LECCION APRENDIDA

June 24, 2017 | Autor: Jose Mejia | Categoría: Camino de Santiago, Historias De Vida, Morphic Resonance
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Descripción

Generalmente no escribo en primera persona, excepto cuando la necesidad obliga. Y este creo que es un caso sui géneris. No mato personas o animales ni aniquilo insectos u otros organismos, dentro de los términos posibles, dentro de los límites racionales y de compasión que la convivencia coherente y respetuosa con otras especies del reino animal lo exige. Si puedo evitar aplastar una mosca o pisar un bicho a propósito, si de manera casual aparece un insecto volador, una humilde polilla o una cimbreante araña en casa, etc., etc., les invito a moverse a otro sitio a campo abierto, ya sea el patio, la terraza o la calle. No me fastidia mayormente su presencia, pero a mis hijas y a mi mujer sí les provoca inquietud. Entonces, dialogo internamente con su “Jefe” de manera cordial y amistosa y procedo a

abrir puertas y ventanas necesarias del lugar donde han ingresado inadvertidamente. Puedo afirmar, con satisfacción y alegría, que en un altísimo porcentaje, al cabo de poco tiempo, los amigos visitantes evacúan “voluntariamente” el lugar. Se genera esa armonía o coherencia entre las dos especies vivas del planeta Tierra y se produce el “milagro”. Cuando esa pequeña complicidad no es posible por lo difícil que se hace al animalito salir a campo traviesa, dígase porque ingresó a un sitio interior del lugar, intento atraparlas de manera delicada y las arrojo fuera de nuestro entorno para que sigan experimentando y aprovechando ese valioso e irrepetible tiempo que el Padre Amado y sus Huestes Creadoras les han otorgado. Esta madrugada, a eso de las 1:30 am fui a tomar una ducha en el baño de mi recámara y de repente apareció de la nada una mariposita juguetona y cimbreante, la cual evitando las gotas y el vapor del agua caliente que fluía del caño en chorritos separados pero poderosos, se acercó al sitio, juguetoneó alrededor mío un par de veces y, tal como apareció, se esfumó. Me pareció distinguirla como una especie de mariposa nocturna. No le puse más asunto a lo ocurrido, aunque luego recordé ese incidente antes de conciliar el sueño. Esta mañana, más allá de las 11:00, me encontraba solo en mi hogar, me encaminé al baño en mención y, para secar un poco de agua que se había regado en el piso agarré un estropajo del sitio donde éste se guarda. De repente, sale volando de las brumas de la esquina hacia la tapa del inodoro color azul un insecto color café plomizo, sin mayor gracia o atractivo, es decir, un lepidóptero del tamaño de una falangeta de largo y algo menos la base del triángulo isósceles que formaban sus semi replegadas alas delta cubiertas de polvo ambiental y más trazas de comidas. Era evidente que se trataba de la misma polilla que había pasado la madrugada y horas de esta mañana dentro del baño. Recordé que debía entonces haber hecho algo para llevarla fuera de la casa anteriormente, pero por el cansancio y la hora, la posición del baño dentro de la recámara y mi estado de indefensa desnudez en dicho momento, dejé pasar el asunto. Por eso, cerré la puerta de acceso al sanitario y ya. Este sencillo relato que aquí cito ejemplifica lo que indico atrás sobre esa relación del que escribe con ciertas especies animales. Pensé en agarrarla con mis dedos, pero sabía que si lo hacía podía deshacer sus frágiles alas y creí que quizás un recipiente adecuado podría ayudar para atraparla y, si tenía suficiente destreza y rapidez, talvez podría cumplir con mi cometido sin dañar fatalmente al bichito. Busco una cajita de cartón desocupada de un perfume y me apresto a realizar la tarea. Me acerco con sigilo hacia donde está estampada y quieta la poco atractiva y nada tornasolada polilla y aproximo la caja con el extremo de la boca abierta para receptar el insecto volador usando la mano derecha; a milímetros de mi objetivo y con rápido movimiento intento tapar la abertura de la tapa y

cuando ya parecía que había ingresado en el espacio interior, la mariposa es más ágil que mis manos y logra escapar para posarse cerca de la pared contigua donde cuelga un pesado y antiguo espejo de forma oval, elemento muy adornado y marco y enchapes de bronce antiguo, herencia de mi querida tía Rina Rebeca Rodríguez M., hermana de madre, ambas fallecidas en diferentes épocas y circunstancias. Respiro profundo, me acerco a centímetros de la mariposa y con voz silente le musito: “Amiga, debes haber pasado una madrugada aburrida y fría aquí. El cuarto de baño es un muy mal lugar para pernoctar. Déjame llevarte a otro espacio más agradable. Tú sabes que no quiero hacerte daño ¿verdad? Esta vez, te metes en la cajita y nos vamos de paseo a la terraza. Allí recobras tu libertad”, le hablo cual Dr. Dolittle ecuatoriano. Había acabado de pensar la última palabra y de repente, la mariposa vuela y se posa en mi pecho, como aceptando la invitación de manera complaciente y ocasionando así una más simple, práctica e increíble respuesta, basada en el amor, en la confianza total y en la entrega incondicional. ¡Me usa como vehículo de transportación! Siento una alegría inenarrable, motivado por la “resonancia mórfica” o interacción gregaria colectiva generada entre dos protagonistas de diferentes especies y procesos evolutivos, pero de similares latidos vitales. Me inunda una paz maravillosa y disfruto intensamente y en lo hondo de mi alma la casi delirante y tierna sensación de estar conectado en ese momento con ese diminuto ser y quizás, por extensión, con todas las formas vivas y bullentes con las que tenemos el privilegio de compartir sin conocer, entrelazados por medio del calor de la Amistad Universal… ¡Cuán bello y apaciguador fue experimentar ese pequeño momento ─polilla a manera de broche en mi pecho y agarrada como pasajera de mi corazón e iniciar feliz aquel ‘Camino de Santiago’ personal, esa ruta casi mística y plácida que se inicia en el baño y, pasar por la puerta del dormitorio, transitar por el largo corredor que lleva a la sala-comedor y desde allí hacia los ventanales y puerta de vidrio que se desliza y limita la terraza, donde un cielo azul y un paisaje esplendente del mediodía quiteño esperan complacientes y felices a los dos compinches..! Mientras el viento refrescante y suave quema el vuelo liberador del diminuto y bello amigo y el Sol impertérrito avienta sus rayos de vida y luz mis acuarelas espirituales, creo y digo agradecido que no hay mayor bendición que el Amor y la Vida que anima toda materia y que todo momento es una oportunidad de aprendizaje continuo, para la Gloria del Espíritu Universal.

JoMerod- Oct.- 2015

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