrid, nº 275, 2 de octubre, 1797. 20 Sobre el control que el gobierno y la Inquisición ejercieron sobre los papeles periódicos, cf. Lucienne Domergue, Censure et lumières dans l´Espagne de Charles III, Paris, 1982; María Dolores Sáiz, Historia del periodismo en España. Los orígenes. El siglo XVIII, Madrid, 1996. Recordemos que en febrero de 1791, por orden del conde de Floridablanca, se decretó la prohibición de todos los papeles periódicos excepto los oficiales y el Diario de Madrid, pretendiendo evitar la difusión de ideas subversivas como las que habían provocado los acontecimientos contemporáneos que sacudían Francia. En otras ocasiones el gobierno o alguno de sus órganos más decisivos protegieron determinados periódicos, caso entre otros del Semanario de Agricultura y Artes, el Correo General de España o el Espíritu de los mejores Diarios. El gobierno, por tanto, reconoció

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las tipologías de los periódicos evolucionaron con el siglo.21 De ahí que no pueda trazarse un perfil único para todos los periódicos aparecidos y desaparecidos en esa época. Al decir de una estudiosa moderna, en el siglo XVIII “hubo muchas formas de hacer periódicos”.22 Efectivamente, las empresas periodísticas del momento adoptaron distintas fórmulas, sus contenidos fueron diversos así como sus modos de abordarlos,23 dependiendo tanto del talante y las posibilidades de sus responsables como de sus objetivos. No obstante, hubo horizontes y valores compartidos que aglutinaron a muchas de las principales publicaciones de este género. Su aparición periódica permitía a la prensa renovar, actualizar y variar de contenidos de una manera inusualmente ágil, convirtiéndose en un medio adecuado ya fuese para dar puntual noticia de los avances de las ciencias, analizar las cuestiones sociales, políticas o culturales más candentes, como para extenderlas entre los lectores, convirtiéndolas en patrimonio de un público mayor.24 Hubo periódicos tan voluminosos como libros y de ambiciosas pretensiones, mientras que otros, tal vez los más característicos y distintivos, alcanzaron una más rápida y sobre todo una mayor difusión por su carácter sintético y económico, abriendo

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el importante papel de los periódicos como instrumento de difusión de las Luces, mas por la misma razón los temió y deseó controlarlos. Las noticias políticas –cometido de las gacetas– y la valoración de las recientes obras eruditas y literarias impresas –el de los periódicos– fueron los objetivos de los dos géneros de periodismo que existían en Europa a principios de siglo, si bien con el tiempo, aunque lentamente, se diluyeron tales distinciones y sus contenidos se fueron encontrando. Para este fenómeno, cf. Gilles Feyel, “Periódicos” en Vincenzo Ferrone y Daniel Roche (eds.), Diccionario histórico de la Ilustración, Madrid, 1998, pp. 261– 268. Incluye además un apéndice con bibliografía actualizada sobre el periodismo dieciochesco de los principales países europeos. Inmaculada Urzainqui, “Un nuevo...”, op. cit., p. 144. Si bien la mayoría optaron por un amplio abanico de contenidos, tal como ocurrió en Europa surgieron periódicos especializados. Caso por ejemplo del Seminario de Agricultura y Artes dirigido a los Párrocos, publicación largamente reclamada por algunos de los ilustrados españoles más influyentes para estimular el desarrollo de una actividad que se consideraba esencial para el fomento económico. Cf. Francisco Díez Rodríguez, Prensa agraria en la España de la Ilustración. El Semanario de Agricultura y Artes dirigido a los Párrocos (1797–1808), Madrid, 1980. Algo similar podríamos decir del Correo mercantil de España y sus Indias. Sobre la aparición de la prensa especializada en España, cf. Juan Fernández Sanz, “Sobre el estado actual de la investigación acerca de la historia de la prensa especializada en España”, Prensa y periodismo especializado, Edición de Juan José Fernández Sanz, José Carlos Rueda Laffond y Carlos Sanz Establés, Guadalajara, 2002, pp. 91–116. Alejandro Diz ha subrayado que la España ilustrada pudo satisfacer su “tendencia europeísta”, su deseo de conocer lo acontecido en el continente, a través, entre otros medios, de la prensa periódica, tanto de la española como de la europea, consumida y buscada afanosamente por nuestros ilustrados. Alejandro Diz, Idea de Europa en la España del siglo XVIII, Madrid, 2000.

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renovadas y fructíferas vías de comunicación y lectura.25 Sea como fuere, la información y la reflexión sobre la actualidad política, social y cultural fueron las finalidades recurrentemente esgrimidas por los observadores contemporáneos que instaron a su multiplicación, así como por los propios editores de los papeles periódicos.26 Los papeles periódicos españoles publicados con anterioridad a 1808, aun sus indudables consecuciones, presentaron carencias y lagunas ya que tuvieron que enfrentarse a demasiadas limitaciones: las de un país con un mercado libresco reducido, con un poder temeroso de las Luces e incluso con las de una ciudadanía o de unas élites que no reclamaron con decisión un espacio abierto de reflexión y de difusión de ideas.27 Aunque la ideología de los redactores no fue homogénea, las posibilidades de los papeles periódicos y su potencial formativo los hicieron muy atractivos a los ojos de los ilustrados, colocándolos en su órbita o, cuanto menos, en la de 25 Juan Sempere y Guarinos dedicó una entrada de su celebérrimo Ensayo de una Biblioteca española de los mejores escritores del reynado de Carlos III a los papeles periódicos. Los calificó como un elemento imprescindible en las “naciones cultas de estos tiempos” para el adelantamiento y “para la mayor y más rápida extensión” de los conocimientos y la instrucción. Sus palabras y argumentos son elocuentes: “la pereza ha sido el enemigo más terrible que ha tenido la Literatura. Los hombres que constituyen regularmente su felicidad en no hacer nada, acostumbrados á mirar las cosas por la superficie, y a no pararse en pensar sobre la forma del globo en que habitan, sobre la constitución del gobierno que obedecen, ni sobre los objetos que miran y tocan continuamente, con dificultad se resuelven a devorar tomos en folio, ni a leer las obras completas de los sabios que han contribuido con sus luces a los progresos de la razón, y al bien de la humanidad. Por otra parte, reducido hasta ahora el estudio de las ciencias a cierta clase de Profesores, el resto de la Sociedad quedaba en la ignorancia de un gran número de objetos, de lo cual resultaba, que ni los sabían apreciar, ni los buscaban, careciendo de este modo de la cultura que adquiere el espíritu con la extensión de los conocimientos de las cosas que pueden interesarle de varios modos. Estos vicios no pueden desarraigarse en poco tiempo, ni con un medio sólo. Entre los principales de que se han valido las naciones cultas de estos tiempos, para extender más rápida y generalmente la ilustración a todas clases de ciudadanos, ha sido uno el de los Papeles periódicos” (Juan Sempere y Guarinos, Ensayo de una biblioteca española de los mejores escritores del reynado de Carlos III, Tomo IV, Madrid, 1787, p. 177). 26 Los estudiosos actuales siguen considerando estos rasgos como claves del género: “A partir de este componente básico (el de la periodicidad), otros dos elementos más, la actualidad de las informaciones y la finalidad cultural, concurrieron a perfilar los confines específicos de su territorio. Al menos en una porción importante de sus manifestaciones” (en Inmaculada Urzainqui, “Un nuevo instrumento cultural...”, op. cit., p. 182). 27 Siguen siendo plenamente válidas las conclusiones de Paul-J. Guinard en su ya clásico, La presse espagnole de 1737 a 1791. Formation et signification d´un genre, Paris, 1973.

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un “philosophisme prudent” al decir de Guinard.28 La prensa se consideró una pieza fundamental para encaminar a la nación por las sendas del desarrollo, sin duda una punzante preocupación contemporánea y caracterizadora de la Ilustración. El redactor del Diario de las Musas escribió en su “Prospecto” (1790) que los papeles periódicos eran “uno de los medios más proporcionados para esparcir entre las gentes aquellos conocimientos que contribuyen a la instrucción general, de que tanto necesitan los pueblos para su buena dirección”.29 Fue habitual la afirmación de la utilidad y de la naturaleza instructiva de los papeles periódicos. De ahí la censura a ciertos contenidos considerados triviales o inadecuados a su esperada finalidad. Todavía a principios del siglo XIX, en el primer número (1804) de las Efemérides de la Ilustración en España sus redactores afirmaban que el principal cometido de este periódico era “derramar las Luces por la nación”. Los periódicos solieron presentarse ante el público blandiendo palabras de claras resonancias ilustradas, aunque en ocasiones, incluso desde una concepción generosa de este movimiento, se quedasen sólo en eso, en un débil y desvirtuado eco. No obstante, el propio medio ya se encontraba definido y situado en el panorama literario y, sobre todo, ante sus lectores. Que las bellas artes hallasen un lugar en un género que persiguiese y se presentase desde tales horizontes de información, instrucción y progreso, es más, que se afirmasen desde dichos valores, revela una nueva mirada hacia lo artístico. Ante todo que el desarrollo de las bellas artes se consideraba un elemento del proyecto colectivo perseguido, deviniendo por ello un asunto de interés y preocupación pública. El llamado Abate Extranjero, uno de los más importantes censores de las artes contemporáneas que intervino en la prensa del siglo XVIII, afirmó que “uno de los servicios útiles que se puede hacer a la nación, es el criticar sólidamente las producciones arquitectónicas, pues que en ella se interesa su honor, el tesoro público, y la fortuna de los particulares”.30 Un anónimo que también utilizó las páginas del Diario de Madrid para clamar contra ciertas intervenciones artísticas, en este caso por la reforma de la iglesia 28 Paul-J. Guinard, La presse..., op. cit.; Francisco Aguilar Piñal, “La prensa española en el siglo XVIII. Diarios, revistas y pronósticos”, Cuadernos Bibliográficos, nº XXXV, Madrid, 1978; María Dolores Sáiz, Historia del periodismo... El siglo XVIII..., op. cit. Véanse de igual modo los reveladores estudios aparecidos en: Periodismo e Ilustración en España. Estudios de Historia Social, nº 52–53, 1991. 29 El Diario de las Musas apareció entre el 1 de diciembre de 1790 y el 24 de febrero de 1791. Combinó artículos sobre moral y crítica de costumbres, con otros de divulgación literaria, consiguiendo en palabras de Sáiz, “conciliar el tratamiento serio y riguroso de algunos temas con la ironía y la sátira de asuntos menores” (M.D. Sáiz, Historia del periodismo… El siglo XVIII..., op. cit., p. 166). 30 Diario de Madrid, nº 356, 25 de diciembre, 1802.

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de San Sebastián, sita en la céntrica calle de Alcalá, dijo lo hacía por el “deseo de la propagación de las artes en beneficio de mis conciudadanos”.31 Tales declaraciones reflejaron un fenómeno que afectó a toda la literatura artística del momento que pretendió el mejor conocimiento y fomento de las artes, justificándose ante el público desde unos nuevos valores, los de utilidad y desarrollo, característicos del siglo.32 Las razones y los límites de la consideración de las bellas artes como fenómeno de necesaria preocupación pública todavía deben estudiarse en toda su complejidad, remitiéndose al concepto mismo de progreso anhelado por las diversas corrientes ideológicas contemporáneas, destacando las propuestas de una Ilustración irreductible a una fórmula simple, pero de la que partieron muchas de las aspiraciones aquí analizadas. Uno de los aspectos más reiterados fue subrayar que el tan estimado y celosamente protegido prestigio nacional dependía de disciplinas como las bellas artes. Dados los alientos culturalistas del siglo, su desarrollo pasó a indicar el gusto y el grado de formación de un país. En los mismos artículos y noticias aparecidas en la prensa se discutió sobre este argumento a través, precisamente, de una de sus manifestaciones más elocuentes: el deseo de conocimiento y difusión del propio patrimonio artístico. Fueron varias las ocasiones en las que se lamentó la poca prédica de la literatura artística en España en comparación con la desarrollada en los vecinos países europeos. Esto, como recordaba Juan Andrés a Isidoro Bosarte en una carta publicada en el Diario de Madrid, iba en “desdoro de nuestra nación” ya que los ejemplares pintores, escultores y arquitectos españoles del pasado se desconocían en Europa.33 Ramón Cabrera, en el mismo Diario de Madrid, lo expresó de manera contundente al afirmar que debido a la carencia de buenos libros sobre nuestras artes los extranjeros... viven persuadidos a que en punto de Arquitectura no hemos sabido fabricar otra cosa que unas pobres chozas para guarecernos contra las 31 Diario de Madrid, nº 311, 6 de noviembre, 1788. 32 Para el recurrente concepto de utilidad en el siglo XVIII sigue siendo imprescindible la consulta de: Jean Sarrailh, “La notion de l´utile dans la culture espagnole à la fin du XVIIIe siècle”, en Bulletin Hispanique, nº 50, 1948, pp. 495–550. 33 Diario de Madrid, nº 86, 26 de marzo, 1788. Días después se publicaría la contestación de Isidoro Bosarte: Diario de Madrid, nº 116, 25 de abril, 1788. Recordemos que Isidoro Bosarte fue uno de los estudiosos de las artes españolas más relevantes del siglo, llegando a ser nombrado secretario de la Academia de San Fernando en el 1792, cargo que ocupó hasta su muerte en el 1807. Aunque no podamos extendernos, apuntar que Isidoro Bosarte a lo largo de su carrera colaboró en diversos papeles periódicos (Daniel Crespo Delgado, “De arquitectura...”, op. cit.).

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intemperies, y que en materia de Escultura y Pintura nunca hemos sido mas de lo que eran los Indios al tiempo de la conquista.34

No parece coincidencia que tanto este escritor como Isidoro Bosarte manifestasen en respectivos artículos la urgente necesidad de una satisfactoria historia del arte español. En esta línea, el jesuita expulso Josep Plà defendió en el Memorial Literario la publicación de las Antigüedades Árabes de España, proyecto largos años acariciado por la Academia de San Fernando de ofrecer un conjunto de grabados sobre los monumentos árabes de Granada y Córdoba, que tanto interés habían despertado entre los propios y los extranjeros.35 En el Diario de Madrid, el 21 de marzo de 1797, apareció una fogosa carta en la que se instaba a llevar a cabo el Viage Arquitectónico-antiguo promovido por José Ortiz y Sanz. Se conseguiría, entre otros beneficios, dar a conocer “las infinitas preciosidades arquitectónicas” que hay en España, sobre todo en el extranjero, “borrando de este modo la mala nota de que nos tachan, sobre que no sabemos apreciar, ni aun tenemos cabal noticia de lo que dentro de nuestra casa poseemos”.36 Las bellas artes, por tanto, lograrían la proyección europea de España, reivindicando su peso cultural y borrando ciertas opiniones erróneas sobre el país que, recordémoslo, preocuparon enormemente a los españoles del siglo XVIII. Ante todo la de ser un país ajeno, en franca contradicción con las Luces, juicio extendido entre algunos de los ilustrados europeos más relevantes.37 Uno de los personajes más decisivos del pensamiento artístico español del siglo, Antonio Ponz, publicó como complemento a su influyente Viage de España (1772–1794) un Viage fuera de España (1785) en el que entre otros objetivos deseó mostrar a través de la descripción de Inglaterra, 34 Diario de Madrid, nº 104, 13 de abril, 1788. Ver: Daniel Crespo Delgado, “Diario de Madrid, 1787–1788: de cuando la historia del arte quiso convertirse en una cuestión pública”, Goya, nº 319–320, 2007, pp. 246–259. Sobre las opiniones de los extranjeros respecto a las bellas artes españolas durante el siglo XVIII: María de los Santos Felguera, Viajeros, eruditos y artistas. Los europeos ante la pintura del Siglo de Oro, Madrid, 1991; Daniel Crespo Delgado, “De Norberto Caimo a Alexandre de Laborde. Las bellas artes en la literatura de viajes por España de la segunda mitad del siglo XVIII”, Anales de Historia del Arte, nº 11, 2001, pp. 269–290. 35 Memorial literario, instructivo y curioso de la Corte de Madrid, nº 67, Julio, 1788. Sobre las vicisitudes de las Antigüedades Árabes de España, uno de los proyectos arquitectónicos y eruditos más apasionantes del siglo, cf. Delfín Rodríguez Ruiz, La memoria frágil. José de Hermosilla y las Antigüedades Árabes de España, Madrid, 1991. 36 Diario de Madrid, nº 80, 21 de marzo, 1797. Sobre José Ortiz y Sanz y su Viage: Delfín Rodríguez Ruiz, José Ortiz y Sanz, teoría y crítica de la arquitectura, Madrid, 1991. 37 Joseph Jurt, “L´image de l´Espagne en France au siècle des Lumières”, Cosmopolitisme, patriotisme et xénophobie en Europe au Siècle des Lumières, Strarbourg, 1987, pp. 29–41; Mª Carmen Iglesias, “Una imagen oriental de España en el siglo XVIII”, Homenaje académico a D. Emilio García Gómez, Madrid, 1993, pp. 409–432.

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Francia, Bélgica y Holanda no sólo algunas de las carencias de España, sino también sus consecuciones. Para nosotros, resulta revelador que en esta obra las bellas artes jugasen un papel determinante a la hora de definir la identidad de España.38 Tan revelador como que un medio como los papeles periódicos se hiciesen eco de tales reclamaciones y discusiones en torno a la historia de las artes. La consideración del fomento de las bellas artes como asunto de interés público fue el argumento desde el que se justificó el intento de gran parte de la literatura artística contemporánea por formar a las clases dirigentes del país.39 Se persiguió generar un debate público y de amplia difusión sobre las artes implicando a todos –un todos matizado por la exclusión de gran parte de la sociedad en la toma de decisiones y en la asunción de medidas que afectasen a lo colectivo– y del que podían participar los llamados aficionados.40 Por ello se aplaudieron las noticias sobre las bellas artes aparecidas en los periódicos, ante todo aquellas que ofreciendo un análisis crítico desvelaban carencias y señalaban caminos de futuro. Los estudiosos modernos han subrayado en numerosas ocasiones la confianza depositada por los ilustrados en la crítica como medio para mejorar las costumbres y los conocimientos.41 El ya citado Abate Extranjero afirmó que “es una verdad que confiesan todas las naciones cultas... que los mayores adelantamientos en ciencias y artes se han debido siempre... más a la crítica que a otra cosa alguna”.42 Y desde este convencimiento ofreció en las páginas del Diario de Madrid una serie de críticas sobre edificios que en los años anteriores se habían construido en la capital.43 Otro corresponsal 38 Daniel Crespo Delgado, “Il giro del mondo. El Viage fuera de España (1785) de Antonio Ponz”, Reales Sitios, nº 152, 2002, pp. 64–82; Ibid., “De conformidades y cariño. El Escorial y Juan de Herrera en el Viage de España (1772–1794) de Antonio Ponz”, El Monasterio del Escorial y la Arquitectura, 2002, pp. 573–593; Ibid., Un viaje para la Ilustración. El Viaje de España (1772–1794) de Antonio Ponz, Madrid, Marcial Pons, 2012. 39 Algo de ello intentamos mostrar a través del Viage de España (1772–1794) de Antonio Ponz en: Daniel Crespo Delgado, “Un libro que hizo ver la arquitectura con otros ojos. El Viage de España (1772–1794) de Antonio Ponz”, Actas del XIV Congreso Nacional de Historia del Arte. Correspondencia e integración de las artes, 2002. 40 Sobre el papel de los aficionados en el debate artístico del siglo, cf. Andrés Úbeda de los Cobos, Pensamiento artístico..., op. cit., pp. 99 y ss.; Daniel Crespo Delgado, “De arquitectura...”, op. cit. 41 José Antonio Maravall, “El espíritu de crítica y el pensamiento social de Feijoo”, José Antonio Maravall, Estudios de la historia del pensamiento español (siglo XVIII), Edición de Mª Carmen Iglesias, Madrid, 1991; Pedro Álvarez Miranda, Palabras e ideas: el léxico de la Ilustración temprana en España (1680–1760), Madrid, 1992. 42 Diario de Madrid, nº 356, 25 de diciembre, 1802. 43 Las encontramos en los siguientes números del Diario de Madrid: nº 9, 9 de enero, 1800; nº 12, 12 de enero, 1800; nº 17, 17 de enero, 1800; nº 25, 25 de enero, 1800;

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que utilizó el Diario de Madrid para censurar ciertas obras y decoraciones de la capital, también subrayó que “si muchas cosas no se remedian, es por falta de haber quien se atreva a hacer públicos semejantes despropósitos”.44 Los papeles periódicos parecían un medio adecuado para ello. Se era consciente de su destacada difusión, tanto cuantitativa como cualitativamente. Como dijo el Abate Extranjero “... para cien profesores que lean este Periódico, hay mil que lo leen y no lo son”. Era muy atractiva, por lo tanto, la capacidad de los periódicos de conformar e influir en la opinión de muchos, incluso de aquellos que no eran artistas o eruditos y no tenían acceso a la literatura artística tradicional. Uno de los que participó en el debate surgido en el Diario de Madrid por la inauguración de la Fuente de Apolo del Paseo del Prado, afirmó que a pesar de que las críticas en la prensa podían “incomodar á algunos”, al ver contradichas sus opiniones u obras, eran en general muy provechosas ya que “los principios del buen gusto” se “acrisolan entre el público”.45 Existió la pretensión, aunque se expresase de forma fragmentaria y más bien voluntariosa, de convertir los periódicos en escenario de debate sobre la situación y los avances que debían darse en las artes. Y se hizo arguyendo no ya razones gremiales o estamentales, sino en virtud de su implicación con el desarrollo y el progreso del país. De ahí que estuviese justificada su presencia en un medio de la naturaleza y de la difusión de la prensa periódica, deviniendo un asunto que no concernía únicamente a artistas o eruditos, sino que de igual modo afectaba a todos aquellos preocupados –o que cuanto menos debían estarlo– por el bien público. De hecho, algunas de las cartas o artículos nº 30, 1 de febrero, 1800; nº 31, 2 de febrero, 1800; nº 44, 14 de febrero, 1800; nº 68, 9 de marzo, 1800; nº 165, 14 de junio, 1800; nº 166, 15 de junio, 1800; nº 356, 25 de diciembre, 1802; nº 360, 26 de diciembre, 1802; nº 18, 18 de enero, 1803. Para un análisis de estas y otras cartas similares, cf. Daniel Crespo Delgado, “De arquitectura...”, op. cit. 44 Diario de Madrid, nº 350, 16 de diciembre, 1790. 45 Diario de Madrid, nº 181, 30 de junio, 1803. Hallamos algunas noticias sobre la erección de esta fuente en: Thomas F. Reese, “Hipódromos, carros, fuentes, paseantes y la diversión pública en la España del siglo XVIII: un programa agrario y de la Antigüedad clásica para el Salón del Prado”, El Arte en tiempos de Carlos III, Madrid, 1989, pp. 1–51. Algunas de las censuras a obras contemporáneas aparecidas en la prensa periódica, tal como ocurrió en otros países europeos, resultaron muy incómodas para sus autores que, en no pocas ocasiones, se lanzaron rápidamente a contestarlas a través del mismo medio. Sobre estas y otras polémicas generadas en los periódicos en las que aparecieron y de las que participaron artistas –desgraciadamente ocultos en la mayoría de ocasiones tras seudónimos– nos ocuparemos en otro lugar. Ver, sin embargo: Daniel Crespo Delgado, “La arquitectura del Museo del Prado vista por su contemporáneos (1789–1815)”, en Madrid, revista de arte, geografía e historia, nº 8, 2006, pp. 327–358.

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críticos que aparecieron en la prensa, se debieron a ciudadanos y a aficionados, pudiera ser incluso que de elemental formación en las artes o con un interés puntual, que empezaron a consolidarse como colectivo determinante en la creación de opinión y como público.46 No debiera extrañarnos, como ya apuntamos, que tales inquietudes también fuesen compartidas por algunos de los redactores de los propios papeles periódicos. Los responsables de las Efemérides de la Ilustración en España se felicitaron por incluir en sus páginas una “disputa literaria” sobre la formación que debían seguir los pintores para alcanzar la excelencia.47 Recordemos que este periódico tuvo como objetivo confesado “derramar las Luces” por la nación. Los horizontes de los periódicos dieciochescos y las aspiraciones sobre las artes se encontraron, aunque no sin limitaciones, por su pretendida y efectiva proyección pública y colectiva.

Especialmente entre aquellos que presumen de bien educados e instruidos... Algunos de los papeles periódicos desde su intención de convertirse en foro y referencia para la palabra, la actualidad y las Luces, acogieron noticias y artículos sobre las bellas artes. A través de éstos las artes se situaron en un nuevo escenario, ante todo público. No obstante, reflejando las carencias de la prensa española del siglo y de la propia cultura artística, los periódicos no lograron convertirse en un instrumento de reflexión e información lo suficientemente activo sobre su presente y deseado futuro. Sí supusieron un medio inusualmente abierto a muchas y distintas voces, enriquecedor de sus debates48 y que difundió entre un auditorio nuevo contenidos y juicios sobre las artes, vertebrando una incipiente opinión pública sobre dichas disciplinas a pesar de que la prensa dieciochesca tuviese una expansión limitada respecto a la alcanzada con posterioridad.49 Lo hemos visto, por ejemplo, a raíz de las denuncias sobre la escasez y la precariedad de la historiografía artística española. Nunca un texto sobre bellas artes había llegado a tantas personas y sobre todo tan diversas, a un público ya no necesariamente profesional, especializado o iniciado, sino que tal vez sólo podría definirse por un genérico deseo de instrucción y de entretenimiento.50 46 47 48 49

Daniel Crespo Delgado, “De arquitectura...”, op. cit. Efemérides de España, nº 198, 16 de julio, 1804. Daniel Crespo Delgado, “De arquitectura...”, op. cit. Efectivamente, “la prensa del siglo XVIII era minoritaria, selectiva, y no se transforma en medio de comunicación de masas hasta el siglo XIX” (Mª Dolores Sáiz, Historia... El siglo XVIII..., op. cit., p. 81). 50 Advirtamos que no todos los periódicos tuvieron un mismo público con unas mismas expectativas. Sobre el heterogéneo público de la prensa dieciochesca, cf. Elisabel

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La afirmación de las bellas artes como disciplinas de alto significado cultural no era algo nuevo ni tan siquiera en el escenario español, más reacio si cabe a una actividad sospechosamente cercana a las artes mecánicas. No obstante, a lo largo del siglo XVIII se consolidó y se difundió la consideración de las bellas artes como signo de instrucción, buen gusto y civilidad, indispensables para la formación integral del hombre y susceptibles de proporcionar decoroso placer y entretenimiento. Este proceso fue sumamente complejo, imposible de abordar en estas líneas pero que se remite a profundas transformaciones sociales e ideológicas que perforaron el siglo y que no sólo afectaron a España. Un anónimo corresponsal denunció en las Efemérides de la Ilustracion de España “que en un país culto, y en donde hay hombres de tantos conocimientos, y tan buenas pinturas” como en el nuestro, todavía hubiese quienes las menospreciaban o quienes no procuraban su conocimiento, “siquiera por adorno de sus estudios”.51 Mas no todos descuidaban tales “adornos”, ya que como el escultor José Folch recordaba en una serie de interesantes cartas publicadas en el 1804 en las Variedades de Ciencias, Literatura, y Artes, “Europa está llena de diletantes, cuya principal diversión es andar viendo pinturas, esculturas y edificios”. Fenómeno que también afectaba a nuestro país pues el mismo José Folch planteó sus cartas como una suerte de recorrido artístico por Madrid acompañando a un “forastero conocido mío” deseoso por ver las más relevantes obras de arte de la capital.52 Otro anónimo y no menos interesante corresponsal escribió en el Diario de Madrid que “ha días que en España se ha hecho bastante general esto de hablar de las tres nobles Artes, especialmente entre aquellos que presumen de bien educados e instruidos”.53 En un momento de consolidación de las bellas artes como disciplinas ilustradas, de mayor acceso a las letras y al ocio, y en el que el saber y las Luces, o cuanto menos su ostentación, otorgaron prestigio, parece lógico que Larriba, Le Public..., op. cit. No obstante, recordemos que los responsables del Diario de Madrid– uno de los periódicos más generosos en cuanto a noticias artísticas se refiere – suplicaron en carta reservada al conde de Floridablanca que les permitiese volver a editar artículos de opinión al inicio de su diario, prohibidos desde febrero del 1791, ya que “el pueblo está acostumbrado a leer al principio de este periódico alguna materia que le interese, le instruya, le utilice o le divierta. Le ha faltado este cebo (al Diario y)... la venta del papel afloja, los compradores disminuyen” (citado en M. Pardo de Andrade, Los artículos del Diario de Madrid (1794–1800), Edición a cargo de M.R. Saurín de la Iglesia, La Coruña, 1988, p. 152). Subrayemos que el entretenimiento no debía estar reñido con la instrucción. Al contrario, el lema horaciano de prodesse et delectare fue recurrente a lo largo del siglo, deviniendo una aspiración a la que tendió la propia prensa y para que las bellas artes podían ser y fueron un efectivo recurso. 51 Efemérides de la Ilustracion de España, nº 17, 17 de enero, 1804. 52 Variedades de Ciencias, Literatura, y Artes, nº XV, 1804. 53 Diario de Madrid, nº 104, 13 de abril, 1788.

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las artes deviniesen tema de interés entre un público no sólo más amplio, sino también más variado social e intelectualmente de lo que nunca había sido hasta el momento. Incluso llegaron, a pesar de las carencias que podamos advertir, a convertirse en asunto de moda, irrumpiendo en los salones, tertulias y cafés donde se desarrolló la nueva sociabilidad dieciochesca. Las bellas artes, por lo tanto, habían dejado de ser patrimonio exclusivo de artistas o de círculos restringidos. Un escritor que en el Diario de Madrid satirizó las reuniones de pretendidos hombres y mujeres refinados, afirmó que en éstas “las tres nobles artes son una materia de charla inagotable”.54 Otro, que en su artículo también publicado en el Diario de Madrid promovió una guía artística de la capital, hizo referencia a tertulias centradas en discusiones sobre la pintura “donde todos eran inteligentes, tanto que no se hablaba allí de otra cosa que de originales, de copias, y de poner nombre al chiquillo”, es decir, a los cuadros que les ocupaban tan sesudamente.55 Este público demandaría e imaginamos acogería con interés o con curiosidad noticias y polémicas sobre las artes como las que ofreció la prensa periódica. Surgía, aunque de modo incipiente, un nuevo mercado para la literatura del arte. La prensa periódica, tanto por sus objetivos como por su dependencia de los lectores para su supervivencia y continuidad, no permaneció al margen sino todo lo contrario: partió, se alimentó, se implicó y colaboró activamente en la conformación y satisfacción de este nuevo público.56 A modo de conclusión necesariamente abierta, digamos que los papeles periódicos propiciaron y nos revelan cambios dados contemporáneamente en las bellas artes, que son a su vez un reflejo de los acontecidos en la propia cultura y en el conocimiento. Cambios en sus contenidos pero también en su consumo y en su consideración, en su renovada definición respecto a los intereses, preocupaciones, ocios y placeres tanto de los individuos como de la propia sociedad. De una sociedad que había dejado de ser lo que fue. Daniel Crespo Delgado Fundación Juanelo Turriano 54 Diario de Madrid, nº 88, 12 de octubre, 1802. 55 Diario de Madrid, nº 109, 19 de abril, 1797. 56 Parte considerable de la literatura artística contemporánea también se dirigió a un nuevo público, mayor y en muchas ocasiones no especializado. El incipiente mercado que este público abrió así como la manifiesta voluntad de los eruditos de influir sobre él, motivó la aparición de una renovada literatura sobre las artes dirigida y condicionada por sus conocimientos, aspiraciones y por el papel que se deseaba desempeñase. Cf. Daniel Crespo Delgado, “Un libro...”, op. cit.

ÍNDICE GENERAL

Dedicatoria de la Ciudad de Alcañiz a Sus Majestades los nuevos Reyes de España..........................................................................

VII

Carta-dedicatoria del Alcalde de Alcañiz a los Reyes de España. Juan Carlos Gracia Suso................................................................

XI

Respuesta de Sus Majestades los Reyes Don Felipe VI y Doña Letizia a la carta-dedicatoria del Alcalde de Alcañiz..................... Una nueva lectura de Nipho, doscientos años después. José M.ª Maestre Maestre, Manuel A. Díaz Gito, Alberto Romero Ferrer.......

XIII XV

I. Francisco Mariano Nipho, un alcañizano “fortuito”: nuevos datos sobre su biografía Don Francisco Mariano Nipho, hijo ilegítimo de don Sebastián Nipho Ruiz de Oribe: resolución del enigma de su firma como “Don Manuel Ruiz de Uribe” en el primer periódico diario español José María Maestre Maestre..................................................

3

II. Nipho, sus papeles periódicos y la literatura española Nipho, el ingenio de eruditas advertencias en certámenes y traducciones Isabel Carabantes de las Heras..............................................

83

Índice general

492

Nipho y el teatro: entre la teoría y la práctica David T. Gies......................................................................

99

Ideas sobre la sátira en el Cajón de Sastre de Nipho Felipe González Alcázar.......................................................

111

Nipho, entre Barroco e Ilustración Pilar Palomo.......................................................................

125

La literatura española de los Siglos de Oro en el Cajón de Sastre Antonio Pérez Lasheras.........................................................

137

Nipho en la batalla ilustrada contra el sainete Alberto Romero Ferrer..........................................................

151

Nipho y los comienzos de la crítica teatral en España Mª Dolores Royo Latorre......................................................

163

El Cajón de sastre de Nipho: ropería y gabinete de acciones ilustres para el gran Teatro del Mundo Ana Rueda..........................................................................

179

III. Literatura, opinión pública y periodismo en el siglo XVIII Lectores y noticias sobre bellas artes en los papeles periódicos españoles de la Ilustración Daniel Crespo Delgado........................................................

199

¿Travestismo literario en el siglo XVIII? El caso de La Pensadora gaditana (1763–1764) Scott Dale...........................................................................

217

La prensa dieciochesca española como agente de las Luces Philip Deacon.....................................................................

225

La crítica literaria en las Variedades de Ciencias, Literatura y Artes (1803–1805) Rosalía Fernández Cabezón..................................................

245

Los anuncios de novelas en la Gaceta de Madrid a finales del siglo XVIII: entre la publicidad y la crítica literaria María Jesús García Garrosa..................................................

259

493



Índice general

El Pensador y el sistema de exclusiones del espacio público ilustrado Ana Hontanilla...................................................................

277

La prensa en Cádiz a finales del XVIII: el Diario de Cádiz de 1796 Beatriz Sánchez Hita...........................................................

285

El Semanario erudito como prensa literaria El Sayed Soheim..................................................................

305

The Southern Star (La estrella del sur) como vehículo de propaganda Cecilia Suárez Cabal...........................................................

341

Literatura y poder político: Clavijo, Wall y el nacimiento, apogeo y desgracia del primer Pensador (1762–1764) Diego Téllez Alarcia.............................................................

361

Diálogo entre periodistas (1737–1770) Inmaculada Urzainqui........................................................

375

IV. Prensa del siglo XIX Textos latinos en asturiano en la prensa española del siglo XIX Ramiro González Delgado...................................................

421

Núñez de Arce, redactor de La Iberia Irene Vallejo........................................................................

435

La prensa literaria entre el gozne de los siglos XIX y XX: el modernismo Juan Domingo Vera Méndez.................................................

453

ÍNDICES................................................................................... Índice de nombres propios..........................................................

465 467

Índice General.............................................................................

491

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