Latinoamérica y Rusia: Una aproximación ilusoria

July 24, 2017 | Autor: Elena Pavlova | Categoría: Latin American Studies, Russian Foreign Policy
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L AT I NOAMÉRICA volumen 11 • número 2 abril-junio de 2011

Latinoamérica y Rusia

Elena Pavlova

Latinoamérica y Rusia Una aproximación ilusoria

Elena Pavlova o En su afán por encontrar un lugar en la política global, Rusia ha iniciado un sorprendente acercamiento a los países latinoamericanos. Los contactos crecientes entre nuestros países o, más precisamente, el conjunto de promesas recíprocas nos hacen prestar una atención cada vez mayor a esta región. La simple enumeración de las acciones relacionadas con Latinoamérica podría ocupar varias páginas: ofrecemos calurosas bienvenidas a los jefes de Estado latinoamericanos, entregándoles solemnemente doctorados de nuestras universidades; organizamos conferencias y exposiciones conjuntas; nos informamos constantemente de las semejanzas de nuestros procesos de desarrollo, de nuestra proximidad anímica y de las direcciones prioritarias en nuestra política exterior (las relaciones con los países latinoamericanos ocupan uno de los lugares de honor en la agenda rusa). Además, el interés de nuestros ciudadanos por todo lo que suceda en América Latina —que nació durante la época soviética— favorece esta situación. Al mismo tiempo, el estado actual de las cosas nos sitúa en la realidad, mientras que, a menudo, la euforia de las relaciones diplomáticas se olvida de los gravísimos problemas y de las numerosas divergencias que existen entre Rusia y los Estados latinoamericanos. En este artículo no nos centraremos en los vínculos económicos entre ambas regiones, pues es imposible que Rusia pueda rivalizar con Estados Unidos en este aspecto. Sin duda, la importación de la carne brasileña y argentina, del vino argentino y chileno, y la exportación de la maquinaria rusa a la región son un componente importante de nuestras relaciones. Sin embargo, el volumen actual Elena Pavlova es profesora de la Escuela de las Relaciones Internacionales de la Universidad de San Petersburgo, en Rusia. Este texto es parte del proyecto internacional “Decentring the West: Russia’s counter-hegemonic representations of democracy in comparative perspective”.

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Latinoamérica y Rusia de circulación de mercancías entre Rusia y los Estados de la región no nos permite hablar ni remotamente de una eventual competición con Estados Unidos o con los países de la Unión Europea. Sólo hay un ámbito en las relaciones entre Rusia y los países de Latinoamérica que, a primera vista, se está desarrollando con mucho dinamismo y tiene muchas posibilidades de seguir motivando al Kremlin: la esfera política. No obstante, en este aspecto también existen obstáculos graves. El proceso de formación de cualquier Estado está siempre relacionado con la fijación de las normas básicas de la sociedad y de sus objetivos de desarrollo. Indudablemente, lo que el pensamiento filosófico occidental moderno tiene como norma fundamental para integrar una sociedad democrática es la libertad. En este sentido, la Federación Rusa sigue ese mismo precepto, a diferencia de los países latinoamericanos donde, según muchos estudios sociológicos y politológicos, la idea de la libertad cede la primacía a categorías como la igualdad y la justicia social. Esto genera una interpretación completamente distinta de las tareas tanto de la política exterior como de la interior planteadas por las élites políticas. Así, la aproximación entre Rusia y los Estados de Latinoamérica, su “cooperación estratégica”, relacionada, en primer lugar, con la concepción de la formación de un mundo multipolar, se basa originalmente en un fundamento poco sólido. Además, aunque Rusia y los países latinoamericanos no desean un mundo unipolar y coinciden en su oposición hacia Estados Unidos, no se han dado cuenta de que las alternativas que proponen para un nuevo orden mundial son contradictorias entre sí. En este texto, nos referimos al discurso político de las élites y, más precisamente, a los mensajes de los jefes de Estado a sus respectivos parlamentos nacionales. Sin duda, la política real puede diferir mucho de los objetivos declarados, pero el análisis de los mensajes presidenciales nos sirve para hacer una interpretación ulterior de las estrategias, tanto de la política exterior como de la interior, que legitiman las decisiones políticas. Con frecuencia, los latinoamericanos les reprochan a los latinoamericanistas que se hable de “Latinoamérica” sin prestar atención a las diferencias entre los Estados. Esto es correcto, pues cuando se estudian los problemas de la región como conjunto se suele caer en generalizaciones exageradas, lo que a su vez lleva a conclusiones erróneas. Un ejemplo típico es el de los estudios latinoamericanos en Rusia dedicados al llamado “viraje hacia la izquierda en Latinoamérica”, es decir, el análisis de la llegada al poder de gobiernos izquierdistas en muchos países de la región. Cabe subrayar, sin embargo, que cada vez más investigadores intentan alejarse de este cliché. No obstante, a pesar de que existen distintas interpretaciones de los ideales “de izquierda” en los diferentes Estados latinoamericanos, la reevaluación y la incorporación de estos ideales en las estrategias estatales de la política exterior e interior se produjeron tras las tentativas de llevar a cabo las reformas económicas del Consenso de Washington a principios y mediados de la década de 1990, en el que fue

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Elena Pavlova decisivo el papel de Estados Unidos. Así, el fracaso del Consenso de Washington condujo no sólo a una nueva oleada de interés por la política social, sino que también generó actitudes negativas hacia Estados Unidos, lo que favoreció en gran medida la aproximación entre Rusia y algunos Estados de la región. Pero, ¿podrá servir esta aproximación de fundamento sólido para establecer iniciativas políticas conjuntas? ¿Podemos hablar de un verdadero acercamiento político? Desafortunadamente, las tendencias actuales apuntan en dirección contraria. Para analizar esta situación, compararemos la política de la Federación Rusa con la de dos países de la región. En primer lugar, nos referiremos a la política de Venezuela, Estado que tiene una actitud antiestadounidense muy visible y donde las tendencias políticas de izquierda (expuestas en el programa del presidente Hugo Chávez, “El socialismo del siglo XXI”) tienen el carácter más radical. Sin duda, en los últimos años, Venezuela se ha convertido en uno de los socios políticos más importantes de Rusia, por lo que le dedicaremos una atención especial. En segundo lugar, hemos elegido a Brasil, por su papel de líder en la región. En Brasil, las consignas izquierdistas de índole socialista han servido mucho para apoyar las reformas económicas neoliberales, ya que Estados Unidos compite por el liderazgo regional y es un adversario de la idea de un mundo multipolar tan activamente promovida tanto por Brasil como por la Federación Rusa. Las difíciles relaciones entre Rusia y Estados Unidos, entre Venezuela y Estados Unidos, y entre Brasil y Estados Unidos asumen, con frecuencia, la forma de una discusión política entre los países. El mayor reproche por parte de Estados Unidos a los países de Latinoamérica es la ausencia o la debilidad de sus ideales democráticos. Con todo eso, cuanto más agrias son las críticas estadounidenses, más amistosos se presentan para Rusia los Estados latinoamericanos, a los que se añaden Bolivia, Cuba y Perú, y no sólo Venezuela. Las últimas declaraciones del presidente venezolano Hugo Chávez en las que reconoce a Abjasia y a Osetia del Sur son un ejemplo fehaciente. Por supuesto, no podemos descartar la importancia de la ayuda económica prestada por Rusia a los Estados de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) en respuesta a su promesa de reconocer Abjasia y Osetia del Sur, pero tampoco puede relacionarse esta acción con su rivalidad con Estados Unidos. Existe la creencia de que el acercamiento entre la Federación Rusa y los países latinoamericanos se basa en una plataforma democrática alternativa que se opone al mismo ideal estadounidense. Por ello, el verdadero acercamiento entre la Federación Rusa y los países de Latinoamérica parte más de una proximidad ideológica que interpreta de manera particular los ideales democráticos para contrarrestar la tradición estadounidense y para proponer un nuevo orden mundial multipolar. No podemos decir que existan verdaderos puntos de intersección en el discurso político de Rusia y en el de los Estados de Latinoamérica; en realidad, nuestra aproximación política se apoya en una débil base ideológica, lo que en un futuro puede afectar negativamente el buen entendimiento entre nuestros países.

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Latinoamérica y Rusia democracia: la idea de bien común El concepto de democracia es una de las categorías más complejas de la ciencia política, pues existe un sinnúmero de definiciones y de explicaciones. Michel Foucault señala en La arqueología del saber que la historia de un concepto es, antes que nada, “la historia de los diferentes campos de su formación y validez, la historia de las reglas consecutivas de su uso y de ninguna forma la de su carácter racional siempre en crecimiento”. ¿Cuáles son, entonces, los significados actuales del concepto de democracia? En la sociedad moderna, la democracia se entiende como poder del pueblo para el bien común, y aquí nace inmediatamente una pregunta nueva. ¿Qué es el bien común? ¿Cuáles son los valores que conducen al bien común y que forman diversos discursos políticos en diferentes países? Sin duda, los valores primarios son la igualdad y la libertad. El predominio de las ideas vinculadas con las categorías de libertad o de igualdad se determinará en un discurso democrático de acuerdo con las tendencias sociopolíticas del momento. La cuestión de la correlación y la contradicción entre las categorías de igualdad y de libertad se ha planteado en muchos estudios: desde Immanuel Kant, quien habla de la posibilidad de “una libertad justa”, hasta Karl Schmitt, quien analiza estas dos categorías como recíprocamente incompatibles y repugnantes. En nuestro trabajo, nos apoyaremos en la interpretación de la correlación igualdad-libertad presentada en el trabajo de Chantal Mouffe, La paradoja democrática, en el que la autora habla de la posibilidad de unir la igualdad y la libertad en la práctica política, y cuya prioridad está determinada por la idea del bien común. rusia: de las libertades personales a las libertades colectivas Es obvio que en Rusia —un país que conoció en la época soviética la igualdad social como elemento clave para la formación de la nación (“pueblo soviético”), así como la idea de la igualdad común como elemento constituyente del sistema estatal— la posibilidad de alcanzar la igualdad social se ve con escepticismo y, políticamente, no sirve como punto de referencia para la mayoría de los ciudadanos. Por esto, la libertad fue el objetivo principal declarado por nuestros políticos y apoyado decididamente por nuestros ciudadanos durante la perestroika y en la dura década de 1990. La libertad se entendió y se manifestó de manera muy amplia: la libertad de palabra, la libertad de reunión, la libertad de conciencia, la libertad de empresa. La libertad individual fue el logro más importante de la sociedad de la perestroika y de la descomposición de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), puesto que los conceptos de lo colectivo y de la igualdad provocaban aversión. No obstante, los debates sobre las libertades personales y la construcción de una sociedad civil se fueron dirigiendo, paulatinamente, hacia un campo distinto. Se hizo mayor hincapié no en la libertad del hombre, sino en la libertad colectiva, en la libertad del Estado en general. Dichos cambios estaban vinculados, en primera

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Elena Pavlova instancia, con el proceso de centralización del poder llevado a cabo por el Kremlin y agriamente criticado por los políticos europeos y estadounidenses. No obstante, esas críticas resultaron ventajosas para el aparato estatal, pues le permitieron señalar que Occidente imponía sus propios valores, es decir, le impedía a Rusia la elección libre de un camino propio, lo que sirvió de base para la aparición de la idea de un modelo democrático propio: la democracia soberana. En este modelo, la libertad de elección se interpreta como libertad colectiva, mientras que las libertades individuales se convierten en elementos de menor valor. Todavía en 2004, Vladimir Putin destacaba en su mensaje a la Asamblea Federal: “Estimados amigos: hoy he hablado de los objetivos nacionales más importantes. Creo que el objetivo primordial es el de crear en Rusia una sociedad libre, compuesta de personas libres. Al mismo tiempo, este objetivo es el más difícil de alcanzar”. Ya en 2007, el tono de su discurso era muy diferente: “He de decir abiertamente: no a todo el mundo le agrada el desarrollo estable y progresivo de nuestro país. Hay a quienes, utilizando hábilmente una retórica pseudodemocrática, les gustaría regresar al pasado reciente. Algunos con el fin de saquear, impunemente, las riquezas de la nación, desvalijar al pueblo y al Estado; otros, para privar a nuestro país de su independencia económica y política. Hay un creciente flujo de dinero extranjero que se utiliza para intervenir directamente en nuestros asuntos internos. Si nos fijamos en el pasado, se puede apreciar que aun en tiempos remotos, en la época colonial, se hablaba del ‘papel civilizador’ de los Estados colonizadores. Hoy, son los eslóganes democratizadores los que se usan como arma. Pero el objetivo es uno solo: obtener ventajas y provechos unilaterales, asegurar sus propios intereses”. De tal modo, la idea de la libertad colectiva ha ido sustituyendo a las libertades políticas personales y se ha convertido en la característica principal de nuestro modelo democrático. Además de erigir la vertical del poder, otra idea constitutiva importante del desarrollo democrático de la Federación Rusa eran, y continúan siendo, las libertades económicas de carácter neoliberal. Éstas han sustituido gradualmente las cuestiones de los derechos del hombre y de las libertades personales del discurso político del país, tanto en la estrategia de la política exterior como en la política interior. La categoría de libertad no ha desaparecido del discurso democrático, no ha dejado de ser axial, sólo ha cambiado su interpretación. La idea de las libertades individuales personales ha cedido el lugar a la de las libertades económicas personales que se expresan en la noción principal del neoliberalismo: la eficacia de la libre competencia. Aunque los conceptos de “competencia”, “mercado” o “libertad de empresa” no surgieron con este siglo, sino que ya estaban presentes como elementos básicos en la estrategia del desarrollo de la Federación Rusa desde 1991, es hoy cuando la orientación de estas libertades económicas ha alcanzado su apogeo: el concepto de “competencia” ha comenzado a liderar en las relaciones internacionales, y las libertades económicas neoliberales y la libertad colectiva se consideran en el ámbito internacional como los valores principales que sustentan la forma democrática de

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Latinoamérica y Rusia gobierno. De tal manera, la noción rusa del desarrollo democrático, parte, por un lado, del concepto de libertad, lo que la aproxima a la interpretación de dicho concepto en Europa y Estados Unidos, y por otro lado, se hace hincapié en las libertades colectivas y no en las personales, lo que le ha provocado severas críticas. brasil: de la lucha por el reconocimiento cultural a la justa redistribución de los bienes Los objetivos de desarrollo de Brasil están vinculados, indudablemente, con la formación misma de su sistema estatal y con la formación del concepto del ideal nacional. El hecho de que Portugal, la ex metrópoli de Brasil, poseyera colonias en África influyó considerablemente en la composición étnica de Brasil donde, además de las migraciones que llegaron desde Europa y de los mestizos, surgió otro grupo racial de origen africano, notablemente discriminado. Así, la lucha contra la injusticia social se convirtió en uno de los ejes principales del desarrollo del Estado. La abolición de la esclavitud en 1888, así como la necesidad de superar el problema de la discriminación racial, motivó a que políticos e investigadores plantearan la necesidad de que se elaboraran proyectos políticos nuevos que tuviesen como objetivo minimizar lo más posible las consecuencias de la discriminación y la injusticia social para la unidad de la nación brasileña. Uno de los ejemplos más convincentes de tales tentativas fue el “lusotropicalismo” de Gilberto Freyre, quien concibió la teoría que sirvió como base para la idea de la “democracia racial”, según la cual la distribución de los cargos políticos se efectuaría tomando en cuenta el factor racial. Más tarde, siguiendo a Silvio Romero, Darcy Ribeiro habla de la raza brasileña “sociológica”, en la que todos los grupos étnicos y raciales participan por igual en el proceso sociopolítico; esta idea de Ribeiro se convertiría en el eje de la formación de la nación brasileña. Por otro lado, la polémica sobre la igualdad como valor principal en Brasil no se limita a la cuestión racial ni a las tentativas de formular una idea nacional brasileña, puesto que uno de los problemas más graves del país sigue siendo la injusticia social que frena considerablemente el futuro desarrollo del Estado. La lucha por el reconocimiento cultural, es decir, por el reconocimiento de la equivalencia de las aportaciones de todos los grupos étnicos del país a la cultura nacional, está dando paso a la lucha por la justicia social y viceversa: la sociedad brasileña permanece en una lucha constante por la justicia. Este modo de abordar la idea del bien común y de la justa redistribución como prioridad del desarrollo social define actualmente el rumbo del desarrollo de las tendencias socioculturales en Brasil. La igualdad como norma, sea en las cuestiones raciales o económicas, se convierte en la característica principal del desarrollo de la sociedad brasileña. Lo mismo sucede con los diversos proyectos políticos. Tanto bajo los regímenes autoritarios como bajo los democráticos que se sucedieron en Brasil, el problema de

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Elena Pavlova construir una sociedad de iguales más justa ha sido la tarea principal. El gobierno de Lula tampoco logró conseguirlo. La combinación de las ideas de justicia social y el reconocimiento de las particularidades culturales de los diversos grupos fue la estrategia del presidente Lula da Silva. Por ejemplo, en su mensaje al Congreso Nacional en 2007, señaló claramente: “Juntos tenemos la responsabilidad de formular un proceso de desarrollo que dé lugar a estructuras productivas más complejas y diversificadas del mundo, pero, lo que es más importante aún, nos une la responsabilidad de formar una sociedad que en todas y cada una de sus generaciones ha luchado por superar la desigualdad, formulando una comprensión nueva del discurso democrático”. Asimismo, en su último mensaje al Congreso Nacional en 2009, Lula da Silva subrayó que el gobierno federal, el legislativo, el judicial, los gobiernos estatales y municipales, y la sociedad se dirigen a formar “un país cada vez más fuerte, justo y soberano. Con una creciente igualdad social y regional, en donde se defienden con mayor fuerza los derechos de sus ciudadanos […] Cuando la crisis mundial llegó a Brasil, encontró un país con un mercado interno estable, preparado para hacerle frente, y que contribuyó al crecimiento y al desarrollo del Estado”. Así, el país se sostuvo durante la crisis económica gracias a su orientación hacia la justicia social. Sin duda alguna, Brasil no es el único país del mundo que se ocupa de los problemas sociales; no obstante, el carácter específico de la estrategia de su desarrollo se expresa en una constante articulación de las ideas de igualdad y de justicia social como valores fundamentales. venezuela: de la doctrina betancourt al socialismo del siglo xxi Hace poco más de 50 años, uno de los pilares de la política venezolana era la doctrina de su ex presidente Rómulo Betancourt, quien sostenía la idea del aislamiento internacional y, ante todo, de los países del continente americano. Actualmente, la situación ha cambiado radicalmente; en gran parte, los cambios son consecuencia de la inestabilidad económica producida por las reformas económicas neoliberales de las que Venezuela siempre ha responsabilizado a Estados Unidos. Esta interpretación de la situación no es extraña si recordamos que la historia de la formación de Venezuela como un Estado nacional parte de la idea de que los ricos colonizadores explotan a la paupérrima población local, y ésta sigue siendo, en gran medida, la fuerza centrípeta que consolida la idea nacional. ¿Quiénes son ahora esos colonizadores? La respuesta que nos ofrece el presidente Hugo Chávez es inequívoca: son las fuerzas económicas neoliberales encabezadas por Estados Unidos. Son justamente sus políticas las que agravan los ya de por sí existentes problemas en Venezuela; es Estados Unidos el que tiene la culpa del deterioro de la situación económica y de la distribución injusta de los bienes, tanto en Venezuela como en el resto del mundo. Desde este punto de vista, el problema de la desigualdad social

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Latinoamérica y Rusia en Venezuela siempre ha tenido que ver con los factores etnoeconómicos: la población blanca europea explotó a la autóctona india, y esto es exactamente lo que el gobierno difunde para justificar su política exterior. Así, se interpretan los ideales democráticos del socialismo como los que permiten crear una sociedad de iguales, mientras que las fuerzas neoliberales exteriores impiden alcanzar los ideales de igualdad y de justicia. Durante su visita a Moscú en 2008, Hugo Chávez declaró: “[…] gracias a Rusia, a Putin y ahora a Medvédev, Venezuela ha empezado el proceso de consolidación de su capacidad defensiva. Somos un país pacífico, pero Estados Unidos nos amenaza, tanto por fuera como por dentro. Estados Unidos tiene un plan de intervención en Venezuela. Y la causa principal de ello son nuestras reservas petroleras. Estamos obligados a defendernos de todo tipo de amenazas. Cualquier país tiene derecho a defenderse”. De tal modo, el discurso democrático venezolano está tomando un tono negativo, pues acusa a Estados Unidos de intervenir en los procesos internos de Venezuela. Se trata no sólo de incorporar ideas socialistas en la estrategia del desarrollo del país: el proyecto del “Socialismo del siglo XXI” propone objetivos mucho más amplios, en los que la política interior está totalmente sometida a las prioridades de la política exterior y para los que Venezuela tiene la intención de actuar como garante de un desarrollo económico estable para los Estados latinoamericanos que hayan decidido, como Venezuela, desistir de las reformas neoliberales. Hugo Chávez demostró esta intención al declarar: “Ahora, las voces de la oposición dicen que Venezuela está a punto de un estallido social. Bueno, siéntense a esperar el estallido social, pues, siéntense a esperar, ellos están ligando un estallido social. Nuestro pueblo sabe, sabe que somos imperfectos, sabe que cometemos errores, sabe que todavía hay muchos viejos vicios y malas mañas que continuar combatiendo. Pero nuestro pueblo sabe de la voluntad de nuestro gobierno para darle justicia social”. política exterior: perspectivas de aproximación Rusia, Brasil y Venezuela sostienen en su política exterior la idea de la construcción de un mundo multipolar, lo que, aparentemente, podría favorecer la formación de un bloque político unido. No obstante, esto no se produce en la realidad. Para Rusia, la idea de la multipolaridad está relacionada, en primer lugar,con la idea de la recuperación de su papel de líder en el ámbito internacional, con la idea de la libertad de acción en todas las direcciones de la política exterior, siendo Estados Unidos su mayor competidor. En Rusia, tanto las élites políticas como los ciudadanos ordinarios enarbolan el siguiente eslogan: “La gran Rusia demanda un lugar digno en la política mundial”. La mayoría de los rusos considera que desempeñar un papel de líder en la política internacional es un derecho histórico de Rusia como gran potencia: es un derecho que se perdió durante los años de la perestroika y el colapso de la URSS, un derecho que debemos recuperar en las condiciones de una intensa competencia en el ámbito internacional.

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Elena Pavlova Por otra parte, la estrategia política de Brasil se apoya en el anhelo de un mundo multipolar en el que exista un sistema de igualdad internacional justo, en donde Brasil ocupe un lugar de liderazgo en la política internacional. La política exterior brasileña se basa simultáneamente en dos elementos: su pasado colonial y su liderazgo regional que, juntos, llevan al país a la necesidad de subrayar las ideas de la igualdad y de justicia en el ámbito internacional. No es sin razón que la llegada al poder de Luiz Inácio Lula da Silva se explique a menudo por el apoyo de los movimientos sociopolíticos y, sobre todo, de los grupos antiglobalistas. De tal modo, el antiglobalismo brasileño, casi oficial, atrae a muchos aliados, tanto en Latinoamérica como en otras regiones del mundo. La adaptación exitosa de Brasil de la retórica de la lucha de clases global le permitió ocupar una posición de líder entre los países en desarrollo. Finalmente, la actitud de Venezuela hacia la cuestión de la multipolaridad es aún más interesante, ya que parte de la idea de la manifestación de los Estados oprimidos contra Estados Unidos como fuerza hegemónica, según la concepción neomarxista. Venezuela no propone tanto un nuevo orden mundial, cuanto critica el ya existente por su carácter injusto, y culpa a Estados Unidos por ello. Así, la aproximación política entre Rusia y los Estados latinoamericanos, en cuanto a su política exterior, se basa en una oposición a Estados Unidos. Destacan dos elementos clave: la crítica de los procesos de democratización apoyados por Estados Unidos y las concepciones de un nuevo orden mundial multipolar. Para Brasil y Venezuela, la democracia significa justicia social e igualdad, tanto en el interior como en las relaciones internacionales. En relación con su política exterior, Venezuela hace hincapié en su oposición a los valores neoliberales propagados por Estados Unidos, mientras que Brasil se concentra en el concepto de un mundo multipolar según el cual Estados Unidos representa a su mayor rival. Por su parte, Rusia elige los valores neoliberales, es decir, contrarios a los valores y objetivos del desarrollo de los Estados de Latinoamérica. En lo que se refiere a la multipolaridad desde la perspectiva rusa, ésta tiene más que ver con la competencia en la arena mundial, lo que evidencia el carácter prioritario de los valores neoliberales para Rusia. De ahí resulta que no sólo no somos aliados, sino que, de hecho, somos competidores ideológicos. Es una lástima que la mayoría de los investigadores rusos, así como la mayor parte de las élites políticas, no estén dispuestos a ver esta divergencia tan significativa y prefieran pensar, con ingenuidad, que “en el estado actual de las relaciones, los valores en los objetivos principales no tienen mucha importancia”, a pesar de ser evidente, por ejemplo, que fueron no sólo nuestros vínculos económicos los que estimularon a Venezuela a reconocer Abjasia y Osetia del Sur: la oportunidad de apoyar a Rusia en su rivalidad con Estados Unidos no fue menos importante. Otro ejemplo sería la participación de Rusia dentro del grupo de los países BRIC (Brasil, Rusia, la India y China), pues es una muestra del reconocimiento de Rusia como una gran potencia que tiene derecho a participar en organizaciones

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Latinoamérica y Rusia de carácter neoliberal como, por ejemplo, el g-7. En cambio, para Brasil es más bien el reconocimiento de su posición como líder en Latinoamérica, así como su posibilidad de optar a un asiento como miembro permanente de su región en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Por supuesto, estas divergencias no significan que los proyectos políticos conjuntos entre Rusia y los países de Latinoamérica sean limitantes: nuestra cooperación puede y debe continuar. Sin embargo, esta cooperación tiene que basarse en la voluntad recíproca de comprender los valores y los objetivos de sus socios. Es muy importante darse cuenta de ello y comenzar a elaborar nuevas estrategias de política exterior. o

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