Las múltiples voces del Caribe: Ana Lydia Vega

June 30, 2017 | Autor: I. Lopez Jimenez | Categoría: Latin American literature, Puerto Rican Literature
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Descripción


Las múltiples voces del Caribe
Los caribeños emos ido afinando nuestros sentidos a persibir, gustar, apresiar i estimular la diferensialidá física, simbólica, proyegtiva, enérjica de nuestras tribus nativas, mescolansadas i fértiles.
Joserramón Melendes

Con interrogantes al estilo de "¿Cómo es que con todo y el autoincriminante título de "Falsas crónicas", un texto literario puede, sin proponérselo y hasta a pesar suyo, rellenar alguna que otra laguna del ayer?", concluye Ana Lydia Vega su ensayo "Nosotros los historicidas". Esa pregunta, viaja de modo subterráneo por las narraciones de Falsas crónicas del sur. En la fluidez de la frontera de ambos términos, historia y literatura, en la mixta sabrosa de la combinación de sabores, se ubica la novela corta "El baúl de Miss Florence", cuyo subtítulo "Fragmentos para un novelón romántico", nos advierte sobre cómo se va hilando la ficción con los datos del acontecer histórico, buscando entre las grietas de ese discurso los retazos, los trozos descosidos con los que se arma la narración. Tal vez aluda Vega al modo en que hemos tenido que indagar para conocer la historia de Puerto Rico, urdiendo en los silencios, hilvanando fragmentos, a la memoria rota de la que ha escrito Arcadio Díaz Quiñones.
Por eso resulta reveladora la aseveración de una señora que se acerca a la escritora para decirle que su abuela había vivido en los predios de La Enriqueta. Al indagar Ana Lydia Vega sobre cómo describía la casa, contestó: "¡Pues igualita como usté la pintó!". Sin saberlo, la admiradora aludía así a la pregunta que abre que es una de las que cierra el ensayo "Nosotros los historicidas". La autora nos enfrenta al hecho de que los reclamos de veracidad son contextuales, se encuentran entretejidos con los modos en que se construye la memoria histórica desde entornos marcados por la inequidad y la represión. Son esos los resquicios por los que transita el relato de esta narradora.
Desde un espacio escondido y resguardado, el baúl que se destapa para revelar memoria, pasión e historia en sus papeles y retazos de objetos, empieza el acontecer narrativo:
El olor a encierro –mezcla de naftalina y sachets de lavanda –la hizo retroceder para entregarse por buen rato a la compulsión del estornudo. Con un pañuelo de hilo tapando firmemente su nariz sonrojada, se atrevió a perturbar, por primera vez en veinte años, la paz apretada de los souvenirs, clasificados por fechas y lugares.
No le costó mucho encontrar… el rústico volumen cuyas grandes letras doradas proclamaban pomposas:
JOURNAL: PUERTO RICO 1856-59

Desde la marginalidad de una institutriz inglesa, Miss Florence Jane, transplantada al Caribe para educar al hijo de una familia cuya hacienda estuvo ubicada en las cercanías del pueblo de Arroyo, escribe el diario que constituye la mayor parte de la narración este personaje que "corresponde al arquetipo de las solteras británicas con maleta y diario en mano..." Ya desde el título del relato Vega convoca la intimidad y evoca el pasado: el baúl es un espacio para guardar papeles y documentos así como recuerdos íntimos, objeto que remite a otra época. "Miss Florence abre un cofre que, simbólicamente, da entrada a la memoria", escribe Fornerín. La llave ha quedado olvidada y la historicidad, comenta, se presenta "en el sentido de guardar, en el diario que aparece…y, más significativamente, en la violación del cofre… Su acto de leer es una acción violenta. Su fuerza la lleva a encontrar los signos perdidos, obliterados de la memoria".
El baúl en el que por veinte años ha estado guardado su diario parecería una metáfora de la casa en la que transcurre gran parte del relato, espacio cerrado al mundo de afuera en el que se comunican las mujeres, doblemente aisladas: la tutora inglesa; la criada, Bella y Susan Morse, la esposa del hacendado Edward Lind. La casa es aquí un ámbito que se rige por los deseos del dueño de la hacienda, La Enriqueta, enclave para la imaginación y el silencio: "Aquí las palabras silenciadas tienen tanto o más valor que las escritas. Estas señalan constantemente hacia una realidad paralela e innombrada directamente, que va cobrando cuerpo según avanza la escritura." (Trelles).La simetría casa y baúl abarca también el final de la historia: la casa en ruinas encuentra correspondencia en el baúl herrumbroso, la desintegración del espacio físico, ahora ruinas y maleza, y la quema de lo que se ha guardado en el baúl, convergen en el cierre narrativo, en el que ambos quedarán vacíos.
Ambos hablan de los restos del pasado, han devenido "perfil espectral", convocan un mundo silencioso del cual sólo quedan las palabras; la casa ha quedado en el olvido como ese baúl, las cartas y los pequeños objetos que por tantos años guardó, sin volver a ellos, Miss Florence. Desaparecidos sus dueños y el único hijo, permanecen del antiguo esplendor y de ese mundo los que fueron esclavos y sus descendientes, así como la institutriz empleada por los Lind, cuyas voces de subalternos construyen la historia de la familia y la hacienda. Contrario a la metáfora de la casa homogénea, el espacio que construye la autora es el de una casa de inmigrantes y esclavos, ámbito que deviene en ruinas, abandonado, despojado. $$$$$$$$$$$$$$ VER C. Rivera y M. López-Baralt.
De modo paralelo a lo que ha escrito Edgardo Rodríguez Juliá sobre las fotografías de Héctor Méndez Caratini, en estas narraciones de Ana Lydia Vega estamos llamados a imaginar el pasado. Los contornos resultan borrosos y ambiguos en "El baúl de Miss Florence"; los signos, oscuros y dispersos: Miss Jane ve, en el velo del sueño, una mujer cuya identidad se intuye; un personaje, de quien se sugiere que es abolicionista, deja súbitamente la ciudad; otro muere sin que sepamos con certeza qué ocasiona su suicidio; Miss Susan desaparece del barco en el que viajaba sin que se conozcan con exactitud las circunstancias. Quienes leemos estamos convocados a reconstruir también por retazos e indagando en los espacios de silencio. Solo el diario de Miss Florence, un recuento íntimo y memorioso de la estadía de sus tres años en La Enriqueta, y de su posterior regreso a la hacienda más de un cuarto de siglo después, da fe de los hechos y lo hace desde la intimidad y visión del personaje.
Esta es la base de la experiencia antillana este naufragio de fragmentos, estos ecos, estos pedazos de un enorme vocabulario tribal, estas costumbres parcialmente recordadas pero no podridas sino sólidas.
Derek Walcott

La tutora británica oscila entre la distancia desde la que mira ese mundo que le resulta ajeno y las pasiones contenidas que desata su estancia en el ardiente sur de la isla. El diario, construido a partir de fragmentos que parecen una novela por entregas de las que se popularizaron en el siglo XIX, va formando las piezas de este "novelón romántico", como lee el subtítulo, que dura tres años. Su conclusión, en una segunda secuela que traerá otras voces al relato, ocurre veintisiete años después: "Con estos pensamientos, inició Miss Florence Jane el diario de su regreso a Puerto Rico. Siguió la misma ruta de su primer viaje, veintisiete años antes" (65). El viaje, estrategia recurrente en varios relatos del libro y común en la literatura caribeña, inicia los dos momentos en los que se divide la narración, travesía que recalará, para la protagonista, en muchos descubrimientos: el de un mundo desconocido para la tutora inglesa, el de sus sentimientos contradictorios, el de la transformación radical del mundo conocido, el del final de la historia.
Vega ha preferido una forma narrativa marginal, considerada tradicionalmente menor en el canon literario, con la que hicieron su agosto muchas mujeres, que así se las agenciaron para apropiarse de un discurso que les estaba vedado, según muestra A. Schmidt en la introducción de su libro sobre escritura autobiográfica femenina en Puerto Rico y Cuba :
A la mujer se le destina a los géneros "menores" íntimos, propios del espacio de lo privado que la cultura patriarcal le asigna: diarios, poesía, autobiografía, novelitas rosas, cartas, en fin, prácticas literarias que el discurso hegemónico deslegitimiza.
La voz narrativa predominante en el relato es también marginal y su perspectiva, ambigua. Miss Florence inicia su diario con la mirada distante de una extranjera que solo observa:
Si la seca monotonía del paisaje me renovó la nostalgia de la campiña inglesa, no así los espléndidos terrenos de esta estancia palaciega. Todo en ella es lujo y ostentación.

El desenvolvimiento de los sucesos la llevará a ser partícipe de esta historia de "otros" que comparte durante tres años. Su percepción del paisaje se muestra totalmente distinta en su regreso al sur de Puerto Rico más de un cuarto de siglo después. Miss Florence Jane ha abandonado la comparación con el paisaje inglés y, si antes subrayaba en su diario la seca monotonía del entorno, al regresar destaca el esplendor tropical, la brisa suave y la intensidad del verde.
Su posición ambigua, de observadora y a la vez partícipe de ese mundo en el que es una empleada, si bien revestida de prestigio por ser inglesa y culta, se subraya desde el comienzo, en el primer fragmento del diario. Al final del primer día en La Enriqueta la tutora contempla el paisaje con mirada colonizadora:
En esta reducida alcoba de la segunda planta, desde cuya inmensa ventana se divisan unos cielos espectacularmente crepusculares, me siento, en cierta medida, yo también dueña de ese imperio de cañas sembradas a pérdida de vista en el Caribe.
Sin embargo, ese sur poblado de extranjeros, "inmigrantes de origen inglés, alemán o francés que ocuparon una posición dominante en la economía de las haciendas de Ponce", no es tampoco un mundo que la tutora sienta como propio. Es más bien una tela sobre la que Miss Florence va bordando sus observaciones, como ese chal violeta que teje para su patrona. Vega ha trabajado, para la representación del espacio y la creación de personajes, a partir de la investigación hecha por Carl Theo Overman, descendiente de uno de los dueños de La Enriqueta, en A Family Plantation, que reconstruye la historia de la hacienda, cuyo destino resume en el prólogo:
En la cúspide de su prosperidad, La Enriqueta recibió gran número de huéspedes. Las fiestas elegantes eran similares a las de plantaciones a lo largo del Mississippi. Como les ocurrió a muchas haciendas, La Enriqueta cayó finalmente en la insolvencia, de la cual no pudo recuperarse.

El prefacio del libro, de Luis González Vales, menciona la elaboración ficticia de la escritora: "The Story of Mrs. Lind, the Mistress of La Enriqueta, was fictionalized by one of our foremost contemporary literary figures, Ana Lydia Vega, in her Falsas crónicas del sur".
Es pertinente recordar que el sur de Puerto Rico ocupó una posición importante en la economía puertorriqueña del siglo XIX, con documentación disponible. Guayama, municipio al que perteneció Arroyo hasta 1855, y en el que estaba ubicada la hacienda, era en ese siglo uno de los tres municipios con mayor número de esclavos y de población mulata. Figueroa señala la llegada al sur de Puerto Rico, entre 1810 y 1840, de un núcleo de hacendados, mercaderes y trabajadores diestros, provenientes de Europa y del Caribe no hispano. De todos estos datos se nutre Vega para la trama de su relato y a ellos hará referencia en el entramado narrativo.
La tutora inglesa recoge en su diario las actividades sociales que frecuenta junto a los Lind, estrategia de la que se vale la autora para integrar al devenir ficticio datos de la vida cultural ponceña, como la recepción en honor de Adelina Patti y de Moreau Gottschalk. Miss Florence relata, en el fragmento "Brindis", los preparativos para la llegada de los dos músicos a la cena que ofrecieron sus patronos:
Un grupo de selectísimos vecinos, entre los que abundaban franceses y británicos, acechaba inquieto en los jardines la llegada de los homenajeados… Sentada entre su padre y un criollo joven que no le perdía gesto ni palabra, la Patti parecía una querubina cachendosa y sonrosada. No sé si Moreau me impresionó más por el timbre poderoso de su voz o por su estatura admirable.

Vega aprovecha su conocimiento histórico para trenzar de modo sutil estos datos con la trama narrativa y darnos así una imagen de la época y de un sector de los hacendados del sur de Puerto Rico. Junto a ese espacio de lujo y esplendor coexisten los barracones de los esclavos, que nutren ese otro espacio y cuya descripción en el diario constituye la contrapartida de las fiestas y cenas de los hacendados.
Desde ese género íntimo, tan acogido por tantas escritoras, se les da voz a los personajes, muchos de ellos, al igual que el género seleccionado, marginales como las esclavas, los abolicionistas o las mujeres obligadas a vivir en mundos de encierro o de frivolidad. Al diario se suman también, en el contexto de los géneros considerados "menores" en el canon, las cartas que ha conservado Miss Florence en el baúl y el relato que escucha de boca de la que fuera esclava, Bela, sobre la suerte de la hacienda y sus habitantes. Tal "hincapié en la oralidad como influencia histórica tan vital como la escritura", que una estudiosa observa en todo el conjunto de Falsas crónicas del sur, se da en el relato mediante el discurso de Bela. Silenciosa en la primera parte del cuento, la ex esclava adquiere locuacidad en la segunda, en la que narra a Miss Florence, entre otras cosas, la fiesta que suscitó la noticia de la abolición:
-…Ya se había muerto Mr. Morse, que en paz descanse, cuando de allá de España nos llegó la libertad. .. ¡Hubiera estado usted en La Enriqueta esa bendita noche! Había gente de todas las haciendas de Arroyo, Patillas y Guayama. Los jachos prendían todo esto como si hubiese sido mediodía en punto y los tambores repicaron la bomba brava hasta el amanezca.

Esa apetencia por la expresión a viva voz es un elemento de la vocación por lograr un lenguaje que integre la riqueza de la lengua popular puertorriqueña, rasgo que se ha señalado desde el inicio de la obra de la autora.
Para Gordils, la oralidad es uno de los aspectos estilísticos que hermana a la escritora más joven con Palés Matos, poeta cuyo proyecto de antillanidad puertorriqueña Ana Lydia Vega retoma:
El flujo narrativo de lo mejor de Vega entrevera un preciso castellano con dichos y retruécanos, giros y modismos regionales que no piden excusas por serlo, conclusiones y metáforas tanto cultas como populares, perfilando un salto en la generalizada aspiración a abarcar la amplitud y los matices del habla regional de sociedades eminentemente orales… sin renunciar a la más amplia gama del lenguaje culto ni caer en el pintoresquismo fácil o en estilizaciones excesivas.

Esta veta palesiana también constituye el asunto de un texto crítico de A. González, quien lee en los dos primeros libros de la escritora una reflexión sobre la identidad antillana y observa que una de las formas en la que ésta logra "una concordia discors caribeña es en su uso del lenguaje".
Es en el personaje de Bela que se recupera ese hilo de lengua popular que va haciendo cadeneta en toda la obra de Vega. El diario de Miss Florence exhibe un lenguaje parco, con afán de distanciamiento propio de una observadora extranjera, exento de giros populares, contenido, radicalmente distinto del de la escritura anterior de la autora. La estructura sintáctica, las metáforas y el ritmo particular del discurso también muestran su diferencia respecto al registro anterior.
Las cartas de Susan Morse, hija del científico Samuel Morse, mencionan a Bela, la mujer que ha sido su sirvienta desde que se casó. A partir de esta referencia Vega crea el personaje de igual nombre, que cruza toda la historia, desde su posición de esclava doméstica hasta la abolición de la esclavitud. La voz de la extranjera se trueca por otra voz que tampoco estuvo integrada a ese mundo, si bien su marginalidad es de naturaleza distinta a la de la tutora inglesa. En el personaje de Bela la autora vuelve al registro oral, no como mimetismo sino, como ha escrito Elsa Noya respecto a Tú, la oscuridad, novela de Mayra Montero, como "forma de un ritmo que traduce culturalmente, desde el Caribe y hacia el sistema literario hispanoamericano, la ley de la organización discursiva de una subjetividad, una especificidad y una historicidad: la de una cultura y una lengua, no bárbara sino diferente." Bela es no solo la presencia de la esclavitud sino su legado, su permanencia, la visibilidad de la tradición africana. Es también el entronque con el mundo caribeño: habla el patois de las islas inglesas. Por todo esto resulta significativo que, invirtiendo los papeles sociales, es ella quien se ocupa del entierro de Edward Lind.
La antigua esclava adquiere un ser social, deja la anonimia que le otorgaba la esclavitud, decide y organiza:
De los detalles del sepelio, Bela misma había tenido que encargarse: mandar a hacer la caja de cedro, remendar la levita desgastada, avisarles a los vecinos y allegados, fijar con el sacristán la hora de la misa mortuoria. (p.79)

Constituir la propia subjetividad es uno de los aspectos cruciales para resistir la hegemonía. De su parquedad anterior Bela deviene ahora en voz que presenta su perspectiva de lo sucedido, adviene a una existencia social que ya no depende del amo.
Es ella la voz que relata el descenso económico de la hacienda, corroborable en el recuento histórico de Overman.
Es a través de los ojos de otro extranjero, René Fouchard, médico francés que llega a sustituir al doctor anterior, que vemos el mundo de los esclavos; es él quien trae a la narración el tema prohibido, quien se convierte en testigo del sistema esclavista y le explica a Miss Florence lo que este entraña.Las cartas de Susan Morse mencionan de paso al doctor recién llegado y, a partir del dato, Vega desarrolla un personaje rodeado de misterio y silencio, que sirve de enlace para aunar la lucha abolicionista con la nacionalista. La silueta de Betances queda también aludida en el entramado narrativo, pues se menciona que Fouchard y Álvaro Beauchamp se habían conocido en París, "gracias a un estudiante caborrojeño que el segundo frecuentaba desde sus años escolares en Toulouse" (18). La referencia en clave a Betances, a sus años en Toulouse y a los revolucionarios antiesclavistas del siglo XIX, abonan a los referentes históricos.
No obstante todas las referencias al discurso histórico, Vega no busca tanto la "historia verdadera" sino que lee contra el hilo de la tela. Al final de la narración una de las figuras femeninas da voz a palabras que resultan emblemáticas sobre el proceso del texto: "¿Quién leerá estos labios mudos? ¿Quién desenterrará mi trunca historia de amor y le pondrá palabras?" De esa mudez, de sus huecos, de los quiasmas, se nutre la ficción de la autora. PERKOWsKA%%%%








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Historia y literatura, 23-38.
Vega, "Nosotros los historicidas",37.
John Beverly, Subalternity and Representation. Durham and London: Duke University Press, 1999. Cito libremente del capítulo 3.
Carmen Rivera Villegas, "Viajes e historias decimonónicas a finales del XX: Sara Sefchovich (México) y Ana Lydia Vega (Puerto Rico)", La mujer puertorriqueña en su contexto literario y social, ed. Ruth Amarilis Cottó. Madrid: Verbum, 2002, 153-62.
Miguel Ángel Fornerín, Entrecruzamiento de la historia y la literatura en la generación del setenta. San Juan: Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y del Caribe, 2009,140.
Carmen Dolores Trelles, "Falsas crónicas del Sur", Revista del Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe, julio-dic. 1991, 115-116.
El Nuevo Día, Revista Domingo, 28 de marzo de 2004, 10-11.
Aileen Schmidt, Mujeres excéntricas. San Juan: Callejón, 2003, p.13.
Francisco Scarano, Sugar and Slavery in Puerto Rico. The Plantation Economy of Ponce, 1800-1850. Madison: University of Wisconsin, 1984, 86.
Carl T. Overman. A Family Plantation. The History of the Puerto Rican Hacienda La Enriqueta. San Juan: Academia Puertorriqueña de la Historia, 2000. El texto de Overman circuló primero como publicación del autor, con fechas de 1975 para el primer volumen y 1984 para el segundo; agradezco al historiador Francisco Scarano el haberme facilitado la investigación original en el seminario del NEH que tuvo a su cargo,en la Universidad de Wisconsin, Madison, en el verano de 1995.
Scarano, p.xxiii.
Luis Figueroa, Sugar, Slavery and Freedom in Nineteenth- Century Puerto Rico. Chapel Hill: The University of North Carolina Press, 10. Los primeros capítulos del libro de Figueroa resultan pertinentes para los temas del relato de Vega. El capítulo 2, por ejemplo, aborda el tema de la memoria histórica y como ésta se construye.
Whitney- Smith, 183.
Janice Gordils, "Propiciando huracán. Vigencia del proyecto antillano de Luis Palés Matos en los cuentos de Ana Lydia Vega", Cupey, VII, 1990, 51.
Aníbal González, "Ana Lydia Pluravega: unidad y multiplicidad caribeñas en la obra de Ana Lydia Vega", Revista Iberoamericana, 162-63, enero-junio 1993, 294.
Carl Theo Overman, quien hace un recuento de la hacienda La Enriqueta, maneja las cartas de Susan Morse del archivo familiar y en el apéndice de su libro las reproduce las cartas.
Elsa Noya, "De traducciones y oscuridades, narraciones y diferencias en Tú, la oscuridad", La fugitiva contemporaneidad. Narrativa latinoamericana 1990-2000, ed. Celina Manzini. Buenos Aires: Corregidor, 2003,164.
Abdul JanMohamed hace este señalamiento en "Negating the Negation", texto sobre el novelista Richard Wight, incluido en The Nature and Context of Minority Discourse, 104.




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