Las mujeres y la sociabilidad en los círculos políticos del republicanismo español: una fraternidad androcéntrica

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Descripción

XII CONGRESO DE LA ASOCIACIÓN DE HISTORIA CONTEMPORÁNEA

PENSAR CON LA HISTORIA DESDE EL SIGLO XXI

En septiembre del 2014 los Departamentos de Historia Contemporánea de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) y Complutense (UCM) organizaron el XII Congreso de la Asociación de Historia Contemporánea. Se celebraron 38 talleres con más de 500 ponencias y una cifra superior a los 700 asistentes. Los objetivos del congreso fueron los de rendir un sincero y necesario homenaje a dos compañeros que se jubilaban este curso, Manuel Pérez Ledesma (UAM) y Juan Pablo Fusi (UCM), así como llevar a cabo un cierto “estado de la cuestión” sobre lo que están trabajando nuestros jóvenes investigadores, sus temas de interés, los caminos por los que transcurrirá la producción histórica en nuestro país y en algunos otros de los países de procedencia de los asistentes. Buscábamos además que la reunión de Madrid sirviera de lugar de encuentro de asociaciones, redes, grupos de investigación en Historia Contemporánea. Los trabajos publicados en estas actas incluyen muy diversos objetos de estudio: Historia de la Guerra y de los Conflictos, Historia Política, Historia de la Educación, Historia de las Relaciones Internacionales, Historia Global, Historia Económica, Historia Empresarial, Historia de las Relaciones de Género, Historia Comparada, Historia Local, Historia de la Iglesia, Historia Postcolonial… y todo ello referido a muy diversos ámbitos: España, Europa, América, Asia.

Pilar Folguera (UAM) Juan Carlos Pereira (UCM) Carmen García (UAM) Jesús Izquierdo (UAM) Rubén Pallol (UCM) Raquel Sánchez (UCM) Carlos Sanz (UCM) y Pilar Toboso (UAM) (editores)

PENSAR CON LA HISTORIA DESDE EL SIGLO XXI Actas del

XII CONGRESO DE LA ASOCIACIÓN DE HISTORIA CONTEMPORÁNEA

Pilar Folguera Juan Carlos Pereira Carmen García Jesús Izquierdo Rubén Pallol Raquel Sánchez Carlos Sanz Pilar Toboso (editores)

UAM Ediciones, 2015

ÍNDICE ACTAS XII CONGRESO DE LA ASOCIACIÓN DE HISTORIA CONTEMPORÁNEA PRESENTACIÓN, por Pilar Folguera y Juan Carlos Pereira .................................... 53 TALLER N.º 1. GUERRAS CIVILES TOTALES EN LA ÉPOCA CONTEMPORÁNEA ..................................................................................................... 59 TALLER N.º 2. EL TURISMO EN LA HISTORIA CONTEMPORÁNEA DEL MEDITERRÁNEO (SIGLOS XIX Y XX) .......................................................... 209 TALLER N.º 3. EUROPA, INTEGRACIÓN Y CRISIS ............................................. 403 TALLER N.º 4. EPPUR SI MUOVE. LA HISTORIA DE LAS RELACIONES INTERNACIONALES. NUEVOS Y VIEJOS DESAFÍOS ............... 535 TALLER N.º 5. MEDIADORES Y TRANSFERENCIAS CULTURALES: ESPAÑA, EUROPA Y AMÉRICA EN EL SIGLO XIX ............................................. 707 TALLER N.º 6. SABER Y GÉNERO. MUJERES EN LA ENSEÑANZA SUPERIOR, ANÁLISIS COMPARADOS ................................................................... 861 TALLER N.º 7. FLORECIMIENTO, DESTRUCCIÓN Y RECUPERACIÓN DEL PROYECTO EDUCATIVO LIBERAL EN LA ESPAÑA DEL SIGLO XX ... 1113 TALLER N.º 8. EL MODELO DE MODERNIZACIÓN “ESTADOUNIDENSE” Y SUS EFECTOS EN EUROPA Y AMÉRICA LATINA ......................................... 1253 TALLER N.º 9. HISTORIA DE LA EDICIÓN, EL LIBRO Y LA LECTURA ....... 1421 TALLER N.º 10. CAPITAL HUMANO Y SECTOR TERCIARIO EN LA EUROPA SUROCCIDENTAL EN LA FORMACIÓN DE LA SOCIEDAD CONTEMPORÁNEA ............................................................................ 1643 TALLER N.º 11. PODER E INSTITUCIONES POLÍTICAS EN EL ATLÁNTICO IBÉRICO: REDES, MODELOS Y TRANSFERENCIAS ................. 1765 TALLER N.º 12. NUEVOS ACERCAMIENTOS A LAS CULTURAS SOCIALISTAS EN EL SIGLO XX ............................................................................ 1893 TALLER N.º 13. FUENTES Y METODOLOGÍA PARA LA HISTORIA DE LA EMPRESA ...................................................................................................... 2095 TALLER N.º 14. UNA NECESARIA HERRAMIENTA DE CONSTRUCCIÓN METODOLÓGICA: MICROHISTORIA, HISTORIA LOCAL Y SU IMPORTANCIA PARA LA INVESTIGACIÓN HISTÓRICA......... 2219

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TALLER N.º 15. COLONIZACIÓN, DESCOLONIZACIÓN Y RELACIONES POSCOLONIALES ....................................................................... 2407 TALLER N.º 16. PACIFISMOS, ANTIFASCISMOS Y SOLIDARIDAD INTERNACIONAL: NUEVOS ACTORES SOCIALES Y PERSPECTIVAS INTERNACIONALES ................................................................................................ 2705 TALLER N.º 17. LIBERTAD RELIGIOSA: IGLESIA CATÓLICA Y ECUMENISMO EN LOS SIGLOS XIX Y XX ...................................................... 2827 TALLER N.º 18. VISIONES DE LA DEMOCRACIA, DISCURSOS Y PRÁCTICAS DEMOCRÁTICAS EN EL SIGLO XIX.......................................... 2949 TALLER N.º 19. EN LA SALA DE LOS ESPEJOS INCÓMODOS: MIRADAS CRUZADAS Y PERCEPCIONES CAMBIANTES SOBRE NUESTRO PASADO RECIENTE ............................................................................. 3187 TALLER N.º 20. LAS NARRATIVAS SOBRE LA TRANSICIÓN ESPAÑOLA A LA DEMOCRACIA (1979-2013) ........................................................................... 3317 TALLER N.º 21. REPRESENTACIONES DE LA HISTORIA EN LA ESPAÑA CONTEMPORÁNEA: POLÍTICAS DEL PASADO Y NARRATIVA DE LA NACIÓN (1808-2012) .................................................................................... 3529 TALLER N.º 22. HISTORIA DEL COMUNISMO: NUEVAS TENDENCIAS ...... 3671 TALLER N.º 23. NACIONALISMOS BANALES ................................................... 3911 TALLER N.º 24. CLASES MEDIAS Y NUEVA SOCIEDAD URBANA EN ESPAÑA EN EL SIGLO XX ............................................................................... 4191 TALLER N.º 25. LA SEGUNDA REPÚBLICA. UN DEBATE ABIERTO ............ 4317 TALLER N.º 26. HISTÓRIA Y PSICOANÁLISE. UM DIÁLOGO POSSIVEL .... 4501 TALLER N.º 27. LA INTERNACIONALIZACIÓN DE LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA: UNA PUESTA AL DÍA HISTORIOGRÁFICA ...................... 4639 TALLER N.º 28. PODERES(ES) Y CONTRAPODER(ES) EN EL ÁMBITO LOCAL DURANTE EL TARDOFRANQUISMO Y EL PROCESO DE CAMBIO POLÍTICO............................................................................................ 4779 TALLER N.º 29. EL CONFLICTO COMO EJE PARA LA ENSEÑANZA DE LA HISTORIA CONTEMPORÁNEA ................................................................. 5079 TALLER N.º 30. CAMBIOS ESTRUCTURALES DE LA ECONOMÍA Y LA SOCIEDAD DEL ANTIGUO RÉGIMEN A LA SOCIEDAD CONTEMPORÁNEA EN ESPAÑA (1770-1930): ¿LA REVOLUCIÓN LIBERAL? .................................. 5165

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TALLER N.º 31. MUJERES Y PODER POLÍTICO EN LA CONTEMPORANEIDAD. UNA COMPARACIÓN INTERNACIONAL ............... 5401 TALLER N.º 32. VIOLENCIA, DICTADURAS Y ACTITUDES POLÍTICAS EN EL SIGLO XX EN ESPAÑA, PORTUGAL Y AMÉRICA LATINA ................. 5563 TALLER N.º 33. EL ENTORNO DIGITAL Y EL OFICIO DEL HISTORIADOR ................................................................................................. 5787 TALLER N.º 34. MEMORIAS DEL PASADO, ACCIONES DEL PRESENTE: LOS PASADOS VIOLENTOS HOY ......................................................................... 5947 TALLER N.º 35. NATURALEZA, ESPACIO Y TERRITORIO: UNA MIRADA DESDE LA HISTORIA .............................................................................................. 6079 TALLER N.º 36. ASIA EN EL MUNDO CONTEMPORÁNEO. UNA MIRADA DESDE ESPAÑA ........................................................................................................ 6289 TALLER N.º 37-38. ASALTO AL TREN DE LA HISTORIA: LA UTOPÍA EN LA EDAD CONTEMPORÁNEA......................................................................... 6585

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LAS MUJERES Y LA SOCIABILIDAD EN LOS CÍRCULOS POLÍTICOS DEL REPUBLICANISMO ESPAÑOL: UNA FRATERNIDAD ANDROCÉNTRICA Sergio Sánchez Collantes Universidad de Burgos

Introducción Es lugar común decir que los casinos republicanos funcionaron como “escuelas de ciudadanía”1. Y hay razones de sobra para ello. Quienes acudían a sus actos e instalaciones se empapaban de valores y doctrinas ligadas al ideario democrático. También se desarrollaban una serie de prácticas que favorecieron la difusión de hábitos y conductas relacionadas con la participación, el ejercicio del sufragio y la designación de representantes, como sucedía al producirse la renovación anual de las juntas directivas. Sin embargo, de tales enseñanzas únicamente se beneficiaba por completo un subconjunto muy preciso de quienes simpatizaron con el republicanismo: los varones2. El androcentrismo, en efecto, presidió la vida de los casinos republicanos incluso en los partidos que desarrollaron un programa social más avanzado, como el Federal. En los centros políticos de los distintos republicanismos los correligionarios se reunían, charlaban, leían y organizaban veladas o conferencias. Hay una palabra que en las crónicas solía definir el proceso que allí se verificaba: “fraternización”. La Real Academia Española incorporó el verbo fraternizar en el Diccionario de 1869. Lo definía de la siguiente forma: “Unirse y tratarse como hermanos”. Algunos diccionarios habían recogido esa voz en la década anterior, en 1853, y uno de ellos incorporaba matices reveladores: “Vivir en buena armonía, como los buenos hermanos; simpatizar fraternalmente”3. Ahora bien, en los círculos republicanos ¿fraternizaban indistintamente los hombres y las mujeres? Parece bastante claro que no. Incluso en los actos en los que coincidían los dos sexos la interacción no se daba en términos de iguales. El hecho de fraternizar, pues, acababa ciñéndose a su más rigurosa connotación etimológica, al trato entre hermanos, entre fratres, o sea, entre hombres. En respuesta a esa noción

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androcéntrica, hay feministas que utilizan el neologismo “sororidad”, que podríamos emplear también para referirnos al contrapunto de aquel fenómeno, es decir, al acto de tratarse y relacionarse un grupo de mujeres cordialmente, como hermanas (sorores)4. Algo de eso había en los “pactos solidarios” por los que se juramentaron algunas de las grandes figuras del librepensamiento republicano de finales del ochocientos. Como ha explicado Dolores Ramos, sin esas alianzas cívicas “no se hubiera consolidado el movimiento laico femenino ni el protagonismo de sus líderes”5. En el proceso de socialización política que operó en los casinos republicanos, pues, existió un sesgo de género que hacía que la tan invocada fraternidad comprendiese principalmente a los hombres, igual que la ciudadanía plena. Y esa marginación favoreció el surgimiento de centros femeninos en los que las mujeres demócratas, con o sin tutela masculina, se relacionaron políticamente y en clave sororal.

Las mujeres y los círculos políticos antes de la Restauración

El acceso de las mujeres a los círculos políticos ya fue demandado en la España del primer tercio del siglo XIX y a veces llegó a autorizarse con limitaciones. No hay más que recordar las tertulias y sociedades patrióticas del Trienio Liberal, momento en el que hubo también ejemplos de círculos propios. En Barcelona, se produjo una mezcla de hombres y mujeres en la inauguración de la Tertulia Patriótica que lamentó la prensa liberal. Ellas tendrían luego su círculo aparte. Entretanto, la Sociedad Amigos del Bien que se había creado en Ibiza en 1820, admitió a mujeres “en una sala contigua”, y alguna hasta llegó a ser propuesta como socia. Pero la nota común a dicha apertura era la segregación o el establecimiento de algún tipo de diferencia. Incluso en la Sociedad de Amantes de la Constitución de Alicante, en la que admitieron como socias a las mujeres, se ordenó instalar “una tribuna especial” para ellas6. En tiempos de Isabel II, la propia legislación impedía el surgimiento de centros o sociedades abiertamente identificados con el republicanismo, pero existieron otros de tipo instructivo o recreativo en los que, de forma más o menos encubierta, actuaron quienes profesaban ideas democráticas. Del Fomento de las Artes, por ejemplo, se ha dicho que fue un “centro de reunión de personalidades del mundo liberal y republicano”7. Muchos testimonios demuestran esa orientación genéricamente progresista, aun cuando no se tratase de una sociedad política. Además, tuvo en

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provincias muchas otras que la imitaron y que parecen haber tenido en los demócratas un soporte fundamental8. Fuera de actos muy precisos, como los bailes, en esos lugares no se practicó una sociabilidad mixta, que sin embargo menudeó en las tertulias que se verificaban en domicilios privados. En Francia también se documenta esta oposición entre los círculos políticos, que reunían exclusivamente a los varones, y los denominados “salones”, donde se relacionaban hombres y mujeres9. En esto diferían los casinos españoles de los liceos artísticos y literarios, asociaciones recreativas en cuyas secciones de música no fue raro que hubiera socios de ambos sexos; mientras que en Alemania, verbigracia, las liedertafel no aceptaban mujeres10. Más politizado estuvo el Casino Popular de Madrid, que se fundó en torno a 1865 y sirvió de refugio a los disidentes en los últimos tiempos del reinado isabelino. Rodríguez-Solís, que fue elegido para el cargo de bibliotecario, proporciona algunos datos. Afirma, por ejemplo, que allí se impartieron “enseñanzas a cuantos las necesitaban, de lectura, escritura, gramática y aritmética”. Pero no especifica los destinatarios de esa formación, que a juzgar por lo que sucedió en otros momentos y ciudades habrían sido trabajadores y artesanos varones. Hubo también conferencias, y en este caso —igualmente por comparación— sí que cabría suponer la presencia de mujeres en el auditorio. De hecho, entre los temas que atraían a los iniciadores se hallaban “los eternos problemas de la vida del obrero, de la situación de la mujer, del porvenir del niño”11. Lo dicho no significa que las mujeres no pisaran las instalaciones, sino que no se beneficiaron de sus actividades en los mismos términos que los hombres y que, de acuerdo con la distribución de roles de la época, fueron apartadas de los órganos de decisión, no siendo ni electoras ni elegibles para las juntas directivas. Pero, así y todo, al Casino asistían en determinadas circunstancias. Y algunas estaban allí casi de manera permanente, como María Medialdea —esposa del conserje—, responsable del servicio de café. La femenina no siempre constituyó una presencia accesoria, porque en determinadas circunstancias desempeñaron funciones de indudable alcance político. Así en vísperas del levantamiento de 1866, cuando Medialdea “vigilaba en uno de los balcones del salón” y avisó de la llegada de unos guardias. Su decisiva alerta permitió a los republicanos del interior estar prevenidos y disimular haciendo que jugaban al billar. Un registro habría sido desastroso, ya que aquella mesa ocultaba los pertrechos de la

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siguiente intentona revolucionaria: “tapadas con la faldilla de percal, se hallaban las armas y municiones que debíamos utilizar un mes después, el 22 de junio”12. Las demócratas, pues, no fueron ajenas a los quehaceres heterodoxos de aquellos revolucionarios y tomaron parte directamente en la conspiración. El mismo RodríguezSolís evoca “dos heroicas mujeres” cuyo grado de implicación fue absoluto, la que acabamos de referir y otra: “María Quintín Rodríguez y María Medialdea, que, durante muchas noches, arriesgándose a los mayores peligros, llevaron al Casino, ocultas bajo sus mantones, muchas armas y municiones, que depositábamos bajo la mesa del billar”13. Sea como fuere, en el ideario democrático-republicano de mediados del XIX predominaba la consideración de las mujeres como sujetos esencialmente dependientes y adscritos por naturaleza al ámbito doméstico. Hubo muy pocas excepciones a esa regla, siendo minoritarios los planteamientos que fueron más allá en la reivindicación de derechos para ellas (así Fernando Garrido o Gertrudis Gómez de Avellaneda)14. Huelga decir que esas posturas excepcionales no impidieron que en los círculos políticos dominados por los varones se diera una patente exclusión del público femenino. Esto obligó a las mujeres seducidas por el ideario democrático a buscar nuevos espacios y formas de sociabilidad propias, o lo que es lo mismo, otras vías alternativas de participación en la cultura republicana que no se limitasen a la convencional «misión» que se les atribuía intramuros del hogar. Según recordaría luego Gutiérrez Gamero, ciertas mujeres, a las que considera un “cenáculo de predecesoras” del feminismo, no dejaron de cuestionar la preponderancia masculina hacia mediados de los sesenta: “yo era asiduo concurrente a una casa donde varias literatas, inéditas y solteronas, ponían el grito en el cielo contra el tiránico poder del sexo fuerte”. No detalla los términos en que formulaban sus “valientes y atrevidas pragmáticas”, pero después de asegurar que en la época “a nadie se le pasaba por las mientes la idea de que la mujer pudiera pedir derechos que la hiciesen igual a los hombres”, tales como el sufragio, evoca dicha tertulia y sugiere despectivamente la presencia de excepciones: “Quizá algunas, marisabidillas y bachilleras, a la chita callando, rumiaban esto y mucho más entre ellas”15. Al estallar la revolución de 1868, la sociabilidad popular de orientación democrática eclosionó como nunca, advirtiéndose un grado de participación femenina desconocido. Las nuevas libertades permitieron la multiplicación de sociedades y el salto cualitativo que se produce durante estos años en la relación de las mujeres con la

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política resulta indiscutible. Sin embargo, su irrupción en el espacio público no socavó el androcentrismo ni en los centros más democráticos. Y eso que hay que reconocer que hubo avances sustanciales, como demuestra el madrileño Club del Congreso, que ya en junio de 1869 resolvió admitir como socios a “todas las señoras que lo solicitasen” y con idénticos derechos —voz y voto— que los demás16. Aquellos días, Fernando Garrido aplaudió que algunos círculos les permitieran “la entrada a las reuniones”, aunque lo vinculó a su papel de madres, alegando que sería ideológicamente beneficioso para los hijos17. Así y todo, la nota dominante fue que generalmente las mujeres frecuentaron las instalaciones sólo en ciertos actos y no se les dio gran protagonismo salvo en determinadas circunstancias. De hecho, su participación en algunos casos resultó harto tradicional, como ocurrió con las que bordaron las banderas que ondearon en los balcones. Todavía en el cambio de siglo, permanecerá inalterable esa atribución de competencias para los sexos que asignaba a las mujeres papeles subordinados18. Pero, sobre todo, no deja de llamar la atención el olvido que sufrieron los nombres de algunas mujeres en comparación con los de otros varones que participaron en el diseño o fabricación de tales emblemas. Se aprecia bien en un testimonio retrospectivo sobre la bandera del Club Federal de Alicante: “Fue bordada por dos señoras a fines del año 1868, de cuyos nombres no se conserva memoria; en su confección intervino un sastre, Tomás Carratalá; hizo la lanza un maquinista de la Compañía del ferrocarril de Madrid a Zaragoza y a Alicante, llamado Planelles; todos los que a esta obra contribuyeron lo hicieron graciosamente”19.

Después de la revolución Gloriosa, las mujeres participaron de la “animación política” que describe Nicolás Estévanez en sus memorias, pero su fuerte presencia en las manifestaciones y protestas callejeras no tuvo un correlato de igual fuerza en las “sociedades madres” de los varones20. El histórico federal menciona varios clubes republicanos de Madrid en los que se prodigaban decenas de nuevos oradores “de todos los calibres”, aunque debemos inferir que, en general, de un único sexo21. Hubo algunas excepciones que, aunque no contradijeran el perfil androcéntrico de esos círculos, marcaron un punto de inflexión. Lo más revelador es que alguna de esas republicanas ocuparan la tribuna para fustigar su situación y plantear reivindicaciones propias, que les atañían específicamente en cuanto mujeres. Ocurrió

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por ejemplo en Madrid en 1869, en el Club Republicano del Norte, que entonces presidía Diego Quesada. La oradora fue Inés Vera de Salas, que dirigía una comisión republicana de socorro a los trabajadores. En su discurso reclamó para las mujeres todos los derechos del hombre, lo cual, dada la legalidad vigente, debía de incluir el sufragio, y también cuestionó los roles de género imperantes: “Ciudadanos y ciudadanas: Al fin llegó el feliz momento para el débil sexo […]; alumbrado por el sol de la democracia republicana, ha comprendido sus derechos, esos derechos eternos e imprescriptibles […]. Harto triste es nuestra historia, ciudadanas […]. Una alhaja, un mueble de adorno, un objeto destinado únicamente para recreo del hombre; he aquí cómo la sociedad ha considerado a la mujer hasta el presente, he aquí nuestra condición humilde durante tantos siglos. Pero la verdad se abre paso por medio del error […], y si la mujer tiene como el hombre necesidades que satisfacer […], no han debido serle nunca negados los derechos inseparables de la personalidad humana. […] Si la mujer tiene deberes que llenar y de su cumplimiento se la hace responsable, claro es que deben concedérsele todos los derechos del hombre; y si al mismo tiempo tiene como éste numerosas necesidades, es muy lógico que deba dársele una educación capaz de satisfacerlas; y a la falta de esta educación, a la conducta que con ella ha observado el hombre, obligándola a dedicarse siempre a los quehaceres domésticos, se debe la perdición de tantas infelices que no han hallado un esposo que las aprecie […]. ¿Qué motivo hay, pues, para que el sexo débil no se dedique a todas las ocupaciones que le sean compatibles, supuesto que en algunas aventajaría al hombre? […] En la República, ciudadanas, se cifran la fraternidad, la justicia, la ciencia, y por consiguiente, el bienestar completo de los pueblos; y no será el hombre sólo quien libre la gran batalla para arrancar a los déspotas una margarita tan bella; le acompañará también la mujer”22.

Las reivindicaciones hechas por Vera de Salas entroncaban en buena medida con las de quienes, como Olympe de Gouges, habían censurado que los nuevos derechos y libertades beneficiaran solamente a la población masculina. Podría decirse lo mismo que comenta Ana Aguado sobre la esencia de la Declaración de los Derechos del Hombre: que, efectivamente, lo eran del varón y no de la mujer23. Todo lo cual no debe hacer olvidar que tampoco los republicanos disfrutaban de una idéntica supremacía dentro de

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los círculos, ya que la extracción social tenía su peso. En los órganos de dirección solían predominar individuos de la burguesía y profesionales liberales, con una fuerte presencia del artesanado en los republicanismos más abiertos a la participación popular. Y el hecho de que hubiera reglamentos que excluían de las juntas directivas a quienes no supieran leer y escribir introdujo una brecha entre los republicanos varones24. Aparte de discursos como el de la olvidada Inés Vera, lo más interesante es que, en medio de ese bullicio asociativo que siguió a la revolución Gloriosa, se fundaron también centros exclusivamente femeninos. Igual que había sucedido en la Francia de 1848, el activismo político de las mujeres se tradujo en una serie de manifestaciones entre las que no faltaron los clubes republicanos. Para el caso español, como señala Espigado, todavía hay que “establecer la cronología y la distribución geográfica de estas iniciativas”. Pero sabemos que, en julio de 1869, se verificó una reunión en el Casino Republicano de Madrid que tenía por objetivo crear una Asociación Republicana de Mujeres. La presidenta era Carmen Munté, que en su discurso expresó la necesidad de socorrer a los trabajadores, y ejercieron como padrinos algunos diputados de la minoría republicana, lo que indica que la tutela masculina estuvo presente de alguna forma. En Cádiz tomaron ejemplo y se fundó al poco un club republicano de mujeres llamado Mariana Pineda, surgido también al amparo de un círculo de varones. Lo presidió la maestra Guillermina Rojas, una veinteañera que simpatizaba ardientemente con el federalismo y que en su discurso subrayó la influencia de las mujeres en la sociedad. También en Alicante se organizó un club femenino bajo la dirección de Rita Bataller e integrado sobre todo por obreras de la fábrica de tabacos. ¿Qué iniciativas promovieron? Sobresalen las humanitarias y las pedagógicas. En uno de los círculos aludidos, el gaditano de Mariana Pineda, se abrió una escuela de adultas que dispuso del apoyo del consistorio republicano25. Y en Palma de Mallorca, el Casino Republicano organizaba unas clases a las que asistían unas ciento veinte mujeres26. Sin embargo, hay dos realidades que parecen indiscutibles: de un lado, que la creación de sociedades republicanas específicamente femeninas quedó limitada a unas pocas ciudades; de otro lado, que las iniciativas consistentes en proporcionar enseñanzas a personas adultas se dirigieron preferentemente a los varones. Dicho de otro modo, de acuerdo con lo investigado hasta ahora, en decenas y decenas de localidades españolas las mujeres republicanas no tuvieron más club político que el que solía existir bajo la denominación genérica de Círculo Republicano —o club o centro o casino— y que por

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lo general constituía un espacio androcéntrico permeable a la intervención femenina solamente en ciertos momentos y con un protagonismo restringido. Entre los varones republicanos no se prodigaron los alegatos a favor de que las mujeres engrosasen los clubes republicanos como socias, ni siquiera recurriendo a otros argumentos diferentes al igualitario, como pudiera ser el crematístico. Al respecto, conviene apuntar que el republicano Manuel Pedregal, por ejemplo, defendió la participación de las mujeres en las sociedades de socorros mutuos con un razonamiento económico, alegando los ingresos que reportarían sus cuotas27. En efecto, uno de los principales obstáculos que hallaba el establecimiento de un círculo republicano era el financiero. Lo explicó muy bien Romualdo Lafuente, que dio algunas orientaciones para reunir los fondos necesarios para cubrir los gastos del alquiler de un local, las obras de transformación, el contrato del gas... El publicista elucubró sobre el número de socios que hacía falta para crearlo a razón de 10 pesetas cada uno, pero no concibió la posibilidad de rebajar esas cuotas abriendo la sociedad a sus correligionarias28. Tampoco parece que las mujeres hayan tenido, en general, mucha cabida en las iniciativas pedagógicas que se pusieron en marcha dentro de esas sociedades republicanas. Como afirma Pamela Radcliff tratando del periodo finisecular, ocurrió que, en la práctica, “el movimiento de reforma educativa y cultural se ocupó principalmente de los hombres, y más específicamente, de los hombres de las clases populares”. De modo que “se concentraron los esfuerzos en los hombres trabajadores, antes que en las mujeres sin distinción de clase, por razones que derivaban parcialmente de ciertas premisas implícitas con respecto al género sexual y a la ciudadanía”, aunque influyera también decisivamente la amenaza que en esos momentos representaban otras agrupaciones “que se disputaban la atención de los trabajadores”29. En Gijón, por ejemplo, el Círculo Republicano promovió en 1869 unas clases de varias asignaturas que se impartían por la noche y de forma gratuita. Junto con otras materias convencionales (Lectura y Aritmética, Historia de España, Geografía…), se daba una de título muy elocuente: Explicaciones sobre los principios de la Democracia, a cargo de quien sería durante muchos años el paladín del republicanismo local, el médico Eladio Carreño30. Es un ejemplo magnífico del uso deliberado de estas actividades para difundir el ideario republicano, objeto que por otro lado figuraba expresamente en el reglamento al tratar de los fines de la sociedad: “Explicar, discutir y propagar los principios democráticos republicanos”31. Sin embargo, nada indica que las mujeres se beneficiaran de las clases de esa sociedad gijonesa. Ninguna fuente aclara el

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sexo de sus destinatarios, pero tampoco el reglamento especifica que únicamente podían hacerse socios los hombres y, sin embargo, así ocurrió; al igual que sólo los varones podían pertenecer y votar a la directiva aunque no se manifestara expresamente en el articulado. Como ha explicado Ramón Batalla tratando del Casino de Rubí, no se aclaraba porque se daba por supuesto32. En general, la fórmula que solía utilizarse era hablar de “los socios —entiéndase varones— y sus familias”, sintagma este último que comprendía a las mujeres e hijos. El hecho de que fueran minoritarios los clubes políticos femeninos y que los otros se distinguieran por el androcentrismo no significa que en las ciudades donde había un único Círculo Republicano sus instalaciones les fueran extrañas a las mujeres que profesaban tales ideas. De hecho, existieron grupos de activistas singularmente comprometidas que apuraron todos los márgenes de intervención que les permitía tanto la legalidad de la época como la que aplicaban los propios dirigentes varones. Siguiendo con el ejemplo de Gijón, hubo mujeres a las que no les hacía falta asistir a clases de Democracia para hacer campaña por las calles, repartiendo las papeletas de la candidatura federal y predicando “las excelencias del gobierno republicano”, labor para la que se requería una mínima formación doctrinal33. Y en las ciudades donde funcionaban círculos de mujeres, algunas propagandistas —como Inés Vera— también ocuparon la tribuna y plantearon exigencias feministas en los de hombres. La participación de las republicanas en los clubes alteraba la división de género que se venía marcando entre lo público y lo privado, así como los roles y el ideal de la domesticidad. Al respecto, parece muy elocuente un relato protagonizado por un matrimonio que Leopoldo Alas incluyó en su periódico manuscrito Juan Ruiz, quizás inspirado en un caso real. La esposa, Safo, frecuenta el círculo republicano y su marido, Plácido, le reprocha no ocuparse de las tareas que a su juicio le son propias. El título de la narración es de lo más gráfico: “Y la casa por barrer”. La acción se inicia con el llanto de un niño, que obliga a Plácido a realizar una labor que, en otras circunstancias, habría recaído sobre la madre: “Qué situación tan penosa… y mi mujer estará perorando sobre ésta o la otra libertad diciendo que es necesario

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emanciparse; jamás me hubiese casado yo si hubiera sabido tal. Ella en el mitihing [sic], yo en casa cuidando por el rapaz y dándole la papilla y la leche ¡voto a san!”.

En ese momento, Safo vuelve a casa y, tras emitir un saludo republicano (“Salud y fraternidad, ciudadano”), pregunta por qué llora el niño. Su marido le replica con una larga soflama patriarcal en la que le reprocha ser “una madre fría / que deja su educación / por ir a la reunión / o mitihing o cofradía”. Trata en vano de imponer su autoridad, espetándole: “Safo, a cuidar de tu hijo, / déjate de reuniones”. Y finalmente lamenta una situación que, de hecho, implica un cambio de roles que no está dispuesto a asumir: “¿Quisiera yo una mujer en política empapada, sin cuidarse de mí nada con la casa por barrer? ¿Puedo yo, ¡por san Remigio! tolerarte sin mancilla que me pongas la mantilla calándote el gorro frigio? […] Cuide V., señora mía al hijo que V. parió”.

A lo cual ella responde criticando el encorsetamiento de las mujeres en el espacio doméstico y en las funciones reproductivas, con un discurso muy parecido al que debieron de sostener otras republicanas que, como Inés Vera, manejaron un concepto de democracia inclusiva que pretendía superar el androcentrismo y construir una efectiva igualdad bajo la forma de gobierno republicana:

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“Plácido, de tus quimeras no sé lo que pensaré. Mas dime, ¿en qué siglo estamos? ¿entre qué gente vivimos? Si a la mujer oprimimos ¿para qué nos ilustramos? ¿Ha de vivir la mujer a la escoba siempre atada? ¿No debemos de hacer nada más que la casa barrer? Si el femenino talento es al vuestro superior y una mujer, sí señor, vale de hombre por un ciento”34.

Incluso entre los republicanos más avanzados, persistió durante mucho tiempo la idea de que el principal servicio que las mujeres podían hacer a la República era inculcarles a los hijos los valores democráticos. Recordemos las afirmaciones de Pi y Margall en las Conferencias Dominicales para la Educación de la Mujer que organizó la Universidad Central en 1869: “En el hogar doméstico tiene la mujer su teatro, su asiento, su trono”; “no fuera, sino dentro del hogar doméstico, creo que debe llenar su misión”35. Si la aparición de los primeros clubes republicanos se explica por la politización de las clases populares, la necesidad de su participación y su deseo de encauzar sus aspiraciones36, podría decirse que las mujeres que se hallaban en idéntica situación, y sobre todo cuando planteaban reivindicaciones que no figuraban o no eran prioritarias en las agendas masculinas, al no poder integrarse en condiciones de igualdad dentro de aquellos proyectos deberán emprender los suyos propios tarde o temprano.

El lento resurgir de una sociabilidad femenina de cariz republicano

Al restaurarse la monarquía, el dinamismo republicano del Sexenio amaina por imperativos legales. En particular, los clubes exclusivamente femeninos tardarán bastantes años en resurgir y parece que no siempre lo hicieron en las ciudades donde ya habían existido. Además, su rebrotar se producirá de forma singularmente pujante dentro de un movimiento más amplio: el librepensador.

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Hubo mientras tanto, pese a todo, alternativas informales para la sociabilidad republicana exclusivamente femenina, aunque su rastro en las fuentes parece microscópico. Un buen ejemplo son las veladas que organizó Petra Jiménez, la esposa del periodista canario Antonio Grijalvo. Mientras él permanecía emigrado en Portugal, su casa de Santa Cruz de Tenerife acogió encuentros de amigas republicanas que tuvieron una marcada orientación librepensadora. No era un círculo formal con su reglamento e instalaciones, pero las congregadas debieron de sentir, al hablar de política, algo similar a lo que manifiesta un personaje femenino de La Tribuna, Josefa García, cuando afirma: “dirían que parecemos un club”. En una ocasión, remitieron al semanario Las Dominicales del Libre Pensamiento una carta de adhesión suscrita por una veintena de mujeres que, reunidas “en fraternal amistad en la casa-habitación de la ciudadana Petra Jiménez de Grijalvo”, se declaraban a favor de la unidad italiana y en contra del Papado, al que consideraban “impropio ya en este siglo de la civilización”. Enlazando con las reflexiones que hacíamos al principio, más que de fraternidad, se trataba de un buen ejemplo de sororidad republicana. Por lo demás, el hecho de que remitieran un “acta” — en lugar de una epístola al uso— atestigua la solemnidad de la reunión, así como el carácter difuso que revestían a veces los límites que diferenciaban la sociabilidad informal de la formal, reglada y estructurada37. Los círculos republicanos volvieron a fundarse gradualmente, sobre todo a partir de 1881, cuando la llegada de Sagasta al poder terminó con la ley que los había mantenido en la ilegalidad. La forma de participación de las mujeres en ellos resultó parecida a la que había existido en el Sexenio: vetado el acceso a la condición de socias, electoras o directivas, frecuentaban las instalaciones básicamente para asistir a veladas de diverso tipo, conferencias, bailes o representaciones teatrales en las que no dejaron de tomar parte como actrices. Y eso que no siempre estuvo bien visto que las mujeres interpretasen papeles, llegándose a dar el caso de traer forasteras para ese cometido incluso bien entrado el novecientos38. Sea como fuere, todos esos círculos democráticos, “ejes organizativos de la vertebración popular del republicanismo”, no dejaron de estar abiertos a las mujeres en determinados actos39. La presencia de las mujeres en el tipo de actos aludidos fue bastante aplaudida, sobre todo al acercarse el novecientos. Los halagos del cronista de turno, de hecho, se convirtieron en lugar común en la prensa republicana, casi siempre empalagosos y relacionados con la hermosura de las concurrentes. También se las espoleaba para que asistieran mediante llamamientos e invitaciones dirigidas a los socios y sus familias.

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Luz Sanfeliu ha documentado, tratando de la Valencia del cambio de siglo, cómo los blasquistas fomentaban “una serie de conductas propias de la cultura urbana en las que la militancia política, el ocio y la diversión se convertían también en un nuevo lazo que unía a la pareja y profundizaba sus vínculos”. Los hombres, que en los círculos republicanos eran los socios, “ostentaban la representación política de la familia y las mujeres debían compartir los ideales y las actuaciones del esposo o del padre respetando su autoridad”, lo cual también era visto como una prueba del compromiso de la unidad familiar con las aspiraciones democráticas y progresivas40. Acaso los bailes fueron el acto para el que más se fomentó su concurrencia, por razones obvias. Aunque no faltaron republicanos a lo largo del siglo que tildasen alguna modalidad de “indecente”, como el cancán, que a su juicio servía “para distraer de la política a la juventud obrera”41. Es preciso subrayar la relevancia de estas veladas, ya que en ellas se producía el cortejo que vinculaba unas familias con otras, por medio de las uniones entre hermanas e hijas de republicanos con otros correligionarios. En el fondo, subyacía el papel de esposa y madre de la futura prole republicana, ya que todo apuntaba a subrayar la función reproductiva de estas mujeres que, si no lo estaban ya, quizás terminarían casándose con amigos políticos del padre o del hermano. Todavía al comenzar el novecientos, ellas continuaban siendo referidas como familiares de socios. Veamos un ejemplo de Almería. El interés en que hubiera una importante concurrencia femenina se advierte en la convocatoria: “Esperamos que las señoras y las hijas de nuestros correligionarios honrarán con su presencia esta reunión”. Pero se deja claro que no se trata de socias: “podrán concurrir los socios con las señoras que los acompañen”. Y a pesar de todo, eso les daba un vínculo con la entidad que las distinguía de otras mujeres a quienes, por otro lado, se veda el acceso insistentemente, dejando claro que lo que interesa es que se relacione de manera exclusiva la parentela de los miembros republicanos del club: “Se previene que bajo ningún pretexto pueda concurrir ninguna persona extraña a la familia de los socios”. El motivo, alegan, es que se trata de una fiesta “de carácter familiar”, y para asegurarse de que nada va a pervertir ese rasgo llegan incluso a designar personas encargadas de garantizarlo: “intervendrán la puerta y todas sus dependencias”42. En palabras de Duarte, “els projectes emanciparis republicans, sustentats en la generalització de la cultura, són dissenyats per homes y per als homes”, de manera que “la dona és ignorada, si no escarnida o reduïda a un mer paper decoratiu”. En las crónicas de los propios republicanos sobre lo que se hacía en los círculos, ella termina

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siendo, por encima de todo, “l´airosa pollita que assisteix als balls o és l’esposa i mare que reconforta l’home”. Ni siquiera en Ultramar parece haberse dado una especial apertura en dicho sentido. En el Centro Republicano Español de Buenos Aires, por ejemplo, “la mujer ni intervenía en el diseño de las actividades, ni acudía diariamente a los salones para jugar al billar o a otros “juegos honestos”, leer la prensa o tomar un café”, lo que, aun considerando la existencia de protagonismos ocasionales, mantenía inalterable “el control masculino sobre la sociabilidad pública”43. La vigilancia policial y cualquier intervención de las fuerzas del orden, eso sí, no hacía distingos en función del sexo de quienes frecuentaban estos lugares. En agosto de 1891, por ejemplo, al ser atacado en Barcelona el cuartel del Buen Suceso, dijo la prensa que se habían verificado allí “16 detenciones en los círculos republicanos, entre ellas dos mujeres”44. El tema de la emancipación femenina se iría deslizando entre las preocupaciones manifestadas en las conferencias, pero de forma bastante residual y sobre todo a finales de la centuria. En junio de 1892, Eduardo Benot hacía un repaso de las conferencias verificadas en el Centro Republicano Federal de Madrid y el balance es desolador: en más de treinta charlas, ninguna oradora y un tratamiento de la problemática de las mujeres testimonial (una dedicada a su educación)45. Así que ni en el republicanismo más avanzado en materia social, el federal, parecen haberse introducido cambios sustanciales en lo tocante al funcionamiento androcéntrico de sus centros de reunión, dejando como única alternativa la posibilidad de establecer otros separados. Si bien es verdad que en los círculos de este y otros republicanismos se dejó oír la voz de alguna oradora, no lo es menos que se trató de un fenómeno bastante esporádico incluso en el periodo de entresiglos46. Pese a todo, en las postrimerías del XIX y en los inicios del XX se produjo un aumento de la presencia femenina que anunciaba nuevos tiempos. Entonces, los centros republicanos se abrieron un poco más a las mujeres, aunque ello no comportase la quiebra de su carácter androcéntrico. Incluso hubo conferencias dictadas por mujeres que tuvieron que celebrarse en locales más amplios, como en general sucedió con las de Belén Sárraga, quien durante la gira propagandística que emprendió en 1899 no dejó de acercarse a los círculos: “Ha visitado la mayoría de los centros republicanos pronunciando elocuentes discursos”, informaban desde Málaga47. De hecho, llegó a actuar como una especie de “consejera” de algunas sociedades en las que convivían republicanos, librepensadores y anarquistas, como la cordobesa Los Amigos del Progreso o la denominada Federación Malagueña48.

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La diferencia que marcaban propagandistas como Sárraga es que dejaban de ser meras espectadoras de la política y devenían actoras principales. Hasta tal punto que llegó a responsabilizar parcialmente a los varones demócratas del fracaso en las luchas políticas del siglo, por haber despreciado el valioso concurso de las mujeres en tanto que la Iglesia había sabido utilizarlo en su contra: “abandonasteis en el camino a un factor importantísimo, olvidándoos de la mujer y dejándola entregada a la Iglesia que la fanatizó y la hizo instrumento de sus instintos opresores. Os creíais bastante fuertes para luchar solos, sin contar con la mujer y así resultó que ésa conspiraba contra la libertad sin darse cuenta de lo que hacía. De la generación de entonces son las mujeres que crearon los hombres de hoy, tan fanáticos y tan cobardes ―esta es la palabra―, que han dejado que un vendaval de desdichas se desencadenara sobre España”49.

En su gira de propaganda, Sárraga trató de estimular la creación de grupos de librepensadores en las poblaciones que visitó. A menudo no llegaron a constituir sociedades formales, con su pertinente reglamento y un local conocido (una función que acaso cumplieron los domicilios particulares), por lo que no se pueden equiparar del todo a los círculos republicanos convencionales; pero salta a la vista, a juzgar por las adhesiones que recibieron periódicos como Las Dominicales, que estos colectivos sí que empezaban a revestir un carácter verdaderamente mixto: los nombres de mujeres y varones se mezclan y alternan en las firmas. Ese feminismo laico y racionalista que se forjó al calor del librepensamiento ha sido estudiado por Dolores Ramos, quien señala la existencia de tres focos principales: el catalán, el valenciano y el andaluz. En esos territorios funcionaron varios proyectos que encarnaban un salto en la sociabilidad femenina de cariz republicano, ya que con ellos se recuperó por fin, y aún se rebasó, el nivel de protagonismo que las federales habían alcanzado en el Sexenio. Hablamos de la Sociedad Autónoma de Mujeres y la Sociedad Progresiva Femenina, en Barcelona; la Asociación General Femenina, en Valencia; la Unión Femenina, en Huelva, y la Federación Malagueña de Sociedades de Resistencia. Al frente de unas u otras, simpatizando o colaborando con todas, figuraron las propagandistas más señaladas de entresiglos, librepensadoras como la mencionada Sárraga, Ángeles López de Ayala, Amalia Domingo Soler, las hermanas Carvia (Amalia y Ana) o Rosario de Acuña50.

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La Asociación General Femenina, que ya había surgido en Valencia en 1897, fue pionera en abrir ese mismo año un gabinete de lectura “para obreros y obreras”, a la vez que fundaba una escuela nocturna para adultas y otra laica para niñas51. Al amparo del librepensamiento finisecular, se ensancharon los cauces femeninos de la sociabilidad republicana, y en particular la que se desarrollaba en el espacio público. Aunque hubo ciudades en las que, a pesar de la pujanza de sus movimientos republicanos, tardan en documentarse círculos de mujeres afines. En el Gijón de 1919, por ejemplo, se creó la Agrupación Femenina Anticlerical del Natahoyo, la cual, aunque no lo explicitase su nombre, estuvo bajo la influencia del republicanismo federal. Su presidenta era Alvarina García Rodríguez, esposa del dirigente del subcomité del barrio. Procurando observar una conducta librepensadora en su vida privada, recibió sepultura civil con una bandera republicana sobre el ataúd. La Agrupación organizó charlas destinadas a las mujeres e inspiradas en presupuestos más atrevidos, y también impulsó romerías cívicas. Su junta directiva estaba formada por mujeres y la elegían las socias, pero los nombres de los conferenciantes que se documentan corresponden a varones52. Las agrupaciones femeninas democráticas contribuyeron asimismo a difundir entre las mujeres que las integraban la sensación de tener una mayor representatividad —y desde luego visibilidad— en el seno del republicanismo. Téngase en cuenta que los círculos republicanos constituían una entidad que adquiría una personalidad colectiva al firmar adhesiones, telegramas, manifiestos o convocatorias. Cuando ocurría tal, en puridad, únicamente estaban representando a los varones, los asociados-hombres, y dejaban fuera a las mujeres. En 1903, al reorganizarse una parte del republicanismo histórico bajo las directrices de la nueva Unión Republicana de Salmerón, volvió a quedar claro que el ámbito donde se producía la toma de decisiones seguía dominado por hombres. A las comisiones organizadoras provinciales iban a pertenecer quienes fueran o hubieran sido parlamentarios, diputados provinciales, concejales, directores de periódicos o presidentes “de Juntas, Comités, Centros o Círculos republicanos”. Una selección de hombres, pues, dentro de un universo de hombres53. Las mujeres únicamente podían sentirse de verdad representadas por las asociaciones femeninas que secundaban tal o cual acto como tales, y de hecho estas sociedades también figuraron entre las organizadoras de iniciativas que, como las manifestaciones, comportaban una ocupación relevante del espacio público54. Es también en el periodo de entresiglos, y en buena medida en el marco del librepensamiento, cuando empiezan a incorporarse de forma más clara las mujeres como

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beneficiarias de los proyectos pedagógicos de corte republicano, si bien es cierto que por lo general se trató de niñas y no de mujeres adultas. Las escuelas laicas que proliferan entonces las incorporan de forma separada o mixta, dependiendo de los casos. En la ciudad de Málaga, por ejemplo, funcionaban en 1914 hasta ocho escuelas laicas domiciliadas en círculos republicanos que sumaban casi un millar de alumnos, entre los que se sabe que al menos 155 eran chicas. Algunas participaron en grupos teatrales, aunque los programas de enseñanza no resultaban particularmente transgresores, dado que contenían materias que contribuían a perpetuar los roles tradicionales de género, como por ejemplo Labores55. Será, pues, en los proyectos de enseñanza donde se advierta mayor interés por integrar a las mujeres, siempre con la idea de alejarlas de la influencia clerical. En Portugal ocurrió algo similar en la misma época, ya que mientras algunos reglamentos limitaban el acceso a los varones, otros empezaron a admitir como socios “a todos os indivíduos de ambos os sexos que tenham boa reputação moral e cívica” (1908)56. Incluso hubo quienes sugirieron que era mejor tenerlas próximas y bajo control. Al respecto, parecen muy elocuentes las críticas formuladas por un maestro de instrucción pública al finalizar el siglo, un reproche en el que cabría ver la reivindicación de un verdadero y pleno acogimiento de la familia en el club: “en España existen muchísimos centros republicanos. ¿Para qué? Para hablar hasta desgañitarse defendiendo la República entre sorbo y sorbo de café, mientras su mujer o sus pequeñuelos se van a la novena o a las cuarenta horas. ¿Es esto sostener bien sus ideales?”57.

La educación de las adultas, como se decía, no parece haber suscitado el mismo interés. El centro que en Gijón heredó esa labor pedagógica republicana del Sexenio, el Ateneo-Casino Obrero, que fue creado en 1881 por los mismos federales, no introdujo un programa de enseñanza dirigido de forma específica a las mujeres hasta 1923. En consonancia, los primeros intentos de crear una sección femenina se demoraron cuatro años más y la categoría del “socio eventual femenino” llegó demasiado tarde (hubo que esperar a 1936 para que accediera a la junta directiva la primera ateneísta)58. Todo lo cual no privó a esa sociedad del aplauso de figuras como Rosario de Acuña o Margarita Nelken, quien escribió un artículo con “fervorosa admiración” considerándolo “uno de los centros más entusiastas y generosos de la vida cultural española”59. Semejante

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demora en incorporar a las mujeres en condiciones de igualdad fue bastante general en los centros republicanos, ya que no se extendió hasta bien entrado el novecientos, y más claramente hasta los años treinta, cuando ya regía un marco jurídico distinto. En el Casino de Rubí, por ejemplo, tampoco se creó un grupo femenino hasta 1933 y las mujeres accedieron a la junta directiva ya en 1938, en plena guerra civil, sobre todo como resultado de la movilización de los varones60. Si hacemos caso de lo que decía María Marín en 1928, el Ateneo Republicano Femenino que se proyectó en Barcelona ese año fue la primera sociedad “en su género”. Por eso felicitaba a las “valientes ciudadanas” que lo habían impulsado y que, mediante la creación de “una buena biblioteca”, aspiraban a formar doctrinalmente a “la mujer moderna”, la que “ya piensa «por cuenta propia»”61. Lo hacía una republicana, Marín, que ya en la primera década del novecientos les había reprochado a sus correligionarios que se preocupasen más de la educación de sus hijos que de la de sus hijas, instándoles a que no hicieran “esa diferencia de sexos que condena a la hija exclusivamente a la cocina y al taller de costura, mientras lleva al hijo a las universidades”62. Es verdad que por aquel entonces ya habían existido otras sociedades equiparables en otros lugares de España, pero el hecho de que terminasen cayendo en el olvido resulta tan elocuente como no recordar el nombre de las mujeres que bordaron una bandera mientras se conservaba fresco el del sastre o el varón que forjó el mástil.

Reflexiones finales

Hacen falta más estudios regionales que arrojen luz sobre las distintas formas de participación de las mujeres en el republicanismo, pero es evidente que su presencia en los círculos fue durante mucho tiempo accesoria y circunstancial, pensada más como parte de una escenografía que realzaba los actos —algo muy habitual en los bailes y veladas— que como una intervención políticamente activa, buscando la verdadera democratización del protagonismo en el ámbito público. El androcentrismo no dejó de tener una proyección simbólica en la multiplicación de retratos de héroes, mártires y caudillos varones que, por lo general, y aun considerando la eventual presencia de Mariana Pineda u otras, no solían tener más compensación femenina que las alegorías y las matronas, ubicadas, eso sí, en lugares estratégicos. Así, la “antropolatría democrática” de la que han tratado algunas investigaciones de otros países63 constituyó de hecho, en España, una verdadera androlatría.

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En determinados momentos el republicanismo auspició clubes exclusivamente femeninos, aunque la valoración que cabe hacer de ellos no es fácil y hasta podría tornarse ambivalente. Estas instalaciones representaban, sin duda, un avance en la participación política de las correligionarias, pero los varones seguían detentando en sus círculos la dirección del movimiento; y el hecho de que muchos prefiriesen —ya desde los tiempos de las sociedades patrióticas— que las mujeres se reunieran aparte en lugar de integrarlas en un centro verdaderamente democrático —o sea, mixto— resulta bastante elocuente. Al final lo que ayudaría a valorar mejor cada supuesto es el grado de autonomía habido en el surgimiento de esos círculos: clarificar si las republicanas los crearon motu proprio o, por el contrario, se trató del fruto resultante de una segregación obligada por el hermetismo de un universo androcéntrico que permanecía reacio a la evolución hacia un modelo inclusivo de los dos sexos en clave de igualdad. Esto no significa que haya que restarle valor a los círculos femeninos, ya que promover un espacio propio ante la cerrazón de los que genéricamente tendrían que haber acogido a los correligionarios de uno y otro sexo era la mejor respuesta que podían darles aquellas republicanas a quienes trataban de limitar su acceso a la esfera pública. Visto de esta manera, había discursos que, pronunciados por mujeres, tenían más relevancia en un auditorio mixto, como el de Inés Vera; porque a muchos hombres republicanos les resultaba más cómodo no oír sus verdades, quejas y reivindicaciones, que al terminar el siglo ya eran manifestadas sin rebozo por activistas que, como Belén Sárraga, no se mordían la lengua ante nadie.

Manuel MORALES MUÑOZ: “El republicanismo ochocentista: escuela de ciudadanía”, en Ayer, 45 (2002), pp. 306-307.

1

2

Las asociaciones republicanas femeninas también funcionaron como escuelas de ciudadanía política; véase Marta del MORAL VARGAS: “Acción colectiva femenina republicana: las Damas Rojas de Madrid (1909-1911), una breve experiencia política”, en Hispania, 226 (2007), p. 548 (la autora no deja de observar la presencia de un «tutelaje masculino»).

3

Nuevo tesoro lexicográfico de la lengua española, Madrid, RAE, 2001. Disponible en: http://ntlle.rae.es/ ntlle/SrvltGUILoginNtlle El término inglés sisterhood no es del todo equivalente. Véase Eléanor H. KUYKENDALL: “Simone de Beauvoir and two kinds of ambivalence in action”, en Jeffner ALLEN e Iris Marion YOUNG (eds.): The thinking muse: feminism and modern French philosophy, Bloomington, Indiana University Press, 1989, pp. 39-42. Recordemos que Unamuno ya había utilizado el término “sororidad” en el prólogo de La Tía Tula (1921). 4

María Dolores RAMOS: “La República de las librepensadoras (1890-1914): laicismo, emancipismo, anticlericalismo”, en Ayer, 60 (2005), pp. 62-73. 5

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6

Alberto GIL NOVALES: Las Sociedades Patrióticas (1820-1823), Tomo 1, Madrid, Tecnos, 1975, pp. 268, 312 y 334.

7

Juan Antonio GARCÍA FRAILE: «El Fomento de las Artes durante la Restauración (1883-1912)», en Jean-Louis GUEREÑA y Alejandro TIANA (eds.), Clases populares, cultura, educación. Siglos XIX-XX, Madrid, Casa de Velázquez-UNED, 1990, p. 440.

8

Así la sociedad ovetense llamada La Ilustración (La Joven Asturias, Oviedo, 17-II-1865).

Maurice AGULHON: Le cercle dans la France bourgueoise: 1810-1848. Étude d’une mutation de sociabilité, Paris, Armand Colin, 1977, p. 52 («le cercle s’oppose encore au salon comme une sociabilité purement masculine à une sociabilité incluant hommes et femmes»). 9

Celsa ALONSO: “Un espacio de sociabilidad musical en la España romántica: las sociedades instructorecreativas”, en Cuadernos de Música Iberoamericana, 8-9 (2001), p. 25.

10

11

Enrique RODRÍGUEZ-SOLÍS: Memorias de un revolucionario, Madrid, Plutarco, 1931, p. 32.

12

Enrique RODRÍGUEZ-SOLÍS: Memorias…, pp. 32-34.

13

Enrique RODRÍGUEZ-SOLÍS: Memorias…, p. 36.

14

Florencia PEYROU: Tribunos del pueblo: demócratas y republicanos durante el reinado de Isabel II, Madrid, CEPC, 2008, pp.130-133. 15

Emilio GUIÉRREZ GAMERO: Mis primeros ochenta años (memorias), Tomo 1, Madrid, Aguilar, 1962, pp. 596-597. 16

Carmen PÉREZ ROLDÁN: El Partido Republicano Federal 1868-1874, Madrid, Endymion, 2001, p. 127. 17

Citado en Santiago JAÉN MILLA: Democracia, ciudadanía y socialización política en una provincia agraria: el republicanismo en Jaén (1849-1923), Tesis doctoral, Universidad de Jaén, 2012, p. 597. 18

Luz SANFELIU: Republicanas. Identidades de género en el blasquismo (1895-1910), Valencia, Universitat, 2005, p. 131.

19

El Nuevo Régimen, Madrid, 30 de junio de 1923.

20

En el Trienio Liberal se llamó «Sociedad madre» a la Sociedad Patriótica de la que dependían otras que adoptaban sus estatutos (Alberto GIL NOVALES: Las Sociedades…, p. 981). 21

Nicolás ESTÉVANEZ: Fragmentos de mis memorias, Madrid, Hijos de R. Álvarez, 1903, pp. 302-305.

22

La Discusión, Madrid, 9 de julio de 1869.

Ana AGUADO: “Ciudadanía, mujeres y democracia”, en Historia Constitucional, 6 (2005), pp. 15-19. Disponible en: http://www.historiaconstitucional.com/index.php/historiaconstitucional/article/view/61/49

23

24

Manuel MORALES MUÑOZ: El republicanismo malagueño en el siglo XIX. Propaganda doctrinal, prácticas políticas y formas de sociabilidad, Málaga, Asukaría Mediterránea, 1999, pp. 160, 176-177 y 219. 25

Gloria ESPIGADO TOCINO: “Mujeres «radicales»: utópicas, republicanas e internacionalistas en España (1848-1874)”, en Ayer, 60 (2005), pp. 22 y 35-37. 26

Isabel PEÑARRUBIA I MARQUÉS: Entre la ploma i la tribuna. Els orígens del primer feminisme a Mallorca, 1869-1890, Barcelona, Publicacions de l’Abadia de Montserrat, 2006, pp. 65-66.

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27

Sergio SÁNCHEZ COLLANTES: Demócratas de antaño. Republicanos y republicanismos en el Gijón decimonónico, Gijón, Trea, 2007, p. 287. 28

Anuario Republicano Federal, Madrid, Imprenta de Santos Larxé, 1870, p. 623 y ss.

Pamela RADCLIFF: “Política y cultura republicana en el Gijón de fin de siglo”, en Nigel TOWNSON (ed.): El republicanismo en España (1830-1977), Madrid, Alianza, 1994, p. 386. 29

30

La República Española, Gijón, 1 de enero de 1869.

31

Reglamento Orgánico del Círculo Republicano de Gijón, Imp. Crespo y Cruz, Gijón, 1869.

32

Ramón BATALLA I GALIMANY: Els casinos republicans: política, cultura i esbarjo. El Casino de Rubí, 1884-1939, Barcelona, Publicacions de l’Abadia de Montserrat, 1999, p. 133. 33

La República Española, Gijón, 22 de enero de 1869.

34

«Y la casa por barrer (de una comedia inédita)», en Leopoldo ALAS: Juan Ruiz, Madrid, Espasa-Calpe, 1985, pp. 404-408.

35

Francisco PI Y MARGALL: La misión de la mujer en la sociedad, Madrid, Imp. M. Rivadeneyra, 1869, p. 5.

36

Manuel MORALES MUÑOZ: El republicanismo…, p. 159.

37

Las Dominicales del Libre Pensamiento, Madrid, 24 de diciembre de 1887 y Emilia PARDO BAZÁN: La Tribuna, Madrid, Cátedra, 1975, p. 132. Sobre las diferencias entre la sociabilidad formal y la informal, véase Jean-Louis GUEREÑA: “La sociabilidad en la España contemporánea”, en Isidro SÁNCHEZ y Rafael VILLENA (coords.): Sociabilidad fin de siglo. Espacios asociativos en torno a 1898, Cuenca, Universidad de Castilla-La Mancha, 1999, pp. 15-43.

38

Ramón BATALLA I GALIMANY: Els casinos…, p. 150.

Pere GABRIEL: “La construcción de una cultura política popular: centros y actividades republicanas bajo la Restauración”, en Claudia CABRERO y otros (coords.): La escarapela tricolor. El republicanismo en la España contemporánea, Oviedo, KRK, 2008, pp. 105-106. 39

Luz SANFELIU: “Familias republicanas e identidades femeninas en el blasquismo: 1896-1910”, en Ayer, 60 (2005), pp. 90-93.

40

41

La República Española, 14 de septiembre de 1869.

42

El Radical, Almería, 10 de marzo de 1905.

43

Ángel DUARTE: Possibilistes i federals. Política i cultura republicanes a Reus (1874-1899), Reus, Associació d´Estudis Reusencs, 1992, pp. 183-184 e íd.: La república del emigrante: la cultura política de los españoles en Argentina (1875-1910), Lleida, Milenio, 1998, pp.116-117.

44

El Diario de Orihuela, 5 de agosto de 1891.

45

El Nuevo Régimen, Madrid, 11 de junio de 1892.

46

Luz SANFELIU: Republicanas…, p. 134.

47

El País, Madrid, 14 de noviembre de 1899.

Manuel MORALES MUÑOZ: “Un espacio propio. Sociabilidad e identidad obrera en Andalucía”, en Historia Social, 56 (2006), p. 62.

48

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“Emancipación de la mujer. Un discurso de Belén Sárraga”, en El Avance, Gijón, 19 de septiembre de 1899. 49

M.ª Dolores RAMOS: “Herederas de la razón ilustrada: feministas librepensadoras en España (18801902)”, en Dolores RAMOS (coord.): Femenino plural. Palabra y memoria de mujeres, Málaga, Universidad, 1994, pp. 85-101. 50

51

Luz SANFELIU: “Familias…”, pp. 95-97.

52

Sergio SÁNCHEZ COLLANTES: Republicanismos y tradición democrática en Asturias en el siglo XIX, Tesis doctoral, Universidad de Oviedo, 2012, pp. 1 101-1 103.

53

Lo que debe saber todo buen republicano, Madrid, Casa Editorial Cosmópolis, 1904, pp. 51 y ss.

54

Por ejemplo, la Asociación General Femenina de Valencia (Luz SANFELIU: Republicanas…, p. 55).

55

Manuel MORALES MUÑOZ: El republicanismo…, pp. 184-185.

56

Lia RIBEIRO: A popularização da cultura republicana (1881-1910), Coimbra, Universidade, 2011, p. 33. 57

El Motín, Madrid, 6 de abril de 1899.

58

Ángel MATO DÍAZ: El Ateneo Obrero de Gijón (1881-1937), Gijón, Ateneo Obrero, 2006, pp. 104 y 143. 59

“Una institución admirable. El Ateneo Obrero de Gijón”, Nuevo Mundo, 29 de junio de 1923, p. 37.

60

Ramón BATALLA I GALIMANY: Els casinos republicans…, pp. 133 y 172.

61

El Pueblo, Tortosa, 7 de julio de 1928.

62

Luz SANFELIU: Republicanas…, p. 285.

63

Así Lia RIBEIRO: A popularização..., p. 45.

3186

Actas del XII Congreso de la Asociación de Historia Contemporánea

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