Las tradiciones cerámicas del periodo preclásico en Mesoamérica

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Descripción

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LAS TRADICIONES CERÁMICAS DEL PERIODO PRECLÁSICO EN MESOAMÉRICA Autor: Lic. Rubén Jerez Brenes, Universidad de Costa Rica.

El preclásico en Mesoamérica y en los Andes En Mesoamérica el periodo preclásico inicia con la aparición de las primeras tradiciones cerámicas. La alfarería más antigua de esta área cultural se encontró en el sitio Puerto Marqués, en el estado de Guerrero, y fue fechada por los arqueólogos en el 2.450 AEC. A diferencia del Área Cultural Centroandina, en donde la cerámica no jugó un papel relevante durante el periodo preclásico, y se vio opacada por otras manufacturas como el textil, en Mesoamérica, la alfarería, tanto en la forma de servicios de mesa, como de esculturas de pequeño formato, se cuenta entre las manifestaciones estéticas más relevantes del periodo.

Otra diferencia notable con el Área Cultural Centroandina es que en Perú, durante la primera etapa del periodo formativo (Preclásico Temprano), ya encontramos sociedades con un considerable nivel de complejidad interna, atestiguada por la presencia de rasgos como la arquitectura monumental, la forma de vida urbana o las manifestaciones artísticas sofisticadas1. En Mesoamérica el desarrollo cultural es más paulatino, y la aparición de arquitectura monumental, formas de agricultura intensiva o estratificación social, deberá esperar el inicio del periodo Preclásico Medio (ca. 1.500 AEC), que es testigo del surgimiento de la primera gran civilización mexicana, la olmeca. Las incipientes culturas preclásicas de Mesoamérica, se caracterizaron por un modo de vida tribal igualitario, lo que implica asentamientos con una concentración demográfica baja, muy poca o ninguna diferenciación social y una economía basada en una agricultura no-intensiva.

La cerámica del preclásico temprano Por contradictorio que pueda parecer, la alfarería de las aldeas del preclásico temprano se caracteriza por su sofisticación estética y técnica. Las cerámicas se producen en formas geométricamente perfectas, simples y elegantes (principalmente: platos, escudillas y botellas de cuello largo). Se utilizaron pastas de color crema claro u ocre. Las superficies se pulimentaban con mucho esmero, pero no se hizo uso de engobes o de bruñido. En ocasiones se practica un diseño inciso sobre la pieza, de carácter siempre geométrico; o se utiliza la técnica del negreo para tiznarla. Estas piezas han sobrevivido gracias a la costumbre indígena de enterrar a los muertos con gran cantidad de objetos, algunos de valor simbólico y otros para su uso en la próxima vida. Entre las piezas cerámicas encontradas en estos ajuares funerarios las más importantes e interesantes para la historia del arte son las pequeñas figurillas. Una cantidad enorme de estas 1

Como ejemplos se puede citar a las culturas Caral, Sechín o Ventarrón.

2 esculturas hermosamente modeladas han sido encontradas en los enterramientos del periodo preclásico temprano. La mayoría representa a jóvenes mujeres, pero el repertorio iconográfico incluye también: madres con sus hijos, guerreros, sacerdotes, jugadores de pelota, animales e incluso parejas. Aunque varias teorías se han postulado respecto a su significado todavía se está muy lejos de saber cuál era.

Tlaltilco y sus «mujeres bonitas» La calidad técnica de dichas figurillas no es homogénea. Mientras que en algunas regiones tenemos piezas realizadas con descuido y crudeza, en otras se lograron llegar a desarrollar estilos de un extraordinario refinamiento y belleza. En la Subregión Central (Altiplano de México) las obras más hermosas provienen de un yacimiento arqueológico ubicado cerca de la actual localidad de Tlatilco, en los alrededores del lago de Texcoco. Su nombre viene del nahua, y convenientemente significa «oculto en la tierra». Durante décadas, los habitantes de este pueblo encontraron figurillas cerámicas enterradas en los patios de sus casas o sus terrenos de cultivo que vendía a los coleccionistas y estudiosos que pasaban por allí los fines de semana. Les llamaba «mujeres bonitas» o «pretty ladies» para los turistas. El sitio fue estudiado en la década de los cuarentas por Miguel Covarrubias, uno de los padres de la arqueología mexicana, descubriéndose en él cerca de 200 enterramientos de una cultura anterior a la olmeca.

Las figurillas tlatilcas representan principalmente a jóvenes mujeres, cuya fisionomía está dominada por la estética de la esteatopigia o remarcación de los caracteres sexuales secundarios. Las piezas presentan cinturas estrechas, pero caderas y muslos anchos y bulbosos. Las manos y los pies reciben muy poca atención del escultor y se estilizan al punto de la abstracción, adoptando la forma de un pequeño bulto al final de las extremidades. No obstante, los pechos se marcan claramente con un par de pelotillas de arcilla. La mayor parte de la labor escultórica se centra en la cabeza, que se modela con sumo detalle, prestando especial cuidado a la descripción de peinados, tocados, aretes, collares y demás aderezos usados. Algo que sorprende si se piensa que muchas de estas figurillas no pasan de los 2 cm de alto.

Las mujeres bonitas se representan en su mayoría desnudas, pero como suele suceder en el arte Precolombino, sus genitales no se señalan. Algunas presentan una falda o medias altas hechas de fibras textiles o paja. Muchas presentan restos de pigmento rojo o amarillo, por lo que debieron de estar originalmente policromadas. Es posible que su decoración reprodujera la pintura corporal utilizada por estas gentes para adornar su cuerpo.

Es muy difícil establecer cuál hubiese podido ser el significado o función de las figurillas tlatilcas. En primer lugar por el hecho de que el contexto arqueológico no nos dice nada sobre ellas. Han sido

3 rescatadas tanto de espacios domésticos como de basureros y enterramientos. Además, no existen indicadores iconográficos claros en ellas que dicten si las piezas representaban divinidades o seres humanos. Lo que si podemos decir es que este será el único momento en la historia del arte precolombino mesoamericano en que las representaciones de lo femenino superen en número y calidad a las de lo masculino. Las figurillas femeninas se seguirán produciendo en el arte de los pueblos mesoamericanos, pero serán realizadas en molde, de manera masiva y para un uso más popular y doméstico. Es posible que en el pensamiento precolombino lo femenino se haya convertido en metáfora de los aspectos más íntimos y familiares de la vida, mientras que lo masculino representara la vida pública y el estatus social.

Entre los aspectos más importantes de la escultura tlatilca está la representación simbólica de la idea de la dualidad. Esta es una de las estructuras básicas del pensamiento religioso mesoamericano; y constituye un reconocimiento de la interdependencia esencial de los principios opuestos. Femenino-masculino, cielo-tierra, cenit-nadir, día-noche, sol-luna, fuego-agua, se cuentan entre las expresiones más frecuentes de esta complementariedad de los antípodas en las artes visuales mesoamericanas. Sin embargo, la más elocuente y ubicua de todas ellas es el par vidamuerte. El ejemplo más temprano de este se encuentra en las máscaras cerámicas de Tlatilco. Algunas de ellas representan un enigmático rostro partido en dos mitades, una con la apariencia de un hombre vivo y la otra con la de una calavera. En Tlatilco el concepto de la dualidad también se ilustró a través de la creación de figurillas con dos cabezas; o con una tipo muy particular de imagen que presenta una sola cabeza, en la que se fusiona dos. En estas extrañas efigies las facciones del rostro se multiplican: aparecen dos bocas, dos narices y tres ojos; uno a cada extremo y uno en el centro que parecen compartir las dos fases de la figura.

Con el paso del tiempo las poblaciones del Altiplano de México experimentaron un incremento demográfico considerable, y poblaciones como Tlatilco se multiplicaron en la zona. Se hizo pues necesario el desarrollo de una mejor agricultura para sostener concentraciones humanas tan grandes. Así las técnicas de cultivo de las aldeas se volvieron más sofisticadas incluyendo nuevas especies como el algodón, el tabaco y el maguey. En la medida que se mejoró su nivel vida, también lo hizo la calidad de su alfarería. Los excedentes agrícolas permitieron el desarrollo de la especialización. Ya no era necesario que todos los miembros del grupo se dedicaran a la producción de alimentos, aquellos con mayor talento para la cerámica podían dedicarse exclusivamente a producirla.

Entre el 1.000 y el 500 AEC los habitantes de Tlatilco alcanzaron un nivel de pericia técnica que nunca más fue igualado por las culturas precolombinas que se desarrollaron después en esta zona. La última fase de Tlatilco muestra un arte profundamente conectado con la vida, que representa una rica variedad de animales: peces, monos, conejos, aves e incluso seres humanos. Su forma natural se adapta para convertirse en botellas y vasijas perfectamente funcionales. Incluso la cerámica tradicional experimenta una notable mejoría en la calidad de sus formas con una decoración de líneas más firmes y formas más fluidas. Algunas de las piezas más hermosas fueron

4 realizadas con caolín, una pasta cerámica muy fina y de color blanco, lo que le da un hermoso color que recuerda la cáscara de un huevo.

La cerámica preclásica de la Subregión Occidental Las culturas del occidente de México La Subregión Occidental es una de las zonas más variadas en etnias y paisajes de la geografía mesoamericana. Abarca parte de los actuales estados de Sinaloa, Nayarit, Jalisco, Colima, Guerrero, Michoacán y Guanajuato. Durante el periodo preclásico esta zona experimentó un importante desarrollo cultural. Sus grupos humanos pasaron de ser sencillas aldeas agrícolas a convertirse en cacicazgos, cuyo nivel de complejidad aún no se ha precisado del todo. Aunque existe gran cantidad de sitios arqueológicos que datan de dicha época en esta subregión, la falta de escritura o de una tradición etnográfica para estas estas gentes, y la destrucción de los yacimientos arqueológicos por causa de la construcción de caminos y el crecimiento de las ciudades, torna difícil el reconstruir el modo de vida e historia de estos pueblos.

Esta era una zona muy rica en recursos: los lagos brindaron a los pobladores, agua, alimentos (peces, mariscos, aves acuáticas) y cañas para la construcción; los ríos, facilidades para el intercambio de productos; los terrenos, muy fértiles, permitían una producción agrícola próspera; y los volcanes vecinos ofrecían obsidiana y otros minerales raros. La riqueza del medio natural facilitó el aumento poblacional y una paulatina complejización de las sociedades. Emergieron grupos de élite para coordinar los esfuerzos agrícolas y comerciales, que justificaban sus privilegios remontando su linaje familiar a prestigiosos ancestros, responsables de fundar los asentamientos. Parece claro que los pobladores de la subregión eran étnica y lingüísticamente heterogéneos. Pero el comercio y la cercanía habían resultado en un sistema compartido de creencias.

Parte central del mismo eran las prácticas funerarias. Las élites demostraban su pertenencia a prestigiosos linajes enterrando los miembros de su familia en monumentales sepulturas colectivas denominadas tumbas de pozo, muchas veces ubicadas directamente bajos sus casas. Para fabricarlas, se construía un túnel vertical de cerca de dos metros de profundidad y con el ancho suficiente para un humano adulto. Conectado a él se escavaba un pasadizo o unos cuantos escalones que llevaban a una cámara funeraria horizontal de 3 ó 4 metros de diámetro y un metro de alto. Otras cámaras, independientes de la primera, podían ser construidas unidas al mismo pozo. El cuerpo envuelto en esterillas y amarrado a un tablón, para facilitar la labor de descenderlo, era entonces bajado por el túnel vertical. Como eran sepulturas familiares, lo usual es que hubiese varios enterramientos sucesivos en cada cámara. El punto de acceso entre las cámaras y el pozo era sellado usando una gran piedra y luego se rellenaba el espacio vertical con ceniza volcánica hasta el tope. En la superficie un círculo de piedras marcaba el acceso a la tumba.

5 Las magníficas piezas de arte cerámico provenientes de esta zona fueron creadas como ofrendas funerarias para dichos enterramientos. Representan a prestigiosos ancestros fundadores, hombres y mujeres que en vida fueron: caciques, guerreros, jugadores de pelota, chamanes, etc. En suma el tema central de estas obras es el linaje, el estatus social y el poder.

Para mantener y expandir su influencia, las élites de estos cacicazgos sostenían banquetes en los que se daban cita varios líderes locales. En ellos no solo se compartían alimentos raros y prestigiosos, resultado de los intercambios comerciales; sino también información política o estratégica y regalos; como textiles, pieles de animales, plumas y esculturas cerámicas. Para consolidar su posición de autoridad las élites intercambiaban representaciones de los miembros célebres de sus linajes familiares, objetos de prestigio que eran atesorados por quienes los recibían. Cuando un jefe moría, se celebraba un banquete en su honor y se colocaba en su tumba la colección de objetos de prestigio que había amasado a lo largo de su carrera política, incluyendo cantidades considerables de esculturas cerámicas, así como un determinado número de ofrendas alimenticias en la forma de alimentos y bebidas. A tono con lo antes expuesto, otro de los temas principales de dichas piezas es el consumo ritual de alimentos. Muchas de las figuras que se representan en la cerámica escultórica de la Subregión Occidente, aparecen sosteniendo en sus manos escudillas que implican el consumo de bebidas. También se han encontrado grupos escultóricos que retratan dichos banquetes, e incluyen figuras comiendo, bebiendo y conversando de manera muy amena.

La arquitectura y diseño urbanístico de las aldeas de la Subregión Occidental han sido estudiadas a través de los restos de aldeas preclásicas encontradas en sitios como Huitzilapa, en el estado de Jalisco. Allí se encontraron, además de una tumba de pozo en excelente estado de conservación, más de 80 plataformas para construcciones, varias plazas y una arena para el juego de pelota. La mayoría de las plataformas eran de uso doméstico. Algunas, simples montículos cuadrangulares, con área de cerca de 40 m²; otras, con revestimiento de piedras y una escalinata para el acceso. Aparecen organizadas en unidades llamadas grupos-patio. Cuatro o seis residencias se construían rodeando una plaza cuadrangular o un guachimontón 2 , en el centro del cual se encontraba un pequeño altar redondo. La tumba de pozo del sitio Huitzilapa fue encontrada bajo uno de los montículos más grandes, el cual formaba parte del grupo-patio con la arquitectura más sofisticada del sitio. Los arqueólogos han propuesto que cada uno de los grupos-patio representa a un linaje de la aldea, siendo cada vivienda la residencia de una rama familiar del mismo. La riqueza y complejidad de la arquitectura y las plataformas, así como la presencia de tumbas, reflejaba el estatus social del linaje en cuestión.

Para la historia del arte, el producto material más importante de estas sociedades es su cerámica escultórica. La calidad del modelado de estas piezas es muy alta, y demuestra un gran dominio técnico. Habría que recordar que ninguna de las culturas mesoamericanas desarrolló el torno de

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Con este nombre se conoce un tipo de plataforma característica de la Subregión Occidental. Presenta una forma cónica escalonada y en algunos sitios arqueológicos presentan evidencia de la erección de un poste para el famoso ritual de los voladores.

6 alfarero, por lo que las obras debían ser fabricadas usando técnicas manuales, como la acumulación de rollos o el pellizco. Los detalles en las piezas son agregados a través de la aplicación de pastillaje3. Se caracterizan por un acabado superficial de gran riqueza, logrado a través de la aplicación de engobes y policromía. Los colores más comunes en la decoración eran el rojo y el negro, que se aplicaban al cuerpo de la vasija utilizando un trozo de piel de animal. Los detalles más finos se pintaban con un pincel, usando engobe o pigmentos minerales suspendidos en la sabia de alguna planta. Luego se bruñían las superficies con un guijarro de río, para darle a la pieza una apariencia lisa y brillante, que se mantendría incluso luego de ser cocida. Si los pigmentos no se adherían correctamente a la obra, al salir del horno eran repintados.

El cuerpo como símbolo en la escultura cerámica El cuerpo no es únicamente la materia que hace posible la existencia del ser humano, es también una construcción social. Es el primero y más básico de los soportes usados por las sociedades para comunicar mensajes y simbolizar su realidad. Muchas de las relaciones establecidas entre los miembros de un grupo pueden ser descritas en términos de relaciones corporales. Los indígenas de Mesoamérica, y en especial las élites, llevaban a flor de piel un complejo mapa de símbolos que anunciaban su estatus social, su linaje, sus ideas religiosas, sus afiliaciones políticas, etc. Para las culturas de la Subregión Occidental, la representación muy estilizada y simplificada de las formas del cuerpo humano, se tempera por la minuciosa descripción de joyería, vestimentas, tocados, tatuajes, pintura corporal, modificaciones corporales, etc.

Las formas más comunes de aderezos usados por los individuos representados en estas cerámicas son aretes, aros nasales, orejeras, collares, colgantes y brazaletes. Sabemos que reflejan objetos reales porque los mismos han sido encontrados como parte del ajuar funerario de los individuos enterrados en las tumbas pozo. Los materiales utilizados en su fabricación4 eran apreciados por su belleza o rareza; y en su mayoría debieron ser el producto de intercambios comerciales a largas distancia y por lo tanto un signo de prestigio. Algunas figurillas presentan orificios en orejas y nariz, pero nada colocado en ellos. Pudieron haber sido adornadas con aderezos realizados en materiales perecederos, como plumas de aves tropicales, cuero o madera.

Los diseños pintados sobre el cuerpo de las figurillas son más difíciles de discernir, pues podrían representar tanto pintura corporal como tatuajes. En el caso de la pintura corporal, la ornamentación sería temporal y asociada al contexto del ritual. Mientras que si se trata de tatuajes, serían adornos permanentes y, con toda seguridad, orientados a expresar estatus social. Los motivos más frecuentes son: diamantes, cheurones, zigzags, puntos, ajedrezados y meandros. Los diseños aparecen en hombros, brazos, espalda y pecho.

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También conocido como “aplicado”, consiste en adherir a la superficie aun húmeda de la pieza adornos fabricados con pequeñas pelotitas o rollos de arcilla. 4 Entre ellos se puede citar: el cuarzo, la concha, la serpentina, huesos de animales, etc.

7 Otro tipo de decoración corporal presente en las cerámicas es un conjunto de pelotillas de arcilla que ordenadas en patrones cuadrados o circulares, en hombros o brazos. La opinión de los arqueólogos es que representa escarificaciones5 o pequeñas conchas cocidas juntas a modo de una mantilla. Las escarificaciones y los aretes en orejas y nariz tenían como consecuencia insalvable el sangrado. Los rituales de autosacrificio están bien documentado en las cerámicas de la Subregión Occidental. Grupos escultóricos muestran a individuos perforando sus mejillas con largas espinas del agave, la planta de la cual se fabrica el pulque. La sangre estaba relacionada con la idea de los linajes familiares y la herencia, de modo que rituales de autosacrificio y sangramiento, eran propicios para las ceremonias funerarias importantes miembros del grupo social, momentos en que el legado de tierras de cultivo, derechos sobre determinados recursos y los cargos dentro de la estructuras social, no encontraban asegurados todavía.

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La inusual forma de las cabezas de muchos de los personajes representados en las figurillas puede indicar la presencia de una convención para su representación. Otros investigadores señalan la posibilidad de que documente la práctica real de la deformación craneana. Entre los pueblos mesoamericanos era una noción común el que un cráneo alargado artificialmente, brindara mayor belleza al cuerpo. Para lograr dicho objetivo los niños eran sometidos, a los pocos meses de nacer, a un proceso paulatino de modelado de sus huesos, amarrando un par de tablillas a lados opuestos de su cabeza. Entre algunas culturas, como la maya, por ejemplo, solo las élites tenían la prerrogativa de practicar la deformación craneana, por lo que una cabeza con dichos rasgos era un signo de pertenencia a la aristocracia.

El cabello es representando con gran precisión, haciendo uso de esgrafiado y pigmento, lo que implica que para estas gentes, el modo en que se usaba el cabello era un asunto de importancia. Está documentado en las figurillas, un extenso repertorio de cortes y estilos de peinado: recogido, suelto, trenzado, corto, largo, en moños y hasta usado en crestas, al estilo de los indios mohicanos de los EE UU. El repertorio de tocados y sombreros no es tan extenso, pero sí significativo. Muchas de las figuras femeninas, y algunas de las masculinas, presentan cintas amarradas alrededor de la cabeza, en ocasiones adornadas con discos, colgantes y borlas. Algunos personajes masculinos llevan un muy característico sobrero de forma cónica. Este tipo de objetos pudieron haber sido fabricado con textiles o cestería, usando fibras vegetales de plantas como el maguey o tejidos de algodón. Los peinados, como los tocados, debieron de codificar información precisa sobre el linaje, la posición social o el rol que se desempeñaba dentro del cacicazgo. Los tocados adornados con plumas de aves exóticas eran con seguridad un atributo de los jefes, mientras que aquellos con figuras de animales podrían indicar el alter-ego de un chamán.

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La escarificación es el acto de producirse escaras en la piel. Las escaras son las cicatrices dejas por cortes superficiales realizados sobre el cuerpo. En ciertas culturas las escaras son consideradas una forma de embellecer la piel o de comunicar fuerza y valor.

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Chupícuaro: las galletas de jengibre La historia del arte de la Subregión Oeste comienza en el estado de Guanajuato. En las colinas cercanas al Río Lerma fue descubierto un sitio arqueológico al que se denominó Chupícuaro, una palabra que en lengua tarasaca quiere decir “lugar azul”. Fue el asentamiento de una antigua cultura que se desarrolló entre el 500 AEC y el 300 EC. En 1948 el sitio fue cubierto por un lago artificial debido a la construcción de una represa en la zona. No obstante, antes de ser destruido se pudieron investigar cerca de 400 enterramientos en el lugar, y las exploraciones continúan aun hoy. La opinión actual es que la cultura de Chupícuaro se extendió por un área mucho mayor que la de este sitio arqueológico, y que tuvo un papel fundamental en la dispersión de los rasgos culturales mesoamericanos por la región Oeste de México. Como en el caso de Tlatilco, en Chupícuaro la expresión estética más importante fueron las figurillas modeladas en arcilla. La característica más relevante de las mismas es su hechura. A diferencia del arte escultórico completamente tridimensional de Tlatilco, los artesanos de Chupícuaro fabricaron sus imágenes en el estilo conocido como de «galleta de jengibre». Se realizaban extendiendo la arcilla en la forma de una placa lisa y de esta se corta la forma básica de la figurilla, tal como se hace cuando se está preparando galletas. Los detalles, como collares, tocados, brazaletes e incluso los rasgos faciales, eran añadidos posteriormente haciendo uso de la técnica del pastillaje.

Las figurillas de Chupícuaro se reconocen por su nariz aquilina y sus ojos inclinados y achinados; así como el detalle puesto en la representación de aderezos, vestimentas, tocados y peinados. Se realizaban en arcillas de color amarillento y luego de hornearse se coloreaban con pigmento rojo y blanco, de los cuales solo quedan rastros en la mayoría de los casos. Las piezas más pequeñas miden cerca de 3 cm de alto, mientras que las más grandes llegan a alcanzar casi los 30, un tamaño extraordinario para una pieza sólida de cerámica.

En una fase posterior Chupícuaro produjo cerámica en estilo enteramente distinto al de las figuras de galleta de jengibre, el cual será un referente fundamental para las culturas de la Subregión Oeste. Corresponde a vasijas y botellas decoradas, no con pigmento aplicado de forma posterior al horneado, sino con engobes de varios colores, y bruñidas, para brindarle a la pieza un acabado superficial lustroso y brillante. Los motivos se dibujan con pincel en color blanco y negro sobre un fondo rojo intenso. El repertorio de diseños decorativos incluyen patrones geométricos como cruces, diamantes, zigzags y líneas inclinadas. Algunas veces el decorado busca imitar la apariencia de una canasta.

Dentro de la misma línea técnica de esta alfarería se encuentran figurillas huecas de entre 22 a 30 centímetros de alto profusamente decoradas con diseños geométricos idénticos a los de la alfarería policroma. Tradicionalmente se interpretan los patrones pintados en cuerpo como representaciones de textiles multicolores, mientras aquellos ubicados en el rostro se observan como pintura corporal o motivos enteramente simbólicos.

9 Las técnicas desarrolladas por los ceramistas de Chupícuaro fueron adoptadas por los cacicazgos ubicados en los actuales estados mexicanos que bordean el océano pacífico. Las tradiciones artísticas de cada uno de estos pueblos han sido bautizadas por el nombre del estado en cual fueron encontradas sus creaciones materiales: Jalisco, Colima y Nayarit. Esta alfarería constituye el capítulo más rico y estéticamente sofisticado de la historia del arte de la región.

Jalisco: vaqueros y bebedores de pulque Las más antiguas esculturas de la tradición Jalisco siguen la línea técnica de las figuras de galleta de jengibre de Chupícuaro, pero en una dimensión mayor. Formas sumamente estilizadas sustituyen el fino detalle de estas, llevándolas a un nivel de abstracción muy alto. Dichas imágenes continuaron realizándose aun cuando la cerámica jalisciense había alcanzado niveles de sofisticación técnica mayores. Representan a bailarines parados con las piernas flexionadas y lo brazos abiertos en una pose que recordó a los primero arqueólogos a los vaqueros de los espagueti-western. Por esta razón, durante mucho tiempo, se conocieron como «cow-boys».

Algunos arqueólogos interpretan estas figurillas como representaciones de jugadores del juego de pelota sagrado, ataviados con el traje y los protectores especiales usados en esta zona para practicarlo. Los tocados de bandas de tela, los brazaletes y el ancho cinturón llevado por estos personajes, servirían, no solo para proteger el cuerpo del contundente golpe de la bola de hule macizo, sino también para facilitar el impulsarla lejos.

A una fase más tardía pertenecen las piezas decoradas con engobes y bruñido, por las cuales es famosa la cultura de Jalisco. Son figuras concebidas ya de un modo enteramente tridimensional. La mayoría se encuentra entre los 30 y los 75 cm de alto, dimensiones que obligaron a los artesanos a realizarlas huecas, pues tal tamaño es imposible para una pieza sólida. Como es usual en las representaciones precolombinas, las figuras presentan un naturalismo selectivo, es decir, ciertas partes del cuerpo se describen de manera pormenorizada, mientras que otras solo quedan esbozadas. En ese sentido, llaman la atención las uñas modeladas en manos y pies, las bocas con dientes claramente indicados y los ojos creados a través de bolas de arcillas insertas en orificios en el rostro.

Las extremidades cortas, los cuerpos chatos, el rostro alargado y la nariz aguileña, son rasgos característicos de los estilos cerámicos jaliscienses.

Los motivos más frecuentes son las representaciones de miembros de la élite: como guerreros, jefes y jugadores de pelota. Existen también figuras femeninas que retratan mujeres sentadas o con niños en brazos. El linaje y la celebración de banquetes son temas transversales a la producción escultórica jalisciense.

10 Entre las obras más interesantes se encuentra un conjunto escultórico que representa un grupo de cinco figuras sentadas en una plataforma circular. Cuatro mujeres se colocan alrededor de una figura masculina central, de mayor tamaño. Todos los personajes presentan atributos característicos de individuos de alto rango: escaras en sus hombros, un tocado con penacho y orejeras. Una de las figuras femeninas ofrece un tazón al hombre en el centro de la composición, utilizado para el consumo del pulque. El resto de las mujeres colocan una de sus manos en el cuerpo del caballero, un símbolo utilizado frecuentemente para indicar una relación de sangre, podrían ser sus hijas o incluso sus esposas. Una interpretación razonable de la pieza es que representa el banquete funerario de un personaje de alto rango, sostenido por sus descendientes o esposas, subrayando así, su lugar dentro del linaje familiar.

En los banquetes celebrados por las élites el consumo ritual del pulque era un componente central. La cerámica jalisciense documenta la práctica de muchas maneras. Algunas piezas representan individuos sosteniendo tazones para beber o instrumentos relacionados con la fabricación de la bebida. En el Metropolitan Museum of Art (Nueva York) se encuentra una figurilla cerámica que representa a un individuo de alto rango. Esto lo atestigua la presencia de determinados atributos tales como: múltiples aretes en ambas orejas, un pendiente con un trozo de concha marina colgado al cuello, un complejo peinado con un moño central con tres anillos, o tal vez un elaborado tocado de tela. Su rostro presenta una coloración diferente al cuerpo, y quedan restos de varias líneas verticales que lo atravesaban. Podría representar pintura corporal o un tatuaje. Su cuerpo masivo, se acentúa por la pequeñez de su cabeza. La parte media de su torso la envuelve una banda textil que la comprime. Parte del patrón en diamantes que la decoraba todavía es visible. En una de sus manos sostiene un tazón para beber y en la otra un acocote. El acocote es un instrumento que se utiliza para extraer el aguamiel acumulado en el cogollo o huevo del maguey. Se fabricaba a partir de la piel seca de una cucurbitácea, de frutos muy alargados y delgados. A través de un orificio en la parte inferior del acocote se aspira el líquido acumulado en el corazón de maguey, un ejercicio que solicita de la persona, un esfuerzo pulmonar muy considerable. El torso amplio y carnoso del individuo podría servir para subrayarlo como un personaje cuya riqueza o preminencia social deviene de la producción del pulque.

Colima: Chamanes y perros Una de las tradiciones escultóricas más exquisitas de la cerámica Mesoamérica se desarrolló en una pequeña región de la costa del pacífico, en los alrededores de un volcán que le brinda su nombre a este estado mejicano: Colima. Al igual que sucede con la cultura jalisciense, en Colima se puede observar la presencia de dos tipos de escultura cerámica: una fabricada con el proceso de “galleta de jengibre”, sin ningún tipo de decoración superficial, más que ciertos acentos de color realizados con pigmento; el otro, de modelado tridimensional, hueco y acabado con engobes y bruñido.

11 Así mismo, al igual que sucede con la alfarería jalisciense, los tipos arcaicos persisten aun cuando formas más sofisticadas se han desarrollado ya.

De estas figurillas la gran mayoría representa a personajes femeninos. Lo sabemos porque se presentan describen de forma muy pormenorizada sus genitales, el cual es un rasgo inusitado en el arte precolombino. El diseño de estas piezas enfatiza sobre manera las piernas de la figura, que aparecen como largos triángulos de arcillas acabados en una pequeña punta, que representa sus pies. Elementos adicionales tales como tocados, aderezos y escaras se indican a través de pastillaje. En muchas de ellas quedan restos de pigmento, por lo que se sabe que eran decoradas con color. El motivo más frecuente es el patrón denominado de «espina de pescado», que enfrenta líneas inclinadas en direcciones distintas. El repertorio iconográfico del segundo tipo de figurillas es mucho más extenso. Abunda las representaciones masculinas, que superan en número las femeninas: caciques, guerreros, jugadores de pelota, músicos, bailarines y chamanes. De todos los estilos desarrollados por la cultura colimeña, el que produjo las piezas artísticamente más sofisticadas fue el denominado Comala. Este se caracteriza por las formas suaves y delicadamente modeladas, un naturalismo sencillo y directo y un acabado simple en engobe de color rojo, negro o anaranjado.

Entre las representaciones más interesantes del estilo Comala están las imágenes de chamanes. Dicha identificación descansa en ciertos rasgos físicos comúnmente asociados con el chamanismo en Mesoamérica, tales como el enanismo o la cifosis. Pueden llevar maracas o sostener en sus manos tazones, relacionados ambos objetos con el trance, inducido ya sea por el sonido rítmico o el consumo de sustancias enteógenas. Uno de los rasgos más intrigantes de estas figurillas es la presencia de un cuerno en medio de su frente, sostenido por correas de tela. Este símbolo es de interpretación ambigua. Algunos investigadores consideran que el cuerno representa el poder espiritual del chamán, y sería usado por este para luchar contra los espíritus maléficos. Otros lo ven como un signo de rango y jerarquía social. Dicha interpretación parte de la identificación del objeto como la punta de una caracola. Entre las culturas mesoamericanas la caracola se asocia al sacrificio humano, la guerra, el poder del inframundo, las élites y las fuerzas regenerativas de la tierra. Otro de los atributos de interpretación incierta en estas figuras es un collar muy característico, conformado por un cordel o tirillas de cuero en la que se engarzan varios colgantes de forma plana y alargada. Se desconoce el significado o el material exacto con el que hubiesen sido fabricados, pero se cree que podrían ser trozos de concha.

Los perros son otra de las grandes temáticas exploradas por los ceramistas colimeños. En la América precolombina los únicos cánidos existentes eran los llamados «perros mudos», variedad de pelo corto y ladrido muy bajo que fue domesticado desde fecha temprana para la compañía y el engorde. La simpatía que sentían estas gentes por dichos animales se ve reflejada en algunas

12 representaciones que acusa un naturalismo sorprende, producto con toda seguridad, de una prolongada y cuidadosa observación del animal y su comportamiento.

No obstante, muchas imágenes de perros presentan particularidades iconográficas que señalan su pertenencia al mundo de lo sobrenatural. Por ejemplo, pueden aparecer llevando una máscara con rasgos humanos. Para los mayas y los aztecas el perro era un animal vinculado al inframundo, desarrollando muchas veces las funciones de un psicopompo6. Cierta evidencia arqueológica parece sugerir que esta idea era compartida por las culturas de la Subregión Oeste: en Chupícuaro, se han encontrado enterramientos en los que un cánido fue colocado acompañando el cuerpo del difunto. Así mismo, muchas de las figurillas de colimeñas de perros les representan esqueléticos o con los ojos hundidos o cerrados, referencias iconográficas claras a la muerte.

Además de las figurillas humanas, la cultura colimeña produjo en el estilo Comala vasijas y botellas que retienen el componente escultórico de las piezas figurativas. La decoración de estas cerámicas incorpora imágenes de plantas y alimentos como: cacao, ayotes, maíz, hojas y cogollos de maguey y frutas nativas; así como animales tales como: patos, camarones, cangrejos de río y perros. Algunas de estas vasijas presentan un soporte trípode modelado con elementos zoomorfos como loros y otras criaturas.

Nayarit: casas, árboles sagrados y el juego de pelota El estado de Nayarit fue el tercer escenario en el que se desarrolló una rica tradición de escultura cerámica durante el periodo preclásico en la Subregión Oeste. Las primeras figurillas que fueron producidas por los pueblos de la zona presenta formas y acabados menos refinados que las de los ceramistas jaliscienses o colimeños. Las cabezas de las figuras son demasiado pequeñas para su cuerpo, los brazos son muy cortos; el cuerpo alargado y las piernas dotadas de pies exageradamente grandes, lo que les da un efecto cónico a estas piezas. No obstante, vale considerar la dedicación prestada por estos artesanos a la representación de aderezos y vestimentas, en especial a los patrones de los tejidos. Como es de esperar en su mayoría representan mujeres, pero las hay también de varones, en cuyo caso el tema principal parece ser la representación de músicos y guerreros.

De todos los estilos cerámicos producidos por los alfareros y escultores nayaritas, el más importante es sin duda, el denominado Ixtlán del Río. Este se caracteriza por la realización de pequeñas figurillas solidas de arcilla, modeladas de manera sencilla, y decoradas con pigmento luego de salir del horno. No se producen de manera individual, sino en conjuntos de hasta cincuenta piezas, y dispuestas sobre una base con elementos adicionales para la creación de una escena a la manera de un diorama.

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Un ser que, dentro de determinado sistema de creencias, tiene el papel de conducir las almas de los muertos al más allá.

13 La inspiración principal para los conjuntos escultóricos del estilo Ixtlán del Río parece ser la vida cotidiana. Se retrata la celebración de ceremonias estacionales tales como banquetes funerarios, bodas, escenas de auto sacrificio, partidos del juego de pelota, danzas entorno a árboles sagrados o postes cósmicos, etc.

Entre el repertorio temático de los dioramas del estilo Ixtlán del Río se encuentran los modelos arquitectónicos, que ofrecen una oportunidad para estudiar cómo pudieron ser las construcciones realizadas por estas gentes. Estos son en realidad escenas de banquete, en las que se representa a los personajes dentro de las construcciones, consumiendo alimentos y bebiendo de pequeños cuencos. Parece ser que dichas celebraciones tienen un sentido funerario, pues así lo parece indicar la presencia de figuras recostadas en posición fetal, una metáfora común de la muerte. Bajo esta luz se interpreta la presencia en estos dioramas de curiosas aves con grandes ojos bulbosos como espíritus de difuntos, que se dan cita en el lugar para participar del rito. Muchas de las construcciones representadas en estos dioramas poseen un sótano o planta baja en el que se puede observar otras figurillas ocupadas en las mismas actividades. Se considera que, más que un rasgo real de las casas nayaritas, podrían representar de manera metafórica el inframundo, en el que los ancestros participan igualmente del banquete. No esta demás recordar que los pueblos de la Subregión Oeste enterraban a sus muertos bajos sus residencias.

Las escenas de banquetes también pueden aparecer fuera del contexto arquitectónico, y tomar lugar entorno a la figura de un gran árbol que se eleva por encima de las cabeza de las figurillas. La imagen del árbol, como hemos estudiado, es un símbolo común entre los sistemas religiosos chamánicos, relacionada con el concepto de centro o “axis mundi”. En los dioramas nayaritas los personajes no solo comparten comida y bebida bajo el árbol sagrado, sino que en ocasiones se les representa bailando entorno a este. Las ramas del árbol cósmico aparecen agrupadas en conjuntos de cuatro, cada una de ellas apuntando a una de las cuatro direcciones del mundo. Siempre se ubica un conjunto de ramas a tresbolillo del otro en un nivel inferior. No se representan hojas, o para tal efecto, ningún tipo de follaje en las ramas del árbol. No obstante, posadas en ellas aparece una gran cantidad de aves, y en la cumbre un extraño ser de rasgos antropomorfos. Algunos modelos representan a individuos ataviados con objetos que los marcan como personajes de gran prestigio, en ocasiones acompañados de perros, o en lo alto de los árboles en gesto de saltar al vacío. Estas imágenes han sido relacionadas con el ritual de los voladores7, practicado actualmente entre los totonacos y los grupos indígenas hablantes del nahua.

Otros dioramas representan escenas del juego de pelota mesoamericano. Sobre una plataforma rectangular u ovalada se colocan las figuras del mismo modo que estarían dispuestas en la cancha.

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14 En el ejemplo que observamos, aparecen en el perímetro de toda base pequeñas figurillas colocadas en fila, representando a los espectadores, sentados los más importantes sobre los muros laterales que delimitan el espacio de juego. El nivel de detalle anecdótico es muy alto. Todas las figurillas asumen poses distintas, algunas incluso se vuelven a hacia sus compañeras como si comentaran lo que está sucediendo. Incluso parece ser que las ropas de los jugadores se encuentran colgadas en los palcos. Aunque falta un fragmento de la pieza, la escena representada se entiende perfectamente, un instante congelado del juego en el que uno de los personajes está a punto de golpear la pelota con su cadera. La sugerencia de movimiento en las figuras es sumamente efectiva, dando al conjunto una sensación de gran dinamismo.

El misterio de Xochipala Un último estilo de figurillas cerámicas del periodo preclásico queda aún por abordar. Es el denominado estilo Xochipala, término cuya idoneidad ha sido cuestionada largo tiempo. Xochipala es el nombre de una región del actual estado mexicano de Guerrero, que se ha vinculado a una cultura que se desarrolló entre el 200 y el 1.400 EC (periodos clásico y postclásico). Originalmente, se consideró que las figurillas a las que hacemos referencia provenían de esta región, pero lo cierto es que las fechas que se les adjudican son bastante más antiguas. La confusión parece haber iniciado por el hecho de que la primera figurilla de estilo Xochipala fue comprada en 1897 justamente en esta región8. El día de hoy se encuentra en la colección del Museo Peabody, que la adquirió en 1903. El problema es que ninguna figurilla Xochipala ha sido jamás encontrada en contexto arqueológico. Los pocos ejemplares que el día de hoy se conocen han visto la luz gracias a comerciantes de antigüedades y coleccionistas privados. Sobre bases estilísticas y materiales los expertos consideran que no deben ser anteriores al 1.300 AEC (periodo preclásico temprano), pero por supuesto, no existe seguridad al respecto. Historiadores del arte y coleccionistas tienen a las figurillas Xochipala en muy alta estima y, en general, se les cuenta entre las más refinadas expresiones estéticas realizadas por los pueblos precolombinos. Son de tamaño pequeño, modelas a mano y completamente sólidas. Presentan un alto nivel de naturalismo, alcanzado a través de un curioso proceso técnico: las piezas eran primero modeladas al desnudo y luego sus vestimentas y adornos les eran colocados. Las poses de las figuras rompen con el hieratismo y convencionalización presentes en muchas de las esculturas de este mismo orden técnico y periodo; e incluso parece que sus creadores buscaron incursionar en la exploración de la representación de las emociones. Las hipótesis sobre su origen son muchas y muy polémicas. El arqueólogo Carlo Gay propuso que las figurillas Xochipala corresponderían a una precoz cultura mesoamericana predecesora de la olmeca. No obstante, arqueólogos como Bruce Trigger y Michael Coe no observan en estas piezas nada que recuerde el trabajo artístico olmeca y descartan por entero esta posibilidad. David Grove ha propuesto que la gran sensibilidad técnica presentada por los artesanos productores de estas figurillas sería el resultado de un temprano contacto con los ceramistas suramericanos, quienes ya se encontraban desarrollando una alfarería sumamente sofisticada. Sin embargo, pocos arqueólogos apoyan las afirmaciones de Grove. Por su parte, Gillett Griffin considera que el concepto de «estilo Xochipala» es un «cajón de sastre», destinado a englobar un conjunto de pieza que tienen como

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Fue adquirida por el mineralogista y arqueólogo de origen escocés William Niven en la ciudad de Chilpancingo.

15 denominador común su origen desconocido, y por tanto no representa ni un solo estilo, ni un solo momento cronológico. El enigma de las figurillas Xochipala demuestra, no solo la riqueza de la tradición escultórica en cerámica del formativo mesoamericano, sino también la importancia que detentan los contextos arqueológicos para la comprensión de las expresiones artísticas precolombinas.

Bibliografía Butterwick, K. (2005). Heritage of Power: Ancient Sculpture from West Mexico. Singapore: The Metropolitan Museum of Art. Miller, M. E. (1996). El Arte de Mesoamérica. Singapore: Thames & Hudson. Miller, M., & Taube, K. (1993). An Illustrated Dictionary of the Gods and Symbols of Ancient Mexico and the Maya. Singapore: Thames & Hudson. Pasztory, E. (1998). Pre-Columbian Art. China: Cambridge University Press. Stone-Miller, R. (2002). Art of the Andes. Slovenia: Thames & Hudson. Whittington, E. (Ed.). (2001). The Sport of Life and Death: The Mesoamerican Ball Game. Singapore: Thames & Hudson. Yates, D. (18 de abril de 2014). Xochipala-Style Figurines. Obtenido de Trafficking Culture: http://traffickingculture.org/encyclopedia/case-studies/xochipala-style-figurines/

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