Las investigaciones arqueológicas en el departamento del Meta

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Descripción

2015

LAS INVESTIGACIONES ARQUEOLÓGICAS EN EL DEPARTAMENTO DEL META JUAN DAVID ACOSTA RODRÍGUEZ UNIVERSIDAD DE COLOMBIA BOGOTÁ

LAS INVESTIGACIONES ARQUEOLÓGICAS EN EL DEPARTAMENTO DEL META

JUAN DAVID ACOSTA RODRÍGUEZ 04473814

Trabajo de grado presentado para optar al título de Antropólogo

DIRIGIDO POR: ANA MARÍA GROOT DE MAHECHA

UNIVERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIA FACULTAD DE CIENCIAS HUMANAS DEPARTAMENTO DE ANTROPOLOGÍA Bogotá, Junio de 2015

TÍTULO EN ESPAÑOL: LAS INVESTIGACIONES ARQUEOLÓGICAS EN EL DEPARTAMENTO DEL META TÍTULO EN INGLÉS: ARCHAEOLOGICAL RESEARCHES IN THE DEPARTMENT OF META RESUMEN EN ESPAÑOL (MÁXIMO 250 PALABRAS): Recolección y análisis de los diferentes estudios arqueológicos realizados en el departamento del Meta desde 1972 hasta la actualidad, tanto en propósitos académicos y en la práctica de la arqueología de rescate como parte de proyectos de ingeniería; esta monografía tiene el fin de comprender el potencial arqueológico de la región, el desarrollo cultural de los grupos humanos que allí habitaron, la falta de atención que se le ha tenido desde la academia y aquellas zonas que aún faltan por ser estudiadas dentro de la región y que pueden dar valiosa información arqueológica del departamento. TRADUCCIÓN DEL RESUMEN AL INGLÉS: Data collection and analysis of the different archaeological researches performed in the department of Meta since 1972 to the present, both academic purposes and practice of salvage archeology as part of engineering projects; monograph is designed to understand the archaeological potential of the region, the cultural development of the human groups that lived there, the lack of attention that has kept him from academia and those areas that have yet to be studied within the region and can give valuable archaeological information of the department. DESCRIPTORES O PALABRAS CLAVES EN ESPAÑOL (MÁXIMO 5): Arqueología, Departamento del Meta, Estado del arte, Arqueología de rescate, Cultura Guayupe. TRADUCCIÓN AL INGLÉS DE LOS DESCRIPTORES: Archaeology, Department of Meta, state of the art, salvage Archaeology, Culture Guayupe. FIRMA DEL DIRECTOR: _________________________________ Nombre(s) completo(s) del(los) autor(es) y (Año de nacimiento): JUAN DAVID ACOSTA RODRÍGUEZ, 1994.

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"La esplendidez y la magnificencia de los Llanos

no

pueden

comprenderse

sino

viéndolos. La pluma es impotente, las palabras y las frases son inadecuadas, y todas las descripciones demasiado pálidas para dar a conocer este inmenso territorio que, semejante a la mar en calma, se extiende hasta donde la vista no alcanza, y confunde sus límites con la bóveda azulada en el horizonte." Juan de Rivero 1736: 1

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AGRADECIMIENTOS

Son imprescindible los agradecimientos dentro de este trabajo de investigación, pues son muchas personas que me han ayudado de manera directa o indirecta a su elaboración, y más aún en mi proceso como estudiante de Antropología. El apoyo incondicional de mi familia, quienes con su cariño y soporte me han acompañado durante estos años de estudio; a mis compañeros de estudio, que se han convertido en mis amigos y con quienes he aprendido mil cosas: a Edgar, Alex y Steele, con quienes pude compartir muchas ideas en diferentes trabajos. A Laura, Carolina, Arturo, Stephanie, Diego y Lizzeth con quienes compartir el cariño hacia la arqueología. A Lucia, Pieri, Andrés, Diana, Angélica y Fabián, con quienes he podido aprender de diferentes temas, desde el cine a la antropología urbana. A todos ellos, a quienes guardo gran cariño y a muchos compañeros más con los que he tenido la oportunidad de conocer y conversar tanto en el Freud como en las Aulas. Agradezco a la profesora Ana María Groot, quien dirigió esta monografía y quien me dio oportunas observaciones y recomendaciones sobre esta. Al profesor Augusto Gómez, de quien tomé el gusto por el conocimiento sobre los llanos orientales. Al profesor Carlos Sánchez, que me enseñó a valorar, y por quien tomé cariño a la arqueología. También debo un gran agradecimiento a los Arqueólogos Fernando Bustamante, Wilson Escobar, Diego Jaramillo y Andrés Godoy, de quienes he podido aprender bastantes cosas sobre arqueología y me dieron algunas opiniones que me ayudaron en la elaboración de esta monografía. Finalmente, un agradecimiento a todos aquellos que han realizado investigaciones arqueológicas en el Meta, pues han ayudado a sacar a la luz información sobre aquellas poblaciones prehispánicas que poco han sido tenido en cuenta en la arqueología colombiana, ubicadas en vasto territorio como los llanos orientales, y que con esta monografía se espera que los textos realizados por estos investigadores sean tomados en cuenta, al igual que todo el Departamento. 4

CONTENIDO

INTRODUCCIÓN .................................................................................................. 10 1. EVIDENCIAS ETNOHISTÓRICAS .................................................................... 16 2. EVIDENCIAS ARQUEOLÓGICAS .................................................................... 24 2.1 Primeras investigaciones arqueológicas (1972-1983) .................................. 24 2.1.1 John Marwitt y Robert Morey, 1972. ...................................................... 24 2.1.2 Gerardo Reichel-Dolmatoff y Alicia Dussán, 1975 ................................. 31 2.1.3 Santiago Mora e Inés Cavelier, 1983 ..................................................... 35 2.2 Investigaciones arqueológicas posteriores (1984-presente) ......................... 45 2.2.1 Graciela Escobar, Jairo Nieto y Pablo Pérez, 1984 ............................... 45 2.2.2 Santiago Mora e Inés Cavelier, 1985, 1987 y 1989. .............................. 47 2.2.3 Graciela Escobar, 1986.......................................................................... 48 2.2.4 Elizabeth López y Santiago Mora, 1990................................................. 52 2.2.5 Elizabeth López, 1993............................................................................ 54 2.2.6 Marisol Moreno y Ricardo Riaño, 1998 .................................................. 60 2.2.7 Ninfa Quintero, 2004 .............................................................................. 64 2.3 Investigaciones arqueológicas a partir de la explotación de hidrocarburos... 67 2.3.1 Miguel Ángel Mackenzie, 2002 .............................................................. 68 2.3.2 Pablo Fernando Pérez, 2002 ................................................................. 71

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2.3.3 Carlos Acosta y Claudia Rozo, 2005...................................................... 75 2.3.4 Xiomara López Santamaría, 2010.......................................................... 78 2.3.5 Yuri Romero Picón, 2010 ....................................................................... 85 2.3.6 Oscar Alberto Pinto, 2010 ...................................................................... 90 2.3.7 Juan Carlos Agudelo, 2012 .................................................................... 90 2.3.8 Oscar Pinto, 2012 .................................................................................. 90 2.3.9 Luis Eduardo Nieto y Ángela María Velázquez, 2012 ............................ 93 2.3.10 Miguel Aguilar, 2013 ............................................................................ 95 2.3.11 Juan Carlos Rubiano, 2014 .................................................................. 96 2.3.12 Ximena Cuervo Arriagada, 2014 .......................................................... 96 2.3.13 Luis Eduardo Nieto, 2014 ..................................................................... 99 3. ZONAS DE POTENCIAL INFORMATIVO ....................................................... 105 4. CONSIDERACIONES FINALES ..................................................................... 110 BIBLIOGRAFÍA ................................................................................................... 120

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TABLA DE IMÁGENES Imagen 1: Provincia de Casanare, Vista general de los Llanos, 1856. Manuel M. Paz. ....................................................................................................................... 16 Imagen 2: Montículos reseñados por Reichel Dolmatoff y Dussan en 1975. ........ 33 Imagen 3: Corte transversal en uno de los montículos reseñados cerca del caño Cumaral. ................................................................................................................ 34 Imagen 4: Forma cerámica encontrado en A-2. .................................................... 40 Imagen 5: Tumba en cancel reseñada por Graciela Escobar en San Juanito, Meta. .............................................................................................................................. 50 Imagen 6 e Imagen 7: Urnas funerarias encontradas en Puerto Santander en el Museo Arqueológico Guayupe. ............................................................................. 53 Imagen 8: Bandeja ceramica con incisiones y aplique en el borde. ...................... 62 Imagen 9: Bandeja con decoracion encisa, ambos encontrados en Aguas Claras durante el rescate Arqueologico. ........................................................................... 62 Imagen 10 e Imagen 11: Vaso cilindrico con decoracion incisa encontrado en Aguas Claras durante el rescate arqueológico. ................................................................ 64 Imagen 12: Fragmentos cerámicos recuperados por Mackenzie en la excavación. .............................................................................................................................. 71 Imagen 13: Montículos artificiales en el séptimo sitio ubicado en el bloque 07, cerca del rio Muco. .......................................................................................................... 81 Imagen 14: Montículos artificiales identificados en el quinto sitio del bloque 13, cerca del rio Tillavá. ........................................................................................................ 84 Imagen 15: Vasija cerámica recuperada cerca del rio Meta y restaurada por López. .............................................................................................................................. 84 Imagen 16: Trabajos arqueológicos realizados en Puerto Gaitán con resultados negativos. .............................................................................................................. 89 Imagen 17: Montículos artificiales cerca del rio Padua. ........................................ 98 7

Imagen 18: Montículos artificiales ubicados en el primer sitio cercano al caño Manzanares........................................................................................................... 98 Imagen 19: Espátula lítica encontrada en Cluster 52. ......................................... 102 Imagen 20: Desgrasante carbón vegetal, posiblemente Cariapé, en los fragmentos cerámicos encontrados en Cluster 52. ................................................................ 103 Imagen 21: Panorámica de Villavicencio, capital del departamento y ubicada en el piedemonte llanero entre los ríos Guatiquía y Guayuriba…………………………..119

TABLA DE MAPAS Mapa 1: Departamento del Meta, ubicándose los municipios y fuentes hídricas principales. ............................................................................................................ 15 Mapa 2: Zona de investigación en 1973 por Marwitt y Morey, de Cubarral hasta Puerto Lleras. ........................................................................................................ 24 Mapa 3: Ubicación de los sitios investigados por Marwitt y Morey en 1973. ......... 27 Mapa 4: Zonas prospectadas por Mora y Cavelier. ............................................... 37 Mapa 5: Ubicación de los sitios arqueológicos en Acacias. .................................. 38 Mapa 6: Sitio ubicado en Barranca de Upía. ......................................................... 41 Mapa 7: Montículos artificiales reseñados cerca del rio Meta. .............................. 42 Mapa 8: Zona delimitada como “Altillanura disectada”. ......................................... 43 Mapa 9: Sitios señalados por Pablo Pérez en cercanías al rio Guape, Ariari y caño Urichare. ................................................................................................................ 73 Mapa 10: Ubicación de los sitios ARQ 1, 3, 5 (Petroglifo Piedra Gorda) ,6 y 7. .... 76 Mapa 11: Ubicación de los tres sitios señalados por Xiomara López en el primer bloque prospectado; se señala el sitio “Humapo” como referencia. ...................... 79 Mapa 12: Ubicación de los sitios registrados en el bloque 07. .............................. 80

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Mapa 13: Sitios ubicados al sur del municipio de Puerto Gaitán, en el bloque 13. 82 Mapa 14: Ubicación de la Estación Caracara, cercana a algunos sitios reseñados por Xiomara López (2010). .................................................................................... 86 Mapa 15: Sitios ubicados por Oscar Pinto, en los municipios de Villavicencio y Acacias. ................................................................................................................. 92 Mapa 16: Sitios registrados por Xiomara Cuervo al sur de San Martin; referencia de los montículos encontrados por Reichel-Dolmatoff y Dussan en 1975. ................ 97 Mapa 17: Ubicación de los sitios Cluster 52 y Cluster 53, en referencia a los sitios excavados por Mora y Cavelier. .......................................................................... 100 Mapa 18: Ubicación de los sitios arqueológicos en el piedemonte del Departamento. ............................................................................................................................ 105 Mapa 19: Ubicación de los sitio arqueológicos en la región del Ariari y sus afluentes ............................................................................................................................ 106 Mapa 20: Ubicación de los sitios arqueológicos en la altillanura disectada. ....... 108 Mapa 21: Ubicación de los sitios arqueológicos sobre las márgenes del rio Guayabero y Guaviare. ....................................................................................... 108

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INTRODUCCIÓN

La historiografía colombiana y las investigaciones arqueológicas en el país desde sus inicios se han enfocado principalmente en estudiar a las regiones más trascendentales del país, tanto económicamente como socialmente, precisamente estas zonas son las regiones centrales como el altiplano cundiboyacense y el valle del cauca, e igual las costas del Caribe Colombiano (en especial Cartagena, que fue un importante puerto en la América colonial) han sido de vastas investigaciones tanto de su pasado prehispánico como su presente, al igual que los territorios donde se han considerado existieron sociedades complejas en el periodo prehispánico, han sido foco de mayores investigaciones, como San Agustín en el Huila. Esto deja a un lado a las regiones de la periferia como la región del Choco y los llanos orientales. Son pocos los que se interesan por el estudio de estas regiones, debido a su falta de “protagonismo” a lo largo de la historia colombiana. En cuanto se refiere a trabajos de investigaciones sobre los descubrimientos y colonizaciones de las regiones de Colombia, “la investigación histórica le ha concedido privilegio a ciertas regiones del país que se han constituido en los polos del desarrollo” (Gómez 1991: II). En cuanto a las investigaciones arqueológicas, principalmente en nuestro territorio de estudio (El departamento del Meta), no solo han sido muy escasas, sino que también “los proyectos arqueológicos, son esfuerzos aislados y atienden a los intereses propios del investigador, sean científicos o financieros” (Quintero 2004: 46). La mayoría de estas investigaciones se quedan en informes sin publicarse más allá, debido a que la mayoría de los yacimientos arqueológicos que se han encontrado se deben a fases de monitoreo y rescate en arqueología por contrato, como parte de algún proyecto de hidrocarburos principalmente, debido a la riqueza petrolera en la zona. Este departamento es en sí la puerta hacia los Llanos orientales desde los Andes, siendo una zona de posible contacto, en el piedemonte, entre los grupos indígenas 10

del altiplano cundiboyacense, con los habitantes de la zona y de partes interiores del Llano. Siendo así, los estudios arqueológicos pueden ayudar a comprender mejor las relaciones de intercambio comercial entre la zona alta y baja de la región central de Colombia, e igualmente comprender a los grupos sociales que habitaron esta región, de los que aún quedan muchos interrogantes. Para inferir algunas hipótesis sobre los grupos humanos que habitaron la zona es necesario correlacionar los diferentes trabajos arqueológicos realizados en el departamento del Meta (tanto académicos como por contrato), junto con las diferentes crónicas y escritos realizados por los conquistadores y colonizadores a su llegada al territorio, y generar así un mayor conocimiento de las zonas arqueológicas y su posible potencial, al igual que comprender la relación de esta zona con otras, como el altiplano cundiboyacense y la zona amazónica ubicada al sur del departamento. Por tanto, para este trabajo monográfico se articularon las investigaciones arqueológicas que se han hecho en el departamento del Meta, con el fin de responder a la siguiente pregunta de investigación: ¿Cómo ha sido el desarrollo de la investigación arqueológica en el departamento del Meta y cuál es el potencial informativo de la región y su relación con otras regiones? El objetivo principal de este estudio era analizar y correlacionar las investigaciones arqueológicas en el departamento del Meta y el estado actual de la arqueología en el departamento, teniendo como referencia algunos objetivos específicos los cuales son: 1. Analizar varias de las investigaciones arqueológicas realizadas en el departamento del Meta, tanto rescates arqueológicos por contrato como por academia. 2. Comprender cuales son los principales lugares de mayor potencial arqueológico de la región. 3. Identificar a partir de la evidencia arqueológica y de la etnohistoria los grupos humanos que habitaron en la región. 11

4. Con la información arqueológica y etnohistórica, analizar la relación de los grupos humanos de la región con otras regiones, como la región Andina, Amazónica y de los Llanos en otros departamentos. 5. Igualmente analizar cual pudo haber sido el desarrollo sociopolítico de los grupos que habitaron la región. Con el fin de analizar las diferentes investigaciones arqueológicas realizadas en el departamento del Meta, tanto en el ámbito académico como en la arqueología de rescate, se realizó una consulta sobre la bibliografía existente, principalmente aquella que se encontraba en la biblioteca del Instituto Colombiano de Antropología e Historia, en donde se encuentran los informes finales de los diferentes proyectos arqueológicos de rescate, además de las primeras investigaciones arqueológicas desarrolladas en la zona de estudio. Igualmente se consultaron las principales crónicas de la conquista europea en América, centrándose en aquellas en las que se relacionan las diferentes expediciones de los conquistadores y misioneros en la zona de estudio. En total se consultaron 10 trabajos académicos de arqueología y 14 proyectos de arqueología de rescate, junto con las crónicas dejadas por Fray Pedro de Aguado (1957) y Fray Pedro Simón (1882), y los misioneros Joseph Gumilla (1745) y José Rivero (1956). Marco Conceptual Antes de iniciar las descripciones de las investigaciones arqueológicas, es necesario explicar algunas de las teorías relacionadas con los grupos de los llanos orientales. Por tanto hay que dar una pequeña reseña acerca de las dos principales teorías sobre el origen de la cultura que se habían usado en las investigaciones de las tierras bajas tanto en Colombia como Ecuador, Perú, Bolivia y el norte de Brasil, durante las primeras investigaciones arqueológicas. Estas dos teorías han sido puestas por Meggers y Evans (1954) (1961) por un lado, y Lathrap (1970) por el otro. Tanto Betty Meggers como Clifford Evans (1954) señalaban que la cultura se desarrollaba en las tierras altas, mientras que Lathrap (1970) consideraba que las tierras bajas también eran aptas para la formación de la cultura. Meggers y Evans se enfocaban en las influencias que podía tener el medio en el desarrollo cultural de 12

los grupos humanos (Meggers 1954: 801) e igualmente en los movimientos de población que podrían ser vistos en los rasgos de la cerámica, tanto en el desgrasante como en los decorados (Meggers y Evans 1961). Meggers mantenía que la articulación esencial entre el medio y la cultura estaba constituida por la manera en que los grupos humanos realizaban la producción de alimentos (Mora y Cavelier 1983: 43). Por lo tanto, Meggers (1954) desarrollando la idea sobre la influencia del medio sobre la cultura preciso de la existencia de cuatro tipos de área: La primera consistía en una zona en la que no había ningún potencial agrícola, lo que serían medios como las sabanas tropicales, la Tundra, desiertos, pantanos y ciénagas entre otros. Una segunda área consistiría en aquellas donde el potencial agrícola fuera muy limitado, con suelos poco fértiles y gran dificultad en mantener la fertilidad de estos, uno de los ejemplos para Meggers sería la selva tropical Suramérica. La tercera área seria aquella donde las características ambientales son menos drásticas y una mejor adaptación de los sistemas agrícolas mejoraría la producción de alimentos, entre estos estaría los bosques templados europeos y norteamericanos. Por ultimo estaría el área donde el potencial agrícola seria ilimitado y óptimo para abastecer a grandes poblaciones, lugares donde se originaron las “civilizaciones” (Mora y Cavelier 1983: 44). Efectivamente, Meggers consideraba que el origen de la “cultura” se había desarrollado en los Andes, zonas de alto potencial agrícola, y que se habían ido “deculturando” cuando se dispersaron y difundieron hacia las tierras bajas hasta llegar a la Amazonia (Meggers 1954: 808). Contrario a esta teoría, Donald Lathrap (1970) consideraba que la Amazonia no era un limitante para el desarrollo cultural, pues habían diferencias zonales que hacían posible la aparición de la cultura (Lathrap 1970: 47), y que sería allí donde se formarían los primeros grupos culturales, los cuales mantenían cultivo de raíces intensivo, junto con el aprovechamiento de la comida de rio, caza de animales y recolección de otros alimentos provistos por la selva; estos grupos posteriormente se dispersarían hacia el Orinoco, producto de una gran presión demográfica y la competencia (guerra) 13

entre los grupos por los recursos, moviéndose finalmente los más débiles (Mora y Cavelier 1983: 52), y que sería visto en los complejos cerámicos y en las familias (y sub-familias lingüísticas) la ruta migratoria de estos grupos, que incluso podrían haber llegado a relacionarse con la cerámica chibcha (Lathrap 1970: 169). Ambas teorías señalaban por tanto, que estas migraciones se verían a partir de un horizonte cerámico, el cual llamaron “Horizonte policromo de la Amazonia”, aunque Meggers y Evans señalaban el origen de este horizonte en los Andes y se dirigía las tierras bajas, mientras que Lathrap consideraba que su origen se daba en el Amazonas medio y terminaría en el bajo Orinoco (Mora y Cavelier 1983: 50). Algunas investigaciones arqueológicas han intentado apoyar a estas teorías, como la desarrollada por Marwitt (1973) en el Ariari, quien apoyaba la teoría de Lathrap, y consideraba que, a partir de la evidencia arqueológica, la población prehispánica de los llanos orientales colombianos provendría del Amazonas medio (Marwitt 1975:9).

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Mapa 1: Departamento del Meta, ubicándose los municipios y fuentes hídricas principales. Fuente: IGAC (2012) Mapa Físico- Político del Departamento del Meta. Recuperado de: http://www.igac.gov.co:10040 /wps/portal/igac/raiz/iniciohome/MapasdeColombia/Mapas/Departamentales.

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1. EVIDENCIAS ETNOHISTÓRICAS

Imagen 1: Provincia de Casanare, Vista general de los Llanos, 1856. Manuel M. Paz. Fuente: Gómez López, Augusto (2000) Geografía Física y Política de la Confederación Granadina. Vol. III Estado Boyacá, Tomo I Territorio de Casanare.

Mucho antes que Gonzalo Jiménez de Quesada llegara al centro del reino Chibcha, los Europeos ya exploraban los Llanos del norte de Suramérica, principalmente los Llanos de Venezuela, guiados por un principal propósito: encontrar El dorado, y fue la búsqueda por este ilusorio lugar que llevo a las exploraciones de los llanos de Colombia y Venezuela durante el siglo XVI. Por esta región pasaron diferentes conquistadores, siendo los primeros Jorge de Espira y Nicolás Federmann, siguiéndoles posteriormente Felipe de Utre, Hernán Pérez de Quesada, Juan de Avellaneda (quien fundaría San Juan de los Llanos) y Gonzalo Jiménez de Quesada. Tanto Pedro de Aguado como Pedro Simón describen, tanto las regiones por donde los conquistadores pasaron en búsqueda de “El dorado”, como algunas de las poblaciones que encontrarían en el camino. En su descripción sobre la expedición de Jorge de Espira, quien viajó junto a la falda de la cordillera oriental, señala algunos ríos que vienen desde la cordillera hacia los llanos como el rio “Opia, Haya, 16

Gravbiare y Papamene”. En este primero, Espira tras el crecimiento del rio (el cual actualmente es el rio Upía) durante el invierno, decidió quedarse sobre “las barrancas del rio Opia” (Simón 1882: 104) y hacer “alojamiento y rancherías” mientras disminuía la creciente, describiendo los cronistas que allí “habían algunas poblazones de indios” con “razonable copia de comidas”. Después de cruzar el rio Upía se encontrarían con grupos indígenas con “diversas y diferentes lenguas…en el paraje de los chiscas o laches” (Aguado 1957: 113). Mientras avanzan siguiendo la cordillera se encontraron con “provincia de mal país, tierra ampollada y llena de ramblas y quebradas secas y de agua, parte montañosa y parte rasa, estéril de frutos y por la misma razón de gente” (Simón 1882: 106), “en tierra algo áspera y quebrajosa, en parte montuosa, y en parte rasa, de muy rara poblazon y estéril de comidas…cerca de allí, sobre la mano izquierda, estaba un pueblo grande, bien proveído de mantenimientos y de otras cosas…en un cerro y poblado de crecidas montañas y arcabucos, lo alto y cumbre del cual era raso y llano, y en él estaba un lugar o pueblo de hasta cien casas o bohíos grandes el cual demás de la fortificación con que la naturaleza lo había dotado, artificialmente, por industria de los indios y moradores de aquel pueblo, tenía hecho un palenque de gruesos troncos de palma, muy espinoso y puyosos, apretados y abrazados unos con otros, de mediana altura.” (Aguado 1957: 116). Los conquistadores intentaron asaltar el pueblo pero no pudieron; buscando algo de comida encontraron una india que les dijo que “ciertas jornadas de allí había mucha abundancia de maíz y de otras cosas de comer, pero que habían de ir por unas ciénagas y manglares, tierra muy mala y de perverso camino y después habían de llegar a un rio muy caudaloso” (Aguado 1957: 117) Por tanto los conquistadores siguieron su camino junto a la falda de la cordillera. Los cronistas también señalan que en esta zona se encontraban “pocos naturales”. Prosiguiendo su camino junto a la cordillera llegaron a un pueblo indígena al cual llamaron “Nuestra Señora”, allí encontraron un “bohío o casa de admirable grandeza; tenia de largo doscientos pasos y cada frente dos puertas grandes, y según después se supo, era este bohío templo de aquellos barbaros, donde hacían 17

sus sacrificios al sol…” (Aguado 1957: 131). Este pueblo no estaría muy lejos de dónde Juan de Avellaneda fundaría el pueblo San Juan de los Llanos. Tanto Aguado como Simón, señalan que los conquistadores fueron siempre rechazados por los naturales, quienes siempre les presentaban batalla. Después de esto fueron a un pueblo ubicado a dos leguas de “Nuestra Señora”. Pasando este pueblo llegarían a un rio llamado “Ariare o Oguape”, en donde había algunos grupos de “lengua guati”. Allí se alojarían debido a que el rio estaría crecido, observando al otro lado del rio, varios grupos de “indios hacían en sus pueblos…muy grandes candelas o fuegos toda la noche” (Aguado 1957: 133) para impresionar a los conquistadores. Posteriormente ellos se alejaron de estos pueblos y cruzaron el rio. Siguiendo junto a la cordillera llegaron al rio Guaviare, en donde lucharon fácilmente con los naturales y prosiguieron hasta llegar a un pueblo “de cierta gente llamados Guayupes”, quienes se presentaban con “ferocidad” ante los españoles, pintados con jaguas. También fueron derrotados por los españoles en batalla, quienes saquearon el pueblo y se alojaron allí, siguiendo posteriormente al rio “Papamene”. Por su parte, Nicolás Federmann, durante su expedición hacia los llanos llegaría primero al rio Meta, en donde se encontrarían los grupos Guahibos, a quienes Aguado llama “guashiguas y Simón “Guaigua” “gente que no viven en los pueblos ni son cultivadores ni labradores ni tienen lugar señalado donde habitan; traen consigo unas tendezuelas hechas de algodón, en que se recogen de noche: sustentanse de lo que salteando roban y hurtan a las otras gentes más nobles…usan cierto genero de instrumento, hecho a manera de pretales de cascabeles con que entran haciendo estruendo por los pueblos en donde entran a robar”(Aguado 1957: 174) Posteriormente, Nicolás Federmann siguiendo hacia la cordillera, llego a una provincia llamada Maryvchare, siendo el mismo pueblo llamado por Espira “Nuestra Señora”, el cual Federmann llamo La Fragua, debido a que allí construyo una, para “aderezar ciertas herramientas”. Allí recibió información acerca de las “riquezas” que tenían los indios delante de la cordillera, por lo que Federmann dejo parte de su tropa, y prosiguió con algunos capitanes y soldados junto a la cordillera con el fin de 18

rectificar esta información con otros indios. Por lo cual camino tres días y llego a una provincia de “indios llamados Operiguas” donde hallo un pueblo pequeño pero fortificado por un fuerte “palenque”, el cual fue asaltado por los conquistadores, y donde confirmo acerca de las riquezas de la gente delante de la cordillera. Por tanto, volvió a Nuestra señora y mando a sus capitanes a buscar “naturales como cargueros”, yendo Pedro de Limpias, uno de sus capitanes, hasta el “Ariare” rio abajo en busca de naturales, donde llego a un pueblo llamado “Miyegua”, donde capturo a algunos indios tras una lucha con ellos. Volviendo Limpias a Nuestra señora, iniciarían su trayecto, cruzando la cordillera, desde un rio ubicado a una jornada de “Nuestra Señora”, en donde encontraron un pequeño pueblo con doce casas abandonadas y quemadas, y donde tomaron algunos “panes de sal” que encontraron. Los conquistadores prosiguieron rio arriba, y tras el paso por paramos y sierras, llegaron al Valle de Fosca, donde llegaron una “poblazon de indios mozcas” y continuaron hasta llegar a Pasca, dirigiéndose luego hacia donde se fundaría posteriormente la ciudad de Santafé. Para el año de 1555, Juan de Avellaneda, quien participo en la expedición de Nicolás Federmann, fundaría el pueblo San Juan de los Llanos “donde comúnmente los españoles solían llamar el pueblo de Nuestra Señora, paresciole tierra de buena disposición para tener minas de oro y en ella había cantidad de naturales, aunque no muchos” (Aguado 1930: 117). Todas estas incursiones produjeron la exterminación de los Guayupes y sus poblados en los Llanos “porque como todas las compañías de españoles que oro salían antiguamente a descubrir y venían bajando la sierra iban a parar a descansar en esta provincia de los Guayupes y pueblo de Nuestra Señora y en aquel tiempo se hacían esclavos los indios, y además de esto no tenían cuasi por escrúpulo matar, ni maltratar, ni castigar, ni cargar, ni saber de sus naturales los indios, fueron estos pobres Guayupes muy arruinados y destruidos así de sus personas, mujeres e hijos como de sus casas y haciendas(…) y toda esta gente(los españoles) se sustentaba en tiempo que en esta provincia de los Guayupes está de lo que los míseros indios tenían para su sustento y cada cual de estos capitanes y de sus soldados procuraron haber y 19

tomar los indios que podrían de esta provincia y nación para que les sirviesen; pues gente tan combatida fue y tan salteada y llevada en cautiverio, imposible es que quedase mucha de ella, porque considerados los daños que en aquellos tiempos se hacían en los indios tan libre y atrevidamente, es imposible que estos Guayupes, habiendo estado en ellos las compañías de gentes que se ha referido, no dejase de ser tan atribulados y destrozado cuanto he significado y mucho más” (Aguado 1930: 118). Tras las frustradas expediciones en busca de “El dorado”, los españoles se preocuparon por colonizar las regiones más importantes para la economía, además de proteger las ubicaciones geográficas vitales como el puerto de Cartagena, en tal situación dejaron a cargo de las misiones religiosas la colonización de los territorios de los Llanos de la Nueva Granada y de la Capitanía de Venezuela. Los misioneros de La compañía de Jesús, fueron los principales promotores de la colonización y cristianización de estas tierras, en menor grado lo fueron los Franciscanos y Agustinianos. Los Jesuitas ingresaron a la Nueva Granada hacia 1589, siendo expulsados en 1628 y volviendo en abril de 1659. En el inicio de sus misiones, al no funcionar la estrategia de “los regalos”, los misioneros permitían que se dieran cazas a estos “barbaros” lo que implicó la destrucción y muerte de aquellos que resistían (Gómez 1978: 118). Jaime Jaramillo Uribe, en su estudio realizado sobre la sociedad granadina en el tomo I de Ensayos de Historia Social, analiza a partir de crónicas y censos reales la población que debió circundar en el país en el periodo prehispánico y sus consecuencias con el contacto español, estimando entre una población de 100.000 para las zonas de la periferia (Choco y Llanos Orientales) (Jaramillo 1989). Estas cifras pueden ser aun erróneas debido a los pocos escritos acerca del número de habitantes para esa época; si bien, Aguado menciona que los indígenas eran muy pocos, el cronista lo analiza en referencia al número por grupos, teniendo en cuenta que el patrón de asentamiento de los indígenas era a partir de pequeños grupos, con baja densidad de personas, dispersos por gran parte del paisaje, como se verá en muchas investigaciones arqueológicas. Este patrón de asentamiento, quizás se 20

mantuvo con el fin de mantener un equilibrio entre la población y la capacidad de cargar de los recursos,

además, para algunos tendría mayor facilidad en la

movilidad con menos población (en especial de aquellos grupos nómadas o seminómadas, como los Guahibos) en caso tal de inundaciones o incluso sequias en la zona de vivienda. En los escritos dejados por los misioneros durante sus reducciones, se relacionarían diferentes descripciones sobre los indígenas reducidos, como sus costumbres, formas de vida y obtención de recursos, siendo una herramienta muy importante dentro de las investigaciones arqueológicas en los Llanos Orientales, sobre todo en las realizadas por Mora y Cavelier (1983) (1985) (1987), debido a la contemporaneidad entre las reducciones y las fechas datadas en Caño Irique (1630 d.C.) (Mora y Cavelier 1987) y Acacias (1570 d.C.) (Mora y Cavelier 1983), aunque poca información se da acerca de los grupos Guayupes. Si bien, estos no son mencionados, en gran parte por los misioneros, muchas veces estos son confundidos con los Achaguas, señalando, al parecer, a los Guayupes como parte de los Achaguas, señalándola como la tribu más grande de los llanos del Nuevo Reino “Empezaba a extenderse esta nación (Achaguas) desde muy cerca de Barinas hasta San Juan de los llanos, y desde allí hasta Popayán, sin que se les haya descubierto términos hasta ahora (…) más de veinte naciones o provincias contaban los Achaguas bajo un mismo idioma” (Rivero 1956: 21). Aunque también, esta confusión, podría deberse a que los misioneros no tenían mayor conocimiento sobre los grupos indígenas de los llanos ubicados en lo que actualmente se delimitaría como Departamento del Meta; pues como lo señala el misionero Joseph Gumilla, en su “Orinoco Ilustrado”, desde las bocas del rio Ariari en el Guaviare hacia la cordillera “no han penetrado todavía nuestras misiones. Solo tenemos noticias de estar lleno de indios gentiles” (Gumilla 1745: 203) y que, desde la margen derecha del rio Meta hasta el rio Ariari “hay un llano intermedio, que pasa de trescientas leguas, interrumpido con ríos, arroyos de menor porte, y con muchas lagunas. Este dilatado campo es la palestra de continuas guerras de las dos naciones andantes de Guayvas y Chiricoas” (Gumilla 1745: 204) estos últimos 21

serían los mismos Guahibos. Igualmente, Gumilla señala que la gran mayoría de grupos viven en los llanos “al abrigo de las vegas de los ríos…da menos fruto el campo raso que las vegas y los bosques”. (Gumilla 1745: 430). Entre las descripciones de los misioneros, ellos señalan la gran variedad de recursos de flora y fauna que se encuentran en la zona, contrario a los cronistas que dicen haber solo tierra “estéril y áspera”. Juan Rivero, misionero jesuita, describe los llanos como un “inmenso territorio semejante a la mar en calma (…) cortada, por bosques que siguen la caprichosa dirección de las corrientes de infinidad de ríos y quebradas (…) innumerables tribus de indios barbaros se alojan en las márgenes de dichos ríos (…) disfrutando de los dones de la tierra” (Rivero 1956: 4). Entre estas riquezas, Rivero señala algunos frutos recolectados por los grupos indígenas como las “habas verdes”, semejantes a los platanillos, los “Cunama y Becirris” parecidos al dátil, siendo frutos de la palma, de la cual también extraían aceite, el “Camuirro”, semejante a la uva, entre otros; igualmente señala el uso del yopo “llaman a estos polvos yopa, con los cuales hacen ellos sus adivinanzas…cuyo uso es por las narices, tomándolo a manera de tabaco” (Rivero 1956: 108). Por otra parte, Gumilla menciona que, en gran parte de la región del Orinoco y sus afluentes, los indígenas cultivaban “maíz, yuca, mandioca y otras raíces”, encontrándose que en los “anegadizos del río Orinoco, Meta, Apure, Casanare, Tame y otros (…) nace, crece y madura el arroz”. (Gumilla 1745: 431) Mientras Rivero señala acerca del consumo de la yuca, tanto “yuca mansa como yuca brava”, usando esta última para elaborar “cazabe”, siendo rayada la yuca y posteriormente cocida sobre el “budare” “unas planchas de barro redondas, muy lisas y aseadas, de vara y media de circunferencia” (Rivero 1956: 113). También señala la abundancia de animales terrestres, de los cuales los indígenas de la zona se alimentaban, entre ellos los ciervos, “puercos de monte”, monos, armadillos, danta y anfibios como las babillas e iguanas, “De todo esto se halla con abundancia en estos sitios, y en el verano se ven andar tropas de indios trasegando lagunas y quebradas y los ríos Meta, Cravo, Guanapalo y otros” (Rivero 1956: 9). 22

Gumilla menciona también el uso de herramientas líticas por los indígenas, durante el proceso de tala y quema en los bosques para después realizar los cultivos. El misionero señala como son “fabricadas” algunas hachas pulidas: Pregunte cómo y con qué labran aquellas hachas de piedra tan dura, y me respondieron que con otras piedras picaban estas y después, a fuerza de amolarlas en piedras más blandas, con ayuda del agua, les daban figura y sacaban los filos de las bocas. Como vemos, los escritos, tanto de los cronistas como misioneros, aportan bastante dentro de la investigación arqueológica, pero estos deben tomarse con cuidado, pues son bastantes las variaciones de los nombres señalados en algunos rio o grupos indígenas, además de la falta de información de los misioneros sobre las zonas donde se ubicarían pueblos españoles como “San Juan de los Llanos”. Sin embargo no deja de ser una buena herramienta para la contextualización de algunas investigaciones arqueológicas.

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2. EVIDENCIAS ARQUEOLÓGICAS

2.1 Primeras investigaciones arqueológicas (1972-1983) 2.1.1 John Marwitt y Robert Morey, 1972.

Mapa 2: Zona de investigación en 1973 por Marwitt y Morey, desde Cubarral hasta Puerto Lleras.

La primera investigación arqueológica en el departamento del Meta fue realizada por John Marwitt (University of Akron) en Agosto y Septiembre de 1972, delimitada en la parte alta del rio Ariari, desde el municipio de Cubarral hasta Puerto Lleras (Más de 75 kilómetros), centrándose posteriormente en cercanías a la vereda Puerto Caldas en el municipio de Granada y Puerto Santander, municipio de Fuente de Oro. Esta investigación se dio a partir de una beca otorgada por la National Geographic Society (Marwitt 1973). La investigación también contó con la participación de Robert Morey, de la Western Illinois University y de Salomón Rivera. Antes de 1972 no se habían realizado trabajos arqueológicos en el área y por tanto no había información arqueológica sobre los llanos orientales y los grupos prehispánicos que allí habitaron, por lo que muchas descripciones sobre la 24

prehistoria en Colombia ignoraban cualquier conocimiento de allí, valiéndose solo de los escritos y crónicas españolas durante la colonia. El escaso conocimiento se debía, en parte, a la profundización de grupos culturales “más avanzados” estudiados hasta sus fronteras con el llano, hasta los límites de sus recursos (Marwitt 1973b). Marwitt, consideraba a la zona de estudio como un posible lugar de contacto, difusión y migración entre tres importantes regiones y grupos humanos: el Amazonas, la Orinoquia y los Andes, debido a que el piedemonte y las planicies cercanas a la cordillera eran una zona intermedia a la cual se podría llegar desde cualquiera de estas tres regiones, por lo cual sería una zona de potencial ubicación geográfica para migraciones y contacto Andes-Orinoco-Amazonas. El objetivo de esta investigación era determinar una tipología cerámica para la región, ya que nunca se habían realizado trabajos arqueológicos allí, y determinar el potencial arqueológico de la zona. El rio Ariari nace en el páramo de Sumapaz y es el principal afluente del Guaviare, ya se conocían referencias del rio desde la llegada de los primeros conquistadores y colonizadores que llegaron en búsqueda de “Eldorado”, el cual era denominado como rio “Ariare o Oguape” (Aguado 1957). El Ariari mantiene una buena parte de bosque de galería que cubre las zonas inundables y mantiene una espesa capa de hierba. Desde la época de la violencia a la zona han llegado más colonos escapando de la guerra, a donde llegaron “destapando el monte” para asentarse. Los sitios se encontrados gracias a la colaboración de los campesinos de la zona, quienes informaron sobre los sitios donde se habían encontrado material cerámico. Estos serían los primeros sitios registrados para los llanos orientales, reseñándose 26 sitios, aunque algunos de los cuales no pudieron ser visitados, debido a su difícil acceso, por lo que se registraron 19 en total; de estos 19 sitios registrados, 2 pudieron ser del siglo 19 o 20, mientras que se encontró un tercero cerca de San Juan de Arama, el cual pudo haber sido parte de San Juan de los Llanos (Marwitt 1973b) (Morey 1976), el primer asentamiento de los conquistadores en el este

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Colombiano durante el siglo 16; los demás sitios si fueron catalogados como prehispánicos. Los sitios registrados no se encontraban alejados del rio, ninguno se situaba más allá de 1 km de la zona inundable, contrariamente, Marwitt señalaba que la sabana fue poco usada por los grupos prehispánicos para poner allí sus aldeas o asentamientos. Los sitios eran en general bastante extensos, pero los basureros mantenían una distribución aleatoria y discreta asociado con el uso de estructuras simples. Los materiales arqueológicos, según los campesinos, se llegaban a encontrar hasta un rango de 70-100 cm, vistos en pozos hechos para el cultivo de plátano. La recolección superficial de 14 de los 19 sitios muestra una variación con respecto tanto al desgrasante como las técnicas decorativas; cuando los investigadores analizaron este material (el superficial), aunque no tenían aun tipologías, destacaban que los fragmentos más comunes entre los sitios tenían un color naranja claro, de textura áspera, con un tipo de desgrasante “"clay pellets” (pelotillas de barro) gris y moreno” (Marwitt 1973, 1973b). Marwitt señalo que este tipo de tiestos ya habían sido descritos por Broulliard en varios sitios cercanos al rio Caquetá, y por Meggers en el alto rio Napo en el oriente ecuatoriano (Marwitt 1973b: 2), siendo un desgrasante común en los grupos del Amazonas, y no de los Llanos. Entre otros desgrasante vistos, había arena, corteza quemada (Cariapé) y tiesto molido. Esta pequeña muestra tenia decorados con formas zoomórficas, donde predominaban algunos decorados en los bordes

y apliques, representando la

cabeza de pescados, tortugas (o posiblemente aves), algunos pintados con pigmento rojo y blanco y otros con negro y blanco. También se observaban puntos y líneas onduladas pintadas en la parte exterior de los tiestos. Eran muy frecuentes las incisiones como decorado, con excepción de un tiesto y en las urnas funerarias (Marwitt 1973b: 3). Los investigadores solo tenían una categoría de tipo cerámico y era los de forma de “tartera” o posibles budares, debido a que un campesino había encontrado uno en 26

un campo de plátanos usado como una urna funeraria. “The body of the urn is vaguely trapezoidal in section, and is divided into two parts by a deep groove. On the upper portion of the body are modeled and incised facial features; the lower urn body has two incised arms. Attached to the carinated base of the body, and serving as a pedestal, are modeled legs and feet” (Marwitt, 1973b: 5) Dentro de la urna se encontraban los restos de un niño, cuyos huesos estaban en mal estado de descomposición, el cual estaba tapado con un tazón de barro que se rompió cuando se encontró. Otras urnas similares fueron encontradas por otros campesinos en la zona. La evidencia cerámica no pudo ser comparada con otra del piedemonte o del llano, por lo que para la época no se pudo realizar una secuencial cultural. Para esta investigación, de los 19 sitios, se escogieron 8 para ser prospectados, cada uno con pozos de sondeo de un metro cuadrado bajando entre 10 a 35 cm.

Mapa 3: Ubicación de los sitios investigados por Marwitt y Morey en 1973.

Estos sitios eran: ARI 16: Considerado por los investigadores como un posible “cementerio”, estaba ubicado a 1.5 km de Puerto Caldas, allí se encontró material cerámico hasta 20 cm 27

de profundidad, a excepción de un pozo donde llego a 35 cm y se encontró “una olla grande y restaurable”, en la zona el dueño aseguro haber encontrado material hasta los 60 cm. ARI 20: Considerado como una posible aldea, ubicado a 800 mts al Sur de Puerto Caldas, en la margen oeste del Ariari, junto a la desembocadura de un caño (Marwitt no menciona su nombre); el sitio se encontraba erosionado, aunque tenía materia cultural concentrado con una profundidad máxima de 30 cm. ARI 3: Ubicado a 2 km al Este del Ariari y a 3 km al Suroeste de Fuente de Oro, en donde se encontró material cerámico hasta 35 cm solo en dos pozos, debido a que la demás zona se encontraba con cultivo de sorgo. ARI 22: Ubicado a 50 mts de ARI 3, allí había poco material esparcido hasta 20 cm. ARI 5, 6, 21 Y 23: Fueron los sitios más cercanos entre sí, ubicados cerca de Puerto Santander, en una posible antigua laguna o brazo de rio, donde ARI 5 y 6 se encontraba sobre un barranco, cuyo material se encontraba más profundo y con mayor densidad, mientras ARI 21 y 23 se encontraba más cerca del rio, la profundidad de los tiestos era menor y con baja densidad. Marwitt describió a la cerámica encontrada en los pozos como “un tiesto de color naranja con antiplástico formado por pelotillas de barro gris y moreno” (Marwitt, 1973: 3) donde predominaban ollas grandes, con paredes gruesas y bordes cuadrados. El material hallado en Fuente de Oro incluía más variedad de antiplástico incluyendo arena y tiesto molido. John Marwitt consideraba la importancia de la ubicación del rio Ariari, y la subestimación que se le había dado a la zona. Consideraba que los supuestos sobre los grupos indígenas que allí habitaron, que eran grupos muy dispersos, nómadas y pequeños, era del todo falsa, pues las concentraciones se presentaban hacia los ríos y las tarteras o budares, mostraban que practicaban la horticultura, cultivando principalmente maíz y yuca, y estaban más ligados a los grupos amazónicos que de

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los llanos venezolanos. Además que pudieron haber tenido una importancia en los intercambios económicos intertribales. Después de esta excavación, los investigadores plantearon realizar nuevas excavaciones para el verano de 1974, aunque estas no se efectuaron; aun así Marwitt presento un simposio sobre los resultados de su investigación en la reunión anual de la “American Anthropological Association” en San Francisco, California, en Diciembre de 1975. Allí recalco la importancia del Ariari como zona de contacto y migraciones entre las tres regiones, la cantidad mayor de tiesto encontrada con “clay pellets” como desgrasante, y por tanto su relación más con la Amazonia que con el Orinoco, que rectifica también con la forma de decoración de los bordes encontrados y con la aparición de urnas fúnebres con asas en forma de “L” y “U” “According to Lathrap (personal communication, 1973) a number of painted sherds and modelled adornos from the Ariari sites can probably be assigned to the widespread Amazonian Polychrome horizon (A.D. 600-1300)”(Marwitt 1975: 9). Aunque también mencionaba algunas relaciones con el Orinoco “a few of the zoomorphic rim lugs in the Ariari collection also have rather close counterparts in the Arauquinoid subtradition of the middle Orinoco region in Venezuela. The cruciform pottery stamp, found by a farmer at Puerto Santander, is most reminiscent of stamps from the Corobal phase of the Ventuari-Manipiare drainage in the upper Orinoco region” (Marwitt 1975: 10). Marwitt descartaba alguna relación o influencia cerámica por parte de grupos de los Andes, desechando por tanto las teorías de Meggers y Evans sobre el origen Andino de estos grupos, y especulando consecuentemente que el complejo del Ariari hubiera sido producto de una difusión desde la selva tropical amazónica después del año 1000 d.C., cuya ruta pudo haber sido por el rio Guaviare hacia el rio Ariari. Para 1976, Robert Morey realizo una ponencia en el “Seminario Sobre Investigación Antropológica en Los Llanos Orientales”, promovido por la Universidad Tecnológica de los Llanos Orientales (Unillanos) en Villavicencio, entre el 8 y 9 de Julio de 1976. Al igual que Marwitt, Morey también destacaba la importancia de la región y el poco valor que se le había tenido, junto con la predilección de los investigadores sobre 29

los Andes frente a otras regiones como la investigada; por tanto, tomando las ideas de Lathrap (1970), consideraba que los Andes tuvieron alguna influencia por parte del Amazonas, y los Llanos colombianos fueron el intermedio entre esta relación. Con el fin de seguir validando esta teoría y refutar las que consideraban inversa esta relación (Meggers y Evans), Morey mencionó la investigación realizada por la Doctora Alberta Zucchi (1975) con el instituto Venezolano de investigaciones científicas en los llanos occidentales de Venezuela, en Barinas y Apure, el cual dio descubrimientos significativos para conocer culturas bien desarrolladas y complejas en una fecha temprana en los llanos. En esta investigación, la zona estudiada se dividió en dos temporalidades de poblamiento prehispánico: el primero partía de 1000 a.C. hasta 400-500 d.C., cuando iniciaba el segundo periodo que iba hasta el 1400 d.C. El primer periodo se desarrolló en el sitio conocido como “Caño del Oso”, en el cual los grupos humanos vivían en comunidades sedentarias, quienes cultivaban maíz, con una cerámica policroma distintiva (Osoide), y que también practicaban la caza, pesca y recolección; estos grupos eran completamente independientes de otras culturas contemporáneas en el Orinoco, las cuales tenían tradiciones cerámicas distintas y dependían del cultivo de la yuca (Zucchi 1975). Morey señala que el origen de estos grupos era desconocidos, pero que él no descartaba que estos pudieran haberse originado de los llanos colombianos, en especial de la región del Meta (Morey 1976: 3). Para el segundo periodo, ocurre un rompimiento frente a la anterior ocupación, el cultivo de la yuca cobra mayor importancia, por lo que empiezan a parecer montículos artificiales relacionados al cultivo de está, aparece una nueva tradición cerámica, la Araquinoide, en la cual el desgrasante es “cauxí”. Zucchi sugiere que el cambio de tradición cerámica se debe a una expansión de esta tradición, la cual tiene un nuevo cambio en el 1000 d.C. como producto de movimientos de grupos bélicos provenientes de la selva tropical amazónica (continuando con la teoría de Lathrap) en busca de zonas marginales productivas; la presión de población hizo que estos grupos desarrollaran nuevos sistemas de modo de producción como los 30

montículos artificiales, complejizándose las relaciones sociales, siendo el origen de una sociedad cacical (Zucchi 1975). Refiriéndose sobre el rio Ariari, Morey devela las fechas datadas por Carbono 14 para los sitios investigados: una de ellas para la tradición cerámica denominada por Marwitt como Granada con una fecha de 810±100 d.C. relacionado al horizonte policromo amazónico, y la otra perteneciente a la fase Puerto Caldas con una fecha de 760±110 a.C. la cual no se relacionó a alguna tradición cerámica conocida en su momento (Morey 1976: 6). Aunque en los anteriores escritos no se mencionan elementos líticos, Morey señala que en algunos sitios si se encontraron manos de moler y metates junto con los “budares”, rectificando para Morey que los grupos prehispánicos de allí tuvieron que practicar tanto el cultivo de yuca como de maíz. Lastimosamente, ni Marwitt, ni Morey señalan cuales fueron los sitios datados, infiriendo la ubicación de las fechas a partir de los nombres dados a cada período. Finalmente Morey concluye que los grupos prehispánicos de los llanos orientales, eran grupos culturales desarrollados, por influencias y migración de grupos de la amazonia, sin ninguna influencia de los Andes, que mantenían como patrón de asentamiento la cercanía a los ríos, y no el uso de las sabanas interfluviales, con el fin de aprovechar los recursos de estos, y la fertilidad de su tierra para el cultivo de maíz y yuca, esta última a partir de sistemas como los montículos artificiales reseñados por Zucchi y los que en 1975 describiría Alicia Dussán y Gerardo ReichelDolmatoff (y los que más adelante describirían Santiago Mora e Inés Cavelier). Por último Morey señala que “Los Llanos de Colombia son una región clave con respecto a nuestro conocimiento de la historia cultural de Sur América. El trabajo continuo en el futuro demostrará la importancia de los Llanos”. (Morey 1976: 8) 2.1.2 Gerardo Reichel-Dolmatoff y Alicia Dussán, 1975 Tres años después de la prospección realizada por Marwitt y Morey, Gerardo Reichel-Dolmatoff y Alicia Dussán realizaron una excursión por los Llanos orientales de Colombia en enero de 1975, en donde descubrieron un posible sistema de agricultura prehispánico en las cercanías del Caño Cumaral y caño Melua (Sitio 31

llamado “Cejalito” por el nombre de la finca donde se encontró), afluentes del rio Manacacías, en el extremo oriental del municipio de San Martin, Meta. Este sistema de agricultura se hallaba entre el bosque de galería de los caños y algunas lagunas y pantanos cercanos, allí se encontraron, dentro de una hectárea, cerca de 1000 montículos, los cuales tenían un diámetro promedio de 3 mts y una altura promedia a los 60 cm, siendo el montículo más pequeño de 1 mt de diámetro, y algunos muchos más grandes llegando a tener un diámetro de 6 mts y una altura aproximada de 1 mt (Reichel-Dolmatoff 1975: 191). La excavación de uno de los montículos permitió observar su perfil estratigráfico. Este tenía un diámetro de 3.48 metros por 55 cm de altura; en él se encontró una primera capa de tierra muy seca y de color gris claro, con un espesor de 10 a 12 cm, después del cual “se halló el núcleo del montículo, que consiste de tierra gris obscura y húmeda, con textura floja” (Reichel-Dolmatoff 1975: 191). Ya en la base, esta tierra se confunde con la misma tierra negra mezclada de la zona pantanosa. Estos montículos, según los investigadores, fueron construidos a partir de la recogida y amontonada de tierra del mismo lugar, con el fin de formar “islotes” que mantuvieran en alto el cultivo de raíces, como la yuca, para evitar su inundación en temporadas de inundación, y aun así mantener la humedad para las temporadas de sequias, esto con el fin de manejar y aumentar el potencial agrícola de una zona cuyo tipo de terreno no es adecuado para la agricultura, pues aunque en la sabana los suelos no son fértiles, en cercanía a las fuentes de agua permanente se encuentran los mejores suelos que podrían ser usados para cultivos siempre y cuando se puedan controlar las inundaciones en temporada invernal. Y fue a partir de este sistema de cultivos que los grupos indígenas habrían podido controlar las inundaciones, que según información de los habitantes a los investigadores, los montículos no llegan a ser cubiertos por el agua y sobresalen entre la zona empantanada, mientras que en la temporada de sequía, en la que estuvieron Dussán y Reichel-Dolmatoff, mantiene la humedad adecuada para preservarse las raíces maduras que se cultivara, debido a que la humedad sube por la tierra floja del núcleo, el cual está protegido por una capa de tierra seca y muy 32

consolidada. Aunque en los llanos orientales existen los llamados “surales”, un terreno que se asimila a los montículos, producto del mal drenaje del suelo, la erosión, la escorrentía y el pastoreo del ganado, estos montículos no muestran ser naturales, hay una clara acción antropogénica y se diferencias de los llamados “surales” “no cabe duda acerca de su carácter artificial” (Reichel-Dolmatoff 1975: 192).

Imagen 2: Montículos reseñados por Reichel Dolmatoff y Dussan en 1975. Fuente: Reichel Dolmatoff, Gerardo (1975) Un sistema de Agricultura prehistórica de los llanos orientales.

Finalmente, los investigadores aluden que si bien por estas zonas, hasta hace poco tiempo, habitaron los grupos Guahibos (Actualmente hay varios resguardos indígenas de filiación Sikuani en Puerto Gaitán), a estos no podrían pertenecer estas 33

prácticas, debido a que eran grupos nómadas y/o seminómadas, quienes desarrollaron apenas una horticultura incipiente, y este sistema provendría de un grupo cultural más organizado y complejo. Por otro lado allí también pudieron estar los grupos Achaguas, pero sobre este sistema de cultivo no es mencionado en las crónicas que los describen.

Imagen 3: Corte transversal en uno de los montículos reseñados cerca del caño Cumaral. Fuente: Reichel-Dolmatoff, Gerardo (1975) Un sistema de Agricultura prehistórica de los llanos orientales.

Para Morey, estos montículos “indica claramente la presencia en la región de un grupo, o grupos, con un nivel de desarrollo socio-económico más o menos igual al nivel encontrado en Venezuela (Morey 1976: 4). Lamentablemente, no se realizaron estudios posteriores en esta zona y los investigadores no intentaron profundizar 34

acerca de este sistema de cultivo. En años posteriores, Mora y Cavelier (1983) encontrarían un sistema similar en la zona conocida como Humapo, en Puerto López, al igual que Xiomara López (2010) en varios sectores de Puerto Gaitán y Ximena Cuervo (2014) al sur de San Martín. 2.1.3 Santiago Mora e Inés Cavelier, 1983 Para 1983, Santiago Mora e Inés Cavelier realizaron su tesis como parte del pregrado en Antropología de la Universidad de los Andes, cuyo trabajo era una investigación arqueológica realizada desde finales de 1980 hasta mediados de 1983, en el departamento del Meta, en los municipios de Acacias, Barranca de Upía, y Puerto Gaitán; este trabajo fue titulado como “Contrapunteo Llanero”. Esta investigación nació a partir de un reconocimiento arqueológico del alto rio Guejar realizado por Inés Cavelier en 1980. En el sitio “Peñas Blancas”, describió tres series de diseños grabados sobre piedra. Igualmente en el techo de una cueva observo petroglifos con diseños geométricos (líneas rectas, zigzag, cuadros, rombos y triángulos que combinaban con espirales y semicírculos) donde realizo unos pozos de sondeo en los que extrajo fragmentos cerámicos a una profundidad de 15-25 cm, aunque según la autora estaban “aislados y muy erosionados, sin muestras de concentración o secuencia” (Cavelier 1980: 3). Allí también encontró materiales cerámicos 200 mts debajo de la desembocadura del rio Lucia; en el sitio “El limón”, también encontró petroglifos con figuras humanas estilizadas, algunos con brazos extendidos líneas cruzadas perpendicularmente, patas y largas colas (formas zoomorfas) (Cavelier, 1980). Los investigadores comprendían la existencia de dos zonas con diferentes influencias culturales dentro de las tierras bajas colombianas: la Orinoquia y la amazonia. La primera manifestada en las zonas de sabana (Arauca, Casanare), mientras la segunda parecía restringirse a la selva-sabana, constituyendo un límite ecológico complejo (Meta). Por lo cual ellos plantearon como problemática que si era “posible que las influencias culturales provenientes de la amazonia se encontraban circunscrita a la zona mencionada (limite selva-sabana) debido a la 35

incapacidad de los grupos provenientes de la selva para adaptarse a un medio de sabana, permaneciendo por lo tanto en esta zona de transición” (Mora y Cavelier 1983: VII) Por tanto, los investigadores buscaban entender las pautas de comportamiento social y económico que debieron haber desarrollado estos grupos que habitaron en esta zona de transición

para controlar el ambiente en que vivían. Para esto

realizaron una prospección arqueológica durante el verano de 1982-1983 en el departamento del Meta, apoyándose también de una excavación realizada en Acacias. Para su investigación. Mora y Cavelier dividieron a los llanos orientales en cuatro paisajes básicos a partir del trabajo realizado por Doeko Goosen “Geomorfología de los Llanos Orientales” en 1964: El piedemonte, Llanura aluvial de desborde, Terrazas y Aluviones recientes. La primera zona ubicada en las faldas de la montaña, se caracteriza abanicos aluviales antiguos y subrecientes, la segunda zona se encuentra al sur de la falla del rio Meta, falla que produce que la llanura hacia su costado derecho sea más alta que al izquierdo (Casanare), siendo por tanto la Altillanura. La tercera zona se encontraría en la llanura disectada continua a la Altillanura, dividida en dos porciones, una (A) limítrofe al rio Metica y la otra (B) al rio Manacacías, con menores afluentes. La última zona se encontraría en las terrazas a varios niveles y vegas de los ríos entre la cordillera y el rio Metica (Mora y Cavelier 1983). La cuarta zona fue la primera en ser prospectada por los investigadores, la cual se centró en el municipio de Acacías, en donde se realizó una excavación. En esta zona se encuentran varias terrazas cercanas al rio Acacias que varían altimétricamente, habiendo terrazas altas, medias y bajas, estas últimas muy cercanas a las vegas de los ríos, siendo zonas inundables en temporada de lluvias (Mora y Cavelier 1983: 127).

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Mapa 4: Zonas prospectadas por Mora y Cavelier. Fuente: Mora y Cavelier (1983) Contrapunteo Llanero.

En la zona investigada se encuentran ubicados de Norte a Sur el rio Acacias, el caño Lejía (que desemboca en el caño la Unión), el caño la Unión y el rio Orotoy. El rio Acacias es cubierto en buena parte por bosque mixto, áreas artificiales de pasto para el ganado y guaduales aislados. Algunos caños menores también circulan por las terrazas altas, por lo cual se ven bosques de galería tanto en terrazas altas como medianas sobre los caños, además de grandes remanentes de bosque del 37

piedemonte; algunos de estos bosques de galería han sido reemplazados por pasto debido a la práctica de ganadería extensiva en la zona y a los extensos cultivos de palma que se han desarrollado en el municipio (Mora y Cavelier 1983: 128).

Mapa 5: Ubicación de los sitios arqueológicos en Acacias. Fuente: Mora y Cavelier (1983) Contrapunteo llanero.

Durante la prospección se identificaron cuatro sitios arqueológicos sobre terrazas altas del rio Acacias, los cuales no tenían un límite espacial definido. El primer sitio (A-1) se encontraba sobre un terreno recientemente arado, por lo que se veían fragmentos cerámicos dispersos, concentrados principalmente sobre una zona aledaña a guaduales. Debido al arado, los fragmentos cerámicos se encontraban fracturados y erosionados, encontrados a una escasa profundidad de 20-30 cm; algunos fragmentos presentaban superficies negras pulidas, posiblemente pintadas (Mora y Cavelier 1983: 128). El tercer sitio (A-3) presentaba varios fragmentos cerámicos en inmediaciones de una casa actual, estos se encontraron producto de la remoción de tierra para el cultivo de yuca y árboles frutales. Este sitio presentaba una baja densidad cerámica 38

y los fragmentos tenían una pasta oscura con inclusiones claras. El cuarto sitio (A4) se encontró muy cerca del anterior, separados por el caño Lejía. Allí los investigadores encontraron una gran dispersión de material cerámico los cuales fueron difícil de observar debido al pasto alto que los cubrían; también se vieron las mismas inclusiones claras vistas en los anteriores tiestos (Mora y Cavelier 1983: 129). En el segundo sitio (A-2), cercano al tercero y cuarto, se encontraron una serie de alteraciones topográficas, las cuales consistían en pequeños montículos de forma irregular, estando el más grande en inmediaciones del caño Lejía, de forma alargada, mientras los otros mantenían una forma redondeada (Mora y Cavelier 1983: 129) . A partir de lo encontrado en este sitio, los investigadores realizaron un sondeo cerca de un guadual ubicado al lado de los montículos; allí se encontró poco material cerámico, por lo que realizaron sondeos en otros dos montículos, donde se encontró material cerámico tanto en su parte alta como en la pendiente, los tiestos estaban dispersos junto a piedras sin modificaciones antrópicas, en una profundidad de 20 a 60 cm, en el cual no se encontró carbón ni cambios estratigráficos. Sobre un montículo alargado se realizaron seis sondeos, donde solo se hallaron cantos rodados muy fragmentados en una matriz de tierra rojiza común en la zona. Posterior a este realizaron dos sondeo en uno de los montículos más altos en el centro y en su pendiente occidental, en donde se encontraron materiales vegetales carbonizados (semillas, vainas y madera) asociados a fragmentos cerámicos. Debido a este hallazgo, los investigadores realizaron allí un corte estratigráfico de 4 mts x 4 mts (Mora y Cavelier 1983: 130). También se identificó un yacimiento de arcilla sobre el caño la Unión, posiblemente explotado por los grupos que allí vivieron, muy cerca del sitio excavado (Mora y Cavelier 1983: 134). A partir de la excavación, se encontró una gran asociación de múltiples trozos de carbón, semillas, restos vegetales carbonizados, cerámica con hollín en la parte externa, piedras rubificadas y desconchadas, producto del calor, por lo que los investigadores afirmaron que el sitio estaría asociado en un “contexto 39

primario de habitación”. Igualmente se encontraron dos configuraciones de piedra empleadas posiblemente para el soporte de un fogón o muro. Para este sitio, los investigadores pudieron realizar un datación de fecha por C14, la cual dio 380±50 B.P. (1570±50 d.C.), siendo una fecha muy tardía (Mora y Cavelier 1983: 136). La cerámica encontrada era principalmente cuencos con paredes delgadas, algunos de forma globular, así como platos de forma irregular, con decoración incisa solo en la parte externa, bordes rectos y pestañas, algunos con modelados y apliques. Aunque no se encontraron bordes de posibles “Budares”, se observaron piezas muy gruesas que corresponderían a estos. La técnica decorativa común fueron apliques de figuras zoomorfas en las vasijas, una pintura negra interna, con un rojo con blanco en el exterior. Mientras que las semillas recuperadas correspondían a “raquis de maíz (Zea Mays), posiblemente Yopo (Anadenantera Peregrina), Frijol (phaseolus) y algunas palmas (Bactris gasipaes)” (Mora y Cavelier 1989: 38).

Imagen 4: Forma cerámica encontrado en A-2. Fuente: Mora y Cavelier (1983) Contrapunteo Llanero.

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Mapa 6: Sitio ubicado en Barranca de Upía. Fuente: Mora y Cavelier (1983) Contrapunteo Llanero.

Posteriormente, se prospecto la primera zona identificada, esta se enfocó en el municipio de Barranca de Upía, al norte del departamento. En esta zona los investigadores observaron una diversidad de unidades geomorfológicas en espacio muy reducido, producto de la cercanía a la cordillera. Allí se observó tres unidades, el piedemonte, donde los abanicos aluviales conformaban un “paisaje de mesa alta”, donde, producto a su excesivo drenaje, el subsuelo es más seco que en otras partes (Mora y Cavelier 1983: 145); Entre los desniveles de una mesa a otra, se encuentran bosques de galería de caños menores junto con zonas pantanosas, donde se encuentra la palma de Moriche. En la mesa baja, se observa la llanura aluvial de desborde, donde los caños, en varias inundaciones han arrastrado bancos de piedra que alcanzan a estar a 20 metros de profundidad, aunque también “han depositado materiales más finos, ricos en materia orgánica y que actualmente se emplean para la agricultura” (Mora y Cavelier 1983: 147). Los bosques de galería han sido talados 41

por los colonos con el pasar de los años. Sobre estos bosques, los investigadores localizaron algunos vestigios arqueológicos en un sitio saqueado en varias ocasiones por los habitantes de la zona, aunque se recolectaron pequeños fragmentos cerámicos, los investigadores no pudieron realizar alguna inferencia sobre estos. Los investigadores procedieron a prospectar la margen derecha del rio Upía pero con resultados negativos.

Mapa 7: Montículos artificiales reseñados cerca del rio Meta. Fuente: Mora y Cavelier (1983) Contrapunteo Llanero.

La siguiente área prospectada fue la segunda zona, ubicada en la altillanura, en la margen derecha del rio Meta, en el sector conocido como “Humapo” en el municipio de Puerto López. Este lugar consistía en una llanura con pastos naturales, mata de monte y morichales; en la cercanía a los ríos, la vegetación es mucho más abundante debido a las inundaciones ocasionales por el rio Meta y sus afluentes. En la prospección de esta zona, los investigadores encontraron de 10 a 15 42

montículos de forma redondeada, ubicados entre el caño Guayuriba y la vertiente derecha del rio Meta. Estos montículos tenían una altura promedio de 1.2 mts con una superficie de 3 mts, cubiertos por pastos, habiendo tres o cuatro sobre el bosque más cercano (Mora y Cavelier 1983: 150). Se realizaron pozos de sondeo junto a los montículos encontrándose suelos arenosos, mientras que encima de estos se encontraron tierras negras a 80 cm. Aunque no se encontró material cultural, estos montículos se asemejaban bastante a los descritos anteriormente por Alicia Dussán y Gerardo Reichel-Dolmatoff en cercanías al rio Manacacías.

Mapa 8: Zona delimitada como “Altillanura disectada”. Fuente: Mora y Cavelier (1983) Contrapunteo Llanero.

Por último, la tercera zona consistía en la altillanura disectada, la cual se dividió en la zona cercana al rio Meta por un lado, y por el otro, la zona cercana hacia el rio Manacacías. La primera zona, ha mantenido una constante inundación que renueva la tierra y produce Esteros, a los cuales se acumulan diferentes aves. Allí se recorrieron varios morichales cuyas tierras cercanas son muy fértiles con lagunas 43

cercanas. Aun así, allí no se encontró material cultural ni alteraciones antropogénicas. Muy parecido era el área cercana al rio Manacacías, con algunas matas de monte, “bosques de chaparro y alcornoque”, donde tampoco se encontraron sitios prehispánicos. Sin embargo, los investigadores encontraron un asentamiento indígena abandonado algunos años atrás, del cual no sacaron mucha información (Mora y Cavelier 1983: 156). Finalmente, los investigadores relacionaron lo encontrado en Acacias con lo que hasta el momento se conocía sobre Yopal (sitio Catanga), donde Santiago Mora y Elizabeth Márquez habían excavado un basurero en 1982, cerca de los caños Canacabare y Seco sobre un área extensa de abanicos aluviales. A partir de esto Mora y Cavelier concluyeron que, los posibles asentamientos en el Casanare eran más densos y grandes, desarrollando su economía sobre las sabanas, mientras que lo encontrado en Acacias mostraba un patrón de asentamiento muy disperso y poco concentrado, abandonado en corto tiempo el sitio,

grupos que preferían las

cercanías a las vegas de los ríos y bosques de galería de los caños en vez de las áreas interfluviales como la sabana. Hay que señalar que la fecha datada para Catanga (310±50 B.P.-1640±50 d.C.) fue muy contemporánea a la dada para Acacias (380±50 B.P-1570±50 d.C.), por lo que los investigadores señalan que “los materiales

arqueológicos

de

estas

partes

son

extremadamente

diferentes…comparar estas excavaciones entre ellas a nivel de asociaciones contextuales reviste, por el momento, ciertas dificultades por tratarse de yacimientos diferentes

(habitación

Acacias;

basurero

Yopal)…[pero]las

comparaciones

específicas de los materiales hasta ahora realizadas, indican la existencia de al menos dos etnias diferentes[Catanga=Achaguas; Acacias=Guayupes] en zonas muy próximas, durante una misma época” Mora y Cavelier 1984: 161) Si bien las investigaciones de Marwitt y Morey fueron el pilar para el inicio del interés arqueológico en el departamento del Meta, el trabajo de Santiago Mora e Inés Cavelier revalidaron el potencial arqueológico y etnológico del área, mostrando que no solo se encontrarían evidencias arqueológicas en el límite selva-sabana, sino también más allá de esta como se ve en una zona de piedemonte como Acacias o 44

Humapo, o hacia la sabana, cerca del rio Manacacías, vista con la investigación de Alicia Dussán y Gerardo Reichel-Dolmatoff, donde se podría observar una relación del sistema de cultivos a partir de montículos, tanto de los sitios vistos en el Meta, como los mencionados por Zucchi en Barinas (Zucchi 1975).

2.2 Investigaciones arqueológicas posteriores (1984-Presente) 2.2.1 Graciela Escobar, Jairo Nieto y Pablo Pérez , 1984 Para 1984, Graciela Escobar, Jairo Nieto y Pablo Pérez realizaron un reconocimiento etnohistórico y arqueológico en la región de Ariari, como parte de un semestre de campo en la carrera de Antropología de la Universidad Nacional. Este trabajo inicio con una pesquisa bibliografía sobre las crónicas dejadas por los españoles sobre la región de los llanos orientales, por donde entraron en búsqueda de Eldorado. En este reconocimiento se visitaron tres áreas, la primera ubicada sobre el rio Güejar, en el municipio de Vistahermosa, la segunda en la vereda Marayal, en Cubarral y el tercero en cercanías a la inspección de Puerto Caldas, en Granada. El primer sondeo realizado en este reconocimiento arqueológico se dio en el municipio de Vistahermosa, en la vereda El Fastidio, ubicada a 3 km del casco urbano sobre la carretera Vistahermosa - El Piñal. Sobre una terraza, junto a un riachuelo, se encontraron fragmentos cerámicos, lo cuales se encontraron por los campesinos durante la realización de huecos para el cultivo de plátano; muy cerca de allí algunos campesinos encontraron una “olla” durante labores agrícolas (Escobar et al. 1984: 91). En la misma zona, sobre el rio Güejar, en el sitio conocido como “El Barranco del Terror”, se llevó a cabo una recolección superficial; la zona había sido deforestada por la siembra de pastos para el ganado y por el proceso erosivo de las lluvias y la socavación del rio, lamentablemente allí no realizaron pozos de sondeo.

45

Por otra parte, en el municipio de Cubarral, en la finca Villa Clara, en la vereda Marayal, se realizaron 3 pozos de sondeo al Norte del caño Marayal debido a la cercanía de fuentes de aguas permanentes, pero estos dieron resultados negativos. Sobre la margen derecha del río Ariari, en el sitio llamado “la Cubillera”, en la vereda del mismo nombre, municipio de Granada, a dos km de la inspección de Puerto Caldas, se realizaron 4 pozos de sondeo. El sitio se encontraba sobre una pequeña terraza, por donde pasaba el caño Taparo; este se ubicó gracias a información de los habitantes, quienes señalaban que allí se encontraban fragmentos cerámicos en superficie. En el primer pozo de sondeo de 40 cm x 40 cm x 45 cm se encontró muestra de carbón entre los 15-20 cm de profundidad, el cual se guardó para una posible datación. Aunque en el segundo pozo no se encontraron evidencias arqueológicas, en el tercero, ubicado entre la terraza y un cultivo de maíz, se realizó un pozo de sondeo de 1 mt2 de tamaño, en donde se encontraron fragmentos cerámicos asociados a muestras de carbón a partir de los 10 cm (Escobar et al. 1984: 95). En el análisis cerámico de toda la cerámica recuperada, se observó como principales desgrasantes, para el material encontrado cerca del rio Güejar, el Cariapé y arena; también se observaron algunas combinaciones entre Cariapétiesto molido o arena-piedras (Escobar et al. 1984: 101). Los fragmentos de esta zona presentaban un baño, de tonalidad roja clara a café oscuro, aunque no se pudieron definir formas debido al tamaño de los fragmentos y a que no se encontraron bordes. En cuanto al material de Puerto Caldas, se observó que la mayoría de fragmentos tenían como desgrasante arena, siguiendo luego el Cariapé y algunas combinaciones como arena-piedra; esta cerámica también presenta baños en ambas caras, siendo más intensos con tonalidades de rojo a café; allí se pudieron observar los fragmentos de dos platos, teniendo el primero, de mayor tamaño, un baño rojo en ambas caras, mientras el otro, un baño en ambas caras de color café, con decoración de pequeñas incisiones lineales en el borde. En esta zona también se encontraron dos bordes con incisiones, uno con líneas rectas mientras el segundo en forma circular, ambos con un baño rojo (Escobar et al. 1984: 102). Con esta investigación se puede ver que la zona del rio Güejar, en especial la 46

cercana al Municipio de Vistahermosa, también mantiene un potencial arqueológico, aunque en menor contraste con la zona del Ariari. 2.2.2 Santiago Mora e Inés Cavelier, 1985, 1987 y 1989. Posteriormente, Santiago Mora e Inés Cavelier continuarían sus investigaciones arqueológicas en el departamento del Meta, ubicando más sitios arqueológicos, principalmente en las zonas de terrazas y planicies aluviales del rio Ariari. Los resultados de estas investigaciones fueron presentados en diferentes artículos e informes en 1985, 1987, y 1989. De lo sitios registrados por los investigadores, uno se encontraría cerca del municipio de Fuente de Oro, junto al Caño Irique, afluente del rio Ariari, donde localizaron un posible asentamiento extenso ubicado sobre terrazas bajas, en donde excavaron un basurero, del cual se recuperaron fragmentos cerámicos y líticos, los cuales tenían muchas similitudes con los fragmentos hallados en anteriores investigaciones en la zona. Allí se pudo recuperar muestras de carbón que permitieron datar una fecha de 1630±70 d.C. (Mora y Cavelier 1989: 38), siendo contemporáneo con el sitio excavado en Acacias. También se ubicaron otros sitios en la margen derecha del rio Ariari, cerca del Caserío Puerto Nuevo, en una zona socavada por el rio, cerca de la desembocadura del Caño Venado, allí se encontraron varias vasijas grandes, que podría haber sido usadas en un contexto doméstico (Mora y Cavelier 1989: 38). En cercanías a Puerto Caldas, en el municipio de Granada, se halló una planta de habitación en la que se registraron grandes platos (posibles Budares). En una terraza cercana al caño Cunimia, al Norte del municipio de Puerto Rico, en la margen derecha del rio Ariari, los investigadores ubicaron otro gran yacimiento, en el cual se infirió la existencia tanto de plantas de habitación como de basureros y posibles entierros (Mora y Cavelier 1989: 39). En la margen derecha del rio Güejar, cerca del poblado Puerto Lucas, en Vistahermosa, Mora y Cavelier registraron sobre una terraza alta un posible asentamiento asociado a 10 o 12 montículos, que podrían relacionarse a la construcción de plantas de habitación circulares. Ellos 47

realizaron tanto una recolección superficial como pozos de sondeo donde recuperaron materiales arqueológicos similares a los descritos para el grupo Guayupe. Igualmente señalaron algunos posibles sitios ubicados cerca de Puerto Lleras, donde se recuperaron algunos fragmentos cerámicos en superficie Por otra parte, Cavelier y Mora no realizaron prospecciones arqueológicas en las Salinas de Upín, ubicadas sobre el piedemonte en el municipio de Restrepo, pero tuvieron acceso al material rescatado por Marianne Cardale, quien reportó el sitio durante su investigación sobre la explotación de sal en el periodo prehispánico. La cerámica encontrada compartía tanto a nivel estilístico como técnico las mismas características de las halladas en Acacias, aunque también habían patrones desconocidos y fragmentos de cerámica muisca, pero fue poca la información que se pudo sacar del lugar, igualmente también se encontraron materiales en cercanías a la planta de purificación de agua de Restrepo (Mora y Cavelier 1989: 38), pero actualmente no se han hecho estudio sobre estos materiales ni se han realizo estudios sobre la salina de Upin. Por último, Mora y Cavelier concluyen que los asentamientos que han tenido la oportunidad de estudiar y fechar (Acacias e Irique) podrían ser asentamientos tardíos de la cultura Guayupe mientras los investigados por Marwitt (Granada, 810±100 d.C.) podrían ser asentamientos tempranos de la misma cultura debido a su relación en manufactura y técnica de decoración en la cerámica, quedando en duda lo encontrado para la fase Puerto Caldas (760±100 a.C.) en donde no se relaciona con ningún otro tipo de cerámica, y solo con nuevas investigaciones exhaustivas en la zona podrían despejar varias dudas y relacionar a ambos tipos cerámicos, e incluso comprender una cronología cerámica para la región (Mora y Cavelier 1989: 41). 2.2.3 Graciela Escobar, 1986 Uno de los lugares a observar para analizar el intercambio comercial entre los grupos indígenas del altiplano cundiboyacense y los grupos del piedemonte y llanos del departamento del Meta es la zona por la que recorre el rio Guatiquía, el cual 48

nace en el páramo de Chingaza, Fómeque, donde se retienen sus aguas en el embalse de Chingaza y continua su rumbo entre la cordillera Oriental, cruzando así para desembocar en el rio Meta. En su paso por la vertiente oriental de la Cordillera oriental se encuentran los municipios de San Juanito y Calvario, departamento del Meta. El curso del rio entre la cordillera Oriental es una interesante vía de comunicación que posiblemente fue utilizada por los grupos indígenas prehispánicos. Para 1986, Graciela Escobar realizo un reconocimiento arqueológico en los municipios de San Juanito y el Calvario, debido a la cercanía de ambas poblaciones, realizando una prospección arqueológica en san Juanito. En la zona pudo encontrar varios abrigos rocosos sobre la cordillera, en uno de los cuales conoció, a partir de entrevistas a habitantes de la zona, se habían encontrado restos humanos enterrados debajo de una laja de piedra, lugar el cual había sido guaqueado (Escobar 1986: 73). Algunos de los abrigos rocosos registrados también habían sido guaqueados. Según la información de los habitantes, los restos óseos se habían encontrado a los dos metros de profundidad, debajo de varias lajas de piedra. En los alrededores entre el camino de San Juanito y el Calvario, la investigadora recogió información sobre material lítico y cerámico encontrado por los campesinos de la zona. También pudo visitar una tumba en cancel ubicada en la vereda San Luis Toledo, en San Juanito, la cual ya había sido guaqueada. Esta

tumba

en

cancel

estaba“...representada

por

cinco

lajas

pulidas

horizontalmente de 1.05 mts de largo y 15 cm de ancho y una laja de forma ovalada colocada sobre las anteriores con 97 cm de larga por 93 cm de ancha (…) en el centro y sobre el suelo fue encontrada una piedra ovalada de río que mide en sus partes más extremas 30 cm de largo y 16 cm de ancho, con 4 cm de altura.” (Escobar 1986: 75). Según información de los pobladores, esta no era la única tumba en cancel de la zona, aunque estas otras ya habían sido guaqueadas, además que se le habían quitado las lajas para tomarlas en otros usos por los pobladores: “las otras han sido desbaratadas y las lajas se han utilizado en diferentes sitios; uno de ellos es el parque de San Juanito, colocadas allí para 49

adornar el monumento a su fundador y sus primeros habitantes.” (Escobar 1986: 75).

Imagen 5: Tumba en cancel reseñada por Graciela Escobar en San Juanito, Meta. Fuente: Escobar, Graciela (1986) Reconocimiento y prospección arqueológica en el municipio de San Juanito, Meta.

Escobar también recibió información sobre la vereda la Candelaria, en donde los habitantes decían haber encontrado dos ollas con restos humanos y tierra negra, durante la construcción de una escuela; en esta vereda los habitantes también habrían encontrado hachas, cinceles, volantes de uso, huesos y fragmentos cerámicos en diferentes cuevas cercanas. En la vereda El plan de San Luis, los habitantes también encontraron varias vasijas con un modelado antropomorfo durante la construcción de una escuela (Escobar 1986: 76). En la prospección arqueológica, la investigadora observo varios aterrazamientos ubicados en la zona, y que según los habitantes, estos se encontraban antes de la 50

llegada de los primeros colonos. En varios aterrazamientos realizo pozos de sondeo, en los cuales bajo a una profundidad de 60 cm, aunque no encontró material arqueológico, mientras que la estratigrafía de estos aterrazamientos tenía una tierra negra suelta y “de poco espesor” hasta los 8 cm, apareciendo luego una capa de greda compacta y de color pardo, tornándose a los 40 cm amarilla y revuelta con manchas grises cascajo y piedras. Escobar realizó dos trincheras en la Finca La Violeta, vereda San Luis de Toledo, la primera de 8 mts de largo y 1 mts de ancho, sobre una terraza en la que se encontró material cerámico y ocho posibles huellas de poste con evidencia de carbón (el cual no fue datado); la segunda trinchera fue de 7 mts por 1 mts de ancho. En total recogió 120 fragmentos cerámicos, los cuales, tras su análisis, determino que el 40% de los fragmentos pertenecía al tipo Guatavita desgrasante gris, el 20% a Guatavita desgrasante tiesto y 60% sin identificarse. Este material desconocido tenía en su pasta gran cantidad de mineral adherido con la arena o incorporado a la arcilla. Igualmente el material cerámico diagnostico tenia formas similares a las descriptas para los muiscas (Escobar, 1986: 88). Escobar también describió algunas piezas completas que poseían algunos campesinos, entre ellas una vasija de cuerpo globular con borde evertido y con un asa grande desde el cuello al cuerpo, decorada con un baño rojo. Esta había sido encontrada con restos humanos y cenizas en su interior. Otra vasija tenía un cuerpo semi-globular con una tapa y varios apliques que presentaban un rostro antropomorfo; una vasija con forma de cuenco y un cuello corto y con borde evertido, decorada por un baño color crema. También reseño una vasija de cuello cilíndrica y que presentaba apliques con figuras antropomorfas. Por último, había una vasija con baño rojo y tres aplicaciones sobre su cuello (Escobar, 1986: 84). El grupo social que pudo habitar en estas zonas no fue identificado, más aun no pudo ser fechado, aunque con el material cerámico la autora infiere que posiblemente haya sido uno grupo proveniente de los Muiscas (un enclave muisca), o un grupo diferente pero dependiente cultura y/o políticamente de los Muiscas, con los cuales tuvieron un tipo de relación más allá del intercambio económico, y 51

posiblemente hayan sido algunos de los intermediarios entre grupos andinos y del llano. Una investigación más exhaustiva en la zona podría aclarar las dudas que surgen sobre la identidad del grupo social y su relación con los Muiscas. 2.2.4 Elizabeth López y Santiago Mora, 1990 En 1990, Santiago Mora y Elizabeth López realizaron un rescate arqueológico en el municipio de Fuente de Oro, en donde se encontró accidentalmente, durante los trabajos realizados para la instalación de un sistema de alcantarillado en el corregimiento de Puerto Santander, varias urnas fúnebres. Este sitio correspondería a un posible cementerio, debido a que allí se encontraron varias urnas fúnebres con restos humanos cremados, las cuales fueron protegidas por los habitantes de la zona hasta la llegada de la investigadora, enviada por el ICAN (actual ICANH) en conjunto con la Cámara de Comercio de Villavicencio. El sitio se localizaba “dentro de la planicie aluvial” del rio Ariari, aunque poco susceptible a inundaciones, manteniendo encharcamientos por la lluvia en temporada de invierno, teniendo por tanto un nivel freático muy alto. Este cementerio se encontraba ligado a una red de asentamientos ubicados de lado y lado de rio Ariari, descritos en las crónicas, y señalados dentro de algunas excavaciones de Mora y Cavelier, como el sitio “el Tugurio” el cual era una planta de habitación ubicada en la margen sur del rio Ariari, y en la desembocadura del caño Irique en el Ariari (margen opuesta) donde se encontró un basurero arqueológico, el cual se dató con una fecha de 1630 d.C. (Mora y Cavelier 1985). Lamentablemente para esta investigación no se realizó una datación debido a la falta de financiación. Las urnas se encontraron a una profundidad de 32 a 35 cm de profundidad, ubicado en dos horizontes estratigráficos; solo en tres casos se llegó a los 52 cm, llegando a la parte superior del horizonte C. Las urnas se encontraban tapadas, algunas desde su parte interna, en la zona inferior del cuello con fragmentos grandes de vasijas y otras desde el borde. Dentro de algunas urnas se encontraron, en su parte superior, una olla pequeña o un plato con decoración incisa, boca abajo, con una 52

mezcla de tierra con ceniza. Aunque la mayoría de urnas se encontraban aisladas, se pudo observar dos vasijas juntas, una tapada con fragmentos cerámicos y la otra con una pequeña olla boca abajo (Mora y López 1990: 15).

Imagen 6 e Imagen 7: Urnas funerarias encontradas en Puerto Santander, en el Museo Arqueológico Guayupe.

En el rescate se definieron tres grupos de vasijas a partir de su decoración, forma y tamaño. Uno de ellos correspondía a vasijas grandes, entre 36 cm de altura y un ancho de hasta 40 cm, con superficies alisadas y engobe, aunque también se encontraban pulidas. Las formas eran desde globular a semiglobular, y debido a su tamaño y decoración, los investigadores señalaron su uso en un contexto doméstico. El segundo tipo correspondía a una urna con modelado antropomorfo y zoomorfo, con apliques, pintura e incisiones. El tamaño de esta era de 38 cm de alto, por 23 cm de ancho; esta urna era muy similar a la recuperada por Gregorio Hernández de Alba en Guayabetal en 1944 (Mora y López 1990: 25). El tercer grupo correspondía a vasijas de tamaño mediano, con 11 cm de alto por 11 cm de ancho, aunque también había ollas y cuencos de 6 cm de alto por 8.5 cm de ancho, y un

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plato de 5 cm de alto por 27 cm de ancho. Estas vasijas tenían una decoración incisa y apliques, asociadas a las urnas de mayor tamaño, usadas algunas como tapas de estas grandes. El segundo y tercer tipo estarían asociadas a un contexto social y ceremonial. La técnica de manufactura de estas cerámicas era la de rollos, teniendo en su mayoría como desgrasante el Cariapé; se observaba una pintura blanca sobre rojo en algunas vasijas con diseños geométricos, en su mayoría lineales; todas las figuras modeladas y apliques eran diferentes, dando un aspecto simétrico a la vasija. La zona podría catalogarse como un cementerio, según los investigadores, debido a que no se habían reportado algún otro yacimiento dentro del pueblo. Mora y López (1990) señalan que, a partir de estas urnas fúnebres, en donde algunas fueron usadas posiblemente en contextos domésticos y después como urnas, mientras que otras fueron hechas para este único propósito, se puede observar la existencia de una estratificación social en una posible sociedad complejizada yendo más allá de una aldea particular (Mora y López 1990: 29). Dos años después de este rescate, Ninfa Quintero (1992) realizo un nuevo rescate en un sitio alterado por apertura de un pozo séptico en el solar de una vivienda dentro del pueblo, allí se observó una urna funeraria en la que se encontraron restos humanos asociada a dos huellas de poste, en el cual no se encontró carbón y el material óseo no pudo ser fechado, producto del proceso de incineración al que fue sometido como parte del ritual funerario, produciendo la pérdida total del colágeno fechable por radiocarbono (Quintero 1995). 2.2.5 Elizabeth López Cipagauta, 1993 Para 1993, Elizabeth López realizo una investigación acerca de las acciones antropogénicas (antrosoles) con el fin de mejorar el potencial agrícola de la tierra en suelos pobres, ácidos y cubiertos por bosque de miles de años en la planicie aluvial del rio Guayabero. Si bien la zona se presenta como la frontera entre las sabanas de los llanos con la selva tropical amazónica, la investigadora pudo determinar que 54

la cerámica asociada a estos cambios antropogénicos en el suelo estaría relacionado con el estilo alfarero de los Guayupes. La presencia de estas modificaciones antrópicas, indicaría otro tipo de adaptación a suelos pocos fértiles vistos ya en el departamento, con el sistema de montículos reseñados por Mora y Cavelier en “Humapo”, cercanías al rio Meta y Dussan y Reichel-Dolmatoff en “Cejalito”, cercanías al Manacacias. En esta zona se identificaron cuatro sitios con Antrosoles a lo largo de la planicie aluvial del rio, ubicándose el primero en las estribaciones de la Sierra de la Macarena “aguas arriba del Alto Raudal” en el sitio conocido como “Angosturas I”, el segundo en la población Puerto Nuevo, en la vereda Bajo Vergel, el tercero en la población “La Carpa” y el cuarto en cercanías al Raudal Bajo (Angostura II). Los sitios eran muy similares entre sí, ubicados sobre terrazas altas, zonas no inundables, presentando variación en la profundidad y alta densidad de material cultural. La investigadora resalta la presencia de antrosoles profundos ubicados en Angostura I y II, en “partes altas estratégicas, desde el punto de vista de control de tránsito por los ríos.” (López 1993: XVII). También se identificaron otros sitios arqueológicos sin Antrosoles, siendo nueve sitios en total, realizándose pozos de sondeo de 40 cm x 40 cm solo en los Antrosoles, y a partir de la información recolectada, realizándose cortes estratigráficos de 2 mts x 1 mts. En estos Antrosoles se observaba un suelo con colores pardo oscuro, grisáceo muy oscuro y pardo muy oscuro, con una textura franco arenosa, hasta llegar a su profundidad máxima, donde aparece el suelo natural de la región donde yacen los Antrosoles, el cual es de color amarillento y de textura arcillosa. Entre estos espacios, señala la autora, se podrían encontrar posibles zonas de vivienda. Actualmente algunos de los antrosoles son usados por los pobladores para actividades agrícolas En los otros sitios arqueológicos solo se realizaron recolecciones superficiales (López 1993). La característica principal de los Antrosoles es que no presentaban horizontes en el suelo homogéneo, sino que se observan como áreas (mancha) de suelo removido con profundidades irregulares. Algunos investigadores han propuesto diferentes 55

formas de formación de los antrosoles: “Algunas teorías sustenta la formación de estos como el resultado del mejoramiento del suelo por la incorporación de cenizas producto de la quema de huertas aborígenes…otros creen que son el resultado de la incorporación de abonos y materia orgánica” (López 1993: 135). Por tanto, estos son el resultado de una planificación y trabajo intensivo con el fin potenciar la fertilidad de los suelos y que han sido reportados en la Amazonia brasileña: Nimendajú (1923-26), Barbosa de Faría (1928) Klinge (1967) y Hilbert (1968) entre otros. En cuanto a Colombia, se han reportado la presencia de antrosoles en la Pedrera, posteriormente en Araracuara y la Sardinata por miembros de la expedición Colombo-Británica “Amazonas 77”. En referencia a los antrosoles del Araracuara, ya para el año 50 d.C. estos existían y habían mejorado para el 800 y 1000 d.C. (López 1993). Dentro del paisaje del rio Guayabero, la investigadora observo tres tipos de subpaisajes: zonas de vega baja, la cual es inundable casi todos los años, siguiendo zonas de vega media, las cuales se inundan una sola vez al año y ubicadas de 5 a 10 mts de altura referente al nivel del rio, permitiendo su uso agrícola para cultivos estacionales como el maíz. Por último, la vega alta que es inundable cada 3 a 10 años, ubicada hasta 15 mts sobre el nivel del rio, y la cual es usada para cultivos estacionales y estables como plátano, yuca y cacao. “Estas unidades se han definido, de acuerdo a las posibilidades de utilización, teniendo en cuenta factores como inundabilidad, grado de madurez o desarrollo de los suelos; este último es de gran importancia debido a que permite determinar la fertilidad natural” (López 1993: 44). Igualmente se identificaron zonas de lomerío con superficie disectada, formando un relieve desde ligeramente ondulado hasta fuertemente ondulado, el cual representa el 90% de la Amazonia colombiana. Estas zonas presentaban un bajo potencial agrícola debido a que eran suelos ácidos y poco fértiles, mientras que las zonas inundables mantenian un mayor potencial (López 1993: 52). Aunque gran parte de la zona cercana al rio Guayabero mantiene una vegetación boscosa, esta se ha ido suprimiendo en las zonas de colonización, producto de la acción de tala y quema, y 56

el posterior uso de la zona para ganadería extensiva. “Algunas áreas han sido taladas por los colonos, en la mayoría de los casos para sembrar pastos y algunas pocas áreas para cultivos de pancoger” (López 1993: 53). La autora destaca la presencia de sitios con arte rupestre, ubicados en Angostura I, cerca del municipio de La Macarena y Angostura II, en proximidades a la desembocadura del Guayabero con el Guaviare, en la cual se observan representaciones de fauna de estilo naturalista, además de esquemáticas líneas onduladas. El primer sitio arqueológico registrado se ubicó sobre un paisaje de llanura aluvial en los planos altos de vega media, cerca de la escuela del Alto Raudal. Allí se observaron varios fragmentos, que se encontraron en unas de la zanjas para las bases de los muros de la escuela. La profundidad de estos fragmentos fue de 20 cm. En Angostura I, vereda del Alto Raudal, se ubicó el segundo sitio, en el cual se registró un Antrosol, con una profundidad de 180 cm, encontrándose material arqueológico desde los 10 cm hasta los 100 cm, teniendo mayor densidad entre los 30-60 cm, recogiendo una muestra de carbón a los 90 cm con el fin de obtener una fecha (López 1993: 150). Este abarcaba un área intervenida de 8 hectáreas aproximadamente. El tercer sitio se ubicó sobre la margen izquierda del caño Gavilán, afluente del rio Losada, el cual desemboca en el Guayabero. Este se encontró sobre la Vega media del rio Lozada. En la desembocadura derecha del caño Peñas Rojas en el rio Guayabero, se realizó una recolección superficial entre una terraza y la zona de inundación del rio, la cual ha ido erosionando y destruyendo el cuarto yacimiento (López 1993: 151). El quinto sitio se registró en la desembocadura del caño Los Cachicamos en el Guayabero, ubicado entre una vega alta y la zona de inundación, estando también erosionado. En el sexto yacimiento se observó un Antrosol, en la vereda Bajo Vergel, municipio de Puerto Nuevo, departamento del Guaviare, sobre un lomerío disectado con fuertes ondulaciones. Este sitio abarcaba 3 hectáreas y la profundidad de este fue de 50 cm, apareciendo material cultural de 20 cm hasta los 40 cm, recogiéndose muestra de carbón a los 40 cm; allí, el dueño de la finca señalo 57

haber encontrado hace algunos años una urna con restos humanos carbonizados, una pequeña olla y un artefacto lítico con forma de media luna, el cual tenía presencia de huellas de uso (López 1993: 151). En la margen derecha del rio Guayabero, corregimiento de la Carpa, departamento del Guaviare, se ubicó un siguiente sitio con presencia de Antrosoles, el cual ha sido destruido en parte para la construcción de una pista de aterrizaje, ubicada a 500 mts al suroccidente de la base militar, el sitio tenía una extensión de 2.75 hectáreas reduciéndose hasta 1.5 hectáreas; la parte más profunda alcanzada en el corte fue de 40 cm con evidencias arqueológicas de 20 a 40 cm de profundidad y evidencias de carbón entre 30-40 cm. En el sector de Angostura II, en la margen derecha del rio Guayabero, se localizó un octavo yacimiento arqueológico con dos hectáreas de uso de Antrosoles,

llegando a tener una profundidad de 1 mt y con escasos

materiales culturales. El noveno sitio se localizó en la margen izquierda del rio Guayabero, en el paisaje coluvial de la serranía la Lindosa, en donde se encontró material arqueológico de 5 a 20 cm, siendo este muy escaso y deteriorado. Este se encuentra cerca de un caño que desemboca en el Guaviare, pero la investigadora no pudo determinar su nombre ya que no aparecía en la cartografía y los pobladores no lo conocían. Muy cerca de allí también se realizó una recolección superficial en un cultivo de tomate (López 1993: 152). El material cerámico recuperado, tanto en las recolecciones superficiales (1457 fragmentos) como en los pozos de sondeo y cortes estratigráficos (8050 fragmentos) realizados en los Antrosoles, fue clasificado a partir de la técnicas de decoración, la pasta y el desgrasante, encontrándose que todos mantenían características muy similares, concluyendo que todos los sitios pertenecían a un mismo grupo cultural (López 1993: 181). Por lo tanto, se realizó un análisis del material encontrado en el sitio Angostura I con el fin de relacionarlo con algún tipo alfarero, tanto de la región de los Llanos como de la selva Amazónica. La pasta tenía un grano fino y mediano, de colores gris oscuro, café y habano. Se encontraron tres tipos de desgrasantes, los cuales “eran arena cuarzosa con ceniza vegetal (Cariapé), roca triturada con ceniza vegetal y arena cuarzosa con 58

inclusiones de arcilla y ceniza” (López 1993: 184). La cocción de las vasijas se realizó sobre una atmósfera oxidante bien controlada, en especial la cerámica con baño color naranja, café rojizo y gris oscuro, relacionadas al desgrasante roca triturada con ceniza vegetal y de pasta color gris oscuro y café. Mientras que algunos fragmentos de pasta color habano y café, presentaban muchas manchas de cocción, producto de un ambiente oxidante mal controlado. La mayoría de la cerámica mantenía una superficie pulida. A partir del tamaño de los fragmentos se pudieron relacionar tres formas: platos, cuencos y vasijas de cuello recto, algunas de forma globular y aquillados, subglobular y cilíndricas. Los platos tenían decoraciones excisa con motivo geométricos, y algunos con pintura blanca, mientras los cuencos presentan bordes evertidos. En la decoración de la gran mayoría de vasijas se observan incisiones, pintura blanca, modelados y apliques con motivos zoomorfos, antropomorfos y geométricos. También se observaban algunos fragmentos con excisiones. Las caracterizas de la cerámica encontrada sobre la planicie aluvial del Guayabero guardaba grandes similitudes con la cerámica Guayupe, descrita en los trabajos de Marwitt y Morey (Marwitt 1973b, 1975) (Morey 1976) en el Ariari, Mora y Cavelier (1983, 1985, 1987, 1989) en Acacias y Ariari, y por López y Mora (1990) en Puerto Santander, en especial el modelado y los apliques antropomorfos y zoomorfos, junto con el desgrasante (Arena, Cariapé y las inclusiones de arcilla o barro). Para este estudio se pudo realizar una datación para el sitio Angostura I, la cual fue de 270 d.C. (1670±40 B.P.), estando relacionada cronológicamente a los Antrosoles encontrados en el Araracuara, y siendo a la vez una fecha intermedia entre los periodos Puerto Caldas (760±110a.C.) y Granada (810±100d.C.) descritos por Morey y Marwitt. Por tanto, la autora relaciona a los Guayupes, como el grupo cultural que pudo haber habitado la zona investigada y que realizara estos cambios antropogénicos en suelos poco fértiles, con el fin de optimizar la producción agrícola en una zona no inundable, ubicada en lugares estratégicos para mantener un dominio sobre amplios tramos de paisajes desde donde se podría mantener un control sobre el paso por los ríos. López señala que, al igual que Mora y Cavelier, los Guayupes tuvieron que ser un grupo cultural que se apropió de un gran territorio como lo es el departamento 59

del Meta, adhiriendo otras etnias de la región como los Saes y Eperiguas (Mora y Cavelier 1989: 37) (López 1993: 219), formando entre estas etnias un solo grupo cultural, determinando por tanto a este estilo Guayupe como un producto del desarrollo regional y no del difusionismo proveniente de otras regiones, aprovechando así también diferentes nichos ecológicos, y que debieron llegar a tener una alta complejidad social y desarrollo político para mantener una cohesión social y división del trabajo especializado: “esta tecnología de mejoramiento de suelos, no se le puede adjudicar a una sociedad prehispánica determinada, sino que perteneció a diferentes grupos que manejaban suelos tropicales poco fértiles. Seguramente, el grado de desarrollo social, político, demográfico y conocimiento del medio que habitaban, permitió la transformación de recursos, buscando soluciones para sus necesidades. La cerámica, encontrada en la región del medio, bajo Guayabero y a lo largo de la llanura aluvial del río Ariari, por su riqueza en las diferentes técnicas decorativas, y la variedad de sus formas, se constituye en el producto de expertos alfareros que junto con los agricultores, reflejan una sociedad con división del trabajo especializado.”(López 1993: 218). La autora también obtuvo una fecha para el sitio de Puerto Nuevo, pero esta resulto muy temprana (6420±40 B.P.) considerando por tanto, que las muestras datadas se encontraban alteradas producto de los mismos antrosoles “al adicionar material orgánica…que pudieran tener carbón de quemas más antiguas” (López 1993: 220) además que, que por ser una fecha muy antigua para la zona, no habría forma aun de contextualizarla en “el espacio y tiempo”. 2.2.6 Marisol Moreno y Ricardo Riaño, 1998 Para Diciembre de 1998, Marisol Moreno y Ricardo Riaño presentaron un informe del rescate arqueológico realizado en el corregimiento de Aguas Claras, municipio de Granada, el cual se dio con el fin de intervenir las acciones de guaquería que se venían reportando en esta zona. Este informe fue entregado a la Alcaldía de Villavicencio, haciendo parte del proyecto de “Museo arqueológico” que se realizaría 60

en la ciudad, pero cuyo proyecto nunca fue cumplido. El área investigada se delimito a partir de los sitios guaqueados, con un radio aproximado de 100 metros, esta zona era un lugar constante de cultivos en todo el año por lo que había sido bastante alterado. Los investigadores realizaron ocho pozos de sondeo de un metro por un metro con el fin de obtener información estratigráfica. Posteriormente realizaron una excavación de 10 mts2 sobre lo que sería una planta de vivienda (Moreno y Riaño 1998: 25). En esta excavación se encontraron varios fragmentos cerámicos, los cuales estaban en una sola capa estratigráfica, correspondiente a una tierra muy fértil, de color negruzco y grumoso (Moreno y Riaño 1998: 26). El material se encontró con mayor frecuencia entre los 23 y 35 cm de profundidad. Antes de esta profundidad y después de esta, la presencia de evidencia arqueológica fue escasa. En esta excavación se encontraron desechos de material lítico, fragmentos cerámicos de vasijas de uso doméstico, un posible fogón, de donde se extrajo carbón con el fin de obtener una fecha y una huella de poste, lo que sugirió a los investigadores la posibilidad de ser una planta de vivienda (Moreno y Riaño 1998: 25). Junto con el material rescatado, los investigadores también recogieron algunos fragmentos cerámicos destruidos por los guaqueros, los cuales en su mayoría pertenecían a urnas fúnebres, y material cerámico encontrados por los campesinos en sitios cercanos. La cerámica recuperada, tanto en la excavación como aquellas de recolecciones superficiales, tenían unas varias técnicas decorativas como incisiones, apliques y modelados con formas zoomorfas, en la que se destacaban posibles cabezas de tortugas, micos, pájaros y algunas formas antropomorfas como mejillas, boca, ojos y orejas, ubicadas sobre el cuerpo y bordes de las vasijas (Moreno y Riaño 1998: 29). De la cerámica fragmentada producto de la guaquería, los investigadores determinaron que hacia parte de un entierro secundario, donde los restos humanas habían sido guardados en urnas con una especie de mezcla de ceniza, tierra y huesos triturados; junto a las urnas también se hallaban algunas ofrendas funerarias como vasos, bandejas y cuencos entre otros, los cuales presentaban un orificio a 61

cada lado, lo que los investigadores señalaban como parte de uso ritual. La profundidad a la que se hallaban estas urnas era de 40 a 60 cm. En cuanto al material recuperado en la excavación, las formas cerámicas más comunes fueron los cuencos, siendo en menor cantidad bandejas o platos, “ollas cuenco” y jarras (Moreno y Riaño 1998: 32).

Imagen 8: Bandeja ceramica con incisiones y aplique en el borde. Imagen 9: Bandeja con decoracion excisa, ambos encontrados en Aguas Claras durante el rescate Arqueologico. Fuente: Moreno y Riaño (1998) La cultura Guayupe.

En los fragmentos, los investigadores hallaron varios tipos de desgrasantes: piedras café, siendo gránulos de gran tamaño (podrían ser bolitas de barro que menciona Marwitt), piedras rojizas, señalando los autores que podrían ser pedacitos de tiesto (chamote), cristal blanco y cristal transparente, los cuales podrían ser cristales de sílice (arena), carbón vegetal, siendo trozos muy pequeños (Cariapé) y por ultimo intrusiones blancuzcas, que son similares a los cristales blancos, aunque más pequeños con forma de halos blancos y “polvorientos” (Moreno y Riaño 1998: 34). Los investigadores concluyeron que, el hecho que se encuentre urnas funerarias en compañía de otros materiales cerámicas, y la decoración de la cerámica encontrada en la excavación, podría ser el indicio de una sociedad complejizada, con una diferenciación social:

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“las características identificadas en la cerámica del corregimiento de Aguas Claras, región del Ariari; sobre el hecho de que algunas piezas se han catalogado como de muy buena elaboración y decoración, junto con el registro de un buen número de formas relacionadas como vasijas para servir y consumir bebidas y comidas; asociados con la interpretación que se realizara de la evidencia proveniente de contextos funerarios, se podría sugerir la existencia de una elite en este asentamiento. El sitio donde se recogió el material arqueológico correspondería a un sector de la población con mayor estatus, un área de residencia dentro de una aldea considerada como un asentamiento con cierta complejidad en su organización socio-política y económica.” (Moreno y Riaño 1998: 38). Sin embargo esta hipótesis solo podría ser corroborada con una investigación mucho más grande, que abarque más allá de esta zona, diferentes sitios cercanos para poder comprender mejor esta posible diferenciación social a partir de las técnicas y decoración usadas en cada cerámica encontrada en cada posible sitio. Aunque Moreno y Riaño señalaban que también se podría tomar como un sitio privilegiado debido a que se encuentra en las tierras más fértiles

de todo el

departamento (las vegas del Ariari) y posee a su alrededor diferentes nichos donde podrían aprovecharse de diferentes recursos como los bosques de galería de los caños, y los bosque del piedemonte. En resumen, Moreno y Riaño creen que los grupos Guayupes que habitaron el departamento del Meta, pudieron estar divididos en varios grupos, en donde, aquellos con mayor rango social eligieron las zonas del Ariari, siendo estas más productivas, mientras los demás grupos pudieron desplazarse a sectores como Acacias. Lamentablemente la muestra recolectada para la datación había sido contaminada producto de las acciones de tala y quema realizadas en la zona para mejorar el potencial agrícola. Sin embargo los investigadores creen que el sitio podría mantener una fecha contemporánea con la llegada de los españoles a la región del Ariari, siguiendo esto a partir de los datos etnohistóricos, y aunque señalan que los desgrasantes identificados son similares a los encontrados por Marwitt, no creen que el lugar tenga una fecha contemporánea a los sitios prospectados por él. 63

Imagen 10 e Imagen 11: Vaso cilindrico con decoracion incisa encontrado en Aguas Claras durante el rescate arqueológico. Fuente: Quintero, Ninfa. (2004) Diagnóstico e inventario arqueológico del departamento del Meta.

2.2.7 Ninfa Quintero, 2004 A partir del creciente interés del conocimiento arqueológico en el departamento del Meta, Ninfa Quintero realizo como monografía de grado en la Universidad Nacional una investigación sobre el estado actual de la arqueología en el departamento, con el apoyo del Fondo Mixto de Cultura del Meta y de la fundación Erigae. Esta investigación tendría como fin conocer el estado actual en el que se han ido manejando las investigaciones arqueológicas en la región, y a partir de allí señalar las potenciales líneas de investigación para la zona (Quintero 2004); igualmente realizo una prospección arqueológica en gran parte del departamento del Meta y un posterior análisis del material cerámico de la zona. Quintero considera la importancia que se le debe tener a la región y la opción de que en el actual territorio del Meta hayan existido más de un grupo cultural, como es señalado en las crónicas, opuesta a la posición de otros autores (Mora y Cavelier 1989: 37) (López 1993: 219), que consideraban que los grupos mencionados como Saes y Operiguas, serían los mismos grupos Guayupes, pues las características mencionadas por los cronistas no variaban mucho uno del otro, y que simplemente serian nombres de cada grupo étnico separado espacialmente, pero que pertenecerían al mismo grupo social y cultural. Mientras que Quintero consideraba 64

que “quizás se trataba de grupos diferentes asentados en territorios propios separados por barreras naturales, pero que mantenían lazos comerciales u otros contactos que hacen posible suponer que compartieron rasgos culturales, evidentes en un estilo cerámico característico” (Quintero 2004: 10). Igualmente recalca la importancia de las crónicas españolas debido a que, con las fechas datadas por Mora y Cavelier en Acacias y Caño Irique (1570 d.C. y 1630 d.C. respectivamente) a la llegada de los españoles los Guayupes estarían asentados en gran parte del territorio metense. Lamentablemente la única copia de esta tesis, ubicada en la biblioteca de la Universidad Nacional, no presenta las paginas en la que se menciona los sitios exactos en donde Quintero realizo su prospección arqueológica y donde recogió el material, tan solo se puede suponer que los pozos de sondeo y recolecciones superficiales se realizaron en los sectores que recorrió la investigadora: Cubarral, Fuente de Oro, Granada, Puerto Lleras, San Juan de Arama, Vistahermosa, Acacias, San Martín, Guamal, Castilla la Nueva, Restrepo, Cumaral, Barranca de Upía, Puerto López, Cabuyaro, Puerto Gaitán y Villavicencio. La investigadora realizo el análisis de 680 fragmentos cerámicos recuperados tanto de sondeos como de recolecciones superficiales efectuadas en campo, además de 250 fragmentos de la colección referenciada por Marianne Cardale en el sitio de las Salinas de Upin (Quintero 2004: 15). La principal característica de estas muestras (Salinas de Upin) fue el alisado visto en tanto para fragmentos simples como decorados, y en menor medida se observaron acabados como burdos arenosos, burdos rugosos, pulidos y bruñidos. Se observó una gran variedad en cuanto al espesor de las paredes de las vasijas, destacándose paredes muy delgadas (3 mm) asociados a cuencos pequeños hasta fragmentos de recipientes con paredes muy gruesas (3.2 cm), estos últimos encontrados solo en la vereda Mirolindo, del Municipio de Restrepo, y que podrían estar asociados a vasijas grandes, con diámetros entre 35-45 cm, alisadas y sin ningún tipo de decoración, lo que podrían corresponder a vasijas usadas para la

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obtención de panes de sal, inferencia dada por la autora debido a que el hallazgo se realizó cerca de salmueras o pozos de agua salada (Quintero 2004: 70). Por otra parte, en los fragmentos recuperados durante la prospección realizada por la autora, se identificaron varias formas de cerámica, entre las que se encontraban platos, con alturas entre 4 y 7 cm, con diámetros entre 18-28 cm, mostrando una curiosa relación entre altura-diámetro “algunos no corresponden a la forma tradicional redondeada, se observaron formas romboidales y elipsoides” (Quintero 2004: 71). Estos tienen variados diseños, algunos con incisiones serpenteantes y diferentes “aditamentos/aplicados modelados diametralmente opuestos”; Presentan acabados alisados y bruñidos, y dos orificios a cada lado, sugiriendo la posibilidad de ser usados para suspender el plato por medio de cuerdas. También se encontraron fragmentos de cuencos con diversos tamaños y diseños, yendo desde cuencos pequeños de 4 cm de altura hasta 11 cm, con diámetros de 5 cm hasta 20 cm, presentando decoraciones incisas y aplicaciones, en algunos de ellos se observan huellas de hollín. También se identificaron fragmentos de vasijas aquilladas simples y compuestas, estas primeras de forma irregular con base plana y borde evertido, con figuras modeladas sobre el borde, mientras las segundas presentan un cuello recto y pase plana con aplicaciones zoomorfas sobre el cuerpo. Otra forma observada, es un vaso de forma cilíndrica, con base y labio plano, con la aplicación de una banda decorada y un diámetro de 10 cm. Además se encuentran vasijas semiglobulares con cuello, incisiones y figura modelada, y otras con punto de inflexión acentuado y alisado sobre la superficie. Para ambas muestras (prospección y el material de Upin), en cuanto al desgrasante, se encontró en los fragmentos cerámicos corteza silícea (Cariapé) (50%), cuarzo (30%), arena (15%) y arcillolita (5%) (Quintero 2004: 68). La autora concluye que existe una gran riqueza en cuanto a la variedad de formas cerámicas encontrada y relacionadas con los Guayupes, y que hay una gran diferencia frente a los otros estilos cerámicos cercanos a la región, predominando los modelados y apliques zoomorfos y antropomorfos, junto con incisiones 66

geométricas estandarizadas. Aunque, señala la autora que, este estilo alfarero no es uniforme en todo el territorio Guayupe, enfatizándose variaciones en la producción local, producto de los diferentes grados de especialización en los artesanos de cada sitio; sin embargo también cree que estas variaciones pueden deberse a que si habitaron allí diferentes grupos culturales (Guayupes, Saes y Eperiguas) como señalan las crónicas, y que a pesar de tener características similares, cada grupo manejo parte de su propio estilo cerámico.

2.3 Investigaciones arqueológicas a partir de la explotación de hidrocarburos El departamento del Meta ha sido una de las regiones con proyectos de hidrocarburos en Colombia, donde durante la última década ha incrementado la explotación petrolífera, pero que desde muchos años antes ya se mantenía como zona de producción de petróleo. A partir de los años 40 muchas multinacionales, como Shell, buscaban petróleo en la región de la Orinoquia, rectificándose ya para los años 70 “las bondades petrolíferas del subsuelo orinoquense” (Aguilar et al. 1998: 1). Y es a partir de los años 70 en donde se hallan los primeros hallazgos petroleros en el Meta en las zonas de Apiay y Cubarral, siguiendo en zonas como Castilla la Nueva y Acacias. Actualmente, en gran parte del Departamento se realizan tanto exploraciones como explotaciones petroleras (Puerto Gaitán, Puerto López, Villavicencio, Castilla la Nueva, Guamal, Acacias, Cubarral, Mapiripan, San Martin, Puerto Lleras). Por tanto, y a partir de la ley 397 de 1997, se han incrementado considerablemente las prospecciones arqueológicas a partir de los diferentes proyectos de hidrocarburos, quienes por ley, dentro de las licencias ambientales deben realizar el respectivo diagnostico arqueológico y la posterior formulación del Plan de Manejo Arqueológico, realizándose prospecciones, rescates y/o monitoreos arqueológicos si el área lo requiere. A partir de esto, han sido más las investigaciones arqueológica producidas por la “arqueología de rescate” frente a la investigación académica en la zona. Aquí 67

señalaremos algunas investigaciones y sus resultados, al igual que algunos comentarios para señalar falencias o grandes aportes de algunas de las investigaciones. La mayoría de investigaciones se centran en los municipios de Puerto Gaitán y Acacias, debido a que son la zona de mayor yacimiento petrolífero. Igualmente en zonas como Acacias a pesar de tener un gran impacto industrial (explotación petrolífera y minera, cultivos extensos de palma africana) hay muy poca información arqueológica: “Al realizar la búsqueda bibliográfica sobre reportes de sitios y/o evidencias arqueológicas para el área de estudio (Acacias), llamó mucho la atención que a pesar de ser un área tan intervenida por proyectos de ingeniería, existen muy pocos reportes sobre programas de arqueología preventiva” (Nieto 2012: 20). Mientras que en Puerto Gaitán, a pesar de una gran cantidad de investigaciones arqueológicas, los resultados de la gran mayoría resaltan el bajo potencial arqueológico de la zona, encontrándose algunos datos que podrían resaltar lo contrario. 2.3.1 Miguel Ángel Mackenzie, 2002 En el 2002, Miguel Ángel Mackenzie realizo la prospección arqueológica para el Programa sísmico Pachaquiaro 3D, ubicado entre los municipios de Villavicencio, Acacias y Castilla la Nueva “En un paisaje conformado por terrazas y llanuras aluviales, que conforman planos de diferentes alturas, cubiertos por sabanas y bosques de galería” (Mackenzie 2002: 3). El objetivo consistía en definir áreas de mayor potencial arqueológico ubicadas en la zona del proyecto. La concentración del trabajo de campo fue sobre terrazas aledañas a las fuentes permanentes de agua, lugares de potencial arqueológico según los trabajos arqueológicos anteriores. Lo resultados del reconocimiento arqueológico fue, la descripción de una gran densidad de yacimientos vistos en recolección superficial frente a un número mucho menor de depósitos enterrados que ofrecieran una posibilidad de estratificación física. La recolección superficial brindo la posibilidad del reconocimiento de densidades y patrones de asentamientos prehispánicos de la zona, aunque con la falta de información estratigráfica. El resultado final del reconocimiento fue el registro de 20 sitios arqueológicos, los cuales estaban 68

localizados en inmediaciones de los principales ríos y sus afluentes (rio Acacias, Orotoy), aunque todos con densidades bajas (Mackenzie 2002: 15). No se encontraron sitios o material cultural en zonas interfluviales, por lo que el autor, al igual que anteriores investigadores, señalo que los grupos indígenas no aprovechaban este tipo de entorno. El material recuperado guardaba cierta homogeneidad tecnológica y estilística al grupo Guayupe. La zona de estudio guardaba ciertas condiciones en el terreno: la mayoría de potreros estaban cubiertos con pastos para ganadería extensiva lo cual complicaba la visibilidad de materiales en superficie, por lo que también se realizaron pozos de sondeo. Aun así se encontró baja densidad de material en los sitios identificados, en donde el material estaba disperso en grandes áreas, por lo cual no se encontraron grandes concentraciones de material arqueológico, llegando estar separados en una proporción de un fragmento por cada 5 metros cuadrados. “en otros casos, se encuentran únicamente agregaciones de máximo 4 o 5 fragmentos cerámicos dispersos en áreas hasta de tres hectáreas. En estos casos se procedió a realizar pozos de sondeo con el fin de observar si esta condición se repetía en el subsuelo, lo cual en la mayoría de casos arrojo que no existían evidencias arqueológicas.” (Mackenzie 2002: 16). Esto puede deberse a efectos como la acción del agua, el ganado o/y sobretodo el arado, que remueven y arrastran el material, además de ser zonas de baja densidad, descritos ya en anteriores trabajos como los de Mora y Cavelier. Debido a esto, para el investigador, las recolecciones superficiales tuvieron mejores resultas que los pozos de sondeo. Si bien en las vegas de los ríos no se detectaron sitios arqueológicos, sobre las terrazas bajas si se pudieron encontrar, los cuales podían tener alturas mínimas o mayores frente a las vegas, en las que igualmente tenían periodos de inundaciones, por lo que Mackenzie señala que los antiguos pobladores pudieron realizar algunas acciones para resolver este inconveniente (Mackenzie 2002: 17). Este patrón cercano a los ríos se debe principalmente a una mayor fertilidad de la tierra en terrazas bajas cercanas al rio y a los recursos de estos.

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Los sitios fueron encontrados en terrazas bajas sobre ambas márgenes del rio Acacias, Orotoy y sus afluentes, los cuales actualmente son usados para el cultivo de arroz, uno de los factores que produce alteración de los sitios con el arado y la posterior inundación. En zonas de terrazas altas no se encontraron sitios arqueológicos; las terrazas altas recorridas eran bastante “intemperizados y empobrecidos”. En la investigación se realizó una unidad de excavación en la Finca Balmoral, en el potrero el Naranjo, vereda San Isidro de Chichimene, cerca de la vía Chichimene - San Carlos de Guaroa, en una terraza baja junto al rio Orotoy, allí se evidenciaron las mayores concentraciones de material tanto de forma superficial (producto de un arado reciente) como en pozos de sondeo (Mackenzie 2002: 18). Esta unidad tuvo una medida de 1 mt cuadrado bajando cada 5 cm hasta los 45 cm, en cuyo materiales fueron encontrados entre 15 y 35 cm, realizando un pozo de sondeo posteriormente de 40 cm, con el fin de confirmar la ausencia de material arqueológico. El material cerámico finalmente hallado fue muy similar al encontrado en las recolecciones superficiales y pozos de sondeo, los cuales fueron calificados como Rojo sencillo, Café con Engobe, baño rojo y pintura, en los cuales “se diferenciaron tres tipos de desgrasante: Tiesto molido, Cauxi o esponjilla y arena de rio” (Mackenzie 2002: 23). A partir de los fragmentos recuperados, se identificaron vasijas de cuerpo globular y subglobular con bordes evertidos, rectos e invertidos, algunos con biselado o refuerzo externo con boca amplia, cuyos diámetros en su apertura oscilan entre 17 y 43 cm. También se encontraron fragmentos de cuencos que presentaban bordes evertidos y algunos ligeramente invertidos, con diámetro en su boca entre 17 Y 35 cm (Mackenzie 2002: 25). Igualmente se encontraron algunos decorados y aplicados sobre el borde y cuerpo de la cerámica, como falsas asas, o decoración con apliques suaves formando una cara humana o zoomorfa. Con estas descripciones, el autor definió que la cerámica encontrada en la unidad de excavación se relacionaba con el grupo Cultural Guayupe (Mackenzie 2002: 40). Igualmente se recolectaron algunos artefactos

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líticos como lascas, las cuales fueron usadas como raspadores y raederas, al igual que se encontró un perforador lítico.

Imagen 12: Fragmentos cerámicos recuperados por Mackenzie en la excavación. Fuente: Mackenzie, Miguel (2002) Informe final de Arqueología, Programa sísmico Pachaquiaro 3D.

Como conclusión en la zona de estudio, el autor señala que los grupos humanos que allí habitaron, prefirieron las zonas cercanas a los rio y quebradas, viéndose en su patrón de asentamiento, donde además de ser suelos fértiles, tenían los recursos acuáticos. A partir del análisis de la alfarería se pudo identificar que los restos materiales culturales pertenecían al grupo cultural Guayupe y cuyos asentamientos mantenían una baja densidad, posiblemente aldeas pequeñas de solo tres casas y separadas uno de otro grupo (Mackenzie 2002: 41). 2.3.2 Pablo Fernando Pérez, 2002 Para el proyecto de adecuación de tierras del rio Ariari en el departamento del Meta realizado por el Instituto Nacional de Adecuación de Tierras, se realizó el 71

diagnostico arqueológico del área en el 2002, a cargo de Pablo Fernando Pérez. El área del proyecto era de 40000 hectáreas, por lo cual fue dividido de forma arbitraria en cuatro unidades: Lejanías, Granada, San Juan de Arama y Fuente de Oro, ubicada la primera unidad sobre el rio Guape y el resto sobre el rio Ariari. En las cuadro unidades se realizó un reconocimiento visual y recolección superficial. La primera unidad era el municipio de Lejanías, allí el investigador pudo señalar la ubicación de 13 sectores, los cuales cinco tenían evidencia arqueológica en superficie, en la cual se recogió principalmente fragmentos cerámicos; los demás fueron registrados como producto de testimonio de los habitantes de la zona. Uno de estos sectores está en la finca La Argentina en la vereda Brillante, cerca de la inspección de Cacayal (Pérez 2002). Allí se presentaba abundante material arqueológico en superficie, siendo interesante que cerca del sitio se encontraba conjuntos del árbol denominado Cacay “cuya presencia y agrupamiento es extraña al entorno, lo que sugiere intervención antrópica en el pasado ya que por sus beneficios nutricionales y económicos muy probablemente jugó un papel importante dentro de la subsistencia de dichas poblaciones prehispánicas.” (Pérez 2002: 34). Igualmente los pobladores de la zona señalaron que en los sitios donde se han encontrado evidencias culturales habían arboles de Cacay, los cuales fueron talados. Varios sitios también se encontraron en la Vereda el Topacio, cerca del caño Urichare. Para la segunda unidad, San Juan de Arama, esta se dividió en dos sectores, en los cuales en el primero (se ubicó entre la margen derecha del caño Urichare y el levantamiento de las planicies del municipio) se identificaron 5 sitios arqueológicos, ubicados principalmente sobre terrazas del caño Urichare. Mientras en el segundo (ubicado entre la carretera Granada-San Juan de Arama y el caño Guanayas) solo un sitio; estos sitios se identificaron a partir de 4

recolecciones superficiales

mientras que los otros dos por testimonio de los habitantes, que igualmente reportaron la existencia de un “pueblo indígena” en la vereda Pueblo Seco (Pérez 2002: 35).

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Mapa 9: Sitios señalados por Pablo Pérez en cercanías al rio Guape, Ariari y caño Urichare. Fuente: Pérez, Pablo. (2002) Proyecto de adecuación de tierras del rio Ariari. Diagnostico Arqueológico.

En el municipio de Granada, representado como la tercera unidad, se registraron 37 sectores con material arqueológico de los cuales 18 se evidenciaron con material en superficie, mientras los otros 19 fueron registrados a partir de testimonios de los habitantes de la zona. Varios de estos sitios se encontraron cerca de diversos cursos de agua, los cuales han ido socavando los sitios. Uno de los sitios más importantes de esta unidad estaba ubicado en la zona rural de la vereda Aguas Claras, en donde se halló un buen número de vestigios arqueológicos en varias fincas, entre las cuales se encontraba la finca de José Aldemar Rodríguez (Pérez 2002: 35), en donde Ricardo Riaño y Marisol Moreno realizaron excavaciones en 1998 (Moreno y Riaño 1998). Igualmente en un sector de la unidad, ubicado cerca del caño Venadito, se observó alta densidad de material arqueológico, y cual posiblemente a la fecha no había sido alterado. La última unidad fue el municipio de Fuente de Oro, donde se registraron 16 sectores, a partir de 12 recolecciones superficiales y de testimonios de los habitantes; estos sitios se encontraban en mayoría sobre tierras dedicadas al cultivo 73

de arroz, produciendo la alteración de los sitios arqueológicos; dentro de esta unidad, cerca al caserío Puerto Nuevo, algunos habitantes reportaron el hallazgo de vestigios arqueológicos e igualmente el investigador encontró evidencias de posible ocupación prehispánica en la finca El Mirador, debido a material visto en un perfil del suelo, producto de la acción de las crecientes del caño Piedras (Pérez 2002: 36). También en la Vereda Mogotes se registraron varios sitios donde aparece material arqueológico de forma superficial, cerca al caño Mogotes y Urichare; asimismo en el sector de la Cooperativa se encontraron sitios arqueológicos que estaban siendo destruidos por las crecientes del rio Ariari. Finalmente fueron registrados 70 sitios arqueológicos, 39 de ellos a partir de recolecciones superficiales;

En total, en todo el proyecto se recolectaron 499

fragmentos cerámicos y 10 materiales líticos, teniendo la cerámica una técnica de manufactura de modelado, identificando tres tipos de desgrasante: “el primero se caracteriza por presentar como desgrasante restos vegetales carbonizados, este componente en investigaciones anteriores ha sido denominado Cariapé, también contiene tiesto molido (…), fragmentos de roca y cuarzo en menor proporción.” Pérez 2002: 39) la mayoría de tiestos tuvieron una cocción de atmosfera oxidante mal controlada, por lo que se observan algunos núcleos de cocción; las paredes oscilaban entre 6 mm y 18 mm. En la muestra se identificaron fragmentos de urnas, ollas pequeñas y grandes, cuencos y platos (budares). Aunque no habían asas, si se observan algunos apliques zoomorfos y antropomorfos; la mayoría de bordes eran rectos y evertidos con labio redondeado. En cuanto a la decoración, algunos materiales tenían pintura roja y blanca, formando líneas paralelas con motivos geométricos lineales; también se observaban representaciones de personajes antropomorfos, como rostros y algunos apliques en forma de protuberancias en los bordes o parte superior de las vasijas. También se observaron incisiones paralelas con formas geométricas y curvilíneas, al igual que impresiones aplicados cerca del borde. El material cerámico permitió inferir al investigador que, estas evidencias arqueológicas provenían del grupo cultural Guayupe (Pérez 2002: 42). 74

Pablo Pérez concluyo que la zona del proyecto tenía un potencial arqueológico alto, en donde la mayoría de los sitios se presentan en cercanía a los cursos de agua permanente y sobre suelos fértiles, muchos de los cuales no habían sido tenidos en cuenta en anteriores investigaciones académicas (a excepción del excavado por Moreno y Riaño). 31 sitios fueron registrados a partir de testimonios de los habitantes, aunque queda la duda el no encontrarse material cultural, por lo que es mejor tener más en cuenta aquellos que presentaron evidencias arqueológicas. Este diagnóstico retoma la importancia que ya desde 1973 Marwitt (1973) (1975) Morey (1976) y Mora y Cavelier (1985) (1987) (1989) le habían dado tanto al Rio Ariari como sus afluentes, sobre la ubicación de sitios no muy alejados de estas corrientes de aguas permanentes. 2.3.3 Carlos Acosta y Claudia Rozo, 200 5 Para el 2005, Carlos Acosta y Claudia Rozo realizaron el monitoreo arqueológico del programa de exploración sísmica “Macarena 2D” de ECOPETROL, método para la ubicación de rocas porosas en el subsuelo que almacenen hidrocarburos (gas, petróleo); El área del proyecto se ubicó en los municipios de Lejanías, San Juan de Arama, Granada, Fuente de Oro, Puerto Gaitán, Puerto Rico y Mapiripán. El monitoreo se realizó tanto en la apertura de trochas como en los procesos de perforación, para el desarrollo de este, el área se dividió en dos zonas, “Macarena” y “Caño Sur”, siendo este segundo dividido en dos sectores, Granada y Puerto Gaitán (Acosta y Rozo 2005: 5). Como resultado del monitoreo se registraron siete sitios arqueológicos ubicados en el Bloque Macarena y el sector de Granada en Caño Sur; en las veredas Margaritas, Laureles y Buenos Aires del municipio de Lejanías, a las afueras del municipio de San Juan de Arama y en la vereda de Mucuya del municipio de Granada; igualmente se referencio el petroglifo de Piedragorda en la vereda La Cristalina en Lejanías. En el sector Puerto Gaitán del bloque Caño Sur no se encontraron evidencias arqueológicas (Acosta y Rozo 2005: 5).

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Mapa 10: Ubicación de los sitios ARQ 1, 3, 5 (Petroglifo Piedra Gorda) ,6 y 7.

El primer sitio arqueológico (ARQ 1) está ubicado sobre una terraza del caño Urichare en la vereda Las Margaritas del municipio de lejanías; allí se encontró material cerámica de manera superficial en el terreno, los autores dedujeron que, debido a su ubicación y dispersión del material, este se podría suponer como un sitio de ocupación (Acosta y Rozo 2005: 7). El segundo sitio (ARQ 2) se registró debido a que fue reportado durante el Plan de Manejo Ambiental, por lo cual fue monitoreado pero no se encontró material cerámico, siendo solo registrada un fragmento de vasija encontrado en una de las fincas cercanas. El tercer sitio (ARQ 3) se ubicó en la vereda Los Laureles, municipio de Lejanías; siendo una terraza entre el caño Urichare y el rio Guape (Acosta y Rozo 2005: 8), donde se encontraron algunos fragmentos de una vasija fragmentada años atrás por un trabajador de la zona, a la vez que los habitantes señalaron que allí se encontraban bastantes fragmentos durante las labores agrícolas. El cuarto sitio (ARQ 4) se encontró a las afueras del municipio de San Juan de Arama, en el cual se realizó un pozo de sondeo y se encontraron vestigios de la 76

antigua ubicación del municipio, encontrándose fragmentos de vidrio verde (material de contexto republicano). El quinto sitio (ARQ 5) se refirió al petroglifo de Piedragorda, ubicado en la margen derecha del río Guape, en la vereda La Cristalina, Lejanías, en donde se observan figuras zoomorfas y geométricas como espirales; el tamaño del petroglifo es de 15 mts de altura por 8 mts de ancho y 4 mts de largo (Acosta y Rozo 2005: 9). El sexto y séptimo sitio (ARQ 6 Y 7) se ubicaron en la vereda Mucuya, municipio de Fuente de Oro, en el sector Granada, del Bloque Caño sur, el primero sobre una terraza del rio Ariari, donde se encontró material cerámico disperso en superficie en una hectárea aproximadamente, alterado por las labores agrícolas, y el segundo ubicado a 1 km aproximadamente del anterior sitio, con características similares, e igualmente material cerámico en superficie y alterado por las labores agrícolas. El material recuperado en las recolecciones superficiales presentaba una técnica de manufactura de modelado, con cuatro tipos diferentes de desgrasantes: Arena, Cariapé, Carbón molido y cuarzo (Acosta y Rozo 2005: 12). Siendo su proceso de cocción en atmosfera oxidante mal controlada, quedando manchas y núcleos de cocción en algunos fragmentos; también se observaban un baño o engobe rojo en la parte externa sobre algunos bordes, también se observó pintura blanca en algunos fragmentos, formando líneas paralelas. Los fragmentos, en su mayoría, pertenecían a cuerpos, algunos bordes y decorados, de los cuales muchos se encontraban erosionados quedando poco material diagnóstico. Con el material recuperado, se relacionó a la cultura Guayupe como el grupo que pudo habitar los sitios registrados (Acosta y Rozo 2005: 17). En general fueron registrados seis sitios prehispánicos y uno republicano, los cuales estaban cerca del caño Urichare, el rio Guape y el Ariari; esto demuestra aún más la importancia de esta zona y su potencial arqueológico, en especial las terrazas entre el caño Urichare - rio Guape y Caño Urichare – Rio Ariari (Acosta y Rozo 2005: 17).

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2.3.4 Xiomara López Santamaría, 2010 En 2010, Xiomara López realizo el reconocimiento y monitoreo arqueológico preventivo en el “Proyecto sísmico TECPECOL 2D-2006 en los bloques TEC_CPO 06, 07 y 13” en Puerto Gaitán, Meta. Para este proyecto se realizaron recolecciones superficiales, supervisión de perfiles de los ríos y caminos y la prospección sistemática López 2010: 20). El primer bloque tenía una extensión de 600 km, el segundo 745,17 km y el último una extensión de 718,065 km. En este proyecto se logró identificar un patrón de ocupación de terrazas aluviales cercanas a las fuentes de agua permanente, en donde también se observaron montículos artificiales, producidos para cultivos y vivienda. También se identificó un sitio de vivienda cercano al rio Meta y cuya cerámica se relacionaba más a la cerámica recuperada en Tauramena y Aguazul, Casanare, excavadas por Peña (1993) y Alarcón y Segura (1998) respectivamente, teniendo este segundo dos fechas datadas, 930±40 d.C. y 520±40 d.C. El bloque TEC-CPO-06 fue el primero en ser prospectado, este se ubica en entre las veredas Las Delicias, Las Leonas, Resguardo La Victoria Umapo, Resguardo Guacoyo, Alto Manacacias y Alto Yucao. Allí se encontró sitios arqueológicos presentes en las terrazas aledañas de los ríos Meta, Yucao y Manacacias, observándose sitios de vivienda y cultivos López 2010: 24).

El primer sitio

identificado en este bloque se encontró en el sector “Las Brisas”, cerca al caño Merecure, ubicado a 500 mts de un meandro del rio Meta; era un área de habitación entre 150 mts x 80 mts; la investigadora realizo allí 10 pozos de sondeo cada 15 mts en donde se recuperando algunos fragmentos cerámicos, además de una vasija subglobular completa, aunque fragmentada, con un borde recto ligeramente invertido y base cónica, con manchas de cocción. El segundo sitio se ubicó en el sector conocido como “Sabanas de Campo Florida”, a 2 km del rio Manacacias, en donde se registraron 77 montículos artificiales de forma circular, con diámetros entre 2.7 y 3.5 mts, con alturas entre 35 y 40 cm. El tercer sitio se ubicó en la vereda Alto Yucao, cerca de la desembocadura del caño Seco, a 240 mts de la margen derecha del rio Yucao, allí se encontraron 20 montículos artificiales de forma circular, con 78

diámetros entre los 4 y 5 mts, con alturas de 40 a 50 cm, usados posiblemente como áreas de cultivo López 2010: 29).

Mapa 11: Ubicación de los tres sitios señalados por Xiomara López en el primer bloque prospectado; se señala el sitio “Humapo” como referencia.

El siguiente Bloque en prospectarse fue el TEC_CPO 07, ubicado entre las veredas Domo Planas, Resguardo Vencedor Pirirí, Resguardo Wayoco, Alto Manacacias, Comejenal, Cristalina, Fundaciones, Murujuy, San Miguel, San Rafael-Planas, Santa Catalina y Santa Helena. En esta zona se identificaron en varias áreas más montículos artificiales, en su mayoría cercanos al caño Muco, siendo una zona de periódicas inundaciones, también se referenciaron montículos artificiales sobre la rivera del rio Guarrojo, rio Planas y el caño Pilón. Otros montículos no pudieron ser visitados y registrados por falta de permisos de predios. El primer sitio registrado en este bloque, se encontraba cerca de la carretera, en la vereda Fundaciones, allí se ubicaron 7 montículos artificiales con un diámetro promedio de 4 mts, también se registró una posible área de habitación, pero allí no se recuperó material arqueológico. En cercanías al rio Guarrojo, en la misma vereda, se registró el segundo sitio en donde se encontraron “5 estructuras 79

[montículos] con dimensiones de 3 x 2.70 y 3 x 3.60 m” (López 2010: 34). En cercanías al rio Planas se registró un montículo de 15 mts x 20 mts con una altura de 0.80 mts, señalando López que podría corresponder a un área de habitación, siendo el tercero sitio.

Mapa 12: Ubicación de los sitios registrados en el bloque 07.

El cuarto sitio se registró cerca de la carretera, en la zona conocida como “Sabanas de Marne”, allí se encontró un montículo de 15 mts x 20 mts y una altura de 0,80 mts, en el cual no se halló material cultural en el sondeo, pero su perfil presentaba un suelo enterrado, aunque la autora no realizo un análisis de este suelo en laboratorio. En el quinto sitio registrado, se reportó un montículo de 4 mts x 4 mts con una altura de 0.60 mts, cerca de la carretera en la vereda San Miguel; allí no se encontraron evidencias cerámicas. Los sitios del sexto al noveno se registraron en las terrazas aluviales del caño Muco, en la vereda San Miguel; en el primero se referenciaron más de 1600 montículos artificiales, con un promedio de diámetro de 5 mts x 6 mts con una altura de 1 mt; López consideraba que aquellos de mayor tamaño, y dada la distribución espacial (se hallaban retirados de la orilla del caño y

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a 100 mts de los demás cultivos) pudieron ser usados como sitios de habitación, siendo los demás para uso de cultivos (López 2010: 42). En el siguiente sitio se localizaron 100 montículos artificiales de cultivo con dimensiones entre 2.6 x 2.6 mts con una altura de 0.54 mts y de vivienda con dimensiones de 4 mts x 4.5 mts con un altura de 0.5 mts. En el otro sitio registrado en cercanías al Caño Muco, cerca de la desembocadura del caño el Ingeniero, se registraron 160 montículos de diferentes dimensiones entre 4.20 mts x 4.40 mts con un altura de x 1 mt y 12 mts x 15 mts con una altura de 60 cm, que pudieron ser construidos y adecuados como sitios de cultivo y de vivienda según su tamaño. En el último sitio registrado sobre el caño Muco, se encontraron 15 montículos con diámetros entre 5, 7 y 8 mts y con alturas entre 60-100 cm (López 2010: 44).

Imagen 13: Montículos artificiales en el séptimo sitio ubicado en el bloque 07, cerca del rio Muco. Fuente: López, Xiomara (2010) Programa de reconocimiento y monitoreo arqueológico preventivo de los bloques de exploración sísmica CPO 06, 07, 13. Puerto Gaitán, Meta.

Por último, se registró el Bloque TEC_CPO 13, el cual se ubica entre las veredas El Tigre, Resguardo Unuma, Resguardo Vencedor Piriri, Alto el Tigre, Alto Tillavá, Comejenal, Rubiales y Santa Catalina. En este sector se encontró una gran concentración de sitios sobre las terrazas aluviales del rio Tillavá, principalmente 81

entre las veredas Rubiales - El Tigre, en menor concentración entre las veredas Rubiales - Alto Tillavá; En su mayoría, en los sitios se encontraron montículos de forma circular, posiblemente usados para cultivo, aunque se observaron 7 montículos con dimensiones mayores (4 mts x 9 mts con una altura de 1.5 mts) que posiblemente fueron plantas de viviendas (López 2010: 51).

Mapa 13: Sitios ubicados al sur del municipio de Puerto Gaitán, en el bloque 13.

El primer sitio registrado se encontraba a 100 mts del caño Nare, allí se registraron 321 montículos circulares artificiales con diámetros entre 3.5 mts y una altura promedio de 45 cm. El siguiente sitio se ubicó a 150 mts del rio Tillavá, en la vereda Alto Tillavá, donde se reportaron 620 montículos artificiales de cultivo, con dimensiones de 3 a 1 mt de diámetro, de forma circular y alturas entre los 120 y 160 cm, sobre la zona inundable del rio. En el caño Pendare, en su margen derecha cerca de su desembocadura sobre el rio Tillavá, se registraron 10 montículos artificiales en un área aproximada de 100 mts, con diámetros entre 1 a 3 metros y altura promedio de 80 cm (López 2010: 52). En otro sitio del rio Tillavá, a unos 20 mts de este, se registraron 50 montículos de forma circular con alturas entre 1.3 mts y diámetros entre 6 mts; cerca de ellos hacia 82

el sector occidental, se registraron 7 montículos artificiales de forma oval alargada, sobre una terraza aluvial adyacente al rio, con una dimensión de 4 mts x 9 mts y altura entre 1.5 mts, siendo posibles plantas de viviendas (López 2010: 54). En el quinto sitio se reportaron 20 montículos, ubicados a 500 mts del rio Tillavá sobre sus terrazas, con diámetros entre 3 mts y una altura de 70 cm. El sexto sitio se ubicó sobre las terrazas del caño Palmita, afluente del rio Tillavá, en donde se observaron 100 montículos artificiales de forma circular, con dimensiones de 4 mts y alturas entre 1 mt. En el siguiente sitio se reportaron 100 montículos artificiales de forma circular. Los sitios del séptimo al duodécimo, se ubicaron sobre la planicie aluvial del rio Tillavá, entre las veredas El tigre y Rubiales, separados cada uno de a 1 km aproximadamente, encontrándose en el séptimo 100 montículos, 200 en el octavo, 200 en el noveno, 100 en el décimo, 200 en el undécimo y 20 montículos en el duodécimo. Todos estos montículos tenían una forma circular, con dimensiones entre los 4 a 1.5 mts de diámetro, con alturas entre 0.80 a 0.50 mts (López 2010: 58). En toda la prospección, solo en el sitio registrado cerca del rio Meta se registraron material arqueológico, además de la vasija completa, la cual fue restaurada. Igualmente, no se realizaron cortes de excavación en los montículos reseñados por la autora. En el análisis de laboratorio, López señalo que la cerámica encontrada se relacionaba al tipo “Tauramena Desgrasante”, siguiendo la clasificación de Alarcón y Segura (1998) de diferenciar los tiesto igualmente por grosor y tipo de desgrasante, siendo por tanto tres tipos encontrados: Tauramena desgrasante grueso, con arcillolitas redondeadas como desgrasante principal, Tauramena desgrasante medio, de la cual más se encontraba en el sitio, con arcillolitas grises como desgrasante principal y Tauramena desgrasante fino, con desgrasante cuarzo fino y en menor proporción micas en tamaños finos. (López 2010: 72) Esta cerámica es muy distante de la registrada para los Guayupes, en especial porque no presenta modelados ni apliques zoomorfos, al igual que un porcentaje muy bajo tiene decoración incisa (solo se encontró dos fragmentos con decoración incisa y uno acanalado), características comunes en la cerámica Guayupe.

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Imagen 14: Montículos artificiales identificados en el quinto sitio del bloque 13, cerca del rio Tillavá. Fuente: López, Xiomara (2010) Programa de reconocimiento y monitoreo arqueológico preventivo de los bloques de exploración sísmica CPO 06, 07, 13. Puerto Gaitán, Meta.

Imagen 15: Vasija cerámica recuperada cerca del rio Meta y restaurada por López. Fuente: López, Xiomara (2010) Programa de reconocimiento y monitoreo arqueológico preventivo de los bloques de exploración sísmica CPO 06, 07, 13. Puerto Gaitán, Meta.

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Xiomara López concluye que, sobre los ríos y caños, en especial el rio Tillavá y el caño Muco, los grupos prehispánicos usaron sus terrazas para asentarse y cultivar, aunque cree que, debido a la menor cantidad de montículos encontrados para uso de vivienda, y al no encontrarse material cerámico, estas serían áreas de cultivo estacionales de grupos que habitarían la región del piedemonte llanero, siendo estos “sitios de paso (los montículos como plantas de vivienda) diseñados para la época de cosecha” (López 2010: 80); Sin embargo queda en duda sobre quienes habrían realizado estos cambios antropogénicos en el suelo, pues al igual que “Humapo” y “Cejalito” no se encontró material cultural (A excepción del sitio cercano al rio Meta). Investigaciones exhaustivas en los sitios registrados por López podría responder tanto a esta pregunta y realizar algunos cortes arqueológicos, con el fin de poder obtener fechas de carbono 14, y aportar en el conocimiento a la cronología en que se desarrollaron estos montículos artificiales y sobre quienes pudieron realizar estos cambios antropicos. 2.3.5 Yuri Romero Picón, 2010 En 2010, Yuri Romero Picón realizo el plan de manejo arqueológico para el área de desarrollo del Bloque petrolero Caracará, de la multinacional española CEPSA y ECOPETROL, en el municipio de Puerto Gaitán. Sin embargo, en la prospección arqueológica no se encontró material cultural, exponiendo el autor que la zona no tenía características de terreno aptas para el cultivo, tanto el relieve como el suelo no son fértiles, y los ríos cercanos, como el Manacacias y demás caños cercanos, podrían haber sido usados por los grupos prehispánicos como zona de tránsito y uso de los recursos acuíferos más sus terrazas fluviales no son fértiles, teniendo suelos pobres en la pradera, cuya estratigrafía no presentaba modificaciones antropogénicas . “En este sentido, en el estudio se concluye que las características de los suelos y del relieve no habrían favorecido los asentamiento de grupos agroalfareros como los antiguos Achaguas y los Guayupes. El área puede haber sido más de aprovechamiento de recursos por parte de los grupos de alta movilidad como los Guahibos dedicados más a la caza, pesca y recolección y portadores de tecnologías 85

elaboradas con materiales perecederos (huesos, fibra vegetales, etc.”(Romero 2011: 21). Igualmente Romero señala que actualmente existen dos resguardos indígenas, uno en cercanías a la zona de estudio, y el otro entre la vía Puerto López-Puerto Gaitán. Este primero es el resguardo “Sikuani” del grupo indígena Guahibo, mientras que el segundo es el” Victoria”, de los Achaguas; sin embargo estos no pertenecen a la zona, las tierras fueron otorgadas y reubicados por el Estado en el siglo XX para su supervivencia (Romero 2010). Posteriormente, en el 2011, se realizó una nueva prospección debido a la ampliación de los campos petroleros Jaguar y Bengala, en los cuales tampoco se encontró material cultural ni modificación del paisaje o cambios antropogénicos en el suelo, por lo que él autor dio las mismas inferencias (Romero 2011).

Mapa 14: Ubicación de la Estación Caracara, cercana a algunos sitios reseñados por Xiomara López (2010).

Las conclusiones dadas por Romero también han sido dadas por gran parte de los programas de arqueología preventiva en la zona; Para el 2011 en el plan de manejo arqueológico para la plataforma de exploración CSE-8, perteneciente al área de 86

exploración Mago en la vereda Rubiales, bloque perteneciente a la multinacional Pacific Rubiales, Janneth Panche Rodríguez agrego que de todas las investigaciones realizadas en los Bloques Caracará, Bengala, Jaguar y Rubiales (todos en el municipio de Puerto Gaitán), todas han señalado que la región es de bajo potencial arqueológico debido a que en las diferentes prospecciones no se han encontrado material cultural (Panche 2011). Si bien a partir de las crónicas realizadas por conquistadores y misioneros se sabe que los grupos Guahibos recorrieron gran parte de las zonas cercanas al Orinoco y sus afluentes, y que estos mantenían una vida Nómada: “solas las naciones guajivas y chiricoas…por no inclinar sus hombros al cultivo de la tierra, se ven obligados a estar en una continua marcha y caminar siempre de rio en rio, para lograr las frutas silvestres de las vegas; y por la misma causa, ni fabrican casas, ni tienen resguardo alguno contra los soles ni las lluvias.” (Gumilla 1745: 429). Aun así, si estos grupos recorrieron la zona debió haber quedado alguna evidencia arqueológica como herramientas líticas, las cuales son usadas tanto por grupos nómadas como sedentarios, y más aún en un sector como los Llanos orientales, donde la riqueza fáunica es inmensa, hallándose diferentes animales que pudieron ser parte de la dieta de grupos nómadas, como los Tapir o Dantas, Chigüiros, Venados, Lapas, Curí silvestre, Armadillos o Cachicamos, entre otros. Por tanto, el uso de herramientas líticas, como lascas, cuchillos, raederas o raspadores e incluso hachas, serian indispensables para el consumo de estos animales, con el fin de cortarlos, despedazarlos o cercenarlos. Igualmente, son varios grupos móviles que han fabricado cerámica para su uso doméstico, dejando esta evidencia en el territorio recorrido, visto en diferentes zonas arqueológicas alrededor del mundo. Las investigaciones arqueológicas realizadas en el municipio de Puerto Gaitán tienen que ser observadas con detenimiento, pues si bien algunos investigadores señalan que la zona es de bajo potencial arqueológico, en algunas investigaciones, como las de Xiomara López, se observa otro panorama. Hay que señalar que la zona prospectada por Romero se encuentra muy cerca del área estudiada por Xiomara López. 87

Otro trabajo realizado por el arqueólogo Yuri Romero fue el plan de manejo arqueológico para el Área de Perforación Exploratoria (APE) Guacharaca en 2010, de la empresa colombiana ECOPETROL, ubicado en los municipios de San Martín y Puerto López, entre las veredas Melua Medio y serranía del municipio de Puerto López y La Cristalina del municipio de San Martín, teniendo una extensión de 124 km2. Dentro de la metodología del investigador fue realizar más de 291 pozos de sondeos con el fin de hallar material cultural. En este sector no se encontró material cultura sobre la zona prospectada, a pesar de que los pobladores locales señalaran que en la zona hace mucho tiempo hubo asentamientos Guahibos, los cuales habían sido desplazados por los colonos durante la época de la colonización del sector hace 35 años. “Estas zonas luego fueron colonizadas durante los años del “trigrilleo” y explotación de recursos forestales en los años sesenta y setenta del siglo XX, por gente de la región andina que también huía de las zonas de conflicto. El encuentro intercultural, a veces de manera violenta, llevo a que los indígenas migraran nuevamente.” (Romero 2010: 10) En la prospección realizada en el sector donde se encontraban estos antiguos asentamientos no se encontró material cultura. El investigador concluye que si bien no se encontró material cultural, la zona es propicia para asentamientos , principalmente en terrazas altas y planas ubicadas cerca de los ríos y caños, y el resultado de no encontrar material cultural en el antiguo asentamiento podría deberse a que el grupo que allí habito podría haber utilizado solo materiales perecederos. Igualmente, el investigador califico la zona como de bajo potencial arqueológico, como ya lo había hecho Luis Nieto en 2009 en una prospección realizada en la cuenca del río Melua, al norte de la zona de estudio, como parte del programa de manejo ambiental del programa de exploración sísmica CPO 11. En este estudio, Luis Nieto no encontró material cultural por lo que concluyo que el potencial arqueológico de la zona era bajo (Nieto 2009). Aun así quedan dudas sobre el uso “solo de materiales perecederos” que señala Romero, pues ya con el contacto 88

posiblemente estos grupos tendrían herramientas de metal, y aun así se sigue ignorando las herramientas líticas (Metates, Raederas, Raspadores, Maceradores y núcleos, lascas y percutores producto de la talla de la piedra) usadas desde los inicios de la evolución humana y los cuales han sido usados tanto por grupos sedentarios como nómadas.

Imagen 16: Trabajos arqueológicos realizados en Puerto Gaitán con resultados negativos. Fuente: Panche Rodríguez, Janneth (2011) Plan de manejo arqueológico para prospectar la plataforma CSE-8 perteneciente al área exploratoria Mago, ubicada en el departamento del Meta, municipio de Puerto Gaitán, vereda Rubiales: informe final.

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2.3.6 Oscar Pinto, 2010 Oscar Alberto Pinto realizó en 2010 el programa de Arqueología preventiva y Plan de Manejo Arqueológico (PMA), en el área de perforación exploratoria RodamonteCedrito ubicado en los municipios de Puerto Lleras y San Martin; aunque en esta zona no se encontró material arqueológico en los pozos de sondeo, el autor señalo que algunos habitantes de la zona reportaron haber encontrado algunas herramientas en piedra en sectores cercanos a la zona de estudio, los cuales se encontraban cerca de cursos de agua permanente, aunque no se reportaron materiales cerámicos; si bien no se encontró evidencias en los pozos de sondeos, el autor señala que la presencia de artefactos líticos “infieren la presencia de grupos humanos en las proximidades de algunos cursos de agua menores.” (Pinto 2010). 2.3.7 Juan Carlos Agudelo, 2012 Para el 2012, Juan Carlos Agudelo realizo una prospección arqueológica sobre el pozo exploratorio “Akacias 2”, en el campo Chichimene de Ecopetrol, en la vereda Montelibano en Acacias. La zona de prospección se encontraba sobre una terraza alta, la cual estaba muy alejada de fuentes de agua como el rio Orotoy (a 6.3 km) y el rio Acacias (a 13 km). En la zona no se encontró material cultural ni rasgos antropogénicos en el suelo, por lo que el arqueólogo catalogo el lugar como de bajo potencial arqueológico, pues estaba lejos de fuentes de agua y con un suelo poco fértil para la actividad humana. 2.3.8 Oscar Pinto, 2012 Para el 2012, Oscar Pinto realizó el diagnostico arqueológico en el área delimitada para el Área de Perforación Petrolera “Llanos 37” (APE Llanos 37), en los municipios de Villavicencio y Acacías. El objetivo principal de este diagnóstico era determinar el potencial arqueológico de la zona afectada e iniciar el programa de arqueología preventiva. Para el trabajo de campo se realizó un reconocimiento de las unidades de paisaje a partir de recorridos e inspecciones visuales del terreno e igualmente la indagación a los habitantes de la zona con el fin de recoger información sobre la presencia o ausencia de vestigios arqueológicos. 90

Con el fin de recorrer toda la zona de estudio, se realizaron siete recorridos dentro y fuera del área, identificando los sitios sin realizarse una intervención sobre estos. De estos trazados, solo en cuatro se encontraron evidencias arqueológicas y solo el séptimo trazado se realizó por Acacías. El tercer trazado fue dirigido en la Vereda Sardinata - Caño Playón - Finca los Naranjitos - Rio Sardinata - Rio Guayuriba en su margen derecha. Cerca de la desembocadura del rio Sardinata, en el Guayuriba, se observan varias terrazas agradacionales, en donde se encontró una tumba, que fue destruida por la socavación del rio Sardinata, y posteriormente guaqueada por habitantes de la zona, aunque aún se observaba material arqueológico en los perfiles. El recorrido del quinto transepto fue Rio Ocoa, margen derecha - Vereda El Amor Hacienda Santa Ana - Caño La Virgen - Vereda Barcelona - Hacienda las Delicias. Allí se encontró una tumba guaqueada en la finca Santa Ana, vereda el Amor. El sexto recorrido se diseñó en la Vereda El Vigía - Hacienda San Juan - Caño Suria Caño Cocuy. Cerca del caño Cocuy, se referencio la presencia de fragmentos cerámicos por parte de los habitantes de la zona durante labores agrícolas (Pinto 2012: 18). El último recorrido fue en el municipio de Acacias, en la Vereda San Cristóbal - Caño Las Blancas - Caño Perra Loca. Allí, fuera de la zona de estudio, se ubicó un sitio paralelo a la Quebrada Las Blancas y equidistante de la quebrada Perra Loca en la Vereda San Cristóbal, en Acacias, en donde se encontró material cerámico en superficie, además de la presencia de aterrazamientos artificiales sobre algunas partes de la montaña, donde se observó material de forma superficial, y también se verifico el guaqueo de tres tumbas y la presencia de un posible tramo de planta de vivienda. Este sitio tiene una serie de aterrazamientos y áreas de concentración de materiales arqueológicos de forma superficial, según el autor, localizados sobre cimas aplanadas: “La observación de los paisajes aledaños conformados por montañas, valles en V y terrazas aluviales conforma un lugar estratégico para el desarrollo de asentamientos y actividades humanas que seguramente en épocas prehispánicas fueron usufructuados por grupos sedentarios con prácticas 91

agrícolas.” (Pinto 2012: 20) el sitio ha sido guaqueado en varias ocasiones por los habitantes de la zona y el dueño de la Finca.

Mapa 15: Sitios ubicados por Oscar Pinto, en los municipios de Villavicencio y Acacias.

El autor también destacó la tenencia de algunos fragmentos cerámicos por parte del presidente de la Junta de Acción comunal de la vereda La Concepción, Villavicencio, los cuales fueron encontrados cerca del barrio denominado La Nohora, sobre la cuenca alta del caño la Mona.

Aunque el investigador no realizó ninguna

intervención dentro del patrimonio arqueológico (pozos de sondeo o corte estratigráfico) señaló que la cerámica encontrada en lugares como el de la Vereda San Cristóbal, correspondían al grupo cultural Guayupe, que ha sido identificado en anteriores trabajos investigativos. A partir de este diagnóstico arqueológico se puede observar un potencial arqueológico en la zona Villavicencio - Acacías, sobre todo en las terrazas altas aledañas a cursos de agua permanentes, en especial en la vereda San Cristóbal, sobre el piedemonte en Acacias, donde el autor señalo la ubicación de dos tumbas guaqueadas y material cerámico en superficie. Lamentablemente el sitio, como lo señala Pinto, ha mantenido “una incipiente actividad de guaquería por parte del 92

propietario”. (Pinto 2012: 21) Por lo cual, una prospección arqueológica permitirá dar una mayor información sobre el sitio, y evitar que este siga siendo alterado por las acciones de guaquería. 2.3.9 Luis Eduardo Nieto y Ángela María Velázquez, 2012 Para el 2012, Luis Eduardo Nieto y Ángela María Velázquez realizaron una zonificación arqueológica preliminar, como parte del plan de manejo arqueológico en los municipios de Acacías, Castilla la Nueva y Guamal, para el “bloque Cubarral, campos Castilla y Chichimene” de la empresa Ecopetrol. La zonificación se realizó a partir de la información ambiental, arqueológica y etnohistórica de la zona para definir zonas de mayor y menor potencial arqueológico. Este proyecto se centró en un espacio de 36.141,55 hectáreas comprendidas entre los ríos Guayuriba y Humeada, siendo una zona bañada por varios ríos y caños (Rio Acacías, Orotoy, Guamal – Caño Lejía, La Unión, Chichimene, entre otros). En el análisis bibliográfico sobre las investigaciones arqueológicas realizadas en la zona, los autores señalan que a pesar de ser una zona muy intervenida por proyectos de ingeniería, inversamente son pocos los reportes de programas de arqueología preventiva que se han realizado, dejando un vacío en el reconocimiento de la arqueología de la zona; los pocos reportes se encuentran “asociados a proyectos de explotación de hidrocarburos para los campos petroleros Castilla y Chichimene y para la minería” (Nieto 2012), igualmente señalan que son pocos los sitios registrados en la zona y que el ICANH no reconoce ninguna zona como área de protección arqueológica dentro de la zona de estudio. En esta prospección se realizó un reconocimiento visual de la zona a partir de recorridos por nueve transeptos a lo largo del área, algunos realizados en vehículo y otros a pie; en ninguno de estos recorridos se encontró material cultural. Los investigadores señalaron la presencia de varias terrazas altas y medianas como zonas viables de asentamientos prehispánicos. Igualmente los habitantes de la zona señalaron la presencia de algunos lugares donde se han encontrado material arqueológico, entre ellos una terraza alta en donde se ubica actualmente una antena de telefonía móvil (zona conocida como “las torres de Comcel”) cerca del casco 93

urbano de la vereda San Isidro de Chichimene, en Acacías, igualmente un habitante de la vereda señalo que dentro de su casa encontró material arqueológico pero lo desecho, aunque señala que aun encuentra material de forma casi superficial entre los 5 y 10 cm de profundidad. En la conclusión de los transeptos realizados, se identificaron dos unidades fisiográficas, siendo la primera de origen sedimentario aluvial conformado por terrazas agradacionales y planicies de inundación, delimitada por caños y ríos que la atraviesan, siendo zonas inundables y no aptas para el establecimiento de asentamientos humanos por ser potencialmente inundables en temporada de lluvias, aunque en la zona se encuentran bosques de galería a lo largo de los cursos de agua los cuales permiten el desarrollo de distintas especies de flora y fauna (Nieto 2012). La segunda unidad identificada es de origen depositacional, compuesta por terrazas coluvio-aluviales con diferentes alturas, las cuales no son inundables en temporada de lluvia, y son consideradas zonas viables para los asentamientos prehispánicos. Con esta caracterización geomorfológica se estableció que partes de la zona investigada tendrían mayor potencial arqueológico y cual no; por lo cual los investigadores señalaron que, la vereda San Isidro de Chichimene y Caño Hondo, ambas de Acacías, presentan un potencial arqueológico alto debido a que allí se encuentran varias terrazas altas, al igual que en la primera los habitantes han reportado posibles sitios arqueológicos. Hay que señalar que en San Isidro de Chichimene, Mora y Cavelier (1983) realizaron su excavación, al igual que Mackenzie (2002). En cuanto la vereda El triunfo (Acacías) y El Encanto (Guamal) presentan un potencial arqueológico medio, debido a que presentan terrazas superiores al nivel de la planicie y están cerca de fuentes de agua, por lo que contienen bosques de galería. Finalmente sectores como la Vereda San Antonio y San Agustín del municipio de Castilla la Nueva, tienen un potencial arqueológico bajo debido a que se encuentran sobre zonas potencialmente inundables, llanuras bajas que en temporada de invierno se inunda, por lo que presentan zonas inadecuadas para el asentamiento 94

de grupos humanos, donde igualmente en los antecedentes arqueológicos del departamento no dan presencia de material arqueológico sobre las zonas de fácil inundación (Nieto 2012). La conclusión final de los investigadores sobre el área de estudio, en general, tiene un potencial arqueológico medio, en el cual se debe presentar mayor importancia a las zonas de terrazas altas y con presencia cercana de fuentes de agua permanentes. 2.3.10 Miguel Aguilar, 2013 Para el 2013, Miguel Aguilar desarrolló el Plan de Manejo Arqueológico en el área intervenida para el pozo exploratorio Cluster 3 y la ampliación de Cluster 4, del área de perforación exploratoria CPO 09, en el municipio de Acacias, Meta. Para el proyecto de Cluster 3 se realizaron pozos de sondeo cada 20 metros de 50 cm2 en el área a intervenir, constituida de 5,3 hectáreas, mientras que en la vía de acceso se realizaron pozos de sondeo cada 30 metros. “El área ha sido previamente evaluada a nivel de diagnóstico arqueológico de manera general…siendo que el área en el cual se encuentra el presente proyecto correspondería a un área de bajo potencial arqueológico” (Aguilar 2013: 10). El área a intervenir se encontraba sobre terrazas bajas y medianas, las cuales constituían como espacios inundables, por lo cual también tenían el nivel freático a una profundidad muy superficial, lo que permitiría inferir que el área no sería apta para asentamientos humanos. Los resultados de más de 186 pozos de sondeos fueron negativos en cuanto a material arqueológico, por lo que el investigador declaro esta zona como lugar de potencial arqueológico bajo. Para la ampliación de la plataforma de perforación exploratoria Cluster 4, Miguel Aguilar realizo 81 pozos de sondeo separados cada 25 metros en un área de intervención de 5,09 hectáreas. Aunque el sitio se encontraba a 800 metros del caño más cercano, allí no se encontraron evidencias arqueológicas, por lo que igualmente Aguilar concluyo que esta zona también era de bajo potencial arqueológico.

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2.3.11 Juan Carlos Rubiano, 2014 En 2014, Juan Carlos Rubiano realizo la prospección arqueológica para la construcción del Centro de Acopio de la Refinería del Meta en Villavicencio, en la vereda Pompeya, en inmediaciones al caño Cajuy, al norte del rio Negro. Allí el arqueólogo realizo la excavación de 102 pozos de sondeos de 40 cms x 40 cms con una profundidad entre 40 y 80 cms dentro de un área de 8 hectáreas, los cuales estaban separados cada 30 mts uno de otro. El resultado de todos los pozos fue negativo e igual no se encontraron cambios antropogénicos. Para la investigación el autor concluyo que, al igual que otras investigaciones, en esta zona interfluvial entre el piedemonte y el llano, no se encuentran material cultural, posiblemente a que esta zona solo fuese un lugar de paso y no de poblamiento, siendo una zona de frontera cultural entre los grupos del piedemonte (Guayupes) y grupos de la altillanura (Guahibos, e incluso Achaguas). 2.3.12 Ximena Cuervo Arriagada, 2014 En 2014, Ximena Cuervo realizo el plan de manejo arqueológico para el programa sísmico Trasgo 3D, de la empresa ECOPETROL, realizado en los municipios de Mapiripan y San Martin, Meta. En este proyecto la investigadora, si bien no logro identificar material cultural en la zona, realizo el registro de tres áreas de interés arqueológico, en las que se encontraron posibles plantas de habitación y “montículos relacionados con posibles cultivos prehispánicos” (Cuervo, 2014: 6) al igual que el registro de un artefacto lítico (Azada). El primer sitio se registró cerca del rio Padua, en la finca Planadas, en donde se registraron 208 montículos circulares y posibles plantas de habitación. Estos montículos se encontraron en cercanías a bosque de galería, morichales y matas de monte, extendiéndose

hasta la sabana inundable de la Finca La Pradera;

observándose también plantas de habitación sobre la zona inundable. En la prospección se realizó una muestra de 40 de estos montículos en los que se observó un promedio de 60 cm de altura, y que los de mayor altura se encontraban cerca del rio Padua, mientras los de menor altura se encontraban más retirados, 96

señalando la autora que “con lo anterior se puede inferir que este grupo humano tenía un importante conocimiento del entorno natural así como los ciclos de las inundaciones, donde estos sitios de cultivo eran la despensa del cual se proveían de alimentos durante los ciclos de inundación al proteger sus raíces.”(Cuervo 2014: 31). También se evidenciaron 4 montículos que tenían una forma rectangular y con un diámetro de 10 mts x 22 mts en promedio, con una altura aproximada de 1.25 mts y distanciados de a 5 mts cada uno.

Mapa 16: Sitios registrados por Xiomara Cuervo al sur de San Martin; referencia de los montículos encontrados por Reichel-Dolmatoff y Dussan en 1975.

El segundo sitio se registró sobre la cuenca del caño Manzanares, en donde se registraron una serie de montículos posiblemente usados para cultivos prehispánicos; Si bien no se registraron el número completo de los montículos encontrados, estos ascendían a más de 160. El tercer sitio se registró, en una zona más arriba del anterior sitio, sobre sabanas altas, cercanas al caño Manzanares, allí se registraron 4 montículos, correspondiendo posiblemente a sitios de vivienda. Estos tres sitios, se ubicarían al sur, aproximadamente 25-30 km, de los montículos reseñados en Cejalito, y a más de 85-90 km (al suroeste) de los reseñados en el rio Tillavá y Muco, por Xiomara López. Al igual que en la investigación de López, no se 97

encontró material cultural, solo una herramienta lítica, una azada, reportada durante el monitoreo de las obras, pero sin dar mayor información, acerca de la identidad de los grupos indígenas que habitaron esta zona y pudieron realizar estos montículos; aun así, es muy posible que, estos montículos estuviesen relacionados a los descritos en “Cejalito”, rio Muco, Tillavá y quizás a “Humapo”.

Imagen 17: Montículos artificiales cerca del rio Padua. Fuente: Cuervo, Xiomara (2014) Seguimiento arqueológico al programa de exploración sísmica Trasgo 3D, Informe final.

Imagen 18: Montículos artificiales ubicados en el primer sitio cercano al caño Manzanares. Fuente: Cuervo, Xiomara (2014) Seguimiento arqueológico al programa de exploración sísmica Trasgo 3D, Informe final.

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2.3.13 Luis Eduardo Nieto, 2014 Para 2014, Luis Eduardo Niño realizo la prospección arqueológica y el diseño del plan de Manejo Arqueológico para “5 proyectos en El campo Chichimene – Bloque Cubarral” en el municipio de Acacias. Este trabajo lo realizo junto a un equipo de cinco arqueólogos en los que se encontraba Ximena Cuervo, Diego Jaramillo, Andrés Godoy, Jasón Zuluaga y Sandra Noreña. El investigador ya había realizado en el área la “Zonificación arqueológica preliminar y el plan de manejo arqueológico – Bloque Cubarral –Campos Castilla y Chichimene” (Nieto y Velásquez 2012). Para esta investigación, se realizaron pozos de sondeo de 50 cm x 50 cm, en las áreas de los proyectos, separados cada 10 mts uno del otro, llegando a una profundidad entre 60 y 80 cm. Inicialmente se realizó una prospección sobre un área destinada a la instalación de una línea eléctrica entre los” Cluster 8 y Cluster 35”, en la vereda San Isidro de Chichimene, en cercanía de los Caños Laureles 1 y 2, y el caño Siete Vueltas, en el municipio de Acacias. Allí se realizaron 164 pozos de sondeo, además de una trinchera estratigráfica de 1 mt x 3 mts. Tanto en la trinchera como en los pozos de sondeo y las recolecciones superficiales no se encontró ninguna evidencia arqueológica. Posteriormente se realizó la prospección arqueológica para la construcción de la línea eléctrica o “anillo Eléctrico SW-1”, ubicado en las Veredas El Encanto y Betania, de los municipios de Guamal y Castilla La Nueva, respectivamente. Allí se realizaron 64 pozos de sondeo en total, en donde no se halló material cultural. Igualmente se realizaron pozos de sondeo para la construcción de la “Línea eléctrica CDO-100K”, el cual atraviesa el caño Laureles 1, en la vereda San Isidro de Chichimene. Allí se realizaron 76 pozos de sondeo, los cuales fueron negativos para material cultural. Posteriormente se realizaron 150 pozos de sondeo para la construcción de una línea eléctrica entre “Cluster 8 y Cluster 3” en los cuales tampoco se encontró material cultural. Para la construcción del pozo Chichimene 194, se realizaron 134 pozos de sondeo, además de una trinchera estratigráfica de 3 mts x 1 mt, en los cuales no se halló material cultural (Nieto 2014: 81). 99

Mapa 17: Ubicación de los sitios Cluster 52 y Cluster 53, en referencia a los sitios excavados por Mora y Cavelier. Fuente: Nieto, Luis (2014) Prospección arqueológica y diseño del plan de manejo arqueológico para 5 proyectos en el campo Chichimene – Bloque Cubarral.

Posteriormente, para la construcción del Cluster 53 en la vereda la Esmeralda, ubicado en el predio Las Palmeras, cerca del pozo Chichimene 8, se realizaron 186 pozos de sondeo. El área de este proyecto se encontraba sobre una terraza alta, entre el rio Acacias y el caño Lejía, por lo que se había tomado como una zona de potencial alto en cuanto a evidencias arqueológicas en la zonificación preliminar. A pesar de que la zona se encontraba alterada por acciones antrópicas recientes, tanto por la instalación de válvulas, construcción de jarillones y el uso del arado mecánico, se identificaron 7 pozos positivos ubicados en el costado noroccidental del área prospectada. Allí se recuperaron 6 elementos líticos y 4 fragmentos cerámicos, uno de ellos decorado, junto con 8 microfragmentos. Igualmente se realizó una trinchera estratigráfica, en la cual no se halló material cultural (Nieto 2014: 100). Consecutivamente, para la construcción del Cluster 52, se realizaron 302 pozos de sondeo y una trinchera estratigráfica en la vereda La Esmeralda, municipio de 100

Acacias; el área de estudio se encontraba sobre una terraza alta, estando cerca de allí el caño Lejía (A 30 mts, al sur del área prospectada), ubicándose más allá (500 mts) el caño La Unión y hacia el norte (A 800 mts) el Rio Acacias. De estos 302 pozos, 243 presentaron una estratigrafía sin alterar y con resultados negativos, 14 de ellos presentaron una estratigrafía alterada debido a infraestructura existente, el pozo petrolero “CH-8” y a la construcción de la vía Acacias-Montelibano. Igualmente 45 pozos de sondeo tuvieron resultados positivos, en donde se recuperaron fragmentos cerámicos y líticos. Además de los pozos de sondeo, se realizó una trinchera estratigráfica, en la que se encontró material cerámico y lítico, junto a trazas de carbón y varios cantos rodados. En la trinchera se pudo identificar dos horizontes. Allí se registraron en total 42 fragmentos cerámicos (un borde recto redondeado) los cuales presentaban variadas tonalidades en los colores de las pastas, desde grises (claros, opacos y parduzcos a cafés (opacos y amarillentos) y amarillo naranja opaco. Mientras que se identificaron varias partículas de minerales (feldespato, caolín, roca negra) como desgrasantes, la mayoría mezclados con cuarzo. El material lítico recuperado en el la zona de “Cluster 52” fue de 23 elementos, en los cuales se observó como materia prima principalmente la andesita, seguida de cuarcita, y en menor medida cuarzo lechoso y basalto, siendo la mayoría lascas, además un raspador biconvexo, y una espátula, la cual se obtuvo de una andesita, “originalmente era un canto alargado y aplanado, se obtuvo su forma mediante pulimento, posteriormente se suavizo con alisamientos y se obtuvo brillo en la totalidad de su capa externa. El artefacto de morfología alargada posee un mango bien delimitado, que se ensancha en uno de sus extremos, similar a la forma de una cuchara o espátula que presenta huellas de uso en su extremo distal a manera de fisuras y estrías que probablemente se generaron en actividades relacionadas con el acabado de superficies de piezas cerámicas con la arcilla aun blanda”. (Nieto 2014: 147).

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Imagen 19: Espátula lítica encontrada en Cluster 52. Fuente: Nieto, Luis (2014) Prospección arqueológica y diseño del plan de manejo arqueológico para 5 proyectos en el campo Chichimene – Bloque Cubarral.

Hay que señalar que, a 500 mts hacia el suroccidente se ubicaría el sitio A-2, excavado por Santiago Mora e Inés Cavelier en 1984, en el cual registraron una planta de vivienda, pues, aunque no se conocen las coordenadas geográficas del sitio, el mapa presentado por Mora y Cavelier lo ubicaría en esta zona; y por tanto, sería muy probable que estuviera relacionado con el sitio encontrado en la prospección de Cluster 52, pues solo es separado por el Caño Lejía. Por último, se realizó una prospección arqueológica en la zona de construcción de la “Troncal Sur Interconexión Eléctrica G Cluster 38 a Cluster 20” ubicada en la vereda Montebello, en el municipio de Acacias. Debido a que el área abarcada era un total de 3,9908 hectáreas, el área del proyecto se dividió en tres tramos, en los cuales se proyectaron 132 pozos de sondeo en el primer tramo, en el segundo 132 pozos y en el tercero 131, para un total de 395 pozos de sondeo, pero de estos, solo se realizaron 272 debido al impedimento de realizar algunos pozos, pues algunas zonas presentaban alteración antrópica contemporánea, otros con presencia de agua al momento de la intervención, o siendo parte de zonas pantanosas, y en algunos casos ubicados sobre pendiente alta. (Nieto 2014) En total se identificaron 32 pozos positivos, en los cuales se recuperaron fragmentos 102

cerámicos y líticos. A partir de esto se registró un yacimiento arqueológico. Se registraron en total 24 fragmentos cerámicos (1 cuello y dos bordes) y a partir de los fragmentos se diferenciaron tres pastas diferenciadas por su color, siendo una de color marrón, con tonalidades variadas (claros, grisáceos y amarillentos), otra pasta de color naranja y otra con tonalidades grises (claros y parduzcos). En cuanto al desgrasante, se observa con mayor frecuencia el cuarzo, roca negra y feldespato, viéndose en menor medida la inclusión de carbón vegetal (posible Cariapé) o caolín.

Imagen 20: Desgrasante carbón vegetal, posiblemente Cariapé, en los fragmentos cerámicos encontrados en Cluster 52. Fotografía tomada por: Andrés Godoy Toro (2015), en el proyecto Prospección arqueológica y diseño del plan de manejo arqueológico para 5 proyectos en el campo Chichimene – Bloque Cubarral.

El material lítico total recuperado en la zona de “Troncal Sur” fue de 72 elementos, la mayoría de estos siendo lascas (raederas y raspadores), en los que los que su mayoría eran de material cuarcita (encontrándose también una mano de moler),

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seguido de andesita (en la cual se encuentra un percutor y macerador) y basalto. Solo en tres prospecciones se recuperaron material cerámico (Cluster 53, Cluster 52 y Troncal sur), siendo en Cluster 52 donde más se halló. Los investigadores concluyeron que, aunque desconocen la ubicación exacta de donde excavo Mora y Cavelier, la zona de Cluster 52 estaría relacionada con el sitio excavado en 1984. Por lo cual, y a partir del material recuperado, con el fin de poder recuperar mayor información de los sitios arqueológicos identificados, y que en caso tal se pudiere relacionar con las investigaciones realizadas por Mora y Cavelier, se tomó como medida preventiva dentro del plan de manejo arqueológico, el rescate y monitoreo arqueológico, tanto de Cluster 52, como de “Tronca sur”, proyecto el cual se está realizando actualmente.

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3. ZONAS DE POTENCIAL INFORMATIVO

Mapa 18: Ubicación de los sitios arqueológicos en el piedemonte del Departamento.

Como hemos visto en las investigaciones arqueológicas independientes y por contrato, el departamento tiene un potencial arqueológico alto, en el que se podría inferir 4 zonas en donde se concentran los yacimientos arqueológicos y tienen mayor potencial informativo. La primera zona seria el piedemonte llanero, el cual abarcaría desde Barranca de Upía, hasta Guamal, el cual, según las investigaciones y las crónicas, mantiene un patrón de asentamiento muy disperso y con bajas densidades, centrándose sobre las terrazas altas con fuentes de aguas permanentes cercas. A partir de las crónicas, se podría inferir que el sitio llamado “Nuestra señora”, y posteriormente “La Fragua”, se encontrarían en el actual municipio de Villavicencio, mientras que el pueblo asediado por Federmann, delante de “Nuestra señora”, se ubicaría entre los municipios de Acacias y Guamal; siendo por tanto el sector entre el rio Guayuriba y el rio Ocoa (uno de los dos seria el rio “Tegua” [Aguado 1957: 105

177]), el lugar por donde subirían los conquistadores hacia el Nuevo Reino, viajando sobre el valle del Rio Negro. Igualmente, los “panes de sal” encontrado por los conquistadores, antes de subir hacia la cordillera, podrían provenir de las “Salinas de Upin”, siendo el lugar de explotación más cercano, pudiendo señalar a un más la presencia del sector por donde subieron los españoles hacia la cordillera en el municipio de Villavicencio, no estando lejos de la Salinas, ubicadas en el municipio de Restrepo, a 25-30 km de la zona señalada. Según el diagnóstico arqueológico realizado por Oscar Pinto (2012), en cercanías al sector conocido como la Nohora, en la vereda San Luis de Ocoa, los habitantes habrían encontrado algunos fragmentos cerámicos, estando esta zona ubicada a ½ km del rio Ocoa.

Mapa 19: Ubicación de los sitio arqueológicos en la región del Ariari y sus afluentes

Por ahora estas conclusiones no tienen evidencias empíricas, una investigación exhaustiva en este sector, podría aclarar o refutar las ideas. El municipio de Acacias es un sector con gran desarrollo industrial, y en el que se ha venido incrementando la explotación petrolera, por tanto será una zona a futuro, con más proyectos de arqueología de rescate y que probablemente dará mayores informaciones de las que se tiene hasta ahora. Por comunicación personal, en el municipio de Guamal, 106

se ubicarían algunos sitios arqueológicos que aún no han sido intervenidos. Es importante señalar que aún falta mucho por investigarse en el piedemonte, sobre todo en las Salinas de Upin. La segunda zona seria la región del Ariari, la cual abarcaría también las regiones de algunos de sus afluentes principales (Rio Guejar, Guape, entre otros) hasta su desembocadura en el rio Guaviare. Desde las primeras investigaciones, esta zona se ha tomado como un potencial arqueológico muy alto, donde se observan los suelos más fértiles, donde se desarrolla un patrón de asentamiento más denso, aunque igual bastante disperso, sobre ambas márgenes del rio, además de encontrarse petroglifos en las zonas cercanas al rio Guape. Allí se caracteriza también las terrazas cercanas al caño Urichare, en los municipios de Lejanías, San Juan de Arama, Granada y Fuente de Oro, e igualmente es destacado Puerto Santander, en Fuente de Oro, en donde se halló un cementerio con gran variedad de urnas funerarias, y donde actualmente, se encuentra el único museo arqueológico del departamento, El Museo Arqueológico Guayupe, que inicio con la iniciativa de los habitantes de la región, a partir de las urnas recuperadas en 1990. Según las crónicas españolas, para 1555, Juan de Avellaneda fundaría el pueblo San Juan de los Llanos, muy cerca del actual municipio de San Juan de Arama, donde intentaría aprovechar de algunas minas de oro, y el cual sería varias veces traslado, producto de las crecidas del rio Ariari. Esta zona de gran potencial arqueológico, en la cual se deberían realizar más investigaciones con el fin de poder realizar cronologías para la cerámica. La tercera zona se ubicaría en la altillanura disectada, ubicada en los municipios más grandes del departamento, como lo son Puerto López, Puerto Gaitán, Mapiripan y gran parte de San Martin, ubicándose entre el rio Metica y los límites con el departamento del Vichada. Esta zona se caracteriza por los montículos artificiales, tanto para vivienda como para cultivo, encontrados por ReichelDolmatoff y Dussan al oriente de San Martin (1975), Mora y Cavelier en Puerto López (1983), Xiomara López en Puerto Gaitán (2010), y Xiomara Cuervo al sur de San Martin (2014). 107

Mapa 20: Ubicación de los sitios arqueológicos en la altillanura disectada.

Mapa 21: Ubicación de los sitios arqueológicos sobre las márgenes del rio Guayabero y Guaviare.

A pesar de encontrarse estos posibles cambios antrópicos en el suelo, la cantidad de material cerámico es mínima (Solo Xiomara López recupera material cerámico 108

cerca del rio Meta), por tanto, generándose una gran duda sobre los posibles ocupantes de la región, infiriéndose, solo a partir de las crónicas, que allí pudieron mantener una movilidad los Guahibos y pudieron haberse asentado los Achaguas. Se requerirá de investigaciones académicas o independientes, con el fin de ahondar en los usos de estos montículos y quienes fueron los que los construyeron. La cuarta zona estaría ligada a la frontera entre la selva tropical y las llanuras, ubicándose sobre la región del rio Guayabero, y posteriormente, Guaviare; Allí se localizaron cuatro zonas con cambios antrópicos en el suelo, Antrosoles, con el fin de mejorar el potencial agrícola de la zona; igualmente se localizan dos zonas con petroglifos, ubicados en la zona Angostura I y Angostura II. A partir del análisis cerámico encontrado durante la estudio sobre los antrosoles, se determinó que la zona había sido habitada por los Guayupes, además que en las crónicas se señala que, después de pasar por el rio Guaviare, los conquistadores comandados por Espira “llegaron a un pueblo de cierta gente llamados Guayupes” (Aguado 1957: 132). Valdría la pena seguir con el trabajo de Elizabeth López e investigar sobre la margen del rio Guaviare en el municipio de Mapiripan, Meta, siendo la zona más cercana a los montículos encontrados en San Martin, y poder realizar una cronología, tanto de estos montículos como de los antrosoles, si estos se encuentran en esta zona, e intentar inferir que grupos culturales habitaron estas zonas.

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4. CONSIDERACIONES FINALES

El departamento del Meta tiene un gran potencial arqueológico, del cual se ha aprovechado muy poco; las investigaciones arqueológicas son muy recientes, y sus datos no han sido tenidos en cuenta en la arqueología colombiana, relegando la investigación arqueológica a partir de los proyectos de rescate en las obras industriales. La zona, en la que como vemos, tiene bastantes áreas de potencial arqueológico, que abarcan todo el departamento, y que para algunos investigadores, podrían pertenecer a un solo grupo cultural, lo que implicaría, el manejo de un extenso un territorio, igual o mayor, al abarcado por los muiscas en el altiplano cundiboyacense. Este vasto territorio presenta diferentes subregiones, en las cuales se pudieron haber aprovechado varios nichos ecológicos durante el periodo prehispánico. El departamento fue habitado tanto el piedemonte, como en la altillanura y la zona cercana a la selva tropical. “La mega diversidad biológica de Colombia se ve reflejada en el departamento del Meta ya que contiene elementos andinos, amazónicos y de los llanos. El Meta comparte la topografía variada del país y sus respectivos pisos térmicos. Un recorrido ecológico por el departamento podría abarcar los páramos fríos del Sumapaz (que comparte con el departamento de Cundinamarca y el distrito capital de Bogotá), el bosque andino de la vertiente Oriental de la cordillera Oriental, las sabanas y los bosques secos de los llanos, el bosque húmedo amazónico y la serranía aislada de la Macarena. No obstante, en términos biológicos y del paisaje el Meta se caracteriza sobre todo por su inmensa llanura que hace parte de la cuenca del río Orinoco cubriendo más del 50% del área del departamento (ITM, 2003:26)”. (Citado por Quintero 2004: 111). Es importante mencionar acerca de una vasija recuperada por Gregorio Hernández de Alba en cercanías al municipio de Guayabetal (Cundinamarca), el cual se encuentra ubicado sobre la cordillera y cercano al piedemonte llanero. La decoración de esta vasija se relacionaba a la cerámica Guayupe, siendo muy 110

parecidas a las encontradas en Puerto Santander (Mora y López 1990), por lo que el contacto con grupos de la cordillera se debió mantener a partir de relaciones de intercambios económicos y culturales; también vale la pena resaltar la investigación de Graciela Escobar (1986) en el municipio de San Juanito y Calvario, donde encontró material cerámica relacionado a grupos Muiscas, mientras algunos de los materiales cerámicos recuperado por Marianne Cardale presentarían algunas características al estilo muisca. En fin, los habitantes del piedemonte llanero, mantendría una relación amistosa y comercial con los grupos muiscas, existiendo grupos intermediarios que habitarían en la cordillera oriental. Las conclusiones de los investigadores Santiago Mora e Inés Cavelier (1983, 1985, 1987, 1989), acerca de la región y de sus habitantes prehispánicos, es que al ser un vasto territorio dominado por una etnia, los Guayupes, esto podría ser el indicio de una sociedad complejizada, de una sociedad cacical, que se distribuiría en diferentes subregiones geomorfológicas, ubicadas en un mismo paisaje, como zonas de terrazas a varios niveles (Acacias), la altillanura (Humapo, Cejalito), zonas de planicie aluvial donde se presentan las mejores características para cultivos agrícolas (Ariari, Guape, Urichare) y las zonas del piedemonte llanero (Villavicencio, Upin). Esta distribución, a la vez, permitiría el control de diferentes microambientes y sus recursos: “Las condiciones esbozadas con anterioridad permiten proponer un modelo de uso continuo de los recursos propios de cada unidad: las especies recolectadas principalmente en el bosque de las terrazas altas, con una posible huerta para ciertas plantas. Limitándonos a las especies anotadas, se sugiere para esta subregión el ají, algodón, jagua, guadua, pipire, tabaco y yopo. Las partes medias y bajas, con los mejores suelos, son susceptibles de utilizarse en cultivos intensivos o semi-intensivos como frijol, maíz, batata, maní y yuca. Teniendo presente que los terrenos aledaños al Ariari son los mejores para el establecimiento de cultivos, a la vez que en zonas de terrazas altas el acceso a cierto recursos del bosque es más directo, puede haber existido una especialización relativa, donde los asentamientos de regiones bajas tienen actividades predominantemente agrícolas, y a la inversa 111

los de zonas altas. Este modelo requiere del intercambio como factor de cohesión política, e indicaría la maximización de un medio heterogéneo, cuyas variaciones menores son aprovechadas por grupos de una misma etnia, haciendo énfasis en ciertos productos. (Mora y Cavelier 1987. 81). Aun así, los datos que se tienen hoy en día son muy escasos y no se han articulado entre sí, además que se requiere de mayor evidencia empírica para afirmar esto. Igualmente faltan mayores datos, en especial fechas (por tanto más unidades de análisis), para poder indagar acerca de los procesos de población del territorio y junto con esto realizar un análisis crítico sobre los diferentes recursos explotados en la región, en especial, un recurso critico como la sal, explotado en las Salinas de Upin, en Restrepo, y del cual no se tiene mucha información sobre su explotación e intercambio o redistribución dentro de la misma zona, además de ignorarse, aun, que grupo prehispánico pudo aprovechar las fuentes de agua salobre. En general, seria prioritario la realización de un reconocimiento arqueológico regional que abarque las cuatro “subregiones” presentadas aquí, y que tengan un mayor tiempo de trabajo de campo en cada una, debido a que las investigaciones llevadas hasta ahora se han centrado sobre la región de Ariari y Acacias, ignorando partes del piedemonte llanero (Villavicencio, Restrepo) y faltando mayor investigación en la altillanura disectada (Puerto Gaitán, Puerto López, San Martin y Mapiripan). Si bien Reichel-Dolmatoff y Dussan (1975) no se atrevieron a señalar a un grupo cultural especifico en los montículos de “Cejalito”, Morey (1976) señala a los grupos Guayupes como autores de estos cambios antrópicos, lo cual debe tomarse con cuidado, pues si bien en los sitios no se encontraron material cultural, y solo en uno se halló material cultural cerca del rio Meta (López 2010), los cuales no estaban asociados a ningún montículo artificial, genera aún más preguntas. Más aun, el estilo cerámico de los fragmentos encontrados por López, se relacionarían más a los descritos por Alarcón y Segura (1998) no específica un grupo cultural (aunque podría relacionarse con los Achaguas), además que el sitio encontrado por López se encuentra sobre una posible frontera natural o zona de transición cultural (margen del rio Meta cerca a la desembocadura del Manacacias) el cual 112

probablemente durante el periodo prehispánico se encontraba divido, a partir de las crónicas, por los grupos Achaguas, Guahibos e incluso Guayupes, enredándose aún más la respuesta sobre los antiguos pobladores de la altillanura Metense. Por ahora, a partir de la cerámica encontrada en la región del Piedemonte, el Ariari y el Guayabero, estas zonas sí pudieron ser habitadas por un solo grupo cultural, en el que se destacaba una cerámica estilísticamente bien elaborada, con una gran cantidad de decorados, destacándose las incisiones tanto en los bordes como el cuerpo, en las diferentes tipos de vasijas, acompañados de apliques y modelados, tanto zoomorfos como antropomorfos, representando en su mayoría cabeza de animales y rostros humanos. Igualmente se destaca el uso de pintura, en gran parte rojo y blanco, representando formas geométricas. Dentro de las formas cerámicas, es destacado los “budares”, usados para cocción del cazabe, a partir de yuca rayada. Siguiendo con las ideas señaladas por Mora y Cavelier, los Guayupes habrían habitado desde la zona de Barranca de Upía hasta el rio Guayabero, limitándose entre la cordillera y el rio Metica (manteniéndose la duda si habitaron en la altillanura). Abarcar esta zona, implicaría el uso de zonas de gran potencial agrícola como la región de Ariari, junto con zonas de menor fertilidad, como el rio Guayabero, en el cual se realizaron sistemas de mejora de fertilidad, como los antrosoles, para suplir las necesidades de la población. Igualmente, la dispersión y baja densidad de los asentamientos en el piedemonte, podría deberse, a que los grupos indígenas, aprovecharían los recursos de las vegas de los ríos manteniendo bajas densidades de población, con el fin de mantener un equilibrio entre la población y los recursos. Cuando se generaba una sobrecarga en los recursos, estos pudieron ser abandonados en busca de zonas que pudieran dar mayor estabilidad. Seguramente, en el Guayabero, y quizás en la altillanura, para mantener el equilibrio Población-Recursos, se idearon sistemas agrícolas (antrosoles, montículos) que pudieran generar mayores recursos en zonas poco fértiles, pero con una buena ubicación geográfica (zonas altas cercanas a grandes ríos). Algunos investigadores señalan que, sería la región del Ariari, la zona de mayor potencial agrícola, y por 113

tanto, seria en esta zona donde habitaría la elite, o los grupos de mayor predilección dentro de los Guayupes, mostrando pautas de una sociedad complejizada. Para comprender mejor acerca de los procesos de complejización social, es necesario tomar los postulados de Allen W. Johnson y Timothy Earle (2003) acerca de la formación de los grupos sociales (para este caso de la formación de los grupos tribales o grupo local y las sociedades de jefatura o cacicazgos) y la evolución de estos a partir de los procesos de complejización y el surgimiento del poder. Se conoce muy poco de la organización política de las sociedades de los llanos orientales, “En parte porque los documentos disponibles son pocos, en parte porque no existe una tradición de investigación documental para el siglo XVI en la región.” (Langebaek, 2000: 16) debido a esto algunos investigadores han tomado a los grupos indígenas de los llanos como bandas de cazadores-recolectores y solo algunos como tribus; la precaria información sobre la etnia Guayupe en las crónicas nos permite por ahora dar solo suposiciones, si bien no fueron bandas, tampoco se desarrollaron como un cacicazgo complejo, por tanto pudieron ser un grupo tribal o posiblemente desarrollar un cacicazgo incipiente. Para Johnson y Earle (2003), la sociedad comunal está compuesta por diversas familias; es una sociedad igualitaria, donde todos los individuos tienen el derecho a los recursos, su modo de producción es igualitario o comunal, la economía se basa principalmente en la agricultura, producción de alimentos para una sociedad sedentaria; las familias viven en aldeas, las cuales tienen tendencia de organizarse en forma circular con el fin de dejar un espacio en el centro, siendo la zona comunal, que sirve como lugar de almacenamiento, donde también se pueden desarrollar aspectos religiosos. La unidad familiar es un subsistema, el sistema es la comunidad local. A partir del crecimiento de población, la comunidad empieza a dividirse por linajes, por lo que algunos individuos se alejan de la zona principal para colonizar nuevas zonas, con el fin de mantener el equilibrio entre la población y los recursos. El primogénito o el de mayor ascendencia tiene acceso a las tierras más prosperas, lo que va dando el desarrollo del liderazgo y de la desigualdad social (aunque no es la principal causa 114

de la desigualdad). Los linajes generan alianzas e intercambios económicos con el fin de evitar los conflictos. El parentesco o ascendencia a un posible ancestro común, es una de las primeras formas de sistema político, a la vez que genera la desigualdad social. Con un líder o una aldea principal, los recursos de las aldeas menores empiezan a ser redistribuidos hacia el centro, manejados por el líder con fines que ayuden al grupo, y posteriormente para fines propios. Los trabajos entre los comuneros empiezan a tecnificarse a la vez que se genera esta economía redistributiva, lo que da los primeros pasos para el desarrollo de una sociedad tributaria o cacical (Johnson y Earle 2003). Una sociedad de tipo cacicazgo implica una integración regional en la que se institucionaliza el liderazgo político permanente, allí se centra uno o un grupo de elites, de jefes que legitiman su liderazgo a partir de considerarse descendientes de un ancestro principal o de los dioses. Este liderazgo se mantiene entre un grupo elite a partir del parentesco, por lo que el poder se hereda de padre a hijo o de tío a sobrino. En esta sociedad se da un acceso desigual a los medios de producción, de los cuales el cacique es quien administra. Para mantener el cacicazgo y financiar sus instituciones, se apropia del excedente de trabajo de los comuneros que luego los redistribuye o almacena para satisfacer el bien y las necesidades de la comunidad o del suyo. Este excedente también se usa para financiar y así sostener a las instituciones gobernantes, además para auspiciar las instituciones e iniciativas por el líder y su sequito (Johnson y Earle 2003). Este excedente lo puede obtener a partir de la tributación por el uso de la tierra o por medio de la religión, en donde estas creencias son constantemente materializadas en ceremonias, rituales, fiestas, edificios o inscripciones, las cuales se usan para enmascarar el control de la producción y la apropiación del trabajo excedente de la comunidad. Mantiene el control de la producción y distribución de los recursos a partir de la posesión de las tecnologías. El control también de la gestión de riesgos, del comercio y de la guerra mantiene a las unidades familiares dependientes hacia el cacique. Para producir la coerción social, además del parentesco que termina diferenciando a las elites de los comuneros, el cacique 115

procura tener hombres guerreros que mantenga el orden dentro del territorio y que ayuden a la conquista de unidades políticas menores (Carneiro 1967), también ayuda a mantener la coerción a partir de la violencia para controlar tanto a los comuneros como a las unidades autónomas que se niegan al poder del cacique (Johnson y Earle 2003). Retomando las teorías acerca del poblamiento de las tierras bajas por Meggers y Evans (1954) (1961) de un lado y de Lathrap (1970) por el otro, en donde los primeros consideraban la formación de la cultura y el poblamiento de las tierras bajas proveniente desde los Andes, mientras el segundo consideraba que este poblamiento se haría desde el amazonas medio (Lathrap 1970), con la evidencia arqueológica obtenida hasta ahora, se muestra una mayor influencia del amazonas en cuanto a la manufactura de la cerámica (uso de desgrasante vegetal: Cariapé) frente a una influencia de los Andes. Considerando la hipótesis que por tanto las migraciones humanas realizadas desde el Amazonas medio al Bajo Orinoco podrían estar relacionadas con la población de los llanos orientales colombianos como señala Marwitt (Marwitt 1975:9). Estas migraciones podrían conectarse por medio de los ríos Orinoco-Guaviare-Ariari. Otro dato que podría corroborar esta teoría seria la investigación realizada por López (1993) sobre el rio Guayabero. Sin embargo aún faltan mayores datos para corroborar estas hipótesis. Con estas ideas podemos elaborar hipótesis con base en varios datos encontrados en el departamento del Meta: Primero, si fue solo un grupo étnico quien habito las tres regiones, se destaca de mayor a menor potencial de recursos el Ariari, el Piedemonte y por último el Guayabero-Guaviare; por tanto, y siguiendo las ideas de Earle y Johnson, el grupo de elite, o aquellos de mayor rango, habitaron la región con los mejores suelos, siendo la zona central del grupo. Segundo, La capacidad de este grupo en cuanto a la guerra es bien destacada por los cronistas, que señalan que, en todos los pueblos donde llegaron los españoles, fueron recibidos en batalla por los indígenas, quienes se reunían de diferentes 116

asentamientos, pertenecientes a la misma provincia. Igualmente este poder militar pudo ser vital para los Guayupes a la hora de cohesionar y adherir a poblaciones menores como los Saes y Operiguas, siguiendo las hipótesis de Mora y Cavelier (1989) y López (1993). Tercero, La especialización en los trabajos es muy notoria, principalmente en cuanto a la cerámica, pues los decorados son bastantes técnicos, en especial los apliques y modelados, los cuales son más “ricos” en la región del Ariari. En la región se presenta una especialización alfarera, que se diferencia de algunos estilos cerámicos cercanos, presentándose una tecnificación entre los comuneros. Por último, en Puerto Santander, Mora y López señalaron una diferencia en algunas urnas funerarias, de las cuales algunas fueron fabricadas para ser usadas en un contexto ritual y social, mientras que otras urnas fueron fabricadas y usadas dentro de un contexto doméstico, mostrándose una diferenciación social. Las salinas de Upin es un sitio que podría generar bastante información sobre los Guayupes, (si estos fueron quienes la explotaron), una investigación arqueológica allí podría generar mayores datos para impulsar, aún más, la idea sobre el desarrollo de un cacicazgo entre los Guayupes, pues como señala Jhon González (2009) en una hipótesis para el caso de la producción de sal en un grupo local prehispánico en Saladoblanco, Huila, la sal “se trata de un recurso básico o de primera necesidad cuya producción, distribución y circulación puede estar sujeta a manipulaciones por parte de un sector de la población con el objetivo de cimentar las bases de la jerarquía en una sociedad; dicha manipulación sería un mecanismo efectivo para alcanzar el poder político si, además, ese mismo sector poblacional controlara el acceso a la única fuente de obtención en determinada región.”(González 2009: 37). Concluyendo, a partir de la información arqueológica recuperada hasta el día de hoy, junto con la información etnográfica en las crónicas, los Guayupe llegaron a desarrollarse como un cacicazgo incipiente, en el cual se presentó una tecnificación del trabajo, una división de la tierra, escogiéndose una tierra más fértil para aquellos de mayor ascenso (primogénitos, elite), se mantuvo un control en la guerra, la cual 117

se pudo ejercer contra algunos grupos como los Guahibos, y quizás con los Achaguas, esto infiriéndose por los “palenques” vistos tanto por Jorge de Espira después de cruzar el rio Upía, como Federmann en cercanías a “Nuestra señora”, además de la organización para enfrentar a los conquistadores y la hipótesis de haber adherido o desplazado algunos pueblos débiles militarmente del piedemonte. Los Guayupes mantuvieron por otro lado, una relación amistosa con los Muiscas, con quienes realizaban diferentes intercambios económicos (Langebaek 2000). Las conclusiones aquí dadas no son indiscutibles, pues podrán variar con las futuras investigaciones arqueológicas que se realicen en el departamento, estas solo se dan con el estado actual de la arqueología en la zona, y que mejor sería, que estas pudieran variar o reforzarse con investigaciones que arrojen mayor información de la que hay; hay que aprovechar de la arqueología de rescate para bien de la ciencia. Muchas investigaciones, algunas de las citadas, realizadas en el departamento son muy cuestionables con sus resultados, empobreciendo la arqueología de la región, generando bastantes dudas sobre sus resultados. Es incuestionable que se debe mantener una ética en la investigación científica sobre todas las cosas, los arqueólogos somos vigías activos del patrimonio arqueológico de la nación, debemos velar por proteger el patrimonio y realizar, en lo mejor posible, las investigaciones arqueológicas; Son varias las críticas que se han realizado sobre la arqueología de rescate, pero esta práctica es bastante valiosa, siempre y cuando se haga correctamente. De nada servirá realizar algunos “huecos” por hacerlos y recibir el pago, pues zonas olvidadas en la arqueología colombiana, como la altillanura metense, tienen un gran potencial arqueológico, y el cual hasta ahora, se ha ido descubriendo gracias a algunos proyectos de arqueología de rescate que han mostrado su potencial arqueológico. Es claro que para algunos, vale más el dinero que la ciencia, pero debemos siempre recordar de qué se trata la arqueología, que es lo que hacemos, debemos ver a la arqueología no como una ciencia con la que se gana dinero, sino como una gran actividad en la que se trabaja con el pasado, en Colombia, con aquellos grupos prehispánicos que dejaron de existir a causa de la conquista, que 118

fueron literalmente exterminados a causa de una “locomotora” como la avaricia, la búsqueda de Eldorado (los Guayupe, para el siglo XIX ya no existían), y que tenemos la oportunidad de reconstruir su forma de vivir, su pasado, siendo un tipo de homenaje, de recordarles.

Imagen 21: Panorámica de Villavicencio, capital del departamento y ubicada en el piedemonte llanero entre los ríos Guatiquía y Guayuriba.

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