LAS RELACIONES ENTRE SIRIA Y ESTADOS UNIDOS 1970-2000

June 24, 2017 | Autor: Alhasan Haidar | Categoría: International Relations, Peace and Conflict Studies, Middle East Studies, Middle East History
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UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE MADRID FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS DEPARTAMENTO DE ESTUDIOS ÁRABES E ISLAMICOS Y ESTUDIOS ORIENTALES

TESIS DOCTORAL LAS RELACIONES ENTRE SIRIA Y ESTADOS UNIDOS DURANTE LA PRESIDENCIA DE HAFEZ AL-ASAD (1970-2000)

ALHASAN HAIDAR

Dirección: Dr. Ignacio Álvarez-Ossorio Madrid 2009

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ÍNDICE ÍNDICE………………………………………………………………………………… 2 INTRODUCCIÓN………………………………………………………………............. 5 PRIMERA PARTE: SIRIA Y ESTADOS UNIDOS DURANTE LA GUERRA FRÍA (1970-1987) CAPÍTULO 1: LA GUERRA DE OCTUBRE Y SUS IMPLICACIONES (1970-1976)…………………………………………………………………………….. 17 1.1 Las transformaciones en la escena doméstica siria……………………………............ 17 1.1.1 La llegada del Baaz al poder en Siria y la “alawización” del régimen............... 17 1.1.2. La lucha por el poder entre al-Asad y Yadid ……………………………... 28 1.1.3. El Movimiento Ratificatorio de al-Asad …………………………………. 34 1.2. La política regional de Al-Asad ……………………………………………………. 41 1.2.1. La reconstrucción de las relaciones entre Siria y sus vecinos……………… 41 1.2.2. La alianza sirio-egipcia en la guerra de Octubre de 1973………………….. 44 1.2.3. El panorama regional a mediados de los setenta………………………….. 48 1.3. El laberinto internacional y el avance de la ‘pax americana’………………………… 51 1.3.1. Siria ante el Plan Rogers.…………………………………………………. 51 1.3.2. Las implicaciones internacionales de la crisis de Septiembre Negro…….… 56 1.3.3. La Administración de Nixon ante el eje Damasco-Moscú……………….... 59 1.3.4. Washington ante la guerra de Octubre……………………………………. 62 1.3.5. La reanudación de relaciones sirio-norteamericanas………………………. 67 1.3.6. al-Asad y el“paso a paso” de Kissinger…………………………………… 76 CAPÍTULO 2: SIRIA ANTE CAMP DAVID (1976-1982)……………………………. 81 2.1. Entre la crisis económica y la crisis islamista……………………………………….. 81 2.1.1 Las divergencias internas ante la intervención en Líbano.…………………. 81 2.1.2. La crisis económica siria………………………………………………….. 83 2.1.3. El levantamiento de los Hermanos Musulmanes…………………………. 87 2.2. Siria en Líbano……………………………………………………………………... 94 2.2.1. al-Asad y la guerra civil líbanesa………………………………………….. 94 2.2.2. Las ambiciones hegemónicas sirias……………………………………..... 102

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2.3. Siria entre Moscú y Washington…………………………………………………... 105 2.3.1. La Unión Soviética ante la guerra libanesa…………………………………... 105 2.3.2. al-Asad y la Administración de Carter ……………………………………… 109 2.3.3. El documento de trabajo norteamericano-israelí………………………….…. 116 2.3.4. Siria ante Camp David……………………………………………………… 122 2.3.5. El fortalecimiento de las relaciones con Moscú…………………………….... 130 2.3.6. La crisis de los misiles en Líbano……………………………………………. 135 CAPITULO 3: SIRIA EN EL LABERINTO LIBANÉS (1982-1987)………………... 141 3.1. Las tensiones internas en el régimen baazista……………………………………... 141 3.1.1. El conflicto entre Hafez y Rifaat al-Asad………………………………... 141 3.1.2. La crisis económica y sus efectos………………………………………... 147 3.2. Siria y el laberinto libanés…………………………………………………………. 152 3.2.1. Siria ante la operación Paz para Galilea …………………………………. 152 3.2.2. Oriente Medio en la década de los ochenta……………………………… 158 3.3. La Administración de Reagan y Siria……………………………………………… 164 3.3.1. Los Estados Unidos ante la anexión del Golán………………………….. 164 3.3.2. Siria ante el Plan Reagan………………………………………………… 168 3.3.3. Acuerdos y desacuerdos entre Damasco y Moscú……………………….. 173 3.3.4. La alianza siria con la comunidad chiíta libanesa………………………… 177 3.3.5. El aislamiento internacional de Siria……………………………………... 188 SEGUNDA PARTE. SIRIA Y ESTADOS UNIDOS DURANTE EL PROCESO DE PAZ (1988-2000) CAPÍTULO 4: SIRIA Y LA CONFERENCIA DE PAZ DE MADRID (1988-1992)... 197 4.1. Siria antes de la crisis del Golfo…………………………………………... 197 4.2. La aproximación hacia Washington……………………………………..... 201 4.3. al-Asad ante la Conferencia de Paz de Madrid…………………………..... 209 CAPÍTULO 5: SIRIA Y LOS ACUERDOS DE OSLO (1992-1995)………………… 224 5. 1. Siria ante el Gobierno de Rabin …………………………………………. 224 5. 2. Washington ante la paz sirio-israelí………………………………………. 230 5. 3. El Acuerdo de Oslo desde Damasco……………………………….…....... 257

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CAPÍTULO 6: SIRIA Y EL NUEVO ORIENTE MEDIO (1995-1996)……………... 253 6.1. El Nuevo Oriente Medio de Peres ……………………………………….. 253 6.2. La voladura de la pax americana……………………………………………. 262 CAPÍTULO 7. SIRIA ANTE EL COLAPSO DEL PROCESO NEGOCIADOR (1997-1999)…………………………………………………………………………..... 269 7.1. Damasco y Washington ante Netanyahu………………………………….. 269 7.2. El colapso del proceso de paz ……………………………………………. 273 7.3 Las políticas de sustitución sirias…………………………………………... 280 CAPÍTULO 8: SIRIA Y LAS NEGOCIACIONES DE SHEPHERDSTOWN (1999-2000)…………………………………………………………………………… 288 8.1. La reactivación de las negociaciones con Barak ……………………….….. 288 8.2. El fracaso de Shepherdstown …………………………………………….. 294 CONCLUSIONES…………………………………………………………………… 303 ANEXOS 1. Documentos……………………………………………………………………….. 309 - El acuerdo de la separación de las fuerzas en los Altos del Golán entre Israel y Siria del 1974………………………………….................................... 309 - La carta de la invitación para la Conferencia de Paz de Madrid………….. 312 - Las sanciones norteamericana a Siria……………………………………. 314 - El borrador del acuerdo de paz norteamericano…………………………. 316 2. Mapas.……………………………………………………….…………………….... 323 3. Fotografías………………………………………………………………………….. 329 4. Prensa siria……..………………………………………………………………......... 340 BIBLOGRAFÍA……………………………………………………………………… 344 1. Libros………………………………..…………………………………………….... 344 2. Artículos de revistas y prensa……………………………………………………….. 356 3. Revistas y periódicos………………………………………………………………... 358 4. Principales sitios de Internet consultados …………………………………………... 359

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INTRODUCCIÓN Por su importancia económica, política y geoestratégica, el Oriente Medio ha sido y continúa siendo un centro de gravedad de la escena internacional. Durante los años de la Guerra Fría, los países árabes se vieron obligados a posicionarse en uno de los dos frentes situándose en las órbitas norteamericana o soviética en función de sus afinidades ideológicas. Difícilmente puede entenderse la evolución de las relaciones norteamericanasirias durante los treinta años de presidencia de Hafez al-Asad sin conocer en profundidad el antagonismo mantenido por Washington y Moscú en torno al conflicto árabe-israelí y el proceso de paz de Oriente Medio. Antes de explicar los objetivos e hipótesis de esta tesis doctoral es pertinente subrayar que a pesar de la atención que a este asunto le han prestado tanto los académicos norteamericanos como los árabes, lo cierto es que las obras escritas en español sobre Siria en general y el periodo de al-Asad en particular son escasas. Esta situación contrasta con el determinante papel que Siria ha jugado tras la llegada de Hafez al-Asad al poder el 1970, sobre todo en lo que respecta a sus relaciones regionales e internacionales. Esta tesis doctoral pretende contribuir a llenar ese vacío y ofrecer un análisis completo sobre la historia contemporánea de Siria en general y las relaciones norteamericana-sirias durante el mandato de al-Asad en particular. Ya en nuestro trabajo de investigación sobre El proceso de paz sirio-israelí en la prensa siria (1990-2000), defendido en la Taller de Estudios Internacionales Mediterráneos en el año 2006, percibimos la necesidad de analizar con mayor detenimiento el determinante papel del mediador norteamericano en las negociaciones sirio-israelíes. En esta tesis doctoral también hemos optado por recurrir a la prensa siria para conocer los planteamientos oficiales del régimen baazista en cada una de las fases analizadas y los altibajos de las relaciones entre Damasco y Washington. A pesar de que las relaciones entre Washington y Damasco han estado presididas por la desconfianza mutua, Hafez al-Asad intentó en todo momento mejorarlas al considerar que los Estados Unidos podrían influir en Israel para que se retirase de los territorios árabes ocupados desde 1967 (entre ellos, los Altos del Golán sirios) y aceptase la creación de un Estado palestino independiente sobre Cisjordania y Gaza con capital en Jerusalén Este.

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Las relaciones norteamericana-sirias experimentaron significativas transformaciones desde la llegada del denominado León de Damasco al poder con el Movimiento Rectificador del 1970. El ‘golpe blanco’ contra Salah Yadid fue seguido de un replanteamiento de las relaciones con los Estados Unidos, que habían sido interrumpidas en 1967 como respuesta al respaldo militar norteamericano a Israel en la guerra de Junio. Consciente de la necesidad de romper con el aislamiento regional e internacional de Siria, el presidente Hafez al-Asad emprendió una serie de pasos que culminaron con el restablecimiento de relaciones bilaterales y la visita de Richard Nixon a Damasco en 1974. Desde entonces, el régimen sirio trató de mantener siempre un canal de comunicación abierto con las distintas administraciones norteamericanas, bien para coordinar la estrategia a seguir en la escena libanesa o bien para que sus tesis fueran tenidas en cuenta en el proceso de paz de Oriente Medio. El pragmatismo en sus relaciones internacionales permitió a al-Asad seguir manteniendo relaciones diplomáticas con los Estados Unidos a pesar de su estrecha alianza con la Unión Soviética. El alineamiento de Siria con la Unión Soviética tenía la voluntad de contrarrestar la alianza norteamericano-israelí. De hecho, Damasco sólo firmó un Tratado de Amistad y Cooperación con Moscú tras la firma de los Acuerdos de Camp David entre Egipto e Israel, que relegaba la paz sirio-israelí a la última fase de las negociaciones. No obstante, pronto se evidenció que las armas soviéticas serían incapaces de lograr la ansiada ‘paridad militar’ entre Siria e Israel, lo que enfrió las relaciones bilaterales. Tras el final de la Guerra Fría y el colapso soviético al comienzo de la década de los noventa, el régimen de al-Asad se vio obligado a reorientar sus alianzas regionales e internacionales con el objetivo de aproximarse a Washington, sobre todo tras la Conferencia de Madrid en 1991. Durante todo el proceso de paz entre Israel y Siria, los Estados Unidos desempeñaron un papel central en las negociaciones, lo que permitió una palpable mejora en las relaciones entre Damasco y Washington. Nuestra investigación plantea diversas hipótesis, que trataremos de responder de manera adecuada a lo largo de la tesis doctoral: 1º En primer lugar, nos planteamos hasta qué punto la política exterior siria en general y todo aquello relacionado con el conflicto árabe-israelí y el proceso de paz de Oriente Medio en particular es un dominio reservado del presidente Hafez al-Asad, que impone la

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estrategia a seguir a todos aquellas personas que toman parte en el mecanismo de decisiones sirios (sobre todo a los ministros de Asuntos Exteriores Abd al-Halim Jaddam y Faruq al-Shara), que tienen un margen de maniobra extremadamente limitado. Nuestra hipótesis es que el marcado presidencialismo imperante en el régimen baazista impidió que otras personas pudieran influir a la hora de delimitar las ‘líneas rojas’ negociadoras sirias. 2º En segundo lugar, nos preguntaremos la razón por la cual las relaciones sirionorteamericanos durante la presidencia de Hafez al-Asad nunca se interrumpieron, a pesar de las reiteradas acusaciones por parte de diferentes administraciones (en especial las de Reagan y de Clinton) del respaldo sirio a grupos terroristas y la connivencia de las autoridades sirias con el tráfico de drogas en territorio libanés. Nuestra hipótesis es que a pesar de las tensiones permanentes y de las crisis cíclicas que caracterizaron la relación entre Washington y Damasco, a ambas partes les convenía mantener abierto una vía de contacto para cooperar en la resolución de la conflictividad regional (por ejemplo en la guerra civil libanesa o la ocupación iraquí de Kuwait). 3º En tercer lugar partimos de la hipótesis de que el régimen sirio no estaba interesado, especialmente tras la guerra de Octubre de 1973, en un nuevo choque de trenes entre Damasco y Tel Aviv, debido a la supremacía militar israelí. Ante la constatación de que sería imposible alcanzar una ‘paridad militar’ pese a la ayuda militar soviética, al-Asad se inclinó por alcanzar una ‘paridad estratégica’ basada en extender su área de influencia hasta Líbano. Nuestra hipótesis es que el régimen sirio optó desde un primer momento por una resolución diplomática del conflicto árabe-israelí, eso sí siempre que se cumplieran las condiciones fijadas por Damasco: retirada completa a las fronteras previas a la guerra de Junio de 1967, devolución de todos los territorios árabes ocupados, establecimiento de un Estado palestino independiente y consagración de Siria como fuerza hegemónica regional. Para lograr dichos objetivos era imprescindible que los árabes acudieran a la negociación unidos y que no se desarrollaran negociaciones bilaterales, ya que al-Asad consideraba que esta posibilidad debilitaría la posición árabe en unas eventuales negociaciones de paz. Mientras no se dieran dichas condiciones, al-Asad era partidario de la estrategia del “no enfrentamiento completo, pero tampoco entendimiento completo”. 4º En cuarto lugar examinaremos en detalle los contactos sirio-norteamericanos, en particular en aquellos momentos en los que el diálogo fue más fluido como por ejemplo

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tras la consecución de un acuerdo de separación de fuerzas en 1974 en el Golán con la activa mediación de Heny Kissinger, tras la aprobación norteamericana de la intervención siria en Líbano en 1976 para evitar la victoria del frente progresista o la participación siria en la coalición internacional tras la invasión iraquí del emirato de Kuwait en 1991. Nuestra hipótesis es que ninguno de esos acontecimientos fue capaz de crear una situación duradera de relaciones cordiales, debido esencialmente a la oposición israelí a una plena normalización de relaciones entre Washington y Damasco por considerar que dicha situación dañaría sus intereses estratégicos. Por ello nos interesaremos en el papel desempeñado por el lobby pro-israelí en los Estados Unidos a la hora de truncar este acercamiento sirio-norteamericano, ya que en aquellos momentos en los que pareció más factible un entendimiento entre Washington y Damasco (por ejemplo en los primeros meses de las presidencias de Jimmy Carter o de Bill Clinton), este lobby movilizó sus respaldos en el Congreso para aprobar medidas de castigo contra el régimen sirio. Nuestra hipótesis parte de la premisa de que las relaciones bilaterales hubieran evolucionado de diferente manera en el caso de que estos grupos de presión hubiesen tenido un peso menor dentro del mecanismo de toma de decisiones en los Estados Unidos. 5º En quinto lugar interpretamos que los periodos de aislamiento regional e internacional que tuvo que afrontar Siria durante las décadas de los setenta, ochenta y noventa como consecuencia de sus decisiones políticas (intervención en Líbano, choque con la OLP, tensiones con Jordania, ruptura con Irak y alianza con Irán, además del conflicto con Israel) le obligaron a adoptar unas políticas de sustitución para tratar de contrarrestar su manifesta debilidad. La estrecha relación de Siria con Irán fue considerada una manera de contrarrestar la pérdida de Egipto del frente de la confrontación árabe contra Israel tras Camp David, pero se ha mantenido hasta la actualidad precisamente para reforzar las posiciones negociadoras sirias. Nuestra hipótesis es que Siria no se ha planteado seriamente poner fin a dichas políticas de sustitución, ni tampoco suspender su ayuda a los grupos disidentes palestinos o al Hezbola libanés, porque nunca renunciará a lo que considera su principal baza negociadora sin obtener previamente compromisos de los Estados Unidos en torno al reforzamiento de la relación comercial entre ambos países. 6º En sexto y último lugar constatamos que Siria estrechó sus relaciones con los Estados Unidos tras la Guerra Fría, pero que la descofianza siempre presidió las relaciones bilaterales. De una parte, Damasco interpretaba que las Administraciones de George Bush

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y de Bill Clinton siempre antepondrían su relación estratégica con Israel, lo que no facilitaría una completa recuperación del Golán ya que Washington nunca presionaría a Tel Aviv para que llevara a cabo una retirada impopular. De otra parte, Washington nunca sacó a Siria de la lista de países terroristas del Departamento de Estado, al interpretar que el régimen baazista mantenía su apoyo a ciertos grupos palestinos y sirios (entre ellos, el Frente Popular de Liberación de Palestina-Comando General, el Frente Popular de Liberación de Palestina, el Frente Democrático de Liberación de Palestina, Abu Nidal o Hezbola) y conservaba su alianza con Irán, todos ellos enemigos declarados de los Estados Unidos, para tratar de desestabilizar un proceso de paz palestino-israelí que consideraba perjudicial para sus intereses. Nuestra hipótesis se basa en evaluar hasta qué punto esta mutua desconfianza dificultó las negociaciones de paz sirio-israelíes e impidió que Siria se situara en la órbita norteamericana (junto a otros países como Jordania, Egipto o Arabia Saudí). A la hora de plantear nuestra investigación, hemos optado por dividir el periodo de estudio en dos grandes bloques siguiendo la cronología de los acontecimientos. Una primera parte aborda las relaciones sirio-norteamericanas desde la llegada de al-Asad al poder hasta la segunda presidencia de Ronald Reagan, en la que la relación bilateral alcanzó su máximo deterioro. En la segunda parte, que arranca en 1988 con la presidencia de George Bush, se experimenta una notable mejora de las relaciones entre Damasco y Washington debido al arranque del proceso de paz de Oriente Medio tras la Conferencia de Madrid y el inicio de las negociaciones bilaterales israelo-sirias. También hemos prestado atención a otros aspectos, tanto domésticos como regionales, ya que hemos constatado que las coyunturas internas y regionales tuvieron sus efectos directos en las relaciones entre los Estados Unidos y Siria. La primera parte de la tesis doctoral, titulada “Siria y los Estados Unidos durante la Guerra Fría (1970-1987)”, se ha dividido en tres capítulos, cada uno de los cuales está subdividido a su vez en varios subcapítulos, que analizan las coyunturas domestica, regional e internacional en Siria. Nuestra meta es analizar los factores que han influido en la mejora y empeoramiento de las relaciones entre Siria y los Estados Unidos durante las primeras dos décadas del régimen de al-Asad.

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El primer capítulo explica el desarrollo de las relaciones sirias-norteamericanas entre el 1970 y el 1976. Hemos considerado imprescindible estudiar los años previos a la llegada de al-Asad al poder, para poder contextualizar el drástico cambio que emprende Hafez al-Asad a su llegada al gobierno, que le hace alejarse de los planteamientos maximalistas de sus predecesores, tanto en la política interna como en la política exterior y, de manera particular, en su relación con las superpotencias mundiales. Tras la guerra de Octubre de 1973 y la intervención norteamericana en las negociaciones de separación de fuerzas entre Israel y los árabes, se normalizó la relación entre Washington y Damasco y al-Asad empezó a valorar de manera positiva la intervención de los Estados Unidos en la zona, lo que llevó a una coordinación de posiciones entre ambos países tras el estallido de la guerra civil libanesa en 1975. El segundo capítulo presenta las relaciones sirias-norteamericanas entre el 1976 y el 1982. La mejora de las relaciones entre Washington y Damasco permitió que Siria e Israel alcanzasen un Acuerdo de Líneas Rojas en torno a la intervención siria en Líbano. Dicha decisión no sólo deterioró las relaciones sirio-soviéticas, sino que además dio ímpetu a la insurrección islamista e influyó en la agudización de la crisis económica tras la retirada de las inversiones de las petromonarquías del Golfo en territorio sirio. También abordamos de manera detallada la mejora de relaciones tras la llegada del demócrata Jimmy Carter al poder, con quien Hafez al-Asad se reunió en Ginebra en 1977. Este acercamiento se truncó pronto, ya que la Administración de Carter apostó por una paz egipcio-israelí, lo que marginó a Siria de la pax americana. La victoria del republicano Ronald Regan en las elecciones de 1980 llevó a las relaciones entre ambas partes a su peor momento, ya que Siria fue incluida en la lista de países que apoyaban el terrorismo internacional. Finalmente, Washington retiró a su embajador en Damasco tras el caso Hindawi. El tercer capítulo se centra en la evolución de las relaciones norteamericana-sirias entre los años 1982 y 1987. Este capítulo arranca con la extensión de la legislación israelí sobre los Altos del Golán, lo que equivalía a una anexión de facto del territorio ocupado. El apoyo de la Administración de Reagan a la invasión israelí en Líbano en 1982 no contribuyó a mejorar las relaciones entre Damasco y Washington, como tampoco la presencia de fuerzas americanas en el país del cedro, que provocó enfrentamientos directos con el contingente sirio. Ante su creciente aislamiento, al-Asad puso en marcha sus políticas de sustitución, encaminadas a equilibrar la repartición de fuerzas mediante su acercamiento a Irán, con

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quien estableció una alianza estratégica en 1981 que le permitió resistir a las presiones internacionales y también afianzar su posición en Líbano mediante su coalición con las miliacias chiíes de Hezbola. Otra manera de hacer frente a su aislamiento fue estrechar los lazos con la Unión Soviética mediante la conclusión de un Tratado de Amistad y Cooperación que permitió el rearme de las Fuerzas Armadas sirias, aunque no se alcanzó una ‘paridad estratégica’ con Israel. La segunda parte de nuestra tesis doctoral, que lleva el título de “Siria y los Estados Unidos durante el proceso de paz (1988-2000)” abarca un periodo de tiempo menor, pero más intenso en lo que se refiere a las relaciones bilaterales sirio-norteamericanas. Esta parte se divide a su vez en cinco capítulos, en función de los altibajos negociadores entre Siria e Israel que determinan el avance o la congelación del proceso de paz. El capítulo cuarto se dedica a la aproximación registrada entre Siria y EEUU durante la presidencia de George Bush (1988-1992), que precisamente coincidió con el ultranacionalista Gobierno de Shamir, sobre todo tras la participación de un contingente sirio en la coalición internacional que se forma para expulsar a las tropas iraquíes de Kuwait lo que, a su vez, explica la participación siria en la Conferencia de Paz de Madrid. Se trata la primera vez que los Estados Unidos integran a Siria en el esquema de su pax americana, ya que las anteriores administraciones optaron por excluirla como castigo a su proximidad hacia Moscú. En el capítulo quinto abordamos las relaciones sirias-norteamericanas durante el periodo de Isaac Rabin (1992-1995). La llegada del dirigente laborista al poder contribuyó a la mejora de las relaciones sirio-norteamericanas, sobre todo a medida que la Administración de Clinton intensificó su mediación entre Damasco y Tel Aviv para alcanzar un acuerdo de paz. La flexibilidad siria permitió un considerable avance en las negociaciones de paz, patente en la ‘garantía de Rabin’ basada en el compromiso a una completa retirada del Golán. No obstante, los Acuerdos de Oslo demostraron que Israel se inclinaba por impulsar las negociaciones con los palestinos que, como parte débil de la ecuación, podrían presentar más concesiones que los sirios. El sexto capítulo se centra en el periodo de Shimon Peres (1995-1996), partidario de una paz económica basada en la instauración del Nuevo Oriente Medio, un nuevo Plan

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Marshall para Oriente Medio gracias al cual los reticentes árabes se subirían al tren de la paz en cuanto vieran las ventajas económicas que conllevaba. Este periodo coincide con una intensificación de los atentados terroristas contra objetivos civiles en el corazón de Israel, lo que tiene un impacto negativos sobre las relaciones sirio-norteamericanas, tal y como queda patente en la Conferencia de Sharm al-Shaij en la que se condena el respaldo sirio a los grupos radicales palestinos y libaneses. En el séptimo capítulo analizamos las relaciones sirias-norteamericanas durante el periodo de Benjamin Netanyahu (1996-1999). La victoria electoral del Likud congela el proceso de paz árabe-israelí durante un periodo de tres años y su llamamiento a una “paz con seguridad” incide negativamente en las relaciones entre Damasco y Washington, que durante este periodo vuelven a la frialdad de los años de Reagan. Ante esta situación, la Administración de Clinton optó por alejarse del proceso de paz, lo que a su vez llevó a alAsad a retomar sus políticas de sustitución, intensificando su alianza con Irán, influyendo sobre Hezbola y fortaleciendo sus vínculos con el frente de rechazo palestino. El octavo y último capítulo de nuestra tesis doctoral examina las relaciones entre Damasco y Washington durante el periodo de Ehud Barak (1999-2000). El retorno de los laboristas al poder ayudó a renovar las relaciones entre Washington y Damasco. Tras la reunión entre los presidentes Clinton y al-Asad en 1999, el proceso de paz sirio-israelí llegó a su máximo apogeo. Si a Clinton le interesaba impulsar un acuerdo de paz que cerrase el círculo de la paz en Oriente Medio, también al-Asad, en los últimos meses de su vida, deseaba resolver el conflicto para facilitar su sucesión por su hijo Bashar. Las negociaciones de Shepherdstown mostraron que existía un consenso en torno a las cuestiones de seguridad y la normalización de relaciones, pero se mantenían las diferencias en torno a la profundidad de la retirada israelí, que el Gobierno de Barak pretendía limitar a las fronteras de 1923 para mantener bajo su absoluto control el agua Tiberiades y las reservas hídricas del Golán. Para la elaboración de este trabajo de tesis doctoral sobre las relaciones norteamericanasirias durante el periodo de al-Asad se han utilizado esencialmente fuentes bibliográficas consultados en diferentes centros de documentación y bibliotecas, tanto españolas como sirias y norteamericanas. También se han utilizado artículos de prensa árabe, americana y española, para poder hacer un seguimiento de los acontecimientos. Para acceder a estos documentos y a las fuentes hemerográficas hemos utilizado, de forma complementaria,

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recursos electrónicos, que nos han facilitado la consulta de las páginas oficiales de diferentes organismos internacionales, institutos públicos sirios y norteamericanos, centros de investigación y documentación, tanto nacionales como internacionales. En lo que se refiere a la bibliografía consultada, cabe destacar la escasez de obras de autores españoles, con la probable excepción de las obras El proceso de paz de Oriente Medio de Ignacio Álvarez-Ossorio y Estado y confesión en Oriente Medio. El caso de Siria y Líbano de Ignacio Gutiérrez de Terán, ambas resultado de dos tesis doctorales presentadas en el Departamento de Estudios Árabes e Islámicos de la Universidad Autónoma de Madrid. Las fuentes inglesas y árabes son, sin duda, mucho más numerosas y nos han sido de gran utilidad la consulta de Asad of Syria: The struggle for the Middle East de Patrick Seale, Peace Process: American Diplomacy and the Arab-Israeli Conflict since 1967 de William Quandt, The Superpowers and the Syrian-Israeli Conflict de Helena Cobban, Syria and Israel: From War to Peacemaking de Moshe Maoz, Living by the Sword, America and Israel in the Middle East, 1968-87 de Stephen Green, El lobby israelí y la política exterior de Estados Unidos de John Mearsheimer y Stephen Walt, Syria, the United States, and the War on Terror in the Middle East de Robert Rabil, Moscow and the Middle East: Soviet policy since the invasion of Afghanistan de Robert Freedman o El muro de hierro, Israel y el Mundo Árabe de Avi Shlaim. También las obras biográficas de los presidentes norteamericanos, los secretarios de Estado o eminentes diplomáticos de las diferentes administraciones nos han servido para formarnos una imagen acertada de las prioridades de los Estados Unidos en cada una de las fases de nuestro estudio. Entre la bibliografía árabe, sin duda menos numerosa pero sumamente relevante, merecen destacarse al-nizam al-`arabi al-mu`asir de Abd al-Halim Jaddam; al-salam al-dani de Radwan Ziyada; al-siyasa al-jariyiya al-suriya, 1946-1982 de Bashar Ya´fari; istratiyiya al-hurub al-`arabiya al-isra´iliya de Mahmud Amin Ataia; al-siyasa al-amarikiya fi al-sharq al-awsat: Nixon-FordCarter-Reagan de Laila Barudi y Mawan Buhayri y, por supuesto, las obras de Muhammad Husayn Haykal, en particular su clásica al-mufawadat al-sirriya bayna al-`arab wa Isra´il. Durante la realización de mi tesis doctoral he vivido entre España y los Estados Unidos, realizando un viaje a Siria para obtener información. Las investigaciones desarrolladas en Madrid, Chicago y Damasco han sido de gran utilidad para reunir información bibliográfica, conocer el trabajo que se desarrolla en varios centros de investigación y tomar contacto con diversos especialistas en la materia, entre ellos John Mearsheirmer de la

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Universidad de Chicago y Radwan Ziyade de la Universidad de Harvard, con los que pude manener varias entrevistas sobre mi investigación. Entre junio y septiembre de 2007 realicé una estancia de investigación en Damasco visitando la Biblioteca de al-Asad, el Instituto Francés para Oriente Medio (IFPO), el Instituto de Estudios Estratégicos, el Instituto de Estudios Islámicos, el Instituto Oriental de Estudios Internacionales, así como las sedes del Ministerio de los Asuntos Exteriores de Siria, el Mando Regional del Partido Baaz, el Frente Nacional Progresista y el Partido Nacional Socialista Sirio en Siria. Asimismo mantuve varias entrevistas con periodistas de los diarios al-Baaz, al-Zawra y Tishrin. Entre enero de 2008 y septiembre de 2009 llevé a cabo mis investigaciones en el Departamento de Ciencias Políticas la Universidad de Chicago, cuya biblioteca atesora la práctica totalidad de las obras dedicadas a las relaciones sirio-norteamericanas. Aproveché mi estancia para visitar el Instituto de Truman y el Congreso Sirio-Norteamericano, ambos en Chicago, así como la Universidad de Harvard. No quiero dejar pasar la oportunidad de mostrar públicamente mi gratitud y agradecimiento a aquellas personas y entidades que contribuyeron, en mayor y menor medida, al desarrollo de esta tesis doctoral o secundaron, parcial o totalmente, mis proyectos durante esos últimos cuatro años. En primer lugar, dedico un especial agradecimiento a Ignacio Álvarez-Ossorio, por su asesoramiento y sus consejos como director de esta investigación. Deseo dejar constancia de mi más profundo y sincero agradecimiento, ya que sin su ayuda, su comprensión y colaboración desinteresadas, este trabajo no habría cobrado su forma definitiva. Además resultó de gran valía la ayuda brindada por el investigador Radwan Ziyade, que me ofreció su apoyo constante y sus valiosas indicaciones. También quiero mostrar mi reconocimiento al profesor Gerardo Pérez Viramontes de la Universidad Jesuita de Guadalajara en México por su aliento en todas las etapas de la investigación. No quiero olvidar agradecer al profesor Ibrahim Zaater del Departamento de Historia Contemporánea de la Universidad de Damasco y el director del IFPO en

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Damasco. También quiero mostrar mi agradecimiento a los profesores Lisa Wedeen y John Mearsheirmer, de la Universidad de Chicago. Mi satisfacción y agradecimiento por la comprensión y ayuda recibida por parte de mis compañeros en la universidad y las bibliotecas que he visitado. También quiero agradecer la amistad recibida de mis amigos, en especial Alejandra, Rayan, Crisa y Said, quienes brindaron su apoyo y compañía en momentos de flaqueza e incertidumbre. Finalmente agradezco a mis profesores en el Instituto de la Paz y Conflictos de la Universidad de Granada y del Taller de Estudios Internacionales Mediterráneo de la Universidad Autónoma de Madrid su apoyo.

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PRIMERA PARTE SIRIA Y ESTADOS UNIDOS DURANTE LA GUERRA FRÍA (1970-1987)

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CAPÍTULO 1. LA GUERRA DE OCTUBRE Y SUS IMPLICACIONES (1970-1976) 1.1. LAS TRANSFORMACIONES EN LA ESCENA DOMÉSTICA SIRIA 1.1.1. La llegada del Baaz al poder en Siria y la “alawización” del régimen La presencia de sectas minoritarias y grupos tribales juega un papel importante en la historia contemporánea de Siria desde tiempos remotos. Nuestra intención es analizar en detalle la relación entre estos grupos y las estructuras de poder en Siria. También es nuestro objetivo presentar los cambios dentro del liderazgo militar y político después de la llegada del partido Baaz al poder; analizar el papel de las sectas dentro de la estructura del ejército y el partido; y conocer los factores que permitieron a estas minorías religiosas influir en la vida política siria después de la llegada del partido Baaz al poder en 1963. Antes de apordar los factores que afectaron en la histria alawi en Siria nos interesamos demostrar que la corriente alawí, también conocida como nusairí, defiende una interpretación metafórica del Corán, es decir, considera que éste no debe ser entendido de forma literal sino que contiene un sentido oculto, sólo accesible a los iniciados. Partiendo de esta base, los alawíes no suelen cumplir los ritos habituales del islam, ya que los consideran una mera apariencia. Algunos teóricos integran la corriente alawi en el bando chií, dado que su interpretación espiritual del islam entronca con la filosofía mu'tazilí del siglo X, pero el hábito alawí de vivir la fe de forma personal, no pública, tiene muy poco en común con la de los musulmanes chiíes actuales. Dos factores cumplen un papel importante en la historia alawí después de la salida de los otomanos en 1916. El primer factor es la instauración del mandato francés y el segundo es la creación del partido Baaz. La política del mandato francés agudizó el conflicto confesional en Siria con el objetivo de debilitar el nacionalismo árabe1. Una de las maneras 1

Los franceses dieron una amplia autonomía a las minorías en Siria y fue durante su mandato que se formaron dos estados: uno en el norte para los alawíes y uno en el sur para los drusos. Los dos estados eran independientes del gobierno de Damasco. Véase VAN DAM, N.: The Struggle for Power in Syria. Sectarianism, Regionalism and Tribalism, 1961-1978, Croom Helm, London, 1979, p. 39-40; SEALE, P.: Asad of Syria:The Struggle for the Middle East, CA: University of Clifornia Press, Berkeley, 1989, pp. 14-18; HINNEBUSH, R.: Authoritarian Power and State Formation in Báthist Syria, Army, Party and Peasnt, CO: Westview Press, Boulder, 1985, p. 63; PLANHOL, X. D.: Minorías en el Islam, Bellaterra, 2002, pp. 427-428.

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en que esto se llevó a cabo fue reclutando a las minorías -alawíes, drusos, ismailíes y kurdos- para el ejército o la policía. Las autoridades mandatarias reclutaron a dichas tropas entre todos los grupos étnicos y confesionales con la clara voluntad de dividir las poblaciones del mandato. De hecho, “el reclutamiento no fue inclinado hacia determinadas minorías étnicas o religiosas, sino que fue parte de una política de divide y gobierna que requería colocar a los grupos religiosos y étnicos los unos contra los otros y romper la armonía entre grupos, facciones e individuos en general”2. La fragmentación sectaria del país fue para los franceses la manera más eficaz de dominar el país y domeñar a la resistencia nacionalista. Los franceses integraron a los alawíes en sus Fuerzas Especiales del Oriente (Troupes spéciales du Levant), cuya tarea era someter las muestras de descontento que emergían en las ciudades sirias. De esta manera, permitieron que este grupo se organizase y ganase preponderancia en el seno de la heterogénea sociedad siria. El servicio militar de los alawíes bajo el mandato francés estableció una tradición militar alawí, la cual sería esencial para que en el futuro esta minoría adquiriese un mayor protagonismo político. Este ascenso en el ámbito militar no implicó, ni mucho menos, que la zona alawí, situadas en la franja costera mediterránea, saliera de su tradicional marginación y pobreza. De hecho, muchos alawíes siguieron emigrando a las grandes urbes sunitas como Damasco, Alepo y Hama para poder ganarse la vida. Sin embargo, el mandato francés marcó un antes y un después para la minoría alawí, ya que principió su salida del largo aislamiento que vivieron bajo la dominación otomana. En cuanto al segundo factor, el ideario del Partido Baaz3, con su defensa a ultranza del nacionalismo árabe, la unidad social y económica y el rechazo al sectarismo, sedujo a las minorías confesionales y en particular a los alawíes, que consideraban que les podría proteger de la clase dominante sunita, que tradicionalmente había disfrutado del monopolio político en territorio sirio. Es lógico que la ideología baazista penetrase con mayor facilidad en las minorías confesionales de habla árabe que en las minorías étnicas (y, en particular, la kurda). Estas consideraban que el Baaz sería capaz de resolver su situación como minorías y poner fin a la dominación tradicional sunita de la vida política siria por medio de la 2

Bou-Nacklie, N. E.: “Les Troupes Speciales: religious and ethnic recruitment, 1916-1946”. International Journal of Middle East Studies, 25: 4, 1993, p. 649. 3 Fue fundado en 1947 como un partido político nacionalista árabe laico, radical socialista. Funcionaba como un partido panárabe con ramas en diferentes países árabes, pero era más fuerte en Siria e Iraq. La palabra árabe "Baaz" significa "resurrección", como en la obra publicada por Michel Aflaq, titulada En la senda de la resurrección. Las creencias baazistas combinan el socialismo árabe, el nacionalismo y el panarabismo. La ideología, en su mayor parte laica.

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instauración de un régimen socialista laico. Varios autores afirman que, tras la Segunda Guerra Mundial, las minorías en Siria -en particular los alawíes- ambicionaban modificar la estructura tradicional de la sociedad siria, que se caracterizaba por el dominio sunita de las ciudades, y vieron al Baaz como la herramienta para realizarla. Entre 1940 y 1950, una buena parte de los simpatizantes del Baaz fueron hijos del campesinado que habían estudiado en los grandes centros urbanos sunitas (Damasco, Alepo y Latakia). La marginación socio-económica del campo sirio hizo que la influencia de Baaz, sobre todo tras la incorporación de Akram al-Hawrani, se expandiera más en el ámbito rural que en los centros urbanos. Cabe destacar que el ideario nacionalista y socialista que representaba Baaz amenazaba los intereses de la burguesía comerciante y terrateniente de las grandes urbes4. CONFESIÓN DE LOS MIEMBROS DEL BURÓ POLÍTICO DEL BAAZ (1945-1954)

Confesión Musulmanes suníes Musulmanes alawíes Cristianos grecoortodoxos

1945 3

1

% 75

25

1952 5

% 71.4

1

14.3

1

14.3

1958 3

% 60

2

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Fuente: Batatu (1999: 140)

Antes de la independencia la mayor parte de los miembros de la Academia Militar de Homs pertenecía a la clase media. Tras la independencia y con la cancelación del requisito de un pago para ingresar a la academia, se abrió el paso a los hijos de las minorías en general y en particular a los menos privilegiados dentro de los rangos del ejército sirio5. Al mismo tiempo, el Ejército sirio empezó a jugar un papel importante en la vida política del país, en parte debido al enfrentamiento bélico con Israel. Antes del golpe de Baaz en 1963, fueron

4 El laicismo en el concepto nacionalista árabe de Baaz fue un factor relevante que atrajo a los alawíes, pues el nacionalismo árabe para el Baaz consistía en construir una sociedad árabe laica socialista en la que todos serían iguales y donde la religión cumpliría un papel menor. VAN DAM, 1979, p. 10-11; HINNEBUSH, 1985, p. 64; MA´OZ, M.: Asad, The Sphinx of Damsacus, Wheatland Corporation, New York, 1988, p. 25-26. 5 Este es el caso de al-Asad y otros hijos de las minorías de la clase media o pequeñso propietarios. Después de obtener su bachiller al-Asad aspiraba a estudiar Medicina, pero por la situación económica limitada de su familia esto no le fue posible. Por ser gratuito, el Ejército se convirtió en la única opción profesional para alAsad. La posibilidad de ingresar a la Academia Militar sin ningún costo y al mismo tiempo recibir un buen salario hizo que muchas familias de las minorías envasen a sus hijos a dicha academia. SEALE, 1989, p. 3738.

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dos generales quienes politizaron el ejército. El primero, Husni Zaim, realizó el primer golpe militar contra las fuerzas políticas tradicionales del país tras la independencia. El segundo, Adib Shishakli, dio el tercer golpe militar. Ambos generales se destacan por haber colaborado con la oposición nacional y con el líder anti-feudal Akram al-Hawrani6, que fue uno de los primeros políticos en reparar en la necesidad de construir un ejército nacional joven. A partir de los años cincuenta, los partidos políticos compartieron un interés por que sus miembros ingresen a la Academia Militar y poco a poco los políticos sirios no pudieron ignorar el poder del Ejército en la vida política7. La politización del ejército provocó una permanente lucha entre el Baaz y el Partido Nacional Socialista Sirio para ganar adeptos, lo que llevó incluso al asesinato de varios militares de alta graduación, entre ellos el general baazista Adnan Malki en 1955. Uno de los efectos más importantes del asesinato de Malki fue que los militares baazistas dirigieron un asalto para hacerse con el control del Ejército, lo que en un futuro permitiría al Baaz dominar el país8. En 1958, Gamal Abd al-Naser, el presidente egipcio que había accedido al poder tras el golpe de los Oficiales Libres seis años antes, aceptó la unión con Siria bajo dos condiciones. La primera fue que los militares baazistas se retirasen a sus cuarteles y la segunda que se eliminasen los partidos políticos, tal y como había sucedido en Egipto. Por su preocupación ante los comunistas, los baazistas aceptaron las condiciones de Naser y disolvieron el partido, lo que les marginó del mecanismo de toma de decisiones9. De hecho, el elegido como vicepresidente de la República Árabe Unida fue Akram al-Hawrani y no Salah al-Din al-Bitar, fundador del Baaz junto a Michel Aflaq, como los baazistas pretendían.

6 Akram al-Hawrani no tardó en fortalecer sus relaciones con los líderes de la Academia Militar de Homs y desde 1949 fue el quien “diseñó” los golpes militares en el país. Para ver más sobre los golpes militares en Siria después de la independencia véase SEALE, P.: The Struggle for Syria, a Study of Past-War Arab Polítics 19451958, London,1965; Al-AZM, J.: Mudakarat Jaled al-Azm (Memorias de Jalez al-Azm)), Dar al-muttahid li-l-nashr, Beirut, Beirut, 1972; FINSA, N.: Ayam Husni Zaim: 137 Hazat Suriya (Los días de Husni ZaIm: 137 días que agitaron Siria), Dar al-afaq al-yadida, Beirut, 1973. 7 Para conocer más sobre el desarrollo de la influencia del ejército en Siria y sus relaciones con los nacionalistas sirios después de la independencia véase HINNEBUSH, 1985, pp. 81-86; AL-TUAILI, A.: Tarij Suriya al-siyasi min al-intidab ilà al-inqilab 1918-1954 (Historia política de Siria política desde el mandato hasta el golpe 1918-1954), Matbu`at Ashkar Ijwan, Beirut, 1955, pp. 603-610; TORREY, G.: al-siyasa al-suriya wa al-`askariyyin 1945-1958 (La política en Siria y los militares 1945-1958), Dar al-yamahir, Damasco, 1969, p. 292. 8 Véase SEALE, 1965, pp. 113-115; AL-MADANI, M. N.: Adnan al-Malki, Dar al-hadiza, Damasco, 1999. 9 Los baazistas no fueron los únicos marginados, sino Siria en general, ya que durante el periodo de la Republica Árabe Unida Damasco perdió su peso político tradicional. Las decisiones las tomaba Naser desde el El Cairo y el general Saraj en Damasco se encargaba de administrar la parte norte de la nueva republica.

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La disolución del Baaz llevó a que las elites sirias sunitas –terratenientes, alta burguesía y grandes comerciantes urbanos- interpretaran que el partido nacionalista había perdido peso y su proyecto había quedado seriamente dañado. Mientras tanto, las poblaciones rurales y las minorías que se habían sido seducidos por el mensaje igualitarista de la ideología baazista temían que su posición, tanto social como económica, resultara perjudicada. Por eso no nos debe extrañar que cinco generales baazistas sirios de las minorías confesionales formaran el Comité Militar en 1960, cuando la República Árabe Unida daba sus primeras señales de agotamiento debido a las maneras autoritarias de Naser. Dicho Comité Militar tendría un papel central en el futuro de Siria en las próximas décadas. Tres de sus integrantes provenían de la secta alawí (Muhammad Umran, Salah Yadid y Hafez al-Asad) y dos de la ismailí (Abd al-Karim al-Yundi y Ahmad al-Mir). Los tres generales de la secta alawí tenían la mayor influencia dentro del Comité Militar, como demostró la caída en desgracia de al-Yundi y al-Mir pocos años después10. Los miembros del Comité Militar tenían una historia similar como minorías en Siria. En primer lugar, la mayor parte provenía de una misma realidad de marginación socio-económica. En segundo lugar, la mayoría compartía la ambición de llegar al poder e impedir el retorno de la clase tradicional sunita, dado que en este caso las minorías en Siria experimentarían un retroceso respecto a los avances registrados en el terreno social y económico desde la independencia. En tercer lugar, una gran parte de los integrantes del Comité Militar no estaban de acuerdo con los líderes políticos del Baaz (en particular con Aflaq y Bitar, que habían aceptado la disolución del Baaz y su incorporación a la Unión Nacional, de inspiración naserista). Para ellos, el Baaz era el camino para salir de la marginación como minoría y para intervenir en las políticas del país11. CONFESIÓN DE LOS MIEMBROS DEL BURÓ POLÍTICO DEL BAAZ (1945-1954)

Confesión Musulmanes suníes Musulmanes alawíes Cristianos greco-

1945 3

1

% 75

25

1952 5

% 71.4

1

14.3

1

14.3

10

1958 3

% 60

2

40

MA´OZ, 1988, p. 31 Durante su periodo en El El Cairo, la mayor preocupación del Comité Militar no fueron las autoridades egipcias sino los líderes baazistas sirios, pues era importante que las actividades del comité fueran desconocidas por los líderes baazistas en Siria. SEALE, 1989, p. 64.

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ortodoxos Fuente: Batatu (1999: 140)

Gradualmente fue aumentando el número de uniformados que formaba parte del Comité Militar baazista y la mayoría de ellos provenía del medio rural. Ninguno era de Damasco, Alepo u otros grandes centros urbanos. Antes del golpe baazista de 1963 el Comité Militar concentró sus actividades en proteger al Baaz para impedir su eliminación de la vida política siria. Durante los últimos días de la RAU, el Comité Militar se interesó en formar alianzas baazistas fuera del Ejército. La postura de Hawrani y Aflaq ante Naser abriría el paso para que el Comité Militar luego marginase a estos mismos. El Ejército volvió a jugar un papel importante en la vida política siria, esta vez realizando su golpe contra Naser para acabar con la unión. Los oficiales sunitas llegaron a su máximo poder durante el periodo del gobierno de separación liderados por el general Abd al-Karim Nahlawi12. Esta fase tuvo una corta duración, puesto que los sunitas damascenos fracasaron en atraer a otros generales que no fueran de Damasco. Unos de los efectos más importantes del fracaso del golpe damasquino del 28 de marzo de 1962 fue la eliminación de los altos mandos sunitas, y de manera particular de los damascenos, de la jerarquía del Ejército. Esto abrió el camino para que los militares de la clase rural y de adscripción minoritaria ascendieran en el escalafón y llegasen a puestos importantes en el Ejército. Antes del golpe de 1963, y durante su primer periodo de actividad clandestina, el Comité Militar se concentró en derrotar al gobierno de la separación y con este fin se coordinó con los mandos naseristas, con los que compartían enemigo13. A pesar de que Aflaq no confiaba en los miembros del Comité Militar y de que este último tampoco confiaba en Aflaq, ambos se necesitaban para alcanzar el poder. Por un lado, los militares necesitaban el prestigio de Aflaq en el mundo árabe y sobre todo ante los 12 El general Zahar al-Din señala en sus memorias que, tras la disolución de la RAU, los generales damascenos ocuparon las posiciones de máximo poder en el Ejército sirio. Hubo cinco damascenos sunitas y otro cinco sunitas de fuera de Damasco. En cuanto a los generales pertenecientes a las minorías, tras la separación de Siria y Egipto el gobierno no tardó en marginarlos o expulsarlos del ejército. AL-HAWRANI, A.: Muzakarat Akram al-Hawrani (Memorias de Akram al-Hawrani), Maktaba Madbuli, El Cairo, 2000, pp.28823903. 13 Antes del golpe de 1963, los generales sirios estaban divididos en cinco grupos. El primero estaba compuesto por los generales damascenos, quienes realizaron el golpe contra Naser. El segundo era el integrados por los generales pro-Hawrani, los cuales fueron desprestigiados después de las declaraciones de Hawrani contra Naser. El tercer grupo eran los naseristas, quienes rechazaban las políticas de separación con Naser. El cuarto grupo era formado por los independientes y el último era el grupo de los baazistas, los cuales trabajaban en secreto con los naseristas con el fin de acabar con los separatistas. SEALE, 1989, p. 69-70, 73.

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naseristas14, pues seguía siendo el fundador y líder del Baaz. Por otro lado, Aflaq sabía que no podía derrocar al gobierno de Nazim al-Qudsi sin el apoyo de los militares, puesto que su participación era vital para cualquier golpe, tal y como había demostrado la historia del país desde el cuartelazo que llevó al poder a Husni al-Zaim. Aflaq y los militares sabían que su alianza con los naseristas serviría como estrategia para acabar con el régimen de la separación, pero ninguno quería poner al país bajo la hegemonía de Naser. Los baazistas tenían claro que no debían repetir el mismo error de 1958, cuando aceptaron las condiciones de Naser para formar la unión. No obstante, el Comité Militar aún se sentía tan desengañado por la experiencia unionista, que sus oficiales ni tan siquiera asistieron a las conversaciones entre Naser y los baazistas para promover una nueva unión. Como en otras ocasiones, tras el golpe de 1963 los militares depuraron a los oficiales que apoyaban al gobierno precedente. Después del golpe, el Comité Militar expulsó a muchos oficiales naseristas del Ejército y los remplazó con oficiales de las minorías (alawíes, drusos e ismailíes)15. Considerando estos cambios fundamentales dentro de la estructura del Ejército no ha de extrañar que los alawíes dominaran el Comité Militar después del golpe16 y que, pocos años después, se convirtieran en mayoría dentro de la jerarquía militar. Los baazistas, tanto los que pertenecían al Mando Regional como los del Mando Nacional, no tardaron en arrinconar a los naseristas y en junio del mismo año pudieron finalmente eliminarles apartándoles del gobierno. A partir de entonces las tensiones entre Naser y los baazistas para liderar el nacionalismo árabe se intensificarlo, y la victoria baazista en dos países importantes del Mashreq debilitó la influencia de Naser en esta región, lo que probablemente incidió en el declive del naserismo. Tras el golpe de 1963, los oficiales

14 A pesar de que los miembros del Comité Militar estaban organizados y tenían un objetivo claro con el golpe, permanecían desconocidos a nivel nacional y tenían muchos enemigos dentro del propio Baaz y entre los civiles baazistas. Además la mayoría de ellos provenía de menorias marginadas por la sociedad mayoritaria. HINNEBUSH, 1985, p. 115-116. 15 Después del golpe de 1963, el número de miembros del Comité Militar aumentó a 15, nueve de ellos eran minorías y, de ellos, cinco eran alawíes. De esta manera, los alawíes empezaron a fortalecer sus posiciones en la jerarquía militar lo que, a su vez, facilitó la entrada de jóvenes alawíes al Ejército gracias a su admisión en la Academia Militar. Varios años después del golpe, los alawíes dominaban ya los cargos más importantes del Ejército y no tenían rival alguno. SADIQ, M.: Hiwar hawla Suriya (Conversación sobre Siria), Dar akad, London, 1993, p.6. 16 Salah Yadid fue nombrado director de la Secretaria de Asuntos de Oficiales y de la División de los mandos centrales. Umram ocupó el cargo de jefe de la Brigada 70 en el sur de Damasco, pues su papel era defender al régimen contra cualquier golpe. al-Asad tomó el mando de las Fuerzas Aéreas, las cuales jugarían un papel importante en la llegada de al-Asad al poder a comienzo de los setenta. RABINOVICH, I.: Syria under the Ba´th, 1963-1966: the Army-Party Symbiosis, Israel Universities Press, Jerusalem, 1972, p. 50; HAIDAR, M.: alBaaz wa al-buniya al-kubra (al-Baaz y la gran estructura), Beirut. 1986, pp. 126-127.

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alawíes del Comité Militar propusieron al general Amin al-Hafez17 como líder “simbólico” temporal, ya que en ese momento no estaban preparados para demostrar su mandato directo sobre el país ni tampoco creían a la población siria lo suficientemente madura como para aceptar un presidente no sunita. CONFESIÓN DE LOS MIEMBROS DEL COMITÉ MILITAR DEL BAAZ (1959-1965)

Confesión 1959

%

1961

%

Suníes Alawíes Drusos Ismailíes

50 25 25

2 3 2

2 1 1

%

Después del golpe militar de 1963

%

julio de 1963diciembre de 1964

%

28.6 42.8

Hasta el golpe militar de 1963 1 2

20 40

28.6

2

40

6 3 2 2

46.1 23.1 15.4 15.4

7 3 2 2

50 21.4 14.3 14.3

Fuente: Batatu (1999: 150)

Entre 1964 y 1966 las minorías y sobre todo los alawíes se concentraron en fortalecer su influencia sobre el Ejército y el partido Baaz. En cuanto al Ejército, los oficiales baazistas de las minorías confesionales hicieron un gran esfuerzo por conquistar nuevas parcelas de poder, limitando el poder de los oficiales sunitas. Munif al-Razzaz, secretario nacional del Baaz, afirma que entre 1965 y 1966 los oficiales alawíes, en su lucha por conquistar el poder, destituyeron a muchos militares sunitas independientes y facilitaron la entrada de minorías al Ejército. Hasta el 80 por ciento de los militares de algunas brigadas de elites eran de adscripción alawí, como por ejemplo las Brigadas 5 y 70, así como numerosos de los dirigentes de los poderosos servicios de inteligencia18. Además, los miembros del Comité Militar asignaron a miembros de las minorías las unidades militares cercanas a Damasco, mientras que los generales sunitas eran enviados al norte (Alepo) o al sur (los Altos del Golán)19. El Comité Militar era consciente del papel clave del Ejército a la hora de garantizar la continuación del régimen y, por eso, crearon la idea del “Ejército 17 Después del golpe, el Comité Militar trabajó para extender su influencia dentro del conjunto de la sociedad siria, pero se blindó repartiendo parte del poder entre los elementos afines sunitas. Amin al-Hafez no formaba parte ni del Comité Militar ni del Baaz. De hecho, cuando tuvo lugar el golpe militar, al-Hafez estaba destinado en la embajada de Siria en Buenos Aires. Como ministro de Interior en el nuevo régimen, al-Hafez jugó un papel importante al sofocar las manifestaciones naseristas y truncar el golpe de Jasim Alwan del 18 de junio de 1963. AL-HAWRANI, 2000, pp. 3150-3155. 18 SADIQ, 1993, pp. 5-7. 19 Los miembros del Comité Militar pusieron a algunos militares sunitas en algunos altos cargos, pero con un poder relativo y de manera simbólica. Esta situación se repetirá cuando al-Asad accede al poder en 1971. VAN DAM, 1979, p. 55-56.

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ideológico”20, lo que se traduce en una dominación baazista sobre el ejército para impedir cualquier otra influencia política partidaria. Los oficiales alawíes usaron al ideólogo alawí Zaki al-Arsuzi, rival de Aflaq, en el partido para realizar este objetivo. En cuanto a la situación dentro del Baaz y el conflicto entre los padres fundadores y los oficiales del Comité Militar, este último decidió aproximarse a la corriente marxista con el fin de debilitar el papel de la vieja guardia del partido. Gracias a este acercamiento a los pensadores Hammud al-Shufi y Yasin al-Hafez, el Comité Militar dominó la Congreso Regional del partido en septiembre de 1963 y, además, consiguió apartar a los aliados de Aflaq21. Como hemos visto anteriormente, la alianza circunstancial con la vieja guardia sirvió como estrategia para el Comité Militar para garantizar el éxito de su golpe y para desplegar la ideología neo-baazista. Tras conquistar el poder, los militares se distanciaron de la vieja guardia mediante el aislamiento del Mando Nacional de los asuntos domésticos sirios. A partir de entonces, el Comité Militar inició un movimiento para controlar la estructura del partido para lo cual se alió con el nuevo liderazgo civil del partido, que abogaba por la lucha de clases y el desarrollo regional de cada porción del mundo árabe como requisito previo para la unidad árabe22. Este cambio de rumbo en la ideología baazista fue radical. Los vagos conceptos sobre el socialismo evocados por los fundadores del Baaz dieron paso a un compromiso mucho más militante y radical con una economía estatista. La unidad árabe no podría concretarse si la economía permanecía controlada por industriales, comerciantes y terratenientes privados. Sin embargo, dicha política estuvo más orientada hacia la destrucción del control económico de las clases tradicionales sunitas que hacía la ruptura de los lazos con Occidente. Los primeros meses de gobierno del Baaz se vieron enturbiados por la insurrección islamista dirigida por los Hermanos Musulmanes sirios. Los enfrentamientos registrados en abril de 1964 en la ciudad de Hama tuvieron varias implicaciones. En la dimensión social, marcó un conflicto entre la población urbana y la población rural como resultado de los cambios registrados en la estructura socio-política en el curso de la última década. En la dimensión económica, fue la manifestación de una lucha entre burgueses, comerciantes que 20

al-Asad jugó un papel importante para realizar este objetivo y desde entonces fortaleció sus relaciones con todas y cada una de las unidades militares del Ejército. 21 Fue la primera victoria del Mando Regional del Baaz frente al Mando Nacional. DEVLIN, J.: The Ba´th Party: a History from its Origin to 1966, Hoover Institution Press, Standford, CA, 1976, pp. 286-290. 22 GALVANI, J.: Irak y Siria: dos experiencias baathistas, Ediciones Periferia, 1974, p. 67-68; LENCZOWSKI, G.: Political Elites in the Middle East, American Enterprise Institute for Public Policy Research, Washington, 1975. p. 155-156.

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temían las nuevas políticas sociales del nuevo régimen, y el campesinado pobre, buena parte de ellos miembros de minorías confesionales. Dentro del ámbito religioso, Hama era el centro de la clase sunita conservadora y por muchos años fue una ciudad feudal donde la mayoría de los campesinos eran alawíes explotados por terratenientes sunitas. Por esta razón, los miembros del Comité Militar no tardaron en responder agresivamente contra los rebeldes sunitas de la ciudad, usando las fuerzas del Ejército y bombardeando la ciudad23. En poco tiempo, el Comité Militar pudo superar tres grandes obstáculos: la depuración de los elementos naseristas, la caída de la izquierda baazista en Irak y la revuelta islamista de Hama. Una vez superadas dichas pruebas, el Comité Militar se fortaleció y continuó persiguiendo el objetivo de eliminar la clase tradicional burguesa en Siria a través de la reforma agraria establecida por ley, así como nacionalizar la industria petrolífera y los bancos24. Desde la perspectiva baazista, finalizar con la hegemonía económica de la clase burguesa era esencial para construir un nuevo régimen neo-baazista. Entre los años 1965 y 1966 se libró una guerra silenciosa dentro del régimen baazista para determinar qué rumbo seguiría el país en un futuro. Existía un conflicto dentro del partido Baaz entre la vieja guardia nacional urbana y la nueva guardia regional rural. Dentro del sector militar había otro conflicto entre los sunitas y los que pertenecían a grupos minoritarios, liderados por los alawíes. En ambos casos, el Comité Militar liderado por los alawíes jugó un papel relevante. En cuanto al primer conflicto, hemos señalado anteriormente que existía una hostilidad de los militares rurales de las minorías hacia la rama nacional de Aflaq, y por eso los oficiales provenientes del ámbito rural no tardaron en manipular a los militares baazistas rurales contra los nacionalistas burgueses urbanos. Después de una nueva Congreso Regional, celebrada en marzo de 1965, los oficiales cambiaron las reglas de la estructura de poder dentro del partido25. La Congreso Regional tomó varias decisiones importantes en cuanto a su conflicto con los baazistas nacionales de la vieja guardia: el gobierno estaría bajo la dirección del Mando Regional; el secretario general de la Congreso Regional sería el presidente de la república; el Mando Regional sería el único autorizado para nombrar al primer ministro, los ministros y el jefe de Estado

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HOPWOOD, D.: Syria 1945-1986: Politics and Society, MA: Unwin Hyman, London, 1988, p.46. Al comienzo de 1965 se puso en marcha un extenso programa de nacionalización que fue mucho más allá de las nacionalizaciones parciales de 1964. No sólo se expropiaron las empresas más importantes de la burguesía, sino también las empresas más pequeñas. La nacionalización se extendió a las compañías de electricidad privadas, fábricas de algodón y al 70 por ciento del comercio de importación y exportación. LAWSON, F.: Why Syria Goes to War, Thirty Years of Confrontation, Cornell University Press, New York, 1996, p. 30-31; GALVANI, 1974, pp. 71-73. 25 RABINOVICH, 1972, pp. 145-152. 24

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Mayor. De esta manera los baazistas regionales llegaron a marginar al Mando Nacional y estos últimos sólo tuvieron un poder simbólico en el ámbito panárabe26. En cuanto al conflicto dentro del sector militar, después de la eliminación del oficial Muhamad Umran –uno de los fundadores del Comité Militar-, el sunita Amin al-Hafez y el alawí Salah Yadid lucharon por el poder, sobre todo después de la alianza entre al-Hafez y el Mando Nacional de Aflaq contra el Mando Regional baazista. En los años 1965 y 1966, las tensiones en el seno del Ejército, la mayor parte de ellas de carácter ideológico aunque también teñidas de una tensión interconfensional que siempre estuvo presente, se agravaron27. En dicho conflicto entre al-Hafez y Yadid cabe resaltar que fue un enfrentamiento desequilibrado, pues desde el final del verano de 1965 Yadid era el hombre fuerte dentro del régimen y la caída de al-Hafez tan sólo era cuestión de tiempo. Como Vicesecretario Regional del Baaz, Yadid pudo vigilar los movimientos del gobierno gracias a la colaboración activa del primer ministro Yusuf Zuayin y también pudo vigilar el aparato militar a través del también alawí Hafez al-Asad, el cual apoyó a la facción de Yadid durante el golpe contra Amin al-Hafez. El Comité Militar decidió actuar para poner fin a dichas tensiones y hacerse con el poder en solitario. Para ello organizó un nuevo contragolpe en febrero de 1966 que derrotó de manera definitiva al liderazgo tradicional del Baaz y permitió que el neo-Baaz asumiera el control completo del gobierno e impusiera una economía de estado. Dos factores hicieron que el golpe de 1966 tuviera éxito. El primer factor fue la alianza entre los militares de las minorías, el druso Salim Hatum y el alawí Salah Yadid28. El segundo factor fue la dominación de las minorías de todas las unidades militares importantes alrededor de Damasco. Así cuando se llevó a cabo el golpe, el presidente al-Hafez no pudo tener ningún apoyo directo de los generales sunitas que estaban liderando unidades alejadas de Damasco. El golpe tuvo diversas implicaciones. En primer lugar, los militares de las minorías aprovecharon la ocasión para depurar a gran parte de los oficiales sunitas aliados de al-

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MA´OZ, 1988, p. 35-36. El presidente Amin al-Hafez lideraba al grupo sunita, el druso Salim Hatum abanderaba a los suyos, mientras que al-Asad y Yadid lideraban al sector alawí. AL-RAZZAZ, M.: al-tayriba al-murra (La amarga experiencia), Beirut, 1967, pp. 149-155. 28 Después de 1963 la marginación de los sunitas dentro del Ejército sería evidente. Para Yadid y Hatum la victoria del Mando Nacional, que contaba con la simpatía de al-Hafiz, significaría el retorno de la dominación sunita en el ejército. SHIMALI, N.: Ayam hasima fi tarij al-hizb (Los días decisivos de la historia del partido), Muassasat al-Wahda, Damasco, 1969, pp. 228-235. 27

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Hafez; en segundo lugar, los integrantes del Mando Regional no tardaron en expatriar a los responsables del Mando Nacional y crear a una nueva Congreso Nacional bajo su control; en tercer lugar, se empezaron a entretejer una serie de redes para extender el dominio alawí sobre el Estado y el Ejército, ya que al-Asad asumió el cargo de ministro de Defensa y Yadid el de Secretario General del la Congreso Regional del partido29. Así, los baazistas regionales de las minorías pudieron durante tres años acabar con tres rivales fundamentales: los naseristas sirios en 1963, los Hermanos Musulmanes en 1964 y la vieja guardia del Baaz, apiñada en torno al Mando Nacional, con el golpe de 1966. CONFESIÓN DE LOS MIEMBROS DEL MANDO REGIONAL DEL BAAZ (1963-1966)

Confesión Suníes Alawíes Drusos Ismailíes Cristianos greco-ortodoxos

Nº de miembros 29 8 10 15 1

% 54.7 15.1 18.9 9.4 1.9

Fuente: Batatu (1999: 164)

1.1.2. La lucha por el poder entre al-Asad y Yadid Antes de abordar la lucha por el poder entre al-Asad30 y Yadid31, cabe destacar las características del nuevo régimen después del golpe contra Amin al-Hafez en 1966. El pequeño grupo de oficiales que compuso el Comité Militar no provenía de las clases tradicionalmente dominantes sirias. No pertenecía a las grandes familias comerciantes de Alepo y Damasco que constituían la clase que históricamente gobernó Siria desde la época de dominación otomana. Tampoco pertenecían a los grupos sociales que más 29

BATATU, H.: Syria's Peasantry, the Descendants of its Lesser Rural Notables, and their Politics, N.J.: Princeton University Press, Princeton, 1999, pp. 157-160; AL-RAZZAZ, 1967, pp. 161-168, 191. 30 Hafez al-Asad nació el 6 de octubre del 1930 en la ciudad de Qardaha en la provincia de Latakia de Siria occidental. El venía de una familia de la minoría alawí. Fue el primer miembro de su familia en asistir a la escuela secundaria. al-Asad pudo gobernar Siria por tres decadas, el país conocidos por su golpes militares, pues tras de la llegada de al-Asad al poder Siria poco a poco entró en una periodo de estabilidad que nunca tuvó antes. 31 Salah Yadid, una Alawi de la provincia occidental de Lattakia Siria, alcanzó prominencia dentro del Comité Militar secreta del partido Baath, que se había formado a finales de 1950. Mientras Yadid permanecido fuera de la vista pública, como segundo secretario del Partido al-Baaz, los hombres aliados que le llena los puestos más altos en el estado y el ejército: Nureddin al-Atassi, como presidente del partido, Presidente del Estado y más tarde el primer ministro, Yousuf Zouayyen, como primer ministro, Ibrahim Makhous como ministro de Asuntos Exteriores, Hafez al-Asad como ministro de Defensa, Abd al-Karim al-Jundi, como jefe de seguridad. Muchos de estos hombres fueron alawies (por ejemplo, todo lo anterior, excepto Atassi, un sunita, y Jundi, un sunita), dando al régimen de un carácter sectario. Varios militares fueron, y todos pertenecían en el ala izquierda del Partido al-Baaz.

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recientemente participaron en el gobierno, o sea los grandes terratenientes y nuevos empresarios industriales cuya emergencia en el escenario sirio data de los siglos XIX y XX, si bien ambos grupos tenían sus raíces en la clase comerciante. Ni siquiera tenían lazos de parentesco con los jefes beduinos. Más bien provenían de las capas más oprimidas de la sociedad siria, de las comunidades campesinas de la llanura de Latakia y del Yabal druso. Sus orígenes eran casi totalmente rurales y la mayoría de ellos pertenecía a la comunidad religiosa alawí, drusa o ismailí32, ya que dentro de la sociedad tradicional siria, el conflicto social fue canalizado a través de las adscripciones religiosas. El nuevo gobierno que se estableció después del golpe resultó ser el gobierno más extremista de la historia de Siria en el ámbito externo y el más radical en el ámbito interno. El país emprendió una guerra que estaba perdida de antemano y trató de reconstruir la estructura social siria desde arriba hacia abajo. Fue, además, un gobierno represivo que usaba la violencia contra sus enemigos internos, reprimiendo toda eventual amenaza ya fue real o imaginaria. Como hemos señalado anteriormente el Comité Militar fue perdiendo validez unos años después del golpe de 1963, pues una vez alcanzado el gobierno y dominado el Ejército tras el golpe de 1966 se hizo innecesaria la existencia de dicho comité. Uno de los resultados del golpe fue que Salah Yadid se convirtió en el verdadero hombre fuerte de Siria. A través de su cargo como Vicesecretario del Mando Regional del Baaz, Yadid pudo controlar el país, pero al mismo tiempo acrecentó la rivalidad con al-Asad33, a quien nombró ministro de Defensa después del golpe. Yadid colocó a tres médicos al frente del gobierno. Nur al-Din al-Atasi fue designado presidente del país, Yusuf Zuayin fue primer ministro e Ibrahim Maknus fue ministro de Asuntos Exteriores. El diario francés L´Orient en Beirut publicaría “Siria gobernada por tres médicos, entonces tendrá que estar enferma”. La elección de sunitas para ocupar las más altas instancias del Estado no era gratuita, sino venía impelida por una tradición de siglos atrás y se explicaba por la renuencia de Yadid a asumir riesgos innecesarios ante la opinión pública. Consciente de la turbulenta historia del país desde la independencia, Yadid concedió un gran protagonismo a los aspectos de seguridad y al Ejército para preservar su poder. Cuando Yadid empezó a fortalecer su influencia en el Ejército con el nombramiento de algunos de sus hombres a altos cargos comenzaron a deteriorarse las relaciones entre Yadid y al-Asad. Nombró, por 32 Estas comunidades rurales, que desde el punto de vista de la religión musulmana sunita eran heterodoxas, atribuyeron su marginación de los centros de poder en Siria a su heterodoxia. GALVANI, 1974, p. 69-70. 33 El énfasis que puso Yadid en la gestión de los asuntos internos civiles del nuevo régimen abrió el camino para que al-Asad fortaleciera su poder en el ejército, sobre todo después de haber sido nombrado ministro de Defensa. SEALE, 1989, p. 104-105.

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ejemplo, a Ahmad al-Suwaydani como Jefe del Estado Mayor del Ejército y a Abd al-Karim al-Yundi como jefe de los Servicios de Seguridad Nacional. A pesar de los obstáculos que encontraron en el camino y de su notable falta de experiencia gubernamental, el régimen neo-baazista mantuvo su programa de eliminar a la clase que tradicionalmente había dominado el país y se avino a remplazarla con una nueva clase más ideologizada. Esta nueva clase se crearía a través de la alianza entre las clases rurales educadas y las clases urbanas burguesas, las cuales apoyaron las políticas del régimen contra las privilegiadas elites urbanas. El régimen también acentuó los proyectos de nacionalización de la economía y de reforma agraria en todas las regiones del país. Los soviéticos, por su lado, decidieron apoyar al nuevo régimen neo-baazista después del golpe para así jugar un papel significativo en los proyectos para mejorar la infraestructura del país34. Tras el conflicto entre sunitas y alawíes dentro de las filas baazistas, emergió un nuevo enfrentamiento entre las propias minorías alawí y drusa. Como hemos tenido la oportunidad de ver anteriormente, los oficiales drusos apoyaron al golpe de Yadid contra la rama baazista nacionalista; de hecho, Salim Hatum jugó un papel relevante en la derrota de Amin al-Hafez. No obstante su determinante contribución, los drusos se sintieron marginados en el Congreso Regional del Baaz, celebrado de manera excepcional35. Mientras que los alawíes dominaban varios cargos altos como era el caso de al-Asad y otros oficiales del nuevo régimen, los drusos se sintieron engañados y utilizados por los oficiales alawíes con el fin de acabar con el Mando Nacional. Entre agosto y septiembre de 1966 el conflicto entre Hatum y los oficiales alawíes se agudizó cuando el Mando Regional del Baaz destituyó a varios oficiales drusos del Ejército36. El 8 de septiembre, Hatum aprovechó la visita de Yadid y el presidente al-Atasi a la ciudad drusa de Suwayda para lanzar su golpe, pero la postura militar de al-Asad contra el golpe lo hizo fracasar, provocando la huída de Hatum y sus hombres a Jordania. Uno de los efectos más importantes de este fracasado golpe fue la purga de buena parte de los oficiales drusos del Ejército y su reemplazo por 34

Dentro del proyecto de crear una infraestructura nacional, el régimen construyó el puerto de Tartus y amplió el puerto de Latakia. El comercio de tránsito constituía uno de los principales objetivos del gobierno sirio en aquella época. La construcción de carreteras y la ampliación de la red ferroviaria contribuyeron de manera importante a este comercio. El mayor de los proyectos fue la construcción de la presa del Eufrates, iniciada en 1968. Gracias a la presa la generación de energía eléctrica aumentó de manera significativa y también se duplicaron las zonas irrigadas del país, HINNEBUSH, 1985, p. 135. 35 BATATU, 1999, p. 171. 36 El 8 de agosto de 1966 el Mando Regional pudo detectar un plan secreto liderado por los baazistas drusos para realizar un golpe contra los regionales.

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oficiales alawíes37. El propio al-Asad, como ministro de Defensa, ratificó la expulsión de 400 oficiales del ejército durante los primeros meses de 1967. En este contexto tuvo lugar la guerra de los Seis Días en junio de 1967. La cual fue desde el 5 a 10 de junio de 1967, fue una guerra entre el ejército de Israel y los ejércitos de los estados vecinos de Egipto, Jordania y Siria. Al final de la guerra, Israel ocupó la península del Sinaí, la Franja de Gaza, la Ribera Occidental, Jerusalén oriental, y los Altos del Golán. Los resultados de la guerra afecta a la geopolítica de la región para este día38. La humillante derrota militar sufrida ante Israel fue seguida de las consiguientes recriminaciones en el seno del régimen sirio y, de manera particular, entre el Ejército liderado por al-Asad y la organización del partido controlada por Yadid. En la víspera de la guerra, Siria afrontaba una situación delicada con una gran inestabilidad política, por un lado entre los mismos miembros del Baaz y, por otro lado, entre el Baaz y el resto de fuerzas políticas sirias que habían sido ilegalizadas en 1963. A esta circunstancia habría de sumar otros elementos. El Ejército estaba dividido y debilitado como consecuencia de las continuas purgas dentro de sus rangos de oficiales; las relaciones regionales e internacionales también habían experimentado un evidente como consecuencia del baldío radicalismo del régimen; el desarrollo económico había sufrido un serio retroceso como consecuencia de las nacionalizaciones realizadas, en muchas ocasiones innecesarias. Tras la derrota militar ante Israel, aumentaron los choques entre el partido y los militares. Por un lado, los militares criticaban la política del gobierno que condujo el país hacia la guerra y, por otro lado, los miembros del partido señalaban la falta de experiencia y preparación de los militares, que había precipitado la derrota en el terreno de batalla39. Como resultado de la derrota de 196740, al-Asad no tardó en demostrar su rechazo a la política del gobierno de Yadid y empezó a preparar un contragolpe fortaleciendo su influencia sobre el Ejército y eliminando a los hombres de confianza de Yadid.

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VAN DAM, 1979, pp. 83-85. Para ver más sobre la guerra de 1967. OREN, M. B.: Six Days of War: June 1967 and the Making of the Modern Middle East, Oxford; New York, 2002; BOWEN, J.: Six Days: How the 1967 War Shaped the Middle East, Thomas Dunne Books, New York, 2005; WAGNER A. R.: Crisis Decision-Making: Israel's Experience in 1967 and 1973, Praeger, New York, 1974; HUSSEIN, K.: My War with Israel, Morrow, New York, 1969; CHACE, J.: Conflict in the Middle East, H.W. Wilson, New York, 1969. 39 HINNEBUSH, R.: Syria: Revolution from Above, Routledge, New York, 2001, p. 57. 40 al-Asad rechazó las declaraciones de los partidarios de Yadid que lo responsabilizaron de la derrota. Según al-Asad, él no fue el único responsable y fueron más bien las políticas de Yadid las que condujeron el país a un aislamiento regional e internacional antes de la guerra. 38

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¿Cuales fueron las posturas de las dos facciones después de la guerra de 1967? Estas divergían en varios aspectos. En primer lugar, en cuanto a la ocupación israelí al-Asad aceptó la resolución 242 del Consejo de Seguridad con el fin de romper el aislamiento regional e internacional de Siria. Al-Asad consideró que Siria no podría imponerse en el frente de batalla en solitario y tampoco recuperar los Altos del Golán por su cuenta. Por su parte, Yadid rechazó la resolución 242 al considerar que no contemplaba una solución para la cuestión palestina. Para Yadid, confiar en las decisiones internacionales para resolver el conflicto sería una perdida de tiempo. La experiencia de Argelia y Vietnam serviría a la rama de Yadid como ejemplo para apoyar una guerra de liberación popular. Por otro lado, al-Asad no respaldó la idea de movilizar a la población para lanzar una guerra de liberación, al considerar que ésta acabaría debilitando al Ejército en su lucha contra Israel. En segundo lugar, después de la guerra al-Asad exigió una redefinición de las prioridades establecidas por el gobierno al nivel de la política interior. A pesar de las diferencias ideológicas que existían en el ámbito doméstico, al-Asad destacó la importancia de unir las posturas internas y aliarse a las diferentes posturas árabes regionales frente al conflicto con Israel, aproximándose a otros países. Al contrario que Yadid, la revolución popular y un desarrollo socialista del país no fueron las prioridades de al-Asad después de la guerra. Para al-Asad la prioridad era recuperar los Territorios Ocupados y con este objetivo exigió al gobierno de Yadid la reconstrucción del ejército derrotado por la guerra. La rama de Yadid rechazó el llamamiento de al-Asad de cooperar con el resto de fuerzas políticas sirias, asegurando que el verdadero objetivo del programa de al-Asad era terminar con el modelo popular revolucionario en Siria41. En tercer lugar, en cuanto a las relaciones regionales e internacionales de Siria, al-Asad insistía que una alianza con Egipto sería la única forma de recuperar los Territorios Ocupados. Además, el ministro de Defensa reparó en la creciente riqueza de los Estados árabes petrolíferos, que valoraba como un importante recurso económico que podría contribuir a financiar a los Ejércitos árabes derrotados. En cuanto a las relaciones internacionales, al-Asad destacó la importancia de las relaciones exteriores y vio el acercamiento soviético-norteamericano a través de la resolución 242 como una gran oportunidad para resolver el conflicto en la zona. al-Asad también consideró que cortar las relaciones con las potencias internacionales que divergían del modelo revolucionario podría perjudicar a Siria en su conflicto con Israel. Al contrario que lo esperado por al-Asado, Yadid cortó las relaciones con los países árabes petrolíferos y rechazó las decisiones de la Cumbre Árabe en Jartum. En cuanto a las relaciones internacionales, la rama de Yadid 41

LAWSON, 1996, p. 53.

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tomó distancia de los países que consideraba reaccionarios y pro-imperialistas y fortaleció las relaciones con países que también adoptaron una ideología revolucionaria. Para Yadid, los Estados Unidos no era un país neutral en el conflicto sino un enemigo de las fuerzas árabes revolucionarias. Por último, en lo que respecta al papel que los fedayín palestinos deberían asumir en el conflicto, Yadid defendía que los fedayín representaban una parte importante de la revolución árabe, no sólo para recuperar Palestina sino también en la lucha contra el imperialismo y sus aliados reaccionarios. al-Asad, por el contrario, veía a los fedayín como guerrilleros desorganizados sin un papel determinante en el conflicto y que sólo daban pretextos a Israel para atacar a sus vecinos árabes y para recibir más armamento de los Estados Unidos42. El nombramiento de Mustafa Tlas como Jefe de Estado Mayor en febrero de 1967 fue un inteligente movimiento de al-Asad para arrinconar a Yadid y a sus partidistas. Tlas, un musulmán sunita, era uno de los mejores aliados de al-Asad, se oponía a la deriva radical del régimen y trabajó para eliminar a los aliados de Yadid. En las Congresos Nacional y Regional del Baaz celebradas en septiembre de 1968 emergieron con claridad dos sectores rivales: un sector militar liderado por al-Asad y un sector civil liderado por Yadid. Del 25 a 28 de febrero de 1969, tras una intentona golpista, al-Asad y su hermano Rifat fortalecieron su influencia en el país llegando a dominar los dos periódicos oficiales del gobierno y del partido –al-Zawra y al-Baaz- y las principales emisoras de radio de Damasco y Alepo. En las zonas principalmente alawíes, principalmente Latakia y Tartus, los aliados de al-Asad expulsaron a los aliados de Yadid de las oficinas del partido y del gobierno43. Con la muerte del todopoderoso Abd al-Karim al-Yundi44, responsable de los Servicios de Seguridad Nacional, Yadid perdió a un elemento central dentro del régimen lo que desequilibró de manera definitiva la balanza de poder entre al-Asad y Yadid. La crisis de Septiembre Negro de 1970, en el curso de la cual el Ejército jordano atacó a las milicias palestinas, marcó el último capitulo del conflicto entre al-Asad y Yadid. Como hemos tenido la oportunidad de señalar anteriormente, las diferencias de ambas partes en lo que respectaba a la consideración de la resistencia palestina eran abismales. al-Asad

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HOPWOOD, 1988, p. 50-51. SEALE, 1989, p. 151-152. 44 Yadid podía dominar a los servicios de seguridad e inteligencia a través de Abd al-Karim al-Yundi, director de la Seguridad Regional del partido desde septiembre de 1967. Después de la muerte del al-Yundi, el hermano del al-Asad Rifat se convirtió en la mano derecha de al-Asad en la lucha contra Yadid. BATATU, 1999, p. 172-173. 43

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consideró las actividades de los fedayín palestinos contra Israel desde los territorios sirios como un peligro para el propio régimen y también interpretó que las actividades de la resistencia palestina amenazaban la estabilidad interna de los mismos países árabes. Ante la pérdida de respaldos dentro del Ejército, Yadid no tardó en manipular a la organización palestina baazista al-Saiqa en su conflicto contra al-Asad, sobre todo cuando este último llegó a dominar los aparatos de seguridad y el Ejército. Tras el inicio de las hostilidades del septiembre de 1970, el gobierno de Yadid apoyó a los palestinos y permitió al Ejército de Liberación Palestina (bajo el mando del ejército sirio) que interviniese en favor de los palestinos. al-Asad, por su parte, se opuso a esta acción, como también se opuso a las acciones independientes de la resistencia palestina. Como responsable de las Fuerzas Armadas, al-Asad se negó a enviar fuerzas aéreas para defender a los palestinos en su batalla contra el Ejército jordano. La intervención de las potencias internacionales, además, tuvo un efecto negativo para Siria, incluso a los ojos de su valedor soviético. La intervención militar siria en el conflicto en Jordania afectó de forma negativa a Yadid, quien fue criticado por haber involucrado a su país en una maniobra extraordinariamente arriesgada sin obtener beneficio alguno. Al verse ultrajado, Yadid trató de separar a al-Asad y a su aliado Tlas de sus puestos en el Xº Congreso Nacional del Baaz celebrado en octubre de 1970. Ante estos movimientos, al-Asad decidió lanzar, coincidiendo con el último día del congreso el 13 de noviembre de 1970, un golpe incruento contra Yadid conocido como el Movimiento Rectificador. Los hombres de al-Asad jugaron un papel relevante en el golpe: su hermano Rifat se encargó de garantizar la seguridad en Damasco el día del golpe; Mustafa Tlas, el jefe de Estado Mayor, se ocupó de eliminar cualquier oposición al golpe entre los rangos del Ejército; y el general Muhamad al-Juli, un alawí que ocuparía el puesto de responsable de la Inteligencia Aérea, se encargó de capturar a Yadid y a sus hombres del partido45. A continuación, al-Asad designó personalmente a los nuevos miembros provisionales del Congreso Regional del Baaz entre personas de su absoluta confianza.

1.1.3. El Movimiento Rectificador de al-Asad Hemos visto anteriormente que después de la derrota en la guerra de los Seis Días, al-Asad realizó una serie de movimientos de cara a fortalecer su posición tanto en el Ejército como 45

SADIQ, 1993, pp. 35-37.

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en el Baaz. al-Asad llamó a su golpe el Movimiento Rectificador por tratarse, en su opinión, de un movimiento para rectificar la dirección política del régimen baazista y purgar el partido, empleando como pretexto la lucha contra la corrupción. Varios factores contribuyeron a que al-Asad pudiese llevar a cabo el golpe. En primer lugar, al-Asad logró situar en los meses previos a hombres de su confianza al frente del Ejército y los servicios de seguridad, cuyo respaldo era determinante para el triunfo del cuartelazo. En segundo lugar, el radicalismo de Yadid provocó la hostilidad de la sociedad siria hacia su régimen y un creciente distanciamiento entre el partido y el pueblo, sobre todo tras la derrota de 1967. En tercer lugar, después de la derrota militar en la guerra de los Seis Días, la postura de alAsad fue considerada más liberal que la de su rival Yadid en el gobierno y, en particular, en lo que se trataba de aspectos internos. Por eso el pueblo sirio recibió positivamente el golpe de al-Asad, esperando de esta manera acabar con las políticas dogmáticas del antiguo régimen46. Uno de los cambios más significativos respecto a las dinámicas precedentes, fue la decisión de Hafez a-Asad de ampliar la base de sus apoyos, consciente de que el mero control del Ejército y de los cuerpos de seguridad era insuficiente para garantizar una relativa paz social por un periodo extenso. Con el objetivo de cimentar su liderazgo, al-Asad reparó en la necesidad de hacer un esfuerzo integrador en el curso del cual el Baaz se aproximase a algunas formaciones políticas anteriormente proscritas o ilegales. al-Asad era plenamente consciente que su posición no tardaría en cuestionarse en el caso de que únicamente se apoyase en los sectores que, hasta aquel momento, se habían beneficiado de la llegada del Baaz al poder. Consideraba que además de dividir al país, dicha apuesta provocaría la caída del régimen tarde o temprano. Por eso llevó a cabo un esfuerzo integrador basado en tres elementos. El primer elemento era presentar ante la sociedad siria una nueva imagen de cómo operaba el régimen. El segundo elemento era la máxima movilización posible de las fuerzas sociales y políticas sirias en torno al régimen. El tercer elemento era fortalecer el poder del régimen a través de contener las fuerzas sociales y políticas dentro de sus departamentos gubernamentales47. Tras el Movimiento Rectificador, al-Asad trató de canalizar los apoyos sociales al régimen a través de unas nuevas organizaciones que colocó

46 Después de su golpe al-Asad visitó las provincias del país para demostrar al pueblo la diferencia con el antiguo régimen y para abrir una nueva página entre el pueblo y el régimen baazista. ZISSER, E.: Asad´s Legacy, Syria in Transition, New York University, New York, 2001, p. 8; ZIYADE, R.: al-salam al-dani, Mufawadat soriya-israeliya (La paz deseada: las negociaciones sirias-israelíes), Markaz Dirasat al-Wahda al-Arabiya, Beirut, 2005, p. 122. 47 SADIQ, 1993, p. 40.

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bajo su directa influencia. A través de esas organizaciones, al-Asad quiso en primer lugar demostrar al pueblo sirio el viaje registrado en la estructura del régimen baazista. En segundo lugar quiso crear nuevos espacios para que los sirios percibieran una mayor libertad de expresión, aunque en la práctica fue una libertad absolutamente controlada por el régimen. En sus primeros años de mandato presidencial, el nuevo líder fortaleció su poder interno y se dedicó a introducir mejoras en los terrenos social, político y económico. al-Asad dejó de lado la retórica de la lucha de clases abanderada por Yadid. Para fortalecer las relaciones entre el nuevo régimen y la sociedad civil, el presidente se aproximó a la clase media urbana, el punto débil del anterior régimen, y de manera particular a la pequeña burguesía damascena, lo que dio una gran estabilidad al régimen. Al-Asad percibió el papel que la clase media urbana podía tener en la reconstrucción del país y, todavía más, a la hora de dar la estabilidad interna de la que habían carecido sus antecesores en el cargo. Al contrario que Yadid, que llevó a cabo una radical política de nacionalizaciones, al-Asad dio plenas garantías al sector privado con el fin de revitalizar la economía del país. También revisó algunas de las medidas adoptadas por el anterior gobierno, en particular las referidas a la confiscación de propiedades privadas y revocó las leyes que impedían la salida y entrada al país y limitaban el comercio48. Al mismo tiempo aprobó una amnistía que benefició especialmente a todas aquellas personas encarceladas por su predecesor. Un régimen fuerte y estable era para al-Asad la única manera de resolver los problemas del país internos y sobreponerse a los efectos negativos de la derrota de 1967, tal como fue la ocupación de los Altos del Golán. Su experiencia en el poder desde 1963 fue extraordinariamente valiosa a la hora de dar estabilidad y seguridad al país. Fortalecer la unidad nacional fue una prioridad para al-Asad después de su golpe y con este fin destacó la importancia de cooperar con el resto de fuerzas políticas del país. al-Asad también se empeñó en mejorar las relaciones entre Baaz y el pueblo sirio. Después de su ruptura debido a las políticas extremistas de Yadid, al-Asad abrió el partido a todas las clases de la sociedad siria. Por último, al-Asad restringió las sofocantes medidas de seguridad y concedió una mayor libertad política que en épocas precedentes49.

48

MA´OZ, M.: Modern Syria: From Ottoman Rule to Pivotal Role in the Middle East, Sussex Academic Press, Brighton, 1999, p. 62. 49 ZIYADE, 2005, p. 125.

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Al igual que Yadid, su pertenencia a la minoritaria secta alawí le llevó a titubear a la hora de asumir la presidencia. De hecho, en los primeros meses en el poder se conformó con el puesto de primer ministro, aunque la necesidad de mantener un absoluto control sobre el nuevo régimen, una de sus obsesiones, le llevó a asumir la presidencia tras el referéndum celebrado el 12 de marzo de 1971. Tras la ratificación de una nueva Constitución el 31 de enero de 1973, al-Asad consolidó su poder al retener en sus manos los tres altos cargos más importantes dentro de la estructura estatal: la presidencia de la república, Secretario General del partido Baaz, y jefe general de las Fuerzas Armadas. A pesar de que mostró su disposición de integrar en las estructuras políticas a otras fuerzas políticas, al-Asad estableció una serie de líneas rojas, entre ellas que no se discutiese el liderazgo de Baaz en la sociedad siria. Durante los primeros años de su mandato el número de miembros de Baaz se disparó en todo el país, dado que se impuso la membresía en el partido a todos los funcionarios. La necesidad de mantener a los varios sectores sociales y políticos bajo la influencia del régimen fue uno de los motivos más importantes que llevó a la creación del Frente Nacional Progresista bajo el liderazgo del Baaz. Tras varias conversaciones con el resto de partidos políticos afines, el 7 de marzo de 1972 al-Asad creó el Frente Nacional Progresista en el que participaban el Partido Comunista Sirio, la Unión Socialista Árabe, el Movimiento Socialista Árabe y el Movimiento de los Unionistas Socialistas, que siguió las estrategias de Baaz en cuanto a la política interna y exterior. Sin embargo, el Baaz no permitió que los otros partidos que formaban parte del Frente Nacional Progresista realizaran actividades partidistas dentro del sector militar y estudiantil, para evitar que discutiera su monopolio en estos ámbitos vitales para el mantenimiento del régimen50. Solo el partido Baaz tenía el permiso de realizar actividades en esos dos sectores. Se puede concluir, a este respecto, que al-Asad tenía la intención de expandir la base social del régimen con la participación de todas las clases sociales. Con este objetivo, al-Asad convocó al pueblo sirio más de cinco veces a las urnas durante los primeros tres años de su régimen para votar sobre varias cuestiones tanto internas como externas51. Para controlar absolutamente todo aquello que ocurría en las provincias sirias, al-Asad estableció una estructura en la que el partido y los servicios de seguridad se reservaban los puestos de mayor responsabilidad. Cada provincia era dirigida por un triunvirato encargado 50

GALVANI, 1974, p. 93-94. Referéndum para la presidencia, elecciones para el parlamento, referéndum para la constitución, elecciones para las juntas locales, y referéndum sobre cuestiones exteriores en cuanto a la unión con Libia y Egipto. 51

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de organizar, administrar y, sobre todo, dar estabilidad. Estos triunvirato estaba compuesto por tres elementos: el secretario del Partido Baaz, al frente del Mando Regional del partido en la provincia, el gobernador, mano del gobierno en cada provincia, y, sin duda el más importante, el director de la seguridad política, que se encargaba de los servicios de seguridad en la provincia. Dada la importancia de este último elemento a la hora de preservar al régimen, el control de la seguridad era un dominio reservado de la secta alawí. Bajo esta estructura, al-Asad pudo controlar el país y, a la vez, tratar de mostrar a sus enemigos que el régimen no era sectario, ya que el poder lo compartía este triunvirato en el que sólo uno de los elementos era de adscripción alawí. El régimen de al-Asad tenía una doble estructura dirigente. El primer grupo tenía un rol menos influyente, mientras que el segundo era el que en realidad detentaba el poder en las áreas más sensibles para el régimen, especialmente la seguridad. La mayoría de los miembros del primer grupo pertenecían a la mayoría sunita, mientras que los del segundo a la secta alawí. Entre los miembros del primer grupo, al-Asad se rodeó de personas de absoluta confianza, muchos de ellos sunitas que eran colegas del partido o del Ejército52. Entre estos se encontraban Mustafa Tlas, ministro de Defensa; Abd al-Halim Jaddam, ministro de Asuntos Exteriores; Abdullah al-Ahmar, Vicesecretario general del Mando Regional; y Hikmat al-Shihabi, Jefe del Estado Mayor. En cuanto al segundo grupo, al-Asad lo necesitó para garantizar la estabilidad de su régimen. Estos fueron los directores de los servicios de seguridad e inteligencia (mujabarat), la mayoría proviniendo de la secta alawí. Entre este segundo grupo encontramos a: Ali Duba, director de la Inteligencia Militar; Muhamad al-Juli, director de la Inteligencia Aérea; Ali Aslan; y, por supuesto, el hermano de al-Asad, Rifat, el cual aumentó su influencia en el régimen a través de sus Brigadas de Defensa53. MANDOS DE LAS FUERZAS ARMADAS Y SERVICIOS DE INTELIGENCIA (1970-1997)

Nombre

Puesto

Lugar de nacimiento

Mustafa Tlas

Jefe del Estado Mayor (1968-1972) y ministro de Defensa (1972-2004) Jefe del Estado Mayor (1972-1974) y viceministro de

Rastam (Homs)

Sunní

Alepo

Cristiano grecoortodoxo

Yusuf Shakkur

52 53

Confesión

ZISSER, 2001, pp. 32-34. PIPES, D.: Greater Syria, The History of an Ambition, Oxford University Press, New York, 1990, pp.175-178.

38

Hikmat al-Shihabi

Nayi Yamil Adnan Dabbag

Muhamad al-Juli

Ali Haydar Rifaat al-Asad

Ali al-Madani

Adnan al-Asad

Ahmad Said Salih Ali Duba Abd al-Karim Razzuq Ali Aslan

Ali Salih Muhamad Nasif

Defensa y Exteriores Jefe de la Inteligencia Militar (1970-1974) y jefe del Estado Mayor (1974-1998) Jefe de la Oficina de Seguridad Nacional (1970-1978) Jefe de la Inteligencia General (1970-1976), ministro de Interior (1976-1980) Jefe de la Inteligencia Aérea y del Comité Presidencial de Inteligencia (19701987) y comandante en jefe de las Fuerzas Aéreas (1987-1994) Comandante del las Fuerzas Especiales (1968-1988) Comandante de las Fuerzas de Defensa (1971-1984) y vicepresidente de Asuntos de Seguridad (19841998) Comandante de la Policía Militar (1966-1976) y jefe de la Inteligencia General (1976-1979) Comandante de las Compañías de Combate desde 1973 Jefe de la Seguridad Política (1970-1987) Jefe de la Inteligencia Militar desde 1974 Comandante de las Fuerzas de Defensa Áreas (1970-1977) Comandante de las Fuerzas De Defensa Árabes sirias en Líbano (1976-1978) y jefe del Estado Mayor desde 1998 Comandante de las Fuerzas de Defensa Áreas desde 1977 Jefe de la Seguridad

39

al-Bab (Alepo)

Sunní

Dayr al-Zawr

Sunní

Alepo

Sunní

Bayt Yashut (Yabla)

Alawí (clan Haddadin)

Hillat Ara (Yabla)

Alawí (clan Haddadin)

Al-Qardaha

Alawí (clan Kalbiya)

Hama

Sunní

Al-Qardaha

Alawí (clan Kalbiya)

Al-Mujaram (Homs) Qurfaysh (Yabla)

Alawí (clan Jayatin)

Al-Mujaram (Homs)

Alawí (clan Jayatin)

Al-Qabu (Yabla)

Alawí (clan Kalbiyya)

Safita

Alawí (clan Marawira)

Al-Laqba (Masiaf)

Alawí (clan

Alawí (clan Matawira)

Adnan Majluf

Shafiq Fayyad

Ibrahim al-Safi Nazih Zurayr Subhi Haddad Fuad al-Absi

Adnan Badr Ibrahim Huwaya Mayid Said Gazi Kanaan Ali Malahafyi Basel al-Asad

Ali Habib Bashar al-Asad

Bashir al-Nayyar

Interna de la Inteligencia General Vicecomandante de las Compañías de Defensa (19711979) y comandante de la Guardia Republicana (19791995) Comandante de la VIIª División de Infantería (19731978) y de la IIIª División Armada (1978-1992) Comandante de la Iª División Armada Jefe de la Inteligencia General (1974-1984) Comandante de la Fuerza Área (19781987) Jefe de la Inteligencia General (1984-1987) y gobernador de Homs Jefe de la Seguridad Política desde 1987 Jefe de la Inteligencia Aérea desde 1987 Jefe de la Inteligencia General (1987-1994) Jefe de los Servicios de Inteligencia en Líbano Comandante de la Fuerza Aérea (19871994) Responsable de la Guardia Republicana (19871994) Comandante de las Fuerzas Especiales desde 1994 Responsable de la Guardia Republicana desde 1994 Jefe de la Inteligencia General desde 1994

40

Kalbiyya) Bustan al-Basha (Yabla)

Alawí (clan Haddadin)

Ayn al-Arus (Yabla)

Alawí (clan Kalbiyya)

Al-Sharashir (Yabla) Al-Qariatayn (Homs)

Alawí (clan Jayatin)

Hama

Sunní

Jobar (Damasco)

Sunní

Homs

Alawí (clan Jayatin)

Bayt Yashut (Yabla)

Alawí (clan Haddadin)

Damasco

Sunní

Bahmara (Yabla)

Alawí (clan Kalbiyya)

Alepo

Sunní

Damasco

Alawí (clan Kalbiyya)

Safita

Alawi (clan Matawira)

Damasco

Alawí (clan Kalbiyya)

Damascco

Sunní

Suní

Por adscripción confesional Alawíes Sunníes Cristianos

19 11 1

61.3% 35.5% 3.2%

Por clanes alawíes Kalbiya Haddadin Jayatin Matawira

8 4 4 3

42.1% 21.05% 21.05% 15.8%

Fuente: Batatu (1999: 218-224)

Como hemos tenido la oportunidad de comprobar, durante sus primeros años en el poder al-Asad se concentró en fortalecer su poder a nivel interno y estabilizar un país que hasta aquel entonces era el que más golpes militares había registrado en todo el mundo árabe. La estabilidad interna ayudó a que al-Asad fortaleciera su posición y se estableciera varias alianzas a nivel regional para preparar una eventual guerra contra Israel. Para al-Asad la derrota de 1967 no marcó el final del conflicto árabe-israelí y este sabía que la única posibilidad de derrotar a Israel era a través de la unión de las fuerzas árabes, independientemente de su orientación ideológica.

1.2. LA POLÍTICA REGIONAL DE AL-ASAD 1.2.1. La reconstrucción de las relaciones entre Siria y sus vecinos Tras la derrota en la guerra de los Seis Días en 1967, Siria se distanció de la mayoría de países árabes de la región concentrándose en fortalecer sus relaciones con los países árabes del frente progresista. La política regional del régimen de Yadid fue una de las mayores causas de su conflicto con al-Asad. El gobierno de Yadid clasificó a los regimenes árabes como progresistas o reaccionarios y centró todos sus esfuerzos en la cooperación con los primeros. al-Asad tendía hacía una posición más acorde con la tradicional baazista en lo que se refería a la cooperación con el resto del mundo árabe. al-Asad argumentaba que los territorios árabes ocupados sólo podrían recuperarse mediante la acción coordinada de los distintos países árabes, en especial Siria y Egipto pero con la ayuda de los países 41

productores de petróleo, y de esta forma descartó el binomio progresista-reaccionario de Yadid. Por dos razones al-Asad valorizó la importancia de cooperar con los países árabes petrolíferos. En primer lugar, después de la destrucción de los ejércitos árabes tras la guerra de 1967, al-Asad miró hacia la riqueza de los países árabes petrolíferos para financiar la compra de armamento por parte de los ejércitos árabes derrotados. En segundo lugar, alAsad consideró la importancia de usar el petróleo como arma para presionar a los los Estados Unidos y a los países europeos a favor de la retirada israelí de los Territorios Ocupados y solucionar el problema palestino. La mejora de las relaciones regionales siria fue una de sus prioridades en su política exterior durante sus primeros años en el poder54. Diez días después de llegar al poder, al-Asad hizo un viaje a Egipto con el fin de renovar las relaciones estratégicas con el presidente Anuar al-Saadat55, que había asumido la presidencia tras la muerte de Gamal Abd al-Nasser a finales de septiembre, y declaró desde El Cairo el retorno de Siria al ámbito árabe, poniendo así fin al boicot impuesto por el régimen de Yadid. Al mismo tiempo, al-Asad entabló conversaciones con Egipto, Libia y Sudán con el objetivo de crear una federación árabe y restaurar la cooperación con dichos países árabes. Siendo un nacionalista árabe y queriendo forjar más alianzas para su próxima guerra contra Israel, al-Asad también quiso renovar las relaciones con los países árabes del Magreb, tales como Túnez y Marruecos56. En cuanto a Arabia Saudí, al-Asad renovó las relaciones con este país árabe petrolífero y trabajó para la creación de un eje árabe saudita-egipcio-sirio, siguiendo la estela de otros dirigentes sirios como Adib Shishakli. Volvió, por ejemplo, a abrir el oleoducto Tapline que exporta el petróleo saudí a través del puerto libanés de Sidón tras atravesar el territorio sirio. También ordenó suspender las emisiones de una emisora de radio, que en cierta medida emulaba la Voz de los Árabes naserista, que llamaba al derrocamiento de los regimenes reaccionarios petrolíferos en la península Árabe57. Por último, al-Asad no se olvidó de Irak, país con el que Siria había barajado federarse tras alcanzar la independencia,

54 YA`FARI, B.: al-siyasa al-jariyiya al-suriya, 1946-1982 (La política exterior siria. 1946-1982), Dar Tlas, Damasco, 1987, pp. 100-101. 55 al-Saadat fue el tercer presidente de Egipto, que actúa entre el 15 de octubre de 1970 hasta su asesinato el 6 de octubre 1981. En sus once años como presidente, cambió la dirección de Egipto, con salida de algunos de los principios económicos y políticos del nasserismo por reinstaurar el sistema multipartidista y el lanzamiento de la infitah hacia el Occidente. La victoría en la Guerra de Octubre de 1973 hizo de él un héroe egipcio. Pero su Israel y hacer la paz con los israelíes se hizo a expulsar Egipto de la Liga Árabe. 56 Marruecos envió una unidad para pelear en la guerra de 1973 contra Israel y muchos de sus soldados perecieron en esta guerra. 57 SUNAYAMA, S.: Syria and Saudi Arabia: Collaboration and Conflicts in the Oil Era, Tauris Academic Studies, New York, 2007, p. 34.

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y barajó en un primer momento una reconciliación con Bagdad, opción que quedó descartada por la rivalidad entre el Mando Regional y el Mando Nacional del Baaz58. En cuanto a las relaciones con Jordania, durante muchos años las relaciones entre los dos países fueron tensas e inestables y el rey de Jordania consideraba al régimen de Damasco como enemigo más que amigo. La primera razón era el discurso revolucionario del antiguo régimen de Damasco ante la monarquía en Jordania. La segunda razón fue la derrota de 1967, tras la cual los jordanos acusaron a Siria de no haber protegido Cisjordania. La tercera razón fue la crisis de Septiembre Negro en 1970 y el apoyo sirio a los palestinos. Por su lado, al-Asad no confiaba en el rey Husayn, sobre todo por sus relaciones secretas con los lideres laboristas israelíes. Además, durante este periodo al-Asad buscaba aliados para su guerra contra Israel y era consciente que el rey Husayn no favorecía una guerra que podría poner a su propia monarquía en peligro59. De lo anteriormente dicho se puede concluir que al-Asad modificó notablemente las relaciones con sus vecinos árabes para poner fin al aislamiento sirio registrado como consecuencia de su discurso revolucionario. al-Asad, al contrario, tuvo un enfoque pragmático y se interesó por reanudar la cooperación con los países árabes y de esa manera fortalecer su régimen política, económica y militarmente. De hecho, el golpe de al-Asad fue recibido positivamente por los estados árabes de la zona que respiraron con alivio tras la caída de Yadid, ya que muchos de ellos atribuían a las políticas extremistas del antiguo régimen la causa de la guerra de 1967. al-Asad no solo pretendía el fortalecimiento de las relaciones con los países árabes petrolíferos como potencial recurso financiero para restaurar a su ejército. Además buscaba una mejora de sus relaciones con los países occidentales, especialmente con los Estados Unidos, el principal aliado internacional de los países del Golfo.

58

En 1968 los nacionalistas baazistas iraquíes, liderados por Michel Aflaq, llevaron a cabo un golpe de Estado. La llegada al poder del Baaz en Irak no sirvió para mejorar las relaciones entre ambos países, sino todo lo contrario ya que las dos principales tendencias de Baaz (el Mando Regional y el Mando Nacional) entraron un una lucha para liderar el panarabismo en el mundo árabe, sobre todo tras la muerte de Naser. 59 Durante la primera mitad de la década de los setenta, el rey Husayn tanteó el terreno para entrar en unas negociaciones de paz con Israel y temía empezar otra guerra que impidiese alcanzar un compromiso en torno al futuro de Cisjordania. El rey jordano miraba a las preparaciones sirio-egipcias para la guerra con gran preocupación. Durante la guerra de 1967 este perdió la mitad de su reino y no tenía intención de iniciar otra guerra que pusiera en peligro la otra mitad. Por esta razón el rey Husayn, en sus conversaciones con Kissinger, demostró posturas flexibles en cuanto a la paz con Israel.

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1.2.2. La alianza sirio-egipcia en la guerra de Octubre Desde su llegada al poder, al-Asad quiso redimir el honor del Ejército sirio derrotado en 1967 y recuperar el Golán, ya que el ahora presidente ocupó la cartera de Defensa durante la guerra de los Seis Días. al-Asad interpretó que cualquier nueva guerra contra Israel debía requerir una mayor planificación y, sobre todo, coordinación con la otra gran potencia árabe del Frente de Confrontación: Egipto. Después de la derrota de 1967, ambos países consideraban prioritario recuperar los Territorios Ocupados por Israel y restaurar la credibilidad en el estamento militar, al que tanto al-Asado como al-Saadat pertenecían. El presidente sirio, además, desconfiaba de las iniciativas diplomáticas para solucionar el conflicto, debido a que consideraba que no serían aceptables mientras no existiese un desequilibrio de fuerzas a favor de Israel. Por último, al-Asad calculó que Israel no estaría dispuesto a abandonar las tierras ocupadas por medio de negociaciones60. Ante esta situación, al-Asad colaboró con el nuevo líder de Egipto al-Saadat para lanzar una guerra por sorpresa contra Israel. Como hemos señalado más arriba, tras su llegada al poder al-Asad realizó ímprobos esfuerzos por romper el aislamiento regional e internacional de Siria y, al misma tiempo, buscar aliados para su guerra contra Israel. al-Asad vio en al-Saadat, más que en otros lideres árabes como el rey Husayn de Jordania o Ahmad Hasan al-Baker de Irak, un gran aliado para su guerra por varias razones. En primer lugar, como nacionalista árabe al-Asad consideró importante la formación de un eje sirio-egipcio que respaldase las cuestiones árabes. Unidos los dos países, los árabes se fortalecerían; separados, los árabes se verían debilitados ante la amenaza israelí. En segundo lugar, para al-Asad abrir dos frentes contra Israel tenía una importancia estratégica y no sólo táctica. En tercer lugar, Egipto cumplía un papel importante en el conflicto árabe-israelí, ya que era una prioridad desde la época de Naser durante su mandato y no era probable que su sucesor al-Saadat abandonara esta estrategia sin recuperar antes el Sinaí. En último lugar, a pesar de la derrota de 1967 la capacidad militar de Egipto quedó probada durante la guerra de desgaste mantenida los años posteriores, que además reforzó su aparato militar. Todos estos factores condujeron a al-Asad a fortalecer sus relaciones con al-Saadat poco después de su llegada al poder61. 60 ZISSER, E.: Asad of Syria: The Leader and the Image, The Moshe Dayan Center for Middle Eastern and African Studies, Tel Aviv, 1994, p, 7-8. 61 Las reuniones que precedieron a la creación de la Unión de las Repúblicas Árabes formada en abril de 1971 también sirvieron de reuniones secretas de los dos presidentes para preparar la guerra. A finales de ese mismo año, ambas partes dieron un paso de gigante en los preparativos de la guerra al designar al general Muhamad

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No obstante la existencia de estos intereses comunes, las diferencias entre ambos líderes eran notables, como se puso de manifiesto en los meses siguientes. El 4 de febrero de 1971, al-Saadat presentó una iniciativa para abrir el canal de Suez y emprender relaciones diplomáticas con los Estados Unidos y negociaciones de paz con Israel. En julio de 1972, el presidente egipcio expulsó a una gran parte de los expertos militares soviéticos que trabajaban en suelo egipcio. Pronto empezó a manifestarse que al-Saadat pensaba que sólo una guerra sería capaz de romper la parálisis de la comunidad internacional ante el conflicto en Oriente Medio. La decisión de expulsar a los expertos soviéticos fue a la vez un acto de represalia ante el retraso de Moscú en el envío de armas avanzadas a Egipto y un gesto positivo hacia los norteamericanos, que dudaban de las promesas egipcias62. Para prevenir una ruptura entre Moscú y El Cairo, al-Asad jugó un papel importante en acercar las posiciones soviético-egipcias al considerar que un enfriamiento de las relaciones perjudicaría a Siria, quien preparaba la guerra contra Israel63. El paso más significativo hacia la guerra se dio en agosto de 1973, cuando el comité militar sirio-egipcio en una reunión secreta en Alejandría fijó una fecha para lanzar la ofensiva64. La capacidad militar siria para la guerra de 1973 era muy superior a la de 1967, cuando se perdieron los Altos del Golán65. al-Asad no sólo confiaba en recuperar dicho territorio ocupado, sino que también aspiraba a modificar la repartición de fuerzas existentes en el conflicto para desequilibrarla a favor de los árabes. No obstante, los dos presidentes árabes divergían en sus objetivos de guerra. Por un lado, al-Asad necesitaba la guerra para demostrar su fuerza y firmeza en su objetivo de recuperar los Altos del Golán y presionar a Israel a retirarse de los Territorios Ocupados palestinos. Por otro lado, al-Saadat creía en el Sadiq como jefe de los dos ejércitos e intensificar las presiones a la Unión Soviética para obtener armamento. ZIYADE, 2005, p. 128. 62 Durante los primeros años de la década de los setenta, el presidente egipcio quiso aproximarse a Occidente y, sobre todo, a los Estados Unidos. El 25 y 26 de febrero de 1973, el Consejero de Seguridad Nacional de alSaadat, Hafiz Ismail, realizó una visita secreta a Washington. Tras dos días de conversaciones entre Ismail y Kissinger, este último no dio credibilidad a la voluntad de al-Saadat de hacer la paz con Israel y renovar las relaciones con el Occidente. Cabe decir que en aquella época Kissinger estaba interesado en mantener el statu quo entre los árabes e Israel. KISSINGER, H.: White House years, Little, Brown, Boston, 1979, pp.1292-1299; BREGMAN, A.: The Fifty Years War: Israel and the Arabs, NY: TV Books, New York, 1999, pp. 130-133. 63 Después de la crisis soviética-egipcia en 1972, los soviéticos aumentaron su ayuda bélica a los dos países árabes (Siria y Egipto) para no perder a sus aliados en la zona y en 1973 los sirios y egipcios pudieron armar a sus fuerzas aéreas y terrestres para la guerra. SEALE, 1989, p. 191-192. 64 BREGMAN, 1999, pp. 136-138. 65 El frente sirio contaba con más de 55,000 soldados, 770 tanques de combate, 1500 piezas de artillería, varias rampas de lanzamiento de misiles de SAM soviéticos. Además disponía de una fuerza aérea de más de 300 aviones de combate. DUPUY, T.: Elusive Victory; The Arab-Israeli Wars, 1947-1974, Haper and Row, New York, 1978, pp. 440-442; MA´OZ, M.: Syria and Israel: From War to Peacemaking: Clarendon Press, Oxford, 1995, p. 129.

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uso de la guerra para acabar con la situación de apalancamiento en el conflicto y movilizar a la comunidad internacional y, sobre todo, a los Estados Unidos. Por esta razón, al-Saadat se conformaba con una guerra limitada que mejorase la posición egipcia en sus futuras negociaciones con Israel. Este objetivo devino aún más importante tras el fracaso de sus conversaciones secretas con los norteamericanos entre 1971 y 1973 de llegar a un acuerdo con Israel a través de una retirada de los Territorios Ocupados en la península de Sinaí. Se puede decir entonces que la guerra de Octubre era para al-Asad una guerra para recuperar honor y territorio mientras que para al-Saadat era una guerra para entablar, desde una posición de fuerza, las negociaciones con Israel. En este punto, el presidente sirio estaba informado de las intenciones de su homólogo egipcio y contempló con satisfacción el fracaso de sus tentativas de acercamiento a los Estados Unidos, en tanto en cuanto le permitiría atraer a Egipto hacia el frente árabe contra Israel. Lo que ignoraba al-Asad era que la guerra para al-Saadat tan sólo era una estrategia para despertar el proceso de paz con Israel66. A pesar del desacuerdo entre Siria y Egipto sobre los objetivos de la guerra, ambas partes pudieron mantener el elemento sorpresa de la guerra, el cual fue un factor muy importante en los primeros días del enfrentamiento. Sin necesidad de entrar en los detalles de la guerra, cabe destacar que los egipcios pudieron destruir la línea Barlif y hacer pasar a más de 100.000 soldados a la parte este del canal y, a la vez, los sirios consiguieron atravesar las fortificaciones de los israelíes en los Altos del Golán y desplazar a más de 35.000 soldados con tanques. En menos de una hora, los sirios tomaron el monte Hermón67. Al final del primer día de la guerra los árabes habían destruido más de 300 tanques israelíes y los misiles de SAM soviéticos habían debilitado el papel de las Fuerzas Aéreas israelíes. De esta manera consideraron redimido el deshonor vivido en 1967. Pero tras este exitoso arranque de la ofensiva, al-Saadat detuvo su avance en la península de Sinaí y empezó a ejecutar su plan de guerra limitada. Durante los días siguientes, los sirios lucharon solos contra los israelíes en los Altos del Golán. El 7, 8 y 9 de octubre, las fuerzas sirias sufrieron los ataques de la Fuerza Aérea israelí, la cual hizo retroceder a los sirios

66

El general Said al-Din al-Shazli, quien fue jefe del Estado Mayor egipcio antes y durante la guerra de 1973, demostró la duplicidad del presidente egipcio en cuanto a su compromiso con los sirios. Antes de iniciarse la guerra, el líder egipcio reunió a sus generales a los que les explicó que bastaba con un ataque limitado, pese que el plan Granite 2, pactado con los sirios, contemplaba una entrada al este del canal de Suez con un avance de 45 kilómetros. al-Asad consideró esta duplicidad como una traición. 67 DUPUY, 1978, pp, 445-448.

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hasta la Línea Azul establecida en la guerra de 1967. Durante varios días, los sirios esperaron en vano que las tropas egipcias prosiguiesen su avance, pero estos permanecieron en sus posiciones al este del Canal y así los israelíes pudieron concentrar sus fuerzas en el norte destruyendo al Ejército sirio en el Golán. El día 13 de octubre, el Ejército sirio contabilizaba ya 800 tanques de combate destruidos, 6.000 víctimas y más de tres billones de dólares perdidos68. Ante esta situación, Hafez al-Asad se vio obligado a pasar a la defensiva atrincherándose en Damasco69. Aunque el envío de varios destacamentos por parte de los países árabes permitió restaurar cierto equilibrio en el frente de batalla70, lo cierto es que fue la intervención de la Unión Soviética, que amenazó con intervenir en el caso de que la capital siria cayera en manos israelíes, la que puso fin a la guerra71. La guerra tuvo implicaciones diferentes para los dos líderes árabes. Desde los primeros días de la guerra, al-Saadat mantuvo conversaciones secretas con los norteamericanos asegurándoles su disposición de hacer la paz con Israel con la condición de que este último se retirara hasta las fronteras de 1967. al-Asad, al contrario, consideró que sólo en el caso de imponerse en el terreno de batalla podría reinstaurarse un equilibrio entre árabes e israelíes, indispensable para recuperar los territorios árabes ocupados por Israel.

68 ATAIA, A.: Estratiyiya al-hurub al-`arabiya al-isra´iliya (La estrategia de las guerras Árabes-Israelíes), Dar almanar, Beirut, 1997, pp. 209-212. 69 Esto representó un golpe para las aspiraciones de al-Asad de recuperar los Altos del Golán e invertir la situación regional a favor de los árabes en las negociaciones. Mientras que al principio de la guerra al-Asad era ofensiva, de repente su situación cambió a la defensiva y su capital corrió el riesgo de caer en manos israelíes. DUPUY, 1978, p. 532. 70 Como hemos señalado anteriormente, al-Asad contaba con iniciar la guerra con un respaldo árabe económico y militar, ya que para al-Asad la cooperación árabe en este conflicto era una de las condiciones esenciales para poder derrotar a Israel. El apoyó árabe durante los últimos días de la guerra salvó a al-Asad de los ataques israelíes. El 10 de octubre los iraquíes enviaron más de 100 aviones de combate, 300 tanques y 18.000 soldados. Además participaron unidades del Ejército saudí, marroquí y jordano. SEALE, 1989, p. 215. 71 Para más sobre la guerra de octubre de 1973 véase. HAYKAL, M. H.: The Road to Ramadan, Quadrangle, New York, 1975; BOYNE, W. J.: Two O'Clock War: The 1973 Yom Kippur Conflict and the Airlift that Saved Israel, Thomas Dunne Books, New York, 2002; KILLEN, A.: 1973 Nervous Breakdown: Watergate, Warhol, and the Birth of post-Sixties America, Bloomsbury, New York, 2006; ASHER, J.: Duel for the Golan: the 100-Hour Battle that Saved Israel, Morrow, New York, 1987.

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1.2.3. El panorama regional sirio a mediados de los setenta Tras cinco años de liderazgo, al-Asad efectuó varios cambios significativos en Siria tanto en el aspecto interno como regional, convirtiendo a Siria en un jugador importante en los acontecimientos políticos de la región de Oriente Medio. Varios investigadores72 han abordado dicha transformación en Siria desde la llegada de al-Asad al poder en 1970. Antes de la llegada de al-Asad, Siria tenía un papel limitado en la región y se encontraba en el medio de una lucha entre Egipto e Irak para influirla. La cooperación con Egipto y la guerra de Octubre de 1973 contra Israel fue un acontecimiento trascendental que fortaleció el papel de Siria en la región. En cierta medida, la guerra de Octubre puso fin a los conflictos internos y benefició a al-Asad que gozó de un apoyo popular nunca antes recibido por ningún presidente sirio. Siria se transformó de un país débil en la época pre-alAsad a un país con mayor poder y con la posibilidad de influir a nivel regional. Las rondas de negociaciones después de la guerra también le dieron a al-Asad la oportunidad de devenir el centro de atención en el mundo árabe y a nivel internacional, sobre todo durante las rondas que llevó a cabo el Consejero de Seguridad Nacional americano Henry Kissinger. Durante las conversaciones con la Administración de Nixon, al-Asad mantuvo una posición de firmeza exigiendo recuperar la totalidad de los Altos del Golán y la solución de la cuestión palestina como condiciones para cualquier acuerdo con Israel. El acercamiento de al-Saadat hacia el Occidente y sus negociaciones con Israel para firmar un segundo acuerdo de separación de fuerzas en el Sinaí bajo mediación de Kissinger llevó a que al-Asad se aproximase a la OLP, a la que reconoció como única y legitima representante del pueblo palestino en detrimento de Jordania. Con su apoyo a la OLP, alAsad quiso fortalecer sus relaciones a nivel regional y arrebatarle a al-Saadat el papel de paladín de la cuestión palestina que anteriormente había desempeñado Naser. Con dicho gesto, al-Asad pretendía también marginar a Egipto en la región, sobre todo en todo lo que respectaba al conflicto con Israel73. Lamentablemente al-Asad era consciente que la salida de Egipto del frente de confrontación hacía inviable cualquier eventual iniciativa bélica contra Israel. Quizás por esta razón empezó a reclamar la unidad política y militar árabe. 72SEALE,

P.: Asad of Syria: The Struggle for the Middle East, CA: University of California Press, Berkeley, 1989; MA´OZ, M.: Asad, The Sphinx of Damsacus, Wheatland Corporation, New York, 1988; MA´OZ, M.: Syria under Assad: Domestic Constraints and Regional Risks, Martin's Press, New York, 1986; BERBEROGLU, B.: Power and Stability in the Middle East, Atlantic Highlands, N.J., USA: Zed Books, London, 1989; ZISSER, E.: Asad of Syria: The Leader and the Image, The Moshe Dayan Center for Middle Eastern and African Studies, Tel Aviv, 1994. 73 MA´OZ, 1986, p.196.

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En una importante visita de al-Asad a Líbano, realizada el 7 de enero de 1975 poco antes del estallido de la guerra civil, dejó claro que Siria aspiraba a fortalecer la relación entre ambos países y reconstruir la Gran Siria (Bilad al-Sham), extendiendo sus zonas de influencia en la dirección de tres grandes vectores: oeste, sudoeste y sur; es decir Líbano, Palestina e, incluso, Jordania74. Además de introducir a Siria en los asuntos palestinos y libaneses, al-Asad también consideró imprescindible, ahora que El Cairo se alejaba de Damasco, restablecer sus relaciones con la monarquía jordana. El 10 de junio de 1975, al-Asad realizó una visita oficial a Jordania para reunirse con el rey Husayn en Amman en la que sería la primera visita de un presidente sirio a Jordania desde los disturbios de 1957. En Amman, al-Asad resaltó la importancia de retomar la cooperación entre los países de Bilad al-Sham para enfrentar al enemigo común israelí y restablecer los derechos del pueblo palestino. Esta ocasión también le ofreció al rey Husayn la oportunidad de manifestar su descontento ante la política de Kissinger en las negociaciones entre los árabes e Israel, que dejaban de lado la opción jordana. Ante esta coyuntura adversa, el monarca jordano no tardó en demostrar sus intenciones de mejorar sus relaciones con Siria y en agosto del mismo año realizó una visita oficial a Damasco, constatando la importancia del papel de Siria en las cuestiones regionales. Así, las relaciones sirio-jordanas pasaron por un largo “mes de miel” tras varios años de inestabilidad política. al-Asad era consciente de la inutilidad militar de su acercamiento a los palestinos y jordanos, sin embargo le interesaba extender su influencia en el ámbito regional, mas aún con la salida de al-Saadat del conflicto. La tardía contribución de los iraquíes a la guerra de Octubre de 1973 no significó la mejora de las relaciones entre las dos tendencias del partido Baaz. Tras la firma del acuerdo de separación de fuerzas entre Israel y Siria, los iraquíes renovaron sus ataques contra el régimen baazista en Damasco acusando a al-Asad de abandonar a los derechos palestinos. También se agudizó el conflicto entre ambas partes en otro aspecto: la distribución de agua del río Éufrates. El desarrollo económico de Irak después del boom petrolífero de los años setenta le abrió la oportunidad de aspirar al liderazgo del mundo árabe que dejaba vacante Egipto con su aproximación a los Estados Unidos75. Por varios años, los dos regímenes

74 ÁLVAREZ-OSSORIO, I.: El proceso de paz de Oriente Medio, Historia de un desencuentro, Agencia Española de Cooperación Internacional, Madrid, 1999, p. 120; TAYLOR, A.: The Arab Balance of Power, Syracuse University Press, Syracuse, 1982, p.62-63. 75 BERBEROGLU, 1989, p. 38-39.

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baazistas rivalizaron entre ellos para extender su influencia sobre los países árabes de la zona y sobre la resistencia palestina. Como hemos tenido la oportunidad de comprobar, desde su llegada al poder en 1970 alAsad reconoció la importancia de fortalecer sus relaciones con los países árabes petrolíferos ya que el capital generado por el petróleo podría financiar la reconstrucción del Ejército sirio. Tras la guerra de Octubre, Arabia Saudí emergió como una potencia regional y consolidó su posición frente a sus rivales ideológicos en la zona. Las posturas pro-árabes del rey Faysal y su uso del petróleo como un “arma positiva” para recuperar los Territorios Ocupados produjeron un gran acercamiento entre Arabia Saudí y Siria. al-Asad perdió a un gran aliado cuando el carismático rey Faysal fue asesinado en marzo de 1975 y fue reemplazado por el pro-occidental Jalid ben Abd al-Aziz76. A pesar de la mejora en sus relaciones regionales a mediado de los setenta, al-Asad enfrentaba un escenario complejo en la región. En primer lugar desconfiaba de al-Saadat, sobre todo después de que este firmara el Acuerdo de Sinaí II con Israel por el que se comprometía a evitar la opción armada para resolver sus disputas territoriales. En segundo lugar, Siria e Irak mantenían sus diferencias por sus distintas tendencias en el partido Baaz y por liderar el panarabismo tras la salida de Egipto del conflicto árabe-israelí. En tercer lugar, al-Asad perdió el apoyo de Arabia Saudí con el asesinato del rey Faysal, quien lideró el boicot de petróleo contra Occidente tras la guerra de Octubre. En cuarto lugar, al-Asad se encontró en una situación delicada después del Acuerdo de Sinaí II entre al-Saadat e Israel, dado que se demostró como la antesala para un futuro tratado de paz. Como arquitecto de la política estadounidense a mediados de la década de los setenta, el realista Henry Kissinger apostó por el establecimiento de una alianza egipcia-israelí-iraní con los objetivos de fortalecer la influencia estadounidense en Oriente Medio y marginar a los soviéticos en la zona, así como aislar regionalmente a Siria para evitar que llevase a cabo otra guerra contra Israel. Sin embargo, todo ello no impidió que al-Asad tomase sus propias medidas a nivel regional e internacional para hacer frente a los cambios introducidos por el acuerdo Sinaí II y para fortalecer su posición regional en anticipación a las próximas etapas del conflicto.

76

SUNAYAMA, 2007, p. 40.

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1.3. EL LABERINTO INTERNACIONAL Y EL AVANCE DE LA PAX AMERICANA

1.3.1. Siria ante el Plan Rogers La ruptura de las relaciones diplomáticas entre Siria y los Estados Unidos fue uno de los resultados de la derrota de 1967. El régimen de Damasco justificó esta ruptura con el apoyo norteamericano a Israel durante la guerra. Entre 1967 y 1974 ambos países no mantuvieron relaciones diplomáticas. Debido su discurso anti-imperialista y su alianza con los soviéticos, los norteamericanos consideraron al régimen de Damasco como una amenaza tanto para sus intereses en la zona como para sus aliados regionales. La llegada de Richard Nixon a la Casa Blanca en 1969 no alteró las pautas de la política exterior norteamericana hacia Oriente Medio. Durante su mandato presidencial se consolidó la relación con Israel y se intensificaron las relaciones con los países árabes conservadores77. La Doctrina Nixon partía de la base de que en plena Guerra Fría los Estados Unidos deberían asegurar su hegemonía en ciertas zonas estratégicas para proteger sus intereses: Oriente Medio era una de ellas. Antes de abordar el Plan Rogers para la solución del conflicto en Oriente Medio, cabe demostrar las dos posturas de la Administración de Nixon ante dicho conflicto. El primer mandato de Nixon se caracterizó por un enfrentamiento entre el secretario de Estado, William Rogers, y el Consejero de Seguridad Nacional, Henry Kissinger. Desde la perspectiva de Kissinger, anclada en la doctrina realista, el conflicto árabe-israelí formaba parte del enfrentamiento bipolar de la Guerra Fría y una eventual retirada israelí de los Territorios Ocupados representaría una victoria de los soviéticos y sus aliados radicales árabes. Por su parte, Rogers apoyaba a una retirada parcial en el marco de una normalización de las relaciones árabe-israelíes78. En cuanto a la política exterior de Nixon, dos temas destacaron el comienzo de su primer mandato. El primero fue la guerra de Vietnam, la cual Nixon y Kissinger intentaron remediar para mejorar la situación de los

77 BRUZONSKY, M.: The Middle East, U.S. Policy, Israel, Oil and the Arabs, Congressional Quarterly Inc, Washington, 1977, p. 88. 78 Para saber más sobre el desacuerdo entre los dos hombres en cuanto a manejar el conflicto en la zona de Oriente Medio, véase SPIEGEL, S.: The Other Arab-Israeli Conflict: Making America's Middle East Policy, From Truman to Reagan, University of Chicago Press, Chicago, 1985, p. 174-175; POWASKI, R. E.: La Guerra Fría, los Estados Unidos y la Unión Soviética, 1917-1991, Critica, Barcelona, 2000, pp. 210-215.

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Estados Unidos en esta región de Asia. El segundo fue la situación inestable en Oriente Medio. En este sentido, Nixon encargó al secretario de Estado encontrar una solución al conflicto árabe-israelí79. Además, la Administración de Nixon quería restablecer sus relaciones con las potencias internacionales como China y la Unión Soviética y alejar la posibilidad de una guerra nuclear. Desde comienzos de 1969 hasta agosto de 1970 hubo una unanimidad en la Administración de Nixon a favor de que los Estados Unidos adoptaran una diplomacia activa en cuanto a la solución del conflicto árabe-israelí basada en la resolución 242 del Consejo de Seguridad. Para impulsar dicha iniciativa, los Estados Unidos tendrían que garantizar un cierto grado de cooperación con las potencias internacionales y, en particular, la Unión Soviética, el mayor aliado de los árabes. Debido a esta circunstancia, no ha de sorprender que Kissinger no estuviera de acuerdo con esta iniciativa del responsable de Asuntos Exteriores. Por otro lado, en el campo diplomático, la mediación del diplomático Gunnar Jarring avanzaba, aunque sin resultados aparentes. La Unión Soviética y los Estados Unidos abrieron conversaciones para discutir el futuro de Oriente Medio. Francia, a su vez, propuso que cuatro potencias –Francia, Reino Unido, los Estados Unidos y la Unión Soviética- se reunieran en las Naciones Unidas para buscar una salida al conflicto. Esta actividad en el campo político no era del gusto de Israel, pues temía que se le impusiera una solución que sólo podía ir en la dirección de la cesión de territorio80. En este contexto, el 9 de diciembre de 1969 Rogers publicó el primer plan de paz norteamericano para Oriente Medio en el que se remarcaba el compromiso de su país con la resolución pacifica del conflicto árabe-israelí81. No era más que la interpretación estadounidense de la resolución 242 como “base para una paz justa y duradera”, al mismo tiempo que proponía avanzar en un proceso paralelo de compromiso árabe por la paz e israelí por la retirada. Los expertos del Departamento de Estado consideraban la situación de ‘no paz y no guerra’ en Oriente Medio como muy peligrosa, pues en cualquier momento esta podría conducir a un nuevo enfrentamiento entre árabes e Israel. Para Rogers, la inestabilidad de

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En cuanto a la política exterior, el presidente Nixon quiso reanimar la Junta del Consejo de la Seguridad Nacional por dos razones: en primer lugar, para contar con otras opciones y, en segundo lugar, para introducir nuevas ideas en el aparato burocrático en cuanto a la política exterior. Así, en poco tiempo creció el papel de Kissinger en la Administración de Nixon. QUANDT, W.: Peace Process: American Diplomacy and the Arab-Israeli Conflict since 1967, Brookings Institution, Washington, 1993, pp. 121-126. 80 Ibid., p, 134-135 81 KISSINGER, 1979, pp, 373-375; MAHMOUD, R.: The Struggle for Peace in the Middle East, Quartet Books, London, 1981, pp. 110-113.

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Oriente Medio permitía a los soviéticos intervenir y fortalecer su influencia en los países árabes socialistas. Para limitar la intervención soviética habría que trabajar hacia la solución de los conflictos en la zona, en particular el conflicto árabe-israelí. Desde postulados realistas, Kissinger veía en la creciente intervención soviética en los asuntos de la región una amenaza para la hegemonía de los Estados Unidos. Por eso interpretaba que el primer paso a dar debía ir en la dirección de marginar a los soviéticos y debilitar a sus aliados árabes en la zona82. Al contrario que Rogers, Kissinger consideró que la diplomacia cerrada y la superioridad militar israelí convencerían a los árabes de la inutilidad de aliarse con los soviéticos y que les obligaría a aproximarse a Washington para resolver el conflicto. Además, mientras Rogers reclamó restricciones en la venta de armas a Israel con la intención de que los países árabes no tuvieran un pretexto para incrementar su compra de armamento de los soviéticos, Kissinger rechazaba la idea de que los árabes adoptaran una posición menos beligerante hacia Israel en el caso de que los Estados Unidos se distanciasen del Estado hebreo y congelasen temporalmente la venta de armas. El Plan Rogers pretendía atraer a los árabes para que aceptasen una paz permanente a cambio de que los israelíes se retirasen de los Territorios Ocupados una vez que su integridad territorial estuviese asegurada. Para Rogers, los principios del acuerdo de paz entre ambas partes deberían ser los siguientes: mantenimiento de la seguridad para todos los estados de la zona; retirada israelí de los Territorios Ocupados; solución del problema de los refugiados palestinos; definición del estatuto de la ciudad de Jerusalén83. El Plan Rogers fue recibido de manera similar por las partes implicadas en el conflicto árabe-israelí destancando un rechazo generalizado tanto por parte de los países árabes como de Israel. El propio enfrentamiento dentro de la Administración de Nixon también contribuyó al fracaso de la iniciativa de Rogers84.

82 Kissinger pensaba que cualquier presión hacia Israel para que aceptase una iniciativa de paz fortalecería la posición de los palestinos y de los radicales árabes pro-soviéticos. Además esto provocaría que Israel fuese más obstinada ante las condiciones de paz. Además, dicha época no era el mejor momento para una iniciativa de paz en Oriente Medio y cualquier fracaso en la iniciativa solo fortalecería la posición de los radicales y la influencia soviética en la zona. NIXON, R. M.: The Memoirs of Richard Nixon, Grosset and Dunlap, New York, 1978, p. 433. 83 Los Estados Unidos estaban a favor de la no adquisición de nuevos territorios por medio de la fuerza. Esto, sin embargo, no quería decir que los Estados Unidos apoyaran una retirada total de los Territorios Ocupados, pues para el secretario de Estado Rogers las líneas establecidas por el armisticio de 1949 eran fronteras políticas y, por lo tanto, no definitivas ni tampoco seguras. ÁLVAREZ-OSSORIO, 1999. op. cit., p. 92. 84 QUANDT, 1993, pp. 140-145.

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El presidente Nixon, por su parte, prefirió adoptar una postura intermediaria entre la de Rogers y Kissinger, lo que nos lleva a preguntarnos por qué apoyó el Plan Rogers cuando era consciente de sus limitaciones. En primer lugar, quiso demostrar a los países árabes que los Estados Unidos tenían interés en encontrar una solución al conflicto árabe-israelí. En segundo lugar, quiso convencer a los árabes que los Estados Unidos rechazaban la ocupación de los territorios. En tercer lugar, el Plan de Rogers ayudaría a que algunos líderes árabes normalizasen sus relaciones con los Estados Unidos sin exponerse al ataque de los estados árabes pro-soviéticos85. Tras el fracaso del primer Plan Rogers la región entró en una fase de inestabilidad en la primavera de 1970, sobre todo tras el comienzo de la guerra del Desgaste entre Egipto e Israel, lo que generó una mayor implicación de los Estados Unidos en Oriente Medio. En primer lugar, los palestinos aumentaron sus actividades contra objetivos occidentales en Jordania. En segundo lugar, por primera vez las fuerzas aéreas soviéticas sobrevolaron territorio egipcio, lo que fue interpretado por Washington como una grave amenaza para sus intereses. Ante esta situación, el presidente Nixon decidió dedicarse a tiempo completo a las políticas mediorientales con el objetivo de frenar la intervención soviética en la región. Por su parte, Rogers vio en este contexto turbulento la oportunidad para plantear una nueva iniciativa diplomática para que las principales partes del conflicto cesasen el enfrentamiento y comenzasen a dialogar para encontrar una solución negociada al conflicto. El 19 de junio de 1970 el secretario de Estado Rogers expone en una nueva carta dirigida a las partes implicadas del conflicto una iniciativa de paz en la cual propone que la resolución 242 sea la base de las futuras negociaciones. A esta iniciativa se la llama el segundo Plan Rogers. Una vez que la Administración de Nixon presenta ciertas garantías al gobierno laborista israelí86, el 13 de julio de 1970 Israel acepta el segundo Plan Rogers. En cuanto a los árabes, el 23 de julio Naser también optó por aprobarlo el plan norteamericano a pesar de sus consabidas limitaciones. Naser acepta la iniciativa por varios factores: por su impotencia militar frente a Israel y la incapacidad de la Unión Soviética de armar a los árabes en la misma medida de que los Estados Unidos aprovisionaba a Israel; pero también por la hemorragia económica que ocasionaba el mantenimiento de la guerra de desgaste. 85

SPIEGEL, 1985, p. 182. Entre ellas la continuación de ayuda económica y militar; la instauración de nuevas fronteras seguras antes de la firma de un acuerdo plenamente satisfactorio para Israel; y la solución del problema de los refugiados sin que pusiese en peligro su carácter judío. 86

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Por su parte, Jordania aprobó el plan el 26 de junio ante la creciente hostilidad de las organizaciones palestinas asentadas en su territorio. Por lo que respecta a la posición de Siria debemos destacar que existen dos planteamientos dentro del régimen baazista ante el nuevo Plan Rogers. En julio de 1970 se reúnen los Mandos Nacional y Regional del partido Baaz para rechazar, de manera oficial, tanto la resolución 242 como la iniciativa de Rogers y, a la vez, condenar su aprobación por parte de Naser y del rey Husayn de Jordania. Esta postura obedeció a las consignas radicales de Yadid. al-Asad, por su parte, demuestra una postura flexible ante el nuevo Plan Rogers, enfatizando la importancia de adoptar otras medidas que no fueran únicamente bélicas para recuperar los Territorios Ocupados87. Al contrario que los partidarios de Yadid, al-Asad evaluó los posibles efectos negativos de un rechazo general a las resoluciones internacionales o a las iniciativas de paz en el conflicto árabe-israelí. Como ya hemos señalado, la Casa Blanca observaba el Oriente Medio desde una perspectiva estratégica dentro del marco de su propio conflicto con los soviéticos. Esto justificaba que se contemplase el empleo todo método político, económico y bélico destinado a impedir la penetración soviética en la zona; para la seguridad nacional de los Estados Unidos era imprescindible mantener Oriente Medio al margen de los comunistas88. Para un sector, vinculado al Consejo de Seguridad Nacional y el Departamento de Defensa, era vital garantizar la superioridad militar israelí frente a cualquier incursión árabe o soviética que pusiese en peligro los intereses norteamericanos en la zona89. No obstante, también había un importante sector, atrincherado en el Departamento de Estado, que sin ignorar la amenaza que representaban los soviéticos consideraba importante resolver los conflictos regionales y adoptar una política equilibrada con los aliados árabes90. La importancia de la iniciativa de Rogers como nuevo paso en la diplomacia norteamericana radica en que mostraba el peso del Departamento de Estado, y en particular del sector de los arabistas, dentro de la Administración de Nixon91. Con el planteamiento de su plan, Rogers envió un mensaje de atención a los israelíes: los Estados Unidos consideraban que

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SEALE, 1989, pp. 154-157. BARUDI, L. y BUHAYRI, M.: al-siyasa al-amarikiya fi al-Sharq al-Awsat: Nixon-Ford-Carter-Reagan (La política norteamericana en Oriente Medio: Nixon, Ford, Carter y Reagan), Muassasat al-Dirasat al-Falastiniya, Beirut, 1984, pp. 1-10. 89 Esta fue la tendencia que más influyó en la política exterior de los Estados Unidos hacia Oriente Medio y en cuanto al conflicto árabe-israelí. Entre los líderes de dicha tendencia encontramos a Dallas y Kissinger. 90 Entre los líderes de dicha tendencia se encuentran Dean Rusk, George Ball y William Rogers. 91 BRUZONSKY, 1977, p. 88. 88

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el mantenimiento de la la estabilidad en Oriente Medio bien valía una retirada parcial israelí de los territorios árabes ocupados durante la guerra de los Seis Días.

1.3.2. Las implicaciones internacionales de la crisis de Septiembre Negro En septiembre de 1970 tuvo lugar la crisis del Septiembre Negro, que obligó a las superpotencias mundiales–los Estados Unidos y la Unión Soviética- a implicarse de manera activa para evitar que sus respectivos aliados regionales resultaran perjudicados por los enfrentamientos entre las milicias palestinas y el Ejército jordano. La crisis arrancó en el mes de junio cuando el rey Husayn aceptó, como había hecho el propio Naser días antes, el segundo Plan Rogers. Con la aceptación de parte de los actores regionales, la Administración de Nixon presionó para que las autoridades egipcias y jordanas impusieran un mayor control sobre las actividades de los fedayin palestinos, que como había demostrado la guerra de los Seis Días podrían tener unas consecuencias adversas para el conjunto de la región. Una vez que aceptó el Plan Rogers, Jordania sería el mayor responsable de impedir que los milicianos palestinos pudieran infiltrarse en Cisjordania por las porosas fronteras jordanas para llevar a cabo acciones contra las tropas de ocupación israelíes. Dicho propósito aumentó la tensión entre el Ejército jordano y las organizaciones palestinas y desencadenó diversos enfrentamientos armados92. El creciente poderío de los guerrilleros palestinos y también los llamamientos de algunos grupos, entre ellos el Frente Popular de Liberación de Palestina de George Habash, al derrocamiento del régimen reaccionario y pro-occidental del rey Husayn obligaron al monarca a movilizar todos sus peones para mantenerse en el trono. Durante los meses de agosto y septiembre de 1970, el presidente Richard Nixon y su consejero de Seguridad Nacional Henry Kissinger siguieron con gran atención el aumento de la tensión en Jordania, pero también contemplaron con alarma la intensificación de las relaciones entre la Unión Soviética y algunos países árabes de su órbita (Egipto, Siria e Irak), que recibieron armamento sofisticado de Moscú. Tales acontecimientos llevaron a la Casa Blanca a mover ficha en el tablero, al considerar que la mejor manera de frenar el avance soviético sería cimentar una alianza estratégica con Israel93. Fue en este momento cuando Henry Kissinger empezó a tener un papel cada vez más determinante en la 92 93

QUANDT, 1993, p. 154-155. KISSINGER, 1979, p. 567.

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delimitación de la política exterior de los Estados Unidos hacia Oriente Medio. El momento que tanto tiempo había esperado el responsable de la Seguridad Nacional norteamericana fue la crisis de Septiembre Negro, que le ofreció la oportunidad de llevar a la práctica algunas de sus teorías sobre la contención frente a los soviéticos, y sus aliados árabes, con la intención de preservar la influencia norteamericana en la zona94. Cuando la situación en Jordania empeoró a fines del verano de 1970, Kissinger determinó que Israel sería el único aliado capaz de apoyar militarmente al rey Husayn en caso de que se diera una intervención árabe por parte de Irak o de Siria para apoyar a los palestinos en el enfrentamiento95. El 17 de septiembre de 1970 dieron comienzo los combates entre las tropas jordanas y las milicias palestinas96. Pocas horas después, Nixon se comprometió a intervenir en el país en el caso de que Siria o Irak se involucrasen a favor de los palestinos siguiendo los consejos de Kissinger. De esta manera, Septiembre Negro marcó una ruptura dentro del proceso de toma de decisiones en la Administración norteamericana, ya que el todavía secretario de Estado Rogers perdió terreno en beneficio del Consejero de Seguridad Nacional97. Una vez que se constató la entrada de varias unidades sirias en territorio jordano en apoyo de los fedayin palestinos, el rey Husayn pidió ayuda a la Administración de Nixon para preservar la supervivencia de la monarquía hachemí. La intervención militar siria implicaba la transgresión de una de las líneas rojas marcadas por la Administración de Nixon, puesto que según los norteamericanos los sirios no hubieran enviado sus unidades militares sin el buen visto de Moscú98. Desde aquel momento, las actividades diplomáticas y militares norteamericanas en dicha crisis se concentraron en que los soviéticos influyesen en el régimen sirio para que se retirase del territorio jordano99. Durante dos días las autoridades norteamericanas, jordanas e israelíes barajaron diversas opciones para encontrar la mejor manera de propiciar la retirada de las tropas sirias. Unas 94

SPIEGEL, 1985, p. 197. El rey Husayn sabía que su ejército podría acabar con los palestinos por su cuenta y su verdadero temor era que Irak o Siria interveniesen. Por dicha razón, el monarca jordano pidió el respaldo norteamericano. En torno al manejo de la crisis con los palestinos y sirios por el rey Husayn véase SHLAIM, A.: Lion of Jordan, the Life of King Husayn in the War and Peace, Alfred A. Knopf, New York, 2008, pp. 316-344. 96 Para más informaciones sobre el Septiembre Negro véase. DOBSON, C.: Black September; its Short, Violent History, Macmillan, New York, 1974; COOLEY, J.: Green March, Black September: the Story of the Palestinian Arabs, Cass, London, 1973; SALHANI, C.: Black September to Desert Storm: a Journalist in the Middle East, University of Missouri Press, Columbia.1998. 97 BARUDI, 1984, p. 14-15. 98 SPIEGEL, 1985, p. 198. 99 Para más información sobre las conversaciones norteamericano-israelíes y su intervención militar en Jordania véase KISSINGER, 1979, pp. 617-625. 95

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de las ideas propuestas fue una intervención israelí para bombardear a dichas tropas. El 22 de septiembre, habiendo obtenido el apoyo israelí-norteamericano100, el rey Husayn tomó la decisión de atacar a los tanques sirios desplegados en el norte del país, lo que unido a las presiones soviéticas motivó la retirada de las unidades sirias desplegadas en Jordania. Como se ha señalado anteriormente, el ministro de Defensa sirio al-Asad se opuso a enviar sus Fuerzas Aéreas para dar cobertura a las tropas de tierra101. Entre las implicaciones de la crisis del Septiembre Negro cabe destacar, al menos, siete. En primer lugar, los Estados Unidos se movilizaron de manera activa para salvaguardar la existencia de la monarquía jordana, pero también para golpear a dos importantes aliados de la Unión Soviética como eran los palestinos y los sirios. En segundo lugar, Israel salió refozado de la crisis al ver como se establecía una relación privilegiada con Washington, haciéndose valer como un defensor de los intereses norteamericanos y una barrera de contención frente a la influencia soviética. Una vez concluida la crisis, Kissinger comunicó al embajador de Israel en los Estados Unidos que “el presidente Nixon nunca olvidará el papel de Israel al evitar el deterioro de la situación en Jordania y al bloquear el intento de derrocar su régimen. El presidente considera que los Estados Unidos son afortunados por tener a un aliado como Israel en Oriente Medio. Estos acontecimientos serán tenidos en cuenta en cualquier futuro desarrollo de la relación”. En tercer lugar, como se ha señalado anteriormente, Kissinger jugó un papel determinante en la gestión de la crisis, lo que le permitió imponer su propia agenda encaminada a reducir la influencia soviética en la región, ganar terreno frente al radicalismo árabe, respaldar a los aliados árabes moderados y garantizar la superioridad y seguridad de Israel frente a sus enemigos. En cuarto lugar, a pesar del aumento del envío de armas soviéticas a sus aliados árabes tras la guerra de 1967, la crisis demostró la superioridad militar israelí. En quinto lugar, marcó una victoria de los norteamericanos ante los soviéticos dentro del contexto de la Guerra Fría, ya que ante la fuerza exhibida por los Estados Unidos en el conflicto, los soviéticos intervinieron para presionar a su aliado sirio a retirarse de Jordania. En sexto lugar, la crisis debilitó el papel de la resistencia palestina, la cual fue obligada a salir de Jordania y refugiarse en Líbano. Por último, la crisis de Septiembre Negro aceleró la caída de Yadid en Siria y el ascenso de alAsad.

100 Los israelíes ordenaron una acción disuasoria contra Siria enviando dos brigadas hacia el Golán. La Administración de Nixon, por su parte, movilizó a su VIª Flota en el Mediterráneo y a las tropas establecidas en Alemania para propiciar una reacción soviética. 101 LAWSON, 1996, pp. 73-75.

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1.3.3. La Administración de Nixon ante el eje Damasco-Moscú Después de la crisis de Septiembre Negro se dieron varios cambios en Oriente Medio. En Egipto murió el carismático líder Gamal Abd al-Naser, quien antes de fallecer medió en una tregua entre los palestinos y el rey Husayn para terminar el conflicto armado en Jordania. Los norteamericanos consideraron que la llegada de al-Saadat al poder en El Cairo, líder mucho más moderado y menos beligerante que Naser, ayudaría a abrir una nueva pagina entre las relaciones de los Estados Unidos con Egipto. En Siria, mientras tanto, el golpe de al-Asad contra el régimen izquierdista radical puso fin a su aislamiento y tanto los países árabes del entorno como las potencias internacionales recibieron positivamente la llegada de al-Asad al poder en Damasco. Este cambio transformaría de manera definitiva la geografía del conflicto árabe-israelí en Oriente Medio y allanaría el camino para el acercamiento egipcio hacia los Estados Unidos y para la firma del primer tratado de paz entre Israel y un país árabe. Desde sus primeros días en el poder, al-Asad percibió la importancia de coordinar la cooperación con al-Saadat, un líder también recién llegado al poder y necesitado de consolidar su autoridad en el ámbito doméstico, para lanzar su guerra contra Israel para recuperar los territorios que ocupaba desde 1967. al-Asad también reconoció que los soviéticos serían los únicos en administrar armamento sofisticado para lanzar dicha operación. al-Asad, sin embargo, prefería mantener una mayor distancia que sus antecesores hacia la Unión Soviética, pero su objetivo de armar al ejército sirio impelió un acercamiento en esta dirección102. El Partido Comunista Sirio jugó un papel importante en este sentido y, de hecho, fue incorporado al Frente Progresista Nacional, gozando de una cierta libertad de acción como en la época de Yadid103. Durante la primera etapa de su presidencia, al-Asad se esforzó por establecer nuevas alianzas y fortalecer sus relaciones internacionales, empezando con los soviéticos. Diez semanas del Movimiento Rectificador, el dirigente alawí hizo su primer viaje oficial a la Unión Soviética para reforzar el eje Damasco-Moscú y para solicitar la entrega de nuevo armamento. Entre los factores que contribuyeron a que al-Asad fortaleciera dicha relación bilateral deben mencinarse al menos tres. En primer lugar, la existencia de unas estrechas 102

GALVANI, 1974, p. 93. Para más información sobre las relaciones entre el régimen baazista en Damasco y el Partido Comunista en Siria después de 1966 y sus efectos sobre las relaciones soviética-sirias véase CONFINO, M and SHAMIR, S: The U.S.S.R and the Middle East, Israel Universities Press, Jerusalem, 1973, pp. 395-414. 103

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relaciones políticas, económicas y militares entre ambos países desde 15 años atrás104. En segundo lugar, durante sus numerosas visitas a la Unión Soviética como ministro de Defensa, al-Asad pudo desarrollar buenas relaciones con los lideres soviéticos tanto políticos como militares. En tercer lugar, los soviéticos recibieron positivamente la llegada de al-Asad al poder en Siria, ya que el Kremlin veía con recelo las maniobras del régimen de Yadid en cuanto al conflicto árabe-israelí105. al-Asad imprimió un sello particular a las relaciones con la Unión Soviética. En primer lugar, el líder sirio buscaba una relación pragmática con los soviéticos, pues sabía que el armamento soviético no se pondría a disposición de los árabes sin que estos prestaran contraprestaciones. Por lo tanto, al-Asad desde un comienzo fue realista y explícito en lo que esperaba de los soviéticos y en cuanto a lo que éstos podían esperar de él. En segundo lugar, al-Asad declaró que las relaciones bilaterales sirio-soviéticas tendrían que desarrollarse teniendo en cuenta los intereses comunes de ambas partes y, al mismo tiempo, evitar las intereferencias soviéticas en la política doméstica siria. Para al-Asad, lo más importante era poder recibir armamento sofisticado soviético y, por supuesto, obtener respaldo diplomático a nivel internacional. Dicho esto cabe preguntarse qué buscaba la Unión Soviética de Siria al desplegar una activa cooperación bilateral. Su primer objetivo era tener una presencia estable en la zona de Oriente Medio, escenario de gran importancia geoestratégica donde se libraba también una batalla central de la Guerra Fría. Su segundo objetivo era obtener libre acceso al territorio y las aguas territoriales sirias para sus fuerzas aéreas y navales desplegadas en la zona. El tercer y más importante objetivo de los soviéticos era disminuir la influencia norteamericana en Oriente Medio y, en general, en el mundo árabe106. Su cuarto objetivo era jugar un mayor papel en la solución del conflicto árabe-israelí. A pesar de la intensificación de las relaciones bilaterales, debe destacarse que en ningún momento las relaciones entre los soviéticos y los árabes llegaron al mismo nivel estratégico que caracterizó las relaciones entre norteamericanos e israelíes, en particular en el ámbito militar.

104

Para ver más sobre las relaciones soviética-árabes en general y soviética-sirias en particular véase KLIEMAN, A.: Soviet Russia and the Middle East, Johns Hopkins Press, Baltimore, 1970, pp. 64-79; DACNOS, H.: al-siyasa al-sufiyatiya fi al-Sharq al-Awsat 1955-1975 (La política soviética en Oriente Medio 1955-1975), Dar alqalima li-l-nashr, Beirut, 1981, p. 112-113. 105 SEALE, 1989, p. 186-187. 106 BOSE, T. C.: The Superpowers and the Middle East, Asia Pub. House, New York, 1972, pp. 99-105.

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Como hemos mencionado más arriba, varios países árabes cortaron sus relaciones diplomáticas con los Estados Unidos tras la guerra de 1967. Al cabo de poco tiempo algunos de estos acabaron por restablecerlas, pero Siria prolongó su ruptura con los norteamericanos durante un periodo de siete años hasta que, con la firma de los acuerdos de separación de fuerzas en 1974, las reanudó. En un principio, al-Asad descartó el restablecimiento de relaciones con Washington por varias razones. El presidente sirio pretendía convencer a los soviéticos de que una alianza con Siria era imprescindible para defender sus intereses en la zona. Además, una vez que la relación entre Siria y la Unión Soviética se fortaleció durante la Guerra Fría, al-Asad no quiso comprometerla. Por otro lado, el líder sirio desconfiaba profundamente de los Estados Unidos por sus actividades y posturas a favor de Israel en el conflicto. Por último, al comienzo de los años setenta, alAsad tenía una imperiosa necesidad de consolidar su poder interno y armar a sus tropas para una eventual guerra contra Israel más que buscar medidas diplomáticas con los Estados Unidos para tratar de resolver el conflicto. Antes de iniciar cualquier tipo de negociación sobre el futuro del Golán, la prioridad de al-Asad era redimirse del deshonor de la derrota de 1967 y reforzar su posición de cara a unas eventuales las negociaciones. La Administración de Nixon, por su parte, no estaba interesada en una aproximación hacia Siria, pues a fines de 1970 y a inicios de 1971 varios factores hicieron que la Casa Blanca replantease su política hacia Oriente Medio. Un primer factor fue la muerte de Naser en septiembre de 1970 y su sucesión por el moderado al-Saadat. Un segundo factor fueron los llamamientos de al-Saadat y del rey Husayn de Jordania al principio de 1971 para resolver el conflicto con Israel por medios diplomáticos107. El tercer factor fueron las respuestas positivas del gobierno israelí en cuanto a la posibilidad de realizar acuerdos bilaterales con Egipto y Jordania108. Tras la crisis de Septiembre Negro, Washington quisieron convencer a al-Saadat que la fuerte presencia militar soviética en Egipto era un obstáculo infranqueable en las relaciones con los Estados Unidos. Tras la crisis jordana, las concepciones realistas de Kissinger, partidaria de contemplar el conflicto de Oriente Medio dentro del marco de la Guerra Fría fortaleció su posición dentro de la Administración de Nixon y defensora de reforzar la superioridad militar de Israel frente a sus vecinos árabes. Ello marginó las

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Tras su llegada al poder en Egipto, al-Saadat no tardó en dar señales positivas a los norteamericanos para renovar las relaciones entre ambos países y alejarse de los soviéticos, mostrando su voluntad de buscar una solución diplomática al conflicto, eliminando a los sectores pro-soviéticos del régimen y expulsando a los expertos militares soviéticos desplazados en territorio egipcio. 108 QUANDT, 1993, p. 177.

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tímidas iniciativas del secretario de Estado Rogers para tratar de impulsar una solución global del conflicto árabe-israelí.

1.3.4. Washington ante la guerra de Octubre Con la llegada de Nixon al poder, la política de los Estados Unidos hacia Oriente Medio evolucionó hacia una mayor implicación en la zona. La relación exclusiva con Israel no sólo se mantuvo intacta, sino que se intensificó. Si desde la creación de Israel, Washington había dado respaldo a Israel debido a un “compromiso moral” (moral commitment) vigente desde la época de Harry S. Truman, tras la guerra de 1967 se consolidó la consideración de Israel como una “ventaja estratégica” (strategic asset), dado que el Estado hebreo podría ser empleado dentro de la política de contención de la influencia soviética en Oriente Medio. También progresó la percepción del Estado israelí como protector de los intereses estadounidenses ante los Estados árabes radicales aliados de los soviéticos. De otra parte, Israel podría además exacerbar las divisiones entre los dos bloques –el conservador y el progresista- del mundo árabe, lo que ayudaría a frenar al panarabismo y debilitar el proyecto unionista. Por toodo ello, Israel pasó a ser visto como indispensable dentro del tablero del Oriente Medio e, incluso, como se demostraría durante el Septiembre Negreo, vital para garantizar la supervivencia de los regímenes árabes aliados de los Estados Unidos. Esta percepción se basaba en la victoria militar de 1967 y en la Doctrina Nixon de 1969, que postulaba que los Estados Unidos debían apoyarse en ciertos estados en áreas estratégicas para preservar sus intereses, pero sin duda el argumento de mayor peso fue el Septiembre Negro y la decisiva contribución israelí a la hora de defender la corona hachemí. Entre 1970 y 1973, la diplomacia norteamericana mantuvo una actitud inmovilista en lo que se refiere al conflicto palestino-israelí, sin que los sucesivos planes planteados por Rogers, que ni tan siquiera contaban con el respaldo de la propia Casa Blanca fuesen capaces de alterar la situación. Tras el Septiembre Negro, la Administración de Nixon interpretó que no sería necesario presentar una nueva iniciativa diplomática norteamericana para auspiciar unas negociaciones de paz entre las partes, dado que el contexto era favorable para Washington que había salido reforzado de la crisis. Si antes del Septiembre Negro, el Departamento de Estado era el principal, aunque no único, arquitecto de la política de los

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Estados Unidos hacia Oriente Medio, después ganó peso el Consejo de Seguridad Nacional que impuso sus enfoques en torno a la necesidad de reforzar el peso específico de Israel y congelar un eventual proceso de paz a una conyuntura del todo favorable a los intereses norteamericanos. Los encontronazos entre Kissinger y Rogers acabaron por sepultar los intentos del Departamento de Estado para resolver el conflicto árabe-israelí por la vía diplomática109. Kissinger también se opuso frontalmente a los intentos de Rogers de limitar el envío de armamento a Israel110 y aseguró que la superioridad militar de Israel protegería a los intereses de los Estados Unidos de la amenaza soviética en la zona. Una vez que impuso sus concepciones realistas dentro de la Administración de Nixon, Kissinger pudo trazar una política exterior americana en Oriente Medio que siempre fue condicionada por el equilibrio de fuerzas existente en la Guerra Fría. Para Kissinger, “cualquiera sea el punto de vista sobre una mayor flexibilidad israelí, primero debemos enfrentar a los soviéticos y a los árabes radicalizados. De otra manera, las concesiones de Israel serían consideradas como el resultado de la presión militar soviética”111. Fueron varios los factores que condujeron a que la Administración de Nixon no pudiese impulsar una solución diplomática del conflicto en los primeros años de la década de los setenta. En primer lugar, la Administración de Nixon estaba concentrada en mejorar su posición en otras partes del mundo como en Vietnam; la escalada de tensión en el conflicto con los vietnamitas relegó al conflicto árabe-israelí a un segundo plano de atención112. En segundo lugar, dado que se acercaban las elecciones presidenciales norteamericanas, Nixon evitó presionar a Israel para garantizarse el apoyo electoral de la importante comunidad judía y del lobby pro-israelí113. En tercer lugar, los líderes árabes moderados perdieron la esperanza de que la Administración de Nixon presionara seriamente a Israel para que fuera más flexible en el tema de la retirada de los Territorios Ocupados, por lo que desistieron de cualquier iniciativa en este sentido. De esta manera, sin existir ninguna oportunidad para las 109

KISSINGER, 1979, pp. 1284-1285; SPIEGEL, 1985, pp. 209-211. GREEN, S.: Living By the Sword, America and Israel in the Middle East, 1968-1987, Amana Books, Brattleboro, 1988, p.85-86. 111 KISSINGER, H.: Mis Memorias, Buenos Aires, Atlántida, 1979, p. 399. 112 Para controlar la situación en Vietnam, Kissinger intensificó sus contactos con las partes implicadas en el conflicto y en julio de 1971 Kissinger realizó una visita secreta a China para iniciar una nueva página de relaciones entre ambos países con el objetivo de apaciguar la situación en Vietnam. QUANDT, 1993, pp. 183-185. 113 RABIL, R. G.: Syria, the United States, and the War on Terror in the Middle East, Conn: Praeger Security International, Westport, 2006, p. 49-50. 110

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iniciativas de paz, Washington apostó claramente por blindar a Israel garantizándole una clara superioridad militar para convencer a los árabes de la inutilidad de su alianza con los soviéticos y disuadirles de la opción bélica. En plena campaña electoral, Nixon declaró que la paz en Oriente Medio sería una de sus prioridades en su política exterior en el caso de que alcanzar un segundo mandato, pero la aparición del caso Watargate dejó a Nixon en una situación delicada y le obligó a concetrarse en la escena doméstica dejando la política exterior en manos de Kissinger. Por otra parte, al-Saadat no había sido capaz de convencer al responsable del Consejo de Seguridad Nacional de que Egipto estaba dispuesto a dar un giro copernicano y aproximarse a Washington. El cierre en falso de esta intentona hizo que al-Saadat reforzase tácticamente su relación con Moscú. Otro elemento de preocupación fueron las veladas acusaciones del rey Faysal en torno a la posibiidad de emplear el petróleo como instrumento de presión para que los Estados Unidos obligasen a Israel a retirarse de los territorios árabes ocupados. El 6 de octubre de 1973 estalló la guerra de Octubre cuando Henry Kissinger recién había asumido el puesto de secretario de Estado. La nueva confrontación bélica evidenció que el intento del diplomático norteamericano de prolongar de manera indefinida la situación de ni guerra ni paz no era viable, como tampoco había funcionado la tesis disuasoria basada en la aplastante superioridad militar israelí sobre los ejércitos árabes114. Para complicar aún más la situación, el empleo del petróleo como arma por parte de los árabes obligó a Nixon y a Kissinger a buscar una solución parcial del conflicto árabe-israelí que no debilitara la posición de Israel frente a los árabes ni la de los Estados Unidos frente a la Unión Soviética. Al contrario que la postura norteamericana en la guerra de los Seis Días, cuando la Administración de Johnson acusó a Naser de haber provocado la guerra por sus políticas incoherentes, la Administración de Nixon pasó por alto sobre el asunto de quién fue su responsable y dedicó todas sus energías a tratar de apaciguar la situación mediante la búsqueda de una solución parcial del conflicto. La creciente importancia del petróleo árabe para los Estados Unidos afectó a las relaciones árabe-estadounidenses y obligó a la

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BRUZONSKY, 1977, p. 90.

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Administración de Nixon a modificar su política tradicional hacia la zona escuchando, por primera vez, las demandas de sus aliados árabes115. La nueva guerra también evidenció las limitaciones de la alianza árabe-soviética. A pesar de que la Unión Soviética apoyaba la posición de Egipto y Siria en torno a su derecho de recuperar tanto el Sinaí como el Golán, lo cierto es que no estuvo a la altura de las circunstancias ni mucho menos fue capaz de equilibrar el grado de cooperación militar de los Estados Unidos hacia Israel, que pudo imponerse en la guerra gracias al rápido abastecimiento de armas que llegaron al país por medio de un puente aéreo116. En primer lugar, los soviéticos eran plenamente conscientes que sus aliados árabes no estaban preparados para una larga guerra contra Israel. En segundo lugar, los soviéticos no tenían claro cuales eran los objetivos de la guerra ni si sus aliados buscaban lo mismo con la ofensiva militar. Como en anteriores ocasiones, la ayuda norteamericana fue determinante en el curso de la contienda. Preocupado por las amenazas de Golda Meir de recurrir a su arsenal nuclear, Kissinger inició un puente aéreo con Tel Aviv para suministrar armamentos pesados a Israel, con lo que rompió el equilibrio existente en el campo de batalla117. Para Kissinger, el mantenimiento de la superioridad militar israelí en el campo de batalla era vital para convencer a los árabes y soviéticos de detener los enfrentamientos. Israel y los Estados Unidos convergían en querer terminar la guerra con un mínimo daño material a Israel y con la mayor ocupación de territorio posible para su uso como futura arma de negociación118. Kissinger estaba de acuerdo con los mandatarios israelíes en torno a la necesidad de

115 RAMAZANI, R. K.: Beyond the Arab-Israeli Settlement: New Directions for U.S. Policy in the Middle East, Mass: Institute for Foreign Policy Analysis, Cambridge, 1977, p. 7. 116 Para ver más sobre la cooperación estrategica entre Israel y EEUU véase, LITTLE, D.: American Orientalism: the United States and the Middle East since 1945, University of North Carolina Press, Chapel Hill, 2002; MELMAN, Y.: Friends in Deed: Inside the U.S.-Israel Alliance, Hyperion, New York, 1994; FINDLEY, P.: They Dare to Speak out: People and Institutions Confront Israel's lobby, Lawrence Hill, Westport, 1985; GREEN, S.:Taking sides: America's Secret Relations with a Militant Israel, Morrow, New York. 1984; CURTISS, R. H.: Stealth PACs: How Israel's American lobby seeks to control U.S. Middle East Policy, American Educational Trust, Washington, D.C. 1990. RUBENBERG, C.: Israel and the American National Interest: a Critical Examination, University of Illinois Press, Urbana,1986. 117 Del 14 al 25 de octubre, por medio del puente aéreo norteamericano, recibió Israel 11 mil toneladas de aparatos militares, además de aviones de combate y tanques de guerra. GREEN, 1988, pp. 94-96. 118 Para saber más sobre cómo Kissinger manejó la situación durante los días de la guerra de Octubre y como Kissinger mejoró la posición de su aliado israelí gracias a la determinante ayuda militar a Israel véase KISSINGER, H.: Crisis: The Anatomy of Two Major Foreign Policy Crises: Simon & Schuster, New York, 2003.

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emplear la diplomacia para atrasar el alto el fuego y, así, permitir a Israel proseguir sus ataques contra el debilitado frente sirio119. Tras varios días de hostilidades, la Unión Soviética tuvo que acudir en ayuda de Siria que hacía frente a un violento contraataque israelí dando luz verde al envío de más de 200 toneladas de municiones a Damasco con el fin de mantener un cierto equilibrio antes de que se aprobase el alto el fuego. Ante la posibilidad de que las tropas israelíes avanzaran hacia Damasco, Moscú decidió recurrir a la amenaza nuclear para presionar a Washington en torno a la necesidad de que la guerra acabase sin ganadores ni perdedores. Para la Unión Soviética, una nueva derrota de sus aliados árabes significaría una victoria no sólo de Israel, sino también de los Estados Unidos que fortalecerían su influencia sobre una de las zonas de mayor importancia estratégica del mundo. Uno de los resultados más importantes de la guerra de Octubre fue que Oriente Medio se transformó en una de las zonas de mayor importancia geoestratégica del mundo para las dos superpotencias y la Guerra Fría se desplazó desde el Extremo Oriente al Medio Oriente. El estallido de los precios del petróleo como consecuencia del embargo aprobado por los países árabes contra los países occidentales incrementó aún más dicho peso específico. Días después del final de la guerra, los países árabes petrolíferos recurrieron a sus recursos energéticos como medio de presión para propiciar una retirada de los territorios árabes ocupados desde 1967. En este sentido cabe señalar que el puente aéreo supuso un serio revés para la credibilidad de los Estados Unidos entre sus aliados árabes. El 20 de octubre el carismático rey Faysal fue más lejos al pedir directamente una reducción de la predicción del petróleo de 10 % y declaró el boicot contra los Estados Unidos y Holanda120. Otro de los resultados más relevantes de la guerra fue que el enfrentamiento ideológico entre los países árabes abrió el paso a la cooperación económica, política y militar en lo que podría interpretarse como una revisión solidaria del panarabismo121.

119 Durante su trabajo como embajador de Israel en los Estados Unidos de 1968 a 1973, Yitzhak Rabin fue el arquitecto de las relaciones israelí-norteamericanas. Durante sus seis años de embajador, Rabin fortaleció las relaciones entre ambos países y convenció a los norteamericanos de que Israel era un socio estratégico para los Estados Unidos. Israel recibió ayuda financiera de los Estados Unidos por más de 140 millones de dólares en el periodo de 1968 a 1970. Entre 1970 y 1973 Israel recibió un monto en asistencia financiera de más de diez veces lo que recibía antes. Además, Nixon y Kissinger iniciaron un memorando de entendimiento en 1972 en el cual los norteamericanos se comprometían a consultar a Israel antes de ofrecer nuevas propuestas de paz. MEARSHEIMER, J. WALT, S. M.: El lobby israelí y la política exterior de Estados Unidos, Santillana Ediciones Generales, Madrid, 2007, p. 79-80. 120 SPIEGEL, 1985, pp. 258-260. 121 ÁLVAREZ-OSSORIO, 1999, p. 103; ZIYADE, 2005, p. 137.

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Las dos superpotencias coincidieron en la necesidad de que la guerra se finalice sin vencedores ni vencidos, de esta manera los intereses de ambas quedarían salvaguardados. Dentro de ciertos límites, la diplomacia estadounidense durante la guerra favoreció a Israel. Kissinger manejó las negociaciones de alto al fuego (en especial sus conversaciones con los líderes soviéticos el 21 de octubre) con un ojo puesto en preservar la libertad de acción de Israel hasta la última etapa de la guerra122. El 22 de octubre de 1974, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas aprobó la resolución 338 que apeló a los países beligerantes a aceptar un alto al fuego. Los Estados Unidos confiaban que dicho alto el fuego ayudase a revisar el boicot petrolífero impuesto por los países árabes123. Mientras Israel y Egipto la resolución 338, al-Asad la rechazó. Tras el final de la batalla el paisaje no podía ser más desalentador, ya que Siria no había podido recuperar el Golán y, además, perdió el punto estratégico del monte Hermón lo que obligó a aceptar el alto el fuego de manera inmediata ante el temor de que las tropas israelíes prosiguiesen su avance. De esta manera, al concluirse la cuarta guerra árabe-israelí, se abre un nuevo capítulo en la diplomacia estadounidense hacia Oriente Medio, la cual protagonizaría como principal arquitecto Henry Kissinger.

1.3.5. La reanuación de las relaciones sirio-norteamericanas A pesar de la crudeza alcanzada en algunas fases de la guerra, dos semanas de combate cuerpo a cuerpo no modificaron la distribución de fuerzas existente sobre el terreno. Sin embargo, se producen tanto durante los preparativos de la guerra como en los meses posteriores, diversas transformaciones de relevancia en el escenario político de Oriente Medio que demuestran la voluntad de alcanzar un nuevo statu quo basado en la aceptación de la existencia de Israel y en la necesidad de alcanzar un acuerdo en torno al futuro de los Territorios Ocupados124. En una conferencia de prensa celebrada en el Departemento de Estado el 25 de octubre de 1973, Henry Kissinger habló sobre el éxito de la cooperación diplomática con los soviéticos para controlar la guerra en Oriente Medio y, al mismo 122

Cuando el 22 de octubre el Consejo de Seguridad aprobó una solución de alto al fuego que exigía el fin de todos los combates en el plazo de doce horas, Kissinger permitió que Israel lo violase con el fin de consolidar su posición militar. Previamente, Kissinger le había aconsejado al embajador israelí Simcha Dinitz que Israel empleara el tiempo que le permitía su viaje a Moscú para completar sus operaciones militares. MEARSHEIMER, 2007, p. 81-82. 123 SUNAYAMA, 2007, p. 41. 124 ÁLVAREZ-OSSORIO, 1999, p. 99-100.

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tiempo, declaró que la realización de negociaciones entre los árabes e Israel sería un primer objetivo de la política exterior estadounidense hacia el conflicto en la zona125. Por primera vez en la historia, la diplomacia estadounidense dedicaría sus esfuerzos diplomáticos a una solución al conflicto árabe-israelí. Antes de abordar la diplomacia norteamericana en la etapa de postguerra y la renovación de las relaciones entre Siria y los Estados Unidos, cabe concluir con los efectos que la guerra tuvo sobre la estrategia de los Estados Unidos hacia Oriente Medio en general y, más específicamente, sobre el conflicto árabe-israelí. En primer lugar, la superioridad militar israelí no ejerció como disuasión frente a los árabes ni tampoco dio estabilidad a Oriente Medio, que siguió generando puntuales tensiones que mantuvieron en alerta permanente a los Estados Unidos. En segundo lugar, la mejora de las relaciones entre Washington y Moscú no evitó el estallido de la guerra en Oriente Medio, sino que más bien exacerbó la tensión entre los mismos, ya que ambas superpotencias sabían que no podrían mantenerse al margen de la guerra y durante la crisis ambas dieron los pasos necesarios para proteger a sus aliados de la derrota. A pesar de que los Estados Unidos y la Unión Soviética intentaron evitar un enfrentamiento directo, los acontecimientos del 24 y 25 de octubre pusieron a prueba esta voluntad126.En tercer lugar, la guerra mostró una renovada capacidad de cooperación entre los países árabes que tomó por sorpresa a la Administración de Nixon, que no creía factible un nuevo enfrentamiento dada la supremacía militar israelí. En los primeros compases de la batalla, los egipcios y sirios tomaron por sorpresa a las tropas israelíes, que reclamaron la intensificación de la ayuda militar norteamericana para hacer frente a tal desafío. Además, el mundo árabe exhibió un nuevo espíritu de solidaridad que permitió la intervención simbólica en la mayoría de los casos de tropas de Irak, Arabia Saudí, Jordania, Kuwait y Marruecos. Esta cooperación en el ámbito político, económico y militar permitió una “victoria psicológica”127 de los árabes frente a un enemigo considerado invencible hasta aquel momento. El discurso moderado proveniente de los líderes árabes, sobre todo de al-Saadat, durante la guerra, condujo de

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SPIEGEL, 1985, p. 267-268. Cuando la tregua se rompió completamente y las Fuerzas Armadas israelíes rodearon el Tercer Ejército egipcio, lo que dio lugar a una contundente amenaza soviética de recurrir a la fuerza, Nixon y Kissinger ordenaron una alerta militar a nivel mundial, emitieron una dura advertencia a Moscú para mantenerse al margen y presionaron a los israelíes para que detuviesen la lucha. KISSINGER, H.: Years of Upheaval, Little, Brown, Boston, 1982, pp. 575-590; MEARSHEIMER, 2007, p. 82. 127 AL-BITAR, S. D “The Implications of the October War for the Arab World”, Journal of Palestine Studies, nº 2, 1974, pp. 36-45. 126

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manera positiva hacia una iniciativa de paz en el periodo de postguerra128. En cuarto y último lugar, el uso del petróleo como arma de guerra a través del boicot árabe representó una grave amenaza a la economía de los Estados Unidos y de sus aliados europeos. Para entender en su conjunto la trascendencia del debate sobre la utilización del petróleo debemos remontarnos a antes de la guerra de Octubre. La colonización de los territorios palestinos ocupados, la confiscación de tierra árabe, el fracaso del Plan Rogers norteamericano y el escaso interés de la comunidad internacional por aplicar las resoluciones de las Naciones Unidas colocaron a Arabia Saudí y a los otros países árabes del golfo Pérsico en una situación delicada129. Frente a esta grave crisis y para evitar que esta situación se repitiera, Nixon y Kissinger plantearon varias alternativas a su política tradicional en la zona: aumentar su atención hacia Oriente Medio, presionar moderadamente a Israel para que aceptase los principios de la pax americana, realizar un mayor acercamiento hacia el mundo árabe y sobre todo hacia Egipto, diversificar las alianzas regionales –pues Kissinger consideró que se podría crear una nueva alianza con los árabes sin tener que sacrificar las relaciones estratégicas norteamericano-israelíes-, convocar una Conferencia de Paz en Ginebra y aumentar los intercambios comerciales130. La etapa de posguerra se caracterizó por el fortalecimiento de la presencia estadounidense en Oriente Medio con la consolidación de sus alianzas con los gobiernos árabes y la reducción de la influencia soviética. Por consiguiente se restablecieron las relaciones diplomáticas de los Estados Unidos con Egipto, Siria, Sudán y Argelia, todas ellas interrumpidas de 1967. La entrada de nuevos actores en el conflicto árabe-israelí y el empleo del petróleo como fuerza disuasoria frente a Occidente fueron los factores que contribuyeron a la modificación de la política exterior estadounidense hacia la zona. Egipto y Siria no siguieron un mismo camino durante la posguerra. al-Saadat y al-Asad compartían el deseo de recuperar parcialmente su credibilidad y su prestigio militar dañado en la guerra de 1967, pero los separaban irreconciliables planteamientos sobre cual debería ser el diseño futuro de Oriente Medio. al-Saadat no tardó en demostrar su interés de 128

al-Saadat no cortó sus relaciones secretas con los estadounidenses durante la guerra, pues este pudo mostrar a Nixon y a Kissinger que su guerra no tenía el fin de recuperar sino de romper el estado de ni guerra ni paz y de reanudar los esfuerzos diplomáticos internacionales para alcanzar un acuerdo de paz que resolviese la contienda regional. QUANDT, 1993, p. 251. 129 Un 63% del consumo energético de los países de la Comunidad Económica Europea provenía del petróleo y un 90% de este petróleo era producido en Oriente Medio o Magreb. ÁLVAREZ-OSSORIO, p. 108-109. 130 RAMAZANI, 1977, p. 44.

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acercase a los Estados Unidos, alejarse de los soviéticos y hacer la paz con Israel, mientras que al-Asad se refugió en el localismo para afrontar el periodo de posguerra. ¿Como pudo Kissinger llevar a cabo una diplomacia en Oriente Medio que protegiera los intereses norteamericanos y a la vez defendiera a su aliado israelí? Aunque al-Asad mostró su rechazó a la actitud egipcia durante la guerra, lo cierto es que era consciente que tenía que formar un frente unido con al-Saadat de cara a una eventual negociación en torno a la separación de fuerzas. El principal temor del presidente sirio era quedarse aislado en la región y también que el frente de rechazo árabe se resquebrajase, lo que sin duda beneficiaría a Israel y permitiría a los Estados Unidos impulsar un proceso de paz hecho a su medida. Por eso no nos debe extrañar el empeño de Kissinger en romper la alianza entre al-Saadat y al-Asad para allanar una aproximación entre El Cairo y Washington. Kissinger estaba convencido de que el alejamiento egipcio del conflicto árabe-israelí debilitaría la postura árabe contra Israel tanto en la guerra como en la paz. Uno de los objetivos de la diplomacia de Kissinger era persuadir a los árabes de que los Estados Unidos era la única potencia a nivel mundial capaz de presionar a Israel a retirarse de los Territorios Ocupados, algo que todavía está por demostrarse. Al final de 1973, al-Asad entró en otro tipo de guerra, una batalla de diplomacia con el verdadero arquitecto de la diplomacia estadounidense, Henry Kissinger. Hubo más de 130 horas de negociaciones entre al-Asad y Kissinger para alcanzar un acuerdo de separación de fuerzas en el Golán131. El responsble del Departamento de Estado no tenía la intención de solucionar el conflicto en Oriente Medio, sino más bien buscar una solución parcial entre Israel y Egipto y restablecer las relaciones entre los Estados Uidos y Siria. Kissinger no quería perjudicar a Israel y era partidario de mantener el statu quo ni guerra ni paz entre Damasco y Tel Aviv. Kissinger encaminó sus esfuerzos a romper la alianza sirio-egipcia132 y quebrar, así, el Frente de Confrontación contra Israel. La participación de al-Asad en la Conferencia de Paz hubiera complicado los propósitos de Kissinger a la hora de impulsar un acuerdo bilateral entre Egipto e Israel, ignorar la cuestión palestina, aislar a Siria y marginar a la Unión Soviética en cualquier futura negociación de paz133. El 21 de diciembre 131

Durante varios meses al-Asad realizó una guerra de desgaste contra Israel, a pesar de que esta guerra no sería una victoria militar, sino una victoria política con el establecimiento de negociaciones para la separación de fuerzas. JADDAM, A. H.: al-nizam al-`arabi al-mu`awasir (El régimen árabe contemporáneo), Markaz al-zakafa al`arabi, Beirut, 2003, p. 247. 132 Para ver más sobre la primera visita de Kissinger a Siria y su postura sobre el presidente al-Asad en cuanto a las negociaciones, véase KISSINGER, 1982, pp. 777-781. 133 RABIL, 2006, p. 54.

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de 1973 tuvo lugar la Conferencia de Paz de Ginebra para Oriente Medio que fue copatrocinada por los Estados Unidos y la Unión Soviética. Aunque dicha conferencia fue un pequeño contratiempo para la política “paso a paso”134 de Kissinger, lo cierto es que el boicot de Siria y la renuencia de Israel a entrar en una negociación multilateral la convirtieron en papel mojado. La celebración de la Conferencia de Ginebra fue más bien una maniobra de distracción, habida cuenta que le permitió a Kissinger satisfacer parcialmente las demandas de sus aliados árabes y también eludir las presiones de la Unión Soviética de cara a una implicación internacional para poner fin a la ocupación israelí de los territorios árabes. Al participar en la conferencia, los soviéticos pensaron que jugarían un papel significativo en las futuras negociaciones de paz sobre Oriente Medio. Además, los países árabes que tomar parte en la conferencia –Jordania y Egipto- la vieron como un primer paso para aplicar las resoluciones 242 y 338 de las Naciones Unidas que demandaban la retirada israelí de los territorios ocupados durante la guerra. La negativa siria a tomar parte en una conferencia que no obligaría a Israel a retirarse del Golán fue aprovechada por Kissinger para excluir de manera definitiva a Damasco del proceso de paz, quedando en una situación delicada en la escena internacional y distaciándose de los planteamientos egipcios y jordanos. El 18 de enero de 1974, apenas un mes después de la Conferencia de Ginebra, Kissinger auspició la firma del Acuerdo Sinaí I entre Egipto e Israel. Este acuerdo de separación de fuerzas fue el primer éxito en la diplomacia de posguerra estadounidense y permitió un acercamiento entre Washington y El Cairo disminuyendo de manera decisiva la influencia soviética en Oriente Medio. Desde aquel entonces, los Estados Unidos quedaron como únicos árbitros en las negociaciones árabe-israelíes impulsando un proceso de paz bilateral hecho tanto a su medida como a la de su principal aliado israelí: la pax americana. Tal como se ha señalado anteriormente, el Acuerdo Sinaí I fue el primer resultao palpable de la diplomacia “paso a paso” de Kissinger en el conflicto árabe-israelí. Dicho acuerdo estipulaba que Israel devolvería al país árabe, por primera vez, territorios conquistados por la fuerza de las armas. Este acuerdo fue seguido del Sinaí II de septiembre de 1975, mucho más ambicioso, ya que su artículo primero manifestaba: “El conflicto existente entre estos dos países en el Oriente Medio no será resuelto por la fuerza militar sino por medios pacíficos”, al menos durante los tres años siguientes a la firma del acuerdo. 134

McLAURIN, R, MUGHISUDDIN, M and WANGER, A.: Foreign Policy Making in the Middle East, Domestic Influence on Policy in Egypt, Iraq, Israel and Syria, Praeger Publishers, New York, 1977, p. 19-20.

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El responsable del Departamento de Estado consideró que los ámbitos regional e internacional estaban listos para ir más allá en su diplomacia. Además, la estabilidad de la zona requería también alcanzar un acuerdo de separación de fuerzas entre Siria e Israel en el Golán y explorar la posibilidad de un acuerdo de paz entre Jordania e Israel. Kissinger interpretaba que estos movimientos serían suficientes para poner fin al boicot del petróleo, que estaba causando un grave perjuicio a la economía de los Estados Unidos y de sus aliados europeos135. Kissinger era consciente de las dificultades de impulsar un acuerdo de separación de fuerzas entre Siria e Israel en el Golán que fuera tan lejos como el alcanzado en el Sinaí, ya que era evidente que al-Asad no pretendía seguir el ejemplo de al-Saadat. No obstante, el Secretario de Defensa era consciente de que tenía que hacer un esfuerzo de cara a, al menos, alcanzar un acuerdo elemental en torno a la separación de fuerzas en el Golán. Kissinger disponía, además, de capacidad de presión sobre sirios e israelíes. En cuanto a los sirios, recurrió a los estados árabes petrolíferos para que presionasen a al-Asad, al que había prometido financiar la adquisición de nuevas armas, en torno a la necesidad de flexibilizar su posición. Además, el presidente sirio perdió una de sus únicas bazas negociadoras cuando dichos países decidieron, el 18 de marzo de 1974, poner punto y final al boicot petrolífero al mundo occidental. En cuanto a los israelíes, Kissinger no tardó en usar la estrategia “del palo y la zanahoria” a través de la ayuda militar y económica para que Israel aceptase retirarse a la línea vigente el 6 de octubre de 1973, antes del inicio de las hostilidades, lo que implicaba el abandono de la ciudad de Qunaitra, que fue completamente destruida por bulldozers israelíes antes de su retirada136. Son varios los factores que explicaron la decisiva intervención de Kissinger para promover dicho acuerdo de separación de fuerzas sirio-israelí. En primer lugar, proteger al acuerdo de separación de fuerzas egipcio-israelí de los ataques de los radicales árabes ante la nueva política de al-Saadat en el conflicto en general y hacia los Estados Unidos en particular. En segundo lugar, promover el acercamiento estadounidense-árabe, sobre todo con al-Saadat quién demostró un gran interés en mejorar sus relaciones con los Estados Unidos y alejarse

135 AL-DIJANI, H.: al-idarat al-amarikiya wa Israel 1948-1993 (Las administraciones americanas e Israel. 1948-1993), Wizara al-zaqafa, Damasco, 1994, p.108-109; BUHAYRI, M.: al-siyasa al-amarikiya wa al-`arab (La política americana y los árabes), Markaz Dirasat al-Wahda al-Arabiya, Beirut, 1982, pp. 67-70. 136 RABIL,2006, p. 55.

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de los soviéticos137. En tercer lugar, evitar otra guerra en Oriente Medio, pues los enfrentamientos en el frente sirio-israelí continuaron durante la primavera de 1974 en una guerra de desgaste. Para los estadounidenses, la explosión de otra guerra en la zona daría a los soviéticos otra oportunidad de involucrarse en el conflicto y en unas eventuales negociaciones. Por último lugar, después de la experiencia de la guerra de Octubre, una guerra más agravaría aún más la situación económica mundial, dado que posiblemente sería acompañada de un nuevo boicot petrolífero árabe. Durante la primavera de 1974 y debido a una serie de factores, al-Asad intentó fortalecer su posición en las negociaciones de separación de fuerzas con Israel. Un primer factor fue que la guerra de desgaste no contribuyó mucho a que Siria mejorase su posición militar y política en las negociaciones con Israel. Un segundo punto es que al-Asad quiso usar los rehenes capturados durante la guerra para presionar a Israel, pero no tuvo demasiado éxito a la hora de encontrar contraprestaciones por la parte israelí, que no adoptó un planteamiento más flexible. En tercer lugar, el uso del petróleo árabe como arma de presión no produjo los resultados esperados, ya que Occidente no presionó a Israel para que se retirase de los territorios árabes ocupados. De hecho, los países árabes petrolíferos pusieron fin a su boicot sin que siquiera se alcanzase antes el mencionado acuerdo de separación de fuerzas sirio-israelí, lo que privó a al-Asad de otro elemento negociador importante138. En cuarto lugar, tras la guerra la Unión Soviética se contentó con dar a alAsad un apoyo moral más que militar139. Por lo tanto, al-Asad quedó aislado en el ámbito regional y consideró que el destino de las negociaciones estaban por completo en manos de Kissinger. De hecho, aunque era consciente de sus escasas posibilidades de alcanzar un acuerdo ventajoso, lo cierto es que el presidente sirio veía la implicación norteamericana de manera positiva ya que podía permitir la reanudación de las relaciones entre Damasco y Washington, interrupidas desde la época de Yadid. Del 29 de abril al 29 de mayo de 1974, Kissinger cumplió un papel indispensable para que sirios e israelíes alcanzasen un acuerdo de separación de fuerzas. Viajando sin descanso 137

Tras la Conferencia de Ginebra, la Administración de Nixon concentró sus energías en seguir cortejando a al-Saadat para que se alejase de los soviéticos. SEALE, 1989, p. 239; BUHAYRI, 1982, p. 72. 138 KISSINGER, 1982, p. 891-892. 139 En abril de 1974 al-Asad viajó a la Unión Soviética para buscar más apoyo y mejorar su situación en el conflicto con Israel, pero las promesas soviéticas fueron vagas restringiéndose al respaldo moral y diplomático y sin respaldar el llamamiento sirio a una paridad militar con Israel. Los soviéticos no deseaban aumentar la tensión en la zona con el envío de armamentos a sus aliados pues tras la crisis del 24 y 25 de octubre de 1973, tanto los soviéticos como los estadounidenses se convencieron de la importancia de la estabilidad en la zona, ZIYADE, 2005, p. 141.

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entre Damasco y Tel Aviv140, Kissinger pudo acercar las posturas sirias e israelíes para separar las fuerzas en los Altos del Golán y llegar a un acuerdo sobre la dimensión de la retirada israelí. En la práctica, el acuerdo de separación de fuerzas firmado el 31 de mayo de 1974 representó otro éxito de la diplomacia del “paso a paso” y, lo que es más importante, allanó el terreno para la paz entre Israel y Egipto, lo que dejaría a los demás países árabes sin posibilidad de lanzar otra guerra contra Israel, lo que a su vez marcaría el declive de la Unión Soviética141. En varias ocasiones durante las negociaciones, Kissinger buscó el apoyo del presidente Nixon para presionar a los israelíes a rebajar sus expectativas y obligarles a retirarse hasta las fronteras previas a la guerra de Octubre y devolver la ciudad de Qunaitra. Por su parte, el gobierno israelí consideraba que no estaba obligado a renunciar a dichos territorios, ya que fue Siria la que empezó la guerra y la perdió142. Con la firma del acuerdo de separación de fuerzas empezó una nueva etapa en las relaciones sirio-norteamericanas y sirio-israelíes. La histórica visita oficial del presidente Nixon a Damasco el 16 de junio de 1974 fue precedida por la reanudación de relaciones diplomáticas entre los Estados Unidos y Siria tras un período de siete años de ruptura143. El acuerdo de separación de las fuerzas en los Altos del Golán y la visita del presidente Nixon a Damasco mejoraron sustancialmente las relaciones sirio-estadounidenses y abrió una nueva página en las relaciones diplomáticas entre Damasco y Washington. Uno de los éxitos del secretario de Estado Kissinger fue el de convencer a al-Asad de que los Estados Unidos eran capaces de presionar a Israel para tratar de impulsar un acuerdo, lo que sin duda abría unas perspectivas extraordinariamente favorables para Siria y su perenne reclamación de una retirada israelí del Golán. De esta manera se cerró un capítulo de la diplomacia del “paso a paso” de Kissinger, pero es importante relativizar su influencia en la situación sobre el terreno que siguió siendo 140

DUPUY, 1978, pp. 581-583. MA’OZ, 1988, pp. 97-99. 142 La ayuda económica y militar de los estadounidenses jugó un papel importante para presionar a Israel a ser flexible en el tema de la retirada de la ciudad de Qunaitira, véase SPIEGEL, 1985, p.278-279; QUANDT, 1993, pp. 291- 295. 143 Durante su visita a Damasco, el presidente Nixon ofreció un programa de ayuda económica a Siria en una demostración de agradecimiento a la postura positiva en las negociaciones de separación de fuerzas. ZIYADE, 2005, p. 143. Para conocer más sobre la visita del Presidente Nixon a Damasco véase la obra de Abdula Fekri al-Jani, el Director General del Palacio de la República, AL-JANI, A.: Maham siyiyasiya wa diblumasiya suriya (Las tareas políticas y diplomáticas sirias), Dar al-nafis, Beirut, 2004, pp. 99-105. 141

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delicada e inestable. En primer lugar, Israel continúo ocupando los territorios de 1967, ya que las resoluciones 242 y 338 del Consejo de Seguridad no tuvieron ningún efecto sobre Israel ni tampoco los Estados Unidos estuvieron interesados en velar por su aplicación. En segundo lugar, tras la guerra se estrecharon las relaciones israelí-estadounidenses, ya que a partir de aquel momento la seguridad de Israel devino una cuestión prioritaria para Washington. En tercer lugar, los acuerdos de separación de fuerzas bajo mediación estadounidense sólo permitieron a los árabes recuperar una pequeña porción de los territorios ocupados. En cuarto lugar, Kissinger logró dividir a los árabes en las negociaciones y firmar acuerdos separados con Israel. En sexto lugar, durante este periodo Kissinger logró neutralizar a los soviéticos para que no interviniesen en las negociaciones. En conclusión, la alianza fortalecida entre los Estados Unidos e Israel obligó a los árabes a aproximarse a los Estados Unidos, una vez que los árabes comprendieron que la Unión Soviética no podría excesiva influencia en el devenir de las negociaciones de paz. La diplomacia estadounidense en la etapa de posguerra se concentró en poner fin a las presiones petrolíferas creadas por la guerra de Octubre y en trazar las directrices del proceso de paz. Para la Administración de Nixon, y más aún para Kissinger, un retorno de Israel a las fronteras del 4 de junio de 1967 y, por consiguiente, una retirada de los Altos del Golán significaría una victoria estratégica para los soviéticos. Por ello era esencial que los acuerdos de separación de las fuerzas entre Israel y los árabes no resolvieran el conflicto ni devolvieran los territorios íntegros a los sirios y egipcios. Kissinger consideró que sin estos acuerdos de separación de fuerzas podría estallar otra guerra entre Israel y los árabes, anunciarse otro boicot de petróleo y darles a los soviéticos un pretexto para intervenir en la zona. Tales acuerdos, además, servirían para ganarse a Egipto, la principal potencia árabe. La situación en Oriente Medio fue una prioridad en la agenda de Kissinger a partir de entonces. Por primera vez en la historia de la política exterior de los Estados Unidos y durante varios meses el secretario de Estado concentró todos sus esfuerzos en las negociaciones entre Israel y sus vecinos árabes. Esto indica por un lado la importancia de la estabilidad de Oriente Medio implicaba para los Estados Unidos y, por otro lado, la gran responsabilidad estadounidense de proteger a Israel ante sus enemigos árabes aliados de los soviéticos.

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En cuanto a las relaciones sirio-estadounidenses las rondas de Kissinger renovaron el diálogo entre Damasco y Washington144. El nuevo escenario creado después de la guerra de Octubre y la mediación estadounidense entre Siria e Israel condujeron hacia una cooperación estadounidense-siria cuyos efectos abordaremos a continuación cuando nos detengamos en el análisis de la crisis libanesa, cuando Siria intervino a favor de los aliados de los Estados Unidos en Líbano. Tras la guerra de Octubre y los acuerdos de separación, la Administración estadounidense reconoció a Siria como uno de los principales actores en el conflicto árabe-israelí. Ante la mejora de las relaciones entre ambos países, el secretario de Estado facilitó un préstamo de 50 millones de dólares a Siria de la Agencia Internacional de Desarrollo, como asistencia económica para sus sistemas de agua y agricultura. Por su parte, Siria intentó a su vez fortalecer sus relaciones económicas con los Estados Unidos con el fin de desarrollar su economía. Después de la guerra de Octubre, los estadounidenses consideraron que la situación de Oriente Medio era volátil y que en cualquier momento estallaría otra crisis que afectaría a los intereses estratégicos de los Estados Unidos. Por eso era necesario para los Estados Unidos estabilizar la zona a través de la diplomacia, pero también intensificar la asistencia armamentista a su aliado israelí para garantizar su superioridad militar ante los países árabes situados en la órbita soviética. El gran éxito de Kissinger fue comprender que necesitaba ofrecer a los árabes una opción a la guerra. La diplomacia “paso a paso” encarnó tal opción al promover acuerdos, si bien limitados y bilaterales tal y como convenía a Israel, sin llegar a ofrecer una solución global que obligatoriamente pasaba por la retirada israelí de los territorios árabes ocupados desde 1967. Este tipo de estrategia de contener el conflicto sin abordarlo en su integridad continuaría durante el periodo de Ford.

1.3.6. al-Asad y el “paso a paso” de Kissinger Como se ha visto anteriormente, la visita de Nixon a Siria abrió una nueva página en las relaciones sirio-estadounidenses. La ronda de Nixon en Oriente Medio, en el curso de la cual se entrevistó con Hafez al-Asad en Damasco, puso de manifiesto el éxito de la

144

Después de la renovación de las relaciones sirio-estadounidenses el ministro de Asuntos Exteriores de Siria, Jaddam, fue recibido en Washington para un evento que desde más de 15 años no habían celebrado ambos países. RABIL. 2006, p. 60.

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diplomacia de Kissinger145. A la vez, Nixon necesitaba perentoriamente éxitos en la escena internacional para contrarrestar el enorme daño que el escándalo Watergate le estaba haciendo en la escena doméstica. Para los árabes, la visita de Nixon evidenció que Oriente Medio había ganado posiciones debido a la ceciente importancia de sus reservas petrolíferas, pero también a su posición geoestratégica que le convertía en un terreno central donde se libraba la Guerra Fría. Muchos países árabes situados en la órbita occidental vieron también esta visita como un primer paso para un implicación mucho más actica en la solución del conflicto árabe-israelí, ahora que la Unión Soviética había perdido posiciones y algunos de sus aliados centrales – Egipto con claridad, pero también Siria más tímidamente- se aproximaban a los Estados Unidos. al-Asad, que por primera vez se reunía con un presidente norteamericano, vio reforzada su posición tanto en el ámbito doméstico como a nivel regional. Por eso no dejó pasar la oportunidad para manifestar, por primera vez, su aceptación de las resoluciones 242 y 338 del Consejo de Seguridad reclamando no sólo una completa retirada israelí a las fronteras anteriores al 5 de junio de 1967, sino también la salvaguarda de los legítimos derechos palestinos146. Dos meses después, el 8 de agosto de 1974, el presidente Nixon presentaría su dimisión y el vicepresidente Ford ocuparía su lugar como presidente de los Estados Unidos. Debido a la falta de experiencia del nuevo presidente en política exterior, el secretario de Estado Kissinger se convirtió en el único arquitecto de la política exterior hacia Oriente Medio durante su presidencia. Durane la Administración de Ford, Kissinger pudo seguir aplicando su estrategia “paso a paso” en el conflicto árabe-israelí. El presidente Ford se mostró como un buen amigo del estado de Israel y compartió los postulados realistas de Kissinger en torno a la necesidad de frenar la penetración soviética en Oriente Medio, ya que eran conscientes de que el objetivo de Moscú era desestabilizar la zona por medio del respaldo a los países radicales árabes147. Kissinger no sólo pretendió reducir la influencia militar, sino también diplomática de la Unión Soviética, consciente de que cualquier éxito

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Durante sus conversaciones con al-Asad, Nixon declaró que la política estadounidense en la zona consistía en empujar poco a poco a Israel hasta que se retirase del Golán por completo. Para ver más sobre la visita del presidente Nixon a Damasco y sus conversaciones con al-Asad véase NIXON, 1978, p. 1013-1014. 146 Después de su visita a Siria a inicios de 1975, el senador McGovern aseguró que Siria tenía buenas intenciones de forjar buenas relaciones con los Estados Unidos y que los sirios entendían que los soviéticos sólo enviaban armamento a los árabes para fomentar las tensiones con Israel. Según McGovern los sirios no tardarían en romper sus lazos con los soviéticos una vez que Israel se retirara del Golán. RABIL, 2006, p. 60. 147 QUANDT, 1993, pp. 304-306.

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de Moscú podría afianzar su posición en la zona. La diplomacia “paso a paso” fue considerada la mejor manera de mantener el statu quo en el conflicto sin implicar avances trascendentales y apoyar a los árabes moderados que querían la paz con Israel. El 22 de agosto de 1974 al-Asad envió su ministro de Asuntos Exteriores Abd al-Halim Jaddam a Washington para demostrar a la Administración de Ford su buena disposición a entrar en una negociación con Israel basada en las resoluciones 242 y 338, pero que también tuviera en cuenta la necesidad de resolver la cuestión palestina. Sin embargo, Ford y Kissinger estaban más interesados en seguir negociando con el moderado al-Saadat que con otros líderes árabes148 y en marginar a Siria durante la próxima etapa. Por su parte, el primer ministro israelí Isaac Rabin aseguró a los estadounidenses en su visita del 10 de septiembre a Washington que pretendía negociar con al-Saadat para alcanzar un segundo acuerdo sobre Sinaí149. Los estadounidenses entendían la situación interna política de Rabin, pues su rival en el gobierno- Peres, el ministro de Defensa- se oponía a seguir negociando con al-Asad para devolver el Golán a Siria. Ambos lideres político y militar israelíes enfatizaban la importancia estratégica de los Altos del Golán para garantizar la seguridad del Estado de Israel. Durante los últimos dos meses de 1974 Kissinger aumentó sus actividades diplomáticas para promover el segundo acuerdo entre Israel y Egipto. Con esto quería en primer lugar apartar a Egipto de Siria y en segundo lugar acercar al-Saadat a los Estados Unidos. Al percibir este movimiento, los soviéticos y los sirios unificaron posiciones rechazando la estrategia “paso a paso” de Kissinger al constatar que esta no resolvería el conflicto en la zona, sino que más bien fortalecería la influencia estadounidense en la zona, marginaría a Moscú en el proceso de paz, reforzaría a Israel en la negociación y dividiría a los árabes. De esta manera, un nuevo acuerdo serviría para debilitar y marginar a al-Asad y, así, hacer inviable una nueva guerra árabe-israelí150. Ante la cada vez más evidente sintonía egipcio-norteamericana, al-Asad tomó varias medidas a nivel regional e internacional. A nivel regional y con el apoyo soviético, se acercó hacia los jordanos y palestinos, apoyó a la OLP y ofreció su cooperación política y militar a 148 Sobre todo cuando Jordania se ve obligada a reconocer en la Cumbre Árabe en Rabat, celebrada en octubre de 1974, a la OLP como el “único y legitimo representante del pueblo palestino”. 149 KISSINGER, H.: Years of Renewal, Simon & Schuster, New York, 1999, pp. 377-381. 150 FORD, G. R.: Time to Heal, The Autobiography of Gerakd R Ford, Harper & Row, New York, 1979, pp. 183191.

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los palestinos en su lucha por la recuperación de sus derechos. A nivel internacional, el 3 de febrero de 1975 al-Asad y los soviéticos recalcaron la importancia de convocar una nueva Conferencia de Paz en Ginebra para resolver el conflicto árabe-israelí y rechazaron cualquier solución parcial del conflicto151. La Administración de Ford dio prioridad a un acuerdo egipcio-israelí antes de 1976 para anticiparse tanto a las elecciones norteamericanas como a las israelíes. Con la firma del acuerdo de Sinaí II el 4 de septiembre de 1975, al-Saadat formalizó el final de la fase bélica del conflicto con Israel y dejó a Siria en absoluta soledad en la batalla pues abandonó el frente de confrontación árabe. Como consecuencia de dicho acuerdo, Siria y Jordania anunciaron la formación de un efímero Comando Superior responsable de dirigir una posible acción militar hacia Israel. El acercamiento egipcio-israelí-norteamericano iniciado con el acuerdo Sinaí II tuvo un efecto devastador en la política exterior de al-Asad, sobre todo hacia los Estados Unidos y la Unión Soviética. En la ultima visita de Kissinger a Damasco en septiembre de 1975, alAsad demostró su disgusto y desconfianza hacia la diplomacia estadounidense, pues consideraba que había sido engañado por los norteamericanos y egipcios. Al considerarse amenazado militarmente por Israel152, al-Asad recurrió nuevamente a la Unión Soviética y concentró sus energías en armar a su Ejército y alcanzar una paridad estratégica con Israel153. al-Asad también fortaleció sus relaciones diplomáticas con la Unión Soviética, dado que tanto sirios como soviéticos fueron perjudicados por la diplomacia “paso a paso” de Kissinger: al-Asad perdió el respaldo de Egipto, su gran aliado árabe en la lucha contra Israel y los soviéticos perdieron su influencia en una de las zonas más estratégicas del mundo durante la Guerra Fría. La ruptura de la alianza con El Cairo hizo a Damasco mucho más importante a los ojos de Moscú. En los próximos años, al-Asad se convertiría en un aliado fundamental para los soviéticos en la zona. A finales de 1975 terminaría la luna de miel sirio-estadounidense que comenzó en junio de 1974. A pesar de ello, al-Asad se abstuvo de romper sus relaciones diplomáticas con los Estados Unidos y dejó la puerta abierta a un eventual acercamiento o mejora de relaciones. 151

BRUZONSKY, 1977, p. 91. SPIEGEL, 1985, p. 301. 153 Para ver más información sobre la carrera armamentista en la zona véase COLLINS, J. and CORDESMAN, A.: Imbalance of Power: An Analysis of Shifting U.S.-Soviet Military Strengths, CA: Presidio Press, San Rafael, 1978. 152

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De hecho, el presidente sirio siguió reclamando una paz justa y global con Israel que exigía la aplicación de las resoluciones 242 y 338 del Consejo de Seguridad y tener en cuenta los derechos nacionales palestinos.

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CAPÍTULO 2. SIRIA ANTE CAMP DAVID (1976-1982)

2.1. ENTRE LA CRISIS ECONÓMICA Y LA CRISIS ISLAMISTA

2.1.1 Las divergencias internas ante la intervención en Líbano La decisión de al-Asad de intervenir en Líbano y enfrentarse a los palestinos y al Movimiento Nacionalista de Kamal Gumblat no fue una tarea fácil y, además, desencadenó una viva polémica entre los altos responsables del régimen sirio. Estas reticencias no llevaron a Hafez al-Asad a replantear su decisión, que además contaba con la luz verde de los Estados Unidos, que decidió respaldar a las Falanges cristianas en su lucha contra una heterogénea alianza en la que tomaban parte izquierdistas, palestinos, musulmanes y drusos. La intervención militar siria en Líbano a favor de los maronitas y contra los palestinos levantó una tormenta de rechazo tanto en la escena regional medioriental como en el ambito interno sirio. Dentro del propio gobierno, la decisión de intervenir en Líbano dividió al Mando Regional del Baaz entre los partidarios y los opositores a la internvención154. Este fue el primer desacuerdo surgido en el seno del Mando Regional desde que, con el Movimiento Rectificador, al-Asad se hiciese con sus riendas. En el transfondo de esta polémica, además, podía detectarse el malestar existente por el carácter presidencialista del régimen y por la escasa relevancia del Mando Regional, que fue constantemente ninguneado a la hora de tomar parte en la toma de decisiones de calado. En cuanto a la oposición política dentro del Frente Nacional Progresista, al-Asad se expuso a una dura condena por parte del Partido Comunista Sirio liderado por Riad al-Turk155. En enero de 1976, al-Turk rompió su débil alianza con el Baaz y se retiró del Frente Nacional Progresista. Desde entonces al-Turk adoptó una postura critica ante el régimen alawí y condenó duramente su intervención militar contra el Movimiento Nacionalista y los 154

BARUT, M. J.: al-ahzab wa al-harakat al-qawmiya al-`arabiya (Los partidos y movimientos nacionalistas árabes), al-Markaz al-`Arabi li-l-Dirasat al-Istratiyiya, Damasco, 2000, p. 288-289; ZIYADE, 2005, p. 154. 155 También conocido como el “Nelson Mandela” sirio, después de 17 años en la prisión fue liberado en 1998 y otra vez condenado por dos años y medio en 2002, al final de la “primavera siria”. ÁLVAREZ-OSSORIO, I.: Siria Contemporánea, Síntesis, Madrid, 2009, p. 182.

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palestinos. Ese mismo año, en agosto de 1976, los círculos marxistas en su primera conferencia formaron la Unión de Trabajadores Comunistas, que se oponía a la intervención siria en Líbano al considerar que ésta no serviría a los intereses árabes ni ayudaría a restablecer los derechos palestinos156. Los críticos con la gestión de al-Asad, aprovecharon su delicada para cuestionar la imagen carismática que se había erigido a raíz de la guerra de Octubre157. Tras la masacre del campamento de refugiados palestinos de Tal al-Zatar, en lo que fue denominado como el Junio Negro en 1976158, los intelectuales sirios (entre ellos Sadeq al-Azm) redactaron una declaración de protesta que era un buen reflejo de la vasta oposición popular a la intervención en el país del cedro. Por su parte, la oposición en el exilio condenó la decisión de al-Asad de intervenir en Líbano para golpear a la resistencia palestina. Salah al-Din Bitar, uno de los fundadores del partido Baaz en Siria que años más tarde sería asesinado en París, no tardó en criticar al régimen de al-Asad preguntándose cómo pretendía Siria, siendo el corazón del panarabismo, cooperar con los cristianos en su lucha contra el frente progresista libanés159. La respuesta de Bitar era que el régimen en Damasco tenía un carácter centralizado y autoritario, carecía de vínculos con la sociedad siria y había estrangulado la democracia en el país. El desacuerdo entre la clase dirigente no sólo se limitó al seno del Baaz, sino que se extendió también al ámbito militar, la base fundamental del régimen de al-Asad. Efectivamente, uno de los resultados más peligrosos de la decisión de al-Asad fue la aparición de importantes fisuras dentro del propio estamento militar. Algunos generales del Ejército declararon su rechazo a la intervención militar en Líbano para respaldar a las facciones cristianas de Líbano. Desde su punto de vista, la intervención fortalecería a los cristianos aliados de Occidente e Israel y esto comprometería la seguridad de Siria y su estrategia en el conflicto de Oriente Medio. En 1976 se descubrió una organización secreta denominada la Vanguardia Árabe Combatiente que operaba dentro de las Compañías de Defensa y que estaba controlada por el general Raiq al-Nucary, quien planeaba un golpe

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BARUT, 2000, p. 445. Tras la guerra de Octubre, al-Asad intentó liderar un frente pro-árabe para recuperar los territorios árabes ocupados y abanderar la defensa de los derechos palestinos. Además, al-Asad demostró un gran interés en fortalecer la cooperación árabe en torno al conflicto árabe-israelí para enfrentar la superioridad militar israelí. Para ver más sobre el panarabismo y al-Asad véase BATATU, 1999, pp. 278-281. 158 TAYLOR, 1982, p. 64. 159 AL-BARAZI, T.: Malafat al-mu`arada al-suriya (Los documentos de la oposición siria)), Maktaba Madbuli, El Cairo, 1994, p.60-61. 157

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militar contra al-Asad160. El descubrimiento de esta tentativa golpista mostró en toda su crudeza la gravedad del desacuerdo interno entre las filas del Ejército. La intervención siria en Líbano no sólo fue contestada por los sectores izquierdistas, sino también por la oposición islamista. Los Hermanos Musulmanes, que habían sido reprimidos en Hama en 1964, elevaron el tono y acusaron al régimen alawí de intervenir a favor del gobierno maronita de Líbano161. La destrucción de Tal al-Zatar llevó a los sectores islamistas a retomar las armas para tratar de derrocar a Hafez al-Asad. Se puede decir que los islamistas aprovecharon la impopularidad de la medida para reactivar su combate contra un régimen que catalogaban de apóstata y que consideraban se encontraba en una situación de completo aislamiento162. La respuesta del al-Asad a la revuelta islamista, que implicó el empleo de acciones guerrilleras y terroristas contra líderes alawíes, agentes de seguridad y miembros del Partido Baaz, fue la de intensificar la represión163. Los alzamientos fueron brutalmente reprimidos y no se dudó al empleo sistemático de los encarcelamientos, las torturas, los asesinatos y las expulsiones con tal de hacer descarrilar dicha revuelta164.

2.1.2. La crisis económica siria A finales de la década de los setenta explotó una crisis económica en Siria que amenazaron aún más al debilitado régimen alawí, que libraba una violenta revuelta islamista y que, además, debió afrontar la intervención israelí en el sur libanés con la operación Litani de 1978. En este apartado se analizará las razones de dicha crisis económica que afligió al país en la segunda mitad de los setenta y se explicarán los efectos que ejercieron sobre la política de al-Asad de aquel entonces.

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al-Nucary es conocido por sus libros sobre la ideología y la guerra como el único camino para construir la sociedad árabe socialista unida. al-Nucary pudo atraer algunos generales del Ejército hacia su frente, pero en 1976 el régimen lo descubrió y arrestó a cincuenta generales. Para ver más sobre la organización de al-Nucary véase BARUT, 2000, pp. 443-445. 161 WEDEEN, L.: Ambiguities of Domination: Politics, Rhetoric, and Symbols in Contemporary Syria, University of Chicago Press, Chicago, 1999, p. 32. 162 GUZMÁN, R. M.: La Guerra Civil en el Líbano. Análisis del contexto político-económico del Medio Oriente, Texto, San José, 1985, pp. 278-280. 163 BADARO, S. A.: The Islamic Revolution of Syria (1978-1982). Class Relation, Sectarianism and Social-Political Culture in a National Progressive State, Tesis Doctoral, The Ohio State University, 1987. 164 MIDDLE EAST WATCH.: Syria Unmasked: The Suppression of Human Right by the Asad Regime, Human Rights Watch Books, Yale University Press, New Haven, 1991, pp. 317-319.

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La crisis económica y el descontento popular en Siria a mediados y finales de los setenta no surgieron espontáneamente, sino que tuvieron unas causas profundas. El pujante desarrollo económico que Siria experimentó después del Movimiento Rectificador empezó a ceder fuerza tras la guerra de Octubre y la intervención militar en Líbano. En la segunda mitad de los setenta empezaron a hacerse cada vez más patentes las disparidades sociales en Siria, poniendo de manifiesto la aparición de una nueva clase privilegiada dentro del régimen que había crecido de manera exponencial acumulando en un corto periodo de tiempo grandes riquezas, lo que agudizó el descontento de las clases marginadas y pobres. A finales de los setenta, con al-Asad inmerso en el laberinto libanés, las elites dirigentes, más las militares que las políticas amasaron una enorme fortuna y emplearon su riqueza para ganar influencia dentro del país. Como señalana Álvarez-Ossorio y Gutiérrez de Terán, “la asadización de Siria deparó el ascenso de una elite familiar reconvertida primero en militar, con el fin de acceder a los puestos claves de los Servicios de Inteligencia y las Fuerzas Armadas y, después, en un foco de magnetismo empresarial que haría del Estado su principal baluarte”165. Es obvio que no todos los sectores de la sociedad siria se beneficiaron por igual de la favorable situación económica después de la llegada de al-Asad al poder. Sólo un pequeño grupo de personas que formaba parte del régimen o mantenía relaciones estrechas con el mismo se enriqueció. De esta manera y durante varios años se desarrollaron y establecieron dentro del régimen relaciones especiales y diversas redes de patronazgo entre hombres de negocio, políticos y militares. Esto condujo a un rechazo popular de las políticas del gobierno en Damasco y deterioró de manera notable la imagen carismática de Hafez al-Asad166. Fueron varios los factores que contribuyeron a la estabilidad económica del régimen entre 1970 y 1976. En primer lugar, en aquella época al-Asad estaba concentrado en fortalecer la situación económica del país más que emprender una nueva guerra contra Israel. En segundo lugar, la ayuda exterior de los países petrolíferos árabes, que en 1974 llegó a 600 millones de dólares, unida a las inversiones en infraestructuras de la Unión Soviética, fueron de gran ayuda para favorecer un relanzamiento de la economía siria. En tercer lugar, el elevado precio del petróleo benefició a Siria, al ser este una parte considerable del ingreso 165 ÁLVAREZ-OSSORIO, I. y GUTIÉRREZ DE TERÁN, I. (2009): “La república hereditaria siria: el fracaso de una transición” en IZQUIERDO, F. (ed.), Poder y regímenes en el mundo árabe contemporáneo, Ediciones Bellaterra, Barcelona, p. 268. 166 El primer octubre fue el del Movimiento de la Rectificador en 1970 y el segundo fue el de la guerra de Octubre de 1973. PERTHES, V.: The Political Economy of Syria under Asad, Tauris, London, 1995, pp. 26-31.

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nacional del país167. La estabilidad económica de Siria permitió al régimen financiar grandes proyectos en diferentes sectores, sobre todo en la agricultura y la educación, y mejorar la renta per capita de los sirios. A partir de mediados de la década de los setenta, al-Asad empezó a focalizar su atención en los asuntos exteriores más que en los asuntos internos con el objetivo de fortalecer su posición regional ante Israel en el conflicto, lo que tuve un efecto perjudicial en el dominio económico. Mientras que al-Asad luchaba en varios frentes internacionales (fortalecimiento de la presencia siria en Líbano, reacción ante la aproximación israelí-egipcia, aproximación a los Estados Unidos), la inestabilidad política y económica se apoderó del país. Como hemos señalado más arriba, Siria había recibido una gran asistencia financiera de los países árabes petrolíferos, pero debido a su intervención en Líbano en 1976 algunos países congelaron dicha ayuda, sobre todo Arabia Saudí, lo que le ocasionó una grave crisis económica. Por otro lado, la corrupción en el país se propagó, y a mediados de los setenta se creó una oligarquía parasitaria y especulativa –integrada en su mayoría por militares y políticos del régimen- que tenía una posición dominante en el ámbito económico sin que ello implicara la generación de riqueza o recursos. Antes de la guerra de Octubre, el gobierno y la economia eran dominios separados pero tras la guerra la situación cambió. Al mismo tiempo cada negocio y cada pequeño trato debían descontar por anticipado el pago de generosas comisiones para los políticos y los militares del régimen, lo que terminó por acentuar la relación entre los hombres de negocio y los grandes proceres del régimen168. Un dato revelador en este sentido es que en 1963 había 55 millonarios en Siria, mientras que este número se multiplicó por cincuenta en tan sólo 13 años, ya que en 1976 había ya 2.500 millonarios, más del 10 por ciento con una riqueza superior a los 150 millones de liras sirias (en aquella época cinco liras sirias equivalían a un dólar)169. El incremento de la corrupción entre los oficiales del régimen granjeó el malestar de la sociedad siria y creó un desequilibrio en las relaciones sociales, lo que incidió negativamente y causó un grave perjuicio al desarrollo económico del país170. Aunque los salarios subieron entre 1975 y 1978, a partir del año 1979 los empleados del sector público, el sector más grande en Siria, perdieron poder adquisitivo y vieron reducir 167

KIENLE, E.: Ba´th v. Ba´th: the Conflict Between Syria and Iraq, 1968-1989, Tauris, London, 1990, pp.68-72. SADIQ, 1993, pp. 175-179; PERTHES, 1995, p, 181. 169 LAWSON, 1996, p. 82. 170 Un excelente retrato de estas prácticas aparece en la obra El lado oscuro del amor del escritor sirio en el exilio Rafiq Shami, véase SHAMI, R.: El lado oscuro del amor, Salamandra, Barcelona, 2008. 168

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sus ingresos171. Las manifestaciones populares contra las políticas económicas del gobierno llevaron a al-Asad a aprobar un cambio en el gobierno el 7 de agosto de 1976 con el nombramiento de Abd al-Rahman Julayfawi como primer ministro. Esta decisión no contribuyó a la mejora de la situación económica, ya que la corrupción y las prebendas de la clase política y militar se siguieron extendiendo en los años posteriores. Otro intento de frenar dicha gangrena fue la creación de un Tribunal de Seguridad Económica el 8 de julio de 1977 y, en agosto del mismo año, una Junta sobre la Ganancia Ilegal. al-Asad autorizó a los miembros de la mencionada junta a interrogar a cuadros medios del régimen en torno a malversaciones financieras, abuso de poder y sobornos en el desempeño de sus funciones. Sin embargo, la Junta sobre la Ganancia Ilegal tuvo que interrumpir sus actividades cuando empezaron a salir a relucir la implicación de prohombres del régimen en los casos de corrupción y soborno. El hermano de Hafez al-Asad, el comandante Rifaat al-Asad era un claro ejemplo de enriquecimiento ilegal. Rifaat estaba al mando de las Brigadas de Defensa, una especia de guardia pretoriana cuyo trabajo era defender al régimen de cualquier peligro interno. A mediados de los setenta y después de la intervención de al-Asad en Líbano, Rifaat y sus generales de la brigada desempeñaron un papel importante en las operaciones de corrupción y contrabando entre Líbano y Siria172. Esta fue la primera vez desde 1963 que el grupo gobernante compuesto por militares y partidarios, la mayoría de ellos provenientes del medio rural o ciudades pequeñas, adquirían colosales riquezas173. Esta nueva clase enriquecida por medios ilegales terminó desplazando y marginando a la antigua oligarquía y pudo consolidar su preponderancia económica gracias al paraguas protector que le daba su pertenencia al régimen. Ante la gravedad de la situación, el 30 de marzo de 1978 al-Asad intentó resolver la situación nombrando un nuevo gobierno dirigido por Muhammad Ali Halaba. El nuevo primer ministro efectuó varias reformas económicas con el objeto de encontrar una salida a la crisis, poner freno a la corrupción y disminuir el gasto nacional en general. Como sus 171

Durante la crisis económica de 1976 a 1980 la inflación aumentó en Siria de un 20% a un 26% cada año. En cuanto a la distribución de la riqueza, el 9% de la población sirio concetraba el 49% de la riqueza, otro 12% del pueblo el 30% y, por último, el 80% del pueblo el 21% restante. SADEQ, 1993, p. 180. 172 DRYSDALE, A.: “The Succession Question in Syria”, Midlle East Journal, Vol. 39, nº 2, Spring, 1985, pp. 93-110. 173 Muhammad Haydar, el viceprimer ministro de Asuntos Económicos, era conocido como “el señor del cinco por ciento”. Muhammad Majluf, el cuñado de al-Asad, utilizó su cargo en el partido Baaz para acumular una gran riqueza. El hijo de Majluf, Rami, es el verdadero señor económico en el régimen de Bashar en la actualidad. Otras figuras en el sector militar también estuvieron implicados en la corrupción, como el jefe de la Seguridad Interna Muhammad Nasif, el jefe de la Seguridad Militar Ali Duba, y los comandantes de las dos divisiones (la primera y tercera) alrededor de Damasco. SEALE, 1989, p. 319.

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predecesores, Halaba intentó enfrentarse a aquellas personas que se habían enriquecido en los últimos años, muchos de ellos personas cercanas al presidente que les blindó en sus cargos. El argumento empleado para rusticar esta decisión fue la necesidad de mantener cohesionado al régimen en un momento especialmente delicado dada la inestabilidad política y la inseguridad generada por la revuelta islamista. Ante esta compleja situación, Hafez al-Asad decidió dar prioridad al combate contra los Hermanos Musulmanes situando en un segundo plano de atención la crisis económica.

2.1.3. El levantamiento de los Hermanos Musulmanes Siria es un país donde la guerra y la paz son una disyuntiva permanente y donde los golpes de Estado, las crisis de poder y los embates del fundamentalismo islámico han trufado la vida política desde la independencia en 1946. Una de las más poderosas fuerzas de oposición al gobierno baazista en Siria han sido los Hermanos Musulmanes que, a su vez, se han convertido en uno de los más relevantes actores políticos del país en las últimas décadas. En 1964 se dio la primera revuelta islamista contra el régimen baazista en la ciudad sunita de Hama, que fue reprimida con gran dureza por el aparato militar174. En febrero de 1971, unos meses después del Movimiento Rectificador, al-Asad se convirtió en el primer musulmán no sunita en alcanzar la presidencia, ya que incluso el kurdo Husni al-Zaim que había detentado la presidencia por unos meses en 1949 era sunita. Por primera vez en la historia de Siria, un alawí asumía las riendas del país lo que crearía una enorme brecha frente ante la mayoría sunita175. Las reformas del régimen baazista tuvieron un impacto negativo en ciertos sectores de la población. La nacionalización de industrias, la reforma agraria, la sustitución de la vieja relación terrateniente-campesino, los nuevos planes del crédito agrario estatal y las redes de mercado y distribución dominadas desde entonces por el Estado, generaron un gran rechazo por la clase tradicional urbana dominante y también por los grupois islamistas. A raíz de ello, muchos opositores consideran los programas anti-gubernamentales y anti-Baaz de los islamistas como una alternativa. Así las reformas de Baaz cambiaron la estructura 174 Para ver más sobre los desacuerdos entre los Hermanos Musulmanes y el Baaz véase, BATATU, 1999, pp. 260-263; GUTIÉRREZ DE TERÁN GÓMEZ-BENITA, I.: Estado y confesión en Oriente Medio. El caso de Siria y Líbano: religión, taifa y representatividad, Universidad Autónoma de Madrid, Madrid, 2003, pp. 142-144. 175 ABD ALLAH, U.: The Islamic Struggle in Syria: Mizan Press, Berkeley, 1983, p. 100-101; HINNEBUSCH, 2001, pp. 94-99.

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tradicional que había en Siria y en especial la relación ciudad-campo, dando prioridad a las zonas rurales sobre las urbanas. Por eso, el fundamentalismo islámico en Siria predominaba en las zonas urbanas sunitas y era prácticamente inexiste en las zonas rurales. El partido Baaz no favorecía a la burguesía comerciante, que no estaba de acuerdo con los planes de la nacionalización de la industria y el comercio exterior. Los Hermanos Musulmanes criticaron al régimen de Baaz por la pérdida de los Altos del Golán en 1967176 y por aceptar, tras la guerra de Octubre de 1973, las iniciativas de paz americanas impulsadas por el secretario de Estado Kissinger, lo que significaba según ellos subyugarse a las órdenes de los Estados Unidos. Al mismo tiempo los islamistas también acusaron al régimen de mantener estrchas relaciones con el Shah de Irán, a quien consideraban enemigo del Islam por su persecución del clero chí. Con el propósito de contener los ataques de sus enemigos político-religiosos y en particular a los Hermanos Musulmanes, al-Asad hizo una peregrinación en 1974 y también asistió ritualmente a las oraciones del viernes en la mezquita de los Omeyas de Damasco. El fundamentalismo islámico sirio tuvo sus propias especificidades con respecto a sus grupos parejos en el Oriente Medio, de tal manera que el actor islamista intentó instrumentalizar el enfrentamiento entre el régimen secular y el movimiento religioso177 y proyectarlo ante la población como otro entre la mayoría sunita y la minoría alawí178. De hecho, la ortodoxia sunita recelaba de la islamidad de los alawíes, que desarrollaron una doctrina oculta esotérica que reconoce la existencia de sucesivas emanaciones divinas con las que ellos pueden entrar en contacto. Para los Hermanos Musulmanes, los alawíes eran herejes, ya que sus doctrinas no eran estrictamente musulmanas ya que el Islam no aceptaba emanaciones de Dios, pues creía más en términos de la unidad y unicidad divinas. El Islam tampoco aceptaba el desarrollo de doctrinas ocultas. 176

El fracaso de Siria en la guerra contra Israel en 1967 tuvo enormes consecuencias políticas, sociales y religiosas para Siria. En cuanto a los Hermanos Musulmanes, esta derrota militar provocó la división de la Hermandad en dos grupos con distintas teorías políticas y con diferentes medios para lograr sus fines: los moderados de Damasco liderados por al-Atar y los más radicales partidarios de la Yihad y la violencia situados en el norte de Siria, especialmente en las ciudades de Hama y Alepo dirigidos por Adnan Saad al-Din, véase GUZMÁN, 2001, p. 260. 177 Los Hermanos Musulmanes consignaron claramente en sus planes la oposición al gobierno baazista y a sus programas seculares. Asimismo plantearon un resurgir del Islam como la única alternativa frente al secularismo y la yihad como la forma para alcanzar sus objetivos. AL-HAWWA. S.: al-madjal ilà dawlat al-Ijwan al-Muslimin (Presentación al Estado de los Hermanos Musulmanes), Amman, 1979, pp. 20-25. 178 Para más información sobre el pensamiento de Ibn Taymiyya en relación a los alawíes, véase GUTIÉRREZ DE TERÁN GÓMEZ-BENITA, 2003, pp. 209-213; AL-TAWIL, M. A. K.: Tarij al-Ijwan alMuslimin (Historia de Los Hermanos Musulmanes), Dar al-Andalus, Beirut, 1966, pp. 466-468; PLANHOL, X. D.: 2002, pp. 99-108; ABD ALLAH, 1983, pp. 43-47.

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Cuando en 1973 al-Asad promulgó una Constitución secular, el país vivio intensas manifestaciones político-religiosas orquestadas por los Hermanos Musulmanes, que contaron con el apoyo de los ulemas sirios. La violencia nuevamente regresó a las calles. El impacto político de estos movimientos fue tan fuerte que al-Asad se vio obligado a adoptar algunas medidas conciliadoras179, tal como una enmienda a la Constitución que imponía que el presidente del país tenía que ser obligatoriamente musulmán, pero sin llegar a especificar de qué rama. Sin embargo, por varias razones los islamistas aumentaron sus actividades contra el régimen a mediados de los setenta y sobre todo tras la intervención militar de al-Asad en Líbano. En primer lugar, los Hermanos Musulmanes querían aprovechar la inestabilidad política creada por la oposición nacional a al-Asad después de su intervención en Líbano. En segundo lugar, los Hermanos Musulmanes recibieron apoyo de los países árabes rivales de al-Asad –Egipto, Irak y Jordania-, que estaban interesados en desestabilizar a Siria para tratar de frenar las ambiciones hegemónicas de al-Asad180. En tercer lugar, los Hermanos Musulmanes aprovecharon que al-Asad estaba concentrado en la crisis de Líbano y en fortalecer su influencia regional habiendo dejado en un segundo plano la mejora de la situación económica para criticar al régimen. En cuarto lugar, el haber enviado una gran parte del Ejército sirio a Líbano para luchar contra los palestinos y los nacionalistas libaneses dio una oportunidad a los Hermanos Musulmanes para aumentar sus ataques armados contra el régimen, sobre todo en el norte del país. Por último, los Hermanos Musulmanes usaron la crisis económica y la corrupción a fines de los setenta para demostrar su descontento con los problemas económicos que se manifestaban en el sector empresarial y en la alta tasa de inflación. La lucha entre los Hermanos Musulmanes y el régimen atravesó dos etapas claramente diferenciables: la primera de 1976 a 1979 y la segunda de 1980 a 1982. Tras la muerte de Marwan Hadad en una cárcel damascena en 1976181, los islamistas se cifraron como objetivo asesinar a diversas personalidades gubernamentales, aquellos con altos cargos en la

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GUZMÁN, R. M.: El fundamentalismo islámico en el Oriente Medio Contemporáneo. Análisis de casos, Universidad de Costa Rica, San José, 2001, pp. 258-259. 180 HOPWOOD, 1988, p. 62. 181 Hadad se convirtió en el líder fundamentalista más importante contra el régimen de al-Asad en el norte de Siria. En 1973 formó un grupo de lucha armada contra el régimen baazista llamado la Vanguardia Luchadora (al-Talia al-Muqatila). Hadad tenía una gran experiencia en esta forma de lucha, pues había participado en Egipto junto con Sayyid Qutb en la oposición contra Naser. BATATU, H.: “Syria´s Muslim Brethren”, Middle East Researsh and Information Project Report, Vol. 12, nº 110, 1982, pp. 12-22; SEALE, 1989, p. 324.

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agencia de seguridad y miembros importantes del Partido Baaz. Durante su lucha contra alAsad, los islamistas intentaron agudizar el conflicto sectario en Siria con el asesinato de varios lideres religiosos alawíes, pues los islamistas pretendían hacer evidente la adscripción alawí de al-Asad182. Por otro lado, el régimen baazista se enfrentó cara a cara con los Hermanos Musulmanes, sobre todo después de la masacre de oficiales alawíes en Alepo en la Escuela de Artillería cuando mataron a ochenta y tres cadetes que pertenecían a dicha. La respuesta del régimen no tardó en llegar. A los pocos días, Rifaat al-Asad ordenó la masacre de los prisioneros islamistas en la cárcel de Tadmur, que se saldó con la muerte de quinientos presos183. A pesar de la campaña represiva, los Hermanos Musulmanes prosiguieron sus ataques golpeando a edificios gubernamentales, estaciones de policía y a la propia sede del Partido Baaz. Todas estas acciones provocaron un enfrentamiento entre la propia dirigencia de los Hermanos Musulmanes chocando los sectores más moderados, radicados en Damasco, con los más radicales, atrincherados en Hama. Estos últimos, bajo el liderazgo de Amin Yakan y Adnan Said al-Din, consideraban que sólo una lucha armada bien organizada podría derrotar al régimen de al-Asad184. El fracaso en su primera etapa de lucha de 1976 a 1979, llevó a que los Hermanos Musulmanes modificaran su estrategia. A partir de marzo de 1980 se trató de abanderar una insurrección popular contra el régimen alawí, alentando diversas huelgas generales en Alepo, Hama y Homs para tratar de paralizar el país. En esta nueva etapa los islamistas llegaron a intentar asesinar al propio al-Asad, pero también dirigieron su ira contra los comunistas sirios y los asesores militares soviéticos desplegados en el país. Ante este desafío, el régimen consideró que libraba una lucha a vida o muerte, ya que incluso peligraba su control sobre algunas de las grandes urbes sunitas del norte del país, que era donde se encontraba el nervio económico del país. La capital, Damasco, permaneció fuera de esta lucha y leal a al-Asad boicoteando los comerciantes damascenos los reiterados llamamientos a la huelga.

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En su respuesta, el régimen acusó a los Hermanos Musulmanes de ser un grupo terrorista que estaba llevando a cabo una agenda exterior para debilitar y fragmentar el país. El régimen también aseguró que la lucha contra los Hermanos Musulmanes no era una lucha sectaria, sino más bien un combate contra una organización asesina y terrorista, BATATU, 1999, p. 272; SADIQ, 1993, pp. 161-166. 183 Durante estos acontecimientos, Rifaat fue el responsable de las Compañías de Defensa, asumiendo personalmente el control del combate contra los insurrectos y aplicando una política de puño de hierro en la que sería considerada una guerra de vida o muerte. VAN DAM, 1996, p. 105. 184 GUZMÁN, 2001, pp. 229-234; SEALE, 1989, p. 325.

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Los sindicatos de abogados, médicos e ingenieros también se manifestaron en huelgas contra el gobierno, exigiendo la libertad, la democracia y el gobierno de la ley y el respeto hacia los derechos humanos. Dentro del Frente Nacional Progresista algunos partidos igualmente aumentaron sus críticas a la política de puño de hierro del régimen. En 1979, los partidos izquierdistas construyeron un Grupo Nacional Democrático tratando de impulsar una opción democrática de izquierdas. Para hacer frente a un desafío cada vez más generalizado, el régimen decidió lanzar una guerra sucia para eliminar a destacados opositores en el extranjero, entre ellos dirigentes islamistas, intelectuales críticos y el propio fundador del Baaz: Salah al-Din al-Bitar, asesinado en París por los servicios secretos. La lucha contra los Hermanos Musulmanes demostró que los enemigos de al-Asad no sólo estaban en casa, sino también en el entorno regional. Es oportuno indicar que los Hermanos Musulmanes recibieron ayuda de varios países de Oriente Medio en distintas épocas y bajo diversas circunstancias. El gobierno saudí apoyó económicamente a los Hermanos Musulmanes de Siria, al igual que algunas fortunas privadas saudíes. La organización de la OLP, asimismo, dio armas y entrenamiento militar a los islamistas para vengar la intervención siria en Líbano. También cabe mencionar el respaldo que recibieron de Irak y Jordania, así como de las Falanges maronitas libanesas y del Partido Turco de Liberación Nacional. Al mantener los Hermanos Musulmanes unas estrechas relaciones con la corona hachemí, las relaciones entre al-Asad y el rey Husayn se deterioraron de manera notable. Algunos líderes islamistas establecieron centros de entrenamiento en Jordania y muchos de ellos encontraron en el Reino Hachemí un verdadero santuario. De hecho en 1980 comandos sirios se infiltraron en Jordania para atacar a un campo de entrenamiento de los islamistas. El Irak de Sadam Husayn, profundamente hostil al régimen sirio, también aprovisionó de armas, entrenamiento y protección a los islamistas y concedió refugio a todos aquellos que eran perseguidos en Siria. De hecho, el liderazgo del Frente Islámico se refugió en Irak, desde donde dirigieron la insurrección islamista contra al-Asad185. Incluso, el Egipto de Anuar al-Saadat, que intentaba aproximarse a los sectores islamistas para normalizar su situación y ganarse apoyos internos, permitió que los Hermanos Musulmanes egipcios recaudaran fondos para la rama siria de la Hermandad. 185

KIENLE, 1990, pp. 159-162; GUZMÁN, 2001, p. 272-273.

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Ante la posibilidad de que el régimen fuese derrocado, al-Asad adoptó varias medidas a nivel interno y regional para blindarse en el poder y acabar con la amenaza islamista. Con el aumento de ataques de los Hermanos Musulmanes contra miembros del régimen y civiles, al-Asad decidió usar el puño de hierro contra los islamistas dando luz verde a su hermano Rifaat y a Ali Haydar, jefe de las Unidades Especiales, para acabar con los opositores del régimen186. al-Asad también expandió los servicios de seguridad y en especial de inteligencia, otorgándole a la última amplios poderes en su lucha contra los islamistas. A partir de 1980, cuando los islamistas cambiaron su estrategia en su lucha contra el régimen, al-Asad empezó a usar el Ejército contra los levantamientos populares, sobre todo en las ciudades sunitas del norte. El régimen también tomó varias medidas legislativas contra los islamistas, entre ellas la famosa ley número 49 del 8 de julio de 1980, todavía vigente, que estableció la pena de muerte para toda aquella persona asociada a los Hermanos Musulmanes. al-Asad también comprendió que para frenar la revuelta islamista debía resolver de una por todas los problemas económicos y llevar a cabo varias reformas para liberalizar la economía. La liberalización de la economía favorecería a los sectores urbanos sunitas, que eran los que veían en los Hermanos Musulmanes a la única alternativa de gobierno. Con el propósito de evitar acusaciones de dirigir un régimen sectario alawí187, al-Asad colocó a algunos sunitas en posiciones prominentes. También se adoptaron iniciativas en el ámbito regional, ya que se percibió la necesidad de cortar el apoyo de los países vecinos a los islamistas. Con este objetivo, al-Asad se aproximó a Jordania, Egipto y Arabia Saudí, lo que tuvo como consecuencia una mayor limitación de la llegada de fondos y armamentos a los islamistas. En este punto cabe señalar que al-Asad también utilizó sus relaciones regionales para negar la acusación de los islamistas de que los alawíes no eran verdaderos musulmanes. Para atestiguar que los alawíes eran una secta musulmana chiíta, el régimen buscó la legitimación de las autoridades religiosas chiítas de Irán188. El levantamiento de Hama en febrero de 1982 fue el ultimo capitulo en la lucha contra los Hermanos Musulmanes. Tras varios años de enfrentamientos, el levantamiento de Hama 186

ABD ALLAH, 1983, pp. 84-86. Durante su lucha contra el régimen de al-Asad, los Hermanos Musulmanes no dejaron de denunciar que su mayor problema era el constante crecimiento de la minoría alawí en el país, y que este grupo jugaba un papel cada vez más relevante en detrimento de la mayoría suní del país. SADIQ, 1993, pp. 83-85. 188 MA´OZ, 1986, p. 274. 187

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tuvo un gran significado para los dos, sobre todo para el régimen, porque la aniquilación de los islamistas estabilizó la situación interna del país. En el enfrentamiento de Hama se manifestó la hostilidad tradicional existente entre los islamistas y los baazistas, entre los sunníes y los alawíes y, por último, entre los ámbitos urbano y rural. El enfrentamiento de Hama duró tres semanas. El régimen eliminó a los Hermanos Musulmanes, pero también acabó con la vida de cientos de civiles y destruyó una gran parte de la ciudad histórica189. Finalmente, tras años de enfrentamiento, al-Asad pudo ganar el pulso contra los Hermanos Musulmanes. La ayuda del Ejército y los servicios de seguridad fue decisiva para imponerse en el frente de batalla Además, los dirigentes del Baaz comprendieron que la expansión de la burocracia también había servido para controlar y mantener grandes segmentos de la población leales al régimen190. El régimen hábilmente logró ganarse apoyo popular y legitimidad entre ciertos sectores por implementar reformas, estimular la expansión económica, modernizar la administración y proveer empleos, y bienes y servicios básicos. Cabe mencionar que la minoría alawí intensificó su cohesión durante los años de insurrección islamista, llegando a identificarse plenamente con el régimen, ya que interpretaban que su seguridad dependía por entero del mantenimiento de al-Asado en el poder. A nivel local, al-Asad estaba convencido de que la derecha siria seguiría preparándose en secreto, esperando el mejor momento para rebelarse contra el régimen. Después del levantamiento sangriento de los Hermanos Musulmanes al-Asad intensificó el empleo de la violencia contra sus enemigos internos y dio un mayor papel a los servicios de inteligencia, que se convirtieron en un pilar indispensable para la perpetuación del régimen.

189 Sobre el enfrentamiento de Hama entre el régimen y los Hermanos Musulmanes véase FRIEDMAN, T. L.: From Beirut to Jerusalem, Farrar Straus, Giroux, New York, 1989, pp. 79-104; HINNEBUSCH, 1985, pp. 293-300. Robert Fisk fue el primer periodista que entró a la ciudad después de los enfrentamientos, y este calculó que más de 12 mil civiles murieron en las batallas, véase Robert F, Times, 19 Febrero 1982. 190 SADIQ, 1993, pp. 180-185.

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2.2. SIRIA EN LÍBANO

2.2.1. al-Asad y la guerra civil libanesa Como hemos señalado anteriormente, al-Asad impulsó profundos cambios en Siria durante los primeros años de su mandato, pero a partir de 1975 empezó a reconfigurar sus relaciones regionales, especialmente tras la salida egipcia del conflicto árabe-israelí con la firma del Acuerdo de Sinaí II. A partir de entonces, Siria se transformó en un país con ambiciones hegemónicas en Oriente Medio que aspiraba sino a reconstruir la Gran Siria, al menos a ganar influencia en los asuntos internos libaneses, palestinos y, por qué no, también jordanos. De alguna manera, la pérdida del liderazgo de Egipto fue vista como una oportunidad por Hafez al-Asad, que aspiró a ser reconocido como el principal defensor de los derechos de la nación árabe, aunque también su rival Saddam Husayn rivalizó por el puesto. Cuando se hizo evidente que la Administración de Ford priorizaba la paz egipcio-israelí frente a la opción sirio-israelí, al-Asad se volcó en extender su influencia regional y esto por varios motivos. La primera razón fue que, después de las negociaciones de la separación de fuerzas y los acuerdos egipcio-israelíes, al-Asad se consideró traicionado por Kissinger ya que este empujó a al-Saadat fuera del conflicto, lo que aisló a Siria y dio un golpe defintivo a la Unión Soviética y los países árabes que gravitaban en su órbita. La segunda razón fue que la firma del Acuerdo de Sinaí II generó una enorme hostilidad en el conjunto del mundo árabe, que lo consideró como el primer paso hacia la normalización de relaciones, con lo que al-Asad encontró la oportunidad de llenar el vacío regional que dejó Egipto. Una tercera razón es que Siria tenía relaciones inestables y tensas con su vecino iraquí, el cual también tenía objetivos de extender su influencia en la zona. La cuarta razón es que sus relaciones con Arabia Saudí se habían replanteado tras el asesinato del rey Faysal y el coronamiento del pro-occidental Jalid Ben Abd al-Aziz. La última razón tenía que ver con los demás árabes –palestinos, jordanos y libaneses- quienes estaban divididos y se encontraban en una situación de debilidad. Fue en este contexto de fragmentación e inestabilidad que al-Asad se aferró a la idea de restaurar su influencia sobre el Bilad al-

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Sham191, fragmentada tras la división colonial francesa en un conjunto de países con Siria como centro de gravedad192. El estallido de la guerra civil libanesa brindó a al-Asad la oportunidad tanto tiempo esperada para intervenir de una manera más activa en las políticas regionales193. Mientras que el secretario de Estado Henry Kissinger concentraba todos sus esfuerzos en que la diplomacia del “paso a paso” diera sus frutos con un acuerdo egipcio-israelí, que finalmente se firmó en septiembre de 1975, las tensiones intercomunitarias libanesas entraron en un camino sin retorno y desembocaron en un choque directo entre el bloque conservador prooccidental y el bloque progresista pro-árabe. La guerra libanesa comenzó el 27 de abril de 1975. Con la llegada del otoño, la guerra se había extendido prácticamente por todo el territorio libanés e involucrado a todos los grupos confesionales. Aunque la falta de una solución general al conflicto árabe-israelí influyó en el inicio del conflicto, como también ejerció una importante influencia el choque de trenes entre dos proyectos irreconciliables para el país del cedro. El primero, defendido por los sectores cristiano y, en particular, los grupos maronitas, era partidario de mantener la especificidad cristiana de Líbano y alinear a la república con el mundo occidental; el segundo, que aunaba a los sectores progresistas sunitas, chiíes y drusos, junto a las milicias palestinas, defendía la arabidad del país y exigía un alineamiento con el proyecto panarabista. al-Asad consideró la guerra libanesa un gran peligro para la seguridad de Siria, pues Líbano tenía una importancia estratégica para Siria y la unidad de Líbano era esencial para combatir la hegemonía israelí en la región. Antes de intervenir militarmente en el país del cedro, alAsad intentó mediar en el conflicto libanés por vías diplomáticas, recurriendo a tres de los pilares del régimen baazista: Abd al-Halim Jaddam, el ministro de Asuntos Exteriores; Hikmat al-Shihabi, el jefe del Estado Mayor; y Nayi Kamil, el jefe de las Fuerzas Aéreas194.

191

Una concepción de Oriente Medio que existía antes del mandato francés-británico dentro de la cual la nación de Bilad al-Sham estaba dividida en varios estados. La unión de los países de Bilad al-Sham estaría compuesta por Siria, Líbano, Jordania y Palestina, siendo Damasco el centro de dicha unión.TAYLOR, 1982, p.62-63. 192 DAWISHA, A.: The Arab Radicals, Council on Foreign Relations, New York, 1986, p. 42-43. 193 Para ver más sobre la Guerra Civil en Líbano véase. SADAQAH, L.: The Civil War in Lebanon, 1975-1976: a bibliographical guide, American University of Beirut, Beirut, 1982; GILMOUR, D.: Lebanon, the Fractured Country, Martin's Press, New York, 1983; PETRAN T.: The Struggle over Lebanon, Monthly Review Press, New York, 1987; KOURY E.: The Crisis in the Lebanese System: Confessionalism and Chaos, American Enterprise Institute for Public Policy Research, Washington,1976; BARAKAT, H. I.: Lebanon in Strife: Student Preludes to the Civil War, University of Texas Press, Austin,1977. 194 DAWISHA, A: Syria and the Lebanese Crisis, Martin's Press, New York, 1980, p. 69; SALIBI, K. S.: Crossroads to Civil War. Lebanon 1958-1976, Caravan Books, Delmar, 1976.

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Este intento de frenar un enfrentamiento a gran escala entre las Falanges y el Movimiento Nacionalista fracasó de manera rotunda. Además, los ataques de los fedayín palestinos contra el norte de Israel fueron respondidos con contundencia por las tropas israelíes, que bombardearon el territorio libanés con intensidad no sólo para golpear a las facciones palestinas, sino también para indisponer a la OLP ante el gobierno libanés, que debería mover ficha si quería evitar los frecuentes ataques israelíes contra su territorio. Hubo dos posturas libanesas ante las actividades de los fedayín de Líbano contra Israel. Los nacionalistas progresistas pedían que el Ejército libanés defiendiera a los fedayín palestinos ante las agresiones israelíes, mientras que los cristianos maronitas, al contrario, exigían al Ejército que interviniese para contener las actividades palestinas y frenar las operaciones guerrilleras contra Israel. En un encuentro entre al-Asad y Pierre Gemayel, líder de las Falanges, éste le advirtió del peligro de un hipotético ascenso de la OLP al gobierno libanés, ya que “el colapso de Líbano tendría inevitablemente repercusiones directas sobre Siria”. La estrategia israelí pasaba por exacerbar las tensiones internas libanesas para que la resistencia palestina fuera expulsada del país, tal y como sucedido tras el Septiembre Negro jordano cinco años atrás195. Con la agudización de la guerra libanesa por un lado y las frecuentes agresiones israelíes por el otro, Hafez al-Asad consideró que se trataba de una estrategia deliberada para colocar en una situación delicada a Siria. Efectivamente, la Administración de Ford había abandonado a su suerte a Siria después de la firma del Acuerdo de Sinaí II, que en la práctica suponía la salida egipcia del frente de confrontación árabe contra Israel y que colocaba a Siria en un incómoda situación de aislamiento. De otra parte, el conflicto libanés era un arma de doble filo, ya que por una parte distraía la atención de las negociaciones egipcio-israelíes y, de otra parte, colocaba a Siria en un situación sumamente incómoda, ya que en el caso de intervenir en defensa de los palestinos podría der el argumento que Israel deseaba para reanudar sus ataques contra suelo sirio. Para al-Asad, la guerra de Líbano era una maniobra para destruir la resistencia palestina y, además, un primer paso para dividir a Líbano en pequeños estados confesionales196.

195

MA´OZ, 1995, pp.150-152; ISMAEL, T. and ISMAEL, J.: Politics and Government in the Middle East and North Africa, Florida International University Press, Miami, 1991, pp. 220-222. 196 SEALE, 1989, p. 276.

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Antes del estallido de las hostilidades, la Administración de Ford, con Henry Kissinger al frente de su política exterior, interpretó que se debería poner límite a las operaciones militares palestinas contra Israel y cortar el suministro de provisiones proveniente de Damasco. A través de su embajador en Damasco Richard W. Murphy, Kissinger advirtió a al-Asad que Israel estaba sopesando intervenir en Líbano para poner fin a la actividad de los fedayín palestinos. al-Asad entonces presintió que Israel tenía la intención de ocupar más territorios árabes, sobre todo después de las declaraciones de Rabin de hacer la paz con Egipto y Jordania, pero al mismo tiempo castigar a Siria con su aislamiento internacional. Por su parte, Siria era consciente de que una nueva guerra árabe-israelí pondría en evidencia su debilidad por lo que trató a toda costa de buscar una paridad estratégica con Israel en Oriente Medio gracias a la cual el régimen sirio podría dominar Líbano, mientras que Israel tendría a Cisjordania como zona de influencia197. al-Asad percibió también que la prolongación del conflicto podría beneficiar a los intereses norteamericanos, ya que los enfrentamientos interlibaneses y los ataques israelíes acabarían debilitando a la OLP, lo que implicaría la salida de un nuevo actor del conflicto árabe-israelí y agravaría la soledad siria. Esta jugada, contraria a los intereses sirios, se completaría con el aumento del peso específico de Israel en la región, al extender su influencia también a Líbano por medio de una eventual alianza con los maronitas, aliados de los Estados Unidos198. Por consiguiente, al-Asad movilizó sus fichas en el tablero libanés y decidió intervenir antes de que la guerra civil se generalizara o, peor aún, se decantara del lado erróneo. Ante la intensificación de la violencia sectaria a finales de 1975, al-Asad contempló que los dos escenarios que se adivinaban de este enfrentamiento eran poco convenientes para Siria. En el primer caso, si los maronitas ganaban la guerra entonces construirían un estado cristiano bajo protección de Israel en el que los palestinos no tendrían lugar. En el segundo caso, en caso de victoria del Movimiento Nacionalista Libanés aliado a los palestinos, los israelíes intervendrían para proteger a sus aliados maronitas. Por lo tanto, la disyuntiva de al-Asad era la siguiente: si Siria intervenía en Líbano podría frenar el desastre, pero también acelerar una invasión israelí, que no permanecería de brazos cruzados mientras su principal enemigo ampliaba sus áreas de influencia. La perspectiva de permanecer como un mero 197

COBBAN, H.: The Superpowers and the Syrian-Israeli Conflict. Praeger Publishers. Washington D.C. 1991. ENDERLAIN, C.: Salam aw harb, Asrar al-mufawadat al-israiliya-al-`arabiya 1917-1997 (Guerra o paz, Los secretos de las negociaciones árabes-israelíes 1917-1997), Dar al-Fadl, Damasco, 1998, p. 59-61.

198

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convidado de piedra ante la agonía libanesa quedó rápidamente descartada, habida cuenta la estrecha relación existente con el territorio libanés, que el régimen sirio todavía consideraba como una parte inseparable del Bilad al-Sham que había sido artificialmente amputada por la colonización europea. La crisis de Líbano fue la última ocasión que se le brindó a Kissinger para aplicar sus doctrinas en Oriente Medio, dado que la victoria electoral del candidato demócrata Jimmy Carter en las elecciones de noviembre de 1976 sacaron a los republicanos de la Casa Blanca y, además, purgaron la doctrina realista y la estrategia de la disuasión de la política exterior americana por un breve periodo de tiempo, hasta la victoia electoral de Ronald Reagan en 1980. A partir de la primavera de 1976, Kissinger dio un giro radical a su posición, considerando que la intervención militar siria en Líbano para proteger a los cristianos maronitas redundadaría en beneficio de los Estados Unidos. En primer lugar, el Movimiento Nacionalista y los palestinos habían unido sus fuerzas lo que hacía posible que la guerra se decantara de su parte y que se impusieran a las fuerzas cristianas aliadas, evolución que dañaría irreparablemente los intereses de los Estados Unidos. En segundo lugar, Kissinger consideraba que la victoria de la izquierda nacionalista sería un éxito indiscutible de la Unión Soviética, que vería aumetar su influencia en Oriente Medio, pues Moscú respaldaba al Movimiento Nacionalista liderado por Gumblat y, en menor medida, a la OLP199. En tercer lugar, Kissinger constató que la intervención siria en Líbano para proteger a los cristianos sería más segura que una intervención israelí, la cual debilitaría la postura cristiana en el conflicto y, probablemente, azuzaría aún más las tensiones interconfensionales. Además, el riesgo de deflagración de una nueva guerra sería mucho más probable, ya que Siria no podría permanecer impasible ante la intervención israelí en su feudo libanés. En cuarto lugar, Kissinger juzgó que la desestabilización de la zona comprometería el acercamiento egipcio-israelí y truncaría las posibilidades de alcanzar un acuerdo de paz entre ambos países truncando toda la estrategia del “paso a paso” puesta en marcha tras la guerra de Octubre, lo que implicaría el rotundo fracaso de la Doctrina Kissinger. Antes de la primavera de 1976, los norteamericanos e israelíes hacían una misma lectura de la guerra en Líbano. Por un lado consideraban que Siria debía quedarse al margen de la crisis y, por otro lado, deseaban que la OLP resultara la principal perjudicada de la guerra 199

RABIL, 2006, p. 70.

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fraticida libanesa. Pero ante el avance del Movimiento Nacionalista frente a las Falanges maronitas, Kissinger se vio en la necesidad de alterar su posición y buscar la cooperación con al-Asad para tratar de resolver la situación. Israel y los Estados Unidos consideraron las ventajas de una intervención siria: proteger a los aliados cristianos y, a la vez, debilitar a la OLP y frenar a la izquierda libanesa pro-soviética. Además, una intervención siria a favor de los maronitas deterioraría las relaciones sirio-soviéticas, ya que causaría un daño irreparable tanto a la OLP como a la izquierda libanesa. Por otra parte, la intervención siria también debilitaría el proyecto panarabista, ya que al-Asad no podría seguir aspirando a abanderar el frente progresista árabe después de haber contribuido a aplastar a la OLP y al Movimiento Nacionalista Libanés. Otra consecuencia sería el alejamiento de Siria de Arabia Saudí, que tras la guerra de Octubre había desplazado a Egipto como eje del centro de toma de decisiones del mundo árabe. Un último beneficio para Israel sería que la implicación siria en Líbano le llevaría a colocar la recuperación de los Altos del Golán en un segundo orden de prioridades200. De esta manera, la intervención siria en Líbano fue vista con buenos ojos tanto por los Estados Unidos como por Israel, que dieron la luz verde a la entrada de las tropas sirias para proteger a la población cristiana. Este pacto no escrito se conoció con el nombre de Acuerdo de las Líneas Rojas y establecía que el despliegue sirio por mar y tierra debía ser limitado y no pasar de la línea Siada-Gizin; Siria no podría instalar sus misiles SAM al sur de la carretera Damasco-Beirut e Israel reconocería los intereses de Siria en algunas partes de Líbano201. Sin la mediación de Kissinger entre al-Asad y Rabin estos acuerdos nunca hubieran sido posibles. El 1 de mayo de 1976 4.000 soldados sirios entraron en Líbano, la mayor parte de ellos esaban previamente destacados en el frente del Golán. Dos meses después, la repartición de fuerzas en el conflicto libanés se había alterado de manera notable. A finales de junio, las trooass sirias cercaban a las fuerzas palestinas y progresistas libanesas en varias localizaciones y las Falanges maronitas habían pasado a la ofensiva por primera vez en la guerra, como se puso de manifiesto en el Junio Negro en el campamento de refugiados de Tal Zatar. Como consecuencia de estas acciones, las relaciones sirio-palestinas se deterioraron de manera notable.

200 201

SEALE, 1989, p. 279-280. DAWISHA, 1980, p. 130; SCHIFF, Z.: Israel's Lebanon War, Simon and Schuster, New York, 1984.

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Aunque al-Asad se consideraba un firme defensor de la cuestión palestina, en realidad el presidente sirio consideraba que las actividades militares de los fedayín no servían a los intereses árabes, sino que desestabilizaban el conjunto de la región sin conseguir nada a cambio, ya que el único resultado palpable eran las agresiones israelíes contra los vecinos árabes. al-Asad pensaba que “el problema de Palestina era demasiado importante para dejarlo en las manos de los palestinos. Era mucho más que una disputa sobre la tierra o el destino de unos cientos de miles de refugiados. Concernía legítimamente a todos los árabes, ya que la forma en que fuera resuelto determinaría el orden en el que vivirían los árabes y el sentido que darían a su independencia”202. A comienzos de 1976, al-Asad exigió a Yaser Arafat que los palestinos se mantuvieran al margen de la guerra civil libanesa advirtiéndole que el enfrentamiento contra los cristianos libaneses no tenía nada que ver con la recuperación de Palestina. Por su parte, el líder palestino rechazó la solicitud de al-Asad pues este quería preservar la autonomía de la OLP y blindarlo de las injerencias árabes. Irak y Egipto, por su parte, presionaron a Arafat para que no aceptase las demandas de al-Asad. Arafat también calculó que una gran parte de la población libanesa lo apoyaba y por eso rechazó las condiciones de al-Asad antes de la intervención del Ejército sirio203. Sea como fuere, como destaca el economista Georges Corm, “la OLP cayó en la trampa de las rivalidades entre los grupos políticos libaneses y se convirtió en el rehén de las fuerzas israelíes y sirias”204. al-Asad temía la instauración de un estado libanés controlado por los musulmanes y apoyado por los egipcios e iraquíes, dentro del cual los palestinos se reservarían un lugar destacado en la planificación política y tendrían una carta blanca para sus acciones militares contra Israel205. Esto aumentaría los temores de Damasco de una intervención militar contra los palestinos y a favor de los cristianos. Con su intervención, Siria buscaba “el control de la resistencia palestina, la creación de un espacio militar adicional en la confrontación con el Estado hebreo y un juego de báscula para mantener el equilibrio entre facciones militares rivales”

206

. Evidentemente esta estrategia tendría un elevado coste a

nivel árabe, ya que el reconocimiento interárabe que ganó al-Asad con la guerra de Octubre

202

SEALE, 1989, p. 348. McLAURIN, R. D: Foreign Policy Making in the Middle East, Domestic Influence on Policy in Egypt, Iraq, Israel and Syria, Praeger Publishers, New York, 1977, p. 78-79. 204 CORM, G, El Líbano contemporáneo. Historia y sociedad. Bellaterra. Barcelona, 2006, p. 174. 205 ÁLVAREZ-OSSORIO, 1999, p. 124. 206 CORM, 2006, p. 195. 203

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como un líder que luchaba por los intereses de los árabes en general y que era solidario con la cuestión palestina se desvaneció de la noche a la mañana. Los palestinos acusaron a alAsad de haber intervenido en Líbano en defensa de los aliados de los israelíes y los norteamericanos. Por consiguiente, el secretario general del Frente Árabe de Apoyo a la Revolución Palestina en Beirut emitió una declaración el 22 y 23 de mayo de 1976 en la que condenaba la intervención de Siria contra los palestinos y hacía un llamamiento al nacionalismo árabe para hacer frente a la conspiración siria. al-Saadat se opuso a la intervención militar en Líbano porque consideró que esta extendería la influencia de al-Asad en la zona. En consecuencia, Egipto interrumpió sus relaciones diplomáticas con Siria y el ministro de Asuntos Exteriores egipcio declaró que Siria estaba llevando a cabo una guerra de aniquilación contra los palestinos y los nacionalistas árabes en Líbano. Por su parte, Saddam Husayn, el vicepresidente de Irak, ordenó a sus tropas desplegarse en la línea fronteriza sirio-iraquí en señal de advertencia al presidente sirio. El líder del Movimiento Nacionalista Libanés, Walid Gumblat, atacó personalmente a al-Asad, tachándole de fascista y demandando una intervención árabe para proteger al Movimiento Nacionalista Libanés207. La intervención militar en Líbano también desestabilizó las relaciones de Siria con los países árabes petrolíferos, sobre todo con Arabia Saudí, el cual amenazó con cortar su ayuda financiera208. Por su parte, Israel interpretó que el aislamiento regional de Siria bien valía que controlase la parte norte del país, siempre que cumpliese sus compromisos del Acuerdo de las Líneas Rojas, es decir: defender a las milicias maronitas y frenar el avance del frente progresista-palestino. Mientras las tropas sirias estuvieran ocupadas en el lodazal libanés, no tendrían oportunidad de lanzar una ofensiva para recuperar el Golán. Además, las tropas israelíes no deberían hacer el trabajo sucio de destruir a la resistencia palestina, pues este ya lo realizaban las Falanges libanesas. Todo este escenario también era extraordinariamente provechoso para los Estados Unidos, que sin desplegar un solo hombre, al contrario que lo ocurrido con la crisis de 1958, veían cómo sus intereses quedaban preservados y cómo la posición de su máximo rival –la Unión Soviética- quedaba nuevamente en entredicho, esta vez como resultado de la acción de uno de los países que teóricamente estaban situados en su órbita: Siria. 207

TAYLOR, 1982, p. 68. Estos países jugaron un papel importante en el desarrollo económico sirio tras la llegada de al-Asad, sobre todo en el financiamiento de armamento para el ejército sirio en la guerra de Octubre de 1973, SUNAYAMA, 2007, p. 43-44. 208

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2.2.2. Las ambiciones hegemónicas sirias En octubre de 1976, cuando las fuerzas sirias ya habían logrado acotar la influencia de la OLP de Arafat y del Movimiento Nacionalista de Gumblat, al-Asad aceptó acudir a la Conferencia de Riad, que decidió establecer unas Fuerzas de Disuasión Árabe. Dichas fuerzas de interposición árabes tenían como principal objetivo mantener la paz en Líbano, pero en la práctica sólo sirvieron para legitimar a posteriori la presencia siria en la país del cedro. De manera, el presidente sirio se amparó en dicha misión pacificadora para instaurar una tutela siria sobre Líbano. A partir de entonces, al-Asad se escudó en la necesidad de evitar la desintegración de Líbano para justificar la dominación siria sobre el país y sus intentos de imponer una pax siria que respetase sus intereses y garantizase su control directo de la política libanesa209. La Conferencia de Riad significó una victoria sin paliativos para Hafez al-Asad, ya que además de lograr el respaldo árabe a su gestión de la crisis libanesa también obtuvo ayuda financiera de Kuwait y Arabia Saudí para cubrir los gastos de su ejército en Líbano210. A finales de octubre de 1976 se celebró la Conferencia Árabe en El Cairo que respaldó también estas decisiones, lo que sirvió para que al-Asad saliera airoso de las críticas de alSaadat y Arafat. Aunque se decidió reforzar las Fuerzas de Disuasión Árabes con algunos efectivos saudíes, kuwaitíes, libios, tunecinos y sudaneses, lo cierto es que los sirios siguieron llevando la batuta e imponiendo su propia agenda. No se puede negarse que la intervención siria en Líbano evitó la fragmentación del país en pequeños estados confesionales atomizados. Según Ignacio Álvarez-Ossorio, en el fondo de esta intervención subyacía la pretensión de devolver la unidad, sino territorial al menos política, entre Siria y Líbano211. En varias entrevistas de aquella época, al-Asad enfatizó que los pueblos libanés y sirio eran una misma nación y que aunque cada uno dispusiese de un estado independiente debido a la fragmentación colonial, esto no significaba que fueran en esencia dos naciones separadas212. Desde la óptica siria, ya fuera panarabista o pansirio, Líbano constituía una parte fundamental de Siria y sólo las maniobras del colonialismo europeo pudieron separar ambos países y establecer un Gran Líbano sobre el territorio ampliado del Monte Líbano, que si gozaba de cierta autonomía desde el siglo XVII. Existía 209

MA´OZ, 1988, p123. LÓPEZ GARCIA, B.: Líbano. El Conflicto Interminable, Facultad de Filosofía y Letras, Granada, 1985, p. 26. 211 ÁLVAREZ-OSSORIO, 1999, p. 120. 212 Véase la entrevista con al-Asad en The New York Times el 21 de agosto de 1977. 210

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también un factor económico que explicaba la intervención de al-Asad en Líbano, pues la mayor parte del comercio sirio pasaba por el puerto de Beirut. Otra motivación era la política, puesto que el intento de al-Asad de dominar Líbano pondría fin a su carácter de refugio para los principales grupos de oposición, que siempre habían encontrado un santuario para sus actividades en el país del cedro213. Pero el factor más importante que justificó la intervención siria fue el valor geoestratégico de Líbano en relación con el conflicto con Israel y con sus rivales árabes. al-Asad consideró su intervención en Líbano una manera de combatir la hegemonía israelí en Oriente Medio. La intervención en Líbano pondría en manifiesto que la concepción regional siria podría ponerse en práctica en el caso de ser acompañada de una coyuntura favorable. Ante una coyuntura desfavorable marcada por la incapacidad de recuperar los Altos del Golán por medio de las armas dada la aplastante superioridad militar israelí y por la salida egipcia del frente de confrontación árabe tras la firma del Acuerdo de Sinaí II, el control de Líbano se convirtió en un elemento central para Hafez al-Asad, ya que instauraba una cierta paridad estratégica con Israel. Además de las enormes ventajas económicas del control del territorio libanés, de las que se beneficiaron tanto la clase dirigente que se enriqueció con el contrabando y los inmigrantes sirios, que pudieron ser empleados en el sector servicios, también facilitaba que las tensiones sirio-israelíes se dirimieran bien por actores interpuestos o bien en territorio libanés (de tal manera que el territorio sirio evitaba nuevos golpes militares israelíes, salvo en contadas ocasiones). En cuanto al valor estratégico de Líbano en relación a los principales rivales árabes de alAsad, en especial Irak y Egipto, se ha expuesto anteriormente la importancia de la restauración, si bien no territorial al menos sí simbólica, de un Bilad al-Sham con Damasco como centro de gravedad. El presidente sirio interpretó que un gobierno cristiano débil sería preferible a un gobierno radical nacionalista que rechazara la influencia siria y se aproximara a Irak haciendo una zapa contra Damasco. al-Asad era plenamente consciente de la incapacidad de anexar territorialmente Líbano, pero también consideraba que una presencia prolongada en el país crearía un hecho consumado que le daría las llaves del laberinto libanés. Además, esta presencia militar permitiría a Siria competir con Irak y

213

MA´OZ, 1995, p. 170.

103

Egipto como potencia árabe. En cierta forma, la intervención en Líbano fue la respuesta siria al Acuerdo de Sinaí II214. En contraprestación a su papel estabilizador en Líbano, el presidente Asad pidió a la Casa Blanca que hiciera mayores esfuerzos por integrar a Siria en el proceso de paz. Esta aproximación fue percibida con temor por Moscú, que criticó duramente la intervención siria por perjudicar a sus aliados naturales: las fuerzas progresistas de Yumblat y las milicias palestinas agrupadas en torno a la OLP. En julio de ese mismo año, Leonid Brezhnev llegó a amenazar con congelar temporalmente la ayuda soviética a Siria de no replantear su política. Con la intervención en Líbano al-Asad además quiso demostrarle a los Estados Unidos su capacidad de controlar la situación sin la necesidad de una intervención israelí. Al igual que su pragmatismo le había llevado a retirar su apoyo a los palestinos y los progresistas libaneses también podría llegar a apartarse de la Unión Soviética en el caso de que se le ofreciera una solución justa y completa para resolver el conflicto árabe-israelí, basada en la retirada del conjunto de territorios árabes ocupados por Israel desde 1967, lo que le consagraría como líder del mundo árabe al lograr lo que el propio Naser no había podido. Con el objetivo de mejorar sus relaciones con los Estados Unidos, al-Asad no dejó de demostrar su intención de llegar a una paz justa y global en la zona, destacando su disposición a firmar la paz con Israel siempre que se respetasen sus condiciones e intereses. A finales de 1976, los lideres maronitas ya sospechaban que los verdaderos objetivos de alAsad en Líbano iban mucho más allá de preservar la posición de los cristianos. Esto se hizo especialmente patente una vez que la relación de fuerzas se equilibró y las Falanges abandonaron su posición defensiva golpeando a sus enemigos palestinos y nacionalistas árabes. Fue así como Bashir Gemayel decidió aproximarse a Israel, al ser consciente de que Siria no retiraría sus tropas dado que pretendía mantener el país bajo su control. Una intervención militar israelí haría peligrar toda la estrategia de Hafez al-Asad, habida cuenta que haría innecesaria la presencia siria en el país y rompería la frágil alianza de conveniencia labrada entre las Falanges y Siria.

214

PIPES, 1999, p. 120-121.

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La presencia siria fue incapaz de poner fin a la guerra y estabilizar Líbano, lo que abrió la posibilidad de una intervención israelí para tratar de detener los frecuentes ataques palestinos desde la zona sureña, donde la OLP erigió un Estado dentro de un Estado. alAsad no pudo impedir la intervención de Israel en los asuntos de Líbano debido a varios factores. En primer lugar, los maronitas mantenían relaciones con Israel que proveía de armas a las Falanges para preservar la condición de Líbano como Estado cristiano215. En segundo lugar, en julio de 1976 el ministro de Defensa israelí Peres declaró la “política del muro bueno” que contemplaba el suministro de armas y alimentos a la población a cambio de información sobre los movimientos de las milicias palestinas. Cabe demostrar que la frágil situación económica de los pueblos del sur de Líbano contribuyó a que los israelíes fortalecieran vínculos con algunos de estos, fomentando su rechazo contra los palestinos. En tercero y último lugar, en octubre del mismo año Israel formó una milicia libanesa liderada por el general cristiano libanés Saad Hadad, que funcionó como policía israelí para vigilar las fronteras con Israel en el sur de Líbano216.

2.3. SIRIA ENTRE MOSCÚ Y WASHINGTON

2.3.1. La Unión Soviética ante la guerra libanesa Las relaciones diplomáticas entre Washington y Damasco se restablecieron tras la firma del acuerdo de separación de fuerzas sirio-israelí de 1974. al-Asad intentó mejorar sus relaciones con la Administración de Nixon con el objetivo de resolver el conflicto árabeisraelí, pues consideraba que los Estados Unidos era la única fuerza internacional capaz de obligar a Israel a retirarse de los Territorios Ocupados. Lamentablemente, el nuevo presidente estadounidense que sustituyó a Nixon tras el escándalo de Watergate, Gerald Ford, y el secretario de Estado Henry Kissinger decidieron dar prioridad a un acuerdo de paz entre Israel y Egipto y diltar al máximo la búsqueda de una solución con Siria al percibir que era el actor menos proclive a presentar concesiones en la mesa de negociación. El acuerdo entre Israel y Jordania tan sólo era cuestión de tiempo y, sobre todo, de que se 215

Durante la guerra civil los israelíes enviaron armas a los maronitas a través del puerto de Juni, el cual está ubicado en la zona cristina hacia el norte de Beirut, GREEN, 1988, p.108. 216 SEALE, 1989, p. 289.

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presentara una coyuntura favorable, puesto que la sintonía entre los laboristas y los hachemíes era evidente, como demostró la crisis del Septiembre Negro. A mediados de la década de los setenta, coincidiendo con el Acuerdo de Sinaí II y la intervención en Líbano, el presidente al-Asad intensificó sus llamamientos a una paz global para resolver el conflicto, en una clara muestra de descontento ante el avance de las negociaciones bilaterales egipcio-israelíes. al-Asad dirigió estos llamamientos hacia los Estados Unidos y Egipto esencialmente. En primer lugar, el presidente sirio quería parar en seco la aproximación egipcio-israelí para tratar de impedir que Egipto abandonar el frente de confrontación árabe y negociara con Israel de manera bilateral. En segundo lugar, alAsad pretendía cambiar la imagen agresiva que Siria tenía entre la opinión pública y la clase política estadounidense. Al contrario que Nixon, el nuevo presidente Ford adoptó una postura claramente favorable a Israel en cuanto a la retirada del Golán, apoyando el mantenimiento de la ocupación israelí argumentando razones de seguridad217. Con la agudización de la guerra civil libanesa en 1975 y el deterioro de la situación de los maronitas, Damasco y Washington interpretaron que podían colaborar para mejorar la situación e impedir la llegada de los progresistas y palestinos al poder. Como ya hemos señalado más arriba, Henry Kisinger no quería exponer al peligro sus actividades diplomáticas para alcanzar un acuerdo entre Israel y al-Saadat y, por otro parte, Hafez alAsad temía que una intervención militar israelí a favor de los maronitas provocaso una nueva guerra árabe-israelí. En los primeros compases de la contienda, la Administración de Ford rechazó la intervención militar siria en Líbano, pero ante el deterioro de la situación interpretó que Siria era la única fuerza regional que podría intervenir para impedir la derrota maronita218. La Administración de Ford convenció al gobierno de Rabin que la intervención siria sería útil tanto para los Estados Unidos como para Israel. El Acuerdo de las Líneas Rojas entre al-Asad y Rabin fue el fruto de la activa mediación estadounidense entre sirios e israelíes durante los primeros meses de 1976219. Al mismo tiempo, al-Asad llevó a cabo una intensa actividad diplomática con Francia, la antigua potencia mandataria, para convencerle de sus buenos propósitos hacia Líbano. En su visita oficial a Paris realizada entre el 14 a 16 de marzo de 1976, al-Asad trató de 217

SPIEGEL, 1985, p. 301; ZIYADE, 2005, p. 50-151. RABIL, 2006, p. 70. 219 Para ver más sobre las negociaciones sirio-estadounidenses para la intervención en Líbano véase KISSINGER, 1999, pp. 1039-1050. 218

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convencer al presidente Valéry Giscard d'Estaing de que la presencia siria era momentánea y tenía como objeto, además de defender a la población maronita, preservar la unidad del país del cedro220. Para evitar que la crisis libanesa se internacionalizara con la intervención de fuerzas francesas, garantes de la población cristiana desde los enfrentamientos interreligiosos de mediados de 1858-1859, el presidente sirio manifestó que los propios árabes serían capaces de resolver la crisis. Esta aproximación fue percibida con temor por Moscú, que criticó duramente la intervención siria por perjudicar a sus aliados naturales: las fuerzas progresistas de Yumblat y las milicias agrupadas en la OLP. Los acontecimientos de la primavera de 1976 intensificaron el temor de los soviéticos a perder influencia en la zona. Ante tal situación, los soviéticos enviaron a su primer ministro Kosygin a la zona para debatir con sus aliados la delicada situación de Líbano. La primera parada fue en Bagdad, pero cuando Kosygin llegó a Damasco, el Ejército sirio ya estaba luchando contra los aliados soviéticos en Líbano221. A pesar de las justificaciones de al-Asad en torno a la necesidad de evitar una futura invasión israelí del país del cedro, la Unión Soviética desaprobó la intervención siria. El noticiero soviético TASS criticó duramente la intervención de al-Asad y aseguró que esta no pondría fin al conflicto libanés, sino que lo empeoraría222. El temor soviético a un enfrentamiento a gran escala entre Siria y la OLP se intensificó tras el Junio Negro, en el que el campo de Tal Zaatar fue bombardeado por las milicias maronitas, por entonces aliadas de Damasco, hecho que marcó un antes y un después en las relaciones sirio-palestinas. En julio de ese mismo año, Leonid Brezhnev amenazó con congelar temporalmente la ayuda soviética a Siria de no replantear su política, lo que ponía en peligro la cooperación militar y económica soviéticas en Siria, indispensables para contrarrestar la alianza norteamericano-israelí y para cimentar la tan ansiada paridad estratégica entre Siria e Israel. Debe tenerse en cuenta que la Unión Soviética necesitaba imperiosamente recuperar el terreno perdido en Oriente Medio como consecuencia de la salida de Egipto del frente de confrontación árabe. Durante varios años, los soviéticos trabajaron para fortalecer a la izquierda libanesa y a los fedayín palestinos en Líbano. De hecho, el líder druso Walid 220

YA`FARI, 1987, p. 190-191. GOLAN, G.: The Soviet Union and Syria Since the Yom Kippur War, The Hebrew University of Jerusalem, Jerusalem, 1977, pp. 26-29. 222 McLAURIN, 1977, p. 31-32; MA´OZ, 1986, p. 183. 221

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Gumblat era uno de los pocos árabes que recibió el premio de Lenin para la paz. Durante los meses de la batalla, Gumblat y los palestinos no dejaron de pedir una intervención soviética contra al-Asad, pero el apoyo soviético fue más simbólico que concreto, ya que las críticas a la intervención siria se combinaron con genéricos llamamientos a la necesaria unidad sirio-palestina-libanesa contra Israel y el imperialismo estadounidense. Por todo ello, la intervención siria en Líbano, que además había sido coordinada con Washington, supuso un duro golpe para Moscú, ya que vio como sus aliados en el país del cedro –tanto el Movimiento Nacionalista libanés como la OLP- perdían posiciones y, además, Siria, país situado en la órbita soviética desde la llegada del Baaz al poder en 1963, anteponía sus propios intereses hegemónicos a la consignas que se le daban desde el Kremlin. La decisión de Hafez al-Asad hizo retrotraer a los soviéticos diez años atrás, cuando Líbano estaba completamente inmerso en la influencia occidental. El precio a pagar fue elevado para al-Asad. Entre las implicaciones que tuvo esta situación sobre las relaciones sirio-soviéticas cabe mencionar las siguientes. En primer lugar, durante varios años se enfriaron las relaciones diplomáticas entre Moscú y Damasco. En segundo lugar, el resultado que más perjudicó a al-Asad es que con el deterioro de las relaciones entre ambas partes se frenó el suministro de armamento sofisticado para su Ejército, justo al mismo tiempo que aumentaban las amenazas israelíes. Hasta 1978, cuando al-Saadat firmó el Acuerdo de Camp David e Israel invadió el sur libanés, Siria no recibiría nuevamente armas avanzadas soviéticas y al-Asad volvería a ser un pivote central en la estrategia soviética en Oriente Medio223. Se ha señalado anteriormente que la crisis en Líbano fue la última oportunidad de Kissinger de aplicar su diplomacia en Oriente Medio antes de su salida del escenario político con la victoria de Jimmy Carter en las elecciones de noviembre de 1976. A pesar de que los israelíes no deseaban una solución siria para la crisis libanesa, Kissinger fue capaz de convencerles y tornar en ventajosa la situación, ya que debilitó a la Unión Soviética y, además, se llevó a cabo sin ningún género de desgaste para su aliado israelí. Además, Siria quedó debilitada en el ámbito árabe y Egipto pudo proseguir sus esfuerzos para sellar la paz con Israel, como desmostrarían los Acuerdos de Camp David. Gracias a ello, Israel consiguió a aislar a Siria regional e internacionalmente, ya que la relación entre Moscú y 223

EISENSTADT, M.: Arming For Peace? Syria’s Elusive Quest for “Strategic Parity”, The Washington Institute for Near East Policy, Washington, D.C, 1992, p. 20.

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Damasco quedó profundamente tocada los años siguientes. En consecuencia, la política del “paso a paso” de Kissinger fue capaz de fragmentar al mundo árabe e impulsar la pax americana, una paz basada en acuerdos bilaterales y hechos a la medida de Israel.

2.3.2. al-Asad y la Administración de Carter El año 1976 tuvieron lugar las elecciones presidenciales en los Estados Unidos en las que se enfrentaron el republicano Gerald Ford y el demócrata Jimmy Carter. Como era de esperar ambas partes subrayaron la importancia de las relaciones estratégicas con Israel, demostrando su apoyo al mismo en su conflicto con los árabes con el objetivo de ganarse el apoyo electoral tanto del lobby pro-israelí como de la importante comunidad judía224. alAsad prefería un cambio de inquilino en la Casa Blanca, ya que el presidente Ford no adoptó una política equilibrada entre Israel y los árabes. Debe recordarse en este punto que la Administración de Ford concedió más de 4 billones de dólares a Israel como ayuda económica y militar, y también auspició el Acuerdo de Sinaí II, el cual cambió el carácter del conflicto árabe-israelí y abrió la puerta a los acuerdos bilaterales entre Israel y los países árabes implicados en el conflicto, abandonando la causa palestina a su suerte225. Las tiranteces con Kissinger durante la guerra de Octubre, las negociaciones de separación de fuerzas y, sobre todo, con el proceso negociador que abrió entre Egipto e Israel hicieron que al-Asad desconfiara notablemente de los Estados Unidos. Obviamente la intervención siria en Líbano, que contó con la aquiescencia norteamericana, permitió a al-Asad conservar la esperanza de que la Casa Blanca terminase por adoptar una posición más equilibrada en el conflicto árabe-israelí. Tras el restablecimiento de relaciones diplomáticas en 1974, el presidente sirio se preocupó de que siempre existiera un canal de comunicación con Washington, incluso en los periodos más delicados de las relaciones bilaterales. Antes de resultar elegido, Carter había remarcado la necesidad de interrumpir la peligrosa dinámica de confrontación de la Guerra Fría y su disposición a seguir una política más ecuánime en el proceso de paz que no sólo tuviese en cuenta los intereses de Israel, sino 224 Para conocer más sobre el papel del lobby israelí en la política interna y exterior de los Estados Unidos véase MEARSHEIMER J. J. y WALT S. M.: El lobby israelí y la política exterior de los Estados Unidos, Santillana Ediciones Generales, Madrid, 2007; NOVIK, N.: The United States and Israel: Domestic Determinants of a Changing U.S. Commitment, Westview Press, Boulder, 1985. 225 AL-DIJANI, 1994, p. 113.

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también los legítimos derechos palestinos. El Informe Brookings, que contó con el respaldo del propio Carter, exigió una retirada israelí a las fronteras de 1967, remarcó la importancia de cooperar con la Unión Soviética y demandó la autodeterminación palestina siempre que previamente los palestinos reconociesen a Israel. Según dicho informe, los palestinos podrían elegir entre un Estado independiente o una federación con Jordania. Asimismo, el informe defendía la indivisibilidad de Jerusalén, la libertad de acceso a los lugares santos y la libre circulación de individuos226. No nos debe extrañar, pues, que la victoria electoral de Jimmy Carter fuese acogida favorablemente en Siria. al-Asad felicitó al nuevo presidente y le envió un mensaje en el cual le mostraba su disposición a cooperar para estabilizar la situación en Oriente Medio y le manifestaba su esperanza de que los Estados Unidos estuvieran interesados en impulsar una paz global basada en la completa retirada israelí de todos los territorios árabes ocupados desde 1967 y la restitución de los legítimos derechos del pueblo palestino227. alAsad también estaba interesado en profundizar la relación entre Washington y Damasco para poder coordinar así las posiciones en torno a la crisis libanesa, tal y como había ocurrido durante la Administración de Ford. Como era de esperar, Oriente Medio siguió conservando un papel central durante los cuatro años de presidencia de Carter. En un principio, Carter estimó que era necesario que las dos superpotencias mantuvieran un diálogo conflicto en torno a diversos asuntos con el propósito de salvaguardar unos intereses comunes228. El nuevo presidente anteponía el empleo de la diplomacia al recurso de la fuerza para resolver los conflictos que revestían una especial complejidad, el árabe-israelí entre ellos. La Administración de Carter se distinguió de las precedentes en su verdadero intento de comprender la cuestión palestina y abordar su solución. Solo dos meses después de su llegada a la Casa Blanca, el 16 de marzo de 1977, en una conferencia pronunciada en la ciudad de Clinton, el presidente Carter expuso cuáles deberían ser las condiciones para alcanzar una paz duradera para el conflicto árabe-israelí: el reconocimiento de Israel de

226 Para conocer más sobre las recomendaciones del informe puede consultarse en su integridad Toward peace in the Middle East: Report of a Study Group (Washington, D.C.: Brookings Institution, 1975). También VANCE, C.: Hard Choices Critical Years in America´s Foreign Policy, Simon and Schuster, New York, 1983, pp. 10-12. 227 SEALE, 1989, p. 290. 228 FREEDMAN, R.: World Politics and the Arab-Israeli Conflict, Pergamun Press, New York, 1979, p. 46; SPIEGEL, 1985, p. 318-319.

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parte de los árabes; la delimitación de las fronteras del Estado de Israel y, por último, la solución de la cuestión palestina229. De esta manera, Carter rompía con la inercia de sus predecesores, que habían ignorado deliberadamente el sufrimiento que la creación de Israel provocó al pueblo palestino. Para el presidente americano, la solución del problema palestino era la clave para resolver el conflicto de Oriente Medio. Como afirmó en dicho discurso: “Ninguna esperanza razonable para un acuerdo en Oriente Medio será posible sin un hogar nacional para los refugiados palestinos”. Por lo tanto, el presidente Carter fue el primer presidente norteamericano que manifestó públicamente la necesidad de establecer una patria para los palestinos. Como en épocas anteriores, Oriente Medio siguió teniendo una importancia radical para los Estados Unidos. La involucración de Carter en el conflicto árabe-israelí se debía a una serie de razones. En primer lugar era consciente de los errores de diplomacia del “paso a paso” que habían dejado de lado a los palestinos, sin tener en cuenta que representaban la parte débil de la ecuación. En segundo lugar, Carter temía que la prolongación de la situación de ni guerra ni paz exacerbase las tensiones y provocase una nueva guerra árabe-israelí. En tercer lugar, le preocupaba la posibilidad de un nuevo boicot energético contra los Estados Unidos, dado que las razones que lo motivaron seguían estando presentes. En cuarto lugar, el presidente interpretaba que la diplomacia del “paso a paso” de Kissinger no debía detenerse en Egipto, sino que tenía que llegar al resto de países árabes de la región. Por último, también pesaban fuertemente sus profundas convicciones religiosas cristianas que le inclinaban a buscar denodadamente una solución para la crisis árabe-israelí, requisito indispensable para que reinara la paz sobre Tierra Santa230. Para un presidente con tan poca experiencia diplomática como Carter, depender de asesores con posturas tan contradictorias como el secretario de Estado Cyrus Vance y el Consejero de Seguridad Nacional Zbigniew Brzezinski, implicó que su política exterior fuera en ocasiones ambigua. Vance defendía que las relaciones con los soviéticos tenían que basarse en la diplomacia y su pragmatismo lo condujo a ver que la Unión Soviética y los Estados Unidos tenían intereses mutuos. Si bien Vance era consciente de que la Unión 229

CARTER, J.: Keeping Faith: Memoirs of a President, Bantam Books, Toronto, 1982, pp. 273-277. El respaldo de Carter a una patria palestina generó una profunda preocupación entre los integrantes del lobby pro-israelí en los Estados Unidos que pusieron todas sus energías en lograr que Carter se retractara de su postura. El 8 de septiembre del mismo año Carter modificó su declaración al señalar que una nación palestina no tendría que ubicarse necesariamente en Palestina. QUANDT, 1993, p. 346. 230 QUANDT, W. B.: Camp David: Peacemaking and Politics, Brookings Institution, Washington, D.C, 1986, p. 18.

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Soviética, al igual que los Estados Unidos, pretendía promover sus intereses nacionales en Oriente Medio, lo cierto es que también consideraba que era posible encontrar un lugar de encuentro entre las superpotencias que podría ofrecer la oportunidad de llegar a acuerdos mutuamente ventajosos, sobre todo en cuanto al control de armamento. El responsable del Departamento de Estao defendía la vía diplomática para resolver el conflicto árabe-israelí y era partidario de proseguir las negociaciones entre Israel y los países árabes para llegar a acuerdos de paz. Aunque la posición de Vance prevaleció durante el primer año de la presidencia de Carter, ésta competía con las posturas de Brzezinski, que fue ganando peso de manera gradual. Zbigniew Brzezinski, al frente del Consejo de Seguridad Nacional, provenía del ámbito académico y, aunque había defendido previamente que el sistema internacional debía adoptar una mayor flexibilidad y tener en cuenta nuevos conceptos como la distensión y la multipolaridad, lo cierto es que asumió una posición de ‘halcón’ ante la Unión Soviética, considerando que la forma más eficaz de frenarla no era la diplomacia, sino el poderío militar de los Estados Unidos231. Donde Vance buscaba oportunidades para cooperar con los soviéticos y fomentar la distensión, Brzezinski se concentraba en los aspectos competitivos de la relación entre las dos superpotencias y en particular en el Tercer Mundo, el cual este consideraba como el escenario clave de la rivalidad entre el bloque occidental y soviético. Donde Vance enfatizaba el rol de factores locales en la inestabilidad del Tercer Mundo, Brzezinski responsabilizaba a la interferencia de la Unión Soviética. Brzezinski argumentaba que la principal forma de hacer frente a la conmoción que se veía en el Tercer Mundo era responder enérgicamente a la intervención soviética en los países en vía de desarrollo232. Vance, sin embargo, discrepaba con esta postura que perpetuaba la lógica de la Guerra Fría y veía en Brzezinski a un adversario que aspiraba a convertirse en responsable de la política exterior del gobierno. Sin embargo, Carter era en el fondo un baptista devoto y renacido que compartía más con el idealismo moralista de Woodrow Wilson que con la política realista de Harry Truman. Al igual que Wilson, Carter veía a los Estados Unidos como un faro para el mundo que tenía que iluminar y fomentar los grandes ideales de la libertad, la democracia y los derechos 231

POWASKI, 2000, p. 251. Para ver más sobre los desacuerdos entre los dos hombres de la Administración de Carter en cuanto a las cuestiones regionales e internacionales, véase SMITH, G.: Morality, Reason, and Power: American Diplomacy in the Carter years, Hill and Wang, New York, 1986, pp. 35-44. 232

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humanos. Según el punto de vista de Carter, Nixon y Kissinger recurrieron a políticas y tácticas deshonestas tales como la diplomacia secreta, la comunicación clandestina y el apoyo encubierto a dictaduras reaccionarias y represivas. Carter también quiso construir un Nuevo Orden Internacional basado en una comunidad de intereses más que en un equilibrio de poder. Carter argumentaba que ni los Estados Unidos ni la Unión Soviética podría controlar el destino del mundo. Más que disputarse la dirección del mundo con los soviéticos, Carter pretendía obtener su apoyo en la tarea de enfrentar problemas mundiales como la proliferación de armas nucleares, la contaminación del medio ambiente y la erradicación de la pobreza233. De esta manera, el presidente Carter decidió sustituir los objetivos restringidos de la diplomacia de Kissinger, bajo la cual los Estados Unidos había negociado solo con Egipto y, en menor medida, Siria, por un planteamiento general que incluyera no sólo a los principales protagonistas del conflicto árabe-israelí, sino también a los representantes de la OLP. Mientras que Kissinger había marginado a la Unión Soviética, tanto Carter como Vance opinaban que los soviéticos debían tener un papel en el proceso de paz. Asimismo, el presidente y el secretario de Estado albergaban la esperanza de que la participación de los soviéticos en la solución del problema en Oriente Medio sirviera para impulsar también un acuerdo en las negociaciones de limitación de armamentos estratégicos (SALT)234. Jimmy Carter mostró desde un primer momento su voluntad de unirse con los dirigentes de los países de Oriente Medio para dialogar sobre el conflicto árabe-israelí. El presidente norteamericano percibió la importancia de cooperar con Israel, pero también abordó tal cooperación con cierta cautela, dado que no compartía el conjunto de sus planteamientos. Al inicio de su mandato, Carter no era anti-israelí pero tampoco veía a Oriente Medio sólo desde la perspectiva de los intereses y la seguridad del Estado judío, sino que también reconocía los intereses, esperanzas y preocupaciones de los árabes235. El presidente estadounidense envió a su secretario de Estado, Cyrus Vance, a Oriente Medio en febrero de 1977 para evaluar la situación general y barajar la posibilidad de convocar una nueva Conferencia de Paz de Ginebra.

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POWASKI, 2000, p. 252. Los acuerdos SALT (Strategic Arms Limitation Talks) fueron firmados al final de cada una de las negociaciones llevadas a cabo entre los Estados Unidos y la Unión Soviética para limitar las armas nucleares estratégicas y frenar la carrera armamentista. FREEDMAN, 1979, p. 47. 235 SEALE, 1989, p. 292. 234

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El 20 de marzo Vance se reunió con al-Asad en Damasco, asegurando que el presidente Carter estaba interesado en revitalizar el proceso de paz en Oriente Medio con la aplicación de las resoluciones 242 y 338 del Consejo de Seguridad. Tras la visita de Vance, la Casa Blanca envió cartas al presidente al-Saadat, al rey Husayn y al primer ministro Rabin invitándolos a Washington para dialogar y reanudar las negociaciones de paz entre ambas partes. El 23 de marzo, en una reunión del Consejo de Seguridad Nacional, Vance declaró que todas las partes con las que mantuvo conversaciones habían aceptado asistir a una conferencia de paz en Ginebra a celebrarse en el mes de septiembre236. Antes de la reunión entre al-Asad y Carter en Ginebra, al-Asad envió a Washington a su ministro de Asuntos Exteriores, Abd al-Halim Jaddam, para preparar la cumbre y abordar los temas centrales: el carácter de la paz con Israel, la cuestión de las fronteras, las garantías internacionales para la paz en la zona y la cuestión palestina (incluida la participación de una delegación palestina en la conferencia)237. El 9 de mayo el presidente Carter se reunió durante varias horas con al-Asad en Ginebra. al-Asad acogió con sumo interés el proyecto de Carter de terminar con el sufrimiento del pueblo palestino y resolver el conflicto árabeisraelí conforme demandaban las resoluciones 242 y 338 del Consejo de Seguridad. Carter, por su lado, remarcó la buena disposición de al-Asad para normalizar sus relaciones con Israel y dialogar sobre pasos prácticos, como poner fin a la guerra y establecer zonas desmilitarizadas en la frontera con Israel. En cuanto a la cuestión palestina, Carter intentó persuadir a al-Asad que la OLP aceptara la resolución 242 y reconociera a Israel, pero el presidente norteamericano comprendió que las relaciones entre al-Asad y Arafat no eran lo suficientemente buenas como para conversar sobre un tema tan crucial como el reconocimiento de Israel238. En sus memorias, el presidente Carter expuso que al-Asad fue a Ginebra con un verdadero deseo de alcanzar la paz en la zona con la cooperación de los Estados Unidos. Según Carter, al-Asad fue muy constructivo y algo flexible en su actitud239.

236

SPIEGEL, 1985, p. 329. JADDAM, 2003, pp. 250-252; RABIL, 2006, p. 61. 238 al-Asad se negó a ir a Washington para reunirse con Carter, por lo que se elegió Ginebra como punto intermedio. Además, la cumbre dio a al-Asad una proyección internacional como nunca antes había tenido. La cumbre duró siete horas y al-Asad aprovechó la ocasión para hacer un exhaustivo relato de la historia del conflicto árabe-israelí, empezando con la época del mandato hasta la guerra de Octubre de 1973 y sus efectos sobre la seguridad y la economía internacional. al-Asad concluyó sus conversaciones enfatizando que Siria creía que la paz era una necesidad regional e internacional y que ésta se podría alcanzar con una retirada israelí de los territorios árabes ocupados desde 1967. Por su parte el presidente Carter habló sobre la importancia del reconocimiento árabe de Israel y la normalización de las relaciones. VANCE, 1983, p. 177; AL-JANI, 2004, pp. 113-127. 239 CARTER, 1982, p. 285-286; QUANDT, 1986, pp. 56-58. 237

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Por su parte, los israelíes recibieron negativamente las declaraciones de Carter, dado que durante los años de Henry Kissinger al frente de la política exterior americana siempre había existido una comunicación fluida entre Washington y Tel Aviv, canal que no funcionaba con la misma intensidad ahora. Ya en marzo de 1977 el primer ministro israelí Isaac Rabin visitó Washington para entrevistarse con el presidente Carter. En una tensa reunión, Rabin demandó a la nueva administración que mantuviese la política exterior precedente y que no transigiese en los planteamientos de Kissinger, pero Carter le hizo ver que los intereses de los Estados Unidos e Israel no tenían por qué coincidir siempre240. En opinión del presidente norteamericano, Rabin era obstinado, carecía de imaginación y no estaba dispuesto a dar pasos positivos para alcanzar la paz con los árabes241. Los movimientos para convocar una nueva Confencia de Ginebra aumentaron la animosidad de Israel hacia Carter, sobre todo una vez que este se acercó a al-Asad, quien había sido marginado por Kissinger dentro del proceso de paz. Las elecciones israelíes, celebradas el 17 de mayo, desalojaron del poder a los laboristas y auparon al gobierno, por primera vez en la historia, al derechista Likud, reaccio a cualquier iniciativa de paz con los árabes y, mucho menos, a una negociación con los propios palestinos. El Gobierno de Begin consideró los movimientos de Carter como un golpe a la privilegiada relación bilateral entre ambos países. Incluso Carter atribuyó a la diplomacia de Kissinger el aumento de la hostilidad hacia los Estados Unidos en el Tercer Mundo y, sobre todo, en Oriente Medio. Vance aseguró que Kissinger había ignorado por completo las preocupaciones árabes con su apoyo político y militar a Israel, lo que llevó al deterioro de las relaciones entre Washigton y el mundo árabe. Una de las preguntas que se han planteado con insistencia desde entonces es por qué Damasco no aprovechó este acercamiento a Washington para iniciar un proceso de paz que garantizara la retirada israelí de los Altos del Golán. En primer lugar, al-Asad prefería aproximarse a los norteamericanos gradualmente, pues sospechaba de la política de los Estados Unidos hacia el conflicto árabe-israelí tras la dura decepción que representó Kissinger. En segundo lugar, al-Asad no quería comprometer sus relaciones con la Unión Soviética, dado que los soviéticos eran la única fuente de armas que le permitiría alcanzar cierta paridad estratégica ante a la superioridad militar de Israel. En tercer lugar, al-Asad 240

BRUZONSKY, 1977, p. 9. CARTER, 1982, pp. 279-284; BRZEZINSKI, Z.: Power and Principle: Memoirs of the National Security Adviser, 1977-1981, Farrar, Straus, Giroux, New York, 1983, pp. 90-94.

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sabía que en aquellos momentos los israelíes no estaban interesados en iniciar negociaciones con Siria y más bien deseaban hacer la paz con al-Saadat, que se mostraba más flexible que al-Asad en cuanto a las condiciones para llegar hacia un acuerdo. al-Asad esperaba obtener de la nueva administración norteamericana un reconocimiento de su influencia regional o, al menos, una recompensa por su implicación en Líbano a favor de los cristianos maronitas, aliados occidentales, y en contra de los palestinos y los nacionalistas libaneses, situados en la órbita soviética. De hecho había expuesto al peligro sus relaciones con el mundo árabe y la Unión Soviética al intervenir en Líbano a favor de los maronitas. En cierta medida, al-Asad quería enviar un mensaje a los norteamericanos: “si me reconocen como el hombre que tiene la influencia en la zona, yo garantizaré la paz y la seguridad”, pero también estaba claro que Israel, mucho más después de la llegada al poder del Likud, no permitiría que la influencia regional de al-Asad creciera. Además, el aumento del peso específico sirio y las ambiciones hegemónicas de al-Asad no sólo preocupaban a Israel, sino también a varios países árabes, entre ellos Egipto, Irak y Arabia Saudí, algunos de ellos con excelentes relaciones con los Estados Unidos por lo que podrían intervenir activamente para evitar que Siria recibiera un trato de favor por parte de la Administración de Carter.

2.3.3. El documento de trabajo norteamericano-israelí El optimismo de al-Asad por la llegada de un presidente norteamericano que pudiera entender el conflicto árabe-israelí no duró, pues la victoria electoral del Likud liderado por el derechista Menahem Begin impidió cualquier género de avance en las relaciones sirioestadounidenses. El nuevo primer ministro radicalizó la postura israelí en lo que se refería a los territorios árabes ocupados y argumentó que la Tierra de Israel era sagrada y, por lo tanto, no podía ser devuelta a los árabes, puesto que no se trataba de una ocupación sino más bien de una liberación. El nuevo líder israelí calificó la colonización de Cisjordania como una responsabilidad religiosa y estrechó los vínculos con los colonos radicales agrupados en la asociación Gush Emunim242. Ante esta postura, al-Asad comprendió que la Administración de Carter no podría promover una paz equilibrada entre árabes e israelíes y

242

SPIEGEL, 1985, p. 334.

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que lo máximo que podría hacer sería tratar de frenar el avance de Begin en los territorios árabes. En las elecciones legislativas del 17 de mayo de 1977, el Likud venció al Partido Laborista con un 33,4% de los votos y 43 escaños frente al 24,6% y los 32 escaños alcanzados por los laboristas. Varios factores explicaron este vuelco histórico en la escena política israelí que facilitó el traspaso de poder de un laborismo desgastado por casi 30 años de gobierno a un emergente Likud que tenía como base el ultranacionalista movimiento Herut fundado por Zeev Jabotinsky, impulsor de la estrategia del “muro de hierro” contra los árabes243. El primer factor fue que el estallido de la guerra de Octubre y la “victoria psicológica” de los árabes, que ocasionó una tormenta política en Israel que afectó al conjunto de la sociedad e hizo tambalear las certezas previas en torno la capacidad militar y habilidad política de los laboristas. El segundo factor fue la incapacidad manifiesta de los laboristas para proponer una política convincente para los Territorios Ocupados que fuese más allá de la política de los “puentes abiertos” planteada por Moshe Dayan. El tercer factor tenía que ver con la plasmación política de los conflictos sociales dentro de la comunidad hebrea y la comunión entre el proyecto nacionalista del Likud y la aspiración de los judíos sefardíes. El cuarto factor fue la alianza entre los partidos ortodoxos judíos y el movimiento nacionalista. El Likud rompió con los patrones previos y el primer ministro Begin aseguró en su campaña electoral que no permitiría el establecimiento de ninguna autoridad extranjera sobre los Territorios Ocupados palestinos. En adelante, el mandatario israelí concentró todos sus esfuerzos en la judaización de Jerusalén Este y la colonización en Cisjordania con el objetivo de alterar su realidad demográfica e impedir el nacimiento de un Estado palestino, para lo que contó con la preciada ayuda del movimiento de colonos Gush Emunim. Entre julio y agosto de 1977, la diplomacia estadounidense se esforzó en entablar contacto con las partes implicadas en el conflicto árabe-israelí, con la consabida excepción de los palestinos, para tratar de delimitar los principios generales para la nueva iniciativa de paz en Ginebra. Por primera vez, la Administración de Carter trató de presionar al Gobierno de Begin para que congelase la colonización de los Territorios Ocupados palestinos. Para sortear estas presiones, el mandatario israelí manifestó durante su visita a Washington del 9 de julio de 1977 su interés en proseguir las conversaciones con Egipto para alcanzar un tratado de paz con el gigante árabe que neutralizase la posibilidad de una nueva guerra 243

ÁLVAREZ-OSSORIO, 1999, pp. 132-134; ZIYADE, 2005, p. 160.

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árabe-israelí, pero rechazó la idea de encontrar una solución global para el conflicto árabeisraelí, ya que esto implicaría también abordar la cuestión palestina y, por lo tanto, llevar a cabo una retirada de parte de la Tierra de Israel244. El 4 de agosto el secretario de Estado Vance viajó a Damasco para conversar con al-Asad sobre los principios de la iniciativa de paz. En su reunión con Vance se abordaron varios temas esenciales para al-Asad, como la negativa de Begin a retirarse a las fronteras de 1967, a abordar la cuestión palestina y a una paz global entre Israel y los árabes. al-Asad tenía claro que cualquier acuerdo bilateral entre Israel y Egipto iría en contra de los intereses de los árabes, al fragmentar al mundo árabe y debilitarlo ante Israel245. Como hemos señalado anteriormente, al-Asad era conciente de las dificultades de alcanzar un acuerdo de paz con el ultraderechista Begin, pero a la vez quería que este factor no impidiese que Damasco y Washington fortalecieran sus relaciones por lo que demostró a la Administración de Carter su disposición a sellar una paz global en la zona siempre que se respetase sus intereses. Cabe resaltar que al-Asad calculó que cualquier avance en sus relaciones con los estadounidenses fortalecería su situación en Líbano y mejoraría el diálogo entre ambos países sobre cuestiones regionales. A fines de los setenta y, en particular, tras su intervención en Líbano, la influencia regional y la situación en Líbano devinieron la prioridad en la política exterior de al-Asad frente a sus rivales árabes e Israel. La reunión entre Begin y Carter puso de manifiesto la tensión entre los Estados Unidos debido a que la nueva política de Carter ante el conflicto implicaba una ruptura radical con los planteamientos de Kissinger, que no tenían en cuenta el factor palestino en la ecuación árabe-israelí246. Ante la posibilidad de que los Estados Unidos reconocieran a la OLP, hecho que tendría devastadores consecuencias para Israel, el primer ministro Menahem Begin y su ministro de Asuntos Exteriores Moshe Dayan plantearon, a mediados de 1977, una estrategia encaminada a sabotear la política de Carter para alcanzar una paz global en Oriente Medio tratando, en primer lugar, de distanciar a Carter y al-Asad que habían tenido una buena sintonía personal en su encuentro de Ginebra y había coincidido en más cuestiones de las que cabría esperar247.

244

CARTER, 1982, pp. 288-289; QUANDT, 1986, pp. 77-82. VANCE, 1983, pp. 187-190 246 SPIEGEL, 1985, p. 336 247 SEALE, 1989, p. 298. 245

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Debe tenerse en cuenta que el presidente Jimmy Carter estaba planteando un giro radical a la política exterior norteamericana en Oriente Medio, ya que no sólo estaba demandando el cumplimiento de la legalidad internacional con la retirada israelí a las fronteras de 1967, sino también el reconocimiento de los palestinos como una parte esencial en el conflicto árabe-israelí y la necesidad de que dispusieran de su propia patria, que sólo podría erigirse en Cisjordania y Gaza, idea que comenzaba a abrirse paso en la OLP con la aprobación del Programa Temporal en 1974. Ante los movimientos israelíes, el presidente al-Asad envió a su ministro de Asuntos Exteriores Abd al-Halim Jaddam a Washington el 28 de septiembre de 1977 para reunirse con Carter con el objetivo de convencerle que era necesario que los árabes formaran una única delegación conjunta que sería la que emprendería las futuras negociaciones con Israel248. El presidente Carter no apoyó la idea, pero tampoco la rechazó. Los temores israelíes se vieron confirmados el 1 de octubre de 1977, cuando los Estados Unidos y la Unión Soviética coordinaron sus posiciones en torno al proceso de paz e hicieron público un informe en el que exponían las claves para resolver el conflicto en Oriente Medio. Dicho documento conjunto reclamaba la retirada israelí de todos los territorios árabes ocupados y la solución de la cuestión palestina. Las superpotencias coincidían en la necesidad de reanudar la Conferencia de Paz de Ginebra para resolver el conflicto árabe-israelí y que los estados de la región pudiesen establecer relaciones mutuas y pacificas249. Este documento soviético-norteamericano recogía las reinvidicaciones histórica de Siria en torno a la necesidad de promover una solución global que también tuviera en cuenta las demandas nacionales palestinas, lo que significaba un cuestionamiento de la política del “paso a paso” de Kissinger y su afán por desarrollar el canal bilateral egipcioisraelí que, tras la llegada de Begin al poder, no se había interrumpido250. La divulgación del documento norteamericano-soviético fue respondida con prontitud por Israel. El ministro de Asuntos Exteriores Moshe Dayan no tardó en movilizar al lobby proisraelí en los Estados Unidos, incluido el influyente American Israel Public Affairs Committee (AIPAC), y a los amigos de Israel en el Congreso, sobre todo entre las bancadas

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QUANDT, 1986, p. 116-117. RABIL, 2006, p. 62; SMITH, 1986, p. 162. 250 Mientras que Carter estaba trabajando para renovar las negociaciones entre los árabes e Israel, los egipcios e israelíes realizaron una ronda de negociaciones secretas en Marruecos a mediados de septiembre de 1977 que contó con la participación de Moshe Dayan, ministro de Asuntos Exteriores israelí, y Hasan Tuhami, asistente del presidente al-Saadat. El objetivo de las negociaciones era valorar la posibilidad de firmar un acuerdo entre ambos país sin la intervención de al-Asad y los Estados Unidos y al margen de la Conferencia de Ginebra. MAÓZ, 1995, p. 164. 249

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del Partido Republicano pero también eminentes miembros de las filas demócratas, para condenar a la política de Carter hacia Oriente Medio. A partir de encones se inició una dura campaña de descalificación de la política de la Administración de Carter hacia el conflicto árabe-israelí por parte de los sectores favorables a Israel251. Uno de los argumentos empleados, además del consiguiente menocasbo a los intereses israelíes, fue que dicha política permitiría que la Unión Soviética asumiera un papel protagonístico en el proceso de paz, permitiéndole por lo tanto reforzar su posición en Oriente Medio tras los reveses sufridos desde 1967252. Tampoco ayudó el hecho de que el Consejero de Seguridad Nacional Brzezinski criticara el papel del Departamento de Estado en la negociación del mencionado documento estadounidense-soviético253 al considerar que la invitación a los soviéticos a cooperar en el proceso de paz anularía el éxito diplomático de los Estados Unidos a la hora de neutralizar la influencia soviética en Oriente Medio. Tras varios años de aislamiento en el proceso de paz durante el periodo de Kissinger, los soviéticos recibieron positivamente la oferta americana de incorporarse al proceso de paz. Cabe señalar que Cyrus Vance, el arquitecto de la política exterior en la primera etapa de la presidencia de Carter y rival encarnizado de Brzezinski, estaba interesado en integrar a los soviéticos en el proceso de paz por dos razones. En primer lugar, por la flexibilidad soviética en cuanto a la intervención de los palestinos en la Conferencia de Paz de Ginebra. En segundo lugar, porque confiaba que Moscú fuese capaz de influir Siria para que moderase sus posturas en cuanto a los términos de un eventual acuerdos de paz con Israel. Las tensiones dentro de la propia Administración de Carter y las presiones del Gobierno de Begin obligaron al presidente Jimmy Carter a replantear su proyecto de alcanzar una paz global en Oriente Medio. En la decisión del presidente demócrata también tuvo un papel central la intensa actividad desplegada por el lobby pro-israelí en los Estados Unidos que lanzó una campaña de desprestigio sin precedentes contra el mandatario norteamericano, lo

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LENCZOWSKI, G.: American President and the Middle East, Duke University, Durham and London, 1990, p. 169. 252 Incluso Egipto se mostró contraria a que la Unión Soviética pudiera intervenir activamente en el proceso de paz, ya que esto implicaría un cuestionamiento de toda la política exterior de al-Saadat, encaminada a aproximarse a los Estados Unidos y distanciarse del bloque soviético. QUANDT, 1993, pp. 354-356; RABIL, 2006, p. 62. 253 SPIEGEL, 1985, p. 338.

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que puso en evidencia su creciente poder y, sobre todo, su capacidad de influir en las decisiones que afectaran a Israel254. Tras una reunión entre Vance y Dayan celebrada el 5 de octubre de 1977, ambas partes hicieron un documento de trabajo norteamericano-israelí (U.S.-Israeli Working Paper) para reanudar las negociaciones en Oriente Medio255, que corregía al documento norteamericano-soviético en aspectos clave. Uno de ellos era que las partes no deberían aceptar los principios expuestos en dicho documento (retirada a las fronteras de 1967 y solución del problema palestino, entre otros) para poder acudir a la Conferencia de Ginebra256, lo que en la práctica convertía en papel mojado el documento consensuado entre las dos superpotencias. A partir de entonces se registró una mejora evidente en las relaciones entre la Administración de Carter y el Gobierno de Begin, ya que algunos de los principales objetivos israelíes en el proceso de negociación fueron asumidos por los Estados Unidos. En primer lugar, la marginación de Siria en las futuras negociaciones de paz. En segundo lugar, una participación limitada de los árabes palestinos de los Territorios Ocupados que excluyera a la OLP. Por último, la concentración de la Administración de Carter en un acuerdo de paz bilateral entre Israel y Egipto. La estrategia siria pasaba por llegar a la Conferencia de Ginebra con un frente árabe común con la intención de neutralizar los intentos egipcios de alcanzar una paz bilateral con Israel al margen de la comunidad árabe. El documento de trabajo norteamericano-israelí representó un duro golpe para las aspiraciones de al-Asad pues apostaba con claridad por negociaciones separadas entre Israel y cada una de las partes árabes en comités bilaterales. Así las cosas, Siria sería la única parte árabe que no podría intervenir en las negociaciones sobre la cuestión palestina. Evidentemente, el documento de trabajo norteamericano-israelí suponía un jarro de agua fría para al-Asad por diversas razones. En primer lugar, el presidente sirio mostró su malestar por los cambios radicales experimentados en la postura de Carter hacia el conflicto 254

Para ver más sobre el papel que jugó el lobby israelí y en particular el American Israel Public Affairs Committee (AIPAC) para modificar la política de Carter en cuanto al proceso de paz véase AL-DIJANI, 1994, pp. 118-119. 255 Para ver más sobre este documento de trabajo véase QUANDT, 1986, p. 130-131. 256 JADDAM, 2003, p. 261.

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árabe-israelí, sobre todo con la marginación de la opción de una paz global. En segundo lugar, al-Asad estuvo convencido que el documento de trabajo tenía como principal propósito aislar a Siria y afianzar el proyecto israelí de promover un acuerdo de paz con Egipto. En tercer lugar, al-Asad descartó enviar a sus representantes a Washington para tratar de modificar su postura, consciente de la imposibilidad de contrarrestar al poderoso lobby pro-israelí, que ejercía una importante influencia sobre la delimitación de la política exterior de los Estados Unidos. Como hemos dicho antes, el documento de trabajo norteamericano-israelí marcó el fin de la tensión en las relaciones norteamericano-israelíes, pero al mismo tiempo provocó un notable enrarecimiento del clima que se respiraba entre Washington y Damasco. El incipiente diálogo que se había abierto entre los Estados Unidos y Siria con el encuentro de Ginebra entre al-Asad y Carter quedó en entredicho. La Administración de Carter no tardó en acusar a al-Asad de haber sido poco flexible y haber abandonado la idea de influir sobre las otras partes árabes del conflicto. Mientras que al-Asad se distanciaba de Carter, el presidente al-Saadat recibía un gran estímulo para seguir avanzando hacía un acuerdo bilateral con Begin.

2.3.4. Siria ante Camp David Las posibilidades de convocar una segunda Conferencia de Paz de Ginebra se esfumaron definitivamente con la visita relámpago de Anuar al-Saadat a Jerusalén el 20 de noviembre de 1977. En su decisión incidió la necesidad de salir del impasse de las negociaciones egipcio-israelíes, que se habían ralentizado tras la llegada al poder del Likud, pero también la voluntad de torpedear una Conferencia de Ginebra bajo el patrocinio de las dos superpotencias y con la presencia de Siria. La aparición del documento de entendimiento soviético-norteamericano el 1 de octubre que establecía el marco del proceso de paz fue percibida como contraria a los intereses de Egipto. En primer lugar, el mismo al-Saadat quería dejar a los soviéticos fuera del proceso de paz entre árabes e israelíes. En segundo lugar, el líder egipcio consideró que dicho entendimiento reforzaba la posición de al-Asad, que pretendía establecer una delegación

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árabe unida para negociar con Israel257. En tercer lugar, el documento recomendaba una solución global del conflicto árabe-israelí, lo que no le convenía a al-Saadat, quien estaba realizando negociaciones secretas con Israel para llegar a un acuerdo bilateral y no estaba interesado en demoar el proceso de manera indefinida258. Antes de la intervención de al-Saadat en la Knesset israelí, el escenario era extraordinariamente delicado. El presidente Jimmy Carter, que había considerado una prioridad de su política exterior resolver el conflicto árabe-israelí por medio de las conversaciones de paz, había tenido una experiencia negativa con sus primeras iniciativas de paz, que habían topado con la abierta oposición de Israel, país que consideraba que un eventual patrocinio de las dos superpotencias, tal y como proponía el entendimiento soviético-americano, sería perjudicial a sus intereses, ya que le obligaría a hacer más concesiones de las que estaba dispuesto a presentar. Además, Israel contaba con una activa implicación de los Estados Unidos, no sólo porque era su principal aliado en la escena internacional, sino también porque podría tratar de influir en la Administración de Carter a través de las actividades del lobby pro-israelí y de los sectores proclives a su posición. De otra parte, Siria intentaba, aunque sin excesivos recursos, llegar a la Conferencia de Paz desde una posición de fuerza, dirigiendo una delegación árabe conjunta que negociara al mismo tiempo en todos los frentes del conflicto árabe-israelí, idea que Israel rechazaba de plano y que tampoco emocionaba a los Estados Unidos. Además se daba la circunstancia que la política exterior norteamericana tenía muchos más frentes abiertos y no podía focalizar su atención única y exclusivamente en el conflicto árabe-israelí259. Ante esta situación, la Administración de Carter empezó a barajar diferentes posibilidades para sacar al incipiente proceso de paz del impasse en el que se hallaba inmerso. A finales de octubre, el presidente Carter envió una carta a al-Saadat en la que le pedía una muestra clara de su voluntad de negociación con Israel. Los norteamericanos advirtieron a al-Saadat que no podrían impulsar la paz en Oriente Medio sin que se diera un cambio sustancial que modificase la relación de fuerzas entre árabes e israelíes. Begin, por su parte, pretendía sortear la presión internacional para que alcanzase un acuerdo global acercándose a Egipto para firmar un acuerdo bilateral que devolviese el Sinaí a cambio de la firma de un tratado 257

TAYLOR, 1982, p.72. HILAL, A. A.: Amerika wa al-wahda al-`arabiya 1942-1982 (Los Estados Unidos y unidad árabe 1942-1982), Markaz Dirasat al-Wahda al-Arabia, Beirut, 1989, pp. 212-214. 259 SPIEGEL, 1985, p. 340. 258

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de paz. Tal acuerdo sería enormemente ventajoso, ya que sacaría del frente de confrontación a la principal potencia militar árabe, impidiendo en la práctica el estallido de una nueva guerra que pusiese en peligro la seguridad israelí. La decisión de al-Saadat implicaría la definitiva ruptura de la relación sirio-egipcio, enormemente dañada tras el desencuentro en torno a la finalidad de la guerra de Octubre y la firma de los Acuerdos de Sinaí. A mediados de noviembre, al-Saadat viajó a Damasco para encontrarse con al-Asad y tratar de convencerle que flexibilizara su posición hacia Israel, que rebajase sus demandas ante la Conferencia de Paz de Ginebra y que aceptase la vía diplomática para resolver el conflicto de Oriente Medio, todo ello con el propósito de ayudar a Carter a afrontar las presiones del lobby pro-israelí en los Estados Unidos. alAsad, a su vez, intentó convencer a al-Saadat que no realizara su visita a Jerusalén, asegurándole que dicho movimiento marcaría una gran derrota de los árabes y generaría un gran desequilibrio en el escenario regional, ya que permitiría a Israel atacar a los árabes uno tras otro sin que ellos tuvieran la fuerza suficiente para responder. al-Asad no llegaba a comprender la urgencia de su homólogo egipcio en viajar a Jerusalén para reconocer a Israel antes de empezar las negociaciones. El desacuerdo egipcio-sirio en la forma de negociar con los israelíes reflejaba dos modos diferentes a la hora de valorar la repartición de fuerzas existente sobre el terreno. al-Asad era contrario a las negociaciones directas entre los egipcios e israelíes, que arrancaron en plena guerra de Octubre y gravitaron en un principio en torno a la necesidad de alcanzar un alto el fuego. Además, el presidente sirio interpretaba que los Acuerdos de Sinaí arrojaron por la borda los réditos conseguidos por los árabes durante la guerra de Octubre. Por su parte, al-Saadat era plenamente consciente de que el camino hacia Washington pasaba por Jerusalén, habida cuenta que era el peaje que obligatoriamente tendría que pagar por formalizar una relación privilegiada con los Estados Unidos. Con su visita a Jerusalén, al-Saadat también quería transformar la historia de la zona y eliminar los obstáculos ideológicos que impedían la paz, y también esperaba obtener la garantía de una retirada israelí de los territorios árabes ocupados. Además, a través de su diálogo con Israel, alSaadat pretendía seguir liderando el mundo árabe en el proceso de paz como antes en la guerra. Sin embargo, al-Saadat no vio que Begin sólo quería retirarse de los territorios egipcios para seguir ocupando los otros territorios árabes, pues para él la paz con Egipto

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no significaba la retirada de la Tierra de Israel sino más bien la consolidación de la presencia judía sobre ella260. Advirtiendo esta situación, el presidente egipcio señaló ante la Knesset: “No he venido aquí para lograr un acuerdo por separado entre Egipto e Israel. Esto no forma parte de la política de Egipto. El problema no es entre Egipto e Israel. Cualquier paz por separado entre cualquier Estado árabe de la confrontación e Israel no traerá una paz permanente basada en la justicia para la región entera. Es más, si la paz entre todos los Estados de la confrontación e Israel fuese alcanzada en ausencia de una solución justa para el problema palestino, no habrá nunca una paz justa y perdurable tal como el mundo entero exige hoy en día”. Sea como fuere, la visita de al-Saadat a Jerusalén vació de contenido la posibilidad de celebrar una nueva Conferencia de Paz en Ginebra y obligó a la Administración de Carter a corregir el rumbo del proceso de paz, apuntando ahora a un acuerdo bilateral egipcio-israelí en lugar de un acuerdo global árabe-israelí. El gesto de al-Saadat no tardó en dar frutos y los temors de al-Asad se hicieron realidad. El 17 de septiembre de 1978, al-Saadat y Begin firmaron el Acuerdo de Camp David, basado en la máxima “territorios a cambio de paz”: Egipto recuperaba el Sinaí y, a cambio, normalizaba sus relaciones con Israel261. Al mismo tiempo, ambos países aprobaron un marco autonómico como solución de la cuestión palestina, opción rechazada tajantemente por la OLP y también por Siria. Tras la concreción de la nueva alianza estadounidense-israelí-egipcia, las prioridades de la Siria de al-Asad fueron dos. La primera era garantizarse una protección militar frente a Israel tras la salida de al-Saadat del conflicto, pues al-Asad temía un ataque que diezmara su Ejército, sobre todo después de la Operación Litani en el sur de Líbano. La segunda era aislar a al-Saadat a nivel regional, para no dejar que este influyera sobre los otros países árabes para que estos reconocieran a Israel, lo que implicaría el aislamiento político regional de al-Asad. Tras la firma del Acuerdo de Camp David, que contó con una activa mediación norteamericana, al-Asad consideró que sólo la Unión Soviética podría proteger a Siria ante 260

SEALE, 1989, p. 305. Para ver más sobre el papel de Carter en las negociaciones para firmar el Acuerdo de Camp David véase CARTER, 1982, pp.319-402; QUANDT, 1986, pp. 206-258.

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cualquier ataque israelí por lo que sería necesario reforzar las relaciones bilaterales. Pero la mejora de las relaciones entre Siria y los soviéticos no sería una empresa fácil, sobre todo teniendo en cuenta que intervención siria en Líbano en contra del Movimiento Nacionalista libanés y la OLP, aliados de los soviéticos, las había dejado en una situación complicada. Mientras que Begin trabajaba para retirar a Egipto del conflicto árabe-israelí, al-Asad por su parte negoció con los soviéticos durante casi un año y medio entre noviembre de 1977 hasta marzo de 1979 para rearmar a su Ejército. Durante dicho período, al-Asad realizó varias visitas oficiales a Moscú con el objetivo de acelerar el envío de armamentos para su Ejército, sobre todo después de que las amenazas israelíes contra su Ejército en Líbano se intensificaran tras la operación Litani262. En cuanto al intento de aislar a al-Saadat en el ámbito regional, el Acuerdo de Camp David fue respondido por la Liga Árabe con la expulsión de Egipto, lo que dejó un vacío político que Siria y también otros países árabes como Irak intentaron llenar con más voluntad que acierto. En diciembre de 1977, al-Asad auspició la creación del Frente de la Firmeza y la Confrontación junto a otros países árabes con la intención de aglutinar a aquellos países árabes contrarios a la normalización con Israel mientras persistiera la ocupación militar de los territorios árabes263. De esta manera, al-Asad pretendía refozar la posición de Siria en el ámbito árabe y auparla al liderazgo que antaño había detentado Egipto. Sin embargo este intento no suscitó demasiado entusiasmo ni consiguió atraer a otras fuerzas árabes en su estrategia contra al-Saadat tanto conservadoras -Arabia Saudí- como progresistas -Irak. Pues al-Asad fue incapaz de plantear una alternativa al liderazgo ideológico egipcio o al liderazgo económico saudí. El único resultado directo de la formación del Frente de la Firma y la Confrontación fue que Siria quedó como el único contrincante de Israel, con lo que tendría que soportar por su cuenta el peso del enfrentamiento árabe-israelí264. Egipto fue expulsado de la Liga Árabe en la Cumbre de Bagdad que se celebró entre el 2 y el 5 de noviembre de 1978. Al mismo tiempo se decidió que la sede de la liga se trasladase a Túnez y se aprobó un boicot económico contra Egipto. Mediante dichas medidas, la comunidad árabe mostró su tajante rechazo a la paz bilateral que impulsaba la Administración de Carter, que no tendría continuidad ya que, contra todo pronóstico, Jordania se negó a seguir los pasos de Egipto. El punto 6 de la resolución de la cumbre 262

AL-MARAYATI A. A: International Relations of the Middle East and North Africa, Mass: Schenkman, Cambridge, 1984, p. 231-232. 263 Argelia, Yemen del Sur, Libia y la OLP. HOPWOOD, 1988, p. 62. 264 ÁLVAREZ-OSSORIO, 1999, p. 122.

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considera a los Acuerdos de Camp David representaban “un ataque a los derechos del pueblo palestino y de la nación árabe así como una amenaza a la seguridad y a la paz en el mundo”. Al comienzo de 1979, al-Asad estaba combatiendo a un mismo tiempo en tres frentes. El primer frente consistía en una lucha política contra Egipto para aislar a al-Saadat y neutralizar su iniciativa entre los árabes. El segundo frente, a nivel interior, era una lucha contra la insurrección islamista, que contaba con la ayuda saudí, jordana e iraquí y cobró fuerza mediante una serie de atentandos contra figuras clave del régimen. En el tercer frente se encontraba Israel, que en marzo de 1978 lanzó la operación Litani contra el sur de Líbano en la cual conquistó la zona sur del país donde se estableció por más de tres décadas. Tras esta intervención, los cascos azules de la UNIFIL (Fuerzas Interinas de las Naciones Unidas en Líbano) se desplegaron en el sur libanés. El objetivo de esta operación era buscar un colchón de protección contra los ataques palestinos a lo largo de una franja de 10 kilómetros, controlada por el comandante libanés pro-israelí Saad Hadad265. Aunque en todo momento, las tropas sirias se mantuvieron al margen de los enfrentamientos y evitaron un choque directo con las fuerzas israelíes, para al-Asad la operación israelí en el sur de Líbano tenía un fuerte compenente de amenaza, ya que implicaba que Israel rompía el Acuerdo de las Líneas Rojas y consideraba que la presencia siria en el país del cedro había dejado de ser útil a sus intereses. Tras la operación Litani, al-Asad consideró que las fronteras israelí-libanesas estarían abiertas y desprotegidas y, en cualquier momento, los israelíes golpearían a las fuerzas sirias, que no tenían ninguna defensa aérea efectiva contra la superioridad militar israelí. Por consiguiente, al-Asad estimó necesirio rearmar a su Ejército ante una eventual batalla contra Israel. El acercamiento de Egipto a Israel no fue sólo representaba una amenaza para Siria, sino también para otros países árabes como Irak. Cabe señalar que los iraquíes consideraron los Acuerdos de Camp David como un gran peligro que podría aislar y anular el papel regional de Irak en la zona del golfo Pérsico, ya que Irak, gracias al alza de los precios del petróleo, aspiraba a convertirse en una potencia árabe. Camp David obligó a Damaco y Bagdad a 265 La visita del presidente al-Saadat a Jerusalén en noviembre de 1977 empujaría a al-Asad a reanudar las relaciones con Arafat, poniendo fin a su alianza en Líbano con los cristianos del Frente Nacional. Diversos enfrentamientos con la milicia maronita apoyada por Israel tuvieron lugar a partir de febrero de 1978, culminando en el bombardeo sirio de Beirut entre julio y octubre del mismo año. PIPES, 1990, p. 122; BATATU, 1999, p. 301.

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replantear sus estrategias regionales y a tratar de acercar sus posiciones. al-Asad realizó dos visitas oficiales a Bagdad durante 1978 para mejorar el diálogo con el presidente iraquí Ahmad Hasan al-Baker y con su mano derecha, el vicepresidente Saddam Husayn. En aquel momento era muy importante para al-Asad seguir tratando de alcanzar una paridad estratégica con Israel, especialmente después de la salida de Egipto del conflicto árabeisraelí. La consolidación de Irak como potencia regional obligó a al-Asad a tenerle en cuenta si quería consolidar una alternativa árabe frente a Israel, pero la luna de miel sirioiraquí terminaría con el golpe de Saddam Husayn en julio de 1979 y ambos países retornarían a su tradicionales hostilidad, sobre todo cuando Saddam apoyaó a la oposición islamista siria contra al-Asad266. La activa implicación de la Administración de Carter en las negociaciones de paz egipcioisraelíes n no sólo contribuyó a hundir el planteamiento global del conflicto entre árabes e israelíes, sino que también representó una vuelta a la política de contención, que los gobiernos de Nixon y Ford habían seguido en el caso de Oriente Medio. Dicha política se caracterizaba por negar el papel de los soviéticos en el proceso de paz y por no ejercer ninguna presión significativa sobre Israel para que adoptase una postura más flexible en el conflicto árabe-israelí267. La nueva política de Carter después del Acuerdo de Camp David consagraba los esfuerzos de Kissinger de edificar un bloque de estados pro-occidentales en la región, empleando para tal propósito diversos medios, entre ellos la venta de armas y la ayuda económica268. Egipto e Israel ocuparían un lugar destacado en dicho bloque en Oriente Medio, que se completaría con la presencia de Arabia Saudí e Irán como potencias del golfo Pérsico. Durante 1978, Irán, Israel y Arabia Saudí recibieron casi las tres cuartas partes de todos los envíos de armas norteamericanas al Tercer Mundo. Los acuerdos de paz entre Israel y Egipto dejaron una fuerte impronta en el conflicto árabe-israelí, pues desde entonces fue imposible encender una nueva guerra árabe-israelí ya que la ausencia egipcia del frente de batalla permitiría a Israel concentrar sus tropas en un solo frente, lo que pondría de manifiesto el desequilibrio de fuerzas existente sobre el terreno. De esta manera, los Estados Unidos junto con Israel y a través de los acuerdos de paz de Camp Davi lograron fragmentar a los árabes y colocar a los aliados árabes de los soviéticos –Siria y la OLP- en una situación de debilidad manifiesta. A finales de los 266 Para ver más sobre el acercamiento entre ambos países después del Acuerdo de Camp David y la tensión con la llegada de Saddam, véase KIENLE, 1990, pp. 135-151; TAYLOR, 1982, pp.77-79. 267 POWASKI, 2000, p. 268-269. 268 GREEN, 1988, pp. 108-110.

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setenta, al-Asad se convenció de que había sido engañado por los norteamericanos, sobre todo una vez que Carter retrasó sus promesas de alcanzar un acuerdo de paz general en la zona. Con la firma del Acuerdo de Camp David en septiembre de 1978 y la firma del Acuerdo de Paz en marzo de 1979 entre Israel y Egipto, al-Asad por un lado fracasó en convencer a los árabes implicados en el conflicto en crear una estrategia árabe unida en las negociaciones con Israel y, por otro lado, tuvo que afrontar en solitario todo el peso de la superioridad militar israelí. Cabe destacar que al-Asad consideró que la situación de ni guerra ni paz a finales de los setenta era la mejor estrategia para Siria en su conflicto contra Israel. Tras el giro radical en la política de Carter en cuanto al proceso de paz, al-Asad moderó sus aspiraciones de alcanzar un acuerdo de paz con Israel que garantizara el retorno completo de los Altos del Golán. Sin embargo, al-Asad dejó siempre una puerta abierta ante Washington con el objetivo de seguir teniendo una línea de diálogo en cuanto a la compleja situación en Líbano. En cuanto a Washington cabe señalar que, a pesar de que la tensión se acentuó con Damasco tras el rechazo sirio a Camp David, seguía convencida de que Siria continuaría siendo una de las llaves esenciales para la estabilidad en Oriente Medio debido a su influencia regional. A pesar del empeoramiento de las relaciones con Damasco, el presidente Carter valoró positivamente los intentos sirios de mejorar sus relaciones con los Estados Unidos, en particular en cuanto a los asuntos económicos y tecnológicos. De hecho, entre 1978 y 1979 los Estados Unidos concedieron más de 100 millones de dólares como ayuda económica a Siria269. En 1978, por la primera vez en la historia del Partido Baaz, una delegación del partido visitó Washington para reunirse con políticos estadounidenses del Congreso y de la Administración de Carter. Al mismo tiempo, los acuerdos económicos y culturales se mantuvieron. Durante la presidencia de Carter, Siria continuó enviando a profesores, ingenieros y médicos para que se formara en las universidades americanas.

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RABIL, 2006, p. 64.

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2.3.5. El fortalecimiento de las relaciones con Moscú Tras los Acuerdos de Camp David las relaciones norteamericano-sirias entraron en una fase delicada, aunque como hemos señalado más arriba ambas partes se preocuparon de que no llegaran a interrumpirse dado que existía un interés común por mantener el diálogo en torno a la situación libanesa. El presidente Carter aprobó con entusiasmo los pasos de al-Saadat hacia un acuerdo bilateral con Israel, pero no tuvo éxito a la hora de incorporar a otros estados árabes aliados a dicho proceso de paz, en particular a Jordania, que se sumó a las medidas de castigo contra Egipto adoptadas en la Cumbre Árabe de Bagdad. Esta circunstancia, inesperada para la Administración de Carter, truncó la posibilidad de alcanzar un acuerdo general en el conflicto árabe-israelí. Una semana después de la firma del Acuerdo de Camp David, el secretario de Estado Cyrus Vance visitó oficialmente Damasco. El presidente Hafez al-Asad le manifestó su profunda insatisfacción ante el giro político de la Administración de Carter en la solución del conflicto árabe-israelí y su incongruencia con las conversaciones de Ginebra270. Según el dirigente sirio, el acuerdo permitiría a Israel proseguir sus políticas anexionistas en Cisjordania e incrementar su intervención en los asuntos libaneses, de tal manera que congelaría el proceso de paz, además de exponer a Siria a un eventual colisión militar con el estado hebreo. Desde el restablecimiento de relaciones entre Washington y Damasco, el régimen sirio había visto defraudadas sus expectativas de que las diferentes administraciones norteamericanas –de la encabezada por Nixon a la dirigida por Carter, pasando por la presidida por Ford- adoptaron una posición más equilibrada en el proceso de paz. Probablemente, el desencanto ante la Administración de Carter fue mucho mayor, dado que había defraudado las expectativas que en él había depositado debido a sus pronunciamientos en torno a la necesidad de alcanzar una paz global que resolviese la cuestión palestina tras una retirada israelí a las fronteras de 1967, posición que estaba en sintonía con el planteamiento sirio. Lo más grave, a los ojos del presidente sirio, era que los Estados Unidos no habían valorado de manera positiva la intervención siria en Líbano para estabilizar el país, que había implicado un elevado coste para el régimen baazista habida cuenta que le había enfrentado tanto a la Unión Soviética como al Frente Nacionalista de 270

SPIEGEL, 1985, p. 367-368; VANCE, 1983, p. 190.

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Gumblat y a la OLP de Arafat, amén de dar alas a la oposición islamista en el interior del país y detener la llegada de petrodólares procedentes de Arabia Saudí. Para Hafez al-Asad, el giro en la política exterior de Carter debía ser respondido de manera enérgica. A pesar de que decidió dejar un hilo de comunicación abierto para tratar de coordinar la situación en Líbano, al-Asad decidió alejarse de los norteamericanos y enfocar sus esfuerzos en revitalizar sus relaciones con los soviéticos. A pesar de todas las connotaciones negativas del Acuerdo de Camp David, lo cierto es que también permitiría a Siria reforzar su relación con la Unión Soviética, ya que en adelante no debería competir con Egipto a la hora de disputarse el patrocino soviético. Entre 1978 y 1979 los líderes sirios y soviéticos intercambiaron visitas para tratar de calentar las glaciares relaciones vigentes desde la intervención militar siria en Líbano. Venciendo a sus resistencias, al-Asad permitió que las fuerzas navales soviéticas pudieran recalar en el puerto de Latakia en sus maniobras por el mar Mediterráneo. La cancelación de una deuda de 500 millones de dólares y la renovación del envío de armamento a Siria reflejaría esta mejora de las relaciones entre Moscú y Damasco. Además, concluyó el mayor acuerdo de armas entre ambos países gracias al cual las Fuerzas Armadas obtendrían200 aviones de combate (incluidos varias decenas de Mig-25), 1.400 tanques (entre ellos los T-72) y 1.700 piezas de artillería271. La Unión Soviética también consideraba una de sus prioridades en Oriente Medio dar una respuesta efectiva al Acuerdo de Camp David. El ministro soviético de Asuntos Exteriores, Andrei Gromyko, criticó con dureza los acuerdos egipcio-israelíes auspiciados por la Administración de Carter272. En el contexto de la Guerra Fría, la salida de Egipto del conflicto árabe-israelí y su alejamiento del campo soviético para aliarse con los Estados Unidos significó para los soviéticos la pérdida de un aliado esencial en una de las zonas más estratégicas para el enfrentamiento entre las superpotencias. Las relaciones entre Damasco y Moscú se vieron afectadas por este acontecimiento, que obligó a la Unión Soviética a reforzar la posición siria, a lo que respondió a su vez Damasco aproximándose a la OLP en la guerra civil libanesa.

271

COBBAN, 1991, p. 34; YA´FAR, K.: Siria and the Soviet Union, Riad el-Rayyes Books, London, 1987, p. 45-

46. 272

FREEDMAN, R. O.: Moscow and the Middle East: Soviet Policy Since the Invasion of Afghanistan, Cambridge University Press, Cambridge, 1991. p. 60; POWASKI, p. 267.

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Tras los acuerdos de paz egipcio-israelíes, al-Asad consideró que los Estados Unidos seguirían apoyando la superioridad militar israelí y dilatando la posibilidad de un acuerdo global basado en la retirada israelí de los territorios árabes ocupados273. En respuesta a esta situación, Siria y la Unión Soviética firmaron el 8 de octubre de 1980 un Tratado de Amistad y Cooperación de veinte años de vigencia274. A pesar de que el líder sirio resistió a dar este paso durante una década, finalmente llegó a la conclusión de que sería la mejor manera de preservar los intereses sirios a medio plazo. Al firma el tratado, Hafez al-Asad confiabaen que “la alianza con la URSS con el propósito de alcanzar una paridad militar con Israel que le diera una posición de fuerza en unas eventuales negociaciones o, al menos, tuviese un efecto disuasorio para que Israel evitara atacar su territorio”275. Tras los cambios radicales experimentados en el conflicto árabe-israelí, Hafez al-Asad consideró que, pese al perjudicial escenario en el que se movía, Siria podía beneficiarse de la situación de diferentes maneras. En primer lugar, el Tratado de Amistad y Cooperación le brindaba a Siria la posibilidad de alcanzar una paridad estratégica con Israel para evitar cualquier ataque contra Siria o contra sus tropas desplegadas en Líbano. En segundo lugar, el presidente sirio interpretaba que dicho acuerdo colocaba a Siria en una posición de fuerza ante una eventual reanudación del proceso de paz, pues este estaba convencido de que una vez que su posición militar mejorase su capacidad de negociación también lo haría. En tercer lugar, Siria confiaba en que la comunidad árabe diera respaldo a Siria como principal baluearte del frente de confrontación árabe contra siria, una vez que Egipto lo había abandonado. La firma del tratado de paz entre Egipto e Israel, en marzo de 1979, coincidió con la Revolución Islámica en Irán y la caída del shah Reza Pahlevi. Una de las primera decisiones del nuevo régimen fue cortar las relaciones diplomáticas con Israel y reemplazando la Embajada de Israel con la Embajada de Palestina. Si para la Unión Soviética la salida egipcia de su órbita había significado un duro golpe, también los Estados Unidos sufrirían un importante golpe con la instauración de un régimen teocrático en Irán, de clara vocación antiimperialista. En cierta medida, Siria vio en la caída del shah Pahlevi una

273 Véase el discurso de al-Asad en la reunión del Frente de la Firmeza y la Confrontación en Damasco el 12 de diciembre de 1979. 274 MA´OZ, 1986, p. 228; YA`FARI, 1987, p. 391. Para ver mas sobre el acuerdo sirio-soviético de 1980 y sus efectos sobre las relaciones sirio-soviéticas en cuanto al conflicto árabe-israelí, YA´FAR, 1987, pp. 47-55. 275 ÁLVAREZ-OSSORIO, 2009, p. 130.

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fórmular para contrarrestar el poderío de Israel276. La alianza forjada con el ayatolá Ruhollah Jomeini fue una de las decisiones más importantes en la política exterior de alAsad. A pesar de que la mayoría de los países árabes consideraron dicho acercamiento como contra natura, el presidente al-Asad vio en su alianza con Jomeini una oportunidad de reequilibrar el escenario en Oriente Medio después del acuerdo de paz egipcio-israelí. El apoyo de al-Asad a Jomeini en su revolución contra el Shah se debió, por un lado, a la alianza del Shah de Irán con Israel y los Estados Unidos y, por otro lado, al papel que jugó el Shah en el acercamiento de al-Saadat hacia Israel por medio de los contactos secretos277. Para tratar de vender su nueva alianza con el régimen islámico de Teherán, al-Asad intentó convencerlos de que este no sería un peligro, sino un aliado estratégico contra Israel, asegurando que el Irán de Jomeini sería diferente al Irán del Shah por muchas razones entre ellas por su hostilidad hacia Israel y el imperialismo278. al-Asad pensaba que si Israel y los estadounidenses se ganaron a Egipto a través del acuerdo de paz, perdieron a Irán con la Revolución Islámica. Además, el mandatario sirio estaba convencido de que la Revolución Islámica marcaría el declive de los intereses norteamericanos en el golfo Pérsico, pues tras su acceso al gobierno Jomeini mostró una gran hostilidad hacia los Estados Unidos, al que denominó el Gran Satán americano, pero también su disposición a exportar la revolución a otros países del entorno que mantuvieran una estrecha relación con Washington279. Para los Estados Unidos la caída de su principal aliado en la zona del Golfo Pérsico y su sustitución por un régimen islámico hostil fue uno de los mayores golpes sufridos por su política exterior durante la Guerra Fría. Además, Israel salió reforzado, dado que en 276

BERBEROGLU, 1979, p. 104. Para ver el papel de Irán en la zona durante el periodo de Shah, en particular en el conflicto árabe-israelí véase FREEDMAN, 1979, pp. 129-144. 278 Para ver más sobre las relaciones sirio-iraníes tras la revolución islámica véase, SEALE, 1989, pp. 351-353; YA`FARI, 1978, pp. 418-420. 279 Una de las causas de la Revolución Islámica fueron las estrechas relaciones entre el Shah y los estadounidenses. Las relaciones entre los Estados Unidos y el nuevo régimen islamista iraní fueron tensas desde el comienzo, y en especial a partir del 4 de noviembre de 1979 cuando militares iraníes tomaron como rehenes a 63 norteamericanos del personal de la Embajada de los Estados Unidos en Teherán. Como Carter se negó a entregar el Shah al nuevo régimen en Teherán, el personal de la embajada de los Estados Unidos permaneció prisionero hasta el final mismo de su presidencia. La derrota de Carter en las elecciones presidenciales de 1980 se debió en no poca medida al fracaso de la operación militar que el presidente Carter envio en abril de 1980 para liberar a los rehenes en Teherán. TREVERTON, G.: Crisis Management and the Super-Powers in the Middle East, Montclair, N.J: Published for the International Institute for Strategic Studies by Gower and Allanheld, Osmun, 1980, pp. 107-112; POWASKI, pp. 273-275; PATTERSON, J. T.: El gigante inquieto, los Estados Unidos de Nixon a G. W. Bush, , Critical, Barcelona, 2005, pp. 174-178. Para ver como manejó la Administración de Carter la crisis en Irán al final de 1979 y durante los primeros meses de 1980 véase. CARTER, J.: Keeping faith: Memoirs of a President, Bantam Books, Toronto 1982; SMITH, G.: Morality, Reason, and Power: American Diplomacy in the Carter Years, Hill and Wang, New York, 1986. 277

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adelante, Washington no se podría permitir el lujo de permitir que las relaciones con Tel Aviv se deteriorasen. Dentro del contexto de la Guerra Fría, la pérdida de Irán por parte de Carter fue comparable a la perdida de China por parte de Truman y a la incapacidad de Johnson de ganar la guerra de Vietnam. Las crisis iraníes, que se mutiplicaron a partir de entonces, causaron un grave perjuicio a la influencia de los Estados Unidos en la zona, pues los norteamericanos habían considerado al Irán del Shah un importante bastión para proteger a los intereses de los Estados Unidos y detener la expansión soviética en la zona del Golfo Pérsico. Cabe recordar también que Irán era también una fuente importante de petróleo, no sólo para Occidente sino también para Israel280. En los primeros años de la década de los ochenta Siria dio varios pasos para contrarrestar la alianza norteeamericano-israelí. En primer lugar, al-Asad estableció una nueva alianza con el Irán de Jomeini para fortalecer su posición regional frente a Israel y a sus rivales árabes apoyados por los Estados Unidos. A pesar del abismo ideológico que separaba a ambos países, al-Asad no tardó en acercarse y aliarse con el nuevo régimen islamista de Irán. En segundo lugar, al-Asad fortaleció su relación con los soviéticos tras el Tratado de Amistad y Cooperación destinado a consolidar su posición con el respaldo soviético. Por esta razón, cuando las tropas soviéticas ocuparon Afganistán, al-Asad fue uno de los pocos líderes árabes que no condenó dicha invasión. La entrada soviética en Afganistán constató el rotundo fracaso de las medidas de distensión promovidas por la Administración de Carter281. Una de las causas del fracaso de la distensión fue la voluntad de los Estados Unidos por marginar a la Unión Soviética en el proceso de paz de Oriente Medio auspiciando un proceso de paz bilateral que no buscaba una solución global del proceso de paz, sino más bien su apaciguamiento parcial. La pax americana dio como resultado los Acuerdos de Camp David, que no tuvieron en cuenta los intereses de los países árabes situados en la órbita soviética. La invasión soviética del territorio afgano partía de la base de que no era factible la cooperación entre las superpotencias para preservar unos intereses comunes. Esto agudizó los temores de los soviéticos de que no sacarían ningún beneficio de la cooperación con la Administración de Carter. Por lo que la invasión soviética a Afganistán a finales de 1979 fue el resultado lógico de esa creencia. Los soviéticos señalaron que el cambio en la política de los Estados Unidos

280 281

El Shah de Irán no participó en el embargo de petróleo que iniciaron los árabes durante la guerra de 1973. SPIEGEL, 1985, pp. 376-378; POWASKI, 2000, pp. 275-277.

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en Oriente Medio fue un factor determinante que los empujó a salvaguardar sus propios intereses en la región prescindiendo de lo que opinaran los estadounidenses. Todos estos pasos fueron recibidos con desasosiego por los Estados Unidos y tensó la relación entre el régimen sirio y la Administración de Carter. Dicha tensión culminó en la inclusión de Siria dentro de la lista de países que apoyan el terrorismo que el Departamento de Estado norteamericano elaboró desde 1979282. Aunque la Administración de Carter no llegó a cortar sus relaciones diplomáticas con Siria, el hecho de que su nombre apareciera en dicha lista hizo que este tuviera que cancelar todo tipo de ayuda estadounidense a la misma. Las relaciones se deterioraron aún más tras la llegada de la Administración de Reagan, marcando el punto más bajo durante la invasión israelí a Líbano en 1982.

2.3.6. La crisis de los misiles en Líbano La derrota del demócrata Jimmy Carter en las elecciones presidenciales de 1980 dio la presidencia al republicano Ronald Reagan. Tras la llegada de Reagan a la Casa Blanca, las relaciones sirio-estadounidenses se deterioraron aún más por una serie de factores. En primer lugar, Reagan adoptó una actitud beligerante ante la Unión Soviética, a la que tachó de constituir un verdadero “imperio del mal”, con lo cual el enfrentamiento entre las superpotencias volvió a resucitar a la Guerra Fría283. Por la superficialidad de sus conocimientos en cuanto a política exterior, el presidente Reagan se vio obligado a depender de sus consejeros mucho más que los anteriores presidentes norteamericanos. Durante los primeros años de su mandato, la mayoría de sus consejeros de Seguridad Nacional comulgaron con los planteamientos realistas y creían indispensable frenar a la URSS, que con la intervención en Afganistán y la caída del Shah de Irán habían retomado sus posiciones en la región. Tal situación se intentó combatir por medio del incremento de los gastos armamentísticos y el regreso a las relaciones de conflicto entre las dos superpotencias. Muchos de ellos provenían del Comité sobre el Peligro Actual, que era el 282

RABIL, 2006, p. 65. no era partidario de la distensión con los soviéticos, pues el consideró que tal política solo favorecía a la Unión Soviética. Además Reagan creía que las concesiones económicas que sus predecesores estaban dispuestos a hacer a la Unión Soviética hubieran apuntalado un sistema económico ineficiente, una estructura política opresiva y unas Fuerzas Armadas amenazadoras. En cuanto a su postura sobre el Tratado de SALT II, Reagan opinaba que era un acuerdo defectuoso que perpetuaba un margen de superioridad nuclear soviética sobre los los Estados Unidos. Por consiguiente, durante los primeros años de su presidencia Reagan aceleró la carrera armamentista con los soviéticos en lugar de cooperar con ellos en la reducción de armas. QUANDT, 1993, p. 443; SPIEGEL, 1985, pp. 399-401. 283Reagan

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núcleo de oposición conservador al Tratado de SALT II. Tal situación se intentó combatir por medio del incremento de los gastos armamentísticos y el regreso a las relaciones de conflicto entre las dos superpotencias. En segundo lugar, la firma del Tratado de Amistad y Cooperación entre al-Asad y los soviéticos colocó a Siria en el punto de mira y la convirtió en uno de los brazos del “imperio del mal” en Oriente Medio, cuyos objetivos consistían en sabotear los intereses norteamericanos y de sus aliados en la región. Además debe tenerse en cuenta que el Departamento de Estado estuvo a cargo del general Alexander Haig, un realista que se había curtido como asistente de Kissinger. Haig era un firme defensor de Israel que consideraba que Siria era una correa de transmisión de la URRS y, en consecuencia, debía ser aislado para golpear de manera indirecta a Moscú. Por último, Siria era considerado un bastión del terrorismo árabe debido a su apoyo a determinadas facciones palestinas, así como su implicación en varios atentados terroristas fuera de sus fronteras284. En un momento en el que los Estados Unidos se cifraron como una de sus principales metas combatir al terrorismo internacional, Siria se convirtió en una presa a batir por la Administración de Reagan. El tercer factor que determinó la hostilidad de Reagan hacia Siria fueron las relaciones estratégicas que al-Asad estableció con el nuevo régimen de Irán, sobre todo en cuanto a la situación en Líbano y su guerra con Irak. La nueva administración norteamericana se cifró como uno de sus objetivos frenar cualquier tipo de exportación de la revolución islámica por el mundo árabe, sobre todo en la zona del Golfo Pérsico, a la que Washington concedía una gran importancia debido a sus reservas energéticas. En cuanto a las relaciones con Israel, el presidente Ronald Reagan consideró que los israelíes no estaban interesados en alcanzar un acuerdo de paz con los países árabes, una vez que se habían deshecho de Egipo. Por ello, la Admnistración de Reagan les dio carta blanca sin intentarles imponer su participación en un nuevo proceso de paz que debilitara su posición al obligarles a hacer concesiones territoriales. Tanto para Reagan como para sus consejeros, Israel era el único aliado de confianza para los Estados Unidos en Oriente Medio capaz de proteger a sus intereses vitales ante la Unión Soviética debido a sus credenciales democráticas y a su superioridad militar. En sus memorias, el presidente 284

HAIG, A. M: Caveat: Realism, Reagan, and Foreign Policy, Macmillan, New York, 1984, p. 171 MA´OZ, 1986, p. 214.

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Reagan manifestó que una de sus prioridades fue la de proteger a Israel ante los terroristas árabes, aliados de los soviéticos285. Por esta razón, durante sus primeros años la Administración de Reagan no dio gran importancia a la realización de una iniciativa de paz efectiva para resolver el conflicto árabe-israelí. Podemos identificar dos posturas dentro de la Administración de Reagan en cuanto a la política hacia Oriente Medio. La primera postura provenía del ministro de Defensa, Caspar Weinberger, quien resaltaba la importancia de fortalecer las relaciones de los Estados Unidos con sus aliados árabes en vez de solo mirar hacia Israel y que abogaba por un reforzamiento de la relación con Arabia Saudí por su peso económico en el mundo árabe. Para proteger los intereses de los Estados Unidos en la zona, Weinberger consideró que se necesitaba extender la red de alianzas en lugar de crear nuevos enemigos en Oriente Medio. La segunda postura dentro de la Administración de Reagan la representaba el secretario de Estado Alexander Haig, quien era el fundador de la política del “consenso estratégico” ante los soviéticos. Haig defendía rotundamente el fortalecimiento de las relaciones estratégicas con Israel más que con otras fuerzas en la zona, sospechaba del proceso de paz entre Israel y sus vecinos árabes y desconfiaba de la política de los soviéticos en la zona. Reagan se inclinaba más hacia la postura de Haig que a la de Weinberger en cuanto a las relaciones exteriores de los Estados Unidos, y particularmente hacia Oriente Medio286. Como respuesta a la alianza siria-soviética, el secretario de Estado Alexander Haig consideró importante continuar la política de Kissinger de aislar y debilitar el papel de Siria en la zona. Por consiguiente, la llegada de Reagan a la presidencia fue un factor determinante para reforzar la estrategia del primer ministro israelí Menahem Begin en Oriente Medio. Esta estrategia pretendía aislar a Siria en la zona limitando al máximo su influencia sobre la política libanesa. Mientras que los israelíes vieron satisfactoriamente al nuevo discurso en la Casa Blanca contra los soviéticos y sus aliados en la zona, los países árabes por su parte mostraron su malestar con la marginación del proceso de paz y de la implicación norteamericana para resolver el conflicto árabe-israelí.

285

Cuando la Administración de Reagan se refería al terrorismo en la zona siempre consideraba a Siria como uno de los principales patrocinadores de dicho terrorismo. REAGAN, R.: An American Life, Simon and Schuster, New York, 1990, p. 410. 286 Para ver las diferentes posturas dentro de la Administración de Reagan en cuanto a la Guerra Fria y Oriente Medio véase WEINBERGER, C. W.: Fighting for Peace: Seven Critical Years in the Pentagon, Warner Books, New York, 1990, pp. 23-37; HAIG, 1984, pp, 26-29; MARKAZ DIRASAT ALWAHDA ALARABIA.: al-Siasa al-Ameriquia wa al-Arab (La Política Americana y los árabes), Markaz Dirasat al-Wahda al-Arabia, Beirut, 1982, pp. 81-84.

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Como hemos señalado más arriba, la lucha contra el terrorismo internacional fue una de las prioridades de la Administración de Reagan e Israel fue uno de sus socios estratégicos en dicha lucha. El presidente Reagan, el secretario de Estado Alexander Haig, el Consejero de Seguridad Nacional Richard Allen y el jefe de la Central de Inteligencia Americana William Casey coincidían a la hora de denunciar la supuesta existencia de una red compuesta por miles de terroristas a nivel mundial y organizados por los soviéticos para sabotear los intereses de los Estados Unidos. Por esta razón, Siria permaneció en la “lista de países que apoyan el terrorismo” del Departamento de Estado. Reagan y Haig también interpretaban que el aislamiento regional de Siria sería una manera indirecta pero efectiva de disminuir la influencia soviética en Oriente Medio. Tal como se ha señalado anteriormente, los israelíes se vieron favorecidos por las nuevas políticas de la Administración de Reagan, sobre todo con el nombramiento del secretario de Estado287. Desde su primera visita a Oriente Medio, Alexander Haig mostró su animosidad hacia al-Asad, dejando a Siria fuera de su gira y declarando que al-Asad era un infiltrado de los soviéticos en la zona. Además, el responsible de la política exterior resaltó la importancia de fortalecer las relaciones estratégicas con Israel con el objetivo de detener el avance soviético en la región288. Por consiguiente, la solución del conflicto árabe-israelí quedó en un segundo plano dentro de la agenda de Haig en Oriente Medio. Desde el comienzo de su mandato, Menahem Begin aumentó la influencia israelí en la región por varios medios. En primer lugar sacó a Egipto del conflicto árabe-israelí, en segundo lugar respaldó a sus aliados maronitas en Líbano contra la presencia siria, en tercer lugar lanzó fuertes ofensivas militares contra la OLP en Líbano con el fin de agudizar la crisis y en cuarto lugar cooperó activamente con los Estados Unidos para aislar a Siria, calificándola como uno de los mayores patrocinadores del terrorismo en Oriente Medio. A pesar de que la salida de al-Saadat del conflicto árabe-israelí fue el mayor objetivo durante el primer periodo de Begin, aislar y destruir la influencia de Siria en Líbano sería su mayor objetivo durante su segundo periodo. La presencia de la fuerza aérea israelí en el espacio de Beirut en 1978 rompió el Acuerdo de las Líneas Rojas de 1976 entre Rabin y al-Asad. En 1979 Israel aumentó sus actividades militares en el sur de Líbano con dos objetivos. El primer objetivo fue golpear las bases 287 288

HAIG, 1984, p, 169. GREEN, 1988, p. 153.

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militares de la OLP con el pretexto de responder a los atentados palestinos en el norte de Israel, pero con la intención de destruirla militarmente. El segundo objetivo fue aumentar el suministro de armas a sus aliados maronitas, quienes empezaron a extender sus actividades contra la presencia militar de Siria en Líbano. Durante 1980, los israelíes manifestaron la posibilidad de usar su fuerza aérea para proteger a los maronitas si los sirios usaban su fuerza aérea contra los mismos. Se ha destacado anteriormente que tras los Acuerdos de Camp David y el acuerdo de paz entre Israel y Egipto, al-Asad se vio obligado a fortalecer sus relaciones con los palestinos y los nacionalistas libaneses contra los maronitas, aliados de Israel. Desde aquel entonces la mayor parte del conflicto sirio-israelí se dio sobre territorio libanés. A pesar del deterioro de las relaciones norteamericano-sirias bajo la Administración de Carter, este último todavía veía la posibilidad de cooperar con Siria para garantizar la estabilidad de Líbano. La Administración de Reagan, al contrario, saboteó la posibilidad de cooperar con Siria e intensificó las medidas para aislarla al considerar que la presencia siria en Líbano comprometía los intereses norteamericanos en Oriente Medio. En este contexto nació la crisis de los misiles sirios en abril de 1981. La crisis fue ocasionada por la dispusta en torno a la dominación del valle de la Beqaa, considerado por Siria como un lugar estratégico para su defensa contra los ataques israelíes. El aumento de la presencia maronita en el valle y su toma de la localidad de Zahle fue considerada por al-Asad como un flagrante violación del Acuerdo de las Líneas Rojas de 1976. Tras los intensos ataques del Ejército sirio sobre las Fuerzas Libanesas en Zahle, Bashir Gemayel solicitó a Menahem Begin la intervención de las fuerzas aéreas israelíes contra los sirios. El 28 de abril fueron derribados dos helicópteros sirios, lo que fue respondido con el despliegue de baterias anteriores SAM por los sirios289. Ante este movimiento, la Administración de Reagan se vio obligada a intervenir para evitar un enfrentamiento directo entre Israel y Siria. Una pregunta que podría plantearse es por qué Israel no ordenó las destrucción de los misiles sirios. En primer lugar, Begin no quiso entrar en una guerra que afectaría negativamente a las próximas elecciones en Israel a celebrar en el mes de junio. En segundo lugar, Begin no quería comprometer a sus planes futuros, pues sólo tres semanas antes de las elecciones, el 7 de junio, Israel destruiría el reactor nuclear iraquí Osirak. En tercer lugar, Begin pensó que un eventual ataque podría exponer al peligro sus 289

FREEDMAN, 1991a, pp. 105-108.

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relaciones con la Administración de Reagan, pues desde el principio de 1981 varios acontecimientos hicieron que el ambiente entre Washington y Tel Aviv se enturbiara290. Por estas razones, Begin aceptó la mediación de los Estados Unidos para resolver la crisis de los misiles sirios en Líbano. Durante el verano de 1981, el enviado norteamericano Philip Habib concentró sus esfuerzos diplomáticos en dos objetivos. El primer objetivo sería resolver la crisis de los misiles sirios entre Damasco y Tel Aviv. El segundo objetivo sería alcanzar un alto el fuego entre Israel y la OLP para estabilizar la situación en el sur de Líbano. Tras varias semanas de gestiones, el enviado especial alcanzó un acuerdo entre Begin, al-Asad y Arafat a fines de julio de 1981291. El acuerdo permitía a Siria mantener sus misiles en el valle de la Beqaa con la condición de no utilizarlos y que Israel siguiera sobrevolando en el espacio aéreo de Líbano sin atacar los misiles sirios. En cuanto a los palestinos e israelíes, el acuerdo requería que la OLP detuviera sus acciones militares en la frontera libanesa-israelí a cambio de que los israelíes interrumpieran sus ataques contra las bases palestinas. Por su parte, al-Asad se vio satisfecho con el nuevo acuerdo con Israel, ya que evitaba un choque direccto y, además, marcaba el retorno de la diplomacia norteamericana en la zona y del diálogo con Damasco. La solución de la crisis de los misiles tuvo varias consecuencias. En primer lugar, al-Asad pudo mantener a los misiles en el Valle de Baqaa. En segundo lugar, pudo iniciar el dialogo con la nueva Administración en Washington. En tercer lugar, el acuerdo no demostró la superioridad israelí, sino más bien una paridad de fuerza entre Israel y Siria. De otra parte, el presidente sirio interpretó que tampoco Begin estaba interesado en un choque directo, máxime cuando se aprestaba a concurrir a las elecciones legislativas israelíes. Por su parte al-Asad no crear una crisis militar, pues Siria no estaba preparada para un enfrentamiento contra Israel en aquel momento. Además, el líder sirio prefería concentrarse en su lucha interna contra los Hermanos Musulmanes que amenazaban con derrocar al régimen. Por último cabe señalar que las conversaciones para resolver la crisis de los misiles marcó la primera atención que Washington prestaría a Damasco tras una ruptura de varios años, pero una atención que no duraría mucho tiempo. 290

El primero fue el rechazo israelí a que los Estados Unidos autorizaran la venta de aviones de combate a Arabia Saudí, pues Begin usó su influencia en el Congreso para evitar contacto entre Washington y Riad. El segundo, fue por el ataque israelí al reactor nuclear iraquí en junio. Mientras que Washington simpatizó con las razones israelíes para destruir el reactor nuclear iraquí, este al mismo tiempo demostró su descontento por el uso de Israel de las fotos tomadas desde los satélites norteamericanos y los aviones norteamericanos en la operación. Para ver más véase, SPIEGEL, 1985, op, cit, pp. 407-411; GREEN, 1988, p. 135. 291 RABIL, 2006, p. 73-72.

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CAPÍTULO 3. SIRIA EN EL LABERINTO LIBANÉS (1982-1987)

3.1. LAS TENSIONES INTERNAS EN EL RÉGIMEN BAAZISTA

3.1.1. El conflicto entre Hafez y Rifaat al-Asad En el arranque de la década de los ochenta, Hafez al-Asad tuvo que hacer frente a varias dificultades no sólo en la escena internacional, sino también en la doméstica. Aunque es cierto que el régimen consiguió hacer frente al desafío islamista tras el bombardeo de la ciudad de Hama, también lo es que la aguda crisis económica que padeció el país a mediados de la década. Pero quizás el mayor reto que tuvo que afrontar fueron la tensiones entre los hermanos Hafez y Rifaat, el primero presidente del país y el segundo uno de sus principales respaldos, que desencadenaron un pulso entre ambos del que salió victorioso el primero y que llevó al exilio del segundo. Como hemos señalado anteriormente, el régimen baazista consolidó una estructura clientelar que favoreció la extensión de la corrupción y el nepotismo entre los altos cargos, que disfrutaban de una situación de práctica impunidad que les permitió hacer pingües negocios y amasar grandes fortunas en un corto periodo de tiempo. El Baaz, cada vez más marginado de la gestión de los asuntos públicos, cayó en una dinámica negativa de cierta apatía y falta de compromiso292. Ante esta situación, la VIIª Conferencia Regional del partido, celebrada entre el 22 de diciembre de 1979 y el 6 de enero de 1980, llamó, además de a combatir el avance de los Hermanos Musulmanes en la sociedad siria, a un reforzamiento ideológico del Baaz.

292

Para ver más sobre la situación política y económica del régimen al-Asad véase PERTHES, 1995, p, 181; BARUT, 2000, p. 440; AL-DIN, N. Z.: “al-rif wa al-askariyin wa al-shabab fi Suriya” (“El campo, los militares y la juventud en Siria”), al-Safir, 13 de julio de 2000; BATATU H.: Syria's Peasantry, the Descendants of its Lesser Rural Notables, and their Politics, Princeton University Press, Princeton, 1999.

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El 12 de noviembre de 1983 Hafez al-Asad sufrió un ataque al corazón que no debió ser ajeno a la gravedad de los retos que tuvo que afrontar en aquellos meses. La enfermedad del presidente, que había dirigido con mano de hierro los destinos del país desde el Movimiento Rectificador, puso en cuestión la propia supervivencia del régimen293. En primer lugar, la economía estaba en una situación crítica por el enorme coste de armar al Ejército sirio tras el enfrentamiento de 1982 con Israel en Líbano. Los países árabes habían reducido su ayuda económica a Siria, sobre todo cuando el presidente Hafez al-Asad declaró su apoyo a Irán en su guerra contra Irak. En segundo lugar, la influencia regional siria se vio debilitada, sobre todo en Líbano, y al-Asad tuvo que retroceder posiciones ante la presencia israelí en el país del cedro. Por su parte, la Administración de Reagan consideró a al-Asad como un protector del terrorismo internacional y el principal aliado soviético en Oriente Medio, por lo cual fue objeto de una dura campaña de descrédito que tenía como objetivo aislar al régimen y convertirle en un estado paria. Por si fuera poco, la firma de un Acuerdo Estratégico entre Israel y los Estados Unidos en noviembre de 1983 empeoró aún más la situación de al-Asad, ya que contemplaba la realización de maniobras militares israelí-estadounidenses conjutas en la zona. En tercer lugar, las relaciones con los árabes eran inestables y tensas, sobre todo después de que Damasco inspirase un golpe interno de Abu Musa contra el propio Yaser Arafat en Trípoli y bombardease las posiciones de la OLP para expulsar al presidente de Fatah de Líbano. En cuarto lugar, las relaciones con Occidente eran igualmente delicadas y varios países europeos, entre ellos Francia, exigieron la salida de las tropas sirias de Líbano y condenaron los atentados suicidas contra las fuerzas internacionales desplegadas en Beirut. En quinto lugar, la enfermedad del presidente soviético Yuri Andropov, quien dio luz verde al envío de nuevas armas a Siria tras su derrota militar en Líbano, hacía temer un cambio de actitud por parte del próximo inquilino del Kremlin. El 11 de noviembre de 1983, tras una visita a Moscú, el ministro de Asuntos Exteriores Abd al-Halim Jaddam le dijo a al-Asad que el Kremlin no se encontraba en el mejor momento para tomar decisiones en cuanto al envío de más armas a Siria, lo que ponía en peligro la aspiración siria de alcanzar una paridad militar entre israelíes y sirios y ponía de manifiesto el fracaso de la estrategia seguida por Hafez al-Asad en los últimos años. Durante las dos semanas que duró su hospitalización se oyó ruido de sables, ya que varios altos cargos del régimen consideraron que la situación era crítica y que deberían impulsar 293

Algunas fuentes aseguran que al-Asad llegó a perder la conciencia y necesitó varios electrochoques para reanimar su corazón, véase. SADIQ, 1993, p. 212.

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un viraje para preservar la existencia del gobierno baazista. Rifaat al-Asad, responsable de las Compañías de Defensa, fue el encargado de hacer público ese malestar y de dirigir los movimientos del sector anti-Hafez. Desde la llegada del Baaz al poder en 1963, Rifaat había jugado un papel relevante que le llevó a intervenir en el cuartelazo contra Amin al-Hafez en 1966 y, dos años más tarde, en la eliminación del poderoso jefe de los servicios de inteligencia y miembro del Comité Militar: el ismailí Abd al-Karim al-Yundi, el principal aliado de Salah Yadid. Pero fue el Movimiento Rectificador que llevó a su hermano Hafez a la presidencia el detonante de su fulgurante carrera que le llevó a dirigir las Compañías de Defensa, un ejército de elite integrado por 55.000 efectivos mayoritariamente alawíes que disponía de su propia artillería, marina y aviación, y que disponía de un poder prácticamente ilimitado294. Rifaat mejoró la calidad y la cantidad de esas compañías hasta llegar a ser una de las fuerzas más preparadas del régimen, como se pudo ver cuando sofocaron sangrientamente el levantamiento de los Hermanos Musulmanes en Hama en 1982. Rifaat también contaba con su propio departamento de inteligencia y seguridad en Damasco y en las otras principales provincias. Al mismo tiempo patrocinaba la Asociación de Graduados de Estudios Avanzados, que pretendía convertir en una base desde la que desarrollar el nacimiento de una clase dirigente leal295. Tras la VIIª Conferencia Regional del Partido Baaz en 1980, Rifaat se convirtió en el hombre más poderoso del régimen, pues devino en uno de los miembros del Mando Regional del Baaz. A pesar de ello y de sus relaciones de parentesco, Rifaat no fu elegido por el presidente para integrar el comité de dirección que velaría por los destinos del país durante la convalecencia de Hafez al-Asad. Este comité estaba integrado por los hombres fuertes del régimen baazista, todos ellos personas de la máxima confianza del régimen: Abd al-Halim Jaddam (ministro de Asuntos Exteriores), Mustafa Tlas (ministro de Defensa), Hikmat al-Shihabi (jefe del Estado Mayor), Abd al-Rauf al-Qasm (primer ministro) Abdullah al-Ahmar (vicesecretario general del Mando Nacional del Baaz) y Mushariqa (vicesecretario general del Mando Regional). Junto a la ausencia de Rifaat, sorprendía también la ausencia de algunos pilares del régimen, entre ellos los responsables de los distintos cuerpos de seguridad e inteligencia, que detentaban un considerable poder. Ante esta circunstancia, Rifaat decidió pasar a la acción 294 Rifaat aprovechó del enfrentamiento con los Hermanos Musulmanes para consolidar su aparato de seguridad y también su autoridad en el país. BATATU, 1999, p. 274; MA´OZ, 1986, p. 32; PERTHES, 1995, p. 145. 295 VAN DAM, 1996, p, 121.

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y dar una serie de pasos encaminados a reemplazar a su propio hermano. El primero de ellos fue suspender el comité presidencial creado por Hafez al-Asad y decretar que fuese el propio Mando Regional del Baaz el responsable de administrar el país durante el periodo de convalecencia de Hafez, todavía en aquel entonces de incierta duración. Rifaat y Hafez al-Asad tenían posturas destintas tanto en la política internacional-regional como en la política interna. Rifaat consideró que la política exterior de Siria tenía que acomodarse a la estrategia norteamericana en Oriente Medio –sobre todo en Líbano- y que la relación estratégica con los soviéticos debía de ser normalizada. Para Rifaat, los Estados Unidos eran la superponencia más influyente en Oriente Medio y, por esta razón, la política exterior de Siria debía modificarse para aproximarse a Washington. Además, Rifaat apoyaba la constitución de un eje sirio-egipcio-saudita, la normalización de relaciones con Irak y el alejamiento de Irán, por considerar que así sería más fácil alcanzar un papel hegemónico en el mundo árabe y también recuperar los Altos del Golán ocupados desde 1967296. Rifaat también mantenía relaciones con los rivales de su hermano en el mundo árabe: el príncipe saudí Abdallah (que, además, era su concuñado), con el rey de Marruecos Hasan II y con el líder palestino Yaser Arafat. En cuanto a la escena doméstica, Rifaat apostaba por una mayor liberalización económica del país dando entrada a los capitales extranjeros, especialmente occidentales. También defendía una apertura del país hacia fuera y una liberalización política con una mayor libertad de expresión y un mayor respeto por los derechos humanos297. La postura de Rifaat, por lo tanto, era antitética de la de su hermano Hafez tanto en lo que respectaba a la escena doméstica como en la arena internacional. En primer lugar, Hafez al-Asad no quería hacer ningún género de concesiones en el interior del país para no demostrar debilidad frente a sus enemigos internos. En segundo lugar, el presidente no pretendía modificar la relación con los Estados Unidos, quienes estaban interesados en aislar a Siria y debilitarla en Líbano con el objetivo de golpear de manera indirecta a la Unión Soviética. A pesar de que Rifaat aprovechó la enfermedad de su hermano al-Asad y usó su influencia sobre los responsables del régimen fracasó en su intento de asaltar el poder. Unas de las 296

SADIQ, 1993, p. 214. Rifaat demostró la necesidad de aumentar el número de los miembros independientes en el Congreso y también el número de ministros en el gobierno que no pertenecían al Partido Baaz. Pues Rifaat aseguró la importancia de crear un nuevo régimen y mejorar la relación entre la sociedad civil y el poder. ZIYADE, 2005, p. 196; BARUT, 2000, p. 450-451. 297

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causas principales de este fracaso fue que los responsables de las Fuerzas Armadas y de los servicios de inteligencia, la mayor parte de ellos alawíes, permanecieron leales al régimen al interpretar que podrían perder sus privilegios en el caso de que secundaran el cuartelazo de Rifaat298, dado que Rifaat no les ofreció nada que ya no tuvieran antes, por lo que consideraron innecesario asumir nuevos riesgos para, como máximo, quedarse en la misma posición que ya tenían299. El 27 de febrero de 1984 las Unidades Especiales y las Fuerzas de la Guardia Republicana ocuparon las calles de Damasco para enfrentar a las Compañías de Defensa de Rifaat. El 29 del mismo mes el Mando Regional del Baaz realizó una reunión de emergencia para encontrar una solución a la crisis interna nombrando a tres personas como vicepresidentes del al-Asad, uno de ellos el propio Rifaat. El nombramiento de Rifaat como vicepresidente fue una maniobra de distracción, ya que en lugar de acrecentar su poder lo vio reducido de manera drástica en las semanas posteriores, dado que se emprendió una purga entre sus aliados del Ejército y del Baaz, indispensable para darle el golpe de gracia posterior300. Ante esta situación, Rifaat decidió jugarse su última carta ordenando el despliegue de sus Compañías Defensa por las calles de Damasco el 30 de marzo. Los tanques de Rifaat bloquearon los edificios del Alto Estado Mayor; las sedes de los centros de inteligencia y las oficinas del Mando Regional del Baaz. Fue entonces cuando los responsables de las Fuerzas Armadas y de los servicios de inteligencia, la mayor parte de ellos alawíes, se posicionaron en defensa de Hafez al-Asad. El Ejército salió a las calles bloqueando a las fuerzas de Rifaat que no tuvieron otra opción que replegarse a sus posiciones. Entre este grupo de militares de alta graduación que abortaron la intentona golpista cabe citar a Ali Duba (responsable de la Inteligencia Militar), Muhammad al-Juli (responsable de la Inteligencia de la Fuerza Aérea), Fuad Absi (responsable de la Inteligencia Civil), Muhammad Nasif (responsable de la Seguridad Interna), Shafiq Faiad (responsable de la División Tercera en el ejército), Ibrahim al-Safi (responsable de la División Primera del

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A pesar de su influencia sobre el régimen, el escenario político no estaba del todo favorable a Rifaat, pues ya algunos de los más fuertes generales del ejército no estaban convencidos con el dominio de Rifaat. Para ver más sobre la opinión del sector militar en Siria sobre las posturas de Rifaat véase SADIQ, 1993, p. 215-216. 299 Cuando enfermó Hafez al-Asad una parte de los altos generales del ejército apoyaron a Rifaat para asumir el poder con el objetivo de garantizar la supervivencia del régimen alawí en momentos delicados, sobre todo cuando las amenazas exteriores se multiplican en Siria. Pero esto duraría un corto tiempo, pues al comienzo de 1984 empezaron a detener la influencia de Rifaat en el país. SEALE, 1989, pp. 427-429. 300 ÁLVAREZ-OSSORIO, 2009, pp. 146-147.

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ejército, Ali Haydar (responsable de la Fuerzas Especiales), Ali Aslan (vicejefe del Estado Mayor), Ali Saleh (jefe de las Fuerzas Aérea), Adnan Majluf (responsable de la Seguridad Presidencial). Todos ellos habían llegado al poder con Hafez al-Asad, que se había preocupado de mantener una estrecha relación directa con cada uno de ellos, con los que despachaba a menudo. Esta relación de patronazgo fue vital para que mantuvieran su lealtad301. El fracaso en la toma del poder por la fuerza marcó el fin de las aspiraciones de Rifaat. Ese mismo mes se vio obligado a exiliarse, residiendo desde entonces en Marbella. A pesar de vivir en el exilio, por muchos años Rifaat continuó siendo miembro del Mando Regional del Baaz y vicepresidente de Siria, pues al-Asad le mantuvo en esa posición para garantizar el recambio en caso de emergencia302. Tras su plena recuperación, Hafez al-Asad se aprestó a acabar con los últimos resquicios del poder de su hermano, disolviendo las Compañías de Defensa y fortaleciendo la Guardia Republicana, que situó bajo su control directo, con el objetivo de convertirla en una guardia pretoriana de su régimen. Otra de las medidas fue la reclusión de los leales a su hermano, entre ellos el viceprimer ministro para los asuntos económicos Muhammad Haidar y a su propio hermano pequeño, Jamil al-Asad, que dirigía la asociación benéfica Al-Murtada. En conclusión, Hafez al-Asad pudo salir airoso de los embates internos a los que se enfrentó durante la primera parte de la década de los ochenta consagrándose en la VIIIª Conferencia Regional del Baaz, celebrada entre el 5 y el 20 de enero de 1985, como el jefe de la Marcha del Partido Baaz y el Pueblo. al-Asad pudo conjurar tres peligros que amenazaron directamente a su régimen. La lucha sangrienta contra los Hermanos Musulmanes que radicalizó el régimen, pues al-Asad se hizo más despótico y autoritario. El intenso enfrentamiento con los israelíes y norteamericanos durante varios años con el objeto de preservar su influencia sobre Líbano. La lucha contra su hermano Rifaat, quien trató de asumir las riendas de poder de manera infructuosa. Todas estas batallas otorgaron a al-Asad la autoridad completa sobre el país, sin rivales, pues fue al-Asad mismo quien nombró a los miembros del nuevo Mando Regional del Baaz. El 10 de febrero de 1985, tres semanas después de la celebración de la VIIIª Conferencia Regional del Baaz, al-Asad 301 Estos hombres formaron las bases esenciales del régimen de al-Asad. Para ver más sobre los orígenes de estos hombres en los que al-Asad confió para proteger su poder, véase BATATU, 1999, pp. 218-223; VAN DAM, 1979, pp. 86-90. 302 FISK R.: “Asad Keeps Brother in the Cold”, The Independent, 22 de octubre de 1992.

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se sometió a su tercer referéndum presidencial que le otorgó un nuevo mandato por siete años más.

3.1.2. La crisis económica y sus efectos Durante varios años, Siria aprovechó la situación de ni guerra ni paz con Israel para seguir obteniendo ayuda financiera de los países árabes petrolíferos, situación que no cambió a pesar de que al-Asad se convirtió en el principal aliado de la Unión Soviética en Oriente Medio. La salida de Egipto del conflicto árabe-israelí le permitió abanderar el frente de confrontación árabe y adoptar una política de resistencia y firmeza con la que pretendía alcanzar una paridad militar y estratégica con Israel. Sin embargo, la errática política de alianzas seguida en Líbano y el alineamiento con Irán en la primera guerra del Golfo deterioraron las relaciones con los países árabes, de tal manera que al-Asad se vio obligado cada vez más a recurrir a las arcas del estado para financiar la carrera armamentística, detrayendo una parte significativa del presupuesto que muchas veces llegó a superar el 10% del Producto Nacional Bruto. Al sofocar el cuartelazo de su hermano Rifaat, Hafez al-Asad había conseguido un nuevo balón de oxígeno para su presidencia. No obstante, la aguda crisis económica que afectó al país a mediados de los ochenta, que fue especialmente intensa en lo que respecta al descenso al descenso de la producción industrial y agrícola, supuso un nuevo contratiempo para el presidente. Desde la entrada en la década, el gobierno sirio había tenido que hacer frente a una crisis internacional que había dejado una fuerte impronta en el territorioo sirio y que fue respondida con la adopción de medidas austeras como la “sustitución de las importaciones y la racionalización del consumo”, planteada por el primer ministro Abd alRauf al-Qasm. Como resultado se extendieron las colas antes las cooperativas a lo largo del país que distribuían raciones de alimentos básicos, entre ellos arroz, azúcar y té303. Ante esta grave situación, el gobierno pensó en liberalizar la economía o emprender una serie de medidas liberalizadoras para reducir la presión económica sobre el estado y el sector público, que tenía que proveer las necesidades fundamentales de la mayor parte de la población siria.

303

Para ver más sobre las políticas del régimen en cuanto a la crisis económica y la política de infitah véase. PERTHES, 1995, op cit., pp. 50-53.

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Varios factores intervinieron en la crisis económica siria. En primer lugar, la caída de los precios del petróleo en los mercados internacionales, que afectó negativamente a los ingresos por las exportaciones de petróleo. Cabe destacar que ya desde la mitad de los setenta, la exportación del petróleo en Siria había ayudado a mejorar la situación económica del país. Durante los setenta, los pozos sirios aumentaron la extracción del crudo alcanzando exportaciones petrolíferas de 700 millones de dólares en 1974, una suma diez veces mayor que la del año anterior. En segundo lugar, la caída de precio del petróleo redujo de manera considerable las remesas que enviaban los trabajadores sirios que trabajaban en los países árabes del golfo Pérsico, alterando la dinámica iniciada en los años del boom petrolífero cuando las remesas contribuyeron al estímulo de la economía siria, sobre todo por el hecho de la masiva llegada de petrodólares. En tercer lugar, la sequía que arrasó a Siria durante los ochenta perjudicó a la agricultura del país. La mejoría económica favoreció al sector agrícola de tal manera que el régimen pudo abastecerse de productos básicos para su consumo interno sin necesidad de recurrir a las importaciones. Sin embargo, como la agricultura dependía esencialmente del flujo del Eufrates y de la caída de lluvias, la perduración de la sequía duró varios años hizo disminuir la cantidad de cultivos y obligó al gobierno a volver a importar los productos agrícolas básicos en los mercados internacionales y a un mucho más elevado precio elevado304. En cuarto lugar, el gasto público subió debido al creciente número de funcionarios que trabajaban para el Estado –más de 400.000- y casi el mismo número de militares en las Fuerzas Armadas. Cabe señalar que sólo uno de cada cinco funcionarios del Estado contribuía al producto interno bruto del país. En cuanto a las Fuerzas Armadas, el enfretamiento sirio-israelí en Líbano se saldó con la pérdida de buena parte de la aviación siria, lo que obligó a hacer un esfuerzo económico de cara a renovar la flota y aumentar los recursos militares, ya de por sí elevados305. Los funcionarios del Estado y las Fuerzas Armadas se convirtieron en una enorme carga económica para el régimen306. También debe tenerse en cuenta que muchos de los grandes contratos militares se encarecieron de manera 304

LAWSON, 1996, p. 123. PERTHES, 1995, p, 31. Para ver más sobre como al-Asad utilizó la política exterior para financiar a sus Fuerzas Armadas véase SADIQ, 1993, pp. 105-107. 306 CLAWSON, P.: Unaffordable Ambitions: Syria´s Military Build-up and Economic Crisis, Washington Institute for Near East Policy, Washington, 1989, pp. 35-44. 305

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significativa al tener que contar con el pago de sobreprecios para satisfacer las comisiones para los altos cargos de las Fuerzas Armadas, del régimen y del partido. En quinto lugar, la población siria creció significativamente durante los años ochenta. Mientras que durante los años sesenta y setenta el régimen pudo llevar a cabo sus proyectos con una población pequeña, en el plazo de veinte años el número de sirios se duplicó pasando de los cinco millones de personas de 1964 a los once millones de 1987. En sexto lugar, existía una falta de conocimiento en el ámbito económico y de experiencia empresarial tanto de los oficiales del régimen como de sus aliados históricos en las zonas rurales. Según Volker Perthes durante muchos años al-Asad concentró su atención en los asuntos de seguridad y la política exterior más que en los aspectos internos y, sobre todo, económicos. Para al-Asad, la economía ocupaba un lugar secundario y la crisis económica solo se convertiría en una prioridad para el régimen en el caso de que llegara a amenazar la propia seguridad del régimen307. En séptimo lugar, las relaciones entre el sector privado y el régimen estaban presididas por la desconfianza. Hasta el final de los años ochenta el régimen no permitió que el sector privado aumentara su presencia en la economía del país. Hubo que esperar hasta el comienzo de los noventa para que se produjera una cierta liberalización económica con la aprobación de diferentes medidas favorables para la empresa privada y para la entrada de inversiones exteriores308. En octavo lugar, la política regional siria tuvo implicaciones económicas negativas. Tras la guerra de Octubre de 1973, la economía siria pasó por un periodo de prosperidad debido a la llegada de enormes sumas procedentes de los países árabes del Golfo. El hecho de que al-Asad apoyara a Irán en su guerra contra Irak no sólo tensionó las relaciones con los países árabes, sino también provocó una congelación de la ayuda financiera proveniente de los países árabes petrolíferos del Golfo, sobre todo de Arabia Saudí309.

307

Bajo el principio “la seguridad del régimen es primera” al-Asad priorizó escoger expertos en los asuntos de seguridad y relaciones exteriores más que en el ámbito económico, y por esta razón durante las primeras dos décadas los consejeros económicos del régimen no tuvieron ningún peso real económico o político dentro del régimen. PERTHERS, 1995, pp. 216-221. 308 HADDAD, B.: Abandonando a su propia suerte: cómo el régimen sirio se ha encajonado a su mismo, Real Instituto Elcano, Documento de trabajo, nº. 44, 2005. 309 Durante los años sesenta y antes de la guerra de Octubre la ayuda financiera de los países árabes del Golfo a Siria apenas llegaban a 55 millones de dólares anuales. Pero después de la guerra y por el aumento del papel

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El noveno y el último factor fue el enfrentamiento con los Estados Unidos y otros países occidentales provocado por la implicación del régimen sirio en el terrorismo internacional. La protección de destacados terroristas en busca y captura, entre ellos el venezolano Carlos y el palestino Abu Musa, fue acompañada del “escándalo de Hindawi”, tras el cual los Estados Unidos y Gran Bretaña retiraron sus embajadores de Damascco. Dicho caso consistió en el atentado fallido contra un avión de la línea israelí El Al que hacía el trayecto Londres-Tel Aviv en 1986. Las autoridades británicas apuntaron directamente a los servicios de inteligencia sirios y a su jefe Muhammad al-Juli como su responsable. Debido a esta implicación, el régimen sirio fue sometido a duras sanciones económicas por parte de los Estados Unidos y de la Comunidad Económica Europea. Debido a la crisis económica, la inflación alcanzó el 100% a inicios de 1987, lo que llevó al gobierno sirio a aprobar diversas reformas para liberalizar la economía. El régimen permitió la creación de empresas mixtas entre el sector privado y el sector público para mejorar la gestión de las empresas públicas. Con esta apertura parcial de la economía, el régimen pretendió atraer al sector privado hacia el sector público, pero también atraer a capitales extranjeros para que invirtieran en el país. Para evitar la salida de divisas, el gobierno aprobó una Ley de Contrabando de la Moneda en septiembre de 1986 que condenaba a cualquier persona que hiciera transacciones ilegales con monedas extranjeras310. El régimen también adoptó otras medidas para ayudar a la economía, devaluando la lira siria frente al dólar (de 4 liras a 40 liras por cada dólar). El presidente al-Asad nombró a Mahmud al-Zuabi, un tecnócrata, como nuevo primer ministro en noviembre de 1987 para tratar de resolver la crisis económica sin tener que pedir ayuda al Banco Mundial, lo que obligatoriamente conllevaría reformas de mayor calado en la escena económica (entre ellas la retirada de los subsidios a los productos básicos, que podría haber causado desórdenes, tal y como ocurrió en Egipto y Jordania). En conclusión, a fines de los ochenta al-Asad trató de reformar las instituciones existentes

de Siria en la zona los países árabes del Golfo incrementaron su ayuda a Siria, y en 1974 la cifra llegó a unos 600 millones de dólares. SUNAYAMA, 2007, p. 65-66; KIENLE, E.: Contemporary Syria: Liberalization between Cold War and Cold Peace, British Academic Press, London, 1994, p. 27. 310 ZIYADE, 2005, p. 205.

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e intentó crear nuevas instituciones para salir de la crisis económica, pero siempre teniendo en cuenta que éstas no deberían amenazar la autoridad del régimen311.

311 Un ejemplo de este esfuerzo de modernización al final de los ochenta podía apreciarse en las Cámaras de Comercio e Industria, que se convirtieron en los principales centros de negociación de las redes económicas que tenía una buena relación con el régimen. Sin embargo, los planes para la creación de nuevas instituciones, como una bolsa para las instituciones fiscales y monetarias que funcionaran educadamente, quedó aparcado hasta el final de los noventa.

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3.2. SIRIA EN EL LABERINTO LIBANÉS

3.2.1. Siria ante la operación Paz para Galilea Tras imponerse en las elecciones legislativas del 5 de agosto de 1981, Menahem Begin formó un nuevo gobierno de coalición dirigido por el Likud. El nuevo ministro de Defensa Ariel Sharon planteó una ambiciosa agenda regional. El primer objetivo era eliminar militar y políticamente a la OLP, lo que exigía someter a la resistencia palestina en el país del cedro, pero también erradicar su influencia sobre Cisjordania y Gaza, para poder así reconducir las aspiraciones nacionales palestinas hacia Jordania. El segundo objetivo era golpear a las Fuerzas Armadas sirias en Líbano para obligarles a abandonar el país. Cabe señalar que tanto para Begin como para Reagan, la presencia militar siria en Libano y la OLP, dos satélites en la órbita soviética, era inaceptable. El tercer objetivo era colocar a Líbano bajo la influencia directa israelí por medio de la designación de su aliado Bashir Gemayel como presidente, tras lo cual ambos países podrían firmar un tratado de paz que intensificaría el aislamiento de Siria. Para los israelíes un Líbano maronita amigo permitiría abrir nuevos mercados para los productos israelíes y, al mismo tiempo, garantizaría la seguridad de las fronteras en el norte del país. Dos acontecimientos aceleraron la intervención israelí en Líbano. El primero fue la crisis de los misiles sirios en abril de 1981, provocada por el despliegue de los misiles soviéticos SAM-7 en los alrededores de la villa de Zahle. El segundo fue la convocatoria de las elecciones presidenciales libanesas para agosto de 1982 en las que Israel pretendía imponer al líder maronita Gemayel como presidente312. Begin y Sharon consideraron que sin una intervención militar en Líbano, los sirios y palestinos seguirían influyendo en el país, amenazando a los aliados maronitas y extendiendo el peligro sobre el norte de Israel. Por su parte, la Administración de Reagan demostró un apoyo limitado a la intervención israelí en Líbano, para no provocar un enfrentamiento con Siria, el principal aliado soviético de la región. Entre julio de 1981 y junio de 1982, Israel trató de convencer a los norteamericanos para convencerlos de que

312

ÁLVAREZ-OSSORIO, 1999, p. 177.

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dieran la luz verde a una intervención militar en Líbano con el objetivo de destruir a la resistecia palestina, eliminar la influencia siria y fortalecer a los maronitas313. Los israelíes preferían tener el visto bueno de Washington para llevar a cabo su intervención en Líbano, pues sería una intervención militar completamente diferente a las anteriores, sobre todo por la profundida y los objetivos de la operación. Desde su llegada al poder, Ronald Reagan no había dejado de acusar a Siria de jugar un papel central en el deterioro de la situación libanesa por su apoyo a los grupos palestinos y libaneses. Como hemos podido ver anteriormente, Alexander Haig fue uno de los mejores aliados de Israel en la Administración de Reagan, ya que dio a enteder al Gobierno de Begin que la operación contaba con el visto bueno de la Casa Blanca. Antes de la intervención, Haig declaró que los Estados Unidos entendían la respueta israelí ante los ataques de sus enemigos y señaló que Israel sólo debería actuar si había una provocación reconocida internacionalmente314. A fines de mayo de 1982, el gobierno israelí tomó la decisión de responder con represalias masivas ante cualquier nuevo acto de violencia de la parte de la OLP contra Israel. Sharon viajó a Washington con el objetivo de consultar la eventual respuesta de la Administración de Reagan a una intervención israelí en Líbano. Pues para los diplomáticos norteamericanos Sharon en su visita estaba poniéndole sobre la mesa a la Administración de Reagan que cualquier provocación desde los palestinos haría que Israel respondiera duramente. Sharon quedó muy satisfecho con el resultado de su visita a Washington, pues este afirmó que la Administración de Reagan aceptó tácticamente una operación militar limitada en Líbano. Esto facilitó que Begin y Sharon lleven a cabo sus planes en Líbano315. Haig consideraba a Israel una ventaja estratégica en la lucha contra el radicalismo árabe y el terrorismo internacional, pues este personalmente demostró más tolerancia y comprensión hacia el gobierno de Begin que cualquier otro de sus colegas en la Administración de Reagan. Por lo tanto no ha de sorprender que la carta de Haig a Begin el 28 de mayo de 313

SHLAIM, A.: El muro de hierro, Israel y el Mundo Árabe, Copartgraf, Granada, 2003, pp. 488-491; RABINOVICH, I.: The War for Lebanon, 1970-1983, Cornell University Perss, Ithaca, NY, 1984, p. 121-122. 314 HAIG, 1984, pp. 318-319, 326; MEARSHEIMER y WALT, 2007, p. 83; SCHIFF, Z. YA´ARI, E: Israel’s Lebanon War, Simon and Schuster, New York, 1984, pp. 62-77. 315 El presidente Reagan y su secretario Haig dieron el apoyo más significativo a los objetivos de Israel en la Administración norteamericana. El ministro de Defensa Caspar Weinberger era menos amistoso hacia Israel y había eliminado el Memorando del Acuerdo de la Cooperación Estratégica -con muchos beneficios otorgados a Israel- y había insistido en la suspensión y en medidas de castigo como consecuencia de la anexión por parte de Israel de los Altos del Golán. REAGAN, 1990, p. 419; SHLAIM, 2003, pp. 494-496;

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1982 mostrara cierta flexibilidad y ninguna advertencia a Israel en el caso que este invadiera Líbano. Por el contrario, Haig manifestó su entendimiento a la causa israelí de protegerse a si misma ante los terroristas en Líbano316. Lo que estaban esperando los líderes israelíes para llevar a cabo su invasión se materializó el 3 de junio de 1982317, considerado por Sharon como un Casus Belli. La Operación de Paz para Galilea se inició el 6 de junio con el objetivo de alejar los palestinos 40 kilómetros al norte de las fronteras con Israel318. Durante cuarenta horas y con la cooperación con los maronitas, Israel pudo dominar todo el sur de Líbano, derrotar a los palestinos y destruir los campos de refugiados. Antes de abordar el enfrentamiento sirio-israelí en Líbano, cabe destacar que por varias razones Sharon no estaba satisfecho con la situación de al-Asad en la zona. En primer lugar hubo el acuerdo sirio-israelí-palestino tras la crisis de los misiles sirios en abril de 1981, el cual demostró un equilibrio de fuerza sirio-israelí en Líbano. En segundo lugar, hubo la firma del Acuerdo de Cooperación y Amistad entre Siria y los soviéticos, el cual facilitó la renovación del envío de armamento soviético al ejército sirio para enfrentar a Israel. En tercer lugar, hubo la alianza estratégica de al-Asad con el régimen islámico en Irán, el cual creó un “arco chií” desde Teherán hasta el sur de Líbano pasando por Damasco. Una de las ventajas de su alianza con los iraníes fue que al-Asad pudo fortalecer sus relaciones con la comunidad chii, la más numerosa en Líbano y la cual jugaría un papel importante en el futuro de Líbano. En cuarto lugar se encontraba la supervivencia del régimen en Siria después de su lucha sangrienta contra los islamistas. Aunque los líderes israelíes demostraron que no tenían la intención de atacar al ejército sirio en Líbano quedó patente que después de la eliminación de la fuerza de la OLP el siguiente objetivo sería la expulsión de las tropas sirias para poder instaurar con mayor facilidad una pax israelí sobre Líbano319. Entre el 9 y 10 de junio Sharon no tardó en realizar su segundo objetivo tras atacar a las fuerzas sirias. 316

WEINBERGER, 1999, p. 141. El pretexto para la guerra fue el intento de asesinato del embajador israelí en Londres. El acto no fue ordenado por Yasir Arafat, sino por un grupo disidente palestino liderado por Abu Nidal. El último tenía el apoyo de Irak en su lucha contra el liderazgo de Arafat en la OLP. Los líderes israelíes no estaban interesados en cuanto a los detalles de quien había disparado contra el embajador Shlomo Agrov ni por qué. SHLAIM, 2003, p. 497; COBBAN, 1991, op, cit. pp. 36-40. 318 Para ver más sobre la invasión israelí de Líbano véase. DUPUY, T. N.: Flawed Victory : the Arab-Israeli Conflict and the 1982 War in Lebanon, Hero Books, Fairfax, 1986; LAMBETH, B. S.: Moscow's Lessons from the 1982 Lebanon Air War, Rand Corp, Santa Monica, 1984; TIMERAN, J.: The Longest War : Israel in Lebanon, Knopf, New York, 1982; GABRIEL, R. A.: Operation Peace for Galilee : the Israeli-PLO War in Lebanon, Hill and Wang, New York, 1984; FELDMAN, S.: Deception, Consensus, and War: Israel in Lebanon, Tel Aviv University, Tel Aviv, 1984. 317

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ÁLVAREZ-OSSORIO, 1999, p. 180; MA´OZ, 1995, pp. 174-175.

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Cabe señalar que durante los primeros años de los ochenta al-Asad evitó entrar en una guerra contra los israelíes. Por esta razón y tras el inicio de la crisis de junio al-Asad esperaba que las cartas intercambiadas entre el y Begin a través del mediador norteamericano Habib ayudaran a evitar un enfrentamiento entre ambas partes. Sin embargo los israelíes tenían planes de atacar las Fuerzas Armadas sirias en Líbano y la mediación norteamericana fue una táctica de la parte de Israel para justificar que su guerra era defensiva y no ofensiva. Además los israelíes no quisieron que Siria entrara en la guerra durante los primeros tres días para que puedan acabar con los palestinos primero y después con los sirios320. No eran tan solo los israelíes quienes querían destruir las fuerzas de al-Asad en Líbano tras una intervención militar, sino también los Falanges maronitas, los cuales consideraron que la derrota de los palestinos sería una derrota incompleta sin la salida de las Fuerzas Armadas de al-Asad de Líbano. Tras el inicio de la invasión israelí para proteger a sus fuerzas en Líbano, al-Asad desplazó baterías de misiles tierra-aire hacia Líbano. Este fue un movimiento defensivo de la parte de al-Asad, pero Sharon lo presentó ante el gobierno israelí como una maniobra ofensiva y consiguió autorizaciones para atacar las baterías SAM. Esta decisión tomada en la mañana del 9 de junio de 1982 cambió el carácter del conflicto. Uno de los objetivos de Sharon tras la invasión era alcanzar la autopista estratégica BeirutDamasco y aislar a las fuerzas sirias en la capital libanesa, Beirut. Entre el 9 y 10 de junio hubo una de las mayores batallas aéreas de la historia contemporánea entre Siria e Israel. Las Fuerzas Aéreas Israelíes atacaron los emplazamientos de las SAM-6 y derribaron a 23 aviones sirios MIG sin que las Fuerzas Aéreas Israelíes perdieran un sólo aparato321. A

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Durante los primeros tres días de la invasión israelí, al-Asad estaba evitando cualquier enfrentamiento contra Israel. En primer lugar, por la calidad y cantidad del ejército israelí que participó en la invasión, pues al-Asad consideró que cualquier batalla con los israelíes sería un desastre para su ejército. En segundo lugar, el ejército sirio en aquel momento no estaba preparado para una intensa batalla con los israelíes, pues ya llevaba años implicado en las luchas de la guerra libanesa. HAYDAR, M.: Nihaya al-yidar al-tayyib. Sira al-ihtilal al-israili li-l-Lubnan (El fin del muro bueno. Biografía del la ocupación israelí en Líbano), Riad al-Rais li-l-nashr, Beirut, 2001, pp. 25-34; ZIYADE, 2005, p. 176-177; 321 Las Fuerzas Armadas sirias perdieron 400 soldados, 145 tanques y 100 aviones durante las primeras batallas. Para ver más sobre el armamento de las fuerzas sirias durante las batallas de 1982 véase AZM, M.: altasaluh al-suri: Jutwa àla tariq al-tawazun al-istratiyi (El armamento sirio: un paso en el camino hacia la paridad estratégica), Beirut, 1982, pp. 360-400; YA´FAR, K.: al-muwayaha al-yawiya al-suriya-al-israiliya 1982: Nataiy wa durus li-lmustaqbal (La batalla aérea siria-israelí de 1982: Resultados y lecciones para el futuro), Beirut, 1882, pp. 70-91. Para ver más sobre la superioridad de las fuerzas aéreas israelíes véase RUBENSTEIN, Murray and GOLDMAN, R.: Shield of David: an Illustrated History of the Israeli Air Force, Englewood Cliffs, N.J.: Prentice-Hall, 1978. Mark Heller analiza el balance militar entre las fuerzas aérea, naval y terrestre sirias e israelíes, véase HELLER, M.:

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pesar de que Siria perdió la batalla aérea contra Israel al mismo tiempo pudo tener la victoria en la batalla de tierra y detener el avance del ejército israelí hacia el norte, pues los israelíes no lograron conseguir su objetivo de alcanzar la autopista de Damasco-Beirut antes de que el alto al fuego propiciado por los estadounidenses entrara en vigor el día 11 de junio. Ante la situación militar delicada del ejército sirio en Líbano tras los fuertes golpes de las fuerzas aéreas israelíes, el ministro de Defensa sirio Tlas viajó a Moscú, buscando apoyo militar y político. A pesar de la vigencia del tratado de cooperación y amistad de octubre de 1980, le es denegado322. A pesar de que la guerra de Líbano marcó una victoria estratégica militar para los israelíes, las Fuerzas Armadas sirias pudieron impedir los objetivos de la invasión israelí. En primer lugar, los israelíes no pudieron dominar los puntos estratégicos de la autopista Damasco-Beirut para aislar a las fuerzas sirias en la capital libanesa. En segundo lugar, los israelíes tampoco pudieron eliminar al ejército sirio de todas las regiones en Líbano y así obtener su influencia sobre el país. Dentro de la Administración de Reagan hubo dos posturas ante la invasión israelí de Líbano. La primera postura era a favor de la invasión para destruir a la OLP y detener la influencia de Siria en Líbano. El secretario de Estado Haig consideró la importancia de no detener a los israelíes para conseguir sus objetivos tras la invasión. La segunda postura estaba menos convencida de la necesidad de efectuar una invasión de esta intensidad y de soltar la mano israelí sobre sus vecinos árabes323. El vicepresidente George Bush, el cual administró la crisis en Líbano, James Baker, el jefe de los funcionarios de la Casa Blanca, el ministro de Defensa Caspar Weinberger y William Casey, el director de la CIA, fueron las figuras en la Administración de Reagan que divergieron con los planes de Sharon de invadir Líbano. Una gran parte de la Administración de Reagan no deseaba aumentar el conflicto en la zona, y aún menos con los sirios, por el riesgo de convertirse en un conflicto a nivel internacional con los soviéticos. Pues por un lado los soviéticos no abandonarían a sus

The Middle East Military Balance 1983, Tel Aviv University, Jeffee Center for Strategic Studies, Tel Aviv, 1984, pp. 260-268; SEALE, 1989, pp. 381-383. 322 ÁLVAREZ-OSSORIO, 1999, p. 181. 323 COCKBURN, A.: Dangerous Liaison: the Iinside Story of the U.S.-Israeli Covert Relationship, Harper Collins Publishers, New York, NY, 1991, pp. 326-328; TEICHER, H.: Twin Pillars to Desert Storm: America's Flawed Vision in the Middle East from Nixon to Bush,: William Morrow , New York, 1993, p. 198-199.

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aliados en la crisis de Líbano y por otro lado los norteamericanos no querían empeorar sus relaciones con los árabes moderados, sobre todo con Arabia Saudí324. Tras varios días de enfrentamiento y con los resultados desastrosos sobre su aliado sirio, los soviéticos se movilizaron diplomáticamente para alcanzar un alto al fuego que permitiese a su aliado sirio mantener su posición. El 11 de junio al-Asad aceptó la mediación del norteamericano Habib para un alto el fuego, pues al-Asad garantizó retirar sus fuerzas y los guerrilleros palestinos más hacia al norte de Líbano. Por su parte, Israel continuó sus avances hacia la autopista Damasco-Beirut y también hacia la capital Beirut. Tras la victoria aérea israelí sobre los sirios Haig quiso darles más tiempo a los israelíes para alcanzar sus objetivos de llegar hasta Beirut. Dicha postura de la parte de Haig aumentó el desacuerdo entre el y sus rivales en la Administración de Reagan, sobre todo con Weinberger. El presidente Reagan intervino personalmente para presionar a Begin a aceptar el alto el fuego, pues los estadounidenses se alarmaron por la posibilidad de una intervención soviética para salvaguardar a su aliado derrotado en Oriente Medio. Sin embargo Sharon siguió en su guerra contra los sirios y palestinos para alcanzar sus objetivos; llevar a cabo su bloqueo sobre Beirut; terminar con las fuerzas palestinas y sirias que estaban resistiendo en la capital libanesa; y apoyar a sus aliados maronitas para dominar el poder político325. En conclusión la intervención israelí en Líbano supuso un duro revés para Siria, pues tras el alto el fuego al-Asad fue en secreto a Moscú a pedir ayuda militar urgente para su ejército destruido en Líbano y también para pedir a los soviéticos que hablaran con los norteamericanos para que los israelíes no violaran el acuerdo del alto el fuego. De esta manera la presión militar israelí sobre el ejército sirio en Líbano armó nuevamente las Fuerzas Armadas sirias, pero esta vez con armamento más avanzado que los anteriores. Durante varias semanas al-Asad no pudo ayudar a las tropas palestinas y sirias que estaban atrapadas en Beirut, pues la destrucción de su defensiva aérea por la parte de los israelíes limitó sus actividades militares en las batallas contra Israel. Por esta razón al-Asad fue

324

En una carta enviada el 9 de junio de 1982 del presidente Reagan al primer ministro israelí Begin. Reagan manifestó su preocupación en cuanto al avance de las fuerzas israelíes sobre los territorios libaneses más allá de lo que habían planificado antes de la invasión. También enfatizó la importancia de no enfrentar a los sirios para evitar una intervención soviética. QUANDT, 1993, p. 455-456; GERSON, A.: The Kirkpatrick Mission: Diplomacy Without Apology: America at the United Nations 1981-1985, Free Press, New York, 1991, pp. 138-155. 325 RABINOVICH, 1984, pp. 136-1140.

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atacado al considerar que había abandonado a los palestinos a su propia suerte. Pues la invasión israelí de Líbano se convirtió en asido de una capital árabe. Tal como había planeado Sharon, tras la mediación de Habib el 19 de agosto de 1982 palestinos, israelíes y sirios llegaron a un acuerdo para retirar a las fuerzas palestinas junto con las fuerzas sirias de Beirut. Este acuerdo cumplió un papel importante en la elección de Bashir Gemayel como presidente el 23 de agosto326. El nuevo presidente libanés, Gemayel, exigió la total retirada de todos los ejércitos extranjeros de Líbano -tanto sirio como israelí y palestino- y así Gemayel puso a Siria en pie de igualdad con los israelíes. A partir de septiembre de 1982 el escenario general para alAsad se vio complicado: la gran derrota militar ante Israel destruyó una parte significativa de sus fuerzas aéreas; su ejército tuvo que retirarse de Beirut y dejar a la ciudad bajo la influencia de Israel con su aliado Gemayel; las relaciones a nivel regional con los egipcios, iraquíes y palestinos eran tensas y al mismo tiempo el régimen todavía no acababa con los efectos negativos de su sangriento enfrentamiento con los islamistas.

3.2.2. Oriente Medio en la década de los ochenta Después de la mitad de los ochenta Siria no solo atravesó un aislamiento internacional sino también a nivel regional. Su aislamiento regional fue causado por varios factores. En primer lugar, por la continuación de la alianza estratégica siria-iraní y el apoyo de Siria a Irán en su guerra contra Irak. En segundo lugar, por la política de al-Asad para alcanzar su pax siria en Líbano tras la cancelación del acuerdo de mayo entre el presidente libanés Gemayel e Israel en abril de 1984. En tercer lugar, por la postura maximalista de al-Asad en cuanto al conflicto árabe-israelí y por intentar imponer al resto del los actores regionales sus posiciones. La alianza de al-Asad con el régimen islámico iraní y su apoyo a la guerra contra Saddam fue sin duda una de las decisiones más importantes en la política regional de Siria durante la

326 Con el fin de aniquilar a la OLP en Beirut, el método elegido por Sharon fue una combinación de presión militar y de guerra psicológica para convencer al enemigo acercado de que sus únicas alternativas eran rendirse o ser aniquilados. En su campaña de presión e intimidación los israelíes usaron ataques aéreos, navales y lluvia de artillería, así como altavoces y octavillas. Tras setenta y tres días de dura lucha, la OLP fue desterrada en Líbano a los confines del mundo árabe, mucho más lejos de cuarenta kilómetros de la de Israel. SEALE, 1993, pp. 386-389; SHLAIM, 2003, p. 505-506.

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década de los ochenta. Una vez encendida la guerra del Golfo al-Asad decidió apoyar a Irán contra Irak. La postura de al-Asad iba contra la postura de la mayoría de los países árabes que unánimemente respaldaron a Bagdad327. al-Asad vio la importancia de su alianza con Irán por varios factores. El primer factor es que al-Asad consideró su alianza con Irán como una importante alternativa para fortalecer su posición ante sus rivales en la zona, sobre todo para llegar a alcanzar una “paridad estratégica” frente a Israel. Cabe destacar que al-Asad pretendía debilitar a su rival árabe iraquí, el cual seguía intentando de dominar la zona de la Luna Fértil (Alhilal al-Jasib). El segunda factor es que después de su intervención en Líbano al-Asad desarrolló buenas relaciones con la comunidad chií libanesa. En este punto al-Asad consideró que su apoyó a Irán por un lado ayudaría a Siria a alcanzar su pax siria en Líbano y por otro lado permitiría a al-Asad usar a las milicias chiíes en el sur de Líbano para presionar a Israel328. El tercer factor es que en su alianza con Irán al-Asad buscaba una legitimación para su régimen alawí ante las criticas de las fuerzas árabes sunitas, sobre todo después de su enfrentamiento con los Hermanos Musulmanes en los primeros años de los ochenta329. El cuarto factor fue el suministro de petróleo desde Irán y presionar a los países árabes del Golfo para que aumenten su ayuda financiera a Siria. El quinto factor eran las políticas del Shah de Irán en la zona antes de la revolución islámica. Para al-Asad, antes de Jomeini Irán era un gendarme que protegía a los intereses norteamericanos en la zona, sin olvidar el papel del Shah en apoyar el acercamiento entre Israel y los árabes, sobre todo con al-Saadat. al-Asad fracasó en convencer a los otros árabes que no había que temer al nuevo régimen de Irán, pues las fuerzas árabes sunitas consideraron que la coalición sirio-iraní formaba un eje chií desde Teherán hasta el sur de Líbano pasando por Damasco y que esto amenazaría la unidad del mundo islámico sunita. Cuando Saddam proclamó la guerra contra Irán en septiembre de 1980, al-Asad declaró su apoyo político y militar a Irán contra el país hermano árabe, asegurando que Saddam levantó una “guerra equivocada en un momento

327

MA´OZ, 1988, p. 191. Tras la invasión israelí en 1982 y la derrota militar de al-Asad ante el ejército israelí, la fuerte alianza entre al-Asad y la comunidad numerosa chií tuvo un papel importante en la salvación de la influencia de Siria en el país de los cedros. SUNAYAMA, 2007, p. 118. 329 Durante los años setenta el presidente sirio tuvo buenas relaciones con el líder chií libanés Musa al-Sader, jefe del Consejo Supremo Chií libanés, el cual apoyó a al-Asad religiosamente tras emitir una fatua aceptada a la rama alawi como parte de la familia chií del Islam. Más que tener una relación religiosa con la secta chií, alAsad respetaba la lucha de los chiíes para cambiar su situación difícil y marginada en Líbano, quienes provenían de la zonas rurales y eran dominados por los cristianos y sunitas. al-Asad veía que las dos comunidades chiíes y alawiíes compartían la misma realidad. SEALE, 1989, pp. 352-555. 328

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equivocado” que debilitaría a los árabes frente a su verdadero enemigo, Israel330. Una alianza y respaldo de Siria, un país del mundo árabe que representaba el panarabismo, a un país persa y revolucionario chií contra otro país árabe, no era fácilmente digerible para los árabes en los ochenta. Mientras tanto el acrecentamiento del apoyo árabe a Saddam durante la guerra del Golfo contra Irán agudizó el temor de al-Asad de una victoria iraquí. Pues en el caso de que Irak ganara la guerra, Siria se encontraría entre dos enemigos fuertes y peligrosos, Israel e Irak. Tanto soviéticos como sirios veían positivamente la salida de Irán de la influencia norteamericana en la zona del Golfo, y fue por esta razón que los soviéticos permitieron a Siria enviar armas soviéticas a Irán al comienzo de la guerra. A partir de agosto de 1980 Damasco y Bagdad cortaron sus relaciones, sobre todo cuando Saddam apoyó a los islamistas sirios contra el régimen de al-Asad. Por su parte al-Asad ordenó atentados de su servicio de inteligencia, entregando armas a los enemigos de Saddam en Irak y dando informaciones a la inteligencia iraní sobre las fuerzas de Saddam331. En conclusión, la intervención de Saddam en su guerra contra Irán interesó a al-Asad, pues la larga guerra permitió debilitar el rival árabe iraquí, el cual siempre había ocasionado problemas al detener la influencia siria en la zona. Sin duda, la alianza con Jomeini ayudó a al-Asad a fortalecer su influencia en Líbano frente a Israel y así implantar su pax siria. Al mismo tiempo dicha alianza tuvo sus efectos negativos en cuanto a las relaciones regionales de Siria, sobre todo con los países árabes del golfo. En primer lugar, el apoyo de al-Asad a Irán en la guerra del Golfo profundizó el conflicto con Irak, pues durante los ochenta el régimen iraquí consideró a Siria como uno de los principales enemigos en la zona. En segundo lugar, la alianza con Irán ayudó a aumentar el aislamiento regional de al-Asad, pues los países árabes del golfo liderado por Arabia Saudí reducían su ayuda económica a Siria durante los años ochenta. Cabe señalar que la victoria de la revolución islámica en Irán contra el Shah extendió los temores de los países árabes del golfo del estallido de una revolución chíi en la zona del golfo, una amenaza para el Islam suni liderado por Arabia Saudí. En varias ocasiones durante los ochenta se reflejó el aislamiento y la tensión entre al-Asad y su ámbito árabe, empezando con el apoyo árabe a la oposición islámica de Siria en sus 330 331

KIENLE, 1990, p. 159. BARUT, 2000, pp. 400-402.

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enfrentamientos contra el régimen de al-Asad a principios de los ochenta332. La ayuda árabe a los enemigos de al-Asad en Líbano para acabar con la influencia de Siria en este país, pues la alianza de al-Asad con Jomeini aumentó los temores árabes de un acrecentamiento de la influencia iraní en el mundo árabe. El abandono árabe a al-Asad en su enfrentamiento contra Israel durante la invasión israelí de Líbano en 1982, pues el apoyo árabe a Siria en la crisis de 1982 fue muy limitado al comparar el apoyo árabe a Siria en la guerra de Octubre de 1973. La marginación de la presencia de al-Asad en las cumbres árabes, pues en la Cumbre Árabe de Aman en 1987 los árabes declararon su apoyo a Irak en su guerra contra Irán, oponiéndose a la postura de al-Asad. También hubo la decisión árabe en cuanto a la renovación de las relaciones diplomáticas entre la Liga Árabe y Egipto, haciendo un paso contra los intentos de al-Asad de seguir aislando a Egipto en el mundo árabe. Cabe destacar que las decisiones de la Cumbre Árabe de Aman reflejaron el desacuerdo entre los árabes y al-Asad, sobre todo cuando en la cumbre los árabes consideraron a Irán como peligro sobre el mundo árabe, dejando al conflicto con Israel en un segundo plano333. Estas posturas desde la parte árabe durante los ochenta perjudicó a la posición de al-Asad en la zona. Pues para al-Asad el aumento de la hostilidad árabe hacia Israel y el considerarla como un enemigo principal le daría a Siria la oportunidad de seguir influyendo en la zona y de imponer sus posturas en cuanto al conflicto árabe-israelí. La política de al-Asad de implantar su pax siria sobre Líbano después de la mitad de los ochenta también afectó al empeoramiento de las relaciones regionales de Siria. La victoria de al-Asad en Líbano tras la cancelación del acuerdo de mayo entre Gemayel e Israel, no convenció a los otros países árabes, sobre todo a los árabes moderados. Por su parte los saudíes consideraron la pax siria en Líbano como una amenaza sobre su influencia en este país, lo que por supuesto sería a favor de la influencia de Irán, el aliado de al-Asad en la zona. Cabe destacar que los saudíes, tras sus relaciones consolidadas con los norteamericanos, jugaron un papel importante para alcanzar el acuerdo entre Israel y el gobierno libanés de Gemayel en 1983. La cancelación del acuerdo en 1984 puso a Líbano bajo la influencia de Siria, y esto para lo saudíes marcaba una victoria para el eje chií que empezaba en Teherán y terminaba en Líbano, pasando por Damasco. Mientras tanto, el rival iraquí consideró a Líbano como un terreno en donde realizar graves ataques contra la influencia regional de al-Asad, sobre todo tras el apoyo sirio a Irán en la guerra. Después de la mitad de los ochenta Saddam no tardó en apoyar militarmente a los enemigos de al-Asad 332 333

SHLAIM, 2000, p. 418; SUNAYAMA, 2007, p. 91. MA´OZ, 1988, p. 192-193.

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en Líbano y en particular al general Michel Aun en la guerra contra las fuerzas sirias en Líbano334. El intento de al-Asad de imponer al resto del los actores regionales su posición en cuanto al conflicto árabe-israelí marcó una de las causas del aislamiento regional de al-Asad después de la mitad de los ochenta. Tras su intervención en Líbano al-Asad pretendió controlar a la OLP, sobre todo después de la invasión israelí a Líbano en 1982 y de la destrucción de la OLP. Después de la invasión israelí, al-Asad vio una gran oportunidad de crear un nuevo liderazgo palestino ante Arafat, un liderazgo bajo Abu Musa. Tras su salida de Líbano, Arafat decidió adoptar definitivamente la vía política para resolver el conflicto con Israel y por esta razón el consideró mejorar sus relaciones con los países árabes moderados y con aquellos capaces de abrir un acercamiento palestino-norteamericano y modificar la perspectiva tradicional de la Administración de Reagan en cuanto a la cuestión palestina. Los tres únicos países árabes que pudieron llevar a cabo un acercamiento entre la OLP y Washington fueron Egipto, Jordania y Arabia Saudí, los cuales no tenían buenas relaciones con al-Asad en aquellos momentos, sobre todo por la postura de al-Asad en cuanto la guerra del Golfo entre Irán e Irak335. El acercamiento de Arafat hacia los moderados árabes -Jordania y Egipto- después de la mitad de los ochenta para buscar una solución al conflicto con Israel, demostró el fracaso de Siria para controlar el movimiento palestino e imponer su posición maximalista sobre los actores principales del conflicto. La incapacidad de al-Asad de imponer su postura sobre los jordanos y los palestinos en cuanto al conflicto árabe-israelí tuvo un papel importante para que Egipto reanudara su papel en la zona tras varios años de ruptura. Las posturas de Siria fueron marginadas tras la normalización de las relaciones entre Egipto y varios países árabes tras la cumbre de Aman de 1987, en particular con la OLP y Jordania, quienes empezaron a desarrollar negociaciones con los Estados Unidos para encontrar una solución política al conflicto con Israel336. Tras su regreso a la comunidad árabe después de la cumbre de Aman en 1987, Egipto se convertiría en una pieza fundamental en el panorama regional y eso llevo a Mubarak a presentar su primer plan de paz en 1989 como un primer intento de elaborar un nuevo papel para Egipto en Oriente Medio. Así el regreso de Egipto a las cuestiones regionales no cayó en los mejores momentos para al-Asad, el cual por un lado perdió el 334

KIENLE, 1990, p. 169.

335ÁLVAREZ-OSSORIO, 336

1999, p. 198; BERBEROGLU, 1989, pp.168-170 DAWISHA, 1984, p. 86.

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respaldo militar soviético y por otro lado estaba atravesando un aislamiento internacional de Occidente. Frente a su aislamiento regional y la marginación de su papel en el mundo árabe, a fines de los ochenta al-Asad se vio obligado a llevar a cabo varias demostraciones de flexibilidad en sus relaciones con las fuerzas árabes moderadas y también en cuanto a sus posturas sobre el proceso de paz con Israel. En primer lugar, al terminar la guerra del Golfo entre Irán e Irak al-Asad quiso aprovechar el fin de la guerra para restablecer sus relaciones con los países árabes del golfo y volver a poner el conflicto árabe-israelí como una primera prioridad árabe. En segundo lugar, el inicio de la Intifada en los Territorios Ocupados reanimó las vínculos existentes dentro de la comunidad árabe. La comunidad árabe comprendió que su unidad era necesaria para abordar un proceso de paz que respetara el Plan de Fez de 1982, y esto condujo a un acercamiento entre al-Asad y Arafat a fines de 1988 para dialogar sobre la nueva situación del conflicto árabe-israelí tras del inicio de la Intifada. En tercer lugar, tras la renovación de las relaciones entre Egipto y el mundo árabe al-Asad temía por un liderazgo egipcio sobre el mundo árabe que dejará a Siria al margen. En cuarto lugar, el fin de la ruptura de las relaciones entre los soviéticos y las fuerzas moderadas árabes jugó un papel importante para empujar a al-Asad a restablecer sus relaciones con Egipto. al-Asad se vio obligado a dar el primer paso hacia Egipto, enviando al vicepresidente Jaddam al El Cairo a fines de 1989, la cual fue la primera visita oficial de un alto diplomático sirio a Egipto después de 12 años de ruptura. En quinto lugar, hubo el fracaso de al-Asad de alcanzar una “paridad estratégica” con Israel tras el colapso del aliado soviético y el fin de la Guerra Fría. El colapso soviético convenció a al-Asad de la necesidad de volver a fortalecer sus relaciones con los árabes moderados, sobre todo Arabia Saudí y Egipto. En sexto lugar, se vieron cambios políticos en los Estados Unidos, tras la victoria de George Bush en las elecciones de noviembre de 1988. El nuevo presidente de la Casa Blanca favorecía un acercamiento entre Washington y Damasco y esto iba al contrario que la actitud inmovilista de Reagan sobre Siria durante los años ochenta. Además Bush vio la posibilidad de incorporar a Siria en el proceso de paz en la zona, sobre todo tras el fin de la Guerra Fría.

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3.3. LA ADMINISTRACIÓN DE REAGAN Y SIRIA

3.3.1. Los Estados Unidos ante la anexión del Golán Hemos señalado anteriormente que, durante su segundo mandato, Begin se cifró varios objetivos, uno de los cuales era destruir a la resistencia palestina en Líbano y acabar con la influencia de Siria en dicho país, sobre todo después de la salida egipcia del conflicto árabeisraelí tras la firma del tratado de paz de 1979. Para alcanzar sus propósitos, Begin dio dos pasos importantes. El primer paso fue la designación de Ariel Sharon como ministro de Defensa en el nuevo gobierno israelí en agosto de 1981. El segundo paso fue la firma del memorando de entendimiento estratégico entre Sharon y el ministro de Defensa norteamericano Caspar Weinberger en noviembre de ese mismo año337. Tras el memorando de entendimiento con los Estados Unidos, el Gobierno de Begin intentó recabar israelí el respaldo norteamericano para lanzar una operación definitiva en Líbano. Por su parte, alAsad percibía la gravedad de la amenaza, por lo que dio orden a sus fuerzas de evitar la confrontación directa o cualquier acto que pudiera ser interpretado como una provocación, ya que pretendía evitar una colisión directa cuyos resultados serían desastrosos dada la aplastante superioridad militar israelí. Hasta 1981 el primer ministro israelí había mostrado cierta prudencia en su política hacia Líbanoy evitó un enfrentamiento militar con Siria en Líbano, ya que no quería exponer al peligro las incipientes relaciones con Egipto ni tampoco aumentar el desacuerdo con la Administración de Carter, que no aprobaba la extensión de la influencia israelí sobre Líbano338. A partir de esa fecha, la situación cambió debido a que las circunstancias regionales también se habían modificado. Menahem Begin decidió reemplazar a algunos de sus ministros más moderados y que habían apostado por la contención y reemplazarlos por miembros del ala dura del Likud, que percibían que los vierntos soplaban a favor de Israel y, por lo tanto, la coyuntura internacional (con la invasión soviética de Afganistán, el inicio de la guerra entre Irán e Irak y la crisis polaca) era favorable a una confrontanción directa con Siria para establecer un nuevo statu quo en Oriente Medio, dado que la comunidad internacional tenía otras preocupaciones más importantes. 337

Para conocer más sobre la cooperación estratégica norteamericana-israelí y el memorando véase TEICHER, 1993, pp. 141-147; RABIL, 2006, p.68. 338 MAÓZ, 1996, p. 177.

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Un factor central para entender el reforzamiento de las tesis belicistas en el Gobierno de Begin fue el triunfo electoral del republicano Ronald Reagan en las elecciones presidenciales, lo que implicó un viraje en la política exterior de los Estados Unidos hacia Oriente Medio y un estrechamiento de las relaciones con Israel, que pasó a ser considerado un aliado estratégico en la guerra contra los soviéticos y sus aliados en la zona. La nueva administración estadounidense remplazó la defensa de los derechos humanos por la guerra contra el terrorismo internacional e Israel fue considerado un socio esencial en dicha lucha. El 14 de diciembre de 1981 el gobierno israelí decidió extender la ley y la administración a los Altos del Golán, en un movimiento que fue interpretado como un primer paso hacia su anexión ya que otorgaba la ciudadanía israelí a sus pobladores árabes. Ya en la primavera de ese año, el primer ministro Begin había manifestado su intención de aplicar el sistema legal, administrativo y jurisdiccional israelí a estos territorios sirios ocupados en la guerra de los Seis Días. Además de consolidar la presencia israelí en el Golán, la decisión era una provocación a Siria, que se vería obligada a responder, proporcionando el casus belli que Israel deseaba para tener una justificación para golpear a las fuerzas sirias en territorio libanés y, así, frenar la influencia de al-Asad en los asuntos domésticos libaneses. Debe tenerse en cuenta que el régimen baazista atravesaba uno de sus momentos más delicados, ya que en aquellos meses intentaba sin demasiado éxito apaciguar la revuelta islamista. El lobby de los colonos del Golán, que apenas sumaban unos pocos miles, jugó un papel importante para que el gobierno israelí adoptara una posición más extrema en cuanto al futuro de los Altos del Golán. Una buena parte de estos colonos era cercana al Partido Laborista y a Isaac Rabin, y temía que el Golán pudiese seguir la misma suerte que el Sinaí egipcio en el caso de que hubiese unas negociaciones bilaterales entre Israel y Siria. Para disipar estos temores, Begin declaró ante la Knesset que los Altos del Golán pertenecerían a las generaciones futuras de Israel, que formaban parte de la Tierra de Israel y que Israel nunca se retiraría de dicha tierra. Además, el primer ministro resaltó la importancia del Golán para salvaguardar la seguridad israelí y que era imposible devolver este territorio a Siria, el país más extremista en su postura ante Israel339.

339 Treinta y seis miembros del Kenest votaron a favor de la anexión del Golán. Para ver más sobre la postura de los partidos políticos israelíes sobre la anexión del Golán véase CATELLA, P.: La usurpación del Golán, Ediciones Asuntos Árabes, Buenos Aires, 1982, pp. 56-58; ZIYADE, R.: al-Yulan fi sira`i al-salam (El Golán en la lucha por la paz), Dar al-Ahali, Damasco, 2004, p. 22-23.

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Sin embargo, al-Asad mantuvo el silencio ante el movimiento israelí y sólo la condenó, asegurando su derecho a responder contra cualquier agresión israelí. Esta reacción tenía que ver con la intención de no proporcionar el argumento que Israel deseaba para iniciar una nueva guerra, que tendría nefastas consecuencias desde el punto de vista militar y también político, porque podría abrir un nuevo frente en el momento en el que la insurrección islamista estaba en su momento álgido. En este sentido cabe preguntarse si la recuperación del Golán era una de las prioridades de Hafez al-Asad en aquellos momentos o, más bien, la situaba en un segundo plano, dada la aplastante superioridad militar israelí. Entre 1976 y 1985 relegaron a la cuestión del Golán a un segundo plano dentro de la agenda del régimen baazista. En primer lugar, la activa implicación siria en la crisis libanesa, que consumía una gran parte de la energía militar y política de al-Asad, que trataba de fortalecer su presencia en el país del cedro y, también, frenar a Israel y a sus aliados maronitas. En segundo lugar se puede decir que el conflicto árabe-israelí se libró, desde 1976, en Líbano, ya que allí chocaron las fuerzas libanesas, palestinas, sirias e israelíes, por lo que en el país del cedro, al mismo tiempo que la guerra civil, se libró una guerra entre las potencias regionales. En tercer lugar no se puede ocultar que también la inestabilidad doméstica, tanto en el aspecto económico como securitario340, también influyeron para relegar la cuestión del Golán a un segundo plan para el régimen en Damasco341. Formalmente, la Administración de Reagan rechazó los intentos israelíes de anexionar el Golán. Los Estados Unidos manifestaron su oposición a cualquier modificación unilateral de este estatuto que, además, contradecía las resoluciones de 242 y 338 del Consejo de Seguridad. El portavoz del Departamento de Estado Alan Romberg aseguró que la Casa Blanca no había sido informada previamente de la decisión del gobierno israelí de extender su jurisdicción al Golán342. En este punto, los norteamericanos quisieron demostrar que los

340 La crisis económica tras su intervención en Líbano en 1976 y el fin del la prosperidad siria; la lucha armada contra los fundamentalistas islámicos a fines de los setenta y a principios de los ochenta, que amenazó directamente al poder alawi en Siria; el deterioro en la salud del mismo al-Asad y la lucha contra su propio hermano Rifaat, quien aspiraba a llegar al poder en Siria. 341 Cabe destacar que la importancia de recuperar los Altos del Golán en la agenda política de al-Asad fue reducida tras la guerra de Octubre de 1973, la guerra del Desgaste de 1974 y la salida de al-Saadat del conflicto en 1978, que dejó a Siria en soledad frente a Israel. En la mitad de la década de los setenta, al-Asad usó la cuestión del Golán como una herramienta para mejorar sus relaciones con los Estados Unidos, sobre todo cuando al-Asad canceló las medidas militares para recuperarlos. MA´OZ, M.: Golan, Between War and Peace, Jerusalem, 1999, pp. 49-51. 342 CATELLA, 1982, pp. 127-129.

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Estados Unidos era un país neutral en el conflicto árabe-israelí y que eran capaces de jugar el papel de mediador en las negociaciones de paz entre ambas partes343. Por consiguiente, la Administración de Reagan votó a favor de la resolución 479 del Consejo de Seguridad aprobada el 17 de diciembre de 1981, que negaba cualquier tipo de validez a la decisión de la Knesset israelí y declaraba su ilegalidad344. El desacuerdo norteamericano en torno a la anexión israelí de los Altos de Golán llevó a la Administración de Reagan a suspender la aplicación del memorando de entendimiento estratégico norteamericano-israelí y también a la congelación de la venta de armas a Israel por más de 300 millones de dólares345. Cabe señalar que la postura norteamericana ante la extensión de la jurisdicción israelí sobre el Golán complicó el camino de Begin y Sharon para atacar a Siria en el caso de que al-Asad hiciera una provocación a Israel tras la aprobación de la nueva ley sobre los Altos del Golán. Ante esta eventualidad, al-Asad decidió limitarse al ámbito diplomático, pues este era conciente del gran peligro de un enfrentamiento con Israel en aquel momento. De hecho, el régimen sirio intensificó las medidas para controlar las actividades militares de la resistencia palestina en Líbano contra el norte de Israel. A pesar de que al-Asad conocía la inutilidad de las resoluciones internacionales ante Israel en cuanto al conflicto árabe-israelí, el voto norteamericano en contra de la medida israelí fue interpretado de manera positiva por el régimen sirio, ya que la Administración de Reagan reconocía expresamente que los Altos del Golán eran un territorio ocupado que pertenecía a Siria346. No obstante, la postura de Washington no puso en entredicho la continuación de las relaciones estratégicas norteamericano-israelíes y tampoco inició ningún dialogo entre Washington y Damasco347, dado que la alianza de Siria con los soviéticos, en 343

Frente a la opinión pública mundial, la administración norteamericana quiso demostrar su rechazo a la anexión israelí del Golán, aunque todo el mundo sabía que los Estados Unidos apoyaba sin reservas las agresiones israelíes contra sus vecinos y protegía a Israel contra cualquier tipo de sanciones internacionales, Ibíd., p. 60-61. 344 Véase el texto de la resolución 497 en Qararat al-umam al-mutahida bishan filastin wa al-sira al-arabi-alisraeli (Las Resoluciones de las Naciones Unidas sobre Palestina y el conflicto árabe-israelí), Musaset al-Dirasat al-Filastinia, Beirut, 1993, p. 294; SEALE, 1993, p. 372-373. 345 MUSLIH, M.: The Golan: the Road to Occupation, Institute for Palestine Studies, Washington, D.C, 1999, p. 57; COBBAN, 1991, p. 83-84; NOVIK, 1985, p. 86-87. 346 CATELLA, 1982, p. 124. 347 El caso de la venta de aviones AWACS a Arabia Saudí reflejó el creciente poder de Israel en la política exterior norteamericana. A pesar de que Arabia Saudí era el principal aliado árabe de los Estados Unidos, Israel pudo impedir la venta de aviones AWACS a Riad. DEPARTAMENT OF STATE.: American Foreign Policy: Current Documents 1981, Washington, D. C., 1984, p. 772-773.

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particular tras la firma del Acuerdo de Cooperación y Amistad de 1980 entre Damasco y Moscú, era un obstáculo infranqueable a la hora de acercar las posiciones entre ambos países.

3.3.2. Siria ante el Plan Reagan La postura positiva de la Administración de Reagan ante la anexión israelí de los Altos del Golán no evitó que al-Asad demostrase su descontento y desconfianza hacia los norteamericanos, sobre todo tras el respaldo de Washington a la invasión israelí de Líbano en junio de 1982. Por varias razonas, el presidente sirio interpretó que la operación Paz para Galilea había contado con la cobertura norteamericana. En primer lugar, el secretario de Estado Alexander Haig dio claras muestras de respaldar la invasión israelí de Líbano y de dar por finiquitado el Acuerdo de las Líneas Rojas vigente desde 1976. En segundo lugar, al-Asad aceptó un alto el fuego tras los duros golpes que recibió el Ejército sirio en Líbano, pero dicho alto el fuego establecido el 11 de junio con la mediación norteamericana no fue respetado por las Fuerzas de Defensa Israelíes, que avanzaron hacia Beirut donde bombardearon las posiciones palestinas y sirias. En tercer lugar, Haig consideró la invasión israelí sobre Líbano como una oportunidad para eliminar la influencia siria en Líbano y soviética sobre Oriente Medio, lo que redundaría en interés de los Estados Unidos en la Guerra Fría. En cuarto lugar, el apoyo de la Administración de Reagan a Bashir Gemayel para ocupar la presidencia libanesa también significó un serio contratiempo para los planes de al-Asad que consideraba que el líder maronita era una marioneta que los israelíes manejaban a su conveniencia348. En quinto lugar, a pesar de la hostilidad manifiesta entre al-Asad y Arafat, la posición siria quedó debilitada tras la salida de la resistencia palestina de Beirut, que contó con la luz verde de la Administración de Reagan y dejó a la ciudad bajo control maronita349.

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SEALE, 1989, p. 395. A pesar de que los funcionarios norteamericanos, incluyendo el presidente Reagan, estaban disgustados por su conducta durante la guerra, no intentaron castigar a Israel por sus acciones. De hecho en lugar de sancionar a Israel por invadir a su vecino, el Congreso votó por concederle 250 millones de dólares adicionales en asistencia militar en diciembre de 1982 por encima de las fuertes objeciones del presidente Reagan y su nuevo secretario de Estado George Shultz. Esto demuestra la influencia de Israel en el Congreso. Para ver más véase. SHULTZ, G. P.: Turmoil and Triumph: My Years as Secretary of State, Scribner, Nueva York, 1993, p. 112; MEARSHEIMER y WALT, 2007, pp. 83-85. 349

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Las matanzas en los campamentos de de Sabra y Shatila detonaron un enfrentamiento dentro de la propia Administración de Reagan que se saldó con la dimisión de Alexander Haig350. Desde el inicio de la crisis libanesa, Reagan reparó en que las posiciones de su secretario de Estado apenas se distinguían de las de Israel y percibió la necesidad de que su vicepresidente, George Bush, marcase ciertas diferencias con respecto a Tel Aviv351. El hecho de que Alexander Haig fuera reemplazado en el Departamento de Estado por George Shultz, que había mantenido estrechas relaciones con el mundo árabe, implicó un duro golpe para los intereses israelíes352. Además, Israel tuvo que hacer frente a una oleada de críticas tanto en los ámbitos interno, regional e internacional. A nivel interno, el comportamiento del Ejército israelí en Líbano, sobre todo después de las masacres de Sabra y Shatila, agudizó las críticas de parte de la clase política y de la opinión publica hacia el Gobierno de Begin. Por primera vez, Israel no combatía por defender su existencia sino por extender su influencia en los países de la región. A nivel regional, la invasión deterioró las relaciones israelí-egipcias, pues entre 1982 a 1986 ambos países mantuvieron una paz fría en la que Egipto retiró a su embajador en Tel Aviv y redujo los contactos bilaterales al mínimo. A nivel internacional, la comunidad internacional no dejó de presionar a Israel para retirarse y se mostró extremadamente crítico con la actitud israelí ante las masacres de refugiados palestinos, lo que obligó a abrir una investigación interna: la Comisión Kahane. Dicha investigación consideró probada la responsabilidad indirecta del ministro de Defensa Ariel Sharon y del Jefe del Estado Mayor Rafael Eitan en las masacres353. Así las cosas parecía que había llegado el momento para que la Administración de Reagan mostrase una posición más equilibrada que no sólo tuviera en cuenta los intereses de Israel, sino también de sus aliados árabes, entre ellos Arabia Saudí que había destacado la necesidad de retomar el proceso de paz mediante el planteamiento del Plan Fahd en 1981. Debe tenerse en cuenta que era la primera vez que Israel llegaba tan lejos y se atrevía a

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REAGAN, 1990, p. 424-425; SPIEGEL, 1985, p. 416. HAIG, A. M.: Inner Circles: How America Changed the World: a Memoir, Warner Books, New York, 1992, pp. 546-548. 352 HAIG, 1984, p 350. 353 ÁLVAREZ-OSSORIO, 1999, pp. 200-202; GAFAL, M.: Israil fi dil hukuma Beguin al-zaniya (Israel durante el segundo Gobierno de Begin), al-dirasat al-siyasiya al-istratiyiya, Beirut, 1983. pp. 70-86. Para ver más sobre los efectos domésticos de la guerra de Líbano en Israel veáse FELDMAN, S. and RECHNITZ-KIJNER, H.: Deception, Consensus, and War: Israel in Lebanon, Tel Aviv University; Distributed in the US by Westview Press, Boulder, 1984. p. 25. 351

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sitiar, bombardear y ocupar una capital árabe, lo que alejó a los tradicionales aliados árabes de los Estados Unidos de la Administración de Reagan. La llegada de Shultz como secretario de Estado se dio en los momentos más delicados que atravesaba el conflicto árabe-israelí, pues la inmovilidad de la comunidad internacional y de los gobiernos árabes ante la agresión israelí provocó la indignación generalizada de la calle árabe354. Tras la guerra en Líbano, la comunidad internacional y en particular los países árabes esperaban que la Administración de Reagan presentara una iniciativa de paz para resolver el conflicto árabe-israelí. Desde el acceso a la presidencia de Ronald Reagan, la situación en Oriente Medio había registrado un progresivo deterioro. Al estallido de la guerra iraquí-iraní en septiembre de 1980 había seguido el bombardeo israelí de la central nuclear de Tammuz en Irak en junio de 1981, el asesinato del presidente egipcio Anuar al-Saadat y, por último, la Operación Paz en Galilea en el mes de junio con el asedio de Beirut. Todas estas transformaciones exigían una respuesta norteamericana y un replanteamiento de la política exterior hacia Oriente Medio que había dejado demasiado margen de maniobra a Israel. Por esta razón, Reagan y Shultz coincidieron en la necesidad de presentar una nueva iniciativa de paz para tratar de relanzar las negociaciones árabe-israelíes, impulsando esta vez el vector jordano-israelí. Dicha iniciativa tendría como base el Acuerdo de Camp David pero introduciría algunas reformas, sobre todo en lo que se refería a la autonomía de los Territorios Ocupados355. En un contexto complejo marcado por la salida de la OLP y de las fuerzas sirias de Beirut, el presidente Reagan presentó su plan de paz el 1 de septiembre de 1982. Este plan de paz descartaba tanto la creación de un Estado Palestino como su anexión por Israel y se mostraba partidario del establecimiento de un autogobierno para los palestinos sobre los Territorios Ocupados –a excepción de Jerusalén Este- que contara con la colaboración jordana356. Con su plan de paz Reagan pretendía en primer lugar apaciguar la situación en Oriente Medio tras la guerra en Líbano, sobre todo por las críticas que surgieron desde los aliados árabes moderados ante la posición pro-israelí de los Estados Unidos durante la invasión israelí de Líbano. En segundo lugar, el presidente Reagan quería retomar la 354 Según el escritor Rashid Khalidi la inutilidad y la división en la postura árabe durante la invasión ayudó a Israel a realizar sus objetivos de echar a la OLP fuera de Líbano. Véase KHALIDI, R.: Under Siege: P.L.O. Decisionmaking During the 1982 War, Columbia University Press, New York, 1986. pp. 147-153. 355 SHLAIM, 2008, p. 422. 356 SHLAIM, 2003, p. 510-511.

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diplomacia norteamericana en la región para asegurar que existía una política medioriental independiente de la israelí en cuanto a la solución del conflicto árabe-israelí. En tercer lugar, Reagan quería transmitir dos mensajes a los árabes: el primero era el rechazo norteamericano a la reivindicación israelí de controlar permanentemente los Territorios Ocupados y el segundo que Israel no estaba autorizado a llevar a la práctica su proyecto del Gran Israel357. Así pues, el mayor objetivo del Plan Reagan era por un lado renovar la pax americana, sobre todo con Jordania tras varios años de congelación y por otro lado, seguir debilitando a los árabes radicales en el conflicto, es decir a Siria y la OLP, situados en la órbita soviética. No por casualidad, el Plan Reagan, que reflejaba la estrategia norteamericana en Oriente Medio tras la guerra en Líbano, no abordó en ningún sentido la cuestión del Golán ni las negociaciones de paz entre Israel y Siria. Daba la impresión que la Administración de Reagan estaba interesada en dar el segundo paso de la pax americana fomentando un acuerdo jordano-israelí con el objetivo de que ambos países sellaran la paz y alcanzaran un acuerdo en torno a la autonomía palestina, como primer paso para la creación de una futura federación formada por las dos riberas del Jordán: Cisjordania y Jordania. Esta propuesta ignoraba, una vez más, las demandas sirias en torno a la necesidad de alcanzar una paz global y de una negociación entre Israel y todos los países árabes. Al mismo tiempo acentuaba el aislamiento regional de Siria, puesto que si Bashir Gemayel alcanzaba la presidencia entonces la paz israelo-libanesa sería una prioridad para el Gobierno de Begin. El hecho de que la Administración de Reagan continuase marginando a Siria en las conversaciones de paz y aislándola regionalmente, llevó a al-Asad a concluir que los norteamericanos no tenían una política independiente capaz de resolver el conflicto, sino que se limitaban a defender las posiciones israelíes perjudicando la posición siria en la región358. Por consiguiente, durante los últimos meses de 1982 la posición política y militar de alAsad atravesaba sus peores momentos por varias razones. En primer lugar, la derrota militar del ejército sirio en Líbano ante Israel obligó a las fuerzas sirias a replegarse de buena parte del país. En segundo lugar, la llegada de Bashir Gemayel a la presidencia de 357

HAASS, R. N.: Conflicts Unending: the United States and Regional Disputes, Yale University Press, New Haven, 1990, p. 32. 358 Véase la entrevista con al-Asad en Washington Times, 13 de noviembre de 1982.

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Líbano iba en contra de sus intereses, tal y como se demostró cuando el líder maronita exigió la incondicional retirada siria de Líbano. En tercer lugar, los árabes abandonaron a al-Asad, retirando su apoyo militar y financiero a Siria en su último enfrentamiento con Israel. Las relaciones sirio-árabes ya se habían degradado tras la alianza entre Damasco y Teherán durante la guerra del Golfo. En cuarto lugar, el limitado apoyo de la Unión Soviética a Siria durante la crisis libanesa evidenció que el respaldo de Moscú no había servido para crear una paridad estratégica entre sirios e israelíes, lo que constató el fracaso del Tratado de Amistad y Cooperación entre Damasco y Moscú firmado en 1980. En quiento lugar, la Administración de Reagan demostró claramente su voluntad de golpear a Siria militarmente, mediante la operación Paz en Galilea, y diplomáticamente, mediante su marginación en el Plan Reagan359. Así pues, la invasión israelí de Líbano colocó a al-Asad en el momento más amargo de su presidencia, pues la inestabilidad político-económica a nivel interno se juntó con la derrota militar ante Israel y el aislamiento regional. El Plan Reagan no fue la única iniciativa diplomática para relanzar el proceso de paz. También la comunidad árabe lanzó una iniciativa árabe de paz conocida como el Plan Fez por haber sido aprobado en la Cumbre Árabe de Fez el 6 de septiembre de 1982. En línas generales, dicho plaz se basaba en el Plan Fahd de un año antes y pretendía poner fin al conflicto árabe-israelí por medio de la máxima “territorios por paz”, según la cual Israel se retiraría de los territorios árabes ocupados desde 1967 y, a cambio, los países árabes reconocerían a Israel y normalizarían sus relaciones. Siria decidió respaldar dicho plan con la intención de romper su aislamiento regional y aproximarse a los países árabes del Golfo, liderados por Arabia Saudí, aliados de Irak en la guerra del Golfo contra Irán360. Además, Siria quería tender puentes a los países árabes aliados de los Estados Unidos, con el objeto de hacer frente a un contexto extremadamente hostil. En tercer lugar, al-Asad quería cortarle el camino al rey Husayn para que no entrase en negociaciones de paz con Israel361, pues al-Asad consideró que una postura árabe unida sobre un plan de paz impediría que Jordania entrara en negociaciones para firmar un acuerdo de paz bilateral como el Acuerdo de Camp David entre Egipto e Israel. Dicho de otra manera, al-Asad se vio obligado a presentar algunas concesiones en cuanto a su posición tradicional para tratar de proteger su influencia regional. 359 Mientras que Jordania y los palestinos del interior fueron los principales receptores del Plan Reagan, Siria y la OLP fueron los grandes marginados del dicho iniciativa, véase MA´OZ, 1995, p. 176; SEALE, 1989, pp. 400-402. 360 SUNAYAMA, 2007, p. 141. 361 SHULTZ, 1993, p. 433.

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Al mismo tiempo, al-Asad presionó a la OLP para que no aceptara el Plan Reagan ni autorizara al rey Husayn de Jordania a negociar un autogobierno para los Territorios Ocupados. Según el secretario de Estado Shultz, la guerra de Líbano debilitó la influencia de la OLP en el conflicto árabe-israelí y esto le otorgaba a Jordania una oportunidad de oro para influir en el proceso de paz. Mientras que los árabes demostraron una postura fría ante el Plan Reagan los israelíes lo rechazaron por completo, lo que llevó a Shultz a concentrar todos sus esfuerzos diplomáticos en tratar de apaciguar la situación en Líbano tras la invasión israelí y la salida de la OLP de Beirut.

3.3.3. Acuerdos y desacuerdos entre Damasco y Moscú Como hemos señalado anteriormente, la guerra de Líbano y la débil postura soviética ante el ataque israelí sobre el ejército sirio generó muchas interrogantes sobre las relaciones sirio-soviéticas y, en particular, sobre la efectividad del Tratado de Amistad y Cooperación firmado entre ambos países en 1980 ¿Por qué los soviéticos no intervinieron ante los Estados Unidos para salvar al Ejército sirio? ¿Por qué la capacidad de las armas soviéticas fue limitada frente a las armas israelíes? ¿Cual era el verdadero valor del Tratado de Amistad y Cooperación entre ambos países? ¿Realmente Siria era el principal aliado soviético en Oriente Medio? No cabe duda que los acontecimientos de Líbano demostraron que las relaciones entre Damasco y Moscú no atravesaban su mejor momento y que el Kremlin no había superado su desconfianza hacia Siria por haber intervenido en 1976 contra los aliados soviéticos y en coordinación con los Estados Unidos. Por su parte, el presidente Hafez al-Asad no estaba satisfecho con la postura retraída de los soviéticos durante la invasión israelí, pues la actitud de los soviéticos no llegó al nivel que cabía imaginar de un aliado estratégico. No obstante, al-Asad no remplanteó sus relaciones con los soviéticos, pues en aquel momento constituían la única fuente de armamento para Siria. Mientras que los sirios cuestionaban la verdadera capacidad militar de las armas soviéticas frente a Israel, los soviéticos culpaban a los sirios de su falta de experiencia en el manejo de dichas armas362.

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Durante la guerra en Líbano el jefe de Estado Mayor soviético, el general Nikolai Ogarkov, manifestó su preocupación ante la rápida derrota de los misiles soviéticos SAM por las fuerzas israelíes. Dentro del

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La invasión israelí de Líbano en 1982 demostró que los soviéticos y sirios en la realidad no llegaron a desarrollar sus relaciones hasta el nivel de socios estratégicos, al contrario de lo que ocurrió con Israel y los Estados Unidos. Un ejemplo fue la ayuda limitada de la parte soviética a Siria durante la guerra, pues el presidente Brezhnev no quiso que la apertura de un puente aéreo intensficar el conflicto entre las superpotencias, sobre todo cuando los mismos soviéticos estaban envueltos en una situación delicada tanto en Polonia como Afganistán363. Tras la invasión israelí de Líbano, Siria y la Unión Soviética interpretaron que había que fortalecer sus relaciones por varios factores. En primer lugar, debido a la derrota militar en Líbano al-Asad se vio obligado a renovar su armamento para fortalecer a las tropas desplegadas en Líbano para poder conservar cierta influencia sobre el país del cedro. En segundo lugar, los soviéticos querían restaurar la confianza en la capacidad de su armamento364 y, al mismo tiempo, mejorar su credibilidad en el mundo árabe después de abandonar a sus aliados en Líbano. En tercer lugar, los soviéticos estaban convencidos de que la Administración de Reagan, tras la victoria de su aliado israelí, quería aprovechar de la nueva situación en Líbano para expulsar a los soviéticos de Oriente Medio, sobre todo después de que el presidente Reagan anunciase, en agosto de 1982, el envío de marines a Beirut como parte de las Fuerzas Internacionales. De esta forma, al-Asad estaba interesado en que los soviéticos siguieran contemplando a Oriente Medio dentro del contexto de la Guerra Fría, pues dicha perspectiva beneficiaría a Damasco. Un acontecimiento favoreció esta intensificación de las relaciones bilaterales. La muerte del presidente Brezhnev en noviembre de 1982 puso fin a las frialdad en las relaciones frías entre al-Asad y el Kremlin. Como hemos señalado anteriormente, Brezhnev anteponía el uso de la diplomacia a la guerra, por lo que no respaldó las peticiones de armamento sirias durante la ofensiva israelí en Líbano. Durante el mandato de Brezhnev, Moscú no estaba interesado en abrir otra fuente de enfrentamiento con los norteamericanos. Por esta razón, el envío limitado de armamento soviético a la zona y la vía diplomática para resolver el

contexto de la Guerra Fría esto implicaba una clara derrota militar soviética a favor de los norteamericanos, COBBAN, 1991, p. 51; ZIYADE, 2005, p. 192. 363 FREEDMAN, 1991a, p. 136. 364 MA´OZ, 1986, p. 175.

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conflicto árabe-israelí estarían entre los factores que contribuirían a la estabilización de la situación365. Tras la llegada de Yuri Andropov, las relaciones sirio-soviéticas atravesaron el periodo de mejor plenitud, sobre todo en cuanto al aumento del envío de armamentos soviéticos a Siria. Cabe señalar que el nuevo presidente soviético estaba convencido de la importancia de armar a Siria ante la superioridad militar israelí en la zona. A pesar de que algunos miembros de su gobierno se oponían a la política de volver a armar al ejército sirio, Andropov declaró en su reunión con al-Asad durante el funeral de Brezhnev “que no permitiría que ninguna fuerza del mundo amenazara a Siria”366. Andropov cumplió con su compromiso de rearmar al Ejército sirio. Siria empezó a ver pronto los frutos de dicha mejora de relacciones cuando llegaron nuevos cargamentos de armamentos al territorio sirio, entre ellos misiles tierra-tierra SS21, aún más potentes que los misiles Scud y proyectiles de lejos SSCI para que Siria protegiera sus costas. También los soviéticos enviaron varios aparatos modernos para la fuerza aérea siria, como los misiles tierra-aire SAM10. Cabe destacar que lo más importante en este envío de armamento soviético se dio cuando Siria recibió los misiles tierra-aire SAM-5 en enero de 1983, los cuales nunca antes se habían desplegado en países no integrantes del Pacto Varsovia. La llegada SAM-5 a Siria aumentó las preocupaciones de los norteamericanos e israelíes, pues esos aparatos necesitaban de muchos expertos soviéticos para manejarlos. Si Israel pretendía destruir dichos aparatos era posible que causara víctimas entre los asesores militares soviéticos, lo que provocaría un enfrentamiento entre Washington y Moscú367. También llegaron centenares de aviones MIG-23 y MIG-27 y 800 tanques T-72368. El aumento del armamento soviético a Siria fue acompañado de la llegada de expertos militares soviéticos al país, pasando de los 2.500 asesores de 1982 a más de 4.000 en 1984369.

365 Para ver más sobre la postura de Brezhnev en las crisis de Oriente Medio a principios de los ochenta, véase FREEDMAN, 1991ª, p. 105. 366 SEALE, 1989, p. 398. 367 El envío soviético de los misiles SAM-5 a Siria fue el primero en la zona de Oriente Medio, lo que aumentó los temores de los israelíes pues dichos misiles podían alcanzar objetivos situados a 300 kilómetros de distancia. AZAM, M.: “SAM-5 wa al-tawazun al-yawi al-suri al-israeli” (“Los SAM-5 y la paridad aérea siria-israelí”), Al-fikr al-istratiyi al-`arabi, año 2, nº 7, 1983, pp. 400-402. 368 COBBAN, 1991, pp. 52-55; EISENSTADT, 1992, pp. 30-32. 369 La presencia soviética para controlar dichos aparatos no agradaba a al-Asad, pero al mismo tiempo era una condición de Moscú para enviar dicho armamento sofisticado al país árabe. SEALE, 1989, p. 400.

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La intesificación de la relación siria-soviética no se dio solo en los asuntos militares sino también diplomáticos, pues el presidente Andropov exigió el derecho de Siria a los Altos del Golán ocupados, declarando que en el caso de la guerra la Unión Soviética protegería a Siria. El gran apoyo soviético a al-Asad en aquella época hizo que Siria afrontase con mayor entereza las amenazas israelíes. Durante la primavera de 1983, cuando Israel amenazó a Siria por instalar los misiles de SAM-5, los sirios respondieron que estaban dispuestos a iniciar una guerra si necesario para proteger a sus intereses en Líbano. Cabe destacar que el ministro de Defensa soviético Andrei Gromyko avisó al ministro de Defensa norteamericano Caspar Weinberger que cualquier ataque israelí sobre las fuerzas sirias en Líbano comprometería la seguridad de la zona. Tal como se ha señalado anteriormente, los soviéticos no solamente apoyaron a sus aliados en la zona militarmente sino también diplomáticamente. El 15 de septiembre de 1982, tan sólo dos semanas después de que el presidente Ronald Reagan presentara su plan de paz en Oriente Medio, se hizo público el Plan Brezhnev370. Este plan soviético pretendía responder al Plan Reagan y reforzar los planteamientos sirios en torno a la necesidad de alcanzar una paz global en Oriente Medio que pusiese fin de manear definitiva al conflicto árabe-israelí mediante la retirada israelí de todos los territorios árabes que ocupaba desde 1967, incluido el Golán, y la creación de un Estado palestino soberano e independiente. Con tal iniciativa, la Unión Soviética pretendía dar respaldo a la posición siria, pero también impedir que se firmaran nuevas paces por separado dentro del esquema de la pax americana. No debemos pasar por alto que también la Unión Soviética pretendía, a través de su apoyo a Siria, ganar capacidad de influencia sobre sus decisiones regionales para evitar que Hafez al-Asad siguiese una estrategia regional contraria a los intereses de Moscú. En este sentido debe recordarse que al-Asad siempre trató de evitar dicha influencia soviética, pero al mismo tiempo no tuvo otra alternativa que aceptarla para protegerse ante Israel y recuperar la influencia perdida en Líbano. De esta forma, al-Asad fue obligado a comprometer parte de su libertad de acción en cuanto a la situación de la región a cambio de que los soviéticos le dieran protección ante Israel y los Estados Unidos. Por consiguiente, durante el periodo

370 Tras la iniciativa norteamericana de paz en septiembre de 1982, los soviéticos no tardaron en utilizar a sus aliados dentro de la OLP para evitar cualquier acercamiento entre la OLP y Jordania. En abril de 1983, después de varios meses de conversaciones con la OLP, el rey Husayn fracasó en convencer a la OLP de la necesidad de plantear una postura unida en cuanto al Plan Reagan. El 10 de abril el monarca declaró que Jordania no podía aceptar el Plan Reagan sin la aprobación de las otras partes árabes implicadas en el conflicto. QUANDT, 1993, pp. 464-466; SPIEGEL, 1985, p. 423.

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de Yuri Andropov y Konstantin Chernenko, los soviéticos ganaron capacidad de influencia sobre las decisiones sirias. Así pues los sirios y los soviéticos coincidían en la necesidad de preservar sus intereses mutuos tras de la invasión israelí a Líbano. En primer lugar, ambos querían impedir que Israel y los Estados Unidos alcanzaran sus objetivos tras la guerra de Líbano. En segundo lugar, querían restaurar la influencia siria en Líbano a través del apoyo a los aliados sirios en Líbano contra los maronitas aliados de Israel y los Estados Unidos. En tercer lugar, ambas partes querían impedir un acuerdo de paz entre Líbano e Israel bajo la mediación estadounidense, ya que para los sirios y soviéticos dicho acuerdo significaría el fortalecimiento de la influencia israelí-norteamericana en la zona. Se puede concluir que, una vez más, el presidente al-Asad supo manejar un contexto sumamente adverso para explotar las tensiones de la Guerra Fría a favor de su régimen. De la misma manera en que al-Asad usó el conflicto árabe-israelí y la cuestión palestina para fortalecer su posición en la zona, no dudó en beneficiarse del enfrentamiento entre las superpotencias para proteger su influencia a nivel regional. Con la asistencia militar, económica y diplomática soviética durante la primera mitad de los ochenta, Siria se convirtió en uno de los paises de la región a jugar un papel principal en la estabilidad en la zona. Por esta razón y a pesar del empeoramiento de las relaciones entre Washington y Damasco, la Administración de Reagan apreció que Siria tenía un papel relevante en la zona.

3.3.4. La alianza siria con la comunidad chiíta libanesa Como hemos tenido la oportunidad de señalar en varias ocasiones, la situación interna de al-Asad era muy delicada en septiembre de 1982 debido a la inestabilidad interna provocada por la insurrección islamista y los efectos negativos que había tenido sobre la economía del país. A esta situación interna había que sumar varios factores que desestabilizaban la situación regional, entre ellos la intervención israelí en Líbano y la salida del ejército sirio de la capital Beirut, así comom las relaciones tensas con algunos países árabes en la zona como por ejemplo Egipto, Irak, Jordania y la OLP. Además habría que añadirse, para completar el cuadro, la compleja relación entre Washgington y Damasco, que se había deteriorado de

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manera notable desde la llegada de Ronald Reagan a la presidencia. Todos estos factores exponían al peligro las aspiraciones regionales sirias, sobre todo tras la llegada de Bashir Gemayel a la presidencia de Líbano el 23 de agosto de 1982. El asesinato de Bashir Gemayel el 14 de septiembre de 1982 permitió a al-Asad retomar posiciones en Líbano pues como hemos señalado anteriormente Siria libraba sus batallas contra Israel en el territorio libanés. Además, el presidente sirio interpretó que su apoyo a las resistencias libanesa y palestina contra la ocupación israelí en Líbano podría permitirle recuperar el terreno perdido sin sufrir un desgaste militar al evitar un nuevo enfrentamiento directo con Israel. La intervención siria en Líbano había tenido un elevado coste y al-Asad no estaba dispuesto a permitir que Líbano, considerado como parte del Bilad al-Sham, quedase bajo la influencia de Israel, su mayor rival en la región371. La salida de las tropas israelíes de Beirut y su despliegue en el sur de Líbano fue recibida con entusiasmo por Damasco, ya que le permitiría ganar influencia en algunas partes del país donde previamente las había perdido. Esta retirada tenía dos explicaciones. En primer lugar las tropas israelíes habían sufrido numerosos daños como resultado de los ataques de los guerrilleros palestinos palestinos y libaneses. En segundo lugar, las masacres de Sabra y Shatila por los maronitas ante la pasividad de las fuerzas israelíes crearon una fuerte presión de la comunidad internacional para poner fin a la presencia israelí en la capital árabe. El secretario de Estado George Shultz perdió la esperanza de impulsar una solución del conflicto árabe-israelí de acuerdo con los intereses con norteamericanos, sobre todo después del rechazo israelí del Plan Reagan y la fría acogida por parte de los países árabes aliados de los propios Estados Unidos. Cabe destacar que el aumento de la inestabilidad en Líbano tras los numerosos atentados de la resistencia libanesa contra los israelíes y los marines norteamericanos obligó a Shultz a enfocar su diplomacia en apaciguar la situación libanesa372. Como hemos señalado anteriormente, la designación de Shultz como secretario de Estado en sustitución de Haig fue contemplada con desconcierto en Israel, temiéndose un giro en 371

Tras la invasión israelí, el presidente libanés Gemayel y el primer ministro israelí Begin acordaron seguir luchando contra las fuerzas de la OLP en otras partes en Líbano y, por supuesto, hacer lo máximo posible para echar a las fuerzas sirias fuera de Líbano. 372 Tras las masacres de Sabra y Shatila, la Administración de Reagan decidió enviar sus marines como parte de las fuerzas internacionales a Líbano para garantizar la seguridad en dicho país.

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la política exterior americana y la asunción de una posición más equilibrada en el conflicto árabe-israelí. No hubo que esperar demasiado tiempo para vez cómo estos temores quedaban disipados, ya que en la primavera de 1983 la situación cambió de manera drástica373. El atentado contra la embajada norteamericana en Beirut el 18 de abril de 1983 provocó que la Administración de Reagan dirigiera todas sus críticas a Siria, a la que acusó de apoyar a las milicias chiíes de Hezbola, aliadas de Irán. Dicho atentado ocasionó la muerte de 63 personas, siete de las cuales eran agentes de la CIA (entre ellos su máximo especialista en Oriente Medio, Robert Ames)374. La tajante oposición siria al nuevo statu quo imperante en Líbano obligó a los Estados Unidos y a Israel a revisar su posición, sobre todo en lo que respectaba a la posibilidad de impulsar un acuerdo de paz entre Israel y Líbano en un breve lapso de tiempo. En los últimos días del mes de abril de 1983, Shultz intervino activamente en las negociaciones entre los israelíes y libaneses para poder llegar a un acuerdo de paz, pero dicho acuerdo era inviable mientras el Ejército sirio se mantuviera desplegado en Líbano, sobre todo tras el fortalecimiento de la alianza entre al-Asad y los libaneses chiíes contra la ocupación israelí y las fuerzas internacionales, bendecida por el Irán de los ayatolás. Con el respaldo de Arabia Saudí, Shultz pudo promover su proyecto y alcanzar un principio de acuerdo entre el presidente Amin Gemayel y los israelíes. Uno de los objetivos del acuerdo libanés-israelí del 17 de mayo de 1983 era impulsar la retirada de todas las fuerzas extranjeras de Líbano, incluidos los sirios375. Aunque no se trataba formalmente de un acuerdo de paz, puesto que no exigía el establecimiento de relaciones diplomáticas entre ambos países, el acuerdo israelo-libanés puso fin al estado de guerra y reconoció la frontera internacional376. Desde un primer momento, Shultz reparó en que la presencia siria en Líbano sería el principal obstáculo para la realización del acuerdo. 373

Los israelíes usaron a sus aliados en los Estados Unidos para presionar al nuevo secretario de Estado. De esta manera, Shultz se convenció de la necesidad de trabajar cuidadosamente con los israelíes si quería tener controladas las acciones del Congreso y mantener el apoyo del mismo sobre su política en Oriente Medio. MEARSHEIMER y WALT, 2007, p. 85. 374 WEINER, T.: Legacy of Ashes: the History of the Central Intelligence Agency, New York: Doubleday, 2007, p. 391392. 375 En una reunión de los embajadores estadounidenses de Oriente Medio celebrada en El Cairo en abril de 1983 el embajador norteamericano en Siria Robert Paganelli advirtió a Shultz que la marginación de al-Asad en los asuntos libaneses intensficaría el rechazo sirio a cualquier iniciativa de paz promovida por los Estados Unidos. Shultz ignoró la opinión de Paganelli de dialogar con Siria, pues pretendía ante todo frenar su influencia en Líbano aprovechando la delicada situación de al-Asad después de su última derrota militar por Israel. SEALE, 1989, p. 407. 376 Para ver más sobre la mediación de Shultz para alcanzar el acuerdo de paz israelí-libanés véase SHULTZ, 1993, pp. 204-218.

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En realidad, el responsable del Departamento de Estado no se equivocaba, puesto que Hafez al-Asad consideró que dicho acuerdo suponía un ataque sin precedentes, dado que colocaba a Líbano bajo la órbita de influencia israelí, con lo cual aislaba aún más a Siria. Tras el fracaso del Plan Reagan, los Estados Unidos no sólo habían apostado claramente por un acuerdo israelo-libanés sino que además habían coordinado su política en la región con algunos regímenes árabes aliados, entre ellos Arabia Saudí, que habían coincidido en la necesidad de frenar a toda costa la influencia siria sobre la escena libanesa. Ante este nuevo contratiempo, al-Asad encontró en su alianza con los chiíes libaneses una de las mejores estrategias para defender su influencia en dicho país377. La respuesta de al-Asad a la mediación norteamericana en el acuerdo israelo-libanés fue implacable. Debe tenerse en cuenta que Siria había sido capaz de retomar sus posiciones en Líbano debido a una serie de factores. En primer lugar, la renovación de la influencia siria sobre algunas milicias libanesas, dado que el respaldo de la Administración de Reagan a las fuerzas de Gemayel en sus batallas contra los drusos y chiíes despertó la inquietud de una parte considerable de la población libanesa ante la finalidad de la presencia de los marines norteamericanos en Líbano. En segundo lugar, la mejoría de las relaciones sirio-soviéticas tras la llegada de Yuri Andropov al Kremlin, que se saldó con el aumento de los envíos de armamento al Ejército sirio. Todo esto hizo que al-Asad, unido a su sensación de creciente aislamiento y a la idea de que estaba librando una lucha a vida o muerte con Israel, le llevó a asumir una posición más inflexible en torno al rechazo a la influencia israelí en Líbano o cualquier iniciativa de pax americana que no respetara los intereses regionales de Siria. Para convertir al acuerdo de mayo entre Israel y Líbano en papel mojado, al-Asad reconstruyó sus relaciones cono todos aquellos que se oponían al Gobierno de Amin Gemayel, entre ellos los drusos liderados por Walid Gumblat, los diferentes grupos palestinos y, sobre todo, las milicias armadas chiíes, en particular Hezbola, un actor emergente que estaba llamado a asumir cada vez un mayor peso en la escena libanesa. Esta nueva estrategia siria fue determinante para que Damasco pudiera recuperar parte del poder perdido frente a Israel.

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Para comprender más sobre el mayor papel de la comunidad chií en Líbano tras la invasión israelí y su lucha ante las fuerzas internacionales, véase SCHECHLA, J.: The Iron Fist: Israel's Occupation of South Lebanon, 1982-1985, American-Arab Anti-Discrimination Committee, Washington, D.C, 1985, pp. 52-55.

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Tras la invasión de 1982, la resistencia contra la ocupación israelí se convirtió en un objetivo común para una gran parte de las milicias armadas libanesas. Dicho objetivo favoreció a al-Asad en su lucha por la influencia en Líbano y evitó que el país quedase bajo influencia israelí. Cabe señalar que al-Asad tuvo un papel importante en la confirmación del Frente de Salvación Nacional que aunaba a los enemigos de las Falanges. Dicho frente tuvo como objetivo la lucha contra la ocupación israelí y la presencia de las tropas internacionales en los territorios libaneses. Así pues, tras varios meses de inestabilidad alAsad volvió a influir directamente en el territorio libanés con el objetivo de expander una pax siria sobre Líbano. ¿Como demostró al-Asad su rechazo a la política de la Administración de Reagan en Líbano? En primer lugar, al-Asad no aceptó reunirse con el enviado estadounidense Philip Habib impidiéndole entrar en territorio sirio. En segundo lugar, cuando Shultz visitó Damasco el 7 de mayo de 1983, al-Asad le lanzó duros reproches por la parcialidad de los Estados Unidos hacia Israel378. La visita de Shultz le dio la oportunidad a al-Asad a mostrar su rechazo a la política de los Estados Unidos en Líbano. Por su parte, el ministro de Asuntos Exteriores Abd al-Halim Jaddam mostró a Shultz el tajante rechazo sirio a un acuerdo israelo-libanés, asegurando que Siria no retiraría sus tropas de Líbano hasta que Israel retirara las suyas. Los sirios consideraban que el gobierno libanés no representaba al pueblo libanés en su conjunto y, por lo tanto, la mayoría de la sociedad libanesa era contraria a dicho acuerdo. A partir de mediados de 1983, el presidente al-Asad concentró sus esfuerzos en recuperar su influencia sobre Líbano y a través de su apoyo al Frente de Salvación Nacional, sobre todo cuando los israelíes se vieron obligados a retirarse de las montañas del Shouf en agosto de 1983379. Acabar con la influencia de su enemigo Arafat en Líbano también era uno de los objetivos de al-Asad en aquel momento. En junio de 1983, las tropas sirias expulsaron a Arafat de Trípoli y apoyaron la creación de un nuevo liderazgo palestino liderado por Abu Musa, el jefe de la brigada de Yarmuk y Ahmad Jibril, líder del Frente Popular para Liberación de Palestina-Comando General380. Por medio de su nueva política de diversificación de alianzas, al-Asad quiso lanzar un mensaje claro a la Administración de 378 Esta fue la primera reunión entre al-Asad y el secretario de Estado George Shultz. Para ver más sobre la postura de Shultz en cuanto a su primera visita a Damasco véase SHULTZ, 1993, p. 216-217. 379 FREEDMAN, R. O.: The Middle East Enters the Twenty-First Century, University Press of Florida, Gainesville, FL, 2002, p. 186-187; MA´OZ, 1986, p. 117. 380 RABINOVICH, 1984, p. 174-175.

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Reagan. Por un lado, Siria seguía jugando un papel importante para la estabilidad en la región y, por otro lado, cualquier acuerdo de paz bajo la mediación norteamericana entre Israel y los libaneses maronitas sin la aceptación de Siria sería un acuerdo muerto de antemano. Ante la nueva situación, la Administración de Reagan llegó a la conclusión de que Siria no podía ser marginado de los asuntos libaneses. En julio de 1983, George Shultz visitó nuevamente Damasco para tratar de convencer a Hafez al-Asad de que se retirase de Líbano y aceptase el acuerdo de éste con Israel, a lo que el presidente se negó. El nuevo enviado presidencial para Oriente Medio, Robert Mcfarlane visitó Damascco en el mes de agosto con los mismos objetivos y con idénticos resultados381. El avance de los aliados de al-Asad en las batallas contra los maronitas e israelíes fue un factor determinante para que al-Asad no presentara concesiones a los norteamericanos, sobre todos tras las declaraciones de los soviéticos de que defenderían a Siria contra cualquier amenaza externa. A pesar de que la tensión en las relaciones entre Damasco y Washington no se rebajó, lo cierto es que el presidente sirio optó por mantener siempre abierto un canal de comunicación para facilitar una mejoría en el caso de que se dieran las circunstancias adecuadas. En primer lugar, al-Asad aceptó crear un comité de trabajo norteamericano-sirio para conversar sobre la situación en Líbano. En segundo lugar, sólo dos semanas después de la formación de dicho comité, al-Asad ayudó a liberar a David Dodge, hijo del fundador de la Universidad Americana en Beirut y su rector, secuestrado por un grupo chií. Esta situación mostraba a las claras que al-Asad no estaba interesado en interrumpir las relaciones con los norteamericanos, ya que contemplaba la posibilidad de alcanzar un entendimiento sirio-norteamericano para resolver la crisis en Líbano382. El empeoramiento generalizado de la situación en Líbano y el creciente poderío de los aliados sirios llevó al enviado McFarlane a anunciar la voluntad de la Administración de Reagan en resolver la crisis en Líbano con la participación siria. Este nuevo posicionamiento de McFarlane no fue suficiente para convencer a al-Asad, que exigía como una condición no sujeta a la negociación la derogación del acuerdo del 17 de mayo entre Israel y Líbano y la retirada del apoyo americano al gobierno de Gemayel.

381 382

SHULTZ, 1993, p. 225. SEALE, 1989, Asad of Syria, p. 412.

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El presidente al-Asad era consciente de que el tiempo jugaba a su favor y que tarde o temprano los Estados Unidos deberían revisar su posición acercándose a Siria para estabilizar Líbano. En agosto de 1983 Siria y sus aliados libaneses prepararon una gran operación contra el presidente Amin Gemayel para debilitar su posición en Líbano. La retirada de las fuerzas israelíes de las montañas de Shouf tuvo dos graves consecuencias. En primer lugar, permitió a las tropas sirias recuperar el control de la autopista BeirutDamasco y, de esta manera, retomar sus posiciones sobre la capital Beirut. En segundo lugar, permitió a los drusos extender sus ataques contra las milicias de Gemayel para hacerse con el dominio de las montañas de Shouf383. De agosto hasta septiembre de 1983, al-Asad y sus aliados libaneses lograron convertir la victoria militar de Israel en una derrota, ya que Siria pudo recuperar su influencia en la escena libanesa a través de actores interpuestos y sin arriesgarse a un enfrentamiento directo con las tropas israelíes. A finales de septiembre de 1983, los aliados libaneses de Siria dominaban las montañas de Shouf y también una gran parte de Beirut lo que despertó nuevamente el temor no sólo de Israel, sino también de la Administración de Reagan, que no deseaba volver a la situación previa a la intervención israelí ni tampoco dejar caer a Líbano bajo la influencia siria, ya que sería interpretado como una victoria por parte de la Unión Soviética y fortalecería la posición de Moscú y de sus aliados en la región. En una conversación entre Ronald Reagan y su secretario de Estado, George Shultz, celebrada el 21 de septiembre de 1983, el presidente manifestó su temor ante el avance de los aliados de los sirios y soviéticos en Líbano384. Tanto Reagan como Shultz coincidieron en la necesidad de apoyar a Gemayel para que no dejase que Líbano cayera en manos sirias. Con la retirada israelí hacía el sur de Líbano y Gemayel sólo frente al peligro, los marines se vieron obligados a intervenir activamente en algunas batallas para tratar de frenar el avance de las micilias drusas, musulmanas y chiíes. A finales de septiembre, los norteamericanos usaron los aviones de la Sexta Flota para atacar a las artillerías drusas y palestinas. El 23 del mismo mes el enviado norteamericano McFarlane amenazó a Siria asegurando que los Estados Unidos no dudarían en recurrir a la fuerza para defender a sus aliados en Líbano. Veinticuatro horas más tarde, el portaviones New Jersey llegó a la costa libanesa385. Esta implicación militar colocó a los marines en el punto de mira. Un doble atentado contra los 383

GREEN, 1988, p. 190-191; SHULTZ, 1993, p. 225-226. Ibíd., p. 227. 385 COOLEY, J. K.: Paybaack, America´s Long War in The Middle East, Brassey´s, New York , 1991, p. 86; TEICHER, 1993, p. 283. 384

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cuarteles generales norteamericano y francés, perpetrado el 23 de octubre, acabó con la vida de 241 marines norteamericanos y 58 franceses386. La Administración de Reagan no tardó en mostrar su reacción ante Siria y sus aliados libaneses tras este atentado. En primer lugar, el presidente Reagan restableció el Memorando de entendimiento de 1981 sobre la cooperación estratégica con Israel (suspendido tras la extensión de la jurisdicción israelí a los Altos del Golán)387. Además se reforzó la cooperación con Israel para coordinar una posición común ante la crisis libanesa. En segundo lugar, después del atentado de octubre, Reagan y Shultz concentraron su política en castigar a Siria, ya que las fuerzas norteamericanas lanzaron una serie de bombardeos sobre las fuerzas sirias en Líbano. En plena escalada, el 4 de diciembre de 1983 las artillerías sirias derribaron a dos aviones norteamericanos después de la muerte de ocho marines en el Aeropuerto de Beirut388. Ante el fracaso del empleo de la fuerza contra Siria y sus aliados libaneses, a la Administración de Reagan no le quedó otra alternativa que dialogar con al-Asad sobre la manera de estabilizar Líbano, sobre todo tras los atentados contra los marines que quedaron en una situación muy vulnerable tras tomar parte en la contienda libanesa. Cabe señalar que había un desacuerdo dentro de la Administración de Reagan en cuanto a la manera de dialogar con Siria. Por una parte estaban Peter Rodman, el miembro de la Junta de la Seguridad Nacional, y George Shultz, que eran partidarios de seguir presionando militarmente a Damasco para convencer a al-Asad que no tenía más alternativa que presentar concesiones en Líbano389. Por otra parte, el Secretario de Defensa Caspar Weinberger y el vicepresidente George Bush se oponían a recurrir a la fuerza para defender los intereses americanos en Lïbano y, en consecuencia, pidieron la retirada de los marines para no sufrir más bajas. Weinberger y Bush considerban que era posible llegar a un entendimiento sirio-norteamericano que preservase los intereses mutuos, tal y como se había hecho durante la presidencia de Carter390. Finalmente se impuso esta segunda línea y 386 El cerebro del atentado fue Imad Mugniye, quien se convirtió en el enemigo número uno para la Administración de Reagan. Mugniye fue el número dos en el Partido de Hezbola hasta que fue asesinado por un conche bomba en Damasco en febrero de 2008. REAGAN, 1990, p. 453; COCKBURN, 1991, p. 336. Para ver más sobre las causas del atentado del cuartel general norteamericano véase. Report of the DOD, Commission on Beirut International Airport Terrorist Act, October 23, 1983, Department of Defence, 1983; WEINBERGER, 1990, p. 163. 387 COBBAN, 1991, p. 87-88; MEARSHEIMER y WALT, 2007, p. 85. 388 COOLEY, 1991, pp. 94-97. 389 SHULTZ, 1993, p. 230. 390 WEINBERGER, 199o, pp. 164-168.

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lsa tropas norteamericanas abandonaron el país en febrero de 1984 dejando al gobierno de Amin Gemayel sin respaldo internacional. Desde la intervención israelí, la Administración de Reagan había alternado dos políticas hacia Siria. La primera fue el uso del palo para convencer a al-Asad de la necesidad de aceptar el acuerdo israelo-libanés patrocinado por Washington y de retirar las tropas sirias desplegadas en Líbano. En lugar de alcanzar sus objetivos, al-Asad reaccionó a esta política radicalizando su postura, ya que el dirigente sirio interpretó que las políticas norteamericana e israelí apenas se diferenciaban y pretendían debilitar a Siria para obligarle a retirarse de Líbano, lo que intensificaría su aislamiento regional y le convertiría en un estado paria391. Sin embargo, las graves pérdidas sufridas por los marines en Líbano y la mejora de la posición siria en Líbano provocaron un giro en la estrategia americana, obligándole a recurrir al empleo de la zanahoria. Durante los primeros meses de 1984, a pesar del desacuerdo de Shlutz, la Administración de Reagan tuvo que aplicar la política de la zanahoria hacia Siria. Reagan encomendó a Donald Rumsfeld, enviado especial a Oriente Medio, el diálogo con Damasco para tratar de alcanzar un consenso con Hafez al-Asad sobre el futuro de Líbano. Durante sus conversaciones con Rumsfeld, el presidente sirio volvió a atrincherarse en sus posturas en cuanto a varios temas, sobre todo la anulación del acuerdo del 17 de mayo de 1983 entre Israel y el presidente Gemayel. La salida de los marines de Beirut en febrero de 1984 fue una victoria estratégica para alAsad en su política regional, en particular sobre Líbano, pues la influencia de Siria en este país se vio reforzada. Durante los primeros meses de 1984, al-Asad y sus aliados en Líbano afianzaron su avance también en el frente israelí, ya que el aumento de las bajas israelíes por los ataques de la resistencia chií obligó a Israel a acelerar su repliegue hacia el sur de Líbano y a establecer una zona de seguridad con el apoyo del colaboracionista cristiano Antoine Lahad. Todos estos acontecimientos permitieron a Hafez al-Asad renovar su influencia regional sobre el país del cedro mientras continuaba recibiendo armas de los soviéticos con el propósito de alcanzar una paridad estratégica con Israel. El fracaso de Israel en sus intentos de mejorar su relación con la comunidad chií en el sur de Líbano también jugó un papel importante en el retroceso hebreo, pues a pesar de que los chiíes estaban satisfechos con la 391

RABIL, 2006, p.74.

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eliminación de la influencia palestina en Líbano esto no evitó el levantamiento de la voz chií contra la ocupación israelí y la presencia de los marines en Líbano. Desde entonces y con el apoyo iraní-sirio, los chiíes se convirtieron en actores fundamentales en la vida política libanesa. Con la llegada de 1985, al-Asad pudo no solamente recuperar su influencia regional, sino también fortalecerla e impulsar su pax siria en Líbano. Un dato esclarecedor fue la aproximación que inició el propio presidente Amin Gemayel, antaño aliado israelí y próximo a la órbita americana, a Siria en una clara muestra de que no tenía más opción que aceptar una pax siria para Líbano392. El primer factor para explicar este cambio de actitud fue la perdida del respaldo israelí tras la retirada israelí hacia el sur del Litani, lo que ayudó a los aliados sirios a ganar terreno frente a las fuerzas maronitas. El segundo factor fue la pérdida del respaldo occidental tras la salida de las fuerzas internacionales, sobre todo de los marines norteamericanos, lo que le dejó sin margen de maniobra. El tercer factor fue el aumento de la oposición política y militar de los aliados de al-Asad contra Gemayel, sobre todo después de dominar una gran parte de Beirut. Pocos días después de su visita a Siria, el 15 de marzo de 1984, Amin Gemayel anunció la cancelación del acuerdo del 17 de mayo de 1983 con Israel. En definitiva podemos concluir que la intervención israelí en Líbano no logró los objetivos que el Gobierno de Begin se había cifrado. En primer lugar, la guerra de Líbano dividió a la sociedad israelí al no poder alcanzar sus objetivos e incrementó el número de victimas dentro del Ejército israelí. En segundo lugar, al contrario de lo deseado, Siria aumentó su influencia en Líbano tras la realización de su pax siria, pues durante su lucha contra la presencia israelí y norteamericana al-Asad pudo fortalecer su influencia sobre varias comunidades libanesas, en particular la comunidad chií aliada a su vez de Irán. En tercer lugar, la retirada de las fuerzas internacionales de Beirut convirtieron a Siria en una potencia regional cuya opinión debería contar a la hora de resolver el conflicto libanés, pero también el conflicto árabe-israelí. En cuarto lugar, la crisis de Líbano fue para los norteamericanos como un pequeño Vietnam, pues Shultz fracasó en proteger a sus aliados en Líbano y tampoco pudo proteger a los palestinos de las masacres. La proximidad de las elecciones presidenciales norteamericanas aceleró la salida de los marines de Beirut, puesto que el presidente Ronald Reagan no estaba dispuesto a exponer al peligro su reelección por una

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ZIYADE, 2005, p. 187.

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empresa de incierta duración393. Así pues, los Estados Unidos cosecharon un rotundo fracaso al no poder estabilizar el país del cedro y retirarse dejando al país inmerso en las luchas intestinas y al albur de las tensiones entre Israel y Siria. Por todo ello podemos decir, sin temor a equivocarnos, que el año 1984 marcó un antes y un después para el presidente Hafez al-Asad en lo que respecta a la escena doméstica y regional. En primer lugar, al-Asad puso fin a las luchas internas por el poder en Siria. Tras el fracaso de la intentona golpista promovida por su hermano Rifaat en llegar al poder, alAsad se convirtió en el único señor de Damasco, y desde entonces al-Asad fue Siria y Siria fue al-Asad. En segundo lugar, tras varios años de lucha contra Israel, al-Asad fue capaz de salvaguardar su influencia en Líbano durante 1984 al imponer una pax siria al presidente Amin Gemayel. El repliegue del Ejército israelí al sur de Líbano sin ningún acuerdo político o de seguridad con el gobierno de Gemayel tuvo dos implicaciones. La primera fue poner a Líbano bajo la influencia siria e iraní. La segunda poner fin al enfrentamiento sirio-israelí en el país del cedro que se inició tras la elección de Begin en 1977. La prolongada presencia israelí en el sur del país provocó que la comunidad numerosa chií aumentase su hostilidad contra Israel y que Hezbola, que había hecho de su hostilidad al Estado hebreo una de sus señas de entidad, se fortaleciera hasta convertirse en un actor central en la escena política libanesa. En tercer lugar, a pesar de los efectos negativos que tuvo la alianza entre Siria e Irán en las relaciones entre Damasco y el resto de capitales árabes, dicha alianza jugó un papel determinante en la preservación de la influencia regional de Siria tras la invasión israelí de Líbano en 1982. Gracias a dicha relación privilegiada, al-Asad logró el apoyo de la comunidad chií libanesa que estaba llamada a jugar un papel central en el futuro del país, dada su peso demográfico. La resistencia de la comunidad chií fue determinante en la retirada israelí hacia el sur de Líbano y para limitar la influencia de Tel Aviv en Líbano. El cuarto lugar, tal como se he señalado anteriormente, la invasión israelí a Líbano y la derrota del Ejército sirio en 1982 obligó a al-Asad a rearmar a sus tropas, lo que implicaba un reforzamiento de la alianza entre Moscú y Damasco, que se vio favorecido por el ascenso al poder de Yuri Andropov. El generoso apoyo soviético tras la intervención israelí 393

QUANDT, 1993, p. 470; SPIEGEL, 1985, p. 428.

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en Líbano transformó a Siria en una potencia militar y le convirtió en el principal aliado de Moscú en Oriente Medio. Hasta la llegada de Gorbachov al poder en 1985, la Unión Soviética consideró vital para sus intereses proteger militar y diplomáticamente al régimen sirio. El paraguas soviético permitió a al-Asad el hecho de mantenerse firme frente a las presiones de la Administración de Reagan y resistir a su política del palo y la zanahoria para que abandonara sus ambiciones hegemónicas sobre el país del cedro. En quinto y último lugar la recuperación del terreno perdido por Siria en Líbano fue acompañada por la salida de las fuerzas internacionales (incluidos los marines norteamericanos) desplegadas en Beirut, lo que significó un retroceso de envergadura para los Estados Unidos y demostró el nivel más bajo de la influencia norteamericana en la zona desde la Segunda Guerra Mundial. Mediante su firmeza, al-Asad terminó por demostrar a la Administración de Reagan la imposibilidad de marginar a Siria en la crisis libanesa y, por ende, en el conflicto árabe-israelí. A pesar de que Siria permanecía en la lista de los países que apoyaban el terrorismo elaborada por el Departamento de Estado, la Administración de Reagan se convenció de la importancia de desarrollar relaciones diplomáticas con Damasco.

3.3.5. El aislamiento internacional de Siria La euforia por la victoria siria ante los israelíes y los norteamericanos en Líbano duró poco tiempo, ya que el régimen sirio pronto tendría que afrontar un intenso aislamiento debido a su implicación en varios actos de terrorismo internacional. Esta cuarentena arrancaría a mediados de la década de los ochenta y no finalizaría hasta cinco años más tarde, cuando la Administración de Bush decidió rehabilitar al régimen e incorporarlo al proceso de paz tras su apoyo a la guerra contra Irak. Como hemos visto anteriormente, la Administración de Reagan alternó la estrategia del palo y la zanahoria hacia Siria, pero no pudo evitar que se extendiera el malestar hacia Damasco por su sistemático boicot a los planes norteamericanos en Líbano. Como se ha señalado con anterioridad, George Shultz reclacó la importancia de fortalecer las relaciones

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estratégicas con Israel394, pues el secretario de Estado interpretaba que dicha estrategia contribuiría a aislar a Siria que, tras la llegada de Gorbachov al Kremlin en 1985, ya no tenía en la Unión Soviétiva un valedor dispuesto a respaldar su demanda de paridad estratégica con Israel395. De hecho, la URSS dio un total de 14.000 millones de dólares en ayudas militares a Siria entre los años 1982 y 1989. Por eso, Mijail Gorbachov consideró imprescindible cortar esta sangría para las arcas soviéticas396. La limitación del envío de armamento soviético a los países del Tercer Mundo fue unas de las estrategias de Gorbachov para afrontar los problemas domésticos de la Unión Soviética. Por esta razón, los soviéticos no continuaron su estrategia de apoyar a al-Asad militarmente como antes de la llegada de Gorbachov, y los envíos de armamento soviético a Siria se redujeron por un 50% desde de llegada de Gorbachov. Cabe señalar que los soviéticos estaban interesados en promover unas buenas relaciones con Occidente y por esta razón Moscú concentró su peso político en Oriente Medio en apoyar las medidas pacificas para resolver el conflicto árabe-israelí y alejarse de las posturas maximalistas de al-Asad397. Entre 1985 a 1987, los soviéticos apoyaron diversas medidas pacificas para demostrar su giro político en Oriente Medio y dichas medidas no coincidían con la estrategia regional de al-Asad. En primer lugar se restablecieron las relaciones diplomáticas entre Moscú y Egipto tras la visita del ministro de Asuntos Exteriores soviético Edward Shevardnadze a El Cairo. En segundo lugar, los soviéticos intentaron presionar a Siria con el fin de resolver el conflicto entre al-Asad y Arafat. En tercer lugar, tras el acercamiento entre Siria y Jordania en febrero de 1986, los soviéticos no tardaron en mostrar la vía diplomática como único medio para resolver el conflicto árabe-israelí. Para Gorbachov, el acercamiento soviético 394

En su discurso de 1984 el presidente Reagan aseguró el deseo de su Administración de seguir fortaleciendo las relaciones estratégicas con Israel en varios aspectos. Pues sólo en 1985 el Congreso aprobó dar 4,1 billones de dólares como ayuda a Israel. Para ver más sobre el apoyo y la cooperación norteamericana con Israel después de la mitad de los ochenta véase Rabil, 2006, p. 80-81. 395 En una entrevista con el diario al-Baaz, publicada el 3 de febrero de 1985, el presidente sirio manifestó: “Si un balance militar es necesario para liberar la tierra y repeler la agresión, es igualmente necesario para aplicar una paz justa. La paz no puede establecerse entre el fuerte y el débil”. 396 Gorbachov se vio en la necesidad de reducir las obligaciones de la Unión Soviética en el Tercer Mundo y evitar contraer nuevos compromisos. Una de las reducciones se dio en el sector de armamentos, pues para el líder soviético la reducción de armamento soviético a sus aliados en el Tercer Mundo ayudaría a mejorar la imagen soviética en Occidente, el cual se mostraría más dispuesto a prestar la ayuda económica que tanto necesitaba la Unión Soviética después de la mitad de los ochenta, FREEDMAN, 1990, pp. 210-212; POWASKI, 2000, p. 310-311. 397 Para ver más sobre las relaciones entre al-Asad y los soviéticos durante el periodo de Gorbachov véase. HANNAH, J. P.: At Arms Length: Soviet-Syrian Relations in the Gorbachev Era, Policy Pepers; nº 18, Washington Institute for Near East Policy, Washington, DC, 1989, pp. 32-36; ZISSER, 2001, p. 37; COBBAN, 1991, op, cit, p. 119.

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hacia los países árabes moderados por un lado garantizaría la presencia soviético en cualquier futura conferencia de paz para Oriente Medio y por otro lado, permitiría a los soviéticos fortalecer el intercambio comercial y tecnológico con dichos países. En 1986, la Unión Soviética presentó su propia iniciativa de paz para tratar de resolver el conflicto en la zona. El plan soviético fue rechazado por Israel y los Estados Unidos, pues por un lado, la Administración de Reagan quiso mantener la marginación soviética en el proceso de paz y, por otro lado, sabía que los soviéticos carecían de respaldos suficientes para sacar adelante su iniciativa, ya que se encontraban en una situación de debilidad398. Gorbachov también restauró sus relaciones con Egipto e Israel. Egipto permitió a los soviéticos que volvieran a abrir sus consulados en Alejandría y Port Said. En cuanto a las relaciones con Israel, Gorbachov restableció sus relaciones diplomáticas con el mismo, que se habían roto durante la guerra de los Seis Días de 1967. Cabe destacar que para mejorar sus relaciones con Occidente los soviéticos permitieron la emigración de la comunidad judía de la Unión Soviética hacia Israel en un claro desaire de Moscú hacia el mundo árabe y, en particular, hacia Siria, ya que muchos de los inmigrantes rusos se establecieron en las colonias de los Territorios Ocupados. Así pues, Siria quedó en una situación de manifiesta debilidad. Este aislamiento internacional que se vio fortalecido por la marginación de Siria en las iniciativas diplomáticas norteamericanas para resolver el conflicto árabe-israelí. Ante esta situación, alAsad realizó una visita oficial a Moscú el 24 de abril de 1987 y se reunió con Gorbachov. Fue allí que el presidente soviético hizo conocer a al-Asad la imposibilidad de que la Unión Soviética siga respaldando la política de “paridad estratégica” de al-Asad contra Israel. El dirigente ruso manifestó a al-Asad que Moscú no podría seguir enviando material militar, dado que “nuestra alianza, basada en la fuerza militar como medio para resolver el conflicto palestino-israelí había perdido toda su credibilidad”. A pesar de reafirmar el compromiso soviético con Siria, los soviéticos aseguraron a al-Asad que si quería continuar su lucha contra Israel tendría que depender de si mismo. En esta reunión, Gorbachov pidió a al-Asad trabajar hacia una solución pacifica del conflicto con Israel, ya que para los soviéticos la vía diplomática era la única alternativa 398

Con la llegada de Gorbachov empezó una nueva etapa en las relaciones soviético-norteamericanas, una etapa de cooperación para resolver los problemas regionales e internacionales, ver más SHULTZ, 1993, p .520.

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para resolver el conflicto399. A partir de entonces, el presidente soviético abogó por una solución negociada del conflicto basada en la retirada israelí a las fronteras de 1967 (lo que implicaba la devolución del Golán) y la creación de un Estado palestino independiente. Tras su visita a Moscú, al-Asad percibió que Siria sería el país más afectado por la Perestroika. Tal como hemos señalado anteriormente, Siria aprovechó la Guerra Fría para fortalecer su posición militar frente a sus enemigos en la zona, sobre todo Israel. Su intento de alcanzar una “paridad estratégica” con Israel terminó de manera penosa, pues Moscú puso fin a su generosa ayuda militar para el Ejército sirio abruptamente. Todo esto tuvo lugar en los peores momentos en las relaciones regionales de al-Asad, pues ya existía una tensión con los otros países árabes, la cual ocasionó una congelación completa de la ayuda financiera de los árabes del Golfo a Siria. En cuanto a los factores que afectaron el aislamiento internacional de Siria tras la mitad de los ochenta, cabe abordar el carácter de las relaciones entre Washington y Damasco en aquella época. Desde la mitad de los ochenta hasta fines de 1988 las relaciones norteamericano-sirias sufrieron una profunda revisión por varias razones. La primera fue la forzosa salida norteamericana de Líbano en 1984, dejando al país del cedro bajo la influencia directa de al-Asad, aliado de los soviéticos. La segunda razón fue la supuesta promoción siria del terrorismo internacional400. La tercera razón fue que Washington interpretó que el colapso soviético dejaría a Siria en una posición de absoluta ailamiento, retrocediente el terreno ganado en los dos últimos años. La Administración de Reagan demostró una actitud inmovilista hacia Siria en la segunda parte de los ochenta. Con el apoyo de Reagan, el primer ministro Simon Peres ganó el respaldo de la comunidad internacional hacia la posición israelí en torno al conflicto árabeisraelí y a la necesidad de excluir del proceso de paz a Siria, lanzando una campaña de propaganda para acusar a al-Asad de patrocinar el terrorismo internacional401. Tras el alejamiento soviético de Siria, Israel no tardó en adoptar varias medidas agresivas contra Siria con el objetivo de evidenciar su aislamiento. En noviembre de 1985 los israelíes destruyeron dos aviones sirios que volaban sobre territorio sirio e intensificaron su ayuda a 399

HANNAH, 1989, p. 11-12. En mayo de 1986 el director de la CIA William Casey declaró que los sirios usaban el terrorismo internacional como un instrumento en su política exterior, usando a sus embajadores y diplomáticos para ayudar a las organizaciones terroristas a realizar atentados contra objetivos occidentales. RABIL, 2006, p. 76. 401 SEALE, 1989, pp. 466-469. 400

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los maronitas en Líbano para eliminar el Acuerdo Triple entre las comunidades libanesas bajo la influencia siria. En febrero de 1986 la Administración de Reagan usó el veto en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas para no condenar a Israel por secuestrar a varios dirigentes sirios que estaban viajando en un avión libio. Uno de los secuestrados era Abdullah al-Ahmar, vicesecretario general del Mando Nacional del Partido Baaz en Siria402. Ante tal escalada, al-Asad volvió a temer un ataque israelí sobre su Ejército en Líbano, pues el presidente sirio interpretaba que la Administración de Reagan contemplaría positivamente la destrucción del poder militar sirio en el país del cedro. De una parte, Siria era para Washington uno de los grandes obstáculos, sino el principal, en la realización de la pax americana en Oriente Medio y, por otro lado, Siria era considerado como uno de los promotores del terrorismo internacional, que trataba de sabotear los intereses de Washington en la región. En 1986 los soviéticos se vieron obligados a intervenir para evitar un enfrentamiento entre Siria e Israel, pues a pesar de la reducción en el apoyo militar soviético a Siria, la Unión Soviética seguía mirando a Siria como su principal aliado en la zona. Pero esta intervención tomaría una forma distinta a las anteriores, pues buscaría una solución pacífica que minimizara la tensión en la zona. El aislamiento internacional de Siria no solo de debió al deterioro de las relaciones con los Estados Unidos, sino también con los países europeos, sobre todo Gran Bretaña, que se sumó al aislamiento internacional de al-Asad tras el caso Hindawi en abril de 1986. La causa directa fue la implicación del jefe del servicio de inteligencia Muhammad al-Juli en el caso Hindawi. Con el apoyo del servicio de inteligencia de Siria, Hindawi planeó un atentado terrorista contra un avión de El Al israelí403. El caso Hindawi provocó un deterioro irremediable de la imagen del régimen sirio a nivel mundial, ya que a partir de entonces se consideró al régimen de al-Asad como uno de los principales promotores del terrorismo

internacional.

El

eje

israelí-norteamericano-británico

aprovechó

el

acontecimiento del avión de EL Al para distorsionar la imagen de Siria en el ámbito internacional y aislar aún más al régimen. Cabe destacar que los británicos se concentraron en dos medidas. La primera medida fue apostar por las negociaciones entre árabes e israelíes, sobre todo entre Peres y el rey 402 Tanto al-Asad como el presidente de Libia fueron considerados como los principales promotores del terrorismo internacional según la Administración de Reagan. véase SHULTZ, 1993, p. 669. 403 Para ver más sobre las relaciones entre Hindawi y el servicio de inteligencia siria en cuanto al escándalo de Hindawi en 1986, véase SEALE, 1989, pp. 475-477.

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Husayn para impulsar una iniciativa de paz. Bajo la mediación británica y por supuesto con el apoyo de la Administración de Reagan, fue alcanzado el Acuerdo de Londres del 11 de abril de 1987404. De esta manera, la primera ministra Margaret Thatcher se convirtió en un gran apoyo para fortalecer las conversaciones entre Israel y los países moderados árabes con el objetivo de intensificar el aislamiento regional e internacional de Siria, ya que Thatcher veía a Siria como país promotor del terrorismo que no estaba preparado para la paz. En conclusión tanto Reagan como Thatcher no tardaron en marginar a al-Asad de las iniciativas de paz, pues para ellos la política de Siria amenazaba la seguridad de la zona y no favorecía una vía diplomática para resolver el conflicto árabe-israelí. La segunda medida británica para agudizar el aislamiento internacional de al-Asad fue presionar a la Comunidad Económica Europea para que siguiera el ejemplo de Londres y rompiera las relaciones con Damasco. Además varios países europeos y occidentales adoptaron un programa de sanciones contra Siria. Mientras que los británicos rompieron sus relaciones diplomáticas con Damasco, los Estados Unidos, Canadá y Austria retiraron sus embajadores. En Tokio, el 5 de mayo de 1986, los lideres de los sietes países más ricos del mundo condenaron al terrorismo internacional, en lo que en realidad era una condena dirigida a Siria. Una vez sumergido en un aislamiento internacional, al-Asad temió por un ataque israelínorteamericano contra el, como ocurrió contra el presidente Muammar Qaddafi de Libia. Las relaciones entre Washington y Damasco llegaron entonces a su momento más delicado, pero las relaciones bilaterales siguieron siendo contradictorias y confusas. Contradictorias porque, a pesar de querer castigar a Siria por involucrarse con el terrorismo, los norteamericanos necesitaban al mismo tiempo la ayuda siria para afrontarlo. Confusa porque la Administración de Reagan había intentado mantener, si no mejorar, sus relaciones con Siria en un tiempo en el que el gobierno de los Estados Unidos necesitaba cierta colaboración con Siria en Líbano, aunque el Congreso estadounidense rechazaba rotundamente colaborar con este país.

404

Mientras que los israelíes y jordanos estaban en negociaciones en Londres, habían otras negociaciones entre los norteamericanos y los palestinos para convencer a la OLP a reconocer a Israel y condenar el terrorismo. A cambio, los Estados Unidos reconocería a la OLP como un primer paso para implicarla en las negociaciones sobre Cisjordania y Gaza. Para ver más sobre las negociaciones entre Jordania e Israel y el papel de los norteamericanos y británicos en dichas negociaciones véase. SHLAIM, 2008, p. 446; SHULTZ, 1993, p. 936; MELMAN, Y.: Behind the Uprising: Israelis, Jordanians, and Palestinians, Greenwood Press, New York, 1989, pp. 187-200.

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Ante esta situación tan delicada para el régimen, al-Asad se vio obligado a tomar varias medidas para proteger su imagen en el ámbito internacional y mejorar sus relaciones con Washington. En primer lugar, al-Asad condenó sin ambages el terrorismo internacional en varias entrevistas concedidas a medios de comunicación occidentales405. En segundo lugar, al-Asad siguió intermediando para liberar a secuestrados occidentales de las manos de las milicias chiíes en Líbano, sobre todo norteamericanos y franceses. En tercer lugar, al-Asad no tardó en restablecer sus relaciones con Jordania para cortar el camino a los israelíes para firmar un acuerdo de paz bilateral con el rey Husayn. La mejora de las relaciones entre Aman y Damasco condujo a una visita oficial del monarca jordano a Damasco en mayo de 1987. En cuarto lugar, se destituyó al jefe del servicio de inteligencia, Muhammad al-Juli, tras su implicación en el caso Hindawi. En quinto lugar, durante el verano de 1987 al-Asad consideró que sus relaciones con el grupo del mercenario palestino Abu Nidal representaban una carga más que una ventaja, por lo que no tardó en expulsar a los miembros del grupo palestino y cerrar sus oficinas en Damasco406. Todas estas medidas tuvieron sus efectos positivos y Washington decidió reanudar sus relaciones con Siria aprobando el retorno del embajador William Eagleton a Damasco. Tras varios años de alejamiento de Oriente Medio, la Administración de Reagan renovó su diplomacia en la zona con el planteamiento del Plan Shultz en marzo de 1988407. Una vez renovadas sus relaciones diplomáticas con al-Asad a principios de 1988, la Administración de Reagan implicó a Siria en la pax americana para resolver el conflicto árabe-israelí. La iniciativa de Shultz fue una reacción ante la escalada de la violencia registrada como consecuencia de la irrupción de la Intifada en los Territorios Ocupados408 y sirvió para retomar las conversaciones entre Damasco y Washington, lo que marcó un giro significativo para al-Asad en cuanto a sus relaciones con Occidente, sobre todo con los Estados Unidos. Cabe señalar que esta iniciativa de paz norteamericana en el último año de 405

Véase la entrevista con al-Asad en el periódico norteamericano Time en mayo de 1986. al-Asad usó las entrevistas para proteger a su imagen ante la propaganda occidental contra Siria. Por ejemplo El Terrorismo: Maestros de la Orquestra fue el titulo de la revista francesa Le Nouvel Observateur con dos fotos de al-Asad y Jomeini tomadas el 2 de septiembre de 1986. ZIYADE, 2005, p. 202. 406 WEINER, 2007, p. 419. 407 Después del escándalo de Irán-Contra a fines 1986 los Estados Unidos se vio obligado a salvar su credibilidad ante sus aliados árabes en la zona del Golfo, pues el escándalo de Irán-Contra alejó al presidente Reagan de las cuestiones de la zona y permitió a Shultz aumentar su influencia dentro de la Administración de Reagan. Tras el fin de la guerra del Golfo entre Irak e Irán y con la mejora de las relaciones árabenorteamericanas, Shultz vio una oportunidad de presentar una iniciativa de paz para resolver el conflicto árabe-israelí. QUANDT, 1993, pp. 485-487. ver más sobre la iniciativa de Shultz en 1988 véase SHULTZ, 1993, p. 1018. 408 FREEDMAN, R.: The Middle East from the Iran-Contra affair to the Intifada, Syracuse University Press, Syracuse, N.Y, 1991. p.91.

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la Administración de Reagan fue importante para Siria no sólo porque la incorporaba al proceso de paz, sino también porque allanaba el terreno a una mejora de las relaciones con el futuro presidente George Bush, elegido en noviembre de 1987. Durante sus rondas en Oriente Medio, Shultz visitó Damasco en mayo de 1988 para conversar con al-Asad sobre su plan de paz409. Dicha visita de Shultz a Damasco fue la primera de alto cargo norteamericano tras una ruptura de varios años entre ambos países. Los sirios no podían quejarse, ya que por primera vez se los involucraba en las conversaciones para una iniciativa de paz general norteamericana basada en la aplicación de las resoluciones 242 y 338 del Consejo de Seguridad. A pesar del fracaso del Plan Shultz, el mero hecho de incorporar a Siria en las conversaciones de paz fue un paso de extraordinaria significación política. El diálogo entre Washington y Damasco fue interpretado por al-Asad como un retorno de Siria al lugar que le correspondía.

409

HAASS, 1990, p. 36.

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SEGUNDA PARTE SIRIA Y LOS ESTADOS UNIDOS DURANTE EL PROCESO DE PAZ (1988-2000)

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CAPÍTULO 4. SIRIA Y LA CONFERENCIA DE PAZ DE MADRID (1988-1992) 4.1. SIRIA ANTES DE LA CRISIS DEL GOLFO Tal como se ha señalado anteriormente, a finales de los ochenta al-Asad impulsó una serie de cambios para mejorar sus relaciones exteriores y, en particular, con el mundo árabe. El fin de la guerra entre Irak e Irán dio a Siria la oportunidad de retomar sus relaciones con los países árabes, los cuales habían criticado la postura siria a favor de Irán durante la guerra. Por esta razón, al-Asad se vio obligado a aceptar el retorno de Egipto a la Liga Árabe tras varios años de expulsión como castigo a su tratado de paz con Israel. En cuanto a sus relaciones con los saudíes, Damasco no tardó en acercarse a Riad, el principal aliado árabe de Washington en la zona. Por medio de este acercamiento hacia egipcios y saudíes, alAsad pretendía mejorar sus relaciones con los Estados Unidos tras varios años de relaciones tormentosas410. El colapso soviético, el fin de la Guerra Fría y la llegada de George Bush al poder a la Casa Blanca411 llevaron al régimen sirio a modificar sus políticas internacionales, adoptando posturas más flexibles en cuanto al proceso de paz para resolver el conflicto árabe-israelí. El apoyo árabe a la Iniciativa de Argel planteada por la OLP tras su aceptación de las tres condiciones de Kissinger (reconocimiento de Israel, rechazo del terrorismo y aceptación de la resolución 242 del Consejo de Seguridad) fue en contra de los intereses de al-Asad, que siempre había tenido una compleja relación con Arafat, debido entre otras razones a su rechazo a aceptar la tutela siria sobre el movimiento nacionalista palestino. La proximidad palestina al régimen iraquí acrecentó los temores a que Siria quedara nuevamente aislada en la región, ya que Saddam Husayn, a pesar de los ocho años de guerra con Irán, había conservado parcialmente su poderío militar y podría intentar una nueva aventura bélica que 410

FREEDMAN, 2002, p. 189-190. El presidente George Bush fue el primer presidente norteamericano a tener un profundo conocimiento del conflicto árabe-israelí, pues antes de llegar a la Casa Blanca fue director de la CIA, embajador ante las Naciones Unidas y, por último, vicepresidente de Reagan durante ocho años. Tal experiencia contribuyó a que Bush fuera capaz de reconducir las relaciones internacionales de los Estados Unidos, sobre todo tras el colapso soviético y el fin de la Guerra Fría. En Oriente Medio Bush tenía buenas relaciones con los países árabes del Golfo y no compartía las mismas posturas de Reagan en cuanto a las relaciones con Israel. RABIL, 2006, p. 85-86; PIPES, D.: Damascus Courts the West: Syrian Politics, 1989-1991, Washington Institute for Near East Policy, Washington, DC, 1991, p. 18. 411

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le resarciera de su fracaso en el frente iraní. La hostilidad entre al-Asad y Saddam llegó al punto que no había posibilidad de mejorar las relaciones y era inviable la creación de un eje iraquí-sirio para frenar a Israel. Aparte del desacuerdo ideológico entre ambas ramas del Baaz, la guerra iraquí-iraní contribuyó a agudizar la hostilidad entre ambos líderes. En cuanto a sus relaciones con Jordania, la mejoría en las relaciones entre al-Asad y el rey Husayn no eliminó la desconfianza entre ambos países. En primer lugar, ambas partes habían tenido un enfrentamiento indirecto durante varios años después de la invasión israelí de Líbano, sobre todo por el acercamiento entre el rey Husayn y Arafat. En segundo lugar, ambas partes trataban de influir en la central palestina para tratar de fortalecer su posición en el conflicto árabe-israelí o en las futuras negociaciones de paz. En tercer lugar, al-Asad siempre sospechó de Husayn, pues el monarca jordano siempre mantuvo abierto un canal de comunicación con los israelíes con el visto bueno de los norteamericanos. Como hemos señalado más arriba, al-Asad siempre interpretó que la cuestión palestina era demasiado importante para el mundo árabe para dejarla en manos de los palestinos y, en consecuencia, rechazó que la OLP tuviera plena autonomía para decidir participar en el proceso de paz al margen de los sirios. Por esta razón inspiró el cuartelazo de Abu Musa y Ahmad Yibril contra Arafat, al que expulsó de Trípoli, y dio respaldo a la facciones palestinas críticas con el líder de Fatah, entre ellas al Frente Popular de Liberación de Palestina y el Frente Democrática de Liberación de Palestina, entre otras formaciones que integraron los distintos Frentes de Rechazo a las políticas negociadoras promovidas por Arafat. A comienzos de 1990, Líbano seguía fragmentado por múltiples polos de poder y dividido entre dos gobiernos. al-Asad apoyó el gobierno resultante del Acuerdo de Taif, mientras que otros países secundaron el dirigido por el general cristiano Michel Aun. Irak, que hasta aquel momento había tenido una escasa implicación en los asuntos libaneses, decidió respaldar a Aun con la intención de sabotear los planes sirios para implantar una pax siria412. Como hemos señalado anteriormente, para romper su aislamiento regional al-Asad renovó sus relaciones con Egipto. En mayo de 1990 el presidete Husni Mubarak realizó su primera visita a Damasco para negociar con su homólogo sirio la cumbre extraordinaria que la Liga Árabe celebraría en Bagdad ese mismo mes. Este progreso en las relaciones entre Siria y 412

Con el apoyo de los maronitas, el general Aun inició en marzo de 1989 una guerra de liberación contra la ocupación siria de Líbano.Ibid., pp. 26-28.

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Egipto permitiría establecer un eje de cooperación sirio-egipcio-saudí durante los noventa, una de los antiguos prouyectos de al-Asad para tratar de blindarse frente a un eventual ataque israelí y aproximarse a los Estados Unidos. En cuanto a la situación de Israel, en marzo de 1990 se rompió la coalición de gobierno a causa de la aceptación del Partido Laborista de unas negociaciones de paz con los árabes que fueron rechazadas por el Likud. Después de tres meses de crisis, Isaac Shamir formó un nuevo gobierno apoyándose en un grupo de pequeños partidos de extrema derecha y ultrarreligiosos. Entre los principios de este gobierno de Unidad Nacional figuraban el rechazo a la creación de un Estado palestino y a las negociaciones con la OLP y la necesidad de fomentar la inmigración de los judíos de Europa del Este y la Unión Soviética para intensificar la colonización de los Territorios Ocupados413. al-Asad veía con preocupación el aumento de la emigración de los judíos soviéticos a Israel y los efectos peligrosos que tenían en la demografía de los Territorios Ocupados. En abril de 1990, al-Asad realizó una visita a Moscú para tratar de presionar a los dirigentes soviéticos para que detuvieran la emigración de los judíos soviéticos a Israel, sin obtener resultados, pues ya la Unión Soviética vivía sus últimos días y deseaba mejorar sus relaciones con Occidente y, sobre todo, con los Estados Unidos. La emigración de los judíos soviéticos a Israel mejoró las relaciones soviéticas con Occidente, pero sin duda fue perjudicial para las perspectivas de paz en la región. Durante la mayor parte de 1989, la Administración de Bush se dedicó a posicionarse en los países de Europa del Este que hasta entonces se habían situado en la órbita soviética pero que, con el declive de Moscú, se habían colapsado. En lo que respecta a Oriente Medio cabe señalar que el secretario de Estado James Baker planteó en octubre una ambiciosa iniciativa de paz. Al contrario que en el pasado, la nueva iniciativa pretendía favorecer una resolución global y no parcial del conflicto árabe-israelí. Baker se inclinó por una participación simbólica de la Unión Soviética, por la neutralización de la Comunidad Económica Europea en el proceso de paz y por la incorporación de la OLP, pero no de Siria, a las negociaciones414.

413 414

FREEDMAN, 1991a, p. 308-309. COOLEY, 1991, p.180.

199

Debe recordarse que Baker interpretaba que el valor de Israel se había reducido de manera notable para los Estados Unidos debido al fin de la Guerra Fría y que, por lo tanto, había llegado la hora para implantar una paz acorde con los intereses americanazos que diera estabilidad a Oriente Medio. En mayo de 1988, Baker había manifestado en la reunión anual del AIPAC: “Ha llegado el momento de que Israel renuncie de una vez por todas a la visión irrealista de la Tierra de Israel. Israel debe renunciar a la anexión, interrumpir su política de asentamientos, permitir la reapertura de las escuelas en los territorios y tender la mano a los palestinos, sus vecinos, que merecen disponer de derechos políticos”415. Además, el Plan Baker incidió en la importancia de Egipto como mediador entre las partes, por lo que le consideraba una pieza esencial en el proceso de paz de Oriente Medio, pero ignoró a Siria. A pesar de que a finalees de las ochenta Siria había mejorado sus relaciones con los países árabes moderados y había adoptado posturas flexibles hacia los Estados Unidos, Siria siguió siendo marginada por la diplomacia norteamericana que aspiraba a impulsar un nuevo acuerdo bilateral entre Israel y los palestinos. La palpable mejora de las relaciones sirio-norteamericanas tras la llegada de Bush no fue suficiente para implicar a Siria en los planes de paz. Tras el desmoronamiento de la Unión Soviética en 1990, al-Asad intensificó los gestos hacia la Administración de Bush para tratar de abrir una nueva página en las relaciones bilitarales. En un reunión celebrada en marzo de 1990 en Damascco entre Jimmy Carter y Hafez al-Asad, el presidente sirio comunicó al ex mandatario americano su disposición de participar en una iniciativa de paz bajo la mediación norteamericano-soviética y ya no a través de las Naciones Unidas ni su Consejo de Seguridad como había requerido anteriormente. Como muestra de buena voluntad, al-Asad aceptó la instalación de una oficina de la cadena de televisión norteamericana CNN en Damasco, siempre que trabajara en tándem con la cadena de televisión pública siria416. El presidente sirio interpretó que sin la participación de Washington en un proceso de paz sería imposible alcanzar una paz global en la zona. Además consideraba que sólo los norteamericanos podrían presionar de manera efectiva a Israel para que cumpliese las resoluciones internacionales y se retirase de los territorios árabes ocupados desde 1967, incluidos los Altos del Golán.

415

BAKER, J.: The Politics of Diplomacy, Nueva York, Putnam & Sons, 1994, p. 536. BRINKLEY, D.: The Unfinished Presidency: Jimmy Carter's Journey beyond the White House, Penguin Books, New York, 1998, p. 320-321. 416

200

Durante este periodo, las relaciones entre Washington y Damasco fluctuaron entre las sanciones y la cooperación en ciertos temas puntuales. Si bien la llegada de George Bush a la Casa Blanca tuvo sus efectos positivos sobre las relaciones bilaterales sirionorteamericanas, sobre todo si las comparamos con la etapa de Reagan, dicho acercamiento fue costos y gradual. En febrero de 1990, el presidente Bush extimó que Siria no hacía lo suficiente en la lucha contra el tráfico de estupefacientes a través de su territorio. En abril del mismo año Margaret Tutwiler, portavoz del secretario de Estado, aseguró que las sanciones que se impusieron a Siria en noviembre de 1986 seguirían en pie y se manifestó a favor de “el estricto control de exportaciones, la negativa a que Siria recibiera créditos bancarios, la cancelación del acuerdo sobre el trafico aéreo y el aviso a los potenciales turistas a Siria sobre la posibilidad de actividades terroristas originadas en dicho país”417. El mismo Tutwiler aseguró en rueda de prensa que las relaciones de los Estados Unidos con Siria habían sido difíciles durante muchos años y que a pesar de la colaboración de Siria en el caso de Robert Hill, un rehén secuestrado en Líbano, todavía existían obstáculos que impedían la mejora de las relaciones, en particular la presencia de grupos terroristas en territorio sirio y el control sirio sobre partes de Líbano. Por todas estas razones, el estallido de una nueva crisis en el Golfo tras la invasión iraquí de Kuwait en agosto de 1990 sirvió para mejorar la relación bilateral e impulsar un acercamiento entre Damasco y Washington. Esta aproximación se completaría en la década de los noventa, tras el inicio de las negociaciones de paz árabe-israelíes tras la Conferencia de Madrid en 1991418. Tras la nueva guerra del Golfo, Damasco se convirtió en una pieza central en el proceso de paz auspiciado por la Administración de Bush.

4.2. LA APROXIMACIÓN HACIA WASHINGTON Paradójicamente Saddam Husayn acudió en ayuda de Hafez al-Asad y posibilitó la reconciliación entre los Estados Unidos y Siria. La invasión iraquí de Kuwait el 2 de agosto de 1990 puso en evidencia la desesperación de Bagdad, que acuciado por su deuda externa invadió el emirato petrolífero para ampliar sus reservas petrolíferas y forzar una subida del barril del crudo. Ante este grave acontecimiento, los Estados Unidos decidieron capitanear

417 418

RABIL, 2006, p. 86. QUILLIAM, N.: Syria and the New World Order, Ithaca Press, Reading, 1999, p. 155.

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una vasta alianza internacional para restaurar la legalidad internacional e instaurar un Nuevo Orden Mundial que reemplazase al orden bipolar vigente durante la Guerra Fría. La invasión iraquí de Kuwait presentó la mejor oportunidad para que al-Asad rompiera su aislamiento en los ámbitos regional e internacional. Al igual que otros países árabes, Siria ofreció un pequeño contingente de militares para que formaran parte de la coalición internacional y el régimen fue rehabilitado por la comunidad internacional, con lo que puso fin al castigo impuesto por la Administración de Reagan419. Cabe señalar que esta vez al-Asad encontró en el secretario de Estado James Baker una persona capaz de entender y respetar las necesidades de Siria y de reconocer su papel importante para la estabilidad de la región, algo que Reagan ignoró durante los ochenta. Con el apoyo del presidente Bush, Baker no tardó en declarar en público su rechazo a la construcción de más asentamientos en los Territorios Ocupados. Tanto para Bush como para Baker, la colonización israelí representaba un serio obstáculo en el camino de la paz en Oriente Medio, por lo que presionaron a Israel para que renunciara a la construcción de nuevos asentamientos. Esta posición satisfizo a Siria y al-Asad intensificó sus gestos hacia Washington, ante la posibilidad de que la Administración de Bush adoptara una posición más equilibrada en el proceso de paz. La invasión iraquí de Kuwait dividió el mundo árabe. Mientras que algunos países árabes no quisieron condenar la intervención iraquí o participar en la coalición internacional contra Saddam, al-Asad aprovechó de la oportunidad para exigir la inmediata retirada iraquí, argumentando que la invasión debilitaría a los árabes en su conflicto con Israel. En la Cumbre Árabe de la Liga Árabe en El Cairo el 10 de agosto de 1990, Siria fue uno de los primeros países árabes que condenó la invasión y rechazó la decisión iraquí de anexionar a Kuwait420. La intervención iraquí en Kuwait no sólo permitió a Siria normalizar sus relaciones con los Estados Unidos, sino también abrió la puerta para nuevas alianzas regionales para el régimen sirio. En primer lugar, ayudó a Siria a volver a ocupar un lugar preponderante en el mundo árabe a través de la renovación de la triple alianza sirio-egipcia-saudí. Dicha alianza había sido congelada tras la firma del Acuerdo de Camp David entre Israel y Egipto y por 419 420

ÁLVAREZ-OSSORIO, 1999, p. 272-273; ZIYADE, 2005, p. 211. ZISSER, 2001, p. 54, 59-62.

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el respaldo saudí a Irak durante su guerra contra Irán. Su unánime rechazo a la invasión de Kuwait volvió a unir a los tres países –Siria, Egipto y Arabia Saudí- en un mismo bloque. De esta manera, la invasión iraquí ofreció una buena oportunidad para que al-Asad renovase sus relaciones con los países árabes productores de petróleo tras su ruptura en los ochenta421. Desde entonces, Damasco volvió a ser parada obligada en los viajes de los diplomáticos árabes y, en especial, de los países del Golfo. En conclusión, tras la crisis del Golfo Hafez al-Asad reforzó su posición regional, retomando sus relaciones con las dos principales potencias árabes –Egipto y Arabia Saudíy, además, recuperando influencia respecto a la OLP. Esto favoreció que Siria pudiera, después de más de quince años de denodados esfuerzos, imponer su pax siria sobre Líbano422. La mejora de las relaciones con los países árabes del Golfo permitió a Siria abanderar la Declaración de Damasco, gracias a la cual el país recibió enormes ayudas financieras, lo que favoreció un fuerte crecimiento económico423. En cuanto a los aspectos internacionales, al-Asad pudo reconstruir sus deterioradas relaciones con los países occidentales y en particular con los Estados Unidos, poniendo así fin a una década de relaciones inestables y tensas entre ambos países. Tal como se ha señalado anteriormente, durante los años ochenta la Administración de Reagan no sólo colocó a Siria dentro de la lista de los países que apoyaban el terrorismo, sino que también marginó a Damasco en sus iniciativas de paz para resolver el conflicto árabe-israelí. Tras la crisis del Golfo en 1990 la situación cambió y la Administración de Bush consideró que la participación siria en la coalición militar internacional contra Saddam ofrecía una oportunidad para atraer a Siria, que anteriormente se había alineado en el campo soviético. La participación siria en la coalición militar internacional fue altamente simbólica, ya que tan sólo envió 15.000 soldados que no llegaron a tomar parte en los combates. En primer lugar, con dicha participación la Administración de Bush quiso obtener una legitimación y justificación a favor de los Estados Unidos en su intervención militar contra Saddam frente a la opinión publica árabe424. En segundo lugar, y debido a las relaciones estratégicas entre

421

HINNEBUSCH, 2001, p. 157. RUBIN, B.: the Truth about Syria, Palgrave Macmillan, New York, 2007, p. 180-181. 423 Algunas fuentes indican que la ayuda financiera proveniente de los países árabes del Golfo desde que empezó la crisis alcanzó la cantidad de un billón de dólares. PERTHES, V.: Scenarios for Syria: Socio-Economic and Polítical Choices, Nomos Verlagsgesellschaft, Baden-Baden, 1998, p. 112; ZIYADE, 2005, p. 217. 424 FREEDMAN, 2002, p.191. 422

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Siria e Irán, los norteamericanos querían que al-Asad ayudase a asegurar la neutralidad de Irán durante la guerra425. Cabe destacar que la participación de Egipto y los países árabes del Golfo en la coalición militar internacional contra Saddam ocurrió de manera obvia por estos ser aliados tradicionales de los Estados Unidos en la zona, pero no contribuyó a dar una imagen positiva de la coalición internacional en el mundo árabe. La aceptación de alAsad, conocido como un implacable nacionalista árabe, fue de gran valor para los Estados Unidos, que por otra parte eran consciente de la enorme hostilidad que se profesaban ambos regímenes baazistas426. Al fin y al cabo, al-Asad ganaba mucho si Irak era obligado a retirarse de Kuwait y perdía mucho si conseguía anexionar dicho territorio porque se convertiría en una potencia regional e intentaría extender su influencia desestabilizando Siria, tal y como hizo en los setenta dando cobijo a los expatriados baazistas y en los ochenta prestando apoyando a la insurrección islamista. La Administración de Bush interpretaba que la participación siria en la coalición permitiría incorporar a Siria en el proceso de paz. Con su acercamiento a Washington, al-Asad también pretendía ganarse el respaldo norteamericano ante una eventual reanudación de las negociaciones árabe-israelíes, ya que era consciente que tras la caída de la Unión Soviética no habría una solución militar para el problema medioriental427. Aprovechando la coyuntura, Washington reactivó su diplomacia hacia Damasco, pues pocos días después de la invasión, el 20 de agosto, el subsecretario de Estado para los Asuntos de Oriente Medio, John Kelly, visitó Siria y aseguró que los Estados Unidos aceptaban el Acuerdo de Taif como solución para cerrar la guerra libanesa428. Por su parte, el secretario de Estado James Baker realizó su primera visita oficial a Damasco el 13 de septiembre de 1990 y se reunió con al-Asad. Esta fue la primera visita de un alto cargo norteamericano a Siria después de varios años de ruptura entre ambos países429. A pesar de que Siria no abandonó la lista de países que apoyaban el terrorismo internacional confeccionada por el Departamento de Estado, Baker vió la importancia de dialogar con al-Asad. Durante más de cuatro horas, al-Asad y Baker conversaron sobre la 425

SULTAN, K. B.: El guerrero del desierto: una visión personal de la guerra del Golfo por el jefe de las fuerzas conjuntas, Biblioteca Nueva, Madrid, 2000, p. 190-191. 426 Tras la Cumbre Árabe en El Cairo, Siria declaró que enviaría sus tropas a Arabia Saudí para proteger al monarca en el caso que Saddam atacara el país. BAKER, 1995, p.340. 427 LESCH, D.: The Middle East and the United States, A Historical and PoliticalReassessment, Westview Press, Colorado, 1996, pp. 384-386. 428 RABIL, 2006, p. 84. 429 Para conocer más sobre la primera visita de Baker a Damasco y su reunión con el presidente al-Asad véase BAKER, 1995, pp. 376-377.

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manera de implantar las resoluciones del Consejo de Seguridad en el caso de la invasión de Kuwait y sobre las fórmulas barajadas para resolver la crisis, incluida la posibilidad de lanzar una guerra limitada para expulsar las tropas iraquíes de Kuwait. Además, Baker mostró su apoyo al Acuerdo del Taif como vía para normalizar la situación de Líbano y poner fin a una devastadora guerra que se prolongaba ya por quince años. En la posterior rueda de prensa, Baker aseguró que lo más importante en aquellos momentos era cooperar con los grandes países árabes como Siria, los cuales compartían los mismos objetivos de aislar a Saddam y liberar Kuwait. Así pues, los intereses de ambas partes coincidieron: uno quería romper su aislamiento y fortalecer su posición tras el fin de la Guerra Fría y otro buscaba la legitimidad para su coalición internacional y demostrar que su liderazgo mundial podría resolver la primera crisis internacional tras la Guerra Fría. Como hemos tenido oportunidad de ver, el apoyo sirio a varios grupos terroristas fue una de las principales causas del deterioro de las relaciones entre Washington y Damasco en la década de los ochenta. El presidente al-Asad aprovechó de la ocupación de Kuwait para exponerle a Baker su postura en torno a la ocupación israelí de los Territorios Ocupados. En sus memorias, el secretario de Estado indicó que el presidente sirio respaldaba a la resistencia palestina contra los israelíes en los Territorios Ocupados, lo que no representaba un acto terrorista sino más bien una forma de resistencia a la ocupación430. En la rueda de prensa, el secretario de Estado norteamericano incluso simpatizó con esta lectura. James Baker manifestó: “Nosotros consideramos cualquier acto de violencia fuera de los Territorios Ocupados como un acto de terrorismo. Pero al mismo tiempo no podemos considerar a la lucha legítima ante la ocupación como un acto terrorista. Ahora estamos hablando sobre Kuwait, la resistencia kuwaití ante la ocupación iraquí es legítima en todos los sentidos de la palabra. Creemos hasta el momento que Siria ha ido puesta en la lista terrorista sin ninguna justificación. Hasta este momento creemos que Siria no llevó a cabo el atentado de Lockerbie. En nuestra estimación, la acusación dirigida hacia Siria está intencionada políticamente”431. Así pues, la postura de la Administración de Bush en torno a la supuesta implicación siria en actos de terrorismo se alejaba diametralmente de la posición de la Administración de 430 al-Asad aseguró que los sirios no tenían nada que ver con el atentado terrorista de Lockerbie en 1988 y que cualquier persona siria involucrada en un acto terrorista fuera de los Territorios Ocupados sería juzgada en Siria, Ibid., p. 426. 431 RABIL, 2006, p. 88-89.

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Reagan. Al afirmar que Siria aparecía en la lista de países terroristas sin ninguna causa, James Baker dio un gran paso para que la Casa Blanca revisase su lista de organizaciones y países que promovían el terrorismo. Esta nueva aproximación mostraba a las claras la posición constructiva del gobierno americano y su voluntad de abrir una nueva página en las relaciones entre Washington y Damasco. Sin embargo, a pesar de estas declaraciones, la Administración de Bush no hizo ningún cambio concreto para retirar el nombre de Siria de la lista de países que apoyaban el terrorismo, aunque sí que permitió que Siria extendiese su tutela a Líbano como agradecimiento por su intervención en la coalición internacional durante la crisis del Golfo. Durante el otoño de 1990, la Administración de Bush estaba conformando su coalición militar internacional para la primera guerra en el golfo Pérsico después del fin de la Guerra Fría. Por su parte, al-Asad jugó un papel importante en el apoyo a dicha coalición y justificó la guerra contra Irak en el caso de que las tropas iraquíes no se retiraran de Kuwait432. El ministro de Asuntos Exteriores sirio, Faruq al-Shara, restó importancia a los argumentos del presidente iraquí, al considerar que “la resolución de la crisis del Golfo no guarda ninguna relación con la ocupación israelí de Palestina433. Por su parte, al-Asad manifestó que “había que prevenir que un hermano atacara a otro hermano” y que la acción de Saddam representaba un golpe para la unidad árabe y para la solidaridad con los palestinos en su lucha contra la ocupación israelí. Por lo tanto no debe extrañarnos que fuera precisamente en octubre de 1990, una vez formada la coalición militar internacional contra Irak, cuando el gobierno libanés pidiera formalmente ayuda a Siria para derrotar al general Aoun, que se encontraba atrincherado en Beirut Este. Esta implicación siria para acabar con el general Aoun contaba pues con el consentimiento implícito de los Estados Unidos e Israel. De hecho, la propia fuerza aérea israelí supervisó la operación con el doble propósito de testificar el fin del general Aoun y vigilar las operaciones sirias. Cabe señalar que la paralización de la ayuda de Saddam al general Aoun tuvo sus efectos en la derrota del general, pues a partir de agosto de 1990 Saddam, por la ocupación de Kuwait, abandonó al general Aoun, dejándolo sólo en sus

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BRANDS, H.W.: Into the Labyrinth: the United States and the Middle East, 1945-1993, McGraw Hill, New York, 1994, p. 196-206. 433 Entrevista con el ministro sirio en el periódico al-Shareq al-Auwsat, 6 de octubre de 1990.

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batallas contra el gobierno libanés y las fuerzas sirias434. De esta forma, Aoun fue derrotado militarmente y eliminado políticamente, aunque consiguió asilo en Francia. Así una de las ventajas de la crisis de Golfo y la participación de Siria en la coalición militar internacional fue que esta última obtuvo la luz verde de la Administración de Bush para que al-Asad estabilizara Líbano mediante su tutela sobre el país. Líbano fue el precio a pagar por la participación siria en la coalición y al-Asad pudo extender su hegemonía militar y política sobre el país. Al mismo tiempo, la Casa Blanca se comprometió a incorporar a Siria al proceso de paz, después de décadas de marginación. Una vez obtenido el dominio sobre Líbano, al-Asad no tardó en usarlo para ejercer presión durante el proceso de paz en los noventa, sobre todo a través de las actividades de Hezbolah contra las fuerzas de ocupación israelíes, desplegadas al sur del río Litani. Por su parte, el régimen de Irán consideró la presencia militar norteamericana en la zona del Golfo Pérsico como una amenaza a su estabilidad e intereses. al-Asad medió con el régimen iraní y llevó a cabo una visita del 22 al 25 de septiembre de 1990 a Teherán para exponerle a su aliado regional su postura en cuanto a la aceptación de participar en la coalición internacional liderada por los Estados Unidos contra Saddam. al-Asad quería convencer a los iraníes de sus nuevas estrategias en los ámbitos regional e internacional tras las grandes coyunturas después del fin de la Guerra Fría y la fragmentación de la Unión Soviética y por último la crisis del Golfo435. Aunque el régimen sirio hubiera abierto una nueva página con Washington, lo cierto es que no estaba dispuesto a sacrificar su relación estratégica con los iraníes, que se había demostrado vital para garantizar la supervivencia del régimen baazista. El 17 de noviembre de 1990, al-Asad y George Bush se reunieron en Ginebra. Tras tres horas de reunión, el mandatario americano fue incapaz de que su homólogo sirio diera luz verde a la intervención siria en la batalla contra los iraquíes, pues al-Asad sólo aceptó que su Ejército defendiera a Arabia Saudí en caso de que fuese atacada, dado que no quería que los árabes combatieran entre sí436. Tampoco James Baker fue capaz de cambiar la opinión del dirigente sirio en una reunión que mantuvo los días previos al inicio de la operación Tormenta del Desierto. Una vez más, al-Asad remarcó que su Ejército participaba en la 434

MA´OZ, M.: Inventing the Axis of Evil: the Truth about North Korea, Iran, and Syria, New Press, New York, 2004, p. 201; HINNEBUSCH, 2001, p. 158. 435 ZIYADE, 2005, p. 215. 436 El periódico al-Nahar, 4 de noviembre de 1990.

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coalición militar internacional para proteger a Arabia Saudí y no para atacar a su hermano árabe437. En sus memorias, Baker aseguró que al-Asad fue uno de los negociadores más difíciles que conoció en Oriente Medio. A pesar de la mejora de las relaciones entre Siria y los Estados Unidos, los oficiales sirios extremaran su cautela para que la participación siria en la coalición internacional no generara oposición en el mundo árabe. Según el jefe de las Fuerzas Conjuntas Jalid Ben Sultan, “como abanderado del nacionalismo árabe, no era fácil para Siria sumarse a los Estados Unidos para luchar contra otro Estado árabe”438. Aunque las relaciones entre los Estados Unidos y Siria eran mejores que antes, seguía existiendo un cierto grado de desconfianza, razón por la cual el responsable de la operación Tormenta del Desierto, el general Norman Schwarzkopf, recelaba de los sirios y tuvo escaso o ningún contacto con ellos durante la crisis. De hecho, las tropas sirias tampoco deseaban un contacto demasiado estrecho con el destacamento americano por temor a que las informaciones sobre su capacidad operativa acabasen llegando, tarde o temprano, a Israel439. Gracias a su participación en la coalición internacional, al-Asad pudo obtener grandes ventajas tanto a nivel político como económico en una etapa delicada para su régimen, sobre todo después de un aislamiento regional e internacional y del colapso soviético. La mejoría de las relaciones con los norteamericanos fue el mayor éxito sirio, ya que permitió que Washington valorase positivamente la contribución siria a la estabilidad de la región y, en particular, de Líbano, sobre el cual extendió su tutela. Al mismo tiempo, esta también fue una buena oportunidad para que al-Asad renovase sus relaciones con los países europeos, pues la Comunidad Europea canceló el boicot económico contra Siria que se había iniciado en 1986. Así, Siria pudo por un lado reestablecer sus relaciones económicas con CEE y por otro lado liberar sus cuentas congeladas en Europa, que sumaban más de 190 millones de dólares440.

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Para Baker la participación de Siria en la coalición internacional no tenía ninguna relevancia militar. BAKER, 1995, p. 376-377; ZISSER, 2001, p. 55. 438 SULTAN, 2000, p. 174-175. 439 A pesar de que la mayor parte de los tanques sirios enviados a Arabia Saudí eran T-62 rusos y no los T-72 que la jefatura de las Fuerzas Conjuntas esperaba. De cualquier manera esto no afectaría mucho, sobre todo una vez que ambas partes sabían que la participación de Siria en la coalición era más simbólica que militar. Íbid., pp. 238-239. 440 QUILLIAM, 1999, p. 162.

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4.3. AL-ASAD ANTE LA CONFERENCIA DE PAZ DE MADRID El 16 de enero de 1991 se inició la operación Tormenta del Desierto dirigida por el general Schwarzkopf y el territorio iraquí fue sometido a un bombardeo intensivo para propiciar la retirada de Kuwait El 28 de febrero la guerra finalizaba con la liberación de Kuwait y la derrota militar de Iraq. Durante el mes y medio de ofensiva, las fuerzas norteamericanas se encargaron de proteger sus intereses estratégicos en la región por medio del establecimiento de diversas bases militares en varios países árabes del golfo Pérsico, sobre todo en Arabia Saudí441. La operación tuvo importantes consecuencias para la relación entre Israel y los Estados Unidos. Aunque Israel se mantuvo al margen de esta nueva guerra del Golfo, lo cierto es que su resultado fue beneficioso para el estado hebreo habida cuenta que acabó con uno de los últimos focos del nacionalismo árabe y eliminó a una de las principales potencias militares árabes sin ni tan siquiera necesidad de que las fuerzas israelíes entraran en acción. La rápida victoria de los Estados Unidos sirvió para asegurar la hegemonía norteamericana en la zona del golfo Pérsico, de gran importancia geoestratégica por albergar más de la mitad de las reservas mundiales de petróleo. En su intervención ante la Comisión de Relaciones Exteriores del Congreso el 6 y 7 de febrero de 1991, el secretario de Estado James Baker expresó su voluntad de retomar el proceso de paz en Oriente Medio una vez que se pusiese fin a la guerra del Golfo. Baker aseguró que la reanudación del proceso de paz sería un elemento importante de la estrategia de la administración norteamericana en Oriente Medio, con la idea de establecer un equilibrio de fuerzas en la región y aportar la estabilidad que tanto necesitaba la zona. La nueva estrategia de la Administración de Bush tenía en cuenta varios vectores: llevar a cabo negociaciones de paz entre los árabes e israelíes que respetasen los parámetros de la pax americana, el desarme y las sanciones a Irak para desgastar el régimen de Saddam Husayn y garantizar la estabilidad con la instauración de una mayor presencia norteamericana por medio de bases militares en la zona del Golfo442. En su discurso de la

441 YETIV, S. A: The Absence of Grand Strategy, The United States in the Persian Gulf, 1971-2005, The Johns Hopkins University press, Baltimore, 2008, p. 67; BRANDS, 1994, p.210. 442 Baker, 1995, pp. 412-413; SHLAIM, A.: War and Peace in the Middle East, a critique of American policy, Penguin Books, New York, 1995, p. 107. Para ver más sobre la nueva estrategia de los Estados Unidos en Oriente

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victoria ante el Congreso norteamericano el 6 de marzo, Bush destacó la importancia de crear circunstancias nuevas para la paz y la estabilidad en Oriente Medio. Bush también declaró que había llegado el momento de interrupir el conflicto árabe-israelí y alcanzar una paz global basada en las resoluciones 242 y 338 del Consejo de Seguridad. Así pues, tras el fin de la guerra, Oriente Medio se convirtió en el centro de gravedad de la política internacional recibiendo una atención como nunca antes, en particular por la percepción generalizada de que hacía falta un esfuerzo para resolver su conflicto árabeisraelí y garantizar su estabilidad a largo plazo. No tan sólo por la necesidad de evitar un nuevo estallido de violencia, sino también por la necesidad de preservar sus recursos energéticos. Con la derrota de Saddam y la instauración de un Nuevo Orden Internacional por parte de los Estados Unidos, la Administración de Bush consideró que se daban las condiciones para implantar de manera generalizada su pax americana. En primer lugar, el fin de la Guerra Fría con la victoria de los Estados Unidos y el viraje en la diplomacia soviética, que dejó de competir con la norteamericana y pasó a cooperar con ésta para resolver el conflicto árabe-israelí. En segundo lugar, la debilidad de los países del frente de rechazo y, sobre todo, Siria hizo que los norteamericanos se convencieran que, una vez derrotado Saddam, sería difícil para los radicales árabes decir no a la diplomacia de Washington, sobre todo después de ver como Siria cooperaba con los Estados Unidos443. En tercer lugar, la fragilidad de la OLP por su apoyo a Saddam durante la invasión a Kuwait, un apoyo que ocasionó una gran crisis entre la OLP y los países árabes del Golfo que se tradujo en la congelación de la ayuda económica prestada por dichos países árabes. En cuarto lugar, el apoyo de Arabia Saudí a la diplomacia norteamericana para resolver el conflicto, pues la monarquía valoró positivamente la intervención norteamericana para recuperar Kuwait y proteger al reino saudí de las fuerzas iraquíes y, en consecuencia, los Estados Unidos se ganaron la credibilidad de los saudíes para resolver el conflicto árabeisraelí444. En quinto lugar, por la flexibilidad del gobierno israelí en cuanto a su aceptación de intervenir en una conferencia internacional para retomar el proceso de paz en la zona, pues durante la guerra del Golfo la Administración de Bush pudo garantizar la seguridad de

Medio tras el final de la Guerra Fría y la crisis del Golfo véase ÁLVAREZ-OSSORIO, I. e IZQUIERDO, F.: ¿Por qué ha fracasado la paz? Claves para entender el conflicto palestino-Israelí, Catarat, Madrid, 2007. p. 180. 443 ÁLVAREZ-OSSORIO, 1999, p. 275. 444 En su reunión con el secretario de Estado Baker en marzo de 1991, el rey Fahd de Arabia Saudí declaró que, tras la construcción de un estado para los palestinos, la monarquía estaría dispuesta a normalizar sus relaciones económicas y políticas con Israel. Esta declaración fue muy importante para que los Estados Unidos acentúase sus esfuerzos diplomáticos para reanudar el proceso de paz en la zona. BAKER, 1995, p. 419.

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Israel mediante el despliegue de misiles Patriot que neutralizaron los misiles de Saddam445. En sexto lugar, la hegemonía mundial de los Estados Unidos después del fin de la Guerra Fría le dio una gran oportunidad a Washington de promover su pax americana en la zona sin encontrar rivales tanto a nivel internacional como a nivel regional. Por su parte, el presidente Hafez al-Asad comprendió las implicaciones de las transformaciones registradas en el escenario internacional y tuvo la capacidad para reaccionar ante el fin de la Guerra Fría apostando por una aproximación táctica hacia los Estados Unidos, sobre todo tras la llegada de George Bush a la presidencia. Con el abandono de la asistencia militar soviética para armar a su ejército, al-Asad vio la imposibilidad de alcanzar una paridad estratégica con Israel y trató de evitar cualquier enfrentamiento con Israel, pues los resultados serían graves no solamente desde el punto de vista militar, sino también para la posición siria en el conflicto árabe-israelí. al-Asad entendió la inutilidad de mantener una postura radical ante el proceso de paz, pues tras la crisis del Golfo los Estados Unidos se esforzaron por mantener una cooperación con los soviéticos con el objetivo de coordinar las políticas para reanudar el proceso de paz, mantener el aislamiento de Saddam, garantizar la estabilidad regional y prevenir la proliferación de armas de destrucción masiva en el mundo árabe. Ante este nuevo escenario, al-Asad consideró las propuestas norteamericanas para reactivar el proceso de paz como una oportunidad para mejorar sus relaciones con Occidente y para que Siria fuese rehabilitada tras varios años de ostracismo. Por otra parte, el presidente sirio consideraba que a hora, mucho más en ningún otro periodo, Siria podría recuperar los Altos del Golán, ya que la Administración de Bush apostaba por la máxima “territorios por paz” y estaba dispuesta a repetir la fórmula que llevó a la completa retirada israelí del Sinaí egipcio. Esto se debió a varios factores. En primer lugar, el fortalecimiento de la posición de Siria en Líbano, ya que varios meses antes de iniciarse el proceso de paz en Oriente Medio en la Conferencia de Paz de Madrid, Siria logró imponer su control efectivo sobre Líbano, que fue aceptado tanto por la comunidad árabe como por las grandes potencias, ya que contaba con la bendición de los Estados Unidos446. Gracias a ello, Siria disponía de una carta importante dado que podría mantener la presión militar sobre Israel, a traves de su aliado Hezbola, en las futuras negociaciones. En segundo lugar, la mejora de sus relaciones con su ámbito árabe, sobre todo con Arabia Saudí y Egipto. Para al-Asad, dicho mejora de 445 446

QUANDT, 1993, pp. 550-552. RABIL, 2006, p. 94-95.

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sus relaciones regionales también sería una carta a favor en las futuras negociaciones de paz, pues esta vez Siria iría a las negociaciones con el respaldo árabe que al-Asad siempre quiso obtener en su conflicto con Israel. En tercer lugar, tras la mejoría de sus relaciones con los Estados Unidos, al-Asad ganó credibilidad ante la Administración de Bush que le vio como un elemento central para resolver el conflicto árabe-israelí447. En cuarto lugar, el apoyo de Jordania y la OLP a Saddam en la crisis del Golfo no solamente debilitó su posición tanto regionalmente como internacionalmente, sino que también convenció a los norteamericanos que cualquier iniciativa de paz en la zona sin la participación de Siria sería inútil. En quinto y por último lugar, Siria seguía siendo militarmente inferior a Israel y la destrucción de las fuerzas iraquíes en la última guerra del Golfo convirtió a Siria en la única amenaza para el estado judío. Por consiguiente, al-Asad consideró que un enfrentamiento en la mesa de negociaciones para recuperar los Altos del Golán sería mucho menos costoso que una batalla militar, cuyos resultados ya conocía demasiado bien. A pesar de que Israel interpretaba que Siria había fracasado a la hora de alcanzar una “paridad estratégica” en el conflicto árabe-israelí, al mismo tiempo consideraba que todavía conservaba cuerta capacidad bélica debido a su importante arsenal de misiles de fabricación soviética que podrían alcanzar el territorio israelí ocasionando importantes daños. Tras la crisis del Golfo, los israelíes consideraron que no podrían oponerse a la reanudación del proceso de paz que era secundada por el grueso de la comunidad internacional que exigía, como en el caso iraquí, la aplicación de las resoluciones internacionales y la defensa del derecho internacional como medio para resolver el conflicto árabe-israelí448. Así pues, los israelíes consideraron la iniciativa norteamericana para resolver el conflicto árabe-israelí como una oportunidad para normalizar sus relaciones regionales con los árabes e internacionales con el mundo islámico. Cabe señalar que con vista a la implantación de su pax americana, la administración norteamericana intentó no colisionar con las condiciones israelíes en torno al proceso de negociaciones449. De esta manera, sirios e israelíes se vieron obligados a sentarse en la mesa de negociaciones y reaccionaron positivamente ante la diplomacia norteamericana para resolver el conflicto árabe-israelí. Desde sus primeras rondas negociadoras en Oriente Medio, el secretario de Estado James Baker estuvo 447

ZISSER, 2001, p. 104 RABINOVICH, I.: Waging Peace, Israel and the Arabs at the end of the Century, Straus and Giroux, New York, 1999, p. 43; RABIL, 2006, p. 93. 449 La participación simbólica de las Naciones Unidas en las negociaciones, el rechazo a la imposición de soluciones por parte de la comunidad internacional, la presencia simbólica de los soviéticos, oposición a la retirada a las fronteras anteriores al 5 de junio de 1967, el rechazo de la creación de un Estado palestino. ÁLVAREZ-OSSORIO, 1999, p. 276. 448

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convencido que la participación de Siria en el proceso de paz sería la llave esencial para cualquier avance para resolver el conflicto árabe-israelí. La participación de Siria en el proceso de paz legitimaría la diplomacia norteamericana en el mundo árabe después de la crisis del Golfo. Cabe demostrar que antes de la Conferencia de Madrid, Baker empleó dos medidas para convencer a al-Asad de participar en el proceso de paz. La primera medida fue que Baker aprovechó la mejoría de las relaciones entre Siria, Egipto y Arabia Saudí para que los dos últimos países presionaran a al-Asad a adoptar una posición más flexible ante la diplomacia norteamericana. En la mayoría de sus visitas a la región, Baker visitaba siempre Egipto y Arabia Saudí antes de acudir a Siria, ya que la Administración de Bush comprendió la capacidad de influencia de esos dos grandes países sobre al-Asad. En cuanto a la segunda medida adoptada por Baker, este se manifestó desde un principio favorable a “la ambigüedad constructiva” sobre varias cuestiones en el conflicto entre Israel y Siria. La primera cuestión abordaba la extensión de la retirada israelí de los Altos del Golán y la segunda era en relación a las negociaciones multilaterales después de la conferencia de paz. Mientras que los israelíes defendían la importancia de emprender unas negociaciones multilaterales de manera simutánea a las bilaterales después de la conferencia inaugural, al-Asad quería que dichas negociaciones multilaterales se supeditasen al avance en las negociaciones bilaterales. Baker interpretaba que, mediante su demanda, Siria pretendía seguir aislando a Israel sin que este recibiera ninguna ventaja regional por los países a´rabes hasta que se constatara un avance en cuanto a la retirada de los Altos del Golán450. Además, Baker entendió que la postura de al-Asad no nacía de su fortaleza sino más bien de su fragilidad, pues al-Asad temía de que el contacto entre Israel y los otros países árabes durante las negociaciones multilaterales les permitiera alcanzar algunos acuerdos bilaterales entre ambas partes, lo que reduciría la necesidad de Israel de corresponder a las reclamaciones de al-Asad en las negociaciones sobre los Altos del Golán. Para acercar las posiciones de los actores implicados en el conflicto árabe-israelí, Baker tuvo que llevar a cabo ocho rondas enfocadas en Oriente Medio. Después de pasar por Riad, El Cairo y Jerusalén, el 13 de marzo de 1991 Baker se reunió con al-Asad en Damasco. La reacción positiva de al-Asad sobre la posibilidad de participar en un proceso 450

BAKER, 1995, p. 505-506; BREGMAN, 1999, p. 252.

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de paz de acuerdo con las condiciones americanas fue un acontecimiento importante para que la Administración de Bush, ya que le permitió vencer uno de los escollos más importantes en el camino de la conferencia de paz. Los norteamericanos se dieron cuenta que las negociaciones con al-Asad para reanudar el proceso de paz tendrían obstáculos, y el 23 de abril de 1991 Baker y el embajador norteamericano en Damasco, Djerejian, multiplicaron sus esfuerzos para convencer a al-Asad. No cabe duda que la aceptación de Shamir de participar en una conferencia regional patrocinada por los Estados Unidos y la Unión Soviética con la participación simbólica de las Naciones Unidas permitió a la diplomacia norteamericana convencer a al-Asad de su participación bajo las mismas condiciones. Cabe señalar que en mayo de 1991 hubo varios acontecimientos importantes que afectaron positivamente a las actividades diplomáticas de Baker. En primer lugar, la visita de Alexander Bessmertnykj el 10 de mayo de 1991 a Israel, pues fue la primera visita de alto cargo soviético a este país después de la guerra del 1967. En segundo lugar, el respaldo internacional al proceso de paz en Oriente Medio, pues el 11 de mayo la Unión Europea y el Consejo de Cooperación del Golfo mostraron oficialmente su apoyo a la convocatoria de una nueva conferencia de paz entre árabes e israelíes. En tercer lugar, la firma del Tratado de Fraternidad, Cooperación y Coordinación entre al-Asad y el gobierno libanés el 21 de mayo de 1991, el cual fortaleció la influencia de al-Asad sobre Líbano, pues Siria no tardó en usar a Líbano como una carta en las próximas negociaciones con Israel. Mientras que al-Asad mostró cierta flexibilidad ante la carta de las garantías por la parte del presidente Bush451, Shamir por su parte se mostró receloso apático ante los movimientos de Washington452. El 14 de julio de 1991 el ministro de Asuntos Exteriores sirio, Faruq alShara, le dio al embajador norteamericano en Damasco la respuesta positiva de Siria en cuanto a las proposiciones del presidente Bush contenidas en su carta de garantías del 31 de mayo. En la respuesta siria, Damasco empleó un nuevo lenguaje hacia Washington, 451 En su carta de garantías a al-Asad, el presidente Bush expuso el papel de las Naciones Unidas en el proceso de paz y declaró que los Estados Unidos respaldarían las negociaciones y serían responsables del éxito de las mismas señalando que el objetivo de dicho proceso de paz era alcanzar una paz global basada en la máxima “territorios por paz”. Al mismo tiempo, George Bush aseguró que la postura siria en torno a la participación en la conferencia afectaría en las relaciones bilaterales entre los Estados Unidos y Siria. Bush y Baker sabían que, a través del proceso de paz, al-Asad quería mejorar sus relaciones con los Estados Unidos, sobre todo cuando su aliado soviético colapsó. BAKER, 1995, p. 468-469. 452 Hacia la mitad de 1991, la Administración de Bush aumentó sus críticas contra el gobierno de Shamir, pues en abril de 1991 Baker declaró su rechazo a la construcción de nuevos asentamientos en los Territorios Ocupados asegurando que representaban una verdadera amenaza a los esfuerzos para alcanzar la paz y la estabilidad en la zona. RABIL, 2006, p. 90-91.

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completamente diferente a las habituales acusaciones en torno a la parcialidad de los Estados Unidos en el conflicto a favor de Israel. En su carta, al-Asad reconocía el esfuerzo norteamericano para resolver el conflicto árabe-israelí y declaraba su buena disposición al ver que la Administración de Bush estaba comprometida seriamente con la aplicación de las resoluciones 242 y 338 del Consejo de Seguridad. La reacción positiva siria hacia la carta del presidente Bush condujo Baker a llevar a cabo otra ronda en Oriente Medio para dialogar con al-Asad. Tras más de tres horas de conversaciones, el secretario de Estado mostró su satisfacción ante la aceptación de Siria de los planteamientos de Washington para participar en una conferencia de paz.La aceptación de al-Asad colocó a Shamir en una situación delicada, pues los israelíes consideraron que los sirios no presentarían concesiones y mantendría su inflexibilidad ante las iniciativas de paz, lo que provocaría su nueva exclusión del proceso de paz. Para mejorar sus relaciones con la Administración de Bush, Hafez al-Asad no tardó en aprovechar el desacuerdo entre Bush y el gobierno de Shamir, mostrando su absoluto respaldo a la iniciativa de paz norteamericana. Además, el presidente sirio interpretó que dicha iniciativa de paz pondría fin a la ocupación e implantaría una paz global entre los pueblos de Oriente Medio453. Sin embargo, con sus posturas ante la paz en la zona y la construcción de nuevos asentamientos en los Territorios Ocupados, Shamir seguía poniendo a la Administración de Bush en una situación delicada frente a los árabes454. Las declaraciones del ministro de Asuntos Exteriores sirio Faruq al-Shara del 25 de julio de 1991 en torno a la necesidad de llevar a cabo una conferencia de paz lo antes posible indicó otro paso positivo desde Damasco a favor de la iniciativa de paz. Siria valoraba positivamente la iniciativa de paz por varias razones. En primer lugar, quería reconocer el esfuerzo diplomático de la Administración de Bush para resolver el conflicto en la zona y, además, seguir mejorando sus relaciones con Washington. En segundo lugar, después de su rehabilitación internacional tras la crisis del Golfo, el régimen sirio quería seguir mejorando su imagen a nivel internacional, beneficiándose de las reticencias israelíes ante la iniciativa de paz.

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al-Hayat, 20 de junio de 1991. Sólo meses antes de la Conferencia de Madrid, el gobierno israelí anunció la construcción de nuevos asentamientos en Revava, lo cual aumentó la tensión entre el Gobierno de Shamir y la Administración de Bush. Frente a la apatía israelí, la Administración de Bush advirtió que si Israel seguía construyendo más asentamientos en los Territorios Ocupados no obtendría más garantías financieras de Washington. 454

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El 4 de agosto el gobierno israelí decidió finalmente participar en la conferencia de paz, pero enfatizó que no admitiría la presencia de la OLP ni de los palestinos de Jerusalén. Mientras tanto, la Unión Soviética se desmoronaba y con el fin de obtener más credibilidad ante los árabes presionaba a Israel para que congelara temporalmente la colonización en los Territorios Ocupados455. El 6 de septiembre de 1991, el presidente George Bush pidió al Congreso que supeditase la concesión de nuevos créditos a Israel al avance de las negociaciones en los próximos tres meses. Tal como se he señalado anteriormente, para el presidente Bush y Baker la colonización en los Territorios Ocupados era un gran obstáculo para la paz en la región. Finalmente, el 18 de octubre Baker y el ministro de Asuntos Exteriores soviético, Boris Pankin, anunciaron la convocatoria de una conferencia de paz sobre Oriente Medio el 30 de ese mismo mes en Madrid. La Conferencia de Madrid respetaría el principio de “territorios por paz” y el esquema de la pax americana456. En primer lugar, tendría un carácter estrictamente testimonial, su objetivo sería promover unas negociaciones directas y bilaterales entre Israel y cada uno de los implicados en el conflicto. En segundo lugar, la Unión Soviética tendría únicamente una presencia simbólica, al igual que las Naciones Unidas, la Unión Europea y el Consejo de Cooperación del Golfo que intervinieron como observadores. En tercer lugar, los participantes no tendrían capacidad de veto ante los acuerdos alcanzados por la vía bilateral. Por último, la participación de los palestinos sería a través de la delegación jordana. En conclusión, la apertura de la Conferencia de Madrid457 con la presencia de todos las partes enfrentadas en el conflicto árabe-israelí fue un éxito para la diplomacia norteamericana en Oriente Medio dirigida por James Baker. A pesar de las dificultades que existieron antes y durante la Conferencia de Madrid, Baker pudo seguir sus planes de llevar a cabo negociaciones directas y bilaterales entre árabes e israelíes. Esas negociaciones por un lado causaron profundos cambios en el conflicto árabe-israelí que se dejaron sentir durante la década de los noventa y, por otro lado, posibilitaron que Damasco y Tel Aviv, por primera vez, mantuvieran negociaciones directas con el fin de terminar el conflicto. En gran medida, la evolución de las negociaciones entre Siria e Israel durante toda la década 455

QUANDT, 1993, p. 562. ÁLVAREZ-OSSORIO, 1999, p. 284-285. 457 En torno a esta cuestión véase MORATINOS, M. A. y LEÓN, B. (2003): “España y el proceso de paz de Oriente Próximo en el periodo 1975-1995” en ÁLVAREZ-OSSORIO, I. y BARREÑADA, I. (eds.): España y la cuestión palestina. Madrid. Los Libros de la Catarata. 456

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marcó un termómetro de las relaciones entre Damasco y Washington, pues los periodos de mayor proximidad contemplaron el avance de las negociaciones y los de mayor distanciamiento fueron seguidos por su congelación. Antes de abordar las negociaciones sirio-israelíes y la postura de la Administración de Bush sobre dichas negociaciones durante el periodo de Shamir, cabe mencionar que altos cargos de la administración norteamericana, buena parte de ellos diplomáticos con una larga experiencia en los países de la zona, elaboraron en otoño de 1991 un documento llamado Making peace among Arabs and Israelis: lessons from fifty years of negotiating que pretendía establecer el marco general de la política negociadora458. El documento mostraba los mejores elementos de la mediación norteamericana en el proceso de paz, con el objetivo de servir como guía para alcanzar una paz entre los implicados; ayudaba al mediador norteamericano a entender el carácter de cada actor en el proceso de paz y cómo dialogar con él; resaltaba la importancia de escoger los momentos más oportunos para que la iniciativa tuviera aceptación y éxito; destacaba la importancia de los compromisos presidenciales para demostrar que la participación de los Estados Unidos en el proceso de paz contaba con el apoyo de las más altas instancias políticas; aseguraba la importancia de llevar a cabo reuniones entre el presidente norteamericano y los líderes de la zona para acercar las posturas de los contrincantes; exigía al mediador buena disposición y paciencia durante el proceso de paz para demostrar la seriedad de los Estados Unidos por alcanzar la paz; conservaba los principios generales de la iniciativa de paz sin cambiarla o cancelarla como por ejemplo las resoluciones 242 y 338 del Consejo de Seguridad; exigía la confidencialidad de las negociaciones entre los actores para ganarse la confianza mutua y no comprometer los resultados de las negociaciones459. En su discurso de la Conferencia de Madrid, el primer Isaac Shamir manifestó: “Somos el único pueblo que ha habitado la Tierra de Israel sin interrupción desde hace cuatro mil años; somos el único pueblo que, a excepción del corto período del reino de los Cruzados, se ha beneficiado de la soberanía y la independencia sobre esta tierra; somos el único

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Entre ellos encuentran varios expertos estadounidenses, Samuel W. Lewis, embajador en Israel entre 19771985, Kenneth W Stein, director del programa de Oriente Medio en el Instituto Carter de la Universidad de Emory, Alfred Leroy Atherton, embajador en Egipto entre 1979-1983, Morris Droper, asistente del secretario de Estado para Asuntos de Oriente Medio (1978-1983), Richard W. Murphy, embajador en Siria entre 19741978, William B. Quandt, miembro de la Junta de Seguridad Nacional en las negociaciones de Camp David entre Egipto e Israel. Para ver más sobre el documento véase Makalat al-Dirasat al-Falastinia, No 8, otoño de 1991, pp. 58-103. 459 ZIYADE, 2005, p. 288.

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pueblo que ha tenido a Jerusalén como capital”. Además, en un lenguaje incendiario, criticó con acidez a las Naciones Unidas: “En las Naciones Unidas, los estados árabes han obtenido el apoyo de otros países musulmanes, al igual que del bloque comunista. Así se han beneficiado de una mayoría automática para votar numerosas resoluciones que han pervertido la historia, transformado la ficción en realidad y pervertido las Naciones Unidas y su Carta”. No faltaron tampoco las críticas hacia Siria, país al que Shamir consideró “uno de los regímenes más opresivos y tiránicos del mundo” interpretando que “el origen mismo del conflicto responde al rechazo árabe a reconocer la legitimidad del estado de Israel” por lo que invitó “a los dirigentes árabes [...] a que muestren, a nosotros y a todo el mundo, que aceptan la existencia de Israel”. Para el dirigente israelí, la finalidad del proceso de paz debería ser “la firma de tratados entre Israel y sus vecinos, así como un acuerdo con los árabes palestinos sobre la solución interina del autogobierno”. Por su parte, el ministro de Asuntos Exteriores sirio, Faruq al-Sharà, pronunció un discurso inflamado: “Si la política de Israel no hubiera sido colonialista, los palestinos que languidecen bajo la ocupación israelí después de 1967 no hubieran sido privados de sus derechos fundamentales ni de su derecho de autodeterminación [...]. Israel ha explotado la firma de su tratado de paz con Egipto en 1979 para anexionar Jerusalén en 1980, el Golán en 1981 e invadir Líbano en 1982 [...]. La reivindicación invocada por Israel para hacer emigrar al judaísmo mundial a costa de la población árabe indígena no es sancionada por ningún principio legal o humanitario [...]. Siria exige terminantemente que Israel se retire totalmente del Golán sirio, Cisjordania, Jerusalén, Gaza y el sur de Líbano y que sean salvaguardados los derechos legítimos del pueblo palestino, en particular su derecho a la autodeterminación”. Pese a este poco prometedor comienzo, la clausura de la Conferencia de Madrid fue seguida por la apertura de negociaciones directas entre los árabes e israelíes, así como negociaciones multilaterales sobre cuestiones generales de Oriente Medio (entre ellas el desarrollo económico, la repartición del agua, el control de armamentos, etc.). La Administración de Bush quiso demostrar su gran interés en las negociaciones bilaterales sirio-israelíes. En primer lugar, porque Siria cumplía un papel importante al influenciar a los otros implicados árabes para avanzar en las negociaciones bilaterales con Israel, sobre todo a los libaneses. En segundo lugar, para demostrar el éxito de la diplomacia norteamericana al poder hacer que los dos enemigos históricos de Oriente Medio mantuvieran

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negociaciones directas. En tercer lugar, el avance en las negociaciones entre Israel y Siria tendría efectos positivos en la estabilidad de la zona, al detener la influencia de los grupos radicales árabes que rechazaban el proceso de paz y que contaban con el patrocinio sirio. Cabe señalar que tras la primera ronda de negociaciones sirio-israelíes, se agudizó el desacuerdo entre Bush y Shamir por varias causas. La primera causa fue la inflexibilidad de Shamir, que no tenía el menor interés en avanzar hacia un acuerdo de paz. La segunda causa fue la extensión de los asentamientos israelíes en los Territorios Ocupados, que ponía en peligro el proceso de paz con los palestinos. La tercera causa fue el uso de Shamir de sus aliados en el lobby pro-israelí en los Estados Unidos para presionar a la Administración de Bush, sobre todo en lo que respectaba al levantamiento de la congelación de la asistencia financiera norteamericana a Israel. Por su parte, el régimen sirio intentó aprovechar del desacuerdo norteamericano-israelí en aquella época para mejorar sus relaciones con Washington y demostrar su deseo de proseguir el proceso de paz. al-Asad no quería darle a Shamir ninguna justificación para retirarse de las negociaciones, ya que interpretaba que el proceso de paz era una oportunidad para mejorar sus relaciones con Occidente y para rehabilitar definitivamente a Siria. Desde un primer momento, los sirios se dieron cuenta que era una pérdida de tiempo seguir negociando con los israelíes, pero al mismo tiempo no querían retirarse de la mesa de negociaciones, por lo que continuaron negociando con Shamir hasta el final. Entre los objetivos de al-Asad al seguir negociando se encontraba el apoyo sirio al presidente Bush en su campaña para las próximas elecciones presidenciales en los Estados Unidos, pues a al-Asad le convenía que Bush continuara a la cabeza de la Casa Blanca más que hubiera un nuevo presidente, ya que consideraba que Bush conocía ampliamente la realidad del conflicto árabe-israelí mucho mejor que el candidato demócrata Bill Clinton. Tras la llegada de la delegación siria a Washington el 9 de diciembre de 1991 para llevar a cabo la segunda ronda de las negociaciones bilaterales, estos nuevamente demostraron a los norteamericanos su disposición a seguir negociando con la mediación de los Estados Unidos. Por su parte, los israelíes ignoraron la mediación de Washington y no asistieron a la segunda ronda de las negociaciones, lo que agudizó la tensión entre la Administración de Bush y el gobierno de Shamir y condujo a los norteamericanos a afirmar que la política de

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Shamir no era suficiente para avanzar el proceso de paz en Oriente Medio460. La obstinación de Shamir en las negociaciones ayudó a Siria a justificar su negativa a tomar parte en las negociaciones multilaterales que se celebraron en Moscú el 28 de enero de 1992, declarando que todavía no se veía el avance en las negociaciones bilaterales que haría necesaria su participación en las negociaciones multilaterales. El fracaso de las rondas de negociaciones sirio-israelíes en Washington desde enero a abril de 1992 se debió al maximalismo del Gobierno de Shamir, lo que a su vez puso en evidencia las tensiones entre norteamericanos e israelíes. De hecho, los sirios declararon que la Administración norteamericana estaba demostrando un verdadero deseo de alcanzar la paz en la zona. Antes de celebrarse la cuarta ronda de negociaciones en Washington, Baker puso como condición que para que Israel recibiera los préstamos financieros esta tendría que congelar sus asentamientos en los Territorios Ocupados. Los árabes valoraron positivamente esta postura que reflejaba según ellos el compromiso y seriedad de Washington para resolver el conflicto árabe-israelí. El 27 de abril de 1992, al-Asad decidió enviar su delegación para participar en la última ronda de las negociaciones durante el mandato de Shamir. En primer lugar, a pesar de la inutilidad de la ronda con Shamir, al-Asad pretendía demostrar su apoyo a los esfuerzos de la Administración de Bush en el proceso de paz. En segundo lugar, al-Asad no quería cortar la cooperación con los otros árabes que estaban negociando con Israel al mismo tiempo. En tercer lugar, a pesar del fracaso en las primeras rondas, al-Asad vio a la continuación en las negociaciones con el maximalista gobierno israelí como una oportunidad para demostrar a la opinión internacional y, en particular, a la norteamericana el compromiso sirio para resolver el conflicto461. Durante estas rondas negociadoras, Israel reclamó su reconocimiento por parte de Siria, así como el compromiso de que ninguna de las partes respaldaría acciones violentas contra la otra durante el desarrollo de las negociaciones462. La delegación israelí defendió el establecimiento de unas ‘fronteras seguras’ en un claro intento de abrir la negociación sobre un nuevo trazado de la línea fronteriza. Por su parte, la delegación siria insistió en que la resolución 242 reclamaba una retirada a las fronteras vigentes el 4 de junio de 1967, 460

RABIL, 2006, p. 99. BAKER, 1995, p.540; ZIYADE, 2005, pp. 300-305. 462 BEN-AHARON (2000): “Negotiating with Syria: A First-Hand Account”. Middle East Review of International Affairs, 4: 2, pp. 1-2. 461

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dejando claro que no entraría a negociar la extensión de dicha retirada. Asimismo consideró que la normalización de relaciones entre ambos países únicamente sería posible cuando se llevara a cabo una completa retirada del Golán463.

Cabe demostrar que varios factores fortalecieron el acercamiento sirio-norteamericano tras la Conferencia de Madrid. El primer factor es que ambas partes, tanto al-Asad como la Administración de Bush, demostraron una gran seriedad en el proceso de paz, al contrario quel gobierno de Shamir. El segundo factor es que ambas partes estaban convencidas de que la continuación de Shamir en el poder en Israel dificultaría el avance del proceso de paz. El tercer factor es que el régimen sirio estaba convencido de que el acercamiento hacia los Estados Unidos en aquel momento era la mejor estrategia para Siria dadas las coyunturas internacional y regional. A pesar de que no estaba satisfecho con el Nuevo Orden Internacional, al-Asad se vio obligado a efectuar un giro político en sus relaciones hacía Washington con el objetivo de proteger su postura en las negociaciones y evitar un nuevo aislamiento que hubiera tenido demoledores efectos para Siria.

El envío de armamento de Corea del Norte a Siria en febrero de 1992 creó tensiones entre Siria y los Estados Unidos, pues los norteamericanos habían impuesto, tras la crisis del Golfo, la limitación de la circulación de armamento en Oriente Medio. No obstante, la Administración de Bush no llegó a plantear una revisión de las relaciones bilaterales, debido a que consideraba que sin Siria sería imposible conseguir un avance en el proceso de paz y la salida de Siria del proceso de paz significaría un fracaso para la diplomacia norteamericana. Después de la participación de Siria en la coalición internacional contra Saddam, la Administración de Bush impulsó varios cambios en las leyes de exportación a favor de Siria y otros Estados árabes que intervinieron en la coalición internacional. En septiembre de 1991 el Departamento de Comercio estadounidense hizo cambios significativos en las regulaciones de exportación hacia Siria464. Esto tuvo el efecto de liberar la tecnología de doble uso con aplicaciones militares para Siria, lo que le dio al país la oportunidad de evitar la Ley de la Administración de la Exportación. Los representantes Mel Levine y Howard Berman promovieron dichos cambios y pidieron al presidente del Comité de Asuntos 463

MOUALEM, W. (1997): “Fresh Light on the Syrian-Israeli Peace Negotiations”, Journal of Palestine Studies, XXVI: 2. 464 RABIL, 2006, p. 96.

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Exteriores de la Cámara de Representantes norteamericana, Dante B. Fascell, aprobar las licencias de exportación que permitieran la venta de productos de doble uso a Siria. A pesar de que los artículos del EAA protegen la información relativa al control de las exportaciones para que no sea revelada, con el fin de proteger los derechos de propiedad de empresas americanas y su competitividad la sección 12.C del EAA requiere que esté presente el comité en su totalidad para determinar si la retención de esta información es contraria a los intereses nacionales. En las dos cartas, fechadas el 1 de mayo y el 1 de julio, Levine y Berman compararon la política de las exportaciones estadounidense hacia Siria con aquella hacia Irak, una política que ofrecía una tecnología sofisticada a países terroristas y condujo hacia la guerra. Los representantes se preocuparon por el uso de algunas de estas tecnologías para el uso militar, y también por la contribución que tales tecnologías harían al avance económico de Siria. Es más, pensaron que la política de la Administración de Bush hacia Siria tenía todas las características de la lógica que caracterizaba la política de la anterior administración hacia Irak. La idea de que una relación económica más cercana pueda influir de manera positiva el comportamiento de países cuyas decisiones no daban ninguna prueba de comportarse de manera aceptable. No ha de sorprender que los partidarios de Israel en el Congreso trataran de dificultar el acercamiento entre la Administración de Bush y el régimen sirio, en un esfuerzo por evitar que Siria saliera de la lista de países traficantes de drogas y que apoyaban el terrorismo, lo que le permitiría acceder al apoyo financiero y militar norteamericano. La implicación de algunos altos oficiales sirios en el narcotráfico de drogas en Líbano fue uno de los principales escollos en el acercamiento entre al-Asad y la Administración de Bush. Un informe de noviembre de 1992 sobre la delincuencia y la justicia penal de la Comisión del Poder Judicial exponía que la mayoría de los oficiales sirios aprovechaban la presencia siria en Líbano para lucrarse con el narcotráfico. Entre los oficiales mencionados se encontraban el general Ali Duba, jefe de la Inteligencia Militar, y el general Gazi Kanaan, jefe de la inteligencia siria en Líbano. En conclusión, el acercamiento sirio-norteamericano durante el periodo de la Administración de Bush tuvo que afrontar varios obstáculos que impidieron que las relaciones se normalizaran completamente y se erigiera una nueva relación basada en la confianza mutua. A pesar de los cambios que realizó al-Asad en sus políticas tanto a nivel

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regional como a nivel internacional, esto no fue lo suficiente para resolver los problemas con Washington, pues el nombre de Siria permanecía en la lista de países que apoyaban al terrorismo y que se lucraban del tráfico de narcóticos. Cabe señalar que durante los años de Bush, el Congreso fue uno de los mayores obstáculos en el acercamiento entre Damasco y Washington, sobre todo los congresistas que tenían una postura conservadora hacia Siria y que simpatizaban con Israel. Así pues, mientras que la Administración de Bush quiso mejorar sus relaciones con Damasco en el nuevo contexto regional e internacional, el Congreso no solamente evitó este acercamiento sino que también impuso nuevas sanciones a Siria.

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CAPÍTULO 5. SIRIA Y LOS ACUERDOS DE OSLO (1992-1995)

5.1. SIRIA ANTE EL GOBIERNO DE RABIN Como se ha señalado anteriormente la diplomacia norteamericana concentró sus esfuerzos en resolver el conflicto medio-oriental tras la liberación de Kuwait, ya que el proceso de paz árabe-israelí se convirtió en una de las prioridades del Nuevo Orden Internacional de la Administración de Bush. La derrota electoral de Shamir en junio de 1992 y las declaraciones del nuevo primer ministro Isaac Rabin en cuanto a la necesidad de promover un avance en las negociaciones con Siria llevó a al-Asad a manifestar que la paz era la única vía para alcanzar la convivencia pacífica en la zona y resolver el conflicto árabe-israelí. De esta manera, regresó el optimismo sobre el proceso de paz en Oriente Medio después de un periodo de negociaciones baldías con el Gobierno de Shamir. En este contexto se presentó, a fines del mes de junio de 1992, en el Congreso norteamericano un documento que evaluaba de manera positiva las relaciones norteamericano-sirias465. El documento reconocía que el Siria había dado pasos positivos en su acercamiento hacia los Estados Unidos en los últimos años a través de la mejoría de la situación de los derechos humanos, el combate contra el terrorismo y la abstención en la adopción de políticas que perjudicasen los intereses norteamericanos. También resaltó el valor de la cooperación siria en la coalición militar internacional contra Irak y la implicación en el proceso de paz tras la Conferencia de Madrid, lo que habíaa mejorado las relaciones entre Damasco y Washington. En consecuencia aconsejaba a la administración norteamericana a mantener esta “diplomacia tranquila” con Damasco para empujarla a jugar un papel importante y constructivo en Oriente Medio. Entre otras recomendaciones el documento apoyaba una reducción en las sanciones contra Siria en función de su comportamiento en las negociaciones. En cuanto al proceso de paz entre Siria e Israel, el documento declaraba la importancia de aprovechar el nuevo contexto político en Israel tras la victoria electoral de Isaac Rabin para alcanzar verdaderos avances hacia un acuerdo de paz entre Israel y sus vecinos árabes. El 465

al-Sharq al-Awsat, 28 de junio de 1992.

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documento enfatizaba la necesidad de que Siria se comprometiera a alcanzar una paz con Israel y normalizar sus relaciones diplomáticas. Los norteamericanos sabían que sin Siria sería difícil conseguir avances significativos en el proceso de paz entre Israel y los otros árabes, dada la oposición de Siria a las paces por separado. Este informe fue relevante porque consideraba que los resultados del acercamiento sirionorteamericano tras la crisis del Golfo habían sido positivos para los Estados Unidos. El documento también constató un mejora de la imagen de Siria en las instituciones norteamericanas que intervenían en la delimitación de la política exterior en Oriente Medio y en el conflicto árabe-israelí. En segundo lugar, el documento constató el éxito de la estrategia de la Administración de Bush, que al contrario que sus predecesoras había optado por incluir a Siria en el proceso de paz en lugar de aislarla, lo que era un aliciente para proseguir esta estrategia hasta alcanzar un acuerdo de paz con Israel. En tercer lugar, el documento pretendía impulsar el proceso de paz dando a Siria un nuevo aliciente para culminar sus negociaciones con Israel, ya que se pretendía mostrar a Damasco que la mejora en las relaciones bilaterales norteamericano-sirias dependería del comportamiento sirio en las negociaciones de paz y de su voluntad de poner fin a su enfrentamiento con Israel. Este documento fue acompañado de una mejora de las perspectivas negociadoras sirias tras el ascenso al poder de un gobierno laborista en Israel y la derrota del Likud. En una entrevista con la cadena de televisión británica BBC realizada en junio de 1992, el presidente Hafez al-Asad manifestó que las relaciones entre Damasco y Washington habían mejorado notablemente y que estas avanzaban en el camino correcto466. Cabe destacar que en un principio del proceso de paz, Siria intepretaba que las negociaciones con Israel le permitirían mejorar sus relaciones con Occidente, sobre todo con los Estados Unidos. A mediados de 1992, Siria, Israel y los Estados Unidos se habían cifrado el objetivo de impulsar las negociaciones con el objetivo de conseguir avances significativos en el proceso de paz. al-Asad entendió la urgencia que tenía la Administración de Bush de que la inversión de tiempo y energías produjera resultados, máxime cuando las elecciones presidenciales de octubre podrían revalidad a George Bush en el cargo o reemplazarlo por 466

Véase la entrevista con al-Asad en el BBC en AL-ASAD, H.: Maymu`at juttab al-rais Hafiz al-Asad li-amm 1992 (Colección de discursos del presidente Hafez al-Asad. Año 1992), Matabi` al-Idara al-Siyasiya, Damasco, 1992, pp. 65-68.

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el demócrata Bill Clinton, cuya apuesta por la paz era un enigma. Además, el presidente alAsad encontró en las declaraciones del nuevo primer ministro israelí Rabin cierta esperanza para recuperar los Altos del Golán467. Por su parte, el primer ministro israelí Isaac Rabin demostró un mayor interés en promover un avance en las negociaciones con los sirios468. Eso se debió a varias razones. La primera razón es que Rabin consideró que cualquier verdadero avance en las negociaciones de paz con Siria tendría efectos positivos sobre las negociaciones con los libaneses. La segunda razón es que tras las declaraciones de al-Asad de que la paz era una apuesta estratégica para que Siria recupere los Altos del Golán llevaron a Rabin a la conclusión de que un acuerdo de paz con los sirios era posible. La tercera razón tenía que ver con el apoyo de la Administración de Bush al nuevo gobierno israelí para promover las negociaciones con los sirios en las próximas rondas de negociaciones. A pesar de que la Administración de Bush estaba ocupada con las próximas elecciones que se llevarían a cabo en noviembre, decidió mantener su presencia en el proceso de paz y continuó presionando a las partes implicadas para alcanzar un acuerdo. Una de las principales de los norteamericanos fue que Siria desestabilizase la zona a través de las acciones de Hezbola contra el Ejército israelí en el sur de Líbano o el lanzamiento de misiles hacia el norte de Israel469. Sin olvidar que la Administración de Bush consideró que cualquier avance en el proceso de paz en general y en particular en la banda sirio-israelí sería un punto positivo a favor del presidente Bush en su campaña electoral ante el candidato demócrata, Bill Clinton. Tras cinco rondas de negociaciones durante el periodo de Shamir, las negociaciones bilaterales entre Israel y los árabes habían llegado a un camino sin salida y era perentorio un esfuerzo a la hora de revitalizar las negociaciones y devolver la confianza a las partes implicadas en el proceso de paz. Convencer a los países de la región que las negociaciones eran la mejor opción para resolver el conflicto fue uno de los éxitos de la diplomacia de Baker tras el inicio de la Conferencia de Madrid. Para tratar de revitalizar el proceso de paz, Baker llevó a cabo varias visitas a Oriente Medio. Una de esas visitas tuvo lugar en julio de 1992 y tuvo como objetivo de preparar el terreno para convocar otra ronda negociadora en 467

RUBIN, B.: The tragedy of the Middle East, Cambridge University Press, New York, 2002, p. 97. RABINOVICH, I.: The Brink of Peace: the Israeli-Syrian Negotiations, Princeton University Press, Princeton, N.J, 1998, p. 54. 469 al-Hayat, 3 de junio de 1992. 468

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Washington. En su reunión con al-Asad en Damasco el 22 de julio de 1992, al-Asad mostró su optimismo por la llegada de Rabin al poder. A su vez, Rabin manifestó que la resolución 242 era aplicable al Golán y que estaba dispuesto a un compromiso territorial en torno a él, opción que hasta el momento habían descartado sus predecesores en el cargo470. Así pues se daban las condiciones para retomar en el proceso de paz. La sexta ronda de las negociaciones fue celebrada en Washington entre el 24 de agosto y el 24 de septiembre de 1992. Esta ronda fue más larga que cualquiera de las cinco anteriores, pues ambas partes celebraron en total 15 reuniones. Las conversaciones comenzaron en una atmósfera positiva, en la que ambas partes presentaban un nuevo tono y un estilo más conciliador. Itamar Rabinovich, nuevo embajador de Israel en los Estados Unidos, quedó como jefe de la delegación israelí en las negociaciones ante Siria y Muafaq al-Alaf dirigió la delegación siria471. Cabe señalar que la “diplomacia clandestina” de Baker entre al-Asad y Rabin permitió alcanzar varios avances en las negociaciones de Washington. Mientras que las declaraciones de ambos líderes en los medios de comunicación mostraban posturas rígidas, la diplomacia norteamericana realizaba su trabajo en secreto a través del intercambio de mensajes verbales entre Damasco y Tel Aviv. En una reunión con Rabin en Tel Aviv, Baker aseguró que al-Asad estaba dispuesto a conseguir una paz verdadera con Israel si el último se retiraba a las fronteras de 1967472. Tal como se ha señalado anteriormente, la Administración de Bush prefería que el primer acuerdo entre Israel y los árabes fuera con Siria, lo que allanaría el terreno para la firma del acuerdo con Líbano y, a continuación, con Jordania y los palestinos. Por eso los diplomáticos norteamericanos ofrecieron sus buenos oficios para alcanzar un acuerdo de paz entre Damasco y Tel Aviv, sobre todo después de la llegada de Rabin. Con el apoyo de Washington, la estrategia de Rabin fue desligar la vía siria de la palestina, jordana y libanesa y también controlar el ritmo de las negociaciones con Siria de acuerdo con lo que estaba 470

ZIYADE, 2005, p. 215. Se considera al profesor Rabinovich uno de los mejores especialistas en las relaciones árabe-israelíes en general y las relaciones sirio-israelíes en particular. Este había publicado varios libros, entre los cuales destacaba The Road Not Taken: Early Arab-Israelí Negotiations, New York: Oxford University Press, 1991. Ravinovich abordó las negociaciones sirio-israelíes en su libro The Brink of Peace: The Israeli-Syrian Negotiations. Por su análisis de las negociaciones entre ambos países, este tuvo una gran importancia académica entre especialistas e interesados en las negociaciones sirio-israelíes, que lo reseñaron de manera positiva (por ejemplo Helena Cobban en Middle East Journal, No 3, el verano de 1998 y Daniel Pipes en Weekly Standard 16 de noviembre de 1998). En la prensa árabe, el periódico al-Sharq al-Awsat tradujo el libro y lo publicó en varias serias entre abril y mayo de 1998. 472 COBBAN, H.: The Israeli-Syrian Peace Talks: 1991-1996 and Beyond, United States Institute of Peace Press, Washington, DC, 1999, p.44-45; SHLAIM, 2003, p. 507-508. 471

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ocurriendo con las otras bandas de negociaciones. Rabin interpretaba que un acuerdo sirioisraelí permitiría a Israel imponer un acuerdo desventajoso a los palestinos473. La presentación de un documento de seis páginas consensuado por las delegaciones siria e israelí marcó uno de los avances más importantes en las negociaciones bilaterales, ya que mostró una cierta flexibilidad desde Damasco en las negociaciones474. También las declaraciones optimistas de los responsables sirios hacían pensar en la posibilidad de alcanzar una paz con Israel475. Una de las sorpresas de dicho documento es que contradecía la que había sido la estrategia de al-Asad hasta el momento, basada en coordinar sus posiciones con los países árabes para alcanzar una posición de fuerza frente a Israel. Por eso deberíamos preguntarnos cuál fue el motivo de al-Asad para presentar su propio documento para la paz con Israel sin consultar a los otros actores árabes que, al mismo tiempo, negociaban con Israel. Denis Ross, consejero presidencial para los Asuntos de Oriente Medio, manifestó que James Baker, para tratar de mejorar las posibilidades de reelección del presidente Bush, negoció con al-Asad la posibilidad de realizar un encuentro con Isaac Rabin en una cumbre a celebrarse en Washington y en la que también participarían el rey Fahd y el presidente Mubarak476. Un acontecimiento de esta envergadura sería equiparable al viaje sorpresa que al-Saadat realizó a Jerusalén en 1977 y que sirvió para culminar el tratado de paz de Camp David. De realizarse este encuentro, George Bush podría ver como segura la paz árabeisraelí, lo que aumentaría sus posibilidades electorales. Durante la campaña presidencial de 1992, el candidato demócrata Bill Clinton se mostró extremadamente crítico con la política de la Administración de Bush por sacrificar a Líbano para atraer a Siria a la mesa de negociaciones. Además, el “flirteo” entre George Bush y Hafez al-Asad era mal visto por el Congreso americano, al considerar numerosos 473

ÁLVAREZ-OSSORIO, 1999, p. 288. El documento luego llevaría el nombre de “Los objetivos y las bases de un acuerdo de paz entre Siria e Israel”, RABINOVICH, 1998, p. 59. 475 En una reunión con una delegación de los Altos del Golán en septiembre de 1992 en Damasco, al-Asad aseguró que quería una paz verdadera con los israelíes y que Siria estaba preparada para dicha paz. al-Zawra, 9 de septiembre de 1992. Los sirios también adoptaron otros pasos en la “diplomacia cubierta” en cuanto a las negociaciones con Israel, y el régimen sirio permitió al profesor Aziz Shukri de la Universidad de Damasco hacer un viaje a Washington para dar una conferencia sobre la paz en el Instituto de Washington para las Políticas del Próximo Oriente. Dicho instituto es conocido por su simpatía hacia Israel en los asuntos de Oriente Medio. 476 ROSS, D.: The Missing Peace: The Inside Story of the Fight for Middle East Peace, Farrar, Straus and Giroux, New York, 2004, p. 86. Para ver más sobre la situación entre los candidatos en las elecciones de noviembre de 1992 véase QUANDT, 1993, pp. 571-575. 474

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congresistas, tanto demócratas como republicanos, que no favorecía a su aliado estratégico israelí y tampoco servía para proteger a los intereses vitales de los Estados Unidos en la zona477. Para muchos congresistas, el régimen sirio mantenía intactas sus alianzas con los enemigos de los Estados Unidos en la región, sobre todo con Irán y con las facciones radicales palestinas. Por su parte, al-Asad confiaba en que la reelección de Bush le permitiera seguir afianzando sus relaciones con Washington y, por otro lado, garantizase la implicación norteamericana en las negociaciones sirio-israelíes para llegar a un acuerdo de paz. La Administración de Bush entendió el mensaje de al-Asad en las últimas rondas de las negociaciones en Washington y debido a eso los norteamericanos continuaron enfatizando la importancia de Siria para la paz en Oriente Medio. Finalmente, el proceso de paz tuvo que entrar en una etapa de congelación parcial ante el inicio de la campaña electoral norteamericana. Después de su vista a Oriente Medio en julio, el secretario de Estado Baker dejó al mando del proceso de paz a su vicesecretario de Estado Lawrence Eagleburger. James Baker asumió el cargo de Jefe Estado de la Casa Blanca y se llevó con él a Dennis Ross después de nombrar a Djerejian como consejero presidencial para administrar las negociaciones árabe-israelíes. Dichos cambios en el equipo mediador norteamericano tuvieron sus efectos en la séptima y octava rondas de las negociaciones sirio-israelíes en Washington. El nuevo mediador Djerejian fue incapaz de desempeñar su papel de manera efectiva y fracasó a la hora de impulsar las negociaciones, ya que las delegaciones estaban a la espera de conocer los resultados de las elecciones en los Estados Unidos. A pesar de la importancia que la Administración de Bush concedía a las negociaciones, el proceso de paz quedó en un segundo plano para Bush durante el otoño de 1992. Cabe señalar que el papel de Baker en la política exterior en general y en el proceso de paz en particular quedó reducido al mínimo y esto impidió que la diplomacia estadounidense lograrse más conceciones de de al-Asad en las negociaciones con Israel. Aunque el régimen sirio quería estrechar aún más las relaciones con Washington, después de la victoria

477

ZIYADE, 2005, p. 326-327.

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electoral de Bill Clinton al-Asad prefirió esperar a cómo sería la política de Clinton hacia Oriente Medio y cuál sería su actitud hacia Siria478.

5. 2. WASHINGTON Y LA PAZ SIRIO-ISRAELÍ A pesar de las críticas del candidato demócrata a la flexibilidad de George Bush hacia el régimen autoritario sirio, Hafez al-Asad envío un telegrama de felicitación al nuevo inquilino de la Casa Blanca el 5 de noviembre de 1992. En su telegrama, al-Asad mostraba su buena disposición a seguir mejorando las relaciones con Washington y trabajar juntos para alcanzar la paz en Oriente Medio479. Tal como se ha señalado anteriormente, al-Asad encontró en el proceso de paz con Israel una oportunidad para mejorar sus relaciones con el Occidente, sobre todo con los norteamericanos. Por esta razón, al-Asad consideró imprescindible manter el buen tono independientemente de quién ocupara la Casa Blanca. En definitiva, el régimen sirio quería demostrar a la Administración de Clinto que, a pesar de la derrota de Bush, las relaciones entre Damasco y Washington podrían seguir mejorando en el futuro480. En una entrevista publica el 30 de noviembre de 1992 en la revista norteamericana Time, Hafez al-Asad volvió a manifestar que la paz era una opción estratégica para Siria, que pretendía resolver su conflicto con Israel por medio de las negociaciones481. E presidente sirio incidió en la importancia de los Estados Unidos, a su juicio el único mediador posible en el proceso de paz árabe-israelí. Con estas declaraciones positivas, al-Asad pretendía que las negociaciones sirio-israelíes fueran una prioridad para la nueva administración. Bill Clinton llegó a la Casa Blanca en un momento significativo en la historia de Oriente Medio en general y en particular en el conflicto árabe-israelí. En primer lugar, la nueva administración heredó un proceso de paz entre Israel y los árabes cuyas bases habían sido puestas por la Administración de Bush al iniciar la Conferencia de Madrid en 1991 y las 478

RABINOVICH, 1999, p. 51; DON O., “Baker-less State Department Not in Idle, Officials Say” Washington Post, October, 16, 1992, p. 23.

479

Véase el telegrama de al-Asad a Clinton extendiéndole sus felicitaciones como nuevo presidente de los Estados Unidos en AL-ASAD, 1992, p. 94. 480 KAUFMAN, B.: The Arab Middle East and the United States, Inter-Arab Rivalry and Superpower Diplomacy, Simon & Schuster Macmillan, New York, 1996, p. 171. 481 Entrevista con Hafez al-Asad, Time, “Signals From Twos Old Foes”: http://www.time.com/time/magazine/article.

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negociaciones de Washington. En segundo lugar, esta fue una gran oportunidad para resolver el conflicto árabe-israelí, sobre todo tras la derrota del nacionalismo árabe con la derrota de Saddam en la guerra del Golfo482. En tercer lugar, la flexibilidad de Siria en torno a las condiciones para resolver el conflicto árabe-israelí, ya que al-Asad interpretaba que solo un acuerdo de paz con Israel haría posible la retirada israelí de los Altos del Golán y mejoraría las relaciones de Siria con los Estados Unidos. En cuarto lugar, la derrota del nacionalista Likud en las elecciones legislativas demostró que buena parte de la sociedad israelí apostaba por la paz y, en consecuencia, Rabin tenía un amplio margen de maniobra para sellar la paz con los árabes. En quinto lugar, a pesar de que los grupos islamistas árabes no eran favorables al proceso de paz lo cierto es que carecían de influencia en el mecanismo de toma de decisiones árabes, lo que les convertía en convidados de piedra. Al igual que sus predecesores Jimmy Carter y Ronald Reagan, Bill Clinton, contaba con más experiencia en los asuntos domésticos que en la política internacional y sus posturas en torno a Oriente Medio eran guiadas por las opiniones de sus consejeros483. Para manejar el proceso de paz árabe-israelí, Clinton no tardó en recurrir a los expertos de la Administración de Carter. Así nombró a Warren Christopher, vicesecretario de Estado con la Administración de Carter, como secretario de Estado; a Tony Lake, que había sido director de Proyección Política en la anterior administración demócrata, le designó Consejero de la Seguridad Nacional. Cabe destacar que dentro del equipo que se encargó de los asuntos de Oriente Medio mantenía una gran sintonía con el Gobierno de Rabin, que había sido embajador en Washington durante el mandato de Carter, lo que por supuesto era contrario a los intereses de Siria. La campaña de Clinton también contó con un fuerte respaldo de la comunidad judía americana (un total de un 60%), que votó mayoritariamente por el candidato demócrata (casi un 80%), en parte como castigo a las presiones de Bush hacia Israel484. La nueva Administración norteamericana contó con cuatros expertos para dirigir los asuntos de Oriente Medio: Samuel Lewis (director de proyección política en el Departamento de Estado), Martin Indyk (consejero presidencial para los Asuntos de Oriente Medio en el Consejo de la Seguridad Nacional), Dennis Ross (enviado presidencial para Oriente Medio) y Edward P. Djerejian (asistente de Christopher para Oriente 482

RABIL, 2006, p. 99. QUANDT, 1993, pp. 417-419 484 Clinton demostró sus relaciones especiales con Rabin, pues después de la primera reunión entre ambos líderes, Clinton aseguró que “se sentía como si estuviera delante de su padre”, ZIYADE, 2005, p. 339. 483

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Medio)485. Djerejian había sido embajador en Damasco y jugó un mayor relevante en la mejora de las relaciones entre Damasco y Washington. A partir de 1993 serviría como embajador en Tel Aviv. A pesar de los avances limitados en las negociaciones con Israel y la incertidumbre siria en torno a la futura política de la nueva administración en Washington, al-Asad intentó que el cambio de inquilino en la Casa Blanca no repercutiese en las relaciones bilaterales. En este sentido debe recordarse que, desde la guerra de Octubre en 1973, el régimen sirio intentó siempre, incluso en los momentos más delicados, dejar abierta una vía de comunicación con Washington. Tras reunirse con el presidente egipcio Hosni Mubarak el 13 de enero de 1993, al-Asad aseguró que, a pesar de los resultados limitados en las ultimas negociaciones en Washington, estaba más dispuesto que nunca a seguir avanzando en el camino de la paz486. Podemos considerar estas declaraciones del presidente sirio como una “diplomacia descubierta” dirigida hacia Washington, con el objetivo de demostrar el verdadero deseo sirio de seguir cooperando con la Administración de Clinton para resolver el conflicto con Israel. El nuevo secretario de Estado Warren Christopher no tardó en visitar Oriente Medio para lanzar el mensaje de que la nueva administración también perseguiría la paz entre Israel y los países árabes. La Administración de Clinton estaba convencida que era imprescindible darle continuidad a las negociaciones para que el proceso de paz se coronara con éxito. En su primera reunión con Christopher celebrada en Damasco en febrero de 1993, el presidente sirio demostró una gran disposición a proseguir las negociaciones de paz con Israel y afirmó también el determinante papel de Estados Unidos como mediador487. En este mismo sentido, el ministro de Asuntos Exteriores sirio, Faruq al-Shara, aseguró a Christopher que la renovación de las negociaciones con Israel no se condicionada a la repatriciación de los 415 islamistas palestinos deportados a la tierra de nadie libanesa488. 485 Martin Indyk dirigía el The Washington Institute For Near East Policy (WINEP) y había pertenecido al Comité Norteamericano-Israelí para los Asuntos Públicos (AIPAC). Ambas instituciones formaban parte del lobby israelí en Washington. Para ver más sobre el papel del lobby israelí y la política exterior estadounidense en cuanto a las cuestiones de Oriente Medio, véase MEARSHEIMER, J. J. y WALT, S. M.: El Lobby israelí y la Política Exterior de los Estados Unidos, Santillana Ediciones Generales, Madrid, 2007. 486 AL-ASAD, H.: Maymu`at juttab al-rais Hafiz al-Asad li-amm 1993 (Colección de discursos del presidente Hafez alAsad. Año 1992), Matabi` al-Idara al-Siyasiya, Damasco, 1993. p.15. 487 Después de sus reuniones con los líderes sirios en Damasco, Christopher destacó en su memoria el deseo de Siria de hacer la paz con Israel bajo la mediación de los Estados Unidos. véase CHRISTOPHER, W.: Chances of a Lifetime, Scribner, New York, 2001, p. 218-219. 488 El gobierno israelí deportó a mediados de diciembre a 415 islamistas al sur del Líbano, a la zona conocida como ‘tierra de nadie’, lo que fue condenado por la resolución 799 del Consejo de Seguridad. La decisión

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El 18 de mayo de 1993, Martin Indyk lanzó un importante discurso ante el Instituto de Washington para la Política en Oriente Próximo en el cual resumía las prioridades de la política exterior de la Administración de Clinton hacia Oriente Medio489. En dicho discurso, Indyk sintetizó las líneas básicas en torno al proceso de paz. Entre sus recomendaciones figuraban: fortalecer la amistad norteamericana con sus aliados tradicionales en la zona (Israel, Arabia Saudí y Egipto); proteger a los aliados frente a los grupos radicales terroristas; promover la convivencia entre Israel y sus vecinos árabes a través del proceso de paz; extender la democracia en los países árabes; eliminar el despliegue de armas de destrucción masiva y, por último, apoyar el desarrollo económico en Oriente Medio para extender el bienestar y la prosperidad. En su intervención, Indyk destacó tres desafíos fundamentales para la diplomacia norteamericana. El primer desafío era el proceso de paz. Indyk aseguró que la Administración de Clinton tuvo la buena fortuna de heredar un proceso de negociaciones árabe-israelíes ya comenzado, pero que al mismo tiempo ésta tendría que seguir su mediación en dicho proceso y trabajar para conseguir mayores avances para firmar acuerdos de paz entre Israel y los árabes. El segundo desafío lo reprentaba el poderío militar de Irán e Irak. Indyk constató que después del fin de la guerra iraquí-iraní y la crisis del Golfo, la Administración de Clinton heredó una región del Golfo más equilibrada, pero que la capacidad militar de Irán e Irak, sobre todo sus programas nucleares, seguían amenazando los intereses vitales de Washington en la región. El tercer desafío fue atribuido a los grupos y movimientos radicales que rechazaban las negociaciones de paz entre Israel y los árabes y que instigaban la violencia en la zona. Indyk declaró que la Administración de Clinton tendría que hacer lo máximo posible para detener el avance y la influencia de esos grupos y, por eso mismo, Indyk subrayó la importancia de llegar a acuerdos de paz entre Israel y sus vecinos árabes que les restasen argumentos y les quitaran apoyos490.

En sus memorias, el enviado presidencial norteamericano, Dennis Ross, interpretó que Indyk era uno de los partidarios de la política de “Siria primero” dentro de la Administración de Clinton. Para Indyk, Siria estaba preparada para influir en las fuerzas

tendría funestas consecuencias para Israel, puesto que los militantes de Hamás entablaron contacto directo con Hezbola, recibiendo instrucción militar y adoptando a la milicia chiíta como referente en su lucha contra Israel. ÁLVAREZ-OSSORIO, 2009, p. 173. 489 Martin Indyk, The Clinton Administration's Approach to the Middle East, Washington Institute For Near East Policy. http://www.washingtoninstitute.org/templateC07.php?CID=61 490 SHLAIM, 1995, p. 121-122.

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regionales y una tratado de paz con Damasco le permitiría a Israel crear un “circulo de paz” fuerte frente a los radicales. Indyk también consideró que una paz con Siria forzaría a Jordania a hacer lo mismo y por supuesto a Líbano, que estaba bajo la tutela siria. Así pues, la paz con Siria abriría a Israel la puerta para la paz con el resto de vecinos árabes, lo que allanaría el camino para que el Gobierno de Rabin alcanzase un acuerdo ventajoso con los palestinos y, finalmente, normalizara las relaciones con los países árabes del Golfo, lo que alejaría a Israel de las amenazas iraquíes e iraníes491. Por todo ello, Martin Indyk pidió al régimen sirio que mostrase su verdadera voluntad de diálogo poniendo fin al conflicto con Tel Aviv y apoyando la normalización de las relaciones.

Cabe señalar que durante la primera mitad de 1993, Rabin y Clinton coincidían en la necesidad de impulsar las negociaciones con Siria más que con los otros implicados. El presidente Clinton y Christopher consideraron que el acuerdo de paz con al-Asad sería la llave para resolver el conflicto árabe-israelí492. Con el objetivo de tantear a al-Asad y antes de la novena ronda de negociaciones en Washington, el presidente Clinton envió al embajador Edward Djerejian a Damasco em misión secreta en abril de 1993. El diplomático norteamericano, que había estado al frente de la embajada americana durante varios años, guardaba una buena relación con el dirigente palestino. Para tratar de salir del impasse de las negociaciones, Clinton formuló tres preuntas a al-Asad: “¿Qué significa la paz para Siria con Israel? ¿Quiere participar Siria en una diplomacia secreta para avanzar en las negociaciones? ¿Quiere Siria establecer un canal secreto político y militar al margen de las negociaciones en Washington, que ayude a impulsar las negociaciones?”493. Rabin prefería conseguir avances en las negociaciones con los sirios, pero al mismo tiempo quería seguir negociando con los otros implicados, sobre todo con los palestinos, lo que le cololocaría en una posición de ventaja para impulsar o detener las negociaciones bilitarales según le interesara en cada momento494. Este sería para Rabin el mejor camino para hacer menos concesiones a los árabes, sobre todo a los palestinos que se tendrían que cofirmar con una exigua autonomía en lugar de alcanzar la independencia.

491

ROSS, 2004, p. 98-99. COBBAN, 1999, p. 47-48. 493 RABINOVICH, 1999, p. 54. 494 RABINOVICH, 1998, p. 92. 492

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Rabin y Clinton consideraron las ventajas estratégicas de un acuerdo de paz con al-Asad en aquellos momentos, sobre todo para dar una golpe a los radicales liderados por Irán. Dicho entendimiento norteamericano-israelí en torno a la necesidad de priorizar a Siria llevó a la delegacion siria a flexibilizar su posición. La respuesta de al-Asad al mensaje del presidente Clinton fue clara. En primer lugar, al-Asad mostraba su interés por continuar el proceso de paz con Israel y, además, mostraba una actitud constructiva, ya que además había intercedido ante Yaser Arafat para que retomara las negociaciones y acudiera a la novena ronda de negociaciones en Washington, con lo que demostraba su capacidad de influencia sobre las delegaciones árabes. En segundo lugar, al-Asad garantizó el compromiso sirio de seguir negociando con Israel de una manera indirecta y su disposición a reconocer la existencia de Israel en el caso de que se retirase de los Altos del Golán. En una entrevista con el periodista británico Patrick Seale publicada el 20 de mayo de 1993, al-Asad manifestó que el nuevo gobierno israelí era sincero en su búsqueda de la paz con los árabes495. En tercer lugar, el régimen sirio decidió permitir que la comunidad judía damascena abandonara el país496. Por su parte, la Administración de Clinton recibió positivamente estos gestos y el embajador Djerejian aseguró en una comparecencia ante el Congreso que Siria estaba demostrando una buena voluntad en sus negociaciones con Israel. Entre abril y julio de 1993 se desarrollaron dos nuevas rondas negociadoras sirio-israelíes en Washington en las que se debatió el calado de la retirada israelí de los Altos del Golán y los pasos que deberían acompañar a la normalización, pero no se registró ningún avance ya que las delegaciones mantuvieron sus posturas férreas. Ante dicho estancamiento, los norteamericanos consideraron la importancia de dejar el proceso de paz abierto, pues el desacuerdo sirio-israelí exigía más tiempo para conseguir avances. Con el objetivo de acercar las posturas de Damasco y Tel Aviv, los norteamericanos convocaron dos nuevas reuniones. En la primera, celebrada el 8 de julio de 1993, el enviado Dennis Ross preparó la visita del secretario de Estado Warren Christopher a Damasco, que se desarrollaría el 3 y 4 de agosto. Ross intercambió mensajes entre Rabin y 495

al-Wasat, 20 de mayo de 1993. En casi todos los mensajes intercambiados entre Washington y Damasco por medio de Djerejian, el presidente Clinton abordaba el tema de los judíos sirios. Además la salida de los judíos formó parte de un acuerdo secreto, mediante el cual se accedía a su marcha a cambio de que los sirios de los Altos del Golán pudieran normalizar su relación con sus familiares en Siria. Como consecuencia de dicho acuerdo, centenares de estudiantes naturales del Golán pudieron matricularse en las universidades sirias para realizar sus estudios superiores, al-Hayat, 22 de mayo de 1992. 496

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al-Asad, demostrando la importancia de conciliar los requerimientos de ambas partes tras la firma de un acuerdo de paz497. Pese a sus esfuerzos, Ross no consiguió un avance importante, aunque sí logró al menos preparar el terreno para un importante intercambio de opiniones entre Rabin y al-Asad en cuanto a sus posturas sobre la paz. Antes de la visita de Christopher, Israel lanzó una importante operación militar contra Hezbola en el sur de Líbano498, lo que amenazó el desarrollo de las negociaciones. Bajo los auspicios de los Estados Unidos, se alcanzó el entendimiento de julio entre Líbano, Siria e Israel. Una vez más, al-Asad mostraba su capacidad para usar la diplomacia y la presión en el proceso de paz sobre las partes árabes. El presidente sirio pretenía demostar también que Siria tenía un destacado papel a la hora de garantizar la estabilidad de la región499. El éxito de la diplomacia norteamericana al conseguir este entendimiento de julio creó una buena oportunidad para que Christopher pudiese garantizar la continuación del proceso de paz en la zona, sobre todo al impulsar un avance entre al-Asad y Rabin. Christopher visitó Israel y Siria entre el 3 y 4 de agosto de 1993. Uno de los resultados más significativos de la visita del secretario de Estado nortamericano fue que el primer ministro Isaac Rabin confirmó que “Israel está dispuesto a una completa retirada de los Altos del Golán en el caso de que se cumplan sus requerimientos sobre la seguridad y la normalización”, lo que se conoció a partir de entonces como la ‘garantía de Rabin’500. Además, Rabin pidió a Christopher que transmitiera a al-Asad el siguiente mensaje: “En el caso de que la demanda israelí [en torno a la retirada] fuera satisfecha: en primer lugar, estaría Siria dispuesta a firmar un tratado de paz con Israel; en segundo, estaría preparada Siria para una verdadera paz que incluyese la normalización; y tercero, estaría lista par ofrecer otros compromisos antes de que se complete la retirada”. Por su parte, el presidente sirio consideró la importancia de la declaración de Rabin sobre una retirada de los Altos del Golán, pero al mismo tiempo quería salir del juego de la ambigüedad, pidiendo saber hasta que línea se daría la retirada del Golán. Al-Asad preguntó al secretario de Estado Christopher: “¿Cuando Rabin habla de una retirada completa 497

ROSS, 20004, pp. 107-109. SUAID, M.: Harb al-ayam al-saba` ala Lubnan (La guerra de los Siete Días sobre Líbano), Markaz al-Dirasat al-Istratiyiya, Beirut, 1994; COBBAN, The Israeli-Syrian Peace Talks, p. 51 499 al-Nahar, 29 de julio de 1993. 500 CHRISTOPHER, 2001, p. 221; ROSS, 2004, p. 111-114. 498

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significa la retirada a las posiciones que Israel ocupaba antes del 4 de junio de 1967?”. Según al-Asad, una completa retirada israelí de los Altos del Golán tendría que llegar hasta dicha línea. La respuesta del secretario de Estado americano fue la siguiente: “Tengo un compromiso a una retirada completa, pero no una definición de cuál sería la línea”. La segunda cuestión fue: “¿Reclama Israel algún territorio ocupado en el frente sirio en junio de 1967?”. El diplomático americano respondió: “Que yo sepa, no”. A pesar de las severas condiciones del compromiso de Rabin, sobre todo en cuanto a los asuntos de seguridad y la normalización, al-Asad reaccionó positivamente ante dicha propuesta por varias razones. En primer lugar, ésta era la primera vez desde la guerra de 1967 que al-Asad vio en Israel una verdadera disposición a retirarse de los Altos del Golán y consideraba que Rabin, por su formación militar, era la persona adecuada para llevar a la práctica dicho compromiso. En segundo lugar, el compromiso israelí sería garantizado por la Administración de Clinton, que estaba teniendo un papel esencial a la hora de impulsar las negociaciones. al-Asad consideró que el auspicio norteamericano en las negociaciones sirio-israelíes empujaría a la Administración de Clinton a alcanzar un acuerdo de paz entre Damasco y Tel Aviv. Tal como se ha señalado anteriormente, al-Asad consideraba que sólo los Estados Unidos podrían presionar a Israel para que presentara concesiones en cuanto a un acuerdo de paz con los árabes. En tercer lugar, al-Asad vio que cualquier avance en las negociaciones con los israelíes tendría consecuencias positivas para el acercamiento sirio-norteamericano. Así pues, al-Asad pretendía promover otros objetivos tras el proceso de paz con Israel, y no solamente recuperar los Altos del Golán. Entre los objetivos de este proceso se encontraba la mejora de sus relaciones con la superpotencia norteamericana, sobre todo después del colapso soviético.

5. 3. SIRIA ANTE LOS ACUERDOS DE OSLO La ‘garantía de Rabin’ no estuvo exenta de polémica, ya que fue dada de manera indirecta, por vía oral, en términos de condicionalidad y en el más estricto de los secretos501. Además, el compromiso de Rabin se condicionaba a la satisfacción siria de una serie de garantías: 501

SEALE,2000, p. 67.

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acuerdos de seguridad, un periodo transitorio de cinco años para comprobar la buena voluntad siria, ruptura de lazos con Hezbola y los grupos disidentes palestinos y replanteamiento de la alianza entre Damasco y Teherán. El dirigente israelí también consideraba indispensable el mantenimiento del control israelí sobre la estación de alerta temprana situada en el monte Hermón, con el propósito de mantener bajo control la red de comunicaciones sirias. Todas estas condiciones de Tel Aviv eran inasumibles por Damasco. Ante la tibieza de la respuesta de Hafez al-Asad, más interesado en conocer la profundidad de la retirada que en ofrecer detalles en torno a las condiciones exigidas por los israelíes, Isaac Rabin decidió dar luz verde a su ministro de Asuntos Exteriores, Simon Peres, para que alcanzase una declaración de principios con la OLP a través del canal secreto de Oslo. A pesar de que las negociaciones de Oslo se llevaron a cabo sin la mediación norteamericana, Clinton finalmente apoyó el Acuerdo de Oslo entre Israel y la OLP, por el cual se creaba una autonomía palestina durante un periodo transitorio de cinco años, tras el cual se alcanzaría un acuerdo definitivo en torno a la creación de un Estado palestino, la delimitación de sus fronteras, el futuro de Jerusalén y la situación de los refugiados502. En realidad, este esquema autonómico no se diferenciaba demasiado del contemplado en Camp David en 1978503. No obstante, el presidente Bill Clinton estaba preocupado por la reacción de al-Asad ante el Acuerdo de Oslo, ya que por un lado al-Asad se sentiría engañado tanto por los israelíes como por los palestinos y por otro lado, la credibilidad del mediador norteamericano quedaría irremediablemente dañada, como ocurrió tras el Acuerdo de Camp David. El 11 de septiembre de 1993 Clinton telefoneó a al-Asad para calmar sus temores, asegurando que los Estados Unidos mantendrían su compromiso para alcanzar un acuerdo de paz general entre Israel y los árabes. La llamada entre ambos líderes duró más de treinta minutos504. Clinton quería convencer a al-Asad a no oponerse al Acuerdo de Oslo y enviar a su embajador a la ceremonia de la firma del acuerdo, y al-Asad por su parte quería estar seguro del compromiso del presidente norteamericano para seguir mediando en el proceso de paz y no abandonar las negociaciones sirio-israelíes.

502

ABBAS, M.: Tariq Uslu. Sharikat al-matbuat li-l-tawzi wa-l-nashr. Beirut. MESA, Roberto (1994): Palestina y la paz en Oriente Medio. Ediciones Beramar. Madrid, 1994. 503 ÁLVAREZ-OSSORIO, 2009, p. 163. 504Ney York Times, 11 de septiembre de 1993.

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al-Asad mostró su descontento ante el Acuerdo de Oslo505, pero al mismo tiempo aceptó enviar a su embajador a la ceremonia para la firma del acuerdo de paz palestino-israelí en Washington. En primer lugar, al-Asad quería seguir demostrando a la Administración de Clinton su deseo de seguir negociando con Rabin. En segundo lugar, al-Asad consideró que su rechazo a dicho acuerdo afectaría negativamente a sus relaciones con los Estados Unidos. Cabe señalar que al-Asad no se encontraba en las mejores condiciones para rechazar o impedir el Acuerdo de Oslo. En tercer lugar, a pesar de que el acuerdo bilateral entre Israel y la OLP debilitaría la posición negociadora siria, dicho acuerdo aliviaría al mismo tiempo el peso de la cuestión palestina de los hombros de al-Asad. Tras Oslo, alAsad estaría más libre en sus negociaciones con Israel para conseguir la devolución de los Altos del Golán506. Después del Acuerdo Oslo, la Administración de Clinton valoró la necesidad de aumentar sus esfuerzos para conseguir verdaderos avances en las negociaciones sirio-israelíes, sobre todo para apaciguar el descontento de al-Asad ante el acercamiento entre Jordania e Israel. Tras Oslo se experimentó un acercamiento jordano-israelí para alcanzar un acuerdo de paz, ya que para Rabin el acuerdo de paz con Jordania sería menos costoso que un acuerdo de paz con los sirios y también alcanzar un acuerdo de paz con Jordania significara dejar alAsad al ultimo de la cola árabe con menos papel de presión. El Acuerdo de Oslo representó un punto trascendental en el proceso de paz en Oriente Medio ya que dejó a Siria fuera de la partida. Frente a esta situación, al-Asad reevaluó su papel en el proceso de paz cifrándose como máxima prioridad la satisfacción de los intereses sirios mediante la recuperación de los Altos del Golán, abandonando su anterior reclamación de una paz global para el conjunto de Oriente Medio. Tal como se he señalado anteriormente, tras el Acuerdo de Oslo la posibilidad de que los árabes formaran un frente unido ante Israel se diluyó completamente y cada país negoció con Israel bilateralmente, lo que condujo finalmente a la firma del Acuerdo de Wadi Araba entre Jordania e Israel el 26 de octubre de 1994.

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Ante el Acuerdo de Oslo al-Asad fortaleció sus relaciones con los grupos opositores palestinos. Como había hecho anteriormente cuando se formaron sendos de rechazo a la política gradualista de Arafat, al-Asad ofreció su territorio a las organizaciones críticas de Oslo, tanto para los Frentes Popular y Democrático como para las organizaciones islamistas como Yihad Islámica y Hamás. ÁLVAREZ-OSSORIO, I.: El miedo a la paz, de la guerra de los seis días a la segunda intifada, Catarata, Madrid, 2001, pp. 210-213. 506 HINNEBUSCH, 2001, p. 162.

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Siria se convertía, junto a Líbano, en el último eslabón de la cadena de la paz y, por lo tanto, su posición quedaba fuertemente erosionada. Esta situación le llevó a fortalecer su relación con los grupos opositores palestinos. Como había hecho ya en 1974 y 1985, cuando se formaron sendos frentes de rechazo a la política gradualista de Arafat, Asad ofreció su territorio a las organizaciones críticas con Oslo, en particular los Frentes Popular y Democrático para la Liberación de Palestina, liderados por los históricos dirigentes George Habash y Nayef Hawatme, pero también a las organizaciones Yihad Islámica y Hamás, esta última creada por los Hermanos Musulmanes palestinos, lo que suponía un giro radical en la estrategia siria507. Ante estos acontecimiento, el mediador Dennis Ross visitó la zona en octubre de 1993 y se reunió con Rabin y al-Asad, ya que Ross quería demostrar que la prioridad de la Administración de Clinton era resolver el conflicto entre Damasco y Tel Aviv. Por su parte, el secretario de Estado Warren Christopher realizó una nueva visita a la zona en diciembre de 1993, conversando con al-Asad sobre la posibilidad de abrir un canal clandestino de negociaciones con Tel Aviv508. al-Asad aprovechó la ocasión para tratar de mejorar las relaciones norteamericano-sirias509 y evitar que los acuerdos israelíes con los árabes las perjudicasen. El 16 de enero de 1994, Hafez al-Asad y Bill Clinton se encontraron en Ginebra para tratar de diluir las diferencias en torno a la paz entre Israel y Siria. Cabe destacar que antes de esta cumbre, al-Asad adoptó tres pasos significativos en su relaciones con los Estados Unidos. El primer paso fue el envío de su ministro de Asuntos Exteriores, Faruq al-Shara, a Washington para reafirmar el compromiso sirio con la vía negociada como única forma de resolver el conflicto. El segundo paso fue permitir la visita de una delegación de la Comisión de Exteriores del Congreso americano dirigida por el demócrata Lee Hamilton510. Según al-Asad, esta visita ayudaría a que Washington comprendiera mejor la postura siria. El tercer paso fue la salida de los últimos 800 judíos que quedaban en Siria. El dirigente sirio consideró que estas medidas serían interpretadas como señales positivas por Washington, lo que permitiría mejorar las relaciones entre ambos países.

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ÁLVAREZ-OSSORIO, 2009, p. 164. CHRISTOPHER, 2001, p. 223. 509 al-Hayat, 2 de Diciembre de 1993. 510 El representante Lee Hamilton tenía buenas relaciones con el norteamericano-sirio Ibrahim Suleiman, quien tuvo un papel importante para fortalecer la comunicación entre Damasco y Washington desde comienzo de los noventa. RABINOVICH, 1998, p. 127-128. 508

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La Cumbre de Ginebra mostró el buen estado que experimentaban las relaciones entre Siria y los Estados Unidos511. Durante más de cuatro horas de reunión, Clinton y al-Asad conversaron sobre varios temas regionales en general. Entre esos temas se encontraron: la renovación del proceso de negociaciones sirio-israelíes y la confirmación de la vigencia de la propuesta de Rabin de una retirada de los Altos del Golán; la situación en el Líbano y el papel de Hezbola en el sur libanés; las organizaciones palestinas en Damasco que se oponían al Acuerdo de Oslo entre la OLP e Israel y, por último, las actividades del Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK) en Siria. En la rueda de prensa posterior, al-Asad agradeció personalmente al presidente Clinton su deseo de impulsasr el proceso de paz en la zona, asegurando que Siria estaba dispuesta a normalizar sus relaciones con Israel a través de la firma de un acuerdo de paz que garantizase los derechos árabes, pusiese fin a la ocupación y permitiese a todos los pueblos de la zona vivir en paz, seguridad y dignidad. Por su parte, Clinton reconoció la importancia de las declaraciones de al-Asad en torno a la normalización de sus relaciones con Israel en el caso de que se alcanzara un tratado de paz512. Tras su reunión con al-Asad, el presidente Clinton nuevamente enfatizó la importancia de Siria para garantizar la estabilidad de Oriente Medio. Cabe recordar que con esas declaraciones positivas hacia Siria, la Administración de Clinton por un lado quería apaciguar los temores de al-Asad sobre el proceso de paz y, por otro lado, volver a asegurar el compromiso del presidente Clinton de seguir intermediando entre Damasco y Tel Aviv para firmar un acuerdo de paz. La Cumbre de Ginebra entre al-Asad y Clinton fue una de las cumbres más importantes entre un presidente sirio y norteamericano en la historia contemporánea de Siria. al-Asad pudo obtener varias ventajas tras su cumbre con Clinton, sobre todo en la mejora de las relaciones con Washington. En primer lugar, el apoyo del presidente Clinton a las resoluciones 242 y 338 del Consejo de Seguridad y al principio “territorios por paz” para resolver el conflicto árabe-israelí. En segundo lugar, la manifestación pública del presidente norteamericano que Siria era un actor central para alcanzar una paz dura y global en Oriente Medio. En tercer lugar, al-Asad obtenía la aceptación norteamericana de la tutela siria sobre Líbano y su control de las negociaciones israelo-libanesas513. En cuarto lugar, 511 Según Dennis Ross, al-Asad le manifestó: “Sabes que me agradaba el presidente Bush, pero el presidente Clinton habla con cariño y comprensión: él es quien ha entendido mejor nuestro conflicto y por eso quiere resolverlo. No he visto esto con otro presidente norteamericano”, ROSS, 2004, p. 139. 512 RABIL, 2006, p. 100. 513al-Hayat, 18 de enero de 1994.

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Clinton destacó el papel determinante de Siria para la estabilización y el desarrollo de la zona. Por último, al compararla con las décadas anteriores, la Cumbre de Ginebra registró un avance significativo en las relaciones entre Damasco y Washington, sobre todo una vez que la Administración de Clinton conversó sobre temas importantes con al-Asad que no habían sido abordados antes514. Tal vez se pueda decir que en aquellos momentos las relaciones entre ambos países atravesaban una etapa de “luna de miel”. La dicha, sin embargo, no fue completa, dado que el secretario de Estado Warren Christopher indicó al presidente al-Asad que la ‘garantía de Rabin’ se refería a una retirada a la frontera internacional que fue establecida en 1923 por los colonizadores británicos y franceses y no la vigente en 1967515. Ante el desconcierto de Asad, Clinton mismo le telefoneó personalmente el 25 de julio para asegurarle que la retirada se refería a las fronteras de 1967 y no a las de 1923. El 27 octubre de 1994 se registró un nuevo encuentro, esta vez en Damasco, y Clinton volvió a confirmar a al-Asad que la retirada israelí sería a dichas líneas. Una vez más, el 6 de junio de 1995, Clinton envió un nuevo mensaje en el que le confirmaba la extensión de la retirada: “Como le comuniqué en Damasco y he asegurado a su ministro de Asuntos Exteriores, tengo en mi bolsillo el compromiso del primer ministro Rabin en torno a una completa retirada a las líneas del 4 de junio de 1967”, pero le reclamó prudencia para evitar que la difusión de este compromiso colocase a Rabin en una situación complicada ante sus opositores políticos. Tras la Cumbre de Ginebra, las negociaciones entre Siria e Israel se renovaron y durante los primeros meses de 1994 los diplomáticos norteamericanos reduplicaron sus esfuerzos para conseguir avances en tres temas: la extensión de la retirada israelí de los Altos de Golán; las condiciones israelíes sobre la cuestiones de la seguridad y la normalización de las relaciones entre Siria e Israel después del acuerdo de paz. Con la mediación de Dennis Ross, los embajadores de Siria e Israel en Washington celebraron una nueva ronda negociadora a finales de enero de 1994, pero sin registrar un verdadero avance. Los avances limitados en las negociaciones entre Siria e Israel hizo que Christopher llevara a cabo varias visitas a la zona entre abril y mayo de 1994, demostrando que la Administración de Clinton estaba interesada en avanzar las negociaciones sirio-israelíes Durante aquellos meses, la Administración de Clinton intentó convencer a Rabin a ser más flexible en el tema de la retirada de los Altos del Golán, ofreciendo una mayor cooperación militar a Tel Aviv en el 514 515

Para ver más sobre la Cumbre de Ginebra entre los dos líderes véase al-Safir, 18 de enero de 1994. SEALE, 2000, p. 71.

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caso de la firma de un acuerdo de paz con Damasco. El 29 de abril de 1994, Christopher transladó a al-Asad un mensaje de Rabin en torno al calado de la paz516. El desacuerdo fue profundo, sobre todo en el tema de la retirada de los Altos del Golán, ya que se basaba en una retirada a las fronteras internacionales establecidas en 1923, lo que para al-Asad era inaceptable porque dejaba el pleno control del lago Tiberiades, y de sus recursos hídricos, del lado israelí. Durante los primeros meses de 1994, los norteamericanos afrontaron varias dificultades en el frente sirio-israelí. Isaac Rabin se encontraba en una situación extremadamente delicada, ya que el Acuerdo de Oslo había tenido un elevado coste político interno y había generado una profunda división en la sociedad israelí. Así las cosas no estaba en condiciones de avanzar hacia la paz con Siria, ya que consideraba que dicho acuerdo tendría un alto coste político, ya que una buena parte de los israelíes consideraban que la cesión de los Altos del Golán colocaría a Israel en una situación de vulnerabilidad y, por lo tanto, pondría en peligro la seguridad del país. A pesar de ello, la Administración de Clinton siguió intermediando entre ambas partes y Warren Christopher realizó una nueva visita a la zona en mayo de 1994 para acercar las posturas y lograr una respuesta positiva siria a la última oferta de Rabin. El discurso del Consejero de Seguridad Nacional Anthony Lake en el Instituto Washington para la Política de Oriente Próximo del 17 de mayo de 1994 permitió conocer la posición de la Administración de Clinton ante el proceso de paz de Oriente Medio tras la firma del Acuerdo de Oslo. En su discurso, Lake afirmó que un acuerdo de paz entre Israel y Siria era una de las prioridades de la Administración de Clinton en aquella época. Para Lake, Siria cumplía un papel importante para la estabilidad de Oriente Medio, asegurando que el acuerdo de paz con Siria permitiría coronar con éxito las negociaciones con los jordanos y libaneses en un corto periodo de tiempo517. Lake interpretaba que la salida de Siria del conflicto árabe-israelí permitiría a Israel normalizar sus relaciones con los otros países árabes y musulmanes en Asia y África y rompería la alianza entre Damasco y Teherán518. Debe tenerse en cuenta que el aislamiento de Irán y sus aliados radicales en Oriente Medio era una de las mayores preocupaciones de la Administración de Clinton. Cabe señalar que tras la mejora de las relaciones entre Damasco y Washington, se agudizaron los temores 516

RABINOVICH, 1998, pp. 140-143. LAKE, A.: Conceptualizing U.S. Strategy in the Middle East, Paper presented at: Serif Symposium, Washington Institute for Near East Policy, 17 de mayo de 1994. 518 ZIYADE, 2005, pp. 390-393. 517

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iraníes de perder a su aliado sirio. De hecho, las relaciones entre Damasco y Teherán entraron en una etapa fría, sobre todo cuando en la Cumbre de Ginebra al-Asad declaró que la paz sería la opción estratégica para que Siria pudiera resolver su conflicto con Israel. Mientras que al-Asad consideró el proceso de paz como una oportunidad para mejorar sus relaciones con Washington, la Administración de Clinton vio en dicho proceso un medio para romper la alianza sirio-iraní. A partir de 1994, la Administración de Clinton percibió la necesidad de debilitar a los grupos armados que se oponían a la paz con Israel519. En una entrevista en la cadena televisiva CNN en mayo de 1994, Clinton aseguró que las negociaciones entre Siria e Israel en esos momentos eran las más serias entre ambos países desde que empezó el conflicto en 1948. Al mismo tiempo, el secretario de Estado norteamericano publicó la lista de países que apoyaban al terrorismo en el año 1994. A pesar de que el nombre de Siria aparecía en la lista, fue objeto de menores críticas que Irán520. Christopher demostró que Irán, a través de su apoyo a los grupos radicales en la zona, se destacaba como uno de los principales países que apoyaban al terrorismo, lo que no contribuiría a la paz entre Israel y los árabes. El 18 de julio de 1994, Christopher nuevamente realizó una visita a Oriente Medio con el cometido de firmar la Declaración de Washington entre Israel y Jordania, que ponía fin al estado de guerra entre Israel y Jordania521. En el curso de su visita a Damasco, Christopher dio un avance significativo a las negociaciones al sugerir que el primer ministro Isaac Rabin se había mostrado de acuerdo a una retirada hasta la línea de 1967, aunque los israelíes no presentarían esta concesión hasta que sus necesidades en materia de seguridad fueran satisfechas522. Ante este importante avance, el presidente sirio dio luz verde a su embajador en Washington Walid al-Mualem para que celebrara una nueva ronda negociadora con el embajador israelí Itamar Rabinovich. Las negociaciones se concentraron en la normalización, el periodo de retirada y los asuntos de seguridad. Ante el optimismo

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Para ver más sobre los resultados de la Cumbre de Ginebra sobre las relaciones entre Damasco y Teherán véase al-Hayat, 5 de mayo de 1994. 520 RABIL, 2006, p. 101. 521 A pesar de ello, la prensa siria aseguró que la Declaración de Washington marcó un día negro en la historia de Jordania. Cabe destacar que después de los acuerdos de paz con los palestinos y jordanos. al-Asad se encontró a si mismo en lo último de la cola árabe para hacer la paz con Israel. Tishrin, 27 de julio de 1994; alZawra, 20 de Julio de 1994; Baaz, 30 de Julio de 1994. 522 ROSS, 2004, p. 147.

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generado por los avances registrados, el presidente Clinton telefonó a al-Asad personalmente a finales de julio de 1994, confirmando nuevamente la ‘garantía de Rabin’ sobre una retirada a las fronteras de 1967, y también aplacando los temores de al-Asad sobre el acuerdo de paz entre Israel y Jordania. Ante la posibilidad, más cercana que nunca de que Siria pudiese recuperar el Golán en su integridad, al-Asad no tardó en adoptar varios pasos de “diplomacia descubierta” tanto hacia Israel como a los Estados Unidos. En primer lugar, a pesar de sus críticas ante la Declaración de Washington entre Israel y Jordania, las autoridades sirias permitieron que el canal sirio televisara la ceremonia de la misma. Con esta medida quería convencer a su opinión pública que Siria no se oponía a la firma de la declaración y, por otro lado, quería preparar a la sociedad siria para un posible acuerdo de paz con Israel. En segundo lugar, alAsad no dejó de hacer declaraciones optimistas sobre el proceso de paz en Oriente Medio y sus beneficios sobre todo los pueblos de la región523, pues al-Asad quiso demostrar a los norteamericanos su seriedad para alcanzar un acuerdo de paz con Rabin. En tercer lugar, la aceptación de al-Asad para que su ministro de Asuntos Exteriores Faruq al-Shara concediera una entrevista a un canal israelí, en el que habló en términos positivos de una eventual paz entre Siria e Israel, y se reuniera en Washington con varios líderes de la comunidad judía norteamericana524. En cuarto lugar, Siria permitió a los periodistas israelíes visitar Siria, siempre que además de la nacionalidad israelí tuvieran otra, para no tener que aceptar pasaportes israelíes en la línea fronteriza. Con todas estas medidas, el presidente sirio pretendía poner la pelota en el campo israelí y, además, mostrar a la Administración de Clinton su buena disposición hacia un acuerdo de paz. Cabe señalar que tras las noticias que abordaban la posibilidad de un acuerdo de paz entre Israel y Jordania, al-Asad pretendió que las negociaciones sirio-israelíes continuaran siendo una prioridad en la agenda exterior de la Administración de Clinton. Por su parte los norteamericanos reaccionaron positivamente ante la flexibilidad de al-Asad, aumentando sus esfuerzos para poder alcanzar la paz antes de final de 1994 con el objeto de cerrar el círculo de paz. Tras la firma del acuerdo de paz con Jordania el 26 de octubre de 1994, el primer ministro 523 AL-ASAD, H.: Maymu`at juttab al-rais Hafiz al-Asad li-amm 1994 (Colección de discursos del presidente Hafez alAsad. Año 1992), Matabi` al-Idara al-Siyasiya, Damasco, 1994, pp. 40.47. 524 PIPES, D.: Syria Beyand the Peace Process, Washington Institute for Near East Policy, Washington, DC, 1996, p. 77; Haaretz, 7 de Octubre de 1994.

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israelí Isaac Rabin nuevamente dejó de lado las negociaciones con aSiria para alcanzar un acuerdo antes del final de 1994. Cabe señalar que Clinton y Christopher pretendían promover dicho acuerdo de paz, pero finalmente tuvieron que aceptar la decisión de Rabin de dejar a Siria como última prioridad entre los países árabes525. Puede considerarse que esta decisión tenía relación con la negativa siria a condenar los atentados que los grupos radicales palestinos perpetraron contra civiles israelíes a partir de 1994. A pesar de esta circunstancia, el equipo negociador norteamericano consideró que el presidente Clinton debería realizar una visita oficial a Damasco tras la firma del acuerdo de paz en Wadi Araba como gesto hacia al-Asad526. La visita del presidente Clinton a Damasco del 27 de octubre tenía varios objetivos. En primer lugar impulsar las negociaciones sirio-israelíes demostrando el interés norteamericano en una paz entre Siria e Israel que cerrase el círculo de la pax americana. En segundo lugar asegurar que la retirada israelí se efectuaría hasta la frontera de 1967, la única que al-Asad estaba dispuesto a aceptar y la que Rabin se había comprometido a aplicar. En tercer lugar reconocer el prestigio árabe y regional de al-Asad, cuestionado tras los acuerdos bilaterales entre Israel, los palestinos y los jordanos. En cuarto lugar lograr que el régimen sirio presionase a Hezbola y a las organizaciones palestinas radicadas en Siria para que detuviesen sus actividades contra Israel, tanto en el sur de Líbano como en los Territorios Ocupados, sobre todo cuando Rabin denunció que el apoyo sirio a esos grupos afectaba negativamente el avance hacia un acuerdo de paz con Damasco. En quinto lugar presionar a al-Asad a ser flexible en cuanto a la normalización y el periodo de la retirada israelí de los Altos del Golán, que los israelíes pretendían demorar durante cinco años (al igual que había ocurrido en Camp David y Oslo). Además la visita del presidente Bill Clinton a Damasco tuvo sus propias implicaciones para las relaciones norteamericano-sirias. Por un lado fue la primera visita de un presidente norteamericano a Siria después de la visita de Nixon en 1974 y, por otro lado, fue la segunda reunión entre al-Asad y Clinton en menos de un año527. Dicha visita reflejó hasta qué punto había llegado el entendimiento en las relaciones entre Damasco y Washington en 525

Tras los acuerdos israelo-palestinos, Israel y Jordania intensificaron sus contactos con el fin de alcanzar un acuerdo de paz. Por aquel entonces, el reino atravesaba una grave crisis económica y la firma de un acuerdo de paz era necesaria para mejorar la situación. Este paso permitiría a Rabin continuar debilitando la posición de al-Asad en el proceso de paz. Para ver más sobre las negociaciones israelí-jordanas véase SHLAIM, 2008, pp. 539-552; ROSS, 2004, pp. 165-187 526 RABIL, 2006, p. 100. 527 MA´OZ, 2004, p. 202-203; COBBAN, 1999, p. 65.

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aquella época. Tal como se he señalado anteriormente, tras el proceso de paz los Estados Unidos quisieron impulsar acuerdos de paz entre su aliado estratégico israelí y los otros países árabes con el objetivo de aislar al frente radical formado por Irán e Irak, nuevas bestias negras de Washington. A pesar de los continuos desaires israelíes en las negociaciones, Siria estaba interesada en afianzar sus relaciones con la Administración de Clinton, que había demostrado su voluntad por alcanzar un acuerdo de paz entre Damasco y Tel Aviv, llegando mucho más allá de lo que había llegado la propia Administración de Bush. El régimen sirio esperaba que, gracias a esta “luna de miel” que vivían las relaciones bilaterales, Washington se replantease su política y la eliminase de la lista de países que apoyaban al terrorismo, lo que a su vez le permitiría recibir ayudas económicas y atraer inversiones. Tras su reunión con al-Asad, Clinton aseguró que sin Siria no habría una paz definitiva en Oriente Medio528. El presidente norteamericano enfatizó el papel importante de Siria en el proceso de paz, un papel que sin embargo había sido puesto en entredicho por Israel que había preferido impulsar los acuerdos con los palestinos y los jordanos y dejar de lado a los sirios con la intención de extraer mayores concesiones. En la rueda de prensa posterior, alAsad se manifestó a favor de la normalización de las relaciones entre Siria e Israel, pues antes de la Cumbre de Damasco únicamente reconocía la posibilidad de una normalización global entre todos los países árabes e Israel529. al-Asad también aceptó dar un salto cualitativo en las negociaciones al involucrar, junto a los diplomáticos, a los altos cargos militares. Así decidió enviar al jefe de Estado Mayor Hikmat al-Shihabi con la delegación siria a Washington para negociar sobre las disposiciones de seguridad con el jefe de Estado Mayor israelí Ehud Barak. Enviar a su jefe de Estado Mayor a negociar con los israelíes sobre los asuntos de seguridad fue uno de los pasos más significativos en las negociaciones bilaterales y, además, sería la primera vez que un jefe de Estado Mayor sirio negociaría directamente con su homólogo israelí. Entre noviembre de 1994 y junio de 1995 las delegaciones negociaron en maratonianas jornadas. En el mes de mayo alcanzaron un principio de acuerdo que podría parecer modesto, pero que al tratarse del primer documento sirio-israelí era relevante. El documento sobre los Objetivos y Principios de los Acuerdos de Seguridad marcó uno de 528

al-Hayat, 27 de octubre de 1994; Baaz, 28 de octubre de 1994. Para ver más sobre las condiciones sirias en las negociaciones con Israel ofrecidas por el presidente alAsad véase ROSS, 2004, p. 161. 529

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los resultados más importantes que la diplomacia norteamericana pudo conseguir en las negociaciones sirio-israelíes sobre los asuntos de seguridad530. Para alcanzar dicho avance entre ambas partes, el presidente Clinton tuvo que intervenir personalmente en las negociaciones y asegurar a al-Asad que los Estados Unidos seguían teniendo en su bolsillo el compromiso de Rabin sobre una retirada de los Altos del Golán hasta la frontera de 1967. El texto completo decía lo siguiente: Objetivos: 1) La prioridad más importante es reducir, si no eliminar, el peligro de un ataque por sorpresa; 2) Prevenir o minimizar las fricciones cotidianas en la frontera; 3) Reducir el peligro de un ataque a larga escala, invasión o guerra. Principios: 1) La seguridad es una necesidad legítima de ambas partes. Ninguna reclamación ni ninguna garantía de una parte debería lograrse a costa de la seguridad de la otra parte; 2) Los acuerdos de seguridad deben ser equitativos, mutuos y recíprocos; 3) Las dos partes reconocen que los acuerdos de seguridad deberían alcanzarse por mutuo acuerdo y, en consecuencia, deberían respetar la soberanía y la integridad territorial de cada parte; 4) Los acuerdos de seguridad deberían restringirse a las áreas a ambos lados de la frontera de los dos países. Tras dichos avances en las negociaciones, Warren Christopher y Dennis Ross llevaron a cabo varias visitas a Oriente Medio531, intercambiado cartas y mensajes entre al-Asad y Rabin. De esta manera, la posibilidad de alcanzar un acuerdo de paz entre Siria e Israel fue prioritaria para la Administración de Clinton durante 1995. Cabe tener en cuenta que la Administración de Clinton pretendía alcanzar la paz entre Damasco y Tel Aviv antes del fin de año 1995 por varias razones. La primera razón es que un acuerdo de paz entre los mayores enemigos de la zona antes de las elecciones presidenciales de 1996 sería considerado un éxito para la diplomacia de la Administración 530

El documento era importante en las negociaciones sirio-israelíes, porque establecía los principios de igualdad y respecto mutuo. Estipulaba que la seguridad de una parte no debería obtenerse a costa de la seguridad de la otra parte. Véase RABINOVICH, 1998, p. 178. COBBAN, 1999, pp. 66-68. 531 El secretario de Estado Warren Christopher realizó más de tres rondas a la zona durante menos de un año, con el objetivo de promover un avance en las negociaciones sirio-israelíes. Ross por su parte concentró su mediación en las negociaciones de seguridad sirio-israelíes en Washington. El presidente Clinton se involucró intercambiando mensajes con Rabin y al-Asad, sobre todo cuando las negociaciones llegaron a un camino cerrado. Para ver más sobre la diplomacia norteamericana durante este periodo véase ZIYADE, 2005, pp. 414-450; RABINIVICH, 1999, p. 68.

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de Clinton. Después de los acuerdos de paz entre Israel, los palestinos y los jordanos, la Administración de Clinton consideró de importancia lograr otro acuerdo entre Siria e Israel que cerrar el círculo de la paz entre Israel y los árabes. La segunda razón, tal como se ha señalado anteriormente, es que durante las elecciones en los Estados Unidos, la campaña electoral devenía una prioridad para la Administración norteamericana más que otros asuntos, por lo que el presidente Clinton pretendía iniciar la campaña electoral con el conflicto sirio-israelí cerrado y con un histórico acuerdo de paz como baza política, lo que sin duda mejoraría sus expectativas electorales. En los tres años que duró el Gobierno de Rabin (1993 -1995), la diplomacia siria pudo alcanzar varias metas. En cuanto al proceso de paz con Israel, las negociaciones sirioisraelíes alcanzaron avances significativos en general, sobre todo tras el compromiso verbal de Rabin en torno a una retirada completa hasta las fronteras de 1967. En las relaciones exteriores, se constató una mejoría en las relaciones entre Siria y los países occidentales, lo que llevó a la Unión Europea a cancelar, en noviembre de 1994, la congelación de las relaciones con Damasco y levantar la prohibición de venta de armas a Siria, iniciada con el asunto Hindawi de 1986. En cuanto a sus relaciones con Washington, los sirios pudieron alcanzar verdaderos avances en las relaciones con la Administración de Clinton en comparación a las décadas anteriores. A pesar de los Acuerdos de Oslo y Wadi Araba, la Administración de Clinton siguió considerando a Siria como una llave esencial para la paz en Oriente Medio. El fracaso de la paz con Israel después de tres años de negociaciones con Rabin hizo que al-Asad extremara la cautela ante Rabin, sobre todo una vez que al-Asad perdió su importante papel de presión en sus negociaciones con Israel tras la firma de varios acuerdos de paz y económicos entre Israel y varios países árabes e islámicos532. al-Asad consideraba que Rabin saltaba en las negociaciones entre los palestinos, jordanos y sirios sin tener ninguna voluntad política de poner fin al conflicto árabe-israelí. Al mismo tiempo, el régimen sirio deseaba seguir negociando con Israel con el objetivo de afianzar sus relaciones con Washington. El propio mantenimiento de las negociaciones en un escenario mucho más adverso permitió a al-Asad intensificar sus contactos con los responsables de la 532 Con la firma del Acuerdo de Oslo II en septiembre de 1995 entre Rabin y los palestinos, Rabin terminó sus actividades de paz antes de las elecciones y no se verían mayores avances con los sirios hasta después de las elecciones. Por esto al-Asad consideró que Rabin estaba matando el tiempo en las negociaciones con Siria y que el objetivo de Rabin era solamente normalizar las relaciones políticas y económicas con los países en la zona. Véase la entrevista con al-Asad en el periódico al-Ihram, 10 de octubre de 1995.

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Administración de Clinton, sobre todo con el secretario de Estado Warren Christopher, quien visitó Damasco 18 veces en tan sólo cuatro años533. Durante el mandato de Rabin, el proceso de paz árabe-israelí en general y en particular sirio-israelí fue una de las mayores prioridades en la agenda de la Administración de Clinton. Clinton, Christopher y Ross llevaron a cabo grandes esfuerzos con el objetivo de alcanzar una paz global entre Israel y los árabes. En cuanto a las negociaciones entre Siria e Israel, la Administración de Clinton trató de mediar entre las partes e, incluso, se ofreció a velar por el cumplimiento del acuerdo mediante el envío de fuerzas norteamericanas a los Altos del Golán como parte de las fuerzas internacionales de interposición534. Las partes implicadas en el proceso de las negociaciones reaccionaron positivamente ante el aumento de los esfuerzos diplomáticos norteamericanos para poder alcanzar la paz, y durante dicho periodo aparecieron pocas críticas en público por el papel de la diplomacia norteamericana. Tal como se he señalado anteriormente, al-Asad entendía la alianza estratégica entre Washington y Tel Aviv, pero al mismo tiempo encontró en los esfuerzos norteamericanos para promover la paz regional una oportunidad para llegar a un acuerdo con Israel y mejorar sus relaciones con Washington. A pesar de que el régimen en Siria era calificado como una dictadura y de que la Administración de Clinton se mostrara a favor de la extensión de la democracia, Damasco y Washington pudieron mantener una relación franca con cierto entendimiento sobre cuestiones regionales de interés mutuo. ¿Por qué la Administración de Clinton no pudo aprovechar los avances en las negociaciones sirio-israelíes de mayo de 1995 para alcanzar un acuerdo de paz entre Siria e Israel? Como respuesta a dicha pregunta cabe demostrar las dificultades que el acercamiento sirio-norteamericano tuvo que enfrentar durante este periodo. En primer lugar la relación estratégica entre Israel y los Estados Unidos fue un factor determinante que limitó dicho acercamiento entre Damasco y Washington. A pesar de que Israel aceptó hasta cierto punto la aproximación entre Damasco y Washington, las relaciones entre Clinton y Rabin fueron las que siempre se antepusieron535. Según William Quandt, el presidente Clinton en ningún momento se quiso enfrentar a Rabin, pues durante dicho

533

CHRISTOPHER, 2001, p. 224. al-Hayat, 21 de junio de 1995. 535 En su libro The Missing Peace: The Inside Story Of Tthe Fight For Middle East Peace, Dennis Ross muestra la fuerte cooperación existente entre la Administración de Clinton y el Gobierno de Rabin en cuanto al proceso de paz con los árabes. Pues las relaciones estratégicas entre Tel Aviv y Washington fueron un factor importante sobre la mediación norteamericana en el proceso de paz. 534

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periodo evitó tomar medidas que chocaron de lleno con el posicionamiento israelí. El intento de Clinton de no presionar a Rabin para conseguir más concesiones en las negociaciones, sobre todo en cuanto a las negociaciones con Siria, se debió a varias razones. La primera razón fue evitar las críticas de los aliados de Israel dentro de su administración, sobre todo Martin Indyk y Dennis Ross536. La segunda razón fue protegerse a si mismo ante el Congreso, pues después de las elecciones de noviembre de 1994 los republicanos dominaban el Congreso lo que limitó el margen de maniobra de la Casa Blanca. De hecho, los republicanos no tardaron en demostrar su apoyo a Israel y sus críicas a la Administración de Clinton por su flexibilidad ante el régimen sirio537. En cuanto al segundo factor, las relaciones entre Siria y los grupos radicales que rechazaban la paz con Israel no solamente afectaron negativamente al proceso de paz con Israel sino que también fueron un obstáculo en el camino de la mejora de relaciones entre Damasco y Washington durante este periodo. Como se ha señalado anteriormente, Siria no tardó en utilizar su alianza con esos grupos radicales en la zona para presionar a Israel en las negociaciones, tal y como había hecho con los grupos armados chiíes en Líbano para mejorar su posición y debilitar a los efectivos israelíes. Al mismo tiempo, dichas relaciones entre Damasco y los grupos radicales afectaron negativamente a las relaciones entre Damasco y Washington538. Por un lado, el rechazo sirio a condenar a los atentados de Hezbola, Hamás y la Yihad Islámica contra objetivos israelíes y, por otro lado, el no cerrar las oficinas de esos grupos en Damasco, convenció a la Administración de Clinton de que Damasco no estaba dispuesta a cesar por completo su apoyo a dichos grupos considerados terroristas539. La Administración de Clinton consideraba a esos grupos radicales, aliados de Irán, una amenaza a la política norteamericana en la zona, sobre todo por su intento de sabotear el proceso de paz. Por esta razón, la ruptura de la alianza entre esos grupos y Siria era uno de los objetivos de la diplomacia norteamericana mediante la promoción de un acuerdo de paz 536Ambas personas son conocidas por sus grandes actividades dentro del Lobby israelí en Washington, para ver más véase MEARSHEIMER y Walt.: El Lobby israelí y la política exterior de los Estados Unidos. 537 Tras la victoria de los republicanos en el Congreso a fines de 1994, se agudizó la oposición al despliegue de fuerzas norteamericanas en los Altos del Golán, sobre todo cuando el líder del Likud Benjamin Netanyahu movilizó a los sectores neo-conservadores republicanos en el Congreso para manifestar que cualquier retirada de los Altos del Golán amenazaría la seguridad de Israel. 538 RABIL, 2006, p. 101. 539 Como respuesta ante las críticas, Siria aseguró que Hamás y la Yihad Islámica solo desarrollaban actividades políticas en territorio sirio y no militares. RABINOVICH, 1999, p. 69; al-Hayat, 3 de abril de 1995. Para ver mas sobre las relacione entre el régimen de al-Asad y esos grupos en la zona y sus efectos sobre las relaciones entre Damasco y Washington, PIPES, 1996, p. 35.

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entre Siria e Israel. Debido al respaldo sirio a estos grupos, los medios de comunicación norteamericanos atacaron a la propia Administración de Clinton por mantener los contactos con el régimen de al-Asad540.

540

La perspectiva del lobby israelí se refleja de manera muy extendida en los medios de mayor difusión porque un número sustancial de los comentaristas norteamericanos que escriben acerca de Israel o de Oriente Medio son manifiestamente pro-israelíes. MEARSHEIMER y WALT, 2007, pp. 282-289.

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CAPÍTULO 6. SIRIA Y EL NUEVO ORIENTE MEDIO (1995-1996)

6.1. EL NUEVO ORIENTE MEDIO DE PERES Antes del asesinato de Rabin el 4 de noviembre de 1995, las relaciones sirionorteamericanas entraron en una fase de retroceso, sobre todo después de la firma del Acuerdo de Oslo II en septiembre de 1995 entre la OLP e Israel. La Conferencia Económica de Amman, celebrada en octubre de ese mismo año, marcó uno de los primeros pasos en la normalización de las relaciones entre Israel y algunos países árabes. Estos acontecimientos convencieron a al-Asad que Israel tenia el propósito de aislar a Siria en la zona y, así, convertirla en el último eslabón del proceso de paz, todo ello con la intención de que claudicara en sus posiciones y se resignara a un retorno a la frontera internacional de 1923. Por esta razón, al-Asad no tardó en desplegar sus criticas ante la política de Rabin a partir de mediados de 1995, asegurando que mediante los acuerdos bilaterales con algunos árabes y las conferencias económicas, Israel pretendía dominar la zona política, económica y militarmente541. Por todo ello, la actitud de al-Asad era bastante pesimista en cuanto a la evolución del proceso de paz ya antes del asesinato de Rabin. El presidente sirio interpretaba que la Administración de Clinton no había hecho todo lo que estaba en sus manos por impulsar el proceso de paz y consideraba que si bien Siria se había visto obligada a presentar varias concesiones y había mantenido una postura flexible, no podía decirse lo mismo de Israel, que había activado y desactivado las negociaciones con cada actor árabe en función de sus intereses en cada momento del proceso de paz. No sólo Israel había firmado acuerdos con la OLP y Jordania, sino que además Israel había ido mucho má lejos al entablar relaciones comerciales con varios países árabes a partir de mediados de 1995, todo ello antes de que los palestinos dispusieran de su propio estado y de que los sirios recuperaran los Altos del Golán. El presidente al-Asad interpretó que, con ello, se había sobrepasado una línea roja y que los intereses de Damasco estaban amenazados. En este contexto tuvo lugar el asesinato del dirigente israelí que significó un duro golpe 541

al-Zawra, 8 de octubre de 1995.

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para el proceso de paz en su conjunto y para Siria en particular, como veremos más adelante. Rabin fue asesinado tras dar un discurso en la plaza de los Reyes de Tel Aviv ante 100.000 personas. Allí había denunciado que “existen enemigos del pueblo e intentan atacarnos para torpedear la paz”. Yigal Amir, su asesino, era un colono de 25 años que confesó “haber actuado en nombre de Dios”. Una parte significativa de los colonos era contraria al proceso de paz al considerar que ningún mortal podía renunciar a la Tierra de Israel, ya que fue el propio Dios quien la cedió al pueblo elegido. En lo que respecta al proceso de paz, la pérdida de Rabin encalló el proceso negociador y provocó que su sucesor Simon Peres, hasta entonces ministro de Defensa, se mostrara mucho más cauto en torno a la paz con los árabes. En opinión del diplomático Shlomo Ben-Ami, que más tarde asumiría la cartera de Asuntos Exteriores, “hasta entonces el proceso dependía de un motor, Simon Peres, siempre creativo e incansable, y de un escudo, Isaac Rabin, que por su trayectoria de jefe militar ‘halcón’ y experto en materias de defensa, ayudaba a calmar los temores de los israelíes y a darles confianza [...]. Con su muerte el proceso de paz quedaba sin escudo”542. Simon Peres dio un giro a las negociaciones enfoncándolas desde el prisma del Nuevo Oriente Medio, un proyecto según el cual la paz necesitaba un fuerte impulso económico para que todos los países de la región, y en especial, Israel sacaran réditos de su inversión en la paz. Como se ha señalado, “el enfoque de un visionario como Peres era radicalmente diferente del de un estratega como Rabin. El histórico dirigente laborista estaba convencido de que un nuevo Plan Marshall podría cerrar las heridas causadas por el conflicto árabeisraelí y que un nuevo Oriente Medio podría edificarse gracias a la cooperación económica”543. La perspectiva de Peres tuvo sus efectos sobre las relaciones norteamericano-sirias. El discurso del Nuevo Oriente Medio se centraba en dos elementos. De una parte la seguridad a través de la firma de acuerdos destinados a limitar la carrera armamentista en la zona y garantizar la seguridad de Oriente Medio. De otra parte la economía, a través de la lucha contra la pobreza que se consideraba estaba detrás de la desesperación, pues para Peres

542

BEN-AMI, Shlomo (1995): “El proceso de paz árabe-israelí y sus derivaciones geoestratégicas”. Política Exterior, IX: 43, p. 145. 543 ÁLVAREZ-OSSORIO, 2009, p. 167.

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estas eran las causas principales del terrorismo544. Peres consideró que los movimientos radicales en la zona ponían en peligro la seguridad y el desarrollo en Oriente Medio. Tras el asesinato de Rabin, Peres se encontró en la posición que tanto había ansiado al detentar la responsabilidad de la decisión política en Israel y de esta manera vio la oportunidad para implantar el Nuevo Oriente Medio. Para Peres, la coyuntura regional era la adecuada para promover su proyecto, sobre todo después de la firma de varios acuerdos de paz entre Israel, los palestinos y los jordanos y la normalización de relaciones económicas con algunos países árabes. Cabe destacar que el Nuevo Oriente Medio recibió el visto bueno de Washington, pues tras la muerte de Rabin la Administración de Clinton no dejó de fortalecer las relaciones entre Israel y los países amigos árabes a través de la celebración de varias conferencias económicas. Para la Administración de Clinton el fortalecimiento y la normalización de las relaciones económicas, políticas y de seguridad entre Israel y el mundo árabe asentarían los intereses norteamericanos en Oriente Medio. Dicho proyecto no solamente fortalecería las relaciones entre el aliado estratégico israelí y sus vecinos árabes, sino que también debilitaría la influencia de los enemigos de los Estados Unidos en la región, quienes deseaban sabotear los intereses vitales norteamericanos. En las Conferencias Económicas de Casablanca (1994) y Amman (1995), Israel participó en pie de igualdad junto con los países árabes, lo que puso de manifiesto el fin del boicot árabe a Israel durante las conferencias. Siria fue uno de los pocos países que no comulgó con la visión de Peres sobre el Nuevo Oriente Medio, pues para al-Asad Israel se convertiría en el epicentro de Oriente Medio545. El principal temor de al-Asad era que la dominación militar israelí del área pueda llegar a ser remplazada por una dominación económica apoyada por los Estados Unidos. En varios aspectos la Administración de Clinton demostró su apoyo a la política de Peres durante su corto mandato. En el proceso de paz, sobre todo en las negociaciones con Siria para alcanzar un rápido acuerdo de paz antes de las elecciones en Israel; en la normalización de las relaciones entre Israel y los otros países árabes en la zona, sobre todo 544 Para Peres, —la ciencia no tenía identidad nacional, la tecnología no tenia patria, la información no tenía pasaporte”. El Nuevo Oriente Medio de Peres “estaría dominado por los bancos, no por los tanques, por los votos, no por las balas”. Véase PERES, S. and NAOR, A.: The New Middle East, Eng: Elment Books, Longmead, 1993; SHLIAM, 2003, p. 670. 545 al-Hayat, 12 de diciembre de 1995.

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en los aspectos económicos; y finalmente en su política de “puño de hierro” contra los grupos palestinos y libaneses durante la primera mitad de 1996, que tenía una finalidad claramente electoralista, pues Peres pretendía demostrar que era tanto un hombre de guerra como hombre de paz. Dicho apoyo norteamericano a Peres tuvo efectos negativos en las relaciones entre Washington y Damasco. Empezando con el primer aspecto: el apoyo norteamericano a Peres en el proceso de paz con Siria. A pesar de que Peres había sido crítico en algunas ocasiones con las decisiones de Rabin en las negociaciones con los sirios, durante el funeral Rabin aseguró al presidente Clinton su respeto a la ‘garantía de Rabin’ en torno a la cuanto a la completa retirada de los Altos del Golán. Sin embargo, el enfoque de Peres en las negociaciones con Siria era completamente diferente al de su predecesor. Peres estaba convencido que un nuevo plan económico en la zona ayudaría a cerrar las heridas creadas por el conflicto árabe-israelí, y por eso la cooperación económica era una de sus prioridades en las negociaciones con Siria546. Aunque el asesinato de Rabin provocó una fuerte conmoción en la Administración de Clinton e hizo tambalearse las negociaciones de paz entre Israel y Siria, los norteamericanos vieron también que se encontraban ante una gran oportunidad para alcanzar un acuerdo de paz en el corto plazo547. Un acuerdo de paz con Siria tendría varias ventajas. Una primera ventaja sería el gran éxito para la Administración de Clinton antes de las elecciones presidenciales de noviembre de 1996. La segunda ventaja sería que beneficiaría Peres de cara a las elecciones presidenciales israelíes en las que debería enfrentarse a Benjamin Netanyahu, líder del Likud, quien sería un obstáculo en el proceso de paz de imponerse en las urnas. Como no había tiempo que perder, Dennis Ross hizo dos visitas a Damasco y Tel Aviv para reactivar las negociaciones. El enviado norteamericano aseguró a al-Asad que Peres consideraba prioritaria la firma de un acuerdo de paz con Siria. Tras su reunión con Clinton en Washington el 10 de diciembre de 1995, Peres destacó la importancia de un acuerdo de paz en un periodo corto, manifestando a su vez su deseo de reunirse con al-Asad en una cumbre. En su intevención ante el Congreso norteamericano el 10 de diciembre de 1996, 546

SAVIR, U.: The Process:1,100 Days that Changed the Middle East, Random House, New York, 1998, pp. 274275. 547 ROSS, 2004, pp. 225-227; RABINOVICH, 1998, pp. 202-204.

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Simon Peres aseguró que alcanzar un acuerdo de paz con Siria sería la llave del desarrollo económico en la zona y por supuesto garantizaría la seguridad y la estabilidad en Oriente Medio548. Al contrario que Rabin, Peres estaba convencido de la necesidad de alcanzar un acuerdo con Siria y normalizar las relaciones con esta cuanto antes, pues esto favorecería la posición de Israel en las negociaciones del estatuto final de la Autoridad Palestina. Tal como se ha señalado anteriormente, al-Asad no coincidía con la nueva perspectiva de Peres, pero al mismo tiempo y ante los grandes esfuerzos norteamericanos para reanudar las negociaciones adoptó varias posturas flexibles. Por ejemplo, aceptó participar en la Conferencia Euromediterránea de Barcelona en noviembre de 1995, en la que sería la primera vez después de la Conferencia de Madrid en la que Siria aceptó sentarse junto a Israel en una conferencia internacional. al-Asad también medió ante Hezbola para que congelase sus ataques al Ejército israelí en el sur de Líbano y contra las colonias israelíes en el norte de Israel549. Tras tales gestiones, el presidente Clinton telefoneó a al-Asad el 12 de diciembre de 1995 para asegurarle el respeto de Peres a la ‘garantía de Rabin’ en cuanto a una completa retirada de los Altos del Golán. Nuevamente, y para retomar las negociaciones, el secretario de Estado Warren Christopher se reunió con al-Asad en Damasco el 13 de diciembre. El presidente sirio rechazó una propuesta israelí basada en diez puntos, mostrando reticencias ante dos aspectos: no tenía intención de celebrar ninguna cumbre con Peres mientras no hubiera un acuerdo de paz y tampoco tenía interés en llevar a cabo proyectos económicos conjuntos en los Altos del Golán. En este punto, los sirios consideraron que la superioridad tecnológica de Israel consagraría una nueva asimetría tan peligrosa como la superioridad militar israelí. A pesar del pesimismo de al-Asad, al final accedió a reactivar el canal negociador dado que no tenía otra opción, ya que no quería aparecer ante la comunidad internacional, especialmente tras el asesinato de Rabin, como un obstáculo en el camino de la paz. Igualmente pretendía que, al reanudar las negociaciones con Israel, las criticas de los Estados Unidos a Siria por su apoyo a los grupos que se oponían al proceso de paz con

548

Véase COBBAN, 1999, p. 109. Para ver más sobre las conversaciones de al-Asad con el enviado Ross sobre la organización de Hezbola y su relación con Siria véase ROSS, 2004, pp. 230-233. 549

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Israel bajaran de tono550 y, por otro lado, quería seguir demostrando a la Administración de Clinton que la paz con Israel seguía siendo una opción estratégica para resolver el conflicto sirio con Israel. Entre diciembre de 1995 y febrero de 1996 se celebraron dos nuevas rondas negociadoras. La delegación israelí fue presidida por Uri Savir. La primera ronda de negociaciones se celebró en Wye Plantation (Maryland) y contó con una fuerte implicación norteamericana. En ellas ambas partes pusieron sobre la mesa todos los asuntos simultáneamente: fronteras, normalización, acuerdos de seguridad y recursos hídricos. A pesar de los pocos resultados concretos de esta ronda de negociaciones, ambas partes dialogaron sobre las relaciones regionales de los dos países para demostrar sus intereses mutuos en Oriente Medio. Por su parte, los sirios querían aprovechar de la presencia de los norteamericanos en las negociaciones para conversar sobre dos países, Turquía e Irán. En cuanto a Turquía, los sirios pretendían resolver sus problemas hídricos el gobierno turco con la mediación norteamericana, aprovechando las buenas relaciones estratégicas entre Washington y Ankara. En el caso de Irán, los sirios manifestaron la posibilidad de llevar a cabo un alejamiento limitado de Teherán. Cabe tener en cuenta que en sus negociaciones anteriores los sirios preferían no hablar de la posibilidad de emprender proyectos conjuntos en los Altos del Golán tras la firma de la paz. Sin embargo, los sirios aceptaron ahora negociar sobre proyectos conjuntos siempre que se diese también una participación internacional, sobre todo norteamericana. Tras la aceptación de Washington de participar en proyectos económicos entre Israel y Siria, los sirios consideraron estos proyectos como una de las formas en que se fortalecerían las relaciones entre Damasco y Washington, particularmente en cuanto a la ayuda económica que requería Siria551. Uno de los resultados de esos proyectos comunes sería que las relaciones norteamericano-sirias se darían dentro de un marco de acuerdos y compromisos internacionales que garantizarían el fortalecimiento de dichas relaciones. Tras el fin de la primera ronda en Wye Plantation, la Administración de Clinton intensificó

550 El reporte del Departamento de Estado de 1995 sobre el terrorismo aseguró que a pesar de los cambios significativos en la postura de Siria en cuanto al proceso de paz, Siria seguía apoyando a grupos terroristas libaneses y palestinos y jugando un papel importante en el ciclo de comunicación entre Irán y Hezbola. DEPARTMENTE OF STATE.: Patterns of Global Terrorism, US State Dept., the Secretary of State, Washington, D.C, 1995, p. 28. 551 SAVIR, 1998, p. 274.

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su presión sobre Damasco y Tel Aviv para alcanzar un acuerdo de paz, pues los norteamericanos no contaban con mucho tiempo antes de las próximas elecciones en noviembre de 1996. Pero la situación de Peres en Israel poco a poco se estaba complicando552, pues en febrero tendría que fijar la fecha de las elecciones presidenciales israelíes. El secretario de Estado Warren Christopher realizó un nuevo viaje a Damasco para conversar sobre la posibilidad de celebrar una cumbre entre al-Asad y Peres antes de las elecciones israelíes553. Por su parte, al-Asad aceptó enviar sus expertos militares para la segunda ronda de negociaciones y no rechazó la idea de reunirse con Peres, pero consideró que la premura no debía marcar la agenda ya que la coyuntura regional no era la más propicia para impulsar un acuerdo bilateral. La visión de Peres en torno al Nuevo Oriente Medio marcó el proceso de paz con Siria y también a las relaciones entre Damasco y Washington. Mientras que durante el periodo de Rabin la mayor parte de las conversaciones norteamericano-sirias se concentraron en el tema de la seguridad o en la dimensión de la retirada israelí de los Altos del Golán, con Peres la mayor parte de las conversaciones se enfocaron al aspecto económico. En su reunión con Warren Christopher del 12 de diciembre de 1995, al-Asad dio su visto bueno a la cooperación económica entre Siria e Israel siempre que hubiera también una implicación de los Estados Unidos para desarrollar los Altos del Golán. Así pues, Damasco reaccionó flexiblemente ante la perspectiva económica de Peres, viendo las ventajas económicas de un acuerdo de paz sobre la estancada economía siria. No obstante, Siria contempló con recelo los esfuerzos de la Administración de Clinto para impulsar una normalización económica entre Israel y el mundo árabe. Dicho apoyo fue criticado por al-Asad, ya que el presidente consideraba que un eventual acuerdo de paz no debería extender la ventaja de Israel en la zona y, en particular, sobre Siria, sino más bien disminuirla. Tras el asesinato de Rabin, la Administración de Clinton quiso demostrar su deseo de seguir apoyando al proceso de paz entre lo árabes y el nuevo primer ministro israelí. La postura de Peres sobre el papel de los Estados Unidos en la zona era diferente a sus predecesores, pues para Peres los norteamericanos tendrían que trabajar para conformar una nueva realidad estratégica en la zona a través de las reformas económicas, la presentación de inversiones y ayudas económicas y la cooperación mercantil y financiera 552 Peres fue atacado por los medios de comunicación israelíes por la rapidez de las negociaciones con Siria. No parecía posible, además, que Peres convenciese al electorado israelí sobre las ventajas de un acuerdo de paz con Siria. al-Sharq al-Ausat, 28 de diciembre de 1995; COBBAN, 1999, p. 143. 553 CHRISTOPHER, 2001, p. 224.

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entre todos los países de la zona554. Por su parte, el presidente Clinton apoyó las ideas de Peres, en buena medida para tratar de aislar a las fuerzas radicales que rechazaban la pax americana entre Israel y los árabes. El funeral de Rabin reflejó dicho apoyo norteamericano, pues la Administración de Clinton cumplió un papel importante en la participación de algunos líderes árabes en dicha ceremonia, en la que se escenificó el fin del boicot árabe a Israel. Gracias al apoyo norteamericano, Peres pudo dar varios pasos importantes en la normalización de las relaciones políticas, económicas y militares entre Israel y algunos países en la zona. Cabe tener en cuenta que dicha normalización afectó negativamente a la posición de al-Asad en el conflicto árabe-israelí en general y en particular en las negociaciones con Israel, ya que puso de manifiesto su soledad ante el cada vez mayor número de países árabes e islámicos que optaban por normalizar sus relaciones con Israel, entre ellos Túnez, Marruecos, Mauritania, Omán y Qatar que permitieron la apertura de oficinas económicas israelíes en su territorio555. Siria también fracasó rotundamente en su intento de convocar una Cumbre del Boicot Árabe en Damasco a fines de noviembre de 1995. No cabe duda que los norteamericanos usaron su influencia sobre algunos países árabes para sabotear dicha cumbre en Damasco, pues para los Estados Unidos el boicot árabe reflejaba uno de los obstáculos que impedían la paz. Mohamed Heikal, el decano de los analistas políticos árabes, advirtió que los Estados Unidos sólo necesitaban la foto de al-Asad con Peres para ponerla en el álbum de la paz en la Casa Blanca556. Otro elemento negativo fue el fortalecimiento de las relaciones económicas y militares entre Israel y Turquía, que pretendía crear un contrapeso frente a Irán y, en menor medida, contra Siria. A pesar de la victoria del partido islamista en las elecciones de Turquía en diciembre de 1995, al-Asad seguía temiendo la nueva alianza militar entre Ankara y Tel Aviv, que contaba con el visto bueno de la Administración de Clinton. Con este movimiento, Turquía se convirtió en un jugador clave en la región, lo que tendría efectos negativos para la relación entre Damasco y Ankara, ya que el régimen turco acusaba a Siria de prestar ayuda al PKK y dar cobijo a su líder Abdullah Ocalan. 554

ROSS, 2004, pp. 235-237. al-Hayat, 28 de noviembre de 1995. 556 Conversación con Mohamed Heikal en al-Mashhad al-Siasy, No 41-42, diciembre de 1995 y enero de 1996, p. 13. 555

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La firma de un acuerdo de cooperación militar entre Israel y Turquía en febrero de 1996 intensificó la presión sobre el régimen sirio557. Turquía permitió que las Fuerzas Aéreas israelíes utilizaran su espacio aéreo y sus bases, lo que podría permitir al país hebreo atacar a Siria desde dos frentes, así como desplegar sus reactores en la frontera turco-iraní. El activo papel desempeñado por los Estados Unidos para propiciar el acuerdo entre Israel y Turquía tuvo efectos negativos sobre las relaciones entre Damasco y Washington, sobre todo cuando al-Asad consideró que su principal objetivo era aislar a Siria y limitar su papel en Oriente Medio. En su reunión con Warren Christopher en febrero de 1996558, al-Asad mostró su descontento por la alianza entre Israel y Turquía y aseguró que el patrocinio norteamericano a dicha alianza no ayudaría a alcanzar la paz en Oriente Medio.

Cabe abordar ahora el tercer aspecto al que nos hemos referido antes. Los Estados Unidos respaldaron la política de “puño de hierro” adoptada por el primer ministro Simon Peres contra los grupos palestinos -Hamas y Yihad Islámica- y libaneses -Hezbola. Después de una oleada de atentados suicidas se intensificaron las críticas en el frente interno por no ser lo suficientemente firme frente a los palestinos, lo que llevó a Peres a autorizar el asesinato de Yahya Ayash, máximo dirigente militar de las Brigradas Izz al-Din al-Qassam, el 6 de enero de 1996. La decisión de Peres fue uno de los más graves errores de su carrera política, sobre todo por ser justo antes de las elecciones de mayo. La muerte del líder de Hamas fue respondida con una brutal oleada de atentados suicidas en Israel por la parte de Hamas y Yihad Islámica y en el norte de Israel por Hezbola. Asad rechazó condenar a los atentados y aseguró que se trataban de una resistencia legitima para recuperar los Territorios Ocupados, lo que obligó a Peres a congelar las negociaciones de Wye Plantation que se habían reiniciado el 26 de febrero. La decisión de Peres fue influenciada por consideraciones de carácter doméstico, pues al adoptar una postura severa contra al-Asad pretendía preservar sus posibilidades electorales en un momento crítico. Aún así, Peres y Asad se comprometieron a retomar las negociaciones una vez que se celebraran las elecciones israelíes559. 557 Las relaciones entre Damasco y Ankara empeoraron por varias razones: la demanda de Siria de la zona Alejandreta (entregada a Turquía en 1938), el apoyo sirio al Partido de los Trabajadores Kurdo (PKK) que pretendía obtener la independencia de las zonas kurdas, el conflicto hídrico entre ambos países por las aguas del Eufrates y finalmente la alianza militar entre Turquía e Israel. SAVIR, 1998, p. 279. 558 El 5 de febrero de 1996, Christopher realizó su décimo séptima ronda a Oriente Medio para garantizar la continuación de las negociaciones sirio-israelíes, sobre todo después de la decisión de Peres de adelantar las elecciones. Nuevamente los norteamericanos presionaron a al-Asad para que se reuniese con Peres, pues esto demostraría verdaderos avances en las negociaciones y también favorecería a Peres en las elecciones ante Netanyahu. ROSS, 2004, pp. 240-243; al-Hayat, 5 de febrero de 1996. 559 MAOZ, 1999, p. 415.

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Tras la renovación de la violencia y la decisión de Peres de usar la política de “puño de hierro” contra los grupos palestinos y libaneses, la Administración de Clinton adoptó una línea dura en su política hacia al-Asad. El nuevo discurso norteamericano hacia Siria agudizó la tensión entre Washington y Damasco en aquellos momentos. El presidente Clinton y su secretario de Estado Warren Christopher condenaron los atentados contra los civiles israelíes, asegurando que el apoyo a los grupos terroristas amenazaba el proceso de paz. Por su parte, el portavoz de la Casa Blanca criticó la postura de Siria al considerar que demostraba no tener interés en resolver el conflicto árabe-israelí560. De esta forma, la Administración de Clinton colocó a Siria en la posición de eligir entre el respaldo a las organizaciones palestinas y libanesas o las negociaciones de paz con Israel. De la noche a la mañana, la Administración de Clinton pasó de alabar la importancia de Siria en el proceso de paz a condenarla por su papel en el aumento de la violencia y el terrorismo561. Pocos días después de la congelación de las negociaciones entre Israel y Siria, un documento fue presentado frente al Congreso atestiguando la continuación de Siria en la lista de países que apoyan al terrorismo562. El Departamento de Estado afirmó en su informe que el régimen sirio continuaba apoyando a los grupos radicales terroristas en la zona, los cuales operaban para sabotear el intento norteamericano de alcanzar la paz. Esta vez el Departamento de Estado no sólo condenó el apoyo sirio a los grupos palestinos y libaneses, sino que también aseguró que Siria igualmente respaldaba al PKK en sus operaciones terroristas en Turquía. Dichas declaraciones desde Washington en cuanto al apoyo sirio a la PKK aumentaron la tensión entre Damasco y Ankara después de 1996, lo que llevó a un conato de enfrentamiento militar entre ambos países en 1997.

6.2. LA VOLADURA DE LA PAX AMERICANA Tras la congelación de las negociaciones en Wye Plantation entre Israel y Siria al final de febrero de 1996 tuvieron lugar dos acontecimientos importantes, ambos contrarios a los intereses de Siria y ambos orquestados por los Estados Unidos. El primero fue la celebración de la Cumbre de Sharm al-Shaij el 13 de marzo de 1996, que condenó expresamente el terrorismo y a sus patrocinadores en la zona (Irán y Siria). El segundo fue 560

RABIL, 2006, p. 103. SAVIR, 1998, pp. 283-285. 562 DEPARTMENTE OF STATE.: Patterns of Global Terrorism, US State Dept., the Secretary of State, Washington, D.C, 1996, p. 23. 561

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el respaldo implícito de la Administración de Clinton a la operación Uva de Ira contra Hezbola, iniciada el 11 de abril de 1996. En cuanto al primer acontecimiento, después de la oleada de atentados en Israel y la congelación del proceso de paz, la Administración de Clinton consideró necesario convocar una cumbre internacional contra el terrorismo que señalase claramente tanto a las organizaciones que perpetraban los atentados –Hamas, Yihad Islámica y Hezbola- como a los países que los instigaban –Irán y Siria. Con la Cumbre de Sharm al-Shaij, la Administración de Clinton pretendia mostrar el apoyo internacional al Gobierno de Peres, que atravesaba horas bajas y que tenía que hacer frente a una dura oposición por parte del Likud, que defendía unas negoaciones basadas en “paz por seguridad” en lugar de “territorios por paz”. La Administración de Clinton se esforzó porque dicha cumbre tuviera lugar en un país árabe con la intención de que los propios países árabes se distanciaran de los atentados terroristas y mostraran su solidarida hacia Israel563. Al mismo tiempo, la Administración de Clinton pretendía demostrar quién era su favorita para las elecciones presidenciales, al estimar que el proceso de paz se detendría de manera subita en el caso de que Netanyahu consiguiera imponerse en las elecciones564. Por último, la Administración de Clinton quiso enviar un mensaje directo a al-Asad para que condenase los atentados contra Israel y pusiese fin su apoyo a los grupos palestinos y libaneses, condicionando la reanudación del proceso de paz a la condena del terrorismo. La participación del presidente Clinton en la Cumbre de Sharm al-Shaij reflejó que norteamericanos e israelíes querían castigar a al-Asad por no condenar a los atentados, mantener su apoyo a los grupos palestinos y libaneses y, por ultimo, fortalecer sus relaciones con Irán565. Ambas partes, tanto los Estados Unidos como Israel, estaban convencidas de que al-Asad no acudiría a la Cumbre de Sharm al-Shaij, lo que intensificaría su aislamiento internacional y regional. La nueva posición de Bill Clinton también tenía una lectura en clave interna, puesto que tendría que pasar su propio test electoral en noviembre 563 La Administración de Clinton presionó a sus aliados árabes para que tomaran parte en la cumbre de Sharm al-Shaij, sobre todo a Egipto y Arabia Saudí. Finalmente asistieron a la reunión Hosni Mubarak, Yaser Arafat, Husayn de Jordania, Hasan II de Marruecos, los ministros de Asuntos Exteriores de Arabia Saudí, Algeria, Túnez, Bahrain, Omán, Yemen, Qatar y Kuwait. Eso llevo al secretario de Estado Warren Christopher a decir que la cumbre de Sharm al-Shaij fue la primera reunión que contó con la presencia de líderes árabes e israelíes. ROSS, 2004, pp. 328-332. 564 Junto al presidente Clinton acudieron a la cita el presidente de Rusia Boris Yeltsin, el presidente francés Jacques Chirac y varios representantes de los países europeos. ENDERLIN, C.: Shattered Dreams: the Failure of the Peace Process in the Middle East, 1995-2002, Other Press, New York, 2003, p. 34. 565 RABINOVICH, 1999, p. 78-79.

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de 1996 para optar a un segundo mandato. La actitud siria aumentó las críticas del Congreso norteamericano, que se posicionó en contra de mantener las negociaciones de paz.

Ante este contexto desfavorable, al-Asad se vio obligado a reevaluar su estratategia a nivel regional. Dicha política desde Damasco se dio por varias razones. La primera razón fue el cambio de la actitud norteamericana hacia Siria, sobre todo cuando la Administración de Clinton acusó a Damasco del fracaso de las negociaciones en Wye Plantation. La segunda razón fue el apoyo incondicional de Clinton a Peres en su campaña contra los grupos armados palestinos y libaneses, señalando a Siria como principal patrocinador del terrorismo en Oriente Medio. La tercera razón fue la marginación del proceso de paz, pues al-Asad consideró que tanto Peres como Clinton solo querían desviar la atención del proceso de paz a la lucha contra el terrorismo en la zona566. La cuarta razón fue el patrocinio norteamericano a la nueva alianza militar entre Ankara y Tel Aviv, que tenía entre sus objetivos presionar a Siria en dos frentes para que al-Asad se doblegara tanto en las negociaciones como en su alianza con los grupos palestinos que rechazaban la paz con Israel567. Por lo tanto, al-Asad vio que su posición regional se veía amenazada y que Siria podía acabar sometido a un intenso aislamiento internacional, tal y como ocurriera a mediados de la década de los ochenta. Ante esta situación decidió reforzar su alianza estratégica con Irán. Tal como se ha señalado anteriormente, las relaciones sirio-iraníes entraron en una etapa fría después del inicio del proceso de paz, sobre todo cuando al-Asad declaró que la paz con Israel sería la opción estratégica para Siria para resolver su conflicto con Israel. A fines de febrero de 1996, al-Asad dio la luz verde para la reunón de la Comisión Mixta Sirio-Iraní para preparar la visita del vicepresidente iraní Hasan Habibi a Damasco. Las relaciones sirio-iraníes se vieron afectadas directamente, por un lado, por el proceso de negociaciones entre Damasco y Tel Aviv y, por otro lado, por el flirteo entre Damasco y Washington después de la Conferencia de Madrid. Para demostrar su sinceridad en la aproximación a Teherán, el régimen sirio permitió que se celebrar una reunión entre el vicepresidente iraní y las organizaciones palestinas en Damasco para apoyar a la resistencia 566

AL-MUALLEM, W.: “Fresh Light on the Syrian-Israeli Peace Negotiation”, Journal of Palestine Studies, 1997, Winter, p. 81-82, 567 COBBAN, 1999, p. 158.

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palestina568. Asimismo, el presidente sirio retomó un lenguaje hostil hacia la Administración de Clinton, lo que hizo patente el deterioro de las relaciones bilaterales, asegurando que la parcialidad norteamericana hacia Israel no ayudaría a alcanzar la paz en Oriente Medio569. El 11 de abril de 1996 las tropas israelíes lanzaron la operación Uvas de la Ira contra Hezbola, que contó con el apoyo implícito de la Administración de Clinton que pretendía dar un duro golpe a los aliados de al-Asad e Irán en Líbano. De una parte, el fracaso del las negociaciones de Wye Plantation y la nueva alianza militar israelí-turca y, de otro parte, el aumento de la propaganda norteamericana contra el terrorismo llevó a Siria a reforzar su posición en Líbano. al-Asad dio la luz verde a Hezbola para aumentar sus ataques contra los efectivos israelíes que ocupaban el sur de Líbano y también para lanzar misiles Katyusha contra las localidades del norte de Israel570. Tras recibir la luz verde de Washington, el primer ministro Simon Peres lanzó la operación Uvas de la Ira que pretendía destruir las bases militares de Hezbola en el sur de Líbano y mejorar así sus expectativas electorales571. El propósito era ejercer una gran presión sobre el gobierno libanés de Rafiq al-Hariri para que a su vez presionara a Siria para que frenase las actividades de Hezbola. al-Asad consideró la ofensiva israelí como un acto destinado a debilitar el papel de Siria en Líbano y un castigo a su ausencia de la Cumbre de Sharm alShaij, lo que cuestionaba los compromisos adquiridos en su día por la Administración de Bush en torno a la tutela siria sobre el país del cedro. Durante la primera semana de la operación, la Administración de Clinton mostró su respaldo al derecho de autodefensa de Israel frente a los ataques terroristas que sufría. Esta actitud cambió el 18 de abril, cuando las Fuerzas de Defensa Israelíes perpetraron la masacre de Qana al atacar unas instalaciones de la UNIFIL provocando un centenar de victimas civiles. Israel fue condenado de manera unánime por la comunidad internacional, aunque los norteamericanos acudieron en auxilio a su aliado para sacarle del atolladero vetando una resolución de condena del Consejo de Seguridad. Ante esta compleja situación, la Administración de Clinton se vio obligada a coordinar con Siria un alto el fuego entre Hezbola e Israel, dado que era consciente que el camino para estabilizar la 568

al-Hayat, 18 de marzo de 1996. al-Zawra, 18 de marzo de 1996; Tishrin, 13 de marzo de 1996. 570 ENDERLIN, 2003, p. 36. 571 Otro de los objetivos de la pperación Uvas de la Ira era mejorar las expectativas electorales de Peres en las elecciones ante su rival Netanyahu. SHLAIM, 2003, p. 678; al-Safir, 19 de abril de 1996. 569

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situación de Líbano pasaba por Damasco. Una vez más al-Asad se benefició de la situación. Mientras que los norteamericanos querían apresuradamente llegar a un alto el fuego para sacar a su aliado israelí de la crisis, al-Asad no tenía ninguna prisa, sobre todo tras la condena internacional contra Israel por la masacre de Qana572. Según el enviado Ross, “el mundo asistió a la Cumbre de Sharm alShaij sin al-Asad, pero esta vez parece que el mundo irá para ver a al-Asad”573. Tras la masacre de Qana, la diplomacia internacional se reactivó y los ministros de Asuntos Exteriores de Francia, Rusia, Italia, España e Irlanda acudieron a Damasco para conversar sobre el alto el fuego entre Israel y Hezbola. Dicha situación permitió a al-Asad imponer sus condiciones y mostrar su descontento ante la diplomacia americana, sobre todo después del congelamiento de las negociaciones sirioisraelíes. Cabe destacar que el presidente rechazó reunirse con el secretario de Estado Warren Christopher, quien estaba negociando para llegar a un alto al fuego. El rechazo de al-Asad a reunirse con Warren Christopher cuando visitaba Damasco fue interpretado com un insulto por el Secretario del Estado del país más poderoso del mundo574. Por su parte, la Administración de Clinton no estaba en la mejor situación para responder al desprecio de al-Asad, pues alcanzar un alto el fuego era la prioridad de la diplomacia norteamericana575. El alto el fuego del 26 de abril no mejoró las relaciones ya tensas entre Damasco y Washington. Además, la lucha contra el terrorismo en la región complicó el camino de la Administración de Clinton para volver a comunicarse directamente con Damasco, sobre todo cuando los norteamericanos aseguraron que el terrorismo era el principal desafío de los Estados Unidos tras la interrupción de la Guerra Fría. En su discurso en mayo de 1996 en el Instituto de Washington para la Política de Oriente Próximo, Christopher no solamente aseguró la importancia de la cooperación internacional para luchar contra el terrorismo, sino que también hizo una dura crítica a los “estados canallas” que apoyaban el

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SAVIR, 1998, p. 290; COBBAN, 1999, p. 161-162. SATLOFF, R. and MAKOVSKY, A.: Changing Assad's Incentive Structure: Christopher in the “Lion's Den” in: Policy Watch, Washington Institute for Near East Policy, April, 1996, http://www.washingtoninstitute.org/templateC05.php?CID=1073. 574 RABIL, 2006, p. 101, 108;al-Hayat, 23 de abril de 1996. 575 The Boston Globe, (“U.S. Arrange talks on Lebanon turce”), 6 de Mayo de 1996, p. 11 573

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terrorismo, sobre todo en Oriente Medio576. Christopher consideró que los atentados terroristas contra Israel impedirían la posibilidad de alcanzar un acuerdo de paz entre Israel y sus vecinos árabes, sobre todo con Siria. Al mismo tiempo que enseñaba el palo, la Administración de Clinton recurrió a la zanahoria, pues Christopher aseguró que el presidente Clinton todavía estaba interesado en alcanzar un acuerdo de paz entre Damasco y Tel Aviv siempre que se dieran pasos positivos desde Damasco para demostrar su verdadero deseo en la paz con Israel. De esta manera, la Administración de Clinton dejó la puerta abierta para que Damasco interrumpiera su ayuda a los grupos armados palestinos y a las milicias chiítas de Hezbola. Christopher también diferenció entre Irán y Siria, afirmando que mientras Irán rechazaba la paz y se había consagrado a la destrucción de Israel, Siria había aceptado negociar directamente con Israel para poner fin a su conflicto y había manifestado su disposición a convivir con Israel en paz. Tampoco Damasco, a pesar de endurecer sus críticas contra los Estados Unidos, estaba interesado en cerrar el dialogo con Washington577. El presidente al-Asad sabía que la ruptura con Washington afectaría directamente al proceso de paz con Israel, lo que no favorecería a Siria. Por esta razón, los negociadores sirios siguieron afirmando que la paz era una opción estratégica para Siria. En conclusión, el respaldo sirio a los grupos radicales palestinos y libaneses afectó negativamente a las relaciones norteamericano-sirias a partir de 1996. Desde su llegada al poder en 1993 y a pesar de la presión de los aliados de Israel en el Congreso para evitar cualquier mejora en las relaciones con Siria, la Administración Clinton impulsó ciertos avances en las relaciones con Damasco con el objetivo de promover la paz con Israel y romper la alianza sirio-iraní para debilitar el papel de los radicales en el conflicto. El rechazo sirio a condenar a los atentados suicidas en Israel debilitó la posición de Clinton ante los aliados israelíes en el Congreso, pues la Administración de Clinton fue obligada a reducir al mínimo sus contactos con el régimen sirio, al que acusó de ser un “estado canalla”. 576 Warren Christopher, Fighting Terrorism: Challenges for the Peace Makers, paper presented at Serif Symposium, Washington Institute for Near East Policy, 20 may 1996; entrevista con Christopher en Los Angeles Time, 4 de mayo de 1996. 577 Entrevista con el ministro de Asuntos Exteriores de Siria, al-Mualem en la radiodifusión siria el 15 de mayo de 1996; al-Zaura, 20 de mayo de 1996; Tishrin, 28 de mayo de 1996.

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Los sectores pro-israelíes en el Congreso y el Senado aprovecharon los atentados contra Israel para intensificar sus críticas a Siria. Por ejemplo, Jesse Helms, el presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores en el Senado, y Benjamin Gilman, presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores en el Congreso, se convirtieron en los principales críticos del régimen sirio578. Ambos se opusieron al despliegue de tropas norteamericanas en los Altos del Golán en caso de que se alcanzara la paz entre Siria e Israel y se opusieron a la salida de Siria de la lista de países que apoyaban el terrorismo.

578

RABIL, p. 103.

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CAPÍTULO 7. SIRIA ANTE EL COLAPSO DEL PROCESO NEGOCIADOR (1997-1999)

7.1. Damasco y Washington ante Netanyahu Durante el periodo de Benjamin Netanyahu nuestro análisis abordará dos etapas en las relaciones norteamericano-sirias. La primera etapa analiza dichas relaciones desde la victoria de Netanyahu en las elecciones presidenciales del 29 de mayo de 1996 hasta la finalización del primer mandato de Clinton en enero de 1997. La segunda etapa se centra en el alejamiento de la segunda Administración de Clinton del proceso de paz sirio-israelí en los siguientes dos años y medio (desde enero de 1997 hasta mayo de 1999, cuando Ehud Barak se impuso a Benjamin Netanyahu en las elecciones anticipadas). El nuevo primer ministro israelí Benjamin Netanyahu llegó al poder con el lema “paz con seguridad”, más que con un programa de gobierno y consiguió atraer el voto de castigo a la gestión de los laboristas que no habían conseguido impulsar la paz ni tampoco dar seguridad a la población. El líder nacionalista declaró que la seguridad tenía prioridad en su agenda política, y por esta razón habría que hacer una revisión de lo que denominaba posturas flexibles de Israel en el proceso de paz, sobre todo hacia los sirios579. Además Netanyahu puso una nueva condición par la paz con Siria, que el régimen se democratizase y dejase de ser autoritario. De hecho, la paz con los países árabes dependería de la fuerza de Israel, pues sólo cuando Israel fuera un Estado fuerte se convencerían los árabes que no tendrían más alternativa que aceptar los términos israelíes de la paz. La victoria de Netanyahu en las elecciones fue un duro golpe para la Administración de Clinton en cuanto a su política sobre Oriente Medio y demostró la futilidad de sus esfuerzos para apoyar a Simon Peres. La apuesta por el candidato laborista fracasó y los norteamericanos tuvieron que adaptarse a la nueva realidad política en Tel Aviv580. Según 579 Para ver más sobre la postura de Netanyahu en cuanto al proceso de paz con los árabes en la zona. NETANYAHU, B.: A Place Among the Nations: Israel and the Word, London, 1993; The Jerusalem Report, Where is Netanyahu Leading Israel? 25 de Julio de 1996, pp. 12-16; SHLAIM, 2003, pp. 684-700. 580 New York Times, 23 de junio de 1996.

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Dennis Ross, la victoria de Netanyahu desató el temor de la Administración de Clinton debido a sus posiciones claramente contrarias a la negociación con los árabes581. De esta manera todo el proceso de paz, que tantas energías había requerido, se vio comprometido tras la llegada de Netanyahu al gobierno. Los planteamientos del nuevo primer ministro israelí no diferían demasiado de los de Isaac Shamir, que intentara sabotear la Conferencia de Paz de Madrid y las negociaciones árabe-israelíes posteriores. Netanyahu era un acérrimo defensor de la Tierra de Israel y, en coherencia con su proyecto maximalista, adoptó una estrategia obstruccionista destinada a deshacer el camino andado por sus predecesores laboristas. En su primera reunión con el presidente Clinton en Washington a comienzos de junio, Netanyahu se mostró conciliador afirmando su interés en mejorar sus relaciones con Egipto y Jordania, países con lo que Israel había sellado la paz. En cuanto a las negociaciones con Damasco, el líder israelí demostró su deseo de cambiar el marco total de las negociaciones con Siria “tierra por paz” y adoptar una nueva estrategia con principios “paz por paz” o “paz con seguridad”582. En cuanto a la cuestión palestina, el dirigente israelí era partidario de congelar las negociaciones e intensificar la colonización de los Territorios Ocupados, que consideraba como una parte irrenunciable de la Tierra de Israel. La Administración de Clinton no consideró necesario presionar al nuevo primer ministro para que revisara su posición en torno al proceso de paz con los árabes y esto por varias razones. La primera razón es que cualquier intento de presionar a Netanyahu le daría la oportunidad al Congreso, controlado por los republicanos, a atacar a la Administración de Clinton por apoyar la postura siria frente al aliado estratégico israelí. La segunda razón, y la más importante, es que Bill Clinton se encontraba en un momento delicado en su campaña electoral para tratar de ser reelegido para un segundo periodo presidencial. Según aconsejaba la tradición política norteamericana no era prudente abrir un enfrentamiento con Israel antes de las elecciones porque podría indisponer a importantes sectores sociales, políticos y económicos. Por esta razón, Clinton mostró cierto apoyo a las posturas de Netanyahu, sobre todo en el tema de la seguridad al asegurar que las relaciones con los grupos terroristas representaba uno de los principales obstáculos en la mejora de relaciones

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Después de su primera reunión con Netanyahu en Washington, el presidente Clinton manifestó su descontento sobre las posturas de Netanyahu. Clinton le dijo a su enviado Ross “[Netanyahu] piensa que es una potencia y que nosotros aquí estamos para hacer lo que quiere”. ENDERLIN, 2003, p. 49-50. 582 al-Hayat, 3 de Julio de 1996.

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con Damasco583. A pesar de estar enfocado en su campaña electoral, el presidente Clinton intentó convencer a los árabes para que dieran una oportunidad a Netanyahu y para que le juzgaran por sus hechos y no por sus palabras. Una vez más, Dennis Ross viajó en julio de 1996 a la zona, asegurándole a al-Asad el compromiso del presidente Clinton para reactivar el proceso de paz entre Damasco y Tel Aviv. En cuanto a la postura de al-Asad ante la nueva realizad política en Israel y sus efectos sobre las relaciones norteamericano-sirias, no cabe duda que la victoria electoral de Netanyahu no fue recibida con entusiasmo en Damasco debido a sus posiciones fuertemente nacionalistas y sus declaraciones en contra del proceso de paz con los sirios y los palestinos. Tal como se he señalado anteriormente, las relaciones entre Damasco y Washington se tornaron más frías y tensas tras la congelación de las negociaciones de Wye Plantation y la operación Uvas de la Ira contra Hezbola, pero el régimen sirio no quiso romper las relaciones con los norteamericanos. Para el presidente sirio, una congelación de las relaciones con Washington significaría una pérdida de todo el esfuerzo realizado desde la crisis del Golfo584. A pesar de la congelación de las negociaciones de paz, Damasco quiso demostrar, a través de varios gestos, su interés en mantener unas buenas relaciones con Washington. En primer lugar, el 3 de junio de 1996 los representantes de los Estados Unidos, Francia, Líbano, Israel y Siria firmaron el Entendimiento de Mayo en torno al alto el fuego entre Israel y Hezbola, siendo esta la primera y última reunión entre representantes sirios e israelíes con la mediación norteamericana. al-Asad interpretaba que este tipo de negociaciones, que contaban con la participación norteamericana, podrían mejorar el diálogo entre Damasco y Washington y evitar una completa ruptura. En segundo lugar, alAsad mostró a Dennis Ross, en su visita a Damasco de julio de 1996, su buena disposición en torno a la reactivación de las negociaciones con Israel a pesar de las declaraciones hostiles de Netanyahu585. Cabe señalar en este punto que la Administración de Clinton enfrentaba a una gran oposición en el Congreso liderado por los republicanos para limitar al máximo las relaciones con Damasco586. En tercer lugar, hubo una reacción positiva desde Damasco ante el papel norteamericano para calmar las tensiones entre Damasco y Tel Aviv a finales de julio de 1996, cuando se anunció la posibilidad de un enfrentamiento militar 583

al-Wast, 20 de Julio de 1996. al-Hayat, 13 de Julio de 1996. 585 ROSS, 2004, p. 261. 586 RABIL, 2006, p. 103. 584

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entre Siria e Israel587. En cuarto lugar, antes de las elecciones presidenciales de noviembre en los Estados Unidos y para garantizar la situación entre Israel y Hezbola, al-Asad usó su influencia sobre las milicias chiíes para que detuviesen sus ataques. Con estos gestos, alAsad pretendía seguir manteniendo una buena relación con la Administración de Clinton, dado que los sondeos le daban como seguro ganador en las elecciones de noviembre. Durante su campaña electoral, Clinton tuvo que hacer frente a un inesperado acontecimiento que demostraba que la estrategia obstruccionista de Netanyahu podía conducir a un estallido de las hostilidades en Oriente Medio. Las provocaciones del primer ministro israelí, con la expropiación de nuevas tierras palestinas en el entorno de Jerusalén Este y la construcción del asentamiento de Har Homa, caldearon el ambiente. Finalmente, la gota que colmó el vaso fue la excavación del túnel de los Asmoneos bajo la Explanada de las Mezquitas el 23 de septiembre, que desencadenó una violenta revuelta palestina. Tras cuatro días de enfrentamientos, 65 palestinos y 15 soldados israelíes perdieron la vida, en los primeros enfrentamientos directos entre fuerzas palestinas e israelíes desde la firma de los Acuerdos de Oslo. Las tensiones llegaron en el peor momento para Clinto, que pidió calma a las partes y reforzó su creencia en la necesidad de cerrar el círculo de la paz en Oriente Medio. al-Asad estaba interesado en demostrar el apoyo árabe al candidato demócrata588. El mismo día de las elecciones en los Estados Unidos, al-Asad convocó una sorprendente cumbre con el presidente Mubarak en Damasco. En la rueda de prensa, al-Asad describió al presidente Clinton como “honesto” en su tratamiento del proceso de paz durante los años anteriores589. En una entrevista con el periodista francés, Losian Biterlan, al-Asad declaró que “el presidente Clinton tenía verdaderos deseos de alcanzar la paz para acabar con el conflicto árabe-israelí”590. Cabe señalar que al-Asad encontró en el presidente Clinton una comprensión del conflicto árabe-israelí que no compartían otros presidentes, con la probable excepción de Carter y Bush. Además, al-Asad pudo reunirse dos veces con Clinton durante su primer mandato, algo que no pudo llevar a cabo con otros presidentes 587

La causa inmediata de la tensión, desde la perspectiva israelí, fue la reubicación de casi un tercio de las fuerzas sirias establecidas en Líbano a una distancia de tiro de las posiciones israelíes en el monte de Hermon. Los expertos militares israelíes pensaban que Siria podría estar planeando arrebatar territorio en el área dominada por Israel en los Altos del Golán. SHLAIM, 2003, p. 717; al-Nahar, 11 de octubre de 1996. 588 al-Sharq al-Awsat, 25 de octubre de 1996. 589 Al-Baaz, 4 de noviembre de 1996; Tishrin, 6 de noviembre de 1996. 590 BETERLAN, L.: Hurub wa salam fi al-Sharq al-Awsat (Guerras y paz en Oriente Medio), Dar Tlas, 1997, p. 621622; AL-ASAD, H.: Maymu`at juttab al-rais Hafiz al-Asad li-amm 1996 (Colección de discursos del presidente Hafez alAsad. Año 1996), Matabi` al-Idara al-Siyasiya, Damasco, 1996, pp. 210-212.

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norteamericanos. Tras su victoria electoral el 6 de noviembre, al-Asad fue uno de los primeros líderes de la región en felicitar al presidente Clinton, manifestando el agradecimiento sirio a los esfuerzos norteamericanos de alcanzar la paz en la zona, sobre todo entre Siria e Israel591. También los medios de comunicación sirios recogieron el deseo sirio de recomponer las relaciones bilaterales, ya que los tres periódicos ofíciales del régimen (Baaz, al-Zawra y Tishrin) dedicaron sus editoriales durante tres días a los resultados de las elecciones en los Estados Unidos, afirmando la importancia de la victoria de Clinton para reactivar el proceso de paz. También la televisión siria emitió un programa especial sobre la vida del presidente Clinton, que prestó especial hincapié a su papel en el proceso de paz árabeisraelí en general y en particular en la mejora de las relaciones entre Damasco y Washington desde su llegada a la Casa Blanca en 1993. Así pues, a pesar de la congelación del proceso de paz tras la elección de Netanyahu, la Administración de Clinton valoró positivamente la disposición siria de mejorar las relaciones con Washington y demandaron a Damasco que presionase a los grupos radicales para que detuvieran sus ataques contra Israel. Pronto se evidenciaría que el presidente Clinton no estaba dispuesto a invertir la misma cantidad de energías en la pacificación del frente sirio-israelí que en su primer mandato presidencial.

7.2. El colapso del proceso de paz En enero de 1997 se abrió la segunda etapa de las relaciones norteamericano-sirias durante el mandato de Netanyahu, que se prolongaría hasta la victoria electoral de Ehud Barak en 1999. Esta fue la primera ocasión desde 1964 que un demócrata fue reelegido para un segundo mandato presidencial. Durante la campaña, Clinton se presentó como un buen amigo de Israel, a pesar de la evidente frialdad que su administración mantuvo con el Gobierno de Netanyahu. Ante su segundo mandato, Clinton introdujo importantes cambios en su equipo de política exterior. El secretario de Estado Warren Christopher fue reemplazado por Madeleine 591

Véase el telégrafo de felicitación de al-Asad en el periódico al-Zaura, 6 de noviembre de 1996.

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Albright, hasta aquel entonces embajadora en las Naciones Unidas. En cuanto al Consejo de la Seguridad Nacional, Clinton remplazó a Tony Lake por Sandy Berger. El equipo de Oriente Medio se mantuvo sin cambios, ya que Dennis Ross continuó como enviado presidencial para Oriente Medio y Martin Indyk se mantuvo como Asistente del Departamento de Estado para Asuntos de Oriente Medio. al-Asad se preguntaba si los Estados Unidos modificarían su política hacia Siria o, por el contrario, mantendrían la frialdad de los últimos meses. Al contrario que su predecesor, la nueva Secretaria de Estado se distanció del proceso de paz de Oriente Medio para aumentar su implicación en otras cuestiones internacionales, todo ello ante la constatación de que la coyuntura no era favorable para la paz y las negociaciones necesitaban madurar592. Albright no estaba interesada en presionar a Netanyahu para que reanudase las negociaciones con Siria desde el punto en que fueron interrumpidas en 1996, tal y como exigía Damasco que no quería que las negociaciones empezaran de cero tras cada cambio de gobierno israelí. Además, la responsable de la diplomacia norteamericana no quería caer en los mismos errores de Christopher, quien realizó muchas visitas al Oriente Medio pero con pocos resultados para el conflicto árabe-israelí. Durante el primer mandato de Clinton, Christopher visitó Damasco más de veinte ocasiones, lo que provocó duras críticas por parte de los sectores contrarios a la Administración de Clinton. Así pues, Albright estaba convencida que tan sólo visitaría la región cuando fuera posible obtener resultados innegables y claros593. Dado el abismo existente entre las posiciones de Damasco y Tel Aviv las negociaciones quedaron congeladas durante un periodo de más de dos años. El Gobierno de Netanyahu se oponía tajantemente a cualquier género de retirada de los Altos del Golán y planteó la necesidad de que cualquier acuerdo bilateral contemplase la delimitación de unas “fronteras seguras” para Israel, lo que era un mero rodeo para aludir a que los Altos del Golán tendrían que quedar bajo control israelí para preservar la seguridad de Israel. Para evitar tenerse que sentarse en la mesa de negociaciones, Netanyahu exigió que las negociaciones comenzaran desde cero, sin tener en cuenta los avances registrados durante el periodo laborista y rechazó la vigencia de la ‘garantía de Rabin’ en torno a una completa retirada

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Uno de las cuestiones más importantes para Albright fue fortalecer las relaciones con los europeos con el objetivo de extender la OTAN hacia los países del este, véase MUSLIH, 1999, p. 66. 593 Para ver más sobre la “política de madurez” de Albright. ALBRIGHT, M. and WOODWARD, B.: Madam Secretary, Miramax Books, New York, 2003, p. 288; ROSS, p. 326.

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israelí de los territorios que ocupaba desde 1967594. Ante esta posición inflexible, el vicepresidente sirio Abd al-Halim Jaddam interpretó que “las negociaciones durarían otro siglo en el caso de que cada vez que haya un nuevo gobierno se retorne al punto cero”. No sólo eso, sino que además Benjamin Netanyahu trato de enturbiar las relaciones entre Siria y Líbano mediante su propuesta, vacía de contenido, Líbano Primero, basada en dar prioridad a las negociaciones con la delegación libanes, a sabiendas de que dicha estrategia no produciría ningún género de resultado dado que el país del cedro se encontraba bajo tutela libanesa desde la interrupción de la guerra civil libanesa con el Acuerdo de Taef. En adelante, el político israelí defendió la aplicación de la resolución 425 del Consejo de Seguridad que demandaba la retirada del país de todas las fuerzas extranjeras (los sirios tenían desplegados en el país 35.000 efectivos) y el desarme de Hezbolá (en 1997 murieron 136 militares israelíes por los ataques de la resistencia libanesa). La Administración de Clinton se mantuvo impasible ante tales peticiones, lo que contribuyó al deterioro de las relaciones entre Damasco y Washington. El distanciamiento norteamericano del proceso de paz sirio-israelí no tardó en hacerse visible, pues sólo tres semanas de ser reelegido y, tras reunirse con Netanyahu, Clinton mostró su apoyo al gobierno israelí sin mencionar siquiera las negociaciones con Siria595. En ese momento alAsad se convenció de que la puerta de la paz permanecería cerrada mientras Netanyahu permaneciera en el poder. En opinión del presidente sirio, la apatía de Clinton cuestionaba la credibilidad del mediador norteamericano en el proceso de paz sirio-israelí. Incluso la Administración de Clinton fue más lejos, ya que acusó a Siria de no hacer lo suficiente a favor de la paz al poner como condición que las negociaciones se retomaran en el punto en el que fueron suspendidas. De nuevo, Washington señaló a las supuestas relaciones de Siria con los grupos terroristas como un elemento que afectaba negativamente a las negociaciones con Israel596. El pesimismo de al-Asad no sólo guardaba relación con el rechazo de Washington a presionar a Netanyahu para que reconociera los compromisos de sus predecesores en 594

Netanyahu propuso a Siria reanudar las conversaciones de paz sin condiciones previas, pero al mismo tiempo descartaba cualquier cambio respecto a la soberanía israelí sobre los Altos del Golán. Desde el punto de vista de Netanyahu, las promesas verbales alcanzadas por sus predecesores no eran más que hipótesis que nunca se vieron reflejadas por escrito en un documento oficial ni se habían firmado. ENDERLIN, 2003, p. 47-48. 595 al-Hayat, 14 de febrero de 1997. 596 RABINOVICH, 1999, p. 91.

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cuanto a la retirada completa de los Altos del Golán a las fronteras de 1967, sino también por que la Administración de Clinton indicó al Gobierno de Netanyahu que el documento sobre los Objetivos y Principios de los Acuerdos de Seguridad no obligaba a Israel desde el punto de vista del Derecho Internacional. De esta manera, Netanyahu se vio capacitado para anular el único resultado tangible en la mediación norteamericana en el conflicto sirioisraelí597. El intercambio de declaraciones entre Washington y Damasco reflejó la compleja situación a la que habían llegado las relaciones entre ambos países. Mientras que las relaciones norteamericano-sirias vivieron sus mejores momentos durante el periodo laborista, el retorno del Likud al poder y la congelación de las negociaciones bilaterales llevaron a dichas relaciones a su peor nivel desde varios años. El nuevo equipo diplomático norteamericano liderado por Albright redujo al mínimo sus visitas a Damasco (una sola visita en dos años), al contrario de lo que había hecho su predecesor en el cargo que había visitado la capital siria en veinte ocasiones598. Además, la visita de Albright en septiembre de 1997 fue prácticamente obligada para tratar de convencer a al-Asad que aceptase, tal y como proponía Benjamin Netanyahu, reanudar las negociaciones sin condiciones previas. Ante este escenario hostil, Siria optó por fortalecer su posición regional mediante la intensificación de sus relaciones con sus aliados. Incluso al-Asad entendió que era necesario que el Ejército sirio se preparase para lo peor y se rearmase, debido a las crecientes tensiones con Israel y al deterioro de la relación con Turquía599. Además, el presidente sirio buscó el apoyo árabe tras la llegada de Netanyahu al poder y la congelación de las negociaciones. En la Cumbre de la Liga Árabe, celebrada en El Cairo el 22 de junio de 1996, Siria fue el primer defensor de una mayor coordinación panárabe sugiriendo que, pese a que la paz seguía siendo una elección estratégica árabe, también el mundo árabe debería prepararse para todas las eventualidades, incluida la guerra600. El presidente sirio aprovechó la Cumbre Árabe de El Cairo para pedir el boicot a Israel. Tras reunirse con 597

Entrevista con el ministro de los Asuntos exteriores de Siria al-Shara en al-Safir, 22 de febrero de 1997. De manera equivocada, varios analistas consideraron que la visita de Albright era un intento de retornar el dialogo entre Washington y Damasco, ABD AL-WAHHAB, Ayman al-Siyad (1997), “Suriya wa Amerika wa al-awlawiyat” (“Siria, los Estados Unidos y las prioridades”), al-Siyasa al-Dawliya, nº 1, 30 de octubre, p. 114. Para ver más sobre la visita de Albright a la zona véase ALBRIGHT, 2003, p. 475. 599 HINNEBUSCH, 2001, p. 161; RUBIN, 2007, p. 119-120. Para ver más sobre el empeoramiento de las relaciones sirio-tucas en 1994 y sus efectos a las relaciones entre Damasco y Anqara, véase LAWSON, 1996, pp. 129-156. 600 Para ver más sobre las decisiones de la Cumbre Árabe de El Cairo y el papel de Siria véase ZIYADE, 2005, p. 516-517. 598

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Arafat en Damasco al final de julio de 1996, al-Asad intentó resolver sus problemas con la Autoridad Palestina. En cuanto a las relaciones con Jordania, la visita del rey Husayn a Damasco el 3 de agosto de 1996, la primera tras la conclusión del tratado de paz entre Amman y Tel Aviv, mejoró notablemente el clima sirio-jordano601. El líder sirio vio la importancia de fortalecer el eje sirio-saudí-egipcio para forzar un retorno de los Estados Unidos al proceso de paz. A pesar del desacuerdo sirio-egipcio en cuanto a la forma de actuar en las negociaciones, sobre todo en torno a la necesidad de dar más tiempo a los esfuerzos norteamericanos, Hafez al-Asad decidió profundizar sus relaciones estratégicas con Hosni Mubarak. Cabe destacar que el intercambio de visitas entre ambos mandatarios fue constante en aquellos meses, pues casi cada mes o dos meses existía un cumbre entre los dos líderes en Damasco o en El Cairo para discutir la evolución de las dinámicas regionales. Gracias a sus buenas relaciones con la Casa Blanca, Mubarak jugó un papel importante para intercambiar mensajes entre Washington y Damasco e impedir que el abismo entre ambos se ampliara. Al mismo tiempo, Siria inició en 1997 la aproximación hacia su vecino y rival Irak. Tal como hemos señalado anteriormente, la llegada de Saddam al poder había llevado las relaciones entre Damasco y Bagdad a su punto más bajo, sobre todo durante la guerra iraquí-iraní cuando ambos países interrumpieron sus relaciones. Tampoco la participación siria en la coalición internacional para liberar Kuwait ayudó a mejorar la situación. No obstante, el establecimiento de una alianza militar israelí-turca patrocinada por Washington fue percibida como una amenaza por ambos países que se consideraron igualmente amenazados602. Ante la congelación del proceso de paz y el incremento de las tensiones con el Gobierno de Netanyahu, el presidente Hafez al-Asad consideró que sólo la formación de un gran frente militar que sumase a Siria, Irak e Irán, países a los que la Administración de Clinton veía con hostilidad. Siria consideró a Irak un aliado estratégico y obró en consecuencia. Tras el intercambio de visitas de las delegaciones económicas sirias e iraquíes, empezó la apertura gradual entre ambos países. A finales de 1997, los sirios firmaron varios acuerdos económicos con Irak por valor de 70 millones de dólares. No sólo eso, sino que además el vicepresidente sirio

601 602

al-Safir, 23 de mayo de 1997. al-Hayat, 9 de diciembre de 1997.

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Abd al-Halim Jaddam se mostró partidario del restablecimiento de relaciones603. Con la aproximación gradual hacia Irak, al-Asad lanzaba un mensaje claro a la Administración de Clinton, que consideraba que el supuesto programa nuclear de Saddam suponía una amenaza para sus intereses en el golfo Pérsico604. Tras el bombardeo norteamericano de Irak en octubre de 1998, al-Asad mostró públicamente su rechazo a la agresión605. En diciembre el régimen permitió, por primera vez desde 1967, la convocatoria de una multitudinaria manifestación contra dicho bombardeo a Bagdad. Los manifestantes aprovecharon la ocasión para atacar la Embajada norteamericana, el Centro Cultural Americano y el Centro Cultural Británico en Damasco, además de invadir la residencia del embajador norteamericano Ryan Kroker606. Con esta manifestación, el régimen quiso mostrar su malestar ante tres cuestiones. La primera era el descontento sirio ante la pasividad de la Administración de Clinton ante el anquilosamiento del proceso de paz sirio-israelí. La segunda cuestión era la oposición siria ante la postura de los Estados Unidos a favor de Turquía en la crisis de octubre de 1998 entre Damasco y Ankara. La tercera cuestión era el malestar generalizado por la deriva de la Administración de Clinton, cada vez más hostil hacia Siria en todas y cada una de sus políticas, que había llegado hasta el punto de acusar a Damasco de haber dejado pasar la oportunidad de alcanzar la paz durante el periodo del Gobierno de Peres. Por último, pero no por ello menos importante, Siria siguió confiando en la vitalidad de su relación con Irán para afrontar este complicado periodo. Durante el periodo de gobierno laborista, las relaciones sirio-iraníes se enfriaron ante la posibilidad de que ambos países sellaran la paz y Washington forzara una ruptura de la alianza entre Damaco y Teherán. La llegada de Netanyahu al poder y la intensificación de la alianza israelo-turca llevaron a Siria a intensificar sus relaciones militares con Irán para fortalecer su arsenal de misiles607. En su visita a Damasco en febrero de 1997, el ministro de Defensa iraní mostró la importancia de la cooperación militar entre Damasco y Teherán para hacer frente común a las amenazas 603

al-Hayat, 1 de diciembre de 1997 Para ver más sobre la política de la Administración de Clinton en el golfo Pérsico véase YETIV, S.: The absence of Grand Strategy: the United States in the Persian Gulf, 1972-2005, MD: Johns Hopkins University Press, Baltimore, 2008, pp. 92-95. 605 Véase la entrevista con el ministro de los Asuntos Exteriores de Sirio Faruq al-Shara en la revista al-Majala, 11 de noviembre de 1998, p. 26-27. 606 Sin la luz verde del régimen dichas manifestaciones no se hubieran desarrollado de esta manera, al-Hayat, 27 de noviembre de 1998. 607 MUSLIH, 1999, p. 66. 604

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israelíes608. Las dos visitas de al-Asad a Teherán durante 1997 también reflejaron la vuelta de las relaciones sirio-iraníes a la normalidad. En la rueda de prensa con el presidente iraní Akbar Hashemi Rafsanjani en Teherán en agosto, al-Asad declaró que las relaciones entre Siria e Irán eran estratégicas desde el punto de vista militar, político y económico. En su segundo mandato, la Administración de Clinton se decantó por la denominada “política de madurez” defendida por Albright según la cual la mediación norteamericana era innecesaria mientras las negociaciones no maduraran. Ante esta situación, al-Asad buscó reforzar su posición en la zona acercándose tanto a los países árabes moderados como a los radicales y, por supuesto, retomando su privilegiada relación con Irán. En este sentido, al-Asad fortaleció sus relaciones con los egipcios y los iraníes al mismo tiempo, sin que representara ninguna contradicción con sus planteamientos ni tampoco una concesión a sus postulados. Su apertura gradual hacía Irak a partir de 1997 tampoco afectó a sus relaciones con los países árabes del Golfo. De hecho, tras la llamada Declaración de Damasco, al-Asad siguió fortaleciendo sus relaciones económicas y políticas con los países árabes del Golfo. Al-Asad pudo así desactivar los intentos norteamericano-israelíes de aislar a Siria en la región, que se valió del discurso anti-terrorista para tratar de neutralizar a Damasco y obligarle a presentar concesiones en la mesa de negociaciones. Ante el deterioro de las relaciones norteamericano-sirias, varios norteamericanos desarrollaron esfuerzos para reanudar el proceso de paz entre Damasco y Tel Aviv. Por ejemplo, el 17 de diciembre de 1997 los congresistas Gary Ackerman, Wayne Owens y Daniel Abraham mantuvieron un largo encuentro con al-Asad y su ministro de Asuntos Exteriores Faruq al-Shara en Damasco. En todo momento, el presidente sirio se mostró reticente a un encuentro con Benjamin Netanyahu, al considerar que tan sólo pretendía ganar tiempo y presentarse como un abanderado de la paz, cuando en realidad no tenía la menor intención de retirar sus tropas del Golán. A pesar de ello se mostró dispuesto a reconducir sus relaciones con Washington para mantener, como en otras ocasiones en el pasado, un canal de comunicación siempre abierto609.

608

Véase la entrevista del ministro de Defensa iraní en el periódico Tishrin, 25 de febrero de 1997. ENDERLIN, 2003, p. 76. Gary Ackerman, Wayne Owens y Daniel Abraham fundaron el Centro para la Paz y Cooperación Económica en Oriente Medio en 1989. Desde la fundación del Centro, Abraham viajó extensamente y con regularidad por la región y patrocinó numerosas misiones de investigación a la región de los diputados del Congreso, funcionarios de gobierno y los ciudadanos a reunirse con líderes de Oriente Medio. Para ver más obre el centro véase http://www.centerpeace.org/aboutthecenter.htm. 609

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7.3. Las políticas de sustitución sirias Las políticas de sustitución sirias no se limitaron al reforzamiento de las relaciones regionales, sino que también implicaron un reposicionamiento en la escena internacional. El distanciamiento entre los Estados Unidos y Siria trató de ser compensado con una aproximación hacia la Unión Europea y, de manera particular, hacia la Francia de Jacques Chirac, país que buscaba fortalecer su presencia en la zona. De otra parte, el régimen baazista reclamó la ayuda de Rusia para renovar el arsenal militar sirio. En esta etapa, el presidente al-Asad se concentró en mejorar sus relaciones diplomáticas con los países europeos ante la escasa dispobilidad israelí de avanzar en las negociaciones bilaterales. Con tal movimiento, Siria pretendía animar a la Unión Europea a asumir un papel político más activo en el proceso de paz610 y a que no se limitase a la financiación económica de la Autoridad Palestina. Este aumento del papel europeo permitiría conseguir un cierto equilibrio entre los Estados Unidos y la Unión Europeo que redundaría en beneficio de la postura árabe ante Israel611. El Entendimiento de Mayo, por el cual Israel y Hezbola alcanzaron un alto el fuego tras la operación Uvas de la Ira, sirvió también para estrechar la coordinación entre Siria y Francia para pacificar el frente libanés. al-Asad vio en la mejora de relaciones con la Unión Europea una forma de compensar el enfriamiento de las relaciones entre Washington y Damasco. Debe recordarse que en 1995 se puso en marcha el proceso euromediterrráneo con la Conferencia de Barcelona que pretendía reforzar la paz, la estabilidad y la seguridad en el Mediterráneo, así como extender la liberalización económica, asentar la democracia y fortalecer los derechos humanos.612. Siria, al igual que el resto de países del Oriente Medio, se sumó a tal iniciativa aunque pronto se evidenció que la presencia de Israel en dicho foro dificultaría el proceso euromediterráneo al no condicionar su presencia a la solución del conflicto árabe-israelí.

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SALEH, Raqad (1997): “al-`alaqat al-suriya al-urubiya” (“Las relaciones sirio-europeas”), al-Hayat, 23 de abril. 611 ZIYADE, 2005, p. 513-514. 612 A la hora de realizar un balance del Proceso de Barcelona a diez años vista es pertienente recurrir a las opiniones de Eberhard Kienle, “en algunos casos, los regímenes políticos incluso se han hecho más autoritarios y represivos que antaño” y las tímidas reformas introducidas lo único que han conseguido es “reconfigurar y modernizar a estos regímenes autoritarios”, KIENLE, E. (2005): “Political Reform through Economic Reform? The Southern Mediterranean States Ten Years after Barcelona” en AMIRAH, H. y YOUNGS, R. (eds.), The Assessing the Firs Decade, Madrid, Real Instituto Elcano, p. 24 y p. 31.

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La Declaración de Barcelona estimaba necesario resolver las disputas regionales de manera pacífica y evitar el empleo de la fuerza entre los países miembros. En el caso de Oriente Medio, la iniciativa euro-mediterránea no pretendía reemplazar al Proceso de Oslo, “sino contribuir a su éxito” respaldando “la consecución de un acuerdo de paz justo, global y definitivo basada en las resoluciones del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y en los principios recogidos en las cartas de invitación a la Conferencia de Paz de Madrid, incluido el principio tierra por paz, con todas sus implicaciones”613. Para Miguel Ángel Moratinos, actual ministro de Asuntos Exteriores español, el Proceso de Barcelona representó un hito por cuatro razones: 1) por primera vez en la historia todos los estados de la región firmaron un documento conjunto; 2) se estableció un modelo “revolucionario” de cooperación en los ámbitos político, económico y cultural; 3) se negociaron temas tan complejos como armas de destrucción masiva, terrorismo, resolución pacífica de conflictos, seguridad y fronteras, autodeterminación; y 4) se abrió una vía fundamental para la normalización de relaciones entre Israel y los países árabes614. Aunque finalmente se optó por la complementariedad entre el Proceso de Oslo y el Proceso de Barcelona, lo cierto es que, desde un primer momento, se escucharon voces que advirtieron de que un colapso de las negociaciones de paz árabe-israelíes podría incidir negativamente en el proyecto euro-mediterráneo. Pese a ello, no logró imponerse “la escuela de pensamiento que defendía que la estricta separación entre ambas como la mejor fórmula para preservar el proyecto euro-mediterráneo de la inestabilidad de Oriente Medio”615 lo cual, a la larga, creó dificultades adicionales al ya de por sí complejo Proceso de Barcelona y provocó que algunos de los encuentros se centrasen, única y exclusivamente, en si el diálogo euro-mediterráneo podía divorciarse del proceso de paz. El problema, según Rosemary Hollis, “partía de un error de concepto que ignoró los conflictos sin resolver y prefirió hablar del establecimiento de mecanismos genéricos para la resolución de conflictos en un escenario que ni tan siquiera se había creado”616.

613

http://europa.eu.int/comm/external_relations/euromed/bd.htm MORATINOS y LEÓN, 2003, pp. 121-122. 615 Íbid. 616 HOLLIS, R.: “Barcelona´s First Pillar: An Apropiate Concept for Security Relations?” en BEHRENDT, S. y HANNELT, C. P. (eds.), Bound to Cooperate-Europe and the Middle East, Bertelsmann Foundation Publishers, Gütersloh, 2000, p. 117. 614

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Además, ante la tesitura de asentar la democracia o mantener los vínculos con los gobiernos árabes de la orilla sur, la Unión Europea se inclinó por la segunda opción debido, entre otras razones, al temor a un posible ascenso al poder de los islamistas. En esta coyuntura, los derechos humanos y las libertades fundamentales, incluida la libertad de expresión, de asociación y de pensamiento, “sin discriminación en razón de la raza, la nacionalidad, la lengua, la religión o el sexo”, tal y como rezaba la Declaración de Barcelona, se convertieron en papel mojado. La mejora de las relaciones euro-sirias no compensó el distanciamiento entre Siria y los Estados Unidos, pero al menos dio cierta cobertura internacional al régimen baazista en un momento delicado. El presidente al-Asad era consciente que los europeos no podrían ir más lejos que los norteamericanos en sus presiones al Gobierno de Netanyahu. Pero al mismo tiempo, al-Asad encontró en esos esfuerzos una buena oportunidad para fortalecer su apertura hacia Occidente y, por eso, abrió su puerta a los enviados europeos para mediar entre Damasco y Tel Aviv para tratar de retomar las negociaciones617. El mejor ejemplo de esta renovada relación se registró en los primeros meses de 1997, cuando el enviado europeo para Oriente Medio, el español Miguel Ángel Moratinos618, intercambió varias cartas entre al-Asad y Netanyahu para reanudar las negociaciones entre ambos países619. Aunque Damasco pretendía recomponer sus relaciones con Washington, lo cierto es que contempló de manera positiva la implicación de Bruselas porque permitiría una mejora de las relaciones bilaterales y, además, avanzar en el camino de la firma de un Acuerdo de Asociación euro-sirio. Las relaciones entre Siria y Francia mejoraron de manera considerable en este periodo. El 16 de julio de 1998, el dirigente sirio realizó su primera visita oficial a un país europeo en los últimos veinte años. En su cumbre con el presidente Jacques Chirac en Paris, al-Asad demostró su interés por fortalecer las relaciones sirio-europeas y, en particular, sirio-

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ENDERLIN, 2003, p. 101; RABINOVICH, 1999, p. 122. Para conocer más sobre los objetivos de su misión puede consultarse la entrevista con el diplomático español publicada por el periódico libanés al-Nahar, 11 de diciembre de 1997 619 En su discurso en el Instituto de Washington para los Asuntos de Oriente Próximo, Moratinos incidió en la necesidad de un mayor papel para la Unión Europea en el proceso de paz en Oriente Medio, véase MORATINOS, M. A. (1997): “The Role of the European Union in the Middle East Peace Process”: http://www.washingtoninstitute.org/templateC05.php?CID=1811 618

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francesas en las áreas económica, cultural, científica y tecnológica620. Además valoró de manera positiva el intento europeo de jugar un papel importante en el proceso de paz al interpretar que contribuiría a mejorar sus relaciones económicas y políticas con Europa. El presidente Chirac intentó convencer a al-Asad de que aceptase una nueva iniciativa de paz franco-egipcia, pero al-Asad no estaba interesado en una nueva conferencia internacional de paz que tuviera un carácter meramente protocalaria621. El presidente al-Asad interpretaba que cualquier iniciativa de paz que no contase con la participación efectiva norteamericana esaba condenada al fracaso. La otra fórmula idead por al-Asad para sortear la congelación de negociaciones con Isael y el distanciamiento de la Administración de Bush fue retomar sus relaciones con Rusia. Desde el colapso soviético, las relaciones sirio-rusas habían sido distantes, ya que amos países estaban interesados en diversificar sus alianzas y distanciarse de sus aliados en la etapa de enfrentamiento bipolar. No obstante, la nueva coyuntura regional, adversa para Damasco, favoreció un reencuentro entre ambos países, sobre todo en lo que respectaba a la dimensión militar. al-Asad consideró que el acercamiento a Moscú también podría ser beneficioso, ya que neutralizaría cualquier intento de condena por parte del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, donde Rusia contaba con derecho a veto. Durante todo el año 1997 se sucedieron las visitas de altos mandos militares entre ambos países con la intención de evaluar las necesidades de las Fuerzas Armadas sirias y resolver el tema de las deudas que el régimen baazista aún mantenía con Moscú. La reunión del Comité Mixto Sirio-Ruso en febrero de 1998 reflejó la mejora de dichas relaciones622. Dichas reuniones prepararon el terreno para la visita del ministro de Defensa ruso a Damasco en noviembre de 1998 para cerrar un acuerdo en torno al rearme sirio con armamento ruso. Estos movimientos fueron respondidos por la Administración de Clinton con fuertes críticas, que advirtió que el rearme sirio no contribuiría a la paz623. Así pues, la recuperación de las relaciones sirio-rusas agudizó la tensión entre Damasco y Washington. Para armar a su ejército, al-Asad no sólo podría depender de los rusos y tendría que buscar

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Para ver más sobre la visita de al-Asad a Francia y sus resultados políticos, culturales y económicos sobre las relaciones entre ambos países véase HUSAYN, A. S. (1998): “Ittyahat al-`alaqat al-faransiya al-suriya” (“Tendencias en las relaciones sirio-francesas”), al-Safir, 22 de julio. 621 al-Hayat, 5 de agosto de 1998. 622 Véase al-Ihram, 23 de febrero de 1998. 623 Para ver más sobre la mejora de las relaciones entre Moscú y Damasco después de la mitad de los noventa y la reacción de Washington ante dicha mejora véase AL-ASAY, H (1998): “Tatawwur al-alaqa al-suriya alrusiya” (“El desarrollo de las relaciones sirio-rusas”), al-Mushahid al-Siyasi, nº 77, septiembre.

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otras fuentes. Durante los primeros meses de 1997, Siria firmó un acuerdo por 641 millones de dólares con Sudáfrica para la compra de aparatos electrónicos para neutralizar los proyectiles de tanques624. La congelación de las negociaciones con Israel y la fría relación con Washington permitió a Hafez al-Asad concentrarse en los asuntos doméstico, especialmente en la preparación del terreno para instaurar una república hereditaria que dejaría, tras su muerte, en manos de su hijo Bashar625. Tras la muerte de su hijo Basil en accidente de tráfico en 1994, el presidente encaminó buena parte de sus energías a preparar a su hijo Bashar, por entonces un estudiante de Oftalmología en Londres. El primero, preparar los sectores militares y de seguridad, el segundo, preparar a la opinión publica y el tercero y último preparar a las comunidades árabe e internacional para dicho relevo626. El principal escollo fue convencer a las Fuerzas Armadas y a los Servicios de Inteligencia, que como hemos tenido la oportunidad de ver conformaban la columna vertebral del régimen, de la idoneidad del elegido. Todas aquellas personas que mostraron sus objeciones en público en torno a Bashar al-Asad fueron apartadas de manera fulgurante del poder al considerarse que represetaban una eventual amenaza para la sucesión. En estos años, alAsad remplazó gradualmente a destacados miembros del régimen entre ellos Ali Haidar, el jefe de las Fuerzas Especiales; Adnan Majluf, jefe de la Guardia Presidencial; Ali Aslan, jefe de Estado Mayor; Ali Duba, jefe de la Inteligencia Militar; Hikmat al-Shihabi, jefe de Estado Mayor y Muhammad Nasif, jefe de la Inteligencia General. Todos ellos fueron remplazados por personas que contaban con la confianza de Bashar al-Asad, lo que facilitó su ascenso a la presidencia a la muerte de su padre en 2000. Para preparar a la opinión pública siria, al-Asad dio la luz verde a Bashar para dirigir una operación contra la corrupción que sería empleada como pantalla para acabar con todos aquellos que se le oponíab. En este marco, el propio Bashar dirigió en 1998 el ataque contra la lujosa villa de recreo de su tío Rifaat en la costa mediterránea, para someter a sus propios primos y convencerles de la necesidad de que acatasen la decisión presidencial. En cuanto a los aspectos exteriores, al-Asad no tardó en instruir a Bashar en la compleja repartición de fuerzas existente en la zona. Desde la mitad de 1998, Bashar se hizo cargo 624

Véase al-Wasat, 3 de marzo de 1997. ÁLVAREZ-OSSORIO y GUTIÉRREZ DE TERÁN, 2009. 626 Véase LEVERTT, F.: Inheriting Syria: Bashar's Trial by Fire, Brookings Institution Press, Washington, D.C, 2005, pp. 61-65. 625

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del dossier libanés y empezó a desarrollar visitas oficiales a algunos países árabes de la región, como por ejemplo Arabia Saudí, Kuwait, Catar, Jordania, y Egipto627. En cuanto el ámbito internacional, Bashar acompañó a su padre en su visita a Francia a comienzos de 1999, donde se reunió con el presidente Chirac. El fracaso de Netanyahu de aislar a Siria a través de su propuesta de Líbano Primero llevó a al-Asad a aumentar el uso de la carta libanesa en su conflicto con Israel, sobre todo cuando el gobierno libanés declinó iniciar negociaciones separadas con el país hebreo. También el acuerdo militar israelo-turco llevó a al-Asad a reforzar su control de la carta libanesa628. A partir de aquel momento, los atentados de Hezbola se convirtieron en una pesadilla para las fuerzas de ocupación israelíes que todavía ocupaba la franja del sur de Líbano. De hecho, los comentaristas políticos israelíes comenzaron a llamar al sur de Líbano “nuestro pequeño Vietnam”629. A pesar de que el presidente Bill Clinton tuvo que hacer frente al estallido del escándalo Lewinsky, aún tuvo energías para retomar el diálogo con Siria pero no para relanzar el proceso de paz, sino para tratar de estabilizar la situación libanesa. El 25 de septiembre de 1998, el primer ministro libanés Rafiq Hariri y el ministro de los Asuntos Exteriores sirio Faruq al-Shara se reunieron en Washington con la Secretaria de Estado Madeine Albright630. En dicha reunión se evaluó las posibilidades en torno a la aplicación de la resolución 425 del Consejo de Seguridad que demandaba la retirada de todas las fuerzas extranjeras de Líbano. Tal posibilidad había ganado fuerza tras una propuesta del primer ministro israelí en este sentido631, que pretendía intensificar las tensiones sirio-libanesas y hacer avanzar el tramo negociador israelo-libanés para poder impulsar la estrategia del Líbano Primero. La renovación del dialogo entre la Administración de Clinton y Damasco a mediados de 1998 para garantizar la estabilidad en el sur de Líbano implicó el primer paso para poner fin a la tensión entre ambos países632. Cabe señalar que durante el mismo periodo, fue activado

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al-Safir, 23 de octubre de 1998. RABIL, 2006, p. 109. 629 RABINOVICH, 1999, p. 124. 630 En la reunión también participaron el Asistente de la Secretaria de Estado Martin Indik y el enviado presidencial Dennis Ross. al-Hayat, 29 de septiembre de 1998. 631 The Jerusalem Report, 19 de febrero de 1998; ENDERLIN, 2003, p. 101-102. 632 Después de la mitad de 1998 aumentó la participación siria en varios seminarios en los Estados Unidos sobre el proceso de paz sirio-israelí y el papel norteamericano para reanudarlo. El ex secretario de Estado 628

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un canal secreto entre Damasco y Tel Aviv que contaba con el beneplácito norteamericano. Además, el hombre de negocios judío-norteamericano Ronald Lauder realizó visitas secretas entre Damasco y Tél Aviv durante el verano de 1998 para tantear la posibilidad de reanudar el proceso de paz633. No obstante, la Administración de Clinton se mostró más interesada en impulsar el tramo israelo-palestino, donde las posibilidades de acuerdo eran menos complejas que en el israelo-sirio. En los informe del Departamento de Estado sobre la lista de países que apoyaban al terrorismo en los años 1997 y 1998 siguió apareciendo el nombre de Siria, que no habría mostrado un verdadero deseo de alejarse de los grupos terroristas en la región634. Al mismo tiempo el Subcomité sobre la Delincuencia y la Justicia Penal reafirmó sus acusaciones en torno a la participación de altos oficiales sirios en el comercio de drogas desde Líbano, como por ejemplo el general Gazi Kanan, jefe de la Inteligencia Militar siria en Líbano. Así pues, varios elementos tuvieron un efecto negativo sobre las relaciones norteamericano-sirias durante el mandato de Netanyahu entre 1996 y 1999. En primer lugar, la llegada de Netanyahu al poder y su negativa a retomar las negociaciones con Siria en el punto en que fueron interrumpidas con Peres. En segundo lugar, el alejamiento de la Administración de Clinton del proceso de paz sirio-israelí, sobre todo después de la designación de Madeline Albright como nueva Secretaria de Estado. Albright, al contrario que Christopher, fue favorable a la “política de la madurez” entre Damasco y Tel Aviv como condición para reanudar el proceso de paz. La nueva Secretaria de Estado no vio la necesidad de aumentar el esfuerzo diplomático norteamericano mientras las partes no demostraran una mayor inclinación hacia la paz. En tercer lugar, la Administración de Clinton se concentró en el frente israelí-palestino, pues la mayor parte del esfuerzo del enviado Ross se dedicó a impulsar las negociaciones entre Arafat y Netenyahu635. En cuarto

Baker y el ex embajador norteamericano en Damasco, Djerejian, jugaron un papel importante en mejorar el dialogo norteamericano-sirio durante este periodo. Véase el seminario organizado en James A. Baker III Institute for Public Policy, Rice University (el Instituto de James Baker para las Políticas Públicas, Universidad de Rice) en junio de 1998 que contó con la participación del embajador al-Mualem. http://www.bakerinstitute.org/. También para ver más sobre las relaciones norteamericano-sirias véase Brookings Institution (La Institución Brookings) http://www.brookings.edu 633 ZISSER, 2001, p. 122. 634 DEPARTMENT OF STATE. Patterns of Global Terrorism, Washington, D.C.: US State Dept., the Secretary of State, 1997; DEPARTMENT OF STATE, Patterns of Global Terrorism, Washington, D.C.: US State Dept., the Secretary of State, 1998. 635 En su libro sobre el proceso de paz en la zona, el enviado Ross aseguró que las negociaciones israelípalestinas fueron una prioridad para la Administración de Clinton durante el Gobierno de Netanyahu. ROSS, D.: The missing peace: the inside story of the fight for Middle East peace, Farrar, Straus and Giroux, New York, 2004.

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lugar, las relaciones entre Siria y los grupos palestinos y libaneses que rechazaban la paz con Israel, sobre todo Hamas y Hezbola, fueron criticadas desde Washington.

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CAPÍTULO 8. SIRIA Y LAS NEGOCIACIONES DE SHEPHERDSTOWN (1999-2000)

8.1. La reactivación de las negociaciones con Barak El 17 de mayo de 1999, el laborista Ehud Barak se impuso en las elecciones presidenciales israelíes al hasta aquel momento primer ministro Benjamin Netanyahu. Se cerraban así tres años de estrategias dilatorias encaminadas a sabotear el proceso de paz árabe-israelí y a profundizar la colonización de los territorios árabes ocupados desde 1967: Cisjordania, la Franja de Gaza, Jerusalén Este y los Altos del Golán. Esta victoria electoral fue considerada por el presidente Bill Clinton como la última oportunidad para conseguir alcanzar un acuerdo histórico en el proceso de paz árabe-israelí, lo que pondría un broche a su segundo mandato. Para retomar las negociaciones sirio-israelíes, la Administración de Clinton tendría que ganarse nuevamente la confianza de Hafez al-Asad, que había extremado su cautela ante el ostracismo al que le sometieron los Estados Unidos durante el periodo de gobierno del Likud. A partir de entonces, el equipo de política exterior desplegó todas sus artes para tratar de reducir al máximo las direncias que separaban a sirios e israelíes. Entre mayo de 1999 y marzo de 2000, la Secretaria de Estado Albright y el enviado Dennis Ross redoblaron sus esfuerzos para poder firmar un acuerdo de paz entre al-Asad y Barak636. Esta premura no sólo se debía a los cambios experimentados en la escena política israelí, sino también al deterioro de la salud de Hafez al-Asad, quien en los últimos años había acelerado los pasos para dejar cerrada su sucesión por su hijo Bashar. A finales de la década, varios informes de la CIA subrayaron el empeoramiento de la salud del presidente sirio y aconsejaron aprovechar esta situación para tratar de alcanzar un acuerdo de paz, ya que no sería fácil para su hijo presentar concesiones ante Israel una vez que llegase a la presidencia. Los servicios de inteligencia americanos temían que Bashar se concentrase en

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En torno a la voluntad de la Administración de Clinton por impulsar las negociaciones en este periodo pueden consultarse CLINTON, B.: My life, Alfred A. Knopf, New York, 2004; ALBRIGHT, Madam Secretary; ROSS, The missing peace.

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los primeros años en asentar su poder en el ámbito doméstico y relegase a un segundo plano la agenda exterior siria, incluida la paz con Israel637. Por su parte, el presidente Bill Clinton consideraba que se daban todas las condiciones para llegar a un acuerdo entre Damasco y Tel Aviv con la mediación norteamericana. En primer lugar, Clinton pretendía coronar su segundo mandato en la Casa Blanca con la firma de un acuerdo histórico de paz entre los grandes enemigos del conflicto árabe-israelí, pues durante sus años en la presidencia llegó a la conclusión de que la paz entre Israel y Siria sería la llave fundamental para la estabilidad de la zona. En segundo lugar, tal y como se señaló anteriormente, el escándalo Lewinsky deterioró su imagen de manera notable, por lo que un acuerdo de paz sirio-israelí la restituiría al menos parcialmente antes de que tuviera que abandonar la Casa Blanca en 2001638. En tercer lugar, el presidente americano estaba convencido de que un acuerdo de paz entre Barak y al-Asad sería más fácil que entre Barak y Arafat, por la experiencia del líder laborista en la negociación y por su disposición, publicitada en varias entrevistas periodísticas, a alcanzar la paz con Siria639. En cuarto lugar, Clinton era consciente que no sería fácil alcanzar un acuerdo palestino-israelí durante su mandato debido a la magnitud de las diferencias en lo que respectaba al futuro de Jerusalén, la situación de los refugiados y la fijación de las fronteras, por lo que decidió apostar todas sus cartas al frente israelo-sirio. Además, el presidente no tenía la menor intención de colisionar con Barak por la cuestión palestina, puesto que Hillary Clinton, actual Secretaria de Estado en la Administración de Obama, pretendía en aquel entonces lograr su nominación como senadora por Nueva York, lo que exigía unas buenas relaciones con la poderosa comunidad judía neoyorkina. En quinto y último lugar, el presidente Clinton consideraba que la paz sirio-israelí sería un duro golpe para Irán, el principal aliado sirio en la región640, lo que contribuiría a intensificar el aislamiento de Teherán. Ante este contexto favorable, el presidente Clinton no tardó en reactivar sus esfuerzos diplomáticos hacia Damasco, haciéndole una llamada a al-Asad para mostrarle su disposición a involucrarse personalmente en la consecución de un acuerdo de paz sirio637

ZISSER, 2001, pp. 124, 165-166. ZIYADE, 2005, p. 589. 639 El 14 de mayo, dos semanas antes de las elecciones, Barak señaló al diario Jerusalem Post: “Quien piense o afirme que es posible firmar la paz con los sirios sin hacer ningún tipo de concesiones en el Golán no comprende nada de lo que está hablando y, además, está arrojando tierra en los ojos de los ciudadanos de este país. El acuerdo al que llegaré fortalecerá, y no debilitará, nuestra seguridad”. 640 Clinton fue el único presidente estadounidense que se reunió con al-Asad más de dos veces. ROSS, 2004, p. 509-510; al-Wasat, 20 de agosto de 1999. 638

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israelí cuanto antes posible641. Tras varios años de negociaciones con Siria, los norteamericanos consideraron necesaria la intervención personal del presidente norteamericano para facilitar la renovación de las negociaciones. Para que Siria adoptase posturas flexibles en cuanto a la renovación de las negociaciones, Washington también recurrió a sus aliados tradicionales en la zona, sobre todo a los egipcios y los saudíes, para convencer a al-Asad de que Barak era serio en su compromiso a favor de la paz. En el reacercamiento entre los Estados Unidos y Siria jugaron un papel determinante el ex secretario de Estado Baker y el ex embajador Djerejian, quienes visitaron a al-Asad en Damasco para mostrar la disposición de la Administración de Clinto a involucrarse en las negociaciones al más alto nivel642. Todos estos esfuerzos permitieron el reestablecimiento de relaciones entre Damasco y Washington. al-Asad había recibido positivamente la llegada de Barak al poder, pues estaba convencido de que la renovación de las negociaciones con Israel ayudaría a mejorar sus relaciones con Washington, asunto que era imprescindible solucionar para garantizar una tranquila sucesión a su hijo Bashar. Tras el retorno de la diplomacia norteamericana a la zona643, alAsad no quiso parecer como un obstáculo en el camino de la paz en la zona. Por esta razón reaccionó positivamente ante los esfuerzos norteamericanos para reanudar las negociaciones. Además lanzó una serie de mensajes para mostrar su interés en alcanzar un acuerdo definitivo que cerrara el círculo de la violencia. En una entrevista con el analista político Patrick Seale publicada por la prensa árabe el 23 de junio de 1999, al-Asad señaló: “El primer ministro israelí Barak es un hombre fuerte y honesto con el que es posible hacer la paz”644. Otro mensaje fue presionar a Hezbola para que congelase temporalmente los ataques contra el Ejército israelí, que empezó a preparar su retirada del sur libanés después de veinte años de ocupación645. En una entrevista aparecida en la revista Middle East Insight, el embajador sirio en Washington Walid al-Mualem mostró su disposición a retomar las negociaciones con Israel

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Véase al-Safir, 26 de mayo de 1999; al-Hayat, 30 de mayo de 1999. Véase la entrevista con James Baker sobre los resultados de su visita a Damasco en al-Siyasa, 17 de julio de 1999. 643 Para conocer más sobre las posturas regional e internacional ante la llegada de Barak al poder y sus efectos para renovar el proceso de paz con Siria. véase al-Ajbar, 5 de junio de 1999. 644 al-Hayat, 23 de junio de 1999. 645 al-Nahar 10 de junio de 1999. 642

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y apreció el determinante papel de la Administración de Clinton como mediador646. El negociador sirio se mostró a favor del establecimiento de un equipo sirio-norteamericanoisraelí que estudiase posibles medidas para estimular el desarrollo económico en Oriente Medio tras la firma de un acuerdo de paz, una de las medidas que proponía Simon Peres para impulsar la cooperación regional. Además, Siria aceptó por primera vez que tropas americanas se desplegaran en los Altos del Golán para gestionar la estación de observación a establecerse en el monte Hermón. Todo esto llevó al vicesecretario de Estado para los Asuntos de Oriente Medio, Martin Indyk, a asegurar que la Administración de Clinton había visto un verdadero deseo sirio para alcanzar la paz con Barak647. También el ministro de Asuntos Exteriores sirio Faruq al-Shara se sumó a esta política de gestos y manifestó a la prensa internacional: “Consideramos que el primer ministro Barak pertenece a la misma escuela de Rabin y que seguirá sus pasos. Tenemos el presentimiento de que aceptará la ‘garantía de Rabin’. Cuando lo haga, Siria estará preparada para reanudar las negociaciones donde fueron interrumpidas”. Es decir: por una parte manifestó su disposición a reanudar las negociaciones, pero puso como condición que el Gobierno de Barak asumiese previamente la ‘garantía de Rabin’ en torno a una completa retirada israelí de los Altos del Golán. Así pues, Clinton, al-Asad y Barak estaban interesados en reanudar las negociaciones cuanto antes posible. Con el objetivo de poder retomar las conversaciones sirio-israelíes sin contratiempos, el presidente norteamericano convenció a al-Asad de la importancia de abrir un canal secreto con Israel que contase con la presencia norteamericana648. La implicación personal de Clinton en las negociaciones fue valorada positivamente por al-Asad, ya que demostraba el acercamiento experimentado en las relaciones sirio-norteamericanas y la voluntad de la Administración de Clinton por promover un acuerdo. Así se mostraba que Siria prefería a los Estados Unidos como interlocutor, ya que dudaba de las capacidades de la Unión Europea. La primera razón es que al-Asad sabía que sólo los 646

La entrevista fue realizada por Alon Ben-Meir: “Peace with Syria First”, Middle East Insight, vol. 14, no. 4, July-August, 1999. http://www.alonben-meir.com/essays/read/id/5. En otro articulo publicado en septiembre de 1999 el mismo Ben-Meir confirmó la voluntad de al-Asad de hacer la paz con Barak con la mediación efectiva de los Estados Unidos. Gracias a la paz, Bashar podría asumir la presidencia sin contratiempos y, además, mejorar la estancada economía siria, véase Alon Ben-Meir, “Time For A New Persian Golf Strategy”, 30 de septiembre de 1999. 647 SWISHER, C.: The Truth about Camp David, The Untold Story About the Collapse of the Middle East Peace Process, Group West, New York, 2004, p. 71. 648 ROSS, 2004, p. 514; ENDERLIN, 2003, p. 126.

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Estados Unidos podría presionar a Israel en las negociaciones para adoptar posturas flexibles, sobre todo en cuanto a la retirada de los Altos del Golán. La segunda razón es que los norteamericanos eran los únicos que conocían los secretos de las negociaciones entre Siria e Israel desde la Conferencia de Madrid, sobre todo la ‘garantía de Rabin’ en cuanto a una retirada completa de los Altos del Golán. La tercera razón es que al-Asad estaba convencido que la firma de un acuerdo de paz con Israel tras la mediación norteamericana mejoraría notablemente las relaciones norteamericano-sirias. Las negociaciones secretas entre Israel y Siria, con la participación norteamericana, se abrieron el 26 de agosto de 1999 en Berna. Dicho encuentro tenía como principal objetivo acercar posturas y preparar el terreno para la visita de la Secretaria de Estado Albright a la región en septiembre. Uri Sagi, el nuevo responsable de la delegación israelí en las negociaciones con Siria, planteó diversos temas, entre ellos la distribución del agua, las garantías de seguridad, la retirada de Líbano, los puestos de alerta temprana, la apertura de fronteras, el establecimiento de embajadas y el calendario de aplicación del acuerdo649. El consejero del ministro de los Asuntos Exteriores sirio, Riad Dawdi, estaba sobre todo interesado en saber si el Gobierno de Barak asumía la ‘garantía de Rabin’ en cuanto a la retirada completa de los Altos del Golán650. Durante su visita a Damasco del 2 de septiembre de 1999, Albright aseguró a al-Asad que Barak había aceptado reanudar las negociaciones en el punto en que fueron interrumpidas en 1996, pero que se negaba a reconocer la ‘garantía de Rabin’651. Tras la aceptación israelí de retomar las negociaciones donde fueron interrumpidas tres años antes, al-Asad dio la luz verde para otra reunión secreta con los israelíes. Dicha reunión tuvo lugar entre 24 y 25 de septiembre de 1999 en Washington652. En la reunión, la delegación israelí no reconoció la ‘garantía de Rabin’, pero sí que ofreció una retirada a un punto intermediario entre las fronteras de 1923 y las fronteras de 1967. Pocos días después,

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SEALE, 2000, p. 6. Para ver más sobre el primer encuentro sirio-israelí tras tres años de tensiones véase ROSS, 2004, pp. 515520. 651 Tal como se he señalado anteriormente, Albright evitó repetir los errores de Christopher. En esta ocasión, Albright estimó que se daban las condiciones para la intervención americana para reanudar el proceso de paz. Para ver más sobre los resultados de la visita de Albright a la zona véase al-Hayat, 4 de septiembre de 1999 y al-Nahar, 7 de septiembre de 1999. 652 En esta ocasión tomaron parte en el encuentro, además de Sagi y Dawdi, Ibrahim Omar (jefe de la Inteligencia Militar siria) y Yoel Zinder (consejero legal de las Fuerzas de Defensa israelíes). La delegación norteamericana fue reforzada con, además de Ross, Martin Indyk, Robert Malley y Aaron Miller. ROSS, 2004, pp. 523-527. 650

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Bill Clinton recibió a Faruq al-Shara en la Casa Blanca Exteriores sirio al-Shara653. Clinton aseguró su compromiso personal en las negociaciones entre Israel y Siria, pero al mismo tiempo pidió a los sirios comprensión ante las dificultades internas de Barak, quien tenía que hacer frente a una gran oposición por parte del Likud debido a su proyecto de retirada de los Altos del Golán654. Efectivamente el nuevo líder del Likud, Ariel Sharon, había sacado la artillería pesada para acusar a Ehud Barak de poner en peligro la seguridad de Israel. Shraron denunció a todo aquel que le quiso oir que dicha retirada sería “una rendición total”. Para tratar de tranquilizar a la sociedad israelí, el portavoz del gobierno israelí señaló: “El primer ministro ha dicho en varias ocasiones que Israel nunca ofreció ningún compromiso sobre la retirada a tal o cual línea. La cuestión territorial, al igual que otros asuntos, debería formar parte de las negociaciones y no ser un prerrequisito para ellas”655. Mientras que durante el periodo de Netanyahu apenas se registraron comunicaciones directas entre el presidente Clinton y al-Asad, a partir de entonces el presidente norteamericano telefoneó varias veces a su homólogo sirio para ponerle al corriente de los avances de las negociaciones y los obstáculos que se interponían en el camino de la paz, lo que ponía de manifiesto la sensible mejora de las relaciones entre Washington y Damasco. De hecho, el 12 de octubre Clinton envió una carta a al-Asad asegurando que la firma de un acuerdo de paz sería seguida de una notable mejora de las relaciones bilaterales, ya que los Estados Unidos llevarían a cabo un replanteamiento estratégico en la región656. Ante la tibia respuesta siria, Barak sugirió a Clinton que empleara una “terapia del choque” por medio de una visita sorpresa a Damasco para advertirle que la paz sería ahora o nunca657. Ante esta premura, también el líder de la oposición israelí Ariel Sharon trató de sabotear un eventual acuerdo. El líder del Likud movilizó tanto al lobby pro-israelí en los Estados 653

Pocos días después Faruq al-Shara cayó enfermo, lo que obligó a congelar momentáneamente los contactos secretos. La enfermedad de al-Shara levantó varias preguntas en torno a la salud del ministro de Asuntos Exteriores, pero también del propio al-Asad y los efectos negativos que podrían tener en el proceso de paz. Sobre este asunto véase ZISSER, E. (1999): “Where Is Asad? The Renewed Struggle for Succession in Syria”, Peace Watch, no. 234, December 14, 1999. http://www.washingtoninstitute.org/templateC05.php?CID=1925. 654 SWISHER, 2004, p, 68 655 Yediot Aharonot, 4 de noviembre de 1999. 656 Clinton en su carta quería saber más sobre la postura de al-Asad sobre las fronteras, la distribución del agua y la estación de alerta temprana en el monte Hermón, SWISHER, 2004, p. 68-69. 657 El enviado Ross en sus memorias aseguró que el presidente Clinton reaccionó favorablemente a la idea de Barak si eso redundaba positivamente en la renovación de las negociaciones, pero la Secretaria de Estado Albright rechazó la idea del viaje sorpresa por considerarlo poco adecuado. ROSS, 2004, p. 531.

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Unidos como a los aliados de Israel en el Congreso norteamericano658. De tal manera, el Congreso se mostró reacio a conceder ventajas económicas a Siria en el caso de que firmara la paz y, también, mostró sus reticencias a un despliegue de efectivos americanos en el Golán para vigilar la paz entre Siria e Israel.

8.2. El fracaso de Shepherdstown Finalmente la diplomacia norteamericana dio sus frutos al conseguir que Barak accediese a retomar las negociaciones en el punto en que fueron interrumpidas en 1996, aunque no llegó a aceptar la retirada completa planteada por la garantía Rabin. Tras su reunión con Madeleine Albright el 7 de diciembre, al-Asad aceptó por su parte la reanudación de las negociaciones sirio-israelíes659. La postura flexible de al-Asad demostró a la Administración de Clinton la disposición del líder sirio a firmar la paz antes de su muerte660. Como hemos señalado anteriormente, la paz con Israel allanaría el camino de la sucesión de Hafez por Bashar al-Asad y le permitiría concentrar toda su atención en asentar su autoridad en la escena doméstica una vez que llegase a la presidencia. Además, la finalización del conflicto permitiría a Siria establecer una alianza con los Estados Unidos, algo que mejoraría la alicaida situación económica del país661. Tras la aceptación de al-Asad de reanudar las negociaciones con Barak, el presidente Clinton manifestó que existía una oportunidad histórica para hacer la paz entre Siria e Israel, y que no habría que perderla662. Así pues, Clinton se convenció que sería la última oportunidad de finalizar sus ochos años en la Casa Blanca con un éxito histórico a través de la firma de la paz entre Siria e Israel. Un éxito que, además, le permitiría enterrar el escándalo de Lewinsky.

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RABIL, 2006, p. 110. ZISSER, 2001, p. 166; The Washington Post, 5 de enero de 2000 660 Esta vez la flexibilidad de al-Asad garantizó la renovación de las negociaciones. Dennis Ross interpretó que nunca había visto a al-Asad con un temperamento tan excelente desde que lo conoció en 1991. ROSS, 2004, p. 537. 661 El presidente sirio estaba convencido de que la paz con Israel ayudaría a fortalecer la economía de Siria, pues la ayuda económica no solo llegaría de los Estados Unidos sino también de los países europeos y árabes. Para ver más sobre la ventaja económica de la paz para Siria véase LESCH, D. (1999): “Is Syria Ready for Peace? Obstacles to Integration in the Global Economy”, Middle East Policy, vol. 6, nº 3. Para ver más sobre la perspectiva económica de Siria en cuanto al proceso de paz, véas. MA´OZ, 199b, pp. 119-127. 662 Para ver más sobre la declaración de Clinton para renovar las negociaciones entre Siria e Israel véase alHayat, 9 de diciembre de 1999; al-Wasat, 13 de diciembre de 1999. 659

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El temor a que Israel llegase a un acuerdo con Siria en torno a la retirada del Golán azuzó al movimiento de los colonos a hacer un frente común contra un eventual desmantelamiento de los asentamientos. La oposición, liderada por Ariel Sharon, agudizó sus críticas contra Ehud Barak y convocó manifestaciones multitudinarias para tratar de bloquear los contactos entre Tel Aviv y Damasco. No sólo el Likud se oponía a un acuerdo con Siria, sino también varios miembros del propio Gobierno de Barak663. Ante esta coyuntura, Barak decidió revisar su posición mostrando una actitud reticente ante Siria y optó por impulsar las negociaciones con los palestinos, con los que el 4 de septiembre concluyó el Memorando de Sharm al-Sheyj, que preveía el inicio inmediato de las negociaciones sobre el estatuto final para alcanzar un acuerdo definitivo en el plazo de un año. Este cambió fue recibido con sorpresa por los negociadores norteamericanos, por considerarlo insuficientemente justificado664. El 15 de diciembre de 1999 el primer ministro israelí Ehud Barak llevó a cabo una visita oficial a Washington. En su reunión con el asistente del secretario de Estado Martin Indyk volvió a mostrarse reticente ante las negociaciones manifestando que la sociedad israelí no estaba preparada todavía para una paz con Siria que implicara la devolución de los Altos del Golán, aunque no estaba claro si este movimiento ocultaba en la realidad un movimiento táctico para mejorar su posición negociadora. Por su parte, el presidente Clinton estaba convencido que esta vez al-Asad quería la paz y no deseaba perder la oportunidad que se le presentabam, sobre todo tras los tres años de aislamiento que sufrió durante el Gobierno de Netanyahu y cuando presentía que un tratado de paz contribuiría a mejorar la posición de su hijo Bashar, que aspiraba a reemplazarle tras su muerte. Ante esta situación, al-Asad decidió enviar una delegación del más alto nivel presidida por su ministro de Asuntos Exteriores Faruq al-Shara, uno de sus hombres de confianza. Además, la delegación siria adoptó una postura extremadamente flexible en cuanto a la seguridad y la normalización de las relaciones con Israel, lo que reprentaba una novedad665. Antes de la reanudación de las negociaciones el 3 de enero de 2000, el presidente trató de crear las condiciones adecuadas para que Israel y Siria vieran las ventajas materiales de un 663

FREEDMAN, 2002, p. 193. ALBRIGHT, 2003, p. 476. 665 CLINTON, 2004, p. 886; 664

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acuerdo. Clinton lanzó una campaña en el Congreso americano para recuperar la iniciativa frente a los congresistas próximos al lobby pro-israelí reclamando financiación para emprender proyectos económicos conjuntos entre ambos países en el Golán, una de las iniciativas planteadas en su día por Simon Peres666. A mediados de diciembre una delegación del Congreso visitó Damasco para conversar con los sirios sobre las ayudas financieras y proyectos económicos norteamericanos en el país tras la firma de la paz. El presidente americano también mantuvo un estrecho contacto con la comunidad internacional, para tratar de crear el clima adecuado para la firma del acuerdo667. Asimismo, Clinton pidió al régimen sirio que hiciera las gestiones necesarias para recuperar los cadáveres de tres pilotos israelíes muertos durante la guerra de Líbano y cuyos cadáveres estaban en manos de Hezbola668. Ante la posibilidad de alcanzar un acuerdo, el presidente Bill Clinton decidió convocar a las delegaciones siria e israelí a una cumbre en la localidad de Shepherdstown que, como la de Camp David en 1978, sólo se cerraría cuando se alcanzara un acuerdo entre las partes. Clinton fue, junto a Jimmy Carter, el presidente norteamericano que se involucró de una manera más activa para poner fin al conflicto sirio-israelí. Debido a su activa participación en la Cumbre de Shepherdstown, el presidente canceló todas sus actividades durante las negociaciones, en lo que también pretendía ser un mensaje a sirios e israelíes en torno a las grandes expectativas depositadas en el encuentro. La localidad de Shepherdstown se encontraba a tan sólo 88 kilómetros de Washington, con lo cual el presidente podía acudir raudo cuando se necesitase de su mediación. El equipo norteamericano contó con la participación de todos aquellos que tenían responsabilidades en la delimitación de la política exterior, entre ellos Madeleine Albright, Dennis Ross y Martin Indyk, pero también Gamel Helal, Jonathan Schwartz y Wendy Sherman en representación del Departamento de Estado y Sandy Berger, Bruce Riedel y Robert Malley del Consejero de Seguridad Nacional. La delegación israelí estaba presidida por Ehud Barak y formada, entre otros, por Uri Sagi (antiguo responsable de los servicios de inteligencia), Amnon Lipkin-Shahak (jefe del Estado Mayor), David Levy (ex ministro 666

Jerusalem Post, 28 de deciembre de 1999. En una entrevista al canal ABC, el presidente Clinton señaló que la Unión Europea debía jugar un papel central en la firma de la paz entre Siria e Israel. Esta vez los norteamericanos intensificaron los contactos con los europeos para apoyar a las negociaciones sirio-israelíes, pues Washington también deseaba que los europeos aumentaran su inversión económica en el caso de la paz. al-Hayat, 21 de diciembre de 1999; New York Times, 23 de diciembre de 1999. 668 CLINTON, 2004, p. 885. 667

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de Asuntos Exteriores) y Elyakim Rubinstein (fiscal general). La delegación siria, a su vez, estaba dirigida por Faruq al-Shara (ministro de Asuntos Exteriores) y contaba con la presencia de Yusuf Shakkur (ex jefe del Ejército), Ibrahim Omar (jefe de la Inteligencia Militar), Walid Muallem (ex embajador en Washington) y Mijail Wahbah (representante sirio ante las Naciones Unidas). Desde un primer momento se evidenció que el nudo gordiano sería definir el calado de la retirada israelí, si esta sería hasta las fronteras vigentes antes del estallido de la guerra de los Seis Días, como defendían los sirios, o, por el contrario, si serían a la frontera internacional fijada por británicos y franceses en 1923, como pretendían los israelíes. Las negociaciones, pues, no serían fáciles, debido a la negativa de Barak a reconocer la ‘garantía de Rabin’ en torno a la completa retirada del Golán. Por esta razón, el presidente Clinton se vio obligado a intervenir personalmente en varias ocasiones para evitar el fracaso de la cumbre. En sus memorias, el presidente Bill Clinton se mostró crítico con la actitud maximalista israelí y elogió la flexibilidad siria: “Los sirios vinieron a Shepherdstown en un estado de ánimo positivo y flexible, deseosos de alcanzar un acuerdo. Al contrario, Barak decidió, de acuerdo a los datos de las encuestas, ralentizar el proceso para convencer a la opinión pública israelí de que era un negociador duro. Pretendía que utilizara mi buena relación con Shara y Asad para mantener a los sirios contentos mientras él relevaba tan poco como fuera posible durante su auto impuesto periodo de espera”669. Efectivamente Barak mostró su perplejidad ante la demostración de fuerza del Likud, que convocó una manifestación el 10 de enero que contó con la participación de 200.000 israelíes contrarios a la retirada del Golán670. Según el presidente Clinton, mientras que en las negociaciones de Shepherdstown Faruq alShara se mostró flexible en varias cuestiones como la normalización y la seguridad, Barak se mostró reticente a poner las cartas sobre la mesa y plantear la profundidad de la retirada israelí. En torno a la cuestión de la seguridad, Faruq al-Shara aceptó limitar la presencia militar siria en la línea fronteriza y el despliegue de observadores internacionales norteamericanos y franceses en territorio sirio. En torno a la cuestión de la normalización, Siria se mostró dispuesta al establecimiento de plenas relaciones diplomáticas, al intercambio de embajadores y al establecimiento de plenas relaciones comerciales. 669 670

Ibid., p. 886 y RABIL, 2006, p. 111. al-Hayat, 11 de enero de 2000; al-Nahar, 10 de enero de 2000; Ma´ariv, 11 de enero de 2000,

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Pese a ello, el primer ministro israelí Ehud Barak sorprendió a los allí reunidos al pedir la reanudación de las negociaciones con los libaneses, algo inaceptable para al-Shara mientras no se diera un verdadero avance en las negociaciones sirio-israelíes. En realidad, la delegación siria interpretó que Israel estaba tratando de mostrarse dilatante para tratar de conseguir un acuerdo más favorable a sus intereses. Tras cuatros días de negociaciones en Shepherdstown y ante la amenaza de su colapso, Clinton decidió recopilar un Documento de Trabajo de sietes paginas cono los avances registrados hasta aquel momento671. Esta fue la primera vez desde 1991 que una Administración norteamericana presentaba un documento como un borrador de paz, lo que demostraba la seriedad del presidente Clinton para alcanzar la paz entre ambas partes antes del fin de su segundo mandato en enero de 2001672. A pesar de la inflexibilidad de Barak ante la flexibilidad de al-Shara en las negociaciones de Shepherdstown, el presidente Clinton siguió presionando a ambas partes para acercar sus posturas. La administración norteamericana apreció la disposición al diálogo de la delegación siria, decidida a firmar la paz si las condiciones lo permitían. El presidente Clinton no quería que al-Shara regresara a Damasco con las manos vacías, pues el sabía lo que eso significaría para al-Asad673. Por eso, durante la última cena con Barak, Clinton le intentó presionar nuevamente en torno a la extensión de la retirada de los Altos del Golán, sin demasiado éxito ante la cerrazón del dirigente israelí. La respuesta de Barak a estas presiones fue que Israel sólo contemplaba una retirada a las fronteras oficiales de 1923, pero no a las vigentes en 1967, lo que le permitiría controlar la integridad del lago Tiberíades. En pleno desencuentro por el calado de la retirada se interrumpieron las negociaciones, con el pretexto de que así los creyentes podrían asistir a sus respectivos oficios religiosos el viernes y el sábado. Ese mismo fin de semana la prensa árabe filtró algunos pasajes del borrador del Documento de Trabajo elaborado por el equipo americano, lo que dio el golpe de gracia a las negociaciones ya que ambas delegaciones tuvieron que hacer frente a un fuerte criticismo a nivel doméstico. La israelí por haber accedido una devolución 671

Para ver más sobre el borrador de tratado de paz sirio-israelí véase ROSS, 2004, p. 558-559; SWISHER, 2003, p. 82-83. 672 Véase el discurso del presidente Clinton en la ceremonia de la renovación de las negociaciones sirioisraelíes al-Hayat, 5 de enero de 2000. 673 SWISHER, 2003, p. 87.

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prácticamente total del Golán y la siria por aceptar que las fronteras vigentes el 4 de junio de 1967 no eran definitivas, lo que daba pie a una nueva delimitación674. El diario israelí Haaretz publicó el 13 de enero el borrador del Documento de Trabajo elaborado por los americanos, que se adjunta en el anexo documenta. Su lectura es de gran interés, pues nos permite comprobar que, junto a los desacuerdos, también hubo entendimientos en varios puntos, por ejemplo en “el compromiso a abstenerse a cooperar con una tercera parte en una alianza hostil de naturaleza militar” y a “que el territorio bajo su control no es empleado por ninguna fuerza militar o tercera parte”, así como que “cada parte adoptará las medidas necesarias para prevenir la entrada, presencia y operación desde su territorio de cualquier grupo u organización, y su infraestructura, que amenaza la seguridad de la otra parte mediante el uso de, o la incitación al uso de, medios violentos”. En torno al terrorismo internacional, ambas partes coincidían en afirmar que “el terrorismo internacional en todas sus formas amenaza la seguridad de todas las naciones y, por lo tanto, comparten un interés común en el reforzamiento de los esfuerzos de cooperación internacional para afrontar este problema”. Las discrepancias mayores eran en temas de seguridad y, en particular, al establecimiento de zonas desmilitarizadas, que según Siria debían tener la misma extensión en ambos lados de la frontera, mientras que Israel interpretaba que debían ubicarse en la actual área de separación fijada en 1974. Al abordar la cuestión de la estación de alarma temprana del monte Hermon, Israel consideraba que debía estar bajo control israelí, mientras que Siria exigía que fuera operada por los Estados Unidos y Francia. Por último, pero no menos importante, estaba la cuestión de la profundidad de la retirada. El artículo 1 reflejaba la magnitud de las diferencias, al recoger las versiones israelí y siria en lugar de haber alcanzado un compromiso mutuo: “La localización de la frontera ha sido comúnmente aceptada (según la posición siria: está basada en la línea del 4 de junio) (según la posición israelí: tiene en cuenta la seguridad y otros intereses vitales de las partes, así como consideraciones legales de ambas partes). Israel (según Siria: retirará) (según Israel: reubicará) todas sus fuerzas armadas (según Siria: y su población civil) detrás de este frontera de acuerdo con el anexo – de este tratado”.

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Véase el articulo publicado por el jefe de la Unión de los Escritores Árabes en Damasco, Ali Uka Ursan, en al-Hayat, 11 de enero de 2000.

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Así las cosas, los norteamericanos fueron incapaces de convencer a las partes a que retomaran las negociaciones a partir del 19 de enero, ya que ambos consideraban que dicho encuentro sería una pérdida de tiempo ante la falta de acuerdo en torno a la extensión de la retirada israelí del Golán. Ehud Barak era consciente que no podía ganar el respaldo de la calle israelí a la devolución del Golán y Hafez al-Asad había perdido por completo la esperanza en un acuerdo con Israel en el corto plazo675. Al sentirse engañado por los israelíes, el presidente sirio concentró sus escasas energías en dejar atado el proceso de sucesión en su hijo Bashar. Por su parte, el primer ministro israelí apostó por una aproximación a Yaser Arafat, en una situación de manifiesta debilidad, con el que trató de alcanzar, también en vano, un acuerdo en Camp David ese mismo verano676. En una conversación telefónica con el presidente Clinton a finales de enero de 2000, alAsad aseguró que Siria fue a las negociaciones de Shepherdstown con una verdadera voluntad de hacer la paz con Israel, pero después de la cumbre los sirios no estaban seguros si Barak realmente deseaba conseguir un acuerdo677. La reanudación de las negociaciones para los sirios sólo se efectuaría cuando el primer ministro reconociera que la retirada israelí de los Altos del Golán sería hasta la frontera de 4 de junio de 1967. La Administración de Clinton, por su parte, interpretó que Hafez al-Asad se había resignado a esperar y no tenía prisa para hacer la paz con Barak. En conclusión, el fracaso de las negociaciones en Shepherdstown retiró al proceso de paz con Israel de las prioridades de al-Asad en aquel momento, sobre todo cuando el régimen estaba ocupado preparando al país para la sucesión del poder a Bashar pues en aquellos momentos garantizar la continuación del régimen era mas importante que recuperar el Golán. El presidente Clinton no quiso perder la última oportunidad de poder firmar la paz entre Siria e Israel, sobre todo después de que Ehud Barak le mostrase, el 27 de febrero de 2000, su disposición a aceptar la ‘garantía de Rabin’. Ante la nueva situación, Clinton y al-Asad decidieron fijar un nuevo encuentro en Ginebra para tantear la firma de un acuerdo de paz, ya que el presidente norteamericano seguía soñando con resolver el contencioso que enfrentaba a ambos países antes de abandonar la Casa Blanca. Alentando el optimismo, la 675

Para los sirios, las negociaciones de Shepherdstown fueron un fracaso y hasta cierto punto una trampa por parte de Barak. Ello aumentó la desconfianza siria en las negociaciones y también en el papel del mediador norteamericano, ZIYADE, 2005, p. 668-669. 676 ÁLVAREZ-OSSORIO e IZQUIERDO, 2007, pp. 51-57. 677 En 2002, Uri Saguy aseguró que los sirios fueron a las negociaciones de Washington de 1999 y de Shepherdstown de 2000 con un sincero deseo de alcanzar la paz con Barak, ENDERLIN, 2003, p. 134-135; al-Hayat, 28 de enero de 2000.

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Secretaria de Estado Madeleine Albright afirmó que todavía existía una oportunidad para poder alcanzar un histórico acuerdo de paz entre Siria e Israel678. También las gestiones de Dennis Ross invitaron al optimismo. Desde el fracaso de la Cumbre de Shepherdstown, el diplomático norteamericano había seguido mediando entre Damasco y Tel Aviv con la esperanza de reanudar las negociaciones. A comienzos de marzo, Barak aceptó una retirada de los Altos del Golán, aunque sin permitir que los sirios llegaran a las aguas del lago Tiberiades ni de la ribera occidental del río Yarmuk, para impedir el control sirio de recursos hídricos del Golán679. Además, el dirigente israelí mostró cierta flexibilidad en los asuntos de seguridad y en el periodo de la retirada. Ante todos estos acontecimientos, el presidente Bill Clinton convocó una reunión con Hafez al-Asad en Ginebra. Para evitar un nuevo fiasco, los Estados Unidos utilizaron la mediación saudí para que el dirigente sirio acudiera a la cita y adoptara una actitud flexible. El príncipe saudí Bandar Bin Sultan, embajador saudí en Washington, se reunió con alAsad en Damasco para tratar de convencerle de que asistiera a Ginebra dado que las circunstancias habían cambiado y Barak aceptaba ahora una retirada más generosa680. La Cumbre de Ginebra entre Clinton y al-Asad, la tercera entre ambos líderes, tuvo lugar finalmente el 27 de marzo. Al cabo de varios minutos de conversación y el presidente Clinton confirmó a al-Asad “que los israelíes estaban preparados para retirarse a una frontera comúnmente acordada”. El dirigente sirio inquirió a continuación: “¿Qué frontera comúnmente acordada? ¿La línea del 4 de junio?”. Clinton contestó, para sorpresa de alAsad, que Israel exigía el absoluto control del lago Tiberiades y de la cuenca del Yarmuk, lo que llevó al presidente sirio a dar por acabada la reunión681. El fracaso de la cumbre no sólo implicó la interrupción de las negociaciones sirio-israelíes hasta nuestros días, sino que también deterioró las relaciones norteamericano-sirias en los últimos meses de vida de alAsad.

678

The New York Times, 30 de febrero de 2000. ROSS, 2004, p.574-576. 680 El príncipe Bandar Bin Sultan era el embajador de Arabia Saudí en Washington. Durante el periodo de Reagan, el príncipe Bandar pudo intermediar entre Damasco y Washington en varias ocasiones lo que aumentó la confianza de al-Asad en el príncipe. SUNAYAMA, 2007, p. 153. 681 En la reunión Ross sacó un mapa con la frontera de 1923 que aseguraba el control israelí sobre el lago Tiberiades y el río Yarmuk. Sobre este asunto véase ENDERLIN, 2003, p. 150-151. 679

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El Gobierno de Rabin y la Administración de Clinton hicieron un frente común para achacar a la inflexibilidad del presidente Hafez al-Asad el fracaso del proceso de paz, en un movimiento que se volvió a repetir meses después cuando los palestinos no aceptaron un acuerdo de paz de mínimos en la Cumbre de Camp David y americanos e israelíes acusaron a Yaser Arafat de haber rechazado la ‘generosa oferta’ de Barak. El 11 de abril, Clinton y Barak se reunieron en la Casa Blanca y el presidente norteamericano aprovechó la ocasión para manifestar “que la fase de paz entre Siria e Israel ha terminado, ya que no hubo la flexibilidad suficiente en la postura siria para reanudar las negociaciones”682. Poco después, el vicepresidente Al Gore criticó ante el AIPAC la postura de al-Asad en la Cumbre de Ginebra, afirmando que su rechazo a la última propuesta de Barak demostraba el camino equivocado de Siria683. El fracaso de las negociaciones de Shepherdstown acabó con la última esperanza de alAsad de recuperar los Altos del Golán en su integridad antes de su muerte. A pesar de que el presidente sirio intentó, como en el pasado, dejar abierto un canal de comunicación con la Casa Blanca, lo cierto es que se concentró por completo, durante los últimos días de su vida, en preparar las condiciones para que su hijo Bashar pudiera sucederle a su muerte, que finalmente tuvo lugar el 10 de junio.

682

al-Safir, 11 de abril de 2000. El discurso de Al Gore se enmarcó en su campaña electoral por la presidencia. A continuación, el candidato republicano George W. Bush criticó la política de la Administración de Clinton y aseguró que era imposible imaginar una paz con un país como Siria por su apoyo al terrorismo internacional.

683

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CONCLUSIONES El principal objetivo de nuestra tesis doctoral era ofrecer un análisis detallado de la evolución de las relaciones sirio-norteamericanas durante los treinta años de presidencia de Hafez al-Asad. En un principio, partíamos de la idea que, durante el periodo que va desde 1970 a 2000, las relaciones entre Damasco y Washington estuvieron determinadas en gran medida por el conflicto árabe-israelí y la alianza estratégica entre Israel y los Estados Unidos. Durante estas tres décadas, el presidente al-Asad dedicó buena parte de sus energías a los asuntos exteriores del país, especialmente después de la intervención siria en Líbano. Esta situación tuvo implicaciones negativas en la agenda doméstica, que quedó relegada a un segundo plano, a pesar de los grandes retos que debieron afrontarse en dicho periodo: el levantamiento islamista, la crisis económica y la intentona golpista de Rifat alAsad. Como hemos tenido la oportunidad de observar a lo largo de nuestro estudio, el presidente Hafez al-Asad concedió una gran importancia a la posición de Siria en el tablero de Oriente Medio. Si bien era partidario de extender la influencia siria por el conjunto de la región, pronto percibió que el poderío militar israelí no sólo le impediría recuperar los Altos del Golán por la fuerza de las armas, sino también limitaría enormemente su capacidad de maniobra en los países del entorno. Durante sus primeros quince años en el cargo, la Guerra Fría permitió a Hafez al-Asad mantener sus aspiraciones hegemónicas y luchar por una ‘paridad militar’ con Israel, pero tras la perestroika quedó claro que Siria debía reformular sus políticas regionales y replantear sus alianzas internacionales. La invasión iraquí de Kuwait permitió un reposicionamiento de Siria, que se aproximó a los Estados Unidos logrando ser incluida en el esquema de la pax americana, a pesar de que sus planteamientos (negociaciones bilaterales, Washington como único mediador y autonomía como solución temporal de la cuestión palestina) entraban en abierta contradicción con las demandas negociadoras sirias (paz global entre Israel y los árabes, retirada completa de los territorios árabes ocupados desde 1967 y creación de un Estado palestino independiente). Esta apuesta por la paz no terminó de concretarse debido, en gran medida, a la actitud dubitativa de los laboristas israelíes, que pusieron todo tipo de trabas a dicha paz, condicionando la retirada del Golán a la celebración de un referéndum popular, algo que 303

no había sucedido con los Acuerdos de Camp David. Esta indefinición laborista, similar a la demostrada en el frente negociador palestino-israelí, permitió que la derecha ultranacionalista, representada por el Likud, conquistara el poder y se presentara ante el electorado como la defensora a ultranza de la integridad de la Tierra de Israel. No sólo existieron titubeos por parte de Israel, ya que también Siria dudó en torno a los beneficios que la paz le podría otorgar. Por lo que respecta a la cuestión fronteriza, el Golán tenía un elevado valor simbólico para Hafez al-Asad, habida cuenta que cuando dicho territorio fue ocupado cuando era titular del Ministerio de Defensa. No obstante, las ventajas de una normalización con Israel nunca fueron lo suficientemente claras como para que el régimen baazista diera su brazo a torcer en la cuestión fronteriza y aceptara las líneas que en 1923 fijaran las potencias coloniales europeas –Gran Bretaña y Francia- en lugar de las vigentes en 1967. Debe tenerse en cuenta que, de hacerlo, Siria hubiese quedado privada del acceso al lago Tiberiades, con el consiguiente perjuicio en términos hídricos. Tampoco el Nuevo Oriente Medio, promovido por Simon Peres, resultaba excesivamente prometedor para Siria, habida cuenta que Israel impondría su hegemonía tecnológica como antaño impuso su poderío militar a los árabes. Ni tan siquiera las vagas promesas por parte de la Adminstración de Clinton en torno a la intensificación de los vínculos comerciales entre ambos países fue capaz de convencer a Hafez al-Asad, que temía que la ruptura con sus tradicionales aliados regionales (sobre todo Irán y, en menor medida, Hezbola) le privase de sus únicas vías escape en un entorno hostil (a la enemistad con Israel habría que sumar las complejas relaciones mantenidas con Turquía, Jordania e Irak en los últimos treinta años). Un factor relevante a la hora de entender la negativa siria a firmar la paz con Israel, además de las ya mencionadas maniobras dilatorias laboristas, fue la incertidumbre generada en torno a la sucesión dentro del régimen baazista. Desde la muerte de su primogénito Basel en accidente, Hafez al-Asad había encaminado todos sus esfuerzos a imponer a su hijo Bashar como su sucesor, lo que provocó el enfrentamiento y consiguiente purga de algunos elementos clave del régimen a mediados de los noventa. Si bien es cierto que la paz con Israel permitiría a Bashar concentrarse en la escena doméstica, la gran abandonada durante los treinta años de presidencia de su padre, también lo es que supondría un cambio tan drástico con respecto a las dinámicas precedentes que podría acabar desestabilizando a un régimen donde las Fuerzas Armadas y, sobre todo, los servicios de inteligencia

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desempeñaban un papel central. Debe tenerse en cuenta que uno de los argumentos principales para tratar de justificar la perpetuación del régimen en el poder, así como el control absoluto del aparato estatal, fue el de la supuesta preparación de ‘la batalla del destino’ contra Israel. Una normalización de relaciones entre ambos países podría poner en peligro el monopolio del régimen, así como intensificar las demandas de apertura, tanto económica como política, por parte de la sociedad siria, algo que podría acabar desestabilizando al país y poniendo en peligro la propia supervivencia del régimen. A continuación expondremos las conclusiones más relevantes a las que hemos llegado, partiendo de las hipótesis que planteabamos en nuestra introducción: 1º En primer lugar creemos demostrado que Hafez al-Asad manejó las relaciones bilaterales sirio-norteamericanas de una manera claramente personalista. Si bien permitió que algunos elementos del régimen baazista participaran en las negociaciones entre ambos países, tambien es cierto que las consideró siempre como un ‘dominio reservado’. Aunque los sempiternos ministros de Asuntos Exteriores Abd al-Halim Jaddam y Faruq al-Shara asumieron un papel relevante, lo cierto es que el presidente al-Asad siempre se reservó la última palabra en torno a las grandes decisiones, como por ejemplo el restablecimiento de relaciones en 1974, la intervención en la coalición internacional contra Irak en 1990 o el rechazo a las condiciones de Shepherdstown en 2000. Los escasos encuentros entre al-Asad y los presidentes norteamericanos –Nixon, Carter y Clinton- sirvieron para escenificar la mejoría de relaciones bilaterales y, al mismo tiempo, para hacer patente el papel central que el presidente desempeñaba a la hora de marcar las directrices de la política exterior siria. En este sentido, la decisión final en torno a la paz con Israel era estrictamente del presidente y, por lo tanto, no estaba en manos de su equipo negociador (como demostró el hecho de que Faruq al-Shara fuera desautorizado en Shepherdstown tras aceptar que las fronteras podrían ser objeto de negociación). 2º En segundo lugar consideramos, tras el análisis pormenorizado de las relaciones entre los Estados Unidos y Siria durante el periodo 1970-2000, que el presidente al-Asad concedió un gran valor al mantenimiento de las relaciones bilaterales. Aunque las relaciones entre Washington y Damasco no pueden calificarse, ni mucho menos, como ejemplares, lo cierto es que Siria logró ser reconocida como un actor central en Oriente Medio por parte de las diferentes administraciones norteamericanas que, incluso, tuvieron que sentarse a

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negociar con ella para tratar de estabilizar la región en los periodos de mayor turbulencia (por ejemplo, tras el estallido de la confrontación libanesa, la crisis de los rehenes o tras la invasión de Kuwait). Israel, aliado estratégico de los Estados Unidos, siempre se mostró contrariado ante tales aproximaciones, tratando a su vez de sembrar la discordia para tratar de torpedear una plena normalización que sería contraria a sus intereses regionales. Podemos contemplar, además, cómo las relaciones bilaterales entre los Estados Unidos y Siria fueron extremadamente volátiles, alternándose los periodos de acercamiento, normalmente más breves y limitados (por ejemplo las reuniones entre al-Asad, Carter y Bush en Ginebra) con las fases de distanciamiento, más intensas y duraderas (especialmente visible durante las dos presidencias de Reagan). 3º En tercer lugar consideradamos probado que Hafez al-Asad intentó evitar a toda costa una colisión frontal con Israel y llegó pronto a la conclusión de que la única forma posible de recuperar los territorios árabes ocupados, incluido el Golán, sería la negociación, tal y como se demostró en el Acuerdo de las Líneas Rojas sobre Líbano. Lo anterior no implica que Siria apostase por la carta de la paz desde 1970, sino que más bien un cómulo de acontecimientos llevaron a al-Asad a la conclusión de que la recuperación del Golán por las armas era una misión imposible. Tres hechos incidieron en este cambio de actitud: el primero fue la guerra de Octubre, que mostró las limitaciones militares árabes y la supremacía israelí en el campo de batalla, el segundo fueron los Acuerdos de Camp David, que pusieron de manifiesto que la pax americana tendría más en cuenta los intereses israelíes que los árabes, y el tercero, la negativa de la Unión Soviética de respaldar una ‘paridad militar’ entre Siria e Israel, que provocó la derrota de las fuerzas sirias siempre que se batieron con las israelíes (ya fuera en el Golán o en Líbano). Fue así como los acontecimientos convencieron al presidente al-Asad de la necesidad de buscar al menos una ‘paridad estratégica’, logrando imponer su presencia sobre Líbano tras el Acuerdo de Taef. Siria interpretaba que su presencia en el país del cedro podría ser una baza que le permitiera negociar desde una posición de fuerza e imponer su concepción de una paz entre iguales, en la que Siria no se viera obligada a aceptar un acuerdo desventajoso. Aún así, la guerra del Golfo contra Irak convenció a al-Asad de la necesidad de rebajar sus expectativas para acomodarse al nuevo orden unipolar. Así, la participación siria en la Conferencia de Madrid no implicó la aceptación israelí de sus posiciones (retirada completa a las fronteras previas a la guerra de Junio de 1967, devolución de todos los territorios árabes ocupados,

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establecimiento de un Estado palestino independiente y consagración de Siria como fuerza hegemónica regional). 4º En cuarto lugar interpretamos que las relaciones sirio-norteamericanas nunca llegaron a desarrollarse por completo porque se supeditaron por entero al enfrentamiento entre las superpotencias durante la Guerra Fría. Como es bien sabido, Siria era uno de los principales arietes del campo soviético en Oriente Medio y, a la vez, era la punta de lanza del frente de rechazo contra Israel. A pesar de que Washington y Damasco trataron de alcanzar una acomodación para evitar que las tensiones provocaran una mayor inestabilidad en la región, lo cierto es que las diferentes administraciones siempre recelaron de la agenda oculta del régimen baazista y de sus ambiciones hegemónicas regionales. Su relación con Moscú, que se intensificó tras la firma del Tratado de Amistad y Cooperación, pero también con el Irán de los ayatolás provocó que Siria fuera considerado el enemigo a batir y que, en consecuencia, la Administración de Reagan intesificara las médidas para aislar el régimen (entre ellas, la permanencia en la lista de patrocinadores del terrorismo, la imposición de sanciones económicas o la retirada del embajador). Obviamente, Israel y sus aliados en la escena norteamericana, en particular el lobby pro-israelí, jugaron un papel central en esta estrategia, ya que Tel Aviv siempre trató de torpedear las aproximaciones entre Washington y Damasco por considerar que dicha relación perjudicaría sus intereses. El papel del lobby pro-israelí en los Estados Unidos fue extraordinariamente nocivo, ya que impidió una reconciliación plena sirio-norteamericano cuando era más factible (por ejemplo en los primeros meses de las presidencias de Jimmy Carter o de Bill Clinton), no dudando en movilizar sus respaldos en el Congreso para aprobar medidas de castigo contra el régimen de al-Asad, muchas de ellas tomadas a espaldas de la Casa Blanca. 5º En quinto lugar consideramos probado que una de las estrategias que puso en marcha el régimen sirio para tratar de sobrellevar este aislamiento internacional fue su política de sustitución, encaminada a plantear alianzas alternativas que pudieran compensar el manifiesto desequilibrio en la balanza del conflicto árabe-israelí. Sólo así se entienden sus constantes vaivenes y sus golpes de timón en lo que se refiere a las relaciones con sus vecinos árabes (Líbano, Jordania e Irak) y no árabes (Turquía e Irán). Durante las décadas de los setenta, ochenta y noventa, Siria tuvo que afrontar un ambiente hostil motivado por su conflicto con Israel, su intervención en Líbano, su choque con la OLP, su boicot a Egipto, sus tensiones con Jordania, su ruptura con Irak y su alianza con Irán, que le

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llevaron a atravesar varios periodos de ostracismo regional y aislamiento internacional. Como respuesta a esta situación, Siria adoptó diversas políticas de sustitución, siendo las dos más constantes la consolidación de su presencia en Líbano y la alianza con Irán. Otras, mucho más perecederas y cortoplacistas, fueron el restablecimiento de relaciones con Egipto a instancias de las autoridades soviéticas a mediados de los ochenta, la coordinación con Arabia Saudí de sus políticas libanesas a finales de esa misma década o la aproximación a Irak a finales de los noventa. Todos estos movimientos obedecieron a una misma necesidad: contrarrestar su manifesta debilidad. Obviamente, Siria sólo podría renunciar a dichas políticas de sustitución en el caso de que los Estados Unidos no sólo garantizasen que la paz sirio-israelí implicara la completa retirada del Golán, sino también que Damasco conservara sus posiciones en el tablero de Oriente Medio y, además, viese sensiblemente mejorada su relación con Washington. 6º En sexto lugar y último observamos como Siria tampoco está dispuesta a desprenderse fácilmente de su otra baza negociadora, que no es otra que su apoyo a las resistencias libanesa y palestina. Pese a que dicho respaldo hizo tambalearse las relaciones sirionorteamericanas en varias ocasiones (sobre todo durante la Administración de Reagan y la primera mitad del segundo mandato de Clinton), lo cierto es que el presidente al-Asad no estuvo dispuesto a distanciarse de Hezbola, Hamas, Yihad Islámica o el Frente Popular para la Liberación de Palestina, mientras Israel no se retirase de la integridad de los territorios árabes ocupados y permitiera el establecimiento de un Estado palestino. En cierta medida, este respaldo es una manera de recordar a los Estados Unidos que mientras no se involucren activamente en el proceso de paz no habrá estabilidad en Oriente Medio. Ello requiere un mayor equilibrio entre las posiciones israelíes y las árabes y una mediación honesta y no interesada. Si es cierto que el camino de la paz pasa por Damasco, también lo es que Siria demanda un trato privilegiado con los Estados Unidos al interpretar que su situación no es tan vulnerable como la palestina, razón por la cual puede perfectamente esperar varios años para sellar de manera definitiva la paz con Israel.

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ANEXOS 1. DOCUMENTOS Acuerdo de la separación de las fuerzas en los Altos del Golán entre Israel y Siria del 1974 A. Israel and Syria will scrupulously observe the cease-fire on land, sea and air and will refrain from all military actions against each other, from the time of the signing of the document, in implementation of United Nations Security Council resolution 338 dated October 22, 1973. B. The military forces of Israel and Syria will be separated in accordance with the following principles: 1. All Israeli military forces will be west of the line designated as Line A on the map attached hereto, except in the Kuneitra area, where they will be west of line A-1. 2. All territory east of Line A will be under Syrian administration, and the Syrian civilians will return to this territory. 3. The area between Line A and the Line designated as Line B on the attached map will be an area of separation. In this area will be stationed the United Nations Disengagement Observer Force established in accordance with the accompanying protocol. 4. All Syrian military forces will be east of the line designated as Line B on the attached map. 5. There will be two equal areas of limitation in armament and forces, one west of Line A and one east of Line B as agreed upon. 6. Air forces of the two sides will be permitted to operate up to their respective lines without interference from the other side. C. In the area between Line A and Line A-1 on the attached map there shall be no military forces. D. This agreement and the attached map will be signed by the military representatives of Israel and Syria in Geneva not later than May 31, 1974, in the Egyptian-Israeli military working group of the Geneva Peace Conference under the aegis of the United Nations, after that group has been joined by a Syrian military representative,

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and with the participation of representatives of the United States and the Soviet Union. The precise delineation of a detailed map and a plan for the implementation of the disengagement of forces will be worked by military representatives of Israel and Syria in the Egyptian-Israeli military working group, who will agree on the stages of this process. The military working group described above will state their work for this purpose in Geneva under the aegis of the United Nations within 24 hours after the signing of this agreement. They will complete this task within five days. Disengagement will begin within 24 hours after the completion of the task of the military working group. The process of disengagement will be completed not later than twenty days after it begins. E. The provisions of paragraph A, B, and C shall be inspected by personnel of the United Nations Disengagement Observer Force under this agreement. F. Within 24 hours after the signing of this agreement in Geneva all wounded prisoners of war which each side holds of the other as certified by the ICRC will be repatriated. The morning after the completion of the task of the military working group, all remaining prisoners of war will be repatriated. G. The bodies of all dead soldiers held by either side will be returned for burial in their respective countries within 10 days after the signing of this agreement. H. This agreement is not a peace agreement. It is a step toward a just and durable peace on the basis of Security Council Resolution 338 dated October 22, 1973. Protocol Concerning the United Nations Disengagement Observer Force

Israel and Syria agree that: The function of the United Nations Disengagement Observer Force (UNDOF) under that agreement will be to use its best efforts to maintain the cease-fire and to see that it is scrupulously observed. It will supervise the agreement and protocol thereto with regard to the area of separation and limitation. In carrying out its mission, it will comply with generally applicable Syrian laws and regulations and still not hamper the functioning of local civil administration. It will enjoy freedom of movement and communication and other facilities that are necessary for its mission. It will be mobile and provided with personal weapons of a defensive character and shall use such weapons only in self-defence. The number of the UNDOF shall be about 1,200, who will be selected by the SecretaryGeneral of the United Nations in consultation with the parties from members of the United Nations who are not permanent members of the Security Council.

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The UNDOF will be under the command of the United Nations, vested in the Security Council. The UNDOF shall carry out inspections under the agreement, and report there on to the parties, on a regular basis, not less often that once every fifteen days, and, in addition, when requested by either party. It shall mark on the ground the respective lines shown on the map attached to the agreement. Israel and Syria will support a resolution of the United Nations Security Council which will provide for the UNDOF contemplated by the agreement. The initial authorization will be for six months subject to renewal by further resolution of the Security Council

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Carta de la invitación de la Conferencia de Paz de Madrid After extensive consultations with Arab states, Israel and the Palestinians, the United States and the Soviet Union believe that an historic opportunity exists to advance the prospects for genuine peace throughout the region. The United States and the Soviet Union are prepared to assist the parties to achieve a just, lasting and comprehensive peace settlement, through direct negotiations along two tracks, between Israel and the Arab states, and between Israel and the Palestinians, based on United Nations Security Council Resolutions 242 and 338. The objective of this process is real peace. Toward that end, the president of the U.S. and the president of the USSR invite you to a peace conference, which their countries will co-sponsor, followed immediately by direct negotiations. The conference will be convened in Madrid on October 30, 1991. President Bush and President Gorbachev request your acceptance of this invitation no later than 6 P.M. Washington time, October 23, 1991, in order to ensure proper organization and preparation of the conference. Direct bilateral negotiations will begin four days after the opening of the conference. Those parties who wish to attend multilateral negotiations will convene two weeks after the opening of the conference to organize those negotiations. The co-sponsors believe that those negotiations should focus on region-wide issues of water, refugee issues, environment, economic development, and other subjects of mutual interest. The co-sponsors will chair the conference which will be held at ministerial level. Governments to be invited include Israel, Syria, Lebanon and Jordan. Palestinians will be invited and attend as part of a joint Jordanian-Palestinian delegation. Egypt will be invited to the conference as a participant. The European Community will be a participant in the conference, alongside the United States and the Soviet Union and will be represented by its presidency. The Gulf Cooperation Council will be invited to send its secretary- general to the conference as an observer, and GCC member states will be invited to participate in organizing the negotiations on multilateral issues. The United Nations will be invited to send an observer, representing the secretary-general. The conference will have no power to impose solutions on the parties or veto agreements reached by them. It will have no authority to make decisions for the parties and no ability

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to vote on issues of results. The conference can reconvene only with the consent of all the parties. With respect to negotiations between Israel and Palestinians who are part of the joint Jordanian- Palestinian delegation, negotiations will be conducted in phases, beginning with talks on interim self- government arrangements. These talks will be conducted with the objective of reaching agreement within one year. Once agreed, the interim self-government arrangements will last for a period of five years; beginning the third year of the period of interim self-government arrangements, negotiations will take place on permanent status. These permanent status negotiations, and the negotiations between Israel and the Arab states, will take place on the basis of Resolutions 242 and 338. It is understood that the co-sponsors are committed to making this process succeed. It is their intention to convene the conference and negotiations with those parties who agree to attend. The co-sponsors believe that this process offers the promise of ending decades of confrontation and conflict and the hope of a lasting peace. Thus, the co-sponsors hope that the parties will approach these negotiations in a spirit of good will and mutual respect. In this way, the peace process can begin to break down the mutual suspicions and mistrust that perpetuate the conflict and allow the parties to begin to resolve their differences. Indeed, only through such a process can real peace and reconciliation among the Arab states, Israel and the Palestinians be achieved. And only through this process can the peoples of the Middle East attain the peace and security they richly deserve.

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Sanciones norteamericana a Siria U.S. SANCTIONS A SYRIA The U.S government has applied many sanction on Syria, some of them general regulations which apply to all states deemed to support terrorism or engaged in drug trafficking, others specifically aimed at Syria. General Sanction Against States Supporting Terrorism 1. International Security Assistant and Arms Export Control Act of 1976: Section 303 terminates foreign assistance. 2. Export Administration Act of 1979: Section 6 (I) requires the Executive Branch to notify Congress before licensing export of goods or technology valued at more than $ 7 million. 3. Omnibus Diplomatic Security and Antiterrorism Act of 1986: Section 509 (a) prohibits military equipment sales. 4. Omnibus Budget Reconciliation Act of 1986: Section 8041 (a) denies foreign tax credits on income or war profits. 5. Anti-Terrorism and Arms Export Control Amendments Act of 1989: Section 4 amends # 2 above to require congressional notification for export of goods or technology of any value should such exports enhance military or terrorism capabilities. 6. Foreign Operations, Export Financing, and Related Programs Appropriations Act, 1995: Section 529 bans bilateral aid. General Sanction Against States Supporting Drugs Trafficking 7. Anti-Drug Abuse Act of 1986, requires the president to draw up a list of states which have not cooperated in controlling drugs production or trafficking , then prohibits aid and imposes trade restrictions on them along the same lines as those concerned with states supporting terrorism. Sanction Specific to Syria 8. Foreign Operation, Export Financing, and Related Programs Appropriations Act, 1995 (the latest in a series of foreign assistance appropriation acts since 1981to bar Syria by name from receiving U.S. terrorism)

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Section 507 bars funds appropriated under this act from directly assisting eight countries, including Syria. Section 523 bars indirect assistance to nine countries, including Syria; it also permits a presidential waiver on national interest grounds, and this ha in fact several times been exercised. Section 828 directs U.S. representatives to vote against aid to such countries by international financial institutions (and does not allow for a presidential waiver) 9. Foreign Assistance Act of 1961, as amended by Section 431 of the Foreign Relation Authorization Act for FY 1994-1995: requires withholding of contribution to international organizations for eight countries, including Syria. As a result of these sanctions, the Department of Commerce list thirty-three categories of exports the require validated license for shipping to Syria, including aircraft, vessels, most vehicles, parts machine tools, computer equipment, and other high technology goods.

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Borrador del Acuerdo de Shephersdtown A framework for peace between Israel and Syria The draft peace treaty presented by the Clinton administration to Jerusalem and Damascus (Shepherdstown, W. VA, January 8, 2000) The Government of the State of Israel and the Government of the Syrian Arab Republic: Aiming at the achievement of a just, lasting and comprehensive peace in the Middle East based on Security Council resolutions 242 and 338 and within the framework of the peace process initiated at Madrid on 31 October 1991; Reaffirming their faith in the purposes and principles of the Charter of the United Nations and recognizing their right and obligation to live in peace with each other, as well as with all states, within secure and recognized boundaries; Desiring to establish mutual respect and to develop honorable, friendly and good neighborly relations; Resolved to establish permanent peace between them in accordance with this Treaty. Have agreed as follows: Par1: ARTICLE I - Establishment of Peace and Security within Recognized Boundaries. 1. The state of war between Israel and Syria (hereinafter "the Parties") is hereby terminated and peace is established between them. The Parties will maintain normal, peaceful relations as set out in Article III below. 2. The permanent secure and recognized international boundary between Israel and Syria is the boundary set forth in Article II below. The location of the boundary has been commonly agreed (Syrian position: and is based on the June 4, 1967 line) (Israeli position: taking into account security and other vital interests of the Parties as well as legal considerations of both sides). Israel will (S: withdraw) (I: relocate) all its armed forces (S: and civilians) behind this boundary in accordance with Annex -- of this Treaty. (S:

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Thereafter, each Party will exercise its full sovereignty on its side of the international boundary, including as agreed in this Treaty.) 3. To enhance the security of both Parties, agreed security measures will be implemented in accordance with Article IV below. 4. The time line at Annex -- sets forth an agreed schedule for synchronized implementation of this and the other Articles of this Treaty. Par1: ARTICLE II - International Boundary 1. The international boundary between Israel and Syria is as shown on the mapping materials and co-ordinates specified in Annex --. This boundary is the permanent, secure and recognized international boundary between Israel and Syria and supercedes any previous boundary or line of demarcation between them. 2. The Parties will respect the inviolability of this boundary and of each other's territory, territorial waters and airspace. 3. A Joint Boundary Commission is hereby established. Its functions and activities are set out in Annex --. Par1: ARTICLE III - Normal Peaceful Relations 1. The Parties will apply between them the provisions of the Charter of the United Nations and the principles of international law governing relations among states in time of peace. In particular: a. they recognize and will respect each other's sovereignty, territorial integrity and political independence and right to live in peace within secure and recognized boundaries; and b. they will establish and develop friendly and good neighborly relations, will refrain from the threat or use of force, directly or indirectly, against each other, will cooperate in promoting peace, stability and development in their region and will settle all disputes between them by peaceful means. 2. The Parties will establish full diplomatic and consular relations, including the exchange of resident ambassadors.

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3. The Parties recognize a mutuality of interest in honorable and good neighborly relations based on mutual respect and for this purpose will: a. promote beneficial bilateral economic and trade relations including by enabling the free and unimpeded flow of people, goods and services between the two countries. b. remove all discriminatory barriers to normal economic relations, terminate economic boycotts directed at the other Party, repeal all discriminatory legislation, and cooperate in terminating boycotts against either Party by third parties. c. promote relations between them in the sphere of transportation. In this regard, the Parties will open and maintain roads and international border crossings between the two countries, cooperate in the development of rail links, grant normal access to its ports for vessels and cargoes of the other or vessels or cargoes destined for or coming from that Party, and enter into normal civil aviation relations. d. establish normal postal, telephone, telex, data facsimile, wireless and cable communications and television relay services by cable, radio and satellite between them on a non-discriminatory basis in accordance with relevant international conventions and regulations; and e. promote cooperation in the field of tourism in order to facilitate and encourage mutual tourism and tourism from third countries. Annex -- sets forth the agreed procedures for establishing and developing these relations, (I: including the schedule for the attainment of relevant agreements as well as arrangements concerning the Israelis and Israeli communities in areas from which Israeli forces will be relocated pursuant to Article I). 4. The Parties undertake to ensure mutual enjoyment by each other's citizens of due process of law within their respective legal systems and before their courts. (Notes: (I) Components of normal peaceful relations which require further discussion: cultural relations; environment; interconnection of electricity grids; energy; health and medicine; and agriculture.

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(II) Other possible areas for consideration: combating crime and drugs; anti-incitement cooperation; human rights; places of historical and religious significance and memorials; legal cooperation in the search for missing persons.) Par1: ARTICLE IV - Security A. Security Arrangements Recognizing the importance of security for both Parties as an important element of permanent peace and stability, the Parties will employ the following security arrangements to build mutual confidence in the implementation of this Treaty and to provide for the security needs of both Parties: 1. Areas of limitation of forces and capabilities, including limitations on their readiness and activities, and on armaments, weapon system and military infrastructure, as described in Annex ---. 2. Within the areas of limitation of forces and capabilities, the establishment of a demilitarized zone (I: encompassing both the area from which Israeli forces will be relocated and the existing Area of Separation established under the Agreement on Disengagement between Israeli and Syrian Forces of 31 May 1974) (S: of equal scope on both sides of the border). As described in Annex -------, no military forces, armaments, weapon systems, military capabilities, or military infrastructure will be introduced into the demilitarized zone by either Party and only a limited civil police presence may be deployed in the area. (I: Both sides agree not to fly over the demilitarized zone without special arrangements.) 3. Early warning capabilities, including an early warning ground station on Mt. Hermon (I: with an effective Israeli presence) (S: operated by the United States and France under their total auspices and responsibilities). Arrangements for the unimpeded, efficient and continuous operation of this station are as detailed in Annex -------. 4. A monitoring, inspection and verification mechanism (I: composed of the two Parties and a multinational component and including on-site technical means) (S: through an international presence), to monitor and supervise the implementation of the security arrangements.

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Details regarding these security arrangements, including their scope, positioning and nature, as well as other security arrangements, are specified in Annex -----. B. Other Security Measures As further steps to ensure a permanent cessation of hostilities of anform between the Parties or from their territories against each other. 1. Each Party undertakes to refrain from cooperatinwith any third party in a hostile alliance of a military character and will ensure that territory under its control is not used by any military forces of a third party (including their equipment and armaments) in circumstances that would adversely affect the security of the other Party. 2. Each Party undertakes to refrain from organizing, instigating, inciting, assisting or participating in any acts or threats of violence against the other Party, its citizens or their property wherever located, and will take effective measures to ensure that no such acts occur from, or are supported by individuals on, its territory or territory under its control. In this regard, without prejudice to the basic rights of freedom of expression and association, each Party will take necessary and effective measures to prevent the entry, presence and operation in its territory of any group or organization, and their infrastructure, which threatens the security of the other Party by the use of, or incitement to the use of, violent means. 3. Both Parties recognize that international terrorism in all its forms threatens the security of all nations and therefore share a common interest in the enhancement of international cooperative efforts to deal with this problem. C. Cooperation and Liaison in Security Matters The Parties will establish a direct liaison and coordination mechanism between them as described in Annex ----- to facilitate implementation of the security provisions in this Treaty. Its responsibilities will include: direct and real-time communication on security issues, minimization of friction along the international border, addressing any problems arising during the implementation process, helping to prevent errors or misinterpretations, and maintaining direct and continuous contacts with the monitoring, inspection and verification mechanism.

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Par1: ARTICLE V - Water 1. The Parties recognize that full resolution of all water issues between them constitutes a fundamental element in ensuring a stable and lasting peace. (S: Based on relevant international principles and practices), the Parties have agreed to establish (I: arrangements that will ensure the continuation of Israel's current use in quantity and quality of all) (S: mutually agreeable arrangements with respect to water quantities and quality from) the surface and underground waters in the areas from which Israeli forces will (I: relocate) (S: withdraw) pursuant to Article I, as detailed in Annex -----. (I: The arrangements should include all necessary measures to prevent contamination, pollution or depletion of the Kinneret/Tiberias and Upper Jordan River and their sources.) 2. For the purposes of this Article and Annex ------, the Parties will establish (I: a Joint Water Committee and a supervision and enforcement mechanism) (S: a Joint Administrative Board). The composition, mandate and mode of operations of the (I: Joint Water Committee and the supervision and enforcement mechanism) (S: Joint Administrative Board) will be as detailed in Annex------. 3. The Parties have agreed to cooperate on water-related matters, as detailed in Annex -----, (I: including ensuring the quantity and quality of water allocated to Israel under other agreements concerning water originating in Syria.) Par1: ARTICLE VI - Rights and Obligations 1. This Treaty does not affect and shall not be interpreted as affecting in any way the rights and obligations of the Parties under the Charter of the United Nations. 2. The Parties undertake to fulfil in good faith their obligations under this Treaty, without regard to action or inaction of any other Party and independently of any instrument external to this Treaty. 3. The Parties will take all the necessary measures for the application in their relations of the provisions of the multilateral conventions to which they are Parties, including the submission of appropriate notification to the Secretary General of the United Nations and other depositories of such conventions. They will also abstain from actions that would curtail the rights of either Party to participate in international organizations to which they belong in accordance with the governing provisions of those organizations. 321

4. The Parties undertake not to enter into any obligation in conflict with this Treaty. 5. Subject to Article 103 of the United Nations Charter, in the event of a conflict between the obligations of the Parties under the present Treaty and any of their other obligations, the obligations under this Treaty will be binding and implemented. Par1: ARTICLE VII - Legislation The Parties undertake to enact any legislation necessary in order to implement the Treaty, and to repeal any legislation that is inconsistent with the Treaty. Par1: ARTICLE VIII - Settlement of Disputes Disputes between the Parties arising out of the interpretation or application of the present Treaty shall be settled by negotiation. Par1: ARTICLE IX - Final Clauses 1. This treaty shall be ratified by both Parties in conformity with their respective constitutional procedures. It shall enter into force on the exchange of instruments of ratification and shall supercede all previous bilateral agreements between the Parties. 2. The Annexes and other attachments attached to this Treaty shall constitute integral parts thereof. 3. The Treaty shall be communicated to the Secretary General of the United Nations for registration in accordance with the provisions of Article 102 of the Charter of the United Nations. DONE THIS DAY ------ IN -------- IN THE ENGLISH, HEBREW AND ARABIC LANGUAGES, ALL LANGUAGES BEING EQUALLY AUTHENTIC. IN CASE OF ANY DIVERGENCE OF INTERPRETATION, THE ENGLISH TEXT WILL BE AUTHORITATIVE.

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2. MAPAS

La Guerra de 1948

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La Guerra de 1967

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La Guerra de 1973

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Las fronteras israelíes-sirias en los Altos del Golán

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Los asentamientos israelíes en los Altos del Golán

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Los recursos hídricos de los Altos del Golán

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3. FOTROGRAFÍAS

Hafez al-Asad en su primera visita oficial como presidente a Moscú en 1971

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El presidente Richard Nixon y su Secretario de Estado Henry Kissinger en su visita oficial a Damasco con el presidente Hafez al-Asad (junio de 1974)

330

El presidente Hafez al-Asad con el presidente Jimmy Carter en Ginebra en 1977

331

Acuerdos de Camp David: Menahem Begin, Jimmy Carter y Anuar al-Saadat en 1978

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El ministro de Asuntos Exteriores sirio Abd al-Halim Jaddam con el presidente Ronald Reagan en 1980 en Washington

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Portada de TIME de diciembre de 1981

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El presidente Hafez al-Asad con el presidente norteamericano George Bush en Ginebra en 1990

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Conferencia de prensa de Hafez al-Asad y Bill Clinton en Ginebra (15 de enero de 1994)

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El Clinton y Hafez al-Asad en el palacio presidencial en Damasco en octubre de 1994

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Bill Clinton con el primer ministro israelí Ehud Barak y el ministro de Asuntos Exteriores sirio Faruq Al Sharaa en la Casa Blanca (15 de diciembre de 1999)

338

Cena en Shepherdstown: el primer ministro israelí Ehud Barak, la Secretaria de Estado Madeleine Albright, el presidente Bill Clinton y el ministro de Asuntos Exteriores sirio Faruq Al Sharaa

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4. PRENSA SIRIA

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