LAS ÓRDENES MENDICANTES Y SU INFLUENCIA EN LA SOCIEDAD Y RELIGIOSIDAD ANDALUZAS

June 19, 2017 | Autor: S. Rodríguez-Becerra | Categoría: Andalucía, Religiosidad Popular, Órdenes Mendicantes
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LAS ÓRDENES MENDICANTES Y SU INFLUENCIA EN LA SOCIEDAD Y RELIGIOSIDAD ANDALUZAS Publicado: La Tercera orden regular en Andalucía. Caños Santos. Historia y vida de un desierto franciscano en los confines del reino de Sevilla (M. Jiménez, F. Siles y S. Ramírez). Editorial la Serranía. Ronda, 2008, pp. XVII-XXVI. ISBN: 978-84-96607-43-9.

Salvador Rodríguez Becerra Universidad de Sevilla “Por tío o por hermano, todo el mundo es franciscano (Dicho popular) Cuatro frailes franciscos, que cuatro frailes franciscos Cuatro del Carmen, cuatro del Carmen Cuatro del Carmen, cuatro de la Victoria Son doce frailes, son doce frailes (Popular adaptado por Curro Piñana. Bulerías con mi tío Chano. CD: De la Vigilia al alba, RTVE, 2004)

Las órdenes religiosas masculinas o clero regular, especialmente las órdenes mendicantes, no forman actualmente parte del paisaje social, cultural ni urbanístico, y escasamente del religioso, su presencia se diluye en las grandes ciudades y ha desaparecido de las ciudades medias y áreas rurales. Esta situación, sin embargo, no ha sido siempre así, sino todo lo contrario. Tras la conquista cristiana de Andalucía, los frailes mendicantes se expandieron por la Andalucía occidental y tras la conquista de Granada, por la oriental, donde la mayoría de las órdenes formarían una o dos provincias, e incluso tres con las denominaciones de Bética, Andalucía, Granada o Sevilla. Hubo un tiempo glorioso, que situamos en los siglos XVI al XVIII, en el que la sociedad y su cultura y desde luego la religión, no podían entenderse sin la presencia, marcada e influyente, de los clérigos regulares o frailes. Éstos se agrupaban en una serie de órdenes canónicas que tenían cierta dependencia de los obispos en lo sagrado, pero que eran totalmente independientes en cuanto a economía y funcionamiento1. El punto de inflexión de estas instituciones se sitúa en la desamortización de los bienes de las órdenes religiosas y su obligada extinción o exclaustración entre 18351836; previamente, el rey José Bonaparte les daría un duro golpe, del que lograron recuperarse por la brevedad de su reinado. Cuando hacia la mitad del siglo XIX vuelvan los frailes a España, concretamente en 1851, como consecuencia de la firma del Concordato con la Santa Sede por el gabinete de Bravo Murillo, para entonces, algunas pocas órdenes se habrán perdido y las demás no serán ni sombra de lo que fueron. En el caso de la villa de Olvera, ésta contó durante casi dos siglos y medio con tres conventos en su término, prueba de su importancia económica y demográfica: el de Nuestra Señora de Caños Santos (1542) de la orden de franciscanos terceros, de la Victoria –único urbano- de los frailes mínimos de san Francisco de Paula (1582), y el conocido como desierto del Juncal de los carmelitas

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Una primera versión de esta texto fue presentado en las VIII Jornadas de Historia Local, organizadas por el Excmo. Ayuntamiento de Olvera, el 20 de Enero de 2007.

reformados (1606), éste último compartido jurisdiccionalmente con la villa de Zahara. Tras su disolución nunca más reaparecieron2. Las órdenes mendicantes que mayor incidencia tuvieron en Andalucía fueron franciscanos, dominicos, carmelitas, agustinos y mínimos, a las que seguían otras como las de redención de cautivos: trinitarios y mercedarios, y los hospitalarios de san Juan de Dios, que cumplieron otro papel, además de las órdenes monásticas de jerónimos, cartujos y basilios. Los jesuitas son un caso aparte pues no eran órdenes y sus tácticas de expansión y espiritualidad fueron bien diferentes. De entre todas las órdenes, los franciscanos tuvieron mayor presencia en la sociedad y ello vino motivado por la significación espiritual y su cercanía al pueblo. Las órdenes estaban presentes en numerosas villas y ciudades a través de las tres órdenes: primera (varones), segunda (mujeres) y la tercera (seglares), esta última fidelizaba a familias enteras. A ello habría que unir las diversas ramas nacidas de la reforma que dividió a casi todas las órdenes en dos ramas: calzados y descalzos. Los franciscanos de todas las ramas llegaron a constituir casi el 40% de todos los frailes de la corona de Castilla. Cuando coincidían en una población o comarca, como era frecuente, conventos masculinos y femeninos y su correlato seglar, la orden tercera, se producía un efecto multiplicador y monopolístico de la espiritualidad de una orden específica. Las órdenes religiosas primero y luego a partir del s. XVII, las congregaciones religiosas han influido poderosamente en la vida social y cultural de los andaluces, y han dejado una profunda herencia patrimonial y espiritual. No es el caso de las órdenes monacales ni de los conventos de monjas, que también han creado un impresionante patrimonio, pero han influido menos en la cultura pero sí en la economía, dado su aislamiento de los núcleos urbanos. Las distintas órdenes religiosas extendieron su red de conventos, ocupando paulatinamente los núcleos urbanos de los antiguos reinos de Jaén, Córdoba, Sevilla y Granada, alcanzando también su influencia a los núcleos rurales. Las cifras hablan por si solas, a principios del siglo XVI la familia franciscana constaba nada menos que de 50.000 miembros (30.000 observantes y 20.000 conventuales), aunque en el momento de la exclaustración los frailes de todas las órdenes habían descendido a unos 30.000 3 (Martínez Carretero, 2001:210). En esta expansión las distintas órdenes tuvieron ventajas y dificultades, éstas últimas provenientes de los propios clérigos seculares, de los cabildos civiles y de las autoridades civiles y eclesiásticas; sin embargo, contaron con el apoyo real, linajes nobiliarios e instituciones locales, lo que sin duda fue utilizado hábilmente por las órdenes; por otra parte, los frailes sacaron ventaja del galimatías de jurisdicciones y de la división de poderes propia del Antiguo Régimen. A veces las distintas

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Afortunadamente, Olvera cuenta con importantes estudios sobre los conventos allí establecidos, el valioso libro, El Carmelo del Juncal (Cádiz, 2002) de Francisco Siles Guerrero, y El convento de Nª. Sª. de la Victoria de Olvera (Ronda, 2006) de Jorge Alberto Jordán Fernández, así como el estudio del convento de Caños Santos, investigación realizada por Manuel Jiménez, Francisco Siles y Sergio Ramírez, La Tercera Orden Regular en Andalucía. Caños Santos (Ronda, 2008); todo ello gracias al mecenazgo de Antonio Álvarez Colunga, a la Diputación de Cádiz y a la Editorial la Serranía. 3 Según el Censo de Godoy (1797), en Andalucía había un total de 425 conventos con 10.230 frailes, repartidos de la forma siguiente: Franciscanos (observantes, descalzos y terceros) 147 conventos; Dominicos, 45; Carmelitas (calzados y descalzos), 58; Agustinos (calzados y descalzos), 28; Trinitarios (calzados y descalzos), 23; Mercedarios (calzados y descalzos), 32; Capuchinos, 20; Mínimos, 39 y hospitalarios de San Juan de Dios, 33.

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autoridades mantenían posturas opuestas. Los más directos competidores de los frailes fueron los propios curas, beneficiados y capellanes diocesanos4. Las órdenes mendicantes creadas para la predicación y para la recristianización de Europa, fundaron conventos en núcleos urbanos, para desde allí, como base de operaciones, expandirse a los lugares más apartados. A su vez, conventos y monasterios, en ocasiones, dieron lugar o favorecieron el desarrollo de aldeas, villas y barrios5. Los frailes buscan el contacto con la gente, lo que supone la superación de la vida monacal y eremita. En palabras de un claretiano historiador de la vida religiosa: «La figura religiosa del momento ya no es el hombre que huye a la soledad de los desiertos o se oculta en la fragosidad de los bosques, sino el fraile cercano, hermano de todos, a quien se le podrá encontrar cada día en la calle, mezclado en la problemática de los hombres. Los mendicantes configuran el contexto urbano hasta el punto de que su mayor o menor presencia significará el mayor o menor esplendor económico y cultural de las ciudades. A la medida de la categoría de una ciudad, existirán en ella una, dos, tres o las cuatro órdenes mendicantes más importantes: Predicadores, Menores, Carmelitas y Agustinos. Y la razón es clara. En una ciudad económicamente débil no había posibilidad de subsistencia para varios conventos que tenían que vivir de la cuestación diaria de puerta en puerta», (Álvarez Gómez, 1998, II: 279). Labor educativa de los conventos. Aunque el nivel intelectual entre las órdenes mendicantes era diferente, en razón de la primacía que cada orden daba a los estudios, todas ellas tenían centros de estudios propios para sus novicios y profesos donde se preparaban para la predicación y lograban títulos de lectores, maestros y presentados. Además de la preparación teológica y pastoral para predicar, confesar y dirigir la liturgia, que exigía el conocimiento del latín, destacaron en otras áreas del saber 6. Pero su labor docente no terminaba en ellos mismos, sino que con frecuencia abrían sus centros a jóvenes de la pequeña nobleza de las localidades en que estaban asentados, lo que redundaba sin duda en la posibilidad de hacer carrera eclesiástica o jurídica. Dominicos, agustinos, franciscanos y carmelitas, brillaban en las cátedras de Humanidades, Derecho y Teología, aunque “sus grandes dotes no estaban acompañadas de puro espíritu evangélico”, pues la Universidad era competitiva y llena de zancadillas y trincas en la búsqueda de las cátedras, como un peldaño para acceder a los centros de poder, como confesores, jueces, consejeros, inquisidores, 4

A título ilustrativo citaremos el apoyo de los Reyes Católicos a los franciscanos en Granada, en cuya cristianización fueron pieza clave, y a los mínimos, a los que también impulsaron las casa de Osuna y Medina-Sidonia, o el favor de Felipe II a los jerónimos. 5 A título ilustrativo citaremos el caso de La Muela, nacida al amparo de los carmelitas de El Juncal, Las Navas de la Concepción que nació de un monasterio basilio, o Santiponce, ambos en Sevilla, nacido del monasterio jerónimo de san Isidoro del Campo, pero también barrios, como el caso de San Francisco de Loja, san Jerónimo en Sevilla o la Cartuja en Granada. 6 A modo de ejemplo baste citar el famoso texto del dominico Tomás de Mercado, Suma de Tratos y Contratos (1975) sobre la finanzas y comercio en el siglo XVI o el de fray Toribio de Santo Tomás y Pumarada, Arte General de Granjerías (2006), escrito en Valladolid por el dominico asturianos entre 1711 y1714, en que junto a un compendio de teología dogmático-moral, ofrece quizás el más brillante manual de agronomía española de aquel siglo.

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embajadores y obispos. Los dominicos tenían por privilegio de Felipe IV de 1618 un puesto de consejero en el Consejo Supremo de la Inquisición, la llamada Suprema (Caro Baroja, 1996:19 y 29). Esta orden, a modo de ejemplo ilustrativo, llenó la geografía andaluza de Universidades o Estudios Generales, creándolos durante los siglos XIII-XIV en Córdoba, Sevilla, Jerez, Jaén, Granada y Málaga, todos los cuales se constituyeron en focos de cultura. Estos centros de enseñanza y en general todos los conventos contaban con importantes bibliotecas (Pérez García, 2005; Jordán Fernández, 2006). Las órdenes, el clero secular y la religiosidad. Los frailes predicaban triduos, novenas y sermones en los tiempos litúrgicos, especialmente en la cuaresma, en los pueblos más remotos y en las más populosas ciudades. No hemos de olvidar que la tarea fundamental de todos los mendicantes era la predicación, aunque el nombre de predicadores lo llevaran solo los dominicos. Hasta la aparición de las órdenes mendicantes, la cátedra sagrada había estado prácticamente reservada a los obispos, pero el papa concedió a los mendicantes el privilegio de poder predicar en cualquier parte, de suerte que la predicación se convirtió en su principal actividad pastoral. Quizás por ello, sus iglesias eran de una sola nave con un gran púlpito en el centro o de tres naves con las laterales convertidas en capillas mortuorias. Así, hemos documentado como a los pueblos de la Sierra de Aracena acudían cada año para alguna fiesta frailes de distintas órdenes a predicar, y del mismo modo el cabildo civil de Sevilla contrataba los servicios de distinguidos frailes de las diversas órdenes, con preferencia a los seculares. En los conventos existía una jerarquía de la inteligencia que solo dejaba a los legos, generalmente analfabetos, la oportunidad de ser santos pero no sabios. Las órdenes contribuían también a dar solemnidad a los actos litúrgicos públicos: procesiones, rogativas, desagravios y sepelios. Así, a las procesiones del Corpus Christi acudían todas las religiones, como se denominaba en aquellos siglos a las órdenes, dándoles gran brillantez y colorido 7. También era notoria su presencia en los entierros, especialmente los franciscanos, que lo tenían como función habitual. Una comparación entre frailes y curas diocesanos pone en evidencia y explica la diferente actitud ante la religión y la organización eclesiástica. Y es que con independencia de la unidad doctrinal de todos, y de ello se encargaba con celo entre otros el Tribunal de la Inquisición8, en la práctica, curas y frailes, diferían en aspectos tan básicos como el fundamento mismo de su supervivencia; para los primeros, los diezmos, los derechos de estola y las capellanías, constituían sus ingresos y sueldo, variable según la importancia del beneficio, pero fija mientras se desempeñaba el oficio. Los frailes por su parte, dependían de su trabajo como predicadores, capellanes y sustitutos de curas, y de su habilidad para inclinar voluntades a favor de su convento, promoviendo la entrega de limosnas, promocionando devociones y 7

A la procesión del Corpus de Sevilla de 1758 asistieron 1.419, “según una nómina que tengo presente” (Matute, 1887, II: 156): Capuchinos 70, Mercedarios descalzos 60, Agustinos descalzos 63, Mínimos de san Francisco de Paula 77, Mercedarios calzados 112, Carmelitas calzados 129, Agustinos calzados 122, Franciscanos, Observantes, Recoletos, Antoninos y Descalzos de San Diego 443 y Dominicos 343. Hay que tener en cuenta que en esta ciudad todas las órdenes tenían su propia curia provincial y centros de enseñanza y noviciados. 8 Algunos olvidan que este tribunal a quienes perseguía con más celo era a los propios clérigos regulares y seculares, incluida la jerarquía, que por otra parte, eran los que intervenían en las polémicas teológicas y morales con escritos y sermones.

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donaciones intervivos y postmorten y ofreciendo el patronazgo de las capillas de los conventos de personas poderosas a cambio de un enterramiento digno y plegarias por su alma9. Los frailes ofrecían además un culto mas continuado en razón del número de religiosos y una religiosidad más cercana, basada en imágenes de amplia devoción y en creencias popularmente compartidas, por lo que algunas iglesias conventuales se convertían en verdaderos santuarios. Desde el punto de vista institucional las órdenes tenían total independencia de los obispos y solo respondían ante sus superiores y respectivos capítulos provinciales y generales, donde periódicamente elegían con cierta democracia, los cargos de gobierno por un tiempo limitado. Los frailes, aunque pertenecían a un convento en particular, podían cambiar de residencia por necesidades de la orden o de la actividad a desarrollar. Como es bien sabido, los obispos eran vitalicios y los curatos y canonjías se proveían por oposición o designación real o episcopal y eran desempeñados de por vida. Las parroquias por su parte tenían un distrito fijo y perfectamente deslindado, por el contrario los conventos carecían de límites y, en consecuencia, los frailes se movían de un lugar a otro para predicar o promover acciones a favor de su convento. Contaban además con la competencia que hacían otros conventos que trataban también de ocupar el mismo espacio religioso. Los frailes una vez que fundaban un convento, tenían la aspiración de mantenerlo y engrandecerlo, lo que sin duda redundaba en beneficio de la orden, pero a veces en perjuicio de la parroquia y de otros conventos, por lo que no faltaban roces y diferencias. Dice un historiador de la iglesia a este respecto: “Las interminables discusiones entre el clero secular, preocupado solo en defender los derechos de los párrocos, y las órdenes religiosas, sobre todo las mendicantes, que en gran parte se encargaban propiamente de la pastoral, no podían ser más lamentables. La culpa pasaba por igual sobre ambas partes. El clero en su conjunto, el alto y el bajo, el regular y el secular hallábanse aún muy lejos de estar imbuidos de aquel sentido de responsabilidad que hace que todos los intereses se eclipsasen ante la tarea principal” (Hertling, 1993:282).

Las órdenes religiosas, la religiosidad popular y el patrimonio La influencia mas clara y manifiesta de las órdenes ha quedado en la religiosidad popular; cada una de las órdenes religiosas difundía su propia espiritualidad, es decir, la especial valoración de los misterios y el sentido de lo religioso; los rituales: vía crucis, procesiones de Semana Santa, rosarios de la aurora; devociones a ciertas imágenes y a las imágenes titulares de la orden; oraciones, santos, novenas; instituciones: hermandades, asociaciones; símbolos: medallas, escapularios, banderas, guiones; espacios sagrados: calvarios, ermitas y santuarios. Tampoco sería fácilmente explicable la amplia y profunda institucionalización de las hermandades y cofradías sin la presencia de las órdenes. Las órdenes terminaron por constituir un importante 9

Los conventos con suficientes presbíteros suplían a las parroquias que no podían oficiar tantas misas de difuntos como venían obligados por las capellanías, acudiendo a la “subasta” que de éstas se hacía.

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patrimonio religioso material e inmaterial que ha llegado a ser de uso común para el pueblo y toda la Iglesia española, que lo han incorporado como propio. Entre estas prácticas religiosas cabe citar, el Rosario público tal como ha llegado hasta nosotros, es obra de los dominicos, posteriormente revitalizado por los capuchinos. Rosarios de la aurora y auroras, auroreros o despertadores, en otro tiempo generalizados, han desaparecido en la actualidad. De vez en cuando y en contadas poblaciones, durante el mes de octubre se reza y cantan rosarios en la madrugada10. “El fenómeno rosariano constituye un elemento fundamental en la estructuración de la religiosidad barroca y por extensión de la propia sociedad andaluza y española. Hoy difícilmente podemos calibrar la importancia capital de un rezo y una devoción que llegaron a constituirse en paradigma de una forma de pensar, de creer, de vivir… y también de morir porque el Rosario marcaba el ritmo de la existencia del hombre y la mujer andaluza, sobre todo en las tardes, noches y madrugadas de cada día, otorgando a la religión un carácter eminentemente popular, pleno de espontaneidad, dinamismo y cotidianidad. Gracias al uso del Rosario público, nacido como tal en la capital hispalense a fines del siglo XVII bajo el influjo de las predicaciones del dominico gallego Fray Pedro de Santa María de Ulloa1, el rezo avemariano - que aparece ya estructurado a fines del siglo XV y alcanza su primera gran difusión en la segunda mitad del XVI (Lepanto, 1571) a través de los Dominicos- se convierte en una devoción que traspasa los umbrales de la tutela clerical y adquiere connotaciones genuinas de raíz popular. En este proceso fueron fundamentales las cofradías dominicas y las hermandades diocesanas, éstas en una muy variada tipología” (Romero Mensaque, 2006:15). El culto a las ánimas benditas, tan presente en la conciencia de nuestros antepasados, dado su acendrado sentido de familia que alcanzaba incluso después de la muerte, está indisolublemente unido a la virgen del Carmen, patrona de la Orden Carmelita. El Concilio de Trento había ordenado que se diera culto a estos seres espirituales y que se crearan altares y retablos dedicados a ellas, que todavía podemos ver en la mayoría de las parroquias. Los retablos incluyen la virgen del Carmen – excepcionalmente alguna otra imagen- que ocupa el espacio central de lienzos o bajorrelieves, en cuya parte superior se sitúa la Trinidad y en la base las almas en pena de toda condición y clase. Las órdenes difundieron iconos religiosos de la virgen que se encuentran entre las advocaciones marianas más difundidas en Andalucía y de toda España, tales como la Inmaculada Concepción, patrocinada por los franciscanos, la virgen del Rosario por los dominicos, la del Carmen por los carmelitas, la de los Remedios por los trinitarios, de las Mercedes por los mercedarios, de la Victoria por los mínimos, de los Dolores por los servitas y la Divina Pastora por los capuchinos. De igual suerte, algunas órdenes difundieron determinadas devociones, los franciscanos a la VeraCruz; los carmelitas al Santo Sepulcro; los trinitarios al Cautivo y los agustinos al Crucificado. 10

En la actualidad son muy pocos lugares donde se sigue cantando el rosario y menos en los que los auroros que llaman al vecindario para este rezo. Así, conocemos los de Arriate, Ronda, Priego, Minas de Riotinto, Aracena, y alguno más (V. XXXXX).

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Junto a estas devociones genéricas, impulsaron devociones específicas que llegaron a ser declaradas patronas o gozaron de una especial devoción; es el caso de la virgen de Consolación de Utrera, promovida por los mínimos, que llegó a congregar a partir del s. XVII y hasta el XIX la más importante romería de Andalucía, junto con la de la Cabeza; Caños Santos, por los franciscanos, que aglutinaba a varios pueblos de la comarca de Olvera y actualmente es la patrona de Cañete la Real, aunque el antiguo convento esta en términos de Alcalá del Valle; del Carmen, patrona de La Muela, por los carmelitas11. Los privilegios espirituales, a los que tan sensibles eran los sectores más acomodados de la sociedad del Antiguo Régimen, por cuanto garantizaban en la tierra el futuro en la otra vida, fueron impulsados por las órdenes que los obtenían de Roma. El escapulario del Carmen era una garantía de no morir en pecado, según la tradición de la promesa al carmelita san Simón Stock; el jubileo de la Porciúncula o perdón de Asís, concedido a los franciscanos, otorgaba el perdón de los pecados e indulgencia plenaria y se alcanzaba visitando el 2 de agosto la iglesia de Nª.Sª. de los Ángeles, donde nació la orden, y posteriormente todas las iglesias franciscanas. Las órdenes las religiosas fueron las creadoras e impulsoras de la Semana Santa a través de las cofradías y hermandades. Estas instituciones de seglares nacieron en gran parte vinculadas a las órdenes que las alojaron en sus conventos, como lo muestran los símbolos inscritos en pasos, banderas y estandartes; promovieron las devociones a determinadas advocaciones de Cristo, como el Cautivo de los Trinitarios, o a María, cuyas vírgenes dolorosas de los Servitas: Angustias, Dolores, Amargura, Mayor Dolor, Lágrimas…, son de tanta aceptación entre los andaluces. Sin duda, la rivalidad entre hermandades, que han hecho grande la Semana Santa, no era sino el trasunto de la existente entre las propias órdenes. Finalmente, los franciscanos de la tercera orden serán los responsables, en gran parte, de la conmemoración del nacimiento de Jesús, con la instalación de belenes y la celebración de viacrucis (Foster, 1962: 350 y 307). Nos preguntamos finalmente, qué queda de la en otro tiempo omnipresencia de las órdenes religiosas en la actualidad. La realidad histórica de las órdenes religiosas en Andalucía, especialmente de las conventuales, fue tan notoria que la mayor parte del patrimonio andaluz es de origen conventual. En el campo artístico, los frailes dejaron un inmenso patrimonio pictórico, escultórico y retablístico, que se ha conservado parcialmente en los museos y en los templos transferidos a las diócesis. En un recorrido por los núcleos andaluces nos salen al paso edificios que fueron conventos, convertidos tras la exclaustración, en centros de enseñanza, cuarteles, cárceles, plazas de abastos, y otros usos públicos; capillas conventuales transformadas en iglesias parroquiales o templos de colegios religiosos; huertos conventuales transformados en plazas públicas. En suma, el urbanismo actual de nuestros pueblos y ciudades no sería explicable sin contar con la presencia de estas instituciones conventuales12. Pero además, existen otros muchos rituales, devociones, creencias, 11

Igualmente, la Virgen de Loreto (Espartinas, Sevilla), de la Rábida (Palos, Huelva), de Regla (Chipiona, Cádiz), de Flores (Álora, Málaga), de la Bella (Lepe, Huelva), de la Fuensanta (Villaverde del Río, Sevilla), todas ellas fruto del impulso franciscano. 12 Son numerosos los centros de enseñanza públicos y privados que se han instalado en antiguos conventos, como en el de los dominicos de Palma, en los de los carmelitas de Utrera y Alcalá de los

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fiestas, testimonios materiales, conocimientos, recuerdos, topónimos, nombres propios, frases, dichos, y un largo etcétera, que llenan nuestro imaginario debido a la actuación de las órdenes religiosas13. Conclusión Las órdenes religiosas, previsiblemente de forma inconsciente, crearon estructuras que a la larga redundaron en perjuicio de la sociedad y de ellas mismas, pues aunque, sirvieron de colchón en una sociedad en la que la pobreza afectaba a una parte significativa de la población que no contaba con ningún tipo de previsión social civil, y aunque de alguna manera, redistribuyeron parte de la riqueza, crearon una situación de dominio y sujeción para gran parte de la población tanto en lo espiritual como en lo material. Su engrandecimiento y acumulación de propiedades, fue posible gracias a la negación de la propiedad privada entre frailes y a la complicidad con los linajes dominantes, cuyos comportamientos orientaban a través de la confesión, pero también a las limosnas de los menos favorecidos. A la larga, esta acumulación de propiedades rústicas y urbanas, así como de capitales financieros, creará cierta animadversión y anticlericalismo. Por lo que al llegar al poder los liberales, enemigos de la propiedad mancomunada, los días de estas instituciones estarán contados. En el engrandecimiento económico y patrimonial se irá larvando su perdición. El capital mobiliario, financiero e inmobiliario acumulado por las órdenes comenzará a ser atractivo para el raquítico estado español del siglo XIX que primero controlará, luego incautará y finalmente decretará la total disolución de las órdenes religiosas masculinas. El futuro de las órdenes no es muy halagüeño, sus noviciados, como los seminarios del clero secular, están casi vacíos. Entiendo que los carismas tradicionales de las órdenes mendicantes resultan poco atractivos para el hombre de hoy día; el espectacular crecimiento en el pasado estuvo ligado a la pobreza de la ciudadanía, que encontraba entre las paredes de los conventos, auxilio espiritual, seguridad y alimento y al poder de la nobleza. Al final, la iglesia jerárquica se ha impuesto y las órdenes cuando quieren volver a establecerse, acuden a los obispos en solicitud de una casa o parroquia, lo que los iguala de alguna manera al resto del clero. Bibliografía Álvarez Gómez, J. (CMF), 1998, Historia de la vida religiosa II, Madrid, Publicaciones Claretianas. Caro Baroja, J., 1996, El Señor Inquisidor y otras vidas por oficio, Madrid, Alianza Editorial Hertling, L., 1993, Historia de la Iglesia, Barcelona, Herder

Gazules; plazas de abastos como las Cazalla y Osuna en el de los franciscanos; en cuanto a las plazas nacidas de los huertos conventuales están la Nueva de Sevilla y la de la Victoria de Loja, respectivamente, en los antiguos convento de los franciscanos y de los mínimos. 13 Según testimonios de I. Martínez Carretero al aire que sopla en Olvera del SE. se le llama carmelitano por el convento de El Juncal de esta orden.

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Jordán Fernández, J. A., 2006, “Lecturas profanas” en el convento de la Victoria de Jerez según el inventario de desamortización, Bollettino ufficiale dell’Ordine dei Minimi, Anno LII, 2: 221-254, Roma ______________, 2006, El convento de Nª. Sª. de la Victoria de Olvera (1582-1835). Ronda. Editorial La Serranía Martínez Carretero, I., 2001, Órdenes y congregaciones religiosas masculinas y su aportación a la cultura, En Proyecto Andalucía. Antropología, 159-212. Sevilla, Publicaciones Comunitarias Martínez Ruiz, E. (dir.), 2004, El peso de la Iglesia. Cuatro siglos de órdenes Religiosas en España, Madrid, Editorial Actas Mercado, fray T. de, 1975, Suma de Tratos y Contratos, Madrid, Editora Nacional Pérez García. R. M., 2006, La imprenta y la literatura espiritual castellana en la España del Renacimiento. Madrid, Editorial Trea Pumarada, fray T. de Santo Tomás y, 2006, Arte General de Granjerías. I. De la Granjería Espiritual y II. De las Granjerías Temporales, Salamanca / Gijón, Editorial San Esteban / Museo del Pueblo de Asturias Romero Mensaque, C. J., 2006, El Fenómeno rosariano en la provincia de Sevilla. Un estado de la cuestión, En VII Simposio sobre Hermandades de Sevilla y su provincia Roda Peña (dir.), Sevilla, Fundación Cruzcampo, pp. 15- 50. Siles Guerrero, F., 2002, El Carmelo del Juncal. Un desierto carmelita entre las villas de Zahara y Olvera, Cádiz, Mancomunidad de Municipios de la Sierra de Cádiz.

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